El Salvador celebra a San Romero de América Por: Martín García sj

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El Salvador celebra a San Romero de América
Por: Martín García sj
El pueblo salvadoreño está de fiesta. Se calcula que cerca de medio millón de personas asistirán este 23
de mayo al acto de beatificación de Monseñor Romero en San Salvador. Muchísimos otros, aunque sin
estar presentes en la Plaza Salvador del Mundo, celebrarán este gran acontecimiento de la iglesia
universal. 35 años debieron pasar para que por fin, se reconociera oficialmente que la muerte de Romero
constituye un “martirio por odio a la fe”. Pero el pueblo salvadoreño, también desde hace 35 años, ha
venido proclamando que su pastor fue un hombre santo, y que ha resucitado en ellos.
¿Quién era monseñor Romero?
Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, El Salvador, el 15 de agosto
de 1917. De origen humilde y de carácter más bien tímido. A temprana edad manifestó su deseo por el
sacerdocio. En 1931 comenzó sus estudios con los Claretianos en seminario menor de San Miguel, y más
tarde con los Jesuitas en el seminario San José de la Montaña, en San Salvador. Su formación la terminó
en Roma, donde fue ordenado sacerdote el 15 de abril de 1942, regresando el año siguiente a El Salvador.
Inició su vida pastoral en San Miguel donde permaneció 20 años, tiempo en el cual ya destacaba su bondad
y sencillez. En 1970 recibió el ministerio episcopal y sirvió como obispo auxiliar de San Salvador. Su
marcada tendencia conservadora en un contexto social y político convulsionado fue fundamental para
que en 1977, a los 59 años de edad, fuera nombrado Arzobispo de San Salvador.
Sin embargo, inesperadamente, Monseñor Romero cambió su perspectiva de la realidad. Pasó de una
cierta indiferencia de las preocupaciones terrenas de sus hermanos, a convertirse en el mayor defensor
de los pobres y humildes que El Salvador haya conocido. No es extraño que al poco tiempo de su asesinato,
Pedro Casaldáliga, recogiendo el sentir del pueblo de Dios, le dedicara un poema en el que lo llamaba ya:
San Romero de América, pastor y mártir nuestro.
Por qué la Iglesia le eleva a los altares
Monseñor Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador en un contexto de aguda crisis social y
política, que luego desembocaría en una guerra civil que duró 12 años (1980-1992), dejando un saldo
aproximado de 75 mil muertos y desaparecidos. Aunque al inicio el arzobispo parecía no interesarse
mucho por esta situación, una serie de acontecimientos, dentro de los que destaca el asesinato de su
amigo, el jesuita Rutilio Grande a manos de los militares, hizo que pronto su perspectiva cambiara.
A partir de entonces, Monseñor Romero se convirtió en un defensor de los pobres y de las víctimas de la
injusticia en su país. Denunció con voz profética las violaciones a los derechos humanos y llegó incluso a
desafiar la autoridad de quien que se opusiera a la ley de Dios: “…Ningún soldado está obligado a obedecer
una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. (Homilía del 23 marzo de
1980).
Sabía sin embargo, que sus opciones tenían un precio, y él estuvo dispuesto a pagarlo. El 24 de marzo de
1980, un francotirador enviado por grupos de ultraderecha, acabó con su vida mientras celebraba una
Eucaristía en el Hospitalito de la Divina Providencia, en una colonia de San Salvador.
El pueblo experimentó que Monseñor Romero, su pastor y ahora su mártir, resucitó entre ellos, como él
mismo lo había anunciado: "Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Un obispo morirá, pero la
Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás" (marzo 1980). Por su parte, la Iglesia como
institución, desde antiguo tiene la tradición de reconocer santidad en quienes llevan hasta las últimas
consecuencias el compromiso de su fe, esto es, “no hay un amor más grande que el dar la vida por los
amigos” (Jn 15,13). Y esto la Iglesia reconoce hoy oficialmente en Monseñor Romero.
Signo de contradicción
El proceso de beatificación de Romero había sido archivado en el Vaticano por presión de grupos
salvadoreños de derecha, muchos de ellos vinculados con el asesinato del arzobispo que, bajo el
argumento de evitar división en la iglesia local se opusieron tajantemente al tema. Una nueva coyuntura
en el Vaticano y también en El Salvador, logra superar estas barreras y conseguir que en febrero de 2015
se anunciara la beatificación del arzobispo salvadoreño. Aun así, laten dos riesgos, uno de ellos
manifestándose ya. Se trata por un lado de la desprofetización de su mensaje. Según Juan Hernández
Pico SJ, teólogo y profesor de la UCA de El Salvador: algunas campañas “convierten azucaradamente el
mensaje de Romero en denuncias sin filo”, “le llaman el patrón de la reconciliación pero no piden perdón
por lo que le hicieron”. La intención es clara, temen y evitan que la beatificación de Romero levante temas
que el profeta denunciaba y que aún persisten. Por otro lado, existe también el riesgo que la beatificación
convierta a Romero en un “santo de bronce” y que la densidad de sus palabras sea opacada por una
devoción piadosa pero sin compromiso.
Cómo se actualiza su mensaje
Es bueno alegrarse por la beatificación de Romero, pero también es necesario preguntarse cómo y por
qué se convirtió en mártir. Juan Hernández Pico sj, afirma que la opresión y la pobreza extrema que
Romero denunció sigue siendo hoy una realidad: “Todavía no tenemos sociedades justas, y no tenemos
sociedades pacíficas, inclusive. Si hoy Monseñor Romero tuviera la oportunidad de dejar ir su voz, la
dejaría oír contra la violencia que ciega tantas vidas antes de tiempo”.
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