Subido por Carlos Alberto López

Nallar. La pérdida de chance

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La pérdida de chance
Autora: Nallar, Florencia
Cita: RC D 436/2021
28 Julio 2021
Sumario: 1. Chance y pérdida de chance. 2. La pérdida de chance en el Derecho de Daños. 3. La
pérdida de chance y el daño resarcible. 4. La pérdida de chance y el nexo causal.
1. Chance y pérdida de chance
Chance es una palabra francesa que equivale en español a ocasión, oportunidad. De acuerdo con
el Diccionario de la Real Academia Española, la chance es la oportunidad o la posibilidad de
conseguir algo.
Podemos definir la chance como la posibilidad de obtener un beneficio probable. De ahí que la
chance se caracteriza por la presencia de un álea, pues lo que existe es la esperanza de ver
realizado el resultado beneficioso esperado. Se trata, entonces, de la posibilidad -aunque
incierta- de lograr un beneficio real, el cual puede consistir en la obtención de un incremento
patrimonial -chance lucro captando- o bien en la evitación de una pérdida patrimonial -chance
damno vitando-. De modo tal que la chance se ubica entre lo cierto y lo incierto, entre lo
hipotético y lo seguro.
Ahora bien, si la chance es la oportunidad o la posibilidad de conseguir algo, la pérdida de
chance conlleva -por lógica implicancia- la frustración de esa oportunidad o de esa posibilidad.
Lo que se ve cercenado es una expectativa.
Por lo tanto, el giro pérdida de chance remite a aquellos casos en los cuales el sujeto afectado
podía obtener un provecho, lograr una ganancia o un beneficio, o bien evitar una pérdida, pero
esa posibilidad de logro o evitación se vio frustrada por el hecho antijurídico de un tercero. Ese
hecho antijurídico da lugar a un estado de incertidumbre con respecto a si ese efecto beneficioso
esperado consistente en una ventaja patrimonial se habría producido o no.
Entonces, mientras la chance se caracteriza por la presencia de un álea, pues la víctima no tiene
sino una esperanza de ver realizado el resultado esperado, la pérdida de chance se caracteriza
por el álea intrínseca al perjuicio.
Se trata, entonces, de aquella situación en la que, a raíz de un hecho nocivo, cometido por un
tercero, la víctima del daño no puede saber a ciencia cierta si habría o no logrado la ganancia o
el beneficio esperado. Lo que sí se sabe a ciencia cierta, lo indudablemente indiscutible, es la
frustración de esa oportunidad o posibilidad de lograr una ganancia o de evitar una pérdida.
En virtud de ello, puede afirmarse que la pérdida de chance se compone de un elemento de
certeza, amalgamado con un elemento de incertidumbre. El primero de ellos -componente de
certeza- se traduce en la seguridad de que, si no hubiera acontecido el hecho dañoso, el
damnificado habría conservado la posibilidad de hacer real la ganancia esperada. El segundo componente de incertidumbre- consiste en la falta de certeza respecto de si ese beneficio
esperado se habría logrado en la realidad de los hechos, aun de no haber mediado el hecho
nocivo.
Dicho en otros términos, mientras la esperanza es certera, la ganancia es incierta. De modo tal
que no deben confundirse la certidumbre de la probabilidad perdida por un lado, y la
incertidumbre de la ganancia por el otro. Existe incerteza no con relación a la oportunidad
perdida -que está efectivamente perdida-, sino sobre cómo habría evolucionado esa oportunidad,
si se habría convertido en un resultado exitoso o no, si no hubiese acontecido el hecho dañoso.
En definitiva, el interrogante que hay que responder, la incertidumbre que plantea la chance, es
cuál habría podido ser la situación de la víctima si el hecho dañoso no hubiera tenido lugar. En
palabras del autor francés Chabas, el razonamiento sería el siguiente: a) ¿Tenía chances la
víctima? (es necesario que sólo sean chances, pues había un álea); b) ¿Se ha probado que por
culpa del autor y como consecuencia de esa culpa, la víctima ya no tiene más chances?; c)
Entonces, el agente debe ser condenado a reparar ese perjuicio: la pérdida de las chances [1].
Es importante tener presente que el daño sufrido por la víctima de la conducta lesiva no radica
en la ganancia que estaba en juego, sino en el malogro de la oportunidad de conseguir esa
ganancia. Sin embargo, esa oportunidad tenía un valor económico, valor que dependerá de las
circunstancias de cada caso, ya que el precio de la chance no coincide con el beneficio esperado,
sino que necesariamente tiene que ser menor. De modo tal que cuando hablamos de pérdida de
chance, el daño consiste en la frustración de una oportunidad, es decir que se trata de la lesión a
un interés de hecho. Este interés se traduce en la expectativa de un derecho en formación, pues
la lesión no afecta a una situación jurídica ya consolidada, sino a un derecho in fieri, respecto
del cual el damnificado esperaba ser titular.
En materia de pérdida de chance, entonces, no se requiere el menoscabo a un derecho subjetivo,
sino que basta con la frustración de la mera esperanza, de la probabilidad, de que el beneficio
esperado habría podido alcanzarse.
2. La pérdida de chance en el Derecho de Daños
En el Derecho de Daños, la pérdida de chance se manifiesta como jurídicamente relevante. En
este ámbito, entre lo cierto y lo incierto se presentan situaciones en las que media un
comportamiento antijurídico que produce efectos sobre el curso normal de los acontecimientos.
Ese curso natural se ve alterado de un modo tal que ya no puede saberse a ciencia cierta si, en
caso de no haber acontecido el hecho antijurídico, el damnificado por esa conducta nociva
habría obtenido o no el beneficio o la ventaja que esperaba, o si habría evitado o no cierta
pérdida. Las probabilidades se inclinan tanto hacia un lado, cuanto hacia el otro.
Pero toda vez que la frustración de esa chance es indiscutible, debe reconocerse el derecho de
exigir su reparación. De esta manera, la pérdida de chance o de ganancias se erige en categoría
autónoma de daño resarcible, naciendo en cabeza del autor del hecho ilícito el deber de reparar
esa pérdida de posibilidades de ganancias o de evitación de un perjuicio.
En definitiva, la idea que subyace es que la pérdida de chace como figura jurídica no se traduce
en una mera expectativa de hecho, sino -antes bien- en una entidad patrimonial en sí misma,
jurídica y económicamente susceptible de valoración autónoma.
Importa destacar que la pérdida de chance debe erigirse en un daño autónomo, independiente de
los otros componentes del daño patrimonial -el daño emergente y el lucro cesante-, a fin de
evitar un doble resarcimiento en favor del damnificado. Es decir, debe tratarse de una pérdida
que, precisamente por el grado de incertidumbre que conlleva, no podría ser comprendida en un
tipo diferente de daño.
Ahora bien, de los cuatro conocidos presupuestos de la responsabilidad civil, dos de ellos
reciben especial atención en materia de pérdida de chance: el daño y la relación de causalidad.
En efecto, la noción de pérdida de chance no sólo supone la existencia de un daño específico
determinado ahora por un cierto coeficiente de aleatoriedad, sino que también conlleva una
perspectiva diferente de la relación de causalidad adecuada. A dichos presupuestos nos
referiremos seguidamente.
3. La pérdida de chance y el daño resarcible
Sabido es que el requisito de certeza del daño configura la principal exigencia del daño
resarcible y de cuya existencia dependen las demás condiciones. Es por ello que para ser
resarcible, el daño debe ser cierto, esto es, debe existir, ser real y efectivo. Consecuentemente, el
daño eventual, que no existe, sino que es puramente conjetural o hipotético, no resulta
indemnizable por carecer del requisito de certeza en la posibilidad de su ocurrencia.
Ahora bien, en el actual estadio de evolución del tema se admite un cierto margen respecto de la
probabilidad de que el daño exista o no, o de que continúe existiendo. Desde esta perspectiva
jurídica se accede a que exista un determinado factor de incertidumbre o de aleatoriedad, que no
deviene incompatible con la certeza que debe exigirse en el daño para ser resarcible.
En otras palabras, entre el daño cierto -resarcible- y el daño hipotético -no resarcible- existen
situaciones en las cuales el elemento certeza -y, consecuentemente, el requisito de la
certidumbre- sufre una suerte de extenuación y adquiere contornos no del todo precisos. Ello no
nos ubica en el campo de los daños eventuales, inciertos o hipotéticos, sino en un área en el que
la certeza del daño coexiste con un cierto grado de azar o contingencia, con el cual no resulta
incompatible.
Entra aquí a jugar la chance, en cuya valoración desempeñan un papel fundamental las
probabilidades. Si éstas son equívocas o muy generales, estaremos ante un daño conjetural. En
cambio, si la probabilidad de haber podido lograr la ganancia o evitar la pérdida si no hubiese
acontecido el hecho es suficiente, se ingresa de lleno en el terreno del daño cierto, lo que
convierte a la pérdida de chance en un perjuicio resarcible.
Cuando situamos a la pérdida de chance en el terreno del daño jurídico, es decir, del daño que
debe ser reparado, debemos tener presente dos circunstancias. De un lado, que el daño es cierto,
toda vez que la oportunidad de obtener la ganancia o de evitar el perjuicio se ha perdido
definitivamente, y esa pérdida es certera. Del otro lado, que lo eventual es la probabilidad -no la
pérdida de ella, la cual, reiteramos, es cierta- de obtener la ganancia o de evitar el perjuicio. Para
que esa pérdida -que es lo que configura el daño- sea cierta, esa probabilidad debe ser
suficiente; a contrario sensu, una probabilidad vaga o meramente genérica quita certeza a la
pérdida como daño, tornando de esta manera al perjuicio en hipotético, eventual o conjetural.
Es por ello que en la frustración de la chance se conjuga el elemento certeza con el elemento
probabilidad. Ambos se amalgaman, compatibilizándose -desde la óptica jurídica- un cierto
coeficiente de incertidumbre con la certeza, convirtiendo así a esa pérdida de oportunidad en un
perjuicio reparable por el autor del ilícito, sin extralimitar las fronteras del daño resarcible ni por ende- indemnizar un daño eventual. Lo que se indemniza es, entonces, la pérdida de la
oportunidad y no la ganancia o beneficio perdidos.
En la chance, el grado de verosimilitud respecto de la certeza del perjuicio -que en el daño cierto
es fehaciente o plena- se relativiza. Ya no existe una certidumbre total, pero sí un cierto grado
de infalibilidad o de seguridad respecto de la probabilidad de concreción de la chance. Esa
probabilidad debe ser -aunque no absoluta- suficiente para lograr en el juzgador grado idóneo de
convicción. El razonamiento, entonces, no gira en torno a la certidumbre, sino a la probabilidad
En definitiva, la reparación de la chance perdida no conlleva la vulneración del principio de
certeza del daño.
4. La pérdida de chance y el nexo causal
En punto a la relación de causalidad, el enfoque se relativiza, ya que disminuye la certidumbre
respecto de la solidez del nexo causal entre una determinada conducta antijurídica y el perjuicio
que ella ocasiona, haciéndose presente ahora un factor aleatorio que reemplaza la certeza por la
verosimilitud. Como claramente lo explica Medina Alcoz, la teoría de la pérdida de chance
distribuye el peso de la incertidumbre causal entre las dos partes implicadas: el agente responde
sólo en proporción a la probabilidad de que fuera autor del menoscabo; correlativamente, la
víctima obtiene una indemnización parcial acomodada a la probabilidad de que hubiera dejado
de padecer el daño de no haber mediado el hecho lesivo. De este modo, se brinda una solución
equilibrada que pretende acomodarse a una sensibilidad de justicia a la que repugna la
liberación del agente dañoso por las dificultades probatorias, pero también que se le conmine a
reparar la totalidad de un daño que pudo no haber causado [2].
La evaluación de chances perdidas requiere de un análisis muy particular de la exigencia de
causalidad. Mientras la causalidad material atiende al nexo existente entre un hecho antijurídico
y la atribución de su autoría, la causalidad jurídica refiere a la relación entre ese hecho ilícito y
las consecuencias perjudiciales que de él derivan. Pues bien, en materia de pérdida de chance,
esa ecuación se torna particularmente difícil, atento que el límite entre lo cierto y lo hipotético
respecto de una consecuencia puede tornarse sombrío.
De modo tal que cuando hablamos de pérdida de chance, debemos analizar la relación de
causalidad adecuada entre el hecho ilícito y la frustración de la oportunidad, partiendo de esos
matices particulares que adquiere la ecuación. A estos fines, se recurre a las reglas de
imputación de consecuencias. Ello así, en virtud de que la relación de causalidad desempeña un
rol fundamental no sólo como presupuesto o requisito necesario de la responsabilidad civil, sino
también como medida de dicha responsabilidad. Ocurre que no puede hablarse de pérdida de
chance como daño resarcible, "sin antes interrogarnos si el resultado feliz no habría sido una
consecuencia más o menos mediata en nuestro destino de no haberse verificado el hecho
frustrante"[3].
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[1] Chabas, François, "La pérdida de una chance en el derecho francés", RCyS 2014-IX, 255.
[2] Medina Alcoz, Luis, "Hacia una nueva teoría general de la causalidad en la responsabilidad
civil contractual y extracontractual: la doctrina de la pérdida de oportunidad", RCyS 2009-XII,
251.
[3] Hersalis, Marcelo J., "Los nuevos desafíos del instituto de la pérdida de la chance", RCCyC
2020 (abril), 01/04/2020, 17.
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