Muertee la m. oculta necesariamente en sí misma todos los misterios del hombre; es, como dice Gaudium et Spes del concilio Vaticano II, el punto en que el hombre se torna de la manera más radical problema para sí mismo, y por cierto un problema que sólo Dios puede resolver. La m. es una consecuencia del -> pecado original (Dz 101 109a 175; DS 413; Dz 788s). Con ello no se dice, naturalmente, que si no hubiera pecado original y pecado personal el hombre permanecería sin fin en su existencia biológica y temporal (o que antes de «Adán» en el reino animal no hubo ninguna m. biológica). Para la tradición cristiana la m. es la «separación del alma y del cuerpo». La m. es más bien el principio de la eternidad, en la medida que en esta eternidad se pueda hablar de un «principio» Por eso la m. del hombre es un suceso recibido pasivamente, frente al cual éste como persona se siente impotente y extraño; pero también es esencialmente el autoperfeccionamiento personal