LOS PRINCIPIOS BÍBLICOS DEL IGLECRECIMIENTO (Ángel Toledo Fuentes) 0.- INTRODUCCIÓN. ¿Cuáles son los principios bíblicos de iglecrecimiento aprendidos de la iglesia del Nuevo Testamento? El Pastor Rick Warren los resume bajo el enfoque de cinco propósitos ministeriales en los cuales debe concentrarse la iglesia de Cristo: Las iglesias necesitan crecer en fuerza a través de la adoración. Las iglesias necesitan crecer en amor a través del compañerismo. Las iglesias necesitan crecer en tamaño a través del evangelismo. Las iglesias necesitan crecer en profundidad a través del discipulado. Las iglesias necesitan crecer en amplitud a través del servicio. (Una iglesia con propósito, p. 55.) Al aplicar estos principios bíblicos garantizamos la salud espiritual de la iglesia, y ésta a su vez produce el crecimiento de Dios. Los propósitos de la misión de la iglesia no han sido establecidos por ningún hombre, sino por el propio Señor Jesucristo durante su ministerio terrenal. Fue Jesús quien enseñó, practicó y ordenó el cumplimiento de estos cinco propósitos ministeriales: Adoración (relación íntima con Dios por medio de la alabanza y la oración). - “Más la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad…” (Juan 4: 23-24). Compañerismo (relación fraternal de los unos con los otros). - “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros” (Juan 13: 34-35). Evangelismo (predicación del evangelio a las almas perdidas). - “… Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Discipulado (formación del carácter cristiano y enseñanza de la sana doctrina). - “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15: 8). Servicio (ministración a las necesidades del pueblo y la comunidad). - “… el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro servidor” (Mateo 20: 25-28). La clave del iglecrecimiento es mantener el equilibrio entre los cinco propósitos ministeriales en la iglesia local: adoración ferviente, compañerismo sincero, evangelismo ungido, discipulado integral y servicio generoso. Esto produce salud espiritual, lo cual fructifica en un genuino crecimiento cualitativo y cuantitativo. 1 I.- ADORACIÓN. Un primer propósito ministerial que debemos edificar es la adoración ferviente. Podemos definir varios consejos prácticos para renovar poderosamente este propósito en nuestra congregación: 1. Cultivar la adoración a Dios como un estilo de vida. En la mayoría de los creyentes existe un concepto erróneo acerca de la adoración. Muchos creemos que la adoración es sólo una parte especial de nuestro culto a Dios, sin embargo, la verdadera adoración es un estilo de vida: “Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4: 2324). El pastor Warren hace este importante comentario: Adorar a Dios es más que música, es un estilo de vida donde todo lo hacemos para complacer y glorificar a Dios. (Una vida con propósito, p. 67-68). Por lo tanto, al considerar la verdadera adoración como un estilo de vida, la podemos definir por medio de las siguientes declaraciones: Disfrutar íntimamente la compañía de Dios. Vivir apasionado en complacer a Dios. Hacer sonreír continuamente a Dios. Deleitarse en una relación de amor con Dios. Rendirse por completo como una ofrenda a Dios. Caminar comprometido bajo la gracia de Dios. Tener como meta en la vida la gloria de Dios. 2. Promover tiempos vivificantes en la presencia de Dios. Melvin L. Hodges nos recuerda la búsqueda constante del rostro de Dios en la iglesia neotestamentaria: La iglesia primitiva vivía en un ambiente de oración… (Edificaré mi iglesia, p. 89-90). “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 2:42). La salud espiritual es el fruto de nuestra intimidad con Dios. Schwarz nos desafía con esta frase: Debes vivir la fe como una auténtica relación de amistad con Jesucristo. (Desarrollo natural de la iglesia, p. 27). Por lo tanto, consagrar tiempos de calidad con el objetivo de derramar el alma en la presencia de Dios, es de vital importancia en toda iglesia local: ayunos, vigilias, cultos de acción de gracias, cultos de avivamiento, etc. Estos son los tiempos decisivos que el Espíritu Santo aprovecha para ministrar la vida de Cristo a la iglesia, lo cual traerá un doble fruto: salud y crecimiento. 3. Levantar un ministerio ungido de alabanza. Uno de los ministerios locales que es clave en la iglesia es el ministerio musical de alabanza. En toda congregación hay adoradores ungidos que pueden guiar al pueblo a lo más íntimo del lugar santísimo, usando los mejores recursos que están a su alcance. Estos adoradores tienen tres cualidades imprescindibles: 2 Regeneración (frutos genuinos de un nuevo nacimiento) “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Consagración (testimonio evidente de santidad a Dios) “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2 Corintios 7:1). Unción (respaldo de Dios en su ministración) “Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica.” (2 Corintios 3:4-6). No debemos buscar masividad, sino excelencia para ministrar bajo la unción de la gloria de Dios. “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos; y: apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. (2 Timoteo 2:19-21). Este ministerio debe ser sensible al fluir de la presencia de Dios. Una ministración eficaz es aquella donde se manifiesta la unción del Espíritu Santo en medio de su Pueblo: Unción de renovación (el pueblo recibe una unción fresca de Dios, que renueva el corazón en santidad y devoción). Unción de intercesión (el pueblo penetra en una dimensión de confrontación espiritual con la autoridad de Dios). Unción profética (el pueblo escucha la voz de Dios mediante los dones de revelación y expresión profética). Unción de milagros (el pueblo es ministrado por Dios con milagros de sanidad y liberación). En una iglesia saludable los tiempos de ministración de alabanza se convierten en momentos especiales para palpar la gloria de Dios sobre su pueblo. 4. Levantar un ministerio ungido de intercesión. Igualmente los intercesores son instrumentos claves en toda iglesia local. Estos intercesores son los hombres y mujeres consagrados a la oración perseverante en la presencia de Dios. El poder de la oración perseverante ha sido demostrado en las Sagradas Escrituras y en la historia del Cristianismo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para 3 que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; (Efesios 6: 10-18). Sin dudas, la oración abre las puertas a la extensión del reino de Dios, como lo expresa Edward Mckendrie Bounds: si los hombres oraran como debieran, las maravillas del pasado serían más que reproducidas. El evangelio avanzaría con una facilidad y un poder que nunca conoció. Las puertas se abrirían de par en par al evangelio. (Orad sin cesar, p. 192). 5. Celebrar un culto inspirador que glorifique a Dios. Nuestros cultos deben ser una celebración de júbilo y gloria en la presencia de Dios. Cultos con una liturgia y dinámica religiosa o monótona obstaculizan la salud espiritual de la congregación. Es la hora de renunciar a los cultos repetitivos y preconcebidos, a fin de buscar la visitación de la gloria de Dios sobre su pueblo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2: 1-4). Esto no significa improvisar sin planificar, sino abrir un espacio de calidad en cada servicio para ser ministrados por el Espíritu de Dios. Así lo aconseja Ralph Mahoney: Sea flexible. No insista en aferrarse al programa. Sea constantemente sensible a los impulsos del Espíritu, y esté dispuesto a seguirlos. (El cayado del pastor, sección E-2, p. 106). Hay una necesidad urgente de avivar el fuego de los dones espirituales de Dios en nuestras iglesias locales, recordando la verdad bíblica: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.” (1 Corintios 4:20). En todo lugar que Dios se mueve con poder, hay vida, salud y crecimiento. 6. Usar la música ungida como un arma evangelística. Dios creó la música para alabanza de su gloria: “Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. Alabadle a son de bocina; alabadle con salterio y arpa. Alabadle con pandero y danza; alabadle con cuerdas y flautas. Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.” (Salmos 150). La música ungida no sólo es un medio excelente para glorificar a Dios, además es un arma poderosa para atraer a los inconversos a los pies de Jesús. Por lo tanto, la música en nuestros servicios no debe ser vulgar ni carnal, pero sí debe ser un punto de contacto con aquellos que se sienten atraídos por conocer las verdades eternas del evangelio de Cristo Jesús. 4 7. Vivificar una expectativa de avivamiento. Vivimos en los postreros tiempos, los cuales son días de una gran apostasía anticristiana que atenta contra la salud espiritual del cuerpo de Cristo “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo 4: 3-4). Por lo tanto, en estos días peligrosos que vivimos debemos motivar al pueblo redimido a mantener una expectativa de avivamiento. Nuestra congregación puede ser visitada por la gloria de Dios, si disponemos nuestros corazones en la búsqueda de un verdadero avivamiento espiritual. La actitud de genuina adoración debe ser una invitación permanente a Dios para que derrame sus lluvias de gracia en medio nuestro. Sin dudas, una iglesia saludable está enfocada en experimentar el fluir de la vida de Cristo, por medio de un derramamiento espontáneo del Espíritu de Dios “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” (Hechos 2: 17-21). 5