Martha C. Nussbaum, salvar a la Humanidad entre todos Martha C. Nussbaum es catedrática de Derecho y Ética en la Universidad de Chicago La pensadora norteamericana, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (2012), reflexiona sobre el concepto de cosmopolitismo y, por tanto, sobre lo nos une a los seres humanos César Antonio MolinaActualizado:07/07/2020 01:15hGUARDAR Diógenes el cínico fue el primero que habló de los Kosmopolites, los ciudadanos del mundo. Y así comenzó el pensamiento político cosmopolita occidental. Esta idea, Diógenes Laercio la antepone a la estirpe, la ciudad, la clase social, el hombre libre o el género. El cosmopolitismo unía, mientras que las otras características enunciadas servían para separar comunidades. El filósofo griego hablaba de una aproximación moral a la política centrada en la Humanidad. La nobleza, la fama o el heroísmo eran adornos externos del vicio. Solo había un gobierno justo que era el del universo, el cosmos. Martha C. Nussbaum estudia este asunto a través de las obras de los estoicos, Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, Grocio y Adam Smith. Ella se refiere a la tradición cosmopolita protestante diferenciada de la católica a partir de Aristóteles. Muy pocas referencias hay a esta última, y las que existen -como veremos- no son de su agrado. Kant reintrodujo todo este pensamiento en la contemporaneidad a través del ideario del Reino de los fines, es decir, la unidad de todos los seres racionales. Gobierno de la justicia El cosmopolitismo cínico-estoico manifestaba la igualdad y valía de todos los seres humanos: iguales y de valor inestimable. Para Cicerón y Séneca, la esclavitud era una ofensa a la Humanidad; lo mismo que la tortura, la crueldad o las violaciones. En Conversaciones conmigo mismo, Mandela tomaba como maestro a Marco Aurelio y sus Meditaciones. En De oficiis, Cicerón establecía los fundamentos morales de las relaciones internacionales. La justicia debía gobernar. Incluso la guerra tenía que ser regulada. La Responsabilidad negativa condenaba no solo a quienes realizaban malos actos, sino también a quienes no los impedían. Marco Aurelio, como buen estoico, hablaba de la inalienabilidad de la dignidad humana. El holandés, Hugo Grocio (1583-1645) en Del derecho de la guerra y la paz (1625) mostró su deuda con Cicerón y los estoicos. Grocio, devoto cristiano, sin embargo afirmó que la política no precisaba de una base cristiana teísta. Las relaciones internacionales debían estar regidas por unas normas morales de respeto por la Humanidad, como Cicerón. Los ciudadanos y sus naciones tenían que tenerse respeto entre sí. Demagogia Grocio ataca al nacionalismo demagógico del nosotros primero. Grocio defendía las intervenciones humanitarias, compatibles con la soberanía nacional; las obligaciones transnacionales de ayuda material; los deberes hacia los migrantes necesitados; la conservación de la naturaleza; y el establecimiento de una comunidad mundial donde nadie tenía que renunciar a la propia. Las verdades morales y políticas eran independientes de la religión verdadera, tanto en lo lógico como en lo epistemológico. Adam Smith (1723-1790) es reivindicado por Nussbaum. No considera su liberalismo como algo extremo. Destaca del autor de La riqueza de las naciones (1776), la importancia que le dio al compromiso nacional con la redistribución material. Smith era un gran conocedor del estoicismo y de la obra de Cicerón, al que numerosas veces cita pasajes enteros sin anunciar la autoría. Smith critica la dominación colonial por el daño económico para las naciones colonizadas. Y refutando a Cicerón y yendo más allá de Grocio, afirma que del concepto de humanidad se desprenden unos deberes estrictos de ayuda material: salud y educación; primero nacionales y luego internacionales. Grocio y Smith defendían la libertad religiosa y la separación de la Iglesia y del Estado. La nación, para Grocio, tiene una importancia práctica y normativa; y debe defender los derechos humanos y combatir la pobreza. Algunas de las ideas de Tomás de Aquino, Suárez o Gentile, le sirven a Grocio para teorizar sobre la guerra justa o injusta. Adam Smith es reivindicado por Nussbaum. Destaca la importancia que le dio al compromiso con la redistribución material ¿Qué es la ciudadanía mundial? Aquella que iguala a todos los seres humanos. Grocio pertenecía a la corriente arminiana que le costó el exilio. Defendía que podemos decidir nuestra salvación en virtud de nuestros propios actos, frente a la doctrina de la predestinación. Esto conllevaba la libertad de expresión y conciencia. Grocio defendía que los derechos humanos eran prepolíticos, previos al estado. Nussbaum se posiciona de este lado criticando a Victoria, Vázquez, Azor y Molina que defienden que el poder castigar se deriva de la jurisdicción civil. Grocio no hace referencia a las mujeres en la representación del Estado. Tampoco se refiere a la esclavitud. Cree que no viola el derecho natural. Para Nussbaum es un error leer a Smith como apóstol del mero interés propio. La sociedad a la que aspira el pensador debe respetar la dignidad humana, la libertad natural, la capacidad de decisión y elección. Y las instituciones deben ser las guardianas. Las diferencias entre personas eran únicamente debidas a las diferencias de educación y hábitos. Smith denunció los abusos de poder de los patronos frente a los trabajadores; así como a los gobiernos rehenes de las clases potentadas. ¿Estado no intervencionista? Smith, para la autora, no es un simple defensor de la inacción estatal. Todo debería estar regulado, por ejemplo, los salarios regidos por el derecho a cobrar el mínimo suficiente. Libro interesante y por momentos controvertido.