Liceo de Niñas Nona Fernández S. isbn: 978—956—9498—12—1 © 2016 Ediciones Oxímoron » Colección | ESCENA / Teatro Contemporáneo » Ismael Rivera | Edición general » Maglio Pérez | Fotografías » Serifa | Diseño y diagramación » Paulina Cruces | Conceptualización de portada LICEO DE NIÑAS Nona Fernández Índice Prólogo�������������������������������������������������������������������������������������������������� 7 Personajes������������������������������������������������������������������������������������������21 P rimer M ódulo : El Joven Envejecido ����������������������������������������������23 S egundo M ódulo : Gama Casiopea����������������������������������������������������25 T ercer M ódulo : Pegaso 51 ��������������������������������������������������������������35 C uarto M ódulo : Beta Andrómeda y Épsilon Sagitarius�����������������39 Q uinto M ódulo : Zeta Neptuno�����������������������������������������������������������65 S exto M ódulo : Una Verdadera Constelación����������������������������������69 S éptimo M ódulo : Un Hoyo Negro������������������������������������������������������93 O ctavo M ódulo : Alfa Centauro����������������������������������������������������������97 La Familia Normal��������������������������������������������������������������������������� 109 T aller de T eatro : La Familia Normal��������������������������������������������113 Prólogo No debemos olvidar, por tanto, también y quizá sobre todo, para continuar honrando a las víctimas de la violencia histórica. Paul Ricoeur El tiempo avanza sin darnos cuenta de lo que vamos dejando en la memoria. Pasado y futuro parecieran no importar demasiado, se vive en un presente que se consume en la cotidianidad, al fin y al cabo, en lo rutinario. Sin embargo, existen momentos de lucidez que nos retrotraen y permiten entender dónde estamos situados y el por qué de la realidad en que nos hallamos insertos. Es aquí donde el arte aparece como un espacio de resistencia en medio de la ferocidad del sistema de vida del que somos parte. El teatro, arte político por excelencia, permite conocer nuestro pasado y anticiparse a posibles hechos futuros que puedan ocurrir. La dramaturgia, documento y archivo tan preciado en nuestros días, sirve para saldar cuentas, exponer y reflexionar sobre épocas que han marcado a una sociedad. En el caso de Chile, es doloroso reconocer que la Dictadura Militar de Augusto Pinochet quebró sueños y aspiraciones de una parte importante de la sociedad civil; fueron 17 años que comenzaron con torturas, muertes, desapariciones y la implementación de la doctrina del shock; miedos y traumas que se impregnaron en los cuerpos de los chilenos traspasándose a generaciones venideras. 7 Por aquellos años, la década del 80 específicamente, un grupo de adolescentes comenzaría a emerger, poco a poco, de sus escondites. Uno de estos grupos fue el de los estudiantes secundarios, quienes −sin reparar en las consecuencias− comenzaron a manifestarse llegando, en algunos casos, incluso a perder la vida. Ya en los años 90, parecía que todo volvería a encausarse y que la tan ansiada libertad y alegría inundarían las grandes alamedas. Claramente tal cosa no ocurrió. Por el contrario, pronto seríamos testigos de cómo la impunidad se haría latente, al intentar esta democracia pactada hacer vista gorda de los hechos perpetrados por una tropa de desalmados, que no mermaron en eliminar a quienes representasen un peligro en la consecución de sus objetivos. Sin embargo, aparecería un grupo de mujeres y hombres que desde diversos frentes comenzarían a relatar el pasado reciente, acto a veces catártico y otros más personales, para hacer, de algún modo, justicia. Dentro de este escenario aparece la actriz Nona Fernández, con la publicación de El Cielo, una serie de cuentos que ya comenzarían a perfilar sus obsesiones literarias −las relaciones humanas, la dictadura, la memoria, la ciudad, los sueños−; luego vendrían Mapocho, Av. 10 de julio Huamachuco, Fuenzalida, Space Invaders y Chilean Electric, que dan cuenta no solo de las obsesiones, sino de su ética como mujer, artista y chilena inmersa en una sociedad líquida que vive de relaciones superfluas y donde el pasado se desvanece rápidamente, dando paso al olvido. El arte y, en este caso especial, la dramaturgia, se han configurado como un dispositivo que permite el tránsito de 8 la memoria, una suerte de bisagra entre la dictadura y la “democracia”. Una memoria colectiva que se va construyendo con los pedazos rotos de los recuerdos de unos y otros −si antes se luchaba contra el opresor, hoy la lucha tiene y debe ser contra el olvido−. Es justamente eso lo que nos presenta Nona Fernández en su obra, tanto sus cuentos y novelas, como lo que nos convoca en este prólogo, su dramaturgia. Liceo de niñas, nombre muy acorde al movimiento estudiantil que se viene desarrollando con fuerza desde el año 2006, es un espejo de nuestra realidad. Tales acciones son consecuencia y respuesta a procesos no consumados desde sus orígenes, pues no resolver los traumas y dolores ocasionados por la dictadura cívico-militar e institucionalizar el olvido como estrategia política, solo provoca perturbaciones y falta de legitimidad para las nuevas generaciones. Estos conflictos no resueltos, más temprano que tarde, como ocurre en nuestros días, vuelven a latir y perturbar las vidas, configurándose en manifestaciones sociales de diversa índole. Ahora bien, también podemos entender Liceo de niñas como un texto intempestivo, toda vez que su autora lo escribe y desarrolla fuera del marco de tiempo donde realmente ocurrieron o se circunscriben los hechos y, por otra parte, aun en tiempos de democracia, hablar y aludir tan directamente a temas que se les ha querido silenciar, puede ser inoportuno e inconveniente para un gobierno y una sociedad que mayoritariamente tienen ojos solo para el futuro. Sin embargo, como señala el personaje del profesor: “todos tenemos derecho a saber cómo son las cosas más allá de los límites de nuestro pequeño mundo”1. [1] Todas las citas incorporadas en el prólogo pertenecen a Liceo de niñas. 9 Dentro de este contexto, la dramaturgia de Nona Fernández no solo resulta interesante por las temáticas que aborda, memoria y política −temas que, por lo demás, pueden parecer muy vistos y hasta manoseados en el arte en general− sino por el modo en que construye sus textos. Interesante también es cómo desarrolla las historias alejándose de una corriente conmemorativa, solemne, descriptiva y evocativa, para dar paso a textos donde la distancia temporal y emocional de la autora le permite hablar desde otros lugares, ya no desde la herida aún gravitante y abierta, sino desde el recuerdo suyo y de sus contemporáneos que han traspasado sus vivencias y que reflexionan sobre un pasado no resuelto. Su trabajo, absolutamente contingente, es una vuelta clara a contar historias, en el cual diálogos y personajes se convierten en el ingrediente principal y donde se cruzan y permean aspectos de su vida personal, el documento y la narración. Todos estos aspectos se fusionan en la creación de una ficción, apareciendo guiños a sus propios fantasmas, que finalmente son los espectros que aún acechan en nuestro presente. Del mismo modo, al incorporar personajes espectrales que siguen circulando en los recuerdos de muchos chilenos como, por ejemplo, Alfa Centauro, Nona Fernández propone saldar las deudas pendientes para con ellos y, al mismo tiempo, rendirles el homenaje que la historia y el arte no han sabido rendir. Al igual que su anterior trabajo dramático El taller, la obra Liceo de niñas nace de acontecimientos reales ocurridos en la década del 80: la emblemática toma del Liceo A-12 10 en julio de 1985 en Santiago de Chile y los asesinatos de los hermanos Vergara Toledo y Marco Ariel Antonioletti. El argumento trata sobre un grupo de jóvenes estudiantes que durante una marcha en el año 85 se esconden en los sótanos de su liceo, para no ser detenidas por carabineros, y del que saldrán 30 años después sin darse cuenta del paso del tiempo y de los cambios acontecidos. Una vez fuera de su escondite se encuentran frente a un profesor en pleno 2015, profesor que es símbolo del modelo de vida implantado por la dictadura cívico-militar: el neoliberalismo. La obra nos presenta a tres chicas empoderadas, un profesor abatido por el sistema y un fantasma con una doble lectura: símbolo de la lucha y los sueños y de la revolución inconclusa. También existe otro personaje, que si bien no aparece en escena, se alude a él en variadas ocasiones; este es Carvajal, símbolo de la traición y la falta de integridad ética. Las ahora mujeres, al avanzar la obra, se dan cuenta que ya no son las jovencitas que se preparaban para la P.A.A 2; ahora son unas jóvenes envejecidas que emergen a la luz en su tan ansiada democracia. Sin embargo, este nuevo presente no es lo que esperaban. Al contrario, en la Alameda transita una marcha estudiantil en pleno 2015, pero Maldonado cree que están en los 80, pues al salir a la calle se encuentra con que “Está todo igual, esta cuestión no ha avanzado nada en este tiempo que llevamos allá adentro. Había una tremenda pelotera, se llevaron detenidos a dos compañeros del Aplicación y a cinco compañeras del Liceo [2] Prueba de Aptitud Académica. Instrumento de medición utilizado en Chile para organizar el ingreso a la educación superior. Dicha prueba se aplicó hasta el año 2002. 11 7. Los pacos los subieron a la micro a punta de patadas y culetazos. Guanacos, zorrillos, lacrimógenas. ¡Miren cómo me dejaron estos desgraciados!”. ¡Por lo visto, las cosas no han cambiado mucho! Por otra parte, no es casual que la acción suceda en el laboratorio de física donde se ha escondido el profesor. Que la obra se inscriba en ese lugar puede ser entendido como una analogía de lo que ha sido Chile, un laboratorio donde se ha jugado y experimentado con una sociedad. Asimismo, este hecho sirve para explicar −luego de entender el profesor que no le están tomando el pelo−, el paso del tiempo y su relatividad, de los astros, los planetas y el viaje de la luz. De este modo podrán entender que no han sido un par de meses como creen, sino tres décadas las que han pasado sobre ellas, donde ya no se graduaron, no fueron profesionales y, seguramente, no serán madres. Han luchado por una causa que fracasó, sus compañeros de lucha ya no están con ellas; otros murieron, quedando en el olvido de una sociedad que no es la de antaño; unos cuantos están sumergidos en el sistema, y otras, como Épsilon Sagitarius, tratan de sobrevivir, en la medida de lo posible, con sus propios fantasmas. El texto, a lo largo de sus módulos, va haciendo alusión tanto al mundo real como al cosmos, para explicar, no solo a través de la palabra, sino también de la percepción, las imágenes y la emoción, los anhelos de una generación que creía que los sueños podían cumplirse: “Alfa Centauro, o sea yo, soñaba o sueño, que soy el Mayor Gagarin. Alfa Centauro, o sea yo, soñaba o sueño, que estoy ahí, encerrado en la Vostok 1”. Es desde la ficción y la frontera espectral de la memoria, donde se pueden cambiar las verdades estableci- 12 das e inmutables por el bien de una sociedad. Este personaje está presente para entender que cualquiera de nosotros pudo ser o puede ser un fantasma violentado en sus ideales. La traición, los sueños, la amistad, la revolución, la política y la democracia aparecen en el relato de Liceo de niñas que, en resumen, se traduce en la frustración de un grupo de estudiantes que ven que los ideales por los que su generación luchaba hace treinta años, en el Chile del 2015 siguen siendo los mismos. Pero ¿qué ocurre cuando los sueños son quebrados? O, peor aún, ¿qué acontece cuando se cree en algo que finalmente no sucede? Preguntas que se responden en la afasia (voluntaria en este caso) provocada por el trauma que vivió Épsilon Sagitarius. Las jóvenes que se escondieron en el año 85 pensaron en otros aires y al salir a la luz en el 2015 se dan cuenta que el privilegio solo lo tuvieron algunos, que la des/memoria, la indiferencia e individualismo se forjó en la educación de mercado, en la competencia entre los individuos, justamente todo aquello contra lo que ellas luchaban. Lo sucedido en la realidad/ficción que crea Nona Fernández permite reflexionar acerca de cómo “los adultos responsables”, a quien debíamos creer y seguir, no se hicieron ni se han hecho cargo de las generaciones post golpe, pues se ha querido obviar los crímenes y abusos en nombre de la reconciliación y el consenso. Sus textos dramáticos, como también sus novelas, dialogan entre el pasado y el presente como única forma de mirar hacia el futuro. La ficción que crea a través de sus personajes permite reconstruir parte de la historia de Chile, para ayudar a la restauración de la memoria colectiva, proceso que en la década del 90 se quiso omitir a través de 13 la negación de un pasado. Si para ello es necesario aludir a actos perversos, hablar de los sitios oscuros, de los agujeros negros, de hechos trágicos, de muertes y violación a los derechos humanos, sus obras no serán impedimento para conseguir −a través de mecanismos y dispositivos textuales y escénicos− acceder a la revisión histórica y también a nuestra propia memoria. De este modo, los textos de la autora intentan combatir las estrategias del olvido que se han intentado implementar desde el golpe, pasando por la transición y que aún persisten en nuestros días. El texto inserto como punto de partida en hechos ocurridos en años de dictadura militar, refleja el acto de escribir desde un lugar que habla de la experiencia de vivir y habitar un territorio devastado y donde nacen una diversidad de formas y estilos que asumen el cambio de paradigma en este nuevo siglo. De este modo, Nona Fernández plasma sus propios recuerdos, sus propias vivencias y las de sus contemporáneos, su punto de vista, un pensamiento y reflexión que expresa una mirada particular del mundo en que vivió y en el que hoy, pasado varios años y distintos gobiernos, parece seguir inmóvil y anestesiado ante los abusos cometidos. Recuperar nuestra conciencia sobre el pasado próximo es una tarea que autores como Nona Fernández utilizan a modo de una resistencia ética y política en su espacio de la literatura y el teatro. Es su bandera de lucha, pero no solo para recordar, sino también para transformar y avanzar y “entender que las raíces en las que se sostiene nuestro presente están ancladas al pasado”. Lorena Saavedra. 14 a Marco Ariel Antonioletti Cada generación se pregunta nuevamente, con la misma admiración, ¿qué son las estrellas? Carl Sagan Liceo de Niñas fue estrenada por la pieza oscura el día 23 de Octubre de 2015 en el teatro de la universidad católica de Chile, bajo el siguiente reparto: El Joven Envejecido Juan Pablo Fuentes Profesor Francisco Medina Maldonado Carmina Riego Riquelme Roxana Naranjo Fuenzalida Nona Fernández Diseño de escenografía y vestuario Catalina Devia Iluminación Andrés Poirot Música Miguel Miranda Realización escenográfica Rodrigo Iturra Producción Francisca Babul Dirección Marcelo Leonart Personajes Profesor Egresado de la carrera de Ciencias con mención en Física, de la Universidad de Chile. Lleva la jefatura del cuarto medio B. Es el nuevo coordinador docente del liceo. Para conservar su trabajo disimula las crisis de pánico que lo han afectado últimamente. Maldonado Secretaria del centro de alumnos y miembro del grupo de teatro del liceo. Chapa: Gama Casiopea. Riquelme Presidenta del centro de alumnos y directora del grupo de teatro del liceo. Chapa: Andrómeda Beta. Fuenzalida Alumna discapacitada. Dramaturga del grupo de teatro del liceo. Ex primera voz del coro. Chapa: Épsilon Sagitarius. El Joven Envejecido Vocero de la Federación de Estudiantes Secundarios. Futuro o antiguo miembro del Movimiento Lautaro. Chapa: Alfa Centauro. 21 La acción transcurre en el laboratorio de un liceo público de niñas, en el Chile del dosmilquince. Esta obra debe ser representada con la ingenuidad y la convicción de quién se atreve a hacer un viaje a las estrellas. 23 P rimer M ódulo El Joven Envejecido El laboratorio del liceo se encuentra en penumbras. Un afiche de yuri gagarin y su nave, la vostok 1, pegado en alguna pared. Un pizarrón grande y negro. En el centro del pizarrón se ve escrito con letras blancas de tiza la fórmula de la teoría de la relatividad E = mc2. Un Joven Envejecido observa la fórmula. Viste de uniforme escolar, sólo puede verse su espalda. Al cabo de un momento toma una tiza y comienza a escribir en el pizarrón. Al terminar se aleja un poco para observar lo que ha escrito. pichula para carvajal, puede leerse en letras blancas. El Joven se da vuelta y da la cara. Sobre su frente se ve la huella fresca de un balazo. Es un círculo perfecto. Sangre y carne sobre su rostro de niño viejo. Suena el timbre que indica el comienzo de las clases. 25 S egundo M ódulo Gama Casiopea La puerta del laboratorio se abre. El Profesor entra con rapidez hablando por su teléfono celular. Se desabotona algunos botones de la camisa, parece ahogado, enfermo. Suda. No se siente bien. Camina y habla con dificultad. Se encuentra en medio de una crisis nerviosa. Profesor: Siento el pecho apretado, veo puntitos blancos. (…) No sé, no sé… es que no tengo dónde mirarme. El Profesor se acerca a una de las ventanas del lugar. Corre un poco la cortina que la cubre y se mira el rostro en el reflejo del vidrio. Profesor: Sí, tengo las pupilas dilatadas. (…) Sí, siento que me tiritan las piernas. (…) No, no tengo idea por qué me está pasando ahora. (…) No, Nancy, no tiene que ver con la pelotera, eso es cerca de la Alameda, aquí no pasa nada. (…) Estaba ahí, con el resto de los profes, poniendo notas, cuando me empecé a sentir así… ahogado. (…) ¡Cómo se te ocurre que voy a pedir ayuda! Si Carvajal me ve así otra vez se va a encargar de quitarme la pega. (…) ¡Por favor, Nancy! Sí sé que estoy teniendo una crisis, por qué crees que te llamo. (…) No le voy a avisar a nadie, para eso te llamé a ti, para que me apoyes. (…) ¿Qué…? ¿Las pastillas? El Profesor se queda en silencio durante un momento. No responde. 27 Profesor: (Incómodo) Sí, te escuché. (…) No las he tomado. (…) Es que… se me acabaron. (…) No, no he comprado más. (…) Sí sé, Nancy, sí sé que estas crisis son por esto, pero es que… ya no quiero seguir tomándolas. (…) No me hacen bien, me hinchan, me dan sueño, me ponen tonto, y ya no quiero andar así, ¿me entiendes? (…) Hace un tiempo que no las tomo. (…) Un tiempo. (…) Tres meses. (…) ¡No te pongas así, Nancy! (…) Yo puedo manejarlo, confía en mí. (…) ¿Nancy? ¿Nancy? El Profesor corta su teléfono celular. Se sienta en un banco del laboratorio e intenta respirar profundo y calmarse sin conseguirlo. Profesor: (Para sí) Tranquilo… esto se va a pasar. De pronto, mientras inhala y exhala, escucha desde algún lugar una voz femenina. Maldonado: Pts… profe. Profe… El Profesor observa a su alrededor. El laboratorio se encuentra completamente vacío. Maldonado: Pts… aquí, profe… aquí… El Profesor parece desconcertado. La voz lo inquieta. Respira profundo. Maldonado: Aquí, profe… abajo, abajo… 28 Desde la rejilla de un ducto de ventilación se asoma el haz de luz de una linterna. El Profesor la ve y parece inquietarse más aún. Profesor: (Aterrado) Chuta. Maldonado: ¿Ya está bien? ¿Se siente mejor? El Profesor ve que del otro lado de la rejilla parece haber una alumna del liceo. Observa de lejos con dificultad. Profesor: ¿Quién es usted? Maldonado: ¿Puede respirar? ¿Está más tranquilo? Profesor: ¿Hace cuánto que me está espiando? Maldonado: Yo no lo estoy espiando. Profesor: ¿Entonces qué hace ahí, escondida, escuchando conversaciones privadas? Maldonado: ¿Se fueron los pacos? ¿Ya no están deteniendo a nadie? Profesor: ¿Deteniendo? Maldonado: ¿El pelao Carvajal anda por ahí? Profesor: Señorita, más respeto con el inspector del liceo. Maldonado: Es un sapo, profe. Profesor: Salga de ahí inmediatamente. Maldonado: Eso quiero, señor, pero antes necesito que usted me dé algunas garantías. Profesor: ¿Garantías de qué? 29 Maldonado: De que usted no es un sapo como Carvajal. Profesor: ¿Qué hace ahí? ¿Cómo llegó? Maldonado: Esas pastillas que dejó de tomar… ¿para qué son? Profesor: Entonces sí me estaba espiando. Maldonado: Profe, no se enoje. En estos tiempos la única manera de confiar en alguien es intercambiando información. Yo no estoy aquí, ¿me entiende? Usted nunca me ha visto ni me ha oído. Si me guarda el secreto nadie se va enterar de que usted está así, medio… “loquillo”. Profesor: Señorita, yo no estoy loco, más respeto, por favor. Maldonado: ¿Y por qué toma pastillas? ¿Por qué tiene crisis? ¿Por qué se esconde y habla solo? Profesor: ¡Yo no estaba hablando solo! Maldonado: Acérquese, profe, por favor. El Profesor se acerca a la rejilla. Profesor: ¿Sí…? Maldonado: (Coqueta) Qué ojos más lindos, profe. Profesor: (Molesto) Señorita, ¿qué es lo que quiere? Del otro lado de la rejilla lanzan un destornillador. El Profesor parece cada vez más extrañado. Maldonado: Necesito que abra esta rejilla y me ayude a llegar a la calle sin que nadie me vea. No quiero que me tomen presa. 30 Profesor: Señorita, la marcha está por lo menos a unas diez cuadras. Aquí nadie la va a tomar presa. Maldonado: ¿Cómo puedo estar segura? Profesor: Porque el liceo está vacío, no hay alumnas, apenas hay unos pocos profesores. Aquí no van a llegar los carabineros. Maldonado: Discúlpeme, profe, pero cuando entré aquí, el liceo estaba completamente tomado por los pacos. Se llevaron a Hinojosa, a Garrido, a Torres, a la Chica Pérez. ¿Por qué cree que estoy acá? Profesor: ¿Dónde está exactamente? ¿Desde cuándo que está ahí? Maldonado: Desde que el liceo se llenó de pacos. Profesor: (Sorprendido) ¿Desde la última toma? Maldonado: ¿Cómo que última? Señor, no trate de confundirme. Sé perfectamente cómo fueron las cosas. He tenido tiempo más que suficiente para pensar sobre eso. Profesor: ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Maldonado: Prefiero no entrar en detalles, señor. Además tampoco lo tengo muy claro. Profesor: ¿Días? Maldonado: Mh… semanas. Profesor: (Sorprendido) ¡Semanas! Usted no me está hablando en serio, ¿no? ¿Cuál es su nombre, señorita? 31 Maldonado: Mientras menos sepa es mejor, señor. Profesor: Dígame por lo menos de qué curso es. Maldonado: ¿Para qué, señor? Profesor: Nunca he escuchado su voz, ¿sabe? Maldonado: Es que no tenemos clases juntos. Profesor: Soy el profesor de Física de toda la educación media. Maldonado: Yo soy humanista. Profesor: (Pensando confundido) No tengo a ninguna alumna Hinojosa, ¿sabe? Ni Pérez, ni Torres, ni… Guajardo. Maldonado: Garrido, Señor. Profesor: No tengo a nadie con esos nombres. Maldonado: Son mis compañeras, señor. Las detuvieron. A ellas y a varios de los que llegaron de los otros liceos. (Tanteando con cuidado) Alfa Centauro, por ejemplo, a él también se lo llevaron. ¿Ha escuchado algo sobre él? ¿Lo habrán soltado? Profesor: ¿Alfa Centauro? ¿Qué nombre es ese? Maldonado: Es un dirigente nuestro. Crespito, bien buen mozo. ¿Usted lo ubica? Profesor: Este es un liceo de niñas, señorita, aquí no hay ningún “Alfa Centauro”. Y si tuviera alumnas detenidas lo sabría. De hecho, si alguna de mis alumnas estuviera encerrada ahí abajo desde la última toma… Maldonado: (Corrige) La única, señor. 32 Profesor: La única, la última, da igual. Si alguna hubiera desaparecido, yo me habría enterado. Habrían venido sus apoderados, sus familiares, la PDI, la prensa… Maldonado: (Interrumpe) Señor, no enrede más las cosas y sáqueme. Muchas compañeras dependen de este operativo. Profesor: (Impactado) ¿Compañeras? ¿Hay más alumnas con usted? Maldonado se queda en silencio un momento. El Profesor insiste. Profesor: Señorita, le estoy haciendo una pregunta. ¿Hay más alumnas con usted? Maldonado: Sí, señor. Profesor: ¿Cuántas? Maldonado: Muchas, señor. Profesor: (Atónito) ¡Muchas! Pero eso es imposible, señorita. ¡Cómo va a haber un grupo de alumnas metidas en un hoyo en la pared! Maldonado: Señor, este hoyo, como usted le dice, es sólo una salida. Profesor: ¿Una salida de qué? Maldonado: Del lugar en el que estamos. Profesor: ¡Pero qué lugar es ése! Maldonado: Un escondite. 33 Profesor: ¿Escondite de quién? ¿Para qué? Maldonado: Señor, yo no quiero meterlo en problemas. Sólo necesito que me saque, ¿me entiende? Profesor: ¿Sacarla de este hoyo que, según usted, es la salida de un escondite donde se supone que está con un grupo de compañeras hace semanas desde la última toma? Maldonado: Exactamente. Profesor: Discúlpeme, pero yo no me voy a prestar para una payasada así. Va a tener que buscarse a otro si no quiere decirme la verdad. El Profesor se dirige enérgico a la puerta y la abre para salir. Maldonado: (Grita desesperada) ¡Señor, le estoy diciendo la verdad! Maldonado saca su mano desde la rejilla. La extiende hacia el Profesor que la mira desde lejos. Maldonado: (Suplica) Por favor no me deje aquí. Luego de un momento, el Profesor parece convencerse. Cierra la puerta. Se acerca, toma el destornillador y comienza a sacar los tornillos de la rejilla de ventilación. Profesor: ¿Cuál es su nombre, señorita? Maldonado: Gama Casiopea, señor. Profesor: Estoy hablando en serio, señorita. ¿Cuál es su nombre? 34 Maldonado: No puedo decirle el real, señor. Ni a usted ni a mí nos conviene. Profesor: Es lo mínimo que debo saber si voy a sacarla de ahí. Maldonado se toma un momento para responder. Maldonado: (Con dificultad) … Maldonado, señor. Beatriz Maldonado. Profesor: No hay ninguna Beatriz Maldonado en el liceo. Maldonado: El tornillo, señor. Le falta un tornillo. Suéltelo, por favor. El Profesor suelta el último tornillo y se lo pasa en la mano a Maldonado. La rejilla cae. Desde el interior aparece Maldonado, una mujer de uniforme escolar. Viste un jumper azul marino, una camisa blanca y una corbata con la insignia del liceo. Tiene alrededor de cuarenta y cinco años, o más. Su uniforme parece ajado, sucio y viejo. Probablemente le queda un poco chico. Trae un viejo bolsón de cuero. El Profesor la observa atónito sin comprender nada. Maldonado: (Mirándolo) De verdad son lindos sus ojos, profe. Discúlpeme, esto no es nada personal, pero en estos tiempos, ya se lo dije, no se puede confiar en nadie. Maldonado saca un fierro de su bolso y le da un violento golpe al Profesor. El Profesor cae al suelo inconsciente. Suena el timbre del cambio de módulo. 35 T ercer M ódulo Pegaso 51 Como perdido en medio del espacio exterior, El Joven Envejecido se ilumina en la completa oscuridad. Parece preparado para dar una clase. La cicatriz de un balazo aún en su frente. Joven Envejecido: Pegaso 51 fue el primero que me lo propuso. “Alfa Centauro”, me dijo. “¿Por qué no te metís a las milicias?” Y yo, que en ese tiempo no estaba muy convencido, le dije que no. Que prefería seguir dando la pelea en el liceo con los compañeros secundarios, que en realidad, la dura… me daba miedo. “Ahora te da miedo, Alfa, pero tarde o temprano te vai a unir a nosotros. No basta con las tomas, no basta con las marchas. Hay que irse a las armas, no nos dan otra salida.” Así me dijo. A Pegaso 51 lo habían echado del liceo y ningún colegio quiso recibirlo. Es que tenía ficha de cabro chico subversivo porque había sido dirigente estudiantil y había caído varias veces preso. Es que Pegaso de chiquitito optó por una lucha más radical. Por eso andaba fondeado. Por eso ocupaba un revólver chico. El Joven Envejecido muestra un revólver chico que saca de su bolsillo. Joven Envejecido: Un arma penca, como ésta, un “matagatos”, para protegerse, así decía. (Lo guarda) Por eso también una 37 noche, ahí en la Villa Francia, con su hermano y cuatro compañeros más, se les ocurrió asaltar la panadería de la 5 de Abril con Las Rejas. Es que había que financiar las milicias, porque las milicias, como todo en la vida, hay que financiarlas con algo, no se financian solas. Y así partió Pegaso, su hermano y sus compañeros, caminando por la calle a la panadería, cuando un furgón de carabineros apareció detrás de ellos y alumbró a Pegaso con los focos. Fueron dos segundos no más que él estuvo ahí, en medio de la luz, quieto, pensando qué cresta hacer. “Mierda, por la re conchadetumadre, todavía no asaltamos nada y ya nos cacharon”, se debe haber dicho a sí mismo. El grupo se dispersó. Pegaso y su hermano, sin cachar que los seguían, entraron a un pasaje y se encontraron a los pacos ahí, de rompe y raja. Por un lado un paco en un furgón. Por el otro, los otros pacos a pata. Y Pegaso y su hermano en medio. Todos se miraron. Todos se observaron por un minuto. Paco. Miliciano. Miliciano. Paco. Si la cosa hubiera sido civilizada, Pegaso podría haber dicho, “chiquillos, qué onda, por qué nos persiguen si sólo íbamos caminando por la calle”. Pero la cosa hace rato que ya no era civilizada para nadie. El jefe de los pacos, un hombre grande, macizo, con pinta siniestra que lo miraba con ojos cuáticos, era un subteniente de la Comisaría Alessandri que hace rato los tenía cachados. Había allanado su casa en la Villa Francia, perseguía a su familia, hostigaba a sus padres, lo único que quería era 38 agarrarlo, así es que el diálogo, esa noche, Pegaso lo supo, no iba a ser posible. Según los pacos, lo que vino fue un enfrentamiento. Todos dispararon a matar. (Hace el gesto de un disparo) Puj… Puj… Un carabinero recibe un balazo en el pecho y cae al suelo. Pero es de una pistola Taurus, de las que usan sus colegas. Puj… Puj… Pegaso recibe una bala en la espalda y también cae al suelo. Puj… Puj… El hermano de Pegaso recibe otro disparo, pero este es más serio, es en el corazón. “Chuta”, piensa Pegaso. “Esta no era la idea, en la casa me van a sacar la cresta”. Pegaso se arrastra, quiere abrazar a su hermano, saber si todavía respira, pero un carabinero se lo impide con un golpe de fusil en la cara. “Qué te pasa, paco culiao, es mi hermano, quiero puro ver cómo está”. Sin escuchar, los carabineros lo esposan, lo toman del pelo, de las piernas, y lo suben al furgón. El resto de los compañeros miran escondidos desde lejos, sin imaginar lo que pasa adentro. No saben que Pegaso está ahí. No saben que lo tienen en el suelo, aplastado bajo los bototos de un paco. No saben que uno de los carabineros le descerraja un tiro en la nuca. (Hace el gesto de un disparo) Puj… No saben que sacan el cadáver del furgón y lo tiran en el suelo, junto al cuerpo de su hermano. No saben. Ahí quedaron los dos hermanos. Pegaso tenía 18 años y no pudo terminar nunca el liceo. Suena el timbre del cambio de módulo. 39 C uarto M ódulo Beta Andrómeda y Épsilon Sagitarius El Profesor se encuentra tirado inconsciente en el piso del laboratorio. Todo está en penumbras. A través de las rejillas de otros dos ductos de ventilación comienzan a acercarse un par de luces de linterna. Los tornillos de las otras dos rejillas caen al suelo. Las rejillas caen de golpe. Desde el interior de los ductos salen dos mujeres vestidas de escolar. Tienen cuarenta y cinco años o más. Son Riquelme y Fuenzalida. Su actitud es la de un operativo de guerrilla. Traen pañuelos cubriendo sus caras. Examinan el lugar con sus linternas. Iluminan y encandilan al Profesor que reacciona despertando asustado. Profesor: ¡No, por favor! ¡No! Riquelme: ¿Profesor Valdebenito? El Profesor asiente sorprendido. Riquelme: No se asuste, somos alumnas del liceo. Yo soy Beta Andrómeda y mi compañera es Épsilon Sagitarius. Obviamente no son nuestros nombres, pero así nos puede llamar. Andamos buscando a una compañera. Fuenzalida mira la rejilla por la que salió Maldonado y la muestra a Riquelme. Riquelme: Usted tiene que haberla visto, señor. Salió por aquí, por esta rejilla. 41 Profesor: ¿Maldonado? Riquelme y Fuenzalida se miran molestas. Riquelme: ¿Le dio ese nombre, señor? Profesor: Sí. Riquelme: ¡No puedo creerlo! ¿Qué más le dijo, señor? Profesor: ¿Qué es esto? ¿Una joda de fin de año? ¿Se pusieron todos de acuerdo para reírse del profesor Valdebenito? Riquelme: (Desconcertada) No sé a qué se refiere, señor. Profesor: ¿De quién fue la idea? ¿De Carvajal? Confundamos al profesor Valdebenito hasta que muestre la hilacha y le quitamos el puesto… ¿eso es? Riquelme y Fuenzalida lo miran sin responder. Parecen no comprender lo que el Profesor habla. Profesor: Déjeme decirles una cosa, yo he trabajado mucho para llegar a este lugar. He hecho cursos de capacitación, seminarios, jornadas pedagógicas, exámenes sicológicos, exámenes de salud. He armado un Portafolio Docente como ninguno de mis colegas porque he dado evidencias contundentes de mi trabajo. He participado en proyectos educacionales, en la programación de actividades extra programáticas, me he juntado con la gente del Ministerio, con la gente de las Universidades. He tenido sesiones de coaching de emprendedores por las noches, reforzamiento de inglés los sábados por la mañana. 42 Reuniones extras con la directora, reuniones extras con los profesores, reuniones extras con los inspectores, con todo el cuerpo docente, con los apoderados, y todo mientras sigo haciendo religiosamente mis clases aquí, en el laboratorio, coordinando contenidos, corrigiendo pruebas, poniendo puntualmente las notas, llenando las planillas de evaluación a tiempo. He pasado todas las evaluaciones de mis pares con las mejores calificaciones. No ha sido fácil, me ha costado tiempo, salud y energía, pero lo hice, así es que no voy a entregar la Coordinación Docente tan fácilmente y menos por emboscadas ridículas como ésta. Díganselo a Carvajal. Me gané este puesto y ni él ni nadie me lo van a quitar. Riquelme: Señor, no se confunda. Nosotros “nunca”, escúcheme bien, “nunca” estableceríamos ni la más mínima conexión con el cerdo, asqueroso, traidor de Carvajal. Además tampoco queremos quitarle su puesto. A una seña de Riquelme, ella y Fuenzalida se bajan los pañuelos y muestran el rostro. Riquelme: Mírenos, somos adolescentes, tenemos dieciséis años, ¿cómo vamos a querer trabajar de coordinadoras docentes? El Profesor las mira desconcertado. Profesor: ¿Hasta dónde quieren llegar? ¿Qué clase de chiste es éste? 43 Fuenzalida escribe algo en la hoja de un cuaderno universitario. Luego arranca la hoja y se la pasa al profesor. Profesor: (Lee el papel) no somos ningún chiste. (Las mira desconcertado) ¿Qué es esto? Fuenzalida escribe en otra hoja de su cuaderno y luego la arranca y se la pasa. Profesor: (Lee) soy una alumna discapacitada. Riquelme: Es cierto, profesor. La compañera Sagitarius perdió el habla hace poco. (Sólo a él) Ha sido un tema delicado para ella. El Profesor las mira desconcertado. Profesor: Está bien, está bien… no les voy a hacer ninguna pregunta, ni voy a tratar de entender lo que está pasando. Simplemente voy a salir por esa puerta para que ustedes puedan seguir con este… juego, pero sin mí. ¿Les parece? Fuenzalida y Riquelme taponean la puerta con violencia. Inmovilizan al profesor con fuerza y lo sientan en una silla. Riquelme: No, señor. Discúlpenos, pero usted no va a ninguna parte. Las mujeres lo amarran para inmovilizarlo. 44 Profesor ¡Pero qué es esto! ¡Suéltenme! ¡Auxilio! Riquelme: Colabore y esto va a ser mucho más fácil para todos. Fuenzalida escribe en otra hoja de su cuaderno. Luego la arranca y se la pone frente a los ojos para que pueda leer. Profesor: (Lee) ¿qué pasó con maldonado? (Las mira y responde) No tengo idea lo que pasó con Maldonado. La ayudé a salir de la… pared, me pegó, me dejó inconsciente y no supe más. Riquelme: ¿No le dijo a dónde iba? ¿Qué quería hacer? Profesor: No. Fuenzalida escribe en una hoja y luego la muestra al profesor. Profesor: (Lee) ¡no mienta! (Las mira) No les estoy mintiendo, no dijo nada más. Riquelme: ¿Le habló de Alfa, señor? Profesor: ¿Alfa Centauro? Fuenzalida y Riquelme se miran molestas. Riquelme: ¿Qué le dijo de él, señor? Profesor: Nada, que era un joven, dirigente, muy buen mozo. Riquelme: ¿Buen mozo? Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. 45 Profesor: (Lee) ¿qué sabe de él? (Luego las mira) Nada, no sé nada sobre él, ya les dije. Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¿quién es nancy? (Las mira) ¿Qué tiene que ver eso con ustedes? Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¡quién es nancy! ¡responda! (Las mira) Mi mujer. Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¿hace cuánto tiempo es casado? (Las mira) Nueve años. Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¿tiene hijos? (Las mira) ¡Eso no es asunto suyo! Riquelme: ¡Tiene hijos! Profesor: No. Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¿por qué no? (Incómodo) Bueno… no se han dado las cosas. 46 Riquelme: ¿Qué cosas? Profesor: Ella cree que todavía no es tiempo. Tiene… otros planes. Riquelme: ¿Qué planes? Profesor: Bueno… su trabajo. Para ella es muy importante su trabajo. Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¿en qué trabaja? (Las mira) Es secretaria de un taller de costura. Riquelme: ¿Y eso le impide tener hijos? Profesor: Es complicado… necesitamos presupuesto. Yo como profesor de este liceo no gano tanto, tengo que hacer otros trabajos, dar clases particulares, tomar más responsabilidades… Riquelme: La Coordinación Docente. Profesor: Justamente. Y por otra parte si mi mujer se embaraza ahora, es muy probable que le pase lo que le ha pasado al resto de sus colegas cuando han tenido hijos. Riquelme: ¿Qué les ha pasado? Profesor: Las han echado. Llegan del post natal y les entregan el finiquito. Eso, las que tienen contrato, pero Nancy, mi mujer, boletea, la volarían inmediatamente, y nosotros, tal como estamos, no podemos darnos ese lujo. Nos compramos un departamento, ¿sabe?, tenemos que pagar los dividendos y los gastos comunes que son descuadrados. 47 Yo sabía que iba a ser innecesario tener un departamento con gimnasio y sala de eventos. ¿Usted cree que los hemos ocupado alguna vez? Salimos de la casa a las siete de la mañana y llegamos cerca de las nueve de la noche. ¿Usted cree que a ese ritmo tenemos ganas de ir a hacer ejercicio? Pero ahora tenemos que pagar los servicios todos los meses. Y además está el auto, porque Nancy se compró un auto, no ve que su trabajo queda lejos. Tiene que atravesar toda la ciudad y en la mañana no puede andar apretada en el Metro, porque ya le han robado, la han manoseado. Si una vez un tipo prácticamente le bajó los calzones, disculpe que lo diga así tan crudamente, pero es que eso fue lo que pasó. Y claro, Nancy no soporta esos tratos, es una mujer decente. Nadie puede soportarlos. Entonces además tenemos que salir del pago del auto antes de pensar en tener familia. El Profesor se queda en silencio. Ensimismado. Fuenzalida escribe en una hoja y luego se la muestra. Profesor: (Lee) ¿y dónde está la señora nancy ahora? (Las mira) En el taller donde trabaja. Riquelme: Y si ella está allá, ¿por qué lo hemos escuchado hablar aquí, en el laboratorio, con ella? ¿Usted habla solo, señor? El teléfono celular del Profesor suena sobre uno de los mesones. Fuenzalida y Riquelme parecen muy alarmadas. Al segundo ring Riquelme grita con descontrol. 48 Riquelme: (Grita) ¡Agh! ¡Qué es eso! El Profesor las mira sin entender el motivo del horror. Riquelme: (Grita) ¡Puede ser un explosivo! Profesor: ¿Un explosivo? Riquelme: ¡Profesor, no sea de las chacras! Debe ser una trampa. Profesor: ¿Una trampa de quién? Riquelme: De los pacos, de la cni, del fascista de Carvajal. Profesor: Señoritas, debe ser mi mujer. Déjenme contestar. Riquelme: Ya nos han tirado bombas lacrimógenas en medio de las clases, esto puede ser peligroso. Profesor: No tiene nada de peligroso. Riquelme: Señor, tenemos compañeros a los que han hecho explotar en su propio departamento con aparatos como ése. Profesor: (Espantado) ¡Pero de qué está hablando! Riquelme: (Desesperada) De Omega 21. A él y a dos compañeros más los hicieron volar en plena Villa Portales. Profesor: ¿Quiénes son ellos? Riquelme: Dijeron que estaba haciendo una bomba, que encontraron 10 kilos de amongelatina entre los restos, ¡pero eso no es cierto! ¿Usted sabe cuánto son 10 kilos de amongelatina? 49 Profesor: No. Riquelme: Con uno sólo se hace volar una torre de alta tensión, ¿qué iban a hacer con 10 kilos? Sólo un grupo de locos guardaría tanto en su propia casa, y Omega no era ningún loco. Además le encontraron armamento y documentos que lo involucraban en atentados terroristas y lo más lo curioso es que lo único que no se quemó con el fuego fueron los armamentos y los papeles. Qué raro, ¿no? ¿Se da cuenta hasta dónde pueden llegar? ¡Esto puede ser algo parecido! El Profesor las mira impresionado con la información. El teléfono deja de sonar. Profesor: Cortaron. Riquelme se acerca y observa el celular con mucho cuidado. Profesor: (Todavía impresionado con la información) ¿De quién me estaba hablando, señorita? ¿Cuál es el nombre de ese joven al que lo hicieron volar con un explosivo? Riquelme: (Concentrada en el celular) Esto es alta tecnología. Tiene números… y teclas… y luces… nunca había visto algo así, tan sofisticado… El teléfono vuelve a sonar. Riquelme y Fuenzalida se lanzan al suelo protegiendo sus vidas. Riquelme: ¡No…! 50 El Profesor avanza con su silla y con mucha dificultad logra responder el teléfono. Riquelme: (Alarmada) ¡Señor, no lo haga! Profesor: ¡Paren con la tontera y déjenme contestar! (Responde) ¿Aló? (…) (Sorprendido) Carvajal… Riquelme: (Alarmada) ¿Qué está haciendo, profesor? El Profesor le hace un gesto para que se quede callada. Profesor: Estoy aquí, en el laboratorio… (…) No, no me siento mal, sólo vine a revisar unas cosas. (…) Sí, Carvajal, estoy seguro de que no estoy enfermo. (…) (Sorprendido) ¿Irnos en su auto? ¿Todos con la directora? (…) Es que pensaba quedarme trabajando, todavía no termino de poner notas. (…) Todo cortado. (…) Barricadas. (…) Miguelitos. (…) Guanacos. (…) No voy a poder salir solo. (…) Sí, sí, estoy aquí. (…) No, no se preocupe, no tiene por qué venir a buscarme, yo voy en un rato. (…) Sí, claro, Carvajal… El Profesor cuelga el teléfono nervioso. Profesor: Carvajal se dio cuenta. Riquelme: ¿Por qué habla solo con ese aparato? Profesor: Es un teléfono, señorita, no estaba hablando solo, estaba hablando con Carvajal. Fuenzalida y Riquelme observan el aparato inquietas. 51 Riquelme: Si de verdad estaba hablando por… esa cosa… con el cerdo, asqueroso, traidor de Carvajal, ¿por qué no le contó de nosotros? ¿Por qué no le dijo que lo tenemos de rehén? Profesor: ¿Soy un rehén? Tocan a la puerta. Los tres se miran aterrorizados. Profesor: (Para sí) Carvajal…. Fuenzalida y Riquelme rápidamente aseguran la puerta. Actúan como si estuvieran en medio de un operativo. Intentan no ser escuchadas desde afuera. Instan al Profesor a hablar. Profesor: (A la puerta) Carvajal, le dije que no era necesario que viniera. Yo subo en un rato. Antes de que puedan reaccionar la puerta vuelve a ser golpeada. Desde afuera se escucha la voz de Maldonado. Maldonado: Profe, soy yo… ábrame por favor. Todos se miran sorprendidos. Riquelme abre con rapidez y aparece Maldonado. Viene mojada, despeinada y con el uniforme sucio. Riquelme: ¡Cómo se te ocurre mandarte a cambiar, huevona loca! Profesor: ¡Señorita, por favor, cuide el lenguaje! ¡Estamos en un establecimiento educacional! 52 Riquelme: Disculpe, señor. (A Maldonado) ¿Te das cuenta lo que podría haber pasado? Maldonado: ¡No me grites! Necesitaba saber de Alfa y del resto de las compañeras. Riquelme: ¿Y averiguaste algo? Maldonado: No, nada. Riquelme: ¿Dónde fuiste? Maldonado: A la calle. Profesor: (Espantado) ¿Salió a la calle “así”? Riquelme: ¿Y qué te pasó? Maldonado: Ni se imaginan… Maldonado las mira inquietante. Maldonado: Está todo igual, esta cuestión no ha avanzado nada en este tiempo que llevamos allá adentro. Había una tremenda pelotera, se llevaron detenidos a dos compañeros del Aplicación y a cinco compañeras del Liceo 7. Los pacos los subieron a la micro a punta de patadas y culetazos. Guanacos, zorrillos, lacrimógenas. ¡Miren cómo me dejaron estos desgraciados! Fuenzalida escribe en su cuaderno y luego arranca la hoja y se la pasa a Riquelme. Riquelme: (Lee) Tenemos que seguir escondidas. (Responde) Por supuesto, compañera. 53 Maldonado: No creo que sea bueno que sigamos esperando. Riquelme: ¿Quieres que te pase lo mismo que le ha pasado a los otros compañeros? Profesor: ¿A quiénes? ¿A los jóvenes de los que estaba hablando recién? ¿Los del explosivo? Riquelme: ¿Queremos cambiar este país? Bueno, entonces esperemos nuestro momento histórico. Esa fue la instrucción que nos dieron. Maldonado: Es que hay algo que nosotros no cachamos, chiquillas. (Las mira compungida) Chiquillas… siéntense. Riquelme y Fuenzalida se sientan. Maldonado las mira nerviosa. Riquelme: Habla. Maldonado: Chiquillas, desde que estamos escondidas, ha pasado más tiempo del que pensábamos. Fuenzalida y Riquelme se miran desconcertadas. Riquelme: ¿Cómo… más tiempo? Maldonado: Harto tiempo. Riquelme: Harto tiempo, ¿cuánto? Maldonado: Chiquillas, cuando salí de aquí y crucé el patio del liceo, me asomé al gimnasio y ustedes no se imaginan lo que vi. Riquelme: ¿Qué viste? 54 Maldonado: Están todas las sillas dispuestas en fila frente al proscenio. Y decoraron el escenario con la bandera y el escudo del liceo y con globos y letras de papel lustre dorado que dicen… Riquelme: (Intuyendo lo que viene) ¿Qué dicen qué? Maldonado: ¡Graduación de los cuartos medios! Riquelme y Fuenzalida desesperan. Riquelme: ¡Concha de tu madre! (Al Profesor) Disculpe, señor. Fuenzalida escribe en su cuaderno y luego arranca la hoja y se la entrega al profesor para que lea. Profesor: (Lee) ¿cuándo es la graduación? (A ellas) Mañana. Todas entran en colapso. Maldonado: Chiquillas, es diciembre, han pasado cinco meses desde que nos escondimos. (Enumera) Agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre. ¡Llevamos cinco meses metidas ahí adentro! ¡Cinco meses completamente perdidos! Riquelme: Mi papá me va a sacar la cresta. Maldonado: Mi mamá no me va a hablar más. Riquelme: ¡Cinco meses! ¡Pero cómo no nos dimos cuenta! Maldonado: Es que el tiempo pasa muy raro cuando uno está 55 fondeado, uno se pierde, se confunde. Yo juraba que llevábamos, no sé… un par de semanas. Riquelme: (Cayendo en cuenta) ¿Y la obra? (Al Profesor) Nosotros somos parte del grupo de teatro, estábamos ensayando nuestra obra para la ceremonia de graduación. Sagitarius tenía el guión listo. ¿Cierto, Sagitarius? Fuenzalida asiente. Riquelme: ¡Nos estaba quedando increíble! Maldonado: Seguro que jodimos. Van a poner al coro cantando la Canción del Adiós. Riquelme: ¿Y la fiesta? (Al Profesor) ¿Va a haber fiesta de graduación? Profesor: Por supuesto. Maldonado: ¿Dónde? Profesor: En La Cuca de Huechuraba. Riquelme: ¡No! Maldonado: (Se lamenta) Y yo que quería que Alfa fuera conmigo. Riquelme: Ya no alcanzamos a buscar un vestido decente, ni a invitar a nadie… ¡Ya no alcanzamos a articular nada, compañeras! Maldonado: ¡Lo más probable es que a estas alturas hayamos repetido! Riquelme: (Cayendo en cuenta) O sea que la Prueba de Aptitud… 56 Se miran más impactadas aún. Maldonado: ¡Cloteamos! Riquelme: Ya ni siquiera nos inscribimos. Maldonado: ¡No! ¡Todo lo que cuidé mis notas! ¿Para qué? ¿Para nada? Riquelme: Yo iba a estudiar Derecho, ¿te das cuenta? Yo iba a ser una diputada de la república cuando llegara la democracia. El Profesor escucha desconcertado. Profesor: ¿Cuándo llegara qué? Riquelme: La democracia, señor. Porque algún día este país volverá a ser libre y soberano, aunque tengamos que hacer correr sangre. Maldonado: Y nosotros somos la gran apuesta para ese momento. Riquelme: Chile necesita a las nuevas generaciones y aquí estamos, listas para el relevo. Maldonado: ¡Por eso hicimos nuestra gloriosa toma, profesor! Riquelme: ¡Por eso hemos estado aquí, escondidas, esperando el día en que vamos a salir a conquistar la libertad! Profesor: (Interrumpe) Señoritas, perdón que interrumpa este éxtasis suyo, pero ¿qué toma heroica es ésa, por favor? Las tres mujeres se miran desconcertadas. 57 Riquelme: Me extraña, profesor. ¿En qué planeta vive usted? Maldonado: ¿De verdad no sabe nada de nuestra toma? Profesor: No. Maldonado acomoda la silla en la que está amarrado el Profesor. Lo deja mirando hacia la pizarra como si fuera un escenario. Las alumnas se preparan para representar. Fuenzalida anota en la pizarra: 10 de julio, 6.00 A.M. Riquelme: Invierno, neblina, oscuridad. Todo indicaba que iba a ser un día tenso, difícil. Maldonado: Nos juntamos a la salida del Metro. Ese era el punto de reunión. Todos los liceos del sector fueron convocados. Riquelme: Éramos más de doscientos compañeros. No nos conocíamos, muchos apenas nos habíamos visto, pero todos sabíamos por qué estábamos ahí. Maldonado: Esto es insólito, dijo Alfa Centauro con su boquita gordita que tiene, porque tiene unos labios preciosos. Nunca nos imaginamos una convocatoria así, compañeros, esto es completamente inédito, dijo, y a nosotros como que nos empezó a dar risa. (Se ríe) Una risa nerviosa eso sí. Riquelme: Con Alfa Centauro nos subimos a un banco y empezamos a organizar la situación. Maldonado: Alfa tiene una labia que usted se muere, profe. Él es el vocero de nuestro movimiento. Habla como los dioses. 58 Riquelme: ¿Están listos, compañeros?, preguntó Alfa… Maldonado: Y nosotros gritamos que sí. Maldonado/Riquelme: (Gritan) ¡Sí! Riquelme: Y entonces Alfa Centauro tocó un pito… Fuenzalida toca un pito. Riquelme: … y partimos en masa por la calle a tomarnos el liceo. Maldonado: Algunas profes entraron en ataque de pánico cuando llegamos.“¡Suéltennos, cabros de mierda, qué tenemos que ver nosotros con estas payasadas!” Riquelme: Ahí fue que el cerdo, asqueroso, traidor de Carvajal llamó a la directora a su casa para avisarle lo que estaba pasando. Ella estaba enferma, en cama, así es que se libró de la gloriosa entrada a su oficina que habíamos preparado. Pero igual exigió hablar con alguna de nosotros por teléfono, así que fue Gama Casiopea. Maldonado: Puse mi pañuelo sobre el aparato e improvisé una voz cuática que la despistara, que no la dejara ubicarme, y que además, le diera susto, ¿me entiende? (Cambia de voz) Aló, dije, aquí una de las representantes del movimiento. Riquelme: (Imita a la directora) ¿Qué está pasando, Maldonado?, contestó la directora. Maldonado: Yo me quedé muda. Riquelme: (Imita a la directora) ¿Usted tiene que ver con esto, Maldonado? 59 Maldonado: Saqué el pañuelo y volví a mi voz de siempre. Le contesté que sí, le conté qué era lo que buscábamos con la toma, que teníamos un pliego de peticiones largo y que adentro había mucha gente de otros colegios, que no era sólo una idea de nosotras. Riquelme: (Imita a la directora) ¿Usted es tonta o se hace, Maldonado? ¿Se da cuenta de que están haciendo puras pendejadas? Maldonado: Discúlpeme, señora directora, pero no voy a dejar que me hable a garabatos, yo no le he faltado el respeto. Riquelme: (Imita a la directora) ¿Qué no me ha faltado el respeto, Maldonado? Usted entra con su gente a punta de patadas, me encierra a todos los viejos, me debe estar quebrando vidrios, rayando paredes, dejando la mansa embarrada, ¿y tiene la patudez de decirme que no me está faltando el respeto? ¡Váyase un ratito a la cresta! Maldonado: Cuando la euforia del primer momento pasó, Alfa dio la orden para que subiéramos al techo. Agarramos todos los bancos y sillas que pudimos y nos atrincheramos arriba. Riquelme: Colgamos un lienzo que habíamos pintado, pusimos nuestra bandera y ahí nos quedamos, celebrando la toma en la cima del liceo. Maldonado: A las diez de la mañana apareció la primera micro de pacos. (Al Profesor) ¿Adivine quién la había llamado? Profesor: Carvajal. Riquelme: De a poco empezaron a llegar más pacos y más pacos y más pacos. 60 Maldonado: De repente se escuchó una voz desde un altoparlante. “Jóvenes, van a tener que abandonar el liceo ahora”. Riquelme: Alfa respondió que para salir y abandonar la toma teníamos un pliego de peticiones que debían ser cumplidas. Maldonado: Los pacos respondieron que nos podíamos meter el pliego por donde mejor nos cupiera y que saliéramos de una buena vez si no queríamos que ellos entraran a la fuerza. Riquelme: ¡De aquí no nos sacan ni cagando!, gritó Alfa Centauro y el grito se hizo un coro. Las tres mujeres repiten el grito, aplauden y bailan. Riquelme/Maldonado: (Gritan) No nos sacan ni cagando, pa, pa, pa, pa, pa. No nos sacan ni cagando… Fuenzalida toca el pito. Maldonado: Estábamos en eso cuando Alfa tocó un pitazo para llamar nuestra atención. Riquelme: Los pacos se estaban formando frente al liceo con sus escudos, sus cascos y sus lumas. Un par de ellos se acercaba a la reja a cortar las cadenas para entrar, pero no fue necesario porque imagínese quién llegó con un diablo a cortar los candados. Profesor: Carvajal. 61 Riquelme: Ahí la lluvia de piedras empezó a caer desde el techo. Les tiramos peñascazos, palos, sillas, mesas, lo que encontramos para no dejarlos pasar. Maldonado: Un grupo de pacos se subió al techo de una micro y empezó a disparar. Riquelme: (Imita el sonido de las balas) Puj… puj… Pasaban los balines al lado nuestro. Nos tiramos todos al suelo. Las tres se tiran al suelo recordando lo que hicieron. Maldonado: A Garrido le llegó un balín en la pata. Ay, gritaba Garrido, y unos compañeros del Amunátegui la atendieron. Riquelme: Enojadas, las compañeros del Liceo 1 empezaron a lanzar unas Molotov. Maldonado: Las bombas cayeron al lado de los pacos. Riquelme: El fuego prendió una cuca. Maldonado: Y ahí quedó la caga. Los pacos se picaron y entraron con todo. Las mujeres se quedan un momento ensimismadas, como viendo nuevamente a los carabineros entrar. Riquelme: Alfa nos dijo: Compañeras, escóndanse. Esto va a ser una masacre. Lleven a la gente a un lugar seguro. Maldonado: Ahí dimos la orden para que entraran al escondite todas las que alcanzaran. 62 Riquelme: Una por una fueron pasando. Maldonado: Las hicimos entrar con fórceps, pero igual no cupieron todas. Riquelme: Alfa y Sagitarius se fueron al patio y se hicieron cargo del resto. De la gente del Aplicación, del Nacional, del Liceo 1, del Liceo 7, del Amunátegui, pero no pudieron hacer mucho. Maldonado: Desde el escondite escuchábamos los gritos. Riquelme: Sagitarius estaba ahí. Maldonado: Pero cuando pudo contarnos sobre ese momento, ya no hablaba, no le quedaba voz. Riquelme: Desde entonces que sólo escribe. Maldonado: Sagitarius escribió que entre cuatro pacos la agarraron del pelo y la tiraron en el medio del patio. Riquelme: Ella trató de defenderse, pero no sirvió porque a punta de patadas y culatazos la dejaron botada en el suelo. Maldonado: Sagitarius escribió que lloraba en el piso del patio del liceo delante de los compañeros y los carabineros. Riquelme: Sagitarius escribió que Alfa saltó entremedio de todos. “Pacos culiados, fascistas de mierda”, dijo, “no se dan cuenta de que es una mujer, ¿así le pegarían a sus hijas?” Maldonado: Pero a los pacos no les importó nada y seguían machucando a Sagitarius. Riquelme: Entonces Alfa sacó su revolver chico. 63 Maldonado: Un arma penca que tenía. Un “matagatos”, para defenderse, así decía. Riquelme: Y en un acto suicida le disparó a los pacos que pateaban a Sagitarius. (Imita la acción) Puj… puj…. Maldonado: Uno de los pacos cayó al suelo. Riquelme: Alfa le voló un ojo. Maldonado: Después le voló una oreja. Riquelme: La sangre saltó a las baldosas del patio. Maldonado: Todos quedaron pa dentro. El paco estaba muerto. Riquelme: Ahí agarraron a Alfa a patadas. Lo dejaron en el suelo junto a Sagitarius. Maldonado: Lo que siguió es confuso y nosotros no lo vivimos. Sólo sabemos lo que Sagitarius escribió. Riquelme: Que se los llevaron en fila a las micros que estaban estacionadas afuera. Maldonado: Que salieron por un túnel largo de pacos que no los dejó ver mucho. Riquelme: Que adentro se acomodaron como pudieron, bien apretados. Maldonado: Que Sagitarius lloraba despacito, que Alfa también lloraba despacito. Riquelme: Que el motor de la micro partió. Maldonado: Que el liceo quedó atrás… Riquelme: … con el cerdo, asqueroso, traidor de Carvajal, con 64 los profes, con la gente que se había juntado afuera, con nosotras escondidas, esperando el momento para salir. Las tres mujeres se quedan en silencio. Han llegado al fin de su representación. El Profesor las mira un momento desconcertado. Rompe el silencio con delicadeza. Profesor: (Con cuidado) El día de esta…gloriosa toma que me cuentan… el día en el que ustedes entraron ahí para esperar, cómo dicen, ¿cuándo es que fue? Fuenzalida escribe en su cuaderno y luego arranca la hoja y se la entrega al profesor. Profesor: (Lee) el lunes 10 de julio de… 1985. (Las mira atónito) ¿Desde entonces que ustedes están ahí? Las mujeres asienten. El Profesor las mira desconcertado. Suena el timbre anunciando el cambio de módulo. 65 Q uinto M ódulo Zeta Neptuno Como perdido en el espacio exterior, El Joven Envejecido se ilumina en la completa oscuridad. La cicatriz de un balazo aún en su frente. Lleva una carta entre sus manos. El papel es una hoja cuadriculada, vieja y deteriorada. El Joven Envejecido lee. Quizá lo hace a sus compañeros, como si estuviera en medio de un funeral. Joven Envejecido: Cuando por primera vez fui a una marcha, vi cómo los carabineros nos pateaban por pedir las cosas que a nosotros nos parecían justas. Todos corrían, parecíamos ratones, no teníamos cómo defendernos. Ahí entendí que todo lo malo que veía desde chico, era por el interés que tiene un grupo de personas de estrujar al resto y que ese grupo se apoya en la violencia para seguir manteniendo las cosas igual. Ahí también entendí que contra eso era muy difícil reclamar o intentar un diálogo, porque lo único que se recibe de vuelta son golpes. No nos gusta la violencia. Es la brutalidad del sistema la que no nos deja otra salida. Ellos nos condenaron a un orden que no es bueno para todos sino sólo para algunos. Somos jóvenes, valoramos la vida, y peleamos por un futuro mejor para todos. Por ese amor es que empuñamos las armas y no tenemos miedo a morir. El Joven Envejecido deja de leer. Joven Envejecido: Zeta Neptuno era inspirado y le gustaba 67 escribir. Esta carta me la pasó para que la publicáramos en el boletín del liceo. Yo no le hice nada, sólo le agregué un par de comas, pero todo lo demás es de él. “Alfa Centauro”, me dijo, “no me cambies nada”, y yo le di mi palabra. Zeta Neptuno era compañero del Aplicación. Dos semanas después de escribir esto murió en un tiroteo en Pudahuel. Su cuerpo tenía dos impactos de bala, una de un fusil SIG y otra de una sub ametralladora UZI. No alcanzó a ver su carta publicada. Suena el timbre indicando el cambio de módulo. 68 S exto M ódulo Una Verdadera Constelación Las alumnas se encuentran sentadas en los mesones del laboratorio. Todas tienen cuaderno y lápiz. Observan atentas al profesor que está dándoles una clase. Él sigue indispuesto. La información que le han dado lo ha hecho empeorar. Suda, las manos le tiemblan. Sin embargo intenta reponerse para seguir adelante. En la pizarra ha borrado los escritos anteriores y ha dibujado al planeta Tierra. Profesor: Señoritas, éste es nuestro planeta: la Tierra. El Profesor las mira y se interrumpe. La vista se le pierde en las tres mujeres que lo observan atentas. Profesor: (Retoma) En la Tierra vivimos a la deriva en una especie de océano de espacio y tiempo. Somos llevados por nuestro planeta alrededor del Sol. Desde su origen la Tierra ha completado cuatro mil millones de siglos alrededor del Sol. El Sol a su vez viaja por la galaxia, y a su vez la Vía Láctea, nuestra galaxia, se mueve entre otras galaxias. Por lo tanto, siempre hemos sido viajeros espaciales. Maldonado: ¿Cuánto tiempo dijo que llevamos viajando alrededor del Sol, señor? Profesor: Cuatro mil millones de siglos. 71 Maldonado anota. De los elementos del laboratorio, el Profesor toma un gran frasco con arena. Saca un puñado de su interior. Profesor: Miren estos finos granos de arena. Ellos vienen de rocas más grandes a través de siglos de erosión. A partir de ellos podemos entender que las raíces en las que se sostiene nuestro presente están ancladas al pasado. Somos entonces también… El Profesor las mira y se interrumpe. La vista se le pierde en las tres mujeres que lo observan atentas. Riquelme: ¿Qué es lo que somos entonces…? Profesor: (Reacciona)… viajeros en el tiempo. Maldonado: ¡Qué bonito! Profesor: Pero como estamos atrapados en la Tierra no nos damos cuenta dónde vamos en el espacio ni a qué velocidad. Desde nuestra pequeña posición es difícil entender el devenir del Cosmos, porque lo que percibimos es una realidad chiquitita. Si solamente pensamos en el número insignificante de estrellas que podemos ver con suerte en una noche clara, nos damos cuenta de eso, de lo ciegos que somos. Porque hay más estrellas en el universo que todos los granos de arena de todas las playas de todo el planeta Tierra. El Profesor lanza el puñado de arena al aire. Las alumnas lo miran. 72 Maldonado: Estrellas invisibles. Profesor: Invisibles para nosotros, que no las podemos ver. Riquelme: Disculpe, señor, no quiero interrumpirlo, pero… ¿para qué nos está explicando esto? ¿Es para la Prueba de Aptitud? Acuérdese que ya sonamos con eso. Maldonado: No lo interrumpas, déjalo que siga. Es tan rico tener clases otra vez. Profesor: (A Riquelme) ¿Cuál era su nombre, señorita? Riquelme: Andrómeda Beta. Profesor: ¿Usted sabía que es la segunda estrella más brillante de la Constelación de Andrómeda? Riquelme: (Sorprendida) ¿Yo? El Profesor hace un dibujo de la Constelación de Andrómeda en la pizarra, señalando las seis estrellas que la conforman. Profesor: Andrómeda, en la mitología griega, era una bella joven a la que Perseo salvó de un terrible monstruo. Eso sí lo sabía, ¿no? Riquelme: Sí, si hasta lo representamos en el grupo de teatro. ¿Cierto chiquillas? Maldonado: Yo era Andrómeda. Riquelme: Y yo Perseo. Maldonado: Sagitarius escribió la obra. 73 Riquelme: Y además era el monstruo. Fuenzalida parece incómoda con los comentarios. Maldonado: Pero siga, profe. Siga. Profesor: (Indica la pizarra) Esta es Andrómeda Beta. Se encuentra a setenta y cinco años luz de la Tierra. La luz por la que vemos a esta estrella ha pasado setenta y cinco años atravesando el espacio interestelar para llegar hasta acá, ¿me entienden? Maldonado: Pero eso es mucho tiempo. Profesor: Para nosotros, pero no para los astros. Imagínese, en el caso hipotético de que Andrómeda Beta estuviera explotando en este mismo momento allá en el espacio, no nos enteraríamos de esa explosión hasta setenta y cinco años más. Eso es lo que se demora esta interesante información en llegar a la Tierra. Maldonado: ¿O sea que muchas de las estrellas que vemos podrían estar muertas? Profesor: Exactamente. Maldonado: ¿O sea que lo que vemos es el pasado de esas estrellas? Profesor: Usted lo ha dicho. Maldonado: Son como recuerdos o fotos de algo que ya no está. Fuenzalida escribe en una de sus hoja y se la entrega a Maldonado. 74 Maldonado: (Lee) fantasmas. Riquelme se pone de pie algo alterada. Riquelme: Señor, disculpe que insista. Está muy interesante su clase, pero esto que estamos haciendo no tiene patas ni cabeza. Usted es el único “adulto responsable” con el que nos topamos hace meses y por esa razón hemos pactado de común acuerdo, dejarlo libre, siempre y cuando usted no revele nuestro escondite y nuestra heroica misión que se gesta en los subterráneos de este liceo. Pero una vez llegado a este acuerdo, nosotras no tenemos nada más que hacer aquí. Profesor: Señorita, usted tiene razón. Yo soy el “adulto responsable” en este momento y tengo la obligación de transmitirles ciertos conocimientos. Riquelme: Estamos con el reloj en contra. Hay un grupo de gente escondida a nuestro cargo y tenemos muchas decisiones que tomar. ¿Se le olvida que hemos estado encerradas hace cinco meses? Profesor: Esos cinco meses de encierro, de los que hablan ustedes, pueden ser cinco siglos o cinco segundos en el tiempo del Cosmos. Todo depende de cómo usted quiera mirarlo. Maldonado: El tiempo es relativo, eso nos quiere decir el profe. Fuenzalida escribe en su cuaderno y se lo entrega a Riquelme. 75 Riquelme: (Lee) y no todo lo que vemos es lo que creemos que vemos. El Profesor toma un diario de un cajón. Fuenzalida lo mira alarmada. Profesor: Hoy mismo leí en el diario la noticia sobre el descubrimiento de una nueva estrella. Su nombre es Gama Tridente y se encuentra a ciento veinte años luz de nuestro planeta. Riquelme: (Interrumpe) ¿Ese diario es de hoy, señor? Profesor: Sí, es del día de hoy. Vean cómo se ve Gama Tridente desde un telescospio. El Profesor abre el diario y les muestra la fotografía registrada en la prensa. Fuenzalida parece alertarse. Profesor: Esta imagen es del día de ayer, y esa fecha, que ustedes pueden leer aquí con detalle, es la fecha que quedará registrada en la Historia como la de un gran hallazgo estelar. Riquelme toma el diario de entre las manos del Profesor. Maldonado se acerca. Fuenzalida parece inquieta. El Profesor las observa expectante. Maldonado: Qué linda… Y pensar que esta estrella, que es como una guagüita, porque la acaban de descubrir, en realidad es una vieja de ciento veinte años, ¿o no, Profe? 76 Profesor: Mh… más o menos. Maldonado: A lo mejor no estamos preparados para recibir la información de las estrellas, por eso nos llega todo tarde. Maldonado cierra el diario. Riquelme se lo quita. Riquelme: Es muy interesante lo de la estrella y el espacio estelar, pero me gustaría ver cómo están las cosas aquí en el planeta Tierra. Tanto tiempo encerradas con las compañeras, no tenemos idea de cómo sigue el mundo después de cinco meses. Riquelme comienza a hojear el diario. El Profesor la observa expectante. Fuenzalida también. Maldonado: (A Riquelme) Te dije que estaba todo igual. Riquelme: (Hojea) Es cierto, aquí están los avisos de La Teletón que parte luego. Riquelme da vuelta las hojas. Fuenzalida parece más nerviosa. Riquelme: Las promociones de la navidad… (Encuentra algo de interés) Actualidad Nacional: El día de hoy la presidenta Michelle Bachelet se negó nuevamente a recibir a los dirigentes estudiantiles en el Palacio de La Moneda. Por su parte el movimiento estudiantil ha llamado a una marcha pacífica y autorizada en la Alameda. 77 Riquelme alza la vista desconcertada. Maldonado también. Fuenzalida las observa aterrada. Riquelme/ Maldonado: (Al Profesor) ¿Quién es la presidenta Bachelet? Profesor: (Con delicadeza) Señoritas, lo que les voy a decir es delicado y misterioso, como lo es todo en el Cosmos. Ese diario que ustedes ven, es del día de hoy y, aunque no vieron la fecha, tengo que decirles que ha pasado mucho más tiempo del que ustedes… El Profesor va a seguir, pero antes de que pueda hacerlo, Fuenzalida, muy nerviosa, le quita el diario a Riquelme y lo arruga enérgicamente. Riquelme: Pero Sagitarius, ¿qué te pasa? Profesor: ¿Señorita, está bien? Fuenzalida rompe el diario en muchos pedacitos. Parece algo descontrolada. Riquelme: ¡Sagitarius! Maldonado: ¡Ay, pobrecita! ¡Otra vez una crisis! Riquelme: Discúlpela, señor. Desde que volvió, Sagitarius anda mal. Maldonado: Llegó así, muda y medio rayada. Parece que tanto golpe en la cabeza la dejó así. A nosotros nos cuesta gobernarla. Profesor: (Extrañado) ¿Llegó de dónde? 78 Maldonado: De afuera, pues. Profesor: ¿Pero ella no estaba con ustedes? Maldonado: A ella la detuvieron el día de la toma, no entró con nosotros al escondite. Profesor: ¿Y hace cuánto volvió? Maldonado: No sabría decirle porque como andamos medias desorientadas con el tiempo… Fuenzalida, muy inquieta, escribe en la pizarra: volvamos. Riquelme: Sí, Sagitarius, pero tenemos que ponernos de acuerdo primero. Cómo vamos a volver y les vamos a decir a las compañeras de rompe y porrazo la verdad. Maldonado: Tenemos que pensar una buena estrategia, decírselos con cuidado, de una manera lateral, para que no se nos mueran de espanto. Riquelme: (A Maldonado) A lo mejor podríamos hablarles del espacio, de lo extraño y loco que es el tiempo en el Cosmos, eso podría darles un contexto, ¿no te parece? Maldonado: ¡Es cierto! Partir por ahí, chamullar un poco, y luego, con cuidado, decirles la verdad. Fuenzalida, más inquieta, escribe en la pizarra: no a la verdad. Maldonado: (Espantada) ¡Sagitarius, qué onda! ¿Tú quieres tener a las compañeras engañadas allá dentro? 79 Riquelme: Manejar y coartar la información es una estrategia fascista digna del cerdo, asqueroso, traidor de Carvajal, no de nosotras. Fuenzalida escribe en la pizarra: el tiempo no es igual aquí. Maldonado: (A Riquelme) Eso es cierto. Acuérdate lo que acaba de decir el profe, el tiempo es relativo y cuático, por eso estos cinco meses se nos hicieron nada allá adentro. Riquelme: Pero por muy cuático que sea, yo no puedo ocultarle a las compañeras que repitieron, que se quedaron sin presentación de la obra teatro, sin graduación, sin prueba de aptitud, y que sus papás las deben estar esperando hace meses. Fuenzalida escribe desesperada: nuestra causa es más importante. Maldonado: Eso también es cierto. ¿Qué son cinco meses al lado del futuro que se nos viene si somos consecuentes y nos cuidamos? Fuenzalida escribe desesperada: afuera no nos van a cuidar. Profesor: (A Fuenzalida) Señorita… ¿Qué pasó con Alfa Centauro y con el resto de sus compañeras detenidas? Fuenzalida no responde. Sólo subraya la frase que acaba de escribir. 80 Riquelme: Sagitarius escribió que quedaron todos presos, que a ella la soltaron primero. Profesor: (A Fuenzalida) ¿Y hace cuánto fue eso, señorita? ¿Cuánto tiempo estuvo afuera antes de volver al escondite? Fuenzalida se encoje de hombros. Profesor: ¿No se acuerda? ¿No sabe? Riquelme: No la presione, profe. Profesor: ¿Por qué no quiso que sus compañeras leyeran el diario de hoy? Fuenzalida escribe en una hoja y se la pasa al profesor. Profesor: (Lee) Eso a usted no le interesa, viejo culiao. Maldonado: (Espantada) ¡Sagitarius, por favor! Riquelme: Ve que no tiene que presionarla. Usted no sabe lo que es estar detenido, no tiene idea cómo queda uno después de eso. El teléfono celular del Profesor suena. Todos lo miran sorprendidos. Maldonado, grita de espanto. Maldonado: ¡Agh! ¿Qué es eso? Riquelme: Tranquila. Es un teléfono, el profesor ya nos explicó. Maldonado: ¿Pero cómo va a ser “eso” un teléfono? 81 Riquelme: Han pasado muchas cosas en estos cinco meses, ¿te das cuenta? El Profesor contesta el teléfono. No parece reconocer el número del visor. Profesor: ¿Aló? Riquelme: (A Maldonado) Viste que es un teléfono. Profesor: (Sorprendido) Señora directora… (…) Sí, sí, estoy muy bien, señora directora. Las mujeres le hacen gestos para que no hable sobre ellas. El Profesor asiente comprendiendo. Profesor: (Sorprendido) ¿Quién la llamó? (…) ¿Nancy, mi mujer? (…) Está preocupada por mí, tiene miedo de que me pase algo grave… (…) (Disimula) Pero qué lesera que la haya llamado, yo estoy impecable aquí, terminando de poner unas notas. (…) No, cómo se le ocurre, no tengo otra crisis. (…) (Nervioso) ¿Ella le dijo que yo le iba a decir eso? (…) (Enfático) Es cierto lo que le digo, eso se acabó, está controlado, no sé por qué mi mujer la llama y la molesta diciéndole que está preocupada por crisis nerviosas que no tengo. (…) No, señora directora, estoy bien. (…) No, señora directora, no necesito ayuda. (Grita descontrolado) ¡Qué no tengo nada, le digo! (…) (Se retracta) Disculpe, señora directora… por favor, disculpe. (…) Sí, señora directora, claro, señora directora… voy para allá inmediatamente, señora directora. (…) Sí, inmediatamente. 82 El Profesor corta abrumado. Las mujeres lo miran. Riquelme: ¿La directora se dio cuenta de que usted no está muy bien? El Profesor asiente. Riquelme: La señora Nancy le dijo… El Profesor asiente. Riquelme: Y esto le puede costar la pega… El Profesor asiente. Riquelme: Qué inapropiado lo que hizo su señora, profesor. Prácticamente lo delató. ¿Carvajal es el apellido de su señora? El Profesor asiente. Riquelme: ¡De verdad se llama Carvajal! Profesor: No, cómo se le ocurre. Maldonado: Es que siempre hay un cerdo asqueroso traidor Carvajal en la vida de todos, profesor. Profesor: Señoritas, yo como el “adulto responsable”, quería ayudarlas y orientarlas con su problema espacio temporal, pero… voy a tener que irme y abandonar el recinto con el resto de los profesores. 83 Riquelme: Señor, confiamos en su silencio. Profesor: No se preocupe, no voy a decir nada. El Profesor comienza a caminar a la puerta. Maldonado lo detiene. Maldonado: Profe, espere. No todo está perdido. Venga, deje que lo amononemos un poco para que suba a dirección más presentable. Maldonado lo sienta. Riquelme saca una peineta y lo peina. Maldonado le acomoda la ropa, le hace el nudo de la corbata, lo ordena. Fuenzalida sólo observa. Maldonado: Así se ve mejor, ¿ve? Riquelme: Con menos cara de loco. Maldonado: Si usted es regio, lo único que tiene que hacer es mirar a la directora con esos ojos que tiene y la doña le va a creer todo. Riquelme: Una persona que se ve bien, es una persona que está bien. Es una cosa de actitud. Uno refleja lo que tiene dentro. ¿Tiene un espejo? El Profesor niega con la cabeza. Maldonado: Pero está el vidrio, puede verse en el reflejo del vidrio. Riquelme pone al profesor frente a una de las ventanas de la sala. La ventana está cubierta por una cortina. 84 Maldonado: Sonría. La directora tiene que verlo como una persona tranquila y sana. Mírese… Riquelme se pone de pie junto al Profesor. Maldonado va a abrir la cortina de la ventana para que él vea su reflejo. Antes de que lo haga Fuenzalida se interpone y toma las cortinas cerrándolas. Maldonado: (Desconcertada) ¡Sagitarius! Fuenzalida toma a Maldonado y a Riquelme y se las lleva junto a una de las rejillas de ventilación descubiertas. La indica enérgicamente. Riquelme: Sí, Sagitarius, sí vamos a volver con las compañeras, pero estamos atendiendo al profesor. Maldonado: Él ha sido el único “adulto responsable” buena onda con nosotras y necesita contención. ¡Míralo cómo está! Fuenzalida toma a Maldonado con fuerza e intenta hacerla entrar a la fuerza por la rejilla. Sus intentos son desesperados. Maldonado: ¡Pero, Sagitarius…! ¿Qué te pasa? ¡No! ¡Andrómeda, haz algo! ¡Se nos volvió loca! Riquelme: ¡Sagitarius basta! ¡Suelta a la compañera! ¡Suelta a la compañera te dicen! Riquelme intenta detener la acción sin resultados. El Profesor observa impactado. 85 Riquelme: (Enérgica, es una orden) ¡Para, Sagitarius, por la re concha de tu madre! (Al Profesor) Perdón por el garabato, señor. Riquelme detiene la acción de la descontrolada Fuenzalida que parece reaccionar con el grito. Riquelme: ¿Qué te está pasando? Yo entiendo que estemos todas desconcertadas, pero no podemos perder el control, compañera. Nos debemos respeto y cuidado. Por muy fuertes que sean las cosas que nos pasen, sólo nos tenemos las unas a las otras. No podemos andar atacándonos. ¡Eso es impermitible! Mira cómo dejaste a la pobre Maldonado. Maldonado: ¿Te acuerdas cuando llegaste al escondite? ¿Te acuerdas lo mal que venías? ¿Quiénes te ayudaron? ¿Quiénes te cuidaron? Bueno, deja que apañemos un rato al profe también. Riquelme: Tanto él como nosotras tenemos que vernos en calma si queremos ir a conversar. Él con la directora y nosotras, con las compañeras. Maldonado se arregla su ropa y su pelo desordenados luego del incidente. Maldonado: (A Riquelme) ¿Cómo estoy? Riquelme: (La peina un poco) Bien… ¿Y yo? Maldonado saca un poco de brillo labial y le echa a su compañera. Ella hace lo mismo. 86 Maldonado: Estás regia. Mírate… Maldonado va a abrir la cortina de la ventana para que Riquelme vea su reflejo. Antes de que lo haga Fuenzalida, agotada, habla con un hilo de voz. Fuenzalida: (Cansada y angustiada) Chiquillas… Todos la miran impactados un momento. Riquelme: ¿Sagitarius…? Fuenzalida: ¿Para… qué… quieren verse? Maldonado y Riquelme la observan felizmente impactadas. Riquelme: ¡Sagitarius, estás hablando! ¿Te das cuenta? Maldonado: Es un milagro. Riquelme: A ver, di algo… Fuenzalida: (Confundida) Yo… Riquelme: (Interrumpe) ¡Es tu voz! ¡Tu voz tan linda! Maldonado: No puedo creerlo, a mí como que se me había olvidado la voz de Sagitarius. Riquelme: Esto debe haber sido por el shock nervioso. Maldonado: Yo he leído que los golpes emocionales te quitan y te devuelven la voz así, en un santiamén. Riquelme: Las compañeras se van a volver locas allá adentro, van a pedirte que les cantes algo. 87 Maldonado: Sagitarius canta, profesor. Riquelme: Es la primera voz del coro del liceo. Maldonado: Deja la embarrá en las peñas y los festivales. Riquelme: En las obras de teatro se lo canta todo… ¡La hubiera visto cuando hicimos Grease Brillantina! ¡Ella era John Travolta! Maldonado: ¡Y yo la Olivia! Fuenzalida: (Tímida) No todo lo que vemos es lo que creemos que vemos. Riquelme y Maldonado la miran algo desconcertadas. Riquelme: Sí… claro, Sagitarius… A ver, prueba decir otra cosa. Fuenzalida: (Tímida) El tiempo es relativo. Maldonado: (Entusiasmada) ¡Perfecto! ¡Te sale perfecto! Fuenzalida: La información se demora en llegar. Maldonado: (Al Profesor) Está repitiendo como lora su clase, profe. ¡La clase la mejoró! Riquelme: ¿Por qué no tratas de cantar? Riquelme le tararea algo. Fuenzalida: Yo nunca les haría algo malo. Riquelme y Maldonado se miran desconcertadas. No comprenden. 88 Maldonado: Eso no tiene nada que ver con la clase. Fuenzalida: Nunca las traicionaría. Maldonado: Eso tampoco. Riquelme: Por supuesto que no nos traicionarías, ¿por qué dices eso? Fuenzalida: A veces…no hay palabras para expresar ciertas cosas. Riquelme: (Extrañada) ¿Qué cosas? Fuenzalida las mira sin responder. Maldonado: ¿Lo que te pasó en la comisaría cuando te agarraron? Riquelme: Nosotras nunca te hemos presionado a hablar sobre eso. Fuenzalida: Otras cosas. Riquelme: (Insiste suspicaz) ¿Qué cosas? Fuenzalida: Cosas raras… cosas que pasan, como pasan las cosas allá arriba, entre las estrellas. Sin que nos enteremos. Sin que a nadie le importe mucho. Maldonado y Riquelme escuchan desconcertadas. Riquelme: (Suspicaz) ¿Podrías ser más clara, Sagitarius? Fuenzalida: (Avergonzada) Chiquillas, perdónenme… 89 Fuenzalida parece muy angustiada. El Profesor interviene. Profesor: Señoritas, yo hasta hace tres meses tomaba pastillas. Eran varias, todas para cosas diferentes, pero el resultado que se buscaba era que yo me sintiera mejor, porque con el tiempo me sentía cada vez más desgraciado. Las tomé durante muchos años y la verdad es que anduve mejor. Nada de lo que antes me daba rabia o pena, me importaba. Ya no me angustiaban mis doce horas de trabajo, ni las noticias, ni los problemas de plata, ni los dramas míos ni del resto. Dejó de importarme mi mamá, que estaba con cáncer en un asilo. Dejó de importarme que Nancy no quisiera tener hijos. Con el tiempo ya no me importó nada de nada y al parecer así era feliz. Un día me llamaron por teléfono para decirme que mi madre había fallecido. Colgué y seguí corrigiendo pruebas porque tenía que entregar un informe de notas esa tarde. En la noche, cuando llegamos al departamento con Nancy, nos comimos un par de platos descongelados, yo me tomé mis pastillas para dormir y nos fuimos a acostar. No se lo conté. Sencillamente se me olvidó. Fue ahí cuando tanta felicidad me dio miedo y después del entierro de mi madre, vacié los frascos en el wáter y no volví a tomar nada. Ando pésimo, ustedes me han visto, no voy a mentirles, pero no tenía alternativas. Tanta comodidad me estaba haciendo peor. Estaba a salvo, pero esa seguridad no era real. En un rato más, capaz que pierda el trabajo, y con eso mi vida se desarme, pero por lo menos ahora me importa. 90 Las mujeres miran al Profesor sin entender. Riquelme: Perdón, señor, pero ¿por qué nos está diciendo todo esto? Profesor: Desde siempre el hombre ha querido dejar la comodidad de su hogar en la Tierra, para arriesgarse y viajar en el tiempo a las estrellas. ¿Por qué? Porque quiere saber más. Si lo que descubre en ese viaje es extraño, doloroso, o da rabia, o pena, o miedo… eso es mejor que entregarse a la ignorancia, ¿no cree? Todos tenemos derecho a saber cómo son las cosas más allá de los límites de nuestro pequeño mundo. (A Fuenzalida) ¿O no, señorita Sagitarius? Fuenzalida mira al Profesor un momento. Luego toma las manos de sus compañeras y las ubica mirando hacia la ventana. Maldonado y Riquelme parecen extrañadas. Fuenzalida se queda con las manos de sus compañeras entrelazadas. Mira al Profesor. El Profesor corre las cortinas dejando el vidrio al descubierto. Las tres mujeres miran su propio reflejo en el vidrio durante un rato. Riquelme: (Extrañada) ¿Quiénes son… esas mujeres que… nos están mirando del otro lado del vidrio? Nadie responde. 91 Maldonado: ¿Es mi mami? Riquelme: (Insiste) ¿Quiénes son… esas mujeres que nos están mirando del otro lado del vidrio? El Profesor responde con mucha delicadeza. Profesor: Son… estrellas, señorita. Lo que están viendo es una verdadera constelación. Las tres mujeres miran su propio reflejo en el vidrio de la ventana. Suena el timbre del fin de módulo. 92 S éptimo M ódulo Un Hoyo Negro Como perdido en el espacio exterior, El Joven Envejecido se encuentra iluminado en la completa oscuridad. La huella de un balazo fresco aún en su frente. El Joven Envejecido: Alfa Centauro, o sea yo, cayó detenido por haber matado a un carabinero en la toma de un liceo. Lo hizo con un “matagatos”, un arma rasca, que usaba para defenderse y para defender a sus compañeros. A Alfa Centauro, o sea yo, lo encerraron en una pieza oscura, aislado del mundo, completamente incomunicado. Un cuartucho de dos por dos donde se veía poco, donde no se escuchaba nada, y donde no supo ni de su mamá ni de sus amigos. Cada tanto rato se abría la puerta y lo sacaban para llevarlo a otra pieza donde lo sentaban en una silla y le hacían preguntas. Le preguntaban por sus compañeros de milicia, por sus compañeros secundarios, por su familia. Le preguntaban y le aforraban. Y le volvían a preguntar y le volvía a aforrar. Y le seguían preguntando y le seguían aforrando. Pero Alfa Centauro, o sea yo, nunca, escúchenme bien, “nunca”, se transformó en un cerdo, traidor, asqueroso. Alfa Centauro, o sea yo, nunca entregó a nadie. Y así Alfa Centauro, o sea yo, después de cada interrogatorio volvía hecho un estropajo a su pieza oscura. Encerrado ahí pasó días, o años, no lo sé. El 95 tiempo es relativo. El encierro es un hoyo negro que todo lo chupa, los minutos, los recuerdos, hasta los sueños. Alfa Centauro, o sea yo, en esa pieza oscura donde estuve o estoy, tenía un sueño que se le repetía. Ahí soñaba con la última clase que tuvo en el liceo. El Joven Envejecido mira el afiche de Yuri Gagarin pegado en la pared del laboratorio. Se acerca. El profesor habló del programa espacial soviético que envió al primer hombre al espacio. El 12 de abril de 1961 el Mayor Yuri Gagarin se convirtió en el primer cosmonauta que viajó al espacio exterior en su nave, la Vostok 1. Alfa Centauro, o sea yo, soñaba o sueño, que soy el Mayor Gagarin. Alfa Centauro, o sea yo, soñaba o sueño, que estoy ahí, encerrado en la Vostok 1, mirando por una pequeña escotilla la oscuridad del Universo. Lo que se veía o ve desde ahí es innombrable. Las estrellas están al alcance de la mano, más cerca de lo que se puede imaginar. Pegaso 51, Gama Casiopea, Zeta Neptuno, Omega 21, Épsilon Sagitarius, Andrómeda Beta. El Mayor Yuri Gagarin, o sea Alfa Centauro, o sea yo, encerrado en su nave, exento de gravedad, podía flotar entre sus cuatro paredes, caminar por el techo, saltar y sobrevolar cada esquina de su encierro. En el espacio el cuerpo es liviano, no se siente hambre ni frío. Tampoco se siente miedo. Tampoco se extraña a nadie. En el sueño que sueño, el Mayor Yuri Gagarin, o sea Alfa Centauro, o sea yo, tomaba o tomo la radio para comunicarme con el Control en Tierra e informar que todo está bien, que 96 desde aquí las cosas se ven con claridad, y que tal como quedó registrado en la Historia, desde el espacio exterior la Tierra se ve azul y no se escucha la voz de ningún dios. ¿Aló?, aquí el Mayor Yuri Gagarin, o sea Alfa Centauro, o sea yo, comunicándose con el planeta Tierra. ¿Aló? ¿Control? Tengo una información importante que entregar. ¿Aló? ¿Control? ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien me escucha? ¿Alguien me escucha? ¿Alguien me escucha? Suena el timbre del fin de módulo. 97 O ctavo M ódulo Alfa Centauro Las mujeres se encuentran sentadas con la mirada perdida en el reflejo del vidrio. Parecen en shock. Ha pasado un momento. El Profesor las observa. El silencio inunda el laboratorio. Riquelme: O sea que…cuando yo salga allá afuera, ¿me van a decir “señora”? El Profesor y Fuenzalida se miran buscando una respuesta. Luego asienten. Maldonado: O sea que…cuando salga allá fuera, ¿me van a dar el asiento en la micro, me van a tratar de usted? El Profesor y Fuenzalida se miran. Luego asienten. Riquelme: O sea que cuando salga allá afuera, ¿a lo mejor mi papá y mi mamá ya no van a estar? El Profesor y Fuenzalida se miran. Luego asienten. Maldonado: O sea que cuando salga allá afuera ¿ya no voy a poder tener hijos? El Profesor y Fuenzalida se miran. Luego asienten. Maldonado: O sea que cuando salga allá afuera ¿ya no voy a poder estudiar? 99 Riquelme: O sea que cuando salga allá afuera ¿a lo mejor llegó la democracia? El Profesor y Fuenzalida se miran. Luego hacen un gesto de relatividad. Riquelme: O sea que cuando salga allá afuera ¿a lo mejor ya no hay marchas? ¿la gente ya está feliz? El Profesor y Fuenzalida se miran. Luego hacen un gesto de relatividad. Riquelme: ¿O sea que cuando salga allá afuera no van a haber milicos? ¿Los juzgaron? ¿Están todos presos? El Profesor y Fuenzalida se miran. Luego hacen un gesto de relatividad. Riquelme: O sea que ya… no fui diputada de la República. Maldonado: O sea que ya… no cambié el mundo. Riquelme: O sea que ya… no salvamos a nadie. Maldonado: O sea que ya… no servimos para nada. Maldonado y Riquelme parecen muy abatidas. Fuenzalida: Cuando me soltaron de la comisaría, mis papás me cambiaron de liceo y no me dejaron venir nunca más. Tenían miedo de que me pasara algo. Maldonado: (Molesta) ¿Y tuviste fiesta de graduación? 100 Fuenzalida asiente. Riquelme: (Molesta) ¿Y estudiaste? Fuenzalida asiente. Maldonado: ¿Qué? Fuenzalida: Publicidad. Riquelme: (Espantada) ¿Publicidad? ¿Y el teatro? ¿Y el canto? Fuenzalida se encoge de hombros. Maldonado: ¿Y cómo te fue? Fuenzalida: Bien. Súper bien. Maldonado: (Enojada) ¿Y si te iba tan bien por qué te fuiste a meter ahí dentro con nosotras? Fuenzalida: Es que… durante todo ese tiempo que me fue bien, olvidé… algunas cosas. Varias cosas… Maldonado: ¿Qué cosas? Fuenzalida: Mi casa, por ejemplo. O… mis papás, o… mis amigos. Maldonado: (Molesta) ¡Pero quién se puede olvidar de su casa, de sus padres y de sus amigos! Fuenzalida: Vivía sólo para que me fuera súper bien. Y de tan bien que me fue, cuando quise acordarme de todo ya no había nada ni nadie. Maldonado: (Molesta) ¿Y por eso te viniste para acá? 101 Fuenzalida: Ustedes eran el único recuerdo que me quedaba. Nunca pensé que las encontraría ahí dentro. Maldonado: ¿Y por qué no nos dijiste nada? Fuenzalida: ¿Qué les iba a decir? Riquelme: Que habían pasado treinta años, que éramos unas viejas de mierda, que ya no había nada que esperar para salir afuera. Maldonado: ¿Y qué pasó con los que cayeron presos contigo? ¿Qué pasó con Hinojosa, Garrido, Torres, la Chica Pérez? Fuenzalida: Todos salieron. Unos antes, otras después, pero todos salieron. Riquelme: ¿Y dónde están ahora? Fuenzalida: (Se encoge de hombros) No sé. Cada uno en lo suyo, supongo. Riquelme: ¿Alguno es dirigente? ¿O diputado? ¿O alcalde? ¿O presidente de algún partido, o de lo que sea? Fuenzalida niega con la cabeza. Maldonado: ¿Y Alfa? ¿Alfa tampoco? Fuenzalida niega con la cabeza. Hay cierta fatalidad en su mirada. Maldonado: No puedo creer que no viniera a buscarme. (A Fuenzalida) ¿Y nunca supiste de él? Fuenzalida las mira nerviosa. Asiente con la cabeza. 102 Fuenzalida: Sí… pero… por las noticias. Maldonado: ¿Por las noticias? Fuenzalida las mira nerviosa. No sabe cómo empezar a hablar. Luego se acerca al Profesor y le habla al oído. El Profesor parece impactado con lo que escucha. Profesor: ¿Él es Alfa Centauro? Fuenzalida asiente. Profesor: Sí… yo me acuerdo de ese caso. Maldonado: ¿Caso? ¿Alfa se transformó en un caso? Fuenzalida se vuelve a acercar al oído del Profesor. Profesor: No, señorita, usted tiene que contárselos. Riquelme: (Ansiosa) ¿Qué pasó con Alfa? El Profesor mira a Fuenzalida animándola a hablar. Fuenzalida, con mucha dificultad. Comienza a narrar. Fuenzalida: Por la muerte de ese carabinero, aquí en el liceo, y por otras cosas, Alfa terminó en la Cárcel Pública. Maldonado: (Molesta) Como nosotras aquí. Fuenzalida: No es lo mismo. Riquelme: ¡Es lo mismo! Fuenzalida: Pasó el tiempo. Harto tiempo. Un día del año 1990, 103 cuando ya había llegado la democracia, Gendarmería lo tuvo que llevar a un control oftalmológico a un hospital. Riquelme y Maldonado se miran como recordando. Riquelme y Maldonado: (Adivinando) El Sótero Del Río de Puente Alto. Fuenzalida asiente. Fuenzalida: Cuando estuvo preso le pegaron tanto que le soltaron la retina de un ojo. Maldonado: (Adivinando) Por eso tenía que controlarse. Por eso llegó al hospital. Fuenzalida asiente. Fuenzalida: Entonces… ahí estaba Alfa, en el hospital, en medio del examen médico, con los gendarmes esperándolo afuera, en el pasillo. Maldonado: (Adivinando) Parecía un procedimiento de rutina, pero de pronto una de las enfermeras que estaba junto a él, hizo una seña. Fuenzalida: Sí. Riquelme hace una seña parecida a la que pudo haber hecho la enfermera. Ella y Maldonado comienzan a representar. Maldonado: Era una seña rara que Alfa no entendió. 104 Fuenzalida: Sí. Riquelme: Luego varios de los funcionarios médicos que estaban ahí en la sala y en el pasillo, sacaron inesperadamente sus armas y comenzaron a disparar. Fuenzalida: Sí. Riquelme y Maldonado imitan la acción. Maldonado: (Imita el sonido de las balas) Puj… puj… volaban las balas de un lugar a otro, mientras dos compañeros agarraron a Alfa y comenzaron a correr. Riquelme: ¡Era un rescate! El más espectacular de los rescates. Maldonado: Alfa no sabía mucho, pero siguió las órdenes, y corrió y corrió y corrió con sus compañeros milicianos que lo guiaban por los pasillos del hospital, mientras, (Imita el sonido de las balas) puj…. puj… los disparos iban y venían. Riquelme: Nadie entendía nada. Los doctores, las enfermeras, los camilleros, los pacientes, todos se tiraron al suelo, intentando librarse de las balas. Maldonado y Riquelme se lanzan al suelo imitando la acción. Fuenzalida: Murió gente. Un carabinero, creo. Y unos gendarmes. Maldonado: (Imita el sonido de las balas) Puj… puj…También cayó baleada la líder del grupo. 105 Riquelme encarna a la líder del grupo. Cae al suelo acribillada. Maldonado: Mientras ella quedó tirada en el piso, el resto del grupo siguió corriendo a los estacionamientos del hospital, para tomar una camioneta y huir a toda velocidad con Alfa adentro. Riquelme: Lo que siguió después no es muy claro. Maldonado: El grupo desapareció en la ciudad y toda la policía comenzó a buscar a Alfa. Riquelme: La mujer que había caído, la líder, era la única que sabía dónde lo iban a esconder, pero como ella ya no estaba, tuvieron que improvisar. Maldonado: Hicieron contacto con una familia. Era una familia que siempre había fondeado gente en los tiempos de los milicos. Riquelme: Era una familia “normal”. Papá y mamá, “adultos responsables”, con sus dos hijos. Nadie iba a sospechar que una familia así iba a fondear a un miliciano prófugo. Maldonado: Y ahí fueron a dejar a Alfa, a la casa de esta familia “normal”,con el matrimonio de “adultos responsables”, para que estuviera a salvo. Para que lo cuidaran y protegieran. Riquelme: Se escondió con ellos, como un hijo más. Fuenzalida: Pero no duró mucho. Las mujeres se miran. 106 Riquelme: Uno o dos días después, Alfa fue descubierto. Profesor: ¿Pero cómo? No es fácil descubrir a alguien que está fondeado. Maldonado: A menos que haya un cerdo, asqueroso, traidor que lo delate. Profesor: ¿Alguien lo entregó? Maldonado/ Fuenzalida/ Riquelme: Todos tenemos un Carvajal en nuestras vidas. Riquelme: Avisada por el soplo, la policía llegó a la casa de la familia “normal” que lo escondía. Maldonado: Eran más de cincuenta detectives de la Brigada de Asalto los que aparecieron en plena noche. Riquelme: Alfa se dio cuenta y salió corriendo. Fuenzalida: En medio de sus intentos por escapar… en un tiroteo… Fuenzalida parece nerviosa. No puede seguir. Riquelme: (Termina)… una bala, rápida como un meteorito, lo alcanzó. Alfa murió ahí mismo. Maldonado y Riquelme se toman de las manos. Apenas pueden creer lo que han relatado. Profesor: Señoritas… ¿cómo conocían la historia? Riquelme: Es el argumento de la obra de teatro que escribió Sagitarius. 107 Maldonado: La estábamos ensayando para presentarla en el acto de graduación. Riquelme: Sólo le faltó escribir que el protagonista era Alfa. Eso no lo sabíamos. Fuenzalida las mira compungida. Fuenzalida: Yo fui a su velorio. Me acerqué al cajón y lo vi ahí, acostado, lleno de flores. Se veía igual a como lo recordaba, parecía que el tiempo no hubiera pasado. Tenía una herida de bala aquí, en la frente… Es raro que en medio de un tiroteo, mientras se supone que vas arrancando te llegue una bala justo aquí, en medio de la frente. Fuenzalida se toma un tiempo para seguir. Fuenzalida: A veces creo verlo aquí en el liceo ¿saben? Tiene puesto su uniforme, y habla así como le gustaba. Habla y habla, contando historias. No sé si lo hace solo o con alguien. A lo mejor me habla a mí. Silencio. El teléfono del Profesor suena. Nadie parece tomarlo en cuenta. Suena varias veces. El Profesor se acerca al teléfono. Mira el visor. Responde tranquilo. Muy tranquilo. Profesor: Carvajal. (…) Sí, estoy aquí todavía. (…) Sí, la directora habló conmigo. (…) (Desconcertado) ¿Qué? ¿Una ambulancia? ¿Con enfermeros? ¿Y para qué trajeron 108 una ambulancia? (…) (Sorprendido) ¿Para mí? ¡Pero por qué me voy a ir del liceo en una ambulancia! ¡Se volvieron locos! (…) ¿Qué el loco soy yo? ¡Pero qué está diciendo, Carvajal! (…) No estoy en medio de una crisis nerviosa, estoy perfectamente. (…) No sé lo que usted haya escuchado ahí, del otro lado de la puerta, pero no he estado encerrado hablando solo. (…) ¡No! Estoy con un grupo de alumnas que necesitan de mi ayuda y no me voy a ir de este liceo hasta que no haya solucionado su problema. (…) No estoy inventando nada. Soy el único “adulto responsable” aquí, y voy a hacerme cargo de ellas porque ese es mi trabajo. No las voy a dejar botadas. (…) ¿Qué me están observando? (Mira el techo de la sala) ¿Qué hay cámaras de seguridad aquí en el laboratorio? (…) ¿Qué es esto, Carvajal? ¿Una encerrona? (…) ¡No estoy chiflado, Carvajal! ¡Y mande a sus guardias y enfermeros si quiere! ¡Yo no voy a abandonar a mis alumnas aunque sea lo último que haga! El Profesor cuelga. Profesor: ¡Cerdo, asqueroso, traidor! Nunca me dijeron que habían puesto cámaras. Riquelme: No se preocupe, profesor. No vamos a dejar que se lo lleven. A una seña de Riquelme, todas sacan unos pequeños revólveres y se los muestran a las cámaras. Riquelme: No se asuste. Son armas rascas. 109 Fuenzalida: “Matagatos”. Maldonado: Las usamos sólo para defendernos. Profesor: Señoritas, yo creo que ahora lo mejor que podemos hacer antes de que lleguen estos gorilas de Carvajal, es entrar a ese lugar del que ustedes vienen y contarle a sus compañeras lo que está pasando. Riquelme: Señor, este problema es nuestro, usted no tiene por qué… Profesor: (Interrumpe) Tengo por qué, señorita. Soy su profesor, soy su “adulto responsable”. Así es que ahora vamos a entrar ahí juntos y vamos a conversar con esas mujeres. Vamos a partir hablando de las estrellas. De su luz que llega desde el pasado. Vamos a hablar del espacio, de las distancias, de los hoyos negros, y del tiempo. Sobretodo de eso, delos hoyos negros y de la relatividad del tiempo. Las tres mujeres se miran nerviosas. Riquelme toma las linternas que han quedado tiradas en el piso. Le pasa una a cada una y le entrega otra al Profesor. Riquelme: Allá adentro está oscuro y cuesta ver con claridad. Vamos, señor, síganos. El teléfono suena. Todos lo miran. El Profesor lo deja sonar. Se escuchan golpes en la puerta. Rápidamente, en fila, comienzan a entrar por el ducto de ventilación con sus linternas encendidas. Desaparecen. Suena el timbre que indica el cambio de módulo. 110 La Familia Normal por Roberta Fuenzalida a alfa centauro Así pues los muchachos fantasmas cruzaron el valle y se despeñaron en el abismo. Roberto Bolaño, Amuleto T aller de T eatro La Familia Normal Un cartel hecho en papel lustre con letras doradas está instalado sobre la pizarra. En el cartel puede leerse con claridad: La Familia Normal. Un televisor dibujado en la pizarra. Y una fecha: noviembre 1990. El Padre Normal, que será representado por Fuenzalida, enciende el televisor y lo observa. La voz de dos locutores comienza a escucharse. Son las voces de Riquelme y Maldonado que leen sus libretos frente al público. Locutor1: Más de veinticuatro horas prófugo lleva el terrorista que fue rescatado el día de ayer del Hospital Sótero del Río. Locutor2: Los subversivos desplegaron un operativo espectacular, pero sangriento donde fallecieron cuatro gendarmes y un carabinero. Locutor1: Rompiendo violentamente todo cerco policial, los insurrectos huyeron perdiéndose en la ciudad. Locutor2: Carabineros e Investigaciones trabajan arduamente en su búsqueda. Locutor1: “Acciones como ésta le declaran la guerra a la nueva democracia chilena y sólo buscan entorpecer la convivencia nacional”, declaró el presidente de la república. 115 Al cabo de un momento entra su mujer, la Madre Normal, que será representada por el Profesor. La mujer pone la mesa para comer en el mesón del laboratorio. Madre Normal: Cambia el canal, no quiero que vea eso. Padre Normal: Todos los canales tienen lo mismo. Madre Normal: Entonces apágalo. El Padre Normal apaga el televisor con un gesto en la pizarra. Padre Normal: Sabías que era él, ¿no es cierto? Madre Normal: Sabía que era alguien que necesitaba ayuda, con eso siempre nos ha bastado. ¿O no? Además es un niño… Padre Normal: Un niño que ha matado gente. Los dos se miran durante un momento. Madre Normal: Llama a los niños, ya va a estar listo. Padre Normal: No está bien que ellos estén metidos en esto. Madre Normal: Ellos siempre han estado metidos en esto, no veo por qué ahora va a ser diferente. Padre Normal: Llámalos tú. Madre Normal: (Hacia dentro) ¡Niños! ¡A comer! Entran los niños, representados por Riquelme y Maldonado. Niño Normal y Niña Normal, respectivamente. 116 Niña Normal: ¿Y las noticias? ¿No las vamos a ver? Padre Normal: No hoy día. Niño Normal: ¿Qué onda? Padre Normal: Ninguna onda, vamos a comer sin tele. No es tan raro, supongo. Niña Normal: ¿Y él… come con nosotros? Madre Normal: Le voy a preguntar. Niña Normal: ¡Voy yo! El Padre y la Madre Normal se miran. Padre Normal: (La detiene) No, yo le pregunto. El Padre Normal se acerca a una de las rejillas de ventilación y golpea con delicadeza. Desde adentro se escucha la voz de Alfa Centauro. El Joven Envejecido: ¿Sí…? Padre Normal: Está servido. Si quieres puedes venir o si prefieres te traemos a la pieza… Por la rejilla aparece Alfa Centauro. El Joven Envejecido: No, por favor… prefiero comer con ustedes. El Padre Normal y Alfa Centauro se sientan con la familia. La Madre Normal le sirve comida. Los niños lo miran. La situación es tensa. Al cabo de un largo silencio, la Madre Normal habla. 117 Madre Normal: ¿Te has sentido bien? El Joven Envejecido: Mejor, muchas gracias. Madre Normal: Si quieres que te lavemos algo, dime. Juan te puede prestar ropa por mientras. El Joven Envejecido: No se preocupe. Niña Normal: ¿Ya no te duele la cabeza? El Joven Envejecido: Más o menos… Niño Normal: Es por los ojos, ¿no? El Joven Envejecido: Sí, tengo problemas a la vista. Niño Normal: ¿Qué te pasó? Alfa Centauro mira a el Padre y la Madre Normal que parecen incómodos. El Joven Envejecido: (Miente) Me pegaron una vez, cuando era chico… y se me rompió la retina. Niña Normal: ¿No ocupas lentes? Padre Normal: No hagan preguntas, niños. Madre Normal: A lo mejor podríamos conseguirte unos lentes. El Joven Envejecido: No es necesario, pero muchas gracias. La familia continúa comiendo en silencio. Niña Normal: (A Alfa) ¿Hasta cuándo te vas a quedar? Alfa mira a la Madre y al Padre Normal. 118 Padre Normal: No sabemos, mi amor. Y no haga más preguntas, ya le dije. Alfa termina de comer. El Joven Envejecido: Muchas gracias, estaba muy rico. ¿Les molesta si vuelvo a la pieza? Todavía ando un poco mareado. Madre Normal: Anda tranquilo, descansa. Alfa se pone de pie y vuelve a su pieza. Niña Normal: Es simpático, me cae bien. Niño Normal: Te gusta. Niña Normal: ¡No seas tonto! Padre Normal: (Molesto) Niños, no hablen huevadas, por favor. Madre Normal: (Al padre) Tranquilo. La familia sigue comiendo en silencio. De pronto suena un teléfono. Es Riquelme quién hace el sonido. El teléfono puede estar representado por el limpia pizarra o cualquier elemento del laboratorio. La Niña Normal se pone de pie para contestar. Niña Normal: ¡Yo voy! Padre Normal: (La detiene) No, voy yo. El Padre Normal responde el teléfono. 119 Padre Normal: ¿Aló? (…) Sí, soy yo. (…) ¿Ahora? (…) Es que están mis hijos aquí. (…) Está bien… El Padre Normal corta. La familia lo mira. Niño Normal: ¿Quién era? El Padre Normal habla a un volumen bajo para no ser escuchado por Alfa desde la pieza. Padre Normal: Váyanse a la pieza. Niña Normal: (Desconcertada) ¿Por qué? Padre Normal: Porque soy tu padre y se los estoy pidiendo. Niña Normal: ¿Pero para qué quieres que nos vayamos a la pieza? Padre Normal: Váyanse y métanse debajo de la cama. La Madre Normal se asoma por la ventana hacia fuera. Parece asustada con lo que ve. Madre Normal: (Alarmada) Juan, ¿qué hiciste…? Íbamos a esconderlo. Padre Normal: Y lo hemos hecho. Madre Normal: Es un niño… somos responsables de lo que le pase. Padre Normal: Tus hijos también son niños. Y también somos responsables de lo que les pase. Sácalos de aquí. 120 La Madre Normal mira a su marido asombrada. Luego saca a sus hijos del lugar. El Padre Normal se queda solo. Mira por la ventana hacia fuera. Luego se acerca a la rejilla por la que salió Alfa y golpea como si fuera una puerta. Alfa se asoma. El Joven Envejecido: ¿Sí…? Padre Normal:… te buscan afuera. El Joven Envejecido: (Muy extrañado) ¿Quién? Padre Normal: Supongo que son tus compañeros, nadie más sabe que estás aquí. El Joven Envejecido: No quedamos en eso. ¿Le dieron un nombre de contacto? Padre Normal: No. El Joven Envejecido: Entonces no son ellos. Padre Normal: Hijo, saben que estás aquí. Me lo acaban de decir. Si no sales por esa puerta, puede que entren a patadas a mi casa. Y ni tú ni yo queremos eso, ¿cierto? El Joven Envejecido mira al Padre Normal durante un momento. Intenta volver a la rejilla de ventilación por la que entró, pero el Padre se lo impide. Luego, resignado, El Joven Envejecido avanza hasta la puerta de salida. Toma la manilla. Abre la puerta de calle. Padre Normal: Hijo… El Joven Envejecido mira al Padre Normal. 121 Padre Normal: Perdóname… El Joven Envejecido mira hacia fuera. Levanta los brazos en señal de rendición. Una balazo certero en la frente lo hace caer al suelo. Suena el timbre que anuncia el fin de la representación. 122 Liceo de Niñas de Nona Fernández • La familia normal de Roberta Fuenzalida (Nona Fernández) fueron diseñadas y diagramadas por Serifa en Valdivia (julio de 2016) e impresas en Santiago (agosto de 2016) w w w . o x i m o r o n . c l