ESTUDIO DE PERSONAJE PHYLLIS, CENTRAL PARK WEST IRENE MUÑOZ 2ºE Se trata de una mujer de mediana edad, de clase acomodada: vive en un “espacioso apartamento”, y tanto ella como su marido tienen trabajos bien remunerados; Sam “trabaja en un bufete de abogados que lleva asuntos del espectáculo” y ella es psicoanalista, ejerciendo en su propia casa. Si ya su profesión nos habla de su habilidad intelectual, vemos también que es una mujer culta e inteligente cuando ella misma dice que está haciendo una labor de “investigación para mi libro”. Por otro lado, es una mujer interesante de cara a los demás; Carol la define así: “psiquiatra brillante y el centro de atención de todas las conversaciones, una nueva variante de la mujer estupenda”. Si bien es una mujer inteligente, no lo es tanto con respecto a la inteligencia emocional y la gestión de su propia vida, lo cual resulta irónico, debido a que su trabajo es el de servir de psiquiatra a los demás. Ella misma se define como “la loquera irónica que podía entender los problemas de todo el mundo menos los suyos propios”. Esa misma ironía que preside su vida es la forma que tiene Phyllis de enfrentarse a esta situación. Hasta el momento en el que le revela a Carol que sabe que es ella con quien su marido le es infiel, se mantiene en un juego de ironías y sarcasmos, como medio para enfrentarse a su dolor e impotencia, mareando así a Carol, a quien considera una “tarada”. Se mantiene toda la escena insultando, de forma directa o indirecta, a Carol, metiéndose con ella. Le dice que no tiene suficiente capacidad mental para captar el humor, que tiene un ojo bizco y una barbilla muy pequeña (ambos por retoques de cirugía plástica), celulitis… De hecho, tras uno de esos comentarios, Carol le pide que “deje de ser malvada”. Esto es debido al despecho y el dolor que siente, al verse traicionada por su marido y por una supuesta amiga. Decimos “supuesta” porque es evidente que entre ellas no existe una relación de amistad real. Ya hemos comentado cómo la desprecia por su físico, pero va más allá de eso. Es una relación basada en la apariencia, algo propio de las clases altas o mediaaltas, como es el caso de ambas. Ya desde el inicio de la relación, Phyllis desconfiaba de Carol; vemos su recelo en frases como: “Desde el primer momento, supe que serías capaz de follarte a una serpiente si alguien le sujetaba la cabeza”, “Lo sabía desde la noche en la que os conocimos en los Hamptons. Me dije: “Esta es una lianta; además está hecha un lío. Apesta a problemas. Rezuma neurosis por cada poro”.”, “… ella es una tarada y una carnívora”. Por otra parte, al inicio de la conversación, no cesa de tacharla de “puta” de forma indirecta, mediante los relatos de sus pacientes: la del abrigo de pieles y la de la maniobra de Heimlich. Además, ella misma se define como “evasiva”, reticente a tener la conversación, aunque luego eso cambia. Phyllis se encuentra en un momento de liberación y despecho, no solo por sentirse “como una boba” por presentarle a Carol a sus amigos y dejarla entrar en su vida, y que todo haya acabado mal para ella, sino que hay un elemento importante que condiciona su comportamiento: el alcohol. Lleva bebiendo un buen rato y no deja de hacerlo durante la escena. El estar ebria le permite desatarse y dar rienda suelta a todos los sarcasmos, chistes e insultos hacia Carol. No obstante, no ha perdido los papeles y sabe bien lo que hace. Es psicoanalista y perspicaz (en el texto dice que no lo es, pero irónicamente), y la primera parte de la conversación puede resultar una prueba hacia Carol; Phyllis ya sabe que ha sido ella, pero quiere saber cómo se comporta ante la situación. O, ¿puede ser ese mareo, su forma de jugar con ella, una especie de venganza por lo que le ha hecho? Es bastante probable que esta faceta descontrolada, despechada y dolida de Phyllis no se haya mostrado nunca al exterior, ni a sus “más cercanos”. Es por ello que, aun cuando Phyllis no ha perdido todavía los papeles, Carol se sorprende por su comportamiento delirante y agresivo, diciendo de ella que “está alterada” y que “está como una cabra”. Phyllis pierde los nervios al tirarle la estatuilla a Sam (“le tiré esa estatuilla en un intento desesperado de convertirme en viuda”) o cuando, finalmente “reacciona” y rompe todos los documentos de Sam y tira su maletín, mientras dice “no soy una persona rencorosa… No soy vengativa, sino generosa y madura”. Sin embargo, sus acciones físicas nos dicen lo contrario; esas palabras son un mero intento de convencerse de ser algo que no es. Tiene una estatuilla de fertilidad. Puede ser una psicoanalista especializada en el sexo, lo cual le dé aún más trascendencia a que le hayan puesto los cuernos, ya que es el sexo lo que gobierna su vida. De hecho, Carol le dirá “sabes por tu trabajo que estas cosas ocurren”, refiriéndose a las infidelidades, por lo que es posible que esté especializada en problemas de pareja. Con respecto a Howard, el marido de Carol, siente pena y cierta empatía, ya que ambos son los cornudos en esa situación. Ello no quita que también se meta con él por ser un hombre patético, “marchito, castrado y cagarruta”. Es bastante probable que Phyllis envidie a Carol por estar en un estrato social mayor que el suyo. A priori, puede parecer que lo desprecia, con comentarios como: “…vuestros amigos de clase alta, planeando vuestro pequeño ascenso social”. No obstante, aunque menores que las de Carol, las posibilidades económicas de Phyllis no son nada malas, pero sí que hace bastantes referencias a tiendas caras (Bergdorf´s) que Carol frecuenta y que Phyllis no puede permitirse. Carol habla de que Phyllis tiene unas “aristocráticas amigas”. Con respecto a su relación con Sam, aunque Phyllis, según sus propias palabras, “le quería y he sido una esposa asquerosamente ejemplar”, era consciente de que su matrimonio no funcionaba, de que no había comunicación con su marido (“yo no escuchaba, solo hablaba”, “nunca me dijo nada, pero eso tal vez se debió a que nunca hablábamos”, “hablábamos, pero los dos a la vez. Lo que quiero decir es que había dos oradores y ningún oyente”, “después de tres minutos de sacudidas, empecé a darme cuenta de que estaba intentando decirme algo”). Sam no la quería desde hacía años y le era infiel hace mucho, según palabras de Carol. Phyllis se dio cuenta, pero intentó taparlo por todos los medios; en este ambiente reina la apariencia. Carol lo explica perfectamente así: “Erais un puro chiste como pareja”, “Hipócrita, empeñada en fingir que tu matrimonio era tan perfecto… Eras el hazmerreír de todo el mundo”, “no es lo bastante mujer para Sam, no está ahí para guiarlo”. Phyllis seguramente se sienta muy sola en este momento: su marido la ha abandonado por otra, sus amistades no son reales, y sus hijos tampoco están para acompañarla, están “lejos… en la tierra del algodón, allá en el sur”. Otros adjetivos que Carol usa contra Phyllis, según el comportamiento que está teniendo con ella, son los de “crítica”, “cruel” e “insolente”. Además, Phyllis es autoritaria y falta de razón, se ha de hacer lo que ella quiera, es una mandona: “te habías llevado a un grupo de gente, contra su voluntad, a ver los fuegos artificiales a la azotea, a veinte bajo cero”. VOZ: tiene un tono grave, tanto por la seriedad de la situación como efecto del alcohol. Sin embargo, la agudiza de vez en cuando al soltar una ironía o sarcasmo. CUERPO: junto con los centros de energía, podemos hablar del ritmo: tiene una pisada firme y no excesivamente rápida, de velocidad media, pero más pausada que la de Carol. La mirada será inquisidora y muy potente. Animalizando el personaje, nos recuerda a una víbora que está acechando y siguiendo de cerca a su presa. CENTROS DE ENERGÍA: - corazón (un amor roto, el gran dolor es ser una cornuda y que su marido le haya dejado por otra, eso crea un nudo en el pecho) barbilla (con respecto a Carol, debe mantener la barbilla erguida, mostrar la superioridad que siente frente a ella, aunque el mundo se le está desmoronando) mano derecha intranquila, la mueve mucho (signo de esa ira que intenta reprimir)