Grado 11º R.·.E.·.A.·.A.·. Elegido de los Doce Los deberes de un Príncipe Emeth son: ser serios, veraces, confiables y sinceros; para proteger a la gente contra imposiciones y exacciones ilegales; y para ver tanto como él deba o pueda, que quienes soportan las cargas cosechan las ventajas. Debéis ser veraz con todos los hombres. Debéis ser franco y sincero en todas las cosas. Debéis ser celoso en hacer lo que sea vuestro deber hacer. Ningún hombre debe arrepentirse por haber confiado en vuestra decisión, profesión, o palabra. La vida es una escuela. El mundo no es ni una prisión ni penitenciaría, ni un palacio de tranquilidad, ni un anfiteatro para juegos y espectáculos, es mas bien un lugar para instrucción y disciplina. La vida se da para el entrenamiento moral y espiritual, y el curso entero de la gran escuela de la vida es una educación para la virtud, la felicidad, y la existencia futura. Los períodos de la vida son los periodos de la escuela, las condiciones humanas sus grados, todo empleo humano sus lecciones. Riquezas y pobreza, alegrías y pesares, los lazos de la vida ligados o rotos, aptos y afortunados, o enojoso y doloroso son todas lecciones. Los acontecimientos no son desechados ciega y negligentemente. La providencia no enseña a un hombre y cierne a otro del ensayo fogoso de sus lecciones. No tiene ni favoritos ricos ni víctimas pobres. Un acontecimiento le sucede a todos. Una meta y un diseño concierne e insta a todos los hombres. El hombre, durante toda su vida, ha estado en la escuela. Si, de la prosperidad, él ha aprendido la moderación, la temperancia, la sinceridad, la modestia, la gratitud a Dios y la generosidad con el hombre, entonces tiene derecho a ser honrado y recompensado. Si ha aprendido egoísmo, auto-indulgencia, hacer el mal y el vicio; olvidarse y pasar por alto a su hermano menos afortunado, y burlarse de la providencia de Dios, entonces él es indigno y deshonrado. La equidad humana mira no a la escuela, sino al escolar, y la equidad del cielo no mirará menos de esa marca. Cuidemos de aprender, en lugar de quéjarnos. Sostengamos nuestra integridad, nuestra sinceridad y nuestra amabilidad de corazón. Cuidémonos de la envidia y del cautiverio y mantengamos nuestra dignidad y respecto de nosotros mismos. El trabajo laborioso del cuerpo no es nada, pero cuidémonos del trabajo penoso y la degradación de la mente. Mientras mejoremos nuestra condición si podemos, seamos mas ansiosos por mejorar nuestras almas. Con paciencia, calma, dominio de uno mismo, desinterés y amabilidad cariñosa, la vivienda humilde puede ser santificada y hacer más querida y noble que el palacio más altivo. Cada hombre debe elegir tener a Dios como su amo, en lugar del hombre, y no debe intentar escaparse de la escuela, sea por improbidad o limosna, para que no caiga en ese estado peor que la desgracia, donde no puede tener ningún respecto para si mismo. Hay lecciones duras en la escuela de la vida, que se ajustan cuidadosamente en todos sus arreglos y tareas a los poderes y a las pasiones del hombre. No hay extravagancia en sus enseñanzas ni es nada hecho solo por el efecto presente. El curso entero de la vida humana es un conflicto con dificultades, y, si está conducido correctamente, un progreso en mejoramiento. Nunca es demasiado tarde para que el hombre aprenda.