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García Solares Israel. CEH Colmex. Diciembre 2013
Fragmentación, disidencia e integración. Los sindicatos nacionales de industria en
México, 1982-2008.
Uno de los problemas fundamentales respecto a la historiografía sobre el sistema político
mexicano del siglo XX tiene que ver con la restricción generalizada de su campo hasta el
régimen cardenista. La historia posterior sobre el Estado aparece en muchos sentidos disociada
entre economía y política. En lo que respecta a los análisis sobre el sistema político existen
diversos estudios respecto a la interiorización y centralización de los conflictos políticos en el
Estado central. De manera paradójica el debate más intenso al respecto comenzó justo cuando
el sistema que describía estaba bajo una mutación profunda. Philippe C. Schmitter definió al
sistema corporativo como “un sistema de representación de intereses y/o actitudes, un arreglo
institucional particular o ideal-típico para ligar los intereses de la sociedad civil organizados
asociativamente con las estructuras de decisión del estado.”i Dicho análisis enfatizaba el
sentido del Estado como un producto social y, en ese sentido, era en buena medida descriptivo
y estático.ii Sin embargo, la creciente autonomía relativa respecto a los sectores populares que
diversos estados a nivel mundial
comenzaron a tener inició la discusión respecto a la
redefinición del pacto corporativo, el cual fue definido por Schmitter como neocorporativo. En
éste, el Estado intervenía en la negociación entre distintos grupos y clases, de modo que su
autonomía relativa era estructural y se basaba en sus intereses institucionales de
autoconservación aunque podían ser potencialmente transformadores.iii
De entre los múltiples estudios realizados respecto a las transformaciones económicas
mundiales que impactaron al sistema político mexicano de la época nos interesa una que
vincula en otro nivel el debate respecto a la centralidad del espacio. Los análisis sobre el estado
corporativo han estado sobre todo enfocados en la dimensión central del Estado en los
conflictos entre diversas clases sociales y el sistema de interacciones políticas que genera
1
alrededor de éste. Este tipo de estudios ha obviado en buena medida el carácter el Estado
central respecto a los poderes regionales y las complejas interacciones que se derivan de las
relaciones entre diversas clases y regiones respecto al Estado central o local. No obstante, las
reconfiguraciones en la geografía industrial derivadas de las reestructuraciones del comercio
internacional generaron un cuerpo teórico, sobre todo desde la economía, que dio cuenta de
tales mutaciones. Paul Krugman y Livas Elizondo, en los estudios que dieron origen a la
“Nueva Geografía Económica”, relacionaron los resultados de concentración industrial con el
grado de apertura económica: los mercados cerrados, como los promovidos por el modelo de
substitución de importaciones, generaban alta concentración geográfica de la industria mientras
que la liberalización comercial tendía a desconcentrarla. Aplicado en el caso de México, el
artículo lograba describir y proyectar el fenómeno de descentralización geográfica que tuvo
lugar en la economía mexicana de la época y de los años posteriores.iv
Es en esta triple tensión, la derivada entre economía y régimen político; entre
autonomía del Estado y régimen corporativo; y entre centro y regiones, en la cual se encuentra
el objeto de este ensayo interpretativo que tiene como objeto a los sindicatos nacionales de
industria. Los sindicatos nacionales de industria se enfrentaron a las transformaciones
económicas, políticas y regionales a partir de 1980 y reaccionaron con relativa autonomía a
éstas. El presente ensayo dará cuenta en términos generales de las diversas estrategias
empleadas por estos sindicatos en la doble tensión que hemos mencionado. Para tal efecto
primero haremos un breve seguimiento del debate en torno al sindicalismo mexicano durante la
transformación de las últimas décadas, la cual tiene raíces en las concepciones respecto al
régimen centralizado en las dos dimensiones que hemos expuesto. Posteriormente
describiremos las características del aparato sindical durante las transformaciones que
mediaron entre la crisis de la deuda de 1982 y la crisis económica de 1995. Finalmente
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expondremos las principales características de estos sindicatos durante el periodo que va de
1995 hasta la crisis económica de 2008 y sus efectos presentes.
A. El sindicalismo en México. 1931-1982.
En 1931, después de más de dos décadas de movilizaciones obreras, se aprobó la Ley Federal
del Trabajo, la cual regulaba lo asentado en el artículo 123 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos de 1917. En lo general la Ley regulaba la tendencia dibujada ya por
el proyecto de Venustiano Carranza, en el cual el Estado se ubicaba por encima de las clases
sociales y, en esa medida, se autorizaba como árbitro de ésta.v No obstante, la nueva Ley ponía
al Estado federal por encima de los arreglos locales entre empresarios y poder político,vi y
significó una reconfiguración de las características de los movimientos sindicales. Es así que la
Ley Federal del Trabajo catalogó a los distintos sindicatos en Gremiales, de Empresa,
Industriales, Oficios Varios y Nacionales de Industria, estos últimos constituyendo empresas
estratégicas
como
Ferrocarriles,
Electricidad,
Petróleo,
Minería
y
Metalurgia,
Telecomunicaciones y Teléfonos. La particularidad de éstos sindicatos en su relación con el
Estado es que debido a su carácter nacional confluyen en la Junta de Conciliación y Arbitraje
Federal para la resolución de conflictos.vii
Los Sindicatos Nacionales de Industria ocuparon un lugar fundamental en el arreglo
institucional entre sindicatos y Estado, debido a su carácter estratégico. La integración de estos
Sindicatos al régimen de partido único fue fundamental tanto para las bases obreras, que se
integraron en la vida política, como para el Estado. No obstante, la integración al aparato del
Estado no se dio, como podría analizarse siguiendo la postura de Schmitter, como un proceso
armónico. Así, mientras que el conflicto desencadenado por el Sindicato de Trabajadores
Petroleros de la República Mexicana (STPRM) desembocó en la nacionalización del petróleo
por parte de Cárdenas, la conformación del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros,
Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM), no obstante de haber sido
3
impulsado desde los sindicatos locales, significó la integración de los sindicatos mineros al
PRM y, con ello, la pérdida de la autonomía sindical y la utilización del Sindicato Nacional
como órgano de control por parte del gobierno.viii
Corrientemente la integración de este tipo de organizaciones al sistema de partido único
se analiza como una despolitización de las masas integradas corporativamente a la par que el
Estado aparece con un alto grado de autonomía. Por otro lado, las masas integradas se
observan como dependientes en todo momento del Estado, de modo que los actores sociales
son débiles, el conflicto social se canalizaba por medio del Estado y el sistema político en su
conjunto poco autónomo del Estado. En dicho contexto los sindicatos tenían la función de
control de los movimientos obreros, por un lado, mientras que por el otro servían también
como medio de intermediación electoral aportando voto duro por el PRI.ix
No obstante, ni el Estado de la época actuó con plena autonomía ni la doble integración
de los sindicatos, en sindicatos nacionales y centrales obreras y de éstas con respecto al
régimen de partido único, fue tersa ni definitiva. La escisión de los sindicatos nacionales de
industria de la CTM en los años treinta marcaba que éstos buscaban mejores condiciones de
negociación directa con el Estado central. Las relaciones entre Estado, empresarios y sindicatos
deambularon entre la negociación yla confrontación directa. Es así que en los inicios de
llamado desarrollo estabilizador, el Ejecutivo Federal combinó la represión y la cooptación el
movimiento obrero disidente a la par que expandió los mecanismos indirectos de distribución
del ingreso.x La década de los sesenta estuvo en esa medida marcada por una relativa paz
sindical aunque ésta no se formalizó totalmente hasta el Congreso del Trabajo de 1966, cuando
los sindicatos nacionales de industria escindidos durante los treinta asistieran a una nueva
relación de intercambio con el Ejecutivo Federal.xi
No obstante, dicha calma en el régimen corporativo no duró demasiado y a partir de los
problemas económicos de la década de 1970, acompañado de la reforma política que permitió
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un mayor peso a la oposición electoral, el pacto corporativo se puso de nuevo en entredicho y
los sindicatos reaccionaron de manera diferenciada a los cambios económicos que comenzaron
a operar en la economía mundial desde la década de 1970.
B. 1982-1995. Entre la autonomía y la debilidad.
No es objetivo de este ensayo explorar las causas del cambio en la estructura productiva sino
sobre todo los distintos efectos que trajo para modificar las relaciones laborales y, a partir de
ellas, el acuerdo político entre los sindicatos y el Estado central. La reestructuración económica
de la llamada “década perdida” impactó en las tres tensiones que enumeramos respecto al
tema. En lo referente a la tensión entre economía y política, Francisco Zapata observa el
proceso como una despolitización asincrónica de la economía donde se cambió el papel que
había tenido el Estado en la toma de decisiones económicas y laborales y éstas se transfirieron
a la empresa. No obstante, esta transición, si le quitó atributos al Estado para la intervención en
la vida económica, no modificó las estructuras políticas que sustentaban su poder, las cuales
eran fuertemente corporativas.xii
Este segundo aspecto de la reestructuración económica de la época se liga con la
segunda de las tensiones que identificamos, la referente al Estado central y a los distintas
organizaciones corporativas en términos de clase. La necesidad de cumplir con las obligaciones
financieras pactadas, con la liberalización del comercio, la privatización de diversas empresas y
el control inflacionario llevó a que el aparato estatal hiciera uso de los métodos de control del
movimiento obrero que había construido las décadas anteriores. Paradójicamente, buena parte
de la reestructuración pasaba también por la eliminación de dichos mecanismos de control. La
flexibilización laboral impedía la formación de sindicatos en nuevos sectores productivos y la
negociación colectiva comenzó a ser cuestionada por los nuevos patrones en la economía
liberalizada, a la par que el sector industrial se contrajo con respecto al sector terciario de la
economía y a la economía informal. Asimismo, los sindicatos integrados al sistema político
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del PRI vieron mermada su capacidad de control sobre las bases obreras en tanto que no podían
garantizar los beneficios que había tenido en las décadas anteriores, lo cual se tradujo en una
merma del poder electoral que podían ofrecer al PRI. El proceso de reestructuración, de este
modo, a la vez operó a través de los sindicatos corporativos y mermó su capacidad de
maniobra.xiii
La tercera característica de la liberalización que identificamos como tensión tuvo que
ver entre los poderes centrales y locales. A partir de 1982, como describieron Livas Elizondo y
Krugman, las actividades económicas tendieron a desarrollarse fuera de las grandes
concentraciones urbanas, creando nuevos espacios industriales descentralizados. Así las
tradicionales concentraciones industriales del Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey se
vieron debilitadas con la aparición de nuevos espacios en Aguascalientes, Querétaro,
Chihuahua, Saltillo, Puebla y la región fronteriza a través del crecimiento de la industria
maquiladora.xiv
Los Sindicatos Nacionales de Industria, al parecer, escapaban a buena parte de estas
contradicciones. El carácter nacional de varios de ellos, específicamente el ferrocarrilero, el
petrolero, el electricista y el de teléfonos, estaba correspondido con el carácter monopólico del
patronato que era, en todos ellos, el gobierno federal. Las excepciones a estas características
eran el Sindicato Industrial de Trabajadores y Artistas de la Televisión y la Radio (SITATYR),
algunas secciones del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana
(SUTERM) y el SNTMMSRM, siendo éste último el único Sindicato Nacional de Industria
que no cuenta con un Contrato Ley a nivel nacional sino contratos por empresa. No obstante,
todos ellos tuvieron que reestructurarse, adoptando diversas estrategias, de acuerdo a los
cambios en el aparato productivo. De manera paradójica, en el contexto de la debilidad relativa
respecto al sector patronal, debido a la ruptura del pacto con el sistema corporativo central,
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reaparecieron diversos tipos de movimientos autónomos dentro de la estructura de los
Sindicatos Nacionales de Industria.
El inicio de la reestructuración económica posterior a la crisis de la deuda desencadenó
de inmediato la oposición de diversas corrientes integradas al Congreso del Trabajo. En la
primavera de 1983 había un franco ambiente de confrontación a partir de las medidas de
política económica implantadas al inicio del sexenio de Miguel de la Madrid. A mediados de
mayo el Congreso del Trabajo decidió emplazar a huelga por un aumento salarial del 50% y
días después ya estaban resueltos varios centenares de emplazamientos sobre todo en el sector
privado. No obstante, varios de los sindicatos más opositores, como los trabajadores
universitarios, se vieron obligados a levantar la huelga sin obtener aumento alguno. Más aún, el
23 de junio el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN) surgido de una
corriente democrática de varias secciones del SUTERM dirigido por Rodríguez Alcaine,
presentó el desistimiento de la huelga la empresa paraestatal empleadora fundamental, Uramex,
lo rechazó. Un año y medio más tarde la empresa se había desestructura, el sindicato había sido
destruido y los obreros del Instituto Nacional de Investigación Nuclear (ININ) fueron
transferidos de vuelta al SUTERM.xv
La destrucción de un sindicato nacional relativamente menor no impidió que el
gobierno federal entrara en tensiones con el resto del aparato sindical, incluso el más alineado
al PRI como el representado por el STPRM. Durante todo el sexenio de Miguel de la Madrid el
STPRM encabezado por Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”, mantuvo una política de
creciente beligerancia respecto al Ejecutivo y en particular con el Secretario de Programación y
Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, como respuesta a la pérdida de privilegios, sobre todo
en lo referente a la pérdida del contratismo que tenía el sindicato respecto a varias funciones de
Pemex. Al mismo tiempo, a pesar de que Hernández Galicia fortaleció modificó los estatutos
de modo que pudiera mantenerse como secretario general, distintas secciones del sindicato
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amenazaban con desligarse de la dirección. El riesgo de la disidencia era también utilizado por
la dirigencia del sindicato para mejorar sus condiciones de negociación con el Ejecutivo
Federal, lo que tomó principal relevancia durante las elecciones presidenciales, cuando el voto
por Cuauhtémoc Cárdenas fue significativamente mayoritario en distintas zonas petroleras. El
conflicto terminó el 10 de enero de 1989 cuando, una semana después de que el presidente
Carlos Salinas de Gortari recibiera a los dirigentes petroleros y declarase que “se acabaron los
tiempos de los caudillos y caciques; sólo perduran las instituciones”, la casa de “la Quina” es
atacada por el Ejército y éste es condenado a 35 años de prisión por acopio ilegal de armas.xvi
Por otro lado, los sindicatos locales integrados a secciones de sindicatos nacionales
tuvieron que adaptarse al contexto de reestructuración económica productiva de las empresas
las que pertenecieron. La mina de Cananea, cuyo sindicato pertenece a la sección 65 del
SNTMMRM, fue nacionalizada por el Ejecutivo Federal en 1982, fecha a partir de la cual la
empresa paraestatal comenzó un proceso de modernización tecnológica con el apoyo del
sindicato local. En 1989 estalló una huelga por parte del sindicato que se conjugó con la
declaración de bancarrota por parte de la empresa como medio de justificar su privatización.
Ese año se estableció un convenio de reapertura y se mantuvo el contrato colectivo del trabajo,
pero el sindicato se vio obligado a colaborar con la nueva administración para intentar
mantener los niveles de empleo. Entre 1989 y 1993 se redujo el ausentismo, la rotación del
capital y se incrementó el empleo temporal mientras que a partir de 1993 se comprometió el
sindicato en metas de producción junto con la administración, impulsando la plena utilización
de la capacidad instalada para disminuir los despidos.xvii
Paradójicamente, el discurso de la colaboración con el patronato, en el ambiente de
confrontación entre los sindicatos más alineados al PRI y el gobierno federal, podía ser
enarbolado por los sectores tradicionalmente disidentes de la política Central. Como
prolegómeno a la pérdida del control del PRI sobre movimientos sindicales importantes y en la
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crisis del modelo anunciada a mediados de los setenta, la dirigencia del Sindicato de
Telefonistas de la República Mexicana había en 1976 sido conquistada por una corriente
democrática liderada por Luis Hernández Juárez. Frente a la privatización de Telmex el
sindicato colaboró a través de una reestructuración laboral acorde con la modernización
tecnológica y burocrática de la empresa de modo que evitó los despidos antes y después de la
privatización aunque se incrementaron las incertidumbres respecto al empleo.xviii Hernández
Juárez parecía haber encontrado la cuadratura del círculo promoviendo la reestructuración
sindical de acuerdo a las metas de la modernización tecnológica de Telmex a la par que
destacaba la autonomía sindical y la lucha económica contra la dependencia del Estado y la
integración política sindical. Al mismo tiempo, Hernández Juárez defendió la integración al
CT, mantuvo relaciones estables con Carlos Salinas de Gortari y su candidato, Luis Donaldo
Colosio. No obstante, la cuadratura del círculo duró poco y la crisis desencadenada a inicios de
1995 pluralizó la centralidad de los sindicatos nacionales y las centrales obreras al mismo
tiempo que el sistema político se transformaba en multipartidista.
C. 1995-2013. La disidencia y la vulnerabilidad. 4
El estallido de la crisis económica a finales de 1994 y principios de 1995 llevó a que el
gobierno federal impulsara un pacto económico de unidad entre las centrales sindicales y las
cúpulas empresariales, el Pacto para el Bienestar, Estabilidad y Crecimiento (PABEC). El
PABEC implicó una ruptura en el seno del Congreso del Trabajo, el cual había unificado a los
sindicatos mayores por casi 30 años, ante la escisión del SME, el SNTE y la Confederación
Obrera Revolucionaria se escindieron. Aún más, dichas organizaciones convocaron al “Foro:
El Sindicalismo ante la Nación” el cual agrupó a otras organizaciones sindicales disidentes de
la política económica del poder federal. Ante la efervescencia sindical Fidel Velázquez, líder
del CT, decide no convocar al tradicional desfile del 1º de mayo en el Zócalo y la
manifestación es ocupada por los sindicatos foristas y los de la Coordinadora Intersindical
9
Primero de Mayo (CISPM), de corte más radical. Para octubre, el segundo foro es convocado
por 14 organizaciones sindicales y comienzan las discusiones para la creación de una nueva
central obrera a nivel nacional.xix
Los sindicatos foristas transformaron el foro en la Asamblea Nacional de Trabajadores
(ANT), que mutó posteriormente a la Unión Nacional de Trabajadores, donde confluyeron
buena parte de las organizaciones de la CISPM, como el FAT y el STUNAM, a la par que se
sustentaban en el poder del STRM, aún liderado por Hernández Juárez, que había impulsado en
1990 la creación del Frente de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (Fesebs). Dos
grandes escisiones en esos años se registraron entre los foristas. Por un lado la del SNTE
liderado por Elba Esther Gordillo el cual, debido al crecimiento de sus agremiados, intentó
jugar autónomamente en el plano político, creando la Federación Democrática de Sindicatos de
Servidores Públicos (Fedessp) rompiendo así con la Federación de Sindicatos de Trabajadores
al Servicio del Estado (FSTE) alineada al CT. Por el otro lado, el del SME que constituyó una
propia organización intersindical afín, el Frente Sindical Mexicano, en 1998.xx
El proceso de constitución de las nuevas centrales cada vez menos ligadas al sistema
político príista fue simultáneo a un crecimiento de la oposición partidista en el sistema político,
tanto a nivel federal como local, que se tradujo, a su vez, en un nuevo medio de juego electoral
para los sindicatos nacionales y en una descentralización geográfica del conflicto de las
centrales obreras. Mientras que en el norte y en el bajío el PAN comenzaba a tener influencia
sobre distintas secciones del SNTMMRM, el triunfo electoral del PRD para la Jefatura de
Gobierno del Distrito Federal estuvo marcado por dos enfrentamientos con sindicatos afiliados
al núcleo CT-CTM: el que tuvo en 2002 y 2003 con el Sindicato Único de Trabajadores del
Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF), afiliado al FSTSE; y el parte del Sindicato de
Trabajadores del Metro. El entrante gobierno perredista obtuvo un mayor apoyo de la nueva
central, la UNT, al entablar una alianza con Hernández Juárez, quien, modificando los estatutos
10
se ha mantenido hasta la fecha como Secretario General del STRM y fue diputado federal por
el PRD ante la Cámara de Diputados. Por su parte, la entrada del PAN al Poder Ejecutivo
Federal implicó un nuevo enfrentamiento entre el presidente y la estructura corporativa
sindical. El gobierno foxista acusó en 2002 al exdirector de Pemex, Rogelio Montemayor, al
diputado federal por el PRI y Secretario General del STPRM, Carlos Romero Deschamps, y al
tesorero del mismo sindicato y senador del mismo partido, Ricardo Aldana, de un desvío de
fondos por más de 2 mil millones de pesos de Pemex para la campaña de Francisco Labastida
Ochoa en el año 2000. El conflicto se extendió a septiembre y se cruzó con la revisión salarial,
coyuntura en la cual el sindicato amenazó con irse a huelga, lo que desembocó en la
exoneración de Deschamps. xxi
No obstante, ya para el sexenio de Felipe Calderón se apreció una mayor alianza entre
el núcleo CT y el Ejecutivo Federal. En 2009, en la coyuntura de un conflicto en las elecciones
a Secretario General del SME, la Secretaria del Trabajo negó la toma de nota al electo por un
estrecho margen, Martín Esparza Flores, iniciando un conflicto entre las autoridades federales
y el sindicato que desembocó en la declaración en bancarrota de la empresa de Luz y Fuerza
del Centro en septiembre y la toma de las instalaciones por parte del Ejército. Se declararon
terminados los contratos con los empleados de la paraestatal y la Comisión Federal de
Electricidad tomó el control del servicio, de modo que el SUTERM pasó a ser la única
organización sindical electricista del país.
Este proceso estuvo marcado por la caída de los agremiados del núcleo CT, que perdió
casi 700 mil tan sólo entre 2000 y 2005, a la par que los trabajadores sindicalizados fuera de
éste superaron a los que seguían en él.xxii Paradójicamente, en el universo de la fragmentación
se crearon nuevas propuestas unificadoras entre las diversas centrales y sindicatos muy ligados
al sistema corporativo priista. La nueva coyuntura se dio en el sindicato minero, de nuevo a
partir de un cambio de dirección. Napoleón Gómez Sada fue el dirigente del SNTMMRM
11
desde su nacimiento en 1961 y presidió en varias ocasiones el CT. Ante la caída de su estado
de salud nombró como su sucesor “suplente” a su hijo Napoleón Gómez Urrutia, hecho que
confirmó oficialmente en mayo de 2000 ante el entonces presidente Ernesto Zedillo. A partir
de entonces comenzó una batalla legal con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS)
quien en diversas ocasiones negó el reconocimiento de dicho cargo por violar los estatutos
sindicales a la par que apareció una organización alterna, el “Sindicato Nacional Minero
Metalúrgico Don Napoleón Gómez Sada” quien tomó el control de al menos 14 secciones
sindicales. A partir de 2005, ante una acusación de desvío de fondos que se elevó a fichaje rojo
de la Interpol, Gómez Urrutia reside en Vancouver desde donde continúa el liderazgo del
SNTMMRM, a la par que escribe Best Seller’s.
La fragmentación de este sindicato llevó a una nueva fractura en el CT ante las
elecciones para renovar su presidencia. Gómez Urrutia pretendía rivalizar una vez más por ésta
pero, ante la imposibilidad, apoyó la postulación del nuevo líder de la CROC, Isaías González.
En febrero, 10 de las 36 organizaciones del CT eligieron y pidieron el reconocimiento de Isaías
González y, ante la ratificación de Víctor Flores como presidente del CT, diversas secciones
mineras realizaron paros a favor del reconocimiento de Gómez Urrutia como líder minero,
agudizado el conflicto por los sucesos en la mina de Pasta de Conchos. Para marzo, la
Coalición de Sindicatos Nacionales y Confederaciones del Congreso del Trabajo que se habían
fracturado, entre las cuales se encuentra el FSM y el Fedessp, se alían con la UNT y comienzan
a pronunciarse por la autonomía sindical, el reconocimiento de Gómez Urrutia al frente del
SNTMMRM y la renuncia de Francisco Salazar como secretario de la STPS. xxiii
La constitución del nuevo frente no significó la salida de los sindicatos nacionales de
industria participantes, el SME, el STRM y el SNTMMRM, del CT pero debilitó la capacidad
de hegemonía de la CTM sobre la central. El SNTMMRM abandonó el CT sólo un par de años
más tarde y para el 2012 volvió a elegir a Gómez Urrutia como Secretario General, al cual la
12
Suprema Corte de Justicia de la Nación le otorgó la toma de nota ese mismo año, aunque éste
continúa residiendo en Vancouver puesto que siguen giradas órdenes de aprehensión en su
contra. xxiv
Conclusiones.
Con respecto a las tres tensiones que presentamos respecto al modelo del Estado corporativo
central, entre economía y régimen político; entre autonomía del Estado y régimen corporativo y
entre centro y regiones, los últimos treinta años presentaron transformaciones profundas que
reconfiguraron dicho modelo. En general encontramos que dicha transformación se trató de
una pluralización del modelo corporativo central a la par que la autonomía relativa del Estado
centralizado con respecto a los sectores sociales y locales nacionales se incrementó mientras
que con respecto al exterior se disminuía. Dicha pluralización significó, por un lado, que las
estructuras corporativas transitaron del régimen de partido único, que transformaba las
negociaciones con el Estado a una alianza con el partido, a una estructura multipartidista que,
sin embargo, mantuvo las relaciones corporativas con los sectores sociales. Esto se manifestó
en términos de clase pero también a nivel regional, de modo que incluso los sindicatos
nacionales modificaron su estructura en términos locales, como el caso de las secciones
sindicales del STPRM y del Sindicato Minero.
La pluralización corporativa, no obstante, se ubicó en una tensión permanente entre la
atomización y la integración, de modo que los sindicatos que entraban en conflicto con las
centrales obreras, algún partido político o con su propia dirigencia nacional buscaban de
inmediato articularse en nuevas centrales u obtener alguna otra alianza de tipo nacional. Así, la
relativa pluralización del Estado, en términos de partidos y de poderes locales, tuvo como
correlato la pluralización de la sociedad, sin embargo, ésta se veía contrarrestada por
movimientos sucesivos de integración nacional. Así, la fragmentación aparente de los sectores
13
alineados al Estado y la descentralización económica estuvo, a la par de una centralización de
los sectores sociales a pesar de la pluralización del sistema electoral.
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14
Notas
i
Schmitter, Philippe C. “Still the Century of Corporatism?” The Review of Politics, Vol. 36, No. 1, The New
Corporatism: Social and Political Structures in the Iberian World (Jan., 1974), p. 86
ii
Bizberg, I., "La crisis del corporativismo mexicano". Foro Internacional, El Colegio de México, México, vol, xXX,
núm. 4. abril-junio, 1990ª, p. 696
iii
Schmitter, Philippe C. “Neocorporativismo y Estado”. Revista española de investigaciones sociológicas, ISSN
0210-5233, Nº 31, 1985 , págs. 47-78
iv
Krugman, Paul. “Increasing returns and Economic Geography” Journal of Political Economy, Vol. 99, no. 3 (June
1991): 483-499; Livas Elizondo, Raul y Paul Krugman. “Trade Policy and the Third World Metropolis” Journal of
Development Economics, Vol. 49, no. 1 (April 1996): 137-150.
v
Córdova, Arnaldo, La ideología de la revolución mexicana. La formación del nuevo régimen, México, Era, 1974,
188-261
vi
Clark, Marjorie Ruth, La organización obrera en México, México, Era, 1983, 173-209.
vii
Capítulo II. Ley Federal del Trabajo. Nueva Ley publicada en el Diario Oficial de la Federación el 1º de abril de
1970. Texto vigente. Última reforma publicada DOF 30-11-2012
viii
Sariego, Juan Luis, Enclaves y minerales en el norte de México. Historia social de los mineros de Cananea y
Nueva Rosita, 1900-1970, México, Casa Chata, 1988, 185-284.
ix
“La posición central que ha ocupado el Estado mexicano como agente de desarrollo, implica que la función
primordial del sistema político ha consistido en servir como mecanismo de movilización de recursos sociales y
como instrumento de legalización de sus decisiones.” Bizberg, Ilán, "La crisis del corporativismo mexicano". Foro
Internacional, El Colegio de México, México, vol, XXX, núm. 4. abril-junio, 1990ª , p. 700
x
Fue en dicho contexto que el artículo 123 se dividió en 2 secciones, la sección A para “los obreros, jornaleros,
empleados domésticos, artesanos y de una manera general, todo contrato de trabajo”, es decir, los empleados
del sector privado, de las empresas paraestatales y de órganos descentralizados; la sección B es para los
trabajadores de los Poderes de la Unión y del Gobierno del Distrito Federal. Villegas Rojas, Pedro.
“Fundamentación legal del sindicalismo mexicano”. En González Guerra, José Merced y Antonio Gutiérrez Castro
(coord.). El sindicalismo en México. Fundación Konrad Adenauer- Cenpros. México, 2006.; Constitución política
de los Estados Unidos Mexicanos. Constitución publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de febrero de
1917 . Texto vigente. Última reforma publicada DOF 08-10-2013
xi
Bizberg, Ilán. “Las perspectivas de la oposición sindical en México”. Foro Internacional. XXIII-4, Colmex, abr.jun., 1983 pp. 332-335
xii
Zapata, Francisco. Tiempos neoliberales en México. Colegio de México, México, 2005. pp. 13-32
xiii
. “La crisis del corporativismo sindical tradicional proviene que el control sindical sobre sus bases ya no
garantiza su control político.” Quiroz, José Othon y Méndez Luis H. “ El sindicalismo en la actualidad. La historia,
las inercias y los cambios” en Méndez, Luis H. Carlos García y Marco Antonio Leyva (coord.) Confederaciones
obreras y sindicatos nacionales en México. UAM, México, 2005. pp. 23-46
xiv
Zapata, Francisco. Tiempos neoliberales... Op. Cit. .p. 31
xv
Trejo Delarbre, Raúl. Crónicas del sindicalismo en México, 1976-1988. Siglo XXI Editores, México, 1990. pp.
202-228
xvi
Ibid. pp. 229-246
xvii
Zapata, Francisco. Tiempos neoliberales... Op. Cit.pp. 72-83
xviii
“La identidad con los fines de la empresa es la premisa de su modelo de colaboración de clases.”Rendón
Corona, Armando. “Los reformismos en el Congreso del Trabajo” en Méndez et al (coord.) Confederaciones… Op.
Cit., p. 52
xix
Quiroz T., Othón José, “Confederaciones Obreras y Sindicatos en México: Una introducción, una
actualización.” en Méndez et al (coord.) Confederaciones… Op. Cit., pp. 7-22 y Gutiérrez Castro, Antonio. “Breve
recorrido histórico del sindicalismo mexicano” en González Guerra et al (coord.). El sindicalismo… Op. Cit, pp. 1742
xx
Quiroz, José Othon y Méndez Luis H. “ El sindicalismo…Op. Cit.
xxi
Quiroz T., José Othón. “Confederaciones…Op. Cit.
xxii
García Aguilar, Javier, “La representatividad en el sindicalismo mexicano” en González Guerra et al (coord.). El
sindicalismo… Op. Cit, pp. 65-92
xxiii
Jones Tamayo, Claudio G. “El movimiento obrero en tiempos de cambio: fragmentación y convergencia” en
González Guerra et al (coord.). El sindicalismo… Op. Cit, pp. 363-384
xxiv
Mariana León, “Minero reeligen a Gómez Urrutia como líder” El Universal, 5 de mayo de 2012, Recuperado el
01/12/2013 de: http://www.eluniversal.com.mx/notas/845539.html
15
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