Profesor Fabián Ygounet Didáctica de las Prácticas del Lenguaje y la Literatura II ¿Por qué contamos? Liliana Bonel 1 ¿Hemos dicho y escuchado infinidad de veces que contar cuentos es una costumbre tan antigua que se pierde en la memoria del tiempo y decimos, por ejemplo, que en alguna cueva alguien controló el fuego de su vecino, no porque tuviera más fuerza física o mejores armas, sino porque contó mejores historias. Cuando se está frente a un narrador de historias (como el griot africano, como el nguepim o el ñanderu, entre nosotros), se está asistiendo a un prototipo de la génesis misma de la cultura. La capacidad narrativa es connatural al homo sapiens y, hasta cierto punto, se desarrolla al margen de la instrucción. Para saber contar historias no hace falta saber leer ni escribir. Es algo que pertenece a nuestra dotación innata y por eso aparece en todos los contextos. A partir de ese potencial sin par de la filogénesis, los pueblos han ido construyendo la cultura y sus productos. En la actualidad, una parte de la sicología cognitiva (sicología de la construcción del conocimiento humano) formula una metáfora de dicho conocimiento a partir de la capacidad narrativa. Según esta metáfora, el conocimiento es un producto social que se genera en un contexto social y cultural y la forma más elemental de cualquier conocimiento consiste en las historias que contamos y nos cuentan. Entonces ¿son los cuentos un alimento para el espíritu, un oasis de placer, de entretenimiento, de distensión? Sí, y también son generadores de conocimiento. Cuando vamos a un comedor escolar, a un jardín de infantes, a una escuela donde nos dicen que "los chicos no se comunican...no tienen imaginación...les cuesta aprender...", estamos nutriendo al desnutrido. Construimos el conocimiento más elemental: primero les dedicamos tiempo, el tiempo del cuento; establecemos un puente comunicacional donde interesan no solo el contenido y sus formas de expresión, sino la sustancia de la expresión: la voz, la modulación, la melodía, la comunicación tierna que hace desvanecer fantasmas, que genera confianza. Está también el contacto con la lengua de origen, el vocabulario, la forma, la estructura. De los esfuerzos por entender el cuento, surge también el esfuerzo por entender las palabras que contiene, para deducir, realizar analogías, decodificar; para construir estructuras mentales, establecer relaciones (yo-los otros; yo-las cosas), tomar distancias en el espacio y Actriz especializada en narración oral. Docente. Licenciada en Fonoaudiología. Integrante de la Red Internacional de Cuentacuentos. 1 1 Profesor Fabián Ygounet Didáctica de las Prácticas del Lenguaje y la Literatura II el tiempo; para distinguir la realidad del cuento de la realidad en que el niño vive. A través de los formatos verbales narrativos, el niño organiza sus afectos y el mundo que aprehende, cuyos objetos inviste o “desinviste” libidinalmente. El niño marginal, el "desnutrido escolar", según Inés Rosbaco, presenta empobrecimiento de la capacidad simbólica; habla pero no se ha ejercitado en los formatos verbales de nuestra lengua, fracasa en la comunicación con los otros, poco a poco desprecia los objetos que ha encontrado en la escuela, pierde el deseo de saber y la curiosidad. La apuesta del educador (¿narrador?) es hacer deseables los objetos de la cultura. A través de los cuentos, se pasa del mundo comentado al mundo narrado. La apropiación de la estructura narrativa permite construirse como sujeto con representaciones propias que llevan la separación y el corte con el otro. Cuando el niño ha construido representaciones que le permiten otorgar sentido a la realidad, las idealizaciones dejan paso a la construcción de ideales, ligados al futuro, a los proyectos de vida. Así será deseable, se habrá re-significado el valor de la palabra, de la letra impresa, de la necesidad de aprender. Y aquí una anécdota de Ana Pelegrín (“La aventura de oír”): "Letra por letra, suspiraba la niña, dice la maestra que tenemos que saber El Conde Olinos, letra por letra”. Y recitaba vacilando, equivocándose, hasta que... descubrió que su abuela cantaba-contaba lo mismo y unió la versión escolar a la tradición oral familiar y la palabra avanzó sin tropiezos. Ana Pelegrín también me ayuda en esta última (por ahora) reflexión: Para testimoniar sobre por qué contar; por qué todas las personas en su infancia tienen "hambre " de cuentos, he recurrido, yo, adulta, a la palabra de otros adultos, autorizados, académicos, escritores, para demostrar que los cuentos sirven, que son útiles, justificando así la pérdida del paraíso, la posibilidad de creer en lo maravilloso. Y en mí y en todos los que contamos y en todos los que se acercan a escuchar, crece la nostalgia por lo fantástico y lo maravilloso. La nostalgia del viaje, lo misterioso y ambiguo, el no-tiempo...crece y quiere crecer en la intangible fuerza de la palabra. Bibliografía: Carretera, María. Narratividad y recuperación del significado. Introducción a la sicología cognitiva. Aique, 2004. Rosbaco, Inés. El desnutrido escolar. Homo Sapiens, 2000. Rodari, Gianni. Gramática de la fantasía. Colihue, 2000. Pelegrín, Ana. La aventura de oír. Cincel, 1982. 2