El BURKA* Se dice que esta prenda se introdujo en Afganistán a principios del siglo XX, durante el mandato de Habibulla (1901-1919), quien impuso su uso a las más de 200 mujeres de su harén, para evitar que la belleza del rostro de estas tentara a otros hombres. Los velos eran de seda con finos bordados y las princesas de Habibulla tuvieron incluso burkas bordadas con hilos de oro. Así el "burka" se convirtió en una vestimenta lujosa utilizada por la mujer de clase alta, quien de este modo era "aislada" del pueblo llano, evitando así su mirada. * BURKA Realmente el origen de la prenda parece remontarse a la dinastía Aqueménida del Imperio Persa, fundada por Ciro II el Grande (siglo VI aC). Por otra parte, el velo ya se usaba en Asiria (país de Asia antigua situado en la región de Mesopotamia), habiéndose encontrado referencias escritas sobre este que datan del siglo XIII aC. Por aquel entonces, la religión musulmana ni tan siquiera existía. Históricamente es una prenda propia de las Pashtunes y han sido las tribus pashtunes las grandes defensoras del burka. De hecho, el rey Amanullah, que sucedió al mencionado Habibulla, intento una modernización del país, la cual incluía la eliminación del uso de la prenda. Pero cuando su mujer, la reina Soraya Tarzi, apareció en publico sin el burka se produjo un gran escándalo. Sus intentos de occidentalizar Afganistán, le valieron la oposición y rebelión de las tribus pashtunes. Finalmente, tuvo que abdicar y huir a la India en 1929. El “BURKA completo” se hizo obligatorio en Afganistán cuando los talibanes* llegaron al poder después de la salida de los soviéticos, imponiendo de esta forma una prenda capaz de garantizar el control sobre el cuerpo de la mujer, ya que cubre los ojos con un ‘velo tupido’ que impide que quien la usa pueda ver normalmente, puesto que el ‘enmallado’ limita la visión lateral haciendo perder la ubicación espacial, volviendo a la usuaria dependiente de otra persona para poder desplazarse con eficacia, especialmente en espacios abiertos. * Talibanes: Grupo integrista islámico, surgido en Las escuelas coránicas de Pakistán. En su mayoría pertenecen a la etnia Pashtun. Uno de los objetivos del ´velo tupido´ es evitar que el rostro y los ojos sean visibles. El burka ejerce fuerte presión sobre la cabeza (pesa unos 7 kilos), aumentando la fatiga al caminar. La extensión promedio de la prenda es hasta la altura de los pies, no solamente para cubrir todo el cuerpo, sino para garantizar mayor dificultad en el desplazamiento, impidiendo especialmente que se pueda correr con ella. El BURKA actual no es un vestido, es una CÁRCEL de TELA que somete a las mujeres a la dificultad de no ver con claridad nada que no se encuentre a un metro de distancia frente a sus ojos. Produce una visión de "anteojeras", que hace perder la vista de los ángulos laterales estrechando el campo visual que aparece, detrás de las celdas del tejido que se abre a la altura de los ojos, "enrejando" todo lo percibido. Las miradas de estas mujeres están presas, como sus cuerpos. Una dirigente de la organización clandestina de mujeres afganas RAWA*, confirma esta idea cuando dice: ‘...Es como una cárcel. Da calor y aísla. Las mujeres no pueden reconocerse. Las que necesitan gafas, no pueden usarlas. Es como si, además, fueran casi ciegas. El tejido que cubre sus ojos debe ser suficientemente tupido pues a algunas mujeres les pegan por llevar los agujeritos demasiado grandes. Para las mujeres, la obligación de llevarla ha sido un trauma, porque es humillante, dificulta todos los movimientos y también ver...’ A menudo, la poca visibilidad que permite la pequeña abertura provoca, al cruzar las calles, serios accidentes que llevan a estas mujeres a la muerte. *RAWA. Grupo de mujeres intelectuales que bajo el liderazgo de Meena Keshwar fundaron en 1977 la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán. A Meena el trabajo social y su lucha contra las posturas de los fundamentalistas le costo la vida. El 4 de febrero de 1987 fue asesinada por agentes de la policía secreta afgana y sus cómplices fundamentalistas en Quetta, Pakistán. A partir de las imposiciones del régimen ultrarradical y fundamentalista talibán que prohibió cantar, bailar, tocar música, practicar deportes e incluso volar cometas, pasatiempo nacional afgano, las mujeres afganas tienen la prohibición de: pasear solas por la calle, trabajar, estudiar e incluso recibir asistencia médica salvo en hospitales destartalados sin agua, electricidad, ni quirófano, al que sólo se va a morir. Sólo los médicos varones tienen derecho a ejercer en los hospitales, pero no tienen derecho ni a atender ni a operar a una mujer. Las mujeres sólo pueden viajar en los maleteros de los taxis. ¿Que identidad tienen? Identificación de una mujer. Cuando una mujer está embarazada, los afganos dicen que está enferma. El 97% de las mujeres afganas dan a luz en sus casas porque tienen prohibido acudir a médicos varones y casi nunca disponen de medios de transporte para llegar a un tratamiento médico. La maternidad Malalai está rodeada de un muro de cemento construido por los talibanes, con dos ventanucos diminutos. Del otro lado acampan los hombres que esperan a las mujeres internadas. Hablan con sus esposas a través de los ventanucos. Ropa hospitalaria Nacer con burka. Un informe reciente de Médicos por los Derechos Humanos indica que el 40% de las mujeres afganas mueren durante su período de fertilidad por complicaciones en el parto. No hay mirada Debajo de la burka, la mirada de la madre no existe. No existe su rostro, su voz se distorsiona y es imposible el contacto con su piel. Tampoco existe para ellas la mirada del hijo al amamantar. No hay vínculo ni sostén a través de este soporte básico y constituyente de un Otro. Cuando las fuerzas talibanes conquistaron Kabul, el 27 de septiembre de 1996, desterraron a la mujer afgana de la vida civil, expulsándola de la enseñanza y confinándola al hogar. Con toda razón, el burka obligatorio, pasó a ser uno de los más indiscutibles símbolos de la represión ejercida por el nuevo régimen. La incipiente sociedad civil de las ciudades como Kabul, en la que la mujer comenzaba a disfrutar de un papel social relevante, quedó borrada de un plumazo por los talibanes. Entre las decenas de miles de empleadas públicas enviadas a sus casas había 7.790 maestras. Se cerraron, entonces, sesenta y tres escuelas de Kabul. El salto atrás fue colosal, del siglo XIX a la Edad Media. El 65% del profesorado, el 40% de los escolares y casi la mitad de los 7.000 estudiantes de la Universidad de Kabul eran mujeres. Ninguna se atrevió a desafiar al mulá Mohamed Omar, el líder talibán. El golpe humano y cultural resultó brutal. ¿MUJER O BASURA? Esa vida de ínfima categoría es vivida con la amenaza de los castigos por la infracción: jóvenes vigilantes que trabajan para el Ministerio de la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio patrullan las calles con látigos, palos y kalashnikovs en busca de una uña pintada, un tobillo al aire, una carcajada; dispuestos a denunciar a esas mujeres que, sin posibilidad alguna de defensa legal, soportan penas como la lapidación, amputación, tortura, flagelación o la ejecución pública. LAPIDACION El adulterio está penado con la lapidación. La mujer es metida en el suelo en un agujero y tapada con tierra hasta el pecho. A continuación los “hombres” le arrojan piedras hasta matarla. Las piedras no deben ser ni tan grandes como para causarle la muerte rápida, ni tan pequeñas que no se puedan considerar “piedras”. Dibujo realizado por un niño afgano. A siete años de la invasión propiciada por EEUU, y con un crecimiento exponencial del conflicto armado, se puede afirmar con rotundidad que las condiciones en que viven mujeres y niñas en el Afganistán actual resultan desgarradoras y poco ha cambiado para ellas, a pesar de las promesas de la comunidad internacional. Y ya no sólo en las zonas del sur y del este que están controladas por los talibán, sino en buena parte de los lugares dominados por la coalición internacional, como Helmad, bajo jurisdicción británica. * Pese a la igualdad utópica de la nueva Constitución de 2004, las mujeres todavía pueden ser compradas, vendidas o transmitidas como parte de una herencia. * Como en el tiempo de los talibanes, siguen también los matrimonios forzados, la violencia doméstica y la falta de trabajo. * Hay una ciudad donde las mujeres salen de sus casas dos veces en su vida: cuando se casan y van a vivir con el marido, y cuando mueren. A lo largo de 2007, 165 mujeres, víctimas de violencia de género, intentaron quitarse la vida. El 87% de las afganas afirma padecer violencia, en el ámbito doméstico. La mitad de las denuncias son por abusos sexuales. Los casos de violencia contra mujeres y niñas aumentaron en febrero de 2008 un 40% en relación a los datos del mismo mes en el año anterior. El 60% de las mujeres es víctima de matrimonios forzados. La mitad de los casamientos son de jóvenes que aún no han cumplido los 16 años, aunque la ley lo prohíbe. Las niñas suelen ser entregadas como restitución por una disputa, deuda o crimen, según las leyes tribales-, pero también por la pobreza extrema que sufre el país. Un padre puede recibir entre 600 y 1.500 euros por su hija. Lo que equivale a tres años de suelo de un trabajador. Como en la época del régimen talibán, el burka azul continúa tiñendo de color las calles de todas las ciudades de Afganistán (aunque ahora han aparecido telas sintéticas de otros colores que no pierden el color con los lavados), y los ajusticiamientos en público de mujeres (lapidaciones, sobre todo), están a la orden del día. Pero la pesadilla de las mujeres en Afganistán no acaba ahí: su existencia sin los derechos básicos y fundamentales se desarrolla en un país en ruinas, con una pertinaz sequía, empobrecido, sin infraestructuras, plagado de minas terrestres, con dificultades para encontrar vivienda y alimento, bajo los desastres de más de veinte años de guerra, con los hombres en combate y sin un sistema productivo, donde la clase culta o profesional ha huido o muerto. Actualmente hay miles de viudas que tienen como única opción mendigar, enloquecer, prostituirse, o suicidarse, porque la ley les niega a heredar los bienes de sus esposos. Hay miles de mujeres que se alimentan y alimentan a sus hijos diariamente con pan y té; que ven cómo sus hijas deben quedarse encerradas en casa sin educación y sus hijos son secuestrados, ya sea física o mentalmente, para ir al combate. En su desesperación muchas mujeres, optan por suicidarse. Esta situación es frecuente sobre todo en las viudas que, al no tener compañía masculina no pueden salir y mucho menos trabajar con lo que no pueden alimentar a sus hijos. El hospital público de Herat, donde el suicidio es un método limpio y común entre mujeres, trató en el 2005 a 90 mujeres que intentaron quitarse la vida prendiéndose fuego. Zahra (20 años), a quien su marido golpeaba diariamente y le impedía ver a su familia, cayó en una terrible depresión y decidió verterse aceite de cocina y prenderse fuego. Zahra sobrevivió, legalmente se divorció de su marido y hoy vive con su madre. La cicatrización le causó la pérdida de movilidad en su cuello. ¿Será posible esperar que también los varones salgan de su letargo y participen activamente contra la violencia de género, colaborando en campañas, manifestaciones, foros desde las escuelas y universidades, así como en diversos actos en compañía de las mujeres? ¿Será posible que cooperen como un igual frente a las agresiones de los derechos individuales y luchen por la justa equidad de género? Sueño con que los sufrimientos de las mujeres anónimas e invisibles, afganas, palestinas, marroquíes, africanas... sean paliados y la justicia impere en esas tierras donde ser mujer es sinónimo de desgracia. Sueño con un mundo más justo e igualitario y todo esto juntos, con vosotros los hombres, involucrados activamente en esta contienda donde no hay perdedores y sí vencedores. Por un futuro más esperanzador donde los niños y niñas hayan aprendido la base del respeto sin discriminaciones. ¿Utopía?