S. Th. II, II, q. 65, a. 2. TITULO: SI ES LICITO A LOS PADRES DAR AZOTES A SUS HIJOS, O A LOS SEÑORES DARLOS A SUS SIERVOS. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA: Parece que no es lícito a los padres dar azotes a sus hijos, ni a los señores darlos a sus siervos, porque: DIFICULTADES: 1. Dice el Apóstol a los Efesios: “Vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos”, y añade en seguida: “Y vosotros, amos, no utilicéis las amenazas” (6, 4). Pero mediante los azotes se puede provocar a otro a la ira, y son éstos más graves aún que las amenazas. Luego, ni los padres pueden azotar a sus hijos, ni los señores a sus siervos. 2. Además, dice el Filósofo en la Etica, libro X, cap. último: “las palabras del padre deben llevar consigo sólo una advertencia, no una coacción”. Pero los azotes son una coacción. Luego, no es lícito a los padres dar azotes a sus hijos. 3. Finalmente, a todos nos toca el corregir a los demás, pues es como una limosna espiritual, como antes se ha dicho. Si pues a los padres les es lícito azotar a sus hijos para disciplinarlos, a todos nos sería lícito azotar a otros, lo cual es evidentemente falso. Luego, tampoco es lícito a los padres. Sin embargo, dicen los Proverbios: “Quien no usa el azote, odia a su hijo” (13, 24). Y poco después: “No dejéis de disciplinar al niño; tú le pegas con la vara, pero lo libras del infierno” (23, 13). Y el Sirácide: “Grillo y tortura para el siervo malvado” (33, 27). RESPONDO: Mediante los azotes ciertamente se hace algún mal al cuerpo azotado, pero diverso de la mutilación, ya que ésta destruye la integridad del cuerpo, mientras que los azotes sólo le dan algún dolor; por tanto, es mucho menor el mal que la mutilación de un miembro. Pero no es lícito a nadie el causar un mal, a no ser como castigo, en busca de la justicia. Por lo mismo, nadie puede lícitamente castigar a otro, si no le está sujeto por jurisdicción. Por tanto, no es lícito dar azotes a otro, sino a quien tiene alguna potestad sobre aquél a quien se azota. Y como el hijo está sujeto a la potestad del padre y el siervo a la de su señor, es lícito al padre dar azotes al hijo, y al amo darlos al siervo, para su corrección y disciplina. SOLUCIONES: 1. A la primera dificultad se responde que la ira es un apetito de venganza, y por tanto se incita cuando se agrede a otro injustamente, como dice el Filósofo en la Retórica, libro 2, cap. 2. Por tanto, cuando se prohíbe a los padres el causar ira en sus hijos, no se incluye el que no puedan azotarlos por motivo de indisciplina, sino sólo que no lo hagan inmoderadamente. Y el que los señores no han de usar amenazas con sus siervos, puede entenderse de dos maneras: una, que no las exageren, sino que se use la disciplina moderadamente; otra, que no siempre han de cumplirse dichas amenazas, ya que el juicio con el cual se amenaza a otro con un castigo debe ir temperado por la bondad dispuesta a disculparlas. 2. A la segunda, que una potestad mayor debe tener capacidad para impedir mayores males mediante la coacción. Y así, puesto que la ciudad es la comunidad perfecta, por ello su gobernante ha de tener el más alto poder coercitivo; por ello puede infligir castigos irreparables, como son la muerte o la mutilación. Pero el padre y el señor, que presiden la familia doméstica, que es una comunidad imperfecta, tienen sólo poder imperfecto de coacción, mediante pequeños castigos que no dañan definitivamente, como los azotes. 3. A la tercera, que al ayudar a otro a disciplinarse queriéndolo éste, es lícito a todos. Pero el disciplinar a otro contra su voluntad, por ejemplo castigándolo con azotes, sólo corresponde a quien tiene autoridad para cuidar de él.