Pablo y Silas en la Cárcel – Hechos 16:23-33 Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos (Hechos 16:23-33). Reflexión sobre Pablo y Silas en la Carcel Para empezar, si ya has leído todo el Capitulo de Hechos 16, en esta historia Pablo y Silas se encontraban en la ciudad de Filipos en Macedonia haciendo la voluntad de Dios, siendo obedientes al Espíritu Santo (Hch 16:6-9). Pero sin embargo, estando en obediencia fueron azotados y encarcelados (Hch 16:23). Muchas veces al hacer la voluntad de Dios, también nos vamos a encontrar en situaciones difíciles. Porque muchos piensan que por ser cristianos vamos estar libres de dificultades. No es así, por esta razón, quien predique esto, es un mentiroso. Jesús dijo: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16:33). Por lo tanto, Pablo y Silas se encontraban en una cárcel oscura, con cepos en los pies. Sin embargo, tenían la paz de Cristo en sus corazones, porque estaba obedeciendo la voluntad de Dios. En medio de esta situación no se quejaron, sino oraban y cantaban himnos a Dios, y todos los presos los oían. De repente sobrevino un gran terremoto que sacudió los cimientos de la cárcel, abriendo las puertas y las cadenas (Hch 16:25-26). De esta manera, esto nos enseña cómo la alabanza y la oración fueron armas poderosas en estos siervos obedientes, los cuales pudieron impactar la vida de muchos de estos hombres que se encontraban en ese lugar. Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:4). A pesar que estos hombres estaban en cárceles físicas, Dios llevo a Pablo y Silas a ese lugar para traer verdadera libertad y salvación a estas almas.