ESTEVEZ. PERSONALIDAD DE UN CRUZADO. AUTOR: Federico Gastón Addisi. 2008. CAPITULO I. LA INFANCIA. LA VIDA CIVIL. El Teniente Roberto Néstor Estévez nació una tarde de un calor intensísimo, un 24 de febrero de 1957. La “estrella” quiso que por su fecha de nacimiento Roberto perteneciera al signo de Piscis. Oriundo de Posadas, provincia de Misiones, fue el séptimo de nueve hermanos, a saber: Julio Roberto, María Mercedes del Rosario, José María, María Julia, María Josefa, María del Carmen, Roberto Néstor, José Octavio y José Fernando. Su padre, Roberto Nést Néstor or Estévez, era de Misiones. Católico tradicionalista, hombre de recto carácter, era hijo de José María Estévez. El abuelo de nuestro biografiado era español y fue, por aquellos años de in inmigración, migración, un comerciante bastante importante en Posadas. Casado con con Rosario Durand, a la sazón, abuela del “Toto”, la “nona” era argentina nativa. Cabe destacar la importancia de este “mestizaje” por línea paterna, entre un español y una criolla, que tuvo una influencia clave –sobre todo en lo espiritual y cultural-, en Roberto (Padre) y que éste transmitió a sus hi hijos, jos, pero de todos, fue Roberto (hijo) quién más receptivo resultó, al punto de convertirse, en un auténtico criollo; único y genuino tronco de donde proviene nuestra identidad nacional. Su madre, se llamaba Julia Bertha Benítez Chapo. Nació en Apóstoles, un pueblo del interior de Misiones. Era hija de Valentín Benítez; también de Apóstoles, y de Mercedes Esther Chapo, una docente que fue a Misiones a trabajar en escuelas rurales cuando llegaron los primeros inmigrantes polacos y ucranios. Ambos progenitores de Estévez actualmente están fallecidos. Su madre murió cuando éste estaba en el Colegio Militar; y su padre, sobrevino a su hijo, pasando a la vida eterna en el año 1986. La infancia de Roberto, como la de la mayoría de los chicos del interior del país fue muy tranquila; andaba siempre con sus hermanas may mayores, ores, lo que no iimpidió mpidió que fuera muy compinche de todos todos sus hermanos en general, y de María Julia en particular. Algunos de éstos tenían pensamientos que “rompían el molde” del entorno familiar; por ejemplo: Una de las hermanas (María Julia) estuvo casada con un compañero de promoción de Roberto y años más adelante se divorció. Otra; María Josefa, militaba en la JP de su provincia. De idea peronista, p eronista, a través ddee su espo esposo so tuvo relación con la rrama ama revolucionaria de la izquierda peronista, concretamente con Montoneros. Por estos contactos fue detenida, procesada y condenada en el año 1976, a 30 años de pprisión. risión. Se le imputaba haber pr prestado estado apoyo logístico en el copamiento al Regimiento 29 de Formosa. Estuvo purgando su condena en la cárcel de Villa Devoto hasta que logró su libertad con el retorno de la democracia. Cabe señalar que efectuamos estos comentarios sobre el entorno familiar de Roberto por un doble motivo mo tivo que a nuestro entender, ayudan a “humanizar” la figura ddel el héroe, y no por un afán de d e indagar en la vida privada de las personas, ajeno esto ––aunque aunque muy de mod modaa entre ciertos “historiadores” mediáticosmediáticos- al rigor histórico que pretendemos, y al senti sentido do de homenaje del que queremos dotar a este libro. Concretamente, lo que nos motivó a mencionar estos temas familiares no es otro que demostrar que pese a los “deslices” que ocurren en toda familia, el padre de Roberto jamás se negó a aceptar diferencias, ni mucho menos, y a pesar de sus sólidas convicciones, a imponer su forma de pensar. Y esta misma conducta fue la que guió los pasos del Héroe de Malvinas. Ninguna de las particularidades de la familia modificó un ápice el profundo amor que Roberto sentía por ellos. Su hermana María Julia, en emocionado y afectuoso recuerdo nos dijo de él: “Era todo un personaje. Era muy inteligente; le gustaba leer y también dibujar, recuerdo que escribió una historieta: su personaje se llamaba "Rob-Dick" y era un justiciero que recorría la Argentina”1. Más adelante volveremos sobre la historieta a la que hace mención la hermana del “Toto”. Es que para hacer una descripción simple pero ajustada a su personalidad hay que decir que Roberto, desde muy chiquito se comportó como un ser especial. Y si como suele decirse; “para muestra basta un botón”, complementamos los comentarios de su hermana diciendo que aprendió a leer y escribir a los cuatro años de edad. 1 Lamentablemente la familia no pudo conservar algún ejemplar de la historieta, que por el tinte de los acontecimientos, acontecim ientos, y el destino de Roberto, hubieran enriquecido sobremanera su biografía. Respecto a la historieta a que hiciéramos alusi alusión; ón; ésta estaba muy bien dibujada (tanto los dibujos como el guión eran íntegramente de Roberto) y fue compuesta cuando tan sólo contaba con ocho años. El protagonist protagonistaa y héroe de llaa mi misma, sma, “Rob-Dick” (Rob, de Roberto, y Dick, vaya a saber por qué) era un gaucho con capa que libraba distintas aventuras, todas con un sentido nacional. Las historietas de “Rob-Dick” se extendieron durante cuatro años, y durante ese tiempo, el superhéroe nacional iniciaba una campaña para recuperar las islas Malvinas (de allí la mención que hace Estévez a su padre, en la carta póstuma: “…¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas?…”). Roberto cursó el ciclo primario en la Escuela N º 3 "Domingo F. Sarmiento" (vaya paradoja del destino, porque tanto Estevez padre, como su hijo, eran fervientes admiradores del Restaurador Don Juan Manuel de Rosas); y el secundario en el Colegio Nacional N º 1. Sus compañeros fueron los mismos hasta que se recibieron, por lo que resultó un grupo m muy uy unido que estaban siempre juntos in incluso cluso en llas as vacaciones. En esa época solían organizar campamentos a algún lugar del interior y disfrutaban de sanas diversiones. Fue un alumno inquieto inquieto y curioso, leía el diario antes de iirr al colegio y más de una maestra lo debe haber "sufrido" ya que era de los que no se quedaba con la duda sobre ningún tema; preguntaba, preguntaba y preguntaba... Inteligente, como quedo dicho, tenía un agudo sentido crítico, cuestionaba todo lo que no le parecía justo o verdadero, al extremo de que a veces las las maestras se vieron forzadas a echarlo del aula por sus continuos cuestionamientos. No soportaba la mentira y justamente esto fue lo que a nnivel ivel escolar lo lo llevó a participó cuestionar de un la “historia concurso oficial”. provincial Cursando sobre "El séptimo Santo de grado, la Estevez Espada" y lo ganó recibiendo una plaqueta que le fue entregada como premio. Pero más que el reconocimiento por su trabajo, el concurso reafirmó más aún su afición por la historia. Para esta misma época, su inquietud intelectual lo llevó a encontrar y leer apasionadamente, un libro que se hallaba en la biblioteca de su padre. Este libro no era otro que el clásico "La vida de Don .Juan Manuel de Rosas" de Manuel Gálvez. Además de los clásicos del revisionismo, Roberto leía leía todos llos os números de la revista de Félix Luna "Todo es Historia", que se compraba puntualmente en la casa paterna. Fanático lector, era común que se quedara dormido con la luz encendida. Su padrino de confirmación fue un amigo de la familia; el Profesor Justo Alí Brouchoud, profesor de historia y escritor, que se dirigió a Misiones desde Entre Ríos a fundar el Instituto de Profesorado "Antonio Ruiz de Montoya" a solici solicitud tud del Obispo Monseñor Jorge Kemerer. Alí (como cariñosamente le llamaba la familia) se dedicó a proveerle de material de lectura a Roberto desde que descubrió cuánto le gustaba y se interesaba por la historia. Cada vez que el padrino iba de vacaciones al pago de la familia, eran sagradas las conversaciones y debates sobre temas de actualidad nacional y mundial con su ahijado, que por lo general, general, se prolongaban en apasionados cambios de ideas hasta que un nuevo amanecer los sorprendía. Fuera del plano intelectual, puede decirse que Roberto era una persona extremadamente alegre y divertida; gustaba de ir a bailar con amigos y no se perdía un fin de semana de "boliche" o de festejo de cumpleaños de alguna chica. Disfrutaba de la vida al aire libre y fue aficionado a los deportes. Concretamente, practicó judo y remo mientras estuvo en Posadas, y otros deportes cuando estuvo en el CMN, pero como complemento a su formación integral y no en forma competitiva. Como buen espíritu alegre, era Estevez amante de la música. Le gustaba desde el chamamé hasta la clásica, y por supuesto, el folklore. En este género su predilección se encontraba en Rimoldi Fraga, José Larralde, Los Fronterizos y Los Chalchaleros. Siempre quiso aprender a tocar la guitarra, se esforzó mucho para ello, pero como era zurdo el encordado “le quedaba invertido” al final dejó de insistir, conformándose con escuchar y cantar en las las guitarreadas que se armaban en los asados. Respecto a esto de ser “zurdo”, era algo que realmente le fastidiaba, al punto de decir, desengañado por lo mucho que le costaba todo, que era producto de que escribía con la mano izquierda, porque para los zurdos el mundo era al revés. No se daba cuenta de que justamente, él era el que siempre estuvo por el recto camino, y que era el mundo, quien iba, y sigue yendo, al revés. CAPITULO II. LA MADUREZ. LA CARRERA DE LAS ARMAS. Roberto Néstor Estevez, se decidió de pequeño por la carrera de las armas. Sin embargo, descubierta su vocación militar, nuevamente apareció el estigma de manejarse con la mano izquierda. Esto se debió a que un amigo le comentó al “Toto” que aquellos que escribían con la la izquierda, no entraban al Colegio Mili Militar tar porque tenían problemas para manejar las armas y disparar. Estévez tenía diecisiete años y no estaba estaba dispuesto a permitir que nada obstaculice su carrera castrense. Todo lo que se proponía, Estevez no paraba hasta lograrlo. Por lo tanto, a raíz del comentario de su amigo, y frente a la posibilidad de quedarse sin ingresar a la Escuela Militar, aprendió a escribir y manejarse con la mano derecha. De lo que resultó, ambidiestro… Inicialmente, Roberto decía que quería entrar al arma de Caballería, pero una vez en tema, se le escuchaba que prefería la Infantería porque sentía más ambiente de camaradería. En consecuencia, y superando los escollos comentados, ingresó en el C Colegio olegio Militar de la Nación y en 1978 alcanzó el grado de Sargento Cadete y el puesto in interno terno de Encargado de la Sala de Armas de la Subunidad. Desde esta época temprana en las FFAA se destacó por su voluntad y esfuerzo, amén de su capacidad innata para sobreponerse a las dificultades que la dura disciplina del cuartel suele imponer a sus hombres. Estevez egresó con el grado de Subteniente, en el IV año del Colegio Militar, el 12 de octubre de 1978, por la posibilidad de una guerra con Chile, y ante la necesidad de más personal militar. Por lo antedicho fue su primer destino el Regimiento de d e Infantería 25, con asiento en Colonia Sarmiento, Chubut. Allí dio sus primeros pasos como oficial, destacándose de tal manera que recibió el premio “Al mejor Infante”, además de ser distinguido con el honor de ser abanderado. Logró desde el principio la estima de sus subalternos. Sobresalió entre sus camaradas por su gran profesionalismo, su capacidad, pero también por lo divertido de su personalidad. Esta cualidad, no era obstáculo ppara ara que fuera inflexible eenn el ma mando, ndo, ya que en él se combinaban armoniosamente la camaradería y el rigor del jefe. Pero subrayando que los héroes no son de bronce, sino seres humanos de carne y hueso –y por lo tanto imitables si uno se lo propone- Estevez tenía una llamativa dificultad para todas las actividades de destreza o que demandaran gran coordinación. Es que los hombres no son perfectos. Cualquier tarea que le exigiera alguna agilidad especial (como por ejemplo el aandinismo), ndinismo), le costaba un triunfo. Sin embar embargo, go, contrarrestaba este defecto con una gran cualidad que también lo caracterizaba; su tenacidad. Era persistente hasta lo increíble en el camino para alcanzar sus objetivos. Así pues pasó sus primeros años como oficial. En el año 1980 le tocó la distinción de ser elegido como el mejor oficial de la unidad. Al año siguiente se preparó para dar otro paso en lo que fue su brillante carrera. Este peldaño no fu fuee uno cualquiera; más bien todo lo contrario. La decisión de efectuar el curso de comandos lo marcaría a fuego; era prepararse para entrar en la “élite” del ejército. ejército . Durante la realización de dicho curso se sucedieron dos anécdotas que pintan de cuerpo entero el temple de nuestro biografiado. La primera fue durante un ejercicio ejercicio conocido como “pasill “pasilloo de fuego”. En el mismo el aspirante recorría una pista con obstáculos para agilizar la rapidez de decisión y proceder ante situaciones límites. El ejercicio duraba ttodo odo un día, y antes de finalizar, después de horas y horas de exigencia, el futuro comando entraba al pasillo de fuego propiamente dicho, el cual consistía en un pasillo cav cavado ado en la tierra, que no permitía iirr totalmente parado ni de frente; arriba estaba tejido con un “techo” de alambre de púas y conforme uno lo iba recorriendo, detonaban cargas explosivas que iban atontando al cursante. Al final del pasillo se enfrentaba con un grupo desplegado en semicírculo de instructores que lo sometían a un combate cuerpo a cuerpo. Cuando lo normal para aquel que sólo deseara “pasar” el ejercicio sería encarar la lucha por algún lateral para así tener menos contendientes, o bien encontrar un hueco, Estevez hizo todo lo contrario. En su afán de autoexigencia y superación arremetió directo contra el centro del dispositivo, lo cual era sin duda el peor lugar. Al final del ejercicio fue felicitado y es una muestra más de la voluntad de hierro de quien estaba llamado por la Providencia para ser un héroe. El otro momento que vamos a señalar es más gráfico que el anterior. Al final de la etapa del curso de comando que se desarrollaba en Córdoba, se realizaba un ejercicio denominado “campo de pri prisioneros”. sioneros”. Allí los cursantes “caían prisioneros”, y los supuestos enemigos los sometían a largos interrogatorios. Fue durante este ejercicio cuando el cuerpo del Subteniente pareció no tolerar más, ya que tuvo dos paros respiratorios. El médico que lo atendió, no obstante declararlo muerto, continuó prodigándole los auxilios correspondientes: y milagrosamente, reaccionó. Casi de inmediato, sufrió un segundo paro, del que volvió a recuperarse. Fue enviado al Hospital en forma inmediata. Todos se quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, se presentó para continuar el curso. curso. Parecía como si Dios mismo le tuviera reservado un espacio de ggloria loria en la lucha por nuestras Malvinas, en la que Roberto ofrendó su vida y qque ue nada podría apartarlo de este destino. Ese destino que sólo recorren los santos y héroes. Pese a los problemas físicos, y a que lo normal ante circunstancias como las narradas hubiera sido la separación del aspirante del entrenamiento para comando, el Jefe del curso le permitió continuar y Roberto completó el adiestramiento adquiriendo la preciada especialidad. Justamente, en la etapa final del curso, fue cuando su familia lo vio por última vez, al estar realizando realizando el adiestramiento en llaa parte de “selva”, en su provincia natal, Misi Misiones. ones. Volviendo a lo estrictamente militar; Estevez en 1981 era comando y ascendió a Teniente. Pese a que por su ascenso le hubiera correspondido el pase y traslado, él pidió permanecer un año más en Colonia Sarmiento, Chubut, en el Regimiento 25, que ya comandaba el Teniente Coronel Seineldín con quien Roberto trabó una amistad y en quien vio reflejado el arquetipo de soldado. Finalmente, Estevez fue en busca de la gloria defendiendo a su Patria contra la agresión de nuestro enemigo histórico: Inglaterra. Así, partió a Malvinas el día 27 de marzo de 1982 con el convencimiento de que no regresaría. La carta póstuma para su padre y su familia quedó en el Regimiento, y fue entregada a los familiares en julio de 1982, una vez conocido su fallecimiento, junto con sus objetos personales y una carta para su novia 2. 2 Las cartas se encuentran todas en poder de la familia quien gentilmente me las facilitaron, a excpeción de la carta para su novia a quien desgraciadamente no se puedo localizar. CAPITULO III. MALVINAS. Corría el año 1982 y lo encontró a Estevez en “su” cuartel de Chubut y perfectamente afianzado como oficial, habiéndose distinguido entre sus pares era ya un “soldado completo”. Poco faltaba para que lo demostrara en Malvinas, aunque fuera a costa de su vida. Porque Roberto fue a Malvinas Malvinas,, y al igual que otros que escribie escribieron ron páginas de gloria con su sangre, (basta recordar por ejemplo el caso del “Perro” Cisneros, que partió a las islas diciendo: “No sé rendirme, después de muerto, hablaremos”, y que como toda despedida para con su hermano Mario le manifestó: “Yo rendido no vengo. O ganamos o no vuelvo vivo”) tenía el íntimo convencimiento de que no volvería. Todo transcurría con normalidad en llaa Guarnición, hasta el día 23 de marzo del citado año 1982. Esta fecha resultaría clave para lo que vendría después. Dicho día, el Teniente Coronel Coronel Seineldín desapareció secretamen secretamente te de la base Sarmiento, reapareciendo tres días después dando un llamado para una reunión secreta de oficiales. En la reunión, Seineldín les comunicó que se debía marchar a Malvinas. Se procedió entonces, a dar la organización para el combate. “En la Orden de Operaciones (es la orden detallada del plan a realizar) por él recibida, de parte del comandante de Brigada, se establecía la formación de un escalafón anfibio que dependería del General Daher (…) Estaría formado por el Batallón de Infantería de Marina 2 (BIM 2), la Agrupación de Comandos Anfibios, y la Compañía “C” del Regimiento de Infantería 25. Esta última tendría como jefe al Teniente Primero Esteban; la primera sección que era la sección de aspirantes a oficiales de reserva de la unidad, estaría al mando de Estévez; la segunda sección sería conducida por el Subteniente Gómez Centurión y la tercera sección, a la sazón, la sección exploración del Regimiento, sería llevada al combate por el Subteniente Reyes”. (MANSILLA, Alberto, Argentina tiene héroes, Buenos Aires, Editorial Nueva Hispanidad, 2003). Todos los nombrados precedentemente y que pertenecían al Regimiento –como alguien dijo alguna vez, “especial”- 25, se destacaron por su heroico valor en combate, inscribiendo para siempre sus nombres en la Gloria de la Gesta de Malvinas, y en los anales de la historia patria. Otorgado el plan de acción, todo se concentró en la preparación tanto del equipo y armamento, como del espíritu de los soldados para prepararse para el combate y ofrendar sus vidas de ser necesario. Y es importante destacar, que en esta preparación espiritual para la lucha, no estuvo ausente en el temple de nuestro héroe, el temor. Pues nadie en su sano juicio, y más aún si está imbuido de una filosofía cristiana, puede pu ede pensar que no se teme por la vida o que no se la valora. Esto es realmente importante, porque engrandece la figura del héroe en su exacta dimensión; la de un hombre que sobreponiéndose a las flaquezas y debilidades logra dejarlas atrás para ser enteramente protagonista de la epopeya. Esta dimensión humana, lejana de la pureza del bronce, es lo que hace de Estevez, y tantos otros un ejemplo a imitar. Allí estaba nuestro biografiado, con sus luchas internas que lo enaltecieron como hombre, sumergido en cavilaciones, pensando en sus seres queridos, en la ocasión histórica de defender la Patria, en pisar el preciado suelo de Malvinas y sobre todo avanzaba en él un convencimiento…moriría combatiendo en Malvinas. El “Toto” -como lo llamaban los más íntimos-, canalizaba sus inquietudes y ansiedades con serenidad y razonabilidad. Esto hizo que mientras tantos y tantos pensamientos pasaban por po r su fuero íntimo, él se sumergiera en la escritura de sendas cartas. De ellas, una cobró gran difusión en la opinión pública Argentina. Nos referimos a la carta que dirigió a su padre; otra tenía como destinatario a su novia. novia. Hubo otras, escritas ya desde las islas dirigidas siempre a su familia. Creemos conveniente, para reflejar el pensamiento de Estevez, transcribir completamente las misivas y dejar que el hombre-héroe hable por sí mismo. Carta póstuma del Teniente Estevez a su padre. "Querido Papá: Cuando recibas esta carta yo, ya estaré rindiendo mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de la misión. Pero fijate vos ¡qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordas cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas Malvinas y restaurar en ell ellas as Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre Generoso, ha querido que éste, tu hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria. Lo único que a todos quiero pedirles es, 1º) Que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo; 2º) Que me recuerden ccon on alegría y no que que mi evocación sea la apertura a la tristeza, y muy importante, 3º) Que recen por mí. Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor; gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro, sí Dios lo permite. Un fuerte abrazo. Dios y Patria ¡O Muerte!". Roberto. La carta citada precedentemente, Estevez quiso entregársela a su gran amigo y camarada el Subteniente Gómez Centurión, pero éste no acepto produciéndose el siguiente diálogo según relata Isidoro Ruiz Moreno en su más que recomendable libro “Comandos en Acción”: “- Acabo de escribir una carta para mi padre y para mi novia, por si me pasa algo. Dígale a su señora que me las tenga, y en ese caso, que por favor se las mande. - ¡Pero déjese de macanas, viejo, no sea agorero! ¿Quién está pensando en estos momentos que se vvaa a morir?” A raíz del rechazo de su camarada “decidió entregársela al maestro de banda del regimiento, ya que éste no iría a Malvinas: - Mi capitán (le diría Estevez), esto es para mi padre. Hágasela llegar si me pasa algo. - No se preocupe Estevez (diría el oficial entre turbado y sorprendido por la mirada serena y profunda que le dirigía). No se preocupe… Un apretón de manos confirmó la promesa y un silencio frenó las preguntas que el capitán tenía ganas de hacer a este enigmático teniente”. (RUIZ MORENO, Isidoro, Comandos en acción, Buenos Aires, Emecé, 1992). El resto de las horas y los días que transcurrieron desde el 26 de marzo hasta el 1 de abril fueron de preparación del equipo propio, y el de los soldado soldadoss y suboficiales, como así también, de templanza para estar pronto espiritualmente para no volver de la campaña. Como se podrá ver en otra carta que Roberto envió a su padre, y que a continuación transcribimos en toda su extensión, fechada la mis misma ma en Puerto Santiago (Ex – Goose Green), el día 11 de abril, el hecho de estar embarcado esperando el momento de entrar en acción ponía a nuestro héroe en un particular estado de ansiedad y nerviosismo que le hacía desdeñar la relativa comodidad de la que gozaba en el buque que los trasladó al teatro de operaciones. II Carta del Teniente Estevez a su ppadre. adre. “Puerto Santiago (Ex Goose Green, 11 de abril de 1982. Pascua de Resurrección del Señor). Querido Papá: ¡Felíz Pascua! Cristo Rey venció a la muerte y ha resucitado. ¿Cómo les va? ¿Bien? Dios quiera que si. Yo con una alegría muy especial, que tiene la explicación de saberme en el lugar por donde se inició, se desenvuelve y donde seguirá el episodio más importante de lo que va del siglo XX en la Argentina. El Señor es generoso conmigo y ha decidido que yo tenga el privilegio de integrar como Jefe de Sección el componente de la Fuerza del Ejército de la “Operación (no Operativo como dicen los periodistas) Rosario”. Mi Regimiento, a tal efecto, organizó una Compañía (la C), que estuvo movilizada en pocas horas. Viajó en camión a Comodoro, de ahí en 707 a la Base Aeronaval Comandante Espora (2/3 parte de la Compañía en el ARA Almirante Irízar, mi Sección incluída, 1/3 con el J R I 25 en el ARA San Antonio, con la Infantería de Marina y con el staff del Comando del Teatro de Operaciones). El Irizar es una cosa de locos: helipuerto, sauna, todo climatizado, de puente de mandos a bodegas, telediscado a todo el país, estabilizadores, videocasetes, cantina con una cocina de sobresaliente calidad. Realmente en la “Navy” no se privan de nada. Que me perdone el Sr. Vicealmirante, pero navegar me pareció algo muy semejante a un castigo, por el sedentarismo tan burgués y tedioso que deprime (…) no me bancaba más estar allí. No es que sea melodramático, melodramático, pero uno esta hecho para algo diametralmente diametralmente opuesto, más activo, más dinámico, más variado y también más despistado, desorganizado e ineficiente. Esa es la verdad. El Oficial de Comando Naval Naval (no así el Infante de Marina) “hace su vida”, no tiene más que un levísimo contacto con uno u otro suboficial y absolutamente ninguno con la tropa. ¡Ah!, excepción hecha del mozo del “Camarote de Oficiales”, versión de ultramar de una especie de club privado: whisky, naipes, música, etc. En realidad todo lo que uno entiende por “militar” brillan por su ausencia a bordo. Golpes de taco, armas, “ser tropero”, explosivos, órdenes a los gritos, acción, ¡todas esas cosas tan lindas y vitales! Nada de eso hay. Pero los tipos con pelo muy largo (para ser militares) y modales suaves (también para ser militares) manejan las cosas con seriedad y rendimiento. Bueno, el martes 30 nos agarró un temporal que nos tuvo mal. Como habrá sido de fuerte que las amarras del helicóptero “Puma” del Ejército (francés, USS 4.000.000 aprox, 20 plazas, empleo: transporte de carga y personal), que estaba bien atadito en el hangar del helipuerto se soltó y empezó a flamear rompiendo todo lo que encontraba. Daban ganas de llorar. Tan lindo que era y ya no sirve para nada. Tenías que verlo al Capitán que lo piloteaba, parecía el jinete que debe ultimar a su caballo mal herido. Te digo, ahora estoy de Oficial de Servicio y me voy a recorrer nuestra Base en estos pagos recuperados para Dios y la Patria. 0540 hs.- Bueno aquí estoy de regreso, para variar en esta madrugada hay viento, cielo cerrado y lloviznas intermitentes. Después te voy a hablar del archipiélago y sus peculiaridades. Volvamos al Irizar, viajamos en él hasta el 1 de abril en que arribamos a la línea de Partida para el A Ataque. taque. Esa tarde, en una de las bodegas se celebró la Santa Misa, a cargo del Capellán del Comando de Operaciones Navales (…) En todo este hermoso buque se pasa la arenga del Comandante del Teatro de Operaciones “Malvinas” y luego la del Componente Naval. Para entonces la flota estaba formada para combate. Las fragatas “Hércules” y “Santísima Trinidad”, el “Irizar”, transportes “Islas de los Estados” y “San Antonio”, y un poco mas atrás el portaaviones “25 de Mayo”. Así se inicia la aproximación de la muchachada de la Agrupación de los Buzos Tácticos y los de la Agrupación Paracaidistas, los Comandos Anfibios, algunos de los cuales tengo el orgullo de contarlos como amigos. Ellos llegaron a costa e iniciaron la espera. A las 0500 hs. un Batallón de Infantería de Marina y otras fracciones de apoyo desembarcaron. Breves momentos antes, el Primer Escalón de Buzos y Comandos, había desactivado y apagado todos los puestos claves (usinas, teléfonos, faro, agua corriente, etc, etc). Hasta ese momento una de las secciones de la Compañía C debía quedar como Reserva del Comandante en el “Irizar”, mientras que a mí deberían lanzarme desde helicópteros con el Jefe de Compañía y Sección en esta zona donde hoy estoy; Goose Green/Darwin (los dos pueblos están separados por no más de 2 millas, a lo británico) y la otra Sección (una Compañía de Infantería, 3 Secciones Tiradores) desembarcan atrás de los Infantes de Marina para ocupar el aeropuerto. La acción sobre Puerto Stanley y Goose Green debía ser simultánea (en ellos todos, en nuestras apreciaciones coincidíamos con el planeamiento del Comandante). Cuál será mi sorpresa, la bronca y la amargura; cuando con toda la Sección lista, con todo listo, esperaba tan sólo la orden de embarcar en el helicóptero, veo que con cara de embole se acerca el Jefe de la Compañía (un Teniente 1) y dice que el General García (el Comandante) decidió dejar también a mi Sección de Reserva, por si era necesario empeñar algún elemento en algún sector en situación desfavorable. No dudo que el General García tendría sus razones para ordenar tal medida, pero ¡que amargo es ver desde un buque el combate en tierra! La acción en tierra fue muy breve (…) Se aterrizó un C-130 Hércules con un Grupo de Operaciones Especiales y el resto del Regimiento de Infantería 25. Mientras tanto los Comandos Anfibios, los Buzos y la Infantería de Marina cercaron la Casa de Gobierno. Estos atorrantes de los ingleses cuando se la vieron mal levantaron bandera blanca, pero luego, cuando algunos de los integrantes del cerco iban a entrar, abrieron fuego, así fue como hirieron a García Quiroga, al otro que no recuerdo el apellido y como mataron al Capitán Giachino. Giachino. ¡Son una basura! Recién al otro día echamos pie a tierra, como para tomar contacto con los Abastecimientos del Regimiento de Infantería 25, y luego volver a embarcar en el “Islas de los Estados”, un cascajo torturante, ahora sí rumbo a Darwin; en esa localidad efectuamos un cerco, requisamos armas (increíble: prácticamente cada hombre tiene su rifle o escopeta, cuando no más de un arma). Goose Green (algo así como “Pradera del Ganso”) y Darwin quedan en el istmo de la Isla Oriental del Archipiélago. Goose Green es una aldea un poquito mas poblada que Bonpland y por supuesto que sus casas super inglesas. Los pobladores de buen aspecto económico y cultural en general. Pero eso sí, salvo los hogares, el resto de los elementos; herramientas, ropas, vehículos, no tienen nada que envidiarle al japonés Kenoda. Son unos relajados estos gringos. Apenas el Jefe de Compañía tuvo reunido al pueblo; con sus armas y vehículos habló educada pero firmemente, aclarando que si nada raro se hacía, nadie se buscaría problemas. La gente se agarró un cagazo que aún les dura. dura. Tanto aquí como en Stanley el respeto a la propiedad privada y al estilo de vida fue la máxima posible. Nos hemos llevado bastante bien de entrada con los pobladores y como las reglas fueron muy claras, yo me manejo sin problemas con el idioma pero les tengo que decir que que hablen más pausadamente. Tengo más, mucho más para contarles pero ahora debo ir a organizar prácticas de defensa de nuestra base, porque aquí no nos agarrarán desprevenidos, que ni lo sueñen. Así que les digo, que estos se vienen, como otras tres veces también con todo y una vez más Dios Señor de los Ejércitos y su Santa Madre, Nuestra Señora del Rosario nos guiará a la victoria, como a Don Santiago de Liniers y como al General Mansilla. Hoy recordamos a San Pablo: “¡Si Dios con nosotros, quién contra nosotros!”. No nos va a faltar nada, ni astucia, ni inteligencia, ni conocimiento, ni valor, ni saber como morir, pero menos, mucho menos, Fe en el Padre. Ya volveremos a estar en contacto. ¡Viva la Patria! ¡Viva Cristo Rey! Un fuerte abrazo de tu hijo que mucho los quiere (…) Que nadie deje de orar al Señor que era y es nuestra arma verdaderamente eficaz frente al corrupto enemigo”. ROBERTO.- De la carta citada se desprende la ansiedad que tenía Roberto por entrar en combate, al efectuarse el desembarco de las tropas nacionales el 2 de abril. A su vez, no deja de ser pintoresco, las “quejas” sobre so bre la comodidad ddee la que disfrutaba en el buque buq ue “Irizar” siendo él, un soldado, comando, preparado para las penurias de la guerra. Pero volviendo a lo que Estevez le comentaba a su padre en la misiva, en lo referente al día de la recuperación de las islas; lo que motivó que su sección no participe activamente de la Operación Rosario e hizo que el General García los deje embarcados como reserva para emplearlos allí donde algún foco de resistencia complique las acciones, fue que el helicóptero que debía trasladarlo se rompió y además se tenían informaciones que en el aeródromo de la isla había obstáculos que era preciso remover. Nuestro biografiado, rectifica abundante bibliografía sobre la Guerra de Malvinas, que sostiene que su Sección y él mismo, por supuesto, eran reserva el día del desembarco, por el contrario, le manifiesta con claridad a su padre que toda su Sección estaba dispuesta a ser desplegada sobre Darwin: “(…) mientras que a mí deberían lanzarme desde helicópteros con el Jefe de Compañía y Sección en esta zona donde hoy estoy; Goose Green/Darwin (…) Cuál será mi sorpresa, la bronca y la amargura; cuando con toda la Sección lista, con todo listo, esperaba tan sólo la orden de embarcar en el helicóptero, veo que con cara de embole se acerca el Jefe de la Compañía (un Teniente 1) y dice que el General García (el Comandante) decidió dejar también a mi Sección de Reserva, por si era necesario empeñar algún elemento en algún sector en situación desfavorable (…)”. ¿Habrá sido la rotura del helicóptero el factor que más importancia tuvo en el cambio de planes? No lo sabemos, lo cierto es que la primera misión del Teniente Estevez, se efectuó el 2 de abril y consistió, como generalmente se dice, en permanecer embarcados como reserva de los elementos que ya actuaban en tierra. Nuestra hipótesis, sostenida en el documento trascripto, parece ser correcta, toda vez que, ni bien desembarcaron Estevez y Gómez Centurión con sus Secciones –recién pudieron hacerlo el 3 de abril-, el General Daher le ordenó a la Compañía C que tomara Goose Green. Y esto, concuerda perfectamente con el relato de la Operación que Roberto hacía a su padre en la carta que citamos: “ (…) Recién al otro día echamos pie a tierra, como para tomar contacto con los Abastecimientos del Regimiento de Infantería 25, y luego volver a embarcar en el “Islas de los Estados”, un cascajo torturante, ahora sí rumbo a Darwin; en esa localidad efectuamos un cerco, requisamos armas (…)” Por todo lo dicho, creemos que efectivamente, inicialmente Estevez y su sección iban a ser participes del desembarco el 2 de abril con la misión que finalmente tu tuvieron vieron que realizar (sólo que 24 horas más tarde; esto es, tomar Goose Green). Con lo relatado quedan perfectamente delimitadas las dos primeras misiones que tuvo que cumplir Roberto en Malvinas. No obstante sería él mismo quien en carta a su hermana María de las Mercedes se encargaría de detallar su accionar. En ella expresaba con claridad: “(…) Nuestra permanencia en las Islas es, como ya sabrás, desde la primer hora y la actividad puede dividirse en: Operación Rosario (27/3 a 2/4); Ocupación Green Goose – Darwin (4/4 a 1/5) y operaciones contra la “Task Force”, a partir del 1/5 (…)”. Transcribimos la totalidad de la misiva para proseguir el relato en palabras de su protagonista. Carta del Teniente Estevez a su hermana María de las las Mercedes del Rosario. “25 de mayo de 1982. Soberanía o Muerte. Mi querida María de las Mercedes del Rosario: Hoy no cambiaba mi puesto por ninguno que pueda desempeñar un argentino en cualquier lugar. Presidí una misa, que en conmemoración del día de la Patria, celebró un capellán para mi Sección, en un descampado próximo a nuestras posiciones. El oficio fue en acción de gracias por tantas cosas que debemos al Señor, de las cuales ninguna duda que la más inmediata era que, pese a la actividad de los British, el personal de la Base Santiago no debe lamentar ni siquiera un herido, desde el 27/3 en que fuimos asignados a la Operación Rosario hasta el presente. Nuestra permanencia en las Islas es, como ya sabrás, desde la primer hora y la actividad puede dividirse en: Operación Rosario (27/3 a 2/4); Ocupación Green Goose – Darwin (4/4 a 1/5) y operaciones contra la “Task Force”, a partir del 1/5. Por el momento acá “se puede vivir”, estamos, mis soldados, suboficiales y yo, totalmente bien, estimo que si Dios nos permite seguir llevando en nuestro nivel las cosas como hasta ahora, si somos empeñados en combate propiamente dicho, las cosas pueden andar en forma relativamente positiva. Para hablar de la Operación Rosario, me voy a tomar el tiempo, allá en Posadas, con unos amargos dando vuelta y sin mucho apuro, ¿Sí? En cuanto a la 2 Etapa fue bastante “divagateur” y se trató de darle un aire de vida de cuartel con mentalidad de guerra, de forma tal que, salvo la rigurosísima seguridad y la construcción de posiciones defensivas, la vida no se diferenciaba mucho de la que llevábamos en Guarnición Sarmiento (Chubut). En estos días aproveché para practicar mi inglés con los “Kelpers” (buenos tipos, pero van a seguir siendo “british”, mal que le pese al gobierno Argentino; no quieren saber nada con la Argentina; la prensa judaica multinacional, “The Amnesty”, Pérez Esquivel y otros infames se están luciendo con la mano de brea que nos dieron; charlando con los “Kelpers” uno se da cuenta). Además empecé a leer “The Knights of the round Table” in english of course, pero con los Sea Harriers que cada tanto mandan los muchachos de la Royal Navy, perdimos algunas buenas costumbres, tales como vivir en edificios o carpas (desde el 1/5 vivimos en las posiciones), o leer en inglés (ya no tengo tiempo ni concentración como para leer y darle al diccionario), entonces ahora leo castilla nomás. Eché mano a la catarata de libros que la buena gente linda desde el continente nos hizo llegar, junto con tanta cosa increíblemente variada y encontré “Los centuriones”, la obra preferida de uno de mis autores preferidos. Lo terminé por 2 vez, hace poco, ahora estoy leyendo, entre zambullida en las posiciones y otras actividades, “Regreso al país de las sombras largas”, “Cartas del desierto” de Carlos Carreto y un libro de Lovercraft con todo un despliegue de morbosa imaginación. A pesar de las alertas y Alarmas (raids aéreos, probable desembarco, cañoneo naval y otros números del circo británico), tratamos de mantenernos dentro de un ritmo metódico de vida; Educación Física, aseo, limpieza de sectores y desde mañana, repaso de temas de instrucción. Con las últimas luces rezamos nuestro rosario, el arma N 1 desde siempre (las de fuego y las blancas vienen después), para lo cual muchos de mis soldados lo deben sacar del cañón de la FAL en donde los tienen atados. Estamos muy bien y sabemos qué vamos a hacer y que vamos a triunfar porque, como dice San Pablo y como es el lema de mi sección: “Si Dios con nosotros, ¡quién contra nosotros!”. Como te dije estamos bien, pero yo quiero que mis soldados estén mejor, así que por ello te voy a manguear algunas cosas; aquí van: una lata de cemento de contacto (pegan cuero y goma), una bobina de hilo encerado para cueros; 2 o 3 agujas de zapatero, (para hacer nuestro propio mantenimiento a los borceguíes y no tener que esperar turno de taller) y unas latas de ese unto para cueros (montaduras, toldos, etc). Vos con esto ya estás eximida de aportar al Fondo Patriótico. Desde el frente y con gesto patriarcal, te eximo ¿sabés? Y ahora te dejo, estoy de jefe de seguridad y debo darme una vuelta de control. Saludos a todos. Esto viene a ponerse interesante, hay que analizar con ojos críticos todo lo que se está gestando en el país: 1) La gente retorna con pasión a la Fe Católica, la única. 2) Hispanoamericana se une ante la agresión (se cae la máscara de la farsa liberal argentina europeizante). 3) Se respira un aire de unidad nacional ante la causa común. 4) Tal vez llegó la hora de prenderle fuego a 132 años de claudicaciones históricas y hacer imperar la Argentina Eterna, Católica, Hispanoamericana, Unida para el Bien Común y tras un destino de grandeza. Un beso para tus guainitas, para Pauline y un fuerte abrazo para Edmond y si lo ves a Hugo, mis más especiales saludos. Un beso de, ROBERTO. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Patria! VENCEREMOS”. Esta misión de “tomar y asegurar” Prado del Ganso, era de importancia estratégica y política ya qu quee allí se encontraba la pprincipal rincipal emp empresa resa de la isla. Se trataba de la Falkland Island Company que poseía aproximadamente 1.000.000 ovejas y dominaba la vida económica de las islas. Era propietaria de un 46% de las tierras en el archipiélago. Sólo había en las Malvinas treinta agricultores independientes y el resto de las tierras estaban en manos de otras compañías. Pero la Falkland Island Company era la principal empresa comerciante de la isla. Sus gerentes locales eran de hecho los alcaldes de las aldeas, y por supuesto debían ser ingleses, ya que ese cargo estaba vedado para los kelpers. La FIC controlaba los barcos de suministros y se ocup ocupaba aba del comercio ddee lana ddee ovejas -principal fuente de recursos de las Malvinas-. El mismo día 3 de abril al terminar el día, la misión de tomar, ocupar y controlar Gosse Green y la Empresa Falkland Island estaba cumplida. Al Teniente Roberto Estevez sólo le ffaltaba altaba cumplir con la tercera y más delicada misión. Las Operaciones contra la “Task Force”. Esta sería la que le costaría la vida y la que pondría a nuestro Héroe de cara con el Creador. La Compañía C, de Estevez se ubicó en la escuela del poblado, una zona ventajosa para la defensa. La Sección BOTE de Estevez se encargó de fortificar la posición y la de su gran amigo, Gómez Centurión, de censar y requisar armamento a la población civil. Como quedó dicho en los documentos transcriptos, la postura Argentina respecto a la propiedad privada fue respetuosa en este sitio pero acorde a tiempos de guerra. Lentamente iban ll llegando egando todos los elementos que constituyeron lo que se conoce como “Base de Tareas Mercedes”, que estaba integrado por el Vicecomodoro Pedrozo y sus componentes de F. Aérea que organizó la base con los Pucará. Luego llegó el Subteniente Reyes, con lo que recién allí se completó la Compañía C del Regimiento 25. Más tarde, y con exasperante lentitud (a cuenta gotas) fue llegando el Regimiento 12 de Infantería (se completaría ya en pleno combate con los ingleses sobre la posición nacional), que estaba al mando del Teniente Co Coronel ronel Italo Piaggi, qu quien ien qu quedó edó al frente de todas las tropas que se encontraban allí destinadas. El 1 de mayo los ingleses iniciaron el ataque sobre Goose Green y como se efectuó con fuego naval sobre la población se procedió a darle refugio a la misma sacándolos de sus casas y juntándolos en la Iglesia. Esta precaución no pudo evitar “cierto espionaje” realizado por kelpers que informaban a los ingleses sobre las defensas argentinas. Se cuenta que Hard Castle, funcionario de la FIC, desapareció de su casa y sólo volvió marchando con las tropas inglesas cuando la posición argentina había caído. El 21 de mayo se produjo el desembarco inglés en San Carlos y se perdió contacto con parte de las fuerzas propias allí destinadas. El Regimiento de Infantería N 12 ya estaba desplegado constituyendo el primer anillo de defensa, que se constituía esquemáticamente hablando, de dos semicírculos apoyados en el mar. La parte norte, tenía como reserva a la Sección del Teniente Estevez. La parte sur, contaba con la Sección del Subteniente Gómez Centurión como reserva. Por lo tanto, la totalidad de la “Fuerza de Tareas Mercedes”, al mando del Coronel Italo Piaggi estaba compuesta por: a) Regimiento 12, compañías A y C, contaba con 439 hombres entre oficiales, suboficiales y soldados; b) Regimiento 25, compañía C, integrada por 78 hombres; c) Un grupo de la Compañía de Ingenieros 9, con tan sólo 11 hombres; d) Grupo de Artillería 4, sección de la Batería A, eran 45 hombres; e) Sección del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601, con un total de 33 hombres; f) Regimiento de Infantería 8, una sección de 39 hombres. El total de hombres de la “Fuerza de Tareas” era entonces de 643 combatientes para cubrir 31 km lineales, y una superficie de 17 km cuadrados. Desde que se produjo el desembarco británico, comenzó un fuego de ablandamiento sobre las primeras líneas defensivas argentinas por parte de la artillería inglesa. Con el correr de los días el fuego fue en aumento, lo que hacía prever que se acercaba el ataque por tierra sobre las posiciones de la “Fuerza de Tareas Mercedes”. El 28 de mayo, aproximadamente a las 2:30 AM los paracaidistas del Segundo Batallón inglés, con apoyo de fuego de una Fragata y seis piezas de artillería, atacaron por el norte del dispositivo de defensa argentino, tratando de quebrar por la posición del Regimiento 12. La Compañía A del Reg. 12 luego de soportar lo máximo posible la presión enemiga se replegó. Algunos elementos lo hicieron en forma ordenada, otros, lamentablemente, en forma caótica. En esos momentos el flanco izquierdo de la defensa comenzaba a flaquear y se producía el siguiente diálogo: - PADRE MORA: "Señor Teniente Coronel, basado en mi propia experiencia, durante la Segunda Guerra Mundial en Italia, estimo que, por el potente fuego de artillería enemiga que se recibe más el cansancio de los soldados, será muy difícil sostener las líneas defensivas. Si Ud. me permite, creo que sería conveniente utilizar la Sección de Tiradores Especiales, del Teniente Roberto Estévez, a la que le reconozco un excelente espíritu para el combate." El Padre Santiago Mora, Capellán del Regimiento de Infantería 12 y veterano de la II Guerra en el Teatro de Operaciones Italia, le hizo esta proposición al Jefe de la Defensa, Coronel Piaggi. - TENIENTE CORONEL PIAGGI: "Gracias, Padre, lo pensaré; mis asesores también me dieron el mismo consejo; esta Reserva es lo último de que disponemos". Luego, se sostuvo otro otro diálogo trascendental entre el sacerdote y Estevez al que se sumaría –con la orden esperada- el Teniente Coronel Piaggi: - PADRE MORA: “Disculpe Estevez, yo le dije al Teniente Coronel Piaggi que podría mandarlo a usted al frente para apoyar el repliegue de la Compañía A”. - TENIENTE ESTEVEZ: “Gracias Padre. Eso era lo que estaba esperando”. Seguidamente el Teniente Coronel dio sus órdenes : - TENIENTE CORONEL PIAGGI: “Teniente Estévez, como último esfuerzo posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección contraatacará en dirección Noroeste, para aliviar la presión del enemigo sobre la Compañía "A", del Regimiento 12 de Infantería. Tratará de recomponer, a toda costa la primera línea. Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no me queda otro camino”. Luego, lo despidió con un fuerte abrazo. Estevez conciente de lo difícil de la misión jamás se sintió intimidado y se dirigió a su tropa de la siguiente manera: - “Por fin ha llegado el momento más importante de sus vidas como soldados; si recuerdan toda la preparación que han tenido, la fracción tiene más posibilidades de cumplir con la misión. Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta difícil situación. Estoy seguro de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes y a la preparación militar de que disponen…Y ahora…Seguirme! ". Efectuada la breve arenga el Héroe marchó a cumplir con su destino. Dios guiaba sus pasos. Marchaba decidido al frente de sus so soldados ldados ppara ara enfr enfrentar entar al a l invasor. Se pr preparaba eparaba mientras tanto para la posibilidad de la muerte, estaba dispuesto…todo estaba listo para vencer o morir… “A las 6 de la mañana de aquel 28 de mayo, la Sección “Bote” se puso en fila y comenzó a avanzar hacia el norte por el ondulado y descubierto terreno en medio de la oscuridad, tratando de cubrir lo antes posible el poco más de kilómetro y medio que la separaba de su objetivo. Detrás, quedaban el cabo Rosales y los soldados Álamo, López y Maina y dos conscriptos del grupo de apoyo de la Sección “Romeo”, Héctor Cabrera y José Luis Cevallos, para dar seguridad al puesto comando de la compañía y para actuar como escalón de recibimiento en caso de repliegue de la fracción. Estévez encabezaba el grupo de hombres, cuya masa estaba constituida por veintiséis soldados aspirantes a oficiales de reserva, secundado en el mando por el cabo primero Olmos y los cabos Zárate y Castro. También había sido agregado al contingente el cabo Miguel Ángel Ávila, jefe del grupo de apoyo de la sección del subteniente Gómez Centurión, y cuatro de sus conscriptos (Buffarini, Culasso, Bartolucci y Arce) portando una ametralladora MAG y un lanzacohetes. Si bien estos últimos estaban acoplados a la Sección “Bote” sólo desde los principios del mes de mayo, habían desarrollado una buena camaradería con los hombres del teniente Estévez como así también con el propio cabo Ávila, un jujeño de diecinueve años de edad. Varios minutos después de haber partido, los adelantados de la fila se encontraron con algunos efectivos del Regimiento de Infantería 12, replegados desde lo que había sido la primera línea del combate observado en aquella madrugada; se encontraban en sus antiguas posiciones y contaban con un jeep, desde cuyo interior podían oírse el intercambio de tráfico radioeléctrico. A cargo de esa pequeña porción de tropas estaban el teniente primero Manresa, jefe de la Compañía A de aquella unidad, y el teniente Alejandro Garra, compañero de promoción de Estévez. En la breve charla que se produjo en medio del campo y la oscuridad, aquellos le comentaron al oficial del 25 qué era lo que había pasado durante el combate y le indicaron hacia dónde estaban las posiciones que debía ocupar, facilitándole dos guías para una mejor orientación; tras la despedida, la Sección “Bote” continuó con la marcha. En las proximidades de la zona que debían alcanzar, los infantes cruzaron por una tranquera que estaba abierta. Apareciendo por la retaguardia, ya muy cerca de los pozos en donde estaba establecida la sección de los servicios, la fracción sorprendió al subteniente Peluffo. Sin tener un aviso previo de la llegada ddee refuerzo refuerzos, s, Peluffo ppensó ensó que el enemigo lo había sobrepasado, pero cuando uno de sus soldados le dijo que esos eran los hombres del 25 que estaban con ellos en la zona de Pradera del Ganso, el joven subteniente salió a recibirlos. A la vez, el teniente Estévez impartía a su sección la orden de desplegarse en cadena con el mismo frente que traían en la marcha. Luego de que Peluffo se presentara, Estévez le inquirió: - ¿Cuál es la situación? El subteniente le informó acerca de los movimientos que el enemigo había hecho durante la noche, incluido el fuego de ablandamiento efectuado por su artillería en el sector, y del repliegue de parte de la Compañía A; también le comentó la disposición de su tropa y el armamento de que disponía, remarcándole que la altura que tenían a la derecha se encontraba desocupada. Obrando en consecuencia, el teniente le ordenó que tomara un grupo de tiradores y una de las ametralladoras MAG y que se ubicara cubriendo ese flanco para evitar un u n prob probable able envolvimiento del sitio. Los jefes de grupo de la Sección “Bo “Bote” te” se habían acercado también para recibir las directivas acerca del despliegue de la fracción. Con la Sección “Bote” desplegada todavía sobre el faldeo sur de la hondonada que se abría ante ella, el cabo Luis Miño y el soldado Alberto Moschen fueron designados para efectuar el reconocimiento y avanzaron hacia la tropa observada. Momentos más tarde, una ametralladora enemiga abrió el fuego desde el sector de su aproximación y la ráfaga alcanzó al cabo y al soldado, quienes murieron en forma inmediata. Al mismo tiempo, todo el sector de la defensa comenzó a ser intensamente saturado por el fuego de armas automáticas, el que encontró a los soldados del Regimiento 25 sin ninguna protección. A los gritos, el teniente Estévez les dijo a sus hombres que se tiraran cuerpo a tierra ya que los estaban atacando los ingleses y les ordenó que cada uno se arrastrara hasta el primer pozo que encontrara. En la medida de lo posible y aún con la oscuridad cernida sobre ellos, apoyados por los infantes del Regimiento 12 que también disparaban a discreción sobre las bocas de fuego enemigas, los soldados so ldados de la sección fueron cumpliendo con este propósito y desde las protecciones que iban obteniendo comenzaron a responder con mayor eficacia al ataque inglés; el intercambio de disparos se generalizó por ambos bandos y el combate se transformó en una situación caótica y feroz. El subteniente Peluffo, quien había pensado en cumplimentar la orden de Estévez de cubrir el flanco derecho de la posición llevando consigo un grupo de tiradores y una de las ametralladoras del cabo primero Ríos, no tuvo tiempo de ejecutarla ante la precipitación de los acontecimientos. Se arrastró hasta uno de los pozos y empezó a combatir. Eran, aproximadamente, las siete y media de la mañana. La ametralladora del conscripto Sergio Rodríguez había logrado abrir el fuego. Pero los servidores de la pieza no estaban todavía a cubierto y, cuando se encontraban en busca del reparo de los refugios, un proyectil de mortero cayó muy cerca de ellos. El soldado Arnaldo Zabala, uno de los asistentes, recibió de lleno varias esquirlas en su cuerpo muriendo en forma casi instantánea, y Rodríguez fue herido gravemente por una de ellas entre ambas piernas, en la zona ddel el periné. Lu Luego ego de recuperarse a medias de dell shock inicial, pudo llegar arrastrándose hasta un pozo sin soltar su MAG (la que tenía colocada aún una de sus bandas) y allí se eencontró ncontró con algunos soldado soldadoss del Re Regimiento gimiento 12, uuno no de los cuales to tomó mó el arma (…) Unos metros a la izquierda y desplazados hacia atrás ya estaban combatiendo el cabo primero Olmos y los soldados Pecchio y Orellana, aunque con un frente algo distinto al de la MAG. Eric Langer se despojó rápidamente del lanzacohetes, un elemento sumamente incómodo en caso de sostener un combate de encuentro, y de los seis proyectiles que q ue llevaba repartidos entre su pecho y su espalda. Arrastrándose en med medio io de las balas que pegaban a un lado y otro de su cuerpo cayó de pronto en un pozo; ya estaban allí su compañero Brión y el cabo Zárate. Momentos después, desplazándose desde la derecha del sector, el teniente Estévez llegó corriendo hasta el mismo pozo, ubicado hacia el extremo oeste de las posiciones argentinas, y se tiró en él. Desde allí se asomó y le gritó al cabo primero Olmos: - ¡Bien Olmito, bien esa MAG! ¡Organizame el fuego y no dejen de tirar! Después se volvió y le preguntó a Langer: - ¿Qué hiciste con el lanzacohetes? Cuando este contestó que lloo había dejado tirado, tirado, le ordenó que lloo buscara. El soldado salió del agujero y nuevamente comenzó a ser acosado por decenas de impactos los que, milagrosamente, no dieron en su cuerpo. Regresó con el arma en sus manos y Estévez le dijo que la cargara y que se dispusiera a seguirlo. A su vez, Langer le pidió a Brión, su abastecedor de munición, que fuera con él. Cuando Estévez se expuso nuevamente para tratar de llegar corriendo hasta el pozo en donde veía una MAG disparando, dos proyectiles enemigos impactaron en él: uno en una pierna y el otro en un brazo, ambos del lado izquierdo, haciendo que su cuerpo diera una vuelta en el aire Arrastrándose, el teniente llegó hasta la trinchera que buscaba. Además del soldado Rodríguez, que se encontraba en el fondo de aquel pozo con su complicada herida, unos seis efectivos resistían desde aquella posición. La MAG que Estévez pudo observar en acción era la que pertenecía a Rodríguez y había sido empuñada, con una gran decisión, por uno de los soldados del Regimiento 12. Este conscripto logró tirar en dirección a la tropa enemiga desde los primeros momentos del combate hasta que una esquirla o un proyectil inglés pegó en el arco protector del gatillo del arma, quebró parte de la cola del disparador y le arrancó una porción del dedo. Sin titubear, el apuntador improvisó un vendaje sobre la herida y siguió combatiendo con su otra mano. Pero minutos más tarde, una bala impactó en su cabeza y cayó muerto en el fondo del pozo. Roberto Frattari, otro de los integrantes de la Sección “Bote”, continuó disparando con la ametralladora después de quedarse sin su FAL y sin un FAP, ambos fuera de servicio luego de una serie de disparos. Cuando el teniente Estévez ordenó que la sección se desplegara en cadena, la formación resultante quedó en posición oblicua a la línea de los pozos de la defensa; por tal razón, los que venían marchando al frente quedaron mucho más cerca de estos y lograron refugiarse antes que los que conformaban la retaguardia, muchos de los cuales permanecieron varios minutos totalmente expuestos al fuego enemigo. Adrián Sachetto fue uno de ellos: cuerpo a tierra, tiraba para donde le habían dicho que lo hiciera sin tener la certeza de pegarle a algún enemigo en medio de la penumbra (…) Cuando el soldado Langer vio que al teniente Estévez lo habían herido ni bien salió corriendo del pozo, le preguntó a Zárate: - ¿Qué hago, mi cabo, voy o no voy? El suboficial le dijo que se quedara, ya que el riesgo de salir del lugar era muy grande. De pronto, comenzaron a escuchar unos gritos a unos pocos metros detrás de ellos: era Fabricio Carrascull. - ¡Vení, vení, arrastrate al pozo! comenzaron a pedirle desde esa posición, pero lo único que alcanzaron a escucharle en dos o tres oportunidades oportunidades fue que no podía hacerlo, que le le habían dado. Pocos segundos más tarde llegaron al agujero Adrián Sachetto (quien cayó encima de sus ocupantes) y Sergio Bartolucci, después de que ambos hubieran estado durante mucho tiempo sin ninguna cubierta frente a las balas enemigas que los buscaban en la semi oscuridad. Cuando fueron preguntados por Fabricio, los do doss ddijeron ijeron que q ue había sido herido y, en el íínterin, nterin, éste ya no volvió a ser oído. La ametralladora MAG que traía Bartolucci, de la cual era su apuntador, estaba completamente inoperable al estar llena de barro y no pudo ser puesta en servicio pese a los intentos de limpieza realizados. Tampoco funcionaban el lanzacohetes de Langer, perforado por algunos impactos, ni uno de los dos fusiles FAL ni el FAP que qu e había en aquel pozo. Armados con un solo FAL, aquellos hombres comenzaron a responder el ataque en forma por demás limitada. - ¡Rodríguez! ¿Qué le pasó? - preguntó Estévez a su conscripto cuando lo vio herido. Éste le respondió de inmediato pero le inquirió, a su vez, por las heridas que él tenía: - No es nada lo mío... - contestó el teniente. Una vez que estuvo ubicado en esa posición, el teniente Estévez efectuó varios disparos de fusil con su brazo derecho, no sin un gran esfuerzo, mientras alentaba a los gritos a sus soldados para que sostuvieran el combate. En forma casi simultánea, logró establecer comunicación con la artillería de campaña que estaba tirando desde Pradera del Ganso para corregir su puntería, ya que los primeros impactos de los obuses de 105 milímetros habían caído peligrosamente cerca de los pozos ocupados por los argentinos, sin que llegaran a afectar a los ingleses; durante varios minutos más sostuvo este enlace con la batería propia, oficiando de improvisado observador de tiro (…)” (TEVES, Orlando, "Pradera del ganso (Goose Green) - Una batalla de la Guerra de Malvinas", Bs As, Edición del Autor, 2007). - TENIENTE ESTEVEZ: "Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás del montículo, ¡fuego! Artilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros, ¡fuego! Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir alguna nueva amenaza..." - diversas órdenes se cruzaban en medio del fragor del combate y; finalmente, se logró bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los ingleses. En medio de la lucha y frente al desorden general de la Compañía A, Estevez pidió por radio apoyo apo yo de fuego de morteros al tiempo que afirmaba, “Usted que me conoce sepa que yo no me voy de acá. Yo no me voy a replegar”. Contenido momentáneamente, como se ha dicho, el avance inglés, insistió con el pedido de los morteros que no le mandaron (…) “A unos siete u ocho metros del oficial, protegido solo por un pequeño parapeto de tierra al no haber podido llegar a ninguno de los pozos, el soldado Buffarini tenía en sus manos su propio lanzacohetes. Sin proyectiles, ya que su abastecedor estaba un poco más adelante, recibió una orden de Estévez: - ¡Buffarini, tire con el Instalaza pero tire para el cementerio! - Después de dos o tres minutos de putearse con su compañero Culasso, quien no quería arriesgarse a salir de su refugio para alcanzarle la munición, éste se arrastró y le alcanzó tres o cuatro proyectiles. Buffarini cargó y efectuó el primer disparo hacia el antiguo cementerio rural, que estaba ubicado hacia la izquierda de su frente, y desde donde varios ingleses hacían fuego con armas automáticas. - ¡Bien soldado, tire otro! - gritó Estévez, al observar la eficacia lograda por el conscripto de la Sección “Romeo”. En aquellos momentos, dos esquirlas pegaron en la cabeza de Sergio Rodríguez y unos hilos de sangre comenzaron a correr por su rostro. Al ver eso, el teniente le alcanzó al conscripto el casco del soldado del Regimiento 12 muerto en el pozo y le dijo que se lo pusiera. A pesar de las heridas que había recibido, Estévez no cejaba en su voluntad de lucha y en uno de sus últimos contactos radioeléctricos con Pradera del Ganso manifestó que no pensaba en replegarse y que continuaría la misión que le había sido asignada. Entonces, al asomarse al borde del pozo para hacer una nueva observación, recibió otro balazo que le entró por el pómulo derecho y lo tiró hacia atrás; después de caer encima de Rodríguez, balbuceó algunas palabras y murió rápidamente (…)” (TEVES, Orlando, “Pradera del ganso (Goose Green) - Una batalla de la Guerra de Malvinas", Bs As, Edición del Autor, 2007). La heroica muerte de Estevez fue recordada más tarde por dos de sus soldados. El soldado Rodríguez dijo: “(…) Llegó a mi posición el Teniente Estevez, herido con dos balazos en el cuerpo, en la pierna derecha y en el brazo, que lo tenía colgando. Llevaba el arma con el otro y la radio. Me preguntó si estaba herido, que lo de él no era nada (…) seguía dando órdenes y haciéndonos sostener el combate, mientras él con su único brazo sano se comunicaba con el puesto comando dando toda la información del enemigo. No sé cómo los ingleses habían tomado posiciones tan elevadas. Estaba hablando por radio cuando recibió otro balazo en la cabeza que le entro por el pómulo derecho. El impacto del proyectil lo tiró para atrás a Estevez. Yo ya no tenía miedo ni nada. Era como que esperaba tener a tiro a algún inglés, o lo mato yo o me mata él a mí. Y el Teniente desangrándose (…) Hubo un momento en que me rozaron dos esquirlas en la cabeza y el Teniente Estevez que agonizaba en silencio, me habla y me dice que me ponga el casco de un muerto. Me caían unos hilitos de sangre por la cara. Cuando volví a mirarlo, mi Teniente Estevez había muerto…” En tanto el soldado Huircapán recordaba las acciones de la la siguiente manera: “Parecía que todo se había aquietado, pero de repente apareció el Teniente y nos dijo que teníamos que trasladarnos desde la zona de la escuela en la que estábamos apostados, hacia el cerro Darwin, más al norte, donde estaba el Regimiento 12. El Teniente recibió la orden de iniciar un contraataque, nos alistamos y empezamos a avanzar en fila india por una pradera muy plana. Caminamos en silencio unos 2.500 metros hacia el norte y de repente tomamos contacto con una sección del 12. Primero se adelantó el Teniente Estévez y, mientras nosotros nos preparábamos para iniciar el contraataque, vimos movimientos de soldados abajo, hacia el mar, a unos setecientos metros. Todavía estaba muy oscuro y no estábamos seguros si eran tropas inglesas, así que Estévez mandó a una patrulla a verificar. Habrán pasado unos veinte minutos, escuchamos un tiroteo y prácticamente ahí se armó el combate. Estábamos al descubierto todavía y empezamos a recibir ráfagas de ametralladoras de todos lados. Nos fuimos arrastrando como pudimos hacia las trincheras y desde ahí intentamos repeler el ataque. El Teniente Estévez iba de un lado a otro organizando la defensa hasta que de repente lo hirieron en un hombro. Pero así y todo, malherido, él siguió arrastrándose por las trincheras, dando órdenes, alentando a los soldados, preguntando por todos. Poco después lo hirieron en el costado, pero igual, desde la trinchera siguió dirigiendo el fuego de la artillería por radio. Ahí empezó el duelo de artillería, los ingleses querían avanzar y no podían. Hubo una pequeña tregua y después los ingleses reiniciaron el ataque, intentaron avanzar y nuevamente los rechazamos. En ese momento hubo un desbande y yo me quedé con dos compañeros, Ledesma y Testoni. Tratábamos de relevarnos entre nosotros como podíamos. Se nos había trabado la ametralladora de Ledesma y de repente vimos que venían avanzando tres ingleses que todavía no nos veían. Avanzaban hacia la trinchera de tres correntinos que estaban mirando hacia el norte y me quedó esa imagen, la desesperación que teníamos por destrabar la ametralladora. Era el culote de una munición que se había quedado pegado en el percutor. La destrabamos desesperados, Ledesma pudo disparar y ahí vimos cómo cayeron dos de los ingleses y el otro desapareció. Después ubicamos al inglés que guiaba la artillería de ellos, le veíamos la antena pero no lo veíamos a él. Vimos que se arrastraba y que hablaba por radio y le disparamos. Yo tenía tres antitanques y tres antipersonales y le tiré los seis. Ahí nos enteramos de que el Teniente Estévez había muerto. Junto con él habían caído el Cabo Castro y Fabricio Carrascull, el radiooperador. Porque cuando cayó Estévez, el Cabo siguió operando la radio hasta que le dieron y después siguió Fabricio, hasta que también cayó (…)” (SPERANZA Graciela; CITTADINI, Fernando, Partes de Guerra, Bs As, Grupo Editorial Norma, 1997, pp. 133-135). Los ingleses comenzaron un nnuevo uevo repliegue. Se los había detenido y obligado a retirarse. Habiendo cumplido con su misión, sin Jefes, agotadas las municiones y transportando la mayoría de sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Sección de Estevez se retiró hacia sus posiciones iniciales, habiendo cumplido con su objetivo. En el combate de Darwin murieron: Regimiento 25, compañía C, sección Bote: el Tte. Roberto Estévez, y sus subordinados, Cabo Mario Castro, Soldado Fabricio Carrascul, Soldado Horacio Giraudo, Soldado Arnaldo Zabala; Regimiento 12: Cabo Primero José Luis Ríos, Cabo Luis Miño, Soldado Gabino Ruiz Diaz, Ireneo Mendoza, Alberto Moschen, Ireneo Maciel, Rubén Horacio Gomez3. Respecto de los sucesos ocurridos en Darwin/Goose Green, en particular lo referido a los decesos del Cabo Mario Castro, y el soldado Fabricio Carrascul, es importante señalar la existencia de dos versiones opuestas. Una de ellas, que denominamos “oficial” es la que hemos adoptado y narrado precedentemente. La misma tiene sus fuentes en: a- Testimonio del Mayor ERNESTO ORLANDO PELUFFO, b- Testimonio del soldado NELSON GUILLERMO HUIRCAPÁN, c- Testimonio del Sr. HECTOR CISNERO (Presidente de la Comisión de Familiares de los Caídos en Malvinas), d- Testimonio del Mayor JUAN JOSE GOMEZ CENTURION, e- Testimonio del Teniente General ROBERTO BENDINI, f- Página Oficial del Arma de Infantería del Ejército Argentino (http://www.infanteria.ejercito.mil.ar/unidades/unidades/RegimientodeInfanteriaMecanizad o25/historia.htm). Sin embargo, el otro relato referido a las muertes del Cabo Castro y el soldado Carrascul no puede dejarse de lado, y dada nuestra imposibilidad durante la investigación de llegar a establecer cuál de las dos historias es la real, preferimos mencionar ambas. Esta segunda versión de los hechos, la denominamos “Libro del 25” y sostiene que: a- Muerte en combate del Cabo Castro y el soldado Carrascul: El Cabo Mario Castro se encontraba reunido con el Jefe de Sección para recibir órdenes, juntamente con los Jefes de los demás escalones. Fue en ese momento en que comenzó el combate recibiendo intenso fuego la Seción corrió bajo el fuego enemigo para ubicarse en el centro de su escalón e impartirles 3 Según el historiador y amigo, que gentilmente colaboró con este trabajo, aportando datos del suyo, la nómina de bajas es mayor; llegando a 15 muertos, entre componentes del Reg 12, Secciones del Reg 25. las órdenes adecuadas a la situación imperante en esos momentos. Fue en ese preciso instante que cae mortalmente herido presuntamente por un disparo de fósforo blanco y un disparo en el estómago. estómago. La herida por el fósforo motivó que comenzó a salirle humo de la la espalda quemándose la chaquetilla por esta razón y en su agonía pedía a un AOR que estaba próximo que lo matara. Aproximadamente al cabo de 1 hora se produjo el deceso final. El soldado Fabricio Carrascul, en el momento que comenzó el combate se arrastraba buscando una cubierta para poder contrarrestar con su arma el fuego enemigo. En ese trayecto fue herido mortalmente. Sus compañeros recuerdan sus últimas palabras “¡Me dieron!”. Dicho relato tiene su fuente en el Libro Histórico de la Compañía A del Reg. 25, a- Testimonio del soldado SERGIO DANIEL RODRIGUEZ, b- Investigación del Sr ORLANZO TEVES (entrevista con el autor). A pesar, de estas opiniones divergentes de cómo se produjeron exactamente los sucesos en la batalla de Darwin/Goose Green, ninguna fuente niega el valor y heroísmo con que se batieron nuestros soldados, tanto es así, que ganaron para la historia el sobrenombre de “Los bravos del 25”4. El Teniente Roberto Estevez había conquistado un lugar en llaa constelación de Héroes de nuestra Patria. Un lugar al lado de los más valientes y brillantes hombres de la Nación. Así lo recordaba su subordinado, el soldado Guillermo Aliaga: “Estévez fue herido en la pierna derecha y en el brazo, pero siguió sosteniendo a los soldados en el combate hasta el final. Con su único brazo sano se comunicaba con el puesto de comando dando toda la información sobre el enemigo. Era un tipo muy especial. Desde el principio supo lo que le iba a pasar y se preparó para eso con un convencimiento casi 4 Las Las versiones contradictorias contradict orias respecto de las m muertes uertes del Cabo Oviedo y del Soldado Carrascul llegan al extremo de que, en una misma publicación se den las dos versiones opuestas como ciertas. Así en el libro “Malvinas 20 Años, veinte héroes, Bs. As, Círculo militar, 2003, p. 304, Selva Echagüe escribe la versión no oficial del Ejército, es decir, la muerte por herida de fósforo blanco de Oviedo, y la muerte de Carrascul posterior a la de Oviedo pero pero anterior a la de Estevez, Estevez, por lo cual era imposible imposible que tanto Oviedo Oviedo como Carrascul Carrasc ul hubieran operado la radio muerto Estevez. En tanto, en el mismo libro, en la p. 290, Antonio Rodríguez Villar, sin ser muy preciso respecto de la muerte de Fabricio Carrascul, acerca su relato a la versión oficial del Ejército, toda vez que su narración se apoya en las declaraciones de los familiares y amigos de Fabricio. Todos ellos sostienen que el soldado murió después de Estevez y del Cabo Oviedo intentando intentand o comunicars comunicarsee con P. Argentino. místico. Porque uno se puede jugar en el combate y si te toca morir, te toca, pero la convicción con la que él asumió su muerte, lo hacía diferente. Los soldados veían eso y les quedó la marca del tipo que estaba preparado para todo”. (SPERANZA Graciela; CITTADINI, Fernando, Partes de Guerra, Bs As, Grupo Editorial Norma, 1997, pp. 136) Le fue otorgada la condecoración: "LA NACIÓN ARGENTINA AL HEROICO VALOR EN COMBATE", por: "Dirigir un contraataque durante la noche, en una zona ocupada por fuerzas enemigas superiores, para permitir el repliegue de efectivos propios comprometidos. Pese a resultar herido seriamente, continuar en la acción, ocupar el objetivo asignado y mantenerlo en situación desventajosa, rechazando sucesivos ataques, oportunidad en la cual ofrenda su vida". Fue un excelente amigo y compañero. Rindió su existencia como un Cruzado, con fe en la causa justa que defendía y en la certeza de que su vida no le pertenecía. APENDICE DOCUMENTAL. I- DOCUMENTO TRANSCRIPTO DEL DIARIO EL TERRITORIO. JUEVES 12 DE AGOSTO DE 1982. ESCRITO POR EL PROFESOR JUSTO ALI-BROUCHEUD, PADRINO DE ROBERTO ESTEVEZ. “Evocación de un soldado”. “Todo hombre debe amar a su patria y procurar su mayor bien. Por consiguiente de be cuando la vea invadida por los enemigos, defenderla con todas sus fuerzas, aunque sea a costa de su vida” (Tratado de las Obligaciones del Hombre). PATRIOTISMO ARGENTINO. La Guerra de las Malvinas avivó en el pueblo argentin argentinoo la virtud del patriotismo con una unanimidad que no se conocía desde las grandes gestas emancipadoras, por ello afirmamos en su momento que el acto recuperatorio argentino tenía la trascendencia de una segunda independencia nacional. Seguramente deberá transcurrir el tiempo para tener la verdadera perspectiva de la dimensión de la grandeza de esta epopeya argentina. No será la opinión mezquina, interesada, ni ma malintencionada, lintencionada, ni aún aquella que de buena fe busca por razonamientos más o menos válidos explicar la inoportunidad del hecho o de las carencias de que adoleció, lo que ha de quitar el valor de esta lucha argentina por su soberanía. Esto es lo trascendente, lo que debemos rescatar de esta batalla por las Malvinas; esto es lo que se puede exaltar en estos momentos de duro pesar y de duro pasar; en que el temple de un pueblo se debe probar para obtener, por la experiencia vivida de un cruento contraste, la fortaleza y la preparación para la victoria. La Guerra de las Malvinas nos ha dejado testimonios que nos muestran por sobre la hojarasca de la publicidad de los mercaderes de adentro como de afuera, el sentido profundo del patriotismo argentino. LA LECCION DE UN TESTIMONIO. Un joven oficial de nuestro Ejército nos dejó una lección póstuma sobre el significado del patriotismo y la ofrenda o frenda ddee la vida po porr la Patr Patria; ia; el Teniente 1 Roberto Néstor Estévez, hijo de esta tierra misionera, en la que transcurrieran su niñez y su adolescencia. El día 27 de marzo, en la sede de su Regimiento, el 25 de Infantería, de Colonia Sarmiento, en la provincia de Chubut, a pocas horas de partir para el frente de las Malvinas, sin duda recogido en el silencio de su habitación, dejó trazado de su pluma estos párrafos que siguen, cuya lectura despiertan la emoción y aviva el sentimiento patrio. Es una carta premonitoria de su destino que dirige a su padre, don Roberto Estévez antes de partir y que deja para ser entregado si no alcanzaba a regresar: “Cuando recibas esta carta yo, ya estaré rindiendo mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de la misión. Pero fijate vos ¡qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordas cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre Generoso, ha querido que éste, tu hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria. Lo único que a todos quiero pedirles es, 1º) Que restauren una sincera unidad en la familia bajo la la Cruz de Cristo; 2º) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la la tristeza, y muy muy importante, 3º) Que recen por mí. Su amor de hijo lo deja expresado en el párrafo: Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor; gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro, sí Dios lo permite”. Brilla en esta sentida carta la virtud y la humildad y el vivo amor a Dios, a la Patria y al Hogar, síntesis magnífica de los valores de los hombres, como los cuales, como el Teniente 1 Estevez no dudaron como posible en ofrendar la vida. La enseñanza que nos deja la vida y la muerta de este joven oficial, como la de otros argentinos que ofrendaron la vida bajo la Cruz del Sur, debe ser para cada uno de nosotros el momento de asumir, unidos el amor a la Patria, por la que ellos entregaron sus vidas (…)” II- COMBATE DEL CERRO DARWIN Mayor de Infantería ERNESTO ORL ORLANDO ANDO PEL PELUFFO. UFFO. 1. Desarrollo El 28 de mayo de 1982 a las 0800 hhoras, oras, mi sección se encontraba ocupando una posición defensiva en las alturas Norte del CERRO DARWIN; durante toda la noche anterior habíamos habíamos recibido fuego de artillería sobre la posición y observado el combate por el fuego que libraba la compañía “A” del RI 12, al Norte Nor te de la embocadura ddel el ISTMO DE DARWIN que conducía hacia la salida, y posteriormente A GOOSE GREEN, el asentamiento isleño más importante de la zona. Así amanecimos ese día, sin dormir, agotados por la tensión de los fuegos de artillería que a Di Dios os gracias no nos habían ocasionado bajas y con la iincertidumbre ncertidumbre de nnoo saber qué nos aguardaría; era un día gris y la llovizna nos mojaba constantemente. De pronto, una fracción desplegada apareció a nuestras espaldas, se trataba de la sección BOTE (1RA Sección de la Compañía C del RI 25), del Teniente ESTEVEZ constituida por los soldados Aspirantes a Oficiales de Reserva (AOR) y por entonces agregada a la Fuerza de Tareas (FT) MERCEDES (RI 12), la que venía realizando un contraataque desde retaguardia, para apoyar apoyar a las ttropas ropas que mantenían el contacto con el enemigo. Inmediatamente tomé contacto con la sección BOTE e informé a su Jefe acerca de la situación que vivíamos, por lo que luego, el aludido Teniente dispuso reforzar nuestra posición con sus hombres, quedando quedand o de hecho a cargo de la posición por po r ser el más antiguo. En dicha circunstancia le materialicé en el terreno, sobre el flanco derecho de las posiciones, una altura no oocupada cupada po porr las ppropias ropias tr tropas, opas, oordenándome rdenándome el Teniente que la ocupara con una ametrall ametralladora, adora, para evitar que desde allí allí se envolviera llaa posición. De pronto, el Sarg 1ro JUMILLA se aproxima y nos informa qu quee en el fre frente nte de las secc secciones iones se divisaban tropas desplazándose en actitud ofensiva, por lo lo que de inmediato inmediato ordeno que dos hombres se adelanten para observar si dichos efectivos pertenecían al enemigo o a las propias fuerzas que qu e se replegaban, tarea que les fuera encomendada al Cabo MIÑO con el Soldado RUBEN GOMEZ. Todo era muy confuso, pues en esos momentos también recibíamos fuego de mortero sobre la posición, arrastrándose los integrantes de la sección hasta sus pozos de zorro. El combate cercano había empezado y nuestras ametralladoras hacían fuego sobre los efectivos ingleses que buscaban refugio en una barranca próxima a la playa, desde donde continuaban batiéndonos con fuego de morteros. En esas circunstancias la sección supo que el Cabo Cabo MIÑO y el Soldado GOMEZ, al aproximarse, habían sido muertos por el enemigo, y yo no llogré ogré ocupar la altura del flanco este de la posición, a consecuencia de lo cual y dado la diversidad de fuegos que recibíamos, los paracaidistas británicos empezaron a envolvernos desde esa dirección. Inicialmente los ingleses intentaron un ataque frontal pero fueron rechazados, en parte merced a la intervención ddel el Cabo Primero RÍOS qu quee conducía dos do s ametralladoras, el que luego de combatir toda la noche se había replegado a llas as posiciones posiciones de llaa sección permaneciendo en dicho lugar. E Este ste heroico suboficial instantes después, fue batido por uunn misil que le ocasionó la muerte cuando se encontraba realizando fuego con una de las ametralladoras. El combate se hacía cada vez más intenso, el Teniente ESTEVEZ fue herido reiteradamente en un brazo y en una pierna, sin que por ello dejara de conducir su sección. Murió como consecuencia de un tiro que hizo impacto en su rostro mientras operaba un equipo de radio por el cual transmitía a la artillería las ubicación de las posiciones enemigas para que las batiesen. Al morir el Teniente ESTEVEZ, se hizo cargo de la radio el Cabo CASTRO, quien también también perdió la vida por un iimpacto mpacto de bala, operando entonces la radio el Soldado CARRASCUL, CARRASCUL, quien imi imitando tando a sus jefes, moría en la acci acción, ón, no sin antes transmitir la posición del enemigo y la situación que vivía su sección. A pocos metros de allí, fui herido primero en una pierna por una ggranada ranada de mortero que estalló cerca de mi posición antes de que pudiera refugiarme en mi pozo de zorro, por suerte llaa herida no me limitó para continuar combatiendo. Conduje el combate de la sección, alenté a mi gente con mi grito característico de correntino, “EL SAPUCAY”, ya que también eran correntinos la mayoría de mis soldados. En oportunidad de ser herido herido un soldado apuntador de un fusil ametrallador, luego de buscarle refugio, me hice cargo del arma y abrí fuego en dirección al ataque enemigo. Los ingleses ya ya estaban próximos, la Sección combatía en las distancias cortas, entre los cien y cincuenta metros, ellos avanzaban cubiertos por cortinas de hhumo umo y protegidos por los intensos fuegos de artillería y de morteros sobre nuestra posición. Su avance era jalonado con fumígenos de colores, para no ser batidos por el fuego de su propia artillería, yo no dejaba de disparar con el fusil ametrallador. De pronto una bala impactó en mi cabeza y caí desplomado en el fondo del pozo, el proyectil había perforado mi casco quedando fuera de combate debido a una herida en el rostro. Fue el Soldado PONCE, que desde su posición me auxilió, me ven vendó dó y me alentó para continuar conduciendo El combate entonces transcurría sin mengua, los integrantes de la Sección desde cada pozo luchaba contra su enemigo. En una oportunidad, un soldado que se había puesto mi casco, al salir a tirar desde la posición, recibió un impacto sin consecuencias, ya que el tiro rebotó, suceso que provocó un asombro general. En otra ocasión, un soldado que operaba un lanzacohetes antitanque y antipersonal, al salir de la posición para disparar, fue alcanzado por un impacto que perforó su tubo anterior inutilizándolo. El combate era muy violento, los ingleses se preparaban para asaltar la posición habiendo conquistado alg algunos unos pozos del flanco derecho. Los hombres de la sección, que ocupaban esos pozos, habían sido reducidos y sacados de la posición, por lo que era imposible hacer fuego sobre los ingl ingleses eses que estaban entre ellos. En esa circunstancia, restando ya escasísima munición para continuar el combate y sin posibilidades de recibir refuerzos, decidí ordenar la rendición, ya que no había posibilidades de éxito. Resistir el asalto significaba un derramamiento inútil de sangre, con el consecuente aumento de pérdida de vidas. El combate es estaba taba perdido. Un soldado sacó un fusil fuera del pozo con una servilleta blanca atada en su extremo como bandera de rendición, cumpliendo así lo ordenado por el Jefe de Sección. Al principio este hecho no fue debidamente interpretado y se le disparó disparó,, dando los impactos en el arma. Ordené entonces que se insistiera y el enemigo detuvo el fuego. De esta manera pudimos salir de las posiciones y fuimos tomados prisioneros. pr isioneros. Al revisarnos los ingleses nos hicieron un “cacheo” violento, pues habíamos luchado duramente y los ánimos estaban muy alterados. Luego fuimos llevados a un lugar de reunión de prisioneros de guerra próxi próximo mo a las posiciones de la sección pero como la propia artillería empezaba a batirlos, tuvieron qque ue llevarnos a una pendiente en dese desenfilada, nfilada, que reunía condiciones de seguridad. Estuvimos todo el 28 de mayo a la intemperie y también durante la noche. Los ingleses no pudieron hacer mucho por los heridos. Los combates continuaban en GOOSE GREEN. No obstante, algunos soldados ingleses, mostrando un gesto humanitario, entregaban su único paquete de vendas en favor de los heridos argentinos. El 29 de mayo, después de la caída de GOOSE GREEN, fuimos separados. Los ilesos fueron llevados a retaguardia, y los heridos transportados en helicóptero al hospital de campaña inglés de SAN CARLOS, donde fuimos atendidos. Así terminó el combate del CERRO DARWIN. 2. Conclusiones a. El 28 de mayo mayo de 1982, en las alturas del cerro Darwin, se desarrolló uno de los combates más cruentos de la Guerra de MALVINAS. Fue el primero y el único de los combates diurnos de magnitud superior a una compañía de infantería. De allí en más, los ingleses sólo atacaron de noche, dado el costo en vidas y materiales que les ocasionara. b. El segundo Batallón de Paracaidistas del Reino Unido de Gran Bretaña se enfrentó en el cerro Darwin con una sección de los servicios del RI 12 “GENERAL ARENALES”, reforzada con armas automáticas y con la Sección BOTE del RI 25. c. El resultado del combate fue adverso para las tropas argentinas. Luego de más de tres horas de lucha, los ingleses tomaron la posición, y las pocas resistencias argentinas que aún se sostenían debiero debieronn rendirse. El saldo fue de doce muertos y más de veinte veinte heridos, sobre un total de aproximadamente setenta hombres. d. Los ingleses perdieron en esta acción doce hombres, mientras que vversiones, ersiones, luego confirmadas, indicaban que durante el ataque también había muerto el Jefe del Batallón, Teniente Coronel H. JONES. e. En el combate del CERRO DARWIN ofrendaron sus vidas en cumplimiento del sagrado deber militar de defender nuestra Soberanía Territorial, los siguientes soldados: 1. Teniente 2. Cabo Primero 3. Cabo 4. Cabo 5. AOR 6. AOR 7. AOR 8. S/C 62 9. S/C 62 10. S/C 62 11. S/C 63 12. S/C 63 ROBERTO ESTEVEZ JOSE LUIS RÍOS MARIO CASTRO LUIS MIÑO FABRICIO CARRASCUL ARNALDO ZABALA HORACIO GUIRAUDO GABINO RUIZ DIAZ IRENEO MENDOZA ALBERTO MOSCHEN IRENEO MACIEL RUBEN HORACIO GOMEZ RI 25 RI 12 RI 25 RI 12 RI 25 RI 25 RI 25 RI 12 RI 12 RI 12 RI 12 RI 12 III- Yo vi morir a nuestro querido Teniente Estévez Por el ex soldado conscripto Ser Sergio gio Daniel R Rodríguez odríguez El dramático relato de uno de los soldados que combatió en Darwin a las órdenes de ese inolvidable oficial que fue jefe de la Sección Bote del Regimiento de Infantería 25. Pertenezco a la clase 63 e ingresé en febrero de 1982 en el Regimiento de Infantería 25, que tiene asiento en la localidad de Sarmiento, provincia del Chubut. A poco de haber llegado, los que teníamos estudios fuimos separados del resto de los soldados conscriptos. Yo estaba cursando la carrera de analista de sistemas en el primer año; me ubicaron en la sección de aspirantes. El Teniente Roberto Néstor Estévez, quien posteriormente dejaría un recuerdo imborrable en todos nosotros, fue el que nos seleccionó personalmente uno a uno. Comenzó una instrucción, que no vacilo en calificar de dura y severa, hasta el 24 de marzo a cargo de Estévez, que pertenecía el grupo de Comandos, y su segundo jefe de sección, el Cabo Primero Faustino Olmos, también de esa misma especialidad. La instrucción era diurna y nocturna con todo tipo de armamentos, teorica–práctica, y estaba destinada solamente a este grupo seleccionado, que yo, gracias a Dios, tuve la suerte de integrar. Debo añadir que esta instrucción fue altamente valiosa a la hora del combate y Estévez, un jefe calificado que no sólo se preocupaba por nuestro estado físico sino también por nuestra espiritualidad, no cesaba de darnos ánimo y valor con sus propios gestos personales. Les cuento un ejemplo: Allá, en el sur, hay unos pastos ásperos y filosos llamados coirones y durante nuestros habituales “cuerpo a tierra” y posteriores deslizamientos, tratábamos de evitarlos. Al darse cuenta de esto, Estévez hizo él mismo el ejercicio, sin importarle las lastimaduras que tales matas le ocasionaron, y luego nos dijo: “Si están en pleno combate, no van a tener tiempo de bordearlos, la guerra es así”. Este tipo de ejemplos estaban muy a tono con su naturaleza de persona de una alta moral, ética y honor. Y sólo tenía 24 años. Nosotros, los AOR (Aspirantes a Oficiales de Reserva) en la mitad de la noche, más de una vez fuimos levantados y nos hacían salir a correr sorpresivamente pantaloncitos cortos y bajo fina ballenera lluvia o (remera nevizca, sólo vestidos con de manga corta). Y como decía Nietzsche, lo que no te mata te fortifica. Ese fue nuestro caso. Del inicial grupo escogido, cuarenta y cinco, quedamos cuarenta. Y esos cuarenta fuimos a Malvinas. Aquel inolvidable 2 de abril nos tocó desembarcar al mediodía y nos sentíamos muy orgullosos en razón de pertenecer al único elemento del Ejército que participó de la operación de neto corte aeronaval en aquel momento. A bordo del Almirante Irizar fuimos partícipes de una tocante ceremonia que nos concernía de un modo muy especial. Como no habíamos tenido tiempo de jurar la bandera se organizó para nosotros una jura de nuestra enseña nacional, que tuvo el carácter de provisoria y levantó nuestro orgullo hacia las nubes. Y ahí nos enteramos de que íbamos a Malvinas. Puedo afirmar que, entre lágrimas y abrazos, ahí mismo se terminó de consolidar nuestro grupo. Estuvimos brevemente en Puerto Argentino y luego, a bordo del barco Isla de los Estados fuimos enviados a Darwin con el objetivo de tomarlo. Nuestro grupo de AOR era parte de la Compañía C, formada por tres secciones, Gato, Bote (la de Estévez) y Romeo, a cargo de Gómez Centurión. Entre el 4 y 5 de abril nos asentamos en Darwin y comenzamos nuestras tareas de limpieza, minado y excavación de “pozos de zorro” y puestos de ametralladora. Nuestro jefe directo era Estévez y el jefe de la compañía, el Teniente Primero Daniel Esteban. Yo era tirador de MAG (ametralladora pesada) y fui elegido para eso debido a mi buena puntería en aquellos ejercicios anteriores en Chubut. Disponíamos de 2 MAG, 2 lanzacohetes y fusiles FAP y FAL. Nuestra base de operaciones era una escuela kelper construida íntegramente de madera, que constaba de dos pisos; ahí estaba ubicada la compañía C. Recuerdo que, faltando algo de raciones, algunos oficiales y suboficiales se fueron a cazar avutardas y durante tres días esos pajarracos fueron parte distinguida de nuestro menú. Disponíamos de un buen equipo de abrigo, muchas medias de recambio y guantes que nos protegían manos y pies del frío. El 1º de mayo, a las 8 de la mañana, los Harrier ingleses atacaron a los Pucará estacionados en el aeropuerto de Darwin. Nosotros estábamos ubicados a unos 500 metros del aeropuerto y vimos perfectamente todo. Darwin es un caserío, una especie de pequeña bahía, todo bastante plano geográficamente hablando. Luego ddel el ataque abandonamos la escu escuela ela y nos instalamos en nuestros “pozos de zorro”. De ahí en más, el agua y el frío fueron nuestros íntimos compañeros. Recuerdo que rezábamos al levantarnos y al acostarnos. En los respiros que nos daban los desayunos hablábamos de nuestras respectivas familias y el hecho histórico y singular que estábamos protagonizando. Todas esas cosas no hacían más que reforzar la alta moral que, inculcada por la labor encomiable de Estévez, existía en el grupo. Debo añadir que el día 24 de abril hicimos nuestro juramento oficial a la bandera en suelo malvinense, privilegio que, creo, nadie lo tuvo. La compañía se dividió. Rumbo a San Carlos marcharon Esteban y los suyos al caserío de Darwin, Gómez Centurión con su gente y nosotros quedamos en nuestros “pozos de zorro” a cargo de Estévez. Y permanecimos en aquel sitio hasta el 27 de mayo, momento en que el Teniente Coronel Piaggi le ordenó a Estévez que debíamos marchar hacia la primera línea de combate, debido a que los ingleses, que habían desembarcado en San Carlos el 1º de mayo, avanzaban hacia Darwin y ya se habían producido enfrentamientos con efectivos del Regimiento de Infantería 12. Según nos testimonió el capellán militar padre Mora, al recibir la orden, Estévez se puso contento. “Era lo que estaba esperando”, dijo. A las 2 de la madrugada del 28 de mayo llegamos a Boca House (Casa Boca), sitio cercano al cementerio de Darwin que ya era zona de combate. Al hacerlo, nos cruzamos con gente del Regimiento 12, a cargo del Subteniente Peluffo, que venía de combatir. Estévez nos hizo desplegar en abanico y quedamos distribuidos allí. Luego, a la derecha del abanico, entró en contacto con el enemigo y nosotros, que aún no estábamos en las posiciones que debíamos ocupar, según las órdenes recibidas, nos unimos con los del 12 para permitirles un respiro pues, mientras ellos se replegaron, nosotros contraatacamos. Al hacerlo, chocamos con la compañía A del batallón de paracaidistas ingleses, qque ue tenía unos ciento cincue cincuenta nta efectivos y estaban mu muyy bien armados. Se peleó muy duro, sin dar ni pedir cu cuartel, artel, en un combate que desde desd e las 5 de la mañana se prolongó hasta casi las 10. Fueron casi cinco horas de auténtica estadía en el infierno. Nosotros efectuamos tres repliegues y sucesivos contraataques. Ellos tenían apoyos de las fragatas que estaban en San Carlos y de artillería, combinada con los Blowpipe (misiles antiaéreos) que barrían el terreno. La disparidad de fuerzas era abrumadora a favor del enemigo. Al hablar de lo que fue ese combate, recuerdo las balas trazantes que iluminaban la oscuridad, los morterazos, los gritos de dolor y de furia con que unos a otros nos animábamos. Debido a la elevada preparación física espiritual con que contábamos, durante el combate estábamos calmos, tranquilos. La angustia previa al choque con el enemigo nos había tenido nerviosos, pero ahora, en plena lucha, las cosas se revelaban tan simples como terribles. Y en la sencillez del “matar o morir” todo estaba resumido. Yo estaba a cargo de una de las dos MAG que teníamos y Zabala, otro soldado conscripto, era mi cargador de municiones. Desde nuestro puesto disparaba a todo lo que veía o creía ver frente a mí. De pronto, un proyectil de mortero cayó muy cerca de nosotros. El pobre Zabala recibió de lleno las esquirlas y murió en el acto. Yo recibí impactos de esquirlas en el atontado por perineal la izquierdo. Recuerdo onda explosiva, que le antes de perder la lucidez, pedí a Dios que no me dejara morir allí. Realmente no sé cuánto tiempo estuve inconsciente o atontado. Luego, sin soltar mi MAG, me arrastré hasta un pozo cercano mientras sentía la tibieza de la sangre en mi piel y no sabía qué tan herido estaba. Me zambullí en el pozo y encontré que allí había soldados del 12. Ese pozo era como tener una butaca para contemplar el infierno. El Cabo Castro había intentado llegar también al pozo donde yo estaba cuando un proyectil de fósforo lo alcanzó y lo envolvió, convirtiéndolo en una antorcha humana. Oíamos sus gritos desgarradores. El pobre decía: “¡Rodríguez, máteme!”- gritaba mientras se quemaba vivo. A Romero, otro soldado que estaba allí, le gritó lo mismo, pero nadie se atrevió a dispararle y terminar con su agonía. Un rato después no escuchamos más su voz; que Dios lo tenga en la gloria. Y llego en mi relato a lo que considero el instante supremo del combate, desde mi situación personal por p or supuesto. No hay qu quee oolvidar lvidar que en med medio io ddee ese caos del combate muchos estaban sufriendo experiencias únicas e indelebles. La que les narro a continuación fue la mía: El Teniente Estévez estaba recorriendo las posiciones, gritando órdenes a derecha e izquierda, todo esto, repito, bajo el terrible fuego enemigo. Al salir del pozo contiguo al