Dispara. Yo ya estoy muerto. Dispara. Yo ya estoy muerto. Julia Navarro Plaza y Janes, Barcelona, 2013, 917 págs. Novela sobre la saga familiar de los Zucker, judíos que compraban las pieles en Rusia, San Petersburgo, y las vendían en París. En Polonia y al comienzo del siglo XX sufren un pogromo en el que muere la familia Zucker, a excepción del padre y el hijo mayor, Samuel, que se hallaban en uno de sus viajes comerciales en París. Cuando llegan a Polonia entierran a sus familiares y se trasladan a San Petersburgo donde conocían a los comerciantes que les vendían las pieles y algunas familias importantes judías. Allí comienza una nueva viada para Samuel, difícil como el nuevo siglo que traerá consigo nuevas ideas –el socialismo- que moverán a la paupérrima población rusa a luchar contra una clase social alta que poseía todo. Eran los prolegómenos de la Revolución Rusa. En ese ambiente crece Samuel a quien le preocupa sobre todo su formación intelectual pues quería ser químico. Pero no puede sustraerse al ambiente universitario de protestas contra el Zar Nicolás II. Aunque no participara directamente, el hecho de guardar propaganda en su casa supone la muerte de su padre que se auto inculpa para protegerle. Huye de Rusia con una amiga y el hijo de otro compañero a través de Finlandia hasta llegar a Suecia y París. En París cuentan con la amiga de su abuelo ya fallecido, quien les acoge en la casa del abuelo de Samuel y se consagra al cuidado de los tres exiliados. Pero Samuel se siente culpable de la muerte de su padre y trata de hacer lo que a su padre le hubiese encantado: regresar a Palestina. Con parte de la herencia que su abuelo le había dejado se traslada a Palestina. En Jerusalén compra unos terrenos a un propietario turco. De esta manera, la autora introduce al lector en el ambiente que vivió Palestina en los últimos años del Imperio Otomano, años que coinciden con los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial. Palestina, como Líbano, Jordania, Siria e Irak, estaban bajo el imperio turco. Las tierras se las habían repartido unas cuantas familias poderosas que por supuesto vivían en Turquía. Estos propietarios tenían un encargado de recoger los impuestos a modo de administrador que era quien visitaba a los labradores que vivían en las tierras y las cultivaban. Pero los turcos no estaban demasiado interesados en las tierras ni en su productividad. Tan sólo se limitaban a sacar provecho. Samuel, como los judíos que huyeron de Rusia y de otros países europeos les compraron las tierras a los turcos pagándoles cantidades que superaban sus expectativas. De esa suerte la población judía de Palestina se triplicó en tan solo diez años. El problema comenzó cuando los siervos árabes que labraban las tierras empezaron a ser desplazados por los nuevos propietarios judíos. No era este el caso de la Samuel que se comprometió con los árabes palestino que cultivaban sus tierras a respetar e incluso mejorar las condiciones de los labradores a cambio de que les ayudaran y le enseñaran cómo cultivar la tierra. Así comenzó la amistad entre los Zucker y los Ziad, Samuel y sus amigos y la familia árabe palestina. Julia Navarro explica en esta novela las consecuencias que la política internacional liderada por Reino Unido, Francia y Estados Unidos, las dos grandes guerras y los intereses de Alemania en el Oriente Medio, tuvieron para estas dos familias que se respetaban y vivían una fraternidad, más que amistad. La historia es narrada por Ezequiel, el hijo de Samuel, que es entrevistado por una representante de una Agencia Internacional que pretende realizar un informe sobre las ocupaciones ilegales de los judíos de nuevas zonas Palestina, los nuevos asentamientos judíos y la miseria a la que se ven abocados los palestinos en campos de refugiados. Julia Navarro intenta explicar el porqué de de la escalada de odio y venganza entre judíos y árabes en Palestina centrándose en las reacciones de estas dos familias, los Zucker y los Ziad. De hecho la representante de la Agencia Internacional haya recogido información de los Ziad y ahora le pide a Ezequiel que le cuente la versión de la influencia de todos los acontecimientos políticos en dicha relación, las muertes y el dolor que acarrean las decisiones tomadas en los despachos de las grandes potencias. Julia Navarro explica el sufrimiento de los judíos a lo largo de la historia en Europa que culminan con los campos de exterminio nazi y en los que muere el propio Samuel y su compañera Katia así como su hija. Ezequiel es quien, después de participar en la Segunda Guerra Mundial, visita estos campos siguiendo el rastro de su padre. El crimen por el que su padre fue conducido a Auschwitz no fue otro que el haberse relacionado con la resistencia en Francia y haber sacado ilegalmente a judíos a través de España, hasta Portugal, para conducirlos a Palestina. Mientras tanto la vida en la Huerta de la Esperanza, como Samuel había designado a sus terrenos, continuaba y los hijos de sus vecinos crecían y jugaban con los hijos de los judíos que allí vivían. Al poder turco siguió el poder británico e Inglaterra fue prometiendo a árabes y a judíos mejoras que llevaron al enfrentamiento de los intereses de las dos comunidades. Cuando finalizó su Mandato, El Reino Unido ya había perdido su autoridad en la zona y los unos y los otros se enfrentaban abiertamente además de atacar a los ingleses. Durante la Primera Guerra Mundial los árabes palestinos apoyaron a los turcos que eran aliados de de los alemanes. Los judíos a los ingleses que prometieron liberarles de los turcos. Como consecuencia Blafour, el primer ministro inglés en 1917 declaró que el pueblo judío tenía derecho a tener una nación. Durante la Segunda Guerra Mundial, los miembros de la familia Ziad, apoyaron a los alemanes que les prometieron que acabarían con los judíos. Y los Zucker apoyaron a los ingleses y combatieron en sus filas. Como consecuencia, al acabar la guerra, los judíos comenzaron a formar clandestinamente su ejército y asociaciones paramilitares a modo de protección de los ataques de los árabes palestinos. En 1948, cuando Inglaterra finaliza su Mandato y abandona Palestina, se desata la guerra. Los vecinos de la Huerta de la Esperanza participan en acciones militares que terminan con la vida de los hijos de ambas familias. Y la amistad parece romperse definitivamente. No obstante, con el paso de los años la amistad que hubo entre Ezequiel Zucker y Wädi Ziad, llevará al primero a ayudar al segundo quien le pide que ayude a su hijo, preso por entrar ilegalmente en Israel. Ezequiel lo hace para saldar las deudas con su antiguo amigo. Más tarde Wädi le vuelve a pedir ayuda para localizar a Eloisa, una médico española de la que Wädi se había enamorado y que había dejado embarazada. Eloisa se puso muy enferma y sus padres viajaron desde Madrid al campo de refugiados palestinos donde su hija trabajaba como voluntaria y se la habían llevado. Wädi quería saber que había sido de ella y de la niña que nació de aquella relación. La novela no queda cerrada. El lector se queda con la intriga de conocer de quién es la victoria, quién es el que se venga el último o, dicho de otra manera, si triunfa el odio y la venganza o puede más la razón de la amistad.