Huéspedes sin invitación, por Facundo James vivió toda su infancia con sus padres en Montreal, William Lebland y Ana Levesque. Asistió a la escuela primaria y secundaria, luego decidió realizar el servicio militar, el que había dejado de ser obligatorio. Al cumplir 26 años se mudó a una casa a 16 km de la ciudad, la que era grande y espaciosa y contaba con 3 cuartos principales, un cuarto para huéspedes, 2 baños, cocina y un amplio living donde guardaba sus pertenencias. Vivió allí durante 6 años. Viajaba todos los días a la ciudad, trabajaba de policía en la oficina central de la localidad. Lo que más le gustaba hacer en su tiempo libre era salir de cacería, patinar sobre hielo y practicar artes marciales. James salía de cacería todas las semanas con su amigo Tom y cazaban habitualmente ciervos, lobos y alces. Luego, al anochecer, prendían una fogata y dormían en carpas hasta el día siguiente, para luego volver a sus casas a preparase para el trabajo, porque generalmente acampaban los fines de semana. También le gustaba patinar sobre hielo, donde se destacó y ganó varias medallas en diferentes competencias locales. Sus patines eran blancos y dorados, se los había regalado su abuelo para su quinceavo cumpleaños. Los cuidaba mucho, después de usarlos los colgaba sobre una viga de madera arriba de la puerta principal, porque decía que era de buena suerte. Desde que era muy chico siempre estuvo interesado en las artes marciales, practicaba Aikido, actividad que formaba parte de su vida diaria. Esta disciplina le fue de gran ayuda en su trabajo como policía, tanto para defensa propia como ajena. Como detective de la ciudad estaba interesado en resolver ciertos casos de homicidio a personas relacionadas a la policía, en sus propias casas. Había sido asignado junto con el detective Greeman para investigar esos casos. Su compañero era un detective experto de 58 años, conocido por su facilidad para resolver crímenes. Aunque esta vez, estaba involucrado emocionalmente ya que una de las víctimas era su sobrina. Se sospechaba que los recientes casos tenían cierta conexión entre ellos por algunas pequeñas coincidencias en pistas halladas en las escenas de los crímenes. A pesar de tener poca información, trabajaron arduamente porque querían llegar a la verdad. Hasta el momento, se sabía que los casos habían ocurrido en los últimos tres meses; los tres habían sido de noche y se habían utilizado armas de fuego. El asesino había entrado siempre por la puerta principal sin haberla forzado -de la única forma que lo pudo haber hecho fue con la llave-. James y Greeman se juntaron en el café de la ciudad para tratar de resolver los últimos acontecimientos ocurridos. Pusieron todo los informes que tenían sobre la mesa y buscaron indicios, ya que supuestamente en 4 días ocurriría otro asesinato si se basaban en los datos que tenían de los últimos tres casos del mes. Los detectives sabían que el asesino entraba a las casas de sus víctimas sin forzar ninguna cerradura; había dos posibilidades: o conocía a las víctimas, o solo tenía llave duplicadas para ingresar a las casas; las víctimas eran policías o tenían relación directa con ellos; utilizaba un arma de fuego que nunca fue encontrada. El primer caso fue el de la sobrina del detective Greeman de 31 años. Ella era como su hija, sus padres habían fallecido en su infancia. Vivía sola en una casa pequeña con muchos vecinos alrededor. La encontraron muerta en el living de su casa con un tiro en la cabeza. La puerta principal estaba entreabierta sin ninguna marca de forcejeo. El resto de la casa estaba cerrada. No se conocía que tuviera problemas con nadie. El segundo caso se trataba de un oficial de policía, retirado hacia 2 años, llamado Peter Stewart. Tenía 60 años y vivía con su mujer. Su hijo se había mudado a los Estados Unidos meses antes y en el momento del crimen su mujer estaba visitándolo. La escena del deceso era parecida a la anterior, porque la puerta estaba en las mismas condiciones. La víctima fue encontrada en el hall de entrada con un tiro en el pecho que le había atravesado el corazón. Por último, el Tercer caso se trataba de un viejo policía que al momento del hecho todavía estaba en actividad. Vivía solo en una enorme casa a no kilómetros de la ciudad. Tenía muchos vecinos los cuales no oyeron nada la noche del incidente. En este caso igual que en los otros 2, la puerta había quedado entre abierta. Estuvieron horas buscando algún patrón, pero no hallaron nada y decidieron volver a sus casas a descansar y reunirse a la mañana siguiente nuevamente. James no podía sacarse de la cabeza la idea de que un asesino anduviera suelto y pudiera volver a matar. Siguió investigando en su casa. A la 1 de la mañana, y debido a que no había encontrado nada que lo ayudara en su búsqueda, estaba por apagar todo e irse a dormir justo cuando encontró una vieja noticia sobre la central de policías en la que había ocurrido una pelea entre Greeman y un detective que habían sacado de su puesto por desobedecer órdenes superiores. Éste había enloquecido y nunca más se lo volvió a ver. Investigando sobre él James encontró que su hija había fallecido meses antes que lo echaran en un supuesto accidente. Leyendo otras notas descubrió que el nombre del ex detective era Jack Barrow. Barrow nunca creyó que se tratara de un accidente, insistía que un criminal que él mismo había encarcelado la había matado por venganza. Sus compañeros nunca le creyeron ni lo apoyaron y sus jefes le ordenaron que siguiera con su vida y su trabajo. El desobedeció y siguió investigando por su cuenta. Su obsesión llegó al punto de perder su casa y separarse de su mujer. A la mañana siguiente James le contó a Greeman lo que había encontrado y éste le contó su versión de la historia. Para sorpresa de James, el jefe de Barrow había sido Greeman, el viejo policía asesinado y un capitán retirado, llamado Brown. Los dos pensaron lo mismo en el mismo instante, debían alertar a Brown. James pudo contactarse con Brown inmediatamente y entre los tres decidieron armar un plan. La noche donde se cumplía el mes de la última muerte, James y Greeman se escondieron en la casa de Brown y esperaron que pasaran las horas. Todo tenía que parecer normal. Pasada la medianoche, mientras Brown miraba TV, se escucharon leves ruidos en la entrada de la casa. Sus corazones comenzaron a latir desbocados, estaban seguros que el asesino se encontraba allí, asechando. El picaporte de la puerta principal comenzó a moverse lentamente, y a girar sin ruido y sin detenerse. Finalmente la puerta se abrió lentamente y una figura de un metro ochenta apareció. Tenía la mirada perdida con el arma cargada en la mano, estaba vestido con jeans rotos y camisa maltratada, todo manchado con grasa o lo que parecía ser aceite. Se acercaba sigilosamente a la sala donde se encontraba el señor Brown, James y Greeman. Lo miraron atentamente desde sus escondites; él no se había percatado de que lo estaban observando. De repente, James y Greeman saltaron sobre él, forcejearon, el homicida se sacó de encima a Greeman quien cayó con fuerza al suelo y, en ese momento, James aprovechó a tomarlo por el cuello de forma que no pudiera soltarse. El viejo policía Brown intentó sacarle el arma, pero entre tanto movimiento no lo logró. Miró a James a los ojos y el entendió todo lo que tenía que hacer. Mientras lo sujetaba fuertemente le pateó la mano con la que sostenía el arma y salió volando por debajo de los sillones. Instantes después, apareció Greeman con el arma en la mano e hizo detener al asesino. Brown reconoció a su ex compañero Barrow. Le preguntaron cómo había llegado a ese estado y él explicó que desde que habían matado a su hija la vida no era lo mismo. En ese momento sus compañeros no lo habían apoyado y dieron la causa como accidente. Eso lo había enloquecido. Poco a poco, lo único en lo que pensaba era en vengar de alguna manera la pérdida de su hija. Tenía acceso a los vestidores del cuartel de policía, por lo que pudo hacer copias de las llaves de sus ex compañeros y usarlas para entrar en sus casas. Greeman y Brown sintieron pena y remordimientos por su situación y por no haberlo ayudado en su momento. Le pidieron disculpas pero la situación actual estaba fuera de sus manos y debían entregarlo. James volvió a su casa con la satisfacción de haber podido resolver el mayor caso que tuvo en su vida como policía y detective. Ya habría otro que resolvería con su viejo amigo y compañero, el detective Greeman.