LEOPOLDO ZEA.

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LEOPOLDO ZEA :BIOGRAFIA,PENSAMIENTO,CONCEPCION,OBRAS
PRESENTADO POR:
LINDA KATHERINE PERDOMO PAREDES
1102J.M
PRESENTADO A:
PROF .LUIS ALBERTO
FILOSOFIA
LICEO DE SANTA LIBRADA
NEIVA-HUILA
2013
LEOPOLDO ZEA
Leopoldo Zea Aguilar hijo de Leopoldo Zea y Luz Aguilar, nació el 30 de junio
de 1912 en la Ciudad de México y murió en ella misma el 8 de junio de 2004.
Después de una infancia difícil, en un país convulso y con un marco familiar de
peculiares contornos, Leopoldo Zea recibe una educación formal en la Escuela
de los Hermanos Lasallanos y en la Universidad Nacional de México. Paga con
su trabajo los estudios superiores. Su natural inteligencia y su aplicación le
valen el apoyo de importantes figuras de la cultura en México: su maestro José
Gaos, Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. Con la dirección de Gaos
compone en 1942 una tesis doctoral sobre el positivismo mexicano,
considerado su mejor trabajo en Historia de las ideas. Es el año en que
empieza a colaborar con Cuadernos Americanos, otra fundación de exilados
españoles, revista que dirigirá a partir de 1986. Al tiempo inicia su carrera de
profesor universitario cuando en 1944 Antonio Caso lo propone para sustituirlo
en la cátedra de Filosofía de la Historia en la UNAM.
En 1945 termina la segunda guerra mundial y se abre una era de desarrollo y
prosperidad para México que coincide con la presidencia de Miguel Alemán
(1946-1952). A partir de 1945 Zea trabaja en su materia por excelencia: el
pensamiento latinoamericano, siguiendo las línea trazada por los precursores
argentinos: José Ingenieros, Alejandro Korn y CoriolanoAlberini. Coinciden el
apoyo de la Fundación Rockefeller, la universidad de Harvard y el proyecto
colectivo coordinado por Silvio Zavala: Historia de las ideas contemporáneas
en América.
Mientras México exhibe una sostenida estabilidad política, dictaduras y golpes
de Estado abundan en otros países del continente. El pensamiento de Zea se
va estructurando a partir de sus textos sobre la filosofía hecha en América
Latina como reflexión sobre su identidad entendida en tanto conciencia de la
dependencia y lucha intelectual por la independencia. Su línea bibliográfica
abarca desde Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (1949) hasta
Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), pasando por América como
conciencia (1953), América en la historia (1957), El pensamiento
latinoamericano (1965) y Filosofía de la historia en América (1976). Diversas
influencias se registran en su deriva. Gaos lo introduce en la fenomenología y
la filosofía de la existencia, Husserl y Heidegger, la sociología del conocimiento
de Karl Mannheim, la filosofía de la historia de Hegel, la antropología de JeanPaul Sartre, la teorías de los valores de Max Scheler, el historicismo de
Wilhelm Dilthey y las grandes líneas del pensamiento romántico sobre la
identidad nacional y la psicología de los pueblos, que rematan en Oswald
Spengler y un libro de larga influencia latinoamericana: La decadencia de
Occidente, traducido al español en 1923..
Un episodio importante de este periodo es su acercamiento a la vida política
durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), con su
política de desarrollo y sus intentos de democratizar el Partido Revolucionario
Institucional, en el cual había ingresado en 1954. Es cuando Zea empieza a
colaborar como editorialista de opinión en el diario Novedades (1956). En 1958
funda el Instituto de Estudios del PRI y en 1960 se lo designa Director de
Relaciones Culturales. Su paso por la política es entusiasta y termina con una
marcada desilusión. El aparato del partido se interpone entre sus proyectos y la
base popular que exige una auténtica democracia.
Zea no cesó en sus trabajos editoriales, paralelos a su obra de ensayista.
Dirigió las revistas Historia de las ideas en América (1959-1961) y Deslinde
(1968-1970), las colecciones México y lo mexicano y Latinoamérica (1952 y
1978). Recibió incontables premios, entre los cuales el Nacional de Ciencias
(México, 1980) y el Gabriela Mistral de la OEA (1987). Presidió en 1985 la
Sociedad Interamericana de Filosofía y en 1987 coordinó la participación
mexicana en el Quinto Centenario del Descubrimiento.
La obra escrita por Zea es ingente. Sus libros superan el medio centenar y sus
artículos, introducciones y prólogos son incontables y están por recogerse
ordenadamente. Aparte de su extensión cuantitativa, importa la calidad
magistral y polémica de su literatura, pues el campo de la historia de las ideas
en América Latina, apenas esbozado cuando Zea empezó sus investigaciones,
se ha ensanchado en publicaciones y organismos, hasta constituir un capítulo
insoslayable en el día a día cultural del continente.
Leopoldo Zea falleció en el Distrito Federal en 2004.
Uno de los pensadores del latinoamericanismo integral en la historia. Se hizo
famoso gracias a las tesis de grado El positivismo en México (1945), con la que
aplicó y estudió el positivismo en el contexto de su país del mundo en
transición de los siglos XIX y XX. Con ello inició la defensa de la integración
americana, concebida por el libertador y estadista, Simón Bolívar; dándole un
significado propio, basado en la ruptura con el imperialismo estadounidense y
el neocolonialismo.
En sus planteamientos demuestra que los hechos históricos no son
independientes a las ideas y, en la misma forma, no se manifiesta en lo
abstracto, sino como una simple reacción a una determinada situación de la
vida humana y popular.
En su idea de una Latinoamérica unida, defendió el pensamiento sobre el papel
del hombre en la región, aclarando que el descubrimiento de 1492 no fue sino
un encubrimiento en términos culturales y de saberes, producto del mestizaje
ideológico para la configuración de la identidad latinoamericana, cosa que
expuso en el V centenario, en 1992. Luego, estudió el análisis ontológico de
latinoamérica en los planos: cultural y geohistórico.
De origen humilde, laboró en 1933 en la oficina de Telégrafos Nacionales para
sufragar los costos de su educación secundaria y universitaria.
Fue miembro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desde
su formación, como maestro y filósofo, en 1943. En 1954 fue designado
investigador de tiempo completo del Centro de Estudios Filosóficos de dicha
universidad. En 1947 fundó, en la Facultad de Filosofía y Letras, el "Seminario
sobre historia de las ideas en América". En 1966 fue nombrado director de la
facultad, cargo en el que se mantuvo hasta 1970. Durante su periodo como
director fundó el Colegio de Estudios Latinoamericanos en 1966; más adelante
fundaría el Centro Coordinador y Difusor de los Estudios Latinoamericanos de
la UNAM (1978).
APORTES
Su filosofía marcó su concepto de una América Latina unida; y no en la utopía,
sino en la realidad, en la lucha y renovación de un pueblo en demanda de dicho
surgimiento, lo que le abrió la puerta a otros estudiosos del tema en el futuro.
Fue comparado con diversas personalidades del mundo intelectual, político y
revolucionario, tales como Germán Arciniegas, quien fue su amigo; con el
Ernesto "Che" Guevara, con José Gaos, quien fue su maestro; con Víctor Raúl
Haya de la Torre, con Andrés Bello, con Simón Bolívar y con Domingo Faustino
Sarmiento, entre muchos otros. Leopoldo Zea Aguilar, murió el 8 de junio de
2004.2
OBRAS
Entre sus obras destacan: El positivismo de México (1943), En torno a una
filosofía americana (1947), América como conciencia (1953), América en la
conciencia de Europa (1955), Latinoamérica y el mundo (1960), Latinoamérica
o emancipación y neocolonialismo (1971).
Leopoldo Zea falleció en México, D. F. el 8 de junio de 2004.
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Superbus Philosophus
El positivismo en México: Nacimiento, apogeo y decadencia
Apogeo y decadencia del positivismo en México
En torno a una filosofía americana
Esquema para una historia del pensamiento en México
Ensayos sobre filosofía de la historia
Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica
Conciencia y posibilidad del mexicano
La filosofía como compromiso y otros ensayos
América como conciencia
La conciencia del hombre en la filosofía: Introducción a la filosofía
El occidente y la conciencia de México
América en la historia
Las ideas en Iberoamérica en el siglo XIX
La cultura y el hombre de nuestros días
Latinoamérica en la formación de nuestro tiempo
El pensamiento latinoamericano
Antología de la filosofía americana contemporánea
La filosofía americana como filosofía sin más
Colonización y descolonización de la cultura latinoamericana
La esencia de lo americano
Latinoamérica: Emancipación y neocolonialismo
Los precursores del pensamiento latinoamericano contemporáneo
Dependencia y liberación en la cultura latinoamericana
Dialéctica de la conciencia americana
La filosofía actual en América Latina
Filosofía latinoamericana
Filosofía y cultura latinoamericanas
Latinoamérica. Tercer Mundo
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Filosofía de la historia americana
Simón Bolívar: Integración en libertad
Desarrollo de la creación cultural latinoamericana
Latinoamérica en la encrucijada de la historia
Sentido de la difusión cultural de América Latina
Latinoamérica, un nuevo humanismo
La transformación de la filosofía latinoamericana
Filosofía de lo americano
América como autodescubrimiento
CONCEPCION FILOSOFICA DE LEOPOLDO ZEA.
Para Leopoldo Zea la filosofía, y en especial la filosofía de la historia, se
caracteriza por ser una actividad directriz y transformadora y nunca un fin en si
misma, pues en ella esta implicado un proyecto de vida cultural y política. Por
esta razón tal proyecto no puede significar el simplemente atenerse a los
hechos, ya que:
…Atenerse simplemente a los hechos sería solo aceptarlos. Conocerlos, para
cambiarlos es, por el contrario, la concepción central de esta filosofía de la
historia.
Zea. 1987. p.25
Filosofía pues que se caracterizaría por no agotar su ser en la mera
contemplación de la vida, sino en el conocimiento y en el esclarecimiento de la
misma para su necesaria transformación.
El proyecto filosófico en la obra del Dr. Zea gira en torno a una interrogante
esencial a su problemática
Para este pensador la filosofía es una disciplina que solo puede tener una
justificación histórica, que expresa verdades validas para un determinado lugar
y para un tiempo, fuera de los cuales sería totalmente invalida y falsa. En su
opinión el error de muchos pensadores ha consistido en querer hacer de
verdades temporales, verdades eternas.
Es mediante esta historización y relativización de las verdades filosóficas que
pretende justificar la posibilidad de una filosofía americana.
…de lo dicho se cae en la cuenta de que la filosofía, lejos de ser una disciplina
de carácter universal y valedera para todo tiempo y lugar es una disciplina solo
justificable históricamente, es decir, en un determinado lugar y tiempo. Así
resulta que la filosofía es a pesar suyo: filosofía griega, filosofía latina, filosofía
cristiana, filosofía alemana, francesa, inglesa, etc. Se comprende ahora como
si es posible una filosofía americana.
Zea, Leopoldo.
De esta forma, vemos dos notas distintivas en el pensamiento de Leopoldo
Zea, una de las cuales es; considerarla como un instrumento para una acción
transformadora, o una herramienta que en ultima instancia se traduce en
resultados concretos, siempre al servicio de un ideal o proyecto de sociedad, y
la otra consistente en; la relativización histórica y cultural de las verdades
filosóficas en contra de sus pretensiones universalistas. El aspecto más
marcado de su pensamiento es el primero, es decir, el de pensar que la
filosofía tiene un carácter instrumental e interesado, y es a este al que le vamos
a dedicar unas líneas más.
Para él, en la última instancia, toda la abstracción tiene como finalidad … la
solución de problemas concretos, de problemas particulares, los problemas del
«hombre de la calle» en donde la teoría no sería otra cosa… sino el
fundamento de la practica. La teoría no es sino ver más profundo que lo que la
práctica puede realizar.
Su intención consiste no sólo en proponernos una idea instrumentalista de la
filosofía, sino también en hacernos ver que aún los sistemas filosóficos que se
dicen mas desinteresados y puros, terminan a la postre rematando en temas
concretos y particulares, siempre ligados a un proyecto cultural y político.
De esta manera, la filosofía es un proyecto ligado a la acción, es un
compromiso con las demandas sociales, políticas, económicas y culturales de
la sociedad. Surge en el intento de buscar soluciones a los problemas y
necesidades apremiantes de la realidad. A diferencia de Salazar Bondy y
algunos filósofos analíticos que piensan que la filosofía solo puede surgir en
situaciones de prosperidad y libertad absoluta, L. Zea les recuerda que:
…son justamente las situaciones de dependencia y de falta de libertad las que
originan la búsqueda de soluciones. Platón, por ejemplo, no se podría entender
al partir solamente del intento de la Academia, sino a partir de sus esfuerzos
por cambiar la situación de su mundo.
Ibid. p. 25
La filosofía para L. Zea no es simplemente un juego, sino un compromiso que
requiere de una gran responsabilidad moral en quien la ejercita.
La filosofía no es simple juego, no se trata de razonar por razonar. Ibid. p. 25
Es el mundo en el que se vive, su contexto y las circunstancias uno de los
ingredientes esenciales de la actitud filosófica. La filosofía no se presenta como
una teorización pura, como si se tratara de un simple recreo intelectual. No
podemos en la filosofía, abstenernos de tomar partido por una ideología.
La filosofía es un «ver» pero también, indisociablemente, un «ver para…».
Ibid. p. 26
Es por ello que bajo esta concepción instrumental de la filosofía llega a
entender a la filosofía latinoamericana como un instrumento de la liberación de
los pueblos, siempre al servicio de un ideal de justicia y de libertad, cuya nota
característica sería el presentarse en calidad de una:
filosofía de la historia americana como filosofía de la lucha por la libertad.
Zea. 1987. p.43
De esta forma los temas de la filosofía Latinoamericana no serían otros mas
que los que le presenta su propia realidad social, cuyo proyecto político
consistiría en ordenar la convivencia del hombre americano, estableciendo
condiciones de igualdad y justicia para todos sus hombres.
Al estar centrados nuestros intereses en reflexionar a partir de las concretas
circunstancias que nos conforman, tendríamos una:
filosofía propia, auténtica, del hombre de esta América que toma conciencia de
su realidad
Ibid. p. 17
Para Leopoldo Zea la autenticidad de la filosofía latinoamericana no estaría
dada en el sentido de innovación, sino más bien en la forma en como las ideas
europeas han sido apropiadas por la cultura latinoamericana, lo cual tiene
como consecuencia inevitable, la cristalización de las idiosincrasias de los
pensadores de estas tierras que viven una realidad económica, política y
cultural distinta a la fuente de donde surgió y se sistematizó el pensamiento.
Por último podemos resumir su pensamiento aquí presentado en cuatro puntos.
1. El Dr. Zea manifiesta una concepción histórico-relativista del pensamiento
filosófico en general, cuya validez de sus afirmaciones están garantizadas solo
para un lugar y tiempo determinados.
2. Considera que toda filosofía, aún las más especulativas y puras, tienen un
carácter interesado y programático, dispuestas siempre como instrumentos al
servicio de un ideal de sociedad y cultura. Es decir, que toda filosofía termina
por traducirse en hechos concretos.
3. A partir de esta concepción relativista e instrumentalista del pensamiento
filosófico, cree posible la realización de una filosofía auténticamente
latinoamericana.
Eso significaría que tal filosofía tendría como misión el esclarecer mediante la
reflexión, las condiciones y problemas que se presentan en su entorno social,
con miras a la transformación del mismo en condiciones más justas y
equitativas. Tal filosofía se proclamaría así misma como un instrumento de
liberación de los pueblos.
4. Tal filosofía sería auténticamente latinoamericana, sólo en la medida en que
en ella se cristalizaría la idiosincrasia de los pensadores de estas tierras,
quienes al interiorizar los sistemas de pensamiento filosófico producidos en
Europa, los matiza con sus problemas y su manera de enfocarlos. En este
sentido su autenticidad no estaría dada tanto por su innovación, sino por el
hecho de que en su forma de pensar y de sentir se proyectan las condiciones
culturales propias de Latinoamérica.
LAS IDEAS EN LATINOAMÉRICA
“Preocupación central de Leopoldo Zea, que madura con sus experiencias
nacionales y latinoamericanas, será, precisamente, la de engarzar el
pensamiento o filosofía hispana, ibero o latinoamericana en el contexto del
pensamiento sin más, de la filosofía como una expresión más de un quehacer
que no se limita a una región de la tierra”, escribió el filósofo en su
autobiografía intelectual, en tercera persona, publicada en la revista Anthropos
(1988).
Paralelamente a sus ensayos sobre la producción filosófica
latinoamericana, escribe otros trabajos en los que expresa la preocupación por
insertar el filosofar y pensar de la región en la auténtica universalidad. Otra
preocupación será organizar una política de la cultura que haga de estas ideas
motores al servicio de la región. Así organiza en el Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, el Comité de Historia de las Ideas, donde coordina los
trabajos sobre este tema en América Latina.
El filósofo argentino Francisco Romero, lo presenta así en 1956 en la
Universidad de Buenos Aires: “El joven filósofo cuyas palabras vamos a
escuchar, es una de las figuras más brillantes y más meritorias de la filosofía
hispanoamericana. Estos dos adjetivos se completan para definirle, porque uno
califica la profundidad y la intensidad de su meditación, y el otro, la eficacia y
trascendencia de su obra, enérgicamente consagrada a servir los más altos
intereses de la cultura de nuestra América”.
Romero añade que Zea es, además, “un hombre puesto con todas las
fuerzas del ánimo a la tarea de esclarecer y organizar nuestra vida espiritual,
en una acción que reviste alcance continental y que, por lo mismo, es más que
continental, pues contribuye al engarce de nuestra cultura en la cultura
universal”.
José Gaos, al comentar Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica
(1949), de Zea, dice que allí se expresa una filosofía que puede ser
propiamente llamada latinoamericana, filosofía original deducida de la historia
de las ideas de la región, filosofía de la historia.
Zea enfoca sus esfuerzos en este sentido, publicando trabajos como
América como conciencia (1953), América en la historia (1957), hasta llegar a
los títulos Filosofía de la historia americana (1976) y Discurso desde la
marginación y la barbarie (1988), entre otros.
A la interrogante de ¿es posible la existencia de una cultura propiamente
americana?, Zea propone: “Un filosofar que no sea simple cotejo o remedo de
otro filosofar, sino un filosofar que se plantee los problemas propios de la
circunstancia, como lo han planteado todas las filosofías que han hecho la
historia de tal filosofía. Pregunta, pura y simplemente, sobre la propia y
concreta identidad, por el propio y concreto ser, tal como lo hiciera el griego al
preguntar sobre el ser en general. Pregunta ontológica encaminada a resolver
los ineludibles planteamientos que origina la relación de los hombres con la
naturaleza y entre sí.”
Entonces, ¿qué es el mexicano?, se interroga el filosofo y responde: “El
mexicano es un hombre como todos los hombres, con posibilidades e
impedimentos sobre lo que debe tomar conciencia para estimular unos y
vencer otros”. Interrogante y respuesta que Zea extenderá a toda la región de
la que es parte México en América. Tomó así sentido la pregunta sobre la
existencia o posibilidad de una filosofía, una literatura, una ciencia y una cultura
propiamente americanas. Leopoldo Zea falleció en el Distrito Federal en 2004.
HUMANISMO PLENO DE LEOPOLDO ZEA AGUILAR
Naturaleza humana
La principal motivación del quehacer filosófico de Leopoldo Zea fue la
comprensión del hombre en tanto ser social, lo cual refleja, por una parte, la
continuidad de la tradición filosófica mexicana que a principios del siglo XX
dosificaron los intelectuales promotores de la universalización de nuestras
creaciones -quienes se habían aglutinado en el Ateneo de la Juventud- y, por
otra parte, sus trabajos orientados a la recuperación de la tarea esencial de la
filosofía como reflexión en torno al hombre puesto que para él constituye tanto
su origen como su fin.
Para sustentar el primer planteamiento reproduzco sus propias palabras:
Los más destacados miembros del Ateneo de la Juventud, José Vasconcelos,
Antonio Caso, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, se enfrentaban al
positivismo abriendo, al mismo tiempo, los horizontes de un nuevo humanismo.
Un humanismo que partía del hombre concreto, del hombre de una
determinada circunstancia, en este caso la mexicana, para elevarse a una
nueva forma de universalismo, el que permite la conciencia de la propia
humanidad, de saberse hombre entre hombres... [Zea, 2000: 21].
De modo que el programa humanista legado por este grupo de intelectuales le
servirá de guía en su filosofar por cuanto focaliza dos aspectos medulares en la
reflexión sobre el hombre: sus circunstancias históricas, mismas que lo
individualizan, y el reconocimiento de las bases constitutivas de todo ser
humano, las cuales le permitieron sustenta la promoción de su universalización.
Con relación a la idea de que la filosofía inicia con las inquietudes propias del
hombre Leopoldo Zea expone que toda actividad filosófica: “Siempre e
ineludiblemente habrá que partir del hombre en sus múltiples contradictorias
expresiones” [Zea, 1993: 18], puesto que representa el eje articulador de toda
labor intelectual. Más aún, recuerda: “La auténtica filosofía ha sido siempre a lo
largo de su historia filosofía comprometida con los problemas de los hombres
en su obligada relación con el mundo y la sociedad de su tiempo” [Zea, 1993:
383].
Así pues todo quehacer reflexivo tiene como centro, punto de partida y fin
último, al ser humano, por cuanto la explicación de su existencia sólo se
esclarece en relación consigo mismo y con sus semejantes, todo ello como
manifestaciones de la realidad en la que vive, la cual interpreta de múltiples
manera con el propósito de comprenderla.
Si otorga esa función a la filosofía en general, no será de otro modo que le
asigne a la filosofía latinoamericana el mismo rol, simplemente porque para él
la circunstancia histórica es un rasgo constitutivo del reflexionar, que lo marca;
interpreta que la filosofía occidental inició en América por la discusión sobre la
identidad de los aborígenes. Entonces, históricamente, le es connatural al
quehacer filosófico latinoamericano toda preocupación por la condición
humana.
Por lo demás, Leopoldo Zea exhibe el vínculo entre filosofía y hombre al revisar
el carácter instrumental de la filosofía cuando suscribe:
Verbo, Logos, Palabra, diversas expresiones de un mismo y grandioso
instrumento mediante el cual el hombre no sólo se sitúa en el Mundo y el
Universo, sino que hace de ellos su hogar. Mediante el Verbo deja de ser un
ente entre entes, para transformarse en su habitante... humanismo pleno...
como un estar por encima de todo o dentro de todo [Zea, 1974: 9-10].
Consecuentemente, la filosofía viene a ser el mecanismo mediante el cual el
hombre conscientiza su lugar en el mundo, pues mediante su racionalización
se ha situado sobre el resto de los seres vivos. Para él la condición humana fue
producto histórico al ejercitar la racionalidad, al desarrollar la creatividad, que
no es más que la práctica de la libertad. Por ello acotará: “... la palabra hombre
no significa nada si no se relaciona con una situación determinada...” [Zea,
1974: 54], lo cual le permite extender tal identificación a los habitantes de
cualquier parte del planeta.
Dentro de esa ruta concibe y usa la filosofía como instrumento para explicar la
génesis y constitución de la condición humana y por el carácter de discurso
liberador que le asigna cuestionará las interpretaciones interesadas y limitantes
del llamado humanismo occidental, cuya retórica vino a degenerar en actitudes
y acciones contrarias a sus principios. Entonces, la práctica del nuevo
humanismo permitirá que “... El deshumanizado occidental podrá, por esta vía,
volver a humanizarse, alcanzar su más auténtica humanidad... La filosofía
occidental tropieza con el hombre, y al reconocerlo reconoce, también, su
propia humanidad” [Zea, 1974: 114-115]. De modo que la filosofía
latinoamericana viene a cuestionar, corregir, revolucionar y enriquecer el
quehacer filosófico occidental.
Su humanismo pleno lo sustenta Zea en la comprensión de la existencia de
distintas concepciones acerca del ser humano al apuntar:
... Dos ideas sobre el hombre... El occidental ha hecho de su propia humanidad
el índice negativo de la humanidad de los otros hombres. Los otros hombres,
por el contrario, no aceptan esta idea y proclaman la propia, aquella en que se
destaca el inhumanismo de la filosofía occidental y acendrado humanismo de
una filosofía que concede humanidad a todos los hombres, incluyendo a los
deshumanizados occidentales. Dos ideas del hombre que han propugnado y
pugnan por prevalecer... [Zea, 1974: 137].
La praxis comprometida del quehacer filosófico de Leopoldo Zea le permite
radiografiar el exclusionismo del humanismo occidental que pone en tela de
juicio la humanidad de los habitantes de las regiones periféricas, pero al mismo
tiempo proclama otra forma inclusiva y desenajenante, la de su humanismo
pleno que toma como base la recuperación del pasado, alineándolo en la
tradición labrada a lo largo del siglo XX.
Como rasgos del humanismo pleno pueden enumerarse los siguientes:
1. De carácter liberador. Filosofar a la altura del hombre significa destacar el
compromiso de quien lo hace con su tiempo y sus circunstancias. Esa es la
tarea de Leopoldo Zea que le permite sustentar la apreciación de que todos los
hombres tienen la misma capacidad para constituirse como tales sin necesidad
de esperar reconocimiento de otros. Patentizar esa capacidad es lo que lo lleva
a cuestionar y responder: “... ¿Qué hace del hombre Hombre? Y, por ende, del
latinoamericano un hombre sin más... la libertad creadora. Un modo de ser que
todos los hombres poseen por el hecho de ser hombres...” [Zea, 1974: 27].
En efecto, la capacidad de pensar es el respaldo principal para superar toda
enajenación. Así sentencia: “... los hombres de razón, los intelectuales, han de
luchar por hacer prevalecer la única posible: la propia del hombre. La del
hombre concreto: la razón capaz de comprender y hacerse comprender y a
través de esta comprensión hacer patente la igualdad que entre sí guardan
todos los hombres de la tierra sin discriminación alguna...” [Zea, 1993: 236].
2. Reconocimiento a las diferencias. La exposición de las peculiaridades de los
seres humanos no la acepta en el plano de los discursos hegemónicos, sean
de carácter racista, clasista o colonialista, sino sólo las que se refieren a las
individualidades forjadas por las circunstancias imperantes. Al efecto afirma:
Como no aceptamos que existan hombres más hombres que otros. Un hombre
es igual a otro, insistimos por su peculiaridad, su individualidad. Pero siempre
una peculiaridad y una individualidad abierta a otras peculiaridades e
individualidades enriqueciéndose y enriqueciendo. Abierta a otras lenguas, a
otras expresiones del hombre: abierta también a otras expresiones del razonar,
para así ampliar, enriquecer, el propio ser y razonar sin por eso renunciar a lo
que se es [Zea, 1993: 382].
El reconocimiento de las peculiaridades individuales resulta elemento clave
para explicar la perspectiva humanista de Leopoldo Zea, pero también como
argumento para enfrentar las interpretaciones interesadas que se amparan en
las diferencias de tipo social, e incluso étnicas. Las diferencias humanas son
innatas, modeladas por las circunstancias históricas y deben ser consideradas
con el afán de enfatizarlas dentro del conjunto de relaciones sociales existentes
para ser comprendidas y así coadyuvar al fortalecimiento de esas relaciones,
como suma de diferencias, propias de la naturaleza humana.
3. Resemantizar los valores éticos. La necesidad de sustanciar el nuevo
humanismo parte de la agudeza analítica de Leopoldo Zea al observar que los
valores pregonados por el mundo occidental han servido para justificar su
hegemonismo, por lo que se requiere recuperar su semántica original y
extender su aplicación a todos los seres humanos. Pero también concibe como
necesario ir más allá de la resemantización por lo que propone adicionar otros
valores, que son propios de sociedades no occidentales con los cuales incluso
se enriquece la comprensión del género humano. Sobre el particular ha escrito:
Es menester encontrar nuevos valores que hagan que el hombre recupere el
equilibrio. Es menester encontrar una nueva justificación valorativa que haga
posible la convivencia sin menoscabo de la persona ... El hombre de nuestro
tiempo necesita de una nueva teoría que justifique su vida práctica y le dé
sentido [Zea, 1945: 77].
La producción intelectual de Leopoldo Zea da cuenta de su inquietud por
renovar el humanismo, mediante tópicos de la ética.
4. Fomentar la igualdad en las relaciones humanas. En la dialéctica del
pensamiento de Leopoldo Zea se palpa la pretensión liberadora del
sojuzgamiento padecido por el oprimido, no para convertirlo en opresor, sino
para conscientizarlo de la necesidad de su liberación e igualarlo con los demás.
Obviamente, en esta interpretación revela, de paso, su compromiso con las
circunstancias que le ha tocado vivir, por lo que concluye: “... Ser hombre es
ser, simplemente, lo que se es, latinoamericano, como el yanqui es yanqui, el
francés, francés y el inglés, inglés...” [Zea, 1974: 25].
Este aspecto de su humanismo permite mostrar la innegable igualdad de la
naturaleza humana, cuyo accidente radica en haber nacido en circunstancias
específicas. De modo que la capacidad racional de los seres humanos debe
tener como horizonte la comprensión de las diferencias patentizando la
igualdad, así dirá Leopoldo Zea: “... Igualdad en la ineludible desigualdad de los
hombres entre sí como individuos concretos que son. Ineludible diversidad que
al ser comprendida y respetada puede posibilitar la auténtica paz que ha de
prevalecer entre los hombres” [Zea, 1993: 236]. O como gusta resumir, los
seres humanos son iguales al comprender sus diferencias.
5. De profunda actitud solidaria. En efecto, el humanismo de Leopoldo Zea
exhibe una veta de solidaridad manifiesta tanto en su vida cotidiana como lo
testimonia sus apoyos a las actividades de los estudiantes cuando fungió como
director de la Facultad de Filosofía y Letras, el acercamiento con estudiantes y
la incorporación de profesores procedentes de países latinoamericanos donde
las azonadas militares estaban a la orden del día [Santana, 1992: 190], o la
legitimación al proceso revolucionario cubano, pero también en su obra teórica
en particular cuando propone que la dependencia debe ser trastocada por
relaciones de solidaridad: “Son los hombres los que al reconocerse en otros
hombres, como seres iguales, semejantes, los asimilan, los hacen su
prolongación y se convierten en prolongación de ellos, en otra relación que no
puede seguir siendo la de la reificación de dependencia, sino una relación de
solidaridad” [Zea, 1977: 45-46].
Convierte la solidaridad en fundamento y fin del humanismo por posibilitar la
concreción de relaciones de igualdad entre los humanos, al saberse
semejantes, iguales, pares entre pares:
Ya no relaciones salvacionistas ni redentoristas de unos hombres que deciden
la salvación de otros... Menos aún la relación amo-esclavo, señor-siervo,
colonizador-colonizado, civilizado-bárbaro, en la que un individuo es el
manipulador y el otro el manipulado, en la que un grupo de hombres o pueblos
se sirven de otros hombres o pueblos para realizar su propia y exclusiva
humanidad. Será relación solidaria que no implique subordinación de ninguna
especie, que niegue el que determinados hombres o pueblos decidan sobre la
barbarie y la capacidad para la civilización de otros, o bien de la aptitud para la
libertad, la democracia y la justicia social de otros hombres o pueblos [Zea,
1990: 251-252].
Erige la solidaridad en uno de los más altos valores que el hombre debe
propugnar: “La nueva solidaridad... deberá ser ajena a los circunstanciales
éxitos materiales... El hombre concreto, al que es también esencial ser de un
lugar o de otro, tener una determinada piel u otra, una religión u otra, unas
opiniones u otras, pero sin que por esto deje de ser un hombre, sin que tal cosa
haga de él algo más, algo menos que un hombre” [Cazañas Díaz, 1993: 203].
Incluso mediante la solidaridad recoge parte de la veta humanista de la vida
comunitaria ancestral y vigente de las sociedades latinoamericanas.
6. De carácter universal. Con fundamento en lo señalado, puede destacarse
que su humanismo aspira a ser verdaderamente universal, porque sus
reflexiones tienen un horizonte omniabarcante al perfilar una idea de hombre
en la que todos los seres humanos puedan reconocerse. Lo importante estriba
en que su praxis intelectual lo hace asumiendo sus circunstancias sin que ello
le obnubile enriquecer el quehacer de la filosofía en general. Tal interpretación
es factible demostrarla con sus propias palabras:
Si resolvemos nuestros problemas con miras a resolver los problemas del
hombre y no del americano simplemente, las soluciones de nuestra filosofía
serán también soluciones factibles para otros pueblos, en lo humano, en
nuestra participación con esa circunstancia más amplia a la que hemos llamado
humanidad [Zea, 1945: 34].
De modo que el norte de sus reflexiones sobre el hombre consistirían en forjar
una comprensión más humana de las relaciones entre los individuos, las
sociedades y las naciones: “Todo hombre ha de ser centro y, como tal,
ampliarse mediante la comprensión de otros hombres” [Zea, 1990: 24].
El humanismo pleno lo codificó Leopoldo Zea asumiendo los aportes de los
más preclaros humanistas que lo generaron desde el mismo siglo de la
conquista y, sobre todo, de los humanistas latinoamericanos que le marcaron
su derrotero a principios del siglo XX. En la construcción de su humanismo
pleno, por concreto, liberacionista y universal, ha dialogado, con los distintos
tipos de humanismo occidental: el cristiano, el marxista, el burgués, el
existencialista, etcétera. En su pensamiento se reconoce una multiplicidad de
fuentes y ha tenido como saldo contribuir al esclarecimiento de los derechos
humanos en América Latina y en el mundo.
Postura gnoseológica
En la abultada obra de Leopoldo Zea se encuentra implícito el optimismo
epistemológico toda vez que para él el hombre no sólo es capaz de conocer
sino que el ejercicio del saber es una necesidad vital, que para el caso de la
realidad latinoamericana representa la condición sine qua non para trascender
las añejas condiciones de dependencia e injusticias sociales persistentes. Por
ejemplo ha escrito en referencia a los planteamientos de José Martí que por
desconocimiento de nuestras circunstancias: “... han fracasado los proyectos
que en América han tratado de eludir su propia realidad. No es la levita, ni la
chistera lo que cambia a un pueblo, sino el saber qué es este pueblo
conociendo, así, sus más altas virtudes y valores para que ellos sirvan de
estímulo y desarrollo” [Zea, 1978: 291].
Así adjudica a la propia naturaleza humana su capacidad para racionalizar
cualquier situación y piensa que el desafío del conocimiento lo constituye la
realidad en sus múltiples manifestaciones.
Límites del hombre
Para Leopoldo Zea la naturaleza es el espacio preexistente y la condición
misma de la vida, en consecuencia el ser humano, como producto de la
naturaleza y de la historia, es el principal responsable para propugnar su
equilibrio por cuanto es el único ser que la ha racionalizado.
Naturalmente su postura al respecto consistió en combatir todo tipo de
discriminación, y a la vez rescatar el significado de la pervivencia del indio al
apuntar: “... el indio ha sido objeto de explotación y exterminio... Pero ahora, en
ese buscar sobre sí mismo, el pensamiento de esta América encuentra la mitad
de su ser. Como la otra parte de su propio ser” [Zea, 1976: 451]. Así rescata el
significado de la existencia del indio y lo reconoce como un hombre sin más,
por ello al conjuntar las interpretaciones del indigenismo y la negritud suscribirá
que:
... son pura y simplemente expresiones concretas del hombre. El hombre
blanco ha hecho de su blanquitud una abstracción de lo humano en la que sólo
él tiene cabida... Porque ser hombre es tener piel con un determinado color,
como ser hombre es formar parte de una determinada situación o circunstancia
social y cultural... No puede aceptarse la idea de que se es más hombre o se
es menos hombre en la medida en que se posee un determinado color de piel o
una determinada situación social y cultural [Zea, 1974: 57-58].
Con lo cual reconoce la igualdad humana más allá de las situaciones
circunstanciales, rechazando así todo intento de promover la autonomía étnica
por representar otra forma de exclusión. “Para Zea el indígena debe ser
incorporado y participar del desarrollo como el resto de los mexicanos. Los
indígenas son mexicanos sin calificativos de ninguna clase” [Rodríguez Ozán,
2003: 195].
Más aún, al abordar el problema racial Leopoldo Zea lo ubica más allá de las
diferencias somáticas lo cual le permite resemantizar su contenido al precisar,
en referencia al lema vasconceliano “Por mi raza hablará el espíritu” de la
Universidad Nacional de México: “Raza que no es raza, sino actitud de respeto
para todas las expresiones de lo humano, y a partir de este respeto, la
posibilidad de una Cultura de culturas y de la Nación de naciones con que
soñaron nuestros mayores” [Zea, 1993: 422].
Significado de los valores
Su rechazo a todo tipo de discriminación y dominación con lo cual promueve
una nueva moral sustentada en los valores de reconocimiento a las diferencias,
en el diálogo como producto de la igualdad y la solidaridad. De modo que sus
planteamientos sustancian la exigencia de una nueva ética, humanista, de
verdad universal.
Propuestas sociopolíticas
La labor intelectual de Leopoldo Zea puede tomarse como una propuesta
ideológica y él mismo lo suscribe al apuntar que toda filosofía, además de
rigurosa en su lógica, de contemplar una ética, es también ideología.
Aplicándole tal perspectiva resulta comprensible su crítica a las condiciones
existentes de dominación y sujeción. Por su praxis filosófica se entiende su
propuesta de liberación que si bien trasluce los aspectos económico-social, se
reduce básicamente a su carácter cultural.
Su convicción de que la filosofía se ha practicado como ideología lo lleva a
justificar su compromiso y propuesta política evidenciada tanto en respaldar el
nacionalismo revolucionario que dominó la escena pública del siglo XX como
por su participación en actividades partidarias y públicas tanto en el seno del
Partido Revolucionario Institucional donde propició la creación del Instituto de
Estudios Políticos, Económicos y Sociales, como en la Secretaría de
Relaciones Exteriores en cuyo seno estableció la dependencia encargada de
los asuntos culturales.
Con base en su participación pública como por su obra escrita, Leopoldo Zea
critica al capitalismo al señalarlo como responsable de las injusticias tanto por
la dependencia creada por los países centrales sobre los periféricos, como las
existentes en cada sociedad. De este modo justifica su vocación
antiimperialista. Al mismo tiempo explica el carácter enajenante de tal sistema
de producción, por lo que la filosofía resulta un instrumento indispensable para
esclarecer la realidad y en consecuencia promover la liberación, de ahí que
proponga como solución la necesidad de la unidad de acción de los pueblos.
Con la finalidad de matizar su crítica al imperialismo hay que señalar que no
toda iniciativa estadounidense la visualiza como negativa:
Todo lo contrario, son positivas ideas como las expresadas en su Declaración
de Independencia en 1776, donde se habla de la igualdad de todos los
hombres y del derecho de éstos a instituir “gobiernos que deriven sus justos
poderes del consentimiento de los gobernados” y que siempre que una forma
de gobierno tienda a destruir los intereses de estos pueblos, éstos tienen el
“derecho a reformarla, abolirla y a instituir sus poderes en la forma que a su
juicio garantice mejor su seguridad y su felicidad”. Lo negativo es la pretensión
de un pueblo determinado a partir de tales principios, pretender decidir la
legitimidad e ilegitimidad de las decisiones de otros pueblos, siguiendo esos
mismos principios [Zea, 1993: 78].
Así retrata el comportamiento de la potencia hegemónica de nuestros días
cuyos gobernantes persisten en su providencialismo para justificar sus políticas
intervencionistas para apropiarse de más recursos naturales.
Sus opiniones sobre el socialismo son benévolas. Por ejemplo explica que el
derrumbe del llamado socialismo real no equivale a rechazar los valores de
construir sociedades democráticas, libres y justas, pues los países que fuera de
Occidente vieron al socialismo como meta para anular el colonialismo y si bien
lo hicieron al margen de las interpretaciones ortodoxas de Marx y Engels, no
puede ser ese heterodoxismo justificación para desestimar sus procesos. Para
respaldar lo anterior reproduzco su propuesta societaria:
Pienso en un mundo plenamente libre... Un mundo en que el hombre no sea
más ni lobo ni oveja del hombre, ni tiburón ni sardina. Mundo en el que hombre
se reconozca como tal... del reconocimiento de quienes son sus semejantes.
Socialismo. Por supuesto, pero... en el que el hombre se reconozca como
libertad... reconociendo al mismo tiempo la libertad de los otros [Zea, 1976: 64].
Respecto de sus puntos de vista sobre la guerra y la paz sólo hay que decir
que ha sido un incansable promotor del pacifismo y por tanto crítico de la
violencia, en particular de las guerras de intervención como los casos de la
segunda guerra mundial, las guerras contra Corea, Vietnam, Irak y las
invasiones a varios países latinoamericanos. Debe añadirse el cuestionamiento
al uso de la tecnología como mecanismo de los países capitalistas poderosos
para prolongar la dependencia de las sociedades periféricas, esclareciendo: “El
hombre, para amenazar, amedrentar y someter al hombre no usa la cachiporra,
pero enarbola, como tal amenaza, o golpeando cuando es posible, atómicas y
otras armas igualmente destructivas... una técnica siempre al servicio de los
más poderosos...” [Zea, 1976: 60-61].
Para Leopoldo Zea los avances de la ciencia y de la tecnología son creaciones
sublimes de la inteligencia humana, cuyas manifestaciones contemporáneas
convocan a la reflexión por la exaltación que de ellas se hace de meros
saberes útiles, sin importar que para el efecto se les haya erigido en
manipuladores de la naturaleza.
... La técnica, cuya precisión ha permitido encarcelar energías como la atómica,
para bien o para mal del creador de este encarcelamiento. Todo ello está muy
bien, lo que ya no lo está tanto es la pretensión de reducir la filosofía a este
sólo fin. Porque si bien es cierto que la técnica servida por una ciencia precisa,
que se apoya a su vez en una filosofía que le ofrece una lógica plena de rigor,
ha alcanzado cimas jamás imaginadas... [Zea, 1974: 59].
La filosofía enfrentada, entre otras cosas que le ofrece la realidad
contemporánea, a la técnica. Esto es, a la manipulación de la naturaleza para
hacer de ella un instrumento al servicio del hombre. Una técnica que pretende
ser cada vez más precisa; de una precisión de la cual ha dependido y hecho
posible el dominio casi fantástico que el hombre parece alcanzar sobre la
naturaleza. Capacidad de dominio que ha hecho de la ciencia lo que la filosofía
fuera en la Edad Media de la teología, sierva de la técnica [Zea, 1974: 59].
Así para Leopoldo Zea, lo virtuoso de la ciencia como de la técnica consiste en
ser herramienta para explicar la realidad y coadyuvar a aminorar la
problemática social. El cultivo de la ciencia y de la técnica, en su perspectiva,
se hará imperioso por ser instrumentos indispensables para mejorar las
condiciones de vida y el desenvolvimiento de los pueblos de América Latina,
pues no se puede renunciar al progreso material, por el contrario, debe hacerse
parte del propio modo de ser [Zea, 1976: 82].
Concepciones sobre el papel de la educación y las artes
Por lo que se refiere a la educación, ésta es apreciada por Leopoldo Zea como
una función social básica, formadora de seres humanos, de individuos
comprometidos con su comunidad, por lo cual le asigna, entre otras tareas,
coadyuvar a la integración regional, al demandar: "La integración [...] se haga
expresa en la conciencia del educando y, a partir de lo cual éste pueda actuar
para el logro de su realización" [Zea, 1986: 13].
La visión iluminista de Leopoldo Zea queda esbozada con el planteamiento de
que sólo la educación permitirá consumar la emancipación por ser portadora de
las luces intelectuales, esclarecedora y concientizadora de la realidad, la
dependencia cultural de Latinoamérica. La interpretación de que la educación
es herramienta de emancipación intelectual la ha propugnado durante toda su
vida pero con la acotación de que su fin último es el conocimiento del hombre:
"El hombre es algo concreto, algo que se hace y perfila dentro de una realidad
determinada. Conocer esta realidad era así una de las más urgentes tareas,
pues de ella dependía la educación de ese hombre al que trataba de
independizar por el más seguro de los medios, el de su emancipación mental"
[Zea, 1972: 89].
Para otorgarle eficacia a la educación plantea la necesidad de identificar la
herencia colonial y promover el conocimiento de las distintas manifestaciones
culturales: las artes, las humanidades, las ciencias, los avances tecnológicos,
al contextualizarlos históricamente, y recurriendo a las funciones con las que ha
de concretarse una educación sólida y vinculada con la realidad.
La educación será, así, el soporte para garantizar el desenvolvimiento de la
cultura latinoamericana como parte de la cultura occidental y mundial, de una
nueva relación donde desaparezca la subordinación o menosprecio, por lo que
fomentará su misión humanística de ser eminentemente liberadora,
coadyuvando a sepultar la cultura encubridora y excluyente.
Cultura latinoamericana
Leopoldo Zea asigna carácter liberador a la cultura latinoamericana, pero
también exige el reconocimiento a la existencia otros pueblos con
manifestaciones propias. Que tanto unos como otros poseen y generan cultura
del mismo valor, ni superiores ni inferiores.
Para que la cultura latinoamericana contribuya a exhibir su originalidad y
función liberadora, Leopoldo Zea se echó a cuestas el establecimiento de
instituciones y organización de eventos que la promuevan, con una clara misión
integradora entre regiones como entre pueblos:
Una cultura en la que se coordinan los derechos de los individuos con las
necesidades de la comunidad; la libertad y la soberanía de los pueblos con las
necesidades de una paz y acuerdos universales, que hagan verdaderamente
posibles esta libertad y soberanía. Una cultura en la que no tienen por qué
estar reñida la libertad de los individuos y la soberanía de los pueblos con la
justicia social y la convivencia internacional. Esto es, una cultura en la que el
humanismo de sus mejores creadores prevalezca sobre el egoísmo
individualista que la invalida [Zea, 1970: 255-256].
Lugar de la filosofía
Tal manera de concebir su praxis filosófica proviene del conocimiento y
comprensión de los planteamientos de los más preclaros expositores del
pensamiento latinoamericano. Así en 1980 la sustancia al decir que Simón
Bolívar planteó los principales problemas que debe y había venido atendiendo
nuestra filosofía:
... el problema de la identidad, ¿quiénes somos los hombres de esta América?;
el problema de la dependencia, ¿por qué somos así?; el problema de la
libertad, ¿podemos ser de otra manera?, y el problema de la integración,
¿integrados en la dependencia, podemos integrarnos en la libertad? [Zea,
1980: 8].
En fin, la filosofía, según Leopoldo Zea es actividad humana por antonomasia,
cuya mecánica inicia con la determinación racional de las cuestiones caras al
ser humano, de permitir radiografiar la realidad a partir de la búsqueda de
problemas esenciales, al ubicarla como saber positivo, fundamentada en el
rigor gnoseológico, de implicaciones éticas e ideológicas, y siendo la expresión
más acabada de las diversas circunstancias de cada sociedad, con la cual
abonó la existencia de la filosofía en América Latina, y le otorgó carta de
naturalización al aportar nuevos enfoques a los temas tradicionales como el de
identidad y del humanismo.
BIBLIOGRAFIA
http://cvc.cervantes.es/actcult/zea/biografia.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Zea_Aguilar
http://www.conaculta.gob.mx/detalle-nota/?id=5610#.UlTVbtJyFe8
http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/1321/Leopoldo%20Ze
a
http://sincronia.cucsh.udg.mx/urenapajaritowinter09.htm
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