Subido por David Herrera

In necuepaliztli in Aztlan

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In necuepaliztli in Aztlan
Retorno a Aztlan
Llegados al cerro de Coatépec, se embijaron
con los ungüentos rituales y todos juntos
hicieron sus cercos e invocaciones al demonio.
El demonio, forzado por la potencia de los
conjuros, los transformó en aves y animales
feroces y los llevó al lugar de origen de los
mexicanos.
El Emperador Azteca Moctezuma Ilhuicamina
determinó enviar un lúcida embajada cargada
de presentes a la tierra de sus mayores.
Y fueron traídos ante él sesenta hombres que
sabían de aquella arte mágica, ya gente anciana.
Aztlan
• El Aztlan azteca, es el rincón del
amor, donde mora dichoso el
hermano Juan, el Logos,
especificando no a un hombre
sino a todo una Dinastía Solar.
• Solo el vuelo del espíritu puede
conducir a ella.
• El pueblo azteca, conducido por
los genios tutelares o Jinas llegó
hasta las lagunas mexicanas.
• Paralela exacta la del bíblico
Moisés hebraico guiando al
Pueblo de Israel a través del
desierto hasta la Tierra
Prometida.
Emprendieron el viaje los sesenta magos,
transformados en tigres, coyotes y gatos
espantosos.
De su tesoro, Moctezuma hizo que se llevaran lo
más valioso para obsequiarlo a la madre de dios:
finísimos trajes de mujer, joyas de oro, etc. , y
llegaron a un cerro
Donde los recibió el ayo de Coatlicue, un anciano
viejo, el que pidió noticias de los 7 caudillos que
habían salido de allí muchos siglos antes
Huitzilopochtli le había dicho a su madre:
“Madre mía, no me detendré mucho en dar la
vuelta, luego volveré”
Al emprender la subida, los magos se atascaron
en la arena, en tanto que el anciano iba con
tanta presteza que parecía que no tocaba a la
arena
Coatlicue salió a saludar a los mensajeros. En su
aspecto, la más fea y sucia que se puede pensar.
Viéndola así, llenos de temor se le humillaron.
“Después que se fue vuestro dios y mi hijo
Huitzilopochtli, estoy en llanto y tristeza
esperando su regreso, y desde aquel día no me
he lavado la cara, ni peinado mi cabeza, ni
mudado de ropa, y seguiré así hasta que él
vuelva.”
“Paréceme, hijos míos, que él se debe de hallar
bien allá, ya que se quedó y no se acuerda de la
tristeza de su madre, ni la busca, ni hace caso de
ella.”
“Para que se acuerde que deseo verle y que Soy
su Madre, dadle esta manta de henequén y este
braguero para que se lo ponga.”
Los magos entregaron a Moctezuma los ricos
presentes que en Aztlan les dieron, además del
braguero que Coatlicue envió a Huitzilopochtli.
Moctezuma escuchó lleno de pasmo.
“Solo pasaron unas décadas para que se
cumpliera el tiempo de Huitzilopochtli en
México, cuando el pueblo azteca y sus armas,
arrollados por los dioses blancos, fueron
rodando por el suelo.”
Y, después de la peregrinación, Huitzilopochtli
regresó a Aztlan.
De su cueva en la cumbre, sale Coatlicue. Ha
terminado su tristeza y su penitencia, y la
anciana diosa aparece pulcra, nítida, adornada
con preciosos collares y joyas de oro.
Ya viniste, hijo?
Ya vine, Madre.
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