La necesaria adecuación del sistema de “Enfermedades Profesionales” a la legislación en vigencia. Artículo publicado en “microjuris.com” el 16 de julio de 2015. Citar: "MJD7324" La Ley N° 26.693 y su carácter “supra legal”. La ley N° 26.693 fué sancionada el 27 de julio de 2011, promulgada de hecho el 24 de agosto y publicada en el BORA el 26 de agosto del mismo año. De acuerdo al artículo 2 del Código Civil, rige en todo el país desde el día 3 de setiembre de 2011. Su artículo 1 dice expresamente: “Apruébase el Convenio 155 de la Organización Internacional del Trabajo, relativo a la seguridad y salud de los trabajadores, adoptado el 22 de junio de 1981 y el Protocolo de 2002 relativo al convenio sobre seguridad y salud de los trabajadores, adoptado el 20 de junio de 2002, en Ginebra, Confederación Suiza, cuyas copias autenticadas forman parte de la presente ley.” El artículo 1, inciso b) del "Protocolo", define como "enfermedad profesional" a "toda enfermedad contraída por la exposición a factores de riesgo que resulte de la actividad laboral" (la negrita e itálica se encuentran en el original). A su vez, el artículo 3 inciso c) del “Convenio” determina que "la expresión lugar de trabajo abarca todos los sitios donde los trabajadores deben permanecer o adonde tienen que acudir por razón de su trabajo, y que se hallan bajo el control directo o indirecto del empleador"; mientras que el inciso e) “el término salud, en relación con el trabajo, abarca no solamente la ausencia de afecciones o de enfermedad, sino también los elementos físicos y mentales que afectan a la salud y están directamente relacionados con la seguridad e higiene en el trabajo” (la negrita e itálica se encuentran en el original). La Ley N° 26.693, es una “norma supra legal”, incorpora al Derecho nuevos principios y debe dictarse nueva legislación sobre los mismos, por cuanto toda legislación subalterna, ha quedado derogada de pleno derecho. Esta afirmación tiene su fundamento en la Constitución Nacional, en jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, que seguidamente se exponen. Su fundamento constitucional es el artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional: (facultades del Congreso Nacional) "22. Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes". La Constitución detalla cuatro "conjuntos de normas" que integran el "vértice" de la pirámide jurídica: 1. La Constitución, los tratados y convenios sobre Derechos Humanos. Entre éstos últimos debemos mencionar: a. Un "primer grupo" que la propia Constitución enumera y b. Los que luego de ser aprobados como leyes nacionales, la mayoría especial (3/4 de la totalidad de los miembros de ambas cámaras) considere que son integrativas de los Derechos Humanos. El último ejemplo de esta forma de inclusión al "rango constitucional" de una ley, es la N° 27.044 que incorporó como "Derecho Humano con rango constitucional" a la "Discapacidad". 2. Tratados concluidos con las demás naciones. 3. Tratados (o “Convenios”) concluidos con las organizaciones internacionales. 4. Concordatos con la Santa Sede. Los puntos “2”, “3” y “4” se encuentran inmediatamente por debajo de la propia Constitución Nacional y de los Tratados y Convenios sobre Derechos Humanos y tienen “status” de “normas supra legales”. Debajo de ellos se ubican las leyes y los DNU ratificados por el Congreso Nacional. Debajo, los Decretos del Poder Ejecutivo Nacional. Debajo, las Resoluciones de los Distintos Ministerios y Reparticiones. La CSJN en "D. 485. XLIV. RECURSO DE HECHO. Diaz, Paulo Vicente c/ Cervecería y Maltería Quilmes S.A." de fecha 4 de junio de 2013 y posteriormente en “P. 589. XLVI. y P. 575. XLVI. RECURSO DE HECHO Pinturas y Revestimientos aplicados SA s/ quiebra" de fecha 26 de marzo de 2014, ratificó esta postura que surge de la CN. En este último fallo, la doctrina que sienta es contundente, al decir en el "Considerando 5°": "5°) Que como quedó sucintamente expuesto en el considerando 2° de la presente, el a quo desestimó el pedido del acreedor laboral, tendiente a la percepción sin limitaciones y de manera preferente de su crédito indemnizatorio por accidente de trabajo, porque juzgó que las disposiciones del Convenio n° 173 de la OIT, en las que se había basado el reclamo, no han tenido recepción en la legislación local. Tal argumentación resulta claramente contraria al criterio que emana, entre otros, de los precedentes de esta Corte "Pérez" (Fallos: 332:2043), "Fermín" (Fallos: 331:1664) y "Milone" (Fallos: 327:4607) en los cuales las normas contenidas en diversos convenios de la OIT, ratificados por el legislador nacional, fueron decisivas para la resolución de las controversias planteadas. Cabe recordar que en el tercero de los casos mencionados, el Tribunal puso especialmente de relieve que los referidos instrumentos internacionales, en tanto hayan obtenido la ratificación legislativa, se inscriben en la categoría de los tratados a los que el art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional confiere un rango superior al de las leyes." En el fuero del trabajo, la Sala 6 de la CNAT en autos “Larocca María Cristina c/ Compañía Sudamericana de Gas SRL y Otro s/ Accidente-Acción Civil”, Sentencia Definitiva N° 65582 de fecha 28 de agosto del pasado año 2014 afirma " que (los convenios de la OIT) tienen raigambre constitucional". La fuente directa de los antecedentes inmediatos de la inclusión de diversos Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos y otros Tratados en la Constitución Nacional, es la Convención Constituyente del año 1994. Con relación al tema de los Convenios Internacionales de la Organización Internacional del Trabajo, se pueden leer las opiniones de los Constituyentes Caffiero, Barra, Kesselman y Barcesat. El cambio de opiniones se dio en las sesiones de los días 2 y 3 de agosto de 1994. El Dr. Barra es quien "cierra" los fundamentos expresando: “Algunos tratados internacionales sobre derechos humanos, luego de ser aprobados y una vez cumplido el requisito de mayoría especial de las dos terceras partes del total de cada Cámara, gozarán de jerarquía constitucional. Esta es una segunda categoría. Es decir, se necesitará una decisión expresa del Congreso en un proceso de dos etapas. La primera, la incorporación del tratado al derecho interno por mayoría simple, a través de lo cual adquirirá la jerarquía supralegal que mencionábamos antes. La segunda es la elevación del tratado al rango constitucional, por mayoría especial y en todos los casos con ratificación del Poder Ejecutivo". Germán Bidart Campos, recoge toda la doctrina constitucional anterior a la Reforma del año 94 y considera que en el artículo 67 (anterior al actual 75) también se preveia ese "escalonamiento" de normas en el vértice de la CN. Y es el propio Bidart Campos quien crea doctrina acerca de que, en lo que son "normas operativas" de los Tratados y Convenios, no es necesario dictar una nueva ley que repita lo que ya dice el tratado o convenio. En nuestro caso específico, es innecesario que el Congreso dicte una nueva ley que repita exactamente lo que dice el “Convenio 155 de la OIT” y el "Protocolo Adicional del Año 2002 del Convenio 155 OIT", por cuanto en el artículo 1 ya transcripto, se dice que las “copias autenticadas forman parte de la presente ley”. Por ende, la definición de “lugar de trabajo”, de “salud” y de "enfermedad profesional" (entre otras) que se encuentran en los instrumentos internacionales ya mencionados, son normas operativas y son "derecho positivo y vigente" al decir de la CSJN, con jerarquía de “norma supra legal”. Y por ello, aplicable desde el día 3 de setiembre de 2011. Necesidad de adecuación de la legislación vigente. La nueva “definición” de “enfermedad profesional” dada en el “Protocolo Adicional del Año 2002” modifica la que establece el artículo 6 de la Ley 24557 y el Decreto de Necesidad y Urgencia N° 1278/2000. Por ello, los decretos del Poder Ejecutivo y las Resoluciones de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, especialmente, se deben adecuar a la Ley N° 26.693, lo que no ha ocurrido hasta este momento, pese a que la ley fue aprobada y promulgada en el año 2011. Basta leer los “Vistos” de las resoluciones de la SRT desde esa fecha hasta el presente, para apreciar que no se la tiene absolutamente en consideración para la fundamentación de ninguna de las resoluciones emitidas y, por lo tanto, estas resoluciones carecen de fundamento en derecho. Nadie se puede sentir obligado por ellas. Este incumplimiento de legislación aplicable y vigente, mas allá de responsabilidades administrativas, civiles o penales hacia los funcionarios responsables, es necesario que termine. La salud, la integridad psico física de todos los trabajadores, “registrados” o no, es lo que está sobre la mesa y sobre lo que negocian los “actores sociales” involucrados. Es imperativo y urgente que las Resoluciones de la SRT se dicten acorde a la legislación superior. Ellas deben reglamentar esa legislación por cuanto es doctrina uniforme, pacífica y ancestral que ninguna resolución puede ir en contra de lo que dice la ley que reglamenta. Basta con que quieran, puedan y sepan hacerlo. La SRT debe modificar todo el procedimiento de “rechazo de una enfermedad profesional por parte de la ART” que se determina en la Resolución N° 179 del 21 de enero y publicada el 26 de enero de este año 2015. Y esa modificación al sistema debe comenzar, fundamentalmente por determinar, con absoluta precisión, a quien le corresponde realizar el “relevamiento de los factores de riesgo” existente en el “lugar de trabajo”, quien debe llevar a cabo los “exámenes periódicos en salud” y las consecuencias legales que tiene el no hacerlo. Este aspecto, para nada trivial, del “Sistema de Riesgo de Trabajo”, nunca ha sido abordado a la luz del Convenio N° 155 y del “Protocolo Adicional” y, esta inoperancia del ente regulador, está prácticamente reconocida por la propia SRT, por lo que cabe una necesaria clarificación sobre el tema. Los “exámenes en salud”, entre los que se encuentran los “exámenes periódicos”, se encuentran regulados, desde el año 2010, por la Resolución N° 37/2010 de la SRT. Tal como se menciona en el “Considerando 3” de la Resolución “… no sólo resulta necesario generar mecanismos para estimular la conducta de los responsables para que den cumplimiento efectivo a las medidas que impidan el acaecimiento de siniestros laborales, sino además establecer aquellos que permitan la detección temprana de enfermedades profesionales y secuelas incapacitantes que las contingencias laborales puedan producir”. Lamentablemente, estas intenciones de la SRT nunca se han plasmado en la realidad preventiva de las enfermedades contraídas en el trabajo y de las obligaciones impuestas a los empleadores y a las ART. Al respecto, en el “Anuario Estadístico de la SRT” del año 2011, el cuadro 2.7: “Enfermedades profesionales según tipo de examen diagnóstico de la enfermedad profesional”, solamente el 4,9% de las denunciadas se detectó en los “Exámenes periódicos”, mientras que el 25,4% lo fue en “Consulta en Obra Social”; el 19,7% en “Consulta en Sanatorio, clínica o consultorio privado” y el 16,9% en “Consulta en Hospital Público” (ver cuadro completo en página 21 del “Anuario”). Para el año 2012, los números no son mas proclives a demostrar la eficacia y eficiencia de los “exámenes periódicos”, ya que “bajaron” al 3,7% y al 22,6% en Obras Sociales y “subieron” al 20,2% y al 18,4% respectivamente las tareas investigativas de los dos últimos efectores de salud (ver cuadro completo en página 14 del “Anuario 2012”). Esta ausencia de detección de “enfermedades profesionales” como resultado de la realización de “exámenes periódicos” tiene su directa razón de ser en el artículo 3 de la Resolución SRT N° 37/2010. De su texto se desprende que tienen “…por objetivo la detección precoz de afecciones producidas por aquellos agentes de riesgo determinados por el Decreto Nº 658/96 a los cuales el trabajador se encuentre expuesto con motivo de sus tareas, con el fin de evitar el desarrollo de enfermedades profesionales”. Por ser anterior a la sanción de la Ley N° 26.693, la redacción del artículo no contempla la realidad del derecho positivo, vigente y aplicable, y necesariamente, debe ser adecuada. Al respecto, sugerimos las siguientes adecuaciones. Primera adecuación: en lugar de “afecciones” la nueva Resolución debe priorizar la “salud” del trabajador, por cuanto una “afección” es una determinada patología, producto de una no-prevención. No se debe “evitar el desarrollo de enfermedades profesionales” sino evitar el comienzo de las mismas. “Desarrollo” implica “Acrecentar, dar incremento a algo de orden físico” (ver Diccionario de la RAE en su página web), lo que implica que la enfermedad ya se encuentra en el trabajador. Segunda adecuación: “tareas” debe ser reemplazado por “lugar de trabajo” por ser mas abarcativo de la realidad contractual laboral que mantiene el trabajador con su empleador, y por así ordenarlo la ley. No es lo mismo analizar las “tareas de soldador” que analizar “todos los sitios donde los trabajadores deben permanecer o adonde tienen que acudir por razón de su trabajo, y que se hallan bajo el control directo o indirecto del empleador". Tercera adecuación: no existen los “agentes de riesgos”, sino los “factores de riesgos”. “El término “factor de riesgo” se articula integrado con un modelo multicausal que implica que las diversas causas existentes (las conocidas y las desconocidas) interaccionan en la realidad, de manera que una misma enfermedad tiene en la práctica diversas causas y una misma causa puede estar relacionada con diversos efectos (enfermedades o trastornos de la salud concretos). … en el marco del trabajo un factor de riesgo laboral se configuraría como “(…) todo objeto, sustancia, forma de energía o característica de la organización del trabajo que puede contribuir a provocar un accidente de trabajo, agravar las consecuencias del mismo o provocar, aun a largo plazo, daños a la salud de los trabajadores.” (Castejón, 1995: 111)” (citado en “Factores de riesgo psicosocial en el trabajo en Argentina. Estrategia Argentina de Salud y Seguridad en el Trabajo (EASyST). Marco Teórico”, trabajo efectuado por el Área de Investigaciones en Salud Laboral de la SRT, integrante del Área de Investigaciones en Salud Laboral de la SRT, abril de 2013, pag. 2). Cuarta adecuación: los “exámenes en salud” deben efectuarse obligatoriamente cuando existan “factores de riesgo”, se encuentren o no en un “listado”, porque la ley ha cambiado y determina que: si un trabajador, en su lugar de trabajo, contrae una “enfermedad profesional”, lo primero que hay que averiguar es la existencia de cualquier factor de riesgo (concepto amplio) y no de un “agente de riesgo” (concepto restringido). Quinta adecuación: no solamente se debe determinar quien es el “responsable” u “obligado” (actualmente lo es la ART) sino también cual es el mecanismo efectivo y eficiente a desarrollar para determinar: 1.El lugar de trabajo; 2. Los factores de riesgos; 3.Los exámenes médicos y prácticas complementarias para certificar la existencia de la “enfermedad profesional”; 4.La obligatoriedad del “otorgamiento de las prestaciones” y 5.Las sanciones a quien se haya determinado, clara, contundente y definitivamente, deben cumplir todos los pasos mencionados y no lo hayan hecho. Ya hemos señalado anteriormente, que la cantidad de denuncias de trabajadores que padecen “enfermedades profesionales” que han sido detectadas como resultado de los “exámenes periódicos”, es absolutamente simbólica y, para ser medianamente comparables, deberían publicarse la cantidad de casos en que han sido calificadas como “Inculpables”. Era absolutamente imaginable y previsible que: si el empleador debía informar a la ART cual trabajador hacía una determinada tarea y se encontraba expuesto a un determinado “agente de riesgo”; que después, la ART debía informar al empleador la fecha y los lugares en que se debían realizar los exámenes médicos y prácticas complementarias, y que después el empleador debía obligar a sus trabajadores a concurrir a los centros médicos determinados por la ART acordando “las fechas, logística y la infraestructura para la realización de los exámenes médicos, de una manera cierta” y, al mismo tiempo, no contemplar ninguna sanción si no se realiza alguna manda o todo el “mecanismo”, muy pocos empleadores cumplirían la Resolución SRT N° 37/2010 y muy pocas ART realizarían los “exámenes en salud”. Los magros “números” que hemos mencionado, es una clara aceptación por parte de la propia SRT, del fracaso del “mecanismo” utilizado. Fracaso que ha significado una cantidad indefinida de trabajadores expuestos a “factores de riesgos” nunca investigados, que han contraído una “enfermedad profesional” en su “lugar de trabajo” y que nunca han sido “otorgadas las prestaciones” por quien legalmente les corresponde, trasladando las mismas a la “Obra Social” del trabajador o al “Hospital Público”. La legislación subalterna de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo debe contemplar necesariamente, presunciones a favor del trabajador. Si el empleador o la ART (o ambos), no demuestran acabadamente en las Comisiones Médicas Jurisdiccionales, por ejemplo, que realizaron “análisis de los factores de riesgo” ni “exámenes periódicos” al trabajador, se debe presumir que es una “enfermedad profesional” y deben otorgarse las prestaciones. En caso que el empleador, la ART o ambos, pretendan eximirse del pago de las prestaciones, deberían concurrir a sede judicial y probar allí que ese trabajador no padece esa enfermedad contraída en el lugar de trabajo por exposición a factores de riesgo. Es muy probable, casi seguro, que es una excelente y eficaz manera de evitar que sean los trabajadores quienes concurran a los Tribunales para que se reconozcan sus derechos, lo que algunos califican como “industria del juicio”. No deben dejar de reconocer y fundamentarse las futuras Resoluciones que se dicten, en que el trabajador es un “consumidor o usuario” de los servicios que le presta la ART contratada por su empleador (ley nacional “de orden público” N° 24.240 y sus modificatorias); que es un “paciente” que tiene sus derechos (ley nacional N° 26529 y sus modificatorias); que es un “sujeto de preferente tutela” (doctrina de la CSJN en autos “Vizzotti”, “Aquino” y múltiples mas); que las ART y los empleadores son solidariamente responsables de los daños ocasionados por incumplimiento de la ley (doctrina de la CSJN en autos “Torrillo”); que si padece una discapacidad, es sujeto recipiendario de las prestaciones que obligatoriamente debe recibir en virtud de una ley con rango constitucional (ley nacional con jerarquía constitucional N° 27044), y que su derecho a la salud está consagrado en todas y cada uno de las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos que se mencionan en el artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional. En síntesis: la tarea de los funcionarios de la SRT es reglamentar y cumplir las leyes vigentes en sus “Resoluciones” para que los actores sociales involucrados en ella también la cumplan. Dr. Eduardo L. Mezio elmezio@yahoo.com.ar