In necuepaliztli in Aztlan Retorno a Aztlan Llegados al cerro de Coatépec, se embijaron con los ungüentos rituales y todos juntos hicieron sus cercos e invocaciones al demonio. El demonio, forzado por la potencia de los conjuros, los transformó en aves y animales feroces y los llevó al lugar de origen de los mexicanos. El Emperador Azteca Moctezuma Ilhuicamina determinó enviar un lúcida embajada cargada de presentes a la tierra de sus mayores. Y fueron traídos ante él sesenta hombres que sabían de aquella arte mágica, ya gente anciana. Aztlan • El Aztlan azteca, es el rincón del amor, donde mora dichoso el hermano Juan, el Logos, especificando no a un hombre sino a todo una Dinastía Solar. • Solo el vuelo del espíritu puede conducir a ella. • El pueblo azteca, conducido por los genios tutelares o Jinas llegó hasta las lagunas mexicanas. • Paralela exacta la del bíblico Moisés hebraico guiando al Pueblo de Israel a través del desierto hasta la Tierra Prometida. Emprendieron el viaje los sesenta magos, transformados en tigres, coyotes y gatos espantosos. De su tesoro, Moctezuma hizo que se llevaran lo más valioso para obsequiarlo a la madre de dios: finísimos trajes de mujer, joyas de oro, etc. , y llegaron a un cerro Donde los recibió el ayo de Coatlicue, un anciano viejo, el que pidió noticias de los 7 caudillos que habían salido de allí muchos siglos antes Huitzilopochtli le había dicho a su madre: “Madre mía, no me detendré mucho en dar la vuelta, luego volveré” Al emprender la subida, los magos se atascaron en la arena, en tanto que el anciano iba con tanta presteza que parecía que no tocaba a la arena Coatlicue salió a saludar a los mensajeros. En su aspecto, la más fea y sucia que se puede pensar. Viéndola así, llenos de temor se le humillaron. “Después que se fue vuestro dios y mi hijo Huitzilopochtli, estoy en llanto y tristeza esperando su regreso, y desde aquel día no me he lavado la cara, ni peinado mi cabeza, ni mudado de ropa, y seguiré así hasta que él vuelva.” “Paréceme, hijos míos, que él se debe de hallar bien allá, ya que se quedó y no se acuerda de la tristeza de su madre, ni la busca, ni hace caso de ella.” “Para que se acuerde que deseo verle y que Soy su Madre, dadle esta manta de henequén y este braguero para que se lo ponga.” Los magos entregaron a Moctezuma los ricos presentes que en Aztlan les dieron, además del braguero que Coatlicue envió a Huitzilopochtli. Moctezuma escuchó lleno de pasmo. “Solo pasaron unas décadas para que se cumpliera el tiempo de Huitzilopochtli en México, cuando el pueblo azteca y sus armas, arrollados por los dioses blancos, fueron rodando por el suelo.” Y, después de la peregrinación, Huitzilopochtli regresó a Aztlan. De su cueva en la cumbre, sale Coatlicue. Ha terminado su tristeza y su penitencia, y la anciana diosa aparece pulcra, nítida, adornada con preciosos collares y joyas de oro. Ya viniste, hijo? Ya vine, Madre.