INTRODUCCIÓN Y RESEÑA HISTÓRICA MICHAEL J. LAMBERT Traducción: Lic. Cristina Tenreyro Revisión técnica: Lic. Leonora Lievendag La psicoterapia ha recorrido un largo camino desde sus humildes orígenes como un “movimiento nuevo” a comienzos del siglo XX y continúa siendo un campo caracterizado por cambios de énfasis en determinados temas, nuevos desarrollos y considerable controversia. Recibe una notable atención por parte de los medios masivos de comunicación, los que le confieren un importante espacio tanto en la televisión como en novelas, películas, Internet (Barkham, Stiles, Connell, Twigg, Leach & Angus, 2008) y sus métodos ocupan un lugar destacado en la industria de la “autoayuda”. Es considerada como una forma indispensable de tratamiento para muchos problemas de salud mental y crisis personales y representa un área en la que están involucrados un número creciente de profesionales y paraprofesionales. Su evolución ha sido adecuadamente resumida en The History of Psychotherapy: Continuity and Change, Norcross, Vandenbos y Freedheim (2011). embargo, una búsqueda realizada por ISI Web of Knowledge (un buscador de Internet) revela que se han publicado alrededor de 60.000 artículos académicos sólo en los últimos 30 años. Si cada uno de estos artículos llevara una hora de lectura, la lectura completa de esta bibliografía llevaría aproximadamente 13 años (trabajando a un ritmo de un artículo por hora, sin parar durante 12 horas por día) y esto no incluye todos los capítulos de libros, informes ni artículos en publicaciones no académicas. El campo de la investigación en psicoterapia es también una empresa vital y en evolución, que complementa la práctica clínica que los psicoterapeutas practican a partir de teorías; y se está transformando rápidamente en la base de las guías de tratamiento y de las “mejores prácticas clínicas” en uso en el mundo actualmente. Las distintas formas que fue tomando la investigación durante estos años reflejaron una evolución similar a la de la psicoterapia misma -buscando comprender cada vez con mayor precisión los factores que llevan a la mejoría del paciente. Esta evolución ha sido adecuadamente resumida en las anteriores ediciones de este manual. (Bergin & Garfield, 1971, 1994; Garfield &Bergin, 1978, 1986; Lambert, 2004). Antes de analizar las tendencias y los temas actuales de la investigación en En contraste con esta difusión popular, la investigación sobre los procesos y efectos de la psicoterapia es mucho menos conocida y en cierta medida, representa un aspecto menor en la tarea que llamamos psicoterapia, con su énfasis en la teoría y su aplicación en la práctica profesional. Sin 1 psicoterapia, se presenta una reseña histórica con el propósito de situar la investigación actual en el contexto de las prácticas de investigación anteriores y de los cambios registrados en la sociedad en general. Este panorama general incluye comentarios acerca de las tendencias en la práctica clínica, el entrenamiento básico para los profesionales, los sistemas de pago y algunas cuestiones de interés general. Finalmente, se incluye una reseña de los contenidos del libro. de una actitud positiva hacia sí mismo y la necesidad de que el terapeuta ofrezca un ambiente rico en respeto y calidez así como una conexión empática. Se consideraba que un cambio positivo de personalidad era inevitable en ese tipo de ambiente. El uso de las interpretaciones, tan comunes en el tratamiento freudiano, era visto no sólo como inútil, sino también como potencialmente dañino. Otros desarrollos más radicales incluyeron el crecimiento de enfoques basados en el aprendizaje, que aparecieron tempranamente, desde 1920 en adelante. (Jones, 1924; O. Mowrer & Mowrer, 1938). Los procedimientos basados en el aprendizaje enfatizaron la conducta del paciente, las contingencias situacionales y un rol activo/directivo del terapeuta. Estos enfoques no tuvieron un fuerte impacto sobre la psicoterapia hasta la publicación en 1958 de “Psychotherapy by Reciprocal Inhibition” (Psicoterapia por Inhibición Recíproca), de Wolpe. Desde entonces los psicólogos han tenido gran influencia en el desarrollo de enfoques orientados a cambios conductuales basados en el aprendizaje. Tanto la posición de Rogers, como la de los métodos basados en el aprendizaje, ponían un gran énfasis en la importancia de evaluar formalmente los efectos de la terapia que habían sido obtenidos por otras orientaciones. El equipo de investigación de Rogers aplicó técnicas seguras de registro de sesiones reales, lo que permitió que los investigadores examinaran cuidadosamente cada encuentro, momento a momento, mediante lo cual se redujo el misterio de la sesión terapéutica y se identificaron correlatos de cambio tanto positivo como negativo. Los métodos basados en el aprendizaje pusieron más énfasis en monitorear las respuestas al tratamiento y su conexión con las intervenciones guiadas por ANTECEDENTES HISTÓRICOS Desde fines del siglo XIX hasta aproximadamente 1960, Freud y sus colegas más destacados fueron la influencia dominante en psicoterapia. Aún después de su muerte en 1939, los seguidores de Freud continuaron defendiendo al psicoanálisis y creando variaciones y modificaciones significativas de su esquema original. Adler, Jung, Horney y Sullivan entre otros, propusieron modificaciones importantes, pero mantuvieron los conceptos tradicionales del pensamiento freudiano, tales como: la importancia de las experiencias tempranas de vida, el conflicto reprimido, la motivación inconsciente, las defensas y otros similares. La investigación sobre estos métodos se publicó ya en 1924 (Bergin, 1971). Luego del surgimiento de los movimientos de influencia freudiana comenzaron a aparecer otros enfoques psicoterapéuticos. La terapia centrada en el cliente, desarrollada por Carl Rogers (1942), implicó un alejamiento significativo del punto de vista freudiano en el que el terapeuta era considerado el experto a expensas del paciente. Rogers enfatizó el potencial de autoayuda del paciente a través 2 el terapeuta. Ambos métodos eran relativamente breves (duraban semanas o meses) en comparación con las técnicas del psicoanálisis o similares (que duraban años), un factor que aumentaba la viabilidad de encuestas de investigación. El surgimiento de la terapia cognitiva fue un desarrollo natural de las limitaciones de los métodos basados en el aprendizaje con su énfasis sobre la conducta a expensas del pensamiento, pero también representó la insatisfacción con los tratamientos psicoanalíticos. La terapia cognitiva era particularmente apoyada por Ellis (1962) y Beck (1970) y lideró los tratamientos basados en la teoría para mediados de 1970, con la publicación por parte de Beck (1976) de “Cognitive Therapy and the Emotional Disorders” (Terapia Cognitiva y los Trastornos Emocionales). Estos trabajos y otros relacionados, tales como la aparición de la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1969) mostraban ricos contrastes entre las teorías cognitivas y los métodos de tratamiento, y esto condujo a un fuerte énfasis en la investigación. Las décadas de 1950 y 1960 fueron un período estimulante e innovador para el campo de la psicoterapia y de la salud mental en general. El movimiento de salud mental en la comunidad, junto con fuerzas adicionales surgidas en el seno de la psicología misma, condujeron a la declinación de la popularidad de los tratamientos a largo plazo, y objetaron muchos de los supuestos psicodinámicos acerca de las intervenciones para lograr cambios en el comportamiento. Estas objeciones provenían, en gran medida, de fuerzas sociales que presionaban para lograr que los tratamientos fueran accesibles a todos los segmentos de la población. La necesidad de reducir la duración del tratamiento continúa hoy en día y se ha acelerado en las dos últimas décadas debido a presiones económicas y a los costos de hacer la terapia más accesible a todos. Dentro de la psicología, las cuestiones teóricas han sido una potente fuerza de empuje hacia cambios en el tratamiento (DeLeon, Kenkel, Garcia-Shelton, & VandenBos, 2011) pero los resultados de la investigación también han sido importantes y, en la actualidad, se han transformado en una fuerza dominante (por ejemplo, Evidence-Based Psychotherapy: Where Practice and Research Meet, Goodheart, Kazdin, & Steinberg,2006). En la historia de la psicoterapia, más allá de las necesidades de la práctica, las batallas teóricas acerca de las causas y de las curas de la psicopatología ocuparon un lugar muy destacado. La controversia teórica que se estaba gestando entre los modelos de tratamiento, con sus supuestos y prácticas implícitos, se cristalizó en el controvertido artículo publicado por el psicólogo británico1 Hans Eysenck. Eysenck publicó una temprana reseña de 24 artículos, concluyendo que no había evidencia en las investigaciones realizadas que apoyara la efectividad de la psicoterapia si se la comparaba con grupos que no recibían psicoterapia, y que el psicoanálisis era menos efectivo que la ausencia de tratamiento (Eysenck, 1952). Esta afirmación tan provocativa fue fuertemente criticada por numerosos psicólogos (e.g., Bergin, 1971; Lambert, 1976). Sin embargo, el artículo de Eysenck fue importante para hacer surgir un considerable interés en las investigaciones científicas en psicoterapia. Desde entonces ha habido un aumento espectacular tanto en la cantidad como en la 1 Hans Eysenck nació en Alemania, pero emigró a Gran Bretaña en 1933 tras la ascensión del nazismo al poder. Vivió allí el resto de su vida, falleciendo en 1996 (N.delT.) 3 calidad de las investigaciones psicoterapéuticas, cuyas nuevas conclusiones son el foco de este manual y de sus anteriores ediciones. Desde la revisión de Eysenck (1952), la mayoría de las revisiones que evalúan la eficacia de la psicoterapia han sido mucho más positivas. Ya en 1970 había tantos estudios sobre el resultado de los tratamientos que se requería la “paciencia de Job y la mente de un auditor bancario” para integrar toda la información. (Meltzoff & Korneich, 1970). Esta tarea fue emprendida por varios investigadores (Bergin, 1971; Bergin & Lambert,1978; Meltzoff & Korneich, 1970). Con el surgimiento de las técnicas estadísticas de meta-análisis, las revisiones de esta creciente bibliografía fueron sometidas a análisis cuantitativos, lo que permitió resumir una gran cantidad de información proveniente de estos estudios. El libro de Smith, Glass y Miller (1980) fue el “reanálisis” más extenso de la literatura publicada acerca de los efectos de los tratamientos psicoterapéuticos. A través del análisis de más de 475 estudios confirmó los hallazgos de anteriores revisiones: los efectos de la psicoterapia son superiores a la ausencia de tratamiento y al placebo, y las diferentes terapias parecen tener efectos equivalentes para una variedad de trastornos, (ver el Capítulo 6 de este volumen para una mayor explicación del tema). Desde el trabajo de Smith y cols. (1980), el número de estudios en psicoterapia ha aumentado notoriamente y, consecuentemente, las revisiones meta-analíticas son tan numerosas que sólo el ponerse al tanto de estas revisiones se vuelve una tarea agobiante. Sin pretender ser exhaustivos, los capítulos de este libro proporcionan una integración de los efectos de la psicoterapia, con énfasis sobre los hallazgos recientes en investigación. Se basan principalmente en los hallazgos de los estudios cuantitativos. Los estudios meta-analíticos de los efectos de la psicoterapia han evolucionado, y de ser muy escasos en la década de 1980 han pasado a ser muy comunes en la actualidad, lo que proporciona estimaciones más precisas tanto de los efectos de los tratamientos psicológicos como de los factores coadyuvantes. Varios otros desarrollos han tenido lugar en este campo y merecen ser destacados. Se han expandido el número y los tipos de psicoterapia. Los psicoterapeutas han aumentado en número y en diversidad, como también los programas de entrenamiento. Los sistemas de reembolso del tratamiento han cambiado notablemente, y surgen como una fuerza poderosa tanto en la práctica profesional como en la investigación y se pone un gran énfasis en proveer el tratamiento correcto para cada trastorno. Todos estos temas merecen un mayor análisis y se destacan a continuación, además de ser tratados por los autores de los diferentes capítulos. TEMAS Un tema central de la práctica y la investigación contemporáneas es el hecho de que los profesionales que se dedican a la clínica no toman en cuenta o no integran los hallazgos de la investigación a su actividad cotidiana, y el desafío consiguiente, para los investigadores, de transformar sus hallazgos en recomendaciones con utilidad clínica para la práctica profesional. 4 por Ogles, Capítulo 5 de este libro). El resultado ha mostrado clara evidencia de la eficacia de algunos tratamientos que se pueden trasladar del contexto de investigación al ambiente de la clínica (Burns & Hoagwood, 2005). Los cambios en los sistemas de reembolso, bajo la forma de sistemas gerenciados de salud, también han causado impacto tanto en la práctica profesional como en la investigación. Estas organizaciones han enfatizado el desarrollo de guías de tratamiento que tienen por objetivo hacer que el tratamiento sea más uniforme entre los profesionales y en los diferentes ámbitos clínicos, y, supuestamente, más efectivo. A pesar de que apuntan principalmente a la reducción de costos (más que a la calidad del tratamiento), estas organizaciones han remarcado la necesidad de desarrollar una práctica profesional basada en la evidencia. Aunque su interés principal sea de orden financiero, la exigencia de una práctica profesional eficaz y eficiente, basada en los resultados de la investigación empírica, promete beneficiar a los pacientes a largo plazo, si la evidencia se va trasladando a la práctica y a las políticas de salud. Integración de la investigación y la práctica profesional La importancia de la investigación para guiar la práctica clínica ha sido limitada históricamente. Las teorías que guían intervenciones se desarrollaron y diseminaron por lo general independientemente de los estudios de investigación. A pesar de las abundantes declaraciones sobre la importancia de la investigación para la práctica, muchos profesionales no encuentran utilidad clínica en los reportes de investigaciones sobre tratamientos. Los artículos que informan sobre ensayos clínicos no suelen ser considerados entre las fuentes importantes de información sobre tratamiento. (Cohen,Sargent, & Sechrest, 1986; Morrow-Bradley & Elliott, 1986). Sin embargo varias fuerzas dinámicas confluyeron en un renovado interés por los resultados de la investigación y su integración con la rutina profesional. Estas fuerzas son tanto teóricas como económicas. El surgimiento de los tratamientos cognitivoconductuales y la creciente especificidad del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría (2000) han llevado a aumentar el interés por el desarrollo de tratamientos específicos para trastornos específicos. En años recientes creció el interés por determinar qué forma de terapia es más efectiva dentro de las clasificaciones diagnósticas. Por ello, la investigación y la clínica pasaron de considerar a los síntomas como manifestaciones superficiales, a considerar la remoción de los síntomas como una meta central del tratamiento. Esta tendencia puede verse tanto en los proyectos de investigación que incluyen sólo pacientes con un trastorno específico, como en el creciente uso de variables dependientes para analizar las nuevas propuestas para trastornos específicos (como lo observado De las Psicoterapias validadas empíricamente al surgimiento de la Práctica Clínica Basada en la Evidencia Basándose en el supuesto de que la sociedad necesita tratamientos con resultados conocidos, y que los especialistas en el cuidado de la salud conductual concuerdan en la necesidad de dar una base fuerte de apoyo empírico a su actividad, se han hecho numerosos esfuerzos para consolidar la evidencia como guía para la 5 práctica profesional. Los esfuerzos más notorios en esta área fueron los desarrollados por la División 12 de la American Psychological Association (la División de Psicología Clínica), que creó los criterios para lo que constituye el apoyo empírico de los tratamientos. La tarea encomendada a la Fuerza de Tareas original para la Promoción y Difusión de los Procedimientos Psicológicos (1995) fue la de evaluar los métodos para informar a los psicólogos clínicos, a los potenciales proveedores de fondos financieros y al público acerca de las psicoterapias efectivas. Esta Fuerza de Tareas (actualmente denominada Standing Committee on Science and Practice) generó y difundió los criterios para los niveles de apoyo empírico, identificó los estudios que mostraban resultados relevantes acerca de los tratamientos y evaluó la evidencia de acuerdo a criterios definidos. Este trabajo derivó en la confección de una lista altamente polémica de tratamientos que cumplían con los criterios para diferentes niveles de apoyo empírico, listas de recursos para manuales de entrenamiento y de tratamiento (Woody & Sanderson,1998) y dio origen a la frase, validada empíricamente, para describir estos tratamientos (Chambless,1996; Chambless et al.,1996; Chambless & Hollon,1998). Las controversias, generadas ya a partir del informe inicial, provenían de profesionales que consideraban al informe rígido, sino dogmático, y con un contenido de temas sesgado a favor de un pequeño número de terapias que eran promovidas por los miembros de la Fuerza de Tareas (por ejemplo, se establecieron criterios que podrían dar ventajas a los tratamientos conductuales o cognitivo-conductuales, de corta duración, apoyados por muchos miembros de la Fuerza de Tareas). Por otra parte, también hubo fuertes críticas de investigadores en psicoterapia (Garfield, 1996; Nathan, 1998; Strupp, 1997). Por ejemplo Gavin Andrews (2000), que produjo algunas de las primeras guías de tratamiento, enunció su punto de vista sobre los tratamientos con apoyo empírico en un comentario: “No se trata de negar que identificar los tratamientos con apoyo empírico llevados a cabo por una profesión no tenga ventajas políticas importantes para la profesión. Tanto los financiadores, como los prestadores y consumidores, gustan creer que eficacia es sinónimo de efectividad, y las listas de tratamientos con apoyo empírico alimentan esta ilusión”. (p.267) Beutler (2000), entre otros, hizo una reseña de los primeros esfuerzos para establecer los criterios científicos tanto en los Estados Unidos como en el extranjero. Beutler observó, sin embargo, que los estándares científicos para la práctica profesional se habían basado en impresiones subjetivas de los miembros del comité, más que sobre la evidencia misma. (e.g., Nathan, Gorman & Salkind’s 2002 Treating Mental Disorders: A What Works for Whom? A Critical Review of Psychotherapy Research). Muchos juzgaron que la respuesta inicial de la Fuerza de Tareas a esas críticas reflejaba una postura defensiva- insistían en retener términos tales como terapias “validadas” empíricamente (luego se cambió por el de terapias “con apoyo empírico, Chambless, 1996) y parecían carecer de la humildad de reconocer las limitaciones de su propio trabajo, mientras que al mismo tiempo eran especialmente duros con los profesionales cuya práctica era considerada como no basada en el conocimiento empírico. Esta “metodolatría” no parecía una forma auspiciosa de zanjar diferencias entre la práctica profesional y la investigación, favoreciendo una mayor distancia más que mayor consenso. 6 modesta “con apoyo empírico”, no han avanzado lo suficiente. Más recientemente, ha habido nuevos intentos de llenar la brecha entre la práctica y la investigación. Quizás el más importante fue llevado a cabo por Alan Kazdin mientras era presidente de la Asociación Americana de Psicología (Kazdin, 2008). Kadzin ayudó a aclarar las diferentes posturas que, con respecto a la evidencia empírica, sostienen quienes se dedican a la investigación y a la práctica clínica, observando que la psicología como disciplina ha aumentado su énfasis sobre lo que comúnmente se llama práctica basada en la evidencia. (APA Presidential Task Force on Evidence-Based Practice, 2006). Los términos claves que se utilizan para debatir acerca de los tratamientos y del uso de la evidencia, reflejan las diferencias y prioridades de los diferentes actores involucrados. Por ejemplo, tratamiento con apoyo empírico o basado en la evidencia (EBT, por sus siglas en inglés, o TAE en español) se refiere a intervenciones o técnicas específicas que produjeron cambios terapéuticos en ensayos controlados (por ejemplo, terapia basada en la exposición para trastornos fóbicos). La práctica basada en la evidencia (EBP, por sus siglas en inglés) es un término más amplio y se refiere a la práctica clínica que se nutre de la evidencia acerca de intervenciones, acerca de la pericia clínica, y acerca de las necesidades, valores y preferencias de los pacientes y de su integración, con el fin de tomar decisiones sobre la asistencia psicológica individual (por ejemplo, American Psychological Association [APA], 2005). En 2010 la Asociación Americana de Psiquiatría inició un proceso para desarrollar la práctica basada en la evidencia y la evaluación con guías de tratamiento desarrolladas por diversas organizaciones (Kurtzman & Bufka, 2011). En este esfuerzo Desde los primeros esfuerzos, la tarea de identificar los tratamientos efectivos se ha vuelto más sofisticada, pero el trabajo, emprendido por comités, de privilegiar ciertas psicoterapias es una tarea difícil que nunca se completará porque los tratamientos se modifican continuamente y se inventan otros nuevos. Los tratamientos evolucionan, al igual que las estrategias de investigación, y la búsqueda de conclusiones finales llevada a cabo por los comités debe reconocer siempre la naturaleza tentativa de los resultados que surgen de la investigación y de la práctica profesional. Los consiguientes esfuerzos de los comités de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) parecen tener en cuenta esta realidad y ser más cautos en sus afirmaciones que el comité original. (Weisz, Hawley, Pilkonis, Woody, & Follette, 2000). Sin embargo, el comité continuó hacia la meta de desarrollar una “lista única de tratamientos con apoyo empírico y establecer “estándares de práctica profesional” (Weisz et al.,2000, p. 249). Pero este Comité sobre Ciencia y Práctica también orientó su trabajo en base a una agenda con tres fines (Weisz y co., 2000): (1) aumentar la confiabilidad de los procedimientos de revisión a través de la estandarización y normas de evidencia; (2) mejorar la calidad de la investigación y (3) aumentar su trascendencia y difusión entre los profesionales y al público en general. Dado el número de trastornos, de paradigmas de investigación de tratamientos y de formas de medir los efectos de los tratamientos, un servicio valioso sería informar tanto a los profesionales como al público sobre los avances que la investigación en curso va ofreciendo. Las listas de “tratamientos con apoyo empírico” son estáticas y parecen ofrecer sólo una falsa garantía de efectividad. Algunos podrían aducir que aún los esfuerzos para suavizar el término “validado”, por la expresión más 7 se distingue entre el término más restrictivo guía de tratamiento (treatment guideline) y el de guia para la práctica (practice guideline). Kazdin (2008) también observa que: “En la evolución de los intentos para colocar a la práctica psicológica sobre una mayor base de apoyo empírico, el análisis de los tratamientos preferidos y de los servicios que se proporcionan se ha trasladado a la esfera pública, como parte del escenario más amplio de la atención de la salud. Hay un esfuerzo para proveer fuentes de información y facilitar el acceso a las intervenciones basadas en la evidencia. Por ejemplo, en los sitios de Internet un solo enlace puede incluir más de 30 sitios federales, estatales, profesionales y universitarios que enumeran estas intervenciones (http://ucoll.fdu.edu/apa/ lnksinter.html). Por ejemplo, la Administración de Salud Mental y Abuso de Sustancias (http://www.nrepp.samhsa.gov) creó un sitio basado en la Web que está en constante expansión, ya que periódicamente evalúa y agrega nuevas opciones de tratamiento. Se pueden elogiar los esfuerzos para proveer recursos tanto a los efectores de salud como a los profesionales con el propósito de mejorar los servicios; pero también es evidente que hay quienes desean imponer que se implementen exclusivamente los tratamientos basados en la evidencia. Algunas prestadoras privadas junto con algunos estados se propusieron indicar cuáles tratamientos serán permitidos y recibirán reembolso. De acuerdo a la Campaña para la Reforma de la Salud Mental- un grupo de organizaciones de salud mental que incluye entre otras a las asociaciones americanas de Psiquiatría y Psicología- el único impedimento que queda para popularizar el uso de los tratamientos basados en la evidencia es “la resistencia al cambio de algunas estructuras, arraigadas en las organizaciones, que se sienten amenazadas, las obsoletas normas de reembolso, la falta de un entrenamiento efectivo de los prestadores y, lo más importante, la falta de recursos” (http://www.mhreform.org). Surgen cuestionamientos serios acerca de quienes, (los profesionales, las agencias prestadoras de salud, las agencias estatales o los administradores) deberían ser los responsables de tomar decisiones cuando la evidencia se aplica a un paciente en particular. Los investigadores, los profesionales y los que definen las políticas de atención de la salud continúan debatiendo los méritos de la evidencia a favor de varias intervenciones, qué es lo que cuenta como evidencia y cómo se debe usar e integrar la evidencia (por ejemplo, Burns & Hoagwood, 2005 ; Goodheart et al., 2006; Hunsley, 2007;Tanenbaum, 2005; Wampold, 2001; Westen,Novotny, & Thompson-Brenne, 2004). La mayoría, seguramente, estaría de acuerdo en que la decisión final debe ser tomada por el profesional a cargo de la práctica clínica. Desde el punto de vista de muchos profesionales e investigadores, otro problema de las guías de tratamiento basadas en la evidencia es que la confianza en el paradigma de investigación predominante (ensayos clínicos aleatorios) ha tenido el efecto organizacional de dificultar que algunas terapias e intervenciones específicas sean consideradas como “basadas en la evidencia” debido a que no han seguido estos procedimientos. Esto tiene un efecto de auto-perpetuación, ya que los fondos para investigación se otorgan en su mayoría a los grupos de investigación que ya hayan completado con éxito proyectos financiados. Algunos tratamientos se consolidan y se perpetúan, mientras que otros languidecen y tienden a desaparecer. Las decisiones de 8 financiamiento y la evidencia de investigación trabajan conjuntamente para abreviar la lista de los tratamientos que deben ser considerados como con apoyo empírico. Aunque algunos pueden aducir que se justifica ignorar a los tratamientos que no tienen una base con fuerte evidencia empírica, pierden de vista la complejidad real, tanto sociológica como epistemológica, de la labor científica; ese punto de vista condena a organismos reguladores y consultivos a marginar algunas intervenciones psicosociales y a permanecer focalizados, restrictivamente, en las intervenciones farmacológicas y en determinadas terapias, así como en determinados problemas y grupos de pacientes. Esta es una gran pérdida de posibilidades para maximizar el aprendizaje y la captación del aprendizaje para beneficio de toda la población con necesidades de salud mental. Aunque muchos profesionales y el público en general pueden consolarse con la idea de que están ofreciendo o recibiendo una psicoterapia apoyada empíricamente que funciona mejor, lo cierto es que el éxito parece depender en gran medida del terapeuta y del paciente, no del uso de tratamientos “probados” con base empírica (ver Capítulos 6,7 y 8 de este volumen). La prueba de que un tratamiento es efectivo debería provenir de evaluar la respuesta al tratamiento más que del simple hecho de haber proporcionado el tratamiento “correcto” (Lambert, 2010). Proveer el tratamiento correcto para el trastorno correcto no alcanza para considerar que hemos cumplido con nuestro deber hacia el paciente que padece el dolor que provocan los problemas psicológicos. EL CONTINUO PREDOMINIO DE LA PRÁCTICA INTEGRATIVA / ECLÉCTICA Una clara tendencia en las intervenciones psicoterapéuticas, desde mediados de la década de 1960, ha sido la proliferación no sólo de tipos de terapeutas sino de tipos y cantidades de psicoterapias, usadas solas o en combinación en la práctica diaria. Garfield (1982) identificó 60 formas de psicoterapia en uso en la década de 1960. En 1975 la Fuerza de Tareas de Investigación del Instituto Nacional de Salud Mental estimó que había 125 formas diferentes. Henrick (1980) registró más de 200 enfoques separados, mientras que Kazdin (1986) observó 400 formas de psicoterapia. No existe investigación sobre la efectividad de todas y cada una de las formas de terapia que han surgido. Ya en la década de 1980 Parloff (1982) señaló que “un enfoque sistemático para manejar una matriz de 250 terapias psicosociales y 150 clases de trastornos requeriría aproximadamente 47 millones de comparaciones” (p.723). Claramente, la invención de diferentes terapias tuvo lugar independientemente de la evidencia de investigación, y los resultados de la investigación no disminuyeron el desarrollo y el apoyo a diferentes modelos de tratamiento. Observemos que Parloff hizo su comentario hace más de 30 años y que lo que él dijo se sostiene aún más actualmente. Es imposible llevar a cabo el testeo comparativo de cada terapia existente o nueva, aún si se dispusiera de los fondos necesarios. Este dilema se vuelve aún más problemático porque la proliferación de psicoterapias ha estado acompañada por la tendencia continua de los terapeutas de no apegarse a un único modelo de tratamiento, como abordaje basado sólo en una teoría. El eclecticismo, que representa el uso de 9 procedimientos de diferentes sistemas teóricos y el integracionismo, que representa la unión teórica de dos o más posturas en un enfoque consistente, han reemplazado al predominio de teorías principales en la práctica terapéutica. Las encuestas a los profesionales repetidamente indican que entre la mitad y los dos tercios de los prestadores prefieren usar una variedad de técnicas que han surgido de las principales líneas teóricas (por ejemplo, Jensen, Bergin, & Greaves, 1990: Norcross, Karg & Proshaska, 1997). Los terapeutas que se identifican con una orientación ecléctica se sienten libres de seleccionar técnicas de cualquier orientación si consideran que responden al mejor interés de un paciente en particular. Aunque tomarse la libertad de aplicar intervenciones eclécticas en la práctica clínica tiene por objetivo maximizar la capacidad de respuesta del terapeuta a las necesidades individuales de los pacientes, tales prácticas no sistemáticas alientan la necesidad de guías de tratamiento. Lamentablemente, parece haber poco consenso entre los terapeutas eclécticos acerca de las técnicas terapéuticas que son más útiles, por lo tanto hay pocas posibilidades de que dos terapeutas eclécticos usen las mismas técnicas con el mismo paciente. Garfield y Kurtz (1977) que estudiaron a 154 psicólogos eclécticos encontraron que estaban en uso unas 32 combinaciones de líneas teóricas. Jensen y cols. (1990) hallaron resultados similares y también una tendencia hacia diferencias en las combinaciones preferidas entre las disciplinas profesionales, con la orientación psicodinámica como la más usada en psiquiatría, las teorías sistémicas en el trabajo social y en la terapia de pareja y de familia, y los enfoques cognitivos y conductuales en psicología. Las preferencias por ciertos tipos de intervenciones basadas en la teoría parecen estar basadas, en gran medida, en la tradición más que en consideraciones empíricas. Sin embargo, el eclecticismo refleja que hay muchas orientaciones teóricas diversas con fortalezas diferentes. Estas fortalezas son ampliamente reconocidas y ocasionalmente refrendadas por la evidencia que surge del estudio de abordajes que se basan en una teoría única. Este movimiento hacia el uso combinado y la integración de estos abordajes es posible que continúe y parece inevitable dada la diversidad de problemas manifestados por las personas que requieren ayuda. Consideremos, por ejemplo, la clara tendencia de la terapia cognitivo-conductual (CBT por sus siglas en inglés, o TCC por sus siglas en castellano) de incorporar enfoques psicodinámicos, centrados en el paciente o en la experiencia, junto con prácticas de conciencia plena que provienen de tradiciones religiosas orientales. Es fácilmente observable que aún los enfoques de “orientación única”, tales como la CBT, son más eclécticos que lo que su nombre sugiere, con variaciones sustanciales a lo largo del mundo y a través del tiempo. Aún dentro de la práctica ecléctica de la CBT hay fuertes desacuerdos entre los teóricos acerca de la necesidad e importancia de procedimientos específicos; no parece exagerado sugerir que dos pacientes que comenzaran un tratamiento cognitivoconductual ofrecido por proveedores diferentes, podrían recibir tratamientos muy dispares. A veces las razones por las que nuevas variaciones desplazan a las anteriores, tienen más que ver con la necesidad humana de cambio y novedad, que con la evidencia empírica misma. Los abordajes eclécticos e integrativos podrían también explicarse por la gran diversidad de individuos que son tratados, aún dentro de categorías 10 diagnósticas específicas. Kazdin (2008) observa que dados los criterios para diagnosticar un trastorno de conducta, hay más de 32.000 combinaciones de síntomas que los individuos pueden tener y aún así cumplir con los criterios para ese diagnóstico. Lo mismo puede decirse de trastornos como la agorafobia. Williams (1985) observó que: “la configuración de miedos en la agorafobia es tan altamente idiosincrática que es sustancialmente cierto que no hay dos agorafóbicos que tengan exactamente el mismo patrón de fobias y que dos personas que virtualmente no tienen en común ninguna discapacidad fóbica puedan ser ambas consideradas agorafóbicas” (p112). El movimiento integrativo, paralelo a la práctica ecléctica, tiene la ambiciosa meta de de ser más sistemático que el eclecticismo. Los primeros esfuerzos para integrar procedimientos psicodinámicos y conductuales realizados por Wachtel (1977) y el primer trabajo de Goldfried (1991) son buenos ejemplos de ensamble de la diversidad teórica. La actividad y el crecimiento integracionista pueden notarse en la formación y en el éxito de la Sociedad para la Exploración de la Integración Psicológica (SEPI). Además de estos movimientos, la investigación de procesos, orientada a examinar la conducta de los terapeutas dentro de la sesión, a través de las diferentes orientaciones, indica que la diferenciación entre los abordajes es menos pronunciada en la práctica que en el nivel abstracto de la teoría. (Ablon & Jones, 1999; Norcross & Goldfried, 1992). Por lo tanto, las teorías de cambio son bastante independientes de las actividades reales que los terapeutas llevan a cabo y estas actividades muestran un alto grado de solapamiento entre los tratamientos teóricamente diversos. La superposición de las conductas es también parte de lo que comúnmente se llama factores comunes en psicoterapia, los que son más extensamente analizados en el Capítulo 6 de este libro. Estos factores comunes pueden usarse para explicar una cantidad significativa de cambios en el paciente. Incluyen: el dar esperanza, la oportunidad de desbloqueo emocional, la exploración e integración de los problemas propios, el brindar apoyo, consejo y estímulo para probar nuevas conductas y formas de pensar. El énfasis sobre los factores comunes como un aspecto central de los cambios realizados en psicoterapia, un fenómeno distinto al eclecticismo, tiene el potencial de reducir los conflictos entre las visiones teóricas específicas. La polarización, basada sobre la afirmación de efectividad singular y única de algunas orientaciones teóricas, ha producido conflictos dentro de este campo que han tenido consecuencias positivas (por ejemplo, la estimulación de estudios de investigación), pero también ha causado considerables reacciones defensivas y el retraso del progreso (por ejemplo,a través de la exageración de afirmaciones de éxito y los intentos de crear listas exclusivas de tratamientos efectivos). Los movimientos eclécticos e integracionistas reflejan intentos similares, por parte de los terapeutas, de mostrarse flexibles en su enfoque para trabajar con los pacientes. Este manual ha sido ecléctico desde su concepción en 1967 y su primera publicación por Bergin y Garfield en 1971. Los hallazgos empíricos de todos los enfoques son considerados potencialmente importantes. Estar abierto a los hallazgos de la investigación desde cualquier enfoque, tanto positivos como negativos, es la misión central de este manual. Este objetivo es consistente con las metas ideales del eclecticismo- fomentar lo que funciona para los pacientes. La actitud de apertura a los 11 métodos de investigación en psicoterapia también es valorada, y está representada por la inclusión de capítulos que presentan no sólo paradigmas de investigación tradicionales, sino también métodos alternativos, que buscan alcanzar una práctica basada en la evidencia a partir de redes de investigación enraizadas en la práctica, así como a una variedad de métodos cualitativos que actualmente se han incluido en este manual (ver los capítulos 3 y 4 de este volumen). independiente de la psicoterapia, realizada por psicólogos, se transformó en una realidad. (Garfield, 1983). Los trabajadores sociales, consejeros escolares, enfermeros, consejeros religiosos, consejeros matrimoniales y de familia, consejeros con licencia profesional, consejeros sobre abuso de sustancias, tanto como un gran número de paraprofesionales participan de una gran variedad de prácticas psicoterapéuticas. Los profesionales responsables de entrenar a través de las distintas disciplinas, lo mismo que los comités regulatorios, no se ponen de acuerdo acerca del tipo y extensión del entrenamiento necesario para poder proporcionar un tratamiento seguro y efectivo a los pacientes. Se podría pensar que si podemos ponernos de acuerdo sobre las prácticas más efectivas, entonces podría haber acuerdo acerca del entrenamiento y preparación académica de los prestadores, pero esto no es así. En los Estados Unidos, tanto como el 60% de la atención psicoterapéutica que se proporciona actualmente, es llevada a cabo por trabajadores sociales cuyo curso de entrenamiento en psicoterapia, al menos desde el punto de vista de la psicología, es inadecuado. Una práctica común en Europa y el Reino Unido es otorgar licencias profesionales dentro de programas de entrenamiento en psicoterapia que están basados en una sola teoría (más que los basados en el entrenamiento profesional) y típicamente se requieren estudios de maestría para ingresar a esos programas (en estos modelos de entrenamiento el foco del mismo y de las credenciales que otorgan está puesto enteramente en la práctica psicoterapéutica). Dada la divergencia entre diferentes puntos de vista acerca del entrenamiento ideal o simplemente adecuado, y de los títulos académicos necesarios (tanto en los Estados Unidos como en el extranjero), reina LOS PROFESIONALES QUE PRACTICAN LA PSICOTERAPIA Los profesionales que practican la psicoterapia son cada vez más numerosos y diversos. Este fenómeno puede verse en otras profesiones también. En medicina, por ejemplo, muchos servicios, tales como escribir una receta o administrar anestesia, eran anteriormente realizados sólo por médicos, pero ahora son ofrecidos por enfermeras, asistentes médicos, y personal relacionado. Desde la época de Freud, los profesionales de la psicoterapia eran principalmente médicos, y antes de la Segunda Guerra Mundial, la psicología clínica era una profesión relativamente pequeña y poco desarrollada con un gran énfasis en la administración de tests psicológicos. Después de la guerra la escasez de psiquiatras, junto con la insatisfecha demanda de atención para los veteranos que habían desarrollado trastornos psicológicos, llevó a que se organizaran, con fondos del gobierno, cursos de entrenamiento en psicología clínica y counseling en los que la psicoterapia ocupó un lugar importante. A pesar de los conflictos subsecuentes con la medicina organizada, la práctica 12 una suprema confusión, lo que hace que los organismos regulatorios y el público estén inseguros acerca de las diferencias y ventajas que podrían surgir de la elección de un prestador accesible. Actualmente algunos consideran la posibilidad de que se elija un determinado prestador basándose en el conocimiento de los resultados que obtuvo en sus tratamientos (Okiishi y co., 2006). Sin embargo, sería tan raro en psicoterapia como en medicina, que se puedan prever los resultados que podrían obtenerse de ser atendido por un prestador en particular. Los tipos de profesiones involucradas en los servicios psicoterapéuticos han aumentado para responder a las demandas de servicio, especialmente cuando esas demandas de servicio provenían de las necesidades de poblaciones desatendidas como las clases pobres, los individuos que abusan de sustancias, aquellos en el sistema de justicia criminal y los enfermos mentales graves y crónicos. Las profesiones establecidas resistieron tanto como facilitaron tales desarrollos. Debido a los miedos acerca de las consecuencias negativas para el paciente que sería tratado por personas mínimamente entrenadas y el miedo a la competencia por parte de los prestadores menos entrenados, la resistencia a las nuevas clases de prestadores fue, y frecuentemente es, la reacción más común dentro de la profesión. Sin embargo, las fuerzas en juego en la sociedad y dentro mismo de los individuos parecen extender las fronteras de quienes pueden ser considerados prestadores confiables. Además de las necesidades de las clases menos atendidas y del hecho de que muchos tratamientos, una vez desarrollados, pueden ser prestados rutinariamente a través del uso de manuales de tratamiento, las fuerzas económicas juegan una parte importante en la búsqueda de personas menos entrenadas para que proporcionen psicoterapia (Bright, Baker, & Niemeyer, 1999; Weisz, Weisz, Ham, Granger, & Morton,1995). Esta situación es particularmente evidente en procesos recientes en el Reino Unido donde el acceso a servicios de salud mental especializados se ha caracterizado por largas listas de espera mientras que la prestación de servicios inmediatos está en manos de médicos generales que frecuentemente sólo recetan medicación (Carey, 2010; Carey & Spratt, 2009). A pesar del hecho de que muchos profesionales de la salud mental estaban disponibles y podían prestar el tratamiento prescripto, en 2008 se comenzó una iniciativa llamada Mejorando el Acceso a los Tratamientos Psicológicos (IAPT, por sus siglas en inglés), que aborda la ansiedad y la depresión a través del uso de terapia cognitivo-conductual (CBT) exclusivamente. “Los trabajadores cognitivo-conductuales”, quienes no necesitan ser profesionales de la salud mental, ofrecen tratamientos cognitivo-conductuales de “baja” y “alta” intensidad, luego de un año de entrenamiento. Tienen una activa y pesada carga de 45 pacientes semanales, viendo entre 175 y 250 casos por año. Usan protocolos de CBT de cuatro sesiones, guías de tratamiento del Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica (NICE), y un enfoque escalonado de la atención (steppedcare approach) que se basa en la autogestión, por parte del individuo, de sus propios problemas; de esta manera se creó una profesión completamente nueva (ver http://www.iapt.nhs.uk, 2011). Algunos de las más prometedoras (¿y preocupantes?) conclusiones de la investigación en psicoterapia surgieron de la investigación de los efectos del entrenamiento en los resultados obtenidos por el paciente. Dentro de este contexto, la 13 investigación no ha mostrado una fuerte correspondencia entre el nivel o tipo de entrenamiento profesional y el resultado de la psicoterapia. Durlak (1979), entre otros, revisó la investigación realizada en esta área y concluyó que los pacientes tratados por paraprofesionales tenían resultados que eran esencialmente equivalentes a aquellos ofrecidos por profesionales. Esta investigación fue criticada por numerosas razones (Hattie, Sharpley, & Rogers, 1984; Nietzel & Fisher, 1981; Stein & Lambert, 1984, 1995) y sus detractores rápidamente señalaron que la mayor parte de esta investigación fue llevada a cabo por aquellos que tenían interés en demostrar el valor de los paraprofesionales. También se observó que los paraprofesionales eran entrenados y supervisados por profesionales y que por lo tanto no ofrecían servicios independientes. Sin embargo, se pueden encontrar pocos estudios que muestren la superioridad esperada en un profesional altamente entrenado. El estudio de Strupp y Hadley (1979), que compara psicoterapeutas experimentados con profesores que tenían reputación como consejeros en el campus universitario, no produjo diferencias significativas entre los dos grupos. Una réplica de este trabajo usando terapia grupal tuvo los mismos resultados (Burlingame & Barlow, 1996). Un programa experimental para dar entrenamiento en terapia a graduados universitarios, de mediana edad, que se encargan de su hogar, también produjo resultados muy positivos para los no profesionales (Rioch, 1971). Aunque la investigación que compara individuos más o menos entrenados ha casi desaparecido de la bibliografía actual, el tema continúa siendo vital tanto para los programas de entrenamiento como para los prestación de servicios. Esta investigación hace surgir preguntas acerca del valor del entrenamiento clínico y de la singularidad de las intervenciones psicoterapéuticas enseñadas en la formación de posgrado. Sin embargo, la investigación en esta área da apoyo al valor de la psicoterapia, sin tener en cuenta el nivel o clase de entrenamiento típico de cada profesional y de los paraprofesionales a quienes ellos entrenan y emplean para extender su influencia. Si se toman seriamente, tales hallazgos apoyan el uso popularizado de servicios psicoterapéuticos y asegurarán que los mismos sean ampliamente accesibles. Sobre la base de la evidencia de investigación, ningún monopolio de prestación superior puede ser reclamado por profesión alguna y el uso responsable de paraprofesionales debería estimularse, no sólo por razones económicas, sino porque se ha encontrado que son efectivos en una gran variedad de roles claramente delimitados, cuando son supervisados apropiadamente. Un hallazgo repetido en los trabajos de investigación orientados a lograr una prestación satisfactoria sugiere que la calidad de prestación es igual en todas las especialidades de la salud mental, con el 46 % de más de 1500 pacientes que contestaron que la psicoterapias había “mejorado mucho” su vida y 45 % que dijeron que se encontraban “algo mejor” (Consumer Reports, 2010). El experimento a gran escala actualmente en curso en el Reino Unido (IAPT), será una fuente importante de información durante la próxima década. Quizás una de la razones para la falta de diferencia entre los resultados psicoterapéuticos obtenidos por las distintas profesiones sea que el entrenamiento en psicoterapia es altamente diverso aun dentro de cada profesión. Los psiquiatras son entrenados primero en medicina y en segundo lugar en soluciones farmacológicas, 14 siendo la psicoterapia la tercera, lejos, en orden de importancia. Los psicólogos han sido usualmente entrenados en departamentos académicos de psicología, pero también son frecuentemente entrenados por instituciones profesionales independientes. Ambos tipos de programa difieren dentro y entre sí en la cantidad e intensidad de experiencia didáctica y supervisada. No se puede distinguir el entrenamiento recibido por un psicólogo (ni su calidad), sólo por conocer el título que ha obtenido. Dado que los diferentes programas pueden enfatizar orientaciones teóricas diferentes y experiencias prácticas diferentes, la diversidad en el entrenamiento puede ser muy grande. Además, el conocimiento de los certificados profesionales no da información acerca de la participación de ese profesional en instituciones postdoctorales ampliamente accesibles, en los programas de educación continua, talleres, encuentros profesionales, etc. Las cualidades personales de aquellos que ofrecen tratamiento pueden también ser de gran importancia, pero raramente son estudiadas. Sin embargo, la investigación en psicoterapia ha resaltado la amplia efectividad de las intervenciones psicológicas, a través de una gran variedad de profesionales que ofrecen sus servicios, y está efectividad es remarcada en muchos de los capítulos a continuación, especialmente los Capítulos 7 y 19. superficial. Los primeros prestadores de terapia psicoanalítica prescribían años de tratamiento, lo que era muy costoso. Voth y Orth (1973), por ejemplo, informaron de una duración promedio de 835 sesiones en su estudio sobre psicoanálisis. Una tendencia clara en la práctica ha sido el movimiento hacia tratamientos relativamente breves, si bien en algunas partes del mundo persiste una preferencia por tratamientos más largos, no representan modelos de práctica corriente en los Estados Unidos y en muchos otros países. En una conversación reciente con un grupo de psicoanalistas de Alemania, donde el sistema de salud continúa apoyando las terapias de largo plazo, el debate giró hacia una controversia reciente entre los prestadores con orientación psicoanalítica, en la que algunos apoyaban la implementación de tres sesiones por semana en vez de las tradicionales cuatro sesiones semanales. Esta terapia menos intensa era considerada por los psicoanalistas más tradicionalistas como perjudicial para los intereses del paciente. Este autor era un completo extraño en ese debate, debido a que en los Estados Unidos la terapia breve se ha vuelto aceptable para la mayoría de los profesionales y es, sin duda, la experiencia común para la mayoría de los pacientes. En efecto, la mayor parte de la investigación se realiza sobre terapias ofrecidas una vez a la semana, por no más de 14 a 20 semanas, y en los distintos ámbitos de práctica el tratamiento se acerca a un promedio de cinco sesiones. (Hansen, Lambert, & Forman, 2002). Las ediciones anteriores de este manual incluían un capítulo dedicado a la terapia breve. Los programas organizados de terapia breve tendían a usar intervenciones que duraban de seis a diez sesiones y generalmente reportaban resultados positivos (Koss & Shiang, 1994). En la edición de 2004 y en la actual no se incluyó tal capítulo Investigación sobre los servicios gerenciados y la relación dosis-efecto En la primera mitad del siglo XX la psicoterapia efectiva era considerada como un proceso a largo plazo, mientras que la terapia más breve era tomada como 15 porque fue considerado redundante debido a los resultados de los estudios incluidos en muchos de los otros capítulos, los que raramente reseñan tratamientos a largo plazo. Casi todas las terapias estudiadas (particularmente en los Estados Unidos) son breves y duran menos de 20 sesiones. Para comprender los tratamientos a largo plazo, se deben tomar en cuenta los estudios más antiguos, reseñados en ediciones anteriores de este manual, examinar la investigación realizada en países europeos donde los pacientes continúan recibiendo tratamientos que duran por años (los que frecuentemente no están disponibles en inglés) o consultar el capítulo 12 de este volumen. Uno de los cambios más profundos de los últimos años que afecta la duración de los tratamientos fue el advenimiento de las empresas gerenciadoras de salud. La mayoría de los planes de salud ponen límite al número de sesiones que reembolsarán durante un tratamiento (alrededor de ocho sesiones), y frecuentemente realizan procedimientos para asegurarse de que su cobertura no se extienda más allá de lo que consideran la duración necesaria para ese tratamiento. Esta práctica se lleva a cabo sin tener en consideración el hecho de que la mayoría de los estudios de psicoterapia con apoyo empírico se basan en tratamientos que se extienden por catorce semanas en promedio. Como muchas personas no pueden pagar tratamientos privados que sobrepasan el límite de cobertura de su seguro médico, las gerenciadoras de salud determinan la duración del tratamiento recibido por un gran número de norteamericanos y esta misma tendencia puede observarse en otros países. Los pacientes, en su mayoría, prefieren recibir atención lo antes posible y la eficiencia también es propiciada por los servicios que proveen fondos, tales como las compañías de seguro y el gobierno. Las empresas gerenciadoras de salud surgieron, en parte, como respuesta al creciente costo de la atención de la salud en general. El limitar las sesiones es una forma obvia y relativamente simple de reducir costos. La cantidad de tratamiento accesible para aquellos que lo necesitan está determinada por el costo de los servicios. Obviamente, si se puede lograr lo mismo con 10 sesiones de tratamiento que con 30, entonces, reducir la cantidad de terapia tiene sentido en términos económicos. La terapia breve es una opción que responde a la necesidad de eficiencia, un tema que preocupa a muchos. Hasta este momento, los investigadores en psicoterapia no han prestado mucha atención a estudios de la relación costo-efectividad, que analizarían simultáneamente costos y resultados, aunque han comenzado a estudiar la relación entre “dosis” de tratamiento y respuesta, con su obvia correlación con los costos. Las primeras investigaciones dentro de este último tema se centraron en demostrar que la terapia breve era tan efectiva como las terapias más largas (por ejemplo, Luborsky, Singer, & Luborsky, 1975). Los estudios contemporáneos han estado más interesados en comprender la relación dosis-respuesta (¿cuántas sesiones se necesitan para obtener un resultado significativo en el tratamiento?). Esta investigación tiene implicancias importantes tanto para la toma de decisiones en política social y los seguros médicos como para el sufrimiento de los pacientes. Howard, Kopta, Krause, Merton y Orlinsky (1986) fueron los primeros en proporcionar datos de manera que se pudiera calcular la relación entre dosis y respuesta. En un mega-análisis con datos de 2.431 pacientes, extraídos de estudios previamente realizados en sus estados de premodificación y postmodificación, usaron técnicas de modelos estadísticos para calcular el número 16 de sesiones necesarias para lograr un estándar bien definido de mejoría. Su análisis sugirió que los cambios positivos realizados rápidamente durante un tratamiento eran seguidos por cambios menos notorios en las sesiones posteriores. También sugirieron que 75 % de los pacientes habían mejorado después de tratamientos con 26 sesiones (cerca de seis meses de psicoterapia una vez a la semana) Investigaciones posteriores que siguieron este mismo paradigma, pero que usaron datos de pacientes que calificaban su funcionamiento semanalmente (obviando la necesidad de procedimientos estadísticos para calcular el cambio por semana), encontraron las mismas relaciones generales: un cambio rápido a comienzos de la terapia seguido por pequeños avances en cada sesión; pero más terapia aumenta la posibilidad de mejoría y recuperación de los pacientes individualmente (por ejemplo, Anderson & Lambert, 2001; Kadera, Lambert, & Andrews, 1996). De acuerdo a esta investigación y a los estudios reseñados en el capítulo 6 de este volumen, el 50% de los pacientes que entran en tratamiento en centros asistenciales mostraron un cambio clínicamente significativo después de 13 a 18 sesiones de tratamiento, un 25 % adicional logrará los mismos estándares después de aproximadamente 50 sesiones de tratamiento una vez a la semana (un cálculo de “dosis” suficiente que supera el proporcionado por Howard y cols., 1986). Más recientemente, los investigadores que estudian la atención en ámbitos más naturales han sugerido que los pacientes tienden a dejar el tratamiento cuando han mejorado claramente o se han recuperado. Barkham y colaboradores (2006), por ejemplo, sugieren que el impacto de las sesiones no disminuye a medida que la “dosis” aumenta, un hallazgo apoyado por Percevic, Lambert, y Kordy (2006). Estos estudios sugieren que el movimiento hacia tratamientos más libres está justificado empíricamente para algunos pacientes; pero que cerca del 50 % de los pacientes no será bien atendido debido a que las terapias son limitadas, intencionalmente, a menos de dieciocho sesiones. También sugieren que cuanto más perturbado esté el paciente al comienzo del tratamiento, más debería durar la terapia para lograr que el paciente retorne a su funcionamiento normal. Limitar la duración del tratamiento a ocho sesiones sólo sirve para aquellos pacientes que están menos perturbados, pero no puede ser considerada una práctica justa e igualitaria para la mayoría de los pacientes. Algún reconocimiento de esta realidad y de sus consecuencias sociales debe llegar a la mente de los funcionarios públicos y del gobierno de los EEUU, para ser tomada en cuenta como guía para las empresas gerenciadoras de salud, y para futuras decisiones en política social, tanto como para suposiciones teóricas acerca de la psicoterapia efectiva. EL SURGIMIENTO DEL MONITOREO DE RESULTADOS BASADO EN LA EVIDENCIA Varias tendencias en el campo de la investigación y de la práctica en psicoterapia parecen ser muy prometedoras para los pacientes, más allá del ofrecimiento de tratamientos basados en la evidencia. Estas nuevas estrategias en la práctica y la investigación posiblemente harán que la investigación sea más útil para los profesionales y que probablemente tenga más impacto sobre los pacientes que el ofrecerles “tratamientos con apoyo empírico”. Dos paradigmas de investigación 17 distintos, pero que se superponen, tienen este potencial: la investigación focalizada en el paciente y la basada en la práctica. La investigación focalizada en el paciente: los esfuerzos iniciales para aplicar este paradigma alternativo de investigación en psicoterapia fueron descritos en una sección especial del Journal of Consulting and Clinical Psychology (Lambert, 2001). Esta estrategia de investigación que ha recibido varios nombres: investigación centrada en el paciente, gestión de calidad (quality management) y gestión de resultados (outcome management), usa métodos actuarios para modelar la respuesta esperable al tratamiento por parte del paciente, en relación a la respuesta real al tratamiento y devuelve esta información a los terapeutas, supervisores y al paciente. De esta manera los resultados de la investigación son integrados a la atención de rutina, que incluye el monitoreo, sesión por sesión, de los signos vitales de salud mental. Mientras que la mayor parte de la investigación ha dependido de pruebas estadísticas basadas en las diferencias entre un grupo en tratamiento y un grupo control, donde las diferencias son evaluadas a través de inferencias estadísticas basadas en resultados grupales, la investigación focalizada en el paciente usa criterios de cambio clínicamente significativos, tales como los elaborados por el difunto Neil Jacobson y su equipo (Jacobson, Follette & Ravenstorf, 1984; Jacobson & Truax,1991) como para que el paciente individual pueda informar al clínico cuando haya mejorado de manera fiable o se haya recuperado. Las estrategias de investigación basadas en resultados tienen como objetivo ayudar a los clínicos a monitorear formalmente la respuesta del paciente al tratamiento y a hacer los ajustes al tratamiento en tiempo real. En contraste con otras estrategias de investigación, la implementación de resultados hace que el empirismo sea viable como parte de la práctica de rutina, basándose en caso por caso, más que una abstracción lejana que los profesionales encuentran difícil de incorporar a su práctica. Actualmente se ha acumulado suficiente evidencia de investigación como para mostrar que tales métodos mejorarán significativamente los resultados de los pacientes (Lambert & Shimokawa, 2011; Shimokawa, Lambert, & Smart, 2010) pero estos métodos son relativamente nuevos y necesitan ser replicados. Además, hay considerable resistencia entre los clínicos a hacer evaluaciones de resultados en forma regular, como una práctica de rutina (Jensen-Doss & Hawley, 2010). La investigación basada en la práctica: Barkham & Margison han creado una definición para este nuevo término: “la evidencia basada en la práctica es el uso a conciencia, explícito y responsable, de la evidencia corriente que se obtiene en los distintos ámbitos de práctica, para tomar decisiones acerca de la atención de cada paciente individual” (Barkham & Margison, 2007, p. 446). Estos autores sugieren que la evidencia basada en la práctica integra tanto la pericia médica como los parámetros de calidad de servicio, con la mejor evidencia disponible sacada de la investigación rigurosa que se realiza en ambientes clínicos de rutina. La investigación basada en la práctica analiza cómo y cuales tratamientos o servicios se ofrecen a los individuos dentro de los sistemas de atención psicológica y evalúa cómo mejorar el tratamiento o la entrega de servicios a nivel clínico. El propósito no es tanto aislar o generalizar el efecto de una intervención en todos los ambientes, sino examinar las variaciones en la atención psicoterapéutica y las formas de implementar los tratamientos basados en la investigación. Mucho del trabajo en esta área ha sido resumido por Barkham, Hardy, y 18 Mellor Clark (2010). El objetivo del libro editado por ellos es mostrar cómo la evidencia basada en la práctica, que comienza centrándose en el paciente individual, a través del monitoreo de su respuesta al tratamiento, luego extiende el uso de esta recolección sistemática de datos a los profesionales, grupos de prestadores y sistemas de salud. Finalmente, grandes cantidades de datos se vuelven accesibles y pueden ser usados de manera muy variadas, desde fijar puntos de referencia que pueden ser comparados entre y dentro de los servicios a lo largo del tiempo, como también identificar las prácticas que funcionan y aquellas que no lo hacen (Stiles, Barkham, Connell, & Mellor-Clark, 2008). Buenos ejemplos de estos puntos de referencia pueden encontrarse en una edición especial de Counselling & Psychotherapy Research (2006), que incluyen: tasas de plazos para concluir mediciones, frecuencia de terminación unilateral del tratamiento, tasas de recuperación y mejoría y tiempos de espera (Trusler, Doherty, Grant, Mullin, & McBride, 2006). También puede transformarse en punto de referencia la comparación de la eficiencia de un método en un ambiente clínico en particular, contra los resultados obtenidos en estudios de eficacia (por ejemplo, Barkham et al., 2008; Merrill, Tolbert, & Wade, 2003; Minami, Wampold, Serlin, Kircher, & Brown, 2007). Weisz and cols. (2005) indican que las respuestas más válidas a preguntas acerca del resultado del tratamiento y de los procesos de cambio vienen más posiblemente de la investigación en ambientes de servicios en “el mundo real” que de los estudios controlados en un laboratorio. Basándose en las aplicaciones iniciales de estos métodos de investigación, queda claro que la investigación de la evidencia basada en la práctica puede integrarse en la práctica de rutina y de esta manera achicar la distancia entre investigación y práctica, al mismo tiempo que se mejoran los resultados del tratamiento (ver capítulo 4 de este volumen para un análisis más completo). LA ÉTICA EN INVESTIGACIÓN El interés y la preocupación por la ética en las actividades de investigación relacionadas con la psicoterapia tienen una larga historia. Por ejemplo, en la década de 1950 Rogers y Dymond (1954) expresaron su preocupación acerca del uso de un grupo control sin tratamiento en su estudio de psicoterapia centrada en el paciente, porque estaba claro que la psicoterapia había mostrado ser efectiva. El clima actual para realizar estudios de psicoterapia, y psicología en general abunda en consideraciones éticas y legales que tienen por objetivo proteger a los participantes en los estudios. La protección de los derechos y bienestar de los “sujetos” ha sido un desarrollo positivo, a pesar de la inhibición, a veces obvia, de la creatividad y del enlentecimiento del progreso en este campo. Estas protecciones han tenido un impacto obvio sobre el diseño y la conducción de los estudios y ha llevado a la reducción en el uso del grupo control, con placebo o sin tratamiento, tanto como al aumento en el uso de grupos con un “tratamiento estándar” o “tratamiento usual”, para subsanar los problemas asociados con la quita de tratamiento a los individuos que lo necesitan y reemplazarlo por intervenciones genuinas. Otros estándares para realizar estudios de investigación han permanecido más estables. La objetividad y honestidad en el registro de datos, la tabulación, el análisis e informes 19 acerca de los resultados son soportes de toda empresa científica. Es importante mantener tales principios si la investigación quiere existir y crecer. Hasta ahora la investigación en psicoterapia ha evitado la notoriedad por el tipo de fraude expuesto en otros campos (alteración de datos y aún la creación de datos falsos). En un caso reciente que sí alcanzó notoriedad en el campo de la psicoterapia, se registraron acusaciones de registros falsos de la información, planteando discrepancias entre el número de sujetos voluntarios que aparecían en los informes sobre avances en el tratamiento, que William Fals-Stewart presentó al Instituto Nacional para el Abuso de Drogas, relacionados con subsidios para los cuales él era el investigador principal, y sus acciones consecuentes con el objetivo de cubrir este fraude. Este engaño intencional, tanto como el manejo incorrecto de datos y sus variaciones, deben ser considerados como simplemente intolerables. Sin embargo, dentro de este campo, se han observado instancias de interpretación sesgada (por ejemplo, Bergin & Garfield, 1994) y estas actividades pueden provocar daño para los pacientes y el estatus de la información científica, tanto como para la reputación y carreras de aquellos involucrados. Algunos problemas relacionados son más sutiles y complejos, pero, de todas formas, importantes en este campo. Por ejemplo la presentación e interpretación de datos por parte de los investigadores deja considerable lugar para que verdades parciales sean presentadas como el cuadro de situación completo. En efecto, los procedimientos de revisión de las publicaciones especializadas estimulan un resumen rutinario de procedimientos que no asegura que los informes de investigación presenten el caso de la manera más rigurosa posible y hacen poca mención de la necesidad de exponer las limitaciones de los estudios o de las conclusiones. En el competitivo mundo editorial de las publicaciones profesionales más respetadas, donde editores y revisores buscan errores en el diseño y desarrollo de los estudios y rechazan el 85 % de los trabajos presentados, es posible que los investigadores enfaticen las fortalezas de sus procedimientos y métodos de investigación en vez de proveer una lista completa de problemas. Aún la investigación más rigurosamente ejecutada es conducida de manera imperfecta, pero poco se gana explayándose sobre los problemas cuando se debe someter el manuscrito a revisión. Por ejemplo, un requerimiento común en la investigación de ensayos clínicos es probar los efectos del tratamiento sobre un único trastorno. En el contexto de escribir acerca de los criterios de selección y exclusión de pacientes para el estudio, los investigadores tienden a enfatizar la inclusión de muestras homogéneas en cuanto a diagnóstico. Cuando son criticados por la falta de relevancia de tal investigación para la práctica (con pacientes tan cuidadosamente seleccionados), estos mismos investigadores posiblemente presenten una imagen bastante diferente de estos pacientes para enfrentar esta crítica. Aducen que los pacientes son, después de todo, exactamente como los pacientes que se ven en la práctica diaria. Los ávidos lectores de informes científicos usualmente aceptan que las políticas de publicación influencian la presentación de métodos y que estas presentaciones no son completamente exactas. Afortunadamente el análisis de resultados por parte de los autores (y la costumbre de la revisión hecha por colegas) frecuentemente señalan las limitaciones de la investigación y reducen el número de implicaciones que, de otra manera, podrían tener para la práctica. 20 Además, los estudios de replicación, tanto como la exposición de la investigación al escrutinio del público, eventualmente corrigen mucho de los errores importantes que aparecen en este campo. Pero esta acción correctiva frecuentemente lleva años. La Asociación Psicológica Americana ha hecho un gran esfuerzo para establecer estándares de información (APA Publications and Communications Board, 2008). Pero aparte de estos recursos, es recomendable que los lectores de estudios de investigación sean cautos en sólo sacar conclusiones tentativas a partir de cualquier estudio en particular. En el área de interpretación de los resultados de la investigación, las revisiones meta-analíticas representan una oportunidad para aumentar la objetividad. Aunque tales procedimientos tampoco están completamente libres de elecciones tendenciosas (comparar, por ejemplo, Anderson & Lambert, 1995; Crits-Christoph, 1992; Svartberg & Stiles, 1991; o los resultados presentados por Prioleau, Murdock, & Brody, 1983; Smith et al., 1980). Aunque los procedimientos metaanalíticos no están libres de elecciones tendenciosas, las normas de decisión se hacen explícitas y se publican, de esta manera puede darse un paso en dirección a reducir sesgos en la revisión de la literatura publicada sobre resultados en psicoterapia. (ver Capítulo 2, de este volumen). Los investigadores en psicoterapia tienen considerable conciencia de que los valores son centrales en el proceso terapéutico, tanto como en la investigación que se lleva a cabo. El énfasis sobre valores y su impacto sobre la investigación se ven frecuentemente empañados por la importancia que se les atribuye a las tecnologías efectivas y a su evaluación en los paradigmas de investigación estándar. Aun así, los investigadores son conscientes de que sus elecciones acerca de qué y cómo estudiar los cambios producidos por la psicoterapia “guían” los fenómenos que buscan investigar. La psicoterapia y la investigación en psicoterapia están, en efecto, guiadas por muchas elecciones morales. El cambio en los seres humanos es tan complejo que es difícil estudiar el significado completo de los cambios que tienen lugar en un tratamiento. Los cambios sintomáticos frecuentemente tienen un componente de significación que rara vez es estudiado por la investigación tradicional. Los errores y simplificaciones excesivas que inevitablemente surgen en la investigación en psicoterapia frecuentemente provienen de la complejidad de una tarea de investigación que es inabarcable, más que del descuido, la ignorancia o la ingenuidad. Pocos estudios apuntan a examinar el rango completo de las consecuencias de comenzar un tratamiento en un momento propicio de la vida de un paciente que está inmerso en un contexto familiar y social. Las reseñas de investigación en este libro intentan reducir la gran cantidad de métodos y resultados de la psicoterapia en un todo cohesivo que tenga influencia en la práctica, pero al hacer esto los valores de quienes realizaron las revisiones afectan las conclusiones que se sacan. Por necesidad, los capítulos de este texto, como los estudios de investigación sobre los que están basados, a veces enfatizan franjas estrechas de funcionamiento personal e incluyen estudios de investigación que varían ampliamente en sofisticación y rigor. Aunque hay limitaciones en las reseñas de investigación que aparecen a continuación, pueden servir de base para averiguaciones más amplias acerca de los efectos de la psicoterapia, lo que permitirá a futuros estudios avanzar hacia preguntas de mayor precisión e importancia. Aún con estas limitaciones, las 21 reseñas de investigación incluidas en este volumen tienen implicaciones importantes en la práctica en psicoterapia y por lo tanto en el entretejido de la vida social, en el mayor sentido de la palabra. entre investigación en psicoterapia y la práctica de psicoterapia. Tiene el importante objetivo de lograr una mayor cooperación entre científicos y profesionales con consecuencias positivas para el paciente. El Capítulo 5 (Ogles) se centra en un aspecto esencial del estudio científico de la psicoterapia: los métodos para medir los resultados de la psicoterapia. Al revisar las estrategias y los métodos de medición contemporáneos, este capítulo aclara cómo las variables de mayor interés son definidas operacionalmente y manejadas dentro de la evaluación empírica. Es un capítulos particularmente importante para que éstos estén planeando una investigación sobre cambio de conducta y quieren comprender su significado. La segunda sección de este manual se aleja de los temas metodológicos para examinar los resultados en un contexto más amplio. El Capítulo 6 (Lambert) ofrece una reseña de los efectos generales de la terapia (eficacia y eficiencia) y se ocupa de las cuestiones centrales de la práctica, fuera de los tratamientos específicos. El Capítulo 7 (Bohart y Wade) se centra en la contribución de los pacientes a los resultados en psicoterapia. El Capítulo 8 (Baldwin y Imel) resume el impacto del terapeuta sobre el resultado de la psicoterapia. El capítulo final (Crits-Christoph, Gibbons, and Mukherjee) en esta sección evalúa el rol de procesos y resultados (actividades e impactos) estudiados simultáneamente dentro de una misma investigación. Estos cinco capítulos juntos, aunque se superponen en cierto grado, ofrecen una idea clara de los hallazgos más básicos y generales de la investigación en psicoterapia. La tercera sección de este manual reseña los hallazgos de la investigación que han surgido dentro de las cuatro principales escuelas de psicoterapia (y sus variantes). Incluye capítulos sobre terapia conductual RESEÑA DEL LIBRO Este manual está dividido en cuatro secciones. Como en las anteriores cinco ediciones, cada capítulo puede ser leído por sí mismo y representa una contribución independiente a la bibliografía sobre psicoterapia. Los primeros cinco capítulos se centran en temas metodológicos más amplios. Luego del presente capítulo introductorio, Comer y Kendall resumen principios importantes y métodos contemporáneos aplicados en los diseños de investigación experimental tradicionales. El capítulo ayuda al lector a comprender la terminología, procedimientos, métodos estadísticos, y qué tipo de diseños son convenientes para responder a las preguntas de una investigación en particular. La información en el Capítulo 2 es esencial para comprender y evaluar los matices de los hallazgos de investigación existentes. El Capítulo 3 (McLeod) pone énfasis en los métodos cualitativos y su uso para esclarecer la experiencia subjetiva de los participantes en la investigación, así como para formular las preguntas de investigación, ubicándose en un marcado contraste con los métodos focalizados en el Capítulo 2. El cuarto capítulo (Castonguay, Barkham, Lutz, and McAleavey) expone al lector a estrategias, relativamente nuevas, que tienen por objetivo mejorar la prestación de servicios y la obtención de resultados, con un énfasis sobre la investigación en la atención de rutina. El énfasis está en acortar la brecha 22 (Emmelkamp), cognitiva, cognitivoconductual (Hollon y Beck), psicoterapia psicodinámica (Barber, Murran, McCarthy, and Keefe) e intervenciones experiencialeshumanisticas (Elliot, Greenberg, Watson, Timulak, andFreire). La cuarta y última sección del manual –“Investigación sobre las las aplicaciones en grupos y ámbitos especiales”- es la sección más larga con 6 capítulos. Incluye capítulos sobre psicoterapias con niños y adolescentes (Weisz, Ng, Rutt, Lau, y Masland), terapias de pareja y de familia (Sexton, Datchi, Evans, LaFollette, y Wright), psicoterapias grupales (Burlingame, Strauss, y Joyce) y medicina conductual y psicología de la salud (Smith y Williams). El Capítulo 18 (Forand, DeRubeis, y Amsterdam) revisa la investigación sobre el tratamiento de problemas psicológicos sólo con medicación y en conjunto con psicoterapia. Las prácticas psicoterapéuticas en estos capítulos representan, en cierto grado, áreas especiales, que siendo distintas una de la otra, sin embargo, se superponen tanto en los problemas presentados por el paciente, como en las intervenciones usadas. El capítulo final (Hill y Knox) analiza lo que sabemos sobre la investigación acerca del entrenamiento, la supervisión y sus efectos. American Psychiatric Association. (2000). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4th ed.).Washington, DC: Author. American Psychological Association. (2005). Determination and documentation of the need for practice guidelines. www.apa.org/practice/guidelines/determinati on-documentation.pdf Anderson, E. M., & Lambert, M. J. (1995). Shorttermdynamically oriented psychotherapy: A metaanalysis. 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