LA IMPORTANCIA DE TENER UNIDAD EN LA IGLESIA – 1 Corintios 1:10 La unidad es una manifestación vital de una iglesia capacitada por el Espíritu Santo. Es por eso que Pablo dijo a los cristianos de Efeso para esforzarse para “preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” (Efesios 4:3). Es por eso que escribió a los Corintios: “Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo (que hablen lo mismo), y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir (de una misma mente) y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). En la unidad hay un solo cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos (Efesios 4:4-6). Los desafíos que enfrentamos, las batallas espirituales que luchamos, exigen que aceptamos la verdad de que los verdaderos creyentes “son todos uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Pablo pide que los creyentes en la iglesia tengan los mismos pensamientos, tengan el mismo amor, sean uno en espíritu y propósito (Filipenses 2:2). Esencialmente los llamó a ser unificados, a ser uno. Donde la división normalmente reinaría, la unidad debe llevarnos a un amor como Cristo, donde los creyentes escuchan y soportan unos a los otros. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros” (Juan 13:35). Debemos entender que Dios hizo a cada creyente único con diferentes funciones, y estas diferencias hacen que el cuerpo de Cristo sea hermoso – Romanos 12:4. La unidad en consecuencia, no significa que todos sean iguales, sino que honremos nuestras diferencias y trabajemos juntos a pesar de ellas – 1 Corintios 12:12-27. Aunque tengamos diferentes dones y diferentes llamados, nuestro propósito es glorificar a Dios en todo lo que pensamos, decimos y hacemos (1 Corintios 10:31). Lo glorificamos viviendo en obediencia a Sus mandamientos y dando mucho fruto (Juan 15:8, 10). También Lo glorificamos a medida que nos conformamos más a la imagen de Jesucristo (2 Corintios 3:18) y siendo santo porque Él es santo (1 Pedro 1:16). La unidad cristiana es expresada por la misión común de los creyentes que es cumplir la Gran Comisión, y hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19), y regocijarse porque Cristo está siendo proclamado (Filipenses 1:15-18). Para unificarse, los cristianos deben desarrollar las actitudes correctas, y los creyentes deben estar unidos en espíritu. En Filipenses 2:5, Pablo dice que toda persona debe tener la misma “actitud” o “mente” como Cristo. Estar unidos en espíritu significa cuidarnos unos a otros como si nos estuviéramos cuidando a nosotros mismos. Esto significa seguir la regla de oro, de amar a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:31). Así que cuando los cristianos desarrollan la mente de Cristo, será fácil tener una iglesia unida. La unidad cristiana es expresada por la creencia común de los creyentes; creyendo en la inspiración y autoridad de la Escritura; la Trinidad; la plena divinidad y humanidad de Jesucristo; Su muerte sustitutiva en la cruz; Su resurrección corporal; Su segunda venida corporal; y la salvación por la gracia sólo por la fe, aparte de las obras. Si los creyentes quieren unificarse, deben tener el espíritu correcto. Deben abandonar la ambición egoísta y la vana gloria. Deben practicar la santidad y tener la humildad de un sirviente. La unidad cristiana se basa en la redención. Se basa en la comunión que disfrutamos con todos los verdaderos creyentes que, como nosotros, hemos experimentado el perdón de Dios y a quienes se les ha dado la vida eterna. Y la unidad cristiana solo puede ser experimentada por los verdaderos creyentes, aquellos que han llegado a conocer al Padre y al Hijo a través del Espíritu Santo. La unidad cristiana se basa en la verdad, pero también se basa en el comportamiento piadoso. En el libro de Apocalipsis en las cartas a las siete iglesias, Jesús advierte acerca de aquellos que toleran la inmoralidad en la iglesia. Pablo también, en su carta a la iglesia en Corinto, dice que: “… no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador” (1 Corintios 5:11). Pablo está hablando de aquellos que se llaman a sí mismos cristianos pero que no viven como cristianos. Él no quiere decir que nunca debemos hablar con esas personas o nunca las ayudamos, no, pero él dice que no podemos tratarlas como si fueran verdaderos creyentes. Necesitamos entender que la unidad es absolutamente esencial, porque la verdadera iglesia es el “cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12:27), y un cuerpo no puede estar en desarmonía consigo mismo. Si la desunión ocurre, esencialmente deja de ser un cuerpo y se convierte en un grupo desarticulado de individuos. Sólo vamos a experimentar la unidad cuando caminamos en el Espíritu y no en la carne, cuando nos apegamos sinceramente a la verdad de la Palabra de Dios y cuando, de corazón, procuramos vivir una vida de santidad que agrada a Él. Cuando una iglesia hace su trabajo de una manera armoniosa y unificada, y lo hace año tras año mientras toma decisiones como Cristo lo haría, y efectúa ministerios importantes, el mundo se da cuenta. El mundo exterior observa y ve, y las personas se sienten atraídas a Jesús. Esto es por lo que Jesús oró fervorosamente, para que sus seguidores sean uno: “Padre, oro para que todos sean uno … para que el mundo crea que tú me enviaste … para que sean uno así como nosotros somos uno…” (Juan 17:20-23). Esto significa que nuestra unidad debe enraizarse en la propia unidad de Cristo con el Padre. Una iglesia unificada consecuentemente, es una de las evidencias más fuertes de la verdad del evangelio. Y a través de Él todo el cuerpo, “estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor” (Efesios 4:16). La humildad es la base de la santidad, y la santidad trae armonía a la iglesia, lo que resulta en una iglesia saludable llena de amor, alegría, paz y unidad en el cuerpo de los creyentes.