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Psicogenesis de la escritura mecanismos

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Psicogénesis de la escritura: mecanismos explicativos
Susana Wolman
Adriana Casamajor
I.- La teoría piagetiana como marco de las investigaciones
“Me limito ahora a expresar una deuda inmensa con la teoría
de Piaget, sin la cual hubiera sido imposible formular las
preguntas iniciales; una deuda hacia su metodología, sin la
cual hubiera sido muy difícil escuchar la voz de los niños
acerca de la escritura; una deuda hacia su rigor metodológico,
que obliga al psicólogo genético “a explicar de qué manera un
bebé anda en bicicleta” (según la feliz expresión de Pierre
Gréco)”
Emilia Ferreiro (1996)
Cuando Emilia Ferreiro y Ana Teberosky comienzan sus investigaciones sobre los
procesos y las formas mediante los cuales los niños llegan a aprender a leer y escribir1 lo
hacen –como es sabido– en el marco de la teoría piagetiana.
¿Qué significa que el trabajo experimental que desarrollaron se realice en el marco
de la teoría psicogenética? Hermine Sinclair (1979:11) afirma al presentar el libro que las
autoras pertenecen a la escuela del gran epistemólogo y psicólogo Jean Piaget y también
aclara que en sus investigaciones introducen lo esencial de la teoría piagetiana y su
método científico en un dominio que Piaget mismo no había abordado.
Introducen lo esencial de la teoría porque sostienen una concepción teórica de la
adquisición de conocimientos basada en la actividad del sujeto en interacción con el objeto
de conocimiento, punto de partida necesario también para este objeto cultural que es la
escritura; introducen su método científico porque en este dominio el método de
exploración de las nociones infantiles clínico crítico –en el que a través de un diálogo en el
que el experimentador hace hipótesis sobre las razones de la producción del niño, plantea
preguntas y verifica en el momento mismo sus hipótesis– también resulta ser el más
fructífero.
Las autoras (1979: 31-32) –y en especial Emilia Ferreiro– han escrito en reiteradas
ocasiones cómo juega este “ser piagetiano” a la hora de investigar las ideas infantiles sobre
un objeto no estudiado por la escuela de Ginebra.
“Varias veces hemos escuchado la objeción siguiente: ¿cómo puede hablarse de
una “teoría piagetiana” de la lecto-escritura, cuando Piaget mismo no ha escrito
nada sobre este tema? Efectivamente, Piaget no ha realizado ni investigaciones ni
una reflexión sistemática sobre este tema […] Pero lo que está en juego aquí es la
1
Iniciaron las investigaciones en 1974 como parte de la tarea que realizaron como docentes de la
Universidad de Buenos Aires.
2
concepción misma que se tiene acerca de la teoría de Piaget: o bien se la concibe
como una teoría limitada a los procesos de adquisición de conocimientos lógicomatemáticos y físicos, o bien como una teoría general de los procesos de
adquisición de conocimiento. Esta última es, por supuesto, nuestra interpretación:
la teoría de Piaget no es una teoría particular sobre un dominio particular, sino un
marco de referencia teórico mucho más vasto, que nos permite comprender de una
manera nueva cualquier proceso de adquisición de conocimiento”.
Este tipo de aclaraciones, como dijimos, puede encontrarse en otros textos. Ferreiro (1999
a: 15) escribe que la teoría de Piaget es:
“… una teoría general de procesos de construcción de conocimiento, desarrollada
en torno a la problemática de los objetos físicos y lógico-matemáticos, pero al
menos potencialmente apta para dar cuenta de la construcción de otros tipos de
objetos”
Más aún, una extensa cita de Ferreiro (1999 b: 27) permite que afinemos este concepto:
“Tomemos el caso del acceso la lectura y la escritura. Como se trata de un campo
que no fue explorado por Piaget durante su existencia, no se ve con claridad lo que
pueda significar tener una visión “piagetiana” sobre el mismo. Ha habido
“piagetianos” que, con una visión puramente “deductiva”, llegaron a la conclusión
de que era preciso esperar el periodo de las operaciones llamadas concretas para
tener garantías de éxito en el aprendizaje de la lengua escrita en la escuela. […]
Nuestras investigaciones no fueron guiadas por un enfoque de este tipo. En vez de
pensar que las operaciones deben estar ya constituidas para poder aplicarse a
nuevos contenidos, partimos de otra idea: que la estructuración de lo real es la
fuente de las operaciones. […] En segundo lugar, debemos comprender cómo lee y
escribe el niño antes de saber leer y escribir en el sentido escolar del término. En
tercer lugar, era preciso imaginar que lo escrito no se reduce a un conjunto de
asociaciones y coordinaciones entre sonidos y letras: que lo escrito podría ser un
objeto conceptual, desde el punto de vista del niño en desarrollo.”
II.- La escritura como objeto de conocimiento
“En la literatura de los años setenta, la escritura era
considerada una técnica. Una vez adquirida, esa técnica
favorecía el trabajo intelectual, pero durante su
adquisición el pensamiento no tenía lugar alguno […]
Todo cambió cuando logramos concebir a la escritura
como un objeto conceptual”.
Emilia Ferreiro (1996)
Desde los orígenes de su existencia, el hombre ha sido productor de marcas y, en
algún momento esas marcas se organizaron en un sistema relacionado con el sistema de la
lengua. Los niños en desarrollo también son productores de marcas, pero a diferencia de
3
la historia de la escritura, ellos tienen que producir marcas que ya fueron inventadas por
otros.
Ferreiro (1999 a: 10-11) nos explica que:
“Esas marcas son opacas hasta que un intérprete muestra al niño que ellas tienen
poderes especiales: con sólo mirarlas se produce lenguaje [...] Saber que esas
marcas permiten provocar lenguaje, es una cosa. Comprender de qué manera lo
hacen, es otra muy diferente. […] Para lograr esa comprensión analítica entre las
marcas escritas y la lengua oral, hace falta esa actividad estructurante del sujeto
que Piaget describió en otros dominios del conocimiento. Es esencial también
recibir información específica, sólo que esa información será asimilada por el
sujeto en desarrollo a sus esquemas conceptuales. Y hace falta una prolongada
interacción con el objeto a ser conocido, un objeto que se presenta a través de
muchos otros objetos. [...]… periódicos, libros, calendarios, documentos de
identidad, diccionarios, anuncios, envases de alimentos o medicinas, carteles
urbanos con nombres de calles, indicaciones para vehículos y peatones,
propaganda comercial...”
La escritura es para los niños un objeto de conocimiento. Aún antes de ser
alumnos a quienes se les enseña a leer y a escribir los niños realizan un arduo trabajo
intelectual para tratar de interpretar las escrituras que comienzan a ser significativas para
ellos. La acción –concepto central en la teoría piagetiana– es concebida como la
interacción entre el sujeto y el objeto. En esa interacción el sujeto ejerce una acción sobre
el objeto: busca regularidades, semejanzas y diferencias, compara; esta búsqueda está al
servicio de la interpretación porque el conocimiento nunca es copia del objeto. Para
incorporar el objeto, el sujeto lo transforma, lo interpreta de acuerdo a sus instrumentos
intelectuales. Así, en su afán de interpretar el sistema, el niño construye hipótesis, las
pone a prueba, y las reformula en caso de que resulten insuficientes para interpretar lo que
se le presente o entren en contradicción con otras que él mismo haya producido.
Es pertinente aclarar que la psicogénesis de la escritura implica una evolución
conceptual ya que esas marcas a las que se les denomina “escritura” dan lugar -y desde
muy temprano en la vida de los niños- a esfuerzos consistentes para comprenderlas. De
dichos esfuerzos resultan una serie de construcciones conceptuales que se suceden en un
orden no aleatorio. Ferreiro (1986: 25) identifica estos modelos de organización estables –
las hipótesis -:
“Sabemos que cada uno de estos niveles está caracterizado por formas de
conceptualización que actúan de la misma manera que cualquier esquema
asimilador: absorbiendo la información dada, dejando de lado parte de la
información disponible pero inasimilable, e introduciendo siempre un elemento
interpretativo propio”
La larga tradición escolar que propone la adquisición del sistema de escritura basada
en el correcto trazado de las letras y su correspondiente sonoro, dificulta pensarlo como un
objeto conceptual. De esta manera no se pueden descubrir los problemas cognitivos que
los niños enfrentan y frente a los cuales elaboran teorías. Como afirma Ferreiro (1999
b:28)
4
“Para evaluar las habilidades del niño en relación a la escritura, habitualmente se
le pide que escriba las palabras que se le han enseñado previamente. Por el
contrario, para tener un acceso a sus teorías sobre la escritura, le pedimos que
invente una representación para palabras que aún desconoce como formas escritas.
El proceso de producción, así como la interpretación dada por el niño a su escritura
terminada, son indicios de una teoría en acción.”
Es verdad que este objeto particular plantea problemas específicos en especial en
su relación con el lenguaje oral, y que constituirse como objeto de conocimiento es
contrario a la idea comúnmente admitida según la cual la escritura es simple técnica de
trascripción. La escritura es un sistema de representación cuyo vínculo con el lenguaje
oral es mucho más complejo de lo que comúnmente se admite. Un ejemplo que puede
ilustrar la selección y omisión de elementos, propiedades y relaciones que sucede en la
construcción del sistema de escritura –que ofrece Ferreiro – es el caso de la entonación,
tan importante en la comunicación oral. Se puede decir la misma palabra con diversos
sentidos: irónico, despreciativo, elogioso, admirativo; sin embargo la entonación no se
transcribe, no hay una representación de la entonación en la escritura.
Claire Blanche Benveniste (2002:16-17) se pregunta qué conserva la escritura
dentro del conjunto de lo que escuchamos “cuando la gente habla”. La autora refiere a tres
niveles de fenómenos en la selección: los saberes no lingüísticos, las variaciones audibles
y las diferencias de pronunciación. Con relación a los saberes no lingüísticos, resalta que
no todos los fenómenos que están presentes en un acto de habla son representados en la
escritura: la risa, la intensidad de la voz, las aspiraciones, las prolongaciones que
realizamos al hablar; justamente esta omisión hace que estemos acostumbrados a
considerarlos ajenos a la escritura. Respecto a las variaciones audibles señala que, por
ejemplo, se postula un solo fonema /g/ en español y sin embargo se pronuncian dos
sonidos muy diferentes según dónde esté situada la /g/ (delante de la /a/ o de la /e/, por
ejemplo). Podría decirse que por lo general las escrituras no conservan las diferencias
fónicas existentes por debajo del umbral de los fonemas. El otro nivel que despliega la
autora es el de las diferencias de pronunciación. Según el medio social, la región, la edad,
los usos de la lengua, las pronunciaciones varían. Un caso que podría lustrar esta
diferenciación es la pronunciación de la /r/ y de la /y/ que varían, fundamentalmente,
según la región. Generalmente la escritura se ha basado en la pronunciación de la región
más prestigiosa, dando así la idea de que la lengua es homogénea.
Ferreiro (2002:152) retoma la idea de Benveniste acerca de la imposibilidad de reducir la
escritura a la idea de código:
“Si fuera una simple codificación, las unidades de análisis de lo oral deberían
encontrase en la escritura, y no es el caso. No hay correspondencia unívoca entre
las letras y fonemas (en las diferentes escrituras alfabéticas hay poligrafías para un
mismo fonema y polifonía para un mismo grafema). No hay correspondencia
unívoca entre las segmentaciones de lo escrito – las palabras gráficas – y los
morfemas. La mayúscula y el punto segmentan oraciones, una entidad que sólo tiene
realidad en la escritura, según varios lingüistas contemporáneos”
5
Para construir un sistema de representación es preciso analizar los elementos, las
propiedades y las relaciones constitutivas de lo real que será representado -el lenguaje en
este caso- y decidir justificadamente qué elementos, propiedades y relaciones constitutivas
de ese real serán retenidas y cuáles omitidas. Se trata de un proceso ineludible, porque una
representación no es copia de un real; la representación retiene algunos de los elementos,
propiedades y relaciones ellos, pero otros deben ser dejados de lado. Así, las escrituras
que los niños realizan durante el proceso de adquisición del sistema de escritura nos
muestran cómo ellos están construyendo esa representación y las dificultades que
enfrentan en la apropiación de ese sistema son dificultades conceptuales similares a las de
la construcción histórica del sistema de escritura. Dice Ferreiro (1999 c:112)
“El ejemplo de los mapas me parece bastante claro: el mapa es una representación
de cierta parte del espacio, [...]. No solamente por su carácter bidimensional, sino
por el proceso selectivo que tiene lugar para crear una representación: tú no puedes
poner todo en el mapa, porque si lo haces el mapa deja de ser útil como mapa. [...]
Hay un proceso de selección que determina lo que voy a retener del objeto
representado y lo que voy a dejar de lado, por tanto se da un proceso de análisis de
las propiedades y las relaciones en el objeto que va a ser representado, al mismo
tiempo que la representación misma permite un nuevo tipo de análisis.”
III.- La equilibración en la psicogénesis de la escritura
Ahora bien, si se considera la teoría piagetiana como marco investigativo, también
deben aceptarse –y analizar cómo funcionan– los mecanismos explicativos del avance del
conocimiento en la psicogénesis de este objeto. En este sentido ha sido posible mostrar el
proceso de equilibración funcionando en la psicogénesis de la escritura para lograr
explicar el pasaje de un nivel de menor conocimiento a otro de mayor conocimiento.
Piaget mismo (1981:33) se refiere a su obra sobre la equilibración diciendo que:
“…el progreso de los conocimientos no se debe ni a una programación
hereditaria innata, ni a una acumulación de experiencias empíricas sino que es
el resultado de una autorregulación a la que podemos llamar equilibración. […]
esta equilibración no lleva al estado anterior, en caso de una perturbación, sino
que conduce, normalmente, a un estadio mejor en comparación con el estadio de
partida y todo ello porque el mecanismo autorregulador ha permitido mejorarlo.
Llamo pues “equilibración incrementante” a este progreso en la equilibración”
Ferreiro y Teberosky (1979:36) nos advierten de la pertinencia de la teoría de la
equilibración cuando afirman:
“Un progreso en el conocimiento no se obtendrá sino a través de un conflicto
cognitivo2, es decir, cuando la presencia de un objeto (en el sentido amplio de
objeto de conocimiento) no asimilable fuerce al sujeto a modificar sus
esquemas asimiladores, o sea, a realizar un esfuerzo de acomodación
2
Recordemos que conflicto cognitivo o perturbación (en realidad las perturbaciones engendran situaciones
de conflictos) se define como “aquello que constituye un obstáculo para una asimilación, tal como la
llegada a un objetivo” Piaget 1978: 22-191.
6
tendiente a incorporar lo que resultaba inasimilable (y que constituye
técnicamente, una perturbación). Pero de la misma manera que no cualquier
actividad define la actividad intelectual, tampoco cualquier conflicto es un
conflicto cognitivo que permite un progreso en el conocimiento. Hay
momentos particulares en el desarrollo en los cuales ciertos hechos, antes
ignorados, se convierten en perturbaciones.”
Piaget afirma que los conflictos o desequilibrios solo desempeñan la función de
desencadenadores y que su fecundidad se mide por la posibilidad de superarlos, pero sin
dichos desequilibrios no se produciría una reequilibración. Cuando los niños producen
escrituras silábicas pueden enfrentar varios tipos de conflictos; uno de ellos es con el
requerimiento de cantidad mínima: necesita tantas letras como sílabas, pero al menos tres
letras para que su escritura sea interpretable. Escribiendo de este modo resulta que el
monosílabo debería escribirse con una sola letra pero de esa manera no se puede leer.
Algo similar sucede con la exigencia de variedad intra e interfigural: palabras como
manzana pueden quedar escritas con tres A, o bien dos palabras diferentes podrían quedar
escritas de la misma manera, como pato y gato. También resulta potencialmente
conflictiva la interpretación silábica de escrituras de palabras realizadas
convencionalmente: siempre le sobrarán letras.
Emilia Ferreiro (1986: 34) explica lo que le sucede a los niños cuando llegan a
escribir guiados por la hipótesis silábica3,
“El niño comprende lo que él hace pero no puede comprender lo que los otros
hacen. Tampoco puede comprender la información que recibe. Toda la información
provista por el medio ambiente es altamente perturbadora en este momento; no toda
ella era perturbadora antes. Frente a una perturbación, tres tipos de reacciones son
posibles: se las puede dejar de lado; se las puede compensar localmente; o se las
puede asimilar (es decir, compensarlas enteramente por modificación del esquema
asimilatorio, alcanzando así un nuevo nivel de equilibración). Cuando son capaces
de hacer esto último, los niños abandonan la hipótesis silábica y comienzan a
reconstruir el sistema de escritura sobre bases alfabéticas”.
En esta última cita Ferreiro menciona los tres tipos de reacciones a las perturbaciones
estudiadas por Piaget en La equilibración de las estructuras cognitivas. En efecto, frente
a las perturbaciones, el sujeto despliega regulaciones que son reacciones a ellas. Ahora
bien, cabe aclarar que no todas las regulaciones se constituyen en compensaciones
completas de la perturbación. Sólo un tipo de ellas lo logra y es la que da origen a una
reequilibración. Piaget denominó alfa, beta y gama a los diferentes tipos de reacciones
frente a las perturbaciones
Para la reacción alfa, Piaget (1978:74) sostuvo:
3
“La escritura silábica es el resultado de uno de los esquemas más importantes y complejos que se
construyen durante el desarrollo de la lectoescritura. Este esquema permite al niño, por primera vez,
relacionar la escritura a la pauta sonora de la palabra: una letra para cada sílaba: tantas letras como sílabas”.
(Ferreiro, Concretar. 1989).
7
“… si la perturbación es considerada implícitamente como tal por el sujeto, la
anulará despreciándola sin más o simplemente eliminándola […] el sujeto lo
despreciará (al carácter nuevo incompatible) o pretenderá tenerlo en cuenta, pero
deformándolo a fin de plegarlo al esquema retenido […] Es evidente que estas
reacciones de tipo alfa solo son parcialmente compensadoras y que en consecuencia
el equilibrio que resulta de ellas sigue siendo muy inestable.”
La reacción beta, por el contrario consiste en integrar en el sistema el elemento
perturbador surgido del exterior; ya no se trata de anular la perturbación o de rechazar el
nuevo elemento, sino en modificar el sistema hasta hacer asimilable el hecho inesperado.
Lo que era perturbador se convierte en variaciones, al menos locales, en el interior de una
estructura reorganizada.
“En suma -dirá Piaget (1979: 75)- integrando o interiorizando las perturbaciones en
el sistema cognitivo en juego, estas conductas beta las transforman en variaciones
internas que son susceptibles de compensaciones aún parciales pero muy superiores
a las del tipo alfa”
La tercera reacción, que Piaget llamó gama, es de tipo superior y consiste en
anticipar todas las variaciones posibles, lo cual les hace perder, obviamente, su carácter
perturbador porque ya son previsibles y deducibles.
Todas estas conductas indican el paso de las variaciones extrínsecas hacia sistemas
de variaciones intrínsecas. Las conductas alfa, beta y gama, es decir, la perturbación
simplemente neutralizada, luego incorporada parcialmente en el sistema y finalmente
formando parte del sistema como variación interna del mismo, describen la razón del
progreso. Los ejemplos con los que Piaget ilustra estas reacciones están centrados en sus
propias obras y por lo tanto íntimamente relacionados con el avance operatorio y el logro
de la conservación, pero queda claro que las perturbaciones y las reconstrucciones que
provocan constituyen un factor fundamental en el progreso de los conocimientos.
En el campo de la alfabetización, retomaremos las reacciones a las perturbaciones
tomando ejemplos que involucran los conflictos que se le suscitan a quienes escriben
guiados por una hipótesis silábica, aunque cabe reconocer que las reacciones alfa, beta y
gama se dan también con otras hipótesis, lo que permite su superación.
Con la reacción alfa el sujeto desconoce la perturbación, la anula. No hay
modificación de los esquemas.
Veamos un ejemplo a través de un fragmento de una entrevista. Se trata de una nena de 5
años 7 meses. La entrevista se realiza en el Jardín al que asiste la niña
8
[…]
Bueno, ahora llega lo mejor: helado
EAO (lee sin mediar pedido de la entrevistadora
diciendo una sílaba por cada letra)
Y también frutilla
¿Cuál es la fru? ¿la u?
Sí, esa va
UIA
¿La leemos?
Fru (U), ti (I) lla (A).
(Señala cada letra a medida que dice las sílabas)
Bueno, ya que te gusta escribir postres, sigamos con
manzana
(Anota A) ¿Cuál es la sa? ¿La a? ¿De nuevo tengo
que hacer la a?
Como a vos te parezca
(Anota otra A, queda AA)
A mí no se me ocurre nada más.
A ver, leé para saber qué dice
A
Man
A
za
A mí no se me ocurre nada más. ¿la a de nuevo??
Bueno la dejamos así. Ahora, toda la comida se come
con pan. ¿Qué tal si anotamos pan?
(Anota P)
No se me ocurre nada más para escribir pan
¿Pero te parece que irá con una?
Y sí…… ya me quiero ir
Es claro lo que sucede con esta niña al tener que escribir manzana: no llega a
anotar la tercera A, porque es insostenible para ella escribir una palabra con tres letras
iguales. Es claro acá el conflicto que enfrenta: su hipótesis de variedad intrafigural no le
permite aceptar la escritura que produce guiada por su hipótesis silábica. Su respuesta al
mismo es “no se me ocurre nada más”, respuesta que repite frente a la escritura de pan con
una sola letra. Aunque en este último caso el conflicto es otro: la hipótesis silábica que
maneja entra en conflicto con la exigencia de cantidad. Si bien parecería haber cierto
grado de conciencia de que en ambos casos hay un problema, no hay ningún tipo de
conciencia acerca de qué modificación producir para intentar salir de esa dificultad, salvo
querer irse.
9
Supongamos que esta misma niña hubiera llegado a anotar AAA para manzana y
advierte que así no puede ser; supongamos también que borra la segunda letra y la cambia
por una S; estaríamos frente a una reacción beta en la que hay una compensación parcial y
este caso indicaría además una flexibilización de la hipótesis al incorporar consonantes en
escrituras en las que mayoritariamente se empleaban vocales.
Para la reacción gama, tomaremos un extenso ejemplo, muy ilustrativo (Kaufman,
1998:81)
“Juan asistía a primer año y estaba aprendiendo a leer y a escribir. Escribía
silábicamente usando las vocales correspondientes. De este modo, aparecían en su
cuaderno escrituras muy familiares para los maestros de primer año (AIOA para
“mariposa”, EOA para “pelota”, etc.). Pero a Juan su escritura no le resultaba
satisfactoria. Un día, al llegar al aula, Juan increpó a su maestra y con visible
desagrado le mostró una página y le dijo: “¡Mirá, mirá, todo igual!” (con cara de
“mirá lo que me pasa... el problema que tengo...”). En la hoja se veían secuencias
de vocales de este tipo (EIOEO – AUO – AIO – OEIO – IIEA – AIO). La maestra le
preguntó qué había escrito y le respondió “helicóptero, auto, avión, colectivo,
bicicleta, camión”. Su problema era que había escrito palabras muy diferentes y su
escritura evidenciaba poca variación. Lógicamente, es muy difícil obtener mayor
variedad gráfica disponiendo sólo de cinco letras para escribir todo... Juan
continuó evidentemente disgustado con sus producciones durante varios días, hasta
una oportunidad en que sucedió lo que queremos resaltar. Él quiso escribir
“caramelo”. Evidentemente, no le resultaba convincente la idea de usar las vocales.
Entonces preguntó a su maestra cuál era la “ca”. La maestra le dijo: ¿Te servirá si
yo escribo “casa”?
--¿Casa? Sí, me sirve —respondió Juan. La maestra escribió la palabra CASA y
Juan se quedó mirando la palabra un ratito y preguntó:
— ¿Aquí dice casa?
—Sí —respondió la maestra.
—A ver... ésta (señaló la S) es la de Sabrina.
—Sí, es la de Sabrina.
— ¿Y acá (señaló CASA) dice "casa"?
—Sí, dice "casa".
—A ver ca (señaló C) sa (señaló la primera A) ¡no! ca (volvió a señalar la C) sa
(señaló la S). Entonces... – levantando la carita y con tono de júbilo - , ¿la ca se
pone con la ca y la a y la sa se pone con la sa y la a?
—La cosa es más o menos así —respondió la maestra sonriente.
—Esperá (escribió SACA debajo de CASA). ¡Entonces aquí dice "saca"!
Está claro que Juan logró superar la hipótesis silábica y acceder a una
aproximación sui géneris a las características alfabéticas del sistema. Lo
interesante es que Juan comenzó a producir escrituras alfabéticas manejándose con
esta estrategia y, al poco tiempo, fonetizaba.
Es claro en este ejemplo que la perturbación se compensa totalmente en virtud de
una transformación muy importante de los esquemas asimiladores y el dato perturbador (la
escritura de la palabra CASA) deja de serlo porque es asimilable para los nuevos
esquemas construidos por el sujeto. No es fácil encontrar ejemplos como el citado ya que
10
no son reacciones inmediatas o súbitas, de tipo “insight”, sino que son efectos de un largo
trabajo.
Para finalizar no queremos dejar de mencionar que este proceso es complejo y que
los conflictos están en el centro de este desarrollo que solo puede darse por la necesidad de
superarlos. Por esta razón el avance en la alfabetización no es un pasaje tranquilo de una
hipótesis a otra sino un camino con muchos momentos cruciales en los que se encuentran
dificultades a superar y otros en los que se experimenta el placer de comprender.
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(Publicado originalmente en la revista Perspectives (UNESCO), núm. especial “Piaget e
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Ferreiro, E. (1999 b) El niño según Piaget: un interlocutor intelectual del adulto, en
Ferreiro, E. Vigencia de Jean Piaget, México, Siglo XXI Editores
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Kaufman, A.M. (1998) Alfabetización temprana… ¿y después?, Santillana, Buenos Aires.
11
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Epistemología genética y equilibración, Madrid, Editorial Fundamentos (1º versión en
Francés 1977) Delachaux & Niestrle´. S.A. París
Sinclair, H. (1979) Prólogo en Ferreiro, E. y Teberosky, A. Los sistemas de escritura en el
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