Nada supe de ti en estos días y creí enloquecer sin tus besos, sin

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Nada supe de ti en estos días y creí enloquecer
sin tus besos, sin esos labios vestidos de terciopelo rosado, sin
tus bellos belfos esculpidos en fastuosa carne.
Nada supe de ti en estos días y sin embargo me
tuviste como nunca, fui tuya mucho más que en ningún otro
tiempo, estuve pendiente de tu ausencia como jamás lo estuve de
tu presencia.
Nada supe de ti en estos días y me perdí en la
distancia, eclipsada estuve por tu destierro y encontré la
tranquilidad en tu recuerdo, nostalgia de tu mirada asustada de
nuestro abismo lascivo.
Nada supe de ti en estos días y sentí como
nunca tu libidinoso cuerpo lascivo, la hechura de tus pechos y el
atrevido espesor de tus caderas moviéndose como las ondas del
lago, lentas, bellas, húmedas, remolinos de vida aferrada al
tiempo, prendidas y detenidas, contenidas y retenidas,
apoderadas y vigorosas, ardiente y valientes.
Nada supe de ti en estos días y fuiste más
omnipotente que nunca, irresistiblemente enérgica en la
intensidad de tu eclipse. He perpetuado como nunca la suavidad
de tu piel, túnica de mi locura y corteza de la floresta que
protege tu cámara sagrada. Nunca podré olvidar su suavidad y
sutileza, su dulce sabor y su flexibilidad obediente a tus
caprichos.
Nada supe de ti en estos días y tus caricias
inundaron mis recuerdos, bondades que se ahogaron en mi
nostalgia y ternezas evocadas que me trajeron el viento de tu
aliento, soplo de vida camuflado en tu apetito goloso y lúbrico,
licenciosos mimos que me hacen perderme en el vacio de tu
exilio.
Nada supe de ti en estos días y me siento privada por
tu carencia, laguna fría en la que sumergir mi sexo para olvidarte,
para omitir la humedad asfixiante de tu recuerdo, alusión regalada
a ese altar que te posee y te conserva como efigie nacida de una
estirpe sagrada, blasón de diosas fetiche.
Nada supe de ti en estos días y ando perdida y
derrochada, disipada en un suspiro de amor, malgastada en
emotivas miradas atraídas hacia una voluntad pasada, intimidada
por tu ausencia, extasiada por el apego a una flor dormida,
tentada de buscar tu perfume en la cloaca, derretida por tu calor
ahora helado en la fragancia reconocida de tu existencia alejada.
Nada supe de ti en estos días y el dolor corroe mis
venas, vetas encendidas por el ardor de nuestros roces perdidos
posesiones emigradas a otros tiempos, intimidad sustraída de
nuestros nobles castillos de apreciados ventanucos abiertos a la
desidia. Mi corazón se ha desvencijado en guijarros, ahora
yacimiento de veneno, tóxico de mi tormento, lamento de mi
pesar y aflicción de mi suplicio.
Nada supe de ti en estos días y sigo amándote, arrullo
mi memoria para mantenerte y no perderte, sigo venerando tu
templo en mi evocación a tu orgasmo que resuena en mi cabeza,
pierdo la razón al remembrar tus ansias por mis espasmos
convulsos. Consumías todas mis secreciones, succionabas mis
brebajes como una loba herida y los regresabas a mis labios
convertidos en néctar, fusionando su sabor con el dulzor de la
miel de tus bembos.
Nada supe de ti en estos días y ahora ando
extraviada, disipando las imágenes recreadas, intentando derramar
mis lágrimas en el interior de la vasija para intentar curar con
ella ha herida abierta, corazón lacerado, arañado con las puntas
de tus cabellos. Ahora quiero olvidarte y no puedo, deseo
relegarte y postergarte y no lo logro porque me seduce tu
imagen lejana. Debo conquistar el olvido y negar tus susurros,
desdeñar tu fotografía de mi retina, grabarme a fuego en mis
sentidos la expatriación de tu aliento, percibir que tu mirada se
aleja en el silencio de la noche oscura y perdida. Juro dejar de
desenterrar tu llama y renunciar a avivar el fuego que consumimos
juntas en nuestro el lecho, ahora blasfemo y vacio. Juro, prometo
y maldigo. Te diré adiós y en eso me afirmo.
Titulo: Nada supe de ti en estos días.
Albacete a 20 de diciembre de 2009
20:54 h.
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