Micaela Elías Flechelle ESCOLIOSIS: UN PROBLEMA, UNA OPORTUNIDAD Hace ya dos años que mi vida regresó a la normalidad, después de tres años en los que tuve que estar en constantes controles médicos y terapias, pues cabía la posibilidad de una operación a mi columna. Es increíble, cómo en cuestión de minutos le cambia a uno la vida, pero, también lo es el hecho de que un simple cambio de actitud trae consecuencias tan distintas. Mediante el presente ensayo busco contar la superación de mi escoliosis y crear conciencia esta situación, con la finalidad de que pueda ser detectada a tiempo. Finalmente, cabe añadir que un problema en la vida no necesariamente es un obstáculo, por el contrario, puede llegar a ser una oportunidad para su desarrollo integral. En el año 2005, acompañada de mi madre, fui al traumatólogo de la Clínica Ricardo Palma a revisarme por problemas de postura. Días después me dieron la noticia de que padecía de escoliosis pélvica-lumbar, con una curvatura de 32 grados en la zona pélvica y 24 en la zona lumbar. ¿Qué es la escoliosis? Pues es la deformidad de la columna vertebral caracterizada por una curvatura mayor de diez grados en el plano frontal. Comúnmente se da en la niñez y se desarrolla con el crecimiento, por esto es fundamental detectarla a tiempo. Yo necesitaba usar un corsé de acrílico que me sujetaba todo el tronco y estaba amarrado por correas a la altura del abdomen. Me lo coloqué por primera vez y me sentía extraña. Lo tenía que usar veintidós horas al día, incluso hasta para dormir e ir al Colegio. Además tenía que hacer una serie de ejercicios como parte de la terapia para la columna. ¿Por qué es necesario tratarla? Si la curvatura de la columna es de veinticinco a treinta grados, es necesario utilizar un corsé, el cual mejora la rigidez de la columna, siempre se encuentre en crecimiento. Si llegara a cuarenta grados, o más, es necesaria una cirugía para evitar futuras complicaciones, como problemas respiratorios, en el embarazo, entre otros. La enfermedad no sólo cambió mi vida por el hecho de que me limitó enormemente, tuve que dejar el básquet, deporte que realizaba en esa época, además creó en mí responsabilidades que muchas niñas de doce años no acostumbran. Asimismo, el uso del corsé fue un motivo más de pelea con mis padres, yo me avergonzaba de ponérmelo, ya que me sentía rara entre mis amigas y ellos no se cansaban de decirme que lo tenía que usar por propio mi bien. Yo no les hacía caso y pensaba que lo hacían para molestarme y eso despertó, en ocasiones, un resentimiento hacia ellos. En el verano de 2006, no usé el corsé ni hice mis ejercicios, sentía que todo era un estorbo en mi vida, no me daba cuenta de la gravedad del 1 Micaela Elías Flechelle problema. Estuve con la misma actitud durante los dos primeros años. Me hacía chequeos cada seis meses, veía que mi columna iba empeorando y ni me inmutaba. A fines del 2007, la curvatura de la zona pélvica había alcanzado los treinta y nueve grados, si ésta llegaba los cuarenta tendrían que operarme. Al enfrentarme a esta realidad tomé conciencia. A pesar de que el doctor me dijo que las posibilidades de que la curvatura no avanzara eran mínimas, no me quedé estancada en lamentarme, por el contrario, decidí hacer algo para evitar la cirugía. Comencé a hacer dos veces al día mi rutina de ejercicios para la espalda y el corsé se volvió una parte más de mi cuerpo; lo usaba en todos lados. Ya no eran necesarias las reiteradas llamadas de atención de mis padres. Así en julio del 2008 me dieron de alta. No solo me había liberado de la operación y de usar el corsé, sino que las curvaturas habían disminuido. A partir de todo lo que viví, comprendí que con esfuerzo y dedicación, hasta cosas que parecen imposibles se pueden lograr. Un problema no siempre se debe tomar como un conflicto que empeorará nuestra situación. Al contrario, puede ser tomado como una ayuda para adquirir nuevas habilidades con el fin de resolverlo. Al principio no era consciente de lo que me podía esperar en el futuro. A pesar de que mis padres me insistieron, me descuidé y no hice lo que debí oportunamente. Sin embargo, tome conciencia y me tracé un objetivo: salir adelante por mi cuenta, el cual logré, pues le puse todas mis ganas y mi dedicación y fui constante con lo que quería. Considero que a través de este problema maduré notablemente. No sólo adquirí el sentido de responsabilidad ante una situación que podía cambiar mi vida, sino que desarrollé en mí la capacidad de la perseverancia. Fui constante con los pasos que tenía que realizar para resolver mi problema, y no solo lo superé, llegué a mejorar. Además mi personalidad se fortaleció, antes me importaba mucho la opinión que las personas tenían de mí. Hoy, evitando las influencias del entorno puedo afirmar que soy más segura de mí misma y que soy capaz de tomar una decisión por mi cuenta. Por ello quiero finalizar con una frase de Víctor Frankl que siento que se vincula a mi experiencia: “Cuando no podemos cambiar la situación a la que nos enfrentamos, el reto consiste en cambiarnos a nosotros mismos.” 2