BIBLIOTECA DE TEOLOGÍA WERNER STENGER PANORAMA ACfUAL DEL PENSAM1Etfi'O CRISTIANO 14 LOS MÉTODOS DE LA EXÉGESIS BÍBLICA PoT WERNER STENGER BARCELONA LOS MÉTODOS DELA EXÉGESIS BÍBLICA BARCELONA EDITORIAL HERDER EDITORIAL HERDER 1990 1990 Ve,.,Lón c·a>tdbn<~ de O.l'<STANTI'O RL'lZ·ÜA!<RlDO. de 1~ WIR~E~ STI"GEIL Brb/.,tht .'lüt/tode~/drrc. Patmos V~rlag. D~"cldmf I<JR7 hiPRI'-!~5E": Bmc·elun~ 15 JALMF TRASr:RR~. obra de de nmieml>re de 1Y89 \'tCOI'lO gen-eral A la memoria df' Heinrich Kaillefdd J9()J.J98Q In re-producción total ú parcr81 <te ~"a nbra d alrn"<'é~limtcnro ~" inlormRIJN ~ la transnHSJón en c!Calq111er fnrmd u rn~Q,.,_ electrónJco. mc~~nrm. f<ltocopoa por r~g~Stm n pr>r O<rm metl""· 'm~~ pcrlllN> pr~;,o j por esenio de lo' lilulaT~' tld Cup•r~~llo Pmhtbrd~ ~istcma ror 1SBN R-4-154-ITOJ-1 'Fs PRI>FI>-DA/l DEP{)S/11) l.>(fAI. B GOlAH'~ · t-.'ápol~s. 2!.724-199(1 24-9 · 1)8013 B~r~elona f'R1NTFI> IN $PAIN indice O. 0.1. 0.2. 03. 0.4. 05. 0.6. 0.7. Preámb wlo hermrnéu!ico Equiparación metodológica de to<los Jos textos. El arte del buen leer Distanciarse del texto con ayuda de los métodos La forma, el origen y la eficacia de los textos en cuanto objeto de los métodos. Exégesis histórico-crítica y métodos estructurales. sociológieos y psicológ,ico~ Pluralidad de método~ particulares La problemática «teológica~ del método históricocrítico. 13 13 14 15 16 11 " l. Fu..odamentos t-eóriros 23 L 25 25 27 27 L]_ El prob/erm~ del texto ungfnal Métodos de la criti-ca textual Letras pequeña~. grandes efectos. Las cláusulas de Santiago o el decálogo abreviado ¿Padre carnal de Jesús o de~po~ado <:on María? ¿Con intención o por des.cuido? La práctica 2 El problemQ de la rraducci.ón 40 3. Los métodos exegéticc.1 . Texto, coherencia, estructura, significado y función. 47 1.1. 1.2. 1.2. ¡_ 1.2.2. L2.3. 3.1. 'o 1~ 37 47 7 3. 1.1 3.1.2- 3.1 .3. 3.1.4. 3.2. 3.3. 3.3.1. 3.3.2, 3.3.3. 3.3.4. 3.4. 3.4.1. 3.4.2 3.4.3 3.4.4. 3.4.5. 3.5. ¿Ouée~unt.exto? «CL>herent.e y estructurada>' «Que se hall.a, al menos relativamente, terminada en sí y que 5e propone un <efecto determinado» . Resumen . Sincronía y diacronía. Método ~innónico: crítica de las forma~ Texto, te~t<> parcial, parte deltcx:to Prep;nación de la segmentación de un texto Segmentanón del te;~;to Descripc1ón de la e~tructura Método> diacrónicos Crit1ca htcraria Crít1ca de las tradiciones y crítica de las fuentes Crít1ca de la redaoción y crítica de la composidón Crít1ca de los «lugares comunes~ (wpoi) de la tra· dición. Crítica de IQ-<; gé-nero~ Transición a La parte de ejemplo>, 47 " 51 52 2. 2.1. 2.2. 2.3. "" " 2_3_1 2.3_2_ 2.4. 2.5. 71 3. 57 59 83 83 86 9\J 94 96 107 3.1. 3.2. 3.3. 3.4. 3.-U. 3.4.2. 35. 3.6. 3.7. 3.8. n. 1 12 ].3_ 1.3.1 ]_3_2 1.4. 1.4 l 1.4 2. 1 4 j._ 1.5 1.61.6-1 !.6.2. 1.6.3 Parte práctiea. 111 4. La wc<lnÓ!I de l.fvl _v/a comida con los publicanos: Me- 2.13-17; MI(), 9-13; Le 5,27-32 Observación preliminar y dcslirrde dd texto Texto Crítica de la:. forma> M.acroe~truuuw Microestructura Crínca liler<-1ria Congruencia lncon_gruenda Juicio crírico-lit-er~rio Crítica de las tr<ldiciones y de la re-dacción Crí1ic.a de IQ-<; género>. Estilo y dcnominadón del gém;ro Hi1toria de los géneros Situación vital)" si1Uaci..Sn literaria 1\3 1\3 114 114 114 114 116 116 11< 11' 120 123 123 126 130 4.1 4. ¡_ ¡_ 4.1_2_ 4.1 _]_ 4.1 _4_ 4.1.5. 4.1.6. 4.1.7. 4.2. 4.2.1. 4.2.2. 4.2.3. 4.2.4. 4.2.5. informe sobre J¡j in.sti!udón de un. profna .en su minis!erio:l:.40,1·8 Observación prelimimu y deslinde del texto Texto. Crítica de las formas Macroes tructura Microestructura Critica literaria. C'Iftica del género Arrancar rspigll!; m sábado: Me 2,23-28; Mt12,1-8; Lcó,J-5. Observación preliminar y deslinde del texto Sinopsis delte)(tO. Crítica de las formas Crítica literaria Congruen-cia Incongruencia Crflica de las tradiciones Critica del género. Crflica de la redacción y de la composición . Crítica de las fonnas y de la redacción de la veni6n de Mateo . La tempestad eil .el mar,- Me· 4,35-41. Mr 8.18-27: Lc8,22-25 La versión de Marco~. Observaciórt pre-liminar y deslinde del texto Texto. Crítica de las formas Crítica literaria . Crítica de las tradiciones Crítica del género. Crítica de la redacción y críti-ca ck la composic-ión La versión de Mateo Obs-ervación prcliminu 'obre crítica de las fuenies y deslinde dcltexto . Per.;.pectl'ra sinópti-ca Critica de las fonna' y comparación sinóptica Crítica de la Tedacción y comparación sinóptiCa Crítica de la u>mpo~icaín 133 133 135 135 135 135 140 141 146 146 147 147 149 149 150 152 153 154 157 IW IW IW 161 162 163 170 173 177 181 q 5. El centurión tU! Ca{arnllúm o la o:wación del hijo del real: Mt8,5-13; Le 7,1-10; In 4,4fk-54 , La ven.ión de l-os Sinópticos Observación preliminar de critica de las fuentes y ftmciot~ario :5.1. S.l.L 5-.1.2. S. U. SJ.4. 5-.l.S. 5.L6, 5.2. deslinde del te;o;to. Sinopsis del texto . Crítica de hu f(lrmas Comparación sinóptica . Crítica de hu fuentes y de la redacción Critica de los géneros . . . La versión del Evangelio de Juan .. 5:2.1. 5.2.2. 5.2.3. 5.2.4. 5.2.5. 5.2.6. 5.2.7. Observación prelimina.r y deslinde -del texto 6. 6.1. 6.2. 6.3. 6.3.1. 6.3.2.. 6.3.3. 6.4. Un salmo del Antiguo Testamel'lro: 5!1123. Observación preliminar Texto .. Crítica de las formas Macroestructura Micro-estructura El carácter espacial del texto . Critica literaria (cr!tica -de las tradiciones y de la redaoción} Crítica de los géneros. Género. Situación \ita! Crítica e historia -de ~Jugare~ comunes.. de la tradictón. La fórmula tradicional: ..¡Tú est<h conmigo~,. La imag.en tradicional del «templo como casa,. . Resumen 6.5. 6.5.1. 6.5.2.. 6.6. 6.6.1. 6.6.2. 6.6.3. 7. 7. t. 7.2. 10 Texto. Cn11ca de las formas Crítica literaria . Crítica de ]as tradicion~ y de Crítica rle los géneros . Critica de la redacción la~ fuentes . !OJO 190 190 192 ¡" 195 196 202 ,.., 21)7 209 209 210 211 218 220 '" 222 223 224 224 228 "' "' 238 238 239 240 241 245 248 U~ oCili'IW de amor del Antiguo Tesro.mento,· Clliif4,1-7 Observación preliminar y deslinde del texto Texto .. "" 250 251 7.3. 7.4. 7.5. 8. 8.1. 8.LL 8.1.2. 8.1.3. 8.1.4. 8.2. 8.2.1. 8.2.2. 8.2.3. 8.2.4. 8.3. 8.4. 9. 9.1. 9.2. 9.3. 9.3.1. 9.3.2. 11.3.3. !J.4. 11.5. 9.6. 9.6.1. 9.6.2. 10. 10.1. 10.2. W.3. Critica de las formas Critica literaria . Crítica del género. 251 256 257 Dos himlws a Crisro m el Nutvo TeslamenW: FJp 2,6-11; 1 Tim 3,16. El himno de Filipenses . Deslinde del texto Texto. Critica de l.a:o; forma;; y crítica. literaria (Crl~i~ -d~ ;~ tradiciones). Critka de la redacción El himno a Cristo de la primera carta a Timoteo Deslinde del texto Texto. Cr[tica de la~ forma~ Critic-a literaria y de la redacción . Critica de los géneros de Flp 2,6-11 y ITim 3,16 Critica de los «lugares comunes,. de la tradición que hablan de la preexistencia . . . . . . . . . . . . El árbol genelll6gico de Jnús segUn Mo1eo: Mr 1,1-25. Obse,.,...ación p~liminar y deslinde del texto Texto. Crítica de las formas Macroestructura Microestructura Partitura del te:o;to Crítica de la redacdón y de la composición . Crítica literarill, de las tradiciones y de la redacción Crítica de IO'l «lu.!l.ares comunes• de la tradición Generación por obra de! Espíritu y nacimiento virgio•l Hijo de David e Hijo de Dios. 258 200 260 261 261 264 266 266 267 267 271 274 278 284 284 285 285 285 288 292 293 294 293 295 297 Los Jextos imciales dd -sermón de la momafia,. y del ~discurse del llano•: Mr5,3-12; Le 6, 2()-26 . Observación preliminar y des.Jinde de !os texto:s Sinopsis de los textos . Cdti..:a de las fonnas 302 302 303 305 11 10.3.1 lO.:U. 10.4. 10.4.3. 10.4.4. JI. 11.1. 11.2. 11.3. tl.3.1. 11.3.2. Estructura de Mt 5.3-12 E~trucnua de Le 6,20-26 .. · · · · · · · · · · · · Crítica literaria, de las tradiciones (de las fuente;) Y de la redacci-ón . Comparación ~inóptica · · · · · · · · · · · · Cons.ecuencias para la crítica de la~ fuentes Y de la redacción. Reconstrucción en la óptic¡¡ de la crítica de las tradidorres. Verificando la prueba: de Jesús 3 lu redacciones ft. rra\es La cart« de Pablo a Fi/embn OhseJ"Vación preliminar Texto. Critica de las formas y de los géneros . Macroestrnctura Microcstructnru Observaciones a-dicionales y referencias bib-liográfica~ Epí1ogo. 12 305 308 310 O. Preámbulo hermenéutico 310 311 314 315 330 330 331 "' "' 333 347 357 0.1. Equipar-ación metodológica de todos los textos Comenzaremos ei presente libro cuestionando inmediatamente su mismo título. Pues, en realidad, no existe una «metodología» específi-camente -<<bíblica». Por lo menos, no existe en el sentido de que la Biblia fuera un libro que debiera leerse de manera distinta y que debiera interpretarse según métodos distintos de como se leen e interpretan los innumerables libros que constituyen la ingente biblioteca de la humanidad. En efecto, la exégesis bíblica seria, y que deba tomarse en serio desde la vertiente moderna de la historia de la<; ideas, depende esencialmente del principio de que la Biblia se halla en condiciones de igualdad metodológica con todos !m demás libros. Johann Jakob Wettstcín (1693-1754), quien, como veremos en seguida en el capítulo 1, es para nosotros uno de Jos iniciadores de la moderna crítica textual, asentó este principio en un apéndice a su edición deJ Nuevo Teslamento griego, formulándolo oon las siguiet1tes palabras: -«Así como hemos de leer con los mismos ojos los libros sagrados y las leyes dictadas por los príncipes y todos los libros antiguos y modernos, así también en la interpretación de aquellos libros (sagra13 dos) hemos de aplicar las mismas regla-s de que no-s servirnos para la comprensión de estos últimos»- 1 • La exégesis es una disciplina teológica, pero no por su método sino por su objeto. Aunque el teólogo, como creyente, reconozca que para él los libros de la Biblia tienen mayor autoridad que los demás libros, esa decisión de fe no debe oonducir a que, en la interpretación, se dé a los textos bíblicos un enfoque metodológico que sea fundamentalmente distinto del que se da a otros documentos escritos del pasado y del presente. O.Z. El arte del buen leer En su obra El Anticristo, señala Friedrich Nietzsche el peligro en que se hallan los teólogos de reclamar Jos priviiegios en cuestión para su interpretación de la Biblia. Hace la siguiente observación: -«Otro distintivo del teólogo es su incapacidad para la filología. Se entenderá aquí por mología, en sentido general, el arte del buen leer: del saber Leer los hechos sin falsearlos con interpretaciones, sin dejarse llevar del ansia de comprensión, sin perder la circunspección, la pa-ciencia, la sutileza. La filolog.ia como e-phexi.s [es decir, refrenándose] en la interpretación: ya se trate de libros, de noticias de un periódico, de avatares o de una información meteorológica -por no hablar de la "'salvación del alma" ... La manera en que un teólogo, independientemente de que trabaje en Berlín o en Roma, interpreta una "palabra de la Escritura" o una experiencia ... es siempre tan atrevida que un filólogo, al escucharla, se sube por las paredes»- 2 . Las observaciones de Nietzsche niegan con razón la legitimidad de un a-cceso teológico especial a la Sagrada Escritura y equivalen en último término a la crítica, muchas veces justificada, que se hace a los teólogos, a saber, que se cuentan entre aquellos malos lectores que en el texto descubren únicamente lo que ya se sabian de antemano. Por decirlo así: en los escritos sagrados escuchan sólo el eoo de lo lJUe ellos han gritado a las montañas. Si el teólogo quiere evitar terminar encontrándose únícamente a sí mismo en la Escritura, tiene que hacerse filólogo en el sentido en que lo entiende Nietzsche; es decir, debe ejercitarse, con «circunspección, paciencia y sutileza»-, en el «arte del buen leer»-. Como condición previa, ha de sacar a los textos sagrados de su aparente familiaridad y llevarlos a una extrañeza que permita escuchar la voz de la Biblia y no siempre y únicamente su propia voz. Tan sólo la distancia entre el lector y el texto permite que, en la lectura, se desconecten las proyecciones de sentido determinadas por las propias ideas y deseos, y que se afine el oído para escuchar la voz, frecuentemente extraña, del texto. 0.3. Distan-ciarse del texto con ayuda de los métodos I.,o;s métodos son instrumentos para este distanciamiento. Se interponen como red de coordenadas entre el lector y el texto que sirven para la observación y la descripción, e impiden la asimilación inmediata del texto _por el lector. Esto resultará quizás dolomso para Quien se acerque a la Biblia con la esperanza de que el 1 U. W•n:11~1n, [}Hr ,¡,. A"'leg""g .h!s N~wn /"''""'"""''· en: No•""' Ttsoa~t~tniUm 11. ArmLudam 1751-1752. ~75 Gr~"""' 14 15 libro sagrado vaya a hablarle inmediatamente. Considerará los método-s como estorbos molestos que se interponen entre él y el fin pretendido: llegar a entenderse directamente con la palabra de Dios. Sin embargo, la idea de un encuentro inmediato entre el texto bíblico y el lector es inservible para el trato cotidiano con la Biblia, especialmente para la cotidianidad de un trato justificado científicamente y significativo desde el punto de vista de una inteUgencia intersubjetiva con la palabra de Dios. El deseado contacto dire-cto entre el texto y el lector quizás se conceda de vez en cuando a la le-ctura ingenua, de forma que el texto --ex-cepcionalmentetenga todavía algo que decir por sí mismo. Pero, en cas.o nonnal, los métodos distanciantes s.on !os únicos que preservan al texto de ser violado por una inteligencia del mismo que, casi siempre sin ver el proceso, redescubre únicamente en el texto las propias ideas favoritas; por este motivo los métodos, como también sabía Nietzsche, son lo que «durante más largo tiempo tiene en contra suya las costumbres e La fol"ma, el origen y la eficada de los textos en cuanto objeto de los métodos En las diversas ciencias que se o-cupa.n de la interpre- tación de textos, esos métodos llevan nombres diferentes. Además, en su impronta concreta dkhos métodos están acomodados instrumentalmente a la ~ndolc de lo-s textos de que se trate. Por lo demás. de ahi se deriva la relativa justificación del titulo de nuestra obra. Pues se entiende obviamente que, para la interpretación de la :¡ lbíd. 16 B~bli~, que en algunos de sus textos tiene antigüedad de m1lemos y que, lingüística y conceptualmente, procede de un mundo enteramente distinto, hacen falta determinados conocimientos y habilidades especiales. Ahora. bien, s.i ~os situamos en un plano fundamental, y a pesar de los diferentes nombres e improntas que lleven en las diversas dencias que se ocupan de la interpretación de textos, los métodos de dicha interpretación se definen en términos muy generales por tres aspectos básicos. Así, determinados métodos tratan de describir ~a forma lingüfstic.:a de los textos y sus estructuras subyacentes. Otms métodos se preguntan acerca del sentido original del texto, acerca de las condiciones en que se originó y acerca de sus primeros destinatarios. Finalmente, hay métodos que investigan las más diversas recepciones que un texto ha experimentado o sigue experimentando en el transcurso de su eficacia histórica. Si, en lo que respe-cta a la Biblia, esto último se considera tarea de todas l~s disciplinas teológicas, incluso de las disciplinas prácbcas, tendremos que entender que la exégesis bíblica está obligada de manera especial a la des-cripción de la forma lingüística y a la investigación de las condiciones en que se originó la Biblia. Por consiguiente, persigue ante todo un fin ~(filológiCO>> y, al mismo tiempo, un fin «_hist.óri_c~.,, y por esta doble tarea se denomina «exégeSLs histonco-critica>>. 0.5. Exégesis bistórico-nítica y métodos estructlll'ales, sociológicos y psicológicos La exégesis histórico-crftica así entendida comprende también aspectos metódicos que hoy día reciben algunas veces carácter absoluto y son presentados como 17 aparentes alternativas a dicha exégesis. Así que, por un lado, pueden adoptarse planteamientos metódicos es~ tructurales, derivados. de la semiótica y de la lingüística y que sirven perfectamente para dar mayor precisión y para corrección y ampliación del instrumental filológico, y puede intentarse integrarlos, como aquí se hace, en dicho instrumentaL Por otm lado, el aspecto «histórico» del método histórico--critico hace posible también integrar métodos sociológioo-s y/o psicológicos en el inventario de procedimientos de la «razón histórica». En el futuro, estos últimos determinarán más intensamente que hasta ahora la imagen exterior del método. Pero, en el fondo, están ya comprendidos en la norma que dio Johann Jakob Wettstein para añadir a la exégesis «filológica»- la exégesis «histórica» de los libros dd Nuevo Testamento. La formula así el mencionado autor: «Ponte en la persona de aquellos a quienes los apóstoles dieron por primera vez a leer esos libros. Trasládate en espírjtu a la época y a las regíones en que se leyeron por primera vez. Procura conocer lo más posible las costumbres, usanzas, hábitos, opiniones, ideas tradicionales, proverbios, lenguaje figurado, expresiones cotidianas de aquellos hombres, y la forma en que ellos tratan de convencer a otros o de fundamentar la fe»4 • Ciertamente, la paleta del método histórico-critico se enriquece ron estos aspectos metódicos, ganando posibilidades, y los resultados que con ellos se obtienen adquieren mayor p-recisión y posibilidad de verificación intersubjetiva. Podemos afinnar incluso que la genuina sistemática del método histórico-crítico se manifiesta precisamente al añadírsele las ideas procedentes de la lingüística, de suerte que, a diferencia de lo que ocurría 4 J.J, Wetmeio, 1.<- antes, se llega a hacer conecciones fundamentales incluso en la aplicación regular del método-. Sin embargo, todo eso no implica un cambio de paradigmas científicos. El paradigma fundamental del método históricocritico demuestra ser capaz de abarcar como elementos integrales los méto-dos particulares que se han desarroUado o que han surgido nuevos. 0.6. Pluralidad de métodos particulares En el caso de la exégesis bíblica, los métodos parecen segmentarse en multitud de métodos particulares, de forma posiblemente confusa para el principiante; e-sta confusión se hace: aún mayor por el hecho de que, a pesar de las reflexiones de los últimos veinte años, no se ha Uegado todavía a un deslinde definidor y a una denominación uniforme de los métodos. Por eso, haremos bien en tener presente la división fundamental del instrumental exegético en métodos que describen la forma lingüistica de los textos (métodos «filológicos»-) y métodos que investigan las condiciones en que se originaron los textos (métodos «históricos»). Con la aceptación de la terminología lingüística, que capta todavía más precisamente lo que queremos decir aquí («sincronía -diacronía»), las explicaciones que vamos a dar a continuación, en una primera parte teórica, toman como punto de partida esta diferenciación sencilla, pero además intentan describir, mediante una dilucidación definidora y una fijación terminológica, los múltiples pasos metódicos y el lugar adecuado de cada uno de ellos en un sistema de métodos, para que se perciba no sólo su coordinación recíproca sino también sus correspondientes funciones especificas. En una extensa parte 19 dedicada a los ejempl-os, se ejercitarán luego los diversos métodos, aplicándolos a textos e-scogidos. En todo este proceso, una sección «filológica», orientada a la forma lingüística del texto, precederá siempre a una parte «hi-stórica>>, que reconstruya las condiciones en que -se originó el texto y el sentido original del mismo. o. 7. La problemática histórico-crltioo ..:teológica~ del método Más intensamente que en la parte teórica, el lector se hará consciente, al .estudiar la parte dedicada a los ejemplos, del efecto distanciador de los métodos históricocriti:cos. Es verdad que los resultados pudieran hacerle ver claramente que la aplicación de los métodos no es un juego divertido, sino el camino penoso y necesario que conduce a la comprensión de un mundo que no es sencillamente el espejo de su propio mundo. Ahora bien, la distancia histórica, de la que se adquiere conciencia por medio de los métodos, y que libera a los textos de la arbitrariedad del lector y les permite hablar con su propia voz, puede, en determinadas circunstancias, privar a esos mismos textos de la posibilidad de ser importantes para el lector de hoy. Convertidos en objeto"S del pasado, estos textos hablan ya únicamente a ese pasado y enmudeciendo ante las cuestiones de hoy día. En los tiempos iniciales del método histórico-crítico, se podía tener la idea optimista de que la comprensión «filológica» de la fonna lingUística de un texto y la integración -:<histórica)) del mismo en la situación en que se originó, irían seguidas inmediatamente y casi de manera espontánea por la solución de la cuestión «teológica» sobre lo que el texto tenía que decirnos hoy. Así pensa- 20 ba, desde luego, Johann Salom-o Semler (1725-1791), uno de los padres de la exégesis histórico-critica, quien nos dice: ..:Brevemente, lo más importante en la habilidad hermenéutica consiste en que uno no sólo puede conocer con mucha certeza y precisión lo~ usos lingüísticos de la BiOlia, sino también discernir y representarse adecuadamente las circunstancias históricas de una locución bíblica; y entonces se está ya en condiciones de hablar actualmente de esm temas en la forma exigida por el cambio de fos tiempos y por las circunstancias humanas distintas que hay a nuestro alrededm·, 5 • Sin emOargo, e~te op!imismo del «descubridor» pasa por alto la problemática que no se origina, pero si se pone de manifiesto, mediante la aplicación de un método que tiene por objeto distanciar el texto para captar con autenticidad lo que él quiere decirnos. Pues, gracias a ese método, el texto se convierte en interlocutor, apareoee ahora como alguien que habla con voz propia, porque el lector histórico-crítico no le ordena ya lo que debe decir. Ahora Oicn, una consecuencia no pretendida, pero inevitable, de todo ello es que la palabra del texto se hai.la ordenada hasta tal punto u la diferente situación del momento de su aparición, que dicho texto parecerá que, en muchos casos. se despide del lector de hoy y no puede ser ya interlocutor en un diálogo con él. Albert Schweitzer (1875-1965), refiriéndose a la investigación acerca de la vida de Jesús, caracterizó así clásicamente el dilema que esto encierra: «Es curioso lo que le ha pasado a la investigación acerca de la vida de Jesús. Salió en busca del Jesús histórico y creyó que 5 J S '"'mlc<. Vorbt-r€""~);( ""' rilcoloRr.>ch~~ H~""'"'~"t. '"' ""'¡¡~,..~ 8€J•lrb,.~g d<S ,_.¡,, ÁII<WM ~•f d'- T~~mg¡uJ.r Vm~<rd'!/U"JJ der .'\poedf¡ps~. Halle 17r.l. 162 fl~wes ""f!;<~~od.,r Gott~sg~l~riFr 21 podía transportarlo a nuestra época, tal como él es, como maestro y salvador. Esa investigación soltó las ataduras con las que Jesús había estado encadenado desde hada siglos a la peña de la doctrina de la Iglesia, y se regocijó cuando esa figura cobró de nuevo vida y movimiento, y vio venir de nuevo hacia sí al hombre histórico Jesús. Pero Jesús no se detuvo sino que pasó de largo por nuestro tiempo y regresó de nuevo al suyo ... con la misma necesidad con que el péndulo, una vez liberado, vuelve a su posición original» 6 . Ciertamente, no puede ser tarea de una «metodología bíblica» resolver el problema de cómo hay que pasar a través de lo histórico de Los textos bíblicos para dar el salto cualitativo hacia los enunciados teológicos que son de importancia hoy día. Contra esta dura nuez, mella sus dientes constantemente la exégesis, no sólo al hacer «teología bíblica», sino también en las reflexiones, investigaciones y proyecciones de sus disciplinas históricas, sistemáticas y prácticas, si proceden honradamente, y en el fondo lo hará también toda la teología7 . Una «metodología bíblica» cumplirá con su obligación cuando, además de exponer y ejercitar en \os métodos, llame la atención sobre los límites del pensamiento históricocrítico, más allá de los cuales comienza propiamente la ocupación teológica. Sin embargo, esta ocupación teológica no debe saltarse la labor preliminar de la exégesis histórico-crítica, si. es que el discurso teológico no quiere alzar sus pies del suelo de lo real en una ascensión pneumática a Jos cielos. 6 A Scllweiotz.er. V"n R""''""' z~ W.....,.., f...., G"c/tichJ< ,Jz, Ubt:•-Ütu·F<>»ch<mg, Tut>;nga !\liJó, JW, 7. Véa>e W. S!engor, r•~' <><kr Gaclliclut: ah Wllhrll•i"'""""'- OJo osl d~r Eu,n llwWJgt:?, en: K K<>chl!c (dir-}, G•~• '"'"' dL• AbsoJut•n. f'~j/ruophiKh·l!trol.or,.;M Dis- k~UU 22 rur ChnswioN•~. Gilt~r..oh 1111!4, 163-169'. 1 Fundamentos teóricos 1. El problema del texto original 1.1. Métodos de la -crítica textual Cuando Icemos la Biblia, no leemos el texto original, sino traducciones del texto bíbli-co hebreo -dentro del cual se conservan algunas partes -en arameo--y del texto bíbli-co griego 1• Pero aun el que pueda leer la Biblia en griego y en hebreo, no dispondrá del texto original, sino de una tentativa de aproximación al mismo: de una tentativa con fundamento científico. No poseemos el texto original. Tenemos únicamente copias y copias de copias, etc., lo que se lla dado erJ llamar los manuscritos. En el m Lindo antiguo, la tarea de copiar era propia de esclavos o de copistas profesionales que trabajaban a sueldo. En la edad media, era tarea de monjes. Era una lahor penosa. Lo sahcmos muy bien por los suspiros que dabarJ los copistas. y de los que a veces queda constancia en anotaciones marginales: <<El trabajo de e"SCribir encorva la espalda, hace que las costillas se claven en el estómago y origina un agotamiento físico general», así se quejaba 1 E••• ola m que, ~" "''' Met,xl<>l<>gía pensam<>< tamh•én en d c-reciente númew de los \l>uario> p10-bionabd< lo Bobl·a~ue,"n <~)min•riO>Ic~gu>< hilllio-a,, <r'"" <1< .ld<>plar una &cl"".:l '~'l"'""'~k frenl< "1 lo•t~ bfbhco_ 25 uno de esos copistas. Y otro da un suspiro de alivio: «Así como los que viajan se alegran de divisar a lo lejos su patria, asi les ocurre también, al llegar al final de un libro, a los que se han fatigado copiándolo» 2 • A pesar de esas fatigas, y precisamente por ellas, se deslízan errores al copiar. Errar es humano. Lo peor es cuando el copista introduce cambios intencionadamente. Es verdad que las copias eran examinadas aten~ tamente por correctores especializados. A pesar de todo, únicamente en la transmisión manuscrita del Nuevo Testamento encontramos unos 250 000 lugares en que los mamtscritos difieren entre s.í; es decir, hallamos lo que se llaman variantes textuales. El método de la critica textual intenta dilucidar cuál de esaJ variantes textutlles se hallaba en el texto original. Como método científico que es, no puede decidir arbitrariamente, sino que ha de aducir razones y criterios para la elección de una variante. Tan sólo basándose en razones puede el método afirmar que la variante del manuscrito X se halla más cerca del texto original que la variante del manuscrito Y. Tales criterios pueden ser, por ejemplo: el número y an· tigii.edad de los manuscritos, o la dífusión geográfica de la variante. Cuanto más antiguo sea un manuscrito, cuanto mayor sea el número de manuscritos que atestigüen la misma variante (así suele argumentarse por lo general), tanto más probable es que nos hallemos ante el texto original. Por ejemplo, una variante que se halle en manuscritos procedentes de Egipto, África del Norte, Asia Menor y las Galias debe preferirse a otra que esté 2. Los-ejemplo!; e"~" tom3<1o<de u~ libro de le<"tu"' fl.cil· B M Metzg:n. T1>t:!Utof Jht <"""''ri""""d ,..,."'"""'"· Nucya Ywk-Loodre• 1'.164. Otra nbra imponan!e sobre <'libcal t0111ual es· K. y B. A!And, ll<• Ttto.k l•i<=n T-.r..,...>llr. E,.. Now Tommem. /.1> ,.....,.,..¡,.. Ellt/Wirtmg '" d..- ovw"==hoft/ich.t" Aus~ "'""" in T11wn" ..,.¡ hrais W ....,;,,.., T<Jt:oknlik. Souotprt 1982. 26 atestiguada únicamente en un manuscrito procedente -pongamos por caso- de las Galias. Ahora bien, la critica textual no sólo cuenta mecánicamente la antigüedad y el número de manuscritos y Ja distribución geográfica de las variantes. Además de las razones externas, se ponderan también otras razones que penetran en el interior del texto, es decir, que tienen en cuenta su significación. 1.2. Letras pequeñas, grandes efectos Lo explicaremos por medio de tres ejemplos: 1.2.1. Las cláusulas de Santillgo o el decálogo abreviado Cuando leemos el relato de los He~;:hos de los apóstoles sobre lo que se ha dado en llamar el concilio de Jerusalén (Act 15), en el que se trató de una cuestión muy discutida entonces y muy importante para el futuro del cristianismo como religión universal que se diferenciaba del judaísmo -a saber, la cuestión de si los gentiles, al ser admitidos en la comunidad cristiana, debían o no circuncidarse a la manera judía-, encontramos lo que se ha dado en llamar las cláusulas de Santiago: éste, hermano del Señor, aconseja a la asamblea que no imponga a los gentiles que se convierten la obligación de circuncid.arse. Sin embargo,los gentiles deben abstenerse «de lo sacrificado a l-os ídolos y de la sangre y de los (animales) estrangulad-os y de la fornicación» (Act 15,29; variante X). Lucas, autor de los Hechos de los apóstoles, men27 ciona estas directrices a fin de estimular a los antiguos paganos a que tuvieran consjderación con sus compañeros en la fe procedentes del judaísmo, y renunciaran a ciertas cosas par-a no hacer imposible la convivencia en una misma comunidad. Entre las cosas que repugnaban a un antiguo judío por su socialización rchgiosa y cultural, y que ahora tenían que causar una impresión de falta de piedad y de escándalo religioso, había que contar: comer ca me de los animales sacrificados a los ídolos («lo sacrificado a los idolos») y de los animales no sacrificados ritualmente («la sangre» y «los estrangulados») y abstenerse de contraer matrimo-nio en un g_rado de parentesco no aceptado por los judíos («fornicación»). En una comunidad cristiana compuesta por antiguos judíos y antiguos paganos, estas normas tenían el sentido de hacer posible la comensalía (eucarística) entre judeacristianos y paganocristianos, de forma que los antiguos judíos no siutieran repugnancia ni se escandalizaran. En un mauuscrito del sig~o VI (códice D), procedente del Occidente romano, las cláusulas de Santiago tienen una redacción distinta. Según ella, Santiago exige que los pagano-s que quieran hacerse cristianos se abstengan «de lo sacrificado a los ídolos y de la sangre y de la fornicación, y que lo que no quieran que les hagan a ellos, no lo bagan tampoco a los demás» (variante Y). Por un lado, esta variante Y uos dice más cosas y, por otro lado, nos dice menos cosas que la variante X citada anteriormente. Omite lo de «(animales) estrangulados», pero aiiade la «regla de oro», fórmula clásica del precepto del amor al prójimo («lo que no quieran ... », véase Mt 7,12}. El experto en crítica textual debe resolver la cuestión de cuál de las dos variantes -X o Y-es la original. Se pueden aducir los siguien1cs criterios externos: 28 - La mayoría de los mauuscritos ofrece la variante X. - Por el contrario, el códice D es el úuico testimonio en favor de la variante Y. -En favor de la variante X hay muchos manuscritos antiguos. -Por el contrario, la variaute Y aparece sólo en el códice D, que es relativamente reciente. En efecto, data del siglo VI de nuestra era, mientras que los papiros más antiguos que poseemos datan del siglo u. - El códice D se difundió únicamente por el Occidente de la Iglesia; en cambio, la variante X aparece en manuscritos procedentes de las regiones más dive-rsas. Además de estos criterios externos, el experto en critica textual puede basarse en criterios in temas. En efecto, por medio de la omisión y de la adición ha quedado modificado el sentido del conjunto. El copista introdujo el cambio premeditadamente. Como vemos especialmente por la adición del precepto del amor al prójimo en la forma de la «regla de oro», en la variante Y no se trata ya de normas que hagan posible la convivencia entre antiguos judíos y paganos en una sola comunidad cristiana, sino de preceptos morales: «Lo sacrificado a los ídolos» uo significa ya la prohibición de comer carne de las vf.ctimas ofrecidas en los sacrificios paganos, sino la prohibición de dar culto a los dioses paganos. Lo de la «fornicación» no apunta ya a que los antiguos paganos se abstengan de los matrimonios entre parientes demasiado cercanos a juicio de los judíos, sino que prohíbe cometer adulterio. La «Sangre>> significa ahora la prohibición de cometer homicidio y no ya la exigencia rle no comer carne rle animales que hablan muerto ahogados y que no habían sido debidamente desangrados. Como el 29 concepto de «estrangulados» no se compagina ya con este nuevo significado, eJ copista lo suprimió sin más, y pudo así recordar los mandamientos más importantes del decálogo, a saber, la prohibición del culto idolátrico, del adulterio y del homicidio, convirtiendo de esta manera en preceptos morales lo que antes habían sido normas de consideración y respeto mutuo. Finalmente, el experto en critico text!Ull acudirá también a la historia del texto y comprobará que la -segunda forma textual muestra la situación histórica de una Iglesia que ya no tiene el problema de la convivencia entre antiguos judíos y antiguos paganos en una sola comunidad cristiana, sino que se halla en una situación misionera en un entorn-o pagano en que debe recalcar la étka cristiana con sus exigencias fundamentales del decálogo y del precepto del amor al prójimo. P-or tanto, la conclusión de la crítica textual será: «La variante X es la original.» Por eso, es la que leemos en nuestras traducciones de la Biblia. 1.2.2. ¿Padre cornal de Jesús o desposado con María? El segundo ejemplo lo tomamos de la tradición manuscrita del texto del Evangelio de Mateo. Lo mejor es tomar como punto de partida Mt 1,16 tal corno se halla traducido en la mayoría de las versiones, con arreglo al texto que probablemente es el original: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que fue engendrado Je.sús, que es llamado el Cristo.» En cambio, en una antigua traducción siríaca encontramos la siguiente variante: «Jac-ob engendró a José. José, con quien estaba desposada la virgen María, engendró a Jesús, que es llamado el Cristo.» En el aspecto 30 de crítica textual, apenas hay ningún problema. La traducción que aparece en la mayoría de las versiones vernáculas se basa en una variante que, habida cuenta de la antigüedad y calidad, número y distribución geográfica de los manuscritos que la apoyan, merece ser preferida absolutamente a la segunda variante, que sólo cuenta en su fav-or con un manuscrito, aunque relativamente anti· guo. Además de estas razones externas, hay también razones internas que hablan en favor de la mayor originalidad de la variante citada en primer lugar. En ella aparece José como eJ «esposo» de Maria. En cambio, la segunda variante nos presenta a Maria como «desposada» con José, y esto pudiera ser una asimilación al contexto efe<:tuada por el copista, ya que en el v. 18 se dice: ~Como su madre Maria estaba desposadLl con José ... » Seguramente se trata también de una asimilarión al contexto cuando la variante denomina expresamente a Maria «virgen», pues con esta adición el copista o el traductor al siriaco pensaba probablemente en que unos versículos más adelante se dice: «He aquí que la virgen concebirá en su seno ... » (Mt 1,23). Cuand-o la variante hace de José el padre ctJrnal de Jesús («losé ... engendró a Jesús, que es llamado el Cristo»), este hecho puede entenderse en criti-ca textual de dos maneras. Una de ellas es que sea la «imitación mecánica del patrón anterior que se usa en la genealogía»3 : ~Puesto que cada nombre que aparece en la genealogía, hasta llegar a José, está escrito dos veces sucesivamente, pudo ocurrir que el copista (de la traducción siriaca) hubiera seguido inadvertidamente el patrón estereotipa3. S.M. Met:tg<>, 11 ~•hoa.l com~ttk><"J o" thr Grnl Nno r.,,.....,.~l. Lon<lre'"N""'"" Yort 1971. 7 3! do, y así, después de cometer ya en el v. 16 el error inicial de repetir la palabra José, siguió ya el modelo produciendo la mencionada variante»4 • Hay también otra explicaclón, basada en la historia del texto, es decir, en el cambio de situaciones y condiciones que influyeron en el origen de las diferentes copias. La razón para eliminar el giro pasivo «de la que fue engendrado Jesús» y sustituirlo por el de la paternidad camal de José, habría que buscada en el terreno de las decisiones dogmáticas ajenas al texto. Porque quien conscientemente hace de José el padre camal de Jesús da a conocer que la idea del «nacimiento virginal» no forma parte de la confesión de fe, propiamente tal. Sabemos por la historia de la teología que determinados sectores cristianos formulaban la fe en Jesús como el Cristo sin servirse de la idea teológica del «nacimiento virginal». Desde el punto de vista de las fórmulas de fe posteriores de la gran Iglesia, esa formulación fue considerada como herética. El hecho de que precisamente una traducción siriaca muy antigua (del siglo IV) borrara la idea del «nacimiento virginal» de Jesús y lo sustituyera por la idea de una paternidad camal de José, hace sospechar que la traducción se hallaba difundida en sectores nestorianos en una época en que el tema del «nacimiento virginal» se había convertido ya, por parte de la gran Iglesia, en criterio discriminante para reconocer la ortodoxia. Pues sólo cuando el tema llegó a constituirse en problema pudieron sentir algunos -cristianos la necesidad de modificar el texto- del Nuevo Testamento para acentuar que no se creía en el «nacimiento virginal» y que tal opinión se apoyaba en la Biblia. 4. ltri<lem. 32 1.2.3. ¿Con intención o por descuido? El tercer ejemplo nos lleva a la literatura epistolar del Nuevo Testamento y amplía también la perspectiva de la critica textulll incluyendo los aspectos de la historia del texto. En 1 Tim 3,16 encontramos un breve himno a Cristo. Suponemos que no procede del autor de La seudónima carta primera a Timoteo, sino que es citado por ella, como vemos por la fórmula de citación que precede al himno y que le da coherencia con el contexto: Fórmula de citación: «Y sin lugar a dudas, grande es el misterio de la religión.» Himno a Cristo: l. «Él ( = quien) fue manifestado en carne, 2. justificado en espíritu, 3. visto por ángeles, 4. proclamado entre las naciones, 5. creído en d mundo, 6. ascendido en gloria.» El himno, artísticamente construido en el original griego, habla de la ena~rnación y exaltación de Jesús (1.• y 2. • líneas) y de su manifestación en el cielo y en la tierra (3.' y 4.' líneas), así como también de la aceptación terrena y celestial de esa manifestación (5." y 6.' lineas). En la tradición textual lo único problemático es !a primera palabra det himno. Lvs manuscritos ofrecen tres variantes textuales: l. «Él (en griego: OQ fue manifestado en carne.» 2. «Dios (en griego: E>C) fue manüestado en carne.» 3. «Lo cuo.l (en griego: O) fue manifes.tado en carne.» Las razones externas, et nómero y antigüedad de los manuscritos, así como su distribución geográfica, hablan claramente en favor de la originalidad de la primera variante: «Él(= quien) fue manifestado en carne.» También en virtud de las r.azon.e.s internas hay que preferir esta variante, ya que se ve claramente que la tercera variante («Lo cual fue manifestado en carne») fue introducida por el copista para en~azar fácilmente con la fónnula de -citación que precede inmediatamente. El pronombre relativo griego en género neutro (en castellano do cual») enlaz:a mu-y bien con el sustantivo griego neutro -«el mis.terio (de la religión)», al que puede tomar como antecedente. En cambio, en la primera variante, el pronombre relativo griego en género masculino, «él» ( = quien), enlaza muy duramente el comienzo del himno con la fónnula de citación. Además, se explica más fácilmente que el proceso inverso el hecho de que, en la historia de la obtención de copias, un «quien» («él») original -se haya convertido en un «Dio.s (fue manifestado en carne)», por corrección intencional o por descuido de un copista. Dada la semejanza que hay en la escritura _!!!anuscrita dei griego entre «quien» (OC) y «Dios» (9q, es muy fácil imaginarse que un copista de textos bíblicos, movido simp,emente por la costumbre, hubiera confundido el pronombre relativo masculino «quien» (en griego OC) con la abreviatura corriente para escribir el nombre de «Dios» (9q, por la gran semejanza que hay entre ambas formas. Cabe también imaginarse que la modificación se lliciera intencionadamente. Porque el pronombre relativo masculino «quien» no permite ver claramente quién «fue manifestado en carne». Así las cosas, la variante «Dios fue manifestado en carne» puede entenderse como el intento de un copista por aclarar un lugar oscuro del texto y hacerlo más comprensible. Sea por descuido o intencionadamente, eso nada importa para que afirmemos decididamente: 34 las razones externas y las internas hablan en favor de la primera variante («Él {quien] fue manifestado en carne»), y nos hacen ver que ése es el texto original. Hasta aquí la critica textual. Para el método de la lz~toria del texto, que trata de esclarecer cuándo y cómo se originaron los diversos manuscritos y las diversas variantes, nuestro lugar del Nuevo Testamento es un magnífico ejemplo. Vamos a. exponerlo aquí brevemente, precisamente porque nos muestra cómo el destino de algunas personas puede depender de unas simples letras 5 • Para comprender mejor las cosas, digamos de antemano que, en el ámbito de la Iglesia bizantina del siglo VJ, se había impuesto la variante: «Él (quien) fue manifestado en carne.» Pues bien, leemos en una historia eclesiástica de aquella época: «Se dice que Macedonio, obispo de Constantinopla (499-511), fue desterrado por el emperador Anastasia por haber falsificado los Evangelios, concretamente aquella palabra del Apóstol: "Él fue manifes.tado en carne, justificado en espíritu."» En efecto, en 1Tim 3,16 él había modificado una sola letra del al~ fabeto griego; en realidad no había hecho más que modificar oon un guión interior una letra, para convertir una omicrón (O) en una zeta (9), transfonnando así un «él» en ~<Dios»-, con la intención de decir que -«Dios>~ únicamente ;(se manifestó en carne», pero no se hizo realmente carne. Tal enseñanza se atribuyó aJ monje Nestorio y se la calificó de herejía. En efecto, Nestorio propugnaba --en opinión de muchos- que la encar~ nación había consistido únicamente en una especie de inhabitación del Dios Lagos en el hombre Jesucristo, sin S. f"an uno cq>osio.ón mb detollada. véas< W. St~nger. Tt~l~nlÚ< ,.Js .SC!uck>al. •IJ1bl. Zeil&ctuifh 19 {1975) 24().241; ídem. /(~ 8U<:ilJUIEJ<o"· Rcasu Wi,kung Be<do!'>!lhwtg ,/" 1'f<1h: X ull<i Y MM Nlilclupt<l ~¡,. PIJFilkl '""' F.JJ K, ~lmprimotu ... l3 {l911V) 11-ll 35 que llegara realmente a la unidad en una s.ola pers.ona. El hecho de que Macedonio hubiera adoptado en su Biblia la lectura «Dios fue manifestado en carne», fue motivo suficiente para que le consideraran cercano al hereje Nestorio, aunque en realidad no pudiera dudarse de su ortodoxia, y Ja causa real de s.u destierro y asesinato por encargo del emperador fueran motivos políticos. En todo caso, la Iglesia ortodoxa griega lo venera hoy día como santo. Unos mil años más tarde, esta variante se impuso en el á~bito de la Iglesia occidental, a través del llamado textus receptus, que es una forma del texto debida a un amigo de CaJvino y que fue usual en la Iglesia protestante: una variante que había sido ocasión para que en su tiempo se condenase a Macedonio como hereje nestoriano porque su Biblia decía «Dios fue manifestado en carne.» La ironía de la historia quíso que Jo-hann Jakob Wett~tein (1693-1754), uno de los padres de las modernas dcncias de la critica textual, que por entonces era párroco- e11 Basilea y enseñaba en la universidad de dicha cimlad, impugnara precisamente esa variante, basándose en el texto del Codex Alexcmdrinus, que él pudo ver en Londres con ocasión de un viaje a esa dudad. Él creyó que, basándose en ese códice, había que entender: «Él fue manifestado en carne.» Pero ahora, lo que en tiempo de Macedonio se había oonsiderado como lectura ort-odoxa, fue motivo para que a Wettstein le acusaran de que había querido horrar de las Escrituras la divinidad de Cristo. Estigmatizado de hereje, tuvo que abandonar la universidad y la ciudad de Basilea y marchar a Holanda. No sólo los libros tienen su destino --corno dice el proverbio: Habent sua [ata libelli-, sino que, a veces., aun las letras h.acen historia y pueden resultar peligrosas 36 para los que están involucrados en ellas. Y eso no ocurrió sól-o en el rasado. 1.3. La práctica Estos tres ejemplos nos han permitido echar una ojeada a los métodos y formas de trabajar de la crítica textual. No se pretendía que, después de la lectura de este capítulo, estuviéramos ya tan ejercitados en el ruélodo que pudiéramos considerarnos desde ese momemo unos críticos textuales hechos y derech-os. Como podíamos ya presentir por todo lo que llevamos dicho, el crítico textual necesita, para ejercitar su oficio, muchísimas más haOi.lidades que un buen conocimiento de las lenguas bíblicas. Podemos afirmar incluso que la critica textual, aunque teóricamente pertenezca a la exégesis, por cuanto proporciona la condición previa para la interpretación, a saber, el texto, sin embargo- se ha convertido prácticamente en cienci¡¡. independiente. El exegeta normal de hoy día debiera estar capacitado para seguir el curso de una argumentación de critica textual y para examinar críticamente sus resultados hasta el punto de que, basándose en los materiales elaborados por la crítica textual, pueda llegar a formarse un juicio propio. Sin embaTgo, sólo en oontados casos. llegará a especiaJizarse tanto en crítica textual que pueda realizar su labor crítica desde el principio mismo, es decir, partiendo de los manuscritos originales hebreos o griegos. De todos modos, el exegeta tiene a su disposición los resultados de las investigaciones de crí:tica textual en las ediciones criticas de los textos. Mencionemos aquí las más jmportantcs: 37 Antiguo Testamento: l. Biblia Hebraica, ed. por R. Kittel, Stungart 3 1937. 2. Biblia Hebwica Stmtgartensia, ed. por K. Elliger y W. Rudolph, Stuttgart 1968ss. 3. Septuaginta IIII, e d. por A. Rahlfs, Stuttgart :81965 (texto griego). 4. Rihlia Sacra iuxta Vu!gutam versionem l/11, cd. por B. Fischcr y otros autores, Stuttgart 1969 (texto latino). Nuevo Tcstameuto: 1. Novum Testamentum Gmece, segúu E. y E. Nestle, ed. coujuntamente por K. Aland, M. Black, C.M. Martini, B. M. Metzger y A. Wikgren, Stuttgart 2.1'1979. 2. The Greek New Testament, ed. por K. Aland, M. Black, B.M. Metzger, A. Wikgren, Stuttgart 3 1975. condiciones de aplicarlos él mismo, sino únicamente basándose en los comentarios. Es decir, conviene que sea capaz de ver y entender la bibliografía exegética secundaria. A esto es a lo que quería estimularle el presente capítulo. Al mismo tiempo, esperamos que haya quedado suficientemente daro que, ya en el plano de la mera tradi-ción textual, nos movemos siempre en el ámbito de la interpretación (o «exégesis••). En efecto, por lo que respecta al significado del texto bíblico y a su enunciado teológico. no solemos disponer de acceso directo a ellos, sino que únicamente contamos con el acceso objetivo que nos ofrecen los métodos exegéticas. Estas ediciones ofrecen los resultados de los estudios de crítica textual de los diversos mauuscritos y s.efialan en el llamado «aparato crítico••, que figura al píe de página, debajo del texto impreso reconstruido por el critico, las principales variantes que ofrecen los manuscritos. indicándose taks manuscritos por medio de abreviaturas especiales. El exegcta especializado estudiará el aparato y conseguirá así hacerse una idea de !as razones que han movido al crítico textual a decidirse por la lectura ofrecida en el texto. Además, podrá consultar en el aparato otras variantes. que, en un caso dado. le permitan formarse una opinión distinta a la del editor critico. Esos dictámenes, que a veces son divergentes, s.c condensan luego en los comentarios científicos. Por este motivo, el que los coflsulte debiera conocer un poco los procedimientos de crítica textual, aunque no esté en 1R 39 2. El problema d€ la traducción La traducción del texto bíblioo, de la que hemos de echar mano cuando no dominamos las lenguas bíblicas, es otra forma de interpretación. Pues las traducciones no son, como quien di.ce, reproducciones digitales del texto original, sino testimonios de una determinada comprensión del texto bíblico por el traductora los traductores, y constituyen por tanto la meta de un proceso de interpretación. Sin embargo, las traducciones son para nosotros el punto de partida necesario para nuestro estudio de los textos. Por consiguiente, dependemos también en este punto de la labor previa realizada por otros, de los teabajos de los especialistas en exégesis. Si no conocemos las lenguas originales, tenemos pocas posibilidades de control. A lo sumo, lo que podemos hacer es comparar diversa~ traducciones. Por eso, es muy importante aclarar, al menos, brevemente qué es lo que ocurre en el proceso rle traducir. Traducir, en su sentido original, significa «pasar una cosa de una parte a otra» {Diccionario de autoridades; Madrid 1737, s. v. ), por ejemplo, de una orilla del río a la otra. Pero el verbo se usa ya casi exdusivamente en sentido figurado. Y entonces quiere decir: «Pasar un es.crito, o tratado. de una lengua o idioma a otro» (ibíd.). La imagen es muy acertada, porque traducir es pasar de la l-engua original, la «lengua fuente», o ~<len· gua de salida», a otra, la «lengua meta», o <<lengua de llegada», la lengua a la que se traduce. Pero hay una diferencia entre pasar un fardo de una orilla a otra y traducir un enunciado de una lengua a otra. En el primer caso, el fardo no suele sufrir njnguna altcraci.ón. Mientras que un enunciado, al ser traducido de la lengua fuente a la lengua meta. experimenta necesariamente transformaciones de diversa índole. Al traducir, lo que se consigue más fácilmente es transportar de un idioma a otro ~a mera significación de un enunciado lingiiístico. En cambio, parece completamente imposible trasladar la forma lingüística en sus aspectos fonético y gramáticosintáctico. En este punto, a lo más que se llega es a aproximaciones. Pero aun entonces habrá que preguntarse si el efecto práctico intencior~ado de una enunciación lingüística se logra tanto en el contexto de la lengua meta como en el de la lengua fuente. Hay un proverbio italiano, traduttore traditore! (<<el traductor es un traidor>•}, que pretende expresar lo fatal que es esta realidad. La semejanza fonética y, al mismo tiempo, la gran diferencia semántica de ambas palabras sugiere la inevitable de-s-emejanza, a ()Csar de toda la semejam:a, que hay emre un enunciado lingüístico original y su traducción. Al traducir ese proverbio italiano a una lengua no románica -----como es, por ejemplo, el alemán: Der Vbersetzer ist ein Verriiter- descubrimos toda su verdad. Porque, en el plano semántico (es decir, en el plano de su contenido enunciativo), se dice lo mismo en el original italiano que en su traducción alemana. Se afirma exactamente que el traductor es un traidor. Pero esa traducción correcta se paga al precio de una pérdida en el plano fonológico (es decir, del sonido de +1 las palabras) y en el plano gramático-simácrico. En alemán no se pu-ede prescindir del verbo copulativo ist ( = es). Y esto debilita el efecto del original (da mayor pesadez) en el plano pragmático, es decir, de los efectos del lenguaje. Debilita la sensación de fatalidad que produce el original italiano con la omisión del verbo copulativo y la sucesión inmediata y rápida del sujeto y el predicado nominal. También el cambio en el plano formlógico tiene consecuencias para el plano de la pragmática: La sustitución de dos palabras en aliter.ación, y que ínclllSO riman, y qllc no obstante se diferencian fonológicamente, en el original italiano, por dos palabras completamente distintas fonéticamente, en la lengua de llegada, el alemán (Ubersetzer- Verriiter), origina una pérdida de efecto pragmático. En la semejanza y, al mismo tiempo, diferenciación fonéticas de las dos palabras italianas reside pragmáticamente --es decir, en lo que se refiere al efecto intencional~, la impresión que se pretende causar en el lector, a saber, que una cosa es la traducción más acertada posible de otra. pero que es a la vez una «traición» a la misma. En la traducción alemana se pierde ese juego lingüístico en la fonología, la sintaxis y ta pragmática. aunque se transporte de un idioma a otro la significación pura y simple del enunciado. Por eso. en la mayoría de los casos, las transformaciones que experimenta un enunciad-o lingüístico al ser traducido implican una pérdida de posibilidades lingüísticas en los diversos planos del lenguaje. Tan sólo en casos muy raros, esa transformación puede significar también una ganancia. Pero aun entonces sigue siendo verdad el proverbio italiano. Pues, al fin de cuentas, en esos casos no se trataría tampoco de una traducción <•fiel)) del original. Y a la traducción habría que calificarla, en sentido riguroso, de «traidora». Por decirlo así, toda traducción comete necesariamente una traición, sea contra la lengua de salida, sea contra la lengua de llegada. En efecto, por un lado, la traducción debe esforzarse po-r alcanzar la mayor congruencia estructural posible entre ambos idiomas, en los planos fonológico, sintáctico. -semánti.co y pragmático. Por otro lado, la diferencia entre la lengua de salida y la lengua de llegada y la multiplicidad de los planos lingüísticos, que sería casi imposible trasladar, todos ellos y a la vez. a una equivalencia estructural, permiten alcanzar sólo de manera aproximada el objetivo apetecido. En su aspiración a sustituir completamente el original por la traducción, el traductor lo único que puede ofrecer es un sucedáneo del original. Le queda sólo elegir entre dos tipos fundamentales de posibilidades, teniendo ambas que efectuar raspados en el ideal apeteddo de conseguir la mayor adecuación posible en1re la lengua de salida y la lengua de llegada. De los dos tipos de traducción, uno, el denominado de equivalencia formal en la teoría de la traducción 1 , se orienta más intensamente hacia la forma lingüística del original en la lengua de salida. y trata de imitarla en la sucesión de las palabras, en la sintaxi5 y, en la medida de lo posihle, en la sonoridad y la fonología de la lengua de llegada. En cambio. el otro tipo de traducción, el de la equivalencia dinámica o fun· cionaP-, se centra en el efecto pragmático que un enunciado lingüístico de la lengua de salida trata de causar en sus oyentes.-lec1ores-receptores. y se esfuerza más que nada por reproducir ese mismo efe<.io mediante los re1 E A_ Nida. Tawncd ~ ><<e~ce of lr•ns/o/IOJ>, Utd•n 1%4. "<'aso ademlol J Gn•lka. H.l' R."~' (rl>.., ) ¡¡, Ul>m·rl<~n~ dFr H•brl. !o.~Au},. drr Jl.,n/ng._., tl•elef~ld l'll:l'; ~ 1\ Noda. Ch R. TaOCr LD. rraJucc'~" le&ri~ y w~c,.ro. M•dnd l1R6; L Alo~><> Schókd. """n-orL cursos de la lengua de llegada. Si estos dos tipos posibles de traducciones se consideran como los polos opuestos de una escala, entonces las traducciones existentes se situarán en dicha escala según la cercanía o lejania de cada uno de los polos opuestos, sin que ello signifiqu-e valoración alguna de la traducción de que se trate. Conforme a la explicación que acaba de darse, la traducción alemana Die Gute Nachricht, una traducción de la Biblia inspirada en la traducción americana Good news for modern man pero realizada por un equipo de teólogos alemanes sobre la base del texto griego, persig~.te este fin de ofrecer una traducción basada en la equivalencia dinámica 3 . Habría que incluir también en esta categoria la traducción libre (Übertragung) de Jórg Zi:nk del Nuevo Testamento. Este último traductor parte de la hase de que «ha pasado ya el tiempo en que una traducción literal del Nuevo Testamento pudiera ser entendida por todos» 4 , y por eso, en su versión, trata de desvelar «el texto antiguo tradu-ciéndolo con ayuda de expresiones libres, describe por medio de circunlocuciones el sígnificado de las palabras difíciles que no tienen equivalencia en alemán, y suaviza las fónnulas demasiado densas traduciéndolas por frases de mayor soltura,,-~. En el otro extremo de la escala se hallan traduccio· nes como la de la Patmos-Synop:,·e, que se fijó como programa «seguir fielmente el texto griego» y que debe incluirse en el tipo de traducción basado en la equivalen· cia formal: «Las mismas palabras del original son tra3_ f},~ Gu" N<U:!Jrlch• Du fl,f>e-1 •~ ~euJ~em D<~bt·ll. '~· pr>r 1•• Sooulad<s Bibl 1ca, <¡olólicas} prot.,;<>nte> ~""' loo; p-a1se1 de ~~~~"' aleman~ ~Mt~art 191!1 (A:m d mmno mtmo. la, '"-'a~J""'=• Blblic'--< Un .J., ha~ patrocinado tarnbl~n -u~• ~~r.,ó~ castdlan~ J'<'n,..J~ espcciaJmeOlte ¡t.>M d loc>or la•in.oantem-•no u,.,, ~aM• ~~¡·. 1'179 4 IJa> -'"~"' T•.ram~m. tta~ •le m de J ZOni ~'"''~""" 191~. j_ 5 lbid 44 ducidas siempre por las mismas palabras alemanas. Sobre todo, la estructura de la frase sigue muy de cerca la construcción de la frase griega. De esta manera aparecen con frecuencia giros que son extraños a nuestra sensibilidad lingüística» 6 . En algún punto de la escala, entre los dos polos de la -«equivalencia formal» y la -«equivalencia funcional», se hallan casi todas las demás traducciones de uso corriente: la Luiherbibel revisada, la Zürcher Bibef, la HerderBibe! y la Pattloch-Bibel, o incluso la Einheitsübersetzung (o <~traducción -católica-de la unidad>>). Todas ellas oscilan entr-e la intención de ajustarse con equivalencia formal at texto original, y de sustituirlo por una equivalencia funcional para que los lectores u oyentes puedan entenderlo mejor. No podemos detenernos aquí a estudiar las ventajas y desventajas de las diversas traducdor~es en particular, porque se trata de un problema muy complejo. Aunque en la valoración de una traduc-ción entran en juego múltiples criterios, el decisivo es, -seguramente, la situa-ción en que una traducción se va a utilizar. Pues, al fin de cuentas, hay enorme diferencia entre la situación en que se hallan Los lectores privados de la Biblia, la utilización litúrgica de textos bíblicos y el uso de la Biblia en la enseñanza escolar y en la catequesis. En relación con el tema de este libro -la iniciación a los métodos exegéticas destinada a los que no tienen conocimiento de las lenguas bíblicas- las traducciones 6. W. Ln.~twm. D••lortron1<il< ~Md tht<>!ogv;c~e Eig~'""' d<r •y~opri>clom l'•·~n~•l""· en F_J S<h•er<e. P~1mo.1 .~)"Jmps•. Du=ldorf 10 19Sí. 16- A ~>te resp<cto. ha~ ~ue rne~ci"""' l.amb..,n: R. P<:><h (dJr.). !;y.rwptiS<~<> Arb<-rOib"c~ z~ !Un Ewm¡;,li;,n D'" •·ofl,¡¡_,d,~~" Sy11opsen "~'~ M<>r~us. nocl> .\l~tthaus. -·~ i~~"'' "'" d~n P~n>ll<l<" "'" tlem Jokamtn Ev~1!gellum 101d <len ""-"lot-~~"""'-'cloe" Ve>glerchsrextell <in<r A..,-wah/ko"""''"""'· Z.r.ch--C<>lomo-U~ter~oh ]\>ti!J_ ""ea"' "m lnen V..S Neue T"'""'~"'· fnmim<or-Ob'""''""!: Gr=~r>ch-lJeu.,~h. !"''E. Dio<z(<ll~n~o<. -~tuttg~n 19fl6. e~calt . F_ Lacu.-a. N"'"" T"'t~­ menJv <IIIUI•n""l ~r¡~o-<'span.ol. Tarrasa lQII4 '""''e 45 más útiles son las que se acercan al principio de la «equivalencia formal», pues tales traducciones. «pretenden ofrecer un sustitutivo del texto griego (y hebreo) al lector que no domine la lengua griega (y hebrea): un sustitutivo que pennita realizar aproximadamente las mismas operaciones que el escriturista realiza basándose en el texto original» 7 . Si para nuestros trabajos exegéticas con los Evangelios se recomiendan principalmente la Pmmos-Synopse y el Synoptischt: Arb-ei.tsbuch zu den EvangeJien, que se utilizarán como base textual, será preferible escoger para las dcmá.s partes de la Biblia las traducciones que se ofrecen en los comentarios bíblicos, porqt~e en general tales comentarios se proponen realzar el texto original y las intenciones originales de los autores bíblicos; es decir, se trata esencialmente de una traducción orientada a la ;;(equivalencia formal» 8 . l. P Bct<. O~'"""~~g.•pmble""' ¡,¡,., "~"'~'"'""'",¡"~'~ Tw~n ~nJ ihre Ji<UokMcM R<- I<V<lllz. Culo:nia 1'11!1. 100 ,,,,,. in<d•la) ~- bn e•¡>;~n<>l ~ay doo ""'~P';, paca estOOo"' e<e!"ttiw> Jc los E-.ng~l"'" J. Alonw LJfO<. A. Sán<~~l·Ferrero. E>""t~lw yevungci~>~Us. Las 1'"'1'''"''"""' d•l=rr.' prime"" Evom¡o;elrru m smopsiS. Madnd l%<i; P. BcrK>U. M E_ Ro.>osrn~nl. J L Ms.JiHm, SuwpsiJ" de los '"<'~ro .Ev""''f'i'"'· Bolba<> 'l\lll7. En cuan t.-. a «.>mcnt•lios en e.panol. podernos citar a rirulo me· nmenle oroentall~~ el Com<n!dru> de Roru~on~ .,¡ III~<Vo T """""""'' ~ ,.,~, • Herder, Bar.oelmm 1967ss. 46 3. Los métodos exegéticas 3.1. Texto, coherencia, t"Structura, significado y función 3.1.1. ¿Qué es un texto? Ya en las reflexiones precedentes hemos tenido que recurrir al uso de términos técnicos, porque la exégesis bíblica, lo mismo que cualquier ciencia, tiene su tenninología especializada. En parte, esa terminología coincide con la de otras ciencias. Algunos conceptos especializados nos resultarán ya conocidos por el estt~dío de la lingüística y de la literatura. y habremos aprendido ya su significado técnico en los estudios de bachillerato 1• En la -ciencia es 11ecesario el uso de lenguajes especializados, porque estos lenguajes consiguen expresar conce()tos. de manera clara y di<;linta y permiten entenderse brevemente sobre determinadas realidades. Por este motivo, en el marco de una iniciación a los mée<"" l. La c>iric~ u~r"ul, por ~jemplo. m< tOO o~"' no se aplica sólo en ""'!!"si< bil>lira Tod:H ¡., 01cnc"'' que"" dedican .al os<udiu Je Jo litor"tu>~"" bollan ;mte el ~rob~rn~ de """""P"'" hailor el"""' noi~n•l "~rt~'""· >"1'"' eS<~ '"An lamiliari>-"d.<.s oon el ~~ ,;,¡.,.. 1cotl"al. l'"oT lo demos. mando en nue<tr"" ~eneJ<ione< "'br~ el problema ~e la '"<iu.odón utilll..llmos ]..., ounceptos de""''"'"'· s:'milnllc~) P'agnw.,co. cll•> npresrun<> e>t.in torn .. d.,; óo lo terminolo¡;<a ~•l"'•,~li>.Wa ~' 1~ lin~uf«;.,. ~ la ftlolnMI• 47 todos, llay que detenerse a estudiar algunas dcfioiciones y distinciones más que :son de importancia fundamental y que sirven para ordenar bien los conceptos, pero evitaremos adentrarnos demasiado en la espesura tecnológica del lenguaje especializado. ¡Es más fácil decirlo que hacerlo! Po; de pronto, al designar la palabra «texto» el objeto fundamental de toda exégesis, el lector asociará seguramente con esa pala Ora el concepto vago de que se trata de una -cosa escrita. Pero ni yo he dicho con la deseable exactitud científica ni mi lector ha entendido lo que es pn1piamente un texto. Una ojeada a un diccionario especializado nos -enseiiará. ademá.~. espcciali~tas no se ha decidid() aún lo I.JUe es un h~Ato: ~Err la.lingilí~tic.a. se dan divcr~as definiciones de qué es un texto, según se tome oomo b.a5e una QfÍentación Qntológil:o-esendal, funcional-intencional, de inm;;nencia te;.;tual, de analítica de la comunicación, o de t-coria de la ac~ión y de onentación al acto verbal»- 2• «;Es la voz de la jungla la, pcn~ará el prmctptante. lJUe en la polémica emre Por tanto, no me queda más remedio que intentar dar una definición que abra a golpes de machete una vereda en la espesura, aun a riesgo de que, lo que yo creo que es un desbroce didáctico, sea considerado por otros un de!imomc completo desde el punto de vista científico. Así, pues, entiendo por 1exto (en latín, textus = «tejido», productos «textiles») una enunciación lin¡:üística coherente y e.~tructurada que se halia, al menos relativamente, tenninada en sí y que se propone un efecto determinado. Examinemos ahora si, de acuerdo o;;on esta definición, el siguiente ejemplo es un texto: «Rte/ Francisco Martínez, Así escriOe el Sr. Martínez en el reverso de sus sobres, y añade el nombre de la calle, el número de la casa, el código postal y el nombre de la población. (Para simplificar las cosas, omito todos estos detalles en mi ejemplo.) 3.1.2. «Cohenmte y estructurada» En un primer paso, reconozco que la enunciación lingüística consta de tres partes. Para eso no hace falta que yo entienda todavía su significado. Para reconocer las partes, basta que me fije en las mayúsculas con que comienzan cada una de las palabras, en los signos de puntuación y en los espacios entre las palabras. Es decir, basta que me fije en caracteristicas puramente fo-rmales. Éstas me permiten ve.r, además, que la cesur.a entre -«Rtel» y «Francisco Martínez» está marcada más intensamente que entre «Francisco» y «Martínez>). Porque en este último caso la cesura o corte está indicada únicamente por el espacio entre las palabras y la mayúscula inicial ~<M» con que comienza la palabra «Martínez». En cambio, entre «Rte/» y «Francisco» hay una cesura mucho mayor. No sólo hay un espao;;k) vacío y no sólo la palabra 'Siguiente, «Francisco», comienza con mayúscula, sino que además hay una barra (f} como separador. Por consiguiente, <<Rtc/)>, considerado en todo el conjunto, constituye más intensamente una unidad que -cualquiera de las otras dos palabras «FrancisCO>> y «Martínez». No establezco, pues, divisiones arbitrarias, sino que en mi disgregación del texto en partes o segmentos (segmentación) he tenido en cuenta criterios, características distintivas o señales estructurales, por las que me oriento 49 y que me permiten conocer las primeras conexiones entre las partes, así como también sus mutuas supraordenaciones (carácter principal) o subordinaciones. Esto se confirma en el plano de los significados, es decir, en el plano semántico. En efecto, en el plano semántico, es decir, de su significado, la palabra «Francisco» tiene conexión con la palabra «Martínez», y viceversa: El nombre propio «Francisco» efectúa una selección entre los que comparten el apellido «Martínez»; y, a su vez, el apellido selecciona entre las numerosas personas que se llaman de nombre «Francisco". Una de las partes define siempre con más precisión a la otra, limitando su significado. Las partes tienen coherencia, dependen una de otra como los eslahones de una cadena. Asimismo en el plano semántico, además de la coherencia de las partes, se descubre el carácteT pTinc:ipal y el caTácter subordinado de las mismas, es decir, su estructura (semántica). Por ejemplo, la abrev1atur.a «Rtel», oomo indicación del remitente, es un elemento que e~tá ~upraordenado a los otros -dos. Se refiere a la persona designada por su nombre y apellido, como si, por dedr!o as!, estuviera delante del paréntesis de una fórmula matemática: ese paréntesis que une a Las otras dos partes y las constituye en unidad: «Rtel (FraTI<:Ísoo Martínez:).» Por consiguiente, las partes no sólo tienen coherencia unas con otras como los. eslabones de una cadena, sino que con~tituyen una estructura más o menos complicada de carácter principal y de subordina-ción, están enlazadas para formar una red o «tejido>> (texto) de relaciones mutuas, es decir, constituyen una estructura. Gracias a esa estructura, las palabras y frases constituyen un conjunto uniforme con significado totaL 50 3.13. «Que se halla, al menos relativamente, terminada en sí y que se propone u.n efecto determinado» No utiliza uno el lenguaje para hacer -oorno quien dice- palabras. Cuando uno habla o escribe, pretende con-seguir algo en el oyente o en el lector. El señor Mar· tínez escribió en el reverso del sobre la mencionada enunciación lingüística para que el destinatario de la carta -supiera quién era el remitente y pudiera contestarle, si fuera necesario. Para ello, tiene que entender el texto en su significado (semántica), y al mismo tiempo debe saber qué efecto va a causar la indicación del remitente en el destinatario (pragmática). Tan sólo cuando se comprenda el significado y la función-es decir, el texto en su aspecto semántico y pragmático--, se podrá juzgar si la enunciación lingüística está -<:<terminada en sí» o ..relativamente tenninada en sí», como el texto que hemos ofrecido en nuestro ejemplo. En efecto, ese texto se halla integrado en el conjunto de un texto mayor y, juntamente con la indicación del destinatario (la dirección de la carta), constituye el contenido normal del sobre de una carta. Y. sin embar_go, se trata de un umjunto «relativamente temu nado en sÍ», porque, por ser ind1cación del remitente de la carta, ticm: ~u propia función pragmátlCa, d1~tinguible de la ind1cación del destinatario- Por eso, podemo-;¡ de,]indarlo de lo que lo rodea; es dc.:ir, podemo5 deteTmimn dómle comiem:a ~· dónde termina. Scgím nuestra definición. el ejemplo ofrecido es un «ICX!O». Aunque, por la integración, sea más exacto decir que se trata sólo de un «texto parcial», la propia función pragmática --dar a conocer al destinalario de la carta quién es el que se la remite, para que él a. su vCL pueda también escribirle- impide que sea una «parte del tex51 to», como es --por ejemplo-- parte integrante del texto de nuestro ejempl-o lo de «Rtef», considerado en sí, o como lo son «Francisco» y «Martínez» considerados aparte o juntos. Estas parles o liegmentos del texJO no tienen función pragmática dentro del texto de nuestro ejemplo, sino que únicamente sirven para -constituir, juntamente con otros, la totalidad del texto en su aspecto sintáctico y semántico. 3.1.4. Resumen En lo esencial, he desarrollado hasta ahora metódicamente tres procedimientos diversos. He descompuesto en sus partes un texto determinado, y luego he r~com­ puesto esas partes, para ver -en el plano de la sintaxis y de la semántica- cómo se conjuntan, en su sucesión, como partes coherentes de una sola estructura. He procedido analítica y sintéticamente. Finalmente, en el plano de la pragmática, lle tratado de determinar la función del texto. Gráficamente podremos representarlo así: l. Segmentación Francisco Martínez b Rtef ' ' 2. Descri-pc~"6" de b +< coherencia y estructu.ra a (b + e) 52 + 3. De-slinde y definición de la función r- (coneJuó ") (textu.m) 3.2. Sillcronia y diacronía Vamos a hacer con el texto- de nuestro ejemplo un pequeflo experimento mental. Imaginémonos que el remite estuviera en el anverso del sobre, en el lugar en que normalmente figura la dirección del destinatario. La nueva -situación del texto no afectarla a nuestra segmentación del mismo. Desde el punto de vista sintáctico, «Rte/» continuaría ostentando el carácter principal con respecto a las otras dos partes del texto. Tanto sintáctica como semánticamente se conserva la coherencia de «Francisco» y «<Martínez», tal oomo se ha descrito anteri-ormente. Sin embargo, el significado de «Rtc/» se habría oscurecido, porque no se ajustaría ya a la nueva función que el texto adq1.1iere por el hecho de no funcionar ya como remitente, sino como señas del destinatario. Con una -comprensión puramente descriptiva de las partes del texto -es decir, con una comprensión que describa lo que existe de esas partes, en su coherencia y estructura, tal como lo habiamos hecho basta ahora.llegariamos al final de nuestros recursos, o por lo menos a emitir el juicio de que se trata de un texto absurdo o inoomprensible. Y, no obstante, el servido de correos habría sabido entenderlo, casi con seguridad, en su significado y función. Yo mismo lo he podido comprobar. Hace algún tiempo un amigo francés me e-s-cribió una carta en la que mi remite aparecía reproducido literalmente en el lugar destinado a las señas o dirección del destinatario. Y la carta en cuestión llegó <1 su destino. No hace falta ser un Sherlock Holmes ni tener la -sagaci.dad de un veterano funcionario de correos para reconstruir paso por paso el proceso que co-ndujo a escribir así esas señas disraratadas. Habrá que distinguir, 53 po.r lo menos, dos situaciones que se producen sucesivamente: 1) A unos amigos franceses les escribo una carta, con mi remite habituaL 2) Mis amigos franceses comprenden sólo en parte la indicación del remitente, es decir, oomprenden mi nombre y ape-llido, pero creen que lo de «Rtel» es algo así como un título académico, o la abreviatura de un primer nombre propio, y por ello me envían una carta en la que reproducen exactamente como señas el remite de lacarta que yo le-s había enviado. Con la explicación de cómo surgió históricamente el texto que tengo ante mí como señas del destinamrio ha quedado aclarada la oscuridad semántica en tomo al significado de •<Rtel». Está ahí como residuo incomprendido de una situación de uso anterior del texto. Queda como residuo, en virtud de un malentendido. Esa explicación histórica no ha logrado ningún significado nuevo para la parte de texto «Rte/>> en su contexto actual (las señas de la carta), pero ha explicado de manera bastante plausible: su presencia allí. Por consiguiente, en el análisis de textos se pretende descrihir un texto en el estado concreto en que actualmente se encuentra, por lo que respecta a la coherencia, la estructura y la función: es decir, por lo que respecta a su forma; esta perspectiva se diferencia de los intentos de explicación que tratan de comprender y presentar el estado actual como estado- final de un proceso histórico. Utllizando !a tcnninología creada por el lingüista ginc· brin-o Ferdinand de Saussure (1857-1913), diríamos que el primer modo de ver las cosas que descrihe un estado a~;:tual es una perspectiva sincrónica (sincronía = simultaneidad, del griego syn =al mismo tiempo; khronos = tiempo), mientras que se sugiere la denominación de 54 perspectiva diacrónica (diacronía, del griego dia = a través de~ khronos = ~iernpo) para un modo de ver las cosas que dé una explicación histórico-genética de un estado- actual. El punto- de_partida para una explicación diacrónka lo constituye siempre una situación de hecho que no puede expli¡;arse sincrónicamente. No se escoge a capriclw el orden de sucesión entre la perspectiva sincrónica y la perspectiva diacrónica. En efecto, antes de que nos preguntemos cómo algo ha llegado a ser (perspectiva diacrónica), hay que preguntarse cómo es algo (perspectiva sincrónica). Con la sincronía y la diacronía hemos adquirido dos conceptos fundamentales, incluso para el sistema del método exegético. Lo mismo que en nuestro ejemplo, vernos que también en exégesis hay que distinguir entre métodos descriptivo-sincrónicos y métodos genético-explicativos, es decir, diacrónicos. Los estudios sincrónicos preceden siempre a los diacrónicos'. Estos últimos intervienen con sus intentos de explicación, una vez que se ha visto que la descripción sincrónica no basta para explicar plenamente la realidad de un texto 4 . 3, 0 5<-r~ m.en oa<~alklad q~•- en 1• ~i"o"a de: l:tS cicrlCJas n..uu rak>. ol '"'"'" Carl von ün<>< (1707-1778) id<.r• <1 qL,.umn del a notuTak""~P-<''"~~..:rilt" yd•sificar • ¡.,. •nmtales el'"'"'"'"'' y plan••• ~1en ~;o<><"-"'" <k qL>< ('harl"' Da!Wm (l8Q9-IB82) ~m~r<n~'~" lo lar'' de P'""""''' el •<>rig~~ O< 1~• ~•rec•e<• como rc>uir•do oJc un ~""""' ~"olutlvo de la hi>tario nawraJ• ~u< \ambié~ en la h11ton• 11< 1" <><ncoa la ~ncronia t"ne pnorul¡¡d '"hre la p.,= diacn:mr•- 4_ Y, asi, el mir 011o d' la educa <le las fonn•> po<:<k "'""'d~rar-<e oomo mttoda smcronioo_ Por el"-'""""'· ~>tán dctcrmm•d"" d>acmnlcamcn[C la <nrl(~ 1/Jn~rw y, ll.a<adw; ~n ella, la ctftka d~ las tr<>~li<i<'"" y Jo urrico de /,¡¡sfr«:nrr>. pm un l•do. r la crU.c¡¡ Je lo redoc<t<>n y .;, la "'""P'"" ..;n. ror d otro La r:ri/~e~ Je lo> •lugaus dt la lr•dicio~. q~< dttotm""" e m•c•trga malm•i<• n<u~:odo>. r la cciuca dt /ru gtmro '· que "' '"'"P" -Uc ~•tru.:­ turas acuñadas. """ ramhi~o métodos do ~nen\Oco<\n diawlnoca. En c•to ,..nti<lo ,.. t>U~de hablar r~ml>lén d<: ~Uro<~~ ~e la. tr..Joc.,ne•. de la rcdaruón. ~e lo:\ Ju~a'"' mmune'" <k: la tn>do:oln ) OC loo !)énew>. pe<n deboero C"'Jtarst el .:oru:~pto, tan cmn~n\e ante>. de -~i•tar ra <""'"""' de lar> !<>rm"'"• ( ~"'"'li'"clticht<) _por.¡¡ue ~ <l>acronla_ •J'<"·" dr<t>ngL>< en\ re ~nero y forma )' <OIN: "ncro- nío 55 3.3. Método sincl'ónico: cl'ílic-a de las formas 3.3.1. Texto, texto parcial, parte del texto La critica de las formas -también llamada morfocrltica, o método morfocritico-- trata de comprender cuál es la fisonomía individual y personal de un texto determinado. Está orientada sinnónicamente. El objeto de una descripción crítica de las formas, de una descripción sincrónica, es un texto dado, es decir, un texto terminado en sí y con función propia, por ejemplo, un evangelio, o un texto parcial integrado en un texto, relativamente terminado en sí y con función propia y diferenciable, corno por ejemplo el relato de un milagro. En adelante, utilizaremos en general para ambos casos el concepto de «texto». En el primer paso hay que hacer la segmentación del texto, o del texto parcial; es decir, hay que dividir el texto en cuestión según determinados criterios en sus elementos o partes. Cuando -se trate de textos parciaJes habrá que efectuar un deslinde provisional para separarlo de lo que precede y de lo que sigue. En un segundo paso se describirán la coherencia y la estructura del texto, o del texto parcial, es decir, lo-s elementos de que se com¡Kme dicho texto, y se examinarán entonces las llamadas partes del texto, viendo la oonexión sintáctica y semántica que tienen en su sucesión (coherencia) y la relación mutua que guardan en su textura (estructura), y que de esta manera hacen posible el significado (semántica) y el efecto (pragmática) del texto5 . 5_ Cu&n<JQ e~ OC115!0n<> >e ui»«n<an ruptur;;s <le la ooher~J\Cla -e>~'"''. arte,.._10 no:s deJa <al-""''"'"~ <e<tual • le on~na• en«>no:• l.a bas< del P""""d"m~nlo <liacr-ómco· la crl,.ca ilfmm~. Peroó-st.a. en l~~>elual ¡....,de l>ln~e•tlgonón. ~ek IOda~i• d=arl•""· E~ la cril>ca El primer paso -es decir, la segmentación del texto- podemos -calificarlo de analítico, porque mediante él se disgrega en sus partes un conjunto dado. El segundo paso habría que verlo entonces como sintétioo. Las partes del conjunto se contemplan en su dependencia mutua. 3.3.2_ PTeparación de la segmentación de un texto Lo mismo que en el ejemplo del texto utilizado hasta ahora. para la -segmentación de textos bíblicos, o textos parciales bíblicos, necesitamos determinados criterios. No son apropiadas para ello las divisiones en capítulos y versículos, que aparentemente cumplirían esta misión. Como es bien sabido, tales divisiones fueron añadidas más tarde y se haUan estructuradas casi siempre de manera muy arbitraria. No son más que una red de coordenadas que, sin pertenecer al texto, fueron superpuestas al mismo de manera mecánica en el cui"SO de la transmisión textual. Pueden prestar buenos servicios a nuestra labor exegética, pero no nos eximen del trabajo de disponer adicionalmente el texto de forma que aparezcan claramente su conexión y estructura, o estructuras, en los diversos planos del lenguaje. La actual red de coordenadas, con su división en capítulos y versículos, hace frecuentes cortes arbitrarios en elrexto y, además, su malla es demasiado grande para pennitir trabajos minuciosos. Para utilizar razonablemente la red, se reoomienda que, antes de la segmentación propiamente ""'1"' f~nnas h~y que ooou:dor ~1 L<~<<>. duran,.. el ma~<>r tiem~ poo>blo. un anticip<> ~. oonfimza, J>I'Dóllndo ~L>< '"<Oherenle <> rongn><n<e. es <lea>. M.pble. En<[""'"· la de.oon· ~ P« pnnapo<> es a.qu• malo""'"""''~'"· aun~ue M"" laOel>e <11Stltulr por una oonfulllZ..I ingenua )'" pe.r¡u<l~t:~al. La c"rit.,., t. .. raria queda sólo aplazada. no de"'-'rtaoJa. 57 dicha del texto, se proceda a reducir su malla y ajustarla mejor a la naturaleza del objeto, copiando a mano el texto y escribiéndolo en líneas separadas, como los versos de un poema. La división en líneas debe hacen~e tomando wmo norma no sólo cada oración principal, sino también -carla oración subordinada. La regla genera! es que en cada oración prmctpal o subordinada hay selamente un verbo. Se dehen escribir también en lfneas separadas 1~ unidades de emuu:iación que cumplen en sí mismas una función completa, como son los vocativos, las interjecciones o los diversos elementos de las enumeraciones, a menos que estuvieran enlazadas con otros para formar un par o un¡¡ tríada. Por el contr.ario, no deben separarse l.as oonstru1;1;iones subOidinadas de infinitivo, porque no entran dentw de l.as unidades de enunci<Jctún completas en sí mismas a que antes nos referi.amus. Práctkamente hay que proceder de manera que, conservando la numerao:;ión de lo~ versículos, se s.eparen entre sf las oraciones pnncipales, las oraciones subordinadas y las unidades de enunciación, lo mi~mo que se escriben reparados los ver:sos de un poema, enumerando de forma segulda cada línea hasta el fmal del versículo, y designando las lineas püT medio de las letras a, b, e, etc. Cuando hay incru~taciones, es derir, cuandQ una oración o una unidad de enunciación 'l"eda interrumpida por otra, para ser reanudada luego, entonces puede designarse claramente la incru~tadón añadiendo nú.meros a las lctm~ minúsculas (a,, a2 , a,, etc.). Lo aclararemos mediante el ejemplo siguiente: Le 18,9-146 . 9a a1 a lOa Dijo también para algunos que aodahan presumiendo de ser jllStOS y menospreciando a Jos demás esta p:uábola: Dos hombres subieron al templo paTa orar: b El c¡cmplo o.rá wgwdo 1"""1{. S<h,.<J:zcr. Wo.an r<d~n d~ F~'X~'~"' Z"m v~,.wml· "'-' dotr f.<f"(m o.U "m<llend~r~nd !Ud''P~"' W¡¡;m•schafi. oTI.eologisdt" 0uOI1•bchl"lfl• 164 (1984) 3.. Soye<>nsc:.,nt~ do qe>< la> propucow qL>< alll"" ~'""""en relación coo elt~<!O o:mgin•l. no"' ¡mo~cn tr•utsfenr <in modoftC.CJQDC> ol texto de una tro<iuo.;ión • nL>e>tra lengua Así. 1''" OJOOJplo. en ¡.,. trii<lucciones al.,mana.< 'f'<'"'""" con tr=-encia .oomo b e tia b -e d e f _g b !2a be 13a el uno era fariseo y el otro publicano. EL fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios! Gracias te doy, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injw;tos, adúlteros, ni tampoco corno ese publicano. Ayuno dos veces por semana: doy el diezmo de todo lo que posen. El publican o, quedándose a distancia, no quería ni levantar Los ojos al delo, sino que se golpeaba el pecho, dictendo: ¡Oh Dios! ¡T~n misericordia de m[, que soy pecador! Os digo que éste descendió a su casa justificado, y aquél no; porque todo el que se ensalza seiá humillado, d pem el que se humilla será. cusalzado. b e d 14a b e 3.3.3. Segmentación del texlo El texto se encuentra así dispuesto de tal manera que podemos proceder a deslindarlo y segmentarlo. Ahora bien, la segmentación no puede efectuarse arbitrariamente, sino que debe ajustarse a criterios, a indicios que aparezcan en el texto mismo, a los llamados divisores del texto, que indican dónde hay que hacer una cesura y dónde no hay que hacerla. Estos divisores o señales estructuradoras del texto deben ser translingüísticas, porque trabajamos con una traducción; es decir, no deben ouaon•• princtpales y oL>to<lniJn.oda• ¡., oegUn H. SchW<:izer. no deben ,..1"''"""' parttctpoO> y la. oonotru.cciono:s de infonotivo. <[U<. Y, oomo oonsecu<T\Cl~ O: elbo, aroreccn en lino:,.. llp<Oo1< Vemos <>Ira veo GU< ""' troducdón o:s u~"''"""' en <aso O: u<gcnou, un paliativo. 59 tener aplicación únicamente al ámbito de una sola lengua, sino que deben trascender la lengua original del texto y ser aplicables también a su traducción a una lengua vernácula. Sin que pretendamos ser exhaustivos, presentaremos a continuación algunos de esos divisores o señales estructuradoras de un texto. 3.3.3.1. Divisores del texto en textos narrativos Según el texto de que se trate, estos divisores pueden ser muy diversos, aunque algunos rle ellos aparezcan en todas las clases de textos. En textos narrativos, erltre los que detx incluirse el ejemplo de texto antes citado, son de particular importancia las señales de estructuración temporal, de representación espacial y de constelación de personajes, el cambio de hablantes, así como también los progresos qlle se realicen en el eje de lo-s acontecimientos narrados. En todo ello, las indicaciones de tiempo y lugar tienen particular importancia para la estructuración del texto, pues «en textos narrativos, eJ ámbito represcn tado de objetos y hechos se caracteriza por estar referirlo al espacio y al tiernro ... Es importante sobre todo el transcurso del tiempo; los cambios de lugar, enlamayoría de los cas-os., representan sólo un papel en conexión con el transcurso del tiempo" 7 . En las indicacio4 ne.r; temporales, se puede distinguir entre «señales ePisódiCaS o iñCldentales», por medio de las cuales «el transcurso de la acc~ón se representa como acaecido una sola 4 7_ E. G~li<h. An.Wtze '" e~m' Aummrm•A<!1lOJt5()'<UM1i«~n Eruú.IIH«<,..IJ"' '""' llmpi<-1 mWtd/..:M' ""d schnfilu_·i!<!r Enf1hll<Xrt}, •Z<:its.:~roft fPr Lilcraluno¡"""""ha!t und Li~g'-li­ !'tih B.eikf1~ 4, EnO-ll.lfof'l<hun~ l. ed. f>O• W. Haubnchs. """"~ 1976. 242. vez», y «Señales iterativas, que caracterizan la repetición del transcurso de la acción» 8 . Las señales episódicas ..:se pueden dividir, adem.ás, en señales de partida y señales de sucesión, según que la señal episódíca indique el punto de partida del transcurso de una acción o se refiera al período designado por la señal de punto de partida»9 • En consonancia con ello, se pueden diferenciar también las indicaciones espaciales. Y, así, hay indicaciones cornrletas de lug-3r, en las que se registran localidades detalladas, y lugares que plleden ser el punto de partida o la meta de un movimiento. Asimismo, l-os cambios en la constelación de personajes de la acción o de fig':'ras de__ lf! m_isma tienen para el texto función cstructuradora y se cuentan, por tanto, entre los divisores del texto o señales de estructuración. «Esta señal se da cuando, por ejemplo, aparece una nueva persona, o cuando una persona no participa en la acción de un text-o parcial, o también cuando la acción --en los diversos textos parciales- tiene como punto de partida a diferentes personas» 10 . Hay que añadir otras señales. Por ejemplo, el comienzo y el final del texto de nuestro ejemplo están caracterizados por introducciones al tJj§_q!Lrso. Al principio, el narrador presenta a Jesús como narrador de una parábola, por lo demás sin mencionar nominalmente a Jesús, es decir, sin nomi1Wlización, indicio de que no existe aquí un comienzo absoluto del texto, en el cual el narrador tuviera que presentar a los personajes de la acción, sino únicamente un comienzo relativo del texto: el comienzo que es propio de un texto parciaL Al final, mediante una nueva introducción al discurso (v. 14a) R. !bid., U3 9. lbidcm. lll lbid<m. 61 efectuada por el hablante Je-sús, se marca el final de la narración (v. 14b} y su comentario por Jesús (v. 14c + d), deslindándolo-s así de la narración propiamente tal (v. 10-13) de la paráboia. A propósito de la estructura-ción interna de esta parábola, nos llama la atención el que falten por completo las señales de estructuración en el tiempo. La narración es, en cierto modo, una parábola de validez atemporal. 3.3.3.2. Divisores del texto en textos argumentativos, retóricos y poéticos No hemos agotado, ni mucho menos, el conjunto de señales divisoras del texto en rela-ción con nuestra parábola. Sin embargo, éstas se hallan, inadvertídas hasta ahora, dentro de una parte del texto que se encuentra incrustada en el texto narrativo circundante de la parábola, pero que debe atribuirse a otra clase de texto. Por ejemplo, la parte de texto que sirve de final al texto de Le 18,9-14 consta de una introducción al discurso, con la que el hablante Je-sús acentúa especialmenla parte final de -su discurso --«Os digo que ... - y de la parte final narrativa, así realzada, de la narración parabólica -«Éste descendió a su casa justificado, y aquél no,.._, así como también de la observación comentadora que sirve de final a toda la parábola: «Porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.» Esta observa-ción final, por su función comentadora referida a la totalidad de la narración, se deslinda de la narración. A e-sto se añade el hecho de que, por su estructura de paralelismo antitético, adquiere cierta independencia como segmento propio del texto. 'e 62 De esta manera hemos introducido otros criterios de estructuración del texto, los cuales intervienen principalmente en textos poéticos: los paralelismos de la más diversa índole. A;( como en nuestro ámbhO cultural, por lo menos en el pasado, el paralelismo de sonido al final del verso -la llamada rima- fue característica destacada de la poesía y, juntamente con la división en estrofas y el metro, constituyó la característica estructural más importante de los tex:tos poéticos, así también la poesía hebrea y el griego del Nuevo Testamento, determinado por antecedentes lingüísticos semíticos, disponen del recurso denominado parallelismus membrorum {«paralelismo de los miembros»); el mismo actúa tanto en el plano sintáctico como en el semántico; es decir, e-s una espe-cie de rima de ideas o imágenes en la que dos o más versos sucesivos expresan Jo mismo (paralelismo sinonímico) o algo compl~m~ntario (paraleli-smo sintético) o algo que es opuesto (paralelismo antitético), con paralelismo sintáctico o semántico, como quien dice en «estéreO>). Esta técnica lingüística permite enunciar una realidad repitiendo sus aspectos más diversos, como corresponde a la mentalidad oriental. Ahora bien, el lenguaje poético que ordena paralelísticamente el material de ideas o imágenes, actúa de manera especial como estructurador del texto gradas a la utilización de paralelismos e imágenes. Si ex:aminamos, por ejemplo, el Sal 1, veremos cómo las diversas dases de paralelismo y la utilización de imágenes tienen un efecto estructurador del texto. El salmo comienza con una bienaventuranza, con un denominado macarismo: la Bienave11tu.rado el hombTe .. 63 Luego se define más concretamente a quién se considera bienaventurado. Primero se hace de manera negativa, en tres enunciados paralelos sucesivos, todos los cuales niegan que esa persona pertenezca al grupo de los pecadores: en cierto modo lo-s tres enunciados dicen cosas iguales y, por tanto, deben considerarse paralelismos sinonímicos _ El número tres, como número que es de perfección, acentúa lo perfectamente separada que está esa persona bienaventurada del grupo de los pecadores. Es discutible que exista una intensificación al pasar de un enunciado ai. siguiente, lo que se ha dado en llamar cJímax. Pero, si existe éste, el triple paralelismo intensificarla con más vigor aún el enunciado: b que no sigue el cons.ejo de los impíos, e ni en el camino de los errados se detiene, d ni en la reunión de los malvados toma asiento .. Viene luego, como wntraste, la parte positiva de la definición del bienaventurado. Y esta vez se hace con dos enunciados, también paralelos, de casi igual significado, es decir, por medio de un nuevo paralelismo sinonimico: 2a b sino que en la ley divina ~e complace y subTe ella medit:1, día y noche. Viene después una imagen en la que al bienaventurado se le compara metafóricamente con un árbol: 3a Es oomo ár\Jol plantarlo en lo:s arroyo;; ... La imagen se precisa más, profundizando en los detalles de la metáfora: b que da el fruto a su tiempo y sus hojas no se secan. e Se destacan dos rasgos particulares_ Los puntos de comparación oon la persona a quien se considera bienaventurada son el «éxito» (fruto) y la «estabilidad» (las hojas no se secan); ambos enunciados son también paralelos, aunque uno de ellos realza un aspecto («éxito») y el otro, otro aspecto («estabilidad»). Se habla entonces de paralelismo sintético. Luego vuelve a afirmarse lo mismo, aunque esta vez sin imágenes, mencionándose sólo uno de los dos aspectos expresados metafóricamente («éxito»- y «estabil-idad»-): d e En todo lo que hac-e tiene éxito. Si hasta ahora la mirada se había fijado únicamente en el justo, en este momento co-mienza a hablarse antitéticamente de lo-s impios. Lo sorprendente es que estos últimos, por contraste con el que es considerado bienaventurado (en singular), aparezcan en escena en plural. lo cual nos enseña en nuestro contexto que también el número gramatical puede tener función estructurante del texto. El salmo hace que los impíos aparezcan en escena como grupo. Constituyen, como- quien dice, el caso normal, mientras que el justo, que evita en absoluto (v. 1) su compañía, como singular que es, constituye la excepdón de la regla y es ensalzado, por tanto, como bienaventurado: 4a ¡No así son los impíos! Sin paralelismo, describe también a los «impíos» una 64 65 metáfora que aborda semánticamente dos aspectos que se hallan en contms.tc oon los aspectos del justo descrito en imágenes: «fracaso» y «fugacidad»: b Son como la p.aja. e que se lleva el viento Sin imágenes dice lo mismo el paralelismo sinonímico que viene a continuación: 5a b Por eso, l01> impí-o> no podrán sostenerse en el juicio, ni en La ilsaml:>lea de los justos los errados. El salmo termina con una metáfora expresada en paralelismo antitético, es decir, con dos enunciados que se siguen paralelamente y que tienen algo en común -hablan del camino que el hombre sigue en su vida-, pero que se hallan en contraste el uno con el otro: son los caminos que siguen en su vi.da dos grupos opuestos, describiéndose con paralelismo antitético las diferentes metas a que conducen cada uno de ellos: 6a Pues conooe el Señ-or el camino de los justm, mientra~ va a la perdición la o~encla de Jos impim''. 3.3.3.3. Otros divisores del texiO Además de los criterios de estructuración basados en el tiempo, el espacio, los personajes de la acción, el tema o la acción, la introducción al discurso, el paralelismo y 11 N"' hal>d S<'lrpreo.did<l, d"hn ''" de pa"', que el <..1lmo- oonoO<Ca unicamcnto, • ""' "'l''"'o la alternati•a •impio" o •]U<Io~. y no conmc.1 ~n oemmu """'"' ""'"' ~m~a> m•gnn udo., de [urrnd gu~ n, 1' ..:\lo <loo c-•m•n'" '"'"' '"" ~"" el hom~re d.e.,_, es=ger Por el la locución mewfórica, los textos poéticos nos ponen ellos mismos a disposición, como quien dice, los medios para comprender su conexión y estructura. Pues, con más densidad que en el lenguaje cotidiano, y tamb.i:én que en la prosa narrativa o de argumentación, vemos que en el lenguaje poético los diversos planos del lenguaje, como el sonido, el metro, el ritmo, la articulación, la elección y el orden de las palabras, así como también La sintaxis y la semántica en el plano de las pal.abras y de la fras-e, están reJacionados y se hallan en consonancia unos con otros. De esta manera, el lenguaje poético está capacitado para formar su propio sistema, que goza de gran amplitud para quedar dispensado de las leyes generales del lenguaje y que crea sus propias reglas y leyes, que han de ser descubiertas por una lectura atenta y repetida, pues el descubrimiento de lo desemejante y el redescubrimiento de lo semejante se hallan al comienzo de toda C!eOC!a. Si en los textos poéticos (y también en los textos narrativos y de argumentación) cualquier medio lingülstico puede convertirse ---en el fondo--- en criterio de orden y estructuración, será empresa condenada desde un principio al fracaso el intentar comprender íntegrapar anUtet;oo •Seoior <-> perdocoón• se~~ con don dad la ver.:lodera ra700 d.e e<a altem,.toa nduycntc. o una ce» a u oln Anto d ~""" Dto> '""· la c>J>tcocia humana n~ tor:ne más alternati•a ~ ue el a o.~"io de la •pe<d•<•<'m· an•q"Liaoiota frente al •Señor•. ~ue e< pie nirud d~ vida_ Vcmo5, puc•. guc el dualismo itico del .. Jmo e• prop1ammtc un dual.,mo tek:o]{>goco. e-sd<c.r. un d~alosrno derumcnodo ~""' •~ """"·una que,"' oon;.,l,aoco• oon la< d"" metO>!""¡~¡.,. de: la c<istcncia humona >e la conduela dc:l hombre ante la clccc>én <kl mal "'mono <> dol truen o.m1oou. A~w~ l»en. est<>"" una nttal'l'" literaria ~ue '""<>pondo " ¡,, realidad m i•ma. ~ que hall•m"' n.o ii\lo en el <;aJ 1, "Bo tamb1cn en otras panes cspcclalmcntr en ted"" oon <:Uotcmdt» y funcione> dico-P"oendioo> (~• <km. o•hurl•lr•'-"'l· en fonno &lllarn~ -e"'ue"'a de 1.-.. dn< ca""""'" l'nr lo dema>, e< razonable dtfereoct., e<t~ duoh•mo éttco de un dual"""' fundomentol, óntow u ontu-l<>gico. ~u<. in~cpendicntcmcn te de la llec><ióot él""' del ~om~re y oon ante"ruidao:l a ella, •omele el mundo, Oe<d< la "e'"'""· a 1>n pnocrpio buc"" y a uo f""lOCL~oo molo, que luchan mlr< sí """ud 67 mente esos medios, como quien dice de antemano, sin la lectura de los textos concretos. Pero si tiene sentido mencionar, junto a los medios lingüísticos. ya aludidos, otros medios lingüísticos que aparecen con más frecuencia que otros y que, independientemente de la clase de texto de que se trate, -sirven para ordenar y estructurar los textos. Con seguridad hay que referirse aqu[ a los elementos textuales con que el autor mismo resalta la estructuración del texto, sea que él dé a conocer ya por medio de rftuios intermedios algunas secciones particulares, como Pablo hace varias veces en Ja primera carta a los Corintios, sea que por medio de un re.sumen indique el final de una sección 12 • Cumplen una fun-ción parecida las frases o partes del texto que hacen referencia a la totalidad de un texto como tal, sea que en un texto argumentativo el autor manifieste a sus lectores la intención que tiene al escribir la carta -como por ejemplo en lTim 3,15: +<Te estoy escribiendo esta carta .. para que sepas ... - , sea que en un texto narrativo el autor o un reelaborador posterior comenten su narración para señalar al lector cómo debe entendei" un determinado rasgo particular de La narración, como ocurre, por ejemplo, en Jn 21,23: «Surgió entonces entre Jos hermanos este rumor: que el discípulo aquel no moriña. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: "Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? ¡Tú, sígueme!"» Esas frases no son parte de la argumentación o de la narración del texto de que se trate, sino que, en relación con los textos en que aparecen, se hallan en cierto modo la 12 No ""'" releri"""" coo ello a loo 1ítuloo int~que <1 uadlxoo-r imsena para facilitar E>oo. ti10Ilos no ~rten«:en."""" e> otmo, ol t<:J<Io que Oay q.,. interpretar. ~uturn. 68 en un metaplano, convierten en cierto modo el tema al texto en que aparecen, de suerte que podemos denominarlas frases metana"ativas o metaargumentativa.s. Entre tales frases se pueden contar también las fórmulas de citación, que introducen una dta o una tradición haciendo referencia a su carácter de cita. También ellas, lo mismo que la tradición citada, pueden Uamar la atención sobre un lugar de transición que sea importante estructuralmente. Así, por ejemplo, la fórmula de citación: «Y sin lugar a dudas, grande es el misterio de la religión», de 1Tim 3 ,16, que introduce como confesión tradicional de fe el himno a Cri-sto que sigue a continuación, se haUa, lo mismo que el himno citado, en un lugar de la carta que es muy importante para comprender La estructura del marco epistolar. Los titulos intermedios, los resúmenes, las fórmulas de citación y las frases metanarrativa.s o metaargumentativas tienen una cosa en común, a saber, que son, en cierto modo, e~ementos del escenario teatral en el que se desarrolla el drama del texto propiamente tal. Es afín a todo ello la función de los lugares en que se realiza un cambio de perspectiva. Así, por ejemplo, la observación de que Pablo, al comienzo de sus cartas, en una parte dedicada a 1a acción de gracias, sitúa primeramente a los destinatarios en el foro de la .atención de los lectores y luego, después de un cambio de perspectiva, orienta la mirada del lector hacia él como autor de la carta, esta obse.vación -digo- no sólo permite determinar cuál es la linde de La parte de acción de gracias de las cartas, sino que además permite indicar exactamente dónde comienza en cada caso la parte principal de La carta, el llamado corpus de la carta, a saber, después de esta «autorrecomendación epistolar». Son análogos aquellos lugares del texto en donde, sin 69 título- intermedio propiamente tal, se realiza un cambio ck tema. Ahora bien, al evaluar dónde hay un o;amhio de tema, y al tomar esta evaluación como base para determinar la estructura, habrá que ha-cer lo que se hace siempre al evaluar los elementos del contenido: habrá que tener buen cuidado de no efectuar apreciaciones e interpretaciones subjetivas. Para asegurarse contra po-sibles decisiones previas equivocadas sobre el contenido de la carta, habrá que buscar con la mirada dónde se observa un cambio de tema del fondo de la carta en el llamado plano lingüístico formal. Lv-s cambios de perspectiva y de tema se cuentan entre los elementos que hacen posible la representación del texto. Como el escenari-o o el cuadro que aparece en el escenario, d~rigen la mirada del lector hacia una visión determinada del acontecer o determinan --como un cambio de escenael onlen de sucesión del acontecer. Tienen también efecto cstructurador dd texto aquellos elementos del mismo que pertenecen po-r sí mismos a la narración o la argumentación, pero que al mismo tiempo poseen una función que hace referencia a la totalidad de la correspondiente narración o argumentación. La técnica de lt~ inclusión, tan preferida de Mt, quien mediante la repetición de pala Oras o frases enmarca al comienzo y al fin una sección o ~a incluye en un marco, como hace por ejemplo con las ocho primeras bienaventuranzas, que quedan enmarcadas por la repetición de las palabras «reino de los -cielos» en la primera (MI 5,3) y en la octava bienaventuranza (5,10). Otra técnica lingüística importante para comprender la estructuración de un texto es la del emparedado v boct~dillo, que Me prefiere aplicar en forma de disposición concéntrica de los diversos textos parciales, por ejemplo, cuando enmarca el relato de la curación de la mujer 7{) que padecía flujo de sangre (Me 5,25-34) dentro delcomienzo (Mc5,21-24) y fin (Me 5,35-43) de !.a historia de la resurrección de la hija de Jairo. Mencionemos aquí de nuevo los diversos paralelismos, que pueden ir unidos,oon la disposición en fonna de quiasmo en el plano de las palabras, de las frases y de las partes del texto, y donde vemos que la ordenación cruzada de los elementos acentúa adicionalmente, oomo sabía ya la antigua retórica, su coherencia como sección. Las cesuras del texto se pueden observar también -.' por los más diversos l!.r:onombres, sea que remitan L. anafóricamente elementos que han precedido en el texto, sea que remitan catafóricamente a elementos que habrán de venir luego. Pueden hacer también sus veces ·""' las llamadas nominalizaciones, cuando determinados pers()najes de la acción aparecen con sus nombres, o son interpelados directamente llarnándoseles por su nombre o por otras formas del vocativo. Finalmente, mencionemos las conjunciones y partí;_> cu~, que no sólo tienen 'a función de unír frlises, -sino ,.· ,. que desempeñan también tareas de estruciUración en el plano del texto. Como elementos que son de unión, tiene11 al mis.mo tiempo función de divisores del tcxro. En efecto, también se les aplica a ellas lo que puede formularse en términos generales sobre los mencionados criterios: Todo lo que une separa, y todo lo que separa realiza también la función de unir. / 3.3.4. Descripción de la estructura / La segmentación del texto nos ha permitido conocer las partes del mismo que están relacionadas y se suceden unas a otras, y que en la lectura del texto se van captan71 do una después de otra, en sucesión temporal. El estudio de los diversos divisores del texto y de las señales de estructuración ha hecho que nos formemos ya una primera idea de la supraordenación y subordinación redprocas entre las partes del texto. Cuando, por ~jemplo, en algunos textos narrativos hay determinadas indicaciones temporales que abarcan mayor espacio de tiempo, el cual aparece nuevamente estructurado mediante indicaciones temporales detalladas, nos encontramos con un cuadro de supraordenación y subordinación de las partes del texto parecido al que se da cuando en indj.caciones más completas de lugar se consignan localidades detalladas o cuando hallamos progresos menores de la acción dentro de un movimiento mayor de la acción, y que deben distinguirse de este último en forma análoga a como se distinguen los rasgos particulares de una pintura de la imagen total que aparece en la misma, etc. Sin embargo, estas relacio-nes mutuas de las partes del texto, perceptibles ya en la segmentación, no sobrepasan por principio, al menos por lo que se refiere a la totalidad del texto correspondiente, el orden de sucesión de las partes del texto. El texto segmentado transmite sólo la imagen de ser una cadena en la que cada eslabón está unido con el contiguo, aunque los diversos eslabones de la cadena mueslren que poseen una estructuración interna que los une. Ahora bien, un texto no sólo queda constituido por la conexión lineal y la sucesión temporal de los signos lingüisticos o de partes del texto, sino también por algo que trasciende la suces.ión y que es, en cierto modo, la relación mutua en el espado de esos signos y partes del texto. Por ejemplo, un texto narrativo no surge por la mera yuxtaposición aditiva de episodios aislados, como hacen los niños cuando, al contar algo, repiten constan72 temente «Y entonces», uniendo así paratác:ticamente unos sucesos con otros. No, sino que los acontecimientos narrados en sucesión «tienen que ver a1go unos con otros», tienen que mostrar un hilo det relato, y en cierto modo tienen que estar relacionados unos con otros en una sintaxis de la narración, es decir, deben estar supraordenadQS y subordinados entre sí; en una palabra; deben estar ensamblados en el conjunto de la narración, de forma que constituyan una estructura, oomo ocurre en su f-orma más sencilla ron la acción cuando un estadio inicial A llega en la narración, a través de un punto decisivo X, a un estadio final B. Puede ser que el estadio inicial A sea una situación positiva, que se convierte en situación negativa en su estadio final B. O que suceda lo contrario. Un acontecimiento narrado que tenga final negativo después de haber tenido comienzo positivo, es -en terminología de Aristóteles- un acontecimiento trágico, mientras que la historia que transcurra en sentido inverso puede denominarse acontecimiento cómico. Lo que acabamos de decir, se puede representar así gráficamente: ~ A+ r---•• l cómico cómico A1 ______) ' punto de inflexión (peripeda) l B- rrágico En todo caso, el estadio inicial y el estadio final son opuestos y, en la mayoría de los casos, se pueden repre73 sentar con dos conceptos opuestos. Recordemos el título de la novela Guerra y paz. Brevemente, podemos señalar así los dos puntos de referencia de tal relación de oposición: «guerra»- «paz», designando el signo <04 la antítesis ( = «frente a»-). Por ejemplo, en la historia de un milagro en el Nuevo Testamento, la curva del acontecimiento parte de la situación catamitosa, descrita al prindpio como situación inicial, pasa luego por la oración en que s.e pide la curación y la respuesta del taumaturgo accediendo con su palabra o con su acción {o con ambas) a es.a petición (punto de inflexión), y llega luego a la situación final en que se describe cómo ha quedado suprimida esa situación calamitosa («situación calamitosa» - «supresión de la misma»). Con esto va asociada al mismo tiempo la transformación e u la estructura de la constelacióu de personajes. Esto significa: los personajes de la acción --es decir, los protagonistas que intervienen en el acontecimiento-- se hallan al final en una relación mutua distinta de la que tenían al principio. El carácter de opos.ición en el planu..ikjo~ p~rso­ najes de la aCI;:Ü~Il determina también la estructura de la parábola citada anteriormente. En efecto, el «fariseo» y el «publicano» se hallan en oposición mutua, porque el uno -en opinión general- es considerado «justo», mientras que el otro pasa por ser «pecador». Sin embargo, la parábola revela que, aunque persiste la oposición entre ambos, las cosas «ante Dios» son distintas de lo que se supone generalmente: «Éste (el publicano) dcsoendió a su casa justificado, y aquél no.» Por decirlo así, el fariseo desempeña un papel «trágico» en la parábola, y en cambio el publicano, un papel «Cómico». La correspondencia mutua entre ambos y su oposición, que hacen que las partes del texto se hallen en relación mutua de 74 equivalencia u oposición, constituyen la estructura de la par.á bola o, mejor dicho, una de sus estructuras, a saber, la del plano de la acción o de los personajes de la acción. pues un texto posee más de un plano estructural, como lo vemos por nuestra parábola. En efecto, otro plano de nuestra parábola que tiene importancia estructural es, por ejemplo, e!plq_ft.!:? del disCUr§O 4e los p~_~sonajes, que aquí son el fariseo y el publicano. También aquí vemos que aparece la igualdad (equivalencia) y la oposición, por las que los dis-cursos de ambos se hallan en relación mutua, es decir, constituyen una estructura: Los discursos del fariseo y del publicano son equivalentes en el sentido de que en ambos la invocación «¡Oh, Dios!>> nos hace ver claramente qnc se trata de una oración. Pero los discursos de ambos se hallan en oposición mutua, ya en el plano puramente cuantitativo, por la cxhuberancia de palabras del discurso del fariseo y por la brevedad de las palabras del publicano. La opuesta valoración de los personajes así sugerida queda confirmada en el plano del contenido de la oración: La «Oraciómr .de uno 'de ellos, -orgulloso de· sí mismo y que mira con menosprecio a los demás, contrasta y se halla en oposición con la súplica humilde del otro, que pide perdón. Entre los divers.os planos estructurales de un texto, uno de ellos es frecuentemente el determinante o el que da jer.árquícamentc; el ~~o- En los textos narrativos, ese plano suele ser casi sícmpre el de la acción y el de los personajes de la acción. Asi, por ejemplo. en nuestra parábola, la estructura existente en el plano de las indicaciones espaciales no hace más que subrayar la oposi-ción fundamental en el plano de los personajes de la acción: Mientras que el fariseo se sitúa en lugar destacado y, «erguido, oraba así», d publicano se queda a 75 distancia (no pasa de las últimas filas) y ni siquiera se atreve a «levantar los ojos al cielo». Con ello queda suprimida, al mismo tiempo, la unidad del lugar en que ambas figuras se mueven: el templo. Es sorprendente que falten por completo las indicaciones de tiempo, y que la estTuctura temporal no desempeiie en el texto papel alguno. Esto se ajusta al hecho de que la narración, como parábola, presenta ante nuestros ojos algo que, por decirlo así, tiene validez atemporal, es decir, algo que afecta también a aquellos que en la vida confíaJJ en sí mismos, co-mo uno de los personajes de la acción que se desarrolla en el mundo de la parábola, «presumiendode ser justos y menospreciando a los demás». Con ellohemos entrado en otro plano estructural de nuestro texto, en el que se ¡xme en relación mutua el mundo narrado en Ja parábola y el mundo en que viven los oyentes. Este último es interpelado en los v. 9 y 14, que sirven de marco al «mundo narrado» de la parábola. El mundo de los oyentes es presentado como equivalente con el mundo narrado de la parábola, de suerte que el juicio de Jesús sobre los rersonajes de La acción en la parábola --«Éste descendió a su casa justificado, y aquél norepresenta al mismo tiempo el juicio sobre los oyentes de Jesú'S. Ahora estamos ya en condicione'S de afinar más el sistema de coordenadas consistente en la indicación de capítulo y versículos., proveyendo a nuestro texto de enmarcaciones y designaciones por medio de letras. De esta manera, podremos exponer ya claramente la segmentación del texto en sus diversas partes sucesivas, y hacer ver su estructuración en secuencias principales (momentos de la acción completos en sí mismos) y segmentos subordinados (si!Jares escénicos). Le 189-!4 A " lOo Dos hombres sub-ieron a! 1 templo para orar: b el uno era fariseo y el otro publicano. ' lb El fariseo. erguido. oraba así en su intenor: (Introducción al del evangelista para la parábola) d:iSCltrSO (Expo-sición de la narración) (Introducción al peroonaje 1) b ¡Oh Dios! 'd 11 'f g h 12• b ' Gracias te doy, porque no soy como los demás hombres: ladrones. injustos, adúlteros, ni tampoco como e~e publicano. Ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todas las cosas que poseo. 13• En cambio, el ¡'lublicano. quedándose a di~tancia, no quería ni levantar los ojos al cielo, b sino que se golpeaba el ¡recito, diciendo: m 'd ¡Oh Dios! ¡Ten mi~ericordia de mí. que soy pecadOI! 14• Os digo: A' 76 9a Oijo tamb-ién para algunos que andaban presumiendo a, de ser justo~ y menospreciando a !os demás esta parábola: (Discurso del personaje I} (Introducción al discurso del personaje II) (Discurs-o del personaje II) (Introducción al comentario I de los autore~) b Éste descendió a su casa Justificado. y aquél no; (Comentano 1 de los autore~) (Jesús} ' (Comentano 11 de los autore~) (evangelista) porque todo el que se ensalza será humillado, d pero el que se humill¡¡ será ensalzado. 3.3.4.1. Sobre la estructura de los textos no narrativos A Si en los textos na_!T~Üvo.s__.La.....es.trn<;,tu_ra jerárquicamente deternlimlnte hay que hallarla casi Siempre en el plano 'dii ros personajes de la acción y en el plano de las acciones mismas, en otros textos esa cstructurahay .. -· ·- ---... que descubrirla frecuentemente mediante la lectura repetida y después de varios ltltf:fitoo.-En-n:uestro segundo paradigm.a de i'extú --e-S dCcir :-en el Sal 1- nos hallamos, por ejemplo, ante la necesidad de elegir entre la estructura paralelítica. la estructura simbólica (es decir. de las imágenes usadas) o la estructura basada en el plano de ios personajeo de la acción como la estructura determinante, es decir, como la más apropiada para comprender estructuralmente todo el texto. Diversas tentativas de análisis han dado como resultado que la estructura de los personajes de la acción, en la que el justo (en singular) y los impios (en plural) se contraponen en oposición mutm:1 por lo que respecta al rumbo de sus respectivos caminos --es decir, en última instancia con respecto al Señor y a la acción del Señor para con uno y otro-, es la estructura básica determinante; y a dla están subordinadas las estructuras en el plano de los paralelismos y en el plano de las imágenes. Partiendo de la estructura de los personajes de la acción, el salmo se organiza macroestructuralmente en tres secuencias: A (v. l-3)Per~on<<Je de la acción el justo } ... B (v. 4-5) Per-;onaje~ de l.a acción: los impíoo opos!Clon C (\', 6) Per5onaje d..: la aa;ión- el SeñoJ Estas tres secuencias se subdividen microestructuralmente en segmentos más pequeños, mediante las estructuras subordinadas de los piiralelismos y de los círculos de imdgenes: 7R B 1 Macari~mlJ {v. la) del justo, -con triple paraleh~mlJ >inmtímico (v. lb,c.d) y -doble paralelismo sinonímico (2.a-b) 11 Enunciado metafórico cou p.araleli~mo sintético {v. 3a-c) y aplicación exenta de im.ágene~ (v. 3d-e) 1 Enunciado ant1tétioo sobre los imágenes (v. 4a,b,c) 11 Condusión final en paralelismo sinonímioo (v. 5a,b) e impfo~. ~on comparación en Paralelismo antitético que sirve de fmal (v. 6a,b) También en este caso podremos valernos de letras, numeraciones y enmarcacio!les de div~rsos tipos para trasladar al texto lo que acabamos de decir: ¡, Bie-naventurado el hombr-e b qne no sigue el cons<ejo de los impíos 1 ' ni en t:1 c<~.mmo de los errados se detiene, d n• en l.a Jeumón d€ los malvados toma .'lstcnto. ,, ,, sino que en la ley divina se complace b y 'ubre ella mcd1ta. día y noche. ;-' A 11 Es cnmo áÍtml plantado en los armyos. b que da d fruto a su !lempo ' y sus hoja~ rJo ~e ~ecan: d en tOOo lo que hace tiene éxiw. r [ B L_, ¡¡ e ,,' ,,' No ~sí son los impíos. b sino mmo la paja ¡,¡ue >-t: ll<;v¡; d viento. Por eso. los impío~ no]Wdrán snst<'n<'r'ie en el juicio b m cn la asamblea de los jllstos los errados. " b Pues cono.::e el Senor el camino de mu:mra~ píos. lo~ justos, va a la perdJCión la senda de los 1m- A " 79 3.3.4.2. Estructura{s) y forma Así, pues, en un texto hay que distinguir diversos planos, cuyos elementos se hallan mutuamente relacionados por medio de la igualdad y la oposición, la equivalencia y eJ contraste; dichos planos están dispuestos de tal forma que constituyen una estructura que debe describirse en el análisis, en el cual, al proceder a la deS(:ripción, es importante permanecer en el plano elegido y no mezclar entre sí los planos. Éstos se hallan superpuestos como diversos figttrines que pueden coincidir en extensión, pero que se hallan unos encima de otros y coinciden en parte, condicionándose así estructuralmente los unos a los otros, pero apoyándose también y reforzándose. Cada uno de esos planos efectúa, por tanto, una determinada aportación al patrón uniforme qlle todos ellos forman en conjunto, a pesar de la complejidad de los detallesn. A modo de comparación, pensemo-s en el c11erpo humano. También él se compone de diversos planos, cada uno de los cuales constituye en sí una estructura. Por ejemplo, el sistema óseo es uno de e-sos planos estructurales; otr-o es el sistema arterial y veno-so; un tercer plano es el sistema de los vasos linfáticos; un cuarto, el del si-stema nervioso, cte. Estos diversos sistemas estructurados no ~inciden unos con otros en todos los aspectos, ni son estructuralmente idénticos, pero cooperan todos ellos «superpuestos» y con su complejo funcionamiento combinado constituyen el cuerpo del hombre, como los diversos planos estructurados de un texto constituyen el cuerpo del texto. 13 v.;...,. 1"'' e ¡~m¡>lo. R. !'t»rtet. Sr.rr.rkr~"'li.r.rol~~t "' W G<od&clruilut')>re/GOO•, r~~~­ ""~''P""n •IU! R<uplw.....-iY"'· am Bt-"jlid,.,.., B~úw-<> •LtJ (.lraiS•.enJ. lhwe (dir_), Uur"'""""itt<Mdwfi URd l..mgl.<wik. ErR•fmisu "n.d Pmpl'kll'<~. mi n. 1 Z"' li>rg..UIIsc!un Jer Ld<nJI"'"'""IIJ{.ftt>}'wl. Fronclrn1 d~l Menoo 1'171. 2.46_ 8""" 80 Según la clase de texto, será más o menos elevado el númeco de esos planos estructtlrales. En los textos poéticos, a los planos del lenguaje cotidiano se añaden otro-s plan-os estructurados, por ejemplo, el de la rima, el del metro, el del paralelismo, ele. Inversamente, al procederse al análisis de textos traducidos, hay que eliminar -en lo que respecta al análisis-- determinados planos lingüísticos. Así, por ejemplo, cuando se trata de una traducción, tiene poco va•or incluir en el análisis el sistema de los tiempos verbales, porque no sabemos si el traductor ha procedido consecuentemente en este punto. Por el contrario, en una traducción se conserva ampliamente la interpeiaci.ón o la estructura de la constelación de peTsonajes, de las indicaciones temporales y espaciales, etc., de forma que se puede proceder al análisis estructural, aunque s.e trate de una traducción, tanto más que los patrones estnacturales de uno de los pJanos reaparecen frecuentemente en otro plano, asegurando así la información por medio de la redundancia. Más importante que abarcar completamente en el análisis estructural todos los planos del lenguaje e-s observar la consecuencia del análisis, -que consiste en permanecer primeramente en el plano, tina vez elegido, y no permitir que en su descripción se infiltren observaciones procedentes de otro plano estructural distinto. Una vez descritos ---cada uno en sí mismo-- los diversos planos estructurados, puede pensarse en comprenderlos todos ellos en conjunto. Este efecto de conjunto de~los div~r­ sos planos estmcturales, desde los planos distantes aún del contenido del lenguaje --como es, por ejemplo, el plano de •a sonoridad- hasta los planos del contenido semántico y de la función pragmática, dentro del espacio de un texto particular y concreto C?nfigura la fisonomía propia de un tex€o y constituye lo que se ha dado en Rl llamar laf.orma de c!ie t.cxto: su descripción es el objeto propio de la crítica de las formas. Por consiguiente, el concepto de forma se diferencia del concepto de estructura en cuanto que el primero designa el resultado de la función conjunta de todos los planos estructurales de un texto. mientras que el segumlo s.e refiere al ensamblamiento textual de los diversos elementos de -undeiermin3.do texto, habida cuenta de su caiácter princiral y sUbordinado, pero sólo en uno de los numerosos planos dellcnguaje. Con esta distinción se precisa al mismo tiempo aquella otra que se hace frecuentemente entre los conceptos de forma y contenido. En efecto, lo que se designa comúnmente como <<contenido>> de un texto no es algo así como un líquido con el que se llena la «forma», como pudiera llenarse una botella, sino tan sólo uno de aquellos planos estructurales del lenguaje que deben ser captados en su estructura por el análisis y que, en combinación con los planos estructurales de la faceta del lenguaje no expresiva de contenido, constituyen la correspondiente forma de un texto. Por tanto, ..:forma)) y «Contenido» no son las dos caras pariguales de una misma y única moneda, sino que el «contenido», por estar referido únicamente a una parte de lo-s planos estructurales, que en su conjunto constituyen La ,<forma», es el concepto subordinado. Asimismo, a diferencia de la «antigua historia de las formas», h<~y que hacer una distinción estricta entre el concepto deforma y el de género. Pues la <<forma» se refiere a un texto particular. y en cambio el «género» se refiere a un tipo de texto: a un tipo al que se llega mediante la comparación de varios textos particulares p.ara observar sus concordancias estructurales en diversos planos. Por tanto, habrá que distinguir también estrictamente entre los métodos de la crítica de las forma\· y los de la critica de los géneros. Mientras que aquélla tiene una orientación sitJcróníca, esta última pertenece a los métodos llamados diacrónicos, que van a exponerse a_ continuación. 3.4. Métodos dia-crónicos 3.4.1. Crítica literaria Los textos que hasta ahora nos han servido de ejemplo, se nos han presentado como textos uniformemente ensamblados en cuanto a su forma y disposición. Han salido --por decirlo usi- de un solo molde y, por tanto, pueden leerse de corrido. No ocurre así con todos los textos de la Biblia. Pues en ellos «colaboraron>r ---tligárnoslo así simplificando para facilitar las cosas- muchos «autores» Primeramente, los textos fueron transmitidos, casi siempre oralmente, de generación en. generación, siendo aplicados por cada una de ellas a su propia situación particular. De esta manera fueron tran~formados., adaptados y. sin duda también. enriquecidos. con nuevas experiencias. Finalmente los mismos. que compilaron las diversas tradiciones y las pusieron por escrito para formar un conjunto mayor -verbigracia. un evangelio--, refundieron las tradiciones recibidas e hicieron adiciones. Por eso, en muchos textos de la Biblia hay repeticiones o incluso tensüme.~, cuando una cosa n.o encaja perfectame!lte con la otra. El método de ]acrítica litera· ria tiene en cuenta tales tensione~ par.a decidir en un caso concreto si se orata üriginalmente de un texto rmifor- me, coherente o congruente, o de un texto compuesto que es incoherente o incongruente14 . Con G. Strecker, podemos mencionar también otros criterios para comprobar la uniformidad de un texto; son 'os siguientes: a) Duplicados y repeticiones disoo-rdantes. b) Tensiones y contradicciones innegables. e) Fisuras y rupturas en la construcción de las frases y en e! transcun;o de la a-cción. d) Datos contrarios. e) Diferencias en el estilo y en el uso del lenguaje. f) Elementos atlpicos del género. g) Contradicciones chocantes a nivel del contenido15. Se habla, pues, de «critica literaria», porque en un texto compuesto hay que distinguir diversos estratos literarios (es decir, estratos que proceden de diferentes tiempos o autores). («Critica» se deriva del verbo griego krinein, que significa «juzgar».) Acudiremos otra vez a un texto concreto para aclararlo todo brevemente (véase el texto en página adjunta). Si leemos atentamente el texto, nos llamará la atención el hecho de que, en el V. 10, Jesús interrumpa su discurso a los escribas sin tenninar la frase. En el v. 11, Jesús se dirige de nuevo al paralítico y le dice las pala14. La idea~ "'JUI presenu""" -del mé-lo!lo do la o;ritíco literaria no .... ni mucl>o '""""'"· un olwia como pt><lieu pon'I!C... SHI """""po:o <le ori!Í<a lite"ria oc: cnu<:ndc en .. nlido mi.> amplio y oe i<lenlifiea .::on la mJia <k W !~"""''(come> .. h.1o:e. porejempl<> . .., Lo iniciación a loo <nt't""""" pau el clludio del Nue'l<l Teuamenl<t eocrit.a por() Sb<:clcr y U. Sdtntllt. ~""'1;, .W ,.....,....,...IIUio<llt Golinp 11183. 4<-67), enton=. aun en el"""" <kqllt ¡><e~- la la reo de la ailiea ¡;,.,.n~ .. Lo reotrinja al enmonde laconsn><n· cia. ""oe liene <:n <IICOIU ~,..la critica liter.oria, • .-arde que .., ¡niiiCipo> es"" .mé!OO.O dia<:rtlmi:o, no oo real.aa oillt> IÜ&pwh" la doesaipci<ln oincr<lnica de iu cstn,u:tu,.,, Aoí <ll W. R.ichter, E.U"f<!U llls I.M~~ f;!Oir>'ur{oirtndttes,_ltJJ.idwn Ldtr<f~Wliwo· M""" Ntlii<Jdclogil', G<olinp tt'll. 49-72, y en G. Foilr.-r (dir.J, EnVK JeJ Al1t11 Tt.llol· ,..,/>Ir. &rfilont.llf Ur dJil Mnloct/ri<, Hoi<kiOerJ '1976. ""'-· \~. O Str~r y U. Scllnelk. !.c.. 41. &..,.,,, 84 Mc2112 ' 1 a Y cuando 1:1 habfa regresado a Cafama\lm, b 2 'a b 3 ' • b • •' b ' d 'f 5 ' 7 •b Entonces lle_garon unos trayénrlole un paralítico cargado por c:uatro. Y romo no pudieran acercarse a 1!1 por causa del gent(o, quitaron el te~ho arriba de donde él estaba; y ruando habían he~ho una abertura, bajaron La camilla en que yada el paraJ(tioo. Y Jesú$, viendo la fe de ellos• dijo a! paralítico: Hijo mío, rus pecados le 3on perdongdos. a P.uo uwban allí se~Wdo:; algunos de los e:;cribas raz.orwndo fll sus corazotJeS b • ' •• b 10 y él les hablaba La palabra. 'd b 9 varios dlru; despu~s se oyó que (él) e5taba en casa. Y se reunieron muchos, tanto que ya no habla lugar ni aun a la pu-erta, ' • ¿Por qrd habla tsu: iUC! Estd blasfemando. ¿Quién puede perdorwr pecadru, sino sólo Dros? Y al jnsttu~U Jesús, conaciendo en su esplriru que ra.tolldb.an de !!:SU manero defiÚ'O de s! mismos, les dijo: ¿Por qut ra.tomii.s sobre estaJ r:osiU en lluesfr'os cora;::ones? II'UÍ!l fó.dl, duirle al paralitico: b ¿Qut es a Tu.s pecados te son per.donai.Ws, o decirle: Uvó.nwte, roma lU cami/Fa y anda? b 'd •f • Pues, para que 3tpdis el Hijo del hombre tiene autoridad en la tie"a para perdo!'lar pec¡¡das -dijo al paralitico-: q~<e 85 11 "b 'd 12 ' b ' d 'f A ti te digv: Levántate. toma tu camilla y \"etc a tu casa. Y él ~e levantó. y en seguida tomó su camilla y ~alió a la vista -de todo~. de manem que todos estaban asombrados, )"' gloníicaban a Dios. d1clcndo: ¡Jamás bemos vhto nada como esto! br.a~ de curación. La crúica litemría ve en ello una tensión, es decir. u.n Jugar donde chocan entre sí dos estratos del texto, y dicmmina (basándose también en otras o-bservaciones que no podemos desarro!lar aquí, porque eso nos llevaría muy lejos): Este texto no es uniforme. sino- compuesto. Cofl e:1 dictsmen sobre la u.niformidad (coherencia.) o falta de uniformidad de un texto, la crí· tica literaria finaliza su tarea. 3.4.2. Crítica de las tradiciones y crítica de las fuentes Una vez que l.a crítica literaria ha emitido el dictamen de que el texto en cuestión e.<>tá compuesto por diversos estratos, interviene la crítica de las tradiciones o la critica de las fuentes. Podemos. explicarlo valiéndonos del símil de un periódico. También éste lo componen uno o varios redactores. El redactor redacta (del latín redigere = poner en un c:s.tado determinado, dar cabida a una cosa en algo) los artículos. de los periodistas o las informaciones de las agencias de noticias; es decir. lo-s reel<~bora, suprime aquí una cosa. añade allá otra. y determina el lugar en que dchcn aparecer en la edic-ión ya compuesta del periódico. los. artículos así rcclabo- radosJ(>. De manera análoga, las tradiciones orales fueron refu.ndidas, abreviadas o ampliadas, al ser puestas por escrito. y se les asignó un lugar determinado en el correspondiente conjunto de un escrito bíblico. A los reelaboradores de la tradición oral. la exégesis los llama redactores. En último término es su obra lo que hoy día tenemos ante nosotros como texto bíblico. Por ejemplo, los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas son esta clase de redactores que reunieron, cada uno de ellos en sucorrespondiente libro, las tradiciones y fuentes de que disponían. Y, a pesar de todo, com;.eguimos a veces. basándonos en las mencionadas tensiones, etc., qu.e hay en el texto actuaL traspasar la reelahoración redaccional y ver por lo menos los contornos de la antigua tradición. De ello se: ocupa la critica de las tradiciones. Fundándonos. por ejemplo, en esa crítica, y en relación con el texto antes -citado, podemos sospechar que la tradición original era una historia qu.e habl.aha únicamente de la curación de un paralítico, pero no del perdón de los pecados por Jesús: es decir, poco más o menos, como se desarrolla la historia en la parte del texto impresa en caracteres normales. Leamos la historia de esta forma -es decir. omitiendo los versículos 6-10---- y percibiremos el texto como la historia de un milagro, que quiere mostrarnos el poder de Jesús sobre la enfcrmcdad 17 . 16. E"'' m~ ~nnda "'~"ón poro a¡<mdeccr, W"lf~n~ Rer~'"'h} al cl<>etor Karl Pichler, la ed10<Jrool Potmrl'<. la f~flg"''" l.:rbor ~"~ ru,ierOil qu~ realil•r al p-rep-anr mi m.onuomto pano la ed1~1un. ~e 17. El paralllooo. graco•• a las pobbrao d•· '"""'"ión ~ue di'" le<~<. puede rnoHr<e de lJe...Je •1 pu~tn d< mra d<l ~énoro (-..éase e>ta aooigu• rnd1<ión eo una h1SOUfiO 'UJ''" ). ~ue>-o. un mola¡:m ~o"""'"""· rom" Qlra5 que~., P-''"''""' :Su ""'~C1<n'~"'" (su bma). "" oomparo"<>n oon el gen• ro. hal>m qu< ·~rl" en lo re<""lt~< que fuemn aquello< ñombre> que <lo.: oo"" de<an1rnamn ante 1"~"' na~a. en •~ Ofán de llogar h»t~ ).,~, C.omu lu muluoud k> 1mpid< """ '1 ~Mermo h ost~ Jes~•- ~llos sub-en ol tqe ~" ~· nu v"''~" ~" dNn,arl" abnendo ~" l>cqueoe e~ 01. l.a a~tl~u~ tra-dmón. 1"" '" d~nll<. d-enomina de. a esle ~~p•Titu re<L><lW •Y l~<U>. ><~nd.o la le~' dloo ... • (!.5). 87 Por consiguiente, la critica de las tradiciones «Se remonta lo más posible en el curso que condujo a la versión escrita definitiva de una unidad que tenemos ante nosotros, y retrocede -en el-caso más favorable- hasta su mismo origen. En todo ello se preocupa principalmente de comprender las trasformaciones a las que estuvo sometido el texto durante su transmisión, desde su origen hasta que quedó consignado definitivamente por escrito» 18• Por consiguiente, si -pongamos por caso-partimos de la forma redaccional definitiva que tienen las «bienaventuranzas» en el «sermón de la montaña» de Mt y en el «discurso de Jesús en la explanada» de Le y retrocedemos preguntándonos qué forma tuvieron antes estas palabras en la fuente de los login utilizada por Mt y Le, hasta remontarnos a la forma que tuvieron como palabras del Jesús histórico (véase infra), estamos ante un proOiema que toca resol\'er a la crítica de las tradiciones. En este caso, critica de las tradiciones y critica de las fuentes se tocan, puesto que las «bienaventuranzas», como vemos por la comparación sinóptica entre Mt y Le, no llegaron a ambos evangelistas en calidad de redactores finales como pequeña unidad aislada de tradición --que es como serían objeto de la critica de las tradiciones-, sino formando ya parte de una fuente mayor, coherente y, como es de suponer, escrita, que, juntamente con el E\'angelio de Me, fue utilizada por Mt y Le para la composición de sus Evangelios. La crítica de lw fuentes descubre esa fuente basándose en las concordancias entre Mt y Le, cuando no dependen de Me, con arreglo a la llamada teoria de las dos fuenles y la denominada fuente de fos logia o de las palabrw o de las sentencias. Esa fuente de los logia debe su nomOre a que en ella 1~ 88 están reunidas principalmente tradiciones de sentencias o palabras de Jesús. En cambio, en ella ocupan menor lugar las tradiciones narrativas sobre Jesús, en .comparación .con lo que vemos en Me. Por las concordancias y d'ferencias entre Mt y Le se puede colegir retrospectivamente, con relativa facilidad, mediante companción sinóptica, la existencia de esa fuente. Más difícil es la labor de la critica de las fuentes cuando no se dispone más que de un solo texto como punto de partida para decidir acerca de las fuentes. Ahora bien, con ayuda de la crítica Uteraria, se pueden observar tensiones, duplicados, repeticiones, incongrueBcias, etc., en el plano lingüístico y en el de las cosas, que ayudan, por ejemplo en el Evangelio de Juan, a reconstruir la llamada fuente de los semeia o de {os signos utilizada por el redactor final. También en el caso de Me se supone que él no utilizó sólo tradiciones aisladas, sino que en ocasiones recurrió también, por ejemplo en la historia de la pasión, a conjuntos mayores, ya escritos, de materiales; es decir, recurrió a fuentes. La .critica de las fuentes cuenta ya con una tradición cientifica, principalmente en La investigación del Pentateuco ----es de-cir, de los llamados -cinco libros de Moisés--, donde, como es bien sabido, supone haber hallado, junto aJ Documento Sacerdotal (en alemán: Priesterschrift), el (o los) Yahvista(s) y el Elohísta como fuentes o documentos escritos. La denomina.ción de las fuentes mencionadas en último lugar, se deriva de los diversos nombres que se dan a Dios -unas veces Yahveh y otras Elohim-, pero sin que el empleo de los diferentes nombres divinos sea el criterio único o más importante para distinguir entre estos dos estratos que sirvieron de fuentes. G. F"'hrer, l.c, 119. 89 El principiante tendrá que recurrir a los trabajos previos de la bibliografía exegética, y tendrá que hacerl\J más intensamente en Lo que se refiere a la critica de ]¡¡s tradicione~ y fuentes que en lo que respecta a la crítie<~ de !as fmmas 19 . En efecto, sólQ después de l;ngos arlo~ de ejercicio se adquiere relativa seguridad en la aplicación de los métodos. Y lrn; di(erentes Tesultados a que llan llegado !os trabajo> de los especialistas en exége~i~ demuestran la fina capa de hido sobre la que ñay que caminar en cuestione> rclativ.as a la crítica de las tra· diciones y de las fuente~,)' en qué grado l.as respuesta~ siguen >i~ndo hipotéticas. 3.4.3. Critica de la redacción y crítica de la composición Por lo que respecta a la crítica de las tradiciones, diremos que la crítica de /ll redacción es algo así como la otra cara de una misma mon-eda. Se esfuerza por describir lo que en el texto se debe al redactor, es dec-ir, a aquel que recogió la tradición o la fuente y la reelaboró rcdaccionalmente. Si antes se había apreciado más bien como insignificante la participación de los redactores en el texto acabado, y se había creído que tal participación se limitaba principalmente a la actividad de conservador y de transmisor, las investigaciones en materia de crítica de la redacción nos han enseñado ahora a considerar a los redactores d-e los libros bíblicos como escritores y teólogos independientes, los cuales. mediante la disposición y reelaboración redaccional de los materiales tradicionales, no sólo hacían de transmisores de la tradición, sino que. además, como autores teológico-s independientes, volvian a decir~a de nuevo y a dirigirla 1~ Fn '"-' "l>ro< de'"""'-'~..,_.,¡," al An"g~o r "t "ue~oT~stornc~to y en tos oom~ntafiU> • M .di'~""' e>e:nt'-"> p,.ede adqu1rrr d le< lo• mayo< '"J~rmacLón -po-r <J<mp-1<>. aCL!rCO de tas h1pote>1>m~' ,,¡>üttante5 '" mdleri> de crí.,ca d' la> Juenle< de la ~uc ~udióramo• olrec<r- 1< nu;.nlr<>< en el m are~ J<~ '" pre<entc ~""~'o como palabra bíblica para la correspondiente situación en que vivían. De manera análoga a como lo hace la crítica de las tradiciones, vemos que la critica de la redacción enlaza con la:s observacione~ de la critica literaria, es decir, tiene en cuenta -lo mismo que la crítica de las tradi-ciones- las tensiones, etc .• que hay en el texto y que hacen sospe<.:har que distintos estratos literarios han chocado entre sí y han producido rupturas, las cuales permiten distinguir entre la redacción y la tradición. Para ello hay diversos criterios. Entre otros: el uso del le ngu.a je y el estilo de una redacción (en cuanto pueden reconocerse a través de una traducción), pero también los temas teológi-cos predilectos del redactor y su técnica de composición 211 • 20 P"" .:1.'< e<t<>< pa"'" en d cst~d•o. es 'mpr-escindJb-le m~ne¡ar ~n~ cc~co,Jo~ciQ_ La abre ol ~>ludio et le<to bibiiCO en cuanto 1nd10a 1"' lugaT« de¡,. llihha ~n que '"~c.,-dan.:1a aporcccn ¡.__, d>'<""-"' ""-"'hin' Y, '"'· """'P'" ndo ~l<ntamcntc e-sos ~~~ores. pued<n <<>lo< t~ma• ~ 1"' concepi<>S profe-ridO> <1<- un e>tralo detem,nodo de la uadoc16n o de la redaccoón. A~nra '"en. ~ad•• la' Lr~d~c<l<me> ~ uc pueden darS<: ~' un krrnino. g"'"" m>''"'"'"~" lO< len~uas bíbhca> cnc<>ntrara otro'~' OGUI con el pro~lema de la Ira d-."""""· Por e-so. serlo prelenbl<: '"""""" '"mp,. de uno concor<laneu~ b'"•"~~n ""' <kl<m1nado tradUCCJO>n A si. en al<mon. 1~ tmducm'" d~ ¡, Zi.r.r~.fur-l!llul """do bo>e .ata .!uicher Hil..-1-k,mk<mian,, V~lb/QnJ<~<> Worr-..~'amt<r- "M Zahlm- l~"~'~hms L"r ,.~., B<~e!Ubmerwnf, ""' Ein.s<Mr.« "" Ap,kn;r>hm. pr~porada pm K Hu!>c< )- H.H. So:hmt~ (2 bmc~ 1%9l m'~ntra>quo l~:!"'"""''d~rtOIO d~ Pa.mos está b-aiiadae"el te>lo d~ 1• F.on!,ro«~hmtt<~~~ iKor,korJ~<r;;; .mr bnhm:JUó<"MZ"ng d.r B'bd. p<<pamda rur F J. So:h1cr-<o. Du<S<tdorf-Siultgan l'llj'l l-.ncmt d J. Lu¡:in. Concordanc<"'<k!Nu""o Tm~­ "'"-"'"" ¡.,, lim,nm. d"e""' se ="' ....,¡, , """'" (lhroelmm IY~l): CP J)<n)ct. Conwr<l•ncou J~ l..s SugrMas E>mmras (~an Jo>e [CCI'\Ia R"a] 1%9. booada ~n la H3dl!«1ón de Reona-\'alern. •~ciU)< los deul~rocan<ini<=l Una t<><la 1• 8'bl1a "' l.a pubtica<-la f'l'' tas S.:.:ied~d.,_ en Reina-Valoro frev1"on de 1\lóü). run •~du'"'" de 1"' ltbrw~~~tero.:an-ontcos. Parn 1<>5 l~ctores que domtnen el l.tin, rc>ultor;i mU)" úlltet ((I.,<"Mil~n~<ar~m .\" .\mp"'rQr Monu-ole (lla<eclona 195l. pn:,..rada abaoe de !a \'¡¡/~a1.:1 ;s,XIo-CI~menlina) Parn el monc¡~ <k ICt> dtcrionan"' termtn(>lógiCO> de la 1J.1blla. ~ue rnen<L<man tarnb1in los~~~'"' en que a~are<:<:n ¡,_,~'"e""' >oc•bl05 de lu ltibha. y .,lcmi> c~pli<an la h 150ori• ) wnte~•d~ 1<nl1>g"" de In> diverM"' "''""""', e> rcco-mcnJabte oprend~r al rnenm lrK olfabetc-.; ¡:ncg") bobroo-. ValH!ndoo< ~ lü< tndl<.., <St>«tales qe>e ¡o<>oeen .,,.,, d"cwnar:ioo tcrmH>Otó~IIXlS. po-demos wm~r como- punlo- <k partt<lo un concep-to ••prc>~do rn nu.-.tro lengu~ P"" ~all.u ~1 mrre<pnnd1enoe térmmc cla,·c en 9ne~o o en he toreo. Los dtronn>ril>'< termmnlng""" m~' 'mi><"'""''"" wn. ThWNT ~ Th~oi<>guc~e> WM~rt>~<clr zum Neu•~ Tesoam~"'· ~~b-l...,odo ~ajo la diroc-<ioo de (.0 K:IOtel (Stutt~~n WJJ.t979}: TbWAT ~ Theolog!S'<~C< W~mm~c~ !illft 'i.ltm T~!tamen1 publie.J<> ~a¡u la ~in:cción ~< G.J. B<>tterc<>nco-rdo~.:1a br.-~. B-lblocO' en pem mil) unl. ~e flmenca !..auna (196-1¡. b"""da tam~1ón 9! Por lo que se refiere a nuestro ejemplo de texto (véase p. &Ss), se puede sospechar, basándose en la critica de la redacción que el redactor introdujo el tema del perdón de los pecados por Jesús (Los versículos impre-sos en cursi\la). Esto condujo a la mencionada tensión de que Jesús interrumpiera en mitad de la frase sus palabras dirigidas a los escribas. En efecto, el redactor quiso dejar que hablase otra vez la antigua tradición. En realidad, lo que aquí le interesaba al redactor, en nuestro caso al evangelista Marcos, era mostrar con ru tradición que en Jesús el poder divino de curación entra en nuestro mundo. Sobrepasando la tradición recibida, pretende él decimos que ese poder divino de curación quiere -en Jesús-liberar a los hombres de todo lo que los paraliza, especialmente mediante el perdón de los pecados, de la causa más profunda de esa parálisis, a saber, del abandono de Dios en que se hallan por el pecado. La vida debe abri:rse para ellos en toda su plenitud. Como hemos visto, el redactor, además de tener la posibilidad de intervenir en el texto de la tradición para modificarlo, tiene otra posibilidad: la de asignar a su tradición un lugar determinado en la amplia totalidad de su escrito. Por consiguiente, hay que tener también en w«k. H. Rinuren (5ruttpr11970!.s. rn.d_a..~ .. {}¡.cc/OIMI!iJwb!giJ:oU/..,IUJgw r • .,....,..""' 1. Modrid/; E_ len ni. C. We>t~ann, [)~...,;o uoldgi&o ,...w41 d.tl Anñg110 T...-IGmmWI. M.ulnd 1978; 11. h!o.drid.l98S hn el .. rlldiodeiNT. ~éln .. X. i.éon-Dulour, D~«io""· M tUl N.....-o T~-,., (Madnd 19n); L. CoeM,., E. BoynuiM<, H. Bieltnhard. D"'- cuenta el acoplamiento de los textos, es decir, su composición (en latín, compositio =montaje). Tal es la labor del método de la critica de ia composición. orHay composición cuando un reelaborador ha -creado, por lo menos a base de dos unidades, una obra mayor, y cuando él las agrupa con sentido y acierto y, en caso necesario, interviene de manera intensa en las tradicione-s existentes o inserta fragmentos propios en el lugar adecuado» 21 • Si tenemos en cuenta el entorno, es decir, el contexto del texto que nos ha servido de ejemplo y que habla de la curación del paralítico, enton-ces nos sorprenderá que Mar..:os ..:omience con ello una serie de cinco textos que se ase me jan todos ellos en que los Qdversarios de Jesús se escandalizan constantemente de la conducta de Jesús o de sus discípulos, y en que Jesús, al responder, pone siempre en evidencia a sus adversarios, haciendo ver que no tienen razón. Cuando la serie de estos textos termina en Me 3,6 con las palabras: «Y los fariseos salieron y en seguida comenzaron a tramar con los herodianos en contra de Jesús, cómo podrían destruirle», nos damos cuenta claramente de que esa agrupación de textos, su composición, fue idea intencionada del redactor. De esta manera, qu)ere mostrar él, al comienzo ya de su Evangelio, que los hombres se opusieron desde el principio a la oferta de vida que Dios les hace en Jesús22 . <inn<lno<rolóficod<J N - TUl4mtlllG 1 (Salam..anca 19110).11 (1911(1). Ill (ln3). lV (1984)- 0. orienlació-n mA> trokle>Ca .que filok>gloa. pero muy útil tombión ,.. X. I.Ac>tkDIIfov.r, Voca/>UQI!iJ df IM/og/Q Mbhu (Herder, Ban:elona ''19SI!) Paro la le<tura d< otras <>l>ros do c..tgosto .. indiopeMaMe el OMOC!miento de 11 esrntiUII piep y helm=o, ~""'""~"" .mt.<>n~:<• pueden coruuU~me en¡.., d><cl<J,.,;c, /i~ lu c•pres.,,... ¡riep; y hebrea• q,... en el lar; ~ec:ilon. Loo d•~""' lin¡lll•tico< más imporunt ... oort.: W. Qe..,ni..,;. F. Buhl, lf<bt.:iJclu• Wlll Ar......W.::Iw HJUtdwi!mrl>uclt ~fttrd<U Alrt T.,..,.,.. (Berl!n.(i-o.. ~~litadas bnp-HCO<klbl:r.& "I"IIOZ); W. lhuer, Gria:lzir.d!-lhuu<:ha WDnrrllorcl< !11 dm S<iln{lt!t dt! Ntuel< Tw-tm.r ..,.,¡U. id>ria<'n 1</"doros.di<:/tm L.UtNII<r (.lkriín-l'lucva Yolt l971); W.F. Arnc:U. F. W. GtniJI"'h, A Gr.td-Engli.llr of rM N.rw T~lll 111<4 (1/}w• b>l"iy C~m­ ..... I...U"""« (Ot;.:ago WSJ). lo<'"""' 92 2.1. G. Fo~n:r, l.c .. 13ft. l:l. En ocootJdo estricto. so dc:l:>c bobbr sól~ de cririm di;¡aónica <k Id e<>01prui<ión ruando .,. red&ci.M M ;n!CI'>'cnkk>er> pn ~njun10 <!"" 011i>lc ya"'"'"' l~~ent< y. mtdirnl< l•tr"'P"" S><ión de te>los l''"'''d"'· ba mO<hli"""" romf'(<!iiOriam""''~ Wl oiwJifll:lldododo> del tuto. Un análioio ~"" procc<ta o ~ •uo a-veriguaeiorleo bos..ó~ Unicamenl< en la oboci""'IIICllin de la ~fl'fll"'ndle"'lc nw:westnoel"llll de un !e><l<l IKI "'diaaóni<o sino sincrtlnio:o. ~ debe dclusc pc>r tullO ~mo 1111 sclo upcoto de l:o critica de wlamcnte que ent<:or~.CC> la ,¡.,,..,. no"' an WU<t pan:ial, oinc> '"' re~w IICBb:odD >:n si. por ejemplo. nn ev~cbo las'"""""· o:ons•- ~1<>. 93 3.4.4. Critica de los «lugares comunes» (topo!) de la tradición El principio metódico de la critica de los «lugares comunes» de la tradi-ción se confunde fácilmente con la crítica de las tradiciones. Y, de hecho. ambos métodos se esfuerzan por presentar y describir los correspondiente-s hechos lingüísti-cos heredados de la tradición. transmitidos. En el caso de la critica de las tradiciones, esos hechos son las pequeñas unidades de tradición, relativamente terminadas en sí mismas. que, como tales unidades heredadas, fueron incorporadas por los redactores a su.s escritos. En cambio, la crítica de los «lugares comunes)) de la tradición se ocupa de la idemificación y descripción de un material acuñado subyacente a las unidades de tradición relativamente terminadas en sí mismas. Se trata de esquemas de pensamiento y expresión convencionales, de los llamados topoi («tópicos», «lugares co-munes») que, como fórmulas o clichés, esquemas, temas, ideas, imágenes y motivos acuñados, forman en cierto modo los cimientos. de las unidades de tradición. pero que considerados en sí no son independientes. En particular, se entiende por motivo (su etimología latina significa <<lo que impulsa>>. do que mueve») una situación típica que puede actuar como móvil en trascursos de acción plasmados de manera individualmente distinta Así, por ejemplo, el motivo de lo-s <<hermanos enemigos» se ha rlasmado de distinta~ maneras en la literatura bíblica. También la~ imágenes y las metáforas son casi siempre, en la Biblia, tradición preacuíiada, por ejemplo la metáfora que aparece con bastante frecuencia en los 94 salmos y que designa a Dios como «roca» del orante (cf. Sal 28,1; 3!,3). En cambio, los temas acuñados no se presentan ligados a imágenes, sí no más bien a asociaciones de conceptos que aparecen con bastante frecuencia, por ejemplo, el tema de la «justicia de Dios». También algunas ideas, expuestas más como imagen que como tema, aparecen ya acuñadas de antemano, por ejemplo. el «dia de Yahveh» 23 . También los esquemas tradicionales, por ejemplo el de dos dos caminos», que se escucha en el Sall (véase supm) y que se deja sentir como estructura más Q menos abstracta en el trasfondo de varios textos bíblicos y extrabíblicos, son inve:;tigados por la crítica de los «lugares comunes» de la tradición como fórmulas acuñadas, es decir, como «frases y giros ... que poseen forma fijamente acuñada y palabras fijas, derivándose su origen de una necesidad de la comunidad y siendo utilizadas, por tanto, de manera habitual en la comunidad» 24 , aunque, por otra parte, no aparecen .aislados en sí mismos. sjno que se utilizan siempre en asociación con determinados -contextos. Como ejemplo tenemos la fórmula de resurrección que habla de Dios como de quien «ha resucitado a Jesús de entre los muertos». La encontrarnos como fórmula tradicional recibida por Pablo y que aparece varias veces en las cartas paulinas en cambiante reelaboracióll y en cambiante asociación contextua] (véase Ro m 10,9: lCor 15,15; ICor 6,14; ITes 1,9s, etc.). La perspectiva de [a crítica y de la historia de los «lugares comunes>> de la tradición no sólo aclara la co· 23 1\(JHi le~dría tambueo '" lug•r ond1cadn m<tódlcam<nro '" <TÍOlea y la hiSio-no de'"' ~""'"""''· ral corno a¡» rece en lm ~icooun~ncos Oe '""'"P'"' t~ológico• de lo fl1~11a 24 K. WeD¡;sl. C~,-,.1"/a¡;ISr~e Fotmdo "''d Li~d~r d,_, /h-cllf!.J,.NIW>IJ (~tNT 7)_ (¡jiterslo~ 1'972. 11 95 rrespondi:ente índole, significación y función de la unidad de texto dentro de la cual se halla el topos de que se trate, sino que, además sirve para «la comprensión de los antecedentes socioculturales por lo-s que ha de entenderse una unidad» 25 , y tiende a presentar la historia de ese topos o -«<ugar común», de manera análoga a como tratan de hacerlo con los géneros la crítica y la historia de los géneros. 3.4.5. Critica de los géneros 3.4.5.1. Estilo de género Si la crítica de las formas se esfuerza por comprender y describir la fisonomía individual y personal de un texto determinado, la critica de los géneros tiende a comparar un texto concreto con otros de igual o parecida estructu· ca y, basándose en las concordancias estructurales, a incluirlo juntamente con ellos en un grupo, es decir, a considerarlo -por decirlo así- oomo miembro de 11na familia. Si la «forma» significa siempre la mera fisonomía individual de un texto particular y concreto, el concepto de «género» se refiere al «patrón común de estruc2!!. (l. fchoer. l.< • 11S. Aur>quc. 6e aweró> coo G Follrer. distlngQ en! re onti"" d= 1<>< olupr.,.o;omu ....... dc: 111 ull<IICJ6n ~ or!tirnde U trll<iociÓfl) d~ l~oedaca<ln. r.o mead~•eroala di<tinc:ién qu= en ~Ma ohu "' h&CO entre ocrilleoil de lo!. lugar"' comu~e• de la 1radi<i011• y •<rilica de lo!. moti,.,... "'"""~"" h&) que ao;eptor la d"tu>e1611 e~tr<: -un ~~upr wmún• de 1~ <ra.dición •q~>< cir<:ul• libtement• -<> ~ir. qac oo esto •i~~d.o con ~• delerm•no.<Jo <:Ír<:Ll\o de penooas- ~un ~lusa• romún• de la WtdiciOO ••• el ~ue .. puede TI:COO"""' el inlerk <k la tradoc:IÓfl de un <klcrminado doculo de •nuU>nrrt• (p. IQ2. 108), m>.., jLI5tinca dc:oiJilar a la pnmcr11 """" •motivo• ). dcnvirublo de alli. do~gnar al n>él<>do> wmocril""' de 1.,. ""'"'""· El oone<pl:o de •mo>lrvo•. a poe .. r <>e lo> desvai<W que es en el l=nJUolll" rorrien«. ti<110 un scntrdo ~'<="'en I&Clcn<:ia de: lalitcraluTO. seg.ún ladcfinrCI.Óol que ~cm<>< !:notado de: du, y diflcilmcnt< p<>dr:i cmpkar.;r: ade<ll&damentc a>rno co=¡riO q~ mn¡ue cl de •ilmte.ne• """ña.daso. ""'"'""" ocuñ.W.O.•. ora>¡¡M &<:U~- (corno hace (i. F-ohrcr. l.c .. 10:!.). 96 tura de un grupo de formas>-) 2 \ patrón que como taL no existe en la realidad sino que se adquiere, como producto de la abtMacción, mediante la comparación de varios textos particulares (formas) de estructura semejante. Hay algo que asocia la crítica de los «lugares comunes» de la tradición con la crítica de los géneros, y es que en una y otra se estudian materiales acuñados. Ahora hien, la acuñación convencional se extiende en este último caso a la correspondiente estructura jerárquicamente determinante de un texto, en cuanto dicho texto sigue un patrón estructural actuante también en otros textos: un patrón que se reconoce por el estilo genérico, es decir, por las peculiaridades típicas precisamente de ese género. La unidad de tradición de la curación del paralítico, que hemos examinado desde el punto de vista de la crítica de la tradición, por su género pertenece a las narraciones de milagros. de curación y, según R. Pesch 27 , sigue en la estructura de su acción el es-quema de las historias de milagros en general y los tópicos del milagro de curación de paralíticos en particular. En concreto, R. Pese!"! enumera los siguientes rasgos estructurales del género: l. Aparición en escena del taumaturgo y de una multitud de personas (motivos introductorios y preparatorios): v. 1-2. 2. El encuentro (del enfermo, cuya enfermedad se indica o cuya situación calamitosa se describe, con el taumaturgo): v. 3. 3. Este encuentro se ve aquí obt\taculizado por la 26 W. Rtchtcr. 1 e. 132. 17. R Posch. Da> M~rkus~•ong<ii~m 1 (HThKtiiT !1). Fnbu<go de Bri¡; -Basilea-Viena 1~6. l'ik dificultad para la aproximación (rasgo que en este caso sustituye a la tradicional petición de curación): una dificultad que hay que superar, v. 4. 4. La curación (mediante orden de curación con interpelación, palabras de aliento, palabras de salvación, orden de demostración, despedida): v. 5.11. 5. La comprobación de la curación: v. 12. 6. La demos/ración: v. 12. 7. El asombro (de la mulütud): v. 12. 8. El final a coro-: v. 12211 • 3.4.5.2. La historia de los géneros Por cuanto los textos que se comparan para conocer su género mediante la averiguación de sus peculiaridades tipicas --es decir, de su estilo genérico- se originaron en diversos tiempos, la crítica de los géneros debe contarse también entre los métodos diacrónicos y tiende no sólo a la mera comparación de los diversos representantes del género sino también a la exposición de la his· toria de los mismos, de suerte que, por un lado, gracias al género, se amplía nuestro conocimiento de la historia (de Israel y de la Iglesia primitiva) y, por otro lado, nuestro conocimiento de la historia y de sus situaciones típicas nos permite deducir la existencia de determinados géneros literarios. 3A.5.3. Designación de los géneros Los géneros no existen en la realidad, sino que son el resultado de un proceso de abstracción por el que determinadas notas de una forma, que ésta comparte con otras formas particulares, se consideran como características y en cambio otras notas no se consideran como caracteristicas29 • Por es-o. el concepto de «género» e-s .aJgo borroso, y esto se refleja en la multitud de términos que se emplean para designar a los géneros. En este particular, una ojeada a la bibliografía provocará, con toda seguridad, cierta confusión en el principiante. En efecto, en cada manual encontrará propuestas distintas para clasificar y denominar a los géneros, y esta complicación aumentará más todavía si, además de recurrir a las obras de exégesis bíbüca, consulta las obras de historia de la literatura en general 30 • Por eso, lo más adecuado tal vez a la complicación del problema (¿,insoluble en último ténnino?) de los géneros será partir de dos posiciones que aparentemente se contradicen, pero que tienen en común el que ambas quedan colgadas en el espacio, sin fundamento «último». La primera fue fonnulada a-si por W. Richter: «Sostenemos, además, la opinión de que Jos géneros no se obtienen por deducción de conceptos sumamente universales, sino por caminos empíricos»31 . En el plano de comprensión de nuestra iniciación a los métodos, es2'1. 31)_ 21!. fur oon.,guienle, el -estudio "'g.Un la olp!l<a d.e la crir= <lt /<1< g<""ros ronfirmartt. nue>tra hi¡>óu-sos críhOO---tradieional: La un!dad de !radiMOO supuesto por niJi!OirO!- =!"""de al potrón c:slructJ.o.-..1 del gtnoro. mientras ~"" la• poonco del t~xtn q110 oonSideroi.bo.rnns adocione• p<>51enmn romt"'rlan""' r>a!rón d.el gtnero 98 W. Richter, l.c .. 1}2>¡_ Es lignif>cati..o de esta ;ill>acioln ~1 hul>o de quo d U~iktm -~~gO'Ii!chtr Fachbtgnlf" M P.G. MiiUer{Smngan-K~vrla<:r 191!5), 115-120,SI¡u1Cnd<> o K. Be;gcr, Bibdbnbdtsl\'l' (Hcidelbers l9110), 47SM, e~urnerw: ~n 101al 1(}7 génerns híbl;cos, cuyo orden alf~bélio;o permo~~ ~rde ""tem""" qu~. dodo> ~1 estftdo> acmll dt la!. inve.tigaoi<>n<:< !Obr~el prot>kma de 1"" gtnci'OI!, noco ¡>001~ uno soli>Ción sistornltia del mismo. lmponantes,...fl~•ioncspt~~¡.., para ello oe eiiCil<:ntran"" W. Rich1er> l.c., 121-152. 31 w_ Rid11tr, Le, 1J.4. 99 tas palabras se pueden entender como una especie de exigencia para <.¡lle se lean los textos bíblicos mis.mos. confiando en que la lectura de un texto llevará luego consigo la lectura de otros textos, y ésta a su vez la lectura de otros, y así su-cesivamente, de forma que en el largo proceso de estas lecturas, dichos textos se vayan agrupando y ordenando poco a poco en la cabeza del lector, al parecer «de manera espontánea» y vayan formando grupos de textos estructuralmente afines. Parecerla que el segundo con se jo está en contradicción con esta primera opinión. Dicho consejo afirma: ..:Una cierta medida de orden es mejor que absolutamente ningún orden.,. Parece que este texto hace de la necesidad virtud, y a la vista de la multiplicidad de textos imposible de ordenar y de las numerosas asignaciones de géneros a las que se puede recurrir, exhorta a la arbitrariedad de un cuadro ordenador de categorías. Ahora bien, l'.e puede entender también como consejo de que se abrevie un poco el largo camino a través de la lectum constituidora de géneros., y de que se abrevie aceptando, al menos de manera provisional, una ordenación de texto~ en grupos «encontrada» en su lectura por lectore& anteriores. aunque sean especialistas en exégesis, y que de este modo se vaya clasificando previamente de alguna manera la inabarcable multitud de textos y géneros. aunque sepamos que no se trata de un orden con fundamento «Último». L<~ finalidad de semejante crítica de los géneros., orientada a la utilidad prá!.:tica. no seria ni una sistematización atemponü de los géneros ni una interminable enumeración de los mbmos, que en último krmino haría coincidir el <.:oncepto de género y el de texto particular. En Lo que respecta al campo de los género~ en los. 1()() Sinópticos, las propuestas de G. Theissen se orientan ejemplarmente en la misma dirección. Por este motivo, presentaremos sus mismas palabras en una extensa cita. G. Theissen introduce un orden en los géneros de los Sinópticos sirviéndose de dos polaridades, designadas por las parejas de conceptos: «típico» frente a «singular», y «enseñanza» frente a «narración>>. Sirviéndose de la segunda pareja de conceptos, se pueden definir los «Cuatro géneros fundamentales de la tradición sinóptica»: ~<enseñanza pura, enseñanza narrativa. narración con filo doctrinal y narración pura». o, en terminología más tradicional: «logia (= formas gnómicas [ad. del autol"]), parábolas, apotegmas(= narraciones biográficas con matíces gnómicos [ad. del autorJ), narracione:s~>32. La segunda pareja de conceptos conduce a una ulterior diferenciación de los cuatro géneros fundamentales, que se dividen en dos variantes opuestas rolarmente. A este propósito dice G. Theissen: «Tanto la cnsciianza como la narración pueden ocupan;e más de lo típico o más de lo singular: dentro de los logia se puede distinguir entre logia normativos y logia kerygmátiw.~. Son normativos todos aquellos logia que formulan lo universalmente válido en la experiencia o en la actuación: palabras o dichos sapienciales, palabras o dichos legales, y reglas para la vida de la comunidad. Se trata siempre de normas de c.xperLcnda o de normas de acción, de lo regular y típico, sea la regla que uno puede comprobar. sea la regla que hay que aplicar a la acción. En contraste con los logia normativos están todos Jos logia kerygmáricos, es decir, los logia que anuncian y proclaman un acontecimiento singular, sea que ese l2. -G. Thois1«n. (/,chr'-lt!u:he W~l"i"R'""hrch,_N F.t~ Be"Hr~ '"'" fnr=g<"'¡,.,-h¡J.-h<~ Erf"m~~~C da <y"OpM<h~n han~8"'" <StUNT a). G"Ur<lah N74 126 101 acontecimiento ya haya tenido lugar (dichos en primera persona del singular, dichos del Hijo del hombre) -o esté teniendo lugar ahora precisamente, sea que vaya a tener lugar en el futuro (dichos proféticos y apocalípli-cos). Los dicllos kerygmáticos contienen siempre un mensaje acerca de algo singular.lnterpretan el presente y desvelan el futuro. De manera parecida, hay que hacer una distinción dentro de las parábolas: los símiles, que describen acontecimientos típicos y apelan a la experiencia universal. Y las parábolas en sentido estricto, que describen un caso particular Interesante, que puede contener incluso rasgos improbables y singulares. De manera análoga hay que clasificar los apotegmas: la mayoría de ellos se proponen presentar las enseñanzas de Jesús, es decir, no sólo lo que él dijo en un determinado lugar, sino lo que él enseñó fundamentalmente en relación con los problemas abordados. En contraste con estos diálogos de enseñanza y disputa, están los apotegmas biográficos, que se proponen describir un acontecimiento singular en la vida de Jesús, por ejemplo, la confesión por la que Pedro reconoce que Jesús es el Mesías. »Los géneros puramente rmrrativos los encontramos también en dos formas: historias de milagros y relatos legendarios. En nuestro caso, las historias de milagros son las que narran lo típico de la vida de Jesús. Por eso se hallan compendiadas en sumarios. Son episodios intercambiables y no tienen lugar fijo en la secuencia de la vida de Jesús. El orden en que se suceden es relativamente caprichoso. Otra cosa ocurre con los relatos legendarios: se ocupan del nacimiento y crecimiento de Jesús, de las tentaciones que padeció, de su marcha a Jerusalén y de la pasión. Refieren acontecimientos qt.~e tienen un lugar inconfundible en la sucesión temporal de la vida de Jesús» 33 . l02 Lo que acabamos de decir se puede contemplar de una sola ojeada en el gráfico adjunro (completado un poco) de G. Theissen34 : Típico Logitl S.fmile~ Diálo_gos Historias de de enseñanza milagros y disputa Enseñanza purs Enseñanza narrati-va Narración oon filo doctrirtal Narración pura Parábolas Apctegm~ Relatos legendarios normativos Singular- Logia herygmáticos biográfico~ Desarrollar sistemas análogos que pongan en relación los demás géneros bíbhcos será por ahora un desideratum. 3.4.5.4. Situación vital (Sit.z im Leben) La. crítica de los géneros exige que se investigue la situación vital del género correspondiente: «ES[C patrón estructural, por cuanto se halla previamente dado, está ar1clado en situaciones e instituciones socioculturales tí1.1. lbi<l 12&s J.4. lbld. 128 103 picas. lo que se ha dado en llamar ""simación vital"»-'~. Esto quiere decir que los textos de un género tienen correspondientemente una determinada función en la vida de una comunidad. Podemobo decir también que por situación vital se entiende una repetitiva situación de uso de un determinado génew hterario en la vida de una comunidad. Las canciones nupciales se cantan en las bodas; en cambio, las lamentaciones se cantan e11 relación con los sepelios y .celebraciones de duelo. Por consiguiente, la situación vital no significa una determinad<:~ situación históri-ca, por ejemplo en la vida de Jesús, sino que, como concepto sociológico que es, presupone una comunidad, instituciones y eL uso repetido de tex:tos de un género en situaciones que retornan de la vida de una comunidad. En lo que respecta a las historias de- milagros, entre las que habrá que contar la tradición original de la curación del paralítico, podr.á afirmarse en general que su situación vital debe huscarse en las nece-sidades misioneras de la vida de la Iglesia incipiente. Tales relatos están al servicio de la proclamación misionera de Cristo como Señor y varón de Dios, que con !:>U poder es capaz de poner fin a las miserias humanas de índole más diversa, y a quien por tanto puede uno <.:onfiarse en la fe. 3.4.5.5 Situación literaria (Sitz in der Literawr) Aunque la crítica de los géneros. en virtud de su procedimiento. que consiste en determinar el género a base de múltiples textos particulares que tuvieron su origen en distintos tiempo-s, debe considerarse ur1 método diacrónico, :sin embargo. en virtud de sus resultados, posee un efe-cto retmactivo sobre el método sincrónico de la crítica de las formas. En efecto, el género obtenido gracias a la crítica de los géneros puede ponerse al servicio (en ci:erto modo) de la crítica de las formas como filtro para que dé realce y haga aparecer con contornos más nítidos el texto partícul<~.r objeto de estudio. Y, así, sobre el trasfondo del género. resaltan por ejemplo los rasgos individuales del tex:to que nos ha servido de ejemplo (véase p. 85s) y se ven con es pedal claridad en la fonna final que obtuvo tras la labor de redacción. En el lugar que, por el género, suele hallarse la súplica pidiendo la curación, se encuentra en nuestro texto el relato sohre la forma. nada usual, de llegar tlasta Jesús abriendo un boquete en el lecho: esa forma que hace posible lo imposible y que es interpretada por Jesús como expresión de fe. Además, aunque es cierto que el género de las historias de milagros conoce el rasgo de las palabras de aliento que el taumaturgo dirige a los que buscan la curación, 110s sorprenderá la manera en que es1e rasgo genérico es individualizado aquí por el redactor: «E." singular el hecho de que a un enfermo. en el marco de la hjstoria de un milagro, se le consuele declarando que sus pecados han quedado perdonaJos,30 • La firmeza de una fe, que se sube incluso al tejado para llegar hasta Jesús y, por otro lado, la capacidad que tiene Jesús para llegar hasta las dimensiones más pr-ofundas y recónditas de la perdición humana y actuar salvadoramentc en ellas, son contornos individuales de nuestro texto que quedan realzados sobre e! trasfondo del género. Así. pues, l.a visión del género no sólo con>.t. R 1\c,.·n. Le. 147. 1U5 firma la hipótesis de la crítica de las tradiciones. sino que facilita la comprensión del tex:to individual en la óptica de la critica de las formas. Finalmente,llcga a conocerse con más nitidez de contornos, nuevamenle sobre el tras~ fondo del patrón del género, cómo la unidad de tra~ dición se modificó en su función a¡ quedar ampliada por adiciones rcdaccionales. Además de su situación vital, adquiere una situación literaria. En efeclo, en su versión actual, la historia del milagro constituye ya únicamente el marco para el escándalo que experimentan los escri~ bas por el hecho de que Jesús perdone los pecados. Se separan violentamente las palabras de alier~to de Jesús y sus palabras de curación que figuraban en la primitiva historia del milagro. Las palabras de consuelo --<<Hijo mío, tus pecados te son perdonados>>-- son ocasión para que se escandalicen los escribas; y las palabras con que Jesús obra la curación -<Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa- se convierten ahora en demostración «de la autoridad que ttene en la tierra el Hijo del hombre para perdonar pecados» (v. 10) y en refutación de la acusación de blasfemia. El hecho -que seguramente debe verse como adición redaccional- de que al principio Jesús «hable la palabra» a la multitud reunida ante él, y todas esas personas. al final del texto, se queden asombradas y alaben a Dios, conduce a una oposición entre la multitud y los escribas que se escandalizan de las palabras de Jesús. Los unos escuc-ban a Jesús y se sienten movidos a alabar a Dios por el acw de poder obrado por Jesús. Y los otros acusan a Jesús de blasfemia. E11 Jesús se dividen los espíritus. 106 3-5. Transición a la parte de ejemplos Terminamos aquí nuestras explicaciones, consctentemente breves, sobre los diversos princirios metódicos de la exégesis bíblica. Su brevedad permi1irá consu\tar~as de nuevo en la ulterior lectura de esta obra y releer de vez en cuando alguna que otra explicación, a fin de que el lector tenga siempre presentes los e-lementos teóricos de los métodos., cuando proceda a trabajar por sí mismo sobre los ejemplos de textos que vamos a presentar a continuación. Lógicamente, al ocuparse del análisis, deberá tener también muy presente el texto bíblico que en cada caso deba él analizar. Puesto que en casi todos los casos vamos a reproducir expresamente el texto, será fácil mar· carla con alguna señal para acompañar en cada caso la lectura, comprob.ándola sobre el texto. Además, en la lectura, hay que tener a mano una Biblia, a fin de darnos cuenta de cuál es la situación de cada tex:to concreto en un contexto mayor, y también para estar en condiciones de consultar inmediatamente las referencias que se hacen a otros lugares bíblit;;OS. Se entiende, como es natural, que la presente obra no es para ~eerla de corrido como una novela, sino que cada uno de sus capítulos deben considerarse como ejercicios completos en sí mismos, en los que hay que trabajar como unidades aisladas, y que conviene repasar varias. veces. Sirviéndonos. de divers-os ejemplos de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, pondremos a prueba y nos ejercitaremos en los principios metódicos expuestos brevemente en la parte que estudia los mélodos de manera general. La diversidad de textos implicará que, en el análisis, el centro de gravedad recaiga unas veces sobre una perspectiva metódica, y otras veces. sobre otra. l07 Así, hay textos que se estudian más intensamente desde la perspectiva de la nítica de Las formas, mientras que en otros se acentúa más el análisis diacrónico. En ocasior~es se llegará también a completar y profur1dizar en las explicaciones metódicas, y seguramente a efectuar análisis que queden rezagados en relación con las explicaciones teóricas. La selección de los textos no pretende, ni mucho menos, ser completa desde un punto de vista sistemático. Se lla efectuado de manera más o menos heurística, en el sentido de que todos los textos que aquí se ofrecen han demostrado ya concretamente su utilidad didáctica. Además de los textos del Nuevo Testamento -que por ser yo profesor de NT constituyen buena parte de los ejemplos- se analizan también conscientemente algunos lextos del Antiguo Testamento (véase Il, 1.6.2; II, 2; Il, 6; 11, 7}, porque, a pesar de la separación que se hace tradicionalmente entre las disciplinas exegéticas del Antiguo Testamento y las del Nuevo Testamento ~paración que está más que justificad<! por la multitud de disciplinas auxiliares que en cada caso se necesitan-, precisamente en el plano de los métodos de análisis textual orientados a una praxis de la palabra bíblica coo justificación científica, científicamente, es recomendable rccoTdar que, no ob!>tante toda la diversidad que pueda haber concretamente, hay operaciones fundamentales que son siempre las mismas en relaciones con todos los textos, incluidos los textos no bíblicos. A pesar de todo, la exégesis del Nuevo Testamento ha determinado más intcnsilmente la selección de textos, por cuanto los ejemplos representan, todos ellos, en el aspecto de la crítica de la~ fuentes. las posibilidades de exégesis de lo!> Sinópticos a las que apunta la teoría de las dos fuente-s. Y, así. hay ejemplos tomados de la tra108 dición de Marcos (véase 11, 1; IL 3; 11, 4). y también ejemplos ofrecidos por los textos de La fuente de los logia (véase IL 5; 11, 10), y ofrecemos igualmente un ejemplo tomado del Eva11gelio de Juan, que presumihlemente tiene como fondo una tradición de la fuente de los signos (semeia). Se bailan representado!>, además, los géneros de los textos de listas (véa~e JI, 9) y de los himnos a Cristo (véase IL R). Finalmente, se estudia tamhién la carta a Filcmún (véas.e 11, 11). por su forma y romo e¡emplo del género de las cartas paulinas. Lüs textos evangélicos que sirven de ejemplo están impresos ampliamente en disposición sinóptica, pero dando por supuesto que el lector tendrá delante además alguna sinopsis evangélica 37 . Se d.a también por supuesto que una iniciación a los métodos de los trabajos exegéticos no puede ser al mismo tiempo una iniciación a los problemas de la historia y del entorno bíblicos, a las cuestiones relativas a la peculiaridad literaria de los diversos escri,os bíblicos o a sus perfiles teológicos, aunque todo ello se pueda tocar someramente y con frecuencia baya que sobrepasar el nivel informativo que el principiante tiene en estas esferas. Por consiguiente, el lector, al mismo tiempo que se ejercita en los métodos. [Cndrá que irse imponiendo en estas materias que van más all<i 0-c los métodos Por eso, J7 1''" '""''~"""",. enllcnJ~ e~ co« .:•o<> 1• ;·u~<•vo>ic'i"n de (e~oos paral<l"' do lu.. 1inop"""" 1~<. MI. Lo). <1-< forma qu~ pu•d•TI obse""'"'' f•c1lm.<TIL< lo> <onn>r· <la~"~' la> Oii.,en"" '""' 1<>> d"""'-" b•Tig<·l'"'. "'-'b" ""~'> ~u •nd<; '-" la; _,,;ala f"" medw !k '"'lmc> doferenle,. E"u '" puede li~cor fóoilm~nte •ubrayo~do c;o~ <ole-r a2ull"'" puniUo comunc> en Me. M<. l.-<. f" oon c-oLo• m¡o los punoos comun~•en MI~ U. cu•nJ" "" E'""~d"" ; punoo se h•lla """""del texoo d' .~le En 1<•> p~nlc» '" ~"" ''" <re><l<l'~'"" """' d< "'"" pue<le h:ooer" gn L>>lc< d~ <olor •·ml<. Lcil >iii01}>L> aloman" más Ulll,.ad., son. P~mJo-,.s_,.. nvpJ<. ¡>JT F.J &hieT;c. Pa"ll<><·V«Iag. 1)\isseldort "l~lli. Zliccher-Ev"'8'1.en 5p•oP"· r><>r C.H roi;~er. On<:ken-Veol~g. Wup¡:oeroal '"IYW S.Ub.e la>"~"!"" en""". •e•>< 1. 2, """ ~ o~,. <le ]>'Og<na \09 una historia de Israel y una historia contemporánea del Nuevo Testamento, una introducción al Antiguo Testamento y al Nuevo, así como también una iniciación a la teología del Antiguo y del Nuevo Teslamento, formarán parte del irrenunciable programa de lectura de todo aquel que quiera ambientarse de tal modo en el mundo de la Biblia, que, con ayuda de los métodos exegéticas. pueda moverse en ella como lector bíblico emancipado3S. 110 ll Parte práctica