EL PRÍNCIPE ENANO Jesús Guzmán Domínguez Érase una vez, en una lejana región del Reino de Sophía, un Príncipe de muy poca estatura, de una tristeza permanente y unos grandes ojos melancólicos. ¿Cuál era la razón de la tristeza del Príncipe?, ¿Por qué nada le daba sentido a su vida?... Es que se había vuelto el hazmerreír de los demás, era demasiado pequeño e insignificante. Cierto día, uno de los últimos y viejos consejeros del Rey, viendo la incurable tristeza del Príncipe Enano le dio este consejo: Gran Príncipe, tu tristeza sólo se cura con la lectura, debes leer, leer, leer y siempre leer; esto te traerá mucha alegría, fantasía y verdad. El pequeño Príncipe, se dirigió a la Biblioteca del Palacio y comenzó a buscar desesperadamente la alegría, permanecía entre miles de volúmenes y siempre terminaba triste. Cierto día, viendo la tristeza del Príncipe, el Bibliotecario le proporcionó un libro viejo, pero muy bien conservado, en su tapa se podía leer el título: Diez consejos para la felicidad total. Al abrir el curioso libro, el Príncipe por más que buscó no encontró el nombre del autor, era anónimo, tampoco la fecha de su edición procedía de la Alta Edad Media. El Príncipe lo hojeó ávidamente y, como impulsado por una fuerza sobrenatural, se detuvo en el Quinto Consejo que decía textualmente: “Crecer no quiere decir hacerse alto, sino encontrar la información adecuada y hacerla conocimiento”. El Príncipe Enano quedó confundido por el significado del Consejo; deseaba, con todas las ansias de su pequeño corazón descifrar su contenido. Lo leyó y lo releyó muchas veces, leyó con mayor avidez una enorme cantidad de libros, preguntó a los letrados, a los consejeros y a los doctores del Reino, pero nada ni nadie le explicó satisfactoriamente el significado. Un día, caminando tristemente por las calles populares de su Reino, se encontró a un joven enano como él, pero diferente, ya que éste era un Enano Feliz, que cantaba, sonreía e irradiaba alegría. El Príncipe Enano sorprendido por tanta felicidad, se acercó y le preguntó humildemente el significado del Consejo. El Enano Feliz, le dijo: “Crecer quiere decir tener conocimiento, pero como éste es grandísimo debes buscar a alguien que te guíe, una persona diligente y estudiosa, que ha dedicado su vida a seleccionar, organizar y difundir la información”. Entonces el Príncipe Enano pensó en la Biblioteca del Palacio, en los miles de volúmenes y en el libro especial que el bibliotecario le había proporcionado. Pasaron los años... el Príncipe Enano se convirtió en un Príncipe Lector y al paso del tiempo en un Rey grande, sabio y generoso, ya que encontró la grandeza que proporciona el conocimiento. El detalle más significativo de esta historia es la revelación de los nueve Consejos restantes de aquel libro, que sin duda alguna se pusieron de manifiesto en la primera decisión de su Reinado, que textualmente decía: Decreto Real No. 1 Que en consideración a los grandes servicios prestados por los bibliotecarios al Reino de Sophia. Declaro solemnemente: Que todos los 30 de septiembre, se reconozca la labor de las personas que organizan y difunden la información para engrandecer el conocimiento de género humano. Que se sepa y se cumpla en todas las comarcas y confines de mi Reino. El Rey Lector Dado en el Reino de Sophia, en el noveno mes del 773, Año del Señor. Guatemala, 30 de septiembre de 2006