Caballero por escarnio”: o la imposibilidad de ser caballero. Apenas Don Quijote ha abandonado su aldea se da cuenta de que jamas ha sido armado caballero y se propone recibir la orden de caballería en la primera ocasión que se presente: vaga por un despoblado y llega a una vena que, como será recurrente en la primera parte de la historia, su imaginación “transformará” en castillo. Dos mozas de vil condición (La Tolosa y la Molinera), estaban en la puerta de la venta y Don Quijote se las imagina dos bellas doncellas: además, escucha el ruido de un cuerno de porquero y lo imagina un clarín que anuncia su llegada. Don Quijote, convencido que el ventero era un ilustre del castillo le pide “que lo arme caballero”: a lo que éste accede, para evitar pendencias, y para burlarse de Don Quijote. Aquella noche, el ventero y las mozas acompañan risueños la parodia de la sagrada ceremonia de “armarse caballero” (había que “velar las armas” y recibirlas con un juramento), para burlarse de Don Quijote. Martin De Riquer refiere aquí un punto vital: según los códigos reales de las sagradas caballerías (legislado por el Rey Alfonso “el sabio”), un “caballero” nunca podía ser considerado tal si recibía su nombramiento mediando tres circunstancias 1) fuera muy pobre 2) estuviera loco locura 3) fuera nombrado por escarnio. Y, efectivamente, Don Quijote además de estar loco y ser pobre recibió su juramento “por escarnio”, es decir, por burla.