EL OJO DEL HURACÁN Por Aleida Piñero Aquí no ha pasado nada. En nuestro barrio de La Habana, por el Centro Vasco, presto a ser noticia por las inundaciones, no ha ocurrido absolutamente nada, más allá de las típicas colas en las tiendas cercanas, y la gente en sus cosas y en sus casas. Aquí no ha pasado nada, ni ahora, ni el 11 de julio, ni los días sucesivos, y sin embargo, la angustia que experimentamos al seguir las redes sociales fue altamente nociva para nuestra tranquilidad espiritual. Incluso intentamos ver en la oscuridad desde un décimo piso ver la flotilla de yates anunciada. Entonces recapitulamos: “Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?”. Es un tema de percepción, una cuestión descrita en la post verdad, y nosotros, simples cubanos neófitos e ingenuos en temas de internet, de momento caímos dentro de la bola de nieve y su violento movimiento. El 11 de julio evidentemente hubo protestas en varias zonas de Cuba, y si alguien tuvo dudas, el Presidente lo confirmó a las cuatro de la tarde en su alocución por los medios tradicionales. Y pruebas, evidencias, por un lado y por el otro, pero, ¿cómo sacar la aguja del pajar?, ¿cómo saber si las imágenes son reales o manipuladas?, ¿cómo dar fe de la autenticidad de los testimonios, de la validez de los hechos? El lunes 12 de julio llamamos a la provincia de Camagüey, supuestamente “tomada y liberada”, y era incierto; googleamos la imagen del niño de 13 años muerto, y provenía de Venezuela; localizamos a la familia en Diez de Octubre, donde supuestamente una horda de cubanos volvía a las calles, y todo estaba más tranquilo que un hombre resacado. Las falsas noticias movilizan las emociones, distorsionan la realidad, y aunque en la web hay tutoriales para identificarlas, cuando las lees tendemos a la percepción parcializada hacia un lado de la historia, y más, si se vinculan a vivencias personales. Y es una lucha de león a mono, con el mono amarrado, porque el algoritmo que determina el por ciento de la información que recibes en las redes sociales, no lo defines tú, ni tu país. Una mente sabia llamara a la ecuanimidad, pero somos caribeños, tropicales y entrópicos, que por primera vez nos enfrentamos a una guerra de cuarta generación en un país socialista, monopartidista, con un bloqueo económico y financiero de más de 60 años; fatigado tras 16 meses de pandemia y un agresivo rebrote de Covid-19; afectado por sus propias ineficiencias a ojos vista. Y a la par, una Nación que procura construir su ideal, mientras el Estado promete nuevos modelos legislativos y de gestión económica. A esta hora ya se han descubierto y denunciado pública e internacionalmente (intervención del canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla el 13 de julio) todo tipo de manipulaciones y falsedades, desde fotos, noticias, hasta identidades y ciber-ataques; y también, en las múltiples versiones de lo acontecido, hechos dolorosos y vergonzosos, que deben examinarse con cuidado e investigarse a fondo, con total transparencia y apego a la ley – a ello se han comprometido las autoridades. Un ejercicio de democracia, a nuestro criterio, necesario, que debe convocar a la calma, al diálogo, al perdón y a la reconciliación. Es sintomático que estos sucesos atisben el odio, la inconformidad y la desunión, justo cuando Cuba sufre el más mortífero repunte de la Covid 19 y se encuentra en pleno proceso de inmunización a escala nacional con las vacunas cubanas de probada eficacia, creadas por nuestros científicos. José Martí escribió: “Hay que mirar la superficie para ver la verdad. Los pequeños acontecimientos chocan y preocupan; hay que aclararlos y analizarlos para hallar en su fondo los grandes acontecimientos.” Entonces a la verdad habrá que acercarse con responsabilidad suprema, más allá de las narrativas condicionadas por las redes sociales, de las protestas y los actos de reafirmación revolucionaria, para que esta calma que hemos vivido todos estos días en mi barrio, de históricas inundaciones, vuelva a primar. Y también en toda Cuba, y en esa realidad virtual en la que también somos ciudadanos cubanos.