La muerte de Linda Johana Fontalvo fue el final de una cacería de brujas que abanderó, sin prever las consecuencias, gran parte de la comunidad del municipio Zona Bananera, Magdalena. El testimonio de Francisco Fuentes*, uno de los jóvenes que conoció a la difunta y quien estuvo también a punto de morir, da cuenta de esta extraña historia de rumores, supuestas sectas satánicas, y paramilitarismo. El cuerpo de ‘Linda Parapetos’, como llamaban a la joven de 24 años, fue encontrado el 5 de junio de 2003 en medio de la maleza con varios disparos, señales de tortura y el cráneo dividido en dos por cuenta de un machetazo que le propinaron las autodefensas para matar a la mujer que, según ellos, tenía pacto con el diablo. “Le pegaron con las cachas de las armas. Cuando la vi en el cajón tenía los dientes por fuera”, revela un familiar que no quiere ser nombrado. Francisco y Alejandro observan la tumba de Linda Johana Fontalvo, asesinada el 4 de junio de 2003, a raíz de las murmuraciones sobre sus poderes sobrenaturales y su supuesto pacto con el diablo. En Prado Sevilla, Zona Bananera, nadie quiere recordar lo que sucedió con Linda. La gente dice que no la conoció, pero después de un rato de conversación hay quienes se atreven a contar que era una mujer hermosa de piel blanca y pelo negro que atraía a los jóvenes del pueblo y que era “satánica”. Le decían ‘Parapetos’ por su forma de vestir: parecía una gitana y lucía muchos accesorios como manillas y cadenas. “Eso es lo que dicen, yo no la vi… pero sí tenía sus cosas raras porque se vestía de oscuro y se pintaba las uñas de negro”, afirma un poblador quien en un principio negó haberla conocido. Nadie guarda una foto de ‘Linda parapetos’. Ni siquiera hay un solo cimiento en pie de la casa de bahareque donde vivía con su familia. Después del asesinato, los Fontalvo salieron corriendo y el pueblo tumbó el rancho. El único vestigio de lo sucedido es la tumba de la joven blanqueada con cal, en una esquina del cementerio San José. Después de cuatro años, el crimen salió a relucir hace tres semanas cuando el ex comandante paramilitar José Gregorio Mangones Lugo, alias ‘Carlos Tijeras’, admitió ante la Fiscalía que ordenó la muerte de Linda. La explicación que entregó el hombre más temido de la zona fue lapidaria y desafiante: “estaba corrompiendo a los niños del pueblo”, dijo para justificar un acto que en su lógica paramilitar fue una limpieza moral. ‘LOS SATÁNICOS’ Francisco Fuentes asegura que las acusaciones contra él y su grupo de amigos se iniciaron el 7 de diciembre de 2000. “Estábamos tomando y escuchando ‘rockcito’ cuando un amigo dijo que iba a traer media puerca para hacer unas chuletas. Una vecina nos vio cortando la carne y al día siguiente dijo que estábamos en un rito satánico. Desde ahí nos acusaron”. Al principio las habladurías de la gente provocaron risas entre los jóvenes, pero después la vaina se puso fea y los chismes se convirtieron en motivo de persecución. Alejandro*, uno de los llamados ‘satánicos’, cuenta que los vecinos reunieron firmas para echarlos del pueblo y como no pudieron los acusaron ante los paramilitares agrupados en el frente ‘William Rivas’, bajo el mando de ‘Tijeras’. Para entonces, este hombre se había convertido en el juez supremo de todas las cosas en Zona Bananera. No había chisme que no llegara a sus oídos, ni problema familiar en el que no mediara, y si alguien necesitaba dinero ahí estaba Mangones para ‘ayudar’. Él era la Ley, la Justicia, el banco, la fuerza pública… Él se lo creía y actuaba conforme, moviendo todo alrededor suyo en un peligroso vórtice de mesianismo y brutalidad. Esos rasgos, sin ambages, fue los que dejó ver en el proceso de sometimiento a la Justicia en sus testimonios ante Fiscalía. “La guerrilla me volaba el ferrocarril cuando quería, ¿quién buscaba al Ejército?… cuando el marido y la mujer peleaban ¿a quién llamaban? a ‘Carlos Tijeras’… Carlos corre pa’ acá, mira esto, mira lo otro, que están robando… yo era todo”, con estas palabras en plena versión libre, el ex ‘para’ pretendía demostrar que asumió, ‘con sentido patriótico’, las funciones que el Estado había abandonado en esas tierras. Lo más triste en Zona Bananera es que ese poder desbordado terminó sirviendo para aterrorizar a un grupo de muchachos a quienes la ignorancia del pueblo señaló como practicantes de brujería, y cuyo único pecado era pensar y querer portarse diferente: oír rock en vez de vallenato, y llevar el pelo largo en lugar del corte castrense de los ‘paras’. Y Linda Johana pagó el precio más alto. “Lo que aquí ocurrió fue un choque de culturas. A nosotros nos gustaba un tipo de música; a Linda le llamaban la atención la quiromancia y la lectura de las cartas, pero hasta ahí”, sostiene el joven mientras mira a lo lejos y recuerda que alguna vez vivió en Barranquilla donde fue universitario y nunca sintió que los vecinos se tomaran muy en serio su aspecto de alternativo. Francisco y Alejandro huyeron de sus casas en Zona Bananera una madrugada. Un amigo de los padres los había alertado sobre las preguntas que hicieron dos sicarios con el propósito de dar con su paradero. LA VÍCTIMA El pueblo asegura que los ritos de ‘Los satánicos’ llevaron a la tumba a Natalia*, una niña de 13 años de quien medio poblado jura que falleció por una posesión demoníaca. Esta muerte le fue achacada a ‘Linda Parapetos’, la máxima representante del satanismo en la región, según ellos. No hubo una explicación científica del deceso. Un fuerte dolor de cabeza y una fiebre alta fueron consumiendo a la menor hasta apagarla. Inés Angulo, coordinadora académica del colegio La Concentración donde estudiaba Natalia, recuerda uno de los capítulos más oscuros en la historia del centro educativo. La docente cuenta que un año antes del asesinato de Linda, los estudiantes empezaron a inquietarse. El juego de la tabla ‘Ouija’ fue el motivo del estado de pánico que contagió no solo a los jóvenes sino a todo Prado Sevilla. Zona Bananera es un municipio con 56 mil habitantes, la mayoría vive en la zona rural. El paramilitar ‘Carlos Tijeras’ controló esta región y estableció las relaciones comerciales en el negocio del banano. Natalia, una de las participantes del juego, dejó de asistir al colegio porque no aguantaba el dolor de cabeza, los vecinos dijeron que se comportaba de manera extraña y con el tiempo se había vuelto agresiva. Desde que cayó en cama no volvió a levantarse. Sus padres, inmersos en las creencias de hechos sobrenaturales, en vez de mandarla a un médico, la presentaron ante cuanto brujo y curandero había. Así lo testimonian la profesora Inés y Francisco. Después del fallecimiento se dijo de todo: que en el colegio profesores y estudiantes participaban en orgías, que los ritos se celebraban en unas bodegas abandonadas, que fulano y zutano eran instrumentos de Satanás. “Los estudiantes vivían con susto —refiere Inés—. Cómo será que un pelao empezó a enfermarse y los profesores hicimos una colecta y lo llevamos al médico. El psiquiatra nos dijo que el muchacho lo único que tenía era miedo y recomendó apartarlo del ambiente, así que sus papás se lo llevaron”. Otros menos creyentes sostienen que la coyuntura del pueblo fue la excusa perfecta que utilizó ‘Carlos Tijeras’ para matar a una mujer que se le estaba convirtiendo en un problema. “El Ejército y los paramilitares decían que ella era guerrillera”, afirma un anciano e inmediatamente se arrepiente de las palabras. “Eso no se puede decir por aquí”. LA MUERTE DE UNA ‘BRUJA’ Linda murió descalza. A las 7 de la noche del 4 de junio, Edwin Alberto Ferrer González, ‘El Russo’, llegó a la puerta de la casa de la joven y cruzó unas cuantas palabras con Alfonso Fontalvo, el padre. Su intención era llevarse a Linda y ponerla a disposición de ‘Carlos Tijeras’. La muerte la estaba esperando y no le alcanzó el tiempo para buscar los zapatos. Estos hechos quedaron consignados en la resolución de acusación proferida por la Fiscalía contra Mangones, Ferrer y otras 12 personas en 2006. ‘Linda Parapetos’ fue asesinada en la madrugada. Si en vida fue objeto de los chismes más variados, las versiones de su muerte son un catálogo de situaciones paranormales y mágicas mezcladas con crueldad sanguinaria. De sus últimos minutos, por ejemplo, se dice que primero le propinaron varios disparos, pero no murió. “Los ‘paracos’ la dejaron tirada pero a las 2 de la mañana regresaron al lugar y la encontraron sentada con un muerto al lado; tenía el pelo en la cara. Para no dejar viva a la ‘bruja’ la cogieron a machetazos”, relata un poblador. Este relato se tiene como cierto a tal punto que muchas personas “descansaron” con el crimen de Linda, sostiene un profesor del municipio. La persecución contra ‘Los satánicos’ cesó. El crimen de una mujer y la muerte de una niña fueron suficientes para no buscar a más culpables. El pueblo olvidó pronto el caso de Linda, pero la Justicia Penal todavía ventila el asunto e intenta esclarecer los móviles reales del homicidio. En el Juzgado Único Especializado de Santa Marta reposa un grueso expediente. Los muchachos que hace cuatro años eran vistos como adoradores de espíritus malignos ahora caminan el pueblo buscando cosas qué hacer. Están desempleados, pero respiran con tranquilidad porque pudieron regresar con sus familias. Ni una sola flor hay en la tumba de Linda, la maleza empieza a tragarse el sepulcro… el abandono es evidente. “La muerte de Linda fue una infamia y de esa infamia es culpable el pueblo”, afirma Francisco.