Subido por Daniel Enrique Diaz Garcia

La implicación empática de ser una sociedad pluralista

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La implicación empática de ser una sociedad pluralista
En el artículo primero de la Constitución Política de la República de Colombia se
constata que nuestro país es pluralista. Esta palabra, entre muchas otras cosas, deja entrever que
vivimos en una sociedad heterogénea, con comunidades específicas que tienen sus propias
lecturas del mundo, y que son importantes para el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, la
participación de aquellas comunidades no es evidente. De Sousa (2018) expone ampliamente la
necesidad de una participación real de aquellas minorías marginadas que no han tenido voz a lo
largo de los años. No obstante, la tarea que encomienda el autor no es fácil, pues requiere de un
cambio cultural que transforme los esquemas que durante generaciones hemos heredado, que en
su gran mayoría, son excluyentes y discriminatorios. Para transformar, debemos intervenir con
dedicación en algunos temas de interés, como por ejemplo la empatía para la diversidad.
La empatía se puede entender como “la habilidad para comprender el punto de vista de
otra persona, así como un componente afectivo vinculado a la experiencia emocional de sentir lo
que otro siente” (Eisenberg, 2000; Hoffman, 2002, citados en Esteban-Guitart, Rivas, y Pérez,
2012). Adicionalmente, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia - UNICEF (2019)
rescata que la empatía no necesariamente se trata de estar de acuerdo con la otra persona, sino
del respeto hacia las distintas perspectivas. Además, la empatía “puede llevar a las personas a
ayudar a otros y evitar que sean lastimados” (Gordo, 2016, citado en Perdomo-Álvarez,
Vásquez-Peña, 2020). Partiendo desde estas definiciones, entendemos que la empatía para la
diversidad es un pilar fundamental para la inclusión, pues reconocer la diversidad, entender a los
otros, y además dialogar con esos otros, permite la construcción de nuevas visiones que se
pueden proyectar en acciones sociales para la transformación de la sociedad.
Si bien la empatía es una cuestión de suma importancia para la inclusión social, esta
característica requiere ser cultivada. Los esquemas que hemos heredado de generaciones
anteriores afectan nuestra empatía, pues nuestras concepciones de la sociedad tienden a estar
bajo marcos tradicionalistas. Cultivar la empatía, idealmente, debería empezar desde la infancia,
y esta labor debería estar a cargo de la familia del infante. Sin embargo, muchas familias siguen
enmarcadas bajo los esquemas tradicionalistas que heredaron, ofreciéndole al niño o niña los
mismos esquemas que ellos tienen, por lo tanto, continuando en la misma dinámica del pasado.
Es en esta situación donde la educación juega un papel crucial. La gran diversidad que convive
dentro del mismo espacio, convierten a la escuela en un lugar propicio para visibilizar la
diferencia, y para abrir espacios de intercambio que ayuden a enriquecer las perspectivas de los
distintos agentes que hacen parte de ella. No obstante, esto es un panorama idealista debido a que
existe la posibilidad de que los promotores de dichos espacios (es decir profesores y directivos,
normalmente) continúen bajo prácticas tradicionalistas que impidan la existencia de dichos
espacios (Toro, Maya, y Poblete, 2020).
Teniendo esto en cuenta, es necesario plantear que para que exista una cultura empática
para la diversidad en la escuela, los profesores y directivos deben ser los primeros en servir de
ejemplo desde sus prácticas y propuestas en los espacios educativos. Bajo esta lógica, si el
ecosistema educativo está constituido por discriminación y odio hacia la diferencia y la
diversidad, la visibilización de las diferencías sería imposible, por lo tanto la participación de
aquellos con ideas y concepciones distintas estaría restringida debido a la cultura en la que se
encuentran. De esta forma, los estudiantes se desarrollarán bajo estas dinámicas, lo que
continuará la narrativa histórica de la exclusión y la desigualdad. Por el contrario, si queremos
hablar de empatía para la diversidad en nuestras aulas de clase, los docentes y directivos deben
ser seres humanos altruistas, preocupados por el bienestar de todos y todas, que además sean
conscientes de la homogeneidad de su entorno y de la sociedad en general. Para lograr el
objetivo que se pretende bajo la última premisa es necesario empezar por la transformación de
las concepciones docentes para que sean más conscientes de la diversidad, y así producir un
cambio efectivo de sus prácticas hacia unas más dialógicas e inclusivas.
Después de superar este primer paso, debemos dirigir nuestra atención hacia otro punto.
Los estudiantes son el componente más importante de todo proceso educativo, pues serán ellos
los que eventualmente tomarán acciones que impactarán la sociedad en la que viven. Ante esto,
las prácticas docentes deben de estar configuradas para retratar la realidad inmediata. El profesor
debe asumir el reto de problematizar las condiciones sociales del contexto histórico más las que
surjan a partir de las distintas voces que habiten en el espacio. Así, el estudiante, con una
cosmovisión más amplia del mundo, será capaz de crear mejores y más pertinentes preguntas y
problemas, y empezar la construcción de respuestas eficaces a dichas preguntas y dichos
problemas, siempre basadas en el diálogo. En otras palabras, la repercusión de los procesos de
enseñanza-aprendizaje deben trascender la barrera del aula, manifestándose e impactando el
mundo que existe fuera de ella. Sin embargo, esto no será posible si el estudiante no desarrolla la
empatía necesaria para comprender y sensibilizarse con las otras perspectivas que no son propias
de su lectura del mundo: se puede considerar esto desde el pensamiento de Freire (2005) cuando
plantea que nadie puede autoliberarse, ni mucho menos liberar a otros, pues el proceso de la
liberación es una acción en comunión que nace de la construcción de nuevos mundos a partir de
la comunicación y el diálogo. Adicionalmente, el estudiante debe discernir que la diversidad
existe tanto dentro, como fuera del aula. Para que el estudiante logre alcanzar esto, el ejercicio
docente debe ser intenso y extenso a la hora de abarcar el asunto de la inclusión, y de la empatía
para ella. No debe suceder en un único momento, o momentos particulares, sino que debe ser una
constante durante todos los procesos que se desarrollen.
Otro punto relevante con respecto al tema en desarrollo es la cuestión de la autonomía y
su relación con la empatía. En un ecosistema donde la comunicación empática es una constante,
los sujetos que lo habiten tendrán mayores y mejores oportunidades de desarrollarse
integralmente (Guzmán, 2018), abriendo caminos más claros para la participación autónoma de
dichos sujetos. A propósito de esto y de lo que se ha desarrollado en líneas anteriores:
Reconocer la diversidad, que siempre está presente en el aula, es el primer paso para
generar un aula incluyente, donde todos los alumnos se sientan cómodos para participar, disentir,
dialogar y construir aprendizajes y acuerdos; enriqueciendo con ello las oportunidades de
aprendizaje del grupo. Esta es la base mínima necesaria que permitirá avanzar hacia el ideal de
una educación crítica, significativa y participativa del que tanto se habla y que no puede
realizarse como logro individual; se trata necesariamente de un proceso colectivo, amplio y
congruente con la naturaleza social y humanista de la educación. (Martínez y Liñán, 2017, p. 29,
citado en Guzmán, 2018).
A manera de conclusión, la empatía para la diversidad es una cuestión fundamental para
cualquier sociedad que se declare pluralista. Para desarrollar un mayor nivel de empatía, es
importante mirar a la escuela y el rol que tiene en dicho desarrollo. Desde la escuela, es
necesario un ejercicio responsable por parte de los docentes, que deben transformar sus
concepciones en caso de estar ubicadas en paradigmas tradicionalistas, para poder enseñar de
forma inclusiva y dialógica. Por otro lado, los estudiantes deben entender que la diversidad está
en cualquier parte del mundo, y que sus acciones y decisiones afectan a otros; así pues, estas no
deben estar tomadas desde una mirada egocéntrica y cerrada, sino desde distintas miradas que se
construyen en el constante intercambio de significados. Por último, es importante recordar que la
autonomía es vital en los procesos educativos, y que, a mayor nivel de empatía, mayor nivel de
autonomía alcanzarán los estudiantes, pues el desarrollo humano de estos no estará limitado, al
menos no desde sus compañeros, profesores, y el entorno educativo en general.
Referencias
De Sousa Santos, B. (2018). Introducción a las Epistemologías del Sur. Epistemologías del Sur
(pp. 25-61). Editorial: CLASCO.
Esteban-Guitart, M., Rivas, M. J. & Pérez, M. R. (2012). Empatía y tolerancia a la diversidad en
un contexto educativo intercultural. Universitas Psychologica, 11(2), 415-426.
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia - UNICEF. (2019). Seamos amigos en la escuela:
una guía para promover la empatía y la inclusión. Santillana
Freire, P. (2005). Pedagogía del Oprimido. Siglo XXI
Guzmán Huayamave, K. (2018) La comunicación empática desde la perspectiva de la educación.
Actualidades Investigativas en Educación. 18(3), 1-18.
Perdomo Álvarez, V., Vásquez Peña, D.J. (2020) La Empatía en la Pedagogía, viaje hacia una
Pedagogía de la Empatía a favor de la Educación Inclusiva. [Tesis de pregrado,
Universidad Nacional Abierta y a Distancia]
Toro Vilagra, E., Moya Rojas. P., Poblete Melis, R. (2020). Representaciones Sociales de
Profesores y Estudiantes sobre las Personas LGBTI: Un Estudio de Caso en un Liceo
Católico y Laico. Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, 14(1), 37-51.
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