6) Se atrevido como un demente, constante como un martillo pilón y humilde cuan monje franciscano. Bueno, otra semana más, un nuevo lunes… así que seré breve. En primer lugar, ya habrás comprobado la que nos puede liar un olor, el de una simple magdalena… Y aunque pienses que me refiero a todo ese relato que se desborda con el poder evocador de la magdalena, que también, de lo que en realidad hablo es de la de indocumentados, como yo, que han escrito cientos y cientos de páginas sobre la manida y famosa «magdalena de Proust», porque ya se sabe, Proust es uno de esos escritores que todos hemos leído… Yo no lo he hecho, por cierto. Bueno, salvo el capítulo de la dichosa magdalena, y tampoco es que me sienta orgulloso de ninguna de las dos cosas. De regreso a lo que nos ocupa: cualquier cosa evoca un recuerdo y tras cualquier recuerdo se enconde una historia… Eso quiere decir que si te abandonan las musas compra magdalenas… No, o no solo, pero sí que mantengas la mente abierta, que mires a tu alrededor, que juegues a imaginar lo que va a hacer ese tipo que va por la calle o por qué sonríe esa mujer ya entrada en la mitad de su vida, que camina con andar poderoso sobre sus botines de moda, y a la que nada importa la molesta llovizna, ni el viento helado que hiere su rostro… Lo siento, me he puesto poético. El segundo texto que te propuse es otro giro de tuerca, se puede decir que el definitivo. ¿Quién dijo que hace falta una historia para escribir una bonita historia? «Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular…» ¿Qué decir de este principio? Y de lo que sigue, claro está. Por supuesto, todos no podemos ser Cortázar…, pero intentémoslo. Dije que iba a ser breve. Ya deberías haberte dado cuenta de que para escribir, para superar ese bloqueo son los necesarias tres cosas, las mismas que hoy dan título a esta amena charla… ya, ya lo sé, no es una charla, es un puñetero monólogo, pero si te apuntas a uno de nuestros talleres tendrás la oportunidad de que sea una charla, te lo aseguro. Que la charla sea productiva ya es otra cosa… Te decía que hacen falta tres cosas: Tozudez (o constancia, si lo prefieres) para no rendirse; humildad o realismo para asumir lo mucho que desconoces, lo lejos que estás de la meta y, para cuando sepas algo en verdad, para cuando te alaben, para cuando te sonría el éxito no necesites contratar a uno de aquello esclavos romanos que iban al lado del César con la única misión de recordarle que era mortal. Y, por último, un atrevimiento suicida para llevarme la contraria y demostrarme que solo soy un imbécil que trata de decirte que nunca escribirás como Cortázar o como Edgar Allan Poe. Y como es lunes, te pondré un trabajo sencillo: escribe cinco líneas que sean el inicio de un magnífico relato o novela… Y piensa si es lo mismo para uno u otro fin. Y mañana le daremos una vuelta a estas similitudes o a estas diferencias…