SERGIO CESARATTO •* i CONOCIMIENTOS NECESARIOS PARA ENTENDER LA CRISIS MÁS LARGA (Y CÓMO SALIR DE ELLA) UNIVERSIDAD NACIONAL DE M ORENO # Seis clases sobre economía Conocimientos necesarios para entender la crisis más larga (y cómo salir de ella) Sergio CESARATTO UNIVERSIDAD NACIONAL DE MORENO R e c to r H ugo O. A N D R A D E V ic e rre c to r M anuel L. G Ó M E Z S e cre ta ria a ca d é m ic a R oxana S. C A R ELLI S e cre ta ria de In v estig ació n , V in cu la ció n T e cn o ló g ica y R e la cio n e s In tern acio n ales A driana M . del H. S Á N C H E Z S e cre ta ria de E x te n sió n U n iv ersitaria A lejandro A. O T E R O a/c S e cre ta ria de A d m in istra ció n Graciela C. HA GE S e cre ta rio L egal y T é cn ico G uillerm o E. C O N Y S e cre ta rio G eneral A lejandro A. O T E R O C o n sejo su p erio r Autoridades: H ugo O. A N D R A D E M anuel L. G Ó M E Z Jorge L. E T C H A R R Á N Pablo A. TAVILLA R o b erto C. M A R A F IO T I C onsejeros Claustro docente: M . B eatriz A R IA S A driana A. M . S P E R A N Z A C ristinaV L IV ITSA N O S (s) A driana M . del H. S Á N C H E Z (s) C lau stro estudiantil Lucía E. F E R N A N D E Z Cecilia B. Q U IR O G A C lau stro n o d o ce n te Carlos F. DAD D A R IO Seis clases sobre economía Conocimientos necesarios para entender la crisis más larga (y cómo salir de ella) Sergio CESARATTO filli) m m W ' u n iv e r s id a d NACIONAL DE MORENO Cesaratto, Sergio Seis clases sobre economía : conocimientos necesarios para entender la crisis más larga y cómo salir de ella / Sergio Cesaratto. - la ed . - Moreno : UNM Editora, 2018. 332 p. ; 21 x 13 cm. - (Biblioteca de economía) Traducción de: María Emilia Pandolfi. ISBN 978-987-3700-94-1 1. Economía. I. Pandolfi, María Emilia , trad. II. Título. CDD 330 Departamento de Economía y Administración Director-Decano: Pablo A.TAVILLA Colección: Biblioteca de Economía Directores: Pablo A.TAVILLA y Alejandro L. ROBBA. la. edición: diciembre 2018 500 ejemplares © U N M Editora, 2018 Av. Bartolomé Mitre 1891, Moreno (B17440HC), prov. de Buenos Aires, Argentina (+54 237) 425-1619/1786, (+54 237) 460-1309, (+54 237) 462-8629, (+54 237) 466-1529/4530/7186, (+54 237) 488-3147/3151/3473 Interno: 154 unmeditora@ unm.edu.ar http:// www.facebook.com/unmeditora/ http://www.unmeditora.unm.edu.ar/ ISBN (edición impresa): 978-987-3700-94-1 Imagen de tapa: “Los recaudadores de impuestos”, MarinusVan Reymerswaele, 1492 Traducción: María E. PANDOLFI Corrección: Alejandro FIO R ITO y Enrique N. ASCHIERI Título original: Sei lezioni di economia. Conoscenze necessarie per capire la crisi più lunga (e come uscirne) Universitario Argentino M iembros honorarios: Hugo O. ANDRADE Manuel L. GÓM EZ Departam ento de Asuntos Editoriales Pablo N. PENELA StafF: Sebastián D. HERM OSA ACUÑA Hugo R. GALIANO Cristina V. LIVITSANOS Area Supervisión y Corrección: Gisela CO G O D iseño de interior: Josefina DARRIBA (Ja! Design) Edición originai: ISBN: 978-88-6830507-9 © IM PRIM ATUR SRL, 2016 Via Emillia all“Angelo, 7 - 42124 Reggio Emilia RE, Italia http/www.imprimatureditore.it/ « UNM Editora Consejo Editorial M iembros ejecutivos: Alejandro A. OTERO (presidente) Roxana S. CARELLI Adriana M. del H. SÁNCHEZ Jorge L. E TC H A R PJÍN Pablo A.TAVILLA Roberto C. M ARAFIOTI L. Osvaldo G IR A RD IN Pablo E. COLL Juan A.VIGO DEANDREIS Florencia M EDICI Adriana A. M. SPEPJ\.NZA María de los Ángeles M ARTINI / f e d Este libro se terminó de imprimir en diciembre en OFINSUM OS SA,Tucumán 978 I o P. CABA Libro de edición argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida su reproducción total o parcial i t o UNIVERSIDADNACIONAL DEMORENO jfr rJ díiSfmÜES Notas al lector Sei lezioni di economía. Conoscenze necessarie per capire la crisi piu lunga (e come uscirne), del economista italiano Sergio Cesaratto es un trabajo publicado en 2016, en un contexto de decadencia y empobrecimiento de su país, tras años de experimentos monetaristas, de ajuste fiscal, y de reformas de todo orden, en nombre de la búsqueda de la confianza de los inversores y la convergencia europea. La persistencia de estas recetas, pese a su evidente fracaso y creciente desamino colectivo, tienen sustento en la ortodoxia marginalista dominante en todas las académicas económicas del mundo. Es por ello que esta realidad ha sido especialmente estimulante para un redescubrimiento de Keynes y de la crítica analítica del pensamiento neoclásico del no menos singular Piero Sraífa, al que no es ajena la comunidad universitaria local. En este sentido, ofrecer este trabajo al público argentino o lecto­ res en general, pero en particular, a la comunidad académica de los economistas y decisores públicos en materia de política económica nuestros y en este preciso momento, no merece mayor explicación de su fundamento.Y si bien, aunque la base de estas lecciones están destinadas a comprender la crisis europea y a criticar las políticas económicas neoliberales, especialmente monetarias y de ajuste fiscal, adoptadas desde 2008; en nuestra opinión, nos ofrece un marco rigu­ roso de reflexiones y aportes para comprender la crisis económica actual de nuestro país y la gravedad de los problemas a enfrentar. Se trata de una obra que claramente se inscribe en la propuesta académica de la carrera de Licenciatura en Economía de la U N M , al invitar al debate y a la reflexión, a partir del reconocimiento de la diversidad de enfoques teóricos en la disciplina económica, al incorporar corrientes heterodoxas y alternativas al pensamiento del mainstream, y promoviendo de esta forma, una aproximación a la realidad económica y social más apropiada para enfrentar los desafíos del presente y de un país periférico y en vías de desarrollo como la Argentina. En definitiva, nos alienta la pretensión de abordar la inteligibilidad de la realidad, no tan solo para poder pensarla y desentrañar sus leyes y lógicas, sino para coadyuvar a cambiarla positivamente en una praxis transformadora que favorezca las condiciones necesarias para el desa­ rrollo económico e integración social de nuestro pueblo. Es por todo ello que la publicación de este trabajo del Prof. Cesaratto resulta de especial interés para las Areas de Desarrollo Económico y de Política Fiscal del Departamento de Economía y Administración de la U N M , en particular para sus estudiantes, dado su valioso aporte para identificar los problemas y límites que enfrenta la economía actual. Moreno, Noviembre de 2018 Hugo O. A N D RJ\D E R ector1 UNIVERSIDAD NACIONAL DE M O R E N O 1 Profesor de Gestión Presupuestaria y Finanzas Públicas de la carrera de Licenciatura en Economía de la UNM La llegada de un libro de economía inicial que no provenga de la ortodoxia marginalista es siempre un gran motivo de celebración académica y científica. Que además se haya traducido al español, es doblemente feliz dado que para la región, aún hoy el idioma es un filtro importante. Permite ampliar su llegada al mundo hispanoparlante para comenzar a difundir una visión alternativa en un mundo con presencia omnímoda de los manuales de economía marginalista. En definitiva permite posicionarse mejor para disputar los conteni­ dos convencionales curriculares desde los conceptos básicos y desde el inicio de la carrera de econom ía... “antes que se vuelvan profeso­ res” como sentenciaba sabiamente Joan Robinson en 1953. Y hay que remarcar la importancia de que sea un libro inicial de economía anclado en la visión clásica del excedente. Es al día de hoy y sin exagerar, tanto o más importante que uno destinado a temas avanzados: marca una diferencia profunda en la posibilidad de formar un núcleo crítico de economistas que puedan pensar la sociedad desde otra visión económica y política. Que logren instalar proble­ mas ignorados en la corriente principal económica. Que puedan, en definitiva, argumentar y dar diagnósticos desde la teoría econó­ mica sin que “los manden a estudiar economía” o que meramente se descarten con el mote de “populista”. El libro de Cesaratto parte de una visión clásica del excedente (surplus approach) que es el otro filón teórico troncal frente al otro marginalista. Cronológicamente anterior al marginalismo (1870) la teoría clásica de los precios fue convertida y confundida por la litera­ tura económica vulgar de esa época, a partir de autores que sin solu­ ción de continuidad cambiaron los modelos originales de Ricardo con tierra y trabajo por otros de capital y trabajo.Tan es así que se terminó asignando tanto a Smith como a Ricardo planteos impro­ pios y causalidades teóricas marginalistas sin evidencia textual. El resultado de esta mistificación teórica “neoclásica” la descubre Piero Sraffa2 no sin sorpresa. De hecho en 1927 comienza un giro teórico hacia la reivindicación de la teoría del excedente que culmi­ nará luego de casi 30 años de profundos y esforzados estudios en 1960, con su obra principal “Producción de mercancías por medio de Mercancías”. En todos esos años las únicas personas de consulta fueron dos matemáticos3. Su evolución intelectual lo terminó llevando a la reivindicación de Marx dentro de esa teoría del exce­ dente con la resolución del problema de los precios de producción resueltos simultáneamente con la tasa de ganancia. Dicha obra repercutió en un doble movimiento: por el lado crítico finalizar un debate con la visión marginalista, mostrando que no puede hablarse de una “cantidad de capital” sin conocer exógenamente la distribución del ingreso Garegnani (1987)4.Por el otro lado, demostrar que existe otra teoría para la deducción de los precios relativos y la tasa de ganancia y así habilitar un desarrollo propositivo de lógica coherente que continúe con los autores clásicos del siglo XIX para explicar la economía política con pertinencia empírica. Al ser la clásica, una teoría general (deductiva) de los precios, sirve de fundamento alternativo al marginalismo. Otros posibles cierres teóricos compatibles como el principio de la demanda efectiva en el largo plazo con base en la obra de Keynes y Kalecki forman ya parte de su teoría de la acumulación de los economistas clásicos contem ­ poráneos. Garegnani (1962). O bien la monetaria con base en el cartalismo de Abba Lerner, etc. Al ser un sistema abierto puede incorporar “hechos estilizados” que suelen ser ignorados o mistificados causalmente por un ecumé­ nico principio de sustitución factorial convencional. Fuera de esto se encuentra la visión convencional con el principio de sustitución 2 “Producción de Mercancías por medio de Mercancías” (1960), Editorial Oikos 3 Frank Ramsey y A.S. Besicovitch 4 Quantity of Capital en “New Palgrave a Dictionary in Economics” Vol 4 (1987), MacMülan Publishers Ltd factorial que es la columna vertebral del pensamiento marginalista dominante. La teoría del excedente en que se basa la explicación de los precios y la distribución clásica (y no por “oferta y demanda”), junto al princi­ pio de la demanda efectiva conforman una explicación coherente y abierta de la macroeconomía a la determinación histórica y social de la distribución del ingreso. El enfoque clásico-keynesiano adquiere relevancia al ser un cierre del sistema clásico que de esa manera destierra la ley de Say presente los marginalistas hasta la actualidad.5 En suma este es un valioso libro de divulgación de fácil lectura que ayuda al debate de ideas en economía desde los hombros de gigantes del pensamiento económico como Piero Sraífa y Pierangelo Garegnani, y que se abre ahora para estudiantes y profesores de economía como también para legos en la materia con la traducción de la U N M al español. Moreno, Octubre de 2018 Alejandro FIO R IT O b Docente ordinario del Departamento de Economía y Administración UNIVERSIDAD NACIONAL DE M O R E N O 5 Si bien en Ricardo también asumió la ley de Say en que la oferta genera su propia demanda, no supone la consideración de la existencia de pleno empleo del trabajo como situación normal. 6 Profesor de Política Económica Argentina de la carrera de Licenciatura en Economía de la U N M Introducción del autor a la edición argentina Este libro nació en un momento histórico particular para Italia. La elevada tasa de desarrollo económico después de la Segunda Guerra Mundial fue decolorándose durante décadas hasta la reciente crisis europea y las posteriores y absurdas políticas adoptadas que han dejado al país empobrecido, desanimado, envejecido y no sólo en un sentido demográfico. Sin embargo, estos años de crisis han esti­ mulado a miles de personas, especialmente a los jóvenes, a intentar comprender las razones económicas de la crisis y las políticas adop­ tadas. En resumen, fueron los años de un redescubrimiento masivo de Keynes. Esta conciencia masiva se ha extendido, por supuesto, a través de redes sociales y blogs. La difusión de las ideas de la teoría monetaria moderna (descrita en la cuarta lección) ha contribuido a esta realización, así como libros y blogs Alberto Bagnai, profesor de economía y ahora presidente de la Comisión de Presupuesto del Senado. La popular obra de economistas heterodoxos como yo se ha intensificado desde 2009. El peligro fue, sin embargo, que la difu­ sión de análisis económico keynesiano, si bien es importante para la crítica de las políticas económicas monetaristas que prevalecen en Europa, no fue acompañada de una comprensión más profunda de la crítica de la economía política dominante que los economistas hete­ rodoxos han venido realizando durante varias décadas, incluso inde­ pendientemente de las lecciones keynesianas. El análisis económico heterodoxo, aunque sea minoritario, es muy complejo. En su campo, me parece que la escuela más rigurosa y completa es la que se refiere a la lección de Piero Sraífa. El rigor de Sraífa es legendario, y su huella permanece en la escuela. La exhaustividad viene del hecho de que el ajuste sraffiano proporciona, en sus pars destruens, una crítica analítica completa de análisis neoclásico (marginal o como preferimos decir) dominante, mientras que en sus pars construens ofrece tanto una teoría de los precios y la distri­ bución del ingreso alternativa al dominante, que un análisis de la determinación del nivel y crecimiento del ingreso que perfecciona al keynesiano. Por lo tanto, las tres primeras lecciones están destinadas a presentar este enfoque en términos accesibles. El objetivo final del libro, sin embargo,sigue siendo proporcionarse las herramientas para compren­ der la crisis europea y criticar las políticas económicas relacionadas. Estas herramientas se pueden usar naturalmente en otros contextos regionales. A través de la cuarta lección dedicada a la moneda, y en particular a su concepción “endógena” que comparte herejes econo­ mistas y banqueros centrales, uno se acerca a las políticas econó­ micas, especialmente monetarias, adoptadas en Europa desde 2008. Las políticas monetarias eran el único concretamente activado en la Unión M onetaria Europea para contrarrestar la crisis, aunque con un retraso significativo compensado posteriormente por el activismo de Draghi. La política fiscal en su lugar se ha pronunciado en contra. Por lo tanto, las dos últimas lecciones están destinadas a hacer acce­ sibles los principales eventos que han afectado a la U nión M oneta­ ria Europea, y las razones que hacen que sea difícil pronosticar un cambio serio en la dirección keynesiana del viejo continente. El libro tuvo un excelente resultado en el mercado, con tres reimpresiones (hasta ahora) y una edición económica programada para el próximo año. ¿Qué ha cambiado en la situación europea desde su publicación en septiembre de 2016? La previsión de una reacción populista a déca­ das de políticas neoliberales se ha hecho realidad, en Europa con el Brexit y la victoria en las elecciones italianas de M ovimento Cinque Stelle y Lega; en los Estados Unidos con la victoria de Trump. He definido “El momento Polanyi” a estos eventos (una expresión que fue muy apreciada por mi amigo español Manolo Monedero, gran intelectual y diputado de Podemos)7. Sin embargo, como en 7 https://www.cuartopoder.es/ideas/2016/11 /0 9 /el-triunfo-de-trump-el/535/ las expectativas de Polanyi, no ha sido la izquierda la que lideró la protesta electoral, sino la derecha. La izquierda italiana - pero también en los otros países - se ve cada vez más débil, por otro lado está divi­ dida entre los sectores que adhieren a los ideales del internaciona­ lismo y el cosmopolitismo, y que, sin negar esos ideales, ha redescu­ bierto la importancia de la soberanía nacional como defensa de la democracia popular. Mi maestro en esto es Massimo Pivetti que ya en tiempos muy difíciles había denunciado el diseño europeo como la sustracción de los instrumentos de política económica para los países individuales, y por lo tanto como el vaciamiento del conflicto distributivo y por lo tanto de la democracia. Pensar en una democracia supranacional entre países muy diferentes, en prim er lugar económicamente, significa apoyar este plan liberal. Nos guste o no, incluso las clases trabajadoras de países con diferen­ tes niveles de desarrollo no están dispuestas a compartir su bienestar. La derecha ha entendido esto y lo explota en su beneficio (que no coincide con los intereses de las clases populares). La izquierda tradi­ cional no lo ha entendido y predica la solidaridad sin apoyo de la gente, y eso hace que sea impopular y la expone a la acusación de sel­ la expresión de élite cosmopolita. Desde el lanzamiento del Quantitatwe Easing la economía europea ha visto una fase de recuperación, pero con diferencias significativas entre países. Italia fue en particular la última en recuperarse. Más fiel que otros países al rigor fiscal, Italia necesitaría una fuerte reactivación de la demanda interna. Esto sería posible, como argu­ mento en mi nuevo libro8, si el Banco Central Europeo asegurara su pleno apoyo a los bonos italianos, bajando el rendimiento a niveles de los alemanes, lo que permitiría un déficit moderado de la política de gasto sin agravar la ya elevada proporción deuda pública / PIB. Sin la capacidad de devaluar su moneda, también sería necesario 8 Cesaratto, S. (2018), C H I N O N R ISP E TTA LE R EG O LE? Italia e Germania, le doppie morali delVeuro, Imprimatur, Reggio Emilia. Italia una fuerte expansión europea tirada por Alemania. Lamenta­ blemente Berlín en cambio, ha intensificado sus políticas restricti­ vas, incluso logrando superávits fiscales, mientras que su superávit de balanza de pagos alcanzó niveles grotescos (utilizando el adjetivo utilizado a este respecto en los años cincuenta por un comentarista), desencadenando la comprensible ira de Donald Trump. Mientras tanto, el presidente francés, Macron, hizo tímidas propuestas para la reforma de la zona euro, a lo que se opuso Alemania. El compromiso actual consiste solamente en un ajuste de las normas fiscales. Italia, obviamente tiene una posición de rechazo. Mientras escribo, el nuevo gobierno italiano (M5S más Liga) está esquizofré­ nico entre las garantías que pretende otorgar a Europa de las finan­ zas públicas, y las costosas promesas de campaña electoral, también esquizofrénicas: la M5S aboga por el “ingreso ciudadano” y la liga por el “impuesto fijo”. Aunque los economistas críticos en la Europa monetaria tienen importantes cargos ministeriales, este gobierno aún no ha presen­ tado ningún plan alternativo a los franco-alemanes, aunque su popu­ laridad ha crecido, por las medidas anti-inmigratorias de la Liga. La izquierda está cayendo en la trampa de oponerse al gobierno en este tema, lo que lo hace aún más impopular, en lugar de presionarlo sobre cuestiones económicas y sociales. Con el fin del Quantitative Easing y el reemplazo de Draghi, el próximo año Italia corre un gran riesgo. Pero la izquierda, en lugar de desafiar a Europa presionando al gobierno contra una oposición orgánica a las políticas europeas, parece animar a Bruselas. Serían tiempos interesantes, si sucedieran en otro país y no en el propio. Los amigos argentinos me entienden muy bien. Rom a, agosto de 2018 Sergio CESARATTO Seis clases sobre economía Indice r Introducción........................................................................................... La economía: rigor y política......................................................... ¿A quién tenemos en la primera hora?........................................ Guía bibliográfica.............................................................................. 21 21 28 33 ................................................. 1.El excedente clásico................................................................... 2..Surplus in the Sky with Diam ond.......................................... 3. Del Neolítico a Scháuble......................................................... 4. El Minotauro global y el europeo........................................... 5.Adam Smith, el liberal hereje................................................... 6..El precio de la lucha de clases................................................. 7. Ricardo el abrelatas.................................................................... 8. Ricardo el agrimensor.............................................................. 9. Ricardo el laborista.................................................................... 10. Ricardo el criminal..................................................................... 11. Ricardo el anti-keynesiano....................................................... 12. Marx el ricardiano....................................................................... 13. La teoría del valor-trabajo trabaja mal................................... 14. Sraffa el simultáneo.................................................................... 15. Los huérfanos del valor-trabajo................................................ 16. Marx en crisis.............................................................................. 17. El proletariado no tiene nación.............................................. Guía bibliográfica.............................................................................. 37 37 38 42 45 46 52 54 58 59 60 61 64 68 71 74 75 78 80 Primera clase. L a teoría del excedente ................................................. 85 1. La parábola de la economía crítica........................................ 85 2. Marginal, es más, dom inante................................................... 88 3. Demandas útiles y curvas seductoras..................................... 88 4. Ofertas de utilidad negativa y curvas rígidas....................... 92 5. A cada cual lo suyo..................................................................... 95 6. El mejor de los mundos es posible........................................ 100 7. El papel marginal de la m oneda............................................. 103 Segunda clase. L a economía marginal 17 Sergio CESARATTO 8. La pequeña historia de Friedman..............................................107 9.Tira y afloja.....................................................................................110 10. Los dos desafíos del marginalismo.............................................113 11. ¿Hacia dónde vam os?...................................................................118 Guía bibliográfica................................................................................119 Tercera clase. L a Teoría General de Keynes cumple ochenta años: ¿es poco o m u cho? ............................................................................... ... 123 1. Keynes, uno y trino................................................................... ...123 2. Keynes el copernicano............................................................. ...125 3. Explícamelo de nuevo G ardner............................................. ...127 4. El huevo o la gallina.....................................................................128 5. Keynes el evangélico....................................................................130 6. Repercusiones de la política económica ...............................136 7. Keynes el deprim ido....................................................................141 8. Keynes en la tram pa.....................................................................143 9. Keynes el reabsorbido...................................................................148 Anexo: De panes y de peces..............................................................150 Guía bibliográfica................................................................................151 ................................. 155 1.Ese oscuro objeto del deseo........................................................155 2..Los bancos crean los depósitos...................................................159 3. Keynes el endógeno.....................................................................163 4. Abramos la mente y hagamos un balance...............................168 5. La restricción externa...................................................................171 6. La importación no im porta........................................................173 7. Hagamos las cuentas.....................................................................178 8. U n mundo de deudas (buffi)................................................... ...184 9. El peor de los dos mundos..........................................................188 10. ¿Los países monetariamente soberanos pueden sortear la restricción?................................................................................192 Guía bibliográfica................................................................................198 Cuarta clase. L a moneda y la restricción ex tern a 18 Seis clases sobre economía ....................................................203 1.Las oportunidades desaprovechadas...........................................203 2..La pequeña Italia A rgentina.........................................................207 3. El compromiso histórico......................................................... ....212 4. La angustia del '7 7 .........................................................................213 5. El golpe blanco...............................................................................214 6. La trampa..........................................................................................216 7. Una crisis sudamericana...............................................................219 8. El ciclo de Eventos desafortunados...........................................219 9. Mario N intendo........................................................................ ....227 10. El mercantilismo m onetario.........................................................231 11. ¿Puede cambiar Europa?...............................................................236 Guía bibliográfica.................................................................................239 Quinta dase. Luí coyuntura más larga ................................................. ....247 1. U n banco central no convencional...........................................247 2. Las tasas en el pasillo.....................................................................248 3. La Santa Bárbara no convencional: 2008-2009.................. ....254 4. Hipocresía, problemas y artimañas monetarias: 2010-2011................................................................................... ....259 5. Aumenta la acronimia: 2012-2013 ........................................ ....263 6. El arcano de TA R G ET2...............................................................266 7. El significado de la austeridad.....................................................269 8. Dragón of last resort......................................................................272 9. La deflación histérica: 2014 .........................................................274 10. Esperando el QEdot: 2015-2016................................................276 11. Fantasías cuantitativas.....................................................................278 12. C h€rnobyl................................................................................... ....291 Sexta clase. E l caballo de Dragonball ...........................................................295 A l. El dinero va y viene......................................................................296 A2. El M eno en crecida......................................................................300 A3. Hacia el infinito y más allá..........................................................308 A nexo B : E l extraño caso de T A R G E T 2 ............................................311 B l. Cóm o funciona......................................................................... ....311 A nexo A : E l organillo de D raglii 19 Sergio CESARATTO B2. La controversia.................................................................................316 Guía bibliográfica..................................................................................321 Epílogo............................................................................................... ......325 Ultimos retazos de bibliografía...........................................................326 20 Seis clases sobre economía Introducción Si bien no todo está correcto casi tiada está equivocado1 LA ECONOMÍA: RIGOR Y POLÍTICA El propósito de estas clases responde a una simple pregunta: “¿Qué debería saber de economía una persona, un ciudadano comprome­ tido, que disfrute tener un libro entre sus manos?” Sin duda las clases están destinadas también, a aquellos estudiantes de economía y de otras disciplinas que ya están cansados de la enseñanza convencional 0 a los que se acercan por simple curiosidad.Y ciertamente, también a muchos periodistas y a todos aquellos que se las saben todas de política pero después se atajan diciendo: “¿Sabe una cosa? Yo de economía nunca entendí nada”. Pero sobre todo, este libro se dirige a esos millones de jóvenes y de no tan jóvenes que en estos años difíciles se han arremangado y se han puesto manos a la obra para intentar derribar la montaña de mentiras en la que nos vimos sumer­ gidos; es, en prim er lugar, “la misma Europa quien nos lo exige”. Entre ellos me gustaría convencer a los amigos queridos de la Moderti Monetary Theory (MMT) que la economía heterodoxa es algo mucho más amplio, y que nosotros los italianos podemos mirarla con cierto orgullo. En realidad la economía no presenta grandes obstáculos a la entrada, y los tecnicismos matemáticos con los cuales a menudo se envuelve cumplen precisamente la tarea de intimidar a la gente, haciéndola sentir incapaz y manteniéndola lejos de verdades (o mentiras) que, en el fondo, son muy simples de entender. La cultura y la contra­ información son molestas para el poder. M ejor dar a los ciudada­ nos la impresión de que ciertas afirmaciones que escuchamos de los políticos se fundamentan en misterios incognoscibles para la gente común, enigmas administrados por esos modernos brujos o sacerdo­ 1 Tomado de la canción de Fabrizio De André “II bombarolo” https://www.youtube.com/ watch?v=49H lmxYIV3M 21 Sergio CESARATTO tes a quienes llamamos economistas. Nosotros veremos en cambio cómo, por ejemplo, todo el análisis económico dominante consiste en un núcleo que no es tan difícil comprender, cuyas bases fueron sentadas a finales del siglo XIX y que se transmitieron sin alterar hasta nuestros días. Dos valientes economistas, Aldo Barba y Giancarlo De Vivo, compararon al economista ortodoxo con el pez rojo que, según algunos estudios, vive feliz en su pecera porque su m em o­ ria dura tan solo unos pocos segundos, y que en cada vuelta, ¡zas!, un nuevo aleteo y de vuelta a descubrir un mundo nuevo. N o sé si esto es cierto para el simpático animalito, pero verdaderamente lo es para el economista conservador que nos proporciona recetas antiguas, de hace un siglo y medio atrás, presentándolas como si fueran hoy la frontera de la ciencia. Pero que no les parezca paradójico que lo que les propongo como alternativa tenga antecedentes intelectuales más antiguos aún, en el pensamiento de los “economistas clásicos” de finales del siglo XVIII y principios del XIX. En esta época, los deba­ tes económicos consistían en razonamientos y disputas desenvueltas entre las personas entendidas de política y de cultura. Marx tenía una opinión altamente positiva de estas personas, y él mismo consideraba de una importancia primaria, por motivos evidentes, la actividad de divulgación científica de la economía entre las clases populares. No cabe duda, naturalmente, que hay en el análisis económico de cualquier orientación, aspectos complejos que requieren de métodos matemáticos más o menos sofisticados. Pero asimismo es verdad que cada persona medianamente informada y acostumbrada a hacer una buena lectura de la realidad puede, independientemente del grado y materia de sus estudios, apropiarse del núcleo de los análisis econó­ micos, y es más, debería ser invitada a hacerlo como buena ciuda­ dana consciente. ¿De qué se discute en política, después de todo? De “cuore e denari”2, como en la simpática transmisión matutina de Radio 24, o más precisamente de economía y derechos civiles. Ahora 2 NT: Cuore e denari era un programa de radio sobre economía y medicina, en el que los temas eran llevados a la actualidad y trasladados a la vida cotidiana. La frase del autor alude a que en política se discute, generalmente, sobre “corazón y denarios”, o sea sobre economía y cuestiones vinculadas a nuestra vida cotidiana. 22 Seis clases sobre economía Europa nos deja discutir solamente sobre los segundos. Razón de más para ocuparnos de la primera. Economía y política, entonces. Profesor, pero ¿si la economía es una clave para la política (y viceversa), esta debe de considerarse una ciencia o no? Buena pregunta. Alfred Marshall (1842-1924), uno de los funda­ dores de la teoría dominante, introduce la extraña criatura de la empresa representativa, y temo que usted como lector representativo me hará muchas preguntas durante el curso de estas clases. Distingamos dos aspectos de esta cuestión que se plantea. En prim er lugar, muchos fenómenos económicos tienen una manifestación cuantitativa. Hablamos de precios, cantidades produ­ cidas, réditos, inversiones, ahorros, etc. Esta manifestación numérica invita no solo a la cuantificación estadística de los fenómenos, sino también a la representación de sus interacciones a través de modelos lógico-matemáticos más o menos complejos. Las cuentas tienen que cerrar, como dice un viejo amigo mío. No hay duda de que esto otorga a la economía un cierto rigor analítico, un hábito de enla­ zar en el razonamiento las causas a sus consecuencias. Tantas veces, conversando, alguien me ha dicho: se nota que usted es economista. Esto me gusta de la economía: rigor en el razonamiento y política. Pero está claro que la matemática no lo es todo en la economía (¡al contrario!) y que el verdadero placer de esta disciplina se encuentra, sobretodo, en el razonamiento verbal convincente. La célebre suge­ rencia de Marshall es la de utilizar a la matemática como notación abreviada y como instrumento de control para el razonamiento, pero no como una herramienta de búsqueda o como un fin en sí misma; su propuesta es la de traducir a la propia lengua (de manera práctica) los resultados de la investigación, verificando, finalmente, su coin­ cidencia con los hechos reales. A Marshall le preocupaba especial­ mente la penetración cultural de la teoría dominante, y por lo tanto, el hecho de que esta pudiera ser comprensible y estar relacionada a la realidad. Su propuesta metodológica, en cualquiera de estos casos tenía sentido. 23 Sergio CESARATTO En segundo lugar, las relaciones cuantitativas que se estudian en economía no son meras interacciones entre números, sino más bien manifestaciones de las relaciones entre individuos, grupos socia­ les, instituciones, y de la evolución histórica de estas relaciones. El valor es una relación entre un productor y un consumidor; el salario expresa una relación entre empresarios y trabajadores; la balanza de pagos manifiesta una relación entre países, y así sucesivamente. Decidir si el análisis debe partir del individuo o de los grupos sociales, y de qué grupos sociales en específico, depende de la teoría que adoptemos. El abecé de la filosofía de la ciencia nos advierte sobre el hecho de que nosotros interpretamos la realidad a través del prisma de una cierta teoría, inclusive aunque no nos demos cuenta. La teoría propia de los economistas clásicos y de Marx los llevaba a hablar de clases sociales, es decir, a agrupar a los individuos sobre la base de las relaciones de propiedad: la clase de los terratenientes poseedores de la tierra, los capitalistas propietarios de los medios de producción, los trabajadores poseedores únicamente de su fuerza de trabajo. La economía “m oderna” parte del individuo o quizás de los grupos sociales, definidos en base a la utilización de sus réditos (como consumidores y como ahorristas), aunque después no pueda evitar referirse a las clases sociales en el sentido de los Clásicos, agrupando a los individuos sobre la base del rédito percibido (por ejemplo los traba­ jadores asalariados y los capitalistas beneficiarios de las ganancias). Una vez introducida la distribución de la renta entre las clases sociales, la economía se transforma en política, y en política, reto­ mando una simplificación anterior, se discute sobre dos cosas: sobre cómo repartirse la torta de lo que se produjo (y tal vez cómo hacerla crecer) y qué hacer con los derechos civiles. La teoría actualmente dominante busca, en realidad, suprimir el tema político de la econo­ mía hablando de distribución natural del rédito, entendiendo con esto que hay leyes económicas que indican con precisión qué porción de la torta debe ir a los trabajadores y cuál a los capitalistas (y categorías afines). Hay una subdivisión “natural” de la torta: a cada cual lo suyo y fin de la historia. De esta manera, la política terminaría por tener que ocuparse solamente de los derechos civiles. U n ejemplo son los 24 Seis clases sobre economía radicales italianos, un pequeño pero influyente grupo político, según el cual la economía debería ser dejada a las leyes del mercado sin interferencias, mientras “la iniciativa radical” esta dirigida totalmente a las batallas de los derechos individuales. En realidad, otras fuerzas políticas han utilizado también, en ciertas ocasiones, el tema de las luchas civiles para esconder la incapacidad o la impotencia de reaccionar en el terreno económico, en particular desde que nuestro país ha perdido la soberanía democrática sobre las decisiones en política económica con el ingreso al euro. Pero no nos anticipemos tanto. Resumiendo, las relaciones sociales y las decisiones políticas se manifiestan en economía (frecuentemente) a través de relaciones cuantitativas de naturaleza lógico-matemática. Si por un lado esto hace al discurso económico más preciso, por el otro no debe hacer­ nos olvidar el vínculo profundo entre economía, historia y política, de los cuales esas relaciones son la manifestación. ¿El ingreso de la política en la economía la torna menos científica? Para David Ricardo (1772-1823), el más sofisticado de los economis­ tas clásicos, y para su “alumno” Marx (1818-1883) no. Es más, justa­ mente Ricardo, considera que las leyes que gobiernan la distribución son objeto de la investigación económica. Esto que queremos decir él lo ejemplifica mejor, de la siguiente manera: entre salarios y bene­ ficios hay una relación inversa (si uno crece, el otro disminuye) que es expresable matemáticamente. Esta función inversa representa una relación social entre trabajo y capital. En qué punto “de la curva” nos colocaremos - es decir, cuál será la distribución efectiva del rédito dependerá de las relaciones de fuerza entre los dos grupos sociales, trabajadores y capitalistas. Personalmente encuentro intrigante esta mezcla de lógica y política que podemos encontrar en la econo­ mía, en particular en la economía clásica. Lo que sucede en la teoría dominante efectivamente es un poco lo opuesto, la política se tiene que adecuar al laissez-faire, y la economía es la que regula la política: ¡es el mercado, querido! Está claro, profesor, que hablar de investigación científica en economía es complicado, ¡cotí todos los intereses que hay en juego! 25 Sergio CESARATTO Sí, de hecho Marx no tenía dudas al respecto, y vale la pena citar un famoso pasaje de la introducción al Capital: En el terreno de la economía política, la libre investigación científica se encuentra con más enemigos que en todos los demás campos. La particular naturaleza de la materia que se investiga levanta contra ella las pasiones más violentas, más mezquinas y más odiosas que anidan en el corazón humano: las Furias del interés privado [cursiva en el original]. Esto equivale a decir que hay intereses materiales específicos que condicionan la “libre investigación”. ¿Y cómo podría no ser considerada de esta manera si su objeto principal es precisamente el conflicto entre intereses materiales? Marx tiene las ideas muy claras respecto a cuándo la economía política deja de ser una ciencia. Esto ocurre, según él, después de la muerte de Ricardo en 1823. Este último había reflejado en el terreno lógico-matemático la relación conflictiva entre la burguesía capitalista y la aristocracia terrateniente en Inglaterra. Esta aristo­ cracia estaba interesada en los aranceles sobre el grano importado, de manera tal que las propias cosechas, de las cuales se obtenía la renta generada, fueran más competitivas. El hecho de que no hubiera una importación de cereales más baratos, habría aumentado el precio de los mismos dentro del país, en particular para los trabajadores, cuya subsistencia dependía sobre todo de los cereales (utilizados, por ejemplo, para producir pan y cerveza). Esto habría impuesto a los capitalistas del sector manufacturero tener que pagar salarios más elevados en detrimento de sus beneficios. Ricardo, que también era parlamentario, estaba del lado de los capitalistas y no de los agrarios, argumentando que de las ganancias dependía la acumulación del capital, o sea, de las inversiones que harían progresar a la economía. Lo que él sostenía, era abrirse enton­ ces a las importaciones de granos. Los arrendatarios lo sufrirían, pero las ganancias y la acumulación serían a fin de cuentas beneficiosas. A pesar de lo dicho, Marx cuenta que una vez conquistado el poder político, la burguesía repudió el enfoque ricardiano, y que 26 Seis clases sobre economía tenía sus razones para ello. Alguien había comenzado a darse cuenta de que si no había una distribución natural del rédito entre las rentas (aristocracia terrateniente) y las ganancias (capitalistas), tal principio sería aplicado también a la distribución entre el salario (trabajador) y las ganancias (capitalistas). Era una cuestión de relaciones de fuer­ zas; entre industriales y agrarios en el Parlamento en el prim er caso, y entre industriales y trabajadores en el mercado de trabajo, en el segundo. El término “explotación” empezó a aparecer una y otra vez mucho antes de que lo utilizara Marx, tanto que algunos años después de la muerte de Ricardo, un economista norteamericano, Henry Carey (1793-1879) definió a la teoría ricardiana como la teoría de la discordia entre las clases sociales. Por idénticas razones, Richard Scrope (1797-1876), otro economista estadounidense, en 1831 definió la difusión de la teoría ricardiana como un “delito”.Y así, Marx concluye: La burguesía había conquistado el poder político en Fran­ cia y en Inglaterra. A partir de este momento la lucha de clases comienza a revestir, tanto en la práctica como en la teoría, formas cada vez más pronunciadas y amenazantes. Había sonado la campana del final para la ciencia económica burguesa. Ya no se trataba de si tal o cual teorema era o no verdadero, sino de si al capital le resultaba beneficioso o peijudicial, cómodo o molesto, si era o no aceptado por la policía. A los investigadores desinteresados los reemplazaron los matones a sueldo, y la investigación científica imparcial fue reempla­ zada por la mala conciencia y por las perversas intenciones de la apologética. ¿Alcanza esto para criticar a la economía dominante? Evidente­ mente no. De hecho, la misma acusación de plegar la investigación a los prejuicios ideológicos o a los intereses de parte, fácilmente puede ser tergiversada y utilizada en contra de quienes tengan una postura crítica hacia la economía dominante. Se necesita entonces trabajar duro para demostrar que la teoría dominante presenta serias incon­ gruencias analíticas. 27 Sergio CESARATTO La “teoría dominante” según la entendía Marx, era en verdad un revoltijo de teorías post-ricardianas que él consideraba “vulgares”. Recién hacia fines del siglo XIX, de hecho, fue que los economistas burgueses trajeron al debate una nueva teoría más coherente. Para ennoblecerla, la definieron como neo-clásica, pero con los Clási­ cos tenía poco que ver y, por las razones que daremos, sería mejor definirla como teoría niarginalista. Pero Marx no hizo a tiempo de cruzarse con esta teoría, que era la forma concreta de la economía vulgar. El italiano Vilfredo Pareto (1848-1923) fue uno de los padres fundadores del marginalismo. Esta última teoría encontró dos grandes desafíos durante el siglo XX. El primero fue la “revolución keynesiana” iniciada por la Teoría general de ¡a ocupación, el interés y el difiero que John Maynard Keynes (1883-1946) publicó en 1936. El segundo desafío fue toparse con el gran economista italiano, Piero Sraífa (1898-1983), que en los años sesenta hizo temblar los cimientos analíticos del edificio marginalista. Vamos a ocuparnos, sobre todo, del análisis de estos dos economistas, para ver qué hay de equivocado en el método de la teoría dominante. ¿A quién tenem os en la primera hora de lección? Para las primeras dos o tres clases decidí seguir un hilo histórico. Es decir, mostrar cómo es que la teoría dominante nace a fines del siglo XIX como reacción a las teorías de Ricardo y de Marx. Nótese que en este contexto Marx aparece como alumno directo de Ricardo: el núcleo de la teoría económica de Marx era el mismo que el de su mentor, el más riguroso economista burgués hasta ese momento, y por eso mismo era un núcleo más que peligroso. Marx podía decir tranquilamente que él no había inventado nada sobre la base de un prejuicio antiburgués, ¡porque todo eso ya estaba en Ricardo! El filósofo y economista alemán contextualiza históricamente la teoría de Ricardo, y lo hace sin pensar en las leyes del funcionamiento de la sociedad burguesa como eternas e inmutables. Pero, lo ya dicho: la teoría económica de Marx es la de Ricardo. Entonces, después de haber trabajado en la primera clase el enfoque de los economistas Seis clases sobre economía clásicos y el de Marx, en la segunda expondremos la teoría domi­ nante, mostrando sus implicaciones en el debate actual, por ejem­ plo sobre la flexibilidad del mercado laboral o sobre la constitución económica europea. En la tercera lección veremos cómo el conjunto dispuesto por la teoría clásica y la crítica keynesiana constituyen un instrumento formidable para el análisis de las crisis económi­ cas, incluida la crisis actual. En la cuarta clase ilustraremos el rol de la moneda, intentando demostrar que no existe nada de misterioso ni de místico en torno a ella. En esta lección ilustraremos también aquello que para los economistas no conformistas es el desarrollo central de la política económica, la restricción de la balanza de pagos (en esto disienten mis amigos de la M M T). En las dos últimas clases volveremos sobre la cuestión de Europa y el euro, y sobre cómo estos podrían ser de otra manera para quienes como yo, venimos dando la discusión desde el año 2009 (¡pareciera haber pasado un siglo!). Si al término de estas lecturas les surge decir:“todo esto me parecía ya saberlo, pero ahora me queda más claro”, quiere decir que habré triunfado en mi intento. En estos años, bajo el flagelo de la crisis, la actividad de divulgación económica fue masiva y se vio favorecida por las redes sociales. Decenas de miles de personas, y afortunadamente entre ellas muchísimos jóvenes, se apasionaron por los temas econó­ micos sintiéndolos decisivos para su propio destino. En algunos casos esto tomó formas organizadas, como pasó con la M M T y en cierto sentido con el meritorio blog Goofynomics de Alberto Bagnai, que junto con el libro II tramonto dell'euro3, tuvo grandísimos méritos a la hora de develar la desnudez del rey. El propósito de estas clases es el de reforzar el background analí­ tico del trabajo hecho en estos añosjunto a un grupo de economistas tenaces y heterodoxos a partir del caso europeo. (Lamento que este trabajo se haya desarrollado de manera demasiado dispersa, haciendo prevalecer un individualismo muy itálico, acompañado de cierto narcisismo. La excepción quizás haya sido el e-book de MicroMega del 2012, a cargo de Massimo Pivetti y de quien suscribe). Por lo tanto, no perderemos jamás el contacto con la realidad, confirmando 3 El ocaso del euro. 29 Sergio CESARATTO de manera esperada, que conocer es sobre todo un placer que nos deja tranquilos en nuestras convicciones, preparándonos en la lucha por el cambio, de forma natural. Me gustaría finalmente, comentar dos posibles fuentes de incom ­ prensión sobre la economía. Me interesé como muchos otros tantos jóvenes por la economía durante los años Setenta, el foco estaba puesto en los debates teóri­ cos, por aquel entonces muy encendidos. Eramos muy conscientes de que al mundo se lo lee a través del filtro de la teoría. En esto le dábamos implícitamente la razón a Keynes (por más que lo estudiá­ ramos más a Marx), según el cual cualquier político (y cualquiera de nosotros) razona de forma inconsciente teniendo en mente teorías formuladas por algún economista muerto hace algunas décadas antes. En la época post-ideológica de la cual nos hicieron creer que forma­ mos parte, los jóvenes miran los debates teóricos con mayor intole­ rancia, y consideran algunas categorías sociales como las de capital y trabajo como si fueran legados del pasado. Mi impresión es que estos terminarán de esta manera por intentar retener a la economía como ciencia puramente empírica, y son de hecho generalmente muy buenos en econometría (la disciplina que busca evaluar empíricamente los modelos teóricos), mirando a la teoría como a un “caja de herra­ mientas”, un menú en el que hay un poco de todo y al cual es posible recurrir como un método á la carte. (También esta idea de la teoría económica como caja de herramientas pertenece a Keynes, confir­ mándonos su versatilidad mental, no por eso menos confusa). La verificación empírica es obviamente importante, así como el análi­ sis histórico y la mera observación de los datos lo son mucho más que los métodos mecánicos de la econometría, pero más importante aún es el análisis teórico, porque es un nexo inescindible. También porque los debates económicos que se desarrollan meramente sobre el plano empírico-econométrico suelen ser los más ineficaces (los resultados dependen de los datos y variables que fueron considerados y de las técnicas de estimación utilizadas, además de hablar partiendo de grandes cantidades de datos pero descuidando los factores sociopolíticos, etc.). Queda claro que ninguna verificación empírica puede 30 Seis clases sobre economía ser tomada por buena si es conducida sobre la base de una teoría equivocada. Q uien habla mal, piensa mal. Lograr poner una luz sobre las incongruencias de la teoría, si es que es posible hacerlo, ayuda a tomar al toro por las astas. Si habré logrado convencer a algunos o algunas jóvenes a tener una mayor sensibilidad para el análisis teórico, este libro habrá sido un éxito. U n ejemplo es el tema de la creciente desigualdad, que cierta­ mente apasiona a los más jóvenes. Superficialmente no parece reque­ rir ningún análisis teórico complejo,sino solo mediciones estadísticas. Pero el tema no se puede abordar sin comprender las transformacio­ nes del capitalismo, sin tener una teoría del mismo. Por otra parte el estudioso francés Thomas Piketty, que le dio popularidad al tema, adopta esquemas de pensamiento estrictamente neoclásicos, lo que hace que la interpretación de sus importantes resultados empíricos se vuelva espuria. Otra incomprensión en torno a la economía, difundida sobre todo entre los herederos del movimiento antiglobalización, surge del confundirla con “la otra economía”, la del comercio justo y solida­ rio, el microcrédito, las empresas recuperadas4, etc. Los intentos de crear una economía “no capitalista” son muy encomiables, aun cuando en general suelen ser un poco ingenuos. Sin embargo, tal como la intentaremos entender, la economía se elevará hacia un nivel macro, observando las dinámicas globales, en vez de ir a lo micro de la expe­ riencia individual. Si consideran que esto es demasiado abstracto, este libro no es para ustedes. Pero recuerden que correrán el riesgo de compartir modos de pensar creados por alguien a quien le habrán delegado el hecho de pensar por ustedes. Asimismo, las pequeñas experiencias ejemplares están destinadas a permanecer como tales, por la falta de una perspectiva política y económica más amplia y consciente (por lo tanto realista). N o hay que confundirse el dedo con la luna. “ GufFy e Poiane” .5 Ricardo ofrece una definición muy clara de la economía: «La determinación de las leyes que regulan [la] distri­ 4 N T : Del original; la cursiva es nuestra. 5 Juego de palabras: “Gufi e Poiane” en el original. Gufi: Goofynomics, economía boba, y Poiane (un ave rapaz) = Polany. 31 Sergio CESARATTO bución es el problema fundamental de la economía política». N o es que no sea central para los marginalistas la cuestión distributiva, pero es mejor enmascararla un poco, para lo cual Lionel Robbins (18981984) se encarga en los años treinta, de dar la definición “oficial” de economía según la teoría dominante: «La economía es la ciencia que estudia la conducta humana en el momento en el cual, dada una jerarquía de objetivos, se deben tomar decisiones sobre los medios escasos aplicables a los usos alternativos». En otras palabras: la huma­ nidad sufre la escasez de los recursos disponibles (más específicamente de los “factores productivos” trabajo, capital y recursos naturales) en cada período de tiempo, por lo cual se debe elegir racionalmente cómo utilizarlos, por ejemplo entre satisfacer las necesidades básicas (consumo) o asegurar un bienestar futuro mayor (inversión). Entre estas decisiones está la de la distribución del producto obtenido de aquellos recursos, a los poseedores de los recursos mismos, es decir al trabajo (salario), al capital (intereses/beneficios) y a los recursos natu­ rales (rentas). Todas estas decisiones racionales dependerán d e factores objetivos como la dotación inicial de los “factores productivos”, los gustos imperantes de los consumidores y de la tecnología. N o hay lugar para el conflicto social. Como veremos, leyes objetivas dictarán “a cada cual lo suyo”. La economía se reduce a un ejercicio “de inge­ niería” sobre cómo asignar recursos escasos entre fines alternativos. Dejando por un momento de lado a estos grandes pensadores y volviendo a nuestros días, Goojynomics nos propone la siguiente defi­ nición (la discuto porque es lo primero que salta a la vista cuando accedemos al benemérito y popular blog): «La economía existe porque existe el intercambio, cada intercambio presupone la existen­ cia de dos partes, con intereses contrapuestos: el comprador quiere gastar menos, el vendedor quiere ganar más. Muchos análisis se olvi­ dan de este dato esencial». Sin embargo, Karl Polanyi (1886-1964), un famoso economista y antropólogo, se hubiera enarbolado en contra de esta definición. El es de hecho célebre por haber criticado el fundamento antropológico del liberalismo según el cual la pulsión fundamental de la actividad económica sería, siguiéndolo a Smith, la «propensión al trueque, al 32 Seis clases sobre economía comercio y al intercambio de una cosa por otra». Del lado contrario, Polanyi sostiene: «A pesar del concierto tan reiterativo de invencio­ nes académicas en el siglo diecinueve, la ganancia y el beneficio en el intercambio no han desempeñado jamás un lugar importante en la economía y aunque la institución del mercado era algo bastante frecuente a partir de la tardía Edad de Piedra, su rol era solamente incidental respecto de la vida económica». Polanyi veía a las insti­ tuciones del estado social como una reacción defensiva de las clases trabajadoras al laissez-faire desencadenado. En este sentido hablaba del “doble movimiento” de la sociedad: a un crecimiento del laissezfaire la sociedad reacciona tratando de reconstruir instituciones de solidaridad. El éxito de la candidatura progresista de Bernie Sanders en los Estados Unidos, pero también el de la reaccionaria de Donald Trump, han sido recientemente interpretadas como una reacción en el sentido previsto por Polanyi, un ¡Ya basta!6 social. Efectivamente, Polanyi había previsto que también el fascismo podía ser una forma de reacción, por supuesto perversa y equivocada, en contra del libe­ ralismo desatado. GUÍA BIBLIOGRÁFICA He recuperado de los manuales de Augusto Graziani (1933-2014), uno de los grandes italianos heterodoxos, la idea de adjuntar a los capítulos pequeñas guías para la lectura: las suyas eran valiosísimas para nosotros, estudiantes incipientes. En estas me permití incluir también una breve reseña bibliográfica. Muchos trabajos citados están disponibles en la web (como los “working paper” por ejem­ plo), buscando por autor y título en algún m otor de búsqueda; lo recordaré a lo largo del trabajo, pero la sugerencia siempre es válida. El divertido artículo de Barba y DeVivo, Ipesci rossi e le lime di Giove1, se puede descargar de «II solé 24 Ore» del 26 de Julio de 2010. En el 1930 la empresa representativa de Marshall fue objeto de un célebre simposio en el «Economic Journal», por aquel entonces dirigido por Keynes, y del cual Piero Sraffa fue protagonista. Las indicaciones de 6 N T : Del original. 7 Los peces rojos y ¡as ¡unas deJúpiter. 33 Sergio CESARATTO Marshall, que era licenciado en matemática, sobre el uso, o mejor dicho contra el abuso, de la matemática en la economía están en Memorials o f Alfred Marshall, editado por A. C. Pigou, Nueva York, A. M. Kelley, 1966. Las citas de Marx son de: Il capitale - Critica dell' economia politicas, vol.l, Einaudi, 1975 (1867), pp. 7 y 11. Henry Carey escribe que: «el sistema de Mr. Ricardo es el de la discor­ dia [...] en su conjunto tiende a generar hostilidad entre clases y naciones», en Principles o f social science iti three volumes, 1848, pp. 74-75 (Augustus M. Kelley, 1963). Richard Scrope es citado por M. Blaug, Ricardiati economics: a historical study. N ew Haven (Conn.), 1958, pp. 149-150 (agradezco a Fabio Petri por la información). Por una crítica al intento, sobretodo de Alfred Marshall, de esta­ blecer una continuidad entre el nuevo enfoque marginalista y los economistas clásicos, consúltese a Krishna Bharadwaj (1935-1992) en: Classical political economy and the rise to dominance o f supply and demand theories, 1978, O rient Longman (2da edición, Calcutta, University Press India, 1986; lo pude descargar de la web introdu­ ciendo el título). Bharadwaj fue una extraordinaria economista india, muy valorada por Piero Sraffa, que compatibilizó al mismo tiempo la pasión por la economía política clásica y el estudio de los problemas concretos de su país. II tramonto dell'euro de Alberto Bagnai ha sido publicado por Impri­ matur en el 2012. Haré referencia a la Teoría Monetaria M oderna (MMT) en la cuarta clase. Sobre las “empresas recuperadas” he escrito un posteo en mi blog: “Autogestión sin excitación”. U n análisis crítico del libro de Piketty, Il capitale nel xx i secolo9, Bompiani, 2014, se encuentra en A. Stirati, Piketty and the increasing concentration o f wealth: some implications o f alternative theories o f distribu­ tion and growth, Centro Sraffa Working Paper, 18/2016, donde están citadas otras reseñas heterodoxas incluidas las de Gary M ongiovi y Tony Aspromurgos. 8 El capital - Crítica de la economía política. 9 El capital en el siglo X XI. 34 Seis clases sobre economía La definición de economía de Ricardo está en: Sui principi dell'economia politica e della tassazione10, Oscar Studio M ondadori, 1979, p. 3. La de Robins en: Sulla natura e l'importanza della scienza economica11, UTET, 1947, p. 20. Los pasajes de Polanyi se encuen­ tran en: lu ì grande trasformazione12, Einaudi, 1974, p. 57. Finalmente, las mejores historias del pensamiento econòmico son las de Ernesto Screpanti y de Stefano Zamagni, Profilo di storia del pensiero economico13, tercera edición actualizada, Carocci, 2004; Alessandro Roncaglia, L a ricchezza delle idee — Storia del pensiero economico14, Laterza, 2013. U n debate interesante sobre Polanyi y las elecciones presidenciales en Norteamérica, pero más en general sobre sus tesis, se ha desarrollado en dos interesante revistas radicales estadounidenses: Patrick Iber and Mike Konczal, Karl Polanyi fo r President, «Dissent», 23 de Mayo de 2016, a las cuales ha replicado desde un punto de vista más marxista Peter Frase, Social Democracy's breaking point, «Jacobin», 30 de Junio de 2016 (todo esto disponible en la web). 10 Sobre los principios de la economía política y de las tasaciones. 11 Sobre la naturaleza y la importancia de la ciencia económica. 12 La gran transformación. 13 Perfil histórico del pensamiento económico. 14 La riqueza de las ideas — Historia del pensamiento económico. 35 Seis clases sobre economía Primera clase La teoría del excedente 1. EL EXCEDENTE CLÁSICO Teorías sobre la plusvalía es el título que Marx le dio al que debía ser el cuarto volumen del Capital, su historia del pensamiento económico. Así define a las teorías prevalecientes hasta Ricardo. El concepto del plusvalor será central en todas las clases, por lo que vale la pena apropiárselo pronto. Por excedente social se entiende a aquella parte del producto de la cual la sociedad puede disponer libremente una vez puesto de lado aquello que sirve para volver a producir el mismo resultado en el período siguiente. Para entender mejor el concepto, hagámonos la siguiente pregunta. ¿Qué hacía con el grano producido vuestro abuelo o bisabuelo agri­ cultor o, para los más afortunados, el antepasado gattopardo15 y posee­ dor de tierras? Tomemos este último caso, así tenemos dos clases sociales, campesinos y terratenientes - y no me tilden tan rápido de comunista, aunque para mí no sea ninguna ofensa. Una vez cuantificado el grano producido, el propietario providente separaba una parte para la siembra sucesiva y otra parte para el sustento de las familias campesinas. De lo que quedaba, del excedente, es decir del plusvalor, podía disponer como creía: cocinar pan y masas para la familia; inter­ cambiarlo por otros bienes, por ejemplo vestidos elegantes o libros; o bien poner a cultivar otras tierras o aportar mejoras técnicas al feu d o de Dotmafugatalb, vale decir invertirlo, utilizarlo entonces como un nuevo capital (esto, lamentablemente, los latifundistas lo hacían poco). La plusvalía es entonces la diferencia entre el producto final y sus reutilizaciones, todo eso que sirve para retomar la producción al menos en la misma escala (grano para la siembra y para la subsistencia de los campesinos). 15 N T : El autor hace alusión aquí al personaje de una célebre novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, II Gattopardo, publicada en 1958 y llevada luego al cine por LuchinoVisconti. 16 N T : En referencia a la tierra del gattopardo. 37 Sergio CESARATTO Producto social - Reutiíizaciones — Excedente (relación 1) ¿Todo esto parece banal? Veamos una fascinante aplicación de la misma. 2. SURPLUS IN THE SKYW ITH DIAM O ND Ser un economista “heterodoxo” no siempre es fácil.Tal vez asalte la duda sobre cómo poder tener la razón cuando la mayoría dentro de la profesión piensa de forma distinta, por lo menos sobre los temas de fondo. La lectura de un libro que muchos de ustedes ya cono­ cerán ha reforzado mis convicciones. Se trata del famoso trabajo de Jared Diamond, Armas, gérmenes y acero. Maldición, no debería citarlo porque si lo comenzaran a leer, ciertamente dejarían mi libro de lado. Diamond, que es un biólogo multidisciplinario, se plantea el objetivo ambicioso de explicar por qué las diversas regiones del mundo se han desarrollado de formas distintas, tanto que algunas civilizaciones han prevalecido sobre otras. Diamond no cita economista alguno. La multidisciplinariedad se detiene entonces en el umbral del depar­ tamento de Economía de la Universidad de Berkeley, el instituto donde Diamond da clases. Daremos una explicación de esto. Para evitar que se distraigan leyéndolo directamente a él, les haré una breve síntesis. Alrededor de once mil años atrás la población humana se componía de cazadores y recolectores, por entonces no se habían desarrollado todavía la agricultura y la ganadería, y por consiguiente tampoco las estructuras sociales sedentarias más estables y complejas. De hecho, es recién con el surgimiento de la agricultura que los humanos logran producir un excedente alimentario que les permite reducir la mortalidad, aumentar en número y poder sostener luego una pobla­ ción más amplia, en parte constituida por una clase de trabajado­ res “improductivos” dedicada a la organización político-militar y al conocimiento: «la sobreproducción de alimentos [permite] sostener grupos improductivos de artesanos, burócratas y militares [...] las exigencias de la agricultura y de la guerra [desarrollan] las capacida­ des artísticas y tecnológicas». Seis clases sobre economía Sin embargo, la producción del excedente alimentario no tuvo lugar en todas las regiones en las cuales se había difundido el homo sapiens (en determinadas regiones como en América esto ha llegado verdaderamente con mucho retraso). Los motivos son complejos, pero se pueden sintetizar en el hecho de que solo en ciertas regiones había un número suficiente de especies vegetales y animales “domesticables”, tales como para que fuera conveniente la transición del estado de cazadores-recolectores al de agricultores-ganaderos. En referencia a la agricultura hay que tener en cuenta que solo una parte pequeñísima de las miles de especies vegetales es comestible, nutritiva y “domesticable”, de manera tal que permita un proceso de selección de las variedades caracterizadas por su elevado rendimiento y por su potencial a la hora de ser cultivadas. Estas especies estaban presentes de forma despareja en las diversas regiones del mundo. En particular, solo en pocas zonas existía un “paquete” de variedades que, por su poder nutricional (adecuada combinación de carbohidra­ tos y proteínas por ejemplo), potencialidad de cultivo y rendimiento, hiciera que la agricultura fuera más favorable respecto al estado de cazadores-recolectores anterior. El descubrimiento del mecanismo de generación de las plantas a través de las semillas no le bastó enton­ ces a la humanidad para pasar a la agricultura; fue la disponibilidad geográfica de las variedades adecuadas la que determinó qué pobla­ ciones podían desarrollar la agricultura y cuáles no. Consideraciones análogas pueden hacerse en relación a los animales, de los cuales solo unas pocas especies son fáciles de criar en cautiverio, y entre estas son todavía menos aquellas de “talla grande” que pueden ser utiliza­ das también como medio de transporte, de trabajo, o para la guerra (además de producir leche, pieles, etc.). U n “paquete” sustancioso de tales especies estaba presente solo en determinadas zonas del planeta, como consecuencia de mejores condiciones climáticas, otorgando a aquellas afortunadas poblaciones otra enorme ventaja. El superá­ vit alimentario genera el crecimiento de la población y dentro de esta, “un superávit de mano de obra” diferenciado de la reproduc­ ción material, y destinable a actividades superiores como la política (¡claro está!), la guerra y la producción de saberes; entre estos últimos la invención de la escritura y de los números (exigencia probable 39 Sergio CESARATTO mente vinculada a la necesidad de registro de los excedentes agríco­ las acumulados en los depósitos). El sedentarismo hizo conveniente el desarrollo de objetos y construcciones, imposibles de ser transpor­ tados y por ende inútiles en una sociedad nómade. La generación de un excedente alimentario se dio en la Media­ luna fértil (Mesopotamia), China, Centroamérica, los Andes y la parte oriental de los Estados Unidos. En particular la Medialuna fértil desarrolló el paquete “grano-cebada-arvejas-lentejas”, China el de “arroz-mijo-soja”, América Central uno más pobre de “maízporotos”. La diferencia la hizo también el número y la calidad de las especies animales domesticables presentes, que en América se redujo solamente a los pavos y las llamas (en los Andes). Faltaban entonces por aquellas tierras animales de tracción - por lo cual la rueda no fue inventada o por lo menos no fue utilizada, y su ausencia peijudicó a la misma agricultura al no perm itir el desarrollo de técnicas más avanzadas para el arado, el transporte, etc. Faltó además, la proximi­ dad con muchas especies animales domésticas. En otras tierras tal proximidad es la que determinó en cambio la transmisión al hombre de graves enfermedades epidémicas tales como viruela, sarampión, gripe y peste, con la consiguiente generación de anticuerpos por parte de los sobrevivientes. La difusión de estas enfermedades en los territorios conquistados por los europeos constituyó un arma biológica propiamente dicha que llevó al cuasi exterminio de las poblaciones nativas. La disposición geográfica de Eurasia, compuesta por tierras ubicadas a lo largo de una misma latitud, permitió finalmente una más rápida difusión de las especies naturales y de los conocimien­ tos humanos entre climas relativamente similares; por el contrario, la disposición de América, longitudinal y atravesada por desiertos, obstaculizaba tal propagación. Por no hablar del aislamiento de las tierras oceánicas. La tesis de Diamond dice entonces que la agricultura ha sido el pasaje fundamental a través del cual algunas poblaciones han tenido un crecimiento demográfico y la posibilidad de mantener una élite improductiva (en el sentido de estar desligada de la producción de las 40 Seis clases sobre economía necesidades básicas), la cual incluye además de políticos y militares, aquello que Adam Smith definiría como la clase de los “filósofos”, de los productores de conocimientos. La magnitud de la población hizo crecer al mismo tiempo la escala según la cual las actividades serían desarrolladas y la probabilidad del surgimiento de ideas innovadoras. La limitación de las especies útiles y “domesticables”, vegetales y animales, ha hecho que esto fuera posible solo en algunas partes del mundo. En conclusión, obsérvese que el lenguaje utilizado por Diamond - plusvalía, subsistencia, trabajo productivo e improductivo - es el mismo que el que encontramos en los economistas clásicos. Como ya dijimos, Diamond no cita a ningún economista, ni clásico ni marginalista.Esta es una demostración de cómo la ciencia económica “m oderna” le ha sido tan poco útil. Al mismo tiempo hay que consi­ derar que Diamond ha estado poco expuesto a las ideas de los econo­ mistas clásicos - probablemente nadie le ha explicado que antes de la teoría “moderna”, o sea hasta mediados del siglo XIX, ¡los econo­ mistas razonaban en términos similares a los suyos! Intenté escri­ birle a Diamond para explicárselo, pero no me responde. No oso contradecirlo, pero es él el que ha quedado en la ignorancia. De hecho, nunca sabrá que ciertos economistas como Robert-Jacques Turgot (1727-1781) y Adam Smith (1723-1790) avanzaron, a partir de los primeros informes que llegaban desde las tierras recién descu­ biertas, teorías que anticipaban la de Armas, gérmenes y acero. Turgot, por ejemplo, cuenta que: «Sin provisiones, en medio del bosque, no podemos ocuparnos más que de nuestra propia supervivencia», mien­ tras que entre los agricultores «la tierra provee a muchos más hombres que los que se necesitan para cultivarla. De aquí la gente ociosa; de aquí las ciudades, el comercio y todas las artes útiles o simplemente placenteras; de aquí los más rápidos progresos en todos los ámbitos, ya que todo deriva del desarrollo general del intelecto; [...] de aquí la separación de los oficios,la desigualdad entre los hombres, [...] Pero al mismo tiempo inicia una búsqueda más profunda sobre las formas de gobierno». Como vemos, la búsqueda de mejores instituciones es, según Turgot, una consecuencia del surgimiento de la plusvalía, 41 Sergio CESARATTO por lo tanto de una clase de políticos y de pensadores, y no al revés como quiere la apologética de la economía dominante que considera estos avances (en particular, el derecho de propiedad; ¡vaya sorpresa!) como la causa (y no el efecto) del desarrollo económico. 3. DEL NEOLÍTICO A SCHÄUBLE Veamos otra aplicación del concepto de plusvalía, que nos permite vincularla al debate político actual. Hoy en día es bastante común acusar a Alemania de ser un país mercmtilista, es decir, que quiere vender al exterior sin comprar. El mercantilismo fue una vasta escuela de pensamiento internacional que se desarrolló desde el siglo XVI hasta la publicación de L a riqueza de las naciones de Smith que, en 1776, creyó haberlo sepultado. Esto inspiró a una notable masa de escritores, en su mayoría hombres de negocios y algunos inte­ lectuales que hemos estudiado en nuestros años de escuela, como John Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1776).William Petty (1623-1687), muy valorado por Marx, tuvo una concepción clara de la plusvalía entendida como en la relación (1): Producto social Reutilizaciones = Excedente. Sin embargo, el resto de los mercantilistas tenía en mente otro concepto de excedente, un concepto más comercial, el de superávit de la balanza de pagos; esto equivale a hablar de un saldo positivo de la diferencia entre exportaciones e importa­ ciones (volveremos sobre esto en la cuarta clase): exportaciones - importaciones = saldo de la balanza comercial Se dice que los mercantilistas están obsesionados con el hecho de que la riqueza de una nación se mida a partir de los superávits comer­ ciales. Según su mayor estudioso, Eli Heckscher (1879-1952), ellos estaban atormentados por “el temor de los bienes”, por el miedo a que las mercaderías sin vender se acumularan en los depósitos nacio­ nales (muchos eran en el fondo comerciantes, y es en este sentido que se los puede entender): se debe vender al exterior, entonces. En cierto sentido, la identificación de la prosperidad de una nación con el superávit comercial es sin embargo, un precepto absurdo. En 42 Seis clases sobre economía efecto, ¡un aumento en los salarios sería suficiente para reducir todo exceso de mercaderías en los depósitos, aumentando el bienestar de la mayoría de los ciudadanos! Claro, pero si subimos los salarios disminuyen los beneficios, y esto los capitalistas (o los comerciantes) no lo quieren. Profesor, aclárenos estas ideas. Los capitalistas producen, digamos en un año, una cierta cantidad de mercaderías, de las cuales dan un poco a los trabajadores como salario, y el resto les queda a ellos como plusvalor en sus depósitos. Sí, es así. Naturalmente, un poco de esa plusvalía la consumen ellos mismos, pero eso no basta para reducir el excedente17, como diría el colega español (aquel que “no ve, no siente y no habla”),por lo tanto para transformarlo en beneficios, o sea en una ganancia monetaria efectiva. Y naturalmente, si liemos entendido bien, a los capitalistas nunca se les ocurrirá darles un poco más a los trabajadores a través de un aumento de los salarios —sino pueden volverse más haraganes. Exacto, y de hecho la mayor parte de los mercantilistas predicaba salarios bajos. Un camino alternativo entonces es el de buscar exportar este superávit, ¿no es cierto? Precisamente.Y es por eso que el precepto mercantilista está lejos de ser absurdo: las exportaciones son un camino a través del cual los capitalistas colocan en el mercado externo aquella parte del excedente que ellos mismos no consumen, el excedente del excedente, por decirlo así. Profesor, pero los capitalistas ¿qué obtienen a cambio? Las hipótesis son dos. (a) Obtienen oro y objetos de valor (como en tiempos de los mercantilistas), divisas valiosas o créditos (como sucede ahora), o sea que acumulan riqueza financiera; o bien (b) compran a su vez bienes de lujo extranjeros (es decir que entre los capitalistas de varios países se intercambian entre ellos las mercaderías excedentes del consumo interno, un Brunello por un Champagne, un Rolex por caviar y así sucesivamente). Es evidente que el primero de los comportamientos, aquel propiamente mercantilista, es nefasto 17 NT: Del original. 43 Sergio CESARATTO desde el punto de vista global, en cuanto tiene por fin acumular riqueza financiera deprimiendo la demanda mundial (se vende, pero no se compra) y haciendo acumular deudas a los países extranjeros. Sí, en fin, es lo que hacen los alemanes, pero volveremos sobre esto en la quinta clase. En la segunda hipótesis los capitalistas exportan para importar -intercambian excedente de Brunello por excedente de Champagne - y como están vendiendo para comprar, no depri­ men la demanda. A decir verdad, solo muy pocos mercantilistas llegaron a razonar precisamente de esta manera. U n mercantilista más reciente,William Hay, presumiblemente influenciado por Petty, escribe: «La fuente de la riqueza depende del número de habitantes: [...] cuanto más densamente poblado está un país, más rico es o puede llegar a serlo... ya que la tierra es agradecida y recompensa el trabajo no solo con lo necesario sino también con la abundancia... Ahora, todo aquello que estos poseen de más respecto de lo que consumen, representa un excedente que es la riqueza de la nación. Este excedente es enviado a otras naciones y allá es intercambiado o vendido, y este es el comer­ cio de la nación. Si el país al cual es enviado no puede ofrecer bienes a cambio del mismo valor, deberá pagar el remanente en moneda; este es el saldo comercial; y la nación que tiene un saldo a su favor ve acrecentarse su riqueza». Entonces, profesor, el esquema que los mercantilistas nos sugieren es el de una política de bajos salarios que genera excedente para los capitalistas, los cuales al no poder vender en el mercado interno, tratan de colocarla en el exterior, a cambio de bienes de lujo y riqueza financiera. Sí, exactamente. Esta riqueza obtenida a través de los bajos sala­ rios huele un poco a marxismo, ¿no creen? En efecto, un im por­ tante historiador del mercantilismo, Edgar Furniss, ve en esto el «germen de la doctrina socialista», mientras que Heckscher define a la economía de los bajos salarios como la «tragedia del mercanti­ lismo». Queriendo imitar todos, el modelo mercantil alemán, Europa vive hoy precisamente esta tragedia. Veamos entonces, cómo la economía clásica basada en el concepto del plusvalor nos proporciona elementos para una visión crítica del 44 Seis clases sobre economía capitalismo. Es después de Ricardo que la burguesía se da cuenta de las implicaciones subversivas de la teoría de la plusvalía, y rápida­ mente la abandona. 4. EL MINOTAURO GLOBAL Y EL EUROPEO De forma simétrica al comportamiento mercantilista de los países que viven por debajo de sus propios medios, se encuentra el compor­ tamiento de los países que viven por encima de los mismos. Yanis Varoufakis, cuando todavía era un académico y no el profeta de la nueva Europa, definió como Minotauro global al modelo en el cual la potencia imperialista, los Estados Unidos, generan a través de su propio mercado interno la demanda global de última instancia absor­ biendo los excedentes comerciales de China, Japón y Alemania (pero también los de Corea del Sur,Taiwán, etc.). Los países que sobran, a su vez, aceptan blanquear los ingresos netos invirtiéndolos en bonos públicos y privados norteamericanos. De este modo la estabilidad del dólar es asegurada por el hecho de que a ninguno le conviene ver reducido su valor («the dollar is our currency, but your problem» como dijo un Secretario del Tesoro de los Estados Unidos). La metá­ fora de los sacrificios para satisfacer al Minotauro famélico hace refe­ rencia al tributo que el resto del mundo paga al voraz consumidor a cambio de la “ Pax Americana”16, del orden político-monetario garan­ tizado de la potencia hegemónica y consumidora final. Sin embargo, con la gran crisis de los años 2007-2008 los mecanismos financieros con los cuales los Estados Unidos han asegurado la expansión de su propia demanda, principalmente a través del crédito al consumo (incluidos los préstamos inmobiliarios), se han atascado. Estos meca­ nismos habían compensado la creciente desigualdad distributiva que había mortificado el poder de adquisición de la clase media. Esta problemática desemboca en el estancamiento secular, sobre el que volveremos luego. A cambio del rol del Minotauro global, los Estados Unidos han ejercido lo que un gran economista internacional, Charles Kindle18 NT: las comillas son nuestras. 45 Sergio CESARATTO berger (1910-2003), definió como liderazgo imperialista: garantizar estabilidad monetaria y mercados para la economía mundial. Es ridí­ culo (o mejor dicho trágico) observar cómo en los primeros diez años del euro el Minotauro ha funcionado en Europa a la inversa: vale decir que la sub-potencia imperial local, Alemania, generosa­ mente alimentaba con créditos la compra de sus mercaderías por parte de los países periféricos. En Europa la función del Minotauro, de absorbente de los superávits ha sido asumida no por la potencia líder, sino por sus vasallos.Y luego, cuando este mismo Minotauro, en el rol del cobrador de impuestos, se dio cuenta de que los vasa­ llos no podían pagarlo, los hambreó. Los alemanes se consideran los herederos del Sacro Imperio Romano, pero sobre la Pax imperial no han entendido nunca nada. Fea historia. A través de estos tres ejemplos, el del surgimiento de la civili­ zación según Diamond, el del sentido del mercantilismo y el del Minotauro global, me interesaba mostrarles la potencia y versatilidad del concepto de plusvalía, desde el Neolítico hasta los problemas de hoy en día. De todos modos, no hay rosa sin espinas. La teoría sobre la plusvalía encuentra varias dificultades a las cuales nos referiremos (lo haré utilizando también algunas fichas aparte, para que las puedan analizar con calma sin perder el hilo principal). Pero antes tomemos un atajo por la calle Adam Smith. Lo hacemos porque Smith sienta las bases del discurso económico moderno. 5. ADAM SMITH, EL LIBERAL HEREJE Adam Smith estaba en contra de los mercantilistas porque los consi­ deraba unos negociantes tramposos que en nombre de la defensa del comercio nacional buscaban privilegios y protección para sus propios intereses, no haciendo lo mismo por los consumidores. Con Smith la figura del consumidor hace así su aparición en el análisis económico, encontrando sin embargo una centralidad plena recién en el análisis marginalista posterior. Smith no era un ingenuo apologista del capi­ talismo y de la centralidad del consumidor, y de hecho, la lucha de clases aparece claramente en Luí riqueza de las naciones (1776). 46 Seis clases sobre economía El filósofo y economista escocés es sinónimo de división del trabajo y mano invisible. Los dos conceptos están estrechamente vinculados. Smith retoma el concepto de división del trabajo de autores prece­ dentes y hace de él la clave de la riqueza de las naciones. La divi­ sión del trabajo es en prim er lugar una innovación organizativa, una distribución más racional de las funciones por la cual cada trabajador cumple con una sola tarea, especializándose en la misma. Así no se pierde tiempo en cambiar los equipos, no hay que trasladarse (en todo caso lo que se mueve es el objeto de la producción a lo largo de la cadena de montaje), y se mejora siempre la velocidad en la realización de la función determinada. Y, sobre todo, la subdivisión de un proceso de trabajo complejo en muchas funciones simples y parcializadas favorece la invención de maquinarias industriales que reemplazan el trabajo humano. De hecho debemos pensar que si bien hoy un robot industrial puede desarrollar varias funciones, en aquella época la división del trabajo en pocas operaciones simples era un presupuesto para la introducción de maquinarias. Smith se viste también de keynesiano y hace depender el progreso de la división del trabajo de la ampliación de los mercados. Esto es lógico. Hace tiempo, en los pequeños pueblos existía el emporio (me lo acuerdo en mi amado Friuli), un pequeño negocio que vendía un poco de todo. Solo en la ciudad el mercado era lo suficientemente amplio como para sostener tantos negocios especializados. Pero, se pregunta Smith, ¿quién coordina una economía donde rige la división del trabajo, o en la cual la producción es realizada por muchas empresas en una variedad de industrias? (Accidentalmente, algún periodista todavía se confunde empresa con industria: la empresa es aquella que los comerciantes llaman compañía; la indus­ tria identifica a un sector productivo, el conjunto de empresas que producen un cierto tipo de mercaderías). En esto Smith es verdade­ ramente innovador: es la mano invisible del mercado la que coordina la división del trabajo, guiando a cada productor en la elección de cuánta mercadería introducir en el mercado. Por otro lado, la mano invisible no es tan etérea, dado que se manifiesta a través de los precios. Veamos cómo funciona. 47 Sergio CESARATTO ¿Cuándo es que un empresario está contento? Alcanza con ponerse en sus zapatos: está contento cuando logra vender todos los produc­ tos que lleva al mercado, al precio por el cual recupera el gasto en el que incurrió, incluida la remuneración del capital empleado. Estos gastos son los costos de producción. Es muy importante entender poi­ qué razón los costos de producción incluyen no solo el costo de los salarios, de los materiales, etc., sino también la retribución del capital empleado. Muchos de ustedes habrán pensado alguna vez en la vida, tal vez después del enésimo maltrato de algún jefe, “Ay, si tuviese un capital me abriría mi negocio”. Bien, si alguna anciana tía lejana se fuera a vivir a Australia y les dejase un capital, ustedes tendrían que elegir entre emplear este dinero en alguna inversión financiera segura (en una época, por ejemplo, en títulos de Estado) o abrir una actividad propia, por ejemplo un pequeño restaurante vegano (como para estar a la moda). Está claro que lo que ustedes van a pretender es que esa plata les rinda por lo menos lo mismo que les rendiría si invirtieran cómodamente en operaciones financieras seguras, o más que eso, porque al restaurante le puede ir mal, y ustedes estarían corriendo un riesgo al abrirlo. Por lo tanto el precio de los platos veganos lo definirán, incluyendo entre los costos de producción la retribución para vuestro capital, como seguramente hubieran hecho si el capital se los hubiera prestado un banco con los intereses a pagar correspondientes. Si el capital es de ustedes, se pagan los intereses a ustedes mismos. Por lo tanto, un empresario está satisfecho cuando vende la mercancía al precio esperado, el que cubre los costos de produc­ ción, incluida la remuneración normal (o pretendida) sobre el capi­ tal anticipado. Pero, si para llenar el restaurante tienen que rebajar los precios por debajo del precio esperado, quiere decir que lo han abierto en una zona donde hay ya mucha oferta (o poca demanda). Esto indica que ustedes (o la competencia) deberán hacer las valijas y buscar reabrir el local en otro barrio. En cambio, si ven que las mesas se llenan con facilidad, se verán tentados de subir un poco los precios, o más probablemente, para evitar que cualquier potencial competidor aproveche la situación y abra en la esquina, se apurarán Seis clases sobre economía en agrandar el local. En conclusión, dado el precio objetivo o normal (aquel que les permite cubrir los gastos y generar una remuneración acorde a las expectativas del capital que nos dejó la tía), el precio efectivo o de mercado que logren alcanzar les indicará si la actividad funciona bien y tiene posibilidades de crecer, o si es mejor cambiar de lugar. La mano invisible actúa a través de los precios. ¿Pero qué es lo que se oculta detrás de ella? Lo que se oculta es la competencia. El índice de ganancia es distinto de las ganancias en sí. Piensen en esas “dos monedas” que lograron ahorrar, ciertamente buscarán inver­ tirlas donde puedan ganar el índice (o tasa) de interés más elevado. Este último está dado por la relación entre los intereses percibidos y el capital invertido (las dos monedas) y se la expresa generalmente como porcentaje (el 5% es mejor que el 2%). Así también, la tasa de ganancia es la relación entre las ganancias y el capital adelantado. Los términos tasa de interés y tasa de ganancia indican ambos el índice de remuneración de un capital. El primero se utiliza sobre todo en refe­ rencia a un capital financiero, el segundo al capital real de las empre­ sas. Pero cuidado, capital real y financiero son, al menos en primera instancia, cada uno, la otra cara de la moneda del otro: el capital real de las empresas tiene su contrapartida financiera en el capital accio­ nario. Entonces, en principio, también los términos interés y ganancia son intercambiables, al menos en lo referido a los capitales privados. Smith justamente considera que, al menos a largo plazo, los capi­ tales se mueven hacia los sectores donde su retribución, o tasa de ganancia, es más elevada (ver la ficha precedente). La mano invisible de la competencia hará que la economía tienda hacia la nivelación de las tasas de ganancia en las diversas actividades.Veámoslo mejor. Los economistas tienen fama de inventar hipótesis ad hoc - hay un chiste famoso que empieza diciendo: “tres náufragos - un econo­ mista, un ingeniero y un físico - están en una isla desierta y encuen­ tran una lata de atún...”. Bueno, si no lo conocen lo encuentran fácilmente con algún m otor de búsqueda, porque yo no soy bueno para contar chistes (ahora no me echen la culpa si a la economía la llaman “ciencia triste”). El hecho es que mientras los otros dos se retuercen por encontrar la manera más práctica de abrir la lata, el 49 Sergio CESARATTO economista lo piensa y dice “imaginemos que tenemos un abrelatas”. Pensemos entonces (abrelatas) en dos actividades económicas, la del grano y la de la tela. Si en la producción de esta última la tasa de ganancia fuera más alta que en la del sector del grano, los capitales se desplazarían lentamente de la industria del grano hacia la de la tela. La producción de la tela aumentaría y su precio disminuiría. ¿Hasta cuándo dura el proceso? Hasta que la tasa de ganancia se nivele en los dos sectores. U n poco como el principio de los vasos comunicantes que nos enseñaban en la escuela, digamos. Este nivel de la tasa de ganancia es definido como normal por los economistas (por normal, de norma o de promedio, se entiende “aquello a lo que se tiende pol­ la acción de la competencia”). Inicialmente la tasa de ganancia era más alta en la producción de tela, y esto señalaba que en la economía se producía demasiado grano y muy poca tela. La mano invisible de la competencia entre los capitales, todos tendientes a la búsqueda de la remuneración más elevada, acciona entonces generando un movi­ miento de los capitales de manera tal que se acreciente la producción de tela y disminuya la del grano. En el punto de equilibrio, o en la posición normal de la economía, el grano y la tela son vendidos a un precio definido como normal, en cuanto que para ese precio en los dos sectores rige la misma tasa normal de ganancia. Ahora les pido, que no se dejen llevar, según lo que dijimos hasta acá, por ninguna consideración ético-moral acerca de las mayores o menores bondades del laissez-faire. Esto que propone Smith es una descripción eficaz de cómo funciona la mano invisible del mercado. Nadie lo había dicho mejor antes que él, y su descripción sigue siendo hoy perfectamente válida como base para muchas otras consi­ deraciones. Pongo dos ejemplos. En prim er lugar, es como si nuestros vasos comunicantes viajaran en un colectivo por las accidentadas calles de Rom a, sacudidos todo el tiempo por los baches. Y después están las subidas y las bajadas, pero a pesar de eso el principio de los vasos comunicantes conti­ núa funcionando. Dejando de lado la metáfora, esto quiere decir que la tendencia a la nivelación continúa actuando, incluso en el medio de los ciclos económicos, de las innovaciones, de los obstá­ 50 Seis clases sobre economía culos a la libre competencia, etc. La existencia de olas, de mareas o del efecto invernadero no nos impide hablar del “nivel del mar”. M iren que esto es importante porque muchos pseudo-economistas/ pseudo-heterodoxos limitan sus críticas al capitalismo diciendo que es caótico, desequilibrado, etc. Son puntos de vista banales que Marx definiría como vulgares. Estos economistas rechazan la idea de que la economía se ocupa de posiciones de equilibrio, y de esta manera no se dan cuenta de que solo procediendo de forma ordenada se puede entender mejor de dónde nace el desequilibrio. En segundo lugar, si bien Smith creía que depender del mercado podía ser una buena manera para mejorar el bienestar de los consu­ midores, no hay ninguna implicación de su teoría de la mano invisi­ ble, que nos lleve a creer que esto necesariamente suceda. En Grecia en este momento la mano invisible sigue actuando, en el medio de la tragedia; así como actúa en Dinamarca, en medio del bienestar generalizado. Considerar en primera instancia, a la mano invisible como una buena explicación de cómo funciona el mercado de libre competencia, no significa suscribir al laissez-faire. Adam Smith el marxista. Marx es sin lugar a dudas el padre del concepto de trabajo alienado. ¿De qué se trata esto? La idea de Marx es que en el trabajo subordinado moderno existe una esci­ sión completa entre la planificación del producto y su realización. Para entender mejor, el artesano proyecta y ejecuta. El obrero se limita a ejecutar un proyecto diseñado por otros. Además, esta ejecu­ ción está pensada de manera tal que no le deje al obrero ningún tipo de control sobre los tiempos de ejecución. Este punto fue desa­ rrollado por un gran marxista norteamericano, Harry Braverman (1920-1976), que había sido también él obrero. Mientras se le dejen al obrero los conocimientos tecnológicos, él seguirá controlando también los tiempos del trabajo. Es como cuando llevan el auto al mecánico, o cuando viene a casa el técnico del lavarropas: él sabe cuál es el problema, ustedes no. Están en sus manos, puede contarles lo que cree, que se necesitan 10 minutos o medio día (los economistas lo llaman asimetría informativa). ¿Creen que los capitalistas podrían 51 Sergio CESARATTO dejar la producción en manos de los trabajadores calificados, de los semi-artesanos? La organización científica del trabajo propugnada por FrederickTaylor (1856-1915), afirmaba Braverman, tiene preci­ samente como finalidad subdividir las tareas de los trabajadores en operaciones lo suficientemente simples como para poder ser medi­ das con precisión en sus tiempos de ejecución (alguno se acordará de la película de Elio Petri, L a clase obrera va al paraíso). El obrero debía ser controlable de la misma manera que una máquina. La alienación es completa. Smith vislumbra todo esto con lucidez, sosteniendo con claridad en las primeras páginas de L a R iqu eza que las diferencias de talento entre los hombres eran el fruto y no la causa de la división del trabajo, y más adelante, que la simplificación y la monotonía de las tareas no podía más que obnubilar las mentes de la gran masa de la población “a menos que el gobierno se haga cargo de impedirlo”. ¡Discúlpenme si es poco! 6. EL PRECIO DE LA LUCHA DE CLASES Smith da un gran paso en el análisis de la naturaleza del cambio de un bien. valor de Profesor, debe admitir que ustedes los economistas realmente son personas sin ideales, como para ocuparse de la “naturaleza del valor de las mercade­ rías”. Disculpe la ignorancia,pero ¿para qué nos sirve? Esto que usted dice nos hace acordar de Oscar Wilde, que se quejaba de que todos decían conocer el precio de cada cosa, pero que eran realmente pocos los que estaban en condiciones de apre­ ciar su valor. Más adelante veremos, que en realidad el precio es un microcosmos de la lucha de clases. Cuando era estudiante, en los años setenta, uno iba a estudiar economía con la intención de profundizar la “teoría del valor y de la distribución” que, como ya habíamos escuchado en la secundaria, era objeto de feroces debates entre las diversas escuelas de pensamiento. Se ha dicho que a largo plazo el valor de un bien coincide con sus costos de producción, los cuales incluyen la remuneración normal del capital, es decir el índice normal de ganancia. Este incluirá también 52 Seis clases sobre economía la retribución por el trabajo empleado para producir ese producto, por ejemplo el salario normal de ustedes y el de los empleados del restaurante que abrieron; y también la renta, es decir el alquiler que le pagan al dueño del local que están utilizando. El valor incluirá también el costo de los materiales que se emplearon, y la amortiza­ ción del equipamiento (hornos y cocinas, heladeras, etc.). El valor de un bien es entonces una cosa muy compleja: para saberlo tenemos que conocer el índice de ganancia, el salario, y el precio de los otros bienes que utilizamos y que a su vez nosotros mismos compramos. U n lindo dolor de cabeza. Lo es de verdad. Digamos que Smith nos deja con la idea de que al final el precio de los bienes depende de la retribución de aquello que se empleó para producirlos, es decir el capital, el trabajo y los recursos, tales como los inmuebles o los terre­ nos - a la remuneración de estos últimos se la llama renta, pero por el momento no la tendremos en cuenta, para no complicarnos la vida. Lo que tienen que entender ahora es cómo la naturaleza del precio se encuentra íntimamente relacionada con el tema de la distribución del rédito entre salarios y ganancias. P ara Smith el valor natural de un bien depende entonces del índice natural del salario, de la ganancia y de la renta. El de hecho consi­ deraba que, en último término, todo aquello que se necesita para producir un bien, incluidos también los bienes intermedios y los equipamientos utilizados, está relacionado con los salarios, las ganan­ cias y las rentas pagadas para producirlo. Por lo tanto, nos tenemos que preguntar entonces, de qué dependen las tasas naturales del sala­ rio y de la ganancia (hemos decidido no tomar en cuenta la renta). Smith entiende que las tasas naturales del salario, de la ganancia y de la renta, están determinadas por leyes naturales, incluidas las leyes sociales correspondientes a los conflictos de clases, que son identificables por la investigación científica. En este sentido, para Smith y para los Clásicos, natural no significa inmutable, como si la naturaleza dictaminara una cierta distribución del rédito que no debe cambiar la subjetividad de las fuerzas sociales, o como si estuvieran destinadas por el cumplimiento de un designio divino dentro el gran libro de la creación. Al contrario, es la teoría económica “m oderna” la que 53 Sergio CESARATTO utiliza el término natural precisamente en este segundo sentido más místico. Respecto al índice de ganancia, la estructura de la teoría de la plusvalía encapsulada por la relación (1) es menos evidente en Smith de lo que proponen las teorías anteriores de Petty o de los Fisiócratas, y recién será Ricardo quien las desarrolle en profundidad. Sin embargo, en Smith aparece claramente una cosa: el nivel de los salarios depende de las relaciones de fuerza entre los capitalistas, a los que él llama Masters, y los trabajadores (hay un libro intere­ sante de Antonella Stirati sobre el tema). Smith no tenía dudas sobre quién era el más fuerte: los masters eran pocos y podían fácilmente ponerse de acuerdo en resistir a las demandas de los trabajadores que, por otro lado, al no tener recursos, no podían sostener los conflictos por demasiado tiempo. Así es que Smith, en definitiva, no pareciera ocultar su simpatía por la clase obrera. Por otro lado, a diferencia de M argaretThatcher y del Adam Smith histitute - famosos por la afirmación de que “no existe tal cosa llamada sociedad” - Smith no solo pensaba que la sociedad humana sí exis­ tía, sino que además ésta encontraba su fundamento en la simpatía natural entre los individuos. Por lo tanto, liberales sí, pero no neo­ liberales. Y, de hecho, el neo-liberalismo se basa más en las teorías neoclásicas marginalistas que en Adam Smith. 7. RICARDO EL ABRELATAS Hombre de negocios y político, David Ricardo (1772-1823) es un autor de un rigor lógico intransigente - fue definido como el “Prín­ cipe de los economistas”. En un cierto sentido él es el inventor del razonamiento abstracto en economía por el cual cualquier problema puede ser reducido a sus elementos esenciales - el inventor del abre­ latas del chiste -. “Vicio Ricardiano” lo denominó el economista e historiador del pensamiento austríaco Joseph Schumpeter (18831950). En realidad no hay nada de malo en simplificar los razona­ mientos para volverlos transparentes, y además a Ricardo le interesa­ ban los temas políticos, específicamente la lucha de clases, como ya 54 Seis clases sobre economía hemos dicho antes. Desconfíen de quien habla mal del pensamiento abstracto. Ricardo estaba entonces interesado en el conflicto entre la aris­ tocracia agraria y los industriales. Los primeros estaban a favor del impuesto al grano importado de los países europeos donde se produ­ cía de forma más económica, para poder vender el grano nacional a un precio más elevado. Ricardo argumentaba, sin embargo, que si el precio del grano aumentaba, los capitalistas debían pagar salarios más elevados, y esto supondría un índice de ganancia más bajo, desalen­ tando las inversiones. Para demostrar esto, Ricardo necesita hacer ver con rigor que entre salario y ganancia hay una relación inversa. Y así es que, involuntariamente, termina por hablar de lucha de clases entre capital y trabajo. Cosa que los economistas burgueses no le perdonarán. Ahora viene una parte más difícil de entender, pero si evitan entrar en pánico, no tendrán dificultades. Retom em os la relación (1): Producto social - Reutilizaciones = Excedente. Las reutilizaciones consisten en la porción del producto social que las clases dominantes tienen que dejar de lado como subsistencia para los trabajadores - los artículos de primera necesidad o de consumo necesario - y para reconstituir los medios de producción destruidos en el proceso productivo pasado. Al igual que Smith, Ricardo sostiene que también los medios de producción (máquinas, materiales, etc.) son a su vez producidos con trabajo, por lo que no se comete un gran error al decir que, en definitiva, lo que se debe separar para retomar el ciclo productivo son los consumos necesarios para los trabajadores. (Como el ispettore della brillantina Linetti en una antigua emisión de Carosello19, también Ricardo está cometiendo un error, ya lo vere­ mos). La relación (1) la reescribimos entonces como: Producto social - Consumo necesario = Excedente (relación 2) 19 NT: Carosello fue un programa de televisión italiano que se emitió desde 1957 hasta 1977 .Y el inspector -ispettore- al que se hace mención era el personaje de una célebre publi­ cidad de productos para el cabello. 55 Sergio CESARATTO O en símbolos: P - N = E Es claro que si el consumo necesario coincide con el salario de los trabajadores, el excedente coincide con las ganancias de los industria­ les (recordemos que no estamos considerando las rentas). En suma, la relación (2) puede también plantearse como: Producto social - Salarios = Ganancias Hemos visto más arriba que la tasa de ganancia es la relación entre los beneficios y el capital anticipado. Com o estamos suponiendo aquí, si las ganancias coinciden con el excedente y el capital antici­ pado consiste solamente en el consumo necesario (salarios) para los trabajadores, tendremos entonces que la tasa de ganancia está dada por la siguiente relación: r= Producto social - consumo necesario = consumo necesario (relación 3) excedente consumo necesario O también, en símbolos: r= P -N = E N N No se necesita un diploma en matemática para entender que, a igual cantidad de producto social (P), los salarios y por ende también el consumo necesario (N) aumentan, el excedente (E) y el índice de ganancia (r) disminuyen, y que por ende hay una relación inversa entre salarios y ganancias. Por ejemplo, si P = 1000 y N = 5 0 0 , r será de un %100 (no se detengan en los números que pongo como ejemplo). Si N asciende a 750, r baja a un 33%. 56 Seis clases sobre economía Pero hay un problema. El producto social consta de muchas mercaderías distintas, así como también el consumo necesario. ¿Ustedes le propondrían a su hijo resolver la siguiente división? + 10 peras 8 manzanas 6 peras + 2 manzanas No, y no es por ignorancia en matemáticas que no se lo van a enseñar, sino que es porque no se puede hacer. En prim er grado aprendimos de la maestra a resolver el siguiente problema: “mamá va a hacer las compras, compra 10 peras y 8 manzanas; el valor de una pera es de un euro y una manzana cuesta 50 centavos; ¿cuánto gastó mamá?” leimos profesor, esto sí lo sabemos hacer. D a 14 euros. Exacto. ¿Y si la madre compra 6 peras y 2 manzanas? ¡Yo lo sé seño, 7 euros! Bien. Sabiendo los precios, esta cuenta de las peras y las manzanas sí se puede hacer, y quedaría 14 euros/7 euros = 2, es decir: 10 peras x precio de las peras + 8 manzanas x precio de las manzanas = 14 euros = 2 6 peras x precio de las peras + 2 manzanas x precio de las manzanas 7 euros Esto que hicimos antes de sumar peras y manzanas ha sido para utilizar un parámetro homogéneo. Si hubiésemos sido biólogos hubiéramos tal vez recurrido a la suma de las vitaminas, pero como economistas recurrimos a su valor. Entonces, para calcular correc­ tamente la tasa de ganancia a través de la relación (3) tenemos que conocer el precio de los bienes que están contenidos en P y en N . Lindo problema, profesor, porque arriba usted nos explicó con Smith que para conocer el valor de los bienes tenemos, entre otras cosas, que conocer la tasa de ganancia. De hecho, terminamos en un círculo vicioso: para calcular la tasa de ganancia tenemos que conocer primero los precios, pero estos no se conocen si no se conoce la tasa de ganancia. N o es tan cierto que un economista es alguien que conoce el precio de todo y el valor de nada. 57 S e r g io C E S A R A T T O Con esto pareciera que no sabe nada de nada. En fin, el problema es tener que calcular P y N sin necesariamente conocer antes los precios. Ricardo prueba por dos caminos. 8. RICARDO EL AGRIMENSOR En el primero de estos caminos, Ricardo pone el foco en el sector agrícola y en particular en la producción de cereales, que constituye la gran parte del mismo (trigo, cebada, avena, etc., todas mercaderías producidas con una tecnología afín). Si P y N están constituidos por cereales, entonces la tasa de ganancia en agricultura ra será perfecta­ mente calculable. Por ejemplo si P fuese un millón de toneladas de cereal y N igual a 500 mil toneladas, f sería: f = P - N = 1 millón de toneladas - 0 . 5 millones de toneladas = 100% N 0 ,5 millones de toneladas ¿Y la tasa de ganancia en la industria? Ricardo sostiene que esta no podrá más que adecuarse al índice agrícola. La respuesta es sencilla. Dada la tasa de ganancia en agricultura ra nosotros ya sabemos que, por el principio de los vasos comunicantes, la tasa de ganancia gene­ ral de toda la economía tenderá a nivelarse, a ser uniforme. Entonces, si la tasa de ganancia agrícola fuese superior a la industrial, los capi­ tales se moverían de la industria a la agricultura, y viceversa si fuera la tasa de ganancia industrial la más elevada. Pero Ricardo se plantea un problema (inclusive luego de las críti­ cas recibidas de parte de Malthus [1766-1834]): si los salarios inclu­ yeran, como es de esperarse, además de los cereales también a los productos industriales, por ejemplo la prendas de vestir (para simpli­ ficar digamos las telas), la homogeneidad entre P y N se perdería de nuevo, y volveríamos a las peras y a las manzanas. Para calcular N, que se compone de cereales y de tela, tenemos que conocer respec­ tivamente el precio del grano y el de la tela, y es de esta manera que el ciclo vuelve a comenzar. Como el agrimensor de E l castillo, nos encontramos nuevamente en una situación kafkiana. 58 S ei s clases so br e ec o n o m í a 9. RICARDO EL LABORISTA Ricardo recurre entonces a una segunda y bien distinta medición del valor de P y de N : la del “trabajo incorporado”. Tomemos el producto social í?que esta vez comprende al conjunto de los produc­ tos agrícolas e industriales. Medir P en trabajo incorporado significa medirlo sobre la base de todo el trabajo necesario para producirlo. Este trabajo comprende tanto el trabajo empleado directamente como el utilizado de forma indirecta para fabricar los medios de producción utilizados en los procesos productivos. La sumatoria del trabajo directo y del indirecto nos la dice el ingeniero (en teoría, ¡vamos!, un poco de flexibilidad) y no presupone entonces el cono­ cimiento de los valores. Ricardo puede a esta altura medir P y N, sin tener que conocer primero los precios, a través de la fórmula: r = P - N = trabajo incorporado en P - trabajo incorporado en N N trabajo incorporado en N (relación 4) Pongamos un ejemplo. Si P es 1 millón de horas de trabajo y N es 0,5 millones, la ecuación nos da r = 100% (siempre son cifras imaginarias). Pero si los salarios aumentan y N se convierte en 0,75 millones de horas de trabajo (es decir que los trabajadores perciben más mercaderías y por ende N contiene más horas de trabajo), obte­ nemos r = 33%; la tasa de ganancia ha disminuido, como esperába­ mos. Resumiendo, la teoría de la distribución de Ricardo funciona así: los salarios se ubican a un nivel de subsistencia históricamente determinado (agregaremos algo más en lo sucesivo). Conociendo el salario por trabajador y el número de trabajadores ocupados se cono­ cerá el monto salarial, el conjunto de los salarios proporcionados. Este conjunto de salarios está compuesto por muchísimas mercan­ cías heterogéneas (pan, huevos, jeans, etc.), pero todas calculables a través del trabajo necesario para producirlas. Entonces se puede medir fácilmente N . Una vez calculado también el producto social P como el conjunto del trabajo incorporado en las mercancías que lo 59 S e r g io C E S A R A T T O componen, podemos estimar r con la relación (4). Se ve claramente que si los salarios aumentan, N aumenta y r disminuye. 10. RICARDO EL CRIMINAL El contenido “subversivo” de esta teoría fue claro para muchos, tanto en el movimiento obrero naciente (en particular entre los llamados socialistas ricardianos), como para los “matones a sueldo” que defen­ dían los intereses de la burguesía, como Carey que decía que la teoría de Ricardo sembraba cizaña entre las clases sociales y Scrope que declaró criminal la difusión de las ideas ricardianas, ambos citados en la introducción. En Ricardo, de hecho, no hay ninguna ley férrea - como aque­ lla L ey de bronce de los salarios que Marx combatió posteriormente sobre la base de las enseñanzas de Ricardo - que adhiere a una cierta distribución “natural” del rédito entre salarios y ganancias (natural en el segundo de los dos sentidos ilustrados en una ficha vista ante­ riormente). Pero no solo esto, el origen de las ganancias residía en un porcentaje del producto social no pagado a los trabajadores que, en el fondo, eran los que habían realizado ese producto. No hay ningún aporte específico del “capital” a la producción. Naturalmente, a la producción contribuyen los equipamientos productivos (maquina­ rias, galpones, etc.). Bien, pero este aporte también estaría si el capital fuese poseído colectivamente por los trabajadores, que en esta situa­ ción se apropiarían también del excedente. Los capitalistas perciben las ganancias por el solo hecho de tener la propiedad del capital. En el fondo ellos también viven de rentas. Es verdad, muchos capita­ listas son también capitanes de la industria, empresarios y gerentes. Pero ellos también son trabajadores en estas funciones, y perciben un salario que, según la costumbre de cada país, será un poco (como en Suecia) o mucho (como en Italia) más elevado que el de un trabaja­ dor ordinario. ¿Pero la teoría del valor-trabajo no tenía ningún defecto? Lamen­ tablemente esto no es así, el riguroso Ricardo se dio cuenta de que había problemas, y lo mismo sucedió con Marx, que siguió la teoría S ei s clases so br e ec o n o m í a del trabajo-contenido (o teoría del valor-trabajo) de Ricardo. Estos problemas no son posibles de enmendar, y para salvaguardar la teoría del plusvalor deberemos abandonar la teoría del valor-trabajo, que constituye, sin embargo, una etapa fundamental del curso de la teoría clásica. Pero antes vale la pena señalar dos o tres aportes de Ricardo a la teoría de la plusvalía. En Smith encontramos una teoría conflictiva del salario: este depende de las relaciones de fuerza entre los capitalistas y los trabaja­ dores (recordemos que conocer de cuánto es el salario de los trabaja­ dores es necesario para determinar N en la ecuación del excedente). Ricardo complementa este enfoque sosteniendo que un aumento de los salarios y en consecuencia de la calidad de vida, si es persistente en el tiempo, se convierte en una especie de “segunda naturaleza” para los trabajadores (como dijera R obert Torrens [1780-1864]). Aunque Ricardo hable de “salario de subsistencia”, esto no significa que él considere que los trabajadores debían quedar anclados a estándares de vida miserables e inmutables. De hecho, él concibe el salario de subsistencia como histórim nente determinado. Es este el nivel de salario considerado como digno en una determinada época histórica. Hasta hace algunos años atrás, por ejemplo, en Italia un salario digno para una familia habría incluido una vivienda decente, un auto, y un mes de vacaciones en el mar o en algún pueblito. Actualmente, ya no es más así, puede que las vacaciones se hayan reducido a una semana y que el auto... bueno, tiene 150 mil kilómetros encima, pero todavía no trae problemas. Es que cambiaron las relaciones de fuerza entre capital y trabajo. 11. RICARDO EL ANTI-KEYNESIANO U n poco más problemática es la opinión de Ricardo sobre cómo se determina el producto social P, cuyo conocimiento es además nece­ sario para calcular r con la ecuación del excedente (relaciones 3 y 4). Ricardo cree en la L e y de Say - que toma el nombre de Jean-Baptiste Say (1767-1832), el economista francés que la enunció. Contra esta ley, veremos, se pronunciarán Marx y Keynes. 61 S e r g io C E S A R A T T O ¿Ricardo era entonces un precursor del anti-keynesianismo? Sí y no. Mientras tanto, ¿qué es la Ley de Say o la L ey de los mercados ? Esta ley parte de una visión muy simple y también muy útil como primera aproximación al funcionamiento circular de la economía en su conjunto (y también por esto es importante que la conozcan). Cuando las empresas producen, estas distribuyen rédito a los trabaja­ dores (salarios) y a los capitalistas (ganancias). Estos réditos se gastan y el flujo de dinero vuelve, por así decirlo, a las empresas. En otros términos, la Ley de Say afirma que la economía funciona, desde el punto de vista macroeconómico,como un “circuito renta-gasto” que se repite. La cuestión es que Say, y Ricardo que lo sigue, dicen que este “circuito renta-gasto”fu n cion a siempre (como la publicidad del lavarropas Pinico, que quien tenga mi edad la recordará). Sustancialmente, se produce para comprar, y todo lo que se produce se vende. Si se produce por 1000 millones de euros, se distribuirán 1000 millones de rentas, el gasto será de mil millones y la producción se habrá vendido toda. Producción ( 1 0 0 0 ) —>~Renta ( 1 0 0 0 )—>~Gasto (1 0 0 0 ) o bien Oferta agregada (1 0 0 0 ) = D em an da agregada (1 0 0 0 ) En el primer año de la facultad la Ley de Say nos la enseñaban para después criticarla, a través de la expresión “la oferta crea su propia demanda”. Ahora a los estudiantes no se la enseñan más sino de formas sutiles, por lo que la asimilan sin tener consciencia. La objeción más banal que se puede hacer a esta visión optimista según la cual en el capitalismo nunca hay un problema de demanda agregada, es que parte de los réditos serán ahorrados, en particular por las clases más pudientes que gozan de ingresos muy superiores a sus consumos igualmente opulentos. En verdad esto ya lo hemos dicho: difícilmente los capitalistas y las clases satélites consumen todo 62 S ei s clases so br e ec o n o m í a el excedente del cual se apropian y esto ocasiona un problema de demanda. En el ejemplo anterior, si solo 800 millones se gastan en bienes de consumo y 200 se ahorran, quedan 200 de producción sin vender. Producción (1000 ) —►Renta (1000)—>-Gasto (800) + Ahorros (200) o bien O ferta agregada (1 0 0 0 ) > D em anda agregada (8 0 0 ) Las mercaderías sin vender quedarán por un tiempo en los depó­ sitos, pero si a la situación no se le pone un freno, las empresas redu­ cirán su producción y la desocupación aumentará. Sin embargo, Ricardo piensa en una economía en la cual si bien es cierto que se ahorra, se lo hace para invertir V . ale decir, que los capitalistas que ahorran 200 millones de sus ganancias lo hacen para comprar 200 millones de bienes capitales (equipamientos, instalacio­ nes, etc.), por lo que en última instancia, el total de la renta termina siendo gastado: 800 en consumo y 200 en inversión. Producción (1000)—>~Renta (1000)—^Consumos (800) + Inversiones (200) o bien Oferta agregada (1 0 0 0 ) = D em anda agregada (1 0 0 0 ) Se retornaría entonces al equilibrio entre oferta y demanda agre­ gadas. La crítica que Keynes le hará a Ricardo es que en una economía moderna las decisiones de ahorro están separadas de las decisiones de inversión. Cuando el célebre profesional de la esquina decide respecto a sus jugosos ahorros, lo hace a partir de sus propias motivaciones (disfrutar de la vejez, tacañería, etc.), mientras que el negocio de enfrente decidirá si comprar o no maquinaria nueva en base a otras S e r g io C E S A R A T T O consideraciones (sobre la base de cómo vaya el mercado, probable­ mente) .Y no hay certeza de que lo que el profesional decida ahorrar sea precisamente lo mismo que lo que la tienda decidirá invertir o viceversa. No hay relación alguna entre las dos decisiones. Y si el profesional decide ahorrar más de lo que el negocio decide invertir, la economía entra en crisis. (En esta visión los bancos intermedian el ahorro, lo transfieren de los depositantes a los inversores; volveremos sobre esto). Sin embargo, Marx que entendió a Ricardo mucho mejor que Keynes, no considera suficiente la distribución de la Ley de Say para cuestionar a la teoría ricardiana,y en particular a la teoría de la plus­ valía. De hecho, Marx es la demostración de que no solamente se puede estar de acuerdo cotí la teoría de la plusvalía rechazando al mismo tiempo la Ley de Say, sino también de que esa teoría puede respaldar las conclusiones keynesianas más innovadoras mucho mejor que las confusas bases teóricas del mismo Keynes. Prueba de esto es, que incluso adhiriendo a la Ley de Say, Ricardo no creía en mecanismos de mercado que conducirían automática­ mente a la plena ocupación. Lo demuestra en un capítulo sobre las máquinas en el que parece avalar el ludistuo, movimiento que se opuso con violencia a la introducción de nuevas maquinarias industriales que habrían destruido gran cantidad de puestos de trabaj o. También en este caso Ricardo planteó una tesis molesta para el establishment: no había ninguna consecuencia automática por la cual los obreros despedidos a causa de las innovaciones tecnológicas encontrarían trabajo de nuevo. Para Ricardo la desocupación tecnológica es un hecho. Keynes, lamentablemente, mezcló a Say, a Ricardo y a los marginalistas en una misma olla, definiéndolos a todos como “Clásicos” y contribuyendo así, como en otros casos, a sumar más confusión que claridad. 12. M ARX EL RICARDIANO Marx lo sigue entonces a Ricardo. La perspectiva históricosocial de Marx, que es la del m aterialismo histórico, es ciertamente más 64 S ei s clases so br e ec o n o m í a amplia que la de Ricardo. Para Marx las formas económicas están dadas históricamente, y así como el feudalismo fue subvertido por la burguesía, el destino del capitalismo será el de ser derrocado por el proletariado. Asimismo Marx cree firmemente que el pensamiento dominante sirve a los intereses de las clases dominantes. Si la primera profecía no se ha hecho realidad hasta ahora (a pesar de lo cerca que se estuvo), sin duda la ciencia económica dominante será quien demuestre la factibilidad de la segunda proposición. La teoría de la distribución de Marx es la de Ricardo, con una innovación importante, que es la consideración del capital físico anticipado. No es complicado. Hemos visto antes que Ricardo, como Smith, hace coincidir el capital anticipado por los capitalistas con el monto salarial anticipado a los trabajadores. Esto no es preciso porque los capitalistas prevén también aquello que sirve para adquirir las maquinarias (capital fijo) y las materias primas (capital circulante). El riguroso Ricardo lo sabe,pero es Marx quien lo tiene plenamente en cuenta. Acostúmbrense a seguirme como si estuviéramos armando un rompecabezas. La figura completa aparece recién al final. Marx llama capital variable (v) al trabajo incorporado en las mercan­ cías que componen el salario anticipado a los trabajadores (en la relación [4] habíamos llamado N a este término) y capital constante (c) al trabajo incorporado en los capitales físicos anticipados por el capitalista. Marx denomina al trabajo incorporado en v, trabajo vivo; y al incorporado en c, trabajo muerto. Veamos por qué. Marx afirma que los capitalistas extraen las ganancias, a las que él llama plusvalía, solamente del capital variable, del trabajo vivo. ¿Qué quiere decir con esto? El afirma que en el capitalismo el trabajo es un producto como los otros, que se compra y se vende. No hay otra forma ya que los capitalistas poseen los medios de producción, mientras que las trabajadoras y los trabajadores no tienen más que sus propias manos para vender y procurarse así la subsistencia. El salario es el precio del trabajo como mercancía. El precio de esta mercan­ cía tan particular es para Marx, siguiendo a los economistas clásicos, igual a sus costos de producción. ¿Cuánto cuesta entonces, producir una S e r g io C E S A R A T T O unidad de valor-trabajo, por ejemplo una jornada laboral? Cuesta el valor necesario para mantener con vida y eficiencia al trabajador a lo largo de una jornada. Marx precisa entre otras cosas que el salario tiene que cubrir también el costo de reproducción del trabajador, es decir que él (o ella) tiene que ser capaz de reproducir la propia especie, y por ende debe poder mantener a su familia y a su descendencia. Esto vale para el trabajo como para los materiales. Como cada uno sabe, una empresa amortiza la maquinaria, de manera tal que cuando queda fuera de uso se lo pueda desechar y comprar uno nuevo. Por ende el costo del trabajo no es solo la nutrición que se le provee para hacerlo funcio­ nar (el sándwich de la hora del almuerzo), sino también la amor­ tización para poder tener trabajo fresco disponible después de un número de años (la cena para el cónyuge y los hijos).Y con relación a esto, Keynes consideraba que las jubilaciones debían ser asimilables al costo para el desguace de la maquinaria usada. Entonces, cuando los capitalistas compran trabajo, digamos una jornada laboral (supongamos de 10 horas), ellos la pagan con el sala­ rio (en este ejemplo jornalero). Supongamos (abrelatas) que el salario contenga 5 horas de trabajo, lo que equivale a decir que se necesita­ ron 5 horas de trabajo para producir los bienes-salario necesarios para sostener al trabajador y a su familia por un día. Básicamente (hagan un esfuerzo con su imaginación) es como si los obreros trabajasen las primeras cinco horas para producir sus propios bienes de subsistencia y las restantes cinco para el patrón. En otras palabras, la jornada labo­ ral comprada por los capitalistas es divisible en dos secciones: en la primera los trabajadores trabajan para sí, en la segunda trabajan para el patrón, es decir: jornada laboral í 0 horas = trabajo incorporado en los bienes salario 5 horas + plus trabajo 5 horas (Esto me hace acordar un poco a aquella historia que dice que trabajamos hasta junio para el Estado y el resto del año para nosotros, pero esta es una falacia en apoyo de la evasión fiscal; hasta junio traba­ S ei s clases so br e ec o n o m í a jamos para pagarle los sueldos a los médicos que nos curan en los hospitales públicos y a los maestros de nuestros hijos. Claro, también a algunos vagos, pero este ya es otro tema). El capitalista paga cinco horas, el capital variable anticipado como salario al trabajador, y obtiene una prestación de diez horas, la jornada laboral entera. ¿Pero entonces está robando? No, dice Marx, el capitalista pagó las diez horas de trabajo a su costo de producción y reproducción, o bien el salario para el sustento del trabajador y su familia. No está robando nada. No hay diferencia entre comprar una jornada laboral y una pera. Por eso no recurran a la justicia, que van a perder plata (de los jueces italianos podemos esperarnos cualquier cosa en materia de ciencia).Tenemos entonces que v son los salarios (5 horas de trabajo incorporado, como vimos en el ejemplo) de los cuales el capitalista extrae el plustrabajo o la plusvalía s (las otras 5 horas del ejemplo). Paga v y obtiene pero respetando perfecta­ mente la lógica del mercado. He aquí el origen de la ganancia, dice Marx. La teoría es exactamente igual a la de Ricardo. ¿Pero profesor, por qué el mismo jueguito no se puede hacer con el capital constante, el que se relaciona con el capital físico que el capitalista anticipa? Para responder demos un paso más. Para Marx, como para Ricardo, el valor de un producto es igual al trabajo directa e indirectamente utilizado para producirlo. Apoyándonos en el ejemplo de antes, supongamos (abrelatas) que el producto contiene trabajo directo por 10 horas (de las cuales 5 el trabajador las trabaja para él y las otras 5 para el patrón), y trabajo indirecto, presente en los capitales físicos (equipamientos, etc.) por otras 10 horas, de manera tal que el valor del producto es de 20 horas. Tenemos: trabajo directo = jornada laboral de 10 horas = v + s trabajo indirecto = jornada laboral de 10 horas = c valor del producto = trabajo directo + trabajo indirecto = 10 horas + 10 horas = 20 horas = c + v + s. Como se ve las ganancias del capitalista (plusvalor) derivan sola­ mente del trabajo directo, mientras que el trabajo indirecto reside en el precio del producto tal cual es (por esto al trabajo indirecto se lo define como capital constante). Del trabajo indirecto, es decir del 67 S e r g io C E S A R A T T O capital constante c, el capitalista no extrae ninguna plusvalía. Por esto Marx lo define como trabajo muerto.Y en cambio define a v como trabajo vivo, porque de este sí se extraen plustrabajo y plusvalor. Como ven, el valor de un producto es para Marx igual a sus costos de producción: costo de los capitales físicos c y de los salarios v, más las ganancias por el capital s, todas magnitudes calculadas en trabajo incorporado. Marx calcula el índice de ganancia r con una relación similar a la (4) de Ricardo (en la cual sustancialmente no aparecía el término c), es decir como ganancias (plusvalía) sobre el capital anticipado, con las magnitudes de i, c y v medidas en trabajo incorporado: r= Plustrabaio Trabajo incorporado en el capital constante + Trabajo incorporado en el capital variable (relación 5) O bien en símbolos: r = .i c + v Esta es también la versión de Marx de la relación (3). 13. LA TEORÍA DEL VALOR-TRABAJO TRABAJA MAL Pero la teoría del valor-trabajo presenta algunos problemas, y el astuto de Ricardo ya se había dado cuenta. No hace falta ser econo­ mistas para entenderlo - alcanza, para muchas de las cosas que deci­ mos, con que razonen como lo harían con cualquiera de sus proble­ mas cotidianos, grandes o pequeños. Entonces la cuestión es esta. En un cierto sentido Marx se equivocaba al afirmar que el capitalista extrae sus ganancias solamente del trabajo vivo, del trabajo realizado en el año para producir las mercaderías, es más, en cierta forma es lo contrario, porque extrae más del trabajo muerto, aquel trabajo hecho (digamos) el año pasado para producir los equipos. (La mulé- S ei s clases so br e ec o n o m í a tilla “digamos” es lo único que me gusta de D'Alem a211, y quiere decir “para simplificar”; esto es importante para un razonamiento, en el que vale la “navaja de Ockham ”: es inútil multiplicar los concep­ tos). Si ustedes ponen un capital en el banco por un año, percibirán los intereses por ese año a la tasa de interés acordada; si los dejan por dos años percibirán los intereses por los dos años y también los interese sobre los intereses o interés compuesto, y así sucesivamente por más años. El capitalista que produce hoy empleando trabajo directo (capital variable), ha producido ayer equipamientos y materiales con trabajo indirecto (capital constante). Entonces, simplificando, para conocer el valor hoy del capital constante producido ayer, tenemos que conocer la tasa de ganancia: cómo el capital de 100 euros que ustedes invirtieron el año pasado en el banco a una tasa del 5% (o 0,05) vale hoy 100 euros x (1 + 0 ,0 5 ),y en general 100 euros x (1 + /) si se capitaliza a la tasa /', de la misma manera si el capitalista invirtió ayer un capital de 100 euros en equipos, este capital vale hoy 100 euros x (1 + 0,05) (si la tasa de ganancia es r = 0,05). En otras pala­ bras, el capitalista que anticipa sus capitales por un año debería poder lucrar el índice de ganancia normal, porque de ser de otra manera, lo hubiera invertido en títulos seguros. En definitiva, las horas de trabajo contenidas en c y v no entran en el valor de un producto de manera equivalente: las contenidas en c son capitalizadas, y para hacerlo tenemos que conocer la tasa de ganancia (o de interés, considerémoslos sinónimos de “tasa de rendi­ miento del capital”). En el ejemplo, si el trabajo directo v + s y el trabajo indirecto c son ambos de 10 horas, el valor (o precio) del producto no es 20 horas, sino: (i> + s) + c (1 + r) = 10 horas + 10 horas (1 + r) = ? No pode­ mos resolver esta simple ecuación sin conocer la tasa de ganancia r sobre la que podríamos capitalizar el capital anticipado el año ante­ rior. Pero, por otra parte, si no resolvemos la ecuación, no podremos determinar r. 20 Massimo D ’Alema, político de la “izquierda” italiana, con la fama de posicionarse en lo que sabe mucho. S e r g io C E S A R A T T O U n ejemplo de la vida de todos los días puede ayudar.Todos sabe­ mos que el parmesano (o el whisky) añejo cuestan más. Las razo­ nes las saben: el proceso de conserva y añejamiento cuesta, se tiene parado un capital sobre el que se calculan los intereses, por ejemplo, dos hormas de queso parmesano producidos con la misma cantidad de trabajo pero con diverso proceso de conserva tendrán precios distintos. Profesor, pero estos círculos viciosos en economía ¡son un verdadero vicio! Es cierto, pero Marx sugiere una alternativa para resolver esta cues­ tión. De manera independiente también la vislumbra Piero Sraffa, quien luego la desarrolla. Marx vivo o muerto. Esta concepción es en verdad la manera con la cual Ricardo (y no Marx) se da cuenta del problema. El primero pensaba entre otras cosas que el error cometido al considerar de la misma manera al trabajo corriente (directo) y aquel dispensado en los años anteriores para producir el capital (indirecto) era pequeño. Pero una teoría o es correcta o está equivocada, ¡no puede ser aproxima­ damente verdadera! ¿Algún ingeniero se atrevería a enviar una sonda al espacio sobre la base de una teoría de las trayectorias (¿existirá?) válida solamente en “términos generales”? Solo Corea del Norte lograría reclutar astronautas. Marx se da cuenta del problema de otra manera. Coherentemente con la teoría del valor-trabajo, para la cual el beneficio se extrae sola­ mente del trabajo vivo,Marx es consciente de que el trabajo vivo y el trabajo muerto no se encuentran en la misma proporción en todas las industrias y que aquellas que utilizan proporcionalmente más trabajo vivo tienen una ventaja y consiguen una tasa de ganancia más alta. Pongamos un ejemplo. En una industria “ligera” como la de la ropa, se emplea relativamente la misma cantidad de trabajo vivo (capi­ tal variable) que de trabajo muerto (capital constante), mientras que en una industria “pesada” como la del acero, donde las instalaciones son grandísimas, es más el trabajo muerto que el trabajo vivo.Y ya que la plusvalía se extrae solamente del trabajo vivo, por intuición, el primer sector se encontrará en ventaja. Marx es consciente de 70 S ei s clases so br e ec o n o m í a que las diferencias en los índices de ganancia entre los sectores esta­ rían violando el principio de los vasos comunicantes: como en física (supongo), la primera tarea de la ciencia económica es la de determi­ nar el centro de gravedad - después nos ocuparemos de las alteracio­ nes a los procesos de gravitación. Marx sabe entonces que los precios normales (caracterizados por una tasa de ganancia uniforme) no se pueden determinar a partir de los valores-trabajo. 14. SRAFFA EL SIMULTÁNEO En sus primeros estudios sobre la teoría del valor y de la distribución, Piero Sraífa sospechaba de la teoría del valor-trabajo porque creía ver, sobre todo en Marx, una herencia de las influencias políticofilosóficas que, aun identificándose con ellas, podían desviarse de un correcto análisis económico. El trabajo como “sustancia del valor” asignaba a la teoría de los precios un contenido ético-filosófico inmediato (las ganancias como “trabajo no pagado”), casi como si en la base de la teoría económica estuviese el artículo 1 de la Cons­ titución italiana. El título del famoso libro de Sraífa es Producción de mercancías p o r m edio de mercancías y no “Producción de mercancías por medio del trabajo”.Y con razón. Sraífa estaba de hecho vincu­ lado a una visión muy materialista de la teoría del excedente, más cercana a los cálculos materiales del excedente que se encuentran en Petty, en los Fisiócratas y en el Ricardo agrimensor (además de Jared Diamond, en cierto sentido) que a las mediciones en trabajo incorporado de Ricardo el laborista y de Marx. Intuitivamente, el trabajo para Sraífa es considerado un input (insumo) en el proceso productivo a la par que cualquier otra mercadería (carbón, maqui­ naria, etc.), y la cantidad de este input debía medirse a través del monto de mercaderías que entran como bienes-salario (los famosos artículos de primera necesidad) dentro del sueldo de los trabajadores empleados. Más que medir las mercaderías en trabajo, Sraífa medía el trabajo en mercaderías (bienes-salario). Poniéndonos filosóficos sobre este tema, ejercicio que le gusta mucho a la izquierda, esta visión es perfectamente coherente con la idea de que el trabajo en 71 S e r g io C E S A R A T T O el capitalismo se reducido a mercadería. Al respecto, Sraffa se sintió tocado en este punto por James Mili (1773-1836), un economista clásico contemporáneo de Ricardo y padre del famoso economista y filósofo John Stuart Mili, que escribió: “Los agentes de la producción son ellos mismos mercadería. Ellos son el alimento para el trabajador, las herramientas y las máquinas con los que este trabaja, y los mate­ riales en bruto a los que se aplica”. Los huérfanos de la teoría del valor-trabajo pueden constatar el ultra-materialismo de Sraffa. Pero es tal vez esto lo que a ciertos sectores de la izquierda no le gusta, el hecho de que el materialismo le dé poco espacio a las elucubraciones mentales y a la necesidad de algo distinto. Con Sraffa el sistema económico se nos muestra como un proceso en el cual las mercancías ingresan como “agentes de la producción” (input) y salen como producción (output). La diferencia entre el monto de mercancías producidas (deducidas de los mercaderías que sirven para la reposición de los medios de producción destruidos) y las mercancías que van a los trabajadores como salario, constituye el excedente. Pero Profesor, ¡volvimos al prim er cuadro, a la relación ( i) ! Sí, en cierto sentido sí. Pero lo que hace Sraffa, y a lo que Marx se había acercado bastante, es manifestar este proceso económico a través de ecuaciones simultáneas en las cuales, dado el índice de sala­ rio (como si fuera una canasta con las mercancías que lo componen adentro), se determinan los valores de todos los bienes y el índice de ganancia. El centro de todo esto es la idea de que el índice del sala­ rio está determinado por las relaciones de fuerza entre trabajadores y capitalistas, más allá de la matemática del sistema de ecuaciones, como nos sugieren Smith, Ricardo y Marx. Pocos años después de la publicación del libro de Sraffa en el año 1960, esta idea fue apro­ piada por el ala más militante del sindicalismo italiano en el slogan más famoso del A utunno caldo21: el “salario como variable indepen­ diente”. Si bien en rigor esto es una tergiversación (también para un gobierno de izquierda, el nivel real de los salarios puede estar condicionado por factores como las restricciones del exterior, ítem que 21 Otoño caliente. 72 S ei s clases so br e ec o n o m í a estudiaremos en la cuarta clase), se tomó de Sraffa la idea de que no existe una distribución del rédito que no pueda modificarse, sino que la distribución depende de las relaciones de fuerza. Demostrando su genialidad, Sraffa sugirió entre otras cosas que el banco central puede intervenir en el conflicto distributivo condi­ cionándolo a través de la fijación de la tasa de interés (como vere­ mos en la cuarta clase). El índice de interés cumple entonces el rol de betichmarck, es decir que funciona como referencia para medir la altura del índice de ganancia deseado por los capitalistas (lo hacían ustedes también cuando abrieron el restaurante con la herencia de la tía australiana). Por ejemplo, a un punto más alto de la tasa de interés y de ganancia, crecerá el nivel de los precios y hará que disminuya el salario real. Como ven, Sraffa es plenamente coherente con el enfoque clásico; aquello que tal vez se pierde con sus ecuaciones simultáneas es la transparencia conceptual de la relación (3) y de las relaciones análo­ gas (4) y (5) de Ricardo y de Marx, respectivamente. En Producción de mercancías Sraffa propondrá con el “sistema patrón” una versión propia de la relación (3), valorizando también en este caso algunos aspectos analíticos que se encuentran ya en Ricardo y en Marx. De este último Sraffa valora el “esfuerzo sobrehumano” de haber enten­ dido la teoría clásica justo cuando estas ideas eran ofuscadas por las “teorías vulgares” que sucedieron a Ricardo y que culminaron en la teoría hoy dominante. Pero el tratamiento del denominado “sistema patrón” de Sraffa va mucho más allá de los objetivos de este libro. ¿Quién es Sraffa? El famoso librito de Sraffa Producción de mercancías p o r m edio de mercancías es del sesenta. Sraffa lo venía trabajando desde la segunda mitad de los años veinte. Nacido en Turín y graduado junto con Luigi Einaudi, se hace amigo de Gramsci en los años del O rdine N u ovo22, sobre el cual escribe. Joven profesor universitario y contrario a Mussolini, a quien molestaban algunos de sus artículos de denuncia sobre el sistema bancario italiano, tiene que dejar Italia en 1926 y exiliarse en Cambridge, donde es recibido por Keynes, a 22 Nuevo Orden. 73 S e r g io C E S A R A T T O quien había sido presentado por Salvemini. Allí pertenece al círculo selecto de jóvenes cercanos al economista inglés y genera, entre otras cosas, una gran influencia sobre Wittgenstein. Visitó y asistió inte­ lectual y materialmente a Gramsci en sus duros años de cárcel. El redescubrimiento de la teoría del excedente fue expuesto por Srafia en la introducción a la edición de 1951 de las obras completas de David Ricardo, en las cuales había trabajado escrupulosamente durante las dos décadas precedentes. En 1961 Srafía recibió la medalla de oro de la Academia Sueca de las Ciencias precisamente por la edición de las obras de Ricardo, un honor que el economista italiano comparte con Keynes y otros pocos. Promotor de Srafía fue Gunnar Myrdal (18981987), un gran economista sueco. Myrdal fue uno de los padres intelectuales de la socialdemocracia escandinava. Como tendremos oportunidad de evidenciar más adelante, para Myrdal era claro que en Ricardo no existía la idea de una distribución natural del rédito, y que por ende esta podía ser modificable en provecho de los trabaja­ dores inclusive en el marco de un compromiso social. Srafía publicó muy poco en vida, pero nos ha dejado muchos manuscritos que serán publicados pronto, como él seguramente deseaba, y como expresaba en sus escritos: «En la teoría económica las conclusiones son a veces menos interesantes que el proceso con el que han sido alcanzadas». Como en la vida misma, por otra parte. Heinz Kurz, de la Universi­ dad de Graz, quien recoge las ideas de Srafía después de la desapari­ ción de Pierangelo Garegnani (1930-2011), el recopilador literario elegido por Srafía, lo ha definido recientemente como “uno de los más grandes economistas y profundos pensadores del siglo veinte”. 15. LOS HUÉRFANOS DEL VALOR-TRABAJO Una vez ordenadas las propias ecuaciones, en los años cuarenta Srafía vuelve sobre la teoría del valor-trabajo de Marx (y de Ricardo) y la revaloriza, más que por su contenido ético-filosófico, en relación al rol que cumple en tratar de resolver provisoriamente los problemas de medición de las magnitudes de la relación (2). Sin embargo el ala más ortodoxa del marxismo se sintió defrau­ dada por Srafía en el contenido ético-moral de esta teoría. En verdad 74 S ei s clases so br e ec o n o m í a la idea de que el excedente deriva de la explotación se desprende en Sraffa con mayor claridad, mientras ninguno de los otros aspectos de Marx, en particular el materialismo histórico, se ven afectados. La defensa de la teoría del valor-trabajo aparece hoy como un ejercicio anacrónico, basado generalmente en una mala economía. 16. M ARX EN CRISIS Ya nos hemos referido al hecho de que la teoría del excedente es funcional a una explicación de la crisis que vincula la distribución desigual del rédito a los problemas de demanda agregada (Dios le da el pan a quien no tiene dientes...). Marx propone diversas teorías sobre la crisis. De una nos desharemos rápido, y es la idea de que la crisis se debe a la naturaleza anárquica de la producción capitalista que conduce a los errores, al derroche y a la quiebra. Esto último es verdaderamente un hecho. Pero, por otra parte, la mano invisible de Smith nos induce a considerar que, si bien entre errores e incertidumbres, las empresas tienden a producir aquello que el mercado les demanda a un valor natural o normal. La Ley de Say que propone el laissez-faire exento de crisis no sería entonces fácil de criticar solo sobre la base de la htcertidumbre dentro de la cual los emprendedores asumen sus propias decisiones. Por otra parte es un argumento desligado del tema de la desigualdad como causa última de la crisis. Sin embargo, muchos economistas heterodoxos modernos todavía creen que la naturaleza anárquica del capitalismo, es decir, la incertidumbre acerca del resul­ tado de las decisiones (en particular las vinculadas a la inversión) sienta las bases de la crisis. Desafortunadamente Keynes alimentó esta creencia.Volveremos sobre esto. Una segunda teoría de la crisis tiene todavía crédito entre los marxistas más ortodoxos. Se trata de la denominada L ey de la baja tendenáal de la tasa de ganancia. Tener una intuición al respecto no es difícil. Como sabemos el trabajo vivo es la fuente del plustrabajo (la parte de la jornada laboral trabajada para el patrón) y del plusvalor, por ende de los beneficios. Por otra parte, Marx considera posible que con el desarrollo del capitalismo se manifieste una sustitución 75 S e r g io C E S A R A T T O progresiva de los trabajadores por medio de las maquinarias, es decir del trabajo muerto que no le reditúa plusvalor, al trabajo vivo. Persi­ guiendo su propio e inmediato interés de deshacerse de los traba­ jadores - siempre propensos a hacer huelgas y a no comprometerse como deberían - los capitalistas estarían cavando de esta manera su propia fosa: con el reemplazo progresivo del trabajo muerto por el trabajo vivo se marchitaría la fuente de sus ganancias, y con su desa­ parición se desvanecería el mismo motor de acumulación de capital para los capitalistas. El capitalismo se caería como una pera madura. Marx mismo fue prudente al juzgar esta ley, de la que se cuidó de llamarla “tendencial”. La objeción de fondo es que tal ley rige sola­ mente si es verdadera la teoría del valor-trabajo. Pero como esta teoría es falsa, con ella se caería también el supuesto de esta ley. El asunto no está desvinculado de las implicaciones políticas. Para los marxistas ortodoxos la ley implicaba que las luchas tendientes a mejorar las condiciones de los trabajadores en el capitalismo, como creían los reformistas, eran inútiles porque se buscaban mejoras dentro de un sistema inherentemente enfermo, de manera terminal; era solo cues­ tión de tiempo. Invalidada la ley, las conquistas de los trabajadores con el objetivo de mejorar cada vez más el propio nivel de vida y reforzar el poder contractual a través del pleno empleo aparecen, en cambio, como algo totalmente defendible. Retro-marxismo o el “mito de la baja tendencial de la tasa de ganancia” . En un discurso dirigido al Fondo Monetario Inter­ nacional celebrado en el año 2013, Larry Summers, presidente de la Universidad de Harvard y anteriormente ministro del Tesoro norteamericano, retomó la vieja tesis del estancamiento secular del capitalismo, explicándola por medio de la debilidad estructu­ ral de la demanda agregada (hablaremos nuevamente de esto en la tercera clase). Recientem ente algunos marxistas italianos un poco retro han intentado corroborar esta tesis remitiéndose a la “Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia”, de la cual se pretende también encontrar una confirmación empírica. El problema, como el diablo, está en los detalles y en particular en el hecho de que los 76 S ei s clases so br e ec o n o m í a análisis empíricos marxistas estén entregados al estudio del índice de ganancia realizado, que sin embargo, no es relevante para el análisis económico. De hecho, lo que cuenta es la tasa de ganancia normal. Técnicamente, esta tasa es la que se espera de los bienes capitales de reciente instalación, calculada sobre los valores de entrada (input) y salida (output) normales, obtenida por medio del empleo de la técnica dominante y utilizando la capacidad productiva a un nivel promedio. En la práctica, si no se intenta corregir el índice logrado para las variaciones cíclicas del nivel de utilización del stock del capi­ tal instalado, se puede obtener una tendencia a la baja por el solo hecho de entrar en un estancamiento, cuando los niveles de demanda más bajos hacen descender la facturación, las ganancias y a igual capi­ tal invertido, la tasa de ganancia efectiva o realizada.Tomemos como ejemplo, entre otros, un caso ocurrido en los Estados Unidos: a fines de los años setenta la Reserva Federal hizo aumentar las tasas de interés a niveles elevados, ocasionando una contracción pronunciada de los niveles de actividad. Esto hizo caer la tasa de ganancia reali­ z a d a , pero sin que el índice normal se viera necesariamente afectado, al contrario. Por eso es que se pueden fácilmente tener relaciones “espurias”, que no tengan en cuenta la categoría analítica realmente importante (por esto hablé hace un momento de “mala economía”). Este es también un ejemplo del hecho de que no basta con “obser­ var los datos”, sino que estos deberían filtrarse y ser interpretados a través de una buena teoría. Con el abandono de la “ley”, el análisis de las tendencias del capi­ talismo se puede en realidad favorecer bajo dos aspectos. Primero que nada se atribuye mucho más peso al rol que la demanda agregada desenvuelve en los procesos de crecimiento y acumulación, en vez de ver las políticas keynesianas como paliativos inútiles que aplazan el fin del capitalismo. Segundo, se puede realizar en plena libertad un auténtico análisis marxista, basado en factores histórico-políticos. Las relaciones de fuerza entre grupos con intereses contrapuestos (clases sociales) son el determinante principal de la distribución del rédito y de la tasa de ganancia, que no sigue en cambio ninguna tendencia mecánica a largo plazo desvinculada del conflicto social predominante. 77 S e r g io C E S A R A T T O En efecto el mismo Summers explica la carencia estructural de demanda agregada también basándose en la creciente desigualdad en los años de la globalización. Esta última parece la confirmación de la ley de Marx sobre el empobrecimiento relativo del proletariado. El crecimiento en el nivel de vida de las grandes masas en los años dora­ dos del capitalismo (1950-1979) parecía haber desmentido aquella ley y sepultado a Marx. Si se observa atentamente, sin embargo, ese crecimiento fue debido a circunstancias históricas que favorecieron el poder contractual de los trabajadores, por ejemplo el desafío al capitalismo del modelo soviético. Una vez que esas circunstancias desaparecieron, la historia parece haberse reiniciado por los caminos previstos por el filósofo alemán. Afortunadamente Marx tiene una tercera teoría de la crisis basada en el rechazo de la Ley de Say. El grueso de la demanda agregada proviene de los trabajadores, mientras que los capitalistas podrían no gastar todo el rédito propio (al contrario de como pensaban Say y Ricardo). Cada capitalista, dice Marx, quisiera que los otros capita­ listas pagasen salarios altos de modo que haya una demanda más alta de las mercancías, pero al mismo tiempo quisieran mantener bajos los salarios de sus trabajadores, de manera tal de conseguir beneficios más elevados. Querer la chancha y los veinte, digamos. Al final, cada capitalista buscará pagar los salarios más bajos posible, y la demanda de mercancías lo sufrirá. El objetivo de tener una más elevada tasa normal de ganancia es, en efecto, primario para los capitalistas, aunque una demanda deprimida traerá aparejado el cierre de algunas empresas. Esto no es un problema. Los capitalistas aplican la lógica del darwinismo social, que busca que solamente sobrevivan los más fuertes, incluyéndose a ellos en esta contienda. Son democráticos en este sentido. 17. EL PROLETARIADO NO TIENE NACIÓN... En realidad hay también una cuarta teoría de la crisis en Marx, aque­ lla que se basa en el concepto de ejército industrial de reserva. Es un objetivo de los capitalistas valorizar el capital según una secuencia 78 S ei s clases so br e ec o n o m í a que le agradó también a Keynes, D M -D '. D es el capital inicial que convirtiéndose en mercadería resulta finalmente “valorizado”, o sea D ' > D.¿Pero cómo sucede esto? Los mercantilistas, dice Marx, creían que quien fuera más hábil en el comercio engañaría a la contraparte, obteniendo un valor más alto y vendiendo entonces la mercadería a un precio más elevado que el del costo de producción normal. En verdad, dice Marx, la valorización del capital se produce en un mercado, en el del trabajo, en el cual los capitalistas compran fuerza de trabajo (trabajo vivo) que rinde un plusvalor, como ya hemos visto. He aquí el misterio de la valorización del capital. No obstante, cuando el índice de acumulación del capital crece más rápido, la demanda de trabajo aumenta, se incrementa el poder contractual de los trabajadores y los salarios tienden a aumentar, haciendo que caiga la tasa de ganancia. Según Marx, entonces, un capitalismo que funcione bien requiere la presencia constante de un consorcio de trabajadores desocupados que equilibren el mercado de trabajo, el ejército industrial de reserva (EIR ). Este estará normal­ mente compuesto por mujeres, inmigrantes, trabajadores mayores edad, vagabundos, menores de edad, personas con discapacidad. Estas figuras normalmente se encuentran excluidas del mercado de trabajo, pero serán llamadas nuevamente a la actividad siempre que la fuerza de trabajo compuesta por los hombres adultos no pueda dar abasto frente a las necesidades de acumulación, corriendo el riesgo de que su fuerza contractual se acreciente y los salarios tiendan a aumentar. A largo plazo también la fertilidad tenderá a adecuarse a las necesida­ des de la acumulación, pero esto requiere de tiempos muy largos (y hoy sabemos que los vínculos entre fertilidad y crecimiento econó­ mico son por demás complejos). De esta manera, la importación del trabajo de los inmigrantes será un método más rápido para frenar los salarios. La introducción de maquinarias será otro método adop­ tado por los capitalistas para crear desocupación y preservar el E IR . La crisis es, finalmente, un método adicional con el cual, si el E I R se debilita, los capitalistas lo recrean. Los economistas no ortodoxos argumentan por ejemplo, que la elevada desocupación en los países occidentales desde fines de los años setenta ha sido una elección del 79 S e r g io C E S A R A T T O capitalismo después de la borrachera del pleno empleo de los dos decenios anteriores y de la consiguiente indisciplina sindical a fines de los sesenta. En la próxima clase nos ocuparemos de la teoría dominante, deja­ remos entonces de lado por un rato el planteo del excedente. Por otro lado, hay que conocer al enemigo para vencerlo. GUÍA BIBLIOGRÁFICA A rm i, acciaio e m alattie23 de Jared Diamond editado por Einaudi, 1998. Las citas de Turgot son extractos de D u e discorsi sulla storia universale24, en L e ricchezze, ¡1 progresso e la storia universale25, Einaudi, 1978. Inconscientemente y en la misma línea de Turgot, Diamond criticó la idea dom inante de Acemoglu y de Robinson de que el desarrollo es producto del surgimiento de instituciones en defensa del derecho de propiedad, véase T h e N ew York R ev iew o f B ooks, 7 de junio de 2012, al que le siguen réplicas y contra réplicas el 16 de agosto del mismo año. El sabor marxista del concepto de excedente tal vez ha obsta­ culizado una penetración más profunda en la antropología econó­ mica, y el propio Polany probablemente tuvo objeciones motiva­ das a su compromiso. Es este un campo de estudio fascinante. Dos antropólogos modernos que emplean el concepto de excedente son Serge Svizzero y Clement Tisdell. Su estudio, descargable de la red, pueden ser un punto de partida. La cita del mercantilistaWilliam Hay fue extraída de E. Furniss: T h e position o f the laborer in a system o f nationalism : a study in the labor theories o f the later english mercantilists, Boston: Houghton Mifflin Company, 1920. Nótese la fecha de este volumen: después del primer conflicto mundial que concluyó con la era del liberalismo clásico, se volvió a hablar de nacionalismo econó­ mico y afloraron los estudios sobre mercantilismo, al que también Keynes dedicó algunas simpáticas páginas de su obra cumbre, la Teoría General. 23 Armas, gérmenes y acero. 24 Dos discursos sobre la historia universal. 25 Las riquezas, el progreso y la historia universal. S ei s clases so br e ec o n o m í a Las citas de R icch ez z a delle n azion i26 de Smith son de la edición Oscar Mondadori, 1977. Lavoro e capitale monopolistico27 de Harry Braverman se publicó en Einaudi, 1974. El libro de Varoufakis, Il minotauro globale. L 'A m erica, le vere origini della crisi e il fu tu ro dell'economia globale28, fue traducido29 por Asterios en una edición del 2012. Char­ les Kindleberger, un magnifico ejemplo de economista politico, ha expuesto sus tesis sobre la necesidad de una hegemonía imperial que sirva de estabilizador para la economía global en L a gratide depressione nel m ondo Í 9 2 9 - Í 9 3 9 30, Etas Libri, 1982 (con pròlogo de F. Caffè). Tal rol estabilizador se refiere en particular al respaldo de la demanda global a través de la expansión del mercado interno, cosa de que la potencia imperial actúe como “comprador de última instancia”. Los acontecimientos de la teoría clásica y los debates sobre Marx desarrollados en Italia en los años 70 están expuestos en P. Garegnani, M arx e g li economisti classici31, Einaudi 1978. Las teorías del salario de los economistas clásicos están bien ilustradas por Antonella Stirati en: Salario e mercato del lavoro nella economia politica classica32, Rosenberg & Sellier, 1991, traducido al inglés por Edward Elgar. Una introducción a los temas de las clases 1 y 2 de este libro puede encontrarse en P. Garegnani y F. Petri, “Marxismo e teoria economica oggi”, en Storia del M arxism o, IV : Il M arxism o oggi55, Einaudi, 1982. Nerio Naldi estuvo a cargo de la edición de muchos trabajos biblio­ gráficos sobre Sraffa, como por ejemplo: Piero Sraffa, LUISS University Press, Rom a, 2008. Una introducción a diversos aspectos de la obra de Sraffa aparece también en Alessandro Roncaglia, Piero Sraffa, Paigrave, 2009. Los manuscritos de Sraffa serán publicados pronto, o eso espera­ mos. Mientras, el pequeño volumen de Krishna Bharadwaj, ya citado en la introducción, está basado en las largas conversaciones mantenidas con Piero Sraffa. Los sucesos relacionados con la entrega de la pres26 27 28 29 30 31 32 33 L a Riqueza de las naciones. Trabajo y capital monopolista. E l minotauro global. Estados Unidos, Europa y el futuro de la economía global. N T : Traducido al italiano. L a crisis económica 1929-1939. Marx y los economistas clásicos. Salario y mercado de trabajo en la economía política clásica. “Marxismo y teoría económica hoy”, en Historia del Marxismo, IV: E l Marxismo hoy. 81 S e r g io C E S A R A T T O tigiosa medalla de oro sueca en 1961 son narrados por R . Arthmar y M. McLure, Sraffa, M yrdal and the 1 9 6 1 Soderstrom gold medal, Business School, University ofWestern Australia,Working paper n .1 6 .18,2016. A Myrdal le fue concedido sucesivamente el denominado “premio Nobel” de economía, expedido por el Sveriges Riksbank, el banco central sueco, uno de los pocos premios otorgados a un economista no conformista. No obstante y a pesar de este hecho, Myrdal se pronunció a favor de su abolición, como lo hizo también, para ser justos, el ultra­ liberal FriedrichVon Hayek (1899-1992). La relación entre Sraffa y Marx es una pieza delicada. El por qué la defensa de la teoría del valor-trabajo de Marx por parte de algunos marxistas ortodoxos se basa en errores elementales está bien descrito por Gary Mongiovi: Vulgar economy ¡ti M arxiati garh: A critique o f temporal single system M arxism , «Review o f Radical Politicai Economics», voi. 34 ,2 0 0 2 . Se puede descargar en italiano de la página web de la Universidad de Modena y Reggio Emilia dedicada al añorado Fernando Vianello (1939-2009), L 'an ello sp ez z a to 34, «Rinascita», 15, 14 de abril de 1978.Vianello fue uno de los más grandes economistas heterodoxos italianos de todos los tiempos, de lectura ágil, acadé­ mica y agradable. Léanse sus escritos (http://www.fernandovianello. unimore.it/site/home/una-selezione-di-scritti.html). El pasaje de James Mili es citado por Heinz Kurz, D on 't treat too ili my Piero! Ititerprethig S ra ffa 's papers, «Cambridge Journal o fE co n o mics», 2012, voi. 36, así como el pasaje de Sraffa sobre el camino más importante de los resultados. Si Sraffa logró sus propios resultados independientemente o no de Marx es un tema muy sensible políticamente. Garegnani y Kurz creen poder demostrar, sobre la base de los textos inéditos de Sraffa, que lejos de partir de la teoría del valor-trabajo de Ricardo y de Marx, Sraffa encontró en esta teoría, al menos inicialmente, la corrupción de un enfoque más sano de la teoría del excedente como se encuen­ tra en Petty y en los Fisiócratas (y en el Ricardo agrimensor). Una exposición crítica de los diversos puntos de vista, y su respectiva bibliografía, la encontramos en Heinz Kurz, ya citado.Véase también 34 E l anillo roto. S ei s clases so br e ec o n o m í a el hermoso ensayo de Saverio Fratini, SrafFa sobre la degeneración de la noción de costo, Cambridge Journal o f Economics, Oxford University Press, 2018, voi. 42 (3), páginas 817-836. Los acontecimientos del “salario como variable independiente” son evocados por Fernando Vianello en un ensayo llamado “La Facoltà di Economia e Commercio di Modena nella prima fase della sua vita. Storia di un gruppo di economisti”35, publicado en el volu­ men luì fo r m a z io n e degli economisti in Italia ( 1 9 5 0 - 1 9 7 5)36, editado por A. Graziani y G. Garofalo, Bologna, Il Mulino, 2004. El artículo reco­ rre la historia de la Facultad de Economia y Comercio de Modena, que en sus orígenes tomó como referencia a los sindicatos meta­ lúrgicos. No hace falta señalar que la facultad está absolutamente “normalizada” hace ya tiempo. Sraffa, uno de los más grandes intelectuales del siglo pasado, estuvo obviamente en contacto con otros pares suyos. La relación entre él y Wittgenstein, muy estudiada, aparece citada en el volumen de Roncaglia. Su relación con Gramsci es todavía más compleja porque está inserta en los dramáticos acontecimientos políticos y humanos de aquella época. Gramsci murió con la sospecha de que el Partido comunista italiano lo había dejado languidecer en la cárcel de forma deliberada. Cercano al dirigente comunista hasta el final, Sraffa intentó disuadirlo de tales convicciones, y después de la muerte de Gramsci el asunto continuó con la trágica ruptura entre el econo­ mista y Tania Schucht, la cuñada de Gramsci. En el centro de la escena se encuentra el episodio de una “carta tristemente célebre” que Ruggero Grieco, un alto dirigente comunista en exilio, escribió a Gramsci en 1928, una carta que le da una mala reputación frente al tribunal fascista. Escritores mediocres de diversa calaña acusaron a Sraffa de connivencia con la supuesta estrategia comunista de aislar a Gramsci en la cárcel. Una reconstrucción más equilibrada de esta historia tan drástica y apasionante, se la debemos a Giancarlo De Vivo “Nella bufera del Novecento. Antonio Gramsci e Piero Sraffa tra lotta politica e teoria critica”, Rom a, Castelvecchi, 2017. 35 “La Facultad de Economía y Comercio de Modena en la primera fase de su vida. Histo­ ria de un grupo de economistas”. 36 L a formación de los economistas en Italia (1950-1975). S e r g io C E S A R A T T O Agradezco a Stefano D i Bucchianico, doctorando de la Univer­ sidad de Rom a Tres, por haberme permitido leer el proyecto de un artículo sobre algunas interpretaciones marxistas recientes de la crisis, basadas sobre la “Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia”, en el cual me basé para confeccionar la ficha referida a este tema. Sobre el rol de la desocupación como instrumento disciplinante, es imprescindible la lectura del ensayo de Michal Kalecki (1899-1970), A spetti p o li tía del p ien o impiego37 (1943) que encontrarán en la web en la traducción italiana del profesor Fabio Petri38. En el ensayo el economista polaco explica por qué el capitalismo es incompatible con el pleno empleo: en resumidas cuentas, lo podría llevar a cabo, pero a riesgo de fortalecer demasiado a la clase trabajadora. Y si decide hacerlo aumentando el gasto público, lo hará preferiblemente con el gasto militar, porque el gasto social haría creer demasiado a las clases trabajadoras que se puede vivir siendo mantenidos por el Estado. Poesía económica pura. 37 Aspectos políticos del pleno empleo. 38 N T : el artículo de Michal Kalecki se encuentra, para ser leído en internet, también en su versión en español. S ei s clases so br e ec o n o m í a Segunda clase La economía marginal El título de esta clase pareciera evocar un famoso libro de poesías de la oscura segunda mitad de los años setenta, D a l fo n d o - L a poesía dei marginali39. Pero no, por economía marginal no me refiero a esas “otras economías” fantasmáticas, sino a la economía dominante cuyo nombre correcto no es el de “neoclásica”, por las razones que dimos en la introducción, sino “marginalista” o “marginal”. 1. LA PARÁBOLA DE LA ECONOMÍA CRÍTICA Allá por el año 1973 dos valerosos economistas sraffianos, Andrea Ginzburg y Fernando Vianello abrían un (por entonces) influyente artículo sobre marxismo y economía con la siguiente afirmación cargada de optimismo: «creemos que no se puede poner en duda que la teoría económica, que dominó prácticamente sin trabas durante casi un siglo, atraviesa hoy una crisis profunda». Lamentablemente, esto se fundamentaba en el mismo momento en que dentro de las universidades de los Estados Unidos se consolidaba la contrarre­ volución monetaria, que rápidamente borraría de un plumazo a la hegemonía keynesiana de las primeras dos décadas de la segunda posguerra, preparando culturalmente el advenimiento de Reagan y de Thatcher hacia fines del decenio. Naturalmente que el clima en Italia era bien distinto. A través de la fundación de la Facultad de economía de Módena y la experiencia de las 150 horas4", la crítica de la economía política, profundamente influenciada por la obra de Srafia,se fundía en aquellos años con las experiencias obreras y sindi­ cales más avanzadas. Poco tiempo después, las cosas evolucionarían en una dirección bien diversa también en Italia. Al impacto formidable que el trabajo de S rafia tuvo en los caldea­ dos años del movimiento obrero (y estudiantil) contribuyó, como es 39 Desde el fondo —L a poesía de los marginales. 40 En 1973, el contrato nacional para los trabajadores metalúrgicos logró que cada año se asignaran 150 horas de trabajo remuneradas a la educación cultural de los trabajadores. S e r g io C E S A R A T T O evidente, la inquietud intelectual por parte del mismo movimiento de encontrarle una alternativa a la teoría económica dominante, pero también, la resonancia de la sacudida que el famoso “debate entre las dos Cambridge”, al que haremos referencia, ocasionó dentro de la teoría económica. Si se me permite una comparación audaz, este debate se constituyó como el frente vietnamita en la batalla de las ideas dentro del ámbito de la economía política. La misma acade­ mia italiana, que inicialmente había mantenido una postura tibia en relación a la revolución keynesiana - a excepción de Federico Caífe (1914-1987) y Paolo Sylos Labini (1920-2005) - fue por algunos años seducida por las enseñanzas de Sraífa. La parábola de Luigi Spaventa (1934-2013) es ilustrativa al respecto de cómo fueron las cosas: de sraffiano ferviente, con el tiempo pasó a estar en defensa de la contrarrevolución monetaria, lamentándose de las décadas del 60 y del 70 por considerarlas como años perdidos para la “verdadera” investigación económica. Por lo tanto, hoy la situación es en muchos aspectos desalentadora, con la progresiva exclusión o desaparición de los economistas y las enseñanzas críticas en los departamentos universitarios.Ya desde los años ochenta venía disminuyendo el número de jóvenes generacio­ nes orientadas hacia los estudios de teoría crítica. La elevada desocu­ pación no ha sido solamente el instrumento para domesticar la insu­ bordinación obrera, como hemos visto en las lecciones de Kalecki, sino también el instrumento para sofocar la rebelión juvenil. En la universidad la cultura se ha vuelto un lujo para las jóvenes gene­ raciones, sustituida por el título en tiempo record y posiblemente con las enseñanzas justas y necesarias para competir en un mercado de trabajo cada vez más difícil. A pesar de ello, la pequeña luz de la teoría crítica no se apaga nunca y muchos jóvenes continúan mani­ festando su deseo de algo distinto, si bien se ha vuelto difícil ofrecer­ les espacios de formación no conformistas y, sobre todo, un futuro académico. A la luz de la reciente y devastadora crisis económica esto puede parecer paradojal. Por un lado, la crisis, particularmente en Europa, ha sido debida ciertamente a errores de la política económica; por S ei s clases so br e ec o n o m í a el otro ha suscitado problemas de fondo del capitalismo como el regreso del espectro del estancamiento. Si bien ambos aspectos han sido denunciados incluso por algunos economistas convenciona­ les, la teoría dominante no se ha visto afectada en absoluto por la crisis, y también las voces más críticas hacia la política de austeridad, como Paul Krugman o Joseph Stiglitz, se cuidan de volver a poner en discusión doctrinas que, por otra parte, ellos mismos han contri­ buido a consolidar en los respectivos libros de texto. Al explicar la parábola de la economía heterodoxa, en cierto sentido, hay también una responsabilidad de la economía crítica, no siempre a la altura del desafío. En retrospectiva, la temporada alta de la economía crítica ha sido demasiado breve para permitir en Italia y en otras partes una gran cantidad de estudios, entre los cuales, el filtro del paso del tiempo seleccionaría a los más prometedores. A pesar del contexto poco favorable, se observa positivamente un nota­ ble regreso del interés hacia las temáticas económicas no ortodoxas en el público, especialmente juvenil. Este interés se manifiesta sobre todo en las redes sociales, blogs, etc. y en Italia está muy conectado a la intolerancia hacia las políticas económicas europeas. La diferencia con los años setenta es que en ese entonces uno se movía - si bien de manera innovadora - en el ámbito de las estructuras ideológicas y organizativas del movimiento obrero, lo cual otorgaba consistencia y espesor al debate intelectual. Ahora la situación es más fluida, y la información aparece fragmentada y sin explorar, marcada por los tiempos de las publicaciones en las redes sociales, conducida a veces por gurúes portadores de mensajes taumatúrgicos. Esta clase tiene el propósito de hacernos conocer mejor la teoría dominante, aquella que se reafirmó en el curso de los años setenta después de un eclipse transitorio debido a las circunstancias histó­ ricas que favorecieron la temporal hegemonía keynesiana. Si se observa atentamente, no se trata ni de una teoría nueva ni reciente. Ya hemos mencionado al respecto la metáfora de los peces rojos - en cada aleteo un mundo nuevo -, que viven felices en su pecera que es siempre la misma, pero que a ellos les parece siempre distinta. Y para evitar que a nadie le suija ninguna duda, dejemos en claro que 87 S e r g io C E S A R A T T O la historia del pensamiento económico hace tiempo que ha sido relegada entre las enseñanzas inútiles. El pez rojo también ha sido de esta manera lobotomizado. Nunca se sabe. 2. MARGINAL, ES MÁS, DOMINANTE Aun haciéndose pasar por científicos de vanguardia, los economistas convencionales se remontan a una teoría que se conformó alrededor del año 1870, con la denominada revolución marginalista. En la base de esta teoría se encuentra la idea de que la economía está formada por individuos que desempeñan la doble función de propietarios de los “factores de producción” (trabajo, capital y tierra) y de consumidores. En su calidad de productores, que es el aspecto que aquí nos interesa en mayor medida, estos reciben un rédito (salario, ganancia o renta) proporcional al aporte que el “factor productivo” poseído por algún sujeto cualquiera le ocasiona a la producción (el así llamado “producto marginal”). Este aporte puede ser matemáticamente determinado a través del “cálculo marginal” (o diferencial); del cual la teoría toma el nombre de marginalismo. Esta última definición es más correcta, por cierto, que la “teoría neoclásica” aún más difundida. Esta última evoca una continuidad con los economistas clásicos que no perdura, es más, el marginalismo nace como reacción a las implicaciones de la teoría de Ricardo, retomada luego por Marx. Probemos dar cuenta ahora del razonamiento marginalista. 3. DEMANDAS ÚTILES Y CURVAS SEDUCTORAS Muchos de ustedes estarán acostumbrados a pensar en los econo­ mistas como personas obsesionadas por los conceptos de oferta y demanda. Los más sofisticados piensan en la economía como algo que habla siempre de curvas de oferta y de demanda. Esto es impre­ ciso. Los economistas clásicos hablan de oferta y demanda, pero sola­ mente son los economistas marginalistas los que discuten sobre curvas de oferta y demanda. La más conocida y aparentemente intuitiva entre estas curvas es la curva de dem anda de un bien: si el precio disminuye la demanda S ei s clases so br e ec o n o m í a aumenta. Para los marginalistas la demanda de un producto es de hecho representable con una curva decreciente, ya que a mayor consumo del mismo, menor es la utilidad o bienestar que nos ocasiona una unidad adicional de dicho producto. Esto significa que nosotros estamos dispuestos a consumir más de una cierta mercancía, pero pagando cada vez menos por las unidades adicionales. Por ende la curva de demanda del producto representa nuestra disponibilidad a pagar unidades adicionales de dicho bien: estamos dispuestos a pagar mucho por el primer sándwich, un poco menos por el segundo, todavía menos por el tercero y así sucesivamente. El décimo sánd­ wich lo consumiremos solamente si es gratis - un poco como hace­ mos cuando nos saciamos con una bebida. Profesor, pero norm alm ente ¡nadie se atragantaría con p an , iticlusive aunque su precio bajara a cero! Es cierto. Nuestro paquete de consumos busca conciliar las exigen­ cias de nuestra familia de mantener una dieta variada teniendo en cuenta nuestro rédito, a un nivel en el que ni siquiera los descuentos generan grandes modificaciones en el consumo; claro que si el rédito aumentara, entonces sí consumiríamos más de ciertos productos más refinados. Pero este es un razonamiento de economista clásico, para quien la renta disponible y los condicionamientos sociales son los que determinan el consumo, y no tanto los precios, como en la curva de demanda marginalista. En síntesis, la curva de demanda decreciente de un producto respecto a su valor representa la disponibilidad de un consumidor de comprar una mercancía determinada. Si ya ha consumido mucho, su disponi­ bilidad a pagar será más baja. C o m id a 41 marginal. Los marginalistas tienen realmente en cuenta la función del rédito para determinar la demanda de un cierto producto (técnicamente el rédito del consumidor determina la posición de la curva de demanda en el espacio cartesiano), lo que les genera algu­ nos dolores de cabeza.Tomemos el ejemplo de una familia mexicana pobre que gasta toda su renta de 1000 pesos al mes en maíz y frijoles, 41 N T : del original. 89 S e r g io C E S A R A T T O su comida básica. Si tras una innovación tecnológica el precio del maíz y de los frijoles se reduce a la mitad, a igual cantidad de consumo de dichos alimentos nuestra familia tendrá 500 pesos disponibles. Posi­ blemente sucederá entonces que pudiendo acceder ahora a nuevos bienes de consumo, por ejemplo pollo y huevos, la familia reducirá el consumo de maíz y frijoles, a 400 pesos por ejemplo, destinando otros 400 para comprar pollo y huevos y dejando los restantes 200 para ropa nueva. El maíz y los frijoles son bienes cuyo consumo es dejado de lado progresivamente cuando el rédito real aumenta; son los llamados bienes inferiores. Si la demanda cae cuando su valor dismi­ nuye (como sucedía con estos dos productos en el ejemplo) se deno­ minan bienes de G iffen. Para estos productos la curva de demanda de mercancías en consecuencia es “perversa”, sube en lugar de bajar. Cuando la realidad o la lógica contradicen su teoría, los marginalistas definen como perversas a la lógica y a la realidad y no a su propia teoría. ¡Y después se hacen llamar científicos! Por imitación de la curva de demanda decreciente de un bien, los primeros marginalistas construyeron con un razonamiento similar también la curva de demanda para los “factores productivos” (trabajo, capital y tierra). Cuando una empresa que tiene un cierto capital, por ejemplo un cierto número de equipamientos, comienza a solicitar trabajo, estará dispuesta a pagar un salario elevado; pero a medida que va empleando trabajadores adicionales, el trabajo aumenta en relación al capital y por esta razón se vuelve, en cierto sentido, rela­ tivamente menos útil, y por lo tanto la empresa estará dispuesta a contratar nuevos trabajadores solamente por un salario menor. La curva de dem anda de trabajo por consiguiente expresa la disponibilidad de las empresas para pagar los salarios: esta disponibilidad es muy alta cuando el negocio emplea poco trabajo, y baja cuando implica mucho (siempre en relación al capital dado). Como para los bienes de consumo, la utilidad del trabajo es alta cuando este escasea (como con el primer sándwich),y baja cuando el trabajo abunda (el décimo sándwich). E n general, cuanto más utilicemos un factor productivo (por ejem plo el trabajo), dada la cantidad disponible de los otros factores (como el capital), S ei s clases so br e ec o n o m í a tanto menores serán entonces ¡os aportes productivos de ¡as unidades adicio­ nales (o marginales) del factor variable (en este caso, el trabajo). Se puede plantear algo similar respecto del “capital”. Suponga­ mos (abrelatas) que constituimos una empresa cooperativa con diez amigos. Necesitamos un capital para comprar los equipos. En el mundo marginalista nos dirigimos a los ahorristas: nosotros quere­ mos gastar más que nuestros réditos para invertir, mientras que ellos han ahorrado gastando menos que sus propios réditos. Es una buena idea la de encontrarse y poner a producir nosotros los ahorros de ellos, inviniéndolos. En la siguiente ficha de libro C uore42 los bancos hacen de mediadores, recogen los ahorros y los transfieren a los inversores. Estos últimos se comprometen a pagar una tasa de interés y a devolver el préstamo a término. A esta visión de los bancos que prestan ahorros obtenidos como depósito se la conoce como “teoría de los fondos prestables”. Algu­ nos de ustedes, indignados, objetarán que el sistema bancario no funciona así y que la moneda es endógena. Es verdad, y de hecho algunos marginalistas lo admiten - volveremos sobre esto un poco más adelante, sobre todo en la cuarta clase, donde hablaremos de la moneda. Volviendo a nuestra cooperativa, ¿cuánto capital, es decir cuántos ahorros, se necesitarán? El discurso es bastante parecido al del trabajo. Cuando en la práctica tenemos poco capital, tendremos disponibles por consiguiente pocos materiales, y estaremos dispuestos a pagar bien por este capital porque es necesario para nuestra producción. Ofreceremos entonces una buena tasa de interés a quien, mediante el sistema bancario, nos ofrezca lo que nos falta. Sin embargo, cuando ya tomamos en préstamo una cierta cantidad de capital, o sea que nos hemos ya provisto de un abundante número de equipamientos, esta­ remos dispuestos a adquirir más, pero solamente en el caso de que la tasa de interés nos sea ventajosa. En efecto, teniendo ya el suficiente 42 N T : En referencia al célebre libro de Edmondo De Amicis titulado Cuore, al que gene­ raciones enteras de italianos conocieron o denominaron com o “II Libro Cuore”, es decir el libro por antonomasia, el que no podía faltar en ninguna biblioteca (tanto para los chicos que comenzaban sus primeros pasos con la lectura com o para las madres y/o padres educa­ dores) . 91 S e r g io C E S A R A T T O capital, añadir más no incrementará tanto nuestra producción, porque somos solamente diez trabajadores y muchas máquinas corren así, el riesgo de quedar paradas. Como vemos la demanda de “capital” es decreciente, como la del trabajo (y del sándwich). Cuando algo es relativamente escaso, es muy útil y estamos dispuestos a pagarlo caro; cuando algo es relativamente abundante, también es relativamente menos útil y nuestra disponibilidad para comprarlo disminuye. M e gustaría que nos detengamos un momento sobre el ahorro como fuente del capital: según esta concepción, la sociedad puede invertir, o sea producir e instalar equipamiento nuevo (nuevo capital), solo si alguien ha ahorrado previamente, es decir que ha renunciado a consumir esos bienes de consumo que no se producen, dejando de esta manera recursos libres para producir nuevos bienes capitales. La inversión implica menor consumo. Hay también un contenido moral en esto: el ahorro hace crecer a la economía porque permite que uno se provea de más bienes-capitales. Entonces, un poco de injusticia social hace bien porque, como ya se sabe, las clases popu­ lares conocen poco las bondades de la parsimonia. Veremos en la próxima clase cómo Keynes revertirá esta concepción. 4. OFERTAS DE UTILIDAD NEGATIVA Y CURVAS RÍGIDAS ¿Y las curvas de oferta? Casi todo el mundo sabe que suelen ser trazadas de forma creciente: cuanto mayor es el precio de venta, tanto mayor es la oferta. Sí porque, como diría un marginalista, la mayor oferta de un bien cuesta siempre más esfuerzo: se debe trabajar más, y esto ocasiona progresivamente un mayor esfuerzo (una forma de utilidad negativa o in-utilidad)', se deben utilizar más herramien­ tas y esto implica más ahorro, o bien mayor sacrificio al consumir menos (otra utilidad negativa) a la espera de poder consumir más en el futuro. En suma, ya que el compromiso creciente de ofrecer mayor cantidad de un mismo producto conlleva una utilidad nega­ tiva creciente, esta carencia deberá ser resarcida por un valor también mayor. Pero dejemos de lado las curvas de oferta de los bienes, porque 92 S ei s clases so br e ec o n o m í a nos llevarían demasiado lejos - en realidad nos llevarían a dos artícu­ los memorables de Sraffa, uno de 1925 y otro de 1926, en los cuales arremetió a este respecto contra los marginalistas, y que le valieron su aterrizaje en Cambridge tras el llamado de Keynes; dada la situa­ ción en Italia y frente a la actitud no precisamente amigable de los universitarios fascistas y del duce en persona, este recibimiento fue más que bienvenido. Por lo demás, lo que más nos interesa aquí es entender cómo hacen los marginalistas para determinar la distribución del rédito entre salarios y ganancias, razón por la cual podemos dejar de lado las curvas de oferta de los bienes y ocuparnos en cambio de las curvas de oferta de los “factores” (como capital y trabajo). Las curvas de oferta de los factores suelen ser trazadas de manera creciente: así son más los trabajadores que se ofrecen, o quieren traba­ jar más, si el salario crece; y las familias ofrecen más ahorro si la tasa de interés que se les paga es más alta. De hecho, cada hora adicional de trabajo nos cuesta una utilidad negativa que crece hora tras hora. Y también el sacrificio para ahorrar nos cuesta cada vez más, pero tras peso, o mejor dicho, dólar tras dólar. ¿Es así o no? Reflexionán­ dolo un poco, surgen algunas dudas. Chicos y chicas jóvenes en toda Italia, e inmigrantes en todo el mundo, se ofrecerían hoy a trabajar prácticamente por cualquier salario, con la sola condición de que supere apenas lo que implicaría mendigar (o tal vez incluso menos, porque la mendicidad no es justamente algo digno). Realmente la oferta de trabaj o es muy rígida (técnicamente vertical), y es funda­ mentalmente independiente del salario: se trabaja para sobrevivir aceptando cualquier sueldo. Con respecto al ahorro tienen razón, ustedes a fin de mes no deci­ den cuánto ahorrar sobre la base de los rendimientos de sus depósitos o títulos de propiedad. Si están en una situación acomodada ahorra­ rán aunque Draghi43 lleve las tasas por debajo de cero; si son traba­ jadores precarizados probablemente habrán pedido prestado a sus padres (tienen entonces ahorros negativos). Las decisiones de ahorro dependen entonces del rédito, no de la tasa de interés, como nos 43 N T : M ario Draghi, economista italiano, y actual presidente del Banco Central Europeo. S e r g io C E S A R A T T O explicará Keynes luego. Por eso también trazamos de forma vertical la función de la oferta de capital (ahorro). ¿No son curvas tan difíci­ les de entender, no es cierto? A principios de los años veinte el joven Sraífa quedó descon­ certado por la cantidad de conceptos psicomorales en los que se fundaba el marginalismo: utilidad, utilidad negativa, sacrificio. Un subjetivismo y un individualismo muy lejanos al materialismo de la teoría del plusvalor. Petty el cínico. La imagen de la sociedad humana que recibimos del marginalismo es la de un robot (el hom o economicus) que reac­ ciona a los incentivos económicos, decidiendo por ejemplo si traba­ jar más o menos o si ahorrar más o menos según el cálculo sacrifi­ cio-placer. Una visión totalmente subjetiva que, no casualmente, los primeros marginalistas contrapusieron a la escuela ricardiana.Veamos los siguientes pasajes de Petty acerca de su método, comparándo­ los con la subjetividad marginalista: “El método no es muy común porque en vez de usar solamente términos comparativos, superlativos y argumentos intelectuales, yo he decidido expresarme en térmi­ nos de números, pesos y medidas, es decir utilizando solamente los argumentos de los (cinco) sentidos y considerando solo aquellas causas que tienen fundamentos visibles en la naturaleza; dejando para consideración de los demás, las causas que dependen de las opinio­ nes cambiantes, o de los gustos y pasiones personales de cada cual”. Se entiende la admiración que tiene Petty por Marx y Sraífa. Pero tengamos cuidado, los pseudo-economistas de la “otra economía” critican a los marginalistas porque pintan a la humanidad como algo exclusivamente egoísta, mientras que existe también la generosidad, el altruismo, etc. Así se termina reemplazando solamente una subje­ tividad por otra. La cuestión es estudiar las condiciones objetivas de los comportamientos humanos, y su naturaleza colectiva, dadas las condiciones materiales de producción prevalecientes históricamente. 94 S ei s clases so br e ec o n o m í a 5. A CADA CUAL LO SUYO44 Hagamos una aclaración. Estamos analizando dos mercados, el del trabajo y el del capital (o ahorro). Son los dos mercados clave. En el mercado del trabajo una curva de demanda de trabajo decre­ ciente, a causa de que el trabajo se vuelve menos útil cuando se lo requiere más (en relación a los otros “factores de la producción”), se cruza con una recta vertical que representa la oferta de trabajo (figura 2.1). En el punto de intersección de las dos curvas, demanda y oferta de trabajo son iguales, o mejor dicho, el punto de intersec­ ción identifica el nivel salarial en el cual la demanda de trabajo por parte de las empresas es igual a la oferta de trabajo. En ese punto el salario retribuye justamente la utilidad del trabajo en la produc­ ción, la recompensa del trabajo a la producción. A dicho salario se lo denomina “natural”. A cada cual lo suyo, digamos. Si la oferta de trabajo aumentase (técnicamente la recta vertical se correría hacia la derecha), o sea si el trabajo fuera más abundante, su contribución sería, por así decirlo, menos valiosa, y el salario de equilibrio caería. Pero si el salario es flexible, siempre habrá pleno empleo, o sea que toda la oferta de trabajo encontrará ocupación. Figura 2.1 - El mercado de trabajo para los marginalistas Salario 44 N T : Parafraseando el célebre libro del escritor siciliano Leonardo Sciascia, A ciascuno il 95 S e r g io C E S A R A T T O Este gráfico nos permite comprender por qué los economis­ tas conformistas hacen de sostén a los políticos neoliberales en su exigencia de mayor flexibilidad en el mercado de trabajo, lo que equivale a decir que hay que abolir el artículo 18 del Estatuto de los trabajadores. Supongamos que después del nombramiento de Stefano Fassina45 como Presidente del Consejo, Susanna Camusso46, fortalecida pol­ la protección conferida a los trabajadores por el artículo mencio­ nado, convoque a una huelga para obtener un aumento salarial, y lo consiga. De esta manera, el sueldo pasará a ser superior al salario de equilibrio y quien trabaja ciertamente estará mejor (figura 2.2). Claro, solamente quien trabaja, porque con este salario tan alto, la demanda de trabajo por parte de las empresas no va a estar en condi­ ciones de absorber toda la oferta. Así es que la teoría marginalista nos lleva a concluir que el valor más elevado de los salarios equivale a una mayor desocupación. Si, como en la figura 2.2, los trabajadores gozaran de salarios sindicales demasiado altos, la demanda por sus servicios se reduciría a O '. El segmento O '- P O estaría constituido por desocupados involuntarios, vale decir trabajadores que aceptarían un puesto de trabajo al salario natural, pero que no pueden hacerlo porque los sindicatos y las leyes que los amparan impiden que el salario sindical descienda. Estos gráficos sustentan la tesis dominante según la cual la flexibilidad del mercado laboral - o sea el desmantelamiento de las tutelas sindicales y sus despidos - incrementaría el empleo. 45 Economista y exponente de la izquierda radical italiana, defensor de la soberanía demo­ crática. 46 Secretaria de la CG IL, el más grande de los sindicatos italianos, hasta 2018. S ei s clases so br e ec o n o m í a Figura 2.2 - Salarios y ocupación para los marginalistas Con la flexibilidad los trabajadores desocupados golpearán a la puerta de las empresas ofreciéndose por un salario más bajo que el de la paga contractual. Las empresas responderán diciendo que, si fuese por ellas, los contratarían, pero el Estatuto de los trabajado­ res les impide despedir a sus empleados en relación de dependencia (no habría una “causa justa” para hacerlo). Si suponemos en cambio, que el Estatuto de los trabajadores47 es abolido y la potestad para las empresas de contratar y despedir libremente fuese restablecida por completo, estas podrían decirle a sus empleados: miren que acá afuera esperan personas desocupadas que se ofrecen a trabajar por un sueldo más bajo, ¿qué piensan hacer? O ustedes aceptan un salario menor, o nosotros los despedimos. ¿Ustedes qué harían? ¡La ley no estaría más de su lado! No obstante, la parte buena es que una vez que ustedes hayan aceptado la extorsión y la reducción del salario, todos podrían trabajar. Como está dada la cuestión, ahora trabajarían tanto ustedes como vuestros hijos, que estaban del otro lado de la puerta por culpa de ustedes, del sindicato y del Estatuto de los trabajadores. En resu­ 47 “Estatuto de los trabajadores” : ley que protege a los trabajadores italianos, revocada en parte por el gobierno de R en zi en 2014-2015. 97 S e r g io C E S A R A T T O men, si en el 2002 estuviste con la C G IL48 en el Circo Massimo en el 2002, para defender el Estatuto de los trabajadores del ataque de Berlusconi, hicieron todo mal en la vida. Había una canción de protesta de Ivan della Mea (1940-2009),que muchos de ustedes, al menos los más grandes, seguramente habrán cantado; la canción decía:“Oh mi querida esposa esta noche te pido, dile a nuestro hijo que vaya a dormir,porque las cosas que tengo para decirte, no son cosas que él deba escuchar. Justo esta mañana allá en el trabajo, con la sonrisa del jefe de sección, me ha llegado la liquida­ ción, me han despedido sin piedad”, y esto porque defendí nuestros derechos, el sindicato, el salario, la libertad, etc. Pero el final correcto no es el de Ivan della Mea: dile a nuestro hijo que venga a escuchar y que aprenda el precio de la libertad. El final es que si papá dejara de militar, él y su hijo tendrían trabajo los dos. ¿Fin de la historia? No, tendremos todavía algo más que agregar en defensa del fallecido cantautor. También en el mercado del capital (llamado también del ahorro) se le hace frente a la función de demanda de capital (o demanda de ahorro), que expresa la disponibilidad a pagar dosis sucesivas de capital por parte de las empresas, y la oferta de este último es repre­ sentada por la recta vertical. Hay un índice de interés, llamado natu­ ral, que pone en equilibrio demanda y oferta de capital (ahorro). Si, hipotéticamente, la tasa de interés efectiva fuese más alta, las empre­ sas demandarían menos capital, pero los ahorristas, o si se quiere los bancos en los cuales los ahorristas han depositado sus propios ahorros, competirían para ubicar todo el ahorro, bajando el precio al que lo ofrecen, y por ende la tasa de interés disminuiría hasta alcanzar el equilibrio entre oferta y demanda. La remuneración del capital (o bien del ahorro) depende de su escasez relativa: cuando el “factor capital” es escaso (o bien que la recta vertical está más a la izquierda), la tasa de interés de equilibrio es alta; cuando el capital es abundante (la recta vertical está más a la derecha), la tasa de interés de equilibrio es baja. A cada cual lo suyo inclusive en este caso. Otra que explota­ ción, señora. 48 Confederación General Italiana del Trabajo. S eis clases sobre e c o no m ía Figura 2 .3 . - E l mercado del capital-ahorro Tasa de interés (I) El ahorro es un flujo (está definido por su unidad de tiempo, como el agua que sale de la canilla), mientras que el capital es un stock (algo que no depende del tiempo, como el agua que en un momento dado está contenida en una bañera). El ahorro es el flujo de agua que llena la bañera, traduciéndose en inversión. La inversión es entonces un incre­ mento del stock de capital. Si bien no son exactamente lo mismo (uno es un flujo, el otro es un stock), como primera aproximación y para entendernos un poco mejor, identificar ahorro con capital está bien, ya que para los marginalistas el primero es la fuente del segundo. Si consideramos al mismo tiempo los dos mercados, el del trabajo y el del capital, lo que los marginalistas llaman equilibrio económico general, la ley del a cada cual lo suyo prevalece a lo grande: en una economía con mucho trabajo y poco capital, los salarios serán bajos y la tasa de interés alta, y viceversa; en economías con mucho capital y poco trabajo, la tasa de interés será baja y los salarios elevados. En definitiva, la distribución del rédito depende de la escasez relativa de los factores de la producción: cuanto más escaso es un factor respecto de los demás, más elevada será su remuneración (y más baja la de los factores remanentes). El equilibrio económico general se completa teniendo en cuenta también al mercado de productos en el que la intersección entre las S e r g io C E S A R A T T O curvas de oferta y de demanda, en correspondencia con el precio de equilibrio, actúa de manera tal que la utilidad que cada consumidor recibe del consumo de un cierto bien, sea igual al sacrificio (utilidad negativa del trabajo y los sacrificios del ahorrista) que se necesitó para producirlo. Los gustos de los consumidores a favor o en contra de cier­ tos productos tienen influencia sobre la distribución de los mismos. Si por ejemplo aumentara la demanda de ciertos bienes producidos con mucho trabajo y poco capital, llamados también bienes de “alta intensidad de trabajo”, respecto a los que utilizan relativamente más capital que trabajo, y que se denominan bienes de “baja intensidad de trabajo”, la crecida demanda de trabajo haría aumentar los salarios respecto a las ganancias. Si lo piensan bien, una mayor demanda de trabajo significa que este último se ha convertido en algo mayor­ mente escaso (o bien, más deseado) respecto del capital. Entonces profesor, siguiendo esta teoría, para obtener salarios más altos deberíam os afiliam os a una asociación de consumidores y tío al sindicato, y defender la compra de bienes de “alta intensidad de trabajo”. E n definitiva, ¡es mejor el C odacons49 qu e la C G I L ! En cierto sentido sí, la soberanía del consumidor influye también sobre la distribución del rédito. Pero, naturalmente, estamos razo­ nando sobre la base de una teoría falsa, como veremos dentro de poco. 6. EL MEJOR DE LOS MUNDOS ES POSIBLE Las implicaciones “fuertes” de la teoría marginalista son dos: hay una única distribución natural del rédito (a cada cual lo suyo), y cuando esta distribución prevalece hay pleno empleo. La primera implicación se basa en el hecho de que, como cada factor recibe un rédito en base a lo aportado, ningún “factor” se aprove­ cha de los otros y cada uno de los factores recibe lo “ju sto”. De este modo la “revolución marginalista” consideró haber hundido a la teoría marxista (y ricardiana) de la explotación. 49 Coordinación de asociaciones en defensa del ambiente y de los derechos de los usuarios y de los consumidores. 100 S ei s clases so br e ec o n o m í a El marginalismo del rostro humano. Versiones más “demo­ cráticas” de la teoría marginalista - la denominada “Economía del bienestar” - a la que se sentía cercano Federico Caífe - admiten que el cálculo marginalista puede conducir a una distribución del rédito “natural” o “de equilibrio” descaradamente desequilibrada a favor de los capitalistas, o en todo caso a favor de quien parte en condiciones de ventaja. Este es el caso de aquellos que han tenido acceso a una mejor educación, tanto en la familia como en la escuela, pudiendo hacerse de esta manera de un “capital humano” superior, respecto a quienes provienen de condiciones sociales más desfavora­ bles. La sugerencia de la Economía del bienestar es por lo tanto la de corregir esta “dotación inicial” de los factores, cosa de acrecentar la remuneración del factor trabajo. Esto podría hacerse a través de una tasa de sucesión que disminuirá la dotación de capital de los niños ricos, hijos de capitalistas, y utilizará estos ingresos para mejorar la educación de los hijos de los trabajadores, de forma tal de aumentar la dotación de “capital humano”. En definitiva se trata de restablecer las condiciones justas para la competencia, para la carrera de 400 metros con obstáculos, evitando que algunos participantes compitan sin ellos o partiendo con 100 metros de ventaja. Se trata de ajustes interesantes, pero que no modifican las características de fondo de la teoría dominante. La segunda y más que importante implicación de esta teoría es que si los factores productivos aceptan la remuneración “natural” que les corresponde, entramos dentro de una situación de plena ocupación, como se ha visto en el caso del trabajo (figura 2.1). Una vez finali­ zada la producción, habiendo empleado los factores en forma total y distribuyendo los réditos correspondientes según la regla marginal, la teoría marginalista sostiene que todos los réditos serían utilizados en la compra de dicha producción. De esta manera, esta última se vendería por completo y las empresas estarían satisfechas, por lo que en el período sucesivo, confirmarían la plena ocupación de los facto­ res de producción. La teoría marginalista cree entonces en la L ey de Say o L ey de los mercados según la cual, toda la producción encuentra un mercado, porque genera réditos y gastos por el mismo valor que el de la producción (“la oferta crea su propia demanda”). 101 S e r g io C E S A R A T T O Es verdad, admiten los marginalistas, que parte del rédito no es consumido sino que se ahorra (es decir que no se traduce directa­ mente en demanda). Pero esto no es un problema, sino al contrario. El ahorro es la fuente del factor productivo “capital”. El razonamiento es el ya expuesto en la figura 2.3. La curva decreciente es la curva de demanda de capital (ahorro) que las empresas manifiestan para efectuar las inversiones (ampliaciones de la capacidad productiva). Cuanto más bajo es el precio de alquiler de capital o la tasa de interés, tanto mayor será el capital (ahorro) que se demande. Dada la oferta de capital (ahorro), ciertamente hay un índice de interés por el cual las empresas absorben todo el capital (ahorro) ofrecido por las familias. Por lo tanto, lo que estas últimas no gasten en bienes de consumo, se lo prestarán a las empresas que lo utilizarán para comprar bienes de inversión y toda la producción encontrará así una salida. El ahorro es entonces un acto positivo que le permite a la economía aumentar la propia capacidad productiva. Espartaco y Menenio Agripa. Comparemos las dos teorías, la del excedente vista en la primera clase y la marginalista. Es evidente tanto para los Clásicos como para los marginalistas que a un salario más alto corresponde una tasa de ganancia (o tasa de interés, que son sinónimos para nosotros) más baja. Sin embargo, en los marginalistas hay una estructura única de equilibrio dictada por la escasez relativa de los “factores productivos”, dada la tecnología con la cual estos se combinan, mientras que en los clásicos y en Marx los resultados posi­ bles del conflicto distributivo son innumerables. Para los primeros la distribución natural está regida por factores “técnicos”, mientras que para los segundos los factores son socio-políticos. También el concepto de “capital” es muy distinto en los dos enfo­ ques. Para los marginalistas el “capital” es fruto del ahorro y contri­ buye a la producción de una manera identificable matemáticamente. Los capitalistas se identifican con los ahorristas. En cambio, la implicación de la postura clásica es que los capitalis­ tas se apropian del excedente por el hecho de ser los propietarios de los medios de producción. El pan es producido en un horno (capital) 102 S ei s clases so br e ec o n o m í a y por un panadero (trabajo): en los marginalistas es posible identificar con certeza el aporte productivo del capital y del trabajo, respectiva­ mente, y por consecuencia también la ganancia y el salario. Para los clásicos, qué cantidad de pan va a los propietarios del horno y cuánta al panadero depende de las relaciones de fuerza. En la teoría marginalista, por otra parte, el capital y el trabajo son compatibles, y como en la parábola de Menenio Agripa, cooperan en la producción. Para la teoría clásica puede existir una cierta coopera­ ción, pero se trata siempre de un compromiso entre dos clases socia­ les antagonistas. Com o ya hemos tenido ocasión de observar, uno de los padres del compromiso socialdemócrata, el escandinavo Gunnar Myrdal, se inspiraba justamente en Ricardo. Además, para los marginalistas el nivel del salario es inversamente proporcional al nivel de ocupación, mientras en los Clásicos no existe tal relación. De hecho, la relación entre los niveles de empleo y de distribución es, para estos, más compleja y con frecuencia lo contra­ rio que para la teoría marginalista. En la “época de oro” del capita­ lismo (1950-1979),por ejemplo, los salarios altos estaban asociados al pleno empleo, mientras que generalmente los bajos salarios se asocian con una elevada desocupación. Esta última es considerada desde el enfoque clásico como un instrumento para mantener la docilidad de las clases trabajadoras. 7. EL PAPEL MARGINAL DE LA MONEDA El último aspecto importante de la teoría marginalista es el referido al papel de la moneda. Como acabamos de exponer, en la teoría marginalista el nivel de producción está fijado de manera irrevocable en la parte real del sistema económico sobre la base de las funciones de oferta y demanda de los factores productivos. Para entender mejor la idea, los marginalistas suelen usar la fu n d ó n de producción,Y = F (K , T). Puesto en palabras: el nivel de producción (Y) depende de (es función de) las cantidades de capital (K ) y trabajo (T) utilizados en la economía. K y T son precisamente los que hemos determinado en las figuras 103 S e r g io C E S A R A T T O 2.1. y 2.3, donde hemos también establecido el salario w y la tasa de interés i. Nótese que de K y de T se deduce Y. Esta es la parte real del sistema económico: en ella se determina la torta Y y las porciones que corresponden a los salarios y a las ganancias, respectivamente. La dimensión de la torta es tal, que si los mercados son “flexibles”, todo el trabajo y el capital serán empleados. En este contexto, la moneda desenvuelve el mero rol de facili­ tar los intercambios, superando al trueque. A partir de este rol, en la p arte monetaria del sistema económico se determina el nivel de los precios. Dediquémosle un minuto a esto, ya que nos parece impor­ tante para entender la tarea y el papel del Banco Central Europeo, y para comenzar a introducir algunos elementos de análisis monetario que serán luego desarrollados en la cuarta clase. Ya hemos dicho que el papel de los bancos comerciales es, para los marginalistas, el de intermediar entre los ahorristas (depositantes) y quienes requieren de sus préstamos - empresas que piden crédito para comprar bienes capitales o familias que lo solicitan como préstamos inmobiliarios o para las compras en cuotas. En realidad, los bancos, cuando conceden créditos, estos no están estrictamente vinculados a los depósitos que poseen, como veremos mejor en la cuarta clase. Si ustedes son un cliente confiable y van al banco a pedir un prés­ tamo, el director, una vez que controló su situación patrimonial y su capacidad de pago, se lo acordará “con una simple firma” (o de forma más moderna, a través del sistema) sin siquiera chequear si a lo largo de la mañana alguien depositó o no nuevos “fondos prestables”. Es decir que el director de la sucursal creará un depósito a favor de ustedes, del cual podrán extraer la suma requerida para los pagos correspondientes. Muchos de ustedes habrán pedido un préstamo para la casa: cuando el banco se los concedió, ¿qué es lo que hizo? Les acreditó la suma requerida en la cuenta corriente (y si no tenían una, la abrió a tal fin).Y seguramente el director no llamó al cajero para preguntarle si en el transcurso de la mañana se había reunido la sufi­ ciente cantidad de dinero como para efectivizar el préstamo. Esta es la endogeneidad de la m oneda que ya ha aparecido en una ficha previa: los bancos crean moneda bancaria, es decir depósitos que después 104 S ei s clases so br e ec o n o m í a circulan mediante cheques, transferencias o pagos con la taijeta de crédito, como cuando ustedes utilizaron el crédito bancario para liquidar con cheques circulares la deuda con quien les vendió la casa. Bien, los marginalistas más previsores suscriben a esta historia con una advertencia: dado el poder que tienen los bancos comerciales de crear moneda, estas deben mantenerse bajo un estricto control, porque demasiada cantidad de moneda podría crear inflación. Este control es efectuado por el banco central a través de la maniobra de la tasa de interés (dejemos los tecnicismos para la cuarta clase). Corresponde entonces al banco central la tarea de hacer prevale­ cer en la economía, la tasa de interés natural, precisamente la misma que vimos en la figura 2.3, que es la que mantiene en equilibrio a la demanda y a la oferta de ahorro. Recordemos que en el mundo marginalista del que hablamos, la economía está en una situación de pleno empleo. C on esta tasa, la renuncia al gasto de los ahorristas es precisamente igual a la decisión de gasto de los inversores (o de las familias que en cambio quieren gastar más de lo que tienen dispo­ nible). De esta manera se producirán menos bienes de consumo y, a igual escala, más bienes de capital para las empresas (o también, los bienes de consumo a los que las familias ahorristas han renunciado, son adquiridos por las familias que han recurrido al crédito para el consumo - las compras en cuotas, para que entendamos). A la tasa natural, el importe de crédito creado por los bancos corresponde a la oferta de ahorro que proviene como resultado del rédito del pleno empleo, ahorro que a esta tasa encontrará una plena ubicación en las inversiones de las empresas, asegurando plena ocupación a la econo­ mía. ¿Qué sucedería si el banco central fijara una tasa de interés infe­ rior al índice natural? A una tasa más baja, según estipula el relato marginalista, inversores y familias terminarían pidiendo a los bancos préstamos superiores a la oferta de ahorro. Es decir que la renuncia al gasto de las familias de los ahorristas, que gastan menos que su propio rédito, es inferior a las decisiones de las empresas de invertir y de las otras familias en gastar más del rédito obtenido. El gasto y la demanda en su conjunto aumentan, y dado que con la flexibilidad 105 S e r g io C E S A R A T T O de los mercados nos encontramos en una situación de pleno empleo, la mayor demanda no puede ser satisfecha con mayor producción, y por consiguiente se genera inflación. Sintetizando la idea monetarista, si la tasa de interés del mercado es inferior a la tasa natural, se crea demasiada moneda (bajo forma de depósitos abiertos a favor de los que toman crédito) y esto genera inflación. Sin embargo, nada cambia en la economía real. Podemos emitir toda la moneda que queramos, y sin embargo estaríamos aumentando solamente el nivel de los precios, pero no la producción. El nivel de los precios depende entonces de la cantidad de moneda. Estabilizando la tasa de interés a su nivel natural, el banco central debe luego operar de manera que la cantidad de moneda crezca en el tiempo en consonancia con el producto real, a fin de que no se torne escasa - lo que nos llevaría al problema opuesto de la deflación, es decir, a una disminución genera­ lizada de los precios. ¿Pero cómo hace el banco central para saber la tasa natural de interés? En realidad la figura 2.3 existe solamente en los libros de texto, y el banco central no conoce la natural. Sin embargo su razo­ namiento es el siguiente: si la inflación es superior a una cierta tasa de referencia, por ejemplo si está por arriba del famoso 2% del B C E , quiere decir que el banco central está manteniendo la tasa natu­ ral demasiado baja - y por consiguiente, está creando “demasiada moneda”. Entonces la debe incrementar hasta que la inflación se estabilice en el nivel deseado.Y al revés, si la tasa de inflación es muy baja (subdued como se dice en los documentos del BC E) o si está en deflación, la tasa de interés deberá reducirse, llevándola inclusive a cero, como hizo recientemente el B C E con el objetivo de incentivar el endeudamiento y el gasto. El problema es que si uno está saliendo de una crisis financiera, las empresas y las familias se mostrarán reacias a endeudarse para gastar (es más, su única preocupación será desen­ deudarse): se puede llevar el caballo a la fuente, pero no se lo puede obligar a beber, como dice un viejo dicho. Nos sería útil la política fiscal, pero esta es un anatema dentro del marco monetarista. Lo volveremos a tratar en las próximas clases. Sintetizando, según la teoría dominante, una política monetaria demasiado expansiva - que por ejemplo indujese a los bancos, a través 106 S ei s clases so br e ec o n o m í a de una tasa de interés efectiva inferior a la tasa natural, a incentivar la demanda de crédito - generaría solamente un aumento de los precios, es decir inflación, dado que la economía ya estaría marchando con la plena ocupación de trabajo y de instalaciones (capital). Esta es la esencia del “monetarismo” y es el motivo por el cual la política monetaria de los años ochenta ha sido conferida en muchos países a los bancos centrales “independientes” con el único objetivo de mantener la inflación en los niveles mínimos. Si los bancos centrales, tal vez a pedido de los políticos, intentasen acrecentar la ocupación con una expansión monetaria, incentivando la demanda por medio de tasas de interés más bajas, solamente provocarían daños (inflación). El estatuto del B C E se apoya justamente en estas tesis monetaristas. Si la economía no está en una situación de pleno empleo, la culpa no la tendría el banco central, sino la rigidez del mercado de trabajo, y es allí que se debería actuar tomando medidas que lo hagan más flexible. Conviene deconstruir un poco esta teoría. 8. LA PEQUEÑA HISTORIA DE FRIEDMAN Según lo que vimos antes, para la teoría dominante, si la inflación es de cero, o en términos más verosímiles ligeramente positiva y cons­ tante -com o en el famoso “debajo pero cercano al 2% del B C E ”- nos encontraríamos en el mejor de los mundos posibles. La tasa de infla­ ción objetiva señalaría, de hecho, que los bancos no estarían propor­ cionando ni mucho ni poco crédito a las empresas, por lo que estas últimas estarían invirtiendo exactamente lo que las familias quieren ahorrar. Esto quiere decir que el banco central está alcanzando la tasa de interés natural, la misma que pone en equilibrio las decisiones de ahorro y de inversión. Con esta tasa la familia Rossi renuncia a comprarse el segundo auto para poder tener algún ahorro de más en caso de “tiempos difíciles”, y al mismo tiempo ese automóvil (que quedaría sin vender) es comprado como vehículo corporativo por la empresa Bianchi que está ubicada al final de la cuadra, con el Banco Verdi de la esquina, que ha utilizado el depósito de ahorro de los Rossi para prestárselo al negocio de los Bianchi. O bien, se lo compra el hijo de losViola que ha encontrado trabajo recientemente 107 S e r g io C E S A R A T T O y no quiere esperar a tener el dinero suficiente como para comprarse un auto nuevo con sus ahorros, y que por este motivo se los hace dar por anticipado por el Banco Verdi. ¡Qué situación idílica! Después, si la hija de los Rossi es desocupada involuntaria (aceptaría entonces trabajar al precio del salario de equilibrio) pero no encuen­ tro trabajo, la culpa es de su papá (nom ina sunt consequentia rerum50) y del sindicato que lo ampara, como ya se ha dicho. Si se abolieran los derechos gremiales, la situación idílica se recompondría, también la hija de los Rossi trabajaría y no habría desocupados involuntarios. En verdad quedarían algunos adultos desempleados, pero se trataría de personas que no están dispuestas a trabajar al salario de equilibrio, y que solo aceptarían trabajar por un salario más elevado. A estas personas se las define como desocupados voluntarios (por elección). Bajo esta p e r s p e c tiv a patiglossiana (el mejor de los mundos posibles...), los economistas convencionales afirman que el desempleo está en su nivel natural. Y aquí empieza una pequeña historia sobre la ineficacia de la polí­ tica monetaria, una historia que me da vergüenza contar a los estu­ diantes - y me pregunto a qué nivel de decadencia ha llegado el estu­ dio de la economía, viendo que miles de mis “colegas” la cuentan sin vergüenza a chicos y chicas, estudiantes que la escuchan sin quejarse. Es una historia que se la debemos a Milton Friedman (1912-2006), el famoso fundador de la escuela del monetarismo moderno. Supon­ gamos que a partir de un cuadro ideal - con la tasa de interés a su nivel natural, la compañía Bianchi que invierte lo que los Rossi ahorran, con el salario actual en un nivel de equilibrio y por ende con una tasa natural de desocupación - el gobierno decide aumentar el empleo por encima de su nivel natural, para conquistar algunos votos de cara a las próximas elecciones mostrando una economía en alza. Lo hará ordenándole al banco central (que no es indepen­ diente) que disminuya la tasa de interés por debajo del nivel natural. Volviendo al ejemplo, la empresa Bianchi invierte más de lo que los Rossi tienen pensado ahorrar, encarga dos autos para la empresa en lugar de uno. La demanda presiona sobre la oferta y las empresas 50 Los nombres corresponden a las cosas. 108 S ei s clases so br e ec o n o m í a buscan producir más. Para hacerlo deben contratar nuevos trabaja­ dores. Pero cuidado, la economía estaba en su nivel de desocupación natural, en el que hay desempleados, pero solamente voluntarios, gente que quiere trabajar solo por salarios más altos. Las empresas, deseosas de satisfacer la mayor demanda incentivada por las tasas bajas de interés, ofrecen entonces salarios nominales más elevados. Lo hacen porque saben que podrán transferir el aumento de los salarios a un aumento de los precios. Pero los desocupados voluntarios son un poco tontos - de manera más elegante se dice que sufren de “ilusión monetaria” - porque ven que los salarios monetarios que se les ofre­ cen aumentan, y van a trabajar, pero no se dan cuenta que también los precios están aumentando. Es decir que no se dan cuenta que el salario real, aquel que se mide en poder adquisitivo, no está aumen­ tando: los sueldos aumentan en un 10%, pero lo mismo pasa con los precios. A pesar de una mayor inflación, el gobierno logra aumentar el empleo y, tal como cuenta la historia, seducir a los electores y así ganar en las urnas. Sin embargo, con el tiempo, los ex desocupados voluntarios, que ahora trabajan pensando que lo están haciendo por un salario real más alto, se dan cuenta enseguida del engaño, de que están trabajando por el mismo salario real (o inclusive más bajo) con el que antes se negaban a levantarse de la cama para ir al trabajo (la utilidad de aquel salario real era inferior a la utilidad negativa de levantarse de la cama, tanto como para seguir repasando el lenguaje marginalista de los incentivos).Y así se retiran del mercado laboral. El gobierno podría buscar engañarlos nuevamente, incentivando otra vez la economía con una política monetaria expansiva y generando nueva inflación, pero ellos se volverían a dar cuenta que los precios y los salarios nominales aumentan en consecuencia, y a la larga deja­ rían de caer en la trampa. El empleo vuelve así a su nivel original, pero en el durante, el gobierno ha vuelto a ganar las elecciones. El único efecto de la política monetaria expansiva ha sido un aumento de los precios (o peor, un nivel de inflación más elevado sostenido en el tiempo). Ninguna ganancia y quizás sí un daño. La política monetaria no tiene efectos reales a largo plazo, pero sí los tiene de forma nominal sobre el nivel de los precios. El sistema económico es 109 S e r g io C E S A R A T T O dicotómico: por su parte real (de la que hablamos en la sección 5) se determina el producto y la ocupación; en la parte monetaria el nivel de los precios (o de la tasa de inflación). Esta es entonces la moraleja: sacarle de las manos a los gobernantes la política monetaria para asignársela a los bancos centrales independien­ tes (del Estado) que tengan el único propósito de estabilizar la tasa de inflación a un nivel bajo y constante. En algunos países con gobiernos cipayos, donde los bancos centrales acusan recibo de los embates de la política, o son sensibles a los costos sociales del control de la infla­ ción (me viene a la mente el gobernador del Banco de Italia Paolo Baffi [1911-1989]), será todavía mejor encomendar el control de la política monetaria a un banco central extranjero,“atándose de manos y pies”, tal como dice una apropiada definición de dos campeones del conformismo, Francesco Giavazzi y Marco Pagano. Esto hacen los países cuando adoptan un currency board, como la Argentina en el año 1991 o como hizo Italia en el 1999 con el euro, adoptando moneda y banco central extranjeros. 9. TIRA Y AFLOJA La historia de Friedman suena extraña para los oídos heterodoxos. Veremos, de hecho, que las críticas de Keynes y de Srafia nos llevan a considerar que el laissez faire no conducirá a la economía hacia la plena ocupación, ni siquiera con la flexibilidad del mercado laboral. Y si la economía no está en plena ocupación, la política monetaria expansiva será muy útil para restablecer el pleno empleo: esta tendrá efectos reales.También podrá influenciar el nivel de los precios, pero esto por motivos completamente distintos de los de la pequeña historia de Friedman. Para los economistas heterodoxos la inflación es un tira y afloja expresión de un gran economista político,Albert Hirschman (19152012). Cuando el ejército industrial de reserva disminuye y el poder contractual de los trabajadores aumenta, los salarios nominales tien­ den a crecer seguidos por un aumento de los precios, y así sucesiva­ mente. Pero mientras dura esto, por lo general ganan los trabajadores. Si hay inflación quiere decir que los trabajadores están en riesgo. 110 S ei s clases so br e ec o n o m í a ¿Pero cómo hace para ganar el patrón? A través de políticas restric­ tivas por parte de gobiernos que actúan en connivencia. Estas medi­ das, justificadas por la intención de abatir la inflación negativa, harán que se queden sin trabajo algunos trabajadores, que de esta manera tendrán que abandonar el juego. Fácil de entender. Debilitados por el continuo abandono, los trabajadores renuncian y este tira y afloja termina rápidamente con la victoria por parte de los “patrones”. No hay más inflación (o esta es mucho más baja), el desempleo es alto y los salarios reales comienzan a bajar, porque basta con poca inflación, a la cual ya ni se reacciona, para erosionar el valor real de los salarios nominales y determinar una tendencia real decreciente. Si retomamos la pequeña historia de Friedman descubriremos que: - En la tasa natural de desempleo no hay nada de “natural”, es simple­ mente la tasa a la cual el ejército industrial de reserva es lo suficiente­ mente amplio como para que los trabajadores permanezcan tranqui­ los y, por ende, la inflación se sostenga baja y constante. - No es verdad que con una tasa natural de desempleo haya sola­ mente desempleados voluntarios, suele haberlos también de manera involuntaria. Claro, si con políticas monetarias (y fiscales) expansivas se aumentara el empleo, la inflación también aumentaría, pero esto no es porque tengamos que “estafar” a los desocupados voluntarios como nos lo cuentan Friedman y los libros de texto, sino simple­ mente porque se desencadena el tira y afloja, o la lucha de clases, si les gusta que hablemos en una jerga más militante. - Y finalmente, no hay nada de “natural” tampoco en la tasa de inte­ rés natural: solo es la tasa que contribuye a mantener una desocupa­ ción lo suficientemente alta (o sea a su nivel “natural”) como para impedir la tensión por parte de los trabajadores. En síntesis, la idea de confiar la conducción de la política mone­ taria a un banco central independiente de la política, mejor si es extranjero, significa confiarle a un organismo ad hoc el trabajo sucio de tener bajo control el conflicto social, cosa de que los políticos 111 S e r g io C E S A R A T T O se puedan lavar las manos (dado que, en palabras del cantautor, “los políticos tienen otras cosas en las que pensar”).51 El punto clave es que, una vez que se asume la flexibilidad laboral, los marginalistas pretenden negar la existencia de desocupación invo­ luntaria - quien no trabaja está desocupado porque querría cobrar un salario real más elevado que el de la media. La política monetaria, a través de la inflación, puede generar la ilusión de que la economía les está pagando de más e inducirlos de esta manera a trabajar, pero estos a la larga se terminarán por dar cuenta. Para los heterodoxos, en cambio, incluso con flexibilidad laboral, el Íaissez fa ir e llevará a situaciones con desocupación involuntaria, con gente totalmente dispuesta a trabajar por el salario real corriente (e incluso más bajo), pero que no encuentra empleo. Pero claro, la política monetaria podrá generar inflación, solo porque estimulando la economía puede desencadenarse el tira y afloja y no porque se busque con esto ilusio­ nar a nadie. Tenemos que ver entonces quién tiene la razón entre aquellos que comparten la tesis convencional, para los cuales la flexibilidad laboral elimina el desempleo involuntario, y la tesis no ortodoxa que sostiene que inclusive con flexibilidad hay desocupación involunta­ ria. Se debe llegar al fondo de la cuestión, ir más allá que la denuncia superficial del “neoliberalismo dominante”, un mantra que lo deja­ mos para los economistas de los foros sociales. La tesis convencio­ nal fue desafiada en dos sentidos: el keynesiano, que hasta ahora fue mencionado solamente y que desarrollaremos en la próxima clase, y el de Srafia. Recordemos la significación diversa que el término natural tiene para los clásicos y para los marginalistas. En los primeros el adje­ tivo denota que la economía se ocupa de magnitudes y/o equili­ brios determinados por las leyes sociales que conocemos. El término no tiene ningún significado ético-moral. Para los marginalistas el término natural tiene un sentido más fuerte, destinado a señalar que al gran libro de la naturaleza, escrito por una divinidad bondadosa, si se lo deja obrar, según la definición de Pareto, lleva a resultados 51 Cita de Francesco Guccini, Pequeña historia innoble, originalmente dedicada al tema del aborto antes de la aprobación de la ley en 1978. 112 Seis clases sobre economía inmejorables, aunque algunos salgan peijudicados. La subjetividad política, corrigiendo estos resultados, está condenada a interferir de manera indebida sobre los designios del gran libro de la naturaleza. En cambio en los clásicos, la subjetividad de las fuerzas sociales para modificar los resultados, es considerada como una parte de las fuerzas naturales puestas enjuego. 10. LOS DOS DESAFÍOS DEL MARGINALISMO 10.1. LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA (INACABADA) U n primer desafío a la teoría marginalista proviene de Keynes, incluso tras el evidente fracaso de la teoría dominante frente a la crisis económica de los años treinta. Keynes no discute los pilares fundamentales de la teoría tradicional y esto permitirá la reubicación de su teoría como un caso especial dentro de la teoría dominante - lo opuesto al intento de Keynes al escribir la Teoría General, luego transformada por los economistas convencionales en Teoría particular de la crisis. Keynes critica la idea antes expuesta de que una economía de mercado no puede sufrir problemas de demanda. En particular, él considera a las inversiones de las empresas como un componente particularmente inestable e incapaz de absorber de manera completa la oferta de ahorro de las familias, en correspondencia con el pleno empleo. Keynes afirma algo más: son las decisiones de inversión de los empresarios las que ponen en marcha la economía. Estas decisiones de gasto generan al mismo tiempo una renta que en parte va desti­ nada como gasto para los bienes de consumo y en parte es ahorrada a través de un proceso conocido como multiplicador de la renta. Se deduce que, contrariamente a la teoría marginalista, son las inver­ siones las que generan los ahorros y no al revés. La inversión de la relación entre ahorros e inversiones es el núcleo analítico de la revolución keynesiana. Esto conlleva también un significado moral transgresor: desde un punto de vista macroeconómico el ahorro es un hecho negativo. U n aumento del mismo con un nivel similar de inversiones, determina una caída del rédito y del empleo. Y por 113 Sergio CESARATTO consiguiente es estúpido, además de inmoral, bajar los salarios reales para incrementar los ahorros. Keynes lo llamó “paradoja del ahorro”. Como los ahorros están determinados por las inversiones, y dado el nivel de estas últimas, si se buscara incrementar el porcentaje de ahorros sobre la renta (por ejemplo redistribuyendo el rédito desde los salarios a las ganancias), el resultado sería una caída de la renta nacional, mientras que el nivel de ahorros permanecería fijo en el nivel dado por las inversiones. Desde el punto de vista de la política económica, el corazón de la revolución keynesiana está en el rol asignado a la política presupues­ taria y monetaria en el intento de mantener la plena ocupación. De hecho, sí las inversiones privadas son insuficientes, para sostener el gasto y la producción no quedará otra que recurrir a un gasto público mayor y a políticas monetarias expansivas. Estas últimas, a través de bajas tasas de interés, harán que sea económico para el Estado recu­ rrir al déficit fiscal y sostendrán la financiación privada, por ejemplo en la demanda de viviendas. ¿Demasiado sintético? Volveremos en la clase siguiente. Ocupémonos ahora de la crítica sraffiana. 10.2 EL REGRESO A LOS CLÁSICOS Y LA CONTROVERSIA SOBRE EL CAPITAL Además de redescubrir el enfoque del excedente y encontrar una solución a los problemas vistos en Ricardo y en Marx, en Producción de mercancías Sraífa trae a la luz también las dificultades de la teoría marginalista del capital a la cual haremos referencia ahora brevemente. Algunos de los problemas más evidentes eran ya conocidos para los fundadores de aquella teoría, y daremos aquí una respuesta intuitiva al respecto. Como ya se ha dicho, el marginalismo se basa en la cantidad de “factores productivos” poseída por los sujetos económicos. Hemos mencionado que cuánto más escaso es uno de estos factores respecto a los demás, más “valioso” será y su remuneración será más alta. Consideremos a la economía como un todo. Algunos de estos factores son mensurables en cantidades físicas. El trabajo de una cierta calidad por ejemplo, es medible en horas 114 Seis clases sobre economía de trabajo, y la cantidad de tierra con ciertas características lo será también en hectáreas (trabajos y tierras de distintas calidades podrían ser tratados como factores productivos diversos). Este no es el caso del stock de capital. Este está constituido por materiales heterogéneos, como arados, tractores, maquinarias y miles de otros elementos. El stock de capital es cuantificable solamente como un valor, multi­ plicando la cantidad de cada uno de los elementos por su precio y sumándolos, tal como nos enseñaban en la escuela primaria para calcular los gastos de mamá en el mercado. E l problem a es que no sabe­ mos todavía los precios de los bienes. Es decir que para determinar los precios y su distribución, tendremos que conocer el valor del stock de capital, pero al mismo tiempo, para calcular el valor del stock de capital deberemos conocer de antemano los precios y su distribu­ ción: un círculo vicioso evidente. ¿Cómo se hace entonces para pretender que la distribución entre salarios y ganancias se base en la escasez relativa de capital y trabajo? El capital no puede ser considerado como un ectoplasma que existe independientemente de los precios y la distribución, que es lo que no obstante queremos determinar. ¡Otro círculo vicioso profesor! Sí, absolutamente. Con la salvedad de que este no tiene solución. Los primeros marginalistas intentaron medir el capital inclusive por su “peso” (¡con lo que un kilo de acero valdría más que un diamante de medio kilo!). Esta es una señal de desesperación. Pero aun así, esos primeros marginalistas eran más honestos que sus epígonos moder­ nos, quienes escondieron esta historia bajo la alfombra. Alguno de ustedes quizás recuerde la situación similar de la teoría del valor-trabajo de Ricardo y de Marx. Curiosamente, también los primeros marginalistas intentaron medir el stock de capital a partir del tiempo de trabajo requerido directa e indirectamente para produ­ cirlo, encontrando así problemas similares. Es ridículo que tanto la teoría del valor-trabajo como la teoría neoclásica del capital funcio­ narían bajo la misma hipótesis: ¡que exista en el mundo una sola mercancía! Sraífa iluminó otras problemáticas y en particular el complejo fenómeno del “regreso de las técnicas”, demasiado complicado para 115 Sergio CESARATTO ser tratado de forma exhaustiva en esta clase. Sin embargo, lo que sí podemos recordar es que la consecuencia principal de la crítica de Sraffa se refiere a la imposibilidad de establecer una función de demanda de capital decreciente como en la figura 2.3. En otros términos, Sraffa demuestra que no necesariamente sucede lo que afirman los economistas marginalistas, que a menores tasas de interés las empresas requerirían más capital (es decir, querrían invertir más, absorbiendo más ahorro), ya que de esta manera estarían motivadas a adoptar técnicas que requieran de un capital mayor (ahora más económico) respecto al trabajo. Es decir que menores tasas de inte­ rés podrían disminuir y no aumentar la demanda de capital. Pero ni siquiera la curva de demanda de trabajo decreciente (en las figuras 2.1 y 2.2) se puede trazar rigurosamente. Se acordarán de que la curva de demanda de trabajo da cuenta de la disponibilidad de las empresas para pagar las dosis adicionales de trabajo; tal disponibi­ lidad decrece cuando el trabajo se vuelve más abundante (menos “valioso”) respecto al capital existente. ¿Pero cómo se mide este “capital existente”? Las conclusiones de Sraffa fueron objeto del célebre “debate de las dos Cambridge” que se desarrolló en los años setenta entre la Universidad de Cambridge inglesa y el famoso M IT 52 norteame­ ricano (que tiene sede en Cambridge, Massachusetts), probable­ mente la más importante disputa teórica celebrada en el ámbito de la economía. Mientras que en la Universidad inglesa se encontraban los seguidores directos de Keynes, además de Sraffa que había atraído a los jóvenes más de la economía italiana (entre los que se desta­ caban Pierangelo Garegnani y Luigi Pasinetti), en “la Cambridge” norteamericana se congregaba la crème de la crème de los economistas estadounidenses (Modigliani, Solow, Tobin), cuyo decano era Paul Samuelson (1915-2009). Este último finalmente admitió que en “la Cambridge” inglesa (¡deberíamos decirle italiana!) tenían razón. A pesar de todo esto, del problema del capital ahora ya casi ni se habla. Sin embargo, Samuelson continuó la discusión con Pierangelo Garegnani, el alumno predilecto de Sraffa (y mi maestro), hasta lo último. 52 Instituto Tecnológico de Massachusetts. 116 Seis clases sobre economía Un ectoplasma sin valor. Pero profesor, en el caso del capital ¿no sería lícito tratar a cada bien de capital físico (arados, tractores, tom os...) como un factor en sí mismo, evitando de esta manera conjugarlos en un mismo valor? En principio es posible, pero incumpliríamos el postu­ lado de la tendencia a la uniformidad de la tasa de ganancia sobre los bienes capitales varios: los arados tendrían una cierta tasa de ganan­ cia, otra los tractores y los tornos, por su lado, también tendrían la suya. Esto es ilegítimo (o mejor dicho, era considerado ilegítimo pol­ los economistas clásicos y por la mayoría de los padres fundadores del marginalismo). De hecho, mientras es lícito reconocer que es distinto el salario de los trabajadores calificados que el de aquellos con un estatus menor, los bienes de capital se originan a partir de ahorros, que independientemente de la forma física en la que sean luego invertidos, deben gozar de la misma remuneración, un princi­ pio que estaba en la base de la idea de m ano invisible de Smith vista en la primera clase. La remuneración del capital tiene entonces que ser única, cualquiera sea la forma física en la cual sea invertida (arados, tractores, tornos...). Los primeros marginalistas pensaban en el capital como un ectoplasma originado por los ahorros (hablaban del capital como un “fondo de ahorro”) y mensurable en su valor. Este ecto­ plasma tomaba luego formas físicas específicas, pero de manera tal de asegurar una tasa de ganancia uniforme. Lamentablemente, sin conocer primero los precios y su distribución, al ectoplasma no se le puede atribuir ningún valor. Pero sin atribuirle un valor, tampoco podemos conocer los precios ni la distribución. Para ser claros, con los capitales medidos en forma física también tendríamos una tendencia a la uniformidad de las tasas de ganan­ cia. No obstante, la teoría no puede decirnos a qué orden final nos conducirá la mano invisible: se pierde la idea de una gravitación guiada por la mano invisible hacia un equilibrio final. La economía vaga en busca de un equilibrio que no existe. La ciencia económica pierde su valor predictivo, que por consiguiente sería inútil. La posibilidad de considerar a los bienes de capital como una colección de factores productivos definidos en forma física fue en efecto adoptada por uno de los grandes fundadores del marginalismo, 117 Sergio CESARATTO Léon Walras (1834-1910).Vilfredo Pareto, que sustituyó a Walras en la cátedra de economía de Lausana, evitó por completo el problema del capital suprimiéndolo de sus clases. Estos problemas de la teoría del capital fueron sacados a relucir en Cambridge, independiente­ mente de Sraífa, por las tesis de doctorado de Pierangelo Garegnani. Hoy que el capital dejó de ser pensado como un ectoplasma, los economistas marginalistas vuelven a invocar el equilibrio económico walrasiano por considerarlo inmune a los problemas del capital. A los marginalistas les gusta ganar con facilidad: ¡y si pierden, cambian las reglas del juego! 11. ¿HACIA DÓNDE VAMOS? Garegnani y otros han llegado a algunas conclusiones importantes respecto al debate sobre el capital, en particular estas dos: a) la determinación “armónica” de la distribución del rédito por parte de la teoría “neoclásica” está errada, y esto corrobora la recuperación del enfoque “conflictivo” de los economistas clásicos; b) no es verdad lo sostenido por la teoría neoclásica de que no existen los problemas de demanda sistemáticos. En cuanto a la flexibilidad de la tasa de interés, no es suficiente para asegurar que toda la oferta de ahorro del pleno empleo es absorbida por los inversos (la figura 2.3 está equivocada). Esta conclusión permite salvaguardar las conclusiones principales de la teoría de Keynes sobre la reabsorción en la teoría marginalista. No obstante el escándalo provocado, es un hecho que los conte­ nidos y los resultados de este debate controversial sobre el capital fueron progresivamente removidos de los planes de estudio univer­ sitarios, tanto en Estados Unidos como en Europa, incluida Italia, tanto que los jóvenes que estudiaron economía en los últimos veinte años difícilmente habrán escuchado hablar del tema. La ficha “¿Quién es Sraífa?” es una buena táctica para aniquilar a los adver­ 118 Seis clases sobre economía sarios. Por algunos años, sin embargo, los resultados de Sraffa han reforzado las direcciones de búsqueda heterodoxas, claro está que en un clima social progresista que reclamaba análisis críticos. La fuerza de las críticas de Sraffa a la teoría dominante estuvo en el hecho de que fueran analíticas y no ideológicas. A pesar de encontrarnos en un contexto de crecientes dificultades, como las que recordába­ mos en la primera sección, el trabajo crítico continúa avanzando inclusive hoy, por ejemplo, con respecto a la ampliación de Keynes sobre los problemas de crecimiento económico. Tampoco se detuvo el trabajo de crítica sobre la teoría del capital, mientras prosigue el trabajo sobre la teoría monetaria, un sentido cultivado por algunas escuelas heterodoxas como la que en Italia responde al desaparecido Augusto Graziani. GUÍA BIBLIOGRÁFICA La recopilación de poesías «Dal fondo53» estaba a cargo de C. Bordini et al., Savelli, 1978. La cita inicial es de A. Ginzburg, F.Vianello, H fascin o discreto della teoria economica54, en «Rinascita», 31, 3 de agosto de 1973, publicado nuevamente en AAVV, Marxismo ed economia. U n dibattito di «Rinascita»55,Venezia, Marsilio, 1974 y disponible en la web. Sobre Spaventa y el debate entre los economistas “de izquierda” italianos, véanse: Piero Bini, Violare g li equilibri. G li economisti italiani di sinis­ tra nella crisi degli anni Settanta del N ovecento56, «Rivista de Politica Econ om ica»,2013/l;y Giorgio Lunghini (a cargo de), Scelte politiche e teorie economiche in Italia ( 1 9 4 5 - 1 9 7 8 ) 57, E i n m d i , 1981. Los pasajes de Petty son citados por Bharadwaj (cit.p.24), que se puede consultar también para una comparación entre el análisis obje­ tivo de los economistas clásicos y el subjetivo de los marginalistas. 53 54 55 56 57 «Desde el fondo - La poesía de los marginales». E l discreto encanto de la teoría económica. Marxismo y economía. Un debate de «Renacimiento». Infringir los equilibrios. Los economistas italianos de izquierda en la crisis de la década de 1970. Elecciones políticas y teoría económica en Italia (1945-1978). 119 Sergio CESARATTO Siempre he pensado que los mejores marginalistas han sido Sraffa y Garegnani, quienes han entendido aquella teoría mucho mejor que sus modernos adeptos - también porque nos la hicieron estudiar sobre los textos de quienes la fundaron y no sobre aquellos textos escritos por los más comunes y corrientes aprendices de brujo. Un buen libro de texto en el que las curvitas marginalistas son explicadas con detenimiento es: R .H . Frank y E. Cartwright, M icroeconomia58, McGrow Hill. Cualquier edición de segunda mano está bien. Otra buena sugerencia es leer también los libros de texto de micro y de macroeconomía de Augusto Graziani. Evítese a este respecto un libro de texto malísimo que arruinó a generaciones enteras de estudiantes: el manual de Varían. Sobre la relación entre función de demanda de capital y función de demanda de ahorro (inversión), aconsejo viva­ mente a los estudiantes acercarse a la rigurosa demostración gráfica expuesta por: Antonia Campus y Giancarlo De Vivo, Preferenza p er ¡a 1iquidita e moltiplicatore nelía Teoría G enerale: una recente interpretazione di K ey n es59, «Ricerque Economiche», 2 4 / 3 - 4 , 1 9 8 0 . U n intento de crítica a la teoría del bienestar con el objetivo de explicar los orígenes del estado social a partir de la teoría del exce­ dente, puede encontrarse en mi ensayo: T h e classical 'surplus' approach and the theory o f the welfare State and public pensions, in: G. Chiodi y L. Ditta (Ed.), Sraffa or an aíternative economics, Palgrave Macmillan, 2007. Una introducción a los debates sobre la teoría del capital, por desgracia muy complicados, ha sido descrita por el joven econo­ mista argentino, Andrés Lazzarini, en Revisiting the Cambridge capital theory controversies, Pavia University Press, 2011 (http:// archivio.paviauniversitypress.it/pdfoa/lazzarini-revisiting-2011.pdf); véase también Saverio Fratini, La teoría del capital cincuenta años después del debate entre los dos Cambridge, Crítica Marxista, 4-5, pp. 64-71 (descargable en http://politicaeconomiablog.blogspot. com/search?q=fratini). Una de las cosas que personalmente considero más antipáticas (y sutilmente racistas) en torno a la historia del conflicto sobre el capital 58 Microeconomia. 59 L a preferencia por ¡a liquidez y el multiplicador en la Teoría General: una interpretación reciente de Keynes. 120 Seis clases sobre economía es que en el mundo anglosajón se la identifique con la figura de Joan Robinson, una alumna de Keynes que es considerada una heroína por muchos economistas heterodoxos. Robinson tomó algunos aspectos de Sraífa en relación a esto (ambos estaban en Cambridge), pero sus contribuciones al litigio parecen ser sobre todo marginales y engaño­ sas, tal como lo muestra Lazzarini. Sobre lo dicho acerca de Garegnani véase Roberto Ciccone, Pierangeío Garegnani: rifondare la teoría economica60, «Moneta e crédito», vol. 65,2012, descargable de internet. Samuelson, que tenía una gran estima por Sraífa y por Garegnani, continuó la discusión con este último hasta su desaparición, véase Heinz D. Kurz (Ed.), T h e theory o f valué and distribution in economics: Discussions between Pierangeío Garegnani and Paul Samuelson, Routledge, 2013. La tesis de doctorado de Garegnani fue publicada en italiano, II capitale nelle teorie della distribuzione61, Giuífré, 1960. De Luigi Pasinetti, el otro gran sraffiano protagonista del debate sobre la teoría del capi­ tal, véase: C ritiai della teoría neodassica della cresdta e della distribuzione62, «Moneta e crédito», vol. 53,2000 (disponible en la web). U n artículo interesante sobre las consecuencias para la política económica de las críticas en materia de teoría del capital, en el cual se explica la importancia del método de los equilibrios/posiciones a largo plazo, es del joven economista argentino Ariel Dvoskin, A n unpleasant dilem m a f o r contemporary general equilibrium theory, «The European Journal o f the History o f Economic Thought», vol. 23/2, 2016. De Dvoskin y Fabio Petri véase también \Again on the relevante o f reverse capital deepening and reswitching, «Metroeconomica» (Volume 68, Issue4 November 2017 Pages 625-659). Estas contribuciones mues­ tran cómo los marginalistas contemporáneos, si quieren mantener un poder predictivo, tienen que recurrir a la versión tradicional de su teoría, la del ectoplasma, y no a la teoría walrasiana. Pero esto los expone a las críticas en materia de teoría del capital. Están así atrapa­ dos entre el error y la irrelevancia. Muchos economistas heterodoxos se remontan a una teoría, deno­ minada teoría del “circuito monetario”, de la que Augusto Graziani 60 Pierangeío Garegnani: refundar la teoría económica. 61 E l capital en las teorías de la distribución. 62 Crítica de la teoría neoclásica del crecimiento y de la distribución. 121 Sergio CESARATTO fue un exponente destacado. De Graziani véase por ejemplo: L a teoría m onetaria della prod u zion e63, Banca popolare dell'Etruria e del Lazio/ Studi e ricerche, Firenze, 1994. Esta teoría encuentra sin embargo serias dificultades. U n aporte mío reciente reflexiona sobre la misma de forma crítica en un número especial de «Metroeconomica» dedi­ cado justamente a Graziani: Initial and final finance in the monetary circuit and the theory o f Effective D em an d (en vías de publicarse). 63 L a teoria monetaria de la producción. 122