DIÓCESIS DE BARINAS SEMINARIO DIOCESANO “NUESTRA SEÑORA DEL PILAR" UNIVERSIDAD CATÓLICA SANTA ROSA BARINITAS EDO. BARINAS TIEMPO DE CUARESMA Alumno: José Ramiro Rondón Chacón. III de Teología / V Semestre. Asignatura: Liturgia. Profesor: Pbro. Luis Espinoza. Barinitas, marzo de 2022. INTRODUCCIÓN La santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que ha llamado “del Señor”, conmemora su resurrección que una vez al año celebra también con su santa pasión en la máxima solemnidad de la pascua. Además, en el circulo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación. El año litúrgico: En el ciclo del año, (la Iglesia) desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y el Nacimiento hasta la Ascensión, el día de Pentecostés y la expectativa de la feliz esperanza y venida del Señor (SC 102). En este sentido, la intención básica y la finalidad del año litúrgico es mistagógica y pastoral. Se trata de hacer presente el misterio de Cristo en el tiempo de los hombres para reproducirlo en sus vidas. El año litúrgico, es un espacio de gracia y de salvación (Cf. 2 Cor 6,2), continuación del año jubilar bíblico perpetuado por Jesús (Cf. Lc 4,19.21). Puede definirse como la celebración del misterio de Cristo y de la obra de la salvación en el espacio del año (Cf. SC 102). Es un signo que representa, tanto en Oriente como en Occidente, la concreción histórica y dinámica de la presencia del Señor en la vida de la Iglesia. Es también el resultado de la búsqueda, por parte del pueblo de Dios, de una respuesta al misterio de Cristo por medio de la conversión y de la fe, fruto de un itinerario roturado por la experiencia de la Iglesia a lo largo de los siglos. Formación del año litúrgico: Lo que hoy conocemos como año litúrgico no se empieza a desarrollar hasta el siglo IV-V . Durante los tres primeros siglos no existió en la Iglesia otra celebración marcada por el ritmo del tiempo que el domingo, aunque existen indicios de una conmemoración anual de la Pascua. Pero sólo a partir de los siglos VIIIIX, cuando los formularios de misas del Adviento se sitúan delante de la fiesta de Navidad y los libros litúrgicos comienzan con el domingo I de Adviento, se puede hablar ya de una estructura litúrgica anual. La denominación, como se ha dicho antes, apareció incluso más tarde. A la formación del año litúrgico, contribuyeron diversos factores, como la capacidad festiva humana, la huella del año litúrgico hebreo y, sobre todo, la fuerza misma del misterio de la salvación, que tiende a manifestarse por todos los medios, especialmente desde el momento en que la Iglesia encontró la posibilidad de proyectar su mensaje sobre la sociedad y la cultura I. ESTRUCTURA DE LA CUARESMA La Cuaresma, el período que antecede al Triduo de Cristo muerto, sepultado y resucitado. La Cuaresma, dura cuarenta días, desde el domingo I de este tiempo hasta el jueves santo. Pero a estos días hay que añadir el miércoles de ceniza y las ferias de este nombre. Comenzando la cuenta de los cuarenta días el citado miércoles, la Cuaresma termina el domingo de Ramos, que, a su vez, inaugura la Semana Santa. Pero en realidad el «tiempo de la Cuaresma transcurre desde el miércoles de ceniza hasta la misa de la Cena del Señor exclusive». Estas normas quieren recoger el carácter popular del miércoles de ceniza y compaginarlo con el comienzo «oficial» del domingo I de Cuaresma. Por su parte, los días de la Semana Santa están orientados a la conmemoración de la Pasión del Señor, y en la mañana del jueves santo tiene lugar la Misa crismal (cf. n31). «El tiempo de Cuaresma, está ordenado a la preparación de la celebración de la Pascua». Miércoles de Ceniza. (1855-60) Carl Spitzweg. Los domingos de Cuaresma se denominan I, II, III, IV y V, pero el VI lleva por título domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Las ferias de todo el tiempo son independientes de los domingos, y su temática guarda cierta relación con ellos. En tiempo de Cuaresma, no se adorna con flores el altar, y la música se permite sólo para sostener el canto, a excepción del domingo VI y las solemnidades y fiestas. II. LOS DATOS DE LA HISTORIA La Cuaresma o quadragésima, es conocida con este nombre desde el siglo IV (san Jerónimo y Egeria) y hace referencia al significado del número 40 en la Biblia. Pero desde el siglo VI data también una precuaresma que comenzaba tres domingos antes del I domingo de Cuaresma, de difícil interpretación y no menos oscuro origen. Los primeros datos acerca de una preparación de la Pascua son los ya conocidos —en el capítulo anterior— del ayuno de dos o tres días en los siglos II y III. En Roma el ayuno se extendía durante tres semanas ya en el siglo IV, pero numerosos testimonios hacen pensar en la existencia de la cuarentena penitencial como un hecho general a finales de dicho siglo o comienzos del siguiente. La ceniza se empezó a imponer a todos los fieles en el siglo IX, cuando había decaído la práctica de la penitencia pública. Los domingos se denominaban de Quincuagésima (50 días antes de Pascua, contados desde el domingo anterior al I de Cuaresma), Sexagésima (60 días, avanzando otro domingo más y terminando la cuenta el miércoles de la octava de Pascua), y Septuagésima (70 días, a base de incluir otro domingo antes y terminar en el II de Pascua) Este período desapareció en la reforma del Calendario en 1969. El domingo V de Cuaresma, al quedar despojado de la referencia a los escrutinios, se convirtió en Domingo de la Pasión del Señor, dando lugar a que esa semana tuviera este carácter además de la Semana Santa. A esto se añadió la costumbre de velar las cruces, las imágenes y los retablos desde el siglo XI, aunque sólo se hizo oficial en el siglo XVII. Por otra parte, la devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen Dolorosa invadió también las últimas semanas de la Cuaresma sobre todo a partir de la Baja Edad Media. El movimiento litúrgico impulsó una fuerte renovación de este tiempo orientándolo hacia el misterio pascual. En este sentido se expresó también el Concilio Vaticano II (Cf. SC 109-110). III. PERÍODO DE PREPARACIÓN La celebración de la pascua en los tres primeros siglos no tenía un período de preparación. Se limitaba al ayuno celebrado en los dos o tres días precedentes. En Occidente se tiene los primeros testimonio directos de la existencia de la Cuaresma en el siglo IV: Egeria habla de ella para Jerusalén e indirectamente, para Hispania; san Agustín para África; san Ambrosio para Milán. Para Roma, el historiador Sócrates (+después de 439) atestigua por primera vez, probablemente para el siglo IV, un tiempo de preparación de la Pascua de tres semanas de ayuno, Excepto sábados y domingos. Pero se trata de un estadio que se puede llamar todavía precuaresmal. • En la cuaresma de la época de san León (+461). Al desarrollo de la Cuaresma contribuyeron la disciplina para la reconciliación de los penitentes que tenía lugar el jueves santo por la mañana, cuarenta días después del inicio de la preparación, y la institución del catecumenado con la preparación inmediata de los “iluminados” al bautismo, celebrado en la vigilia pascual. Estas seis semanas experimentaron progresivamente modificaciones. •Miércoles de Ceniza. En efecto, las primeras fuentes romanas muestran un estadio todavía más reciente de la Cuaresma, en el que el tiempo de preparación empieza con el miércoles anterior al primer domingo de Cuaresma (nuestro “miércoles de ceniza”). Posteriormente se añadieron otros domingos de preparación de Cuaresma, quincuagésima, sexagésima, septuagésima. •Vaticano II. Después del Vaticano II, la Cuaresma se reformó según los criterios de la Sacrosanctum Concilium, que indico claramente su sentido fundamental: “El tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia” (nº 109). IV. EN LA ACTUALIDAD La Cuaresma actual va desde el miércoles de ceniza hasta la misa en la cena del Señor exclusive. Además de la riqueza de los textos eucológicos, en los formularios cuaresmales se tiene una copiosa serie de textos bíblicos. La celebración litúrgica, incluso en lo que se refiere al desarrollo temático, pone el acento principal en el domingo. En los cinco domingos anteriores al domingo de ramos, el leccionario dominical ofrece la posibilidad de tres itinerarios diversos y al mismo tiempo complementarios: un itinerario bautismal (ciclo A); un itinerario cristocéntrico-pascual (ciclo B); un itinerario penitencial (ciclo C). Todos los domingos están organizados temáticamente. El pivote es la lectura evangélica. La temática del ciclo B orienta nuestra atención hacia la Pascua de Cristo. Las lecturas evangélicas de los dos primeros domingos vuelven a proponer los correspondientes temas del ciclo A, pero en la redacción de Marcos (1,1215; 9,2-10). En los otros tres domingos se toman algunos episodios de Juan que son una proclamación progresiva del misterio de Jesús que avanza hacia el cumplimiento de su hora: Jesús es el verdadero templo que será destruido, pero que se reconstruirá en su resurrección (Jn 2,13-25). Itinerario penitencial: Itinerario cristocéntricopascual: Itinerario bautismal: En los domingos del ciclo A somos llamados a redescubrir y revivir la realidad mistérica de nuestra iniciación cristiana. Los cinco domingos reproducen la temática que en la tradición antigua constituía el marco de referencia de la última fase del camino catecumenal. El ciclo A, de carácter bautismal, puede seguirse todos los años de acuerdo con las exigencias pastorales de cada comunidad. Los formularios de la misa prevén prefacios específicos, que recogen el tema de la perícopa evangélica. Los domingos del ciclo C constituyen el paradigma de una grande y profunda catequesis sobre la reconciliación. También dicho tema encuentra su vértice en la celebración de la Pascua, signo supremo de nuestra reconciliación con el Padre. Bautismo y penitencia aparecen así como las dos constantes en las que se basa todo el camino cuaresmal en orden a la plena reconciliación del hombre con Dios. Los evangelios de los dos primeros domingos repiten los temas de la tentación del desierto y la trasfiguración con las características del evangelio de Lucas (4,1-13; 9,17-36). Cuaresma como sacramento: La colecta del primer domingo de Cuaresma habla de la celebración cuaresmal como de un sacramentum. Si la Cuaresma es un “sacramento”, es decir, un “signo sagrado”, ello significa que todo cuanto forma parte de la institución cuaresmal (gestos y palabras) es una realidad unitaria y significativa. Cuaresma signo sacramental: La Cuaresma en su conjunto de palabra que anuncia los acontecimientos de la salvación, oraciones, ritos y prácticas ascéticas, es un gran signo sacramental, mediante el cual la Iglesia participa en el misterio de Cristo que por nosotros realiza la experiencia del desierto, ayuna, sale victorioso de la tentación, escogiendo el camino del siervo humilde y sufriente hasta la cruz. V. TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD Celebrar la Cuaresma, significa «penetrar profundamente en el misterio de Cristo por medio de las celebraciones anuales del sacramento cuaresmal». La Cuaresma es un signo definido fundamentalmente por la gracia y la salvación logradas por Cristo, nuevo Israel (Cf. Mt 2,15), y por la conversión, la fe, el bautismo y la penitencia (Cf. SC 109-110). 1. El «miércoles del comienzo de la Cuaresma»: La actual celebración de este día ha reinterpretado el rito de la ceniza (cf. Gen 3,19) como expresión de la voluntad de conversión ante la llamada de Dios. Por eso se ha introducido una nueva bendición sobre quienes van a recibir la ceniza y se ha situado el rito después de la homilía. Las ferias que siguen al miércoles de ceniza se mantienen en la misma línea, con textos sobre las obras penitenciales. El jueves después de ceniza da comienzo la lectura semicontinua del Libro del Éxodo en el oficio de lectura. 2. Los domingos de Cuaresma: Constituyen el entramado de toda la Cuaresma, especialmente el año A, de marcado carácter bautismal. El año B, en cambio, desarrolla una línea cristológicopascual, mientras el año C es más penitencial. Ahora bien, los domingos I y II de los tres años tienen un mayor acento cristológico, mientras que los domingos III, IV y V lo tienen eclesiológico y sacramental. El Domingo de Ramos tiene fisonomía propia. Los temas de los domingos III, IV y V del año A se centran en el agua viva, en la luz y en la resurrección, respectivamente. En el año B aluden a otros tantos signos del misterio pascual: el templo, la serpiente de bronce y el grano de trigo, tomados del IV Evangelio. Los temas nucleares de los domingos I y II de los tres años son coincidentes: Cristo, el Siervo, atraviesa el desierto conducido por el Espíritu ", y es confirmado como enviado del Padre para cumplir la misión de salvación. Los evangelios respectivos se toman de los sinópticos. Los temas de los domingos III-V del año C forman la serie «de la misericordia divina»: interpretación de unos hechos luctuosos, el hijo pródigo y la adúltera. Los textos pertenecen al Evangelio según san Lucas, excepto el último, tomado de san Juan. El oficio de lectura de los domingos de Cuaresma propone la lección que corresponde del Éxodo (dom. I, II y III) y del Levítico (dom. IV), dado que estos libros se leen desde el comienzo de la Cuaresma. El domingo V comienza la lectura de la Carta a los Hebreos. La lectura patrística de los domingos, en cambio, tiene en cuenta los grandes temas evangélicos dominicales del ciclo A. Los domingos I, II, III y IV tienen en común las lecturas breves de laudes, hora intermedia y vísperas, así como el V y el de Ramos. El domingo de Ramos, se proclama el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén en el rito de la bendición de los ramos, y la Pasión del Señor en la misa, cada año según el respectivo sinóptico. Se mantiene la presencia del Antiguo Testamento como primera lectura y se ha buscado una mayor unidad con los evangelios. El lunes de la IV semana se inicia la lectura del Evangelio según san Juan, siguiendo los pasajes que tienen mejor cabida en la Cuaresma y que preludian la Pasión. 3. Las ferias de Cuaresma: Las ferias de las cinco semanas de Cuaresma, aun dentro de su autonomía, completan aspectos temáticos de los domingos. Al comienzo de las semanas III, IV y V se encuentra una misa de libre elección, que puede emplearse en cualquier feria, con las lecturas evangélicas de la samaritana, del ciego de nacimiento y de resurrección de Lázaro que se leen en el año A. La Misa crismal de la mañana del jueves es, en realidad, un paréntesis, si bien poniendo de relieve que todos los sacramentos brotan de la humanidad vivificada y vivificante de Cristo, el ungido del Señor (Cf. Is 61,1-9: 1.a lect; Sal 89; Lc 4,16-21: evang.), 4. Las ferias de la Semana Santa: La Cuaresma tiene como días finales las cuatro primeras ferias de la Semana Santa. En efecto, el lunes, martes y miércoles santos prolongan de alguna manera el ambiente prepascual del domingo de Ramos. Las primeras lecturas presentan los cantos del poema del Siervo (Is 42,1-7; 49,1-6; Is 50,4-9a) y los evangelios recogen episodios que preludian la Pasión: la unción en Betania (Jn 12,111), el anuncio de la negación de Pedro y de la traición de Judas (Jn 13,21- 33.36-38) y la revelación de la traición de éste (Mt 26,14-25). que ha hecho partícipe de su consagración al pueblo santo (Ap 1,5-9: 2.a lect.). Pablo VI quiso que esta celebración tuviese un acentuado carácter sacerdotal. VI. CONCILIO VATICANO II. SACROSANCTUM CONCILIUM 109. Cuaresma, preparación de la Pascua: Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve a la Liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por consiguiente: a) Úsense con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la Liturgia cuaresmal; y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos de la tradición anterior. b) Dígase lo mismo de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que lo detesta en cuanto es ofensa a Dios; no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y encarézcase la oración por los pecadores. 110. Penitencia externa e interna en la Cuaresma: La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser solo interna o individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles. Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el viernes de la pasión y muerte del Señor y aún extenderse según las circunstancias, al sábado santo, para que de este modo se llegue al gozo del domingo de resurrección con animo elevado y entusiasta. Bibliografía: Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium. Caracas: Ediciones San Pablo, 2015. Augé, Matías. Liturgia. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 1995. López, Julián. La Liturgia de la Iglesia. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), 1994. Liturgia ¡Muchas Gracias!