ESPECIAL OBJETO IMPOSIBLE JURÍDICAMENTE Y OBJETO ILÍCITO La supuesta eliminación de la causa del negocio jurídico –y en particular del contrato– por obra de la jurisprudencia judicial Rómulo MORALES HERVIAS(*) TEMA RELEVANTE El autor considera que la Sala Civil Permanente de la Corte Suprema en la casación objeto de comentario equipara erróneamente el objeto imposible jurídicamente y el objeto ilícito en el caso de los contratos sobre bienes ajenos, y cree que el resultado del negocio jurídico es su causa, su fin o su finalidad. Así estima que tal análisis es tergiversado por cuanto dichos contratos no son nulos, sino perfectamente válidos, pero ineficaces parcialmente porque son contratos sobre bienes ajenos que tienen una validez regulada expresamente (numeral 2 del artículo 1409 y artículo 1539 del Código Civil), pues las cosas ajenas son comerciables. El tema del objeto del negocio jurídico –incluyendo el objeto del contrato– es complejo. Esta complejidad obedece por la asignación errónea del sentido jurídico de la palabra “objeto”. Es un concepto jurídico aplicado erróneamente a realidades y esquemas jurídicos diversos al negocio jurídico. La doctrina y la legislación del Derecho Civil suelen adoptar posiciones divergentes tan iguales como en el tema de la causa del negocio jurídico y en específico de la causa del contrato. Desde el punto de vista (*) de la cantidad bibliográfica y del debate jurídico, la causa le lleva una ventaja amplia al objeto. No obstante, este dato no comporta que el tema del objeto sea un asunto claro. Ni tampoco que los intérpretes hayan ido por el camino correcto. Algún sector de la doctrina ha negado que pueda hablarse en sentido estricto de objeto del negocio jurídico. El negocio jurídico, se dice, no tiene objeto sino que produce efectos jurídicos. Se sostiene que son los efectos jurídicos los que tienen objeto. De ahí que no se puede hablar de objeto del negocio jurídico. Otras doctrinas desarrollan la autonomía del objeto definiéndolo como contenido. Pensamos que ambas posiciones no tienen un marco teórico Abogado por la Universidad de Lima. Magíster por la Universidad di Roma “Tor Vergata”. Diplomado en Derecho Romano; y en Derecho de los Consumidores y de la Responsabilidad Civil por la Universidad di Roma “La Sapienza”. Doctor por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Profesor de Derecho Civil en la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de San Martín de Porres. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 ESPECIAL I. LA CASACIÓN Nº 3189-2012-LIMA NORTE ES UNA PRUEBA DE DESCONOCIMIENTO DE LOS FORMANTES LEGISLATIVOS Y DOCTRINARIOS DEL NEGOCIO JURÍDICO Y DEL CONTRATO 21 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? adecuado. El objeto es autónomo en el espacio de la formación del negocio jurídico: el “objeto, en el ámbito de la estructura negocial, tiene una fisonomía del todo autónoma, que no puede ser confundida, y no debe serlo, con el contenido, ni con el resultado, ni con los aspectos funcionales del negocio mismo, ni con sus efectos, ni tampoco con aquellas situaciones instrumentales que pueden surgir del contenido del negocio, en vista del resultado final que se pretende realizar al mismo tiempo” (Ferri, 2002, pp. 314-315). La ambigüedad del concepto del objeto se traslada cuando uno se pregunta qué es el objeto imposible y qué es el objeto ilícito frente al significado jurídico aceptado mayoritariamente sobre la causa ilícita o el fin ilícito. La casación bajo comentario analiza las compraventas del 1 de diciembre de 2000; y del 11 de junio de 2007 desde la perspectiva de los requisitos de validez del objeto conjuntamente con la doctrina mixta de la causa [Fundamentos 3.3 y 3.4 de la Casación Nº 3657-2012-Cusco]. Dicha jurisprudencia no solo equipara erróneamente el objeto imposible jurídicamente y el objeto ilícito en el caso de los contratos sobre bienes ajenos, sino que cree que el resultado jurídico del negocio jurídico es su causa o su fin o su finalidad. Dicho análisis es tergiversado por cuanto dichos contratos no son nulos sino perfectamente válidos pero ineficaces parcialmente porque son contratos sobre bienes ajenos que tienen una validez regulada expresamente (Numeral 2 del artículo 1409 y artículo 1539 del Código Civil peruano de 1984). Las cosas ajenas son comerciables. Los temas de la imposibilidad jurídica del objeto, de la ilicitud del objeto y de la ilicitud de la causa (o ilicitud del fin o de la finalidad) del negocio jurídico presuponen “un problema de relaciones entre las finalidades del 22 ordenamiento, las finalidades de los individuos, y los instrumentos técnicos con aquellas finalidades perseguidas y alcanzables” (Grondona, 2011, p. 22). Los negocios jurídicos normal y antropológicamente persiguen alcanzar finalidades individuales; y por el contrario, el ordenamiento jurídico persigue alcanzar finalidades ultraindividuales. Por ello, el ordenamiento jurídico exige que el objeto y la causa de los negocios jurídicos cumplan algunas cualidades preestablecidas (imposibilidad e ilicitud). A continuación describiremos los formantes legislativos y doctrinarios de los códigos civiles europeos y latinoamericanos sobre el objeto imposible jurídicamente, el objeto ilícito y la causa ilícita (o el fin ilícito) para lograr entender sus reales significados y cómo la mayoría de la doctrina peruana no ha podido lograr transmitir un mensaje claro a la jurisprudencia peruana. Esta descripción es necesaria desde el punto de vista de la aplicación del método comparado: “Sobre todo, el Derecho comparado debe necesariamente descomponer los varios sistemas jurídicos en sus factores o formantes. Los principales formantes que encontramos en los sistemas modernos son la ley, la jurisprudencia, y la doctrina. Es decir, el conjunto de disposiciones emanadas por el legislativo, el conjunto de las decisiones de los jueces y el conjunto de las opiniones expresadas por los juristas. El rol de estos factores, o formantes, del derecho cambia de sistema a sistema y de época a época” (Mattei y Monateri, 1997, p. 14). Hoy por hoy es imprescindible no solo conocer los formantes europeos del Derecho Civil sino también los formantes latinoamericanos del Derecho Civil. Si en algún momento queremos que Latinoamérica utilice un lenguaje común para regular disposiciones normativas en una legislación de armonización de Derecho Civil, previamente debemos conocernos mutuamente. Dicho conocimiento no se agota en la aplicación del método exegético de la legislación civil sino en la aplicación del método dogmático de la doctrina. No solo el lenguaje debe unirnos sino también el conocimiento de nuestras instituciones jurídicas. II. IMPOSIBILIDAD JURÍDICA DEL OBJETO, ILICITUD DEL OBJETO E ILICITUD DE LA CAUSA O DEL FIN DEL NEGOCIO JURÍDICO Y DEL CONTRATO 1. Código Civil de Francia El Código Civil francés regula la imposibilidad del objeto, y la ilicitud de la causa del contrato. Legislativa y doctrinariamente la imposibilidad del objeto es equivalente a la ilicitud del objeto en cuanto a las cosas incomerciables (ver cuadro Nº 1). Contemporáneamente en Francia hay que distinguir el objeto del contrato [la operación jurídica que las partes desean realizar: el objeto del contrato de compraventa será la transferencia de la propiedad de un bien] y el objeto de la obligación [la prestación: el objeto de la obligación del vendedor es entregar la cosa y el objeto de la obligación del comprador es pagar el precio] (Cabrillac, 2014, p. 67). El objeto debe ser lícito en dos modalidades: (i) Las cosas fuera del comercio en razón de las necesidades de orden público. Por ejemplo, los bienes de dominio público son inalienables o las cosas que violen la ley (substancias venenosas, drogas, productos falsificados) (Cabrillac, 2014, p. 71). (ii) Las cosas fuera del comercio en razón de su carácter sagrado. El cuerpo humano está fuera del comercio (artículos 16-5 y 16-7 del Código Civil francés, de la ley del 29 ESPECIAL de julio de 1994) mediante el principio de la indisponibilidad del cuerpo humano (Cabrillac, 2014, p. 72). La causa del contrato es “la razón según la cual uno se compromete” (Cabrillac, 2014, p. 75) o el motivo determinante [causa impulsiva y determinante] (Cabrillac, 2014, p. 77). Ejemplos de causa ilícita en la jurisprudencia francesa se aplican a los contratos que permiten el ejercicio de actividades ilícitas: explotación de casa de meretricio o de juegos de azar; o el ejercicio de una actividad médica sin las condiciones permitidas por la ley (Cabrillac, 2014, p. 83). De ahí que la doctrina francesa no tiene dudas de considerar la posibilidad del objeto entre los requisitos del contrato tomando en cuenta el artículo 1128 (Menezes Cordeiro, 2014, p. 547). 2. Código Civil de Italia El Código Civil italiano regula la causa ilícita, el motivo ilícito, el objeto ilícito y el objeto imposible jurídicamente del contrato. El motivo ilícito no tiene un antecedente en el Código Civil francés. No obstante que el formante legislativo italiano es sobre el contrato, el formante doctrinario italiano se refiere en muchos estudios al negocio jurídico (ver cuadro Nº 2). Hay una pluralidad de doctrinas italianas sobre el objeto pero describiremos algunas que se adaptan mejor al significado de objeto frente al significado de la causa o del fin. Una doctrina antigua aclara que el objeto es el bien en sentido amplio que no debe confundirse con la causa o el fin ni mucho menos con los efectos jurídicos: “Mejor es, por tanto, entender por objeto la materia, o los bienes, o las utilidades, o las relaciones que caen bajo la voluntad de las partes. Cualquier otra tesis, y especialmente las que nos llevan al terreno del fin u objetivo o incluso los efectos jurídicos que se siguen del negocio, hace del objeto un doble inútil de otros elementos del negocio, e implica una peligrosa confusión de conceptos” (Cariota Ferrara, 1956, pp. 513514). En el mismo sentido, una doctrina contemporánea define al objeto como el bien (material o inmaterial) que se ubica en la formación del contrato: “Así, pues, el objeto del derecho es el bien, es decir, el punto de referencia objetivo del interés que la situación subjetiva protege; el objeto del contrato es aquel bien que constituye el punto de referencia objetivo (la cosa y el precio en la compraventa, por ejemplo) de los específicos intereses de los que se pretende disponer mediante el contrato” (Ferri, 2002, pp. 278-279). Esta definición de objeto no se confunde con el contenido del contrato: “no se deben confundir los aspectos atinentes al contenido (que, en su significado más específico y técnico, parece “comprender todas las determinaciones llevadas a cabo por las partes”, es decir, todas las “disposiciones y cláusulas que las CUADRO Nº 1 CÓDIGO CIVIL FRANCÉS DE 1804 OBJETO DEL CONTRATO Artículo 1126.- Todo contrato tendrá por objeto una cosa que una parte se obliga a dar, o que se obliga a hacer o no hacer. Artículo 1128.- Solo pueden ser objeto de los contratos las cosas que están en el comercio. Artículo 16-5.- Los contratos que tengan por objeto dar valor patrimonial al cuerpo humano, a sus partes o productos, son nulos. Artículo 16-7.- Todo acuerdo relativo a la procreación o gestación por cuenta de otro es nulo. CAUSA DEL CONTRATO Artículo 6.- No cabe excluir, por acuerdos entre particulares, las leyes que afecten al orden público y las buenas costumbres. Artículo 1131.- La obligación sin causa, o con una causa falsa, o ilícita, no puede tener efecto alguno. Artículo 1133.- Es ilícita la causa cuando está prohibida por la ley y cuando es contraria a las buenas costumbres o al orden público. CUADRO Nº 2 CÓDIGO CIVIL ITALIANO DE 1942 ELEMENTOS DEL CONTRATO Artículo 1325.- Indicación de los requisitos.- Los requisitos del contrato son: 2) La causa; 3) El objeto; CAUSA DEL CONTRATO Artículo 1343.- Causa ilícita.- La causa es ilícita cuando es contraria a normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres. Artículo 1345.- Motivo ilícito.- EL contrato es ilícito cuando las partes son determinadas a celebrarlo exclusivamente por un motivo ilícito que ambas tengan en común. OBJETO DEL CONTRATO Artículo 1346.- Requisitos.- El objeto del contrato debe ser posible, lícito y determinado o determinable. Causa ilícita; y objeto imposible o ilícito Segundo párrafo del artículo 1418. Causas de la nulidad del contrato.Producen la nulidad del contrato, la falta de alguno de los requisitos indicados por el artículo 1325, la ilicitud de la causa, la ilicitud de los motivos en el caso indicado por el artículo 1345 y la falta en el objeto de los requisitos establecidos en el artículo 1346. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 23 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? partes concuerdan”) con los aspectos que atienen al objeto, entendido –debidamente– como elemento esencial; objeto que para nosotros está constituido –según hemos destacado– por aquel bien que es el punto de referencia objetivo de los intereses (y de las respectivas situaciones jurídicas subjetivas activas) comprometidos y regulados en el contrato” (Ferri, pp. 290-291). Quizá con más precisión dos doctrinas señalan lo siguiente: (i) El objeto del contrato es el bien debido o la prestación contractual diferente a la prestación obligativa: “De primera, es fuente la tentación de identificar el objeto del contrato con el bien al cual se refieren las posiciones subjetivas activadas por el contrato: más brevemente, con el bien tocado por los efectos contractuales” (Roppo, 2009, p. 319). En efecto, la prestación contractual se ubica en la formación del contrato y la prestación obligativa en la obligación: “El bien puede observarse como objeto del contrato en sentido genérico, como la entidad que –en primera y superficial aproximación– parece tocada por los efectos contractuales: en este sentido el mismo inmueble en cuanto vendido puede decirse objeto de la venta, y en cuanto locado, objeto de la locación. Pero para captar más al fondo el sentido del contrato con respecto del bien, es necesario ir más allá del mero bien para aferrar el bien debido: es decir, el bien por como es debido en base al contrato, o por cómo es deducido en la prestación contractual” (Roppo, 2009, p. 320). Según esta concepción, el objeto en la compraventa es diferente al objeto del arrendamiento: “En esta línea resultará que en la venta y en la locación de un mismo inmueble, si idéntico es el mero bien que en sentido genérico forma objeto del contrato, diferente es el bien 24 debido, porque diferente es la prestación contractual que específicamente forma objeto del contrato: en la venta el inmueble en cuanto atribuido en propiedad, o bien la atribución de su propiedad; en la locación el inmueble en cuanto atribuido en goce o bien la atribución de su goce” (Roppo, 2009, pp. 320-321). De lo dicho se infiere que el objeto del contrato es el bien debido o la prestación contractual que es más amplia que la prestación obligativa: “Así concebido, el objeto del contrato se identifica con la prestación contractual (…) la prestación contractual es una realidad más amplia respecto a la prestación deducida de la obligación” (Roppo, 2009, p. 321). (ii) El objeto del negocio jurídico es el bien o la atribución jurídico-patrimonial: “Entonces, si se quiere atribuir un significado unívoco y autónomo a la noción objeto de negocio jurídico, parece necesario remitirse a las utilidades económicas (bienes) o, si fuere el caso, a las atribuciones jurídico-patrimoniales (por ejemplo: transferencia de derechos) a cuya consecución está predispuesto el acto de autonomía privada” (Bigliazzi Geri, Breccia, Busnelli y Natoli, 1995, p. 867). En esta misma dirección, se aclara que el objeto del contrato es la utilidad programada o la prestación contractual: “El objeto del contrato es la utilidad programada con el contrato (por ejemplo, el pago del precio o la realización de la obra). El objeto del contrato se relaciona, por eso, estrechamente con la noción de prestación, que es el contenido de la relación obligatoria: el comportamiento según el cual el deudor se obliga para la obtención del resultado útil (llamado objeto de la prestación) correspondiente con el derecho del acreedor” (Navarretta, 2013, nota a pie de página 5 de la p. 16). Pero el objeto del contrato entendido como prestación no es la prestación obligativa: “Sin embargo, las dos nociones no coinciden exactamente: sea porque no siempre del contrato nace una relación obligatoria, sea porque el contrato es un acto de reglamentación y de programación que considera la prestación no en su propia dimensión dinámica, sino en la prospectiva estática del acto, que hace preferir la expresión utilidad programada” (Navarretta, 2013, nota a pie de página 5 de la p. 16). Asimismo, también el objeto puede comprender la atribución jurídico-patrimonial: “De otro lado, el contrato puede tener por objeto también una atribución jurídico-patrimonial, si el resultado programado y realizado por el mismo acto es, por ejemplo, la transferencia de un derecho sobre un bien: resultado jurídico, precisamente, directamente realizado por el contrato” (Navarretta, 2013, nota a pie de página 5 de la p. 16). Esta segunda corriente doctrinaria se adapta perfectamente a la primera que define al objeto como el bien debido o la prestación contractual: “En conclusión, objeto del contrato son las utilidades programadas o las atribuciones jurídicopatrimoniales realizadas por el acto: por ejemplo, en un contrato de compraventa el pago del precio y la transferencia de la propiedad sobre el bien” (Navarretta, 2013, nota a pie de página 5 de la p. 16). 3. Código Civil portugués El Código Civil portugués regula la imposibilidad jurídica del objeto, la ilicitud del objeto y la ilicitud del fin del negocio jurídico (ver cuadro Nº 3). El objeto es el quid sobre lo que se refiere la relación negocial y el contenido es la regulación. Por ejemplo, en un contrato de compraventa, las reglas aplicables constituyen ESPECIAL su contenido: las obligaciones de entrega de la cosa y del pago del precio; y la cosa o el derecho transferido forman el objeto. El artículo 280 “menciona el objeto negocial con el objetivo de diferenciar o el contenido, o el objeto, propiamente dicho. Se trata de realidades evidentemente distintas: la Ciencia del Derecho requiere que se evite la confusión” (Menezes Cordeiro, 2014, p. 538). Sin embargo, el contenido puede tener dos sentidos: el contenido del negocio jurídico “constituido por las cláusulas negociales y contiene la autorreglamentación de intereses concretos” y el contenido de una situación jurídica que “es el tipo de efecto jurídico establecido y las especificaciones concretas que la componen” (Oliveira Ascensão de, 2002, p. 173). Y el contenido de la situación jurídica se distingue de su objeto: como contenido “de una obligación podemos hablar de poderes y deberes y más determinaciones que ella contiene; pero el objeto de la obligación es la prestación a que se refiere” (Oliveira Ascensão de, 2002, p. 174). En Portugal, una doctrina prestigiosa expresa que la posibilidad del objeto del negocio jurídico se aproxima a las buenas costumbres (Menezes Cordeiro, 2014, p. 543). Por ello, algunos casos de imposibilidad se aplican a los negocios “relativos a cartomancias, astrologías, medicinas paralelas, prácticas adivinadoras, parasicológicas y otros esoterismos similares, son, desde luego, nulos por contrariedad a las buenas costumbres” (Menezes Cordeiro, 2014, p. 561). Ello permite concluir que es indistinto hablar de imposibilidad jurídica del objeto como ilicitud del objeto. El fin o los motivos tienen relevancia jurídica “cuando ambas partes contratan por motivos ilícitos o inmorales para obtener de esta manera un fin negocial desaprobado por el ordenamiento jurídico. Si el contenido del negocio no es inmoral o ilegal, pero la inmoralidad o ilegalidad deriva de sus motivos o de los fines propuestos, hay una infracción a las buenas costumbres por ambas partes, respectivamente un negocio contrario a la ley o al orden público. Ambos contratantes pretenden alcanzar, mediante la celebración del negocio, una finalidad inmoral o ilegal que determina su voluntad. Esta finalidad va más allá del propio objeto” (Hörster, 2005, p. 525). Entonces, el fin del negocio jurídico debe ser expresado en el texto o en el contexto: “En lo referente al fin del negocio, podemos distinguir: - El fin expresado o clausulado: el propio negocio, en su preámbulo cuando exista, o en las reglas que establezca, fija un objetivo para lo acordado; - El fin exterior implícito: las partes –o una de ellas– celebra el negocio con un objetivo que, en cuanto no expresado en el negocio, resulta de las circunstancias” (Menezes Cordeiro, 2014, p. 572). El motivo de una parte se transforma en fin cuando se exterioriza y la contraparte lo conoce pero si dicho motivo no se exterioriza, no muta como elemento esencial del negocio jurídico en concreto: “El fin interior explícito: la parte celebra un negocio con un objetivo en sí indescifrable, pero lo comunica a la otra; - El fin íntimo: cada parte tiene sus intenciones más o menos asumidas cuando celebra un negocio, todavía no se exterioriza” (Menezes Cordeiro, 2014, p. 572). De este modo, el fin conocido por las partes en un negocio bilateral muta a ser elemento esencial del negocio jurídico: “Y así, no se exige que el fin último del negocio sea activamente buscado por ambas partes; basta que se trate del fin de una de ellas, expresa o implícitamente conocido por la otra en la contratación. La persona que vende un arma nada tiene que ver con el uso ulterior de la misma; pero debe rechazar el negocio si sabe que, con ella, el adquirente pretende perpetrar un robo” (Menezes Cordeiro, 2014, p. 573). Estas aseveraciones no niegan que el fin exteriorizado también se aplique a los negocios unilaterales. En conclusión, hay una semejanza legislativa con la codificación civil francesa e italiana en cuanto al objeto imposible jurídicamente (equivalente al objeto ilícito) y a la causa ilícita. CUADRO Nº 3 CÓDIGO CIVIL PORTUGUÉS DE 1966 OBJETO DEL NEGOCIO JURÍDICO Artículo 280.- Requisitos del objeto negocial. 1. Es nulo el negocio jurídico cuyo objeto sea física o legalmente imposible, contrario a la ley o determinable. 2. Es nulo el negocio contrario al orden público, u ofensivo a las buenas costumbres. Fin ilícito Artículo 281.- Fin contrario a la ley o al orden público u ofensivo de las buenas costumbres. Si en cuanto el fin del negocio jurídico fuera contrario a la ley o al orden público, u ofensivo de las buenas costumbres, el negocio solamente es nulo cuando el fin es común a ambas partes. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 25 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? 4. Codificación civil de Argentina La codificación civil argentina regula el objeto imposible jurídicamente, el objeto ilícito y la causa ilícita del negocio jurídico. El objeto del negocio jurídico absorbe a la causa porque una doctrina argentina define al objeto como la obligación o como el fin jurídico [fin inmediato] del negocio jurídico. Sin embargo, los formantes doctrinarios y jurisprudenciales le otorgan autonomía a la causa ilícita frente al objeto ilícito y al objeto imposible. Un formante legislativo argentino equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables. Además hay una duplicación normativa entre causa ilícita y objeto ilícito (u objeto imposible jurídicamente) cuando se dice que ni el objeto ni la causa deben ser contrarios CUADRO Nº 4 CÓDIGO CIVIL ARGENTINO DE 1869 CÓDIGO CIVIL ARGENTINO DE 2014 OBJETO OBJETO Artículo 953.- El objeto de los actos jurídicos deben ser cosas que estén en el comercio, o que por un motivo especial no se hubiese prohibido que sean objeto de algún acto jurídico, o hechos que no sean imposibles, ilícitos, contrarios a las buenas costumbres o prohibidos por las leyes, o que se opongan a la libertad de las acciones o de la conciencia, o que perjudiquen los derechos de un tercero. Los actos jurídicos que no sean conformes a esta disposición, son nulos como si no tuviesen objeto. Artículo 279.- Objeto. El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea. Artículo 1003.- Disposiciones generales. Se aplican al objeto del contrato las disposiciones de la Sección 1ª, Capítulo 5, Título IV del Libro Primero de este Código. Debe ser lícito, posible, determinado o determinable, susceptible de valoración económica y corresponder a un interés de las partes, aun cuando este no sea patrimonial. Artículo 1004.- Objetos prohibidos. No pueden ser objeto de los contratos los hechos que son imposibles o están prohibidos por las leyes, son contrarios a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos ajenos; ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo sean (…). OBJETO ILÍCITO Artículo 21.- Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia estén interesados el orden público y las buenas costumbres. CAUSA CAUSA Artículo 499.- No hay obligación sin causa, es decir, sin que sea derivada de uno de los hechos, o de uno de los actos lícitos o ilícitos, de las relaciones de familia, o de las relaciones civiles. Artículo 502.- La obligación fundada en una causa ilícita, es de ningún efecto. La causa es ilícita, cuando es contraria a las leyes o al orden público. Artículo 281.- Causa. La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para ambas partes. Artículo 1012.- Disposiciones generales. Se aplican a la causa de los contratos las disposiciones de la Sección 2ª, Capítulo 5, Título IV, Libro Primero de este Código. Artículo 1013.- Necesidad. La causa debe existir en la formación del contrato y durante su celebración y subsistir durante su ejecución. La falta de causa da lugar, según los casos, a la nulidad, adecuación o extinción del contrato. Artículo 1014.- Causa ilícita. El contrato es nulo cuando: a) su causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres; b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si solo una de ellas ha obrado por un motivo ilícito o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero esta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha ofrecido. 26 a las normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres. El actual Código Civil argentino añade el motivo ilícito como el Código Civil italiano (ver cuadro Nº 4). Alguna doctrina argentina indica que el “objeto de los contratos está constituido por su materia, es decir, por los hechos (positivos o negativos) y los bienes (cosas y derechos)” (De Lorenzo; Kemelmajer de Carlucci; Molina de Juan; Picasso; Santarelli y Sáenz, 2012, p. 57). Para esta doctrina argentina, el objeto del negocio jurídico y del contrato absorbe a la causa, “todas las cuestiones que la causa fin tiende a resolver, se trasladan dentro de la órbita del objeto” (De Lorenzo; Kemelmajer de Carlucci; Molina de Juan; Picasso; Santarelli y Sáenz, 2012, p. 59). En consecuencia, no sorprende leer que “el objeto de un contrato se identifica con el objeto de la relación obligatoria del cual el contrato es fuente. En otras palabras, el contrato no es sino el negocio o acto jurídico que da nacimiento a determinadas obligaciones en punto a la consecución de un objeto” (Zanoni, 1986, pp. 91-92) y que la causa es “la finalidad de la obligación” (Zanoni, 1986, p. 98). De este modo, “si bien no caben dudas que desde la perspectiva conceptual ambos conceptos son diferentes [objeto y causa], merecen una regulación similar, razón que explica que la jurisprudencia los utilice de manera promiscua al fundar situaciones de ilicitud de causa o de objeto” [De Lorenzo; Kemelmajer de Carlucci; Molina de Juan; Picasso; Santarelli y Sáenz, 2012, p. 59]. Pero “la mayoría de la doctrina contemporánea adhiere a este concepto de causa, como medio para otorgarle trascendencia a los motivos determinantes para contratar, estos motivos son extrínsecos al acto, son propios del sujeto; empero deben ESPECIAL ser causalizados; es decir, exteriorizados y común a ambas partes” [De Lorenzo; Kemelmajer de Carlucci; Molina de Juan; Picasso; Santarelli y Sáenz, 2012, p. 60]. La actual normativa civil argentina pone de relieve la diferencia entre objeto y causa; y más concretamente entre objeto ilícito y causa ilícita. este es contrario a la ley, a las buenas costumbres o al orden público y, además, para algunos, cuando el objeto del acto es una cosa incomerciable” (Alessandri Besa, 2011, p. 140). A diferencia del objeto del contrato, CUADRO Nº 5 CÓDIGO CIVIL CHILENO DE 1855 5. Códigos civiles de Chile y de Colombia Los códigos civiles chileno y colombiano regulan la imposibilidad jurídica del objeto, la ilicitud del objeto y la ilicitud de la causa del negocio jurídico. Los formantes legislativos chileno y colombiano equiparan la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables. Adicionalmente, hay una duplicación normativa entre causa ilícita y objeto ilícito (u objeto imposible jurídicamente) cuando se dice que ni el objeto ni la causa deben ser contrarios a normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres (ver cuadro Nº 5). Un sector de la doctrina chilena asevera que el “objeto y la causa se han considerado como requisitos de existencia de los contratos; el objeto lícito y la causa lícita como requisitos de validez” (Bahamondes Oyarzún; De la Maza Gazmuri; Pizarro Wilson y Vidal Olivares, 2012, p. 307). Una doctrina chilena estudia el objeto del contrato en la ejecución y no en su formación: Es “más exacto hablar de objeto de la obligación que de objeto del contrato, pues este es la creación de obligaciones’” (Alessandri Besa, 2011, p. 135). Así, esta doctrina hace la equivalencia entre objeto ilícito con objeto imposible jurídicamente: una declaración de voluntad “tiene objeto ilícito cuando la causa se estudia en la formación del negocio jurídico sea unilateral como bilateral: la “causa se exige como requisito general a todo acto y a todo contrato y decimos actos y contratos, porque la causa se exige, CÓDIGO CIVIL COLOMBIANO DE 1887 OBJETO OBJETO Artículo 1460.- Toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer. El mero uso de la cosa o su tenencia puede ser objeto de la declaración. Artículo 1461.- No solo las cosas que existen pueden ser objetos de una declaración de voluntad, sino las que se espera que existan; pero es menester que las unas y las otras sean comerciables, y que estén determinadas, a lo menos, en cuanto a su género. La cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos que sirvan para determinarla. Si el objeto es un hecho, es necesario que sea física y moralmente posible. Es físicamente imposible el que es contrario a la naturaleza, y moralmente imposible el prohibido por las leyes, o contrario a las buenas costumbres o al orden público. Artículo 1517.- Toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas, que se trata de dar, hacer o no hacer. El mero uso de la cosa o su tenencia puede ser objeto de la declaración. Artículo 1518.- No solo las cosas que existen pueden ser objeto de una declaración de voluntad, sino las que se espera que existan; pero es menester que las unas y las otras sean comerciales y que estén determinadas, a lo menos, en cuanto a su género. La cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos que sirvan para determinarla. Si el objeto es un hecho, es necesario que sea física y moralmente posible. Es físicamente imposible el que es contrario a la naturaleza, y moralmente imposible el prohibido por las leyes, o contrario a las buenas costumbres o al orden público. OBJETO ILÍCITO OBJETO ILÍCITO Artículo 1462.- Hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al Derecho público chileno. Así la promesa de someterse en Chile a una jurisdicción no reconocida por las leyes chilenas, es nula por el vicio del objeto. Artículo 1464.- Hay un objeto ilícito en la enajenación: 1º De las cosas que no están en el comercio; 2º De los derechos o privilegios que no pueden transferirse a otra persona; 3º De las cosas embargadas por decreto judicial, a menos que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello; 4º De especies cuya propiedad se litiga, sin permiso del juez que conoce en el litigio. Artículo 1466.- Hay asimismo objeto ilícito en las deudas contraídas en juego de azar, en la venta de libros cuya circulación es prohibida por autoridad competente, de láminas, pinturas y estatuas obscenas, y de impresos condenados como abusivos de la libertad de la prensa; y generalmente en todo contrato prohibido por las leyes. Artículo 16.- No podrán derogarse por convenios particulares las leyes en cuya observancia están interesados el orden y las buenas costumbres. Artículo 1519.- Hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al Derecho Público de la nación. Así, la promesa de someterse en la república a una jurisdicción no reconocida por las leyes de ella, es nula por el vicio del objeto. Artículo 1521.- Hay un objeto ilícito en la enajenación: 1o.) De las cosas que no están en el comercio. 2o.) De los derechos o privilegios que no pueden transferirse a otra persona. 3o.) De las cosas embargadas por decreto judicial, a menos que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello. [4o.) Derogado por el artículo 698 del C. de P. C.]. Artículo 1523.- Hay así mismo objeto ilícito en todo contrato prohibido por las leyes. CAUSA CAUSA Artículo 1467.- No puede haber obligación sin una causa real y lícita; pero no es necesario expresarla. La pura liberalidad o beneficencia es causa suficiente. Se entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato; y por causa ilícita la prohibida por ley, o contraria a las buenas costumbres o al orden público. Así la promesa de dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa; y la promesa de dar algo en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita. Artículo 1524.- No puede haber obligación sin una causa real y lícita; pero no es necesario expresarla. La pura liberalidad o beneficencia es causa suficiente. Se entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato; y por causa ilícita la prohibida por la ley, o contraria a las buenas costumbres o al orden público. Así, la promesa de dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa; y la promesa de dar algo en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 27 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? no solo respecto de los contratos, sino que en la ejecución de todos los actos jurídicos voluntarios, sean uni o bilaterales; en efecto, siempre que una persona ejecuta un acto o celebra un contrato, tiene en vista obtener determinado resultado jurídico, es decir, tiene un motivo jurídico que la impulsa a manifestar su voluntad para producir efectos de derecho; o como dice la doctrina moderna, pretende alcanzar algún fin económicojurídico” (Alessandri Besa, 2011, p. 201). Esta aseveración es digna de resaltar porque una doctrina peruana considera que la causa solo se aplica a los negocios jurídicos bilaterales o plurilaterales con contenido patrimonial y de ningún modo en los negocios jurídicos unilaterales con contenido patrimonial o no patrimonial. De otro lado, en Chile “la mayoría de los autores y profesores de Derecho Civil considera que el Código Civil se refiere indudablemente al concepto de causa final, al igual que otros muchos Códigos extranjeros (francés, italiano) (…) la causa es el motivo jurídico que determina a ejecutar un acto jurídico, la define como ‘la razón o interés jurídico que induce a obligarse’” (Alessandri Besa, 2011, p. 200). Esta afirmación es muy importante porque la causa ilícita en Francia e Italia; o el fin ilícito en Portugal son aplicables en la codificación civil latinoamericana. De ello se puede deducir que la causa y el objeto son diferentes legislativa y doctrinariamente: “El concepto de causa es algo que existe independientemente del de objeto, y que tiene más amplitud en su aplicación que este (…) Al referirnos al objeto, dijimos que es la obligación la que tiene objeto, mientras que la causa es requisito de los actos y contratos. Además, la distinción que criticamos no tiene razón de ser, pues el hecho que el objeto sea o no lícito no influye en que la 28 causa también lo sea, porque con la disposición del Código Civil que hemos analizado, según la cual la causa adolece de ilicitud cuando queda comprendida en alguna de las tres categorías que menciona, se contemplan todos los casos de ilicitud de la causa. Si lo que es objeto para uno es ilícito, lo será también para el otro, para quien es causa del contrato, pero no debido a esta circunstancia, no como reflejo de esta ilicitud, sino porque esa causa tiene que quedar forzosamente incluida en la disposición del inciso 2 del artículo 1467 del Código Civil, en alguno de los tres casos de ilicitud” (Alessandri Besa, 2011, p. 2010). Por otro lado, otra doctrina chilena señala que la causa ilícita absorbe al objeto ilícito: en “lo que se refiere al objeto ilícito resulta extrapolable lo dicho de la causa ilícita por contrariar a las buenas costumbres y al orden público” (Bahamondes Oyarzún; De la Maza Gazmuri; Pizarro Wilson y Vidal Olivares, 2012, p. 308). Añadiría que el objeto imposible o el objeto ilícito solo tendrían aplicación práctica en las cosas incomerciables. Para una doctrina colombiana el objeto específico de los actos jurídicos “está constituido por el contenido específico de cada acto, determinado por las regulaciones voluntarias de los agentes o, en su defecto, por las normas destinadas a completar o a suplir la voluntad deficiente o faltante, según la naturaleza del mencionado acto (…) De suerte que el objeto de los actos jurídicos se identifica con el contenido específico de ellos (objeto específico), o sea, con los efectos de dicha índole que están llamados a producirse, bien sea en razón de la voluntad de los agentes, o bien por ministerio de la ley” (Ospina Fernández y Ospina Acosta, 2009, pp. 237238). Específicamente, el objeto del contrato, se declara, es la creación de obligaciones y el objeto de la obligación es dar, hacer o no hacer alguna cosa a favor del acreedor (Alarcón Rojas; Cortés Moncayo; Koteich Khatib; M´Causland Sánchez; López Castro; Mantilla Espinosa; Martínez Cárdenas; Montoya Mateus; Navia Arroyo; Navia Revollo; Neme Villareal y Ternera Barrios, 2012, p. 231). Otra doctrina colombiana indicó lo siguiente: “Objeto es la materia que se compone la obligación, contenido es la manera como esta materia está dispuesta, regulada en las diversas variantes que puede presentar” (Hinestrosa, 2007, p. 108). Sobre la ilicitud, una doctrina colombiana expresa lo siguiente: “Los ya citados artículos 16, 1518 y 1524 permiten ampliamente a los jueces controlar los actos jurídicos lesivos del orden público o de las buenas costumbres, aunque respecto de ellos no exista expresa prohibición legal” (Ospina Fernández y Ospina Acosta, 2009, p. 246). Las características de la teoría de la causa impulsiva y determinante son las siguientes: “1) la noción de la causa considerada como un requisito para la validez de los actos jurídicos corresponde a la idea de los móviles determinantes que presiden la celebración de aquellos (…), y 2) los móviles determinantes deben ser comunes o, a lo menos, conocidos de ambas partes, pasando así de la categoría de móviles subjetivos y secretos de cada uno de los agentes a la de fin del respectivo acto jurídico” (Ospina Fernández y Ospina Acosta, 2009, p. 277). De ahí que la causa de los negocios jurídicos tiene un concepto semejante al formante doctrinario francés: “De suerte que en Colombia la noción legal de la causa ilícita corresponde a la de los móviles antisociales o inmorales, cuando estos sean determinantes ESPECIAL de la celebración de los actos jurídicos” (Ospina Fernández y Ospina Acosta, 2009, p. 278). El artículo 1524 “puede servir indistintamente para la aplicación de la institución del objeto ilícito por tratarse de un acto, cuyas prestaciones son contrarias al orden público y a las buenas costumbres, o para la aplicación de la teoría de la causa ilícita, por cuanto los móviles determinantes de dicho acto se encuentran en las mismas condiciones de ilicitud que su objeto” (Ospina Fernández y Ospina Acosta, 2009, p. 278). Al igual que el formante doctrinario portugués, la causa ilícita del negocio jurídico es el motivo ilícito: “En resumen, se requiere que la inmoralidad del negocio aparezca en la misma determinación de las declaraciones de voluntad, o en el mismo objeto sobre el cual recaen las voluntades. Los motivos o resultados unilaterales que no alcanzaron a pactarse, o darse conocer a la otra parte, esto es, que no han servido para especificar, condicionar o determinar el objeto o la voluntad, carecen de toda influencia en la validez del negocio” (Valencia Zea y Ortiz Monsalve, 2014, p. 627). De ahí que la imposibilidad jurídica es ilicitud (artículos 1523 y 1518) (Alarcón Rojas; Cortés Moncayo; Koteich Khatib; M´Causland Sánchez; López Castro; Mantilla Espinosa; Martínez Cárdenas; Montoya Mateus; Navia Arroyo; Navia Revollo; Neme Villareal y Ternera Barrios, 2012, p. 233). En cuanto a la causa del contrato (artículo 1524) “los motivos son tomados en cuenta siempre y cuando sean determinantes, esto es, siempre y cuando la finalidad ilícita perseguida por una de las partes sea, al menos, conocida por la otra” (Alarcón Rojas; Cortés Moncayo; Koteich Khatib; M´Causland Sánchez; López Castro; Mantilla Espinosa; Martínez Cárdenas; Montoya Mateus; Navia Arroyo; Navia Revollo; Neme Villareal y Ternera Barrios, 2012, p. 236). 6. Código Civil de Uruguay El Código Civil uruguayo regula el objeto imposible jurídicamente, el objeto ilícito y la causa ilícita del contrato. El objeto del contrato absorbe a la causa porque una doctrina uruguaya define al objeto del contrato como la obligación. El formante legislativo uruguayo equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables; y además hay una duplicación normativa entre causa ilícita y objeto ilícito (u objeto imposible jurídicamente) cuando se dice que ni el objeto ni la causa del contrato deben ser contrarios a las normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres (ver cuadro Nº 6). Una doctrina uruguaya señala que hay dos posiciones sobre el objeto del contrato: (i) “el objeto del contrato es la relación obligacional (derechos y obligaciones) que este produce. A su vez, el objeto de las obligaciones es la prestación que el obligado debe ejecutar. Como consecuencia, el objeto del contrato son las obligaciones generadas por él y el objeto de las obligaciones son las prestaciones que configuran su contenido [posición ampliamente mayoritaria]; y (ii) “el objeto del contrato son las normas jurídicas particulares (con vigencia entre las partes) contenidas en él [posición minoritaria” y “lo que configura son las normas que se encuentren en su contenido y de las cuales emerge la relación obligacional” (Díaz; Mariño López; Mirande y Nicola, 2012. p. 502). CUADRO Nº 6 CÓDIGO CIVIL URUGUAYO DE 1868 ELEMENTOS DEL CONTRATO Artículo 1261.- Para la validez de los contratos son esenciales los cuatro requisitos siguientes: 3º. Un objeto lícito y suficientemente determinado que sirva de materia de la obligación. 4º. Que sea lícita la causa inmediata de la obligación. OBJETO DEL CONTRATO Artículo 1282.- El objeto de los contratos es el objeto de las obligaciones que por ellos se contrajeren. Pueden ser objeto de los contratos, las cosas o los hechos que no estén fuera del comercio de los hombres. Artículos 1284.- Los hechos son imposibles física o moralmente. Es físicamente imposible el hecho que es contrario a la naturaleza. Es moralmente imposible el prohibido por las leyes o contrario a las buenas costumbres o al orden público. Artículo 1286.- Hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al Derecho Público Oriental. Así la promesa de someterse en la República a una jurisdicción no reconocida por las leyes orientales, es nula por el vicio del objeto. CAUSA DEL CONTRATO Artículo 1287.- En todo contrato oneroso, es causa para obligarse cada parte contratante, la ventaja o provecho que le procura la otra parte. Si el contrato es gratuito, la causa se encuentra en la mera liberalidad del bienhechor. Artículo 1288. La obligación y por consiguiente el contrato que se funda en una causa falsa o ilícita, no puede tener efecto alguno. La causa es ilícita cuando es prohibida por la ley o contraria a las buenas costumbres o al orden público. Así, la promesa de dar algo en pago de una deuda que se creía existir, pero que no existe, tiene una causa falsa; y la promesa de dar algo en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral se funda en una causa ilícita. Habrá también causa ilícita cuando una de las partes prometiere dar algo a la otra por que cumpla con el deber que le impone de antemano la ley o la moral. OBJETO ILÍCITO Y CAUSA ILÍCITA DEL CONTRATO Primer párrafo del artículo 1560.- La nulidad producida por un objeto o causa ilícita y la producida por la omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos, en consideración a su naturaleza y no a la calidad o estado de las personas que en ellos intervienen, son nulidades absolutas. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 29 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? 7. Código Civil de Venezuela El Código Civil venezolano regula la imposibilidad jurídica del objeto, la ilicitud del objeto y la ilicitud de la causa del contrato. El objeto del contrato absorbe a la causa porque una doctrina venezolana define al objeto del contrato como la obligación y en el fondo estudiar el objeto del contrato comportaría estudiar el objeto de la obligación y consecuentemente el objeto de la obligación es la prestación obligativa. Hay una duplicación normativa entre causa ilícita y objeto ilícito (u objeto imposible jurídicamente) cuando se dice que ni el objeto ni la causa del contrato deben ser contrarios a las normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres (ver cuadro Nº 7) La doctrina venezolana y su jurisprudencia reconocen “como elementos de formación del contrato el consentimiento, el objeto, la causa y las solemnidades en los casos particulares establecidos por la ley. Son, por su parte, elementos de validez: la capacidad de las partes contratantes; la formación del consentimiento a través del concurso de voluntades libres y conscientes; un objeto lícito, posible, determinado o determinable y patrimonialmente valorable de las obligaciones previstas en el contrato; una causa lícita del contrato, y una justificación económica de la obligación” (Annicchiarico Villagrán y Madrid Martínez, 2012, p. 578). La mayor parte de la doctrina venezolana entiende que el objeto del contrato “será siempre la obligación. Sin embargo, no es este el objeto al que aluden los artículos 1141, 1155 y 1156 del Código Civil, pues los mismos se refieren, más bien, al objeto de la obligación, es decir, a la prestación. De manera que el estudio del objeto del contrato, según lo entienden los autores y la jurisprudencia venezolana consiste en el estudio del objeto de la obligación. Ésa es la posición actual de la doctrina y de la jurisprudencia en Venezuela” (Annicchiarico Villagrán y Madrid Martínez, 2012, pp. 580-581). Ello se comprueba con la siguiente doctrina venezolana: “Estudiar el objeto del contrato no sería más que estudiar el objeto de la obligación, y referirse a la noción del objeto del contrato sería poco técnico e impreciso” (Maduro y Pittier, p. 686). Cuando “el Código habla de objeto del contrato, en realidad se está refiriendo al objeto de las obligaciones provenientes de un contrato” (Palacios Herrera, p. 293). El objeto de la obligación, dice una doctrina venezolana, “debe entenderse la prestación y por esta, la CUADRO Nº 7 CÓDIGO CIVIL VENEZOLANO DE 1982 OBJETO DEL CONTRATO Artículo 6.- No pueden renunciarse ni relajarse por convenios particulares las leyes en cuya observancia están interesados el orden público o las buenas costumbres. Artículo 1141.- Las condiciones requeridas para la existencia del contrato son: 2º.- Objeto que pueda ser materia de contrato; Artículo 1155.- El objeto del contrato debe ser posible, lícito, determinado o determinable. CAUSA DEL CONTRATO Artículo 1141.- Las condiciones requeridas para la existencia del contrato son: 3º.- Causa lícita. Primer y segundo párrafos del artículo 1157.- La obligación sin causa, o fundada en una causa falsa o ilícita, no tiene ningún efecto. La causa es ilícita cuando es contraria a la Ley, a las buenas costumbres o al orden público. 30 actividad o conducta que el deudor se compromete a realizar en obsequio o beneficio de su acreedor” (Maduro y Pittier, p. 687). El “objeto en el sentido técnico es la prestación a la cual se obligan las partes; esa prestación en sí puede ser ilícita o no” (Palacios Herrera, p. 305). En Venezuela, el objeto del contrato es equivalente al objeto de la obligación: “Así pues, según estima la mayoría doctrinal, estudiar el objeto de contrato es abocarse al estudio del objeto de la obligación, dado que, en suma, el objeto del contrato es el objeto de las obligaciones nacidas del mismo” y el objeto de obligación es “la prestación en sí misma considerada, esto es, el comportamiento a que se obliga el deudor que puede serle reclamado por el acreedor, ya inmediato, constituido por la prestación misma, ya mediato, constituido por la cosa, hecho o abstención sobre que recaiga” (Bernad Mainar, 2012, p. 115). Al igual que el formante francés, se hace una interpretación sistemática de la contrariedad de los convenios contrarios al orden público o a las buenas costumbres pero en función de la ilicitud del objeto: “En doctrina se define el objeto lícito como aquel que no viola el orden público ni las buenas costumbres, o viole o contradiga las leyes y normas imperativas que tutelan el orden público y las buenas costumbres, referidas en el artículo 6 del Código Civil” (Maduro y Pittier, p. 694). Dicha doctrina venezolana no lee la ilicitud de manera causalista como el formante francés: “Si bien el artículo 6 del Código Civil es fuente competidor de la causa, no puede llegar a sustituirla, por cuanto dicho artículo solo comprende los actos que violen leyes en cuya observancia estén interesados el orden público y las buenas costumbres, no comprende los actos que no están tutelados por textos legales expresos” (Maduro y Pittier, p. 6729). Sin ESPECIAL embargo, la causa ilícita sí se asemeja al formante doctrinario francés: la “doctrina dominante y la jurisprudencia exigen que el motivo determinante sea común, o que haya sido del conocimiento de ambas partes, o por lo menos que la otra parte haya podido conocerlo, observando la diligencia de una persona normal, que obliga a cada parte a informarse de los elementos del contrato” (Maduro y Pittier, p. 740). En efecto, la causa del contrato “se refiere a los motivos principales y determinantes que impulsaron a cada una de las partes a contratar” (Annicchiarico Villagrán y Madrid Martínez, 2012, pp. 583-584). La causa ilícita ya no está en la obligación, sino en el contrato: “Por lo tanto, cuando nuestro legislador habla de causa ilícita, se está refiriendo a la causa como elemento del contrato y no como elemento de la obligación” (Maduro y Pittier, p. 741). Hay que “partir de la distinción entre el fin perseguido por cada contratante inmediato, invariable para cada tipo de contrato –adquirir la propiedad de la cosa en el comprador y recibir el precio en el vendedor en la compraventa– y el fin mediato, que son los motivos por los cuales se contrata, muy variables para cada contratante –costear una venta en el vendedor, o montar un negocio en el comprador–” (Bernad Mainar, 2012, pp. 127-128). Sobre la causa del contrato es importante señalar la inclusión del requisito de la prestación que “tenga como fin la satisfacción de un interés del acreedor legítimo de ser tutelado por el ordenamiento jurídico, el cual puede ser o no de apreciable patrimonialmente” implicaría “ampliar la noción de objeto del contrato más allá [de] la concepción como prestación, invadiendo los confines de los motivos que llevan al acreedor a contratar, entrando, de esta forma, en el terreno de lo que la teoría neocausalista define como ‘causa del contrato’” (Annicchiarico Villagrán y Madrid Martínez, 2012, p. 581). Además, “el contrato podrá ser anulado tanto por adolecer de una causa ilícita como por tener un objeto ilícito” (Annicchiarico Villagrán y Madrid Martínez, 2012, p. 584). Lo interesante de estas doctrinas es que la causa cumple un rol importante en la ilicitud, y por ello se ha propuesto una definición clara y útil: “La causa sería, pues, el móvil común determinante del consentimiento en su sentido técnico, cualificación esta que puede derivar de las mismas circunstancias en las cuales se ha formado el contrato. Todavía en los actos a título gratuito existe una tendencia a conformarse con la ilicitud o inmoralidad del simple motivo determinante, sin exigir que él haya sido conocido o que, al menos, haya podido ser conocido por el destinatario” (Mélich Orsini, 2014, p. 293), según lo expresado, la causa también se aplica a los negocios jurídicos unilaterales. 8. Código Civil de México D.F. El Código Civil federal mexicano regula el objeto imposible jurídicamente, el objeto ilícito y el fin ilícito [o el motivo ilícito] del negocio jurídico y particular del contrato. El formante doctrinario le otorga autonomía al fin ilícito [o el motivo ilícito] frente al objeto ilícito y al objeto imposible. Un formante doctrinario mexicano equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables; y además hay una duplicación normativa entre fin ilícito [o el motivo ilícito] y objeto ilícito (u objeto imposible jurídicamente) cuando se dice que ni el objeto ni la causa deben ser contrarios al orden público o a las buenas costumbres (ver cuadro Nº 8). CUADRO Nº 8 CÓDIGO CIVIL MEXICANO DE 1928 OBJETO DEL CONTRATO Artículo 1792.- Convenio es el acuerdo de dos o más personas para crear, transferir, modificar o extinguir obligaciones. Artículo 1794.- Para la existencia del contrato se requiere: II. Objeto que pueda ser materia del contrato. Artículo 1795.- El contrato puede ser invalidado: III. Porque su objeto, o su motivo o fin sea ilícito. Artículo 1824.- Son objeto de los contratos: I. La cosa que el obligado debe dar. II. El hecho que el obligado debe hacer o no hacer. Artículo 1827.- El hecho positivo o negativo, objeto del contrato, debe ser: I. Posible. II. Lícito. Artículo 1828.- Es imposible el hecho que no puede existir porque es incompatible con una ley de la naturaleza o con una norma jurídica que debe regirlo necesariamente y que constituye un obstáculo insuperable para su realización. Artículo 1830.- Es ilícito el hecho que es contrario a las leyes de orden público o a las buenas costumbres. Artículo 2224.- El acto jurídico inexistente por la falta de consentimiento o de objeto que pueda ser materia de él no producirá efecto legal alguno. No es susceptible de valer por confirmación ni por prescripción; su inexistencia puede invocarse por todo interesado. Artículo 2225.- La ilicitud en el objeto, en el fin o en la condición del acto produce su nulidad, ya absoluta, ya relativa, según lo disponga la ley. CAUSA DEL CONTRATO Artículo 1831.- El fin o motivo determinante de la voluntad de los que contratan tampoco debe ser contrario a las leyes de orden público ni a las buenas costumbres. Artículo 2225.- La ilicitud en el objeto, en el fin o en la condición del acto produce su nulidad, ya absoluta, ya relativa, según lo disponga la ley. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 31 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? El objeto del contrato es “la creación o transmisión de obligaciones o derechos (…), y el objeto de las obligaciones es una prestación positiva o negativa” (Borja Soriano, 2012, pp. 138-139). El objeto de la obligación “se considera también como objeto indirecto o mediato del contrato que la engendra (…). Así, por ejemplo, el contrato de venta tiene por objeto crear la obligación de entregar la cosa vendida; la entrega de ella es el objeto directo de la obligación y el indirecto del contrato” (Borja Soriano, 2012, p. 139). Esta doctrina mexicana considera que el objeto del negocio jurídico está en la ejecución y no en la formación: “En conclusión, las consecuencias de derecho consisten en esa creación, transmisión, modificación o extinción de derechos y obligaciones, lo que admite a su vez ser señalado como objeto directo del negocio jurídico. Además, consideradas así las consecuencias de derecho, se trata ciertamente de efectos jurídicos y como tales, implican siempre una relación jurídica a la que técnicamente suele denominársele obligación” (Domínguez Martínez, p. 536). Así, el objeto es la obligación y el objeto de la obligación es la prestación obligativa: “Desde el punto de vista doctrinario se distingue el objeto directo, que es crear o transmitir obligaciones en los contratos, y el objeto indirecto, que es la cosa o el hecho que, asimismo, son el objeto de la obligación que engendra el contrato. A su vez, en la obligación el objeto directo es la conducta del deudor, y el indirecto la cosa o el hecho relacionados con dicha conducta” (Rojina Villegas, 2010, p. 287). De otro lado, la imposibilidad jurídica es “lo que según la ley no puede existir porque es contrario a los supuestos lógico-jurídicos de la misma (…). El acto puede ser 32 también imposible cuando el sujeto sea incapaz en relación al objeto (...). Así, es jurídicamente imposible una transmisión válida de propiedad de una cosa que no nos pertenece o la adquisición del dominio de una cosa que ya es nuestra” (Borja Soriano, 2012, p. 145). La “posibilidad jurídica del objeto consiste en que la cosa se encuentre en el comercio. Si está fuera de él, existe simplemente una imposibilidad jurídica” (Rojina Villegas, 2010, p. 290). Esta doctrina mexicana reconoce que el fin o el motivo cumple un rol más importante que el objeto: “El Código nuevo ha obrado con acierto agregando al objeto lícito el motivo también lícito porque de esta suerte no habrá esfuerzo alguno de interpretación para nulificar aquellos contratos cuya finalidad sea ilícita, no obstante que las prestaciones que constituyen su objeto, tomando esta expresión en sentido restringido, sean lícitas en sí mismas” (Borja Soriano, 2012, p. 170). Esta doctrina mexicana, al igual que las doctrinas francesa y portuguesa, diferencian el motivo no exteriorizado del motivo exteriorizado, el cual muta a ser fin o causa: “Parece más razonable distinguir entre el motivo y el fin de una voluntad. El primero implica la causa que hace al sujeto manifestar su voluntad en un sentido determinado; el fin, en cambio, se refiere a los objetivos que un sujeto pretende alcanzar con su manifestación” (Domínguez Martínez, p. 568). Ello se corrobora en una doctrina mexicana que prefiere utilizar el término “fin” o el término “motivo determinante de la voluntad” para no confundirlo con la causa de la obligación en el formante legislativo francés: “Nuestro Código vigente, siguiendo a la jurisprudencia francesa, a las ideas de Bonnecase y Duguit, abandona por impropio y por ser fuente de confusiones, el término “causa” y prefiere usar como elemento del contrato la palabra ‘fin’ o ‘motivo determinante de la voluntad’” (Rojina Villegas, 2010, p. 335). Esta opción encuentra plena justificación en la regulación de la causa ilícita del formante francés, que debe ser interpretado preferentemente a la regulación del objeto ilícito: “Reconoce este código, inspirado en la jurisprudencia francesa de mediados del siglo pasado, que en ocasiones ciertos contratos ilícitos presentan un objeto lícito, pero la finalidad de los contratantes es indiscutiblemente de carácter inmoral o delictuosa; que para evitar los problemas que tuvo que resolver la jurisprudencia francesa, para decretar la nulidad en esta clase de contratos, en que las prestaciones en sí mismas consideradas son lícitas, es preferible considerar que, además del objeto, el fin o motivo determinante de la voluntad deben ser también ilícitos; que si el objeto es lícito, pero el fin o motivo determinante es ilícito, el contrato debe ser nulo, y aplica esta idea también al caso de error sobre el fin o motivo determinante. Ya el Código vigente no habla, como el francés, del error sobre la causa, sino del error sobre el motivo determinante de la voluntad” (Rojina Villegas, 2010, pp. 335-336). En conclusión, el formante doctrinario mexicano no es anticausalista, sino causalista por cuanto se adhiere a la regulación de la causa ilícita de Francia y más particularmente al fin ilícito de Portugal: “Los artículos que en el Código en vigor consagran esta modificación, y que nos permiten clasificarlo como un sistema en que se abandonan la noción de causa para introducir la noción de fin son: 1795, 1813, 1830, 1831 y 2225” (Rojina Villegas, 2010, pp. 335-336). 9. Código Civil de Paraguay El Código Civil paraguayo regula la imposibilidad jurídica del objeto, ESPECIAL la ilicitud del objeto y la ilicitud de la causa del negocio jurídico. El objeto del negocio jurídico absorbe a la causa porque una doctrina paraguaya define al objeto como la obligación o la prestación obligativa del negocio jurídico. El formante legislativo paraguayo equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables; y además se regula el objeto ilícito (u objeto imposible jurídicamente) cuando es contrario a al orden público o a las buenas costumbres (ver cuadro Nº 9). Según una doctrina paraguaya, “a la luz de las disposiciones del Código Civil cabe concebir al objeto en forma amplia, como obligaciones, como prestación, como materia, como derechos, como bienes, etcétera. No es conveniente ni aconsejable entrar aquí en refinamientos, más aún, si se considera que todo tiende al escrutinio de la legalidad y moralidad en las transacciones; basta con que el acto en sí, en cualquiera de sus elementos o manifestaciones, revista caracteres de ilicitud o inmoralidad para que los jueces lo denieguen refuerzo, sin que sea necesario ni prudente entrar aquí en sutilezas” (Dos Santos Melgarejo; Ángulo Sarubbi; Breuer Planas; Godoy Duria; Moreno Rodríguez y Rodríguez González, 2012, p. 410). Ahora bien, “si existe imposibilidad jurídica, habrá ilicitud propiamente dicha; vale decir, el objeto será idóneo por ilícito –y no por imposibilidad jurídica–” (Dos Santos Melgarejo; Ángulo Sarubbi; Breuer Planas; Godoy Duria; Moreno Rodríguez y Rodríguez González, 2012, pp. 411-412). Un sector de la doctrina paraguaya se confiesa anticausalista: “otras experiencias demuestran que puede de manera cómoda obviárselo y recurrir en sustitución a figura de mayor precisión” (Dos Santos Melgarejo; Ángulo Sarubbi; Breuer Planas; Godoy Duria; Moreno Rodríguez y Rodríguez González, 2012, p. 416). 10. Código Civil de Cuba El Código Civil cubano regula la licitud del negocio jurídico. El objeto del negocio jurídico absorbe a la causa porque una doctrina cubana –siguiente el formante legislativo cubano– define al objeto como la prestación obligativa del negocio jurídico. Un formante doctrinario cubano indica que la ilicitud del negocio jurídico se aplica cuando la causa es contraria a una normativa imperativa o a las buenas costumbres (ver cuadro Nº 10). El objeto de las relaciones jurídicas de obligaciones es la prestación obligativa o el comportamiento del dudor: “lo que el acreedor está facultado para reclamar y recibir y el deudor debe realizar, y no a la cosa, hecho o abstención en que consiste el deber del deudor, que sería su objeto mediato”. Además, la licitud de la prestación significa que “la prestación debe estar en correspondencia con lo establecido en la ley, o de lo contrario, a tenor de lo dispuesto en el artículo 67, inciso ch) del citado texto legal, el acto jurídico del cual sea objeto será declarado nulo”. Y la prestación se hace imposible “porque entra en contradicción con las disposiciones legales” (Cabanes Espino, 2014, p. 88). La causa ilícita se aplica “en los incisos a) y ch) que se reputan nulos los actos que vayan en contra de los intereses de la sociedad y el Estado y los que contravengan una prohibición legal” y según la doctrina, “la causa ilícita se CUADRO Nº 9 CÓDIGO CIVIL PARAGUAYO DE 1985 OBJETO DEL CONTRATO Artículo 673.- Son requisitos esenciales del contrato. b) El objeto. OBJETO IMPOSIBLE E ILÍCITO Artículo 299.- No podrá ser objeto de los actos jurídicos: a) Aquello que no esté dentro del comercio. b) Lo comprendido en una prohibición de la ley. c) Los hechos imposibles, ilícitos, contrarios a la moral y a las buenas costumbres, o que perjudiquen los derechos de terceros. La inobservancia de estas reglas causa la nulidad del acto y de igual modo, las cláusulas accesorias que, bajo la apariencia de condiciones, contravengan lo dispuesto por este artículo. Artículo 357.- Es nulo el acto jurídico: b) Si el acto o su objeto fueren ilícitos o imposibles. CUADRO Nº 10 CÓDIGO CIVIL CUBANO DE 1988 OBJETO DE LA RELACIÓN JURÍDICA Artículo 45.1. El objeto de la relación jurídica es un bien, una prestación o un patrimonio, que sean de lícita apropiación o recepción. 2. Por su objeto, las relaciones jurídicas pueden ser: sobre bienes materiales, de obligaciones y de sucesión. CAUSA DEL NEGOCIO JURÍDICO Artículo 67.Son nulos los actos jurídicos realizados: a) En contra de los intereses de la sociedad o el Estado. ch) En contra de una prohibición legal. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 33 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? aprecia cuando el propósito negocial resulta contrario a la ley o a la moral” (Delgado Vergara, 2014, p. 392). 11. Codificación civil de Brasil La codificación civil brasileña regula el objeto imposible jurídicamente, el objeto ilícito y motivo ilícito común determinante [en el Código Civil de 2002] del negocio jurídico. Un formante legislativo brasileño equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables. Un formante doctrinario brasileño separa el objeto y la causa del negocio jurídico; y respecto a la causa ilícita [o el motivo ilícito común determinante], es preferida en su aplicación que el objeto ilícito (Ver cuadro Nº 11). Conforme una doctrina brasileña, “el Código Civil brasileño adoptó la teoría anticausalista, idea que se remonta a los orígenes del Código Civil promulgado en 1916, por la gran influencia del BGB alemán. No obstante, hay doctrina minoritaria [Antonio Junqueira de Azevedo y Francisco Cavalcanti Pontes de Miranda] que defiende la existencia e importancia de la causa del contrato en el Derecho brasileño como mecanismo de evaluación funcional de merecimiento de tutela del contrato como parámetro de calificación para su encuadramiento típico” (Prado; Birman; Santo; Gabbay; Konder y Póvoa, 2012, p. 146). El inciso III) del artículo 166 “es objeto de poco debate doctrinario y casi inexistente aplicación jurisprudencial, ello no permite afirmar que el ordenamiento jurídico brasileño haya adoptado la concepción subjetiva de la causa como requisito de validez de los negocios jurídicos” (Prado; Birman; Santo; Gabbay; Konder y Póvoa, 2012, p. 147). En consecuencia, el Código Civil brasileño “no escogió la sistemática de la causa” (…) Así, el derecho brasileño “buscó simplificar la solución de las cuestiones, promoviendo mayor seguridad en los negocios, rechazando que, bajo el pretexto de investigar la causa, alguien se exacerbe en la búsqueda de los motivos” (Pereira, 2011, pp. 424-425). En cuanto a la definición del objeto del negocio jurídico, una doctrina brasileña indica que “es, en términos inmediatos, la constitución, la modificación o extinción de una relación jurídica, y, en términos mediatos, aquello sobre lo que inciden CUADRO Nº 11 CÓDIGO CIVIL BRASILEÑO DE 1916 CÓDIGO CIVIL BRASILEÑO DE 2002 ELEMENTOS DEL NEGOCIO JURÍDICO ELEMENTOS DEL NEGOCIO JURÍDICO Artículo 82.- La validez del acto jurídico requiere agente capaz, objeto lícito y forma prescrita establecida en la ley. Artículo 104.- La validez del negocio jurídico requiere: II. Objeto lícito, posible, determinado o determinable. Objeto imposible e ilícito Objeto imposible e ilícito Artículo 145.- Es nulo el acto jurídico: II. cuando el objeto es ilícito o imposible. Artículo 166.- Es nulo el negocio jurídico cuando: II. su objeto es ilícito, imposible o indeterminable. Motivo ilícito del contrato Artículo 166.- Es nulo el negocio jurídico cuando: III. el motivo determinante, común a ambas partes, es ilícito. 34 tales relaciones, vale decir, cosas o hechos que se pretende obtener con la realización del acto, todo ello conforme a las disposiciones del sistema jurídico, es decir, posibilidad legal y no contradicción a la ley” (Veloso, 2005, p. 70). El objeto es legalmente imposible cuando “el negocio es contrario a la ley” y es nulo “manifiestamente cuando es contrario a normas imperativas”. Los ejemplos de imposibilidad del objeto son los siguientes: “En el derecho brasileño, por ejemplo, son negocios jurídicamente imposibles, contrarios a la ley imperativa, lo que tiene por objeto la herencia de persona viva (art. 426), la donación de todos los bienes sin reserva de parte o renta suficiente para la subsistencia del donante (art. 548), la transferencia del usufructo por enajenación (art. 1393, primera parte), o el testamento conjunto (art. 1863)” (Veloso, 2005, p. 71). Así, el objeto del negocio jurídico tiene que ser jurídicamente adecuado (idóneo), posible o lícito. Un ejemplo: “el bien extracomercio, en general, el bien inalienable” (Pontes de Miranda, Tomo IV, 1954, p. 156). La licitud y la imposibilidad son equivalentes: “el objeto tiene que ser lícito. Es fundamental en su caracterización la conformidad con el ordenamiento de ley, la licitud del objeto es el elemento sustancial, esencial para su validez y se relaciona con la posibilidad jurídica, ya que son correlativas las ideas que se exponen al decir que el acto es posible frente a la ley, o que es lícito” (Pereira, 2011, p. 406). Un sector importante de la doctrina brasileña le da mayor valor a la causa [“el fin que el sujeto quiere y lleva el acto a la práctica, sin pensar del fin que una vez tuvo, ulteriores, que mediante acto quiere de alcanzar”: Pontes de Miranda, Tomo III, 1954, p. 97] que al objeto: “El Código Civil [de ESPECIAL 1916] menciona al objeto (art. 82) y no habla de causa. La extirpación es inaplicable, porque todo el sistema está fundamentado en la causa. En las obligaciones, el objeto es lo debido: o que se ve, desde el lado del deudor; la causa es lo que se ve mirando, de cara, todo el acto jurídico” (Pontes de Miranda, Tomo III, 1954, p. 100). En consecuencia, la causa ilícita es preferida que el objeto ilícito: “El negocio, en sí, no tiene objeto ilícito, sino la nulidad se determina porque, en el caso concreto, hubo confabulación entre las partes para alcanzar un fin ilegítimo y, eventualmente, delictivo. Por ejemplo: se vende un automóvil para utilizarlo en un secuestro; se presta gratuitamente un arma para matar a alguien; se alquila una casa para el meretricio. La venta, el comodato y el alquiler no son negocios contrarios al Derecho, muy por el contrario, pero son sancionados por nulidad, en los ejemplos señalados, porque el motivo determinante, común a ambas partes, es ilícito” (Veloso, 2005, pp. 76-77). De ahí que el objeto y la causa son dos conceptos diferentes: “No forman parte del objeto, ni explícita (lo que es obvio), ni explícitamente, los motivos en cuantos motivos, ya que ellos son del sujeto y están en él; para que los motivos formen parte del objeto (y, por lo tanto, del negocio) es preciso que estén referidos en el objeto como motivos determinantes” (Azevedo, 2013, p. 137). Y estos motivos determinantes mutan a la causa presupuesta “donde la causa influencia en el plano de la validez” (Azevedo, 2013, p. 159). A pesar del anticausalismo promovido por Clóvis Beviláqua en Brasil (Pontes de Miranda, Tomo III, 1954, p. 100) una doctrina brasileña resalta el rol de la causa e incluso ella es preponderante frente al objeto del negocio jurídico. 12. Código Civil de Perú El Código Civil peruano regula la imposibilidad jurídica del objeto, la ilicitud del objeto y la ilicitud del fin del negocio jurídico. Un mayoritario formante doctrinario peruano se inclina por definir el objeto del negocio jurídico como las situaciones jurídicas, las relaciones jurídicas y en particular como la prestación obligativa del negocio jurídico. Un formante doctrinario peruano equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables. Adicionalmente, un formante doctrinario señala que el fin es ilícito cuando es contrario al orden público o a las buenas costumbres siguiendo los formantes doctrinarios francés [sin tomar en cuenta la contrariedad de normas imperativas], portugués [sin considerar la contrariedad de normas imperativas] y mexicano (ver cuadro Nº 12). Una doctrina peruana define al objeto del negocio jurídico como las situaciones jurídicas y que incluye a las relaciones jurídicas: “En conclusión, consideramos que el objeto del acto jurídico son los derechos y deberes u obligaciones que se integran a la relación jurídica que el acto crea, regula, modifica o extingue” (Vidal, 2005, p. 120). La “posibilidad jurídica está referida a la conformidad con el ordenamiento jurídico de los derechos y deberes u obligaciones integrados a la relación jurídica generada por el acto jurídico. Así, por ejemplo, la cosa que es materia de la transferencia de la propiedad debe estar en el comercio, es decir, ser susceptible de negociarse, como los bienes que no son de uso público o las partes del cuerpo humano que se regeneran, como es el caso de una transfusión de sangre” (Vidal, 2005, p. 493). En cuanto, el “fin ilícito CUADRO Nº 12 CÓDIGO CIVIL PERUANO DE 1984 ELEMENTOS DEL NEGOCIO JURÍDICO Artículo 140.- El acto jurídico es la manifestación de voluntad destinada a crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas. Para su validez se requiere: 2. Objeto física y jurídicamente posible. 3. Fin lícito. OBJETO Artículo 1402.- El objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extinguir obligaciones. Artículo 1403.- La obligación que es objeto del contrato debe ser lícita. La prestación en que consiste la obligación y el bien que es objeto de ella deben ser posibles. Artículo 1404.- La licitud de la obligación o la posibilidad de la prestación o del bien que es objeto de ella en un contrato sujeto a condición o a plazo suspensivo, se apreciarán al momento del cumplimiento de la condición o del vencimiento del plazo. OBJETO IMPOSIBLE E ILÍCITO Artículo 219.- El acto jurídico es nulo: 3. Cuando su objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable. FIN ILÍCITO DEL NEGOCIO JURÍDICO Artículo 219.- El acto jurídico es nulo: 4. Cuando su fin sea ilícito. DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 35 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? ¿Qué dice Vidal Ramírez? Existe, pues, una identificación de la finalidad del acto jurídico con los efectos queridos y buscados mediante la manifestación de voluntad. –o mejor, la finalidad lícita, como preferimos denominar a este requisito, consiste en la orientación que se da a la manifestación de voluntad para que esta, partiendo del motivo del o de los contratantes, se dirija, directa y reflexivamente, a la producción de efectos jurídicos, vale decir, a la creación de una relación jurídica y normativa, así como a normar su regulación, su modificación o su extinción. Existe, pues, una identificación de la finalidad del acto jurídico con los efectos queridos y buscados mediante la manifestación de voluntad” (Vidal, 2005, p. 122). Esta doctrina peruana sigue la orientación doctrinaria argentina en el sentido de que el fin es el fin jurídico de los efectos jurídicos. Luego esta doctrina diferencia dos finalidades –inicial o final: “La causa está presente, pues, como requisito de validez del acto jurídico y su presencia se ha insertado como causa subjetiva y finalista, porque debe traducirse en el resultado alcanzado. Por ello, creemos que puede considerarse una finalidad inicial, que es la motivación, lo querido por el sujeto, y, una finalidad final, que es propósito logrado, el resultado práctico alcanzado” (Vidal, 2005, p. 129). ¿Qué diferencia hay entre imposibilidad jurídica del objeto con la ilicitud del fin? La “imposibilidad jurídica del objeto supone que los derechos y 36 deberes integrados a la relación jurídica estén afuera del marco legal o en contradicción al ordenamiento jurídico, como cuando las partes, recíprocamente, pretenden adquirir derechos y contraer obligaciones respecto a bienes que no son susceptibles de tráfico” (Vidal, 2005, p. 493). Esta doctrina peruana se adhiere a la posición doctrinaria que equipara la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto en la regulación de cosas incomerciables. Por otro lado, la “ilicitud de la finalidad se determina, entonces, cuando la manifestación de voluntad no se dirige a la producción de efectos jurídicos que puedan recibir tutela jurídica, pues la intención evidenciada del o de los contratantes del acto jurídico es contraria al ordenamiento jurídico, como ocurriría si dos sujetos se vinculan por un acto jurídico con la finalidad de que uno de ellos actúe” (Vidal, 2005, p. 494). La “ilicitud es lo que guarda conformidad con el ordenamiento legal y la posibilidad jurídica está referida al ordenamiento jurídico, que es un concepto más amplio y que da cabida a la licitud. La licitud comprende el ordenamiento legal mientras que el ordenamiento jurídico comprende, además, los principios generales que inspiran el orden público” (Vidal, 2005, p. 122). Esta doctrina interpreta que lo imposible jurídicamente es más amplio que lo ilícito, lo cual constituye una tergiversación de los formantes legislativos y doctrinarios de Europa y de Latinoamérica. Otra doctrina peruana señala que “los negocios tienen como objeto no solo cosas, sino también bienes en general, derechos y prestaciones de conducta, todo ello dentro del ámbito de la naturaleza del negocio como instrumento de autonomía de la voluntad para regular intereses en general, debemos concluir que el objeto a que alude el artículo 140 comprende tanto los intereses regulados, pero el precepto de la voluntad (la obligación en el contrato), como el hecho (positivo o negativo) que debe cumplirse (la prestación), o el bien físico o inmaterial a que se contrae el precepto”. Esta doctrina peruana parece estar referida tanto a la prestación negocial como la prestación obligativa. Aunque parece que se da mayor énfasis a la prestación negocial. Así, es objeto una “entidad material o no, que satisface el propósito práctico que, como resultado, fue la razón por la cual se celebró el negocio” (Lohmann Luca de Tena, 1994, pp. 78-79). Esta doctrina peruana desarrolla el concepto de causa mixta donde la causa no solo es lo que quieren las partes sino además dicha finalidad depende de la finalidad del ordenamiento jurídico: La “causa subjetiva, o finalidad común y compartida por las partes en un determinado negocio, siempre habrá de coincidir con una causa objetiva o legal con determinadas consecuencias de Derecho. Es decir, que la finalidad de los intereses que las partes regulan al obligarse, encuentre su cauce y marco adecuado en una causa legal que la recoge y la regula” (Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 95). Esta doctrina peruana diferencia entre licitud y posibilidad jurídica apartándose de la equivalencia doctrinaria europea y latinoamericana: “Mientras la licitud se apoya en un criterio valorativo, la posibilidad jurídica radica en la naturaleza de las instituciones jurídicas, o en la calificación jurídica objetiva de ciertos bienes o conductas, o en otras consideraciones” (Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 82). ESPECIAL Otra doctrina peruana considera que el objeto del negocio jurídico está conformado por las situaciones jurídicas, las relaciones jurídicas y la prestación obligativa: el objeto “del acto jurídico es la relación jurídica por él creada, regulada, modificada o extinguida. A su vez, toda relación jurídica tiene, además de un sujeto de derecho y un sujeto del deber, un objeto, esto es, una prestación; el sujeto del deber de la relación jurídica es deudor de una prestación patrimonial (…). La prestación, por ser conducta humana, consiste siempre en un hacer positivo (acciones) o negativo (abstenciones). El hacer positivo puede ser de dar bienes o derechos o de prestar servicios, y el hacer negativo consiste en abstenerse de hacer algo. Luego, a su turno, el objeto de la prestación son los bienes, derechos, servicios y abstenciones. Lo expuesto nos permite afi rmar que el objeto del acto jurídico está integrado por tres elementos: 1º) la relación jurídica; 2º) la prestación; y 3º) los bienes, los derechos, los servicios y las abstenciones” (Torres Vásquez, 2001, pp. 212-213). Para esta doctrina peruana solo cabe hablar de ilicitud del objeto y no de imposibilidad jurídica del objeto, y deja de lado los formantes legislativos y doctrinarios europeos y latinoamericanos: el “objeto (concretamente la prestación) del acto jurídico solo puede ser calificado de lícito o de ilícito. La expresión ‘jurídicamente imposible’ es errónea; no existe la trilogía: acto jurídico (acto lícito), acto ilícito, y acto jurídicamente posible o imposible; solamente existe el binomio: acto o negocio jurídico (acto lícito) y acto ilícito. Luego, la llamada ‘imposibilidad jurídica’ es la ‘ilicitud’. Un acto es ilícito cuando es contrario al ordenamiento jurídico y es contrario al ordenamiento jurídico cuando viola normas imperativas, el orden público, o las buenas costumbres” (Torres Vásquez, 2001, p. 697). Así, la “imposibilidad jurídica es la ilicitud que en su acepción amplia no es otra cosa que el comportamiento (la prestación) contrario a normas imperativas, el orden público y a las buenas costumbres. No hay, por una parte, una imposibilidad jurídica y, por otra, una ilicitud (…). Lo ilícito es imposible jurídicamente, aunque en la realidad no jurídica, antijurídica, sea posible. La imposibilidad jurídica del objeto se identifica con la ilicitud del objeto; antes que de imposibilidad jurídica es preferible hablar de ilicitud” (Torres Vásquez, 2012, pp. 535-536). “La imposibilidad jurídica debida a que el acto (positivo o negativo) está prohibido por las leyes o porque es contrario al orden público o a las buenas costumbres equivale a la ilicitud del acto. De allí que la distinción entre objeto ilícito y objeto jurídicamente imposible es falsa, no tiene ninguna utilidad práctica” (Torres Vásquez, 2012, p. 540). En específico, esta doctrina peruana diferencia la ilicitud del objeto y la ilicitud del fin, pero añadiendo la contrariedad a las normas imperativas [que no está regulada expresamente en el Artículo V del Título Preliminar del Código Civil peruano]: “La licitud o ilicitud del contrato depende de que el objeto (la prestación objeto de la obligación) o la causa fin perseguida por las partes sean conformes o contrarios a normas imperativas, el orden público o las buenas costumbres. El contrato es nulo por ilicitud del objeto (…) sin que sea necesario que el fin perseguido por las partes sea ilícito; o es nulo porque las partes contratantes persiguen un fi n ilícito, aun cuando el objeto no lo sea (…). El objeto del contrato es lícito si es conforme con DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 ¿Qué dice Freddy Escobar? El objeto del negocio jurídico es el conjunto de preceptos o reglas que la parte o las partes declaran “hacer suyas” con miras a conseguir un resultado práctico aceptado por el ordenamiento jurídico. el ordenamiento jurídico, y es ilícito si transgrede al ordenamiento jurídico, es decir, es contrario a normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres” (Torres Vásquez, 2012, p. 529). Lo “único que se puede calificar de lícito o ilícito es la prestación (objeto de la obligación) por consistir en conducta humana que se traduce en un dar, hacer o no hacer conforme (lícito) o contrario (ilícito) a normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres. Empero, el Código equivocadamente establece que ‘la obligación que es objeto del contrato debe ser lícita’ (artículo 1403). En todo caso, para darle sentido a la norma habrá que afirmar que la licitud o la ilicitud penetran en la obligación a través de la prestación y de la causa fin. La licitud está en la esencia misma del Derecho, por ello toda obligación debe tener un objeto (prestación) lícito” (Torres Vásquez, 2012, p. 531). Para otra doctrina peruana, el objeto es el contenido del negocio jurídico: “El objeto del negocio jurídico es el conjunto de preceptos o reglas que la parte o las partes declaran ‘hacer suyas’ con miras a conseguir un resultado práctico aceptado por el ordenamiento jurídico” (Escobar Rozas, 2003, p. 918). Sobre la imposibilidad jurídica del 37 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? ¿En qué consiste El objeto del negocio es jurídicamente imposible cuando, en el plano de la realidad jurídica, las reglas negociales no pueden ser ejecutadas porque se dirigen a la consecución de un resultado (jurídico) no previsto por el ordenamiento jurídicos. objeto, esta doctrina peruana la relaciona con la contrariedad a las normas imperativas: “El objeto del negocio es jurídicamente imposible cuando, en el plano de la realidad jurídica, las reglas negociales no pueden ser ejecutadas, sea porque se dirigen a la consecución de un resultado (jurídico) no previsto por el ordenamiento jurídico (piénsese en la constitución de una hipoteca sobre un bien mueble o en la enajenación de un bien que se encuentra fuera del comercio), o porque no toman en consideración algún presupuesto exigido por este último para la obtención del efecto deseado (piénsese en la necesidad de no tener deudas cuyo pago pueda verse perjudicado con el patrimonio familiar que desea constituir)” (Escobar Rozas, 2003, p. 920). Sobre el fin del negocio jurídico esta doctrina lo vincula con la causa concreta: “Para determinar la ilicitud de la causa se debe atender a la función económica que concretamente cumpla el negocio y no a la que en abstracto le corresponde por su tipo negocial. En tal sentido, la ilicitud no solo puede afectar a la causa de los negocios atípicos, sino también a la de los negocios típicos, en tanto que estos suelen ser enriquecidos por las partes con un conjunto de ‘efectos’ adicionales a los que se derivan de su propia naturaleza, frente a los cuales 38 cabe efectuar un juicio de licitud” (Escobar Rozas, 2003, p. 921). Otra doctrina nacional se adhiere al concepto de objeto del negocio como prestación obligativa: “A nuestro entender, y en la medida en que la prestación consiste en una conducta que una de las partes se compromete a realizar frente a la otra, no hay ningún obstáculo de orden conceptual para establecer que el objeto del contrato o del acto jurídico es la prestación debida, pues entendida esta como un comportamiento, deberá concurrir para la validez del supuesto de hecho, el mismo que una vez debidamente formado con la concurrencia de todos sus elementos, dará lugar al nacimiento de determinadas obligaciones, cuyo objeto serán también las conductas a que quedan obligadas las partes, esto es, el cumplimiento de las prestaciones debidas” (Taboada, 2002, p. 333). La “conclusión lógica es que el nuevo Código Civil ha incorporado la noción de objeto del acto jurídico entendido como la prestación prometida, esto es, como el comportamiento que deberá realizar una de las partes frente a la otra. De no ser así, el Código no hubiera exigido para la validez del acto jurídico que el objeto cumpliera con los requisitos de la posibilidad y determinabilidad, que son requisitos que según la doctrina se aplican a las prestaciones debidas” (Taboada, 2002, p. 333). Sobre la causa del negocio, esta doctrina peruana se adhiere a la doctrina mixta que establece que la causa tiene dos aspectos: “el objetivo y el subjetivo. Bajo el aspecto objetivo la causa se define como la función jurídica con base en una función socialmente razonable. Pero es necesario también construir el aspecto subjetivo de la causa, conformado por el propósito de las partes de obtener la función jurídica y también, de ser el caso, por el propósito de alcanzar una determinada función o finalidad concreta, en la medida que se trate de la base o razón única y determinante de la celebración del negocio (…). El aspecto subjetivo nos permitirá descubrir si la causa es lícita o no y el aspecto objetivo si el negocio jurídico tiene una causa o no” (Taboada, 1996, pp. 680-681). De ahí que esta doctrina hace una diferencia de causa ilícita y de ausencia de causa. En un caso la sanción es la nulidad expresa por causa ilícita o fin ilícito [causa en sentido subjetivo], y en otro caso la sanción es la nulidad tácita o virtual por ausencia de causa [causa en sentido objetivo]: “Si bien es cierto que el Código Civil en su artículo 140 dispone en forma expresa que para la validez del acto jurídico se requiere un fin lícito, lo que nos podría llevar a pensar que el Código habría optado por un sistema unitario de la causa, en el sentido de que el acto jurídico no solo requiere de un fin objetivo, sino además de ello de un fin objetivo que no deberá estar viciado por ningún motivo ilícito; en el inciso 4 del artículo 219 sanciona con nulidad únicamente el acto jurídico cuyo fin sea ilícito; de forma tal que al Código solo le interesaría el aspecto subjetivo de la causa, pues si se hubiera tomado en cuenta su aspecto objetivo, se habría establecido como una causal adicional de nulidad la del acto jurídico que no tuviera fin. Sin embargo, en nuestra opinión, el Código puede ser correctamente interpretado, en forma doctrinaria, en el sentido de que para la validez del acto jurídico no solo se requiere de un fin, que además deba ser lícito, sino que la causal de nulidad por ausencia de fin podría deducirse perfectamente como un caso más de nulidad virtual, por contraposición ESPECIAL al inciso 4 del artículo 140, pues si para la validez del acto jurídico se requiere de un fin lícito, será nulo el acto jurídico que tenga un fin ilícito. En otras palabras, solo por nulidad virtual o tácita podremos llegar a la conclusión de que es nulo el acto jurídico que no tenga un fin o causa. En nuestro concepto, sin embargo, hubiera sido preferible que el Código Civil utilizara el término ‘causa’ y no el de ‘fin lícito’. Es así como, de acuerdo a la exposición realizada ahí, la causal de nulidad por fin ilícito, contemplada en el artículo 219, deberá entenderse como de aquel negocio jurídico cuya causa, en su aspecto subjetivo sea ilícita, por contravenir las normas que interesan al orden público o a las buenas costumbres. Se trata, pues, de una causal de nulidad por ausencia del requisito de la licitud, aplicable al fin, que constituye uno de los elementos del acto jurídico, según nuestro Código Civil” (Taboada, 2006 pp. 338-339). Una doctrina peruana define el objeto del negocio jurídico como el conjunto de situaciones jurídicas, relaciones jurídicas y prestaciones obligativas: “El objeto del acto jurídico es tanto la situación jurídica (posición que ocupa el sujeto de derecho frente al ordenamiento jurídico), la relación jurídica (vinculación entre dos o más situaciones jurídicas) o el bien (la realidad del mundo exterior, material o inmaterial, sobre la cual recaer el poder de los sujetos de derecho) materia de la relación jurídica” (Espinoza Espinoza, 2012, p. 79). Esta posición tendría un respaldo en el texto legislativo peruano si se hace una lectura exegética: “La posición que asume el Código Civil peruano es, como se ha advertido, dual, por cuanto se interpreta que el objeto del acto jurídico es la relación jurídica y el bien materia de la relación jurídica” (Espinoza Espinoza, 2012, p. 82). La causa es definida como causa concreta: “es la función individual práctica y opera como una suerte de filtro de licitud de los negocios jurídicos que justifica la declaración de voluntad y que permite su protección por el ordenamiento normativo, así como ofrece una pauta importante para su interpretación” (Espinoza Espinoza, 2012, p. 91). Esta doctrina peruana propone una definición de imposibilidad jurídica más amplia que la ilicitud: “La imposibilidad jurídica depende, en cambio, de una valoración normativa, no de disfavor por la violación de los principios fundamentales del ordenamiento (ilicitud), sino de ‘indiferencia’, que se verifica cuando el ordenamiento considera determinados intereses, aunque lícitos, no merecedores de tutela jurídica, en cuanto meramente lícitos o solo socialmente relevantes. Esta se configura, en otros términos, cuando el objeto del contrato consiste en bienes o comportamientos respecto a los cuales el ordenamiento no permite la constitución de relaciones jurídicas” (Espinoza Espinoza, 2012, pp. 504-505). Esta doctrina peruana propone el siguiente criterio distintivo general entre ilicitud de la causa e ilicitud del objeto: “se tendría ilicitud de la causa (y no del objeto) cuando resulte ilícito el intercambio de prestaciones, aunque estas, consideradas en sí mismas, serían válidamente deducibles en el contrato (…) Se tendrían, en cambio, ilicitud del objeto cuando la prestación o el bien deducido sean directa e inmediatamente ilícitos y, por consiguiente, prohibidos por el ordenamiento jurídico” (Espinoza Espinoza, 2012, p. 506). DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 ¿En qué consiste La causa es definida como causa concreta. Es la función individual práctica y opera como una suerte de filtro de licitud de los negocios jurídicos que justifica la declaración de voluntad y que permite su protección por el ordenamiento normativo, así como ofrece una pauta importante para su interpretación. Finalmente, una doctrina peruana rechaza que el objeto y la causa sean elementos esenciales de validez del negocio jurídico: “En realidad, siempre que se comparta la errónea idea de que los ‘requisitos de validez’ mencionados en el artículo 140, segunda parte, del Código Civil son elementos del negocio jurídico, se trataría de elementos ‘mentitorios’ [adjetivo acuñado por Pier Giuseppe Monateri], o sea que no corresponden a la esencia del concepto y que lo vuelven todavía más confuso, en un país que lo ha adoptado por imitación (…) Cuando se escribe ‘objeto físicamente y jurídicamente posible’, el legislador exhibe un injustificado interés en subrayar las cualidades que debe tener la prestación, o sea el comportamiento que constituye el contenido de una obligación, lo cual no puede señalarse en esta parte del Código Civil, dedicada, como es propio de su carácter ‘general’, a fijar las reglas para todos los negocios jurídicos. El ‘fin lícito’ tiene mayor relevancia por la adjetivación (es decir, por la ‘licitud’ a la que se condiciona la ‘validez’ para el derecho) que por la propia palabra ‘fin’ o ‘finalidad’ (subjetiva) que solo tiene relevancia, en concreto, cuando ha sido exteriorizado y conocido por la otra parte, 39 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? Comentario relevante del autor El objeto del negocio jurídico no es la obligación y menos la prestación obligativa. con lo cual, este ‘elemento’ solo sería predicable en caso de bilateralidad y así quedarían excluidos de su ámbito los negocios jurídicos unilaterales” (León, 2014, p. 50). Según esta doctrina el objeto del negocio jurídico no es un elemento sino un presupuesto del negocio jurídico: “El objeto –se ha enseñado– es el punto de referencia, término o ‘coeficiente’ del negocio jurídico. ¿Y qué puesto ocupa este concepto en la estructura del negocio jurídico? Ninguna. No es ‘elemento’; constituye, a lo sumo, un ‘presupuesto’ del negocio, externo a este, tal como ocurre con ‘el’ sujeto o ‘los’ sujetos’ (León, 2014, pp. 66-67). Y sobre el fin del negocio jurídico, dicha doctrina peruana propone una lectura de negocio jurídico ilícito como el formante legislativo cubano: “El ‘fin’, entendido como ‘finalidad’, ‘motivo’ o ‘móvil’ del agente, tampoco forma parte de la estructura del negocio jurídico. Es más, el ordenamiento, como regla, no lo toma en cuenta. Solamente cobra relevancia cuando es expresado en la manifestación de voluntad y se vuelve cognoscible hacia el exterior. Por ejemplo, cuando el comprador de un terreno se cuida de dejar constancia en el documento contractual que efectúa la adquisición con la finalidad de desarrollar una actividad agrícola en particular o cuando el comprador de una maquinaria hace lo propio describiendo el tipo de trabajo para el cual la adquiere. En ambos casos, la idoneidad del bien comprado, para la realización del objetivo trazado por el adquirente y aceptado 40 por el enajenante, puede ser determinante del mantenimiento o decaimiento del vínculo entre las partes. Por ello, el ámbito de importancia del fin se reduce al terreno contractual y, en mucha menor medida, al de los negocios de última voluntad (testamentos). Nuestra doctrina, en abrumadora mayoría, ha querido ver en la expresión ‘fin lícito’ del artículo 140 del Código Civil la consagración de la ‘causa lícita’ como requisito de validez de los negocios jurídicos, si no es que como elemento propiamente dicho del Tatbestand. Esta visión, pese al prestigio de sus defensores, no puede ser compartida. Se opone a ella el hecho, verificable históricamente, del destierro de la ‘causa’, resuelto durante la elaboración del derogado Código Civil de 1936, por haber advertido los codificadores de entonces que el término y los fines perseguidos con su reconocimiento son redundantes si las normas hacen ya referencia a un ‘objeto’ del negocio jurídico. Si se repasa la jurisprudencia sobre compraventa de bienes ajenos –a la que ya he hecho referencia– se comprobará fácilmente que los problemas terminológicos frente a los cuales mostraron gran cautela los artífices del antiguo Código han reaparecido y se han ahondado en la actualidad, más todavía si se tiene en cuenta que en el Código Civil vigente el legislador impone también la ‘licitud’ del objeto del contrato, es decir, con apego al propio texto legal, de la obligación (artículo 1403). ¿Qué es lo que debe ser lícito según la ley, entonces? ¿El fin, ya sea que este concepto se entienda o no como ‘causa’? ¿O el objeto? ¿O ambos? ¿O no tiene importancia? Las discusiones de este tenor son completamente estériles, desde luego. Creo que los esfuerzos de nuestros autores deben apuntar hacia la elaboración de una categoría general de ‘negocio jurídico ilícito’, para lo cual bastaría –si se observa bien– mantener la sanción de nulidad contra los negocios que sean contrarios a las normas que interesan al orden público y a las buenas costumbres, a la vez que impulsar y orientar en todos los niveles el recurso a estas dos importantes cláusulas normativas generales (‘orden público’ y ‘buenas costumbres’)” (León, 2014, pp. 72-73). III. ¿ O B J E T O Y C AU S A D E L NEGOCIO JURÍDICO Y DEL CONTRATO SON INCOMPATIBLES? Aquí es importante establecer tres conclusiones: (i) el objeto del negocio jurídico no es la obligación y menos la prestación obligativa; (ii) el objeto ilícito es inaplicable. Solo cabe aplicar la causa ilícita o el fin ilícito; (iii) el objeto imposible jurídicamente es equivalente al objeto ilícito solo en las hipótesis de cosas incomerciables. Actualmente, hay una doctrina italiana que propone realzar el objeto del contrato definido como contenido: “La valorización del objeto del contrato entendido en su versión más amplia (…) como contenido de la total operación negocial, y en definitiva como sinónimo de reglamento negocial, parece poder representar en efecto un válido medio para simplificar el parámetro de referencia para la valoración del significado jurídico de los actos jurídicos concretos negociales” (Girolami, 2012, p. 212). El objeto del contrato, se dice, se convierte en “una base más sólida para razonar a diferencia de la causa, considerando la utilización que hacen las cortes y los intérpretes en general. Por eso, el objeto, respecto de la causa, permite la valorización del ordenamiento, sobre todo en el plano concreto en ESPECIAL lugar de dejarla al paraíso de las teorías abstractas. Y este solo dato justifica la elección de simplificar la interpretación del artículo 1325 del CC para reconducirla y reducirla a la consideración de aquello que las partes realmente quieren, rectius han manifestado querer, mediante las declaraciones negociales emitidas. En efecto, al objeto no se le podrá nunca imputar la crítica de ser un mero artificio doctrinal, como por el contrario se puede hacer precisamente a la causa: y ello porque el objeto representa la esencia del negocio entendido como organización de intereses predispuesto por sus autores” (Girolami, 2012, pp. 219-220). Así, el objeto prevalece mediante la absorción del elemento causal: “El objeto evocará el mismo reglamento negocial en su complejidad, comprendiendo, (…) las integraciones legales y hermenéuticas que necesariamente el intérprete deberá considerar para captar el real significado y la concreta intención (manifestada) de las partes. Y la causa, por su parte, será teleológicamente absorbida por el objeto por su relevancia autónoma y su rol funcional” (Girolami, 2012, pp. 220-221) porque la causa “hasta hoy todavía no ha encontrado una definitiva y aceptada consistencia dogmática” (Girolami, 2012, p. 224). Esta doctrina italiana olvida que el objeto depende de la causa –y no al revés– porque “el contenido del contrato es el objeto del contrato calificado por la causa, es la prestación contractual ilustrada por la razón que la justifica” (Roppo, 2009, p. 322). Adicionalmente esta doctrina tampoco advierte que la concreta intención (manifestada) de las partes es nada más ni nada menos que la causa del negocio jurídico. También esta doctrina confunde el contenido del negocio jurídico y el contenido de las situaciones jurídicas subjetivas. Como se ha podido apreciar, los formantes doctrinarios latinoamericanos se inclinan por definir el objeto del negocio jurídico –en particular del contrato– como contenido de las situaciones jurídicas subjetivas o más específico como contenido de las obligaciones o más específicamente como contenido de las prestaciones obligativas. Estas definiciones son desnaturalizaciones de los formantes doctrinarios que ubican el objeto en el formación del negocio jurídico: “Por lo demás, aun cuando haya coincidencia entre objeto del negocio y objeto de la prestación, los dos fenómenos se mantienen conceptualmente distintos, comoquiera que el primero es apreciable en el nivel de la regulación negocial, y el segundo en el nivel consecuencial de la relación; el primero es tomado en consideración con la mira puesta en la realización de una disposición de intereses que puede también proyectarse hacia el futuro, de modo que es suficiente que su existencia sea posible (…); y el segundo está en condiciones de desempeñar su función, en cuanto sea alcanzado en concreto por el acreedor, al punto de ser la realización de aquellas ‘utilidades’ –o sea de aquellos intereses referidos a los ‘bienes’ jurídicos– que en la autorregulación negocial encuentran frecuentemente expresión, por así decirlo, solo en estado ‘potencial’” (Bigliazzi Geri, Breccia, Busnelli y Natoli, 1995, p. 868). Esta ubicación autónoma se explica porque el objeto es elemento DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 202 Comentario relevante del autor El objeto imposible jurídicamente es equivalente al objeto ilícito solo en las hipótesis de cosas incomerciables. esencial del negocio jurídico en su formación: “De esta forma, el tema del objeto del negocio ha terminado confundiéndose con el contenido del negocio, o con el tema de las prestaciones específicas (que son objeto, a su vez, de las obligaciones), eventualmente previstas en la regla negocial para la satisfacción de los intereses que su autor o autores se prometen realizar de forma recíproca mediante ella; o bien se confunde, y principalmente, a nuestro juicio, con los aspectos funcionales y con la producción de efectos del negocio jurídico mismo” (Ferri, 2002, p. 274). Estas aseveraciones se confirman cuando dos doctrinas peruanas rechazan que el objeto del negocio jurídico contiene obligaciones: (i) Una doctrina peruana no comparte el criterio que la finalidad jurídica es la obligación: “No podemos aceptar que se diga que el objeto del negocio, y por ende también el del contrato, deba ser la finalidad jurídica, dejando de lado el aspecto social del negocio jurídico y haciendo hincapié únicamente en su lado jurídico. No podemos darle a la finalidad jurídica el carácter de objeto por ser este el lado jurídico de la causa del negocio, menos aún si nuestro actual Código Civil, 41 ¿ ILICITUD ES PARTE DEL OBJETO JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE? Comentario relevante del autor Otro error conceptual es creer que el objeto ilícito del negocio es autónomo de la causa ilícita. Una doctrina italiana nos enseña que el “requisito de la ilicitud, referido al objeto del negocio parece ser, como se ha destacado, una suerte de duplicado del concepto de causa ilícita”. a diferencia del código derogado, reconoce la causa como elemento del acto jurídico, definiéndola como el fin lícito. Sin embargo, esta expresión tampoco es feliz, pues permite entender la causa como la finalidad o motivación de las propias partes o sujetos intervinientes, permitiendo de esta manera justificar la definición de objeto del contrato contenida en el artículo 1402 del Código Civil, según la cual el objeto es la creación, modificación, regulación o extinción de obligaciones. Evidentemente, si aceptamos la idea que la causa, tal como está regulada en el artículo 140, está referida a la finalidad de las mismas partes o sujetos que celebran el negocio jurídico, podremos sostener sin temor alguno y justificar también, la idea consagrada en el artículo 1402 sobre el objeto del contrato, pues siendo la causa la finalidad que motivó a las partes contratantes a celebrar el contrato, el objeto del mismo sería su finalidad jurídica. Por el contrario, si llegamos a la conclusión que el ‘fin lícito’ al que hace referencia el artículo 140 es el fin jurídico del mismo negocio jurídico, es decir, su finalidad jurídica, no podremos entender y menos aún aceptar de modo alguno la definición sobre objeto del contrato contemplada en el artículo 1402” (Taboada, 2006 pp. 344-345). 42 “Una definición sobre objeto del acto jurídico en el Código Civil es completamente innecesaria, por cuanto lo único relevante en términos legales es establecer todos los requisitos que debe cumplir el objeto en ausencia de los cuales el negocio jurídico sería nulo” (Taboada, 2006 p. 349). (ii) El objeto del negocio jurídico no puede ser la obligación: “Ulteriores perplejidades nacen de otros usos del término ‘objeto’ en el articulado Código Civil. En el título dedicado al contrato en general se indica (artículo 1402) que el objeto de este negocio jurídico ‘consiste en crear, regular, modificar o extinguir obligaciones’. Fuera del desacierto de excluir los ‘efectos reales’ de contratos, la confusión en la que incurre aquí el legislador, entre ‘objeto’ y ‘objetivo’ o ‘finalidad’ es notoria y exime de más comentarios. Para peor, a renglón seguido (artículo 1403), se señala que es la obligación más bien el objeto del contrato, y que debe poseer el requisito de la licitud, lo cual habría sido coherente por lo menos, sin perjuicio de su inexactitud técnica de confundir ‘objeto’ con ‘efecto’, con el marco del Código Civil de 1936, donde se incluía (artículo 1075) al ‘objeto lícito’, ni más ni menos, como requisito de validez del acto jurídico” (León, 2014, pp. 69-70). Ya lo decía una doctrina italiana: una cosa es la prestación como comportamiento debido del deudor y otra cosa es el sacrificio jurídico de un contratante (pérdida de un derecho, asunción de una obligación): “objeto –prestación (entendido como comportamiento debido) y una más reciente idea de objeto-prestación (entendido como mutación de la relación jurídica, cuya producción es dirigida por el contrato)” (Sacco, 2004, p. 5). Una doctrina venezolana ha dicho con claridad que el objeto del contrato “no se identifica con las obligaciones o con los contenidos de las prestaciones” (Mélich Orsini, 2014, p. 208). Otro error conceptual es creer que el objeto ilícito del negocio es autónomo de la causa ilícita. Una doctrina italiana nos enseña que el “requisito de la ilicitud, referido al objeto del negocio (…) parece ser, como se ha destacado [Trimarchi y Betti], una suerte de duplicado del concepto de causa ilícita” (Ferri, 2002, p. 317). Como se ha demostrado en los formantes doctrinarios y jurisprudenciales citados, la ilicitud del objeto y la imposibilidad jurídica del objeto son idénticos en la regulación de cosas incomerciables. Ello se corrobora en una doctrina venezolana: “La cuestión de la imposibilidad jurídica del objeto se relaciona estrechamente con la de la ilicitud del objeto” (Mélich Orsini, 2014, p. 219). De lo dicho nos adherimos a la siguiente opinión doctrinaria: “el inmueble sucesivamente transferido es uno de dominio público, nacido del aporte reglamentario de un proceso de urbanización; por lo tanto, cualquier venta que lo tenga por objeto es nula, por la causal de objeto jurídicamente imposible. El artículo 73 de la Constitución de 1993 establece que el dominio público es inalienable, es decir, su venta está prohibida; por lo tanto, los parques, las playa o las plazas no pierden su condición por efecto del registro, cuya hipotética protección, a favor del tercero, nace apenas de una ley, que no puede oponerse a la tutela dispensada al dominio público, cuya fuente es la propia Constitución (Gonzales Barrón, 2015, p. 153). Los bienes de dominio público son incomerciables. ESPECIAL IV. PALABRAS CONCLUSIVAS El objeto del negocio jurídico es abstracto a diferencia de la causa o del fin que es concreto. Lo abstracto del objeto lo establece la ley. Lo concreto de la causa o del fin lo establecen las partes del negocio jurídico. La relevancia de la “ilicitud contractual –esto es de la contrariedad con normas imperativas, con el orden público y con las buenas costumbres– encuentra fundamento en la necesidad para el ordenamiento de impedir que las finalidades perseguidas por las partes, expresamente prohibidas (nulidades textuales), o bien rechazadas totalmente por el sistema (nulidades virtuales), puedan encontrar realización” (Gabrielli, 1999, p. 692). De ahí que la ilicitud es aplicable al fin o a la causa del negocio jurídico en general. De esta manera, el objeto y la causa; y sus requisitos de imposibilidad y de ilicitud se fundamentan en los valores del ordenamiento en contraposición o en compatibilidad a los valores de los negocios jurídicos concretos. No hay que olvidar que el ordenamiento jurídico tiene sus propios valores: “El sistema jurídico, como todo sistema cultural, tiene su estructura compleja con el componente sustancial de valores que está integrada por el componente formal de sus modos socialmente relevantes. La práctica, la costumbre, el lenguaje –instrumentos que manifiestan o declaran la relevancia social de los valores jurídicos– expresan reglas de comportamiento y por ello valores de acción” (Falzea, 1999, p. 217). De ahí lo peligroso de intentar confundir definiciones de objeto y de causa; y de sus requisitos correspondientes. Es un deber moral de la doctrina latinoamericana de formular un lenguaje comprensible. Para ello el intérprete debe saber que los textos legislativos mutan por las interpretaciones doctrinarias. En Latinoamérica, la doctrina pesa más que la jurisprudencia. Por eso hay que estar atentos a sus cambios interpretativos: Los “conceptos, los valores y las codificaciones civiles, son expresiones de la historia y de los cambios culturales de las sociedades que los producen” y en esta perspectiva los “conceptos y los valores no pueden ser entendidos como verdades inmutables, que tengamos creencias casi teológicas. Los unos y los otros, en sus diferentes dimensiones que actúan, en consecuencia son, fruto de mundos, de historias y de culturas cambiantes” (Ferri, 2008, p. 244). Incluso, “por ello, un Código Civil no expresa una verdad inmóvil y sin tiempo (Ferri, 2008, p. 245). Es un reto para los latinoamericanos lograr un entendimiento general sobre algunos conceptos del Derecho Civil. 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