“La matanza de chinos en Torreón, Coahuila (1911) ¿un acontecimiento espontáneo?: los posibles vínculos entre los actores y la élite Revolucionaria”. Marco Antonio Pérez Jiménez. Asistente de Investigador. Proyecto “Afroamérica. La Tercera Raíz”. PUMC-UNAM. Introducción. La toma de Torreón por las fuerzas maderistas el 13, 14 y 15 de mayo de 1911, marcó la victoria del movimiento armado organizado por Francisco I. Madero sobre el gobierno de Porfirio Díaz. Diez días después, -25 de mayo- Díaz decidió renunciar dando por terminado a 36 años de régimen en escasos seis meses de luchas esporádicas. Pero a su vez, esta batalla, tan importante para las aspiraciones políticas de la élite revolucionaria, fue el escenario de uno de los acontecimientos más sangrientos y violentos de la revolución maderista: el asesinato de 303 miembros de la comunidad china en Torreón. Por su parte, las investigaciones históricas que se han enfocado en este acontecimiento lo han catalogado como un hecho “espontáneo” fruto de una “turba iracunda” sin conciencia de sus actos por el “mismo calor de la batalla” 1. Lo anterior parece encontrar soporte en la información encontrada en las fuentes consultadas (desde registros presenciales hasta investigaciones sobre el evento). Por lo tanto, este ensayo tiene como objetivo demostrar que difícilmente la matanza de chinos en Torreón pueda ser catalogada como un mero acto espontáneo. Para lo cual se empezará por hacer la reconstrucción del relato de los asesinatos según testimonios presenciales así como otras fuentes consultadas. También se analizarán brevemente las investigaciones encargadas por el presidente interino F. León de la Barra así como por la 1 En especial hacemos referencia a dos investigaciones: El artículo del historiador estadounidense Leo Dambourges “The Chinese massacre in Torreon, Coahuila in 1911” y el libro de Juan Puig “Entre el río Perla y el rio Nazas. La China decimonónica y sus braceros emigrantes, la colonia china de Torreón y la matanza de 1911” (el cual a nuestro parecer, ha realizado la mejor reconstrucción del acontecimiento). Aunque la mayoría de las investigaciones que han estudiado la presencia china en México han tocado este tema, pero de manera tangencial. 1 dirigencia maderista para tratar de esclarecer el evento. Posteriormente se revisarán las manifestaciones populares antichinas en la Comarca Lagunera y los prejuicios antichinos que se presentaron en el discurso de algunos líderes revolucionarios. Una vez analizado el acontecimiento y su contexto sociohistórico, será posible, mediante un análisis de redes, evidenciar los vínculos “amistosos” que tenían los actores del evento con la familia Madero. La reconstrucción del evento2. Desde el 9 de mayo de 1911, los maderistas rodearon Torreón y planearon su ataque: Sixto Ugalde y Orestes Pereyra (nativos de la región; herrero y peluquero respectivamente) estaban encargados de entrar por el río Nazas (al suroeste de la ciudad), José Agustín Castro (herrero de Torreón) por el panteón, Juan Ramírez por San Joaquín, mientras que Benjamín Argumedo –el cual según Juan Puig era un “campesino, pobre y analfabeta” (1992: 173)-, atacaría el oriente de la ciudad, lo que era conocido como el Pajonal. Todos estos cabecillas estaban bajo las órdenes de José Agustín Castro como principal jefe militar en la Laguna y de Emilio Madero, hermano de Francisco, que debido a su jerarquía regional fungía como interventor en tensiones entre rebeldes y residentes de la región. El ataque comenzó el 13 de mayo; este quizás inició al oriente de la ciudad cerca de una fundidora y de hortalizas propiedad de chinos, como la Do Sing Yuen, donde se habían atrincherado algunos soldados federales 3. Ya por la tarde del mismo día, unos cuantos maderistas llegaron a los jardines de legumbres para continuar su ataque contra los 2 Los documentos sobre la matanza y reclamaciones se encuentran en el expediente 13-2-34 “S.R.E. Sección de América, Asia y Oceanía, año 1911. Reclamaciones Extranjeras. Chinos en Torreón, su asesinato”. Este expediente, el cual está conformado por seis legajos, está ubicado en el Archivo Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante A.E). 3 Wulff Jaimeison, Tulitas. Tulitas en Torreón, recuerdos de la vida en México. pag. 143. Archivo Municipal de Torreón “Eduardo Guerra”, en adelante A.E.G. 2 federales. Los revolucionarios aprovecharon esto e instalaron su cuartel general en un rancho de la zona oriental (La Rosita) propiedad del inversionista chino, Woon Foonchuck4. Ya en la noche se posesionaron de varios ranchos más, donde exigieron a los trabajadores chinos que les dieran de comer y beber; después saquearon sus ranchos buscando dinero y víveres. Parece ser que algunos se resistieron a los saqueos; fueron los primeros que murieron, los demás fueron encerrados en establos o caballerizas. Durante la noche del 13 y todo el día 14 parece ser que la batalla fue muy ligera a comparación de las horas anteriores, esto pudo deberse a que ambas partes habrían sufrido bajas considerables. En las primeras horas del 15 de mayo, el general porfirista Lojero (encargado de proteger la ciudad) y sus soldados quienes se habían instalado en la Plaza de Armas de Torreón (justo enfrente del Banco Chino, el edificio más importante de la “perla de la laguna”, y cerca de la Lavandería de Vapor Oriental), decidieron abandonarla -al perecer por falta de municiones- sigilosamente dejándola a merced de los rebeldes. De esta manera, los primeros soldados maderistas entraron a la ciudad en la mañana sin ninguna resistencia. Sus primeras actividades fueron prender fuego al Palacio Municipal, liberar a los presos y emborracharse. Ahí encontraron cajas con Cognac adulterado que la policía había confiscado meses antes, varios que lo tomaron murieron envenenados. Quizá esto provocó que se esparcieran los rumores de que los chinos tenían la consigna de envenenar el agua, los licores y las verduras que los maderistas sustrajeron de sus tiendas y restaurantes durante el saqueo5. 4 “Ha rendido el informe oficial el Sr. Owyang King sobre los asesinatos de súbditos chinos”. El Imparcial. México, 13/septiembre/1911, pag. 7. 5 “Entrevista a Miguel Robledo” y “Entrevista a Rafael Garza por el Juez Martínez”. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. Ambos eran comerciantes de Torreón. 3 Alrededor de las 6:00 am. una multitud de simpatizantes se había aglomerado en la Plaza de Armas para apoyar y celebrar la inminente victoria6. Los saqueos, prometidos meses antes por los maderistas al reclutar soldados en la Laguna, habían comenzado, y al mismo tiempo, estos fueron dirigidos contra los chinos y sus comercios (Meyers, 1996: 312). La “turba” avanzaba por las calles centrales de Torreón saqueando y destruyendo cualquier comercio que consideraran de propiedad oriental. Posteriormente atacaron la Compañía Shanghai, ubicada en los primeros pisos del edificio del banco, de donde arrastraron a 13 chinos hacia la calle asesinándolos con cuchillos y hachas. Después se dirigieron al tercer piso donde dieron muerte a todos los empleados y quemaron documentos relativos a registros y transacciones económicas. Dos de ellos fueron cortados en pedazos –entre estos el tesorero del banco-. Luego arribaron a las oficinas del Club Reformista donde destruyeron muebles y robaron la caja de seguridad. En el edificio se encontraban entre 15 y 16 personas las cuales fueron asesinadas, entre ellos el secretario del club. Parece ser que en los negocios ubicados en las calles que rodeaban a la Plaza se dieron las muertes más violentas de todo el acontecimiento. Los desmanes continuaron en el mercado donde algunos orientales tenían sus puestos de vegetales, estos fueron saqueados y se asesinaron a la mayoría de sus propietarios 7. Todavía no pasaban de las 12:00 p.m del día 15. Se tienen varios testimonios detallados sobre la manera en que los maderistas y pobladores de la región asesinaron a los inmigrantes chinos ese día. Delfino Ríos, propietario de un periódico en Torreón, menciona que para las dos de la tarde las calles del centro de la ciudad estaban cubiertas de cadáveres, muchos de ellos de origen chino. Los 6 7 “Entrevista de Ramos Pedrueza a Carothes”. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. “The Mexican massacre. Story of atrocity to the Chinese”. Peking Daily News. 10/07/1911. Exp. 13-2-34, Leg. I. A.E. 4 rebeldes aventaron los cuerpos de los asesinados desde el tercer piso del banco hacia la calle, algunos les habían cortado la cabeza arrojándolas por las ventanas. Luego fueron descuartizados y amarrados a caballos para que corrieran por las calles con los miembros arrastrando. Otros vivos fueron sujetados de piernas o brazos a dos caballos, haciéndoles correr en dirección contraria con la intención de desmembrarlos. Algunos que habían sido asesinados a tiros, se les acuchilló después de muertos, fueron desnudados, robadas sus pertenencias8 y cortados en pedazos. Se registran casos únicos, como el de un soldado quien agarró a un muchacho por los pies y le destrozó la cabeza contra un farol. Otros declaran haber visto maderistas asesinar a dos chinos “después algunos muchachitos dieron patadas en las cabezas de los cadáveres acostados en la calle. Poco tiempo después de pasar esto se acercó un maderista viniendo de la dirección de la lavandería... ar[r]astrando el cadáver de un chino por medio de una soga envuelta en la cabeza de la silla”9. En total saquearon 59 casas, incluyendo el banco, clubes, tiendas y hortalizas10. La lista oficial de chinos muertos, producto de la investigación encargada por gobierno asiático, arrojan la cifra de 303: 62 comerciantes, 110 hortelanos, 65 empleados, 56 viajeros o recién llegados y 10 desconocidos –entre estos se sospecha que estaban algunos menores de 15 años. Por lo antes expuesto, es innegable que dicho acontecimiento de “masas” tiene elementos de espontaneidad. Este momento, llamado descarga por Elías Canetti, es en 8 Una práctica común fue quitarles los zapatos debido al rumor de que ahí guardaban su dinero y joyas para evitar ser robados. En algunos casos se les cortó también los pies. 9 “Entrevista de Ramos Pedrueza a Charles W. Enders”. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. “The Huerta Government and the Chinese indemnity”. Expediente 94, caja 1 “Papeles de familia”. Archivo Histórico “Juan Agustín de Espinoza” de la Universidad Iberoamericana- Laguna (en adelante A.I.L.), “La verdad sobre los asesinatos de chinos en Torreón. Relato de un testigo presencial”, Diógenes, 16/07/1911. Exp. 13-2-34, Leg. I, A.E. Arthur Bassett y L. Wilfley. “Memoranda sobre la ley y los hechos en el asunto de la reclamación de China contra México...”. Exp. 13-2-34, Leg. II. A.E 10 “The weekly China Tribune”, 6/agosto/ 1911, Exp. 13-2-34, Leg. I, A.E. 5 donde ocurre una verdadera fusión entre los hombres, los cuales pierden toda individualidad y se “entregan” a lo colectivo. Sin embargo, cuando el autor analiza las diferentes formas que puede adoptar una masa, señala que la masa de acoso tiene como meta y finalidad el asesinato: “Sale a matar y sabe a quién matar” (Canetti, 1977: 43). El autor menciona que estos asesinatos colectivos se pueden originar más fácilmente en un periodo de caos, como las ejecuciones en tiempo de revoluciones, dándose formas de asesinatos extremos (cortes de cabeza y otras mutilaciones). Sobre esto, Roger Batide encuentra una relación entre los linchamientos contra minorías y los tiempos de crisis socioeconómicas (1973: 29). Para Bastide las manifestaciones violentas, como la matanza de chinos en este caso, evidencian una frustración que se traduce en una “voluntad de agresión”. Esto impide a un grupo social reconocer los fracasos que han sido por su propia causa, por lo tanto buscan en el “otro” un chivo emisario en quién dirigir su ira y frustración. Es común encontrar que los chivos emisarios son a menudo minorías “psicológicas” (en términos de Gordon Allport) las cuales son objeto de prejuicio y violencia racial y traen la hostilidad del grupo dominante. De esta manera, la comunidad china en Torreón fue el objeto ideal (por ser una minoría estigmatizada, con características fisiológicas fácilmente reconocibles, lengua y creencias “incompatibles” con el mexicano) para canalizar las frustraciones de los rebeldes laguneros quienes habían experimentado sequías y hambrunas desde finales del siglo XIX, problemas agudizados con la crisis revolucionaria: “La hambruna de 1894 quizá llegó a pesar mucho en el recuerdo de tantos indigentes como se rebelaron en 1911 para despojar a los chinos, y para vengar en esos inocentes su frustración y su miseria” (Puig, 1992: 155). Sin embargo, también es evidente que las formas de asesinatos excesivamente 6 violentas y transgresoras reflejan la existencia de un odio a priori al acontecimiento de 1911. Por otro lado, Canetti destaca que en estos momentos caóticos circulan rumores previos que alimentan el estallido que sucederá a continuación, como aquellos sobre la supuesta comida y bebida envenenadas por los chinos. A este respecto Michel Wieviorka (1992) menciona que la violencia racial se hace acompañar, generalmente, por una serie de rumores los cuales son la antesala de linchamientos y manifestaciones relacionadas. El rumor: “agrupa a quienes participan en él alrededor de un relato mítico que condensa y desplaza la tensión o las dificultades concretas del actor… este sale notablemente fortalecido sobre todo cuando el rumor en cuestión afecta lo sagrado, el sexo o a la sangre” (170). El autor entiende el mecanismo del rumor como un relato presentado como fidedigno y auténtico, a partir del cual se refuerzan y canalizan los prejuicios ya existentes sobre una minoría y sus supuestas prácticas culturales (118). De esta manera, el rumor esparcido por los soldados y simpatizantes maderistas sobre los alimentos y bebidas envenenados toma sentido cuando se revisan los prejuicios adjudicados contra estos inmigrantes; estereotipos muy arraigados en el norte de México a comienzos del siglo XX. El juez torroense Macrino Martínez, nombrado por Francisco I. Madero para tratar de esclarecer los trágicos eventos, entrevistó a varios testigos presenciales. Entre ellos estaban Miguel Robledo y Rafael Garza, ambos comerciantes de Torreón. Estos afirmaban tener información de que “los chinos tenían la consigna de envenenar el agua, los licores y las verduras, pues que algunos de los mismo[s] maderistas que habían tomado alguna cosa en la tienda de los chinos habían sufrido 7 envenenamientos”11. Por otro lado, Hu-deHart (1982) cita a varios periódicos sonorenses que eran vehículo de comunicación de la ideología racista contra los chinos. Entre varios argumentos del porqué esta inmigración era nociva para la nación, aparecen “testimonios” sobre su “prácticas tradicionales” tales como la adulteración y envenenamiento deliberado de bebidas y alimentos que eran preparados en sus restaurantes, amenazando con esto la salud pública (Hu- deHart, 1982: 8). Estas noticias publicadas por el “Tráfico” de Nogales y Guaymas de 1900 y 1901, son prácticamente idénticas a las declaraciones de Miguel Robledo y Rafael García diez años después, en mayo de 1911. Las investigaciones. En las fuentes consultadas hay tres investigaciones oficiales sobre la matanza de chinos (además de la encargada por el gobierno oriental). La primera ordenada por el presidente interino Francisco León de la Barra, la cual fue comandada por Antonio Ramos Pedrueza. La segunda por la propia dirigencia maderista llevada a cabo por el ya mencionado juez Macrino Martínez; y la de Joaquín Ortega, hecha meses después del evento. Sin embargo, para funciones de este trabajo, el análisis se concentrará en los testimonios y conclusiones de los dos primeros investigadores12. Antonio Ramos Pedrueza, abogado y político activo, fue diputado federal durante el Porfiriato. Desde el comienzo de su informe de los hechos, enfatizó un punto que le permitiría arribar a sus conclusiones: “los soldados empezaron a entrar en la ciudad en grupos desordenadamente y la ausencia de los principales jefes es un hecho comprobado; de propia voz de ellos ha escuchado el suscrito la afirmación de no haber llegado a Torreón sino hasta cerca de las diez de la mañana… posiblemente si los principales y más 11 “Entrevista a Miguel Robledo” y “Entrevista a Rafael Garza por el Juez Martínez”. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. Ortega no hizo entrevistas e indagaciones nuevas y sus “conclusiones” parecen ser una combinación proveniente de las investigaciones de Ramos Pedrueza y Martínez (Informe del señor Joaquín Ortega sobre la matanza de súbditos chinos en Torreón.. Exp. 13-2-34, Leg V. A.E). 12 8 respetados jefes como los generales don Emilio Madero y coroneles Castro, Pereyra y Ugalde, hubieran entrado al frente de sus fuerzas, el orden se hubiera conservado o cuando menos los desórdenes hubieran sido de menor importancia.”13. El argumento sobre la ausencia de los jefes ha sido retomado sin postura crítica por los historiadores de la matanza para así afirmar la espontaneidad del evento, asegurando con esto que la “turba enardecida” fue la única culpable de lo acontecido. Aún el estudio de Juan Puig no presenta dudas al respecto14. Paradójicamente, la contradicción a esta afirmación se encontró en la entrevista del juez Martínez a Sixto Ugalde. El revolucionario afirmó haber ordenado directamente el ataque del día quince, sin mencionar alguna supuesta estadía en Ciudad Lerdo o Gómez Palacio 15. Aunado a esto, ninguno de los historiadores de la revolución maderista en la Laguna consultados16 hace mención de que los principales cabecillas se hayan replegado más lejos de su cuartel general. Sin embargo, suponiendo que tanto Ugalde, Pereyra y Castro regresasen para descansar en su centro de operaciones, ¿Qué hacían hasta G. Palacio o Cd. Lerdo cuando éste se ubicaba en el rancho “La Rosita”, en los límites orientales de la ciudad? A pesar de estas afirmaciones contradictorias y sin mucho fundamento, el investigador las considera suficientes para catalogar “psicológicamente” al evento como espontáneo y ocasionado por la excitación del momento17. Por otro lado, en un carta dirigida a Emilio Madero, el juez nativo de Torreón Macrino Martínez informaba el porqué, según él, no se había podido aclarar el conflicto: “Por una parte la infranqueable barrera que la terquedad de los súbditos del Imperio 13 “Carta de Antonio Ramos Pedrueza al subsecretario Carbajal, informando sobre los avances de la investigación”. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. 14 “Ignorantes del desalojo de la plaza por parte de los federales y, seguramente, estimando que tomar Torreón podía llevarse aún algunos o muchos días, los principales jefes maderistas habían ido a pasar la noche en Ciudad Lerdo y Gómez Palacio.” (Puig, 1992: 183). 15 “Entrevista del Juez Martínez a Sixto Ugalde”. 18/mayo/1911. Exp. 13-2-34, Leg. II. A.E. 16 William Meyers (1996), Leo Dambourges (1974), Ildefonso Villarello (1970) y Eduardo Guerra (1932). 17 “Antonio Ramos Pedrueza. Informe”. Exp. 13-2-34, Leg. II. A.E. 9 Chino han opuesto para llegar al conocimiento exacto de la verdad: por otra la astucia maliciosa del soldado maderista… con la natural facultad de la gente baja del pueblo para desvirtuar declaraciones.”18. En esta cita es evidente que el juez torroense compartía y reproducía varios de los prejuicios sinófobos populares de la época 19. Por lo tanto, por más que Martínez investigara, no le sería posible llegar a la verdad por la necedad inherente del ser chino. El juez continuó su informe mencionando que los cuerpos de los asesinados “presentando todos heridas producidas por armas de fuego, siendo esta la causa de la muerte”20. Con esto, se ponía énfasis en la no extrema violencia de lo sucedido, omitiendo las maneras brutales de los asesinatos así como el uso de otras armas más “transgresoras” como puñales, cuchillos y hachas. Todo esto para justificar que dicho acontecimiento estuvo dentro de la “normalidad”, de acuerdo a la situación social en que se encontraba el país21. A su vez, ambos investigadores permitieron enfocar la atención en un grupo desde el comienzo de sus indagaciones. De esta manera, se señalaban como posibles responsables de incitar la matanza y permitir saqueos, a los jefes revolucionarios encargados de tomar la Plaza el 13 de mayo: Benjamín Argumedo, Sixto Ugalde, Orestes Pereyra, José Agustín Castro, Sabino y Jesús Flores, y Juan Ramírez. 18 “Carta del Juez Martínez a Emilio Madero con los informes y entrevistas sobre los acontecimientos en Torreón”. 15/julio/1911. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E 19 Sobre la inaccesibilidad cultural y su predisposición natural hacia la mentira, existieron “investigaciones psicológicas” que afirmaban que el chino era incompatible con la nación mexicana: “por la vida misteriosa y extraña en que vegeta, por la impenetrable lengua en que se expresa y por la completa desconexión en que desarrolla sus actividades” (Espinoza: 1931: 65). 20 “Carta del Juez Martínez a Emilio Madero con los informes y entrevistas sobre los acontecimientos en Torreón”. 15/julio/1911. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. 21 Para esta parte es útil observar los discursos, muy similares a los del acontecimiento en Torreón, de la clase política mexicana justificando la matanza de varios españoles en 1856 (Salvador Rueda. Entre política y delito. Los crímenes de San Vicente Chiconcuac en diciembre de 1856”, en: Xenofobia y xenofilia en la historia de México. Salazar, Delia (coord.), México: INAH, 2006. 10 En su declaración, Argumedo dijo que él fue el primer jefe en entrar a la ciudad la mañana del quince. Ya en combate le extrañó que les hicieran fuego desde el Banco Chino y la Lavandería Oriental: “y resultando que no había soldados sino chinos perfectamente armados y que disparaban contra los antirreleccionistas, habiéndoles causado… algunas bajas22. Sabino Flores reafirmó lo declarado por Argumedo, agregando que las armas que tenían los orientales se las habían proporcionado los porfiristas antes de huir, y que la mayor parte de las muertes que sufrieron fueron ocasionadas por los mismos23. También Ugalde asintió con sus camaradas, mencionando que las muertes de los chinos el día quince se debieron a que el pueblo estaba indignado contra ellos 24. En lo anterior es evidente que los tres jefes maderistas entrevistados declararon abiertamente haber disparado contra los inmigrantes chinos y por lo tanto no sólo haber participado sino ordenado a sus subordinados ejecutar la matanza. Pero para aceptarlo existía una condición: las muertes fueron provocadas por las mismas víctimas, al defender según ellos, la ciudad contra los maderistas ocasionando que el pueblo se encolerizara. A su vez, dicha justificación de los jefes sobre por qué abrieron fuego difiere de otras fuentes ya mencionadas, donde se señala la huída de los federales por falta de municiones. Además, lo anterior no explica el asesinato de 110 ubicados en las hortalizas afuera de la ciudad dos días antes. Aún el propio Martínez declaró no tener conocimiento de alguna baja maderista en la Toma de la Plaza el día quince 25. Los personajes o “cabecillas menores” –en términos de Juan Puig y Ramos Pedrueza- antes mencionados permitirán emplear el análisis de redes entre los actores para 22 23 “Entrevista del Juez Martínez a Benjamín Argumedo”. 17/mayo/1911. Exp. 13-2-31, Leg II, A.E. “Entrevista del Juez Martínez a Sabino Flores”. 18/mayo/1911. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. 24 “Entrevista del Juez Martínez a Sixto Ugalde”. 18/mayo/1911. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. “Carta del Juez Martínez a Emilio Madero con los informes y entrevistas sobre los acontecimientos en Torreón”. 15/julio/1911. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. 25 11 observar sus posibles vínculos con la dirigencia maderista; cuestionamiento ni siquiera planteado por alguna de las investigaciones sobre el evento. Pero antes de esto, se expondrá el contexto histórico e ideológico de los acontecimientos. Manifestaciones populares antichinas en la Laguna y el discurso de la élite revolucionaria. El acontecimiento de Torreón, a nuestro juicio, no puede ser completamente entendido sin el análisis de la “larga duración” del evento, es decir, las manifestaciones populares antichinas ocurridas en la Comarca Lagunera previo a la matanza, así como la presencia del sentimiento de sinofobia en el discurso de algunos líderes revolucionarios. El investigador Ramos Pedrueza hizo varias entrevistas con pobladores de la ciudad. Estos enfatizaron sentirse muy sorprendidos por lo ocurrido contra la colonia china ya que no habían tenido conocimiento de manifestaciones de antipatía ni agresiones contra esta en fechas anteriores a la toma de la ciudad 26. Lo anterior no es evidente cuando se revisa otras fuentes historiográficas. Los años entre 1888 y 1900 se presentaron violentas protestas populares en la Comarca. Esto se agudizó después de la sequía de 1890, ya que al siguiente año Torreón sufrió un motín por la gran alza de los precios en los alimentos (Meyers 1996: 183). Lo anterior pudo provocar un resentimiento de las clases populares hacia los que ellos consideraban como especuladores en los precios de los víveres, es decir españoles y chinos principalmente, quienes eran dueños de un gran porcentaje de abarroteras y tiendas de raya. Sin embargo, no es hasta comienzos del siglo XX cuando las manifestaciones sinófobas se hicieron más evidentes. En estos años, los salarios más altos ofrecidos en el sur norteamericano atrajeron una gran cantidad de mano de obra mexicana, mucha proveniente de la región. Lo anterior hizo que comerciantes y hacendados laguneros (entre 26 “Informe Resumido de A. Ramos Pedrueza”. Exp. 13-2-34, Leg. VI, A.E. 12 ellos Woon Foon-chuck) alentaran la llegada de inmigración china y japonesa. Por lo tanto, en 1906 el periódico de Torreón El Nuevo Mundo declaraba con alerta: “Aumenta la inmigración hacia los Estados Unidos‟ y „los obreros comunes deberían de ser tratados mejor, para evitar que huyan‟. Al mismo tiempo se quejaba: „La República se está llenando de chinos, japoneses, árabes y turcos” (Meyers, 1996: 243). Un año después este mismo periódico reportaba con entusiasmo el nacimiento de la Cámara de Comercio, pero también mencionaba lo triste y abatido que estaba el comercio nacional por culpa de los extranjeros; a su vez invitaba a las autoridades a prohibir la inmigración china (Meyers, 1996: 250). Tiempo después, durante la ceremonia del grito de Dolores por el centenario de la Independencia de México, en la ciudad se organizó una verbena popular en el kiosco de la plaza principal. Entre el frenesí que: “duró varias horas y a los vítores a Madero, y la libertad, se agregaron algunos rencorosos gritos de la gente del pueblo, de ¡¡mueran los chinos!!” (Guerra 1932: 126). Varios meses después, en la fiesta del 5 de mayo en Gómez Palacio, ciudad tomada por los rebeldes meses antes, se llevaron a cabo una serie de discursos públicos pro-revolucionarios y un desfile por la calle principal. Entre los oradores se encontraba Jesús Flores, cantero originario de esta ciudad y conocido de Francisco I. Madero. Flores habló del gran perjuicio que representaban los inmigrantes chinos para el país, ya que privaban del trabajo a los nacionales e incluso desplazaban a las mujeres de las labores que tradicionalmente ejecutaban (lavar ropa, cocinar) 27. Estos acontecimientos previos, que forman claramente la larga duración del evento del 13, 14 y 15 de mayo, desembocaron en un comunicado emitido el 12 de mayo por la Sociedad de Comerciantes y 27 “Declaración de Cunard Cummins a Ramos Pedrueza”, Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E. 13 Obreros Chinos de Torreón, en el cual invitaban a los propietarios a no salir de sus casas ni a oponer resistencia a los saqueos inminentes de los días siguientes: “Hermanos, atención, atención: esto es serio. Se han cometido muchos actos de injusticia durante la revolución. Se han recibido noticias de que antes de las 10 de la mañana de hoy los revolucionarios... atacaran la ciudad. Es sumamente probable que durante la batalla se levante la plebe y saqueará las tiendas. En consecuencia aconsejamos a todos nuestros compatriotas... cierran sus puertas y se ocultan no abriendo las puertas habjo [sic.] ningún pretexto de salir a la calle... si son penetradas algunas de vuestras tiendas no oponéis resistencia permitiendo a los asaltantes que se apoderen de lo que desean... Después de terminado el ataque procuraremos verificar un arreglo”28 Esta cita permite observar el clima de zozobra y angustia que vivieron los orientales antes de la toma de la ciudad, ya que entendían que seguramente serían agredidos y saqueados sus locales comerciales. Con esto, la explicación sobre el carácter sorpresivo y único de los asesinatos solo tiene validez en el elevado nivel de violencia que alcanzaron los hechos: El prejuicio racial convertido en exterminio. A su vez, este recorrido histórico pone al descubierto cómo el prejuicio antichino fue arraigándose cada vez más en las clases populares de la región lagunera. En sus inicios (finales del siglo XIX), al parecer este se manifestaba todavía en un contexto social reducido (pensamientos individuales y pláticas informales, quizás algunas actitudes xenófobas aisladas) sin consecuencias reales. Sin embargo, estas actitudes se fueron reproduciendo en más y más personas hasta que el prejuicio es llevado a la acción por medio de prácticas colectivas discriminatorias y actos de violencia o semi violencia (saqueos, linchamientos), tal como ocurrió en la Laguna meses antes de la matanza. De tal manera, el prejuicio racial tiene consecuencias sociales siempre y cuando se lleve a la acción mediante la discriminación (Allport 1960). 28 Arthur Bassett y L. Wilfley. “Memoranda sobre la ley y los hechos en el asunto de la reclamación de China contra México...”. Exp. 13-2-34, Leg. II. A.E.. Este documento está escrito originalmente en chino y se encuentra en el mismo expediente y legajo. 14 Por otro lado, las élites revolucionarias del norte de México parecían no estar exentas de estos sentimientos de animadversión. Como ya se mencionó, los hechos de discriminación y violencia en contra de las comunidades chinas ocurrieron en numerosos estados norteños. De esta manera, aunque la matanza de Torreón fue el acontecimiento más violento registrado contra esta minoría étnica, hubo otros como los asesinatos de 47 orientales en el puerto de Guaymas, Sonora en diciembre de 1911 (Fabela, 1965: 196). Ese mismo año, la Cámara de Comercio de esta ciudad, de la cual Plutarco Elías Calles era miembro fundador, manifestaba la necesidad de construir guetos o lugares especiales (a las afueras de Guaymas) para este tipo de inmigración29. Ya como Gobernador interino (1915), Calles mostró simpatía por el movimiento del profesor José María Arana, creador de los primeros comités y ligas antichinas en el estado y de todo el país. Arana y su grupo no sólo ejercían su sinofobia en el discurso, sino que llevaban sus prejuicios a la acción pública: En varias ocasiones, en Agua Prieta, los oficiales municipales obligaron a los orientales a tomar baños públicos por el bien de la “salud pública” (Hu-de Hart, 1982: 12). Elías Calles no era el único miembro de la futura clase dirigente quién externaba sus prejuicios antichinos. Tal fue el caso de Venustiano Carranza, el cual fue nombrado por Madero Gobernador interino de Coahuila el 28 de mayo de 1911. En su corta administración, Carranza se enfocó en promover leyes sobre la higiene y la salud pública, en particular contra las panaderías, actividad desempeñada regularmente por ciudadanos chinos (Richmond 1986: 55). Ya como presidente, recibió un par de cartas, la primera en 29 “Boycotage a los chinos”, El Imparcial, México, D.F, 13 de mayo de 1911, pag. 5. 15 abril de 191530 y la última en octubre de ese mismo año 31, provenientes de la colonia china en Mazatlán y de la Cámara de Comercio e Industria de la República China en Torreón respectivamente, mencionándole los constantes abusos y manifestaciones públicas de “algunos individuos” contra las colonias en ambas ciudades, en especial la de Torreón, la cual expresaba temor de que se pudieran repetir los hechos de 1911. Pese a lo anterior el presidente constitucionalista afirmaba que en México no existía un odio racial contra los chinos, sino un resentimiento por ejercer una competencia desleal con los comerciantes y trabajadores nacionales. Es notorio en los discursos antes mencionados, de qué forma las élites antiporfiristas trataban de deslindarse del problema que había representado las constantes agresiones contra ciudadanos chinos en la época revolucionaria. Este tipo de problemática es abordado por Teun van Dijk (2003) en su estudio sobre el racismo en las élites. El autor menciona que no es necesario que el grupo hegemónico manifieste actitudes abiertamente discriminatorias contra una minoría: “su participación en el acto racista consiste en adoptar una actitud pasiva aquiescente, ignorante o indiferente respecto a la discriminación étnica o racial” (25). Tal sería el caso de Carranza y el no reconocimiento del racismo antichino a pesar de las cartas mencionadas. Este tipo de discurso racista “sutil” está presente en algunos fragmentos de la Sucesión Presidencial de Francisco I. Madero. El apóstol de la Revolución destacaba el pasado glorioso imperial de naciones como Egipto India y Turquía y su buena recepción hacia lo occidental. A diferencia de China y su pueblo los cuales: “ansiando, sin lograrlo 30 Fondo XXI, c. 56, leg. 3871, documento 1, Archivo del Centro de Estudios en Historia de México (ACEHMCONDUMEX (en adelante A. CONDUMEX). 31 Fondo XXI, c. 56, leg. 6319, foja 1-2, A. CONDUMEX. 16 aún, por despertar y por sacudir la tiranía que lo tiene inmovilizado, petrificado, en la civilización que obtuvo allá en la noche de los tiempos, en que quizá estaba gobernada más libremente” (Madero, 1985: 149). Debido al ensimismamiento “natural” del pueblo chino, Madero lo veía como carente de predisposición al progreso. Estas características hacían de la China de inicios del s. XX fuera peor ahora que antes, ya que antiguamente carecía de la oportunidad de civilizarse, mientras que gracias al contacto con el imperialismo europeo ahora la podría llevar a cabo, y aún así la despreciaba. Por lo tanto, demostraba su inferioridad étnica y racial32. Las redes de sociabilidad entre los actores. Tanto las investigaciones que se llevaron a cabo para tratar de explicar los acontecimientos, cómo los estudiosos quienes han abordado este tema, han estado de acuerdo en señalar que el “calor del momento” (una combinación de plebe embrutecida, frenesí por el alcohol y un resentimiento popular) fue el mejor catalizador para originar la masacre en Torreón de 1911. Lo anterior ha ocasionado que en ningún momento se haya puesto en tela de juicio una posible acción, o mejor dicho “complicidad”, de los líderes revolucionarios (ni siquiera a Emilio Madero, él cual es visto como una especie de “salvador” para los chinos sobrevivientes, ya que según algunas fuentes y la investigación de Puig, a su llegada al mediodía del 15 de mayo se detuvieron todos los asesinatos contra los asiáticos33) con los actores –pobres y analfabetas- de los hechos. Sin embargo, 32 Un uso del discurso mucho más directo lo ejercía Ricardo Flores Magón. En el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, existió un apartado sobre Extranjeros, el cual estaba compuesto por dos puntos, el número 15 y 16. El último punto decía: “Prohibir la inmigración china” (Zertuche, 1996: 97), por considerarla mezquina y un gran obstáculo para el progreso de México (85). 33 Aunque en el mismo expediente hay otros documentos que narran los abusos contra este grupo los días posteriores. Como lo comentado por el Dr. J. W Lim, el cual fue apresado (en un inicio se dijo que “por su seguridad”) junto con otros 20 orientales; en medio de golpes e insultos de soldados y simpatizantes fueron trasladados a Gómez Palacio y encerrados tres días sin alimento alguno (Carta-protesta de Dr. J.W.Lim. Exp. 13-2-34, Leg. II, A.E). Ahí fueron interrogados por Juan Ramírez, el cual le recomendó a Lim que se declararan culpables de haber disparado contra ellos en la toma de la 17 descartada a nuestro juicio, la espontaneidad como la única razón de los asesinatos, es posible tratar de reconstruir qué tipo de relaciones existían entre los actores y sus superiores. El antropólogo Frederick Barth (1981) utilizó un tipo de análisis de redes para observar al objeto de estudio (individuo, institución, sociedad, etc.) como un actor capaz tanto producir y reproducir valores culturales propios; es decir, capaz de tomar sus propias decisiones, transgrediendo en casos excepcionales, las limitaciones “impuestas” por el status social y cultural al que pertenecía. De esta manera, Barth estaba enfocado en la conexión de los factores que determinan el comportamiento del individuo. Este modelo explicativo es retomado por Michel Bertrand y su análisis de las redes de sociabilidad de la élite novohispana en el siglo XVIII. Para el historiador francés el modelo barthiano aplicado a dicho análisis sirve para la: “Identificación de las interacciones sociales y la reconstrucción de las relaciones establecidas entre un grupo de actores” (Bertrand, 1999: 112) En el caso de la matanza de Torreón, el análisis de redes permite centrar la atención en la puesta en marcha de la red entre los actores sociales y no en los grupos o instituciones sociales (sobre todo la clase y el status), ya que de esta forma parecería que nunca podrían tener una relación estrecha o cercana entre el grupo popular al que pertenecían los cabecillas rebeldes y las élites maderistas. Bertrand y su modelo de sociabilidad está enfocado en lo que el sociólogo Mustafa Emirbayer (1994) denomina “teorías de la elección racional”, en las cuales, por su enfoque analítico basado en la movilidad de los actores, deja a una lado el análisis de las estructuras sociales que habilitan o constriñen dicho accionar. Menciona que el análisis de redes debe ciudad. Sin prueba alguna, fueron liberados pagando el Dr. Una fianza por los 20 apresados (Declaración del Dr. J. W Lim”. Exp. 13-2-34, leg. II, A.E.). 18 de ir más allá de identificar como un grupo de actores se relaciona. Su verdadera importancia es explicar los nudos de los personajes y el sistema como un todo, detectando categorías específicas de las interconexiones entre los elementos (Emirbayer, 1994: 1418). Las relaciones sociales deben de ser entendidas como independientes de las creencias o preferencias de los actores. Así, para este trabajo fue importante plantear en el apartado anterior el contexto sociohistórico del acontecimiento, en el cual se observó que tanto la cultura popular de la región como la élite compartían prejuicios antichinos, permitiendo con esto la acción de los jefes rebeldes y sus comportamientos durante el evento. Aunque las dos propuestas anteriores tienen divergencias conceptuales, poseen también elementos en común34. Ambas argumentan que los análisis de redes se sirven de los llamados campos de interacción (o círculos de sociabilidad en concepto de Bertrand), los cuales están localizados en espacios reales y en un proceso social particular, y a su vez, dentro de una lógica temporal (Emirbayer, 1994: 1416). Para Bertrand las reconstrucciones históricas de las redes tienen que ver sobre todo con el instante que responde a un momento dado en una situación precisa (Bertrand, 1999: 130). Por lo consiguiente ambos métodos favorecen el análisis de la puesta en marcha de las redes de sociabilidad en el acontecimiento de la matanza de chinos. La pregunta parece surgir por “sí sola”: ¿Existió la posibilidad de que Francisco I. Madero haya establecido una red de sociabilidad con vínculos cercanos con los jefes o cabecillas locales? Esta puede comenzar a responderse observando el origen del personaje. Este era oriundo del Municipio de Parras, Coahuila, ubicado al oriente de Torreón (150Km). Por lo tanto, los inicios de su carrera política y sus primeros vínculos los debió 34 De hecho Emirbayer aboga porque la explicación histórica debe de compaginar ambos análisis (1994: 1414). 19 de tejer con simpatizantes regionales. A partir de 1893 Madero se encargó de las inversiones familiares en la Laguna (Meyers, 1996: 22); esto lo llevó a conocer gran parte de la región y observar el descontento entre la clase baja rural por los años de sequías constantes. En 1904 fundó el club democrático “Benito Juárez” con el objetivo de participar en las elecciones municipales de San Pedro. Además siguió apoyando financieramente varios clubes liberales que habían sido fundados en la zona. Esto hizo que el futuro líder revolucionario conociera bien las actividades de los miembros y clubes antirreleccionistas (Villarello, 1970: 157). Entre estos, el de Torreón era uno de los más grandes, y uno de sus fundadores fue Orestes Pereyra (Guerra, 1932). Posteriormente, entre 1909 y 1910 Madero llevó a cabo giras por todo el país para promover sus ideas políticas. En la primera, hizo escalas en Saltillo y Torreón en junio y julio de 1909, donde convocó varias reuniones antirreleccionistas (Cumberland, 1981). Estas, catalogadas como “secretas”, tuvieron como asistentes a personajes de confianza del jefe revolucionario, como Sixto Ugalde y Orestes Pereyra (Meyers, 1996). No se puede descartar que en estas juntas no se hubieran podido externar algunos discursos antichinos, ya que en otras parecidas (15 de septiembre de 1910 en Torreón y 5 de mayo de 1911 en Gómez Palacio) sirvieron para manifestar estos pensamientos. En octubre de 1910, Madero es encarcelado, logrando huir hacia Texas. Instalado en San Antonio, decidió tomar las armas para derrocar la dictadura y publicó su Plan de San Luis, señalando el 20 de noviembre como la fecha del levantamiento. Este documento, según Villarello (1970) fue enviado a Carranza el mismo octubre con instrucciones de darlo a conocer en una reunión en Gómez Palacio con los principales revolucionarios. Entre este pequeño pero importante grupo se encontraban como “representantes de la clase 20 trabajadora”, a personajes como José Agustín Castro 35, Orestes Pereyra e hijos, y Sixto Ugalde –todos ellos participantes en la toma de la ciudad (Meyers 1996). Estos tres personajes junto con Jesús Flores (un “insignificante albañil” según Puig, el mismo que pronunció el discurso contra los inmigrantes chinos en la conmemoración de la Batalla de Puebla en mayo de 1910), fueron de los pocos que se levantaron en armas la noche del 20 de noviembre tomando la Plaza de Gómez Palacio 36. El 6 de marzo de 1911 Madero por fin logra regresar de su exilio y empezó a liderar su ejército. Se trasladó a Bustillos (suroeste de Chihuahua, en el límite norte de la Laguna) donde instaló su cuartel general y organizó un gobierno provisional en abril de ese año. Al asignar a jefes revolucionarios, nombró a Benjamín Argumedo jefe militar de Matamoros, Sixto Ugalde de San Pedro y Juan Ramírez de Gómez Palacio. Los dos primeros dirigieron con éxito la toma de El Gatuño y la Plaza de Parras (lugar donde nació Madero): “Estas guerrillas combatieron sin tregua desde el 4 de diciembre de 1910 hasta la toma de la ciudad [Torreón] el 15 de mayo” (Villarello 1970: 205). A su vez, nombró a su hermano Emilio como jefe de las operaciones militares en Coahuila. Una vez ocurridos los asesinatos en Torreón, Francisco asignó a Emilio para coordinar el esclarecimiento de los hechos. Este puso una oficina de reclamaciones por los saqueos y muertes que sufrieron los orientales. En entrevista había prometido llevar las investigaciones hasta sus últimas consecuencias, fusilando a los culpables de la matanza. A 35 Guerra (1932) difiere a este respecto mencionando que Castro no estuvo en la reunión de Gómez Palacio. Este tuvo acceso al documento gracias a que Pereyra y Manuel N. Oviedo (primer presidente municipal maderista de Torreón) se lo dan a conocer en una reunión efectuada en Parras. 36 La importancia de los actores mencionados es sustentada por varios historiadores estudiosos de la Revolución tanto de la región lagunera como de escala nacional. Meyers menciona que en el periódico de Torreón “El Nuevo Mundo” publicó en julio de 1908, una referencia a Orestes Pereyra refiriéndose hacia él como un lagunero bien conocido que “disfruta del respeto general de la clase trabajadora” (1996: 261). Hasta investigadores como Aguilar Camín (1997) ubican a Orestes Pereyra con influencia en los levantamientos de Zacatecas o Berta Ulloa (Cosío Villegas, 1988) que menciona al mismo Pereyra como uno de los principales revolucionarios en el norte de México. 21 su vez mencionó que tenía detenidos a 20 maderistas y se buscaba a quince más 37. Sin embargo, las investigaciones nunca dieron resultados y todos los jefes previamente acusados no recibieron ningún castigo, recayendo toda la responsabilidad en un tal José María Grajeda como el principal instigador de los crímenes. Días después (4 de junio) Francisco I. Madero visitó Torreón ofreciendo un discurso triunfal en la Plaza de Armas, sin hacer mención alguna de lo acontecido tres semanas antes y mucho menos del estado de la investigación que presidía su hermano. Moreno (1951) menciona que una de sus actividades fue elegir a los miembros del nuevo Ayuntamiento de la ciudad, entre estos aparecían nuevamente Benjamín Argumedo, Sixto Ugalde, José Agustín Castro y Orestes Pereyra. A su vez el autor comenta lo “glorioso” que estos hombres fueron para la Revolución: “La legión que asombró nuestra niñez y llamó nuestra atención hacia el magno acontecimiento que se desarrollaba en nuestra Patria” (Moreno, 1951: 192). Luego cita un comunicado oficial el cual contenía una “lista de honor” de grandes revolucionarios, hallándose de nuevo personajes como Orestes Pereyra y Benjamín Argumedo. A nuestro parecer, los argumentos antes expuestos permiten afirmar que efectivamente existieron redes de sociabilidad entre los individuos acusados de los asesinatos con al menos dos miembros de la familia Madero. También es visible que los campos de interacción de esta red evidencian vínculos “fuertes”, ya que los actores analizados, los jefes laguneros, ocupaban un lugar particular que el resto de su grupo, otros cabecillas locales y demás soldados. A este respecto, Bertrand (1999: 123) menciona que los personajes fuertes se convierten en intermediarios o “brockers” entre los otros dos 37 “El Imparcial”, México, 9 de julio de 1911, pag. 5. 22 conjuntos de la red (los Madero y soldados simpatizantes). A su vez, los vínculos ideológicos entre los actores son cercanos al observar el grado de confianza que Francisco Madero tenía en los jefes laguneros por los cargos y tareas importantes que delegó en ellos. Respecto a Francisco y Emilio Madero, estos pueden caer en la categoría de “actores protectores”, estos: “son necesariamente individuos que por su posición, prestigio y riqueza garantizan al protegido beneficios que él no podría alcanzar sin su apoyo, ayuda o sostén” (Bertrand, 1999: 132). Así, la importancia política y económica de Madero les garantizaba a los actores de la matanza un apoyo en salir airosos de las acusaciones o investigaciones que se podrían presentar en su contra. Además les asignaba un lugar especial dentro de la historia patria, como en la legión de honor mencionada por el historiador Moreno. Conclusiones. De esta manera, la matanza de chinos en Torreón, debido a su misma naturaleza extremadamente violenta (su excepcionalidad) ha llamado la atención y forma parte ya de la historia regional del norte de México. Sin embargo, muchas de las reflexiones que han hecho los investigadores sobre el acontecimiento, y en sí sobre la problemática antichina en México, han sido a través del filtro con un peso ideológico enorme: La negación del racismo en México (parafraseando a Antonio Caso: “en México no hay problemas de racismo, sino problemas socioeconómicos de minorías”). Por lo consiguiente, los estudios sugieren que el conflicto “real” con los orientales en Torreón estaba enmascarado en un conflicto fundamental de clases y no por cuestiones étnicas, fisiológicas y religiosas. Sin embargo, la hipótesis anterior es desechada observando las formas excesivamente violentas como se cometieron los asesinatos (la 23 trasgresión a los cuerpos mediante el descuartizamiento), así como el contexto sociohistórico del acontecimiento (las investigaciones encargadas, manifestaciones antichinas populares en la región y discurso de la élite). Una vez desechada la espontaneidad cómo la única explicación válida, se pudieron incorporar nuevos cuestionamientos, como el intento de encontrar círculos de sociabilidad en la red de los actores acusados de la matanza con sus superiores, y tratar de determinar si sus nudos o vínculos eran cercanos. Esta reconstrucción pudo mostrar, a nuestro parecer, que es muy posible que haya existido una “displicencia” y “complicidad” por parte de la dirigencia maderista hacia los asesinatos de 303 inmigrantes chinos en Torreón, y hacia perseguir eficazmente y atrapar a los culpables. A su vez, es evidente que tanto los cabecillas “menores” como Francisco I. Madero compartían los prejuicios, “típicos” de su status respectivo, contra los asiáticos, los cuales pudieron actuar como un vínculo ideológico que permitió la cohesión social entre los actores. FUENTES. Archivo “Genaro Estrada”, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México, D.F. Expediente 13-2-34. Archivo Municipal “Eduardo Guerra”. Torreón, Coahuila. Archivo Histórico “Juan Agustín de Espinoza”. Universidad Iberoamericana Campus Laguna. Torreón, Coahuila. Archivo del Centro del Estudios en Historia de México, CONDUMEX. Hemeroteca Nacional. Diversos periódicos de la Ciudad de México. BIBLIOGRAFÍA. Aguilar Camín, Héctor. 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