Fue un fin de semana muy largo, con muchas cosas que entender, con muchas preguntas que poco a poco iban brotando. El lunes caminaba a la escuela cuando me interceptó el instructor: “- ¿antes que entres podemos platicar?”. Caminamos hasta un macetón en el estacionamiento y comenzó con: - ¿Qué has pensado? - No sé exactamente qué es lo que hace el gobierno. – respondí. - ¿Te ha pasado algo injusto? ¿Un asalto, un robo? – Me preguntaba y jugaba esperando alguna reacción hasta que encontró la pregunta adecuada - ¿Una violación? – Sabía que el comentario me causaría un impacto y captaría mi atención. – Siempre hay personas queriendo abusar de otras, siempre hay alguien malo, alguien que puede hacer daño y no le remuerde la conciencia. La vida es muy frágil. - Eso. – Conteste. - Somos ovejas, esperando que esas personas vengan como Lobos y nos lleven, y cuando más de esas personas acabas, llegan más y más. – Continuó. - ¿Y entonces? ¿Cuál es el punto en combatirlos? – Pregunté. - A veces, algunas ovejas somos diferentes, a veces podemos ser lobos, pero decidimos defender a otras ovejas, nos convertimos en Guardianes. - explicó - ¿Y eso para qué? ¿Por qué proteger a la gente que te hace daño? – replique. - Ese es el punto, no eres Lobo, eres oveja, y te puedes quedar a esperar que algún Lobo te atrape y te haga daño o puedes defenderte. Al final sabes que te alcanzaran, pero por lo menos te habrás defendido y te llevaras varios Lobos antes de caer. Su lógica me parecía innegable, ¿Qué daríamos por tener la oportunidad de defendernos? Pensé en todas las veces que intenté suicidarme, pensé en toda la gente que me hizo daño, y luego pensé que tal vez era diferente porque no era una oveja si no un guardián y naturalmente decidí escuchar su propuesta. Me entrenarían y luego me convertiría en agente, oculto, encubierto. Al cumplir 18 me darían un seguro social y el sueldo acumulado sería una beca. A mis 13 años, llegar a los 18 era toda una vida, y hablar de futuro no me convencía tanto como la oportunidad de ser algo diferente. Naturalmente acepte su propuesta. Esa tarde dejaron una tarea de biología, una investigación. Encontré un libro en la biblioteca y seguí el tema pensando que esta vez no era ningún idiota, que podía hacer un trabajo mejor. Al día siguiente pidió por lista el trabajo, ella recibía los trabajos y marcaba en la lista quien lo entregaba. Al entregar el mío, solo de verlo enderezo la cabeza para asegurarse que era yo, nunca pude olvidar su cara de sorpresa. Esa clase participé como nunca, me di cuenta que podía hacer las cosas y que podía salvar mi escuela. El martes me presente en las instalaciones del gobierno, al entrar, el instructor me dijo llamarse Miguel. Me mostró las instalaciones donde varias personas trabajaban en computadoras, buscando datos, a veces revisándolos. Me mostró el helipuerto donde 30 helicópteros aterrizaban y despegaban, y luego fuimos a la zona de entrenamiento. Me presentó a un señor Chino, rondando los 40, y me dijo que él me entrenaría en defensa personal. El chino se presentó como Yan Zen Lee. El me preguntó si alguna vez había peleado con alguien. Si, fue mi respuesta. - ¿Ganaste o perdiste? – Preguntó. Perdí – contesté. Entonces ganaste. – Respondió, al notar mi cara de extrañeza continuó. – Seguramente era el que molestaba a todos, era el ganalla del grupo. Si.- Respondí. Pues él tiene una reputación, el está ahí porque nadie le gana y si tu le ganas todos los posibles retadores irían contra ti. Pero él sabe que cada pelea es un riesgo de perder, y que cada pelea lo lastiman. Tu lo lastimaste, y el no te volvería a molestar porque se dio cuenta que podías vencerlo y eso sería perder su estatus de gandalla, pero si tu hubieras ganado, entonces tendrías que seguir peleando por conservar ese status. Jamás pensé en verlo de esa manera, pero era razonable. Entonces me di cuenta que en realidad cada pelea que perdí en realidad gané, porque no me volvieron a molestar. El siguiente día me presentaron a Giuseppe Celli, un italiano. El me dio mi primera arma, una escuadra 45. La disparé y la solté, me espantó mucho. Recuerdo que me dijo que poco a poco me familiarizaría con el ruido. - Ya sentiste el golpe de una pistola al disparar – me dijo – ahora vuelve a disparar e intenta que no se te caiga. Hice el segundo disparo pero esta vez estuve preparado para no soltar la pistola. - Muy bien, ya te vas acostumbrando, ahora necesito que enfoques tus disparos. Poco a poco me enseño a enfocar la mira y gradualmente mis tiros fueron haciéndose más precisos. Para ser mi primera lección había avanzado bastante. Jenny me enseñaba a armar perfiles psicológicos de las personas, a preguntarme porque reaccionaban de tal o cual forma, a plantearme las preguntas de cómo es que la gente llega a ser la persona que es. Hablábamos de las inteligencias de Grande, como cada quien tenía sus talentos y que una combinación de esos talentos y sus decisiones los podían llevar a ser gente peligrosa. Miguel, me enseñaba las teorías de redes sociales, como una persona conoce a otra y que en un país de 100 millones de personas todos tenían máximo una relación en 5to nivel con alguien más. Y comencé a trazar como mis compañeros se hilaban unos con otros y como quienes tenían relación grupal o familiar. Era mi primera red dibujada. Me presentaron a Samuel, el me enseño una computadora y me presentó un módem, me enseño lo más básico de un sistema operativo y comenzó a explicarme cómo funcionaban los métodos de comunicación. Así comenzaron a correr cada semana. Celli me fue enseñando a sostener una pistola en cada mano, me enseño a disparar en abanico para calcular el disparo a un objeto en movimiento, me enseño que las personas reaccionan moviéndose a su derecha para evitar un disparo entonces había que disparar un poco a la derecha, me enseñó que el retro golpe te levanta la pistola cuando acostumbras a la muñeca a detenerlo y que entonces es mejor apuntar más bajo para que el tiro fuera preciso. Yan Zen me enseño primero los puntos neurálgicos, puntos que lastiman a las personas el segundo nivel de puntos que inmovilizan a las personas, el tercero que pueden dejar daños permanentes y el cuarto que son puntos mortales. Me enseño como aprovechar la fuerza de los que nos atacan para atacarlos, me enseño como defenderme. Jenny me enseño como entablar conversaciones, buscar con pláticas triviales la información necesaria, como interpretar los miedos y los intereses de las personas, al mismo tiempo me enseñaban como controlar mis impulsos, como no dejar que el miedo me inmovilizara mientras reaccionaba. Miguel me enseñaba a buscar a las personas mediante su identidad y ligar direcciones, teléfonos y datos, como tejíamos nuestras identidades de una forma que siempre dejamos rastros de quienes somos. Samuel me mostró las bases de datos del gobierno, como buscar en ellas datos, como ligarlos, como construir los perfiles clínicos, financieros y fiscales de una persona. Aprendía como una esponja, la información llegaba a mí y yo la iba mecanizando, junto con esto comenzaba a entender lo que en la escuela me enseñaban y la avidez de información me comenzó a despertar el interés por aprender música, literatura y ciencia. La información que recibía en la escuela era apenas una pequeña parte de lo que aprendía, mis calificaciones mejoraban substancialmente y comenzaba a tejer relaciones con mis compañeros. Mi vida comenzaba a cambiar drásticamente. Llegó un día en que Fernando retó a uno de mis amigos, era una pelea. Le dije a mi amigo como atacarlo y a sabiendas de que había un segundo de nombre Nelson que deberíamos esperar que en cualquier descuido entrara también a la pelea. Estaba listo, pensé, podía entrar yo también. Antes de que eso pasara, Pedro me entretuvo en la salida con una plática trivial mientras que los demás se juntaban, escuché cuando los gritos comenzaban y salí corriendo. Al llegar fue muy tarde, mi amigo había caído de espaldas y se golpeó la cabeza, pronto una ambulancia se lo llevó. Pensé en retar a Fernando cuando Julián me detuvo y me dijo que no lo hiciera. Ese día en la academia Yan Zen me explicó que no podemos exponer nuestras identidades, y que definitivamente no podemos ganar una pelea, al ritmo de “¿Qué no entendiste la lección del Gandalla?” - Tú estás para detener al gandalla, y no lo puedes detener si eres el Gandalla, no te puedes convertir en Lobo si quieres se Guardián. – Continuaba el regaño. – Tú estás aquí para algo más importante, estando en esto vas a ver asesinatos, vas a ver robos, secuestros, violaciones, vas a ver mucho crimen, pero no podemos detenerlo todo, tenemos que ir por los peces grandes. La lección me parecía tan complicada, estábamos defendiendo a la humanidad de la misma humanidad pero éramos selectivos en lo que defendíamos. Celli comenzó a enseñarme a desenfundar, a pedirme más velocidad y precisión para los disparos. Jenny me pedía hacer perfiles de las personas a las que me rodeaban. Samuel comenzó a enseñarme patrones de claves, como la gente usaba patrones conocidos como sus fechas de nacimiento y luego como estos patrones se iban complicando para obtener claves más complejas, los nombres de sus hijos, las esposas, las amantes. Luego comenzamos a descifrar claves avanzadas construidas sobre un teclado, al ver claves alfanuméricas pronto me daba cuenta que eran líneas trazadas sobre el teclado, o bien eran secuencias de números o letras. Pronto los ejercicios se convirtieron en desenfundar más rápido aunque no fuera muy preciso, y en tres semanas me di cuenta que podía desenfundar rápidamente y vaciar el arma en menos de 15 segundos. Con la misma facilidad comenzaba a adivinar secuencias de claves y mi memoria comenzaba a funcionar como una grabadora, podía almacenar datos y números rápidamente y hacer analogías para memorizarlos con facilidad. El juego de los perfiles de mis compañeros cambió a ser el juego de ¿Qué actitudes toman? Y comenzar a deducir porque las toman y a donde los llevarían. Cuando comenzaba a tener velocidad y precisión un señor moreno de bigote entró escoltado al centro y viendo a Miguel le dijo: - ¿Cómo va tu nuevo? - Bien Señor, véalo usted mismo – y me hizo una seña para que comenzara mi rutina desenfundando y vaciando la pistola al blanco que tenía enfrente. El hombre se acercó y me pidió las pistolas, después de revisarlas me dijo: - Muchacho, mientras más grande es el calibre de una pistola más grande es el idiota que la porta. – después de mirar mi cara de sorpresa me dijo: - Un profesional usa una 22, los calibres grandes pueden atravesar a una persona, pero la 22 no, se queda la bala, camina, aun cuando salga caminando la bala seguirá causando daños hasta que la puedan sacar, y para sacarla primero hay que encontrarla. Además de que es tan barata que te puedes deshacer de ella y es difícil de rastrear. – Agradecí la lección pero continuó. – El tiempo que tardas en desenfundar un arma es crucial, mientras más largo es el cañón y más pesada es el arma más tiempo tardarás en desenfundar, una 22 corta mejorará tu velocidad. Me entregó las pistolas y se dirigió a Miguel: - Dale un par de revolver 22 y te va a dar una sorpresa, sabes que a mí no me convencen tus armas largas.Sí, Señor – Respondió Miguel. Una vez que se retiró, le pregunté a Miguel quien era esa persona: - Es el comandante Barrientos – Me dijo. – Es el jefe de todo esto, ha sido durante cuarenta años el hombre que ha mantenido la paz en este país. La experiencia del hombre era indudable, porque no se equivocó con las pistolas, al usar pistolas 22 mi velocidad mejoró tanto que lograba descargarlas sin fallar en 10 segundos. Las lecciones continuaron con la teoría de los movimientos sociales, como se dan, como se organizan, cuáles son sus ejes. Como los grupos radicales pueden convertirse en guerrillas, pero dependen de tener dinero, organización, estrategia y liderazgo y que siempre pueden ser detenidos cuando comienzan a ser un peligro. Yan me dio una especie de bastón, cuando le pregunté para que servían me dijo: - Son las armas de nosotros, se llaman Bo. - ¿Y para que sirven? – Pregunté. - Cuando hay movimientos sociales no puedes andar cargando armas, tus balas pueden dañar a inocentes, el Bo es un arma que puedes controlar, te permite defenderte y puedes usarla para atacar a los que te atacan sin dañar a nadie más. Las semanas que siguieron fueron de adiestramiento en esa arma. Las lecciones de Samuel se convirtieron en los protocolos, puertos y servicios, como entrar a una red y descubrir que servicios tenía activados y como obtener información de esos servicios. Las lecciones de Jenny se convirtieron en tratar de controlar mi ira. Miguel comenzó a enseñarme tiro a distancia, como usar la mira, como disparar a objetos en movimiento, como anticipar su posición. Luego se convirtieron en ejercicios de disparo a blancos múltiples y en movimiento. Por último, me enseño que los blancos se cuentan de Norte a Sur y de Este a Oeste y que uno pronunciaba los números de blanco que pudiera abatir en los primeros dos segundos (3 o 4 aproximadamente) de forma que en un equipo hubiera sincronía para en un solo ejercicio de disparo eliminar a todos los blancos. Me convertí en la cenicienta, el niño conflictivo se había convertido en un ser social, capaz de mezclarse con diferentes sectores de la sociedad y obtener información, capaz de entrar a redes privadas y recopilar datos, capaz de trazar redes sociales, capaz de disparar sin fallar, capaz de interpretar cualquier papel y aprender cualquier oficio con facilidad.