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4 - Yannuzzi - Democracia y Sociedad de Masas (1)

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Colección Po/iteia
dirigida por Hugo Quiroga
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
La transformación del
pensamiento político moderno
María de los Ángeles Yannuzzi
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Yannuzzi, Maria de los Ángeles
Democracia y sociedad de masas : la transformación del pensamiento
político moderno - 1a ed. - Rosario : Horno Sapiens Ediciones, 2007.
360 p. ; 23x16 cm. (Politeia dirigida por Hugo Quiroga)
ISBN 978-950-808-542-9
1. Ciencias Políticas. l. Título
CDD 320
A la memoria de Marcial
0 2007 • Domo Sapiens Ediciones
Sarmiento 825 (S2000CMM) • Rosario • Santa Fe • Argentina
Telefax: 54 341 4406892 1 4253852
E-mail: editorial@homosapiens.com.ar
P,gina Web: www.homosapiens.com.ar
ISBN Nº: 978-950-808-542-9
Disefto Editorial: Adrián F. Gastelú
Hecho el depósito que establece la ley 11.723.
Prohibida su reproducción total o parcial.
Esta tirada de 1000 ejemplares se terminó de imprimir en noviembre de 2007
Impreso en Talleres Grificos de Imprenta Editorial Amalevi
Mendoza 1851/53 • 2000 Rosario• Santa Fe• Argentina
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produjeron en la práctica con e l objeto de dar respuesta a las nuevas condiciones de masificación, hace que todas estas cuestiones, mostradas separadamente aquí sólo a los efectos de su análisis, se encuentren en realidad íntimamente relacionadas entre sí. Por eso el período abordado contiene desde un
punto de vista teórico-conceptual una originalidad sin igual, ya que el análisis intertextual de la producción de la época nos permite lograr una visión de
conjunto de cómo fue articulándose en sus inicios el pensamiento político del
siglo XX, para así descubrir tanto el nuevo escenario de la política como la
lógica interna con la que opera el concepto moderno de democracia. Y es que
si bien el concepto su~rá transformaciones posteriores que no son menores,
ya en sus orígenes se sientan las base$ de la organización política contemporánea. Por eso, intentar comprender las condiciones actuales de la política nos
lleva a mirar hacia atrás para determinar cuándo se produjo, y cómo, esa gran
transformación. Hoy, cuando la solución arbitrada a lo largo del siglo XX a la
inserción de las masas parece tocar a su fin, se abre más que nunca la necesidad de revisar ese pasado desde un punto de vista teórico-conc·e ptual para
lograr una mejor comprensión de eso que se está desarticulando ahora. Sin
embargo, tanto en la reflexión política posterior, como incluso en la actual, no
se han tenido debidamente en cuenta las profundas marcas dejadas en el orden
político por la conformación de la sociedad de masas, marcas que no solamente perduran, sino que, además, nos hablan de la incorporación de formas
que se han articulado la mayoría de las veces de modo contradictorio con los
enunciados propios de la Modernidad.
1
Masas y política
1.1. El sufragio universal1
El sufragio universal, que comenzó a reconocerse en distintos estados
europeos aproximadamente hacia 1870-80, marca uno de los hitos más
importantes en la historia política moderna. Con él se produce la extensión de
la ciudadanía y la consiguiente difusión de la democracia como principio
legitimador, dando inicio con ello a una nueva era4 • Se trata en realidad de un
fenómeno específico de la sociedad industrial que llevó a la constitución de
masas urbanas permanentes y establés, cuya incorporación al estado se hizo
necesaria para asegurar la estabilidad y la legitimidad del régimen político. Es
decir que, tal como señala Le Bon, la ampliación del sufragio en sí no puede
considerarse como el factor desencadenante de la masificación del espacio
público. Por el contrario, y en esto debemos ser claros, el otorgamiento del
3. No se nos escapa que la expresión ºsufragio universal.. empleada para esta época se limita solamente
al sufragio masculino, ya que el femenino va a ser reconocido en general mucho más tarde.
4. Estas fechas que seüalamos son, por cierto, meramente aproximativas, ya que, en realidad, no faltan
las discrepancias en tomo a cuándo comienza esta nueva era. Mientras algunos autores ubican el
comienzo del período en cuestión hacia 1870, momento en el cual empezaron a v isualizarse en algunos países las primeras transfonnacioncs producto de la incorporación del gran número al ejercicio del
voto, otros fechan en 1880 el inicio de esta época, dado que es para entonces que la socialdemocracia,
partido típicamente moderno, comienza a tener una presencia política importante y generalizada en
distintos países europeos, particulanncnte Alemania.
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que no se puede deshacer sin graves repercusiones',6. Pero Weber no está
diciendo, en realidad, algo que no se supiera ya. Michels, por ejemplo, unos
años antes, en su conocida obra Los partidos políticos, describe con total claridad el dilema al cual se enfrentan particularmente las clases dominantes tradi7
cionales, tal como se hiciera ya manifiesto en Francia , tras la Revolución de
1830, cuando se produjo una primera ampliación del sufragio.
sufragio no es más que una consecuencia política necesaria de los efectos
sociales que produjo la industrialización. Pero si bien consecuencia directa
de los procesos sociales que se articulaban en el seno de la sociedad, el
hecho en sí de la extensión de l sufragio no deja de tener su importancia
desde el punto de vista político. Esta ampliación del espacio público determinó en realidad un giro fundamental en la conformación del estado
moderno, por lo que constituye el punto de inflexión más importante que se
haya producido en el contexto de estas sociedades políticas modernas. Y es
que con la incorporación de las masas al espacio público la política cambió
definitivamente, no sólo en su forma, sino también en la manera de implementación práctica.
·
Desde un punto de vista filosófico, la incorporación de los sectores
populares a la vida política se presenta como el corolario necesario de la aceptación en la Modernidad del presupuesto inicial de igualdad natural, principio
que hasta entonces no había encontrado una realización plena en el ámbito
específico de la política. Es que, como bien señala en ese sentido Bobbio, " los
modernos liberales nacieron expresando una profunda desconfianza hacia toda
forma de gobierno popular", por lo que, en general, "sostuvieron y defendieron a lo largo de todo el siglo XIX, y más allá, el sufragio restringido"
( l 989b:39)5 • Fueron estas restricciones en el sufragio las que permitieron en la
práctica mantener a la sociedad política dentro de límites claros y precisos, ya
que se favorecía la construcción hacia su interior de una cierta homogeneidad
determinada en última instancia por la condición social similar de sus integrantes. Pero ahora, con la ampliación del sufragio, no sólo se amplía la base
de sustentación del estado, sino que también se modifica la fisonomía del espacio público. Y, más importante aún, con ello las masas adquieren por prime ra
vez en la historia, como bien señala Le Bon, un poder político efectivo, reconocido incluso en el plano jurídico.
Se inicia así un camino sin retorno, como el mismo Max Weber reconoce
años después, en 1918, en su artículo "Parlamento y gobierno en el nuevo reordenamiento alemán", cuando afirma que el sufragio universal es "un hecho
" Durante la revolución de junio de 1830, Raumer, que estaba en París,
prorrumpió en lamentaciones estruendosas porque las masas poseían
poder, y dijo que sería sumamente dificil ' privarlas de ese poder sin ofenderlas y sin provocarlas a levantarse en otra revuelta contra sus nuevos
jefes"' (Michels, I, 1983:52/3).
Pero si bien en algunos países, como es el caso de Francia, el sufragio
se otorga tempranamente, los cambios a los que da origen no se hicieron
sentir demasiado durante los primeros años de producida la ampliación. Por
el contrario, se pueden constatar durante ese tiempo altos índices de abstención con una participación que oscila, según los países, entre un 8% y un 25%
del electorado, tendencia que cambia significativamente hacia 1880
(Stone:46). Esta es la fecha en que, aproximadamente, se generaliza, si no la
ampliación efectiva del sufragio universal, al menos su reclamo explícito por
parte de los sectores directamente beneficiados por su adopción. Es decir que
la efectiva ampliación del sufragio no supuso un movimiento que se diera al
unísono en el mundo8 • Sin embargo, la fecha en que fue otorgado en cada país
6. Weber, Max, "Parlamento y gobierno en el nuevo ordenamiento alemán", en Weber, l., 1982: 138.
También Le Bon se inclina a mantener el sufragio universal por resultar funcional a la psicología de
las masas ( 1963: 109).
7. La historia del sufragio universal tiene en Francia una serie de altibajos. Durante la I República algunos republicanos se manifestaron en su favor (Pilbeam: 14). Sin embargo, fue recién otorgado por
primera vez en 1848, siendo abolido en 1850: "Después de 'la primavera de la libertad', los gobernantes de entonces causaron ellos mismos daños graves a las conquistas de febrero restringiendo las
libertades a partir de julio de 1848 e incluso el sufragio universal en mayo de 1850" (Huard:140). Y
aunque después fue restablecido tras el golpe de estado de Luis Bonaparte, recién adquirió un status
definitivo durante la 111 República.
8 ...En Finlandia, la revolución de 1905 conllevó la instauración de una democracia singularmente amplia
(el 76% de los adultos con derecho a voto); en Suecia, el electorado se duplicó en 1908, igualándose
su número con el de Noruega; la porción austri~ca del Imperio de los Habsburgos consiguió el sufragio universal en 1907 e Italia en 1913" (Hobsbawm:87). "En Austria", por su parte, "las enonnes
5. ~sí, por ejemplo, describe Nonnan Stone la situación de Italia: "En la mayoría de los países, e l sufra~10 era restringido: en Italia, correspondía sólo a una vigésima parte de la población, puesto que )os
liberales de la década de 1860 temían, probablemente con razón, que las masas votaran a los clérigos
o a los demócratas radicales si se les concedía el derecho al voto" (45/6).
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derecho debía significar 'el principio del fin de todo tipo de parlamentarismo"'; afirmaba que ese derecho era eminentemente un derecho de dominio; se sentía impulsado a formular una advertencia urgente a la monarquía
alemana para que no introdujera esos elementos peligrosos de dictadura
democrática en el nuevo estado federal" (Michels, 1, 1983:53).
no constituye en realidad un dato mayormente relevante para lo que intentamos demostrar aquí. El solo hecho de haberse instalado en la sociedad como
una reivindicación justa hace que toda la reflexión social y política a partir de
1875-80 gire en torno a la irru~ción de las masas en el espacio público y a las
consecuencias que de ello se derivan. Y es que su inclusión no deja de ser en
sí misma problemática, ya que con la ampliación del sufragio no sólo se plantean una serie de cuestiones que requieren solución, sino que, además, se
inserta una noción de igualdad que, como profundizaremos en el capítulo
siguiente, lleva a negar, o al menos a cuestionar, otros presupuestos sobre los
cuales se articula la política modema9 •
Esto explica la serie de resistencias, tanto en los sectores conservadores
como en sectores liberales'º, ya que la incorporación de las masas rompe con
una cierta estructuración jerárquica de la sociedad política asegurada en la práctica por la restricción del sufragio. Como señala irónicamente Hobsbawm, tanto
unos como otros no dejaban de formularse una misma pregunta: "¿Qué ocurriría en la vida política cuando las masas ignorantes y embrutecidas,:-incapaces de
comprender la lógica elegante y saludable de las teorías del mercado libre de
Adam Smith, controlaran el destino político de los Estados?" (Hobsbawm:86).
No es casual entonces que muchos vieran, no sin temor, en la extensión del
principio de igualdad la causa de la muerte del parlamentarismo:
Pero aunque todo esto muestra la fuerza con la que el sufragio universal
se impone en las sociedades europeas, ello no significa que los distintos órdenes estatales dentro de un mismo país necesariamente lo aceptaran al mismo
tiempo o que no se produjeran marchas y contramarchas incluso dentro de un
mismo país 12 • Así, en muchos países europeos, como por ejemplo Alemania,
no obstante haberse otorgado el sufragio universal a nivel federal, no había
ocurrido lo mismo con todas las provincias o regiones del Imperio cuando
tenían parlamento propio 13 . Esto llevó a principios de siglo a que el movimiento obrero, directo beneficiario de la ampliación, apelara en muchos casos
incluso a la huelga general 14 como estrategia de lucha para lograr en estos
11. El temor, en realidad, no es infundado, ya que "[h]asta finales de la década de 1870, los sistemas
parlamentarios habían sido algo de lo que se ocupaban 'los notables', y no las masas", y e l sufragio
universal, en ese sentido, lleva a cambiar la composición social del órgano colegiado, ya que en la
medida en "que 'las masas' fueron ejerciendo su derecho al voto, ocasionaron la derrota de los notables liberales" (Stone:45/46).
t 2. Tal c1 caso, por ejemplo, de Sajonia, en Alemania: ..Desde que en Sajonia la monarqui~ suprimió el
derecho de sufragio, los "jefes' del partido -de acuerdo a lo que nos cuenta Edmond F1scher en los
Socialistiche-Monats-Hefte- se dieron todo er mal imaginable para determinar un vasto movimiento
de protesta, semejante al de Bruselas por la abolición del sufragio plural" (Michels, Robert, "Les
danger,; du Parti socialiste allemand", fechado en Ma.rburg (Hesse), octubre de 1904, pubhcado ong1nariamente en Le Mouvement Socialiste, Nº 144, 1 déc., 1904, p. 197, en M1chels, 1992:51).
13. Este era el caso, por ejemplo, de Prusia -donde se encontraba el partido socialdemócrata más fuerte
de Europa- que todavía a principios del siglo XX no había otorgado el sufragio univer~, mientras
que el estado alemán lo había hecho ya en el siglo anterior, con Bismarck. Stone, por eJemplo, hace
referencia a una consulta llevada a cabo entre los socialistas en 191 O "sobre su disposición a contribuir a un fondo para sufragar una campaiia gigantesca en favor del sufragio universal en Prusia" ( 163).
Esta sltuación hizo que Michcls comentara en 1905: "mientras que, en los Estados del Sur, las cámaras electivas estaban abiertas liberalmente a los socialistas, Prusia mantenía un derecho de sufragio
restringido, verdadero derecho de clase. que mantiene a distancia al partido socialista del Landtag, - ¡y
eso a pesar del t. 649. 698 de votos que ha obtenido para las elecciones del Reichstag!" (Michels,
Robert, "Les partis socialistes. Allemagne. Le CongrC:S des socialistcs de Prusse a Berlin", fechado en
Ma.rburgo, el 2 de enero de 1905, publicado en Le Mouvement Socialiste, N" 149, 15 février, 1905, p.
239, en Michels, 1992:67).
14. Ver la exposición que hace, por ejemplo, August Bebcl en el Congreso del Partido Socialdemócrata
alemán en Mannhcim, en 1906, do nde enumera los distintos casos en que se apeló a la huelga general
con este fin ( t 976b: 178). De todas fonnas, ésta, por cierto, no fue la única estrategia adoptada. En el
"el ~storiador Heinrich von Sybel, se declaraba contrario al sufragio
universal igualitario y directo, sobre la base (que solo podemos entender
con referencia a las explicaciones que acabamos de presentar, relativas a las
concepciones peculiares que los liberales tenían de las masas) de que este
manifestaciones de trabajadores que tuvieron lugar en octubre de 1905 obligaron al emperador a introducir el sufragio universal" (Stone: 118). Este último constituye incluso un excelente ejemplo para ver
los sentimientos ambivalentes que generó en su momento la ampliación del sufragio: .. La masiva
manifestación de 1905, en la que un cuarto de millón de trabajadores y sus esposas desfilaron por la
Ringstrasse de Viena en demanda del sufragio universal (masculino), aterrorizó a muchos miembros
de las clases medias" (Jdem: 123).
9 . Para un análisis más exhaustivo del problema de la igualdad y sus efectos negativos, cfr. cap. 11. el
punto 2 .3.
10 . La desconfianza que despierta la inserción de los sectores más pobres en la política lleva incluso a
conformar alianzas que, hasta ese momento, hubieran resultado impensables: .. No .es demasiado
decir que la llegada de la •política de masas' en la década de 1880 empujó de fonna bastante rápida
a numerosos liberales hacia la alianza con una derecha a la que anteriormente habían combatido"
(Stone:43).
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ámbitos la ampliación del sufragio, ya que, como señalara Michels en 1904,
refiriéndose particularmente a la situación de Prusia, "[e]l país que ha dado
tres millones de votos a los socialistas -es decir alrededor de la tercera parte
de los sufragios emitidos- es políticamente el más atrasado de Europa, con la
excepción de Rusia y de Turquía"15 • Pero el motivo por el cual el sufragio
universal sufriría un rechazo tan fuerte pasa en realidad por algo que los franceses, en el primer país que otorga la ampliación del derecho de voto, debatieran ampliamente entre los distintos sectores políticos:
confundidos entre sí, en nuestro vocabulario político actual. Nos referimos, en
ese sentido, a los conceptos de república y democracia, cuya separación
conceptual en la época que nos ocupa nos ayuda a comprender mejor el sentimiento de rechazo y la resistencia que en principio generara en muchos la
implementación del sufragio universal. Como afirmara Michels en una conferencia dada en 1909, "la victoriosa burguesía de los Droits de l'homme ha
introducido, es verdad, la república, pero no la democracia"" . Por eso, independientemente de lo que algunos republicanos, particularmente franceses,
hubieran planteado, en realidad la noción de soberanía popular no se define
necesariamente por el sufragio universal, como tampoco éste último define por
sí mismo el concepto de república.
Recordemos en ese sentido el comentario que hace Nicolet al referirse al
girondino Lanjuinais, quien en abril de 1793 explicaba " que toda constitución,
incluso la más democrática, implica ciertas restricciones fisicas o naturales al
ejercicio de los ' derechos' políticos" (Nicolet:37). Dicho en pocas palabras,
que la soberanía radique en el pueblo no significa forzosamente que todos
deban efectivamente elegir. Por el contrario, las repúblicas existentes se habían
consolidado inicialmente sobre la base del reconocimiento de una jerarquía
natural que llevaba a seleccionar en una sociedad determinada a aquellos reconocidos como intelectual y moralmente mejores. La adscripción de este criterio aristocrático, entendido en su sentido etimológico de 'los mejores', al principio electivo no constituye en sí mis~a una novedad. Emaizada en la tradición griega que le diera origen, la elección supuso siempre por lógica un tipo
de personalización que permitía sopesar las cualidades de los posibles candidatos en relación a la función específica que debían cumplir. Por eso, en el
marco de esta tradición, la elección constituye siempre un criterio aristocrático
y no democrático, ya que la personalización asegura elegir a aquellos con
mejores cualidades para el cargo en cuestión.
Pero la difusión del principio de igualdad en el plano concreto de la
sociedad política ya no permite mantener el sentido originario de este criterio de selección. A diferencia de lo que se había instituido en la tradición
griega, la elección, al generalizarse, se convirtió en un criterio democrático
"El sufragio universal tiene sus íntimas contradicciones, sus 'antinomias', que repres~ntan otros tantos enigmas que la democracia debe
resolver. [...] Reconciliar la superioridad numérica con la superioridad
intelectual, he aquí la •~uadratura del círculo' de la democracia." 16
Se plantean así una serie de cuestiones teóricas que podemos en principio resumir, junto con Rosanvallon, en una sola pregunta: "¿Cómo entender la
soberanía del pueblo y el sufragio universal?" (393). Este interrogante apunta
a una de las cuestiones más importantes que necesariamente debemos responder, si pretendemos tener una comprensión más cabal del problema. Desde un
punto de vista teórico-conceptual, se debe distinguir la idea de sufragio universal de la noción genérica de soberanía popular, claramente expresada, desde un
punto de vista teórico, por Rousseau. Esta distinción es la que nos permite a su
vez diferenciar otros dos conceptos que hoy aparecen unidos e, incluso,
Congreso Socialista de Be rlín, Bcmstein, por ejemplo, había hecho la "proposición, poco en armonía
con los hábitos del partido, de organizar vastas demostraciones en la calle, para obtener el sufragio
universal para e l Landtag en Prusia" (Michels, Roben, .. Les partis socialistes...", op. cit.. p. 247, en
Michels, 1992 :75). La poca democratización del estado prusiano tenía así efectos paradójicos, al
promover, decía Michels, medidas objetivamente revolucionarias por parte de quienes, como Bemstein,
se habían caracterizado por su revisionismo reformista.
1
15. Michels, Robert, "Les dangers du...", óp. cit., p. 193, en Michels, 1992:47. La posición del socialismo
ante el sufragio universal merecerla una consideración especial. Si bien es cierto que hacia principios
del siglo XX la socialdemocracia adhiere plenamente a él, cambia el valor que se le asigna en tanto
que estrategia de lucha de la clase obrera. Bernstcin es, en ese sentido, quien lo concibe como el instrume nto necesario para llevar adelante pacíficamente la revolución socialista en el contexto de la socie•
dad capitalista industrial : "la democracia social no puede proseguir mejor su labor que ocupando su
puesto sin reservas en la teoria de la democraci~ en el terreno del sufragio universal, con todas las
consecuencias resultantes de su táctica" ( 118).
16. Fouillé, A., La phi/osophie du suffr age universe/, "La Rcvuc des Dcux Mondes", 1 septembre 1884,
pp. 104-119, cit. por Rosanvallon:367.
17. Conferencia dada en la Sociedad de Sociologfa en la Universidad de Viena, y repetida en el Instituto
Húngaro de Sociología, en Budapest en 1909 (Michels, Roberto, "La democrazia e la legge ferrea
delle élites", en Michcls, 1933:31).
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destaca Rosanvallon en Le sacre du citoyen, "(l]a manera de representar el
sufragio universal en el imaginario popular es [ ... ] prueba de una innegable
transformación de la fe republicana durante el curso del Ochocientos" (353).
Por eso habría que cotejar la apreciación fuertemente optimista e, incluso,
acrítica de Huard con respecto a la aceptación general del sufragio universal
por parte de los regímenes políticos europeos del siglo XIX -"(la Segunda
República] también ha mostrado que podía funcionar un gobierno republicano fundado en el sufragio universal, ser tolerado por Europa y as í vivir en
paz, para asegurar el orden en e l interior" (Idem :150}- con el análisis
exhaustivo y meticuloso que hace Rosanvallon en la obra citada más arriba,
ya que en ella se muestran los intentos de corregir, en la Francia de la
segunda mitad de l siglo XIX, los efectos niveladores y antiintelectualistas
que producía la generalización del sufragio.
Este era, como ya habíamos visto en una cita anterior de Le Bon, el principal problema que hizo que el sufragio universal fuera fuertemente resistido,
incluso por sectores a los que podríamos calificar corno progresistas. Refiriéndose, en ese sentido, a los republicanos, Eugene Spuller, por ejemplo,
explicaba que " tienen confianza en la democracia y en la libertad, pero están
bien lejos de creer que la fórmula realizada del 'pueblo soberano ' sea una
panacea y que, por mágica virtud, e l sufragio universal prevenga o ponga fin
a todos los males". Como él mismo señalaba, "el gobierno democrático no
vale ni más ni menos de cuanto vale el pueblo, y trabajarnos para instruir a l
pueblo" 19 • Es decir que la calidad de Ía democracia no puede ser pensada al
margen de las cualidades morales e intelectuales que realmente tengan quienes participan en ella. Por eso en Francia, particularmente durante el último
cuarto del siglo XX, el sufragio universal no fue pensado al margen del desarrollo paralelo de la educación, tarea que el estado debía asumir para asegurar
así la formación del ciudadano. Este motivo, que muestra una fuerte impronta
iluminista, está presente todavía en los primeros años del siglo XX. La educación puede ser todavía el gran motor revolucionario, corno lo deja entrever
Michels en la primera década del siglo para el caso alemán, país en el que el
Partido Socialista tendría una clara misión: "crear en Alemania un Estado
democrático y republicano, que dará a las fuerzas obreras un medio libre, en
de selección a partir del número, por lo que en la práctica se igualaron las
condiciones de los postulantes, diluyendo de esta forma toda instancia posible de diferenciación. Por eso mismo los efectos niveladores del sufragio
universal amenazaban incluso con degradar, al menos en el imaginario social
de la época, los posibles niveles civilizatorios a los que un país podía llegar.
Como señala, por ejemplo, Le Bon, "(l]a grandeza de una civilización no
puede depender del sufragio de los elementos inferiores que sólo disponen del
número; sin duda el sufragio de las muchedumbres es frecuentemente muy
perjudicial" (1964:194). Lo numérico termina así contraponiéndose necesariamente a la búsqueda d~ la calidad. Este es el núcleo más importante de la
crítica que, de aquí en más, va a atravesar el desarrollo de la democracia. Es
aquí donde cobra sentido entonces el problema que planteaba Fouillé y sobre
el cual nos interesa volver, dado que la experiencia francesa, en ese sentido,
resulta altamente enriquecedora para mostrar cómo la relación entre republicanismo y democracia se debe pensar en realidad en el marco de una modificación ampliatoria del primero de los conceptos. Como ya indi~áramos, el
sufragio universal fue dado en Francia tempranamente en el siglo XIX, incluso
mucho antes que en Estados Unidos, país en el cual Tocqueville, en su libro La
democrac ia en América, avizoraba ya de manera incipiente el desarrollo de lo
que posteriormente se llamaría la democracia de masas, pero donde la noción
de 'deferencia' 18 todavía articulaba el reconocimiento, aunque fuera en el
plano de lo imaginario, de una jerarquía 'natural', necesaria para garantizar el
buen funcionamiento de la república.
Fue sólo en Francia, tal como señala Huard al destacar la "excepcionalidad" de esta experiencia, donde por primera vez " [l]a ecuación república
igual a sufragio universal se consolida" (139), aunque por cierto los alcances de esta afirmación requieren en verdad de un debate mucho más
profundo en tomo a su significado preciso. En ese sentido, y tal c omo
18. Este concepto introduce hacia el interior de l régin,en político un proceso de diferenciación que permite
distinguir •tos mejores•, sobre quienes recaerá obligadamente la función política de co nducción. El
concepto de deferencia supone así el reconocimiento de ciertas diferencias naturales para la consecución del buen orden. Se trata, en ese sentido, de una noción que nos hace evocar la forma en que Rousseau concluye el Discurso sobre el origen de las desigualdades: ..con toda evidencia es contrario al
derecho natural, de cualquier modo que se lo defina, que un nifio mande a un anciano, que un imbécil
sirva de guía al pobre sabio y que un grupo de personas rebose de superfluidades mientras la multitud
hambrienta carece de lo necesario" ( 1984: 128).
19. Spullcr, Éducat ion de la démocratie, op. cit., p. 130, cit. por Rosanvallon:384.
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el que no habría sino un solo obstáculo para el desarrollo de las fuerzas proletarias: ¡la ignorancia -a vencer- de las masas!"20 •
Esta preocupación por la educación del ciudadano que caracterizara el
desarrollo del sufragio universal en Francia tiene, por cierto, un motivo claro.
Como señala Rosanvallon, "(l]a educación en la democracia se encuentra, en la
época, en el centro de la acción republicana" (375). Herederos de una concepción iluminista sobre la que volveremos más adelante, la preocupación central
hacia la segunda mitad del siglo XIX radica en dos cuestiones fundamentales:
por un lado, la ya enunciada de elevar el nivel intelectual de las masas, en principio ignorantes, que se. han incorporado al mundo de la política, y, por el otro,
la de arbitrar los medios para conformar, a través también de la educación una
elite que pudiera erigirse en la guía intelectual y moral de la nueva so~i;dad.
Como señala Hobsbawm, la cuestión más importante pasa así por responder otra
pregunta: "¿Quiénes formaban las masas que se movilizaban ahora en la acción
política?" (89). Francia es, en ese sentido, el país en el que más claramente se
busca dar una solución global al problema de la inserción de las fuasas, ya que
no solamente se debe educar a la multitud de iletrados que ahora participan de
la decisión política, sino que, además, se aboca a la conformación de una inte1/igentzia que tendrá a su cargo la dirección moral e intelectual de la sociedad.
La educación permitiría así mantener la calidad de la práctica política, al mismo
tiempo que aseguraría introducir ' naturalmente' la diferenciación necesaria que
conduciría a la selección de 'los mejores'.
Sin embargo, tal como veremos a lo largo de nuestro trabajo, es esta
visión optimista de las masas y de sus posibilidades de superación -visión que
deposita todas sus expectativas en el papel transformador de la educación- la
que, en realidad, se va a ir quebrando, no sin importantes consecuencias, en el
imaginario intelectual de la época a medida que se extienden los efectos del
sufragio universal. En ese sentido, hacia comienzos de la década del 20, el pesimismo y la desilusión se irían expandiendo, al mismo tiempo que se afianzarla
la valoración negativa de las masas, marcando un nuevo punto de inflexión
importante, esta vez dentro de la misma noción de democracia de masas. Así
Jo manifiesta, por ejemplo, Michels, para quien en un escrito posterior, fechado
en 1925, "la psicología de la masa se compone siempre de mediocridad y
chatura impenetrable" (1969:120). Sumido ya en un profundo desencanto,
Michels reconocía que nada bueno, distinto o esperanzador podía ya encontrarse en ellas2 1 •
'
1.2. La noción de masas
Estas transformaciones que se operan en el marco de la política producen
también un trastocamiento de los saberes establecidos, ya que ellos no resultan
suficientes para dar cuenta del comportamiento propio de ese nuevo sujeto
social. Las masas son portadoras de un tipo de comportamiento que hace ininteligible el juego de la política y que por eso mismo es necesario conocer. Los
primeros estudios sobre las multitudes se producen en Francia y en Italia, destacándose entre otros los trabajos de Gabriel Tarde, Scipio Sighele y Gustave Le
Bon22• Estos autores marcan en realidad el comienzo de una nueva área de conocimiento, la psicología social, que nace así de la mano de la sociedad de masas,
si bien todavía no llega a ser reconocida plenamente como una disciplina académica. Pero de todas ellas, la obra más importante que llama nuestra atención,
particularmente por el grado de influencia posterior que tuvo, es sin lugar a
dudas Psychologie des joules de Gustáve Le Bon, publicada en 1895. Este es el
primer trabajo de psicología colectiva o, si se prefiere, social, que intenta hacer
un análisis del comportamiento de las masas sin atribuirle a éstas una conducta
exclusivamente delictiva -como sí hacen los trabajos anteriores de Tarde y
Sighele-, diferencia sustancial en el tratamiento de las masas que el mismo Le
Bon señala incluso explícitamente en la Introducción de su propio texto:
2 ¡ . La evolución intelectual de Michels resulta paradigmática para el estudio de las ide'\S políticas y sociales del periodo. Por eso. al ser el autor en el que probablemente arraiga más el desencanto tras .su
desilusión de la utopía socialista, su percepción de las masas. que ya se mueven fundamentalmente en
el campo de lo irracional, resulta ejemplificadora de la valoración negativa que comenzaría a profundizarse a lo largo de la década de 1920.
22. El primer autor que se refiere a la capacidad política de las masas es en realidad Maquiavelo, quien,
como sostiene Wolin, ..evidenció una comprensión de la naturaleza de la masa política mayor que la
de cualquier pensador anterior al siglo XX" (248).
20. Michels, Robert, "Les dangers du...", op. cit., p. 212, en Michels, 1992:66. La idea de que el partido
debe el~ac el nivel de las masas siempre está presente en el discurso socialista, aunque cada vez más
esta ~octón de ..elevarse intelectualmente" supone la adopción de una ideología específica, el
manusmo, que se presenta como la Verdad objetiva. cuyo reconocimiento y consiguiente aplicación
llevaóa a la liberación del hombre.
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MARlA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
en la historia como motor de las grandes transformaciones. Esto le permite
incluso concluir, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, que sin ellas
"ninguna civilización se hubiera desarrollado quizás en la superficie de nuestro planeta y la humanidad no hubiera tenido historia" (/dem:30). Sin embargo,
este rol específico nunca había llegado a ser tan preponderante como lo es en
la nueva era que se inicia. Hasta entonces las anteriores irrupciones ·siempre
habían sido esporádicas y se habían producido sólo ante hechos puntuales,
desapareciendo incluso poco después. Este carácter efímero que en general
tuvieron históricamente las muchedumbres hizo que, si bien las masas eran
necesarias para dar fuerza a los cambios que se querían producir, éstos siempre
quedaran en manos de una minoría cuya extracción social era, en principio,
diferente a la de aquellas. Pero con el desarrollo de la moderna sociedad industria l, se hace necesario incorporarlas de forma definitiva a la política y al
estado, por lo que su presencia en el espacio público adquiere ahora un carácter permanente y, por ello mismo, irreversible, redefiniendo así las relaciones
de poder imperantes en la sociedad26 • Es decir que por primera vez en la historia las masas adquieren derechos políticos propios, volcando en principio hacia
ellas el peso de la decisión al convertirse en un componente imprescindible de
toda práctica que se pretenda minimamente efectiva en la consecución y
conservación del poder.
Esta es, sin lugar a dudas, la originalidad más importante de este
momento histórico, originalidad que se superpone a su vez a una relativa
continuidad en la caracterización de tás masas, referida esta última particularmente a su forma de ser y de actuar. Es esta continuidad la que, de alguna
manera, permite conocerlas en profundidad, ya que si en algo las muchedumbres no han cambiado es fundamentalmente en su caracterización psicológica,
planteando así la existencia de un tipo de comportamiento similar que se
mantiene, independientemente de las distintas condiciones objetivas en las
cuales se puedan desarrollar.
" Los raros autores que se han ocupado del estudio psicológico de las
muchedumbres las han examinado, como decía, más arriba, únicamente
desde el punto de vista criminal" (1963:6, n) 23 •
Traducido a la mayoría de las lenguas24, el libro de Le Bon se convierte
en referencia prácticamente obligada de quienes abordan el fenómeno de la
sociedad de masas, ya que constituye uno de los primeros intentos por explicar desde la psicología el comportamiento de ese nuevo sujeto social, en princ ipio amorfo, que introduce cambios profundos en la fisonomía de la sociedad.
Ya en la Introducción de su libro Le Bon designa a esta nueva época que
comienza -y hacia la cua l, en realidad, recién se empieza a transitar- como "la
e~a de las muchedumbres"25, destacando incluso mediante el uso de esta expresión la fuerte percepción de ruptura y pérdida del estilo de vida imperante
hasta entonces en la sociedad. En ese sentido, la irrupción de las masas, tal
como se produce particularmente en las sociedades europeas occidentales
desarrolladas, no hace más que poner fin a toda una época que había tomado
como eje específico de las relaciones políticas y sociales la figura del individuo. Sin embargo, restringir este proceso a un fenómeno exclusivamente euro~eo nos llevaría, en verdad, a una visión totalmente limitada del mismo, ajena
mcluso a la interpretación de los autores de la época. Dichos cambios, en realidad, si bien surgidos en el contexto de la civilización occidental, al ser inherentes a l desarrollo del capitalismo, revisten un carácter universal que marca,
~n todo caso, un nuevo estadio en la evolución de la humanidad, estadio al que
mexorablemente entrarán tarde o temprano las distintas sociedades.
Sin embargo, e independientemente de la especificidad de este momento,
desde un punto de vista estrictamente histórico, esta no es la primera vez que
las masas hacen su aparíción en la escena política. Por el contrarío como e l
mismo Le Bon señala, las muchedumbres siempre jugaron un papel i~ portante
23. Esta nota a pie ~e página no figura en la edición inglesa de Psychologie des fou/e.s.
24 . En una nota a ~1e de página en el '"Prefacio del autor'' de la edición francesa, tal como se la publica
hoy, Le Bon dice: "Psychologie des foules ha sido traducida a numerosas lenguas: inglés, alemán.
~spaftol, ruso, sueco, checo, polaco, turco, árabe, japonés, etc." (1963:XI).
25. C~ando nuestras antiguas creencias se tambalean y desaparecen, cuando las viejas columnas de las
sociedades se hunden_u~a tras otra., la acción de las muchedumbres es la única fuerza a la que nada
amenaza Y cuyo preshg10 aumenta siempre. La era en la que entramos será verdaderamente la era de
las muchedumbres" (Idem:2).
26. Si bien es recién con la sociedad de masas que las masas adquieren una permanencia que hace necesaria su incorporación definitiva al estado para asegurar así la legitimidad del régimen, este efecto ya
había sido vislumbrado en el Renacimiento por Maquiavelo, quien con mucha agudeza prevé los
cambios sociales y políticos que se producirían en la Modernidad: .. Ahora es más necesario para
todos nuestros príncipes, excepto, sin embargo, para el Turco y el Soldán, el contentar al pueblo que
a tos soldados a causa de que hoy día los pueblos pueden más que los soldados" (Maquiavelo,
1970: 100).
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MARIA DE LOS A NGELES Y ANNUZZI
"[El individuo en muchedumbre] Tiene la espontaneidad, la violencia,
la ferocidad y también el entusiasmo y los heroísmos de los seres primitivos. Se le aproxima incluso por su facilidad a dejarse impresionar por
las palabras, las imágenes y a dejarse conducir a la acción vulnerando sus
intereses más evidentes" (Idem: 14/5).
de una herencia excepcional, los que permiten que se diferencien. Los
hombres más disímiles por su inteligencia tienen instintos, pasiones,
sentimientos a veces idénticos" (Le Bon, 1963: 12).
Es esta alma colectiva -o, como dirá Freud años después, este inconsciente colectivo- el elemento fundamental en relación al cual los distintos
miembros de la masa se identifican, se reconocen y se unifican. Y también es
esta alma colectiva la que determina incluso los posibles planos de diferenciación que se producen entre las distintas muchedumbres nacionales. Movidas
fundamentalmente por el sentimiento, por la pasión, la condición de 'masa'
anula la personalidad racional y autónoma que define al individuo moderno.
Se intenta así penetrar en los elementos subjetivos, no-racionales, para poder
explicar el accionar del grupo. De esta forma Le Bon termina de acotar el
oojeto de estudio de una nueva rama de la psicología, señalando con ello al
mismo tiempo la diferencia abismal que existe entre el comportamiento del
individuo y el de ese mismo individuo ya inserto en la muchedumbre.
Propensas a la reacción inmediata y, por consiguiente, irreflexiva movilizadas fundamentalmente por los sentimientos antes que por la razó~ fáciln::iente sugestionables y, por ello mismo, manipulables, las masas se mo~ilizan
siempre en el terreno de las apariencias, por lo que, en última instancia, evocan
para la nueva psicología social el comportamiento más primitivo del hombre.
Freud, por su parte, en Psicología de las masas y análisis del yo, obra publicada en 1921, comparte esta caracterización de Le Bon: "Algunos rasgos de la
caracteás~i~a ~e las mas~, tal y como la expone Le Bon, muestran hasta qué
punto esta Justificada la identificación del alma de la multitud con el alma de
los primitivos" (Freud: 18). Incluso, avanzando ya en el texto; · Freud será
mucho más explícito: "las masas humanas nos muestran nuevamente el
cuadro, ya con°<:ido del individuo dotado de un poder extraordinario y dominando a la multitud de individuos iguales entre sí, cuadro que corresponde
e~actamente a nuestra representación de la horda primitiva. La psicología de
dicha~ masas, según nos es conocida por las descripciones repetidamente
menc10nadas - la desaparición de la personalidad individual consciente la
orientación de los pensamientos y los sentimientos en un mismo sentid; el
predominio de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente, la tendencia a
la r~lizaci~n inmediata de las intenciones que puedan surgir- , toda esta psicologia, repetrmos, corresponde a un estado de regresión a una actividad anímica
primitiva, tal y como la atribuiríamos a la horda prehistórica" (Jdem:68).
E~tas caract~ásticas, ~ue se mantendrían estables a lo largo del tiempo y
de las c1rcunstanc1as, se ubican, tal como por primera vez explicara Le Boó
en el plano del inconsciente, es decir, de un alma colectiva distinta a ¡~
conciencia propia del individuo.
'
"Así, la desaparición de la personalidad consciente, la predominancia
de la personalidad inconsciente, la orientación por vía de la sugestión y del
contagio de los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, la tendencia a transformar inmediatamente en acto las ideas sugeridas, tales son los
caracteres principales del individuo en muchedumbre" (Jdem:14).
Todo esto que, en definitiva, se resume en su carácter altamente sugestionable, hace que las masas sean fácilmente manipulables al ser sensibles en grado
sumo a palabras o imágenes fuertes 27 que impresionan su emotividad. Así, el
afloramiento de la emoción, en contraposición a la razón; constituye quizás uno
de los factores más importantes que lleva a trastocar tanto el mundo concreto de
la política como la forma misma de aprehensión intelectual que hasta ese
27. Maquiavelo ya había descripto esta cualidad de las muchcdwnbrcs: "el vulgo se deja siempre coger
por las exterioridades, y seducir del acierto" (1 970:88). Y al juzgar solamente por las apariencias resultaban materia fácilmente maleable. Sin embargo, como señala Wo lin, esto no debe ser valorado de
manera totalme nte negativa, ya que ..la credulidad de la moltitudine era precondición necesaria para
el arte de ilusiones practicado por el actor político" (248). Como intentaremos demostrar a lo largo de
nuestro trabajo, esta será una característica fundamental de la política moderna, exacerbada a su vez
con el advenimiento de la sociedad de masas.
"Son sobre todo los elementos inconscientes que componen el alma
de la raza los que hacen que se reúnan todos los individuos de esa raza.
Son los elementos inconscientes, frutos de la educación pero sobre todo
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momento había servido para dar cuenta de él. Se trata, como bien podemos apreciar, de ese mismo aspecto que el Iluminismo había considerado superado por la
adquisición de la Razón moderna, condición incluso necesaria para llegar a un
estadio superior de civilización. Pero en esta oposición entre razón y emoción,
la noción de masa adquiere una connotación fuertemente negativa, ya que se
refiere a un colectivo que obra en principio de forma irracional. Así, las masas
quedan necesariamente asimiladas en el análisis a los agrupamientos primitivos
-las masas denotan un estadio de civilización inferior calificado como de salvajismo o de barbarie-, a las primeras etapas psicológicas de la evolución del
hombre en las que predomina la emoción -las masas adolecen de un cierto infantilismo y, por consiguiente, son demandantes de la figura patemal-28 o a la mujer,
quien, aun en su estado adulto, se considera que obra emocionalmente -las
masas son, por lo tanto, femeninas y nunca masculinas-29•
Teniendo en cuenta estas distintas formas de caracterización, se podría
decir en términos generales que las masas como tales poseen cualidades inferiores a las de los individuos que las componen, considerados éstos aisladamente. Esta es, por ejemplo, la premisa de la que parte, además de otros,
Vilfredo Pareto cuando publica Los sistemas socialistas en 1902, resumiendo
de esta forma lo que constituye la psicología social de la época. Pero esta
premisa, en principio cierta en lo general, no significa que necesariamente las
masas tengan siempre un tipo de moralidad inferior, como sostienen, por ejemplo, quienes sólo las tematizan como masas delictivas. Como señala en ese
sentido Le Bon, si bien su propensión a la acción, a la inmediatez de las
respuestas y su incapacidad de reflexionar sobre sus actos las hace proclives a
realizar las acciones más viles, esto no significa que las muchedumbres no
sean también capaces de producir actos heroicos e incluso virtuosos.
28 ...Muchos caracteres especiales de las muchedumbres, tales como la impulsividad, la irritabilidad, la
incapacidad para razonar, la ausencia de juicio y de espíritu de critica, la exagera~ión de los sentimientos, y otros además, son igualmente observables en los seres que penenecen a'"ronnas inferiores
de evolución, como el salvaje y el niño" (Le Bon, 1963 :16n). Con respecto a esta cita, en ta traducción castellana y en la inglesa, tal como se las conoce hoy, aparece un agregado que nos llama a una
reflexión, ya que en ellas se sostiene que estas características propias de las muchedumbres ••se observan i~ualmen~e en los seres que penenecen a formas inferiores de evolución tales como /a mujer, el
salvaJe '"! el mño" (Le Bon, 1964:40; 1980:36. SIN). Tal mención no existe, como podemos apreciar
por la ~ita precedente, en la versión francesa, al menos no en la 22ª edición, como hemos podido cons•
tatar, DI en la forma en la que se la edita hoy en dicha lengua. Tampoco parece haber existido cuando
~re~d, quien cita del francés, analizó este mismo párrafo en su Psicología de las masas: ..Le Bon nos
1nd1ca, además, por sí mismo, el camino, haciendo resaltar las coincidencias del alma de la multitud
con la vida anímica de los primitivos y de los niños" (Freud: 16). No deja de extraftar esta diferencia
en las distintas versiones, al menos tal como se las edita en la actualidad. Desafortunadamente desconocemos cuándo realmente Le Bon incluyó -o en su defecto sacó- a la mujer entre "los seres que
pe~enecen a formas inferiores de evoluciónº, frase que supone una total desvalorización como sujeto
racional del género femenino. Sin embargo, es presumible, dada la cantidad de ediciones que se hicieron de su obra, que el texto original fuera re--escrito en distintas oportunidades, por lo que se podría
suponer que existen varias versiones de l mismo, hábito que parece ser bastante común en los autores
de la época. Incluso, abonando nuestro presupuesto, vemos que si cotejamos la versión inglesa con la
francesa, tal como ambas se editan en la actualidad, existen diferencias que, si bien no alteran el
sentido fundamental de la obra, suponen un mayor peñeccionamiento de la misma. Así encontramos
que la edición inglesa plantea, por ejemplo, en la Introducción una reflexión metodológica que está
ausente en la francesa. Esto supondría en principio que aquella es una versión posterior. Sin embargo,
es en ella, Y en la traducción castellana, que incluso guarda más similitud con la versión francesa
donde aparece esta desafortunada mención.
•
29. Más allá de la observación realizada en la nota anterior, Le Bon caracteriza a las masas como femeninas por su emotividad. Refiriéndose a las diferencias nacionales que distinguen a las diversas
much~dumbres entre sí, nos dice: "Las muchedumbres son por todas panes femeninas, pero las más
"Las muchedumbres criminales existen sin duda, pero están también
las muchedumbres virtuosas, las muchedumbres heroicas y muchas otras
más. Los crímenes de las muchedumbres no constituyen sino un caso
particular de su psicología, y no nos harán conocer más su constitución
mental que si uno conociera la de un individuo describiendo sólo sus
vicios" (Jdem:4).
Sin embargo, esta forma de considerar la moralidad de las masas es la
que se va a ir perdiendo hacia comienzús de la década de 1920. En ese sentido,
la evolución del concepto, al acentuar el hecho de que son fácilmente sugestionables, iría llevando a la cristalización de estereotipos que acentuarian una
valoración exclusivamente negativa, sólo en parte presupuesta en el tratamiento inicial del tema. Fue así que a partir del '20 las 'masas', convertidas ya
únicamente en simple objeto de manipulación, se definen fundamentalmente
por su mediocridad. Pero esta forma de percibirlas, tal como la encontramos,
por ejemplo, años después en Dialéctica del Iluminismo de Horkheimer y
Adorno, vela lo que constituyó en realidad la preocupación central de los autores de esta primera época en general, y del mismo Le Bon en particular. En ese
sentido, tanto él como sus contemporáneos pusieron el acento en la contraposición existente entre razón y pasión, brindando con ello una caracterización
mucho más compleja y dinámica. Para estos autores de principios del siglo XX,
femenmas de todas son las muchedumbres latinas" (1963:18).
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a diferencia de las interpretaciones posteriores, las ' masas' se definen siempre
en un marco referencial de contraposición entre lo individual y lo colectivo,
que se resuelve inexorablemente por la negación del primero de los términos,
produciendo así hacia su interior la total igualación y homogeneización de sus
miembros. "En el alma colectiva se borran las aptitudes intelectuales de los
hombres, y por consiguiente su individualidad. Lo heterogéneo se ahoga en lo
homogéneo y dominan las calidades inconscientes" (ldem: 12/ 3). Se trata
entonces de una psicología propia de colectivos homogéneos que anulan por
ello mismo toda posible particularidad, diluyendo e incluso borrando en los
hechos la noción de individuo sobre la cual se articulan teóricamente en la
Modernidad los distintós tipos de relaciones sociales.
Pero al pensarse en términos ·d e total homogeneidad, el concepto de
'masa' termina unido a la noción de igualación, indicando con ello que en su
seno se produce inexorablemente la disolución de toda individualidad. O, si lo
preferimos, se pierde toda instancia de diferenciación y, por consiguiente, toda
posibilidad de articular forma alguna de racionalidad. "En la muchedumbre",
sostenia Le Bon, "todos los hombres se igualan, y sobre las cuestiones generales no es mejor el sufragio de cuarenta académicos que el de cuarenta aguadores" (ldem :11 O). Sin poder establecer hacia su interior distinción alguna, las
masas constituyen un colectivo indiferenciado en su interior que se impone
únicamente por la mera fuerza del número. De esta forma se acentúa otro de
sus rasgos característicos, ya que la homogeneización -y consiguiente disolución- que se produce de las individualidades que la componen lleva a que sus
miembros se igualen solamente a partir de la emoción y no de la razón. Esto
es lo que las hace altamente sensibles a la sugestión o, como decía mucho
antes Maquiavelo, a la ilusión. Y esto es algo que siempre ocurre, insiste Le
Bon, en todos aquellos que integran la masa, independientemente de sus posibles cualidades intelectuales, ya que la condición de aquélla nada dice en realidad de la "calidad mental de los individuos de los que se compone la muchedumbre30. [ ...] Esta calidad no tiene importancia. Desde el momento en que
están en muchedumbre, el ignorante y el sabio son igualmente incapaces de
observar" (ldem:20. SIN). El efecto, según el tratamiento de la nueva psicología social, es exactamente el mismo que el hipnotizador obtiene en los hipnotizados, sólo que en nuestro caso es la emoción la que obnubila la razón y
distorsiona toda aprehensión objetiva del mundo circundante. Se alude entonces a un tipo de comportamiento ligado fundamentalmente al sentimiento, a la
pasión, que se convierte así en el único nexo que mantiene la cohesión interna
del grupo.
Estas son las cuestiones que el positivismo decimonónico, heredero del
Iluminismo, no podía explicar. Sin embargo, la tradición iluminista, si bien
puesta en crisis por la irrupción de las masas31 , tal como profundizaremos más
adelante, todavfa forma parte del bagaje intelectual de quienes pretendieron dar
cuenta en un primer momento de este fenómeno 32 . Pero ella no solamente da
forma al instrumental conceptual con el cual se intenta interpretar y dar sentido
a ese nuevo escenario político y social, sino que, además, los intelectuales terminaron manteniendo merced a ella una cierta ambivalencia en el tratamiento de
las masas, producto del intento de rescatar una visión racionalista del hombre y
de la sociedad. Esto lo podemos ver m ejor, por ejemplo, en Gaetano Mosca,
quien en lo que se conoce como la Primera Parte de los Elementi di Scienza
Política, obra publicada en Italia también en 1895, llega a una conclusión similar a la de Le Bon. Sin ser específicamente una obra de psicología social, Mosca
muestra en su texto cómo las grandes multitudes se movilizan fundamentalmente por el sentimiento y no por la razón. Sin embargo, a diferencia de la tesis
31. Para Le Bon esta crisis de ta ciencia no es más que la apreciación de los intelectuales de la burguesf~
negándole así entidad real: ..Los escritores próximos a nuestra burguesía, que representan mejor sus
ideas un poco estrechas, sus visiones algo cortas, su escepticismo algo sumario, _su egoísmo a veces
excesivo, pierden la razón delante del poder nuevo que ven crecer y, para combatir el desorden de los
espíritus, dirigen su apelación desesperada a las fuerzas morales de la Iglesia, tan desdeñadas antaño
por ellos. Hablan de la bancarrota de la ciencia, y nos recuerdan las enseñanzas de las verdades reveladas" (/dem:3). Como veremos más adelante en este mismo capírulo, en el apartado ..Política e irracionalismo", esta visión de Le Bon no es totalmente compartida por los intelectuales de comienzos del
s iglo XX, momento en que vamos a encontrar distintos esfuerzos por redefinir, incluso desde el mismo
positivismo. los parámetros de cientificidad.
.
.
.
32. En la definición que Le Bon da de civilización podemos apreciar claramente esta mfluenc1a rac1onalista a la que hacíamos alusión: "Una civilización implica reglas fijas, una di~~plina, el pasaje ~e lo
instintivo a lo racional, la previsión del porvenir, un alto grado de cultura, cond1c1ones totalmente mac•
cesibles a las muchedumbres, abandonadas a sí mismas. [...] Cuando el edificio de una civilización es
carcomido, las muchedumbres conducen al derrumbe" (/dem:4).
30. Yilfredo Pareto, por ejemplo, señala también esta disociación que se produce en la forma de tratar las
cuestiones sociales particularmente en aquellos que son considerados como los 'mejor educados• en la
sociedad: ..Muchos científicos que son estrellas de primera magnitud en el dominio de las ciencias
naturales, donde emplean exclusiva o casi exclusivamente principios lógic1rexperimcntalcs, los olvi•
dan enteramente cuando se aventuran en el campo de las ciencias sociales" (Pareto, 1981 :§ 1881).
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superiores a las decisiones que tomaría una reunión de imbéciles" (Jdem: 13).
Por eso, si bien esta confusión a la que hacíamos alusión está en principio
presente en las primeras páginas de Psychologie des Joule?', lo cierto es que
Le Bon a Jo largo de toda su obra es siempre muy explícito al plantear el tema
en términos exclusivamente psicológicos y no sociales, otorgándole así al
concepto una dinámica diferente, aceptada incluso por otros autores de la
época. Esto significa que con el término 'masas' pueden designarse tanto los
sectores bajos, iletrados, de la sociedad, como incluso grupos que hubieren
pasado por distintas instancias de educación, ubicados por ello mismo en un
estrato social superior. Es decir que el comportarrúento que se describe del
hombre-masa se puede dar en cualquiera, más allá del nivel de educación o de
las condiciones socio-económicas que tuviera. Vemos así que lo que se intenta
describir es básicamente un tipo de comportamiento colectivo, como ya hemos
indicado, comportamiento que aflora ante cuestiones que no son pasibles, en
sostenida por Le Bon, Mosca todavía busca rescatar una minoría intelectual -es
decir, aquellos más entrenados en el campo del razonarrúento- que, en última
instancia, no tendría este tipo de comportamiento33 • Esta diferencia entre tipos
de comportamientos, si bien no está negada en el caso de Le Bon en un plano
en principio más inconsciente, no aparece explícitamente reconocida en el desarrollo de Psychologie des Joules.
De todas formas, sostener que algunos, los menos, actúan por la razón,
mientras otros, los más, lo hacen por el sentimiento, demuestra la dificultad que
encierra el concepto de masas para su aprehensión teórica, dificultad que condiciona incluso su evolución posterior. Identificar las muchedumbres con un estadio inferior de civilizacíón, como habíamos enunciado ya, lleva muchas veces a
confundir el concepto con lo que se había denominado hasta entonces la
'chusma' o la 'turba'. Pero si bien esta confusión, desde el punto de vista de su
aprehensión intelectual, es producto de la herencia iluminista, no deja de ser
cierto también que esta asimilación que se produce en e l discurso reconoce
además una cierta correspondencia con la misma experiencia histórica concreta:
las 'masas' que se incorporan efectivamente al espacio público eran fundamentalmente masas iletradas, no-propietarias, es decir, clases inferiores. O, para
decirlo más explícitamente, lo que en el lenguaje común se había designado
hasta entonces como la 'chusma' o 'turba'. Muy probablemente este hecho fuera
uno de los factores que facilitaron el deslizarrúento del concepto hacia un tipo
de significación distinta a aquella con la cual se lo construyó en un principio, ya
que, paulatinamente, el término ' masas' acabaría aplicándose a las fracciones
más bajas de la sociedad, es decir, a una clase social determinada.
Sin embargo -y esto es importante tenerlo en cuenta en el análisis-, el
concepto que se desarrolló en los inicios de la sociedad industrial, incluso en
el análisis de Mosca, no tiene en realidad una específica pertenencia clasista.
Las 'masas', en ese sentido, no se corresponden directamente con alguna clase
social: "Las decisiones de interés general tomadas por una asamblea/ de
hombres distinguidos, pero de especialidades diferentes, no son sensiblemente
principio, de racionalización.
"En todo esto que es materia de sentimientos: religión, política, moral,
afectos, antipatías, etc., los hombres más eminentes no superan sino rar¡¡mente a los individuos ordinarios. Entre un célebre matemático y su
zapatero puede existir un abismo en el aspecto intelectual, pero desde el
punto de vista del carácter y de las creencias a menudo la diferencia es
nula o muy débil" (ldem).
De todas formas, no es solamente la mirada conservadora o incluso reaccionaria de las clases altas la que lleva a pensar las masas como las clases inferiores de la sociedad. El otro factor que incide en ello es la fuerte identificación que se va produciendo en todo este período entre los conceptos de democracia y socialismo35 • A partir de ella, la noción de masas va a ir adquiriendo
una clara adscripción clasista, modificando así el sentido que originariamente
le diera la incipiente psicología social. Así, lo que en autores como Le Bon,
Mosca, Pareto o el mismo Freud constituye un tipo de sujeto que tiene un
33. ~n esto Mosca no di~cre, en principio, de lo expresado ya por Maquiavelo: .. Los hombres, en general,
Ju.zgan más por los ?JOS que por las manos; y si pertenece a todos el ver, no está más que a un cierto
numero e l tocar". St~ embargo, Maquiavelo sostiene que incluso esos pocos no constituyen garantía
alguna para un buen Juzgar. ..Cada uno ve lo que parece ser; pero pocos comprenden lo que eres realmente; este cono número no se atreve a contradecir la opinión del wlgo'" ( 1970:88).
34 . ~•La llegada de las clases populares a la vida política, su transformación progresiva en clases dirigentes, es una de las caractcñsticas más sobresalientes de nuestra época de transició~"'.(Le Bon, 1963:2).
35. Para un análisis más exhaustivo de esta identificación entre democracia Y soc1ahs mo, c fr. cap. III,
punto 3.2.
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YSOCIEDAD DE MASAS
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noción de masas no hace referencia a un sector social específico, sino que, por
el contrario, alude a un tipo de comportamiento al que todo grupo, cumplimentando previamente ciertas condiciones, puede llegar, se está diciendo que
no siempre los hombres son capaces de hacer uso de la razón. Es de_cir ~ue, a
diferencia del presupuesto iluminista tal como se instituyera en los m1c1os de
la M odernidad, se podría incluso sostener que racionalidad e irracionalid_ad
conviven en cierto sentido en una misma persona. Pero aceptar esta premisa
nos remite a Jo que en definitiva está implícito en el análisis de Mosca.
En él encontramos un problema de identificación que resulta dificil de
asumir en lo individual, razón por la cual busca distinguirse de alguna manera
en un sentido fuerte de ese 'Otro' a quien no es fácil reconocer, por diversos
motivos, como un igual. Es en este contexto que aflora como contrapartida un
cierto miedo a las masas sobre todo, aunque no exclusivamente, por parte de las
clases altas. y esto por dos razones: primero, porque se las considera pasibles
de un comportamiento colectivo irracional del cual reniegan conscientemente
y, segundo, porque rompe toda forma de diferenciación, igualando totalment_~ a
los miembros de la sociedad. Pero si, por el contrario, se acepta que la noc1on
de 'masas' tiene una clara pertenencia clasista, indirectamente se refuerza
también la concepción racionalista. Es en este contexto que la educación se
reafirma como instrumento necesario para que el hombre, según el optimismo
propio del siglo xvm, llegue a su adultez. Es decir que sin educación Y_ en el
contexto del nuevo escenario que se ha producido, solamente los grupos iletrados -por consiguiente, las capas más bajas de la sociedad- serían los únicos
proclives a masificarse, o, si lo preferimos, a perder toda individualidad.
Entre estos dos presupuestos oscila permanentemente la consideración de
las masas, noción a la que, de todas formas, siempre se le atribuye en su significación un cierto grado de negatividad, ya que lo que se busca fundamentalmente destacar es que ese colectivo designado como tal constituye algo amorfo,
sin formas claras de diferenciación hacia su interior. Esta pérdida de entidad del
individuo que se opera en el contexto de la masa se proyecta así directamente
en la consideración de las posibles cualidades del nuevo sujeto emergente para
la reconstitución moral e intelectual de una sociedad que, como la liberal, muestra en esos momentos claros síntomas de crisis. Esta concepción, que atribuye
este tipo de comportamiento a una clase social específica, abona una visión
claramente pesimista que irá acentuando paulatinamente los caracteres más
comportamiento psicológico específico que lo distingue de los otros hombres,
sin tener necesariamente en cuenta los clivajes de clase, paulatinamente pasa
a tener una adscripción clasista. Casi sin mayor conciencia de lo que el cambio
entraña, el socialismo termina aplicando el concepto a los sectores obreros y
artesanos, de los que, de alguna manera, pasa a ser sinónimo. Así lo encontramos, por ejemplo, en el discurso de dirigentes tales como August Bebe!,
Eduard Bernstein, Kart Kautsky o Rosa Luxemburgo, por citar a algunos de
ellos. Incluso, por ejemplo, Robert Michels, quien se reconoce un seguidor de
la psicología de Le Bon, refiriéndose al Partido Socialista italiano, explicaba a
comienzos del siglo XX que "las masas internacionalistas italianas consistían
casi enteramente en proletarios, obreros y artesanos"36• Y cuando escribe Los
partidos políticos y analiza el comportamiento psicológico de las masas, esas
masas son ya claramente proletarias. Al centrar su análisis en el Partido Socialista y, por consiguiente, en el proletariado, es esta clase la que queda adscripta
de alguna manera a ese comportamiento irracional37 • De esta forma se reemplaza el concepto de proletariado, categoria fundamental dentro de la concepción marxista, por el de masas, que, en última instancia, permite introducir una
cierta negatividad en la definición de los sectores populares.
Pero este doble referente que yace tras el vocablo 'masas' -las 'masas'
como un tipo de comportamiento psicológico o las 'masas' como los sectores
socialmente más bajos- deja en realidad entrever una de las cuestiones teóricas más importantes que se plantea en el período y que se refiere a la posible
capacidad de las masas de superar su propia condición. En última instancia,
esto se relaciona, en el contexto de una sociedad en crisis, con la existencia d e
una percepción optimista o pesimista en tomo a la posibilidad de las masas de
elevar el nivel moral e intelectual del género humano. Si se acepta que la
36. Micbels, Robcrt, "Revue Critique. Controverse socialiste", p . 284, en Michels, 1992: 147.
37. Esta apreciación se hace incluso más evidente si traemos al análisis su propia visión de los intelectuales ligados al partido, ya que, proviniendo originariamente de una clase social superior, con condicio-,....
aes culturales distintas, lejos están de actuar apelando a lo irracional. De todas formas, y s i bien podemos afinnar que en Michels se insinúa una concepción clasista de la noción de masas, no podemos
asegurar que dicha adscripción se produzca de forma totalmente consciente o, por el contrario, que esta
sea el resultado involuntario de un uso determinado del lenguaje. Y aunque en principio esta última
interpretación estaría abonada por una serie de expresiones que aparecen en el texto reivindicando tas
mejores cua1idades de un proletariado entendido en abstracto, no podemos descartar, sobre todo
teniendo en cuenta su evolución po1itico-ideológica posterior, que este sea un punto no consciente de
contradicción a panir del cual se podría entender la desilusión que se iría produciendo en él en relación al rol liberado r del proletariado.
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MARIA DE LOS A NGELES Y ANNUZZI
negativos de las masas38 . Una visión que contrasta con la enunciada por Le Bon,
para quien las masas, si bien tienden a producir las acciones más bajas, también
son protagonistas de los actos más elevados de heroísmo, razón por la cual, de
alguna manera, son las reales vehiculizadoras de las grandes transformaciones.
Sostener esto no significa negar que las masas se movilizan fundamentalmente
en el campo de lo irracional. Pero es este elemento irracional el que, así como
puede conducir a la ejecución de acciones aberrantes, abre las esperanzas de
producir acciones éticamente elevadas.
pasar por momentos de aceleración y complejización mayores a medida que la
ampliación del sufragio se fue generalizando, de la mano del desarrollo de la
sociedad industrial.
Desde un punto de vista estrictamente conceptual, y tal como señaláramos
al comienzo de nuestro trabajo, estas nuevas condiciones entrañan objetivamente
un cuestionamiento a las principales nociones a partir de las cuales se articularon
modernamente estado y sociedad. Es este núcleo interpretativo el que se cuestionó fuertemente a fines del siglo XIX, provocando con ello un profundo
cambio en el pensamiento político y social. Y si algo trastoca tanto el modo de
hacer como el de concebir la política es sin lugar a dudas la forma en que las
masas actúan. Basta la simple observación para ver que lo que hasta entonces
había sido tenido en la política por ' lógico' y 'racional' no es necesariamente lo
elegido por las multitudes en su práctica concreta. Antes que por la razón, como
explicáramos en el apartado anterior, las masas se movilizan por la fe, por los
sentimientos, quitándole con ello a la política todo viso de racionalidad y, por
consiguiente, de previsibilidad. Este fue el momento entonces en el que se descubre la política como un tipo de práctica que se asienta sobre un substrato noracional en el que se desenvuelven las creencias y mitos modernos, esos mismos
que la Ilustración había creído eliminar por la adquisición de la Razón.
Se produce así una reacción intelectual - tal como señala Hughes en su
libro Consciencia y sociedad- a la interpretación racionalista que, desde un
punto de vista filosófico-político, caracteriza la reflexión moderna, y que
alcanza su forma más acabada de expresión en el positivismo decimonónico39 •
1.3. El carácter no-racional de la política
Con la incorporación de las masas al estado se modifica enormemente la
calidad del espacio público. Como señala Le Bon, esta es la primera vez en la
historia en que las masas adquieren derechos políticos propios, trastocando
tanto la organización de lo público como la forma misma dé percibir y
comprender lo político. En función de ello nos abocaremos en lo que resta de
este capítulo al análisis de las consecuencias que trajo aparejada la inclusión
política de las masas. Pero dada la complejidad de las mismas, y al solo efecto
d~ intentar lograr una aproximación lo más acabada posible al tema, trataremos separadamente dos aspectos que, en realidad, se producen concomitantemente. De acuerdo con ello, nos dedicaremos en esta primera instancia a analizar los cambios producidos en la forma misma de aprehender, tanto práctica
como cognitivamente, la política y lo político, dado que el comportamiento ya
estudiado de las masas, instalado de forma permanente en el espacio público,
termina cuestionando el andamiaje teórico-conceptual hasta entonces existente. Luego, en una segunda instancia, y teniendo en cuenta que se ha conformado un modo distinto de concebir la política, describiremos en la siguiente
sección las transformaciones que se operan en la fisonornia misma del espacie
público y, por consiguiente, en la forma de articular la práctica política
concreta. Hecha esta salvedad, nos resta sólo re iterar que se trata de un proceso
cuyas consecuencias aparecen en principio de forma paulatina, para luego
39. Hemos preferido caracterizar este movimiento como reacción al rac ionalismo y no específicamente al
positivismo, como s í hace Hughes, porque entendemos que de esta forma se da cuenta mejor del
profundo cambio que se produce en el pe nsamiento de la época. Esto no s ignifica que nuestra inte rpretación se contraponga totalmente a la de Hughes, ya que el positivismo constituye , en ese sentido,
la culminac ión de l racionalismo aniculado en los siglos XVII y XVIII. De esta forma nos distinguimos de la lectura que hace GOran Therbon, en Ciencia. clase y sociedad , donde cuestiona a Hughes
sólo por lo que entiende es una generalización indebida del calificativo de positivista en el período, ya
que incluye bajo esta denominación tanto al tipo de reflexión social existente como a la reacción que
aparece (Cfr. Therbom: 184/9). Hughes utiliz.a el término en realidad en un sentido amplio, pretendiendo señalar con é l un criterio de cientificidad, criterio que, en última instanci~ es el que entra en
principio en crisis. Y éste es el sentido, también, con e l que se piensa la reacción, que intenta recuperar,
desde criterios de cientificidad en muchos casos todavía positivistas, el valor explicativo de la ciencia.
De todas formas, y si bien compartimos en principio la lectura que hace Hughes de este periodo, creemos fundamental profundizar en la contraposición de sentidos en la que se origina esta revisión de la
c ientific idad, dadas las consecuencias que necesariamente se proyectan sobre la forma de aprehender
tanto la sociedad como la política.
38. Como ya señaláramos aJ final de l apartado anterior, esta vis ión pesimista de las masas se va a ir acentuando con e l correr del siglo XX, nutriendo incluso a partir de la Segunda Guerra Mundial gran parte
de los análisis pos teriores sobre el fenómeno de l totalitarismo (Nye:36n ).
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DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
profundamente interesados en el problema de la motivación irracional en la
conducta humana" (Hughes:35). Esto lleva a conformar una nueva percepción
de la política. Si el positivismo del siglo XIX llegó a pensar que se podía lograr
una "política científica" -es decir, una política en la que la exactitud del saber
eliminarla la perturbación del conflicto, convirtiéndola así en un tipo de acción
totalmente previsible en sus resultados-, las nuevas condiciones de la sociedad
muestran, por el contrario, que la política es en realidad un tipo de actividad
carente en principio de toda previsibilidad. Es decir que, mientras el Iluminismo había basado su proyecto en que todos los hombres podían llegar a
actuar siempre racionalmente, los autores que dan cuenta de la incipiente
democracia de masas reconocen que eso no es en verdad posible. Toda práctica cuyo objeto fuera lograr la movilización del gran número deja de ser
concebida como una actividad en sí misma lógico-racional. Corno señala
Georges Sorel, una teoría científica no es en sí misma suficiente para lograr la
movilización en gran escala de las masas. Es aquí donde se produce entonces
el choque entre dos formas de concebir la política.
Entendidos simplistamente como propios de un estadio inferior de civilización, tanto los mitos como las creencias sólo pueden catalogarse, desde el
positivismo decimonónico, como formas falsas de conocimiento. Pero ello
carece, desde un punto de vista político, de mayor utilidad, con lo que la ciencia positivista, exponente del criterio de racionalidad acuñado en el siglo
XVII, entra también en crisis, ya que no permite explicar adecuadamente los
elementos no racionales que afloran én el espacio de la sociedad y del estado.
En ese sentido, las masas cuestionan directamente los criterios existentes de
cientificidad. Esta carencia que evidencia el positivismo es consecuente con la
41
búsqueda de la certeza que se había establecido en el siglo XVII , que llevó a
que la Razón estuviera aliada a la total desconfianza a las emociones -portadoras por definición de la incertidumbre-, por ser aquéllas simples distorsionadoras de todo lo relacionado con la tarea del conocer. Pero con un hombre
masa movilizado fundamentalmente a partir de la emoción , la reflexión social
y política de la época descubre la contraposición que existe entre ciencia y
La Ilustración de los siglos XVII y XVIII había depositado en la Razón su
ideal emancipatorio, ya que era a través de ella que el hombre podría liberarse
de todo tipo de sujeción. Como señala Wellmer, por ejemplo, la Ilustración
pretendió originariamente " la abolición de la dominación del autoengaño a
través de la abolición de la ignorancia y de la pobreza" (335), pretensión que
no deja de entrañar una visión claramente optimista del hombre y de la evolución social. Partiendo de l presupuesto inicial de que todos sin excepción
podian tener acceso a la razón, se confiaba en que el hombre saliera definitivamente de la época de oscurantismo que lo mantuvo esclavo de los mitos.
" ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! : be aquí el lema de la ilustración"
(Kant, 1979:25). De esta forma describía Kant el rasgo de autonomía que
debía caracterizar al hombre moderno. "Atrévete a saber" significaba, en
términos kantianos, salir de la minoría de edad, logrando así "la liberación del
hombre de su culpable incapacidad" (ldem). Era tan sólo una cuestión de
tiempo y de educación el que los hombres llegaran a su verdadera adultez, es
decir, a esa tan mentada edad de la razón. De esta forma se destacaba su potencialidad liberadora, premisa que se tradujo en el plano de la ética y de la política, en la eliminación de toda autoridad externa, es decir, de toda beteronomía. Esto permitió pensar a la política en la Modernidad como un campo de
acción en el cual se construía racionalmente la verdad, campo que, sin
embargo, reconocía por ello mismo alternativas claramente limitadas por esa
misma razón que liberaba al hombre del autoengaño. De esta forma, ciencia y
política coincidían en el Iluminismo al excluir lo que genéricamente identificaremos como lo ' no-racional'.
Pero lejos de este supuesto inicial, las masas, con su comportamiento,
mostraban que ellas reaccionaban fundamentalmente en base a la emoción, a
partir de la cual definian en realidad sus preferencias políticas concretas40• Por
eso " los mayores innovadores intelectuales de la década de 1890 estaban
1
40. Este es el momento que Toulmin. por ejemplo, considera como el comienzo de la desarticulación de
la Modernidad confonnada en los siglos XVII y XVIII. El afloramiento de la emoción - manifestación
i~erente ~ la diversidad que se incluye e n la sociedad a partir de la incorporación de las masas- consttnaye así el elemento necesario para que se produzca, en términos de este autor, un retomo a la tolerancia, propia de lo que é l llama la Modernidad del siglo XVI. Sin embargo, y tal como iremos desarrollando a lo largo de nues tro propio trabajo, veremos que esta lectura ex-post que realiza Toulmin
- lectura por cierto fuertemente influenciada por el auge inicial con el que se recibiera más recientemente el resurgimiento de los nuevos nacionalismos- resulta demasiado optimista - tanto, inc luso, como
su misma proyección actual- a la luz de la propia elaboración teórica de la época.
41 . Para Marcusc, por ejemplo, la idea de certeza ·•siempre había sido un rasgo fuerte de l racionalismo
desde Descartes" (35 1). Toulmin, por su parte, tiene una apreciación al respecto mucho más fuerte que
la anterior, ya que considera la búsqueda de la certeza como aquello que caracteriza al programa de la
Modernidad de los siglos XVII y XVIII (Toulmin:pa,sim).
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D EMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
esos elementos no-racionales que conforman la acción política. Junto con Le
Bon, estos autores son los primeros en analizar este tipo de comportamiento, sin
considerarlo en sí mismo patológico, contribuyendo así a desarrollar una temática que, hasta entonces, había sido dejada de lado, por irrelevante, por el estudio científico, pero que se incorporaría gradualmente en los análisis de los intelectuales de la época.
44
Independientemente del tipo de régimen político , la incorporación de
las masas al espacio público vaciaba así de sentido los códigos comunes de
interpretación que se habían impuesto en los inicios de la Modernidad. Accesibles mediante la educación, estos códigos se sustentaban básicamente en la
aceptación de una racionalidad entendida como única y, por ello mismo,
compartida. Pero al destacar la importancia de lo irracional en la definición de
la práctica política, estos autores introducen una visión pesimista en relación
a l progreso de la humanidad45 • Ya no basta eliminar la ignorancia para lograr
un resultado distinto, por lo que el comportamiento propio de las masas es, en
definitiva, inmodificable.
política, distinguiendo así dos universos que resultan, además, inconmensurables. "En cuanto a las pruebas de la experiencia", afirma, por ejemplo, Pareto
en el Trattato, "éstas no tienen poder contra la fe ni la fe contra la experiencia,
de manera que cada una tiene su propio dominio" (1981:§43)42 •
Este es un motivo que constituye un fuerte clima de época y que está
presente, de alguna manera, en todas las reflexiones de los autores europeos
del período. El positivismo, tal como se había desarrollado a Jo largo del siglo
XIX, no podía explicar la vigencia de las creencias, los mitos, el sentimiento
religioso que todavía sobrevivían renovados en la Modernidad. Y esto, en
última instancia, significa no comprender la relevancia de las ideologías en la
conformación de las prácticas políticl!,s. La masividad supone así el descubrimiento de un comportamiento distinto, de una forma diferente de hacer política, que sugiere, a diferencia de lo que se había creído hasta ese momento, que
la política en sí misma es un tipo de actividad que reconoce elementos noracionales que la condicionan fuertemente. El desenvolvimiento concreto de
las distintas sociedades demuestra que el hombre no siempre.prod~ce acciones
lógicas. Al igual que otrora, los hombres deciden sus acciones, como señala
Pareto, a partir de sus propios sentimientos e instintos, más que a partir de la
razón. "Únicamente la fe empuja con fuerza a los hombres a actuar" (Pareto,
1945:§101, 4), sostiene Pareto ya en su Manual de Economía P olítica.
Anticipándose en algunos aspectos incluso a Weber43, inicia años después
su Trattato di Socio/ogia Po/itica clas ificando las acciones en lógicas y no-lógicas, siendo las primeras propias de la práctica científica, mientras las segundas
corresponden fundamentalmente a la política. Coherente con el presupuesto en
el cual funda su análisis, según el cual "[e]xiste un antagonismo entre las condiciones de la acción y las del saber" (Jdem), en la vida política concreta prevalece fundamentalmente lo no-racional, es decir, las acciones alógicas, por sobre
lo racional o acciones lógicas. Mosca y Michels también intentan dar cuenta de
"Si las personas más inteligentes que conocemos -las 'mejor educadas', si hemos de usar una expresión corriente-", afirma Pareto, "fueran
asimismo personas que en asuntos sociales no se apartan de los principios
lógico-experimentales y excluyen los demás principios, sería legítimo
llegar a la conclusión de que, con el correr del tiempo, esa gente rechazaría todo lo que no fuese de carácter experimental, y que las demás
gentes que fueran más o menos sus iguales en lo que atañe al conocimiento procederían más o menos como ellos en lo que se refiere a la
aceptación exclusiva de los principios lógico-experimentales. Pero los
hechos no se presentan así. Si los teólogos han disminuido en número
entre nuestra gente educada y han perwdo gran parte de su prestigio, los
metafísicos, con justicia así llamados, siguen prosperando y gozan de
42. Unos ailos antes, en el Prefacio a Los partidos politicos, Michels, desde u.na posición algo más mockrada, seilalaba también esta diferenciación: .. El objeto principal de la ciencia no es el de crear sistema
sino el de faci litar la comprensión de los problemas. La ciencia sociológica no se propone descubrir~
rcd~scubrir ~oluciones, ~ado que muchos problemas de la vida individual y de la vida de los grupos
sociales no llenen soluc ió n, y deben quedar por lo tanto 'pendientes"' (Michels, 1, 1983 :8).
43. E_s mtercsant~ destacar la similitud de preocupaciones en Weber y en Pareto. Ambos comienzan, por
CJemplo, anahzando .la acción, y ~í lo que Parcto denomina acciones lógicas y no-lógicas hace pensar
en lo que Weber designa respectivamente como las actitudes del científico y de l político.
44. Como sostiene Le Bon, ..[r]estringido o general. otorgado en un país republicano o en un país monárquico. practicado en Francia. en Bélgica, en Grecia, en Portugal o en España, el sufragio de las muchedumbres es igual en todas partes, y lo que en definitiva descubre son las necesidades y aspiraciones
inconscientes de la raza" ( 1963: 111 ).
45. Como veremos a to largo de nuestro trabajo, esta visión pesimista sobre el progreso de la humanidad
es muy fuerte en todo este período y marca profundamente las expectativas que se ciernen tanto en
tomo a las masas como en relación a la democracia en sí.
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fama y de influencia, y otro tanto cabe decir de aquellos metafisicos que
se llaman a sí mismos ' positivistas', o que escudados detrás de cualquier
otro nombre traspasan alegres y confiados los límites de la lógica experimental" (Pareto, 1981:§ 1881).
apelando a un criterio de cientificidad que se proyecta sobre un objeto que él
mismo reconoce como imbuido de una logicidad que no admite la contrastabilidad con la empiria, es decir, que no responde a una lógica científica. Esto lleva
a reconocer una cierta imposibilidad de aprehender adecuadamente este tipo de
acciones. En última instancia, como señalarían tiempo después Horkheimer y
Adorno, "el irracionalismo (afín también en esto al último residuo del iluminismo, el positivismo contemporáneo) aísla el sentimiento, como la religión y el
arte, de toda forma de conocimiento" (113).
La política es así pasional 47, y el verdadero conocimiento científico,
como diría Pareto, puede estudiarla, pero no modificarla. Esto hace qu e ciencia y política se diversifiquen, ya que la ciencia busca la verdad - y ésta en
todo caso está reservada a aquellos que operan por la razón-, mientras que la
política pretende asegurar el fundamento del poder, no ya a partir del contemdo de verdad que puedan encerrar sus enunciados, sino a partir del efecto
de movilización que permite legitimar la autoridad en una sociedad que se ha
complejizado. Por eso, si hay algo que se contrapone al conocimiento científico es la noción de popular. "(N]o es deseable, para el bien de la sociedad,
que la masa de los hombres, o simplemente muchos de ellos, se ocupe c ientíficamente de los asuntos sociales", señala Pareto, ya que "aquellos que quieren hacer participar indistintamente, sin discriminación a todo el mundo en el
saber, actúan con poca sabiduría" ( 1945:§101, 4)48 • Pero independientemente
de lo chocante que este enunciado pueda resultar hoy a nuestros oídos, el
carácter restrictivo del conocimiento éientífico era compartido por la mayoría de los intelectuales de la época. En ese sentido, no es muy distinto de lo
que pensaba Sorel, quien, apenas unos años después de la obra de Pareto,
manifestaba en la Introducción de Réjlexions sur la violence que ella estaba
destinada solo a unos pocos, a una elite intelectual que compartía el lenguaje
Como ya había dicho Le Bon, esta forma de comportamiento no guarda
relación alguna con las posibles calidades intelectuales de los individuos particulares. Y, en ese sentido, todos se igualan en la nueva sociedad capitalista en
un mismo resultado, producto de que las masas, explica la incipiente psicología social de la época, en el momento de la definición y ejecución de su propia
práctica, descubren y ponen en escena su inconsciente colectivo, base sobre la
cual se debería, a partir de entonces, promover la movilización y estructurar la
cohesión que asegurara los consensos requeridos. Dicho en otros términos, y
como ya había mostrado, entre otros, el mismo Le Bon, movilizar a las masas
a la acción requiere apelar a los sentimientos más que a la razón. Y es que,
como señala Michels, " [e]ntre las ruinas del viejo mundo moral 'de las masas
queda intacta la columna triunfal de la necesidad religiosa" (I, 1983: 108). Esto
es algo que todos los intelectuales comparten de una u otra manera. Así, Weber
a l analizar los tipos de dominación, Freud descubriendo el inconsciente o
incluso antes, Sorel elaborando su teoría del mito político, participan, al iguaÍ
que Mosca, Pareto y Michels46, por nombrar sólo a algunos, de una misma
preocupación: cómo dar cuenta de ese nuevo fenómeno que se presenta y que
trastoca directamente el orden de los sentidos. Pero la tarea que se imponen
intelectualmente no deja de tener sus dificultades.
En términos generales, esta primera reacción intelectual que se produjo
ante la incapacidad de la ciencia positivista por dar cuenta de estos nuevos fenómenos -reacción que temporalmente ubicamos aproximadamente entre los años
1890 y 1920- constituyó en realidad un intento por aprehender lo que hasta ese
momento aparecía como inexplicable desde una pretensión de recuperación de
una ciencia todavía heredera del racionalismo iluminista que tenia i~cluso
rasgos fuertemente positivistas. Pareto, en ese sentido, es quizás el mejor ejemplo de ello. Este autor estructura su intento de abordar las acciones alógicas
47. Benedeuo Croce, crítico también del positivismo aplicado al estudio de la política, se expresaba de la
siguiente manera en un discurso pronunciado el 19 de mayo de 1924, durante la inauguración de una
sociedad de cultura política en Nápoles: "el positivismo requería de la ciencia una suene de neutralidad y de frigidez como si fuera posible estudiar la política sin pasión política, ta pocsia sin pasiórr
poética" (Croce, 1967:303). La polilica constituye asi un campo de saber en el cual no es posible
mantener una neutralidad valorativa, ya que ella misma es pasión y por eso mismo compromete nuestros sentimientos más profundos.
48. Y agrega a continuación: "Es cierto que et mal que ello podría acarrear es corregido, en parte, por el
hecho de que aquello a lo que llaman saber es simplemente una fonna particular de fe sectaria" (Pareto,
1945:§101, 4).
46. ~stos auto~cs, c?njun~entc con Ostrogorski y Sydncy y Bcatrix Wcbb, inauguran los primeros trabaJ OS de soc1~log1a ~huca q~e ~e .abocan al tratamiento de las nuevas prácticas electorales y de las
consecue nc ias propias de la mc 1p1cntc sociedad de masas (Hobsbawm:274).
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de la ciencia social. Este es uno de los elementos que contribuyó a que, no
obstante rescatarse en principio la razón objetivante, a partir de la década de
1920 este movimiento de reacción inte lectual terminara adquiriendo en la
práctica un matiz fuertemente antiintelectualista que favorecería el desarrollo
del fascismo.
En ese contexto, las ideologías sociales, incluso aquellas que se recubren
con un halo de cientificidad, como es el caso del socialismo, no suponen un
conocimiento verdadero. Por el contrario, son sólo construcciones ideológicas.
Pero ello no invalida que tengan una gran utilidad social, aspecto este último
que, desde el punto de vista de la política, resulta de vital importancia como
instancia de movilización y de cohesi_ó n de las masas. En Pareto, por ejemplo,
resulta clara esta distinción entre verdad y utilidad social. Esto significa que,
si bien una teoría puede no ser verdadera y, por consiguiente, no científica o
pseudo-científica, puede sin embargo resultar útil socialmente. Es gracias a
estas teorías no-científicas que en realidad se movilizan las multitudes. Por
eso, "[e]n lo que se refiere a las masas, lo que se observa es uná alternación
ininterrumpida de teologías y de sistemas de metafísica más bien que una
reducción de ellas" (Pareto, 1981:§1881). Y es que desde el punto de vista del
agente que actúa y decide la acción, la utilidad es la que le permite definir la
eficacia de la teoría. En esto radica, en última instancia, la diferencia, por
ejemplo, entre la magia y la medicina, ambas ubicadas por Pareto en el mismo
tipo de residuo. La eficacia en curar es la que define la mayor difusión y generalización de la segunda, y no su contenido específico de verdad49 . Como
sostiene Robert A. Nye refiriéndose ya no sólo a Pareto, sino también a Mosca
y Michels,
Es esta utilidad social que desarrolla Pareto en su Trattato la que
también está supuesta en las reflexiones de Durkheim o de Weber tanto en
sus trabajos metodológicos como en los estudios de sociología de la religión50. Una teoría es útil en el contexto de una sociedad democrática en la
medida en que moviliza al ' gran número' , apelando para ello al sentimiento
de religiosidad que caracteriza, entre otras cosas, al comportamiento de las
masas. Sin embargo, aunque apelar a la Pasión es necesario por ser ella en
definitiva el motor que moviliza a las masas, el grado de incertidumbre que
introduce necesita ser limitado nuevamente a través de la Razón, cuya
función no es otra que la de disciplinar y constreñir, para lograr la eficiencia
en la satisfacción de las demandas, restituyendo con ello la certeza a nivel del
resultado. Esta es, en realidad, una preocupación que ya se instala en los
inicios mismos del nuevo desarrollo teórico, ya que el interés p or lo irracional se funda, al menos en una primera aproximación, "en la necesidad de
exorcizarlo" (Hughes:36). Por eso, dadas las características propias de las
masas, tal como las describe la incipiente psicología social, para disciplinar
-es decir, para homogeneizar y, por consiguiente, regimentar tras una dirección- es necesario apelar al arte del encantamiento. Como señala Le Bon,
"[c]onocer el arte de impresionar la imaginación de las muchedumbres es
conocer el arte de gobernarlas" (1963:37). Pero este fuerte componente antiiluminista que impone la misma praxis a l momento de movilizar al gran
número lleva nuevamente a cuestionar la noción de progreso. Sin posibilidad
de entablar un real intercambio de idéas, ganar a las masas supone apelar a
lo irracional, exacerbando sus propios intereses más inmediatos y cercanos
que son vistos como concretos y, por ende, más 'reales' por los destinatarios.
No se trata entonces de fomentar la elevación intelectual de los sectores
populares como sostenía el Iluminismo. Contrariamente al optimismo que lo
caracterizó, el comportamiento propio de las masas hacía perder toda esperanza en la superación del género humano, negándose así la posibilidad de un
futuro mejor.
"[t]odos ellos sostenían, en un grado u otro, que las ideologías sociales
más modernas eran ' falsas' - 'no-lógicas' en el sentido de Pareto- pero
que encontraban un test pragmático de verdad social; esto es, eran c_¡ipaces como sistemas objetivos de creencias de la lealtad de una parte significativa de las masas en las sociedades democráticas" (Nye:33).
50. Hay una constante asimilació n entre el tipo de sentimiento que moviliza a las masas y la experiencia
religiosa, asimilación que ya está claramente expuesta en Le Bon: "Al examinar de cerca las convicc iones de las muchedumbres, tanto en las épocas de fe como en las de grandes sublevaciones políticas,
como aquellas del siglo pasado, se comprueba que ellas siempre presentan una fonna especial, que no
puedo determinar mejor sino dándole el nombre de sentimiento religioso" ( 1963 :38) .
49. Este mismo motivo, retomado tiempo después por Horkheimer y Ado rno, se presenta como una pervers ión del Iluminismo, ya que .. la pura verdad no tiene ninguna ventaja sobre la deformación, ni la racionalización sobre la ratio, si no pueden demostrarlo en la práctica" (I 16).
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DEMOCRAC IA Y SOCIEDAD DE MASAS
la necesidad de apelar a ellas para asegurar su conquista y su conservación. Sin
embargo, su integración efectiva al espacio público no se dio sin que se
desarrollara paralelamente, como viéramos ya a comienzos de este mismo
capítulo, un creciente sentimiento de temor y desconfianza por parte de los
sectores más tradicionales de la sociedad hacia quienes consideraban intelectualmente inferiores. Como señala Hobsbawm, "[!]os contemporáneos pertenecientes a las clases más altas de la sociedad eran perfectamente conscientes
de los peligros que planteaba la democratización política y, en un sentido más
general, de la creciente importancia de las masas" (98). Esto puso en evidencia la ambivalencia existente incluso hoy -ambivalencia, por cierto, mucho
más explícita entonces y más solapada ahora- con la que se recibió la participación de las grandes multitudes. Pero lo cierto es que, no obstante el temor
que infunden las masas en las clases altas, apelar a ellas resulta ya ineludible.
Sin movilizar a las grandes multitudes tras de sí -es decir, sin la conformación
de apoyos sociales visibles-, nadie podría tener ya existencia real en el espacio público, puesto que, por el simple hecho de su número, son ellas en definitiva las que dirimen con su voto los espacios de poder de toda elite.
1.4. Complejización del espacio público: nuevas relaciones
estado-sociedad
Esa totalidad en principio abstracta que era la masa, compuesta en realidad de individualidades que sumaban al momento de votar, llevó a que el
número se constituyera en el elemento de definición por excelencia de la política, perdiendo así esta última los visos de racionalidad y, por ende, de previsibilidad dentro de los cuales se había desenvuelto durante la etapa liberal. Es en
este contexto, entonces, en el que cobra sentido la distinción enunciada en el
apartado anterior entre teorías útiles y teorías verdaderas. Dicha distinción es la
que permite valorar un plano de articQlación de la práctica política -plano hasta
entonces velado por una concepción científica de la política- que pasa necesariamente por lo simbólico y lo imaginario y que se relaciona directamente con
las exigencias de legitimación que a partir de la Modernidad debía cumplimentar todo orden político. Velada en principio por los primeros autores modernos,
esta es una cuestión que hace eclosión con la sociedad de masas•; ·que al llevar
a su extremo con la extensión del voto la realización del principio de igualdad,
replantea en términos distintos el problema de la legitimidad. Este es uno de los
aspectos que hace tambalear el andamiaje institucional y conceptual existente
hasta entonces en la sociedad, planteando incluso una redefinición de la práctica política. La política adquiere así una forma distinta, nunca practicada hasta
entonces, que trastoca incluso el orden de los significados.
Por eso resulta imposible pensar la ampliación del sufragio sólo en
términos de simple agregación, como parece haber sido la imagen que predominó originariamente cuando se proclamó su extensión, imagen que en un
principio pareció corroborarse por el alto índice de abstencióq_ electoral por
parte de los sectores populares. En realidad se requirió de unlcierto tiempo
para que la ampliación otorgada legalmente coincidiera con la ampliación
efectiva de dicho espacio5 1• Pero a medida que las masas fueron comprendiendo la importancia de participar en los comicios, las distintas facciones
políticas que se disputaban el poder se hicieron cada vez más conscientes de
"En países donde prevalece un régimen democrático, como en Inglaterra, se vuelven espontáneamente hacia la clase trabajadora donde quiera
que ésta constituye la parte más notable de las masas. También en otros
países, donde es desconocido el gobierno parlamentario, pero donde
existe sufragio universal e igualitário, los partidos de la aristocracia
deben su existencia política a la caridad de las ·masas, a las cuales, en
teoría, niegan capacidad y derechos políticos" (Michels, I, 1983:50).
Se trata, como podemos apreciar, de un fenómeno que atraviesa todo el
espectro ideológico de la sociedad, tal como muestran reiteradamente en sus
respectivas obras los primeros autores que, como Ostrogorsk.i, Mosca, Pareto y
Michels, abordaron la cuestión. Incluso las viejas aristocracias, como señala
Michels en la cita precedente, dependen ya de la " caridad de las masas" para
poder subsistir en el espacio público. Por primera vez entonces la política en su
conjunto se vuelve popular. Por eso se acepta que " sólo las masas pueden
ayudar a restablecer la antigua aristocracia en su prístina pureza" (Jdem:50). En
ese contexto, la cuestión que ahora se plantea es cómo hacer para movilizar al
51 . ~ efiriéndose, en ese sentido, a los altos índices de abstención que se dieron durante los primeros años
e n que fuera concedido, Stone señala que ellos "se hicieron mucho más raros e n la década de 1880. y.
a medida que 'las masas' fueron ejerciendo su derecho al voto, ocasionaron la derrota de los notables
liberales" (46).
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masas. La organización se plantea así como una instancia necesaria a partir de
la cual articular la dimensión agonal de la política -es decir, la instancia de
decisión, por un lado, y la de articulación de los consensos, por el otro-, en su
doble objetivo de regimentación de las masas y de legitimación del poder. Esta
fue una de las cuestiones nodales que llevó a transformar totalmente la fisonomía del viejo espacio público liberal. Desde los orígenes de la Modernidad
la relación estado-sociedad se había pensado básicamente como una relación
estado-ciudadano mediada por la figura del representante que se insertaba en
el seno del estado. Durante la etapa liberal, con una sociedad· política más
acotada, esta relación se había articulado de forma mucho más directa, ya que
en esos momentos la política tenía un carácter básicamente local. Pero la irrupción de las masas, dadas las dificultades que enunciáramos más arriba, obligó
a crear nuevas formas de mediación que permitieron, por un lado, vehiculizar
la voz del hombre común y, por e l otro, cohesionar y homogeneizar esas
voces, para que tuvieran algun a expectativa relativamente cierta de incidir en
el espacio público.
Este es el momento en que se conformaron nuevos sujetos políticos: los
partidos y sindicatos rnodernos53 • Es mediante estas organizaciones que la
acción se colectiviza, dej ando de lado el plano individual, al mismo tiempo
que se institucionaliza como tal, ya que es en todo caso la acción de un colectivo organizado. En función de ello, estas nuevas formas organizativas se
interpusieron, de modo diferente en cada caso, entre el estado, los representantes y los ciudadanos, obligando incluso a modificar la práctica política
que, hasta entonces, se había restringido a unos pocos. Como señala, por
ejemplo, Stone,
gran número, teniendo en cuenta que las masas evidencian un comportamiento
distinto que repele la argumentación racional. Algo que obliga a modificar el
discurso político con el objeto explícito ahora de convocarlas. En la "era de las
masas", señala Stone, " los políticos tuvieron que organizar sus partidos y hablar
un lenguaje popular" (43), velando incluso para ello sus propios principios
constitutivos que, en términos de los sectores tradicionales, suponían defender
un orden jerárquico proyectado en la política, en oposición al principio igualitario que se difundía a partir de la inserción de las masas. La ampliación de la
ciudadanía da así cabida a un conjunto de problemas que ponen de manifiesto
las debilidades sobre las cuales se articula en sus orígenes la política moderna.
En parte esto se debe a que, contrari_amente a lo deseado -incorporar a todos
efectivamente en el espacio público-, lo que en realidad se introduce en la
sociedad política es una masa en principio amorfa que se integra, debido a su
vasto número, como una totalidad sin voz real, es decir, sin poseer una verdadera doxa pública, tal como exige por definición la política. Es así que, paradójicamente, se produce en la práctica un mayor distanciamientd·en la relación
estado-ciudadano.
Si el reconocimiento de la creciente importancia de las masas planteó ya
el problema de cómo movilizar al mayor número posible para asegurar así la
legitimidad del poder, esta dificultad del hombre común para trascender con su
opinión el mero ámbito de lo privado dejó abierta otra cuestión, relativa esta vez
a cómo insertar su voz para que ésta tuviera alguna injerencia real en un espacio público que, desde el punto de vista del hombre común, se había hecho más
distante y, por consiguiente, más abstracto. Como señala Hebert Lagardelle,
"[e]l alejamiento entre el elegido y el elector es tal, hay un espacio tal entre
ellos, que el contacto no puede ser sino lejano y la vigilancia ilusoria"52• Se trata,
como veremos a continuación, de un momento muy particular eI¼)a re-definición de la política. 'Cómo movilizar' y 'cómo amplificar la voz' constituyen
así las dos cuestiones fundamentales entre las cuales se dirime la práctica y la
reflexión políticas del momento. Y si bien ambas en principio difieren, ya que
remiten a aspectos diferentes de la relación de poder, lo cierto es que tanto una
como otra encuentran un mismo tipo de solución: la organización de las
" [l]a política dejó de ser cosa de unos pocos grandes hombres locales; en
lugar de ello, los partidos comenzaron a organizarse seriamente y a atraer
53 En el marco del presente trabajo nos circunscribiremos casi exclusivamente a los partidos políticos y
los sindicatos. por ser ambos formas distintas de mediación entre estado y sociedad. Sin embarg4:>,
debemos tener presente que este fenómeno de la organización se proyectó sobre el conjunto de la
sociedad, floreciendo en esta época numerosas instituciones sociales de distinto tipo que no tenían
necesariamente una finalidad manifiestamente política. Es interesante en ese sentido el libro de Vemon
Lidtke The Altem a tive Culture. Socialist lAbor in Imperial Germany, Oxford University Prcss, New
Cork, '1985, donde analiza la subcultura socialdemócrata alemana a través de las distintas organizaciones sociales.
52. Lagardelle, Hebert, ..Rcvue Critique. Zur Sociologic des Partciwesens in dcr Modcmen Democratie
Par Robert Michels (Le ipzig. Verlag von W. Kleinkhardt)", Le Mouvement Socialiste, París, Bd. 32:
19 12, p. 138, publicado en Michels, 1992:21 5.
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el voto de las masas, que eran demasiado numerosas como para ser
controladas a la antigua usanza" (Stone:40).
estas nuevas condiciones fueron los ingleses. Sin embargo, fue la socialdemocracia, producto directo de la sociedad de masas, la que se constituyó en la
56
forma de organización política típica de la incipiente democracia •
En segundo lugar, la organización demostraba tener mayor eficacia que
cualquier ciudadano individual para disputar con éxito los espacios de poder.
Por eso, la ampliación del sufragio no solo hizo que se perdieran las viejas
formas propias de la política liberal, sino que, además, con la conformación
de estos nuevos sujetos políticos, dio paso a un proceso de diferenciación en
las funciones específicamente políticas. Esto llevó entonces a instalar un
nuevo tipo de jerarquía en el espacio público, ya que, por su mayor eficiencia, la organización se erigió en un sujeto colectivo que adquirió incluso, por
su función específica, una entidad política propia, distinta a la de sus miembros constituyentes. Producto de la especialización en las funciones políticas
inherentes al mismo proceso de masificación, la presencia de la organización
generó así nuevos planos de diferenciación, esta vez en los niveles de
compromiso y de participación de los sujetos políticos individuales. Nos
encontramos así ante un hecho por demás novedoso, ya que se trata de un tipo
de sujeto que, en los hechos, se contrapone incluso al ciudadano individual,
propio del estado liberal. Al darse la participación en él de forma ya mediatizada, las instancias de representación se diversificaron, dejando incluso de
adscribirse exclusivamente al ámbito estrecho de lo estatal. Tanto los nuevos
partidos de masas como los sindicatos, si bien con objetivos diferentes, articularon por sí mismos un tipo de representación popular al operar en principio como amplificadores de la voz del hombre común. Pero entonces, no sólo
se vuelve más opaco el espacio público, sino que, además, cambia el fundamento práctico de la representación. Para decirlo rápidamente y sin mayor
precisión, esa sumatoria de individualidades que conforma la organización se
constituye por ser tal en un todo completamente diferenciado de sus componentes individuales, que quedan por ello mismo anulados. Ya no es el individuo e l directamente representado como ocurría en el estado liberal, sino el
colectivo, es decir, la organización.
Se trata de un proceso de complejización del espacio de la política que
va de la mano de la industrialización y, por consiguiente, de la masificación de
la sociedad. Son estas condiciones las que determinan que, independientemente de las características peculiares de cada sociedad particular, nos encontremos frente al mismo tipo de transformación de la política. Como señalaría
Weber poco después, al dar un panorama general de la época, " [!]os grados de
d~s~ollo que los diversos partidos hayan alcanzado en dicho proceso son
d1stmtos pero la dirección del proceso es, por lo menos en los estados populosos, unívoca" (1982:82). Pero al articular la organización un tipo de mediación
cualitativamente distinta entre estado y sociedad, su interposición tuvo consecuencias importantes en la construcción del espacio público. En primer lugar,
porque la conformación de estas nuevas estructuras organizativas llevó a que
fuera desapareciendo "el viejo sistema político, basado en una serie de individuos, poderosos e influyentes en la vida local, conocidos (en el vocabulario
político francés) como notab/es"S4 (Hobsbawm:95). Probablemente Ja transformación más evidente de todas, este ' fin de la era de los notables' modificó
sustancialmente tanto el tipo de relación política existente como los mismos
métodos utilizados en la práctica política específica, al favorecer Ja aparición
de un tipo de figura distinta, el líder -o, si se prefiere, el conductor de multitudes, como se lo llama en un principio-, que mantiene incluso una relación
cualitativamente distinta con las masas, tal como describieran entre otros
5
Ostrogorski Y Weber • La "nueva forma de hacer política" qu~ se imponí~
requería de la c_o nformación de organizaciones políticas extra-parlamentarias,
con permanencia en el seno de lá sociedad, más allá del momento e,specíficamente electoral. Los primeros grupos tradicionales en comenzar a a'd aptarse a
54 . St~ne, por ejemplo,. también se refiere de manera similar a la década de 1880: "En la mayoría de los
paises la_expresión la decadenc1a_dc los notables' se ajusta bastante bien a dicha década'> (40).
55. El camb_10 e n la forma d: c~nd~cc1ón ~ dirección políticas, como es dable imaginar, no estuvo exento
de confllcto_s, ya que en ultima ms_tanc1a lo que estaba en j uego eran los espacios de poder entre viejas
Y nuevas el!tes., Tal el caso, ~r eJe~plo, de Alemania, donde incluso se produjeron •"guerras políticas preventivas , cuando se hizo evidente que el sufragio universal, igual y directo, hacia surgir partidos de m ~ de nuevo cuno que estaban dispuestos a despreciar las reg las de juego vigentes en la
batalla pohtlca, que eran las de la polftica de notables" (Mommsen, 1992: 118).
56. Si bien analizaremos este aspecto más adelante en nuestro trabajo, lo cierto es que el partido socialdemócrata se constituye en el modelo de organización de masas no ~lo en relación a s~ propio espect~
ideológico. Como veremos oportunamente, ella marca la tendencia general que seguirán estas organizaciones en la sociedad.
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MARÍA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
Por eso la intermediación de la organización exige a su vez del hombre
común un cierto nivel de abstracción que le permita reconocer lo público -es
decir, 'lo común' que define lo político-- como algo propio también de los
sujetos individuales que, como tales, no tienen en principio una injerencia
directa en él. Sin embargo, se trata de una exigencia que no condice con la
caracterización de las masas, tal como la hemos desarrollado en este mismo
capítulo57 . Nos encontramos así con una fuerte tensión que se produce entre
la organización -es decir, la forma de regimentación de lo colectivo58- y el
individuo, tensión que ya habíamos señalado cuando analizamos el concepto
de 'masa'. En última instancia, este es el aspecto más importante, como ya
indicáramos oportunamente, de la crít_ica a la nueva sociedad de masas. Pero
al no establecerse teóricamente algún tipo de prelación entre lo individual y
lo colectivo, la tensión que se produce entre ambos conceptos se resuelve
forzosamente por vía de los hechos. Y decimos 'por vía de los hechos' porque
la categoría de ciudadano59 nunca fue negada desde un punto de vista jurídico,
por lo que ambos tipos de sujetos han seguido coexistiendo eri principio,
aunque conflictivamente.
Sólo en este contexto podremos comprender realmente la crisis en la que
se vio sumido el estado liberal. Al resolverse la tensión por la disolución en la
práctica de la noción de individuo como término privilegiado de la relación
con el estado - tal como se había pensado en los inicios de la Modernidad-, se
fue perdiendo el sustento teórico y práctico más importante de su propia legitimidad. Este retroceso del individuo en el espacio público, producto de la
emergencia de estos nuevos sujetos políticos colectivos, es, como señaláramos
insistentemente, el resultado lógico de la mayor eficacia que muestra la organización para entablar negociaciones con el estado, ya que con ella se acrecienta, en relación directa a l número de representados, la fuerza de aquellos a
quienes representa. Por eso, como señala Michels, retomando el análisis de
Mosca en los Elementi di Scienza Política, la vida política de las masas resulta
" inconcebible[ ... ] sin organización" (Michels, I, 1983:67). Pero entonces sólo
en la medida en que sea miembro de un colectivo organizado que lo engloba y
que da sentido a su propia existencia, cada individuo se puede sentir representado, como parte ya de esa totalidad, por quienes los dirigen.
57. Cfr. punto 1.2.
58. Aunque después volveremos sobre el tema (cfr. cap. IV y V), creemos importante resaltar esta función
de regimentación que, en última instancia, cumple toda organización. Es mediante ella q~, en definitiva, se contienen y se corrigen, como señala Weber cuando analiza el régimen alemán~ los efectos
imponderables de la espontaneidad de las masas: ••tanto las organizaciones como los sindicatos y
también e l partido socialdemócrata constituyen un vigoroso contrapeso al dominio momentáneo e inacional de la c~lle, típico de pueblos puramente plebiscitarios" (Weber, Max, ..Parlamento y gobiem~ ...",
en op. cit. , p. 160):
59. Son muy pocos los autores que van a hacer referencia explíc ita al ciudadano como sujeto de la política. Se trata de una carencia que, además, es muy fuerte particularmente en e l socialismo. Una excepción la constituye en este caso Bemstein, por ejemplo, quien al diferenciar a la democracia social de
otras formas de socialismo, explica que su objetivo revolucionario no es transformar a todos en prole tarios destruyendo la sociedad civil, sino "elevar al obrero de la posición social de proletario a la de
ciudadano, haciendo así universal la ciudadanía" (Bernstein: 120).
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2
La tradición democrática
2.1. Las vicisitudes de un concepto
Si algo caracterizó desde sus inicios a la sociedad de masas, distinguiéndola incluso de todo otro tipo de sociedad pasada, era que ella aparecía
acompañada de un principio hasta entonces denostado por la teoría política:
la democracia. En tanto que realización en el plano de la política del concepto
de igualdad60, la noción de democracia siempre ha estado asociada en el
imaginario político a la idea de participación popular. Por eso, valorada como
sinónimo del orden político deseable, la democracia se fue imponiendo hacia
fines del siglo XIX como la forma de gobierno propia del nuevo sujeto social
emergente: -las masas. Incluso, la noción de democracia aparecía, para los
sectores más progresistas de la época, como la instancia más óptima para la
superación de los distintos clivajes sociales que afloraban fracturando una
sociedad política ampliada por la generalización del sufragio. Así lo manifiesta Michels, por ejemplo, quien en 1911 escribe en la Introducción a Los
partidos políticos:
60. No solamente. como señala Charles Taylor, '"[l]a democracia ha conducido a una política de reconocimiento igualitario, que ha adquirido fonnas diversas a lo largo de los rulos" ( 1997:295), sino que el
principio de igualdad es el que en realidad define la noción de democracia. De esto se desprende. como
la misma cita incluso sugiere. que la democracia tendrá formas distintas según el sentido que se le atri-
buya a la noción de igualdad.
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DEM OCRAC IA Y SOCIEDAD DE MASAS
MA.RiA DE LOS ANGELES YANNUZZI
"El llamado 'principio de nacionalidad' ha sido esgrimido para resolver
los problemas raciales y lingüísticos que han venido amenazando continuamente a Europa con la guerra, y a la mayor parte de los estados independientes, con revoluciones. En la esfera económica, el problema social
amenaza la paz del mundo de manera más grave que las propias cuestiones de nacionalidad, y el 'derecho del trabajador al producto total de su
trabajo' ha llegado a ser la voz de orden. Por último el principio del autogobiemo, piedra fundamental de la democracia, ya es considerado como la
solución del problema de la nacionalidad, pues este principio supone, en la
práctica, aceptar la idea de gobierno popular" (Michels, I, 1983:7).
"la democracia no encontró comentadores favorables en la historia de las
ideas políticas. La serie de los críticos comienza con Platón y Aristóteles
y llega hasta Jacob Burckhardt, el cual, en su Historia de la cultura
griega, le concede poca cosa de bueno" (Becker:46).
Y es que la tradición democrática reconoce, en verdad, orígenes mucho
más antiguos sobre los que nos interesa detenernos un poco más. Desde los
grandes filósofos griegos, la democracia constituyó siempre una de las formas
malas de gobierno, ya que, como señalaba Platón,
"la democracia nace cuando los pobres, después de haber obtenido la
victoria sobre los ricos, matan a unos, destierran a otros y comparten con
los que quedan el gobierno y los cargos públicos, distribución que por lo
común suele echarse a la suerte62 en este sistema político" (Rep.: 557a).
Son muchos los autores que asocian directamente el surgimiento de la
democracia moderna con la Revolución Francesa. En parte, porque, desde un
punto de vista teórico-conceptual, fue con ella que se instituyeron los grandes
principios modernos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero en parte
también porque, desde un punto de vista estrictamente histórico, ya• en los
inicios de la Revolución se pueden encontrar los primeros intentos modernos
de universalización del concepto61 • Tiene razón entonces Car! Scbmitt cuando
dice que "(!]a historia de las ideas políticas y teóricas del estado durante el siglo
XIX pueden resumirse en un simple tópico: el triunfo de la democracia"
(1979:30). Sin embargo, tal como viéramos en el capítulo anterior, una democracia sustentada en el sufragio universal recién se impuso definitivamente en
Francia durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue tan sólo con la conforma~ión de la so~iedad de masas que la democracia encontró las condiciones objetivas necesanas para su generalización, instituyéndose incluso como principio
legitimador de los regímenes políticos modernos.
. Esto último hace que resul~e muc~a_s veces dificil recordar que J.__a democracia -para nosotros hoy un bien pos1tJvo- no gozó en realidad dé mayor
aceptación a lo largo de siglos de desarrollo de la teoría política. Como señala,
por ejemplo, Wemer Becker,
Aunque con matices diferentes sobre_los que volveremos a continuación, ella fue condenada tanto por Platón como por Aristóteles por constituir
una forma que disuelve las jerarquías naturales -únicas sobre las cuales
podría asentarse un orden político bueno-, ya que, si algo caracteriza a la
democracia, es, como ya indicáramos al comienzo de este mismo capítulo, el
desarrollo del principio de igualdad. La democracia es así esa forma de
gobierno, nos dice Platón, que "establece una especie de igualdad tanto entre
los iguales como entre los desiguales" (Rep. :558c). Anticipo directo de la
tiranía en su caso, ella es la antesala de la relajación total de la república, ya
que, como el mismo Platón señala, a nadie importa "el género de ocupaciones que haya contribuido a formar a un hombre encargado de la administración de la ciudad [ ... ] bastando, en cambio, que se diga amigo del pueblo
para que la multitud lo celebre y lo colme de honores" (Rep.:558b). Es
entonces esta imposibilidad de establecer las distinciones necesarias que
62. Es interesante recordar que para los griegos el sorteo es el criterio democrático por excelencia de selección, ya que al no haber forma objetiva alguna que establezca algún modo de diferenciación -es decir,
al encontrarse todos entre sí, en principio, en un plano de total igualación-, la selección queda en
manos de los dioses. Esta práctica del sorteo se mantuvo incluso en los inicios de la Modernidad. Así
lo señalan Sidney y Beatrix Webb en 1896 al estudiar los clubes de oficio ingleses del siglo XVIII,
antecedente de la moderna democracia industrial: ..La selección por sorteo de los funcionarios era, no
hay para qué decir, frecuente en los tiempos primitivos" (Webb:7, n).
6 1. Refiriéndose a la República del año II, Vovelle, por ejemplo, sostiene: "no tiene nada de monolítica
po~d~ra como es en su origen de un doble discurso, de las aspiraciones a la democracia directa dei
~ov1m1cnto popular que Je da un rato su fuerza, como del de la fracción de la burguesía revolucionana que se reconoce en la Montaña, para defender con una energía sin concesiones lo que considera no
solamente como sus conquistas sino como las del pueblo todo entero" (99).
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DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
MARiA DE LOS ANGELES YANNUZZI
permitan la selección de los mejores para gobernar la que lleva en definitiva
a la degradación del orden político democrático. Sin embargo, si bien Aristóteles, en su ya clásica teoría de las formas de gobierno desarrollada en La
política, clasifica la democracia como forma mala de gobierno, introduce en
el análisis un matiz diferente al considerarla como la menos mala de las
formas malas63 . Es decir que entre la politeia -nombre que recibe la correspondiente forma buena- y la democracia hay, al menos en principio, una
sutil diferencia.
Pero el concepto es usado aquí en un sentido genérico, ya que Aristóteles distingue a su vez cuatro subtipos de democracia, no todas valoradas, en
realidad, de la misma manera. Mientras algunos de dichos subtipos podrían
aceptarse -razón por la cual la frontera que separa la politeia de la democracia
se desdibuja-, otros deberían ser definitivamente rechazados, ya que su
conformación lleva a la destrucción de la polis. Esto supone una cierta polisemia implícita en la noción de demos, a partir de cuyos significados se establecen distintos órdenes políticos, siempre derivados de un mistno principio
general. Bobbio enuncia, en ese sentido, los diferentes significados con los que
Aristóteles emplea el vocablo 'democracia':
y no la ley64 [ .• .]. Y esto ocurre por causa de los dem~go_g~s" (P_ol. :1~92a). Es
esta forma de democracia, en la que se produce en pnnc1p10 una 1dent1dad total
entre gobernantes y gobernados -noción que se aproxima en su descripción a
lo que sería la acepción moderna66:..., la que en Aristóteles, prácticamente coincidiendo con Platón, queda equiparada, en cuanto a sus efectos nocivos, a la tiranía. Tanto el demagogo como el adulador constituyen para Aristóteles figuras
65
análogas, ya que
"unos y otros tienen una especial influencia en sus dueños respectivos,
los aduladores con los tiranos, y los demagogos con los pueblos de tal
condición. Esos son los responsables de que los decretos tengan la autoridad suprema y no las leyes, presentando ante el pueblo todos los asuntos; pues les sobreviene su grandeza por el hecho de que el pueblo es
soberano en todas las cosas, y ellos controlan la opinión del pueblo
porque el pueblo les obedece" (ldem).
Es decir que, si bien el vocablo democracia reconoce originariamente diferentes contenidos como señala Aristóteles, en su acepción "de gobierno del
pueblo, es decir, en el sentido de la idea clásico-ateniense de una unidad de
gobernantes y gobernados, ya no encontró ningún sucesor significativo en la
historia política de Europa" (Becker:47)67• Esta valoración negativa del concepto,
"El pensamiento político griego nos legó una célebre tipología de las
formas de gobierno de las cuales una es la democracia, definida como el
gobierno de muchos, de la mayoría, o de los pobres (pero donde los
pobres han tomado la supremacía en señal de que el poder pertenece al
plethos, a la masa), en síntesis, de acuerdo con la misma composición de
la palabra, del pueblo, a diferencia del gobierno de uno o de unos cuantos" (Bobbio, l 989b:32).
64. La ley tiene por objeto en Aristóteles hacer a lo; ciudadanos buenos y justos, permitiendo así e~ desarrollo de la virtud, garantia final del orden poHtico bueno. Esta noción de ley ~s de fundamental importancia para reconocer, en nuestro caso, las formas aceptables de la democracia.
.
65. Aristóteles se refiere aquí específicamente a lo que seria la forma última que llegó a ~cr la dcmoc~cJa
en Grecia: ··unacuarta forma de democracia es la que cronológicamente ha surgido la últuna en las ciudades. Por haberse hecho las ciudades mucho mayores de lo que fueron en un principio y por disponer de
abundancia de recursos, todos participan en el gobierno a causa de la superiori~ numé_rica ~e la multitud, y todos toman parte en él y gobiernan por la posibilidad de disponer de tiempo libre, mcluso los
pobres al recibir un salario. Y una multitud de esta clase es la que sobre todo dispone de bempo libre, p~
el cuidado de sus intereses privados no les estorba en absoluto, rrueotras que para los neos es un obstaculo, hasta el punto, muchas veces, de no tomar parte en la asamblea ni en la administración de justicia.
Por eso la multitud de los pobres es el elemento soberano del régimen, y no las leyes"_(Po/.:1292b). . .
66. Esta diferencia en la conceptualización implícita en el término es la que lleva, por ejemplo, a Cynth1a
fanar a decir desde una óptica en realidad moderna, que '"Aristóteles sostiene que la mejor forma de
democracia :s la menos d emocrática, es dec ir, la que no encama las características que definen a la
democracia: ta mayoría de Ja gente no es pobre, los pobres no gobiernan y no actúan como iguales"
(Farrar, Cynthia, "La teoría política...", op. ~it., en Ounn:48. SIN).
."
.
67. Refiriéndose a la historia de la fil osofia pohuca, Bccker, por CJemplo, señala. Se ha considerado la
expresión •democrac ia'. todavía hasta 1a época de Kant y de los filósofos del idealismo alemán, como
Y si Aristóteles condena alguna forma es aquella en la que la identificación del prefijo demos con la clase más pobre supone que "es soberano el pueblo
63. Refiriéndose a Aristóteles, Cynthia Farrar sostiene: "Clasificó a la democracia como la mejor de las
~alas constituciones, porque colectivamente los pobres juzgan razonablemente bien y tienen el mayor
mtcrés en la polis'' ("La teoría política de la antigua Grecia como respuesta a la democracia", en
Dunn:47/8)._ Pero si bien es cierto que para Aristóteles el ser individualmente mediocre no obsta para
que en cnnJuoto se pueda decidir mejor (Po/.:1281b), es necesario sopesar esta afirmación en el
conjunto de su teoría política, ya que solamente la soberanía de la ley permite asegurar, según Aristóteles, e l buen gobierno.
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ÜEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
MARÍA DE LOS A NGELES YANNUZZI
en tanto que ' gobierno de las muchedumbres' , se mantuvo en la teoría hasta la
generalización definitiva de la democracia a partir de la sociedad de masas.
Desde la historia de las ideas, ello supuso una modificación del valor simbólico que tenía la antigua experiencia griega en el imaginario teórico. Durante
siglos las formas que se erigieron como modelos de buen gobierno tomaron
siempre como referentes a la República Romana, en primer lugar, y, en
segundo lugar, a Esparta. A estos dos modelos históricos remite en principio la
noción tradicional de república, noción aceptada particularmente en los inicios
de la Modernidad. Pero hacia 1830 comenzó a producirse en el plano intelectual una revalorización del modelo ateniense. Este fue el momento en el que,
nos dice Raymond Huard, Edouard .Quinet recupera la tradición democrática
en un sentido positivo, emparentándola incluso con la ampliación de la esfera
68
de libertad • Pero si bien que esta relación entre democracia y libertad va a ser
fuertemente cuestionada, particularmente por liberales y conservadores, lo
cierto es que a partir de entonces comenzamos a encontrar una forma de percibir la democracia ateniense•• -o simplemente griega, para muchos- ·que se
vuelve finalmente paradigmática.
Nacida como particularidad específica de los atenienses en el siglo V a. C.,
la noción de democracia se proyectó así, muchísimos siglos después, con un
carácter de universalidad que ha llegado incluso a condicionar nuestra propia
reflexión política. Se trata, como ya indicáramos en el capítulo anterior, de un
camino sin retorno, en el que la democracia se impuso con una fuerza arrolladora como sinónimo de orden político deseable. Como sostiene en 1896, por
ejemplo, una mente conservadora como la del historiador y ensayista irlandés
William E. Hartpole Lecky, nadie que considerara "seriamente la fuerza y la
universalidad del movimiento de nuestra generación en la dirección de la
democracia" podía ya "dudar de que esta concepción de gobierno necesariamente dominará, al menos por un tiempo considerable, en todos los países civilizados" (I:217)7º. Pero el hecho de su generalización no niega la persistencia
de un sentimiento negativo hacia ella que recupera la ya conocida crítica de sus
antiguos contemporáneos griegos. Y es que si algo la hace peligrosa, es, como
había señalado Aristóteles, la facilidad que la democracia tiene para caer en
manos de demagogos (Bryce, II:544). Por eso, como afirma Lecky, la preocupación que los políticos tendrán de allí en más será la de determinar "qué forma
probablemente tomará y cuáles serán los medios a partir de los cuales se
pueden mitigar mejor sus característicos males" (I:217).
Desde un punto de vista estrictamente conceptual, esta recuperación
moderna que se hace del concepto supone, en un sentido más bien genérico,
reproducir en el espacio ya diferenciado de una sociedad compleja esa misma
forma con la que la democracia había surgido originariamente en la polis
ateniense, ya que no existe en realidad mayor diferencia en la forma en que,
antes y ahora, se conceptualiza la democracia.
"A pesar de lo que se diga, del paso de los siglos y todas las discusiones que han tenido en cuanto a la diferencia de la democracia de los antiguos frente a la de los modernos: el sentido descriptivo general del
término no ha cambiado, si bien cambie según los tiempos y las doctrinas
su significado evaluativo, según si el gobierno del pueblo sea preferido al
gobierno de uno o de unos cuantos o viceversa. Lo que se considera que
cambió en el paso de la democracia de los antiguos a la democracia de los
modernos, por lo menos a juicio de quienes consideran útil esta contraposición, no es el titular del poder político, que siempre es el 'pueblo', entendido como el conjunto de ciudadanos a los que toca en última instancia el
derecho de tomar las decisiones colectivas, sino la manera, amplia o
restringida, de ejercer este derecho" (Bobbio, l 989b:32/3).
den?minación para el •gobierno de la plebe'" (Bccker:47). Pero si bien es cierto que en tanto que
gobierno de la plebe la democracia fue s iempre rechazad~ resulta exagerada y bajo todo concepto
totalmente i_nexact~ la afirmación que antes hace Becker. "'Tengan o no razón con sus reproches,
ambos, Platon y Anstót~les, han co-:15eguido una cosa: un hundimiento que duró casi dos mil ~ños del
llamado ~e la de mocracia entre los mtelectuales de todas las épocas" (Jdem). Afirmar esto i eria suponer que dicho rechazo se debió al simple acatamiento acrítico e irreflexivo de los enunciados de ambos
autores. Y esto hablaría muy pobremente de toda la filosofía po1ítica posterior.
68. ••~·. Quinet, razo~an~o de manera un poco hegeliana, rompe con las interpretaciones anteriores y
d1stmgue en la h1stona dos líneas antagónicas; una que partiendo de Roma enlaza con la monarquía
abs?luta, el catolicismo, los jacobinos y el Terror, el imperio, y donde los ejes principales son la soberama del estad~, la _centralización, el principio de autoridad; la otra cuyas etapas son Atenas, la
Re f~rma, ~~s G1rondmos, la repúblic~ y que tiene por ho rizontes la libertad de pensamiento, la democracia poltttca y la descentralización" (Huard: 165).
69. ..La democracia ateniense, o bien ática, es el prototipo y el modelo de todas las formas posteriores de
democracia" (Becker:46).
.
70. La obra de William Edward Hartpole Lecky, Democracy and Liberty, fue editada por primera vez en
Gran Bretaña, en marzo de 1896, y ese mismo año fueron hechas tres ediciones más. La versión que
utilizamos en este trabajo está basada en la segunda edición de ese año.
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MARIA DE LOS ANGELES Y ANNUW
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD OE MASAS
que, utilizando nuestra propia terminología actual, podemos clasificar como
sustantiva y formal. Por eso, si bien a veces la expresión sufragio universal se
confunde en su discurso con el vocablo democracia, en el contexto de dicha
identificación, la democracia resulta en realidad incompleta, ya que ella podrá
recién realizarse en la medida en que se transformen profundamente las relaciones sociales. Así, la democracia aparece al mismo tiempo como método y
como objetivo: "el sufragio universal es sólo una parte de la democracia,
aunque con el tiempo obtendrá con ella las demás partes, como el imán atrae
las limaduras de hierro esparcidas". Como método refiere a una noción de
revolución no violenta - "El sufragio universal es, por uno y otro lado, la alternativa de una revolución violenta"n_ y como objetivo remite al socialismo. En
tanto que alternativa a la revolución violenta, el paso de una democracia
formal a una sustantiva requiere, para Bernstein, de una práctica que, al
prolongarse en el tiempo, producirá ese cambio radical.
En términos generales, el vocablo democracia se entiende desde una
cierta construcción imaginaria como 'democracia directa', o, si lo preferimos,
como aquella forma de gobierno en la que los ciudadanos toman las decisiones políticas que posteriormente cumplirán en su condición esta vez de gobernados73. Es esta noción, señala Seymour Lipset en su "Introducción" a Los
partidos p olíticos de Michels, la que " fundamenta gran parte de la teoría
democrática y socialista tradicional"74. Michels es quizás quien mejor expresa
cómo lo que da en llamarse en muchos una ' democracia auténtica' se instituye
No es entonces la manera de definirla en sí lo que diferencia el concepto
en su forma antigua o moderna, sino, en todo caso, cómo se piensa que esa
titularidad del poder político -siempre, por supuesto, en manos del pueblopuede y debe implementarse en el seno de los regímenes políticos concretos.
Pero esta afirmación ya nos enuncia una diferenciación que encontramos en el
seno mismo de la conceptualización moderna de la democracia, diferenciación que intentaremos abordar en su complejidad a lo largo del presente capítulo. En principio la noción de democracia, fuertemente influenciada, como
señaláramos, por el paradigma griego, se entiende en la nueva sociedad de
masas preponderantemente como el principio de autogobierno, es decir, como
esa forma que Aristóteles explícitamente había rechazado. Con ello se alude
en el imaginario teórico de la época· a un tipo de régimen en el cual, al menos
tendencialmente, se desdibuja la escisión específicamente política entre
gobernantes y gobernados -"Como democracia", diría Schmitt en 1926, "la
moderna democracia de masas busca realizar una identidad de gobernantes y
gobernados" (1979:21}-, produciendo incluso en algún momento una identificación entre ambas condiciones. En función de ello, la realización de una
democracia plena supondría, en un futuro más o menos próximo, la eliminación definitiva de todo vestigio de dominación. Esto queda claro, por ejemplo,
en los autores socialdemócratas, quienes terminan así identificando democracia con socialismo71 •
Bernstein, por ejemplo, no duda en afirmar que " [l]a democracia es, en
principio, la supresión del gobierno de clases, aunque no sea aún la supresión
de las clases". Pero si b_ien la democracia parecería no ser, de acuerdo a la cita
precedente, la estación final del devenir revolucionario, más adelante, al referirse a qué significa el derecho de voto en un proceso de democratización,
sostiene que éste "pasa virtualmente a cada uno de sus miembros socios de la
comunidad, y esta participación virtual debe acabar al fin con una participación real" (Bemstein: 11 7; 118). Bernstein es, dentro del socialismo, quien más
claramente nos sugiere la existencia de dos formas distintas de democracia
72. Bemstcin no es el único, por cierto, en entender que la democracia ofrece al proletariado un alto poten~
cial transformador. Kautslcy, en La rt!VO/ución social, también la considera así. Pero a diferencia de la
interpretación evolucionista de Bemstein, la democracia adquiere en Kautsky un valor más instrumental, al convertir.;e en un terreno de aprendizaje del proletariado. Mediante ella se podrá lograr el
obj etivo final del socialismo, y en ese co ntexto la revolución aparece como un paso final que corona
una previa transformación por definición incompleta. En tanto que terreno de aprendizaje para el
proletariado, la democracia, sostiene Kautslcy, "hace posibles las fonnas superiores de lucha revolucionaria". Por eso ..la democracia es indispensable, pues contribuye a que el proletariado madure para
la revolución social. (...] La democracia es para el proletariado lo que son el aire y la luz para el organismo: sin ella no puede desarrollar sus fuerzas" (Kautsky:94; 95).
73. Son muchos los autores entre fines del siglo XIX y comienzos del XX que toman a Suiza como el
modelo contemporáneo de democracia. Bernstein, por ejemplo. la llama ••ta nació n mis democráticamente progresiva de Europa" (121). Esto se debe en parte a que adopta la práctica de referéndum a
partir de la cual los ciudadanos recuperan en forma directa su capacidad de decisión en los asuntos
más importantes, y en parte también a que mantiene formas de democracia directa. particularmente a
nivel cantonal.
74. Lipsct, Scymour Martín, "Introducción", en Michels, 1, 1983:13.
7 1. Como veremos en e l próximo capítulo (Cfr. punto 3.2.), la asociación entre democracia y socialismo
es tan fuene que ambos términos llegan incluso a confundirse totalmente en este periodo. Pero esta
confusión no sólo está prese nte en la percepción socialdemócrata, sino. tambi4!n - y quizás deberíamos
decir sobre todo-, en la de sus mismos detractores, por lo que el temor que genera la democracia en
las elites tradicionales se traduce a su vez en un temor similar al socialismo.
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D EMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
y la de los modernos, claramente diferenciadas, tenían así para Durkheim,
cuanto mucho, un cierto parecido, aunque no un origen común: " Se ha aprovechado esta similitud [ entre ambas formas de gobierno] para llegar a la
conclusión que la democracia es una forma de organización esencialmente
arcaica". Decir simplemente que pertenecía a un tipo de orden político más
primitivo hubiera sido caer en la misma falacia que demostraba tener el positivismo decimonónico, falacia que no le permitía dar cuenta de los nuevos
fenómenos sociales. Por eso, intentar "restituirla en el seno de las sociedades actuales es hacer retroceder la civilización a sus orígenes, trastrocar el
curso de la historia" (Idem:126. SIN). Lo que modernamente se llama democracia, explicaba Durkheim, no guarda mayor relación con aquella forma
anterior. D e esta manera toma posición en el debate de la época rescatando,
por un lado, el concepto, al mismo tiempo que, por el otro, se diferencia de
quienes conciben la democracia como una potencial identidad entre gober-
como referente en tomo al cual se organiza el debate tanto político como específicamente intelectual. Fuerte crítico de la democracia por entender que es un
orden simplemente imposible de realizar, la noción a la que adscribe toma sin
más el paradigma griego, sin reparar en las condiciones distintas de aplicación
que se dan ea las sociedades capitalistas modernas.
Ya fuera el ideal al cual tender o, por el contrario, el mayor riesgo a
conculcar, esta forma de concebir la democracia aparece, en última instancia,
como un referente teórico en tomo al cual se conforman las concepciones
específicas. Mientras en los primeros e lla permite medir el grado de democratización existente en las sociedades concretas, en los segundos constituye un
imposible cuya sola evocación distorsiona peligrosamente el mundo real de la
política. Es decir que este modo de ¿ignificar la democracia no se limita solamente a sus seguidores. También aquellos que la cuestionan y la denuncian
como imposible estructuran sus propios discursos en función de ella. De esta
forma, aun quienes, como Emile Durkheim , por ejemplo, no reconocen continuidad alguna entre la democracia de los antiguos y la de los módemos, argumentan igual contestando a esa imagen de democracia que, en definitiva,
rechazan. " [N]ada es más contrario, desde ciertos puntos de vista, a la noción
misma de democracia" que esta identidad entre gobernantes y gobernados, ya
que "es la negación misma de todo Estado, en el sentido propio de la palabra,
porque reabsorbe el Estado en la nación" (Durkheim:140). La sola presencia
en el texto de este tipo de referencia, así como el énfasis con el que intenta
demostrar su inexactitud, como veremos a continuación, pone de manifiesto
que se trata de una concepción importante que circula con cierta fuerza en ese
momento en la sociedad. Sin embargo, Durkheim no se opone a ella desde una
negación· de la democracia, es decir, desde un simple rescate de los valores
tradicionales de jerarquía social. Por el contrario, su argumentación se centra
en distinguir tipos distintos de democracia, tipos que, en últimaíjystancia, se
corresponden con estadios diferentes de desarrollo.
Si desde una concepción positivista de progreso la humanidact había
evolucionado desde el estadio de salvajismo, pasando por el de barbarie,
hasta llegar al de civilización, rescatar la noción de democracia como forma
buena de gobierno exige ne"esariamente separarla de su antecesora, recuperando al mismo tiempo una forma específica que caracterizaria a las sociedades políticas modernas. En función de ello, la democracia de los antiguos
nantes y gobernados.
Aunque por cierto en esta distinción entre democracia antigua y
moderna que hace Durkheim subyace como presupuesto una noción positivista de progreso, a partir de ella intenta demostrar la existencia de una forma
errada de entender la democracia, forma que, sin embargo, puede llegar igualmente a surgir ante determinadas condiciones particulares: "parece inevitable
que esta forma desviada de la democracia se sustituya a la forma normal todas
las veces que el Estado y la masa _de individuos están directamente en
contacto, sin que ningún intermediario se intercale entre ellos" (Idem: 143).
En última instancia, esta acepción que impera en el imaginario político de la
época es, sí, para Durkheim una manifestación de formas primitivas propias
de un estadio menor de civilización: "si llamamos democracia a las sociedades en las que todo el mundo participa en la dirección de la vida común, la
palabra conviene a maravilla a las sociedades políticas más inferiores que
conocemos"75 (ldem:1 25 . SIN). Durkheim intenta así rebatir esta forma de
75. La idea de una participación directa de todos en los asuntos de gobierno aparece s iempre relacionada
con comunidades menos vastas y más homogéneas ... Hay quizás", sostiene Schmitt, ..algunos ejem~
plos para el caso idílico en que una comunidad se b~te a sí m_isma en cada relación, que cada uno_ de
sus habitantes ocupen igualmente cargos en esta fehz autarqwa, y cada uno ~e cll~s sea tan p~c1do
psicológica, fisica. moral y económicamente que se .ªº~~pone una hom_o genc1d~ sm heterogene1dad,
lo cual podría ser posible por cierto tiempo en las pnm1tivas democracias agranas o en los estados de
colonos" ( 1979 : 14).
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por todos"'79 (Idem:8). Pero esto es sólo posible, afirnian, en comunidades
pequeñas que deben resolver poca cantidad de asuntos. Por eso, si
democracia -una democracia sin mediaciones- que, a su juicio, era incompatible con el estadio de civilización de las sociedades modernas: "No hay que
decir por lo tanto que la democracia es la forma política de una sociedad que
se gobierna a sí misma, donde el gobierno está expandido en medio de la
nación" (Jdem: 129).
Sin embargo, no son pocos los autores y los grupos políticos que, tanto
a fines de siglo XIX como a comienzos del XX, plantean esta idea de democracia sin mediación como el ideal al cual tender. El mismo Michels, por ejemplo, al analizar la socialdemocracia, dice claramente en 1911 : "El ideal práctico de la democracia consiste en el gobierno propio de las masas, de acuerdo
con las decisiones de asambleas populares" (1983, 1:70). Cierto es que el
propio Michels, al publicar Los partidos políticos, todavía intenta rescatar en
algún sentido esta forma de gobierno76• Pero, al igual que pasara con
Durkheim, esta noción de democracia se había constituido, en definitiva, en
articuladora del debate, por lo que autores como Mosca, Pareto, Le Bon,
Ostrogorsk.i e, incluso, Webern mantienen de maner,dpiplícita:•éste modo de
concebirla. Y si Sydney y Beatrix Webb78 se abocan, en su libro Industrial
Democracy, a estudiar la historia de los gremios de oficio ingleses a partir del
siglo XVIII, es para demostrar que esa forma de entender la democracia no se
corresponde con la existencia de sociedades más vastas y complejas.
En los gremios del siglo XVIII, explican, en ese sentido, "la democracia
aparecía en su forma más simple" {Webb, S. & B .:3), es decir, como democracia directa. Desarrollada en el capítulo titulado "Democracia primitiva", con
ello aluden a lo que designan como la vieja teoria de la democracia, teoria que,
partiendo del principio de igualdad, promueve la participación directa en la
toma de decisiones: "En este tipo más primitivo de democracia gremial encontramos, en efecto, la creencia más infantil no sólo de que ' todos los hombres
son iguales', sino también de que ' lo que importa a todo¿deberia ser decidido
"democracia significa que todo Jo que 'interesa a todos debería ser decidido por todos', y que cada ciudadano debería gozar de una participación
igual e idéntica en el gobierno, la historia del Gremio de Oficio indica
claramente el inevitable resultado. Un Gobierno con mecanismos tales
como la Rotación en el Cargo, Asambleas de masas, Referéndum o Iniciativa, o con el Delegado limitado por un Mandato Imperativo conduce
directo a la ineficiencia y la desintegración, o a la dominación incontrolada de un dictador personal o de una burocracia experta" (Idem:36).
La misma historia de los gremios ingleses, señalan los Webb, daba testimonio de ello. Si bien desarrollada en sus orígenes, este tipo de democracia
directa terminó desapareciendo, muchas veces incluso inconscientemente,
debido al incremento de sus miembros participantes y a la consiguiente
complejización que por ello mismo se producía de los asuntos a tratar. Pero si
bien las condiciones de la sociedad de masa no se correspondían objetivamente con esta forma más primitiva de democracia, demostrar su imposibilidad era necesario, ya que, a pesar de todo, "[l)a vieja teoría de la democracia
es todavía un articulo de fe, y constantemente viene al frente cuando tiene que
formarse alguna organización con propósitos nuevos" (Jdem:36). Esto explica
la alta recurrencia temática que encontramos en los distintos intelectuales del
periodo en torno a esta cuestión. Hay una necesidad de demostrar que la creencia en un gobierno directo de las masas carece de todo anclaje posible en la
realidad, al menos no en los términos que adquiere en la práctica política la
noción de democracia. Pero los Webb con su afirmación nos dicen algo más.
Esta noción que alude en algún momento a un posible ejercicio directo del
poder por parte de los ciudadanos, constituye todavía, como señalan, un 'artículo de fe'. Y es que la noción de democracia reaparece hacia fines del siglo
XIX, sí, pero para instituirse como mito rector del pensamiento político. Se
76. En princi~io_ es cierto, como sostiene Roth, que ..Michels escribió su libro desde la perspectiva de Ja
d~ocra~1a 1~eal _de R?usseau, que rechazaba e l principio de la represeotaci~n popular porque supoma una dismmuc1ón. s1 no una destrucción, de la soberanía popular y de la libertad" (Roth:250).
77. Una lectura poco atenta de esle autor puede acaso sugerir lo contrario. Sin embargo, tiene razón Wolfgang
J. Mommsen cuando afirma que .. Weber c reía que el gobierno popular sólo era posible en ta forma de
una democracia directa y que ella podía ocurrir sólo en pequeiias unidades políticas" (Mommscn,
1984:384).
78. Sydney Webb fue uno de los fundadores de la Fabian Society en 1884.
79. Más adelante agregan: ..Era una parte esencial de la creencia de estos primitivos demócratas que el
dificil y meticuloso trabajo de redacción y de enmienda de estas reglas no debía ser delegado a ninguna
persona o personas particulares, sino que debía ser asumido por 'el cuerpo' o 'el gremio' reunido en
asamblea general" (Webb: 18/9).
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trata, en ese sentido, como señala Becker, "de un surgimiento histórico del
marco de legitimación democrático, y no de una renovación de la democracia
en el sentido de la antigua forma de gobierno o de Estado" (Becker:5 1). Así,
sin reconocer en principio los diferentes escenarios de aplicación, la democracia es pensada como había sido en sus orígenes, es decir, sin formas de mediación que hic ieran presente en el espacio público al ciudadano común cuya voz
ya no podía constituirse fácilmente en una doxa verdaderamente pública. Pero
por ello mismo la democracia, en tanto que ' artículo de fe', se instituye en un
registro que necesariamente choca con la empiria.
"[e]n el momento en que se deja de lado la tradición clásica para dar paso
al mundo moderno Rousseau repudia el progreso y, de espaldas a su
tiempo, se arroja al pasado en busca del ideal de una república austera tal
como quedó reflejado en la vieja Esparta" (Botana:48/9).
Para Rousseau Atenas "no era en realidad una democracia, sino, en gran
medida, una aristocracia tiránica gobernada por sabios y oradores" (1985: 11/2.
SIN) que, por ello mismo, no encamaban la tan mentada voluntad general. Y es
que Rousseau distingue claramente en el Discurso sobre la economía política el
concepto de 'voluntad general' del de 'deliberación pública'. Mientras la
primera expresa la voluntad recta por ser la voz del pueblo y, por consiguiente,
la voz de Dios, la segunda, al desarrollarse a través de la elocuencia, puede llegar
a torcer la razón82 • Es a partir de esta distinción - habitualmente no. tenida en
cuenta en el análisis- que rechaza explícitamente el modelo ateniense. Es decir
que, aunque la utilización del término democracia en la cita precedente no deja
de traer, como veremos a continuación, cierta confusión, lo que Rousseau está
negando con ella es ese elemento que, según nuestra propia visión actual de la
democracia, constituye uno de sus componentes fundamentales: la deliberación.
Y si precisamos más nuestro análisis, veremos además que Rousseau jamás
utiliza el término democracia para referirse a la sociedad del pacto. Por el contrario, designa con el nombre de 'República' lo que ·sería la sociedad política justa.
No se equivoca entonces Botana cuando asevera que "Rousseau luchó por
conservar en la república y en la libertad el significado del mundo antiguo" (22),
aunque deberíamos decir " de ese mundo antiguo" cuya imagen se instituyó
como modelo de gobierno bueno, tal como surge de la lectura de Platón y Aristóteles, autores a los que refiere también Rousseau.
En cuanto a la voz ' democracia', lejos estaba, como ya indicáramos, de
pensarla como su ideal. Aunque a veces con cierta confusión, Rousseau
83
destina este vocablo básicamente para una forma determinada de gobiemo
2.2. La influencia rousseauniaria
La democracia entendida como mito toma como nexo teórico necesario,
aunque deberíamos decir también involuntario, a Jean-Jacques Rousseau80• Y
decirnos 'involuntarío', porque e l mismo Rousseau, a quien se ·10 considera
-erróneamente a nuestro juicio- como el ' padre de la democracia directa' 81 ,
lejos estaba de considerar la democracia ateniense como el buen gobierno que
se debía reproducir. Su modelo de polis ideal, por el contrario, tomaba como
referentes a Roma y Esparta. No olvidemos que, como señala Botana,
80. No podemos ignorar que genera1mente se considera a Alexis de Tocqueville como el principal difusor,
particularmente en Euro~ de la democracia: ..Con Tocqueville.., afirma Botana, "la democracia
vuelve a ser contemporánea y la igualdad reaparece como la medida que habrá de dominar las relaciones del porvenir: igualdad entre los individuos, las clases y las naciones.. (Botana: 155). En ese
sentido, Tocqueville, en su libro La democracia en América, caracteriza a la organización política y
social de Estados Unidos como una ·revolución democrática· a la que también estaba destinada inexorablemente Europa. Sin embargo, centramos nuestro análisis en Rousseau porque en los discursos
producidos en la época se establece una fuerte identificación entre las ideas de este autor y la concepción de democracia que hemos explicado en el apartado anterior. Así Pareto, por ejemplo, afirma en
1917: ..Hoy está en auge la teoría de Rousscau, porque vivimos e n~ iempo de democracia" (Pareto,
1981:§ 1507).
81. Para muchos Rousseau ha sido, y todavía es, sinónimo de retomo a la vida primitiva, de democracia
directa y de transformación. Una variación de esta interpretación la constituye, por ejemplo, la lectura
que de é l hace Carolc Pateman refiriéndolo, no tanto a la noción de democracia directa, como a la de
democracia participativa, noción que, si bien no es necesariamente idéntica a la anterior, incluye en su
diseño la articulación de formas directas o scmidirectas de democracia. Rousscau seria así uno de los
"teóricos democráticos "clásicos·, cuyas teorías nos proveen de los postulados básicos de una teoria
de la democracia panicipativa" (Pateman:21). El problema con esta interpretación es que, como veremos a continuación en este mismo apartado, el mismo Rousscau niega lo que seria, en términos de
Pateman, una "democracia participativa".
82. No olvidemos que el lenguaje, una vez constituida la sociedad, es para Rousseau vehículo de engaiio.
Si recordamos el Discurso sobre el origen de lar desigualdades, es mediante el discurso que los ricos
pueden engailar a los desposeídos y llevarlos mediante la palabra a convenir un patto que ponga fin a
la guena y que convalide por el derecho el despojo que se ha cometido en los hechos.
83. Cuando Rousseau utiliza la palabra gobierno se refiere fundamentalmente al poder ejecutivo, que debe
ser elegido a partir de un criterio aristocrático. ya que para esa función se deben seleccionar •tos mejores' . Sin embargo. a veces el ténnino democracia parece ser usado para definir el régimen político.
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(Bobbio, 1987:17/8). Pero en este último caso la democracia, tal cual la
describe, supondría un funcionamiento tan perfecto que su realización sería
directamente imposible, ya que se basaría en realidad en un presupuesto falso:
creer que todos los hombres pueden gobernarse bien, al igual que lo harían los
dioses. Si hubiera "un pueblo que no abusara nunca de su gobierno no abusaría tampoco de la independencia; un pueblo que gobernara siempre bien no
necesitaría ser gobernado" (Rousseau, CS, 1984:205). Rousseau rechaza así
explícitamente este concepto por no constituir un gobierno propio de los
hombres: "Tomando el término en su rigurosa acepción, no ha existido nunca
verdadera democracia, ni existirá jamás" (Idem. SIN).
Pero no obstante lo hasta aquí expuesto, lo cierto es que la noción de
democracia imperante en el período ·que nos ocupa, al dejar de lado la distinción entre 'voluntad general' 84 y 'deliberación pública', se supone derivada
directamente de su teoría. En ese sentido, podemos decir, junto con Schmitt,
que "Rousseau está en el origen de la democracia moderna" (1979: 18). Por eso
la referencia a este autor es muy común en quienes discuten en realidad la
noción de democracia que se impone en la época. Así, por ejemplo, Oskar
8
Stillich S, al analizar en 1908 en su libro Die Po/itischen Parteien in Deutschland lo que él designa como el principio conservador, se propone rebatir a
Rousseau, cuya teoría considera simplemente falsa (5). Y este no era, por cierto,
el único caso. Por el contrarío, la referencia a Rousseau se reitera numerosas
veces a lo largo de los distintos autores. ¿Por qué, entonces, Rousseau, que lejos
estaba de pensar en un pueblo ocupado permanentemente en los asuntos políticos, es invocado como el padre de la democracia directa? Independientemente
de la posible mala lectura que de este autor se haga, lo cierto es que, además,
las mismas dificultades de aplicación, así como las inconsistencias que se
encuentran en la propia teoría rousseauniana, contribuyeron a unificar, en el
imaginario político e intelectual del período, el concepto de ' voluntad general'
con la noción de democracia directa o, mej or dicho, con la forma en que se
construye imaginariamente muchos siglos después aquella remota experiencia
ateniense.
Confundir este concepto con el de ' democracia directa' 86, reemplazando
la primera expresión por la segunda, trajo como resultado una distorsión del
pensamiento rousseauniano y se terminó así construyendo una lectura radicalizada de un autor que, ubicado en su propio tiempo, era en realidad el 'más
clásico de los iluministas', ya que pretendía reconstruir en términos modernos
la perdida polis griega, aunque no por cierto la ateniense. Uno de los tantos
elementos que lleva a esta confusión es la propia afirmación de Rousseau
según la cual se es libre en la medida en que se obedezca como ciudadano lo
que se ha ordenado como parte del soberano. Esto remite, en realidad, al
concepto de autonomía87 , ya implícito en Locke, con el cual se articuló la
noción de ciudadano en la Modernidad. Con ese concepto el contractualismo
quiso mostrar el carácter abstracto de la obediencia en el contexto de las sociedades políticas modernas.
"Los a menudo citados argumentos de Rousseau en el Contrato Social
(l. IV ch. 2, al. 8)", señala Schmitt, "son fundamentales para el pensa-
miento democrático y coincidentes por lo demás con una vieja tradición;
ellos existen casi textualmente en (ocke: en la democracia el ciudadano
consiente también la ley que va en contra de su voluntad; pues esa ley es
la volonté générale, y esa es por otra parte la voluntad del ciudadano
libre; de este modo el ciudadano nunca da en verdad su consentimiento a
un contenido concreto, sino al resultado in abstracto, a la voluntad general resultante de la votación, y emite esta voz para facilitar el cálculo de
los votos a partir de los cuales se reconoce la voluntad general"
(Schmitt: 1979:34).
Así, "la democracia puede abarcar a todo el pueblo o limitarse a la mitad de él; la aristocraci~ por otra
parte, puede aba~ a la mitad del pueblo o a un número indeterminabléinehte menor'' (Rousseau. CS,
1984:204). Esta ctta de Rousseau se encuentra en el Contrato social en el capítulo titulado "División
de los gobiernos". Michels, por ejemplo, la utiliza para demostrar que tanto el principio aristocrático
como el democrático -ambos considerados por este autor como fundamentales en la constitución de
todo estado- llegan a un punto en que se tocan (Michels, [, 1983:48).
84. El concepto de 'voluntad general', además de en el Contrato social, está especialmente tratado en el
Dis~rso sobre la Economía política -texto que escribiera para la Enciclopedia-, donde Rousseau
también desarrolla la distinción entre soberano y gobierno.
85. Os~ Stilli_ch, contemporáneo de los autores que venimos analizando, es en el momento en que
escnbe su hbro docente en la Humboldt Akademie de Berlin .
86. Aunque reconociendo la ambigüedad implícita en el uso del concepto, Bobbio, por ejemplo. cae
también en este tipo de interpretación en liberalismo y d emocracia, cuando sostiene que Rousseau,
'"admirador apasionado de los antiguos", ..había asumido la defensa de la democracia directa"
(Bobbio:34/5).
87. Analizaremos más detenidamente este concepto en el punto 3.2.
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Sin embargo, en la forma en que lo expresa Rousseau aparece de manera
mucho más explicita la noción de autolegislación. Por eso Schmitt afirma
también, y no sin razón, que " la teoría del estado del Contra/ social contiene
una prueba de que la democracia se define de manera correcta como la identidad de gobernantes y gobernados" (ldem: 18; 20). Pero si hay algo discutible
en esta afirmación es que dicha identidad entre gobernantes y gobernados, al
menos de la manera en que es entendida a partir de la ampliación del sufragio,
sea totalmente atribuible a Rousseau. De una aseveración como la formulada
por Schmitt se genera la imagen de una sociedad politica en la que el pueblo
atiende y decide siempre sobre todos los asuntos, es decir, de un pueblo
reunido permanentemente en asamblea. Sin embargo, es el mismo Rousseau
quien rechaza esa imagen:
·
Dicho principio, asevera Rousseau, se asienta en realidad sobre un absurdo, ya
que el hombre por definición es un ser imperfecto. Sin embargo, no obstante
haberla rechazado de plano por ser un régimen, en todo caso, de orden divino,
insiste en demostrar las dificultades prácticas con las que nos encontramos,
constituyéndola nuevamente en una posibilidad dentro del orden humano. Por
eso, refiriéndose a ella esta vez como régimen político, Rousseau dice:
"¡cuántas cosas difíciles de reunir no supone ese gobierno! En primer
lugar, un Estado muy pequeño en el que el pueblo sea fácil de reunir y en
el que cada ciudadano puede fácilmente conocer a todos los demás; en
segundo lugar, una gran sencillez de costumbres que evite la multiplicidad
de asuntos y las discusiones espinosas; luego, mucha igualdad en los
rangos y en las fortunas, sin lo cual la igualdad no podría subsistir mucho
tiempo en los derechos y en la autoridad; por último, poco o ningún lujo,
pues o el lujo es efecto de las riquezas, o las hace necesarias; corrompe a
la vez al rico y al pobre, al uno por la posesión, al otro por la codicia, vende
la patria a la molicie, a la vanidad, quita al Estado todos sus ciudadanos
para someterlos los unos a los otros, y todos a la opinión" (Rousseau, CS,
1984:205).
"Pero ¿cómo conocer la voluntad general - se me dirá- c uando no ha
sido_explicitada? ¿Habrá que reunir a toda la nación ante cualquier acontecimiento imprevisto? Dicha reunión hará menos falta cuanto más
seguro esté el gobierno de que su decisión expresa la voluntad general;
también es innecesario en tanto que es un medio impracticable en un gran
pueblo y rara vez se necesita cuando el gobierno es bien intencionado,
pues los jefes saben de sobra que la voluntad general está siempre a favor
del partido que más defiende el interés público, es decir, el más equitativo, de suerte que basta ser justo para tener la certeza de cumplir la
voluntad general" (Rousseau, 1985: 17/8).
Se trata entonces de un régimen que, pensado ya en el orden por definición imperfecto de lo humano, reconoce un alto grado de exigencias, prácticamente imposibles de lograr. Por eso, al igual que había señalado poco antes
Montesquieu en Del espíritu de las leyes, la democracia para Rousseau
requiere de virtud más que ninguna otra forma de gobierno, ya que es a partir
de ella que se contienen los efectos nocivos de la total "igualdad de esperanza
respecto a la consecución de nuestros fines", como decía Hobbes (I: 134)89 •
Pero la dificultad práctica para ello consiste en lograr que todos los hombres
sean igualmente virtuosos, según una única visión compartida de bien. La
democracia queda así relegada al plano de lo utópico, tanto en su acepción de
Esta confusión que se produce en un autor como Rousseau se debe, a nuestro juicio, al hecho de no distinguir adecuadamente dos tradiciones, la republicana y la democrática, que, si bien tienen ambas un origen antiguo, se basan en
presupuestos diferentes. Por eso, paradójicamente, es el mismo Rousseau el que
afirma, como viéramos ya en nuestro análisis, que la <oemocracia no es un
gobierno para los hombres, abonando así la crítica de aquellos autores que
pretendían demostrar que la democracia -al menos en ese sentido que contradictoriamente se dice también rousseauniano-- es en realidad imposibie88 •
..expuso lo que ha llegado a ser el argumento político más imponantc contra el concepto de Rousscau
de la democracia popular directa" (Lipsct, Scymour Martín, " Introducción", en Michels, 1, 1983: 13).
89. '"Rousscau, en efecto, erigió a la virtud como paradigma de la conducta politíca, pero, de inmediato,
se alejó de Montesquieu, para aproximarse a Hobbes, al definir la voluntad general como un poder
supremo, infalible, inalienable, absoluto e indivisible" (Botana:4 3).
88. ~I caso más pa~dój ic~, aunque no por c ierto el único, es el de Michels, acérrimo critico de la concepción rousseaumana, qmen a su vez no concebía la democracia de otra forma que no fuera la directa En
su .. Introducción" a los partidru· políticos, Lipsct sostiene, en ese sentido, que fue Michcls q~ien
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DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
MARIA DE LOS ANGELES Y ANNUZ.ZI
proyecto desde todo punto de vista irrealizable, como en su otra acepción de
modelo ideal al cual tender. Es esta última forma de entender la utopía la que
hace que una democracia pensada en términos exclusivamente humanos
suponga la conformación de un tipo de régimen altamente impredecible, sobre
todo en el contexto de sociedades que, por su heterogeneidad inicial, no reconocen un ·concepto único de Razón. Cierto es que Rousseau, al menos teóricamente, parte del presupuesto contrario. Suponer la existencia de una única
racionalidad a partir de la cual se puede definir la idea de bien que, en última
instancia, se expresa en la 'voluntad general' es lo que le permite exigir la
virtud como cualidad co-constitutiva de la ciudadanía.
Sin embargo, su razonamiento_vuelve a deslizarse otra vez al plano de la
empiria al reconocer que una democracia, por sus mismas características, no
hace más que incorporar el conflicto en su seno.
para Rousseau un adecuado sentido de realidad. Pero si bien es cierto que
para este autor hay muchas cuestiones filosóficas que no pueden traducirse
al lenguaje del pueblo -interpretación que, además, permite un espacio de
coincidencia con la forma de concebir las masas que tenía, hacia fines del
siglo XIX, particularmente el pensamiento conservador-, el problema fundamental por el cual insiste en estados de dimensiones pequeñas deriva, en
realidad, de la forma que tiene de concebir lo político. Para este autor lo político no solamente es lo común que une, sino que ese común debe ser,
además, unidad sin diferencia9 1, como se puede apreciar en el concepto de
'voluntad general'.
La ' voluntad general' es, como él mismo explica, una voluntad distinta a
la mera sumatoria de voluntades particulares92 , distinción por demás importante
a tener en cuenta, ya que en ella radica, en última instancia, la dificultad de aplicación del concepto. Quizás para poder comprenderlo mejor baste traducirlo,
como habitualmente se hace en la práctica, como "voluntad del pueblo" o
"voluntad de la nación"9 3 • Con ello Rousseau expresa uno de los sueños más
viejos de la humanidad: conformar una sociedad homogénea donde todos sean
libres e iguales. Pero, más allá de su posible traducibilidad, lo cierto es que
Rousseau nunca dio realmente pautas claras que permitieran su reconocimiento
en el terreno de la práctica. Sabemos que en el momento inicial de la sociedad
"No hay gobierno tan expuesto a las guerras civiles y a las agitaciones intestinas como el democrático o popular, porque no hay ningún otro
que tienda tan fuerte y continuamente a cambiar de forma, ni que exija
más vigilancia y más valor para ser mantenido en la suya" (Rousseau, CS,
1984:205/6).
Este grado de inestabilidad que caracteriza a esta forma de gobierno
está en verdad lejos del modelo imaginado como ideal por Rousseau. La dificultad práctica que se presenta en la construcción de un orden democrático
-dificultad intuida por el mismo Rousseau- es cómo lograr que los hombres
efectivamente conformen sus acciones a partir de una forma única de concebir la virtud. Y es que, como señala acertadamente Botana, " Rousseau
desconfiaba y temía los efectos imprevisibles de la movilización social en un
Estado grande"90 (5 I ), ya que, en última instancia, el hombre común no tiene
la economía política, a la lógica dineraria propia del capitalismo, ya que es en ella donde radica la
causa de los mayores males. "La pobreza no se ha dejado sentir en Suiza", decía, '"más que cuando el
dinero ha comenzado a circular por ella" (/dem:21 ). Al igual que Aristóteles y toda la tradició n republicana clásica, Rousseau rechaza por su carácter altamente corruptor lo que aquel denomina la crematística antinatural.
91. Schmitt, por ejemplo, apunta a esta dificultad al explicar el sentido que tiene la noción de esclavo
en la teoría rousseauniana: '"para Rousseau la palabra 'esclavo' tiene el alcance completamente
grave que le corresponde en la construcción del estado democrático; designa al no perteneciente al
pueblo, al no-igual, al no-citoyen, al que para nada sirve ser 'hombre' en abstracto, al heterogéneo,
al que no participa de la homogeneidad general y por ese motivo se lo excluye con razón" (Scbmitt,
1979: 18) .
92. Stillich nos brinda en este caso un buen ejemplo de una mala lectura de Rousseau ya que entiende al
pueblo soberano como la sumatoria de individuos (Stillich:6), n~ión explícitamente rechazada en el
Contrato Social.
93. Groetbuysen, por ejemplo, plantea la voluntad general de Rousseau como sinónimo de voluntad de la
nación. Esta es, a nuestro juicio, la interpretación que mejor se aproxima al concepto de Rousseau. Y,
en ese sentido, cuando decimos ..voluntad del pueblo.., este último término debe ser entendido como
la totalidad de los que integran la República y no sólo referido a una parte, generalmente la más pobre,
de la sociedad.
v
90. En verdad se debería sop,esar la noción de "estado grande" a la que alude Botana. Para Rousseau un
"estado grande" e~ por ejemplo, Polonia, cuyas dimensiones excedían lo que constituiría para este
autor su estado ideal. Menos aún tiene in mente dimensiones del tipo de las que encontramos en· los
estados democráticos contemporáneos. Como señala Groethuysen, uRousscau en su Contrato social
no tenía puesta la mira más que en •tas pequeñas repúblicas' y no en •tas grandes naciones"' (244).
Incluso, como sctl.ala en el Proyecto de Constitución para Córcega, Rousseau está pensando en realidad en una polis, aunque construida en términos modernos, lo más autosuficiente posible (CC:28). De
esta forma se contrapone, al igual que ya había señalado en el Contrato social y en el Discurso sobre
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MARÍA DE LOS ANGELES YANNUZZI
pactada, ella se expresa a través del Legislador94 , figura que evoca claramente
al mítico Licurgo, y que, por la forma en que la describe, no deja de ofrecer
problemas desde el punto de vista práctico. Ese primer momento es el único
que, en Rousseau, tiene el requisito de la unanimidad, bastando luego la simple
mayoría, por lo que su determinación se convertiría en un mero problema cuantitati:,-o. La voluntad general se expresaría así a través de la mayoría de votos95 ,
desvirtuando incluso el sentido con el cual la enuncia y la distingue de la simple
'voluntad de todos', es decir, de la simple sumatoria de voluntades particulares.
No se equivoca entonces Bryce al sostener que una de las falacias que tiene "la
voluntad del pueblo" de Rousseau es que, al momento de llevarla a la práctica
-es decir, en el momento final de fa decisión-, termína siendo en realidad
"voluntad de la mayoría" (II:548, n)96 .
El problema radica en cómo se constituye esa minoría que la niega, ya
que al sostener que la voluntad general es siempre recta y al expresar esta
ú~~ima por definición la voluntad del todo, ella lo hace necesariamente en oposic1on a la voluntad del pueblo, dándole así primacía a lo colectivo por sobre lo
individual. No olvidemos que para Rousseau una minoría o, incluso, un pueblo,
sólo en la medida en que estuvieran engañados, podrían desconocer la voluntad
general, haciendo con ello que aflore en su lugar la voluntad de todos. Algo que
ocurre cuando el estado está próximo a su disolución. Pero en este caso la
simple regla de la mayoría ya no permitiría reconocer la verdadera voluu'tad
general, ahora sí de una calidad distinta al simple resultado de la suma de las
voluntades particulares. De esta forma Rousseau convierte a la voluntad general en un problema de conocimiento, al mismo tiempo que reconoce que existe
un impedimento o, al menos, una dificultad seria en la práctica para conocer.
En tanto que voluntad particular, es decir, voluntad del burgués y no ya del
ciudadano, el afloramiento de la voluntad de todos supone necesariamente el
engaño del pueblo que, en su sencillez e ignorancia, no llega a reconocer lo que
constituye la voluntad recta.
Por eso Rousseau, que presupone la existencia de una única racionalidad,
sostiene que se "puede obligar a ser libre". Y es que "[l]a volonté générale, tal
y como la concibe Rousseau, es, en realidad", señala Schmitt, "homogeneidad.
Es realmente una democracia consecuente" (1979:20). No se trata en principio
de una simple negación de la diferencia, ya que la razón lleva a respetar aquellas que son naturales. Pero, tal como afirma en el Discurso sobre el origen de
las desigualdades entre los hombres, las peores diferencias, las más estridentes
y, por consiguiente, las más injustas, son aquellas creadas por los mismos
hombres. Y, tal como indica Rousseau en la dedicatoria del Segundo Discurso,
las desigualdades morales, combinadas con las naturales, sólo se superan en el
estado. Pero esto significa dejar en manos de este último un alto potencial represivo97, sobre todo en sociedades que, por su complejidad -y tal el caso, por
supuesto, de la sociedad de masas- se caracterizan por un alto grado de heterogeneidad que no necesariamente presupone inequidad. ¿Cómo obliga entonces
la voluntad general? Porque este "obligár a ser libres" que resuena como imperativo ético-político en la teoría rousseauniana abre una veta fuertemente autoritaria que se proyecta peligrosamente en la nueva sociedad democrática.
Existe además un segundo elemento en la mísma teoría rousseauniana
que, combinado con la noción de voluntad general, contribuyó a reafirmar la
noción de democracia directa. Tanto desde la reelaboración de la experiencia
ateniense como desde la misma lectura posterior de Rousseau, la noción de
democracia se opone a la idea de representación. Michels cita a Rousseau para
demostrar que cada vez que se interpone una instancia de representación las
masas pierden su condición de soberanas.
94. ~ fi~ra del Legislador y~ está presupuesta en el Discurso sobre el origen de las desigualdades:
Consi~erando lo que habnarnos llegado a .s er abandonados nosotros mismos. debemos aprender a
?endec1r a Aquél cuya m_ano bienhechora, corrigiendo nuestras instituciones y dándoles seguridad
inquebrantable, ha prevcmdo los desórdenes que deberían resultar, y ha hecho nacer nuestra felicidad
de aqu~ltos medios que parecían iban a colmar nuestra miseria" (Rousseau, DD:54).
95. En realidad, de lo que se está al mismo tiempo hablando es del principio moderno de legitimidad tal
como analizaremos en et capítulo vn. Como señala Mosca en la Segunda Parte de los Elementi ~on
eJio Rousseau quiere indicar que "la única autoridad legítima era la que se basaba en el conscn~o de
la mayoría numérica" (Mosca, 1923:392).
96. N~ se no_s_ es~~p~ que esta fonna de entender la "voluntad general.. no guardacreiación con lo que fuera
la mtenc1on 1mc1al de Rousseau al enunciarla. "No confundamos, pues, el ideal democrático" sostiene
<?roethuy~en, ··con una ~specic de optimismo de la pluralidad, no lo reduzcamos a un princi~io numénco. Jamas ha pretendido Rousseau que, de todas formas, bastaba contar los votos para que todo
march~a lo m~jor posible" (Groethuysen: 116). Pero si bien esto es cierto, ello no se colige de la teoría.
E_n realidad, como se resuelve en la práctica el problema de la voluntad general constituye un buen
e~:mplo de lo que llam~os los 'efectos no deseados' en este caso de la teoría: aunque no es la intenc10n de Rousseau reducir la voluntad general a una mera cuestión numérica - y por eso distingue claramente la v? luntad general de la voluntad de todos- . es su misma teorización la que induce a esta fonna
de resolución.
97. Rousseau mismo no ignora este peligro. Por eso se inclina por estados pequeños, ya que el gran
número impide en realidad la consecución de un gobierno justo: ..cuanto más numeroso es el pueblo,
más debe aumentarse la fuerza represiva" (CS, 1984:203).
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"Como padre de estos tiempos de crítica a la democracia se debe
considerar, junto a Hobbes, a Jean Jacques Rousseau, quien definió la
soberanía popular como un ejercicio de la volonté générale y que condujo
a partir de ello a una clausura lógica... También: a /'instant qu 'un Peuple
se donne des Représentants, il n 'est plus libre, il n 'est plus" (Michels,
1925: 167/8).
También encontramos en Moisei Ostrogorski, por ejemplo, una alusión
a esa frase de Rousseau, cuyo enunciado advierte, en todo caso, de la limitación que encierra la noción de democracia en el contexto de las sociedades
modernas.
"En las elecciones siguientes, el swing of the pendulum de la justicia
electoral, que también llega a paso irregular, los habrá alcanzado, aunque
esperando que el ministerio haya mantenido el poder y sus dóciles partidarios, sus bancas, haciendo un poco menos paradójica las palabras de
Rousseau que sostenía que el ' pueblo inglés no era libre sino durante la
elección de los miembros del Parlamento"' (Ostrogorski:81).
La voluntad general no se divide ni se delega. Pero con ello Rousseau
se refiere al hecho de que la soberanía, al igual que señalara en primer lugar
Hobbes, es inalienable. Y dicha soberanía radica, claramente en Rousseau, en
el pueblo. En ese sentido, sin lugar a dudas, podemos atribuirle el título de
teórico de la soberanía popular. Pe¡o con ello también es sumamente explícito en enunciar otra idea: la representación no es más que una forma de
expropiar al hombre político su espacio de libertad98 • Sin embargo, la utilización que generalmente se hace de esta frase no refleja tanto una profundización teórica de Rousseau o del mismo concepto de representación, sino
más bien la manifestación de una manera de pensar que se había convertido,
en el período que analizamos, casi en sentido común. Desde el punto de vista
del análisis de la teoría, Rousseau reconoce una instancia de representación
ya que, mientras cuestiona la representación en fa asamblea, el pueblo sí debe
ser representado en el poder ejecutivo (CS, 1984:226). Pero esos representantes, y he aquí el cuestionarniento que hace, deben ser concebidos como
simples 'mandatarios' . Según esta acepción, el representante reproduce exactamente lo mandado por los representados, es decir que el representante
carece de autonomía frente a ellos. Esta noción, como sostiene Giovanni
Sartori, no es más que una extensión del derecho privado al público que nos
retrotrae, en última instancia, al sentido medieval de la representación
(1992:225).
Precisamente, para evitar la sumatoria de voluntades individuales
Rousseau cuestiona la existencia de 'asociaciones parciales', entre las que
podemos ubicar a los partidos políticos modernos, ya que al representar en
realidad un interés particular colectivo99 no solamente fragmenta la sociedad,
sino que, además, termina desnaturalizando la constitución del todo. Del
conjunto de estas asociaciones lo único que aflora es la voluntad de todos. Por
eso no se justifica, desde el análisis teórico, la utilización acrítica de Rousseau
en un contexto como el de la sociedad de masas, ya que es en ella donde
aparecen, como señaláramos en el capítulo precedente, las formas modernas
de mediación entre estado y sociedad, es decir, los partidos políticos y los
sindicatos. Incluso, dentro de lo que Rousseau llama interés particular, deberíamos también incluir lo que hoy llamamos intereses corporativos. La conformación de partidos políticos y otras instancias de mediación lleva, en ese
sentido, a aquel peligro tan temido por Rousseau, es decir, a que, en el
momento de la decisión, estas organizaciones -más concretamente, sus dirigentes- se muestren como fragmentos de la sociedad que se ubican por
encima de ella. Michels también utiliza a Rousseau para criticar el concepto
moderno de representación, por entender que no es democrático. Al igual que
98. Por eso llama poderosamente la atención la lectura que hace Carole Pateman d{ Rousseau, cuya teoria
considera complementaria de la de John Stuart Mili: "En las teorías de J. S. Mili y de Rousseau,_por
ejemplo, la participación tiene funciones mucho más amplias y es central al establecimiento y mantenimfonto de la política democráti~ viendo esto último no simplemente como un conjunto de instinlcioncs representativas nacionales sino como lo que yo llamaré una sociedad participativa[... ]. Me referiré,
por lo tanto, a los teóricos como Rousseau como teóricos de la democracia participativaº (Pateman:20).
Patcman no explica, sin embargo, cómo puede ver en Rousseau un teórico de la democracia participativa cuando él mismo la niega.
99. StiHich, como ya hemos señalado, lec mal a Rousseau. Y este es uno de los aspectos que no llega a
comprender, ya que sostiene que decir que los partidos representan o deberían representar los intereses de todos es, para este autor, derivado de la teoría rousseauniana (5). Pero independientemente de
la interpretación errada que hace. este ejemplo nos permite tener una idea de cómo Rousseau se babia
convertido en el interlocutor por excelencia de los críticos de la democracia.
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MARIA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
aquel cuando aludiera al sistema inglés, Michels intenta demostrar que la
instancia de representación anula, en realidad, el poder de los electores. Para
ello distingue entre dos formas de entender la representación: a) la representación que enajena la soberanía, es decir, cedo mi derecho a decidir y me
sujeto a otra voluntad; b) el carácter de diputado, ya enunciado en Rousseau,
y que supone, utilizando el análisis de Sartori, una noción más antigua, en la
que, en definitiva, se superponen dos instancias que vuelven superfluo el rol
del mandatario. Pero lo que Rousseau define como soberanía en el Contrato
Social (CS, 1984:173)' 00, Michels lo llama gobierno popular'º', asignándole
así un contenido más democrático.
Difícilmente podamos comprender desde nuestro presente los sentimientos profundos -tanto de aceptación como de rechazo- que inspiraba, en la
sociedad europea de fines del siglo XIX y comienzos del XX, el principio de
'soberanía pop~lar' 1º2 • Leído en clave rousseauniana, había hecho carne en el
imaginario social de aquel entonces, y exigía que todo el mundo político,
social e intelectual, desde distintos ángulos, se redefiniera en tomo a él. Esta
necesidad de discutir Rousseau era, en última instancia, rebatir el carácter
despótico que encerraba lo que muchos llamaban la abstracción democrática.
Sin embargo, a pesar de que la misma noción de 'voluntad general', así como
el rol que cumple en la teoría rousseauniana la figura generalmente olvidada
del Legislador, invalidan en su teoría esa noción de democracia que la posteridad dio en atribuirle, la dificultad práctica para reconocer la primera, así
como la eliminación del segundo en la relectura de Rousseau, en parte por el
mismo motivo, contribuyeron a que el principio de la soberania popular pasara
a interpretarse en una lectura posterior como una propuesta de democracia en
su sentido más radical, es decir, como una democracia sin mediaciones políticas, con el pueblo -autor directo y exclusivo del orden político- reunido
permanentemente en asamblea. Y si bien Rousseau rechaza abiertamente el
gobierno democrático porque, en esencia, es impracticable e inconveniente, al
punto que lo que hoy llamaríamos una democracia popular o de masas constituye en este autor una forma contraria al sentido común, lo cierto es que aún
aquellos que la critican no pueden evadirse totalmente de construir el concepto
a partir de un criterio de democracia directa. No obstante aceptar que la fisonomia de la democracia no se corresponde con la forma de construir el
concepto, las formas reales que se construyen en la sociedad de masas siempre suponen, al menos, un modo deficitario que, en el mejor de los casos, invalida en la práctica la noción.
2.3. El concepto de igualdad
La noción de democracia, como bien sabemos, está directamente
asociada al desarrollo del ideal igualitario. Por eso no se equivoca Lecky
cuando afirma que la "igualdad es el ídolo de la democracia" (I:217). La
ampliación d~l sufragio aparece así en el imaginario político de la época como
el corolario necesario del reconocimiento de una igualdad originaria. Si los
hombres ya en los inicios de la Modernidad fueron reconocidos como libres e
iguales, ¿qué justifica entonces que no lo sean en el plano específicamente
político? Pero si bien la pregunta parece tener una respuesta simple, lo cierto
es que la noción de igualdad lejos está de tener un significado unívoco. Por el
contrario, es un concepto que tiene un alto grado de complejidad. Por eso tiene
razón Botana cuando dice que reaparece "en plena modernidad, el sentido
ambivalente que tenía la igualdad en el mundo clásico"'º3 (161). El problema
pasa entonces por determinar a qué tipo de igualdad concretamente nos referimos (Bobbio, 1989b:4l). Se trata, como veremos a continuación, de una cuestión que se despliega en el debate de la época desde ángulos diversos, denotando en realidad la existencia de modos distintos de concebir la igualdad.
Aunque propia del pensamiento moderno, fue en el contexto de la sociedad
industrial -es decir, de la sociedad masificada- que el concepto generó gran
100. Rousseau desarrolla esto en el capítulo llamado "La soberanía es inalienable\'.
1O1. Cuando cita en esta parte a Rousseau, Miebels le agrega a continuación una frase que en realidad se
encuentra en el capítulo titulado ..¿Cómo se mantiene la autoridad soberana (Cont.)" donde Rousseau
hace una crítica directa al concepto de representación, ya que antes en el texto se refiere al hecho de
que la soberanía no puede ser representada.
102. Un ejemplo interesante a tener en cuenta es la Encíclica "Diurnum lllud. Encíclica sobre la autoridad
política" de julio de 1881, en la que el Papa León XIII rechaza especialmente el conce pto de ..soberanía popular" de Rousseau, considerado expresión del asi llamado ..derecho moderno". De esta manera
la Iglesia católica sentaba su posición ante el auge que el Contrato social de Rousscau había cobrado
entre los sectores liberales más progresistas europeos.
103. Es particularmente Aristóteles quien da cuenta mejor de esta dificultad que encontramos en el
concepto, ya que cuando se refiere a los tipos posibles de democracia, la distinción se origina en los
modos distintos de entender la noción de igualdad.
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resistencia, resistencia que condujo en definitiva a una crítica que, en ciertos
casos, alcanzó un fuerte tinte conservador.
En tanto que igualdad natural, ella define uno de los principios articuladores de la reflexión política moderna, distinguiendo así esta nueva tradición
de pensamiento de la clásica. Por defmición condición anterior al estado, esta
noción de igualdad natural se constituye en el contractualismo en el presupuesto inicial a partir del cual pensar el orden político moderno. En tanto que
propia del orden natural, contrapuesto a la artificialidad de lo político, los
modernos reconocen con ella la igualdad universal del género humano 104 •
Desde un punto de vista estrictamente político, esto significa decir que las
diferencias naturales nunca son lo suficientemente estridentes como para justificar, por el hecho azaroso del nacimiento, que algunos estuvieran destinados
a mandar y otros a obedecer. Sin embargo, esto no significa desconocer la existencia de diferencias entre los hombres. Es simplemente reconocer, como
explica Hobbes en el Leviatán, que "la diferencia entre hombre y hombre no
era tan importante que uno pueda reclamar, a base de ella, para sí mismo, un
beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como él" (I: 133). Pero esta
igualdad de expectativa que está siempre presente en el estado de naturaleza
es uno de los motivos que desata la guerra. Por eso el pacto supone poner un
tipo de límite a esa igualdad originaria entendida en un sentido absoluto como
condición necesaria para asegurar la convivencia pacífica en la sociedad política. Es decir que, desde un punto de vista teórico, se parte de una igualdad
inicial que, una vez modificada por la voluntad expresa de las partes, articula
la desigualdad específicamente política de gobernantes-gobernados y, en relación a ella, define al ciudadano frente a los no-ciudadanos.
Pero esta igualdad natural, como señala Schmitt, no constituye, desde un
punto de vista estrictamente conceptual, un presupuesto de la democracia: "La
igualdad de todas las personas en su calidad de tales no es una democracia
sino un determinado tipo de liberalismo; no es una forma de Estado, sino un;
moral y una concepción del mundo individualista-humanitatia'." (1979: 18).
Schmitt destaca así la diferencia que existe entre formas distintas de concebir
la igualdad, según se trate de una visión liberal o democrática. Y es que si bien
es cierto que la noc1on de igualdad se encuentra en la base misma del
concepto de democracia, el contenido que se le atribuye difiere en mucho de
lo que podemos llamar su forma liberal-moderna. En ese sentido, esta ú ltima
" forma de igualdad inspira dos principios fundamentales enunciados en
normas constitucionales: a) la igualdad frente a la ley; b) la igualdad de derechos" (Bobbio, 1989b:42). A diferencia de este sentido dado originariamente
por el liberalismo, la igualdad democrática parte, por el contrario, de su
misma realización en tanto que resultado visible, para borrar hacia atrás toda
posible diferenciación 10s. Ya Aristóteles había percibido claramente el contenido propio de la igualdad democrática: "La democracia", decía, " surgió de
creer que los hombres que son iguales en un aspecto cualquiera son iguales en
absoluto" (Poi., 1130a). Por eso la insistencia en muchos autores en que una
democracia llevada hasta sus últimas consecuencias supone necesariamente la
eliminación de la dicotomía gobernantes-gobernados. Y esta fue la razón,
como ya desarrolláramos anteriormente, por la cual la voz democracia fue
desechada durante muchos siglos por los distintos teóricos. James Madison,
por ejemplo, en el Federalista Nº 10 explica que el problema radica en que
"quienes han.._p atrocinado esta especie de Gobierno, han supuesto erróneamente que al reducir a los hombres a una igualdad perfecta en sus derechos
políticos, ellos deberían, al mismo tiempo, estar perfectamente igualados y
equiparados en sus posesiones, en sus opiniones y en sus pasiones" 106• Y es que
al ser pensada la política en el contexto de un mundo de jerarquías naturales 107,
la democracia lleva por lógica a trastocar la armonía natural, con la consiguiente pérdida de la justicia.
105. Es interesante destacar que a partir de la segunda mitad del siglo XX el análisis político pasa por alto,
al referirse a la igualdad políti~ el sentido con el cual se la implementó en un principio en el contexto
de la sociedad de masas. uEn una teoría moderna de la democracia'', dice por ejemplo Patem~ "la
'igualdad politica' se refiere a la existencia del sufragio universal (un hombre, un voto) con su sanción
por votos a través de la competencia electoral y, más importante, al hecho de la igualdad de oportunidades para el acceso a la influencia sobre los tomadores de decisión a trav6s de procesos inter-electorales median1e lc-s cuales grupos diferentes en el electorado hacen oír sus demandas" (9. To. 14). De
esta forma la autora adscribe en realidad a una noción posterior de democracia. la schumpcteriana. en
el contexto de la cual la igualdad política es entendida ya con tintes liberales.
106. Madison, James, "Federalist Nr. 10", in Hamilton, Madison, Jay:46.
107. La noción de jerarquía natural es bien clara tanto en Aristóteles como en el conjunto del pensamiento
clásico. Pero si bien es cierto que no la encontramos con ese mismo sentido en el republicanismo
norteamericano, si encontramos la noción de d eferencia, que supone en todo caso un tipo de jerarquía
ético-política meritocrática. Cfr. también pp. 12/3.
104 . En ese sentido podemos afirmar junto con Habermas que la realización del ideal igualitario constituye
la marca distintiva de la Modernidad, adquiriendo incluso con la Revolución Francesa el carácter de
símbolo que define lo moderno.
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Pero, no obstante tratarse de tradiciones distintas, no podemos ignorar
que modernamente la noción democrática de igualdad deriva a su vez de la
noción de igualdad natural de la que parte el pensamiento liberal, ya que en
todo caso la igualación democrática se enuncia inicialmente como la realización plena de aquella. Sin embargo, la ampliación de la ciudadanía -en principio entendida como una cuestión meramente cuantitativa- produce, como
señaláramos ya, un cambio sustantivo en la política. En ese sentido, la inclusión de todos en el espacio público promueve inmediatamente el afloramiento
en el seno de la política de una total heterogeneidad que, llevada potencialmente a su extremo, dificulta la concreción del momento necesario de unidad
que define lo político. Es decir que uno de los problemas que se plantea es
cómo construir lo común. La cuestión no es, en ese sentido, menor, ya que su
forma de resolución constituye en verdad uno de los elementos de diferenciación más importante a la hora de definir el contenido preciso de la noción de
igualdad. Y es que al medirse la igualdad en términos de resultados, forzosamente se genera en la práctica la necesidad de homogeneizar a todos los
hombres y a todos los aspectos que comprende el vivir en sociedad, eliminando cualquier tipo de diferencia que, desde un punto de vista lógico, se
contraponga a esa igualdad. Por eso está en el mismo desarrollo de la democracia el tender a una "necesaria unificación en un todo", es decir, a la "supresión de las diferencias" (Lewis:30).
La igualdad en este nuevo contexto termina siendo entendida en un
sentido totalmente lato que niega todo tipo de distinción tanto en la sociedad
como, más específicamente, en la política'08 . De la mano de la standarización
propia de la producción industrial en serie, los hombres diluyen su individualidad en un hombre único, ser abstracto y genérico: "Cualquier término de
diferenciación es tabú. El reconocimiento del nivel humano de uniformación
industrial, el hombre 'abstracto' sin especificaciones restrictivas, es de rigueur
en las formas discursivas" (Jdem:223). El individuo propio del liberalismo fue
reemplazado así, como ya señaláramos, por la masa, es decir, por~m1 colectivo
que, además, se percibía hacia su interior como unidad indiferenciada. A ella
alude, por ejemplo, Bebe! en el Congreso del Partido Socialdemócrata alemán
en Jena, en 1905, al afirmar que "[!]a sociedad actual se basa en la mutilación
de la individualidad de la gran masa, y precisamente la tarea del estado es
ocuparse de la opresión de la individualidad de la masa" (Bebe!, b: 152). La
unidad de análisis es así el colectivo. Esta pérdida de la individualidad es,
como hemos visto en el capítulo precedente' 09, uno de los núcleos más importantes de la crítica que se produce en el período, algo que se percibe, además,
en la necesidad de demostrar la falacia que encierra el concepto de igualdad.
Y es que la igualdad, tal como se desarrolla en el contexto de la sociedad de
masas, tiende a negar la " desigualdad de las capacidades naturales" (Bryce,
11:548). Si lo político se define como lo común y la democracia implica igualdad, esta pasó a ser entendida como mera uniformidad, es decir, como anulación real de las diferencias individuales"º. Ser iguales significa entonces ser
idénticos, por lo que la noción democrática de igualdad revierte a su vez negativamente sobre la misma concepción con la cual originariamente se había
instituido el principio en la Modernidad.
Freud, quien, como señala Wellmer, es la figura central de la crítica
psicológica elaborada durante las primeras décadas del siglo XX, al igual que
la mayoría de los autores del período, critica en ese plano el sujeto propio de
la sociedad de masas, ya que, al extender el principio de igualdad natural a
todos los órdenes, se instrumenta, desde un punto de vista individual, un
hombre-masa que pierde necesariamente todo rasgo de autonomía. A ello se
refiere por ejemplo Schmitt al decir que la homogeneidad que se produce en
el contexto de los diversos estados niega la existencia de ciudadanos realmente
emancipados. Es esta noción de autonomía la que está en la base misma del
concepto de ciudadano en la Modernidad. Definido como voluntad autónoma,
109. Es tos temas ha sido desarrollados en los puntos 1.2. y 1.4.
11 O. Este motivo constituye un tipo de crítica que se extiende en el tiempo. No sólo s e limita al pensamiento conservador o incluso liberal, s ino que, en verdad, se produce en todo el espectro politico.
Karl Mannheim, por ejemplo, se refiere en 1934 a los "efectos deshumanizadores de la igualdad niveladora" (1974: 112). Una expresión similar e ncontramos más recientemente en Sartori, quien advierte
sobre el hecho de que la igualdad conlleva como riesgo "efectos niveladores y despersonalizantes"
( 1~ 1988: 173, n). Por su parte. Max Horkheimer y Theodor W. Adorno en. Dialéctica del Iluminismo
rechazan explícitamente el concepto de •democracia de masas•. Y lo hacen porque la noción de democracia entendida en estos términos termina reduciéndose a un simple reparto igualitario de los beneficios entre todos, produciendo una igualación entendida exclusivamente en términos de masificación. es decir. en un sentido negativo, ya que se invalida toda posible individuación.
108. No es casual entonces que Mosca se encargue de negar rotundamente esta posibilidad: .. la igualdad
absoluta no ha existido jamás" ( 1983:330). Este ideal, que asume, como veremos, la democracia
social de la época (cfr. pp. 93 y sig.), cons tituye asi una utopía, en el sentido de algo 'carente de toda
realidad'.
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el concepto reivindica la noción moderna de autolegislación. El ciudadano
moderno es, parafraseando a Rousseau, aquel que obedece en tanto tal la ley
que él mismo instituyó previamente como parte del soberano. Es aquí donde
la noción de igualdad democrática conduce a la anulación de la diferencia
específicamente política de gobernantes-gobernados, ya que su mismo enunciado lleva a pensarla como ejercicio directo del poder por parte de todos. A
eso apunta, por ejemplo, Michels cuando dice que la democracia "niega el
derecho de uno sobre los demás" (I, 1983:47), introduciendo así una contradicción sustancial en relación al significado propio de la política. El orden
político, por definición, supone necesariamente una relación de poder, es decir,
una relación asimétrica de mando-obediencia que lleva obligadamente a que
aquellos que mandan incluso en una democracia concreta ejerzan, de manera
mínima e impersonal, un cierto ' derecho sobre los demás''".
Pero pensar la igualdad como simple uniformidad nos indica que en
realidad se ha producido un cambio en la forma de entender el concepto. De
principio articulador que ordena el pensamiento político 112, la igualdad pasa a
ser entendida en el nuevo contexto de masificación como igualdad rea l,
concreta y absoluta que, no obstante reclamarse para todo el género humano,
lleva incluso a cuestionar aquella noción primigenia de igualdad natural.
Para muchos de los autores que formulan en ese momento este tipo de
crítica, resulta fundamental demostrar que no hay una verdadera igualdad de
todos. O, si se prefiere, que lo natural ya no es la igualdad, sino, por el contrario, la desigualdad . Y si bien es cierto que esta forma cuestiona uno de los principios fundamentales que definen lo moderno, este énfasis en el reconocimiento de una naturaleza desigual en los hombres tiene además un sentido
distinto. Lejos ya de la motivación del contractualismo y sin mayor análisis de
los presupuestos filosófico-políticos de semejante afirmación, con ello intentan llamar la atención sobre el carácter artificial de una igualdad implementada
dentro de los límites específicos de un estado que había ampliado, a partir del
sufragio universal, el alcance de su propio poder. En ese sentido, extender la
noción de igualdad llevó a una ampliación de lo político a l integrarse todos los
hombres en e l espacio público en tanto ciudadanos. Esto significó que se insertaran por primera vez en dicho plano las cuestiones sociales 113 -otrora un
campo despolitizado-, aspecto que tiene su correlato en el ámbito específico
del derecho. No olvidemos que este es el momento en que surgen los derechos
colectivos, propios de un sujeto también <;olectivo, redefiniéndose así el rol
que le compete al estado. Este nuevo sujeto colectivo lleva así a modificar la
noción de sujeto de derechos existente hasta entonces, mostrando de esta
forma la distancia que existe, corno desarrollaremos incluso con mayor
profundidad en el próximo capítulo 114, entre el estado liberal y el estado democrático. En los regímenes políticos liberales, la diferencia entre propietarios y
no-propietarios establece los límites dentro de los cuales se define la noción de
"En una pequeña y curiosa colección de canciones escritas para ser
cantadas por los ciudadanos durante la Primera Revolución Francesa",
dice, por ejemplo, Bryce, "hay una especie de himno a la Igualdad que
comienza: 'Oh dulce y santa Igualdad, enfant chéri de la Nature'. Pero
no obstante lo dulce de la criatura, la Naturaleza no es su padre"
11 3. La ampliación de lo político supone, en ese sentido, no sólo la incorporación de todos en calidad de
ciudadanos, sino que, además, todos los asuntos se convierten, como sostiene Schmitt, en políticos,
incrementando así las tareas que le compelen al estado. Bebel, por ejemplo, en 1905, en el informe
sobre la huelga política de masas presentado en el Congreso del Partido Socialdemócrata alemán en
Jena, enumera los distintos asuntos que ahora son tratados por el estado y que, por haber adquirido e l
carácter de políticos, también deben ser de interés de los partidos socialistas: '"la libertad de asociación
y de reunión, la legislación sobre la coalición, la justicia de clase, la cuestión educativa, el derecho
procesal penal, el régimen carcelario, el problema de los impuestos directos e indirectos, la cuestión
de la flota y el problema militar, la política colonial, la política aduanera y de comercio, los maltratos
en el servic io militar, la política mundial, la libertad de profesión, la libertad de movimiento, la libertad de formar cooperativas, la higiene popular, la legislación para los pobres, las leyes para los huérfanos, las leyes co munales, las leyes sobre la vivienda - ante todas estas cuestiones y muchas otras
más, viene Friedeberg y dice: ¡Ah, el 99% de t"Odos los temas tratados en el parlamento no tienen
ningún interés para el proletariado!" (Bebel, 1976b: 169).
114. Cfr. punlo 3.1.
(11:548, n).
l 11 . Por es o Weber, en Economía y Sociedad, al referirse a la democracia, afinna que "[h]ay [ ...] que atribuirle en casi todos los casos imaginables un mínimo de poder decisivo de mando, y en consecuencia de 'dominación"' (1992: 172). De todas fonnas, está claro que Weber define la democracia como
una minimiza~ión de la dominación. En ese sentido, afirman H. H. Gerth y C . ..Wright Milis, se
puede conside.-ar que "tiene la formulación más amplia y la más específica históricamente" (60) de
democracia.
112. En tanto que principio articulador, la igualdad natural enuncia una igualdad universal del género
humano, porque, como sei\ala Scbmitt, "si se quisiera hacer co n seriedad una democracia del género
humano, y realmente igualar políticamente a cada hombre con cada otro, sería es to Cntooces una
igualdad en la que participaría sin más cada hombre, en virtud de su nacimiento o de su edad"
(1979:16).
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ciudadano activo, un Nosotros inclusivo que presupone, en el contexto claramente diferenciado de lo social, a un no-ciudadano, excluido de aquel115 • E s
decir que, hasta la ampliación del sufragio, los derechos políticos habían sido
privativos del ciudadano y los sociales, de los no-ciudadanos 1 16•
Esos límites eran los que habían permitido mantener fuera de la política
aquellas diferencias más conflictivas que, al menos potencialmente, tendían a
fracturar el espacio común. Pero con la ampliación del sufragio, esta distinción
clara entre los planos social y político se borra, diluyendo así los límites precisos dentro de los cuales se había mantenido la política durante la etapa liberal.
E n la nueva etapa democrática, al quedar todos los hombres igualados en la
noción de ciudadanos, los clivajes hasta. entonces sociales se insertan en e l seno
mismo de lo político 11 7 • Es decir que cuestiones que hasta ese m omento no
constituyen un problema en sí mismo político, se insertan en dicho campo
modificando incluso la noción de ciudadano, ya que los derechos se convierten
sin más en derechos políticos, es decir, privativos de aquel. Pero al unificarse la
esfera de lo social y la de lo político en esta última, no solamente el conjunto
de la sociedad se politiza, sino que además se introduce el conflicto inconciliable -hasta entonces relegado al plano de lo social- en el seno mismo de la política. Así, las diferencias se tematizan en relación al poder y a la conquista del
estado. Es aquí donde el concepto de igualdad democrática termina negando la
noción de igualdad natural, ya que si todos los hombres se encuentran en un
plano de igua lación total, también se encuentran en ese mismo plano las diferencias que los caracterizan y que, en última instancia, son las realmente visibles. Por eso la igualdad se convierte en un artificio por demás peligroso a la
hora de considerar la práctica social, ya que el estado, con su capacidad de
sanción, se constituye en el garante final de esa igualdad.
Consecuencia directa de concebir la igualdad en estos términos, es que se
rompen los posibles criterios racionales de diferenciación en tomo a los cuales
definir las opciones y dirimir los conflictos. La inclusión de todos llevada a
cabo de esta forma acaba anulando la política, a l menos en una proyecc ión final
a futuro, ya que se termina perdiendo todo marco referencial racional que
permita operar distinciones reconocidas como socialmente valederas entre
modos mejores y peores de ordenar el vivir en sociedad. Incluso, si mantenemos consecuentemente el argumento anterior, se acaba cayendo en un nihilismo
total que en la práctica termina reduciendo la política a la simple conveniencia
y a la propia capacidad de imponerla a los demás. Y en el caso específico de
una sociedad democrática, esto supone necesariamente imponer la fuerza del
número que se completa con la capacidad represiva del estado. En tanto que
numérica, la igualdad no puede ser visualizada de otra forma que como identidad matemática, por lo que la mayoría se impone anulando necesariamente las
otras diferencias consideradas amenazadoras de la igualdad. Pero "con las infinitamente varias capacidades y energías de los hombres, esto solamente se
puede lograr mediante una represión constante, sistemática, estricta de su desarrollo natural" _(Lecky, 1:217). Se inserta así el conflicto -es decir, la guerra- en
la sociedad, po~ lo que la política pasa a desarrollarse en términos más de lucha
que de conciliación. Y, en ese contexto, el estado, que, como lo define Weber,
tiene el monopolio de la violencia fisica legítima, pretende -porque además
necesita- lograr hacia su interior la más completa homogeneización.
Nos encontramos así con un problema, esta vr::z entre la forma de concebir y realizar la igualdad y el modo concreto de organizar la política en la Modernidad. Tomada en un sentido real y absoluto, la igualdad no puede darse nunca
en el terreno de la empiria por el mero hecho de existir estados y de ser éstos los
que necesariamente y por definición instituyen quiénes son los iguales y quiénes
no, es decir, establecen las inclusiones y las exclusiones. El estado moderno se
asienta, en ese sentido, sobre una gran contradicción que se proyecta sobre la
democracia de m asas. El mundo, señala Schmitt, está organizado en estados
"nacionalmente homogéneos que intentan llevar a cabo, con el fundamento de
una homogeneidad nacional, una democracia, pero sin tratar en ningún caso a
toda persona como un ciudadano emancipado" (1979:16). Este tema, que no es
o tra cosa que el de la identidad nacional, ya estaba presente en Rousseau. El
estado moderno produjo una homogeneización a partir del territorio y del poder,
115 . Nicolct, por ejemplo, sostiene, al referirse a la distinción e ntre derechos civiles y derechos políticos,
que se trata "[e]sencialmente de dos cosas muy simples: las calificaciones requeridas por una parte
para el acceso a los empleos públicos y a las funciones políticas, por la otra para la participación en el
soberano, es decir el derecho de sufragio" ( 1992a:34).
11 6. Como señalan Alford y Friedland, "[l]a ciudadanía [hasta el siglo XX] consistía en derechos universales a la posesión e intercambio de la propiedad, fuera cual fuere el status legal o social. Los derechos ciudadanos constituyeron la base potencial de un status universal de ciudadanía, pero primero
fueron otorgados sólo a propietarios" ( 140).
117. Por eso hoy, al separarse los derechos s6ciales de los políticos, se plantea en realidad una dicotomía
entre ambos tipos de derechos que no deja de ser en sí misma falsa. particularmente si la pensamos en
el contexto general de una sociedad que ha articulado la ampliación del sufragio.
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Llevar a la práctica el presupuesto de igualdad en su total plenitud -es
decir, con la universalidad que se reclama- resulta entonces imposible. Y al
igual que se dijera en relación al concepto de democracia, no existe algún
sistema en el que podamos decir que realmente haya una igualdad de todos.
"Actualmente no existe esta democracia de todos los seres humanos" , afirma
Schmitt, "entre otras razones por el mero hecho de que la tierra está dividida en
Estados". Y en el contexto de la sociedad de masas, la democracia "descansa
sobre el concepto de una igualdad y una homogeneidad sustancial" (Idem :16).
Es en este sentido entonces que el contenido atribuido a la igualdad en tanto que
democrática se contrapone necesariamente a la igualdad entendida en un
sentido específicamente liberal. Producto de traducir en términos de homogeneidad la noción de unidad, solo la exclusión de lo distinto puede garantizar
entonces la fuerza del número, único criterio que aparece con ciertos visos -por
cierto, totalmente insuficientes- de racionalidad. Esto hace que las diferencias
propias de toda sociedad compleja se terminen anulando irremediablemente en
algún punto.
La igualdad entendida en términos de homogeneidad total se produce y
se privilegia por encima de todas las cosas hacia el interior de las fronteras
12
estatales, apelando incluso, si fuera así necesario, a la misma fuerza º. Como
indicara Schmitt, " [e ]l poder político de una democracia estriba en saber eliminar o alejar lo extraño y desigual, lo que amenaza la homogeneidad"
(Idem :13). Al extenderse la ciudadanía dentro del estado, la igualdad se manifiesta con una vocación inclusiva que fa hace negar toda posible desigualdad,
llegando incluso, si mantenemos consecuentemente la misma dirección en el
movimie~to, a negar la distinción ciudadano - no ciudadano, al tender a subsumir todo en el primer término de la relación. A ello apunta, por ejemplo, la
reflexión de Arendt acerca de quienes, por constituir otras identidades por
diversos motivos irreductibles, habían quedado excluidos de esa homogeneidad, convirtiéndose en un "Otro" dentro de un determinado estado nacional, y
perdiendo por ese motivo todo derecho, ya que carecería entonces de la protección del estado. En última instancia, esto no es más que la consecuencia de
cómo se articula la noción de democracia y el sentido que consecuentemente
por lo que la igualdad resultante encontró limites precisos que impedían su
universalización. Es decir que al ser los estados unidades políticas diferenciadas
que fraccionan el espacio geográfico, esta forma de ordenamiento político
termina produciendo una nacionalización y una territorialización del concepto
de democracia118 • Desde un punto de vista histórico-conceptual, esto se visualiza
claramente en el rol protagónico der1empeñado por el estado moderno en la
conformación de la identidad nacional. Y dicho rol ha sido particularmente
evidente en el caso de los regímenes políticos del siglo XX, en los que se produjo
una identificación más estrecha entre estado y nación.
Es sólo en el contexto del estado-nación que se establece, como sostiene
Hannah Arendt, un tipo de "identidad claramente establecida y oficialmente
reconocida" ( 1976:287), a partir de la cual se define al connacional por oposición al extraño, al extranjero. Es decir que si nos ubicamos en el terreno de la
empiria, veremos que en realidad no existe en el contexto de los estados
modernos una auténtica ' igualdad universal' 119 • Como señala Schmitt, " [h]asta
ahora no se ha dado democracia alguna, en la que no se hubiera conocido el
concepto de extranjero y en la que se hubiera realizado la igualdad de todos los
hombres" ( I 979: I 6). Es decir que desde la homogeneidad propia de la identidad nacional se define al igual por oposición a un no-igual, tuviera éste el
nombre que fuere. La inclusión que supone la igualdad necesariamente instituye a un Otro que queda excluido y que, al mismo tiempo, da significado a lo
igual. En ese sentido, corno señala Schmitt,
"una democracia -dado que a la igualdad corresponde siempre también
una desigualdad- puede excluir a tma parte de la población dominada por
el estado, sin dejar de ser una democracia, que incluso en general hasta
ahora siempre han tenido esclavos o personas privadas total o parcialmente de cualquier manera de sus derechos y mantenidas alejadas del
ejercicio del poder político, se los quiera llamar ahora bárbaros, incivilizados, ateos, aristócratas o contrarrevolucionarios" (Jdem: 15(..:.,
118. La frontera territorial, que define hasta dónde llega el poder del estado, delimita quiénes son considerados ciudadanos y quiénes no.
119...Al menos dentro de los distintos Estados de las democracias modernas, se ha introducido una univer-
t 20. El mismo Schmitt trae dos ejemplos c laros al respecto, referidos a la selección de la población: el de
sal igualdad humana, aunque no se trata de la igualdad absoluta de todas las personas, ya que, naturalmente, quedan excluidos los extranjeros, los que no poseen la nacionalidad" (Schmitt, 1979: 17).
Turquía, basado en mé1odos totalmente arbitrarios y autocráticos, y el de Australia, basado en una
metodología de corte liberal democrático.
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La libertad para los modernos consiste en la posibilidad de hacer sin
encontrar límites a la acción. En tanto que libertad negativa, la libertad de los
modernos "entendida como la esfera de acción en la que el individuo no está
constreñido por quien detenta el poder coactivo a hacer lo que no quiere y a la
vez no es obstaculizado para hacer lo que quie re" 122 (Bobbio, 1989b:21). De
esta forma, el pensamiento moderno favorece el desarrollo de la individualidad situada en un contexto relacional 123, por lo que restringe aquellas libertades que impiden la convivencia pacífica. Pero salvo en aquellos pocos casos
en que la libertad amenaza la paz, no debe haber trabas a la acción, ya que,
como afirma John Stuart Mili, "para dar la debida libertad a la naturaleza de
cada quien, es indispensable que se permita que los que sean diferentes lleven
vidas distintas" (111). Es decir que la libertad de los modernos presupone
necesariamente una esfera distinta, la del individuo, que, al instituirse como
anterior al estado, se constituye en el límite de su poder. Esto hizo posible en
la Modernidad la construcción racional, al menos teóricamente, de la política
y del estado, teniendo en cuenta que la responsabilidad última por los actos
decididos recaía indefectiblemente en los hombres. Anteponiendo así la parte
al todo, se in~ituye en el plano de la política la figura del ciudadano, concebido como un sujeto universal autónomo, es decir, como un sujeto en el que
recae la responsabilidad última por los actos decididos.
El contractualismo expresa esto en su famosa dicotomia estado de naturaleza - estado civil, a partir de la cual en la sociedad pactada e l estado tiene
se le atribuye al principio de igualdad natural de los modernos en el contexto
de la nueva democracia de masas. Al entenderse la igualdad de forma genérica
y· absoluta -es decir, como uniformidad de resultado-, la consecución de los
consensos se convierte en simple matemática, ya que la diferencia se termina
constituyendo en un riesgo que amenaza incluso en lo cotidiano cualquier
posible racionalización de la política.
2.4. La relación igualdad-libertad
La forma de pensar y construir-la igualdad en el contexto de la sociedad
de masas puso en evidencia la relación conflictiva que se entabla con la noción
de libertad, mostrando el carácter contrapuesto que pueden llegar a tener
ambos conceptos. Y es que las exigencias de igualación que avasalladoramente
acompañaban el avance de la democracia no hacían otra cosa que romper con
las jerarquías políticas reconocidas hasta entonces por e l liberalismo. Et· voto
universal, en ese sentido, fue el instrumento que contribuyó en principio a
eliminar en el campo de la política todo plano de diferenciación, ya que al
presuponer la existencia de una comunidad de iguales -entendido este último
término en su sentido más lato-, llevó necesariamente a la homogeneización
total de sus miembros componentes. Este es un motivo que encontrarnos siempre presente en el tratamiento que muchos de los autores del período hacen de
la democracia de masas. El tema, por cierto, ya había sido anticipado por
Tocqueville en La democracia en América, cuando advertía acerca _d e la articulación contradictoria entre libertad e igualdad que se da en la nueva forma
de democracia que describía. Pero bien sabemos que el concepto de libertad,
al igual que sucede con el ya analizado de igualdad, no tiene una significación
unívoca. Por eso comprender cabalmente esta cuestión requiere que analicemos sus distintos significados, haciendo especial hincapié en la diferente
forma que antiguos y modernos tienen de definir la_ libl rtad 121 , un modo,
además, de planteamos la relación entre lo particular y lo general.
de las que nacieron los Estados contemporáneos en los países económica y socialmente más desarrollados, la demanda por un lado de limitar el poder, y por otro de distribuirlo" (Bobbio, I 989b:8). Sin
embargo. explicar la contraposición entre liberalismo y democracia solamente a partir de las demandas
enW1ciadas por Bobbio resulta a nuestro juicio totalmente insuficiente. ya que no da cuenta cabal de la
critica elaborada en los inicios de la sociedad de masas. No se trata solamente de discutir si se debe limitar o distribuir el poder. Esta es, en realidad, una discusión más actual. La oposición que se produce
entre ambos conceptos tiene, como veremos, un sentido más vital.
122. Botana, por su parte, define de manera similar lo que, desde el punto de vista de la sociedad ya
pactada, se instituye como libertad constitucional. En ese contexto, la libertad ''representaba la esfera
más extensa de la actividad humana, garantizada por la ley, bajo el amparo de la seguridad jurídica,
consagrada exclusivamente al ejercicio espontáneo de la libertad" ( 11 3).
123. Si bien es cierto que hay un reconocimiento individual de la libertad, no se debe deducir de ello un
interés meramente egoísta. Como señala Lucien Jaume en relación a la libertad de opinión reconocida
en la Declaración de /o.s derechos del hombre y del ciudadano adoptada durante la Revolución Francesa, "se tiene la opinión como un hecho individual, que se inscribe, bajo la categoría de libertad, entre
los derechos de un hombre y de un ciudadano manifestándose todo ello no obstante, en la práctica,
como un fenómeno colectivo" (58).
12 1...La antítesis entre liberalismo y democracia. bajo forma de contraposición entre libertad de los modernos y libertad de los antiguos, fue enunciada y sutilmente argumentada por Benjamin Constant (17671830) en el célebre discurso pronunciado en el Ateneo Real de París en 18 18, del cual se puede hacer
comenzar la historia de las dificiles y controvertidas relaciones entre las dos exigencias fundamentales
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por función primordial el resguardo de los espacios de libertad. Por ello Locke
le atribuye la propiedad como derecho natural, es decir, como anterior al
estado, ya que ella constituye el medio material necesario para que el ciudadano pueda erigirse en una voluntad verdaderamente libre y, por consiguiente,
autónoma, frente al estado. Esta función que le compete al estado liberal es
desarrollada claramente por Habermas a l explicar la conexión existente en la
teoría kantiana entre coerción y libertad:
Lecky, "ningún hecho es más incontestable y conspicuo que el amor de la
democracia por la regulación autoritaria" (1:218). Y es que según una visión
liberal clásica, por ejemplo, el primer indicio de la conformación de un estado
que avasalla la esfera de libertad del individuo aparece ya en la misma conformación del estado democrático de masas y está dado por el momento en que
aquel atenta contra la propiedad. "Una de las primeras formas de libertad es el
derecho de todo hombre a disponer de su propia propiedad y de sus propias
ganancias, y cada impuesto es una porción de este dinero tomado de él por la
fuerza y la autoridad de la ley" (ldem:219). Y esto ocurre. fundamentalmente
cuando el estado impone gravámenes que, por su sola existencia, hacen peligrar
las condiciones materiales necesarias para que el ciudadano pueda erigirse en
una voluntad realmente libre frente al estado. "La cuestión de la tributación es
en el más alto grado una cuestión de libertad"124 (ldem).
Este avance del estado sobre las condiciones materiales que aseguran la
autonomía del ciudadano frente a aquel constituye así el primer indicio del
cercenamiento de los espacios de libertad. Por eso sostiene que el desarrollo
de la democracia de masas "significa también un incremento constante de la
tributación, que es en realidad una restricción constante de la libertad"
(ldem). Lecky -~punta acá, si bien de manera no explícita, al problema de la
organización, aspecto sobre e l cual volveremos especialmente más
adelante 125 • Aparece así en la percepción intelectual de la época algo que
tiempo después Weber enunciaría de manera más rotunda. Contrariamente a
lo sostenido por el Iluminismo, es la libertad la que no progresa, sobre todo
en el contexto de la democracia de masas. Es en este plano, entonces, que se
inserta la crítica a la democracia de masas y, conjuntamente con ella, a la
'voluntad general' de Rousseau. En tanto desarrollo de la igualdad en términos de resultado, esta forma de democracia que se articula a partir del sufragio universal, tiende a negar los espacios de libertad del hombre moderno, ya
que, llevada esta lógica hasta sus últimas consecuencias, termina recluyendo
la diferencia al plano intangible de la conciencia, único espacio en el que el
"El derecho está ligado de por sí con la facultad de ejercer coerción;
pero esta coerción sólo se justifica como ' un impedir que se ponga un
impedimento a la libertad', es decir, sólo se justifica desde el propósito
de oponerse y resistir a las intrusiones en la libertad de cada uno"
(Habermas, l 998b:90).
Por el contrario, la libertad para los antiguos -noción que se proyecta
también sobre el republicanismo clásico-- se define por el hecho de pertenecer
a una comunidad autosuficiente, estableciendo de esta forma la primacía del
todo sobre las partes. Se trata de una forma activa de libertad, que se funda en
el compromiso permanente con la cosa pública:
"Exige, de parte de los ciudadanos, entera disponibilidad (la 'libertad
de los antiguos' es una libertad activa, de 'participación'), pero también
consagración, desinteresadamente, firme propósito de preferir siempre el
interés general a su interés particular" (Nicolet, I 992b:36).
. . Pero llevado este concepto al plano de las sociedades modernas, por defi~1c1ón complej~, esta primacía del todo sobre las partes deja abierta la posibilidad de producrr una imposición lisa y llana de la mayoría por sobre las minorías. Y este peligro se agrava aún más, sobre todo si se piensa su aplicación en
el contexto de una sociedad de masas. El estado democrático de masas se articula en base a la primacía de una lógica de podehí'. partir de la cual se busca
asegurar la igualdad que tiene por obligación resguardar. Aquí ya se percibe una
fuerte contradicción entre la concepción liberal y la democrática, hecho que a
su vez se manifiesta en la distinta función que le compete al estado según cada
una de estas concepciones. "En nuestros propios días", afirma en ese sentido
124 . Esta afirmación que hace Lccky no cs. por cierto, casual, ya que el desarrollo de la democracia
moderna está estrechamente asociado al incremento del aparato burocrático del estado debido a la
multiplicación de las distintas áreas de administración. Es por eso que en los primeros años de ta
década de 1880 encontramos en los dis tintos parlamentos europeos importantes debates relativos a la
imposición de nuevos tributos (Cfr. Stonc:70).
125. Cfr. cap. IV.
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1 13
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D EMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
M ARIA DE LOS A NO ELES Y ANNUZZI
estado moderno, concebido como dios mortal, no puede penetrar. En ese
sentido, en el caso de esta última concepción, '"libertad' y ' poder' son dos
términos antitéticos que denotan dos realidades contrastantes entre ellas y por
tanto incompatibles" (Bobbio, 1989b:21).
Esto explica el fuerte temor que generaba el desarrollo de la democracia
en muchas mentes liberales, incluso progresistas, de la época. Así lo manifiesta
por ejemplo Richter, representante en la Dieta federal del Partido Progresista
de Alemania en la sesión del 23 de mayo de 1878, al referirse al tipo de estado
propugnado por la socialdemocracia: "Un Estado tal supone como condición
primera el aniquilamiento de la libertad personal; ...con el Estado socialista, el
desarrollo de la civilización sería reducido al mínimo; sería el despotismo
craso de una mayoría o de algunos" 126 • Con esto Richter, si bien refiriéndose
a la utopía socialistá 127, cuestiona también el sentido con el cual se construía la
noción de democracia. Articulada modemam~nte en un contexto de masificación, la democracia requiere siempre de alguna instancia de homogeneización
que le permita construir la unidad. Para ello es necesario apelar a formas de
disciplinamiento y de regimentación que refuerzan el peso del número en la
confrontación política, distorsionando e, incluso, eliminando todo lo que sea
diferente. Es decir que ese despotismo al cual alude Richter -y del cual ya
hablaba Tocqueville en su conocida obra- nos pone en realidad ante el hecho
de que la democracia puede incluso apelar como ultima ratio a la capacidad
represiva del estado para asegurar la tan mentada igualdad que, en el nuevo
escenario de masificación, se mide en términos de resultados.
Por eso, si bien este movimiento se inicia en el estado, lo cierto es que
las distintas formas de organización que se dan en los distintos niveles de la
sociedad terminan articulándose también bajo la misma lógica de unificación.
Como sostiene Schmitt, " es propia de la democracia, en primer lugar, la homogeneidad y, en segundo lugar -y en caso de ser necesaria-, la eliminación o
destrucción de lo heterogéneo" (1990:12). En ese sentido, las condiciones
propias de la democracia de masas, que exigen convocar siempre al mayor
número de adherentes posibles para que una propuesta específica tenga cierta
entidad en el espacio público, lleva necesariamente, como señala Schmitt, a la
eliminación de las diferencias para articular los consensos. Ostrogorski es
quizás quien lo expresa con más claridad ya en 1902, al describir la función
del caucus en los partidos políticos ingleses.
"Toda tentativa para afirmar la libertad y la independencia del pensamiento político estaba reprimida en lo sucesivo, ya que toda divergencia
de opiniones era un golpe a la unidad del partido y una amenaza con~a
el Caucus que se había constituido en guardián permanente de esta
unidad" (Ostrogorski:46).
Si esta tendencia a la unificación la proyectamos sobre el conjunto de la
sociedad, vemos que desde el momento en que la diferencia se muestra cuestionando la unidad, quien disiente se convierte inmediatamente en extraño, es
decir, en ~xtranjero en su propia sociedad . Mosca, por ejemplo, retomando a
Michels, hace referencia, en la segunda parte de los Elementi, a la imposibilidad de disentii'. al referirse a la necesidad por parte de la sociedad de rendir
128
homenaje a la democracia, sin poder oponerse públicamente a ella • El
disenso, propio de una concepción política liberal, tiende así a ser excluido de
alguna manera toda vez que su manifestación amenaza la homogeneidad sobre
la cual se construye un régimen dem0crático. Este carácter igualador, y por
ello mismo autoritario de la democracia de masas, señalarán tiempo después
Horkheimer y Adorno, se traduce también en la imposibilidad de producir
distinciones en el seno de la sociedad en base a la capacidad, por lo que la
democracia, con su pretensión de igualdad, no hace más que fomentar la
128 ...Micbcls ya había señalado la necesidad del homenaje que los partidos conservadores deben tributar a
las doctrinas democráticas en los países regidos por gobiernos representativos" (Mosca, 1923:227/8, n).
Mosca se refiere anui al artículo de Michels ...La democrazia e la legge ferrca dell'oligarchia'". publicado en Rassegna é:onremporanea , año 111, núm. 5. El que haya un cierto temor a expresarse es suficiente para decir que se cercenan los espacios de libertad. En ese senti~o, recordemos a ~on~csq~ eu,
quien sostenía que ..para que exista la libertad es necesario que _el Go~tcmo sea ~ q_ue mn~n ctu~dano pueda temer nada de otro.. (1: 143). Es decir que la mera ex1stenc1a de un senhm1ento ~e msegundad que impida manifestar ta diferencia constituye un índice claro de la pérdida de los espacios de libertad en la sociedad.
12 6. Esta referencia textual aparece como nota a pie de página al dis~o que Bismarck diera el 17 de
septiembre de 1878 en la Dicta alemana (Bismarck:32, n).
127. Ya hemos mencionado que en el período que nos ocupa se produce una identificación entre democra-
cia y socialismo en el imaginario intelectual y político (cfr. pp. 23; 46 y sig.). En parte esto se debe a
que la socialdemocracia se define como el partido que se propone la realización de una democracia
plena o verdadera como instancia de superación del capitalismo. Este es un aspecto que profundizaremos en el próximo capitulo, en el punto 3.2.
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DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
MARJA DE LOS A NGELES Y ANNUZZJ
mediocridad 129• Esta es, en realidad, una característica inherente a las masas
mismas, característica que lleva a que mantengan una relación contradictoria
con la noción de libertad entendida en un sentido moderno: "No es la necesidad de libertad sino la de servilismo la que domina siempre el alma de las
muchedumbres", afirma, por ejemplo, Le Bon ( 1963 :70). Esta característica es
la que más preocupa al amplio arco liberal, ya que al carecer las masas de
vocación por la libertad, ponen en riesgo su realización.
evocar a Rousseau- , o "el espectáculo de aventureros deshonestos y de rapiña
trepando a posiciones de gran poder en el Estado por el sufragio popular"
(ldem:220, 219). De esta forma, una mente liberal conservadora como la de
Lecky veía peligrar la libertad política por el ascenso de las masas y por la
reclusión de las clases altas y medias a un plano de subordinación total a la
voluntad incontrolable de aquellas. La democracia favorece así el desarrollo de
lógicas perversas que terminan minando su propio fundamento. Por eso, la
libertad no parece muy segura "si el poder está ubicado principalmente en las
manos de hombres que, en su propia esfera, la valoran tan poco" (Jdem:219).
Pero desde un pasado socialista radicalizado y queriendo rescatar todavía un
orden democrático, Michels . también comparte el sentido general de esta
observación, aunque en su caso, el comportamiento de las masas, observado a
Jo largo de su militancia socialista, lo lleva a reconocer en ellas una cierta incapacidad para resguardar sus propias libertades. A diferencia de Lecky, Michels
atribuye esta circunstancia al tipo de dominación capitalista al cual las masas
se encuentran sometidas. Pero independientemente del carácter de la explicación, el problema al que tanto Michels como Lecky están apuntando es ~! del
efecto que produce la igualación hacia abajo propia de la democracia de
masas, anticipando con ello la crítica de autores posteriores.
Analizar la contraposición que se produce entre libertad e igualdad
señala así una de las contradicciones más importantes que se instala en la política moderna. Las mismas condiciones de masividad propias de la democracia
de masas no hacen más que negar la noción de sujeto autónomo. Este es un
motivo que, en principio, no aparece debatido de manera totalmente explícita.
. .
Sin embargo, y tal como incluso desarrollaremos en e 1 s1gu1ente
cap1'tulo 1)0, 1as
nuevas condiciones de la sociedad democrática llevan inexorablemente a cuestionarla. Reflexionar acerca de la articulación entre la libertad de los modernos y la libertad de los antiguos supone también plantearnos la relación entre
parte y todo, Jo que nos lleva necesariamente a pensar la articulación entre lo
individual v Jo colectivo. Y, en todo caso, esto último es lo que está en j uego
en esta épo'ca. Como bien sabemos, el concepto de autonomía, ya implícito en
la elaboración teórica de los inicios de la Modernidad, adquirió su forma más
"Poner el poder principal en las clases más ignorantes es colocarlo en
las manos de aquéllos que naturalmente se preocupan menos por la libertad política, y que son más proclives a seguir con una devoción absoluta
a algún líder fuerte. El sentimiento ·de nacionalidad penetra muy profundamente en todas las clases; pero en todos los países y edades son las
clases superiores y ·medias las que principalmente han valorado la libertad constitucional, y el trabajo de la democracia es destronar esas clases"
(Lecky, I:220).
El orden político fundado en la libertad de los modernos se ve amenazado por haber incorporado en el espacio público un tipo de sujeto que, por
sus mismas características psicológicas, no puede asegurar su reproducción.
Y la principal responsable de ello, afirma Lecky, es la misma lógica democrática: " la democracia hace mucho para debilitar también entre ellas [las
clases sociales] el amor a la libertad". Hay en este nuevo orden que avanza
vertiginosamente una serie de elementos negativos que contribuyen a su
propia autodestrucción, entre los cuales encontramos, por ejemplo, "[!]a inestabilidad y la inseguridad de la política democrática" -expresión que nos hace
129. En última instancia, dicha igualación fomenta como resultado el mero reparto igualitario entre todos
de los posibles beneficios. Es esta igualación la que, para autores incluso como Horlcheimer y Adorno,
lleva en si misma una connotación fuertemente negativa. En re alidad el hecho mismo de la masificación -es decir. de su resultado o forma de homogeneización que se produce- es el que cercena los
espacios de libertad: .. Incluso la propaganda de la libertad puede engendrar confusión, puesto que debe
anular la diferencia entre la teoría y la peculiaridad de los intereses f~aquellos a quienes se dirige"
(Horlchcimer y Adomo:299/300). Con ello, por cierto, no hacen más que seguir a Tocqueville y su
temprana critica al concepto de democracia. La democracia de masas se convierte así en los teóricos
de la Escuela de Frankfurt en el elemento distorsionador por excelencia. ya que, contrariamente a lo
que muchos puedan suponer, termina eliminando los resquicios de libertad que s í se habían mantenido
en la etapa liberal.
l 30. La noción de autonomia la tratamos en parte al analizar la influencia ro_usseauniana en la construcción
del concepto de democracia. También volveremos sobre ella en el capitulo 11.I, punto 3 .1.
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D EMOCRACIA Y SOCI.E DAD DE MASAS
MARIA DE LOS ANGELES
YANNUZZJ
acabada con Kant, quien en la Crítica de la razón práctica establece el principio de la autonomía de la voluntad como condición de la acción moral, contraponiéndose así a toda posible heteronomía. Esto supone un sujeto autorresponsable, es decir, un sujeto que asume las consecuencias, tanto buenas como
malas, de sus propias acciones - acciones que, además, ha decidido por sí-,
siendo, por consiguiente, el autor de sus propias normas. Se trata, en ese
sentido, de haber llegado a una mayoría de edad, como señalaba Kant en ¿Qué
es la Ilustración ?, por oposición a un estado de minoridad 131 , incorporando así,
como señala Taylor, "un sentido de autonomía autorresponsable" que se
traduce, en principio, en "una liberación de las exigencias de la autoridad"
(1996:262), por lo que el sujeto es al:¡ora el único autor del nomos. Desde un
punto de vista específicamente político, esto significa que el origen del poder
ya no se encuentra ni en la naturaleza ni en Dios, sino que reside en los
hombres mismos. Como explica Ricoeur, "cuando la autonomía sustituye la
obediencia al otro por la obediencia de sí, la obediencia ha perdido todo carácter de dependencia y de sumisión" (222), por lo que el hombre se constituye
en un ser enteramente libre.
Esta noción de autorresponsabilidad se traduce necesariamente como
autolegislación en el plano moral, y así se proyecta al ámbito político, pero en
el sentido de que son los ciudadanos los que se dan sus propias leyes 132• Es
decir que son legítimos aquellos principios que han sido racionalmente aceptados por los ciudadanos. De esta manera, se elimina todo rasgo de hete ronomía,
ya que los hombres, en tanto que sujetos autónomos, son autores de la ley que
constriñe la libertad entendida como ausencia de impedimentos. O, si lo preferimos, parafraseando a Rousseau, los hombres son libres en la medida en que
obedecen como ciudadanos lo que ordenan en tanto que parte del soberano.
Esto, por cierto, no deja de plantear problemas a la teoría y práctica políticas,
entre otras cosas porque la política supone por definición relaciones asimétricas de poder, es decir, de mando-obediencia. Por eso, si bien el problema de
cómo asegurar el ejercicio de la autonomía ya se plantea en realidad en los
inicios de la Modernidad, la cuestión se agrava en el nuevo escenario de la
sociedad industrial, ya que con ella se desarrollan y se perfeccionan distintas
formas de organización 133. En esto radica la preocupación central que atraviesa,
por ejemplo, la obra de Weber: "¿Cómo es posible en presencia de la prepotencia de esa tendencia hacia la burocratización salvar todavía algún resto de
libertad, de movimiento 'individual' en algún sentido?" 134 • El problema de la
organización, sobre el cual volveremos con mayor profundidad m ás adelante,
introduce así una diferencia radical en la conformación del orden político.
¿Cómo mantener entonces el concepto de autonomía en el contexto de la sociedad de masas en la que han emergido nuevos sujetos colectivos que tienden a
anular toda individualidad?
Al proyectar el concepto de autonomía en el contexto de la sociedad
política, aquel parece encontrar una instancia de resolución en la noción de
democracia, por ser esta forma política la que incorpora en principio la noción
de autolegislación. Sin embargo, esta noción remite en el contexto de la sociedad de masas a un colectivo, el pueblo, que más allá de la multivocidad que
le es propia, conduce a una primacía del todo sobre las partes. Este es el
sentido que, por ejemplo, Bernstein parece recuperar al asociar directamente
democracia con libertad: " Cuanto más adopta y gobierna la conciencia general, más se iguala la democracia en significación a los más altos grados de
libertad para todos" ( 117). Es decir que a mayor libertad de la sociedad en su
conjunto -o, si lo preferimos, a mayor democracia-, mayor libertad también
de sus miembros componentes, promoviendo así una continuidad entre
público y privado. Este no es el sentido con el cual el pensamiento liberal
construye el concepto de libertad. No olvidemos que para Bernstein la libertad política, en tanto que libertad del todo, tiene prioridad sobre la libertad
económica. Incluso siempre alude al concepto de democracia social, una
noción que, en realidad, no guarda una relación estrecha con la concepción
liberal. P or el contrario, la libertad en sentido moderno queda subordinada a
la realización plena de la igualdad 135 •
13 1. ..Es~e _e~tado de minoría consiste en dejarse tutelar por otro de tal forma que el propio juicio dependa
133. Abordamos el tema de la organización en el capitulo IV.
134. Weber, Max, " Parlamento y gobierno...", ea op . cit. , p. 88.
135. Tendencialmcntc esto lleva incluso a la igualación total a nivel social. .. Ligada a la idea de
progreso.., sei\ala por eso Wyndham Lcwis , ·•está la concepción democrática de una unificación
social" (29).
del JWCIO de otro; por contraste con este estado, la autonomía adquiere su sentido fuerte, a saber, ta
responsabilidad del juicio propio" (Ricoeur:302).
132 . ..(L]o q~e e_n el ámbito de la vida personal se llama autolegislación o autonomía moral, es lo que para
la const1tuc16n de una sociedad justa significan las lecturas que de la libertad política, esto es, de Ja autolegislación democrática, se hacen en forma de derecho natural racional" (Habcnnas. 1998: 163).
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DEMOCRACIA Y SOCIEDA D DE MASAS
MARiA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
Vemos así que, en el contexto de la sociedad de masas, esta noción de
autonomía encuentra ciertas dificultades, ya que se hace necesario definir a
quién refiere en primer lugar Iii autonomía: si al todo o a las partes. Bebe!, por
ejemplo, hace siempre referencia a la libertad de asociación, un tipo de libertad
que, si bien parece recuperar en su origen un plano de individualidad, difiere en
realidad de la noción moderna de libertad, ya que no apunta a resguardar realmente una esfera de autonomía del sujeto -en nuestro caso, el ciudadano-, sino
a la conformación del colectivo 136• Esto es algo que Durkheim, desde una posición liberal, claramente intenta evitar: "es necesario", sostiene, "que el individuo pueda moverse con cierta libertad en un amplio plano; es necesario que no
sea retenido y acaparado por los grupos secundarios, es necesario que éstos no
puedan volverse dueños de sus míenibros y formarlos a su antojo" (108). Sin
embargo, estos grupos secundarios a los que alude, que no son otros que las
nuevas formas de organización que afloran en la sociedad de masas, tienden a
recluir al individuo al espacio de lo privado. Al colocarse como instancias de
mediación, no sólo multiplican la representación, sino que incluso llevan a la
paradoja de instituir un nuevo tipo de heteronomía. En este contexto podemos
entonces entender la crítica de autores como Mosca, Pareto y Michels, quienes
siempre se definieron en favor de mantener espacios de libertad en la sociedad,
ya que sólo en ellos radica la posibilidad real de incentivar el progreso material,
intelectual y moral. Y es que la preocupación por la conformación del colectivo
cercena, al menos tendencialmente, el espacio para garantizar la esfera individual. Bernstein es quizás el dirigente socialista que introduce, en ese sentido,
más elementos liberales 137• Sin embargo, el desarrollo de la libertad a la que se
refiere, remíte también en última instancia a una noción más antigua, ya que
alude directa o indirectamente a la conformación del todo.
El problema radica entonces en definir qué tipo de libertad se privilegia
y de qué forma. Y si bien ésta es en principio una cuestión que ya se plantea
en la construcción del orden político moderno, lo cierto es que se toma más
enfática en el período que abordamos. ¿Es posible mantener los espacios de
libertad en e l sentido dado a este concepto por los modernos? Esto nos lleva
nuevamente a la problemática que, como ya viéramos, preocupa a Weber,
quien en palabras de Therbom " intentó indagar si todavía era posible salvar
alguna especie de indeterminismo político, ' algunos restos de libertad «individualista» en cualquier sentido"' (188). Sin embargo, dar respuesta a este interrogante no resulta tan sencillo. La inclusión de las masas agrega un componente distinto que en última instancia modifica la visión que hasta entonces se
tenía de la práctica política. La misma psicología de las masas es la que niega
en definitiva todo plano de individualidad. Es esta condición la que promueve
en todo caso una lógica perversa que tiende a sacar a la luz las peores cualidades de los hombres, por lo que todos quedan igualados, pero en la mediocridad. Son las mismas condiciones de masificación las que llevan a moldear
las almas de las muchedumbres coartando toda posibilidad de creación. Lewis
se refiere así por ejemplo al "Público contemporáneo, corrompido y degradado
a una semi-~becilidad" gracias a las técnicas publicitarias y de prensa (74) 138 •
La pérdida de libertad lleva así a la homogeneización. Y ella requiere de técnicas de manipulación.
Por eso, y a diferencia de otros órdenes políticos, estas nuevas democracias, cuyo germen ya descubriera Toc'queville en forma incipiente a mediados
del siglo XIX en los Estados Unidos, no requieren apelar preponderantemente
a la imposición lisa y llana. En ese sentido, " el gobierno ' democrático' es
mucho más efectivo que la subyugación por medio de la conquista fisica"
(Idem: 106). Las democracias modernas 'no embisten contra el cuerpo sino
136...Considerando, empero, que especialmente el voto universal, igual, directo y secreto, es la condición
previa para un desarrollo político normal de la comunidad, como lo es la libertad de asociación para
el mejoramiento económico de la clase trabajadora, considerando además que la clase trabajadora por
su número siempre creciente, su inteligencia y su trabajo por la vida económica y social del pueblo
entero, así como por los sacrificios materiales y fisicos que debe asumir para la defensa militar del
país, constituye el factor fundamental en la sociedad moderna, debe ella exigir no sólo el mantenimiento, sino también la ampliación del derecho al voto universal, igual, directo y secreto para todos
los cuerpos representativos en el sentido del programa socialdemócrata y la seguridad del pleno derecho de asociarse" (Bebe!, a: 147).
137. ºSiempre que ha debido realizarse un progreso en el programa socialista (t~e en una u otra manera
haya supuesto un peligro para el desenvolvimiento de la libertad, la democracia social jamás ha
dudado en adoptar una posición contraria" (Bernstein:120).
138. Este motivo reaparece, como es bien sabido, en Dialéctica del Iluminismo. Horkheimer y Adorno
destacan el carácter pasivo y mediocre del hombre contemporáneo, que se convierte en simple objeto
de la manipulación de los sectores dominantes. Es con la socic.dad de masas que se desarrollan las
técnicas de publicidad y propaganda, ya que ellas constituyen el principal ins trumento para difundir y
generalizar cada propuesta especifica. "La propaganda manipula a los hombres; al gritar libertad se
contradice a sí misma" (Horkheimer y Adomo:299). Es decir que la propaganda será exitosa en la
medida en que consiga convencer, razón por la cual presupone siempre alguna forma de manipulación.
negando con ello los espacios de libertad. Esta noción de manipulación, que es muy fuerte en el caso
de los autores mencionados -producto sobre todo de la visión fuertemente pesimista que tienen de las
masas- , no está sin embargo ausente en quienes incluso piensan distinto.
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DEMOCRACIA Y SOCIEDA D DE MASAS
contra el alma' 139• Es decir que la coacción externa, cuando se produce, opera
solamente sobre las minorías aisladas o, si lo preferimos, sobre aquellos que se
resisten mostrando así su diferencia. No olvidemos que el estado apela a la represión sólo como ultima ratio y aquella se aplica en última instancia sólo contra
quien resiste. Por eso parte de esa manipulación consiste en producir una identidad entre realidad y ficción, que lleva necesariamente a convalidar lo existente
al mostrar lo utópico -ya en el sentido de lo irrealizable- de todo posible cambio'.
La democracia de masas asegura así su propia reproducc;ión, al fomentar un tipo
de personalidad no autónoma que le garantiza por ello rnisnio el mantenimiento
del status quo. Esta atrofia de la imaginación, que también se da en el plano
específicamente intelectual, es la que ~cluso favoreció el desarrollo posterior de
las aberraciones, entre ellas las del mismo nazismo. "Así como la prohibición ha
abierto siempre camino al producto más nocivo", dirían unos años después
Horkheimer y Adorno, "del mismo modo la prohibición de la imaginación
teórica abre camino a la locura política" (9).
3
La "era de la democracia'" 4º
3.1. Democracia vs. Parlamentarismo
Al generalizarse en el lenguaje político de fines del siglo XIX y principios del XX 111- noción de democracia, se fue produciendo en la práctica una
distinción que recogía en un mismo vocablo dos significados que provenían de
tradiciones políticas distintas. Retomando la clasificación de Rotteck, Michels
explica así, en Los partidos políticos, que existen "dos tipos de democracia: el
gobierno de los representantes y el gobierno de las masas" (I, 1983:53) 141 • De
esta forma Michels daba cuenta de una dualidad conceptual presente en autores anteriores que generaba cierta confusión terminológica. Ya Le Bon había
señalado esta diferencia de contenido, si bien la atribuía, no sin parte de razón,
a la existencia de dos culturas distintas, la anglosajona, fundamentalmente
liberal y exaltadora del individuo, y la latina, que tiende a privilegiar el todo
sobre la parte :
"En realidad corresponde a ideas e imágenes completamente opuestas en las almas latinas y en las anglosajonas. Entre los latinos, la palabra democracia significa especialmente la anulación de la voluntad y de
139. "El análisis cumplido por Tocqucvillc hace cien ailos se ha cumplido plenamente. Bajo el monopolio
pnvado de la cultura acontece realmente que •1a tiranía deja libre el cuerpo y embiste directamente
contra el alma. El amo no dice más: debes pensar como yo o morir. D ice: eres liQre de no pensar como
yo Y tu v ida, tus bienes, todo te será dejado, pe ro a partir de este momentb e res un intruso entre
140. Así designa Robcrt Michels a esta época en su conocida obra los partidos políticos (1, 1983:78).
14 1. Cfr. también M ichcls, 1, 1983 :52.
nosotros' (A. de Tocqueville, De la démocratie en Amérique, Paris, 1864, 11, pág. 151)" (Cit. por
Horkhe,mer y Adorno: 160).
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MARiA DE LOS ANGELES YANNUZZJ
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
establecer la diferencia entre distintos tipos de democracia, ya Aristóteles dejó
constancia de ella. Sin embargo, la diferencia se hizo claramente manifiesta
en el espacio público recién con la ampliación del sufragio. Fue a partir de este
hecho que la democracia entendida como gobierno de los representantes dejó
de constituir la definición preponderante. Es decir que, desde el imaginario
político del periodo que nos ocupa, el calificativo 'de masas' se convirtió en
una simple forma redundante de la voz 'democracia'. En función de ello, esa
primera noción de "gobierno de los representantes" se terminó reemplazando,
aunque sin mayor discusión conceptual, por el concepto de "parlamentarismo"144, mientras se dejó el término 'democracia' para designar lo que se
entendía como el gobierno directo del pueblo.
Es importante entonces en todo este periodo distinguir conceptualmente
la democracia de masas del parlamentarismo, noción esta última que además
se adscribe como sinónima de régimen liberal 145. Democracia y liberalismo
representan así dos tradiciones políticas distintas, la primera antigua y la
segunda modema 146, que, si bien van a coincidir más adelante 147, en esta etapa
inicial se diferencian y se contraponen nítidamente. Es muy importante entonces tener preser¡.te esta diferenciación, que se mantuvo a lo largo del desarrollo
de la teoría poÍítica hasta hace relativamente poco tiempo. Es decir que cuando
la iniciativa individuales ante las de la comunidad, representada por el
Estado. [ ... ] En el anglosajón, y muy especialmente en el americano, la
misma palabra democracia significa, por el contrario, el desenvolvimiento interno de la voluntad del individuo, borrando cuando es posible
la del Estado, al cual, fuera de la policía, del ejército y de las relaciones
diplomáticas, no se le deja dirigir nada, ni aun la instrucción" (Le Bon,
1963:62). 142
Pero si bien Le Bon apunta con esto a destacar un tipo de diferenciación
que reconoce un origen más moderno, lo cierto es que a lo largo de la evolución del concepto, el término democracia ha sido utilizado para designar
indistintamente, como viéramos en el capítulo anterior, dos modos diferentes
de proyectar en el plano de la política el criterio de igualdad 143. Esta es una
distinción que, por ejemplo, encontramos claramente en Schmitt ya que, como
él mismo sostiene, "con la igualdad general de los hombres no se puede solucionar el problema de la igualdad y de la homogeneidad sustancial necesarias
para una democracia" (1979:21). Cierto es que esta ambivalencia implícita en
el término ya la encontramos en los mismos orígenes del concepto. Así, al
142. Si bien podría discutirse esta distinción entre lo anglosajón y lo latino que hace Le Bon, lo cierto es que
no es el único autor que la sostiene. Más recientemente, Hayek, por ejemplo, en consonancia con esta
forma de pensar, distingue claramente el liberalismo de Locke y Kant, del liberalismo de Rousseau,
declarándose heredero sólo del primero. Es cierto que, desde el punto de vista teórico, estos autores dan
nacimiento a teorías articuladas en realidad sobre valores distintos. Sin embargo, dicha distinción no
descansa necesariamente, como sugiere Le Bon, en culturas o fonnas de civilización distintas. Donde
sí encontramos cierto fundamento a lo que sostiene este autor, si bien no una coincidencia plena con el
criterio de distinción esbozado, es en el orden del lenguaje, en particular cuando analizamos la voz
' pueblo' en tomo a la cual gira siempre el concepto de democracia. Como bien sabemos, a cada sujeto
se le presentan visiones distintas de su mwido circundante según las percepciones, las imágenes y las
conexiones de sentido que le permita realizar la propia lengua. Por eso, si analizamos el vocablo en
alemán Y en las lenguas latinas, el pueblo (das Volk, le peuple, il popo/o. el pueblo) es un singular
carente de un referente concreto en la realidad. Por el contrario, en inglés (the peop/e) supone en sí
mismo una pluralidad en la que es imposible dejar de visualizar en su interior 1as individualidades que
lo componen. (Sartori desarrolló este motivo en una ponencia presentada en el XVII Congreso Mundial
de la Intcmational Association of Political Science, que tuvo lugar en Buenos Aires en julio de 1991).
Esta diferencia lingüística, y por ende de percepción, está en la base misma del concepto de democracia, y constituye un aspecto sustancial a la hora de analizar las respectivas concepciones, ya que de ello
se derivan soluciones necesariamente distintas. Mientras en alemán y en las lenguas latinas se visualiza
a través del concepto el todo, es decir, el pueblo como una unidad indiferenciada que no permite distinguir mayormente sus partes constitutivas, en inglés el conjunto pueblo (peopleJ,al aludir a los individuos que lo integran, permite reconocer una cierta antelación de la parte en relación al todo.
143. Cfr. punto 2.3.
144. En su obra Elementi di Scienza Politica, por ejemplo, Mosca utiliza el término •parlamentarismo'
exclusivamente para designar una forma representativa de gobierno, mientras que el vocablo •democracia' lo usa para designar el gobierno de las masas.
145 . Carl Schmitt, e n su obra Sobre el par/amentaris1'o, señala que durante gran parte del siglo XIX apenas
se notaba la diferencia entre democracia y parlamentarismo. '"porque el parlamentarismo ganaba
terreno en estrecha asociación con la democracia que al mismo tiempo avanzaba. sin que ambos fueran
distinguidos claramente. Pero hoy, después de la victoria común, aflora la contradicción y no puede
más pasar inadvertida la diferencia entre las ideas liberal-parlamentarias y las ideas de la democracia
de masas" (Schmitt, 1979:4/5).
146. "El liberalismo, como teoría del Estado (y también como clave de interpretación de la historia), es
moderno, mientras que la democracia como forma de gobierno es antigua" (Bobbio, 1989b:32), señala
acertadamente Bobbio.
147. La contraposición entre liberalismo y democracia recién encontrará un espacio de superación al unificarse ambos tanto en la teoría como en la práctica políticas posteriores. Pero en términos generales
esta tendencia recién se impone a partir de la II Guerra Mundial, no obstante que antes podemos
encontrar algunos intentos de conciliación. Así. por ejemplo, Kart Mannheim en 1934 alude a una
..democracia liberal de masas" como un tipo deseable de democracia. De todas formas, y aunque su
desarrollo supondría un análisis que excede los objetivos del presente trabajo, no queremos dejar de
decir que dicha unificación produjo, como es dable pensar, una nueva modificación en el contenido de
ambos conceptos, modificación que a su vez distingue esta nueva forma de de mocracia del sentido con
el que se la concibió en el momento que nos ocupa.
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el vocablo 'democracia' aparece con alguna connotación positiva en autores
anteriores, la mayoría de las veces se está aludiendo en realidad al ' gobierno
representativo'. Pero, como señala Bobbio, refiriéndose a la Revolución norteamericana,
parlamentarismo, como veremos a continuación, no deja de dificultar el análisis
institucional, ya que, más allá del deber ser al cual se aspire e independientemente del grado de factibilidad que el mismo pueda tener, el parlamento, en
tanto que órgano colegiado inserto en la división de poderes, cumple siempre
una función, se trate de un estado liberal o de uno democrático.
En tanto que tradiciones políticas distintas y ahora claramente contrapuestas, el avance de la democracia pone en cuestión los valores en tomo a los
cuales se había constituido el liberalismo. Y es que, como viéramos ya, mientras éste se funda en el resguardo de la libertad del individuo, la democracia
reclama la realización plena de la igualdad y, en ese sentido, niega los espacios
de libertad 149 • Por eso afirma Lecky que "una tendencia a la democracia no
significa una tendencia al gobierno parlamentario, ni incluso una tendencia a
una mayor libertad" (I:217). Es en este contexto entonces qu~ podemos
comprender el temor y la resistencia que se produce en la sociedad. En ese
sentido, el avance de la democracia de masas fue vivido por las mentes más
liberales de la época como una clara amenaza a los espacios de autonomía
sobre los que se funda el desempeño del ciudadano moderno. En parte esto lo
hemos desarro,llado al analizar la relación entre igualdad y libertad. Sin
embargo, resta·todavía abordar la oposición entre democracia y liberalismo en
función sobre todo del entramado institucional que se desarrolla, ya que la
asimilación de los conceptos de liberalismo y parlamentarismo denota en realidad la relevancia que tiene el parlamento en el contexto de las transformaciones profundas que se vienen operando en la sociedad. Como bien sabemos, la
noción de liberalismo político presupone, por un lado, el reconocimiento del
opositor como sujeto político con plenos derechos y, por el otro, que tales derechos son reconocidos a todos los hombres por igual, sin distinción alguna.
Partir de estos presupuestos supone la existencia de sociedades con una pluralidad de intereses, pluralidad que a su vez se pone de manifiesto en la forma
de componer el parlamento.
El ' parlamentarismo' es así el régimen que se sustenta en la noción
moderna de autonomía. Al ser éste el órgano estatal en el que se encuentran
representados en igualdad de condiciones entre sí los distintos grupos ideológicos, el órgano legislativo se constituye en el verdadero epicentro de poder del
"en los mismos años en los que mediante las Declaraciones de los derechos nace el Estado constitucional moderno, los autores del Federalista
oponen a la democracia directa de los antiguos y de las ciudades medievales la democracia representativa, que es el único gobierno popular
posible en un Estado grande" (Bobbio, 1989b:33).
Cierto es, empero, que la Revolución norteamericana denota en realidad
otra tradición política, la republicana, que se diferencia a su vez de la liberal. Sin
embargo, en cuanto a la consideración de la representación política, ambas se
aproximan bastante, por lo que a los efectos del presente trabajo no res.u lta relevante establecer sus posibles diferencias 148• En todo caso, la contraposición que
nos interesa destacar en este contexto es la que se da entre democracia representativa y democracia directa que, en última instancia, remite a la diferenciación que planteaba Michels más arriba. Por eso, si bien ambas conceptualizaciones convivían en el referente teórico de fines del siglo XIX, la aparición de
masas estables, permanentes y con poder político hizo que la noción de 'democracia de masas' terminara predominando casi con total exclusividad. De esta
forma, la democracia no sólo se contrapone a liberalismo, sino que, además,
también pone de manifiesto otra contraposición, subsidiaria a su vez de aquella:
la que se da entre democracia directa y gobierno representativo, oposición esta
última que, más que fundarse en algún referente empírico concreto que le dé
sentido, se nutre en realidad de un imaginario que adscribe al ideal de autogobierno de la comunidad política. Pero diluir la noción de liberalismo en la de
148. Analizar la re lación entre republicanismo y formas representativas supone, en realidad, una investigación que excede el objeto del presente trabajo. Sin embargo, no podemos dejar de decir que esta
aproximación entre la concepción republicana y la liberal en relación a las formas representativas es
más clara en e l republicanismo norteamericano. La tradición republicana francesa~ por el contrario,
"será por mucho tiempo, por ejemplo, hostil a la representación y al régimen parlamentario (incluso
más al bicameralismo); recusará (basta la década de 1860) la concepción ' errónea' de la ' separación
de poderes·: la república no conoce sino un poder, el legislativo. del cual los otros son dependientes"
(Nicolct, l 992b:40).
149. Cfr. cap. 11 punto 2.4.
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estado liberal. Es en él donde se construye colectivamente el interés general, ya
que allí se produce el intercambio público de ideas entre iguales tendiente a
lograr decisiones conciliadas y, por consiguiente, aceptadas por los representados. Por eso la argumentación, entendida como forma de convencer y de arribar a la verdad, tiene un peso fundamental. El debate público en el seno del
estado aparece entonces como un modo implícito de reconocer entre otras cosas
que el poder viene de los propios hombres, carentes ya en la Modernidad de un
poder superior que los dirija. Es aquí donde cobra sentido el concepto moderno
de autonornia. La noción de sujeto autónomo, como ya indicáramos, supone un
ser dueño de sí mismo y de su propia vida, que puede decidir por sí apelando a
una logicidad considerada universalmente compartida y a la cual se arriba
mediante el debate. Desde un punto de vista político, esto significa entonces
que los hombres se dan a sí mismos el nomos, es decir, la propia ley, garantizando así el progreso de la ciencia, la moral y la política. Pero la noción de autonomía, si bien refiere al plano individual, no supone, como dijéramos ya, un
individuo totalmente aislado. En ese sentido, Kant le impone, desde el punto de
vista de la ética, dos imperativos -la propia perfección y la búsqueda de la felicidad del otro- que necesariamente debe asumir el hombre moderno. Se trata
entonces de un individuo al que se le adscriben los dos sentimientos originarios
de los hablaba Rousseau en El discurso sobre el origen de las desigualdades
-el amor de sí y la piedad-, aunque ya transformados por la entrada del hombre
en sociedad. De esta forma se reconocen los límites de la razón que, como señalara Kant, está así autolimitada a partir de su propio movimiento.
Esta función de autocontrol que de ello se deriva es la que cumple el
debate en la esfera pública, instancia que supone al mismo tiempo someter a
revisión lo ya decidido. Sin una verdad objetiva a la que se pueda arribar a
través del conocimiento o de la fe, esta posibilidad de revisar lo decidido opera
como mecanismo de construcción de certezas en un medio totalmente humano
que se mueve en un permanente terreno de incertidumbre. Reconocer en el
plano específico de la política el carácter relativo de la verdad y aceptar que
ella constituye, además, un tipo de construcción social implica concretamente
no cerrar los espacios de libertad necesarios para que los posibles disidentes
planteen su oposición. Es esta forma de concebir la razón en la política la que
se quiebra con la incorporación de las masas al estado. Por eso, hablar de crisis
del estado liberal supone necesariamente hablar también de una crisis del
parlamentarismo, entendida ésta última en el sentido que desaparece del seno
del órgano legislativo la noción de intercambio racional de ideas. Y si bien esto
no supone la desaparición del parlamento, sí entraña una profunda transformación. En tanto que institución del estado, señala Schmitt, en principio el
parlamento liberal no se corresponde con los requerimientos propios de la
d emocracia. "Las dificultades del ejercicio parlamentario y de las instituciones
parlamentarias se originan en verdad en la constitución de la moderna democracia de masas". Y agrega poco después: "Como democracia la moderna
democracia de masas busca realizar una identidad de gobernantes y gobernados y se encuentra en este camino con el parlamento en calidad de una institución ya no más inteligible y anticuada" (Schmitt, 1979:21).
No es casual entonces que los autores de fmes del siglo XIX y comienzos del XX se lamenten por la modificación que sufriera la práctica parlamentaria, dando a entender así que el espacio público no se instituye ya como autocontrol de la racionalidad ni como instancia de búsqueda de la verdad. Incluso
todos destacan, no sin dolor, el cambio de la calidad de los debates parlamentarios y de la función misma del parlamento. Y que este cambio se registrara
en el parlamepto británico era más que significativo, dado el carácter de
modelo que particularmente tuvo este régimen en el imaginario teórico de la
Modernidad. Era fundamentalmente allí donde " el poder parlamentario aseguraba que la mayor parte de las cosas importantes se debatieran y decidieran
públicamente" (Stone: 178). Pero las nuevas condiciones de la política alteraban el requisito de publicidad que la definía. Este es un tema, como veremos,
bastante presente en los trabajos de la época. Ostrogorski, por ejemplo, atribuye este fenómeno al tipo de disciplina partidaria que imponen por primera
vez las nuevas organizaciones políticas.
" Los debates en la Cámara de los Comunes no tienen casi ningún
alcance real, salvo el de proporcionar a los gladiadores del partido la
ocasión de distinguirse; no cambian los votos, no convencen a nadie, ya
que la disciplina del partido prohíbe a todo fiel el dejarse convencer"
(Ostrogorski:82). ' so
150. Le Bon destaca estas posiciones irreductibles sobre todo re feridas al ámbito de lo local: "Sobre todas
las cuestiones de inte rés local, cada miembro de una asamblea tiene opiniones fij as, irreductibles, que
ninguna argume ntación podría quebrantar" (1963: 113). Pero esto parece suge rir, a dife rencia de
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Lo colectivo se impone así a lo individual, llegando incluso a anularlo
completamente. Mediante la disciplina partidaria se evita que puedan trascender las posibles diferencias que pudieran darse en su seno, restando no sólo
calidad al debate sino, también, sentido al intercambio.
las 'masas parlamentarias' : "Las multitudes parlamentarias son sugestionables", señala este autor, "y, como siempre, la sugestión emana de conductores
auroleados de prestigio" 152 (Le Bon, 1963: 113). Pero es esta forma de comportamiento psicológico la que lleva a distorsionar la función específica que, en
relación a l Poder Ejecutivo, le compete a aquel órgano.
Sin embargo, esta modificación de la práctica no es más que el emergente
de una transformación más profunda relativa al rol que desempeña este órgano
en el contexto de la organízación del estado. Y el primer indicio de ello es, por
supuesto, el cambio en la composición de sus integrantes, producto de la adopción del sufragio universal. En ese sentido, la "extensión de los derechos políticos erosionó por sí misma la posición de los liberales clásicos, y, en la década de
1880, los parlamentos dejaron de ser, en gran medida, un coto de la nobleza y de
la clase media alta" (Stone:48). Sin embargo, no se trata solamente de que los
nuevos representantes provinieran de una extracción social distinta. Más allá de
que esto se diera 153 en cierta medida, el problema radica fundamentalmente en el
nuevo tipo de entramado relacional en el que ahora se insertan los representantes. Mientras que en el contexto del sistema representativo o parlamentario,
típico del liberalismo, "era posible mantener al margen de la política parlamentaria", señala Hobsbawm al referirse al parlamento británico anterior a 1880,
"problemas insolubles o desafios fundamentales de revolución o secesión",
razón por la cual " los políticos podían formar mayorías parlamentarias cambiantes" (99), las nuevas formas que se imponen suponen la elección de representantes ya insertos en estructuras organizativas: los partidos políticos. Como
señala Ostrogorski, este "conjunto de condiciones, en el centro del cual se
encuentran las nuevas relaciones de partido, alteró profundamente el funcionamiento del parlamentarismo, del gobierno de gabinete" (Ostrogorski:78).
"La democracia destniye el balance de opiniones, intereses y clases,
sobre los que depende principalmente la libertad constitucional, y su
tendencia constante es a empeorar la eficiencia y la autoridad de los
parlamentos, que hasta ahora han probado ser los órganos principales de
la libertad política" (Lecky, I:218).
Lejos de constituir el espacio específicamente político donde se concilian propuestas concretas apelando a la argumentación racional como medio
de convencer, el parlamento se convierte en el lugar de legitimación de decisiones tomadas en realidad fuera de su seno. Es esa misma disciplina partidaria que inhibe el debate la que incluso favorece que se difunda una cierta
mediocridad entre sus miembros. No interesa ya llegar a 'lo correcto y verdadero' mediante la argumentación -como sí había sucedido durante el estado
liberal- recuperando incluso una ética pública. La adopción del sufragio
universal, al hacer necesario garantizar el gran número para asegurar efectivamente el poder, cambió el registro del intercambio e hizo de " la discusión
pública argumentativa una formalidad vacía" (Schrnitt, 1979:10). La simple
impronta del número que definía el poder de la masa hizo que la posibilidad
de argumentar se desvaneciera al mismo tiempo que el espacio de la política
se matematizaba, vaciándose incluso de toda apreciación valorativa. Por eso el
parlamento es el órgano del estado que mejor delata la transformación
ocurrida, ya que se modifica definitivamente la práctica parlamentaria. La
argumentación con el objeto de convencer y de buscar la verdad a través del
debate se pierde y se reemplaza por un tipo de discurso que se articula con la
sola intención de movilizar las emociones 151 . Por eso Le Bon puede hablar de
parlamentos se han constituido en masa sólo por s u fonna de comportamiento: ..Las asambleas parlamentarias elevadas a un cierto grado de excitación, se toman idénticas a las muchedwnbrcs heterogéneas ordinarias y por consiguiente sus sentimientos presentan la particularidad de ser s iempre extremos. Se las verá entregarse a actos de heroísmo grande o a los peores de los excesos" (ldem: 118).
152. Con esto Le Bon esboza un tema que va a ser desarrollado tiempo después por Weber: ..La idea de que
la democracia parlamentaria, bajo las condiciones de la sociedad de masas, es el medio que permite la
selección y formación del conductor político" (Mommsen, 1981 b:54).
153. Por ejemplo, en Gran Brctaila "el parlamento de la década de 1860 estuvo considerablemente dominado por las grandes familias terratenientes, [ ... } en Francia un tercio de los miembros de la cámara de
comienzos de la década de 1870 eran aris tócratas y en Alemania una cuarta parte de los miembros del
Reichstog eran de origen noble" (Stone:45).
Ostr~gorski, que el contacto más estrecho con lo local obnubila la razón y promueve en mayor
medida la exacerbación de los senti mientos.
15 J. Como ya analizáramos al comienzo de nuestro trabajo, la noción de masa en un primer momento no
tiene en ~lidad ~a pert~nencia clasis ta. Por el contrario, el concepto remite a un tipo particular de
comportam1cnto ps1cológ1co (cfr. cap. 1, punto 1.1.). En términos de Le Bon, los miembros de los
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Dos son las consecuencias más importantes que se derivan de ello. Por
un lado, el parlamento, en tanto que órgano inserto en la división de poderes,
pierde autonomía frente al ejecutivo, trastocando así el equilibrio de poderes
que debería darse en el seno del estado. Por otro lado, las propuestas del representante tienen ahora un origen -o, al menos, un estrecho control- extra-parlamentario dado en este caso por la organización a la cual pertenece y que es la
que, de alguna manera, ha promovido su elección. Es decir que, al mismo
tiempo que se modifica el sentido de la representación, la decisión fundamental tiende a sustraerse de la práctica parlamentaria específica. Esto es lo que
lleva en definitiva a vaciar de contenido al nuevo parlamento. Por eso el régimen parlamentario en el contexto de la sociedad de masas supone, para conservadores liberales como Mosca, un eleinento en sí mismo de debilidad, ya que
la estabilidad de los ministros depende del voto directo de la Asamblea a la que
clasifica como el elemento electivo. Esta falta de separación entre poder ejecutivo y legislativo, que sí se daba en lo que Mosca llama el régimen constitucional, promueve, por un lado, la falta de responsabilidad del primero ante las
decisiones que debe adoptar y, por el otro, la primacía de la asamblea por sobre
el resto de los poderes del estado. El hecho se agrava todavía más en los casos
en que la asamblea parlamentaria se conforma a partir del sufragio universal,
ya que aparece atravesada por una lógica basada en la adhesión del mayor
número. En este caso, la decisión de la Asamblea, legitimada por la voluntad
del pueblo, adquiere una preeminencia mayor con respecto a los ministros,
haciendo que los funcionarios de gobierno, buscando su propia permanencia,
se subordinen a esa voluntad. Por eso, bajo una estructura de división de poderes, el parlamento se convierte en una especie de trampolín para la conquista
definitiva del estado.
Sin embargo, de ello no debería inferirse necesariamente que las masas
sean quienes efectivamente tienen el poder real. La complejidad del fenómeno de masas en el plano político no permite hacer estos razonamientos
lineales que, como veremos más adelante, sí se fomentan en todo caso en el
imaginario social. Como diría Ostrogorski al analizar e l sistema partidario
británico, sin el control que supone en el parlamento británico la Cámara de
los Lores, "la Cámara de los Comunes se convierte en todopoderosa -en
teoría" (Ostrogorski:81). Y es sólo ' en teoría' porque lo que se instala en el
seno del parlamento es una lógica de poder que se legitimma sí misma a partir
del número, pero no necesariamente en relación directa con la voluntad manifiesta de los electores.
" El ministerio no podía vivir sino a condición de tener detrás de él a
su mayoría como la sombra, y los diputados no podían nunca votar contra
los ministros o incluso un ministro sin correr el riesgo de derribar el
gobierno y de provocar la disolución del Parlamento y quizás también el
fin de su propia carrera política.[... ] [Pero] Un diputado que había votado
contrariamente a las promesas dadas a sus electores podía invocar la
excusa que si hubiera votado de otra forma hubiera conducido a la caída
del gobierno, al igual que un ministro seguido por su mayoría podía
desafiar la opinión del país que se pronunciaba netamente contra él
- hasta la expiración de los poderes del Parlamento, como lo ha hecho por
ejemplo el gabinete Balfour en los años 1904-1905" (Jdem:80/ 1).
Esto promueve sin más la corrupción de la práctica política154, ya que se
dejan de lado los valores morales e intelectuales que deberían incidir en la
decisión. Al predominar la lógica del número antes que la de la razón, se tergiversa el comportamiento político de las asambleas, generando una fuerte
desilusión en su eficacia, ya que se presta incluso a generar una red de influencias personales entre diputados y funcionarios de la burocracia estatal que va
en detrimento de la protección jurídica, la justicia y la libertad. En ese sentido,
Schmitt describe con total precisión la' degradación a la que llega la práctica
parlamentaria en el contexto de masas:
154 . Este motivo aparece también en Weber cuando analiza el sistema político de Estados Unidos. Incluso
Schmitt lo destaca cuando enumera las distintas carencias y errores que habitualmente se denuncian
en Ale mania e n relación al funcionamiento parlamentario: ..la dominación de los partidos. su impertinente política personal, el •gobierno de los aficionados'. las constantes crisis de gobierno, la inutilidad
y la banalidad del discurso parlamentario, el nivel decreciente de los modales parlamentarios, los
métodos disolventes de obstrucción parlamentaria. el abuso de ta inmwtidad y de los privilegios parlamentarios a partir de una oposición radical que se burla del mismo parlamentarismo, la indigna práctica de las dietas, la baja asistencia a la cámara" (Schmitt, 1979:28). Este es un aspecto que debería ser
profundizado, ya que seria importante poder definir en qué medida con él no se introduce un tipo de
crítica imbuida todavía de un pensamiento tradicional, o si, por el contrario, se está haciendo hincapié
en lo que seria una característica propia de la democracia de masas que favorece este tipo de conductas. Así lo deja entrever por ejemplo George Sore l cuando afirma que ..[l]a experiencia muestra que en
todos los países en los que la democracia puede desarrollar libremente su naturaleza, se desata la
corrupción más escandalosa" ( 1972:341 ).
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"en algunos estados el parlamentarismo ya se ha quebrado, al punto que
todos los asuntos públicos se convierten en objetos de botín y compromisos de los partidos y sus prosélitos y la política, lejos de ser el propósito
de una elite, se ha convertido en el negocio bastante despreciado de una
clase de hombres bastante despreciada" (Schmitt, 1979:8).
que administra y distribuye el estado a partir de los impuestos, los bancos
oficiales, etc., distribución que, al distorsionarse la función del parlamento, no
pasa necesariamente por la satisfacción del interés general. Efecto que Ostrogorski también observa en la cuna misma del parlamentarismo: Gran Bretaña.
"El control del Parlamento sobre los actos del gobierno es nulo, la Cámara no
tiene el medio material de examinar incluso en la ocasión del voto al presupuesto, la gestión de los departamentos ministeriales" 155 (Ostrogorski:82/3). El
parlamento deja así de cumplir uno de los roles fundamentales que le corresponde -en el contexto de una democracia de masas-, y que no es otro que el
de·controlar y limitar el poder de la burocracia. Es esta incapacidad que reconocen los parlamentos en una democracia lo que favorece la imposición de un
régimen autocrático 156 • Este es el despotismo de la democracia que anticipara
Tocqueville y que abona una visión pesimista del estado democrático. Sin
embargo, se trata de una visión que no es totalmente compartida en sus inicios
y de la cual Mosca incluso se retractaría años después, ante la experiencia
concreta del fascismo. Corno señala en ese sentido Le Bon, el parlamento, por
su misma condición de órgano colegiado, evita la conformación y consolidación de autocnicias. Por eso, y no obstante "todas las dificultades de su funcionamiento", lo.cierto es que " las asambleas parlamentarias representan el mejor
método que los pueblos han encontrado hasta ahora para gobernarse y sobre
todo para substraerse lo más posible al yugo de las tiranías personales" (Le
Bon, 1963:120).
Lejos de constituir el parlamento el espacio en el cual la sociedad construye colectivamente el interés general, se convierte en simple botín de guerra
de los partidos representados, que de esta forma consolidan sus propios espacios de poder. Es aquí entonces donde se inserta en algunos autores corno
Michels -o incluso, en ciertas vertientes del socialismo- una critica implícita a
la noción de representación que se encuentra en consonancia, en última instancia, con una concepción de democracia corno gobierno directo del pueblo.
" Aun si aceptáramos en teoría que el gobierno parlamentario in abstracto constituyera realmente un gobierno de las masas" , sostiene Michels, "en la vida
práctica esto no es más que un fraude continuo por parte de la clase dominante"
(1, 1983:83). La nueva lógica de funcionamiento que adquiere así el parlamento supone en realidad un mayor alejamiento de los representantes en relación a sus electores, ya que difícilmente se los podría considerar en esta instancia exactamente como representados. Retomando incluso la cita precedente de
Ostrogorski, las formas representativas, si bien legitimadas por el voto popular, tienen al menos tendencialmente la capacidad de enquistar en el poder
- incluso con más facilidad que antes- a las minorías dominantes. Pero no
obstante la importancia de la cuestión, no encontrarnos en esta época un tratamiento específico de esta temática que, en definitiva, remite al extrañamiento
político del hombre común en un contexto de masificación en el que las instancias representativas intermedias se han multiplicado, generando incluso referentes colectivos que disputan con el sujeto individual el fundamento mismo
de la representación. El problema, como podemos apreciar, no resulta menor,
ya que en última instancia estas nuevas formas de mediación entre estado y
sociedad introducen una distorsión muy grande a lo que constituye su fin
último: la construcción del interés general. Y esto sí, en todo caso, es algo que
aflora claramente de la lectura de muchos contemporáneos.
Así, esa red de influencias personales que se gesta e ntre parlamentarios
y funcionarios, sostiene Mosca, permite concentrar en po·cas manos la riqueza
3.2. Socialismo y democracia
Contrariamente a lo que ocurría con el liberalismo clásico, la relación
entre socialismo y democracia fue en todo este periodo mucho más fluida. Y
155. Mommsen también hace referencia, en el caso del parlamento alemán, a la pérdida de importancia de
este órgano: ··s1parlamento sigue siendo formalmente el lugar en donde se lleva a cabo competitiva•
mente la lucha de los líderes por el poder, pero pierde importancia y se convierte exclusivamente en
un órgano de control y regulación" (198 l b:70).
156. Esta tendencia a reducir la función de control del parlamento llega a su máxima expresión con el
fascismo: ..El fascismo, por un lado. ha negado las distinciones de clase, pero por el otro ha arrebatado el poder de manos de los intelectuales y reducido la fuerza del parlamentarismo" (Michcls,
l969:l ll).
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si bien tanto liberales progresistas como socialistas se fueron apropiando, con
distintas argumentaciones, del nuevo concepto, . instituyéndose desde su
propio discurso en los verdaderos paladines de la democracia, el socialismo
terminó arrogándose casi con exclusividad la capacidad de realizarla efectivamente. Se trata en realidad, como ya viéramos al analizar el concepto, de
formas distintas de entender la noción de democracia y el alcance que debe
tener la igualdad. Para los liberales progresistas, democracia significa, además
de un gobierno representativo, la extensión de los derechos de ciudadanía a
todos aquellos considerados iguales 157 • Pero allí se detiene en todo caso e l
desarrollo de la igualdad. Sólo aspiran a una igualdad política ejercida en el
contexto de un estado minimo que resguarda la esfera de libertad del individuo. En ese sentido, el liberalismo se caracteriza por dejar fuera de lo político
aquellas diferencias conflictivas de dificil conciliación. Dichos clivajes -entre
los que se encuentran los de clase-, si bien tolerados en el seno de la sociedad
civil, terminan neutralizando su conflictividad, ya que al no integrarse en e l
espacio público, no interfiere en la articulación racionalmente consensuada
del interés común.
Pero el sufragio universal, al incorporar a todos al régimen político,
amplió también el campo de la política, haciendo de todos los asuntos
- incluso aquellos que el liberalismo había dejado en el ámbito exclusivo de
una sociedad civil despolitizada- cuestiones políticas 158• De esta forma, los
distintos clivajes que atraviesan la sociedad se politizan, redefiniendo incluso
el problema de la igualdad. Por eso, el concepto liberal de democracia resulta
insuficiente, ya que la igualdad que propugna es, desde la concepción socialista, solamente superestructura!. El hecho de desarrollarse esta forma de
democracia en el marco de una sociedad clasista impide en ese sentido la
realización plena de la igualdad. "¿Cuál es el principio de la democracia?", se
pregunta, por ejemplo, Bem stein.
"La contestación a esta pregunta es muy sencilla, y parece contestada
de momento diciendo que es el 'gobierno por el pueblo'; pero una ligera
consideración nos dice que estas palabras son tan sólo una definición puramente formal y muy superficial, pues casi todos los que emplean hoy la
palabra democracia entienden por ella algo más que una mera forma de
gobierno. La definición será más exacta si nos expresamos negativamente,
y definimos la democracia diciendo que es la ausencia de todo gobierno
de clases, indicando con ello una condición social en que los privilegios
políticos no pertenecen a una clase contra el resto de la comunidad" 159
(Bernstein: 115).
Bernstein distingue así lo que podríamos llamar una noción formal de
democracia, es decir, entendida sólo como forma de gobierno, de otra sustantiva, y por ello mismo verdadera, que tiene como requisito indispensable la
eliminación di; la peor de todas las asimetrías, las clases sociales, por constituir el fundam~nto mismo de la explotación. La socialdemocracia se propone
así la construcción de un orden socialista, superador de una democracia
burguesa formal que no consigue articular plenamente el principio moderno
de la igualdad. Pero se trata ya de un concepto de igualdad que tiene además
pretensiones de igualdad social 160• Esta posibilidad de lograr una igualdad
159. Cierto es que en el socialismo de la II lnt~cional encontramos una multiplicidad de corrientes que reconocen matices diferenciadores importantes. Incluso. si bien todos coinciden en que la democracia puede
realizarse plenamente recién en una sociedad socialista, hay formas distintas de entender los alcances
mismos de la igualdad. Bcmstcin incorpora a su concepción algunos elementoo en principio liberales que
ponen cien o límite a una noción sustantiva de igualdad: ..La idea de democracia incluye en la concepción
de la época presente una noción de justicia, una igualdad de derechos para todos los miembros de la
comunidad, y en este principio encuentra sus limites la regla de la mayoria a que se extiende en cada caso
157. Bobbio sedala que para el liberalismo "dcmocrac.ia significa principalmente sufragio universal, y por
consiguiente un medio de expresión de la libre voluntad de los individuos" (Bobbio, l 989b:93).
158. Como señala Schmitt, ,.[l]a democracia eliminará todas las neutralizaciones y despolitizaciones típicas del siglo XIX liberal" (Schmitt, 1984:20). Como hemos visto en el capitulo anterior, "la no esta-
concreto la regla del pueblo. Cuanto más adopta y gobierna la conciencia general, más se iguala la democracia en significación a los más altos grados de libe,tad para todos'" (Bemstein:l 1617).
160. En 1868, cuando se crea la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, bajo la influencia del
socialismo anarquista de Bakunin, se explicita claramente en su programa que el principio fundamental de las asociaciones obreras es el de "la igualación económica y social de las clases y de los indivi-
bilidad de las cuestiones religiosas, culturales, sociales y de otro tipo" llevó a que estas es feras fueran
sustraídas al estado. De esta forma. al mismo tiempo que lo político se identifica con lo estatal, se
puede también afirmar desde el liberalismo que ..,a sociedad se contrapone autónomamente al estado"
(ldem: 11, n). Pero en las nuevas condiciones e n que se han politizado todos los asuntos, como explica
Mannheim, el estado se encuentra e n todas partes. A este tipo de estado es al que Schmitt llama •estado
total', un estado en el que ..ya no hay nada absolutamente ·no político'", por lo que incluso se ·•debe
alejar la despolitización del siglo X IX y, en particular, poner ténnino al axioma de la economía libre
del estado (no política) y del estado que no se ocupa de economía" (ldem:22).
duos" (La transcripción completa del programa se encuentra en Marx, 1973a: 157). Es cierto que la 1
Internacional tennina con la expulsión de esta corriente anarquista, sin embargo, debemos tener en
cuenta que las ideas bakuninianas ejercieron una influencia importante sobre algunas secciones de la
socialdemocracia europea, entre ellas particulanncnte la italiana.
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s ustantiva se abre históricamente por primera vez con el capitalismo. Las
mismas relaciones capitalistas de producción han creado al proletariado,
única clase verdaderamente universal, cuya liberación depende de la abolición de "todo modo de apropiación existente hasta nuestros días" (Marx y
Engels, 1974:77). Es decir que el tránsito de una democracia meramente
formal a una realmente sustantiva encuentra su primer momento de superación al producirse el paso al socialismo 16 1• En tanto que realización del principio moderno de igualdad, la democratización de la sociedad se entiende
desde el socialismo como el momento final de la evolución de la sociedad
hacia su propia liberación que, al eliminar el estado -por definición el órgano
de dominación de una clase-, baria posible el auto-gobierno de las masas.
Desde un punto de vista histórico,· este proceso se había iniciado con el
acceso al poder de la burguesía y culminaría recién con el advenimiento de
la sociedad sin clases. En tanto que clase históricamente revolucionaria 16 2, la
burguesía había blandido contra la nobleza feudal los principios modernos de
igualdad y libertad naturales, valores articuladores de la ideología liberal.
Ese liberalismo originario, que Bernstein distingue muy bien del liberalismo
práctico de los partidos liberales, se constituye así en el antecesor inmediato
del socialismo 163 :
Esta interpretación, como b ien señala Hobsbawm, no es ajena a la herencia intelectual de Marx y Engels, para quienes "la república democrática,
aunque totalmente ' burguesa', había sido siempre como la antesala del socialismo, por cuanto permitía, e incluso impulsaba, la movilización política del
proletariado como clase y de las masas oprimidas, bajo el liderazgo del proletariado" (Hobsbawm: 111). En ese sentido, el marxismo siempre se consideró
heredero de la tradición Iluminista liberal, cuyas banderas debía recoger, ya
que la burguesía, por su misma condición de clase explotadora, nunca podría
lograr la total liberación de la humanidad. Por eso, como señala Bernstein, " la
democracia es una condición del Socialismo en mayor grado que lo que se cree
generalmente, es decir, que no sólo es el medio, sino también la sustancia"
( 127). En tanto que medio, la democracia brinda las condiciones políticas
necesarias para el ascenso del proletariado al poder. En tanto que sustancia,
ella se constituye en el fin a alcanzar y, por ello mismo, en el elemento que
define al socialisrno 164• Es decir que no sólo se propone profundizar la democracia burguesa, por definición insuficiente, sino lograr la verdadera igualación social. En última instancia, las formas ideológicas burguesas demuestran
su incapacidad, para llevar al terreno de la práctica los principios que abrazaran en sus orígenes. Sólo el socialismo puede entonces construir una verdadera
democracia. Si hay una concepción que tiene por objeto realizar en el terreno
de la práctica esa igualdad del género humano que preconizara el liberalismo
en sus orígenes es, sin lugar a dudas, el socialismo que aspira a la eliminación
de las clases. En tanto que heredero del liberalismo, el socialismo se propone
profundizar el grado de igualdad, llevándola a planos a los que el liberalismo
burgués, por su condición clasista, nunca podria llegar. Democracia y socialismo se unifican así en un mismo movimiento.
Pero aquí nuevamente nos toparnos, desde un punto de vista conceptual,
con la necesidad de definir qué se entiende por igualdad y qué por libertad. La
igualdad del género humano pregonada por el liberalismo poco y nada tiene
que ver con la igualdad tal como se la concibe desde el socialismo, para quien
la igualación total de la sociedad a partir de la eliminación del clivaje fundamental -las clases sociales- sobre el que se funda el poder, es la que asegura
"Como es natural, debe reinar oposición entre esos partidos y la
democracia social. Pero respecto del liberalismo, considerado como un
gran movimiento histórico, el Socialismo es su legítimo heredero, no sólo
en orden cronológico, sino también en sus cualidades espirituales, como
se demuestra en cada cuestión de principio en que la democracia social
tiene que adoptar una actitud" (Bemstein: 120/1 ).
161. Como señala lrving Louis Ho rowitz, la dictadura del pro letariado constituye particularmente para la
vertiente marxista del socialismo ..una •forma superior• de democracia en relación al gobierno de la
democracia capitalista'' (Ho rowitz:63).
162. "'La burguesía ha desempeilado en la historia un papel altamente revolucionario. Dondequiera que ha
conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas" (Marx y
Engcls, 1974:65).
163. ·•Actualmente no hay ninguna idea realmente liberal que no pertenezca también a los elementos de las
ideas del Socialismo. Aun el principio de la responsabilidad económica personal, que pertenece
aparentemente por completo a la escuela de Manchcstcr, no puede ser negado, a mi juicio, en teoría
por el Socialismo, ni hecho ine ficaz bajo no importa qué c ircunstancit' (Bems te in: 122).
164. Esta lectura en tomo de la democracia es rechazada, como bíen afirma Horowitz, por Sorel, para quien
.. [l]a democracia e n sí misma no puede ser un instrumento de progreso o, incluso, un índice de que ha
ocurrido un progreso mayor" (Horowitz:74).
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DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE M ASAS
MARIA DE LOS A NGELES YANNUZZI
la real liberación del hombre de la condición de esclavitud a la que lo someten
las relaciones de mercado, para lo cual es necesaria la eliminación de la
propiedad privada165 • Se trata, como podemos apreciar, de un concepto de
igualdad que no solamente remite a lo específicamente político, como sí hace
la concepción liberal. No entendida ya como punto de partida, sino como
resultado al cual arribar, esa igualdad considerada sustantiva, al no permitir el
establecimiento de diferencias de otro tipo, se percibe ahora como homogeneización total de la sociedad. Así, la igualdad tal como la concibe el socialismo y la igualdad democrática coinciden. Esta correspondencia entre las
expectativas que generaba la democracia de masas y la utopía socialista favoreció la apropiación casi exclusiva del concepto por parte de las organizaciones socialistas, hecho que se reflejó ·incluso en la identificación 166 que se
produjo en el imaginario político del período que nos ocupa entre los conceptos de socialismo y democracia.
Schmitt, a la realización del socialismo. Es la misma concepción socialista la
que permite entonces su identificación con la noción de democracia que se
impone a partir de la sociedad de masas. Democracia y socialismo se constituyen así en el imaginario político de fines del siglo XIX y principios del XX en
conceptos prácticamente intercambiables, ya que restaría, para completar el
movimiento de igualación, lograr la igualdad social, reivindicada desde el socialismo como el fin a conseguir con la superación del estado capitalista. Este es el
momento en que se produjo la gran expansión del socialismo europeo, expansión que comenzó hacia la década de 1890 y en la que la socialdemocracia
alemana jugó un rol preponderante, sobre todo si tenemos en cuenta el carácter
tardío de este país en la transformación liberal burguesa. Incluso, la socialdemocracia alemana, el partido socialista más importante de toda Europa, contribuyó enormemente a la identificación de ambos conceptos 167• La misma debilidad de la burguesía alemana frente a la poderosa clase de los junkers hacía que
el liberalismo se confundiera con el socialismo en función de los logros democráticos que se habían convertido en una reivindicación fundamental.
Pero no obstante el carácter de heredero del liberalismo que el socialismo reconocí_a, para sí, lo cierto es que la recuperación de la noción de autogobierno introdujo en realidad una fuerte diferenciación con la tradición liberal. Liberalismo y socialismo -y su sinónimo en este caso, la democracia- se
articulan en realidad sobre significados distintos del concepto de libertad. Esto
es algo que Bernstein no alcanza a comprender, no obstante constituir el
e lemento diferenciador más importante. Sin embargo, esta diferencia de
conceptualización se hace evidente cuando define al socialismo como " liberalismo organizador",
"Las organizaciones socialistas de las masas obreras asumieron aquí
las ideas progresistas-democráticas de tal modo que aparecieron como el
adalid de las mismas, yendo más allá de la democracia burguesa y fijándose el doble cometido de llevar a cabo sus exigencias socialistas, por
una parte, y, por otra, también las democráticas" (Schmitt, 1990:30/ 1).
Las democracias existentes, a las que se les adicionaba desde el socialismo el calificativo de ' burguesas', ya que estaban imposibilitadas pcir su carácter de clase de instituir la igualdad en sentido absoluto, se constituyeron en una
simple parodia de una democracia real, la que sería tan solo posible cuando esa
verdadera igualdad, es decir, la eliminación total de las diferencias -especialmente las de clase y las de propiedad-, pudiera instaurarse. Así, la realización
de una democracia plena queda teóricamente subordinada, como explica
" pues cuando se examinan atentamente las organizaciones que el Socialismo necesita y cómo las necesita, se ve que lo que las distingue sobre
todo de las organizaciones feudales, exteriormente como ellas, es precisamente su libera lismo, su constitución democrática, su fácil acceso"
(Bernstein: 123).
165. Como señala Bobbio , "en e l binomio democracia más socialismo, democracia significa ideal igualitario
que sólo la reforma de la propiedad propuesta por el socialismo será capaz de realizar" ( l 989b:94).
166. A tal punto se identifican democracia y socialismo que en un libro titulado El concepto cr istiano de
d emocracia , e l autor llama a diferenciar lo que él designa como la democrac ia e n sentido cristiano no
sólo del liberalismo, s ino sobre todo de la democracia propugnada por et socialismo: "esta necesidad
d e to mar a la de mocracia cristiana se explica en proporción a los lazos que por todas partes, y espe•
c ialmente por el socialismo, se tienden a las masas populares, bajo mentidos nombres democráticos•·
167 . Refiriéndose a cómo era entendida la voz democracia en la socialdemocracia, Michels explica que "en
la termino logía alemana esta palabra significa muchas veces simplemente el socialismo'' ("Le Socialisme
allemand aprCS Mannhcim", publicado originalmente en le Mouvement Socialista, Nº 181 , janv. 1907,
(Toniolo:82).
p. 13, en Michels, 1992:132). Algo similar ocurrió también en Italia.
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D EMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
M ARIA DE LOS A NGELES Y ANNUZZI
la real liberación del hombre de la condición de esclavitud a la que lo someten
las relaciones de mercado, para lo cual es necesaria la eliminación de la
propiedad privada165• Se trata, como podemos apreciar, de un concepto de
igualdad que no solamente remite a lo específicamente político, como sí hace
la concepción liberal. No entendida ya como punto de partida, sino como
resultado al cual arribar, esa igualdad considerada sustantiva, al no permitir el
establecimiento de diferencias de otro tipo, se percibe ahora como homogeneización total de la sociedad. Así, la igualdad tal como la concibe el socialismo y la igualdad democrática coinciden. Esta correspondencia entre las
expectativas que generaba la democracia de masas y la utopía socialista favoreció la apropiación casi exclusiva del concepto por parte de las organizaciones socialistas, hecho que se reflejó ·incluso en la identificación 166 que se
produjo en e l imaginario político del período que nos ocupa entre los conceptos de socialismo y democracia.
Schmitt, a la realización del socialismo. Es la misma concepción socialista la
que permite entonces su identificación con la noción de democracia que se
impone a partir de la sociedad de masas. Democracia y socialismo se constituyen así en el imaginario político de fines del siglo XIX y principios del XX en
conceptos prácticamente intercambiables, ya que restaría, para completar el
movimiento de igualación, lograr la igualdad social, reivindicada desde el socialismo como el fin a conseguir con la superación del estado capitalista. Este es el
momento en que se produjo la gran expansión del socialismo europeo, expansión que comenzó hacia la década de 1890 y en la que la socialdemocracia
alemana jugó un rol preponderante, sobre todo si tenemos en cuenta el carácter
tardío de este país en la transformación liberal burguesa. Incluso, la socialdemocracia alemana, el partido socialista más importante de toda Europa, contribuyó enormemente a la identificación de ambos conceptos 167• La misma debilidad de la burguesía alemana frente a la poderosa clase de losjunkers hacía que
el liberalismo se confundiera con el socialismo en función de los logros democráticos que se habían convertido en una reivindicación fundamental.
Pero no obstante el carácter de heredero del liberalismo que el socialismo reconoc ía para sí, lo cierto es que la recuperación de la noción de autogobierno introdujo en realidad una fuerte diferenciación con la tradición liberal. Liberalismo y socialismo - y su sinónimo en este caso, la democracia- se
articulan en realidad sobre significados distintos del concepto de libertad. Esto
es algo que Bem stein no alcanza a comprender, no obstante constituir el
elemento diferenciador más importante. Sin embargo, esta diferencia de
conceptualización se hace evidente cuando define al socialismo como "liberalismo organizador",
"Las organizaciones socialistas de las masas obreras asumieron aquí
las ideas progresistas-democráticas de tal modo que aparecieron como el
adalid de las mismas, yendo más allá de la democracia burguesa y fijándose el doble cometido de llevar a cabo sus exigencias socialistas, por
una parte, y, por otra, también las democráticas" (Schmitt, I 990:30/ l ).
Las democracias existentes, a las que se les adicionaba desde el socialismo el calificativo de 'burguesas', ya que estaban imposibilitadas por su carácter de clase de instituir la igualdad en sentido absoluto, se constituyeron en una
simple parodia de una democracia real, la que sería tan solo posible cuando esa
verdadera igualdad, es decir, la eliminación total de las diferencias -especialmente las de clase y las de propiedad- , pudiera instaurarse. Así, la realización
de una democracia plena queda teóricamente subordinada, como explica
"pues cuando se examinan atentamente las organizaciones que el Socialismo necesita y cómo las necesita, se ve que lo que las distingue sobre
todo de las organizaciones feudales, exteriormente como ellas, es precisamente su liberalismo, su constitución democrática, su fácil acceso"
(Bemstein: 123).
165. Como señala Bobbio. "en el binomio democracia más socialismo, democracia significa ideal igualitario
que sólo la reforma de la propiedad propuesta por el socialismo será capaz de realizar" ( l 989b:94).
166. A tal punto se identifican democracia y socialismo que en un libro titulado El conceplo cristiano de
d emocracia, el autor llama a diferenciar Jo que é l designa como la democracia e n sentido c ristiano no
sólo del liberalismo, s ino sobre todo de la democracia propugnada por el socialismo: "esta necesidad
de tomar a la democracia cris tiana se explica en proporción a los lazos que por todas partes, y especialmente por el socialismo, se tienden a las masas populares, bajo me ntidos nombres democráticos"
167. Refiriéndose a cómo era entendida la voz democracia en la socialdemocracia, Michels explica que '"en
la termino logía alemana esta palabra significa muchas veces simplemente el socialismo" ("Le Socialisme
allemand apres Mannhcim", publicado originalmente en l e Mouvemenl Socialista, Nº t 8 I, janv. 1907,
(Toniolo:82).
p. 13, en Michels, 1992: 132). Algo similar ocurrió también en Italia.
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DEMOCRACIA Y SOCIEDAD DE MASAS
MAR.iA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
La idea de organización, necesaria en un contexto de masas como veremos con mayor profundidad en el próximo capítulo, antepone el todo a las
partes, noción que, en todo caso, acerca al socialismo a un concepto de libertad
propio de los antiguos antes que de los modernos. Esto nos hace retomar al
análisis que realizáramos en el apartado anterior y que podemos resumir en la
distinción que hace Michels cuando explica el significado de la voz democracia. En tanto que gobierno representativo, la democracia se asimila al parlamentarismo y se sustenta sobre una noción moderna de libertad, pero en cuanto
democracia de masas, ella refiere a alguna forma de gobierno directo y se funda
en una libertad antigua. Es decir que en la oposición democracia directa - parlamentarismo, que resumiría en sí misml!, la contradicción fundamental del capitalismo, el último término se considera, desde el socialismo, como una forma
propia de la burguesía. ¿Basta entonces simplemente negar esa democracia
formal? La cuestión, como podemos apreciar, revierte hacia el interior de la
misma concepción socialista, ya que, en última instancia, supone definir cómo
se piensa el tránsito del capitalismo al socialismo. Tal como plantea el
marxismo, la conformación de una sociedad sin clases sólo se puede hacer
mediante una revolución. P1;:ro, ¿qué se entiende por tal, entonces? Bien sabemos que las distintas corrientes socialistas han tenido diferencias a este respecto
que, incluso, se acrecentaron con el triunfo del leninismo. Sin embargo, sobre
todo en los primeros años del siglo XX, salvo los grupos más radicalizados, son
muchas las corrientes que de alguna manera toman la etapa de democracia
burguesa como una etapa necesaria previa a la revolución.
social", afirma por ejemplo Bernstein, "se dirige a la creación de circunstancias
y condiciones que bagan posible y aseguren una transición (libre de conmociones convulsivas) del orden social moderno a otro superior". Por eso incluso las
tareas democráticas tienen una cierta prioridad, ya que "la conquista de la
democracia, la formación de los órganos políticos y sociales de la democracia,
es la condición preliminar indispensable de la realización del Socialismo"
(Bernstein: 119; 125). Sólo cuando, en el marco limitado de la sociedad capitalista, se hubieren consolidado las instituciones democráticas, se podría realizar
el salto al socialismo. Y, en ese sentido, al menos para Bemstein, que inaugura
así la corriente reformista dentro de la II Intemacional 168, el tránsito no sería
violento. De alguna manera, esta era la proyección de lo que Engels planteara en
1895 en el 'Prefacio' a Las luchas de clase en Francia de Marx. Allí el estrecho
colaborador y amigo de Marx instó directamente a adoptar una estrategia democrática, llamando así a la socialdemocracia a la participación electoral y dejando
de lado la metodología de enfrentamiento directo por estar ésta superada, dada
la mayor capacidad de coerción que había adquirido el estado moderno en el
último tiempo. Este fue uno de los elementos que contribuyó a que esta noción
de democracia s~ identificara claramente con la de socialismo.
No es casual entonces que Le Bon se refiriera, también en 1895, a " la
invasión amenazante del Socialismo" (36). Este avance arrollador de la democracia -definida como la instancia en la cual todos los ciudadanos ejercen el
poder-, especialmente acompañada de la noción de socialismo, fue acrecentando la imagen del miedo en distintos séctores de la sociedad 169• La simbiosis
"¿Pero acaso la democracia no nos proporciona la base apropiada para
asegurar el pasaje gradual, insensible, del capitalismo sin que tengamos que
temer la ruptura violenta con el estado existente, que implicaría la conquista
del poder político por el proletariado? Muchos políticos pretenden que
únicamente la dominación despótica de una clase toma necesaria la revolución, pues la democracia la hace superflua y en todas las naciones civilizadas gozamos de una dosis de democracia suficiente como para que sea posible la evolución pacífica, para que se produzca sin revolución" (K.autsky:88).
168. Dentro de lo que podemos llamar el reformismo socialista encoc.tramos en realidad numerosas corrientes cuyo análisis excederla ampliamente el objetivo del presente trabajo. Si insistimos en Bemstein es por
la influencia de su pensamiento. Sin embargo. c~mo veremos incluso más adelante, también podríamos
hablar, entre otros, de un reformismo de origen sindical, que se diferencia claramente de la concepción
bemsteiniana. El mismo Jean Jatll"CS, por ejemplo, considera necesario profundizar las instituciones
democrático-burguesas por constituir ellas un momento particular del desarrollo de la civilización que no
puede ser saltado sin riesgo de retroceso: "He visto, hace cuatro años, debido al odioso levantamiento de
ignorancia y de barbarie, que no bastaba empujar y expresarse hacia el socialismo , que todavía faltaba
reafirmar la libertad republicana debilitada" (Jaures:273).
169. Vemon Lidtke aborda este aspecto al analizar los efectos de la cultura socialdemócrata en Alemania.
La generalización en el plano de lo social del principio de igualdad, sobre todo en una sociedad tradicional como la alemana de fines del siglo XIX y principios del XX, constituye un choque cultural muy
grande que lleva a cuestionar profundamente las jerarquías sociales existentes. Por eso, como afirma
Lidtkc, "los elementos conservadores de la sociedad alemana no están e rrados cuando percibían a la
Socialdemocracia como una amenaza a su modo de vida y a su control social" (8).
A partir del sufragio universal se abre la esperanza de realizar un tránsito
gradual y en cierto sentido pacífico. "Toda la actividad práctica de la democracia
.._]
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M ARiA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
entre ambos conceptos generó así una profunda resistencia en los sectores liberales y conservadores de la sociedad, particularmente porque se trataba de un
tipo de creencia que promovía la homogeneización de la sociedad, al mismo
tiempo que ponía en evidencia e l comportamiento irracional de las masas. Pero
dicha resistencia fue todavía mayo r porque, si bien aceptada por liberales
progresistas como la realización plena del principio moderno de igualdad natural, la democracia terminó confundiéndose en el imaginario político de la
época con el socialismo, dado el crecimiento vertiginoso de la socialdemocracia, particularmente la alemana, que se erigía así en la representante de los
nuevos sectores incorporados a la política. Jaures 170, por ejemplo, señalaba en
un artículo de 1901 que "[s)i una cosa es cierta, es que nuestro partido y la
clase obrera no pueden llegar al poder sino bajo la forma de la República
democrática" (Jaures:270). Incluso estos reparos iniciales que se ponen tanto
a la democracia como a su sinónimo, el socialismo, se exacerban todavía más
con el triunfo bolchevique en la Revolución rusa171 •
La socialdemocracia -vista en general como un todo unificado, sin los
m atices diferenciadores que hay en su interior- aparece así como la expresión de
una tendencia social que pretende transformar la sociedad a partir de la eliminación del capitalismo, generando otra nueva en la que, supuestamente, cobraría
vida una forma de democracia que rememora a Rousseau. Democracia y socialismo, desde una identidad conceptual que vela las posibles diferencias, carentes
ambas de un topos real, se convierten así en imaginarios hacia los cuales tender.
Pero en tanto que utopía, sólo la fe los sostiene. "[S)i el socialismo es hoy tan
poderoso", afirma Le Bon, "es porque constituye la sola ilusión que vive todavía la muchedumbre" (63). Así, el socialismo y las versiones concretas que de él
se manifiestan en los distintos países se instituyen como los principales adversarios de quienes ven trastocarse el mundo conocido. Este fuerte recelo, bastante
generalizado por cierto, no sólo embarga a los sectores conservadores y monárquicos por haberse quebrado las formas tradicionales de dominación. También
los sectores liberales sienten peligrar la esfera de libertad por el avance de lo que
muchos consideran una nueva religión. Democracia y socialismo se constituyen
en el imaginario intelectual de la época en expresiones que, particularmente en
autores como Mosca, Pareto y Michelsm, deben ser desmitificadas. Por eso,
remitir el análisis a la socialdemocracia, particularmente la alemana, como hace
por ejemplo Mighels, no resulta casual. Al ser el partido que se propone la construcción de una democracia plena, discutir en tomo a la democracia es, al mismo
tiempo, discutir acerca de su propia viabilidad y la del socialismo.
170. M ichels, e n un comentario a la carta que Gcorge Sorel le enviara con fecha 13 de diciembre de 1905,
ubica a Jaures como líder de los "reformistas, dreyfusards", conjuntamente con Gérauld-Richard, Albert
lb.ornas, Gu.stave Ro nanet. grupo ..que tenía el peri6dico Humanilé y la revista Revue Socia/iste"
(Comentario de Robert Michels, en "Lettere di Gcorge Sorel a Robert M ichels ( 1905-1917)", en
Michels, 199 1: 142, n). Esta carta fue publicada por primera vez en Nuovi studi di diritto. econom ia e
polilica (11), 1929, 5, pp. 288-294.
171 . La Revolución rusa de novie mbre de 1917 abre un ciclo de protesta en Europa y Norteamérica que
hace pensar incluso a muchos que el triunfo definitivo del socialismo está ya cerca. En ese contexto
se ubica, por ejemplo, lo que se conoce como el movimiento consejis ta, un ciclo de huelgas y luchas
que se dan e ntre 191 8 y 1922 y que se caracteriza por desarrollar los consejos de fábrica. Se trata de
una reacció n en parte agudizada por la crisis política que se instala en Europa como secuela del fin de
la I Guerra Mundial y que se inicia con el derrocamiento de los zares. Significado por muchos como
la fonna específica de democracia de las masas, este movimiento de consejos obreros alcanza su punto
más álgido e n los casos de Alemania y de Italia del norte. Los consejos de fábrica, que rememoran de
alguna manera la experiencia rusa de 1917, actualizan en el imaginario político de la época la idea de
una revolución inmine nte producida, a diferencia de la interpretación rcvisionis~ a partir de la acción
directa de las masas. Asimilados en el imaginario político a los soviets rusos. estos fueron considerados por los sectores más radicalizados de la socialdemocracia como el verdadero basame nto de la
nueva democracia obrera. por lo que constituirían algo asi como la prefiguración del futuro estado
socialista. La famosa consigna leninista de ..Todo el poder a los soviets" resume en el imaginario revoluciona rio de la época la instancia fundamental de aprendizaje de las masas en e l marco de su lucha
contra un capitalismo que, para algunos, ha entrado en u.na crisis terminal. De esta forma, democracia
Y proletariado se unen en la figura de los consejos de soldados y de obreros, constituyé ndose incluso
en sinónimos de espontaneismo y de gobierno directo de las masas.
3.3. Las dificultades prácticas de,la democracia
Entendida simplemente como autogobiemo, y sin mayor problematización acerca de los alcances teóricos y prácticos de la expresión, la democracia
termina asociada en el ímaginario político contemporáneo a la participación
172. Para Sidney Hook en ellos encontramos los "argumentos más poderosos contra la posibilidad del
socialismo democrático.. ( 11 9). Sin embargo. como veremos más ade lante, si bien es cierto que estos
auto res son fuertes críticos de los conceptos de democracia y socialismo, la aseveración de Hoolc debemos tomarla con ciertos recaudos, ya que el tipo de critica que ellos introducen, supone en realidad un
cuestionamiento más profundo relalivo a la viabilidad de estas formas en el contexto de las nuevas
condiciones que adquirían los estados del siglo XX. Por eso nos parece mucho más pertinente la apreciación que hace Robert A. Nye en relación a Michcls. Cuando este autor escribe Los partidos políticos. su análisis ..no es principalmente un intento de desacreditar per se al socialismo, sino solamente
mostrar los errores de las expectativas socialistas en la medida en que esas esperanzas eran similares
a las ilusiones de democracia" (Nyc:28).
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MARIA DE LOS ANGELES YANNUZZl
activa e, incluso, directa --es decir, sin mediación alguna- de los ciudadanos en
las decisiones fundamentales. Pero esta extrapolación del concepto a partir de
una recuperación del modelo ateniense de democracia como el ideal al cual
tender no deja de plantear, como señala Michels en 1911 en la 'Introducción'
a Los partidos políticos, un serio problema de contrastación con la empiria173,
problema que se proyecta al socialismo en la medida en que este se define
como la expresión democrática de la 'voluntad popular'. Algo que Mosca, por
ejemplo, ya había advertido tempranamente. Las mismas condiciones de masificación son, en ese sentido, las que impiden la realización de un gobierno
directo del pueblo, entendida esta expresión en su sentido más lato. Pero sostener que el gobierno es ejercido por una minoría, como hace Mosca en la
primera edición de los Elementi, no es más que reiterar algo que el sentido
común puede percibir por sí mismo. Mucho más preciso resulta, por el contrario, Durkheim al marcar la diferencia que existe entre la democracia de los
antiguos y la de los modernos. Como viéramos ya en el capítulo anterior, con
la institución del sufragio universal y la consiguiente ampliación de la base
política se ha introducido en la sociedad política una fuerte diferenciación que
lleva a distinguir la forma de implementación de la noción moderna de democracia de lo que fuera su predecesora. Sin embargo, muchos parecen no percibir cabalmente el significado de este dato, no reparando incluso en la falta de
correspondencia que hay entre el contenido atribuido al concepto y las condiciones necesarias para su implementación.
Por eso, inspirándose en Saint-Simon, Mosca cree haber dado forma a
una regularidad científica que, con su enunciación, le permite intervenir en el
debate político de su época, mostrando así las dificultades que plantea la
concepción democrática cuando se la pretende llevar a un plano de concreción
real. Un debate que, en última instancia, se instala en el terreno de la relación
entre ciencia y política, y el grado de efectividad de cada uno de los respectivos discursos. Esto es lo que lleva a autores como Pareto a distinguir entre la
utilidad social de una teoría y su contenido de verdad, diferenciando así claramente entre la forma de percibir la política en el terreno de la práctica y la
elaboración teórica producto del desarrollo de la ciencia social. A partir de la
ampliación del espacio público ciencia y política se disocian, distinguiendo
claramente la finalidad que cada una persigue. Y es justamente en la crítica a
la democracia donde esto se hace evidente. Michels es quizás el autor que
expresa más gráficamente esta disociación:
"En tanto que la mayoría de las escuelas socialistas creen que en un
futuro más o menos remoto será posible alcanzar un orden democrático
auténtico, y mientras gran parte de quienes aceptan las opiniones políticas aristocráticas consideran que la democracia, aunque peligrosa para la
sociedad, es al menos realizable, encontramos en el mundo científico la
tendencia conservadora de quienes niegan resueltamente y para siempre
que exista esa posibilidad" (Michels, II, 1984: 164).
En la política práctica existe un consenso generalizado en torno a la
democracia y, ya sea que se la considere como un bien deseable a conquistar,
o como un riesgo cuyos efectos se deben controlar, ella es posible. Pero en
tanto que prop9sición científica, la teoría democrática, sostiene por ejemplo
Pareto, es simplemente falsa. Sin embargo, esto no impide que como teoría
social sea eficaz. En ese sentido, la política requiere de imágenes fuertes que
remitan a un futuro más o menos próximo y más o menos promisorio, imágenes a partir de las cuales se ordena la acción en el presente. Dicho en otros
términos, la política, y particularmentcda política de masas, necesita apelar a
la ilusión para motivar la acción. Y esto es lo que pasa con el discurso democrático que se contrapone así a la ciencia, cuyo objetivo no es otro que correr
el velo de esa ilusión. En ese sentido, la democracia y su par, el socialismo,
deben ser desmitificados. Por eso la pregunta que se formula James Bryce en
su obra Modern Democracies, retomando así la misma inquietud que surca la
conocida obra de Michels, autor al que incluso cita: " ¿Es posible una verdadera democracia? ¿Ha existido alguna vez?" (Bryce, 11:546). Este interrogante
ronda la crítica que desde el mundo intelectual y académico recibe la democracia en todo este periodo. Todos intentan mostrar de esta forma el profundo
desfasaje que hay entre la posible articulación del concepto en el terreno de la
práctica y la construcción imaginaria que se hace del mismo. Es en este plano
de intersección entre empiria e imaginario que se inserta entonces una fuerte
173 ...El autor", nos dice, ºopina que la democracia, tanto como teoría intelectual cuanto como movimiento
práctico, inicia ahora una fase critica para la cual será sumamente dificil descubrir una saHda. La
democracia ha encontrado obstáculos, no solo impuestos desde afuera, sino que surgen espontáneamente desde adentro" (Michels, 1, 1983:8).
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los puntos cruciales, ya que su forma de resolución puede cuestionar la viabilidad misma de la primera. En ese sentido, la gran heterogeneidad que afloró
en el seno de la sociedad política a partir de la inclusión de todos contrastaba
con la mayor homogeneidad que se registraba en el seno, si no de la democracia griega en un sentido histórico, al menos sí de los textos de los filósofos. Este es uno de los elementos que impide la traspolación directa a las
sociedades modernas de la noción antigua de democracia. Por eso, quienes
aceptan la democracia como un postulado radical-crítico no alcanzan a
comprender la necesariedad del concepto de representación en la Modernidad
y, más específicamente aún, en una democracia de masas 175 • Pero como hemos
visto ya, la noción de representación tiende incluso en estos casos a separarse
de la democracia. Esto lleva a pensar que la construcción de un orden democrático pasa únicamente por la posibilidad de generar un régimen político que
carezca de toda forma de representación 176 • Esta forma de entender la democracia aparece al menos como referente imaginario en el partido por definición democrático, la socialdemocracia. Decir, como señala, por ejemplo,
Michels, al parafrasear a los dirigentes socialistas, que "el partido no tiene
líderes", sino s,olamente "empleados" (ldem, II, 1984:80), supone negar toda
forma de representación moderna. Pero implementar esta concepción que
exige la politización de todos los ciudadanos en el marco de la identidad de la
contradicción que muestra la contraposición que existe -particularmente en
aquellos que adhieren a una noción radical de democracia-, entre realidad y
deseo. Es decir que la democracia no sólo se ve amenazada por la oposición
que ejercen los sectores más tradicionales de la sociedad. El problema nodal
está, en realidad, en la misma forma de concebirla, ya que es en el mismo
concepto donde se instala la contradicción. La democracia tiene problemas y
los tiene en su misma lógica interna de funcionamiento. De allí la necesidad
de estudiarla y de analizarla.
Como el mismo Michels señala, la democracia tiene dos cualidades
negativas que le son propias y que dificultan por sí mismas su realización: "los
dos defectos más graves de la democracia auténtica son su falta de estabilidad
(perpetuum mobile democraticum) y su dificultad de movilización" (1983,
I: 141). Durkheim también ve este carácter inestable de la democracia. Pero
ello lo atribuye al hecho que todos tienen espíritu de critica: "De ahí", continúa, "el aspecto caótico que presentan algunas democracias, su perpetua movilidad e inestabilidad" (142). En principio esta descripción resulta coincidente
con una característica propia de la democracia moderna destacada poco
después por Schmitt: democracia supone la politización total de la sociedad.
Sin embargo, no podemos dejar de observar que, a diferencia de la mayoría de
los autores del periodo, Durkheim sigue percibiendo la composición de la
sociedad en términos exclusivamente individualistas 174 • Pero cuando Michels
destaca los defectos de la democracia pretende mostrar la seria dificultad existente en la sociedad de masas para construir una democracia directa, ya que
"ambos [defectos] dependen del derecho reconocido de que las masas soberanas tomen parte en la administración de sus propios asuntos" (1983, 1: 141). La
extensión del sufragio inserta así una paradoja que actualiza el segundo
defecto por él enunciado. En tanto que gobierno directo de las masas, la democracia exige de todos sus miembros compromiso y participación activos. Pero
la cantidad impide que todos tomen parte realmente en la administración de
sus asuntos.
Si por definición democracia y masas conforman las dos caras de una
misma moneda, el problema de cómo movilizar constituye entonces uno de
175. Como indica Lloyd, º[l]as antiguas democracias griegas difieren radicalmenle de las modernas en que
fuer-on participativas, no representativas" (Lloy,sl, G E. R., ..Democracia, filosofia y ciencia en la antigua G recia'", en Duoo:55).
176. Mosca, Pareto y Michels son los primeros en introducir la crítica al concepto de •represen/ación popular' . ¿Es el representante, acaso, la voz directa de los representados? ¿Hasta dónde llega realmente la
voluntad de las masas? El poder de la clase dirigente, que legitima su lugar por el voto popular, se
basa en el hecho de erigirse en intérprete verdadero de la voluntad general. Sobre esto era necesario
correr el velo. Para Michcls ..representar viene a significar que un deseo p uramente intelectual se
disfraza y es aceptado como voluntad de la masa'º (l. 1983:85. SIN). Esa democracia, que imaginariamente es vivida como una instancia real de gobierno directo de las masas, no es más que una
ficción . Al igual que Rousseau cuando se refería al sistema inglés. Micbels intenta demostrar que la
instancia de representación anula el poder de los electores. No son éstos en realidad los que imponen
su voluntad. sino esa minoría dirigente que oculta su poder tras el velo de la democracia. En este
contexto. la crítica a la nueva sociedad de masas termina adquiriendo as( un sesgo más bien antidemocrático. Es después de la trágica experiencia del fascismo que esta critica se atempera, incluso en
aquéllos que se han visto influenciados por estos autores. De todas formas. de aquí en más se produce
una valoración ambivalente de la representación. Aunque en épocas de normalidad son siempre sectores minoritarios los que reivindican una forma directa de democracia, lo cierto es que este cuestionamiento se profundiza en los momentos de grandes crisis. cuando se quiebran los canales habituales de
participación.
174. Durkheim resta importancia en su análisis a la conformación de sujetos colectivos. Por eso, si el desorden se amplía es sólo porque afloran lodas las diversidades individuales.
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dupla gobernante-gobernados supone además pensar necesariamente en cómo
hacer para movilizar a las masas.
No son pocos los intelectuales del período que buscan mostrar que la
democracia, entendida como gobierno directo, es sólo una ilusión que al mantenerse acarrea serias dificultades en el terreno de la práctica. Incluso la noción
de masas resulta contradictoria con la de democracia. En ese sentido, al reconocerse la existencia de un comportamiento distinto, propio de las masas, que
se define por lo irracional, se reconoce también que se han introducido en su
interior formas nuevas que producen un grado importante de diferenciación con
respecto a esa vieja democracia que, en última instancia, se ha convertido en el
paradigma del orden bueno. Pero lejos de su homónima griega, el concepto
moderno de democracia supone en principio un alto nivel de exigencia que,
dadas las condiciones sociales imperantes y las características ya descriptas de
las masas, resulta imposible de alcanzar. Y, como señala Bryce, retomando un
motivo incluso muy fuerte ya en Maquiavelo, si bien las masas son propensas
a la acción inmediata, no siempre actúan cuando es necesariom . Las masas se
caracterizan, en ese sentido, por una cierta inercia que favorece la misma falta
de reflexión en relación a sus acciones. Sin embargo, los primeros revolucionarios que optaron por esta forma de democracia "asumieron que este interés
continuaría cuando la excitación hubiera decaído; y siendo ellos mismos políticos ardientes, le atribuyeron a las masas un fervor como el que ellos mismos
sentían" (Bryce, II:549). Encontramos así una fuerte exigencia que atraviesa la
política democrática moderna178, exigencia que carece, particularmente en la
sociedad de masas, de las necesarias condiciones objetivas que favorezcan su
realización. Según la concepción que hemos descripto en el capítulo anterior179,
la democracia presupone necesariamente un tipo de participación activa por
parte de todos los sujetos políticos, aunque, como indica Bryce, no todos
tienen en realidad interés en ello e incluso muchos carecen de un minimo de
sentido común para ello. Pero a esto se agrega un elemento que distorsiona aún
más las condiciones en las que se realiza el concepto. Y es que dado el crecimiento numérico de los ciudadanos, la organización es la que se convierte en
el sujeto político real, y como tal anula en la práctica las individualidades
(Idem:548).
Bryce enumera y analiza las causas que, a su juicio, impiden la realización de lo que él llama una 'verdadera democracia'. Estas son: 1) " La organización es esencial para la consecución de cualquier propósito"; 2) "La mayoría de los ciudadanos generalmente se preocupan muy poco por los asuntos
públicos", por lo que siempre están en manos de una minoría; 3) " Incluso los
ciudadanos que tienen algún interés en el bienestar de su comunidad evitan
estudiar las cuestiones políticas, algunos por indolencia, otros por un sentido
de falta de conocimiento"; razón por la cual 4) "Aquéllos que piensan, aquéllos que transforman rápidamente el pensamiento en acción, guían inevitablemente al resto''.,. En ese sentido, la 'voluntad común' de Rousseau sólo puede
ser entendida de esa forma, es decir, como " la voluntad de dos o tres" que se
difunde y se impone en los demás (ldem:546; 547; 548). En todo caso son los
dirigentes políticos, los líderes, quienes realmente deciden, pero nunca las
masas. Aquí Bryce arriba a la misma conclusión a la que había llegado
Michels en 191 1: "La masa nunca gobernará excepto in abstracto" (II,
1984 : 190). Pero a diferencia de Bryce, Michels pretende indagar en qué
medida la democracia es realizable, visto que su forma ideal es imposible. De
todas formas, e independientemente de estos matices que los diferencian, lo
cierto es que ambos, en consonancia con la producción intelectual del periodo,
claman por un análisis realista de la democracia. " Es tiempo de enfrentar los
hechos y de acabar con las fantasías", sostiene Bryce. "Como el Obispo Butler
observara hace mucho: Las cosas son lo que son, y no otra cosa, y ciertamente
no son lo que nos gusta creer que son" (II:549). Con ello Bryce alude indirectamente al rol que las creencias juegan en la construcción imaginaria de la
realidad, construcción que, para todos los autores del período, llega incluso a
forzar la realidad misma al reclamar la realización de un orden que es simplemente imposible.
177. Este motivo también lo encontramos en Michels: ..Las masas soberanas son incapaces de adoptar las
resoluciones más necesarias" (1, 1983:71). Michels manlicoc así una cierta ambigüedad en relación al
concepto de democracia, ya que, si bien por un lado la concibe como el gobierno directo de las masas,
por el otro, adscribe una cierta incapacidad a quien seria el sujeto democrático por cxcelenci~ razonamiento que. de mantenerse consecuentemente, significaría consagrar la imposibilidad práctica de la
democracia. Sin embargo, en Los p artidos políticos Michels no llega a sostener las consecuencias lógicas propias de su aseveración, ya que las dificultades de la democracia sólo afloran en el momento de
referenciar el concepto en el terreno de la empiria.
178...Básicamente", señala Giner, ..estos críticos creen, al igual que s us predecesores griegos, que una
verdadera democracia sólo puede funcionar entre individuos con un sentido cívico y un nivel de
cultura mínimos y un deseo de participar en el campo de lo público" (240).
179. Cfr. punto 2.1.
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3.4. La democracia como mito
políticas, se asientan s iempre sobre un nivel al que llamaremos genéricamente
el de las creencias. Así lo reconoce Pareto cuando distingue entre acciones
lógicas y alógicas, correspondiendo estas últimas a las acciones políticas. Este
es uno de los motivos que la teoría socio-política de principios del siglo XX
aborda con bastante detalle. Desde un punto de vista teórico, esto significa que
las creencias son co-constitutivas de la política misma, ya que es a partir de
e llas que los hombres determinan sus prácticas específicas.
La fe, las creencias y los mitos ocupan entonces un lugar preponderante
en la determinación de toda acción política concreta. Es aquí donde se inserta
en principio la crítica más importante al Iluminismo. A diferencia de lo sostenido por é l 181 , mitos y creencias siguen totalmente activos en la sociedad
moderna, si bien sus contenidos no necesariamente remiten a un plano metafisico. Por eso no hay diferencias entre los mitos antiguos y los modernos, como
el mismo Sorel mostrara en su obra Réjlexions sur la violence 112• Y es que toda
actividad depende de la fuerza del mito. Para Sorel, la "acción política emana
del mundo de las sombras del inconsciente" (Horowitz: 136). Y lo hace en un
sentido totalmente positivo, ya que el mito cumple una función pedagógica
que deriva de su contenido fuertemente revolucionario. El mito es, en ese
sentido, el terieno de aprendizaje del proletariado, terreno en el cual surgen las
formas verdaderamente nuevas de ordenamiento social. Por eso las masas, en
tanto que sujeto revolucionario, "necesitan mitos para avanzar" (Stemhell:28).
En esto Sorel difiere de Pareto, quien, desde una visión más compartida por el
mundo intelectual, reconoce la fe, las-creencias, como la forma particular de
comportamiento de quienes obran irreflexivamente. Y si bien estos son, sin
lugar a dudas, los más, al no tener la noción de masas una pertenencia clasista
en la teoría paretiana, esta forma de comportamiento se encuentra en todos los
estratos de la sociedad.
Contrariamente al supuesto sobre el cual se habían articulado la ciencia
y la política modernas, lo que había aflorado con la sociedad de masas era el
sentimiento, la emoción, como instancias en las que, al menos en la práctica
concreta, los hombres operaban sus definiciones. Esto era lo que había producido, como viéramos a comienzo de nuestro trabajo 180, una doble crisis: epistemológica, porque el positivismo no podía dar cuenta del nuevo fenómeno, y
política, porque la incorporación de las masas a l espacio público ponía en
cuestión las bases de sustentación del estado liberal, dando por tierra incluso
con la pretensión positivista de una 'política científica'. Es decir que ambas
crisis tienen un denominador común:· las masas y el comportamiento irracional que en principio las define. Es en este contexto que debe entenderse entonces la noción de democracia y, conjuntamente con ella, la de socialismo, ya
que ambos conceptos tienden a unificarse, como ya analizáramos, en el imaginario de la época. Se trata, en ese sentido, de una crisis epoca!, y por ello
mismo nos encontramos, como sostiene Le Bon, ante uno de los momentos
culminantes de la historia de cada raza.
"Las creencias generales son los soportes necesarios de las civilizaciones: ellas imprimen una orientación a las ideas y solas pueden inspirar la fe y crear el deber. Los pueblos siempre percibieron la utilidad de
adquirir creencias generales y comprendieron por instinto que su desaparición marcaba para ellos la hora de la decadencia" (Le Bon, 1963:84).
Este es el momento entonces en el que se produce la muerte de esas
grandes creencias que habían dado sentido a la sociedad y al estado, poniendo
así fin a toda una forma de civilización para dar paso a otra nueva. Y en el
nuevo escenario emergente, las masas son las portadoras de esas nuevas creencias sobre las que se ordenaría la nueva sociedad. Frente a los profundos
cambios que se producen en ese momento, y en contraposición a los enunciados racionalistas del Iluminismo, estos autores descubren que las acciones de
los hombres, entre las que podemos destacar fundamentalmente las acciones
181 . Tal como viéramos anteriormente, el Iluminismo considera que al llegar el hombre al pleno uso de la
razón, todos aquellos componentes irracionales que habían abonado el comportamiento político anterior desaparecerían, permitiendo la construcción racional del ,,roen político. Se tendía con ello a ignorar la función que habían cumplido hasta entonces los sentimientos, las creencias y los mitos que, s i
bien velados generalmente por elementos religiosos o metafisicos, desde un punto de vista más específicamente político también habían servido para explicar y dar forma hasta entonces al mundo de la
política.
182. Es interesante destacar la influencia de esta obra en autores como por ejemplo Parcto, para quien
tampoco habría posibilidad de distinguir en csle aspecto entre sociedades antiguas y modernas. Por el
contrario, habria en e se sentido una total continuidad.
180. Cfr. cap. I, punto 1.3.
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mismo deberían haberse dejado de lado, en la percepción de las masas se
convertían en una afirmación verdadera que alentaba la ilusión y movilizaba a
la acción, pero con un agravante, ya que, al no poder lograr su objetivo final
ilusorio -como la ciencia se encargaba de demostrar-, el conflicto se instalaria en la sociedad con toda su potencialidad.
No es entonces la verdad, privativa del conocimiento científico, la que
moviliza a las masas. Por el contrario, verdad y política, como viéramos ya, se
disocian en la nueva sociedad. Pero que una teoría no sea verdadera no significa que no sea eficaz 184 • Es decir que el éxito social de una teoría radica, como
señala Pareto, en su capacidad de cohesionar y de movilizar, aspecto que no
está relacionado con el posible contenido de verdad que ella tenga185 • Por el
contrario, lo que interesa es la capacidad que tiene una teoría de conmover los
sentimientos más profundos de las muchedumbres. Es a partir de ellos que las
masas se identifican con ciertas ideas, adoptándolas en bloque como verdades
incuestionables y obrando en consecuencia según ellas: "No conociendo las
muchedumbres más que los sentimientos simples y extremos", afirma Le Bon,
" las opiniones, las ideas y creencias que se sugieren, son aceptadas o rechazadas por ella en. bloque, y consideradas como verdades absolutas o errores no
menos absolutós" (1963:27). Se trata en verdad de nociones que, adoptadas en
conjunto como unidad totalizadora, se imponen y se difunden por la fuerza de
la repetición y del contagio 186•
Pareto reconoce así un substrato irracional, incluso prácticamente
supersticioso, por parte de las masas, comportamiento ya descripto por la incipiente psicología social de la época. Sin embargo, el tema en realidad no es
totalmente novedoso. La importancia de los sentimientos en la política no
había pasado inadvertida por ejemplo a la observación aguda de un Maquiavelo o de un Rousseau. Sostener la conveniencia de que el pueblo fuera religioso, en el caso del primero, o postular una religión civil, en el caso del
segundo, no hacía más que preanunciar lo que seria este desarrollo posterior.
Incluso pensar en constituir la sociedad política sobre bases sólidas, como
había dicho Rousseau en tanto que critico de los intelectuales de su época,
requería en ese sentido recurrir a cierto irracionalismo, en donde se insertaba
necesariamente la apelación al mito, como instancia necesaria para llevar al
hombre común hacia su propia transformación. Todas cuestiones que el racionalismo iluminista había creído erradicar.
Pero ya en la nueva sociedad de masas, es probablemente Mosca quien
mejor grafica el valor político de las creencias al referirse, en los Elementi di
Scienza politica, a la religión 183 • La ciencia decimonónica, sostiene este autor,
se encargó de demostrar la falsedad de la religión. Sin embargo, ¿qué utilidad
trajo esto a la política? El desencantamiento del mundo, ¿acaso le valió de algo
o, por el contrario, le acarreó mayores problemas? Los hombres necesitan
siempre creer, sostiene, y demostrar la falsedad de la creencia religiosa sirvió
únicamente para que se desarrollara otra religión -concretamente el socialismo, para este autor-, esta vez laica y aparentemente científica que, a diferencia de las religiones metafisicas que prometían la Redención en la otra vida,
pretendía lograr el Paraíso en este mundo. Estas promesas, que desde la racionalidad científica no constituían por supuesto verdad alguna y que por ello
" Por el mecanismo del contagio ,y muy poco por el del razonamiento
se propagan las opiniones y las creencias de las muchedumbres·. Es en la
184. Le Bon. al aludir al sociaJismo, distingue también las teorías que, no obstante carecer de valor cicntifico, tienen una alta eficacia social: "La evidente debilidad de las ideas socialistas no les impedirá
implantarse en el alma de las muchedumbres. Su verdadera inferioridad en relación a todas las creen•
cias re ligiosas consiste sobre todo en esto: el ideal de felicidad prometido por estas últimas al no tener
que realizarse sino en una vida futura, nadie podría poner en duda su realización. Al tener que reali•
zarse el ideal de felicidad socialista en la tierra, a las primeras tentativas de realización se mostrará la
vanidad de las promesas y la nueva creencia perderá completamente todo prestigio" (1963:85).
185...Se enfrentan grandes dificultades, lo hemos dicho, para el establecimiento de una creencia general;
pero. establecida definitivamente, su poder es invencible por largo tiempo; y cualquiera que sea su
falsedad filosófica, ella se impone a los espíritus más luminosos" (ldem:84).
186. ··cuando se trata de hacer penetrar lcntamenl'e en el espíritu de las muchedumbres las ideas y creen•
cias -las teorías sociales modernas, por ejemplo- los métodos de los conductores son dis tintos. Ellos
han recurrido principalmente a los tres procedimientos siguientes: la afirmación, la repetición y el
contagio" (Jdem :72).
183. No es casual esta alusión de Mosca a la religión. Como sei\ala Bobbio, ..es un hecho que la historia del
Estado liberal coincide, por un lado, con la terminación de los Estados confesionales y con la fonnación de los Estados neutrales o agnósticos con respecto a las creencias religiosas de sus ciudadanos; por
otro, con la finalización de los privilegios y de los vínculos feudales y con la exigencia de la disposición libre de los bienes y de la libertad de intercambio, que sedala el nacimiento y el desarrollo de la
sociedad mercantil burguesa" ( l 989b:23). Esta laicización del estado se vio acompañada a su vez por
..una gue_rra sil~ciosa por el control de los símbolos y ritos de la pertenencia a la especie hwnana, muy
en especial mediante el control de la escuela pública (sobre todo la escuela primaria, base funda.mental
e n las democracias para •educar a nuestros maestros' en el espíritu •correcto') Y~ por lo general, cuando
las Iglesias eran poco fiabl es políticamente, mediante el intento de contro lar las grandes ceremonias del
nacimiento, el matrimonio y la muerte" (Hobsbawm :1 07).
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taberna, por afirmación, repetición y contagio que se establecen las
concepciones actuales de los obreros. Las creencias de las muchedumbres en todas las épocas apenas si se han creado de otra manera"
incluye la creencia democrática, son exitosas en la medida en que han encantado a todos por igual. Vemos así que la estabilidad del régimen político
depende de la efectividad en la sociedad de los mitos sobre los que se funda y
de las creencias que los acompañan en un momento determinado, ya que mitos
y creencias contienen en su enunciación al menos las formas rudimentarias
que sirven luego para organizar la vida en sociedad. Por eso,
(Jdem:74).
Por eso Mosca sostiene que hay algunos -los menos, debemos decirque actúan por la razón, mientras que otros -los más- Jo hacen en base a las
creencias 187 • Dicho en otros términos, es primariamente a través del sentimiento, de la emoción, y no del mero cálculo racional, que los hombres operan
sus definiciones en la práctica política concreta. Algo que aflora más visiblemente sólo en los momentos de crisis, ya que es entonces cuando el substrato
más profundo de las creencias se renueva para instituir un nuevo orden de
significados. Y esto es lo que ocurría en el período que nos ocupa. Son "las
grandes creencias permanentes, que se perpetúan por muchos siglos, y sobre
las cuales reposa una civilización entera" las que están cambiando. Y mientras
"en otros tiempos, la concepción feudal, las ideas cristianas, las de la
Reforma" eran las que constituían estas "grandes creencias permanentes",
ahora lo son "el principio de las nacionalidades, las ideas democráticas y
sociales" 188 (/dem:83). Estas son las nuevas creencias fundamentales sobre las
cuales se resignifican sociedad y política. Y estas creencias, entre las que se
"todos los hombres de una edad viven envueltos en una atmósfera de
hábitos, de opiniones y tradiciones a la cual no pueden sustraerse y que
les da extraordinaria semejanza a unos con otros 189• Las creencias y las
costumbres derivadas de estas creencias, son las que dirigen a los
hombres, las que regulan los actos más sencillos de su existencia, y a las
cuales no puede substraerse nadie, por independiente que sea" (Le Bon,
1964:155/6). 190
Como señala Pareto, coincidiendo incluso con Mosca, Sorel y Michels,
lo que caracteriza al comportamiento político de la sociedad masificada es que
los hombres participan "en empresas viriles por fuerza de los sentimientos y
de los mitos" (1920:247). Más aún, la política recurre al mito como modo de
hacer presente lo que todavía no tiene existencia real, dando así forma a ese
'convencer sin obligar' al que se refiriera Rousseau al describir la función del
Legislador. La fe es así el principio fundamental y fundacional de toda sociedad. Es decir que desde el punto de vista de la estructura de pensamiento no
hay diferencia entre las formas religiosas y las políticas. En esto Pareto es,
como podemos apreciar, claramente anti-iluminista al igual que Sorel, quien
rescatando los elementos positivos de la religión, elementos compartidos con
todo mito, formula una distinción entre ambos, constituyendo a la religión en
187. Mosca introduce un matiz diferente en la percepción del problema al permitir a cada actor posicionarse del lado de la razón. Con ello refleja la reacción de cada uno en relación a los elementos irracionales del comportamiento humano. Uno s iempre tiende a reconocer en el otro estas formas de
comportamiento, mientras que el propio aparece siempre como un producto de la razón. Esto muestra en todo caso la dificultad que existe desde toda argumentación racional con pretensión de verdad
para sostener consecuentemente el análisis de las creencias. Esta es una diferencia que no está
presente, por ejemplo, en Le Bon. Para este último, el éxito de la creencia en todo caso radica en el
hecho que todos participen de el1a, incluso quienes se erigen en conductores del las masas, es decir,
aquéllos que son los encargados de apelar a lo irracional para movilizar al gran número: .. Los grandes convencidos que sublevan el alma de las muchedumbres", sostiene, u los Pedro el Ennitaí\o, los
Lutero, los Savonarola, los hombres de la Revolución, no han ejercido fascinación sino después de
haber sido subyugados primero ellos por una creencia" (/dem:69). Dicho en otros términos, se
requiere entre otras cosas que el encantador haya sido previamente encantado para que la difusión de
la creencia tenga fuerza en la sociedad.
l 88. Para autores como Le Bon, Sorel, Pareto, Mosca y Michels la democracia es solamente una forma
ideológica. Como señala por ejemplo Pareto, ..los electores desean aparecer como si no se ocupasen
más que del bien general, incluso cuando sólo piensan en su interés privado; y es por satisfacer este
deseo, así como el que tienen en genera) los hombres de relacionar sus acciones con ciertos principios,
por lo que los poderes públicos están obligados, para justificar los proyectos de ley, a dar motivos que
no poseen más que un escaso valor lógico" (1978:97/ 8).
t 89. En toda época existen ciertas ideas generales que nunca se ponen en cuestión y de las cuales todos
participan de alguna manera. Estas ideas constituyen el substrato común a partir del cual se producen
las diferenciaciones postt!riores. A esto mismo se refiere Le Bon cuando dice que º al estudiar las
creencias y las opiniones de un pueblo, se constata s iempre un fondo muy estable sobre el cual se
insertan opiniones tan variables como la arena que recubre el peñasco" ( 1963 :83).
190. En esta oportunidad hemos preferido citar por la versión castellana que es igual a la inglesa (Le Bon,
1977: 145). ya que el texto es más rico y expresivo que el que encontramos en la versión francesa de
1963. Si tenemos en cuenta que el texto fue reeditado numerosas veces, y en esas reediciones fue
corregido y mejorado, pareciera que el texto francés contiene. como hemos sugerido antes. una versión
anterior (Le Bon, 1963:85).
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incluso a formas cognitivas propias de aquel. Por eso, como señala Le Bon
"[t]oda cree ncia general, al no ser más que una ficción, no podría subsistir sino
a condición de escapar al examen" (ldem, 1963:83). Dicho en otros términos
no tolera ninguna crítica. Ese es el sentido con el cual se instituye la democra~
cia moderna. Poder movilizar a las masas se limita así a la apelación a lo irracional, es decir, a los sentimientos, a las creencias más profundamente arraigadas en la mayoría numérica de la sociedad, invocando al mismo tiempo los
intereses inmediatos, intereses que son visualizados por los destinatarios como
concretos y, por ende, como más ' reales'. Esto es lo que facilita que se ensaye
alguna forma de manipulación de las masas, tal como Le Bon y Sorel, por
ejemplo, sostienen. Como todo mito, el 'nuevo evangelio' democrático, al
mismo tiempo que organiza la acción y el modo de significación, tiende un
velo que opaca el conocimiento del mundo real. Y lo que vela fundamentalmente son las verdaderas relaciones de poder: "Hoy se dice que la ley debe
estar 'viva', debe ser ' flexible', que debe adaptarse a la 'conciencia popular"',
afirma Pareto, pero " son todos eufemismos para indicar el capricho de aquéllos que tienen el poder " (1981 :§466).
Esta con_traposición entre realidad y apariencia es la que explica la
producción de· autores como Mosca, Pareto y Michels, quienes pretenden
develar el verdadero sentido de la democracia mostrando sus alcances y sus
límites. Articulando contradictoriamente imaginario y realidad, el mito democrático, que por ser tal constituye en sí mismo una instancia de cohesión y de
movilización, presupone la idea de igualación total y absoluta de la sociedad.
Pensar una igualación de este tipo supone perder toda forma de diferenciación
dentro del espacio político, constituyéndose esta idea en un riesgo que
amenaza incluso en lo cotidiano cualquier posible racionalización de la política. Pero desaparecida esta última, al apelarse sólo a los sentimientos y creencias más difundidas en las masas, se corre el riesgo de convertir la política en
un mero campo de relaciones de fuerza que se resuelve consiguiendo, o
tratando de conseguir, los mejores posicionamientos que beneficien a cada
grupo organizado.
Esto instala uno de los mayores riesgos que afronta la democracia de
masas, ya que son los hwnores inestables de las masas los que hacen que la
política se vuelva totalmente impredecible. En ese sentido, los efectos derivados de las acciones políticas de las masas, al perder toda calculabilidad, hacen
un tipo más de mito y no únicamente en su sinónimo. En función de ello, toda
teoría social sólo puede ser eficaz en la medida en que consiga captar las
creencias fundamentales de las masas y se imponga además como una nueva
religión, como indicara antes Le Bon.
" Las convicciones de las muchedumbres revisten estos rasgos inherentes al sentimiento religioso de sumisión ciega, de intolerancia feroz,
de necesidad de propaganda violenta; se puede entonces decir que todas
sus creencias tienen una forma religiosa 191,, (Le Bon, 1963:39).
Los autores del período demuestran así que las sociedades modernas, al
igual que sus antecesoras, se fundan en el mito, ya que es inherente a la necesidad humana de creer. Esto significa que la política comparte con las religiones metafisicas la articulación de mitos generales y fundacionales. Estos mitos
fundacionales no son otra cosa que formas justificatorias del poder, tal como
explica Mosca. Este es el sentido con el que realmente resurge después de
tantos siglos la noción de democracia. En tanto que mito, es decir, en tanto que
ficción que organiza y da sentido al mundo circundante, al movilizar a los
hombres en aras de un fin social o político determinado, asegura a la e lite un
alto grado de eficacia en el espacio público. Y su efectividad radica en su fácil
comprensión por parte del hombre común, organizando así a partir del sentido
dado su mundo circundante tanto en lo público como en lo privado. Es decir
que, en ese contexto, tanto política como religión cwnplen en este mundo una
misma función: cohesionar y movilizar en tomo a un determinado proyecto de
organización social 192•
Esta es la función de la nueva fe democrática, o, como dice Michels, del
' nuevo evangelio'. Democracia y su par el socialismo mantienen así la estructura propia del pensamiento religioso, y muchos de sus contenidos remiten
191 . Le Bon marca s iempre una d iferencia entre las muchedumbres anglosajonas y las latinas que nos
parece importante recordar (cfr. cita de Le Bon. p. 8 1). En estas últimas. como v iéramos ya, e l pensam iento to talizador y el sentimiento de s umisión son mucho más fuertes. agravando así las consecuencias de afirmar la religiosidad de las creencias políticas: "Las muchedumbres lati nas son sensibles solo
a la independenc ia colectiva de su secta y la característica de esta independencia es la necesidad de
someter a sus c reencias inmediata y violentamente a todos los disidentes" (/dem:27).
192. "Los fundado res de creenc ias religiosas o políticas no las han fundado s ino sabiendo imponer a las
muchedumbres estos sentimientos de fanatismo religioso que hace a los hombres enco ntrar su felicidad en la adoración y lo empujan a sacrificar su vida por e l ídolo" (/dem:39 ).
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que la gramática de la realidad política se torne ininteligible y, por consiguiente, inasible para un racionalismo que se caracteriza por la búsqueda de la
certeza. Con la aparición de las masas en la nueva escena pública queda así
demostrada ta supervivencia de un comportamiento irracional que desautoriza
esa inicial confianza del Iluminismo en la razón. Hoy podemos decir que una
sociedad siempre registra en su seno creencias de todo tipo, incluso contradictorias, que se relacionan de manera altamente compleja con el mundo objetivo,
entendiendo por tal aquello que se nos impone como lo dado. De allí la necesidad de disciplinamiento que al mismo tiempo aparece. Y ello se logra
mediante la organización, única capaz a su vez de garantizar al colectivo un
mejor posicionamiento en relación al poder. Este es el objetivo primordial de
los grupos políticos organizados, ya que en la medida en que se esté mejor
posicionado en la estructura de poder, más fácil se conseguirá la generalización de las propias creencias 193 • Y si bien una creencia es un factor fuertemente
subjetivo, por su misma generalización, se objetiva, contribuyendo así a la
cristalización del liderazgo. De esta forma se produce una inversión, como
sugiere la cita precedente de Pareto, ya que es en todo caso la 'conciencia
popular' la que termina en realidad adaptándose a los ' caprichos de quienes
están en el poder'.
4
El problema de la organización
4 .1. Los pa rtidos políticos
La inclusión de un gran número de votantes a los que era necesario
convocar y convencer planteó en principio dos problemas cuya resolución
llevó a transformar profunda y definitivamente el campo de la política. En
primer lugar, y desde el punto de vista del hombre común, se debía resolver
cómo hacer para que el ciudadano pudiera tener una doxa verdaderamente
pública, como exige por definición la política. En segundo lugar, desde el
punto de vista de la dirigencia política; el problema era cómo movilizar a esa
gran masa en principio amorfa de ciudadanos para asegurar la validez del
poder. Al articularse la representación sobre una base mucho más amplia y, por
eso mismo, difusa, es necesario concentrar todos los esfuerzos posibles para
garantizar los consensos, por lo que todo grupo político se encuentra obligado
a apelar a las masas para asegurar su propia situación de poder. Es decir que si
algo define a la política a partir de ahora es sin lugar a dudas su carácter
eminentemente popular.
" Ahora, con el despertar de las masas obreras y campesinas, que con
posterioridad se desarrolló durante casi un siglo y medio, la fenomenología de los hechos que continuamente se desenvuelven ante nuestros
ojos demuestra que hoy la elite ya no puede conservar su poder sin el
193. De ello depende la supervivencia de la doctrina, como sostiene Mosca: ..el hecho que todos los partidos políticos y todas las creencias religiosas tiendan a ejercer una influencia sobre el que comanda, y,
cuando puede, a monopolizar el comando, es la mejor prueba que ellos, incluso si no lo confiesan
abiertamente, tienen la intima convicción de que el dis poner de todas las fuerzas más eficaces de un
organismo social, y especialmente de Wl Estado burocrático, es el modo mejor para difundir y sostener su doctrina'" (1923 : 194).
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MARIA
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DE LOS ANGELES
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por ejemplo Michels. Y esto es válido para cualquier grupo político, sin importar ya, como dijéramos, su definición ideológica. Por eso los sectores políticos
tradicionales se vieron obligados también a adaptarse a las nuevas circunstancias, dando inicio a la transformación de sus viejas organizaciones políticas en
otras extra-parlamentarias y fuertemente estructuradas. Pero si bien es cierto
que ningún grupo político podría ya prescindir de ella, la organización es particularmente necesaria en el caso concreto de las masas' 96, ya que sólo ella
puede darles consistencia y entidad al convertir en homogéneas masas totalmente heterogéneas. Como la misma socialdemocracia lo demostraba en la
práctica, " la organización ha llegado a ser un principio vital de la clase traba197
jadora, pues sin ella el triunfo es imposible a priort' (Idem). En tanto que
recurso técnico instrumentado sobre una sociedad económica desigual, la
organización permite compensar la desigual distribución inicial de poder que,
a partir de las clases, encontramos en toda sociedad. El proletariado, por definición una clase débil, necesita así de organizaciones económicas y políticas
para contrarrestar el poder que posee la clase dominante. Sólo la organización
puede darles la fuerza suficiente para equilibrar la balanza, oponiendo así un
.
poder, como seña1ara M ontesqmeu,
a otro pod er 19s.
consentimiento explícito o tácito de las masas, sobre el cual depende de
muchas formas" (Michels, 1969:141).
Sin convocar al mayor número posible nadie tendría posibilidad de llegar
o de mantenerse en el poder. Sólo por su número las masas tienen en sus manos
el poder de entronizar o sepultar cualquier figura según se canalicen sus humores. Se trata de un hecho, como señala Michels, absolutamente irreversible que
condiciona la política de ahí en más. Todos los sectores políticos se enfrentaron así, como señala Ostrogorski, a una trágica disyuntiva, ya que ese "salto en
la tinieblas" que significaba la ampliación del sufragio " les podía hacer perder
completamente su escaño o, por el contrario, permitirles rehacerse gracias a los
refuerzos que les aportarían las masas ·de nuevos electores" (Ostrogorski:59).
Por eso mismo conseguir la adhesión del 'gran número'no podía quedar librado
al simple azar. Por el contrario, se debían desarrollar técnicas específicas que
permitieran arribar al fin deseado. La política de masas puso así sobre el tapete
la cuestión de la organización que se presentaba como la única y mejor solución a los dos problemas arriba mencionados. Organizar a las masas no sólo
permite al hombre común abandonar su mundo privado e insertar su voz en el
espacio público, sino que además consigue unificar en una sola todas esas
voces en principio heterogéneas y dispersas, dándole así una mayor entidad.
Este es el momento entonces en que se conformaron las modernas organizaciones de masas, es decir, los sindicatos y los partidos políticos modernos o, si
se prefiere, extra-parlamentarios' 94, ya que, como señala Weber, la política se
convierte "en una 'empresa', que hizo necesaria una preparación metódica de
los individuos para la lucha por el poder" 195 •
El principio de organización, abordado por primera vez por Mosca en los
Elementi, resulta así un aspecto fundamental de toda democracia moderna. "Es
inconcebible la democracia sin organización" (Michels, I, 1983:67), afirma
"La clase que ante los ojos de la sociedad despliega el estandarte de
ciertas reivindicaciones definidas, y que aspira a la realización de un
complejo de objetivos ideales derivados de las funciones económicas que
esa clase desempeña, necesita organización. Ya sean económicas o politicas esas reivindicaciones, la organización es el único medio para llevar
adelante una voluntad colectiva. Por estar basada sobre el principio del
menor esfuerzo, es decir, sobre la máxima economía posible de energía,
la organización es el arma de los débiles en su lucha contra los fuertes"
(/dem:67).
196...El principio de organización es condición absolutamente esencial para la lucha política de las masas..
194. En el período que se extiende particularmente desde fines del siglo XIX hasta poco antes de la I Guerra
Mundial _nos encontramos en realidad con lo que podríamos llamar un ..estallido de organizaciones..
de todo u~. e~tre las q~~ encon~r~os en primer lugar por su importancia para el tema que nos ocupa
a las orga~1~c1ones poht1cas y smd1calcs modernas. Así, '"[p Jara la primera década del siglo XX había
en el mov1m1cnto obrero [alemán) al menos veinte lipos diferentes de asociaciones voluntarias además
(Michels, 1, 1983:68).
197. Michels muestra mediante su análisis, señala Sydney Hook. que el poder político "sólo puede ser
ganado a través de la organización" (Hook: 121 ).
198. "Malatesla", cucnla Michels, "después de haberse referido a la fuerza de la sociedad burguesa, declaro
de los sindicatos libres y de las organizaciones del partido socialdemócrala" (Lidtkc:22. SIN). Esto
muestra cómo ta necesidad de organización penetró en todos los á.mbitos de la sociedad.
195. Weber, Max, "La política como vocación", en Weber, 1984: 106/7.
que nada convcndria más a esta sociedad que enfrentarse a masas de trabajadores desorganizados. y
que por esta razón era esencial contrarrestar la poderosa organización de los ricos con una organización aún más poderosa de los pobres" (11, 1984: 148).
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MARiA DE LOS ANGELES YANNUZZI
Pero si bien desde el punto de vista del análisis organizacional, partidos
y sindicatos responden a un mismo tipo de lógica que, como incluso veremos
más adelante, no deja de plantear problemas para la constitución de un orden
democrático, queremos centrarnos particularmente en esta instancia sólo en
los primeros, ya que fue con la aparición de los partidos que se modificaron
profundamente tanto la relación política en sí como la fisonomía del espacio
público 199 • Y es que más allá de la definición que pueda entrañar el vocablo
'democracia', lo cierto es que, como señala Schmitt, la democracia de masas
no es en la práctica otra cosa que una democracia de partidos, fenómeno este
último que comienza a ser estudiado por primera vez en esta época. El primer
trabajo dedicado a este tema es La démocratie et les par/is politiques de
Moisei Ostrogorski, publicado en 1902200• En él este diplomático ruso analiza
el s istema de partidos en Estados Unidos y Gran Bretaña. Luego, en 1911, se
publica Los partidos políticos de Robert Michels20 ', en donde el autor hace un
exhaustivo análisis de la socialdemocracia, el partido moderno por excelencia.
En esta obra retoma muchos de los ejemplos que ya había desarrollado en
numerosos artículos anteriores, publicados durante su etapa de militante socialista, a lo que se suma un completo estudio sociológico sobre el socialismo
italiano, publicado en 1908, bajo el título de JI Proletaria/o e la Borghesia ne/
movimento socialista italiano. Pero el tema, en realidad, recién va a comenzar
a generalizarse un poco más adelante. Vilfredo Pareto, por ejemplo, le dedica
una parte del Trattato de Sociología genera/e, obra publicada en 19 17. James
Bryce, a su vez, trata el sistema de partidos norteamericano en su obra Modern
Democracies, y Max Weber comienza una sistematización más acabada de los
partidos políticos en sus últimos escritos. Por eso en el Prefacio de su temprana
obra decía Michels: " Hay trabajos escritos acerca de la histo ria de casi todos
los partidos políticos del mundo occidental; pero cuando llegamos a considerar el análisis de la naturaleza del partido, encontramos que este terreno es
casi virgen" (I, 1983:9).
A partir del análisis de estos autores, vemos que si algo caracteriza a la
nueva organización política de masas es su estructura estable y permanente
que se prolonga más allá del acto electoral mismo. Es decir que con la incorporación de las masas al estado emerge un tipo de colectivo -el partido político- que llega, a tener entidad propia y que por ello mismo termina, como
veremos más adelante, autonomizándose de los miembros que la componen.
Esto marca una diferencia sustancial con el período anterior, diferencia que es
importante analizar aunque sea brevemente. Durante el estado liberal, lo que
designamos por extensión como partido político no es más que un tipo de agrupamiento de origen exclusivamente parlamentario, sin base permanente en la
sociedad. Así, los grupos políticos se nuclean fundamentalmente en tomo a
figuras relevantes y conocidas que concitan la adhesión, figuras a las que
comúnmente se las designa, como viéramos ya a comienzos de esta misma
investigación, con el nombre de notables o, como los llama Weber, los honoratioren. Estas estructuras laxas, que en todo caso conformaban corrientes de
opinión generalmente identificadas con las facciones parlamentarias, fundaban
su poder en la protección acordada a los inferiores por un hombre poderoso.
199. Mosca es el único que, si bien describe el fenómeno nuevo que está ocurriendo, al interpretarlo desde
una concepción de la política fuertemente influenciada por un aristotelismo vulgar, no alcanza a
comprender el carácter totalmente novedoso del mismo. Para él, la reunión de grupos que pujan entre
sí no es más que la manifestación de la naturaleza humana. "Este instinto de agruparse y de combatir
contra los otros agrupamientos es la primera base y el fundamento más primitivo tanto de la lucha
externa. que acaece entre sociedades diversas, como de las facciones, de las sectas, de los partidos, y
en cierto modo también de las varias iglesias y de todas las divisiones y subdivisiones que surgen en
e l seno de una misma sociedad" (Mosca, 1923: 168/9). En todo caso, la diferencia entre estadios distintos de civilización estarla solamente dada por una cuestión de grado. Esto significa que en las sociedades con estado, sociedades por definición complejas, se agrega la organización política. Pero esta
diferencia no marca distinción fundamenta) aJguna entre formas modernas y pre-modernas de organización, por lo que, desde el punto de vista de la interpretación teórica, se establece una total continuidad entre las formas de organización pasadas y las propias de la sociedad de masa.
200. La obra fue escrita originariamente en francés. Sin embargo, fue la traducción inglesa la primera que
vio la luz en 1902. La francesa se publicó al ario siguiente. Originalmente la obra cuenta con dos
tomos. Pero el autor la abrevió a uno solo cuando se hizo una segunda edición en 1912. Esta última es
la versión más conocida en Francia, donde fue reeditada hace un par de décadas por Rosanvallon. Oc
todas formas, según sen.ala Robert Mckcnzie, existe un articulo anterior de Ostrogorski, titulado ·The
lntroduction <'ftbe Caucus into England", publicado en Tite Po/itica l Science Quarterly, vol. V IU, jun.
1893, pp. 287-316 (Mckcnzie:31). Presumiblemente este aniculo era conocido por Weber, según se
deja entrever en los respectivos estudios de Mommscn y Roth sobre este autor.
201. La obra más conocida de Micbels, los partidos políticos, fue publicada por primera vez en alemán en
1911. Al ailo siguiente apareció editada en italiano. En 1915 se publicó la traducción inglesa con el
agregado de un capitulo que_Michcls hizo especialmente para esa edición. En 1925 se publicó una
segunda edición en alemán del libro, en la que Michels introdujo algunas modificaciones y agregados
que, sin embargo, no alteran c1 sentido general de la obra. De todas formas, esta segunda edición no
es la que se conoce actualmente en inglés y en castellano. En este último caso es interesante señalar
que la conocida versión en dos tomos editada por Amorrortu es en realidad una traducció n de la traducción inglesa de 191 S. Es decir que nunca se tradujo a Michels al castellano ni del alemán ni del
italiano ambas consideradas en su caso lenguas originarias. Además, por razones que desconocemos.
faltan e~ cada uno de los tomos correspondientes a la versión castellana alrededor de doscientas veinte
notas a pie de página que si figuran en la versión inglesa.
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Se entablaban así relaciones de tipo más personales, básicamente clientelares,
forma que ante las grandes masas resultaba ya ineficiente. Esta 'vieja fonna'
de h acer politica202 no era lo suficientemente contenedora de las grandes masas
que se habían incorporado a la política. Por el contrario, se necesitaba "una
labor de captación d e votos mucho más continua e intensa de lo que conocieron nunca los antiguos partidos de honoratioren"2º3, aspecto por demás relevante, ya que en el nuevo escenario sólo el número puede traducirse en oapacidad real de poder.
Esto llevó a organizar el partido político moderno, que se define eritonces como un tipo de organización voluntaria y de creación libre 2°", especializada en la consecución de un fin concreto: conquistar el poder del estado205 .
Así, las diferentes elites con aspiración política que existen en una sociedad,
señala Michels, se organizan sin excepción en partidos para dar satisfacción a
su deseo último de poder. Pero es esta voluntad de poder, que tiene por finalidad última la conquista del estado -el bien más preciado-, la que enfreAta a
estas organizaciones entre sí. Al partir de una igualdad inicial de expectativa,
los partidos entran en una lógica de guerra con el fin de lograr los esp:icios
necesarios para obtener e l botín más preciado de todos, el estado, que de esta
forma se ha convertido en la última trinchera a conquistar. Es decir que las
estrategias y las prácticas políticas específicas en realidad se definen a partir
de este fin último. Pero la posibilidad de lograr el éxito en la lucha por el poder
lleva a hipostasiar la organización y a militarizar los partidos. Como diría
Michels en 1927, " en la democracia pueden percibirse varias élites, que se
disputan el poder bajo la forma de partidos políticos, todos dirigidos por un
Estado M ayor especial" (1927:91).
No es por cierto casual entonces que el autor utilice un vocabulario de
t ipo militar para referirse a la conducción partidaria. En realidad Ostrogorski2º6, señala Roth, es el primero en mostrar "cómo el sufragio de masa y
la industrialización resultaron en la creación de máquinas partidarias que
movilizan a las masas de un modo casi militar" (252). Con ello Ostrogorski no
hace más que destacar los "rasgos jerárquicos, técnico-funcionales y funcionalistas" (Mommsen, 198lb:58) de la organización moderna, es decir, del
partido-máquina207, tema retomado posteriormente por Michels y Weber08 .
Pero con los partidos políticos igualados entre sí por una lógica de competenc ia se desdibuja en el fondo toda otra posible diferenciación, incluso las
programáticas. "Distinguiéndose apenas uno del otro por sus principios y sus
métodos", afirina sin más Ostrogorski, "los partidos se disputan sobre todo el
poder" (84). Todo queda así subordinado al fin mayor para el cual se conformaron: la conquista del estado. Es decir que el conflicto se dirime en realidad
por la fuerza en este caso del número, que en un contexto democrático-electoral se racionaliza a través del voto. Poi>eso, si en un principio las deímiciones
ideológico-partidarias se plasmaron inicialmente en un programa que permitía
diferenciar a los grupos entre sí, la misma lucha por el poder termina
desatando una lógica que lleva a privilegiar la organización -es decir, la
202. "La presente etapa de desarrollo ha terminado definitivamente con el viejo estado de cosas. en (IUC las
elecciones tenlan lugar sobre la base de propaganda e ideas fonnuladas por ideólogos y luego propagadas y discutidas en la prensa y reuniones públicas" (Weber. Max, "Parlamento y gobierno ...", op.
c it. , pp. 141/2).
203. /don, p. 143.
204. Weber define los partidos como uformas de 'socialización• que descansando en un reclutatnicnto
(formalmente) libre, tienen por fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de una asociación 'f otorgar por esos medios a sus miembros activos determinadas probabilidades ideales o materiales (11 realización de fines objetivos o el logro de ventajas personales o ambas cosas)" (Weber, 1992:228). Esta
forma de definir los partidos le permit·c incluir incluso agrupamientos que desde un punto d~ vista
formal no se presentan como partidos. En ese sentido, no olvidemos que durante mucho tiemp() estas
organizaciones, no obstante s u importancia, no fueron contempladas eo nonnativa legal alguna. Por
eso Weber entiende que hay en ellos un espacio de libertad que no encontramos en otras organizaciones: "La existencia de los partidos no se menciona en constitución alguna ni (por lo menos en Alemania) en ley alguna, pese a que sean hoy los portadores más importantes, con muchos, de la voluntad
política de los elementos dominados por b burocracia, o sea de los ciudadanos. Al revés de to4as las
corporaciones definidas por la ley o por el contrato, los partidos son por su natw"alcza más íntima
-sean cuales fueren los medios empleados para la retención permanente de sus afiliados- organizaciones de creación libre que se sirven de una propaganda libre en constante y necesaria renov,ción..
(Weber, Max, "Parlamento y gobierno... ", op. cit., 78/9).
205. Esto es algo en lo que coinciden todos los auton::s. Así lo expresa Michels en la década de 1920:
ºComo Max Weber, el autor de estas líneas y otros, Pareto comienza con la premisa de que los partidos pollticos buscan el poder" (Michels, 1969: 137).
206. Es importante destacar que la obra de Ostrogorsk.i ejerció gran influencia en los trabajos posteriores
de Michels y Weber.
207. Si bien Ostrogorski destaca estas caracteristicas al estudiar el sistema de partidos modernos. debemos
tener en cuenta que ellas no son únicamente privativas de los partidos politices. Por el contrario, ellas
son propias de toda organización de masas en la medida en que la misma se inserte en una puja por el
poder. En ese sentido, Michels, si bien en Los partidos políticos estudia sobre todo el Partido Social ista alemán, no deja de incluir ejemplos de las organizaciones sindicales socialistas.
208. Ya en su obra póstuma, Economía y sociedad, Weber sostiene que las formas modernas de organización de los partidos "son producto de la democracia, del derecho electoral de las masas, de la necesidad de propaganda y la organización de masas. del desarrollo de la suprema unidad de la dirección de
la disciplina m:is estricta" ( 1992: 1083).
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técnica que permite confrontar con relativo éxito- por encima de esos ideales
originarios en tomo a los cuales se nuclearon los simpatizantes o, incluso, de
lo que sería el interés generai209 • Esta es una conclusión a la que llegan prácticamente todos los autores del período2 10• Como señala Günther Roth, en su
estudio sobre la socialdemocracia, "[l]as diferencias ideológicas entre partidos
tendían a diluirse bajo las presiones idénticas de los requerimientos organizacionales" (252).
Nótese ya aquí el aspecto contradictorio que encontramos con quien,
según el imaginario político e intelectual de la época, era su mentor teórico.
Los partidos políticos, esas mismas organizaciones que Rousseau había rechazado explícitamente por representar sólo una parte de la sociedad, son los que
compiten en toda democracia moderna por encarnar la supuesta voluntad
general. Como señala Pareto, en total consonancia con la crítica rousseauniana, aunque abandonando el sentido final de la misma, estas organizaciones
en todo caso representan un interés particular colectivo211 que, al conquistar el
poder del estado, lo generalizan, imponiéndolo como el interés general. Para
espíritus escépticos como el de Pareto, que descree de la existencia de un interés general, se trata en realidad de un mero interés egoísta de la fracción
gananciosa. Por eso, independientemente de la existencia de personalidades
altruistas que no niega, lo cierto es que la conquista del poder del estado
supone en todo caso un reparto de cargos y beneficios a favor de quienes
pertenecen a la organización triunfante. Son estos intereses más inmediatos
los que hacen más deseable el estado y los que justifican la lucha descamada
de los partidos entre sí.
En función de ello, Weber enuncia en uno de sus últimos escritos una
tipología que parte del principio interno básico sobre el cual se apoya la organización partidaria. Así, los partidos
"son esencialmente organizaciones patrocinadoras de cargos -en cuyo
caso su objetivo consiste sencillamente en llevar a sus jefes por medio de
elecciones al lugar de director, para que estos distribuyan luego los
cargos estatales entre su séquito, o sea entre el aparato burocrático y de
propaganda del partido." O "partidos de ideología que se proponen, por
consiguiente, la implantación de ideales de contenido político"2 12 •
El ejemplo más acabado del primer tipo lo encontramos en el sistema político norteamericano. Weber retoma aquí los análisis de Ostrogorski y Bryce213,
cuyas conclusiones además completa con sus propias observacio"nes realizadas
durante su visita a los Estados Unidos a comienzos de la década de 191 O. En este
país, donde néi existe un sistema parlamentario, explica Weber, "el presidente de
la Unión, elegido directamente por el pueblo (con la participación de los senadores elegidos por los estados) es quien tiene en sus manos el patrocinio de la
cantidad enorme de cargos oficiales a proveer"2 14 • En cuanto al segundo tipo, el
ejemplo más acabado -y en esto coincide con Michels- lo constituye el Partido
Socialdemócrata alemán. En ese sentido, si algo distingue a los regímenes políticos europeos del norteamericano es la existencia de partidos ideológicos, es
209. "Sus programas"', seilala Ostrogorslci, "están compuestos sobre todo de las necesidades de la guerra
que los partidos hacen; al costado de los problemas realmente suscitados por la vida nacional, otros se
introducen para que se pueda jugar con ellos a cara o cruz"' (85).
2 1O. Mosca, que 6ene una visión mucho más tradicional de la politica y no alcanza a comprender p!enamentc el sentido de la transformación, si bien es quien llama la atención sobre la organización, no
visualiza. las características especificas que adquieren los partidos modernos...Cuando Mosca se
refiere a los partidos"". scftala acertadamente James Meisel...no describe modernos •aparatos'. burocracias políticas en gran escala que manipulan los medios de comunicación masiva, sino grupos relativamente pequeños formados alrededor de un 'gran elector' o algún fogoso 'tribuno del pueblo';
camarillas de índole sumamente pcrsonalista, sin gran estabilidad ni unidad de objetivo" ( 173). Esto
lo aproxima más a la noción de esos viejos partidos de notables. fonna de organiución más rudimentaria, incapaces de regimentar a las masas.
211 . Si bien todos coinciden en sostener que los partidos representan intereses -"'Una empresa política
llevada a cabo a través de los panidos quiere decir, justamente, empresa de interesados" (Weber, Max,
..La política como ...", op. cit., p. 114)-, lo que difiere en las dis tintas interpretaciones es qué intereses.
en todo caso, representan. Osear Stillich, por ejemplo, entiende que los partidos representan los intereses de las clases que los constituyen: .. Los partidos extraen los propósitos especiales de una clase
determinada; ellos señalan los principios hacia los que debe ser dirigido y administrado el Estado, la
economía política, la tolalidad" (1/2).
212. Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit., p. 8 1.
213. Mommscn seilala la gran impresión que le produjera a Weber particularmente la obra de Bryce: "Leyó
la clásica exposición de James Bryce sobre el sistema constitucional americano y conoció los problemas de los Estados Unidos desde una nueva perspectiva, que tenía una estrecha relación con un
problema central de su propio trabajo sociológico, es decir, teniendo en cuenta el problema de la burocratización de todas las asociaciones políticas de dominación. El profundo análisis de Bryce sobre el
sistema americano de los partidos políticos le fascinó: la exposición del extraordinario poder de los
partidos americanos organizados de una manera estrictamente jerarquizada, lo c onfirmó en su opinión
de que la época de los partidos po1íticos de personas representativas estaba universalmente superado
y que el futuro pertenecía a los partidos de masas organizados burocráticamente, según el tipo de la
Socialdemocracia alemana" ( 1981b: 1O1/2).
214. Weber. Max. "Parlamento y gobierno...", op. cit., pp. 81.
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decir, con convicciones fuertes . Sin embargo, los partidos por lo general combinan en la práctica ambos principios internos, ya que
Pero esto acentúa todavía más la necesidad de una organización férrea y piramidal. Sólo ella asegura una gran capacidad de movilización de las masas y de
captación de votos. La aparición de esta forma de organización trae así como
consecuencia la complejización del espacio público, ya que ellas son las más
exitosas para disputar el poder del estado. Al surgir un tipo de organización
extra-parlamentaria permanente, que puja por la conquista electoral del poder,
con redes que penetran la sociedad civil, comienza a diferenciarse nitidamente
un nuevo espacio que se ubica entre aquella y el estado. En parte esto se refleja
en la autonornia relativa que en un primer momento llegan a adquirir los representantes parlamentarios frente a los partidos y a las masas por el hecho de ser
ellos los que están convalidados por el voto popular. La especialización de los
partidos políticos modernos introduce así un nuevo plano de intermediación en
el espacio público, esta vez representado por un cuerpo colectivo organizado
que se interpone en la relación estado-ciudadano. Como señala Hobsbawm al
analizar el periodo,
"se proponen fines políticos objetivos transmitidos por tradición y que en
consideración de ésta sólo se van modificando lentamente, pero persiguen
además el patrocinio de los cargos. Y aun en primer término la ocupación
por sus jefes de los cargos directivos, o sea de los de carácter político"
(Weber, 1992: 1079).
En realidad podemos decir que ambos fines se retroalimentan entre sí, ya
que sin los cargos en el estado no se podría implementar una propuesta política
valorada por un grupo, al mismo tiempo que la creencia en el valor positivo de
la misma justifica holgadamente la pretensión de ocupar la mayor cantidad de
espacios posibles dentro del estado. Sin embargo, la política de masas introduce
una variable nueva, que encierra en sí misma un potencial elemento de perversión, ya que sólo la cantidad de votos es la que, en definitiva, puede asegurar al
partido que sus fines efectivamente se concreten. Dicho en otros términos, nada
tiene valor si no consigue convocar tras de sí al gran número. En ese sentido, la
política de masas acabó con la ' esfera pública' descripta por Habermas y que
caracterizó al siglo XIX liberal. Ella requería de sujetos perfectamente racionales y autónomos, algo que no condecía con la definición de 'masas' ni con las
exigencias nuevas de organización. Por el contrario, en el nuevo escenario
democrático son los partidos los que pujan por imponer su propia visión. Y la
necesidad que cada grupo tiene de salir victorioso en la contienda hace que la
política partidaria quede sólo " dominada por la necesidad de 'robar votos"'
(Ostrogorski:85). He allí el único árbitro real que dirime la puja, pero que al
mismo tiempo degrada la política al vaciar de sentido toda argumentación,
instrumento sustancial de la critica en el estado liberal-parlamentario.
Es decir que en el contexto de una política democrática nos encontramos
en realidad con una lucha de aparatos partidarios entre sí y de éstos a su vez
con el estado115, lucha en la que este último cuenta con las mayores ventajas.
" La democracia que ocupó el lugar de la política dominada por los
notables -en la medida en que consiguió alcanzar ese objetivo- no sustituyó el ·p atrocinio y la influencia por el 'pueblo', sino por una organización, es decir, por los comités, los notables del partido y las minorías activistas" (Hobsbawm:95).
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que ésta ha sido, como
incluso los mismos autores de la época lo reconocen a pesar de sus criticas
-sobre las que por cierto volveremos- , una respuesta necesaria a la ampliación del sufragio. En ese sentido, el partido cumple una función esencial, ya
que es el que asegura una " representación popular activa" 216 que permite canalizar las demandas en un marco racionalizado de intercambio. Fuera de estas
de sus principios no tienen perspectiva alguna de llegar al poder (Pareto, 1981:§2268). Micbels critica
esta tipología por cons iderar que está fundada .;obre un razonamiento no del todo correcto, ya que Ja
categoría de 'partidos intransigentes' supone pensar que estos partidos tienen por final idad el no llegar
al poder, premisa que no puede ser asumida desde un punto de v ista científico: ..al identificar al partido
que ha ' llegado' con el partido transige nte, Pareto implica una relación entre la conquista del poder y
el compromiso político, a menudo verificada en los he chos , pero que -sin embargo- está muy lejos de
cons tituir una ley soberana capaz de abarcar la historia e xtremadamente variada de los partidos polí-
21 5 . Teniendo en cuenta la puja por el poder del estado, Parcto hace una tipolo gía de los partidos políticos.
Po r un lado están aquéllos a los que llama partidos de gobierno. y que comprenden tanto al partido que
se encuentra en el poder co mo a los de oposició n que aspiran a él co n una relativa perspectiva de éxito.
Por el otro, están los que designa como .. partidos intrans igentes". es dec ir aquéllos que por la pureza
ticos modernos" (Michcls, 1969: 138).
2 16. We ber, Max, "Parlamcnlo y gobierno ..." , ap. cit., p. 79.
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estructuras de mediación, la masa es algo amorfo que se diluye en un anonimato carente de voz. Y en todo caso ella cobra cierta entidad sólo en el
momento de la contienda electoral, es decir, cuando se hace necesario asegurar los votos: "El elector común que no pertenece a ninguna organización y
que es codiciado por los partidos, es completamente pasivo; los partidos lo
toman en cuenta principalmente durante las elecciones, a través de la propaganda especialmente dirigida a él"217• Por eso Gramsci, por ejemplo, afirma en
1921 que "políticamente las grandes masas no existen sino encuadradas en los
partidos políticos"218•
cuestiones nuevas de las que debía dar cuenta a partir de la incorporación de
las masas, hecho que se tradujo en un incremento de la carga impositiva de los
ciudadanos --<:uestión ampliamente debatida a nivel parlamentario hacia fines
del siglo XIX219- para poder sostener las nuevas tareas que asumía el estado
democrático220•
En tanto técnica para optimizar la eficacia en el logro de resultados, la
organización necesita de funcionarios profesionales, es decir, especializados
en saberes concretos, a partir de los cuales poder implementar los recursos
necesarios para satisfacer el gran cúmulo de demandas que se presentan. La
organización en el nuevo escenario adquiere así ribetes totalmente novedosos,
ya que si algo caracteriza a toda organización de masas, incluido el mismo
estado democrático, es su tendencia creciente a la burocratización.
4.2. Burocratización
"Desde hace una centena de años", decía Pareto en 1917, "no se oye
otra cosa que lamentos por el crecimiento en número y en poder de la
burocracia y ésta, con un impulso cada vez más veloz, continúa creciendo
en número y en poder, e invade países, como Inglaterra, que hasta ahora
la tenía por lejana"221 (Pareto, 1981, §2320, n).
Organizar políticamente a las masas constituye un paso necesario para
racionalizar tanto los aspectos irracionales de su conducta como el cúmulo de
demandas que se presentan en el espacio público. No olvidemos-. que con la
extensión del sufragio, el estado no sólo amplía cuantitativamente las demandas, sino también el tipo de cuestiones de las que se tiene que ocupar. Este es
uno de los motivos por los cuales entra en crisis el estado liberal que se había
caracterizado por mantener el espacio de lo político dentro de límites más
estrechos que permitían excluir toda diferencia potencialmente inconciliable.
Pero con la incorporación de las masas, " todos los asuntos hasta entonces
'sólo' sociales se convierten en estatales" y "todos los sectores hasta aquel
momento 'neutrales' -religión, cultura, educación, economía- cesan de ser
'neutrales' en el sentido de no estatales y no políticos" (Schrnitt, 1984:19).
¿Cómo garantizar entonces cierta eficacia en la canalización y satisfacción de
las demandas? Desde e l punto de vista del aparato estatal, la respuesta a esta
pregunta llevó a un cambio profundo en su fisonomía, ya que administrar los
intereses de un conjunto tan vasto exige, como hemos visto en el apartado anterior, formas organizativas mucho más estructuradas que desencadenan incluso
una especialización en las funciones cada vez mayor. Esto llevó a desarrollar
en el estado vastas estructuras administrativas que se ocuparan de aquellas
Iniciado aproximadamente hacia la década de 1880, el fenómeno de la
burocracia -es decir, de un sistema racional y, por consiguiente, predecible,
además de estructurado jerárquicamente- se expandió aceleradamente en las
sociedades modernas. Desde el punto de vista del desarrollo teórico, Mosca,
Ostrogorski, Pareto y Michels222 están entre los primeros autores que intentan
abordar desde distintos planos la relación que se entabla entre organización y
219. Esta fue, como viéramos ya (cfr. p. 72), una cuestión muy resistida desde liberales tradicionales como
Leclcy, que veían en el aumento de los impuestos un primer avasallamiento por parte del estado de la
esfera de libertad del individuo.
220. El fenómeno está directamente ligado al surgimiento de la sociedad de masas. En ese sentido, como
afirma Weber, "la burocratización y la economía financiera son aquí [en Alemania], como en todas partes,
fenómenos concomitantes de la democratización" (.. Parlamento y gobiemo...n. op. cit., p. 142).
221. En verdad, ya Lecky en 1895 se quejaba del incremento de la burocracia que se estaba produciendo
en Inglaterra, ya que ello se traducía en e l aumento "del número y del poder de los funcionarios estatales" (1:219).
222. Su propia experiencia como militante de la socialdemocracia alemana e italiana habían llevado a
Michcls a conocer el poder y los efectos de la organización y las contradicciones que ella introducía.
En ese sentido. su obra constituye uno de los testimonios más ricos de la época.
217. ldem , p. 141.
218. Gramsci, Antonio. '"Los partidos y la masa", 1921 , en Portanticro y Gramsci:136.
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burocratización en las modernas sociedades de masas223 • Ya en 1895, en la
primera edición de los Elementi, Mosca aborda lo que constituye el problema
central de la nueva sociedad al analizar la necesidad de organización que tiene
toda clase política. Aunque el fenómeno recién comenzaba a desarrollarse, este
autor describe magistralmente e l proceso de diferenciación interna que, como
señalaría años después Weber, "determinó la división de los funcionarios públicos en dos categorías bien distintas aunque no tajantes: funcionarios profesionales, de una parte, y "funcionarios políticos', de la otra"224 . Como veremos a
lo largo de nuestro trabajo, se trata de una distinción que es constitutiva de la
democracia de masas, ya que se relaciona directamente con las dimensiones que
en este contexto adquiere toda organización: "La especialización técnica que
resulta inevitablemente de toda organización extensa, hace necesario lo que se
ha dado en llamar la 'conducc ión experta"' (Michels, I, 1983:77). Pero ello
introdujo una modificación sustantiva en el espacio público.
En ese sentido, el desarrollo del aparato burocrático, ocupado por un
funcionariado profesionalizado que tendía a diferenciarse cada vez más del resto
de la sociedad, no solamente favoreció el surgimiento de una nueva capa media
ligada al estado, sino que, además, profundizó el hiato existente en la Modernidad entre estado y sociedad. Se gestó así un espacio que debió ser ocupado por
las distintas organizaciones que emergían de la sociedad y que, en función de
ello, asumieron desde entonces un rol de mediación. Por eso, como veremos a
continuación, si bien esta tendencia a la burocratización de las organizaciones
democráticas resulta claramente visible en el seno del estado, el fenómeno
también se produce en las distintas organizaciones sociales y políticas, producto
de la misma politización que sufrieran todos los asuntos. "En relación con su
estructura interna", sostiene Weber, "todos los partidos van pasando en el curso
de los últimos decenios, paralelamente a la racionalización creciente de la
técnica electoral, a la organización burocrática"~25 . Creadas a imagen y semejanza del estado por ser la mediación necesaria que permite superar el hiato
entre estado y sociedad, estas organizaciones tienden también a ser dominadas
por una burocracia profesional y estable, en la medida en que, como muestra
Michels226 en Los partidos políticos, adquieren mayor complejidad debido al
incremento del número de afiliados. "Así sobreviene la necesidad de una burocracia fuerte, y estas tendencias se ven reforzadas por el aumento de las tareas
impuestas por la organización moderna"227 (Michels, 1983, 1:215).
La posibilidad de lograr eficiencia en un contexto de masas va estrechamente unida al desarrollo de un aparato burocrático. Por eso incluso "el Estado,
apremiado por la demanda creciente, de tanto en tanto está obligado a agrandar los cuadros..de su burocracia"228 • Esta característica hace que la burocratización, tal como señalan Michels y Pareto, constituya un aspecto específico de
la organización de las sociedades modernas. En ese sentido, esta tendencia se
produce, sostiene Michels, como reflejo de la misma lógica de la economía
capitalista, que con la industrialización ha llevado a la masificación de la sociedad. Al igual que Pareto, considera que1a burocratización del estado y de las
organizaciones modernas tiene una especificidad propia de la etapa de industrialización, estableciendo de esta forma una profunda diferencia en relación a
cualquier otra posible forma similar del pasado. "Esta tendencia [burocrática)",
223. No son pocos los que, como el sociólogo T. B. Bottomore, consideran que Weber no sólo es el que
inicia el desarrollo de esta temática, sino que además es él quien traspasa esta preocupación a Michcls.
.. Las visiones de Michcls... sostiene. "'fueron fuertemente influenciadas por la concepción más general de Max Weber sobre el crecimiento de la burocracia en las sociedades modernas. Desde que Weber
escribió. la burocracia ha sido estudiada crccientemente, en la administración pública, en la industria,
en los sindicatos, así como en los partidos políticos'' (Bonomore: 159). Es c ierto que no resulta sencillo a veces establecer cómo se han producido las influencias teóricas, más aun si se trata de un autor
como Weber, en quien se encuentran pocas referencias a otros autores. lncluso, el hecho de haber
compartido ambos el mismo mundo intelectual hace dificil establecer las posibles paternidades, habida
cuenta de la preocupación de ambos por los cambios que se producían en la sociedad. Pero más allá
de que es Weber quien hace una sistematización teórica del tema. hoy referencia obligada para cualquier estudio sobre la burocracia, lo cierto es que las primeras descripciones más completas de este
fenómeno las encontramos en Michels y antes en Mosca. autor este último cuyo texto Weber conoce.
Tampoco es cierto que haya sido sólo a partir de Weber que se desarrollara posteriormente el estudio
sobre la burocracia y las formas de organización. Bottomorc desconoce aquí e l importante rol que
jugara en ese sentido la obra de Michels particularmente en el contexto de la ciencia política norteamericana. Basta tan sólo hacer una rápida revisión de la '"fntroducción" que escribiera Seymour M.
Lipset a los partidos políticos para darnos cuenta de la relevancia de la mis ma.
224. Weber, Max, "La política como...", op. cit., p. 107.
225. Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit., p. 82.
226. El análisis que hace particularmente Michels es en parte una continuación de la temática mosqucana
de la organización. En ese sentido. si bien Mosca no aborda específicamente el tema de los partidos
como fonna de mediación, pensar la minoría organizada en ténninos de partido político no sería del
todo incorrecto. Sin embargo, como veremos más adelante. existen ciertas diferencias tanto en la
caracterización como en el tratamiento que hacen ambos autores del tema.
227. Como señalan Lipscl, Trow y Coleman hacia comienzos de la década de 1960, la ..pauta que caracteriza a casi todas las organizaciones voluntarias la generalizó hace más de cuarenta arios el sociólogo
alemán Robert Michcls" (Lipset et al.:2. Cfr. también Lipsct, Seymour Martin, "Introducción", en
Michcls, 1, 1983:14; 23, n).
228. Michels, Roberto, "La fatalita della classc política", en Michels, 1933:14. El articulo fue publicado
originalmente en 1908 en la Revista Reforma Socia/e, anno XIV, vol. XVII, 2° Serie, fase. 12.
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sostiene, "es poderosamente reforzada por las tendencias de la moderna economía política" (Michels, 1983, I:213). En ese sentido, tanto el estado como las
formas de organización dentro de la política y la economía tienden, en el marco
del capitalismo industrial, al desarrollo de burocracias. Así, la forma de organización propia de la sociedad de masas está determinada, como señalaba
Engels, por los mismos métodos de producción229 .
El capitalismo, particularmente en la etapa imperialista, tiende a
concentrar las estructuras de poder, disciplinando y regimentando a las
masas230 • Pero si bien se trata de un mismo proceso que iguala en la práctica
el desenvolvimiento de toda organización democrática, existen matices diferenciadores que permiten distinguir la tendencia, según se desarrolle en el
estado o en las otras formas organizativas. En ese sentido, si algo distingue al
primero de las segundas es que, como señala Michels, en el caso de las organizaciones, la burocracia no se ha llegado a escindir totalmente de su propia
base, como sí ha ocurrido con la burocracia estatal. Pero, no obstante esta
diferencia, siempre se trata de un mismo proceso que, en todo caso, reconoce
momentos distintos en su desarrollo. El nuevo estadio del capitalismo lleva
así a una mayor profundización de la división del trabajo en todos los órdenes de la sociedad. Es por eso que, en el plano específicamente político-estatal, se requiere de áreas de especialización que den satisfacción a la creciente
demanda. Es decir que, lejos de suponer una simplificación de los asuntos
políticos como creían muchas corrientes socialistas231 , estos se habían hecho
más complejos y ello se reflejaba en la creciente burocratización del aparato
de dominación232 .
También Weber, tiempo después, dará al fenómeno moderno de la burocratización un contenido específicamente capitalista. "Tanto dentro de los partidos políticos como de la economía y la administración pública, el proceso de
burocratización progresa en el mismo sentido."233 La nueva sociedad de masas
requiere de organización, es decir, de la realización de un cálculo racional,
como diria poco después Weber, que le permita optimizar los propios recursos.
Es "precisamente el elemento de 'calculabilidad"', explica Giddens, "el que
hace a la administración burocrática bastante distinta de los tipos anteriores".
En ese sentido, la dominación entendida en esos términos "es la única forma de
organización que es capaz de enfrentarse a las inmensas tareas de coordinación
necesarias al capitalismo moderno" ( 1994: 160). Por eso para Weber esta forma
de dominación resulta totalmente ineludible en el contexto de sociedades masificadas. Tan sólo Mosca entiende que la nueva burocratización del estado es
nada más que una simple continuación de formas anteriores, tal como expresa
más específicamente incluso en la segunda parte de los Elementi, incorporada
en la edición de 1923. Este autor no llega a comprender la compleja relación
que se entablab~ entre política y economía a partir de las nuevas formas que iba
adquiriendo e l capitalismo mundial. Al concebir la política dentro de los cánones clásicos, carente incluso de una concepción moderna del estado234, Mosca
piensa la burocratización propia de la sociedad de masas como una simple
229. Michels muestra acá la influencia de l marxismo... La sociedad presente", explicaba Engels, .. lo mismo
que la pasada, movida por los antagonismos de c lase, necesita del Estado, o sea de una organización
de la clase explotadora, para mantener las condiciones de producción, y, por tanto, muy particularmente~ para mantener por la fuerza a la clase explotada en condiciones de opresión (tales como la
esclav11Ud, la servidumbre y el trabajo asalariado) delerminadas por los métodos propios de la producción" (Engels, 1946: 107).
230. Eslc aspecto relativo al disciplinamiento de las masas será un motivo que se repetirá también en Weber
como analizaremos incluso más adelante (cfr. pp. 144 y sig.).
231. C_omo _señala Roth, esta es una creencia marxista muy difundida. según la cual ..los problemas ad.mi~1strat1vos y políticos de la organización a larga escala serían fácilmente manejables bajo el socialismo" (25 1). Así, Anton Pannekoek, por citar sólo un ejemplo, sostiene que la Comuna de París de
1871 . -considerada dentro de la tradición marxista como la experiencia en la que aparece de forma
embnonaria el futuro estado socialista- se caracteriza por a) la adopción de la forma parlamentaria ·
b), la abolición de la esci~ión CJ.llre ejecu~ivo y _legislativo, quedando ambas funciones absorbidas po;
ella, por lo que al ser al mismo tiempo deliberativa y ejecutiva se vuelve un órgano eficiente en la toma
de decisiones; e) la eliminación de la burocracia estatal, entendida como aparato escindido de la sociedad; Y d) la revocabilidad de los mandatos (Pannekoek, Anton, ..Socialdemocracia y comunismo''.
1920, en Bricianer: 164). Pero s i bien destaca su carácter eminentemente político, la interpretación que
sugiere Pannekoek no deja de tener cierta ingenuidad. El paso del capitalismo al socialismo supondría
necesariamente una simplificación de los asuntos del estado, simplificación que sólo seria posible en la
medida en que se entablara una relación directa, es decir, no mediatizada., entre estado y sociedad. Pero
esta presunción ya fue cuestionada por los sociólogos del periodo, sobre todo por Michels y, más específicamente luego, por Weber. Los trabajos de ambos en tomo al problema de la burocratización de las
organizac iones de masas muestran claramente, en ese sentido, la imposibilidad de dicho supuesto.
232. El motivo es desarrollado por primera vez por Michels quien explica que "estas teodcncias [a la conformación de burocracias fuertes] se ven reforzadas por el aumento de las tareas impuestas por la organización moderna" (1, 1983:215) . Asl, el desarrollo de fonnas burocráticas, scllala Seymour M. Lipsct en la
"Introducción" a la edición norteamericana de Los partidos políticos, "es explicable por la división del
trabajo tanto más amplia en la sociedad civilizada moderna, que hace cada vez más imp-;:>sible abarcar en
una única mirada la totalidad de la organi7.ación política del Estado y su mecanismo, cada vez más complicado". Lipsct reconoce así la importancia de la obra de Michels que "ha contnl>uido a un mejor estudio de
la organización y la burocracia" (Lipsct. Scymour M ., "Introducción", en /dem: 16; 24).
233. Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit., p. 78.
234. Al concebir la política en términos todavía aristotélicos, no se encuentra en Mosca una noción de
Modernidad. El estado se desarrolla así por agregación, por lo que los tipos de estado se diferencian
sólo por sus dimensiones.
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una racionalidad técnica cuyo desarrollo conduce a fomentar la mediocridad.
Por eso los regímenes burocratizados resultan en principio más estables, ya que
tienden a reproducirse sin modificación alguna, al no poder introducirse nada
distinto y nuevo que lo cuestione. Pero como sostiene Michels, es la misma
organización la que promueve esa estabilidad. El hecho de que la carrera burocrática suponga cargos rentados, ordenados jerárquicamente y con un régimen
de ascensos favorece el desarrollo de un entramado relacional en el cual el inferior se subordina totalmente al superior, dado que de este último depende, en
definitiva, la carrera administrativa de los niveles más bajos. "En toda burocracia observamos una cacería de puestos, una mania por el ascenso, y obsequiosidad hacia aquéllos de quienes dependen los ascensos". Esto define un tipo de
comportamiento que se repite en toda burocracia y que niega el principio democrático de la igualdad, ya que siempre "hay arrogancia hacia los inferiores y
servilismo hacia los superiores" (Michels, I, 1983 :217).
Esta práctica es en definitiva la fuente que promueve la estabilidad de la
organización, ya que hay toda una capa social de la sociedad - la clase media
intelectualizada- que se nutre exclusivamente de estos cargos, brindándole el
aparato burocrático la posibilidad de ascenso social. Es esta fracción la que
tiene la posibilidad, por su concfición social, de especializarse en esos saberes
específicos requeridos por el estado democrático. Pero contrariamente a lo que
podríamos suponer, "cuanto más se distingue notoriamente a una burocracia
por su celo, por su sentido del deber y por su devoción, tanto más demostrará
ser mezquina, estrecha, rígida y carente de liberalidad" (Jdem). Asegurar el
perfeccionamiento de estas cualidades, en el sentido al mismo tiempo positivo
y negativo que acabamos de señalar, supone necesariamente garantizar la reproducción sin alteraciones de la organización. Por eso toda organización tiene
necesidad de asegurar la continuidad de sus propias autoridades, que terminan
así conformando una fracción que se distingue del resto del grupo o, en el caso
del estado, de la sociedad. Incluso, retomando a Michels y completando el razonamiento con el análisis de Weber, podríamos decir que a mayor extensión de
la organización, mayor será la tendencia a generar burocracias que se profesionalicen y se separen de la masa de dominados. De esta forma queda cuestionada
la noción de representación, propia de la política moderna. Por eso, lejos de lo
que el imaginario político de la época creía, la forma en que se instituye la
democracia de masas supone, en realidad, su propia negación.
continuación de formas anteriores. El estado burocrático no es para Mosca más
que una secuela del absolutismo:
"Después del andamiaje burocrático de los antiguos regímenes absolutos, lejos de ser suprimida, siempre viene continuamente desarrollándose más y afirmándose por las nuevas tareas que durante el siglo diecinueve venía asumiendo el Estado, y ella en el fondo viene a constituir dos
de los poderes fundamentales de los modernos regímenes políticos, esto
es el poder ejecutivo y el judicial" (Mosca, 1923:477).
En principio el fenómeno es para Mosca claramente estatal. Y la burocratización de las estructuras del estado se produce sobre todo en dos de sus
órganos. No es ·casual que Mosca deje de lado el legislativo. Este es un órgano
que por su tipo de composición está más ligado a la sociedad que al estado
entendido en sentido estricto. Su función no es otra que la de introducir en aquél
el principio de organización liberal, principio que, en la tipología que elabora
Mosca, se contrapone al propio de la burocracia, en última instancia una forma
de autocracia235 • Lejos de favorecer los principios de igualdad y libertad, la
tendencia a la burocratización introduce un nuevo tipo de jerarquía fundada en
235. El desarrollo de la tendencia autocrática en el análisis mosquea.no se inscribe para Zcitlin en la misma
naturaleza humana (24 3). Pero esta interpretación, s i bien no es del todo incorrecta, resulta ins uficiente
para comprender el sentido que le da Mosca. Como explicáramos en otras oportunidades, este autor
está imbuido de un pensamiento fuertemente tradicionalista Esto hace que rechace todo aquello que
pueda ser artificial, ya que por definición estarla condenado al fracaso. Como muestra la historia. nos
dice explícitamente Mosca, las fonna.s autocráticas son propias de los estados grandes. Así se constituyeron los imperios antiguos que, una vez que consolidaron el régimen de dominación, fueron burocratizando sus propias estructuras. Esto es lo que lleva a Zeitlin a afirmar que la tendencia estarla
inscripta en la misma naturaleza del hombre. Pero si su interpretación fuera correcta, deberíamos
concluir que la injusticia, la desigualdad y la ausencia de libertad -aspectos que caracteri7.an a toda
forma burocrática- serian siempre recurrentes a lo largo de la historia, dejando poco o ningún espacio
para su posible modific ación. lncluso, al radicar en la misma naturaleza humana la posibilidad de
reproduc irla. ponerle límite al poder casi omnímodo de la burocracia seria bastante relativo. Lo que
Zeitlin no tiene en cuenta es que en el análisis mosqueano la tendencia liberal también se inscribe en
la naturaleza humana. Y si bien Mosca reconoce que ella ha aparecido en periodos históricos más
cortos, no deja de ser la más rica y la que ha permitido que avanzara el desarrollo moral e intelectual
de los pueblos. Es decir que lo que en todo caso favorece el desarrollo de una u otra tendencia son otras
condiciones que se encuentran en principio fuera del sujeto. Así, por ejemplo, para favorecer el desarrollo de la tendencia liberal debería garantizarse el espacio de la critica. Por eso no resulta suficiente
decir que una tendencia se inscribe en la naturaleza humana. como hace Zeitlin. En realidad, el tipo de
análisis que hace Mosca lo aproxima a las lecturas psicologistas del comportamiento humano.
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Así, la conclusión de Ostrogorski, luego de analizar el régimen británico,
no se hace esperar: "apresado como está entre las influencias sociales y plutocráticas, el sistema de partidos organizados, la supremacía del poder ejecutivo
y la burocracia invasora, no es un gobierno verdaderamente popular" (101). Es
decir que al clausurarse toda posible renovación tanto de hombres como de
ideas, la estabilidad que genera un régimen burocratizado se funda sólo en el
cercenamiento de la libertad del hombre común -lo que significa la pérdida de
autonomía del ciudadano frente al estado- y en la anulación del desarrollo
moral e intelectual de la sociedad.
a los hombres ante la más grande paradoja posible. En ese sentido, el proceso
de industrialización generó un tipo de condicionamiento que se expandió a
todos los ámbitos de la sociedad. En última instancia, el mercado ha llevado a
una igualación de todos los hombres en la sociedad, por lo que las formas de
organización siempre responden a la misma lógica y producen el mismo tipo
de consecuencias. Por eso, a mayor burocratización, menor será el desarrollo
de las potencialidades intelectuales y morales de una sociedad236• Esto va
llevando a un creciente pesimismo en el mundo intelectual del cual Michels es
quizás uno de los exponentes más claros, ya que lo que definitivamente se
anula bajo esta forma de organización es, en última instancia, la capacidad
misma de creación que tienen los hombres y, con ello, su posibilidad de
romper la inercia del sistema.
La racionalización de la política en lo cotidiano se inserta así en un marco
que niega la existencia de una razón sustantiva. La organización se convierte en
un fin en sí mismo, y lo que es más grave aún, termina negando el principio
democrático por el cual es el pueblo quien gobierna. Retomando la preocupación de Weber, vemos que todo tiende a transformarse en área de experto, es
decir, de exclu,sivo manejo técnico. Pero la tecnificación de las áreas va
llevando incluso a una compartimentalización de la cultura. Frente al hecho de
que todo se ha profesionalizado y, por consiguiente, se ha raciona lizado con el
objeto de volverse eficiente, con un s\ljeto colectivo que desdibuja las individualidades y, por consiguiente, anula en la práctica el sujeto autónomo, la razón
no da espacio para la creación, para la liberación del hombre. Este es un aspecto
que revierte negativamente sobre la utopía socialista. "El futuro pertenece a la
burocratización" 237, nos dice Weber, es decir, a la racionalización de recursos
"Se puede objetar que la autocracia es un régimen muy apropiado para
la formación de grandes organizaciones políticas, como fueron los anti- ·
guos imperios mesopotámicos y la antigua Persia, y en tiempos más
recientes China, Turquía y Rusia, y apto para asegurar su duración por
varios y a veces por muchos siglos; en cambio no les permite a los
pueblos que la adoptan, y sobre todo a sus clases dirigentes, alcanzar toda
la elevación moral e intelectual de que es capaz la humanidad civilizada.
De hecho, el arte y el pensamiento de Grecia y de Roma fueron en
conjunto superiores a los de los imperios orientales, y ninguna de las civilizaciones asiáticas antiguas y recientes tuvieron una vida intelectual tan
intensa como para soportar una comparación con las grandes naciones de
la Europa central y occidental y de la América del siglo XIX" (Mosca,
1923 :404/5).
Para Mosca, como para los autores de este período, burocracia y mediocridad son las dos caras de una misma moneda. No olvidemos que la función
primordial de toda burocracia es la de llevar a cabo las tareas repetitivas necesarias en toda dominación de masas. Pero esto lleva a alejar más al hombre
común. Michels, en ese sentido, reconoce que la división entre trabajo intelectual y manual sobre la que se asienta la organización en toda sociedad
compleja introduce serias trabas para el desarrollo intelectual del proletariado,
situación que se ve agravada aún más por los condicionamientos económicos
que el capitalismo impone al obrero. Así, la lógica organizacional específica
del capitalismo, necesaria para garantizar la eficacia en cualquier tipo de
acción, es la que impide todo surgimiento de algo nuevo, distinto, colocando
236. Este mismo motivo Jo desarro11arán tiempo después Adorno y Horkheimer en Dialéctica d el Iluminismo, aunque referido cspeeificamentc al plano cultural y. dentro de él, al sentido mismo que cobra
la obra de arte en la etapa del capitalismo industria) avanzado. En ese contexto, la masificación que
produce la industria cultural exige como contrapartida necesaria la organización y planificación por
parte de los gerentes de esa industria. Todo se reduce así a un tipo de racionalidad técnica que no
permite la innovación, es decir, la creación, matando de esta forma el ideal iluminista de progreso. "Al
renunciar al pensamiento, que se·venga. en su fonna deifi cada -como matemáticas, máquina, organización- del hombre olvidado de sí mismo. el iluminismo ha renunciado a su propia realización"
(Horkheimer y Adomo:58). La primera Escuela de Frankfurt retoma este motivo del análisis wcbcriano sobre los efectos de la burocratización, pero analizado en un contexto que. si bien específico, por
desenvolverse en el plano vasto, al mismo tiempo que difuso, de la cultura, prepara a los hombres
cegándolos para todo posible cambio en la sociedad.
237. Weber, Max, ..Parlamento y gobierno...", op. cil. , p. 85 .
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técnicos para asegurar la buena administración de las masas que, en esta instancia, aparecen ya cosificadas. Ya no hay esperanza en la liberación de l hombre.
Es aquí cuando muere la idea de progreso y con ella, la del proletariado como
sujeto histórico revolucionario. Este motivo, que no es otro que el de " reificación del mundo objetivo de la cultura", con la "consecuente transformación de
las formas culturales reificadas de medios en fines en sí mismas" (Mitzman:7),
se entronca directamente, como podemos apreciar, con la crítica del liberalismo
clásico y se hace extensivo al conjunto de las formas de organización.
incluso el gran pesimismo que embarga a Weber ante el "progreso incontenible de la burocratización" 239• Lejo~ de favorecer la liberación del hombre, la
organización fuertemente burocratizada lleva a cristalizar y a anquilosar las
estructuras de dominación. Como afirma Michels en una conferencia dada en
1909, "la fuente, a partir de la cual se expandieron las corrientes conservadoras en la baja llanura de la democracia, produciendo inundaciones que la devastan al punto de hacerla irreconocible, se llama organización" 240• Y, como dijera
unos años antes, "organización quiere decir forzosamente burocracia"241 • Pero
si bien aquella es ineludible a la hora de pensar la administración de los asuntos en una sociedad de masas, la primacía de una racionalidad burocrática
introduce una gran distorsión. Al tomar todos los asuntos como un problema de
administración, es decir, de cálculo racional formal para optimizar los recursos,
se anula la politica entendida como el espacio de negociación y conciliación de
las diferencias. De esta forma, toda burocracia, en especial la estatal, se vuelve
totalmente funcional a la dominación existente: "Coeficiente potentísimo para
el mantenimiento en el poder de la clase politica es la burocracia de la organización estatal" 242• Convertida as.í en ley sociológica, la burocracia delata, como
el título de una_.d e sus conferencias sugiere, la fatalidad de toda dominación.
En esto Michéis se aparta de Mosca, quien no obstante sostener que la tendencia a la burocratización era una simple continuación de las formas anteriores,
reconoce en el estado democrático un elemento distinto que evita que el
sistema se cierre, como sí ocurrió con las burocracias pasadas. Para Mosca, el
estado moderno se caracteriza, en ese sentido, por ser una forma que combina
"A aquellos mismos 'suboficiales' que ocupan los grados inferiores de
la burocracia partidaria", dice Michels, "cabe aplicarles lo que Alfred
Weber dijo de la burocracia en general en el congreso de Verein für
Sozialpolitik, en Viena en 1909. La burocracia es el enemigo jurado de la
libertad individual y de toda iniciativa audaz en materia de política
interna" (1, 1983:2 16).
Es la misma lógica burocrática la que en sus manifestaciones más extremas termina cercenando los espacios de libertad individual238• En esto radica
238. Un maravilloso ejemplo de hasta qué punto la organización eficiente puede llegar a cercenar los mínimos espacios de libertad del hombre lo constituyen las Bolsas del Trabajo que se crearon entre fines
del siglo XIX y principios del XX con el objeto de asegurar que la masa de obreros desocupados pudieran empicarse lo más rápidamente posible y en las condiciones más óptimas. Estas Bolsas se encargaban de publicitar las vacantes y de o torgar un pequeño viático al obrero para que pudiera trasladarse al
lugar y mantenerse un corto tiempo. La ventaja del sistema, nos dice Pellouticr al analizar las Bolsas
del Trabajo en Francia, es que da la posibilidad "de regularizar el itinerario de cada viajero. Ade más.
porque el subsidio de viaje, al acordarse sólo si el viajero (salvo si obtenía un empleo) no volvía nunca
sobre sus pasos, permitía a las Bolsas del Trabajo mediante la publicación periódica[ ...] de las condiciones del trabajo en cada ámbito de su jurisdicción. indicar al visitante en qué dirección podía o no
hallar un empleo" (Pelloutier: 104). En 1900, el Comité Federal de Bolsas del Trabajo envió una circular explicando cómo se debía implementar la Oficina de estadlstica y colocación creada a los efectos
de garantizar que todos los obreros en las distintas jurisdicciones tuvieran acceso a la misma información. Allí se decía que .. lá misión de la Oficina es la de hacer semanalmente la estadística de todos los
puestos disponibles en la jurisdicción de las Bolsas del Trabajo, debiéndose entender que la expresión
de puestos disponibles sei\ala a aquellos empleos que por una u ctra razón no han podido ser ocupados
por obreros desocupados de la localidad, o para cuya ocupación no hay ningún empleo disponible. Tal
cstadlstica se redacla de la siguiente manera: el miércoles de cada semana, todas las Bolsas del Trabajo
redactan y dirigen a la Oficina un escrito indicando el número de los empleos vacantes de que se tienen
conocimiento en cada una de las profesiones federadas, ailadiéndose. en lo posible, e l valor de los salariosn. Y s igue a continuación: "Hay un punto en el que insistimos especialmente: las indicaciones de
los empicados para resultar útiles, deberán ser lo más recientes posibles. Para esto es necesario, por un
lado, que los secretarios de las Bolsas del Trabajo procuren ser informados por los secretarios de los
sindicatos en el último momento, es decir, el miércoles o por lo menos el martes por la tarde; por otro
lado, que la lista dirigida a la Oficina con la correspondencia del miércoles por la tarde, esté en condiciones en la jornada del j ueves de componer e l cuadro general y llevarlo a imprenta" (ldem: 11 5).
239. Weber. Max, " Parlamento y gobierno ...", en op. cit., p. 88.
240. Michels, Roberto, " La democrazia e la legge ferrea delle élites", en Michels, 1933:32: Conferencia
dada por invitación de la Sociedad de Sociología en la Universidad de Viena y repetida en el Instituto
Húngaro de Sociología, en Budapest (1909), publicada luego en ' Rassegna Contemporanca', Ro ma,
anno 111 ( 1910), n. 5. La misma idea la reitera poco después en Los partidos politicos: con la organización, nos dice, ..salimos de Scila sólo para caer en Caribdis -salimos de las llamas para caer en 1~
brasas-. En realidad la organización es el manantfal desde donde parten las corrientes conservadoras
que riegan la llanura de la democracia" (Michels, 1, 1983:68).
241 . Michcls, Robcrt, ••Le Socialisme allemand... ", op. cit., publicado en Le Mouvement Socialiste, Nº 181,
jaov. 1907, p. 20, en Michcls, 1992:139.
242. Michcls, Roberto, "La faullita della classe política", publicado en Riforma Socia/e, anno XIV" (1908),
vol. XVII. 2 Serie, fase . 12, en Michcls, 1933:14.
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M ARÍA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
burocracia y cargos electivos. Por eso su revalorización de la labor del parlamento, ya que a partir de la elección se puede introducir el principio liberal.
Esto hace que ambas formas de organización, la liberal y la autocrática, convivan en el mismo sistema, evitando así que sea la burocracia la que termine
apropiándose de todo el poder de la sociedad.
económico, pero su "eficaz utilización supone una eficiente organización
243
sindical y p olítica de la clase trabajadora" .
Pero si bien el tema constituye una preocupación de los distintos intelectuales de la época, es Michels quien se aboca fundamentalmente a ana lizar
el problema de la organización en la socialdemocracia. Socialista por convicción, desde muy joven había abandonado los beneficios de su propia clase, la
burguesía, para militar en las filas de la socialdemocracia. Participó como
delegado en los congresos de 1903 y 1905 de la socialdemocracia alemana y
en 1907 en el Congreso Internacional de Stuttgart como delegado de los socialistas italianos (Therborn:205). Pero sus años de militancia le habían mostrado
cómo los ideales revolucionarios se veían traicionados por la organización
partidaria'. Por eso, analizar la evolución de la socialdemocracia era una
manera de saldar su propia conciencia política e intelectual, momento de crisis
que comparte estrechamente con su amigo personal, Max Weber. Michels es,
e n ese sentido, un testigo privilegiado cuyas reflexiones se van plasmando a lo
largo de diferentes escritos menores hasta culminar en su obra más conocida,
L os partidos p olíticos . Pero aunque en ella remite a un balance general de la
socialdernocracia244, hay un peso muy fuerte en la obra del Partido Socialdemócrata alerná~, debido al liderazgo indiscutido que éste ejercía en las luchas
del proletariado europeo,245 desde que en 1880 el marxismo se fue imponiendo
246
corno fracción hegemónica dentro del socialismo internacional . Su misma
4.3. La socialdemocracia
El ejemplo más claro de burocratización de las organizaciones democráticas lo constituye la socialdemocracia, partido esencialmente moderno.
Expresión de la masa obrera que había adquirido derechos políticos, el
socialismo necesitaba organizaciones bien estructuradas que nuclearan al
mayor número posible de adherentes con el objeto de lograr en un futuro
indeterminado su fin revolucionario. El problema de la organización se
convirtió así en el aspecto nodal de la práctica socialista, en tanto que
instrumento necesario para la consecución del ideal transformador. " ¿Cuántas huelgas se os han malogrado cuando no teníais ninguna gran organización?" (Bebe!, 1976b: 160), preguntaba por ejemplo Bebel a los sindicalistas en el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán que tuviera lugar en
Jena en 1905. Esto llevó a que, entre fines del siglo XIX y comienzos del
XX, se produjeran una serie de modificaciones profundas en el socialismo
en general y en la socia ldemocracia en particular, tanto en el seno de lo
ideológico como en sus prácticas organizativas y en sus estrategias de
acción. Todos los debates que tienen lugar durante este período tienen un
único denominador común: la organización de las masas obre ras para garantizar el fin último, la construcc ión del socialismo. Así lo muestra, por ejemplo, el largo debate en tomo a la huelga política de masas. Como expresara
Bebe! en el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán que tuvo lugar
esta vez en Mannheim en 1906, " si queremos dar ese paso , deberíamos estar
mucho más organizados de lo que estamos actualmente" ( 1976c: 175).
Incluso antes, en 1893, en el Congreso Internacional de Zürich, se presentó
una resolución que, si bien no se la llegó a debatir, resulta bastante significativa en re lación al problema concreto que nos ocupa. En ella se a firmaba
que una huelga genera l podía ser un arma efectiva en lo político y en lo
243. Cit. en Bebel, 1976b: 153. Bebel trae a colación este ejemplo por el hecho de subordinar la huelga general al desarrollo de la organización. Algo que también se había afirmado en 1896, durante el Congreso
Internacional de Londres, e n la resolución sobre la política económica de la clase trabajadora: ..La necesidad inmediata es la organización sindical de las masas trabajadoras, pues la cuestió n de la extensión de
la huelga a industrias y paises e nteros depende de la amplitud de la organización" (/dem; 154).
244. El libro. en realidad~ aporta gran cantidad de ejemplos sobre los partidos socialdemócratas de Europa
occidental. Como señala Tucke r '"(l]as reflexio nes de Micbels sobre la desradicalización de los partidos políticos revolucionarios fueron generalizaciones de la experiencia observada en los partidos
marxistas e uropeos, e n particular el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), en los siglos X IX y XX"
(Tucker: 188) . En ese sentido, Michcls se basa en su pro pia experienc ia de militante durante gran parte
de la prime ra década de l siglo , que lo ha llevado a conocer más profundamen_te al socialismo en Francia, Italia y A lemania.
245 . ..Es la socialdemocracia alemana la que, casi exclusivamente, durante largos años, ha tenido la dirección
del socialismo internacional" (Michels, Robert, "Études et Critiques. L' Ancienne Hégémonie du Socialisme
Allemand'', publicado en le Mouvement Socialiste, Nº 225, nov., 19 10, p. 241 , eo Michels, 1992: 175).
246. /dem , p. 247, en Michels, 1992:181. Tucker tambié n reconoce esta fecha como decisiva dentro de la
confo rmación de los partidos socialistas: .. 1880 había s ido testigo de la emergencia en varios países
de Europa Occidental de los partidos de masa de la clase trabajadora que profesaban c1 marxismo revolucionario como una ideología" ( 188).
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trayectoria electoral siempre en ascenso, demostraba su capacidad para movilizar una fracción cada vez más importante de los sectores obreros alemanes,
gracias a lo cual se había granjeado un franco respeto y una creciente admiración por parte de sus pares. "Hacia fines de 1870, los diputados socialistas
alemanes son los únicos en todo el mundo que han recogido votos socialistas,
e incluso en 1878, en la cifra total de 438.231 votos socialistas de todas las
regiones, el partido socialista alemán figuraba con 437. l 58"247•
A ello contribuyeron también las condiciones externas en las que se
desenvolvía, condiciones que, por su dureza248, favorecieron el afianzamiento
de su hegemonía en el contexto socialista. Su gran crecimiento había comenzado a producirse en la época misma de Bismarck, es decir, mientras en
Alemania estaban en vigencia las leyes antisocialistas249• Estas condiciones de
exclusión, incluso agravadas en el caso de algunos Lander como Prusia,
fueron también las que permitieron que dentro del socialismo alemán la
sección prusiana desempeñara un rol preponderante. "Prusia", explica
Michels, "provee las más grandes fuerzas obreras al partido socialista y al
movimiento sindical. Es incluso Prusia la que aporta en la socialdemocracia
alemana la nota más revolucionaria"250• La extrema hostilidad del medio en el
que se desarrollaba la lucha hizo que la organización se potenciara todavía más
como amplificadora del poder que tenían las masas. Por eso, señala Michels
en 19 I O, "[l]a socialdemocracia alemana jugó en todas partes, incluso en los
países extranjeros, el rol de profesor nacido del proletariado", 251 ejerciendo así
"por su organización superior, por su reputación científica heredada de Marx,
una hegemonía cierta sobre los partidos socialistas de los otros países"252• Esto
llevó a que m uchos partidos afines tanto en Europa como en Estados Unidos
se organizaran a su imagen y semejanza, hecho que se impuso incluso en detrimento de formas locales propias de organización253 • Justamente la gran cantidad de afiliados y simpatizantes que movilizaba la habían llevado a desarrollar
una organización que, a diferencia de los demás partidos socialistas, se caracterizaba fundamentalmente por su eficiencia burocrática. "En ningún otro
partido que el socialismo alemán", señalaba ya Michels en 1904, " ni la disciplina es más fuerte, ni la autoridad de los jefes es más indiscutida, ni los recursos financieros son más grandes"254 • Así, cuando Weber comienza a abordar la
adopción de estrategias distintas por parte del socialismo, favoreciendo así un proceso de diferenciación
regional. "El reaccionarismo violento de los hidalgos ha empujado, por el contrario, en Prusia, a los socialistas a acentuar su actitud revolucionaria" (Idem). El caráctcc más retrógrado de la clase dominante
prusiana. si la comparamos con la fracción dominante más liberal en los liinder del sur, favoreció así la
hegemonía de la sección prusiana dentro del Partido Socialdemócrata Alemán.
25 1. Michels, Robert, "Études et Critiques. L'Ancicnne Hégémonie...", op. c it., p. 243, en Michcls,
1992: 177.
252. Michels , Robcrt, "Étudcs et Critiques. Le Patriotisme des...", op. cit., p. 11 , en Michcls, 1992:171.
253...Está fuera de duda que el panido socialista alemán, gracias sobre todo a su forma de organización y
de espíritu, sirvió de modelo a la mayoría de los 6tros partidos socialistas. Domela Nuivenbu.is no duda
en considerar, no sin reproche, a los otros partidos socialistas, cuya arma de lucha es el parlamentarismo, como las ramificaciones de la socialdemocracia alemana, como partidos que toman por modelo
al partido social ista alemán, del que sor. las sucursales que se abren y cierran a voluntad. Si, es verdad
que los partidos socialistas extranjeros han imitado servilmente al partido alemán. Sí, es verdad que el
partido alemán ha sido considerado y adorado como un ídolo, de quien la mínima critica constituía un
crimen de lesa socialismo." (Micbels, Robert, "Études et Critiques. L'Ancienne Hégémonie ...", op.
cit., p . 241 , en Michcls, 1992: 175).
254. Michcls, Robcrt, "Les dangcrs du Parti socialistc allemand", fechado en Marl>urg (Hesse), octubre de
1904, publicado originariamente en Le Mouvement Socia/is/e, Nº 144, 1 déc., 1904, pp. 196/7, en
Michels, 1992:50/1. Esta misma imagen la reafirma unos años después, en un artículo en el que justifica la hegemonía que ejerce la socialdemocracia alemana: ..La superioridad del partido socialista
alemán se manifiesta, no solamente en las cuestiones de dinero, sino también y más todavía en los
congresos internacionales y en su manera de establecer las relaciones internacionales, en suma en todas
partes donde se necesita no solamente superioridad financiera, sino también superioridad burocráti~
exactitud escrupulosa y disciplina. Mientras que los franceses no son capaces de organizar un congreso
ni los ingleses de dirigir un secretariado central, las organizaciones obreras alemanas pueden servir de
modelo en el arte de organizar Congresos y de com:spondcr a sus deberes internacionales" (Michcls,
Robcrt, "Étudcs et C ritiques. L'Ancienne Hégémonic ..." , op. cit.. p. 250, en Michcls, 1992:184).
247. Micbels, Robcrt, "Études et Critiques. L' Ancienne Hégémonie...", op. cit., pp. 249/50, en Michels,
1992: 183/4,
248. También para Weber estas condiciones de extrema dureza sirvieron para diferenciar a la socialdemocracia alemana de la evolución que seguían los partidos políticos en otras partes del mundo Como
señala Mommscn, "Weber estaba convencido que los partidos que cslaban orientados idcológic:amentc
por principios habían pasado su hora de esplendor y que la excepción socialdemócrata alemana se
podía explicar fácilmente por la situación reaccionaria'' (1984: 110).
249. Las leyes antisocialistas fueron derogadas en Alemania en 1890. Pero estas leyes "no impidieron que los
hombres del partido se presentaran como candidatos al Reichstag''. El resultado de ello fue que "el voto
socialista subió durante esta década a medida que descendía el voto liberal (desde poco menos de la mitad
en 1871 hasta poco más de un tercio en 1890)" (Stone:49). Incluso, el prestigio ganado como partido
opositor durante la vigencia de las leyes antisocialistas le pamitió seguir aumentando su caudal electoral
una vez derogadas aquéllas. " El respeto ya grande por la socialdemocracia alemana se acrecentó todavía.
desde que se abolieron las leyes de excepción.. (Michels , Robcrt, ºÉtudes et Critiques. L'Ancienne
Hégémonie... ", op. cit., p. 241 , en 1992:175). En realidad, estas condiciones, señala Michcls, la habían
terminado favoreciendo. El hecho de actuar ..en un país semi-absolutista, sin parlamentarismo, sin responsabilidad ministerial, sin opinión pública, y por encima del men:ado como minoría", la había preservado,
seilala, ..de los peligros del ministerialismo o de una participación, bajo la forma que sea, en un gobierno
cualquiera", permitiéndole además "hacer en el parlamento declaraciones socialistas a su gusto y dar.;e de
ese modo de guardiana del tesoro marxista" (ldem, p. 249, en Michels, 1992: 183).
250. Michcls, Robcrt, "Les partís socialislcs. Allcmagne. Le Congrés des socialistes de Prussc a Berlín", fechado
Marl>urgo, el 2 de enero de 1905, publicado en Le Mouvement Socialiste, Nº 149, 15 févricr, 1905, p. 239,
en Michcls, 1992:67. En Alemania, las condiciones políticas diferentes de cada Land habían promovido la
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problemática de la organización, lo hace fuertemente influenciado por la
evolución que había seguido la socialdemocracia alemana, "el más fuertemente burocratizado de los partidos"255 .
Pero la socialdemocracia alemana merece nuestra especial atención no
sólo porque ella marca, como viéramos recién, el camino que seguirían de ahí
en más todas las otras socialdemocracias. Algo que Michels sabe por cierto
perfectamente, cuando afirma que ella además "ha corrido la suerte de todas
las instituciones alemanas después de la guerra, del organismo militar como de
la estructura estatal, de la legislación como de la enseñanza, es decir, la de
servir de modelo a las instituciones análogas de los otros países"256 . Además
de eso nos interesa porque, trascendiendo el motivo anterior, ella constituye
también el modelo mismo de organizaéión de masas, ya que señala la tendencia que inexorablemente seguirá toda organización -partidaria o no-, independientemente incluso de su filiación ideológica. Nos encontramos así ante un
mismo proceso que se desarrolla bajo distintas formas en todos los países que
han ingresado en la "era de las masas".
Propia de toda sociedad democrática, la instancia de burocratización
tiende a penetrar las diversas formas organizativas, invadiendo así todas -las
situaciones de vida. En todo caso sólo se puede encontrar una diferencia de
grado entre las distintas organizaciones. Pero esto no invalida en lo más mínimo
la tendencia. Así, si en algo se distingue, por ejemplo, el partido socialdemócrata
de los partidos burgueses, es en que su organización "es mucho más rígida y
comprende un gran porcentaje de votantes" y siempre "dentro de formas democráticas, está estrictamente disciplinado y centralizado"258 . Este motivo, por
cierto, ya se encuentra en Michels, quien en Los partidos políticos pretende
desnudar las tendencias oligárquicas y, por ende, autoritarias en el partido que,
como definición programática, adopta la democracia como fin último a lograr.
Pero en la misma necesidad de organizar las masas encontramos el germen de su
propia negación. Como Mosca ya había explicado en los Elementi, a mayor
organización, mayor es siempre el número de funcionarios que necesita en este
caso el partido para satisfacer las crecientes demandas de sus miembros. En un
principio estas funciones se cubren con el trabajo voluntario de sus mismos
afiliados. Sin embargo, este voluntarismo no sólo resulta insuficiente sino que,
además, traba el desarrollo de la organización, ya que se carece del tiempo necesario para ocuparse de ella y, por consiguiente, de los asuntos del conjunto259 •
Desde un punto de·vista objetivo, este es el momento en que se hace necesario
desarrollar una burocracia.
Ser eficiente en la consecución del fin requiere de "hombres que tienen por
única ocupació~ el servir sin tregua al maquinismo monstruo"2(/J . Pero desde un
punto de vista subjetivo, nos dice Michels, la burocracia comienza en el mismo
momento en que un delegado, elegido en esa función sucesivamente, se cree con
derechos propios sobre el cargo. Y una vez planteado este privilegio, ya no hay
retomo. El problema es que tanto esta exclusividad en el desempeño de la
función que exige toda organización, como el desarrollo mismo de las tareas a
realizar, suponen un costo económico que termina introduciendo una lógica
distinta. "La~ perpetuas dificultades financieras", señala Weber, "requieren de
contribuciones regulares, que naturalmente juegan el papel más importante en
las organizaciones masivas basadas en clases, tales como el partido socialdemócrata"261. Esto significa que tanto los medios de sustento de la burocracia, como
las actividades específicas que ella desarrolla en beneficio de todos, deben ser
255. Weber, Max, "Parlamento y gobierno ...", op. cit., p. 145.
256. Michcls, Robert, ..Études et Critiques. L' Ancicnnc Hégémonie...'', op. cit.• p. 244, en Michels,
1992: 178). Michels alude aquí a la guerra franco-prusiana de 1870-71 , a la que calificaba como uuna
victoria de la organización sobre la desorganización" (Idem, p. 251, en Michels, 1992:183).
257. Weber, Max, ..Parlamento y gobierno ...". op. cit., p. 82. Como señala Mommscn, .. Weber estaba
convencido de que tampoco los Estados Unidos podrían escapar al •inevitable destino de la burocratización' de !odas las situaciones de la vida" ( 198 1b:106).
258. Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit., p. 141.
259 ...Aparece así un número cada vez mayor de empleados pagados por los comités electorales locales, en
los que pronto quedó encuadrado qui:zás un IO por l 00 del electorado y una serie de intermediarios
principales, elegidos, pero con derecho de cooptación, que actúan formalmente como promotores de
la pol!tica del partido" (Weber, 1984: 134).
260. Michcls , Roberto, "La fatalita della... ", op. cit., p. 17.
261. Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit., p. 142.
"El caucus de J. Chamberlain en Inglaterra, el desarrollo de la que de
modo significativo se llama 'máquina' en los Estados Unidos y el aumento
progresivo de la importancia del funcionarismo partidista en todas partes,
también en Alemania -y de modo más rápido en la socialdemocracia y, en
forma muy natural, precisamente en el partido democrático-, son todos
ellos con el mismo título etapas de dicho proceso"257 .
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MARIA DE LOS ANGELES Y ANNUZZI
provistos por el conjunto. Cuanto más rica sea la organización, más posibilidades tendrá de desarrollarse y de aumentar las actividades a su cargo. Sólo
mediante esta actividad financiera se puede asegurar un cierto nivel de organización que será a su vez mayor y más eficiente en la medida en que vaya
teniendo un mayor número de personas dedicadas especialmente a ello.
No es casual entonces que la socialdemocracia haya sido la primera entre
todas las organizaciones en conformar un funcionariado pago262, práctica que
no sólo se extiende al conjunto de los partidos, sino que a su vez está en total
consonancia con el desarrollo de la burocracia estatal. No se nos escapa que
esta práctica de generar un funcionariado especializado en la organización, que
se mantiene a partir de una renta que permite a quienes se desempeñan en el
cargo liberarse de sus penurias cotidianas, constituye en principio un factor
fuertemente democratizador de las estructuras de poder. Michels se refiere así
a aquellos obreros que, al entrar a formar parte de la burocracia del partido, se
liberan de la relación de dependencia que les impone la fábrica. Y es un
elemento democratizador además porque evita que la organización termine
dependiendo exclusivamente "del apoyo pecuniario que prestan los camaradas
adinerados" (Michels, I, 1983:158). Esta tendencia a conformar un funcionariado pago es lo que lleva posteriormente a Weber a desarrollar la categoría del
político profesional, es decir, del que vive de la política. Pero si bien el desarrollo de funciones pagas en la organización democratiza la estructura partidaria porque evita que ellas recaigan sólo en los más pudientes, la sola existencia
de dichas funciones constituye un arma de doble filo que termina boicoteando
el fin primero que le dio origen.
mucho a alentar los apetitos dictatoriales de los miembros de la burocracia
partidaria, que fiscalizan las fuerzas económicas del partido en virtud de su
condición de administradores"263 (Michels, I, 1983: 165).
La existencia de cargos con una renta propia introduce así una lógica
dineraria que pervierte el sentido primigenio del compromiso y promueve una
construcción totalmente vertical del poder. "La práctica de pagar a todos los
servidores tiende, en semejante poco grado, a reforzar la burocracia partidaria,
y favorece al poder centralizado" (/dem: 155). Paulatinamente, las cuestiones de
administración -en última instancia, siempre administración de recursos- , que
en un principio eran dependientes de la representación política, se terminan
autonomizando y adquiriendo una entidad propia que lleva a subordinar un bien
futuro incierto a la eficiencia en la conquista de beneficios presentes y, por
consiguiente, tangibles. En parte porque quienes se desempeñan en esas funciones comienzan a generar un interés particular en mantener su propia situación,
ya que de ella depende su propia subsistencia. Por eso, al igual que ocurre con
el estado, la burocracia partidaria supone también una instancia de ascenso
264
social que se_9a esta vez en el plano más acotado de la organización. Pero en
263. Cieno es que el poder financiero que le aseguraba la contribución periódica de sus propios afiliados
no solo sirvió en el caso de la socialdemocracia alemana para consolidar la propia organización. Con
un alto sentido de la solidaridad proletaria, siempre contribuyó generosamente a las luchas socialistas
en otros países: ••1a sociaJdemocracia alemana ha prestado siempre su concurso a los partidos socialistas extranjeros, y mucho más de Jo que podía rcj':ibir de ellos. ¡Cuán ridícula parece la módica suma
de 50 liras votada por el grupo socialista parlamentario italiano, como subsidio a los huelguistas
alemanes de la cuenca minera del Ruhr, al lado de l fuerte subsidio acordado por el partido socialista
alemán al diario socialista francés L 'Humanité, y al lado de las sumas enormes dadas para la rcvolu•
ción rusa!" (Michels, Robcrt, "Étudcs et Critiques. L' Ancienne Hégémonie ...", op. cit., p. 250, en
Micbels, 1992:184). Sin embargo, su capacidad financiera también sirvió para torcer voluntades a su
favor: "En Holanda, es gracias al dinero alemán que fue implantada la fonna alemana del partido (el
partido socialdemócrata actual) y ello contra la fonna nacional (sociaal-demokratische Bond)." (ldem,
p. 241 , en Michels, 1992:175).
264. Michels insiste mucho en este motivo. ya que seria la principal causa del aburguesamiento de ta social-
"Si, por una parte, la falta de pago a los líderes partidarios, o una remuneración muy modesta, no brindan salvaguarda alguna para la observación
de principios democráticos por parte de los funcionarios, tenemos que recordar, en cambio, que el aumento de la potencialidad financiera del partido,
que facilita al principio el pago liberal de los funcionarios, contribuye
democracia.. De la misma forma que hiciera la Iglesia católica con sectores de la burguesía media y
con pequeños propietarios de tierra. la burocracia obrera inicia una carrera de talentos que asegura el
ascenso social de los sectores dirigentes emanados de las capas obreras (Miehels, Robert, ..La fatalita
della...". op. cit.• p. 17). Es decir que ella facilita la movilidad social en una clase que, por el sistema
de explotación capitalista, la tiene negada. De todas formas, esta movilidad social no es únicamente
privativa de las organizaciones obreras. La burocratización del estado tiene el mismo efecto, como
Mosca muy bien sella.Jara. En ese sentido. este es el momento en que se produce el ascenso de las capas
medias. habida cuenta que por su acceso a la educación están en mejores condiciones de poder ocupar
los nuevos trabajos que requiere el desarrollo de la burocracia estatal.
262. La socialdemocracia alemana fue incluso la primera entre sus pares en rentar todas las tareas ligadas
al pan.ido. En realidad esta posibilidad de proveer de cargos rentados está directamente relacionada
con la capacidad económica que la organización tiene a panir de las contribuciones de sus propios
miembros adherentes. Por eso ..[ a]un en algunos partidos democráticos el desempci'io de cargos o ficia les en el partido puede ser contemplado como una función honoraria, especialmente donde la organización no tiene medios suficientes" (Michels. l. 1983:158).
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parte también porque las actividades del partido pasan a resolverse según se
dispongan o no de recursos financieros. En ese sentido, no hay mayor diferencia con el estado, ya que las organizaciones de masas reproducen en pequeño la
estructura del estado democrático. Y la socialdemocracia es la que mejor lo
demuestra. Pero la autonomización de las funciones de administración de las
instancias de representación política, producto de la profesionalización de las
tareas, no hace más que promover un creciente economicismo que, en el plano
de las organizaciones menores, refuerza, como señala Weber, "la posición del
patrón del partido"265 • Es él quien, al tener el control de las finanzas, decide qué
es pertinente hacer o no hacer. De esta forma, el paralelo entre política y economía se encuentra reflejado también en el desarrollo de la socialdemocracia, a
pesar de que su objetivo manifiesto es la destrucción del capitalismo.
Nos encontramos así, como señala Michels, ante una de las mayores paradojas a la que nos enfrenta la democracia de masas, paradoja que se refleja en el
hecho de que el progreso de la organización, necesaria para que la socialdemocracia logre su objetivo revolucionario, no se traduce en la práctica en una democratización real, como es en todo caso su aspiración declarada. Más aún, es su mismo
objetivo revolucionario el que la lleva a construir una organización férrea.
propias estructuras. Prueba de ello es nuevamente la organización de la socialdemocracia alemana que, "dividida en innumerables ramas de burocracia alta y
baja, se ha dado un reglamento modelo militar en el que los miembros singulares se promueven en relación a los años de servicio". Como dice Michels, "todo
nuevo recluta de este partido lleva en su mochila un bastón de mariscal" que irá
mostrando a medida que ascienda en la jerarquía interna del partido. Así, con el
ingreso al partido, cada adherente "adquiere la posibilidad -presupuesta naturalmente una capacidad dada y buena fortuna- de hacer carrera en el partido y
de salir incluso quizás en condiciones de tener un escaño en el parlamento" 266•
Por eso, lo que comenzó siendo una forma de democratización, en vez de
conducir a la liberación de la masa trabajadora, se traduce en un incremento del
poder de la organización misma. Y dicho incremento se produce paralelamente
a una creciente expropiación de las masas de su derecho a decidir267 •
Este motivo, al cual se aboca fundamentalmente Michels durante la
primera parte de su vida académica, le permite plantear los problemas teóricos
que plantea la noción de democracia de masas268, trascendiendo de esta forma la
266. Michels, Roberto, "La fatalita della...", op. cit., pp. t6n.
267. Weber no difiere' mayormente de la apreciación de Michels . Sin embargo, lo que para este tiene una
connotación negativa que lo lleva incluso a rechazar la posibilidad misma de la democracia tal como
el concepto es construido teóricamente, para aquel constituye un dato del nuevo escenario de la política: ..Aun en el caso de una forma muy democrática de organización de los partidos de masas, la que
tiene como consecuencia, como siempre, un extremo funcionarismo retribuido. la masa, por lo menos
de los electores y en gran parte también de los simples "miembros', no participa (o lo hace solo de
modo formal) en la determinación del programa y~a designación de los candidatos". En tanto que dato
de la realidad. de nada vale enunciar una crítica ética o desde la rectitud de los principios. En ese
sentido, el dato tiene algo de inmodificable en la medida en que no cambien las condiciones objetivas
que le dieron origen. ••Por mucho que se lamente ahora desde el punto de vista moral la existencia de
los partidos, sus medios de propaganda y de lucha y el hecho de que la confección de los programas
y de las Listas de candidatos estén inevitablemente en manos de minorías, lo cierto es que la existencia de los mismos no se eliminará. y aquella forma de estructura y de su proceder sólo se eliminará a
lo sumo en parte" (Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit., p. 79).
268. Es cierto que se podría discutir si la organización invalida por sí misma toda construcción de un orden
democrático o si, por el contrario, aceptando su ncccsariedad, seria posible definir el tiJ><? de organización requerida para mantener un orden de esta índole. En ese sentido, ..Miche ls ha sido criticado por
ser superdeterminista, por ver solo el lado restrictivo de la burocracia, y dejar de verla también como
un medio mediante el cual los grupos podrían alcanzar los objetivos deseados" (Lipset, Seymour
Martín, "Introducción", en Micbels, 1, 1983:29). El mismo Weber, como seftala Giddens, "critica a
Michels por exagerar el carácter "férreo' de la tendencia hacia la formación de la oligarquía en las
burocracias,. (Giddens. 1994:159, n). Pero el peso que tiene en el imaginario teórico de Michels la
noción de democracia directa, es decir, de gobierno directo del pueblo, lo lleva a tener un razonamiento circular. ya que si bien reconoce que no hay democracia sin organización. el desarrollo de esta
última invalida la realización de la primera.
"Indiscutiblemente, la táctica de los socialistas alemanes obedeció en
gran parte a las tendencias oligárquicas que se manifiestan en los partidos políticos modernos, pues estos partidos, aun cuando tengan fines
revolucionarios -y en realidad por esa misma causa, es decir, porque
hacen la guerra contra el sistema estatal existente y quieren reemplazarlo
por otro- tienen necesidad de una vasta organización, cuya fuerza capital
esté en una burocracia fidedigna y estable, con miembros bien pagados,
y que tengan a su disposición arcas bien colmadas y un poderoso sistema
periodístico" (Michels, 11, 1984:182).
Al ser el estado la última trinchera a conquistar, solamente el estricto
disciplinarniento de sus seguidores Je permitirá anibar a tal fin. Pero al pensar
el partido como aparato, la tendencia a la burocratización se acentúa, y esto se
traduce, como ocurre en toda burocracia, en una creciente militarización de sus
265. Weber, Max, "Parlamento y gobierno...", op. cit. , p. 142.
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mera crítica específica a la organización socialista. Por eso su libro debe ser
leído en el contexto de un marco referencial mucho más amplio del que se
muestra en él en un principio. La socialdemocracia sólo es el caso testigo que
demuestra las dificultades tanto teóricas como prácticas que tiene la democracia
moderna. El partido que por su historia, por su potencial electoral269, por la
cantidad de afiliados, se había constituido en el modelo a seguir, venía
mostrando desde principios del siglo XX signos claros de haber abandonado en
los hechos su vocación revolucionaria. Dicho en otros términos, se había constituido en un aparato que incluso había desarrollado sus propios intereses, distintos de los del proletariado que decía encamar. Antes que por el ideal revolucionario, la preocupación fundamental pasaba por cumplir con los reglamentos27º.
Y de esta forma las decisiones políticas importantes que llevarían a avanzar en
la lucha contra el capitalismo eran simplemente abortadas por la necesidad de
controlar hasta en sus más mínimos detalles la posibilidad cierta del éxito.
Este cambio en la condición del Partido Socialista alemán se evidenciaba
por ejemplo, en el discurso pronunciado por Bebe! en el Congreso del Partid~
Socialdemócrata alemán en Mannheim, en 1906, cuando se refirió al problema
de la huelga general: "Nosotros los alemanes no damos tan fácilmente un paso
que antes no hayamos reflexionado exactamente, lo que nos ha traído el reproche de que nosotros seríamos como el soldado de infantería austríaco, que siempre renguea a la zaga" (Bebe!, c: 184). Son estos hechos, que Michels vivencia
durante su etapa de militante socialista, los que lo llevan a analizar los efectos
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perversos de la burocratización. De ser una "organízación de medios para
lograr el fin perseguido", la socialdemocracia "se ha convertido, poco a poco y
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sin que los organízadores mismos se dieran cuenta, en elfin en sí mismo" • En
esto Michels no difiere de Weber quien, en una carta que le enviara el 26 de
marzo de 1906, reconoce que la socialdemocracia se está transformando en una
simple máquina partidaria en el sentido norteamericano del término (Mommsen,
1981 b: 1O1). La socialdemocracia, creada como partido ideológico, se había
integrado al sistema273 y su único objetivo.era asegurar a través del triunfo electoral el mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera, aunque ya
en el contexto del estado capitalista. Así, clausurando todo posible debate
interno en los primeros años del siglo, la socialdemocracia terminó convirtiendo
las cuestiones políticas en meramente admínistrativas. Esa y no otra era la
evolución que había seguido la organización socialista.
negativa que no necesariamente tienen. En ese sentido, Boudon acierta en sci\alar el hecho que toda
acción produce siempre un cúmulo de efectos no previstos con anticipación. es decir, que han escapado a toda calculabilidad. Pero si bien se trata de efectos "no esperados", ellos pueden redundar positiva o negativamente. La incapacidad de prever los resultados, por los motivos que fueren, no hacen
que esos efectos sean en sí mismos "perversos".
272. Michels, Robert, " Le Socialisme allemand...", op. cit., p. 12, en Micbels, 1992:131.
273. Este motivo, como señala Car! E. Scborskc, ha constituido una de las criticas fundamentales al Partido
Socialdemócraia alemán sobre todo en relación al periodo que nos ocupa. "La burocratización de la
Social Democracia ha sido vista como uno de los principales factores que hacen al conscrvatismo en el
partido... Y no se equivoca cuando sostiene que para Michels ..la burocratización de la Social Democracia conducía a una identificación del interés de sus funcionarios con el status quo" (Schorske:11 6;
11 7). En ese sentido, la burocracia niega la revolución porque para sobrevivir necesita mantener el statu
quo. Así Jo sugiere Michcls, por ejemplo, en 1906: "Abandonando su campo de acción, el terreno de la
lucha pura de clase, habitando en la confortable caaa amueblada del burocratismo parlamentario y sindical, ccn1ralizando las fuerzas de millones de combatientes entre las manos de un puñado de jefes, el
movimiento obrero alemán ha perdido la calidad esencial, que exige toda lucha y toda victoria: la elasticidad" (Michcls, Robert, "Les Socialistes Allcrnands...", op. cit., pp. 13819, en Michcls, 1992:110/1).
Algo de lo que también estaba convencido Weber, ya que ambos ''percibían las implicaciones conservadoras de la burocracia para el Partido Social Demócrata" (Scborske: 118). Sin embargo, Schorske no
alcanza a comprender el sentido último de la critica de estos autores. Tanto en uno como en otro cncon•
!ramos un análisis de los efectos de la organización, más allá de que pueda ejemplificarse en un
momento concreto en algún partido en particular. Por eso no se entiende cuando en su clásico estudio
sobre la socialdemocracia alemana Schorske limita la critica de Michels y Weber al simple enunciado
de ser ''un estado dentro del estado", sin analizar en profundidad las características propias de la lógica
de burocratización de tas organizaciones de m~. Prueba de ello es la afirmación que encontramos a
continuación y que, por cierto, serla francamente discutible: .. Los partidos Comunistas", sostiene,
"también construyeron burocracias centralizadas, jerárquicas y pagas; pero en los palses no comunistas
éstos ni han sido una fuerza conservadora, ni sus funcionarios han sido atados al status quo por intcre•
ses materiales" (Idem). Lo que Scborskc en realidad no se plantea al hacer esta afirmación es si, a diferencia de la socialdemocracia alemana. estos partidos lograron en algún momento cumplimentar sus
objetivos revolucionarios. Esta es la cuestión nodal que un Michels o un Weber exigirían responder
antes de afirmar que la tendencia que impone la burocralización no se ha cumplido .
269. Tucker señala que en las elecciones de 1903 "una remarcablc victoria electoral le dio al partido tres
millones de votos y ochenta y un asientos en el Reichstag" (188). Por eso señala Michels en un articulo fechado en 1904 que "[e]l número de votos socialistas, en Alemania, es superior al total de los
votos reunidos en todas las otras naciones en conjunto, Francia, Italia, Austria, Bélgica. Estados
Unidos, etc." (Michels, Robert, "Les dangers du ...", op. cit., p. 195, en Michels, 1992:49).
270. "Si uno se ubica en el punto de vista del protocolo, los sindicatos alemanes y la socialdemocracia han
seguido a la lelra los términos de su reglamento" (Micbels, Robert, " Les Socialistes Allemands...", op.
el/., p. 130/ 1, en M1chels, 1992: 102/3). Weber, estrechamente ligado a Michels en todo este periodo,
comparte con él esta percepción. Por eso "[c]rcia que el peso del aparato burocrático también demostraría ser más importante para la socialdemocracia alemana que cualquiera y cada una de las futuras
ideologías" (Mommscn, 1984: 11 O).
271. Raymond Boudon llama "efectos perversos" a todas aquéllas consecuencias no calculadas que se
producen en toda acción social. Se trata, en ese senlido, de una categoría que ha sido fuertemente debatid~ e incluso cuestionada. Sin embargo, nos parece importante rescatarla, si bien compartimos con ta
crítica el hecho que no siempre se podría decir que un efecto no calculado sea necesariamente
..perverso". Calificarlos siempre de esta manera supondría atribuirles una permanente connotación
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El desarrollo del capitalismo, que impone las condiciones de masificación, concluye Michels, lleva necesariamente a la burocratización de todas las
estructuras sociales y políticas como única forma posible de garantizar la
eficacia. Situación que es extensiva también a aquellas organizaciones que se
reivindican como revolucionarias y que, por el mismo hecho de pretender
conquistar el poder para transformarlo, se ven expuestas a un agravamiento en
la forma de burocratización. Pero la organización se vuelve contra las masas
revolucionarias, ya que e l perfeccionamiento de la organización sólo lleva a
reproducir en pequeño el estado capitalista: "El partido socialista alemán se
convirtió, como lo ha dicho muy bien un observador portugués, en un partido
de gobierno, es decir un partido que, organizado como un gobierno en miniatura, creyó poder tomar el gobierno eri bloque"274 • Si algo podía decirse de la
socialdemocracia en los primeros años del siglo XX es que ella había renegado
en los hechos de la finalidad que en definitiva le diera origen: la superación del
modo capitalista de explotación y, con ello, la abolición definitiva del estado
y de las clases. Es decir que el crecimiento de la organización se produjo al
alto costo de traicionar sus propios ideales originarios275• Algo que tanto
Michels276 como Weber2n señalan ya en sus escritos.
El mismo discurso revolucionario, ya vacío de sustancia, contribuye a
magnificar todavía más la organización. Y de la misma forma que en el capitalismo se produce una fetichización de la mercancía, en la democracia
moderna se produce una fetichización de la organización: " La organización
por la organización, he aquí, como lo he dicho tantas veces aquí mismo", se
lamenta Michels, "el fetiche al que la socialdemocracia alemana parece tan a
menudo lista a inmolar todo, incluso el socialismo"278 • Así, adelantándose
incluso a Weber, entiende que la futura organización socialista, que en germen
ya aparece en el partido, exigiría todavía un mayor grado de burocratización279•
Por eso, concluye amargamente, podrían ganar los socialistas, pero nunca el
socialismo. Lejos de liberar a la humanidad, como en principio se pretende, la
nueva etapa llevaría forzosamente a la creación de un poder casi omnímodo
que superaría en gran medida los efectos de la concentración de capital que se
produce en la economía capitalista.
274. Michcls, Robcrt, "Étudcs el Critiques. L' Ancienne Hégémonie ...", op. cil., p. 250, en Micbels, 1992 :
184.
27S. Podríamos decir que la burocratización de los partidos socialistas constituye uno de los factores que
favorece el surgimiento del fascismo que aparece así como reacción. ..Desde que la historia reciente
había demostrado que la democracia era simplemente un pantano en el que el socialismo se había
hundido, el movimiento obrero tenía que ser liberado de la dominación de los partidos socialistas y se
tenía que romper toda conexión entre tos sindicatos de trabajadores y las instituciones político-sociales" (Slemhell:24).
276. En la primera edición de Los partidos políticos Michels guarda la secreta esperanza de que el proletariado -categoría que tiene en su caso un carict·er absoluto y particularmente abstracto- destituya las
formas burocratizadas, democratizando el poder. Pero esto no es más que la manifestación de un
simple anhelo que reviste el carácter de un imperativo ético. ya que si seguimos atentamente el texto
vemos que. en realidad, tal afirmación supone una profunda contradicción con todo lo que él mismo
ha intentado demostrar a lo largo de toda su obra. Ya en la segunda edición alemana de Ws partidos
po/Í/icos, en t 925, vemos que esa esperanza ha desaparecido.
277. Weber considera un error por parte del Imperio alemán el no haber integrado en la función de gobierno
a la socialdemocracia, habida cuenta que ya no constituye peligro alguno por tratarse de una organización totalmente burocratizada. Sin embargo, esa no es la visión que tiene el gobierno alemán. "No
obstante la fuerza de las corrientes reformista y revisionista en la Socialdemocracia, especialmente
después de la vuelta del s iglo, los ministros Imperiales y los altos funcionarios prusianos no alteraron
su convicc ión de que et movimiento obrero socialista constituía una fuerza peligrosa y maligna y que
si no podía ser extirpada, tenía al menos que ser refrenada y frustrada mediante todo medio legal
disponible" (Lidlkc: 14).
278. Michels, Robcrt, "Le Socialismc allemand ...", op. cit., p. 21, en Michcls, 1992:140.
279. De todas maneras es Weber quien ser'lala más claramenre que lograr la eficiencia en el contexto de un
estado socialis ta e xigiría, contrariamente a lo esperado, una mayor profundización de la racionalidad
burocrática.
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