El sueño interestelar El ser humano siempre se ha caracterizado por su incesante curiosidad. Siendo así, la necesidad de conocimiento es lo que obliga al ser humano a evolucionar. Asimismo, en esa búsqueda incesable de conocimiento que nos llevó a tratar de explorar el espacio, se pone en perspectiva la insignificancia de lo que, en tiempos precursores se consideraba como el mismo centro del todo, la vida humana. Luego, considerando las posibilidades de vida en la infinidad de planetas del universo observable, no es difícil intuir que, por probabilidades, la vida no sería más que una casualidad recurrente. Sin embargo, no por ello deja de ser valiosa y merecedora de cuidado. Siguiendo esta cadena de ideas, aparte de considerar las infinitas posibilidades de vida, también hay que tener en cuenta los infinitos peligros que la acechan. No solo amenaza exterior, sino que, también el hombre forma parte de su autodestrucción. Es por estas razones que, se debe pensar en planes de conservación para la especie, pues si alguna eventualidad no nos extermina, el mismo hombre lo hará. Para iniciar, sería prudente considerar la burbuja de la vida en la tierra y la misma trampa mortal que significa. Es así que, cuando mencionamos el espacio, lo que nos viene a la mente, es la posibilidad de viajar a otros planetas, de expandirnos y convertirnos en una civilización interplanetaria. Nada más alejado de la realidad actual. Pues, ninguno de los planetas de nuestro sistema solar es apto para conciliar la vida, y nuestra estrella vecina más cercana, Próxima Centari, se encuentra a 4 años luz de distancia. Para poner en perspectiva, la mayor muestra del ingenio humano, la Voyager 1, que tiene una velocidad de 61 200 km/h, tardaría 74 000 años en llegar, alrededor de la mitad del tiempo que lleva el ser humano sobre la faz de la tierra. Sin embargo, si lográsemos llegar, lo único que encontraríamos es un sistema estéril con un pequeño planeta orbitando muy cerca de su estrella, tanto así que la vida allí sería imposible. Pero entonces, ¿no habíamos dicho que hay infinidad de planetas con posibilidades de vida? Pues los hay, sin embargo, las distancias son descomunales, Por ejemplo, el planeta más parecido a la tierra que hemos encontrado está a 470 años luz, a 111 veces la distancia que existía a Próxima Centari. Es por esto que, la tierra es una trampa mortal, pues siendo nuestro único hogar y al no poder salir de él, estamos condenados a desaparecer juntos. Pero, ¿todo está perdido? ¿estamos condenados a desaparecer?, bueno, eso dependerá de nosotros. Ya que, hasta la fecha en todos los años que tenemos en la tierra, nunca hemos tenido la oportunidad de escapar tan siquiera de la atmosfera. Sin embargo, ahora tenemos esa oportunidad, esa ventana para dar el salto y evitar condenar a la vida a desaparecer. ¿Porque llamamos ventana a esta oportunidad? Como una ventana se puede cerrar, esta oportunidad se terminará. Debido a que, la cantidad de recursos del planeta son finitos y eventualmente se terminarán. Puesto que, como decía Albert Einstein “No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la Cuarta: piedras y palos”. A parte, en astrología existe un concepto muy interesante llamado “El Gran Filtro” que es cualquier cosa o conjunto de cosas que evitan que una civilización pueda convertirse en una civilización interestelar, es así que, se definen que los primeros filtros serían la misma aparición de la vida, seguida de la evolución de esta, hasta llegar a animales con cerebros grandes que usen herramientas. Es entonces que, llegamos a donde nos encontramos nosotros como civilización, pues hemos atravesado todos los filtros anteriores, estaríamos a tan solo un paso de una expansión masiva, pero, si fuese tan fácil ¿por qué la Vía Láctea no está poblada por civilizaciones interestelares? Pues, no es tan fácil, y es aquí en donde está realmente el gran filtro. Gran parte de la comunidad científica cree que si no hay vida multiplanetaria es porque “El Gran Filtro” evita que las civilizaciones puedan convertirse en colonizadoras espaciales. Entonces, si ponemos sobre la mesa estos dos términos: la ventana para dar el salto y El Gran Filtro. Entenderemos la urgencia de resolver el problema de “escapar” del planeta tierra y darle así a la vida otra oportunidad de seguir viviendo, de seguir complaciendo su incesante búsqueda de conocimiento y de seguir con la ilusión de que hay algo más grande que nos depara a todos.