PROBLEMAS Y OPCIONES EN LA COMPARACIÓN Leonardo Morlino Introducción Primer ejemplo: en los últimos quince años la democracia parece haberse afirmado en diferentes áreas del mundo, desde el sur de Eu­ ropa hasta América Latina y el este de Europa; pero ¿cuáles son las democracias que realmente se han consolidado y cómo explicar glo­ balmente este fenómeno? Segundo ejemplo: durante 1989 y gran parte del año siguiente se han producido las transformacion�s en los regímenes no democráticos en Europa oriental: ¿qué profundos cam­ bios políticos han ocurrido en aquellos países y sobre todo con un ritmo tan rápido? Tercer ejemplo: en Italia, durante los últimos cua­ renta años el Partido Comunista ha sido más fuerte que el Partido Socialista; ¿cómo explicarlo? Cuarto ejemplo: frente a los problemas de representatividad y de democracia que Italia tiene, muchos políti­ cos e intelectuales proponen ciertas reformas institucionales; pero ¿qué reformas son las más adecuadas para el logro de determinados objetivos, cuáles aumentan las responsabilidades de los gobernantes y la capacidad de punición de los gobernados o bien logran mayor efi­ cacia decisional o incluso logran la alternativa en el gobierno de parti­ dos o coaliciones partidarias? 13 14 Leonardo Morlino Los ejemplos podrían multiplicarse. No obstante, los propuestos arriba deberían ser suficientes para sostener que: a) cualquiera que sea el nivel de generalidad de nuestro problema (muy alto en el primer ejemplo, menor en el segundo y todavía más bajo e!1 l�s otro� dos); b) cualquiera que sea el interés que nos mueve, explicativo (pnmer y tercer ejemplo), cognoscitivo (segundo ejemplo) o con intenciones más explícitamente aplicadas, como sucede en el cuarto; c) cualquiera que sea el punto de vista, más estrictamente nacional (terc�r y c�arto ejemplos o bien referido a fenómenos más o menos amplios (pnmer y segundo ejemplos), la comparación es siempre particularmente útil para alcanzar los objetivos de estudio y de investigación que nos planteamos. A propósito del tercer ejemplo, sólo un cuidadoso análi­ sis nos permite explicar la mayor fuerza del Partido Comunista en Italia, puesto que en todos los demás países europeos prevalecen los partidos socialistas: en efecto, sólo la comparación puede permitirnos discernir semejanzas y diferencias entre el caso italiano y los otros, orientando al investigador hacia un análisis más profundo de las dife­ rencias. En lo que concierne al cuarto ejemplo, del mismo modo, sólo una amplia investigación sobre las experiencias institucionales de los otros países permite -mutatis mutandis- obtener sugerencias para el caso italiano. En resumen, cuando se afrontan aspectos centrales del proceso cognoscitivo, como la elaboración de nuevas hipótesis de investiga­ ción y la explicación de un fenómeno determinado, la comparación nos permite alcanzar resultados de gran relevancia. Si la elaboración de hipótesis es también posible recurriendo a otros métodos, lo que mejor caracteriza a la comparación es la posibilidad de controlar la hipótesis formulada. Más exactamente, ante todo, cuando se trata de explicar un fenómeno dado o bien de decidir cuál es más digna de consideración de entre un conjunto de hipótesis todas igualmente plausibles, sólo la comparación nos permite defender una hipótesis más que otra, gracias al control de más casos. Considérese nueva­ mente el tercer ejemplo. Efectivamente, ¿cómo es posible afirmar que es la fuerza de la ideología, la organización típica de un Partido Comunista o las relaciones establecidas en el interior del sistema de partidos las características que permiten explicar la mayor fuerza de los comunistas, si nos limitamos a considerar sólo el caso italiano? Contaremos con diferentes hipótesis, todas igualmente plausibles; y el resultado más probable será la tendencia a considerar todas acep­ tables, es decir, la tendencia a la sobreexplicación. Por el contrario, Problemas y opciones en la comparación 15 justamente el posterior y decisivo apoyo empírico dado por el con­ trol de los otros casos sugerirá cuál es la hipótesis más adecuada y preferible. De tal modo que comparar es importante. Hay u?a larga t rad1_ ción de comparación explícita, al menos en el pensamiento occiden­ tal, comenzando por la famosa clasificación de Arist�teles de los regí­ menes políticos. Pero también se compara implícitamente, y con frecuencia de manera inconsciente, en la vida cotidiana. En este sen­ tido comparar es el ejercicio básico de toda actividad cognos�itiva. Pero si nos quedamos en este punto permanecemos en lo obv10, ya que lo que nos interesa es esencialmente el conjunto de procedimien­ tos que permiten la realización de comparaciones explícitas y cons­ cientes en ciencia política. En esta primera fase la cuestión más importante sigue siendo «por qué comparar». La afronta Sartori justamente desde el inicio de su contribución. Y es evidente que una definición general de compara­ ción, a pesar de su utilidad, es sólo el primer paso 1• Lo que s� nece­ sita es la indicación de los problemas por afrontar, de las opciones a efectuar, de los procedimientos a seguir cuando buscamos respuestas a cuestiones como las ejemplificadas al principio. Si es así, el mejor modo de proceder consiste en asumir completamente el punto de vista de un investigador y preguntarse qué problemas y opciones debe afrontar y qué procedimientos necesita. El resto de esta intro­ ducción tratará de hacer comprender cómo los diferentes autores de este trabajo colectivo han contribuido a responder a las cuestiones planteadas. El problema de la investigación Después de lo que acabamos de exponer, el paso siguiente con­ siste en precisar con atención la pregunta (y los objetivos) que debe­ mos afrontar: qué deseamos saber, describir, explicar o bien com­ prender en las diferentes acepciones recordadas por Panebianco en este volumen. Esta operación, que puede ser definida como la identificación del problema de investigación, exige mucho tiempo y lecturas. Es •bien 1 Entre otras definiciones de comparación, véase la de Marradi (1982, 13 ): «La con­ frontación de los estados de dos objetos sobre una propiedad». 16 Leonardo Morlino conocido que las primeras opciones, frecuentemente implícitas, tie­ nen lugar en este momento. Indudablemente en esta primera fase se pueden imaginar cuestio­ nes muy específicas que no exigen recurrir al método comparativo. En este sentido la pregunta que surge termina por sugerir tambien el método que se ha de usar. En este volumen Sartori recuerda que el método estadístico, el histórico y el experimental permiten responder a ciertas cuestiones sin necesidad de recurrir al método comparativo. Por otra parte, Sartori y los demás autores saben bien que el método comparativo se usa provechosamente con datos estadísticos y análisis temporales o históricos2• Y hasta tal punto es así que, según Ragin y Zaret (1983 ), las principales formas de comparación son la «estadís­ tica» y la «histórica». Ellas configurarían dos enfoques completa­ mente diferentes de la comparación, derivados, respectivamente, de Durkheim y de Weber. Panebianco en su capítulo clarifica el signifi­ cado de esos enfoques. Por otra parte, en los últimos veinte años se han producido pro­ gresos y estímulos relevantes para la comparación política como el método cuasi-experimental, ciertas innovaciones estadísticas o el es­ tudio de casos únicos. Collier lo pone de manifiesto muy bien en su contribución a este volumen. Si el problema de investigación es tan importante que puede con­ dicionar el método usado y, dentro de la comparación, también el en­ foque seguido ( durkheimiano o weberiano), ¿ qué «preguntas» se prestan mejor a la comparación? Puede afirmarse que son, ante todo, aquellas preguntas más generales que afectan a instituciones, grupos sociales, normas, vistas también en sus relaciones y en el contexto en que se forman y permanecen. En otras palabras, la macropolítica pa­ rece ser el terreno preferido por los comparatistas, el campo en el 2 No es posible, sin embargo, usar el método comparativo junto al estadístico o al histórico (siempre que se acepte -no todos los autores lo hacen- la existencia de un método histórico). Defiende lo contrario quien confunde entre método comparativo y comparación sustantiva, método estadístico y datos estadísticos, método histórico y datos cualitativos referidos a un solo caso: otro problema es si los criterios lógicos que están detrás de la comparación sean los mismos que caracterizan a la estadística, o bien si los dos métodos sean asimilables. Sobre este punto -véase más adelante- las posi­ ciones de los diferentes autores, en este trabajo, son distintas. Quien escribe sostiene que si la única diferencia entre estos métodos se debiese al número de casos (pocos en la comparación, muchos en la estadística, uno en el método histórico), tal diversidad tendría -y de hecho tiene- implicaciones profundas en los procedimientos y en los objetivos de la investigación empírica. Problemas y opciones en la comparación 17 cual es posible llegar a las comparaciones más significativas y, en cualquier caso, el sector que puede jactarse de poseer la mayor tradi­ ción de investigaciones comparadas. Conceptos y clases Desde el comienzo, al plantear el problema de investigación, y, posteriormente, cuando se deciden los casos a incluir o las variables a analizar (véanse los próximos apartados), el aspecto conceptual es crucial. Se trata no sólo de comprender bien lo que se desea estudiar definiendo propiedades y atributos, sino tambien de clasificar correc­ tamente para identificar las variaciones empíricas del fenómeno en las diferentes realidades. La «lección» de Sartori sobre este aspecto re­ sulta inequívoca, y lo subraya su contribución: el perro-gato existe fundamentalmente por defecto de conceptualización (el «estiramiento de los conceptos») y de clasificación (exactamente el «mal clasificar»). En la experiencia concreta del investigador no se puede decir si la puesta a punto de los conceptos y la clasificación se llevan a cabo an­ tes o después de la selección de los casos o del arco temporal que se va a analizar. Simplemente puede suceder una u otra cosa, y con fre­ cuencia se produce un proceso mental de retroalimentación entre da­ tos y teoría. Diferentes autores lo recuerdan en sus escritos. Son importantes también otros aspectos. Ante todo, las dos fun­ ciones de la clasificación. La primera se refiere a la puesta a punto conceptual que permite individualizar los casos comparables. Prestar atención a los casos comparables es otra de las recomendaciones de Lijphart (1971), retomada por Collier en este volumen, y es superfluo subrayar su importancia. En este ámbito, estrechamente relacionado al ejercicio clasificato­ rio, está el correcto uso de la escala de abstracción. Sartori le otorga un lugar central en su propuesta de cómo comparar. Utilizar la escala de abstracción en relación a la clasificación significa trasladarse desde conceptos, clases e hipótesis más generales y empíricamente inclusi­ vos a conceptos, clases e hipótesis más particulares y exclusivos ( o vi­ ceversa) según precisas reglas de transformación: a mayor extensión o inclusividad corresponde menor intención o espacio de los atributos3 • 3 Esta relación intensión/extensión o bien connotación/denotación es recordada por Sartori en su contribución en este volumen y presentada en su ensayo de 1971. 18 Leonardo Morlino El uso de la escala de abstracción es crucial para la comparación por­ que permite efectuar con mayor rigor -siguiendo reglas de transfor­ mación- controles sucesivos de las hipótesis en el mismo nivel de abstracción para todos los casos en examen, y luego, a diferentes ni­ veles de abstracción. Permite formular así hipótesis más generales, pero frecuentemente menos significativas, o bien, al contrario, articu­ lar las mismas hipótesis, especificándolas a medida que se desciende en los detalles de los casos y las variables consideradas aumentan, mientras disminuyen los potenciales referentes empíricos 4. La segunda función principal de la clasificación se refiere a la pa­ rametrización: de la lección de Sartori se puede extraer no sólo el rol de descripción que puede ser desarrollado por la clasificación y por el uso de la escala de abstracción respecto del fenómeno analizado, sino también las potencialidades explicativas de la operación conceptual por medio de la parametrización. Este problema es uno de los más espinosos de los encontrados por el comparatista, sobre todo cuando se compara entre casos tratados cualitativamente. Si no se quiere re­ currir al más bien débil experimento mental, ¿cómo se puede evaluar la incidencia de un factor dado sobre otro que queremos explicar? Si estuviésemos en el ámbito estadístico, la operación sería obvia: se pa­ rametriza, es decir, se convierten en constantes todos los otros facto­ res que potencialmente podrían influir sobre el fenómeno que desea­ mos explicar. Por ejemplo, si queremos comprender el impacto de la diferencia de sexo sobre el comportamiento electoral, es suficiente hacer no significativa la influencia de la edad, lugar de residencia o, incluso, clase social y en el interior de clases determinadas de esta forma ver las diferencias en el comportamiento entre hombres y mu­ jeres. Pero resulta evidente que en el tratamiento estadístico la clasifi­ cación desempeña una parte determinante en la parametrización. Si nos trasladamos al más difícil tratamiento cualitativo, la clasifi­ cación y, luego, en el interior de cada clase, la individualización de subclases -y, pues, en este específico sentido el uso de la escala de abstracción- desarrollan una función efectiva de parametrización no obstante todos los problemas y las dificultades que se afrontan con­ cretamente. Brevemente, la clasificación y la escala de abstracción pueden ser útiles para controlar empíricamente hipótesis sobre causas hipotetizadas y aún por demostrar. En esta perspectiva, por ejemplo, 4 Sobre la importante noción de escala de abstración, ver también Sartori (1971 y 1984). Problemas y opciones en la comparación 19 Perrera subraya la ejemplaridad de la contribución de Alber (1982), el cual usa ?ªtos cualitativos y en el control sistemático de sus hipótesis proce?e Justamente per genus et differentiam, reconstruyendo las se­ c�encias causales _ y descartando hipótesis falsificadas por la compara­ _ c10n entre sus qumce casos europeos. Se mencionaba en el parágrafo precedente y ahora lo subrayo vi­ para llevar a cabo una investigación comparativa resulta gorosamente: _ esencial elabo��r una estructura teórica o al menos una serie de hipó­ _ tesis que tambien pueden obtenerse de estudios precedentes. No obs­ tante, en la medida en que es más rigurosa y consistente la estructura teórica, mayores serán las posibilidades de focalizar mejor la investi­ gación sobre algunas hipótesis más precisas y de un número más li­ mita�º: Si bien la parsimo�ia es �na :irtud que tiene altos costos por _ los limite� que �mpo�e a la mvesttgación, es necesaria en realidad para no extraviar al mvesttgador en largas, y frecuentemente inútiles listas de hipótesis, también alternativas. Una buena construcción t�órica or�enta �xce�entemente la selección de las hipótesis, la focalización de la mvesttgación y permite gastar mejor las propias energías. El espacio Decidir cuántos Y cuáles casos deseamos incluir en la investiga­ . _ ., c10n, es ?ecir, determrnar l_ � dimensión horizontal de la comparación (el espac�o�, da l�gar a deci�10nes y pasos ulteriores. Con la excepción del condici?�amiento o�as10nado por la elección del problema, éstas , son las decisi?nes mas importantes y, frecuentemente, más difíciles _ para el mvesttgador. Respecto de este punto, Collier recuerda la es­ trategia sugerida por Lijphart (1971 ): aumentar en la medida de lo posible el numero de casos. La razón de la recomendación es clara: ofrecer mayores posibilidades de controlar las hipótesis formuladas o b!en alcan�ar hipótesis mas precisas y localizadas. Desde el punto de vista de LiJphart, tal recomendación implica lo siguiente: la lógica de fondo de la comparación es la misma que la lógica de la estadística; debemos, por lo tanto, buscar variaciones para explicar de modo más s?lido y riguroso las relaciones causales; y para hacer esto resulta in­ dispensable aumentar los casos considerados. La identificación entre no es coml?�rtida por quien atri­ las ló�icas �ompa;a�iva y estadística _ buye idenud �d logica exclusiva a la comparacion, o bien por quien _ adopta posic10nes en relación a la explicación, saber nomológico y 20 Leonardo Morlino teorías locales, como las que se desprenden de la contribución de Pa­ nebianco. Además, la recomendación puede aumentar en vez de disminuir los problemas de la investigación. En efecto, incrementar el número de casos supone también aumentar -a veces notablemente- el nú­ mero de las variables relevantes fuera de las hipótesis que se desea controlar, las que son llamadas «terceras variables» 5 • Por último, el aumento de los casos ha hecho mucho más difícil la comparación en el sentido de que recoger datos y noticias para un número elevado de casos es dispendioso, y tal vez imposible. Con este fin, no obstante, en años más recientes tales dificultades fueron atenuadas por el enorme progreso en las comunicaciones, pero tambien más banal­ mente, por el recurso a investigaciones colectivas en las cuales partici­ pan estudiosos de diferentes nacionalidades. En este sentido limitado, y en cualquier caso, en modo imperfecto y aproximativo en los resul­ tados6, el consejo de Lijphart ha sido escuchado. Por otra parte, a pe­ sar del aumento de las potenciales unidades nacionales -casi 180 paí­ ses independientes en los años noventa- en esta estrategia de aumento de casos todo el tercer mundo ha quedado sacrificado. Ex­ cluyendo alguna excepción (Diamond, Linz y Lipset, 1988-89), son muy escasas las investigaciones comparativas de los últimos veinte años en las cuales se incluyan los países de África o de Asia. El número de casos no es en absoluto indiferente respecto de los resultados de la comparación, aun desde otro punto de vista: la elec­ ción de la profundización de un solo caso, aunque esté sustentado por hipótesis comparadas presentes en la literatura publicada, obe­ dece a ciertas preguntas y objetivos (estudio de caso); la comparación de dos casos, en especial de los que son muy diferentes entre sí (com­ paración binaria), responde a otras cuestiones y objetivos; el análisis de tres-cinco países pertenecientes a una misma área geográfica (com­ paración de área), responde a otros -y los países escandinavos han sido con frecuencia objeto de investigación de área-. Después, con el aumento del número de los casos, generalmente, se transforma también el tipo de comparación: se va desde una predominantemente cualitativa a una predominantemente cuantitativa, y apoyada por el análisis estadístico. La frontera entre los dos tipos de comparación 5 El mismo Lijphart se muestra consciente de este problema algunos años después (1975); y Bartolini (1987) subraya las implicaciones del problema. 6 En efecto, sobre este aspecto ha sido más difícil mantener unidad y coherencia en las investigaciones comparativas. Problemas y opciones en la comparación 21 está, frecuentemente, por debajo de ocho y por encima de los cinco­ siete casos. El volumen de Lijphart sobre las democracias (1984) es uno de los escasísimos ejemplos en los que un autor ha logrado com­ patibilizar aspectos cualitativos y cuantitativos en el ámbito de un es­ tudio de área con más de veinte casos. Si, en definitiva, la elección más importante se refiere al número de los casos, no debe descuidarse tampoco la consideración de cuáles sea más oportuno elegir. Por ejemplo, si la pregunta es cuáles son las condiciones que favorecen la instauración de la democracia, será ade­ cuado elegir casos en los que se haya producido la instauración de­ mocrática para controlar la presencia de las condiciones hipotetizadas y esperadas, y casos de ausencia de instauración democrática para controlar la ausencia de aquellas condiciones. Si, en cambio, la pre­ gunta se refiere a los posibles tipos de instauración democrática, en­ tonces sólo los casos en que ésta se ha producido deberán ser inclui­ dos en el análisis. Además la elección de los casos se refiere también a los factores considerados comunes y· los considerados diferentes en cada con­ junto de casos elegidos. Se requiere la aplicación de la conocida cláu­ sula ceteris paribus, es decir, justamente que aspectos del análisis pue­ den considerarse «parí» o bien constantes y cuáles no 7• En cualquier caso, es oportuno recordar que la elección de los casos, la aplicación de la cláusula ceteris paribus y el recurso a los cánones de Mill depen­ den ante todo del diseño de la investigación, de lo que interesa pro­ fundizar y de las hipótesis realizadas (véase arriba). El tiempo La definición de cuáles y cuántos casos elegir está inevitablemente vinculada tanto a la dimensión longitudinal, o sea, a la extensión del período que se quiere considerar (el tiempo) como a las variables que se decide analizar. La elección del tiempo significa en realidad elegir los casos en un momento dado o bien incluir en el análisis diferentes momentos sucesivos. En la primera hipótesis se realiza comparación sincrónica si optamos por considerar diferentes casos en el mismo 7 La cláusula puede ser expresada también en términos de parametrización de va­ riables extrañas a la hipótesis que se desea controlar. Sobre este punto, véase más ade­ lante. 22 Leonardo Morlino momento; y comparación diacrónica cuando decidimos a�al�zar el mismo caso en momentos diferentes y sucesivos con el objetivo de _ ver la influencia de ciertos fenómenos acaecidos. También se realiza comparación diacrónica cuando se estudian diferentes casos en mo­ mentos diferentes. Con esta distinción sin embargo seguimos en un ámbito de «escuela», en realidad po�o útil. Las comparaciones má� significa�ivas _ , son -y han sido- las que han tomado en consid�rac10n un per:odo mas bien largo, el desarrollo del fenómeno estudiado en el penodo considerado y para casos distintos, incluso con la puesta a p�mto de series temporales que se prestan mejor a tratamientos estadísticos. En estas comparaciones diacrónicas el punto central es que no se ve un solo «momento» que en cualquier caso se��a presu�uesto en ab�­ tracto, sino que se quiere observar la mutac10n en el tiempo a traves de una aproximación de distintos momentos. El ensayo de Bartolini analiza con justeza este ti�o �e co�l?ara­ ción, que quizá es la que mayor tradición posee en ciencia p�htica Y la que ha alcanzado los resultados mas interesa�tes. Bartohm coloca en el ce ntro de su «discurso» adecuadamente el tiempo, agregando las premisas de la comparación estadísti�a, tal como ha _ si�o claramente descrita por Panebianco. Luego considera los tres pnncipales proble­ mas que todo comparatista �el. «largo ye_ríodo» de?e resolver en sus investigaciones: 1) cómo defmir y delimitar l�s un!dades temporales sobre la base de las que observar el pasado o bien como es p_osible ha­ cer periodizaciones, es decir, dividir en fases diferentes el tiem�o to­ mado en examen -como se ha hecho, por ejemplo, en las teon�s del desarrollo político-; 2) si las relaciones esta�lecidas entre vanab�es _ observadas en el tiempo tienen algo de especif�co respecto a asocia­ _ ciones establecidas entre variables observadas smcromcame�t�; Y, en _ relación a esta cuestión, el problema relativo a cómo se iden�ifican las secuencias temporales entre fenómeno� y _ tam�ién fases d!ferentes; por último, 3) cómo considerar la m�lticolmeahdad, es decir, la pre ­ sencia de numerosos factores que estan fuertemente conectados y se han desarrollado paralelamente; qué consecuencias tiene esta situa­ , ción para el análisis de macrofenómen�s ge�erales; y, de aqu �, ante _ todo la oportunidad de estudiar las diversidades en el mtenor de _ aquellos fenómenos en general similares. Por ejemplo, en el á�bito del desarrollo de los movimientos obreros en toda Eur?Pª occid��­ tal, explicar las diversidades en términos de caract�rísticas o debili­ _ dad/fuerza de determinados partidos obreros en paises concretos. O Problemas y opciones en la comparación 23 bien los procesos de democratización en dive rsas áreas del mundo (Europa occidental, América del Norte, América latina, Europa oriental) y la explicación de diferentes procesos de instauración y de las diferentes democracias consolidadas efectivamente en varios paí­ ses. Bartolini propone soluciones a estos problemas en las cuales se evidencia cómo la dimensión espacial y la dimensión temporal ( es de­ cir, el uso de casos diferentes y la consideración de un cierto período bien definido) deben utilizarse conjuntamente para un mayor rendi­ miento en la comparación. No se debe olvidar, por último, que desde un ámbito cualitativo, este tipo de comparaciones puede basarse con provecho en investiga­ ciones históricas ya existentes. En el caso, en cambio, en que dicho tipo de investigaciones no existieran, en cuanto -por ejemplo- se refieren a años recientes no afrontados todavía por los historiadores de la época contemporánea, será necesario de algún modo integrar lo que falta con datos cualitativos y cuantitativos diferentes, recog;idos ad hoc. Desde este punto de vista el trabajo del comparatista se su­ perpone, hasta el punto de ser pow dif erenciable del realizado por un historiador. Propiedades y variables Después del espacio y del tiempo, la tercera decisión concreta que el investigador debe asumir se refiere a las «variables» a considerar. Nuevamente Collier recuerda otra recomendación de Lijphart: redu­ cir el número de las variables a analizar. El asunto de fondo también aquí es el indicado arriba: comparación igual a estadística en cuanto a criterios inspiradores. El número de las propiedades-variables puede ser reducido a través de una reducción del espacio de atributos 8, es decir, acudiendo en concreto a las clases, poniendo los casos y los da­ tos relativos en un número de clases reducido gracias a un aumento en el nivel de generalidad 9, incrementando de este modo el número de los casos pertenecientes a una cierta clase. De este modo también la precedente recomendación de Lijphart (aumentar el número de ca8 La noción de «espacio de atributos» es la sugerida por Lazarsfeld y Barton (1951), y se refiere al conjunto de características que atañen y especifican una clase o un tipo. 9 Sobre este punto, considérese el próximo apartado, y en especial la contribución de Sartori en el volumen. 24 Leonardo Morlino sos) 10 puede aplicarse gracias a esta operación conceptual de reduc­ ción. Si, en cambio, hubo un aumento efectivo de los casos analiza­ dos, la reducción de las variables compensa el casi inevitable aumento de las mismas, introducido justamente por el crecimiento de los casos empíricos. Collier sugiere que la reducción del espacio de atributos puede ser realizada también recurriendo a teorías o bien a hipótesis fuertes con apoyo en la investigación con el fin de reducir los factores expl�­ _ cativos que es necesario considerar y alcanzar una mayor pars1moma teórica. Este aspecto en realidad implica también una ulterior reco­ mendación de Lijphart (1971), orientar el análisis comparativo sobre las variables claves. Desde esta óptica, pues, se está más allá de la an­ terior recomendación, la reducción del espacio de atributos. Simple­ mente volvemos a subrayar la importancia del aspecto teórico, que debe ser claramente ubicado en primer plano. En esta fase otro problema concreto se le plantea al investigador. Si se aumenta el número de los casos y, cuando es necesario, se alarga el tiempo considerado y disminuye el número de las variables anali­ zadas, entonces para obtener un buen resultado el aparato teórico conceptual del cual se sirve debe estar bien articulado, la investi�a­ ción debe tener unfocus muy definido y quizá se puede apoyar en m­ vestigaciones precedentes. Cuando no fuese así, es decir, en el caso en el que no sea posible disponer de te�rías o conceptos estructura�os, _ no hubiese una literatura de referencia y se tratase de una mvest1ga­ ción muy «nueva», entonces el investigador estaría inevitablemente _ «empujado» hacia el aumento del número de aspectos a considerar e, igualmente, determinado a disminuir los casos y quizá también el pe­ ríodo a examinar. En realidad, sin embargo, en algún sector ha ocurrido también lo contrario. Más exactamente, la contribución de Ferrera muestra que ha seguido la estrategia opuesta en los estud�os sobre el Estado del _ Bienestar, quizá inconscientemente. Para analizar 1� que ha sido uno de los fenómenos más importantes de las democracias modernas, con el cual se ha buscado dar un contenido sustancial a la democracia en el mundo occidental, el itinerario de la investigación ha comenzado con hipótesis muy específicas y series te�po�ales cuantitativas par�, ª . posteriori, orientarse hacia estudios cu�htatlvos de los cas?s mdiv�­ duales en los cuales las diferentes relac10nes resultaban me¡or y mas 'º Véase el apartado anterior sobre este punto. Problemas y opciones en la comparación 25 profundamente analizadas. En est� caso ciertas críticas sobr� los lími­ _ tes y sobre la veracidad de las senes temporales, la exigencia de pro­ fundización e, inevitablemente, la necesidad de acrecentar el número de las variables analizadas para alcanzar una más plena comprensión del fenómeno han resultado favorecidas por lo realizado anterior­ mente, siguiendo una estrategia perfectamente acorde con las suge­ rencias de Lijphart. Una última cosa antes de concluir este apartado: las variables ele­ gidas, por pocas o numerosas que sean, son medidas por datos cu��­ titativos si son variables en sentido propio; de otro modo son defm1das por datos cualitativos y la variación puede ser identificada �racias a la clasificación. A este respecto, Bartolini sugiere que la configura­ ción de la comparación se organice a través de una matriz de datos que permita especificar con mayor rigor tanto las dimensiones tem­ poral y espacial elegidas como las propie�ades y las variables �obre _ las que se quiere llevar a cabo la comparación. �on tal procedim1e1:to _ -sostiene Bartolini- resulta sustancialmente irrelevante s1 las vana­ bles son acompañadas por datos cuantitativos o datos soft o cualitati­ vos. El procedimiento de comparación será el mismo No obstai:ite, _. , agrego inmediatamente, que en todos los casos, tamb1en en la «sim­ ple» recolección de «números» estadísticos, mantener el aspecto teó­ rico está necesariamente en primer plano, incluso en «alcanzar» un determinado número en vez de otro. Una vez más, entonces, tenemos que volver a la dimensión teórica. El control Realizadas las diferentes opciones sobre la dimensión espacial (los casos por considerar) y sobre la temporal, y formuladas las hipótesis, que pueden tambien ser sugeridas por un primer análisis comparado del fenómeno en el que estamos interesados, se llega al corazón del procedimiento comparativo: el control de las hipótesis. También aquí la lección de Sartori es muy clara: el procedimiento de control es el aspecto más importante y distintivo de la comparación. Por esta ra­ zón debe ser ubicado en el centro de ella. En el caso que se busque una generalización, más o menos localizada, o que el objetivo con­ sista en lograr una explicación local, según la sugerencia de Pane­ bianco, o bien sólo el de describir un cierto fenómeno en más casos y, quizá, nuclear diferentes asociaciones entre una variable dependiente 26 Leonardo Morlino y más variables independientes, el control de las hipótesis sigue siendo esencial y típico de la comparación. Cuales sean efectivamente los procedimientos concretos que se adoptan para efectuar tal control se deduce del apartado sobre «con­ ceptos y clases» a propósito de la clasificación, de la escala de abstr�c­ ción, de la parametrización y de la explicación. Por otra pa�te� e m­ tentando ser más precisos, se puede agregar que tales proced1m1entos cambian en parte según los objetivos cognoscitivos trazados,. genera­ lización o teoría local siguiendo las enseñanzas de Durkheim o de Weber, es decir, según las opciones metodológicas de fondo adopta­ das, e incluso en relación a los contenidos mismos de la investigación. Expectativas, desilusiones y dificultades Si todo es así de claro, ¿cómo es posible que la comparación no se haya desarrollado más en ciencia política? Esta es la pregunta plan­ teada en el ensayo de apertura por Sartori, y sobre la que retorna Pa­ nebianco. La explicación más elemental es ante todo la sugerida f'.ºr el primero: comparar es simplemente difícil. La componente teórica _ en la comparación es muy destacada y difícil de «manejar»: «qmen navega al azar y sin brújula se arriesga en cada mo�ent? ª naufra�ar» , (Sartori en el ensayo siguiente). Una segunda exphcac10n se sugiere en el ensayo de Panebianco: en sustancia, frente ': la gran �':yoría de estudiosos ideográficos y teóricos, los comparattstas se dividen res­ pecto a «qué constituye una explicación aceptable en las ciencias so­ ciales», en un contexto en el cual el saber politológico es poco acu­ mulativo y su objeto se redefine y se transforma cada vez. Pero tal división y la reducida acumulabili�ad conducen una vez �ás a �?n­ _ cepciones diferentes acerca del me¡or modo de hacer ciencia pohuca, que se ponen de manifiesto en el ámbito de la com�a�ación Pº: l�s _ , dos estrategias fundamentales (la comparacion estad1st1ca y la �1sto� rica), indicadas por Ragin y Zaret (1983) e ilustradas por Panebianco en su contribución, o bien por las posiciones de Bartolini, quien tiende a poner sordina a las diferencias entre esas estrategias. Quizá junto a la dificultad de comparar tanto en el plano del correcto uso de los conceptos y de la escala de abstracción (Sartori), como en el q�e se refiere a la recolección de datos sobre muchos casos, como a las di­ visiones de los comparatistas (Panebianco), hay también un «exceso de fines», en el sentido de proponer objetivos de investigación excesi- Problemas y opciones en la comparación 27 vamente ambiciosos. Esto se ha traducido, ante todo, en el segui­ miento perfeccionista y utópico de imposibles modelos de ciencia. Tal «exceso de fines» (y de esperanzas) se ha revelado al fin contra­ producente y ha alejado de la comparación a muchos estudiosos desi­ lusionados, que no se identificaban con objetivos tan ambiciosos y abstractos. Hoy, después de muchos años de investigaciones y de experien­ cias no todas negativas, como demuestran muy bien la contribución de Collier sobre el plano del método y de todas las ulteriores poten­ cialidades de progreso y la contribución de Perrera a nivel sustantivo, esta introducción puede finalizar infundiendo aliento para continuar por la vía trazada en las diferentes contribuciones aquí publicadas. Esta vez, sin embargo, con una mayor conciencia de los problemas, de las opciones y también de los límites de lo que se puede obtener, gracias justamente a la experiencia hecha y también a los parciales re­ sultados positivos que se han alcanzado. Referencias bibliográficas Alber J. (1982), Vom Armenhaus zum Wohlfahrtsstaat. Analysen zur Entwic­ klung der Sozialversicherung in Westeuropa, Frankfurt/Main, Campus Verlag. Bartolini S. (1986 ), Metodologia della ricerca empírica, en G. Pasquino (comp.), Manuale di Scienza della Política, Bolonia, Il Mulino, pp. 39-82. Trad. esp. Manual de ciencia política, Madrid, Alianza Editorial, 1988. Diamond, L., J. J. Linz y S.M. Lipset (comps.) (1988-89), Democracy in De­ veloping Countries, vol. 2, 3, 4, Boulder (Col.) Lynne Rienner Publis­ hers. Lazarsfeld, P. F. y A. H. Barton (1951), Qualitative Measurement in the So­ cial Sciences: Classification, Typologies, and Indices, en D. Lerner y H. D. Lasswell (comp.), The Policy Sciences: Recent Development in Scope and Method, Stanford, Stanford University Press. Lijphart A. (1971), Comparative Politics and Comparative Method, en «American Política! 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COMPARACIÓN Y MÉTODO COMPARATIVO Giovanni Sartori Hace ya veinte años (casi) que escribí sobre política comparativa y sobre el método en que se funda 1• Escribí por qué era partidario de ella. Sin embargo, debo admitir que el resultado es hoy enormemente inferior a las expectativas de entonces. ¿Por qué?, ¿se debe a una so­ brevaloración inicial?, ¿a que hemos tenido abundantes tropiezos en el curso del camino?, ¿o se debe a otras razones? Responder estas cuestiones nos conduce a un balance más general. ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde nos conviene ir? Es un debate a reabrir. En mi escrito, digamos originario, me preguntaba en el siguiente orden: 1) por qué comparar; 2) qué es comparable; 3) cómo comparar. Es conveniente repetir las mismas preguntas en el mismo orden. Por qué comparar ¿Por qué comparar? Entonces respondía: «La comparación es un método de control de nuestras generalizaciones... o leyes del tipo si... 1 «La Politica Comparata: Premesse e Problemi» (1971, 7-66). Es el escrito con el cual comenzaba la Rivista Italiana di Scienza Política; y constituía, al menos en la 29 30 Giovanni Sartori Digo un método de control porque obviamente no es el único» (1971, 8). No he cambiado de opinión y, entonces, tampoco descubría la pólvora. Sin embargo, con el paso de los años cada vez se habla menos, o directamente no se habla, de la función de control que tiene la comparación. Przeworski llega incluso a sostener que «la investigación comparativa no consiste en comparaciones, sino en ex­ plicaciones... El objetivo general de la investigación entre países con­ siste en entender» (1987, 35) 2• Pero, y sin llegar al extremo de negar que en la comparación se deba comparar, lo cierto es que la palabra control es considerada en desuso. Ragin escribe que el saber compa­ rado «nos da la clave para comprender, explicar e interpretar» (1987, 35); y Mayer «redefine» (en el título, en verdad sólo en el título) la política comparativa como un campo, cuyo intento es «construir una teoría explicativa empíricamente falsable» (1989, 12). ¿Cómo no estar de acuerdo? Todos queremos comprender, explicar e interpretar. Pero ¿por qué lo lograremos comparando? A menos que no se· desee afirmar absurdamente que sólo la comparación explica, Przeworski, Ragin, Mayer y otros no nos explican cuál es la razón de ser de que por la vía comparada podamos conocer. En resumen, la pregunta «por qué comparar» sigue sin respuesta. Ahora bien, si la política (al igual que la sociología) comparativa no posee una función heurística específica, entonces tampoco merece que nos ocupemos más de ella. ¿ Qué ha ocurrido con el «control»? ¿ Por qué no se lo menciona ya? Una primera explicación (de dos) es del todo accidental y pura­ mente americana. En la estructura didáctica de las universidades esta­ dounidenses la demarcación habitual es entre política americana y política comparativa, donde este último término se utiliza para «otros países» y, en general, para uno solo. Por lo tanto quien estudia el pre­ sidencialismo USA es un americanista, mientras quien estudia sólo el presidencialismo francés es llamado comparatista. Desafío a cual­ quiera a que me explique por qué ello es así. El hecho es que el sector entonces ... intención, un escrito «programático». En efec to, destacaba que la polític a comparativa «se ubica en el centro de la ciencia política contemporanea» (ivi, p. 63). Sob re la situa­ ción de la cienci a política en gener al, ver mi evaluación «Dove va la Scienza Política •, en Grazi ano (1986, 98-114) 2 Que comparar no requiera compar ación me impresiona en el mismo modo que lo hace un contr asentido, un absurdo. Y encuentro apresurada, agrego, la tesis del volu­ men de Przeworski y Teune (1970, 8) según la cual el objetivo de la investigación com­ parada consiste en «sustituir con nombres de variables los nombres de sistemas so­ ciales». Comparación y método comparativo 31 denominado «P?lítica comparativa» está hoy en día densamente po­ blad? por e�tu�10sos q�e no han cotejado jamás nada con nada, que _ no _ tienen mngun mteres en comparar y que son no menos «parro­ quial �» que los americanistas (que lo son a ultranza). El estado de la <; cuest10n es q�e la mayoría de los comparatistas USA no compara _ nada y, a fortwrz, nada controla. ¿ Cómo se sale? La vía de menor re­ _ _ sistencia consiste en fingir que no sucede nada, en declarar que se _ puede comparar sm comparar y en callar sobre el control. Probable­ mente �rzeworski y los otros están convencidos de que es así. Pero no es asi. Decía que las explicaciones son dos. La segunda es seria -de na­ turaleza gnoseológica o epistemológica- y se refiere específicamente al �ontrol. Comparar es confrontar una cosa con otra; pero si se am­ _ bic10na controlar, entonces la cuestión inmediata es: ¿qué cosa con­ t��la�os?, ¿�on�rolamos leyes? Si el término es entendido en sentido f�sicabsta o siguiendo cánones rígidamente positivistas, entonces es lí­ cito opo1:erse. En este sentido Marradi (1985, 308) ataca el programa que consiste en «someter a control la validez universal de una "ley"» observando que aquellos que lo suscriben no han «reflexionado seria­ mente so�re el signific�do del término "universal" (válido siempre y e n cu�lquier lugar)». Si es así, tiene razón. Sin embargo, el programa _ _ f�sica!ista y� fue abandonado. Hoy las ambiciones nomotéticas de las cienc1as soe1ales no son universales (en el sentido omniespacial y om­ _ _ _ mtemporal de_fi�ido por Marradi) y se proponen leyes declaradas law-ltke, co�dici?nadas c?n la forma si... entonces. Definamos ley así: , «una generabzacio? provista de poder explicativo que expresa una re­ _ gu�ar��ad» �Sarton, 1984, 11). En tal caso diría que se derrumba la ob¡ec10n epistemológica3 • .. Precis� pues así: parangonar sirve para controlar -verificar O fal­ sificar- s1 una generalización (regularidad) se corresponde con los casos a los cuales se aplica 4• Se entiende que comparamos por muchí3 Mar�adi (1985, 310) objeta haciendo uso del «problema de Galton » : y afirma que ' «el paralelismo entre los estados de dos o más propiedades podría deberse ... a fenome·, � ... por_ ¡ a �1,� de la conquista, imitación, etc. » . Confieso que no entiendo nos de d'f I us10 las consec_uenc1as per¡ud1c1 ales de la objeción de Galton. Ciertamente un «contagio» no adve rtido nos e�po� a exi::Iicaciones circul ares; pe ro una vez adve,rtido puede in­ _ corporarse a la exphcacmn genetlca de una regularidad. 4 Como �e pued� advertí�, esta fo�mulación no nos impone establecer ex ante a qué • mvel (glo� ahzante, mtermed10 o estrictamente «regional») generalizar. Es razonable 0 en cualquier caso prudente recomendar como hace Bendix (1963, 539), e 1 desarro JIo ' intermedio entre lo que es verdade ro en to. de conceptos y generaJ'1zac1ones a un nivel 7 32 Giovanni Sartori Comparación y método compara tivo simas razones. Para «situar », para aprender de las e xperiencias de los otros, para tener términos de parangón (9-uien n_o conoce otros país�s no conoce tampoco el propio ), p ara explicar mei or y por otros moti­ '. vos. Pero la razón que nos obliga a comparar senamente es el con­ trol. Consideremos la prop osición «las revoluc! ones son causa?as por _ privaciones relativas » o �ien «los s_ istemas pres idenciales so n sistemas de gobierno fuertes» o bien «los sistemas de mercado _postulan �a de­ mocracia». ¿ V erdade ro o falso ? Para s aberlo nec esitamos mir ar a nuestro alrededor, es d ecir, controlar comparando. Queda pendiente el problema de cómo la _ comparaci�n explícita se rela cione con la comparación implícita, y s 1 por esta v1a se pueda llegar a u na comparación inconscient e. El control es �ás fuerte y atendible e n la me dida en que más se apoya en comparac10nes expli­ citas y s istemáticas . Pero es claro que el estudio monogrff�co 1e un _ americanista puede ser implícitamente comparado. Se �a as1 s1 satisfa�e , la condición que Z elditch (1971, 305) formula �ecmcan_ie?te del �1guiente modo : «la comparabilidad postula un umv��sal log1co comun a todas las unidades de un universo de comparac10n dado ». Expre­ sado en modo m as estricto, «implícitamente comparado » implica el uso de parámetros (perspectiva y proporcio n_e �) reca�a?os casos . comparables, y el empleo de cate gorías de analis1 s no 1d1ograf1cas, es , decir, de rivadas de alguna teoría general o de algun esquema concep­ 5 tual (framework) generalizante • Hasta aquí, todo bien. Sin embargo, debemos dete1_1ern� s en la te ­ sis que afirma que todos somos, por fue rz�, volunta na o 1�volunta­ _ riamente animales comparantes. La cita obligada es D urkhe 1m (1947, 37), quie� escribía: «La sociolo gía comparat�va no es u 1_1a rama de �a sociología, es la sociología misma en la medida e1_1 que _1,�1tenta expli­ car los hechos». L asswell (1968, 3) retoma esta afirmac1on: «El enfo­ que científico es inevita�lemen�e co �p�rativ�» - Con may?r cautela _ _ Almond (1970, 254) sostie ne : «s1 la c1enc1a polit1ca es una ciencia, en- 33 tonces es co n:iparativa en su en f que». ¿Durkheim, Las s well y Al­ m ond se equivocan? N o, pues s� � se lee con atención dicen que si nuestro e� foq ue no es comparativ o, entonces no es científ ico . Un grande «s1. .. », de � cual se debería inf�rir que todos los «parroquialis­ _ tas» (en USJ\ as1 to? s los amenca mstas, y muchísimos comparatis­ � � tas de p rof�s10 , def1m dos así P r incauta defin � ición de la disciplina) ? , �� hacen c1�nc1a, son pseudopolitol ogos. Debo decir que es ta conclu­ sion me satisface. Pero no me satisf ace si implica una des calificación de un enorme número ?e i vesti �adores. La tesis era (y es) que quien 1_1 no com _ para no hace c1enc1a; tes is que puede interpretars e así: en la n:1ed1da en que hacemos ciencia comparamos aun de m o d o incons­ c iente. La po ición es astuta; no obstante , re ;ulta un em � _ br o llo. Una c ?sa es admmr la comp aración «implícita» (qu e es tal porque es cons­ ciente)_ y otra cosa es avalar una comp aración «inconsciente» y p or �llo m1�mo p resente y operante p or de finición. No . El comparatista mconsc1ente, o subsconci n te , 1.1 � ? compara nada y no subroga nada. En efecto, en b se a la a firm ac10n de qu e todos somos «inevita � ble­ me_nte comparat1s as» ha florecido : una lujuriosa selva oscura de hipó­ _ tesis Y de �e? ralizac10nes que no son más que patentes necedad : es qu� no res1stman un momento si fueran expuestas al contro l comp a­ rativo. ?� Qué es comparable das las sociedades y lo que resulta verdadero en una sociedad. La recomendación es preventiva, no metodológica. s El criterio para distinguir la política comparativa de la que no l? es no lo p�opor­ ciona el hecho de que se trate de «un solo caso» o «muchos casos», smo por la d1ferencia entre estudios incomparables (porque se f�nd�n sob�e categorías y pará1;1etros a d _ _ hoc) y estudios comparables. Se trata de un cnteno de facil prueba: basta �1rar la 61. bliografía de apoyo. La mayoría de los e�rndios monog�áficos so��e A�énca Latt�a ¡ � Japón, etc., cita escritos sólo country-specif1c, con eleg�nc1a y, �amb1en, sm pudor se 1g _ 1 nora la literatura general sobre parlamentos, burocracias, partidos, sistemas electorales y todo lo que el autor observa en el país estudiado. ¡ ¡ ¡ ¡ 1 S} , . compa�ar no tie ?e _ una razón de ser especial, un objetivo espe ­ ci�ico (ade mas del ob¡e tivo �enera l de explicar), entonc _ es se pue de af1rm�: que no x1ste, en sentido propio, una metodología de la com­ : par�� 10n , un met do comparado . Al decir de Lijphart (1971, 682 � ), la � oht1ca c�mparativa es aquel sector de la ciencia po lít ica que s e de­ _ fi� e «mediante u na etiq u eta met o dológica más que su stantiva». Del mismo m? do, Hol y Turner (19 70, 5): « en su significado ordina � rio, comf aratzvo se refiere a n mét � �do de estudio, no a un cuerpo sus­ tanti o d e s ber» . En coniunto digamos que la tesi _ � � s metodológica ha resistido meJ or el embat de los críticos que la tesis de que comp � arar es controlar. En efecto, s 1g en apa _ _ reciendo libros que declaran y uti­ � _ lizan el metod o comparativo . P ero analicemos más d etenidam ente esto . _Prácticamente nadie (o casi nadie) sostiene que el m étodo .comp a­ rativo sea una entidad en sí. Ob viam ente co nstit u ye una parte d el 34 Giovanni Sartori Comparación y métod o comparativo modo sería ab­ método de las ciencias sociales en general. D el mismo ente de la ló­ difer es ción ara comp surdo sostener que la lóg ica de la o se_ agregan tronc l a y ce, re c r be a s l e gica en general. P ero el árbol d Mill no sus-, rt a Stu John e d a c lógi a L s. a ramas nuevas o más extendid ica cl�sica lóg la a a eg r ag e nt e m a rt e ci ro e p tituye la de Aristóteles, _ arativo sub speae de partes inéditas. En este sentido, el método comp 6 c menz ar ¿ son método lógico deriva en gran parte de Mil! • Para � quiera a r:spo_n­ comparables las manzanas y las peras? D esaf_i o a cual en si, quie­ der por ciencia infusa, pues aún hoy hay quienes respond peras �le­ qué so nes responden no y quienes no saben qué manzana arativ? mp o _ gir. Pues sobre este punto la respuesta e� q�e e_l,método : cient1todo e m l e d se justifica y desarrolla como una espeaaltzacwn . fico (científico- empírico o científico- lógico) en general método com­ l a e Muy diferente es la cuestión de cómo se califiqu control que de os métod _ parativo y de cómo se lo relacione con otros tal, po_r un rimen e xp e do e el méto serían, según Lijph art, especia lment Con 5). 683-8 , (1971 �ste fm se lado, y el método estadístico, por otro (mclu dos o t e qu y do a r a �� el puede volver a repetir que todo es comp . tnvial ro p ro, e d a d e V n. a ngon ara � : experimentad or y el estadístico) p cuen e fr m, s e nt ale quiv e son no � dos La cuestión es que los tres méto 7 ón e q e «l�s temente, opcionales • Conservo firmemente �a opini . � � Si­ venficacion. ciencias del hombre se valen de cuatro ... técmcas de son: 1) el mé­ ... e nt e ci e cr e d l' contr e d a z r � guiendo un orden de "fue ? , comparado, todo experimental, 2) el método estadistico, 3) el metod� sstm). _La duda y 4) el método histórico» (Sartori, 1971, 8 y 8-13 p� e apl icar lo, se que tengo es si el método estadísti�o, cuando es posibl , . . deba preferir a métodos no estadísticos. 1987, , m g a R l a Algunos autores (Frendreis, 1983, 258; y en especi i ducción, espe cialmente el mét ? do , 6 y más precisamente de sus cánones sobre la in ulan as1: !) e u q ia, iferenc d la de o _Cohen y N_agel refor� métod el de la concordancia y en comun ¡, 1a nstanc u c1rc como a st subsi no que «nada puede ser causa de un fenómeno 2) «nada puede ser ,c�usa : y ), 255 (1934, eno» fenóm l de s e cion a st e manif para todas las » P· no ocurre, cuando ocurre l a supuesta caus� (iv1, de un fenómeno si el fenómeno e una uy constit , e mitant conco ción a ri 259). El tercer canon de Mili, el método de la va derivación. · l puede ser tanto cua¡·1tattvo 7 Bien entendid o se dan casos en los que el contro ia es unl es que l a cohesión intra-partidar sis hipóte La ístico. d a ivo-es� t ntita como cua nor : art i daria, de tal mod o q ue a m� función directa del grado de competición ínter-p artidos . p los n e nterno 0 is l cciona a [ _ 1;1 ! competición debería corresponder u � mayor f� la h1potes1s de tal modo que se' la En este ejemplo la comparación es útil para refinar ' adísticas. puede controlar correcta mente mediante técnicas est 35 15-16) sostienen que el método estadís tico está sobrevalorado y que «el método comparativo es superior al método estadístico por mu­ chas raz ones». Sea como fuere, sigue siendo verdadero que frente a «muchas variables, pequeño N» (Lijphart, 1971, 686) la elección es obligada : el tratamiento estadístico no se puede proponer . Y me pa­ rece también verdad, como sostienen Ragin y Zaret (1983, 745), que «el métod o histórico-cualitativ o » no puede se r considerado «una cruda aproximación a los métodos estadísticos»: l os respectivos pro­ ductos son muy diferentes. Pero vamos a la sustancia. ¿Qué es comparable ? Regresemos a las manzanas y a las peras. ¿Son comparables o no lo son? Se trata de un ejemp lo fácil. Pe r o ¿piedras y avestruces son comparable s? Probablemente la mayoría responderá no, para ser inmediatamente replicado con la objeción: para declararlos «incomparables», hemos debido, en algún momento, compararlos. Recomencemos desde lo más simple . Manzanas y p eras son comparables respecto a al gunas propiedades -aquellas que tie­ nen en común- y no comparables respecto a otras. D e este modo, manzana s y peras son comparables como fruta, como comestib l es como entidades que crecen en los árboles; pero no son comparables: _ por e¡emplo, en cuanto a su forma . En principio entonces la pregunta _ siempre se debe formular así: ¿ comparable (bastante similar) respecto a qué propiedades o características, y no comparable (demasiado dis­ tinto) respecto a qué otras propiedades o características ? . � e lo �fi:mado _hasta � ste punto puede concluirse que comparar implica asimilar y diferenciar en los límites. Si dos entidades son igua­ les en todo, en t odas sus características, es como si fuesen la misma entidad, y todo termina ahí 8• A la inversa, si dos entidades son dife­ rentes en todo, entonces es inútil compararlas, y del mismo modo todo concluye aquí. Las comparaciones qu e sensatamente nos intere ­ san se ll�van ª c�bo entre entidades que poseen atributos en parte . compartidos (similares) y en parte no compartidos (y decla rados no comparables). Sigu e pre s ent e l a cu e stión pla ntead a por Osgood (1967, 7): ¿cuánd o es que l o mismo es en verdad lo mismo, y cuándo es que lo diferente es en verdad diferente? Es una pregunta difícil en una prof esión en la que se repite la cantinela de que las diferencias son todas de grado. Si esto es así entonces el problema de Osgood es 8 E t rmino en idad se ref!ere a cualquier unidad : s ist emas enteros, «se mentos» g � • ( � subs1stem1cos (la u mdad preferid a por La Palombara, 1970), o tambien, por una simple car�cterística. Las entidades en cuestión p ueden ser cross-country, entre países, o bien ser mternas, within country, o también multi-level. 36 Giovanni Sartori ve rdad espinoso. Pero si aún recordamos el análisis per genus et differentiam y no desdeñamos las clasific acion es, entonces e� pro­ blema se resuelve i nmediatamente. Clasifi car es ordenar un universo en clase s que son mutu amente excluy entes; por lo tanto clasifi car es e stablecer similitudes y diferencias. S e entiende que «igual» es una noción relativa. Con mayor precisión, dos objetos que pertenecen a la mis ma clase son mas similares entre sí -res pecto al crit erio de asignación preseleccionado- que l? s objetos que pertene�: n a otras _ clase s, lo que nos deja, en princip10, con grados de similitud muy elásticos . La regla de máxima es que mientras menor es el número de _ las clases, mayor será la variación (disimilitud) intra-clase. A la i_n­ versa, mientras mayor es el número de las clases, menor es su vana­ ción interna. Si dividimos los estados sólo entre Monarquía y Repú­ blic a obtenemo s do s cla s e s d ema s ia d o h et e ro géneas par a se r de alguna utilidad. Aun con clases pequeñas los casos clasificados c� n ­ _ juntamente no son jamás del todo iguales . E s comp�tenci� de qmen clasifica d ecidir hasta qué punto sus clases deben ser i nclusivas (pocas y con r edes anchas) o bien discriminantes (estrechas). L o esencial, repito, es que la pregunta «¿qué es comparable ?» sea sie mpre formu la da así: comparable ¿en qué aspec_to? E n esta óptica peras y manzanas son, en muchos aspectos (propi�dades), compara­ _ bles . L o son también, pero menos, hombres y gonlas (por e¡ emplo, ambos son animales erectos con manos prensiles). Lo son hasta los hombres y las ballenas (como mamíferos y animales que no pueden _ respirar bajo el agua). Se entiende que a medida que se pasa del pn­ mer al tercer acoplamiento las incomparabilid ades aumentan; pero hasta aquí no incurrimos en error . Los errores comienzan y se des­ arro llan en torno al «perro -gato»; una inven ción mía que ilustro, para romper el hielo, con una historia imaginaria (pero no tanto). en El perro-gato Se mpronio h a llega do por fin a su disertac_ión, al Ph.D. ª!11eri­ _ cano. Se le repitió hasta el cansancio que su tesis debe ser ongma) y que debería girar en torno a una o mas hi�ó�esis. Semp ronio investiga los gatos; pero ¿cómo se hace para ser ongmal estudiando los gatos? Pie nsa y piensa y elige el perro-gato; y su hipót�sis es que to�os �os perros-gatos emiten el s o nido miau, miau. Su director de tesis dice «interesante», y una fundación contribu ye con 100.000 dólares para Comparación y método com arativo p 37 la in:7e�t igación. T es ñ os de pués Sempronio reaparece, más bien � _ � � deprimido. La hipo tesis, admite, no ha sido confirmada: es verdad que muchos perros-gatos emiten el son ido miau, pero otros muchos no l h en. En cualqu ier caso, dice Sempronio, en el curso ? �� de la in­ vestig ac10n se me ha oc rrido una hipó tesis alternativa: todos los p e­ � _ rros-gatos emiten l somd, 1 1,111, b au . Pasan otros tres años, se gastan � , 100.000 dola res mas, y m. -:nte la hipótesis es refutada: es verdad que muchos perros -gatos hacen bau, bau; pero otros muchos no lo hacen. Sempronio está desesperado, y su director se sien te incóm o do no sabe qué más sugerir. Al final le a consej a interpelar al orácu lo d; J?elfos. Sempronio llega a la caverna por la noche, y e l oráculo se sen­ d tia c� nsa o . Ca sado de �rticul r respue � stas sibilinas. Lo escucha, y � do por l n10vi a piedad le dice : amigo mío _ , te diré la verdad sin velos; la simple verdad es que el perro -gato no existe. ¿Cómo nace el perro-gato? Nace de cuat ro fuentes q ue se refuer­ zan una con otra: 1) el parroquialismo, 11) el clasificar incorrecta­ mente, 111) el gra? u�lismo y IV) el alarg amiento de los conceptos. P or parroqmal� s mo e ntie n do los es t u dios de u n s olo país in _ vacu�, que pura y simplemente ig noran las categorías de anál isis per­ t� necient :s a teorí s generales y que en tonces adoptan con despro � , _ pó­ sito t:rmmos fabncad s a me did y, ? � al mismo ti empo, sin medida. Por e¡ emp�o, Sundqms � �� 988) t itula y desarrolla un escrito suyo como «gobie:�º de coahcion en los E sta dos Unidos ». El proble _ ma es que la expres ion go b�erno de coalición se aplica, en todo e l mundo, a s� stemas parlamentarios (no a los siste mas pres idenciales de tipo ame­ ncan�) : n los cual:s los gobiernos dep enden del parlamento y están co�stitmdos por alianzas de dos o mas partidos. E stas características e��an ausentes en el caso que Sundqui st denomina gobierno de coali­ cion. Nace de este m� do n perro-ga to (todavía peor, un perro -pez) � q ue muy pro�to termmara en los compute rs y complicará toda la teo­ , na de los gobiernos, correctamente den ominados, de coalición. El perro-pez d e Sundquist es un pur o y simpl e error de nom bre resultado de la _ignorancia p arroq u ial. El mal-clas ificar conduce � m? nstruos mas « so�isti ados», mas re finados. Piénsese en la etiqueta � «sistemas monopartidanos» que se utili za para designar 1) los llama­ dos one party Sta:es de los Estados U nidos, Japón y, a vec es, a Suecia, Noruega Y la India, 2) a México, a los países comunistas pre-1990. El problema es q ue los rim eros casos son -en la conc eptualiz ? , ac ión propuesta por misiste as de partido predom ?1 i nante que pertene­ cen a contextos competi_ tivos (Sarto r i, 1976, 192-201); Méxic o es un 38 Giovanni Sartori sistema h egemónico que permite una co mpeti�ión «limitada» (�ar­ tor i, 1976, 230-38); mientras lo s p aíses comum stas son, o h an si do, sistemas de partido único en el sentido preciso del tér?1-ino, y por9 ue han prohibido en el derecho, y en los hechos, :� alqmer otr? partido . (que no fuese , si había, un «partido títere» admitido y exhibido co1:10 fachada). D ejando de lado la cuestión de la termi?ología, e1:1 cualqmer , caso se trata de tres animales muy diferentes. Si los reumeramos en uno obtendríamos un perro-gato-tigre . Supongamos que nos interese descubrir la causa o causas que conducen al monopartidismo . Hun­ tington ( 1970, 11) hipotetiza que «los oríge�es so:iales de los. siste­ , mas de partido único se adscriben ... a una bifurcac10n», es dectr , que «los sistemas de un partido ... tien den a ser el producto o �e una . acu­ . mulación de cleavages ... o bien de la prevalencia de un almeamiento de cleavage sobre otros». ¿Es cierto? ¿Es un error? N o l o sabremos jamás, porque ni ésta ni ninguna otra hipótesis po �rá j��ás pasar 1� _ red de nuestro monstruo d e tres cabezas. L a generahzacton que q mza rige para los gatos no es válida más que e p arte R�ra 1?� p erros ? ! casi para nada para los tigres. El error es aqm �e clas1ficac1on (no solo �e . terminología), porque diciendo pa�tido úmco se re�urre a un cn teno . numérico de clasificación de los sistemas parudanos: y un correcto clasific ar que se deriv a de un solo fundamentum divisionis, de un solo criterio, nec esariamente produce clases mutuamente exclufen­ tes, clases que no consienten que «uno» y «más de uno>: vayan ¡�n­ tos. Sólo una seudoclase puede consentir que Japón y Chma, Suecia Y Mé x ico, Estados Unidos y Alb ania puedan ser asignados a un mismo contenedor. Un ulterior productor de perros-gatos es -d;c ía- el :<gradua­ _ lismo», que a su vez es producto del abuso de la max1ma segun la cual todas las diferencias son diferencias de grado, que pueden extenderse sob re un continuum de más-m enos. D e e ste m odo no ha y sano s o en­ fermos, sino más o menos sanos- enfermos. Por esta vía, tal vez este­ mos en pie, o tal vez nos veamos obligados a esta� ;n cam�; f recuen­ temente vivimos en c asa , pero n os ocurre tamb1 e n te rmmar en el hospital. ¿ C uál es la demarcación, la frontera entre l os dos estados? En el ejemplo la respuesta es fácil: hemos inventa�º. �l termómetro de _ , mercurio en el cual se establece que el punto de d1vmon es aproxima<lamente en torno a los 37 grados . Pero en l as ciencias sociales no hay termómet ro y mucho me nos e x iste n «g rados naturales» que estable­ . cen la discontinuid ad del continuo. Aquí los cut-off potnts, los pun­ tos de división, son arbitrarios, y dej ados a la d ecisión de cada un o. Comparación y método comparativo 39 Por ejemplo, Douglas Rae (1971, 93) rech aza concebir el biparti­ como una clase o como un tipo, y prefiere hablar de «competi­ ción bipartid ari a» q ue define del siguiente modo: una situ a ción tal que «e l primer partido obtiene en el Parlamento menos del 70% de los escaños, y los dos primeros partidos obtienen juntos al menos el 90% de los escaños». ¿Es correcto ? ¿Cómo lo sabe? L o sabe porque ha considerado los sistemas clasificados como bipartidarios y ha he­ cho las cuentas. Pero aun así ¿por qué 90 en vez de, ima ginemos, 88%, y 70 en vez de, digamos, 68%? No hay razón « razonada» para establecer los cortes donde los establece Rae, y, por ende, no hay ra­ zón para no variarlos. Variándolos se trasladan los confines del caso en cuestión y p or ello se redefinen y redistribuyen los ca sos. ¿Poco mal? No, mal; p orque Rae se propone averiguar si existen «leyes» so­ bre los efectos de los sistemas electorales; y variando los límites se hacen cuadrar o no cuadrar las leyes. En esta tarea Rae es brillante; p ero el punto de p rincipio, o de método, es que las excepciones (y por lo tanto desmentidos) a l as reglas son frecuentemente colocadas en los lugares de los cortes, de tal modo que basta variar un poco los cut-offpoints para borrar las excepciones o, viceversa, para descubrir desmentidos. En lo esencial el «gradualismo » crea animales a sopli­ dos, que p odemos m a nip ul ar del mismo m odo que el gobernador Gerry manipulaba las circunscripciones elec torales, dand o lugar al arte -el gerrymandering- que h a inmortalizad o su nombre. Por último, y resumidame n te, l os perros-gatos son procreado s continuamente por el concept stretching (Sartori, 1970, 1034; 1 971, 20), el alargamiento de los conceptos. T ornemos el término «consti­ tución». Si el término ha sido esti rado h asta el p unto de significar cualq uier forma de estado, entonces la generalización «las constitu­ ciones obstaculizan las tiranías» es fuerte mente desmentida (mientras resultaría confirmada cuando se refiere a la acepción estrecha o ga rantista del término). Considérese «pluralismo». Si tod as las socieda­ des son declaradas, en alguna acepción de la pal ab ra, pluralistas, en­ tonces resulta ind em ostrable que el pluralismo se relaci one con la dem ocracia . Considé r ese «m ovilización». Si l a palabra se amplía hasta el punto de abarcar tanto l a participación como actividad vo­ lun t�ria, actuar por sí mismo, como actuar por la fuerza, o hetero­ mov1miento (movilización en sentido propio), entonces tenemos un perro-gato gracias al cual la generalización (verdadera) de que la par­ ticipación caracteriza a la democracia puede ser (falsamente) decla­ rada falsa . Otro ejemplo de concepto alargado hasta el punto de condismo 40 Giov anni Sartori vertirse en nada es «i deología». En su uso corri ente l a palabra no tiene más contrario· todo es ideología por definición, sin posibilidad de prueba contrari¡; de este modo el pensamiento-falso y �a investi­ gación de la verdad se confun� e� en una noche _posthegeliana en la cual toda la zoología está constitmda por vacas gn ses. Entonces, con el perro-gato y derivados (perro-tigre, perro-peral , etc.) el control comparado se vacía de utili dad . Mient�as más pro�u­ _ cimos perros-gatos, menos capaces somos de generalizar y venf1car (o falsificar) sobre c ualquier cosa . Cómo comparar Supongamos que hemos estableci do que una cosa es claramente compara ble con otra co sa, y en qué aspecto. Que da por establecer _ cuál es la estrategia comparativa a ado ptar. «A veces el compar �tista subrayará las s imilitudes, a veces las dife�e�cias . Prestará atenc1ón a , las d iferenc ias en los contextos que son s1m1lares, o ... buscara analo­ gías en s istemas diferentes » (Dogan y Pelassy, 1984, 1�7). P aralela­ _ mente se dan dos enf oques : elegir sistemas más seme¡antes, o bien e legir sis temas más diferentes 9• En el primer cas o el investig� dor compara sistemas «cercanos», es decir, si�ilare� en la mayor canndad , d e características posibles, lo que le permite de¡ar de lado un alto nu­ mero de var iables bajo la cláusula ceteris paribus, es decir, declarán­ dola s i guales . La presunción es que los f actores comunes de p aís� s relativamente homogéneos (las llamadas «áreas», como Europ� occi­ dental, América Latina, etc.) son irreleva ntes a la hora de explicar las dife rencias. El ideal sería encontr ar entid ades simi lares en todas las v ar iables excepto en una, es decir, excepto en aquella variabl� que _ nos interesa investigar. Por el contrario, en el segu�do caso el m�estiga­ do r relaciona s istemas que difieren en l a m edida d e lo pos ible, en todo salvo en el fenómeno que se investiga. En el ejemplo de Prze­ wors ki y Teune (1970, 35), si las tasas de suicidio son las mismas en­ _ . tre zunos , suecos y rusos (en verdad sistemas muy d1ferentes), enton­ _ ces está claro que el fe nóme no n o se pue de explicar p or factores sistémicos, factores que d eben ser ignorados . 9 Esta última, el most different systems d sign; es la es trateg ia reco� endada por t; , Przeworski y Teune (1970). Bien. Pero no entiendo por que esta estrateg ia de� e necesari amente consistir en « análisis de niveles múltiples» y observar «comportamientos a un nivel inferi or al de sistema» (ivi, p. 34 ). Comparación y métod o compara tivo 41 Hasta aquí no hay problemas . Pero el control comparado se re­ fiere a hipótesis generalizantes, a « leyes » (casi- leyes) respecto de las c uales el pr o ble m a s urge de l as e xc e pcione s . Más p recis am ente, ¿cuándo y cuántas excepciones matan una regla? El problema sigue m u y a bie r to, y s i n o lo ordenam os ent o nc es t od o e l comparar -tanto en su p orqué cuanto en su cómo- corre el riesgo de nau­ fragar. Reglas y excepciones �epitamos la cuestión planteada en la siguiente forma: ¿ en qué medida una regla puede soportar excepci ones? E l dicho común de que las excepciones confirman la regla no está bien dicho; en verdad se debe decir que la noción de excepción presupone la existencia de regularidades ; lo que no nos ayuda mucho. C omencem os so steniend o que si una ley o re gla es concebida «determinísticamente», en tonces un a sola exc epción es suficient e para refutarla. P ero las leyes de las ciencias sociales no deben conce­ birse determinísticamente, es decir, siguiendo la fórmula: si está dada la causa entonces está dado el efecto. No: dada una causa no es cierto el efecto, no es conocido y seguro ex ante. En las ciencias sociales siempre he sostenido (1979, 52), no es válida la determinación causal' sino la indeterminación causal. Aquí también se dan causas; pero cau� sas cuyos efectos no son «necesarios» como lo son en las leyes natu­ r�les. En efecto, esta�os habituados a decir que nuestras generaliza­ c10nes, nuestras cuasi-leyes, son «probabilísticas». Sí, a condición de qu e se relacionen con el s ignificado de probabilidad. Si se trata de probabilidad en el sentido estadístico y matemático del término, en­ t�n�es estan:os haciendo trampas en el juego, porque las leyes esta­ d1st1�as son ¡ustamente leyes estadísticas ; no leyes en el sentido que resa, es deci r, generaliz aciones (regularidades ) explicantes que �os 1nte _ _ implican un scire per causas, una comprensión fundada sobre causas. S uponga�os que la d� r�ción media de la vida sea de 66 años, o que la fr�cuenc1a d e lo� nac1m1entos femeninos es superior a la de los naci­ mientos masculinos son leyes o probabilidades estadísticas que son verdaderas pero _ que_ no explican. Por lo tanto, cuando decimos que las leyes de las c1enc1as sociales son probabilísticas decimos sólo que son « leyes de tendencia». Lo que no res uelve para nada el problema que en verdad debe resolverse: cómo considerar las excepciones . 42 Giovanni Sartori En la medida en que las leyes en cuestión no son deterministas se deriva que un a o p o cas excepciones las d ebilitan pero no son s� fi­ _ cientes para r�futa las. Establecido esto, supo � ngamo s que nuestras le­ y es s?? del t 1p� z enton es, donde el «si» � est á constituido no por ; cond1c10nes suficientes, smo (para seguir con el ejercicio mental en c�estión) por co?dici o nes necesarias. En t al caso especificar las con­ . d1c10 nes necesarias es especificar cuándo se aplica una ley O no; y a� mentar el n�mero de las condiciones nec esarias es restringir su ám­ _ bito de aplicación.. �ara nuestros f nes esto significa que las excepcio­ � . nes esta_ n en func10n de las cond1c10n es necesarias en el sentido de que s o n reducidas (eliminables) agregand o co ndiciones adicionales. La le� de Gali!eo sobr la caíd de los cuer pos fracasa en la prueba � experimental s1 no se c1rcunscr�ibe con la condición «caída en el va­ cío» . Por lo tanto n primer modo de afro � n tar el problema de las ex­ . cepc10nes es reduc1r el ámbito de aplicació n de una· le y precisando mejor las condiciones. Otra man era de proc eder es reformular una ley de tal mod� que se pued an incorporar las exc epciones en su m1sm� formulació n 10• Solamente despué s de h aber seguido las dos es­ tr�teg1as hasta agot r sus posibilidades, una � ley pued e ser salvada ex­ plicando las excepc10nes co n argumentos ad h oc, circunstanciales 11• P e ro e n ni n g ún ca so una l e y pued e se r de clar a da «det er m inís­ tica ... con las excepciones mencionadas» (Rik er, 1982, 761). Inconmensurabilidad y generalidad Vaya� os a la objeción de fondo: ¿ es en verdad posible co mp a ­ rar? ¿Existe de verdad la p arangona bilidad de la que hablamos? Es parecido a la objeción que se hace al traducir una lengua a otra. Se ­ gún la máxima los traductores son «traidores». Claro que, en algún _ sentido, l o son. Cuando me traduzco a mí mismo me reescribo. Pero tambi�n he e �contrado traductores que mejoran el texto que tradu­ cen . S1 traduc1r es en alguna medida traicion ar y en cierto modo re0 ' A: mbas estrategias son ilustradas con referencia a las «leyes» sobre la 'influencia de los sistemas electorales en Sartori (1984a , 16, 31, e passim). • • 11 En términos generales sigo a L akatos (1970, 116), para el cual una teo ría T es fal­ s1f1cada, y e ? tonces debemo� rechazarla, «si y solo si otra teoría T' ha sido pro puesta con las s1gu�entes características: 1) T'posee ma yor contenido empírico que T. .. 2) T' _ _ explica el ex1to precedente de T... 3) parte del contenido empírico de T' está corrobo­ rado». Comparación y mé todo co mparativo 43 escribir (reconcebir), D ante_ suena bien e.� inglés Y S�akespear e en , _ italiano. En resumen, traduc1r como creac10n de autentica eqmvale �­ cia es difícil pero no im posible . En la actualidad está. en auge la te�1s de la «inco nmensurabilidad de los conceptos» que mega a cualqmer efecto esta posibilidad, incluso comparar. Es una tesis que encu entra su apoyo epistemológico en F eyerabend (1975) y que puede form�­ larse, respecto de la comparabi lidad, a�í: nuestros conce pt�s estan tan impregnados de co ntexto, tan enra1zados en su respe ct�;a cul­ _ tura, historia y l o calidad, que r esu!tan «1�conm��s�fables,: . Pero como Feyerabend no me provoca mngun� �mpres10n espe�1al, tam­ _ poc o me impresiona la «inconme 1:surab1hd�d» extrema, msprrada por él. Resulta más verdadera la tesis contraria de que los conceptos son gener alizaciones camufladas, cont� nedor es. mentales q�e mez­ clan el fluir incesante de percepciones siempre diferentes )'. �hscretas. Pero mientras los actuales defensores de la inconmensurabilidad exa­ geran, y mucho, Dilthey y Rickert distingu�an �ien, h ace más de un _ siglo, entre saber ideográfico, típico de la h1storio�rafra, y s ab�: no­ _ de motético, típico de la ciencia natur al. Aquí no se erige una pris10n , _ inconmensurables cerrados en sí mismos a modo de monad a s, smo que se propone una alternativa entre e �tudi? «c�nfigurativo» y ��tu­ _ _ dio generalizante; una alternativa que implica perdidas y b_enef1c1os, _ pero que permite también compensacione� :ecíprocas. La mvestiga­ _ ción monográfica y el estudio del caso privilegian la dens1?ad de la comprensión individualizante, de un V�rstehen_ �n profundidad . �or . el contrario la investigación comparativa sacrifica la compren�1on­ en-contexto -y del contexto- a la inclusividad y en proporciones generalizantes. , . , . L legado al límite se debe elegir. En la practica las d o s v1as se p�e­ den en algún modo y medida combinar 14 • De hecho el comparat1sta 12 M ás exactamente, en Feyerabend el contexto es teórico, mientras p��a los soció­ logos y politólogos que hoy cab algan sobre el �igre de la inc?nmensurab1hdad el con­ texto es fundamental mente histórico cultura l. Sm embargo, sm Feyerabend a las espal­ das la inconmensurabilidad de sus vulgarizadores tendría menos aliento. " En Sartori (19846) la contribución de Kotow�ki (pp. 403-451 ) analiza el co�­ _ cepto de revolución, concepto que de bería ser pa rticularmente se�s'.b le al «teoretl­ cismo» de Feyerabend: y en cam bio n o : la mayoría de las caractenst1cas de «revolu­ ción» resulta compartida entre marxistas y no marxistas. Se puede ver en el vo lumen citado m is críticas; pero especialmente las notas críticas de Lane (1987). . '' Lo explica bien Bendix (introducción a Bendix, 196� y 1978). En realidad Toc­ queville no es exclusivamente idiográfico, y Max Weber ¡uega sobre ambos camp os. Sobre ambos, ver Smelser (1976, caps. 2 y 5). Giovanni Sartori 44 debe recoger la información de estudios monográficos y «configura­ tivos» así como el espe cialista de un solo país que ignora el aporte comparado se e mpobrece (y pe or). Este aspecto ha sido formulado con nitidez por Lipse t (1963, 9-10) así: «El analista de la sociedad debe elegir e ntre un e nfoque primariamente histórico o primaria­ me nte comparado ( ... ) pero no puede ignorar el otro. Sin el examen de ... diferentes paíse s e s imposible saber en qué me dida un factor dado posea el efecto que se le atribuye en un solo país». Hablando metodológicamente, en cualquier caso, la elección en­ tre individualizar y generalizar e s una elección que se impone. Por lo tanto es de interés estable cer, sie mpre en clave de método, cómo con­ vertir o al menos relacionar los dos procedimientos. En un pasaje muy citado Verba nos prese nta su convergencia como una e specie de remolino vicioso, de enroscamie nto que termina en estrangulamiento (de la política comparada). El pasaj e merece ser enteramente trans­ cripto. «Para ser comparativistas, se nos dice , deben formularse gene ­ ralizaciones o leyes comprensivas (covering laws) que se aplican a to­ dos los casos de un determinado tipo( ... ) Pero ¿dónde están las leyes generales? Las generalizacione s se decoloran cuando prestamos aten­ ción a los casos individuale s. Agregamos variables intervinientes a va­ riables intervinientes y como los casos son pocos entonce s llegamos a una explicación he cha a medida para cada caso. El resultado termina por tener sabor idiográfico o configurativo ... A me dida que volvemos a introducir más y más variables en el análisis con el fin de llegar a ge­ neralizaciones aplicable s a una amplia serie de sistemas políticos, ter­ minamos por introducir tantas que obtenemos casos únicos»(Verba, 1967, 113). Todo lo dicho hasta ahora es una muestra de cómo nos hemos enredado y hemos enredado todo; el problema es que no da nin­ guna re ceta para salir. «¿Dónde están las leyes ge nerale s?». Obvia­ mente (la pregunta de Verba es re tórica) no hay, ni pue de haberlas, puesto que hasta hoy no he mos aclarado nuestras ideas sobre cómo formularlas 15, y aunque tuviésemos una ley e n la palma de la mano, produciríamos de inmediato un perro-gato. «Agregar variable inter­ vinie nte a variable interviniente» resulta ciertamente un modo con­ traproducente de afrontar el problema. Hace tiempo (Sartori, 1970, 1040-45; 1975, 16-19; 19846, 44-46) propuse que un método capaz Desarrollo el punto, en referencia a las leyes de Duverger sobre l o s sistemas electorales, en 1984a, 11-16. 15 Comparación y método compa rativo 45 de rela�ionar universales y particularidades e s organizar nuestras categonas a largo de escalas de abstracción regidas por la re gla de transformación (tanto e n dirección asce ndente como descendente) por 1� cu�l la connotación y la denotación de los conce ptos e stá en , relac10n rnversa. D e e ste modo con la finalidad de hacer un con­ �epto más ge neral -�ncre mentando también su capacidad de via­ ¡ar- debe mos re duc1r sus características o propi edades. A la in­ _ _ v ersa, con la f inalidad de hacer un conce pto más e specífico -y ento1:ces contextualmente más ade cuado- debemos aumentar las propie dades o car�cterísticas. No me detengo más e n e ste punto porque ya h e considerado abundantemente la escala de abstracción en otros trabajos. Pero es como pre dicar para sordos. En parte es porq�e para llev�r a ca�o tran�f?rmacione s de obje tos se re quiere . un m1�1mo de ad1est�amiento logico (que cada vez brilla más por su ausencia). Pero también se de be a que e s infinitamente más fácil in­ vocar la inconmensurabilidad o bien de jar que los ordenadore s lo hagan por nosotros 16• !º El estudio de caso Ant�s de concluir de?emos detenernos en cómo la comparación se relac10na con el estud10 de caso entendido específicamente como case study he urístico, crucial, o también desviante 17• En ese ncia el caso �e elige expresament: o porque nos resulta útil para generar hi­ , potes1s o porque es «crucial» a la hora de confirmar o no confirmar una teoría. Cuando es así es claro que análisis de caso y análisis com­ parativo �on búsquedas compleme ntarias que se re fue rzan entre sí. _ Es tambie� clar? que los estudios de caso e n cuestión deben ser, para , s:r tales, tmpltcitam ente comparativos. Lo que no quita que el estu­ d10 de un solo caso no pertenezca al método comparativo. Un solo 16 Una vía alla nada por la anota i?n de Pr zeworski y Teune (1970, 12) sobre que 7 «en gran parte los problemas de umc1dad versus universalidad son redefinibles como pro�lemas �e medición». Sería a gradable; pe r o n o es verda d. . del case study es Eckstein (1975). El problema ha sido �l maxm:1? pro pu�nador . _ d1scut!d o tambien po r L1iphart (1971, 1975). Los dos aut o res divergen más en la termi­ n olog1a que en la sus� anc1a En efecto, Lijphart insiste sobre el caso hypothesis genera­ _ _ : _ tmg, mi entra� Eckstem e�t1end e por «caso crucial» un caso preelegid o c on la finalidad . _ de ��nf1rmac1on-no-c?nf1rmac 1_ _ o, n �e un teorí a. Por otra parte, el primer o explicita la � noc1on de «caso des_ �1ante», bien eie phficada por Lipset (1956), que estudia justa­ � . mente una «desv1ac1 on» de la ley de hierro de la oligarquía de Michels. 46 Giovanni Sartori caso, aun tratándose de un caso crucial, no basta para confirmar una generalización (aunque aumente su plausibilidad) y tampoco alcanza para refutarla (si bien la debilita). Pero mantener la distinción entre case study y comparación no implica en modo alguno que esta úl­ tima sea, heurísticamente, superior al primero. Sólo establece que cuando se llega al control del conjunto, entonces la comparación es útil. ¿Es útil, o debería ser útil? Ya en la segunda mitad de los años se­ senta Verba (1967, 113) se preguntaba: «¿por qué con tanto movi­ miento, ha habido tan poco movimiento hacia adelante?». Y resP.on­ día: «en parte la respuesta se encuentra en lo áspero [toughness] del problema». Sí, pero sólo en parte. La respuesta entera es que justa­ mente porque la comparación hecha seriamente es tough, es difícil, precisamente por ello una disciplina sin disciplina lógica, metodoló­ gica y terminológica naufraga rápidamente. En los mares cerrados se puede navegar aún a ojo. Pero en los mares abiertos -los mares de la comparación- quien navega al azar y sin brújula corre el riesgo, en cada momento, de naufragar. Se nos dice (lo recordaba al comenzar) que la política comparativa no consiste en comparaciones. Al mismo tiempo nadie nos explica (probablemente porque la «nueva metodo­ logía» ha perdido el lagos y casi se reconoce sólo en la estadística) cómo considerar peras y manzanas y todavía menos el perro-gato. El más reciente Verba (1985, 28) se consuela escribiendo que «en reali­ dad las cosas van mejor. .. pero el progreso no nos basta nunca, y el progreso crea nuevos problemas y nuevas frustraciones»; y por ende si «la política compar.1tiva es, y ha sido, desilusionante... lo es en rela­ ción a las esperanzas... originarias, no ... en sus resultados efectivos». No, no estoy de acuerdo. Verba exagera en la absolución. Claro que tampoco yo debo exa­ gerar en la crítica. Mis reservas se refieren en particular al desarrollo de la ciencia política en Estados Unidos, y a la absurda distinción -mencionada al comienzo- entre americanistas y comparatistas, o mejor a la absurda interpretación que ha resultado de ello. En Italia los comparatistas multinacionales, por así decir, no son legiones; pero casi todos nuestros politólogos son «implícitamente» comparatistas en el sentido de que sus parámetros son comparados. En segundo lu­ gar, y en general, mis críticas se refieren especialmente a la infra-utili­ zación del método comparativo. No sostengo -sería absurdo- que no se realizan excelentes trabajos de amplia y explícita comparación. Tal es hoy, por ejemplo, el estudio de las crisis democráticas o, a la Comparación y método comparativo 47 inversa, de los procesos de democratización 18• Pe�o también en los trabajos de más brillo la formulación de las hipótesis, cuando se hace, es tímida y el control comparativo es siempre suavizado. ¡Qué pena! Con un mínimo incremento de conciencia y de seguridad metodoló­ gica podríamos hacer mucho más. Los frutos están a la vuelta de la esquina. ¿ Por qué no cogerlos? Referencias bibliográficas Almond, G. (1970), Política! Theory and Political Science, ahora en Politi­ cal Development: Essays in Heuristic Theory, Boston, Little, Brown & Co. Bendix, R. 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EL MÉTODO COMPARATIVO: DOS DÉCADAS DE CAMBIOS David Collier La idea de que la comparación sea «algo bueno» nace directa­ mente de nuestro modo intuitivo de comprender el mundo. La com­ paración aguza nuestra capacidad de descripción y resulta ser un pre­ cioso estímulo para la formación de conceptos. Nos proporciona los criterios para someter a verificación las hipótesis, contribuye al des­ cubrimiento por vía inductiva de nuevas hipótesis y a la construcción de teorías. Harold Lasswell, en el artículo que encetaba el primer nú­ mero de la revista «Comparative Politics», afirmaba que la importan­ cia alcanzada por la comparación en un buen análisis es tal que el mé­ todo científico es inevitablemente comparativo (Lasswell, 1968, 3). Una versión distinta de este artículo aparecerá en Comparative Political Dynarnics: Globals Research Perspective, compilado por Dakwart A. Rustow y Kenneth P. Erick­ son (Harper and Row, 1991) con ocasión del vigésimo aniversario de la revista «Com­ parative Politics». En la revisión y mejora de este artículo he tenido muchas y valiosas sugerencias de Kenneth Paul Erickson. Otros comentarios útiles me llegaron de Ruth Berins Collier, James Fearon, Leonardo Morlino y Deborah L. Norde. Muchas con­ versaciones con Christopher Achen y Merrin Shanks han sido importantes en la for­ mación de mis ideas sobre el método comparado. Achen también me ha hecho útiles comentarios a este artículo. Esta investigación ha sido financiada con contribuciones de la Fundación Guggenheim del Social Science Research Council y del Institute of Governmental Studies de Berkeley. 51 52 David Collier ( D entro de ese sector de l a ciencia políti ca que es la política c�m- 1 para tiva, e l interés hacia las técnic�s de la comparación está muy vivo; '¡ _ la expresió n «método compar ativo» � e suele usar p ara refenrs� .ª ¡ . 1 a quellos especiales problem as metodologicos planteados por el a ah­ � sis sistemático de relativamente pocos casos, o de un «N pequeno». Esta tendencia a analizar pocos casos casi p arece que :enga en p a �te . del tipo de fenómenos macropolíticos que suelen �studiar los e�pecia­ listas de política comparativa -como las revoluc10ne_s, los re gimenes p olíticos nacionales y la evolu ción de los esta�os-nac10nes-. El pro­ blema de l N pequeño nace o porque estos fenomenos acaece;1 de ma­ nera relativamente poco frecuente, o porque, cuando son ma� comu­ nes, se piensa que se pueden entender mejor mediante un �mda�oso análisis de un número relativa mente reducido de observaciones . E n _ la última dé cada la práctica de concentrarse en pocos casos ha ��c�­ bido un nuevo impulso con el nacimiento de la escue la de «anahsis histórico-comparativo», en la que el estudio de países durante largos períodos de tie mpo reduce la posibilidad de tener en cuenta un gran número de casos nacionales 2• El estudios o, cuando opta por el estudio de un número de casos . _ . relativamente reducido, se encuentra ante el dilem a tradicional del que tiene que tratar « con much as varia bles y un N peque?o», como _ h a dicho Arend Lijphart (1971, 686), dilem a que �a p�oducido un im­ _ portante cuerpo de estudios . Si bien ta les es_tud�os tie1:en ongen en múltiples ámbitos de la metodología de las ciencias sociales -por lo que en modo alguno están aislados culturalmente- con todo cabe '. considerarl os como un sector distinto de la metodología aplicada, que se extiende mucho más allá del terreno de la política comp�ra­ tiva, a barcando un amplio espectro de obras que caen de�tro del a�­ bito de la ciencia política, de la sociología, de la econom1a, de la psicología y de la estadística . El final de los a ños sesenta y los primeros años setenta �an s1d o _ testig os de un «boom» de tra bajos sobre el método comp ar ativo aph1 En muchos otros sectores la investigación de pocos casos es especialmente fe. cunda. · , E n 1 ª me2 Más adelante nos referimos a las obras que se insertan en esta tradº1c1on. . dida en que un estudio es longitudinal, el número de casos puede aumentarse med 1ante _ la comparación en el tiempo. Sin embargo, dado que el objetivo de 1;1ucho_s estudiosos que realizan análisis histórico-comparados es el de explicar las conf1gurac1ones globales de los estados concretos así como se han manifestado en períodos la�gos, estos_ re­ long1tu· sultados con frecuencia no pueden desagregarse en �n� serie de observac1ones _ dinales. Por lo tanto el número de casos puede seguir siendo reducido. 1 t.... El método comparativo: dos décadas de cambios 53 cado a l os estudios internacionales 3• Esa literatura h a esta blecido una serie �e n orm�s y de prác icas p ara los estudios con un «N pequeñ � o», ha tra1do a pnmer plano importantes de bates acerca de cómo llevar a cabo estos análisis y ha creado en el ámb ito de la política compa rativa un terr�no com�n de cu do q ue ha jugado un importante papel en � �� _ la practica de la 1nvest1gac10n de ese sector disciplinar. Este es el mo ­ �ento_ de valorar l as temáticas del método comp arativo que se han d1�cu t1do en los años siguientes y de considerar sus impli caciones _ practicas. �ara ello toma é como punto de partid a el artí culo de Lijphart publicado en 1971 �, q ue se destaca de entre todos los estudios de ese período por su síntesis creativ a de los temas fun damentales de l a comparación y d e las relaciones entre el mét odo comparativo y o tros s�� tores de la metodología. En mi an álisis utilizaré la perspectiva de � tJphar� como punto de partida para p asar revi sta a los nuevos posi­ c1onam1entos que se han producido e n las dos décad as siguientes. La posición de Lijphart Lijphart define el método comparativ o como el análisis de un nú­ mero reducido de casos, de dos a me nos de veinte. El objeto p rincipa l de su artículo (Lijphart, 1971, 683-85 y 691-93) es valorar el método co1:1parativo en elación a los otros tres métodos -experimental, es­ � _ t�d1st1co y estud10 de caso- a la luz d e d os criterios: a) en qué me­ dida p ermi_ten poner a prueba una teoría mediante la confrontación entre explicaciones rivales; b) la difi cultad de conseguir l os datos ne­ _ cesarios par a emplear cada uno de lo s métodos (cfr. fig. 1). El método experimental tiene el gra n mérito de proporciona r ro­ bustos criterios de elimi ación de l a s explicaciones riva les; pero la ­ � _ mentablemente es 1 mpos1ble crear d atos exper imentales ad e cuados para la mayoría de los temas importa ntes en los estudios internacio3 Por ejem plo: Merrit y Rokk n (1966), Kalle berg (1966), Verba (1967), Smelser (1968), Lassw ll (1968), rzeworsk� 1 y Teune (1970), Merritt (1970), � t Etzioni y Dubow (1970), Sarton (1971), L1¡phart (197 1), Vallier (1971), Zelditch (1971), Armer y Grim­ shaw (1973 ). 4 En el ámbito de esta discusión hay que poner de manifiesto las concorda ncias en­ tre el análisis de Lijphart y el exce lente artículo de Smelser, publicado anteriormente: cfr. Smelser (1968). Smelser ha reelabora do estos análisis en un volumen apar ecido al­ gunos años más tarde (Smelser, 1976 ). David Collier 54 Método del estudio de caso Mérito: permite un examen intensivo de casos incluso con re­ cursos limitados. Problemas intrínse­ cos:: aportación a la formación de teorías inferior respecto de los estudios con más casos. Tipos de estudio de caso: - ateóricos - interpretativos - generadores de hipótesis - que c onfirman una teoría - que debilitan una teoría'' - estudio de casos desviantes. Método comparado Método experimental Se define corno: análisis siste­ mático de un reducido número de casos (N pequeño). Méritos: Elimina las explicaciones rivales gracias al control ex­ perimental. Méritos: «dada la inevitable es­ casez de tiempo, energía y re­ cursos financieros, el análisis intensivo de pocos casos puede ser más prometedor que un análisis superficial estadístico de muchos casos» (Lijphart, 1971, 685). Problemas intrínsecos: débil ca­ pacidad de confrontar explica­ ciones alternativas; en especial el problema de «muchas varia­ bles, pocos casos». Soluciones posibles: - aumento del número de ca­ sos - atención a los casos que se comparan - reducción del número de variables 1. combinando las variables 2. utilizando teorías más par­ s1momosas 55 El método comparativo: dos décadas de cambios Método del estudio de caso Innovaciones en el método comparado 1. Mayor comprensión de los tipos de estudio compar ado gue su one una acentuación de f papel de las investigaciones ÍnterNueva defensa pretativas y la idea de un del estudio de «ciclo de investigación» caso (C amp­ entre los distintos tipos bell). (Skocpol y Somers). 2. Posteriores justificaciones Mejoras de la ti­ del N pequeño pología de Lijp­ 2a. Perseguir un «enfoque hart de los estu­ configurativo disciplidios de caso nado» (Verba, Al(E c k s t e i n , � mond y Genco). George). 2b. Evit:ir el_problema del «estiramiento concepEl pro ces s tra­ tual» (Sartori). cing mejora el 2c. Facilitar el procedíanálisis causal miento de la «descripen los estudios ción densa» y de o tras de caso (George formas de comprensión y McKeown). interpretativa (Geertz y otros muchos). Crítica de la 2d. Perseguir la profundicontribución de dad analítica del enfolos estudios de que «case oriented» caso en la eva(Ragin). 1 u ación de l as 3. Nuevos debates sobre la teorías (Achen solución del problema de y Snydall). muchas variables con N pejueño 3a. E recurso a un mayor número de casos se sosti��e, pero también se cnt1ca. 3b. Discusión entre el recurso a casos comparables y el recurso a casos contrastantes (Lijphart en contraposición a Przeworsk1 y Teune). 3c. Nuevas orientaciones para reducir el número ae variables junto al recurso a teorías más fuertes. Método experimental Nuevas perspecti­ vas sobre los estu­ dios de caso: 1. Problemas intrínse­ cos: El control experimental es imposible para la mayor parte de los temas de polí­ tica comparada. 2. Método estadístico 3. Méritos: C onfronta las explicaciones riva­ les mediante el con­ trol estadístico. 4. Problemas intrínsecos: Límites de tiempo y de recursos hacen di­ fícil recoger informa­ ciones adecuadas so­ bre un número de casos suficiente. FIGURA 1.-Método comparado según Lijphart (1971). nales. El método estadístico posee la ventaja, débil pero más preciosa, de confrontar explicaciones rivales mediante el control estadístico; el problema es que con frecuencia no es posible recoger una cantidad de datos fiables lo suficientemente amplia como para poder recurrir a este tipo de análisis. El método del estudio de caso tiene el gran mé­ rito de permitir al estudioso con poco tiempo y recursos modestos analizar con atención por lo menos un caso. No obstante, las posibi* Según Lijphart lo máximo que los estudios de caso pueden hacer es debilitar una . teoría. Según este autor no es posible que un estudio de caso falsifique una teoría. ¡ lt Difusión de ideas ya conocídas e introducción de nuevas ideas sobre el diseño de la investigación cuasi-experimental 1. Se difunde la metodología de los cuasi-experimentos y de las series históricas interrumpidas. 2. Caso ejemplar de análisis de series históricas interrumpidas: el estudio de Campbell Ross sobre los efectos de os límites de velocidad. 3. La codificación de la evaluation research contribuye a la difusión de las i1eas sobre los cuasi-expenmentos. 4. Propuesta de soluciones estadísticas al problema del selection bias en los cuasi-experimentos. (Achen) fc Método estadístico � Nuevas cautelas y nuevas soluciones 1. Crítica por parte de un famoso estadístico de la práctica común estadística en las ciencias sociales (Freedman). 2. Nuevas técnicas estadísticas relativas al análisis con un N pequeño. 3. Caso ejemplar de la al;'ortación de otros estud10sos al perfeccionamiento del análisis estadístico con un N pequeño: el debate sobre neocorporativismo y desarrollo económico en Europa occidental (Lange, Garrett, Jackman, Hicks, Patterson). FIGURA 2.-Las nuevas perspectivas del método comparado. 56 David Collier lidades de un control sistemático de las hipótesis son, con mucho, más limitadas que en los otros métodos. A pesar de ello los estudios de caso han supuesto una efectiva contribución y Lijphart nos ofrece una sugestiva tipología del papel que han cumplido los diferentes ti­ pos de estudio de caso en la verificación y en la construcción de las teorías, proporcionando un excelente examen de los distintos modos en que pueden ubicarse los estudios de caso en una perspectiva com­ parativa. El método comparativo, tal como viene definido por Líjphart, goza de un status intermedio entre las dos dimensiones consideradas. Sí lo comparamos con el método experimental y el estadístico, ofrece un fundamento más débil para proceder al control de las hipótesis, sobre todo debido al problema de las muchas variables con un N pe­ queño, pero, siempre con la finalidad de controlar las hipótesis, ofrece un fundamento más robusto que el de los estudios de caso. En efecto, el método comparativo, aunque tenga el problema de disponer de más variables que casos, permite en cualquier caso la posibilidad de proceder a análisis sítemátícos, que, sí se utilizan adecuadamente, aportan una contribución a la confrontación entre explicaciones al­ ternativas. La aplicación del método comparativo obliga a recurrir a datos con condiciones más severas que en el estudio de caso, pero menos estrechas que en una investigación experimental o estadística. Por eso Lijphart considera que el método comparativo es el adecuado para investigaciones que dispongan de recursos modestos y sugiere que esos estudios pueden ser el primer paso hacia el análisis estadístico (Lijphart, 1971, 685 ). Lijphart, además de realizar esta triangulación entre enfoques di­ ferentes, trata de encontrar una solución al dilema que plantea al mé­ todo comparativo el problema de muchas variables con un N pe­ queño (Lijphart, 1971, 686 y ss.). Sus respuestas afrontan el dilema desde ambas vertientes. En lo que se refiere al reducido número de ca­ sos, si los investigadores se detienen antes de alcanzar un estudio esta­ dístico, igualmente pueden aumentar el número de casos y entonces ampliar el ámbito de la comparación con el fin de controlar las hipó­ tesis. En cuanto al gran número de variables, Lijphart ha sugerido dos enfoques. En primer lugar, los investigadores pueden concentrarse en «casos comparables», es decir, sobre casos en que: a) se mezclan mu­ chas variables que no son centrales para el análisis teniendo así «bajo control» estas variables; b) difieren acerca de las variables cruciales El método comparativo: dos décadas de cambios 57 que son el centro del análisis, permitiendo evaluar más adecuadamente su influencia. De manera que en la selección de los casos se introduce un sustituto parcial del control experimental o estadístico. En se­ gundo lugar, los investigadores pueden reducir el número de variables combinándolas entre sí o bien recurriendo a la parsimonia teórica, es decir, a una cuidada elaboración teórica que permita concentrarse so­ bre un número más reducido de factores explicativos. Por lo tanto, Lijphart nos ofrece una formulación sintética de las relaciones entre el método comparativo y las otras metodologías, así como de las posibles soluciones a los dilemas fundamentales plantea­ �os por el problema del N pequeño, intrínseco al método compara­ tivo. Los desarrollos más recientes del método comparativo En las dos décadas posteriores al estudio de Lijphart se ha asistido a numerosas innovaciones en el método comparativo y a un reno­ vado interés hacia aquellas metodologías que ya estaban disponibles en el momento en que escribía Lijphart. Muchas de esas innovaciones aparecieron �n trabajos dedicados explícitamente a la metodología de la comparación con un N pequeño, pero otras aportaciones se pue­ den encontrar en trabajos aparecidos en sectores metodológicos veci­ nos: los métodos experimental y estadístico y el del estudio de caso. Ello ha dado lugar a una mutua fertilización, de la que se han benefi­ ciado mucho, o deberían beneficiarse, los estudiosos interesados en el método comparativo. En la fig. 2 se presentan esas innovaciones en una visión de conjunto. A diferencia de la fig. 1, en la fig. 2 los recua­ dros están unidos por flechas para sugerir la potencial contribución al método comparativo. Las innovaciones de la metodología de la com­ paración con un N pequeño se pueden sintetizar a la luz de los temas discutidos hasta ahora, incluidas las nuevas definiciones de los objeti­ vos de la comparación, justificaciones más elaboradas de la oportuni­ dad de concentrarse en pocos casos y nuevas perspectivas para la so­ lución del problema de muchas variables con pocos casos. Distintos usos de la comparación. En la evaluación del método comparativo y de sus relaciones con los otros métodos se ha dado una mayor importancia al hecho de que ese método permite confron­ tar explicaciones rivales. Una de las direcciones seguidas por esta dis- 58 El método comparativo: dos décadas de cambios David Collier cusión sobre el método comparativo se refiere a la ampliación de los 1 criterios de evaluación. Quizá el ejemplo más apropiado sea el estu­ dio de los tres tipos de análisis comparativo realizado por Skocpol y Somers (1980) 5• El primero es el dedicado al examen sistemático de la covariación entre casos con el objetivo de generar y controlar hipóte­ sis 6• En el segundo el investigador analiza una serie de casos con ob­ jeto de mostrar que muchos de ellos se pueden iluminar de manera útil mediante un conjunto de conceptos y categorías o por un modelo concreto. No se realiza ningún control efectivo de la teoría, en cuanto en realidad el objetivo es el de una demostración paralela de la teoría. A pesar de que este enfoque no permita al investigador falsear una teoría, esa manera de utilizar la comparación cumple un papel importante en la elaboración de teorías en el ámbito de los estudios internacionales. En el tercer tipo el investigador compara dos o más casos con el fin de poner de manifiesto sus diferencias recíprocas; de ese modo se prepara el esquema para interpretar la manera como en cada uno de los contextos se producen procesos de cambio contras­ tantes. Este enfoque por contraste de los contextos ocupa un papel central en la vertiente más «interpretativa» de las ciencias sociales y refleja otro modo en el que, con bastante frecuencia, se recurre a la comparación. Skocpol y Somers, además de proporcionar una relación muy ar­ ticulada de los objetivos de la comparación, añaden la fascinante idea de lo que se podría llamar el «ciclo de la investigación» entre estos distintos enfoques. Este ciclo nace porque la debilidad inherente a cualquier enfoque puede ser un estímulo para recurrir a otros enfo­ ques. Por tanto un estudioso que recurre a la «demostración paralela» puede introducir una nueva teoría tratando de demostrar cómo se aplica a muchos casos; así un estudioso proclive al <<control de las hi- t 1 pótesis» puede percatarse después de que esa teoría no se adapta a de-. ,• terminados casos y, a nivel comparativo, formular y verificar hipótesis sobre a qué casos se adapta y a qué casos no. A su vez, un estudio orientado al control de las hipótesis, que confronta contextos distin- ! tos de manera demasiado apresurada, puede producir una investiga- ! 5 Esta perspectiva ha sido elaborada en Skocpol (1984, cap. XI); una formulación paralela se encuentra en Tilly (1984, cap. IV). 6 Skocpol y Somers le llaman «análisis macro-causal». Sin embargo, además de los estudios históricos-comparados que producen y verifican hipótesis y que tienen una orientación macro, hay otros que tienen una orientación micro y no parece prove­ choso excluirlos de esta categoría. Por ese motivo recurro a esta etiqueta alternativa. 59 ción por «contraste de contextos», en la que otro investigador trate de dar cuenta con mayor precisión del significado de las diferencias entre contextos. En definitiva, conviene no limitarse a considerar el papel de la comparación en la verificación de las explicaciones, sino más bien ampliar la perspectiva hasta abarcar todos los elementos de ese ciclo de investigación. T do esto no quiere decir que la evaluación de las hipótesis no . � siga siendo uno de los objetivos principales de la comparación -y �uchos estudiosos seguirí�n afirmando que es el objetivo principal. Sm embargo, esta perspectiva más amplia ofrece un valioso informe de cómo se lleva a cabo el trabajo de comparación en una comunidad de investigación más amplia, poniendo de relieve muy adecuada­ mente la interacción entre los estudios orientados al control de las hi­ pótesis y los que se realizan con una orientación más interpretativa. Justificación del N pequeño. Una segunda tendencia se mueve en dirección hacia una justificación más elaborada de la conveniencia de concentrarse en un número relativamente pequeño de casos. La ex­ plicación proporcionada por Lijphart, aunque se formule en térmi­ nos incisivos, hoy parece más bien inadecuad:1 en tanto que se refiere sólo al problema de la carencia de recursos y considera la compara­ ción con un N pequeño como una etapa intermedia en el camino ha­ cia un análisis estadístico más sofisticado. Ya antes disponíamos de una d�fensa, contenida en las argumentaciones a favor de un enfoque . «configuratlvo» (Heckschner, 1957), acerca de la conveniencia de t:abajar co� u� N pequeño o con estudios de caso; pero esa perspec­ tiva ya hab1a sido expuesta de una manera más interesante un par de años antes de la publicación del artículo de Lijphart, en el llama­ ir:ie�t� realizado por Verba a favor de un «enfoque configurativo d1sc1plmado» (Verba, 1967). En su análisis de Política! Oppositions in Western Democracies (Dahl, 1966), Verba pone de manifiesto la complejidad de las hipótesis a que se enfrenta en el libro y la dificul­ _ , tad de venf1carlas de manera adecuada, como no sea mediante un pnfundo conocimiento de los casos; de tal modo que Verba llega a so�tener la conveniencia de recurrir a una investigación orientada en sen�ido configurativo disciplinado. La formulación de Verba es atnctiva precisamente porque vincula la orientación al control siste­ mát'.co de las hipótesis y a la construcción de la teoría. Y además une esa orientación a una evaluación más explícita de la dificultad de controlar adecuadamente las hipótesis y de la oportunidad de recu- 60 David Collier rrir, para obtener el mismo objetivo, a estudios de caso realizados cuidadosamente. Se podría afirmar que el problema de un adecuado control de las hipótesis deriva de la escasez de recursos. Con un trabajo lo suficien­ temente amplio de un número suficientemente alto de expertos, éstos podrían llevar a cabo un estudio del tipo del de Political Oppositions en varias docenas de países. Pero el reto parece ser algo diferente a como era en la formulación inicial de Lijphart. No se trata tanto del hecho de que los recursos sean limitados como de que los problemas de investigación han demostrado ser más complicados de lo que se solía creer en los años sesenta y en los primeros setenta, en el mo­ mento inicial de entusiasmo por la investigación estadística compara­ tiva. Entre estos problemas se ha manifestado como especialmente difícil el de crear indicadores que midan, de manera válida y digna de consideración, conceptos importantes, en el ámbito de contextos di­ ferenciados de análisis. Otro paso crucial para aclarar estos problemas de validez y de justificación de análisis concentrados sobre un N pequeño es el ar­ tículo de Giovanni Sartori sobre La politica comparata: premesse e problemi, cuyos puntos principales han sido reelaborados más am­ pliamente en su posterior Social Science Concepts. Sartori sugiere que la tentación de aplicar los conceptos a una gama más amplia de casos puede llevar fácilmente a un «estiramiento conceptual», desde el mo­ mento en que el conjunto de significados conectados al concepto ori­ ginal no se adapta a la realidad que caracteriza los nuevos casos. Los conceptos que más fácilmente se aplican a una vasta gama de casos suelen ser también los más abstractos y los que menos atraen la aten­ ción de los estudiosos. Por tanto, una investigación que utilice los conceptos más interesantes tiene poderosas razones para concen­ trarse sobre relativamente pocos casos. Desde 1970, el creciente interés hacia la ciencia social intecpreta­ tiva, volcada sobre todo a descifrar el significado del comportamiento y de las instituciones, ha reforzado la justificación de avanzar pru­ dentemente con relativamente pocos casos 7• Con su concepto de «descripción ciensa» (thick description), Clifford Geertz (197.3) coloca una brillante etiqueta a esta línea orientada a sacar a la luz el signifi­ cado oculto de los fenómenos políticos y a observar el modo en el Un panor.i,ma muy útil nos lo ofrecen Rabinow y Sullivan (1979). En 1987 se publicó una versión modificada y puesta al día. 7 El método comparativo: dos décadas de cambios 61 que ese significado encuentra sus raíces en contextos concretos8 • Este interés primario ha reaparecido bajo distintas formas, importantes para la práctica de la política comparativa, entre las que podemos ci­ tar el análisis de las «nubes y de los relojes» dirigido por Almond y Genco (1977) y el tipo de estudios, mencionados antes, «por con­ traste del contexto» (como los definieron Skocpol y Somers), pa­ sando por aquellos autores que recurren a la comparación para con. textualizar de manera más rica las conclusiones de su investigación. The Comparative Method, de Charles Ragin (1987), explora otro as­ pecto de estos intereses en su análisis de la orientación «holística» que define como la investigación «orientada al caso» y de los comple­ jos problemas de la «causalidad coyuntural» -es decir, de los mode­ los causales que varían según el contexto- a los que son bastante más sensibles los estudiosos orientados a un enfoque configurativo. Por último, el gran éxito intelectual que en la última década ha fa­ vorecido a la escuela del análisis histórico comparativo ha tenido un papel importante en la legitimación del recurso a un N pequeño. Los pioneros de este enfoque han sido Reinhart Bendix (1964) y Barring­ ton Moore (1966), a los que se añadieron después Jeffrey Paige (1975) y Theda Skocpol (1979) 9• Skocpol (1984) ha resumido después de una manera muy creativa esta perspectiva analítica. En el ámbito de estos estudios la forma especial de análisis varía de manera considera­ ble -como se sugería en la tipología de Skocpol y Somers citada an­ tes- y se desplaza desde el control sistemático de las hipótesis hasta una interpretación cuidadosamente contextualizada dentro de un marco conceptual comparativo. En conjunto, sin embargo, estos es­ tudios tienen en común una orientación hacia la comparación cualita­ tiva sistemática, que con frecuencia abarca un cierto número de uni­ dades nacionales y suele analizar cada caso nacional durante un determinado período de tiempo. En este terreno la investigación vin­ cula estrechamente una meditada comparación con una consideración del contexto histórico; de tal manera que la investigación responde a un interés más amplio por buscar nuevos caminos para «historizar las ciencias sociales». En realidad esta tradición de investigación ha servido para demos­ trar la viabilidad de investigaciones comparativas realizadas sobre un 8 A veces la «descripción densa» se confunde con una mera «descripción deta­ llada», interpretando mal lo que piensa Geertz. 9 Otro ejemplo reciente es el de Collier y Collier (1990). 62 David Collier número de casos relativamente reducido. Estos estudios han puesto de manifiesto que una investigación efectivamente comparativa puede ser sensible a la diversidad de contexto y que la comparación sistemá­ tica de pocos casos puede producir buenos resultados. Los intentos destinados a codificar estos procedimientos, como los incluidos en Comparative Method, de Ragin, han reforzado posteriormente la idea de que son plausibles los estudios con un N pequeño, entendi­ dos como momentos intermedios entre los estudios de caso y las investigaciones estadísticas. Muchas variables, pocos casos Las diferentes soluciones al problema de «muchas variables y un N pequeño» han sido el aumento del número de casos, la elección de casos comparables y la reducción del número de variables. En torno a cada una de estas opciones han surgido importantes innovaciones y debates. a) El aumento del número de casos. Una de las propuestas origi­ nales de Lijphart para resolver el problema del N pequeño ha sido el aumento de número de casos. ¿Cómo evaluar esta recomendación a la luz de las posteriores justificaciones, que hemos discutido antes, destinadas a limitar el análisis a relativamente pocos casos? En parte, por el cambio del clima intelectual al que ya nos hemos referido, no se ha producido entre los investigadores la tendencia a ampliar el nú­ mero de casos. Por lo tanto, la investigación más reciente ha desmen­ tido las expectativas que había de que los estudios con datos cuantita­ tivos sobre un gran número de países alcanzarían una importancia predominante. Robert Jackmann (1985) insistió acertadamente en el hecho de que la investigación estadística comparativa ha tenido más éxito del que se reconoce normalmente. No obstante, no cabe duda de que, para bien o para mal, ni la investigación internacional cuanti­ tativa dentro de la política comparativa, ni tampoco el llamado enfo­ que QIP (Quantitative International Politics) en el ámbito de las re­ laciones internacionales han logrado ocupar en sus respectivos terrenos la posición dominante que muchos preconizaban. Como sucede con frecuencia, la reacción quizá haya sido exce­ siva. Quizá hoy los especialistas de política comparativa son menos capaces que hace veinte años de llevar a cabo un análisis comparativo El método comparativo: dos décadas de cambios 63 cuantitativo; además, no cabe duda de que la orientación cuantitativa ha caído en desgracia cuando muchos investigadores se han dado cuenta de la gran cantidad de tiempo que hace falta para recoger to­ dos los datos necesarios -y con frecuencia mucho más allá de los re­ conocimientos profesionales que podrían proporcionarles·-. Pero además e\ enfoque comparativo cuantitativo se ha visto dañado por la publicación de demasiados estudios en los que los conceptos opera­ cionalizados tenían una dudosa validez y las hipótesis sometidas a control eran débiles, poco convincentes o inapropiadas (Ragin, 1987, cap. IV). En todo caso se puede decir que el haber desaprovechado las bue­ nas oportunidades de hacer investigación cuantitativa ha sido un error, como lo fue la cuantificación prematura. Ese tipo de investiga­ ción puede ser eficaz para afrontar temas analíticos importantes, como demuestra el interesante debate sobre el neocorporativismo y el crecimiento económico en Europa occidental, del que se tratará más adelante y que se basa en el análisis estadístico. Además, el poder disponer de nuevas técnicas estadísticas -a las que me referiré más abajo- ha hecho mucho más fecundo un análisis cuantitativo con un N entre 12/25 casos. Por lo tanto, todavía sigue valiendo la pena per­ seguir la ampliación del número de casos, realizando otros intentos de esta dirección. b) Atención a los casos comparables. La propuesta según la cual el investigador debería escoger casos comparables se ha reforzado, pero también se ha puesto en discusión. A mitad de los años setenta Lijp­ hart volvió a analizar de nuevo las implicaciones recíprocas entre el objetivo de aumentar el número de casos y el de seleccionar los casos de manera que se acercara el control estadístico (Lijphart, 1975). Evi­ dentemente, si se deben seleccionar casos «efectivamente» similares, sea cual sea el significado que se quiera dar a la noción de «similar», es probable que el número adecuado de casos se reduzca. Respecto a este trade-off, Lijphart opta por la selección más cuidadosa de un número aún menor de casos y así continuó esta vía de reducir la apli­ cación de la categoría «método comparativo» a los análisis que s e concentran sobre un pequeño número de casos confrontados cuida­ dosamente. Esta postura recuerda un punto de vista muy anterior, se­ gún el cual el método comparativo es el método del «parangón con­ trolado» (Eggan, 1954). Más recientemente, Arthur Stinchcombe (1978) ha ido más allá en esta línea, propugnando la investigación comparada sobre poquísimos casos, confrontados de mane ra muy David Collier 64 define como « analogía . a com pa ració n que cuida dosa : un enfoque de l Profunda» (deep analogy). han pro pugnad o la rz ew orsk"1, l987) P ' 70· (19 ne eu T Y 1 k. ors Przew • luso con una atenta selec estos autores, me 'n u eg s . a · ran t on e c d . a « estrategi 1 ac1"o'n definido como . est"g 1 d"is�ño de 1a mv e n e s so a c s e o d l ra ción de problema de «sup ue ex1. st1. en do un sig ' » res ª 1 ·1 m · s1 , s 10ma ac as t e . em h terpr sist ., . _ no e!"1mina muc as in e d"1se no coger entre termmac10n»,_ da dO qu e est es e d d a ilid sib o . a d� r de 1 a p esug . mv al do an v pri s, e l inves­ iva r nes en un di seño de la _s, por el c�ntr_ano, pro pon de cae i ser ellas. Es tos autore asa do e n una . ., as d1 ferentes», b . l.f.ica ent d 1 t1gac1on « de 1 os siste mas m or d s que el investiga 1 t �' ºbl os1 p tes n sos lo más difere �� � a-� reci ente mente Przeworski ha b procesos análo gos � e cam diseño de investigación cisamentelfa f. r�a de e ste sugerido 11 q ue pre ye ngen del gran éxito de la reciente s facto res, �n e __o s está, j un to a otro de cuyos mej ores ej em plo t ª literatura sobre la d�mocra if ������e� y Whitehead (1986). P rze ­ O D on 1:e ' es el volumen de ta una gam a tan extensa de a hterat u ra af � on est e u q e tien os s worski . a dores se han visto obl1ºga dos a destilar de esa ug es 11:v . s o h 1 eue q casos entos comunes que an d ante sen. e de �1 em t por m i a n u . d a sid diver r un gran po der exphcauvo. remo stra do po see . • o, n se ue de ub.1car adecua damente recono ciendo la r de p E sta d.1scus1 a p . ·¡ n e ». 1 ar» Y de la de « diferent U stre chae • 1•da d d e 1a noci· o' n de « s1m n a l auv t p unto de vista resul un det ermi. na d o nota­ · casos q u e desde ue den dife renci arse s, _des�� otr� persp ect va uti­ 0) 199 , er mente em parej a do lli Co ry ªs e 1 t 1 (¿'ollie n blemente. Mi invest1�ac10 TT: � i � : na se rie de och o p a í ses de a ru en a se­ liz a amb as estrate g ias p . era aproximación con un es en una � nm bl a rd o ab , na i at L s pa­ la ar liz América ana a és u p s de o�ho � pa1ses pasé • fase nos rie de variables. E ntre esos sible · L a pri mera po es t n re e d f 1 s ma lo son ue q s se , 1 a p e s parcia1re¡. as d a'lisi s por lo meno . e c ont extos de an d a t t ra se · e u q asegura tación por par e¡as e¡ ana,¡·1s1s urso de 1 ª confron c 1 e en ; es r a il por m si e e ¡ t iev men s de rel parale os de cambio , puesto . vos . se concentr� en pr?cesos. cti p e re s t os e x ont ten es en los c las fuertes diferenc1as ex�s � . vesti ación con siste mas simila res y m os g en . d1s e El debate entr e importantes ims d1"ferentes tien . ma te � s i s on c ' · 1on · ac . esug¡ dis. eño. s de mv también en este de 1os estu d"10s de área'· y phcac1ones para e 5tatus e, al método de r p onden res p ectivament . ac1. o, n c_or es . est1g . 43) (18 Estos dos diseños de inv i Mil art St� . de l a conco rdanc1a de J ohn la diferencia Y.ªl �7, to d eworski al auto r. 11 Comumcac1on p eºrsonal de Prz 10 1 1 1,.. ., El método comparativo: dos décadas de cambios 65 caso el debate ap unta en dos direcciones. Hace algún tiemp o Rustow (1968) se de claró favorable a una sup eración d e los estudios de área; de mo do que muchos estudiosos estuvieron de ac uerdo en la conve ­ niencia de elegir los casos en función de lo s específicos requisitos ana ­ líticos de determinados proyectos de investigación, en vez de hacerlo en base a la contigüidad geográfica, que en el mejor de los casos sólo supone una aproximación débil a una selección analítica de los casos. D e todos modos, por múltiples raz ones, los estudios de área cons­ tituy en hoy un sector en gran expansión. Importantes temas de inves­ tigación se presentan en grup os de países que pertenecen a una misma región, como en el caso de los países de desarrollo rápido del Extremo Ori ente o de los estados burocrático-a utoritarios de América: L atina. La investigación sobre esto s te mas puede reforzar la orientación hacia los estudios de área . Además, el debate sobre « estudios de área o estu­ dios comparativos» sigue vivo y su s términos podrían profundizarse más adelante con el p roblema de la elección entre diseños de investi­ gación basados en sistemas más similares o en siste mas más diferentes. c) Reducción del número de variables. L a última solución al pro­ blema del N p equeño consiste en la reducción del número de varia­ bles, bien agregándolas en el espíritu de la «reducción de los datos», bien recurriendo a una teoría más fuerte que oriente al investigador hacia un menor número de factores explicativos. En la investigació n de la parsimonia teórica, el avance más interesante quizá sea la a pari­ ción de varios modelos de « elección racional» y de «interacción es­ tratégica» que tie nen precisamente ese obj e tivo: usar una teoría fuerte que sirva p ara reducir el número de factores explicativo s a considerar . Es interesante desta car qu e el disponer de una teoría más fuerte no sólo permite resolver el problema del N pequ eño, sino también los problemas de la investigación estadística cuantitativa . L a necesidad de recurrir a proposiciones más bien precarias pue de llevar al investigador a invertir prefer entem ente en la verti ente de la teoría , en la bú squeda de nuevos temas, más que a seguir buscando modelos estadísti cos para fe­ nómenos complejos como la causalidad recíproca. L os nuevos temas pueden proporcionar incluso una base teórica para modelos causales más simples, pretendi endo menos de las técnicas estadísticas 12• Si cabe afirmar convincentemente que éste puede ser un fecundo avance para los estudios cuantitativos, no hay razón para no espe rar qu e también resulte de ayuda para los estudios comparativos con un N pequeño . 12 Esta su erencia me viene de co nversaciones c o n Merril Shanks. g 66 DavidCollier El método comparativo: dos décadas de cambios Una exigencia posterior, conectada con ésta, consiste en una ma­ yor reflexión sobre la formación de los conceptos. Aparte de la im­ portante contribución de Giovanni Sartori (1970, 1971, 1984; Sartori, Riggs y Teune, 1975), los trabajos anteriores de Me Kinney (1966) y Kalleberg (1966), y un artículo más reciente de DeFelice (1980), se trata de un tema relativamente desatendido. Los especialistas en polí­ tica comparativa no reflexionan lo suficiente acerca de si les sirven bien o mal los conceptos y las categorías que utilizan; y sin esta refle­ xión no tienen manera de saber si realizan las opciones adecuadas al perseguir la parsimonia teórica. Por fortuna las aportaciones más recientes en el campo de las ciencias cognitivas nos han proporcionado muchos aspectos nuevos sobre los procesos de categorización y construcción de modelos; se presenta así una excelente ocasión para recurrir a estos aspectos con el fin de refinar las técnicas analíticas utilizadas en el campo de lapo­ lítica comparativa. Esas sugerencias pueden sacarse de la gran síntesis de las aportaciones más recientes en las ciencias cognitivas, realizada por George Lakoff (1986). Un ejemplo de aplicación de estas adquisi­ ciones es el desafío de las ciencias cognitivas a la «categorización clá­ sica» del tipo del utilizado en el trabajo de Sartori sobre las categorías f y los conceptos. En su texto Sartori se refiere a las propiedades defi� nitorias de los conceptos y a la relación inversa entre la intensión de un concepto (significado) y su extensión {los referentes) (Sartori, 1970; 1971; 1984). La actual ciencia cognitiva sugiere que esta forma . de análisis conceptual no llega a dar cuenta de cómo funcionan los ' conceptos en realidad y que en cambio el análisis de los conceptos es más eficaz cuando se centra sobre el modelo cognitivo subyacente al concepto, sobre la tendencia de los conceptos a difuminarse uno en el otro en vez de presentar perfiles definidos nítidamente y, correlativamente, sobre el papel de los casos «ejemplares» en el anclaje de los conceptos. Es casi seguro que formas nuevas y más eficaces de análisis conceptual producirán una síntesis de estos dos enfoques, síntesis que hoy por hoy está sin definir. 1 Las investigaciones cuasi-experimentales . . El método experimental ofrece un excelente con¡unto de proced1-. mientos para decidir entre explicaciones rivales. Tales procedimien­ tos, sin embargo, parecen poco importantes para la mayor parte de . 67 las investigaciones de política comparativa. En todo caso, en la litera­ tura sobre las variantes del método experimental podemos encontrar nuevos aspectos importantes que pueden mejorar el recurso a análisis comparativos con un N pequeño. Sin duda, la obra más influyente ha sido el clásico análisis de Campbell y Stanley (1963), que muestra cómo es posible aplicar la lógica de la investigación experimental a los «cuasi-experimentos», o sea, a los estudios de observación sobre cualquier evento u opción parangonable a una intervención experi­ mental, pero que se d�sarrolla en un contexto «natural». Un ejemplo podría ser la evaluación del impacto de una nueva política pública -un objetivo de investigación que puede parecer simple pero que entraña numerosas dificultades. Campb�ll y Stanley subrayan la gran importancia que adquieren _ en los cuas1-expenmentos los diseños de investigación basados en se­ ries históricas interrumpidas, en las que el investigador analiza una larga serie de observaciones realizadas en el tiempo; de tal manera que el valor de las variables observadas se examina no sólo inmedita­ mente antes y después de un cambio de política o de otra innovación sino también mucho antes y mucho después. En su libro (Campbell; Stanley, 1963, 38) encontramos una interesante representación gráfica que �uestra las distintas situaciones en que una larga serie histórica, en el mtervalo entre dos puntos concretos, puede sugerir errónea­ n:i�nte l;t _exi�te�cia de u�a regularidad en el cambio. La representa­ cion graf1ca md1ca que, s1 se observan las series históricas enteras el tipo de cambio sugerido por las dos observaciones es claramente dis­ torsionante. Los autores concluyen que las inferencias causales sobre el impacto de los acontecimientos discretos pueden ser bastante arriesgadas si no se dispone de una amplia serie de observaciones. Campbell y Stanley han influido mucho sobre los estudiosos de la política c?mparativa que trabajan con un N pequeño y que se plan­ _ tean continuamente mterrogantes acerca del impacto sobre determi­ nadas políticas públicas de acontecimientos como guerras, revolucio­ nes o golpes de estado militares. Dos procesos han contribuido posteriormente a difundir estas ideas. La si guiente investigación d e Campbell, sobre los efectos de la limitación de la velocidad en los ac­ cidentes de carretera -publicada con Ross (1968)- ofrece un sor­ P:;ndente ejempl? de aplicación creativa de un diseño de investiga­ _ CJon cuas1-expenmental a un caso importante de análisis de una política pública. En efecto, según Przeworski (1987), estudios ejem­ plares de este tipo suelen tener una influencia real bastante más im- David Collier 68 rmación q ue los intentos f o a de la investig a . p ra, ct ic a l conobre r e to s nte ta conc por , 13 · El caso • etodo1 o. gia un a correct a m 1e: a r» mp ic s 1 1 d.f. n co « bie de e ls ta , más y Ross es, a pr imer a vis 11 e b a mp o a e n z m por co o er a d t icut s id onnec cuenta e1 estado de C · n os cm or p a s os 1 n erto o e mu nd s a lo cu y . los excesos de velocidad . Perseguir con seven· dad . yeron e1 aramente, la relac1 o, n de causa n u 1 1 s m d' er a et accidente de c arr ia . N o obstante , Campno s pareci, a ob v óme n e f o s d s as a � a efect o entre 1 al s potenci ales amenaz retado a.n ális is de a p n u z a n c o ea li n las sas bell y Ross r 1samente como ocurriero rec sí p . e a u é ( · f » n a nt er . ez i . la «valid ede generaliz ar esta externa» (.é s e pu z e 1 l'd «v a 1 y ?) c ut cti gente que en Conne }_10. N o _e�1s . te investigador inteli e stu e s e nte d e ) ón? conclusi perspec t iva más pru de s m adqmn r u na l u ruc , ena fer e s e d1 er se le pueda ma d a política pública er s1 una determ . sa b o cóm d e acerca im portante a dicia de otra . co tr 'bu , de m anera Un segundo p�oceso_ qrn� , �e �ip r� uasi- experimenta l y basados m_vest1gac10?eños, de n de much os trafun dir. di sh' . e 1 a public ació terrum p1 d.as fu m c as n i sto s n e se cons1'deran s e en n research . Entre el ol s p o d e 1 a evaluatw c a m . ado d e e 1 en cod1. f1c os h a n a j b co que . e st1ga • c10n ·, . desarro11 o Pol1'ti mv . , los estud'ios so. bre de os tamb1en p ara re al'iz ar dise14ñ os ie nt im c e d pro maner a útil lo. s a es . . e en contextos natur 1 enmen-, de tip o experimental- zi·k es s obre cuasi-exp , . c10n a 1c bl' u p as A unque b uena parte de l . ta de pequeños números u na utl.1 guia al compar at1s puede detos p arece ofrecer . , ctic . os, e1 excelente volumen de Achen (1986) g1cos pr a s tod e¡o y cons los desafíos me o o'l . . l a sensac1�, n de c on ar­ o imp mbi d o c a i a e n j arle xpe;�;entos son demas a de los cua s1-e ide e l a e xp p o r a s iriu os c a d o s a l nz em l a eentral de l tados Un prob lf on eg f a r • l e r s e de a p a r dad tes ibili ta n 1· mpos ect. i. on b.zas es d ec1·r , la rata«t a l n ete mentas es e1 11 amado se l s om se c asual 1 o s' c a s o s q u e de m a ner a tot a1 m ent e u 'blica normalmente no p a ' . me l po a u ev na n u , s 1, A n o. ue Sus entemiento» y los q . dadanos y no a otros. s cm guno ' al a d a i d l . ua cas se aplica por . , c on algunos de. los ef. ect ar re1ac1. onados n es d e e p u n c10 r íos de ap1.1ca central de la mvestigasu. tuyen 1 obj et o con 9,ue y s do a t c nstruyendo un mode lo de tos hipotetiz a_r se r esf e v; � í l rc u a . E igm c1 e n tinatarios de la ción ste eg r a de l os de s se asignan a a ca n os a d a d u ci cómo los e º. cias so· de metodología de cien ., ulo . en una anta1og1,a , aruc este e d es1on pr La reim científicos sociales. un excese a muy accesible los de metodología, para ciales ha permitido que ntro ductorios � tos te los e research, . � Entr � ation 978). alu _ e (1 ev ol la Ho de y 14 Cfr. est1gac1on expenmental . del diseño de la inv 1ente ana·¡·1s1s XII). Y VIII cfr. Babble (1986, caps. 11 El método comparativ o : dos décadas de cambios 69 política . Y Achen demuestra cómo este tipo de investigación exige un análisis de la regresión a dos estadios con el método de los mínimos cuadrados. Sin esta técnica es bastante difícil resolver el enigma. Para el comparatista las implicaciones del libro de Achen pueden parecer desalentadoras. Puede ser un ejercici o interesante pen sar en estos problemas de investigación como en cuasi-experimentos, pero cuando nos encontramos frente al problema de la imposibilidad de selecci o nar los cas os co n procedimie nt os c asuales n os vem os de nuevo empuj ados hacia una forma de análisis estadístico que -si es fecundo porque disp one de datos apropiados- es difícil de utilizar con pocos casos. De cualquier modo, quizá sea más fructífero consi­ derar la literatura sobre l os experimentos y cuasi-experimentos como una fuente de ricas a dvertencias acerca de los peligros que se corren al an alizar acontecimientos discretos sin distinguir de los verdaderos experimentos . C uando carecemos de series de datos, la mejor solu ­ ción es la de ofrecer explicaciones causales recurriendo lo más posible al sentido común . N o existen soluciones fáciles . Innovaciones en estadística La reflexión más reciente sobre el análisis estadístico ha produ­ cido o bien nuevas advertencias sobre los riesgos ligados a estudios estadísticos, o bien nuevas posibilidades para análisis estadístic os sig­ nificativos con un núm e ro de c as os r elativamen te m o desto . E n cuanto a las advertencias, el estadístico David Freedman ha lanzado un fuerte ataque contra el uso de la estadística multiva riante en l as ciencias sociales (1987). Según Freedman, buena parte del análisis es ­ tadístico en las ciencias sociales carece de validez o por la inadecua­ ción del diseño de l a investigación o porque los datos utilizados no satisfacen las exigencias de las técnicas estadísticas . Esta crítica puede dejar bastante satisfechos a los que siempre han sido escépticos ante el recurso a la estadística y a l os que se confortan con el mayor «con­ trol» del material que suponen deriva del análisis de pocos casos me­ diante técnicas más cualitativas . Además, es realista esperar para los próximos añ os un aumento del escepticism o respecto al recurso a la estadística en las ciencias soci ales. De todos modos, co mo en el caso del rechazo de la investigación co mparativa cu antitativa discutido más arriba, no sería bueno que la reacción contra los estudios cuanti­ tativos fuese excesiva . El método comparativo: dos décadas de cambios David Collier 70 . n con un N pequeño, so_ ori.entad � � la investigació d10 u t s e P a ra e l análisis de re lativa istl cas ad tadas al cri s i l a aparición de técn icas esta� ind o z a ch e r ª�in feliz este , . cas ace paruculamente cm mente pocos casos h te las e d o ll rro a emos en el des · . ad?· U n e¡ emplo de el lO lo ten uestreo» (resampling strategtes) rum em r e d s a i . g trate el conocidas como «es . as uti"l"izan la simul ación en , mc tec s a st E · 3) 198 , on r Ef Y • s m te o c . a en (Di ean artificialm · , una muestra reduci"da y cr o de orden ador paruend r des pu és tests esliza rea ue n:as amplía sobre la q un a muestra mucho vencionales ' los. test s. de i erenc. ia de los tests ma, s con . os . A d"f tad,isuc xigencias a ello no viol an las e . .f.icaci·,on estad'isuca que resu ltan de sigm o estan , de los casos, y por lo tant uci. on que debe o· bedece r una d"istn"b an álisis s o l ar se en t"ipos de error que pueden d a m emenos su¡ etos a l os par o d ts pueden ser útiles sob. re to . . as , en con un N ��queñ. o . E stos tes mt st di s para�i. ó n entre nac10ne j orar las estimaciones en l a com geneas . h etero las que las uni· dad�: s;n muy í fuertes y resistentes con_suedidas estad sticas El desarro llo Har twmg, rometedora (H ampel , 1987·' �en mu� ci77 ente mtuy e una v i, tamb", vam ti e l a r o n ) . Estas medidas s � y des­ 1979; Moste ler y ukey, os em xtr e s o tom��os por uno o dos cas munes a los, valores ble ma o pr l e ial ec p ' es n . ar para resolver, e s puev1antes,_ y asi �e P�;den utiliz o ad ult es r os l ue q en el on � n N � equeño ' c on i ac stig ve m a ­ n u de por un u, m. co dato completa nte distors10nados e em v gra r eda u q ¡ den mente equiv_ocado : . s on las ma ble o pr o m s , mi l acen frente a Otra sene de tecmcas que h . > (B oll en Jackman, ! de la reg:� st( os StÍC gnÓ a defin idas como «di ) l cur:o del habi- 1 a de 1985; Jackman, 1987 - S� ,trat :�: atípico de algún ¡ ra e:::�1�;:�:� er: tual análisis de la reg res1on p� distorsiones · m fluyente- ha producido caso -def.imd o co mo aso resió n sobre las ! e ta¡. a de1 di. agnó st ico de la reg · ven en los resultados . La o se puede 1 resistentes es que e1 . � nm er medidas estadísticas fuertes y . · u �es oeficientes de regres 10n J utilizar junto a los _habi; ustrado de ma- ' il o sid ha n ió es r eg r 1a l re El recurso al d1 agnost�co �e nt e es on ci a l e acerca de las r . el recien te de bat e !F· 1 ta en d nera adecuada por . . cci o a p o r , mi·co en Eu • i· smo y crecimiento econo . , cks n eocorpor auv Hi 9; 198 6 7 y 1989· ackman , 198 y es e t a b (L ange f G arrett, 1985, 1 e d e est e d a 8) El p�Jto de partid 1988· Hicks· y P atterson, t:8 · G arret, cuyo modelo -basado .en t· ', ulo mnovador de L nge y el artic ite de m- f . esante «lím . . de1 . o- me luye un int er ªequen p N . . n u on c s i s ,¡· i a un an . , · . , n entre fuerza orgamzauva · _ n�do a captar la relac10 teracc10n » des u ca de la .. ajo y fuerza políti rab t e d o d a c r e m l · movimiento s md1cal en e ;t ! l ·¡ 71 izquierda en la arena electoral y gubernamental. Analizando ese ar­ tículo, Jackman ha utilizado los diagnósticos de la regresión para exa­ minar ciertos casos influyentes que según él han producido una dis­ torsión en los resultados de los dos autores Qackman, 1985 ). En el ámbito de un debate científico que todavía dura, estos autores han planteado conjuntamente un importante problema sustantivo, un alto nivel de conocimiento de un área y de sus casos específicos, la intere­ sante utilización de un modelo estadístico re lati vamente claro, una crítica constructiva basada sobre los dia gnó sticos de la re gres ión y una notabl e producción de conocimient os acumul ativos a través del análisis sucesivo de la misma serie de datos . A sí como el artículo de Campbell y Ross sobre la limitación de la velocidad en Connecticut cons tituye un ej emplo de diseño de la investigación cuasi- experimen­ tal, este debate debería constituir un caso ejemplar de un esfuerzo metodológicamente re finado, llevado a cabo por otros estudios os para resolver un importante problema de investigación en e l ámbito de una inves tigación cuantitativa con un N pe queño . Otro ej emplo posterior de solución simple a un problema com­ plej o, entre los estudios con un N pequ eño, se refiere a los «efectos medios» en el análisis de la regresión. Es bien sabido que los res u lta­ dos de la regresión -la más corriente de las técnicas estadísticas mul­ tivarian tes- cons titu yen una media de la fuerza de las relaciones causales entre todos los casos cons iderados. Para que l os coeficientes producidos por la regresión sean interpretables es necesario que estas relaciones causales sean las mismas, o a l menos sean análogas, para todos los c asos. Sin embargo, Charles Ragin (1987, cap. IV), entre otros, ha afirmado que este asunto no suele tener en cuenta, dada la forma complej a de la causalidad coyuntural, lo que es precisamente el objetivo principal en política comparativa y en sociología compara­ tiva. En to d o caso, es posible enc ontrar soluciones a es te pro blema. John Jack son (1986) lo ha afrontado prop oniendo una té cnica esta­ dística para iden tificar la presencia de efectos heterogéneos. Entre los estudios realizados con un N p e queño, Ruth Berins C ollier (1982) proporciona un claro ejemplo de cómo es posible estimar distintos efectos causales, incluso con pocos casos disponibles, calculando dos ecuaciones distintas de re gresión . En su investigació n sobre la s rela­ ciones entre comportamiento e lectoral y predominio de un partido en los nuevos estados de África tropical ha demostrado que no había ninguna relación estadística en tr e las dos variables en un grupo de 26 David Collier 72 rela�iones positi­ Sin e mbargo, este efecto medio ocultaba las entes a ante­ ondi resp or c vas y negativas entre s1;1bgrupos d� _e� tados dos subcon­ s o l de ado epar _ riores divisiones colo males . El anahsis s educible del d del te en difer te n asta b o ultad es r un a r a lug o di j untos análisis de los 26 casos juntos . est ados. Innovaciones en el estudio de caso alimentaba al gunas _ Cuando Lijphart escribió su artículo en 1 ;�1. e insertar un anahsis de los estudios de dudas sobre la oportunidad d ivo 1 5, pero es una s�erte caso en una evaluación del método comparat del recu_rso al estud10 �e , que se decidiera a hacerlo . Su útil tipolo gía nstrucci o � de una t eo:ia caso en el control de las hipótesis y en la co m strar _ con_i? se podnan prepara el terrero a p osteriores intentos de ? a mvestigacion comp ara l n e y deberían integrar l os estudios de caso tiv a . interesante _entr� l�s S obre este te ma, quizá la contribución más _ C ampbe�l (1975), q:1ien repudia dras_u­ apar ecidas después sea l a de su libro de 1963 escnto camente l a concisa afirmación contemda en e vados a cab o sobre un con S tanl ey y según la cual los es t':dio� _ll ». C amp�ell demuestra, único caso « no tienen ningún valor cientifico son en r�ahdad el f unda­ por el contrario, que los estudios de caso mparativa_, que ofrecen m ent o de gr an parte de la investig ación co lmente se pie�sa p ara fal­ muchas más posibilidades de lo que �orma _ mp o rtantes ales del mv e sugador , '.lue i s ifi c ar l a s hipó t es i s princip caso Y que de os tudi s e as comparaciones están normalmente basad �°: r� n g ? nes . a p os t s e os cit exph o h a cie1:d _ se pue de a prende r muc ho m i e e s o p so ca un a _Ph_cac10nes Además, cu alquier hipótesis relativa do el proc_ediII; ien�o del para muchos aspe ctos del misII;o caso .. U sa� ia de esas implicaciones, pattern matching para descub_nr la exist�n� . ihdades �e c�ntrol de las el investigador puede multiplicar las .Pº�i� se considero como caso hipótesis en el ámbito de lo que al prmcip10 único . r ge (1979) han a cla_ Otros artículos de E ckstein (1975) y de Ge? onducir un e�t�d10_ d e caso ra do posteriormente cómo es p osible rec r ol de las hip otesis. Ade­ a una c o mp aració n más ampl ia y al cont M c Keown (1985) del pro más , l a meditada discusión de George y 1 5 Comunicación personal de Lijphart al autor. El método comparativo: dos décadas de cambios 73 cedimiento del process-tracing -conectado a la moció n de pattern matching de C ampbell- han suministrado una justificación intelec­ tual mucho más clara para uno de los más imp ortantes enfoques en el estud i o de c aso: el que a ñade a l control de las hipó tesis, basado e n la va lo ració n glo bal del c a so , un cui da doso an álisi s de la suce­ sión de los acontecimientos en el ámbito de ese c aso . Así e s que el estudioso tiene la p osibilidad de controlar si la dinámica de l cambio verific ada dentro de un caso singular refleja de manera plausible e l mismo mo delo causal su gerid o por la c onfrontación con otros ca­ sos. En conjun to e st o s artíc ul os, jun t o a la c on tribu ció n de Yin (1984), sistematizan en términos nuevos e l estudio del caso y, por tanto, constit uyen un p recioso punto de referencia para los investi­ gadores comprometi dos en análisis con un N peque ño . Al mismo tiempo, continúa el debate acerca del verdadero papel de los estudios de caso en la construcción y el control de una teoría. Recientemente e ste de bat e h a sido o bj e t o de u n n úm ero esp e cial d e la re vi s ta «World P olitics » 16 centrado en la contribución que aportan los estu­ dios de caso en un sector del análisis de la elección racional es decir la teoría de la amenaza po tencial racional en el terreno de l;s relacio � nes internacionales. En el primer artículo (Achen y S nidal, 1989) se afirma que los estudios de caso utilizados por muchos especialistas de relaciones internacionales no se enfrentan de manera adecuada a los p untos centrales de esta teoría . De este modo se plante a un pro­ blema que quizá ha sido descuidado en el d ebate sobre el método cómparativo : cómo es posible con ectar la preocupación metodoló­ gica de lograr buena s co mparaciones con los te mas clave de investi­ gación definidos por teorías específicas que tienen que ser controla­ das. Achen y Snidal también han destacado el problema del selection bfas en los estudios de caso dentro de la teoría de la amenaza poten­ _ cial, es decir, el problema de que los estudios de caso se suelen con­ centrar en el fracaso de la amenaza potencial, mientras que en reali­ dad l a ame n az a p o te n ci a l fu n c io n a c a si s iempre. A un que los artículos reco gidos en el número de «World P olitics» mencionado no llegan a dar una solución definitiva, considerados en conjunto re­ presentan un primer intento en una dirección que todavía hay que explorar: la reflexión sobre el papel de los estudios de caso en el con16 Me refiero al número especial de la revista World Politics, XII, núm. 2, enero 1989. 74 David Collier trol de una teoría determinad a. En este debate sobre la teoría de la amen aza potencial e s frecuente la te nsión int e lectual ya mencionada más arriba, o se a, la tensión entre investigaciones basadas e n muchos casos y pocas variable s e inve stigaciones orie ntadas a analizar poco s casos en toda su complejidad. Conclusiones El análisis r ealizado hasta ahora nos lleva en dos direcciones. P or una parte, la te ndencia de muchos comparatistas a conside rar sólo pocos casos se ha visto posteriorm ente alentada por diversos factores: la aparición de la cie nci a soci al interpretativa, el éxito de los análisis histórico-comparativos, los avance s de la me todología del estudio de caso, la p ersistente tradición intele ctual e institucional de los e studios de área y de l e stilo de investigación promovido por tale s estudios y, por último, el escepticismo que rodea al análisis estadístico y cuan­ titativo, tanto e ntre los esp ecialistas d el N p equ eño como e ntre al­ gunos e stadísticos. La explicación dada al principio, según la cual el motivo principal del recurso a pocos casos e ra la insuficiencia de re­ cursos, se ha visto así sustituida o flanqueada por la opinión según la cual los problemas d e investigación son de más difícil soluci�n de lo _ que al principio p e nsaban algunos e xpe rtos. Así, muchos mvestl­ gadores consideran poco persuasiva o poco important e la idea de que el análisis con un N p e que ño se a un p aso haci a estudios basados en un análisis e stadístico más refinado. Por otra parte, l as técnicas cuantitativas que utilizan un N relati­ vame nte pe queño permiten a frontar con éxito importante s interro­ gantes ese nciale s. Este enfoque merece una r enovada atención, a la luz de los nuevos tests e stadísticos de qu e se dispone p ara investiga­ ciones con un N peque ño y del éxito ej emplar de estrategias de inves­ tiga ción como las afrontadas en el de bat e entre Lange y Garrett, Jackman, Hicks y Patterson. Si los estudiosos utilizan estas técnicas junto con un bue n análisis cuantitativo, con una buena familiaridad con los estudios d e área y prestando atención al contexto, e ntonces pueden llegar a demostrar que los aspectos de ducidos de los estu dios d e caso y de una investigación comparativa más cualitativa pueden, a fin de cue ntas, constituir avances posteriore s en la dirección del análi­ sis estadístico. Estas dos tende ncias intelectuales te ndrán una continuación, y •.· El método comparativo: dos décadas de cambios 75 q uizá el principal interrogant e se re fiere al modo en que podrán re la­ cionarse e ntre sí. L a tradición d e investigación sobre la Europa oc­ cid ental e s un modelo alentador, dado que la s conclusiones de los comparatistas cuantitativos -Cameron, Hibbs, Lange y Garrett, Schmitt e r, Wilensky y muchos otros- constituy e n un constante punto de refere ncia para los qu e e studian Europa occidental recu­ rriendo a otros e nfoqu es. En e l s ector d e los estudios sobre América Latina, en cambio, la inve stigación comparativa de tipo cuantitativo goza de una consideración inferior por parte de la mayoría de los es­ tudiosos. Sin e mbargo, pre cisamente la pre sión cruzada que caracte­ riz a la tradición de e studios sobr e Europa occide ntal, e n definitiva puede da� los me jores frutos. Si l a comunicación r ecíproca es buena, los �sp�cialistas en países concretos y los e xpe rtos en comparación cualitativa con un N p equeño impulsarán a los comparatistas con un _ enfoq� e cuant:_ ta:1vo Y un análisis conte xtualizado más cuidadoso; y _ _ , _ mc1taran a los e spe cialistas e n países concretos y a los estos ulumos expertos �n ?omparación cualitativa hacia una mayor siste matización . en la �ed1c10n y en el control de las hipótesis. Así pues, en el ámbito _ de! metodo comparativo un obj e tivo crucial deberá ser el mante ner abierto este canal de comunicación. L� otra �p�ión imp�rt�nte que tienen ant e sí los comparatistas, , tamb1 en �efm1ble e n termmos de compl e men tariedad, se refiere a los estud10sos qu� hac e n inv�s:i?acion e s cualitativ as con pocos ca­ s o s. Un a alternativa, la trad1c10n d e los estudios de caso, ha su­ _ pu e sto t�portant e s progr e sos e n términos de codificación de los . proced1m1e ntos; a�í, s e h a ac eptado ampliamente la idea de que los _ estud10s � e caso sigu en si e ndo la piedra angular d e la investigación co mparativa. �a otra alternativa, el análisis sistemático de un número de casos relativam ente ��ducido, sigue, naturalm ente, en el punto donde es­ taba cuando L�¡p hart �omenzó el debate, hace veinte años. Lijphart ento?ces �are c�a s �ger�r qu � esta alt ernativa era una m era etapa inter­ . media hacia anah s1s mas refmados. En los siguie ntes años, en cambio, _ esta _ altern ativa se ha reforzado mucho; así, la comparación sistemá­ tica de 3/10 casos (a vece s alguno más) es un tipo d e investigación im­ p orta�te )'. frecue nte. Hoy el mét odo comparativo, en el sentido de l a invest 1gac1ón co� un ;educido número de casos, juega un papel im.­ _ �ortante , Y. la aphcac1on de e ste tipo de análisis sólo se pue de mejorar s1 los estud�osos ll e v an a cabo esas con e xiones con otros métodos que hemos analizado e n e ste artículo. !··