RACISMO HACIA LOS ÍNDIOS EN MÉXICO En diversas

Anuncio
RACISMO HACIA LOS ÍNDIOS EN MÉXICO
En diversas formaciones regionales, las prácticas discriminatorias y etnocidas fueron
promovidas por ideologías y políticas desarrollistas del Estado, la construcción de las
grandes obras de infraestructura y de los proyectos turísticos justifican el despojo de
sus territorios de origen y la destrucción de las bases de su reproducción cultural, y
subsisten sistemas de categorizaciones de raíz colonial que se renuevan y revelan las
relaciones de desigualdad y el racismo hacia los indios.
Hay una continuidad en la introspección del racismo que se reproduce a través de
prácticas institucionales y de las interacciones marcadas por el conflicto interétnico.
La persistencia de estereotipos y estigmas y de comportamientos excluyentes
continúa provocando el ocultamiento y la negación de lo propio, acelerando la
destrucción de la diversidad étnica.
El nuevo discurso del Estado acerca del indio se estructura en el contexto de un
movimiento social en el que los campesinos mestizos e indígenas son protagonistas.
Entonces se propone “replantear el proyecto de Nación” y reconocer la diversidad
étnica como un elemento fundador de la nacionalidad mexicana. Sin embargo, las
contradicciones entre el discurso y las prácticas se mantienen; reformas
constitucionales reconocen derechos limitados de los de pueblos indios y, a la vez,
políticas neoliberales amenazan sus bases comunitarias. El conflicto alcanza su nivel
más alto en Chiapas, como lo expresan el levantamiento de los mayas zapatistas y el
inicio de una guerra de contrainsurgencia, pese a los Acuerdos de San Andrés
firmados.
La controversia suscitada en torno a los conflictos étnicos y su resurgimiento revela
una naturaleza compleja en tanto se trata de un fenómeno relacionado
invariablemente con intereses sociales, políticos y económicos contrarios entre en u
sujetos cuyas diferencias étnicas son al mismo tiempo un motivo poderoso del
conflicto. En sentido amplio, cuando las diferencias étnicas se “utilizan de manera
consciente o inconsciente para distinguir a los actores rivales en una situación de
conflicto, sobre todo cuando se convierten en poderosos símbolos de movilización,
como es frecuente, la etnicidad pasa a ser un factor determinante para la naturaleza y
la dinámica del conflicto”. Sin embargo, hay una larga duración del conflicto étnico en
el contexto latinoamericano que descubre una contradicción de mayor profundidad
que en aquellos casos en que incluso diferencias étnicas pueden ser inventadas, por lo
que pensamos que una característica “intrínseca” puede ser la oposición de dos
procesos civilizatorios. Sin negar la existencia de conflictos inter e intraétnicos por
recursos y linderos, y por divisiones de carácter socioeconómico, religioso y político,
que suelen tener un alcance local, el conflicto étnico en México se distingue de otros
porque se produce entre dos sujetos que representan procesos civilizatorios
diferentes que disputan unos su hegemonía, y otros el derecho a su existencia como
entidades étnicamente diferenciadas, como se ha podido constatar por la persistencia
de las culturas étnicas luego de cinco siglos y la recurrente negativa del Estado de
reconocer los derechos históricos de los pueblos indios.
El racismo hacia los indios expresa las relaciones de poder existentes entre Estado,
pueblos y Nación. Luego, los discursos y las prácticas racistas individuales y colectivas
se producen y reproducen en la vida cotidiana y en las instituciones. No obstante, si
bien no se agota en las relaciones de dominación, el racismo parece vincularse en
cualquiera de sus niveles al ejercicio y a las tecnologías del poder del Estado.
No hay que ignorar que los conflictos en las regiones étnicas pueden estar vinculados
con la desigual distribución de la tierra, la amenaza a sus territorios de origen, una
explotación indiscriminada de sus bosques y selvas, formas de intermediación en la
comercialización de sus productos, falta de créditos y otras políticas económicas y
culturales y relaciones sociales que ponen en peligro las bases de su reproducción y
desarrollo como comunidades y pueblos culturalmente diferenciados. Pero, sobre
todo, estos conflictos son originados por los sistemas regionales de dominio que no
son más que las formas específicas que adopta el gobierno, expresión en principio, de
la relación de fuerzas regionales y nacionales, en un espacio resultado de una
conformación histórica derivada de la articulación de las “culturas, estructuras
económicas, las ideologías y formas de relación social y política”.
Las relaciones de poder hacia los pueblos indios adoptan formas específicas según la
conformación histórica regional y la diversidad socioétnica, que es una realidad
ineludible para comprender la naturaleza de los conflictos, del racismo y la resistencia
de los pueblos.
Para estudiar el racismo a partir de sus representaciones y discursos, la identidad es
un instrumento analítico que permite distinguir los procesos permite distinguir los
procesos racistas de categorización. Si la construcción del Nosotros frente a los Otros
es indisociable, entonces el racismo es un conjunto específico de juicios y relaciones
con el Otro vinculados al proceso identitario y al poder, por lo que el sistema de
imágenes y relacione interétnicas es un punto de partida para su estudio. Hay
entonces que reconocer las identidades étnicas, regionales y nacionales en conflicto,
sus bases culturales y su instrumentación en momentos y contextos específicos del
encuentro, a fin de explora la dinámica y los contenidos de las identificaciones del
Otro, descubrir las formas manifiestas y ocultas del racismo.
La inmigración de los indios a los espacios “tradicionales” de los mestizos y ladinos
exhibe la diversidad cultural de la nación históricamente alejada y separada por
fronteras geográficas e imaginarias, y moviliza representaciones que revelan los
prejuicios antes asociados solo a las relaciones entre indios y mestizos en las
“regiones de refugio”.
Su creciente presencia en las ciudades regionales y capitales expresa el desarrollo
regional desigual, los límites de las políticas de integración del Estado, los efectos del
modelo neoliberal la búsqueda de mayores niveles de educación superior y de su
ciudadanía, la fantasías creadas por los propios migrantes que contribuyen a
reproducir el proceso mismo de la inmigración, el compromiso con el desarrollo y el
futuro de sus comunidades, y la preservación de su pertenencia a sus comunidades
que implica derechos y obligaciones. Estos desplazamientos han vuelto más visible la
situación social de las comunidades y pueblos indígenas y no se advierten las
condiciones socioeconómicas que reviertan estas tendencias migratorias, por lo que
es posible que la migración se incremente en ciudades regionales y capitales del
sistema urbano regional. Por ello, la ciudad, se ha convertido en un escenario de
intensa interacción multiétnica, es un espacio privilegiado para estudiar el racismo en
los espacios de la vida cotidiana, como son la familia, la escuela y el trabajo, y por
centros del poder político y de los medios de comunicación que suelen difundir
imágenes estereotipadas de los pueblos indios, contribuyendo a la constitución de
identidades excluyentes y deslegitimando los derechos de los pueblos indios.
Debido a que esta situación es de gran importancia y gravedad en el mundo, la
Organización de Naciones Unidas adoptó en 1965 la Convención Internacional sobre
la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial para combatir el racismo
y la discriminación racial, la cual México ratificó en 1975. Asimismo, en el año 2001 en
septiembre de 2001, se realizó la Conferencia Mundial contra el Racismo, la
Discriminación Racial, la Xenofobia y las formas conexas de Intolerancia en Durban,
Sudáfrica, en donde los países, incluyendo México, suscribieron la Declaración y el
Programa de Acción de la Conferencia. En dichos documentos se reconocieron las
prácticas modernas de discriminación por cuestiones raciales, étnicas, de
nacionalidad y otras, en un contexto global que presenta fenómenos sociales como la
migración, pobreza, exclusión, marginación social y la discriminación por género, que
agravan la situación de racismo o xenofobia contra las personas y grupos sociales
como los migrantes, refugiados, solicitantes de asilo, los pueblos indígenas, los
afrodescendientes, entre otros.
En el Estado mexicano, el reconocimiento al derecho de la no discriminación por
origen étnico está signado en varios instrumentos normativos, comenzando por el
Artículo 1o. constitucional, y se han creado instituciones y políticas públicas que
atienden a los pueblos originarios, sin embargo, la distinción negativa por color, linaje
u origen nacional, están aún presentes en la sociedad y se traducen en la negación de
derechos. Bucio Mújica resaltó que indicadores ligados al desarrollo como la exclusión
educativa, la mortalidad materno-infantil, el acceso a la seguridad social, el nivel de
ingresos, la cobertura de servicios básicos, entre otros, son todos desfavorables para
la población indígena frente a la población no indígena. De acuerdo a la más reciente
medición de la pobreza multidimensional del Consejo Nacional para la Evaluación de
la Política de Desarrollo Social (Coneval) casi 40% de la población indígena está en un
nivel de pobreza multidimensional extrema y el 36% en pobreza multidimensional
moderada.
En materia de acceso a la justicia, los miembros de comunidades indígenas se
encuentran en situación de desventaja y vulnerabilidad frente al resto de la población,
entre otras causas, por no hablar o entender el castellano y no contar con un
intérprete en su lengua materna. Según el Diagnóstico Nacional de Derechos Humanos
en México elaborado en 2003 por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) la desventaja y la vulnerabilidad de
personas indígenas se agrava cuando acuden o se ven obligados a enfrentarse al
sistema de procuración de justicia. Ejemplo de ello, el caso de las mujeres de la etnia
ñha-ñhú, Alberta Alcántara Juan y Teresa González Cornelio, sentenciadas a 21 años
de prisión, cuyo caso ha sido atraído por la Suprema Corte de Justicia de la Nación
(SCJN). Este hecho representa una oportunidad para analizar las implicaciones que
puede tener la discriminación para el ejercicio del derecho al debido proceso legal.
El CONAPRED hace un llamado a la sociedad en su conjunto y a las instituciones
públicas a ser conscientes de los efectos que la discriminación racial tiene en México, y
que afecta mayormente a los pueblos y comunidades indígenas y a las personas que
migran desde centro y sudamérica. Asimismo recuerda que existen obligaciones
legales en materia de discriminación racial -siendo la central su eliminación- para
todas las instituciones públicas de todos los órdenes de gobierno cuyo cumplimiento
no debe postergarse
Descargar