rÉH |T 1-- U E rrlt\ I Jf \'-BÉl- TTI:t rrt ñ\ -Y I . a- t¿ (r) É-J -r\-'. lG Y' 5-!l ^eá UFF NÉ6 E= I ilenri Lefebr¡re Henri Lefebvre ESPACIO EL DERECHO 'r_" , ., , Y POLíTICA A LA CIUDAD, II s I P$s# *-if ''¿ i+ P A L A Pa- *J*,i'ou *niu'*turuHt'" ediciones península @ Sumario Introducción. E¡" especro 5 23 RBPLUXTONN,S SOBRE La ctuuer Y Lo 43 LA POLÍTICA DEL ESPACIO 63 URBANo Excrls v l.r uropf,l 73 Lts rusrrrucroNns DE LA socrEDAD El espagio, la producción mía política del espacio . L II. III. (Pos'rgc¡tolÓctcR> del espacio, la $ 93 93 Crisis de la economía poiítica ' La promoción de lo inmobiliario y la converiión en bienes muebles del espacio 94 Ln SUNCUNSfE Y EL t econo- lntroducción IV. Hacia la economla política del V. La producción del esPacio . Ll 89 CLASE OBRERA ESPACIO Y EL ESPACIO espacio 98 103 119 r27 145 La edició_n original francesa fue publicada por Editions Anthropos, de Paris, con el tftulo Espáce et pot¡tique. Le droit d la ville, II. @ Editions Anthropos, t922. lntroducción f,Saiucción de Jrxr¡¡n Mws oe Lr¡nds y Jerur LrmÁs Grncfr {N 8?$[f $ r rurudo un texto aspira a tener un alcance teórico y sl mismo, es que el autor ha pro,, ,lr¡lr, ¡rreviamente a un recorte'montaje, atribuyéndose ,r,,,r t,,u i'cla de un <campo> que trata de delimitar ¡Operar i,rr rk' apropiación privativa asaz tosca, siempre sospe,l¡,'',.r, :u,ln cuando usual y considerada como legítima ¡rir. ,tt) (lrrc la propieclad privada se hace extensiva a las irlr.r'. y:rl saber! Más de un científico debería disculparse 1,,,r ,.1 ¡ucro hecho de haber colocado una cerca alrededor jrrrclín para poderlo cultivar a su antojo. Por lo iirr, r(",¡)('cta a esta obra, el autor ruega se le disculue ,1, l,r,lr):r que ninguno de los artículos recopilados en este r,,lr¡¡ncrt ¡rucde ser aquilatado debidamente si no se tienen r r ¡ ur'rlir otros trabajos publicados: sobre la vida cotidiarr,r .,,,1,rr" cl espacio, sobre los diversos oderechos" (el ,1, ',,lr,, ;r la ciudad, el derecho a la diferencia), sobre la ,t r'r,i,lrlt i<5n de las relaciones (sociales) de producción, ,¡rrr' ¡rrr.:lcnde bastarse a ¡ l' ¡ lr'1,t. | .''. rrrvcsl.igaciones que atañen a la ciudad y a lo urba- ri' rr,'r r('nl;lcn a aquellas que conciernen el espacio y que - ,,,r ,,l,jcto de una próxima obra (que será publicada i.,rf ,, , I tílrrlo: La production de l'espace). Esa teoría del :r, r¡ r,¡ ',.r'ial abarca por una parte el análisis crítico de ,, rl,,l.rrl rrrl'lana y, por otra, el de la vida cotidiana; en ,l, r¡, l, t'oticliano y lo urbano, vinculados de forma inl.* Cubierta de Jordi Fornas. Primera edición: abril de 197ó. Propiedad de esta edición (incluyendo la traducción v el diseño de la cubierta): Edicions ó2 sla., Provenza 2?8, Barcélona-8. Impreso en RIGSA, Constitución 19, Barcelona. Depósito Legal: B. 13.127 -1976. ISBN: 8+297-1182-t. !¡ ,,l,rl'lr'. :r la par producto.'; y producción, ocupan un esf i" ',r i;¡l J'1'¡¿¡¿do a través deellos e inversamente. El =. ,l¡.r'. .,lr;u'cír el coniunto de las actividades práctico¡,,1,.., lr:rlrirla cuenta de que se intrincan en un espacio ,,,¡,1, ¡,'. rn'l)rno y cotidiano, garantizando, hasta cierto 1,, r,'rrroclucción de las relaciones de producción ,,,r¡,',, ,;oci¿rles). A través de ese espacio actual, de su !! crltica y de su conocimiento se alcanzan lo global y la < síntesis >. Un conjunto en el cual cada ..artículoo contiene una y que atañe, hasta cierto nivel, a determi"especificidadu, nado aspecto o elemento, se estructura de esta suerte. Ese conjunto no tiene nada que ver con un sistema o una <slntesis> en el sentido clásico de la palabra, a pesar de la conexión de sus elementos y aspectos. ¿Su sentido? ¿Su meta? No es el de mostrar una coherencia o cohesión. sino de buscar, por tanteos sucesivos, dónde puede situarse en el espacio y el üempo, el punto de no-regraso y de no-re' culso a escala no de individuos o de grupos, sino global. Ese momento no depende ya más del pensarniento historial o de una teoría clásica de las crisis; no por esto dejaría de ser menos crucial: metamorfosis o autodestrucción (lo uno no excluyendo lo otro). Sería el momento en el que cesaría la reproducción de las relaciones de pro ducción existentes, bien sea que la degradación y la diso' lución ganasen la partida, bien sea que se suscitasen nuevas relaciones, desplazando y reemplazando las antiguas. La posibilidad de tal momento (perspectiva que no coincide exactamente con la teoría habitual de la Revolución) define una hipótesis estratégica. No se trata de una certi' dumbre bien sentada, de una certidumbre instituida de manera positiva. No excluye otras posibilidades (la destrucción del planeta, por ejemplo). Obsesionados por dicho momento, muchos son los que procuran aplazarlo, ahuyentarlo, exorcizar mediante la magia ideológica las imágenes evocadas. Se reúnen concilios para disertar sesudamente y mantener las represen' taciones (ideológicas) que enmascaran los vencimientos reales. En efecto, la contaminación, el medio ambiente, la ecologla y los ecosistemas, el desarrollo y su finalidad, fragmentan y disimulan los problemas del espacio. Otros, en cambio, ansían un instante fatídico: desearían avivar el paso del destino, oscureciéndolo lo más posible, nihilistas movidos por lo que ellos mismos denominan upulsión de muerteo. Quizá la elección más acertada, para una reflexión que querrfa ser al mismo tiempo sapiencia y 6 ;rcto, consiste en no ceder ante el catastrofismo, en de' tlrrninar un punto de ataque, limitado pero bastante pTt juego una táctica y una estrategia del , r,.o, ponieodo "t ¡rcrrsamiento. Aquf, se procura no dramatizat la situación, así como t,,,,, ¡xrcó deidramat izarla esterilizándola. Cabe la posibilr,f ;rtl cle que el momento de noregreso se esté aproximan' rlue haya que prepararse para su llegada. Hoy en día, describir las fuer¿as de destrucción; ya no (junio de 1972) Jeanr r{ ¡rtn, tál como lo escribe en oOpusu t l.,,.''nce l^ambert, ni nombre ni rostro. Son S[stema, el rrrr( (), cl de la negación y de la muerte bajo una apariencia 1,,',,ilivá, que socava la existencia propiamente dicha, has,,, ,',, ,* mismísimos cimientos. A veces, en medio de la ¡rr'';¡rcridad que conoce la Francia capitalista, le entran a ,,,,,, l1rr.u, de gritar: <¡Alarrna! [.a revolución o la muerr, ' 1-e cual no significa: uMuramos por la revolució-n-', '.rr¡,, ¿rl contrariot ,.Si to queréis que muramos, haced la l r',rlrrción pronto, de forma total.o Dicha revolución ¡rrrrrrrti¿rl y totut debería poner fin al Poder, a ese poder ,¡,,,'.l,,mina a los seres humanos y al ser del uhombren '.irr llt'gar a dominar ninguna de las fuerzas que ernanan ,1, ,'ll,rs y se vuelven en contra de ellos: ¡ni la técnica, ,,, l.r <lcmografla, ni el espacio! ¿Sobre quién se ejerce, que podrían apropiars-e de-esas fuer¡,r r,'.. ,' SobrJ aquellos r ;r ,. r ¡r rt) se han tornado extrañas, de esas realidades letaleS. tJ,, rlristc abuso de poder, pues siempre y por doquier el l',,rk'r' ('omete abusos. La Revolución total debería poner f .r r'\(' poder abstracto, que tiene fama de utilizar deter' 'r ,!r!il.r(l()s medios con vistas a un fin desconocido, cuando, ,1, lr,'r lro, se ha convertido en su propia meta' Esa revolu, ¡,,r¡ lr' óondrfa fin, sustituyéndolo por los poderes, los sv wv'vvPcv de !t concepto lEaPruPrdLru¡r' El y c¡c ra reapropiación. de la ,l'l¡ l,r l,r ;tl)roplaClon iación y la es finalidad revolucíón. Su 'ti,t ¡'t sitín compleia eL de poder es desestatal ,1, . i , r rt cir'¡n de lá polltica, pues todo Contemplándolo más detenidamente, el primer poder' , ,1, t, I r v< ¡ 1*t. alcanzar es ante todo la limitación del su tode amenaza la t'.,, , 1,,¡,i,r.la resulta imprescindible sus limitar dejó Iglesia no r,rl rL".t|r¡cción. Asf es como la ,1,r, \.¡r n() cs posible -1 ambiciones más que ante el atelsmo amenazador y por EI cientificismo, el tecnicismo no se arredran ante la crítica filosófica, sino ante el ocrrltismo, la magia. Los *derechoso necesarios, desde el habeas corpus hasta el derecho a Ia ciudad, ya no son suficientes. También hace falta que lo urbano se haga amenazador. Esa revolución total y planetaria, económica, demográfica, psíquica, cultural, etc., es, hoy por hoy, por excelencia, lo imposible-posible (¡la posibilidad, la necesidad y la imposibilidad!). Nada más cercano, nada más urgente. Nada más huidizo, nada más lejano. La idea de la revolución remite de lo mundial a la co5runtura, de lo total a la práctica inmediata, es decir, a la existencia de una enorrne mayoría, silenciosa o no, de personas que se adhieren al presente y llegan hasta el extremo de aceptar el milenarismo, porque deja para más tarde la eventualidad de una catástrofe. ¡ Después de nosotros, Ia nada ! Así pues, las personas uconcernidasr, tal como se suele decir, titubean entre el tono jovial del optimismo forzado y el nihilismo radical , aplazando los vencimientos. En el centro, señalado aquí y allá, se halla Ia reproducción de las relaciones de producción, proceso que se desarrolla a la vista de todo el mundo, que se realiza en toda actividad social, incluidas las más indiferentes en apariencia (los ocios, la vida cotidiana, el hecho de vivir y el habitat,la utilización del espacio) y que aún no ha sido objeto de un estudio global. Dicho proceso era inherente a la práctica social y no era considerado como tal. Lleva las de ganar (¿hasta cuando?) sobre las razones y causas de disolución. Las parcelas recortadas en ese amplio "campo> por las especialidades política, -economía sociología, democracia, etc.-, implicaban lo global y lo dejaban en la sombra, ángulo ciego. Aquí no se enclrentra el análisis crítico de Ia globalidad alcanzada de esta suerte (que no se puede denominar <sistemao en el sentido usual del vocablo). Sin embargo, los artlculos reco" pilados en esta obra no se refieren a aspectos de menor importancia, aun cuando sean parciales, del proceso glo bal. Ofrecen diversas etapas del descubrimiento. Se inser- é1. I t,rn. con una especificidad ya mencionada, en el conjunto frririco y en la realidad captada de forma crítica. l:l hecho de vivir no se reduce a una función asignal,l,', :rislable y localizable, el habitat, más que a tltulo de rrrr.r ¡rr'/rctica de la que El derecho a Ia ciudad determinó l,¡'. r;rzones (ler. volumen). El lector volverá a encontrar ¡rilrrí ('stas razones, reconsideradas, quizás aún más ahon,l;¡,1.r:;: la acción de la burocracia estatal, la distribución ,l''l r':;¡racio según las exigencias del sistema de producción 1, .r¡ritllista), es decir, de la reproducción de las relaciones rl' l)r'o(lucción. Aparecerá un aspecto importante, quizás ,'., rr, i;rl, de esa práctica: la fragmentación del espacio ¡,,,r.r trr venta y la compra (el intercambio), en franca contr;r,lit t'i(¡n con la capacidad técnica y cientlfica de la pro ,lrr, I r(,rr clel espacio social a escala planetaria. Consecuenl' ¡'( nl(', se podrá encontrar aquí el análisis crítico de un 1,r,,, ,'rlir¡licnto corriente y desastroso. Se hacen correspon,1, r trunlLlalmente (punto por punto) las necesidades, las ,rr¡ ¡{)n('s, los lugares, los objetivos sociales, en un espa, i' r,rnSi(lcrado supuestamente neutro, indiferente, objer ir , r ( inoccntemente) ; tras lo cual, se establecen lazos evi'1, ruurin. Procedimiento que conserva una relación ( ou la fragmentación del espacio social jamás mar,rr 'l¡ rril, ,r.rtl:r como tal, la teoría de la correspondencia puntual ¡,rrrrr l,rs términos (funciones, necesidades, objetivos, lu!:,r, .) .lt'sc:rnboca en proyectos que parecen claros y corrr, r,). rlcbido a que son fruto de proyecciones visuales ,=,,1,r, , f ¡rapcl y sobre el plano de un espacio trucado ya ,1, ,l' rrn ¡rrincipio. La fragmentación se traduce por un .,,,1r..r.. r'r'róneo, no crítico, que se cree preciso por ser ,, ,¡,¡l.,lt' Ios lugares y localizaciones. Un análisis llevado r,¡.¡ i l,urrl<l y, sobre todo, más concreto, modifica pará¡¡,, rr¡'. ,¡rrt' parecían positivos, .,roperatorioso; y que lo =,.,, ,1, utr'() cle determinado .encuadre¡. Dicho análisis l. r,, ¡., unir operación verdaderamente específica. No se ¡, ¡l r rl,' l,,,'uliz.ar en el espacio preexistente una necesi' .!...1 ,' ,rrrrr f rrnción, sino, al contrario, de espaciolizar una - !tr r¡i.r,l ,,ot'ial, vinculada a una práctica en su conjunto, ¡.,...!¡t, ¡¡ ,/,/r) ult espacio apropiado. ¿Qué es, pues, /a arquitectura? Hace ya mucho tiempo que se discute a este respecto: desde que el arquitecto existe, por tanto la arquitectura como oficio, en la división del trabajo. ¿Acaso un arte? Esta definición ya no es más que del agrado de aquellos que gustan de übujar fachadas, que se obstinan en esmerarse en las molduras, en repartir sabiamente los materiales y en esculpir alfno- niosamente determinados volúmenes. Los hay. ¿Acaso una técnica? En tal caso, el ingeniero suplanta al arqui.tecto, ingeniero del hormigón o especialista en vertederos. ¿Acaso una ciencia? En tal hipótesis, sería menester elaborar una método-lógica, una epistemología, vrL corpus doctrinal. Ahora bien, la esterilidad de dicha hipétesis resulta evidente. Suponiendo que se pruebe, ese corpus se bastará a sí mismo, sin ninguna otra eficacia más que su transmisión. La arquitectura no puede concebirse ya más que como una práctica social que figura con otras muchas (por ejemplo, la medicina) en el conjunto práctico que ileva y que soporta la sociedad actual (el sistema de producción), correlación por discernir. El médico recurre a varias ciencias, quizás a todas, y utiliza múltiples técnicas. La medicina no puede, por tanto, constituir una ciencia particularizada, específica, puesto que recurre a conocimientos de física, de biología, de fisiología, de matemáticas, al igual que a los de scmiología y sociología. Abarca numerosas especialidades. Se extiende por un lado hacia la dietética, la higiene, el control de las actividades más onormales, tales como el deporte y la medicina preventiva, y, por otro, hacia la medicina llamada mental, lo que no viene a simplificar para nada la cuestión. El médico utiliza consciente o inconscientemente conceptos muy generales que tienen relación muy directa con la filosofía: lo norrnai y lo anormal, la salucl y la enfermedad, el equilibrio y el desequilibrio, el sistema (nervioso, glandular, etc.). Esos conceptos justifican una reflexión teó rica y, sin embargo, parece difícil y de poca utilidad una epistemologfa médica. Los médicos dudan entre la utilización de las computadoras para analizar los datos obtenidos, y el uolfato" del ornnidocto que conoce perso10 n¡¡lrncnte a sus pacientes; sea cual sea el camino que es,,,¡:r, el médico no limita fácilmente su saber a una es¡x'r irrlidad muy concreta; no obstante, casi siempre se r'.¡rt't:ializa y ello cadavez más; si bien parcela su .,catn¡,,r" 1lg experimentación y de aplicación, no tiene más rerrr.tlit¡ que restituir lo global, el cuerpo, el organismo, la r¡ l.rción con el <medio), la unidad viviente del ser hunr,ur() cn sociedad. E, inversamente. Finalmente, ¿quién ,lrr,r r¡ue la medicina y los médicos no se ven sometidos t,,,r.r r¡ada a la inlluencia del capitalismo? No cabe la iur'n{}¡' duda de que existe una práctica médica capitalista no capitalista, <socialo o osocializadar. Sin eml,,rrlr, cn tanto que práctica, la medicina ha precedido al , ,r¡rrt;rlismo; se prolongará después de éste, sea cual sea .r lnr, No es seguro que las relaciones de producción cal,rt.rlr,t:rs estimulen la investigación y la eficacia médicas, ¡r¡rr¡r,r.rrionándoles el impulso y la orientación adecuados; t:unpu('() t:s seguro que dichas relaciones los frene. Espe, i rlr¡rcntc, según parece, la biología y la bioquímica están ,lrr,l,r l)irsos agigantados, no sin sumar a una lista de ,,rr! r¡.r./.:r:.; ya impresionante otros riesgos, otras inquietu,1, ., , rtros vencimientos. ¿En qué forma puede la medicina ',r .rr.r'r s!: a esa influencia, hallar mejores sistemas de inrr ,tr¡,,rt i<in y de acción? La cuestión se plantea, con ma'¡¡'r ,¡ ilr('llor lucidez. La respuesta queda en el terreno de l, rr, ¡,¡rt lclo, las soluciones no son nada evidentes. I trr (' tiurto sucede con el arquitecto y la arquitectura. .rr¡rrrt'sl{), la práctica de la arquitectura data de mu,rrrtr'., tlcl capitalismo. Se sometía por aquellos enton' rt,¡¡1¡l que el urbanismo del que no se distinguía) ,,r,k'ncs de los déspotas ilustrados (más o menos). ll ,ir,turl('( t(), tan artista como sabio, aceptaba una imi'..¡ | ¡¡rtr" lt:rsc: la monumentalidad, la importancia del edi!¡ i,, r, lr¡,roso o polltico y su prioridad con respecto a sus ,i,,lr' ,,n(':\ dc habitabilidad. Al llegar la era industrial, l.r .,r,¡rrt('r'lura se sacude esos constreñimientos religio=.¡. ', l,,,lrtit'os, pero los resultados dejan bastante que de=,.r¡ ( ,r(' ('n la ideología, la de las funciones empobreci- r.rl , l1 das; lu ac la.s cstructuras homogéneas, la de las formas l'rf¿rs c irrr¡rc'sonarer.-Hoy dia]-áespués de las revolut:irr¡e.s co'secuencia de Iá "n era ináustrial, la arq,ri,".r""^ a [rt¡r'da difi cultosamente la era urbana. nl' a.q.riÉ.i;,-*;_ bién.é1, se ve-obligado a recurrir u todu, I".;i;;;;;;,;;_ temáticas, informática, física, química, economía política, incluso semiolosía,. psicología y so"iotogíu. Al-;ñ;i;" el médico, aieuiGcto- tiJne !rl" en juego roda 9l lor,", una sapiencia enciclopédica; y, .ir, é_Uurgo, il;ilil. queda neramente circunscrita, ii_ituau ;;;1"d".-;;;;. Su profesión queda mal definida entre L a" irrg"ri;;;; la de dibujante; te cuesta traba:o-hai;; ;; i"!"r'""ir; los.promotores, los usuarios, los financieros, las autoridades. si bien tiene una actividad específica dentro de ra división del trabajo (social), p."h""to ¿" ai.fro-i.u_ "t También ei bajo no queda bien especificado. ¿irp""""al algunos conceptos muy generales (inventariados con sumc) cuidado: la escala, lás-propor"ior"r, o.p.rtiáá,r,-;;;.) que justifican una reflexión que linda.o" "f U nto.rii", p"ró que no se bastan a-sí mismos, ni basran para constituir un cuerpo doctrinal. Finalmente, Ia arquitectura difiere de Ia pintura, de la esculturu, d" i* urtes, en el hecho de que estas últimas no se relacionan cori ia pra.ti.u-.o"ü más que de forma indirecta y a través d; _"ái""i;;;; mientras que el arquitecto y Ia arquitectura ao.r."rrru, una relación inmediata con él hechode habitar q.u.e acto social, teniendo la construcción como"rriu"Jo ."uliru_ cron practtca. El arquitecto, productor de- espacio (pero, nunca solo) un espacio específico. y primera provi_ :1|l?^t?Pre crencla, tiene ante é1, bajo-sus ojos, "o*o _"rá de dibujo, su hoja en blanco. El enceiadgr p"i.úp*rto, "., no ejerce efec_ tos demasiado diferentes. Esa ho¡a de papel aL ¿it"¡ár, ¿quién no la va a considerar un-simple por añadidura, como un fiel espejo? "o*o Cuand^o, a"'frÉrfrá, ";;;n;;; es engañoso y q,r.,^ui"-ás, esa 3f"^_":t"lo per en bla_nco es algo más y otra cosa que un espejo. El ar_ quitecto la utiliza para tr_azar sus u*áblo f,loror, q,r" se debe contemplar en toda su fueÉa: superficie pfrii", ú.jr;;;;: l2 .,obre la cual un lápiz más o menos ágtl y habilidoso traza lrneas que el autof considera como la reprodrrcción-de las mundo sensible, cuando, de hecho, dicha suurealr. Con' ¡rcrliiie impone un descifrado-recifrado de lo n9 pug' el arquitecto cree, qtre fácilmer¡te i¡ uriamenté a lo úc localiza, su pénsamiento y sus percelrciones sobre.Ia ¡¡rcsa de áiUtt¡o, y visualizar las cosas (necesidades, funcioy pr?' rrtrs, objeto s), proyectóndolas. Confunde proyección urealu v,'r:io sumido en una idealidad confusa, que él cree t', incluso, rigurosamente concebida, dado que los procerlirnientos dJ cifrado-descifrado mediante el dibujo son usuales y tradicionales; que, a partir de ese momento' es( ilpan a su influjo. I-a hoJa,-al alcance de la mano del dilrtrjante, bajo sus ojos, queda en blanco, tan blanca como que ese espaqo ¡rlana. La considera como neutra, cree de su Lápiz' trazados los pasivamente que recibe ncutro, que recibe las afuera, de neutro espácio al ,',rrr"rpoitde nplacosas, punto por punto, lugar por lugar' En cuanto al papel' ¡¡er, no perrnanece inoceniemente sobre la hoja de Sobre .i t"rr"to, el bulldozet realiza "planoso' Y éste es el motivo por el cual el dibujo (y por éste también se debe interpietar design) no es tan sólo una prueba de habilidad, una técnica' Es asimismo una torma i" ,"pr"r"ntación, in saber hacer estipulado, codificado' pr. iá"to, un filtro, selectivo con respecto a contenidos' climinando taÍ o cual parte de lo "realo, colmando a su manera las lagunas del texto. Circunstancia agravante: csa filtración va más allá de una especialización ideológica pueo de la ideología de una especialidad' Dicha filtración de significar iá ocultación de las aspiraciones sociales. Diló"¿ "t un código? ¿Qué es un cifrado-descifrado? rudimenou.ño, rápidamente-que aparte de algunos casos íu.io" (et cOdigo de 1á carietera), un código no consiste en de"reglas prefabricadas' Todo código define un ;;;ü" espacio centrado, abriendo un horizonte en torno a un teito (mensaje), desplegándolo y, c-onsecuentemente' cer;;J.i;, ""rr¿rrdolo.- Es-e texto puedg ser práctico sensible y social, por tanto no siempre y forzosamente escrito" comirambiérrlas imágenes se cifran y se descifran! La ( r).sas, iel - , ';, ." e. 8c!¡\¡r,,"-"¡ d-U"l* ifl,llflt$ .,,i ¡_ ¡i FT i]0tflf,ifiiiTÁtf$ 13 plejidad de las operaciones que llevan a cabo escapa al entendimiento de l_os lecr"d; rri,i.n.r" ta del lenguaje y de su producción escapa a los iabtantes. (en este caso. el delineaniüj El .,ags¡1g, el terreno de la orácüi;. ";;;;;;isando únicamenre cuando, dc i'ñi.i"'r$roau." hecho, produce ! Se salta i* ir,rlÁ"áiarios, yendo de un resultado a otro. Todo.cifrad;;;;#"na puesra en pers_ pectiva y la uproducción> ;;;;;:entido, que se sus. tituye al texto en cuestión ""p""á.,V bien sea valorizarlo.enriquécie"d;ú. b"i"r, ."u depreciarlo, dad' EI cifrado-des"irruJá-i*püü,ir, b" ahí la ambigüeo efectos de espejismo, pues la estructura "r""to formal-de ;;drr;;;;; presenta más que en el momento en que declinál"-;; ru upuJ.ioo i"r sentido, ¡El co i,l.j'r:k:,,.:r:TlT".. digo formulado no pasa ya de ser;; ffi#i'?r? dicen hoy en día los semiólogor -a. sutiles, viene a ser una \¡oz y una vía: a partir del otexto, _del menrui"_ lray varias posibilidad"r, "l*.i"13,'p"1"ür";i;#; *á:,-Ui""'""ui"l;q"; un hilo. por tanro, :]:uf1"rut1du{, un determinado sobre "rrabajo> fr""Á":"fqr"J proporciona sentido partiendo ¿" "j-t"*to de fr;ó;ni;; Io que suscita "rUlror,,ato.izaciones y "" T_o-*i""to desvalorizaciones, "o_lt""lo, progresos q,re se topan ";; con obstáculos, con f ading. Cada .irru-ao u .rn esquema pro""n=aJu esrudiado, abandonado ,i"mpre al esüdo;e-;;_ lillr"-, Dozo, que genera un sentido entre otris muchos. La mano tantea, eI lápiz duda. La mano cree-reproducir cuando, de hecho, r.ritit.rrr". Se pliega a lás}an¿atos de una voz que ordena, qtr" é"pr"rá r"?oü;;;r"*reta, La vol y.la mano, el instrumenro, creyendo l1l_ru.lu., creen <ex. presar) (reproducir), c-uandó, ¿e. t."iro, actúan, cuando (_producen>.i pero qué el p.oJú"to á;;" trabajo no posee Ias cualidades v las propiedade. qu" ie atribuye el autor, Está haciendo álgo áir"."ri- ¿. ü dice y cree hacer. üue Más de un buen delineante cierta difi_ cultad en reconocerse en ese irónicL "*p"=Jl"o,ará retrato de su..vivido¡ profesional. Sin emb-argo, evidente. "f A;;j;-"omporta et de por grafismos dc i::Ti,11:l_sso, .una-sustitución los objetos y iobre toao, áTHT:.'.X: iLi,il ¿"1*;;;,ü t4 r f '(f\, l.c'to' y actos. El dibujo es reductor, inciuso si no lo r''. Pir'a el-dibujante, en el-transcurso dó su a".iO". óo" cl ,lt'sign,la forma significa Ia funciOn, y a la estructura v¿r r*¡ lc queda más que inco4rorar en una materia trata-olu"ión ,l¡r rft: fo_*q provechosa, <signifi.u.rt"_rilrri lr,.¡rlor. La distancia que media "* entre esos tres términos: l¡r f r¡rrt:ión, Ia forma, la estructuru, q.r" permitió antaño 'rrrr.rrlrs en una unidad orgánica y ,ro lrl ,¡rrt:dado reducida. Los signos ae tos objetos "iriUt, d"; "o;;;;.i l";;; '-rF,ir¡()s de signos, a una vísualización cadávez más intleru 'f .,r .rr l¿r que el llmite es alcanzado cuando las inevitabies fr¡rrr illu.s entran en escena, encargaüs ude animar" t'¡r,¡r¡. lisos inmóviles significantJs de la movilidad, "i"r_ á; lu ;r¡ tr'rrl.d,- atesüguan su asesinato simbólic" il;;;; ;l .rli'iento --cifradodescifrado- ocultándolo.'su nii,,t"u ('\ Ia de denunciarlo, poniendo fin, de otu i""rt", u rl,,'. ¡¡¡i¡1¡5: la expresión reirodtrcción-y la creación *uru_ r illr',,.r. r'r ' 'r .r lcgibilidad pasa por ser una gran cualidad y tal pero se olvida fácilmente q". ird" . rr¡rl¡,1;r<l liene su contrapartida y sus defectos. 3"u ér rr r'l r.ilrirdo utilizado,.la Jegibilidad se paga a un ",rui preall9: Ia pérdida.le.una pu.t. d"l;;t*:;" ,l'lj"ll r.r rrr(¡r rrr:rc¡ó,' o del contenido. Esa mengua es inhérente +l rrr,,r'nr.ricnto que, del caos de los hechoi ,""riUf"r,-r^"" *r ,.r ¡rrrrkr, sólo uno. I¿ em_ergencia de dicho,";;id;'q;i._ I :1 :1 r','r,rci<in es real, I'r,r l.¡ r..<f , a menudo muy finá y profusamente enmaraña_ 'l'i 'l¡ rl'rrclc ha salido Ia elaboiaóión. Acaba eliminánJoh <l ,,'r¡'.¡¡uir otra cosa.-Exjste-, por tanto y por doquier, l+.¡,,".11¡11. trampa de la legibiiidad, tanto más cuando , l .rilrrilD, cn este caso el arquitecto, cree estar total_ i+i¡ 'l{ nnl)ucsto de la ocosan de la que ha partido, de_ 'i¡ ,l lrrlro de morar. ¡Cuando, ¿e hechó, lo ha "s susti_ *"i'1" | tl habitat r La regibilidad visuar ',,t es aun *e"l.ui , i ,'! r.r v rncjor encep-ada (se debería decir: , l, ¡iilrilidad gráfica, la de la escritura. encepadora) ,l :, Ir r¡'tI ¡,r,r1i1'¡¡s de una pobreza de expresión: f"aa fegiUil de la reáun_ ¡l.ii¡' i , | .r r ic¡ueza del texto y del espacio en raras ocasio_ ,' r,'rr ¡rarcjas con Ia legibilidad. No existen poesÍa, 15 .'rf ni arte algunos que obedezcan a ese sencillo criterio. En último extremo, lo legible es lo blanco, ¡el más paupé. rrimo de los textos ! Encepada y encepadora, la legibilidad disimula lo que omite, omisión que puede detectar un <lectorr más aten to,_analftico y crltico. La homología (homogeneidad) de todos los espacios representados y plasmados sobre las 5rrperficies, ¿acaso no es la más eficaz de las ideologlas reductoras? Ideologla sumamente útil para la reproducción de las relaciones sociales existentes, ¡trasladadas en el espacio y en la reproductibilidad de los espacios !... Cae por su propio peso el que semejante código ao puede perrnanecer entre los estrechos límites de la destreza individual. Se convierte en cuestión de oficio. A este justo tltulo, entra a formar parte del trabajo social y de la división social del trabajo. por tanto, se transmite y se difunde al propio tiempo que se perfecciona. Sertránsforma en tradición y en pedagogía. El código visuái, poco o mal formulado como tal, ha sido la base de la enseñánza del dibujo, de las bellas artes, de la arquitectura, durante largo tiempo. Aun cuando discutido, no ha" perüdo toda influencia, se perpetúa como savoir-faire pedágógico, el único con bases firmes (no úrricamente en Franóia-: en Italia, igual proceso, y, probablemente, en otros países también). - El arquitecto no puede limitarse a dibujar y no puede dejar de consultar oralmente (por medio de la paÍabra) a los demás agentes de dicha producción, el espacio. Y, ante todo, al usuario; pero también al burócrata, al político, al financiero, y 4 un largo etcétera. Tanto es así, que va cobrando cuerpo una tendencia que presenta al arquitecto como a un (hombre de la palabra), y no ya como a un hombre del dibujo, según rezaba la más pura tradición. Tesis llena de interés incontrovertible, pues desestima la problemática general del espacio (de su producción) para no tener en cuenta más que, de una problemática particular, la de la arquitectura, el afán de legitimar la profesión. Por lo demás, todo el mundo sabe que tanto para el usuario como para el argui.tecto, ni los "signifi- I rllrl('s)), r ni los usignificadosu, ni sus concatenaciones coin- trlt'n. l,rt problemática general del espacio exige que se aborrl''¡r rlc otra fürma las cuestiones específicas, por ejemplo Lr rk' la profesión. La subordina a las cuestiones general'',. ltcchaza de plano la incompatibilidad entre el arquiIr ( to y el urbanista. Dado que comparten el espacio, que l,r r'ol[psrten con los demás (agentes)), incluidos entre ,',tr¡s los propietarios, 1o dividen, lo parcelan, cada uno a '.u nlanera; y a partir de ese momento, la fragmentación ¡,u ('ce teóricamente justificada. A cada uno de ellos cor rr'spoflde su esfera de influencia, su grado de intervenl,rr. S.Sí las cosas, lo global se difumina, desaparece. Cada rrrlo de ellos opera en un espacio abstracto, dentro de su ¡,,rra de influencia, a escala suya, el arquitecto en lo mi, r,r y el urbanista en lo macro. Cuando el problema, hoy clía, consiste en superar esas fragmentaciones, dados 'rr l,,s resultados desastrosos alcanzados; consiste, por con',i¡ltriente, en determinar el punto de unión, la articula, irin de esos dos .niveleso, 1o micro y lo macro, la orderr;rción cercana y la ordenación lejana, la adyacencia y la ,,¡rnunicación, ¿No sería precisamente a esa escala que, hoy en día, ¡'rrcde intervenir el pensamiento y situarse la invención? lrrr un plano inferior, el del inmueble, todo ha sido dicho, rt:clicho, desmenuzado, El nivel superior corresponde, por r'l momento, a los constructores de autopistas, a los in;'t'nieros dedicados a la estructuración de las redes viales. licl esffcio urbano, harto complejo, apenas si se ha inir i¿rdo la exploración; aún es demasiado pronto para que lrrs conceptos aplicados sean operativos. No pocas invesligaciones acaban naufragando en el gigantismo al engrosur o engrandecer en demasía el inmueble (Soleri, Aldo llossi, etc.). La mayoría de los arquitectos hoy en día céIcbres no han roto con la concepción de la monumentalidad. Tratan de hallar un compromiso entre el monurnento y el edificio. Otros, en cambio, dispersan en unidarlcs efímeras, en átr¡mos y flujos de viviendas, el espacio social. Es a un nivel intermedio donde se sitúa lo que se t6 17 ¡rcs12E2 puede idear y proyectar. Fieles testigos de este hecho lo constituyen los proyectos y las inveitigaciones de Constant, de Ricardo Bofill, los trabajos de-Mario Gaviria en F.spaña, etc. El niv-el inferio, p,r"á" situarse en el pueblo, el barrio. El nivel (macro)) es el de lo urbano.^ gntr. ambos conc_eptos, como punto de partida, tu pobta"iár, n.a¡a l.a cual se podría intentar, aciualmente, la producción de un espacio apropiado se hallaría üs dl"z y los veinte mil habitantes. y esto, por el momento, "ntre ¡ tanto que etapa! A esa escala, el uderecho a la ciudadu "n puede intervenir de forma operativa y estimular la investigación. , iQuién puede aún extrañarse de que.el urbanismo no hay-a podido aún erigirse ni en ciencia ni en práctica y 3o l-raVa logrado más que .instituirser, (a conv:ertirse ei institución), expandiendo en torno suyo espesas nubes ideológicas? El urbanismo sólo podía húerarü de ra ideología imperante y constreñidoiu ,"crr..iendo u r'r., p"nsamiento crÍtico sumamente despierto; ahora bien, dicho pensamiento crítico, tras algunos momentos de esperanzas que muy pronto quedaron frustradas (de esto hace unos quince años aproximadamente), no ha podido más que volverse en contra del urbanismo. Si bien es verdad que los vocablos y conceptos: ociud3{",-..urbanorr, (espacio}, correspondér, u .rriu realidJ global (que no_puede llegar a confundirse con ninguno de los niveles definidos anteriormente) y no reflejari un aspecto de menor importancia de la realidad ,oóiul, el de_ recho a la ciudad se refiere a la globalidad así upú"tu¿á. Por supuesto, no se trata de ur derecho natural, ni si_ quiera contractual. En términos tan <positivos,> como es posible expresarlo, significa el derecho te ros ciudadanos ciudadanos urbanos, y-de los grupos que ellos constituyen (sobre la base de las relacionei socialei) a figurar toáu, "" je las redes,y circuitos de comunicación, de iriforma.i¿", intercambios. Lo cual no depende ni de una ideológía urbanística, ni de una intervención arquitectural, sñro de una glidad o propiedad esencial del éspacio r"r.Luro, la centralidad. No se puede llegar a forjai una realidad 18 y en demás publicaciones, sin la cncia de un centro: sin un agrupamicnto de todo ' r,rnlo puede nacer en el espacio y producirse en é1, sin , n, ucntro actual o posible de toclos los "objetos) y (surrrlr;rnír, afirmamos aquí ¡ rr,,f l'lrl:;>. l:l hecho de excluir de lo uurbano)) grupos, clases o irrtlividuos, viene a ser como excluirlos también de la , rlilización, si no de la sociedad. El derecho a la ciudad l, ¡'itirna el rechazo a dejarse apartar de la realidad url,.ru:r por una organización discriminatoria, segregativa. I ',,' derecho del ciudadano (si de esta forma se quiere r \l)r'csar: del ohombren) proclama la crisis inevitable de 1,,,, cs¡1... basados en la segregación y estableciéndolo: ' r'nlros de decisión, de riqueza, de poder, de información, rl¡' t'onociÍliento, que rechazan hacia los espacios perifér r{ ()s a todos aquellos que no tienen participación en l,r'; privilegios políticos. Estipula igualmente el derecho ,r ¡'oclerse encontrar y reunir; lugares y objetos deben res¡',rrrder a determinadas "necesidadesu por lo general no llniclas en cuenta, a determinadas ufuncioneso menospre, r.rrlas y, por cierto, transfuncionales: la onecesidad" de virla" social y de un centro, la necesidad y la función lú,licas, la función simbólica del espacio (rayanas con aquello que se encuentra de una parte y otra de las funciones r r¡ecesidades clasificadas, con aquello que no puede ob¡r'tivarSe como tal por ser rasgo caracteristico de nuestros tiempos, que da pie por ese mismo hecho a la retórica v <1ue únicamente los poetas pueden llamar por su nomI'rc: el deseo). El derecho a la ciudad significa, por tanto, la consti- lución o Ia reconstitución de una unidad espacio-tempor;rl, de una unión en vez de una fragmentación. No elimi,r:r en absoluto las confrontaciones y las luchas. ¡Muy al , r¡ntrario! Dicha unidad podría adoptar üferentes nomlrrcs según las ideologías: el (sujeto) (individual y coIt'ctivo) dentro de una morfologia externa que Ie permit;r afirmar su interioridad; la realuación (de sí mismo, del .,ser>); la vida; el binomio useguridad-dicha", ya defirriclo por Aristóteles en tanto que finalidad y sentido de 19 la polis, En toclos esos casos, bajo --v¡¡.vr vu, ruo rr¡uS(rl(r5 han lr¡irr anuncl anunciaál irg-bJ"r, los filósofbs toclc¡s esos cliver i-.otumbrado lejos la reconstitución de lo que.ha sido fragmentado, di. sociado, diseminado, a tod.o l; i";;"-;;fhi;ffi;rJáai, Aun cuando han sabido definir la "meta, t u' a"t"r*irrááo erróneamente sus condiciotrc.s, algunas de las ."ul;;-;;; políticas (implicando dentro á" ii;h; término ru .riti.u de toda política) y otras son morfológicas, espacio_tem. porales. El derecho a la ciudad formulado de plica y aplica un conocimiento que no seesta guisa im. define como ..ciencia, del espaciou (ecología, geopolÍtic", ;;;;;;;; como conocimientó cte una irorlu,""¡Jr,-ii :::é:::1)f,:ino del espacio. !n lo¡ tiempos de Karl Marx, la ciencia económica naufragaba en Ia -enumeraci ón, la descripción, la contabilización de los objetos proar"iáár. rart-tvtarx ,;.;it";; el estudio de las cosas por el análisis crítico de la actividad productora de las cosas. Tomando como p""iá--¿l partida los estuclios de los grandes economistai Ricardo) y sumando a éstos el análisis crítico 1S*lth, dej sistema de producción (capitalista), elevó los conocimientos a un nivel superior. Hoy en día, se impone una postura análoga en lo que concierne al espacio. La ciencia del espacio se busca vanamente a si misma desde hace ya mu.ho, años. No encontrarse. Se dispersa-y se pierde en consideraciones "orr.'igr"diversas que€n el espacio se puede hallar (los objeto., ,ob;; i; il;;r;; o sobre el espacio abstracto (limpio de oü;"tos, P., el mejor de los casos, dicLa investigación;;";;;íj describe lo). rragmentos de espacio, más o menos repletos. Esas des_ cripciones de fragmentos son ellas mismas, a su vez, fragmentadas,, según los encasillamientos de las pecializadas (geografía, historia, demografí., "ien"ias e!_ r;;i;i;gi;, antropología, etc...). Semejante *cienóiao Á" airp"ira, recortes v en representaciones del espacio, sin lllil en Iregar .¡amás a descubrir un pensamiento que reconozca, (cf. Filosofía rtel Dericha,,";. lSlj l?trerenrse ::l: dice,Hegel ar a la economía política, los principios del en20 d llurlilniento que reina en un campo, en medio de la masa tll¡nita de los detalles. l)c esa diferencia existente entre rciencia del espacio,> 1' , orrocimiento de la producción del espacio, tanto-su al|,ur((: como su sentido vendrán indicados en otra obra. lr,' .rlrí la referencia mencionada anteriormente y, por su¡rrr.sto, reiteramos nuestro ruego de que nos discllpe el l,.r lot'. l:l derecho a la ciudad, contemplado en toda su ex_ utopiano (para no de_ y, sin embargo ¿acaso r, r sc debe inserir dentro de los imperativor, como ,e ...r ¡,'lc decir, planes, proyectos, programa.? Su precio pue_ rL' l).r€c€r exorbitante, sobre todo si se contabilizan lsos ',)',t()s en los cuadros administrativos y burocráticos ac_ trr,rlt's, por ejemplo poniéndolos en lai partidas de gas_ t,r', tlc las ocomunidades localesu. Resulta clarísimo lue l.rrr s(rlo un importante incremento de la riqueza social, al ¡,r,r¡rio tiempo que profundas modificaciones llevadas a , .rlrr¡ cn las relaciones sociales propiamente dichas (por lo rtrt' sc refiere al sistema de producción) pueden peimitir l.r ¡ruesta en práctica del derecho a la ciudad v de aleu_ rr,,s otros derechos inherentes al ciudadano y ul homb-re. desarrollo presupone una orientación del cre"r'rrrcjante nn¡cnto económico, orientación que ya no significaría por ' '.r ¡rrisma su "finalidadu y no apuntaría ya hacia la acumu. l.rr irin (exponencial) en sí, sino que serviría <fines> supe_ lf'f l\i(in, aparece hoy en dia como I rr ¡rcyorativamente: utopista). rt(,tCS. A la espera de tiempos más propicios, se puede supo¡r('r'que los costes sociales de la negación al uderechó a 1., r'iudad' (y de algunos otros), siempre y cuando se les t,r¡ccla cifrar, serán mucho más elevados que aquellos que lrrlriesen significado su puesta en práctica. El estimar que l.r ¡rroclamación del oderecho a la ciudadn resultará más r t'¡lista> que su desistimiento, no constituye ninguna pa- ¡,rrloia. Quede bien sentado (implícitamente) que esta obra, y l,r que Ia acompañan o la siguen, no anulan en forma .rl;'¡,nu las anteriores, si no es de forma puramente dialéc- 2l tica: este libro se basa en ellas tratando de hacerle a zar niveles más altos. Disertaciones de cierto tipo (anai tico) se transforman aquí en disertaci""", á"^i;;;ü; presuntamenre superior. I"os conceptos, otrora situadts en espacios abstraüos en cuanto méntales. ," ,it,iu" áho" ra en espacios sociales y con respecto a las , El espacio " no puede disociarse de lo social, y jamás lo ha sido Á¿s que en representaciones (ideológicas). En la filosofÍa clá. sica, el <sujeto> y el <objeton p"*un"cían el uno a¡eno al otro, sr vLrv, el uno L¡uu (rslarlf,e delante ael juntaban en las simas del otro. 5e Se Juntaban si de l-o Absoluto, de Ia Identidad ortginal o terminal. Hov en Hoy día, lo mental y lo social coinciáen ñ;;;i;;;;i espacio concebido y vivido. "" l. La exposición de hechos que viene a continuación ',t' sitúa a nivel teórico. Entra en la línea de la filosofía ,rrrn cuando no sea la de la filosofía especulativa, dogmálica y sistematizada. De dicha filosofía clásica retiene el ,rlrin de definir perspectivas y conocimientos a escala glol,rrl. Dado que esos conocimientos ya no están separados rft' la práctica, se trata de metafilosofía. Dicha exposición de hechos podría tildarse de <<interrlisciplinariao en el sentido de una crítica de las disciplinas ¡rrrrcelarias. Evita el empirismo descriptivo, pero no coml)()r'ta concepto operacional alguno. Muy al contrario, tral:rrá de subrayar en qué forma tal concepto operatorio ¡rlrrntea interrogantes: ¿para quién?, ¿por quién?, ¿en inIt'r'ós de quién? 2. Existen diferentes métodos, diferentes enfoques lo que se refiere al espacio, y esto a diferentes niveh's, de reflexión, de recorte de la realidad objetiva. Por ¡r,rr . jcmplo, no resulta imposible estudiar lo que algunos derr,rminan el biotopo; no resulta imposible estudiar el es¡,;rcio percibido, a saber, el de la percepción corriente a ,'scala del individuo y de su grupo, la familia, Ia adyacen, i:r, incluyendo en dicho espacio lo que se ha dado en lla| ilar <(entorno" (umvelt). Ese estudio psicológico y sociológico puede afectar ,'l cuerpo y los gestos, la imagen del cuerpo y el espacio ,lt'la adyacencia. Algunos de esos aspectos resultarían de r¡rlcrés para la arquitectura y la urbanística; por ejemplo, l;rs cuestiones relativas a la <lateralizacióno del espacio. , ()ómo distinguir e indicar en éste las simetrías y las disi " n uSeminarios sobre el espacio>, Nanterre, Oxford, etc., 1972. 23 metrías? ¿Cómo construir en él una izquierda y una derecha,.una parte superior y una parte iriferior, pondan a los gestos, a los movimientos, a los á"" ".r."rritmos del cuerpo? Es factible elaborar una semántica acerca de los dis_ cursos sobre el espacio. También se podría concebir una semiología_ del espacio, porción de una semiótica general. ¿Acaso todo espacio es significante?, y en caso afiimativo ¿de qué? Para hablar con mayo, proii"du¿, ¿u"uro io¿o espacio o fragmento de espacio no .orr"rporrdería a un texto social, el mismo contexto de textos especific.ados, es decir, escritos: inscripciones, carteies, et;...? De tai suerte que se haría necesario bien sea hallar nuevamente, bien sea elaborar los,códigos de esos diferentes ;;;;l;; para poder descifrarlos. Dentro de esta perspectiva ¿acaso el espacio aparentemente insignificante, es decir, neutro, no signifióaría en primer lugar su insignificancia, su caracterísiica de vacío y, luego, a través de dicha neutralidad, ese vacío aparente, algo a nivel de la sociedad enterá, es decir, Ia sociedaá neocapitalista? En este plano ¿acaso no sería la unidad propiamente dicha de esa sociedad, su globalidad, las que surgirían en el seno de semejante orealidadn espacial aia_ rentemente desunida y separada¡ por ejemplo, una ciudad de nuevo cuño? 3. El interés teórico general de esas investigaciones, el gestualismo y la lateralización del espacio, la*semiología y la lectura de los espacios, es el de mostrar el cómJ y el porqué, hoy en día y ahora mismo, los senticlo, ,. tor_ nan inmediata y directamente teóricos, tal como lo ha dicho Karl Marx (Manuscritos de IS4q:. este plano, la relación de la teoría a la práctica no -En_ es la de una abstracción trascendente a una inmediación o a un <concreto> anterior. La abstracción teórica ya se halla dentro de lo concreto. Hay que detectarla en éste. En el seno_ del espacio percibido y concebido, ya se encueRtran el espacio teórico y la teoría del espacio. u ,1. Un método presuntamente científico consiste en l,l,u¡tcar o en suponer un sistema y una lógica preexisteni,", lli.ho método asevera que el objeto estudiado debe lr.rllrrrse situado en el seno de una totaliclad presupuesta' Ahora bien. no tiene uno derecho a postular un sisterr.r ya existente, por ejemplo un sistema social, o un .,r ,icma '.1 l (,lll4 Para inserir en él espacial, vo un siistema urbano, pa VJP4erarr (o irracionaiidad) ' l('nrentos parciales cuya racionalidad ,,' ,lcsprendería de dicha suposición, se deducirÍa del con¡rrrrlo. Ya no tiene uno más derecho a presuponer un sisrt'nla social o político, teórico o ideológico, que una lógica l'¡('cxistente. En efecto, viene a ser como atribuir a dicha '.,¡r:iedad, la sociedad neocapitalista, una coherencia ya .rlcanzada, una cohesión ya realizada. Si es que existe un ',istema, se debe hacerlo patente y mostrarlo en vez de ¡rrrrtir de su base. Si se pa.rte de semejante hipótesis cae ruro dentro de uua tautología encubierta, pues lo único (lnc se hace es deducir consecllencias de la presuposición' olro tanto ocurre con la lógica. Si en algún lugar existe rrrra lógica e, incluso, üna lógica concreta, por ejemplo la rlc una estrategia, también hay que hacerla patente, esló' ¡rL:cificarla en tanto y cuanto difiere de tal o tal otra lógica una sentar ¡,ica concreta. El suponerla, por ejemplo ,lcl capitalismo, una lógica de la mercadería, una lógi , a de la supervivencia, viene a ser como razonat por anaIogía con tal gestión ya realizada y- qrJe apuntando a la cohesión, se presume la ha alcanzado' posible que el ¿Por qué esos preliminares? Porque es decisiva en la función papel una o dásempeRé un "spácio de un sislógica, una de totalidad, csinucturaciórr de una puede deIe se por no ello precisamente tema; entonces, Se totalidad' esa de lógica, esa de clucir de ese sistema, funsu manifiesto poner de que tiene, muy al contrario, ción en dicha intención (práctica y estratégica)' ¡ De igual forma, si bien existe un (punto de- vis-ta clasista u, re-sulta imposible, metodológicamente hablando, partir de él; se debe llegar a é1. EI partir del opunto de vista clasista>, y pre,quponerlo,.a modo de un sistema .i.,', : . .. , :::a :ff;i " .:r'fií*r***. f,$ ^_ :';;ii;,liL¡tJ46$, 5. .'' opuesto al sistema exis,tente, viene a ser como rechazar el saber existente, como t r"i""ao fárl" á"f sfrr"_", v a d¡ en r a den ega ci ón de "Afñ¿i uü"r, :,:t::,f:::":1 :, lT "ilo", : l,'T_Tl:,1?utilizando"u."i"Á"'"J;r;;i.ilá""iJl; ::":1T::'j::.:":,v,ocablosv;;-;il;;,.-",ü;i? cuando se presenta el dilema, .í rr"lñ;r;; s den trá'de ;; ;#;;l'á; I.lJ,i "* lffi fr n:T.jiff palabras ::: son parre integrante d" él : fi ;;;_ I^:I:'f :..:^?T:t]:' pós quebrarlo teóricamen i" Jti";;";" -de v "ffi;Jiil:. a,,i; ;"r; 3:.: i: ::: :ialgunos ill ", ro { "-"¡süpone;:l;;;r",d;#;J "ü;; to ito p-r'e :_, l_,:*_:mo drían sentido alguno. Jt r#: En cuanto al oroyecto de salir de un sistema clasista en favor de otro ,i.tá-u proyecto implica Ia idea de saltan de un dogmatismo "fuririul¿iJno o,.o, dando un brinco verdaderamente fuera de Io común. " 9: Esta exposi"iól {: hechos parte, por tanto,de una problemática bien definida, a".i., l.r" ro parte de una definición particular, así como ", tampá"o de mática indefinida y demasiado g""ául q"" una probleconciencia, Ia cultura, la ideoloeá, "á""iJ*""l" etc. Se t."tu aá.f, f.ol blemática del espacio. Sj" se bace Ia pre_ gunta: <¿qué es el e.spacio-?",";l;;g;,'"o pregunta que se plantearía al matemático o, quizás, ul m"iafi-i.o. u este respecto no exista una interpretación torcicla.e.r" En un prirr"i-pio. se trata del espacio ovividoo, en estrecha ..*"ll"i¿"'l."rj Ia práctica social. La problem¿tic,, .1.r" ,e plantea a partir de ese espacio abarca un co¡iunto de proble;;;;;¿;"; que tienen, todos ellos, un denominadár común, iu cialidad,. ""rfáa) ¿Cuál es el estatuto teórico de la noción del cio? ¿'cuál es Ia relación exisrente entreli-erñr, espa(percibido, concebido, r"p."r".rtuJo)-5r el (construido, producido, piovectad o,'pá, espacio social tanto el espacio urbano por excelencia), és decir, la'reLciOn existente tre el espacio de la representación y Ia representación en_ del espacio -""iii ? 26 b) ¿Cuál es la inserción del espacio (representado, ,'laborado, edificado) dentro de la práctica social, econórr¡ica o política, industrial o urbana? ¿Adónde y cuándo .rt'túa la concepción del espacio? ¿Cuándo y dentro de qué lrrnites se muestra efrcaz dicha concepción del espacio? N.B. Existiría, si se quisiese llevar el análisis hasta .rrs últimos extremos, una dificultad análoga a la de la Itigica y de la reflexión sobre los fundamentos de las matcmáticas. Toda definición del espacio, o investigación sol,r:c el espacio, implica un concepto del espacio, aun cuanrlo no fuese más que para enunciar y clasificar las propo' siciones. En el campo de dicha problemática, el espacio ('s un <puro> objeto de ciencia. Por lo que se refiere a Io uvivido>, el espacio jamás es ni neutro, ni opuro'. Lo que cstablece de buenas a primeras una distancia entre la pro' blemática del espacio vivido y la del espacio epistemoló' ¡1ico, planteado éste como neutro' 7. La problemática del espacio vivido es un aspecto importantJ y, quizás, esencial de un conocimiento de la ."álidud urbana. Mirada bajo ese prisma, la problemática clel espacio está vinculada a la teoría de lo urbano y a su ciencia, y, consecuentemente, a una problemática aun más amplia, la de la sociedad global. Para nosotros, aquí, es ,rni"tgo o un frente a través del que se puede abordar un conjunto de cuestiones. De entre esas cuestiones, hay las planteadas anterior' mente, y estas otras que citamos: a) ¿Es que nos hallamos dentro de un círcglo cerrado, dentro de un sistema establecido de tal guisa que -su fuerza recuperadora resulte irresistible hasta su {esplo' bloq,r", siempre y cuando sea susceptible de mamiento "tt desplomarse? b) ¿Acaso existe una salida, una abertura, un paso, la posibllidad de una transición, bien sea para la acción, bien sea para el pensamiento y la imaginación, bien sea para ambos? 27 8. Primera tesis o hipótesis. El espacio es la forma li inteligibilidr¿. s"-.á"."ñ;; li !lan;nalencia, ctuye la ideología,^la interpretación, Ia no sapienáiu. gn dic.ha hipótesis,la forma pura del desprendida de todo contenido (sensible, "rpu"io, uiuiáo, pra.li""l -materi"ij una esencia, una idea absoluta ", análoga a la'cifra pir,O"1ca. La filosofía cartesiana e, inclusol la crírica fii;;¿á;; kantiana conservan dicha noción. óuio q,r" la lógica construye espacios de atributos, dado que los sabios" c."r;;Szen espacios de configuraciones t'rn cierto número de variables y parámetros, el espacio "or,se presenta tal como cohere¡cia y modelo de coherencia. Articula lo social v '" lo mental, Io teórico y lo práctico, lo ideal y l; ' ;;J"'..^ I-os conceptos se van localizando, se sitúan con sus concatenaciones, en el seno del espacio intelectual. igual ocurre con los objetos, los grupos, Ios individ.ro, ¿"itro qel espaclo e-tectivo, socialmente realizado. Lo que permite Ia previa reducción clel caos fenomenal. Las matemáticas por una parte y, por otra, la (Ia fenomenología y, sobre todo, Ia"áfistemológía)filosofía porr"r, de manifiesto esa esencialidad ó, puá hablar Eol ;;;;; propiedad, Ia establecen v Ia conitituyen. La coherencia del discurso se despliega el el espacio mental qr" gu_ lu rantiza. La epistemología define ina topía (o se define- a través de ella), a saber, un coniunto d"i,rgai", y J;;;;; rridos, topología abstracta y gáneral qr" lri"rr" completada p_or una topología de las ixistencias concretas. . He aquí algunos ejemplos. La lingüística de Chomsky implica un concepto del espacio. Asi pues, Chomrkt #clara que existe un nivel lingüístico qú" p,r"a" ," representar cada frase simplemente"r,comó "l Ia"o serie finita de elementos de un tipo engendrada d" irq.ri"ráu-u _cierto derecha mediante algúrn meianirrio sencillo, ,i.rt qr:" ," debe descubrir un conjunto finito de niveles p.r"rü. .r, orden de arriba abaio (véase a Structures stntactiques, página 27). Sabemos que el psicoanálisis clefine Lrno o varios tópi_ cos,f)or ejemplo, el oello", el ,.yoo, el osupsrr.r. Buscán_ do'el sentido del discurso filosóhco, f. n¿. Rey escribe: oEl tffi una especie de pclder legal de sustituir la misma cadena horizontal, en el esio de una coherencia regulada y calculada por adelan¡,.r, r,rrlo. Es en ese espacio centrado, teológico, donde la r 'rrrplicidad del significado estaba va establecida, es ahí ,l,rrclc el sentido se precede siempre a sí mismo" (L'ent( u des signes, p. 13). Corpus, recorte, rnontaje, agrupamiento, emplazamienr,¡, cSoS términos espaciales, considerados no corno metalr..lcr-rs o metafóricos, sino como rigurosos, son de utiliza, rr¡rr corriente en epistemologia (c'J . Michel Foucault, Ar,lt(ologie du savoir, capítulo: oLes unités du discc¡ursr. r'l. también el libro de Matoré sobre L'espace hunnin, y lrrrirlrnente, Georges Gusdorf, cuya obra Sciences humaines t't pensée occidentale, establece un cotejo entre ei espa, io social y el espacio rnental de las diferentes épocas). O-bjeciones. Esta hipótesis implica la liquidación del tit:mpo histórico así como del tiempo vivido y, por dernás, ,1,' forma asaz desigual (mucho más en M. Foucault que , rr G. Gusdorf, por ejemplo). Comporta igualmente una tt'ndencia hacia el cientificismo abstracto, hacia el saber ,,rrbsoluto> constituido por Lrn inventario del pasado (filo.,o{ía, ideologias, literatura, etc.) e inserido en el espacio rrctual. Esa teoría del espacio no se circunscribe únicamente rrl campo epistemológico; se sale de sus límites de una rnanera que rnerece ser mencionada; algunos arquitectos sc consideran aún como arnos y señores del espacio que conciben y realizan. Se consideran o se hacen considerar como los demiurgos capaces de poner por obra, en el seno tlc la sociedad, su concepción y su definición del espacio. l..l demiurgo platónico se ha encarnado en la materia, las r:ifras y las proporciones, las idealidades trascendentales. l)icho espacio tiene las caracteristicas siguientes: vacío y ¡ruro, lugar por excelencia de los números y de las proporciones, del áureo número, por ejemplo; es visual, y, por tanto, dibujado, espectacular; se puebla tarcllarnente tle cosas de habitantes y "ds usuarioso; en la medida en que ese espacio derniúrgico tiene una justificación, linda ., rrticlo se da como 1,r,, significados en 28 29 0820$|9 t con el espacio abstracto cle los filósofos, de los epistemólogos. El colrfundir ambos espacios entraña cierto peligro. Repitarnos una vez más que el mayor peligro y la mayor objeción que se pueclen pre.sentar son la evaóuación del liernp<r a la vcz histórico y vivido. 9. Segtmda hipótesis. El espacio social es un producto de Ja sociedad, comprobable y que depende ánte todo de la contrastación, por ende de la descripción empírica, antes de toda teorización. ¿De qué es el resultado? para unos de una cierta historia, de un pasado general o particularizado. para otros, de diversas actividades, por ejemplo agrícola, artesanal, industrial, etc. Dicho en otras palabras, el espacio es consecuencia del trabajo y de la división del trabajo; a este titulo, es el punto de reunión de los objetos producidos, el conjunto de las cosas que lo ocupan y de sus subconjuntos, efectuado, objetivado, por tanto (funcional,r. Sea cual sea la conclusión a la cual se llegue, en dicha hipótesis eI espacio es el objetivo o más bien la objetivación de lo social y, consecuentemente, de lo mental. Su conocimiento no puede prescindir de la acción descriptiva. Una forma cobra cuerpo o se construye partiendo de los contenidos que su conocimiento descubre o entresaca. Se conoce, reconociéndose, bien sea de forma experimental, bien sea a través de la abstracción científica metodológicamente elaborada. La mayoría de las descripciones analíticas o críticas, especialmente de espacio urbano, dependen de dicha hipótesis, mal desbrozada como tal y, sobre todo, mal confrontada con las demás hipótesis teóricas. 10. Tercera hipótesis. El espacio no sería ni un punto de partida (mental y social a la vez, como en la hipotesis filosófica), ni un punto de llegada (un producto social o el punto de reunión de los productos), sino un intermeüario en todas las acepciones de ese vocablo, es decir, un procedimiento y un instrumento, un medio y una media- it¡n. En esta hipótesis, el espacio viene a ser un instrunt('nto político intencionalmente manipulado, incluso si , l,r intención se oculta bajo las apariencias coherentes de l,r ligura espacial. Es un proceclimiento cn lnanos "cie ¡r1' ;i,,icno, individuo o colectividad, es decir, de un pocler t¡ror ejemplo, un Estado), de una clase d<¡minante (la bur¡,rrcsía) o de un grupo que puede en ciertas ocasiones re¡rrcsentar la sociedad global y, en otras, tener sus objeti' ros propios, por ejemplo los tecnócratas. De ahí los interr'ogantes que no se plantean más que en el caso cle esta lri¡rétesis: u¿quién pot"e semejante representación del es¡,,icio?, ¿y, pói qué?,. En dicha hipótesis,la representación ,1.:l espácio estaría siempre al servicio de una estrategia, ',icndo a Ia vez abstracta y concreta, pensada y apetecicla, ,'s decir, proyectada. Semejante espacio se va poblanclo atendiendo a los der rctos déi poder, con cierta arbitrariedad; en su condi, itin d.e instrumento, puede ejercer su acción sobre las ¡roblaciones preexistentes, a saber, las poblaciones hislrl ricas. En tanto que mediación, semejante espacio instrumentrrl permite bien sea imponer por la fuerza una cierta co' lr.,sión, bien sea ocultar bajo una aparente coherencia ra, ic¡nal y objetiva las contradicciones de la realidad' En ,'sl-e caso, los términos ocohesión> y (coherenciao signifirrn regulación buscada, ansiada, proyectada, lo cual no :ignifica obtenida. A este título, esta hipótesis implica una ambigüedad, rrna inclusión solapada del saber en el seno de la ideología v de la ideología en el seno del saber; el espacio definido rlc esta guisa hace las veces de mediación entre esos tér'¡¡rinos. Semejante espacio es a la vez ideológico (es. decir, poli tico) y sapiencial (pues comporta representacrones elaDo,,rclas). Pór tanto, ie le puede denominar racional-funcio,,a1, sín que dichos térmlinos puedan-separarse el unc¡ del ,,tró, y funcional'instrumental, pue-s la función, en el mar,'., gíóbul de la sociedad neocapitalista, implica el ployecto, la estrategia. at 30 JI En esta hipótesis; repitámoslo una vez más, el espaci par funcional e instrumental quecla vinculado a l a Ia reproducción de la fuerza de trabaio a través del c mo. Se puede decir que es a la vez el medio y el proce miento de una organización del consumo dentro del mal de la sociedad neocapitalista, es decir, de Ia sociedaci burocrática de consumo dii:igido. La aparente finalidad de la sociedad, el consumo, se define de hecho a través dc la reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, de las condicioncs del trabajo productivo. Las ciudades no vendrían a ser más que unidades de consumo correlatir¡as de las grandes unidades de produc. ción. Se puede decir qr.ie esta hipótesis, a su manera. concurre con la teoría de la falsa conciencia Inencionada ya anteriormente con respecto a la segunda hipótesis. ÉIabría por tanto: 1. Una conciencia verdadera, la de la clase obrera, cuando menos como conciencia posible representada por la filosofía (cf . el pensarniento sobradamente conocido de G. Lukács). 2. A esa conciencia totalmente verdadera de la totalidad vendría a oponerse una conciencia fajsa. la de la burguesÍa. Partiendo de esas presuposiciones, Joseph üabel ha desarrollado una tesis, según la cual la oespaciali zaciónn caracteriza la ufalsa concienciao, una falsa conciencia morbosa, la del enajenado (esquizofrénico), casolímite de la falsa representación. Ese espacio sería el lugar de Ia reificacién, un.lugar al margen del tiempo, de la vida y de la praxis. Bajo ese prisma, el espacio instrr.mental tendría, por consiguiente, una .,función específica>. En vez de definir la inteligibilidad (primera hipótesis), defi nir ia la realización-reifi cación de las relaciones sociales, al propio tiempo que la falsa conciencia de dichas relaciones. A la teoría del espacio mental inteligible se opone la del espacio social encepado. A la teoría del espacio inteligible y de la primacía (filosófica) del espacio se opone la primacía del tiempo. I-a trampa que tiende ia burguesia a la clase obrera ur'uba siendo su propia trampa: espacio enfermo o espar rr¡ de enfermedad social. En cualquier caso, en esta hilr(,tcsis, el espacio no sería una mera repr€sentación ino- ('nte, sino que nonnas y los valores de "vehicularían las lrr sociedad burguesa, y, ante todo, el valor de intercambio y l¡.r mercaderÍa, es decir, el fetichismo. En el punto límil(', ya no es exactamente la ideología que impera, sino rrr¡icamente una suerte de falsa conciencia con los dis( lrrsos que ella misma engendra. Objeciones. Esa vinculación del espacio en general y rlcl espacio urbano en particular con la producción, im¡rlica únicamente la reproducción de los medios de prorlucción de la que hace parte la fuerza de trabajo. Ahora lricn, precisamente es esta hipótesis la que conviene al r':rpitalismo del siglo xlx, al capitalismo competitivo para t¡uien el problema principal residía en reproducir mater ialmente sus medios de producción (máquinas y fuerza clc trabajo) y en permitir el consumo de los productos, es tlccir, su compra en el mercado. El sistema contractual (cl contrato de trabajo), y el sistema jurídico (el código eivil y el código penal) bastaban prácticamente para ase' ¡lurar, con la venta de la fuerza de trabajo, esa reproduc' ción de los medios de producción. Resulta evidente que r.'u estas condiciones el espacio era entonces simplemente f'uncional e instrumental. La ciudad tradicional desempeñaba, entre otras, esa función de consumo complementario de la producción. Pero la situación ha cambiado: el sistema de producción capitalista debe defenderse sobre r-rn frente mucho más amplio, más diversificado y más complejo, a saber, la reproducción de las relaciones de ¡rroducción. Esa reproducción de las relaciones de proclucción no coincide ya con la reproducción de los medios de producción; se lleva a cabo a través de lo cotidiano de las cosas, a través de los ocios y de la cultura, a través de la escuela y de la Universidad,a través de las extensiones y proliferaciones de la ciudad antigua, es decir, a través de la totalidad del espacio. | 5J 32 Hcs 128 3 11. Cuarta hipótesis. Del espacio no se puede decir que sea un producto como cualquier otro, un objeto o una suma de objetos, una cosa o urru corecóión á" .;;r, una nercaclería o un conjunto cle mercaderías. No sc quc sea simplcnr"nt" r.,,, instrumento, ¡¡lde.decir cl rnás tmportante de todos los instrumentos, prer.rpri";;^1" el toda. producción y de todo t"i"r"áÁltb. mente vinculado con la reproducción d;;;;r;;r"*r"lde ;"i;;;;;;, (sociales) de produc.io". ü"h" Ji'otras parabras, 'u, esta teoría abarca la tercera-hipótesis, il"uurdo más adelante su análisis y modificándoli .r, .il.iu medida. para comprenderla, se debe tomar como referencia no la producción en el sentido restringido de los _es decir, el proceso de la próa,r..iárr-á"economistas tu, ;;;;;" consumo-, sino la reproducción de las relacione,n ál :; ¿" pü_ ducción. En esta u*pliu u."p.i¿", ái de la producción-implicaría., por tanto, y encerraría ".pu"io en su seno ra finalrjtad a todas ras acti-general, ia orienta.i¿í vidades dentro de Ia sociedu¿ ".*n" nf constituiríar pü€s, una especie de """.upitalista. esqlema en un "rp*i. sentido dinámico que sería común a las actividad", diue.s*";l;, trabajos divididos, a la cotidiur¡¿uJ, . iu, urtár;'; i;; espacios creados por.los arquitectos y io, dría a ser una re]ación y un susteniáculo".Uuri;ñ. V;;: de inherencias en la disociación, de inclusión Iu-""paración. vendría a ser por tanto un espacio "r, á ru v", abstractoconcreto, homogéneo- y_desarticulado, lo q"" reencontrar en la ciudad nueva, en Ia pintuiu, .;-á;ü;;; lu y la arquitectura, así como también !n el saber."r.rrltrr.u Precisemos debidamente y hagamos hincapié sobre este análisis de un espacio homogéieo y desartic'ulad;:; trata de Ia producción en el más-amplio sentido;;i; pál labra: produción de-las ,ela.ionls ,áiiur", y reproducción de determinadas relaciones. E; ;r;;-;"ntido la totalidad del espacio se convierte en el lugur-a" esa reproducción, incluido el espacio urbano, lo. ¿" mr;;;: cios denominados educativos, loi ".!*io, ".iár, A" lu cotiAia"iáa¿, é". Esa reproducción se realiza a través áL esquema rela_ tivo a la sociedad existente que tiene como "" característica ¡'.r'rc'iárl la de ser unida-desunida, disociada v, nantenicnrl, unzl unidad, la de la fuerza dentro de ia fragmental,rr irirr. Ese espacio homogéneo-quebrado, no es t¿n sólo r lr':.¡.racio global de la ordcnación o el espacio parcelario llrlcllritecto y clc los promotores, sino que es tarnbién '1, r I t's¡racio cle las obras de arte, por ejemplo ei del mobla- r, y del design. Es el esteticismo el que unifica los frag,r('rtos funcionales de un espacio dislocado, realizando de {",1:r suerte sus caracteres homogéneos y quebrados. Ese espacio homogéneo y, sin embargo, dislocado, trorlrdo y, sin embargo, ordenado, desarticulado y, no obsl.ultc,- sujetado, es el espacio en donde el centro se petrilrt ir al propio tiempo que estalla, por ejemplo en los cenIros comerciales, Iugares donde lo monofuncional sisue ,rrr¡rerando pero con un decorado y un esteticismo no firn( r()nales, con simulacros de fiestas y una simulación de lo lrrrlico. Es eI espacio en el que la conexión constreñidora ,,,' lleva a cabo merced a intercambiadores entre las paftes ,lislocadas: el espacio a la vez informe y duramente constrcñidor de las periferias y de los arrabales, donde el Irrrrraquismo, los bidonvilles, Ios barrios de emergencia t ompletan los suburbios residenciales; donde reinan norlrlas que imponen determinados modus vivendi, en tanto (tue se dedica al espacio toda clase de discursos, de inter¡rretaciones, de ideologías y de valores uculturales>, artíslicos, etc. Los lugares de esparcimiento, así como también las nLlevas urbes, están disociados de la producción hasta que lr,rs espacios de esparcimiento aparezcan desligados del trabajo y .,libresn, cuando, de hecho, están vinculados a los sectores del trabajo dentro del consumo organizado, tlentro del consumo estipulado. Esos espacios separados tle la producción, como si en ellos se pudiese olvidar el trabajo productivo, son los lugares de recuperación. Esos lugares a los que todo el mundo se esfuerza en proporcionar un aspecto festivo y de libertad, que se adornan con signos que no tienen a la producción y al trabajo como símbolos significativos, esos lugares, precisamente, es¿án estrechamente relacionados con el trabajo producr 34 35 tivo. Se trata de un ejemplo tÍpico clel espacio a la veu dislocado- y unificado.- Son pr."ir"*"rrte iugares ¿urrJe se reproducen las relaciones de producri¿nl lo q"" oo excluye sino incluye Ia reproclucciln pura y simple cle la fuerza de trabajo. Todr¡ .sto ," p""d" leer cn .;r; ;p;: cios, aun cuando con dificultadj pues el texto V texto están emborronados (como un borrador). to "f "á". que se lee con dificultad se puede concebir claramente si'se parte del concepto del espacio, por una parte desarticula. do y desunidg, y, por otra, organizado y unido nuevamente por el poder. A este espacio, cuyas opropiedades> se sitúan en la articulación de la forma y del contenido, correrpo"á" * Ji.empo que posee idénticas .,propiedaáeso. Ei ü";;;, bien supremo, mercadería supie-u, ," vende y ," .á*p.ra: tiempo para el trabajo, tiempo para el consumo, tiempo para el ocio, tiempo para ciriular, etc. Dicho iie# po se organiza en función del trabajo productivo y de la reproducción de las relaciones de práducción dentrt de la cotidianidad. El tiempo nperdidol no lo es para toao mundo, pues cuesta muy caro. El supuesto utiempo libreo "i es únicamente tiempo incomplero y mantenido iomo tal en la coyuntura general. poi lo q,r" ," refiere ;i;;p" perdido inexorableme_nte, en transportes y formalidadls, "l ya qué de forma está rigado dé manera disro-sabemos cada al tiempo dedicado al trabaio. - El tiempo homogén_eo en tanto que tiempo manipula_ do, organizado en estadísticas bien definidas^er, tiempo, dislocado, incomplexo, tiempo de trabajo, "i;;;; ti""ip; denominado libre, tiempó perdido iin p.ou".hó,'etc. Para- comprender ese esquema del- tiempo y d"l pacio, debe uno remitirse al capítulo po.o corrocido "r_ de Marx que se halla al final de su obra-El Capital, y que tiene por título: ..La fórmula trinitaria>. En ese .ó*pfi_cado capÍtulo, Marx explica la sociedad b.rrgrr"ru, u lu_ ber, la conjunción-disyunción de sus elementJs. necordemos rápidamente los térmlnos del análisis; existen, den_ tro de la sociedad en funciones, es decir, dentro de Iá producción y la reproducción de las relaciones: l. El capital y el beneficio del patrono, es decir, de l.r lrurguesía. 2. La propiedad del suelo con las múltiples rentas {¡ue proporcionan el subsuelo, el agua, el terreno edificark¡, etc. 3. El trabajo con el salario correspondiente que va ir parar a manos de la clase obrera. Esos tres elementos unidos en la sociedad en funciorrcs están representados como separados, y su separación ticne un sentido objetivo puesto que cada grupo parece rccibir una parte determinada de la <renta> global de la sociedad. Existe, pues, apariencia enajenada de las relat iones sociales, apariencia que desempeña un papel urealn. lis el espejismo de la separación en el seno de una unidad, la de la dominación, del poder económico y político de la burguesÍa. La separación es, a la par, falsa y verdadera. Los elernentos que figuran separados tienen tendencia en asernejarse a fuentes distintas de la riqueza y de la producr:ión cuando, de hecho, es únicamente debido a su acción r.:omún que se produce dicha riqueza. En tanto que fuentcs distintas de la riqueza social, parecen recibir la parte qtre les corresponde de la (rentaD nacional, lo que disirnula el hecho de que la riqueza social coincide con la plusvalía global. Ese capítulo decisivo de EI Capital puede cncontrarse en el libro III, sección 7, capítulo 48. En esta hipótesis, la ideología coincide con la prácti ca: la separación que reina en el seno de la sociedad burguesa. La ideología consiste en aceptar la disociación y en considerarla como real. Se abandona entonces la idea cle unidad concreta que constituye la sociedad burguesa, y se acepta el espejismo que ésta le sustituye (a la plus. valía global, la teoría de la renta nacional y de sus diversas fuentes). Una vez que se ha admitido el esquema unido-desunido ctrue caracteriza la práctica de la sociedad burguesa, se puede aseverar no importa qué cosa. ¿La ideología? Es mera palabrería que se aparta por completo de los otemaso. Nuestra hipótesis sobre el espacio unido-desunido se 36 37 relaciona, pues, directamente con el esquema tripartito utilitario de la sociedad capitalista según Marx. Esta hi. pótesis se sitúa entre aquélla de la falsa conciencia que excluye la ideología, y aquélla de la ideologÍa que im. plica interpenetración de lo verdadero y de lo falso, y que excluye la falsa conciencia. Hay, pues, una praxis: las separaciones sostenidas, mantenidas, por tanto representadas a través de la acción que mantiene hasta en su disociación los elementos de la sociedad. Esa acción es precisamente el esquema del espacio, esquema generador ligado a una praxis, a una realidad y a una verdad dentro de los límites de esa sociedad. Dicho esquema es, por tanto, ideología ligada a un cierto conocimiento dentro de los límites de una práctica social. Dicha representación es, a la vez, aparente, puesto que los elementos que disocia están ligados entre sí, y real, puesto que los elementos que mantiene están disociados. Da lugar a discursos más o menos aberrantes cuya relación con el conocimiento o el error varía según si se toma como referencia la praxis burguesa (separación y disociación) o cualquier otra praxis admisible. El espacio arquitectónico y urbanístico, en su condición de espacio, ofrece esa doble faceta: desarticulado e, incluso, desmenuzado bajo la coherencia ficticia de la mirada, espacio de constreñimientos y de normas dispersas. Posee ese carácter paradógico que tratamos de definir aquí: unido y desunido. Es de esta manera que a la vez se ve dominado (por la técnica) y no es apropiado (para su utilización). El espacio es inmediato y mediato, es decir, que pertenece a un cierto orden cercano, el orden de la adyacencia, y a un orden más alejado, la sociedad, el Estado. El orden cercano y el ordcn más aleiado no tienen más que una coherencia aparente que no impide para nada la desarticulación. Este cspacio depende de interc'scs clivergentes y de grupos diversos los cuales, sin embargo, hallan una cierta afinidad común dentro del Estado. Depende de una oferta y de una demanda quc pueden no conservar rclación alguna entre ellas y que, no obstante, tienen un mismo de38 r,,rrrinador común bajo el influjo de tal o cual interés. I'r¡r'lo que se refiere a la división del trabajo entre aquellos que intervienen en el espacio, a saber, el arquitecto, r'l ¡rromotor, el urbanista, el contratista, etc., esa división ,1,'l trabajo lleva a cabo esa mezcla de unificación cons' trcirida y de desarticulación que tratamos de analizat. Sc podría bien demostrar que el espacio de la pintu,., y de la escultura es precisamente ese espacio desgarrarl,r. troceado y, sin embargo, determinado globalmente. 12. Hagamos nuevamente hincapié en el hecho de la totalidad del espacio se convierte en el lugar de la rr'¡rroducción de las relaciones de producción. En tiempos pasados, tanto el aire como el agua, la luz r orrro €l calor, eran, directa o indirectamente, atributos ,lt' la naturaleza. Esos valores de utilización han entrado .r l'ormar parte de los valores de intercambio; su utiliza' t irin y su valor de utilización, junto con los placeres nat,,ralés vinculados a la utilización, se van difuminando; ;il propio tiempo que se compran y se venden, se van ha, icndo cada véz más escasos. La naturaleza igaal que el ('spacio, junto con el espacio, se ve a veces destrozada, lragmentada, vendida bajo forma de fragmentos y ocupa.lrr globalmente. Se ve aniquilada como tal y reorganiza,la iiguiendo las exigencias de la sociedad neocapitalista' l,as éxigencias de la reconducción de las relaciones sot iales envuelven de esta guisa la venalidad generalizada .lc la propia naturaleza' La escasez de espacios libres en l,,s zonal industrializadas y urbanizadas ofrece, por dernás, un fuerte contraste con el vacío de los espacios aún rro ocupados, los desiertos terrestres y los espacios,inter¡rlanetarios; por consiguiente, el alto precio alcanzado por i,-,s espacios ocupados y la escasez, cada día mayor, de los cspacios aún por ocupar, constituye un fenómeno ree:iente cuyas consecuencias son cada vez más graves. Dicho espacio, al ser lugar y ámbito de la práctica social en el seno de la sociedad neocapitalista (es decir, cle la reproducción de las relaciones de producciór-r), marca netamente los límites de dicha sociedad. ,¡rrc, 39 ,;ixr"ti.. *'ti*;ru;, ,,,.,., . t tj:if .{ i. ';:; s8B0$9 Por mucho que los dirigentes políticos, cuya táctica expresa hoy en día las alianzas y compromisos entre el ejército y la tecnocracia, alerten la opinión, formen comisiones y comités de estudios, creen administraciones y ministerios; por mucho que susciten proposiciones; ya pueden movilizarse los expertos, movilizar a los sabios, plantear los problemas del medio ambiente y de la contaminación; ya pueden buscar conscientemente o no a desplazar en esa dirección tanto los objetivos como las luchas políticas; ya pueden presentarlos como siendo simples etapas para alcanzar una realidad de mayor categoría, con el concurso de las ciencias humanas o sin su concurso. Ya pueden pretender que los problemas urbanos, desde ahora mismo, son asunto de todos, o, al contrario, que es a los técnicos y a los tecnócratas a quienes pertenece resolverlos. Hay que comprender que esa sociedad no puede salirse de su espacio, que no puede rebasarlo, aun suponiendo que tal o cual lo proponga. Esta sociedad no puede más que tender hacia la sistematización de ese espacio, es decir, hacia una lógica que jamás puede llevar hasta sus últimos extremos. Se habla de .,producción del espacioo. Esta expresión marca un paso hacia delante en la reflexión arquitectónica y urbanística, rebasando esos sectores y haciendo recaer su peso sobre el conjunto de la sociedad. Significa que no se considera el espacio como un dato a priori, bien sea del pensamiento (Kant), bien sea del mundo (positivismo). Se ve en el espacio el despliegue de una actividad social. Se establece, pues, un distingo entre el espacio social y el espacio geométrico, es decir, mental. A pesar de todo, la expresión no deja de ser ambigua. En efecto, toda socieclad produce (su> espacio o, si se prefiere, toda sociedad produce (un> espacio. ¿Qué ha surgido de nuevo en la sociedad en la que la mantenencia de las relaciones de producción se torna determinante, en la que, sin embargo, las técnicas y las fuerzas productoras han alcanzado un nivel desconcertante? iQué significa la palabra "producir"? ¿Acaso significa ((cosas)), objetos, mercaderías? Hablando en términos marxistas, ¿acaso ese espacio sería 40 la sociedad denominada industrial la (( irpitalista o no) tal como lo sugiere la hipótesis de represen' l¡rlia conciencia? ¿Acaso sería únicamente una t:¡c:ión más cercana que las demás de la práctica? y ese Será por tanto nácesario precisar esos términos ,,,rrcepto: Ia producción del espacio' r¡na superestructura de Espacio y lógica. Semejante ambigüedad vuelve lógica (plan.r hacer acto de presJn.ia. ¿Dónde se sitúa 1a día- un soren r,,oáa, supuestal impuesta)? Existe loy de lógica. (mal elucidada) ;;,;;H"i;u"rá ¿"'ta noción la "lógica describe i 1,, lu.go de no pocos discursos, se (la epis-temología), ,i"i ,". üvienten, La ulógica del satero 1,,-.lági"u de la ,.rp"tiiu"tt"ia', h "lógica del urbanisf" "i¿gica de lá mercaderíau, la "lógica del Estado" "t"", conel del t'tcétera. Ese abuso fresenta puntos de analogía que impiilógica la sistema (o las sisteiratizacio-nes con o ideológico político' o r:an). ¿Acaso ese abuso es social inconsciencia? la o t*plicado en el discurso ;;;;ril, ' --iÁ"uÁ" tendría el espacio su lógica? Ora el espacio ,f"p!"á" á" ,rrru lógica freexistente, superior yelabsoluta' sistema rruasi teológica; orá es ia lógica personificada' coherencia' la permite cle la"coherencia; ora' finalmente, estrate,,.tto.iru"¿o la lógica de la acción (praxeología o el essobre tesis diferentes gia). Se encuentr;n aquí las i"ái", ort tomado como modelo, ora como instrumento' .rru .o-o mediación. Proposiciones. Al no tenct' el cspacio u1a tOS.i¡1 i1la metodolot"rrru y propia, remite a la lógica formal y a, diversas y actividades las a n"i"t"l. El espacio común "iu impuesto de la sociedad burgueñ;"Ñ;;, socie"t'*utco "tt espacio es un esquema del qrte se sirve esa iu, de fin el con sistema' "r" en clad para intentar ;;nstituirse sr¡s la cohcrencia' ¿En qué forma? Camuflandofonesc "i.á"?ut contradiccio""., irr.lrridJs las-del propio espacio, La e¡desunido' unido pulverizado, v ;;;ü ";, global v de trategia de clases tiata de asegurar la repr-oducción esa través de la totalidad del Ias relacior-r", "="''t"iules existe espacio absoluto' bien no hifátesis, 13. ñi-^n" "t,a 4l sea vacío, bien sea lleno, si no es para pensamiento filosófico-marem¿it¡ge. nl'erpalio-Lirrtul el y social es un espacio especÍfico, por tanto cualificado, incluso si no se percata uno de ello. Se trata de una modalidad d;l; ;;_ ducción en una sociedad ¿eter-lrruaa en cuyo seno se manifiestan tanto contradicciones conflictos. "á-o ,E*it1:1, pues, contradiccionei áLl ri disimula y camufla. En dicha sociedad, "rpoiio,-i.rii,r.o .,real, lo :: li. se encuentra al fi¡¿l y no al principio. A este título, engloba lo s-e deja integru. lá, procesos integrado_ .91re res. Engloba Io qi¡s ." d'"¡u "á-o reducir, incluido l. il;;l;;rio. Esta sociedad no obedece u .r.ru lógica; repitámoslo una vez más: tiende hacia ella. Esta sócieáad n" ,;;;.. :"ryl Y" sistema; se esfuerza en sérlo, aunando el cons- treñimiento y la utiiización de lur-i"pr.r"ntaciones. Las contradiccione-s aA ,on producto de su. forma racional tal como"spaiiálo ," á"rpr""de en las mate_ máticas; son producto del contenidá práctico y social y, más específicamente, del contenido capitalista. Efectiva_ -.J, mente, ese espacio- de- la,sociedad capitalirtu pr"t""J" racional, cuando, de hecho, la prírri"u,está lizado, desmigajado, vendido "npor'pur."tas. Asícomercia_ a la-vez es global y pulveriza¿". pár"." lógico es como y está absurdamente recorúd;. Esas contrádicciones saltan a la vista en el plano institucional. En este plano, se percata y.o. de que Ia burguesía, clase dominante, dispone de un poder sobre-el ;;^;;i-", lugar, a través {ob-le de 13.nloqiedad privada "ríu"i"; d"l ;";1.:;r" ," extiende a la totalidad del-espacio, excepción hecha de los derechos de las colectividades Ert"¿.,-v,-^Jn ,"g.rndo lugar, a .y,dgl través_ de_ la globu¡a_ua, u ,ub".,'á Ia es_ trategia, Ia acción del Estado própi"mente "oro.irrriento, dicho. Existen conflictos inevitables entre esos do, a.pe"tos, y especial_ entre el esFacio abstracto (concebido Ttlt: ;'.;";ó;;i, global y estratégico) y el espaci,o i"l"áiuto, p".;itii", ;i: vido, desmigajado y-vendiáo. E" pr^"r' i"rtii".irir"i, esas contradicciongs se hacen patentis "i entre los planos generales de -orden¿sión y los proy".to, parciales de los negociantes de esp¿sis. 42 Reflexiones . sobre la política del esPacio l(esulta ahora posible echar una mirada retrospectiva ',,,lrle lo que ha siáo dicho y hecho en el transcurso de la rrllima década. Esa mirada retrospectiva permite estal,lt'cer un balance. Por otra parte, hoy en día, en los albo¡,'s de 1970, algo se está fraguando en las altas esferas : rrrr cambio de perspectiva, cambio más o menos real que ,lcbemos tratar de comprender y de aquilatar"' Hasta lr:rce muy poco tiempo imperaba, en materia urbanística, ,'rra teoiía, o más bien una ideología que jamás había ,¡rrcdado completamente expresada. Dicha ideología, sepro¡irin mi punto de vista, podía compendiarse en tres uosiciones: 1. Existe una acción coherente denominada urbanis,¡ro a veces empírica, a menudo aplicando los conceptos ,, los resultados de una ciencia determinada (demografía, ('eonomía política, geografía, etc'), ora teniendo en cuenta rcsultados- y datos interdisciplinarios, pero acercándose rnediante eios diversos procedimientos a una práctica t ientífica y técnica a sernejanza de tal ciencia ya constitui rla, por ejemplo la economía política' t. Eiiste por parte de los urbanistas o de algunos ile ellos, una reflexión metódica sobre esa práctica,,reflexión de orden teórico que apunta implícita o explícitarnente a la constitución de una epistemología, es decir, cle una región del saber que contiene núcleos de saber lclquirido, en resumidas cuentas, lo que designa el térrnino de epistemología. 3. Esta reflexión capaz de elevar hasta el lenguaje * Conferencia pronunciada en el Instituto de Urbanismo de 1' noPar"ís, el 13 de enero de 1970. 'Espaces et Sociétésn, núm' viembre de 1970. ,'ii., i{ r:r ¡1 43 teórico y hasta los conceptos la práctica urbanística, esta reflexión teórica consiste en unu'.i"n"iu del espacio,,bi"n sea global (a escala de la totalidad de la sociedad), bien sea local (a escala d.l h"b;;;¡1.' Hablando de manera más general, recordemos que en el curso de esta última décad"a q,r"Jaba breentendido un poco por doquiár objeto p.. ;;_ tr" "l"*;;il;;_ celencia de la ciencr.u Jrt y no el tiempo. Esp.r:i? del sabcr y saber del9lespacio, ";;;;.; cientificis*o u parejas, a ta icz "ro"_ pr".ro :1.,1Í:1":Iiul -árráll'"" el plano social, dentro de una estructura "i "r general. por consiguiente, se debía llevar, a través de Iaespacio, Ia práctica y Ia técnica urbanísti.a, "i"".iu ¿"i husta el ,rlvel general del cientificismo. Dicha posrura era imprícita en el caso de numerosos teorizantes-_cite-o, ,irri.uÁ"* te los notables estudios llevados a cabo por Robert Auze. lle y Ionel Schein. Merced a esas .onsiá".a.i.;;;; ;i"';;pacio urbano, otrora integrado bien sea a la utilización espontánea del paraje, bien sea a la cultur" d"t;fá; il sociedad, quedaba apartado del contexto; se producía como un dato, como una dimensión especíd., a" i" .rg"] nización- social; y esto, en primer lugar, en relación con una acción concertada al más alto nlvel, ,"g""áo-l.r_ gar, en relación con necesidades socialeá "" po.,;;iu;; localizables' Tal era.el postrrrado que se o.^"rtuuo uu:á-"i pensamiento urbanístico y la enseñanza. lJn postuiado aun más oculto era el siguiente: Ia objetividad Iu-;;;: rezao del espacio urbanistico, objeto á. .i"".ii v l; ;;; fieren un carácter neutro. El espácio pasaba p"; ;;;;_ nocuo, es decir, apolítico. Este iontinente no existiendo más que por su contenido, no valiendo más que por dicho contenido, dependía, pues-, en tanto que de las matemáticas,. de- la técnica,'y, "b:eii""'V;;;;; u ,o duáarlo, J" una lógica del espacio. La ciencia dei espacio debia pues, a la vez, coronar y contener por sí mismi p"n.*i*iá urbanístico. Ahora bien, ahí ernpezaron a"lsurgir las dificultades. En efecto, si la ciencia es ciencia deirn formal, de una. forma espacial, implica una logístir; "rpu.io ir* 44 ¡'llt'able, y Ia ciencia no pocllia consistir más que en unir ,rrrrra de consllcñimientos, ataiiiendo dircct;rmente al con, l,'rrido (¡la gente !). Hn cambio, si dirigimos la vista hacia ' l cstudio de lo cluc vienc a poblar esa form¿r, o hacia l;rs necesidades de la gente, o también hacia sus reivinrlit'nciones, si se orienta la reflexión sobre el contenido y rro sobre la fr¡rma <(pura), ¿qué es lo qtrc garantiza que rlicho contenido va a entrar dentro de esta forma sin ver',r: sometido a algún que otro agravio? ¿Qué es lo que ¡i:rrantiza que las personas y sus necesidades van a de¡;tr:se inserir sin oponer resistencia en la iogística? Lo ,¡rrc viene a explicar, según nos parece, eue 4 pesar de l,rs esfuerzos desplegados, aún no existe una epistemolo1iía urbanística. Se ha asistido, pues, a singulares diven licncias en la elaboración y en la interpretación de los lrcchos. Unos buscaban un contenido de base, un elemento constitutivo, por ejemplo relacionado con la familia. l:n dicho sentido, ha habido gran preocupación por averiguar cómo se podría alcanzar la solución óptima para tlcterminadas necesidades; de ahí partieron no pocos est r-rdios a menudo interesantes : se ha sumado a las necesidades ya clasificadas por la Carta de Atenas, otras necesidades tales como la necesidad de libertad, de creación, rlc independencia, la necesidad de ritmo, de armonía, de clignidad, incluso de jerarquía *las voy enumerando segúrn acuden a mi memoria. Esos estudios no conseguían ¡ri hacer surgir una estructura interna de cara a necesidacles muy diversas, ni descubrir la forma espacial capaz de imponer una estructura a esas necesidades llamadas funcionales. Otros trataban de determinar a mayor escala (polos vitalizadores> que restituyen una unidad orgánica a los fenómenos urbanos, unidad bien sea interna con lespecto a la comunidad urbana, bien sea externa, es decir, actuando en el medio ambiente. A veces, los estudios quedaban lirnitados a examinar las propiedades formales clel espacio en tanto que vehículo de los bienes materiales o de las informaciones, estudiando, por ejemplo, los ntaillages a escala del espacio global o a escala local. En este enfoque, no es que se negase claramente que 45 existiese polÍtica, sino que se la concebía de forma pe. culi.a1. Otrora, un otrora no tan lejano, se consideraba político como siendo un obstáculó a ia racionalidad, lo al cientificismo, como introduciendo una perturbaciórr, r* suerte de irracionalidad. Los hornbrei políticor, ."gJn criterio generalizado, proceclían bicn sea al albur de"las coyunturas, bien sea ciñéndose a intereses particulares, representados, aun cuando cuidadosam"rrt" diri*ulados por ellos mismos; al tener una óptica propia y, por de. más, asaz versátil, al no ver claramente tu, aliérnativas ni,los objetivos, esos políticos desbarajustaban "i la raciona_ lidad. de la organización urbanística y Ia eficacia de ia ciencia. En_el mejor de los casos, se consideraba a los hombres políticos como dependiendo ellos mismos de una ciencia de la estrategia; a este tÍtulo se les dejabt"p";;; arguyendo que un día vendría en que ellos tambi¿" ," someterían al carácter cientifico así despejado. En este enfoque relacionado con lo- p"oliti.o y su in_ tervención urbanística, se seguia conservando port,rlado del espacio objetivo y neutro. Ahora Ui"","i,J t u." patente que hoy en día el espacio es político. Ei espacio no e,s un objeto científico descarriado por la ideoloiía o por la política; siempre ha sido político y estratégiJo. Si bien dicho espacio tiene un asplcto neutro, indilerente con respecto al contenido, por tanto <puramente> formal, abstraído de una abstracóión racional, ., pr""iruÁ".,1" porque ya está ocupado, acondicionado, porque ya es ob_ jeto de estrategias antiguas, de las q.re no siempre se consigue encontrar las hrrellas. El espácio ha sido formado, modelado, a partir de elementos históricos o naturales, pero siempre políticamente. El espacio es político e ideológico. .Es_una representación liieralmenie plagada de ideología. Existe una ideología del espacio, ¿poi qú¿ moti_ vo? Porque este espacio q.re pa."cé fromálenei, h".há de una sola pieza dentro ¿e ,,,, objetividad, !, ,r..r fo.-u pura, tal como lo constatamos, es un producto social. La producció-n del espacio no puede equipararse con la producción de tal o cual objéto particúlar, de tai á""1 mercadería. Y, sin embargo, no de¡a de existir relación " 46 úl'rrtrc la producción de las cosas y la del espacio. Estaque trrrrrr producción se la adjudican gmpos particlllares '.,' ;r¡rropian del espacio para administrarlo, para explot,rrlt¡..81 espacio es Lln producto de la Historia, con algo ,lrlt'r'cntc, y algo más cte lo que entraña en sí la Historia , rr l¿r ac€pción clásica del término. La ciencia del espa{ r{r debe, pues, repartirse a diferentes niveles. Puede hal,t'r' ciencia del espacio formal, es decir, próxima de las rr¡;rtcmáticas, ciencia en la cual el conocimiento utiliza rrrr¡ie¡g5 tales como los conjuntos, las redes, los árboles, l;r:; alambradas. No obstante, la ciencia no se sitúa a ,'.,r: único nivel, no puede permanecer formal. El análisis , rÍtico define en qué forma y siguiendo qué estrategia ha ',irlo producido tal o cual espacio comprobable; finalrrrcnte, hay el estudio y la ciencia de los contenidos, de t st.¡s contenidos que, quizás, ofrecen resistencia a la fornra o a la estrategia: es decir, los usuarios. Se puede afirmar, situándose uno al nivel más alto, r¡uc la planificación posee tres dimensiones. Primera dimensión: la planificación material, <(cuantificable", que se puede evaluar en toneladas de trigo, de ccmento o de acero. Esta dimensión está en relación di rccta con la concepción corriente de la economía política v de instrumentos estrictos de análisis: de matrices. Segunda dimensión: financiera, en estrecha relación t:on los balances financieros y que implica el estudio de los costes de producción al más alto nivel. Sigue siendo cconomía política, perfilando aun más su noción. Tercera dimensión: debe ser temporal y espacial. Su¡rone la estructuración de localizaciones, el profundo conocimiento de las redes de intercambio, de comunicaciones, de las fluctuaciones, el estudio de los centros de producción y de consumo, todo ello realizado sobre el terreno. La primera dimensión permite una planificación brutal mediante la utilización de balances-materia; la segunda, mucho más dúctil, permitiría, cuando menos en un cierto número de países, la utilización de computadoras electrónicas. En Francia y en un cierto número de paí47 fi' ses, es siguiendo las pautas que indican los balances como nancieros, ateniéndose a las indicaciones bancarias, se lleva a cabo la planificación llamada "indicativai)' en tanto cluc en la URSS, aún hoy cn día, la plailificación autoritária y centralizacla viene dictada tomando como los balances-materia. base - --P"; lo que se refiere a la programación correspondien' de"it, la temporal y espacial' te a la tercira dimensión, ", ésta debería proseguir su curso teóricamente, al propio ii*p" que Iás derñás, dentro de una simultaneidad; po¿ri, *Á"ter las demás dimensiones a la simultaneidad gfofruf del espacio..De.hecho, dicha programación prosi' gue su curso en solrtarlo' Por demás, cabe preguntarse hasta qtré punto una progr;aci¿" toial de esás tres dimensiones, simultánea-el es ;i;;;, sería de desear. El tecnócrata consumadosujeta tendría programación Dicha preconiza. único que ta a la toialidui d" la sociedad en la argolla de la cibernética' planificación de tipo deJNo lmpediría acaso cualquier irocrático al otorgar una eficacia aterradora al poder exisPor l"nt" q,r" sabria hacer uso de esos instrumentos? más queda ;h;;,-; la planificación democrática no Ie p.riUifiá"¿ que la de infiltrarse por las resquebrajaduras áái plu" toáI. No parece qtt" pot el momento el plan totai represente un peligro inminente; se tiene la irnp.reha lle.i¿" a" i"e la dimensiói espacial-temporal aún no por otra gu¿o u aitic,rlurr" con las otras dos, las cuales' sino sí' entre ;;"; t á "ttat demasiado articulaclas dimensión Esa croniiadas, para decirlo de otra forma' existe de forma indePencliente. proPor lo que respecta al espacio, éste posee, pues' que perparticulares piedades formales. Existen técnicas técnicas las especial *it"r, una cierta programación, en áe cálculo, de previsió-n. Y también existen los contenidos' que la cienJó"J "i""" a irobar todo esto? Ya sabemos no es una niveles' óiu d"l espacio, repartida a diversos existe una no vértice' que, en su ciencia ,rnitutiu y iotal, más en algo ahora nlirii"u del espacio. Ádentrémonos del gsto contradicciones hay clue prueba esta cuestiOn. ls¡racio. El método para abordar el problema del espacio rlr puede consistir únicamente en un método formal, lóllrc:o o logístico; debe y puede ser igualmente un método ,ltttléctico que analice las contradicciones del espacio denlro de la sociedad y de la práctica social. Si partinros del concepto de que el espacio es poli lrt'o, queda supeditado (al igual que su teorÍa y su cien( r¿r) a una doble crítica, ella misma política: la crítica de ,lcrechas y la crítica de izquierdas. La crítica de derechas ('s, a grosso modo, una crítica de la burocracia, de las in' It'rvenciones estatales, en el sentido de que esas interven, iones estatales obstaculizan la iniciativa <privada', es rlccir, los capitales. En cuanto a la crítica de izquierdas, ('sta es, asimismo, una crÍtica de la burocracia y de la rrrtervención estatal, en el sentido de que dicha intervent ión no tiene, o tiene poco en cuenta, a los usuarios, la ¡rráctica social, es decir, la práctica urbana. Quisiera extcnderme algo más acerca de este distingo entre la crítica de izquierdas y la crítica de derechas. Implica y presupone que existen conflictos y contraücciones en el es¡racio, pues de no ser así, no se acierta a comprender los ,'onflicios de la <crítican. Ese distingo ha sido dejado de lado dirrante ese período en el que todo parecía puramentc formulación epistemológica de una acción técnica. Exarninemos ahora algo más la extensión de ese doble cont:cpto, y apliquémoslo a un ejemplo que puede parecer, rr primera vista, aun más paradójico que el del espacio: l¿r naturaleza. A lo largo de todo el periodo que acaba de finalizar, la naturaleza etaconsiderada como una suerte de símbolo poético, negligible o relegado a segundo término, que designaba no se sabe muy bien el qué, un residuo, un algo q,." apat""ía aquí o allá, escapando a la acción racionalmentJ ilevada. Ahora bien, sabido es que la naturaleza, también ella, está labrada, modelada, transformada, que cs, en gran medida, producto de la acción, que la faz mis' ma dela tierra, es decir, el paisaje, es obra del hombre' Aún hoy en dfa, la naturaleza es contemplada, en cierta ideología, como simple materia del conocimiento y como 48 *fr!:"t= r¡cs 128 4 furi: {., ,$i so-"rii ;r ri;;,;;¡¿,5 49 08P{}99 objeto de las técnicas. Está dominada, sojuzgada' Al.ser domeñada y sojuzgada en su esencia, se aleja' Ahora bien, clc pronto se cae en la cuenta de que al estar sojuzgada, upJr".* clevastada, en trance de aniquilamiento, y' ame' nizando dc paso a la cspecie httmana, todavía estrecha' rnente tigada a la naturaleza, con verse arrastrada a su vez hacii el aniquilamiento. De ahí, la necesidad de una estrategia. He aquí a la naturaleza politizada' Y ello no ¿" r"gi'. a una riflexión puramente técnica o epistemológi.u J filosófica, sino a una doble crítica, la crítica de deiechas y la crítica de izquierdas. ¿En qué consiste la crítica cle derechas?: a sumirse en lamentaciones acerca de la perdida belleza de los paisajes, acerca de la pureza y dela inocencia de la naturaleza qve huye de nosotros; un (rousseauismo)), que parecía trasnochado, recobra actua' lidad. Se experimentá añoranza de los placeres sencillos a v rá"ot, ,e ie"rrerda el tiempo en que, con anterioridad brindaba a ia oarrabalizaciónr,la hermosa lle-de-France tenido han Ya paisajes' Ias miradas felices admirables lugar numerosas campañas en favor de la naturaleza' Una de* ellas, dirigida por un venerable académico, Georges Duhamel, en contra del ruido, ha tenido gran resonancla' Áh"* ", Bernurd Charbonneau quien acaba deLepublicar Iardin sobre di.ho tema un hermoso y elocuente libro: de Babylone. En una gran ¿En qué va a desembocar todo esto? sobre romance nosialgia'del pasado, en un enternecedor atrás' hacia volver el parte, la natriraleza perdida' Por otra el retrocecler in el tiempo, resulta imposible' La crÍtica de izquierdas trata de analizar las implicaciones y las secuelas d" esa devastación de la naturaleza, de esa destrucción' En efecto, existe una especie de-autodestrucción de la naturaleza áentro y por oel hombre))' que proviene de la naturaleza, q.re nai" de ella y que se vuelve en contra suya para exterminarla. "Y'ron los .elementos>, como se solía decir en la filosofía clásica, el agua, el aire y la !u,2, los que se ven ameVamos ñu.iu ,., inexorable encuentro de venci"uáot. ;;;;tt aterradores. Es imprescindible prever el momen50 I cn que babrá que reproducir la naturaleza. Producir t;rlcs o cuales objetos, ya no será suficiente; habrá que rt'¡rroducir lo que fue ia condición elemental de la producr rrill, a saber: la naturaleza. Con el espacio. Dentro del { \l)¿rcio. Por cierto, cabe hacerse la pregunta siguiente: , t'rr eué y por qué esta critica es de izquierdas? No se ¡r ata de una crítica hecha en nombre de un determinado ;,rupo izquierdista, partido o club. No se trata de una r r íl.ica desarrollada en nombre de una ideología de ten,lcncias consideradas más o menos izquierdistas. Es pre, iso llegar aI meollo del asunto. Cabe pensar que de aquí :t Lreinta años, o quizás antes, habrá, o cuando menos po,lr h haber (¡seamo,s prudentes !) posesión y gestión colectivas; a) de lo que quedará de Ia naturaleza; b) de la r cprodución de la naturaleza, del espacio, del aire, de la Itrz, del agua y, hablando de manera más amplia, de nuevas raridades. Las antiguas raridades, Io fueron el pan, lr¡s medios de subsistencia, etc. En los grandes países intlustrializados ya existe una superproducción latente de rlichos medios de vida que, otrora, fueron raros, que dieron pie a terribles luchas en torno a su escasez. Ahora, no crr todos los países, pero virtualmente a escala planetaria, existe una producción abundante de esos bienes de consurno; entretanto, las nuevas raridades empiezan a hacer acto de presencia: el agua, el aire, la luz, el espacio, en torno a los cuales se desarrolla una intensa lucha. Es en lunción de dicha lucha que hay que comprender el urbanismo, lo que, pese a sus defectos y debilidades, justifica cn cierta medida las investigaciones, las inquietudes, Ios interrogantes. AsÍ pues, se puede prever la gestión y la posesión colectivas de los medios de producción, así como la gestión social de la producción en función de las necesidades sociales. Puede preverse, pues, para las postrimerías de nuestro siglo, un socialismo mundial que no tenclrán ya prácticamente nada en común con lo que Marx denominaba socialismo, y que, sin embargo, será producto de dicho socialismo o conservará con él una relación más o menos lejana. ¡Esto, haciendo abstracción de la capacidad de recuperación del capitalismo y de la posibiIr 51 lidad de que se prodtucan catásrofes irrernediables ! Es, pues, en este sentido en el que la crítica de la política, con respecto al espacio y a la naturaleza, es una crítica de in quierdas. Lo que nó estaría de acuerdo en admitir tal o cual oprospectivista)r. Poco importa. Ya desde este pre" ciso momento, al igual quc el espacio, la naturaleza está politizada, porque está inserida en estrategias conscientes o inconscientes. La creación de parques nacionales, etc., representa ya de por sí una estrategia, pero una pequeña estrategia, más bien una suerte de táctica' Cuando, de hecho, habría que aspirar a mucho más. No me resulta difícil imaginar la reacción de los rea' listas: nUsted nos habla del mañana, del pasado mañana, pero háblenos del presente.> De acuerdo, hay que mos' trarse realista. Sin embargo, sucede a veces que el maña' na sea el presente, y entonces vuestra realidad puede sal' tar hecha añicos ante vuestras propias narices. Por ejem' plo, pueden presentarse de repente, de la noche a la mañana, extraordinarios casos de contaminación... Por tanto, repito que hay una política del espacio, por' que el espacio es política. En lo que concierne al urbanismo del presente, la-cri tica de deiechas pone el acento sobre la vivienda indiviclual y sobre la iniciativa privada. En esta suerte de gran péndola ó de intenso movimiento de balanceo que arrastra a la sociedad francesa, en la que lo estatal, sorprendentemente denominado .,socialu o <colectivo>, se opone a lo .,individualu y a lo uprivadou, el fiel de la balanza se rnclina netamente del lado de lo individual, es decir, de la iniciativ¿ oprivada" y del capital. La meta de esa cri' tica es, evidentemente, la de despejar el camino ante los capitales que están al acecho de las inversiones más rentables. Dichos capitales buscan afanosamente un cir' cuito secundario, anexo con respecto al gran circuito normal o habitual de la producción y del consumo, para el caso en que dicho circuito perdiese empuje. Inserir del todo la tieria y el habitaf en el intercambio y el mercado' tal es el objetivo de dicha polÍtica. Normalizar ese circuito secundario, lo inmobiliario, conservándolo, sin em52 lr;rt'go, tal vez en tanto gue sector compensatorio, ésta ls la estrategia seguida. Por lo que respecta a la crÍtica rlc izquierdas, ésta toma como punto de partida al usuar io, al habitante, considerado no tan sólo en cuant<¡ a la r ¡tttidad, como suele !¡¿ssrse a la hora de cifrar el prolrlcma de la vivienda, si¡¡e en cuanto a la calidad. Dentro ,lt. la práctica urbana. En el actual estado de cosas, lo que resulta inieresanl(', no es tan sólo la introducción oñcial de la crítica de ,lcrechas, sino también, y no me recato en proclarnarlo irquí, el fin de un determinado terrorismo. Me refiero a trn terrorismo intelectual que ha imperado durante mucho ticmpo. La presión ejercida por la técnica, los técnicos y Ios tecnócratas, la epistemología, las investigaciones de orden puramente técnico y epistemológico, desemboca en un terrorismo intelectual. L¿ burocracia siempre da ¡rie a que reine un cierto estado de terrorismo. Existe irquello de lo que hay que hablar y aquello de lo que no sc debe hablar. Durante la última década, había lo que sc consideraba como serio y lo que no era considerado como tal. El espíritu de seriedad era y sigue siendo en rnuchos sitios la expresión de un terrorismo latente, vinculado, por cierto, al sentido de la responsabilidad, al respeto por la capacidad, cualidades incuestionables de la tecnoburocracia. Pero era imposible hacerse oír cuando se decÍa, por ejer¡plo, que la gente se aburre. ¿Dóncle? ¿En Suecia, en los Estados Unidos? Tal vez. Pero, ¡no en Francia ! El aburrimiento, por constituir un hecho mensurable, no debi¿ ser tomado en consideración, a no ser como tema periqdístico o de chanza. Tampoco era permitido hablar de espacio represivo; aquello no era <serio>; el espacio objetivo y objeto de ciencia era neutro, políticamente... Esta ventaja, cua¡d6 menos momentánea, de la situación actual no debe hacernos olvidar los riesgos que entraña dicha situación. He aquí uno de ellos: el 5 Plan consideraba el casco antiguo urbano como intocable, como siendo una valiosa herencia de la Historia, característica esencial de la ciudad europea y occidental; habría que 53 conservarlo en el urbanismo, sin, por demás, haber llevado a cabo un análisis suficiente de dicho núcleo. Sin ernbargo, desde hace ya álgún tiempo, se habla de una crisis de la centralización, de la paulatina languidez que se va apoderando de esos centros. Resulta evidente que la centralización urbana desemboca en la saturación. uno de cuyos inconvenientes es la congestión de la circulación. Entonces, la crítica de derechas augura cl fin de los centros, la dispersión de las actividades y de la población, y, por tanto, tarde o temprano una segregación acentuada de las poblaciones. A la crítica de izquierdas, desde mi punto de vista personal, le toca demostrar quc la centralización es parte constitutiva de la vida urbana, que si no hay centralización ya no hay vida urbana, que la práctica urbana se ve herida en pleno corazón por la dislocación de la centralización. En este sentido, la crítica debe demostrar cada vez con mayor profundidad el superfuncionalismo de los centros. Por otra parte, no debe disimular las dificultades. Si existen contradicciones del espacio, también surgen a este nivel, y la centralización no puede declararse, afirmarse, sin plantear problemas. Se presentan entonces movimientos dialécticos, desplazamientos de la centralización; existe la saturación, la destrucción de la centralización por si misma; de ahí, quizá, la exigencia de una policentralización, de una concepción policéntrica del espacio urbano. Yo no hago, en este caso, más que marcar una orientación. Hoy en día, el ó Plan corre el riesgo de dar al traste con la centralización del urbanismo oficial. Primera observación: entretanto, centros cornerciales, gigantes, rodeándose, en calidad de anexos, de todo tipo de servicios, se van erigiendo, aportando una concepción y una práctica del espacio de nuevo cuño; efectivamenle, esos centros comerciales no están aislados, sino que constituyen auténticas redes comerciales. Segunda observación: lo que va a subsistir es Ia centralización de las decisiones, es decir, el centro que concentra en su seno el dominio ,la riqueza, Ia información, el poder. Por consiguiente, la critica de 54 centralización va a amparar, no la disolución efectiva ,lt: Ia centralización, sino el fortalecimiento de una centralización por partida doble, recusable también a doble litulo: la redes de centros comerciales, la centralización ,lt: Ias decisiones, auténticas fortalezas del Estado, que l;r ideología neoliberal va a amparar. Tengamos el valor de ir hasta el fin. ¿En qué consiste ,'l urbanismo durante esta década? En una operación ext('nsa y polivalente. Una ciencia ambigua en busca de su ,,bjetivo y de su objetividad, no hallándolos ahí donde los l,rrscaba. Una práctica, ciertamente, pero ¿científica? Esto ,'s harina de ótro costal. A ciencia cierta, una mezcla de instituciones y de ideología, una forma de enmascarar la ¡rroblemática urbana en su conjunto, y también iuego la socialización de las pérdidas y de las emergencias, la t()ma a su cargo por parte del Estaclo y del sector pírblico tlc un sector retrasado, atrasado, todavía artesano de la ¡rroducción, cuando menos en los principios de la décad-a, sr:ctor deficitario y, sin embargo, decisivo dentro de la sociedad. Esos caracteres de atraso de la producción en t'l campo urbanístico, es decir, habitat y espacio urbano, c'sos caracteres artesanos y deficitarios habiendo desaparccido, al cambiar, por tanto, las perspectivas, se puede c'onfiar ese sector al capitalismo privado, ya que se ha convertido en negocio rentable. No dejemos caer en el olvido un detalle de carácter histórico sumamente importante. La propiedad del suelo, cdificado o sin edificar, es de origen feudal. Para llegar a comprender perfectamente lo sucedido, resulta preciso ,""oid". que el propietario de bienes raíces, tanto si es propietario de tierras como de inmuebles, es ,per se .rr, p"rrotuje de otra índole y diferente del capitalista inclustrial. Ei capital mobiliario y el capital inmobiliario no son iguales, se administran, por ende, de forma diferen' te. Brlen ejemplo y prueba de ello es que durante las dos guerras mundiales hubo moratoria de los alquileres, un sistema para reportar sobre los propietarios de bienes raíces pu.t" d" las dificultades engendradas por las contiendas. Jamás, que yo sepa, se ha oído hablar de moral¿¡ 55 toria de los dividendos del capital industrial. La movi. Iización de la riqueza constituida por bien sea bienes raí. ces, bien sea bienes inmobiliarios, debe ser contemplada como una de las grandes rarnas del capitaiismo finánciero, desde hace un cierto número de años; la entrada de la construcción en la órbita industrial, bancaria y financiera, ha constituido, durante esta última década, uno de los objetivos estratégicos. En la sociedad, tal como la conocemos, resulta de lo más lógico, de lo más coherente. Para hablar con mayor propiedad, ese circuito de lo inmobiliario ha sido durante mucho tiempo un sector subalterno, subsidiario ; paulatinamente, se va convirtiendo en un sector paralelo destinado a su inse¡ción dentro del circuito normal de Ia uproducción-consumo)). puede, incluso, transformarse en un sector principal aun cuando, normalmente, sea un sector compensatorio, si el circuito normal <producción-consurno> se ve frenado, si se producen fenómenos de recesión. En tal caso, los capitáles hallan en él una suerte de amparo, un terreno s,rpi"mentario y complementario de explotación; las más de las veces, no se prolonga durante mucho tiempo, pues se trata de un fenómeno <malsanou. En España se ha podido ver, en el curso de esos años de rápido desarrollo, durante esa famosa década, cómo el capitalismo español se iba atascando en lo inmobiliario y construía una gigantesca fachada moderna que enmascaraba el subdesarrollo existente. En determinados países, tales como España y Grecia, ese sector se ha tornado esencial, dentro de una economía que requiere intervenciones sobradamente conocidas para el que las quiera aplicar. En otros países, como en el Japón, por ejemplo, el hecho de recurrir al sector inmobiliario para compensar las dificultades del circuito normal uproducción-consumo" y lograr así un nuevo impulso, es un hecho corriente e, incluso, previsto, prácti camente planificado. Lo paradójico, lo risible, es que Ia crítica de derechas que ampara toda una serie de operaciones habitual de la ideología- esa crítica se las da -papel de revolucionaria. ¿Qué dice M. Chalandon? Pues que la extensión 5ó rk' Ia ciudad mediante Ios suburbios cubiertos de torres rrlodestas, constituye una revolución. A decir verdad, el ucoliberalismo oficial ampara una concepción usectorial> rlc Ia gestión económica, una estrategia diversifrcada. Tien(i Llno Ia impresión de que se quiere diferenciar las fórr¡rulas según el sector, campo, irrdustria, inmobiliario. Fár ilmente se podria ver en el campo fórmulas de reagru¡ración de carácter cuasi socialista, en tanto que en el rt:ctor inmobiliario sería, al contrario, el capital privado r¡rrien se llevaría el gato al agua. La pregunta que plantean el éxito o el fiasco de semeiante política viene a ser, más o menos, la siguiente. I ndudablemente, en la industria se ha constituido Io que Calbraith denomina una tecnoestmctura, es decir, un gru¡ro de técnicos de una gran competencia, capaces de intcrvenir eficazmente en la gestión. En el sector del urbanismo, ¿i se ha constituido acaso, en el transcurso de esta riltima década, una tecnoestructura que se mantendría vi¡¡ente al amparo de la ideología neoliberal?... A fin de cuentas, hemos evocado aquí una suerte de amplia política del espacio, una planificación que conjeturaría el futuro, es decir, Ia desaparición, la destrucción, Ia autodestrucción de la naturaleza, sin ergotizar, sin echarse atrás, sin minimizar los peligros. Semejante política del espacio no procedería simplemente acumulando los constreñimientos ; trataría de aunar la apropiación clel tiempo y del espacio a través de los usuarios, de los individuos y de los grupos. Intentaría aunar dicha apropiación del espacio, al más alto nivel, con la organización socio-económica, teniendo muy en cuenta un factor dejado de lado por los <prospectivistas>, y de capital importancia, a saber, la cada vez mavor compleiidad de Ia sociedad, el hecho de que la sociedad se torna cada vez más compleia v diversificada. Seqún mi criterio, éste se- ría el proyecto o el programa de una izquierda que se ocuparía, por fin, de esos problemas. Por supuesto, lo oue digo cae totalmente dentro de lo utópico, va que esto recabaría no tan sólo una izquierda inteligente, sino también considerables modificaciones tanto económicas como socio-políticas. Dicho lo cual, traigo a colación una tesis que ya me ha sido dado sostener aquí y en otras ocasiones: hoy en día, más que nunca, no puede haber pensamiento sin utopía. O, entonces, se contenta uno con constatar, ratificar lo que se le presenta bajo los ojos; no va más allá, se queda uno con la mirada clavada en lo real, tal como acostumbra a decirse: se es realista... ¡pero no se piensa ! No hay pensamiento que no explore una posibilidad, que no trate de hallar una orientación. Ahora bien, en cuanto se soslaya el positivismo agobiador que no consiste más que en una falta de pensamiento, pronto se halla uno ante fronteras bastante difíciles de delimitar eutre lo posible y Io imposible. Y, sin embargo, no existe hoy en día, especialmente en el campo qüe nos ocupa, no existe, repito, pensamiento alguno que no esté acompañado de una utopía. Tanto los arquitectos como los urbanistas están plenamente convencidos de ello. En lo tocante al espacio francés, se nos presentan, por demás, como en otros muchos países, tres estratos de fenómenos: en primer lugar, la naturaleza, lo que nos queda de las obras y trabajos de los períodos en que predominaban el campo y la agricultura, es decir,los paisajes, los países, las regiones; luego, un estrato de transformación histórica, en especial durante el período industrial; finalmente, las estrategias actuales que trastocan o que debilitan las producciones anteriores, por lo que respecta al tiempo y al espacio. El resultado, como ya bien sabemos, es del todo contradictorio e incoherente. Es, por un lado, el <desierto francés,r, el subdesarrollo de un buen número de regiones, y no tan sólo al sur del Loira, ya que se deben incluir entre ellas Bretaña y, hasta cierto punto, Alsacia, en el desarrollo desigual conocido por algunas regiones francesas. Por otra parte, la increíble e inaguantable centralización de toda la sociedad francesa en París y en la región parisiense. De ahí la tan cacareada exigencia de descentralización que guía, hoy en día, la política del espacio. ¿Descentralización? ¿Cómo es posible que el Estado, centralizado é1, vaya a hacerse cargo de la descentralización? No pasa de ser una mera fa58 ,'llada. una caricatura' En los proyectos de descentrali,lrcióí, las comunidades locales y regionales no dispgnen rlc verdadera capacidad de gestión; cuando más, pueden :,cguir paralizando las iniciativas del poder central,--en , iJrta medida y, Por si esto fuera poco, se trata de hallar los medios de arrebatarles dicha capacidad. En Francia, la política del espacio se ve sometida, se quiera o no' a lrrs exigencias de Ia descentralización, o, mejor dicho, al ¡,''ofunáo conflicto existente entre los imperativos de- la ,,cntralización estatal y las exigencias concretas de la destcntralización. ¡Es que el espacio es política! Durante la década de los 50, la política del espacio lue concebida en función de una estrategia europea' Se llcvaron a cabo estudios muy completos que apuntaban hacia una descentralización, en función de las grandes vías europeas, el PADOG. Por espacio de diez años, personas pleiramente capacitadas volcaron toda su actividad ()n esos proyectos; ahora, ya ni tan siquiera se sabe -muy bien de qué se trata. ¡Es la burocracia y la crítica de la lrurocracia por sí misma, su autodestrucción ! Asi es como, por ejemplo, hace un par de lustros, se habló de construir en Estrasburgo un inmenso aeropuerto a escala internacional, que hubiese colocado a Estrasburgo en óptima situación para convertirse de forma efectiuf"n la capital de Europa. Un buen día, sin que mediasen más expiicaciones' se supo que se había abandonado clproyectodesuconstrucción.Nuncasehasabidoexacdicha ru*"rri" por qué ni por quién había sido tomada -sentido el fue que supo sí se lo clecisión.-Ahoia bien, decir, el abandono de ;;iitt". de tal determinación,laes de la gran vía Medi idea 1"" pJiti.a: se abandonaba espacio clyo eie política del la terráneo - Mar del Norte, altas esferas' a las en adoptado, Errropa. Se había "rr no me la memoria si ó0, los de principioi de la década espacio: del estrategia la a ialla, una decisión relativa nada de Europa, nada de espacio europeo, sino- un espacio francés. Es decir, que se volvía a caer en la centralización y en el centralismo parisiense. Se hacía preciso pode' á"á i"tit se convirtiese en un núcleo tan rico, tan 59 08?099 I roso, como el Ruhr o la megalópolis inglesa. Se trataba de una decisión política que interesaba la política del espacio. Por lo dernás, se ha seguido dicha política durante tola esta década. Fue por aquellos entonces cuando se iniciaron los estudios del Distrito; y como no era con' vc'niente que París se convirtiese en el sólo y único cen' tro de toda Francia, se concibió esa famosa repartición clel espacio creando unas metrópolis denominadas n de equilibrio", un medio mecánico de compensar París, sobre el papel, en el espacio francés; cuando, de hecho, Ia estrategia anterior era de índole totalmente opuesta. Cabe preguntarse cuál va a ser la estrategia del espacio que será adoptada ahora. ¿Se seguirá acaso robuste' ciendo el centralismo parisiense? A pesar de ello, no ha habido más remedio que enprender una descentralización mitigada, sabiamente dosificada, para no poner en entredicho los privilegios del poder central. Si pasamos ahora a considerar la presencia de esos a quienes se denomina, con un neologismo bastante singular, los ndecididoreso, dichos elementos plantean más de un problema. ¿Cuál es su capacidad de adaptación? ¿Acaso están ya sus objetivos netamente fijados? ¿Cuál cs su ideología? ¿Cuál es la arnplitud de autonomía de la que disfn¡tan? Dicho en otras palabras y repitiendo la pregunta: ¿Acaso se ha instaurado una tecnoestructura en el transcurso de la década pasada, por lo que a organización urbana y política del espacio en Francia se refiere? En cualquier caso, esos "decididores" pueden optar: les toca escoger entre soluciones contradictorias. Todas las contradicciones del espacio van cobrando amplitud' Pueden ellos, bien sea prever una disposición de equilibrio al proseguir con la política de las metrópolis provinciabien, quien dice equilibrio, dice estabilinai -ahora prever y producir lo efímero' Entra densea dad-, bien posible concebir casas, bienes de equipo que tro de lo quedarían desechados al cabo de pocos años, de la mis' ma forma que quedan desechados los platos de cartón o las servilletas de papel tras su efÍmera utilización. ¿Y, por qué no? ¿Acaso no fue preciso que las empresas y ó0 l,rs metalúrgicos del Mosela se sometiesen a los cambios t" producción? ¿Acaso no hubo que tras.rt'aeciclos "ir l;rclarlos a Ia región de Dunquerque, no se sabe exactamen- tc por cuánto-tiempo? Tenienáo en cuenta los rápidosy ,,,,irt io, expertrneniaclos en el campo de los métodos ,lc las condiciones de producción, se puede prever y dis' tender a un máximo l,()netr lo efímero, o, *üy al co¡trariC, del espacio' política la En ,r" equilibrió y áe del día' "ttuúitidud. orden la a .'sta Ls una opción que se encuentra con' las de medio en que hacer r¡na elección qLle se tliene tr adicciones. ¡,si pues, elección entre el equilibrio y lo *l=:l .'ión entre la descentralización efectiva y el latsser'¡atre neoliberal en lo que concierne las tendencias a la centralización política Án Francia; he aquí algunos elementos tlc- esa problemática. I-o, problemas están ligados entre sí: caso de laisser' pode^r' de domiIuire, tindtemos centros de decisión, cle formaciones llamados tiqueza, de información, "i.,'¿" centralización dicha de ,,cuaternariasu. En la perspectiva p"a.iu muy bien-quedar fortalecida al "decisionaln, que d"^t"t críticas neoliberales de la centrali,,;;;;;;ir*o ,uia*,la política del espacio corre el riesgo de ir a de- scmbocar en desigualáad"t de crecimiento y de desarrollo u"*tttuadas y marcadas que en el todavía mucho ^at p"tuao. En principio, dichas desigualdades de crecimieni; t á" desairollo han sido combatidas {; en"ilLt^uTtr:: que drcnas el día ,o,"subsanadas; podría presentarse ^agrauadas concertada' forma de clesigualdad", ," lri","t' así suce;;-a-.;i;, aprovechadat poi el poder central' Sisuerte d* una gravedad: suma:li";;, ;#riría aigo dó metrópoli' la de dentro haciá traslación del coloiialismo un semicolonialismo de las regiones y zonas escasamente decisión' .y' clesarrolladas con respecto a los núcleos de ya no exrs' parisiense; núcleo al cn especial, con respecto pero ha en el sentido estricto de la palabra' i." "ii""i"s ya un semicolonialismo metropolitano' que su' surgiclo obreros bc¡rdina a dichos centros a elementos campesinos' muchos a también y luego' gtu;-"ti"'"'o, extranjeros "i "" ... ¿'*,iri...":1.. I,lFt¡¡,áq;.¡¡i,. :;,,¡ I 1 iri,i;;;, .i,* 61 franceses pertenecientes, bien sea a la clase obrera, bien sea, incluso, a la intelectual, todos ellos condenados a una explotación coucentrada, en cLlanto a los métodos utilizados, y manteniendo a dichos elementos en un estado de segrcgación espacial. Lo que viene a justificar y a confirmar esa apreciación es, por lo que a rnÍ concierne, un estudio permanente del complejo Lacq-Mourenx, en los Pirineos, independientemente de una serie de investigaciones llevadas a cabo en otros lugares, en especial en la región parisiense. Resulta inútil resaltar el hecho de que tal situación podría llegar a hacerse explosiva. Llegado a este punto de mi conferencia, ruego encarecidamente a aquellcls que poclrían criticar rni postura, que no confundan la tempestad con la meteorología. Yo no soy más que el meteorólogo, no soy yo quien origina la tempestad. Por otra parte, esta alternativa entre lo privado y lo colectivo, entre lo individual y lo estatal, puede prolongarse aún durante mucho tiempo. Es una alternancia propia de la totalidad de la sociedad francesa, neoliberalismo, oneodirigismo) vez el fiei de la balanza se in-una clinó de un lado, ahora, se inclina del otro. Lo que viene ilustrado de forma caricaturesca sobre el terreno, por el contraste existente entre Ios grandes complejos urbanos y los arrabales plagados de modestas torrecitas. Por parte opública>, colectiva, estatal, se incita a la adopción de grandes complejos urbanos. Por parte .,privadao se quiere hacer prevalecer el sistema a base de modestas torrecitas. Existen otros muchos elementos. A través de esas contradicciones. el análisis crítico del espacio político y de la política del espacio señala las tendencias y denuncia los peligros y amenazas que entraña la situación. La ciudad lo urbano * 1. Et decir que la sociedad contemporánea se halla convirtiéndose en ha acabado proceso mutación de en omutación, no tiene significa' El vocablo unJ banalidad. se le utiliza en cuando que biología; preciso más en do modo de imagen, de 6i"t a más es sociológiio, ,"rriido metáfora, antes que como concepto. Esa imagen puede, inclusive, llegar a disimular el interrogante esencial ¡ ¿a dónde iremos a parar? No es menos cierto que dicha umutaciónn se ve ca' ractertzada por múltiples crisis que se intrincan las unas con las otras, desde las crisis económicas y las de la economía política, hasta las crisis por las que pasan el arte, la literatura, el cine, el teatro, la Universidad, la juventud, etc... Dentro de ese intrincamiento y esa interfe¡cncia de crisis múltiples, se plantea un interrogante: ¿hay acaso una crisis y crisis más importantes, más esenciales las unas que las otras? El planteamiento que viene a continuación se cimenta sobre la hipótesis según la cual la crisis de la realidad urbana es más importante, más central que cualquier otra. Es un hecho de lo más corriente el hablar de la sociedad industrial. Esa expresión es criticable en el sen' tido de que no pone de manifiesto determinadas relaciones sociales constitutivas del proceso de industrialización. Las relaciones de producción requieren un análisis que Ia expresión osociedád industrial" tiende a eludir, poniendo el acento sobre la producción material, sobre el desarrollo puro y simple de la producción, y no sobre las relacio' nes sociales de producción. Respetando esas importantes 2. * 62 y oEspaces et Sociétés", núm. 2, marzo de 1971. 63 r€servas y señalando Llna vcz más cómo un supllesto"con' cepto puóde llegar a convertirse en imagen y en.metátora' sociedad industrial' muño cle la expresión: "que ""ita.umo, la sociedad industrial susMtry bien se puede áe"ir cita la aparición'de t" rrtUu"irución. Tal constatación y-tal fórmula no pu.u., de s"t, hoy en día, meras banaiidades' Así y todo, iesulta menos banal preguntarse si las conse' no cobran cuencias del proceso, -mayor a saber, la urbanización, inicial: la causa que su rápidamente irnportancia ináustrialización. La teiis qué presentamos seguidamente se basa en que la problemática urbana desplaza y modifica hondaménte la problemática que tiene su origen en el proceso de it d.ttitiilización. Cuando la mayoría de los teórizantes y también de los pragmáticos, que proceden de forma empÍrica, consideran aún la urbanización como siendo t.rrru Conr""uencia exterior y de escasa importancia, casi accidental, del proceso esencial, la industriali' zación, nosotros ur"r,"rurrios todo lo contrario' Sucede en ese proceso de doble vertiente algo de suma importancia.; hablando en t¿rminor-"Iásicos ,-un boom cualitativo' El crecimiento ..turr,iiutiuo de la producción económica ha suscitadc¡ un fenómeno cualitatilro q.re se traduce él mismo por .rna probü*iti"u nueva: la problemática urbana. Resulta eiencial tomar conciencia y conocimiento cle ella, con el fin de no perpetuar un error teórico y práctlco; dicho error consiste en que se pretende sac-ar de la racio" experiencla de la industrialización' nahdal de modelos y "*p."ru, aplicables a la -realidad urbana en "tq-i"*ui gestación. se quiriera iii", esa realidad a la luz de la empresa y como ,rtu *pt"sa. Ahora bien, la. T:i""1!; dad de lá empresa, de su organuación, -la divis.iÓn del trabajo que enlraña, ha constituido una adquisición esen' al cial áel período ináustrial, pero que ya no convienepor elaborar éste período iue ahora se inicia por deber il -is*o una forma nueva ie racionalidad: la raciona' lidad urbana. El p;;;gi. con la antigua racionalidacl' ql aplicarla sin ton ni lon, acarrea todo tipo de errores y dé espeji.^ó, qt" ,t u,r"ln"tt a encontrar en lo que s€ denomina (urbanismo>. Los términos "sociedad urbanau no pueden aplicarse rr cualquier ciudad o urbe histórica; en la perspectiva asÍ rlcfrnida designan una realidad en formación, en parte r oal y en parte virtual, Io cual significa que la sociedad rrrbana no ha llegado ni muchlsimo menos al final de su l)roceso. Se está fraguando. Esta es una tendencia que t'stá tomando cuerpo y que está llamada a desarrollarse. Esa ambigüedad terminológica habiendo quedado dilucidada, cabe proponer una (periodización" del tiempo lristórico que lo divide en tres eras: la era agraria, la t'ra industrial, la era urbana. Hubo ciudades tanto en Ia t:r'a agraria como en la era industrial. Pero la era urbana sc está iniciando ahora y no hace más que comenzar. Re' ¡ritamos una vez más que la nperiodización, no es absoluta; toda división del tiempo histórico en perÍodos distintos es puramente relativa. Se podria decir, recurriendo l una metáfora de lo más coriente, que lo ourbano" vier¡c a ser un continente que se acaba de descubrir y cuya cxploración se lleva a cabo edificándolo. 3. La ciudad, desde los principios mismos de la era rrgraria, fue una creación humana, la obra por excelencia; su papel histórico es aún mal conocido, especialmente en oriente, y la teoría del modo de producción asiático nos ¡'cserva todavía alguna que otra sorpresa por lo que se lcfiere a la relación entre la ciudad y el campo. En Io tlue concierne al Occidente propiamente dicho, esa relat'ión conflictiva, es decir, dialéctica, es una de las que los lristoriadores menos conocen. En lo tocante a la ciudad cn sí misma, tanto la oriental, como la de la Antigüedad, lir del Medioevo, etc., se han propuesto una extensa serie tlc conceptos. es un objeto espacial que ocupa un Iugar y una situación y que debe, por consiguiente, ser t'studiado en tanto que objeto a través de diferentes téc- a) La ciudad rricas y métodos: económicos, políticos, demográficos, etc. (lomo tal, la ciudad ocupa un espacio especÍfico totalrnente distinto del espacio rural. La relación entre esos ó5 64 rrcs 128 5 espacios depende de las relaciones de producción, es de. cir, del sistema de producción y, a trivés de éste, de Ia división del trabajo en el seno áe la sociedacl. b) Desde este punto de vista, la ciudad viene a ser. una transición entre un orclen próximo y un orden lejano- El orden próximo es el de la campiña circund.ante que la ciudad domina, organiza, explota, éxtorcándole osobretrabajoo. El orden lejano es d" lá sociedad tomad4 "f capitalista, etc.). En en su conjunto (esclavista, feudal, tanto que transición, la ciudad es también el lugar don,de se manifiestan las contradicciones de la socieáad con" siderada, por ejemplo, las existentes entre el poder poli tico y los diferentes grupos sobre los que se ásienta ese poder. c) La ciudad es una obra en el sentido de una obra de arte. El espacio no está únicamente organizado e instituido, sino que también está modelado, configurado por tal o cual grupo de acuerdo con sus exigenciis, su ét:ica y su estética, es decir, su ideologÍa. La monumentalidad representa un aspecto esencial de la ciudad en tanto que obra, pero el horario que siguen los miembros de la iolectividad urbana no reüste un aspecto de menor importancia. La ciudad como obra debe ser estudiada bajo esa doble faceta: edificios de toda índole y horario que implican en la vida de los habitantes de las ciudadés v de todos los ciudadanos en general. De ahí se desprende que en la ciudad antigua las costumbres y el valor de costumbres caracterizan aún el horario. En las formas tradicionales de la ciudad, el intercambio y el valor de intercambio no han roto todavía todos los moldes ni barrido todos los usos y costumbres. Es, miradas en este sentido, que las ciudades antiguas son y siguen siendo obras y no productos. 4. La violenta dispersión de la ciudad tradicional constituye un fenómeno que salta a la vista, pero cuyo sentido no resulta nada evidente. Se hace neiesario el averiguarlo. Las interpretaciones dadas a este hecho han 66 .,ido y siguen siendo. todavía múltiples. l_Inos piensan que lray que hacer prevalecer la oanticiudado sobre la ciudld, y clue la modernidad se define a través de la uno ciudad" (¡r<-¡madismo, o también proliferación sin límites del haltital). Dicho fenórueno sólo puede queclar esclarecido me_ 'liante un análisis dialéctico y recuiriendo ar método dialúctico. La industria se ha revelado, efectivamerrt", .oÁo sicndo la,,no ciudad, y la <<anticiudad,. Se ha ido iiplantando ahí donde encontraba los recursos que requeria, rr saber, las fuentes de energÍa, de materiai primas, dé tuano- de obra, pero ha perjudicado las ciudides en el scntido más estricto y fuerte del término, destruyéndolas v disolviéndolas. provoca su desmedido desarróllo, urrr, t'¡-rando acompañándolo de la total y violenta dispersión tlc sus antiguas características (fenémeno de implosiOn_ .'xplosión). Con la industria, se produjo la generjizarción tlcl intercambio y del,comercio; las costumüres y el valor cle costumbres han desaparecido casi po, no ¡rerdurando más que en tanto que exigencia "o-ileto, del tlc las mercancías, desaparecienáo .uripo, completo "orr'r.rrro la faceta cualitativa de las costumbres. con dicha ^generalización del intercambio, el suelo se ha convertidó en mer_ caderia. El espacio imprescindible para la vida cotidiana, se vende y se compra. Todo cuanto ionstituyó la vitalidaá de la ciudad, en tanto que obra, ha desapaiecido ante la generalización del producto. ¿Acaso significa lo antedicho que Ia realidad urbana _ ha desaparecido? No, al contrario: se generaliza. La sociedad entera se torna urbana. El proceJo dialéctico es el siguiente: la ciudad, su negación a través de la industria_ Iizacíón, su restitución a una escala mucho mayor que antaño, la correspondiente a la sociedad entera. Ér" pio_ ceso se desar¡olla no sin toparse con obstáculos üda vez más importantes. Las relaciones de producción exis_ tentes se han ido extendiendo, ampliando; relaciones "ru, atqayénhan conquistado una base de máyor extensión, dose simultáneamente la agricultuia y la realidad.rrtárru, pero al producirse esa ampliación de campo han tropezado también con nuevos obstáculos. por una parte, se ins67 tituyen centros de decisión dotados de poderes aún des" conocidos, pues concentran la riqueza, el poderío represivo, Ia información; por otra, la violenta dispersión de las antiguas urbes suscita segregaciones multiformes; los elernentos cle la sociedad quedan inexorablemente separados los unos de los otros en el espacio, de ahí una disolución de ias relaciones sociales, en el sentido más amplio de la palabra, que se suma a la concentración de las relaciones estrecharnente vinculadas con las relaciones de propiedad. 5. AsÍ es como toma forma ese nuevo concepto: lo urbano. Es en todo punto preciso establecer un distingo entre la ciudad y lo urbano. Este se distingue de la cir¡dad precisamente porque aparece y se manifiesta en el curso de la dispersión'de la ciudad, pero perrnite reconsiderar y comprender determinados aspectos de ésta, aspectos que habían pasado desapercibidos por espacio de mucho tiempo: la centralización, el espacio como punto de reunión, Ia monumentalidad, etc. Lo urbano, es decir, la sociedad urbana, no existe todavía y, sin embargo, existe virtualmente; a través de las contradicciones existen' tes entre el habitat, las segregaciones y la centralización urbana resulta esencial para la práctica social* se pone de-que manifiesto una contradicción llena de sentido. Lo urbano es un concepto teórico desligado y liberado por un proceso tal como se nos presenta y tal como lo analizamos. No se trata de una esencia según la acepción tradicional del término entre los filósofos; no se trata de una sustancia como tendería a dejarlo creer tal o cual término aún utilizado de forma laudatoria, por ejernplo, la urbanidad; es más bien una forma, la del encuentro y de la reunión de todos los elementos que constituyen la vida social, desde los frutos que nos da la tierra (trivialmente: los prcductos agrícolas) hasta los símbolos y las obras llamadas culturales. Lo urbano se manifiesta en el seno mismo del proceso negativo de la dispersión, de la segregación, en tanto que exigencia de encuentro, de reunión, de información. En tanto que forma, io urbano lleva un nombre: es la 68 sirnultaneidad. Esa forma se sitúa entre las tormás que se ¡:ueden estudiar, discerniéndolas de su contenido. Lo que la forma urbana reúne y torrla simultáneo puede ser muy rliverso. Tan pronto son cosas, como personas, como signos; lo esencial reside en la reunión y en la simultaneidad. A este punto de vista se puede decir que el "vector nulo" resulta esencial para la definición de lo urbano. La centralización posee su movimiento dialéctico es¡rccífico. Su presencia se hace imprescindible. No puede cxistir realidad urbana alguna si no existe un centro, tanf <¡ si se trata del centro comercial (que reúne productos y cosas), como del centro simbólico (que reúne y torna simultáneas determinadas significaciones), como del centro de información y de decisión, etc. Ahora bien, todo centro se destruye a sí mismo. Se destruye por saturación; se destruye porque remite a otra centralización; se destruye en la misma medida que suscita la acción de aquellos a quienes excluye y a los que expulsa hacia las zonas rreriféricas. La forma urbana plasmada de esta guisa es una abstracción, pero concreta. Lo mismo sucede con la forma del intercambio tal como Marx la plasma en las primeras páginas de El Capital. Esa forma y su teoría resultan sumamente abstractas y éste es el motivo por el cual su análisis ha sido tar¡ poco comprendido por espacio de un siglo; y, sin embargo, dicha forma abstracta es la clave de lo concreto, de la práctica. Es el punto de partida para Ia percepción del contenido. Otro ejemplo: las formas de la propia lógica en tanto que formas de todo pensa- miento, son muy abstractas, y, no obstante, son las dovelas y el punto de partida de toda reflexión metódicamente conducida. Se podrían multiplicar los ejemplos de tal forma abstracta y concreta a la vez (la simetría, la repetición, etc.). El carácter abstracto cle esta reflexión sobre lo urbano y de esta definición puede considerarse como siendo un obstáculo, pero en ningún caso como una objeción. Es la f'orma general la que presta sentido a las constataciones cmpíricas, y no a la inversa. Por sÍ $olas, Ias constatacio69 no alcanzan la forma general. Sin embargo, resultan imprescindibles, pues revelan el contenido de la forma. Permiten estuüar, analizar el proceso, ponerle jalones, resaltar sus puntos importantes. Especialmente, la segregación, la constitución de estos espacios periféricos y pobres al permitir la reproducción de las relaciones de nes empíricas producción que son relaciones de clase, dicha segregación constituye una negación teórica y práctica de lo urbano, pero, en su condición de tal, lo revela. El carácter desértico, abandonado, de las periferias urbanas es muy revelador; lo que revela, para descubrirlo y decirlo, hay que leerlo. La lectura de los espacios urbanos, periféricos o centrales, no se hace únicamente sobre mapas, elaborando un código abstracto; se trata de una lectura <sintomal> por excelencia y no literal. 6. Esa lectura del espacio urbano permite dar una definición general de éste a través de las contradicciones y de las negociaciones intrincadas; lo que se constituye es un tiempo-espacio diferencial. El tiempo y el espacio del período agrario vienen acompañados de peculiaridades yuxtapuestas, las de los paisajes, de los climas correspondientes a la flora y a la fauna, de las etnias humanas, etc. El tiempo y el espacio de la era industrial han tendido y tienden aún a la homogeneidad, la uniformidad, la continuidad constreñidora. El tiempo y el espacio de la era urbana se tornan diferenciales y dicho carácter queda evidenciado a través del análisis. Redes y flujos sumamente diferentes se supe{ponen y se intrincan, desde las redes viales hasta los flujos informativos, desde el mercado de productos hasta los intercambios de símbolos. La dialéctica de la centralización introduce un movimiento diferencial de una fuerza extraordinaria. Se ha podido proponer, distinguir en dicho espacio <topias>: isotopías (espacios homólogos que poseen funciones o estructuras análogas); hetertopías (espacios contrastantes, conjuntos de fuerzas repelentes a veces muy considerables y de ten- el saber y el poder, presentes y ausentes a un ticmpo, en especial en la monumentalidad). Este análisis diferencial del espacio urbano se sale cle los procedimientos analíticos que constatan y gue consagran la homogeneización so pretexto de racionalidad. lisos procedimientos analíticos no se atienen más que a los esquemas uniformes, a las homologías. Dichos procetlimientos desembocan en lógicas (la del intercambio, la clc la planificación, etc.), en vez de poner el acento sobre <'special Ias diferencias. 7. De ese error fundamental sobre la racionalidad se desprende una consecuencia que ya hemos mencionado anteriormente, pero sobre la que es menester insistir: lo urbano, esa virtualidad en marcha, esa potencialidad que ya desde ahora se realiza, constituyen un campo' de visión ciego para aquellos que se limitan a una racionalidad ya trasnochada, y así es como corren el riesgo de consolidar lo que se opone a la sociedad urbana, lo que la niega y la destruye en el transcurso del proceso mismo que la crea, a saber, la segregación generalizada, la separación sobre el terreno de todos los elementos y :rspectos de la práctica social, disociados los unos de los otros y reagrupados por decisión política en el seno de un espacio homogéneo. siones a menudo extremas), y utopías (emplazamientos del <en otra parte> y de lo que no tiene emplazamiento, en 7l 70 Engels y la utopía " Pongamos en el lugar que le corresponde, por cierto poco importante, la obra de Engels La cuestión de la vivienda. Esta obrita consiste en la recopilación de tres artÍculos escritos por Engels en 1872, <época €n que el maná de los miles de millones de francos franceses caía sobre Alemania... en que Alemania hacía su entrada en la escena mundial no tan sólo en su calidad de "imperio unilicado'', sino también en su condición de gran país industrialn. Se ha tomado la costumbre de presentar esa recopilación de artículos como siendo el último grito del pensamiento marxista por cuanto se refiere a las cuestiones urbanas. En efecto, el compulsarla y citarla, eximen de la necesidad de leer y de conocer el conjunto teórico de obras eütadas a este respecto. Ahora bien, esos artículos tienen un carácter circunstancial muy acusado, aun cuan' do el prefacio escrito posteriormente por el propio En' gels (en 1887) subsana ese carácter y presta a esa compilación de textos más amplitud, al propio tiempo que acrecenta la confusión. En efecto, Engels utiliza en rep€tidas ocasiones el término (revolución industrial", sin más ni más, con respecto a lo que aconteció en Alemania en el curso de aquellos años (período en el que se produjo la muerte de Marx). Engels y su camarada de lucha se hallaban, todos nosotros lo sabemos, ante ese problema por partida doble: la durabilidad del capitalismo, el auge experimentado por el movimiento obrero. Ya en alguna ocasicm habían au- * Capítulo destinado a un libro publicado por la editorial 9as' terman, La pensée marxiste ct la ville, descartado do la publicación debido a su gran extensión. Cf. nEspaces et Sociétés,, núm. 4, diciembre de 1971. . ry3h ¿li;r,. &¡d¡;r; ",. ".., t:ijf,r,rii,if ¡{i[$ . gurado el próximo fin del mundo capitalista de producción; e, incluso, en 1887, Engels cometió la imprudencia de reiterar dicha profecía. Por lo que se refiere al movimiento obrero, éste adopta una forma política que más de una vez sorprendió tanto a Engels como a Marx. Sabían y eran los únicos en saberlo a ciencia cierta, que el Estado y sus dirigentes más hábiles (Bismarck) tratarian de desvirtuar el movimiento obrero y de integrar la clase obrera en el seno de la sociedad burguesa. A partir de ese momento, se escinden el pensamiento teórico y la acción política. Por un lado, hay los uderechistaso y, por el otro, los uizquierdistas>: por una parte, Proudhon y Las' salle, luego los .,proudhonianos, y los "lassallianos", por la otra, los "bakuninianoso y los anarquizantes. Marx y Engels se ven obligados a combatir en dos frentes, sobre todo después del fracaso de la Comuna, fracaso que no hacía más que subrayar la amplitud revolucionaria de los acontecimientos acaecidos en París. Ocupando como ocupaban una posición <central", tanto Engels como Marx ie negaban a definir una suerte de ucentrismo>, a indicar un camino intermedio, a jalonar ese camino de componendas. Hecho notable: asestan preferentemente sus gol' pes a las uderechaso; los más fuertes de ellos van dirigidos a los uoportunistas>, Lassalle y Proudhon, y contra las brillantes fórmulas, aparentemente "izquierdistas> con las que enmascaran sus concesiones a la sociedad existente. En las condiciones en las que se hallaba la Alemania 1872, resultaba irrisorio y ridículo el presentar como revolucionario el proyecto de abolir el alquiler o de construir alojamientos para obreros con la ayuda del Estaclo. Semejantes proyectos, tanto para Engels como para Marx, servían directamente la causa del Estado bismarckiano y la perpetuación de las relaciones sociales capitalistas. de la vivienda que afecta a los trabajadores y a "La c.isis pequeña burguesía de nuestras grandes urbes parte de la modernas, es uno de los incontables males de importancia menor y secundaria, consecuencia del actual sistema de producción capitalista. No es en forma alguna conse- de cuencia directa de la explotación de los trabajadores' en su condición de tales, por parte del capitalismo' Esa exrevolución social rrtiu"iá" es el mal fundamental que Iaproducción capita' de sistema el eliminando abolir, luiere Entanto' tirtu' 1p. 26, éd'. oClassiques du marxismeo)' Por exisha demuestra qué, por una parte, siempre g"ii .,crisis de la vivlendao para los oprimidos y los exíido "üt plotados Y, Por otra, que dicha cuestión de la vivienda loio po¿iá'r^esolver a tiav¿s de la burguesía; es del todo lnadririsible el considerarla como esencial' Para Friedrich Engels, la cuestión de la vivienda no cs más que un aspect; accesorio de un problema central' eI de lai relacioñes entre la ciudad y el campo o más bien el de la exacerbación de su enfrentamiento. Aquellos para obreros áu" p.opo"en la construcción de viviendas de ma' a resolver v-"f i"a¿ttelas, no tan sólo se limitan transforla mediante nera ficticia lá .,cuestión socialo mación de los trabajadores en capitalistas, sino que propo""" introducir el i<sistema de torrecitas modestaso y el i" ,rt tipo de cuarteles obreros, organizándolo lo menos mal posible. Ese reformismo enciena implícitamente una confásión: uSe recgnoce que la solución burguesa de la cuestión de Ia vivienda ha fracasado; ha chocado con la ápisición entre la ciudail y eI campo"'" (subrayado por Engels)...Y henos aquí en el meollo de la cuestión; sólo poJrá ser ésta resuelia si la sociedad es lo suficientemente iransformada como pára que pueda dedicarse a la supreúltimos riJ" a" dicha oposióión, Iievada ésta hasta susdí1' en de hoy capitalista extremos en la iociedad lvluV caüot a" poder eliminar d-icha oposición, la sociedad que día cada a agudiza la piáittu,^ por el contrario, para Friedrich Engels-' en 1872' ;;;;...,, fp. o¿1. Así pues,(uhotu diriamos el chalet en los ,rl Iu to.."cita modestu (diríamos HLM o grandes obrero ;;*b;kt), ni el cuartel paso alguno no dan edificios de viviendas) !ra9i1 la.solude la vivienel que es no fundamental, problema á"1 hasta satisnitmero "iá" su multiplica se si ¿u, V esó incluso reviste un mismo objetivo Ese unecesidadeso. facer las transcarácter reformista, pues elude el problema de la 74 /) ,, j ,,: i^. .;,1 t . ,.1 -*.i; ,t"X formación revolucionaria y lo desdibuja. nl.os primeros socialistas utópicos modernos, Owen y Fourier, lo habían admitido ya plenamente. En sus construcciones modelo, la oposición entre la ciudad y el campo ha dejado de exis' tir..." (id). Engels recurre, por tanto, al socialismo utópico, es de' cir, revolucionario, para combatir la utopía reformista y reaccionaria. Esta última, aun más <utópica> que la otra, enmascara la problemática en vez de sacarla a la luz del día. uUna sociedad no puede existir sin crisis de la vivienda, cuando la gran masa de los trabajadores no dis' pone, exclusivamente, más que de su salario, cuando crisis industriales violentas y cíclicas provocan, por una parte, la existencia de un ingente ejército de reserva de parados, y, por otra,'arrojan momentáneamente a la calle a la gran masa de trabajadores; cuando éstos se van hacinando en las grandes urbes y ello a un ritmo más acelerado que el de la construcción de las viviendas en las condiciones actuales... cuando, finalmente, el propietario de una casa, en su condición de capitalista, tiene no tan sólo el derecho, sino, en cierta medida, el deber de obte' ner de su propiedad, sin escrúpulo alguno, los alquileres más elevados. En semejante sociedad, la crisis de la vi' viencla no es fruto del azar, sino una verdadera institución.. ." (ibid., pp. 55-5ó). Tras haber evocado o invocado a Fourier, y siguiendo con su polémica antiproudhoniana, Friedrich Engels recuerda que las condiciones actuales impíden (y no solamente entorpecen) la exacerbación de la oposición. ¿En qué consiste la utopía reaccionaria? En una semblanza del futuro que conserva esas condiciones a la par que representa otra clase de vida, otra sociedad. Así es como Proudhon pretende ..trastocar la actual sociedad burguesa, conservando al campesino tal como esrr. En cuanto a la utopía revolucionaria, ésta posee una .rbase maravillosamente prácticau, cuando se repara en que Londres tira diariamente a la calle, a un alto costo, más abonos naturales de los que produce Sajonia, de tal suerte que un afamado sabio, Liebig, solicita del hombre gue éste devuelva a la 76 tierra lo que de ella recibe, "intercambio al que pone c¡lrstáculo la ciudad industrialn (cf ibid" pp' 113-114)' La supresión de la oposición ciudad-campo no resulta ser más utópica (una utopía abstracta) que la.supresión del antagorir*o-q.te exisle entre el capital y el asalariado' Se con' iierte inciuso, y cada vez más, en una "exigencia práctica>. Resulta tanto más interesante el escuchar a Engels cuando defiende la urbanidad mediante la herencia cultural transmitida históricamente y digna de ser conservada (cl. p. 35). Cuando, de hecho, ojamiís han existido seres tan burdos y mal educados como nuestros burgue' ses de hoy en díal. Por lo que se refiere a é1, Engels se da por satisfecho si ha podido demostrar "qYe la producción en nuestra sociedad moderna es lo suficientemente amplia como para que todos sus miembros di-spongan del suficiente sustento y pata que existan los suficientes alojamientos para ofrecer, de foryna provisional, un cobijo Lspacioso y sano a las masas obreras' (p- 120). Pasemos a estudiar ahora eI Anti-Di¡hring (1878), la obra magistral por excelencia, eI compendio y la enciclo' pedia, la referencia perenne, el Libro Santo y la Vulgata, ia fuente inagotable de las citas, etc. Dicho en otras paIabras: la obra más controvertida, la más vilipendiada, pero también la más leída y comentada de la literatura marxista junto con Materialismo y empiriocriticismo de Lenin. Los integristas del marxismo, los dogmáticos, hacen obstinadamente hincapié en la coherencia del sistema. En efecto, transforma la teoría marxista o '<sistema" dentro de la acepción tradicional (filosófica) del término. Lo que coincide con su transformación política en ideología estatal, en pedagogía cultural, en prácti"a institucional. Muy al contñrio, aquí y acullá, se ha resaltado la originalidad de Engels, la especificidad de su aportación, su peculiar introducción dentro del pensamiento revolucionario. No titubearemos ni un instante en hablar de uengelsismoD a la par que de ulassallismoo, o de oleninismo) como siendo coirientes diversas y a menudo divergentes dentro del 77 pensamiento contemporáneo, dentro del movimiento revolucionario. Lo cual no excluye en forma alguna otras diferencias... En el At'tti-Dühring, Friedrich Engels ha orientado de forma muy neta el pensamicnto revolucionario, el de Marx y el suyo, hacia lf filosofía de la naturaleza. Le ha dado Ln contenido cosmológico. Lo ha sistematizado intensamente en dicho sentido. Y ¿por qué?, poclrá decirse uno' Ciertamente, ¿por qué?, pero ¿por qué no? Algunos añadirán incluso: .,Era con Ia entera conformidad de Marx'" Quizá, pero todo da a entender que los objetivos persegui dos por Marx no coincidían exactamente con los de Engels. Cuando consultaba a los sabios <naturalist¿5n y las ób.at científicas (especialmente, sobre la electricidad y sus aplicaciones), ¿acaso no era para comprender los intercambios energéticos e uinformacionales' entre la socibdad y la naturaleza, más que para extraer de ello una philosophia naturalis, una <(concepción del mundo>:? Por tanto, én Marx no se encuentra nada análogo al (mate' rialismo dialécticon, elaborado por Engels y más adelante por Lenin. El Anti-Dühring enfrenta sistema con sistema' A menudo, semejante polémica puede acarrear no pocos ,riesgos; cuantó más-se ensaña, más lleva al terreno del adversario. ¿Cómo se nos revela Dühring a través de esas controversias? ¿Qué era él? Una mente robusta, un constructor de sistema, en nada despreciable a pesar de los desdenes con los que Engels le apabulla (y que recuerdan los de Marx con iespectó a Stirner y Proudhon)' A Dühring no le faltaban ni rigor ni envergadura. La injusticia de óue era blanco por parte de los exégetas y de-los epi gotót marxistas naufraga dentro de la más completa irrisión. ¿Acaso habría perdido Engels tanto su tiempo como su enórgía al emprenderla con un adversario sin mayor importancia? Al menospreciar tanto a Di.ihring como, a Stirner o a Proudhon, cónsiderándolos como meros cadáveres ideológicos, se ridiculiza a Marx y a Engels; se les presenta como a ajusticiadores de la Historia, verdugos ^del pensamiento. Tras ese autoritarismo vulgar se oculta 78 una singular filosofía. De hecho, Eugen Dühring fue una cspecie de <estructuralistan avant la lettre, una merlte me- tódica y rigurosa que clasificaba y distinguia, quc separaba y recortaba en vez de unir y de marcar las transiciones (dialéctica). Por 1<.r que a nosotros concierne acluí, y que posee una sigrrificación general, Dühring representa' ba la separación de la ciudad y del campo como una es' lructura permanente de las sociedades. Actitud que acarreó gravés consecuencias, postura que explica el- ensañamienio de Engels sin llegar a justificar en nada el menos' precio pósturno. Engels discierne perfectamente el dogmaiit*o inherente al pensamiento de Dühring cuando, en sus notas preliminares, cita tal pasaje significativo, acompañándolo de una glosa muy expresiva' "La generación intelectual de un sistema que asociaba los instintos creadores de la época social en la cual vivimos con la lucidez de una conciencia rigurosamente científica... ha constituido, ante todo, Ia méta fundamental de los esfuerzos volcados sobre la presente obrao, escribía E. Dühring en el prefacio de un ó,trto de economía política (187ó). Engels, al copiar dicho texto, añade: oAsí pues, trabajo modelo, tras lb cual punto redondoo (cf . Anti-Dühring, edición Bot' tigelli, p. 400, ..Trabajos preliminares"). En sus notas post"iior"i, Engels explica claramente el cómo y el porqué quiere dar al traste con ese cientificismo abstracto, siste,iráti"o, antidialéctico, separando el pensamiento y la cultura de la naturaleza, anulando Ia Historia por hipótesis y decreto (cl.p. 41,4).En vano esa actitud dogmática se zafa de una apolbgía de Ia violencia. Linicamente la violencia pura y désatada puede, efectivamente, modificar (estructrtut" de por sí fijas, incluso necesarias, tal vez eternas, ya que, s"gú.t Dühring, su pensamiento cambia nla coninsién'de lebulosas ideas de conjunto por el sentido de la disyunción apropiada y de la estricta discriminación de Ios elLmentos reales de los procesos"'" (p. 402)' Siendo para Engels la primera gran división del tra' bajo, la seiaración de la ciudad del campo, según Dühririg ese aniagonismo resulta inevitable (por la naturaleza misma de la cosao, aun cuando discierna un <cierto gra' ', ff*ffi9 do de constancia en la transición del uno al otro>, a tra' vés del comercio y cle la industria (en especial, los del alcohol,-coir-traposicién apunta irónicamente Engels, pp. 329'330)'" con la separacién rematada por En rigor ciéntífico, entre la ciudad del Dühring, en riombre y el campo, Engels sustenta la opinión de que la supresión de ese estado de cosas ono constituye una utopía>, aun cuando la civilización nos haya legado con las grandes urbes una herencia que requerirá mucho tiempo y esfuerzo eliminar. El concepto infantil, la utopía abstracta y baladí, es aquella segun la cual la sociedad podría llegar a tomár poiesión dél conjunto de los medios de producción, uiin abolir la antigua división del trabajo>' Hipó' tesis que Engels atribuye a Dühring y a su socialismo pru' siano,-a p"tit de su apología de la üolencia revoluciona' ria. óuhring no ve nada mejor para el futuro que Ia repartición dé las poblaciones urbanas según las técnicas ^para alcanru, ,rttá mejor explotación de las materias primas, en resumen, según las unecesidades sociales" (cf' pp. í3ó, *7 y alz). ¿Di qué sociedad? Por descontado, de iá qn"'existé: del sistema de producción capitalista'Friedrich Engels, para luchar contra ese intranquilizador reformismo de (audaz) fraseología, recurre a su mentor y arma secreta: Fourier. A este respecto, y de paso, subiayemos una vez más hasta qué punto el dogmatismo llegó a falsear el pensamiento engelsiano, al igual que el te Marx, relegando a un segundo plano a los socialistas franceses, él utopismo, y, especialmente, a Fourier' Para Engels, ówen y-Fouriei son complemen-tarios' El la gran industria y el- francés.la inglés tióne en "rreniu *iltipti"idad de los aspectos de la vida, trabajo y disfrute: ol-os utopistas sabían ya perfectamente a qué atenerse con respecto a los efectos de la división del trabajo" (id.. p. 3¡i). Sobre ese punto de capital importancia lxiste cdmpleta concordanCia de pareceres entre Engels y Marx. LJ revolución no se define mediante la eliminad" la burguesla en tanto que clase política, sino yen"iót do más allá de las relaciones socio-económicas que constituyen el armazón de la sociedad burguesa. La separación de la ciudad del campo forma parte de ese ir más allá. El proyecto revolucionario, eI de ese ir más allá general,lleva al primer plano ese ir más allá parcial; de esta suerte, deja de ser una categoría histórica, rebasada ya ella misrna. Para salir del callejón sin salida capitalista, para acabar con la prioridad de lo económico, se presenta un camino y tan sólo uno: superar la división del trabajo. ul.a supresión de la oposición de la ciudad y del campo es solicitada por Fourier y por Owen como siendo la principal y fundamental condición para la supresión de la antañona división del trabajo en general" (id. p.332). Si bien los grandes precursores eran meros utopistas, esto no signif ica Ia insustancialidad de sus ideas; ni muchísimo menos; ese término de utopista quiere decir, sencillamente, que la realización del proyecto revolucionario no era aún factible. Ahora bien, la gran industria proporciona esas condiciones, al propio tiempo que eleva <las contradicciones que estaban latentes en el sistema de producción capitalista al estado de antagonismos tan manifiestos que se puede, por así decirlo, predecir a corto plazo el desmoronamiento de ese sistema de producción; que las mismísimas nuevas fuerzas productoras no pueden mantenerse y desarrollarse más que merced a la introducción de un nuevo sistema de producción...u. Esto, Dühring lo ignora al igual que no reconoce a Owen y, aun menos, a Fourier, del que tan sólo conoce las elucubraciones noveladas, cuando, de hecho, de cada página de Fourier ubrotan las chispas de la razón...". (Cf .pp. 299,303, 305, etc.) Engels no se limita a oponer el utopismo socialista al utopismo burgués. Se puede decir que opone la utopía rettolucionaria y concreta a la utopía reaccionaria y abstracta. La utopía concreta se basa sobre el movimiento cle una realidad de la que revela las posibilidades. Dialécticamente, lo posible es una categoría de la realidad, a partir del momento en que se considera en lo real sus tendencias en vez de fijarlo in situ. Sin embargo, el lector moderno, que no se atiene ya a los esquemas del dogmatismo, se pregunta si Friedrich Engels ha elucidado perfectamente su concepto y su pro81 80 ¡¡cs 128 6 yecto. A veces, parece pronunciarse en contra de toda utopía. <La utopía no consiste en aseverar que los hombres no quedarán totalmente liberados de las cadenas forjadas por su pasado histórico, más que si la oposición entre la ciudad y el campo es suprimida; la utopía empieza en eI momento en que se atreve uno a prescribiru, partiendo de las condiciones existentes, <la forma en que debe ser resuelta tal o cual oposición en el seno de la sociedad actual> (La cuestión de la vivienda, p. 254). ¡Lo que precisamente reprocha a los proudhonianos ! Este texto, entre otros muchos, sirve de referencia para aquellos que' combaten toda utopía y no importa qué utopismo. De ser así, cabe reprochar a Engels de pecar.de inconsecuente, cuando se hace eco de las proposiciones <utópicas> de Fourier y de Owen. .<Para ambos, Ia población debe repartirse por todo el país en grupos de 1.5@ a 3.000 almas; cada grupo habita en el centro de su cantón territorial un gigantesco palacio con economía común. Por supuesto, Fourier habla aquí y allá de ciudades, pero éstas no se componen, a su vez, más que de cuatro o cinco de esos palacios poco distantes los unos de los otros...> (Anti' Dühring, p. 322). No cabe duda, Engels prevé, partiendo de las condiciones existentes, la forma del ir más allá. La gran urbe desaparecerá. Debe desaparecer. Esta idea, En' gels la acunó desde su juventud y jamás la ha abandonado. En La cuestión de Ia vivienda, preveía ya, "dándose por supuesta la abolición del sistema de producción capitalistar, una repartición lo más uniforme posible de la población por toda la geografía del país (p. 114), la solución de los problemas urbanos excluye la supervivencia de las grandes urbes modernas (cf . In cuestión de la vivienda, 'p. 65). Friedrich Engels no parece preguntarse sobre si esa dispersión de ia ciudad en el campo, bajo forma de pequeñas comunidades, no corre el riesgo de disolver ula urbanidad", de .,ruralizarr, la realidad urbana. Tampoco se pregunta si esa <repartición uniforme> responderá a las exigencias de la gran industria. La multiplicidad de las posibles comunicaciones r€presenta para él una con' testación positiva a su punto de vista. Resulta evidente 82 (lue su apego al pensamiento fourierista, apego pasional v perfectamente comprensible como tal, y tán bien ex- ¡rresado nredio siglo antes (c1.. Ideología alemana, pp. 5ó4 y ss.), ese apego le impide plantearse determinaáós in- lcrrogantes. Cincuenta años más tarde, en la URSS, su ¡rctitud tendrá unas consecuencias de extrema gravedad (cl. A. Kopp, Ville et révolution). El Anti-Dhüring posee los defectos de sus cualidades, y en esta obra el pensamiento dialéctico desafía a veces la lógica (social y política). Se abre sobre el futuro y lo ¡rosible, al propio tiempo que sistematiza y zanja el sistcma. Quiere instaurar una ontología, una contestación ir los interrogantes: "¿Qué es ei ser? ¿eué es el ser hur¡rano? ¿De dónde procecle?,r Pero, las respuestas andan ¡r tientas entre la ciencia cierta de lo acontecido v la ex¡rloración incierta del futuro. El concepto de la naiuraleza irnpera sobre el conjunto. El restituir la sociedad y, con:;ccuentemente, (lo urbanou, como diríamos, en el seno rlc la naturaleza en tanto que contexto y, aun mejor, en l¿rnto que fuente y centro original, ¿acaso no sería el sentido del proyecto de Engels y de su inspiración fourierista? lin este caso, una vez más, la controversia ha podido ;rrrastrar a Engels al terrenc del adversario. Ha combatirlo a Schelling, ese filósofo romántico de la naturaleza, eI ¡rcnsador por excelencia del fundamento ontológico bus, ¡rdo en su verdadero origen: la madre-tierra, la matriz. lfriedrich Engels no quiere cortar ei cordón umbilical; tampoco quiere que se seque. La comunicación para éi tlcbe perpetuarse, seguir siendo o volver a ser otgátrica. ,'Acaso no halla a la vez a Marx y a Fourier dentro de una t:t.¡ncordancia fundamental ? Ahora, los interrogantes se acumulan. ¿Acaso son esen, iales para el pensamiento marxista esas afinidades implit'itas o explícitas? ¿Se debe, acaso, hoy en día poner el ;rcento sobre ellas , o sobre el carácter revolucionario de la gran industria? Caso de que la tesis de la relación viviente y perenne entre lo social y lo,natural presente una verdad esencial ¿acaso no sería ya deniasiado tarde? ¿De clónde proviene, pues, el fracaso (cuando menos aparente) 83 el modernismo no consiste en de esa verdad? Ia transgresión, quiz^iJ Á l^ ¿"t'rucción cle dicha verclacl? ¿Acaso iu-sociedad urbana P3tli:11t-*: ¿Acaso se debe .orrJ"*Ui" i\ñt á* r,rrg"It, o bien transgredir sus tesis' o compre" tarlas, o hallar aigo nuevo? libro de EnUna nueva y a.ít"ia" lectura del célebre irresoluciones' g"h-;;;;" ; "á"ntt""i, por asi decirlo' esas eI concepto de por guiada La sistematización ""giftiu"u, ordenar' explíla Naturale za (qurzás, el único qt'" pttitlu filosófica) bocita o implícitam";;, ;; ;isteinatización por Marx' rra determinados iüü; l:l:nt' '"nulu-dot él' por ;il;;tf*"n"iut indica?as la producción Lu ":9":*it:::t::?: v eI intercam' de las 1"y", 1"" rigen ".f"*i" el seno de s^ubsistenciaLn de bio de los bienes -"i;;;É ya sq envés o la sociedad rtr*urrJ"-ii' tlg), no implica política' Todas,Ias su reverso : Ia crítila f" U uóottomía sitemas de produclos todos Zp"""t, ü¿as las "o"kdud"t, para ,Engels' ción poseen una "b;;;" económica' ![ü€' un distingo' establece no tanto, Por ;ffiJ ""pli;;i;t. lá' categorías (conceptos) h]:tilt::ry como Marx, La economia polr"rrtr" las categorías <conceptosniconómicas' sí hasta confundirse' tica y la Historia se Jntretejen entre u¡ra materia histó sobre pues la economía;"lñ;"'"ersa las leves corresponrica, es decir, en primer lugar' ¡obr.e ;;i;9'9" +",lu,P',:1""^'-i9lli:l dientes a cada de dicho estudio que intercambio, y no ,"t¿ f'ut'u el final totalmente general i"ves d" concepto ;il;;;;ñi.l;t caso para la oroducción y el que son válidas en cualquier =q""^fu-Ái*ofiu' lá historia de la intercambioo. Al igt"f para Engels'- todo cobra filosofía y la historil-"t g"""taI' dentro de la un cariz económico. La Éistoria se resorbe en tanto economía política;-'"1 ptoy""to revolucionario' pierde su al económico' que emancipación "á-t"tp""to cuando los conserve Aunsignificado y .r, ""u"'gadura' del trabajo' áriJo q"" cóncierne a la divisjón de la ciudad' cuyo historia la Primera "ot'""i*"iu: de Engels' no se ve estudio captó u ,t ln"" la atención Grundisse' Al poner í" lg"ur iot*" que en losurbanas' Engeis vincu' el acento sobre fut tá""""tiaciones ,r";;;; #;il lrr Ia historia de la ciudad con la de la técnica, del arn)anrcnto y de la lucha armada: oLas armas de fuego fueron, rk'sde un buen principio, las armas de las ciudades y de l:r monarquía oujante, respaldada por las ciudades, en su lrrcha contra la nobleza feudal' (p. 2@). Debido a este Irccho, v simultáneamente, Ia infantería vino a reemplazar l;r caballería en tanto que fuerza principal de los ejércitos: ln las ciudades, y entre los campesinos libres, fueron tornando cuerpo en el Medioevo las condiciones básicas que :rsentaban la existencia de una infanterfa agternda (íd. p. 449\. De esta forma fue como, interviniendo de forma lrrndamental las ciudades, "el trabajo silencioso de las nrasas oprimidas" fue minando el statu quo feudal hasta lrarrerlo por cornnleto. <Ya a partir del siglo xv, los burde las ciudades se habían vuelto más imprescindi'rueses bles a la sociedad oue Ia propia nobleza feudal... Las ner.c-'sidades de la noblezahabían ido en aumento v se habían ido trasformando hasta el extremo de que, incluso para r'lla, las ciudades se habían vuelto indispensableso (pá- :'ina 443). El paso de la comunidad original (de sanere, de familia, de costumbres) a Ia comuna urbana, el auge exnerimentado por ésta. su paso de realidad dominada al es' latuto de realidad dominante, el largo conflicto entre la ciudad v el campo, son etapas un tanto esouematizadas nor Enqels, en tanto clue Marx, en los Gtundisse,las había analizado sutil v hábilmente, teniendo en cuenta las múltinles diferencias v situaciones que se habfan ido oresentando en el transcurso del proceso histórico (global). Sin embargo, Eneels aporta nuevos datos v completa su csquerna económico qracias a sus consideraciones sobre las luchas armadas. Combate la aoología incondicional de la violencia preconizada por Dühring, situando en el Iuqar que le corresponde, en Ia Historia, esa violencia, en tanto que mera partera de sociedades. La gran revolución medieval. la de los siervos v la de las comunas, Ia oue inicia la historia euroDea, aDarece en Engels con toda su amplitud, como una lucha gigantesca, a veces siJenciosa a r¡eces cruenta. El acento puesto por Engels sobre lo 8-5 84 económico no le arrastra en el torb€llino del economismo. Paradoja: es quizá Marx quien, llevando adelante la crítica dialéctica de la economía política, no insiste suficientemente sobre las luchas reales y las presenta a todo lo largo de un proceso de crecimiento orgánico, cuasi espon' táneo. Por lo que se refiere a Engels, al esquematizar el proceso, lo "dialectiza> mostrándonos los conflictos gue alcanza el paroxismo: la guerra. Segunda consecuencia, aun más sorprendente: cuando lleva Marx hasta su límite extremo su razonamiento teórico, ¿hacia dónde va y qué es lo que encuentra? El reino de los fines. Entre dichos fines, y arropándolos, o suponiéndolos, más allá de los fines parciales, por así de' cirlo (el del capitalismo del Estado, de la raridad, de la filosofía, de la historia, de la farnilia, etc.), ya con anterioridad hemos subrayado el del trabaio. El fin del trabajo ¡qué paradoja para aquel que ha descubierto la importancia del trabajo y que pasa, ante todo, por ser el teorizante de la clase obrera ! Y, sin embargo, ya bien sabido es, la automatización de la producción permite conjeturar el fin del trabajo productor. ¿Posibilidad teórica y práctica? No cabe la menor duda. La concatenación posterior de los descubrimientos técnicos ha venido a con' firmar plenamente las ideas de Marx. ¿Imposibilidad? Ciertamente, en los marcos del capitalismo e, incluso, en el transcurso de la famosa ..transicióno hacia una sociedad socialista o comunista. Así pues, utopía, al fin y al cabo, pero utopía concreta, posibilidad que arroja luz so' bre lo actual, y que lo actual rechaza hacia lo irnposible. Según nuestro criterio, una de las fuerzas mayores del pensamiento marxista, imposible de reducir, difícil de ..recuperaro radica en esa <<prospecciónn llevada a cabo por Mirx hacia mediados del siglo xtx. EI trabaio no tiene otro fin ni otro obietivo que el no trabaio. En comparación con esta tesis, establecida sobre una base sólida, la de la crítica de la economla política, los fracasos del socialismo que se pretende marxista, no son más que pecca' ta minuta. ¿Acaso dicha tesis puede arrojar nueva luz sobre el futuro, sobre la realidad urbana, sobre ese ir más 86 allá de la ciudad y del carhpo? Tal vez, ert tanto que punto de partida de nuevas investigaciones. No es éste el momento ni el lugar más oportuno para exponerlas. Lo que conviene resaltar es que Engels pasa, sin tan siquiera rozar la paradoja del futuro. ¿Qué es lo que puede atenazar y limitar su pensamiento? ¿Su tendencia a la sistematización? ¿A la ontologÍa? ¿Al naturalismo? ¿A un fourierismo de lo más atractivo? Lo uno no impide para nada lo otro. El caso es que Engels no enfoca la posibilidad de superar la división del trabaio a través del no trabajo (la finalidad del trabaio), sino de hacer el trabajo más libre y más atrayente. "El trasnochado sistema de produccirin debe, pues, ser forzosamente trastocado de arriba a abaio y, sobre todo, debe desaparecer la anticuada división del trabajo. Lo debe reemplazar una nueva organización de la producción... en la que, de pesada carga que era, el trabajo pasa a ser un verdadero placerr, (p. 333). La socializ.ación de las fuetzas productoras, la eliminación de las trabas, perturbaciones, despilfarros, permiten, ya desde ahora mismo, reducir el tiempo de trabajo v transformar totalmente las condiciones del trabaio. <Ya no es una fantasía, un ferviente deseo.o La civilización que, durante siqlos se distin,guía inevitablemente de la sociedad pro. piamente dicha, acabaría, finalmente, coincidiendo con ésta. Una sociedad que organiza humanamente sus fuerlos cauces grandiosos de un zas productoras, "siguiendo plan único), puede perfectamente operar esa transformación y perrnitir "a la industria implantarse por todo el país, con esa dispersión que resulte la más conveniente a su propio desarrollo, al sostenimiento o al desarrollo de los demás elementos de la producción" (p. 335). ¿No serfa, acaso, en este punto que el pensamiento engelsiano, así como su reprobado utopismo, volverfan a hallar su coherencia? ¿'Y que también ese pensamiento difiere, tanto para lo bueno como para lo malo, de su audaz compañero, el "finalisrno) mal'xista, gran utopisrno a largo olazo? 87 Las instituciones . de la sociedad (postecnológica, En 1971, el Museo de Arte Moderno de Nueva York tomó Ia iniciativa de una reflexión prospectiva. Como es cosa ya bien sabida, los más lúcidos de entre los americanos han abandonado la idea de un crecimiento econó' mico proseguido indefinidamente, idea que sigue siendo la que sustentan sus dirigentes políticos.'Para esos analistas de la sociedad americana, ésta debe traspasar un umbral (con o sin revolución, en la acepción europea del término) y acceder a un estadio superior. En la <nueva sociedadu, el uproductivismo" se vería rebasado y el crecimiento controlado, encauzado, al igual que la utilización de las técnicas (informática, cibernética, misiles y cohetes, etc.). No es concebible que cada familia americana acomodada posea tres, luego cuatro, más adelante hasta diez coches, diez y luego hasta veinte aparatos de televisión, etc. La sociedad futura ya no sería la (sociedad industrialrr, sino ttna sociedad urbana. Empezará por resolver los problemas de la ciudad americana, en la actualidad subestimados, formulados en términos de entorno... ¿Y por qué el Museo de Arte Moderno? Porque el grupo de intelectuales que depende de la Fundación Rockefeller o que gravita en torno suyo, estima que la Universidad no responde a las necesidades de dicha misión. En sus proyectos entra, incluso, la creación de una Univer' sidad de nuevo cuño, centrada en los problemas arquitectónicos y urbanísticos, y que estarla rodeada por una ciudad experimental. En I97l,los promotores de dicho proyecto enviaron * Simposio del Museum of Modern 9 de enero de Art de Nueva York (8 y 1972). 89 un a eventuales clientes interesados en el experimentopresentaban ,roümirroso pliego de condiciones en el que teórica. El interés de dicho dopiÁ"ra "laiorución """ de que aplica, no sin incurrir hecho el cuménto reside en los conceptos marxis' que confusionismo, otro en algrln al propio.tiempo etc'), ideología, tas (iuperestructura, (sistema marxistas no y conceptos qú;;;;inología á" oulor"r, etc.). El vocablo design, utilizado a la ameriy de ;;";;;=rá'en dícho docr¡mento cárgado de serrtidoscapaz . El desígner, 'auténtico demiurgo' sería "ap"tuttrut un espacio nuevo, siemde modificar el entJrno, d" "r"ut pre y cuando se le proporcionara <valores> nuevos' .cr '¿Liiá";; t libertad't"ttd.íu una rnisión por cump-lir' la dichos valores y de restablecer la correlación á" "ii"u*ur las superestructuras y la morfologia espacial de la entre sociedad. En enero d'e 1972, tuvo lugar en el Museum of Modern Art, un simposio dedicado al examen de dicho proyecto' ellos Á1.á¿"ao. de cincuenta invitados, la mayor parte de entre ie teprrtución internacional, habían sido concitados' !Oclor-"tul", filóloeos (Jakobson), escritor-es Y.-!!!ta.s (Michel Foufilósofos paz, Enzensberger), N. H. iiuio soBarthes)' (Umberto Ecco, Roland asistieron ellos de "á"ftl,-t*-iólogos etc. Tán sólo una treintena "iJfoúbt, al simposio, entre los cuales cuatro educaclores o ex edude la Facultad de Nanterre, U' E' R' de sociología "udor"s ¿J*; B^"drillard, Manuel Castells, Alain Touraine' Itrenri Lefebvre). LaprimerasesiónseinicióconundiscursodeEmilio Ambasz, director del proyecto, que.lo presentó' Se vio iiilr"aá por la lecturá de un masníficoypoema de- octapor ,rio Pu, ,bbr" su ciudad, México,leído comentado prtmer un 9alugar tlrvo ei orooio autor. Sepnridamente' Ropor un iurista' iel, sobre la Ley y "l Valor, animad-o ,,alh D*orkin, práfesor de iurisprudencia en Oxford' Exse plantea, en los pafses angJosaion-es' ;;;; ;" qué formatraniformación social: no se puede lle;ñ;;bi#" de la valor supremo, pero Ley, la a cabo sin cambiar uá,. cimientos' ya no sus ""¿u sobre en cuanto la Ley se tambalea v hay que temer Io peor. Dicho en otras palabras: imposible cambiar nada, sin cambiarlo todo. Ahora bien, ¿cómo cambiarlo todo sin empezar por un principio, sin poner en tela de juicio Ia dovela de Ia sociedad, por tanto, sin lanzarse a una empresa revolucionaria no desprovista de riesgos? La im' perturbable lógica de Anatol Rappoport acentuó el dilema e hizo aún más patente la alternativa en vez de allanarla. El segundo panel propició una viva discusión entre especialistas de las ciencias destinadas a integrarse en el rnarco de Ia Nueva Universidad v a intervenir en la creación de la ciudad experimental. Los semiúl'ogos (lJmberto Ecco, Gillo Dorfles, ambos milaneses) fueron obieto de una acerba crítica y, por otra parte, procedieron (cuando menos Umberto Ecco) a una especie de autocrítica. uTor' nar significante Ia naturaleza v tornar naturales los signoso, declaró Dorfles, a modo de consigna. Esa semiología se vio cogicla entre dos fueqos: por una parte, los .realistas,', de entre los que M. Schapiro, y los economistas, recordaron los datos prácticos de la construcción, de la constitución de una ciudad; por la otra, <izquierdistas> v oultraizouierdistasn exnusieron que los signos v signi' ficados provenían inevitablemente, actualmente, de la socierlad iaída v condenada. Lo que demostró con toda briIlantez fean Baudrillard, no sin añadir algunas observaciones de lo más pesimista sobre la "pulsión de muerten in' herente a toclo rrrovecto actual. Por Io que se refiere a Castells. éste deilaró que la intervención masiva, por tanto revolucionaria, del pueblo, resulta imprescindible a toda transformación social, incluidas las de la forma de vivir. de la ciudacl y de su espacio. El tercer panel tuvo como rrlato fuerte el discurso pronunciado por Christopher Alexander; explicó el mo tivo por el cual abandonaba sus ambiciones v metás an' teriores, la arquitectura paramétrica, la aplicació,n de la cibernética en la constmcción; Ia experiencia decisiva, para é1. parece haber sido el óonflicto entre los estudian' ies v el Senado de una ¡pan universidad americana, en el momento en que é1, arquitecto escogido justamente por se sabe en absoluto hacia dónde se va 91 90 debía reorganizar el campus' -iñott"t Ia audacia de sus criterios, a los estudiantes y al arqrr"iun Los dirigent", división del campus en espacios especiali;;tt;;;;; espacios zados,en tanto qt.r"-lot estudiantes,solicitaban únilugar un ;;1iil";i."ut", v ,".h azaban especialmente Deocio' al v co, exclusivamente-cánsagrado ul d"-""uttto arquitecla de ,"reuñuao, el joven-v brillhnte teorizante de ese hecho' consecuencia a tura llegó a la conclusión, más oue para una e;;;;;" se puede idear un espacio ?"á"t"pto qu" d"sarrollaría ampli¿cornunidad "orr"r"iá de la última sesión)' K;ü*;;l mente Suzanne "ti'o adopta el buConsecuentemerrte, Christopher Alexander para ir a ái;; ; la doctrina- i"n y'abandona América adecuada construir en otra pJ; i; morfología espacial a una vida comunitaria de ese tiPo' animad-a A continuaciOo 'e-tutcitó una discusión tan Hannah de discurso como larga y or""tu,-altt"tió" qtt" el esclarecer' -la-rittima Arendt '^-"8; no consisuió sesión se sacarían algunas ae de pare"l- "rrrro sobre el coniunto de los contrastes perelocuencia con tesis "orr.itriárr"s ;;;";. Alain Touraine exouso suproducir v conocimientos ,turiru: la Universidad debe no universidad la ;"p"i;;e, actuaimente' ;;;;;l*r", más leios' I\¡Iara á"t"*o"nl lonciencia' Vendo incluso v de tin Pawlev incriminá las maniobras enmanipulación restanto -que i""*nl"ti"ación de las universidades' de los estunuesta autoritaria á la actitud contestataria países' ¿iuttt"t, *^--il;t;.en la mavoría de los resumen discusiones, de las que ese sucinto f ' Taconfusionismo' el muestra el qran inter¿s'así como conclusiones sacó Art's) bibian (California Institute of the al- devenir del proyecto áoii-itt". por Io que se refer:'a N;;;; U;tversidad .v ciudad Experimental' "-;dl tá"tia" de esas extensas sesiones cologuiales? Tie- la.consisna: osalvar la ne varios. Con toáu tezuridad' científica' cultural política' .rra do-ült iu "iat ciudado que ahora se período " un de los Estados Unidos durante (Universidad y- Ciut"t; v qt" ,"r¿ iu'eo' El provecto económica y ;;á1, del'que se hace cargo una potencia firianciera, puede tener múItiples incidencias' Ahora bien, lo que pur.L" resultar de esas controversias, es, ante-todo, áesñn"ierto, la confesión de impotencia, procedentes "l tanto de las ci'encias especializadas y de los sabios (los economistas, Ios sociólogos, los semiÓlogos) como, de las autoridades consideradis competentes' En los Estados Unidos se ha llegado aI extremo de que ya no se sabe cómo proceder con retpec¡s ¿ "la ciudad", y se está dispuesto i aceptar todo tipo de sugerencias por parte de los europeos, incluso de los marxistas. He aquí el texto completo de un comunicado sobre oel espac-io, la producciOn del espacio, la economía-po]i ti"a ¿"f espaciolr, del que en el simposio de Nueva York' debido a la falta de tiempo, no se dio más que un resumen. EL ESPACIO, LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO, LA ECONOMÍA POLíTICA DEL ESPACIO I. Introducción Las ciencias específicas (parcelarias) pasan p-or una crisis debida a numerosas razones' Al estar estrechament"-Ltp""iutizados, sus defensores han tenido que llegar-al de hallar su justificación en tanto que especia"*trorro listas, a legitimarse a través de filosofías bien sea im' prudéntes,li"o ,"u presuntuosas' Dichas ciencias llegan abstractos: ;l extremo de construir sus objetos (objetos porque crítica la de que salvan se modelos, simulaciones) y todo' ante Finalmente' ," ,utuuo de la confróntaci¿n' oreal"' propio existe una mutación del soSe trata, por supuesto, a" lat ciencias denominadas ciales. amCada una de ellas, a su vsz, abrigaron inmensas (cf e-colo' ciencias las de 'La biciones: erigirse en ciencia la lin*i. ñif"", iu nirtoriu, la sociolo gía, la psicología, do saber un de y verdad clave en gü,ftú.u...), tonvertirse 93 92 minador, proporcionar la palanca o el eje de una transformación de la sociedad, de una racionalidad nueva. Los fiascos han sido tan numerosos como los inten' tos llevados a cabo: fracasos prácticos (en la acción reguladora o transformadora de lo real), fracasos teóricos fen la constitución de un predominio, en la elaboración de una coherencia). La hipótesis que presentamos seguidamente ofrece una doble vertiente: a) Lo oreal' social cambia porque las actividades productoras y las formas de esas actividades se van mo^clificando. pe ta producción de cosas en el espacio (de q,le ef espacio, indirectamente producido, se tal suerte constituía en colección, suma o conjunto de objetos), se pasa a la producción directa del espacio en su condición de tal. b) Esta producción ya no queda supeclitada al mismo iaber, dispersado, diseminado en odisciplinaso' Una ciencia va cobrando forma, ciencia que puede reagrupar en torno suyo ciencias específicas, modificadas y centradas nuevament€: antropología dei espacio, historia del espacio (o, mejor dicho, del espacio-tiempo), sociología del espacio y del tiempo, etc. II. Crisis de Ia economía Política Es hoy en día patente y pública, aun- cuando cui' dadosamente- disimulada y disfrazada por los interesados: los economistas. 1. Entraaformarpartedelacrisisgeneralexistentede las ciencias llamadas sociales. La economía política ha fracasado tanto práctica como teóricamente, pero dicho fracaso permite ágr"gur algunos rasgos característicos a la descripción de la crisis. Esta crisis difrere de la de la lingüística o de la historia. La lingülstica ha jugado la baza de una oposi;¿;; ;;"tfot*áda en doepJv centro autoritario de los 2. rorrocimientos, la oposición "significante/significado" (Saussure y su escuela). Ahora bien, se cae en la cuenta rlc que la ioción de valor desempeña un papel de':isivo, rr,cliso en lingüistica, de forma especificada: el' ttalor se virrcula a la pó[semia de todas las palabras; la relación y depende de "va"significante/significado, no es unívoca krres>> que no son únicamente connotaciones, elementos rlc un Jegundo grado, sino conjuntos especjficos' Por.lo (¡re se t"fr"t" a la historia, ésta es blanco de una crítica activa ¡ cactiva que niega la historicidad, y de una crítica en entra rlue la situa moitrando que el mundo moderno an' la según rin utiempou mundial que ya no se concibe rigua hisioricidad, sino según el concepto de <estrategia>' El conjunto de esas ciencias se situaba sin saberlo (y era ..lo impensado> de la mismísima reflexión episte)í.iJei"ul ¿Ieitro f,s la Teproducción de las relaciones de aceptaba ¡,ro,d.ícci4n de la sociedad existente. Cada sabio insería se reproducción, ial o cual dato parcial de dicha 3. cn ella, contribu?a a ella. Especialmente el economista, sin olvidaí los sociólogos desde Max Weber y Durkheim' Por su parte, la economía política conlel]ía una ideología-e, in- ;1";;; lá iáeotoeia principal de {ic}ro período: productiuir*ó, teoría dJl ciecimiento indefinido dentro del mar' .o .o"iopolítico del capitalismo, modelos de crecimiento al capitalismo de Estado y a la política de "¿uptu¿dt las brganizacionés nacionales (desde hace poco: internacionalés). La crisis, vista baio ese-dngulo, sig-nifica que.la ve la luz üriáií"¡¿n de ias relaciónes de producción ,\iI dia, se rev€la cotno tal. Lo que viene a significar que el saber se reconstituye sobre nuevas bases' Y ya a través de la crítica raücal de las ciencias existentes, de su ,l"ei-"oit;ibución a la reproducción de las relaciones de producción... Esos fracasos de los economistas, contemplados de cerca, indican aún mejor su significado' De hecho' los economistas han confundido la economla política en tany la política económica en tanto que prác;;;;;úcia 4. 95 94 tica, técnlca, actos de poder. Sus umodelizacionesu han sido destinaáas, cada vez rnás conscientemente, cada vez con un refinamiento mejor ela-boracio, a servir el po-der estatal, a definir su finalidad (aparente)' Así es corno han asociado el productivisrno y la hipÓtesis del crecirnrento índefinido cán h acción clel poder llarnado público (el de las fuerzas <legítimaso, noción aceptada sin crítica aiguna por parte dÉ ia mayoría de los osabiosu)" En este pla' oo,-"1 dél gstado, de Ia productividad, del crecimienr<¡ indehnido, la economía po1ítica supuestarnente científica ha engendrado sus propiás contradicciones; por-ejemplo' la inóapacidad notbriá de elaborar un (modelo" que ga' rantizase el crecimiento independienterirente de la inflación y del paro que pudiesen producirse, que estableciese tu po.iUináad dé un crecimiento (armónicoo dentro del rnur"o existente. Por añadidura, al crecimiento controlaáá y guru"tizado por el Estado, a la elaboración ideológica-cientinca del Lspíritu de organización y de acometi miento, corresponde un caos espacial cada vez más eviáente á itttol"iuble. Los economistas no echaban sobre ese caos más que una ojeada superficial, dejando la mi' sión de ordenarlo a otros especialistas: geógrafos, organizadores, etc. Así ha sido como modelizaciones y simulaciones han desernbocado en una catástrofe' 5. Al propio ti'empo, el empirismo económico suplantaba li oc]enciao. En el campo económico, tros estu- áior ¿" mercado y de rnotivaciones han permitido domicierta ,rr"áid", eI mercado. L-a pubtricidad ha per' ,rur, "., manipular las necesiclades. La prospectiva l'l p?' ."i,i¿o dido definir Ln horizonte, a carnbio de 1a aceptación de determinados postulaclos (crecimiento indefinido' conocimiento de lai necesidades, etc')' I-a investigación ope' t""i"""f y la informática de gestión han perfeccionado poo.*sos, limitando a un mínimo tanto los esfuerzos "tot como las aportaciones de los economistas' social Una práctica económica, inherente a la prrictica socia' (y quizti del y pátitú" del capitalismo cle Estado cientifi' guisa un a í¡i*o de Estadoi se sustituye de esta cismo vacilante. Posee su cohesión práctica, si no su colrcrencia teórica. ó. La economfa polltica ha pretendido ser uciencia dc la producción> a partir del momento en que ya no se lirnitaba a meros cómputos, comprobaciones accidentales, rlescripciones más o menos psicológicas (las necesidades, las (propensiones>, las tendencias de los consumidores). Ahora bien, no podía constituirse en ciencia de la protlucción, pues las relaciones de producción son ajenas a su campo de acción, así como también las autorregulaciones (espontáneas, ciegas) del sistema de producción capitalista. En este punto vuelve uno a encontrarse con la idea directriz de Marx: el conocimiento científico de la sociedad existente coincide con la crítica de dicha sociedad, con la refutación de sus ideologías, con el análisis cohercnte de sus contradicciones. Sin embargo, esta idea, hoy en día, no puede volver a enfocarse tal cual, puesto que existe una práctica de Ia ¡troducción (que ha permitido a la uproduccióno capitaIista, a las .,empresas) alcanzar una eficacia real, dominando en cierta medida los efectos de los azares y de las lluctuaciones). Por otra parte, la vulnerabilidad del capitalismo a escala mundial, a nivel de la rivalidad de los capitales entre sí, del papel desempeñado por el oro, de la constitución de una tasa de interés medio planetario, sigue siendo importante y mal conocida, ¡incluso por parte de los econ<¡mistas que se dicen marxistas ! ¿Ciencia de la producción? Sí, si se quiere, pero ¿producción de qué? La producción de las cosas (objetos, mercaderías) empieza a ser conocida, pero, al propio tiempo, el concepto de cosa, de objeto, de producto, se va enturbiando. 7. La <<sectorialización> de lo económico, o, para hablar con mayor propiedad, de la práctica así constituida (mal unificada a través de una <ciencia, que no por ello pretende ser menos coherente, lo que le imposibilita ad 97 96 ucs 128 7 mitir la fragmentación) resulta curiosa e interesante. Ha estallado ei sectores. Todo transcurre como si hubiese producciones diferentes: la agricultura, Ia producción de ia industria pesada (acero, petróleo, etc'), la producción de objetos únicos o raros, producto de una artesanÍa de altos vuelos: los cohetes y los misiles, los prototipos de avión, etc., y, finalmente, la producción de objetos para el coásumo. Lo que corresponde a la vez a una presión considerable del mercado mundial y a una desagregación de dicho mercado. 8. del ¿Acaso una creciente abstracción "objeto" ais- (operatoIado, dé los ..modelos, separados y conceptos no corre pareja con la aparición de un nuevo co14ir"'tá, el espació, ef conocirniento y Ia práctica .del espacio (con uria dotle faceta: anulación de las distancias giá"iu, a la instantaneidad de la información -domina, de los espacios ;iA t reproducción en eI pensamientoanulan: informáque los graciás a esos proceümientos y comutransmisiones las de iica, cibernéticá, técnicas nueva y sn¿ nicaciones)? Lo que augura "dialectizaciónn <real))' y lo de paradójica del saber rios>>, La promoción de lo inmobiliario en bienes muebles del espacio III. flo "oni"rsión l. El análisis crítico de la reproduccién de las relamuestra cómo el capitalismo conptod.,.ción ciones á" de un siglo mantener sus relamás hace ;tg""- desde a pe' ;i;;;. específrcas de producción' I-o.ha conseguido paícuando sar de ,,r^, fru"uros a-escala estratégica; aun relaciones las de hayan sido apartados de r"r Ctüa' etc')' la "","tos capitalistas (la URSS' China' pt"¿"".i¿" países sigue maesos iresiOn del mércado mundial sobre nifestándose. en tanto que clase 2. El capitalismo y la burguesía'podido mantener por actuando a eicala estraiégica, no han 98 lo eue al esencial se refiere, las relaciones fijadas de pro,lucción más que rnodificándolas. La tesis de una pura y simple "reduplicación", de una repetición pura y sim¡rle de una simple acentuación de dichas relaciones a llavés de la ideología y del constreñimiento, no corres¡rt.rnde a los hechos ni los explica. Existió un crecirniento tlc las fuerzas productoras, a costa de la destrucción de rrrra parte de dichas fuerzas (en cuanto a (naturaleza>> y rlcbido a las guerras). EI capitalismo se ha extendido, rrgenciándose lo que existía antes de su aparición en est cna: agricultura, suelo y subsuelo, bienes inmuebles y r calidades urbanas de origen histórico. Asimismo, se ha cxtendido al construir sectores nuevos, comercializados, irrdustrializados: los ocios, la cultura y el arte llamado (uroderno), la urbanización. Entre esas extensiones, existcn a la vez concordancias y divergencias, unidad no sin contradicciones (de nuevo cuño unas, y otras aún por surgir). Así pues, el capitalisrno no se ha mantenido mris t¡tte extendiéndose a la totalidad del espacio (rebasando con creces sus puntos de origen, de desarrollo, de plenitrrd: las unidades de producción, las empresas, las firmas rracionales y supranacionales). 3. Si así están las cosas, se podrá decir, ya se puede clccir del espacio (bien sea de un segmento, bien sea de un conjunto espacial) lo que, de cada cosc producida, clecía y explicaba Marx: encierra y oculta, en tanto que r:osa, relaciones sociales. Ese paquete de azúcar no es tan sólo un paquete que tenga tal peso y que está destinado a endulzar ei café y el té; no es tan sólo una materia pagada con tal suma de dinero. Tanto el paquete como cl dinero que ha servido para pagarlo, implican relaciorres sociales, entre otras la relación "trabajo-capital", el salario y la plusvalía, a la vez expresados, amagados, ena.lcnados (cosificados) por las cosas, el dinero y la rnateria, la abstracción y el hecho práctico. Hoy en día, sucede otro tanto a través de la tendencia al mínimo espacio (excepción hecha de aquel destinado a la perpetuación de la (naturaleza> y, así y todo, el sentido de tal reservación 99 vendrla a confirmar, si se le examinase más detenidamente, la apreciación anterior...). 4. Durante mucho tiempo, lo cinmobiliario' no tuvo dentro del capitalismo más que una importancia menor. El suelo perténecla a los ultimos representantes de una clase vencida, los propietarios de bienes raíces, clase que, como tal, es de origán feudal. La construcción, rama de producción primero subordinada, casi artesana, revestía antaño menos im-portancia gue la producción de acero y de azúcar (pese i1 adagio: Cuando la construcción está en auge, toáo va bien).-Ahora bien, la situación de dicha ru-a ha cambiado por completo, y no únicamente en los poderosos países ináustrializados. No basta con recordar, iara explicár ese hecho, los fenómenos generales de-urba' nización, la extensión siempre creciente de las ciudades, los adelantos técnicos, etc. Hace falta explicar eI cómo y el porqué el capitalismo ha tomado posesión del suelo, dei esiacio; de ahí la tendencia de lo que rue otrora lo .,inmo-biliarior, de ahora en adelante cotwertido en bienes muebles (construcciones, especulaciones), a convertirse en centro neurálgico dentro del capitalismo, por ser una in' dustria t rr"va, menos sometida a trabas, saturaciones, di frcultades de toda índole que frenan el desarrollo de las antiguas industrias. Sin embargo, esa tendencia se ve obstáculizada. Lo uinmobiliarioo recibe un toque de eten' ción, es decir, se ve relegado a un rango subordinado, dado que la afluencia de capitales a e-sa rama -así colno los abusos especulativos- tiende a desajustar los meca' nismos reguladores más o menos espontáneos o controla' dos del cápitalismo. De tal suerte que lo uinmobiliariou (producción y especulación) oscila entre una función su' üordinada dé nuévo auge económico, una función de di' versión, una función dé regulación y una función domi' nante, y eso, según los momentos coyuntylal.es, los paf' parte de la desigualdad genetal de Entia t"t, "Tot-ut "i". de las situaciones eco crecimientos, de los los sectores, nómicas. 100 5. Así y todo, ese sector privilegiado tiene tal vez una función esencial por desempeñar: la lucha en contra de la tendencia a la baja de la utilidad media mercantil. La construcción (tanto privada como pública) ha reportado y sigue reportando, beneficios superiores a la meclia. La especulación no entra en ese cálculo, sino que se superpone a él; dentro de ella y por medio de ella, ¿r través de un vehículo espacio- el dinero produce dinero. Lo que suscita, a-el pesar de los riesgos, el entusiasmo del capitalista, quien mucho quisiera ahorrarse esas cngorrosas exigencias: producir cosas, venderlas a pesar de las dificultades. La inversión en Io inmobiliario y en las construcciones privadas v públicas (en la praducción del espacío) se revela provechosísima debido a que esa producción conlleva aún, y todavía por mucho tiempo, una proporción superior del capital variable con respecto al capí.tal constante. Y ello a pesar de las considerables inversiones y de Ios adelantos técnicos. Las explanaciones y las obras de cimentación requieren una numerosa mano de obra (y, especialmente, una mano de obra denominada (extranie¡¿n). De lo cual se desprende una utilidad superior y la formación de una masa de plusvalía, de la cual una parte corresponde a las <<empresas>. En cuanto a las dificultades que provienen de la demasiado lenta obsolescencia de los productos (edificios, monumentos, .,infraestructuras>, carreteras, autopistas, pasos elevados y aparcamientos etc.), es decir, la tendencia a Ia ralentización de las vueltas dadas al capital y los problemas de crédito, dan lugar a múltiples procedi mientos de gran complejidad, que se gestionan entre lo,s (agentes> : propietarios, promotores, poderes públicos, colectividades locales, bancos y organismos de empréstito, arquitectos, etc. Sin dejar totalmente de lado a los <<usuarios p. . . 6. El espacio instrumentalista (asf es como los espe- cialistas lo llaman. Cl. Frangoise Choay, Connexions, Paris, 1972, pp. 30 y ss.) es producto y manipulado como dil,i::,-' u¡,},,i,*' r**ol*ü* d" tal por los tecnócratas, a nivel-de lo global' d"l,-Et11:' <orde estrategias. Lleva el nombre burocrático de mera abstraciltó" del teiritoriou. No pasa de ser unasobre c.uvas rui' hittotico, lo ;¿;. P"; un hdo, remite á a Ia e' incluso', antropología la t" asienta, así como a deno' intereses los sólo "ur tan orehistoria. Pero, por otro, los ban' i;t,'uá;;;;tiuu¿át", los de los promotores vlodeapropian; se práctica: una existencia f" "orifi"r"r, ""r, tolo ellos, se sirven del.instrumento que eI Esáiüt,1"" cotaiuJo'f"t proporciona; en su condición de amos del obstácu' algunos (a pesar de medios ;;;, d*d""t, d" los rnal lo.s teoim'¿" iipo institucional). Lo qqe explican de esta que eluden instiumentalista>, ,irunt", áel..espacio produc' Ia a referentes interrogantes de ;ü;;t";ü IiO.t a"l espacio y a sus contradicciones i'nternas-externas' mismísimos upromotores> remiten a algo ¡,rt "t""ro,-los las fuerzás- productoras' de las que -á, r U. técnicas, üsponen Y son amos ocasionales' de üt La lucha contra la obsolescencia demasiado lenta las lrreltas de los productos, contra la ralentización de de crédito inmobilia' ;;d;t a-l-capital,'"á"liu los riesgos anteriormen' ;;;;;áu^t,rgut a las prácticas y técnicas que esas prácti' l" ,rr"rróionada-s. Es digno deporsubrayar ejemplo hasta construc.ár p""¿"" Ilegar muy iejos, tanto las unas ;i"";t y destrüccionei toialminte inútiles' en el centro mismo ;;;" Iás otras. Y esto, especialmente que en París)' de las ciudades (";Ñ;;t; York aun más se torna frei;;;;;;rión en'bienes muebles del espacio pro' espacios los impulsa a la autodestrucción de pu-eno capital " La inversión desencadenada- del "J,i* ducidos. ia ralentización y se ve abocada a buscar sin il;;;r* O bien' compen' tregua terrenos, territorios, nuevas zonas' 7. saciones. dicho' En este punto también, la estrategia o'- mejor siencomo revelan lut ilit"i"eiit á" la clase dbminante se do peligrosas, est;nd; Ilenas de riesgos' ,$ly::lt-.L" momentapátiUi""V el iuturo, sometiéndolos a intereses ireos, intereses a corto Plazo' ry. 1. Hacia la economla política del espacio La crftica de la economía política, en Mam, no se limita a unas pocas observaciones despreciativas; los .clásicos>, con Smith y Ricardo en primera fila, han in- tentado un análisis teórico (científico) de la ubaseo de la sociedad burguesa; no han ido hasta el final de su intento; sus sucesores han rebajado el nivel del pensamiento hasta la apología de la sociedad existente, hasta la ideología disfrazada de ciencia. Marx ha ido aun más lejos en dicha crítica. La economía política, tal como se constituye en el marco de la sociedad existente, reviste una honda significación. Si existiese abundancia de bienes, no habría economía política. Deseando ser estudio objetivo del consumo, o de las necesidades, incluso de la producción, la economía política no es jamás análisis de la producción, pues eso llevaría a los economistas a concebir las condiciones de la abundancia en otro tipo de sociedad. Según Marx, los economistas son los hombres de la penuria; estudian raridades (relativas, por supuesto): los .,bieneso. Contri' buyen a la repartición de dicha penuria; su seudociencia abarca un conocimiento concreto, que interesa los bienes raros, momentánea o duraderamente; es el conocimiento, mal elaborado aun cuando útil, de las insuficiencias de la producción, de sus limitaciones. La economía es política en ese sentido, que permite a los hombres de Estado repartir las penurias, de forma y manera que dicha udistribución' se lleve a cabo al amparo de los antifaces de la justicia, de la igualdad, de la libertad, e, incluso, de la fraternidad. De esta guisa, los economistas, voluntariamente o no, conscientemente o no, completan los efectos espontáneos y ciegos de la ley dei valor: la repartición (en el espacio) de Ias fuerzas procluctoras aún limitadas en el seno de la sociedad (burguesa, capitalista). La gestión tiende aI crecimiento, pero bajo el control de la burguesía, disimulando las facetas negativas de la situación, haciéndolas aparecer como positivas y constructivas. De cualquier forma, los bienes abundantes 103 102 sin que no están supeditados a la economía: se les utiliza en el Dosean ni valor a. t*Lq"" ni *valor" de utilización' tuz' ra aire' ;;;;tJ;^;#;; á. la ialabra: el agua, el el espacio. los Ahora bien, ¿qué ha sucedido de nuevo desde de fundamental tieÁpos en que Uat" escribla su crítica enEsto' en día? política? ¿Qué ocurre hoy iu raros otras -u"hua cosas: los bienes que otrora eran tre"ó"o*ía abunque eran y los i" *Ju"" cada vezmás abundantes éste un prodantes empiezan a escasear' No deja de ser El pan' que' irreversible' e ;;; "" mircha, pero poderoso y países podeterminados ár, nntopu y en iiertás épocas ti*uolo áel alimento v de bien precioso.(".d1;;;;;; esa calidad' nos eI pan nuestro J. tu¿u díaoj, ha perdido en los agrícolas' productos Los o oráoi"¿ud: la raridad' superabun' o abundantes vuelven se ;#;;;;;.üá;t, a veces á;;t* (es decir, en estado de superproducción' destruccioalmacenamientos' : iul""r",'u-""c", d""lutado a escala *t-. átl.ndidas o no)' Esta situ,ación evidente centenares de sufrimiento al mundial no aporta solución viven en los países á"-*itton". á" ,",", humanos quesufren de hambre en á""á*i""¿ás usubdesarrollados,; humbres específi'cas-(proteínas' etc')' La es;;;;f;; que explica la reconcasez persiste en aquelloi países' Lo problemas que tienen á;;¿" de un cieito número depolítica y que "clásicau relación directa con la economía Perroux' hallar en la notable obra de FranEois ;;;;t empieSimultáneamente, los bienes antaño abundantesEl agua, por supuesto. zan aescasear. De iorma desigual, es preciso racionarla; lugáres' muchos plt 1,, ":"Áplo.suoterráneas se van agotando' el manto freálas reservas aparenteti"o tt:.; o bien igualmente, las aguas' inclusolugares del algunos i" lo"tu*ittutt' En á""üi¡ilrt"gi¿u., "preciso producir agua sometiendo a trata' .s ;i;;;d mar. En nuestras latitudes, el agua se ffi;;;i;ó;á" ripl¿u*""te en un producto industrial (asuas ;;;;; ti: minerales, aguas de mesa) debido. a su: naturales va no son ;ñ;;;;.*ionadas por los medios 2. iil"::i: aptas para su consumo. Muy cercanos estamos del mornento en que el aire será fihrado encima de los núcleos de poblacién, alrededor de las ciudades. De hecho, ya cxisie un producto industrial que es oel aire acondicionadoo. Lo mismo ocurre con la luz. Esos bienes, cada día obligados a producir' que pase -Br" nos veremos mayormente proporciones, Ias fu' fenómeno de incalculables ür. turas raridades, es aún muy poco conocido. Fenómenos importantes, aun cuando superficiales (polución, deterio' r.u.-iór, del .,entorn6o y de la naturaleza) ocultan modificaciones futuras aún de mayor alcance. Los uelementos> pierden su naturaleza. 3. Los uelementos)), con sus envolturas espaciales, cobran, pues, valor (de intercambio y de utilización)' Entran en los circuitos de los trueques: producción-repartición-distribución. Forman parte de las riquezas del país y, consecuentemente, conciernen a la economía po-lítica' lhoru bien, ya no se trata de la economía política cldsica, la que se oóupaba de los <productoso en el sentido habitual del término: cosas, mercaderías, objetos relacio' nados con necesidades ficticias o reales. Las penurias de hoy en .día no se asemejan en nada a las raridades de antaño, pues su origen y su Iugar en el espacio tienen mucha-riayor importancia de la que otrora tuvieron las (materias primaso; al estar dichas nuevas penurias mucho menos- localizadas, se sitúan en la totalidad del espacio, ese espacio que, por otra parte, está enteramente b"rrpáao pof lu reproducción de las relaciones de producción. - --Examinemos ahora ese espacio. Tomado de forma abpuede hablar de raridad? No, en absose soluta, ¿acaso luto. Es-tá abierto por todas partes' Las técnicas permiten que.,se constrr-iyan todo cuanto apetezca, tanto en la ,.rp"ifi.i" como en él fondo de los mares, en los desiertos y ias montañas, incluso en los espacios interplanetarios. Las informaciones y datos acerca de no importa qué zona pueden concentrarse en cualquier punto donJ"i "tpu.i" de se instale una computadora programada para este me105 104 nester; y se podrá transportar adonde sea necesario el u"átt v not*igón preóisos. No se observa verdadera "f espaciá *át qt en ulugaresu bien definidos: perrrrriá de " que-sigrlen manteniéndose los ceitro.s il;;iltd;lá; núcleos históricamente iealizádos o se establecen "o-lo, en sus inmediaciones. de fácil so' 4. La cuestión de Ia centratización no esteóricamente' lución. Para comprenderla, para resolverla llevado a un ;;tu"d;i"""ttit a un áétodo dialéctico (entiempos de elevado que anterior:nente de ese burda "i""f--*¿t en suma ü"*1.-i" "o"¿"ou prematura yniega de es' clase a toda ;A;d" más sutil qüe h lógica, (y.lo oecialistas, que se creen sumamente competent€ldelicados más ;;;,;;-;á""tu), el acceso a fenómenos que tienen.la y masivas cohesiones ;; bt agobiantes es, pues, la centralización maneiar. clstumbrJ de ¿Qué (urbana, social)? Una forma,la del reagrupamrento' cte Ia to,tti11": iü"""i0", de la simultaneidad' ¿De oué?.De l-a rorma reunirse' llo iue puede agruparse, conjuntarse, cada época cada como Así es ;;" ÑáL y aJu"it",,ui'"'producción ' (prosuscitado ha sistema de ;;;;;.í;; ;"da comer' á""iáál't" propia centraliiación : centro político'aspira a centralismo el .éligio.o,ltc. Actualmente, del medios poder' los el "id, ser total. Concentralu, tiqo"'us, (<cultura>' pá¿"ti", f. información, lós conocimientos' la las centra' etcétera. En una palabia: todo' No obstante' y desaparepareciendo lizaciones siempre han acabado decir' es exceso, bien sea por PoI "tulltillói], de hacerse con tal "i""¿o, Ct* ;¿" ;;, ¿"f"ito, por incapacidad bien sea,- finalmente' debido al asalto por ""i"*""tó', quedado relegados a ;;.r;.á; los excluido. q,.r" habían bien' tal o cual de esos pro' il;;;;;"¡f¿¡"ut. Ahora pueda producir tal o cual cesos no es óbice para que se la Ro*u de la Antigüedad' r - ,r^^: áitá, de deci":"*plo, La tendencia actual en constituir <centrosterritorial zona sión> que quieren abarcarlo todo en una que suscita la rala es esencial tendencia restringida, esa penuria tia.¿ J"l "spu"io en el territorio en cuestión' La 106 por tanto, nuevas caracterlsticas; es, de un proceso ciego, r -resultado consentida, digamos y mantenida, tle origen hiitóricocte espacio ofi'ece, la iez, (espontáneau trata, pues, y posipasada abundancia la entte tle una por Esa otra. efectiva, y parte, raridad la por una ble de sociales relaciones quóda a las ajena cont?adicciórrno implicual la su reproducción, a menos aun producción, ca estrategias políticas. No se reduce a esas contradiccio' nes oclásiias); es una contradicción del espacio. Las contradicciones y conflictos en eL espacio (con sus implicaciones tácticas y estratégicas) no han desaparecidoi ni muchísimo menos . Las contradicciones del es' pacio los envuelven, los llevan hasta un grado superior, tos reproducen al mismo tiempo que los van ampliando' De igual forma, la producción de las cosas en eI espacio no há desaparecido, así como tampoco un cierto número de problernas que plantea dicha producción (no ya la raridad de los bienes producidos, sino la gestión y la posesión de los medioi de producción); no obstante, las nuevas producciones, las de los "elementos", incluidas como lo podremos ir viendo cada vez con mayor -tal claridad- la del espacio propiamente dicho, envuelven y amplían los problemas de la producción de las ucosas"' a veces expresamente organizada. Se clcseadá,'contradicción He aquí una contradicción sorprendente, digna de ,"rult". entie todas. El espacio es conocido, reconocido, explorado, balizado, elaborado a escalas colosales, en tanto que conjunto que engloba la tierra y casi todo el siste' ma solar. I Su ,tátt haciendo cada vez más patentes las posibilidades de ocuparlo, de- conv-ertirlo en bien mue' ü1", d" colmarlo, de producírlo ! Afluyen 1a-s info'naciomisión sabémos es 1a de anular las distancias ,r"r, y el "rryu v á" a"r¿"ñar la materialidad dispersa en el espacio el artificialmente rarifica sepropio tiempo, ii"*po. Al ;;;;;ü con el hn de que uvalga" más caro; se ve frag' *átrtu¿o, pulverizado, putu su venta al por mayor y- al detall. Es terreno abonado para las segregaciones' Las .i"""iut parcelarias lo desmiembran (y, ante todo, la eco- 5. t07 sociologÍa' la nomía política, pero también la historia' la unidad más la hallar a demografía) y no se pu"de volver interdisciplinarios' montajes ñ;';;;;ár' i"- uuótiosos jamás' dado que ólt":"t ai"no, t.o se vuelve a recobrar más que <recentrarseo pueden las ciencias parcelarias no programa, a su a costa de modifrcaciones aportadas a su metodología, a su ePistemología' ti lut que se desenvuelve el Es en "rru, "orrii"io""' mencionado: "lo inmobiliarioo y p.ot"ro anteriormente secundarios y la <.construccióno clejan de ser, circuitos para tl*"t """:as del capiialismo industrial iev financiero' forma desigual pasar a un primet iü1o' Aun cuando gran e incorrmovible la con (lo que tiene relacrátt'áit"ttu desarrollo.desiguai)' de i;;,=h*i; ¿onocida, presenLa conversión en bienes muebles del espacio que' ta exigencias muy severas. Se inicia con elalsuelo' de influjo como primera prouid""cia, se debe sustraer sin No de bienes raíces tradicionales' i;;^;;;;;ios conversión en y dificultades concesiones (las rentas)' La totalidad del espabienes muebles se extiende luego a la (incluso cio. Este debe recibi, "" valoi de intercambio a respecto con ápto*i*uao, incluso si los precios varían implica y-supoiJ, "uuf"t"r";. lho.u bten, él intercambio de un lugar' n" ¡ntir"o*b¡oAil¡dod. La ..cambiabilidad" cantidad de que hace d" ei .tnJmá'"u""iu análoga a una otros lugaa azicar o de acero, exige que sea comparable característimismas res, e, incluso, u toáoJ loi l"gutes deen de iniercamblo] Mut* lo ha demostrado Éf Endinero' en ""ror "átl el caso de los productos-cosas, se €xpresa la concatenaen ;;;;t, cada lrrgar intercambiable figura los.prepudiendo no ¿L la oferia y de la demanda' producción'' (coste de "iJ" ;;;;;;.i"r toda íelación con el social (medio) nece;á":"i;, con los tl"ápot de trabajo marxista' sario, para expre'utttót según la terminología espeoDeraciones' otras il""'"'t u"rdaá que intervienen de precios los putu cialmente t" -distanciar(la del valor'- la "rp.J,it*iá", leyes los valores, tutr"a-,*J-ñ$ de las apetencia' para hade ula oferta v l"'iáá"á;; ; la de tá términos no marxistas)' blu, "r, 108 I ll La ocomparabilidad, indispensable ha sido alcanzada a través dela producción de ucélulas> prácticamente i¡tercambiables. En un punto límite, 1o son. <Al pasar cte un alojamiento a otro, siempre tiene uno la impresión de ha[aró en su propia casa' (comentario de un (usuario))' La teorla y la pueita en práctica de los <módulosu permiten repetir indefinidamente la célula tomada como <mG' delou.ia independencia de los volúmenes con respecto aI suelo original ha sido literalmente "producida> a través de la conitrucción sobre zampas y pilares (Le Corbusier)' Pero, aI propio tiempo, se da al volumen el mismo trato que a una superficie, como un apilamiento de "planosn, sin tener en cuenta para nada el tiempo' Las "necesidadeso, de las que se habla mucho, tienen que pasar baJo ese yugo del espacio; de hecho, son sus productos en se- grrtráo grado, mucho más que sus razones de ser' La <cam- y sus constreñimientos no interesan únicamente las superficies y los volúmenes edificados, sino también los reürridos. Todo eilo se justifica a través del plano y del dibujo, a través de una supuesta "síntesis y de las iráfrcai, del cuerpó y del movimiento, del espacio áctividades ("f . Á. de Villanova, en <Espaces et $ociétés"' núm. 3, p. Zbá). Esos grafrsmos familiares para los arquitectos y-urbanistas (planos, cortes, alzados, dibujos, -represeniaciones visualés animadas con siluetas y figurillas' intervienen en tanto que reductores de Ia realidad "tc...) qn" pt"t""den representar, y que lo es, po¡ d9pás' áer qtt" una imagen del osistema' de vida, admitido y' po, impuesto, en eI habítcf (complejos 9e torrecitas 'modestaé, "rid", o edificaciones ttcolmena> nortnales' es decir' normalizádas). Los volúmenes son tratados de una forma que reduce el espacio a la superficie de suelo que se por"", á tit"lo de iropiedad privada, a pesar. de los esfuerzos llevados a cabo para establecer un distingo entre ampor bos. Las supuestas ioluciones de ordenación hacen' necelas a personas, tanto, exteniivas a los lugares, a las sidadls, los constreñimientos de la ucambiabilidad"' pre' sentados como constreñimientos técnicos, y, a veces, como exigencias de la moralidad pública. Lo económico siem- Éiabiti[ad, 109 pre ha tenido una vinculación con el orden moral' La intercambiabilidad acaÍrea, pues, una severa cuantificación, que se extiende en los entornos deL habitat (espacios inteimed.iarios, recorridos, bienes de equipo,- "medio am- bienteo). Las peculiaridades llamadas naturales desaparecen en medio de la homogeneización: los lugares, pero también los cuerpos y la realidad física de los uusuariosu' iLa cuantificaciSn, áput".tt"*ente técnica, es, de hecho' financiera ! ¿Acaso iría a desaparecet el valor de utilización? Esa homogeneización de los fragmentos dispersos y comercializaáos del espacio ¿acaso supondría la prioridad absoluta del intercambio y del valor de intercambio? ¿Acaso éste quedaría reducidó a signos de prestigio y de,standing, diierencias internas del sistema, superpuestT hu:l1 absórberlas, a los ..valores,, producidos por la venta, a Ios costes de pioducción? No. El adquisidor de espacio sigue comprandó valor de utilización. No tan sólo compra un luol,-r?nen habitable (más o menos), convertible y conmutable con otros, y únicamente marcado semiológicamente los signos visibles ;;; i; ptopujuttda publicitaria o por es comadquisidor El ..distinciónu. ie una-deierminadi alojamiento. que su une ;;"d"; de una distancia,la (de comercio, de ocio'a dide ierentes lugares z los centoi hacen distancias Esas decisión). de de'trabajo, ",ttt.t.u, que tal o cual lugar sea, más o menos atrayente; pero no permi' es exactamente esa.deseabilidad> o atractivo (que psicológicas-, imágenes aquí tiría introducir "marginalis' mosu) 1o que desámpeña el papel principal' El consumo áLi-"ápu"ió difiere dé1 consumo de-lus cosas, no tan sólo pot .,, dimensión y cantidad,- sino también por caracteies específicos. De hecho, el tiempo entra ahora en esce' u"^" cuando el espacio a la par programado y fragmen' "u, tienda a eliminárlo. Se compra un horario' es decir' a ááo y un li i.z un ahorro de tiempo (distancia corta o larga) quie' ptu""t. El espacio envuelve el tiempo' Por mucho,que ia omitirse Este, no se deja domeñar' A través del espacio' ptodú"" y reproduce es un tiempo social' 6. i; il; ; La teoría según Ia cual el intercambio suplanta ia utilización hasta absorberla no se basa más que sobre ei cxamen de un sector muy reducido de la producción, ia clc objetos para el consumo (sobre todo los coches y los rnuebles, así como también en menor medida, la vestimenta y la alimentación) en los que los signos y significaciones han ido adquiriendo una importancia cada vez más acrecentada. ¿Signos de qué? De prestigio, de situación social, de diferencias en el seno de la sociedad burguesa. ¿Signos para quién? Para la fracción de las clases meclias, denominadas superiores, que practica el consumo ostentativo, que gusta de admirarse y de hacerse admirar, que cree imitar a Ia alta burguesía y que es imitada por parte de las clases menos oacomodadasr'. Esos estratos poseen una influencia y una realidad socio-económicas incuestionables, pero el estudio de sus costumbres y de sus instituciones específicas no puede generalizarse más que en nombre de un espíritu de sistema que va más allá del conocimiento. A resultas del estudio de un sector, Jean Baudrillard (cf , Pour une critique de l'économie politique du signe, Gallimard, lg72,recopilación de artículos pubiicados con anterioridad) llega a conclusiones de tipo general, según el procedimiento de los sistemas (reducciónextrapolación). Procedimiento gue, por añaüdura, propone sustituir una lógica (social o de cualquier otro tipo) al pensamiento dialéctico, liquidando éste. Salta a la vista que los demás sectores, especialmente la producción de la industria pesada y la de los "objetos> de tipo superior (cohetes, misiles, etc...) no entran dentro de dicha racio' nalización. La mismo sucede con la economía política del espacio. Con respecto a ésta, la (economía política del signor, cuando se guiere considerar como general y dog' mática, no presenta más que una desviación. Apenas menos gravosa gue la plomífera sistematización intentada por la escuela estructural-funcional-marxista (L. Althus' ser) acerca del usistema de producciónrr, zanjado por mediación suya. No existe más que una clase de lógica, la lógica formal. La "lógica de clase" no existe; no hay más que estrategias, llevadas a la práctica con más o menos 111 110 lr I 'l,rl , ! -para "q"ili signos' de-los espacio Uát üi"" la fórrrula--el "o :91 I"tlbb::?,tillb-t" pi"tot"t"i rnás que el aspecto -visible, y cte realloacres bleu, lor tanto risible- de operaciones rigor y fortuna. Los signos del espacio muchó más dilatadas Y dramáticas' se vuelven Valor de intercamUi" y uutot de utilización que ya no a encontrar dentro de una relación dialéctica polar "clásicao ana' ;"i;;id. con la relación de oposición por Marx en ú;;;;";s*itrt v Ricardo, v, sobre todo' se torna relación i* ptiL"tas páginas de Et Capital',La el esen se sitúan dll valor ;r:;pleja, tós áL. potor del correlatiy de su centro la pacio. La forma "tpá"iáf, La referencia al tra' papel' ¿d;p;l".un í;:iln"lir".i', de producción' costes ;;i;;;i;l i*á¿i.1,-"i decir,. a- lós razón del carácter persiste pero va pétai"ttao iigid"t-"t' qu9 el volumen de hecho especulativo que pioui"tt" del de depende cual el suelo' construido ,iglr" uitt""iuáo ut basta ya no competitivo un <propietario>. El elemento(valor-es' (a la de "verdad para ajustar Ios p*"i"t fos " desaparehaya efi'cacia su io, pté"iotu) sin que por ello del suelo' por ende' del cido por compt"tol}l-monopolio monopoliespacio, suma t"t;l;;;; a i"s det capitalismo tal' ,ido, "tt tn condición de se Lo que ." pugu, tanto ventajas como desventajas' refiere a las rentís lJe sit"acián' de equipamien':J ^17 d:l t:."1:' J"p""¿u" a"l"t'"io v de. ia. propiedad. lnsu el precio del suelo' ni con ;;;;üinciden ni con Por añadiduterés, ni con int"tZs á"t "ápit"t prestador' puede' "t v"ij-"^il: adqulrido *"n ;;,; "iiritu"i¿" ¿"iuott cargarse de estricta' monetaria ;iift;-i;-"uuttifi"ución tal guisa que el tig"rn""*.""t d" i;á;; semántico' Decon respecto a los insignificante espacio se torna y simbolismos. .(naturales' estéticos' re' á"Iü"át "imbolos";;;¿; (superobjeto) con ligiosos o morales)', y- iip"rttgnit'icante semiológicos de los obje;'5i;;;."i'i".-""éi';t aspectosproducidos extensión ;;;: El t""tido de iot "tp*l"S tel espacio-la a la vez es a iá-to'uu¿ud á"1 el "supersignificanteu' El ""piürismo ó" ;;td;;;;; je' "rtr, "rnurotlih". u"aUu por definirse en términos valor de utilización ;;;il larquizados: ventajas, capacidad de poderío y de relaciones con el poder, ámbitos y lugares más o menos prestigiosos. No por ello dicho valor va a desaparecer. Nuevas contradicciones surgerr: entre centralización y periferia. [ntre lo que está en estrecha relación con un poder y lo (lue se escapa al influjo de éste, entre los azares de la utilización y las necesidades del intercambio, etc... Y todo cllo, dentro del marco controlable y controlado de la perruria de espacio, en parte ficticia. Si bien la extensión y la raridad del espacio pueden figurar en el seno de una rnisma estrategia, también es posible que puedan entrar cn conflicto entre sí. 7. La economía política del espacio es, de hecho, una cconomía que implica una política, a saber, una estrategia o varias estrategias. No se halla aún más que en sus inicios tanto teóricos como prácticos; pero la práctica, aquí como en otros muchos sitios y cosas, se adelanta a la teoría. Nada más normal que esto: así es como la teoría y los conceptos posen un contenido y se verifican a sí mismos (¡es decir, que legitiman su contenido y su alcance crítico !). Dicha economía política del espacio se distingue aún mal críticos incluidos- de .,la economía ur-conceptos bana". Ésta no representa más que un caso de la economía clásica y de la política económica tradicional. Estudia, sabido es, diversas cuestiones cuyos lazos de unión escapan a su control: costes, transportes, bienes de equipo, ctc... Esfudios a menudo objetivos y válidos, pero que no Iogran traspasar el umbral que separa una ciencia en pleno retroceso de un conocimiento renovado de continuo. La economía política del espacio parece expresándolo con las preocupaciones que son de rigor, destinada a desarro. llarse. ¿Permitirá intervenir? ¿Proporcionará acaso conceptos ooperatoriosn? Con toda seguridad. Lo que hace doble el interrogante ya presente y acuciante: <¿para quién y por qué?r, en otras palabras, la cuestión del poder. Cae por su propio peso (¿acaso es necesario insistir una vez más sobre ese extremo?) que esa economía políti,fJ..t'i 1,1rr'-', ll2 $jíÍ ¡¡cs I it l,'l ..i!;:,,.i, ,'l I 128 8 :¡.r,;^;,r,,, -.a.- 113 r, ¡r-'A teórica y- crítica de ca del espacio, en tanto que expresió¡ de la.sociedad existente "imutó "r, capitalistas) no anula.}u p{o(relaciones a" prod"c"ión consumo (duradeducción c1e los bi";á;;;minadot de se re' ni los problemas inherentes' E' inclusive' r.r á desplazar a esos probl"t*; uftora bien'.tiende fiere a"tl, los il;tu.if,;io"iur á, m"¡ot dicho' a mostrar las cuestion", "r"o.lut"t,'llevan -á-ititozo*¡entos a cabo efectivamente en gue se habituala práctica, con los procedimientos y resultados personas' de v i"t:';';;ü¿r,-s*bstiiuciones de . agentes usurpaciones de comt"tpo".utilidades, de transferencias ü; ;';.ü * i:':Í nes Y estrateglas o ?*:' ** il los $i T l5i1l;'"'tT?lT: ::. medios de producción sigue sión y de la gestió;d"tplt"udo hacia la producción' incólume, urrr, que agranda el "rrá,tdola gestión, tu orgut^i^'l"ionáef espacio' Lo términos más en problema en vez á" t"toft"tto' bi"ho en vez de adecuados, ¡to qrr" umplía las contradicciones' eliminarlas ! pes.o el que- la economía Cae igualmente por su propio la crítica política del espacio:;;;f nrutig téorico' implica conceptos' glevapor los de la realidua Marx' "*ptltio,-captada af ig"át que- el El Capital deespacio' da a nivel teórico. el en cosas las a" análisis crítico ¿" fu pto?""ió" elaborados por Marx ;;;;;;i; rro ¿"rnuJ" io, "orr""ptosvalor de intercambio)' (tal como: valor i" "irrütú; t transfiriéntransforma' así como tampoco t" *Lto¿o; los Marx' el Para nivel' a-otro clolos a una más uÁpUu-"'"ala' de una realidad' poner el acento ttü;;i;t;;;;"áicciones un constituvenclo í*"" "^ rig"in""t ;;;L "rítica -si.g"," La crítica interna ente interno dentrJ de dicha realidad' filantrópica o no tiene nada de ."tu "tlli"u moralizadora' lado a los "hombresu)' humanística (incluso*ti;; d"t;¡e científico; cono"imiento el t;n Está en estrecha t;i";ió" y únicamente la ciencia que quiei" ser "posititlu comprobación"positide la Stttél; vao, excluy"r,ao y de la lógica' el "r,'pt;;""i'; coherencia la constut'i",-4" lo y de tica ciencia se car' alcance crítico v ¿i"iJáti"o del saber'.dicha tal' s" d;ia""logía no conocida como 114 8. El concepto de composición orgánica del cap¡¿"1 (proporción de capital variable y de capital constante) u. uno de los rnás importantes y de los peor conocidos ¿"¡ ¡rcnsamiento marxista, La teorfa de una cornposició\ de:;igua! de los capitales, de una composición nrcdia, de rrna tcndencia al acrecentamiento de la composición, hace p¿._ tc de las teorías y de las leyes tendenciosas descubie¡1u, ¡ror Marx. La economía política del espacio contempla dicha 196_ ría en su doble faceta: a escala local, a escala planetq¡i¿ (la del mercado mundial). A nivel local, al igual que 1q¿. industria, la de la construcción --€n el amplio sentidq ¿" la palabra, no únicamente la construcción de edificios, sino también de las oinfraestructuras>: can'eteras, autopistas, aeródromos, etc...- ha aumentado considerq[1.mente la composición orgánica de su capital. Otro tq¡16 sucede con la agricultura. Sin embargo, las inversio¡sg masivas y la introducción de técnicas modernas no ¡an llevado a esa industria hasta el rango de las industria5 ¿" prirnera fila. Ya sabemos que la mano de obra sigue q.rservando una gran importancia (capital variable enorrne. trabajos de explanación, utilización de mano de obr¿ tranjera). De ahí la producción masiva de plusvalÍa y"*el efecto considerable ya comprobado: en contra de la l¿¡¿ (tendenciosa) de la tasa de interés. Lo que otorga a dicüa producción un carácter específico y una entidad espeqi¿1. cn comparación con la producción agrícola ¡t la de lo, demás sectores anteriormente mencionados (economí¿ ¡opesadu .,, lítica de los productos industriales -industria de medios cle producción- producción de los bienes dL consumo, etc...). Sin embargo, hay algo aun más importante. La noq¡ó¡ de composición (orgánica) media del capital no concie¡-¡s únicamente las empresas, las ramas de industria tor¡¿¿^" por separado. Se extiende a las regiones, a los países y o las naci.ones. Aun cuando en contadísimas ocasione5- u" repare en ella en tanto que criterio del "desarrolloo y ¿"1 osubdesarrolloo, no cabe la menor duda de Qu€ es ssn noción la que proporciona de ella las características ¡16, 115 situado- tiene un carácter inmediato. A nivel global, por pertinenteS.Enefect<¡,rinc1ecuentasirnultáneamentedel -pro""so(tendencia iJi¡e;lal acrecentamiento de la com- ;;",;;tó"'',sáT:,?-{"tiÍ'i::Z':':f:{:!?ff tación' P"t""11:1:1", l:l""iffiüllse' d" composiciór, *"¿iu desigual' e capitales iu' t'u"'terencias ddesempeñan i1':ni"f 'l?';;). a otro' (de plusvalía) de ot'noá ? t'" t::ltoi mundral' pup"f constante a escala (cf H'Le' "" Sin que uuyu*u'-u '"tá"'i¿"tuT'"'t" análisis que abaroarte)' d'':t;';;;;;1isÁe' rrtima ^ *f febvre, Au-tleld' áctualidad' i*:; ca las cuestiones -á""tu'lu' !19 Tuyotconcepto: dicho de 'Ia nros subraru' unt'i'i^- "-tp"i¡oUao¿l a un el9: corresponde No media' composició, o'ga);; modo del "valoro (de abstracto.a extracspaciai, En rnento sino. a una localización' ináicá*Uio¡' "las'relaciones' y a" utilización confrontacioncs' ei mercado *""oi]i''1" a esa cscala' qtl"^I" fá'*u" o se desarrolian pcrecuacio,'"' -inv -oigánica j.sibles,¿if i'irmJi#i*'urJ'tl,:T^:10:ig";:J::i3tT u'ru¡''vr,*v lnvlslDles' rnedia pt"p:^1:l': otTti¿" v apremiantes, la cc ii "tt"ul"::T:t una comparaclon iru él hito, tu ."r"'"ttiI' del cala composición orgánica con los Estados r¡"1-á*' o.'ic América Latina es oital en tal o cual ;;;'d" Aflcá ! Las relaciones entre taja. ¡De ahí, "t Jilti'obl"rnut concretrzan de esta sectores y países t;;;;l;i"3:'^1.::, espacia'fi;Lil:3;:i:llT suerte en tanto q.," i"la"iónes ccc cs'pacio del ^i"' clo cl espacio geográhco t -De;;;.1i' io p o t it i. o, : I l:i 3 ¡, 3 ?"."'.',';:: t gutsa' 4 esta " ; i" osocio-político'' ; A esas alturas' er diniensión' su del espacio "ou'u'óáa se torna político' t¡alor de utilización"¿"f ltputio de un campues' con el cambio-de escala' :;;: g. Se trata, bio cualitativo..A :;;;;;i;" J J;l"i;;i' tiemPo ":ryll',:ff cot: se hace con un netario, el poder se ¿"'"ütiuit;;? d"Ttna un espacio o' p o derí o " i"" J' *'"á* -u:::9; rano y placeres' . -horario "rt"if"."t T') h uo" " * Repartición equitativa' (N' del 116 T #tJiTil ii;i3.il|'á # lanto estratégico y político, el espacio tiene una utilización inmediata, dlrectá (beneficios) e indirectas (estrategias). A ese nivel, a esa escala, las estrategias polític-as se sirven <lel espacio por partida doble: utilizan todos los recursos uricoso y se despliegan por todos los es,lc los "rpuóio, existentes. ¡lacios Las diferencias económicas en las composiciones de los capitales se ven abocadas a soportar diferencias amplificaclas. Es decir, contradicciones a nivel de las estrat"giut. El mercado mundial, que no se reduce al de las ¡n"r.urr.íu, v de las cosas y objetos, que abarca el de los capitales e, incluso, nosee en éste su principal comoonente, el mercado munclial adguiere una existencia concreta' .n cuanto la econornía política del espacio pone de -uT: liesto sus disnositivos sobre la superficie terrestre. El mercado rnunclial ocupa el espacio v se reparte en espa' cios bien determinadoi. Sn teoría entra a formar parte de la economía política del esPacio. 10. Esa teorla reconsidera a un nivel diferente unas clistiriciones ya conocidas: centros y periferias, significaciones v no significaciones. Las cosas y nroductos estudiados por la economía clásica cobran distancia v abstracción con respecto al esoacio así determinado al con' creto espacial. Las categorías económicas vuelven a cobrar entonces, en gran medida' el carácter concreto del nue disfmtaron .tttuño, cuando se vinculaban con las f.t"ttut desnlesadas en la historia con la ciudad' la plaza del mercado, el mercado central v el camparario' Ese congeo' cepto, el de concreto espacial, suvera el del espacio esoecializ.ado métri'co, el de espacio t}sual. el de espacio (económico; geográfico, etc..'). Pero a ese nivel,las oposi.iarr"* revelan las contradicciones que entrañan v tlisimutotalidadi.l^ ii"i"*ambio.utili zación, centro_neriferia, y, quizá: desmenuzamiento, homogeneidad-diferencia, producción-autodestrucción)' tL7 V. de con ninguno 11. El espacio concreto no coincide el analista' cabo a lleva él q"" Ios recortes o divisiJi"t "" sucesivos' 1. No es exacto que se tenga que escoger entre la reconducción pura y simple de todos los conceptos marxistas y su abandono puro y simple (alternativa propuesta por los dogmáticos, de entre los cuales destaca Paul Matick en su libro recientemente traducido: Marx et Keynes). El rnarxismo no constituye un bloque homogéneo. No más que el hegelianismo. ¿Acaso se debe escoger entre una noción de miras estrechas y mezquina precisión tal como la producción (producir toneladas de acero) y una noción amplia pero indecisa (producir signos, lenggaje, ideología)? No. De igual forma, ¿acaso se debe optar por un concepto riguroso, pero limitativo del trabajo (el trabajo mannil, eI trabajo productor de cosas, de plusvalía, etc.) o por un concepto o seudoconcepto mal definido (el trabajo intelectual, el trabajo ideológico, el trabajo político)? Tampoco. Finalmente, no es real que cada uno de nosotros tenga que optar por el conservadurismo o por el ..revolucionarismo". (¡Todo o nada ! ¡Todo y de inmediato !) ¿Ha muerto Marx? Pues, ¡viva Marx!... de niveles se concibe como "tt ""uoluimiento de producción unidades las En el nivei elemetttuf iÁi"to)' su importancia' {n el v las áreas de consumo conservan pllTh;t;i*"i"udo mundial (el espacio ;'á, (capaíses m.a1¡róimos' los -"o*posición tario) con sus co-pon"ntes capital)' del orgánica racterizados por "-tu tlitiutt las ciudades v las grandes #;;1, il;;;;;;r-"iu"r"t, '" urbanas. zonas '"'T;;l;; como las zonas urbanas desempetodo punto iudu u"' más importante desde ñ." #;tñ "i,'dud"' Considerade vista, y sus prool"Áu' '" "oé1u""-"t*nciales'para esLirnuproductoras' dos con respecro t^i*-}""ttas urbanos revisten una espacios los ffi* ; páiu rt""urlas, puede hacerse ex- importanciu d"ci'iua'-ista observación i""tiuu a los problemas políticos', en los Estados Unidos son Las dificultu¿"tlt"p"*ntes ^"t' g'u"- parte de las ciudades: inmúltiples; proui"t"" cotidiana insoportacontrolabler, iogoú"tttablás, de vida convertido en la conble. o ¡ Salvar h. ;i"d;des !o se ha ilq"en Bala,cada día más los dos ;t;;; ñiiil¡ ;" ú n"" cadu uno. de ellos pretendiendo partidos "rrt.",,tuáot, estrategia para conseguirlo' Los ár"rt* f*-Á"dio!l'la toda seguridad' problemas ,,o ,""i"i'o; 6;;i;ti;'' "ot'las relaciones de en en eI marco ,o"'uil iorli"o u"t"ul: sobre el conjunto de la produción ""i,teniá¡-repercuten i" it vida cívica v social' de iociedad, ¿"gtuauJil; creciy.de ias tasas 'tendencia a la baja de h ;;dJividadpóderes políticos siguen miento, cuando, áJ ftJo' los ináefi¡ida del crecimiento' apuntando . h ;;4;ié" ante t9t E:li1:t Si Europa pJ';;ü"er mejor-papel de años' ¿acaso uniáo, J"f-que hacía hace unas.decenas estado (relativamente) de sus no sería debido ñ;;;r"r ¿^" el J1' fue13s ciudades, I" ¿;;;;i;;il en .eipacio' " V *ááiot de producción' en definitilat a una productora, Lo que 2. La exposición de las razones que motivan una (economía política del espacio> viene a formar parte de una teoría más amplia: la de la producción del espacio. Puntualicemos: "producción del espacio,r, y no de tal o cual objeto, de tal o cual cosa en el espacio. El análisis o exposición de dicha producción difiere radicalmente de los estudios que pululan, que se las dan de ser <ciencia del espacio> y que, consecuenternente, no conciernen más que representaciones del espacio (incluidas en ellas las representaciones matemáticas) o fragmentaciones del espacio (el espacio institucional, el espacio de esto o de aquello, incluido el uespacio epistemológicoo). La teoría de la producción del espacio puede utilizar esos estudios divisorios y divididos, eü€ tan pronto tienden hacia el empirismo, como hlcja la abstracción; de igual forma, Ia economía política del espacio puede recurrir a Ia econo- ¿"i-Ltpu"io' más halaeüeña? f,"I;ffi; óritüf";u uiguttu zafarse de las consecuen' ;;ñ;i;;;" .1"J d; h ley de desarrollo desigua^' La producción del espacio ;l 118 ;l 119 general' etc"' siemmía urbana, a la geografía regional-o de un cambio fun-ción ;;" ;-;""áo ." ias inodifiqtt" ^centro' "tt se ha dicho Tal como "J""":";;;, ."bt"-i"á;, de del antropología concebir,una va anteriormente, se f""a" una sociología del espacio (v del espacio á"f ii"*üo), una arqueologia' una historia reserconsabidas las con uso' ;;"i'tü;'á, etc., haci"ttdo de la sociología' antropología' la de i;;;l;*Jtá¿.t sobre el camde la historia. Conviene ahora hacér hincapié centro de la bio de escala y ,oU.*-"i desplazamiento del cJ' Hall: r"i-"ió". Ci"Ut" tu ^"ttopológía del e-spacio' de E'I' (olsesas Ninruna L,a dimension cachéc, pp' 129 y ss') frevocabulario ciplinas,,, ateniénÁ"n#ui á"áugradablá enmascarar a ;;;¿*;"te utilizado, tiene derecho alguno más arnPlia' la exigencia -* -ia"producción tiende hov en dja a dome' á"1 "tputio las relacioñar la práctica social, sin conseguirlo' dadas corresponestrecha Está en ;;; á; producción existentes' productoras. supone la utifuerzas las de nivel ;;;"i; a técnicas exisy de las lf"""iá" ¿.las fuerzas producloras deintervecapaces l"rrt"r, la iniciativa cle grupos_ o-clases individuos de ;icula, ie"urñi""t la intervención ;;;; actuando escala' a .di,cha capaces ¿" portado"orr."üi,-obj"ti't'ot determinado' dentro de un -u."o tá"'tit""ional rep'resentaciones' y de ,"r, i"""ituUlemente, de ideologias espaciales. Tanto las ¿" ,Jpresentaciónes ;;;iil;;i"las representaciones torresponden a los como ideologías sociales iot -ende' a las relaciones que levantan se obstáculos á"lioal."i¿rr, e, á"óir, a losy posibilidades que ateante las fuerzas productoras las soran éstas. #tffi^¿;;;i;;i'o), ñffi;"^-i;; .i;;', 3. en su conSe descubrió la producción-del. espacio' confusa, hacia el año 1920 o' me- di.iJr, á" of v á" fotmu como i;;;;h;, ánia dé.ada de los 20' tanto en Europael des- Hrr"lgu extendernos nuevamente sobre época' de los antiguos moronamiento, ya total en aquella óomún, el espacio abslntido del cár".rpá"lo la perspectiva y soluto de los geómeiras y de los físicos' :,;A*;;¿". i4iíiliiiÁ sin olvidarse de Dios v el Diablo, del Hombre, de Ia Ciurlad ¡r la Historia, del Padre v la Familia, etc.). Hacia 192A, ernpieza la búsqueda de un nuevo referencial: Io .surrealr:, el lenguaje, el puro saber, el nartido nolítico... Sirnultáneamente, surgen clos escalas: el Bauhaus en Alemania, v la escuela arquitectónica en la Rusia soviética como dos hombres prácticamente únicos en su gé-así nero: Le Corbusier v F. Ll. Wright- columbran Ia pro' r]ucción del esnacio. Secrrndados por artistas (Kandinski, la línea cle horizonte, Klee), ellos mismos artistas v filósofos. los teorizantes del Bauhaus van más allá que los demás. Conciben Ia idea de aue los obietos (arquitectónicos, urbanísticos, pero también ornuebles") no nueden va ser producidos aisladamente, siendo el conjunto el resultado de un encuentro azaroso, cuando más. de una cuestión de gusto. Cada .obietoo (monlrmento o edificio, mueble o inmueble) debe ser percibido en su totalidad, en el seno del espacio, clando vueltas en torno suvo. captando detenidamente todos sus aspectos. Lo cual exige que el mismísimo espacio sea percibido y concebido, captado v ensendrado como si dé un todo se tratase. Los niveles v dimensiones del espacio, desde 1o global hasta lo más local (lo mueble) quedan suneditados a una concepción unitaria y una misma actividad productora. Gropius y Mies van der Rohe no realizarán más que obietos arouitectónicos (casas-torres) rrero han presentido las posibilidades nuevas que entrañan las técnicas (modernas". Hacia aouella misma época, los grandes arquitectos soviéticos suputan oue Ia Revolución va a producir un esfracio nuevo y, dentro de dicho esoacio, relaciones sociales totalmente nuevas, li' bres de los constreñimientos estatales, relaciones que nrG' ponen <condensar', unir a espacios eJaborados por ellos mismos. Su fi:acaso, es bien sabido, fue rotundo. ¿Acaso no lo barruntaban va ellos mismos cuando establecían un distingo, tal como nos lo muestra A. Kopp' entre lo que depenáe de la vida privada y lo que depende del, trabajo, de la vida pública v política, al proyectar esos elementos en lugares separados? ¡Esa vanguardia no proponla ni t2L 120 lo que llega' más ni menos que *trabajo-familia-patria,, de diversas maneras imprevistat' -y'.Bot ;;" bien se habían "--;";lir"rse ;i"t;":;;-;;;o" ¿" "ttou ! sin embargo' ttuv q:::o3bi?l ta percatado de que p;;-;;*t;r "idi social)'.Pol 1" ii "tp".l" (s.t^o"upación y su morfología solitario' éste genio Wright' i'ftv¿ Frant q"" J" i"nere a un esproducienrlo il"ii-"r"o, relaciones sociáles nuevas' (Broada*"tioiogiu espacial inédita pacio original n """ descubridores del espai""ooado--res' cre). De toclos el menos ",o' cio, el rnenos imporiante' el menos interesante' Corbusier' Le simpático, es, sin ;i;gd sénero de .duda' reaccionario autoritario Y ,u cuya retóri.u "t-"uti"t"t ""t al que se amoldará plecarácter rt"""át", f'i;:;;i;áta cle- la línea recta' riginamente: rigor d"i;;ói; recto v incluido: el sentido del dez en la verticalid;;:';L*illismo so ;t;.d., d"l orden -átol establecido o por establecer' ;;;r*t; P";"ó; de racionalidadá"esPacial' esu prodisiosa efervescencia? ;"t1;;-;;;;; teórico' el de la producción Cuando menos, "Á""p'o "" *-" espacio. del ha ido acre' {u'iupu"idad de produ-cir e1 espacioel se SiemBauhaus' desde centando d" for*a "xiraordinaria espa' determinado un hu" p'od''cido ;;;l;; J";;¡;e"; cirTal suelo' del cio, el ,ryo p,opi"; ;; it superficie meior' ¿ la luz del h;;" día cunstancia ." Un boom dt: las "o-it"-";; concepto clue de tui h""ho '" d"'p'"ttde' producir esfuerzas prodrr"toris p"tt"it" v-erdaderamente a toda clase de pacio. Dicha p'o¿*ii¿" p""<te recurrir aouellas que captan técnicas y a todas las ciencias' y aquellas que estudian o v utilizan las energías masivas' cibernética). La desutilizan enersías ,iiili", il"formáticá, ese anverso y esa contra' ;;;;i¿" de la naturaleza¿*tiene espacio' La automatización' #ü;t l. pt"¿""J¿" ptóattctoras v la alta tecnici|*.'ll*"i"-d; l;t-tu;t'ut con la producción 'del i"a, "ít" "i"*f"1"-ediatámente moáento, más bien servirfa para contro;;"i;;"po, lai el esPacio"lexistente' siggue-oscuro para no pocas Según parece, el concepto varias razones de existir' personas. r,'" ot"lrrJáu¿ ii"o" Parece como si el espacio estuviese únicamente marcado: jalonado mecliante iu ocupación y la población que lo utiliza. Lo que reduce el espacio social a la extensión arcaica del unólo, el de los pastores y de los nómadas, aquel que estudian los antropólogos, el que está poblado de especies animales. Esto viene a ser como hacer caso omiso de la transformación de la naturalezz y del espacio en el transcurso de la Historia, y de la importancia del fenómeno urbano. Viene a ser como ignorar la esencia del dominio sobre la naturaleza, dejándola reducida a determinados signos de dicho dominio (él mismo reductor v destructor, de ahí una reducción al segundo grado). Tanto en la práctica como en la representación,-la producción del eipacio conoce trabas procedentes- de las ielaciones de producción, y, especialmente, de la pro' piedad privadi del suelo. ¡La propiedad estatal no vale mucho más ! Es la sociedad entera, práctica y teoría, saber e icleología, la que queda retenida, comofrenada' El examen crítico v detenido de actividades que parecen, a primera vista, prácticas, a saber, la, construcción, la arquitectura, el urbanisrno, muestra bien a las claras en qué forma actua la reducción: Todo se reduce al suelo, ál plutto, al dibujo, a la provección sobre la superficie, ae ani aplanamiento e insipidez. Los famosos "partidos> arquiteciónicos, las supuestas opciones, implican esa previa reducción, puesta en evidencia por un análisis crítico y' no por una sistematización de orden "epistemológi-co"' L; propiedad del suelo trae consigo ese efecto sobradamenie conocido y sobre el cual no nos cansaremos de insistir: las rentas de alquiler. Tienen una repercusión en los puntos céntricos de las ciudades a veces realmente ,otpr"nd"rrte. En el corazón mismo de París, los inquilito. d" inmuebles, muy habitables a pesar de la ausencia de confort llamado *modernoo, ven cómo personas com' petentes y enteradas, les reprocha-n n9 pagar la "renta de situaciónl, ¡debido a que sus alquileres siguen siendo bajos ! Lo que justifica, según parece, el derribo de dichos inmuebles y su sustitución por edificaciones con despachos o con apartamentos de alquiler elevado. Lo que sig123 122 de fructuosas nifrca que los terrenos o solares son objeto tema' ¿Acaese sobre insistir inútil Resulta """tá"io"us. de la propiedad del suelo' el más ciudad en el p"tiiroro, no sería la ururallzación' de la generalizada? curso de su e*tensi¿,, y de la urbanización tu""t"d urbanan más o menos tupida En los arrabales, "r, puntos más apartados de Ia 1"" * ""if""¿"'huttu lospioductoras se ven demasiado campiña, tu, más "upuJá"des ;;iáil;;nte reducidu. u^po"u cosa. La rentabilidad fuerzas las de ;il;-;;;tponde al subempleo, irrisorio Las técp..¿""t"t"i, u tu caricatura-de las posibilidades' que f9r1 la circunicas ..modernas> no son utilizadas más el objeto-rey' h;¿;: para abrir camino al objeto-piloto' las obras menudo q-ue a el automóvil. Bien es verdad admiraresultan coches pu'o de los construidas para "1 prop.orcion* nT-*:^'::: ro q"i podría lt provrenen que á"i-átpu"io liberadá de las contradicciones y las relacio" del conflicto entre las fuerzas productoras que amplia más mucho ¿" producción, ¡a una "'calu ""r en tiemPos de Marx ! ili;E;;'Áat]"".t" ;i;;,;;;"áo 4.Lacontradicciónsevaahondando,pugs,entrelo pensamiento <utot,o l"ul.^ro que da lugar aI áploraóion de Io posible pianoo, p"ro potiüfü "orrt"i";di;ht que no posee por,cierto' eI positivisun caráctet concreto de ;;tra de ñ";;;]u abstracción' Eseenvuelco ;,;; muchas u hu""t mella todavía situación no ha [";;; decir' suele s.e como á" b,t"ttu-fe, tal ;;;;;; --ll"át" efectivo sigue siendo un espacio euclidiano' lleno "l "rpu"io homogéneo, vacÍo, u-*o¿o de1 espacio ptttot'u* .To' Ese espacio ins' de objetos, d" de Ia répresentación' 'el de los tecnóti"itáii"t¡íto, .l"osu!,-á" En tanto que cratas, no es un espa,cio iocial realizado' restringirse' a encerrarse sobre -m¿t instrumentalista, tiáá" u q"e lo reiterati"ol l:^1t*i: sí mismo, . oo "iililit embargo' en tanto que espaclo á;;;;"ánocido. sinproducido como tal' posee caracpráctica social, á. choque entre ""u v detárminados' Si bien el ;;;;t;""íficos clágeométrico t el espacio esos caracr"r". "rfJ.ifi;;; t24 sico (euclidiano) llega a producirse, si bien está permiticlo en el espacio soc]al, nb po. ello 1o define' ¿Cómo definir, pues, dlicho espacio? Es visual y fdlico' La dictadura J"f' á:o: el de Dios y del Padre, dcl Maesro y del Jefe' clel Pátrono y del Policía. Miradas soberanas cle la presencia estatal. Óontrol. Dominación abstracta de Ia naturailru qr" implica y clisimula la dominación concrcta sobre los séres humanos hacinados en sociedad. Espacio y len; g""i" ¿"f Poder y de la Voluntad de poderío' Espacio civii Imágenes y musculatuI *ltitut, *ur",riino y estratégico. mutuamente' se sostienen se y Fálico lo ias. Lo Visual pues lo Fálico conflicto, de ricsgo sin complementan, no lo Visual se de hecho, cuando, brutalidad, inteiviene con imágenes' de forrna trajo representación contenta con la los por encima.de. crigen se moiumentos Las torres, los y para decir llo insipideces, las de ,rr"lo, y zuperficies, il";"; u .ub"o alguna otra cosa, sino para poder controlar y vigilar mejor. Esas fuerzas rigurosas y vigorosas manii"nár, de esta guisa un tiernpo, el del ordcn (moral)' Transparente en apariencia, especular, especulativo' no tiene tudo d" inocente' También es él pro"rpuúo "u" según las miras y los intereses de los "productoilucidá, ."r", .íunáo, de hecho, dá la sensación de surgir del suelo Innatural para reemplazar equitativamente la naturaleza' cluso, u'u"".r, tieie las trazas de un espacio-de la energía vital y del deseo, cuando, en realidad, es el de las necesiclades filtradas Y cifradas. Las posibilidades frenadas, reducidas' no por ello dejan de eriocar otro sistema de producción' Ese término va recobranclo un vigor que tratan en vallo de restituirle pro' los dogmatizantes dél már¡smo' ¿Ctro sistenta de como ducciól? Sí, la producción de espacios tan diversos y los espacios naturales, diferentes los unos de los otros la peso el,que de su-matriz originaria. Cae por su propio p."a"."i¿" de oÉ¡etos en,el espacio no por ello -desaparepetirlo? Sin nin' i""". j¡."uto será necesario tener que<sistema de producde duda. Ahora bien, el ;;;;;;;; iión'"transformado no comportaría irnicamente la trans' 5. 125 producción' incluidas entre formación de las relaciones de propiedad del suelo' No éstas aquellas que ;;;;t;;;; ia y la gestión -áecle la-propiedad se define tan sólo u-i*u¿t prodtocción' sino también a colectivas de los ;di;t del estravés de la gestid;i; proiucción.*colectivasu en éste la pacio propiamen," ¿itttl'-rru"iendo intervenir en espacio social' natur al eza,r"p.oo.,Jiiu ; ;;itt-^da declaración en tanto qu'e integrada b ,éint"gtuda iras su por tanto' de otra forma de fuerza productora. Se trata,'d;i de los nerfeccionamiento producir y no únicf;;;;; g:tll.li su y de medios ¿" proa'-'"tiát',;; t" posesiónel nuevo (sistema Eil; lruia" ¿" i"t-ituttocariientos' sin el trastode producciOt' "o-po"áe llevarse 1- "ubo del escamiento de las reláciones' y' consecllentemente' pacio existente. puede La producción rlel espacio no que nt"-1^tt:::^?* su redlrccron' a debido Elló' quJ'"tfi"íi ailerenciat' desemboca en el espacio la que afecta" t";';;;;tilü;a;' 6. o d i f e re n c i al' :l " tl ?: i otro que eI cspacto ". neo específl.o tuittai fatico-) Io" "t fuerzas procluctoras' de las d.e muer te. n"at"Jü]t' tt*ttuí Destrucción de la ry::'"totiuf' pia"titu Retroceso a" fu un espaclo "d" se dispersa en leza en tanto qut ü urbanidad Reproductoras' i"; fuerias seudonaturur. p"'ti'íáió; como prcsentada cuanto es anterior' üilñ;"-!"a" Autodestrucción de la <(neo>. Autodestru;tó" nuclear' (estraproo""t o de ias potencias políticas vida social "r, o"u*'intiv'o" cansas de muerte' tégicas). f," de los realistas' EI es"*p-Jt;o-re' Y, no obstante, #';ü it-1*."t'sentencia de muerte del pacio visual-fálic;, ;;;""ttia la i* Historia" clc Dios' ¿LleL.,"rpo tras la d;'f;;;;;''J" de su sentencra' ejecución qará acaso et esfacio hasta la é*p"to significada? n " tt ?r" iir"; r o ut espaci :,"n:ri; La burguesía y el esPacio . Ante todo deseo precisar que no hablo en tanto que representante de la Universidad francesa, aun cuando tenga la cátedra de sociología de esa Universidad parisiense ha cle Nanterre que, araiz de los acontecimientos de 19óB' rec-oragradaría cobrado ,ro po.u fama. De pasada, me darles que lós estuüantes dé sociología de Nanterre habian recibido una enseñanza marxista' A resultas de la enseñanza que les había sido impartida, había quedado claro en sus mentes que no debían replegarse sobre una microsociedad contesátaria, a imagen y semejanza de los estudiantes de otros países, sino que debían atacat a la conjunto y, como cabeza visible' sociedad burguesa "rrlu al Estado. Eitimo que esa enseñanza marxista ha revestido una importancia decisoria en el curso de los acontecimientos que se produjeron en Francia en 1968' turrto que miembro cle la Universidad No hablo "n francesa, ni en tanto que delegado de una determinada institución, sino en nombre propio. ¿A título de qué me hallo aquí en estos momentos para di.rigiries la palabra? l;;"t un filósofo, pero no un filósofo en eI sentido en q"" fá filosofía se pretende ^(pura), asi como también plácáutosuficiente. Para mí, la filosofía interroga la el n! ii." to"iut y política; se esfuerza en auparla hasta .rr"t ¿"t leng.ta¡e, del concepto, de la teoría' En esa práctica actuallla arquitectura, el urbanismo, el problema de y el áe la ciudad, revisten gran importancia' iu "iui""¿u el nivel actual de las fuerz-as producAun hay már, ", tivas y á" trrt posibilidades lo qrle es menester interrogar' * IntervenciÓn en el Congreso Internacional de la Vivienda' y el en XXIII Santiago áe Cnl" ("i fi á"-ttpti"ryb¡e^de 1972)' (Caracas' el 20 Sociologla de t.tt"*u"iottul Instituto del Consreso de ñoviembre de 1972). r27 126 En pocas palabras es en mi condición de marxista que me dirijo a este digno auditorio; quiero exponer un unálisir teórico del capitalismo moderno, análisis basado en el estudio de los países desarrollados y centrado en los problemas del espacio. (Les ruego me disculpen que no -hable de Chile, de la América Latina: no estoy lo suficien- temente documentado acerca de sus pecuiiaridades.) Ante todo, deseo rememorar cuál era el método utilizado por Marx. Partía de los rasgos dominantes, los más generalizados de la época, de los rasgos más acentuados, para ir captando seguidamente las diferencias existentes. Partía dá los conflictos fundamentales para determinar y justipreciar los conflictos secundarios, derivados y coyuntutáI"r. Dicho método, que pongo yo en aplicación, queda arnpliamente justificado, por demás, debido a que este Congreso es un congreso internacional' Tiatando de expresarme con la mayor sencillez, me cabe informarles que deseo hablar brevemente acerca de !-rancia y de Europa, y lo quc altá ha acontecido de nuevo, y de algunas enseñanzas que se pueden sacar de tales Dejaré que ustedes saquen las conclusiones "orriirrg"o"ias. más pértinentes. Mi misión no consiste en dar lecciones a nadie. Francia, sobradamente lo saben ustedes, es un país industrial desarroilado, es decir, que las fuerzas produc' tivas han alcanzado en él un alto nivel, en el marco del sistema de producción capitalista. Y sin embargo, Francia no figura en Ia lista de los más poderosos países industriales. Tanto es verdad esta aseveración, que está en curso una modernización (económica, tecnológica, institucional), que permite estudiar y definir partiendo- de un buen ejempto ét neocapitalismo, dicho en otras palabras, el capiialismo de organización. No digo ei capitalismg 9rganiádo, y, posteriormente, se podrá apreciar que dicha diferencia reviste gran importancla' Francia también tiene carácter de imperialismo' No es el más poderoso. Desde los inicios del siglo xx, el imperialismo ha sido presa de- imperialismos más fuertes : inglés, alemán, americano. El rasgo más característico de Francia es Ia profunda contradicción existente entre la revolución democrátrca,Ia gran Revolución Francesa (con sus consecuencias: los derechos del hombre), por ,rnu parte, y, por otra, el imperialismo, la burguesia án tanto que clase dominante hábil y muy á.rra, el-Estado policiaco, la explotación de los trába¡aáore, frurr""r"r,1"-;;;;;explotación de los tr,abajadorei extranje.or, númlro, en Francia, rebasa los tres millones y medio. ",ryóEste conjunto de contradicciones quedó puesto de manifiesto en 19ó8. Aho¡a bien, he aquí otros aspectos de la realidad francesa. Existe en Frarrcia una capital enorme, demasiado grande para el país: parÍs. ta c itar atrae iodo hacia ella: los_hombres, los cerebros, la riiueza. Viene a ser un centro de decisión y- de opinión. En torno a parís, se extienden espacios subordinados, jerarquizados; pacios están a la vez dominados y expiotado, po, "ro, "r_ parís. f a Francia imperialista ha perdidt sus coloniai, pero en ella se ha instaurado una suerte de neocoloniaÍiJmo. La Francia actual abarca zonas superdesarrolladas, ,"p"ri* dustrializadas, superurbanizada-s. y buen número' tamb]e¡r de zonas cuyo subdesarrollo va en aumento, espe_ cialmente en Bretaña, y €t la zona meridional del pais.Examinemos ahora el problema de la vivierida en Francia. Dista mucho de estar resuelto por completo, dentro del sistema capitalista, tal como fo había'ap.rátuáo Engels en un famoso libro. Sobre todo de cara a^ los tra_ bajadores extranjeros. Siguen existiendo ,ro pá"á, cuchi_ triles, tanto en el centro de las ciudades ant^iguas, en los arrabales. A pesar de ello, una parte imfortante "o*o de Ia clase obrera francesa está rerativañente bien alojada; en los suburbios, con casitas individuales (utorrecitu, -odestas") y en lo que se podría denominar los ugrandes complejos" (grupos importantes de inmuebles co]r apartamentos de alquiler) que se alzan alrededor de las liudades de nuevo cuño y en los arrabales de las ciudades antiguas. En el curso del proceso acelerado de urbanización que tiene,lugar desde hace veinte años, gran parte de los trabajadores y de las clases medias hañ sidó alo_ jados de forma relativamente aceptable, pero sin inven- 128 ¡rco üE 9 al contrario' esa üva arquitectónica o urbanística' Muy la conlleva una degradación de de las expansión personas que- marco urbanístico'. Las i-áJ"i"áud"' trabajadoles' 1"11*: clan desperaiea¿a,, s;ütá i"¿t los imperado'."tt' ot"l^u ha que l'o I"-r.t á""trÁ ,,'Utt'os' económica' so- ;ñi;;;; extensión de las es lá segregación de la economÍa "itláá"t, cial, cultural. EI "t""i*ié"to ""ultitutivo pt-;a;t;;;s no ha provocado un desa- v de las fuerzas un menoscabo de la vida i;ü" ,"oá;ñil ;i;;;trario' a ser ciudades que han.esta- ;;;1.;;arrabales vienen trata únicamente de llado y se han ruáizado' Y no se- siempre va acomParís. La urbanizu"lO" d" ia sociedad urbana: desgapañada de una ¿"i"ti"t*iJn de- la vida ¿"-io, ;;;tt";, Privados a Partir d"repartloas :::-,T:: mento de todo aipo a" vi'dá social -Dersonas Eiste en este u:p-"::: de forma segregati;;'"i"'pu"io' v" la llamo y""."o:::":': una verdad"r. "o"iiu¿l""io"' la clase dominante v'el espacio. i;;;;;;;rte' ción del ql:.:"11t:,9;.n:t*:: Estado refuerzan i" "i"á"¿ en tanto irinio de dicha cl a s e do ;'i3 :"Jt:ffi ítirii"", i "i; t'r' "I crucaq' Ia estallar hace y d" to Estado ftuUituttt"t de los suburbios' en Es al pensu, "o-"ll' por l-o ql" hablo-en un la segregación, en uiáitfu*i"nto' No se trata de libro acerca ¿et "deie"ho a la ciudadu' sino de un fu u"""p""ü" j;ídi"," del término' un derecho estipulados en la-cé"n derecho análogo u-to' qt'" eryda1 Hombre' base consdel Iebre Declaración ¿" fot^O"t""hos no son jamás titutiva de la demi";i":-E;;s derechos uno constante' literalmente ",,mpl1dot, pero .se r3fere Ia sociedad' La de mente a ellos putt'ii"n"iiia situación se ha visto comdel Hombre Declaración a" los O"t"chos del niño' etc' Yo he ia pletada con los ¿"t""ttát-¿t mujer' uel derecho a la u propuesto que se;;dÑ a la diferencia"' eI"'u"lista: 'd"recho ciudadu, uri diferentes pue' los y en "o*o'iuliülZ" etnias árr"*ntes-"r ü]fiffi"iá, las sociedades mo blos que .orr.r,,"y"l', "" "'ptóio' á;;-nai t la socieáad a escala- planetaria' cleciente malestar que se del Pasaré ahora u htblar Ft;"i;'-A ttuu¿t ¿" la prosperidad capita' ffiil;; manifiesta 130 "" lista relativa y en el acrecentamiento de la proclucción (lo que se denámina: la sociedad cle consumo)' existe mu.io'd"r.otttento; innumerables personas se han puesto a habtar acerca de la ucalidad de la vidao, tanto en-las iilui a" la oposición como en los qartidos que se-hallan pode.' Algunas de éuas hablan de la cali;"p"ilt;il de querer ¿a.á det espacio; otras, liegan hasta el extremo (cambiar -*JV Ia vidar. q"¿ significa la calidad del espacio? Esa idea reo,r"luu li antilr.ra idea de una calidad arquitectónica'.de una calidad de la construcción; ha adquirido un sentido es la idea de un espacio social elaborado' "rat ^-pfio: y logrado, en una palabra, apropiado' Y lo tlt ".*pi":á por la técnica y por el influjo político' lo "alá'¿i*¡"adó que correría paiejo con ei "cambiar ia vidau' A la espera il-";; caU¿a¿ déI espacio, imperan una inquietud'.una el antiguo n.ut or"o"upación que ya no se contenta con noticia, de y una ahora aqui sran há iiu"rut. f,;;ñ; e¡no estoy seguro, dado que algunos lrryu """"lencia incluso, qn" á t'átu dt una mala noticia' El pueden "rrárrtrun, crecimiento económlico y el desarrollo social no h.a vese f""¿irse entre sí. Durante largo tiempo Va direcciones íi¿o"oti¿""tificando el crecimiento en todas sus desarroeconómico, tecnológico- con el -áL-ogtafico, llo sociil cualitativo. Se les ha identificado el uno con el Loo, p""tundo que el crecimiento aportaría el desarrollo' o temprano Io. cualiá"" i; cuantitaúvá aportaría tarde áti"o. Ahora bien, lo iuantitativo no aporta lo cualitativo de drsmás que tras puesta en tela de juicio y en estado decir' es ¡punto ro secuela de una crisis; po"iUifi¿u¿, 'y "ót ! La ideología del crecimiento se ha vis' umbral de muerte; otrora, se creía, con optimismg teio herida "iíti"o. crecimiento indefinido de la produccign L-* la "f "" ""t, productividad: siempre mayor número de automovrles' siempre li"-or" mayor número de aparatos de otelevisión' de máquinas de de.lavar ¿" máquinai ;;;;ilÉ;; que optimismo' mismo el Se conjeturaba, con o tempra"ulá"tut. dicho crecimiento económico aportaría, tarde y materiales nicesidades: ;;;-t loi""io" de todas las 131 (espiritual€s), tal como se suele decir' Ese crecimiento debía verse amparado por los partidos de izquierdas,-caso de que la burfrresfa y los partidos en el poder-tuviesen siempre siguiendo la misma queieder ,r, p,r"tto. 5" "t"ñ, *tá"ter favorable de las empr€sas gigan' üeologla, y "tt-"I tes, en-el'carácter benéfico del crecimiento demográhco desmova se técnico. Esta vasta construcción ideológica ronando lenta, pero implacablemente. ¿Debido .a qué? como consecuencia del malestar urbano, de la destruc¿e la naturaleza y de sus recursos, debido a los-blo"iJr, qrráo. de todo tip-o qúe paralizan eI desarrollo social' inno impiden eI crecimiento económico' dl,rro ".r"rrdo De tal suerte que desde,hace algún tiempo' algunos meses, uno o dos inos cuando más, el antiguo optimisrno ha da'do paso a una ideología milenarista, apocalíptica' angustia si alcan¡No pocas personas se preguntan con ! zaremos el año 2000 Sumad a esas preocupaciones las del medio ambiente' reales, aun cuando secunde la polución -Jenómenos a echar mano para ca' que acostumbra se dariosi de los *"nui lo esenc-ial. Pensad en la crisis del productivismo, en el hecho de que la ideología productivista va a acabar desapareciendo en los países "desarrollados'' Proceso procontiadictorio, pero no es menos cierto que se está duciendo como un cambio de dirección, una suerte de ya es inflexión. El crecimiento por el mero crecimiento, ahora, en estos momentoJ, un criterio ampliamente rebasado. Y ya se producen transformaciones de gran i*po-ttancia, más o menos relacionadas con ese cambio de orientación. -en una teoría de 1a ¿La economía política? Consiste prof,ucciOn industiial, del c-recimiento, de la repartición economisi-¿" tu transformacidn de los productos. Los logramenos modelos de crecimiento más o i"t diferentes los "f^U"tun a trancas y barrancas ;;t,;;;izando el equilibrio monetario' la exupleno empleou, t"-atot"t,-"f pansión. ¿Qué es ahora de la economía política? EIIa tamde bién atravi"ru po, una verdadera crisis' Los modelos se política crecimiento se desacreditan' La economía 132 transforma en una economía política del espacio. Deseo hacer hincapié sobre estas últimas palabras. No se trata ya de una aplicación al espacio geográfico o geométrico, ambiente vacfo, de modelos económicos abstractos que afectan a la producción de las cosas, de las mercaderías, de los bienes de consumo. La economfa polftica se va convirtiendo en economía polftica del espacio. ¿eué significa esto? En primer lugar, Ia conversión en bienes muebles del suelo, del espacio, cuando, antaño, se hablaba de la riqueza uinmobiliaria". El mercado de la vivienda se está generalizando. EI espacio, es decir, el volumen, es tratado de forma a convertirlo en homogéneo, a que sus partes sean comparables y, por ende, intercambiables. La construcción deja de ser una rama de industria secundaria, un sector subordinado de Ia economía. Se convierte en sector primordial, de primera fila. Ya no desempeña únicamente el papel de feed-bacft, de equilibrio, de nuevo empuje, sino también un papel estimulante en el seno de la economía capitalista actual; se convierte en una rama esencial de la producción. Me permito insistir en cada uno de esos diversos aspectos. Digo que el mercado de la vivienda se va generalizando en Ios grandes países capitalistas; eso viene a significar que el espacio, en esas zonas, es tratado con miras a hacerlo homogéneo. Y ¿por quién? Por los constructores, los arquitectos, Ios promotores (llamamos de esta guisa a los individuos que disponen de capitales y toman la iniciativa de llevar a cabo construcciones rentables). Las partes del esoacio que quedan desmigajadas de esta suerte se convierten en intercambiables. La subordinación del espacio al dinero y al capital acarrea una cuantificación que se extiende desde la evaluación monetaria y Ia comercialización de cada parcela hasta la totalidad del espacio. La proptedad del suelo, de origen feudal, tanto en Francia como en el resto de Europa, se vio otrora desquiciada en tanto oue propiedad feudal por Ia gran Revolución Francesa (1789). Desde entonces, vuelve a constituirse en tanto que propiedad capitalista del suelo agrícola. Ese proceso se acelera y se convierte en 133 at propieclad capitalista de la totalidad del espacio' Al-proaún se dice en Franiioii"*po,ló uinmobiliarioo -como es decir, se conmuebles, ii^- t"- convierte en bienes vierte en riqueza mobiliaria, arrastrado Pol eI $ujo de los interca*iior, por los flujos y reflujos dei dinero.y áel capital. A la ve? tambiétt,io q-,t" complica no poco la cuestién, el espacio edificable, otrora abundante' se tor' na cada vez rnás escaso en la proximidad de los centros o núcleos de población. El espacio pasa a formar parte de las nuevas y modernas raridades' Esa raridad, mante' iiA" v utilizada, en torno a los núcleos urbanos permite .m. *tp""*lación desenfrenada' ¿Acaso es necesario añaáir q"; h rariclad del espacio corre pareja con la cre;i;"¿ escasez de recursoJ y de bienes antaño abundantes: el agua, el aire, e, incluso, La !uz? Por supuesto, semejante análisis debería tener en Cetárminados faclores demográficos y técnicos, así """"iu to¿. tipo de fenómenos. Dejémoslos por ahora al "tÁ. *urg"tt de lá cuestión. Llegamos a una idea esencial: se ha mantenido a través de la conquista ya mucho tiempo "ípitutitmo "l V ¿"-fu integración del espacio' Hace di ser un ámbito geográfico paá".1i "tpucío ha dejado áuo o ,rri á*bito gebmétrico vacío' Se ha convertido en instruntentalista. Por descontado, no hablo en estos momentos de los cosmonautas; la conquista del espacio interplanetario anui"á u renglón seguidd de la del espacio terrestre; eI globo del límites helo de cánquistá ha desbordado los t"rráq.r"o. hiiistamos sobre dicho punto para que qrrede adelanilufr"""," esclarecido: en los países industriales apoderáninicialmente ;i capitalismo se mantuvo ;;á;;;'¿" lai formaciones precapitalistas' enajenándose áái" ,rr-"spu"io al amparo cle sui puntos de apoyo: las grani"¿"tttiales. No existen, jamás han cxistido' á;t-"-;;;tut ^*itt"tttut de producción simultáneos' tal como Io varios ;;;;;;rü escuela eistructural-funcionalista de Althusser. persisHa habido y aún hay, en el seno del capitalismo' vinculadas precapitalistas' t"""ia de rllaciones' sociales p-pi"áu¿ privada del suelo; ha habido' aún hav' ;;ñ 134 integración de esas relaciones precapitalistas aI capitaIismo, tomando siempre Ia propiedad privada del suelo como medio y base. Consideremos ahora la cuestión de la agriculttrra. En los tiempos de Marx, únicamente Inglaterra posela una agricultura capitalista. Hoy en día, en Francia y en otros muchos pafses, basándose en el fundamento iurídico y práctico de la propiedad del suelo, Ia producción agrícola se ha transformado en un sector de la producción industrial, por tanto capitalista. fnversamente, ésta tiene muy en cuenta el conjuntó del suelo cultivado y se adapta tanto a los recursos económicos como a las necesidades técnicas de dicho conjunto. La integración de la agricultura no se ha operado únicamente a través de la constitución de grandes explotaciones destinadas al cultivo de los cereales o a la cría de ganado; también se ha realizado a través de numerosas explotaciones pequeñas, en cuanto a superficie, pero que precisaban no pocas inversiones: fruta, productos lácteos, hortalizas, productos tempranos y viñedos. Examinemos ahora la cuestión que atañe a las ciudades. En ellas imperó también una realidad histórica, una formación social precapitalista: parémonos un momento a pensar en Ia urbe antigua, en la ciudad del Medievo. El capitalismo se ha apoderado de ella, maneja a su antojo la ciudad histórica según sus exigencias económicas, políticas y uculturaleso. La ciudad, actualmente desperdigada en arrabales, en zonas periféricas, en aglomeraciones satélites, se convierte a la vez en centro de poder y en fuente de inconmensurables beneficios. La aglomeración urbana ha dejado de ser tejido intersticial, contexto pasivo de las grandes empresas: de hecho, es parte integrante de éstas: proporciona los incontables servicios, transportes y medios de acción de los que no pueden prescindir dichas empresas. En la ciudad moderna existe un verdadero consumo productivo del espacio, de los medios de transporte, de las edificaciones, de las carreteras y calles. En dichos menesteres se utiliza una inmensa fuerza de trabajo destinada a la conservación y a la constante alimentación de las máquinas. Descle mi punto de vista, 135 de este éste es uno de los secretos, si me puedo expresar de fuerza La cápitalista' prosperidad ;;á;, ¿"-iu u"t,tul espadel conservación pioducción.y. ia i."ü"iÑtmada en decio, en ios transportes', en la muliitud de actividades pot lo general, mal retribuida useriicioso, "r, capital "oái"u¿"t v. por demás, escasa la composición orgánica. del de la partiendo cabo a aún lleva se ello invertido. Todo proAl il"t" i"ti¿i"a y práctica de la propiedad del suelo' va queda se nio tiempo, tó que de la ciudad his,tórica correspon' á"etu¿utdó; el cbnsumo del espacio. histórico capr' á"-" l" producción del espacio capitalista' pero,el a condic'tón' . talismo ?estruye de esta guisa su propia contradicción ;;t;;;1" ;t"daá como centio de decisión' eépacio, ya lo he dicho anteriormente' del --¿ü la ;;tí"rrttrrtu *ás Ia ciudad? Esto representa ya y.la conquista la totalidad del espacio. Esa tesis sobre del espacio puede controlarse a través del lenguaje marxis"toJ""li¿" il;ilit-'á; tut r,r"t,ut productorasto(elquedan vinculadas l"l. E*t fuerzas produ^ctoras.yt aull empresas' las a puntos determinados y aislados: gran imporl"I"á" ái"fr" localización siga conservando la totalidai iá""iá. Las fuerzas productoras conciernen primas' influjos diu""o', energía, materias üó;"tt: iott"óio""r, ,"'d", de distribución-de los productos'siguienPlanteemos, si me lo permiten, el interrogante manhay-a se capitalismo el te: <¿Cómo es posible [ue clase industriales',cuando.la pui'"t tenido en los gtu"á"t y las crisis las cuando suya, obrera estaba en contra destruirle?" a tendían ip.t ¿r desencadenadas) ;;;; claros: Dicho en otras putubtut y en términos marxistas reproducción la en opera se y cómo ;;C¿;; se ha operado Digo bien: de las relaciones ,á"íuler de próducción?oproducción y t"pt.á*"ión de las relaciones sociale's dey- humanos de no reproducción de los medios materiales plantead-a más oroá,i".i0". Esta Á t'ou cuestión capital' de ü publicación de un capitulo inéditopro;i;#;;;'d;;á; este columbrado ni-c"p¡lil, á" "l ",,ál Muo habla su vez.otla pr:qP? a encierra pregunta tí"*". Dicha jcuándo v cómo deja de existir la lu ,igui""i": il;;; reproducción de esas relaciones sociales? ¿Cuándo )'cómo se producen nuevas relaciones sociales? A esos interrogantes existen ya respuestas sobradamente conocidas. Unos opinan todavía que el capitalismo se sostiene gracias únicamente a la presión ideológica, gracias a aquello que algunos denominan: el aparato ideológico de Estado. Otros afirman que las nuevas relaciones de producción se instauran a través de la vía política y están constituidas por medios políticos. Ninguno de esos razonarnientos llega a satisfacerme plenamente y rogarla que reflexionásemos acerca de ellos. Según mi criterio personal, las relaciones sociales en el seno del capitalismo, es-decir, las relaciones de explotación y de dominio, se mantienen por y en la totalidad del espacio, por y en el espacio instrumental. Volveremos sobre esta cuestión más adelante. Por lo que se refiere a la política en tanto que tal, ésta jamás ha constituido y mantenido más que relaciones políticas y, en modo alguno, relaciones sociales; ésta es la esencia misma de ]a crítica marxista de la filosofía hegeliana del Estado y de la tesis heggliana sobre la clase política. Limitemos nuestro examen al capitalismo. No se ha contentado únicamente con integrar el espacio previo, insiriéndolo dentro de su extensión; ha instituido sectores de nuevo cuño, insiriéndolos dentro de su expansión. El ocio se ha convertido en Europa y en los grandes países industrializados y en vanguardia del progreso, en una industria de importancia capital. Se ha conquistado para satisfacer el ocio el mar, las montañas e, incluso, los desiertos. l,a industria del ocio se conjuga íntimamente con la de la construcción con el fin de prolongar la ciudad y la urbanización a todo lo largo de las costas y en las regiones montañosas. En estos precisos momentos, estoy .éntregado al estudio, en colaboración con Mario Gaviria, de esie conjunto de fenómenos en España, y tengo el firme propósito de proseguir dicha investigación en otros m,tctoJ palses. Esa industria del ocio se extiende al espacio no ocupado por la agricultgra y la producción ináustrial clásicas. De cara tanto a los arquitectos como a 137 13ó los urbanistas, dicha industria del ocio reviste un interés que queda aún por evaluar. El ocio requiere determinadas cualiáades por parte del espacio. Decenas de millones de europeos, entre ellos un gran conting€nte de obreros, se dsplizan'desde el norte hácia el sur de Europa, teniendo por objetivo España, Italia, la zona meridional de Franiiu. S"-ptt"de décir con visos de raz6n que abandonan el espacio dedicado al consumo, a saber, los puntos.de riqi"ru capitalista (I-ondres, Hamburgo, París, etc') para átr"gutt" al consumo del espacio: la playa, el mar, el sol, la nieve... Esa exigencia cualitativa acarrea una consestrencia de sumo interés tanto para los arquitectos como para los urbanistas: da la impresión que -sea sobre todo án las ciudades dedicadas al ocio donde la arquitectura y el urbanismo modernos hayan producido realmente álgo ,r.t"rro; no gran cosa, y más caricaturesco que log*do, pero, así y todo, se puede apreciar en esos lugares ún intento de apropiación cualitativa del espacio que entra en abierta contraposición con el carácter cuantitativo que domina Por doquier. El desgarramiento de las ciudades históricas corre parejo, de hecho, con la urbanización generalizlda- 91e ,ro tlpt"t"nta más que la degradación de la ciudad histórica y a la que se puede clenominar su nruralizaciónu' La urbanizacién generalizada no ha generalizado únicamente la especulación llarnada inmobiiiaria; no únicamente ha ,"ruüo para respaldar la comercialización del es' pacio; ha provocado, en el lugar mismo del rebasamiento áe la'relación ciudad-campo, un magma, un caos e:r los qrre la ciudad y el campo llegan a intrincarse de forma harto confusa. Es, por tanto, trna rterdadera conquista del espacio terrestre lo que se lleva a cabo, pero partiendo ile la propiedad del suelo y de la manera prescrita por dicha propiedad dentro de la descomposición' De tal éstado de cosas, se desprende una consecuen' cia, o, para hablar con mayor prop-iedad, una implicación de'suma importancia: una nueva forma de planificación' la planificaclón espacial. Dicha forara de pla'ificación va más allá de los antig.tos sistemas de ptranificación a tra- vés de las materias y balances-materias; va más allá de las técnicas de planificación a través de balances financieros; se integra dentro de una estrategia y de una práctica más globales. Esa estrategia de planificación está bastante avartzada en Francia. Se calcula con cierta precisión las trayectorias y los flujos de las materias primas, de la energía. Las máquinas dedicadas a la misión informática permiten igualmente prever las redes de evacuación delos productos. Se pueden localizar de esta suerte las empresas tras investigaciones operacionales llevadas *,ry ulotdo, por ejemplo en Fos-sur-Mer, cerca de MarseilL, en Dunkerque a orillas del Mar del Norte. Sobre todo, se reparte la clase obrera según cánones espaciales; se la manipula de esta guisa de una forma que hasta estos momentos resultaba inconcebible. Yo podría demostrar cómo los mecanismos y las trayectorias de la plusvalía se van tornando más y más complejos' La plusva' Iía no se realiza ya allí donde se produce, se reparte a escala mundial en función de la estrategia de las po' tencias económicas, financieras y políticas. La producción, la realización y la repartición de la plusvalía conciernen de esta forma el'espacio planetario entero. Por tanto, es bien de una economía política del espacio de lo que se trata. Las cuestiones que conciernen -la produccióf de cosas en el espacio no han desaparecido, ni mucho menos, pero los problemas se desplazan' Se pasa de la producción de las cosas en eL espacioa la producción del espacio planetario, esto envolviendo, supo' niendo aquello. Se pása de la contemplación clásica de los lugareis de implántación industrial a la totalidad del espacio. De ello se desprende que el espacio se torna estrátégico. Por estrategia entendernos que- todos.los rede un determinado espacio dominado políticamen",rrro--, te sirven cle medios para apuntar y alcanzar objetivos a escala planetaria e, incluso, más allá de ésta' Las estrategias llobul"t son a La vez económicas, científicas, culturales, militares Y Políticas. .Antaño, se creía con Marx que el capitalismo toparla con las trabas opuestas a las fuerzas productoras a tra139 138 - vés de las relaciones de producción y de propiedad' Se creía que los capitalistas eran incapaces de asegurar el crecimiento económico y de proporcionar a la producción industrial el menor atisbo de organización' El pensamiento y la acción inspirados por el marxismo se proponían uriutt"a. de manos de la burguesía la producción industrial con el fin de asegurar el crecimiento' Hoy en día, la burguesía no ha logrado, en forma aIguna, tonstituir una sociedad capitalista coherente a esóala hundial, un verdadero capitalismo organizado; sin embargo, ha logrado establecer un capitalismo de organizaciones que consigue, en gran medida, dominar y mantener un mércado mundial, frágil, amenazado en el plano monetario, pero siempre presente e, incluso, henchidor' A modo de base para su acción, la burguesía y el capi talismo tienen una forma de propiedad inherente a las relaciones de producción: la propiedad del suelo' Muy iejos de constiiuir un obstáculo para el crecimiento dentá ¿et marco del capitalismo, la propiedad del suelo ha supuesto su punto de apoyo y, no obstante, destina- dicha so"i"dud a tr, .uos espacial acerca del cual mucho desearía yo se parasen ustedes a reflexionar' Las clasei actualmente en el poder tratan hoy en día por todos los medios de servirse del espacio como si de un instrumento se tratase. Instrumento con varios fines: dispersar la clase obrera, repartirla en los lugares asignalos diverso-s flujos, subordinándo. pa.a ella -organizar doloi a reglas inStitucionales-, subordinar, consecuenel espacio y retemente, efespacio al poder -controlar la sociedad entecnocrática gir de fórma ibsolutamente capitaproducción de relaciones las í"ru, "orrr"rvando listas. dominantes? Yo ¿Acaso lograrán su objetivo las clases aparecen nueque constantemente a digo que no, debido yo que denomino las aquellas Son va"s cóntradicciones. exactamente que son ya y no espacio contradicciones del por analizado histórico el tiempo err iur q"" imperaban ¡ufá.*, desples de Hegel. Existe una auténtica contradicción entré la capacidad técnica de tratar el espacio de 140 forma global y el desmenuzamiento del espacio bajo forma de parcelas tanto para su venta como para su intercambio. Es la forma tomada actualmente por la contradicción existente entre las fuerzas productoras y las re" laciones de propiedad. Otro tipo de contradicción del espacio, que ápenas si ahora se empieza a poner al d9scribierto,-es lá contradicción entre el movimiento, los flujos, lo efímero, por una parte, Y, Por otra, las consistencias, Ias estabilidades, Ios equilibrios buscados delibe- i radamente. ¿Es posible que se pueda arrebatar a las clases dominantes ese instrumento: el espacio? Quizá sea posible, pero siempre y cuando se plantee la cuestión con toda ilaridad. y abiártamente, es decir, en función de realidades nuevas y no en función de los problemas de Ia producción industrial planteados hace ya más de un siglo' Quizá, digo yo, pero siempre con la condición de elaborar una estrategia adecuada. Y ahora, he aquí algunas conclusiones inherentes a dicho análisis. La cuestión de la vivienda tratada por Engels, hace de ello más de un siglo, se ha ido modificando no poco; se convierte en una parte de la cuestión tlrbana,-la cual a su vez, se transforma en una parte de la cuestión del espacio. Todas esas cuestiones no pueden resolverse más que a través de una cuestión y a través de una apropiación colectiva del espacio. Lo que queda ligado, por una parte, a la propiedad del suelo, y, por otra, bien tenemos que reconocerlo, a la gran estrategia planetaria. Los movimientos de diversas Índoles de los usuarios (incluidos entre ellos, según los países, las reivindicaciones referentes a los alquileres, los transportes, las expropiaciones, etc.) forman parte integrante del movimiento político general; sus problemas forman' por tanto, palte ie los póbl"mut políticos inherentes al poder' ¿Quién detenta el poder? ¿Y con qué fin? Estoy, por consiguiente, de acueráo con que todo movimiento de usuarios contribuya a la toma del poder por parte del pueblo, en nombré del pueblo. Pero, ¿el poder para hacer qué? ¿Acaso t4t trata únicamente de llevar a buen término, para y con Ia clase obrera, Ia lucha de clases? De acuerdo' por supuesto, pero, ¿y después? ¿Es que tan sólo se va a tratar á" i""i"*"tti.i lu pioducción, de repartir mejor las oren' la i*', t"f ;.*o ,.rá" decirse i,oy "t día,.de planificar pero el es' así Sí, producción con respecto al consumo? su finalidad' á;;;;;u;-no conlÉva en sí su verdadcra se sentido real. ¿Detener el crecimiento pura y simplemente? Esto resulta imposible. Lo que sí es necesario' es orienlarlo al propio tiempo que se- trata de limitarlo; se le i"U" oti*tai hacia el desarrollo social cualitativo' hincaYa sabemos -eIme permito repetirlo, haciendo -y desarrollo y el crecimiento no siempié en eilo- q.te ire coinciden, que el crecimiento no significa. automática-la mente desarro[o. Por lo que se refiere al desarrollo'que op"ti"""iu y la historia nos enseñan sobradamente soy de relaciones no^ existe créación de formas sociales apropiado' espacio un sin creación de ciales --- forma de vivir? ¿"1-.-"uliau¿ de la vidáo? ¿Otrapero ello no puede por supuesto, Sí, ¿.c"urnüiut ia vida'? espacio enfocarse más que to-*¿o en consideración el aquí y la creación excluir sin planeta, | ü i.t"fidad áel ^apropiados, cuya apropiación a| su.s; acuilá de espacios oe traerse a la propiedad podría servir pertectamentepuno"ntio ie una éstrategia, opuesta en todo "l"*"it. ;ü^il;;i;"ñ'Ñf;, podría ei'o?'t'u' favorable acosida un provecto global' En Francia' la CFDT se-muesqlue la cGT a esas cuestiones' lo que ;;;;; de auforiza a decir q"" a movimiento obrero dispone ";;"ibi" y que dicha vanguardia afronta ya' no "u"g"ardia ""u ¿igclltádes, los nuevo-s problemas' . ri" gtá"á"s colectivas del espacio planIá posesión y la g"tiiótt -una condición -previa :-la supresión tean, e'viclenteménte, Todavía no á;l; ;;";ie¿a¿ deÍ suelo. ¿En qué- forma? La socializa' adecuada' ;;; i.gü¿" dar con la fóirnula desastrosos' dado ;td;;;;;rt" d"l nitua" da resultados absolutos clel prout Brtu¿o los derechos ñ;;;;íili" bien mostrado ha s.uelo ñ;"ñ. La municipalización.del limitaciosus como inconvénientes $ '¡ ,i g v 4 ti a las claras tanto sirs $ 142 ,ü :: ,iü nes. QuedarÍa, por descontado, la socialización, es decir, que el pueblo en su totalidad, transgrediendo las relaciones de propiedad, ocupase y se apropiase del espacio social. ¿Acaso serfa, hoy en día, una consideración utopiana? (llamo yo utopiano, poniéndolo en contraposición con utópico, lo que no resulta factible hoy por hoy, pero que puede llegar a serlo el üa de mañana). Partiendo de dicha perspectiva, ¿cuál es el papel que deberá desempeñar el arquitecto y cuáI será el dei urbanista? Tanto el uno como el otro son productores de espacios. No me refi.ero aquí a uproducción arquitectónicau. Lo que quiero dar a entender es que no son únicamente abastecedores en el rnercado y para el mercado de la construcción. No pierdo de vista, desde luego, que no son los únicos en producir espacio; existe todo tipo de agentes de dicha producción, desde los planificadores, los banqueros, Ios promotores, hasta las autoridades administrativas y po' líticas, hasta los obreros de la construcción y los usuarios. Tanto los arquitectos como los urbanistas operan en el marco del sistema de producción existente, pero desernpeñan en éste un papel esencial; sobre elios descansa el futuro del principio según el cual el espacio tiene un valor de utilización y no únicamente un valor de mero cambio. Hoy en día se va esbozando una posibilidad: la de una intervención del arquitecto relativamente bien deíinida. Entre el inmueble y la casa o la torrecita, la parce' la de terreno como encuadre &¿ la construcción, por una parte, y, por otra, el conjunto urbano'ampiio y complejo a cuya escala intervienen los ingenieros, los especialistas técnicos de la circulación, existe un nivel intermedio. Es el nivel macroarquitectónico y microurbanístico; ya no es exactamente el del pueblo, y aún no ha alcanzado todavía el de la gran urbe. A este nivel se pueden situar los estudios e investigaciones llevados a cabo por algunos de los arquitectos, desde mi punto de vista, más eminentes de nuestra época (por ejemplo, Constant en Amsterdam, Ricardo Bofill en España) y los de los sociólogos, tal como Mario Gaviria. Tengo interés en hacer 143 7 La clase obrera y resaltar el hecho de que esas experiencias arquitectónicas no hacen ascos a los procedimientos antiguos, artesanos y tradicionales de la lonstrucción. Los materiales tales lo*o la piedra y el ladrillo, las técnicas tradicionales siguen siendo utilizados por ellos. ¿Prefabricación? ¿Coor' áinación modular? De acuerdo, pero, ¡mucho cuidado ! No utilizar a no importa qué precio y bajo no importa qué condiciones, so pretexto de modernidad las técnicas de más reciente creación. Me parece primordial el hacer hincapié sobre este particular. el espac¡o " l ! 1. ¿En qué situación se encuentra hoy en día la clase obrera en Francia? La respuesta a este interrogante no resulta fácil más que para aquellos, aún bastante nu- merosos, para quienes ula clase obrera> es uoa entidad socio-polítrca abstracta. Creen conocer a fondo eI con' cepto de dicha entidad, cuando, de hecho, no poseen de ella más que una mera representación. Para dar una cumplida respuesta a dicha pregunta si es que desea uno contestarla, nada mejor que las investigaciones <sobre el terrenou, las comprobaciones auténticas empÍricas. Sin embargo, tanto la descripción empírica como eI análisis estadístico implican o introducen siempre conceptos. La discusión de siempre: el positivista más es' tricto posee un concepto, inexpresado como tal. La investigación que pretende limitarse a comprobaciones auténticas supone una hipótesis teórica e, incluso, una hipótesis estratégica, inexpresadas com^ I"les. Empecemos, por tanto, por expresar el concepto y Ia iu¡útesis. Me refiero explícitamente al pensamiento marxista, a los con' ceptos y teorías que provienen de Marx. Digo bien <teo' ríao, pues ei conjunto de hechos y de conceptos elabora' do por Marx se sitúa a nivel teórico en la acepción más fuerte de dicho término. Lo cual no significa que Marx y el mamismo hayan aportado verdades intangibles.Muy al contrario: las grandes teorías científicas no se inmovilizan jamás; van modificándose de continuo; no alcanzan una cohesión monolítica más que después de su muerte, en su tumba; en tanto están vivas, varían y no esca' par a la obsolescencia alcanza también las ideas, -que * Association Frangaise de Sciences Politigues, 3 de noviem' L972, Parls. bre de 145 t44 rrcs 128 l0 los conceptos, las teorías-, más que transformándose' Cotrtl"""" contradicciones que pasan inicialmente desa- Io- el velo de una cierta ;;;;;¡td"t dado que les envrielvJ y llevan la teorfa bien luegrr gica, ¡rero que s€ manifiestan 'Iodo esto' razonamiento' su a sea !"u l r., ol."o, bien asi y por otra pane, no nos aporta ningq dato nuevo; que iodo, r"rulta necesario reiterar su afirmación' para conserve su significado. oobre2. Marx estableció un distingo entre la clase sí y la clase de por sí, introduciendo de esta suer,uo "t te-rurinología hágeüana y un pensamiento dialecte una tico dentro de una teorización dirigida de hecho en con- ¿"f hegelianismo, ñlosofla de la historia y del Estado' sistematizada Por Hegei. sí? Esas palabras desig¿En qué cdnsiste iá clase en objetivas, rasgos distintivos' indepen,ruJ por tan"u.u"terísticas de la conciencia y de la voiuntad. Pueden, dientes espoto, pertenecer a gnrpos iestringitlos, desperdigados' aistomado rá¿i"ot +, incl-usó, a tal o Jual i,ndividuo grupo cual o tal ladamente. b,l q,t" tál o cual indi'¿iduo o de pro;;;ü;j" (produica), utilizando para ello medios conservarlduccián (instrumentos) que no le pertenezcatr' libertad física, que se vea, por consiguiente' a la á" """ que es parte integrany dominado, significa -Muo, clasificado den""r queda iu clase óbrera; según t" ¿""*ptotudo de ello como percata ;;" á;i proletariado, ttttto si se si no. Históricamente, esos rasgos característicos hiciela clase en ;;;;" aparición desde el mismo origen deprimeras mastls condición de tal, con sus gérmenes, con tanEn (no desarrolladas)' nifestaciones aún .,u.ropuáut" un aspecto o eleconstituyen rasgos esos que tales, to para iuego virtual, *"rito de un <sistema->, inicialmente tiempo: de lapso realizarse en el transcurso de un cierto el sistema de producción capitalista' por sí? Esas palabras de¿En qué cdnsiste la clasi de pero sigri.n ,i.got a la vez cuantitativos y cualitativos' la predominio: cierto ;;?;l.t q:ue lo cualitativo tieneque suma a los case el carácter subjetivo "onci"ncia, ir" 146 racteres objetivos y los transforma. La claúe sc oponc como tal a la clase contraria, constituida ésta en unidad socio-política. La clase obrera alcanza, do esta forma, su unidad, su actividad socio-política desar-rollada. Deja de ser una simple fuema productora, tomada en la división uiel trabajo, y un obieto político. Llega simultáneamente a la autonomía, a la autodeterminación. Se erige en suieto (sujeto de Ia historia, sujeto político). Se podría sumar a Ia autodeterminación, la autogestión, que es parte integrante de ésta. Pero, ¡mucho cuidado ! Para Marx, la autodeterminación incluye la autonegación y casi casi Ia autodestrucción. En efec.to, para Marx, la urisión llarnada histórica de la clase obrera se define a través de una doble negación: niega la burguesía y niega el capitalismo; se niega a sí misma en tanto que esencia y pilar (a través de la plusvalía) del sistema de producción capitalisftr. Sólo es totalmente revolucionaria si destruye Ia sociedad de clases, si va más allá de sí misma en tanto clue clase. 3. Consideremos detenidamentc este esquerna, o más bien ese movimiento dialéctico entre dos polos, dos límites: el extremo objetivo y el extremo subjetivo. Resulta evidente que toda clase y todo fragmento de clase obrera, todo grupo obrero puede situarse entre esos dos polos. Lo que permite e incluso exige estudios empíricos sin por ello autorizar una cuantificación brutal, ulla represlntación en un espacio mental, epistemológico o formalizado. No se trata en forma alguna de una escala que iría desde un cero de subjetividad hasta un cien por cien de conciencia, o inversamente. En la vasta corriente de pensamiento que se inspira en Marx, ese movimiento dialéctico ha sido muy a menudo incomprenüdo, mutilado, aplastado. a) Se le ha dejado de lado, dada su condición de dialéctico, en nombre de un estructural-funcionalismo' Entonces, la clase obrera se define bien sea a nivel de las determinaciones económicas (en tanto que fuerza productora, en tanto que pilar de la división técnica del tra- determinabajo), bien sea a nivel cle relaciones sociales bien sea' plusvalía)' la de das (en tanto que productora v superdeterfiá;;"l;;-u oiu"t^áe tas superestructuras y de ideología-s las minaciones poytica;iá;i estado,,de esta de pretende se ffi;;;;iliá"*, a" ios partidos)' tanto en producción de suisa una concepcrón del iistema toda aprensióu :ii;.;lid"d--il"-rt!"rto, se le segmenta' vlondición de tal' obreia -up""tu "" lX".riitl""ii?;?iu "tut" a las ideas obras las a v gr,u ;";ñá;: -f^-ñtú"sser, "titi* de N. póulantzas y de algunos otros. á" de imporLa discusióo o¿r,,¡"to o sistema?).no carece atribuye se Si metodológico. turJü ,"Ori.u "i á" i"i"tás privilegio filosóa la cohesión, por ende, al sis,tema' ún sujeto se desmorona con n* iiUu a decii: metafísico) el así las cosas' la clase en 1 " las contradi..iorr"r--n'ttfocaáas tienen ni ;;;;i t i;-.ur""áu*ta-en patticular' va no ni estatuto. cabida *" el movimienb)- E;itt"" varios medios para disociarDe esta suerte y aplastarlo' to dialéctico, para reducirlo histórica: la se le puede ,"¿,-,"it á-"oá-tttétu utttgaridad mundo v prosigue ;i".; ;il;a ha hecho irrupcion en el t" tralectoria' Pasa de manera irreá;f;;;t;"rittiui" alcanzál9gt" versible de la inconl"l"""iu u la conciencia' á"ti"idad y representación política ésta en cuanto "¡tt" Entonces, la, clase alcanza su ma;;l;t tiába¡adores. Tiende' sin ,o áJ.rt"", sr{ edad adulta' la ;;;6;du"d, eventual hacia correr el peligro i;-;;;;'tiibu'udu' Gramsci' de historicista hesemonía. Este -Garaudv;-ahora bien' esa con";i;tq"ema eco iecho ili";;;;'ha r.ryn:oltral cepción un tanto trasnochada se la Brlede histórico"; más allá (o más uJl A" h tesis.del "bloquede lugar cosirve *ot ftltta tal "*i*o vulgarizada' polftico-burocrá' "i mún a no pocas ;;;;;"t y ?i""*tos ticos. a un El movimiento puede iinalmente reducirse ; subjetivi la de tln punto extremo situado caso llmite, -n"tÁ""es, "n define a través de una lfut" la á"¿. "Ui"ta-se incólume' E'sta pt""u.como iu" conciencia a" ,i La conciencia de 'ii-Jmu, tukucsiana' es la defini"i¿n ¿"lu "tl"ála 148 I ciase implica entonces una comprensión de la Historia y un proyécto de transformación del munclo. Resulta interesánte resaltar que Lukács y su escuela no conceden más que una mlnima iontingencia a la autonegación de la clase obrera. Ponen el acento sobre la autonomía, la autodeterminación. Como ya lo dije anteriormente, se puede sumar la autogcstión a esos atributos de la clase plena e incólume. El error no radica en dicha insistencia reiterativa, sino en un cierto confusionismo entre lo posible y 1o real. El concepto de la clase obrera coincide con el á" .rrru posibilidadi su victoria total. De ahí a reprocharle el no cónformarse a su concepto, definido por los teorizantes, no hay más que un paso, rápidamente salvado por los acusadores : degenerescencia, corrupción, integración, etc. Contentémonos con entresacar del esquema dialéctico algunas conclusiones (provisionales): Ia clase 'obrera no se halta por encima y a salvo de -las contradicciones, a semeianza de una coherencia o de una cohesión suPerior; sLt concepto abarca los dos polos, tos dos límitesy la totalidad iet intervalo que media entre ellos (con eI inovimiento y la reversibilidad siernpre al estado latente de d.ich,o movimiento). El dilema: nO bien el Suieto o bien el Sistema'u ¿'Acaso no sería éste un falso dilema, una falsa alternativa teórica? Yo propongo una relación más compleja, "dialectizada". Si el proletariado flojea, el sistema de producción tien' de a situarse en tanto que sistema y en tanto que coherencia. Contrariamente, si la clase obrera sienta sus reales, el sistema se desmorona. No existe, por tanto, incom' puiibilidud abstracta en el plano científico, teó-rico y qeiodológico, entre el sistema y el suieto, sino alternancia' iá"¿""liu hacia el uno o haóia el otro. Alternancia, más que alternativa. 149 al rebasamien4. Se dirá, por ejemplo' con respecto o¡Qué perspectiva de to, con respecto u fu'ut'tát'"!ación:p-ensamiento maniista ! la mente ! ¡ Es puti-*á""i ¿"t lu diul¿"tica he geliano d".'ut"u'i;;;i"t^u^ ¡ Tratando que-comprometerla un poco mas marxista, no nacels más que una (po' clase oo p''"de afi'rmar más ;;;;á'u;a de hecho y dc dcrecho' sitividad,, ,:.o n'''"t1"""ñÁáit*' que como "Positividadu"' más comporta "";ü;;-b;;r Étu r-tq"idación de la.dialéctica que deslo es erro]:'-¿Qué a la par tn "up"3i'mó y un iorizontel'La automatización' ena punta, hoy en ¿iu, ""'It de los conocimientos ianto que futuro ¿" f"-"pfi"u.tió1 convertido (f órmula la producción, la "i""lil'ft"Ui¿n$os9 t" obra cle Marx) en fuercélebre que va t";;;;;tt ""Entre la infor- ' za productora, diriciu "-i"*"¿iatarnente' j"lá¿"'liJ";t"ll-;i"^11""'Hi:l1""i"t',1ñli. fi ^:i;;,;; l"-""u estrécha relación' aun clranop^:"r'^": 'j"til"r .r. a la par' sosLa inforrnática y-ü-aJLÁa.tnación^andan en Así ?11es' 1o que d-esnu¡t1 11 teniéndose *""'o*""te' el trabajo prohorizonte únicamentc a la clase "' "l 'ü--t'abajo' Yo{ '"",lado' ductivo ya no p"Ja" t"t Ll'ibt'ido la función y Ia estrucobrera. Po. ot'o'"Iá-tiuttá"¿""cia' se van modificando detura social aa tt"ü"it-nt"á""-ti1i por el trabajo manual bido a que el pupái ¿"i"mpeñado disminuvenclo' i.}*prÉ;, u"gúti-Moi*) YJ au.toml!21::iLt: l; claro ,":liiiSi al control a la gestion v ]l "'ta, '""ri" "; ?T# Jil^i.iu"^J'i;"*.il De tat producción' "" (iunto con la inforliáticá) q"" a la oue eliminar cons- II más :'#; ;;;f *u"t'vl" iÁ"ii"u'i;tremeitarlos' Y' sin emtreñimientor, Io-q"u'hJc;;; el ries- t corre tal de * ñ clase la bargo, "o"ái"i¿" o temprano, su negación' "o'"i" táta" eo de tener que "r;;;;, dicha poprepa.rar:: e^?lu afrontar puede qué forrna os; En tendencia' de forma harto siUitiáaaf ¿Acaso ¡o tL"i'que en negarse a sí misma' a cura, en rechazarta más y cle ci.encia ficción? relegarla al rango á"'"'pá la desvalorización Sea lo que sea,;;t-;"á;d" ^t]:^ttt^," obrera' De esta ul""á-d"-lu'p'opt1':lut" trabajo del "t "f ftáriut explicación una situación guisa únicamt"'" p"*iJt ¿ & ¡n 150 de la y un conflicto, ambos'de nuevo cufio: la formación esmúltiples en hasta ideología del ocio, ;;;t;i*"ión, (exaltación' valorl li*Íogfa ü d" ¿"oii tratos obreros, -táu"i -i*"tr"'"";ia ? Sustitución ? No' o ¿ o. ;;;tó;i á;i se traduce por conflicto' ff;;í;;ñü":Yá-ü;;;h;;;i¿; de -oue las vacaciones' más la tendenciu u u-pii; semana laboral) bien que u ,"a,r"i, "i^#;;;"0-t*u.d? " de su prod-uctividad' il;;üi;en tunciónt"l"-áUiigt¿u a--enfrentarse a inconout"* La clase tal como se tables contradiccio""t.lA"uú ttu lleeado'clara conciena-una acostumbra a decir frecuenternente-' llegado a tener il;Jil;xplotación ti" pol el-lo--haber diría más bien todo olena conciencia d;-i" ;;;"tión?,Yo ár ru-"rp]otación no significa coi" A'lgunos "r"t'r'"ñ..-ó.""i1"ür a" to' *""Ju;i;"; ag h olusvalía'ellos' nocimiento Lo entre distinio filósofos no estable-c;il;-;i;;o qL" ti"*Uta desconcierto en los conceptos' (que no coinciLa clase obrera y el proletariado procedentes del den), que ,on o,"'íá"'l;t "ttit*&cciones historia' también son tiempo, de la HistJrf" y J" * n¡9eia pr"ru de las contradicciones del espacrc' a 5. t*""iá -¿quiln puede ignorarlo?ru -Francialiáo' segunda mitad del siglo xry' q" El asunto tt la a la coen París-y'?#oáTi" C' Chevalier en su "o,'"$-á"áiu-"t' nocida desc¡pcioi-t"ufi"u¿" por -J' En el caslibro c/ass es labo;ic;;;;;i "ati"t darleereusas' alquiler' de " co antiguo de la úistórica' en lás casas (Le Marais)' "itá"J a veces en los "i"Ñ;;;os arís-tocráticos en obreros los v los obreros: inferiores' AI;.i;;"b".]" u"itett"tiu U"tg"eses.-en ios los pisos superioreJv-üt ejemplos que convivencia' u" ómejante ñil;";"ptt aún vipasa' sif+ren que van desapar".r",,d'o u toáo día lo que es ttitt¿titos' iQué gentes en los avenidas amplias "J;t';;;ig"* Abrir quiso llevar ""üt"rfu"'!*utttZ " coches y- de los-batalos de la;i;i;tó" ouru p"r-itir J tir" ¿" las ametralladoras.de Ylatamciudel centro bién para alejar ;il trabajadoreslos futuros ar¡abales' dad, hacia rt' clase obreru ffiH;;"T"ihri", 'J#'";;;túñ;t' 151 Así es ! A partir de -ese rno¿Contradicción del espacio? ¡ centro Láio, la estrategia apunta al robustecimiento del propio A1 decisiones' las ;;b;;; ;"litico,""l c"nt'o de Ya il*po, io deteriora, 1o degrada" en tanto que centro' adel Haussmann lru ,",q""Urajádo irremediablemente las cade dirección doble la mirable espacio o"ti'i"ttté: de merii;; ó;; il u"hí.t'lo' privados, los dedetraslado las aceras (prov ;;;.r; t ios d" transporte pír.blico) roáacla y reservadas a los tranffiiá;;'u la "ir..rlación partiendo. de La Comuna d" pa'í' puede interpretarse partienlas contradicciones del espacio' y no únicamente (patriohistórico do de las contraiicciones del iiempo de las clases diriantipatriotismo tismo cle las *",",- f ¡opular a la gentes). Esta vino *t ti"u suerte de réplica " expr-llsados hacia estrategia d" g",rt.*ann' Los obreros'periféricas-se-volvieron a apropiar los barrios y seúntes Y Paseantes). "o,"""^' q," les había excluido el bonapartismoen-v d"l de volver a ü*^";;i;r"gta de ios dirigentes' Trataronatmósfera festiva trar en posesión J" ¿tL,"¿"ntro- de una ;;;;;tt ig""tt"á, Pero llena de colorido)' Desde hut'u'*uttttiana se ha ido ur"tt*itgi" "rrton""J,ll o ug'áuundo (en América' los fenómenos y extendiendo franceses fenómenos U""i.ii""t difieren mucho de los sometida a manivisto ha t" ;;ü;;t. i" "1"*-tut"tu una política existe pue-q rJáir""ét "n lu''o"u espacial' consciente más vez á;ü;ñ,-"u¿u u"' mát u"tiva'iada instrumentalista' iornado v deliberada. El espacio se ha estrategias'. dond-espliegan se ;;f;;e lü;;'**t; tanto de ser neutro' de se afrontan, el t'putio ha dejado hace ya mucho desde g"o*étricamente' geográfica "o-o tiemPo. "^--Ei r ----r¿rr^ ^^*^ pncomo ñ.' espacio instrumentalista ha oermitido' los de la gJneralizada' mera provia",ttü,lu segregación contraste El lueares' y los de -tl*i f" de las-iuncioñes ¿" tot'"titut modestas v los A;i""i;;;táuái"t ""ui"ttot los centros que subsisten' ;;;;;á;; ".*pr":"t" -entre que se consolidan en tanto ;i";;;;;'u-l* i"g¡uaación' v las ionu' periféricas desurba- il::Hil il;;;tt¿;' 152 nizadas- salta a la vista. La clase obrera se halla repartida entre las torrecitas modestas, los ogran-des cornplejos con- una urbantstico5r', las ciudades nuevas y satélites' modesta' torrecita por lra de preierencia subjetiva ,rr"r," -- -n"t"ttu pefácil el establécer un distingo entre varios naussespecíficamente ríodos. En primer lugar, el período siglo xrx' así ;;;;l;ñ !s de"ir,L'segunda mitad del aburguesamiento xx: ;;; tambi¿n los ínicios-del siglo y segregac-ión de,los de la ciudad histó;i; expulsién Mundial se trabajadores. Despuét d" lu Primera Guerra modestorrecitas tt;;";il^" los súburbios cubiertos {e y que tiempo hacía i"r, "tt"Utles preparados ya 9"*". a la propiedad y ñfi."fr^" "t u"""ro-Je los"trabajadores Finalmente' desla funcionalizacionlo*"tt del habitat'Estado adopta la el Mundial' C"uttu ;il;;-s"g""¿u de urbanístico5"' complejos iJ"iuti"u de"los "g.u"a"t pomuY Es oficial' urbanismo im-"i"¿"."s satélitJs, del en otro período' sible que hoy en día hayamos -entrado t"t"*o a la iniciativa llamada "pricaracterizado por "i Por supuesde los promotores y de los bancos' y- esa claotros' con "l unos "^¿"1, ;;, ;t;t perlodoi se imbrican ser meramente aproximada' sificación "---l"iá no pasa deunas veces neoliberales' otras tecnotparilncias desa- * profundos cráticas, no sin q"" t; produzc-an a veces So' y estableciendo' urdiendo tu t" cuerdos, algo n.,wo (algunos dirán' breviene una extensión v una acentuatión socio-po1ítica-m'enincluso, ,rtu ug,u"ución) de la práctica la hainstrumentalista' espácio cionada anteriorml"lá'' "f poli¡ización la bliie;;; utilización de dicho instrumento' por-todo el esdesplegándose ;;T;;;"i;, lu. "Jtui"gias que se está desarrollando pueesp*iiul práctica ;;;i.i" según sus aspectos' U-1a ü;"o,J.diferentá "o*bt"t' de objetivo-s mucho más amplios planificació, "rpá'i¡ot Se refiere impli que ..el ,rrUanismo"-"u "ottu"do forma' espacio' ciencia del política citamente u ,"'u'-"tonomía y tiende a reemmundial oue trata de situaise a t"uiu quedado anti' que han de crecimiento :;;i;:;á;1;; cuados. "**ü"ihnificación espacial vuelve a echar mano' pulién153 lrl dolos, de Ios antiguos procedimientos de planificación, semijlanificación ó phnificación indicativa, a.saber, los balances-materias (suputaciones de producción) y los ba' lances financieros (operando sobre los costes de los pro ductos, sobre sus precios y los valores). Insistamos sobre la planificacióriespacial, dejando de lado (aqul y ahora) la economía política del espacio' La planificación espacial trata acerca de los fluios' Cada fluio tiene un punto de origen, un recorrido, un punto final. Existe un sinfín de flujos: bienes, personas, bb;"to. (los automóviles, por ejemplo), materias primas, próductos acabados, dinero, moneda, capitales' info-rmay conocimientos, signos y símbolos, etc' Los fluios "iorr"u se estudian, se miden, se regulan' La mano de obra forma parte áe los flujos, a igual título que los objetos transportados por las carreteras y autopistas, las vías férreás o ttuviáles. Existen (Yacimientos de mano de obra, ¡r lugares donde la fuerza de trabajo encLrentra su utilizaóión, se consume de forma productiva' El tratamiento de los flujos da lugar a guiones diversos, prospecciones o proyecciones meior fundamentadas que la futuro. irospectiva y loi dir"nrsos habituales acerca del (esa inheque relación peso esa el propio Cae por su hallado ha no social espacio con el rencia) del tiempo su formulación ánalltica v su exposición de conj'ntos comnletos. Quizás el análisis y la exposición sean enigmáticos o, quizá, pertenezcan ocultos ¡en tanto que secretos de Estado! El caso'es que, tanto estratégica como prospectivamente, la clase obrera queda repartida en- el v los irpuii" según lai exigenciry d9 lo-s demás flujos de las redes de distribución (de llega"o.rrtr"ñi-ientos da de las materias primas, de la energía' de despacho de l,o. ,o1odr"tos, tanto acabados como no). De esta forma es como se proyecta sobre el terreno la división del trabajo, técnica y social, determinada a escala planetaria' ü iÉf mercadó mundial. determinarrte con respecto a las locales, regionales, nacionales' continentales' ---ln"uto "t"ulut se quieren hechos? ¿Pruebas? Tanto los he.ho's como las pmebas abundan y todo eI mundo tiene *i conocimiento de ellos. Lo único que falta es la síntesis que no aparece como conocimiento, sino como secreto de Ériu¿o. ¿Los hechos? El devenir de la cuenca de Lorena' la edificición de Fos-sur-Mer' ¿Las pruebas? El traslado materiales a Dunkerque, junto con el material (los medios L1 miner:? los trabajo, de il;iü;c?á"1 d" la tuerza el desde que \ra farnoso el repártición sobre el eje, -eje Ia clase de Mancha' la de canal UéJit"tt¿"eo hasta ei habida cuenta del crecimiento de las ciudades v "f.".u, áá l"l ciudades satélites: cergy-pontoise, Evry-PetitBourg, etc. Esás fenómenos de nuevo cuño resultan tan imporque conservar tantes que cabe preguntarse si se tiene de la fundamento y como teórico como base del analisis Yo ,"cial, la unidad de pioducción, la empresa. punto el ".á"ti"" de que la empresa. va no es ;;;;;;;"""i4" simultáneartente la rique' .o,"iitt'yen ,* donde de-producción' el """it^f ;;, i;I".;uiiu, lut ."laciánes sociales Determi,iJr"H^á" proiuc"i¿n en tanto que totalidad. durante vez tal nados dogmáticos sostienen y sostendrán y marxi.stas' mucho tiempo esa tesis' Pienso en algunos ressólo tan no en Charles Bettelheim' 'oue ".p""*fÁ""ie #" ;; Ju*ti¿" fá áxtiende al análisis tesis, palda esa Yo estoy convencido de ili;; sociedades no capitalistas,' las unidad"t d" producción' las empresas' va ;;";;; tejido intersticial' asrupadas en cent;;; de producción'.el producción ia,ué en.l.a párticipa lJniilñiléste?"ttu"o, In;;;érables servicios' entre ellos los contiene los distribuidores, y-otros muchos' i.""tp.tt"t, -;;;;¡ucción ináustrial v Ll capitalismo se han ido las d" lu.-".bes hiitóricuJ. Et capitalismo según aún transformando """¿lrá"á" u lu, sigue ;ilüi;il;;;opolíticas' culturales' etc')' La (".ottá*ical r* ".i*"""1u. mese ha ido ampliando en menor o mayor glomeraciones a periféricas' "i"¿"á,'q"e ;;";"do arrabale','otat áte;, decisiones y sa,Jirüt ." convierte á lu put en cento de Nb únicamente a través de la -construcción en fuente ¿" pt*""fto' denominadas todavía ninl" el espacio se esté convirtiendo ".o"""f'rcró;l mobiliarias)), alln ""á"at 155 154 en bienes muebles. Existe en los tejidos urbanos, a tra' vés de su caos, un consL¿mo productor, el del espacio, de las vías de comunicación, de las edificaciones. Ahí se utiliza una inmensa fuerza de trabajo, tan productora como la utilizada en la conservacíón y en la alimentación de las máquinas. Aun más: en el tejido urbano que prolifera alrededor de los centros (de forma desordenada y verdaderamente irracional), existe una tenue composición orgánica del capital, por tanto, hablando en términos marxistas, una gran formación de plusvalía. Una contradicción del espacio se esboza y se precisa entre lo efimero y lo estable. Por una parte, flujos, movilidades; se prefabrican ciudades nuevas, cuya vida no rebasará unos pocos años (¿qué será de Fos-sur-Mer cuando surgirá petróleo en el mar del Norte?). Por otra, existen estábilidades, consistencias: las instituciones, la burocracia, los centros, la propiedad de suelo, etc. ¿Acaso no sería debido, entre otros motivos, a esa contradicción el caos espacial que se produce? Ese caos se asemeja al envés y el revés de la planificación espacial- Algunos lo explican por la multiplicidad de los parámetro,s existentei, por lá complejidad de las situaciones. Yo lo explico de giado,por las contradicciones del espacio. Es de iesaltar la importancia y el interés, en el espacio estratégico, de las relaciones de fuerza: entre las nautoridadesr, los grupos, las administraciones, los capitales y capi'talistas, las instituciones, los pueblos, los Estados, Zi"éi"ru. La inherencia de lo económico a lo político (y recíprocamente) cobra de esta suerte todo su alcance y sentido. ¿En qué situación se encuentra la clase obrera? Su locilizacibn (provisional o duradera) está estrechamente supeditada a estudios empíricos que tan sólo un aparato co^nceptual y una hipótesis teórica pueden orientar debidameñte. ¿Acaso esá implantación territorial no reviste tanta impo-rtancia e interés como el trabajo, los lugares y condicioires de trabajo? De hecho, la localización forma parte, hoy en día, de las condiciones del trabajo proáuctor, dá h utilización social de las fuerzas productoras, 156 de la práctica social. Entra a ser parte integrante de la socialización de las fuerzas productoras. En 1968, la clase obrera francesa llegó casi hasta sus extremas posibilidades objetivas y subjetivas. Afirmándose en tanto que sujeto social y político, consiguió hacer tambalear (tan sólo por un momento) el Sistema, dentro de lo que éste había conseguido enraizarse; la clase obrera lo dejó agrietado, desmenuzado en subsistemas dificiles de unir nuevamente. ¿El motivo? La acción emprendida por los estudiantes no ha podido servir más que de catalizador, de analizador-iconógeno. ¿Acaso la clase obrera no elevaba ya sus protestas en contra de las disposiciones y dispositivos especiales que se iban implantando? ¿En contra de las manipulaciones? Esta es una hipótesis qLre acercaria, teórica y políticamente, acontecimientos separados por más de un siglo. 157