Subido por Martino San Martin

religion y fe

Anuncio
Fé ciega
El cerebro humano, cuando es joven, es
una esponja, tiene que serlo. Debe adquirir
toda la información que pueda en el menor
tiempo posible, tiene que confiar en sus
padres, en sus mayores, para sobrevivir.
Sin preguntas, no metas los dedos en el
enchufe, ¿por qué no? No te acerques a la
araña, no vayas lejos porque hay lobos, no
toques el fuego, ¿por qué? Solo no lo
toques. Hay un dios, ¿qué? Hay un dios, y
si te portas mal te vas al infierno. Cuando
el patrón se confirma constantemente
como sucede con el resto de las
advertencias (el fuego te quema, los lobos
te comen, la picadura de una viuda negra
te mata), si se le da el mismo nivel de
credibilidad, una creencia se interioriza sin
ser cuestionada en las profundidades de la
mente de un niño.
La fé en una religión conlleva un riesgo
que viene dado por la propia definición de
la palabra “fé”: creer en algo sin evidencia.
Cuando una persona cree en alguna
religión carga consigo, a conciencia o no,
el significado de “fé” y con ello se vuelve
un peligro inminente. Al creer en algo sin
reflexionar dos veces, un ser humano está
capacitado para cometer cualquier tipo de
acción, después de todo, lo que hace viene
justificado por una deidad que motiva,
incita y aprueba. Al rendirse ante una fé
ciega se pierde una característica única del
ser humano que la distingue del resto de
animales: el razonamiento. Uno deja de ser
vulnerable ante los argumentos racionales
y observables que dicen “espera, déjame
explicar el caso” y termina escudándose
tras una barrera impermeable que responde
“no, esta es mi fé, es privada, es personal
y tengo la creencia absoluta en ella.” Tal
afirmación es un arma letal. No tiene que
serlo, por supuesto, pero lo puede ser. Es
un arma porque posiblemente personas
inescrupulosas pueden ser tomadas,
usualmente hombres jóvenes, y ser
utilizadas como armas, como bombas
humanas. La única razón por la que
pueden ser lanzadas como bombas
humanas es porque han sido instruidos
desde la infancia en adelante a creer
implícitamente, sin preguntas, a que es la
voluntad de dios que ellos se detonen y
revienten a una multitud de personas por
los aires, o, que estrellen un avión dentro
de un rascacielos en Nueva York. No
pienso que algún tipo de argumento
racional podría hacerle eso a otras
personas.
El conflicto armado en el Perú, iniciado en
los años ochenta, cobró la vida de más de
setenta mil personas, la mayoría civiles
atrapados en medio de la lucha entre los
grupos terroristas, Sendero Luminoso (SL)
y el Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru (MRTA), y las fuerzas armadas. La
estrategia de reclutamiento de SL en el
campesinado de Ayacucho fue posible por
dos razones: el abandono por parte del
estado de las comunidades andinas por
décadas, junto a pésimas condiciones
socioeconómicas, y, a la enorme
susceptibilidad que tenemos como
humanos a mirar hacia una persona y
depositarle nuestras esperanzas y anhelos.
Esta persona se convierte en una guía, es
vista como el salvador que dará una
solución sencilla a nuestros problemas
complejos. De un momento a otro, el líder
del grupo subversivo logra posicionarse
como una divinidad que lleva consigo la
verdad absoluta e incuestionable.
Facilitado por la predisposición que tenía
la población para creer en dioses y
milagros, su imagen se convierte en
símbolo de veneración, mientras su
palabra se afianza como doctrina. Este
proceso genera una convicción extrema en
sus fieles seguidores que permite,
finalmente, que sean capaces de matar e
inmolarse por la causa y la fidelidad a este
humano ascendido a dios.
El adoctrinamiento religioso y el método
de reclutamiento de SL tiene más
similitudes que diferencias. Apelar a la
desesperación y la miseria con la promesa
de un futuro ideal, canciones, bailes,
ceremonias, rituales, lecturas sagradas y el
castigo a quien se rehúse a “creer.” Una
copia a papel carbón de los protocolos
adoptados por la Inquisición Romana.
Cuando los comportamientos religiosos se
posan por encima de la evidencia y el
razonamiento
de
lo
comprobable
incurrimos en el riesgo de priorizar estos
comportamientos a costa del rechazo de un
sector de la población. Normalmente, el
grupo que rechaza actuar en base a
creencias representa una minoría por lo
que las ideas imaginarias son impuestas
como regla a toda la sociedad. Un caso
particular ha sucedido en estos días en
Estados Unidos en medio de la pandemia.
Los espacios cerrados y aglomerados,
como ya se conoce, son los principales
puntos a evitar por su alta tasa de contagio.
El estado de California prohibió los
negocios, tiendas y servicios religiosos en
lugares cerrados. Esta regulación se dio
luego de presenciar el aumento de casos
que provenían de centros comerciales,
iglesias y comunidades ortodoxas. Sin
embargo, la Corte Suprema de Justicia, de
porte conservador, ha bloqueado la orden
aludiendo a que limita la libertad religiosa
en una decisión fraccionada de 6-3. Esta
decisión se da en un estado que ha
reportado más de cuarenta mil fallecidos y
3.41 millones de casos. La juez suprema
Elena Kagan mostró su extraordinario
desacuerdo con la decisión acusando a sus
colegas conservadores de amenazar vidas
al anular las recomendaciones de los
oficiales de sanidad y potencialmente
facilitar la propagación del COVID-19.
Kagan resaltó que la orden del viernes
pasado “inyecta incertidumbre dentro de
un área donde la incertidumbre tiene
costos humanos.” La decisión de la nueva
mayoría—emitida tras la aparición de una
“variante
Californiana”
altamente
infecciosa del coronavirus que se extiende
por todo el estado—ignoró su advertencia
y permite que los residentes resuman sus
alabanzas en espacios que fueron la causa
de
incontables
eventos
“súpercontagiadores” desde el inicio de la
pandemia. En un comunicado Kagan,
junto dos a jueces más, se distanció de la
orden destacando que la decisión matará a
personas. “Los jueces de esta corte no son
científicos, ni tampoco sabemos mucho
sobre políticas de salud pública. Sin
embargo, hoy la corte desplaza el juicio de
los expertos… [y crea] una excepción para
servicios de culto.” Según testimonios de
expertos, el riesgo de esparcir infecciones
de COVID en las reuniones religiosas es
dramáticamente superior a negocios y
tiendas regulares. Descartar la evidencia es
uno de los efectos que suceden cuando se
prioriza religión sobre razón, y la
consecuencia se mide en vidas humanas.
La religión es capaz de distorsionar la
realidad al nublar nuestra percepción entre
lo que vemos y lo que creemos. Dejamos
de confiar en la información que llega a
nuestros sentidos al reemplazarla por una
versión distinta que solo existe en la
imaginación. Hace poco QAnon, una
teoría de conspiración estadounidense de
extrema derecha, acusó a periodistas de
comer bebés y afirmó que miembros del
partido demócrata se reúnen en una
pizzería para tramar actos de pedofilia. Es
el mismo grupo que, a pesar de toda
evidencia, sigue creyendo que las
elecciones fueron un fraude. Es fácil reírse
de la absurdez de tales declaraciones, pero
¿alguna vez leyó el libro de revelaciones?
Eso es la Biblia, el libro cristiano sagrado
que presenta a dragones de siete cabezas y
leones alados con rostro humano. La
semana pasada una congresista de
ultraderecha que cree que los incendios en
los bosques de California son producto de
un láser judío espacial secreto acaparó las
noticias. El libro de revelaciones indica el
punto exacto donde el mundo terminará:
Megiddo, Israel. Ahí todos los ejércitos del
mundo se encontrarán, Jesús descenderá
sentado sobre un caballo volador con
espadas saliendo de su boca y tendrán una
batalla cósmica milenaria con Satanás y el
Anticristo. Es como diez películas de Los
Vengadores más diez del Hobbit y una de
Batman juntas. Con este panorama en
mente las teorías conspiratorias ya no
parecen tan risibles ni descabelladas. El
pensamiento mágico-religioso es un virus
y QAnon solo es su mutación actual.
Las teorías de conspiración florecen en
ambientes religiosos porque la estructura
básica para creer en ellas ya está hecha
pues las personas ya hicieron espacio en
sus cabezas para cosas sin sentido. Cuando
uno es fanático de QAnon, lo más probable
es que también sea un cristiano
fundamentalista. Por tal motivo, este tipo
de imaginaciones aparecen en los sectores
más conservadores y son repetidos por
personas religiosas. Es muy extraño que
una de estas teorías tenga su origen en
Suecia donde la población creyente no
alcanza el veinte por ciento.
Al parecer existe un consenso social para
no criticar a la religión. De alguna manera
siempre queda exenta de las discusiones.
Uno discute sobre equipos de fútbol,
elecciones, políticas públicas, pero por
alguna razón la religión no se toca. Pienso
que para comenzar a comprender
problemas muy arraigados dentro de
nuestras sociedades modernas debemos
conversar sobre el papel de la religión en
la aparición de grupos radicales y cambiar
la manera en la que analizamos las raíces
de estos mismos problemas. No se puede
atacar siempre a la consecuencia y dejar de
un lado la causa porque la historia reciente
nos advierte de los enormes peligros que
conlleva mezclar religión con política.
Descargar