CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS Metanoia profunda. Nada iguala semejante obra. El suyo es generoso y fértil suelo y de admirable y calmo firmamento, donde los brotes de las expectaciones núbiles de la mente y del espíritu anhelante encuentran agradecidas siembras, insólitas pero reposadas, en sus feraces llanuras y crecen con inusitado vigor y fruición, en vegetación frondosa de diáfana fascinación y protectora sombra; do robustos y sólidos bosques de sapiencia y fulgurante verdad, ahítos de generosos frutos de sabiduría, asientan finalmente sus añorados renuevos. Las estancadas aguas de los prejuicios se refrescan y depuran con suaves aromas de conocimientos que al brotar de sus ramas vindican la buscada verdad. Los infectos vados de los dogmas descubren gradientes resolutivas, suaves y amorosas en su generoso cuerpo, maravillosamente estructurado, colmado de meandros, cascadas y arroyos de inagotable iluminación y farallones protectores que están tachonados de esplendentes gemas esotéricas, cinceladas con el sabio y contundente buril del entendimiento arcano e incontrastable, que desbastan proposiciones estructuradas de manera tan clara y contundente, que desde sus primeras páginas impactan e inspiran al intelecto ceñudo y al ánimo afligido y escéptico, deseoso del buscado sosiego. Su dinámica ostensible de fecundo lustre y fortaleza, su evidente y poderosa ontología de eficaz normativa, lenta pero sostenidamente depura aquella indolencia enquistada en la mente por las añejas dudas y los umbrosos prejuicios, transforma con certeza los viejos moldes y el añoso desencanto en exquisita riada de esperanza y amor, generosa de sapiencia espiritual, de abundantes demostraciones y conclusiones que son ambrosía para el intelecto y de inagotable caricias que resanan el pecho y el corazón, ambos ansiosos de luz, esperanza y consuelo. Son néctar para el intelecto y caricias para el alma. Mientras el estudiante recorre emocionado, impaciente y expectante sus mansas pero luminosas llanuras, sus acogedores, tornasolados y fulgentes paisajes, los hoscos y pesados fardos de los dogmas y prejuicios que el fatigado viajero ha cargado a cuestas, acaso sin saberlo siquiera por las ordalías de su destino y formación así construidos, se aligeran y desvanecen en pujante metamorfosis. Su mente va quedamente despojándose de aciagos y pesados gravámenes y lastres a medida que se le instruye y afianza en los asuntos del Ser, del Espíritu y del Universo, leyes y principios apenas presumidos o burdamente comprendidos y que van afianzándose quedamente en su ser interno. Entiende después que estamos irremediablemente inmersos en el océano de la divinidad y que siempre hay causas lógicas y buenas en la concurrencia de sus pesares y motivos necesarios para sus acervos, que hay un porqué de sus amores y un porqué de sus dolores y entonces asimila con quietud las razones de sus claros días o las sombras frías de sus atardeceres, las fortuitas alegrías y los desconsuelos de sus pesarosos dramas. La calma chicha, tormentosa y sofocante del asiduo explorador, es finalmente transformada en generosa esperanza y anhelado entendimiento, pues empieza realmente a conocer… son los tiempos de Dios. Y las pulposas frutas etéreas que brotan generosas en los ponderados y pedagógicos surcos de sus fraseados cultivos, engalanadas de justo equilibrio entre la ‘lumen fidei’ y la intuición del corazón del educando, pausada y silenciosamente penetran cual armónicas melodías que fluyen de sus conceptos, saciando el hambre de conocimiento genuino y despejando interrogantes y conflictos largamente guardados en las cuevas de la ignorancia y los convencionalismos, mientras los delicados aromas de las rojas rosas de sus vigorosas enseñanzas orladas de dorados rayos de sapiencia perenne y de inmensa proyección, trashuman el inquisidor y dubitativo olfato espiritual del suspicaz pensador. El lector, sin duda, fue elegido en insondable privilegio por el océano infinito de la causalidad evolutiva para que finalmente recorra sus caminos y se inserte acaso en sus sonoros y armónicos dominios y luminosas consonancias de verdad y de belleza inusitada. Por su señera voluntad, será dilecto concurrente a mirífica sinfonía, henchido de música de altas esferas y lecciones y pensamientos de generosa e inagotable erudición que da consuelo, pergeñado con cobijos perennes y faustos para que, inquieto y aspirante cazador de luz, acaso y con seguridad cuando éste había casi abatido su expectación y rendido el vigor vital en el ejercicio de otras búsquedas fallidas y amargas, encuentre finalmente descanso a sus dudas, pues el Pastor Divino ya apacenta su rebaño; cuando guerrero de luz marchito por dolientes desengaños y vuelos vanos y estériles del alma y cuando la veleidosa mente y el apasionado corazón habían subyugado sus esperanzas al pozo de la decepción y el abandono, finalmente halla un mejor hogar. Sumergirse en el estudio de su contenido es el comienzo de una admirable y profunda metanoia del espíritu, epopeya simpar que enrumba con pausa hacia un sendero en el que el luchador que se atreva a hollarlo y quizás a peregrinar con redoblado esfuerzo en disputa ardorosa con su yo inferior, jamás quedará indemne ya que nunca más podrá cubrirse con los viejos ropajes que antaño cobijaban su aterido ser. Jamás nutrirá su alma con otros manjares que no se acerquen o igualen la exquisitez de los regios potajes sazonados con los generosos y sabios ingredientes de sus preceptos, los que trascienden la epistemología evolutiva moderna y que, paulatina y asombrosamente la ciencia materialista pionera evidencia y corrobora a medida que avanza en estos siglos del intelecto y de la razón, empero, aquella ciencia del alma y de la Vida no desmerece las vastas capacidades cognitivas y posibilidades anímicas de todo ser humano, por humilde que sea, al cual enaltece como hijo amado de Dios. El Cielo y la Tierra, su Creador y Su Hijo, habrán renacido en el Nuevo Hombre en formación con radiante y renovada presencia. La piedra, la célula procariota, la flor, el gusano, las aves y el viento, la libélula y la lluvia, el amigo, la familia, los enemigos y la patria, la luz y la penumbra, el bien y la muerte, la maldad y la vida, el racimo de estrellas y el inconmensurable Cosmos mismo, ya no serán vistos y sentidos de similar manera e inquiridos con la lumbre que sus antiguos ojos recibían y sus sentidos percibían y la medida que su métrica usaba. Lleno éste de inédita visión y preceptos y de flamígeros bríos en pro de la verdadera Luz, trascenderá entonces, amoroso y pacífico, humilde y gozoso, los límites de su antiguo cosmos y hablará una nueva palabra. La colosal gravitación de su contenido, si es sopesada, entendida, agregada y luego aprisionada, vivida y aplicada debidamente en las horas nuevas y en cada floreciente día de su vida, desbordará generosa y fresca por las cimeras cumbres alcanzadas, pendientes al encuentro del pionero en prueba, anhelante y férvido por lo espiritual. La mística arrobación en ciernes de su incipiente condición crística, se enraizará prestamente en su corazón y será inevitable el tropiezo del candidato con lo verdadero, lo bello y lo bueno, obsequios permanentes de la estética metafísica creciente, presentes a raudales en todos los espacios y maravillosos entramados de la Bondadosa Gran Obra creacionista evolutiva, atesorada por su nueva conciencia dentro de sí mismo. Seguramente y gozosamente, las Rosas, Florecerán en su Cruz, si es que apura su existencia con los adornos del Amor, la Compasión, la Piedad y el Servicio desinteresado, en esencial tributo de amor incondicional al prójimo y al Padre en ellos reflejado, que son la égida y el pendón que deben enarbolar los estudiosos que buscan la vida superior al consuno de esta profunda sabiduría divina. Las del “Concepto Rosacruz del Cosmos”, escrita hace ya más de cien años, por encargo de un luminoso Hermano Mayor de la Invisible Orden Rosacruz a su heraldo, el Amigo y Preceptor Max Heindel, no son doctrina, ideas, pensamientos y preceptos para el común mortal ni para aquel hombre llano de este siglo que no sienta un profundo anhelo y hambre de Conocimiento y sed de Verdad y un afán de superación espiritual propositivos y que anhele luz y sabiduría. Han sido entregadas mansa y calladamente ya hace un siglo con munificencia a lo ancho y largo del planeta de manera gratuita para que su profunda esencia, importancia y valía sean reconocidas y aprehendidas por los buscadores y viajeros valientes de la Luz y del Saber y que deseen fervientemente, fidedignos y solidarios, entregar su vida activa a Dios en el ara del sacrificio y del servicio a la humanidad. Es fuente que eleva a alturas impensadas los conceptos y las ideas, siendo las metas lo eterno y lo bueno, pues, conociendo ese complejo microcosmos que es el hombre y sirviendo desinteresadamente a sus semejantes, éste conocerá y aprisionará el Mar de lo Infinito, que es su verdadero hogar. Y también es bálsamo para el espíritu contrito y apesadumbrado pues el entendimiento y práctica de sus lecciones y preceptos alberga un hálito de amor y confianza al afligido, cual panacea espiritual largamente buscada, pero que implica enorme responsabilidad conciencial por el conocimiento entregado. Sabemos que su real contenido y total influencia serán apreciados, estimados y practicados en su real magnitud y valor cuando llegue el momento adecuado en un mediato futuro y cuando sus semillas germinen entre las generaciones futuras, más lúcidas y puras y de mayores arrestos evolutivos concienciales, despojadas de miedo y obcecaciones, en instancias venideras del cristianismo místico y esotérico, apenas comprendido y menos vivido actualmente, tesoro simpar que lo enuncia y pregona la literatura de la Fraternidad Rosacruz, que es su adalid para Occidente y el mundo. Su filosofía respecto a la vida y la muerte, el hombre y la Naturaleza, obra de la divinidad, se corrobora con las investigaciones internas de su preceptor y alienta vigorosamente a sus estudiantes a comprobar por sí mismossus asetosy enseñanzas. Su límpido y meridiano hilo de verdad, está allí, abierto y generoso para que sea estudiado, digerido y escanciado libremente por aquella alma aspirante, hambrienta y sedienta de conocimientos esotéricos coligados, lógicos y penetrantes. Sus páginas son primordial cayado para el aspirante que ha sentido el llamado de lo divino en su ser interior y que desea investigar y nutrirse en sus pliegos con la flama de la sabiduría de Dios y quiere recorrer el camino iniciático. Está a la espera de entregarle mil razones coherentes y evidentes del Creador y Su Obra, pues su objetivo se basa en la investigación profunda de los enigmas de la vida y de la muerte y de las leyes eternas que gobiernan la evolución física y espiritual y busca satisfacer el intelecto materialista de la época que se cuestiona y se resiste a comprender y aceptar, por la fe o la devoción solamente, lo que la verdad del corazón grita internamente a viva voz y quizás no puede por sí mismo sancionar. Y esa será su victoria, su conquista tan ansiada, el del espíritu transformado, el del cuerpo del alma cincelado y bruñido en la forja de la abnegación personal mediante el necesario trabajo en el cuerpo vital y denso y del amor incondicional activo hacia todo lo creado, que se sustenta vigoroso, grato, sosegado y para siempre en las armas de lúcidas revelaciones que complacen el corazón y la mente por igual. La Filosofía Rosacruz de Max Heindel, contenidas en la espléndida obra que ensalzamos, es la llave y uno de los mejores senderos de iluminación y sosiego... Pues ella es extraña a dogmatismos y cristalizaciones paralizantes, e invita a la investigación y comprobación personal de lo sentenciado y afirmado, gestionando el cambio perenne en dinámico equilibrio, motor de la creación, buscando elevar el grado conciencial del estudiante y de su auto aserción a linderos antes ignorados. Todo este proceso conducirá al aspirante pausadamente a la quintaesencia misma de su propia alquimia y purificación, de su autoconocimiento y de su justa afirmación, libérrima y magnífica, basada en ejercicios científicos y el trabajo esotérico, gozoso y fecundo, que busca curar integralmente al enfermo y predicar el evangelio de la ayuda, el perdón y la caridad presurosa y altruista para con todos y en especial con el débil, poder éste que constituye la mayor fuente de sabiduría posible, pues se basa en el Servicio desinteresado, motor universal de la Evolución. Es la antípoda radical del hórrido cancerbero de la modernidad y consumismo contemporáneos que alienta y resguarda fundamentalmente la coronación del egoísmo y utilitarismo como motores del éxito material y de lo epicúreo, de lo banal y fatuo y del sometimiento incondicional en “falsa libertad” a lo pasajero que aúpa la satisfacción del deseo per sé y desalienta la cultura del alma y sin embargo, son lisonjeros con lo fútil y permisivos con la idolatría permanente del cuerpo, en oposición a la genuina espiritualidad que alienta a que los valores inmarcesibles se afinquen y triunfen entre los hombres que suspiran y aspiran a la perfección. El Concepto Rosacruz del Cosmos: loor a estas admirables enseñanzas inmersas en tan perdurable libro, legado inmarcesible de los luminosos Hermanos Mayores a la humanidad, para la gloria del Padre Celestial. José Mejía R. 2014