Ignacio R. Canevaro ATANDO CLAVOS CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO EDITORIAL DUNKEN Buenos Aires 2009 Canevaro, Ignacio R. Atando clavos. Carrasco, el crimen perfecto. 1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2009. 464 p. 23x16 cm. ISBN 978-987-02-3747-1 1. Ensayo. I. Título CDD 864 Impreso por Editorial Dunken Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300 E-mail: info@dunken.com.ar Página web: www.dunken.com.ar Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723 Impreso en la Argentina © 2009 Ignacio R. Canevaro e-mail: atandoclavos@yahoo.com.ar ISBN 978-987-02-3747-1 Quisiera expresar mi agradecimiento a quienes colaboraron para que este libro esté hoy en sus manos. A Estela Zamora, que gracias a su meticulosa recolección de diarios pude cotejar mis recuerdos con las publicaciones regionales. Al periodista Jorge Urien Berri, por su constante y desinteresado apoyo investigativo, literario e histórico. A mi hermano Juan Martín, por su invaluable aporte a la financiación de la edición. A mi mujer Cecilia, por su crítica permanente para mejorar la comprensión del texto. Al general (RE) Jorge Dansey, por ser el primer crítico que leyó mis interminables borradores. Agradezco además... A mis amigos. A los que sin serlo, también me acompañaron. A los desconocidos que tuvieron múltiples expresiones de solidaridad. Muy especialmente a papá, mamá, a cada uno de mis hermanos y sus familias, a mi tío Cesar Orozco, heroico e incondicional. Al resto de mi familia, en la que incluyo a mi familia política, por haberme acompañado a lo largo de esta dura prueba. Desde lo mas profundo de mi corazón quiero decirles que ellos fueron mi motivación, mi fuerza y mi esperanza. Su presencia se hizo sentir de manera que jamás me sentí solo. Y nuevamente a Cecilia, mi mujer por su inmenso amor, comprensión e incondicional apoyo. A mi hija Martina, un sol en medio de la tormenta. A ambas mi entrega y mis disculpas por tener que cargar de por vida las culpas ajenas que cargo yo. A Dios…, a quien no entiendo, y en quien confío. PRÓLOGO Hay quienes recuerdan el asesinato del soldado Omar Carrasco en el cuartel de artillería de Zapala, en 1994, porque fue la razón para terminar con un servicio militar obligatorio de casi cien años que se había ido degradando. Pero además de sus componentes políticos, que aquel año pusieron en jaque al gobierno de Carlos Menem, ese crimen también fue, y sigue siendo, un asombroso caso policial y judicial que estuvo abierto hasta 2008, y que se cerró sin que se supiera a ciencia cierta la verdad de lo ocurrido con el pobre soldado. Es cierto que hubo un juicio en el que se condenó por el crimen al entonces subteniente Ignacio Canevaro y a dos soldados, Cristian Suárez y Víctor Salazar. Los tres siempre se declararon inocentes y las pruebas en su contra resultaron para muchos, aunque no para la Justicia, insuficientes. Paralelamente, para investigar el descomunal encubrimiento que rodeó el crimen y que hizo que los homicidas mantuvieran oculto el cuerpo de Omar durante un mes, se inició la causa de denominada de los encubrimientos o Carrasco II. Era esencial para avanzar en búsqueda de la verdad y para determinar si las condenas a Canevaro y los dos soldados eran justas. Es la causa que se cerró en 2008 después de sucederse tres jueces. Y en esa causa apareció la sorpresa: el médico legista Alberto Brailovsky, perito oficial de esa segunda investigación, halló numerosas recetas médicas del hospital del cuartel adulteradas. Recetas que, según el voluminoso informe que presentó Brailovsky, indicaban que Omar no murió durante la siesta del domingo 6 de marzo de 1994, cuando desapareció, sino casi tres días después. Brailovsky sostuvo que el golpe que Carrasco pudo haber recibido en el pecho aquel domingo no era mortal, y que lo que sí resultó mortal fue una atención médica que el soldado recibió en forma clandestina y con un error de diagnóstico que lo llevó a la muerte. Esa atención constituyó un verdadero secuestro. El peritaje oficial planteaba inevitablemente una duda de magnitud: ¿podían el subteniente Canevaro y los dos soldados haber orquestado una atención médica con suministro de medicamentos durante tres días en algún escondite del cuartel sin la participación de los superiores? 8 IGNACIO R. CANEVARO Pero aunque parezca mentira, la causa de los encubrimientos prescribió, pese a los esfuerzos del capitán (R) Rodolfo Correa Belisle, uno de los pocos militares del cuartel, tal vez el único, que buscó la verdad. Conocí a Canevaro en 1994 en Zapala, antes de que lo acusaran, cuando comencé la cobertura periodística del caso. Lo entrevisté varias veces durante el juicio oral, durante su condena en prisión –que ya cumplió, igual que los dos ex soldados– y luego de salir en libertad tras recibirse de abogado. Varias veces escribí que nunca hubo pruebas directas e incuestionables sobre su participación en el crimen. También escribí, y sigo pensando, que Canevaro puede saber algo más sobre lo ocurrido. El me ha dicho que no. Creo que es importante que presente ahora su testimonio en este libro. Todo esfuerzo por arrojar un poco más de luz sobre un hecho tan extraño merece destacarse. Su palabra interesa porque, además, me consta que entre 1994 y 1996 se planificó y ejecutó en su contra una operación para mancharlo públicamente. Quiero destacar también una actitud poco frecuente en estos casos. Un día, durante el extenso juicio oral en Neuquén, Marcelo Inaudi, codefensor de Suárez y Salazar, me expresó su temor de que Canevaro acusara a los dos soldados. El abogado me dijo que Canevaro podía hacerlo sin dificultad. Podía mentir, me dijo Inaudi, complicando mucho la situación de los dos muchachos, y así salvarse o mejorar él su situación. Canevaro nunca lo hizo. JORGE URIEN BERRI Periodista “…Nadie está obligado a cumplir una orden inmoral o que se aparte de las leyes y reglamentos militares. Quien lo hiciera, incurre en una inconducta viciosa, digna de la sanción que su gravedad requiera. Sin eufemismos digo claramente: Delinque quien vulnera la Constitución Nacional. Delinque quien imparte órdenes inmorales. Delinque quien cumple órdenes inmorales. Delinque quien, para cumplir un fin que cree Justo, emplea medios injustos, inmorales…”. MARTÍN ANTONIO BALZA Teniente General 25 de abril de 1995 El programa periodístico Hora Clave fue el escenario que eligió el jefe del ejército para dar su discurso que pretendía separar las aguas entre el ejército actual y el del llamado proceso. Sus palabras calaron tan hondo en la ciudadanía, que lo denominaron el general de la democracia. Pero en los hechos, no se diferenció demasiado con quienes pretendía distinguirse. En medio de ese discurso estaba la médula con la que nadie podía ni puede estar en desacuerdo. Es fácil decir lo que tiene que hacer un buen soldado. Lo difícil es dar el ejemplo. El caso que cambió la vida de los cuarteles y de los chicos de 18 años ya estaba poniendo a prueba a este general de ideas tan cristalinas. Los sucesos y sus acciones lo oprimieron de tal manera que terminó borrando con el codo lo que había escrito de puño y letra. Siete años antes, yo cursaba el primer año en el Colegio Militar. Casi todos los oficiales eran como él, veteranos de la guerra de Malvinas. Para los cadetes, ese detalle lo elevaba –junto a los demás– a la categoría de ídolo, tanto como Sting o Freddie Mercury en la música y a Rommel o Patton como ideales de militares contemporáneos; La admiración que despertaban hacía que todo 10 IGNACIO R. CANEVARO esfuerzo vaya acompañado con un plus de corazón, que movía a querer estar a la altura de sus exigencias. Esos valores, los valores del colegio, no eran nuevos para mí. Siempre habían sido el silencioso ingrediente de mi crianza; aunque en esos años de estudio estuvieron en su punto más elevado y evidente. Ser cadete del colegio era para mí como hacer un recorrido por una vidriera repleta de modelos a seguir. De los más viejos hasta los actuales. Y lógicamente todos nuestros actos eran puestos bajo la impiadosa y desproporcionada comparación con ellos. Hasta en el comedor se comprobaba de qué estábamos hechos. Mis primeras palabras en una alocución fueron para los comensales de mi mesa. Mi jefe de sección me la había encargado. Yo cumplí, y aun después de 20 años, recuerdo como empecé: “La moral es, para todo ámbito de la vida, todo lo que se somete a un valor. En tanto que lo inmoral y lo amoral son, respectivamente, todo lo que se le opone o que directamente le es indiferente”. Supe luego que me lo había encomendado en tono de broma, pero al escucharme comprendió que lo había malinterpretado, pues yo arranqué bien en serio. Mirándome desde ahora, con esos 17 años tenía ideales como para toda una generación. Demasiado tiempo creí que eran una especie de escudo, pero al final se convirtieron en un bumerang, que me quitaron la posibilidad de defenderme. Pasó bastante agua bajo el puente hasta que me di cuenta que había todo un mundo fuera del mío. Era un mundo sensiblemente más frío que el de los valores, y era el de los hechos. Hoy sigo pensando como antes, pero la experiencia me enseñó que ese otro mundo es más conveniente. Lo que valen son los hechos. El resto no cuenta: La verdad es algo relativo, según quien la cuente. Hasta hay quienes le dicen verdad real para otorgarle más credibilidad. La mentira puede llegar a ser verdad, y también depende de quien y cuantos la cuenten. De pronto quedaron expuestos, como colgando del techo, todos los valores que me hicieron ser quien soy. Ni tan santo, ni el asesino de Carrasco. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 11 Este es el relato donde mi vida se dio vuelta. Donde ese mundo nuevo se impuso a la fuerza. El mundo donde la verdad fue reemplazada por la historia oficial, devenida luego en verdad real. Aquí no hay ni una pizca de ficción. La realidad fue lo suficientemente espectacular como para negar espacio a los ganchos literarios que hacen atractivas las historias. Como describe un período de una vida, habrá eso sí, momentos de mayor y menor interés. El lector –espero– encontrará respuestas a interesantes incógnitas y también –porqué no–, se aburrirá al revivir el tedio que también debí sobrellevar. Traté de volcar no solo mis experiencias durante el proceso, sino también las emociones y los sentimientos míos y de los que me rodearon mientras se consolidaba la historia oficial. La historia oficial explica porqué hoy soy para mucha gente, uno de los acusados de matar un soldado en un regimiento de la patagonia argentina. A esta historia se llegó atando clavos y un inocultable pre-juicio. El juicio de la opinión pública, anterior al del tribunal oral. Atando clavos no es un furcio ni tampoco una locura gramatical de la que no reparó la editorial. Es solo una huella lingüística de uno de los creadores de esa historia oficial. Por eso el nombre de este libro. Porque al nombrar esta expresión, estamos hablando de cómo empezó el Caso Carrasco. –Cuando se dirijan a los jueces deben decirles “su señoría”, machacaba Moreno Campos a Sánchez, y la González. Formalismos en desuso propios de un abogado ya viejo. Pero estas personas no son más que nombres sueltos si no atamos clavos. Ellos son la base de esa historia oficial. Atando clavos diremos, que Moreno Campos terminó siendo el abogado contratado por el ejército para representar los intereses que –Balza juraba– eran del ejército ante la muerte del soldado Omar Carrasco. Primero visitó a un sargento llamado Sánchez, y con solo seis visitas logró su pseudo-confesión incriminando a tres personas, lo que llevó la causa a juicio. Alentado quizá por su repentino éxito, visitó también a una enfermera, la subteniente González, que con tan sólo dos visitas, también incriminó a uno de los ya acusados por Sánchez. Una tarea casi perfecta, que dejó una huella nada menos que en la justificación de los dichos de ambos. Tanto Sánchez primero, como la González después, explicaron sus sospechas ante los jueces sobre los que incriminaron, no con pruebas sino con conjeturas, atando clavos dijeron textualmente ellos, cada uno en su declaración. Da la impresión que esa frase 12 IGNACIO R. CANEVARO fue aprendida poco antes de que fueran a declarar, diría luego un excelente abogado. Es evidente que ninguno de los dos la tenía en su vocabulario y la aprendieron de la misma persona. Atando Clavos se parece bastante a una expresión lingüística pero no existe como tal. Su forma correcta es Atando Cabos, y se utiliza para llegar a una explicación más o menos coherente de un hecho, mediante la vinculación de varios elementos que por separado no conducen a nada. Este es el relato que pretende echar luz sobre cómo se ataron esos cabos para ver cómo la historia a secas llegó a ser una historia mentirosa, llamada historia oficial. M e llamo Ignacio Rodrigo Canevaro, tengo 39 años, estoy casado con Cecilia y tenemos una hermosa hija de dos años y medio llamada Martina. Soy hijo de un militar y un ama de casa de clase media, el menor de 9 hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres, dos de los cuales también son militares. Ahora soy abogado, pero no es la carrera que elegí cuando terminé la secundaria. En 1988 ingresé al Colegio Militar de la Nación, en medio de los replanteos militares de Rico y Seineldín. A pesar de ello, nuestro oficial instructor nos arengaba en el aula de tiro: El ejército es una institución que se caracteriza por su unidad y cohesión, y yo pensaba que me estaba cargando, pues habíamos estado a los tiros entre nosotros mismos. El 3 de diciembre de 1990, como cadete de cuarto año, participé de la recuperación del cuartel del Batallón de Intendencia 601, del Regimiento Patricios y del Edificio Libertador, que habían sido tomados por los carapintadas, oficialmente llamados tropas rebeldes. Allí conocí a Balza, a puro cañonazo, en medio de la Capital Federal y comiendo polenta con queso a las tres de la mañana en plena plaza de mayo. –¿Hola mamá? Te llamaba para decirte que no te preocupes, que estoy bien. –¿Por qué? ¿No estás en el Colegio? –No má, en Plaza de Mayo… Salimos a recuperar Patricios y… –¡¿Que es ese ruido?! –Un tanque ma, pero está todo bien, se terminó. Como ésta, siempre las comunicaciones telefónicas con la casa de mis padres tenían un ingrediente sorpresa. Algunas para un ataque de nervios y otras más alegres. Como cuando al año siguiente les conté que estaba pensan- 14 IGNACIO R. CANEVARO do en elegir como primer destino al Grupo de Artillería 161, de la ciudad de Zapala. Ese cuartel como la ciudad tenían un ingrediente afectivo adicional. Habían sido el primer destino de mi padre, y también casi el último, ya que regresó luego como jefe. Uno de mis hermanos también había sido jefe de una de sus baterías. Allí fui a jardín de infantes y también aprendí a andar a caballo. Era empezar pisando terreno conocido, era como jugar de local. Las llamadas a mi casa siguieron con las sorpresas y ser local no fue de gran beneficio. 1992 El Pantalón –¡Parte para la subteniente González! –Sí, ¿qué le pasa Canevaro? –Usted no me podría conseguir una bombacha de combate más chica? –¿Y porqué me lo pide a mí? –Y… porque usted encargada del Depósito de Intendencia. –casi una obviedad para mi. –Sí, pero a no ser que necesites un delantal o un barbijo, conmigo te equivocaste –contestó sonriendo. –¿Por? –Porque en el depósito del Hospital no hay más que eso ¡Nabo!, la ropa de combate está en el depósito del Batallón, y yo soy encargada del deposito del Hospital. ¿Entendés? Parece mentira que ese pantalón que le pedí a Viviana González –y que nunca me dio– iba tener tanta importancia; Para mí, tanto como para Omar Carrasco –el que cambió la historia del ejército–, a quien aun le faltaban 24 meses para cumplir con su servicio militar. La guarnición Militar Zapala pertenece a la VIta Brigada de Montaña y está ubicada casi dentro de la ciudad de mismo nombre, a 182 km al oeste de la ciudad de Neuquén, en plena precordillera de los Andes. Abarca 750 hectáreas de una vieja estancia y tiene como 300 edificaciones. Allí funcionan dos uni- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 15 dades, comúnmente conocidas como regimientos: el Grupo de Artillería 161 (GA 161) hoy GA 16 y la Base de Apoyo Logístico Neuquén (BAL Neuquén), de la cual depende el Hospital Militar Zapala. Al egreso del Colegio Militar, fui destinado al GA 161. Acompañándome al mismo destino fueron los subtenientes Eliseo Wallnofer y Néstor Parodi. Allí conocimos a la subteniente enfermera Viviana González, la más antigua de los que vivían en el casino y obviamente, jerárquicamente superior a mis compañeros y yo. Una petisa rubiona de fuerte carácter que inspiraba respeto y destilaba experiencia. Me impactó saber que había hecho cursos de montaña. No me imaginaba una mujer con mochila colgada de la roca. Nosotros aun teníamos olor a cadetes y prácticamente le envidiábamos su apariencia de oficial veterana. La primer tarde en el cuartel nos encontramos con ella, y sentados en el comedor nos contó que era oficial de la BAL, que trabajaba en el Hospital Militar y que era encargada del depósito de Intendencia. En aquella época se me proveyó de uniformes de combate del depósito de Intendencia del cuartel del GA 161. Los únicos pantalones de combate o bombachas –en la jerga– que había, me quedaban enormes, pero tuve que tomar dos de talle 46 cuando el mío era 40. La González no era la Encargada del Depósito de Intendencia del BAL, sino del Hospital Militar, cosa que recién supe cuando sí le pedí que –al ver que había personal femenino que usaba los pantalones de talles más pequeños– me hiciera el favor de cambiarme una –más tarde famosa– bombacha. Al ver que la González no podía cambiarme los pantalones, me resigné a usar las bombachas 46 tal como las había recibido, aunque me las ingenié para doblar la botamanga dentro de los borceguíes para hacerlas más cortas. A Parodi les quedaban mejor, pues era más alto y lo disimulaba bastante bien. Wallnofer se veía igual que yo, pero eso no nos inhibió demasiado. 1993 El contrabando de armas y los muertos de Menem El año anterior se había caracterizado por ser una especie de adaptación cuartelera. Exceptuado por alguna ascensión al volcán Lanín y algún cursillo de montaña, nos hicimos lo que se llama carne de cuartel. Servicios de guardia, de semana, y cuanta actividad (prendida, en la jerga) hubiese dando vueltas, allí estábamos los tres subtenientes. Como en todos los cuarteles, los 16 IGNACIO R. CANEVARO subtenientes recién recibidos, eran llamados perros sarnosos de mierda. A medida que pasaban los tres años que dura el grado, perdían un adjetivo hasta llegar a ser solo perros. Un adjetivo casi afectuoso. El ‘93 iba a ser el año que podríamos soltarnos un poco, pues ya no éramos los nuevos, sólo perros sarnosos, y había motivos para festejar. Alguna que otra vez, nos tanteaban con alguna responsabilidad, que tomábamos como si fuese nuestra última misión en la vida. Al comenzar el año, se notaron las riendas un poco menos tensas. Vinieron al cuartel los cupos para integrar las misiones de paz y los cursos de montaña en Bariloche. Parodi era el más antiguo de los tres perros, pero estaba en un curso de navegadores satelitales en Buenos Aires. El que seguía era yo, y me ofrecieron la posibilidad de integrar esas misiones en el exterior o ir a Bariloche. Decidí ir a Bariloche, a la Escuela Militar de Montaña, la meca de los montañeses. Así fue que Wallnofer aceptó ir a Croacia. Los cursos en Bariloche eran tres, de más o menos tres meses de duración cada uno. Estaría casi todo el año fuera de Zapala, y eso es lo que más me gustaba de la idea. Para mi sorpresa, en la escuela de montaña me encontré con nada menos que 17 compañeros del Colegio Militar. Fue la compensación por nuestro trunco viaje de estudios. Si bien la capacitación en la escuela era rigurosa, nos quedaba tiempo para salir y juventud para derrochar. Los cursos de instructor de andinismo, instructor de esquí y cazadores de montaña –tropas de operaciones especiales en montaña– me hicieron sentir el verdadero sabor de lo que es ser militar. Sin proponérmelo, egresé entre los mejores, con un segundo puesto en andinismo y un primer puesto en esquí. Cuando terminaban los cursos, siempre había unos días libres para reponer energías y organizarse para el próximo, pero los jefes de nuestras unidades nos ordenaban volver y con mayor razón el teniente coronel Martínez (mi jefe) que casi bajo presión había aceptado que vaya a Bariloche. Aducía que los servicios de guardia y de semana se sobrecargaban por nuestra ausencia. Era como la venganza por nuestra buena suerte, ya que llegué a acumular tantas guardias y semanas que ni pisé el casino de oficiales. Mi capacitación en la montaña fue como un paréntesis a esa adaptación al cuartel. Me iba tanto tiempo a Bariloche que cuando volvía, costaba ponerme ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 17 al tanto de todo. Cuando ya me estaba acomodando, me volvía a ir. No me interiorizaba demasiado de los detalles de mis actividades; Sólo las cumplía. Se podría decir que mi posición de subteniente era insignificante –hasta yo hoy puedo hacerlo– pero para mí y en ese momento, era como un vendaval de actividades. Además de mis cargos orgánicos dentro del cuartel, estaban los servicios que tenía que recuperar. Esos cargos orgánicos, como ser oficial veedor del parque de automotores y del de Artillería de la Batería “A”, nunca me habían demandado demasiada tarea. Hasta ahora… Junto con Wallnofer –que tenía mi mismo cargo, pero en la Batería “B”– recibimos la orden de entregar a la brevedad el mejor camión y la mejor pieza de artillería de nuestras baterías a una comisión que vendría a retirarlos. Es que había llegado –mucho después lo supe– la OT 93/68729 y debíamos cumplirla en forma urgente. Con esa sigla se daba por sobreentendido que estábamos al tanto de la orden, pero sólo tenían acceso a ella la plana mayor del cuartel. No era una orden más: Era la Orden de Transferencia Nro 68729 de 1993, de la Dirección de Arsenales del Ejército. En ella estaba detallada la reasignación de dos de los 18 cañones de la unidad. Según se nos informó, era para integrarlos al Grupo de Artillería 121 de Entre Ríos, que –como sabíamos– solo tenía coheteras y no disponía de cañones. Con la orden era suficiente, por lo que nos la limitamos a cumplir y entregar los camiones Fiat 697 y los cañones Sofma de 155mm en la plaza de armas del GA 161. La comisión se llevó los cañones tan rápido que muchos ni siquiera se dieron cuenta que había gente extraña en el cuartel. Todo estaba en orden, la misión cumplida y el clima normal, por lo menos hasta un tiempo después. Aunque el tiempo fue bastante después, incluso luego de la muerte de un soldado llamado Omar Carrasco. En los diarios asomaron noticias sobre una confusa maniobra en la que estaban involucrados las más altas autoridades de la nación y del mismo ejército. Entre los involucrados estaban el Presidente de la Nación (Carlos Menem), su ministro de Economía (Domingo Cavallo), el ministro de Defensa (Oscar Camilión) y el jefe del Ejército Martín Balza, entre otros tantos. Primero noticias breves, superficiales, pero luego más extensas y más concretas. Tenían ramificaciones y conexiones con otros casos de relevancia nacional. Era una verdadera epidemia. 18 IGNACIO R. CANEVARO Se hablaba del contrabando de armas a Ecuador y Croacia. Parecía un hecho aislado y si bien era relevante, no prometía tanto escándalo. Poco a poco, miles de cuerdas unieron nombres y hechos y de pronto, de manera inexplicable, estos contrabandos se vincularon con otros hechos que también conmocionaban al país. Concretamente los cañones que salieron de Zapala, no fueron a parar a Entre Ríos. Tampoco los cañones que salieron de otras unidades con el pretexto de ser reparadas en la Fabrica Militar de Río Tercero y los 16.000 fusiles que se almacenaron en la BAL Neuquén, que fueron recolectados también de las unidades patagónicas. El vaciamiento del arsenal del ejército tenía varios destinos: Ecuador y Croacia, aunque los decretos que habilitaban las ventas dijeran locuras como Panamá –que no tiene ejército– o Venezuela. El armamento fue triangulado con destino final en esos países, sobre los que pesaban restricciones internacionales para la venta de armas de guerra. En el caso de Ecuador, la situación fue aun más grave ya que, en el conflicto que ese país mantenía con Perú, Argentina era garante de paz. Además de traficantes, traidores. Duele pensar que hayamos sido vistos de esta manera, pero estoy seguro que los argentinos no estábamos al tanto de los manejos de esos pocos. Así la voladura de la mutual judía Amia, el famoso caso del lavado de dinero, el caso Carrasco y la muerte del hijo del presidente por mencionar algunos, ahora tenían impensables parentescos. Los testigos de cada caso y los vestigios desaparecían como en la época del proceso pero en plena democracia. Desde el gobierno y el ejército, argumentos inadmisibles y pretextos trasnochados trataban de tapar el cielo con la mano. La voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero (7 muertos y 350 heridos) y la caída del helicóptero de Ejército en el Campo Argentino de Polo (11 muertos) habían sido intencionales –y hoy no me caben dudas que fueron intencionales– fueron el tenebroso ardid para borrar las huellas del contrabando de armas. Mientras tanto, una constante sombra de duda acompañaba la muerte de no menos de 30 importantes testigos de las maniobras realizadas para cometer y ocultar esos delitos. Entre ellos, el general Juan Carlos Andreoli, interventor de Fabricaciones Militares, y el coronel Rodolfo Aguilar, que había denunciado la venta de armamento, murieron en el helicóptero estrellado en el campo de polo. Vicente Bruzza, un técnico de la fábrica de Río Tercero, responsable de denunciar irregularidades en torno a la explosión, murió curiosamente de un infarto en 1997. Francisco ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 19 Callejas, otro técnico de Fabricaciones Militares que había viajado a Croacia a calibrar los cañones contrabandeados, padeció un derrame cerebral en junio de 1998. En agosto de 1998, el capitán de navío retirado Horacio Estrada, indagado por el contrabando de fusiles a Ecuador, apareció muerto en su apartamento, con un balazo en la sien izquierda. Era diestro. En septiembre del mismo año murió de un presunto paro cardíaco el subadministrador de la Aduana de Buenos Aires, Carlos Alberto Alonso, quien había sido el encargado de los controles durante los embarques de armas a Croacia. La lista sigue y las vinculaciones de los casos es evidente, como en el caso de la muerte de Lourdes Di Natale, la ex-secretaria del asesor presidencial Emir Yoma –pariente de Zulema Yoma y por entonces la mujer del presidente– cuyo testimonio ya había mandado a prisión a Menem en 2001 por la causa del contrabando a Ecuador. También sabía de la causa Amia y hasta de la muerte de Carlos Menem Junior. Estaba por declarar en la causa de la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero, pero no llegó. En un confuso episodio terminó muerta tras caer al vacío desde la ventana de su departamento. Pero tras muchos años se determinó que no fue suicidio, sino homicidio, pero obviamente sin culpables. Sobre el asunto de las armas, yo solo sabía que entregamos esos dos camiones y cañones. Por lo menos al principio. Más tarde y gracias a mi destitución, varios militares me contaron lo que no se animaban decir a más nadie. Es que temían por sus carreras. Las unidades del ejército estaban cumpliendo el plan de reestructuración que llevaba el sello de Balza. Una ficha que se sacaba de aquí, se movía para allá y la de allá un poco más acá. En el medio, la confusión; Y a río revuelto… Esas unidades habían recibido la orden de entregar parte importante de su armamento con distintos argumentos: Que se llevaban a reparar o que se reasignaban a otras. El GA 121 jamás recibió nuestros cañones (Sofma), ni los (Citer) del GA 141 de La Quintana –de la Pcia de Córdoba–. En cambio, nuestros propios oficiales y suboficiales de las misiones de Paz, los vieron incorporados a la Brigada croata “Tigre” en su guerra contra los servios. Balza juraba que al ejército no le faltaba armamento, y que lo que no estaba en las unidades, estaba justificado con un convenio que consignaba la entrega a la siniestrada Fábri- 20 IGNACIO R. CANEVARO ca Militar de 6 cañones CITER, para transformarlos en 4 CALA, de mayor tecnología. Como luego una investigación demostró que esa transformación era impracticable, adujo que el término transformar había sido utilizado con el sentido de permutar. Se sacó provecho al máximo la completa ignorancia en la que estaba la justicia, y se quiso vender gato por liebre. Una venta de 45 millones de dólares que jamás recibió Río Tercero. Para colmo de males, la volaron por los aires. Para quien conoce de cañones, esa transformación era como pretender transformar al noble Jeep Willys en un moderno Hummer. Creo que del Willys lo único utilizable para el Hummer sería algún accesorio, como el llavero. Y para los que no conocen de cañones les cuento, es como pretender transformar una plancha en una multiprocesadora. En cuanto a los obuses (Otto Melara) que fueron retirados de las demás unidades (GAM 6 o el GAM 5 ó del GAM 8), mal podrían haber sido reparados en la Fábrica Militar de Río Tercero. Su arreglo estaba a cargo de las Bases de Apoyo Logístico y Río Tercero era solo una Fábrica de municiones de artillería. Italia nos los había donado con la condición que no fueran revendidos, pero al parecer, eso importó poco. Y yo en medio de los cursos de Bariloche, que nos tenían en las montañas, alternando entre Neuquén y Mendoza. Completamente en otra… Entre mochilas y municiones, operando contra enemigos imaginarios, casi nueve meses con la sola compañía de otros treinta cursantes y diez instructores, terminaba para mí un año lleno de satisfacciones profesionales. Ahora la realidad me esperaba abajo en Zapala, donde ni el tiempo era inocente y no se aceptaban excusas por no haber estado. 1994 Un cadáver en Zapala 27 de Enero: Regreso de licencia Terminada mi licencia volví a Zapala; Como siempre había ido a “La Candelaria”, al campo donde viven mis padres cerca de la ciudad de Alta Gracia. Una vez en el cuartel, me presenté al nuevo Jefe del Grupo de Artillería, el Teniente Coronel Guillermo With, un tipo grandote de bigotes que si bien se había hecho cargo de la jefatura en diciembre pasado, yo lo había visto en tan solo una o dos oportunidades. En esas pocas veces que lo traté me dio la ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 21 impresión de ser una persona ejecutiva, bien vinculada con el Estado Mayor del Ejército, de quien estaba recibiendo bastante apoyo para “levantar” la unidad, que necesitaba ponerse al día en casi todo. El fue quien me dijo que ante la ausencia del Capitán Rodolfo Correa Belisle –quien salía de licencia en ese momento– me haría cargo de la Batería “A”, que paralelamente estaba siendo designada como Batería de Instrucción. No me gustó mucho la idea de With, ya que implicaba más responsabilidad y menos tiempo del escaso con que contaba para lo que sí me correspondía. Mi cargo sería Jefe accidental de la Batería “A”, y desempeñaría las mismas funciones que Correa Belisle en su ausencia. Pero Correa también era jefe de la Batería de Instrucción, cargo que le fue transferido al Teniente Verón, quien no tenía ni idea sobre lo que debía hacer. Esto era una especie de mentira piadosa para el organigrama de la unidad, ya que en realidad, si bien Verón era el virtual Jefe de la Batería Instrucción, nada sabía sobre el tema, ya que él era un oficial de seguridad y Servicios, una especie de cuadro que se dedica a cumplir servicios de guardia y cosas por el estilo, y tenía que caer en la cooperación que yo le podría brindar, cosa que me fue sugerida por el mismo With. Entonces bien, para ser claros, yo era el Jefe de la Batería “A” y el encargado de que Verón “no haga agua” en el comando de esta Batería de Instrucción, para lo cual empezamos a reunirnos a fin de coordinar cómo se haría cada una de las instrucciones por los nuevos soldados, que se incorporarían el 3 de marzo siguiente. Este tema no le gustaba mucho a Verón… Se veía dirigido por un oficial de menor jerarquía, pero no le quedaba otra más que resignar un poco de orgullo a cambio de que sus pelotas siguieran puestas en el mismo lugar, ya que a decir de With, se las iba a cortar si la instrucción salía mal. En lo particular, a mi tampoco me gustaba el hecho de hacer el trabajo de otro. Con todo esto a cuestas, más lo que estaba por venir, nos empezamos a reunir con Verón en los pocos momentos en que podíamos hacernos algún espacio, que en un principio eran muy pocos, hasta que la inminente llegada de la nueva clase nos obligó varias veces a usar las horas de franco, fuera del cuartel, ya que las tareas habituales se debían cumplir como si no estuviéramos afectados a la preparación de la instrucción. 22 IGNACIO R. CANEVARO 03 de Febrero: Oficial de Transporte El Teniente primero Vergara, Jefe de la Batería “B”, quien a su vez era el oficial de transportes de la Guarnición, fue destinado al Batallón del Ejército que cumplía una misión de las Naciones Unidas en Croacia, denominado BEA III. Se había sorteado el nombre del afortunado joven oficial, intrépido y colaborador que se haría cargo del papelerío durante su ausencia, ¿Y a qué no saben?, Sí: de buenas a primeras me encontré un día a las dos de la tarde en un cuartucho casi abandonado con todos los números ganadores y un fajo de papeles en el…, ah si, en el escritorio. El problema con esta designación era que se debía enviar una vez por mes la rendición de cuentas sobre la emisión de pasajes oficiales al comando de brigada de Neuquén, la que era minuciosamente controlada, y su responsable generalmente resultaba triturado por cuestiones de forma, por lo cual dicho trabajo se había ganado el mote de “picadora de carne”. La próxima rendición tenía vencimiento en los primeros días de marzo… 10 de Febrero: Jefe sección piezas Como si eso no fuera mucho, también fui designado Jefe de la Sección Piezas de una nueva Subunidad que se instrumentó para casos de revueltas internas como las de Semana Santa en el ‘87, que se denominó Batería Operacional, cuyo Jefe era el reemplazante de Vergara, el Capitán Eduardo Molli. Este último había llegado a la unidad en diciembre pasado pedido por el mismo With quien –se veía– había estrenado sus influencias al seleccionar a los oficiales que lo acompañarían en el nuevo destino. Flaco, de estatura media y siempre relajado, era la sombra del jefe de grupo y de lealtad rayana a la obsecuencia. Como siempre sucedía y esta no fue la excepción, Molli tenía que delegar las actividades administrativas, ¿Y a quien no saben a quien le tocó? Sí, exacto. Pero el tiempo no era chicle y no podía hacer tantas tareas en tan poco tiempo a no ser que trabaje las 24 horas; Aun así, no iba a ser suficiente. Cada vez que me disponía a encarar un tema para descartarlo, surgía un contratiempo, una contraorden o una imposibilidad en el plazo. Y me la pasaba pedaleando en el barro, mientras me mordían los talones con la pregunta: “¿Y? ¿Cómo ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 23 está la instrucción?” Ya que las tareas –como dije antes– no se aplazaban, sino que se sumaban con una ligereza que abrumaba. Seguía carcomiéndome la cabeza el tema de la instrucción, que no estaba ni en pañales, la confección de las libretas de instrucción, que son una especie de agenda que va a ser supervisada donde se detalla la instrucción día por día tal como lo hacen los maestros, con los objetivos, los métodos de enseñanza, la distribución del tiempo, ¡Las ayudas de instrucción! que eran los materiales que se destinaban a la parte práctica de dichas instrucciones –difíciles de conseguir, por otra parte–, etc. Un tiro para la justicia: En una reunión con Verón, dividimos las tareas del circuito de incorporación, que era una especie recorrido por el que irían pasando los ciudadanos recién incorporados; Ante mi pedido de ser afectado en una tarea menor accedió y quedé como “Guardador de efectos personales”, que consistía en recibir los elementos de valor que trajeran consigo los soldados y guardarlos hasta su primera salida franco. 15 de Febrero: Un caso de insubordinación Caminando a la batería por el costado de la plaza de armas me crucé con un soldado que venía aparentemente desde la guardia. Al pasar a mi lado ni me miró. Lo reglamentario es que salude a cualquier superior, pero el soldado, ni bola; En ese instante pensé que venía distraído, pero luego me enteré que no: Nada de eso. Atiné a saludarlo dejando pasar la formalidad, que en mi caso nunca fue mi fuerte, pero el tipo… nada; No contestó el saludo, y siguió lo más campante con las manos en los bolsillos de su campera douvet y con la mirada fija en el piso. Demoré otro instante en reaccionar, y aunque ya habían sido dos las faltas del conscripto, lo llamé… –Ey, ¡Soldado! Pero el zombie siguió caminando y parecía que nada lo detendría. Volví a llamarlo de la misma manera pero el resultado fue idéntico. Pensé que ya no podía ser una casualidad. Nadie estaba en el lugar como para que creyera que me dirigía a otra persona y todo indicaba que le importaba muy poco que fuera yo o el General San Martín el que lo llamaba. Hasta di vuelta y casi corriendo volví y me puse frente a frente y le llamé la atención: 24 IGNACIO R. CANEVARO –Oiga angelito, ¿No escucha usted? ¿No me vio recién cuando nos cruzamos, no sabe que tiene que saludar a su superior? ¡El tipo… nada!, ¡Yo me quería matar! El soldado con cara de dopado mantenía sus manos en la campera, y en postura como quien espera que pasen los autos para cruzar la calle. Comencé a calentarme cada vez más y no había manera de hacerlo reaccionar. –¡Sáquese las manos de los bolsillos! –y el soldado apenas atinaba a quitarlas con una pachorra increíble. –¡Pegue las manos! –Pero el tipito no se dignaba a hacer esa mísera estupidez, cosa que evidenciaba que estaba dispuesto a cualquier cosa… y lo más triste que por nada. –¡Nombre! –Tampoco. –Ud.es un soldado del BAL o del Grupo? –Menos que menos–. ¿Estaba de guardia? El hombre seguía allí, sin moverse y sin dar señales de vida, hasta que me di por vencido; Ya sin formalismos castrenses le dije: –¿Sabés qué? Sos un boludo, te hiciste enchufar al pedo, por no ¡SALUDAR! Te das cuenta que te buscás problemas que no tenías? Andá nomás che, andá. Como vi que estaba uniformado con casco y fusil, supe que estaba de guardia y fui hasta el puesto más cercano a hablar con el jefe de puesto y preguntar quién era el soldado… ¡que justo venía caminando hacia nosotros! El jefe de puesto, con brazos en jarra, me dijo –Ah, sí, no se caliente mi subteniente, ese soldado no tiene cura; ¿Qué hizo ahora? –Se retobó allá en plaza de armas y lo voy a sancionar. De qué compañía es? –De la Compañía Comando y Servicios, la que está al lado de la Batería “A”, pero no creo que le hagan nada, eh? –Eso lo vamos a ver –contesté como un iluso Mientras iba a ver a su Jefe de Compañía. Pensé: “Si esto no es insubordinación, la insubordinación no existe”. Cuando llegué hablé con su jefe, un capitán que estaba más allá del bien y del mal que, recostado tras un enorme escritorio de madera, y que en pocas palabras me ratificó lo que el jefe de puesto me había adelantado. –Mire subteniente, si quiere sanciónelo, pero le adelanto que no va a llegar a ningún lado. Lo van a enchufar al principio, pero después se la van a sacar. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 25 –Mi capitán, mi intención es sancionarlo y vengo a verlo a usted para que sepa lo que voy a hacer, si no me ordena lo contrario… –No, por mí… –mientras se encogía de hombros y daba una larga pitada a su cigarrillo– haga lo que quiera, pero ya le avisé. Estos tipos se salen con la suya y al final, el que se va a quedar caliente es usted, ¿Me entiende? Así que ya está avisado, pero por mí, está bien. Salí de la Compañía como una tromba y con una impotencia que me rebelaba ya que si esto pasara siempre, el cuartel sería una secundaria sin control y nosotros “señorita maestra”. Cuando llegué a la Batería me encerré en el despacho dando un portazo y me senté a pensar qué haría. Al entrar me había visto un grupo de suboficiales que estaba en el hall central y uno de ellos, el Sargento primero Bravo (Encargado reemplazante de la batería) pidió parte para hablar conmigo. –Mi subteniente, ¿Qué le pasa que vino con esa cara? Bravo llamó al Encargado de Batería, el Sargento Ayudante Riveros, y entre los dos me aconsejaron que vaya a ver a With y él me diría qué hacer. En resumidas cuentas, tenía razón, era una insubordinación –delito grave si los hay en los reglamentos militares– y With se las arregló para le pusieran 30 días de calabozo. Pero… ese Cabo primero se ve que la tenía clara, porque después de dos semanas vi al soldado en cuestión escondiéndose entre los ligustrines para que no lo viera. Tras preguntar en la guardia, le habían levantado el arresto porque lo necesitaban en la Panadería del cuartel, de donde aparentemente era amo y señor. Evidente era que les importaba más hacer pan y venderlo que mantener la disciplina. 20 de Febrero: Permiso para almorzar en el Casino A media mañana me mandó llamar el oficial de operaciones, mayor Manuel Gastaminza para que le explique cómo llevaba adelante la “Semana”. El era nuevo en el cuartel, al igual que With, Molli y Vergara, en reemplazo del Teniente Coronel Martínez, Teniente primero Calcaterra y el Teniente primero Lago. Como oficial de operaciones, el funcionamiento de las baterías eran de su especial interés, y necesitaba interiorizarse en la forma en la que se cumplían los servicios de allí en adelante, para lo cual nos reunimos en un despacho próximo al Hospital Militar. 26 IGNACIO R. CANEVARO Me pidió que llevara los Procedimientos Operativos Normales de la Batería “A”, (especie de reglamentos caseros denominados PON), en los que se detallan las actividades domésticas que implican el servicio de semana y que se desarrollan todos los días, como la manera de uniformar la organización de la diana, la retreta y el silencio. En la diana los soldados se levantan, se dividen en dos grupos y mientras uno va al baño para higienizarse, el otro grupo hace las camas y ordena los cofres –armarios sin puertas– para luego invertir los roles. De la misma manera existían regulaciones para la retreta o el silencio. El resto de las actividades como la instrucción, estaba a cargo de los instructores designados a tal efecto, y no tenían necesariamente ninguna relación con el servicio de semana. Me preguntó si respetaba el PON interno de la Subunidad para estas actividades a lo que respondí que sí, y tomando cada uno de ellos me dijo que detallara cómo las hacía a modo de comprobación. Estaba todo en regla, tampoco era una ciencia, pero creo que actuó bien para su tranquilidad. Un aspecto que no se respetaba taxativamente de estos PON en la práctica, es el lugar donde almuerza el oficial de semana, ya que si bien es claro que debe llevar la tropa al comedor y asegurarse que tengan la cantidad y calidad necesaria de comida y almorzar con ellos, la mayoría de las veces, se le llevaba la comida desde el casino de oficiales hasta la batería, o bien después de racionar la tropa, el oficial se iba para comer directamente en el casino de oficiales. Me preguntó específicamente donde comía, consciente de esta modalidad ambigua, a lo que le contesté –también vagamente, enterado que se hablaba de un tema espinoso– que en ciertas ocasiones me iba al casino de oficiales. Tomó un poco de aire, como pensando qué iba a decir, y me finalmente soltó: –Bueno, pero no exagere, no se vaya todos los días, ‘tamos? –Si… mi mayor, tampoco así lo hago… –como restándole un poco de importancia. Con un gesto frunciendo los labios me hizo ver que no estaba demasiado convencido, pero aflojó. Una vez que pasó este punto crítico, me comunicó que era yo el que recibiría la nueva clase. La última clase de la colimba. 03 de Marzo: Incorporación de los soldados nuevos Día de la incorporación de la clase 1975. Salí del casino de oficiales apenas aclarando a las 6.45 para llegar a la formación de las 7; En el camino, que ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 27 lo hice a pie, me mezclé con una cantidad de muchachos que de civil iban a presentarse al cuartel para comenzar con su “Colimba”. La mayoría reunidos en pequeños grupos, otros solos, buen ánimo, haciendo chistes sobre cómo les iría, sin saber que quien los acompañaba era su futuro superior, trataban de sacarse ese frío que se confundía con el temor a lo desconocido. Casi se podría decir que los comentarios eran jugados, pero comprendí que algunos de ellos quizá nunca habían visto un tipo de verde como yo y les daba lo mismo que fuera el mozo o un súper general. No podía evitar sonreír sin que me vieran al escuchar sus ocurrencias, algunos exageraban demasiado y otros pensaban que venían a una joda; Ni una cosa ni la otra. Mientras caminaba me avivé que todavía no me tocaba hacerme cargo del servicio de semana, ya que éste se tomaba recién los viernes y era jueves, por lo que respiré aliviado, ya que tendría más tiempo para confeccionar la famosa rendición de cuentas de la sección Transportes al Comando de Brigada, que no aún no había tenido tiempo de hacer. Ya me veía venir un buen palo por la cabeza si no la terminaba y trataba de hacerme un lugar en todo el infierno que se venía con la incorporación para fugarme al sucucho ese donde estaban las planillas. Cuando llegamos al cuartel, ellos fueron recibidos por personal de la guardia de Puesto Torre –acceso al cuartel– y yo me desprendí del tumulto para incorporarme a la formación donde se izaría religiosamente como siempre la bandera. Luego de la formación, With dio una corta recomendación sobre el trámite que se venía y comenzó oficialmente el ingreso de los primeros ciudadanos a la plaza de armas de la Guarnición Militar Zapala. Ya estaban dispuestos los pelotones de incorporación alrededor de la Batería “A”, llamada de ahora en más y por un mes –especialmente para los soldados– “Batería de Instrucción”. Estos pelotones eran una serie de puestos compuestos por una mesa, un pizarrón y un par de suboficiales que iban introduciendo a los ciudadanos en sus primeros pasos en la vida militar. Había un pelotón de “Instrucción de Leyes Militares”, donde se les enseñaba que a partir de ese momento y por disposición de la Ley de Servicio Militar Obligatorio (SMO) ellos pasaban a ser sujetos de aplicación de las leyes 28 IGNACIO R. CANEVARO militares, y se les explicaba lo que se consideraba una falta de disciplina, la deserción, lo que era la insubordinación, etc. Otro de los pelotones era el que enseñaba los grados militares, para que pudieran distinguir de quiénes recibían órdenes. Otro, que era uno de los que más revuelo generaba, debido a las bromas que se gastaban entre los mismos futuros soldados, era la peluquería, en la que se les cortaba al ras, muy rápidamente, y los compañeros que lo observaban, había que ver cómo se reían. Algunos venían ya preparados, con el pelo corto, como si eso fuese a evitar que le pasaran la “podadora” nuevamente, lo que no sucedía, y otros –los más– se dejaban sorprender con las ocurrencias de nuestro elegante “coiffeur”. El pelotón fotográfico estaba a cargo del fotógrafo de la Unidad, el Suboficial Principal Cisterna, quien era el encargado de tomar la primer foto con uniforme, con una chaquetilla que se les daba en el momento, claro está que luego de cortarse el pelo. Por último, el de “guarda de efectos personales”, que dependía de mí, pero no lo puse en funcionamiento, sabiendo que al día siguiente los tendría a mano cuando me hiciera cargo del servicio de semana. En su reemplazo, salí corriendo a la Sección Transportes para la elevación de las malditas planillas. A la tarde se me comunica que por una inspección que tendría el Regimiento de Infantería de Montaña 10 (RIM 10) de la localidad de Covunco, la incorporación de dichos soldados se haría en las instalaciones del GA 161 y que si bien yo impartiría instrucción, no lo haría a los soldados que pertenecían al GA 161, sino que sería el uno de los jefes de sección de dicho regimiento de infantería. Así, la incorporación que inicialmente preveía un total de 130 soldados, solo para el GA 161 y la BAL Nqn, ahora ascendía a unos doscientos, por los del Regimiento de Covunco. El Jefe de la Batería de Instrucción (Batería “A” del GA 161), temporariamente sería Verón hasta la llegada de Correa Belisle de licencia, siendo los jefes de Sección hasta el reintegro de los que estaban de licencia, un par de suboficiales superiores. En la Compañía de Infantería (RIM 10), el Jefe era un Capitán y como jefes de sección estaba un Teniente primero y yo. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 29 En la BAL Neuquén, que también incorporó junto al GA 161, figuraba como jefe de compañía un Capitán y como jefe de sección el Subteniente Zerdán. A todo esto cabe agregar que la clase anterior, o sea la clase ‘74, aun no se le había dado la baja, situación que se daría progresivamente cuando la instrucción de la nueva clase ‘75 se fuera completando, aunque ya se estaba licenciando a una cantidad bastante importante. Ellos estaban alojados en las instalaciones de la Batería “B”, con un servicio de semana independiente y serían aproximadamente unos cuarenta o cincuenta que se reservaban para cubrir los turnos de guardia. Mi tarea era ser Oficial de Semana en la Batería de Instrucción (Ba “A” del GA 161) desde el 04 de marzo hasta el 11 del mismo mes, momento en que sería reemplazado por un nuevo Oficial de Semana. A la hora de dar instrucción, impartírsela a los soldados de la Compañía de Instrucción del RIM 10, situación esta última que se mantendría hasta nueva orden. 04 de Marzo: Oficial de semana Al mediodía me hice cargo del puesto de Oficial de Semana. Recibí la batería con un efectivo de unos cuarenta soldados, mientras seguían llegando a toda hora nuevos jóvenes para su incorporación. A medida que llegaban, se les entregaban los uniformes que de manera bastante desordenada se apilaban en montículos y se permitía que ellos mismos se fueran quedando con los que mejor les cabían, tal como lo habían hecho los que llegaron el día anterior. Había novedades por todos lados, como era de esperar: Que “no encuentro ‘botines’ de mi número”, que “todas las ‘chaquetas’ me quedan grandes”, que “No hay un ‘pantalón’ más chico?”, eran las quejas más frecuentes, a lo que con grito pelado los suboficiales a cargo se encargaban de notificarles que no había tiempo para la transición de la vida civil a la militar: –¡Agarre cualquiera que esto no es un desfile de modelos, pedazo de inútil! –y cosas por el estilo. Así es como los tipos salían a los panzazos con la primer prenda que encontraban y se las arreglaban para cambiársela entre ellos más tarde. 30 IGNACIO R. CANEVARO También aprendieron a fuerza de flexiones de brazos que los botines no eran tales, sino borceguíes, que las chaquetas eran chaquetillas, y que los pantalones por un largo tiempo serían “bombachas”. Mientras tanto, la “semana” comenzaba y se empezaban a establecer las primeras pautas: –Aquí hay un Oficial de Semana que soy yo, que soy el Subteniente Canevaro, un Suboficial de Semana, que es el Sargento Sánchez, y están los soldados auxiliares de Semana que son soldados de la clase anterior para colaborar con las tareas del servicio de semana y orientarlos a ustedes, estamos? Las respuestas a lo que acababa de decir eran de lo más cómicas: “Listo”, “Dale” “Ajá” o señales de consentimiento… Todo así. Los soldados denominados “viejos” –los auxiliares– contenían la risa ya que ellos habían tenido de correr bastante para uniformar sus respuestas con un simple “Sí mi subteniente”, pero eso no se podía exigir de buenas a primeras, primero se los debía enseñar y luego machacar hasta que saliera naturalmente. –Ajá las pelotas; a partir de ahora, cuando les hable un superior y deban contestar le van a decir “Sí mi… lo que sea, estamos? Si es un sargento será ¡Sí mi sargento!, y si les hablo yo, ¡Sí mi subteniente! ¿Está claro?” –Pero algunos seguirían con la misma costumbre por un par de días más. Por la tarde comenzó la instrucción, formación de por medio en la que hice entrega de los soldados a los instructores que le darían las primeras nociones de orden cerrado, mientras yo me hacía cargo de los soldados de la sección del RIM 10, en la Batería Comando y Servicios, al otro lado de la plaza de armas. La instrucción de éstos últimos, era exactamente igual a la que recibían los del GA 161, y básicamente se distribuía en el mismo sector, o sea en la plaza de armas. Un playón de concreto rodeado de ligustrines al que convergían todas las baterías. Una vez terminada la instrucción, a eso de las seis de la tarde, dejé la sección con su jefe y fui a la Batería de Instrucción para recibir los soldados del GA 161, quienes se veía habían aprendido lo primero que se aprende en la colimba, o sea a ejecutar movimientos vivos, conocido por todo el mundo por “baile”, porque llegaron en forma de tormenta, envueltos en una nube de polvo, en medio de gritos de “carrera mar”, “cuerpo a tierra”, o “rodilla a tierra”. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 31 A nadie sorprendía este hecho ya que históricamente había sido así, todos quienes han hecho alguna vez la colimba saben a lo que me refiero, y estos bailes no eran un tormento injustificado, ni prácticas sádicas, ni vejaciones, ni nada que se le parezca, sino un medio correctivo de faltas cuya culpa sobre si es o no un medio idóneo, no debiera caer en cabeza de quien los ejecutaba, sino en el propio sistema que así lo contemplaba desde hacía añares, con el consentimiento expreso o tácito de la totalidad del ejército y hasta entonces de gran parte de la población civil. Quedan excluidos de estos bailes –por supuesto– los excesos, que están minuciosamente enumerados en el Código de Justicia Militar y que deben ser reprimidos como corresponde. Quien intente quitarse la soga del cuello de que nunca hizo bailar a nadie, no podrá decir lo mismo cuando se le pregunte si lo padeció alguna vez, pero no me explico cómo hizo para llegar hasta donde llegó sin haber hecho alguna vez esta práctica, ya que los superiores veían esto como una discapacidad en el mando si no lo hacía. Igualmente me siento como teniendo que explicar que no solo yo he visto el color amarillo del sol. En la Batería de Instrucción esperaban más jóvenes de civil que habían llegado durante toda la tarde para su incorporación. Como era viernes, fue la última vez que el depósito de ropa habría sus puertas para entregar el uniformes a los recién llegados, quienes vivieron la misma experiencia que los anteriores. Mientras tanto, aquellos que llegaran después del viernes a la tarde, no recibirían instrucción hasta que no tuvieran su uniforme. Cosas de la milicia… A eso de las siete de la tarde, hora en la que finalizaron las actividades, me hice cargo de las tareas que había por delante. Ahora era el momento de cubrir el bache en los pelotones de incorporación, y hacer la recolección de los elementos personales de valor que hayan traído los soldados y que serían entregados en guarda hasta su primera salida franco. En la cuadra ya había sido improvisado un enclenque servicio de cuartelero, casi de vista, para que los soldados se fueran acostumbrando. Se les explicó qué era el servicio de cuarteleros y de imaginarias. El primero se dividía en dos turnos, uno por la mañana y otro por la tarde, cuya misión era mantener ordenada y ventilada la cuadra, a cuyo fin se les brindarían los elementos de limpieza que fueren necesarios. Y que el servicio de imaginarias, que estaba compuesto por cuatro turnos de dos horas de duración, tomaban el puesto a continuación del cuartelero por la tarde, o sea que serían como cuatro cuar- 32 IGNACIO R. CANEVARO teleros, pero por la noche, y su misión era la de velar por el buen descanso del resto de los soldados, evitando luces y ruidos, siendo relevados al término de cada turno por el que le sigue en orden. Este orden sería “Imaginaria de primera, de segunda, tercera y cuarta hora”. Con la premura con la que se fueron luego de la instrucción, los cuadros restantes, olvidaron dejar confeccionada la lista de servicios, donde debía quedar consignado los nombres de los soldados afectados al servicio de cuarteleros e imaginarias, razón por la cual ordené a Sánchez que, como suboficial de semana, hiciera una provisoria y la pusiera en práctica, por lo menos hasta que Rivero, vuelva el lunes. 05 de Marzo: Sábado. Como en todas las incorporaciones, la instrucción no se suspendía los fines de semana. Estaba programado que por la mañana se impartiera la primera instrucción de armamento. A las 6.45, Diana – hora de “levantar la Batería”–. Luego sobrevino el desayuno que fue servido al costado del edificio de la Batería; Mate cocido con leche y un pan. Se presentó la Batería de Instrucción a Verón, quien rápidamente ordenó el comienzo de la instrucción, luego de lo cual y como era habitual, fui a la batería comando y servicios a reunirme con los soldados de Infantería, quienes me esperaban para su instrucción. Durante la mañana estuve con mi sección, controlando cómo los suboficiales daban en diferentes pelotones los contenidos, interviniendo esporádicamente para aclarar algún tema o para comprobar si se había comprendido bien algún otro. Al mediodía se hizo un alto para almorzar de igual manera que el desayuno, o sea con los “elementos de rancho”, que son los utensilios que disponen los soldados para comer en el campo. Por mi parte, almorcé en mi habitación de la Batería, con la comida que me alcanzó Seguel, el soldado camarero del casino de oficiales. Por la tarde se recibió la orden de aplazar la instrucción hasta el día siguiente porque se debía concurrir a un servicio de Banda, en una suerte de concierto que daba la Banda de música de la guarnición en cine del cuartel. Con ello se trataba de distender a la tropa en los primeros roces de la realidad cuartelera, y de esa manera adaptarlos en forma progresiva. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 33 Temas de cumbia, cuarteto, rock y todo cuanto pidieron los mismos soldados se escuchó retumbar en ese ambiente en un principio tirante, pero se ve que las previsiones dieron su fruto más de lo esperado, ya que al cabo de una hora, los sapucay de estos espectadores jubilosos pasaron al desorden, parándose en las butacas para el revoleo y guerra de birretes, lo que no fue contenido por los pocos suboficiales que estaban a cargo. Era como un tiempo para el “viva la pepa” que se descontroló a tal punto que apenas se podía oír la Banda, que como si no pasara nada seguía tocando. Al maestro de banda, Teniente Barrientos, sólo le interesaba cumplir el cronograma y nadie pudo hacer nada para poner un poco de cordura a la velada que se suponía era para distender a los muchachos, que estarían “perdidos” en ese ambiente desconocido… Al salir de ese “recital rockero”, me dio un poco de bronca ver cómo llevaban la tropa del GA 161 a la cuadra: En grupete de amichis, a las carcajadas, fumando, los soldados por un lado, los superiores encargados por el otro, como si la formación que tanto se les habían tratado de enseñar, fuese solo cosa de la instrucción. Cuando salieron mis soldados del RIM 10, los hice formar y les resalté el mal ejemplo que tenían frente a ellos –con un poco de vergüenza por ser ese mal ejemplo, justamente los soldados del Grupo de Artillería 161– y los llevé marchando hasta la Batería Comando, donde los entregué a su oficial de semana. Cuando regresaba por la plaza de armas, todavía la Batería de Instrucción no había llegado ya que estaban desperdigados por todo el cuartel. Allí terminó mi amor. Tomé las riendas del suelo y la reuní en una cancha de básquet a cuadra y media de la Batería y desde allí los llevé a los saltos, mientras los reprendía por el desorden y la pachorra exhibida. Los suboficiales que estaban a cargo, quedaron en off-side porque en realidad eran ellos los culpables, y la verdad es que me hubiese gustado que se incorporaran al baile, como bailarines de primera, pero eso no estaba permitido. Igualmente los separé a un costado y les ordené que todo desplazamiento por las instalaciones del cuartel se debía hacer “en formación”. Cuando llegamos a la Batería, nos encontramos con la novedad de que habían llegado aún más jóvenes, quienes lógicamente estaban vestidos de civil, que se pusieron a la espera de nuevas órdenes, conjuntamente con los otros diez que ya lo hacían desde la noche del viernes y la mañana del sábado. 34 IGNACIO R. CANEVARO Esto representaba un problema ya que si bien habían sido incorporados, no recibían la instrucción que corresponde, aunque yo había ordenado que mientras estén dentro de la cuadra, prestaran atención para no quedar demasiado rezagados. Pero esto no era para nada suficiente, a un tipo con pantalones y era difícil adaptarse al cuartel con jeans y remera; Así que estaban allá, en un rincón de la cuadra, hablando en voz baja, como si fuesen renegados. Luego de la cena, otra vez la novedad de la lista de servicios; No había imaginarias designados para esa noche. Llamé a Sánchez y ordené se hiciera cargo de la misma, presentándome luego a la hora de acostar, los cuatro imaginarias que cumplirían la tarea. La Batería se acostó a las 21.45 y a las 22 no volaba una mosca. 06 de marzo: Desaparece Carrasco Domingo. Durante la noche continuó la llegada de gente para la incorporación. Amaneció despejado y templado, casi un lujo para esa época del año. Ya eran bastantes los que estaban de civil dentro de la cuadra y los recién llegados se habían acoplado. Algunos habían conseguido alguna cama, otros –llegados más hacia la mañana– esperaban sentados en el piso al fondo de la cuadra. Levanté la Batería como siempre con el clásico “Batería de Instrucción, ¡Arriba!”, y los soldados se colocaron al pie de sus camas para que el suboficial de semana –Sánchez– los hiciera “numerar” a fin de saber la cantidad de soldados que había en la cuadra, a los que se agregaron los que esperaban al fondo. Así, por ellos el efectivo de la Batería había ascendido a casi ochenta soldados, aunque –como ya diría antes– no recibirían instrucción ese día, y no serían incluidos en el parte de novedades como efectivo hasta el lunes, fecha en que se les proveyera de uniforme y equipo. Mientras los soldados realizaban las tareas de diana, Sánchez confeccionó el parte de novedades, en el que se detalla la cantidad de efectivos con los que cuenta la Batería, los presentes, los ausentes si los hubiera y sus motivos, además de cualquier otra novedad que se haya producido durante la noche. Al término de las actividades de diana y ya con el parte confeccionado, Sánchez hizo formar la batería dentro de la cuadra para que yo la salude, y haciendo adoptar la posición de firmes, ordenó: ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 35 –“Batería, Fir-mes: Al oficial de semana, ¡vista dere-cha! Buen día mi Subteniente, efectivo de la Batería 66 soldados, presentes 66” –y ya con tono más bajo e inclinándose hacia mí, continuó: –“Mi Subteniente… Anoche hubo una novedad en el servicio de imaginarias: El tercer imaginaria no se levantó para cubrir su turno y el Soldado Lucas casi hizo dos turnos seguidos”. –“Está bien Sánchez, marche” –contesté convencido que esta situación era una más de las tantas similares que me habían sucedido, pero con otros soldados. Al retirarse Sánchez, saludé a la Batería con los buenos días e inmediatamente empecé a maldecir a los gritos por el problema comentado por Sánchez. Los soldados no sabían ni de qué hablaba, me miraban como si estuviera loco, algunos tambaleaban del sueño mientras yo me paseaba por el pasillo de la formación con las manos atrás diciendo: –“Así que hay soldados que se hacen los pistolas, que son bananas y no se levantan para cumplir con el servicio… ¿¡Porque tienen sueño!? Miren soldaditos de plomo, yo les voy a contar lo que pasa cuando alguna de sus diminutas cabezas peladas se le ocurre pensar en no cubrir el servicio que se les asignó. Sucede que cagan al otro boludo que tiene que ser reemplazado por ustedes, ¡¿Entienden?!, O al que le sigue, como el soldado Lucas!, o no es así soldado Lucas… ¿Cuántas horas estuvo usted de imaginaria Lucas?”. –“¡Cuatro mi subteniente!!” –gritó desde el la puerta del detall con el lampazo en la mano. –“Exacto, cuatro horas porque el soldado…, ¿Qué soldado no se dignó a levantarse anoche?! –y un frío silencio invadió la cuadra como deteniendo el tiempo. –“El soldado… Carrasco, mi subteniente” –contestó Sánchez. –“Muy bien, soldado Carrasco… ¿Quién es el soldado Carrasco? –pregunté con más calma. –“Yo mi subteniente” –se oyó tímidamente desde la mitad de una de las filas. –“Y se puede saber porque carajo no se levantó anoche y cagó al soldado Lucas?” –en voz alta para que todos escucharan lo que casi con seguridad sería una excusa estúpida. 36 IGNACIO R. CANEVARO Cuando alguien no cumple con su servicio, el sistema de seguridad falla, pero por sobretodo, lo que debiera interesarle al que lo hace es que sobrecarga a sus compañeros, produciendo roces que derivan en peleas, las que no siempre terminan en buenos términos. Por eso fue la llamada de atención, que no fue para Carrasco en particular, a él le tocó ser el que sufra el señalamiento de la falta ante sus compañeros, pero la intención fue que el tema quedara claro para futuras ocasiones. –“Porque me sentía mal, mi subteniente…” –en voz tan baja que apenas se podía oír. El pobre Carrasco me dio el pie que necesitaba para que quedaran claras varias enseñanzas a partir de ese instante: Las contestaciones a los superiores, siempre debían ser en voz alta, casi gritando, y si me preguntan porqué… no lo sé, pero supongo que así funcionaba la cosa desde que en diciembre de 1901 se aprobó la Ley Nº 4031 de servicio militar obligatorio auspiciada por el general Pablo Ricchieri, por lo que le llamé la atención por el tono y seguí preguntando, casi convencido de que la respuesta sería un “No, mi subteniente”, lo que me confirmaría que era otro de los casos en los que no se levantaron a cubrir el servicio, simplemente porque se dejaron vencer por el sueño: –“Ah… se sentía mal. Y dígame: ¿Ahora quiere ir a enfermería, supongo?”. –“No, mi subteniente” –Con el mismo tono de voz. –“Ah, ahora se siente bien?” –ya más impaciente. –“Sí mi subteniente” –fue la resignada respuesta. Y se produjo nomás… En ese momento no me quedaron dudas que quiso quedarse durmiendo, siguió contestando tan bajo, que puso en evidencia que no acusó recibo de mi reproche anterior y toda la Batería tenía que entender que las órdenes no cumplidas o cumplidas mal, son sancionadas, y el método más común de sanción –cuando la falta no fuera grave y ameritara el calabozo– era el popularmente denominado “baile”. La cuadra entera se sacudió con las órdenes que siguieron: –“¡Cuerpo a tierra!” –pero sólo se tiró Carrasco. –“¡Esto va para todo el mundo! ¡Batería cuerpo a tierra! Cuando un soldado comete un error, lo pagan todos, así que más vale que se “pongan en caja” y empiecen a hacer las cosas como corresponde, estamos?” –acotó Sánchez. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 37 “Ponerse en caja” en la jerga militar equivale a la expresión civil de “poner las barbas en remojo” o para los más jóvenes, “ponerse las pilas” y no todas las acepciones que se les dio, especialmente a manos de la prensa que luego buscó frenéticamente golpes de efecto sobre la opinión pública, para evidenciar “incitación a la violencia entre compañeros” que –por lo menos mientras yo estuve al mando– nunca ocurrió. Siguieron unos pocos minutos de movimientos vivos, entre “cuerpo a tierra”, “sentarse y pararse”, en forma muy rápida y continua, para que quedara claro lo que acababan de aprender: el error de un soldado, lo pueden sufrir todos y eso tiene especial importancia porque de suceder durante un conflicto, podría llevar a la muerte a todos o gran parte de sus compañeros, sólo por un descuido. Un soldado que no cubre su puesto de guardia, deja a sus compañeros indefensos, habiendo confiado en él su descanso. La hora de la presentación de la Batería para la instrucción ya me pisaba los talones, y se suspendió el “baile” hasta que fuera necesario, lo que no tardaría en suceder. –“De todas maneras Sánchez, que el soldado cubra algún otro servicio… de cuartelero… no sé, pero que haga algún turno, estamos? –“Estamos mi Subteniente” –dijo Sánchez mientras acomodaba unos papeles en la tablilla de anotaciones. –“Hoy la instrucción es con armamento: lleve a los soldados a “Sala de Armas”, y de allí haga formar la Batería para la presentación a los instructores” –Le dije a Sánchez mientras salía al playón lateral de la Batería para hablar con Verón y adelantarle las novedades. La Batería fue presentada en horario, luego de lo cual me fui corriendo a la Batería Comando para hacerme cargo de mi Sección de Instrucción, con los soldados de Infantería, quienes me esperaban fusil al hombro, pues como siempre, aprenderían lo mismo que los soldados del GA 161. La instrucción por la mañana de los soldados de Infantería transcurrió sin sobresaltos, con normalidad, pero no así la del GA 161, que al otro lado de la Plaza de Armas se suspendía a cada rato para bailar a cargo de sus instructores. Ellos disponían de más tiempo, los soldados del Grupo de Artillería se quedarían todo el año para recibir instrucción cuando les hiciera falta, pero yo debía procurar que en el poco tiempo que se había asignado, salieran “listos”, ya que una vez que recibieran la instrucción correspondiente al Subperíodo 38 IGNACIO R. CANEVARO Básico –que dura aproximadamente un mes– volverían al Regimiento original, en Covunco. Recién cuando se fuera esta sección, yo podría ser instructor de los soldados del GA 161, pero ellos ya estarían más instruidos y les sería más leve. Hacia el mediodía y para el alivio de la tropa, se suspendió la instrucción hasta el lunes; El calor se hacía sentir por encima de los treinta grados y me hacía pensar que de haber continuado la instrucción por la tarde, hubiese sido un suplicio. Lo que seguía era almuerzo en el rancho de tropa, siesta, y “actividades varias” durante la tarde, siendo esto último una especie de tiempo de descanso que se aprovechaba para reacondicionar el equipo (costura del uniforme, etc.) a fin de comenzar la semana, que venía movidita. Cuando volví a la Batería, la tropa regresó tal como la última vez, y a juzgar por los gritos de sus instructores, seguiría siendo así: “Carrera mar”, “cuerpo a tierra”, “alrededor mío carrera mar”, “rodilla a tierra”, etc. Los soldados disponían de poco tiempo para asearse y preparar los “elementos de rancho” y concurrir al comedor de tropa. En breves instantes la Batería pasó de la instrucción al descanso reparador del almuerzo y ya racionaba asado con papas. Como siempre, fui a la cocina para controlar la comida, charlé con el cocinero y volví al comedor de tropa. Los soldados se notaban cansados, algunos continuaban agitados; otros hasta con el cuello y cara teñidos con sudor y tierra. Mientras, un sol radiante asomaba por las ventanas abiertas que dejaban entrar una caldosa brisa que no daba tregua. Era un típico domingo, ese repetido domingo soleado, aburrido, sin viento, sin ruidos, caluroso, muy calmado, olor a parrilla… “Cosas de domingo…”. Aproximadamente a las 14.20 regresamos a la Subunidad y en la puerta de la misma, mientras ingresaban los soldados llamé a Sánchez y le dije: –“Haga limpiar los elementos de rancho; A partir de este momento, “siesta” hasta las 16.30 hs, y entonces los levantamos y que laven la ropa interior, lustren los borcegos, lo que sea, estamos? Yo me voy a almorzar al Casino de Oficiales y vengo para levantar la Batería. Cuando llegué al Casino, a eso de las 14.30, sólo estaba en el comedor la subteniente Troncoso, quien ya había terminado de almorzar y miraba el final de “La familia Benvenuto” o algo similar en televisión. A la fecha estábamos alojados solamente tres oficiales debido a que Wallnofer, Parodi y González ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 39 no habían llegado a Zapala aún. Wallnofer había regresado de una misión en el Batallón Argentino en Croacia y estaba en comisión en Buenos Aires, y tanto Parodi como González estaban de licencia, de la cual regresarían para incorporarse a las actividades el lunes 14 de marzo. La Subteniente enfermera Peralta estaba de Turno en el Hospital Militar Zapala. Charlamos un rato sobre lo pesado que era estar de semana con ese día, eso de tener que estar un domingo, metido en el cuartel, no era como para pasarla bomba justamente. Cuando Seguel –el mozo– me trajo el postre, Troncoso se disculpó diciéndome que estaba cansada y que se iría a descansar a su habitación; Así quedé solo en el comedor y Seguel retiró la mesa para quedarse en la cocina. Comí el postre por la mitad porque estaba realmente cansado, se me cerraban los ojos, la tele aturdía y pensé en irme a mi habitación para descansar un poco. A penas me recosté en la cama miré el reloj que marcaba las 15.15, me dije que por lo menos me quedaba un ratito para hacer la digestión y quedé planchado. Un ruido que no supe identificar me despertó sobresaltado, y de inmediato tomé conciencia de que se me había hecho tarde para llegar a tiempo a la Batería. Eran las 16.25, pero aun debía cubrir a pie las casi ocho cuadras que me separaban del cuartel. Mi intención hubiera sido bañarme y cambiarme con ropa limpia, pero dejé de lado la idea y salí como un rayo para no pasar el papelón de que fuera Sánchez quien levante la misma, cubriendo mi tardanza. Corriendo por momentos y al trote por trechos, llegué sin embargo a la Batería, que –lejos de tener apuro– continuaba durmiendo mientras crucé a Sánchez en el pasillo que venía del baño a medio vestir. Deberían ser como las 16.35 hs. Mientras esperaba que Sánchez terminara, fui al detall de la batería donde encontré a Suárez y Salazar tomando el mate que les cebaba un soldado nuevo, de apellido Barros. Obvio era que no correspondía, pero se ve que “aprovecharon la volada” e hicieron valer su condición de soldados viejos, como si fuesen más antiguos. Cuando entré se pararon y me saludaron, pero algo no encajaba: estábamos sobre la hora de levantar la Batería, y tenía tres soldados tomando mate, solos, en el detall donde se supone que Sánchez tendría que estar haciendo el 40 IGNACIO R. CANEVARO parte de novedades para llevar a la guardia. El suboficial de semana, brillaba por su ausencia y no apuraba el paso para terminar con su aseo personal. Lo único que atiné a decir fue: –“Y usted qué hace acá?” –le pregunté al soldado nuevo que tenía una pava y el mate en la mano. –“No… es que estamos cebando mate mi subteniente, ¿Quiere uno?” –me contestó lo más inocente. –“No, no quiero, ya veo que está cebando mate, pero por qué está acá, qué hace levantado?” –insistí. –“No… este… lo que pasa es que estoy como cuartelero, bah, estoy reemplazando al cuartelero, mi subteniente”. –“¿Y dónde está el cuartelero?”. –“En el baño de afuera, mi subteniente” –en evidente alusión al baño exterior de la Batería. –“Entonces, si está de cuartelero, ¡Desaparezca y vaya a cumplir con su tarea! ¡Carrera mar de acá!” –y salió como un cuete el tipo en dirección a la cuadra. Les pregunté a Suárez y Salazar por qué demoraba tanto Sánchez y ordené que vayan a decirle que se apure, que había que levantar la Batería. De inmediato vino Sánchez acomodándose la camisa dentro de la bombacha y entró en el detall, donde se empezó a confeccionar el parte de novedades a mandar a la guardia. Con una demora de diez minutos, o sea a las 16.40 más o menos, la Batería se levantó y Sánchez dirigió el trámite rutinario de la misma manera que lo hacía para la diana. Mientras esperaba que estuvieran listos, caminaba de un lado a otro y el sargento Sánchez ordenó que vayan terminando con la actividad que estaban realizando para poder numerarse; En ese momento recordé que el cuartelero aún permanecía en el baño exterior de la Batería, por lo que mandé a Suárez a buscar al mismo para poder reemplazar al famoso “cebador de mate”. También pregunté a Salazar: –“Che, hace cuánto que salió este cuartelero?”. –“Y… unos diez o quince minutos antes de que usted llegue, mi subteniente”. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 41 Miré mi reloj y ya marcaba como las 16.50 horas. O sea que este tipo se había ido 16.20 más o menos y media hora era demasiado para que esté en el baño… En ese mismísimo instante entró Suárez y me dijo: –“No hay nadie mi subteniente, el baño está vacío” –con un cierto aire de sorpresa. –“Y dónde mierda está este boludo?”. –“No, la verdad no sé mi subteniente…”. –“A ver Sánchez: ¡Vaya a ver al baño exterior y traiga al cuartelero de una vez! –Ya con fastidio. Sánchez salió en busca del cuartelero, que sólo él sabía era Carrasco, ya que si bien yo le había ordenado que cubriera un servicio cualquiera, no tenía presente que ya había le había asignado dicho puesto. Al mismo tiempo, me hice cargo de las tareas que Sánchez había dejado pendientes con los soldados y ordené que fueran –esta vez todos juntos para poder controlarlos– al baño interior de la batería para higienizarse. Una vez dentro del baño, la cosa se complicó por no tener espacio suficiente para cada soldado en las canillas de los lavatorios y se empezó a gestar el desorden que era previsible. Los soldados se molestaban unos con otros y se peleaban por acceder a las canillas, las jaboneras caían al piso, hacían lo propio las toallas de cara y en definitiva había grupos de soldados que aprovechaban esta situación para hacer chiquilinadas como mojar al de al lado, sumado a los gritos y carcajadas que retumbaron en el baño como si estuvieran sin un superior delante que ponga límites a la tertulia. El tema es que llamé al orden, pero la verdad es que eso era un quilombo; claro, los soldados solo tenían de soldados el uniforme, pero por lo demás, eran muchachos en el viaje de estudio de 5to año. –“¡Atención!” –y se detuvieron momentáneamente los gritos– Aproveché para decir: –“¡Hacer silencio!, cada uno se lava rápidamente la cara, se higieniza y sale para la cuadra para terminar de hacer las camas”. Pero no hubo caso, era como si hubiera pasado un burro, y siguieron tal como habían empezado, con los gritos y todo lo demás –“¡Atención!” –y nuevamente todo el baño quedó en silencio– Con más fuerza ordené: “Batería cuerpo a tierra”, a lo que siguieron murmullos de 42 IGNACIO R. CANEVARO quejas, ruidos de jarros en el piso con los que se enjuagaban al lavarse los dientes, etc. Volví a ordenar firmes, y los soldados se pusieron de pié: –“Pareciera que están de joda, no? ¡Qué se piensan!, ¿Que van a hinchar las pelotas todo el tiempo? Están equivocados. Vuelvo a escuchar un ruido más, una queja más, un murmullo más y se van a arrepentir porque van a ‘ejecutar’ (bailar) como locos, estamos? Y no se los digo en joda”. –“¡Batería cuerpo a tierra!” –y como en un concierto, cada una de las prohibiciones que di, se cumplieron de manera casi desafiante. Invariablemente esto sucedía muy a menudo con las distintas clases. Era una especie de pulseada entre el superior que toma el mando y los subordinados que deben obedecer; generalmente sucedía durante los primeros días de incorporación, al comienzo de esa nueva relación de mando-obediencia, y la mayoría de las veces era para tantear, para semblantear al superior y eso definía qué tipo de relación iban a tener. Si el superior no se imponía, perdía capacidad de mando, que la terminaba por relegar en quienes lo desafiaron, por eso he aprendido que hay que ser terminante, imponerse desde un primer momento, pero por sobretodo muy cuidadoso con las advertencias que uno hace, ya que luego debe estar preparado para cumplirlas. Y justamente “bailar como locos” no era un firmes y un cuerpo a tierra; Tenía que ser algo que los sacuda y termine por convencer que por lo menos “con este no se jode”. Sólo eso: ni más ni menos. –“Muy bien” les dije: “Ustedes eligieron” –Y redoblando la apuesta– “Tienen exactamente un minuto para dejar los elementos de higiene en sus cofres y formar en la calle que pasa por detrás de la Batería, porque sino se les agrega otro rato más de joda. ¡Carrera mar!”. La mayoría de los soldados salieron a tiempo, es más, sólo uno llegó tarde, pero tal como dije antes, “si no vas a cumplir, no adviertas”, por lo que pese al esfuerzo que habían hecho los demás, debieron sufrir el desgano de su compañero. –“Muy bien, ¡Alto usted! ¿Cómo se llama? Y me contestó… (no lo recuerdo ahora, pero da igual). –“Porque el soldado llegó tarde, ahora van a tener que ejecutar un rato más, pero eso no le importa a él no? Nooooo!, a los demás tampoco, supongo; Entonces así será”. –y arrancamos con una sucesión de movimientos vivos con dirección al Cerro Gaucho, en los fondos del cuartel. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 43 Cuando comenzábamos, el sargento Sánchez regresó del baño exterior con la novedad que no había encontrado al cuartelero. En ese momento le ordené al soldado Salazar que vaya a buscarlo en los edificios aledaños, en los parques de automotores y las cantinas del BAL y del Grupo de Artillería. Continuamos con los movimientos vivos y llegando al pie del cerro, al dar la voz de “rodilla a tierra”, me sobrepasó un soldado que venía vistiendo ropa de gimnasia, pero calzado civil, y lo más llamativo fue que eran unos típicos zapatos Kickers de gamuza beige, esos que en un taco tenían un agujero de color verde y el otro azul o rojo. Aun hoy los recuerdo. No sabía que todavía hubiera gente sin proveérsele zapatillas, por lo que al dar una rápida mirada a mi alrededor, pude observar que no era este soldado el único que vestía así; No estaba bien que hubiera gente ejecutando movimientos vivos con ropa civil, por lo que decidí uniformar la tropa con ropa provista, haciéndolos vestir de combate, que sí sabía se les había entregado. Al volver a la Batería y ya en la puerta trasera de la misma, me encuentro con el soldado Salazar que volvía de las cantinas y me informa que no había encontrado al cuartelero. Hice entrar la tropa a la cuadra para que se cambiaran, dándole la orden a Sánchez que continuara con los movimientos vivos en dirección al Cerro Gaucho, y que llevara al soldado Suárez para anotar a los soldados que no ejecutaran bien (los movimientos vivos), mientras yo iba a darle la novedad al Oficial de Servicio por teléfono. En la jerga militar, “dar la novedad” –según se enseña desde el mismísimo primer año del Colegio Militar– tiene varios efectos y consiste en informar a un superior una situación que debe ser conocida para ser resuelta por éste. Traducido y sintetizando, significa –textuales palabras académicas– “descargar la responsabilidad” propia en el superior, quien releva al primero de ese problema. Numerosas cuestiones son informadas como novedades, y entre las más comunes se destacan faltantes de personal, material, roturas, necesidades de reparación, etc. Eran las 17.10 hs, y el soldado Salazar se quedó en la batería junto con un grupo de más de diez soldados que no habían recibido sus uniformes aun. Los restantes soldados iban saliendo a formar atrás de la Batería a órdenes de Sánchez, mientras llamé a la guardia de prevención para ubicar al oficial de servicio, quien no se encontraba en el lugar. El jefe de guardia me dijo que 44 IGNACIO R. CANEVARO trataría de comunicarse por radio, a lo que pedí transmitiera que si podía venir a la Batería para pasarle una novedad. Al cabo de unos minutos el oficial de servicio fue ubicado y vino a la Batería. Habrán pasado unos diez minutos desde mi llamado a la Guardia, y en el mismo hall de la Subunidad le informé la situación: un soldado que se desempeñaba como cuartelero había desaparecido. –“¿Cuando fue esto Canevaro?”. –“ Y, este soldado, me dicen los que lo vieron, salió al baño exterior a las 16.20 más o menos, mi Teniente” –miró el reloj y dijo: –“¿Y quién es este soldado?” –mientras se disponía a apuntarlo en una agenda. En este momento me di cuenta que no sabía quién era el soldado cuartelero. Siempre nos habíamos referido al soldado faltante como ‘el cuartelero’, pero era el soldado Carrasco, y que tuve que dejar esperando a Barrientos para ir a preguntar al detall quién era ‘el cuartelero’. Cuando regresé le dije: –“Es el soldado Carrasco, Omar Carrasco, mi Teniente”. –“¿Ya lo buscó?”. –“Sí, sí: ya mandé al soldado Suárez, al sargento Sánchez y el soldado Salazar, pero nadie lo encontró”. –“Bien, voy a llamar al jefe de unidad” –me dijo mientras tomaba el teléfono– “Usted vaya con la tropa”. Ni bien estaba saliendo por la puerta trasera de la Batería, un soldado a la carrera me dice que me llaman por teléfono. Era Gastaminza, quien me preguntó los datos personales, como de dónde era Carrasco, pero al no tener idea tuve que dejar el teléfono y preguntar nuevamente a un grupo de soldados que salía del baño interior de la Batería y que aun no se había unido al resto de la tropa. Uno de ellos, el soldado Molina, se identificó y me dijo que Carrasco era de donde él vivía, y me fue contestando las preguntas que me hacía Gastaminza al otro lado del teléfono. Gastaminza me decía que estos datos eran para pasar a la policía, y que cualquier novedad que tuviera le avise a él y al Oficial de Servicio. Al escuchar un ruido en la puerta de entrada, veo que entra a la Batería el Sargento Guardia, por esos momentos sancionado con “Suspensión de Suboficial” por pegarle a un soldado. Guardia se presentaba a mí, en mi función de ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 45 Oficial de semana, todas las noches, tal como es reglamentario, para dar una especie de presente, pues él debía cumplir la sanción en su casa, sin concurrir al cuartel, durante los más de treinta días de arresto que le impusieron por esa causa. Cuando ve el alboroto que era ese hall, me pregunta qué era lo que estaba pasando a lo que le comenté de la desaparición de este soldado que estaba de cuartelero. Él sólo atinó a aconsejarme que lo busque por la ruta 40, porque si se había fugado, ésta sería la vía que usaría para salir del cuartel. Para apoyar esta conjetura comenzó a contarme una anécdota en la que años atrás, mientras él se desempeñaba como suboficial de semana, lo mismo hizo un soldado que se encontraba de imaginaria por la noche, pero se dieron cuenta a tiempo como para salir en su búsqueda y encontrarlo ‘haciendo dedo’ en la Ruta 40, justo detrás del Barrio de Suboficiales. Luego de esos breves minutos de charla con Guardia, fui en busca de la tropa que no se había alejado mucho a órdenes de Sánchez, y continuamos juntos en dirección al Cerro Gaucho. Al pasar por la calle que pasaba por delante de la cantina pude ver al soldado centinela del “puesto Polvorines”, y acercándome al mismo le pregunté si no había visto un soldado nuevo, de apellido Carrasco, pero me contestó que no había pasado nadie por ahí en su turno de guardia. En ese momento pudimos ver que se acercaba por la vereda el suboficial de semana de la Batería “B”, sargento Lara, a quien también pregunté lo mismo, con idéntico resultado. La Batería seguía ejecutando movimientos vivos a órdenes de Sánchez, que se limitaba a hacerlos correr alrededor suyo y hacer llamados de “atención” para corregir las faltas que se iban cometiendo, a pocos metros de donde nos encontrábamos. En medio de la polvareda que se levantaba, se pudo oír el ruido de una moto que se acercaba por la misma calle en donde nos encontrábamos; Era el soldado de la clase anterior Esquivel, quien fue llamado mediante señas para que acercara. –“Esquivel, ¿Viste a un soldado nuevo dando vuelta por acá, vos?” –le pregunté en cuanto lo tuve cerca. –“Yo vengo del Barrio de suboficiales probando la moto y me parece haber visto a uno de los nuevos cerca de ‘Casa de piedra’.” –“¿No sabés si estaba de combate…, si estaba con ballenera”? –pregunté sabiendo que así estaban vestidos antes de mi orden de pocos minutos atrás. 46 IGNACIO R. CANEVARO –“Y… la verdad es que estaba medio lejos, no le presté atención, aunque sí estaba de combate, mi subteniente” –fue la respuesta. –“Bueno. Hacé una cosa: Agarrá la moto y andá a la zona de ‘Casa de Piedra’ y tratá de buscarlo a ver si lo encontrás; Recorrete el Barrio e inclusive el campo que separa al barrio con la Ruta 40. Yo mientras voy a ir en el auto para ver si también puedo localizarlo por el Barrio de suboficiales, estamos?”. Llamé a Sánchez, quien hizo detener el remolino de gente que corría a su alrededor y le dije: –“Sánchez, acá Esquivel me dijo que posiblemente vio a uno de los nuevos por Casa de Piedra; Me voy a buscar el auto y voy a recorrer el barrio de suboficiales para ver si lo puedo encontrar. Usted siga y suba al cerro, que dentro de un rato vuelvo”. A todo esto serían como las 17.40 hs, y al atravesar la batería por la puerta de atrás hacia la puerta de adelante, me encontré justo en la calle que pasa por delante de la misma a Barrientos, quien me preguntó si tenía alguna novedad sobre Carrasco. –“No, nada mi Teniente, sólo que un soldado viejo dijo haber visto a uno de los nuevos cerca de ‘Casa de Piedra’ y yo me estaba yendo a buscar el auto para ir allá a ver si lo encuentro…” –mientras le señalaba el estacionamiento que estaba frente al Hospital. –¿Dónde queda esta ‘Casa de Piedra’? –“Mi Teniente, vendría a ser el quincho de Suboficiales –me pareció una obviedad– está justo en la entrada del Barrio”. –“Bueno, vaya para allá y ya que pasa por el Hospital, entre y verifique si no entró algún soldado hace poco”. Cubrí la cuadra que me separaba del Hospital al trote, pues no quería perder el supuesto contacto que había logrado el soldado de la moto, Esquivel. Cuando entré estaba todo muy calmo, no había nadie en la mesa de entradas, más bien estaba pelado. Me dirigí sin más a la sala de internación mientras decía en voz alta “Hola, ¿hay alguien?”, cuando de pronto salió a mi encuentro Claudia Peralta, quien estaba de turno y me dijo: –“Hola Nacho, qué hacés acá?”. –“Estoy buscando un soldado que desapareció. ¿No sabés si vino algún soldado hoy a la tarde? No tenés ningún soldado Carrasco acá con vos? ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 47 –“No, mirá que tengo unos cuantos internados, pero nadie de ese nombre”. –“¿Podemos ir a verlos?”– Aunque no lo reconocería si estuviera, por lo menos les preguntaría. –“Sí, claro”. Primero entramos a la sala general, al final de un pasillo, donde no habían internados. Me mostró las camas pero efectivamente no había nadie. Luego me llevó a una sala más pequeña, que quedaba regresando de la sala general, a la derecha del mismo pasillo que ya habíamos pasado. Tenía ventanales hacia la ciudad de Zapala y habría unos cuatro o cinco soldados. Tuve que preguntar a cada uno su nombre, pero además de no ser ninguno Carrasco, les pregunté de qué unidad eran, respondiéndome de lo más variado. Recuerdo que uno era de Primeros Pinos y otro del BAL. A pesar de la hora, estaba empezando a mermar la luz del sol, se notaba por la poca iluminación de los pasillos del hospital, por lo que me di un poco de prisa para llegar al barrio con buena visibilidad. Salí del Hospital siempre acompañado por la Peralta, quien llegó hasta la puerta y crucé la calle que me separaba con el estacionamiento para buscar mi auto. Tomé la calle que me llevaba al barrio de Suboficiales, pero al inicio de la misma, pude ver algunos autos estacionados sobre la banquina cercana a la “Casa de Piedra”, lugar de referencia del soldado de la moto, Esquivel. Bajé del auto y entré, pero no había más que una fiesta, ya que se estaba festejando el cumpleaños de una de las hijas de Verón, aunque –como me enteraría más tarde– el verdadero cumpleaños era en otra fecha. Ya dentro, hice llamar al Teniente y las señoras, madres de los chicos que estaban en la fiesta, me ofrecieron bocaditos, mientras buscaban a Verón en la parte trasera. Eran las 17.55 hs. Cuando llegó, le informé la novedad, le pedí instrucciones, le expliqué lo que se estaba haciendo, pero solo atinó a decirme lo que siempre y cada vez que había que tomar una decisión que importara algún área vital del cerebro: “Qué cagada”, rascarse la cabeza y mirar para abajo, y no me quedó otra que continuar solo en el auto, para no desperdiciar más el tiempo. Tomé por la calle lateral que bordea al barrio y que lo separa del cuartel, torciendo la curva hacia la derecha, mirando en cada una de las salidas de calles hacia el interior del mismo, para ver si encontraba a este famoso soldado “de los nuevos” al que imaginaba deambulando, como perdido. 48 IGNACIO R. CANEVARO Luego de la curva, una recta en dirección a la Ruta 40 me condujo al Puesto Bomba, ubicado en el extremo N. O del barrio, distante a unos 300 o 400 metros de la ruta. Era un puesto de guardia, con varios soldados a cargo de un suboficial, el sargento Durán, que cuando llegué estaba siendo visitado por el Sargento Ayudante Chávez, quien había ido con su auto –un Fiat 147 color crema– por un corte en el suministro de agua. Pregunté al jefe de puesto sobre Carrasco, pero no tenía novedades, al igual que a los soldados que estaban dentro del dormitorio de tropa, incluyendo al soldado apostado en el lugar, para no dejar a nadie fuera. Me junté nuevamente con los suboficiales y pude ver que el color del auto de Chávez ahora era igual al mío, al que debía repintar por un “toque” que tenía en el capot, por lo que le pregunté también sobre precios, lugares, etc. Esa demora nos permitió ver, a lo lejos, a la Batería que ejecutaba a órdenes de Sánchez en la “cumbre” del Cerro Gaucho, y también oír –según las trajese la brisa de la tarde– algunas órdenes que no se alcanzaban a interpretar, pero lo que veíamos era más que suficiente. Al no tener noticias sólo me restaba terminar de recorrer el barrio por fuera y un par de calles internas para dar por terminada la búsqueda. Así lo hice por un camino que “cerraba” la vuelta que había dado en el sentido de las agujas del reloj, pero al llegar al extremo N. E, me encontré con un tronco de árbol atravesado en el camino, por lo que no me quedó otra más que regresar por donde había venido, para cumplir con el trayecto de Casa de Piedra hacia la ruta. Hecho esto último, me interné a través de un par de calles en el barrio de suboficiales, pero estaba vacío, ni la gente que allí viví daba muestras de estar haciendo algo, por lo que ahora sí, me fui al cuartel nuevamente para dejar el auto en el estacionamiento y reunirme con la Batería en el cerro Gaucho. Una vez que dejé el auto, llegué al cerro corriendo como a las 18.25 hs. y retomé el mando de la batería que corría en círculos a órdenes de Sánchez, con el soldado Suárez que lo seguía por detrás, casi en el mismo lugar donde los vimos desde el Puesto Bomba. Allí, apenas hago hacer unos pocos “carrera mar” – “rodilla a tierra”, Suárez me indica que había un soldado que estaba corriendo con la suela del borceguí en la mano. Lo llamé e hice ir a la Batería y esperar allí hasta nuestra llegada. “Lo salvó la suela”, le dije… Al poco de reanudar los movimientos vivos, el soldado Esquivel subió con su moto por la “pista de manejo” y se me acercó para darme la novedad que había recorrido la zona que le había indicado sin encontrar a nadie, incluso la ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 49 Ruta 40, que a la vista estaba despejada, tras lo cual lo dejé en libertad para que continuara con lo que estaba haciendo al momento en que nos encontramos. En una ocasión, cuando había ordenado “carrera mar”, fui sobrepasado por casi la mitad de los soldados, y pude oír sobre el costado derecho de mi cabeza, una cosa que pasó zumbando; ¡Era un piedrazo!, que por detrás me habían tirado y gracias a la mala puntería del soldado, pude conservar la cabeza sobre los hombros. Obviamente de allí en más decidí hacerlos correr sólo delante mío, mientras les decía que eso era cosa de cobardes, alargando el tiempo de la “excursión”. Mis órdenes de movimientos vivos eran alternadas con “correcciones”, que más bien y para ser sincero, eran reprimendas que por el vocabulario, hubieran hecho sonrojar a cualquier barrabrava en un estadio de fútbol, por todas las cosas que habían hecho y seguían haciendo mal. Desde la desaparición de Carrasco, que no se tenía idea de dónde podría estar, las faltas cometidas dentro de la cuadra, como el desorden en el baño, las camarillas que se formaban para hacer desorden y las demoras en el cumplimiento de las órdenes para cambiarse, hasta las faltas cometidas en el mismo “baile”, como esta que acababa de suceder. La verdad es que yo ya no tenía interés en seguir con esta manija; El día había sido medio pesado con esto del calor y la desaparición del soldado como para continuar con más de lo mismo, pero mientras ejecutaban había soldados que se demoraban, que molestaban a otros y hasta impedían continuar; Algunos se mostraban cansados, y yo les decía que la mayoría no lo estaba y los tenían que ayudar, que debían hacer de cuenta que éramos parte de un equipo, en donde de nada servía que unos pocos lleguen a la meta, si la mayoría llegaba tarde. Era una de las primeras cosas que siempre se aprendían en la vida militar, que se debía dejar de lado el individualismo, que había que ser solidarios con los compañeros que tenían dificultades, etc. Pero se notaba que molestaba el tener que correr por culpa “del otro”, y había quienes tomaban en serio esto de impulsar al otro a llegar hasta el lugar indicado por mí, pero obviamente había otros que se resistían. Entre carrera y carrera seguía con la perorata de lo mismo, incluso me ponía como corredor a vencer, diciendo que el que llegara delante mío, no corría más, cosa muy común entre los oficiales jóvenes, y que cumplía, pero la mayoría continuaba “embarrando la cancha” y hacía desorden, con quejidos cuando ordenaba “cuerpo a tierra”, a lo que trataba de evitar diciéndoles que 50 IGNACIO R. CANEVARO “así gimen las putas”, ¡Ustedes son soldados carajo!, “lo hubieran pensado antes de joder en el baño” y cosas por el estilo. A todo esto se agregaba la desaparición de un soldado mientras cubría un turno de servicio, cosa que por lo menos a mí me seguía pareciendo que era una avivada como lo habían hecho tantos otros desertores. Así es que les decía: “Acá tienen que hacer las cosas bien y no van a tener problemas, pero si hacen como Carrasco, que se fue a la mierda y seguro que en este momento debe estar tomando una cerveza con la novia, entonces van a estar cagando al resto que se queda acá, porque van a correr todos por la cagada que se mandó el otro, estamos?”. Mi intención era regresar a la Batería lo antes posible. Ya había sido bastante y estaba medio harto de este tira y afloje con la tropa, pero cada vez que me disponía a “pegar la vuelta” una nueva boludez se presentaba y me obligaba a continuar. Ya estábamos rodeando el “cementerio de los Trannack” entre corridas cuando advertí que sí o sí debíamos volver, pues el redoblante de la guardia que habitualmente toca “rancho” a las 20 horas me hizo ver que no llegaríamos a tiempo para cenar en el comedor de tropa. En ese momento llamé al soldado Müller, uno de los que más se había destacado durante la tarde y le ordené que vaya corriendo al comedor a avisar al Oficial de Servicio que estábamos yendo un poco retrasados. Ahora sí con la intención que no sucedieran nuevas demoras, hice encolumnar la Batería y al trote llevé por el costado del comedor en dirección a la Batería para que rápidamente se higienicen y tomaran los utensilios para racionar. Cuando pasábamos por el comedor, pude ver que Barrientos estaba en la puerta, y dejando la Batería a órdenes de Sánchez, me fui para darle la novedad personalmente. El teniente lo tomó con soda, pero me pidió que “apurara el trámite” para que no se prolongara el horario del racionamiento y pueda acostar la Batería a retreta, como corresponde. Con respecto a la falta del soldado Carrasco me indicó que en el parte de retreta, no olvidara colocar “Desde las 16.30 falta el soldado Carrasco, sin causa”. La Batería entró en el comedor a las 20.20 hs y a las 21.45 hs se acostó sin nuevas novedades. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 51 11 de Marzo: Viernes al mediodía terminaba mi turno de servicio de semana. Me reemplazó Verón al que le entregué la Batería con la novedad del Soldado Carrasco faltando sin causa. Correa Belisle había regresado de licencia el lunes 7 de marzo y había retomado el mando de la batería dejando a Verón a la par mía. Tal como indica el procedimiento, hicimos los trámites de rigor por la falta del soldado. Técnicamente Carrasco no era un desertor ya que recién esa noche se cumplirían los cinco días y sus noches para que sea así considerado por el Ejército según el Código de Justicia Militar, pero eso no era de incumbencia del oficial de semana de la Batería de instrucción, sino más bien del área de Personal, ubicada en el Puesto Comando –también llamada “Mayoría”– que se dedicaría a confeccionar la documentación correspondiente. Desde la perspectiva de la Batería de Instrucción, sólo se borraría a Carrasco de los efectivos de la misma, pasando a tener un soldado menos. 13 de Marzo: Parodi y González volvieron a Zapala para iniciar al día siguiente con sus actividades en el cuartel. La González vino acompañada con su hermana Paola, quien estaría de visita por un tiempo y se hospedaría en el Casino de Oficiales. Amaneció con un sol espectacular. Había elecciones de constituyentes en la ciudad de Zapala y durante la mañana los solteros del casino fuimos a votar. Ya en el desayuno se nos había ocurrido la idea de irnos a almorzar y pasar el día en Villa Pehuenia, en el Lago Aluminé. Iríamos la González, su hermana, Parodi, Mariana Peralta y yo. Rápidamente cargamos en el baúl de mi R-12 algunas pocas cosas y pasamos por el Puesto Roca saludando al Jefe de Puesto con bromas sobre las elecciones. Salimos como lo hacíamos siempre, sin ser revisado el interior del vehículo como así también el baúl, ya que ese tipo de inspecciones se hacen a quienes son ajenos al cuartel, como las visitas y proveedores. Tras poco más de una hora, llegamos al lugar, en una bahía tan redonda como hecha con un compás. En poco tiempo el asado estaba listo y luego de almorzar conocimos lo que es nadar en un lago del sur: A pesar que había casi treinta grados, solo una 52 IGNACIO R. CANEVARO capa superficial de un metro del lago estaba como para nadar, ya que si quería nadar por debajo de ella, el agua estaba tan fría que parecía ser pinchado por agujas. Cuando caía la tarde, sacamos unas últimas fotos y levantamos campamento, regresando entre cantos y bromas. 14 de marzo: El Acta de deserción En la formación de la mañana, se dio la bienvenida al último turno de licencia que ahora se incorporaba a sus actividades. La Batería de Instrucción ahora contaba con un subteniente por cada una de sus secciones. Parodi se hizo cargo de su sección y continuamos la instrucción como tal como había sido planificada. Asimismo, González y Troncoso regresaron al Hospital Militar Zapala, sumándose a la Peralta, que había estado muy sola por la licencia de las demás. A media mañana me mandó llamar With al Puesto Comando del Grupo. En su despacho, me hizo unas preguntas que –según entendí– eran de rutina sobre la desaparición del soldado Carrasco, que a la fecha se había transformado en desertor. Luego me ordenó que fuera a verlo al Sargento Ayudante López, Encargado de Personal, quien estaba llevando el papelerío de la actuación por deserción. Ya con López, contesté preguntas como si sabía el motivo de la fuga del soldado, si tenía conocimiento de algún problema que haya tenido, si se habían guardado sus elementos personales, etc. El formulario estaba fechado como si hubiese sido confeccionado el sábado próximo pasado, o sea el 12, y al pie del mismo estaba mi aclaración de firma, la del Sargento Sánchez, la del jefe de Batería, Capitán Correa Belisle, y la del Sargento Ayudante René López. Yo advertí que la fecha estaba antedatada, pero no le di mayor importancia ya que era obvio que los fines de semana no se trabajaba y ese sábado no había sido la excepción. En definitiva estaban haciendo lo mismo de siempre: Los papeles en el cuartel, eran para los militares y rara vez reflejaban lo que realmente pasaba, pero por lo menos “en los papeles, todo era como debía ser”. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 53 16 de Marzo: Se fuga Castro Martes. Cuando llegamos a la Batería luego de la formación de la mañana, me encuentro con la novedad que también a Verón, que estaba desempeñándose como oficial de Semana, se le había fugado un soldado. Se llamaba Juan Sebastián Castro, pero luego me enteré que a diferencia de la desaparición de Carrasco, la semana anterior, no se habían realizado las mismas gestiones para su ubicación. “El problema no es mío”; En todo caso –conjeturé– la diferencia de actitudes se debe a que son diferentes los mandos que estaban a cargo. Igualmente repasé los procedimientos que se efectuaron durante mi semana y quedé convencido que se había actuado con la corrección reglamentaria correspondiente: Una vez detectada la ausencia del soldado, se dio la novedad al oficial de servicio y éste al Jefe de Unidad, para que se de parte a la policía y se libre orden de captura. En el caso de Castro, no me constaba lo que se había hecho, pero no parecía haber el mismo movimiento que el seis de marzo, y eso que había sido domingo. Dos días después, Verón entregó la semana con la novedad de un soldado faltando sin causa: el Sold. C/75 Sebastián Castro. El oficial que lo reemplazó fue el Subteniente Parodi. 24 de Marzo: Inteligencia Militar prepara la “Historia Oficial”. Años después se conoció la declaración del Oficial Inspector de la Policía Federal, Héctor Palacio, de la Subdelegación de la Policía Federal de Zapala, que traté de extractar ahora para que se vaya formando el panorama que, aunque yo no veía, se estaba creando. Palacio dijo que en horas del mediodía de este 24 de marzo, concurrió su delegación el Teniente Coronel Jordán, Jefe del Destacamento de Inteligencia 163, dependiente del Cdo Br M IV de Neuquén. En dicha oportunidad, Jordán se entrevistó con el Jefe en ese momento, Subcomisario Pirsic, mientras él se encontraba presente. Según manifestaba Jordán, concurría a los efectos de realizar “tareas de inteligencia” y cerciorarse por intermedio de la fuerza policial, de la presencia en la ciudad de Zapala de integrantes de organizaciones de Derechos Humanos, además de requerir información sobre la gestación de alguna marcha o manifestación en relación a la desaparición del Soldado Carrasco y a las gestiones que el padre de éste hizo públicas en relación a su paradero en los medios de prensa el 22 de marzo de 1994. 54 IGNACIO R. CANEVARO Dijo Palacio: “En un momento de la reunión Jordán me preguntó que pasaría si el soldado no aparece más, a lo que le manifesté que si el soldado no aparece más, va a ser un gran problema para el Ejército; Si aparece muerto habría que ver, dónde aparece muerto, si aparece afuera, va a ser un problema del Ejército porque en la investigación que se realiza quizás no se encuentren los culpables y va a seguir siendo un problema para el Ejército, y si aparece adentro se va a circunscribir a los últimos que tuvieron contacto con el soldado y va a ser más corta la investigación de la justicia para determinar los autores…”. La actividad que desplegaba el ejército a través de la Icia Mil (Inteligencia Militar), comenzó de menor a mayor. Primero sondeando las distintas posibilidades que se presentarían dado el caso de una “aparición” del soldado Carrasco. ¿Pero… es que ya sabían dónde estaba Carrasco? A juzgar por las preguntas de Jordán a Palacio pareciera que sí. Y si sabían dónde estaba, ¿Por qué no lo traían de una oreja? Sucede que no era tan fácil… Más bien no tan solo sabían dónde estaba, sino cómo estaba: El Ejército e Inteligencia Militar sabían que Carrasco estaba muerto, tenían su cadáver y no sabían cómo “presentarlo en sociedad”. El tema era saber dónde cuernos iba a aparecer este soldado que había desaparecido de la faz de la tierra hacían ya casi tres semanas. Tenía razón el Oficial Inspector Palacio en cuanto a que si aparecía fuera del cuartel, el problema del Ejército iba a ser mayúsculo, no tanto por la dificultad en la investigación, sino porque el Ejército venía teniendo incontables gestos para cerrar las heridas del pasado. Ahora estábamos en una época distinta, no tenía ninguna vinculación influyente en la esfera de la Justicia Provincial, pero sí contaba con un potencial amigo en la Justicia Federal: El Juez subrogante Rubén Caro, aunque éste no pisaba demasiado fuerte en Zapala. Además, sólo debían sortear un pequeño obstáculo: Era apenas subrogante, y para llevar adelante este tipo de investigación necesitaría un nombramiento. El Ejército no estaba dispuesto a tener que tolerar una investigación que ventilara los fantasmas del proceso militar y por eso optó por la vía más fácil, una de las que sugirió sin saberlo Palacio, el cuerpo aparecería adentro del cuartel, la investigación sería corta y se responsabilizaría seguramente a quienes tuvieron el “último contacto con el soldado” y con ello, todo el mundo contento. Se habría pagado un mínimo precio por un episodio que amagaba potenciarse como una bola de nieve. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 55 26 de Marzo: El diario1 Río Negro editó una nota con título Extraña desaparición de joven conscripto Era la primera vez que se hablaba de la desaparición de uno de los soldados, luego de las dos “deserciones” de la primera etapa. Fue un comentario de Parodi, porque fue él quien contó que “estaba en pelotas” con las novedades del servicio de semana que acababa de tomar, reemplazando a Verón. Dijo “pasé un veranito” cuando uno de los padres vino a preguntar en la primera salida franco por su hijo, que ahora sabía era Carrasco y le dijo que quizá estaría por ahí, luego, que no era de esta Unidad, y una serie de macanas en las que se fueron turnando con otros suboficiales que tampoco sabían dónde estaba realmente el soldado, pero la insistencia del padre dejó al desnudo que en realidad, ellos no estaban enterados que Carrasco, al haber sido considerado desertor, se había quitado del efectivo de la Batería, por lo que en su planilla no figuraba ni como ausente, ni nada. La novedad de Carrasco ahora solo figuraba en personal que llevaba el teniente Alejo Sánchez. 30 de Marzo: Semana Santa: “Que Canevaro se quede” Por la tarde, mientras los cuadros se refregaban las manos ante la inminencia del franco largo de semana santa, With me mandó a llamar a su despacho. Como si me estuviese pidiendo que vaya a la esquina a comprar un kilo de pan, sacó una carpeta de uno de los cajones de su escritorio y me la entregó. Al verla mi cara se desfiguró: era un “trabajo de gabinete”, una especie de trabajo práctico que se realiza entre los cuadros para dar instrucción y así se comprueba la capacidad del disertante ante el resto de los oficiales a la vez de aumentar los conocimientos de los que lo reciben. –Para cuando es esto…, mi teniente coronel? –Para el regreso de licencia” –contestó sin inmutarse. Obviamente que no podía decir ni “mú”, ya que “antes que el franco está el deber”, como me hubiera dicho cualquier prócer, por lo que dije –aún sin reaccionar– “Estamos, mi teniente coronel”. “Me cagó el viaje a Córdoba” –dije saliendo de su despacho. 1 Diario “Río Negro” del 26 de Marzo de 1994, página 27. 56 IGNACIO R. CANEVARO Debía tomar la decisión: “O me voy igual a Córdoba, o me quedo y lo hago”. Ni me había puesto a leer sobre el tema del que se trataba, pensaba que era lo de menos… Pero cuando lo hice, no me cupieron más dudas: debía quedarme… 31 de Marzo: Los solteros del Casino habían decidido viajar a sus casas, y casi todos ellos tenían diferentes horarios de salida. Por la tarde fui a acompañar a Parodi a la terminal de ómnibus y pronto quedé solo en el Casino, con la soga al cuello por la clase a impartir el lunes aun sin empezar. Casi llegando a la noche comencé por esbozar un proyecto, pero no daba pié con bola. Al faltarme marco teórico, era como diseñar un cohete y no saber nada de física. La cuestión era complicada por lo técnica y por sobretodo por lo carente de publicaciones al respecto. Si hubiese existido internet… Se trataba de hacer un trabajo sobre una teoría que no estaba implementada dentro del arma de artillería, salvo en algunos países que –por comentarios aislados– me había enterado que ya lo estaban haciendo. Leí bastante al respecto, pero no sacaba nada en limpio. Tras unas horas me abandoné en el sillón del comedor bloqueado y desconcertado a la espera de la cena. 02 de Abril: Con el amor propio hecho trizas y la vergüenza de no poder despegar solo, decidí ir a la casa de Gastaminza, quien amablemente se había ofrecido para ayudarme en lo que yo necesitase con referencia al “trabajito” encomendado. Aún me carcomía la cabeza el tema de cómo dar una clase sobre un tema que no dominaba, pero confié en que podía empaparme de teoría en las próximas horas, aunque no quedaba mucho tiempo, ya que estábamos rozando la noche del sábado. “Muchos datos… todos aislados… necesitan… ¡Muchos alfileres!” –dije– consciente que estaba muy en bolas como para pararme frente a un grupo de oficiales, todos superiores, y “exponer” sobre un tema que no dominaba y como si fuera poco, carecía absolutamente de información. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 57 Muy tarde de madrugada, cansado y aturdido me fui a descansar como para darle la puntada final el domingo. 04 de Abril: Como el 2 de abril fue Sábado, se pasó la conmemoración del 12 aniversario de la Recuperación de las Islas Malvinas al lunes 4 de abril. A la mañana y a la hora señalada llegué hasta el Puesto Roca, donde esperé a que llegara la sección de desfile para el acto. En esta ocasión estaba como abanderado del Grupo de Artillería, y la ceremonia no demoró más que unos pocos minutos. Unas pocas palabras… y cada uno a su casa. Flaco recuerdo les hicieron. La formación con escasos efectivos casi no hizo romper la rutina de la Guarnición, que podría decirse todavía no había vuelto de las minivacaciones de Semana Santa. Para primera hora de la tarde estaba programada la instrucción de cuadros, donde seguramente pasaría un papelón. Almorcé en el Casino y hasta ese entonces seguía preparando placas y repasando lo que iba a decir. Antes de las 15 ya estaba en el Puesto Comando preparando las ayudas de instrucción, que se reducían a un proyector de transparencias, las pocas placas preparadas y algunos afiches. Cuando With me indicó que en minutos más comenzaría mi clase, fui a la sala de situación y me llevé una buena sorpresa al ver que sólo habían cuatro entre oficiales y suboficiales. Casi faltaban los grillos que hicieran el famoso “cri-cri”. Cuando vino With, lo miré como diciendo ¿Esperamos a los que faltan?, pero la respuesta cerrada fue un terminante Comience que estamos todos, y se sentó en primera fila. La puta que te tiró de las patas –dije sin que escuchara– Tanta historia para esta mierda… Claro que la clase fue todo un éxito, ya que nadie entendía un corno de lo que estaba hablando y el único que me “ayudó” con sus preguntas fue With, lo que me confirmó que sólo él sabía sobre el tema. No fue hasta mucho tiempo después que entendí el real significado de este “trabajito”, que a primera vista parecía ser uno más para “foguear” al oficial que se inicia en este tipo de exposiciones. 58 IGNACIO R. CANEVARO A la luz de los acontecimientos que más tarde sucederían, el objeto de la clase bien se compadeció con la intención de que me quedara en Zapala durante el franco de semana santa. ¿Para qué? Pues bien, para cerrar lo que hasta entonces era el inicio de la llamada “Historia oficial”. Solo el Subteniente Canevaro se quedó en el cuartel durante Semana Santa. Tiempo después, el haberme quedado en semana santa, fue vinculado al del pantalón que alguna vez le pedí a González. Por ahora eran solo dos hechos aislados que no tenían ninguna relevancia. Dos clavos más para Moreno Campos. 06 de Abril: Hallazgo del cadáver: La Icia Mil toma la delantera. Inacción de la Justicia Federal –No tiene derecho a salir, está detenido. –Ah, ¿Sí? –Dijo K... y agregó enseguida – ¿Por qué motivo? –No hemos venido para decírselo. Regrese a su cuarto y aguarde. Se ha puesto en marcha el procedimiento: todo lo sabrá Ud. en el momento indicado. FRGAMENTO DE “EL PROCESO” DE FRANZ K AFKA Por la mañana y después de la formación, cada jefe de sección comenzó con la instrucción. Estaba programado instrucción de tiro. En la reunión previa con el Jefe de Batería se nos ordenó que la efectuáramos detrás del edificio de la batería A. Se había levantado un poco de viento y el cielo comenzó a nublarse. Aproximadamente a las 11 de la mañana Correa Belisle nos llamó a su despacho, y nos ordenó que dejemos la instrucción a cargo de los suboficiales. La semana anterior había sido suspendida una sesión de tiro en el Cerro Gaucho porque hubieron rebotes de bala que caían sobre los techos del Parque de Artillería. Nos ordenó que buscáramos un lugar apto para continuar con la práctica de tiro interrumpida. Nos dijo además que de la tropa se haría cargo directamente el oficial y suboficial de semana, en el momento de finalizada la instrucción porque ese día la tropa almorzaría antes de lo previsto. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 59 Cuando salimos, lo único que pensamos era que habíamos zafado de la instrucción y luego de un paseo por el campo en busca del lugar adecuado, nos íbamos a ir al Casino directamente a almorzar. Fuimos hacia unos acantilados que había en el sector este, pero desistimos pues estaban demasiado lejos. Volvimos, almorzamos y fuimos al cuartel como siempre a la formación de la tarde. A las 15,30 llegamos al estacionamiento de la guarnición y pudimos ver que había gente formada, pero como no teníamos ninguna orden en particular, fuimos directamente a la Batería. Allí nos dijeron que debíamos ir donde estaba formada la Unidad, lo que hicimos y una vez llegados, preguntamos qué era lo que pasaba. Nadie tenía idea: Lo que sí, en el Puesto Comando había un ambiente fuera de lo habitual, la gente entraba y salía varias veces, con rapidez, como que algo estaba pasando… y seguro no era nada bueno. En un momento dado, vino levantando polvo un jeep por la calle que viene de la guardia. Bajaron el Capitán Molli y otros tantos que entran al despacho de With. A los pocos segundos salieron con una cara… Mientras, los cuadros esperando como marmotas sin órdenes allí parados sin hacer nada. Bajaron las escaleras y subieron al jeep que partió raudamente por el lugar de donde vinieron. La orden era “esperar”… Sí, esperamos, hasta que luego de unos quince minutos volvieron de ese lugar misterioso, formamos y With anunció que realizando un rastrillaje con la tropa en la búsqueda de efectos perdidos, fue encontrado un cadáver de un soldado en las inmediaciones del Cerro Gaucho. La noticia paralizó a medio mundo. With estaba con los ojos enormes y muy abatido. Se le notaba extremadamente cansado y los que lo rodeaban, como Molli con una actitud acelerada, como sacados. Continuó hablando de lo que se venía, que era terrible lo que había pasado y cosas por el estilo. Luego se hizo romper la formación y los jefes de batería se reunieron el él. Se había dado la orden de suspender la instrucción, y de mantener a la tropa dentro de las subunidades a la espera de nuevas órdenes. Cuando fui a la Batería “A”, ya estaban los suboficiales arriesgando de quien era ese cadáver. Recuerdo a Rivero comentar con Bravo y los demás suboficiales en el detall sobre el asunto. 60 IGNACIO R. CANEVARO No decían es tal o es cual, la mayoría estaba dudando, excepto alguno que otro que lo había visto y que decía que no estaba tan diferente, “…Para mí es uno de los que se fueron durante la instrucción, ese Castro, Carrasco o algo así…”. Allí empecé igual que el resto a tratar de recordar algo, pero fue inútil. No tenía ni la menor idea de quiénes eran. Tanto se habló, reunidos en el hall de la Batería, que algunos comenzaron a salir para ir al Cerro Gaucho para echar una mirada. También yo caí en esa curiosidad medio morbo de ir a ver el cuerpo. Jamás había visto un cadáver, lo más cerca de hacerlo fue en algún accidente, pero trataba de escapar de ver la escena mirando a otro lado. Esta vez iban la mayoría de los suboficiales de la Batería y la verdad es que me deje llevar. En varios grupos íbamos conversando y yo me encontraba en el más retrasado. Cuando llegamos al pequeño cerro, que era utilizado como “pista de manejo” –por ser donde se instruye a los conductores de camiones en zona de montaña– encontramos un soldado haciendo guardia, pero había dejado pasar a todos los que iban delante nuestro. Le pregunté: –¿Para qué está acá?, pero no tenía ni la menor idea; sólo atinó a contestarme: –No sé mi ‘suteniente’, me dijeron que me ponga acá, y acá me quedé… –A partir de ahora no dejes que nadie más suba al Cerro, ¿entendiste? –‘Tamo mi suteniente!’ Cuando llegamos a la “cima” estaba el Sargento Giambroni, también con consigna inexistente, solo para estar. Nos acercamos un poco pero a los pocos pasos me detuve. La verdad era que no quería ver eso. ¿Y qué me importa lo que digan los demás? –Pensé– Si no me gusta, no me gusta. La mayoría se acercó hasta el mismo lugar donde yacía el cuerpo, lo miraban de diferentes ángulos y hacían comentarios. Otros se quedaron en el lugar y yo quedé hablando con Giambroni hasta que decidieron bajar del cerro. Cuando llegamos a la Batería ya habían regresado los soldados, supongo que del lugar donde los llevaron luego de encontrar el cuerpo. Estaban en descanso, sentados en la galería, conversando en voz baja, algunos con la mirada perdida. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 61 Estuvimos allí conversando en el hall mientras Correa permanecía en su despacho. Ya casi de noche Correa Belisle me llamó a su despacho y pude ver que estaba lleno de papeles en su escritorio. Preguntó dónde estaba el cuaderno de cuartelero, el de leyes penales, partes diarios de la Batería, partes de Grupo, y un sinnúmero de documentación adicional que iba tildando en una hoja larguísima de fax de cómo de unos tres metros y que era solo una parte del requerimiento que aún no terminaba de llegar al Puesto Comando directamente desde el Comando del Vto Cuerpo de Ejército. Y eso no era todo… aun seguían recibiendo directivas directas del General Halperín. Le comenté que tenía entendido que el cuaderno de cuartelero y el de leyes penales recién se había confeccionado a partir de la deserción de Carrasco, que no lo habíamos comenzado a hacer desde el primer día sino desde el cuarto, o sea desde el lunes 7 de marzo, a lo que me contestó que ya lo sabía, si él lo mismo lo había mandado a confeccionar, pero eso era lo que teníamos y me dedique a reunir el resto de la información. Volví al hall donde estaban los suboficiales y transmití la orden del capitán. Cada uno salió en búsqueda de lo que le correspondía y muy de a poco se fue reuniendo lo requerido, aunque era de esperar que un mes después habría faltantes de todo tipo. Que el parte diario de tal fecha no está…, que tal otra cosa no la tenemos nosotros, y no sé cuántas novedades más me fueron pasando. A su vez yo se las transmitía a Correa quien en su despacho recibía lo encontrado. Parecía que todo el mundo en el cuartel tenía una tarea similar, ya que todos buscaban algo, aunque el mayor movimiento visible se desplegaba entre la Batería “A” y en el Puesto Comando. En este último la cuestión era aun más complicada: además de recibir los faxes y las llamadas telefónicas, ellos mismos tenían que enviarlos y efectuarlas, a distintos lugares, y así se pasaban de una oficina a la otra With, de la Fuente y Molli entre otros, sin dejar de contar a los suboficiales que como Aciar y López, hacían lo propio. La visita de oficiales y suboficiales del BAL Neuquén, cuyo edificio compartía con el GA 161 y recientemente había sido reconectado a través de una puerta que estaba cerrada, no se pudo resistir y así legaron el Teniente Coronel Cerrutti y su plana mayor alternativamente. El Puesto Comando parecía un “hormiguero recién pateado” y la actividad no cesó nunca; Por lo menos hasta lo que yo pude apreciar, que después se verá que fue muy poco… 62 IGNACIO R. CANEVARO Ya casi de noche, más o menos a las 18,45, me mandaron llamar desde el puesto comando y me hicieron pasar al despacho del segundo jefe, Mayor de la fuente. Tras su escritorio estaba el Teniente Coronel José, que se identificó como el Juez de Instrucción Militar N° 93 y su secretario, Suboficial Mayor Zurita, que venían del Comando de Brigada de Neuquén. Con una semisonrisa hizo una pequeña introducción del porqué de su presencia, lo que resumió muy elocuentemente con un “por este quilombo del día de hoy”, lo que sin sacar demasiadas conclusiones pude interpretar que se debía al hallazgo del cuerpo del soldado en la ladera del cerro Gaucho… ¿¡Qué otra cosa podía ser!? Se ocupó de que habláramos informalmente, me trataba de vos y hacía reflexiones sobre los problemas que todo este episodio estaba generando mientras Zurita a su lado, alistaba su máquina de escribir, pero sin tocar ninguna tecla. Su rostro ya mostraba los signos de la tensión a la que estaba sometido; sus ojos enormes y redondos estaban rojizos y llamaba la atención lo expuestos que estaban. Sus preguntas eran de lo más básicas y dirigidas exclusivamente a saber algo sobre la desaparición de Carrasco: –¿Usted estaba de Oficial de semana el mes pasado cuando desapareció este soldado… Carrasco? –Sí mi Teniente Coronel –respondí con seguridad, pues de eso sí estaba seguro. De lo que no tenía idea era que el cadáver encontrado pertenecía a él, pero parece que José y y el ejército, ya lo tenían bien claro. Jamás se me cruzó por la cabeza siquiera preguntar porqué me habían llamado a mí, ya que –error– para mí era evidente que estaban haciéndole preguntas a quien estuvo a cargo de la tropa el día en que desapareció uno de los soldados. Era como que estaba demás –otro error, más grosero– preguntar si tenía algo de que preocuparme, o en calidad de qué estaba declarando, pues era una obviedad –fatal error– que era uno de los “buenos” ayudando a los otros buenos a encontrar a los “malos”. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 63 Cada respuesta era asentada en una hoja borrador con un lápiz por el mismo José, pero no dejaba de ser una declaración de quien estaba colaborando con los que estaban investigando con la mejor intención. Por lo menos eso creía yo. Afuera estaban esperando Sánchez y los soldados Salazar y Suárez, lo cual confirmaba mi suposición, es decir que estaban empezando a investigar lo que pasó con el primer soldado de los dos desaparecidos, y les estaban preguntando a los responsables administrativos. –Tiene idea si Carrasco tuvo algún problema, alguna pelea con otro soldado, o con alguien en particular en los días que estuvo incorporado? –No, la verdad es que no creo haber notado ningún problema diferente al de cualquier soldado recién incorporado, mi Teniente Coronel” – respondía tratando de acoplarme a su esquema de averiguación –¿No sabe el motivo por el que pudo haber desertado este soldado Carrasco? –No, la verdad que no, mi Teniente Coronel. La verdad es que me sentía un poco frustrado por no poder colaborar con algo que pudiera serles útil, algo que arrojara un poco de luz sobre qué es lo que pudo haber pasado y así terminar con el tema. No tenía ni la menor sospecha de que esa investigación esté destinada a otra cosa que no sea saber qué le pasó a Carrasco. La realidad es que de a poco, muy de a poco, José estaba eligiendo candidato. Cuando salí, tras esta primera declaración que habrá durado una hora y media, me fui con la impresión de haber sido sondeado por investigadores que me trataron en forma amable, que estaban presionados por los acontecimientos, y que no les fui de ayuda, por la sencilla razón de que no tenía idea de lo que había pasado. Era como si me hubiesen traspasado su incertidumbre y ahora a mí también me empezaba a intrigar lo que hasta ese momento me resultaba casi indiferente. Al volver en el auto al casino, me atacaban todo tipo de preguntas, pero la que nunca se me ocurrió fue ¿Para qué habrá venido el Juez de Instrucción Militar a Zapala? IGNACIO R. CANEVARO 64 07 de Abril: Declará cortito El diario2 Río Negro editó en primera plana El soldado no desertó, estaba muerto cerca del cuartel de Zapala. En otra página otro título decía: Está muerto el conscripto desaparecido en Zapala. El cuerpo apareció vestido, sin borceguíes y en avanzado estado de descomposición. Se ignoran las causas del fallecimiento. Por la tarde, llamé a casa para saludar a mi padre por su cumpleaños número 66 desde la telefónica del centro. Una charla casi en “conferencia”, ya que en La Candelaria cada vez que llamaba, me atendían de dos o tres teléfonos a la vez, y muy animada; Comenté que habían encontrado muerto a un soldado en el cerro Gaucho, y que estaba citado a declarar –como muchos otros– al juzgado para el 12 de abril siguiente. –… No se preocupen que está todo bien; Al final era uno de los dos soldados que desertó el mes pasado. Igualmente hice todo lo reglamentariamente correcto. Cuando se fue, lo busqué y cuando no lo encontré, le di la novedad al oficial de Servicio. – ¿Una declaración de qué tipo? –preguntó mi mamá, siempre alerta– – No tengo ni idea. ¿Cómo de que tipo? – Bueno, sea como fuera, siempre mi papá (por mi abuelo César, que era escribano) decía, que ante las cuestiones judiciales, cuando viene el famoso “preguntado… dijo: “ hay que declarar lo que uno sabe –eso sí–, pero no complicarse con las cosas que a uno no le constan, por lo que sólo se debe contestar lo que a uno le preguntan: “cortito”, entendés? – “Cortito…, bien. Pero quedate tranqui que está todo bien –como superado– (Tenía razón, pero eso me traería algún que otro problemita…) En aquel momento, tenía veintitrés años, de lo único que entendía –y poco– era de cuestiones militares. Del esquí, escalada y operaciones especiales en montaña. No sabía ni me importaba por ejemplo como estaba compuesto el gabinete nacional, qué es un cheque o lo que significa una investigación judicial por homicidio. Ni hablar de tener en claro que el Ejército no puede ni debe intervenir en dicha investigación porque existe una ley que así lo prohibe. ¡Leyes… de 2 Diario “Río Negro” del 07 de Abril de 1994, primera plana, página 22. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 65 leyes, ni hablar!!! Así es que me pasó desapercibido el hecho minúsculo que existen distintos tipos de declaraciones judiciales a esa altura del proceso, como lo son la declaración testimonial (si se lo cita como testigo) y la declaración indagatoria (si se lo cita como imputado de un delito); Para mí no existía esa diferencia por la sencilla razón de que no sabía de su existencia. Me dijeron que tenía que declarar… y yo iba a declarar, punto. Sí: un idiota, pero para el pequeño mundillo en el que me movía, era más que suficiente. Los militares son los únicos pavos que dicen la verdad cuando declaran bajo juramento dijo más tarde el Fiscal Romero Victorica, quien tendría una polémica intervención en el caso, y no se equivocaba, solo que si quería resultados, había que aprovechar sus primeros momentos de obediencia. Más tarde, con las influencias del Estado Mayor, serían tan escurridizos como chancho enjabona’o. Así es que iba a declarar sin saber siquiera en calidad de qué lo hacía. No me lo habían dicho en el cuartel, cuando declaraba por horas ante José… Pensé que era lo mismo, solo que otro tipo el que me haría las preguntas; Juez Militar… Juez Civil, para mí eran lo mismo. Pensaba, ¡Son Jueces, o no! Igualmente, yo diría lo que sabía, lo que me preguntaran y listo. 08 de abril: El gran premio de Zapala: Caro toma 130 declaraciones a testigos en 8 horas Naturalmente el cuartel estaba en estado de shock. Las actividades de instrucción se habían suspendido, pero los soldados aun permanecían en el cuartel, apiñados en las cuadras, “esperando órdenes”. Estaba de semana Parodi, que los tenían de un lado a otro. Durante la tarde, a partir de las 15, se había dispuesto el traslado de soldados en grupos para declarar en el Juzgado de Zapala, pero yo no estaba afectado a la tarea. A las 19 me dieron la orden de hacer formar a otro de los grupos de soldados frente el Puesto Comando. Cuando llegamos, estaba el micro de la unidad con soldados ya dentro. Estaba bastante cansado y confiaba en poder salir franco como lo hacía siempre, directo a la ciudad así nomás, vestido de uniforme, para tomar algo en “El Chancho Rengo” y luego sí, volver al Casino para cenar. 66 IGNACIO R. CANEVARO Esta vez no pudo ser, ya que mientras nos acercábamos al micro, Gastaminza me llamó desde las escalinatas del Puesto Comando. Parodi subió al ómnibus tal como lo había hecho desde las 15,30 para acompañar a los soldados a declarar ante el Juez Caro, pero Gastaminza me dijo que como Parodi estaba de semana, y aún quedaba tropa sin declarar en la Batería con el suboficial de semana, que fuera yo a acompañar a los soldados a Zapala, mientras Parodi se hacía cargo de su semana; o sea, se quedaría en el cuartel. Así fue que al subir al colectivo le comuniqué a Parodi la orden de Gastaminza y partimos al Juzgado compitiendo a ver quién tenía más cara de culo. Imaginé que sería una noche interminable, para olvidar. Así fue, aunque no tan larga, gracias al Juez Caro… Cuando llegamos al Juzgado bajé primero para ver cómo íbamos a hacer para que declaren. Pregunté y me atendió una de las secretarias del mismo detrás de una de las Pc que estaban distribuidas en una sala en la parte posterior. Me indicaron que sería por turnos de siete u ocho soldados y que no sería un trámite demasiado largo. Mi estado de ánimo por el piso como que quiso levantarse, pero todo dependía de cómo se resolviera la diligencia. Los primeros de la tanda fueron a declarar y a medida que iban terminando, volvían al ómnibus a la vez que otros salían en igual cantidad. El más rápido, lo hizo al cabo de unos diez minutos, por lo que en mi apuro por saber cuándo terminaríamos calculé más o menos en cuánto tiempo estaríamos de regreso, teniendo en cuenta el total de los que restaban. Otro error. Algunos demoraban más, otros menos; El tema era saber cuántos estaban declarando y que no quedaran lugares desaprovechados. Llegaba uno…, salía uno, y así. De vez en cuando, bajaba al juzgado para ver cómo iba la cosa y allí pude ver cómo se desarrollaba la diligencia: Había como siete u ocho puestos, algunos con Pc, otros no, que eran conducidos por gente del juzgado, pero no precisamente secretarios ni mucho menos el juez o los fiscales. Recibían a los soldados y les hacían unas cinco o seis preguntas que ya estaban predefinidas. Parecía ser que la muerte del soldado, encontrado dos días atrás en el cuartel, nada tenía que ver con la presencia de ellos allí; más bien encajaba con encuestas de opinión en donde el tema central casi ni se tocaba. Si conocían al soldado Carrasco… Si los soldados “…eran sometidos a ejercicios físicos rigurosos”… ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 67 Cómo los trataban en el cuartel… “…cómo se debía pedir permiso para ir al baño”… “Quien era el soldado cuartelero del baño exterior”. Si tiene algo más que agregar… Etc., etc… El trámite –como era de esperar– era bastante rápido, y cabría decir también, estéril; De los 130 soldados que declararon, cerca de 65 no estaban el 6 de marzo. Los soldados del colectivo ya sabían que habrían de salir de adelante para atrás, de acuerdo con su ubicación en el colectivo. Al principio hubo conversaciones en la que hacía participar a los más callados y luego hasta un cantante de cumbia al que conocíamos de haber cantado en la Batería amenguó el tedio de la espera, acompañado de palmas y risotadas, pero luego el tema se fue calmando y el cansancio trajo el sueño y con éste el silencio casi total. De vez en cuando iba al juzgado para ver que no quedaran soldados boyando como en la tanda anterior, que los había encontrado conversando entre ellos en el hall del juzgado o estaban en la vereda fumando, con lo que retrasaban al resto que esperaba que vuelvan para poder salir. En un principio tomé las cosas con calma, pero con el correr de las horas –debo admitirlo– estaba como diciendo “bueno, ya está” y solo pensaba en volver al casino de oficiales, cambiarme y salir. Calculaba: tanto tiempo para que terminen… tanto tiempo para dejárselos a Parodi, tanto tiempo para cenar…, bañarme…, vestirme y listo. No se me daba, y como ya estaba cansado de subir y bajar del colectivo, los esperaba dentro del mismo, protestaba: “…Qué mierda le pasa a este pelotudo…”, “…Porqué demoran tanto…”, “¡Che!, Quién falta?” y cosas así. No recuerdo si se hizo recambio de colectivos o si ya completamos allí los casi 130 soldados que declararon aquella memorable noche. El tema es que recién después de la 0130 hs me pude zafar de este plomo y recién pude salir. Luego, a estos hechos y por sobretodo a mi comportamiento, se los tiñeron de sospechas. No hice nada que no volvería a hacer. Se tiene que tener en cuenta que yo estaba en otra, que no había tomado conciencia y que me quería distraer. Sí, había muerto Carrasco. Sí, estaban declarando sus compañeros. Sí, los llevé a declarar. Sí, dije todo eso. Sí, me quería ir a bailar. Sí, así como lo cuento, denota falta de sensibilidad. Sí, como los cantos en el colectivo… IGNACIO R. CANEVARO 68 Quizá se aprovecharon de este episodio, como lo harían con tantos otros, para ser objeto de litros de tinta, suspicacias y hasta transformarlo ¡En indicio! Indicio de querer influir en los soldados para que no declaren lo que supuestamente sabían. Jamás les hablé de lo debían declarar, mucho menos pedirles que hagan o no cualquier cosa; Sólo ese consejo idiota que tomé de mi madre y transmití con la mejor de las intenciones. Lo que se, es que hubo mucha mala leche… porque lo que sucedió esa noche, fue tal como lo acabo de contar. 09 de Abril: Primer Pacto de silencio – Sánchez pide… Varios meses después me enteré que el 9 de abril había sido un día clave para el rumbo de la investigación que se estaba haciendo en torno a la muerte de Carrasco. Mientras, ni siquiera sabía que Sánchez estaba de guardia con Salazar. Tampoco sabía que Sánchez le pidió a Salazar y luego a Suárez que no dijeran que él estaba durmiendo cuando desapareció Carrasco, porque lo sancionarían si se descubría. Que cuando le pregunten sobre el tema, dijeran que Carrasco había pedido permiso para ir al baño y que luego desapareció. Menos aun que los soldados accederían, creyendo que podían hacerlo zafar de una posible sanción militar. Pero pedir que cambien la versión de los hechos sobre cómo desapareció Carrasco, no era precisamente para evadir su responsabilidad militar… 10 de Abril: Inteligencia Militar y Justicia Militar: El lobo disfrazado de cordero El Diario3 Río Negro publicó sobre la aparición del otro soldado que había sido declarado desertor con un subtítulo que decía El otro desaparecido, Juan Castro, apareció en Rincón de los Sauces y lo indagaron en Zapala. Yo, ni enterado. Para mí era solo día de elecciones. Había sido designado como Jefe de circuito electoral. Consistía en asegurar que el lugar donde se votara –una escuela de una localidad denominada Covunco Abajo– tuviera las condiciones exigidas de seguridad y transparencia. 3 Diario “Río Negro” del 10 de Abril de 1994, página 24. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 69 Me levanté a las 04.30, casi tarde pues saldríamos aun más temprano y fui al cuartel. Salimos bien rápido y luego de un viaje casi de aventura, llegamos y me di cuenta que se trataba tan solo de una escuela rural rodeada unos pocos árboles. ¡¿Esto es Covunco Abajo?! –le dije al conductor Zamora, que solo me miró con cara de sorprendido. Habíamos llegado al lugar envueltos en una nube de polvo y así quedamos… Lo importante es que eran las 07.40 y aunque temprano para la apertura de la única mesa (mixta) estábamos bastante retrasados para poder controlar las instalaciones. Como se sabe, a las 8 se abrían los comicios. En una rápida recorrida controlé el cuarto oscuro y autoricé la apertura de la mesa a las 8. A las 18 se cerró la mesa y se recontaron los votos. Quince o veinte minutos después llegó una pick-up del Servicio Electoral para recoger las urnas, que fue escoltada por nosotros al correo de Zapala, lugar de reunión de todos los circuitos. Cuando llegamos, dos Suboficiales me apartaron y me comentaron que se estaba rumoreando que varios Oficiales y Suboficiales del cuartel habían sido puestos en disponibilidad. Entre ellos estaba yo. La orden era, ni bien estuvieran entregadas las urnas, dirigirnos a la Unidad y allí recibir nuevas directivas. Ante la ignorancia casi total de lo que significaba estar en disponibilidad, lo primero que se me ocurrió fue llamar por teléfono a mis padres en Córdoba. La telefónica estaba a la vuelta y mientras iba pensaba que, sea lo que sea, no era nada bueno. Les comenté que no sabía a qué se debía la medida ni quién la había dispuesto, lo único que se me ocurría pensar era que quizá obedecía al hecho de haber estado de semana el día que desapareció aquel soldado, pero no podía estar seguro. Me volvieron a preguntar si había realizado bien la documentación que me correspondía, y les volví a decir que por lo que a mí respecta estaba todo bien, obviamente siempre pensando estrictamente en la Justicia Militar. Más tarde me di cuenta que existían otras justicias; de las más variadas. Mi familia estaba en un total desconcierto, por eso prometí que ni bien tuviera más novedades los volvería a llamar. Cuando salí de la telefónica me encontré con José y otro oficial, petiso y pelado al que no conocía (Parecido al mago Jansensen) justo frente al “Chan- 70 IGNACIO R. CANEVARO cho Rengo”. El mago resultó ser el Mayor auditor Gutiérrez, del Comando de Vto Cuerpo de Ejército, de Bahía Blanca. Tenía cerca un juez militar así que le pregunté que era eso de estar en disponibilidad. José me comentó que la medida respondía a una orden directa y expresa del General Martín Balza. Rápidamente Gutiérrez acotó con desparpajo y muy sonriente: –Es no hacer nada. No va a trabajar…, se queda en el casino…, no cumple horarios…, no tiene obligaciones y encima cobra el 100%. ¿Qué más puede querer?”. Aún confundido, empecé a relacionar. En una décima de segundo se me cruzaron un montón de cosas por la cabeza, como que en disponibilidad están los que en la jerga militar se denominan “planchados”; son los cuadros que por una u otra razón los sacan del servicio hasta que se solucione su problema, que rara vez sucede. Yo conocía casos de gente pasada a disponibilidad, como los carapintadas, o que tenían problemas referentes a la Justicia Militar, siempre todos con antigüedad en el Ejército. Pero yo estaba en mi tercer año de Subteniente… ¿Y ya me estaba sucediendo? Fue entonces cuando reaccioné y le contesté a Gutiérrez: –“Pero, ¡Qué me dice! ¡Cómo que no me preocupe! ¡Soy apenas un Subteniente, recién empiezo pero no soy tan nabo como para no saber que no es joda y no es tan fácil como usted dice!”. Gutiérrez trató de minimizar el asunto pero José lo interrumpió para cortar por lo sano con un simple –“Apúrese para presentarse en el Puesto Comando, que se le hace tarde”. Cuando llegué al cuartel se me informó oficialmente que mi situación de revista a partir del día de la fecha era la de “disponibilidad” porque formaba parte de la cadena de comando cuando desapareció el soldado Carrasco. El Jefe del Grupo de Artillería, Guillermo With, el segundo Jefe, Miguel Ángel De la Fuente, mi jefe de batería, Rodolfo Correa Belisle, el Encargado de mi batería, Melinao, el Suboficial de Semana al momento de desaparecer el soldado Carrasco, Carlos Sánchez y yo como oficial de semana, quedábamos ahora fuera de los efectivos del cuartel… Como los desertores… pero presentes El Oficial de Operaciones –tercero en jerarquía– Manuel Gastaminza– quedaba a cargo de la Unidad hasta su reemplazo por un oficial que cubriera a With. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 71 Implicaba que al día siguiente no debía ir a trabajar, como el siguiente del siguiente y hasta que me avisen. Me quedaría en el Casino de Oficiales, atento a cualquier llamado. Ahora me parecía que José sabía más que lo poco que me dijo en la ciudad. No podía salir del Casino sin su autorización. ¿Cómo haría para llamar por teléfono a mi familia y contarles si no me dejaban salir? Me tuve que resignar a esperar. Como siempre. Cuando llegué al Casino, todavía no habían regresado ninguno de los otros oficiales, aun en las elecciones. Cené solo entre una maraña de pensamientos que sin orden se me agolpaban en la cabeza y no me dejaban pensar con claridad. No me quedó otra más que irme a dormir, aunque casi no pegué un ojo tratando de poner un poco de orden a las cosas. 11 de Abril: ¿La Justicia Militar investiga un Abuso de Autoridad o Inteligencia mete mano en el homicidio? El diario4 Río Negro editó un titular que decía: Relevaron a los Jefes y a otros cuatro militares de la Unidad donde fue asesinado Carrasco, y subtítulos como: Lo dispuso el Grl. Martín Antonio Balza, para facilitar la investigación del Juez Caro. La medida alcanza a los responsables de la Compañía donde revistaba el joven No se sabe si los soldados se presentarán nuevamente el miércoles en el Batallón La mayoría de los padres no quiere que sus hijos regresen al Batallón El manejo de la información por parte del Ejército delata llamativas contradicciones Era lunes. Me había acostado con la intención de dormir hasta que me despierte, pero como a las 10 de la mañana vino Seguel para avisarme que habían llamado por teléfono diciendo que debía presentarme en la Unidad. Cuando me presenté en la Mayoría, me enteré que había sido convocado para realizar una ampliación a la declaración del seis de abril. Todo cuanto se podía ver, y hasta percibir, había cambiado. Había otro ambiente, más tenso, más tirante, todos los que aun permanecían, seguían con sus tareas, caminando entre las oficinas, mirando al piso en actitud temerosa, como que no querían exponerse, como que se sentían controlados de cerca. 4 Diario “Río Negro” del 11 de Abril de 1994, páginas 24 y 25. 72 IGNACIO R. CANEVARO Me indicaron a qué despacho tenía que ir. Era el que hasta hacía un tiempo atrás tenía el Encargado de Unidad. Pedí parte para entrar y desde adentro José, sentado en el escritorio, me dijo que pase. Al ingresar vi que el despacho casi era otro. A la derecha de José estaba Jordán y a su izquierda el recientemente llegado Gutiérrez. Sentado dándole frente con una máquina de escribir en el mismo escritorio, Zurita. José me hizo sentar en una silla junto a la de Gutiérrez y comenzó con una larga perorata sobre la trascendencia de la muerte del conscripto en el cuartel. Mientras lo escuchaba pensaba: “Este me está haciendo la cabeza”. Entendía perfectamente lo que estaba haciendo. Es curioso cómo a partir de aquí se da una línea de corte en cuanto a la forma en la que era tratado. Era la primera vez que sentía la diferencia entre lo que era una “Declaración” y un “Interrogatorio”. El tono se había agravado, el trato respetuoso había desaparecido y ahora me sentía como gato entre la leña tratando de no quedar mal parado con una respuesta que diera lugar a interpretaciones. Se alternaban unos y otros para hacer de buenos y malos. Era la modalidad típica de un interrogatorio como en las películas, solo que aquí no estaban presentes ni mi defensor, ni nadie que garantizara la transparencia de los métodos de investigación. Cualquier tipo de información era bienvenida sobre lo que le pasó con Carrasco. Se notaba necesitaban saber qué es lo que sabía sobre los motivos de su desaparición, quién o quiénes más lo sabían, y no les temblaba el pulso al momento de amenazar con lo que pasaría si los hacía enojar. Se había producido un cambio de actitud en la investigación que estaba realizando inteligencia militar y ese giro, muy de a poco, me envolvía irremediablemente. Mientras tanto, entre apriete y apriete, bajaban el tono y volvían a una sobreactuada y amistosa calma. Como en la declaración anterior, se hablaba demasiado y se escribía muy poco. El tema, a no dudarlo, era el Soldado Carrasco. Secundariamente, todo lo que había sucedido el 6 marzo pasado en la Batería y sus alrededores, que iba echando luz sobre las actividades de cada cual en ese día. Por momentos parecía una conversación, me pedían sugerencias, me pedían que dijera mi parecer sobre lo que le podría haber sucedido al soldado (a título de “colaboración”), según ellos por “el conocimiento que yo tenía del cuartel”. Preguntas que comenzaban con el relato sobre lo que yo hice desde ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 73 que me levanté hasta que me acosté el día 06 de marzo pasado, siguiendo con otras como: –¿Ud., cómo cree que pasó, esto… del soldado? –Pero, ¿Ud. no vio nada raro?, ¿No se imagina quién puede haber hecho esto? –¿No sabe de alguien que tenga algún tipo de conocimiento de lo que pasó?”, era lo que preguntaban con más insistencia. En un momento de silencio José me preguntó si no sabía que el Soldado Carrasco había sido golpeado la noche anterior a su desaparición, la del 5 al 6 de marzo pasado, por cuatro soldados en el baño interno de la Batería de Tiro “A”. Entre ellos estaban los Soldados Barros, Baeza, Campos Morales y otro más. Le respondí que no estaba enterado y que de haberlo estado se lo hubiese contado antes. Inmediatamente Gutiérrez se incorporó de su posición reclinada preguntándome si yo no sabía si Sánchez no lo había notado como dolorido o algo por el estilo, a lo que le contesté que no sabía lo que él pudiera haber visto, pero que por mi parte no tenía conocimiento. Me dijo que para él las cosas estaban casi clarificadas, pero le faltaba cerrar unos detalles. Sin que se lo preguntara se despachó con su suposición de lo había sucedido. Por la forma en que lo planteó, ya dejaba de ser una sospecha; Eso era ya una hipótesis: –“Carrasco era un soldado medio bobo, sus compañeros lo tomaron de punto desde que se incorporaron, le pegaban todo el tiempo porque hacía las cosas mal en instrucción y todos tenían que ejecutar por su culpa. Después lo cagan a patadas los soldados Barros, Baeza, Campos Morales y otro de Neuquén en el baño interior la noche del 05 al 06 de marzo pasado. Lo tiran al piso y le pegan “ feo”. Lo patean por todos lados, lo que después de unas horas le impide levantarse para cumplir con el servicio de imaginaria. Cuando el imaginaria anterior lo va a despertar, él le dice que no se podía levantar porque “le dolía adentro”, “en el pecho”, a la vez que se señalaba con la mano tocándose inclusive la espalda. Este soldado era Lucas, que ya había cumplido con su turno de dos horas. Entonces le da la novedad al suboficial de semana quien desde su cama le ordena que se busque un reemplazo. Así se hace. Al otro día Carrasco estaba mal. Le dolía todo. Usted lo caga a pedos adelante de todos, hace ejecutar movimientos vivos a la Batería y esto lo va IGNACIO R. CANEVARO 74 jodiendo más. Cuando le preguntan si no quería ir a Enfermería miente al decir que ya se sentía bien para no tener que delatar a los que le pegaron y no accede. Pero está realmente mal. Algo “adentro” –como el decía– le estaba doliendo mucho y encima los demás soldados cuando salen a desayunar lo patotean por haber tenido que ejecutar por su culpa agravando otra vez las heridas internas que tenía y después para frenar esta situación de que lo cagaran a patadas por todo decide escaparse del cuartel, y al intentar salir corriendo es cuando se termina de joder por ese esfuerzo lo que le provoca la muerte”. La verdad es que me quedé medio sin palabras, más que nada por no haberme enterado que le habían pegado en la cuadra la noche anterior y no me había dado cuenta. Si en verdad lo golpearon durante esa noche, bien pudieron ocurrir los hechos como aventuró Gutiérrez; ¿O no aventuró…? Cada día que pasa me hace sentir que Gutiérrez no tan solo no aventuró, sino que sabe exactamente lo que pasó. Solo quería ver mi reacción cuando escuchara lo que él sabía… Como si lo único que esperara fuese ver mi cara, volvimos luego a la rigidez del trato distante e inquisitivo, con algunas preguntas que sí terminaron en el papel de la máquina de Zurita, quien sólo escribió cuando José se lo indicó, dejando así constancia sobre los aspectos que se referían a mis órdenes y decisiones durante el 6 de marzo más que a los que comentaban sobre la suerte de Carrasco, que quedarían flotando sólo en la memoria de los que me habían interrogado y sus respectivos apuntes. También en mi cabeza… 12 de Abril: Todos ponen: La mano de Balza El diario5 “Río negro” tiene un titular que dice: “Balza llega al Batallón donde asesinaron a Carrasco y hace menos de dos años dejaron paralítico a otro soldado”. En una nota aparte con el título de “Voy a garantizar que quien sepa algo pueda decirlo”, Balza trazaba el rumbo de la intervención del Ejército en el caso Carrasco. Con subtítulo “El baile no debe seguir: Preguntado sobre si lo que en el servicio militar se llama ‘el baile’… sigue igual, Balza contestó que ‘no debe seguir igual, porque las orientaciones y las órdenes son de que se instruya con el ejemplo personal y con las directivas que nosotros damos. Estos hechos no son generalizados, son 5 Diario “Río Negro” del 12 de Abril de 1994, páginas 20 y 21. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 75 precisamente puntuales, no son avalados por la más alta conducción del Ejército ni por ningún escalón de comando. Con respecto a una inconducta viciosa en cualquier integrante del Ejército, lo que yo puedo hacer es, detectándola, sancionarla de un modo ejemplar y ese hombre no está ni un minuto más en el Ejército’”. Quizá como antecedente de ese famoso mea culpa en nombre del ejército en la televisión, Martín Balza vino al cuartel a dar explicaciones a los padres de los soldados; Por lo menos fue así para los lectores de los diarios, pero en realidad otros fueron los motivos que lo movilizaron hasta Zapala. Con su llegada, dio comienzo a una serie de “orientaciones” que marcaron el paso a los que investigaban ese supuesto abuso de autoridad. Ante los medios de prensa de todo el país repitió hasta el hartazgo que las inconductas que se detectaran iban a ser sancionadas de modo ejemplar y condenó los tratos vejatorios. Evidentemente estaba abriendo un paraguas ante los próximos casi seguros hallazgos. Más tarde se verá que esos hallazgos no tardaron en aparecer y un tribunal militar denominado Consejo de Guerra (CG) recogió el guante; Pero eso lo veremos más adelante. Volviendo a la presencia de Balza, concitó la reunión de una gran cantidad de gente, entre los que estaban los propios padres, periodistas y hasta algunas Madres de Plaza de Mayo mezcladas con el tumulto, que ingresaron al cuartel en una larga caravana de autos, desde el Puesto Roca, mientras que para transportar a la gente que venía a pié habían sido destacados algunos colectivos militares. Esa mañana estaba esperando en las escaleras del Puesto Comando, vestido con uniforme de diario para ir al Juzgado Federal de Zapala a realizar una declaración testimonial. Me crucé con Wallnofer que acababa de llegar de Buenos Aires y se presentaba luego de su comisión. De pronto veo venir de la zona del cine de la Guarnición y en dirección a donde yo me encontraba a toda esta gente que se arremolinaba alrededor de un tipo altísimo con uniforme de combate. Lo rodeaban los padres de los soldados, seguidos de cerca por algunos Jeeps con pintura de guarnición –solo verde oliva– con largas antenas de radio, que no eran del GA 161. Aunque no lo sabía, era Balza que había venido al cuartel a poner la cara frente a los padres de los soldados. Allí recibió un aluvión de denuncias sobre malos tratos dentro de esta y muchas unidades militares. Como no podía hacer nada más, ordenó a su edecán que tomara nota mientras prometía y prometía que esas cosas no volverían a suceder. 76 IGNACIO R. CANEVARO Me imaginé que terminada la conferencia me llamaría, al igual que a los demás que fuimos pasados a disponibilidad, para interiorizarse de las circunstancias. Pensaba en una reunión tensa, en los que se nos preguntaría sobre las responsabilidades de cada uno de los que estábamos a cargo al momento de la desaparición del soldado. Pero en definitiva, tendría la oportunidad de aclarar mi situación; Allí me decidí a contar que si me había ido a almorzar al casino era porque me lo había autorizado Gastaminza; que efectivamente di la novedad a tiempo al haber llamado al Oficial de Servicio a los cincuenta minutos, que creía estaba bien, ya que primero traté de encontrarlo yo; si estaba bien haber elevado el parte de novedades complementario apenas conocida la novedad como lo hice, supongo que así se hacía; si acaté la orden Barrientos de seguir buscando al soldado por el predio del cuartel, también hice; si firmé el acta de deserción fue porque me mandó With y me dijo que me pusiera a disposición del Encargado del grupo Justicia Militar, Suboficial Principal René López, ya que nunca había visto cómo se instruían las deserciones… Para cada cuestión tenía una explicación, eso sí: Siempre que me quisieran escuchar. Por la tarde fui llamado otra vez por José para un nuevo interrogatorio. Como siempre, la nueva serie de preguntas era el calco de las que se me hicieron en la oportunidad anterior. Con idas y venidas, en tono calmo al principio y violento hacia el final, parecieran seguir con los dos viejos patrones sacados del libreto al mismo tiempo –por las buenas y por las malas– para tratar de descubrir alguna fisura en mi declaración, lo que les daría la pauta de que no estaba diciendo la verdad o, quizá también, si tenía el carácter que ellos necesitaban como para manipular mi declaración. Muchas de esas veces sucedía que luego de un largo rato de interrogatorio –que muchas veces se prolongaba por más de 7 u 8 horas– José y compañía llegaran a un clima de histeria general, por lo que preferían detener el trámite por un rato y reanudarlo dos y hasta tres veces por día. Yo estaba para el cachetazo, casi podría decir que –absurdamente– aun tenía deseos de colaborar con la investigación, pese a que ahora sí tenía claro que me querían “colgar la gallina”, aunque nunca perdí las esperanzas de poder aclararles esos “detalles” que tenían confundidos sobre lo que había hecho o dejado de hacer. Pero no es que lo tenían confundido, no. Estaba bien claro; Solo querían saber hasta cuando me mantendría en mi posición. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 77 13 de Abril: Segundo pacto de silencio. Canevaro habló con los otros sospechosos. El presidente Menem apremia a Balza El diario6 Río Negro publicó: Para Balza, la muerte de Carrasco es muy grave para el Ejército y la sociedad. También se transcribieron declaraciones sobre el parecer del Grl. Balza con respecto a los “bailes”: “…los clásicos bailes a los que son sometidos habitualmente los soldados, constituyen ‘movimientos aplicativos al combate’, pero aclaró que ‘no significan malos tratos’. Sin embargo admitió que quien los aplique a modo de castigo ‘vulnera la reglamentación de la Justicia Militar’. “Ante una consulta, compartió el criterio de que los tratos vejatorios y humillantes a los que pudiera ser sometido el soldado, hay que desterrarlos del Ejército”. Asimismo hacía consideraciones sobre el Servicio Militar Obligatorio: “Balza descartó que pueda determinarse la derogación del Servicio Militar Obligatorio, aunque aclaró que el tema es de competencia exclusiva del Congreso Nacional”. En la página siguiente un titular decía: Menem admitió malos tratos y dijo que no se tolerarán. “…Sobre las confusas circunstancias de la muerte de Carrasco, Menem dijo: ‘Se ve que se le fue la mano a algún oficial o suboficial que se haya cebado, y ahí están las consecuencias. ‘El Jefe de Estado agregó que ‘se ha puesto en marcha una investigación y sé que Balza no va a dar un solo paso que no lo lleve a determinar quienes son los responsables de este desgraciado acontecimiento’”. En una clara orden que después cobraría aún más fuerza, el presidente Menem declaraba con total naturalidad que había dado órdenes al jefe del ejército para que intervenga en la investigación del homicidio de Carrasco. Ordenó a Balza que lisa y llanamente, investigue quiénes son los responsables del homicidio. Hoy me pregunto ¿Balza comandaba al Ejército o era el Jefe de la Policía Federal? Igualmente veremos más tarde que ser de la Policía Federal o inclusive de la Provincia, no iba a servir de mucho si se quería investigar en serio el crimen. Con la orden dictada por el mismo Presidente y avalada por los medios de prensa y por la omisión de todo el mundo, obviamente Balza no se puso citar testigos y revolver declaraciones en voluminosos expedientes, sino que levantó el tubo y llamó al titular de la Jefatura 2 de Inteligencia Militar, quien 6 Diario “Río Negro” del 13 de Abril de 1994, páginas 8, 9 y 10. 78 IGNACIO R. CANEVARO era la persona ideal para proporcionarle información. El entonces Coronel Pedro Miná. Pero Miná no se manejaba solo. Dependía del general David U. Comini, que desempeñaba el cargo de director del estado mayor. Sin que mediara aclaración ni notificación alguna, Balza ordenó a Miná que fuera a Zapala y que dispusiera lo necesario para tener un responsable pronto. URGENTE. Como pasa en el ejército, lo quiero para ayer. Tampoco a nadie le importó –como el caso de la presencia del juez militar investigando el homicidio– lo que encerraban estas ilegítimas órdenes. Pero Balza cumplió… a lo bruto, pero cumplió. Paralelamente, Menem y Balza también debían ocuparse de seguir bajando línea sobre el asunto de abuso de autoridad, por lo que en nuevas declaraciones periodísticas se acoplaron a la marea de denuncias que vinculaban a los movimientos vivos con el calificativo de vejaciones, malos tratos y sobre ellos Balza sentenció que había que extirparlos, pero para que fuera “legal” otro organismo y no él en persona, debía refrendar tal decisión. Como si eso fuera poco, ya se empezaba a hablar de la derogación del Servicio Militar Obligatorio aunque parezca mentira, pero tan sólo una semana después de la aparición del cadáver de Carrasco, tenuemente se empezaron a escuchar cada vez más –como luego veremos– un concierto de rechazos al desde ahora ya viejo sistema de conscripción. El 13 de abril llegaron el Teniente Coronel Alejandro Duret, el Mayor Alejandro Díaz Bessone y el Capitán Ruzzante para hacerse cargo del cuartel en reemplazo de los oficiales que habíamos sido puestos en disponibilidad y, pese a que debían tomar oficialmente posesión de sus cargos luego de la ceremonia de relevo de Jefes de Unidad, empezaron a trabajar en forma efectiva desde el mismo momento en que se presentaron. Al nuevo Jefe no lo conocía; a Díaz Bessone y a Ruzzante sí por haber estado en la misma época destinados en el Colegio Militar mientras yo era cadete, aunque a Ruzzante lo conocía por mi familia, incluso antes de su pase al Colegio Militar, por lo cual teníamos bastante confianza. También formaban parte de esta nueva ola de oficiales el subteniente Chimeno –compañero mío– y el Tte 1º Martín. Por la mañana fui al cuartel para concurrir luego al juzgado. Se me informó que se me había asignado un vehículo para llevarme y que debía preguntar ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 79 en el puesto comando dónde y cuando estaría listo. Allí me enteré que también irían Sánchez y Suárez. Cuando llegué al Puesto Comando, Gastaminza me comunicó que el vehículo estaría en la Guardia de prevención. Me retiré por la vereda que bordea la mayoría y cuando llegué a la Guardia pude ver al camión que nos llevaría. Era un Unimog medio destartalado, y les indiqué a Sánchez y a Suárez que me esperaran, pues iba a pedir autorización para movernos en mi auto particular. La verdad es que puede parecer pretencioso, pero preferí no ir en camión con uniforme de diario. No era para nada cómodo ni muy decente. Le solicité a Gastaminza esta deferencia a lo que accedió sin problemas y me preguntó que si no tenía inconveniente, llevase a los demás. Llamé desde lo lejos a Sánchez y a Suárez y nos retiramos del cuartel, desde la playa de estacionamiento. Con el tiempo y las malas vueltas de la gente me di cuenta que esa fue otra de las muchas decisiones desacertadas que me tocaron tomar. Ya en el trayecto e instados por mí, “repasamos” (¡Qué idiotez!) los horarios y las actividades desarrolladas por cada uno de nosotros durante aquel 6 de marzo pasado. Mi preocupación era que no recordaba con demasiados detalles lo que habíamos hecho o dejado de hacer ese día, por lo que desde el momento en que José me tomó declaración el mismísimo 6 de abril hasta la fecha había hecho un esfuerzo por construir como un mosaico o un rompecabezas –sin dejar de recurrir a los comentarios de los demás– un recuerdo lo más exacto posible. Yo decía: –Entonces este soldado estaba de cuartelero el 6 de marzo y a la tarde pidió permiso para ir al baño? ¿Fue así? –Síííí, respondían todos… –Y cuando volví del Casino de oficiales, que los encontré a ustedes –y los miraba a Salazar y Suárez– en el detall de la Batería tomando mate con el cuartelero… Por eso lo saqué cagando, porque tenía que estar afuera, en la cuadra limpiando y es ahí cuando me entero que no era él el cuartelero, sino que estaba reemplazando a Carrasco que estaba en el baño? –Sííí –como unos tarados… La verdad es que no pienso que ellos sean unos tontos, sino que ni ellos ni yo, nos dimos cuenta que era solamente Sánchez el que había mentido y 80 IGNACIO R. CANEVARO pedido que mientan. Quizá los soldados pensaban que yo también era parte de la mentira de Sánchez, pero yo solamente estaba corroborando mis recuerdos con los de los demas. Allí empezamos a caer en una larga serie de malos entendidos que nos llevaron al lugar desde donde hoy escribo. Mucha mala leche. Quedé ante los ojos de Suárez y Salazar como que yo también era parte del pedido que les había hecho Sánchez para que mintieran y así “acomodar hechos y horarios” que en realidad no ocurrieron o fueron de otro modo. Nada más lejos de la realidad. Yo trataba de acomodar mis ideas… ¡No se para qué!, ¡Si no era un examen! ¡Tampoco tenía que estar preocupado por nada si no había hecho nada malo! Pero así funcionaba mi “pequeño zapallo castrense”, siempre pensando en tener respuestas para cubrir las expectativas, pero en el medio civil, las cosas no son tan así… Cinco minutos después llegamos al Juzgado. Nos recibió Viviana Pacheco, secretaria del Juez Caro, a quien conocía de antes por haber estado en “Komplot”– la confitería bailable arriba del Chanco Rengo– y nos dijo que el primero en declarar sería Sánchez, luego Suárez y por lo que quedaba de tiempo me aconsejó que los dejara a los dos primeros y que dispusiera de toda la tarde, porque las declaraciones demandarían bastante y que me presentara como a las siete, al caer la noche. Me fui al cuartel para que se disponga de un vehículo para buscar a los que quedaron declarando, mientras que yo volví al Casino donde esperé mi turno. Esa tarde me quedé en la habitación acomodando mis cosas mientras esperaba –suponía– que en cualquier momento me mandaría a buscar Balza. Pensé que estando en el mismo casino y a tan sólo tres puertas de mi habitación, ¡En algún momento!, tendría que hablar conmigo. Pero esperé en vano; terminé durmiendo la siesta y a las 18.30 me fui al Juzgado. Luego de esperar unos instantes, me recibió un Secretario y me hizo pasar al despacho de Caro que no estaba. En su escritorio se podían ver un par de ceniceros y otros cuantos adornos militares; A la izquierda estaba un escribiente con su computadora. En las paredes blancas se distinguía un diploma que nombraba al Juez como “Artillero Honorario”, título que se otorgaba protocolarmente a todos aquellos que, habiendo sido invitados a presenciar el Tiro de los cañones del GA 161, protagonizaron simbólicamente el rol de tiradores, al jalar el “tirafuego” de una de las piezas. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 81 Para mi sorpresa, el acto comenzó en ese mismo momento. Yo esperaba la presencia del Juez, pero supuse que, si así lo disponía el secretario, debería estar bien. Siempre suponiendo… Así pues, pareciera haber comenzado de cero con el “interrogatorio” que se iniciara el 6 de Abril con José y continuara luego con la activa participación de Jordán y el Auditor Gutiérrez, porque su primera y única pregunta se limitó a pedirme: –Cuénteme que hizo el día que desapareció el Soldado Carrasco, desde que se levantó hasta que se acostó. ¡Era el calco del “caballito de batalla” de la Inteligencia Militar! Tal como lo había hecho ya repetidas veces en el cuartel, y para ser totalmente franco, convencido que se trataba de la misma investigación del cuartel, me dediqué a contar con el mayor detalle posible todo cuanto recordaba, a medida que era “frenado” por el escribiente para no perderse mientras tipeaba el relato. Salvo en contadas excepciones fui interrumpido para que aclarase lo que significaba tal o cual cosa, pero en reglas generales yo dictaba, el escribiente lo transcribía a la pc y el secretario escuchaba. Cuando terminé de prestar mi declaración, el secretario se retiró y me pidió que lo esperara unos minutos, regresando luego con el Juez Caro, al que aun no había conocido. Fuimos presentados casi ceremonialmente y de inmediato, todavía de pié, se le explicó ante mí la situación llamándolo por “su Señoría”, lo que íntimamente me produjo bastante gracia por que me pareció una palabra que sólo se usaba en las películas de época. –Mire, su señoría. El Subteniente ha realizado un relato pormenorizado, inclusive en forma cronológica; yo en realidad no tengo más preguntas para hacerle, porque las que tenía están respondidas dentro del escrito –alcanzándole mi declaración. El Juez, casi con desinterés, le dio una hojeada como de compromiso y preguntó: –¿Habla aquí sobre como estaba vestido? –salí al cruce y le respondí que no. –Bueno, que relate como estaba vestido el día 06 de Marzo y…, no sé. Cierre con la pregunta de rigor, que si tiene algo más que agregar, etc. etc. IGNACIO R. CANEVARO 82 Se quedó mientras yo describía la vestimenta que usaba al 6 de Marzo y dio por terminado el acto, el que habrá demandado unas dos horas. 14 de Abril: Está decidido: Será Canevaro El diario7 Río Negro publicó: Diputados pidió a Menem que dé la baja a los conscriptos en Zapala. Peláez y Toma dicen que el crimen lo cometieron militares. Balza lo descarta. En la misma página: Para Balza, una locura, … Balza descartó en declaraciones radiales la hipótesis de la muerte del conscripto a causa de un ‘baile’ y golpiza y calificó como ‘un disparate total’ a esa especulación. ‘… ¿Quién lo golpeó, qué superior dio un ‘baile’ acá?… No hay nada hasta ahora que haga presumir eso, y no hay nadie que haya confirmado esa versión’, dijo el Jefe del Ejército en comunicaciones con las radios Mitre y Del Plata. (Informe agencia DyN) Se ve que para Balza las cosas a esta altura estaban aun sin definición. Aún descartaba que fueran militares los autores del homicidio, y lo que es más significativo, nada decía saber sobre los “bailes” que se producían en el cuartel. Demás está decir, que si nada sabía sobre los bailes, mal podría vincularlos al homicidio. Pero el 15 de abril se produciría el hallazgo de un hecho que permitió darle una cara al sospechoso que estaban buscando. Las permanentes sesiones con inteligencia militar ya empezaban a rendir sus frutos… 0230 de la madrugada: Había regresado hacía un par de horas del interrogatorio en el cuartel cuando Seguel me avisa que llamaron por teléfono del cuartel y que debía presentarme nuevamente. Otra vez me estaban esperando los mismos de siempre: José, Jordán, Gutiérrez y Zurita. Pensé que se habían olvidado de hacerme alguna pregunta. Pero no. Todo comenzaba de cero otra vez. Y cuando digo de cero es de cero otra vez. Ya no se escribía, ya no tomaban apuntes; el despacho del Encargado de Unidad apestaba a olor a cigarrillo y el humo estaba suspendido a la altura de la tulipa que colgaba del techo. 7 Diario “Río Negro” del 14 de Abril de 1994, página 19. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 83 Se los notaba cansadísimos, tenían los ojos rojizos y su ánimo ya no daba como para comenzar con la técnica del “buen camarada”. José ya sabemos, ya no me tuteaba y su protagonismo se veía deslucido por la entrada en acción de Gutiérrez y especialmente de Jordán. Mientras tanto, Zurita se limitaba a escuchar sin abrir la boca. Sugestivamente, el cambio de actitud en los interrogatorios coincidía exactamente con la llegada de Balza al cuartel. Estaba en medio de la ritual ceremonia de contarles lo que había hecho el 6 de marzo cuando me interrumpe Jordán y me dice: –Basta Canevaro. Basta con todo eso, lo único que queremos es saber la verdad. Yo pensaba: Estos tipos me están jodiendo. Hace horas que estoy declarando bajo juramento –o por lo menos eso es lo que me habían dicho– ¡Y todavía no me creen! –¿Quiere saber la verdad?, muy bien… Todos se acomodaron en sus asientos esperando escuchar algo revelador y empecé nuevamente con todo que venía diciendo hasta ese momento. La pura verdad. En el momento en que se dan cuenta de que lo que estaba diciendo ya lo habían oído, Gutiérrez me interrumpió y haciendo un ademán a José y Jordán como diciendo “déjenme a mí” me dijo: –Bueno bueno bueno. Mire Canevaro: son las 0330 de la mañana, estamos todos cansados, ¿Por qué no terminamos con todo esto? Ud., ¿cuántos años tiene? –Veintitrés, respondí. –Muy bien, ¿Ud. no es ningún pendejo, no? –a lo que yo gesticulé en forma negativa. –Bien, entonces bueno: vamos a lo que pasó –dijo con tono conciliador. Con esos ojos rojizos y entrecerrados se inclinó hacia mí. En tono misterioso mientras movía la cabeza haciéndome entender que lo que estaba diciendo no se podía negar, me dijo: –A Ud. se le murió un Soldado… Inmediatamente salí al cruce corrigiéndolo: 84 IGNACIO R. CANEVARO –No. A mí no se me murió ningún soldado. Un soldado desapareció mientras yo estaba de Oficial de Semana, que es bien diferente. –Bueno, pero…, en definitiva a Ud. se le murió un soldado. –¡No! –contesté ya más molesto porque veía la intención. José, que observaba con cierta irritación el procedimiento, decidió intervenir: –Mire Canevaro, no se ponga en palanca porque lo hago sacar a las patadas de acá y va a parar derecho a la pieza” –A los gritos. Lo único que me quedaba era mirar mientras José se descargaba, pero en seguida se aplacó y me dijo en una inflexión más conciliadora: –Es sólo un supuesto. Hagamos de cuenta que a Ud. le sucede algo como lo que le estamos planteando –Tratando de ver él también dónde quería llegar Gutiérrez. Una y otra vez me negué a aceptar aquel supuesto como posibilidad hasta que Gutiérrez me dice que me calle y que lo escuche, mientras con las palmas de las manos me hacía como “Alto”. Ya no me quedó otra opción más que cerrar la boca. –Supongamos, sólo supongamos, que a Ud. se le muere un soldado… o mejor, si Ud. quiere, le dan la novedad de que, o se les fue la mano o en definitiva que se les muere un soldado… Antes de que continuara volví a interrumpir: –A mí no se me murió ningún soldado y si alguien, sea quien fuere, me hubiese venido a dar esa novedad, quédese con la seguridad de que yo la elevaba de inmediato a la superioridad. Eso sería hacerme cargo o cómplice de algo que no hice y de lo que no tuve ni tengo absolutamente ningún conocimiento. José ponía caras de enfadado y rebufaba cada vez que yo contestaba, pero Gutiérrez haciéndose el paciente me decía: –Espere, espere, déjeme terminar: –A Ud. se le muere un soldado, le avisan, lo que sea, se entera. Y…, ¡Lo tiene que esconder!: ¿Dónde lo mete?, ¿Dónde lo pone? Ya realmente me habían cansado. Además era una pregunta a la que podía responder fácilmente despejando cualquier tipo de duda a cerca de mi no par- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 85 ticipación o conocimiento sobre el hecho, y decidí que la contestaría aclarando que era sólo un supuesto. –Muy bien. ¿Es un supuesto, no? –pregunté para aclarar el tema. –Sí –Me contestaron casi con alivio. –Obviamente que, si yo fuera el que lo mató y/o escondió, no lo encontrarían jamás. Ustedes saben mejor que yo, que todos los cuadros de la Unidad tienen todos los medios como para entrar y salir del cuartel con sus vehículos particulares en todo momento. De día, de noche, a la hora que se me de la gana. Entonces: ¿Que me impedía sacar el cadáver fuera del cuartel y enterrarlo en una barranca en la loma del culo, en un paraje desierto? Ese cuerpo fue depositado en el Cerro Gaucho para que lo encontraran. Si en ese mismo lugar hacía tan sólo una semana atrás habíamos dado instrucción de Tiro y era sabido que se suspendió de golpe y que tendríamos que volver para terminarla una vez finalizada la licencia de semana santa”. (Luego circularon versiones que indicaban que la suspensión del tiro se debió a que algunos rebotes impactaron en el parque de Artillería y se decidió dar por terminado la sesión de tiro). Me dijeron que por el momento era suficiente y que esperara afuera. Cuando salí del despacho de interrogatorios alcancé a ver a Sánchez que estaba solo en la cafetería del Puesto Comando. Esa habitación funcionaba a la vez de “sala de espera” para los que debían aguardar turno para ser interrogados por el Juez Militar y los Oficiales de Inteligencia Militar. Me acerqué donde se encontraba, estaba con la cabeza gacha, como pensando. Lo llamé y al levantar su rostro pude ver que sus ojos estaban llorosos, colorados, pareciera haber estado llorando hasta hace poco. Le pregunté qué le pasaba y entrecortadamente me alcanzó a responder con un tono que denotaba su angustia: –Me están apretando mucho mi subteniente… Tenía un gesto de dolor que no podía disimular. Lo quise calmar diciéndole que los tipos estos eran así, pero que se quedara tranquilo que no había de qué preocuparse, a la vez que le pregunté: –¿Ud. se mando alguna cagada, hizo algo malo? –No –alcanzó a soltar antes que se le tapara la garganta. 86 IGNACIO R. CANEVARO –Y bueno. Yo tampoco, así que de qué se va a preocupar, solamente contésteles todo lo que le pregunten y ya. Si decimos nada más que la verdad no nos puede pasar absolutamente nada. –Lo que pasa es que me están presionando para que diga cosas que yo no hice. –De ninguna manera, a Ud. le tienen que preguntar para que diga qué es lo que sabe sobre lo que pasó y Ud. debe decir nada más que la verdad. Le repito, si decimos la verdad, no nos puede pasar nada. En ese momento se abre la puerta de la oficina en la que estaban José y compañía y nos separamos. El se quedó donde estaba y yo me fui hacia la salida. Desde el fondo del pasillo me hace señas para que lo esperara un momento. Tan sólo unos segundos después sale José hecho una tromba y me gritó a la cara: –Esto no es joda Subteniente, ¿No entiende que están incomunicados? Esto le hace muy mal al Ejército, ¿sabe? –Eeeexacto. –contesté con toda la intención de que se diera cuenta de que en realidad los que les estaban haciendo el mal eran justamente ellos. A todo esto José seguía regañándome por haber estado conversando con el Sargento y los dos soldados cuando lo interrumpí: –¿Y a mí quién me dijo que no podía hablar con nadie? –¡¿Cómo?! –me gritó con creciente irritación. –Sí. A mí nadie me avisó nada. ¡Yo no soy mago para adivinar que estoy incomunicado! Esto terminó con la paciencia de José, quien a los gritos pelados me amenazaba con “enchufarme” (sancionarme) por faltarle a las consideraciones y no sé cuántas causas más. Cuando terminó, y con un último alarido me mandó a la pieza al tiempo que me señalaba la dirección en la que estaba el Casino de Oficiales. “Medio como que me iba a sacar a los tumbos” le decía posteriormente en el Casino a Parodi, si le pedía permiso para ir al pueblo a festejar tu cumpleaños en la casa de unas amigas, por lo que la cena se postergó hasta tanto obtuviera la debida autorización. Por la mañana, como a las 11,30 aproximadamente, estaba prevista la ceremonia de relevo de los Jefes de Unidad y la puesta en funciones de los ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 87 restantes oficiales que nos reemplazarían a los que estábamos en situación de disponibilidad. Se haría una formación en la Plaza de Armas de la Unidad y concurrirían cuadros y tropa del BAL Nqn., el GA 161 y Ca. Caz M 6 (Compañía de Cazadores de Montaña 6). Salí del Casino con el tiempo justo. Caminaba lentamente y observaba. No sé porqué, pero yo sentía que no volvería a ver nuevamente todo lo que estaba mirando. Uno lo escribe y el que lo lee dirá: “Pero este es tarado que no se da cuenta todavía del despelote en el que estaba?”, y la respuesta es no. No me di cuenta hasta que fue tan tarde que para llevarme las manos a la cabeza, le tuve que pedir permiso a un guardia. Legué al acceso de la Plaza de Armas. Me encontré con toda la Guarnición Militar Zapala y la Ca. Caz M 6 formada en cuadro, dando frente a la bandera. Fue como entrar en un teatro repleto pero por el escenario. Asomarse y buscar butaca, pero encontrarla todo ocupado. No sabía donde tenía que formar. ¡No sabía donde meterme! Me junté con Correa Belisle y de la Fuente que estaban conversando en la entrada con las señoras de los “disponibles”, como nos llamábamos irónicamente. Estaban las Señoras de Molli, Correa y la del Mayor Machuca del BAL, quienes no podían hallar consuelo por lo que nos estaba pasando y se esforzaban por levantar el ánimo de aquel pequeño grupo de gente reunida cerca del mástil de la plaza de armas más algunos hijos de de la Fuente. Luego llegaron las Señoras del General Díaz y la de With. El ambiente era el de un funeral. No era un relevo como los demás. Este era bien distinto. Los otros tenían un marco de satisfacción, eran consecuencia de la finalización de un ciclo de años de trabajo en el que el antiguo jefe entregaba el cargo con la “misión cumplida” para ir a otro destino, mientras el entrante por primera vez estrenaba el puesto al que aspira todo oficial: ser JEFE… una palabra demasiado corta y difícil de cubrir, a la que algunos piensan llenar su vacío poniéndose chapitas en el pecho. En cambio ahora estábamos en una situación angustiante, decepcionante. Si bien –en lo particular– nada tenía que ver con With y su relevo, estaba junto con los otros oficiales pasados a disponibilidad y me sentía como arrastrado por esa corriente que nos aunaba a todos y nos ponía en una misma bolsa. Yo como que me entregaba y me dejaba llevar, total… “debe ser así” –pensaba–. Ellos llevan más tiempo que yo en el Ejército y creo que lo entienden. 88 IGNACIO R. CANEVARO Saludé a todas las señoras y se aproximó Díaz, quien presidiría la ceremonia. Al buscar un lugar para formar me entero que no: todos los “disponibles” debíamos formar en una fila dando frente al cuadro formado por las tres unidades. Del otro lado, también cerrando el cuadro, autoridades civiles de Zapala a la vez que el canal local –creo– registraba las imágenes. Me sentí como en una vidriera. En exposición. “Estos son” faltaba decir. Detrás nuestro los familiares de los desgraciados. De todos, menos los míos, ya que ni había podido hablar con ellos. –En casa ni se imaginarán esto –pensé. Yo sólo escuchaba la banda militar y distintos personajes que daban sus discursos, pero mi mente estaba en otro lado. Pensaba cómo se había llegado a este extremo. A esta situación no la entendía. ¿Yo qué había hecho para merecer lo que me estaba pasando? Mi gente me estaba mirando. Mis soldados, mis suboficiales, mis camaradas y mis superiores. –Qué estarán pensando mis viejos, en qué andarán, cómo me gustaría que sepan por mi lo que está pasando acá… Los pensamientos me taladraban la cabeza. Súbitamente presto atención cuando ordenan dar frente a la bandera. Se iba a arriar para quitar el banderín del Jefe saliente que estaba debajo de la misma y entregárselo como recuerdo, como es costumbre. Hicimos un giro y quedamos dando frente a la bandera y la espalda a la formación. Delante nuestro ahora, estaban los familiares. Desde la posición militar y haciendo el saludo veo como, acompañada por la Banda del GA 161, los pliegues de la celeste y blanca ondulaban movidos por una suave brisa. Jamás tuve el orgullo ni la experiencia ser llamado por la patria a defender nuestra bandera, pero ese día sentí lo que sólo aquellos que han sido derrotados expresan en libros y películas. El vacío, la frustración, la impotencia, la congoja. Me sentía unido a esa bandera, y con esa bandera arriada estaban también arriando mi pasado, mi futuro, ¡Mi vida!, mi carrera, todo; por lo que vivía y para qué vivía. Terminé por contagiarme de los sollozos de las familias de los demás oficiales. Miraba esa bandera como si supiese que nunca más volvería a verla desde la misma óptica. La tengo grabada en mi recuerdo, lentamente hacia abajo… Y cuanto más abajo más empañados los ojos, pues me daba vergüenza. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 89 ¿De qué? No sé, era una situación absoluta y totalmente injusta y yo empezaba a pagar el precio de algo que no había comprado. Uno respira hondo… Para disimular, pero no puede. Se ahoga. “Al final de cuentas” –pensé– “¿Qué mierda me interesa si me ven llorar?”, pero al darme vuelta y al ver a toda la tropa formada, me sobrepuse y sequé disimuladamente mis lágrimas. Al final estaba en todo ese momento en un constante tira y afloje ya que luego de terminada la ceremonia me venía a saludar mucha gente, que conocía y que no; a mí y a los demás, me abrazaban fuerte y lloraban, toda una tragedia griega, y eso minaba mi decisión de mantenerme erguido en este trance y por momentos me aflojaba, aunque siempre tras largas bocanadas de aire lograba liberarme del ahogo en el que me veía sumido. Luego el nuevo Jefe presenció el desfile de tropas que le rendían honores mientras detrás de él continuaba el espectáculo de conmovedores abrazos y lamentos. Todo era un descontrol, parecía un arrebato. Nadie sabía qué hacer, donde ubicarse, no existían órdenes. Venían un montón de personas nuevas, tomaban la conducción de la Unidad, se engalardonaban… porque así como era una tragedia para los que estábamos allí desde antes, para los recién llegados, al parecer sí que era LA oportunidad hecha realidad. Casi de noche, hablando con Parodi sobre el festejo de su cumpleaños, decidí pedir permiso a José para ir al pueblo. Me autorizó no sin antes exigirme que le dijera la dirección y el teléfono de la casa donde estaría, Quería aprovechar esa oportunidad para poder hablar por teléfono a mi casa y contarles lo que estaba pasando. Era la primera vez después del 10 de Abril que podía hablar por teléfono así que los puse al tanto de mi declaración testimonial con el juez Caro, mi situación de disponibilidad, mi relevo y el de los demás, los interrogatorios de Inteligencia Militar, etc. 15 de Abril: Mi General: Le encontramos la quinta pata al gato El diario8 Río Negro editó una nota: A pedido de Balza, el PE respaldó el sistema obligatorio. “…Pero al mismo tiempo, el Ejecutivo – que ayer trató el tema en reunión de gabinete – rechazó la idea de modificar el régimen del servicio militar, a pedido expreso del jefe del ejército, general Martín Balza”. 8 Diario “Río Negro” del 15 de Abril de 1994, páginas 17 y 18. 90 IGNACIO R. CANEVARO En la página siguiente Menem pasó al Congreso el debate sobre la obligatoriedad. “…Como ustedes se imaginarán, quien tiene que decidir sobre este particular es el Parlamento de la Nación…”. “…Le pedí a Balza que no vaya a decaer en este tema de la investigación hasta que no se detecte quién es el responsable de este hecho…”. El diario Ámbito Financiero dice “Esto se está politizando demasiado” –se quejó Menem– quien urgió a Balza a solucionar pronto el caso. El diario La Mañana del Sur, en su página 3 publicó Menem ordenó esclarecer el crimen, y a continuación: Menem dijo que le dio directivas terminantes a Balza de investigar y tratar de saber quienes fueron los responsables del homicidio del soldado Carrasco. Visto desde la tranquilidad que me dio el paso del tiempo me he dado cuenta que los medios de todo el país seguían ocupándose de reproducir esa orden de Menem a Balza para que esclarezca el caso. Nadie en absoluto puede decir que ha levantado la mano para advertir que se estaban mezclando los tantos. El jefe del ejército veía también cómo se cuestionaba cada vez más al servicio militar obligatorio, las denuncias por malos tratos florecían en toda la república e imploraba apoyo al presidente para que no le quitaran lo poco que tenía. Los soldados conscriptos eran la base sobre la que descansaba el poder combatiente del ejército argentino. Por ahora, el tema de la obligatoriedad estaba siendo postergado para ver si solo era un ventarrón y no un huracán. Al mediodía me mandaron llamar del cuartel. Era para comunicarme que me había salido el pase a los fines administrativos al Grupo de Artillería de Montaña 6 de Junín de los Andes –a doscientos kilómetros de Zapala– “Para alejarme de la prensa”. Debía salir al día siguiente a las 7 de la mañana desde el casino y llevar en mi auto a Sánchez que iría destinado al Regimiento de Infantería de Montaña 26 –vecino al GAM 6– previo desayuno con Duret y Díaz Bessone, pues querían hablar conmigo. A la tarde preparé mis cosas, pero no tenía a nadie que me diga por cuanto tiempo estaría fuera de la unidad y así poder saber qué y cuánta ropa tenía que llevar conmigo. Daba muchas vueltas dentro de la habitación, no sabía qué hacer. Aprovechando que tenía tiempo se me ocurrió ir a despedirme de las Subtenientes ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 91 enfermeras porque no sabía si después lo podría hacer. A esa altura yo tenía bien claro que ya no disponía más de mis tiempos ni de mis acciones, todo estaba supeditado a lo que decidiera la gente de inteligencia militar que había tomado el cuartel. Cuando toqué a la puerta de la González oí que estaba con alguien más. Cuando me abrió allí estaban la González, planchando mientras Peralta y Troncoso charlaban con ella recostadas desde su cama. Les conté que me ordenaron irme a Junín de los Andes, que no entendía qué era eso de “a los fines administrativos”, ¡Por qué me protegían de la prensa!, yo no quería irme, ¡No tenía por qué irme! Ellas trataron de calmarme, incluso contando chistes, comentando anécdotas graciosas que vivimos juntos y yo me acoplé al juego; Nos sacamos fotos haciendo muecas y en definitiva, nos divertimos un poco. La juerga se terminó de repente cuando a las 20.30 me mandaron a llamar del cuartel para un nuevo interrogatorio. Como si ya fuese una rutina inevitable, allí estaban esperándome los de siempre: Jordán, José, Gutiérrez y Zurita. Me mandaron a “pensar” a la cafetería del Puesto Comando por un largo rato, yo diría unas dos horas. Luego escuché ruidos en el despacho donde evidentemente estaban interrogando a alguien, sillas que se corrían y algunos gritos que de inmediato se aplacaron. No pude ver quién era el que había sido interrogado pero escuché cuando lo vinieron a buscar y se lo llevaron. Luego me tocó el turno e hicieron pasar a la sala. Lo que siguió fue lo mismo de lo mismo. Seguían con las técnicas de “ablande” etc. etc. etc. Como de costumbre Zurita no se separaba de su máquina de escribir, pero esta vez empezó a escribir –luego de una hora y media, dos horas– y comenzamos con el infaltable “¿Qué hizo desde que se levantó hasta que se acostó el 6 de Marzo de 1994?”. Estaba en pleno relato cuando llegué al momento en el que saco a la tropa a ejecutar movimientos vivos por la calle que pasa por detrás de la batería y, como si hubiesen estados preparados para ese preciso instante, José levantó la cabeza y me dijo en voz baja: –Sepa que por esto lo van a enchufar. –¿Cómo que me van a enchufar? –Y… sí. Tal como van las cosas a esto no se lo van a dejar pasar. Por la “tomada” de los soldados se va a comer unos cuantos días de arresto. IGNACIO R. CANEVARO 92 El término “tomada” era una acepción ya en desuso entre los oficiales jóvenes, pero equivalía a la más conocida “manija” y a la que en el medio civil se conoce como “baile”. –Bueno, pero acá me están preguntando por la muerte de este soldado, ¿O no? Además, ¿Cuántos días me pueden llegar a poner, ¿Cinco, ¡Diez!? –arriesgué. –No sé si tan así, pero unos veinte o treinta días no sería demasiado loco como para pensar, más aún con todo el quilombo que se está armando allá afuera, no? Quedé pasmado. Ni me entraba en la cabeza que por manijear a los soldados se pudiera siquiera llamar la atención a nadie. ¡Si en el cuartel todos los días había baile! ¡Si yo mismo acompañé, tal como lo hizo Sánchez conmigo, a mi Jefe de Batería el año anterior en una manija por el cerro Gaucho! ¡Si todos mis superiores me habían visto, en muchas oportunidades y hasta ese mismísimo día, hacer ejecutar a la tropa y nunca nadie me dijo nada! Ni siquiera a manera de consejo, ¡Nada! El comentario quedó rigurosamente registrado por la máquina de Zurita, con puntos y comas, lo que me pareció sumamente extraño que en medio de lo de Carrasco se le diera importancia a este hecho que no tenía relación con la desaparición del soldado. Todo al revés. Tanto Jordán como José estaban al tanto que durante la manija a los soldados, Carrasco no estaba presente y no lograba vislumbrar el repentino interés de los investigadores. Pronto el interrogatorio giró a obtener más precisiones sobre el descubrimiento, que en forma totalmente desprevenida fui comentando con lujo de detalles. Ahora entiendo por qué esta fue la última vez que Inteligencia Militar intervino en mi interrogatorio. Las próximas apariciones serían para atar el moño del paquete. 16 de Abril: Traslado a Junín. El Gobierno baja línea: “Los culpables son unos conscriptos y dos militares”. El diario9 Río Negro publicó: También un subteniente en el centro de las miradas. 9 Diario “Río Negro” del 16 de Abril de 1994, página 17. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 93 Si en medio de declaraciones y aprietes no podía ver siquiera que pasaba en el cuartel, menos podía darme cuenta que ya estaba todo cocinado en Buenos Aires. Haciendo un pedido legítimo, los padres de Carrasco fueron a visitar al comandante en jefe de las fuerzas armadas, el presidente Menem, quien los recibió en una audiencia. Seguramente se habló de la muerte de Omar y de la marcha de la investigación, que era lo mismo que decir que solo fueron a hablar de la muerte de Omar. Imagino que el objeto principal de su visita fue para que de instrucciones de que se faciliten los mecanismos para dejar que actúe la justicia. El oído del presidente estaba atento a los reclamos y dispuesto a dar rápidas respuestas. Tan rápidas que esta vez no quiso hacerlo personalmente. Envió al diputado Pierri a acompañar a los padres quien les adelantó “Los culpables son unos conscriptos y dos militares”. Por mi parte, había sido interrogado hasta las 2.30 de la madrugada. Quizá con este interrogatorio ya se habían terminado de decidir y enviaron a Buenos Aires la confirmación. Por lo pronto me seguían dejando con las riendas un poco tensas, pero suelto; Cuando cerramos el acta me autorizaron a regresar al Casino. Realmente estaba sumido en un sentimiento difícil de explicar: Era una mezcla de cansancio, agotamiento, desilusión… Me sentía dentro de una trampa, no sabía en quién confiar, igual eso parecía no interesarle a nadie, el cuartel ausente… “Todos debajo del escritorio” para no llamar la atención de esta gente que hacía y deshacía las cosas a su antojo, no vaya a ser cosa que algún otro desprevenido cayera en la máquina de Zurita. Tenía ganas de despejarme. Me sentía en verdad confundido. Cuando llegué al casino todas las luces estaban apagadas. Los pocos oficiales estaban durmiendo. Se me ocurrió despertar a Parodi. Necesitaba contarle esto a alguien. Era viernes y raro, no había salido. En el pueblo para colmo, había una fiesta en “Komplot”, la confitería bailable en el piso superior del Chancho Rengo. Le pregunté si no quería acompañarme, pues quería sacarme la mufa de encima, pero Néstor estaba demasiado dormido. –Dale levantate. Mañana me voy a Junín de los Andes. ¡Qué sabés si esta es la última vez que podemos salir a “corretear por las praderas” –que en nuestro idioma, desde el Colegio Militar, significaba salir “de levante”. 94 IGNACIO R. CANEVARO Parecieron palabras mágicas para terminar con la modorra y vencer al sueño. Inmediatamente me preguntó qué hora era y convenimos en que todavía estábamos en tiempo como para llegar. Nos cambiamos y salimos procurando no hacer mucho ruido para no despertar a los “solapas” –como llamábamos a los oficiales de inteligencia que estaban parando en el casino. Komplot estaba bastante concurrido para ser un viernes; estuvimos largo rato hablando sentados en la barra mientras tomábamos unas cervezas hasta que cada uno tomó por su lado al ver a unas amigas, quedando en encontrarnos en el mismo lugar a las 06.30 para volver al cuartel juntos en el auto. Cuando volvimos el soldado camarero estaba en la puerta que daba a la calle y nos avisó que Duret y Díaz Bessone ya estaban en el comedor privado listos para el desayuno ese medio raro al que me habían ordenado concurrir. Rápidamente subí a mi habitación para ponerme el uniforme y armar ese bolso que por una u otra razón fui postergando hasta que la partida me sorprendió. Mientras me cambiaba a los apurones, Parodi me preguntaba qué debía poner en mi bolso, pero ni yo sabía cuánto tiempo estaría allí; Días, meses, si el pase era transitorio, permanente… Aunque esto último no me hubiese dado ninguna seguridad, ya que “en el Ejército, todo lo transitorio es permanente y todo lo permanente es transitorio”. La conversación en el desayuno duró unos veinticinco minutos, los suficientes como para que viera el desánimo en los dos oficiales al comprobar que no variaba en nada de lo que ya tenían conocimiento. Me acompañaron hasta la entrada del casino donde ya me esperaba el Sargento Sánchez quien conversaba con Parodi para hacer tiempo. Más bien se aseguraron que saliera con Sánchez de una buena vez del cuartel, que ahora quedaba sin los molestos indeseables mirando cómo se les cavaba la tumba. Prestamente nos despidieron recomendándonos que nos presentemos a nuestros respectivos jefes ni bien llegáramos a la guarnición Junín. Cuando llegamos a la guarnición, nos despedimos y cada uno tomó por su lado. Yo me presentaría al Jefe del GAM 6 y Sánchez al Jefe del RIM 26. A mí, me recibió el Mayor Villano –segundo jefe de grupo– porque el jefe no estaba. Me dijo que el lunes hablaríamos más específicamente sobre la función que cumpliría en el cuartel y que por el momento me alojara en el casino de oficiales de la guarnición, justo enfrente, cruzando la ruta. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 95 17 de Abril: La seguridad del cuartel está amenazada: “De paso me resuelven el caso Carrasco”. El diario10 Río Negro publicó El Juez confirmó el hallazgo de sangre y se esperan relevantes testimonios de un médico y un suboficial Una nota aparte de título De eso no se habla se debate sobre el servicio militar. Al respecto expresa: Un tema de tabú insinúa instalarse en la opinión pública: mantener o no el servicio militar obligatorio. Hasta ese día, la llegada de la Inteligencia Militar al cuartel de Zapala estaba sin justificación, aunque igualmente nunca nadie le pidió ninguna. Luego cuando se sugirió tibiamente una pregunta, se puso ridículamente como excusa que se investigaba el supuesto abuso de autoridad que se cometió al bailar a los compañeros de Carrasco. En este 17 de abril, a esa excusa se le sumó una nueva. Sucede que se había ordenado traer a Zapala un verdadero contingente de “investigadores”, pero como eran demasiados para investigar este supuesto abuso de autoridad, “apareció”, como de la nada, una seria amenaza a la defensa Nacional: “La seguridad del cuartel de Zapala está amenazada”, para lo cual el propio Balza encomendó la tarea a Miná, quien muy diligentemente puso manos a la obra… Es decir, que un cuartel de 130 soldados perdido en el mapa de la República, era ahora objeto de preocupación de las más altas esferas del ejército y para resolver la cuestión no se anduvieron con chiquitas: Mandaron al jefe de Inteligencia del Ejército, cuya tarea pudo ser cumplida por uno o a lo sumo dos oficiales de baja graduación. Algo andaba realmente mal. Aunque nunca lo supe, por lo menos hasta hoy, ese día llegó a Zapala el personal de Inteligencia Militar y una yapa: Dos personajes –caras repetidas en temas espinosos– de la Policía Federal, a pedido exclusivo de Balza y trasladados en su propio avión, que pertenece al Estado Mayor General del Ejército. El Jefe de la División Homicidios de la Policía Federal Argentina, Comisario General Edgardo Duarte y el especialista en “interrogatorios” Subcomisario Carlos Serravalle, ¿A investigar la “seguridad” del Cuartel? Dec nuevo… ¿El Jefe de la División Homicidios de la Policía Federal para investigar la seguridad de un cuartel del Ejército Argentino? Además vinieron el Capitán Abraguin, Teniente Pietronave, los PCI (Personal Civil de Inteligencia) Pardo, Rodríguez, Parada, Alfredo Randazzo, 10 Diario “Río Negro” del 17 de Abril de 1994, páginas 14, 15, 16 y 17. IGNACIO R. CANEVARO 96 Enrique Rincón, el Instalador telefónico Daniel Romano, Sargento Diógenes Pascua y el Sargento Quilallan, además del Coronel Miná, que como ahora sabemos, era el jefe máximo de la Inteligencia del Ejército. A no ser que en el cuartel los teléfonos funcionaran mal, el sargento Diógenes Pascua, que era instalador telefónico, no venía justamente a repararlos, sino a instalar micrófonos para hacer escuchas que –por cierto– no estaban autorizadas por autoridad judicial alguna. Mientras yo en Junín, con un domingo realmente aburrido pues estuve la mayoría del tiempo solo en el casino. Durante el almuerzo llegó el oficial de servicio, Teniente Primero Sebastián Ibáñez. Gran sorpresa nos dimos ya que él era mi padrino en el Colegio Militar y me invitó a cenar con su señora a su casa. 18 de Abril: Relevo de Postas: De la Justicia Militar a la Justicia Federal El diario11 Río Negro publicó: Otras 48 horas de licencia dio Menem a conscriptos. “…El presidente también ordenó que el Comandante del V Cuerpo de Ejército, general Jorge Halperín –con jurisdicción en el regimiento de Zapala– se traslade de inmediato a esa localidad neuquina y establezca los mecanismos legales para adelantar la investigación de la muerte de Carrasco”. “En ese sentido Menem le ordenó a Balza que el sumario judicial militar que vaya elaborando el Ejército sea rápidamente entregado al Juez Federal de Neuquén, Rubén Caro, quien investiga la muerte de Carrasco”. En este sentido es muy elocuente poder ver en el expediente, y por sobretodo los escritos que generó esta orden, y gracias a ellos, unos detalles más que interesantes… El 15 de abril de 1994, a fojas 83, el Juez Caro enviaba un oficio al Tcnl José en el cuartel: Sr. JUEZ de INSTRUCCIÓN MILITAR GUARNICIÓN MILITAR ZAPALA. Oficio N° 278/94 Me dirijo a Ud. En los autos caratulados: “CARRASCO, OMAR OCTAVIO S/HOMICIDIO” Expte. Nro 720 – F°100 – Año 1994… a fin de solici11 Diario “Río Negro” del 18 de Abril de 1994, página 9. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 97 tarle la remisión a éste Tribunal de copias certificadas de la totalidad de las actuaciones labradas hasta la fecha en la causa que se investiga la muerte del conscripto Omar Octavio Carrasco.– Saludo a Ud. Atte. Fdo. Dr. RUBÉN OMAR CARO Juez Sbrogante. El 22 de abril de mismo año a fs. 158, el Tcnl José contestaba: Expte. X74 – 0167/5 AL SEÑOR JUEZ SUBROGANTE DEL JUZGADO FEDERAL DE PRIMERA INSTANCIA DE LA CIUDAD DE ZAPALA – Dr. D RUBÉN OMAR CARO. Me dirijo a V. S. con referencia al oficio Nro. 278/94… cumplo en elevar copias autenticadas por esta Instrucción Militar de la totalidad de lo actuado y diligenciado en la información sumarial que se investiga el fallecimiento del ex soldado ya mencionado. Dios Guarde a Usía. Fdo. RAUL JOSE Teniente Coronel Juez Instrucción Militar. Antes, el 21 ABR 94, a fs. 142, el Juez caro había enviado otro oficio. Sr. JUEZ de INSTRUCCIÓN MILITAR GUARNICIÓN MILITAR ZAPALA Oficio N° 297/94 Me dirijo a Ud. En los autos caratulados: “CARRASCO, OMAR OCTAVIO S/HOMICIDIO” Expte. Nro 720 – F°100 – Año 1994… a los fines de solicitarle en referencia al sumario que se instruye en sede militar por la muerte del soldado Omar Octavio Carrasco, que ante cualquier tipo de información que guarde relación con el hecho que se investiga TAMBIÉN en esta sede judicial, se comunique inmediatamente a este Tribunal. Saludo a Ud. Con distinguida consideración Fdo. Dr. RUBÉN OMAR CARO Juez Sbrogante. Es decir que Caro no tan solo estaba al tanto de que el Ejército investigaba el crimen del Soldado Carrasco, sino que le pedía colaboración para que el ejército aporte los hallazgos que hiciera y se los acerque al Juzgado Federal de Zapala, donde TAMBIÉN se investigaba el mismo delito. Como si la investigación del juzgado fuera la secundaria. No entiendo como Caro pudo haber escrito… y firmado este tipo de escritos. El único que podía investigar este delito, que es Federal por haberse cometido dentro de una guarnición militar, es la Justicia Federal y nadie más. 98 IGNACIO R. CANEVARO Además pedía colaboración a una institución en donde se había sido encontrado el cuerpo sin vida de un soldado. Tampoco nadie salió en ese momento a decir nada, no porque pareciera estar bien, sino porque estaba dentro del expediente y salvo Caro y obviamente el ejército, tenían acceso a él. Sin saber de estas perlitas, me levanté temprano para ir al cuartel, ya sabía que no participaría en la formación de la bandera y me presenté en el PC. Cuando volvió Villano de la formación me comunicó que mi rol sería el de Auxiliar del Oficial de Operaciones y que cumpliría el mismo horario de trabajo que el resto del área. Me ordenó que me presentase al Oficial de Operaciones. Al mediodía, cuando regreso al casino para almorzar, encuentro en un diario Río Negro del 16 de Abril la primera de tantas notas sobre el Caso Carrasco en la que se me nombra en el encabezado. Su título, al costado de una enorme foto en la que aparecía un primer plano de Balza, decía: “También un Subteniente en el centro de las miradas”. Se trataba de un reportaje a un soldado que había sido compañero de Carrasco en el que relataba que yo era el “encargado de hacerlos cumplir con los ejercicios físicos”, que yo quería que vuelen cuando estaban ejecutando los mismos y comentaba: “entre nosotros, el que se ganó la bronca fue Canevaro, porque nos hacía correr”. Miraba el título y me repetía una y otra vez: “¿En el centro de la miradas de quién?: ¡¿Qué tiene que ver cómo o cuánto los hacía bailar a los soldados con el asesinato de Carrasco?!”. Era evidente que todavía no me daba cuenta de la elaboración de las primeras líneas del perfil que se necesitaba para encajar en la figura de un sospechoso de homicidio. Era una de las primeras veces que aparecía la palabra “Baile” y ya que yo “era el encargado de proporcionarles durísimos bailes a los conscriptos”, los oficiales del Casino y posteriormente de la Unidad, irónicamente me apodaron “Ricki Maravilla, el rey de las bailantas”. Cuando llegué a la tarde al cuartel, había llegado una orden desde Zapala para que una vez más hiciera un informe por escrito de las actividades desarrolladas entre el 3 y el 6 de marzo pasado. Una vez más, como lo hiciera con José en los incansables maratones nocturnos, me dediqué a volcar sobre el papel lo que había hechos en esos días. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 99 19 de Abril: Traslado a Zapala para Indagatoria. ¿Micrófonos por un abuso de autoridad? “Di siempre la verdad, así no tendrás que recordar lo que has dicho”. MARK TWAIN Escritor estadounidense Era martes. Fui a trabajar a operaciones y a media mañana Villano me mandó a llamar a su despacho. Me comunicó que había recibido un fax en el que decía que se me tenía que detener bajo PPR. (Prisión Preventiva Rigurosa). No decían las causas y él no se explicaba a qué obedecía tamaña orden. Me recomendó que me pusiera a pensar qué podía ser: –Piense y vea en el CJM. (Código de Justicia Militar) “Abuso de Autoridad”, porque acá hay unos artículos y creo que son los que se refieren a eso. –¡Abuso de autoridad!, ¿Pero yo qué hice? –No sé. Uno nunca sabe lo que estarán pensando; Quizá estén considerando que al haberle pegado una “manija” a los soldados haya incurrido en abuso de autoridad. –Una manija abuso de autoridad, ¡Pero mi mayor!, ¡¿Qué me dice?! –Y… Ud. sabe, cuando a uno ‘se la quieren pegar’, si no es por el artículo, es por el inciso. –Pero no, no puede ser. Si es como Ud. dice, ¡El Ejército entero tendría que estar sumariado por abuso de autoridad! –Vea bien y asesórese –como para que me vaya acostumbrando a la idea. –Debe prepararse para viajar en cualquier momento a Zapala. La fecha es a confirmar. Aproveche este tiempo para ver el CJM. En Operaciones pedí el reglamento y lo leí. El artículo 702 era bien claro al respecto: Bajo el Título IV – Infracciones en el desempeño de cargos – Capítulo I, dice textualmente: “El militar que se exceda arbitrariamente en el desempeño de sus funciones perjudicando a un inferior, o que lo maltrate prevalido de su autoridad, será reprimido con sanción disciplinaria o con prisión, siempre que del hecho 100 IGNACIO R. CANEVARO no resulte un delito más grave, en cuyo caso, se aplicará la pena que a éste le corresponde…”. En consecuencia, no entendía como hacían para encuadrarme en el Abuso de Autoridad. Lo único que había hecho fue hacer ejecutar Movimientos Vivos a la tropa –o Movimientos de Orden cerrado, como se los denominaba en el Colegio Militar– tal como era de práctica habitual en todo el Ejército Argentino. En realidad no eran más que movimientos contenidos en los reglamentos militares de Orden cerrado y de Combate, de plena vigencia en esa época. En mi etapa de cadete en el Colegio Militar fui sancionado muchísismas veces por hacer mal los movimientos vivos, pero en las planillas de castigo –vivos– figuraban como movimientos de orden cerrado: –“Lento en la ejecución de movimientos de orden cerrado (O. C) “ –“Reincidente en ser lento en la ejecución de movimientos de O. C”. –“Displicente en la ejecución de movimientos de O. C”. –“Reírse durante la ejecución de movimientos de O. C”. –“Hablar durante la ejecución de movimientos de O. C”. Así como fui sistemáticamente sancionado por esta causa durante los cuatro años que estuve en el CMN, los demás cadetes también –aunque en menor medida, claro– pero ese un tema de la conducta de cada uno. Digamos que mi conducta, en este sentido, no era de la mejor… Cuando nos manijeaban, no me la tomaba tan a la tremenda, aunque duraran horas y horas. Me consta que este tema era así porque al tener buena caligrafía, fui escogido por mi primer oficial instructor –el entonces Teniente Primero Salvadé– para volcar las sanciones disciplinarias a las planillas correspondientes de los legajos de todo mi curso. Las sanciones motivadas por los “movimientos vivos” eran pasadas –por orden del Jefe de Batería– (el entonces capitán Guillermo Prieto) como negligencias en los “movimientos de orden cerrado”. Había ejecutado movimientos vivos a órdenes de cadetes superiores, a órdenes de todo tipo de oficiales y también los había hecho ejecutar, siendo ya un cadete antiguo en el Colegio Militar, hasta el hartazgo… Posteriormente –ya recibido de Subteniente– seguí haciendo bailar a los soldados de las clases ‘72, ‘73, ‘74 y ‘75 en el cuartel de Zapala y jamás ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 101 se mencionó nada sobre que esta práctica fuera una “inconducta” ni mucho menos “viciosa”. También siendo Subteniente tuve que ejecutar movimientos vivos en distintos cursos que realicé en la Escuela Militar de Montaña de Bariloche, a órdenes de oficiales superiores y hasta de suboficiales, por ser ellos mis instructores circunstanciales. En ningún momento se me había cruzado por la cabeza pensar que los bailes podían llegar a constituir un “delito” militar, ni siquiera cuando luego de ejecutarlos me costaba mantener el equilibrio y tenía dentro de mí esa sensación de impotencia que siempre aborrecí, pero que luego llegué a comprender. Es que pude sentir en carne propia los efectos “didácticos” que me habían brindado los bailes: “Para entender las cosas –decía Salvadé– hay dos caminos: Uno corto y otro largo. El camino corto es el que entra por el oído y llega directamente al cerebro. Si no funciona, está el más largo. Empieza por los pies, sigue por las piernas, continúa por los brazos y entre todos le hacen llegar el mensaje el cerebro. Ustedes eligen…”. Es por eso que los que más “corren” en los Institutos son los cadetes más modernos, los cadetes de primer año. Hasta que no toman el molde que se les quiere imponer, se ve siempre el típico “por culpa de fulano van a dar una vuelta más” y toda esa tontería, que –y no me pongo colorado– yo también aplicaba. A medida que va pasando el tiempo, uno se da cuenta de que las acciones de uno repercuten en el resto, por eso se “autodisciplina” y los movimientos vivos llegan a ser excepcionales. Cuando uno llegaba a este estado, simultáneamente y sin haberlo previsto, ya había adquirido la “categoría” de “cadete antiguo”, por lo que lo incentivaban a utilizar ese “método” con sus subalternos. Quien no “captaba” que había que aplicar esa práctica como “incentivo” era catalogado como un cadete “falto de espíritu militar”, lo que en definitiva repercutía en la calificación subjetiva del Oficial Instructor y –en los casos más evidentes– era pasible de una sanción disciplinaria. Cabe aclarar para aquel desprevenido lector, que Salvadé no es el inventor de aquellas máximas sadomasoquistas, ni mucho menos. Su propio oficial instructor, el entonces teniente primero Sarobe, lo había aplicado allá por los 102 IGNACIO R. CANEVARO años setenta y si se indaga aun más, seguramente éste lo aprendió del suyo. Los dichos y costumbres en la milicia son tan viejos como el mismo ejército. En resumidas cuentas, estaba convencido que se trataba solo de una arbitrariedad más. Cuando estaba por terminar de almorzar llegó un oficial que me dijo que el traslado a Zapala sería en ese mismísimo momento. Le transmití el problema que tenía con mi auto, ya que no lo podía dejar allí pues no funcionaba la cerradura de la puerta del conductor. Me dijo que yo iría en un Jeep con él y mi auto sería llevado por otro oficial, quien nos seguiría de cerca. Cuando llegamos al GA 161, quedé impresionado al ver tanto movimiento en las afueras de los dos Puestos Comando de la guarnición. El sol estaba bajando y parecía un hormiguero recién pateado. Un grupo se diferenciaba notoriamente de los demás. Estaban en las escaleras que conducían a la mayoría del GA 161. Hacia allí se dirigió el oficial que me trajo, quedando solo yo en el vehículo. Vino el segundo jefe del grupo y me dijo que iría al Casino. Allí había vivido casi tres años y ahora se convertía en mi primer lugar de detención. Dentro, sólo se veían personas desconocidas, también de un lado para otro, algunas vestidas de civil y otras tantas con uniforme de combate. Siempre siguiendo a Ruzzante y Díaz Bessone, recorrí el camino que siempre hacía para llegar a mi habitación. Cuando giramos en uno de los pasillos hacia la izquierda me percaté que en efecto habían dispuesto de mi antigua habitación para hacer de cárcel. La habitación al final del pasillo. La Nº 8. Esta vez con un puesto de guardia en la puerta. Un suboficial Principal era mi custodio provisto con una silla y unas cuantas revistas sobre una mesa de formica. El Suboficial se cuadró y le comunicó al Mayor que no había novedades y sacó de su bolsillo una llave, “Mi” llave, de “Mi” habitación y la abrió. ¡Dios mío! ¡Claro que ya no era más mi habitación! La habían “pelado”, literalmente hablando. ¿Mis cosas? A mí también me hubiera gustado saber dónde estaban. Sólo había una cama “provista”, una mesa y una silla. En cuanto entré coloqué la mochila en el piso y el bolso sobre la mesa. Cerraron la puerta con llave y quedé solo con mi alma, a la espera del llamado del Juez Militar. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 103 Le di un vistazo a la “cueva” que me había acompañado durante tanto tiempo y pude encontrar algunos vestigios de mi no tan lejana presencia. Maldecía a quien había hecho la mudanza de mis efectos personales porque había hallado varias cosas aun en el lugar, como una de las antenas del minicomponente. Al intentar abrir los postigos de la ventana que da a la parte interior del Casino no dejo de tener sorpresas: –Un soldado; Sí un soldado. Los mismos soldados que yo terminé de instruir ahora me montan guardia. Me sentí una vez más avergonzado. Avergonzado sin tener por qué, pero cerré los postigos. –¿Cómo puede ser? –pensaba– Si yo le enseñé que lo que ahora tiene entre sus manos es un FAL. En ese momento me dio mucha bronca que me pusieran un soldado para custodiarme. No sabía todavía lo que el destino me tenía preparado… Pasados unos minutos llaman a la puerta. Yo seguía parado sin reaccionar todavía: ¡¿Qué carajo estaba haciendo ahí?! Era el Teniente Martín quien me dijo que tenía la orden de revisar lo que tenía en la mochila y el bolso. Con vergüenza que no pudo disimular, me pidió que lo ayudara a ver los elementos que pudieran ser cortantes, como es de estilo con cualquier detenido. Una a una fui sacando las cosas entre las que estaban unas tijeras y otras cosas sin importancia. Me dijo que me las tendría que retener, dejándoselas a uno de mis compañeros y se retiró. Una vez que cerró la puerta me puse a guardar la ropa que había quedado afuera cuando me di cuenta que en el bolsillo superior de la mochila que no había sido revisado, estaba mi pistola 9 mm. con sus tres cargadores completos. Rápidamente toqué la puerta para tratar de llamar a Martín antes de que se fuera. Alcancé a llamar al Teniente y le dije: –Un pequeño detalle, olvidamos mi pistola. Si se lleva mis tijeras, supongo que a la “nena” también, ¿No? –¡Sí sí, claro! 104 IGNACIO R. CANEVARO Estaba aturdido, cansado. Apagué la luz para ordenar un poco mi cabeza pero fue inútil. La puerta se volvió a abrir. Un envío de las subtenientes enfermeras en una bandeja: Un vaso de leche y tostadas con manteca. Tomé la merienda lo más rápido que pude para tratar de descansar un poco en la cama. Volví a apagar la luz y me quedé mirando al techo en busca de un poco de claridad, pero tampoco esta vez pudo ser. Díaz Bessone me vino a buscar para llevarme al cuartel. Eran las 19,10 hs. Cuando llegamos, me condujeron a la sala de cafetería que estaba casi desmantelada. Se ve que la estaban utilizando como una oficina más, ya que había tableros en las paredes con papeles pegados con alfileres. Ahí es cuando me entero que por las puertas del mismo cuartel pasaría una marcha de silencio, debido a que en uno de los colgantes de los paneles, estaba un diagrama del recorrido, cantidad de personas y los horarios por los que se pasarían por los distintos lugares, al parecer confeccionado en borrador por el personal de Inteligencia. Había todo tipo de fotos de gente que no conocía y datos filiatorios sobre esa gente, que no entendí jamás. Al verme en el lugar, en el que no habré estado por más de diez minutos, un oficial que no conocía, me sacó rápidamente y me llevó a otro despacho. Este era el despacho que antiguamente era usado por el Intendente del Cuartel, Principal Tolay. Estaba pegado a la célebre “Sala de Situación”, desprovisto de todo el mobiliario con el que contaba por aquel entonces. Lo único que seguía en el lugar era la vieja consola de la central telefónica del cuartel. Los demás muebles estaban acondicionados especialmente para las largas sesiones de interrogatorios que posteriormente seguirían. Dando frente a la puerta, un gran escritorio de madera lustrada con una silla de cada lado en el centro de la gran oficina; Sobre la izquierda, dos sillas y un sofá de cuerina marrón claro. En el despacho me esperaban José y Zurita. Todo estaba más delimitado. Sólo unos pocos papeles sobre el escritorio y nada más. Estaba claro que tenían todo organizado. Zurita se marchó y quedé a solas con José. Otra vez la misma pregunta… Pero más acotada. “Relate las actividades que desarrolló con la Subunidad en horas de la tarde en el día ya citado anteriormente”. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 105 Avanzado en el relato se abrió la puerta asomándose alguien que no pude ver por estar de espaldas pero José lo hizo pasar. Eran dos hombres, vestidos de traje –casi iguales– sobretodo de pelo de camello por debajo de las rodillas, peinados a la gomina, gemelos en las camisas y uno de ellos con un grueso anillo sello dorado además de una cadena de oro a la muñeca. Se sentaron en las sillas a mi izquierda y permanecieron inmóviles y atentos a todo cuanto yo estaba diciendo. De pronto entra por detrás mío Zurita y comunicó a José que tenía una llamada telefónica. Quedamos los tres, aún desconocidos. Esa situación me incomodaba y como ellos no atinaron a nada me puse de pié y me les presenté: –Subteniente Canevaro, mucho gusto. Lo que interpreto fue una respuesta, solo fue una caída de cabeza y sin presentarse dijeron: –Mucho gusto. Mientras volvía a sentarme pensaba: “O son unos maleducados o no me dijeron sus nombres adrede. De todos modos, estoy en sus manos y mal que me pese me las voy a tener que aguantar”. Como José demoraba, el más corpulento de los dos arrimó su silla hasta el borde del escritorio y comenzó a hacerme preguntas. Todas tendían a averiguar exclusivamente lo que yo sabía sobre lo que le había sucedido a Carrasco aquel 6 de marzo. Así, ahora estaba sometido a dos interrogatorios simultáneos y diferentes: Uno, por el supuesto “abuso de autoridad” y el otro por la investigación de lo que yo sabía sobre la desaparición del soldado. Al regresar José, éste se apartaba y volvía a su lugar original, dándole espacio para que continuase con el interrogatorio desde donde habíamos sido interrumpido, alternándose entre sí, en franca cooperación. En cierto momento –cuando comienzo a narrar mi entrada a la Batería “A” –este personaje se mostró notoriamente interesado. Extrajo de un bolsillo interno de su traje un pequeño bolígrafo similar a un cartucho de repuesto y le pidió a José una hoja borrador que dobló en numerosos pliegues, tomando nota de cada vez que nombraba al cuartelero o a Carrasco. Nuevamente José se fue para atender un llamado telefónico y quedamos a solas. Otra vez el interrogatorio giraba bruscamente hacia la investigación de la desaparición de Carrasco. 106 IGNACIO R. CANEVARO La metodología era cuestionar mi declaración en base a las anotaciones que había hecho durante mi relato y tratar de encontrar más que nada algún punto débil o contradicción, para hacerme preguntas sugerentes con alteraciones conceptuales que no tenían otro fin más que el de “hacerme pisar” en mi declaración o de quitarme algún concepto de “mentira – verdad”. Se acercaba apuntando con su bolígrafo al apunte al que no me dejaba ver y en tono bajo y pausado me decía: –Según usted, le dijo al soldado Barros… si usted está de cuartelero, ¿Dónde está el lampazo? –Yo no recuerdo haber dicho eso nunca. –¡Pero si lo tengo aquí anotado! –Mire señor, no sé lo que usted haya anotado en ese papel, pero ponga en mi boca cosas que no dije. Si quiere, cuando regrese el teniente coronel José, le preguntamos él y solucionamos el tema. Cuando se abrió la puerta, interrumpió su interrogatorio y comenzó a retirarse contra la pared, tal como lo venía haciendo hasta entonces, pero José le pidió que por favor continuase, restándole importancia mientras desplegaba una extensa hoja de fax sobre el escritorio, concentrado en las novedades recién recibidas. Aún así, se hizo a un lado y esperamos que termine de leer el fax. Una vez que José terminó, este hombre se dirigió elevando el tono de voz y con cara de confundido le dijo que había cosas que no le cerraban a lo que José le contestó: –Mire, no se haga demasiados problemas. Déjelo decir lo que quiera –mientras gesticulaba nerviosamente con la cara y agitaba las manos como tratando de transmitir que “ya estaba jugado”– Esta declaración va por escrito, y luego va a tener que firmarla. Tomando un poco de temperatura acotó: –Ya hizo cuatro o cinco declaraciones. Ninguna coincide entre sí. Todas distintas. Aprovechando la conversación entre José y este sujeto me detuve a revisar mis recuerdos. En un primer momento llegué a dudar sobre lo que habría dicho. Pensaba aceleradamente tratando de no mostrarme perturbado sobre qué es lo que pude haber dicho distinto a lo que ya había declarado anterior- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 107 mente. De pronto vino a mi mente como un rayo de claridad que me ayudó a calmarme. Pensé ¿Lo que estuve diciendo hasta ahora es tal como recuerdo que se sucedieron los hechos? Sí. Entonces no tengo que hacer caso de todas las boludeces que me dicen estos tipos y mantenerme en mi postura. Era la oportunidad perfecta para tratar de confundir a una persona que venía haciendo tantas declaraciones –en realidad, muchas más que cuatro– porque uno puede llegar a pensar que su memoria lo puede llegar a traicionar. Pero estas cosas sólo le suceden a quienes no están seguros de tener la verdad. Y yo la tenía. Tenía que hablar de los hechos que a mí me constaban para que no cuestionaran mis dichos y, de así hacerlo, tener los argumentos necesarios para refutar a los que se me opusieran. Tras ese par de segundos que duró este episodio, José se puso de pié y con mirada desafiante me dijo: –Ud. Diga lo que quiera. Es enteramente responsable de las cosas que dice. Seguimos con el interrogatorio que se prolongó hasta las 23,30 y se retiraron al casino para cenar. Me dijeron que me quedaría allí mientras ellos no estaban y me asignaron un custodio –Oficial o Suboficial– que debería permanecer en la puerta de la oficina hasta que regresaran. Yo cenaría en el mismo lugar y la comida sería traída desde el Casino. Cuarenta y cinco minutos después llegó un mozo con un plato de carne fría con papas. El tiempo pasaba y no había ningún movimiento. Me preguntaba si volverán para continuar con la tarea, pero no había nada que me hiciera pensar que así sería. El custodio que estaba en la puerta fue siendo relevado por uno y luego por otro. A las cuatro y media de la mañana estaba ya recostado en el sofá, tratando de no dormirme para estar lúcido cuando regresaran. La puerta se entreabrió y apareció Ruzzante, quien venía a cubrir el puesto del custodio anterior. Con cara de compasión me preguntó si todo estaba bien, pero sólo atiné a preguntarle si no sabía si iban a regresar. Con la mueca de su boca no me quedaron dudas que no tenía que esperarlos por lo menos hasta la mañana siguiente. 108 IGNACIO R. CANEVARO Me dijo que cualquier cosa que necesitara se lo hiciera saber, que él estaría en la puerta, la que entreabrió. Pude ver que se llevaba una silla para descansar un poco y allí se sentó. A pesar de estar incomunicado cruzamos algunas palabras circunstanciales y pronto llegamos a recordar los tiempos vividos en el CMN, donde vivimos graciosos episodios donde se esfumó la diferencia jerárquica. Le pregunté de qué se trataba todo esto del “abuso de autoridad”, que si tenían idea de lo que estaban haciendo… –¡Abuso de autoridad! Si supieran lo que usted me hacía en el Colegio… ¿Se acuerda cuando me encerró en el despacho de la Guardia porque le quité su “insignia jerárquica” –como usted le decía– y nos peleamos a las trompadas? –Eso es vías de hecho contra el superior –me contestó riéndose– –Sí. Si sólo yo le hubiera pegado; pero no se olvide que la piña que me pegó hizo que me estrellara contra la pared, y usted fue el que me pegó primero. ¿O no? Eso sí sería “abuso de autoridad”. –Bueno, pero dejémonos de joder y quédese quieto adentro, que esto está jodido –tratando de poner un poco de distancia por si nos veían. Me acosté en el sofá ya como para dormitar, cuando pude advertir debajo del escritorio un delgado cable que se desprendía de uno de los cajones. Me incorporé para ver de qué era y tirando de él con sumo cuidado –pues estaba pegado a la guía del cajón con durex– vi que estaba unido con una pequeña caja negra del tamaño de una caja de fósforos chica con agujeritos en forma circular. Tarde para darme cuenta de que estaba soltando el sostén de la misma, el objeto quedó colgando haciendo péndulos. Quedé petrificado… Jamás había visto un micrófono, pero esta vez no me cabían dudas de que éste era uno. Además que iba a hacer una cosa así en un lugar como ese… Lo único que atiné a hacer fue avisarle a Ruzzante que ya estaba semidormido en la silla con la cabeza contra la pared. Sin hacer ruido me le acerqué y lo toqué en el hombro para que se despertara, lo que hizo sobresaltado. Ayudado por algunas señas le mostré el chirimbolo que aún pendía del cable. ¡Cuando lo vio! El capitán parecía haber visto una serpiente de tres cabezas. Hacía ademanes desesperados diciendo como que ni lo tocara, que “estábamos fritos” por que se habría escuchado lo que habíamos dicho mo- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 109 mentos antes, se tomaba del cuello y de la cabeza y daba vueltas sobre sí sin saber qué hacer. Me tomó del brazo y me llevó afuera diciéndome que dejara todo como estaba y se fue a sentar en su puesto, como un niño que cometió una diablura. A partir de ese momento no hablamos más. También, no daba para más. Cuando regresé, me acerqué lo más silenciosamente posible y coloqué el artefacto en la esquina de la guía del cajón al tiempo que fui adhiriendo una a una las cintas que lo sujetaban nuevamente y me senté en el sofá a la espera de que algo se produjese, pero no pasó nada. Se ve que hasta la inteligencia estaba durmiendo. 20 de Abril: Traslado a Las Lajas – Balza: “El asesino puede ser militar”. El diario12 Río Negro editó un titular Balza admitió anoche que el asesino puede ser un militar Ahora Balza salía por los medios diciendo que el asesino de Carrasco podía ser un militar. ¿Sería por eso que José y compañía no habían vuelto la noche anterior? ¿Habrían encontrado la manera de incriminar al asesino de Carrasco? ¿Justo durante mi indagatoria? No había en el ejército ni en ninguna otra parte –Caro esperaba– otra investigación más que la del cuartel, y allí se centraban en mí. No estarían pensando en que yo… No: lo saben bien; No puede ser… Y si lo piensan… Pero entonces, ¿Porqué yo? Y además… ¿Cómo hicieron para colocar una sospecha en mi? No había en mi declaración ni en mi actitud nada incriminatorio. ¿Sería una coincidencia o se habrían decidido a que fuera el culpable después de escuchar lo que sabía… y lo que no sabía… Igualmente a las declaraciones de Balza no las podía leer en los diarios, pues a Dios gracias que me daban agua, por lo tanto difícil era que estuviera al tanto del giro que estaban tomando los acontecimientos. La noche pasó, en vigilia por si volvían; Quería estar lúcido para no caer en un descuido, pues ahora estaba alerta, aunque era demasiado tarde. Recién a la mañana regresó José y volvimos a la rutina. Lucía un poco más distendido, aunque era lógico pues había dormido como un bebé. 12 Diario “Río Negro” del 20 de Abril 1994, página 8. 110 IGNACIO R. CANEVARO También me trajeron un café como desayuno y pedí que por favor me trajeran algo para asearme. Estaba mal dormido, con barba de dos días, cansado y con hambre. Eso sin contar con la confusión que había en mi cabeza. A la declaración que terminó en el papel, que en rigor constaba solamente de un relato sobre mis movimientos el 6 de marzo, sucintamente resumido, se le adosaron tres preguntas. Tantas horas contestando preguntas y solo un par de hojas escritas a máquina no podían reflejar todo lo que había pasado ni todo lo que había declarado. Una de esas preguntas era “qué motivos tuvo para ordenar los Movimientos Vivos”. Las demás eran preguntas de rigor como si yo estaba de semana ese día o si Sánchez era el suboficial de semana. Yo contesté escuetamente la pregunta diciendo que los movimientos vivos fueron ejecutados debido a un desorden que se produjo en el baño interior de la Batería en mi presencia y que pese a haber sido advertidos, se volvió a repetir. Una vez finalizada mi respuesta se procedió a cerrar el acto con la pregunta de rigor “si tiene algo más que agregar, quitar o enmendar a ésta, su declaración” contesté como aclaración el porqué había adoptado la ejecución de los movimientos vivos: –“En ese momento utilicé la ejecución de movimientos vivos como medio para reprimir una falta que se suscitó en el baño interno de la Batería en forma generalizada y premeditada y pese a las recomendaciones hechas al respecto, se volvió a repetir”. José se retiró, llevándose los borradores consigo para terminar de pasarlos a máquina. Luego me llevaron a la sala de computación, pues necesitaban el despacho. Solo hubo que cruzar un pasillo. De computación no había ya nada, pues había sido pelada. Las ventanas de la sala daban a la calle que pasa por el frente del puesto comando del grupo. Me sentía como si nunca hubiese pertenecido a ese cuartel. El personal que ahora se desplazaba por las calles internas del cuartel, rara vez era conocida. Avanzada la mañana se asomó una más de las tantas personas que lo hicieron sin decir nada. Lo conocía de una vez que se hizo presente en el GA para hacer una rápida reunión. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 111 Esa persona era el General Halperín, el mismísimo comandante de una de las cuatro partes en las que estaba dividido el Ejército Argentino. ¿Qué tiene que estar pasando para que un comandante de cuerpo llegue en persona hasta acá? –me arrebató un pensamiento– y antes que pudiera presentármele, desapareció, como todos los demás. Seguí caminando en círculos dentro de la habitación vacía, alternando algunas miradas por las ventanas en donde ahora también se podían ver movimientos de vehículos que tampoco eran del cuartel. En una oportunidad pude ver al coronel mayor Arturo Grandinetti que descendía de uno de los vehículos que recién llegaba. Mientras miraba esa imagen, por fin entró alguien a la sala y se quedó. Sólo pude saber que era un Capitán. ¿Su nombre? Un misterio. Un flaco alto, vestido de combate sin ninguna identificación. Pelo largo, aunque con grandes entradas, narigón y de hablar civiloide. Ni siquiera tenía el velcro en el pecho para colocar la tira de “Ejército Argentino”. Lo mismo que un civil vestido de militar. Empezamos a hablar, papeles de por medio, de varios temas secundarios pero al poco rato otra vez el tema giró por completo. Ahora el asunto pasaba por preguntas que se referían a uno de mis subordinados: –¿Qué opinión tiene de Sánchez? –¿Cómo actúa? –¿Cómo es con Ud.? –¿Lo considera falto de carácter? –Si Ud. tuviera que hacer un juicio sintético sobre él. ¿Qué pondría? Contesté que sólo lo conocía en el aspecto profesional, pero por lo que sabía de él, podía decir que era un Suboficial dedicado y trabajador, siempre dispuesto a colaborar. –Claro que esto último parece que fue muy tenido en cuenta. El capitán extrajo una hoja de entre las que tenía en su portafolio y me pidió que escribiera lo que le acababa de decir. Muchas veces me hizo volver sobre las palabras del papel, para ampliar el concepto, como que él mismo no se convencía de mi concepto de Sánchez. La verdad, no entendía por qué, pero era como si se quisiera asegurar de haber entendido bien mi opinión. 112 IGNACIO R. CANEVARO El hecho es que, luego de unos cuantos dimes y diretes surgió el aparente motivo de todas estas preguntas y repreguntas: lo único que me decía insistentemente era… –Ud. quedó solo, los dos soldados y el sargento cambiaron su declaración; al final comprometen mucho su situación. No sea boludo y dígame la verdad. De a poco volvió a invadirme esa desconfianza; Esto ya no era una posible equivocación. Esa persona a la que hasta ahora había respetado por el sólo hecho de vestir mi mismo uniforme, era quien me estaba tratando de tender una trampa, por lo cual traté –y siempre quedé corto– de sacarme la gorra, salir de ese estado de subordinación en el que estuve todo el tiempo y actuar como si fuera solo un fulano más. En definitiva, desconfiar fue una medida insignificante ante las maniobras que se estaban tejiendo a mi alrededor. El tema es que no es tan fácil deshacerse de la idea de que quien hasta ese mismísimo momento había sido un camarada, era ahora el mismo que estaba tratando de indagar qué era lo que sabía acerca de lo que había sucedido para así poder maniobrar en mi propia contra. La mente en esas circunstancias nos juega malas pasadas; uno se rebela a pensar que sus suposiciones puedan ser verdaderas: “¡No pueden ser tan hijos de puta!” era la frase que me martillaba el cerebro cuando un pensamiento cobraba un poco de lógica y develaba por un instante las intenciones de los oficiales de inteligencia. Era definitivamente impensable que pudieran estar haciéndome eso, por lo que siempre subsistía la duda y con ello la indefensión al no saber en quién confiar. Obviamente, inteligencia militar sabía manejar este tema. Lo que sí no podían saber era hasta dónde la voluntad de cada uno de los interrogados podía llegar a mantener el discernimiento entre la ficción que les trataban de crear y la realidad. Hasta donde –contando siempre con los apremios psicológicos– una persona era capaz de hacer frente con la verdad a un constante bombardeo de elaboradas maquinaciones en apariencia lógicas, que por momentos obligaban a reflexionar. Siguiendo con la desconfianza generada por estos hechos dudosos, se me cruzó por la cabeza –aunque parezca ridículo– recordar las películas en donde se enfrenta a los interrogados para que la coartada se derrumbe y surja así la verdad. En este caso no me cabía la menor duda que la verdad sobre mí, era lo menos que querían saber, pues ya se las había dicho hasta el hartazgo. Pensaba que quizá ellos creían que yo podía estar encubriendo a alguien y tras ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 113 presionarme con esos métodos, terminaría accediendo a revelar por cansancio algo que en realidad no había sucedido, quizá por una especie de resentimiento contra los que me señalaban como que me habían “traicionado”. Pedí al capitán que fuera más explícito con lo que me quería decir, que no tenía problemas en contarle todo lo que sabía, quien cambiando el semblante al de buen consejero, era como si mostrara esfuerzo en contar algunos de los pasajes de las declaraciones de los demás: –… Por ejemplo Sánchez dijo que al encontrarse con el centinela al lado de la Batría “B” escuchó que usted le decía: “Vos no viste nada”. –¡Eso dijo! –contesté enfurecido ya que era mentira. –Y, sí. –Respondió secamente. –Mire, si realmente dijo eso… –ya que no lo sabía con certeza– “Sánchez miente y es un verdadero hijo de puta”. –¿Por qué? –preguntó, ¿Si usted no recuerda exactamente qué le dijo? –Porque uno no se puede acordar de todo. Uno se puede olvidar hasta de cosas importantes, pero cuando le dicen que uno hizo una cochinada que no condice con su forma de ser, entonces es fácil darse cuenta que le están mintiendo. Parece que al tema de los valores el capitán los tenía un poco olvidados, y por su cara entendí que no lo convenció mi respuesta. De inmediato traté de explicarle con un argumento mucho más práctico: En el momento en el que me encuentro con el centinela al costado de la Ba. “B”, yo llevaba los soldados ejecutando movimientos vivos y se los dejo a Sánchez para que siga la actividad mientras yo le preguntaba al centinela si había visto algo. Pregunto: ¿Puede Sánchez escuchar algo de lo que le dije al soldado estando a 15/20 metros con alrededor de 60 soldados corriendo a su alrededor? e insistí: “si dijo eso, miente”. El reloj y el estómago marcaban la misma hora: la de almorzar; y sucedió lo mismo que la noche anterior. Todos se fueron y quedé solo en la sala de computación. Estaba todavía sin higienizarme, otra vez con la barba crecida y el peinado que milagrosamente duraba del día anterior. Masticaba chicle continuamente para quitarme el sabor que tenía en la boca, que no se si era de amargura o por la falta de higiene. La demora se debía ahora a la confección del sumario militar. Hojas escritas a máquina por todos lados, sin número de foliación y repletas de “liquid paper”; tanto, que parecían de yeso. 114 IGNACIO R. CANEVARO Mirando por una de las ventanas que da al frente del P. C. pude ver que estaban llegando varios Jeeps y un Ford Falcon azul. En ese momento sentí que algo iba a suceder. Por la puerta entró el capitán con quien había estado hablando horas atrás junto con varias personas más que estaban vestidas de civil y me dijeron que íbamos a reconstruir mis movimientos y los de la tropa que describí en mi declaración indagatoria. Pero los que me acompañarían no eran los que me tomaron la declaración, sino las dos personas de sobretodo marrón, el capitán de inteligencia y un conductor. A la salida del puesto comando estaba estacionado el Falcon, cuya parte trasera tenía una gran antena exterior de un equipo de radio VHF. Me senté en el asiento de atrás, flanqueado a ambos lados por las personas de sobretodo marrón quienes me pidieron que les cuente “paso a paso” los lugares por donde nos desplazamos. Comenzamos por la batería en donde yo cumplía mi semana. El auto curiosamente estacionó en la parte de atrás a pesar que mi relato estaba en el frente de la batería. Caminando nos dirigimos a la parte del frente, ingresando por la misma puerta. En ese momento los soldados regresaban del rancho de tropa, dirigidos por Parodi, que otra vez estaba de oficial de semana. Una vez en el hall de la bandera de la Batería, una especie de “estar” con un juego de sillones y mesa de caña, pude ver a los soldados que ingresaban corriendo a lavar las marmitas al baño interno. Miraban la escena como si fuese un espectáculo y sí que lo era. El subteniente Canevaro, que les había gritado y los había hecho bailar estaba “derrochando ascendiente” y mucho más, estaba siendo humillado. Comencé a relatar como se inició el día a la vez que les indicaba los compartimentos de la batería. El hombre que había tomado nota durante mi declaración indagatoria sacó de su sobretodo el papel doblado en donde había hecho sus apuntes y corroboraba mis dichos a la vez que me pedía explicaciones. A mi entender, era como que nada le venía bien. “Todo estaba mal”; se mostraba contrariado por la manera con que comenzaba cada una de sus preguntas: –Ud. dijo… que los soldados estaban haciendo actividades varias. Si eso es así, ¿por qué… estaban de combate? Trataba de encontrar un encierre, de acorralarme sobre mis propios dichos. A su vez intentaba entender cada uno de los movimientos, pero le era difícil. Le costaba comprender la terminología para definir algunas situaciones ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 115 y nunca quedaba conforme. En conjunto repasaban como un resumen todo lo que yo les estaba contando, pero alguna veces éstos no eran de fiarse pues no tenían la forma de expresarse adecuada como para reflejar lo que yo les había contado. En definitiva, la conversación terminó como había empezado: yo había dicho lo que sabía y ellos habían interpretado lo que quisieron. –“Eso lo está diciendo Ud., yo nunca dije lo que me acaba de leer” fue lo que terminé por decirle al hombre que se mostraba fastidioso por que casi pude estar seguro de que pensó lo mismo que yo: ¿Para qué me había llevado hasta allí? ¿Para comprobar mis dichos? ¡Si no estábamos de acuerdo ni siquiera con los apuntes que había tomado en el puesto comando durante la indagatoria con José! ¿Con qué iba a corroborar mis dichos si había empezado tan mal? Creo que igual quiso ver cómo fallaba en mi relato de los hechos y continuó con el recorrido de los lugares que visité el domingo 6 de marzo. Pero lo peor de todo es que todo cuadraba perfectamente, hechos y horarios, lugares, personas, todo. Una vez que llegamos, fuimos al puesto comando donde fui conducido al mismo despacho en donde había prestado declaración. Esa fue la única reconstrucción que se hizo a raíz del crimen de Carrasco. Los demas pedidos tendrían menos suerte. Un rato más tarde llegó José con una pila de hojas y las desplegó en el escritorio al tiempo que me pidió que las lea y que firme la última, rubricando las restantes. Al término de las hojas había una que decía algo como “por encontrar el Juez Mil., Tcnl. José, elementos suficientes probatorios como para considerar culpable del delito militar de Abuso de Autoridad, previsto y penado en el art. 702 del CJM”. En el mismo escrito se ponía en conocimiento que mi situación era de PPR (Prisión Preventiva Rigurosa). Eran las 17 Hs. En el mismo acto me preguntó si deseaba nombrar defensor militar en ese momento o bien cuando la causa sea elevada a plenario. Pero esta declaración tenía un formato diferente a las otras que había firmado: en el encabezamiento decía “Declaración Indagatoria” y no tenía ni la menor idea de lo que era. En las anteriores decía “Declaración testimonial” y solo por casualidad me di cuenta del cambio: 116 IGNACIO R. CANEVARO –¿Qué es esto? –pregunté. –¿Qué cosa? –contestó José desentendido. –¡Acá dice declaración indagatoria y las anteriores eran testimoniales! –Sí –respondió con tono natural. –Y ¿Qué es eso? –consulté aunque ahora me de vergüenza confesarlo. –¡Cómo que no sabe lo que es una declaración indagatoria! –No, no se, ¿cuál es la diferencia entre las dos? –La diferencia es que en la testimonial usted declaraba como testigo y en la indagatoria de ahora lo hace como imputado, ¡eso es! –Pero… ¡Cómo! ¡No puede ser! ¡Cómo yo voy a estar imputado! ¡¿Y nadie me iba a decir nada?! –Bueno, ahora ya lo sabe. ¡¿Qué más da?! –¿Qué es el plenario? –pregunté ya casi con desesperación. –¿No sabe lo que es un plenario? –replicó como si poder creerlo. –No. –respondí intuyendo que me estaba perdiendo algo. –¡El plenario es un Consejo de Guerra, hombre! Al parecer el sí sabía lo que todo esto implicaba, pero yo estaba totalmente inadvertido del procedimiento desde la desgraciada aparición del cadáver de Carrasco. Pregunté a José quién podía ser defensor. Contestó que tenía que ser personal militar en actividad o en retiro y que no había apuro, pero en el Consejo de Guerra ya tendría que tenerlo designado. No sabía como preguntar todas las cosas que se me vinieron a la cabeza, y empezaba muy de a poco a sentirme paralizado, una especie de aire frío me corrió por todo el cuerpo… Todo este tiempo había pensado que estaba prestando declaración para ayudar a dilucidar lo que había pasado con Carrasco, pero ahora todo se había vuelto contra mí. ¡Me habían estado persiguiendo a mí y yo no me había dado cuenta! ¡Pero si seré idiota! ¿Cómo pudo ser que no me diera cuenta? –¡¿Cómo Abuso de Autoridad?!, ¡¿Cómo elementos probatorios para considerarme culpable?! ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 117 –Mire, –traté de aclarar un poco mis ideas– yo lo único que entiendo por abuso de autoridad es cuando un subalterno es agredido física o verbalmente por un superior y ese subalterno da la novedad a otra autoridad de la agresión recibida. –¿Dónde está mi Abuso de Autoridad? –Y… se considera la manija a los soldados como un maltrato… –Contestó. –¡¿La manija maltrato?!, ¡Pero si todo el mundo pega manijas por todos lado y nadie les dice nada. Pero si no hay nadie en el Ejército que no haya pegado una “Manija”. Levantó las cejas y me contestó con un gesto que aparentaba cierta resignación: –Sí, pero ahora se aplica el reglamento. –Ajá. ¡¿Justo ahora quieren venir a aplicar el reglamento?! Volví a preguntar: –Y en cuanto a la denuncia a alguna autoridad, ¿algún soldado o algún subalterno se quejó y me acusó con algún superior? –No. –¿Y entonces? –Fui yo –me dijo encogiéndose los hombros– eso sale de su declaración. –¿Ud.es el que me acusa por haber cometido un Abuso de Autoridad? –No. –respondió primero– Bah, ¡Sí…! –dijo luego. Lo miré sin entender y le pregunté: –¿Entonces? –Realmente no fui yo –explicó– pero en la figura legal tengo que ser yo. Me lo ordenaron. –¿Quién? Sin articular palabra, inclinó la cabeza a un lado y miró hacia arriba. Con ese gesto me lo dijo todo. A partir de ese momento una sensación de escepticismo me invadió y no me abandonó hasta el día de hoy. Es como saber que no tan sólo me estaban acusando de algo inaudito sino que también el que lo hacía, tenía todo el poder para echarme el peso de su influencia y salirse con la suya sin que nadie le cuestionara nada. Ahora recién caía que mi suerte estaba sellada, pero hacía rato que lo estaba, solo que no me había dado cuenta. IGNACIO R. CANEVARO 118 Una vez que firmé la declaración indagatoria, me condujeron al BAL donde me entregaron a un teniente del RIM 10 y dos suboficiales para trasladarme al RIM 21 de Las Lajas. Eran ya las 1930 y mi último interrogatorio había durado nada menos que veinte horas. En un Jeep partimos y salimos del cuartel para no regresar nunca más. Me acompañaba además un suboficial armado con fusil entre las piernas. El teniente era el otro jefe de sección de la Compañía que instruimos en la incorporación. Cuando llegamos al RIM 21 nos recibió el Jefe, Teniente Coronel Avellaneda, quien me alojó en forma personal en una sala de la enfermería del cuartel. Mientras íbamos a la enfermería me iba diciendo cómo sería mi estadía allí y cómo debía manejarme. Me comunicó que sus órdenes eran las de mantenerme incomunicado y con PPR, que estaría custodiado por centinelas apostados dentro y fuera; Allí también tenía conocidos, todos eran compañeros de promoción míos, salvo algún que otro Subteniente un año más moderno que yo. Los que estaban en el casino eran el teniente primero Sabatté y los subtenientes Moreno, Bordaji, Domínguez y Moyano. Acosta, el oficial de servicio, se retiró diciéndome que me encerraría con llave y que a la mañana siguiente vendría con el entrante y me traspasarían en responsabilidad quedando a sus órdenes. Qué lindo, pensaba, como si fuera un “cargo”, me pasan como un paquete. 21 de Abril: Jordán ganó: Caro es Juez. El diario13 Río Negro sacó una nota con grandes titulares que decían: Dos militares y dos soldados detenidos. • Oficialmente no se los vincula con el homicidio, ‘en principio’ • Se los acusa de ‘abuso de autoridad’ con los conscriptos En un recuadro aparte, otra nota que determinaría el rumbo de la investigación: Ascenso para Caro. • El Juez subrogante de Zapala, Rubén Caro, tuvo ayer un motivo de alegría en medio de tanto trabajo y tensiones: el Senado lo ascendió y confirmó en la titularidad del cargo. En un trámite urgente, apartado de los pasos reglamentarios, la 13 Diario “Río Negro” del 21 de Abril de 1994, páginas 22, 23 y 25. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 119 Cámara Alta dio anoche su acuerdo para el nombramiento de Caro, quien venía subrogando en el cargo desde el alejamiento de Eugenio Krom… El pliego con el pedido de acuerdo no cumplió dentro del Senado el trámite de rigor establecido desde que los acuerdos se otorgan en un proceso público, pero se aclaró que era un caso excepcional que no debía sentar precedente Asimismo se transcribió un comunicado distribuido del día 20 de Abril que decía textualmente: • El Estado Mayor General del Ejército informa: • que como consecuencia de las actuaciones de Justicia Militar que se realizan en la Guarnición Militar de Zapala, para investigar la comisión de eventuales delitos o faltas militares, el Juez de Instrucción Militar número 93 decretó la incomunicación del siguiente personal: • Subteniente Ignacio Rodrigo Canevaro. • Sargento Carlos Ricardo Sánchez. • Soldado clase 1974 Cristian Suárez. • Soldado clase 1974 Víctor Salazar. • Que dicha medida procesal dictada por la Justicia Militar no implica necesariamente relación con la causa de homicidio que se sustancia en la Justicia federal. • El comunicado llevaba la firma del Cnl. Eduardo Alfonso, Jefe de Prensa del Ejército. En otra nota aparte y preguntado qué tenían que ver los soldados con un “abuso de autoridad”, el Grl. Halperín explicaba que la incomunicación no implicaba necesariamente que los que la padecían tengan que ser los culpables, sino que lo que lo que puedan decir, ayude a la investigación. • En cuanto a los testigos, afirmó que el hecho que se los detenga no significa que tengan una presunta responsabilidad, sino que se incomunica incluso a testigos En una nota aparte “Pegaba y mandaba a pegar” un soldado describía cómo el Sargento Guardia lo hacía con los soldados. De paso, me describía como “…el peor subteniente que hemos tenido…”. En la otra página, una nota aparte con el título “Apelaron el recurso de amparo y llegó otro fiscal” había una fotografía de ese supuesto fiscal que llegaba de la Procuración General de la Nación y lo mostraban descendiendo de un avión Sabreliner matrícula AE 175, enviado por Balza y perteneciente al Estado Mayor del Ejército. Pero esa persona no era precisamente el fiscal Juan Andrés Necol, como lo señalaba la foto… Mucho más tarde me enteraría quien era en realidad… Se ve que las malas noticias –para mí– venían todas juntas. En un solo día nombraron al Juez Caro y publicaron mi detención por el delito de abuso de autoridad –“…que no implica necesariamente relación con la causa de IGNACIO R. CANEVARO 120 homicidio que se sustancia en la Justicia federal”-: Sí, claro: Hay que ser más ingenuo que yo –y eso es ya es grosería– para dejarse convencer que las detenciones por el abuso de autoridad no estaban vinculadas con la investigación del homicidio. Cuando vi la foto de la nota “Pegaba y mandaba a pegar”, reconocí instantáneamente al soldado Varela, que decía que fui el peor subteniente que tuvo, siendo el único subteniente que conoció. ¡Si no estuvo ni un mes en el Servicio militar! Se asombraban de escuchar que les gritaba o insultaba. ¿¡Qué suponían que iban a escuchar de un soldado que no daba pie con bola durante la instrucción y que hablaba sobre su Oficial Instructor!? Obviamente que no eran palabras de halago… y después de todo, ¿Quién hablaría bien de un milico al que sólo tuvo la oportunidad de conocer “a los gritos” mientras les exigía que hagan esto o aquello en una forma que era para ellos era de mala manera? –¡Justo vos!, Justo vos… Yo me acuerdo de vos –pensaba– –¡Varela!… Si le tuve que decir a tu subinstructor –un suboficial– que te dejara con los “MD” – los “Más Duros” – porque demorabas al resto de la tropa que estaba aprendiendo a desfilar. ¡Pucha, qué te parió! ¿No te acordás que fui yo quien me dediqué personalmente a enseñarte a distinguir la pierna derecha de la izquierda? ¿No te acordás la paciencia que te tuve? ¿Éste tipo no se acuerda que lo tenía que abrazar para que lleve mi paso? Antes había tenido como instructor a un suboficial que le ponía un yuyo en el borceguí izquierdo para que distinguiera el paso: “pasto, nada, pasto, nada” y así marchaba. –El peor subteniente… ¡El único, y encima bueno! ¡Pelotudo! A las ocho de la mañana aproximadamente y tal como lo había dicho Acosta, el nuevo Oficial de servicio se presentó en mi habitación de la enfermería y me tocó el hombro. No estaba enterado para qué sería esta llamada, pero resultó ser que era para constatar que estaba con vida. 22 de Abril: El Ministro Camilión no se queda atrás: es ‘altamente improbable’ que los asesinos de Omar Carrasco no sean Militares El diario14 Río Negro sacaba una nota En Defensa están convencidos de que el homicida es uno de los detenidos. 14 Diario “Río Negro” del 22 de Abril de 1994, páginas 6 y 7. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 121 Una nota aparte con título Improbable. Buenos Aires – El Ministro de Defensa, Oscar Camilión, reconoció ayer que es ‘altamente improbable’ que los asesinos de Omar Carrasco no sean Militares, y admitió que su gestión se vería afectada si el hecho no es esclarecido. Buenos Aires (ABA) – El Senador Felipe “Pipe” Sapag pidió que para el asesino de Omar Carrasco, se aplique la Justicia Militar, que ‘para hechos aberrantes y de traición a la patria contempla la pena de muerte. Lo de la competencia de la justicia Federal ya lo hemos hablado, y si bien yo en ese momento lo desconocía, tenía 23 años y era militar. Pero Sapag… Y eso que era Senador… Este día demostró luego ser de vital importancia para descubrir cuán mal se hicieron algunas cosas. Siempre siguiendo la numeración de las fojas y las constancias del sumario militar, en solo un día, y siguiendo el trámite administrativo ordinario, las actuaciones “volaron” desde los despachos del cuartel de Zapala, pasaron por el Comando de Brigada de Neuquén, a unos 180 km, hicieron”sapito” en el Estado Mayor del Ejército, en Buenos Aires (a 1500 km) con el teniente coronel auditor Alberto Vidal, rebotaron en el General de Justicia Dionisio Ferreyra (Auditor General de las Fuerzas Armadas) en el Ministerio de Defensa ¿Y terminaron en manos de quién? Sí… de Balza, quien por supuesto ese mismo día terminó por firmar la resolución que ordenaba la formación de un Consejo de Guerra. Si así funcionaran las instituciones republicanas del país… Después hubo muchas sorpresas al ver que en realidad no había solo un sumario, sino dos y hasta tres; Aun así sería considerado fiable por la justicia, pero sigamos con el relato. El escrito inicial estaba firmado por el mayor auditor Muñiz, quien estaba en Zapala enviado por el comandante del Vto Cuerpo, General Halperín. En el apuro por mandar rápido las actuaciones a Neuquén, se les traspapelaron un par de derechos individuales básicos como el de la legítima defensa y del juez imparcial, ya que concluyó el escrito de elevación con esta frase “…Los presentes actuados deberán ser elevados a plenario para el juzgamiento de los culpables por el consejo de guerra que corresponda, previo dictamen del Señor Auditor General de las FFAA, conforme a lo previsto en el artículo 329 del CJM (LM1) “ En realidad, si se conformaba un consejo de guerra (CG), era para juzgar si los acusados había efectivamente cometido el delito que se les imputaba, y IGNACIO R. CANEVARO 122 si se referían a los acusados como “culpables”, pues bien, ya no cabían muchas dudas sobre la sentencia que recaería en el plenario. Estaban cumpliendo con solo algunos requisitos procesales –casi al azar diría yo– como este, que es el de llevar un sumario por escrito, pero tanta era la orfandad de conocimiento de fondo sobre las garantías de los sumariados, que los llamaban culpables aun antes de que fueran juzgados. Para no desentonar, el ministro de defensa salía a respaldar las declaraciones de Balza y redoblaba la apuesta: “…es’altamente improbable’ que los asesinos de Omar Carrasco no sean Militares”. Sería inmensamente gratificante que el Dr. Camilión nos cuente de dónde obtuvo semejante información a esa altura del mes de abril. Cabría suponer que lo supo luego de hablar con el juez de la causa, quien ya tendría todo resuelto, pero no: Jamás habló con el ahora juez Caro. Además ¿Cabe decir que el sumario de Caro estaba todavía con el primer despacho, pues no había avanzado ni una página? 23 de Abril: “Hola, está el Juez? Ah Rubén, andá empezando con esto…”. El diario15 Río Negro publicó una nota que decía Los soldados detenidos declararon y quedaron libres. … Ayer al mediodía el Juez de Instrucción Militar, teniente coronel Raúl José, le entregó al magistrado que entiende en la causa del conscripto asesinado, una copia del sumario militar seguido contra el subteniente Ignacio Rodrigo Canevaro y el sargento Carlos Ricardo Sánchez, por violación al artículo 702 del Código Militar ‘por abuso de autoridad’… Tal como lo había ordenado el presidente de la nación el 18 de abril, copias parciales de la investigación del homicidio de Carrasco que estaba realizando la justicia militar en el cuartel, le fueron giradas a Caro. Muchas otras diligencias fueron borradas y otras tantas ocultadas por el ejército y entregadas a la justicia federal dos años más tarde –Cuando el juicio había logrado condenas– como la del reconocimiento fotográfico al que fue sometido Juan Sebastián Castro, el soldado que dijo haber visto cómo golpeaban a Carrasco, en la que descartó expresamente que los autores hayan sido Suárez y Salazar. 15 Diario “Río Negro” del 23 de Abril de 1994, página 10. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 123 A las 08,30 de la mañana se prendió la luz de mi habitación. Pensé que era otra vez el relevo del Oficial de servicio, quien debía ver si “estaba vivo” para “recibirme sin novedad”. Pero esta vez no era así. Todavía medio dormido y encandilado por la luz, me di vuelta en la cama para ver quién era. De pronto un abrazo bien fuerte me hizo saber que no era el oficial de servicio precisamente: Eran mis padres y mi hermano Pedro que habían viajado desde Córdoba para verme. Uno a uno me saludaron con cara de preocupación y alivio a la vez que no podía entender. Una vez que se fue el oficial de servicio, el silencio se quebró con una pregunta: La primera, única… y última… Me hizo sentar en la cama con extrañeza: –¿Vos estás protegiendo a alguien? ¿Hay otra cosa además de ese abuso de autoridad? –y sin detenerse– ¿Qué es eso del el abuso de autoridad? Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue cómo era que podían pensar eso… –¡¿Qué?! –contesté asombrado. Se miraron desconcertados, como esperando con temor otra respuesta. –¡¿Ustedes están locos?! Mi pobre hermano estuvo disculpándose como quince minutos por “haber dudado” de mí. Pero luego supe de dónde vino esta confusión: No habían tenido oportunidad de hablar con nadie y lo que primero oyeron sobre el asunto fue de boca de Halperín, Duret y Gutiérrez, quienes no esperaban su visita, y se vieron sorprendidos en pleno enjuague. Para salir del paso no tuvieron mejor idea que disparar sus conjeturas e hipótesis, sembrando sospechas y desconcierto. Fueron los primeros en vincular al abuso de autoridad con la desaparición de Carrasco. En realidad habían llegado el día anterior, durante la noche del 22 de Abril y creyendo que aún estaba en el GA 161, fueron a dar allí. Los recibió Duret, quien también estaba alojado en el Casino por lo prematuro de su pase y como llegaron por la noche, se ordenó que se les sirviera la cena. En medio de un ambiente frío y tirante, les contaron lo que quisieron. Allí también estaban Halperín y Gutiérrez. 124 IGNACIO R. CANEVARO Halperín que era más moderno que mi padre y había servido a sus órdenes, habló aparte con él. Así lo hicieron Gutiérrez con mi madre y Duret con Pedro. En medio de la conversación, llegó Cerrutti con un montón de papeles para la firma del Duret. Al ver a mi familia no lo podía creer, pensó que los habían descubierto en algo, y se manejaba con un gesto raro como ¡¿Qué hacen éstos aquí?! Mientras Duret firmaba, Cerrutti se mostraba impaciente y miraba a mi madre de modo extraño. El rostro de Cerrutti le dejó la impresión que al mirarla, se preguntaba – “¿Se dará cuenta de lo que estamos haciendo?”. Lo que estaban haciendo –y en sus propias narices– eran las primeras letras de la Historia Oficial y estaban completamente desprevenidos… Gutiérrez a mi madre le hablaba con tono grave y le explicaba que, en su opinión, yo estaba encubriendo a alguien, que protegía a alguien, y que él podía interpretar que lo hacía por lealtad o algo así, pero que no me involucrara en este tema porque me perjudicaría ya que detrás de todo esto había un homicidio y se trataba de una situación complicadísima, que era preferible que hablara, que diga la verdad y cuanto mucho me acusarían de encubrimiento. Mi madre le contestó que de ninguna manera podía estar involucrado en este hecho, que la lealtad era otra cosa, que en un homicidio no hay lealtad, sino complicidad y que ella lo descartaba de plano. Duret hizo lo propio con mi hermano, tratando de convencerlo de que era necesario que hablara, que dijera “la verdad”. Un momento de la conversación hizo que todos se reunieran en el centro del comedor del Casino de Oficiales, escuchando impávidos los comentarios de Duret. En esa ocasión se dedicó a contarles a mis familiares lo que él pensaba de lo que había pasado en el cuartel y sus impresiones sobre mi proceder y carácter. Me catalogó como “una persona muy inteligente, con pensamientos muy fijos, impenetrables, como si tuviese aprendido a fuego lo que tenía que decir”, y haciendo un gesto con la mano como el de una cortina metálica, me calificó poseedor de una mente “galvanizada”. Pensaba que yo estaba “ocultando algo”. Claro que luego de recorrer mil quinientos kilómetros, estaban muy angustiados por no haber recibido noticias mías desde mi última comunicación –allá por el 13 ó 14 de Abril– y solo habían escuchado las noticias que eran verdaderamente alarmantes. Encima los recibían con este “baldazo de agua”, ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 125 tuvieron un momento de incertidumbre ante la gravedad de los comentarios de mis jefes, (que en realidad no lo eran, pues ellos los habían reemplazado) pero en poco tiempo reaccionaron y decidieron dejar la Unidad lo más pronto posible e ir a visitarme al RIM 21 de Las Lajas. A la mañana temprano del 23 de abril salieron hacia Las Lajas, no sin antes escuchar algo muy curioso por parte de Duret. Les pidió que la próxima vez que vuelvan al GA 161, no se registraran con sus nombres verdaderos, que lo hagan bajo el apellido de “Olmedo”, explicando que se debía a los medios periodísticos, para que no fueran molestados. Ahora podía entender lo preocupados que estaban… Traté de decirles en pocas palabras que no tenían de qué preocuparse, por lo menos en cuanto a lo que yo haya hecho. Que el tema de ese supuesto “Abuso de autoridad” eran todos inventos, que lo único que había sucedido era que había hecho hacer ejecutar “movimientos vivos” de la forma que siempre se hicieron ejecutar. Me preguntaron qué había “de lo otro”, a lo que les pregunté: –¿Ustedes me hablan de lo de Carrasco? –Sí. –fue la tímida respuesta. –¡Ah, no! De eso nada, pero nada que ver, ¡quédense tranqui!, en serio eh…? Se sacaron un enorme peso de encima, y el alivio que representaba lo que les estaba diciendo, les modificó la expresión es sus caras en forma definitiva. Luego de vestirme y de conversar unos momentos, llegó el Oficial de servicio y nos dijo que el jefe de unidad había autorizado a que recibiera visitas en el Casino de oficiales. En las horas de las comidas compartíamos la mesa con los otros oficiales del Casino, casi todos conocidos. Durante una conversación, mi hermano me pregunta por mi auto y yo les comento que estaba preocupado porque la cerradura de la puerta del conductor no funcionaba. Me sugirió ir a buscarlo. El problema era cómo traerlo. Mi padre no quería pisar más el Grupo, por lo que cuando se presentó en el lugar el subteniente Bordaji –quien además de ser compañero del CMN, nos hicimos muy unidos en los cursos de montaña en Bariloche– le pedí que IGNACIO R. CANEVARO 126 lo acompañara. Como estaba de servicio de semana, me contestó que a eso lo tendría que autorizar el jefe del regimiento. Durante la tarde vino avellaneda al Casino de oficiales y se le presentó a mi padre por ser un oficial superior. En esa oportunidad aproveché para explicarle la situación de Bordaji, a lo que accedió. Irían en el automóvil particular de Bordaji y al llegar a Zapala, éste se quedaría esperando en la confitería “Chancho Rengo” para no tener que intervenir en el asunto. Así lo hicieron pero al llegar al GA 161 y preguntar por las llaves del auto, Duret le dijo a mi hermano que no sabía bien si podría retirarlo debido a que existía la sospecha de que se podría haber utilizado el R-12 para mover el cadáver de Carrasco. Es increíble lo avanzado de Duret en cuanto a las sospechas. La justicia demoraría meses en llegar a las sospechas de este oficial recién llegado. Pedro es civil y quien más “claramente” pudo hablar con Duret. Tras un breve intercambio de palabras le contestó que si no había una orden judicial en contrario, se lo llevaría. Pedro expresó que después de la conversación que tuvieron, sentía temor de que –aprovechando que el R-12 no podía cerrarse– pudieran haber colocado “algo” en el interior del mismo, como para incriminarme en el homicidio. En fin, esto desató un sinnúmero de suposiciones frente a las cuales me mostré bastante escéptico, pero como aseguraba Pedro, yo tampoco pondría las manos en el fuego por asegurar que mi auto no fue objeto de ninguna trampa. Nos comentó que su intención era la de lavarlo, con lo cual provocó inmediatamente la reacción de mi padre, quien se opuso terminantemente, agregando que el auto se quedaría tal como lo habíamos recibido ya que lo podían llegar a pedir. El tiempo le dio la razón… 26 de Abril: Consejo de Guerra: El ejército tira la primera piedra El diario16 Río Negro publicó Conclusiones del sumario militar. … El ministro de Defensa, Oscar Camilión, aseveró la semana pasada que el sumario militar ‘ya fue girado’ al juez Rubén Caro, quien tiene a su cargo la investigación del caso en la órbita de la Justicia Federal 16 Diario “Río Negro” del 26 de Abril de 1994, página 6. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 127 En una nota a Mirta Mántaras y con el subtítulo que decía Los dichos de Camilión … El Ministro de Defensa dijo en su visita a la Cámara de Diputados que entre los cuatro sumariados estaría el culpable… Camilión se maneja con una fuente de información extraoficial, es decir, con una que no está en el sumario militar, y que no es conocida por el juez de la causa. Debe tener sin duda una fuente de inteligencia que no conoce la comunidad… Ya se hablaba mucho del consejo de guerra. ¿Qué cuernos era un Consejo de Guerra? Le pedí a uno de mis compañeros que me preste un Código de Justicia Militar para entender a lo que me debería enfrentar. A medida que pasaban los días, todo iba tomando un poco de forma en mi cabeza, pero este proceso era infinitamente más lento que el de la realidad de los hechos, por lo que nunca estaba a la altura de los acontecimientos. Ahora se decía que el Consejo de Guerra se desplazaría hacia la localidad de Covunco. Yo no tenía ni la menor idea de lo que eso significaba, pero me repetía que semejante despliegue no sería por algo bueno y me terminé de convencer cuando llegó el diario. Ya se había hablado de los movimientos vivos en la reunión que mantuvo Balza con los padres de los conscriptos: En esa oportunidad Balza había expresado con relación a los denominados “Bailes” a los que son sometidos habitualmente los soldados, constituyen Movimientos Aplicativos al Combate, pero aclaró que no significan malos tratos. Sin embargo admitió que quien los aplique a modo de castigo, vulnera la reglamentación de la Justicia Militar. Ese mismo día Balza hizo una declaración que nos sorprendió a todos. ¡Se estaba hablando de la derogación del Servicio Militar Obligatorio! Al ser consultado, Balza descartó que pueda determinarse la derogación del servicio Militar Obligatorio, aunque aclaró que el tema es de competencia exclusiva del Congreso Nacional. Afirmaba que el abuso de autoridad investigado por la Justicia era “un hecho perverso, una inconducta viciosa que no constituye una práctica habitual en los cuarteles”. “El Ejército –subrayó– investigó y elevó al Consejo de Guerra el sumario por abuso de autoridad en el cual están imputados un subteniente y un sargento, pero será el juez federal (Rubén Caro) quien sacará todas las conclusiones en la causa por el homicidio”. IGNACIO R. CANEVARO 128 Luego de leer la nota y tener conocimiento de las anteriores declaraciones de Balza con respecto de los movimientos vivos, llegué a la conclusión que mi suerte estaba echada de antemano. Recuerdo que miré a mis padres que estaban al otro lado de la mesa en el Casino de oficiales, de espaldas a un gran ventanal y les dije “Yo ya estoy juzgado, esto que dice es un sondeo para ver las reacciones, pero es una bajada de línea para el consejo de guerra, porque es nada menos que el Jefe de Estado Mayor del Ejército quien hace estas declaraciones”. Lo que no me di cuenta en ese momento –aunque cueste creerlo– es de lo peligroso de la segunda parte de la frase de Balza. Comenzó hablando del abuso de autoridad y terminó hablando del homicidio. No entiendo cómo pude haber estado preocupado por las consecuencias profesionales, o si aun podía seguir en el ejército, descartando tan de plano las otras, mucho más importantes y donde el mundo ponía su mirada. Tan aislado, tan abstraído, tan sumido en el problema que significaba para mi corta carrera el hecho de aclarar que los movimientos vivos eran reglamentarios, y que había una maliciosa mezcla de hechos, incluso muchos inventados, que no reparé en que mucho más terrible era ser sospechoso de homicidio. “El árbol no me dejaba ver el bosque”. Cuán lejos puede estar uno de la realidad. Todo depende del ojo con que se lo mire. 27 de Abril: El auto de la sangre El diario17 Río Negro editó Resistencia de militares de Zapala a esclarecer el caso, admiten. … Oficiales de Inteligencia enviados por el Ejército a Zapala… Destacaron incluso que Inteligencia llegó a una conclusión: el perfil de la personalidad del subteniente Canevaro es ‘atípico en esa jerarquía’. En general, ese primer escalón de la escala de oficiales está cubierto por jóvenes cautos para las decisiones, muy observadores y que procuran ocupar nada más que el espacio exacto que le brinda la jerarquía. Quieren aprender y no convertirse en eje de nada. Canevaro, en cambio, parece ser hombre con mayor autonomía y predispuesto a iniciativas propias…”. 17 Diario “Río Negro” del 27 de Abril de 1994, páginas 8 y 9. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 129 En horas de la tarde me mandaron llamar del PC del Regimiento. Era el jefe del destacamento de Gendarmería Nacional de Zapala que había venido con una orden judicial ordenada por el Juzgado de Zapala para secuestrar mi auto, el que sería trasladado a la ciudad por el mismo oficial. 28 de Abril: El diario18 Río Negro editó Las perras no hallaron indicios en el auto de Canevaro Entusiasmados por el éxito de las pericias realizadas el martes, el juez federal Rubén Caro y los tres fiscales que investigan el caso del asesinato de Omar Carrasco, recurrieron a las perras Diana y Achira para investigar el Rernault 12 del subteniente Ignacio Canevaro, en la presunción de que el cadáver del soldado haya sido trasladado en ese vehículo… En la página siguiente “Quejas en Defensa porque Caro ‘no acepta ayuda’”. “Una alta fuente del Ministerio de Defensa se quejó por la lentitud de los procedimientos dispuestos por el juez Caro, y su negativa a aceptar colaboración de los instructores militares”. En otra página, un título decía: “Para descomprimir, Menem anunció la reducción del servicio Militar”. Ese día nos dimos cuenta de lo acertado de no haber lavado el auto; Y que oh casualidad, las sospechas de Duret eran las mismas que las del juez Caro. De haber lavado el auto, se hubieran generado especulaciones, lo que indudablemente hubiera hecho pensar en que se querían borrar eventuales rastros por el traslado del cadáver. Y ni hablar si se nos hubiese ocurrido que en el cuartel, pudieran sembrar pruebas en el R-12. A decir verdad, era uno de nuestros más grandes temores. Seguramente hubiésemos lavado el auto con algún producto, pero por suerte no llegamos a tal nivel prevención. Lo mismo no se puede decir de las mismas instalaciones del cuartel, que si usaron profusamente de productos químicos, pero eso a su debido momento. Con respecto a las quejas de Defensa, se ve que Caro por ahora se negaba, pero no se hizo rogar demasiado. 18 Diario “Río Negro” del 28 de Abril de 1994, páginas 6, 7, 8 y 10. IGNACIO R. CANEVARO 130 29 de Abril: El diario19 Río Negro editó Emotiva despedida de la clase ‘74 En un recuadro aparte, Covunco – Alrededor de las 16, llegaron al regimiento local los doce integrantes del Consejo de Guerra permanente, que enjuiciará al subteniente Ignacio Canevaro y al sargento Carlos Sánchez, acusados de cometer ‘abuso de autoridad’. Otra vez la confusión era difundida por los medios: “…El juicio está directamente emparentado con el homicidio del soldado Omar Carrasco…”. Y efectivamente era para lo que estaba trabajando la inteligencia militar. Y lo había logrado. El consejo de guerra ya no era un tribunal militar juzgando delitos militares, sino el símbolo que el ejército colaboraba con la justicia federal, entregándole al sospechoso del homicidio. 30 de Abril: Técnica de repetición: Abuso de autoridad. Nada que ver con el caso Carrasco eh? El diario20 Río Negro editó Secretario del Consejo de Guerra se reunió con el juez Caro “…El magistrado mantuvo una reunión protocolar, según se informó, con el secretario del Consejo de Guerra que juzga al teniente Canevaro y al sargento Sánchez, acusados de ‘abuso de autoridad’ contra los conscriptos del cuartel de Zapala”. “…A la salida no quisieron hacer declaraciones, aseguraron que ‘nuestra presencia aquí no tiene nada que ver con el caso Carrasco’. Cumplía 24 años. Durante toda la tarde recibí de la central telefónica, desde la que me mandaban llamar, saludos y felicitaciones de varios compañeros, de mi familia y de mi resucitada novia, con quien ya no hablaba desde septiembre pasado. Nuestra relación se había terminado, aunque no formalmente, pues nos seguíamos viendo, ya no sabíamos en calidad de qué. 19 20 Diario “Río Negro” del 29 de Abril de 1994, página 23. Diario “Río Negro” del 30 de Abril de 1994, páginas 24 y 25. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 131 Mi hermano Pedro volvió a recorrer los 1500 km que lo separaban desde Córdoba para visitarme por apenas un día. De igual modo que la noche anterior, otra vez recibí visitas: esta vez eran Parodi y Wallnofer, junto con otras cuatro amigas. Cenamos y aprovechamos que estaba la sala de juegos abierta, por lo que pudimos jugar al pool en parejas hasta ya entrada la madrugada. Promediando la madrugada, una mirada desde la puerta me indicó que ya era suficiente y los invitados concordaron en que podían seguir el festejo en algún boliche de Zapala, mientras yo me guardaba nuevamente en la enfermería. – Vayan nomás a bailar… y festejen mi cumpleaños, mientras yo estoy en cana –los chicanié para arruinarles la fiesta. Todavía daba como para hacer bromas. Aun no había pasado nada. 02 de Mayo: Traslado a Covunco El diario21 Río Negro editó “Caro recibirá más testimonios y resolverá amparos”. Casi al pasar se hace mención de un episodio que luego tuvo trascendencia. “…En tanto, se espera la llegada de dos expertos de la división Homicidios de la Policía federal, requeridos el viernes por el juez Caro para que colaboren en la investigación…”. Lo que se había hablado sobre el Consejo de Guerra era una realidad. Todo el aparatoso sistema burocrático de la Justicia Militar con asiento en la Capital Federal, se había movilizado por este caso y por única vez en su historia, a más de 1500 km. para juzgar un supuesto delito militar de “abuso de autoridad”. Mucho ruido para tan pocas nueces. Sonaba demasiado complicado para un delito de naturaleza común, pero estrictamente militar; Lo corriente hubiera sido no darle trascendencia, pero si se exageraba, un traslado a la Capital Federal y que allí se desarrollen las actuaciones bastaba, pero toda esta movida tenía su sentido bien definido. Por la mañana me llamaron del PC del regimiento para notificarme que debía comparecer ante el Consejo de Guerra en Covunco a fin de realizar una diligencia. 21 Diario “Río Negro” del 02 de Mayo de 1994, página 18 y 19. 132 IGNACIO R. CANEVARO En esa oportunidad Avellaneda, como adujo no tener ningún vehículo para mi transporte, ordenó fuéramos en el Fiat de Bordaji, dándole viáticos para el combustible. Sin ninguna escolta más que mi compañero, llegamos al RIM 10 donde fuimos recibidos por el secretario del Consejo, el Tcnl Martínez, quien me condujo a un salón del Casino de Oficiales donde me esperaban los demás integrantes del tribunal militar, que estaba compuesto por el presidente, Grl. Luis J. Warckmeister y seis vocales: Comodoro Marcos M. Martínez, Comodoro Eduardo Fontaine, Cnl. Ulises R. J. F. Moreyra, Cnl. Jesús J. Pellegrini, Capitán de Navío Roberto C. Rambaldo, el fiscal: Cnl. Ernesto N. Valdéz, el secretario: Tcnl. Jorge F. Martínez, y un auditor: Cnl. Miguel A. Hadad. Los defensores eran tantos como los imputados. Para el caso particular, todavía no habían sido nombrados. Me fueron leídos unos documentos por los cuales se me requería nombrara un defensor militar, por lo cual designé a mi tío, un Teniente 1ero retirado del arma de Infantería. Me dijo que tendríamos que llamarlo por teléfono para que aceptara –por lo menos– informalmente la designación. Mi tío fue elegido entre una nómina de posibles defensores el día que vimos en los diarios las declaraciones de Balza sobre este supuesto abuso de autoridad. Varios fueron los militares que se ofrecieron para ocupar la designación, pero en realidad, más que efectuar una defensa, tendría que “poner la cara”, pues estábamos convencidos que ya había sido condenado de antemano. Los defensores debían ser forzosamente de carrera militar, lo que ayudó a que mi tío sea el más apto, ya que no estaba en actividad. Demasiada exposición hubiese arriesgado la carrera del defensor tras ventilar el sinnúmero de arbitrariedades cometidas por los instructores de la investigación, quienes lo hacían en nombre de la institución. Fuimos a una cabina de teléfono que estaba próxima a la cocina del casino y desde allí llamamos. “El Negro” –como lo llamamos– hermano menor de mi mamá, aceptó sin vacilar en comunicación directa con Martínez. Allí mismo Martínez le comunicó que debería hacerse presente en el cuartel de Covunco tan pronto como fuera posible a fin de comenzar con la defensa del caso. Luego de este trámite regresamos al cuartel del RIM 21 en Las Lajas tras recorrer los 70 km. que separan las dos unidades. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 133 En los días posteriores se repetiría el mismo traslado para completar otras diligencias, al igual que el problema de los vehículos y su respectivo combustible. En las cuatro veces que fui, cuatro vehículos distintos fueron los que se utilizaron para trasladarme. Primero en el auto particular de Bordaji, luego en un Jeep MB, después en una F-100 Commando y por último en un colectivo MB 1114, solo para mí. Una de esas veces en la que me trasladaron, fui llevado a una de la oficinas que estaban en la planta baja del edificio central del RIM 10. Allí estaba José y me notificó que para “ahorrar tiempo”, mientras se esperaba la llegada de mi defensor desde Buenos Aires, él me tendría que tomar una ampliación a mi declaración indagatoria, lo que me tomó por sorpresa. Todavía estaba aprendiendo sobre mis propios errores, pero esta vez no tropecé con la misma piedra. Le contesté que no declararía hasta no tener a mi defensor presente en el acto. Sorprendido por mi respuesta, José se levantó y me ordenó que me quedara en el lugar mientras él preguntaba a Warckmeister si eso era posible. –¿Y este es Juez? –reflexionaba– Más vale que es posible, ¡Es mi derecho! Cuando regresó confeccionó un acta donde constaba que me había negado a declarar hasta la presencia de mi defensor. Se había perdido la oportunidad de hacerme declarar una vez más antes de la llegada de mi asesor legal. A partir de ahora, las diligencias no podrían ser planificadas para sacar viciadas ventajas. En esos primeros días de mayo también llegó la orden al RIM 21 de trasladarme al RIM 10 de Covunco para estar en el mismo lugar que el CG y a su disposición. Otra vez tendría que tomar todas mis cosas y prepararme para dejar el lugar en donde estaba. Así es que armé mi mochila y tras despedirme de los oficiales de Las Lajas, viajé a Covunco. A mi llegada al RIM 10, me alojaron en una habitación del Casino de oficiales. Un cuarto de cuatro por cuatro, con una cama, una silla y sin baño. Para ir al baño, debía pedir permiso y caminar unos quince o veinte metros hasta un enorme baño comunitario, pero a pedido de Belluci y el Tte 1ero De Casas, pude ir a su habitación, con la condición que fueran mis custodios. 134 IGNACIO R. CANEVARO El mismo día, llegó el “negro” desde Buenos Aires y pude tomar contacto con él sólo unos pocos minutos, ya que se había reunido con el secretario del CG y éste le había dado un plazo para presentar una documentación. En esos breves minutos me contó algo que me sorprendió: él ya había estado elaborando un escrito en su casa en donde explicaba con algunos detalles la situación que había generado el “baile”. –¿Cómo supiste qué poner? –pregunté asombrado. –Y nene, yo a esto lo conozco de memoria, siempre ha sido igual –resignado. Después de una corta charla en la que cotejamos detalles, agregamos y quitamos otros, se tuvo que retirar porque debía pasarlos a máquina. –Con esto me les adelante un montón, de tener que haberlo hecho en el tiempo que me dieron, hubiera sido imposible terminarlo –me confió con una sonrisa cómplice. De Casas se ofreció en prestarle una notebook para facilitarle la tarea, lo que marcó el inicio de una larga serie de atenciones que siempre hemos valorado infinitamente. Una orden del CG estipulaba que el horario de visitas sería de 15 a 19 Hs, aunque pronto me contarían que las visitas siempre estuvieron acotadas a las civiles. A los militares les fue prohibido visitarme. Mis padres recibieron el ofrecimiento de la familia Píccolo, a quienes conocían desde que mi padre fuera jefe del GA 161, allá por el ‘75. Esto era mudarse a una casa que tenían en el barrio de las 250 viviendas, que casualmente se encontraba al lado de la casa del Juez Caro. Gracias a este gesto solidario, estarían a tan sólo 20 km de mi nuevo alojamiento y así se les facilitaría la tarea de venir a visitarme. Por la tarde vinieron de visita, y los pude recibir en una sala cerca de la cocina del Casino de oficiales encontrándose con mi tío, con quien pudieron intercambiar solo una pocas palabras debido a que estaba abocado a la confección de la documentación que le había sido requerida. Solo dos días habían pasado desde mi llegada al regimiento y una nueva orden de traslado había llegado. Se ve que el CG había meditado más la situación y había decidido cambiarme de lugar. Esta vez sería el Casino de Suboficiales, para lo cual tuve que empacar y acatar la orden. Por la mañana me vinieron a buscar el Oficial de servicio y un suboficial, quienes me llevaron hasta una habitación que estaba enfrentada con la de Sán- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 135 chez. Al mediodía me trajeron el almuerzo a mi nueva habitación, pidiéndome que lo consuma con la mayor rapidez posible ya que Halperín se encontraba en el regimiento y lo estaba recorriendo. Luego de un largo rato y al ver que no pasaba nada, me asomé por la puerta para ver si sucedía algo, pero el general ya había pasado, pero no lo vi. Cuando estaba en el pasillo, pude ver a unos niños que jugaban en el corredor sentados en el suelo. Eran los hijos de Sánchez que, que junto con su esposa, estaban de visita. A la vuelta del recorrido de Halperín, mi tío –quien conocía al general personalmente– lo interceptó para protestar por mi traslado al casino de suboficiales. El general se mostró contrariado por la medida y ordenó al Jefe de Regimiento –Tcnl. Terrado– que me alojara en otro lugar más apropiado. Cuando la orden se fue corriendo de persona en persona, llegó a oídos del general Díaz, que en un momento de “lucidez”, ordenó que me trasladen al calabozo de la guardia de prevención. Cuando mi tío me vio pasar por la planta baja me preguntó a donde iba finalmente a lo que le contesté: –Ché, gracias tío, pero no me ayudes más… –sonriendo socarronamente –¿Por qué? ¿Adónde vas? –me preguntó desconcertado –A los calabozos de la guardia… –y no pude más que reírme. Sin poder creerlo todavía, mi tío se fue rápidamente a hablar con Terrado, explicándole que el espíritu de la orden impartida por Halperín implicaba obviamente que me sacaran del Casino de suboficiales por no corresponder a un oficial ese tipo de alojamiento, pero no para que me pusieran en cualquier parte –menos aun en un calabozo– sino en un alojamiento acorde a mi condición de oficial. Hay que imaginarse que todavía teníamos mucha ínfulas militares, con todos esos aires que siempre caracterizaron la convivencia entre superiores y subalternos. Igualmente mientras todo esto sucedía, fui llevado a la Guardia de Prevención, lo que particularmente no me afectaba, porque lo único que deseaba era que terminaran de una vez de moverme de un lugar para otro como bola sin manija. Luego de un rato llegó la contraorden que estipulaba que mi nuevo lugar de detención sería el Casino de Oficiales, en una habitación parecida a la que originalmente había ocupado, pero mejor equipada. IGNACIO R. CANEVARO 136 Una habitación de 4x4, con una cama, mesa ratona, sillón y perchero; también sin baño: mejor equipada… estaba. Allí permanecería hasta después de la sentencia del CG. 05 de Mayo: El diario22 Río Negro publicó Salazar denunció intento de soborno de militares para autoinculparse. Al salir de mi nueva habitación me encontré con Sánchez, quien estaba escoltado por un custodio, un tanto alejado. Otra vez volví a ver en él la cara del cuartel de Zapala. Una cara mezcla de miedo y abatimiento. Obviamente teníamos motivos para no estar bien, pero su ánimo transmitía algo diferente. Me acerqué para preguntarle cómo estaba pero no fue necesario decir nada: él solo vino a mí y comenzó a contar que lo habían visitado en su habitación del Casino de Suboficiales y lo habían tratado de sobornar. El creía que le estaba pasando lo mismo que a Salazar, que había denunciado a personal militar por ofrecerle la baja y dinero si se auto inculpaba del crimen de Carrasco. Me contó que de la misma manera que lo habían hecho en el GA 161, le ofrecieron cinco mil dólares, seguridad y transporte para su familia hasta su lugar de origen y otra serie de cosas. No me había equivocado: Ya había visto en Sánchez esa cara. Otra vez sus ojos estaban llorosos y la preocupación le era claramente visible en su expresión. –¿Le dijo esto a su defensor? –No –respondió entregado. El Coronel Limia había asumido la defensa del Sargento que no mostraba ningún tipo de reacción. No podía creer que estén maniobrando tan impunemente y para colmo ¡En las narices del CG! –¡¿Cómo que vinieron acá?! ¿Quiénes? – pregunté asombrado. –El Tcnl. José y los demás de siempre –Contestó a punto de llorar. –Pero… ¡¿Cuándo?! –insistí. –Ahora, ¡hoy! Se acaban de ir –casi con desesperación. 22 Diario “Río Negro” del 05 de Mayo 1994, página 22. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 137 –Pero si ahora estamos bajo la jurisdicción del consejo. ¡Ya no tienen nada que hacer con nosotros estos tipos, y menos sobornarlo! –¿Y usted qué hizo? ¿Qué les contestó? –¡Nada! Me quedé callado… Me dijeron que lo pensara, que como antes me lo habían dicho en Zapala, si yo iba a la cárcel –que tengo una familia– ¿Qué iba a ser de mi señora y de mis hijos? Me dijeron que con qué los iba a mantener, y me amenazaron con que al final, mi señora tarde o temprano se tendría que ‘abrir de piernas’ para ganar un poco de dinero para poder sobrevivir… –Pero, óigame Sánchez, ¡¿Cómo carajo es que los recibió?! Estos tipos son unos mafiosos; ¿o no lo sabe? ¡La puta! Si hubiese tenido un grabador en esa habitación… –¡Mañana van a volver para seguir hablando! –continuó como pidiendo ayuda. Pronto debimos separarnos ya que los custodios empezaron a acercarse y en realidad ni siquiera nos estaba permitido circular por los mismos lugares. La conversación había durado aproximadamente unos cinco minutos y me había dejado la impresión de que Sánchez no estaba en condiciones de contarle nada a nadie; Ni bien pude hablar con mi tío le dije lo que había pasado y le pedí que se lo dijera a Limia. Pedí permiso para distraerme y mantenerme activo. Era fundamental que después de tanto tiempo sin moverme, saliera al aire libre y moviera un poco los músculos. La mejor manera era salir a correr. El permiso fue concedido luego de algunos días, y solo saldría a correr por los patios internos o en el gimnasio cubierto de la Unidad, pues me querían ocultar de los fotógrafos que estaban rodeando el cuartel durante todo el día. Cada vez que saliera a correr sería controlado por el mismo suboficial que tenía como custodia al otro lado de la puerta y en horas de la mañana, de 11 a 12 hs. Por esos días el consejo de guerra quiso que contestara unas preguntas debiendo acompañarme mi defensor militar. Era la ampliación de mi declaración indagatoria a la que me había negado antes. Me condujeron a una gran sala de forma rectangular con sólo una ventana que daba al gran parque frontal del cuartel. Estaba acondicionada para el trabajo del CG con una enorme y antigua mesa de madera ubicada a lo largo tras la cual se ubicaron el presidente y algunos de los vocales. Contra la pared y del 138 IGNACIO R. CANEVARO otro lado estaba mi defensor, y yo un metro más a adelante, pues no podíamos estar juntos según el presidente. –La disposición de esa manera tiene un propósito –le explicó Warckmeister a mi tío– y es el que Ud. no intervenga en la exposición del subteniente, salvo que crea que alguna pregunta no es procedente, en cuyo caso nos lo hará saber. En todo lo que resta, Ud. no puede participar. ¿Está claro, Orozco? –Sí, mi general –contestó mi tío con voz baja y clara. Una vez ubicado cada uno en su lugar, lo que demandó unos minutos debido a que no estaban ubicados los asientos, comenzó el trámite. Primero el presidente del Consejo me preguntó como me llamaba y cuántos años tenía a lo que le respondí, pero cuando dije mi edad vino la primer contrariedad. Contesté: –Subteniente de Artillería Ignacio Rodrigo Canevaro, 24 años. El general se fijó en unos papeles que tenía delante y corrigió: –Según yo tengo entendido… Ud. tiene 23 años. –Disculpe mi general, yo tengo 24 años. –Escúcheme subteniente, en su declaración anterior Ud. dijo que tenía 23 años, ¡O no! –levantando el tono. –Sí, pero esa declaración es del mes pasado y yo cumplí años el 30 de abril, mi general –con un dejo de corrección impertinente. Esa actitud no le gustó demasiado que digamos, pero continuó diciendo: –Como esta es una declaración indagatoria, Ud. debe saber que puede mentir… –¿Cómo que puedo mentir? –Claro, Ud. tiene la posibilidad de no decir verdad en las respuestas a mis preguntas… –Sí, pero yo no quiero mentir. Yo no tengo porqué decir mentiras. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 139 Como ya es obvio, seguía sin entender nada de los procedimientos judiciales, de los derechos de defensa en juicio, ni nada que se le parezca. Para mí, esto era una cosa bastante seria en la que no convenía nada más que decir la verdad y punto. –Entiendo, pero puede mentir… –trató de explicar Warckmeister. –Sí, pero yo no quiero mentir” –insistí tozudamente sin comprender. –Escúcheme subteniente, no se haga el gracioso porque esto es una cosa muy seria… ¡Y además lo voy a sancionar! Tte. 1ero Orozco: por favor, venga conmigo que le quiero hablar. Se apartaron junto a la ventana y conversaban con ademanes en los que me señalaban como quienes hablan de un chico problema en la escuela. En unos minutos mi tío me pidió que me acercara mientras Warckmeister se sentaba nuevamente en su silla. Con preocupación me tomo del hombro y me dijo: –Mirá que lo estás haciendo calentar y no ganamos nada con todo esto, eh? –Pero mirá lo que me insinúa… me está induciendo a mentir ¡Y de qué mierda querés que mienta! ¡Por lo menos que me digan sobre qué! –medio sonriendo– pero no, en serio, no se qué carajo me quiere decir con eso de que puedo mentir! –No; está bien lo que dice, es un derecho tuyo, pero si no querés mentir, podés decir la verdad. Y dejáte de boludeces, ¿Me entendés? –me palmeó a medio sonreír. Estaba claro que no había empezado con el pié derecho y eso me provocaba una sensación de que podrían ser aún más duros conmigo. Volvimos a sentarnos mientras miraba de reojo al presidente que se mostraba bastante embolado. Comenzamos nuevamente y la pregunta a responder fue “las causas por las cuales había tomado la determinación de hacer ejecutar los movimientos vivos en terreno irregular, con pendientes pronunciadas y por sectores, con vegetación de mediana altura por un espacio de 3 horas y media”. 140 IGNACIO R. CANEVARO En la respuesta puse énfasis en demostrar que esa pregunta nada tenía que ver con la realidad de lo que pasó. Primero contesté que, por empezar, no fueron tres horas y media lo que duró la ejecución de los movimientos vivos, ya que yo tomé la batería a las 1730 aproximadamente y regresamos a las 2015, lo que suma 2 horas cuarenta y cinco minutos. Pero no sólo eso. Ese habría sido el tiempo total que demoramos desde que salimos de la subunidad hasta que regresamos para racionar en el rancho y no del baile. En el medio se encontraban grandes lapsos como por ejemplo el que se utilizó para volver a la tropa y hacerla cambiar de uniforme, los 30 minutos que dejé a cargo a Sánchez para corroborar el dato de Esquivel, la búsqueda en el hospital militar y en el barrio de suboficiales y además estaban las reiteradas detenciones que se efectuaban en el baile para corregirlos, pues como era lógico, aún no los tenían bien aprendidos. Conté que en esos parates les trataba de inculcar los primeros términos que aprendían en la vida militar, como ser lo que era el espíritu de cuerpo, ya que algunos soldados dejaban atrás a los compañeros que se rezagaban, el cumplimiento estricto de las órdenes; el concepto de equipo, ya que era necesario que supieran que de nada servía que lleguen a cumplir con la orden un grupo de 10 soldados mientras los otro 50 no lo podían hacer. Les hacía resaltar la necesidad de que a ese compañero que se retrasaba, lo sintieran como parte de su propio equipo y lo ayudaran a continuar; corregía las distintas posiciones militares que les iba ordenando: algunos, ya pasado el tercer día, aun tenían defectos en cómo adoptar la posición militar de firmes, siendo que ya habían tenido tres días de instrucción y no que estábamos pretendiendo una doble mortal para atrás, etc. En fin, que si bien el tiempo que se estuvo fuera de la batería se aproximaba a las tres horas, no habían sido tres horas y media de ejercicios físicos extenuantes sino que tan solo por momentos se habían realizado movimientos vivos y por el espacio total que no llegaba a durar ni una hora y media. El resto del tiempo se había utilizado en lo que anteriormente había explicado. También expliqué que la causa fue el desorden que se produjo en el baño interior y que tras advertirlos en dos oportunidades, se volvió a repetir. En ese momento recordé un pensamiento que tuve en la ocasión de hacerles esas advertencias y que nunca a nadie he contado por parecerme que no ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 141 viene al caso, pero que habla de mi predisposición en ese momento y me pinta un poco más de cerca en cuanto a cómo pienso: Yo les decía que si no se dejaban de jugar con el agua y de gritar como pendejos en el baño, iban a correr toda la tarde, que se iban a acordar de mí toda la vida, y qué se yo cuántas brabuconadas más para que se dieran cuenta de que les hablaba en serio y que obedecieran las órdenes. Pero quiso el destino que no acataran las órdenes de silencio y que no se intimidaran con mis advertencias por lo cual me vi en el compromiso –sin quererlo– de cumplir con mi palabra. No era algo bueno porque era domingo, porque hacía mucho calor, porque no había necesidad y sencillamente porque no tenía ganas. ¿Pero dónde quedaría mi palabra, la palabra del primer oficial que ven en su vida, si primero les dice que los va a “desmierdar” si no obedecen, y cuando no obedecen, no cumple con lo que advirtió? Para qué habré hablado… Todavía me acuerdo que estaba en la puerta trasera de la batería, mientras esperaba que la tropa se cambiara con el uniforme de combate, y dudaba en dar por terminado todo y continuar como si nada hubiera pasado, pero me decía: Ya está loco, terminá acá y listo. Qué te vas a poner a gritar como loco y arruinar más este domingo que ya está re-denso. Sentí que me había acorralado con mis propias palabras. Por hacerme el malo, ahora tendría que serlo a la fuerza. ¡Y no tenía ganas! Siguiendo con el relato, me resulta hoy inexplicable como no se me hizo una pregunta tan simple y necesaria para la elaboración de ese sumario militar. Se me acusaba de abuso de autoridad y ni siquiera se me había preguntado qué es lo que había hecho, o sea, cuáles eran los movimientos vivos que había hecho ejecutar para que los mismos fueran encuadrados fuera del Código de Justicia Militar. Durante la instrucción del sumario se me habían tomado aproximadamente entre diez y doce declaraciones testimoniales, de las cuales sólo una quedó reflejada en el sumario y hoy puedo ver que ninguna guardó el más mínimo respeto las garantías constitucionales de quien declaraba –lo que refuerza la idea de que más que declaraciones, eran interrogatorios furtivos– en los que no faltaron los abusos verbales y psicológicos. Se ordenó mi detención bajo prisión preventiva rigurosa, por considerar que podría estar in curso del delito militar de abuso de autoridad y todavía no se me había preguntado –ni a nadie– sobre los movimientos vivos que había hecho ejecutar. 142 IGNACIO R. CANEVARO Terminada la instrucción del sumario, no había testimonios que dijeran nada sobre el baile; Solo había una mención mía en la declaración indagatoria, en la cual tampoco se me preguntó nada sobre la naturaleza de los movimientos que había hecho ejecutar y eso era más que necesario para poder encuadrarme en el art. 712 del Código de Justicia Militar. Posteriormente se me procesó y se elevó la causa a plenario (Consejo de Guerra) para mi juzgamiento por ese tribunal militar. Luego de varias presentaciones ante el CG, tampoco se me había requerido al respecto, pero por fin este día el error se subsanó, preguntándome el mismo presidente del Consejo lo que me tendría que haber preguntado José en la instrucción, cuando inició el sumario. Por fin se sabría qué es lo que yo había hecho para estar frente a ese CG. La pregunta fue: ¿En qué consistían los movimientos vivos que había hecho ejecutar? En ese momento –ingenuamente, debo confesar– pensé que era la hora de aclarar toda esta confusión. Creí que cuando supieran lo que realmente había pasado, se sorprenderían y no sabrían cómo hacer para volver todo atrás. Expliqué que había hecho hacer lo que todos como militares habíamos realizado y hecho realizar, los conocidos “carrera mar”, “rodilla a tierra”, llamados de “atención” y “carreras en distintas direcciones”, ejemplificando a esta última con la remanida voz de “alrededor mío carrera mar” y nada más. Luego me pidieron que explicara cómo se hicieron esos movimientos a lo que respondí que eran bastante acotados, ya que como era de esperar y al tener tan poca instrucción, no los sabían hacer correctamente, por lo que me tomaba tiempo en corregir las posiciones hasta que supieran cómo ejecutarlas. Así era como se pasaron las horas. También les conté que entre una corrección y otra, había que recalcarles las faltas de disciplina que se estaban cometiendo en la cuadra y sumados a los que ocurrían en el lugar. Sentía que me miraban con atención, pero como bicho raro. Pensaba: ¿Esto es realmente ser duro?, ¿Esto es un abuso?, ¡Esto es el Servicio Militar!, Por lo menos así me contaron que era. ¡Ahora no me vengan que soy el único que lo viví así! Pero por Dios…: ¡¡Así me lo enseñaron a mí!!, ¡Yo a esto lo pasé!, ¿Y ustedes?, ¿Ustedes nunca hicieron ejecutar movimientos vivos?, y con impotencia… ¡Cómo me gustaría decírselos a la cara! Recién ahora entiendo que sí podía decírselo a la cara, pero el uniforme te condiciona tanto… ¡Casi no pensás! ¡Ni siquiera te defendés! ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 143 Tras algunas preguntas más, terminó la ampliación a la declaración indagatoria que tuvo una duración no mayor de dos horas. El siguiente trámite legal sería la presentación de pruebas y excepciones, documento que se debe entregar por escrito, en donde la defensa debía pedir una serie de medidas al CG, si así lo creyese conveniente, y exponer los motivos –si los hubiese– por los cuales ese caso no debe o puede ser juzgado. Mi tío trabajó todo el resto del día ya que al día siguiente se debía entregar. Al final se pidieron algunas medidas de prueba y no se presentaron excepciones. Estas medidas de prueba eran necesarias para acreditar, desde el estricto punto de vista militar, que aunque se habían ejecutado movimientos vivos, éstos no habían tenido ninguna consecuencia en la salud de nadie. Ningún herido, ningún lesionado, ningún nada. También se pidieron testimonios que apoyaban nuestra posición, ya que no estábamos de acuerdo con la duración e intensidad que se les atribuyó, pues no habían sido tan tremendos como se los quería hacer aparecer. Era evidente que el consejo necesitaba lograr empatías con la opinión pública y así justificar la condena que ésta reclamaba. Entre otras medidas, se solicitaba un pedido de informes al Hospital Militar de Zapala, para que mediante su documentación basada en registros de entrada al mismo y el cuaderno de Enfermería de la Batería, se demostrara que ningún soldado había sido atendido en ese lugar como consecuencia del “feroz ‘baile’ de la tarde del 06 de marzo”. A nadie le cabría en la cabeza –máxime si estaban interiorizados con lo que significa ejecutar durante tres horas y media– que luego de semejante esfuerzo, no haya habido ninguna lesión, contusión, golpe, shock, enfermedad o siquiera rasguño entre la tropa que ejecutó dichos movimientos. O todos eran unos atletas al momento de ser incorporados, o los movimientos vivos no habían sido tan rigurosos. Las medidas pedidas por la defensa fueron rechazadas de plano por el CG sin dar ninguna explicación, con el argumento de que esa línea investigativa ya estaba siendo estudiada por el propio Consejo. Así, nos quedamos con las ganas de ver el tan importante libro de guardia del HMZ, como las demás pruebas que se pidieron. Mucho tiempo después entendimos el porqué de las cortantes negativas a nuestros reclamos: Da la casualidad que en la investigación del encubrimiento, surgieron pruebas que inequívocamente revelaban que a esa altura el ejército estaba fraguando la documentación del hospital militar, pero eso será tema en su debido momento. Mientras tanto, sigamos con la óptica de quien se los cuenta. 144 IGNACIO R. CANEVARO El único argumento que tenían para acusar que habían sido movimientos violentos era nada más que la duración. Argumento que de por sí no lleva implícita violencia, pero… Se citaron a declarar nueve soldados, cuyas declaraciones presenció también mi tío. Fueron llamados a declarar además, el oficial de servicio del 06 de marzo, Barrientos, el encargado reemplazante de la batería, sargento ayudante Rivero, el 2do Jefe De la Fuente y el mayor Gastaminza, entre otros. El CG esperaba con ansiedad oír las declaraciones de los soldados que se rumoreaba habían sido mal tratados. Trato que no estaba exento de violencia de hecho y vejámenes colectivos. A cambio de eso, debieron escuchar otro tipo de quejas, donde abundaron denuncias en contra de otros militares que justamente no éramos ni Sánchez ni yo, y obviamente ninguno de los dos soldados auxiliares, Suárez y Salazar. Más que nada apuntaban al Sargento Mario Guardia y otras tantas contra sus respectivos instructores, relatando cómo les hacían ejecutar tal o cual movimiento en forma de reprimenda. Al ser interrogados sobre los movimientos que eran obligados ejecutar, los soldados recurrían a la explicación en forma práctica, pues no sabían expresarlo con palabras. Algunos de esos movimientos aplicados por Guardia y otros suboficiales eran desconocidos hasta para el mismo CG, que al pedir demuestren en el lugar cómo los ejecutaban, provocaban sonrisas y jocosos comentarios delante de los testigos. Los integrantes del Consejo no pudieron contener la sonrisa cuando un soldado se puso a demostrar cómo se “busca petróleo” con el dedo. El desenfadado soldado acusaba a un sargento con frases de adolescente rebelde, lo cual fue permitido por los jefes que pidieron que demuestre de una vez: Con el dedo índice de la mano derecha apoyado en el piso, se puso a girar con velocidad hasta que le dijeron que era suficiente. Al detenerse, no pudo contenerse y cayó al piso por el mareo. Luego, al comparecer Barrientos, mi defensor le hizo una pregunta que hizo palidecer al CG: le preguntó qué hizo cuando me vio hacer ejecutar los movimientos vivos a la tropa desde donde se encontraba, a lo que contestó con un tenue “Nada”. Lo que no se le preguntó fue precisamente la pregunta del millón: ¿Porqué no hizo nada si supuestamente los movimientos vivos estaban terminantemente prohibidos?, ¿Por qué no me llamó y me reprendió para detenerme o porqué no me reprendió posteriormente? Seguramente Barrientos hubiera dicho que lo que yo estaba haciendo no era antirreglamentario… ¿Será que no vio nada raro al ver ejecutar movimientos vivos? ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 145 Eso jamás lo escuchamos, aunque ya lo sabemos. Un día de esos hablábamos con mi tío sobre cómo estaba tomando el asunto el CG, y nos dimos cuenta que no estaba bien clara la relación que tenían los soldados del GA 161 conmigo. Era evidente que existía una confusión en cuanto a que pensaban que yo era el oficial instructor de los soldados del GA 161, siendo que en realidad yo solo era el oficial de semana. Inmediatamente mi tío salió a buscar al secretario Martínez, para que se me efectúe una nueva ampliación a mi declaración indagatoria. Cuando estuve frente a ellos, les traté de explicar cómo estaba compuesta la Batería de Instrucción y sus respectivas autoridades. La Batería de Instrucción estaba compuesta por tres secciones. Su jefe era el Cap Correa Belisle, que aún se encontraba de licencia y en su reemplazo estaba el Tte. Verón. La primera sección estaba compuesta por los soldados pertenecientes al GA 161 y su jefe era el Tte. Verón, que como se ve, cumplía doble función, hasta que llegara Correa Belisle el 7 de Marzo. La segunda sección, estaba conformada por los soldados de la Compañía Comando y Servicios de la BAL Nqn., y su jefe era el Subt. Zerdán. Y la tercera sección estaba compuesta por los soldados del Regimiento de Infantería de Montaña 10, de Covunco, que por cuestiones de disponibilidad de personal no podía impartir el subperíodo básico y había pedido prestadas las instalaciones de la Batería Comando y Servicios del GA 161 para su alojamiento. Esta sección era sólo una parte de toda una compañía que se encontraba en el lugar, solo que al resto lo instruía personal de cuadros del RIM 10. En cuanto a esta sección en particular, su jefe era yo, es decir que si bien era oficial instructor, no lo era de los soldados del GA 161, sino de los del RIM 10. A primera vista, los integrantes del CG se mostraron interesados en conocer los pormenores de la organización de la Batería de Instrucción debido a que gran parte de las declaraciones que estaban siendo colectadas –supuestamente para reunir pruebas en mi contra– quedarían invalidadas porque los soldados del GA 161 que ya habían declarado, se habían quejado del trato recibido durante la instrucción y no durante el servicio de semana que yo estaba desempeñando. Decir que estaban interesados, es una expresión metafórica, ya que alguno que otro –como el Cnl Pellegrini, por ejemplo– asentía con la cabeza permanentemente durante toda mi exposición, lo que me hizo pensar sobre la importancia de la aclaración, pero luego me di cuenta que el señor 146 IGNACIO R. CANEVARO Coronel estaba totalmente dormido, al punto de apoyar la cabeza en la gran mesa que compartía – Cnl Hadad de por medio– con el Grl Warckmeister. En fin, aunque el CG haya reunido quejas sobre el trato a los soldados, con esta aclaración quedaba claro que no era de mí de quien se estaban quejando. Después de haber expuesto lo que tenía que decir, se dio por terminado el acto, el cual no demoró más de una hora. Al retirarnos de la sala, mi tío se quedó hablando con Martínez, quien en tono cómplice y sonriendo le confesó que lo que estaba siendo juzgado en este caso por abuso de autoridad, era un juego de niños en comparación con lo que hacían ellos mismos en su época. Era inevitable sentir una terrible sensación de impotencia ante semejante comentario: –¡Hijos de puta! –dije en voz baja– ¡No tienen vergüenza! Luego de haber escuchado las declaraciones de los testigos que habían sido convocados a declarar, se debía presentar la defensa, que sería por escrito, trabajo que demandó mucho tiempo a pesar que estaba elaborada en la Capital Federal de antemano. Las defensas de Sánchez y la nuestra, entregamos los escritos por la mañana y tras ser leídos, mi tío se quedó conversando con Warckmeister, que lo felicitó por su tarea. ¡Al fin una buena noticia! –pensé– No era como para entusiasmarme, pero por lo menos era un poco de aliento. Se fijó para el martes 10 de Mayo la lectura de la requisitoria fiscal y el descargo de la defensa al tiempo que la lectura de la sentencia se acordó para el jueves 12 de Mayo. Mientras, la vida seguía su curso. Recibía visitas de mis padres y también de los oficiales del regimiento, que se hacían lugar en sus actividades para cambiar algunas palabras. Posteriormente me enteré que fueron a visitarme algunas personas amigas desde Zapala, pero no se les permitió el ingreso al cuartel. Mis padres decidieron que ya era hora de asesorarse con un abogado debido al tenor de las notas periodísticas que eran insistentes en vincular el delito militar de abuso de autoridad con el caso Carrasco. Así es que surgió el nombre del abogado penalista Dr. Juan Carlos Ríos Iñiguez a quien se le pidió que fuera a verme al regimiento, lo que cumplió en calidad de “asesor de la familia” ya que al no tener ninguna acusación formal del Juez de la causa de homicidio, no era necesario ninguna aceptación de cargo. Conversamos a solas durante unas dos horas, en las que me explicó la situación que yo estaba viviendo desde el punto de vista estrictamente judicial. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 147 Me costaba bastante escucharlo con interés, ya que en realidad no estaba en mi cabeza el hecho de que pudiera ser acusado de nada en el caso Carrasco. Para mí, el hecho de que mi familia le haya pedido que viniera a verme era como una medida de precaución extrema que habían tomado en procura de estar atentos ante cualquier movimiento que se produzca en la causa, pero para mi seguía siendo absolutamente innecesario. Con gran esfuerzo por no interrumpirlo, escuché todo lo que me decía acerca de los acontecimientos que vendrían a pasar en el caso que el Juez Caro me citara a declarar y quede procesado. Para mi, decirle que eso era imposible, era como faltarle el respeto, por eso lo escuché y eso me terminó sirviendo. Inconfesables pensamientos se desataban mientras escuchaba tantos pronósticos. Los más publicables son los que decían que este tipo estaba realmente loco. Otra de las cosas que me dijo –aún más imposible para mí– sin desmerecer la incredulidad con que tomé la primera, era que me olvidara que había sido alguna vez militar; que a partir de ese momento sería yo, Ignacio Canevaro a secas y que tarde o temprano terminaría solo. Los amigos, conocidos y camaradas se apartarían y que al final, sólo seríamos mi familia, él y yo. Ciertamente no era para nada halagüeño el panorama que me presentaba en esta, su primera visita, con toda esa terminología judicial y en esas situaciones que uno nunca antes se hubiera imaginado que le pudiera suceder jamás. Aunque incrédulo, me ayudó a empezar a tomar conciencia de cómo se veía mi situación desde otra perspectiva y en definitiva, a hacerme a la idea que existían otras probabilidades más allá de las que me esforzaba por abrazar. Aunque sabía que el consejo de guerra me iba a condenar, aún se me hacía difícil adivinar con qué y secretamente guardaba en mi interior la esperanza de que se me juzgue con verdadera justicia y solo se me impusiera a lo sumo una sanción disciplinaria. Después de todo, siempre asumí que el haberme ido al casino a comer estando de semana, era una falta y bailar a los soldados, rutina. De pronto, volvía a la realidad y veía el despliegue del CG y su traslado desde Bs. As. Nunca se había hecho esto. Estábamos haciendo historia. Esto me desengañaba rápidamente y entonces podía vislumbrar el gran drama orquestado para atraer la atención de los medios de difusión y demostrar que el Ejército cumplía con su deber al “detectar” al culpable y separarlo de sus propias filas, como lo había prometido Balza. Y aunque se le vieron los hilos, funcionó. Se ordenó armar un fantástico escenario militar donde se presentó en sociedad a los supuestos asesinos de IGNACIO R. CANEVARO 148 Carrasco para así ponerlos en evidencia y que fuera la Justicia Federal la que terminara la faena. Asimismo este era el gesto ante la sociedad del “nuevo ejército” que Balza desesperadamente trataba de mostrar, en su supuesto afán por cooperar con la Justicia y los DDHH. 10 de Mayo: El diario23 “Río Negro” editó Alegatos del fiscal y la defensa, en Covunco. “El Consejo de Guerra… escuchará hoy el alegato del fiscal y de la defensa en el juicio militar que se sigue al Subteniente Ignacio Alejandro Camevaro y al sargento Carlos Ricardo Sánchez por “abuso de autoridad” contra los soldados del cuartel de Zapala…”. En la misma, se publicaron declaraciones del Ministro de Defensa, Oscar Camilión, quien entre otras cosas dijo: “El Ministro de Defensa, Oscar Camilión, aseguró anoche que es ‘muy optimista’ respecto del esclarecimiento del asesinato del soldado Carrasco y estimó que el Consejo de Guerra dictará una sentencia la semana próxima. “…No tenemos información especial que permita anticipar movimientos del Juez (Federal de Zapala, Rubén Caro) pero lo que nos llega del Juez y de los fiscales permite colegir que están tras pistas firmes y que parecieran ser las mismas que tuvo la Justicia Militar…”. Hacía bastante frío, según el diario se supo que hicieron dos grados bajo cero. Me levanté temprano, vestí el uniforme con la parte de arriba de un buzo de gimnasia a manera de camiseta y reemplacé las medias del uniforme por medias negras de lana. Me preparaba para ir a la sesión del Consejo de Guerra en donde la Fiscalía haría su acusación y la defensa su descargo. –Hace mucho frío –pensé– o sino deben ser los nervios… Mis padres decidieron no venir al plenario para no sentirse acosados por los periodistas y tener que responder las preguntas que de seguro les formularían al conocer las barbaridades que se iban a decir en el recinto. Me visitarían inmediatamente una vez que haya concluido el acto. Un policía militar tocó a mi puerta y me informó que debía ir hasta la “Sala de situación Soberanía”, donde esperaría la llegada del Consejo de Guerra. Subimos del primer al segundo piso acompañado por el Oficial de servicio. 23 Diario “Río Negro” del 10 de Mayo de 1994, página 21. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 149 Los periodistas sólo podían ingresar hasta un determinado lugar y realizar desde allí su trabajo con las cámaras fotográficas y filmadoras mientras no estuviera sesionando el Consejo de Guerra, debiendo suspender su actividad cuando ingresara. Al entrar al salón pude ver cómo estaba dispuesto todo para el acto. En la parte trasera del mismo, varias hileras de viejos bancos de madera como los de las escuelas para ubicar al público. En la parte central un pequeño corredor que separaba al público de las partes y los integrantes del CG. Nos separaba del público y periodismo, una extensa cuerda roja. Sobre la izquierda, en un gran escritorio de madera, estaba la ubicación del fiscal; cerca de éste se habían ubicado dos sillas en donde nos sentaríamos los acusados. Más hacia la derecha, el escritorio de la defensa. Al frente del gran salón, un enorme telón de terciopelo rojo con una cruz de madera en su centro a cuyo pie se destacaba una gran mesa de madera con un tablón de travesaño a la altura de los pies y cinco sillas destinadas a los integrantes del CG. Cuando ingresamos, la sala todavía no estaba ocupada, pero una vez que lo hicimos, se abrieron las puertas traseras y comenzaron a entrar gente de civil, oficiales de uniforme, suboficiales y muchos fotógrafos y periodistas que se abocaron frenéticamente a sacar fotos y a instalar los trípodes para apoyar sus filmadoras. Pasados unos minutos ingresaron el general Díaz, Duret y Díaz Bessone, José, la mujer de Sánchez, algunos miembros de la Policía Federal y otra gente que no conocía. Al vernos de espaldas a Sánchez y a mí, los fotógrafos comenzaron a apiñarse y se contorsionaban por sobre el cordón de seguridad para obtener una mejor toma de los rostros que serían primera plana de los diarios del día siguiente. Unos minutos más tarde, se anunció la entrada de los integrantes del CG y todo el personal militar –y porque no los periodistas también– adoptaron la posición militar de firmes, a orden del Secretario del CG, Tcnl Martínez. En columna de uno y como si fuese la película épica de Kirk Douglas, La Patrulla Infernal, entraron y tomaron asiento, luego que el Grl. Warckmeister autorizara a todos los presentes a hacer lo propio. Warckmeister, a contramano de las disposiciones que se habían establecido y en un gesto de “colaboración solidaria” con la prensa, permitió el traspaso del cordón de seguridad para que se pudiesen hacer las tomas fotográficas primero y las de tv después (como si ya estuviesen pactados los derechos) además de permitir la colocación de grabadores sobre la mesa que presidía. 150 IGNACIO R. CANEVARO Obviamente la horda de periodistas se abalanzó contra nosotros, quienes quedamos sentados en nuestras sillas sin saber que hacer ante esta nueva ocurrencia que me hizo sentir muy incómodo. Incómodo por no decir indignado, ya que me preguntaba para qué se hacían los estrictos si después no iban a hacer cumplir lo que ellos mismos habían dispuesto. Las órdenes cambiaron a medida que la prensa presionó. En un principio las audiencias iban a ser a puertas cerradas; luego se permitió el ingreso de la prensa pero no estarían autorizados los flashes. Más tarde la prensa ingresaría, se podrían sacar fotos con flash y filmar, pero no se podría traspasar el cordón para tomar contacto con nosotros. Por último, la prensa estuvo autorizada para utilizar el salón para una clase de pilates y si quería, registraría el acto. El Grl. Warckmeister, que seguía con atención la actividad periodística, alcanzó a verme entre el tumulto y con un gesto de desgano giró lentamente la cabeza para decirle algo al oído al Cnl. Hadad, su auditor. No había ni una sola muestra de dar por terminado el banquete mediático ofrecido por el Consejo de Guerra, y la verdad es que maldecía al presidente por su abandono. Estaba mirando la cara del complacido Warckmeister que alentaba a cambiar los rollos de las cámaras. Una vez que los medios se retiraron, no sin antes voltear en su regreso los atriles que sostenían al cordón de seguridad, el presidente recordó para qué nos habían reunido en ese lugar y pidió al secretario que comience con la lectura de las cuestiones preliminares, tras lo cual harían uso de la palabra el fiscal y los defensores. Así se hizo; Martínez leyó su parte alternando de vez en cuando con unos sorbos de agua que tenía en una copa a su lado, y luego el fiscal comenzó a leer la acusación. Se venía el “plato fuerte” y el presidente no quería que esto pasara desapercibido a los oídos de quienes estaban presenciando el espectáculo, ni a nadie en todo el país. Esta era una fase que “tenía” que ser escuchada por todo el mundo por lo que sorpresivamente, tras tomar aire y con tono realmente serio “ordenó” a los medios con la típica secuencia que desdobla en dos una voz de mando: –“Periodistas: ¡Encender grabadores!” –Y los periodistas disciplinados así lo hicieron, poniendo su mejor cara de guerra… La exposición del fiscal estuvo plagada de conjeturas y falsedades. Con ella intentó elaborar más que reconstruir, lo sucedido el 6 de Marzo en el cuartel. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 151 Así es como por ejemplo mencionó que “Canevaro actuó en la más absoluta soledad y sin el control de sus superiores”, con la evidente intención de “despegar” a los demás cuadros militares de cualquier derivación o conexión que pudiera tener con el caso Carrasco. Asimismo, aseveró que Sánchez y yo hicimos un acuerdo con los soldados Suárez y Salazar para dar la misma versión de lo ocurrido el 06 de marzo. En su lectura se hizo una dramatización de lo que fue la tarde de ese domingo exaltando rasgos de carácter, estados anímicos, opiniones sobre el valor o disvalor de las medidas adoptadas, mediciones de distancias en el terreno y sus características peligrosas, etc., etc. Como para citar un ejemplo, se le atribuyó al cerro Gaucho la característica de terreno quebrado, lleno de piedras y matorrales espinosos, digno de ser extraído de una imagen infernal, para dotar a la escena con un ingrediente de tortura física. Yo pensaba cómo las palabras y los tonos de voz pueden ayudar –con una exposición que no se compadeció con la dramatización que exigía el guión de la película– a distorsionar la realidad. ¡Pero si el cerrito era donde los oficiales, suboficiales e incluso los mismísimos soldados viejos habíamos salido a correr infinidad de veces en pantalones cortos! Así se siguió “dibujando” la escena mientras se aprovechaba que nadie podía frenar esa parodia. Nadie tenía la autoridad para levantarse de su silla y gritar: ¡¿De dónde sacaron eso?! Como si fuera poco y por si quedaban dudas después del empujoncito que me habían dado mis camaradas los militares (hacia el borde del caso Carrasco), el Cnl. Valdéz señaló por enésima vez que “bajo ningún concepto (el sumario militar) tiene como objetivo esclarecer la muerte de un soldado conscripto, porque ello está a cargo de la Justicia Federal”. Seguidamente solicitó al Consejo de Guerra que se me aplique la pena de dos años y medio de prisión mayor y a Sánchez, veinte meses de prisión menor. Las caras de circunstancia acompañaron todo el tiempo la exposición de Valdéz. El consejo hacía ademanes de aprobación y demostraban su interés por el alegato al que simulaban desconocer hasta el momento. ¡Si ya estaba escrito desde la Capital Federal! Luego le tocó el turno a la defensa: primero expuso mi tío a quien se le había ordenado que vistiera uniforme, pese a estar retirado hacía décadas. Con gran decoro mi tío solicitó no usarlo, pues se veía un poco viejo y pasa- 152 IGNACIO R. CANEVARO do de peso, pero su pedido fue rechazado. Su exposición estuvo centrada en explicar los intereses creados que había en juego alrededor de todo el asunto. Fue un alegato de otra época, donde no ahorró calificativos ni acusaciones a los enemigos de siempre de las fuerzas armadas. Nombró a un gran sector de la prensa, a entidades de los DD.HH., al gobierno Nacional, al Ministerio de Defensa, a la Justicia y porqué no también a las FF.AA. Yo temía que tuviera algún problema en su exposición, ya que como es asmático había veces en las que, como el texto era demasiado largo, se sofocaba y quedaba sin aliento. Luego bebía un poco de agua y continuaba con la misma reciedumbre con la que había empezado, aportando su cuota de claridad al tema. No tenía caso que mi tío explique el alcance que tenían esos “insultos que le propinaba a la tropa”. Quién iba a entender, en el medio de la investigación de un homicidio que conmocionaba al país y con la imagen de un cadáver de un soldado montada en mis hombros por el mismísimo Ejército, que uno aplicaba esos métodos sencillamente porque así lo había aprendido. Era el medio para impulsar a los soldados que recién ingresaban al servicio militar. Cómo iban a entender –menos aun– ¡Que Carrasco no estaba en esos movimientos vivos! La propaganda evidente y también la subliminal había vinculado los casos. ¿Cómo explicar que los vejámenes y las torturas eran de otra película? Era imposible. La inteligencia militar estaba ganando. Fabricó la historia que ahora contaba la prensa. Misión cumplida: Todo “está cargado en la memoria”, como escribiría León Gieco mucho después, en el 2006. La intervención del Cnl Limia se basó en demostrar que los movimientos vivos aplicados a la tropa no fueron antirreglamentarios por la sencilla razón de que estaban contenidos en los reglamentos militares. Así, comprobó con gran efectividad que todos y cada uno de los movimientos aplicados estaban descriptos y enunciados en su forma de ejecución en los distintos reglamentos de Orden Cerrado. En forma didáctica y sin prisa explicó como, por ejemplo, la voz de “carrera mar” estaba en determinado reglamento y leía el artículo específico para que se viera con certeza cómo debía efectuarse. Así lo hizo con todos los restantes sin que quedara uno sin mencionar. Limia insistió que para Sánchez correspondía la absolución invocando la ley de Obediencia Debida por estar bajo mi mando. Orozco solicitó al Consejo de Guerra mi absolución y como alternativa planteó la posibilidad de que se me aplique una sanción disciplinaria menor. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 153 El presidente del CG, antes de dar por terminado el acto, preguntó a Sánchez si tenía que agregar algo a lo dicho por su defensa a lo que éste contestó con una negativa. Luego hizo lo propio conmigo, pero yo sí quise expresar algunas palabras, en las que traté de resumir mi posición con respecto a la ejecución de movimientos vivos en la Institución. Me puse de pié y al mirar al tribunal sentí una especie de miedo por la posibilidad de que me hicieran callar por el tenor de lo que yo consideraba todo un sinceramiento que no convenía que fuera escuchado por los medios de difusión. Estaba por comenzar cuando el presidente, que parecía un delegado periodístico, me interrumpió para acceder al pedido de unos cronistas que habían solicitado con señas su permiso para colocar sus grabadores en las mesas del fiscal y la suya, tras lo cual me dio el pase con la mano y pude recomenzar diciendo: –“A lo largo de mi carrera ejecuté e hice ejecutar movimientos vivos con las mismas connotaciones y bajo las mismas circunstancias. Siendo subalterno, ejecuté a órdenes de mis superiores; y siendo superior, hice ejecutar a mis subordinados. Fue en el Colegio Militar donde lo aprendí. Si un superior no hacía ejecutar a sus subalternos, se lo tildaba de blando o falto de carácter. Los movimientos vivos nunca estuvieron prohibidos en el Ejército; prueba de esto es que recién ayer los movimientos vivos fueron formalmente suprimidos del Ejército”. Se había escuchado la verdad. Pero nadie estaba dispuesto a tolerarla. Ahora se hacían los avergonzados por lo que había dicho, pero era la pura verdad. Ahora, El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra… Pero fue como escupir al viento: Como quien no quiere escuchar lo que se está diciendo, Warckmeister dio rápidamente por concluido el acto y fijó para el jueves 12 de mayo, la lectura de la sentencia. 11 de Mayo: El diario24 Río Negro editó una impresionante nota a todo color en la tapa Fiscal Militar pidió prisión para Canevaro y Sánchez En un apartado y resaltando los puntos más importantes, claves del día: 24 Diario “Río Negro” del 11 de Mayo de 1994, primera plana y páginas 18, 19, 20 y 21. 154 IGNACIO R. CANEVARO “Canevaro actuó ‘en absoluta soledad’ el día que desapareció Carrasco, sostuvo el fiscal”. “Pacto entre Canevaro, Sánchez y los tres soldados ‘74, revelaron”. “El fiscal pidió dos años y medio de prisión mayor, más la destitución para el subteniente Ignacio Canevaro y 20 meses de prisión menor para el sargento Carlos Sánchez, al formularse los alegatos en el juicio por abuso de autoridad contra los soldados de la clase 1975, compañeros del asesinado conscripto Omar Octavio Carrasco…”. Era de suponer que todo el día estaría destinado a la deliberación del Consejo de Guerra. Tendrían la difícil tarea de confrontar los duros términos de la acusación con los efectivos argumentos de la defensa y llegar a una sentencia. Pero las cosas no sucedieron –una vez más– tal como debían suceder. Desde la mañana temprano se vieron en el Casino de Oficiales del regimiento, movimientos de los oficiales del CG, los que por primera se vez se mostraron paseando sin uniforme y con un aire similar a un viaje de estudios. Resulta ser que habían sido invitados a conocer las zonas aledañas y a compartir un asado en la compañía de cazadores de Primeros Pinos. Así es que promediando la mañana salió el despreocupado “grupete de estudiantes” y no regresó hasta pasadas las 18. Pero el día no había terminado: durante el transcurso de la tarde invitaron a mi tío y a Limia para concurrir a una cena en la casa del jefe de regimiento de Covunco, Tcnl Terrado, quien ofrecía la reunión como despedida ya que al día siguiente, tras dictar sentencia, el CG tenía reservados los pasajes en avión para su regreso a Bs. As. Mi tío me vino a ver a mi alojamiento y estuvimos sacando conjeturas sobre la posible decisión del CG con relación al caso. A nadie le cabía en la cabeza que tras una defensa como la que se había hecho, pudieran llegar a un fallo condenatorio grave; a lo sumo se podía entrever una sanción disciplinaria pequeña o mediana en el peor de los casos. Eso si nos ateníamos a lo que había sucedido realmente, si nos ajustáramos al Código de Justicia Militar. Pero teniendo en cuenta todos los aspectos que habían confluido para llegar donde estábamos, era necesario pensar en un sentido más realista. Mi defensor había sido elegido especialmente entre varios que quizás se encontraban con mejores chances ante un proceso normal por su particular situación de revista: él era retirado y no tendría que pagar con su carrera. En otras palabras, ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 155 no podría recibir represalias. Además y creo que es lo más importante, era mi tío, quien estoy seguro que se ha preocupado y dedicado más que cualquier otra persona que pudiéramos haber elegido. A ninguno de los dos tampoco se nos escapó pensar en que toda la maquinaria del CG se había desplazado desde Bs. As. para juzgar un simple abuso de autoridad y que semejante esfuerzo no sería para que al final me aplicaran un coscorrón en la cabeza. Era evidente que sería condenado; ahora bien: lo que más nos intrigaba era qué pena me impondrían. En esa reunión dijimos que como no queríamos perder tiempo y sabíamos que finalmente sería condenado, a la salida de la sesión los periodistas me harían la pregunta de noticiero: “Canevaro, ¿va a apelar?” a lo que yo debía contestar con un escueto “Sí, vamos a apelar”. Hay que reconocer que ir al dictado de una sentencia presumiendo que lo van a condenar, es realmente tétrico; pero cuando uno ya sabe lo que va a decir cuando lo condenen, es más horroroso aun. En cuanto a la cena en la casa de Terrado, mi tío me dijo que sólo asistiría para presentar sus respetos al Jefe de regimiento, quien en todo momento se había comportado cordialmente con él, al igual que todos sus oficiales, pero que de ninguna manera compartiría la mesa con quienes sabía que al otro día me iban a condenar. A cambio de la cena acartonada con los “próceres de la Justicia Militar”, mi tío recibió la invitación especial de los oficiales solteros del regimiento en el casino de oficiales, a lo cual accedió con mucho gusto. En la misma le expresaron todo su apoyo y le obsequiaron un plato con el emblema del regimiento, que recibió con tremenda emoción. Casi con lágrimas en los ojos expresó que él consideraba a esta tarea como defensor, como su último destino militar. 12 de mayo: “¿Se lo envuelvo para regalo o lo lleva puesto?” – “Las dos cosas”. El diario25 “Río Negro” editó su primera plana con el título: “Se conocen hoy las sentencias del Consejo de Guerra”. Otra nota Canevaro sería indagado la semana próxima por la Justicia Federal por el crimen de Carrasco. 25 24. Diario “Río Negro” del 12 de Mayo de 1994, primera plana, páginas 22, 23, 156 IGNACIO R. CANEVARO En la misma página: “Para los fi scales, ‘Canevaro y Sánchez son dos sospechosos más’”. En una nota aparte: “Confiamos en la Justicia, dijo Balza” y ante la pregunta “respecto del ‘baile’ al que se sometía a los conscriptos, Balza sostuvo que ‘esas actividades siempre han estado prohibidas y cuando se ha tomado conocimiento de algún abuso de autoridad se ha sancionado, como se puede apreciar hoy en los medios de comunicación social’”. En la página siguiente “Hoy se conoce la sentencia contra Canevaro y Sánchez” comenta: “…El fallo se conocerá apenas 48 horas después de que se pronunciaran los alegatos, cuando lo usual es que demore una semana”. “…Además, el Ejército se cuidó de invitar a todos los medios de comunicación a la audiencia pública, ya que aprovechó la oportunidad para que llegaran a la opinión pública algunos detalles que le interesan sobremanera: El fiscal dejó en claro que Canevaro actuó ese día ‘en la más absoluta soledad y sin el control de sus superiores’. De esta manera, recortó su figura y la despegó de la conducción del cuartel. Si el subteniente tuvo además algún grado de responsabilidad en la muerte de Carrasco, sus jefes no son considerados encubridores, al menos para la fuerza”. El frío no aflojaba, como los días anteriores. Tal como lo había hecho ayer, me levanté temprano y me abrigué lo más que pude, y otra vez me puse el buzo de gimnasia por debajo de la camisa y no me importó que por debajo de los puños color arena, asomaran los azules elastizados. Todo fue un trámite demasiado rápido. Una vez que se sentaron los integrantes del Consejo de Guerra, rápidamente se procedió a la lectura de la sentencia. Mis pensamientos volaban a mil, estaba convencido que me condenarían pero no podía entender cómo lo harían; siempre igual, como ya verán. Warckmeister ordenó que Sánchez y yo nos pusiéramos de pié y que el secretario leyera la sentencia, que se basó en una larga serie de ítems que fundamentaban la posterior resolución. Todos ellos comenzaban con un caprichoso “está probado…” y a continuación se enumeraban una serie de hechos que uno se preguntaba si realmente había presenciado este y no otro juicio. Mientras esto sucedía, el presidente del Consejo se reclinaba hacia atrás y entrelazaba sus dedos sobre la gran mesa de madera detrás de la cual estaban parapetados él y sus secuaces, apoyando sus pies en el barral, en una actitud suficiente que lo asemejaba más a un sheriff que a un juez. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 157 Por si fuera poco y como por arte de magia, durante la lectura de la sentencia, aparecieron expresiones con la marca registrada de Balza, ya recogidas por la prensa el 12 y 13 de abril cuando éste expresó su parecer con respecto a las prácticas que se desarrollaban en los cuarteles en relación a los movimientos vivos. A mitad de los fundamentos por fin se escuchó decir… A efectos de mensurar la pena a imponer al subteniente Canevaro, el tribunal tuvo en cuenta otras situaciones concomitantes que no pueden ignorarse, como la trascendencia y la repercusión extrainstitucional del caso, cuya difusión ha alcanzado niveles inusitados, rozando en más de un sentido el prestigio de la fuerza en la sociedad de la que se nutre, y a la que se debe. Por tal sentido, se decidió una sanción ejemplificadora con el propósito de extirpar de las unidades la repetición de estas prácticas ilícitas… Pero solo a mí me resultaban familiares las expresiones “sancionarla de un modo ejemplar” o “desterrarlos del ejército”. Sánchez y yo de pie, escuchábamos el prefacio de una novela aun no escrita, pero que ya tenía asegurados –porqué no– millones de compradores, y se editaría en los talleres gráficos de “Justicia Argentina Sociedad del Estado”. En fin, la sentencia terminó condenándome a la pena de 25 meses de prisión mayor, (una pena de tipo militar que no difiere en mucho a la civil, y su efecto más importante es la pérdida del estado militar) y a Sánchez con 13 meses de prisión menor, tras lo cual se dio rápidamente por finalizada la audiencia y los integrantes del Consejo de Guerra se retiraron, tal como vinieron, en columna de uno, con la “misión cumplida”. Lo que siguió no fue un deja vú, aunque así pareciera, no lo habíamos vivido; sólo lo sabíamos. Cuando empezamos a salir de la sala, los periodistas se apiñaron a nuestro alrededor. Fue cuando sentí que una mano me tomaba del brazo. Ya a esa altura debo admitir que ningún periodista me simpatizaba por la experiencia pasada hace dos días. Hasta los criticaba por la espantosa manera de trabajar que tenían. Eso no varió con el paso del tiempo. Se molestaban y se pasaban por encima entre ellos mismos y se decían colegas, y para el que soportaba una nota era casi un atropello; en fin, pensé que la mano que me tomaba era la de uno de ellos que no quería que me vaya sin contestar su pregunta y eso me enfureció. Acababa de vivir una injusticia terrible y no había reaccionado y ahora casi me las “agarraba” con un periodista. Levanté mi brazo para ver de quién era la mano que me estaba tomando a la vez que decía: –¡¿Qué es esto?! 158 IGNACIO R. CANEVARO Al instante pude ver que quien lo me sostenía tenía un brazalete de color blanco, por lo que me di cuenta de que era un Policía Militar quien en voz baja me dijo que nos teníamos que retirar. El pobre pensó que mi queja iba hacia él y rápidamente me soltó como diciendo ¡Ups! Entre forcejeo y forcejeo las preguntas se superponían unas a otras, hasta que llegó la premonición: –Canevaro, ¿va a apelar? –Sí, vamos a apelar –contesté con pesar al ver que la obvia profecía se había cumplido. Cinco minutos después me encontraba nuevamente en mi habitación. Aún estaba sacándome la chaquetilla cuando entró Díaz que con actitud compasiva se sentó en el sillón mientras yo lo hice en mi cama. De repente comenzó a hablarme: –¿Cómo está subteniente? –¿Cómo? –contesté aun sin comprender a qué se refería –Me refiero a su estado físico, si necesita ir al médico; anímicamente me imagino como se debe sentir. –¡Ah!, no, estoy perfectamente bien, –contesté sonriendo– hago ejercicio todos los días, salgo a correr todas las mañanas, más las flexiones de brazos y los abdominales que hago aquí en la habitación… estoy bien, gracias. –Bueno, yo quería decirle Canevaro, que yo sigo siendo su Comandante de Brigada, cualquier cosa que necesite, sólo tiene que llamar por teléfono y pedir hablar conmigo, que yo voy a estar para lo que necesite. –Bueno, gracias; pero mire mi general., ¿Puedo serle franco? –¡Sí, como no! –contestó seguro de sí mismo. –Bueno, en ese caso le tengo que decir que me siento traicionado; Traicionado por el mismísimo Ejército, bah!, perdón, por el Ejército no porque sería generalizar y si de alguien recibí apoyo fue de algunos cuadros y ellos son el Ejército. ¿Pero sabe qué? Estos cuadros eran nada más que suboficiales y oficiales subalternos, o sea: los subtenientes, los tenientes, los tenientes primeros y los capitanes. Porque de ahí para arriba en la escala jerárquica nadie se ha dignado a venir a verme. –¿Dónde está mi jefe?, ¿Dónde está mi segundo jefe?, ¡¿Dónde está CUALQUIER jefe?! ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 159 ¿Sabe? Usted es el primer oficial más antiguo que capitán que me viene a ver… ¿No es que uno de los deberes de un jefe es velar por el estado de sus subordinados?, Acá no son más que palabras de reglamento. ¿Qué pasó con ellos? ¿Es que los ribetes en las viseras de sus gorras les pesa demasiado y los hace mirar al piso? –No, bueno…, mire Canevaro, yo no lo fui a ver antes ya que cuando nos cruzamos, usted estaba siendo interrogado y yo no quería interferir… –¿Interferir en qué, mi general? Si me estaban cocinando. Y me quedo corto: ¿Sabe qué estaban haciendo en ese momento? En pocas palabras, me estaban atando como a un matambre. Justamente, hubiese estado bien que me viera en ese momento, porque en ese momento podría haber hecho algo y… Visiblemente incómodo, Díaz interrumpió lo que seguramente iba a ser un reproche, se levantó del sillón y comenzó a hablar como un loco para tapar cualquier cosa que yo pudiera decir y caminando hacia la puerta me repitió que le haga saber cualquier necesidad y que mi custodia seguía siendo su responsabilidad permaneciendo allí hasta nueva orden. Obviamente no le gustó nada de lo que le dije, por lo que me extendió la mano y rápidamente desapareció tras la puerta, custodiada por un policía militar. Qué lástima que me paró, pensé que la conversación seguiría, pero fue para terminarla, aunque el episodio no quedaría así nomás… Al día siguiente y de allí en más, se me prohibieron todas las visitas de personal militar en actividad. Estaba claro que ese desahogo tendría consecuencias, máxime si el que lo tuvo que escuchar era el comandante de brigada, pero igualmente me sentí aliviado de haberme sacado eso de encima. Constantemente me habían llegado mensajes o llamadas de aliento de gran cantidad de gente: militares, civiles, amigos de la familia y míos, y hasta de personas que no conocía. De allí en más, empecé a recibir correspondencia de gente que se solidarizaba con esa gran injusticia. Con el correr del tiempo, esas cartas llegarían por docenas en solo una semana. Poco a poco fueron llegando a mi habitación compañeros que habían asistido al plenario y me decían que no lo podían creer, al igual que los demás oficiales y suboficiales del RIM 10 que estuvieron allí. Al poco rato llegaron mis padres y cuando les conté la buena nueva, sus caras reflejaron un montón de sensaciones simultáneas que casi no se pueden 160 IGNACIO R. CANEVARO expresar: Desconcierto, admiración, impotencia, ¡dolor!… todos habían quedado como en shock, nadie se apuró a decir nada… el silencio se adueño de la habitación. Yo, que gracias a Dios, esperaba este desenlace, tomé las cosas con un poco más de calma y consolé a los viejos que estaban muy apesadumbrados. En medio de ese trance, llegó mi tío bastante apurado y nos dijo que de inmediato haríamos la presentación del escrito del recurso de apelación, que se abocó a escribir a mano el texto que ya había preparado antes de la sentencia, sabiendo lo que sucedería. En pocos minutos estaba en manos del secretario Martínez, a quien se lo di personalmente. En una atmósfera de perplejidad, mis padres y yo quedamos dentro de mi habitación inmersos con el comentario de lo que habíamos tenido que vivir. Pasó bastante tiempo hasta que pudimos entender cómo se fueron encadenando los hechos que concluyeron con esta sentencia, y se puede resumir en lo siguiente: La presencia del Juez militar de instrucción, el Tcnl José, el seis de abril pasado, fecha en la que apareció el cadáver de Carrasco, en realidad nunca pudo ser debidamente justificada. En su momento, jamás fue cuestionado por nadie la presencia de un juez Militar en el cuartel ante el hallazgo del cadáver del soldado. Eso quiere decir que, o todos ignoraban que José no podía investigar el crimen –como yo– o convalidaron esta presencia por alguna otra razón. Pero ¿Qué razón pudo haber hecho que las voces más críticas no se levantaran ante esa investigación clandestina en un cuartel militar? Dicha presencia no tan solo no inquietó a nadie, sino que conformó a cada uno de los que la supieron; Civiles y militares. Defensores de los derechos humanos y militares de la democracia. A nadie le interesó arguyendo una cuestión de “colaboración del ejército” con la Justicia Federal. Así se dejó pasar uno de los primeros interrogantes que debieron ser respondidos en una investigación seria. Ahora y a la distancia pregunto… ¿A qué fue José al cuartel? Si se encontrase un cadáver en un cuartel, el procedimiento debiera ser bien distinto. Primero se debe dar la novedad al superior hasta que llegue al jefe de regimiento, quien llamará a la Policía Federal que se hará cargo del asunto, con la colaboración que sólo ella pida. Seguramente la policía dará cuenta al juez y él mismo dará las instrucciones que crea convenientes. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 161 Pero lo que sucedió en Zapala fue bien distinto. Una de las respuestas a lo que fue hacer al cuartel José será que fue a investigar un posible abuso de autoridad. Hoy todos sabemos que eso no fue así, pero igualmente veremos si es cierto… El diario Río Negro del 14 de abril reproducía declaraciones a la prensa de Blaza, que fue claro cuando descartó la hipótesis de baile y golpiza ya que no había nada que “haga presumir eso”, según sus propias palabras, es decir que… ni siquiera el jefe del ejército sabía que había existido ese supuesto abuso de autoridad. No tan solo lo descartó, sino que calificó como “un disparate” a esa versión, por lo cual y de nuevo: “¿A qué fue el Juez Militar al cuartel de Zapala? ¿No era que había ido al cuartel a investigar un presunto abuso de autoridad el mismo 6 de abril? Además, debemos suponer que había alguna denuncia sobre malos tratos, pero no. Nadie había denunciado nada: pero el delito que se fue a investigar, fue un abuso de autoridad. Entonces… ¿Quién fue denunciado y por quién? Ahora vamos a poder ver que realmente no fue al cuartel a investigar un abuso de autoridad como se dijo hasta ahora, sino a “meter la nariz”: pero para eso deberemos esperar hasta el día siguiente… Con la mejor precisión que puedo ser capaz, vengo relatando lo que vino sucediendo hasta aquí y se puede ver que a esta altura, no tan sólo era el juez militar quien estaba en el cuartel investigando, eso sí: Ya sabemos que no era el abuso de autoridad, ¿Pero entonces qué investigaba? Lo que estaban investigando no era más que el homicidio de Carrasco, pero el ejército era conciente que no podía hacerlo debido a que estaba prohibido por la Ley 23.049 de reforma al Código de Justicia Militar, que impide a la Justicia Militar el juzgamiento y la aplicación de leyes militares a los hechos delictuosos contemplados en el Código Penal. También estaba prohibido por la 23057, y la 16970 ó Ley de Defensa Nacional, y modificaciones ulteriores, incluida la 23984, que prohíben efectuar tareas de Inteligencia interior. Pero, ¿Cómo realizar inteligencia sobre el homicidio de Carrasco sin ser descubiertos en esta violación a estas leyes? Al jefe del ejército no se le ocurrió mejor idea que decir que era para investigar un abuso de autoridad inventado, que luego él mismo se encargó de desmentir el 14 de abril. ¿En qué quedamos? Bien, pero sin saberlo, el 15 de abril, en mi interrogatorio ante José y Jordán, se vieron los esfuerzos por tratar de legitimar su ilegal intromisión. 162 IGNACIO R. CANEVARO Debían justificar su presencia. En uno de los interrogatorios, les di una invalorable ayuda al decir que había “bailado” a los soldados durante la tarde, y no porque al fin en este día me lograron sacar lo que no quería decir, sino que ésta fue la primera vez en la que pudimos profundizar en mi relato. Ahora sí podrían blanquear la presencia de José en el cuartel. Se había descubierto una posible veta para justificar la presencia de la Justicia militar, aunque solo existía un obstáculo que consistía en el pequeño detalle de que los movimientos vivos, los bailes, jamás en la historia del Ejército Argentino habían sido considerados como un delito, menos como un delito de abuso de autoridad, pero al igual que Caro y su nombramiento, este era un detalle minúsculo a sortear, más cuando el juez del pueblo, también es el sheriff. –¿Vieron que estábamos investigando un abuso de autoridad? –habrán dicho aliviados en el estado mayor–, aunque nadie se los haya preguntado. Ahora lo que les quedaba era “convertir” ese baile en un verdadero delito, pero para esa maniobra ya nos tendrían preparadas otras sorpresas… Demás está decir que el juez Caro en ese momento estaba esperando que las pesquisas que –desaguisado de por medio– estaba realizando la inteligencia militar, le fueran remitidas a su juzgado, por lo cual no queda más que deducir que ya habían solucionado el problema de la conversión de los “bailes” a delito, pero ¿Cómo lo harían? Ah, un ¡Consejo de Guerra!: es lo mismo que si la Corte suprema se expide condenando a una persona por el delito de caminar por la vereda. Entonces, caminar por la vereda será delito, obviamente. Para convertir los famosos bailes en delito se usaría ese sistema. Aunque claro está que lo normal hubiese sido que sea el poder legislativo quien determine ese aspecto. Igualmente ¿Qué mejor que el fallo de la justicia militar en la vidriera de Covunco para determinar qué es delito militar y qué no? El Consejo de Guerra era el medio más idóneo para esta treta. ¿Quién más que los jueces de un tribunal militar para dictaminar que “A partir de Canevaro, los bailes son delito? ¿Quién podría contradecir a los jueces del tribunal supremo del ejército?, Claro, nadie. Solo un dato: El consejo de guerra no estaba conformado por siquiera un solo juez. No había dentro de ese cuerpo un oficial que haya siquiera estudiado leyes. Al final, el escollo del “baile delictual” había sido sorteado. Con tan solo una sentencia, seguramente elaborada con anterioridad en la misma Capital Federal, se había logrado la conexión entre el baile y el delito y con ello una ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 163 condena que expusiera en esa vidriera de la opinión pública a los señalados por ellos. Pero, ¿Y esta sentencia qué tenía que ver con la muerte de Carrasco? No se impaciente, ya tendrá la oportunidad de comprobar la vigencia del Viejo Vizcacha, con su famoso Hacéte amigo del juez… Una copia del expediente y su sentencia fue preparada para enviar al juzgado de Caro, quien con la boca reseca de tanto esperar necesitaba noticias frescas de lo que le había pasado a Carrasco. Evidentemente la exposición a la que fui sometido durante la lectura del fallo, a la que se convocó a todo medio de difusión que anduviera dando vueltas por ahí, rindió sus frutos y tras proclamar “Acá tenemos un loco energúmeno que echamos del ejército por violento”, susurraron al oído de Caro: Rubén: “¿Estás buscando un milico violento que haya estado con Carrasco?”, “¿Por qué no le echás una hojeadita a este expediente a ver si te sugiere algo?”. 13 de Mayo: Sentencia del CG El diario26 Río Negro dedicó toda su portada al titular y foto color Canevaro va a la cárcel y es expulsado del Ejército Abuso de autoridad y el homicidio de Carrasco “El Consejo de Guerra condenó al subteniente a dos años de prisión y destitución. El sargento Sánchez deberá purgar un año y un mes de cárcel. Los militares que procese la justicia civil por el crimen de Carrasco serán detenidos en la U9 de Neuquén. El operativo ya fue preparado…”. “…En sintonía con las nuevas disposiciones del Jefe del Ejército, general Martín Balza, la justicia militar consideró necesario aplicar una sanción ‘ejemplar’ a los autores del delito, para ‘extirpar estas prácticas ilícitas’ de las unidades…”. En otra página “Para el gobierno, aún ‘ falta aclarar la cadena de encubrimiento’”. Quedaba bien clara la intención de instaurar en la opinión pública la idea de que, habiéndose llegado a la condena del Consejo de Guerra, se habían encontrado a los autores del crimen de Carrasco y se reproducían las palabras de un funcionario del gobierno: “…El Secretario de Medios de Comunicación de la presidencia, Horacio Burzaco, reveló en la Capital Federal que para el gobierno ‘habría la impresión de que se conocen perfectamente a 26 Diario “Río Negro” del 13 de Mayo de 1994, primera plana y páginas 20, 21, 22 y 23. 164 IGNACIO R. CANEVARO los responsables del crimen, pero habría que aclarar todavía la cadena de encubrimiento’. En realidad, Burzaco puso esa definición en boca del Ministro de Defensa, Oscar Camilión, quien informó al gabinete nacional sobre la evolución del caso Carrasco…”. O sea, para el gobierno con la sentencia del consejo de guerra ya estaba resuelto el homicidio. Ese fue el mensaje bajado a la prensa. Restaba a partir de allí, realizar una investigación que determine quiénes encubrieron para cerrar urgente el caso. Unos días más tarde, me informaron que debía bajar y recibir a unas personas que me iban a realizar un examen. Un señor y una mujer me esperaban. Ni bien saludé, la señora dijo que comenzaríamos. –¿Comenzar con qué? –¡Cómo!, ¿no le dijeron nada? –preguntó el hombre– Encogiendo los hombros contesté que no. –Es solo un examen psicológico –Discúlpenme, pero… ¿Quiénes son Uds.? ¿De dónde vienen? –Somos del Estado Mayor –respondió la mujer– Dijeron que el trámite era sólo de rutina para el caso de los detenidos a fin de evaluar el estado en que se encuentran al enfrentar una condena. En el examen utilizaron los archiconocidos métodos que se utilizaban en el Colegio Militar. Test de Roschard, dibujos de un hombre y una mujer e historias sobre ambos, etc. Durante el transcurso del test, en el que se hizo una introducción que consistió en una serie de preguntas al azar, pude ver como su interés era general hasta que se tocó el tema del domingo 06 de Marzo del ‘94. En ese momento el hombre me pidió que le contara con detalles lo que sucedió a lo que accedí sin empeñarme demasiado. Asimismo fue tan evidente que terminé por darme cuenta que en el test de Roschard la señora se empecinó para que le dijera qué me sugería el color rojo de una de las figuras que yo había asociado con el pecho de una persona humana. Con evidente intención quería que saliera gritando por el pasillo ¡Saaaangre!, ¡Saaaangre!, pero para mí no era más que una coincidencia: ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 165 –Nada –contesté naturalmente– sólo que aquí la han pintado con ese color, como pudo ser otro. Era evidente que el propósito era el de forzar algo más. Ya Sánchez había sido intimidado con los resultados de un test psicológico. Mientras contestaba las preguntas pensaba, que antes fueron los micrófonos y ahora un interrogatorio disfrazado de pericia. Patético… En un momento en el que el hilo de la conversación se había perdido, quise aclarar las cosas y les pregunté: –¿De qué quieren hablar? ¿Qué quieren saber? ¿Por qué no me lo dicen y la hacemos más fácil? –¿Tiene algún problema que quiera contarnos? –preguntaron casi a dúo con voz complaciente– –La verdad que no –contesté– Sólo me tratan como un delincuente, pero no, no me pasa nada. –Espero no lo incomodemos, ¿Quién lo trata como delincuente? –Nadie, déjelo así. ¿Para qué es todo esto? –Es sólo rutina” –minimizó la mujer. –¿Rutina para qué? ¿¡Para un abuso de autoridad!? –Sabiéndose perdida, solo sonrió y soltó: –Rutina para los casos como este… Así es que continuamos ya sin más vueltas y después de unas dos horas de hacer garabatos y responder a sus preguntas sobre el caso Carrasco, terminó la entrevista tras lo cual volví a mi habitación. Luego me enteraría que esta entrevista con los especialistas del Estado Mayor era optativa y tranquilamente me podría haber negado, pero: ¿Si no me lo hicieron saber? ¿Tenía opción? 15 de Mayo: El diario27 Río Negro editó El papel de los protagonistas 27 Diario “Río Negro” del 15 de Mayo de 1994, páginas 26 y 27. IGNACIO R. CANEVARO 166 “…Canevaro era el oficial de semana… el perfil que elaboró Inteligencia Militar lo muestra con un alto grado de autonomía e iniciativa propias, poco acordes con su escasa antigüedad…”. Asimismo, en una nota aparte con el título “Para Camilión, las sanciones militares fueron ‘duras’”, el Ministro de defensa continuó con los paralelismos, vinculando al abuso de autoridad con el asesinato. Entre otras cosas dijo: “…la figura de ‘abuso de autoridad” que se utilizó para condenar al subteniente Ignacio Canevaro y al sargento Carlos Sánchez ‘estaban refiriéndose a hechos concomitantes’ con la muerte del conscripto. El Ministro precisó que su intención al recalcar que se trata de una ‘concomitancia de tipo temporal’ es lo que investigaba la justicia militar ‘podía estar relacionado de manera directa o indirecta con el asesinato…”. Evidentemente el personal de inteligencia que elaboró mi perfil era más militar que los militares. Como si fuese incriminatorio tener autonomía e iniciativa en la vida militar. Nunca mejor viene recordar el viejo dicho del Colegio Militar: “La iniciativa es la madre de las cagadas”. Se aplicaba religiosamente cuando se reflexionaba frente a una actividad que no había sido expresamente autorizada. Obviamente se obtenía el resultado buscado: La gente preguntaba hasta cuántas veces estaba permitido roncar. A la mañana me hicieron un control médico donde me tomaron muestras de sangre, me midieron la presión, y varios controles más. Yo pensaba… La inteligencia militar había elaborado un perfil… Claro que lo tenían todo servido en bandeja, y para colmo me tenían a mí, que seguía hablando como un loro. Hoy en día no deja de sorprenderme que no usaran las muestras tomadas en Covunco para plantarlas en alguna parte del cuartel de Zapala. Una prueba de ese tipo hubiese fulminado cualquier intento de defensa. Del mismo modo podrían haber usado cualquier cosa de mi habitación, o del auto, que estuvo a la suerte de Dios en medio de esa banda de forajidos. Todo esto me hace pensar que a la fecha, no tenían bien decidido qué hacer conmigo. De hecho más tarde tendré más argumentos para corroborarlo. 17 de Mayo El diario28 Río Negro editó la nota: “Caro jura como juez el jueves y el viernes indagará a Canevaro y a Sánchez” 28 Diario “Río Negro” del 17 de Mayo de 1994, páginas 6 y 8. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 167 En una nota aparte con el título “Un juez frente a la historia”. “…El jueves, Caro asumirá formalmente como juez federal de Zapala, después de estar subrogando el cargo durante poco más de un año… a partir del alejamiento de Eugenio Krom.” “…Pero su designación por el Senado vino recién el 20 de Abril pasado y a las apuradas, como modo de respaldar al magistrado que estaba investigando uno de los casos más resonantes de la década. … El pliego no tenía acuerdo de la comisión respectiva del Senado ni había sido publicado para una eventual oposición. Se lo presentó sobre tablas, en una decisión inédita que salteó pasos legales hasta entonces rigurosamente observados. Minutos antes de entrar al recinto, el Senador nacional rionegrino Faustino Mazzuco se comunicó telefónicamente con allegados a la familia Carrasco. ¿Qué tal es Caro? ¿Por qué lo pregunta? –le retrucaron. El peronismo tiene mucho apuro en nombrarlo juez, y nosotros queremos tener elementos para saber si se traen algo escondido. Necesitamos un par de horas para hacer algunas consultas… Imposible. Tiene que ser ya. El informe, entonces, fue favorable, y Caro salió designado por unanimidad. Pero el Senado se encargó de aclarar que ‘esto no sienta precedente’ ya que la designación obedeció a ‘urgencias políticas’.” Se podía ver la mano de la Inteligencia Militar, que ahora sabemos que no había ido a investigar falencias en la seguridad del cuartel –como declaró Balza por escrito y bajo juramento más tarde– sino a intervenir en la pesquisa por la muerte de Carrasco y desviar su curso. ENCUBRIR en lenguaje clarito. Hasta los medios se dieron cuenta que repartían “pescado podrido” –como se diría en la jerga periodística– pero algo de ese tufillo sedujo a la Justicia, que aun no encontraba algún dato que sacara al caso del pantano en el que estaba. El tema era que no existía ninguna punta en la investigación. No había homicida, no existía el cuerpo del delito –el arma homicida– no había testigos que aportaran pistas, no había móvil del crimen. Con el pescado de la Inteligencia quizá pudieran darle de comer a la justicia y fabricar desde allí este rompecabezas. Sabiendo la motivación, se descartaban muchos actores… o quizá procurarían inventarlos. Durante una visita de mis padres, vino el Oficial de servicio del RIM 10, quien me dijo que había llegado una orden en la que se disponía mi traslado IGNACIO R. CANEVARO 168 y el de Sánchez a la capital para ponernos a disposición de la Cámara de Casación Penal a fin de tramitar la apelación ante el Consejo de Guerra por la sentencia dictada. Para ganar tiempo, mis padres decidieron salir en ese mismo momento, haciendo una escala en Córdoba para realizar unos trámites pendientes. Pocos minutos después, llegó una contraorden en la que se abortaba el operativo de traslado, pero mis padres ya habían salido. No tenía manera de ubicarlos y contarles el cambio de planes. Traté de llamarlos por teléfono, pero ya habían salido de viaje a Córdoba. 18 de Mayo: El diario29 Río Negro editó Si no hay intereses contrapuestos, Ríos Iñíguez asumirá la defensa de Canevaro y Sánchez En la misma queda claro que la intención de Iñíguez era la de defender a los dos condenados por “abuso de autoridad”, ya que así se lo habían pedido las dos familias. “…Ríos Iñíguez tenía previsto inicialmente hacerse cargo solamente de la defensa de Canevaro. Pero los familiares del sargento Sánchez volvieron a tomar contacto con él para ratificarle su pedido de que lo patrocine en caso de ser llamado a declarar por la justicia federal…”. El abogado podría defenderme junto a Sánchez, y era un hecho que no había intereses contrapuestos; Iñíguez ya había hablado extensamente con ambos y ni Sánchez ni yo teníamos ninguna acusación contra el otro. “…El Presidente Carlos Menem, en su carácter de comandante en jefe, ordenó a las Fuerzas Armadas’ que estudien modificaciones al actual servicio militar obligatorio…”. “…La iniciativa del Presidente fue adoptada a raíz del debate originado en la sociedad tras el asesinato del soldado Omar Carrasco, quien sufrió malos tratos por parte de militares destinados en el Grupo de Artillería 161 de Zapala”. 21 de Mayo: El diario30 Río Negro publicó Instrucciones del gobierno para los fiscales, trae Romero Victorica. “…Según se especula, Romero Victorica trae instrucciones del gobierno 29 30 Diario “Río Negro” del 18 de Mayo de 1994, páginas 22 y 23. Diario “Río Negro” del 21 de Mayo de 1994, página 23. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 169 nacional para Retes y Necol, y además recogerá información sobre la marcha de las investigaciones…”. No estoy tan seguro que el fiscal Romero Victorica haya venido para transmitir órdenes a los fiscales ni a recoger información sobre la marcha de la causa. Más bien y a juzgar por los hechos de los días posteriores, vino a decir lo que la prudencia no aconseja y de paso testear cómo se recibían las noticias. El fiscal de Casación traía la venia del ejecutivo y eso le daba poder. Tanta diplomacia con el debido proceso enlentecía el esclarecimiento, que para ellos estaba ya escrito. Había que pisar el acelerador. 24 de Mayo: ¿Manchas de Sangre en el auto de Canevaro? El diario31 “Río Negro” publicó una nota con el título que decía: “Canevaro, Sánchez, Suárez y Salazar serán los primeros indagados por la justicia”. En un párrafo se nombra por primera vez un tema que dio mucho que hablar en los medios de difusión: “…En diálogo con la prensa, Retes descartó que se hubieran realizado pericias en el automóvil de Canevaro, al tiempo que cobró fuerza la versión de que en el vehículo podría haber manchas de sangre…”. Cualquier investigador soñaría con encontrar manchas de sangre en el auto de uno de los sospechosos. Parece que eran tan grandes esos deseos, que las encontraron. De todas maneras las manchas fueron tan famosas como lo fueran los no menos célebres “simonkis”, que hicieron furor en los 70. Los simonkis fueron un negocio perfecto para un grupo de gente que jugó con la credulidad de muchos. Las manchas de sangre funcionaron de la misma manera. La opinión pública es demasiado vulnerable al tremendo poder de la prensa. Juega un papel similar al de un niño pequeño. Absorbe todo cuanto le dicen sin cuestionar nada casi nunca. Y cuando crece y puede cuestionarlo, ya es tarde, pues ya lo tiene incorporado. Al deslizar que se habían encontrado manchas de sangre en el auto de Canevaro, ¿Qué lector podría no asumir que pertenecían a Carrasco? De allí en más, aunque luego desmientan la información, nunca se podrá torcer la mirada con que se me prejuzgó. 31 Diario “Río Negro” del 24 de Mayo de 1994, páginas 20 y 21. IGNACIO R. CANEVARO 170 25 de Mayo: Muchos Goebbels: “Miente, miente… que algo queda…”. El diario32 Río Negro publicó en primera plana Se halló sangre en el auto de Canevaro. Romero Victorica lo dijo. Fue desmentido. En otra página Romero Victorica dijo que había sangre humana en el auto de Canevaro, pero los fiscales lo desmienten “Las intervenciones del superfiscal Juan Martín Romero Victorica, desnudaron el interés del gobierno nacional en una rápida solución para el caso Carrasco. Como sea. La estrategia es evidente. El amigo del presidente quien apareció por aquí ‘de paso’ y ‘para saludar’ se reunió en cuanto pudo con los fiscales de la causa. Al día siguiente, los siete implicados de los que hablaba el juez Caro se redujeron a cuatro: Canevaro, Sánchez, Salazar y Suárez. ‘Hay que bajar el número de involucrados, dejarse de joder y mover rápido el expediente’ parecía decir la indicación. Había llegado para eso y ahora insistían con el asunto de la sangre en mi auto. Hay que imaginarse cómo estaba yo… Efectivamente estaba convencido que me habían sembrado pruebas falsas. Y si así era –que encontraron sangre– estaba seguro que yo nunca la había visto. Me sentía terrible, era algo lapidario, aunque no me dejaron pensar mucho. Cerca del mediodía el vino el oficial de servicio, que me ordenó juntar mis cosas, porque después del almuerzo me trasladarían al RIM 21. Dos horas después, llegamos al cuartel de Las Lajas, donde había estado detenido desde el 20 de Abril hasta el 03 de Mayo. Esta vez las condiciones de detención no eran las mismas, ahora pesaba sobre mí una sentencia en suspenso de 25 meses de prisión mayor por Abuso de Autoridad. El lugar de detención era el mismo, pero con el aditamento de dos centinelas armados de la Policía Militar, uno afuera y el otro en la puerta. Una vez que acomodé mis pocas cosas, me dediqué a lo que sería una verdadera constante cada vez que me trasladaban: Encontrar donde estaban escondidos los micrófonos que ponía inteligencia militar. Busqué por todos los lugares comunes, pero no los pude encontrar. Había revisado dentro y debajo de todos los muebles de la habitación y el baño, en el armario debajo de todos sus cajones, en las guías, lugar donde encontré el primer micrófono en el GA 161 de Zapala y en todos los tomacorriente del lugar escarbando inclusive en 32 25. Diario “Río Negro” del 25 de Mayo de 1994, primera plana y páginas 24 y ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 171 unos pequeños hoyos que había en la pared. Nada. Así y todo me propuse continuar la búsqueda. Mientras, esperaba ser llamado por el CG, ese circo que se trasladó desde tan lejos, cosa que jamás había sucedido en la historia del Ejército argentino, para juzgar ¡¡A UN SUBTENIENTE!! Aun hoy esa maniobra pasó inadvertida para mucha gente, aunque no ya para todos. Durante todos estos días mis padres estuvieron realizando todo tipo de entrevistas en los medios, tanto en los escritos, como en los radiales y televisivos, tendientes a aclarar mi situación en el caso. Lo que pretendían hacer era explicar que ese supuesto abuso de autoridad, era solo un baile y en todo caso no era más que un delito estrictamente Militar y no como ya se insistía, un delito conexo al asesinato. En la Capital fueron llamados por las producciones de dos programas políticos: “Visto y considerando” de Carlos Varela y “Hora Clave” de Mariano Grondona. Sólo pudieron concurrir al primero pero con ese fue suficiente para saber como sería el manejo de la información. Se acordaron sólo preguntas referidas a mi situación militar; pero no cumplieron. Mi cara era el ícono del caso Carrasco y se hizo lo que quiso. El graph de la tele por poco no decía: Acá está. Hablamos con los padres del asesino. 27 de Mayo: Terminada su tarea en Bs. As, mis padres volvieron a ‘La Candelaria’. Habían estado fuera de casa un mes, pero eso no sería nada. Sólo era el comienzo. ¿A alguien se le puede ocurrir estar fuera de casa… por años? Comenzaron entonces las gestiones para recaudar fondos y hacer frente a la difícil situación que se venía. Todo sumaría. Desde el cobro de unos bonos atrasados con que el Ejército saldaba una deuda a mi padre, hasta la colaboración de mis hermanos. Pero aun así no alcanzaría: Había que hipotecar el campo. Como esto demoraría, mi papá se quedó mientras mi mamá y mi hermano Pedro volvieron a Neuquén para acompañarme, llegando a Las Lajas el 4 de Junio por la mañana. Ese día me llevaron mi equipo de música y un televisor que me mandaba González, quien –se notaba– siempre estaba pendiente de cómo podía hacer para que yo estuviera más cómodo. IGNACIO R. CANEVARO 172 Juntaba a las demás enfermeras para que juntas escribieran algunas líneas de aliento, o mandaba ropa o tortas; La cuestión era ayudar a que no todo fuese tan malo. De Córdoba me habían enviado un video grabado en Alta Gracia, repleto de saludos y aliento de toda la familia y gracias a la González ahora podría verlo. 02 de Junio: “Mi General, Sánchez nos puede dar una mano…”. El diario33 “Río Negro” publicó una nota con el título “La Federal coincide en señalar a Canevaro, Sánchez, Salazar y Suárez como sospechosos”. “Sánchez sería el más pasible de romper el pacto de silencio”. En la misma nota se publican las impresiones de los investigadores de la División Homicidios de la Policía Federal sobre la muerte del conscripto: “La División Homicidios de la Policía federal coincide en apuntar al subteniente Ignacio Canevaro, al sargento Carlos Sánchez, y a los ex soldados clase 74 Víctor Salazar y Cristian Suárez como los principales sospechosos del homicidio de Omar Carrasco. Así consta en un informe que la repartición entregó hace 20 días al Juez Federal Rubén Caro, aunque su contenido se conoció recién ayer. Sin embargo, fuentes allegadas a la investigación del asesinato relativizaron la importancia del informe, y señalaron que fue hecho en base a la simple lectura del expediente judicial. Pero dieron un dato importante: la policía señaló al sargento Sánchez como el más pasible de ‘quebrar’ el muro de silencio que envuelve al caso…”. Ahora sé que ese informe fue el elaborado por la gente que estuvo en mi declaración indagatoria por el abuso de autoridad del 20 de abril en el cuartel, José de por medio. Ahora sé que “la Federal” no era más un grupo de dos personas, investigadores enviados por Balza en su avión, ese que fue fotografiado el 21 de abril por el diario Río Negro. Si tenemos en cuenta que elaboraron su informe después de consultar el expediente elaborado por jordán, José y “también” por Caro… Entonces ahora se puede comprender cómo se llegaron a esas, las mismas conclusiones que Caro. La foto del avión del diario tenía un epígrafe que decía: Llegaron a Zapala el fiscal que ayudará al juez Caro, con las mismas facultades que Viaut y el recurso de apelación. Pero en realidad, los fotógrafos confundieron al entonces nuevo fiscal de la causa –Juan Andrés Necol– enviado por la Procuración General de la Nación, con otras personas. Esas personas eran las que 33 Diario “Río Negro” del 02 de Junio de 1994, páginas 20 y 21. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 173 estuvieron en el cuartel durante los días en que estuvo “copado” por personal de Inteligencia Militar. Mucho tiempo después supe que eran el Jefe de la División Homicidios de la Policía Federal, Comisario Eduardo Duarte y el especialista en interrogatorios Comisario Carlos Serravalle. Dos personajes que se las traían, y que eran utilizados como limpiadores en todos los casos en donde tenía interés el gobierno menemista. Serravalle también había dejado su rastro en el caso de María Soledad Morales, donde acompañando a Saladino, por entonces jefe de homicidios, y desde las sombras, cumplió –según consta en varias denuncias– la tarea sucia de apretar testigos, ocultar pruebas y evitar un escándalo de proporciones para el gobierno nacional. “No tengo ninguna duda: la misión de Serravalle fue la de encubrir todo lo que se pudiera” dijo la hermana Martha Pelloni que fue una de las primeras en denunciar a Serravalle, acusado también en el juicio por apremios ilegales. El caso que los trajo a Zapala no fue la excepción. Cumplieron a medida el pedido de Balza, quien los envió en el avión del estado mayor a darle una especie de apoyo técnico a la “investigación” de Jordán y José. Pero eso era imposible, ya que ellos no eran precisamente técnicos sino –para llamarlos de algún modo– simplemente acomodadores. Acomodaban los tantos de manera que quien los envió, quedase tranquilo. Cualquier mercenario quedaría ridiculizado con las misiones de todo tipo que cumplieron al amparo del gobierno de Carlos Menem. Sus días en La Federal terminaron luego, en el 2003, al tomar fuerza una investigación por pedir coimas a vendedores ambulantes de Caballito para permitirles trabajar. Fue acusado de recibir dinero de los vendedores para no levantar sus puestos ni labrarles actas de contravención.34 04 de Junio: El diario35 Río Negro editó Caro recibirá el martes los pedidos de indagatoria a los sospechosos. “…También falta conocer los resultados de los análisis de las manchas encontradas en el vehículo del subteniente Ignacio Rodrigo Canevaro. ‘Esto va a demorar un tiempo más, porque hay que realizar un cultivo para poder determinar Diario “La Nación” del 13 de Noviembre de 2003, Link permanente: http: //www.lanacion.com.ar/544889 35 Diario “Río Negro” del 04 de Junio de 1994, página 23. 34 174 IGNACIO R. CANEVARO si se trata de sangre, en primer lugar, si es humana, y finalmente, y en todo caso, si corresponde al grupo sanguíneo de Carrasco’, comentó el fiscal Retes…”. Como sucedería con todo lo referente a la prueba dirimente, (o sea que desincrimine a los acusados), en cuanto se detectó que si las manchas se investigaban a fondo no confirmaban las sospechas y esa prueba no podría ser utilizada en contra de los imputados, se paralizaron los anuncios y las investigaciones, colocando el tema en un estado latente de sospecha. De esa manera servía para apoyar los indicios, pero a decir verdad, las tan mentadas manchas no terminaron el proceso que el fiscal Retes recomendaba más arriba. Más bien ni siquiera se comprobó que sean sangre, pero sigamos que más adelante tendremos novedades. A las 9 de la mañana me mandó llamar Avellaneda. Cuando llegué al despacho y casi sin mediar palabra me ordenó junte mis cosas porque me trasladarían a Zapala y de allí a Capital Federal. A las 11 me pasó a buscar una F-100. Cargado mi equipaje, nos fuimos a Zapala a la que llegamos más o menos a las 1230. Era un día típico de la zona de Zapala: Templado, soleado y ventoso. A las 1330 le dijeron al jefe de la comisión que por malas condiciones meteorológicas en Capital Federal, el avión no había salido, por lo que el traslado se suspendía hasta nuevo aviso. Así las cosas volvimos a Las Lajas en medio de una ventolera que se desató de improviso. En los primeros kilómetros no se notó demasiado, pero a medida que quedábamos más a descubierto en las pequeñas mesetas, se iban formando remolinos que levantaban cada vez más tierra y piedras. Veinte años antes una tormenta igual me dejó como recuerdo un corte en la ceja. A las 1545 llegamos al RIM 21 y me enteré que habían llegado mi madre y Pedro unos minutos después que saliéramos a Zapala y me habían dejado unas cajas. Me dediqué a la instalación del equipo de música y el televisor. A la noche pedí prestada una videocasetera y pude ver esa especie de videocarta. Parecía mentira tener a toda la familia, allá… tan lejos pero tan cerca, haciéndome bromas y mandándome aliento. Vino muy bien contar con ellos en ese momento. 06 de Junio: Traslado a Capital A las 11 me llamó el Jefe y me comunicó que le había llegado la orden de trasladarme al aeropuerto de Zapala. Debía tomar mis cosas, vestirme de ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 175 uniforme de diario y salir a la brevedad. La orden de traslado era del 05 de Junio y estaba firmada por el Presidente de la Sala Militar de la Cámara de Casación, Dr. Gustavo Mitchell. Le pedí permiso para telefonear a mi familia, pero me contestó que lo haría él mismo después. Se ve que estaba muy ocupado, ya que jamás lo hizo. Llegamos al aeropuerto a las 1320, donde ya se encontraba el mismo y famosos avión que viera en la foto del diario de abril. Pude observar que en las inmediaciones de la pista había personal de Policía Militar, del GA 161 y del BAL NQN. En el momento en que debemos partir, nos hacen señas, y los custodios que me acompañaban se vuelven al Jeep y yo voy directo al avión, en cuya puerta esperaba para recibirnos el Coronel Mayor Arturo Grandinetti, Jefe de la Aviación de Ejército (Pavada de piloto para llevar al subteniente). En el instante en el que estoy levantando el saludo, una ráfaga de viento hizo que la gorra se me cayera y rodara por la pista. En un acto reflejo abandoné el saludo a Grandinetti y corrí hacia la nada para atraparla a la vez que sonreía y hacía señas con la mano como despidiéndome en plena “fuga”, ante la mirada atónita de la comitiva, inclusive de la custodia, que no reaccionó al verme que me alejaba como unos cincuenta metros. Cuando luego regresé –también corriendo– Grandinetti me reprendió por las señas y como maestro ciruela me indicó que la gorra no se me hubiera volado si hubiese tenido puesto el barbijo. Abordamos el pequeño avión y a las 1350 decolamos de la corta pista de Zapala con rumbo a Bs. As. Cuando aterrizáramos en el Aeropuerto de Campo de Mayo, debía estar esperándonos una Kombi del RI 1 “Patricios”, pero al momento de nuestro arribo no estaba, por lo que el propio Comandante de Aviación de Ejército se ofreció a llevarme, ya que iba por la misma zona. Al llegar detuvo el auto frente a la Guardia de Prevención, me ayudó a sacar mi mochila del baúl y me despidió cortésmente. En ese momento llegó el Oficial de servicio del RI 1, y tras la presentación de rigor nos condujo a ver al Jefe de Regimiento, que nos esperaba en su despacho. Luego de 20 minutos, nos recibió el coronel Quiroga, J RI 1. Me comunicó como serían las condiciones de detención, que estaban en un memorándum de cuatro hojas, que inclusive tenía las instrucciones para el oficial de servicio, pues él sería el encargado de mis permisos. Me alojarían en el Casino de Oficiales, en la habitación Nº 12, ubicada en el cuarto piso, con un custodio que 176 IGNACIO R. CANEVARO tendría un escritorio cerca de mi puerta. También me ordenó hacer una lista de familiares que podían venir a visitarme, excluyendo a todo tipo de amistades. El horario de visitas era de 1530 a 1900, todos los días. El Oficial de servicio me condujo a mi habitación del Casino de oficiales. Cuando entré vi que habíamos mejorado un poco. La “12” era una suite comparada con las demás, que más que habitaciones parecían cajas de zapatos con placards incluidos. El piso era alfombrado, paredes blancas recién pintadas, tan recién pintadas que todavía estaba fresca… Hasta el cubrecamas que hacía juego con la alfombra estaba con manchas aun húmedas al igual que la almohada. Era una habitación que se podría decir original. De forma triangular, y en la mitad de uno de sus lados había una puerta de madera con un “ojo de buey” que daba al baño. Tenía mesada de mármol, amplio espejo. Tenía también un gran armario de madera. El mobiliario era una cama, una mesa de luz con velador, una mesa pequeña que me trajeron luego y dos sillas. Miré como sin creer –ahora solo– la habitación. No estaba tan mal. Aún era optimista. Desarmé la mochila y acomodé mi ropa en el armario. Otra vez lo que me sobraba era el tiempo y nuevamente me dediqué a revisar los posibles lugares donde podrían estar escondidos los inevitables micrófonos. Como me había frustrado no encontrar nada en la habitación de la enfermería de Las Lajas, ahora empecé buscando en lugares más difíciles. Siempre hablando en voz alta con la gente de Inteligencia que seguramente me estaría escuchando, a la que insultaba y a todo su árbol genealógico también, pude ver lo grande que era el espejo del baño ¿No sería una gran ventana espejada como las de las películas? Destornillé los sujetadores con mi cortaplumas pero otra vez me decepcionó la inteligencia militar, y se lo dije, completamente seguro de estar siendo escuchado. Muchas películas… Regresé a la habitación miré hacia la mesa de luz y pensé en que el velador podría encontrar lo que estaba buscando. Mientras lo desarmaba pude ver que era hueco y se me empezó a dibujar una sonrisa en el rostro. De inmediato se borró ya que no había nada. Después de un rato, ya había dejado de buscar. Fui al baño y mientras me cepillaba los dientes vi por el espejo un tomacorriente a mi lado. Quité los tornillos de la baquelita, y dije: Lo único que falta es que sean tan inútiles de colocar micrófonos en un lugar tan evidente como… Y cuando terminé de ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 177 sacarla ni yo pude dar crédito a lo que veían mis ojos ¡Oh, pero que tenemos acá!, ¡Qué sorpresa! Mientras corría con un lápiz un pedazo de papel de diario que estaba detrás del soporte del enchufe. No paraba de hablar con el aparato que asomaba ya sin escapatoria. El micrófono quedó semidescubierto. Era como una cajita cuadrada de metal de bordes redondeados. Estaba conectada a dos cables que se perdían por en la pared. No quise hurgar más. Ya estaban en evidencia. Qué bronca que me dio saber que me estaban espiando. Qué impotencia sentí al descubrir que todo eso era por mí. Seguro que no era por nada bueno. Malditos traidores con mismo uniforme, sirviendo a delincuentes en sus trapisondas. Como venganza, dije que iba a burlarme del tipo que seguramente estaría escuchando, todas las veces que me fuera posible. Acomodé el papel de diario –insólito en una instalación eléctrica– y coloqué la baquelita con la satisfacción de haber confirmado mi presunción. Ese mismo día, al filo de las 19, llegó mi hermano Juan Martín, quien supo de mi llegada a la ciudad. Luego de un rápido saludo y comentarios sobre la familia, pasamos a las necesidades que tenía que resolver más urgentemente. Le comenté que estaba haciendo la lista de visitas que me había ordenado Quiroga y le expliqué que sólo estaban permitidos los familiares directos más la de los abogados. En seguida me apuntó el nombre de los abogados que tendrían la tarea de llevar a cabo la apelación ante la Cámara de Casación Penal: la Dra. María Eugenia Loiácono, que era su mujer y mi cuñada y los Dres. Eduardo Caridi, Néstor Micheltorena. 09 de Junio: “Tráiganme a ese Sánchez”. El diario36 “Río Negro” publicó una nota con el título “Sorpresivo traslado de Canevaro y Sánchez a Buenos Aires”. “Se los llevaron con la excusa de apelar la sentencia militar”. Recién ahora los medios daban cuenta de nuestro viaje a la Capital Federal. Formalmente, el motivo del traslado era la apelación de la sentencia que nos impusiera el Consejo de Guerra en Covunco. Del viaje de Sánchez, no sabía nada, aunque se había filtrado por ahí que estaba ya alojado en el Regimiento de Granaderos a Caballo. 36 Diario “Río Negro” del 09 de Junio de 1994, página 22. 178 IGNACIO R. CANEVARO Como todo un vaticinio, el diario reprodujo el cruce de uno de los fiscales con Ríos Iñíguez”. ‘Fue una casualidad que no afecta la investigación’, dijeron los fiscales federales que investigan el asesinato en Zapala. ‘No creo en las casualidades’ les retrucó Ríos Iñiguez, quien se mostró preocupado porque en un momento crucial, le alejan a sus defendidos…”. Claro que este traslado no traería problemas a la investigación. Al contrario, venía a sacar del pantano en que estaba desde hacía meses. La investigación por la muerte de Carrasco estaba en un punto muerto por la falta de pruebas y una línea clara de investigación. Como ya veremos este traslado, lejos de complicar la casi inexistente investigación, la oxigenó, pues aportó la prueba más controvertida del caso que permitió que éste llegue a juicio. Sin este traslado, lo más probable hubiese sido una vía muerta en el caso. No había pruebas para sostener una acusación. Claro que Caro y los fiscales, que estaban muy preocupados, luego de este traslado se muestren despreocupados. El Ejército les solucionó un problema mayúsculo. Les dio un juicio… y ahora, los acusados. Como todos los días que tuvo la posibilidad de hacerlo, mi madre vino a visitarme. Esta vez también vino que dijimos era una de mis primas, y que no era más que mi ex-novia, con quien retomamos la relación ayudados por la cercanía. Las visitas eran recibidas invariablemente en mi habitación. Mientras mi madre leía unas revistas, nosotros pudimos conversar sobre nuestras cosas, concluyendo en definitiva en una reconciliación. A partir de ese mismo día las únicas visitas regulares que llegaron al RI 1 para visitarme fueron ellas dos. Todas las demás, por diversos motivos, especialmente de orden laboral, lo hacían también seguido, pero más espaciado y dentro de sus posibilidades. A partir del primer día, en el que advertí la presencia de un micrófono en el baño, visita que llegaba, “nos” saludaba a los dos, obvio que el pobre operador, que era un PCI (Personal civil de Icia.), llevaba la peor parte, pues tal como lo hiciera yo todos los días, le insultaban a toda la familia. Una de esas tumultuosas visitas propició el descubrimiento de la segunda gran sorpresa que nos tenía preparada la gran inteligencia militar. Como si uno fuera poco, al buscar un enchufe para conectar un equipo de audio, nos encontramos otro tomacorriente que no había sido advertido. Tendidos en el suelo, sacamos la baquelita y otra vez el asombro –en esta oportunidad de todos– al comprobar que había otro micrófono, ahora en la habitación. Era el colmo. Nadie sabía qué hacer ante el descubrimiento, y como no nos pusimos ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 179 de acuerdo, lo dejamos como estaba y continuamos conversando como si no hubiera pasado nada. No teníamos nada que ocultar. Con mi hermano Pedro llegamos a pensar qué pasaría si se los sacaba de ese lugar y se los tiraba en un cesto de basura al salir del cuartel, pero en lo que ahora considero un error, me opuse. Más tarde nos lamentamos de no haber tomado medidas. Debiéramos haber llevado un escribano público y dejar constancia de la presencia clandestina de esos micrófonos. Aunque siempre fue una obviedad la investigación de inteligencia militar, por lo menos tendríamos pruebas y no solo testimonios. 11 de Junio: Menem: “Es que siempre lo he dicho…: ¡Servicio Militar Voluntario!”. El Diario37 Río Negro publicó una nota con el título “Las causas no deben interferirse”. En la misma, el Ministro de Defensa, Oscar Camilión hizo declaraciones acerca del Servicio Militar obligatorio: “…Por otra parte insistió en que el anuncio de supresión del Servicio Militar Obligatorio realizado por el Presidente Carlos Menem… ‘no fue motivado por el Caso Carrasco’…”. En otra página un gran titular decía: “Menem decidió eliminar el Servicio Militar Obligatorio a cambio de ‘profesionalismo’”. ‘He dispuesto la eliminación del servicio militar obligatorio lo más rápido posible, para que tengamos en vigencia Fuerzas Armadas totalmente profesionales’ 14 de Junio: El Diario38 “Río Negro” con un título en rojo anunciaba: “Nuevo Servicio Militar”. “Incorporarán en el ‘95 casi 25.000 profesionales”. 18 de Junio: Indagatoria a Sánchez. “Rubén, te mando las llaves del caso”. El diario39 “Río Negro” editó una nota con el título “Por razones administrativas, postergan llegada de Sánchez”. Diario “Río Negro” del 11 de Junio de 1994, páginas 23 y 29. Diario “Río Negro” del 14 de Junio de 1994, primera plana y páginas 14 y 15. 39 Diario “Río Negro” del 18 de junio de 1994, páginas 20 y 21. 37 38 180 IGNACIO R. CANEVARO En cuanto a las causas de la demora, en un principio se especuló que se debía a las condiciones meteorológicas en Neuquén, por lo que el avión del Ejército no había podido realizar el viaje; pero luego se aclaró con un comunicado del Ejército: “…Pero a última hora de la tarde, prensa del Ejército informó que la posposición se había producido ‘por razones administrativas’, sin dar mayores precisiones al respecto”. “…Por caso, quien será el defensor del militar, Juan Carlos Ríos Iñíguez, estaba pendiente del teléfono para tener alguna novedad sobre el paradero de su cliente (…) Ante una consulta de este diario, Ríos Iñíguez confirmó que el sargento lo designará como abogado defensor, y lo mismo hará el subteniente Ignacio Canevaro cuando sea requerido por el Juez caro”. Sólo bien tarde y por la radio pude saber que Sánchez estaba declarando en el Juzgado de Zapala. Nada se sabía del contenido, aunque había un ambiente de incertidumbre que no encajaba con lo que ya todos sabíamos de Sánchez. Sorpresa para todos. Por ahora la más grande era para Iñíguez. Después se verá que no sería el único sorprendido. En medio de todo esto, mi madre viajó a Córdoba porque la necesitaban para la firma de la hipoteca sobre “La Candelaria”. Los gastos del caso estaban fundiendo la economía familiar. El pago de honorarios en caso de necesitar defensor, ya había sido consultados y sorprendió a más de uno. A partir de allí, La Candelaria estuvo mitad en el banco y mitad en Córdoba, y por varios años se hizo una especie de vaquita para hacer frente a las abultadas cuotas del préstamo. Cada uno de mis hermanos, en la medida de sus posibilidades colaboró en saldar esa cuota monstruo que estrujaba hasta la asfixia la heladera y los bolsillos de toda la familia. El sueldo de mi padre estaba volcado ahora a mantener ese apoyo que me daban siempre de cerca. El campo se hundía lentamente y de a poco se vendían bienes. Desaparecieron para siempre las ya pocas vacas y caballos. Ya no se podían mantener. Por momentos se hizo tan difícil afrontar esos gastos que algunos debieron hacerse a un lado si querían mantenerse a flote. Son del tipo de cosas en las que nunca nadie repara y que son tan importantes a la hora de mantenerse firme. Cómo no hacer hasta el último esfuerzo si era una causa familiar. ¿Cómo no estar a la altura de las circunstancias? Me veía obligado a merecer semejante sacrificio. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 181 19 de Junio: El diario40 “Río Negro” publicó una nota con el título “Amplia indagatoria de Caro al sargento Sánchez, a quien acusan por homicidio”. “No será Ríos Iñíguez sino Canese el abogado defensor”. “…Su abogado defensor, Rodolfo Canese, anticipó que no pedirá su excarcelación, aunque opinó que ‘no está seriamente comprometido’ en la causa…”. “Una de las sorpresas fue que Sánchez no designó como abogado defensor al neuquino Juan Carlos Ríos Iñíguez, sino al profesional porteño Rodolfo Canese…”. “Además, el juzgado ni siquiera informó que había comenzado el trámite de indagatoria, y la certeza se conoció recién dos horas después a través de Muñoz de Larrosa… Mientras tanto Ríos Iñíguez aguardaba novedades en la casa de su padre en Zapala. El Dr. Canese por ese entonces estaba vinculado a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia de la Nación. Mal podía estar interesado el presidente Menem en asistirme legalmente, aunque no estaba claro tampoco por qué elegiría defender al sargento. Más tarde esta pregunta tendría respuesta. Por ahora solo era Sánchez quien había contratado un costoso letrado y se despegaba de su defensor sin previo aviso. También se despegaba de la suerte de los demás imputados, ya que su declaración hizo dar un vuelco a la causa que estaba empantanada. En definitiva, Ríos Iñíguez solo pudo ver por TV cómo le arrebataban uno de sus defendidos, aunque ya se lo habían soplado desde el mismo momento en que llegó a Buenos Aires. Pronto nos daríamos cuenta que ese traslado a la Capital Federal fue capitalizado por quienes estaban decididos a todo por salirse con la suya. 21 de Junio: El diario41 “Río Negro” publicó en primera plana “Detienen a Suárez y Salazar; a partir de hoy los indagarán”. En otra página otro titular decía: “Este fin de semana el caso carrasco quedaría esclarecido”. 40 41 Diario “Río Negro” del 19 de junio de 1994, páginas 30 y 31 Diario “Río Negro” del 21 de junio de 1994, primera plana y páginas 6 y 7. IGNACIO R. CANEVARO 182 24 de Junio: Sánchez, la primera pata de la acusación El diario42 Río Negro publicó “Sánchez responsabilizó a Canevaro del crimen: ‘Mandó a Salazar y a Suárez a ‘avivar’ a Carrasco’, declaró. Hoy traen a Zapala al subteniente”. “El sargento cumplió con la directiva que le dieron de romper el pacto de silencio”. “En la jerga del cuartel, ‘avivar’ a un soldado significa golpearlo para que deje de cometer errores…”. “…La directa incriminación que hizo Sánchez se presta a un cuidadoso análisis. Como vino informando este diario, el suboficial fue instruido en Buenos Aires respecto del tenor que debía tener su declaración: había que romper el pacto de silencio que rodea el asesinato”. “…una fuente anticipó que ‘si a Canevaro no le ponen un abogado defensor en Buenos Aires, como hicieron con Sánchez, quiere decir que el ejército lo abandonó a su suerte…”. “…Y planteó una hipótesis: ‘supongamos que Canevaro hasta llega a admitir que sí, que mandó a ‘avivar’ a Carrasco. Pero se ‘planta’ en eso, y descarga la responsabilidad de la muerte en Salazar y Suárez. En ese caso, los que quedan más ‘pegados’ son los chicos, mientras que los militares zafan bastante en su responsabilidad…”. En otra página “Contratos de dos años ofrecerán a voluntarios”. En la misma, el Ministro de Defensa, Oscar Camilión, fue contundente: “…La decisión está tomada: Se pasará del sistema de conscripción a uno de Ejército de tropa profesional”. 25 de Junio: El diario43 “Río Negro” editó una nota con el título “Canevaro al menos presenció la paliza que le costó la vida a Carrasco, según Sánchez”. “Fue otra de las cosas que aseguró el sargento Sánchez en su indagatoria”. “Inminente llegada del subteniente a Zapala. El pedido ya está hecho”. Una nota aparte Cuestión de Honor hace referencia a una expresión de Balza el día en que se reunió con los padres de los soldados para dar explicaciones sobre lo sucedido en el cuartel: … ‘La gente está con una especie de psicosis’, dice… ‘Ha visto la película ‘Cuestión de Honor’ y piensa que la historia se repite. 42 43 Diario “Río Negro” del 24 de junio de 1994, páginas 14, 15 y 16. Diario “Río Negro” del 25 de junio de 1994, páginas 14 y 15. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 183 ‘Cuestión de Honor’ relata un episodio ocurrido en la base norteamericana de Guantánamo, en Cuba. Hay un soldado ‘lento’, que se duerme en las guardias y es siempre el último en los ejercicios. Un deshonor para los marines. Sus superiores deciden aplicarle el ‘Código Rojo’, un reglamento no escrito para los que no cumplen con firmeza las reglas de la vida militar. Es decir, deciden ‘avivarlo’. Encargan la tarea a un soldado y un cabo. Se exceden, y el soldado ‘lento’ muere. El resto de la película… es el juicio para descubrir la verdad. Carrasco era, a los ojos de los militares, un soldado ‘lento’. Eludió hacer una guardia pretextando una enfermedad que no tenía, la noche antes de morir. ¿Sus superiores le aplicaron un ‘Código Rojo?’. Aunque existan algunos parecidos, sólo coincide que tanto que Santiago como Carrasco eran militares y también eran militares los que los mataron. Eso es lo único que tienen en común cuestión de honor y el caso Carrasco. Pasa que es una manera sencilla de representar en la gente la idea que se quiere transmitir. Quizá se parezcan en algo más de cómo terminaron ambos soldados y es por decisión de quien terminaron muertos. En Cuestión de honor recién al final se sabe quien dio la orden de aplicar el código rojo al soldado Santiago; y no fueron justamente ni el soldado ni el cabo. Fue el Jefe de la Base Militar. En el caso Carrasco hubo una decisión también, quizá no de matar, pero que en definitiva derivó en su muerte. Pero para hablar de esa decisión faltan a esta altura de los hechos, algunos argumentos que se develarán más tarde. De parecidos y conveniencias luego pasó lo mismo también con el film “Bajo Bandera”. Y aunque es la adaptación de un libro de cuentos bastante anterior al caso Carrasco que fue llevado a la pantalla grande en 1997, la mayoría de los comentarios insisten en vincularlos. –Un soldado muere misteriosamente en un cuartel militar en el sur argentino. La investigación de los hechos revela una serie de encubrimientos, silencios y poderes cruzados. Aunque no formalmente, la película está inspirada en un caso real de la historia argentina –la muerte del conscripto Omar Carrasco a consecuencia de una paliza de otros militares –, que provocó el fin del servicio miliar obligatorio en el país. La película no tuvo la aceptación buscada y su director en entrevistas pedía no quedar pegado con el caso Carrasco, pero eso tampoco tuvo efecto. Es que justamente se estrenó tan solo un año después de la sentencia por la muerte de Carrasco. IGNACIO R. CANEVARO 184 Quizá no haya sido tan honesto su pedido, pues lo más probable es que la película se haya filmado aprovechando la repercusión del caso Carrasco. Viernes por la mañana, Micheltorena me adelantó que el juez Caro ya había enviado al Consejo de Guerra mi comparencia a fin de tomarme declaración indagatoria. Cuando se fue, otra vez rearmé mi mochila con las cosas que no estaba usando y sólo dejé a mano aquellas imprescindibles. 26 de Junio: Traslado a Zapala. Caro me llama El diario44 Río Negro editó Entre hoy y mañana indagan a Canevaro “…El tenía poder de mando y de decisión para detener a los que le pegaban a Carrasco. Con su silencio, consintió el asesinato…” Luego hay una pequeña aclaración: “…Esto, claro, si todo ocurrió como lo relata Sánchez, explicó ayer a este diario un jurista…”. Una nota aparte “El servicio voluntario está en la cocina”. Domingo. Por la mañana vino el secretario del Consejo de Guerra (Martínez) y me comunicó la novedad del traslado. Sería a las 15 o 1530. Promediando el mediodía, llegó mi última visita. La última oportunidad de privacidad por un buen tiempo, aunque no lo sabía. Era mi novia, que se quedó hasta que llegó la comisión de traslado a cargo de Gendarmería. Tras breve despedida, me tomaron los datos personales, me leyeron mis derechos y se procedió a realizarme un chequeo médico superficial. Cuando terminó el trámite, ya estaba oficialmente en manos de la justicia ordinaria nuevamente. Pregunté y me enteré que el Viaje a Zapala sería vía aérea y que iríamos para despistar a la prensa, en un avión de línea que saldría de Aeroparque. Apenas traspasado el portón de salida del RI 1’Patricios’, pude ver que nos esperaba otro vehículo de custodia, poniéndose al frente del nuestro al mismo tiempo que nos abría el paso. Cuando nos aproximábamos a Aeroparque, el gendarme me preguntó si yo no sabía donde estaba la Zona Militar, a lo que le contesté que sí y lo conduje. Esperamos unos minutos y fuimos a confirmar los pasajes. Bajo el nombre falso de Roberto Oviedo quedé acreditado y en perfecta sincronización con la partida del vuelo, llegamos para tomar el avión 44 Diario “Río Negro” del 26 de Junio de 1994, páginas 14 y 15. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 185 de Austral, un MD al que increíblemente llegamos en automóvil y abordamos por la puerta trasera. Nos sentamos en los últimos asientos. Pensaba que nunca dejaba de aprender cosas nuevas, pues ahí me enteré que si hay traslado de detenidos, los ubican en la parte de atrás del pasaje. Despegamos con pocos minutos de retraso a las 1940 hs. A las 2120 aterrizamos en la Ciudad de Neuquén. Esperamos a que descendieran todos los pasajeros y recién bajamos otra vez por la puerta trasera donde también nos esperaba un Peugeot 504 color blanco, que nos sacó rápidamente el lugar. Un operativo desproporcionado para trasladar un detenido como yo, que colaboraba con cuanta indicación recibía. Nunca un motivo de queja, nunca una mala cara, mucho menos la necesidad de tomarme del brazo o llevarme esposado. Me movía como uno más entre ellos, y la gente común nunca pudo darse cuenta que estaban viajando con un detenido. Por eso los móviles de apoyo, el personal de policía cortando las persecuciones periodísticas, el personal de civil en el Aeropuerto, el otro móvil solo para trasladar mi mochila, –que no llegó hasta el día siguiente– y las demás medidas que seguro existieron pero no vi, me parecieron exageradas. A eso de las 23 llegamos a la División Tránsito de la Policía de Zapala, unos dos kilómetros y medio antes de llegar a la ciudad, donde el gendarme pidió instrucciones. Se ve que la orden era que debía dejarme alojado en ese lugar. El Alférez de Gendarmería se negó a entregarme sin que le dieran un ok como un recibo e hizo continuar hasta la ciudad, a la delegación de la Policía Federal, pero al pasar por la bocacalle se pudo advertir que el lugar estaba atestado de periodistas y gente que esperaba nuestra llegada. De inmediato ordenó al conductor que no girara en esa esquina y decidió que lo mejor era pedir las instrucciones en el Destacamento de GN que estaba a unas cuadras del lugar. El operativo entrega se complicaba cada vez más. Habíamos llegado a destino y el gendarme no se podía deshacer de mí. En el destacamento permanecí dentro de una sala por un lapso muy breve. Después llegaron otros oficiales y ahí supe que tendríamos que haberle hecho caso a lo le dijeron en la Policía de Tránsito. Debíamos regresar allí; Nos estaban esperando. Se ordenó una maniobra de distracción con los periodistas que habían llegado al lugar y que ya comenzaban a ocasionar problemas en la entrada del Destacamento. Un Jeep Mercedes Benz con tres gendarmes salió del lugar, atrayendo la atención de todos los curiosos que bloqueaban la salida, dejándola 186 IGNACIO R. CANEVARO libre para nosotros, que escapamos en un automóvil particular hasta la salida a la ruta 22 y de ahí hasta la División de Tránsito. Aproximadamente a las 2345 llegamos y efectuaron el paso de manos, toda una papa caliente. Me imagino el alivio del alférez al sacarse se encima semejante regalito. Al poco tiempo vino jefe de la División, que se presentó y me hizo saber como sería mi estadía en el lugar. Entre otras cosas se excusó de tener que alojarme en el lugar que se me había asignado, pero así había recibido la orden y debía cumplirla. También hizo un acta donde se me preguntaba si iba a nombrar a un abogado defensor, pero no sabía qué responder. Iñíguez me había dicho que sólo lo nombrara como defensor cuando el Juez de la causa me fuera a tomar la declaración indagatoria, lo que le daría un plazo de un día para tomar contacto con la causa y allí analizar si era necesario que me preste al acto o no. Al final, no quise entorpecer las cosas y rechacé la oferta. El jefe –de grado principal– me advirtió que si no lo nombraba ni siquiera el mismo letrado podría visitarme. Me puso en una disyuntiva. Yo quería que me asistiera antes de ir al Juzgado, pero no sabía si una pequeña alteración a lo que me había dicho Iñíguez jodería todo. Otra vez resigné la posibilidad y volví a decir que no. Tomada mi decisión, salió el móvil hacia la ciudad para llevar el escrito y a los pocos minutos llegó Iñíguez en el mismo móvil, que de casualidad había cruzado en la ruta. No podía creer que le pasara esto otra vez. Sánchez lo había dejado de lado, y ahora yo. ¿Es que la mano del ejército le estaba quitando los clientes? ¿Sería que el viaje a Buenos Aires había significado su perdición? Nada que ver. Bah, no se… Por lo menos en lo que a mí se refería. Ese viaje había cambiado las cosas, pero solo para Sánchez y la Historia Oficial. Yo tan solo padecería ese cambio. Con asombro e incredulidad Iñíguez llegó hasta la misma puerta de mi celda. Pidió que me transmitieran que no lo tome tan a pecho, pero que estaba igualmente bien tomada la decisión. Que si aun necesitaba su defensa letrada, que la acepte en el acta y así podríamos hablar personalmente. –El susto casi me mata nene, ¿estás loco vos? –No, lo que pasa es que vos me dijiste… –Quedate tranqui, ya está aclarado, hablemos… Se modificó el acta en la que ahora sí lo nombraba como defensor y tuvimos unos minutos para hablar de cómo serían los pasos a seguir de ahí en más. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 187 También pude comentarle que mi mochila no había llegado del Aeropuerto, y que no me podía lavar ni los dientes. Al día siguiente me traería todo lo que necesitaba y averiguaría por la famosa mochila. Una vez a cargo de los policías, me hicieron el registro de antecedentes: toma de huellas dactilares y llenado de fichas. También vino un médico forense para evaluar el estado de salud al ingresar a la dependencia policial. El acto se hizo en una salita pequeña, que tenía una puerta de metal marrón con un cerrojo y una pequeña mirilla con barras a la altura de la vista. Luego se volvería muy familiar. Cuando terminamos, me dejaron allí por los próximos seis meses. Allí estaba mi puerta. Un calabozo de 2.50 X 1.80 m, con una pequeña ventana clausurada sobre la pared del fondo, de unos 40 X 20 cm y vidrios esfumados. Como en el Regimiento Patricios, estaba recién pintado de color gris hasta el metro cincuenta y el resto de blanco. El techo de madera, machimbre en desnivel con una pequeña viga que la atravesaba de lado a lado. La iluminación era tan solo una tortuga, cuyo interruptor se manejaba desde afuera. Obviamente el único mueble que tenía cabida era una cama, que para este caso, era un catre de madera, un colchón con una funda de nylon, una almohada y una manta. Como vi que la cama no tenía sábanas, pedí un juego al primer policía que pasó, desatando sonrisas que luego con el tiempo y con más confianza pude saber a que se debían. Resulta que la norma para recibir a los detenidos es bastante distinta a lo que pasó conmigo. La rara vez que tenían visita, era de alguien que ya tenían un par de pasadas por la dependencia. Era de los pesados que se emborrachan y vomitan todo, o de los que se golpean la cabeza contra la pared para acusar apremios. A ellos se los alojaba en el piso, y si tenían suerte les daban un colchón con una manta vieja, “para que se arreglen hasta que se calmen, ya que la Policía no tiene jurisdicción para mantener detenidos permanentes” en sus dependencias y menos aún, que es más importante, un mínimo presupuesto. Al poco rato llegó un Suboficial a mi celda, y me traía el juego de sábanas que luego me enteré que pertenecían al hijito del principal, Jefe de la División Tránsito. Esto habla de la humanidad de esta gente que con el correr del tiempo fue tomando más confianza y dejaron de ser innecesariamente estrictos. Llegado el caso, hasta compartimos asados y largas charlas que llegaban hasta la mañana siguiente. Una relación que no encuadra justamente entre policías y detenido. 188 IGNACIO R. CANEVARO Cuando ya casi estaba todo finalizado recordé que no había cenado, detalle que hice saber a uno de los agentes. Como era demasiado tarde y no se había previsto, salieron en el móvil hasta Zapala, y pidieron comida en el único local abierto. Una Hamburguesa y una Coca-Cola en lata. Los policías me contaron que al decirles que era para mí, no les habían cobrado y me mandaban saludos. Ahora va mi agradecimiento. Me hicieron salir hasta la salita pegada a mi celda, que medía 2.30 x 1,60 m. Tenía un baño con ducha, una pileta para lavar en reemplazo de lavatorio, un espejo y un retrete. Entraba la luz de un farol por una ventana parecida a la de mi celda con un improvisado trabajo de enrejado, seguramente adecuado para mi estadía. Las paredes también estaban recién pintadas de blanco y los pisos eran nuevos de cerámica. Allí me dieron mi primera cena, la primera de varias miles, y no es metáfora. Cuando terminé de tragar, solo y amargado, pasé a mi celda, que fue cerrada con pasador y candado. La noche no fue tan larga como temía. Tan pronto como acomodé las pocas cosas que tenía, me acosté, y en ese mismo acto, quedé profundamente dormido. Ni me preocupó que pasaría si en medio de la noche tenía la necesidad de ir al baño, ni tampoco si me descomponía. Eso era otro problema y la verdad, ya no quería más. Con el correr del tiempo me fueron quitando restricciones. Las menos importantes desaparecieron en forma gradual; primero, el candado dejó de colocarse como norma de seguridad, luego hasta el cerrojo no se corría. Cuando vieron que no era un tipo problemático, me permitieron tener una máquina de afeitar eléctrica, que me entregaban sólo cuando la pedía, lo mismo que los utensilios de cocina, y los horarios y días de visitas se pudieron prolongar hasta el infinito. Al día siguiente por la mañana volvió Ríos Iñíguez trayéndome los elementos de aseo personal que necesitaba a los que había agregado un par de prendas de uso diario, más una campera. Mi ropa estaba en la mochila, que aun deambulaba por todo Neuquén. 27 de Junio: Indagatoria a Canevaro Tal como me había adelantado, Iñíguez ahora me traía la citación para declarar. Me explicó que ahora sí estaba en las puertas del homicidio de Carrasco y nada menos que como imputado, que es lo mismo que decir acusado. Atrás ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 189 quedaban las especulaciones que no se confirmaban en el expediente. Era la hora de la verdad, pero lo más cómico, me tuve que callar. Con mucha seguridad me dijo: – Vos no vas a declarar. –Pero, ¿Qué tiene de malo que declare? ¿Tenés miedo que responda algo mal? Si es eso quedate tranq… –¡¿Otra vez con este tema?! –interrumpió fastidiado. –Es que no entiendo porqué me tengo que callar y perder la oportunidad de decir que yo no fui… –No, la cosa no es así. Esta no es una discusión de café. Acá estamos hablando de un homicidio y quien te pregunta es un juez, que te está acusando directamente de matar a una persona, ¿Entendés? Yo no te pregunto como se manejan los cañones, de eso sabés vos. Ahora vos no me digas como tengo que defenderte. El tema acá se maneja de manera que quien te está acusando no tiene nada en el expediente. Si quieren acusarte de este homicidio, primero van a tener que demostrar que estuviste allí. No tienen nada. Yo algo pude ver del expediente. El que se tiene que quedar tranquilo sos vos, ¿Escuchaste? ¿Cómo me iba a quedar tranquilo si estaba atrás de una puerta con candado, en una celda de dos por dos y con policías por todos lados? Mis ganas de hablar chocaban con la estrategia de mi defensor. Era el momento de permitirle a quien sabía, se haga cargo. Estuvimos un largo rato conversando sobre cómo iba a ser mi indagatoria. Primero me puso en situación, me explicó qué era lo que correspondía que pasara, casi una lectura del código, y luego me advirtió sobre lo que realmente podía pasar, y que seguro pasaría. Cómo el juez y los fiscales intentarían descolocarme con chicanas y jugarretas. Todo este paso era una movida de ajedrez en la que cada gesto, hasta el más imperceptible, importaría un asentimiento, o un rechazo; Y ellos estarían atentos a descubrirlo. Prácticamente me indicó que no haga nada sin que él lo supiera, que no conteste nada sin que diera su visto bueno, que cuando se me leyera el texto de la acusación, me mantuviera quieto y no moviera un músculo hasta que saliéramos de allí. Claro que habría detalles que podían escapársele, pero con cautela, deberíamos sortearlos, siempre con las premisa de no pisar ningún palito. Cuando la comisión policial me vino a buscar hacía mucho frío. Me hizo acordar al frío de Covunco, aunque esté era más agudo. No se si era una sensación o porque habían pasado dos meses más desde entonces y un par de nevadas. 190 IGNACIO R. CANEVARO Como la única ropa que tenía era la que me trajo Iñíguez, me puse el buzo bordó con la campera que no le funcionaba el cierre. Me habían permitido conservar el cordón de los pantalones pero no los de las zapatillas. Así salimos, previa conversación con el oficial a cargo, quien me avisó que al llegar iba a haber mucha gente, medios de prensa y que me mantuviera pegado al él. Que no me pondría esposas porque no era necesario aunque me pidió que lleve las manos en los bolsillos. Una camioneta Izuzu Luv, con el conductor y un suboficial en la parte trasera aguardaba en la salida. Al llegar al Juzgado nos esperaba una gran cantidad de periodistas y gente, que se agolparon alrededor del vehículo apenas estacionó. Desde adentro se sentía el forcejeo de los medios tratando de llegar más cerca para obtener las imágenes que serían tapa el día siguiente. Me hicieron pasar a un living, donde esperé veinte minutos. Llegó Ríos Iñiguez y pidió un lugar más reservado donde poder conversar con tranquilidad. Como si me fuese a olvidar, otra vez me dijo que me leerían una cantidad de imputaciones por las que se consideraba que debía prestar declaración, pero esta vez como involucrado en el crimen que se investigaba. También volvió a recomendar que no tomara ninguna iniciativa de ahora en más sin su consentimiento. Como me iba a negar a declarar y ese era un derecho de todo imputado, me indicó que ante la pregunta del juez, respondiera que me amparaba en el artículo 18 de la Constitución Nacional y que me negaba a declarar. El verdadero motivo sabía ya que era porque no había pruebas en mi contra. Mientras hablábamos, me dieron ganas de orinar y pedí permiso para ir al baño; Me llevaron al baño del personal del juzgado y cuando entré no podía creer lo que estaba viendo: ¡Casi olvido que los seres humanos lo hacen en un inodoro! Parece mentira pero era la primera vez que pasaba varios días en los que resolvía mis necesidades en un hueco en el piso –baño turco le dicen– al que aun no me acostumbraba. La necesidad de orinar se convirtió rápidamente en ganas de hacer el número dos y aprovechar esta oportunidad de sentirme otra vez como una persona, aunque sea por un ratito. Nos vinieron a buscar para iniciar la toma de la declaración indagatoria en el despacho del Juez Rubén Caro. Al ingresar sólo estaba Caro, pero inmediatamente llegaron los fiscales Viaut, Retes y Necol. Con tono pausado y suave, como si se tratara de un trámite en una inmobiliaria, se leyeron las primeras fábulas que se conocían del caso Carrasco. Mientras me señalaban como imputado, todavía no caía que esto me estaba ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 191 pasando a mí, supuestamente era yo el responsable de todo eso. Yo –según ellos– había causado tamaña desgracia; No podía creer que dijeran que yo era eso. Una a una miraba las caras de todos los que estábamos dentro del despacho; Se los veía ansiosos, no sé por qué, siempre atentos; Nos sirvieron café, a un lado del escritorio, el Juez, y dándole frente Iñiguez y yo. Los tres fiscales permanecían de pié y a nuestra derecha. Yo, que no quería ni respirar sin permiso, había olvidado mis cigarrillos en la División Tránsito y moría por fumar, aunque sea para hacer algo. El que manejaba todo el asunto era Iñíguez y yo me limitaba a escuchar. Si algo era desesperante, era no poder defenderse uno mismo; Se siente que aun con todos los argumentos para desvirtuar esas infundadas acusaciones, uno debe entregarse a manos de un abogado al que casi no conoce; No conoce de sus virtudes, ni tampoco de sus miserias. Como si me hubiese adivinado el pensamiento, el fiscal Retes nos ofreció un cigarro. Gracias a Dios que primero fue Iñiguez al que le tendió el paquete y mejor aun, que aceptó; Sin hacerme rogar tomé uno casi manoteándolo y agradecí al cielo que eran Marlboro, como los que fumaba, casi exclusivamente. El juez en persona me preguntó si iba a prestar declaración a lo que le respondí con un seco –No –Que dije sin poder dejar de bajar la mirada. Allí quedaron las indicaciones de la Constitución Nacional y la mar en coche. Tenía mucha bronca por tener que callar. Era como tener 33 de mano para el envido e irme al maso. Como estipula el rito, me leyeron las causas por las cuales se me tomaba indagatoria, que escuché como quien recibe una reprimenda de un celador en la secundaria. Sentía que les dejaba el camino libre para especular a sus anchas. No di pelea, y eso fue un error. Igualmente pienso que aunque hubiera declarado por cincuenta horas, aunque haya tenido al mejor abogado del mundo, el resultado hubiese sido el mismo. Me sentí un perdedor. No entendía porqué tenía que actuar de esa manera, hacerme el helado ante semejante situación. Pero, el que sabe, sabe; E Iñiguez era mi abogado y me había recomendado específicamente eso. Ese tramo no aportó ninguna sorpresa. El trato inesperadamente cordial no parecía tener que esperar ninguna, pero no tardó en llegar. Cuando se aludieron entre las causas a las distintas autopsias a las que fue sometido el cadáver, me quisieron entregar las fotos para que las mirara, y así ver no se qué expresión, pero que de seguro estaban esperando. 192 IGNACIO R. CANEVARO Iñiguez estuvo atento esta vez y me indicó que me fije en el expediente un dato mientras él las miraba, con lo que me di cuenta que me estaba quitando de la escena. Aun no entiendo mucho sobre esta jugada: Si ponía cara de ¡Qué horror!, seguramente era cara de culpable, porque revivía ese espanto. Y si ponía cara de nada se diría ¿Viste con la frialdad que miró las fotos? Seguro es el culpable. Confieso que quedé un poco intrigado. Cuando vi a Carrasco en el Cerro Gaucho, me dio una cosa que no se puede explicar. No quise mirarlo más que el primer vistazo porque no quería que esa imagen quedara en mi cabeza. Tengo más presente la imagen de las fotos de los libros que la que yo mismo pude ver. Pero aunque soy bastante impresionable, me hubiese venido bien ver las fotos, para tomar más conciencia de lo que estaba pasando. Parece mentira pero incluso en ese momento no creía que pudieran seguir pasando tantas cosas malas. Se tiene que saber la verdad, es cuestión de tiempo –insistí, porfiadamente– y me cerré a la posibilidad de que efectivamente seguirían pasando. Mi negativa a declarar no dejó margen para otra cosa más que dejar constancia en el acta que seguía detenido con prisión preventiva en el mismo lugar de detención a la espera de la resolución que posteriormente debería tomar el magistrado en el plazo de diez días y que consistía en decidir si se me procesaba o no por el delito de homicidio. Al salir, una sensación de terrible frustración me inundó al dejar que los medios publiquen lo que quisieran sobre mi. Como un boxeador que va a menos y lo obligan caer al primer round, porque eso es lo mejor para vos. Así se sintió esa salida. Los periodistas amontonados deben haberse quedado trabajando en sus móviles, obviamente poniéndole color al “inminente procesamiento de Canevaro por el delito de homicidio simple”, con enormes titulares y continuos informes especiales. Posteriormente un par de amigos me fueron a visitar, y pude ver como los medios estaban haciendo la tarea fuera de horario. Se dedicaban a averiguar alguna faceta oculta de los protagonistas. Uno de ellos (Marcelo Castro), me contó que tanto él como otros conocidos estaban siendo literalmente perseguidos para hacerles alguna nota, pedirles fotos u algún comentario que diera para hacer algo sucio. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 193 Le hicieron notas que nunca salieron al aire o que nunca fueron publicadas, obviamente porque no era noticia que se dijera que yo era un tipo común, que no tenía problemas con nadie y que no creían en esas historias que salían publicadas en todos los diarios del país. Ahora más que nunca se evidenciaba –debo admitirlo– la excelente labor coordinada de la Justicia e Inteligencia Militar, que continuaban con la operación ensucie que se inició con el Consejo de Guerra; Pronto se vería que, como eso no alcanzaba, uno de condenados en el Consejo de Guerra, el más presionable, desaparecería de la escena y se encargaría cumplir los planes de estas dos manos negras. 28 de Junio: El Diario45 Río Negro publicó en primera plana “Canevaro se negó a hablar” al costado de una imponente foto a todo color que registraba el momento en que abandonaba el juzgado y los policías me llevaban en el aire luego de la indagatoria. 04 de Julio: Preventiva a Canevaro El diario46 Río Negro editó Dictan preventivas para Canevaro, Suárez, Salazar y Sánchez En otra página La semana próxima las Fuerzas Armadas presentan su proyecto de reforma a Camilión. Se hacen precisiones sobre como se instrumentará luego de ser presentado el proyecto al Ministro de Defensa: “…Posteriormente, y una vez aprobado por Camilión, el proyecto será elevado al presidente Carlos Menem para la decisión política y su puesta en práctica desde 1995…”. Más avanzada la nota, se hace un ‘atractivo’ comentario sobre su implementación desde el punto de vista económico: “…Hasta este año Economía no brindaba apoyo a la idea de profesionalizar los cuadros de soldados amparándose en los problemas económicos del país. Pero este año el ministro Domingo Cavallo señaló ante el gabinete nacional que no habría inconvenientes en incrementar en unos 240 millones de pesos por años el presupuesto del ministerio de Defensa para que sean destinados al pago de salarios 45 Diario “Río Negro” del 28 de Junio de 1994, primera plana y páginas 14, 15 46 Diario “Río Negro” del 04 de Julio de 1994, página 8 y 9. y 16. 194 IGNACIO R. CANEVARO de los aproximadamente 26.500 voluntarios que deberían ser incorporados a las Fuerzas Armadas…”. Luego de que mis padres se fueran, hice lo poco de gimnasia que en el diminuto espacio físico me permitía; Flexiones de brazos, abdominales, etc. Estaba en medio de eso cuando por tv escucho que el juez Caro había dispuesto mi procesamiento y confirmación de prisión preventiva por el homicidio del conscripto Omar Carrasco. No me entraba en la cabeza cómo podía continuar mi mala suerte. Cómo podía ser que nunca se dieran cuenta que estaban cometiendo una gran injusticia. Pero mi mente funcionaba así: Cuantos más reveses, más era la tozudez en cerrarme a la realidad. Aunque en realidad sabía que no era un error, seguía actuando como si pudiera en algún momento cambiar el estado de las cosas. Mis padres –que me estaban visitando lo sabían, pero yo no hacía caso– y como si fuera poco, no tenía tiempo de darme cuenta. A las 1430, vino un señor petiso, canoso y de hablar pausado. Dijo ser Licenciado en Psicología de apellido Arias y que debía realizarme un estudio ordenado por el Juez Rubén Caro. Pidió un lugar y le cedieron un despacho ubicado en frente al del Jefe de la División. Dejé a mis padres esperando unas dos horas, que fue o que duró el estudio. Esperó que yo lo saludara primero –casi un tic de todos los especialistas que luego me visitaron– fijándose de qué forma lo hacía. Fue evidente que me estudiaba hasta mi forma de respirar. Luego de sentarnos me explicó con tono neutro, lento y didáctico de qué forma haríamos ese estudio, como a quien le venden algo. Comenzamos con mis datos personales –mera formalidad, me comentaba– que luego me hubiese gustado tener en una hoja fotocopiada para no tener que reiterar tantas veces. Es que todo aquel que se me acercaba, comenzaba con lo mismo. Sinceramente estaba harto de repetir los nombres, edades, profesiones y tantos otros datos de mis ocho hermanos que a esa altura, les podrían haber facilitado en el mismo juzgado. Como si fuera poco, seguimos con la relación con cada uno de ellos: preferencias, anécdotas y demás circunstancias que pudieran generar un tema de conversación. Cuando habíamos hablado ya bastante del tema familiar, me preguntó si ya había realizado otros test con otros profesionales, a lo que le respondí que sí. Cada año en el Colegio Militar se nos hacía uno. A ellos se les sumaba el que me hicieron esas dos personas en el RIM 10. El barbiblanco quiso saber ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 195 cómo habían sido esos exámenes y los describí superficialmente. No se habían apartado de un par de dibujos y algunas historias sobre ellos, tipo redacciones; El del RIM 10 había sido distinto a los anteriores. Me habían mostrado unas placas con figuras que parecían manchas sin forma aparente que daban la impresión de que eran simétricas. Asintiendo con la cabeza me dijo que esa prueba seguramente era el test de Roschard. Placas especialmente diseñadas para que el psicoanalizado expresara sus impresiones al verlas y que, de acuerdo a la manera de hacerlo se interpretaba con cierto grado de proximidad el aspecto de la personalidad del paciente que tiene alguna u otra particularidad ya sea en exceso, normalidad (temible palabra psicoanalítica) o deficiencia. Este test se diferenció de los demás porque fue muy “hablado”; y aprovechando la predisposición al diálogo y a dar explicaciones de Arias pude enterarme de algunos detalles de éste y los otros test que me habían realizado con anterioridad. 07 de Julio: No era sangre… El diario47 Río Negro publicó No era sangre humana la que fue hallada en el tapizado del auto de Canevaro. “No eran de sangre humana los restos hallados en el automóvil del subteniente Ignacio Rodrigo Canevaro, con lo que desapareció uno de los elementos incriminatorios que el juez federal, Rubén Omar Caro, utilizó contra el oficial de Ejército, al dictarle la prisión preventiva por el asesinato del soldado Omar Octavio Carrasco… En el reverso del folio 2096 del auto de procesamiento se indica que el ‘estudio efectuado por la División Criminalística de la Regional II de la Policía de la Provincia del Neuquén sobre el vehículo propiedad de Canevaro arrojó como resultado el hallazgo de una mancha en el tapizado, cuya reacción con benzidina acética y posterior agregado de agua oxigenada dio resultado positivo con respecto a orientación de existencia de sangre (ver fs.1089 vta. Y 1140/ 1141) ‘. Más adelante, en el reverso del folio 2102 Caro sostiene que ‘para completar el cuadro imputativo contra Canevaro, no puede dejar de mencionarse el resultado del peritaje efectuado sobre las manchas halladas en el tapizado de su automóvil particular, el mismo que utilizara el 6 de marzo para desplazarse por el regimiento buscando al soldado Carrasco, como confirman quienes se encontraban de guardia en el puesto bomba y que dejara estacionado en la playa de suboficiales, muy cerca del baño abandonado y de la cisterna, como manifestara Sánchez en su indagatoria, 47 Diario “Río Negro” del 07 de Julio de 1994, páginas 22 y 23. IGNACIO R. CANEVARO 196 y que dio como resultado positivo en la orientación efectuado con benzidina para el componente orgánico de sangre’”. El “caso Carrasco” se caracterizó siempre por ser un caso en donde la desaparición de los argumentos que determinaron la adopción de una postura, jamás motivaron la más mínima duda en cuanto a si el rumbo de la investigación seguía firme. Cuando los argumentos que se utilizaron para procesar a los imputados comenzaron a caer, no hubiese sido mal visto algún gesto de prudencia preguntándose si la investigación debía continuar en esa dirección. A contramano de ello, la actitud fue siempre la de reemplazar esos argumentos con otros, aunque sean inventados. Luego se verá que esa actitud fue una constante en todas la etapas del caso. Cuando se elevó la causa a juicio, en la sentencia, y cuando ya cumplía la condena, en los recursos. Jamás un revés a la historia oficial motivó un replanteo acerca de su veracidad. Además es para destacar el lugar que ocupa la noticia cuando cae un indicio, que antes fue utilizado como prueba de cargo para fundar nada menos que una prisión preventiva. Cuando así era, ocupó las primeras planas de los diarios, como la del 25 de mayo, del diario Río Negro. En cambio, ahora que ya cayó como prueba, se hace una rápida mención en las páginas 22 y 23, bien lejos de las tapas y titulares. Todo un mensaje, ¿No? 24 de Julio: El diario48 “Río Negro” editó una nota con el título “Antes de hallar el cadáver el Ejército ya investigaba el crimen de Carrasco”. En la nota se transcriben fragmentos del expediente que se labró en el cuartel de Zapala: “…Vistos los hechos ocurridos en el Grupo de Artillería 161, relacionados con la ‘deserción’… del soldado conscripto Omar Octavio Carrasco. y la posterior aparición de su cuerpo sin vida en los fondos de la Guarnición Militar Zapala, así como las constataciones efectuadas a raíz de tales hechos por el suscripto, revelan la presunta comisión por parte del personal militar del delito de ‘abuso de autoridad’ (…) el Comandante de la VIta. Brigada de Montaña ordena: 48 Diario “Río Negro” del 24 de Julio de 1994, página 6. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 197 ‘Instrúyase sumario y desígnese para su instrucción al Juez de Instrucción Militar número 93’ Luego la misma nota hace una acertada reflexión: “…Además, resulta extraña la directa relación que hace el general Díaz entre la muerte y la presunta comisión de delito de ‘abuso de autoridad’. ¿Ya se sospechaba (o sabía) quiénes eran los autores del asesinato?…” A lo que yo debo corregir: ¡Ya tenían determinado a quién iban a incriminar! El art. 702 del Código de Justicia Militar nada dice sobre el homicidio, en cuyo caso debe investigar la Justicia Federal. 16 de Agosto: El Dr Villagra vino a realizarme una entrevista para un examen psicológico. Tal como lo preveía, esperó a que le tendiera la mano para saludarlo. Nos presentamos. –¿Nervioso? –a secas. –No, ¿por qué? –Por tus manos, te sudan. Me di cuenta cuando me saludaste. –Ah…, no. Nada que ver. Vengo del baño –contesté sonriendo– Confieso que no pude evitar sentir cierta satisfacción al verle la cara. La entrevista empezó y no faltó el habitual tono neutro, lento y didáctico, ya no exclusivo del licenciado Arias. Y digo entrevista porque más allá de los resultados que haya volcado en su informe, solo hablamos de cuestiones superficiales, que ya se sabían sobre mí. Obviamente no excluyó el trámite de pedir mis datos personales que tomó la mayor parte del tiempo, y que pareciera una terapia más para ellos que otra cosa. Muy precariamente, anotaba en unos papeles arrancados de un cuaderno, como si no hubiera venido preparado. Más bien estoy seguro que no tenía pensado pasar por allí. Me explicó que venía para cumplir un examen estrictamente rutinario y que solo demoraría unos pocos minutos. ¡Vaya que tenía razón! No demoró mucho más que lo que tardó en acomodarse y anotar mis datos personales. No alcanzamos a profundizar en nada, y lo que más me exasperaba era que anotaba todo en esos papeles sin orden, todo mezclado, como si no tuviera importancia. De pronto, como si el examen solo fuera para hacer tiempo, lo dio por finalizado y se fue como vino con los papeles doblados en el 198 IGNACIO R. CANEVARO bolsillo. Me dio la impresión de estar en manos de un tipo que manejaba todo con demasiada liviandad. En el juicio que vendría confirmé esa impresión. Le daba lo mismo la verdad que la mentira, solo necesitaba saber qué quería el que le pedía un examen. Él no era el único. Varios peritos tenían esa manera de actuar, pero eso se verá más tarde. 22 de Agosto: El presidente Carlos Menem, quien en 1989 había sucedido a Alfonsín, al tiempo de asumir comenzó a ventilar su voluntad reeleccionista. En 1993, alentado por los éxitos en materia económica logrados desde 1989, se lanzó decididamente a la idea de reformar la constitución para lograr su reelección. Sin embargo, no lograba reunir el voto favorable de las dos terceras partes de los miembros de ambas cámaras legislativas para declarar la necesidad de la reforma, a fin de convocar a una Convención Constituyente. El justicialismo tenía mayoría en el Senado pero no podía reunir los dos tercios en la Cámara de Diputados, donde el radicalismo de Alfonsín era la primera minoría. Parecía imposible que pudiera haber reforma constitucional y, por ende, reelección presidencial. Pero en diciembre de 1993 Carlos Menem hizo otra de sus jugadas y convocó a Raúl Alfonsín a una reunión, y siendo ellos los jefes de los partidos mayoritarios, tanto del gobierno como de la oposición, hicieron un acuerdo, en lo que después pasó a conocerse como Pacto de Olivos, para promover una reforma de fondo de la Constitución en la que, aparentemente, Menem accedía a la posibilidad de la reelección al tiempo que Alfonsín lograba limitar los poderes presidenciales. Después del Pacto de Olivos el Congreso aprobó rápidamente la ley declarativa de la necesidad de la reforma, con el voto favorable de los legisladores justicialistas y radicales, se convocaron elecciones generales para designar 305 constituyentes, y comenzó la labor de la Convención reunida inauguralmente en la ciudad de Paraná y que deliberó durante tres meses en la ciudad de Santa Fe, que ha sido la sede histórica de las principales convenciones constituyentes argentinas desde 1853. A partir de ese momento, las campañas publicitarias comenzaron a ser cada vez más frecuentes y el slogan “Menem lo hizo” se haría fuerte en el segundo mandato que se comenzaba a respirar. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 199 Ahora a los éxitos económicos le sumaría los laureles por haber suspendido el SMO y reemplazarlo por el voluntariado, lo que sucederá en los próximos días. 27 de Agosto: Lo sabían todos… El diario49 “Río Negro” editó una nota con título “Para Defensa, no hay militares de jerarquía involucrados”. En una nota aparte “Seis de marzo, seis de abril” la editorial hace una serie de reflexiones que, para la época, eran casi inusuales. Eran consideraciones sobre lo que estaba sucediendo con la investigación del asesinato y las influencias a la que estaba sometida. “…El Ejército, obsesionado por reducir el caso Carrasco a un hecho aislado y casi policial, entregó desde el comienzo a los presuntos asesinos y se ‘despegó’ del asunto”. También salió una denuncia radicada por una periodista contra el Cte. VI Br. M, Grl. Díaz, en la cual sostenía que el general le había comentado que habían encontrado a Carrasco entre las 10 y las 11 de la mañana del 6 de Abril y no como oficialmente se conoció, a las 16 o 16,30. Esto generó el impulso de una causa por parte de los abogados defensores de los soldados, pero para comentar esto voy a tener que hacer otro de los pocos saltos en el tiempo del relato, pues tanto como cuatro años después (23 de octubre del ‘98) se supo que no tan sólo el Grl Díaz sabía de la aparición del cadáver desde antes: Lo sabía nada más ni nada menos que el mismísimo Juez de la causa. El diario La Nación50 decía… Comprometen al juez Caro. “Nuevos testimonios confirman el dudoso papel de la Justicia en el caso del soldado Omar Carrasco (…) Señalaron que el magistrado estuvo al tanto de la aparición del cadáver de Carrasco cinco horas antes de que algunos militares fraguaran su hallazgo oficial en la unidad, el 6 de abril de 1994, con la intención de presentar el homicidio como muerte natural. Carrasco desapareció en el cuartel el 6 de marzo de 1994. Su cadáver se ocultó allí hasta las 16 del 6 de abril, en que los militares lo blanquearon. El acta de hallazgo consigna que Caro llegó a las 18. Pero esa mañana, José Luis Mardones, de Radio Victoria, de Cutral Co, viajó a Zapala y a las 11.15 entrevistó a Caro en su despacho. “Me dijo: ‘Encontraron el cuerpo en las adyacencias del cuartel’. Antes de las 12 lo lancé al aire por teléfono.” Mario Diario “Río Negro” del 27 de Agosto de 1994, página 18. Diario “La Nación” del 23 de Octubre de 1998, Link corto: http: //www.lanacion.com.ar/115237 49 50 IGNACIO R. CANEVARO 200 Fernández, director de la radio, confirmó el dato, que se suma a otros sobre la presunta colaboración de Caro con los militares. (…) Al juez Caro se lo sospecha de haber alejado la investigación de los verdaderos homicidas. Con pruebas dudosas que él recogió, se procesó y luego se condenó por el homicidio al subteniente Ignacio Canevaro y a los ex soldados Cristian Suárez y Víctor Salazar. Varios pedidos de juicio político pesaron sobre Caro, quien investigó el homicidio con la ayuda de tres teniente coroneles. Ahora, los testimonios de los dos periodistas de Radio Victoria encajan con otros elementos. Por lo pronto, indican que hubo un primer plan para fraguar el hallazgo del cuerpo en la mañana del 6 de abril de 1994 fuera del cuartel, y que luego se optó por blanquearlo a la tarde y dentro de la unidad. De este modo, intervendría la justicia federal. Afuera, era competencia de la provincial. Llamada anónima “A las 10.20, del 6 de abril –cuenta Mardones–, recibí en Cutral Co una llamada anónima de una mujer joven: “En el juzgado federal de Zapala comentan que apareció el cadáver.” Fernández estuvo de acuerdo con que viajara a Zapala, y lo hice con dos concejales que me dejaron en la esquina del juzgado. Entrevisté a Caro a eso de las 11.15 en su despacho, con el grabador. Me dijo: “Hallaron el cuerpo en las adyacencias de la unidad, pero aún no se acreditó la identidad”“. Mardones dice que corrió a un locutorio y, por teléfono, su información salió al aire “entre las 11.30 y las 11.45, en el programa Mañana de Patagonia”. “Me acuerdo bien, fue antes de la tanda de las 12 –sostiene Fernández, el director–, porque de 12 a 12.30 cerramos el ciclo matutino”. Esa mañana llegó al cuartel el jefe de Inteligencia de Neuquén, teniente coronel Víctor Jordán, a entrevistarse con el teniente coronel With. A la misma hora en que, según Mardones, Caro le confirmaba la noticia, en la Brigada de Neuquén, a 200 kilómetros de Zapala, la periodista Eugenia Chorny, del Canal 7 de la provincia, entrevistaba por otro tema al jefe, el general Carlos Díaz. Ella declaró en la causa que al apagarse la cámara le preguntó si había novedades del soldado desaparecido, y que Díaz le dijo que el cuerpo había aparecido en un descampado, pero que no haría declaraciones. El testimonio de Chorny fue respaldado por sus dos jefas en el noticiero. Díaz siempre lo negó. A media mañana se habría cambiado el operativo hallazgo del cuerpo. No sería a la mañana afuera de la unidad, sino a la tarde y adentro, durante un rastrillaje ordenado por el teniente coronel With…”. 29 de Agosto: Fin de la Colimba El diario51 Río negro editó una nota con el título “La ‘confesión’ de Sánchez”. 51 Diario “Río Negro” del 29 de Agosto de 1994, página 30. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 201 Lo que sigue es una de las vueltas de tuerca que siempre tuvo el caso. Una dualidad de la prensa que analizaba con certeza la situación, pero que al momento de tomar postura, jamás se apartaba de lo que dictaba la historia oficial. La trama del caso, nunca fue totalmente oculta. Como aquí se ve, se sabía, y bastante como para poner en duda la versión del ejército, que era lo mismo que decir la versión del gobierno y la justicia que seguía directivas. “Despierta odios, polémica y escaso amor. La declaración indagatoria que prestó el Sargento Sánchez fue la que destrabó una investigación empantanada y envió a prisión a tres supuestos responsables del asesinato de Carrasco. Sin embargo a nadie escapa su debilidad: por eso el Tribunal Oral recomendó al juez Caro que efectúe 23 nuevas diligencias, ya que es un secreto a voces que las pruebas reunidas hasta ahora no alcanzan para un juicio oral…”. “Como se informó en numerosas oportunidades, la prueba más fuerte contra los tres acusados del homicidio es la ‘confesión’ del Sargento Sánchez. Sin embargo, el propio Tribunal Oral admitió la debilidad de esa prueba, por lo que ordenó la diligencia de las nuevas pruebas. “¿Qué dijo Sánchez y por qué es tan cuestionado su testimonio?”. “Las razones son varias, y vale analizar el proceso que desemboca con su ‘confesión’”. Investigaciones paralelas “El mismo día que apareció el cadáver, el Ejército inició un sumario militar por ‘abuso de autoridad’ contra el Subteniente Canevaro y el Sargento Sánchez, a raíz del feroz baile a que sometieron a la clase ‘75 el 6 de marzo anterior…”. “Llama la atención que se haya dado curso al sumario un mes después del hecho en cuestión. Las interpretaciones pueden ser múltiples, según quién las haga”. “El Ejército, inhabilitado por ley para investigar el asesinato, necesitaba una excusa para averiguar quién mató a Carrasco”. “Existían fuertes sospechas de que Canevaro y Sánchez tenían que ver con el asesinato”. “Eran los dos militares a cargo de la compañía, por lo cual se convertían en ‘chivos expiatorios’ ideales”. “El hecho es que, sumario militar mediante, el Ejército tuvo vía libre para investigar la suerte corrida por Carrasco”. “Junto con Canevaro y Sánchez, la fuerza incomunicó a dos soldados de la clase anterior: Salazar y Suárez. El ‘paquete’ estaba armado, y hay fuertes razones para pensar que el mensaje fue transmitido al juez federal Caro, encargado de investigar el asesinato: ‘Estos son los responsables. No se aparte de aquí’. Y el juez siguió el consejo”. “El sargento tardó 70 días en contar lo que sabía”. 202 IGNACIO R. CANEVARO La Confesión “El 18 de junio Sánchez dijo al juez que Salazar le dijo que Canevaro lo había mandado junto con Suárez a ‘avivar’a Carrasco, y que ambos exsoldados cumplieron, pegándole con el lampazo…”. “Según el sargento, Salazar se lo contó el 9 de abril, es decir, 3 días después de aparecer el cadáver y cuando las investigaciones judicial y militar apenas comenzaban”. “¿Por qué lo contó a la justicia más de dos meses después? Sánchez dio dos explicaciones: ‘porque lo amenazaron para que no hable’ y porque ‘esperaba que el juez lo llamara’”. “Las excusas, además de contradictorias, dejan resquicios por los que penetra fácilmente la sospecha”. “Por un lado, nunca se investigaron las supuestas amenazas que recibió. Además el sargento dijo haberlas recibido después del 17 de abril, cuando fue detenido e incomunicado en Covunco”. “Pero el 11 y el 13 de abril, Sánchez fue convocado a declarar en dos oportunidades, la primera en sede militar, la segunda ante Caro. Para entonces Salazar ya le había ‘confesado’ el crimen y el sargento no estaba amenazado”. “Sin embargo, en ninguna de las dos oportunidades hizo la menor referencia a la ‘confesión’ de Salazar”. “Recién lo mencionó, queda dicho, el 18 de Junio y como indagatoria (no estaba obligado a decir verdad, ya que todo lo que declarara era para defenderse)”. “Al Tribunal Oral de Neuquén, que debió revisar todo lo actuado por el juez caro, no se le pasó por alto lo débil de esta prueba, que sirvió para enviar a tres personas a prisión acusadas por homicidio”. “En el fallo en el cual sostiene las preventivas hay varias referencias a que la prueba fue valorada ‘con la provisoriedad que la etapa procesal nos autoriza’”. “La frase es elocuente: en un juicio oral, esa confesión no alcanza para una sentencia condenatoria”. “De allí que haya pedido a caro 23 nuevas diligencias, a fin de profundizar la investigación”. Paralelamente, quizá eclipsado por las noticias del sur del país, el decreto que modificaba definitivamente el SMO era firmado por el presidente Menem. Cabe aclarar que jamás fue DEROGADO como se piensa, sino SUSPENDIDO. Ello es así ya que si no se llegasen a cubrir las incorporaciones mínimas de voluntarios, se podría recurrir nuevamente al sistema de conscripción obligatoria. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 203 Decreto 1537/94: BUENOS AIRES, 29 DE AGOSTO DE 1994 VISTO lo informado por el señor Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, lo propuesto por el señor Ministro de Defensa, y considerando: … Que es necesario continuar con la reorganización y modernización de las Fuerzas Armadas… Por ello, EL PRESIDENTE DE LA NACIÓN ARGENTINA DECRETA: ARTICULO 1º.– Apruébase el “Régimen para el Personal de Soldados Profesionales”, según las prescripciones de la Ley para el Personal Militar – Ley Nº 19.101, con las particularidades que establece el presente decreto, que como Anexo I forma parte integrante del mismo… Asimismo, el DECRETO 1542/94, firmado el 31 DE AGOSTO DE 1994, disponía que los ciudadanos de la clase 1976 y de las anteriores que deban cumplir el Servicio de Conscripción –como por ejemplo los que habían solicitado prórroga–, no serían incorporados a las Fuerzas Armadas a los fines del cumplimiento del Servicio Militar Obligatorio. 01 de Setiembre: El diario52 La Mañana del Sur editó Los fiscales pidieron la reconstrucción del hecho; nadie sabe por donde comenzar “Sigue siendo una incógnita el lugar donde se inició la golpiza y los sitios donde estuvo escondido el cadáver antes de ser ocultado en el baño. Tampoco se sabe con qué objeto golpearon al soldado. La fiscalía quiere reunir más pruebas para llevar ante el Tribunal federal”. Con el subtítulo “Dónde” se puede ver con qué elementos el juez Caro llevó adelante la instrucción del sumario: “Tal es la incertidumbre que existe sobre el lugar donde se originaron los hechos, que el mismo juez Rubén caro prefirió remitirse la confesión del sargento Carlos Sánchez para señalar –por medio de la sana crítica– que el baño exterior de la Batería de Tiro A fue el punto inicial en donde se desencadenó la tragedia. Sin embargo no existe ninguna prueba material que indique que fue allí y no en otro lugar donde Carrasco fue interceptado y golpeado salvajemente hasta quedar agonizante…”. 52 Diario “La Mañana del Sur” del 01 de Setiembre de 1994, página 11. 204 IGNACIO R. CANEVARO Igualmente la reconstrucción del hecho jamás fue autorizada. Ya no eran tan solo las defensas de los imputados las que pedíamos ir al lugar donde supuestamente se habría cometido el crimen, sino que eran los propios fiscales los que comenzaron a sentir que no había manera imaginarse lo mismo que le habían hecho vomitar al sargento. No sabían si la versión de Sánchez era una ayuda a la instrucción o más bien una trampa preparada por el ejército para que se vea lo imposible que era poner en práctica la historia oficial. No sabían como no quedar en ridículo. Ante la duda, Caro decidió no mover el avispero; Y lo bien que hizo: De acceder a la petición, hubiese quedado al descubierto que la versión de Sánchez era cuanto menos un disparate. Solo hay que imaginarse la escena que por sí sola es dantesca: Domingo apacible y soleado, 31 grados de calor. Las ventanas de la cuadra abiertas al igual que las banderolas. Carrasco es sorprendido por mí –que llegué por primera vez en mi vida temprano– fuera de la batería en el baño exterior. A pesar de ser cuartelero –y por eso encargado de la limpieza de ese baño– lo bailo porque no puede estar allí –según el reglamento del Tribunal– y luego lo mando avivar por Suárez y Salazar, a los que busco en el detall y nadie me ve ni oye. Estos dos subordinados soldados acatan mi orden y lo golpean salvajemente con patadas y trompadas, incluso en el piso, entre la batería y el baño, a escasos diez metros de esas ventanas abiertas y con sesenta soldados dentro, –que dicho sea de paso tenían la orden de usar durante el día ese baño exterior–. Nadie escucha ni ve nada: Ni el baile que le doy a Carrasco, ni los golpes de los soldados a Carrasco, ni los lógicos gritos de dolor y auxilio de Carrasco mientras le propinan la brutal golpiza. No ven ni oyen nada los soldados dentro de la batería, ni los centinelas de la guardia, ni el centinela del puesto parques apostado a escasos cincuenta metros. Nadie vio ni escuchó NADA. Pero no termina aquí: Lo que sigue no es menos rocambolesco… Luego de apaleado Carrasco, lo ocultamos dentro del baño exterior, en un sector enrejado. El mismo baño al que seguían concurriendo los soldados en tandas de a diez. Minutos después, el resto de los soldados sale bailando al cerro gaucho a mis órdenes para ocultar el hecho. Me siguen Sánchez y Suárez, que anotaba a los rezagados como pantalla para simular algo habitual. Quedan unos diez soldados de civil en la cuadra, sin ninguna orden. Ante semejante descuido, pueden sorprendernos en medio de la catástrofe, pero no: Nadie ve ni oye nada. Unos minutos más tarde, mi auto –conocido por todo el cuartel– se aproxima de culata al baño exterior de la batería “A” para cargar ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 205 el cuerpo de Carrasco recién golpeado y sangrando, a decir por los indicios del tribunal. Los soldados viejos de la batería “B”, que jugaban al fútbol en la cancha del otro lado de la batería “A”, a tan solo 20 metros del baño exterior que también usaban, tampoco vieron ni escucharon nada. El auto pasó como un fantasma. Bien, ¿Y quién lo conducía? Porque yo estaba en el cerro junto con Sánchez y Suárez. Queda Salazar… pero existe un problema: Él no sabía manejar. Como si fuera poco y para ayudar al disimulo, mandé de vuelta a un soldado al que se le había roto un borceguí, pero éste tampoco vio ni escuchó nada. El soldado Esquivel buscaba a Carrasco en la moto de un suboficial de apellido Yáñez a pedido mío por todos lados. Salazar, sin saber manejar, atraviesa medio cuartel con el cuerpo de Carrasco sentado en el asiento del acompañante. A todo esto, ya toda la guarnición estaba levantada de la siesta y estaba alertada sobre la falta de Carrasco. Barrientos también lo buscaba, Verón alerta, Gastaminza que llamó a la policía, Chávez haciendo sociales por el cuartel, Guardia boyando sin rumbo y Terrado (el jefe de Covunco) de visita en casa de With, que igualmente no pudo ser localizado a esa misma hora por Gastaminza. Todos ellos más los jefes de puesto torre por donde pasó el auto invisible, ven impávidos cómo mi auto, conducido por un soldado que –para colmo de males– no sabe manejar, inicia el macabro recorrido de unos 1.000 metros entre el sector trasero de la batería “A” y un baño abandonado, cerca del barrio de suboficiales. Ahora… si yo organicé semejante idiotez: ¿Soy lo inteligente que decían las pericias o en verdad me chifla? Esta era la escena que debía recrear Caro en una supuesta reconstrucción. Ni Spielberg lo hubiera logrado a pesar de tener mucha imaginación, pues hubiese caído en el ridículo. No era justamente imaginación sino mucha fantasía. No se podían reconstruir los hechos según la historia oficial sin quedar en evidencia, sin mostrar la imposibilidad de que nadie de esos noventa soldados, entre los cuales había centinelas –precisamente apostados para ver y oír– haya visto u oído algo. Obviamente la reconstrucción nunca se llegó a realizar, y no hace falta explicar que si lo hacían, yo no estaría escribiendo este libro. Mientras se negaba la posibilidad de aclarar algo, una palada de tierra al expediente. Vinieron a la delegación Tránsito el psiquiatra Eduardo Ghjigliani y el psicólogo Néstor Julio, oficiales de la Policía de Neuquén, a hacerme un nuevo examen psicológico. El primero en entrevistarme fue Ghjigliani, que al igual que Villagra fue desdeñosamente superficial y terminó interesándose IGNACIO R. CANEVARO 206 en el tema familiar, la relación con los hermanos, los padres, los hábitos y costumbres y cuestiones de índole general, todo condensado en unos pocos minutos. La familia tuvo un papel principal, ponderé a mis padres, a mis hermanos y hermanas aunque mi hermano Pedro había sido con quien más había compartido. Sus conclusiones, que luego de un tiempo llegué a escuchar, me hicieron pensar que no me escuchó nada de lo que le dije. Después de esta hora estéril, le pasó la posta al otro matasanos, Néstor Julio. Recuerdo nítidamente la imagen del tipo entrando a la oficina, con unas cuantas cajas de cartón de color azul marino de diferentes tamaños. Una vez en la oficina pude ver que no todos los psicólogos tienen la imagen que uno le atribuye como personas amables, condescendientes, serenas y superadas. a contramano de esta escueta y personal definición, éste parecía un técnico nervioso que trataba de evitar contacto para no contaminar el test, según me confiara más tarde. Un test que se trataba de varias pruebas para evaluar el grado de inteligencia. 02 de Setiembre: Las amistades y el Caso Carrasco II El diario53 Río Negro editó ¿Recusación? “…la novedad más importante de la jornada fue la confirmación, por parte del propio Caro a este diario, de que la causa Carrasco fue desdoblada: por un lado se investigará el homicidio, y por el otro el encubrimiento…”; en consecuencia, los medios de comunicación al referirse a ellas, lo hizo como caso Carrasco I y II, respectivamente. Por aquella época estaba claro que sólo me visitaban aquellos que no fueran militares. Así y todo, contadas excepciones habían pasado por la Delegación Tránsito de la Policía de Zapala. Oficiales y suboficiales, todos subalternos. Va de suyo que no vi por esos lugares entonces a ningún jefe interesado por saber si aun respiraba. Parodi vino un par de veces más que los demas, aunque no vino tan seguido pese a tener una autorización expresa del Estado Mayor del Ejército, junto con Díaz Bessone, que lo empujaba a Parodi para que lo reemplazara; 53 Diario “Río negro” del 02 de Setiembre de 1994, página 24. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 207 Bessone fue alguna vez para llevarme el cobro del sueldo pero luego comenzó a enviar a un suboficial como sustituto. El resto del personal de cuadros, tenía terminantemente prohibido asomarse por la delegación de tránsito. Los que más vinieron fueron los oficiales de Infantería. Paradójico tener al cuartel del GA 161 a 2 Km. y que me vengan a ver de 20 y 50 km, de los RIM 10 y 21. Los capitanes Peluffo y Ruzzante, el teniente 1º Acosta, los subtenientes Bellucci, Bordaji, Moreno, Wallnofer y las subtenientes enfermeras Peralta, González y Troncoso. Los Suboficiales que se atrevieron a sortear la prohibición de visita fueron los Sargentos Ayudantes Rivero y Brizuela, el sargento 1º Bravo y los sargentos González y Romero del BAL. Mi maestra de Jardín de Infantes –Estela Zamora – venía infaltablemente todas las semanas y cuando podía, todos los días. Además de mi maestra, había sido amiga de mis hermanas y hermanos más grandes pero luego del pase de mi padre a la Capital Federal nunca más nos volvimos a ver. Nos habíamos vuelto a ver en el ‘92, durante mi primer instrucción en Zapala como oficial, mientras llevaba mis soldados al polígono. Muy marcial venía yo con la tropa y una voz femenina me llamó por mi sobrenombre Iñaki. –¿Sos vos Iñaki? Y yo contestaba, sí claro, pero… –¡No te puedo creer! ¡Mirate nomás! Yo soy Estela Zamora… Eso fue como recordar todo de golpe. Conversamos muy poquito y luego nos vimos de casualidad un par de veces pero mantuvimos siempre una relación de amistad como si nunca hubiésemos dejado de vernos. Ella, su hermana Inés, su sobrina Natalia y también otra familia de apellido Píccolo, fueron una ayuda invalorable para mis padres que necesitaban casi todo para atender mis necesidades. Es que estábamos muy lejos de La Candelaria, pero esta circunstancia nos había unido como si nunca hubiesen dejado de ser nuestros amigos. Durante los primeros meses, la familia Píccolo alojó a mis padres en su propia casa. El concepto de amistad ahora se ponía a prueba. ¿Sería verdad lo que me había vaticinado Iñíguez? ¿Seríamos sólo mi familia, él y yo? Ahora más que nunca había sabíamos quienes eran los amigos. En cuanto a la familia, todo estaba claro. ¿Pero los demás? Algo que saqué como conclusión fue que Iñíguez se equivocó. Algunos que no eran amigos, se comportaron como si lo hubiesen sido toda la vida y otros que parecían ser amigos se comportaron como tan solo conocidos. IGNACIO R. CANEVARO 208 Con tanto tiempo para pensar, repasé mentalmente. La prensa me había atribuido amistades y hasta romances con gente que no había reaccionado para desmentirlo. Esas relaciones eran necesarias para poder hablar de complicidades en el caso. No eran así: No sé si yo tengo un concepto distinto de lo que significa la amistad, pero Parodi no era mi amigo ni las enfermeras tampoco. Mucho menos alguna de ellas una amante. Con Parodi nos unía la convivencia de cuatro años en el CMN y dos en el destino del GA 161, pero eso no implicaba ser amigos. Si bien podríamos haberlo sido, no lo éramos, aunque compartíamos salidas a bailar y a esquiar como lo hacía inclusive con un grupo jóvenes de Zapala en el que estaban Mariana Peralta, Marcelo Castro, Claudia Las Heras, como así también Norma y Mariana Ascheri. Con menos razón aun, Parodi era “íntimo amigo”, como los medios lo definían a la hora de hacer una nota sobre su testimonio. Para ser justos, nos unía el compañerismo y la camaradería; Lo demás son inventos para cerrar un cuento. Y si Parodi era solo un compañero, la relación con las enfermeras Troncoso y Peralta era aun menor. Con “la perra” González tenía una relación que se puede llamar distinta. De vez en cuando habíamos tenido alguna historia. Pero eso no es nada loco, teniendo en cuenta que convivíamos todo el tiempo en el casino. Tarde o temprano tuvo sus “encontronazos” también con los demás y convengamos que eso no la convierte en amante de nadie en particular. La llamábamos perra justamente por eso: Una mujer distinta. Ser solitaria parecía no afectarle como a las demás. Era muy cerebral, lo que la destacaba del resto, porque ellas siempre dependían de la opinión de alguien que las apoyara. Era independiente y hasta fría. Se comentaba que antes de que llegáramos, tenía un cachorro en el casino de oficiales y que como el jefe le ordenó que lo saque de allí, lo llevó patio trasero y le disparó un tiro con su 9 mm. 17 de Setiembre: Castro, el testigo que no fue El diario54 Río Negro editó ¿El testigo que no fue?; Muestra una vez más la política del Ejército en el caso. La nota hace referencia a la situación de Castro, quien quizá hubiese sido de gran ayuda para poder identificar a quienes asesinaron a Carrasco, de no haber caído en las manos de la Inteligencia del Ejército. “La posibilidad de que un Tribunal escuche el testimonio del soldado Juan 54 Diario “Río Negro” del 17 de Setiembre de 1994. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 209 Castro es cada vez más remota. Hay razones para pensar que el único amigo que Omar Carrasco pudo hacer durante los escasos tres días que permaneció en el Grupo de Artillería ya no es la misma persona que la tarde del 06 de Marzo supuestamente vio cómo mataban al conscripto de Cutral-Có”. El soldado Castro se fugó del cuartel, tan sólo una semana después que desapareció Carrasco y no fue buscado hasta que apareció el cadáver de su compañero. “…Traído de regreso al cuartel el 09 de Abril, declaró ante la justicia civil y la castrense y luego quedó virtualmente recluido en el hospital militar, sin que se le permita el contacto con nadie”. “¿Por qué?”. “Según un acta militar elaborada el 26 de Agosto pasado, fue por dos motivos: “Uno, ‘… debido a sus lesiones, a efectos de su recuperación’…” para lo cual se le había diagnosticado 72 horas de reposo y… “…El segundo motivo es igualmente interesante: ‘por su presunta vinculación (supuesto testigo) con el caso Carrasco, y para preservar su integridad física, ante versiones circulantes que podría ser objeto de algún tipo de agresión por parte del / los autores del crimen’…”. “En otro de sus puntos el acta señala: ‘el 4 de julio dejó las instalaciones del Hospital Militar Zapala por haberse considerado que las causas que habían motivado su alojamiento habían perdido consistencia’…”. “Ese día se dictaron los procesamientos del subteniente Ignacio Canevaro y los exsoldados Salazar y Suárez”. “Así el acta parece sugerir que la vida de Castro corría peligro mientras los tres mencionados estuvieran en libertad”. “Sin embargo, Castro nunca los involucró en el homicidio. En cambio, testimonió que había visto a otra persona pegándole a Carrasco, y que esas palizas al soldado de Cutral-Có eran frecuentes”. “En definitiva, lo que Castro vio o dejó de ver difícilmente pueda saberse con exactitud, y quedará oculto en uno de los pliegues de su conciencia”. Con su aspecto apocado, Castro era una de las personas más importantes de todo el sumario. Había hecho hace tiempo una de las declaraciones más jugosas del expediente. Él aseguraba haber visto lo que nadie en el cuartel vio. A Carrasco en el momento en que recibía una paliza y lo más importante, a quienes lo estaban golpeando. Pero existe un problema con Castro: No se lo tomó en serio desde el inicio. ¿Por qué harían semejante cosa? Solo Castro nos podría contar con sus 210 IGNACIO R. CANEVARO tiempos y sus limitaciones, qué fue lo que vio aquella tarde del 6 de marzo, como para entender porqué se lo anuló como único testigo presencial del homicidio de Carrasco. Si bien yo lo conocía tanto como a Carrasco (o sea nada), leyendo el expediente y sabiendo lo que hoy se, pude comprender porqué tanta operación para tacharlo como testigo. Castro era una persona muy simple. Un pibe de campo, rayano a lo básico. Tenía –por lo menos eso fue lo que aportó la comisión militar que lo trajo a la policía y a pesar de su corta edad–, una tendencia a consumir alcohol que en rigor de verdad, jamás se supo si fue real. No sería demasiado alocado sospechar que se lo hizo consumir alcohol antes de su aprehensión, e incluso durante la misma a efectos de invalidar su credibilidad. El hecho concreto es que a la semana de desaparecer Carrasco, él desertó y fue traído directamente a la policía de Zapala. Allí contó por primera vez lo que había visto a los comisarios Pizarro y Romero, que lo interrogaron en forma separada y cuando se lo llamó al juez para que le tome declaración, éste dispuso que lo haría en el juzgado. Castro entonces repitió ante el juez Caro lo que contó a los comisarios, pero éste no lo consignó en el acta y dispuso –dado lo avanzado de la hora y una lesión de vieja data– suspender su testimonio y alojarlo… ¡En el hospital militar! La próxima vez que le preguntó por lo que había visto, Castro ya había soportado una internación de casi un mes. A partir de allí, Castro nunca más volvió a ser tan contundente como con los comisarios y el mismo Caro. Aunque Pizarro y Romero jamás se olvidaron de lo que Castro les contó, para los asesinos y encubridores su memoria tuvo un conveniente cortocircuito y de a poco su impactante testimonio cayó en el descreimiento. ¿No les dije que este pibe es un tarado? Dicen que Caro se quejó después de escucharlo. Claro, Castro estaba respondiendo al tratamiento en el hospital militar. Allí le dibujaron la memoria para que su testimonio sea un absurdo total y así anularlo como testigo. Durante su internación –¡Que duró casi 3 meses!– estuvo recluido permanentemente y bajo custodia armada. Uno pensará que bajo custodia de la policía, por orden del juez, pero no: La custodia era del mismo ejército. El mismo Balza fue a ayudar a Castro a callarse cuando los periodistas quisieron ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 211 hacerle notas en el hospital, pero solo obtuvieron las respuestas desalentadoras del jefe del ejército como el famoso “…Es corto, es corto” para justificar la reticencia a contestar preguntas. Se lo medicó –a pesar ser el único testigo presencial de una golpiza a Carrasco– por una lesión superficial en la mano y una conjuntivitis seguramente inventada, diariamente y sin la notificación al juzgado ni mucho menos su autorización con un inexplicable tratamiento a base de pastillas y suero intravenoso. Personal militar desconocido al cuartel le hizo firmar actas y declaraciones que no figuraron luego en ningún sumario, hasta tiempo después. El juez militar, Tcnl José, dirigió un reconocimiento en rueda de personas, para que reconozca a los agresores de Carrasco, con soldados que no estaban en el cuartel ese día y se le efectuaron pericias cuyos resultados se conocieron recién durante los allanamientos realizados por los encubrimientos y una vez que habían recaído las condenas en el juicio oral. Indudablemente Castro no debía abrir la boca. Quizá debiera estar agradecido de no haber quedado parapléjico por un dudoso accidente. Con el correr del tiempo se fueron sumando más y más pruebas de la maniobra descomunal que lo tuvo como conejillo de indias. La sacó barata, podría ser otro Carrasco, pero ya era mucho. Con anularlo bastaba. Jamás se pudo escuchar lo que hubiera dicho si no le hubieran destruido la cabeza. Lesiones imposibles de comprobar, aunque perfectamente visibles son los despliegues que se hicieron para que el joven testigo principal se transforme en un viejo alcohólico –como dijera Duret– y temeroso. Le habían prometido engancharse como voluntario, y eso lo tenía entusiasmado, pero parecía una locura después de descalificarlo de semejante manera. A Castro no se le tuvo que prometer mucho. Sólo se le pasó por encima. 22 de Setiembre: El diario55 Río Negro publicó una nota con infograma “Media sanción para el servicio militar optativo”. “La media sanción que la Cámara de Diputados le dio ayer a la Ley del Servicio Militar Optativo transformó la conscripción obligatoria en parte del pasado, aunque el llamado a los soldados aún podrá hacerse de manera forzada si el cupo establecido no es completado. La ley requerirá ahora de la sanción del Senado, pero se considera que será sólo un trámite formal”. 55 Diario “Río Negro” del 22 de Setiembre de 1994, página 28. IGNACIO R. CANEVARO 212 Desde que se oyera a Balza a mediados de abril hablar de la imposibilidad de reemplazar el servicio militar obligatorio bastaron tan solo cinco meses y medio para que se diera por terminado el tema: la conscripción “ya fue”. 24 de Setiembre: Propuesta indecente El diario56 Río Negro editó Tratarían de evitar juicio oral militar a Canevaro. “El Ejército estaría dispuesto a acercar una propuesta a sus abogados”. “El ejército estaría dispuesto a acercar una propuesta a los defensores militares del subteniente Ignacio Canevaro, con el fin de evitar la audiencia pública en la cual se revisará la condena que le impuso la justicia castrense…”. Las oportunidades se presentan pocas veces, y las de este tipo, quizá solo una. En Buenos Aires aun estaba la apelación ante la Cámara de Casación, y teníamos esperanzas de que prosperara. Igualmente todo estaba demasiado verde para comprender su verdadera trascendencia. Demasiado dolido por la acusación, demasiado dolido por el abandono del ejército. Ni hablar de la inexplicable entrega, a sabiendas de mi inocencia. Ahora necesitaba respuestas, no que se termine así sin explicaciones ni las debidas disculpas. Eso selló mi suerte, pues fue pretender demasiado, aunque mil veces lo volvería a hacer porque no me arrepiento en absoluto. Recuerdo la escena porque vinieron a visitarme mis padres como lo hacían todos los días, pero esta vez tenían un gesto distinto en la cara. Evidentemente era una novedad. –Acabamos de hablar con Buenos Aires, y lo trataron de contactar a Caridi –el exjefe del ejército entre 1987 y 1988, tío del Dr. Eduardo Caridi– y nos dijo que antes de continuar con tratativas querían saber si estábamos dispuestos a dialogar. –¿Quién trató de contactarlo? –Pregunté extrañado. –No se, pero era gente del Estado Mayor. –Que se vayan a la puta madre que los parió, vamos a ver cómo siguen las cosas sin que se metan más. 56 Diario “Río Negro” de Setiembre de 1994. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 213 Y como si hubiese hablado un profeta, no se habló más del tema. Quizá porque coincidíamos en la decisión. Quizá por miedo a transar con gente que se mueve por debajo de la mesa. No sé; El tema no pasó de ahí y así se lo hicimos saber al siempre dispuesto general Caridi. Tratamos de hacer nuestras conjeturas. ¿Para qué el ejército querría, luego de haberme acusado como lo hizo, dialogar conmigo? Menos de un minuto para la respuesta y casi toda la tarde para tratar de adivinar con qué se venía el maldito estado mayor. El intento de la jefatura fue calificado como Tramposo cínico y mugriento. La idea que más cuadró fue que quizá ya sabrían –como siempre lo hacían– como terminaba Casación. Quizá ya estaban enterados que perdían y querían evitar una réplica de mi parte; No sé, nunca lo supimos. Dejamos pasar la tentación de vender nuestra alma al diablo para salvarnos, que de seguro era la recompensa. Un escenario no muy descabellado de proponerme era que acepte la versión de Sánchez, aquella del 18 de junio, donde aseguraba que Salazar supuestamente le contó que los soldados le pegaron a Carrasco por orden de mía. Yo podría decir que sólo lo mandé avivar, y que se les fue la mano a los soldados, con lo que toda la responsabilidad caería sobre ellos y yo podría despegarme, tal como lo hizo el valiente Sánchez. Después de todo sería una cuestión de colimbas, y todos contentos. El caso Carrasco quedaría esclarecido, y cada uno seguía con su vida como si nada. No estaba en mis planes comenzar a ser una basura humana, menos ahora que aun conservaba cierta esperanza de demostrar mi inocencia. Soñaba con la satisfacción de la reivindicación, mi único aliento. Esa proposición hubiera sido igualmente inaceptable. Dormí tranquilo. 30 de Setiembre: El diario57 Río Negro publicó La nueva milicia tendrá un toque femenino “Casi 700 ‘voluntarios’ se inscribieron ya en el Distrito Militar Neuquén y el 40% son mujeres”. En un infograma del mismo diario se especifican el motivo de la inscripción, el nivel de instrucción y la edad de los inscriptos en la Pro de Neuquén: 57 Diario “Río Negro” del 30 de Setiembre de 1994, páginas 28 y 29. 214 IGNACIO R. CANEVARO El total de voluntarios es de 687 voluntarios, siendo 255 de ellos mujeres y 432 hombres. En los motivos de instrucción sobresale que el 60% de las mujeres “quiere seguir la carrera militar” y el 70% de los hombres “se inscriben por el atractivo de tener un sueldo y trabajo fi jo, porque son desocupados o no tienen ocupación fi ja”. El nivel de instrucción para el caso de las mujeres es del 50% con “estudios primarios completos” y el 50% tiene “estudios secundarios completos” y para el de los Hombres, el 80% tiene “estudios primarios completos” y el 20% posee “estudios secundarios completos”. La edad de las mujeres es la correspondiente a las clases 73 y 75 y la de los hombres la de las clases 72 y 75. En la siguiente página y en un cuadro aparte, una nota con el título de “Se viene la campaña” se hace referencia a las inversiones que tendrá que realizar el Ejército para convocar a los voluntarios. “Con una cuenta de seis millones de dólares en una de las más importantes agencias de publicidad, las Fuerzas Armadas pondrán en marcha en los próximos días la campaña destinada a difundir las bondades del voluntariado militar rentado”. “…El salario de estos ‘voluntarios’ rondará los 350 pesos, pero será muy variable ya que habrá asignaciones especiales según las zonas geográficas solicitadas por el aspirante”. “Para poner en marcha el nuevo servicio militar, las Fuerzas Armadas calculan una erogación cercana a los 300 millones de pesos”. El Servicio Militar Obligatorio (SMO) jamás había sido puesto en duda –por lo menos seriamente– hasta la muerte de Carrasco. La presión popular potenciada por los medios hizo que desde el gobierno se lanzara la idea –solo para ver cómo prendía– de sustituir el sistema obligatorio por otro más flexible. La gente y los medios se entusiasmaron con la idea, y la flexibilidad del sistema aun obligatorio, defendida a ultranza por Balza mediante continuos pedidos al ejecutivo, tuvo que girar inexorablemente hacia el voluntariado. Sin mujeres combatientes dijo Balza; También que la mujer no va a integrar la tripulación de un tanque ni combatirá con un fusil en el arma de Infantería. Lo que pasa es que la inercia del cambio arrasó con todo plan de acotarlo, y las mujeres también fueron parte de este cambio. Las mujeres hasta manejan cañones. Mujeres en el cuerpo comando. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 215 La sustitución del SMO por el voluntariado jamás fue parte de un análisis hecho por las FF.AA. desde la derrota de Malvinas, tal como lo asegurara Balza. Un informe sobre las experiencias en Malvinas confeccionado por alguno de los jefes de unidad que estuvieron allí, no puede ser tomado como un análisis que reformará al ejército desde sus cimientos. De hecho hasta el año ‘94 habían pasado doce años de la derrota de Malvinas y nunca se supo de ningún proyecto en tal sentido. Más bien esos informes son la única mención que se hizo en décadas sobre la forma de reclutamiento que tienen las FF.AA. del país. Y que solo surgió por la comparación con el ejército del Reino Unido, nada más. Sesiones sin quórum en el Congreso de la Nación también abordaron el tema de alternativas a la conscripción, antes del caso Carrasco. Pero nunca tuvieron un verdadero tratamiento parlamentario. Negar que el caso Carrasco produjo la suspensión del SMO es querer negar la realidad. No se comprende entonces que si la posibilidad de cambiar el SMO hubiera estado planificada tal como dice Balza, se hayan intentado tantas veces de rescatarlo o de proponer soluciones alternativas. El voluntariado es un cambio efectuado por el gobierno de Menem, previo estudio de mercado, aprovechando la muerte de Carrasco con la intención de congraciarse con la opinión pública, a fin de beneficiarse en sus intenciones reeleccionistas. 13 de Octubre: El diario58 La Mañana del Sur editó Fiscales acordaron la hipótesis final Después de la reunión que los cuatro fiscales del caso carrasco mantuvieron con el Subprocurador general, Luis González Warcalde, la investigación del homicidio del soldado parece haber ingresado en una etapa de ordenamiento transitorio hasta la realización del juicio oral, y bajo la firme convicción de que los acusados hasta el momento son los verdaderos asesinos. Una nota aparte “Llamativa paradoja”. “…Una de las más notorias paradojas que ha dado el caso Carrasco tiene a esta altura como protagonistas al Ejército y a los abogados querellantes en representación de la familia del soldado asesinado (Gustavo Olivera y Martín Segovia, activos participantes de la Asamblea Permanente por los Derechos 58 Diario “La Mañana del Sur” del 13 de Octubre de 1994, páginas 14 y 15. 216 IGNACIO R. CANEVARO Humanos). El hecho anecdótico tiene su fundamento en que ambas partes sostienen a pie firme la misma hipótesis del crimen de Omar Carrasco, involucrando de lleno a Ignacio Canevaro, Cristian Suárez y Víctor Salazar como autores, y a Carlos Sánchez como encubridor. En aquel momento y para la prensa puede ser que haya sido una paradoja el hecho que el ejército y los organismos de DDHH coincidan en la hipótesis del crimen de Carrasco. Hoy sabemos que no fue una paradoja, sino la demostración del interés del ejército. Hasta qué punto estaba dispuesto a ceder, mientras se adopte su hipótesis de bajo impacto. De allí en más, esa hipótesis se afianzaría como la única a la que estaba dispuesta a asumir el ejército. Eso implicaría un trato implícito entre los abogados de la familia Carrasco y la institución que mató a su hijo. En ningún momento de la investigación de la causa tuvieron intereses contrapuestos. Fiscalía, querella y la sombra del ejército siempre tuvieron que litigar en contra del impulso de las defensas de los acusados por que se investigara a fondo. Todo pareciera insinuar que mientras no se modifiquen las condiciones, el proceso estaría garantizado: Juicio y castigo a culpables militares y luego, una jugosa compensación. 14 de Octubre: Casación anula la sentencia del Consejo de Guerra Como ya era mi costumbre, dormía bien avanzada la mañana. Me despertó mi papá que tenía una cara distinta. Algo venía a decirme. Se sentó en mi cama y con una cara que entremezclaba la alegría y la esperanza, me dio las nuevas: La Cámara de Casación Penal (CCP) había anulado la totalidad del Juicio del Consejo de Guerra y su sentencia. Encima que soy incrédulo la noticia me tomó dormido. No entraba en razones: El escudo pesimista siempre dio buenos resultados. No esperanzarse de más. Mi respuesta descorazonó al viejo que estaba exultante. – ¿Papá no entendés? No va a servir de nada, ¡El daño ya está hecho! El fin era meterme preso, y yo sigo acá hasta que se les cante, ¿No lo ves? Esforzándose por no perder aquel entusiasmo, me explicaba que ese era un paso muy grande, ya que principalmente por el CG era que yo estaba detenido y, al quedar éste anulado, pronto se verían las patas de la mentira. Por supuesto que agradecí la buena noticia, pero mantuve esa reserva de pensar más allá, para mí no iba a revertir la situación y en definitiva para eso tendría que servir. El Recurso de Casación que se había presentado contenía 29 agravios –violaciones al derecho de defensa– de los cuales habían sido aceptados 14. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 217 El primero y más importante era que no se me había relevado del juramento de decir verdad en mi declaración indagatoria, lo que de por sí anulaba todo lo actuado consecuentemente. Los demás eran tecnicismos de variada importancia que avalaban la resolución. Lo más lamentable fue que los agravios donde se denotaba la total parcialidad de aquel CG no fueron aceptados. Así y todo, el hecho era el mismo. Se había anulado prácticamente toda la instrucción del sumario, desde la foja Nº 90 en adelante, o sea, desde el momento en que se me tomó la declaración indagatoria hasta el momento. Ahora sí comprendía la importancia de esa perlita que había en el sumario militar por abuso de autoridad, y que era la famosa declaración indagatoria. La declaración indagatoria en nuestro sistema penal, es el medio más importante de defensa que tiene un imputado, y como consagra la Constitución Nacional en su artículo 18, “nadie está obligado a declarar contra sí mismo”. El imputado debe ser relevado del deber de decir verdad, cosa que no tan solo no se me advirtió –como está previsto– sino que (y lo más insólito) estaba preimpreso en una especie de formulario para declaraciones de este tipo. Luego de mis datos personales, decía: “…fue exhortado a producirse con verdad en todo lo que supiere y fuese interrogado…”. Cosa de locos que el ciudadano común desconozca y yo también en aquel momento, lo que no hace más que destacar lo delicado del tema como para que sea tratado por improvisados militares haciendo de fiscales y jueces. Además de anular el sumario, la CCP disponía devolver las actuaciones al CG para optar por dos cursos de acción alternativos: uno era dejarlo en el actual estado de las cosas, o bien – el otro – retomar la investigación a la altura de la etapa de instrucción, a fojas noventa, exhortando al CG que instruya al Juez de Instrucción para que no vuelvan a sucederse las irregularidades antes cometidas, dándole un plazo de diez días para dar comienzo a las actuaciones correspondientes. Sin duda un golpe inesperado a la “Justicia Militar”, ya que era la primera vez en la historia del Ejército argentino que un fallo del CG era anulado por la Justicia Civil. Demasiados “primera vez en la historia del Ejército argentino” para tratarse de una sola persona. Igualmente la noticia fue tomada por el resto de la familia y amigos como una gran victoria sobre esta conjura, pero creo que no me equivoqué al mantener mis reservas en cuanto a sus derivaciones y consecuencias. IGNACIO R. CANEVARO 218 15 de Octubre: El diario59 Río Negro publicó Anularon el juicio militar a Canevaro. En un fallo sin precedentes, un tribunal civil anuló lo actuado por la justicia militar, que juzgó y condenó al subteniente Canevaro y al sargento Sánchez por abuso de autoridad. El acontecimiento sorprendió a todos y el mismo diario lo reflejó de esta manera: “…Esta es la primera vez en la historia del Ejército que un fallo del Concejo de Guerra es desautorizado de tal manera, y por un tribunal civil”. “La decisión de la Cámara de Casación, conocida públicamente ayer, generó numerosas interpretaciones y sus consecuencias son difíciles de apreciar rápidamente”. “Aunque técnicamente desvinculada de la investigación del asesinato de Carrasco, la causa militar acercó abundante prueba al juez federal Rubén Caro, cuya hipótesis de lo sucedido en el cuartel es un calco de lo que piensan los militares…”. En rigor de verdad y para ser honestos, no tan solo la hipótesis de lo sucedido en el cuartel es un calco de lo que piensan los militares, sino que la hipótesis que tenía el juez Caro es la que el Ejército –a través de la Inteligencia Militar– le ordenó que siguiera, y el Sr. Juez, como todo un soldado, obedeció. Tan es así que el mismo diario lo dice de otra manera bajo el subtítulo “La Sentencia”: “La condena contra Canevaro y Sánchez fue dispuesta por el Consejo de Guerra… el 12 de mayo pasado, después de 15 días de deliberaciones en el Regimiento de Covunco. “Así como fue inédita la anulación de ese fallo, lo fue la difusión pública que tuvo: toda la prensa nacional fue invitada, por primera vez, a presenciar las audiencias en las cuales la justicia militar exhibió las pruebas que tenía contra el subteniente y el sargento. “Como ambos eran, a la vez, los principales sospechosos del asesinato de Carrasco, la publicidad del juicio se interpretó como una medida de presión hacia el juez”. 19 de Octubre: Pedido de juicio político a Caro El diario60 Río Negro publicó Ofensiva contra Caro: Lo recusaron y piden su juicio político. 59 60 Diario “Río Negro” del 15 de Octubre de 1994, páginas 14 y 15. Diario “Río Negro” del 19 de Octubre de 1994, páginas 20 y 21. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 219 “…Hoy, los diputados radicales pedirán su juicio político, citando una larga serie de lo que consideran irregularidades cometidas durante la investigación…”. En un cuadro aparte un título dice “Fundamentos de la acción contra el magistrado”. “Los errores que se adjudican a Caro y por los cuales se pide su juicio político son los siguientes: “ “No tomó huellas o rastros en las inmediaciones del lugar donde apareció el cadáver de Carrasco. De esta manera no se pudo investigar cómo llegó el cuerpo hasta allí”. “Ordenó realizar la autopsia en el hospital militar, con la participación del personal sospechado de tener algún grado de vinculación con el homicidio”. “Dejó pasar un día (el siguiente a la aparición del cuerpo) sin hacer nada. Solo citó a los padres del soldado para que reconocieran sus pertenencias”. “Tomó 130 declaraciones en ocho horas, a un promedio de cinco minutos siete segundos por declaración”. “Pidió al general Díaz que le remita un militar para colaborar con la investigación de un asesinato ocurrido dentro de un cuartel, y en el cual los principales sospechosos eran militares. ‘El juez requería que investiguen a quienes debían ser investigados’”. “Caro no investigó los gruesos errores horarios contenidos en el sumario militar, que sugieren la posibilidad de que se conociera antes de las 16.30 la aparición del cuerpo”. “La decisión del juez de separar las causas (homicidio y encubrimiento) ‘no tiene otra explicación que tender un manto protector’ sobre la cadena de mandos implicada presuntamente en el encubrimiento del crimen”. En otra nota con el título “pedido de ayuda” se transcribe otro de los párrafos del escrito de juicio político: “…Las cuantiosas irregularidades expuestas en el presente constituyen simplemente muestras del obrar presuntamente delictual y claramente negligente del juez Caro, en un caso que por su trascendencia, se ha constituido en uno de los procesos judiciales de mayor significación de los últimos tiempos…”. 23 de Octubre: El diario61 Río Negro editó Caro ‘tiene el respaldo del Ejército’. “Lo aseguran diputados del PJ y dicen que por eso no prosperará el juicio político”. 61 Diario “Río Negro” del 23 de Octubre de 1994, página 19. 220 IGNACIO R. CANEVARO “Peláez admite que los militares impedirán que el juez sea removido de su cargo”. En la misma nota se hacen comentarios sobre la poca probabilidad de que prospere el juicio político al Juez Caro. Lo que sigue es un fragmento de una nota al Diputado Peláez: “…Al ser consultado sobre las posibilidades de que su proyecto prospere, el legislador neuquino dijo que ‘hay que ver si al gobierno les conviene remover a Caro y poner a un juez que investigue como corresponde’…”. Al igual que el Diputado Peláez, otros legisladores compartían esta opinión, que a continuación se transcribe: “…Fuentes del PJ… señalaron que miembros de la Comisión de Juicio Político –que preside el peronista bonaerense Alberto Balestrini– se reunieron días atrás con representantes del Ejército, quienes ‘reiteraron su voluntad de seguir con la investigación hasta sus últimas consecuencias y señalaron que el juez Caro les garantiza el esclarecimiento del crimen del soldado Omar Carrasco’… Los voceros manifestaron que ante este aval ‘sería un despropósito entorpecer la tarea del magistrado’…”. Domingo día de la madre, 8 y media de la mañana, apenas nublado, templado y sin viento. Me vino a despertar un policía que me adelantó que eran “del Ejército” para tomarme declaración indagatoria, al tiempo que me preguntó si iba a atenderlos. Le respondí que sí, aunque sabía que no me prestaría al acto. Los recibiría y pedí que me dieran tiempo para cambiarme. –Che –me dijo el policía– ¿Se vinieron preparados con todo eh? Cuando me asomé, estaban trasladando una computadora, impresora y unas cajas de cartón del Duna week-end color bordeaux de José. Ya no actuaba como secretario el Jefe del Destacamento de Inteligencia 163, Tcnl Jordán; ahora sí se habían aggiornado con un mayor Auditor que lo secundaba en todas las actividades. Tampoco ya no se llevaban el mundo por delante como lo habían hecho hacía unos pocos meses atrás. Ya no era necesario, el objetivo estaba cumplido y solo venían a cumplir meras formalidades ordenadas por la CCP. Quince minutos después y luego de haber instalado los equipos me mandaron a llamar. Ya había repasado lo que haría. Cuando llegue entendí porqué habían demorado. Se habían instalado en despacho donde un tiempo atrás me había realizado el examen el Dr. Arias. José, al verme ingresar me saludó… ¡Con una sonrisa! Sí, con una sonrisa… pero de vergüenza, pues se sonrojó al ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 221 instante. Al saludar al auditor José me dijo que pronto éste lo reemplazaría, y que para eso había venido. Como primera medida José me empezó a mostrar la resolución de la CCP en la cual se anulaba prácticamente todo lo actuado. Me tomé todo el tiempo del mundo para ver foja por foja en donde se me ponía al tanto de la nueva situación. Al parecer José estaba apurado, pues resoplaba con cada hoja que hacía a un lado y al ver que el tiempo transcurría y todavía no había podido comenzar con la indagatoria. Una vez que terminé de leer unas 20 o 25 hojas, me preguntó si quería leer mi anterior declaración indagatoria, a lo que le respondí que sí, lo cual dilató aun más el trámite y con ello la paciencia del “dedicado” juez. Cuando al fin estaba terminando, el auditor se sentó en la computadora y se dispuso a recibir las órdenes de José. Éste le empezó a dictar los primeros datos a los cuales no les presté atención, pero supongo que se trataban de las formalidades previas a la toma de declaración. Concluida la lectura de mi declaración anterior, me encuentro con una hoja recién impresa en la cual yo, supuestamente, ya había respondido a la primera pregunta, que se refería a mis datos personales. Cuando la leo, encuentro que tenía un “alias”… Nacho. Por primera vez desprendido de la atadura que significa ser un subalterno, le hice ver ya estábamos mal otra vez. –A esta pregunta no la respondí yo… –Son sólo sus datos personales… es para ahorrar tiempo. –¿Ahorrar tiempo…? Que… ¿Están apurados? ¿Podemos continuar otro día eh? Por mi no hay problema, tengo un tiempito acá. ¿No es lo que querían? Con una mirada especial, como de sobreentendido, le dije a José –Ya no estamos en el cuartel, ¿Eh?– Es que si bien era tarde para avivarme, ya no me volvería a pasar por encima. Asumiendo que estaba en falta, tomó la hoja con un manotazo y la hizo un bollo con notable fastidio e indicó al mayor que miraba un tanto desorientado el episodio, que sólo escribiera hasta la palabra “PREGUNTADO: “ 222 IGNACIO R. CANEVARO A partir de ahí, el ambiente lógicamente estuvo recontra-tirante, donde cada segundo pareció durar dos minutos. El auditor corrigió la escritura en el monitor de la PC. y cuando finalizó lo miró a José como diciendo “¿Y ahora qué?”. Este comenzó a hacerme cada una de las preguntas referentes a mis datos personales mientras el otro tipeaba. Pero las respuestas no eran distintas a las anteriores que había adelantado José. Estaban obligados a aceptarlo, pero eso les molestaba. Sólo hice la salvedad a la pregunta sobre mi apodo, que inexplicablemente apareció contestada cuando jamás declaré haber tenido uno. Todo daba para pensar que me prestaba para declarar. José pisó el palito y comenzó el acto. Luego de tomar aire como para cobrar impulso, preguntó “PREGUNTADO: Si el día 06 de marzo se encontraba desempeñándose como oficial de semana en el GA 161”. Solo les abrí grandes los ojos y exclamé: –¿No me van a preguntar si me presto a declarar? Una expresión que dudo poder transmitir se dibujó en sus caras, en especial la de José. Nuevamente tomó aire, abrió los brazos y con una cara típica de “yo no fui” me dijo: –¡Claro, Ud. puede negarse a declarar…! –¡Claro que me niego a declarar! Bueno…, ¡Cómo explicar aquellas expresiones! José, con una cara de bronca que no disimuló para nada, trató de sobreponerse al mal momento y enseguida le ordenó al mayor que anulara la pregunta y comenzó a dictarle con incomprensible semántica un texto en el constaba mi negativa a prestar declaración amparándome bajo el artículo 18 de la Constitución Nacional, imprimiéndola y pasándomela para mi firma. Cuando comienzo a leerla, era un verdadero desastre; no se entendía lo que se quería expresar con aquel rejunte de palabras, por lo cual tuve que dictarle al escribiente lo que debía decir, claro está, con la invaluable ayuda del señor Juez José, que como una joven rechazada había perdido el interés y miraba hacia la ventana sin prestarme atención. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 223 No hace falta decir que José no me soportaba más, por lo que me dijo que me podía retirar y que ellos cuando terminaran con el escrito me lo alcanzarían para la firma y luego se retirarían. Así fue pues, que me fui y los dejé con la espuma aun saliendo de la boca, apariencia que luego de unos breves minutos trataron de disimular al llamar a mi puerta. José venía a despedirse, según dijo, y a que rubricara el acta. Eran las 1230 del mediodía… 25 de Octubre: El diario62 Río Negro publicó Servicio Militar, En Zapala hubo 300 inscriptos en 11 días “La fuerte desocupación que padece la ciudad donde mataron a Omar Carrasco sería la razón de fondo por la cual se batieron récords de inscripción de voluntarios para el servicio militar. Se anotaron hombres y mujeres por partes iguales”. “El lema de la campaña es ‘Cuidar a la patria es el mejor trabajo que podés elegir’, y se destaca que ‘es un trabajo seguro, con contrato, en un ambiente de sana camaradería’”. “…La oferta que difunden los avisos publicitarios añade que los voluntarios podrán elegir la zona donde prestar el servicio (‘cerca de tu casa o en el lugar que siempre quisiste conocer’)”. Eran como las 2130 cuando siento que alguien entró al Destacamento y por su voz al llamar a alguien me di cuenta que era “mi maestra de Jardín” Estela, pero cuando la hice pasar la note bastante alterada. Había venido porque acababa de escuchar por una radio chilena que “el subteniente Canevaro se había suicidado en su lugar de detención”. Al entrar en la comisaría no se había cruzado a nadie, tanto que entró por la puerta de enfrente y para su asombro llegó hasta mi puerta sin que nadie la atendiera. Teniendo en la cabeza aquella noticia radial antes escuchada, era lógico que se preocupase. No se fue hasta darme un rosario de indicaciones de extrema precaución sobre mis movimientos dentro de la comisaría, entre los cuales me pedía que por lo menos durante algún tiempo no saliera de mi celda para nada, justamente para evitar cualquier tipo de “malentendido”. Al cabo de uno cinco minutos llegó el primer policía, que entró en la celda porque 62 Diario “Río Negro” del 25 de Octubre de 1994, página 18. 224 IGNACIO R. CANEVARO escuchó voces y nos vio los más panchos, conversando. Se fue más aliviada, pero con la idea fija en la posibilidad de que haya sido toda una maniobra para “preparar el terreno”. No podía dejar de pensar que había pasado todos los controles y llegado a mí sin la menor dificultad. Obviamente no me moví de ese lugar para nada, menos aun con aquellos augurios de larga vida que me auspiciaban los chilenos. La verdad era que mi libertad de acción en Tránsito era casi total. Varias veces pensé que de quererlo, me podría haber fugado y nunca nadie se hubiera enterado, por lo menos hasta unas cuantas horas después. Con la suficiente preparación, hasta podría haber salido del país. Bastaba coordinar un par de detalles y listo. En la etapa final de mi estadía, me daban por dormido cuando me despedía y hasta que no me levantase, no controlaban si aun estaba. Igualmente nunca llegó a ser un pensamiento que llegue a transformarse siquiera en deseo, ya que una fuga ratificaría las infundadas sospechas que ya pesaban sobre mí. Era como consentir que era culpable, y no estaba dispuesto a darles ese gusto. 25 de Diciembre: Para las fiestas navideñas tuve la suerte de recibir a casi toda la familia de visita, la que por distintas razones se dividió en dos: Una parte vendría para nochebuena y la otra para año nuevo. Cuando estás preso los días son absolutamente iguales, no existen los días de semana, no existen los fines de semana, no existen los feriados, no existen las vacaciones de verano ni de invierno: Todos los días del año están calcados. Te acostumbrás a tener sensaciones a través de los demás. Venían mi hermano Pedro, su señora María Idiana y mi sobrina y ahijada Lucía de apenas 29 días. también lo hacían mi hermana Alejandra, mi hermana Dolores con mi cuñado Nicolás y mis sobrinos Eugenia y Sebastián, mi hermana Verónica y mis sobrinos Agustina, Laura y Pablo y mi hermana Fernanda. Desde ya que también lo harían mis padres. Cabe suponer que no entrábamos semejante cantidad de personas en ese espacio tan reducido… Pero entramos. Apretados como en el “60” a las siete de la tarde, logramos cenar y por lo menos en ese momento todo fue como lo había sido siempre. Lo de alrededor desapareció y cada uno puso lo suyo para que esas fiestas en una dependencia ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 225 policial y un hijo o un hermano preso, pasen a segundo plano; Pero segundo plano no quiere decir que el tema no haya estado latente. En el brindis a más de uno se le cayó una lágrima. Sin mucho tiempo para reponerse, luego de la cena recibimos visitas: Llegaron la González y Mariana Peralta para saludarme. Como siempre, –tan afectuosas– estaban como en casa. La familia las integró en la charla y todo fue muy ameno. Luego hicimos un brindis especial y tomamos algunas fotos. Bromas de aquí y de allá parecían transportarnos a otro momento y lugar. 31 de Diciembre: La familia se volvía a separar. Dolores y familia volvían al trabajo en Córdoba, mientras otros venían a Zapala a pasar la última de las fiestas juntos. Esta vez vino mi hermano Juan Martín, mi cuñada María Eugenia y mis sobrinos Agustín y Victoria. Mis hermanas Verónica y Alejandra se quedaron también para el Año nuevo, sobrinos incluidos, ya que no necesitaban volver tan rápido. También se había quedado Pedro y familia. A las 20,30 pasaron por la comisaría Mariana Ascheri y su novio para saludarme por adelantado. Me mandaban –copa de champaña de por medio– los saludos del grupo de amigos. 1995 Camino al Juicio 04 de Enero: Traslado a Capital Dormía todavía cuando a las once y media de la mañana llegó el Capitán Molli. Acompañado por personal de la policía me despertó con grandes abrazos mientras decía: ¿Cómo estás pendejo?, ¡Qué gusto de verte! Había llegado la orden de trasladarme a capital federal para ponerme a disposición del CG y él era el encargado de llevarme hasta el aeropuerto de Zapala, donde me esperaba el avión que despegaría a las 1230. Mientras me vestía pregunté y el avión venía solo para buscarme. El personal de la comisaría se ofreció avisar a mis padres. Veinte minutos después llegaron mis padres con mi hermana Verónica, que con el apuro de llegar antes que me fuera, habían olvidado traerme algunas cosas. 226 IGNACIO R. CANEVARO Me despedí del personal de la División de Policía de tránsito y salimos al ventoso aeropuerto de Zapala. Mi familia nos seguía de cerca en mi R-12. Cuando pasamos por la rotonda de “los primeros pobladores” (la famosa carreta tirada por bueyes en la entrada de Zapala), ya no parecía la misma. Ahora parecía de otra ciudad, distante, como desconocida. Me hizo recordar lo que sentí cuando volví después de 10 años al barrio de Palermo, cuando estaba en el Colegio Militar y todo lo que representaba para mí cuando era niño, se había desvanecido. Ese sentimiento de pertenencia… Uno se siente identificado con la ciudad en donde vive. “Mi” ciudad, dice. Pero Zapala volvía a formar parte de la lista de lugares que perdieron su identidad conmigo. Cuando llegamos al Aeropuerto, se podía ver en la pista una pequeña aeronave blanca y verde. El Jeep estacionó en una plataforma ubicada cerca de la torre de control. Para variar, era un día soleado, con viento y un poco fresco. Molli se bajó y fue a la torre donde suponía estaba aguardando la comisión y en cuestión de segundos comenzaron a salir varias personas de la sala que está en la planta baja, que enfilaron al avión que comenzaba a calentar uno de sus dos motores. Alcancé a saludar a la distancia a la familia que me despedía desde del auto. Cuando subí, me encontré con el mayor que venía a cargo de la comisión; enseguida se encendió el otro motor y comenzamos a rodar hacia la cabecera mientras miraba por la pequeña ventanilla como quedaban como en una foto la torre y el auto a su lado. Motores a pleno, soltó los frenos dando una especie de brinco en el lugar y carreteó finalmente hacia el despegue al tiempo que veía como desde tierra saludaban la partida con los brazos en alto. Eran las 1350. Dos horas y veinte minutos después llegábamos a Capital Federal, sobrevolando seguramente Martínez, Olivos y Vicente López, una zona colmada de chalets, y el cielo celeste intenso ayudaba al sol a reflejarse en unas hermosas piletas mientras escuchaba en mi walkman “Una canción de despedida” del grupo español “Los Lunes”. Verano a pleno: sol, calor, y la siempre presente humedad. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 227 Unos minutos más tarde, aterrizamos en la zona militar del Aeroparque Jorge Newbery, donde nos esperaba una custodia armada en un Jeep MB frente al hangar donde estaba un avión Skyvan de Prefectura Naval. Salimos de Aeroparque y fuimos directamente al RI 1 “Patricios”, donde ya había estado detenido con anterioridad durante el mes de Junio del año anterior. Una vez que llegamos me recibió el oficial de servicio, un Teniente primero que era el oficial de Gimnasia del Regimiento, que me acompañó a la habitación que se me había vuelto a asignar, la Nº 12 del Casino de oficiales. Mientras me ponía al tanto de las directivas de mi estadía, me mostró los mismos memorándums que me habían sido leídos cuando estuve el año anterior. pero esta vez tuve acceso a el sector “Confidencial”. Como en la película “En el Nombre del Padre”, donde la abogada del protagonista pide un expediente y le entregan uno que decía No mostrar a la defensa. Sin quererlo y buscando la lista de personas que estaban autorizadas a visitarme, me exhibió una en la que figuraban unas diez personas a las que no conocía, pero al ponerme a leer un poco más detenidamente, en el encabezado de la misma decía: “Al siguiente personal se le deberá permitir el ingreso a esta unidad sin más identificación que la que lo acredite como los que a continuación se detallan:” Y seguidamente figuraba la lista que confundió mi descuidado acompañante. Antes de cada nombre figuraba la sigla “PCI”, que en la jerga militar significa Personal Civil de Inteligencia. Lo que me llamó la atención fue que eran apellidos conocidos: PCI Racedo, (por el nombre del RIM 10 de Covunco, Grl. Racedo) PCI Acoyte, (por el nombre de la Avenida de la Cap. Fed.) PCI… Y la lista continuaba… En ese momento terminé de comprobar con mis propios ojos el seguimiento que había realizado Inteligencia Militar en mi anterior estadía en el Regimiento al ver hasta los nombres, obviamente de “encubrimiento” (Seudónimos), de las personas que habían realizado la tarea de monitorear las conversaciones de mi habitación. Tal como pensé en Junio del 94, volvió a mi cabeza el pensamiento del propósito de “hacer escucha” sobre un oficial imputado de un supuesto delito de “Abuso de Autoridad”. No tenía sentido que por un hecho así se involucre 228 IGNACIO R. CANEVARO al aparato de la Inteligencia Militar. Tenía que haber algo más gordo como lo que ahora me pasaba. Ya estaba procesado por homicidio: el objetivo estaba logrado. Una vez que se retiró el teniente primero de la habitación, desarmé la mochila, acomodé mis efectos personales y me aboqué a revisar los antiguos alojamientos de los micrófonos. Y claro, ya no estaban allí. Más tarde llegó el Negro, quien me informó que en la mañana siguiente debería comparecer a la sede del Consejo de Guerra. Vestiría mi uniforme de diario y nos encontraríamos en el lugar. 05 de Enero: Temprano por la mañana me vinieron a buscar para llevarme al CG. El jefe de la comisión ni siquiera sabía dónde quedaba y terminamos en el consejo supremo de las fuerzas armadas. Nada que ver. Allí nos indicaron dónde quedaba, y llegamos luego de preguntar varias veces. Había mucho tránsito y los estacionamientos estaban todos ocupados. Terminaron estacionando el Jeep a dos cuadras del lugar, debiendo volver a pié. El conductor se quedó en el Jeep, por lo que el único que me escoltaba era un Teniente primero, quien llevaba una pistola Browning 9 mm. a la espalda colocada en el cinturón. En medio de toda esa gente, “el asesino de Carrasco” caminaba con un tipo que lo perdía a cada rato. Era bastante difícil no hacerlo en esas condiciones. En uno de los tantos momentos en que lo perdí de vista, pensé si no era sencillo salir caminando y doblar en la esquina en vez de seguir derecho. Ese tipo de cosas me confirman que el Ejército sabía perfectamente quién era yo. Jamás pensaría en escaparme. En pocos minutos estuvimos en el CG. Nos encontramos con mi tío y al cabo de unos minutos tuvimos el primer encuentro con Sánchez. Al vernos tuvo una reacción instintiva: Bajó la cabeza en señal de vergüenza y se fue rápidamente. Martínez nos explicó el motivo de la convocatoria, que no era más que el cambio de mi situación procesal. Ahora mi nueva situación procesal era de PPA (Prisión Preventiva Atenuada), lo que significaba el retiro de los centinelas armados y el permiso, regulado por el Jefe de Unidad, de circular por la Unidad. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 229 Todo duró muy poco tiempo y aunque volvimos rápido, el chofer estaba plácidamente dormido en su asiento con el sol dándole en la cara. Volvimos al RI 1, casi sin mediar palabra. 11 de Enero: Por la mañana me viene a ver el S2 del regimiento, Capitán Villa Mello, uno de los pocos oficiales que se preocupaba por que mi estadía en el regimiento sea lo más cómoda posible y dijo que había estado hablando con el 2do Jefe quien, a su requerimiento de extender mi horario de salidas, había accedido. A partir de ese día se me autorizaría hacer uso de las instalaciones de la pileta del club de oficiales, durante los horarios en que éste no esté ocupado. Eso quería decir que podría salir a correr por las tardes y luego ir a nadar un poco, ya que el club cerraba a las 20. Me preguntó como estaba alojado en esta oportunidad, a lo que le contesté que bien, como la anterior pero, sonriéndole, ¡esta vez no pude encontrar los micrófonos! –No, la otra vez sí me constaba de que tenía micrófonos en la habitación, pero en ésta, en realidad no tengo ninguna información, y eso que soy el oficial de Inteligencia de la unidad, pero. ¿Quién le dice? Quizá sí, pero no me consta. Ahí fue cuando aproveché para contarle que había visto la lista del personal PCI que ingresaba a hacer escucha de las conversaciones que se desarrollaban en mi habitación, cómo eran los micrófonos y dónde estaban ubicados. El me comentó que estaba en lo cierto. Había varios turnos, que cubrían las 24 horas y se iban rotando cada ocho horas y tenían su puesto de escucha nada menos que al lado de mi habitación, en la contigua. IGNACIO R. CANEVARO 230 El GA 161 desde el aire. Ubicación de lugares clave del 6 de marzo de 1994. Cerro Gaucho, donde hallaron el cadáver del soldado. Era utilizado también para ejercicios físicos de los oficiales y suboficiales. En la foto la “CAE”, Comprobación Andina Estival. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 231 IGNACIO R. CANEVARO 232 Instrucción de período específico en el cuartel. Los soldados aprendían a manejar los cañones. Atras, el Hospital militar. 1992. La Batería de Tiro “A” de maniobras. De fondo un cañón Sofma. Al año siguiente saldría uno de esta Batería a Croacia. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 233 IGNACIO R. CANEVARO 234 29 de Marzo: Vuelta a Neuquén El diario63 La Mañana del Sur publicó en primera plana con una nota con foto color Ordenaron traer a Canevaro a la cárcel de Neuquén “El Tribunal Oral dispuso que una comisión de la Policía federal lo traslade a Neuquén y lo aloje en la cárcel de máxima seguridad U-9. El juicio oral y público se realizará en Mayo, aunque no se sabe si antes o después de las elecciones presidenciales”. “…La indecisión sobre la fecha del juicio tiene una razón: se quiere evitar que la condena sea utilizada con fines electorales y políticos, por lo tanto se apuesta a que el juicio sea después de la puja electoral. Así, el caso Carrasco vuelve a entrar en una puja extrajudicial que nada tiene que ver con el esclarecimiento del crimen”. Me mandó llamar el Oficial de servicio al segundo piso, me hizo pasar a un despacho y preguntó qué sabía a cerca de mi traslado. Me tomó por sorpresa, no sabía absolutamente nada. Me mostró un diario del día. Aparecía la noticia referente al pedido del tribunal al CG para que se me traslade a la ciudad de Neuquén. Sería alojado posiblemente en la Prisión Regional del Sur, Unidad de máxima seguridad conocida también como U-9. Me dijo que aunque la unidad no había recibido ninguna orden al respecto, sería conveniente que empezara preparar mis cosas para que no me tome por sorpresa. 03 de Abril: Cárcel en Neuquén Mi mamá estaba de visita cuando golpearon la puerta para avisarme que la comisión de la Policía Federal ya se encontraba en la Unidad para hacerse cargo de mi traslado. Tomé mi mochila y el portatrajes. Casi no hubo tiempo para despedidas. Quedamos en encontrarnos en Neuquén. En la puerta me esperaba el Principal Vaca y el Escribiente Escobar, de la Policía Federal de Neuquén. Me quedé pensando en mi mamá. Por mi lado estaba bien, pero ella… Que se lleven a tu hijo de ese modo, a mil quinientos kilómetros… ¿Qué habrá hecho después de salir de Patricios? Se debía sentir re-mal. Mi vida seguía en bajada. Finalizados los trámites pendientes y ya en custodia de los policías, bajamos hasta planta baja donde nos esperaba una Pick-up doble cabina Chevrolet color crema con un chofer. 63 15. Diario “La Mañana del Sur” del 29 de Marzo de 1995, Primera plana y página ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 235 Nadie me vino a despedir, ni siquiera oficialmente. Era la segunda vez que era alojado en el RI 1, en esta oportunidad durante un período de tres meses y el Tcnl. Esteban no había podido hacerse un lugar en su tiempo para “recibirme”. Obvio, Seguramente en este caso se aplicó la Lógica Militar: ¿Cómo iba a ir a despedirme si todavía no me había recibido? El clima se fue distendiendo asombrosamente rápido gracias al buen humor del Pr. Vaca y el Escribiente, quienes en todo momento aprovechaban para explotar alguna situación que se viese en el exterior del móvil para hacer alguna broma. No mentiría si dijese que llegamos al Aeroparque a las carcajadas, era increíble lo que estábamos viviendo; una situación terriblemente compleja, como para llorar diría yo, pues no me trasladaban a un parque de diversiones, sino a una cárcel. Para los policías el tema pasaba por otro lado. Debían asegurarse de cumplir su misión y en definitiva, congeniamos para hacer todas las cosas de la manera más fácil posible: yo conocía mis limitaciones y ellos no hacían ostentación de fuerza para realizar su trabajo. Día de verano, sol radiante con algunas nubes, olor a pasto recién cortado, hacía muchísimo calor, la humedad se sentía como vapor que salía del suelo y adhería a la ropa y cuerpo. La gente, de veraneo, ropa floja, bermudas, remeras y coloridos pañuelos. Ya en la zona militar del Aeroparque y tras hacer un par de trámites, nos buscó y llevó un auto particular y abordamos por la cola del avión encontrándonos con el Comandante de la aeronave que nos recibió. Nos sentamos en los últimos tres asientos. Aproximadamente dos horas después aterrizábamos en la pista del aeropuerto de Neuquén. Esperamos a que descendiera todo el pasaje. Poco después entró por la cola del avión un hombre corpulento, si mal no recuerdo con pocos cabellos que peinar, cara de preocupado y una sonrisa que trataba de disimularlo. Era el Comisario Amarillo, Jefe de la Delegación de la Policía Federal de Neuquén. Explicó cómo se haría el traslado. Afuera estaban todos los medios periodísticos, televisivos y radiales del país. Cuando bajamos las escalerillas se pudo entender la previsión. De costado, estaba un móvil policial, con las puertas traseras abiertas y varios policías alrededor. 236 IGNACIO R. CANEVARO El clima cálido y el ambiente de veraneo esfumaron con asombrosa rapidez. La humedad dio paso a una atmósfera seca y la cara de Amarillo se calcó a las nuestras. Raudamente salimos del aeropuerto por una barrera no habilitada. Poco después pasábamos por la parte trasera de la terminal de ómnibus y tras unas cuantas cuadras más, llegábamos a la Prisión Regional del Sur, sobre la calle Entre Ríos al 300. En el acceso también había una gran cantidad de periodistas que venían a registrar mi entrada a la cárcel pero entramos por otro lado. Era la primera vez que entraba a una prisión del Servicio Penitenciario Federal. En un trámite realmente triste, fui requisado y despojado de mi crucifijo y reloj, que quedaría depositado en un pañol hasta que lo solicitara, pero por nota, al Jefe de Requisa. Todo lo que uno conoce para manejarse en sociedad, allí no sirve. Es todo distinto. Fue empezar de cero. Se me volvieron a tomar las huellas dactilares, esta vez se efectuaron como siete juegos de fichas. Se me hizo revisar por el enfermero de turno para constatar mi estado de salud y sacaron todos mis efectos personales de la mochila y portatrajes para requisarlos. Uno por uno fueron revisados hasta en sus últimos detalles, las solapas, los ruedos y las costuras que eran palpadas de manera especial para ver si en su interior se encontraba vaya a saber qué cosa. Algunas de las cosas que traía se me retuvieron por no estar autorizadas para el régimen del Servicio Penitenciario, como el desodorante, que por venir en aerosol. Todos los artefactos electrónicos, como la afeitadora, el walkman, etc., serían revisados en Requisa, luego de lo cual, y después de solicitarlo bajo audiencia, serían posteriormente devueltos. Terminada esta etapa en la oficina de Judiciales, un Suboficial de requisas me condujo a través de un pasillo que desembocaba al hall de recepción a la prisión con adornos alusivos a otras prisiones del país y un deprimente póster con un poema tan lúgubre y patético que daban ganas de ahorcarse con un alambre. Algo como “las hojas marchitas de la vida que no pudo ser…”. Íbamos de un lado a otro entre pasillos que parecían un laberinto con paredes salpicré de color crema, penachos de cables de todo tipo y color cruzando por todos lados y mucha suciedad en pisos y paredes. Ah, también muchas, pero muchas rejas… ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 237 Debimos pasar exactamente por cinco controles en los que nos tenían que abrir los portones de rejas cerrados con candados para llegar al depósito, por decirle de alguna manera, donde se me proveería de un colchón y una almohada, también para llamarlos de alguna manera, pues el colchón era un trozo de poliuretano, sucio, con hedor a combustible y sin funda, que no tenía forma. La almohada con las mismas características aunque no creo que se pueda llamar almohada: era un trozo de esos mismos “colchones”, cortado casi con los dientes. Con semejante grosor sería imposible colocarlo bajo la cabeza. Con todo “eso” a cuestas, incluyendo mis cosas, desandamos parte del trayecto hasta una especie de patio interior, rodeado por construcciones de una sola planta de color blanco “a la cal” con ventanas que daban a las oficinas en las que minutos antes habíamos estado, protegidas con las infaltables rejas, que se colocan en todo lugar donde hay una abertura, tenga o no acceso a ellas la población penal. En este sentido tienen taras como los militares, donde todo lo que se mueve, se saluda, y todo lo que está quieto, se pinta de blanco. Aquí, la cuestión son las aberturas, y las rejas lógicamente. Tras tocar una puerta, entramos en el pabellón 2, y subimos al primer piso donde alojaban a internos de las FFSS. Con un sistema similar al de una caja fuerte, se abrió la puerta y nos encontramos con una especie de “galpón”, con un pasillo en el medio y sobre los laterales, catorce celdas individuales, de unos 3x2 metros. Las puertas eran de rejas con un chapón en el centro, también tenían pequeñas ventanas a tres metros de altura, un rustico armario empotrado y una mesita de metal empotrada en la pared. El pasillo, de unos 25 Mts. de largo por unos 5 Mts. de ancho, terminaba en “T”. allí estaban las duchas y los tres baños, con puertas pequeñas de metal color marrón y retretes empotrados en una especie de tarima de material. En el centro del mismo pasillo y a la altura de la segunda y sexta celda había unos quemadores – anafes como luego me enteré que se llamaban – bajo una parrilla para utilizarlas como cocina. La novedad fue que estaría solo, aislado del resto de la población penal, incluso de los demás internos de las FFSS, que estaban en un pequeño pabellón en la planta baja, por disposición del Tribunal Oral Federal de Neuquén. Todas las celdas estaban cerradas por lo que se abrió una, la primera de la izquierda para alojarme allí. La pequeña ventana de la misma daba a la calle Entre Ríos, muralla por medio. 238 IGNACIO R. CANEVARO La puerta del pabellón se cerró, se dejó abierta la de mi celda y el silencio ahogó el ambiente. Los primeros minutos fueron como el vacío producido tras una explosión. Así se siente. Cansado, tensionado, aturdido, sin capacidad de reacción, shockeado… Uno no alcanza a entender el porqué de toda esa injusticia, ¡No tiene ni la menor idea de lo que le está sucediendo! Lo que hice primero fue conocer el lugar; estaba desierto desde hacía tiempo – se notaba – ya que no se veían señales de haber sido habitado en meses. Estaba todo limpio y pintado de color crema casi amarillo pero el polvillo lo tapaba todo. Luego de recorrer el pabellón, es como que empecé a recobrar de a poco los sentidos, a salir del letargo y aparecieron “pensamientos” en mi cabeza –Claro, nadie muere por esto –dije. Pero la pucha qué joda! Y ahora qué… No tenía ni el reloj, que parece una estupidez, pero cómo se sentía! No sabía qué hacer. Sabía que mis padres no vendrían en un par de días por lo menos, ya que tendrían que viajar y acomodarse en la ciudad de Neuquén antes que pudiera recibir sus visitas. Sentía la necesidad de hablar con alguien, de descargarme un poco, pero no había nada. Empecé a acomodar las pocas cosas que tenía en la celda pero terminé demasiado rápido. Pedí si no me podían alcanzar unas bolsas grandes. Mi intención era envolver al colchón, que despedía un fuerte olor a nafta y preveía que con eso en el ambiente no podría dormir. Con eso disminuyó el vaho que despedía aunque sin eliminarlo por completo. Lo mismo hice con la “almohada”, igual fue un asco, al punto de dar náuseas. Tiempo después vino a verme el jefe de la sección Educación del penal, quien me ofreció una lista en donde figuraban los títulos de los ejemplares que estaban a disposición en la biblioteca. La verdad es que todos los libros que figuraban eran de segunda, por decirlo de algún modo, y como mucho la lectura no me atrapaba, la verdad es que sólo pude rescatar algunos clásicos que sí conocía por el nombre de sus autores, entre los que figuraban Dostoievski y Dickens, elección poco feliz si uno está en esta situación, ya que sus cuentos son muy sombríos y tristes. Me dediqué a leer primero el cuento de Dickens, que a decir verdad, más que calmarme me producía bastante ansiedad ya que se trataba de un tipo que ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 239 vivía en una ciudad inglesa en los años de la revolución industrial y el pobre la pasaba bastante mal. También estaba la molestia de no tener el reloj, para saber siquiera cómo pasaban las horas, pero por suerte me habían dejado retener un walkman que me servía para escuchar las noticias. Se me ocurrió entonces la idea de marcar en el piso las sombras del sol reflejadas en el piso de acuerdo al horario de las noticias que reportaban cada media hora. Así es que tuve una especie de reloj improvisado durante el tiempo que demoraría la entrega de los objetos que me habían quitado. Luego de horas y horas de tediosa lectura, saldría al patio, que estaría desierto por la orden del Tribunal Oral y de 15 a 16 hs. El almuerzo, como no estaba permitido el ingreso de comestibles de ningún tipo al penal, saldría de la cocina del penal, lo que me dio una somera idea del bodoque que me tendría que tragar todos los días. Caída la noche seguía las noticias que daban cuenta de mi llegada a la Ciudad de Neuquén. La música que utilizaban de cortina se me hizo muy familiar y casi distinguía las emisoras por el tipo avances que hacían. A las 20,30 ya estaba cansado de estar tan solo. Empezaba a extrañar la presencia humana. Vino la cena y hasta las 0,30 otro vacío. El celador vino a cerrar la celda y a constatar que estuviese aún con vida. Me dijo que fuera al baño ya que hasta las siete de la mañana del día siguiente cerraría mi puerta. Pronto me enteraría de lo que hacían los demás internos: hacían sus necesidades en una botella –en el mejor de los casos– y la desagotaban durante la mañana y si querían hacer el N° 2, la verdad es que nunca tuve respuesta. 04 de Abril: Después de la interminable primer noche en el penal, las noticias seguían como si lo hubiesen hecho durante toda la noche y ya me empezaron a cansar, con lo que se me dificultaba para saber la hora. Como no habían traído el almuerzo, llamé y llamé pero nadie me contestó. Así fue que llegó la hora del recreo, y ya empezaba a tener sorpresas… El celador, una roca dura de apellido Moyano venía con mi almuerzo. Le dije que me esperara a que almorzase y que luego de unos minutos estaría listo para salir al patio, pero la respuesta fue de lo más racional: –No, el horario del recreo es de 15 a 16, así que o come, o sale al patio. 240 IGNACIO R. CANEVARO –Mire, espéreme que como en un minuto y luego salgo –le contesté– pero al tipo le importaba un pito procurarme las únicas dos cosas que incluían su trabajo. Como hablar con estos tipos era inútil, preferí salir al patio y dejar para después al suculento plato de guiso, el cual deposité en uno de los anafes del centro del pabellón. El recreo fue un opio. Un patiecito cuadrado como el de una casa, rodeado de alambre tejido con unos arcos de fútbol hechos de caños de agua era el famoso patio, por el cual se escuchaba a los demás internos suplicar por salir. En los laterales estaban alojados los que gozaban de buena conducta, los que para el Servicio Penitenciario son los “Período de Prueba”, ya próximos a salir. Tenían un cantero, al que usaban como si fuese una quinta, en donde plantaban algunas plantitas, que cuidaban celosamente. A las 16 vino a buscarme el buen tipo de Moyano y subimos al pabellón, donde quedé a solas con el almuerzo por delante. Cuando tomé el plato de aluminio, pensé que me lo habían cambiado; miré para todos lados, pero obviamente no encontré a nadie. Tenía como una capa de cera en la superficie… pero no era cera, era grasa; grasa que se había enfriado y que por suerte y gracias a la amabilidad de Moyano, no había comido. Sonriendo me atreví a dar vuelta el plato y a qué no saben qué: no cayó nada. Me quedé con la sopa, bah, juro que era agua transparente con dos o tres hojas de acelga o algo parecido. El postre era una feta de queso con una cosa que deseaba fervientemente ser una igual de dulce de membrillo, pero solo llegaba a una tímida “cucharada” de lo mismo, por lo deformado. Los días pasaron entre el reloj en el piso, las noticias por la radio, los recreos a solas y el teléfono, que bien merece un comentario. En el penal éramos 220 internos, pero había un solo teléfono público al cual se accedía solo tres veces por semana, cada una de las cuales con una duración de quince minutos medidos por un guardia, quien también registraba el nombre del que llamaba, la hora en la que realizaba la llamada, el número al que lo hacía y se encargaba de hacer cortar a los que se demoraban de más. Para poder hacer una llamada se tenía que anotar en una lista y luego por turnos de dos o tres salían a un patio en donde se encontraba ese preciado tesoro. Por fin pudieron venir mis padres a visitarme, trayéndome algunas de las cosas que necesitaba. Como existía una prohibición de mezclarme con el resto ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 241 de la población penal, no podía hacer uso del patio de visitas y su salón. Para mis visitas me fue asignado el hall de entrada al penal, ese del póster ridículo. Así es que con sólo un banco de madera verde (al que trasladábamos desde el pabellón) y una bolsa con té y un termo con agua caliente los recibí. La verdad es que no sé como describir esa visita. Me quiero imaginar los pensamientos de mis viejos al verme en esa situación y la verdad es que no puedo. Me comentaron su deseo de establecerse en Neuquén lo que sea necesario, pero por el momento estaban buscando dónde. Los días siguieron como el primero, pero cada vez más aburridos. La prohibición del tribunal de todo contacto con los demás internos había colocado a los que ocupaban el pabellón donde yo estaba, en un lugar extremadamente pequeño. Era un despropósito alojar a uno en un lugar para 14 y 7 en un lugar para tres. Terminaron haciendo un enroque, pero a mí me trasladaron a un “aislamiento”. Así es que tuve que juntar nuevamente mis pertenencias y me condujeron al piso de abajo, que tras cruzar una puerta de alambre, daba a un lugar del que nunca había reparado durante mis salidas al patio. Era un verdadero hueco, un agujero roñoso que estaba abandonado y que no daba señales de haber sido habitado durante siglos. Parecía un castigo. La puerta de entrada era de metal y daba a una especie de cocina, que en realidad era una mesada con anafe y luego una especie de “ele” llevaba a la “habitación”, que constaba de una sala oscura con una cama y unas duchas con un par de retretes. Las ventanas estaban cubiertas con unas mantas que desprendían un hedor difícil de transmitir y el techo estaba plagado de cañerías de cerámica de las cuales chorreaban finas goteras, seguramente del pabellón 2 del que me acababan de desalojar. Cuando dejé mis cosas, cerraron la puerta y de nuevo el silencio, el vacío y el desconcierto. Quedé como paralizado porque no podía creer adónde había ido a parar. Tenía una sensación de querer acostarme y no pensar más en esta situación; Siempre funcionó para mí el dormir un poco para poder calmarme y retomar luego las cosas con mejor ánimo, pero esta vez no podía ser así ya que daba pavura tocar cualquier cosa, hasta el mismísimo aire. Otra vez el shock, pero reaccioné más rápido y me propuse por lo menos proporcionarme un lugar donde poder descansar y así ver las cosas un poco más claras. Así es que llamé al celador y pedí que me trajeran elementos de limpieza para asear esa caverna. 242 IGNACIO R. CANEVARO Lo que primero hice fue quitar de las ventanas esas mantas hediondas con una escoba, y al caer desprendieron una nube de polvo, lo que me figuraba como millones de insectos microscópicos que se metían en mi nariz y ojos. Salía fuera de la madriguera para tomar unas bocanadas de aire y luego volvía con lo mismo. Me pidieron que como no tenían envases para darme la lavandina les devolviera el bidón de diez litros con lo que me sobrara, pero lo utilicé todo; Nada se salvó. Incluso las paredes, los baños, la cocina, y hasta la mismísima cama, cuyo armazón no se salvó de los chorros de desinfectante puro. Luego de tres horas terminé destrozado. Sentía que tuve que limpiar la cueva de un oso… mugriento. Caí rendido en la cama, dejando la cena para que se la comieran las cucarachas. Jamás había visto tantas en mi vida, tampoco sabía que con la luz las bichas no salen, pero al apagarla era como una fiesta con fuegos artificiales y todo. De eso me di cuenta cuando me levanté en medio de la madrugada para ir al baño y no me quedó otra que comenzar a aprender a convivir con ellas. Al día siguiente no me despertaron los gritos de nadie, no me llamó nadie porque no me harían ninguna prueba, ni tampoco nadie me molestó. Bastante bueno este nadie… Lo que sí me despertó fue un sueño en el que estaba en la cascada de un río de Córdoba, y el agua fresca golpeaba en mi cara, hasta que me di cuenta que no era Córdoba, ni tampoco un sueño: realmente un chorro de agua, pero gris caía sobre mi cama desde el techo y sí golpeaba mi cara. Estaba debajo de una de las tantas rajaduras que tenían esas cañerías del techo. Yo escuchaba entre sueños los ruidos que hacen los secadores en el piso cuando están baldeando y todo lo que caía era la porquería que filtraba por el resumidero del pabellón de arriba, por lo que rápidamente me levanté y corrí la cama. Cuando miré la hora, ¡me quería matar!, ¡eran las ocho de la mañana!, Los días siguientes se caracterizaron por la adaptación a la vida cavernícola. El tema era cómo mejorar esas condiciones de vida. Por empezar, con un par de cubiertos estaría bien, ya que no se me permitía tener ni tenedores ni cuchillos. Mis padres me traían semanalmente un paquete de cubiertos de plástico de cotillón, como para reemplazarlos, pero duraban muy poco porque se quebraban a la menor presión. La comida obviamente seguía siendo la misma, pero ahora me había enterado que podía hacer unas pequeñas compras en una cantina con dinero que me depositaban mis padres, siendo la compra realizada por personal peniten- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 243 ciario, siempre con las restricciones existentes en cuanto al tipo de elementos permitidos para ingresar al penal. La relación con los demás internos casi no existía por la prohibición del Tribunal Oral, pero algunos la pasaban por alto en la hora en la que salía al patio. En cierta ocasión, uno de ellos, como veía que utilizaba el tiempo que tenía de recreo en hacer ejercicios, me hizo una apuesta. Consistía en correr alrededor de la cancha de fútbol cien vueltas. Como se podía entrever, la prueba no estaba tanto en la extensión del recorrido, sino en ver correr a un tipo en círculos hasta el hartazgo. Lo que estaba en juego –fuera del penal– era una estupidez, pero aquí era un elemento preciado a la hora de almorzar o cenar: una docena de huevos, que de cumplir con la apuesta me sería entregada sin preguntar su procedencia, ya que seguramente era robada o “transada”; y en caso de no alcanzar a cumplirla, yo debía pagar un cartón de cigarrillos. Si me ponía a pensar, el desafío era desigual por donde se lo mire, pero el tener unos cuantos huevos en la mesa me tentaron tanto que no me importó. Así es que me puse a correr como un zanguango alrededor de esa baldosa hasta conseguir mi propósito. Luego casi a los tropezones me llevé el trofeo a la cueva y los escondí para que la requisa que pasaba los viernes en busca de elementos no permitidos, no me los quitara. Pero como no me quise arriesgar, en dos días me los comí todos: poyé, pasados por agua, fritos, revueltos, estrellados, duros, y hasta batidos con azúcar. Terminé con la lengua blanca, por el hígado que me pedía un poco de piedad. 02 de Mayo: De vez en cuando llamaba por teléfono a la casa de Mariana Peralta para saludar y eso era aprovechado por “los chicos” –Wallnofer, Parodi, González, Peralta y Troncoso– para reunirse y conversar conmigo. Esta vez no habían llegado, por lo que nos empachamos hablando con Mariana y su mamá “Negrita”, que más que la mamá de una amiga parecía una tía. Siempre muy amorosa y acompañando en todo. Al final concertamos para la semana siguiente y a la misma hora para reunirnos. Era sabido que las conversaciones eran escuchadas permanentemente por el Servicio Penitenciario, que tenía pinchado este único teléfono, pero como siempre dije, lo que iban a obtener es aburrirse como unas marmotas con la sarta de pavadas que nos decíamos. 244 IGNACIO R. CANEVARO 13 de Mayo: Por la tarde y tal como lo habíamos convenido, hablé por teléfono a Zapala y esta vez sí estaban esperando la llamada. Hablé con Eliseo (Wallnofer), Mariana (Peralta) y con Viviana (González). La “Vivi” me sorprendió con su futuro pase al Comando de la VI Brigada de Montaña. Raro para ella que odiaba la ciudad de Neuquén. No estaba como siempre, era como si estuviese vigilada, como hablando para otra persona. Así, de repente, en medio de la conversación soltó: –Ahora voy a estar más cerca para poder visitarte –con tono novelesco. –¿Por esto del pase? –Sin darme cuenta. –Y… sí. Ahora me vas a poder recibir como tu visita… ¿o te lo voy a tener que mandar por escrito? –Sabés lo que pasa, esto de las visitas es bastante complicado, porque acá te exigen un montón de boludeces para entrar y la verdad es que se va a demorar un poco, pero sí… claro! –Bueno, y si no puedo como amiga –saltó fuera de tiempo y de contexto– supongo que no tendré inconvenientes en entrar como amante… La verdad es que era la primera vez que me decía una tontería de ese tipo. Ella no era así: Jamás se hubiera rotulado como amante. La perra lo hubiera tomado como un rebaje. Sentí como que no me estaba hablando a mí, como si me lo hubiera dicho a propósito, para algo, o más bien para alguien; no sonó bien eso, fue más bien muy forzado. Quizá porque teníamos tan solo veintitrés años. Lo que sí sé es que no me gustó; porque la estaban escuchando los demás y porque como ya sabía, la línea estaba pinchada. Además, y si vamos al caso, yo no era su amante, creo que eso está claro. Días después, la González revistaba en el Comando de la VI Brigada de Montaña de Neuquén. El pase, imprevisto como su cambio de proceder, hizo que jamás llegara a visitarme, y si le buscamos alguna explicación, con esperar un par de días surgirían otras tantas respuestas. 14 de Mayo: Reelección de Menem Reforma constitucional mediante, la fórmula Menem-Ruckauf logró casi el 49 por ciento de los votos y se quedó con la victoria en primera vuelta. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 245 Menem había logrado la reelección. La gente lo apoyó entre otras cosas por la conquista de la estabilidad y la suspensión del Servicio Militar Obligatorio. Durante la campaña proselitista, se había echado mano a cuanto recurso fue necesario para lograr el propósito final de permanecer en el sillón presidencial. Uno de esos recursos fue el envío de una carta a mediados de mayo, destinada a captar el agradecimiento de los jóvenes que se vieron beneficiados con la supresión del servicio militar. Con tono canchero, informal y confidente, aseguraba que dicha supresión, si bien no fue un caballito de batalla en su campaña política, ahora que se hizo realidad ese deseo que era “…tuyo, de tu familia y de todas las familias argentinas (…), te escribo para decirte misión cumplida: “La colimba ya fue…”. Entre otras cosas también afirmaba que “…los jóvenes tienen un rol significativo en nuestro plan de gobierno…”, pero al momento de encarar el segundo mandato todas esas promesas quedaron dentro de las urnas para no salir más. No tan solo no las cumplió, sino que su segundo mandato fue la profundización de esa nube de esperanza que fue el primero. Cuando entregó la banda presidencial, nos dimos cuenta que habíamos había vivido un sueño en el que en realidad se beneficiaron muy pocos. De todas maneras y tal como lo debe haber imaginado, la gente se volcó a favor de la precaria mejora económica y del nivel de vida, dándole definitivamente el sí que necesitaba. 24 de Mayo: La González y el pantalón. Segunda pata de la mentira. El diario Río Negro64 editó en primera plana una noticia bomba. Complica más a Canevaro la revelación de una enfermera. La subteniente Viviana González rompió el pacto de silencio al declarar ayer que el pantalón bombacha que tenía puesto Carrasco cuando se encontró su cadáver, era el mismo que le prestó, por amistad, al subteniente. “…Viviana González (…) participó de la autopsia realizada en el cuerpo del soldado y advirtió que Carrasco tenía puesto el mismo pantalón bombacha que, durante la semana santa le había prestado a su por entonces amigo Canevaro. 64 25. Diario “Río Negro” del 24 de Mayo de 1995, Primera plana y páginas 24 y 246 IGNACIO R. CANEVARO … La subteniente declaró en esta etapa de instrucción suplementaria a requerimiento del fiscal Manuel de Reyes Balboa, quien se mostró sumamente satisfecho luego de la audiencia. La González debe haber tenido que tragar varias veces mientras se calzaba su uniforme de diario. Es que iba a concurrir al Tribunal Oral y dar el paso que nunca hubiera dado si no la apretaban como lo hicieron. Su preparación como soldado –que creía firmemente afianzada– no fue suficiente a la hora de enfrentar las amenazas de un abogado bien informado y con poder, que auspiciaba nada menos que el estado mayor. De todas maneras, las piernas no le flaquearon a la hora de subir las escaleras de un cadalso ajeno y llegó al Tribunal con la intención de sacarse ese peso de encima, sin importar lo que viniese. Así le dio al expediente el impulso que necesitaba. Miles de fojas, cientos de diligencias, pericias de todo tipo, más de cien de testigos, pero lo único que tenían en la calle Carlos H Rodríguez 46 era un cadáver y la íntima convicción –y deseo– de que el asesino esté entre los imputados, más allá que hayan sido bien imputados; Ese era un detalle secundario para Caro y para el Tribunal Oral, quien ahora realizaba su instrucción suplementaria, para tapar los huecos dejados por Caro. En el examen, el juez de Zapala había entregado la hoja en blanco, y los profesores neuquinos, estaban decididos a aprobarlo. Por otra parte, el Doctor Juan Carlos Moreno Campos era un abogado que había designado el Estado Mayor del Ejército para el caso Carrasco, pero era extraño al proceso que se investigaba por no ser parte en el expediente, aunque sí era un fanático interesado, pues la suerte de la reputación del Ejército estaba en sus manos, o por lo menos, así le deben haber dicho. Así es que trabajó con el general Miná y aportó testigos “claves” al fiscal Balboa para apuntalar la historia oficial. Gracias a su influencia y rapidez, accedía a cualquier nivel y conversaba con los protagonistas de los sucesos de marzo en el cuartel y luego pasaba por un tamiz a quienes servirían y rechazaba a los que no podrían aportar nada. Hasta ahí todo bien –como dije antes, si fuese parte en el expediente– pero lo que no estaba bien, era que no tan solo observaba quiénes podrían ser útiles testigos, sino que también los instruía en cómo –o lo que es peor– qué era lo que tenían que declarar, como así también clasificaba a los duros y los blandos, como a quienes se los podría influir en su declaración y a los que no. Este personaje sesentón, medio calvo con anteojos de grueso armazón y de aspecto inofensivo, tenía inclusive diseñado un plan para cada uno. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 247 A los blandos, con solo un “Buh!” los obligaba a decir lo que él quisiera, pero la verdad es una incógnita saber cómo hizo para torcer a los que tenían un poco más de carácter, y de allí su reconocida eficacia, que lo colocó en esta tarea tan difícil… pero que cumplió tan bien. Los testigos aportados por este personaje de bajo perfil, son los que hicieron los aportes más decisivos en los momentos en que la investigación parecía perder tracción y los que en definitiva torcieron hacia el rumbo prefijado por el mismo ejército. Las declaraciones de la Troncoso, la novena y última del arrepentido sargento Sánchez y por supuesto la de la González son sus logros más trascendentes. Justamente son las declaraciones que sirvieron como base a la acusación contra los que luego fuimos imputados… y también sirvieron como base a los fundamentos de la sentencia. Nada más ni nada menos. Fue, aunque también hubo arquitectos y obreros, un verdadero ideólogo de la Historia Oficial. Luego de obtener los resultados esperados por estas declaraciones, Moreno Campos dejó ese bajo perfil de lado y dedicó su tiempo a supervisar a la distancia los saldos de su labor. Aún eran frecuentes sus llamadas al Tribunal Oral y también lo eran los informes que recibía sobre las alternativas del expediente y hasta del juicio, que le enviaba otro de los “encantados” por su tarea. El mismo sargento Sánchez, a través de su abogado; Pero eso se sabrá luego. Ahora se sabe que no solo visitaba a todos los militares del cuartel de Zapala, sino que también visitaba a los jueces del Tribunal Oral, al fiscal Reyes de Balboa y aun más; Al fiscal de Zapala, donde se instruyó el sumario por el homicidio y que luego lo hizo con el sumario por encubrimiento. Pero vamos a lo que declaró la González: Ya sabíamos que era jefe del depósito de intendencia del hospital militar y que por mi inexperiencia supuse que ella estaba a cargo del depósito de ropa del BAL, por lo que en el año ‘92 le había pedido que me consiguiera una bombacha de combate más chica. Moreno Campos, en una de las asiduas visitas que les hacía a las enfermeras en el casino de oficiales de la guarnición de Zapala, logró arrancar esta data incidental y le colocó un señalador con un clip. Ya sabía que el pantalón con el que había sido encontrado el cadáver de Carrasco no pertenecía al soldado. Había un oficial de apellido Canevaro que estaba detenido por la justicia militar como en stand by esperando ser procesado por el delito de homicidio, al igual que dos soldados, pero no había contra ellos ninguna prueba de cargo que sustentara ese procesamiento. Ese año debía llevarse a cabo el juicio oral por el homicidio de Carrasco y no había más que antojadizas suposiciones y 248 IGNACIO R. CANEVARO él lo sabía… Lo sabía y era conciente de ello, incluso mucho más que Caro y el Tribunal Oral, que seguían empantanados, sin poder hallarle el pulso al expediente que ya presentaba signos de asfixia. Resuelto a no dejar que decaiga el ímpetu de la acusación, decidió acercar una mano al expediente. Pero como sabemos, no era parte, y usó sus conexiones aceitadas desde tiempo atrás para reunirse con el fiscal del Tribunal Oral soplándole al oído que tenía para él la declaración que siempre estuvo esperando. Llevó a Balboa a conocer a la González, quien ahora decía estar mortificada por su largo silencio y su cargo de conciencia, agregando que el pantalón que llevaba puesto el cadáver de Carrasco al momento de ser encontrado en el cerro Gaucho, era de ella. Todo hasta allí bien podría haber sido cierto; Que el cadáver tenga puesto un pantalón que le pertenecía era perfectamente posible. Siempre se había caracterizado por conducirse con extrema frialdad, tanta que sorprendía por ser una joven aparentemente común. Así como alguna vez me habían preguntado sobre lo que sería capaz de hacer Sánchez, la González era capaz de hacer esto y mucho más; Sin embargo no la entendía, aunque después de todo, quién entendía a la perra? Pero lo que sigue de su declaración –que hasta ese entonces era solo un secreto bien guardado entre ahora ellos tres– supera la invención más malvada e injustificada de todas: Dijo que si bien ese pantalón era suyo, había llegado a vestir ese cadáver porque un par de días antes se lo había pedido prestado yo. O sea, yo supuestamente utilicé el pantalón para vestir el cadáver de Carrasco. Allí es donde la labor de Moreno Campos debe haber logrado su éxito más rutilante. La mujer que mató sin conmoverse a su cachorro con un disparo en la cabeza porque no le permitían que la acompañara al cuartel, una mujer fría como la que más, ahora era manteca en manos de Moreno Campos que como todo un titiritero le soplaba lo que tenía que decir para deleitar al público formado sólo por Balboa. Es tan raro que lo haya hecho… Todavía quisiera encontrarme con ella para que me cuente porqué lo hizo. Me cuesta creer que en un principio no se haya negado, ya que además de no ser cierto lo que le hicieron decir, no existían motivos como para despreciar tanto la suerte su compañero que siempre se portó bien con ella. Qué presión debe haber tenido que soportar, que llegó al punto de poner en la balanza su vida o la mía. En ese contexto, no la culpo, aunque se que no hubiera hecho lo mismo; La oportunidad la tuve cuando me ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 249 ofrecieron excusarme como Sánchez, pero preferí sostener mi inocencia sin necesidad de hundir a nadie, que por otra parte, no tenía ni idea sobre si tenían algo o no que ver. 13 de Setiembre: El papel de los medios El diario65 Río Negro editó El Juicio oral fue fijado para el 26, pero se postergará “Casi un año y medio después de ser descubierto el asesinato del soldado Omar Carrasco, la justicia fi jó fecha para el juicio oral. “…Tampoco se podrá grabar y menos transmitir en directo las audiencias, ni por televisión ni por radio. El juicio, que durará por lo menos un mes, fue considerado ‘histórico’por las fuentes consultadas por ‘Río Negro’, y por eso destacaron la importancia de que tenga la mayor transparencia y difusión posible…”. El papel de los medios fue muy importante a lo largo de todo el caso. Tan importante que se transformaron en los otros sentenciantes. Al principio, distraídos con el cebo que la Inteligencia Militar le puso en su camino, formó la opinión pública en forma muy temprana volcándola en contra de los que fuimos sindicados por el mismo ejército. Eso sí: que no quepan dudas. El primer acusador de los que después fuimos condenados, fue el mismo ejército. El consejo de guerra de Covunco fue el apretón de manos entre la inteligencia militar y los medios oficialistas. Allí fueron convocados para que transmitan a todo el país lo que la institución quería. El mensaje parecía ser acá estamos juzgando al jefe de Carrasco que es un enajenado que maltrata soldados. ¿Si mató a Carrasco? Saquen sus conclusiones. Era la primera vez desde el regreso de la democracia que se publicaban en los medios tantas opiniones contrarias al ejército y su sistema de conscripción. Si bien la institución no gozaba de credibilidad, estaba dando pistas muy claras, tan claras que ni sus detractores más duros podían descartarlas. Animados por esa aparente falta de reacción de la misma institución, y del gobierno que por otra parte los apoyó, redoblaron la apuesta y sin demasiados elementos de juicio, practicaron tiro al pato con los acusados. Ahora salían personajes jamás conocidos a denunciar en los medios cómo fueron maltratados en su colimba, como si eso agravara nuestra situación… 65 Diario “Río Negro” del 13 de Setiembre de 1995., página 6. 250 IGNACIO R. CANEVARO Pero un así lo hicieron. Increíblemente parece mentira pero así fue. Aunque hayan denunciado hechos de hacía dos décadas, nos perjudicaba, pues la sociedad se agrupó entre los que criticaban a los militares y los que se callaban, aunque los desaprobaran en silencio. A eso se sumaba que los acusados vestían uniforme, aunque sólo yo era de carrera, pero eso tampoco importó. Más que nada durante los primeros decisivos meses, hubo ocasiones en que los medios evidenciaron su tendencia condenatoria de tal manera que era muy difícil escudriñar otro desenlace que no sea el de un linchamiento público. Quien se atreviera siquiera a sospechar sobre la indudable culpabilidad de los detenidos, no era tratado con ecuanimidad y de inmediato se procuraba descalificarlo. Por momentos parecía que los medios y la opinión pública le indicaran a Caro las medidas que debía dictar. Como en la cancha, donde la hinchada insiste en llamar a un jugador que está en el banco, y al fin el DT lo saca a la cancha, haya o no estado en sus planes. Así eran las cosas en Zapala y Neuquén. A mediados del año ‘94, luego de que fui procesado (eso sí), el diario Río Negro publicó el summun de la tendencia amarillista. Aún cuando Caro jugaba a las cartas por cuál de las hipótesis se inclinaba, un suplemento en varias entregas contaba cómo se había cometido el asesinato, gráficos mediante inclusive, como para que no queden dudas. Los mismos medios se empezaron a agrupar en dos grupos bien diferenciados: Estaban los que eran un poco moderados y también los más tendenciosos. Los que más páginas le dedicaron al crimen del soldado, fueron Río Negro y La Mañana del Sur, por su condición de locales. De los diarios de tirada nacional se ocuparon La Nación, Clarín y Página 12. Pero a pesar de esa gacetilla del año ‘94, los más objetivos fueron los locales y La Nación. A medida que fueron pasando los meses, aparecieron algunos interrogantes que –con prudencia– eran puestos en consideración, pero nadie amagaba responderlos para no ser contrarios a “la movida” que convalidaba las condenas, que era enorme. Mientras, el grupo Clarín y Página 12 siempre mantuvieron una línea dura, afín al discurso del gobierno, que fustigaba en cuanta nota podía a los acusados y a quien los defendiera. Igualmente para nuestra defensa, cualquier medio –por más tendencioso que fuera– era conveniente que participara de la emisión del juicio, ya que siempre serían menos parciales que el Tribunal Oral de Neuquén, que ya era un extremo imposible de superar. Funcionarían como garantía que el juicio no sea una parodia para justificar las condenas que ya estaban cantadas y que uno ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 251 de los diarios locales no tardarían en denunciar. Había un detalle insoslayable: Si se filmaba el juicio y la transmisión era en directo, nos sentiríamos protegidos por la mirada del mismo público que nos avergonzaba, pero que también fiscalizaba la tarea judicial, y eso pesaba sobre los hombros del Tribunal Oral, que se sentía incómodamente controlado. Pero, la incomodidad fue demasiada, y si bien se filmó el juicio, solo pudieron hacerlo las cámaras de un circuito cerrado del mismo juzgado, que con la promesa de entregarlo a los medios una vez terminado el juicio, pasó al olvido sin que se pudiera televisar en directo a todo el país las alternativas de este caso y con ello se perdió el único seguro real que oficiaba de garante ante los abusos que –ahora con vía libre– no faltaron en la sala de audiencias del Tribunal Oral de Neuquén. Mientras la prensa se hacía el banquete, mi familia seguía pensando en todas las maneras en que podían ayudarme. Un día me mandaron al despacho del director, –y yo pensaba que no me había mandado ninguna– pero allí me enteré que mis padres querían que tuviese una laptop dentro de mi celda. El director me dijo que no iba a autorizar el ingreso de ninguna otra computadora a la unidad, y por lo tanto, si la población penal se enteraba que yo tenía una, me quitaría el beneficio y debería volverla a sacar. Con las condiciones impuestas, la computadora entró, pero una vez a solas… Las computadoras no me gustaban. El único contacto que tuve era casi nulo, al punto de no saber por dónde se apagaban. Para colmo, ahora me encontraba frente a una bien distinta, pues esta era una notebook. Jamás imaginé toparme cara a cara con una cosa tan… inexplicable. Tenía un botón que seguramente abría la tapa, pero de allí en más, mi ciencia se acababa. No quería tocar nada que pudiera romperla. Por eso entiendo ahora cómo se sienten lo que se niegan a aprender a usarlas. Pero por experiencia propia, hay que meterles mano; Nada que se toque puede ser fatal. Unos minutos de prueba bastaron como para que me diera cuenta que estaba en una encrucijada. Si quiero que siga funcionando, no debo tocarla. Pero para qué la quiero funcionando, si no puedo usarla… Debía pedir ayuda. ¿Pero a quién le podría pedir ayuda, sin que “delate” la presencia de la computadora? Gracias a Dios, conocía al tipo con quien hicimos la apuesta de los huevos. No se daba con nadie, tampoco nadie lo miraba. Era un paria, quizá por el motivo que lo tenía preso. IGNACIO R. CANEVARO 252 El estaba a un par de ventanas en la misma planta baja, cerca del patio donde jugamos la apuesta. Sin hacer mucho barullo lo llamé, y a la tercera o cuarta vez, se asomó por la ventana. –¿Qué pasa? –¿Me jurás que no decís nada a nadie? –Dale, tanto misterio… –Tengo una computadora acá y no se como se enciende. ¿Me decís? –¿Cómo es? –Una cajita, como de zapatos, pero más chata, de color gris. –¡Es una notebook animal! Fijate, tiene que haber un botón que diga Power. El servicio técnico funcionó a la perfección, paso a paso me fue dirigiendo como si estuviese viendo la pantalla. En aquél momento pensaba que el tipo era un genio, pero después me di cuenta que solo sabía. “El que sabe, sabe”. De tanto llamar al pobre “técnico”, me dio vergüenza, y terminé por explorar sin importar lo que viniese. Así descubrí un lugar donde lo que hacía en el teclado se reflejaba al fin en la pantalla. Era el Paint, donde pude ver que se podía dibujar. Toda una hazaña. Fue la herramienta que me ayudo a repasar qué movimientos había hecho y en qué horas, pues en el Paint hice un plano del cuartel, y en él repasé infinidad de veces las alternativas del caso. Después que le fui tomando la mano, entre preguntas y toqueteos, me di cuenta que no tenía instalado un procesador de textos. Pero si tenía el famoso bloc de notas. Allí comencé a escribir lo que hoy están leyendo. Al principio fue para no olvidarme de las cosas que habían pasado, para tener frescos hechos, nombres y horarios. Pero luego fue para tener un registro de lo que aun estaba pasando, y así seguí hasta hoy. 14 de Setiembre: La oralidad del juicio y más de los medios El diario66 Río Negro publicó No permitirán ingresar con grabadores al juicio 66 Diario “Río Negro” del 14 de Setiembre de 1995, página 25. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 253 Durante el juicio oral y público por el homicidio de Omar Carrasco, los periodistas no podrán ingresar con grabadores; no se podrá transmitir en directo y solo se permitirá tomar imágenes y fotografías al inicio del debate y en los cuartos intermedios, según confirmó ayer la secretaria del Tribunal Oral Federal, Julieta Caunedo… … la medida fue dispuesta por el Tribunal, según Caunedo, para que el juicio se ‘desarrolle en orden y no haya interferencias en el debate’. Cuando se le recordó que casos de resonancia pública como el juicio a las juntas militares… fueron filmados, indicó que cada Tribunal tiene su criterio y que este Tribunal ha entendido que el ‘principio de oralidad está preservado con el ingreso irrestricto a la sala’”. El juicio oral en el sistema penal se instauró en 1992 y desde entonces en la mayoría de los casos se prohibió o limitó la televisación. Referente polémico casi simultáneo al caso Carrasco fue el juicio del crimen de María Soledad Morales, donde las cámaras captaron un guiño que se hicieron dos de los jueces al momento de resolver una votación. A raíz de la difusión pública de este bochorno, los magistrados prohibieron la televisión, cuando ya promediaba el juicio que poco después terminó anulado. El Tribunal de Neuquén aplicó el mismo criterio empleado por los jueces catamarqueños. Y lo bien que hicieron. Sus arbitrariedades están enterradas en 80 videocassettes que sabe Dios quien los tiene. Fueron ofrecidos como prueba en diversos procesos posteriores a este juicio, pero la verdad es que jamás fueron revisados por nadie. ¿Y quién haría tan tediosa tarea? Casi no los culpo. La oportunidad estaba perdida. Lo que no se vio en directo, pasó al olvido. Bien por la Justicia… Se argumenta que la visualización por el público en general de las múltiples audiencias a llevarse a cabo importaría una directa violación de lo establecido por el código procesal penal, desde que permitiría a quienes deban deponer en una faz ulterior del juicio, observar lo que viene acaeciendo en él. Pero entonces no entiendo porqué dejan entrar a los periodistas con grabadores –que si permitieron entrar–; Quizá piensen que olvidarán dar vuelta el cassette de sus grabadores o que no divulgarán lo que vinieron a ver o escuchar. Si no quieren que se sepa lo que pasa en el juicio, ¿Dónde está la oralidad? No se debería diferenciar entre quien pudo acceder a la sala de audiencias y quien tiene el mismo derecho de informarse, pero está en su trabajo, o en su casa y puede hacerlo por la televisión. Dicho sea de paso, es a través de ella que se enteraron de las alternativas de lo poco que saben. La verdad es que sin la televisión, esos hechos no llegan a todo el mundo al instante y se limita 254 IGNACIO R. CANEVARO fabulosamente el efecto de vigilancia sobre los jueces, que con la experiencia de Catamarca, no quisieron arriesgar ver su imagen ante el impiadoso lente de la opinión pública, que obviamente repudiaría ese tipo de tropelías y causará idéntico efecto. De esa forma se preservó en Neuquén el principio de oralidad. El juicio fue oral meramente porque pudieron entrar a esa pequeñísima sala de audiencias unas 45 personas; Nada más lejos de esa palabra irrestricto con que la Caunedo trató de apaciguar a la prensa, que sonó terminante pero solo como respuesta, ya que una vez cubiertos los asientos destinados al público, la Policía Federal tenía orden de cerrar el acceso a la sala. Mi familia debió entrar por turnos, y eso que era el principal imputado; Nos dieron un cupo de cinco plazas. Si se cuentan las familias de los otros cuatro acusados, más los periodistas que estaban acreditados, pues pueden sacar sus propias conclusiones sobre cuántas personas pudieron ver el juicio realmente. Así los jueces prohibieron la emisión en directo de la etapa de ofrecimiento de pruebas, que incluye testigos, declaraciones indagatorias de acusados y careos. Aunque la opinión pública asegura haber visto por televisión el juicio, ninguna de las declaraciones fue televisada. Solo se hicieron paneos durante los cuartos intermedios y en off el comentario de lo que sucedió durante la jornada. Allí aparecieron en las pantallas de televisión de todo el país las imágenes que me mostraban sonriente en el medio del juicio, que los medios exhibieron como expresión de frialdad, ironía e impunidad. Era una verdadera afrenta a la justicia y a la memoria del soldado asesinado, con el agravante de que sus padres estaban en la misma sala. Lo que no se dijo jamás es que esas imágenes fueron tomadas durante los recesos, el único momento en que a la prensa le fue permitido filmar, donde las partes aprovechaban para estirar las piernas, ir al baño o acomodar sus estrategias. Mi actitud siempre fue la misma. Por una cuestión de ubicación, durante el debate me mantuve serio, y para ser obvio, la situación no daba para otra cosa. Pero en esos cortos recreos que se daban solo dos o tres veces en el día, no solo yo, sino el grupo que era parte de la defensa, hacia todo lo posible para relajarse de la tensión acumulada durante el debate. Pero el poder de los medios es impresionante, y mal usado… implacable. Cuando se vieron las caras sonrientes de los acusados –especialmente la mía– mientras en off se hablaba de lo que había pasado en el juicio, no pudo generar más que desaprobación y rechazo. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 255 Ahora no sirve de mucho aclarar esta cuestión, pues el resultado ya fue alcanzado. Igualmente siempre fue algo que pensé se debía saber. Si se hizo esta especie de distorsión de los hechos para mostrarme de esa manera, será porque se quería generar en la opinión pública una idea de condena social. La condena judicial ya estaba en marcha, pero al ser tan endeble, necesitaba ser apuntalada con el consenso. Mejor ejemplo que el de Sergio Lapegüe no hay. El Lapegüe de hoy puede ser muy simpático, pero cuando era notero de canal 13, enviado especial del noticiero a Neuquén para cubrir el juicio, hizo la de la mayoría. Las jornadas de debate a veces podían ser muy tediosas. Nada jugoso se podía sacar para el jefe que espera en Buenos Aires algo para transmitir en horario central. Pero durante un receso, vino la luz… Me filmaron dado vuelta en mi silla, conversando con una asistente de mi defensor, y mi madre que estaba próximo al cronista pudo escuchar. –A ver… filmalos, ¡filmalos!-mientras me señalaba con el dedo. –¿Que tiene de bueno eso? –preguntó el camarógrafo. –No se, pero vos filmá. Después vemos qué decimos. Al escuchar esta conversación, mi madre se acercó a Lapegüe y le dijo: –Muy bonito, eh? ¿Y ahora qué más le van a inventar? Avergonzado solo atinó a contestar que no se preocupara, mientras los colores se le subían a la cara e insistía, mire, solo estaba bromeando con “el cámara”. Contra este tipo prensa no hay imagen que resista. Lo que muchas veces decían en off, nada tenia que ver con lo que realmente estaba pasando mientras se veían las imágenes. Quizá estábamos en un cuarto intermedio hablando de cualquier cosa, y el comentario en el noticiero era que declaraban peritos sobre cómo murió Carrasco, y era evidente que me comportaba de manera no acorde a la seriedad del tema, o que me estaba riendo. Desde este punto de vista, los medios fueron muy funcionales al propósito de la historia oficial, que utilizó cualquier método para poner a la opinión pública en mi contra. No faltaron también los que se dedicaron a otras nimiedades en medio del juicio que cambió la historia de los argentinos para siempre. Pero ellos pre- IGNACIO R. CANEVARO 256 ocupados por saber quién era la mujer más bonita dentro del recinto, si la hija de una defensora, si la asistente de Reyes de Balboa o si la de Ríos Iñiguez, o cómo estaba lookeado Canevaro, si el defensor de Canevaro se casó con la hermana de su antigua señora, si las juezas eran coquetas, si había admiradoras fuera del tribunal, y qué cosas decían. Todo era material procesable para una nota que diera color al juicio que se hizo cualquier cosa con tal que no se pierda el interés. Luego, cuando lo más importante del juicio ya había pasado, autorizaron –ahora si– la televisación en directo de la etapa de alegatos, las últimas palabras de los imputados y veredicto, que fueron unos dos o tres días de emisión. 15 de Setiembre: El diario67 Río Negro publicó Por ahora, Balza declarará por escrito En una nota aparte Canevaro hablará en el juicio por primera vez “El subteniente Ignacio Canevaro declarará durante el juicio oral. Así lo confirmó ayer a ‘Río Negro’su abogado defensor, Juan Carlos Ríos Iñiguez. El profesional explicó que “por eso quiero que el juicio se transmita por televisión: para que la gente observe a mi cliente y vea si es convincente o no al dar sus argumentaciones. … Desde que fue involucrado en la causa, Canevaro no accedió nunca a prestar declaración, por consejo de Ríos Iñiguez… Es por demás llamativo que sucedan este tipo de cosas. Para tranquilidad de los ciudadanos comunes, solo sucede en el caso Carrasco: Dos situaciones antagónicas: Quien acusa, termina callando y quien es acusado está desesperado por hablar. Pero no es un hecho aislado. No tan solo calló Balza. Más tarde se verá que fueron varios quienes debieron sostener sus imputaciones, pero la eficacia de la acusación se basó en arrojar la piedra y esconder la mano. El mundo del revés. Siempre pensé que había sido un error no declarar, por más estrategias procesales que quisieran hacer valer. Si el acusado no cometió el delito que se le imputa, se deben tratar de agotar las posibilidades como para que declare. No debe temer decir lo que sabe cuando se le pregunta. Se entiende que sea parte de la estrategia procesal obligar a quien acusa, a demostrar cada una 67 Diario “Río Negro” del 15 de Setiembre de 1995. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 257 de sus imputaciones, y que si no puede demostrarlas con el grado de certeza exigido, caigan por su propio peso. Podrán estar o no de acuerdo conmigo los abogados penalistas, pero negar que declare un tipo que puede argumentar lúcidamente, y más aun, que dice ser inocente, es un desperdicio. Salvo claro que el acusado sea inhábil para declarar y entonces sí, más vale que calle, porque con su forma de declarar puede levantar sospechas. Un proverbio anónimo dice que El que nada sabe, nada debe temer ¿Qué puede temer decir alguien que no ha estado en el lugar del hecho, que se siente seguro de poder declarar, que desea declarar y que se somete voluntariamente –como luego se verá– a cuanta pericia sea necesaria para demostrar que no miente? 5 de Octubre: Conscripción obligatoria: último acto de servicio. Balza encabezó la ceremonia de despedida a la clase 1975, la última que hizo la colimba, en el Regimiento Patricios. El último acto del servicio militar obligatorio se desarrolló en la plaza de armas del Regimiento Patricios. A partir de ahora tiene plena vigencia el voluntariado mixto. La ceremonia consistió en una despedida a los soldados que cumplieron con el servicio militar obligatorio, al tiempo que se dio la bienvenida a los soldados voluntarios, cuyo primer acto formal fue hacerse cargo de la guardia del edificio Libertador. 23 de Octubre: El diario68 La Mañana del Sur editó una nota firmada por el periodista Dante Marín La credibilidad en peligro. Pese a su extensión, vale la pena leerla: “La sorpresiva dilación del juicio oral y público por el asesinato de Omar Carrasco sumó una nueva cuota de incertidumbre sobre la resolución de este crimen y aumentó la opinión casi generalizada y certera de que no existen pruebas contundentes para hoy condenar a prisión al subteniente Ignacio Canevaro y a los ex soldados Cristian Suárez y Víctor Salazar por homicidio. Desde el inicio la causa demostró serias falencias en su aspecto investigativo. Un juez que se demoró en acudir al lugar del crimen una vez que fue hallado el cadáver de 68 Diario “La Mañana del Sur” del 23 de Octubre de 1995, página 5. IGNACIO R. CANEVARO 258 Carrasco y la intervención en las investigaciones de hombres del Ejército contribuyeron a complicar este caso que desde un principio mostró una oscura trama. Un cuerpo que deambuló por todo el regimiento, el silencio de los jefes del Grupo de artillería 161 y del propio jefe de la Brigada de Neuquén, por aquel entonces el general Carlos Díaz, sumado al ‘pacto’ de los suboficiales y soldados de ese regimiento, no hicieron más agregar confusión a un asesinato cuyo móvil es aún un misterio. A esta altura de los acontecimientos, averiguar quién mató a Omar Carrasco es tan improbable como conseguir la declaración de un testigo “clave” en el caso. No existe una prueba contundente que incrimine a alguna persona en forma directa. Solo existen testimonios que son tan dudosos como oscuros. Nada de esto hubiera sucedido si hubiera habido una investigación sólida, clara y precisa. Ni siquiera la investigación del Tribunal Oral – que en un principio apuntaba a ser esclarecedora – alcanzó para, aunque sea, especular con una resolución incuestionable. Y si el propio crimen tenía cuestiones oscuras, la actitud de los hombres cercanos al poder político la complicaron aún más. Fiscales que aparecieron en momentos decisivos e inclinaron la balanza hacia una teoría que con el tiempo cayó, hombres del Ejército que no tuvieron el mínimo reparo en ‘convencer’ a algunos de los involucrados y la decisión de aplazar el juicio para el año que viene sólo agregan confusión y descreimiento. Todos estos episodios que empañan hace concluir que el crimen de Carrasco no sólo acabó con la ‘colimba’ sino que abrió una etapa en la que la independencia de los poderes es algo cuestionable, donde lo político peligrosamente roza el aspecto judicial. Para los jueces del Tribunal Oral será difícil remontar esta impresión; un juicio abierto y claro será la única alternativa para aventar algún tipo de sospecha que el común de la gente tiene sobre el caso Carrasco. La justicia por ahora tiene una deuda, difícil de saldar si no se asume el compromiso”. 28 de Octubre: El Pacto de Granaderos El diario69 Río Negro publicó una nota con título En enero se conocerá el fallo del Tribunal “El juicio por el caso Carrasco comenzará el 15 de noviembre, y durará hasta diciembre; habilitan la feria judicial”. “…Otra de las novedades conocidas ayer fue que se aceptará el testimonio por escrito del teniente coronel Eduardo Jordán, y que el sargento Carlos Sánchez, en base a cuya cuestionada declaración se sustenta prácticamente todo el caso, cambió por cuarta vez de abogado defensor (ver cuadro aparte) …”. El cuadro aparte con el título “Nuevo abogado” dice lo siguiente: 69 Diario “Río Negro” del 28 de Octubre de 1995, página 22. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 259 “El sargento Carlos Sánchez, cuya cuestionada declaración sirvió de base para mandar a la cárcel a tres personas, tendrá su cuarto abogado defensor desde que se lo involucró en el caso Carrasco. En otra nota aparte con el título “Jordán, por escrito” se revelan las causales de la decisión. “…A criterio del Tribunal, Jordán es un juez militar, aunque sólo figure como ‘secretario’ en unas pocas actuaciones y nunca se lo haya designado formalmente para desempeñar ese cargo. La declaración por escrito de Jordán impedirá carearlo con varios militares, lo que hubiera servido para arrojar luz sobre varios aspectos oscuros del caso, en especial los vinculados con el encubrimiento del asesinato”. Tres novedades: Al fin se iba a hacer el juicio. Parece mentira que hayamos tenido que insistir tanto para que nos juzguen. Al revés de todo el mundo. Es que no nos importaba el 2X1, ni nos importaban las chicanas; Queríamos ser juzgados para poder de una vez aclarar que no teníamos participación en el caso. Queríamos sacudirnos la mugre que nos habían puesto encima y comenzar de nuevo, si es que eso era posible. Otra de las novedades fue que Jordán, el jefe de inteligencia de Neuquén, había sido admitido a declarar por escrito. Era evidente que no lo querían en el estrado de los tribunales. No se podía arriesgar tanto. Era una de las cabezas de este caso y exponerlo a las preguntas de la defensa, abochornaría a quienes sostenían la historia oficial. Según el Tribunal Oral de Neuquén, el Tcnl Jordán era considerado un juez militar: si ya sabemos que lo consideraban un par ya que investigaba también el asesinato de Carrasco. Pero bien sabían que no era un juez. Así lo etiquetaron para que pudiera ser incluido dentro del tratamiento especial que se le brinda a algunos testigos. Según el Código Procesal Penal de la Nación, el art. 250 dice al respecto que: No estarán obligados a comparecer el presidente y vicepresidente de la Nación; los gobernadores y vicegobernadores de provincias y del territorio nacional; los ministros y legisladores nacionales y provinciales; los miembros del Poder Judicial de la Nación y de las provincias y de los tribunales militares; los ministros diplomáticos y cónsules generales; los oficiales superiores de las fuerzas armadas desde el grado de coronel o su equivalente, en actividad; los altos dignatarios de la iglesia y los rectores de las universidades oficiales. 260 IGNACIO R. CANEVARO Jordán no era miembro del Poder Judicial de la Nación, ni de de un tribunal militar, ni era un oficial superior, ya que tenía el grado inmediatamente inferior. Menos que menos un alto dignatario de la iglesia. Aún así la ley para el Tribunal de Neuquén era tan flexible como un chicle y si bien el tema de Jordán estaba absolutamente claro, se salió con la suya, ayudado claro por sus colegas neuquinos. Desde la comodidad del Estado Mayor General del Ejército, podrían responderle las preguntas el mismo equipo legal que le respondería las enviadas a Balza. Así se perdería la oportunidad de preguntarle qué hacía en Zapala los días inmediatamente anteriores a la aparición del cadáver de Carrasco, qué quería averiguar con las preguntas al Oficial Inspector de la Policía Federal, Héctor Palacio, de la Policía Federal de Zapala, qué hacía el día de la aparición del cuerpo de Carrasco en el cuartel y qué hacía el jefe de inteligencia de Neuquén como secretario del juez militar investigando un insignificante supuesto abuso de autoridad, entre otras tantas cosas. Por otro lado, Sánchez cambió su declaración nueve veces, y con los abogados no se quedó atrás. Ahora cambiaba por cuarta vez de abogado. Su nuevo abogado sería Víctor Seguí, de la Capital Federal. Primero tuvo a Iñíguez, que lo asesoró en la etapa inicial, mientras estaba sesionando el Consejo de Guerra. Cuando nos condenó el CG y apelamos a la Cámara de Casación, nos trasladaron a Buenos Aires, a él al Regimiento de Granaderos a Caballo y mí al R1 Patricios. Allí también torcerían otra vez más la historia del caso, en junio de 1994, pues la Historia Oficial fue mutando hasta lograr su aspecto actual. Mientras estuvo detenido en el RGC, recibió las visitas que lo hicieron posible. Los generales Díaz Bessone, Viviani Rossi y Laidlaw alternativamente desfilaron por la habitación del sargento. La camadería no fue justamente lo que movió a estos oficiales para visitar al sargento, que aun estaba acusado del delito de homicidio, compartiendo la causa con el subteniente y los dos soldados de los diarios, sino la intención de quebrar su voluntad. La Inteligencia Militar, la Policía Federal y quien haya hablado con él, ya sabían de su fragilidad a la hora de soportar presiones, y este caso se caracterizó por permitir que los que tenían algo para decir, fueran abordados por cualquiera para meter su dedo. Hasta había sido publicado en los diarios que él ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 261 sería el más probable en quebrar el marco de silencio que había en la causa, lo que los medios tradujeron como pacto de silencio, que no es lo mismo. Quizá había silencio porque el expediente estaba mal encaminado y no encontraba una verdad de donde tomarse. Siempre había que sacarlo del pantano con forzadas conclusiones. Pero eso rápidamente fue corregido. Los generales cumplieron la orden que de seguro habrán recibido. No creo hayan actuado en forma aislada y por las suyas. Menos en una tarea tan radical, y sucia. Esta acción era más bien acorde a los intereses del Poder Ejecutivo y de Balza, que necesitaban tapar el desastre, y si no se podía salir bien parados, por lo menos terminarlo al menor costo. Uno a uno fueron machacando la cabeza de Sánchez en una gestión que llevó varios días de insistentes insinuaciones, que no prescindieron de misterios, conspiraciones, traiciones y enjuagues para lograr convencerlo de que, primero cambie de abogado y luego de declaración. Iñíguez era la garantía que Sánchez se mantuviera en sus dichos pues había comprobado, y así lo había declarado a la prensa, que no tenía hasta el momento intereses contrapuestos para defendernos conjuntamente. Si Sánchez iba a ser el que quebrara el pacto de silencio, pues no podía continuar con el mismo abogado. Su nuevo abogado pasó a ser el Dr. Canese, por esa época vinculado como ya viéramos a la Secretaría Legal y Técnica del Poder Ejecutivo. Él lo habrá convencido que su única manera de quitarse la soga del cuello era poniéndosela a otro. Quizá otro que ya esté bastante cerca de la horca, con lo que sedaba su conciencia. Así los objetivos se fueron cumpliendo y secretamente el abogado fue reemplazado, pero por el momento sin llegar a formalizarlo en el expediente. El tema de la soga en el cuello era más que tentador. Si a ello se le sumara que ya se sabía que había sido amenazado con su familia, lograr que él mismo se diera una mano, no era tarea tan difícil. Para lograr que Sánchez zafara era necesario que se le cambiara la acusación, que como sabemos era la de homicidio. ¿Pero cómo se puede logra hacer semejante cosa? Pues, Si el Dr. Canese hablara, nos lo diría, pero igualmente los hechos demostraron cómo fue la jugada. Sánchez hizo su último cambio de declaración, y con ella selló herméticamente la boca. De allí en más, y hasta el día de hoy, quien no haya escuchado 262 IGNACIO R. CANEVARO la voz de Carlos Ricardo Sánchez, se quedará con las ganas, pues o quedó mudo, o no quiso arriesgarse a ser desmentido. Allí fue cuando al ser llamado por el juez Caro, que lo llamó sólo después de haber pasado por Buenos Aires, el Sargento arrepentido “se quebró” y dijo que Salazar le contó que a Carrasco lo habían golpeado ellos (los soldados), por orden mía. Con ello en forma automática, pasó de ser acusado a acusador, de homicida a encubridor. De la horca a una reprimenda, con un implícito gracias por los servicios prestados. Pero también con ello dio el envión necesario para que la causa llegue hasta juicio oral, que era lo que verdaderamente importaba, obviamente con imputados que ahora sí, con esa confesión, les sería demasiado trabajoso defenderse, pues el Tribunal necesitaba creer en lo que Sánchez confesaba para seguir adelante. El hecho es que el Tribunal soldó su suerte a la declaración de Sánchez y la defendió hasta el final. Si Sánchez caía, el juicio también. Sorpresa debe haber sido para Sánchez cuando al término de su declaración se enteró que el Dr. Canese se desvinculaba de él. ¿O no fue tanta la sorpresa y ya estaba previsto? ¿Canese fue a Zapala al solo efecto de asegurarse que Sánchez mantuviera la quebradura? Una vez asentado en el expediente… Está hecho. Y mi misión, cumplida –Debe haber dicho. Cada cual cumplió con lo suyo y Sánchez sin la soga al cuello estrenó nuevo cartel que ahora decía, No soy homicida, soy encubridor. Traducido en jurídico, no es sólo un cambio de palabras; Significaba un cambio de status que lo liberaba de la posibilidad de pasar 25 años en la cárcel, a cambio de una pena excarcelable con un tope de tres años. A partir del momento que Canese soltó la mano de Sánchez, y como no puede quedar sin un abogado que lo asista, fue designado como defensor el Dr. Gabriel Rouret, que era el defensor oficial del Juzgado de Zapala. Rouret duró lo que demoró Sánchez en tener más intervenciones polémicas. Al llegar el momento de la verdad donde tendría que confrontar sus dichos con las preguntas que de seguro le formularía la defensa en el debate, Sánchez lo sacó del medio y designó a otro abogado. Designó digo como si hubiese sido él quien lo hizo, pero lo más seguro es que debe haber sido parte del trato. Esta designación era para que quitara el mayor peso posible a la acusación de encubridor que levaba al juicio. Con ello, terminaría la parte operativa de la maniobra de Granaderos en Buenos Aires. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 263 Este abogado no podía ser cualquiera. Tendría que ser uno que aceptara estrictas y reservadas condiciones para defender a su pupilo. Su defensa no podía ser como la de cualquiera. Debía resguardar bajo siete llaves los secretos que escondía la acusación de Sánchez, que era una de las patas del mismo juicio. Sin esa acusación el juicio no hubiese llegado a ver la luz, ni Sánchez se hubiera quitado esos 25 años de encima. Por lo tanto, y pase lo que pase, no debía ser desvirtuado por nada ni nadie. No declararía, pero su testimonio tendría que seguir pisando fuerte. Sánchez libre o con una condena mínima, que en el peor de los casos no podía superar los 8 meses de cumplimiento efectivo, y los acusados asegurados en prisión con condenas ejemplares. Esa era la finalidad –sospecho– nunca hablada del pacto de Granaderos. Un canje que sirvió al sargento y los generales, y a muchos otros, aunque no quisiera estar en las botas de ninguno de ellos. 11 de Noviembre: No soy Sánchez No era día de visitas, pero más o menos a las tres de la tarde me dijeron que debía recibir una. No era costumbre anunciar por anticipado quién vino, por lo que al ver llegar Iñíguez fue una sorpresa total. Interiormente siempre sentí que hablamos poco, aunque es verdad que lo habíamos hecho varias veces. Quizá era solo una sensación mía, pero la situación era endemoniadamente complicada como para que en esas veces, nos saquemos las dudas (por lo menos las mías). De seguro, a él le habrían bastado las reuniones, pero por mi parte solo dejaban sabor amargo, como de algo inconcluso. Estábamos en una de las oficinas donde antes habíamos filmado para el programa La Plaza. Esta vez vino para preparar el debate oral. Definitivamente tarde –pensé–, él estará tranquilo (que no lo estaba) pero yo tenía mucha incertidumbre. No tenía miedo, pero necesitaba saber a qué me enfrentaba. Como cuando me adelantó el acto de la indagatoria en Zapala. Eso me ayudaba a prepararme mentalmente y ahora que me pongo a pensar, siempre hice algo por el estilo: Cuando se trata de un asunto importante y puedo, trato de adelantarme y la verdad es que las cosas me salen mejor. Faltaban tan solo cuatro días para el comienzo del juicio y mis dudas no eran justamente sobre cómo debía declarar, ni qué debía contestar cuando me hicieran preguntas capciosas. Más allá de lo que me asesorara Iñíguez, estaría solo a la hora de dar respuestas. Mis dudas eran más generales, qué era lo que 264 IGNACIO R. CANEVARO debía esperar del juicio, si se podía dar el caso de una condena a pesar de no haber pruebas en mi contra, interrogantes que hoy veo nadie podría haber contestado. El punto álgido de la acusación estaba justamente en un bache horario que se dio naturalmente cuando declaré ante la justicia militar sobre lo que hice el seis de marzo. Ese bache estaba entre las 14 y las 1630. Como ya he dicho, fui al casino de oficiales donde almorcé y después fui a la pieza a recostarme, y aunque no era mi intención dormir la siesta, me quedé dormido. No había declarado sobre este tema en la indagatoria con Caro, más bien como no declaré en indagatoria, se ve que echaron mano a esa declaración del sumario militar que supuestamente nada tenía que ver con el homicidio. Así es que el auto de elevación a juicio señalaba que justamente en ese bache horario, Carrasco habría sufrido una paliza, de la que yo era el principal responsable. La visita de Iñíguez apuntaba a tapar ese hueco con alguna actividad que justifique esa ausencia en mi relato. Esa ausencia se debía a que, como esa era una declaración ante la Justicia Militar, no quería revolver más el avispero de lo que estaba. Si no me lo preguntaban, no quería decir que había ido al Casino de oficiales y dejado la tropa sola con el suboficial de semana que, si bien –y como antes lo he dicho– era de conocimiento de Gastaminza, no implicaba que fuera reglamentario; Más bien era una falta leve a la que se le hacía la vista gorda. El bache no podía ser cubierto por otra actividad que no sea la que realmente hice y recuerde perfectamente. Iñíguez trataba de adosarle algo que le diera más credibilidad a la justificación de ese momento, pero me negué. Me decía –¿No estuviste con nadie?, ¿Ninguna minita?, ¡¿Alguien que quiera decir que estuvo con vos?! –No, pará negro, yo no voy a meter a nadie en quilombos porque a vos te parezca que no tiene credibilidad esta boludez. ¡Estaba durmiendo y se acabó! Me las aguantaré… –No idiota, ¿No te das cuenta que seguís pensando en que te pueden sancionar los milicos? Los milicos me importan un huevo, eso es problema tuyo. Mi problema es que no te hagan bosta en este juicio, ¿Entendés? Es verdad que me costaba asumir que ese bache era el argumento que utilizarían para incriminarme, no el que diera lugar a una sanción militar. Una idiotez. Aun así, y ya en tema, me negué a incluir a nadie donde no estuvo. La verdad era más simple que cualquier coartada fabricada y aunque cueste creerla, era así. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 265 Otro de los temas fue el del pantalón de la González. Primero estuvimos tratando de comprender porqué la González hizo esa declaración. Como yo no soy de arriesgar posibilidades, Iñiguez abusó de ellas hasta que salió con la máxima de las aventuras. Como me demostró que en esto estaba solo, y que mi jefe me había cuanto menos abandonado, sumado a que su accionar había sido sumamente sospechoso, arriesgó: –¿Y si decís que la González te prestó el pantalón, pero para dárselo a With? –¡¿Qué? ¿Vos que te fumaste?! –Pará… Dejame terminar de hablar. ¿Si la enfermera esta sí te prestó un pantalón, y vos durante la semana santa –en la que With te hizo quedar– accediste a su pedido (el de With) para que vos le dieras ese pantalón, sin saber adónde fue a parar? Eso te excluye a vos y obliga a With a que salte y diga algo… –Ni en pedo Juan, vos estás loco. Y yo no voy a acusar a alguien como hizo Sánchez: Así, para que salte… Estás mal si pensás que puedo hacer eso. Demasiado complicado estaba con la verdad como para andar mintiendo, teniendo que sostener una mentira pergeñada por otro. Preferí arriesgar nuevamente e ir con la verdad, que era conciente no bastaría, pero por lo menos me daba tranquilidad. 13 de Noviembre: Crónica de una sentencia anunciada El diario70 Río Negro editó Todo listo para el juicio por el caso Carrasco. Una nota aparte se revelaría como verdaderamente escandalosa; Como no tiene desperdicio, se transcribirá gran parte de ella. ¿Crónica de una sentencia anunciada? “Tres camaristas, un fiscal, seis abogados defensores, dos querellantes civiles, cinco imputados, ciento veintiocho testigos, dos meses de debate. Para los amantes de las estadísticas, estos son los números del juicio por el caso Carrasco, que comenzará el miércoles. Tamaño despliegue para una sentencia que, quizá, ya esté escrita. Si alguien piensa que a lo largo de las audiencias –que se extenderán como mínimo hasta el 21 de diciembre– se sabrá la verdad en torno del asesinato del soldado, es conveniente que vaya bajando sus expectativas. 70 Diario “Río Negro” del 13 de Noviembre de 1995, páginas 22 y 23. 266 IGNACIO R. CANEVARO Esa no es la finalidad del juicio. Todo el aparato de la justicia estará destinado a demostrar si Ignacio Canevaro, Víctor Salazar y Cristian Suárez tienen alguna responsabilidad en la muerte de Carrasco. Y si los sargentos Carlos Sánchez y Jorge Peralta, en su encubrimiento. Para decirlo con otras palabras: en el juicio no se investigará qué y cómo pasó, sino si los que están detenidos son responsables de algo. La diferencia puede parecer sutil, pero es fundamental. Si surge durante el debate la verdad de lo que pasó, será de pura casualidad. Esa es la naturaleza intrínseca de los juicios orales. Porque investigar los hechos corresponde al juez de instrucción que – ya se sabe – fue Rubén Caro, el juez federal de Zapala. Veámoslo con un ejemplo deliberadamente exagerado. Si durante el juicio aparece alguien que dice ‘yo vi cuando Fulano (que no es ninguno de los detenidos) mataba a Carrasco’, ese testimonio será enviado a Caro para que investigue. Y el juicio proseguirá su marcha como si nada. Los alegatos y la sentencia Por otra parte, los alegatos –que se pronunciarán según está previsto, en la última semana del año– ya están escritos. Los defensores pedirán la absolución de sus clientes y los querellantes reclamarán que se los condene a prisión perpetua por ‘homicidio calificado’. Lo que hará el fiscal es, por ahora, una incógnita. Que los alegatos estén escritos antes de empezar el juicio no debe alarmar a nadie. Lo que sí resulta inquietante es la presunción de que hasta la sentencia ya está redactada. A fines del año pasado, uno de los jueces del Tribunal Oral de Neuquén comentó a un abogado: ‘la autoría del hecho no se la saca nadie (a Canevaro, Salazar y Suárez). Lo que sí pueden llegar a demostrar sus defensores es que fue un homicidio preterintencional’…”. “…Allegados a otro de los jueces dijeron, hace poco tiempo: ‘el voto (de ese magistrado) va a hacer arder Troya, prepárense’. No explicó a qué se refería, pero el mensaje residual es claro: ese voto ya está escrito…”. … Reacciones “La sentencia, sea cual sea, despertará inevitables polémicas. Si es condenatoria, los abogados defensores pondrán el grito en el cielo. Confían en que durante el juicio quedará claro que no hay pruebas contra sus clientes, y criticará al fallo por ‘político’. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 267 Si, en cambio, se dispone absolver a los cinco procesados, quien reaccionará con estupor será la sociedad, quien recién entonces tomará conciencia de las falencias en la investigación. En resumen, a 20 meses del crimen, lo único cierto sigue siendo el titular de este diario el 6 de abril: ‘el soldado no desertó, estaba muerto dentro del cuartel’. Carrasco, último hombre de una larga lista de víctimas de brutalidad de los cuarteles, merecía otra cosa”. 15 de Noviembre: Juicio oral El diario71 Río Negro editó una nota a dos páginas Juicio histórico comienza en Neuquén Un cuadro aparte Fuerte dispositivo de seguridad en torno del caso se mencionan las medidas adoptadas para proporcionar seguridad al edificio del tribunal durante las audiencias. “Desde hoy y por el tiempo que se extienda el juicio por el crimen de Omar Carrasco, los primeros 100 metros de la calle H Rodríguez quedarán cortados al tránsito vehicular…”. “…la policía metropolitana destinará una treintena de efectivos por día, entre personal de la unidad de Seguridad Metropolitana, de Tránsito y de Explosivos, quienes tendrán a su cargo la seguridad fuera del recinto de debates. La custodia interna donde se realizará el juicio será responsabilidad de la policía federal. En la entrada del edificio fue dispuesto un detector de metales, similar a los utilizados en los aeropuertos. Un contingente de unos 50 efectivos federales arribaron a esta capital para sumarse al riguroso dispositivo”. En otra nota con el subtítulo Limitaciones al periodismo se hacen públicas las restricciones de los medios de prensa para transmitir el juicio. “La televisión no podrá transmitir, ni en vivo ni en diferido, las audiencias del juicio oral y público por el crimen del soldado Omar Carrasco. Así lo resolvió el tribunal Oral Federal de Neuquén, cuyos miembros dispusieron la instalación de ‘una cámara de televisión oficial’ que registrará todas las audiencias. Ese material será puesto a disposición de la prensa una vez que se dicte el veredicto. Los canales no podrán grabar ni transmitir desde la sala de audiencia durante el juicio, aunque sí en los cuartos intermedios. 71 Diario “Río Negro” del 15 de Noviembre de 1995, página 22 y 23. 268 IGNACIO R. CANEVARO No está autorizada la difusión inmediata de grabaciones de audio que puedan registrar los cronistas de radio, bajo apercibimiento de desobediencia. Los fotógrafos podrán registrar imágenes al comienzo y al final de las audiencias, no así en su transcurso…”. De tanto postergar lo inevitable, el pantalón de vestir que me compró la vieja aun estaba sin el ruedo bien temprano a la mañana. Cuando lo vi, casi me muero. Me había pasado los últimos días caminando de un lado a otro tratando de imaginarme lo que con Iñíguez no pude. Tampoco pude solo, pero por momentos me tranquilicé sólo por haberme dedicado a eso. Me estoy ocupando de eso –justificaba– Hasta había repasado en la notebook, donde había dibujado el croquis del cuartel, qué movimientos había realizado el 6 de marzo especialmente, pero también los otros días clave. Sabía que –como en muchos exámenes– ESA era una de las preguntas que no faltarían. Claro, no tenían de dónde encarar sus ataques, pues hasta el momento no había declarado formalmente. Había llegado a reconstruir mis movimientos y recordar cronológicamente qué había hecho en cada horario, dónde había estado, y quién me había visto. Había dormido bien, pese a mis temores de la noche anterior. Pensaba que por la ansiedad pasaría la noche en vela; Nada de eso. Me habían ordenado estar listo bien temprano porque no sabían si harían tiempo para buscar a los demás imputados. Los engranajes estaban en fase de prueba y para todos era nuestra primera vez. A los apurones tomé aguja e hilo y puse manos a la obra. Me vino bien, porque me bajaron las pulsaciones. Quería salir corriendo al Tribunal. No de macho, sino de hartazgo. ¡Que me dejen hablar de una vez! En medio de esa revolución de pensamientos, enhebrar la aguja, la hora que se acercaba y por si fuera poco, el ruedo debía quedar bien. El tema de la costura no era problema. Se ve que Estela Zamora aun me ayudaba, pues fue la que me enseñó en jardín de cinco a zurcir y coser. La botamanga era pan comido; Lo difícil era hacerlo con prolijidad. Tenía la cabeza a mil pensando en el juicio y mis manos como si fueran de otro cuerpo, en ese bendito pantalón. Cuando después de unos pinchazos logré coordinar y centrar mi atención, la cosa se puso fácil y me aplaqué. Al rato me estaba esperando el celador en la puerta, quien me llevaría al vehículo que me dejaría en el tribunal. Mientras tanto miraba el panorama que daban los medios que estaban ya en el lugar. No habíamos llegado y ya ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 269 había gente esperando. ¡Qué cantidad de medios! ¿Cómo me irán a recibir?, ¿Cómo va a ser? Me pasó a buscar un celular de la Policía Federal que solo tras un par de minutos se detuvo. Pensé que pasaba algo, pero de pronto se empezó a escuchar bullicio de gente y las puertas de la caja se abrieron y dejaron entrar la luz. Cuando asomé la cabeza por la puerta para salir, me quedé helado con todas las cámaras de tv y fotos que peleaban por un lugar para su nota. Por un segundo clavé una imagen. Era Paula Trapani, jovencita, entonces notera del noticiero de Telefé, tratando de llegar a mí y sus ojos me parecieron tan azules que lo demás quedó en blanco y negro. Por supuesto que apenas bajé, mil preguntas gritadas casi sin esperar respuesta me despabilaron y de un salto estaba ya en la relativa calma del edificio de Carlos H Rodríguez 46. Luego una especie de silencio con murmullos se entremezcló mientras caminaba del brazo hasta la puerta, y por ahí un apagado ¡Hijo de puta! gritado casi de escondidas quebró la tensión, sin encontrar eco. Por la cantidad personas que había, la verdad es que no fue tan malo como esperaba ese primer contacto con la gente. De todos modos, no pude dejar de sentir rabia e impotencia, pero al fin ya estaba trabajando para aclarar las cosas. Cuando traspasamos la puerta del tribunal, la policía federal estaba lista para recibir la posta. Los federales pidieron me quitaran las esposas con las que venía, pero tanto era el tumulto que había en la puerta que debimos subir todos, policías de la provincia y federales al primer piso a cumplir con el pedido. Allí arriba todo parecía más civilizado. Parece mentira pero como se notaba. Es que entre la quita de las esposas, el trato de los federales y el ambiente más propio de un salón de actos daban para que me sintiera así. Me enteré que fui de los primeros, aun los jueces no habían llegado, a pesar que casi estábamos sobre la hora. Pedí permiso para ir al baño y como siempre, casi me acompaña un pelotón de guardias, seguridad que luego de un par de días se fue relajando. Al rato, llegaron Suárez y Salazar. Ya estábamos todos, y había movimientos que hacían pensar que los jueces estaban cerca. Cuando todo estuvo dispuesto, nos hicieron ingresar a la sala de audiencias. Una sala de unos ocho por seis alfombrada con dos columnas en el medio que tenía unas tres o cuatro filas de sillas detrás. En una posición dominante y elevada con respecto a los demás, el estrado de los jueces y la secretaria, y desde la óptica de los jueces, formando una U invertida y de derecha a iz- IGNACIO R. CANEVARO 270 quierda estaban los lugares de la fiscalía, la querella, la defensa del Sargento Peralta, la de Sánchez, la de Suárez, la de Salazar y la mía. Detrás mío había un oficial de la Policía Federal que estaba a cargo del sonido de los micrófonos y del circuito cerrado de televisión. Delante nuestro y en el medio de la U, había una silla reservada para los testigos. Cuando se abrió el debate, que es en sí un cúmulo de formalidades, lecturas de constancias y más lecturas de cuestiones preliminares, pensé que la cuenta regresiva se había iniciado. Al fin podría hablar, pero no fue así: El resto de la jornada fue más de lo mismo. Había que esperar. 16 de Noviembre: El diario72 Río Negro publicó Pericias, una de las claves “…En este contexto, el subprocurador general de la Nación, José González Warcalde, dijo ayer que ‘será importante el aporte que hará el patólogo Brailovsky’ durante el juicio…”. Balza “…En diálogo con radio Mitre y tras aclarar que esta será la única declaración al respecto mientras se sustancie el juicio oral, Balza aceptó también que este crimen obró como un ‘elemento catalizador’ en el debate que derivó en la eliminación del servicio militar obligatorio. Pero aclaró que ‘ya a partir de la dolorosa y cruda experiencia de la guerra de las Malvinas se empezó a hablar de que el servicio militar obligatorio había cumplido un ciclo en la historia institucional’. ‘Eso fue escrito en los informes que hicimos muchos de los jefes de unidades de aquel entonces, que era necesaria una revisión’, dijo el jefe del Ejército…”. 17 de Noviembre: Indagatoria El diario73 Río Negro publicó en primera plana Canevaro negó cargos y acusó al Ejército de fraguar acta En otra página un título que decía “Canevaro acusa ahora al Ejército”. 72 Diario “Río Negro” del 16 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 6, 7 y 8. 73 Diario “Río Negro” del 29 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 24, 25, 26 y 27. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 271 “El testimonio del destituido subteniente Canevaro, principal imputado en el crimen del soldado Carrasco se convirtió ayer en el centro de la segunda jornada del juicio oral que se desarrolla en Neuquén. El militar contraatacó: negó cada uno de los cargos en su contra y acusó al Ejército de adulterar documentos internos, vinculados con la desaparición de la víctima. Dijo que por orden del Quinto Cuerpo se fraguó el libro de cuartelero del seis de marzo”. En un cuadro aparte un título que decía “también hubo tiempo para la distensión, con alguna broma”. “Canevaro tuvo la extraña virtud de contagiar su desparpajo y soltura al resto de la sala. Durante su extensa declaración de ayer, el ambiente fue en general distendido a punto tal que el fiscal, Manuel de Reyes Balboa, se permitió una broma que hizo estallar en carcajadas a todos los presentes, incluidos los miembros del tribunal. Usted consideraba a Carrasco un soldado… tagarna, para usar la jerga militar? – preguntó el fiscal a Canevaro. –No uso el término tagarna – respondió con rapidez el subteniente. –¿Ah no? –No. En todo caso digo que no sea pelotudo. –Reyes Balboa sintió que se la dejaban picando y no resistió la tentación. –¿Me lo dice a mí? –preguntó muy serio. La sala fue una sola carcajada. –Fue una broma –aclaró después el fiscal. –Entonces absténgase –lo reconvino, apenas aguantando la risa, la presidente del cuerpo. En medio de tanta jarana, la pregunta quedó sin respuesta”. En otra nota aparte con el título ¿Imputación por despecho amoroso?” con pormenores sobre el pantalón de la González. “…Como se sabe, la subteniente González declaró que poco antes de aparecer el cadáver, Canevaro le pidió prestado un pantalón. Luego, esa prenda apareció vistiendo los restos de Carrasco. La presidenta del Tribunal, María del Carmen de la Barrera de Ingelmo, fue la primera en preguntar sobre este punto. ¿Usted le pidió prestado un pantalón a la subteniente Viviana González? –Sí –respondió el imputado. Hizo una pausa para crear suspenso y añadió: –Fue en 1992. Si todo salía bien, hoy era el gran día. Y salir bien era que me dejen hablar; El resto estaba garantizado. Sentía que siempre algo se interponía entre 272 IGNACIO R. CANEVARO ese micrófono y yo. Estaba a tan solo dos o tres metros y llevaba casi tres días desperdiciados. Tenía la ilusión que el juicio terminaría junto con mi declaración, aunque sabía no sería tan fácil. Tenía la tranquilidad y la certeza de poder contestar cualquier pregunta. Hasta las más capciosas. ¿De qué les serviría ser capcioso con alguien que quiere ya gritar la verdad de lo que vivió? Una verdad que con respecto a mí por lo menos, era la única verdad. Para no empañar mi declaración, me había propuesto contestar solamente sobre lo que sabía, y no especular con lo que no. Aunque no era abogado, pensaba igual que el aforismo latín “Falsus in uno, falsus in omnibus’’, que equivale a decir al que miente en una cosa ya no se le puede prestar crédito en nada más. Y una de las cosas que menos quería era que luego me confrontaran con algún hecho o testimonio irrefutable y ser desmentido. Cuando me siente allí no me saca nadie –Pensaba cuando miraba al asiento desde donde se declaraba. Y por fin al promediar la mañana, luego de otras tantas cuestiones preliminares, pude empezar a defenderme. Notaba en la cara de los jueces, especialmente en la de la Dra. Ingelmo, que estábamos en un momento crucial. Al llamarme para comenzar la declaración se acomodaron en sus asientos, como si dejaran entrar un toro al ruedo. Empecemos de una vez deben haber pensado ellos también. Con aire de directora de primaria, explicó que esta era una declaración indagatoria, que era mi mejor medio de defensa, y que para defenderme no estaba obligado a decir verdad, que esta era la primera vez que todos me escucharían por lo que era muy importante que conteste de la forma más clara posible. Luego de escuchar su particular modo de hablar, no se si ese mismo día, pero casi de inmediato surgió en el círculo más cercano su sobrenombre: Noelia, por el personaje cómico que Gasalla protagonizaba a una docente pintarrajeada, imagen de las señoronas de antes. Cada vez que la veíamos en tv, nos recordaba a la presidente del tribunal por sus gestos intrigantes y conductas arribistas, que para nosotros tenía que ver con la mentira y el engaño. Si bien el juicio era la manera de deslindar responsabilidades, éramos muy desconfiados sobre la imparcialidad de los tres jueces. Más bien para mi eran una continuación de lo que fue el consejo de guerra. Y no me equivoqué… Volviendo a la declaración, las primeras preguntas también fueron meramente formales: Nombre, apellido, hijo de tal y cual, profesión, grado, etc, etc. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 273 Luego vinieron una serie de preguntas muy directas, que estaban escritas y a las que debía responder con un sí o un no. Como si fuesen absolución de posiciones en un juicio civil. –Para que diga por si o por no, si se encontraba cumpliendo funciones de oficial de semana el seis de marzo de 1994. Y yo contestaba. Las preguntas eran como declarativas. Establecían qué era yo, si había estado en el lugar de los hechos, si estaba a cargo de Carrasco, etc. En un momento la cosa se puso bien concreta: –Para que diga por sí o por no, si mató a golpes al soldado Carrasco. Era tal mi ignorancia sobre el del juicio oral, que en vez de contestar directamente que no, quise ahorrar tiempo y molestias, ya que todas esas preguntas las había contestado en sede militar, y corté a la presidenta del tribunal… –Esa pregunta ya la respondí al juez militar José en el cuartel de Zapala –con una ingenuidad de la que hoy me avergüenzo. –No interesa a quién le haya respondido con anterioridad a esta pregunta. Además es importante que sepa que es a la Justicia Federal a quien debe responder este tipo de preguntas. Por eso haga de cuenta que es la primera vez que le preguntan sobre el tema y conteste por sí o por no –Me reconvino. –No, claro que no –Respondí un poco confundido. –Para que diga por sí o por no, si sorprendió en la tarde del seis de marzo de 1994 al soldado Carrasco fuera de la Batería y por eso ordenó que lo golpearan hasta matarlo. –Disculpe doctora, me parece que ya respondí a esa pregunta: No maté ni mandé a matar ni se qué le pasó al soldado Carrasco, además… –Usted sólo responda las preguntas que se le formulan, además no se trata de la misma pregunta. Usted DEBE responder a cada una de las preguntas como se le dijo, con un sí o con un no. Así es el procedimiento, ¿Está claro? Sonó más a una advertencia del general Warckmeister que a una aclaración de un juez, pero igual obedecí como si fuera el primero… 274 IGNACIO R. CANEVARO Con este cruce no había comenzado muy bien que digamos, pero contesté cada una de sus preguntas para terminar con el bendito procedimiento y avanzar de una vez con esto que creía era el fin del juicio. Después de tantas advertencias no fueron tantas las preguntas que me hizo el tribunal, y como era de esperar, le tocó a la fiscalía, que aguardaba su turno a su derecha. El fiscal Balboa se empecinó en encontrar la manera de dejar expuesto mi (inexistente) odio hacia Carrasco. Al cabo de una serie de preguntas que giraron en sí mismas para lograrlo, me dio la impresión que le era imposible demostrar con ese simple e infantil argumento la trama del porqué fue asesinado el soldado. Estaba claro que así tampoco iba a terminar el juicio de modo intempestivo. Quizá por eso luego los medios hicieron comparaciones con la película “Cuestión de Honor” en la que Jack Nicolson, pierde los estribos al declarar y confiesa la autoría intelectual en un crimen. Este no era el argumento y el caso Carrasco no era una película. No había signos de saña ni bronca con el conscripto, al que no llegué a conocer, y solo eso fue lo que quedó como saldo. De todas formas me adjudicó dichos, actitudes y hasta pensamientos que eran inequívocamente de un tirano que se la había agarrado con el pobre Carrasco. Pero la simple realidad no cuadraba con su idea de quien estaba sentado respondiendo cada una de sus preguntas. Balboa se mostraba contrariado, porque no podía llegar a mostrar esa faceta que él estaba seguro que tenía y se pasaba la mano de un lado a otro de la cabeza, en ademán de peinarse y despeinarse a la vez. Mientras, gestos adustos y ceños fruncidos se veían en el tribunal que seguían la indagatoria con atención, pero casi se adivinaba, tenían ganas de seguir ellos mismos con las preguntas de Balboa, que no iban a ninguna parte y no convencía. Allí pasó el episodio que relata el diario, que Balboa trató de capitalizar con una broma, pero solo le valió el reto de la Ingelmo, que luego de secarse las lágrimas por haberse reído, retomó la compostura. También a su turno preguntaron los abogados querellantes, que con el apoyo del padre de Segovia, llevaron su posición al extremo. Ahora no era un tirano sino un monstruo. Aunque sus preguntas tenían alto contenido malicioso –algunas evidentemente burlonas– creo que las respondí sin margen para dudas. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 275 Centraron sus preguntas en base a una imagen que querían establecer como precedente. Daban demasiadas vueltas para dejar acreditado si decía o no malas palabras en el cuartel, si mi comportamiento era duro con los soldados, o trataban de detectar cualquier tipo de defecto, por más pueril que sea, que mereciera hasta el más mínimo reproche. Los hallazgos eran magros, y frecuentemente solicitaban a la secretaria del tribunal que dejara constancia en el acta de debate que admitía haber dicho pelotudo a un soldado porque cometió una falta. Como si eso tuviera un valoración negativa en este juicio, que era por el homicidio de Carrasco. Si buscaban dejar sentado que abusaba de las malas palabras, pues con solo preguntármelo, lo hubiera admitido como lo hice con el fiscal, pero decir malas palabras no implicaba que haya matado a golpes a Carrasco, y era lo que realmente importaba o por lo menos eso creía, aunque no para ellos. Desde las diez de la mañana que había comenzado la indagatoria hasta pasado el mediodía, las preguntas se sucedieron una tras otra, con la sola interrupción de los jueces para preguntarme si deseaba suspender un momento para ir al baño. –¿Desea que hagamos un receso para tomar un poco de aire o ir al baño subteniente? –Preguntó ya por tercera o cuarta vez la Ingelmo. –No gracias, solo pido un vaso de agua, pero no es necesario detenernos. Quiero seguir declarando. Me parecía que de tanta insistencia, eran los jueces los que querían detenerse, pues yo no había dado señales de cansancio y me esforzaba por continuar. Estaba contento de poder expresarme y quitar del medio historias fantásticas de torturas y abusos que habían dado la vuelta al mundo. Tanto era así que si no almorzábamos, no me interesaba. Por mí, lo hacía cuando llegue al penal, cerca de las 21 horas. De hecho hubo veces en las que tuvimos que hacer eso. Algunas de ellas llegué cerca de la medianoche y excepcionalmente, a la madrugada. Al otro día las actividades iniciarían a las 9 ó 9.30, por lo menos para los imputados, que estábamos en el predio del tribunal en horario, pero la mayoría de las veces, los jueces se tomaban su tiempito para reanudar las sesiones. Como no habíamos hecho ningún cuarto intermedio hasta las 14, la Ingelmo, previo consultar con Vázquez y Krom, detuvo la indagatoria, ordenó un 276 IGNACIO R. CANEVARO receso hasta las 15.30 para almorzar y se retiraron recordándome que seguiría prestando declaración luego, y que mientras esperaría en la sala contigua. Vigilado por policías federales que esta vez no podían cruzar palabra, recibí la comida que me alcanzó mi familia. Hasta ese momento habían sido solo alimentos envasados, como yogurt o ensalada de frutas, hasta que con el correr de los días, fuimos tomándole la mano a los cuartos intermedios, y gracias al esfuerzo familiar, llegué a almorzar y cenar lo mismo que ellos, que me cocinaban en la precariedad de la casa que alquilaban a unas cuantas cuadras del tribunal. Me traían la comida en una vianda. Reconozco que en ese momento lo veía de lo más natural, pero ahora que lo escribo, no puedo dejar de valorar ese tipo de gestos que hicieron posible que me pueda vestir, comer, asear, y en definitiva, vivir de manera decente. Es muy difícil figurarse lo que implica tener un familiar detenido sin haber pasado por ello; Realmente hay que vivirlo para saber. Ese familiar sigue siendo la misma persona, claro que por lo menos para la familia, y todos quieren hacerle las cosas más fáciles. Hoy me doy cuenta que es algo increíble que en medio de un problema tan grande, en medio de esa exposición pública, haya alguien que esté ocupado en mínimos detalles como que en el almuerzo esté la servilleta, o el pan, o el detalle de la salsa caliente en el compartimiento lateral por si solo quiero comer la pasta con manteca. Esa era mi mamá, mi papá, esos eran mis hermanos. Y aunque en ese momento no me haya dado cuenta, hoy se los agradezco con el corazón, porque desde el principio de este proceso hasta el día en que salí, la preocupación y dedicación fue la misma, solamente impulsadas por sentimientos muy profundos. Cuando volvimos del receso, continuó sin más la indagatoria. Para esta etapa me tenían reservada una medida que se las traía. Bien es sabido que durante la instrucción suplementaria el tribunal se había negado sistemáticamente a los pedidos de la defensa para que se realizara una reconstrucción del hecho, pero esta vez lo quisieron hacer pero con todo el público de la sala presente, pues había sido dispuesto a un costado de la silla donde me encontraba, un vugraph o proyector de transparencias. Al reanudar la audiencia, se ordenó encender el aparato e inmediatamente una de las columnas centrales de la sala se convirtió en telón, pues había una ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 277 placa que tenía un plano del cuartel. Las edificaciones no tenían identificación más que un número dentro, pero las referencias habían sido tapadas deliberadamente en la parte inferior con una hoja. Como si fuera una prueba que evaluaba no tan solo mi memoria sobre lo que hice, sino también sobre dónde estaba cada edificio, me pidieron que de precisiones sobre dónde estaba y a qué hora el 6 de marzo, desde la diana hasta la hora de silencio. José ya lo había hecho en incontables ocasiones. Era evidente que si hubiera tenido que hacer esa tarea por primera vez hubiese sido bastante complicado, más cuando esa dificultad se multiplicaba al tener que señalar con un puntero (como si fuera una clase) lo que estaba relatando. La tarea se vio simplificada por la práctica en el penal. Tenía el recuerdo fresco de dónde estaba cada edificio y eso me ayudó. Esa era la pregunta que no faltaría y no faltó. Al promediar mi reconstrucción del día, todo parecía un trabalenguas: –Cuando llegamos al 25 –mientras señalaba– dejé los soldados a cargo de Sánchez, y por el 32 llegué al 14. Podía ver que todos hacían un esfuerzo por seguirme, pero nadie atinó a detenerme mientras estuve dibujando mis pasos de aquel seis de marzo. Con sólo quitar ese papel de las referencias, podrían haber estado más al tanto de mis comentarios, pero ahora veo que esa no era la finalidad de esa reconstrucción. La finalidad –sin lugar a dudas– era lograr que me confunda y explotar ese momento de duda, para dejar en evidencia que no podía justificar mis acciones aquel día. Al desorientarse los mismos que tendieron la trampa, el hecho pasó inadvertido. Estoy seguro que nadie sabía de lo que estaba hablando, que no contaron con que podía contestar aquellas preguntas. Es más: podría haber inventado números de locaciones y nadie se hubiese atrevido a interrumpirme para corregirme, pues mi relato era firme y tanto los jueces, como la fiscalía y la querella, no podían quedar expuestos ante el público si no manejaban el plano del cuartel como yo en mi relato. Notaba la diferencia de intención entre las preguntas de la fiscalía con respecto a las de la querella, pero no variaba en nada la devolución. Todas las preguntas que se me hicieran debían ser respondidas como si viniesen de mi propio abogado. Esa era mi mejor arma, contestar con verdad, no presentar fisuras en mi declaración, ser creíble y por supuesto, no ser desmentido. La 278 IGNACIO R. CANEVARO única manera de no lograr cualquiera de esas premisas es mintiendo, porque la mentira obliga a continuar en el engaño para no ser descubierta. Así una mentira lleva a la otra y es muy complicado mantenerla por mucho tiempo; Si no se es muy hábil, la mentira no durará mucho tiempo. A Dios gracias nunca tuve ningún secreto que me diera miedo revelar por lo que siempre me presté a cualquier tipo de pregunta, y de examen. Al promediar la tarde, llegó el turno de preguntar a la defensa de Peralta, que no usó de esa facultad y luego la de Sánchez, que ahora se encontraba detrás de mí. Como se me había instruido, las preguntas las harían las partes, pero debía respondérselas al tribunal, no a quien las habían formulado. Hubo veces que di vuelta en mi silla giratoria para ver a Sánchez y Seguí mientras respondía sus preguntas, y era asombroso como cuando lo hacía, Sánchez solo bajaba la mirada. Su actitud en las audiencias fue siempre la misma, de muy bajo perfil, pero todo el mundo sabía era una postura de evidente vergüenza. Hubo momentos donde las preguntas de Seguí eran realmente corrosivas; Más aún que las de la fiscalía, y lo que ya es mucho decir, la sensacionalista querella. Por todos los medios buscaba ponerme en ridículo. Pensaría que comprometiendo mi situación, mejoraba la de su cliente, en franca contraposición. Pero hasta los medios advirtieron esa maniobra y lo calificaron como un fiscal más. Sus preguntas no estaban destinadas a salvar la responsabilidad de su cliente que estaba acusado ahora de encubrimiento, sino a acusar a los otros imputados. A nadie se le escapaba que Sánchez fue uno de los primeros en estar acusados de homicidio y que gracias a su “confesión” logró atenuar la gravedad de la imputación. Tres personas fueron la moneda de cambio para el sargento al que alguna vez había calificado como comprometido y leal. Quien más explotó lo que yo tenía para decir, obviamente fue Iñíguez, quien tuvo su oportunidad luego de que Seguí terminara con su flaca táctica y cediera el turno de preguntar a las defensas de Suárez y Salazar, respectivamente. Durante nueve horas estuve declarando sin contar el receso del mediodía. Allí expuse lo que creía era conveniente para deslindar responsabilidades. Las mías y las de los demás, hasta donde me constaba. Traté de poner blanco sobre negro y dejar en claro la verdad desde de mi perspectiva, lo que se puede resumir en: ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 279 • Que era inocente de la muerte de Carrasco. No tan solo no lo había mandado a golpear, sino que no tenía idea de quien/es lo golpearon y/o lo encubrieron. • Que la participación del Ejército en el caso fue para incriminarme en el homicidio y no para protegerme, como sugerían en algunos los círculos investigativos. Que lo hizo mediante tareas de inteligencia a través de la pantalla de la Justicia Militar e indujo al juez Caro para que adopte su hipótesis. • Que no individualizaba a Carrasco, no era tampoco su oficial instructor y no tenía motivos para molestarme seriamente con él y mucho menos matarlo. • Que Sánchez incorporó su declaración por escrito presionado por el Ejército y que la González –aunque más temeraria por atreverse a declarar más tarde en el juicio– también mintió extorsionada por el Ejército. En fin, respondí cuanta pregunta me hicieron, acoté todo lo que sabía, me presté a todo tipo de reconocimiento en la misma sala de audiencias, asistí a todos los careos que se pidieron, me presté a todas las pericias que se solicitaron, y aún más, solicité mediante mi adhesión, más pericias, pero fueron denegadas y aun hoy sigo dispuesto a encontrar la verdad de lo que pasó con Carrasco. Recuerdo haber adherido al pedido de las defensas de Suárez y Salazar, a fin de que se los sometiera a una pericia sofrológica, es decir usando técnicas suplementarias similares a la hipnosis, que también fue solicitada; Además pidieron someterse al Pentotal, comúnmente denominado el suero de la verdad, que borra las habituales barreras inhibitorias, y al contestar preguntas hubiera impedido ocultar la verdad, o también al detector de mentiras, para probar que no estábamos mintiendo en nuestras declaraciones, pero fueron denegadas por no estar contempladas en el código de procedimientos. Más no podíamos hacer; Y creo que contaban con ello… Pero lo que siguió del juicio, demostró que si alguna vez la verdad llegaba a ver la luz, estábamos muy lejos de ese momento. Una gran cantidad de gente que había metido sus manos en la causa, entre los que se encontraban políticos, civiles y militares, no fueron aceptados como testigos en el juicio y otros ni siquiera contemplados como posibles declarantes, a pesar de nuestro desesperado pedido al Tribunal. Entre los militares, una extensísima cadena de comando, que incluía desde el Jefe del Ejército, Martín Balza, su auditor Tcnl Ferrario, el jefe de Inteligen- 280 IGNACIO R. CANEVARO cia del estado mayor, general Miná y sus cincuenta efectivos de inteligencia militar, pasando por el comandante del Vto cuerpo, Grl Halperín, sus auditores Tcnl Gutiérrez y el My Muñiz, el comandante de brigada Grl Díaz y también su auditor el Juez José y jefe de inteligencia de Neuquén, el Tcnl Jordán, como así también el intocable Dr. Moreno Campos no tuvieron que confrontarse con nadie que les dijera que mentían y que se habían confabulado. A cambio de ello, tiraron sobre el escritorio de los jueces de Neuquén un par de hojas donde contestaban unas pocas preguntas hechas ya sin esperanza de obtener una respuesta verdadera. Muchos otros involucrados que podían haber echado luz en tanta oscuridad quedaron al margen de este juicio como si no hubieran existido. El secretario de Balza, Coronel Chretien, los generales de la aciaga y penosa misión del regimiento de granaderos, Viviani Rossi, Díaz Bessone y Laidlaw; El asesor para asuntos militares del juez federal Caro, coronel Reimundes y los policías historiadores oficiales Serraballes y Duarte, por nombrar algunos. Por otro lado, el presidente de la nación, Carlos Menem, nos podría haber contado cómo hizo para ordenarle a Balza que investigue en el caso Carrasco y le entregue los responsables, sin violar la ley de defensa y de seguridad interior. También el ministro de defensa, Oscar Camilión, podría habernos dicho de dónde sacó que es “altamente improbable’ que los asesinos de Omar Carrasco no sean Militares”, o que “entre los cuatro sumariados estaría el culpable…”, todo esto antes del 26 de abril de 1994, cuando Caro no había quitado el capuchón a su lapicera. Así no fueron aceptadas por el Tribunal Oral las citaciones para declarar de estos acusadores, con la obvia intención que quedaran firmes sus falsas acusaciones, también hubo quienes tenían algo para decir en la causa, pero en contra de la Historia Oficial; Obviamente tampoco fueron aceptados para declarar, y con más razón aun, no vaya a ser que convenzan a alguien. Uno de ellos fue el Cabo Lorca, que participó en la autopsia de Carrasco y quitó el pantalón al soldado en la sala del hospital militar donde se realizó la misma, poniéndolo él mismo en una bolsa. Con este testimonio quedaba desvirtuado el de la González, pero no le fue permitido declarar. Tampoco le fue permitido declarar al Dr. De la Rosa, que formaba equipo con el cabo Lorca y con el argumento que era superabundante, o sea, como también decía lo que aseguraba Lorca, fue tachado rápidamente como testigo por el tribunal. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 281 El médico, anterior dueño de mi auto, ofreció su testimonio ante escribano público, pero tampoco tribunal quiso oírlo. En el escrito asumía haber cambiado el tapizado del auto antes de vendérmelo, en el asiento del conductor porque lo usaba para hacer sus visitas médicas y se había desgastado más que los demás. Pero el principal personaje, el que más enfrentaba a la Historia oficial, el que no tan solo podía aportar sus impresiones, sino también su ciencia, era el médico legista Alberto Brailovsky. Si bien había sido propuesto como testigo por la fiscalía al comenzar el debate, el tribunal pudo saber con anticipación el contenido de su urticante informe, que descartaba de plano una muerte rápida y sustentaba una agonía lenta con pruebas documentales y contundentes. Obvio que no era posible que declararan unos y otros. Todo aquel que no estuviera alineado con la historia oficial, debía ser descartado, y así fue. Declararon eso sí, todos lo que aceptaban tirar y pegar a los patos del estanque, a los que sólo un milagro podría salvar. El teniente coronel Duret fue uno de los valientes tiradores al pato. Enviado personalmente por Balza, dijo haber recibido instrucciones precisas de poner orden en el cuartel, y no tuvo mejor idea que asesorarse por la gente de inteligencia militar, también enviada por Balza. Como un interventor con plenos poderes, hizo y deshizo a su antojo, sin la más mínima asistencia de la razón, impulsado sólo por la ambición de servir obsecuentemente a los fines de quien lo envió, quien había –seguramente– prometido su recompensa. Esa fue la combinación más funesta que pudo haberse reunido en perjuicio de lo que verdaderamente se debiera haber hecho. Formó dupla con el entonces Cnel Miná, otro sediento de gloria y necesitado de aprobación de Balza; De investigar –aunque sabían que prohibido estaba– no hicieron nada. Solo desenfundaron la regla militar más antigua y la pusieron en práctica: En el ejército existe un responsable para cada cosa. Y ellos, sin tener en cuenta que el mundo no a paso redoblado, la aplicaron. Lo peor de todo es que con esas cabezas militares no pudieron diferenciar que efectivamente no es lo mismo ser el responsable meramente administrativo del soldado en el cuartel, que ser el responsable de la muerte del soldado en el cuartel. Para ellos, era una cuestión de semántica, y aunque debieron acomodar algunos detalles, que los civiles llaman adulteración de instrumento público, ocultamiento de pruebas, extorsión, prevaricato, incumplimiento de deberes de funcionario público y 282 IGNACIO R. CANEVARO otras minucias, terminaron por señalar que una y otra cosa son lo mismo. Igual recibirían la añorada palmada del jefe. Cuando fue a declarar como testigo, durante casi tres horas bajó ante el Tribunal la línea oficial del Ejército respecto del crimen. Arrojó sospechas sobre Verón y Parodi, pero salvó al sargento golpeador Guardia, a Gastaminza y a Correa Belisle. A Suárez y Salazar, ni siquiera los mencionó. Con ello pretendía aportar al Tribunal elementos para vincularnos directamente con el asesinato, pero como llegó al cuartel una semana después de la aparición del cadáver, solo fueron opiniones y especulaciones, que dicho sea de paso, pudo hacer a sus anchas sobre lo que pudo haber sucedido, ante el entusiasmo de las juezas que pedían que quedara constancia en actas de todas las presunciones del “enviado”. Contestó con fingida amabilidad las preguntas del Tribunal y con desprecio las de la querella y los defensores, lo que produjo ásperos cruces con los abogados, para la inocultable desesperación de las juezas. “El testigo no tiene privilegios –se atajó la presidenta del Tribunal, María del Carmen Ingelmo– pero es un funcionario del estado en actividad. No está acá como imputado, así que diríjanse a él como debe ser”, advirtió, para salir en defensa del comando de Balza. Después de declarar, no permaneció incomunicado como todos los otros testigos hasta el momento, sino que se fue en la Grand Cherokee de los jueces, hasta el comando de la Sexta Brigada. Redondeó sus opiniones con la frase: “No creo que el subteniente le haya pegado (a Carrasco), pero tengo la impresión de que probablemente supiera desde un primer momento lo que había sucedido. Por esa razón está acá’”. Claro, hay que tener en cuenta cómo se manejó el caso y quienes investigaron desde el mismo inicio. Duret fue enviado por Balza al cuartel para proporcionar el espacio necesario para que la inteligencia militar pueda cumplir con su misión. De paso, elevó sus impresiones, como lo hizo aquí en la sala de audiencias, sin la más mínima prudencia, al tratarse de la vida de otros. Por esa razón está acá, lo dijo como si realmente fuese el padre de la criatura, convencido de haber sido él y no Caro el que me había colocado en el banquillo. Quizá hasta tuviera razón, pero fue un acto de tanta soberbia realizado con tamaña impunidad, frente a los jueces que nada dijeron, que me cayó como una bomba en las tripas. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 283 En relación a que altos oficiales de Inteligencia se instalaron en el cuartel, e interrogaron a todo el personal de oficiales, suboficiales y soldados, adujo que aunque era el jefe de la unidad, nunca se enteró quién los había mandado. Convengamos que no era un jefe muy diligente si es que verdaderamente no sabía quién mandaba la gente que –como él– estaba interviniendo el cuartel. El tribunal oral mostró este inusitado trato preferencial y no pasó inadvertido. El diario74 Río Negro dijo sobre la visita de Duret: “…El teniente coronel gozó de un trato privilegiado por parte del Tribunal. Al ingresar a la sala a declarar, se le presentó a todos los que estaban presentes como si fuera una reunión social. En lo que fue su declaración, se le permitió opinar y especular como a ningún otro testigo. Dos horas de iniciada la audiencia, el fiscal se opuso a una pregunta porque ‘se le están pidiendo impresiones personales, y el testigo debe deponer sobre lo que vio o escuchó’. ¿Y entonces para qué lo trajeron? – protestó Olivera, abogado de la familia Carrasco – Duret llegó a mediados de abril a Zapala, y el crimen fue el 6 de marzo… El Tribunal no tuvo más remedio que rechazar la objeción del fiscal…”. Lo mismo que pasó con Duret, sucedió con otros testigos; Pero al revés. El trato de los jueces con los testigos propuestos por las defensas de los imputados, era tendencioso, malhumorado y hasta descalificante. Todo aquel que abonara su coartada o –mucho menos– algún dicho de los acusados, era tratado con suficiencia y antipatía. Ni hablar si su testimonio confrontaba la versión oficial del caso. No se escatimaban esfuerzos para hacer desdecir a esos testigos, que eran como de otro juicio. Y si era un testigo muy sólido en su declaración, buscaban anularlo sometiéndolo a una presión tal, que atenuara su firmeza. –Le recuerdo que usted está declarando BAJO JURAMENTO… –Decía la presidenta del tribunal a lo que seguía una gran pausa con mirada incriminatoria. –… Y que la pena por ese delito es de 1 a 4 años de prisión. Usted DEBE contestar TODO lo que se le pregunta y olvidarse de la simpatía o amistad que tiene con los acusados o puede quedar detenido/a en la sede de este tribunal –Acotaba la Vázquez completando la amenaza. 74 Diario “Río Negro” del 21 de Noviembre de 1995, Primera plana y pág. 17. 284 IGNACIO R. CANEVARO Al testigo no le quedaba otra que pensar que tenía que desdecirse, de lo contrario su libertad pendía de un hilo. Era una situación muy delicada, en la que muy pocos pudieron mantenerse en sus dichos. La mayoría de ellos relativizó sus afirmaciones, como el caso de Parodi, que con un poco más de presión de las juezas, juraba que no me conocía. Hicimos juntos el Colegio Militar, vivimos juntos en el casino durante otros tres años, estábamos absolutamente interiorizados de la vida del otro y ante las punzantes preguntas del tribunal, nada le constaba, todo era relativo, y eso que no le estaban preguntando del caso en sí, sino de mi conducta dentro del cuartel, mi relación con los demás, mi noviazgo y las salidas a Zapala. Esta declaración en particular demostró que entre Parodi y yo solo había una relación circunstancial. La prensa había gastados kilos de papel y litros de tinta hablando de nuestra supuesta íntima amistad, y era sólo un compañero de trabajo, que dicho sea de paso, arrugó por nada. También el episodio mostraba otra vez que los demás testigos que en algo favorezcan a los acusados, serían asediados de tal manera, que no tan solo terminarían rectificándose, sino detenidos por falso testimonio, aunque estén diciendo la verdad. Así y todo, otros testigos sacudieron su pasividad y tomaron partido. Arriesgaron su tranquilidad y se animaron a declarar y decir que les constaba lo que decían: Algunos de ellos a su manera, con limitaciones, pero con idéntica valoración; Otros con más firmeza, pero todos fueron hostigados de uno u otro modo. Por nombrar solo algunos, Mariana Peralta, Correa Belisle, Gastaminza, Terrado, Balmaceda, Anzorena y Luna, un ejemplo cabal que en este juicio se declaraba una cosa, y quedaba acreditada otra, absolutamente contraria. 19 de Noviembre: CMF Cómo murió Carrasco El diario75 “Río Negro” publicó una tapa con el título “Testimonio de los forenses – Sabían que estaba grave y lo dejaron morir”. “Los peritos que hicieron la segunda autopsia conmocionaron al tribunal, al afirmar que el soldado murió entre 30 y 90 minutos después de ser golpeado… 75 Diario “Río Negro” del 19 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 20 y 21. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 285 la línea argumental de que Carrasco estuvo internado y fue medicado quedaría desvirtuada, lo mismo que la declaración de una sorpresiva testigo”. En otra página y en un cuadro aparte con título “Agonizó entre 30 y 90 minutos” se describe la secuencia – al decir de los médicos forenses – de cómo murió el soldado Carrasco. “…Los peritos que declararon ayer destacaron en todo momento que el estado de putrefacción del cadáver les impidió obtener mayor certeza en sus conclusiones. De todos modos pudieron reconstruir de manera aproximada la agonía y muerte del soldado. Carrasco recibió un golpe en el pecho con un objeto romo no cortante… Eso le produjo a la vez, ruptura de las arterias intercostales, con hemorragia interna. Al menos un litro y medio de sangre quedó alojado en la cavidad torácica. Eso comprimió el pulmón derecho, y alteró su mecanismo respiratorio. A raíz de estas lesiones, Carrasco se puso pálido, mientras su ritmo cardíaco se aceleraba de 60 a 120 pulsaciones por minuto. Comenzó a jadear y toser, mientras sentía el insoportable dolor que le producían las tres costillas rotas. Finalmente, entró en un irreversible estado de shock. Después de recibir el golpe en el pecho, Omar sobrevivió entre 30 y 90 minutos… … Existe la posibilidad de que haya sido revisado por un paramédico o alguien con conocimientos de medicina. No hay pruebas médico-legales de que haya recibido un golpe en el ojo izquierdo. Con respecto a la declaración de los médicos forenses, la nota central decía: “…Apoyándose en diapositivas de la autopsia y utilizando un lenguaje por momentos muy técnico pero extremadamente claro los expertos detallaron la agonía y muerte de Carrasco… “…Pero las definiciones categóricas desaparecieron cuando se preguntó cuánto tiempo de sobrevida tuvo, y si fue asistido médicamente. ‘la sobrevida puede estimarse en minutos – dijo Ravioli – treinta, sesenta, noventa minutos, si es que no se tomaron las medidas necesarias. Eso lo ignoramos’. Para salvarle la vida, tendrían que haberle hecho una urgente transfusión de sangre y operarlo para buscar la lesión. Pero Raffo destacó que ‘no hallamos lesión hospitalaria alguna. Si recibió asistencia médica, fue un paramédico, enfermera o alguien similar’, cuyo trabajo –de primeros auxilios– no dejó rastros en el cadáver”. En otra nota aparte con el título González no tocó el pantalón se comenta parte de la testimonial del Médico Rodolfo Villagra. 286 IGNACIO R. CANEVARO “La subteniente González participó de la primera autopsia del cadáver de Carrasco, pero en ningún momento manipuló el pantalón que vestía el cuerpo y que según ella dijo a la justicia le pertenecía aunque se lo había prestado poco antes al subteniente Canevaro. Así lo reveló ayer ante el Tribunal el médico Rodolfo Villagra, quien dirigió la primer autopsia en el hospital militar de Zapala”. Obviamente por ser uno de los principales acusados del homicidio tuve que asistir a todas las audiencias. Estaba convencido que nadie podría condenarnos si no había pruebas, pero fundamentalmente, si no habíamos sido los que mataron a Carrasco. Lo que más me daba vuelta en la cabeza era la sensación de una inminente condena, por toda esa animosidad de los jueces y de gran parte de la prensa y de la opinión pública. Pero lo que no cuadraba era cómo harían para hacerlo. Pues bien, esta es una de esas veces en las que me empecé a convencer que sería condenado, por más que no hubiese sido, y más aún, aunque no hubiese pruebas en mi contra. Desde mi nada envidiable posición tuve la suerte de entender cómo se tejieron mentiras a partir de una ilación de ideas, que en apariencia guardaban cierto sentido lógico y por ello fueron consideradas como verdades. Durante el testimonio de los tres peritos del cuerpo médico forense (CMF) –que al igual que Duret, fueron tratados con pasmosa reverencia– se pudo ver esto. Daría lo que fuera por tener en mi poder los 80 videocassettes de las grabaciones del juicio para demostrarlo. Pero, debo decir que nadie los verá jamás, pues están perdidos en algún lugar entre el Tribunal oral y la Cámara de Diputados de la Nación. Continuando con los peritos del CMF, fueron muy precisos al contestar la mayoría de las preguntas, que tendían a determinar el fin del mecanismo que produjo la muerte de Carrasco. La consecuencia lógica de la pérdida de una gran cantidad de sangre, obviamente es la muerte y no existe humano en el planeta que pueda ser tomado en serio si dice lo contrario. Pero al momento de explicar la causa-fuente, el mismísimo inicio, el mecanismo por el cual esa cantidad de sangre había salido del cuerpo de la víctima, yo sentí que se produjo un vacío donde un encadenamiento lógico se unió a otro, también lógico, pero el nexo era solo un capricho; Una mentira que une dos verdades, y a veces, ni siquiera eso. Está claro que un derrame de sangre produjo la muerte del soldado. Está claro que si esa hemorragia era masiva, el tiempo de sobrevida iba a ser cor- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 287 to. Esto es, si la hemorragia interna era grande, murió al poco tiempo. Si era pequeña, pudo prolongar su sobrevida aun más… Ante la pregunta concreta del tribunal sobre cuál fue la sobrevida de Carrasco luego del golpe, los médicos comenzaron a titubear y se pasaban la respuesta de uno a otro, como quienes contestan en conjunto pero ya no con certeza, por eso las constantes interrupciones de unos a otros. Se notaba que no tenían definido el tema. Deliberaron en el mismo recinto de la sala de audiencias como si estuviesen elaborando el informe, y presionados con insistencia por las Dras. Ingelmo y Vázquez, los médicos comenzaron a darse cuenta que la respuesta buscada era la que diera menor sobrevida a Carrasco. Recuerdo que en el momento de explicar el mecanismo que produjo esa pérdida de sangre hubo un impás, un que nadie se de cuenta de lo que estamos diciendo, que no me pasó inadvertido. Los peritos forenses habían traído muchas respuestas a la audiencia, pero una de las preguntas que no habían podido contestar en la morgue judicial más especializada del país porque sencillamente el cadáver de Carrasco estaba descompuesto, era cuánto tiempo vivió luego que lo golpearon. Pero en esta audiencia, inducidos por el tribunal, contestaron lo que el cuerpo de Carrasco no les dijo. –Está condicionado a gravedad de la lesión que haya producido el golpe –atinó a redondear como quitándose la soga del cuello uno de los peritos. Pero desde el tribunal se continuaba insistiendo para lograr una respuesta terminante que aventara la posibilidad de una atención médica en el hospital militar, aunque los peritos ya habían sostenido que no estaban en condiciones de darla. –Pero para perder una cantidad tan grande de sangre tiene que haber sido una hemorragia masiva, sino cómo se entiende que haya tenido este desenlace –retrucaban alternadamente Vázquez e Ingelmo. El tema es que los peritos habían dicho que por el estado de descomposición en el que estaba el cuerpo al momento de ser encontrado, no se había podido comprobar si el sangrado se había producido por el compromiso de una vena o una arteria, con lo cual esa y no otra, era la variable que daba como resultado el tiempo de sobrevida. Vena: hemorragia pequeña, mayor sobrevida, y por el contrario, arteria: hemorragia masiva, muerte rápida. – Cuando el cadáver llegó a Buenos Aires, estaba muy deteriorado, tenía un avanzado estado de putrefacción y no podemos llegar a asegurar si el 288 IGNACIO R. CANEVARO sangrado fue a través de una vena o una arteria –Se defendió Ravioli del asedio del tribunal. –Pero en definitiva… ¿Es probable que haya sido de una arteria? –Deslizó la Ingelmo induciendo a los peritos que no tardaron en captar el mensaje. –Y si… Es probable que haya sucedido así. –Fue la respuesta condescendiente y a media voz del grupo que recién ahora completaba el trabajo que no pudieron hacer en Buenos Aires. De buenas a primeras se escogió, así… por la mera presión de las juezas, que el sangrado pudo haber sido por una arteria, y allí sí se aseguró que esa pérdida entonces debió ser muy rápida, con lo que Carrasco habría sobrevivido al golpe entre 30 y 90 minutos. Asombroso método, que de científico no tuvo nada. El tema nunca fue aclarado, menos aun discutido –por lo menos hasta la llegada de Brailovsky–, pero de la audiencia los jueces se llevaron el gran mérito de haberle arrancado a los médicos del CMF una respuesta cantada y haberle puesto un número al tiempo de vida de Carrasco luego del golpe. En su momento me dio toda la impresión que se había hecho trampa, como venían haciendo desde hacía mucho; Pero para ser sincero, el mecanismo de la muerte de Carrasco, nada tenía que ver con el hecho de que yo no debía estar sentado en el banquillo de los acusados. Mi misión era la de demostrar mi inocencia y no salir a protestar porque se había engañado a medio mundo que quería saber cómo murió el soldado. Además no estaba en posición de hacerlo. Cada vez que Iñiguez salió al cruce de un tema que me afectaba directamente, solo salimos perdiendo. Las cosas son como los jueces quieren que sean, me dijo un policía que me acompañó a la parte de atrás de la sala de audiencias, al comienzo de un receso. Y tenía razón, solo que era muy temprano como para comprenderlo. Aunque hubiésemos querido impugnar esa conclusión por aventurada y basada en conjeturas, y aunque Iñiguez hubiera aceptado esa tarea –cosa que dudo– no hubiéramos sido escuchados. Las juezas habían logrado lo que la ciencia no podía y nada iba a deslucir semejante victoria, por más que sea en nombre de la lógica. De allí en más, y para todo el mundo, Carrasco murió inmediatamente de haber recibido una golpiza. No importa que no haya habido golpiza ni tampoco que no haya pruebas de una corta sobrevida. ¿Entonces cómo murió ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 289 Carrasco? Más tarde tendríamos respuestas, aunque no fueran las esperadas por la mayoría. 21 de Noviembre: Hipótesis sexual El diario76 Río Negro publicó una tapa Defensa y querella apuntan a la red de encubrimientos Asimismo, el tribunal comenzó a investigar la hipótesis de que Carrasco haya sido víctima de un ataque sexual antes de morir, ante la evidencia de que el cadáver estuvo desnudo”. En otra página con el título Investigan si hubo un ataque sexual al soldado “La posibilidad de que Omar haya sido víctima de un ataque sexual comenzó a ser investigada ayer por el Tribunal Oral que lleva adelante el juicio por su asesinato. Para ello los jueces parte de una pregunta básica: ¿por qué el cuerpo de Carrasco estuvo desnudo?… … los especialistas dan dos respuestas posibles al interrogante planteado inicialmente: lo desvistieron para revisarlo, o para violarlo. Ambos extremos están siendo considerados en la investigación, en respuesta a dos hipótesis que no se cansan de circular. Una habla de la supuesta atención médica que recibió el soldado en su agonía; la otra refiere que el móvil del crimen –sobre el cual no hay una sola constancia– pudo ser el ataque sexual. Ninguno de los dos hechos pudo ser probado. … Ayer, el Tribunal dio un paso en dirección a la hipótesis del ataque sexual. Un cuadro aparte con título Rasgos Psicopáticos continúa el mismo tema: ‘Es posible que la educación castrense haya potenciado los rasgos psicopáticos de Canevaro’. La frase pertenece al médico siquiatra Eduardo Ghigliani… Con el aporte de su auxiliar, Néstor Julio explicó que ‘Canevaro no es un psicópata, pero tiene rasgos psicopáticos como todos’, y admitió que su educación castrense (a los 17 años ingresó en el Colegio Militar) pudo potenciarlos’… ‘tiene un coeficiente intelectual por arriba de la media aritmética, es muy inteligente’… El juicio oral estaba en pleno desarrollo, los acusados presentes, pero poco se sabía sobre las causas que los habrían llevado a cometer el crimen. Desesperados intentos por tratar de llegar a saber qué fue lo que le pasó a Carrasco tuvieron su punto de partida en este día, en el que se escuchó el testimonio de Ghigliani. 76 Diario “Río Negro” del 21 de Noviembre de 1995, Primera plana y página 17. 290 IGNACIO R. CANEVARO Como la autopsia había dado a conocer, Carrasco vestía un pantalón que se suponía no le pertenecía –el pantalón de la González–, y se sospechaba le había sido colocado poco antes de la aparición del cadáver en el cerro Gaucho. Las especulaciones llegaron a tal extremo que por todos los medios trataron de adivinar el motivo de ese cambio de pantalón. Si vistieron un cadáver fue porque en algún momento estuvo desnudo, y si así fue, es por aquellas dos razones: O bien lo atendieron, o lo violaron. Dos extremos bien distantes y dispares eligieron los jueces. Como jamás quisieron asumir verdaderamente la posibilidad de la atención médica a Carrasco en el hospital militar, decidieron dar un giro radical y tantear la posibilidad de probar el otro extremo. Aún cuando no se probara, la imagen del sospechoso, quedaría irremediablemente dañada y de última, ayudaría a condenarlo, por acumulación de indicios sumado a tenebrosas sospechas jamás comprobadas, que quedarían como una verdad implícita. Así se dio comienzo a una de las tangentes más perversas y retorcidas del proceso. Fui señalado soslayadamente como partícipe de una hipótesis inverosímil, pergeñada aviesamente con el fin de cubrir uno de los enormes baches dejados por la instrucción: El móvil del asesinato. Aunque para el auto de elevación a juicio mi participación se limitaba sólo a ordenar la paliza de Carrasco, para la nueva historia era el principal sospechoso, y eso fue valorado aun más que cualquier otra prueba. Había que acompañar y apuntalar a la verdadera Historia Oficial, la que quedara. Por eso las preguntas al condescendiente Ghigliani, quien lejos de ser objetivo, dejó picando una sugerente respuesta, que no tardaron en explotar tanto jueces como medios, también teñidos de parcialidad. No bastó con ser el principal sospechoso, ahora era tildado de homosexual, y con ello se justificaba la desnudez que alguna vez tuviera el cuerpo de Carrasco, además de colaborar con otra palada de mugre para cubrir mi imagen ya estigmatizada desde el inicio. Cuando escuché la pregunta de la jueza, no pude más que sorprenderme. No podía entender hasta dónde llegaría la voracidad por lograr obtener algún dato descalificante. Pensé que una respuesta, aunque liviana como la de Ghigliani, terminaría con esa idiotez, pero lejos de aplacarla, la avivó. –Usted, en base a esa pericia superficial como dice que hizo, está en condiciones de asegurar si Canevaro es o no homosexual? –No, no podría asegurarlo doctora. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 291 –No podría asegurar que es o que no es homosexual? –insistió una vez más la Ingelmo. –No podría asegurar ninguna de las dos cosas. El calibre de la pregunta, condicionó tamaña respuesta, y al fin de la audiencia era un hecho que me esperaría una serie de estudios para determinar mi orientación sexual. Al cabo de dos días el tribunal oral decidió ordenar una pericia psicológica para determinar científicamente mis inclinaciones sexuales. “Atento las constancias obrantes en esta causa, surge la necesidad de practicar un estudio profundo de las tendencias sexuales de Canevaro”. Justamente lo que faltaba en la causa eran datos, indicios y más aún pruebas que sostuvieran la medida. En los 20 cuerpos que tenía la causa, no había un solo dato que alentara la posibilidad de abrir una vía de investigación semejante, pero así se hizo. Era obvio que la hipótesis del ataque sexual como móvil del crimen era la que más le interesaba al tribunal, no porque tuvieran pistas firmes sino porque se polemizaba sobre la hombría de un de los acusados y allí centrarían su esfuerzo, mientras ganaban tiempo a la espera de un dato salvador. Consecuencia de la condescendencia de Ghigliani, por no llamarla obsecuencia –que bien sabía el propósito de las preguntas de las juezas– fue una batería de test psicológicos y exámenes clínicos que duraron como dos semanas. Previo a finalizar la audiencia de ese día, el tribunal preguntó a Iñíguez si yo aceparía someterme de ser necesario a distintas pericias para determinar mis inclinaciones sexuales, lo que fue rápidamente aceptado. No por rápido y bien predispuesto fue menos molesto. Uno de esos exámenes fue realizado en la misma sede del tribunal, en el despacho de la Ingelmo. Estaba presente en la sede del tribunal el jefe de la delegación Neuquén de la policía federal, comisario Amarilla, a quien conocí a mi llegada a la U-9 y con quien tenía un trato muy cordial. Me senté en un escritorio con un par de retratos familiares de la jueza, y me entregaron una especie de multiple choice de nada menos que 500 preguntas. –No te copies eh? –Bromeaba Amarilla al salir al pasillo. 292 IGNACIO R. CANEVARO Preguntas sencillas, pero con detalles raros. “Si conduciendo un automóvil atropella a una anciana que cruza mal la calle…”. a. Acelera y escapa del lugar b. Llama desde su casa al hospital diciendo nombre falso. c. La pasa nuevamente por encima. Dejaba en blanco este tipo de respuestas, sencillamente porque ninguna era correcta, pero me indicaron que debía seleccionar por lo menos una. Había preguntas de contenido ético y moral, otras de preferencias muy variadas, hasta respuestas a diferentes estímulos. Se planteaban supuestas situaciones y debía escoger cuál sería mi reacción. El problema seguía siendo el mismo: Las respuestas estaban predefinidas y no comprendían reacciones alternativas. Al principio me preocupó, pero luego de las doscientas o trescientas preguntas, el tema principal pasó a ser cómo terminar. Me harté de tal manera que tildaba la respuesta del mal menor. Si el examen estaba hecho de buena fe, eso quedaría reflejado. Entre las dudas y el bodoque de papel, casi se hizo de noche, pero terminé. De a ratos habían pasado distintas personas que me hacían bromas sobre si estaba escribiendo mi testamento, pero estaba mejor allí, probando mi inocencia, que en la mugre del baño que tenía por celda. A eso se le sumó en otra oportunidad, una larga sesión con peritos oficiales, a los que solicitamos se agreguen dos peritos de parte, ya que no nos fiábamos de la imparcialidad de primeros; es más: estábamos convencidos que la voluntad incriminadora del tribunal, viciaría el informe si no poníamos nuestra mirada en él. Los peritos oficiales llegaron de la Capital Federal, y se unieron a los dos propuestos por la defensa para analizar en un par de sesiones –a la que asistieron inclusive mis padres en un primero momento– mis tendencias sociales y sexuales. En el mismo predio del tribunal, donde hiciera el test de las quinientas preguntas, nos reunimos los cuatro peritos, mis padres y yo. Hablamos de formalidades hasta que hicieron retirar a mis padres. Las preguntas se hicieron esta vez bien concretas, llegando a hablar sobre mis preferencias a la hora de tener relaciones, en cuanto a posiciones, cantidad, frecuencia, gustos y hasta fantasías. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 293 En un momento me pareció estar en un grupo de discusión de lo que ahora se conocen como foros en el chat, por las constantes acotaciones de unos y otros. No tenía la apariencia de una pericia con todas las formalidades, más bien era un coloquio, en el que si bien el estudiado era yo, cada uno ponía lo suyo para condimentar la conversación. Otra de las demostraciones que tuve que consentir para no ser señalado como que ocultaba algo, fue un complejo estudio de diagnóstico por imágenes. Una resonancia nuclear magnética de cabeza, a fin de detectar posibles anomalías por causa de un accidente de tránsito cuando tenía 16 años. Los médicos de entonces me hicieron los estudios de rigor, y dieron de alta en el tiempo de estilo, pero estaba claro: Había que revolver en el pasado, pues tenía que haber algo, algún detalle que diera una pista de violencia o que descalifique ante la sociedad, con la evidente intención de búsqueda de aprobación. Pero entre los exámenes, hubo uno que sobrepasó cualquier previsión y fue más allá. Ahora se requería la verificación de mi ano, concretamente para ver si había sido penetrado alguna vez. Una humillación que no se trataba solo de bajarse los pantalones e inclinarse. Como era una pericia, y había que considerar el contexto en que se estaba haciendo –en medio de la atención de la prensa y del público– se hizo con todas las formalidades del caso. Al solicitar turno en el hospital de Neuquén, los medios supieron cuándo se efectuaría, lo publicaron y con ello, el país tenía rienda libre para hablar no ya sobre si era el asesino del colimba, sino sobre si también era homosexual, por solo capricho de las juezas. Como si eso fuera poco, al llegar al hospital –en medio de un operativo propio de el traslado de un guerrillero de la ETA– me esperaba un equipo de médicos para hacer la pericia. Con la asepsia e impersonalidad que requería esta situación, tuve –eso sí– que ponerme desnudo sobre una camilla, apoyado sobre los codos y rodillas; Las manos tomando el mentón y mirando al frente como si nada pasara, soportar primero, ver como el médico se colocaba los guantes, se ponía vaselina y luego esperar que terminara de hurgar y comentar con sus colegas que presenciaron el acto en todo momento. Cuando me dijeron –Listo. Ponéte los pantalones nomás, un flash de un segundo me hizo imaginar que quienes llevaban los barbijos no eran los doctores, sino los tres jueces. Una manera loca de interpretar el verdadero sentido 294 IGNACIO R. CANEVARO de la pericia, pues estoy convencido que solo la ordenaron con el propósito de demostrar toda su impunidad; El resultado era lo de menos. Te ponemos el dedo en el traste y no podés hacer nada. Una demostración de que estaba en sus manos… y de lo que vendría. Los resultados de los exámenes, los psicológicos como los clínicos, tardarían bastante, y eso me molestaba ya que si me había prestado al escarnio público, fue con el solo fin de me despegaran de una vez de las hipótesis alternativas sobre los móviles de la muerte de Carrasco. Para que se investigue en serio. Mientras tanto, tendría que seguir aguantando que se hablara sobre mi sexualidad y las distintas alternativas que se abrían ahora con la espera de los resultados. Ya había quienes especulaban con una trama de abusos y orgías sin ningún fundamento. Pero era lo que más vendía… Se reanudaron las sesiones, interrumpidas solo por los exámenes. Sentía la satisfacción de haber hecho lo que tenía que hacer, pero tenía el imborrable sabor amargo de que al haberme sometido a los estudios forenses, fui humillado de una manera bien solapada. No tenía derecho a reclamar nada; Solo que los informes se ajusten a la verdad, que estaba cantada, pero que debía ser refrendada por el cuerpo de peritos mediante un informe. Mientras tanto, en el recinto del tribunal continuaban desfilando testigos que denunciaban las actividades de la inteligencia militar en el cuartel y se ventilaban los asombrosos pormenores del manejo en el Hospital Militar, donde crecía rápidamente la posibilidad de la atención médica a Carrasco. 22 de Noviembre: El diario77 Río Negro publicó en tapa Acusarán a altos jefes de encubrir. En otra página, una nota con el subtítulo “El testigo olvidado”. “Neuquén – ‘Es corto, es corto’, fue el término que usó el jefe del Ejército, Martín Balza, para definir a Juan Sebastián Castro el 13 de abril del año pasado. Castro es el único amigo que tuvo Omar Carrasco los dos días y medio que permaneció en el Grupo de Artillería 161 de Zapala. Se fugó tres días después de la desaparición de Carrasco, pero no nadie lo buscó (sic). A lo largo de las distintas 77 Diario “Río Negro” del 22 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 28 y 29. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 295 declaraciones que prestó ante el Juzgado Federal de Zapala y la Inteligencia Militar, Castro mantuvo testimonios tan contradictorios como contundentes. ‘Yo vi que a Carrasco lo estaban pateando en el baño’, dijo en una de esas oportunidades. En las audiencias (…) una cosa quedó clara, su testimonio podría enredar significativamente la hipótesis que mantienen los investigadores del crimen. El lunes, el psiquiatra Ignacio López Proumen lo definió como un ‘individuo normal, fronterizo, pero normal’. Ayer, el comisario Mario Andrés Romero, Licenciado en Criminalística de la Policía provincial, afirmó que inmediatamente después de la detención del conscripto (el 10 de abril) y estando en la sede de División de Seguridad de Zapala, Castro le comentó que el 6 de marzo vio a soldados y a un militar ‘pateando’ al soldado de Cutral-Có. Tal como lo hizo Balza el 13 de abril, las declaraciones de Castro siempre fueron desestimadas (…) por alcohólico o fabulador. ‘no era muy claro y confundía los grados. Dijo que había soldados y que un oficial o suboficial rubio o pelirrojo, pero todo a su manera y con sus tiempos’, explicó Romero…”. 23 de Noviembre: Declaración de Correa Belisle El diario78 “Río Negro” publicó “Capitán implicó a Jefes militares en el crimen”. “El Capitán Correa Belisle no anduvo con eufemismos. El militar responsabilizó a todo el Ejército por el crimen del soldado Carrasco e incluso implicó al mismo jefe del arma, Martín Balza. El oficial afirmó que sus superiores tienen la llave para abrir definitivamente el caso que dilucida el Tribunal Oral de Neuquén. El Capitán, que estaba a cargo de la batería A del Grupo de Artillería de Zapala donde fue asesinado el joven cutralquense, dejó entrever la existencia de una cuidada red de encubrimiento sobre el crimen, que fue respaldada por la Inteligencia militar. Responsabilizó directamente al general Carlos Díaz y a los tenientes coroneles Raúl José, Eduardo Jordán y Guillermo With… Correa Belisle había llegado en la noche del 6 de marzo a Zapala, regresando de sus vacaciones en Chile. No había participado en el proceso de incorporación de la nueva clase, la de Carrasco. En su lugar había quedado a cargo el soso Verón, que solo cubría el puesto. Recién se presentó en el cuartel el lunes siguiente, junto con otros tantos cuadros que regresaban de licencia. 78 Diario “Río Negro” del 23 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 14 y 15. 296 IGNACIO R. CANEVARO Su jefatura era de la Batería “A”, pero ahora ésta oficiaba también de batería de instrucción. La encontró bastante venida a menos, un poco sobrecargada de tareas y como sobrepasada. Amén de eso, se topó con la novedad de que un soldado había desaparecido en su tercer día de incorporado y no se habían tomado las previsiones legales en cuanto a la confección de las listas de servicios, la firma de los cuadernos donde consta la instrucción de las leyes penales ni otras tantas cosas. Verón empezó a correr entre las balas que picaban su trasero por las órdenes de Correa Belisle. Para mí la situación fue solo de acomodarme a la gran cantidad de actividades a la que había sido afectado. Viví las presiones de Correa como las de mi anterior jefe, Horacio Lago, un tipazo. Cada uno tiene su forma de mandar, y había que adecuarse a ella. Para colmo, cuando al mes apareció el cadáver de Carrasco en el Cerro Gaucho, toda la cadena de comando del soldado quedó relevada de su cargo. Correa tenía más motivos que yo para sentir que era una enorme injusticia. No tan solo no estaba en el cuartel cuando desapareció el soldado, sino que ni siquiera estaba en el país. Sin embargo, fue separado y metido en la misma bolsa que todos. Su tiempo de separación fue muy distinto al mío. Lejos de las sospechas principales, pudo seguir en el cuartel y reunirse con otros que sentían lo mismo que él. Gastaminza era otro de los segregados por el caso Carrasco. Con él deben haber exprimido cada una de las hipótesis posibles en busca de una explicación a su desgracia. La mía debe haber sido un tema circunstancial. Deben haber llegado más profundo en sus conclusiones porque tuvieron más tiempo en ese cuartel intervenido por la inteligencia militar y se escabulleron entre los pasillos aprovechando su condición de desafectados, que era lo mismo que ser nada. Estaban en una especie de limbo. Imagino que pudieron generar más defensas que uno, que las tuvo todas en contra desde el principio. Al estar en libertad, pudieron protestar, aunque no demasiado porque también los cortaron a la mitad, aunque más silenciosamente. Correa Belisle fue el primer militar que se animó a decir lo que todos sabían, pero callaban por temor a represalias. Y esas represalias no tardaron en apabullar al decidido capitán, que –hay que reconocerlo aunque ya supiera que su carrera estaba terminada– se animó a denunciar un secreto a voces: que ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 297 el ejército investigó el crimen, que lo hizo a través de la inteligencia militar y que solo ellos sabían sobre el asesino de Carrasco. Contó detalladamente cómo al hacerlo se habían vulnerado las leyes y que jefe del ejército, que había declarado por escrito que no había comisionado personal de inteligencia a investigar el caso, mentía. Esa fue la sentencia de muerte a su carrera. Balza, el general de la democracia, que dijo que delinque quien imparte órdenes inmorales, no perdonó que lo pusiera en evidencia. Más adelante Correa tendría noticias de Balza. Mientras, en medio de ese revuelo que provocaban esas declaraciones, yo trataba de orientar a Iñíguez en sus preguntas. Sabía de lo que estaba hablando Correa y quería que Iñíguez le diera pie para que siguiera denunciando la manera en que el ejército manejó el caso. Llamaba demasiadas veces a Iñíguez para sugerirle preguntas al oído. Él las anotaba y luego las utilizaba con Correa, que veía así allanado el camino para denunciar lo que sabía. Poco a poco esa manera que tenía de colaborar se fue haciendo casi una molestia para Iñíguez, quien demostraba poner mucho esfuerzo por seguir las alternativas de las declaraciones. El relato de algunos militares podía ponerse un poco técnico en algunas circunstancias y le costaba seguir la idea. Hubo veces hasta se molestaba por las sugerencias, pero él no sabía lo que Corea podía contar. Yo sí… –¡¿Qué querés que haga si lo estas dejando ir?! –Le decía enojado cuando fastidiado me apartaba con la mano. –Nada, dejame a mí que yo se lo que hago. –No. Te equivocás, vos sabrás de derecho, pero yo se de lo que está hablando y se cuando mienten o te eluden. ¡Dejame que te diga lo que tenés que preguntar! –Hagamos algo: Vos anotame en un papel lo que querés que pregunte y yo lo miro cuando pueda y veo, si? Con eso me quitó de encima y a su vez sumó un asesor que podía ser bien puntual en alguna pregunta, lo que derivaría en varias repreguntas que haría ya solo. Pronto ese mecanismo empezó a ser cada vez más eficaz. Pedí a mi IGNACIO R. CANEVARO 298 familia que en un cuarto intermedio vaya a comprar una libreta de almacenero. Las clásicas libretas negras en las que se anotaban los pedidos. De a poco pulimos la técnica y con el correr de los testigos se transformó en la principal herramienta de mi defensa. El tema que siempre fue queja con mi defensor, era que no habíamos tenido la suficiente comunicación como –pensaba– necesitaba. Siempre creí que debiéramos haber hablado más, pero él constantemente me decía que solo era mi ansiedad. Ahora estaba convencido que las preguntas que le anotaba en la libreta de almacenero, debieran haber salido de su cabeza, y no de la mía. En un momento de los testimonios tuve que pedir otra libreta, pues ya había gastado todas sus hojas. Pude ver de esa manera, que –sin ser exagerado– entre el 50 y el 60% de las preguntas que se habían hecho desde la banca de mi defensa, habían sido hechas por mí. En algunos casos, me adelantaba al testigo y elaboraba una secuencia de preguntas que lo irían llevando al tema sobre el que quería que declare. Cuando Iñíguez utilizaba mi batería de preguntas, me hacía sentir que era yo mismo quien las estaba haciendo. Era como sentirse vivo otra vez, aunque hablara por boca de otro. Remarcaba con resaltador de color las preguntas que Iñíguez había utilizado. En algún rato libre hojeaba la libreta, y ya podía ver que sus páginas no eran tan blancas. Más bien eran mitad amarillo flúo y mitad blancas. Ahora ya estaba lanzado y no podía echarme atrás. Me había dado cuenta que faltaba pimienta a las preguntas, faltaba ser más incisivo, llegar –según lo que yo sabía que el testigo si sabía– a que contaran los hechos que ponían más claridad sobre algunos temas. Había encontrado qué hacer con mi desesperación mientras los testigos decían lo que se les antojaba sin que nadie les confrontara la realidad. No se si abrumado por su falta de acción, no se si al ver cómo colaban las preguntas hechas por mí, Iñíguez comenzó a sentir que era un caso más grande de lo que él imaginaba. Cierto día antes de comenzar la audiencia me diría: –Me quedé corto con lo que les cobré a tus viejos. Este era un juicio para cobrar mucho más. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 299 –¿Y qué me querés decir con eso? –Con ingenua ignorancia. – Que le digas a tus viejos que me paguen más. Que vendan la heladera, tus hermanos sus autos, pero me estoy fundiendo con lo que les pedí. Es más que un trabajo de tiempo completo. Fijate que pueden hacer y la semana que viene hablamos. Me dejó helado. Ahora sí que quedé helado. En el medio del río, cambiar de montura como dice el dicho era imposible, pero era como para hacerlo. Si no hubiese sido tan boluble hubiera pensado que era un apriete. Aprovechar de esa manera mi necesidad de continuar con un abogado no tiene forma de catalogarlo. ¿Qué se diría si en medio del juicio renuncia el abogado del principal imputado? ¿Ya sabemos, no? Que es indefendible. En otras palabras, que es culpable. Por más que tuviera el coraje de admitir que fue por una cuestión meramente económica, nadie lo creería. No hace falta tener mucha imaginación para saber lo que siguió. 25 de Noviembre: El diario79 Río Negro publicó en la tapa Los oficiales careados ventilaron entuertos Otra página “La estrategia era destituir a Canevaro”. El Mayor Manuel Gastaminza volvió a poner sobre el tapete las sospechosa actuación de la Inteligencia militar en el caso Carrasco. Señaló que los oficiales del área y el juez militar colaboraron para demorar la instrucción civil. También dijo que la estrategia militar era destituir a Canevaro”. “La estrategia de la justicia militar era destituir a Canevaro y después entregarlo a la justicia civil. A su vez señaló que la justicia federal ‘se estuvo retardando para darle lugar a la militar a que termine con su trabajo’. “…En su declaración, Gastaminza afirmó que bajo amenazas fue interrogado por José y por el jefe del Destacamento de Inteligencia 163 de Neuquén, el teniente coronel Jordán. ‘Mirá pibe, que digas lo que digas, te vamos a hacer mierda’, dijo Gastaminza que lo amenazaron. Enseguida rectificó: ‘No me dijeron te vamos a hacer mierda, sino ‘te tenemos que hacer mierda’. 79 Diario “Río Negro” del 25 de Noviembre de 1995, Primera plana y página 16. IGNACIO R. CANEVARO 300 “…Agregó que luego del hallazgo del cadáver, el 6 de abril, llegaron al Grupo de Artillería alrededor de una docena de oficiales de Inteligencia, entre ellos el ahora general Jorge Miná, el máximo representante de esta área del Ejército. ‘Parecían más de la KGB que otra cosa’, definió Gastaminza”. 26 de Noviembre: Miná y la Inteligencia Militar El diario80 Río Negro publicó ¿Qué fue a hacer el general Miná a Zapala? “Los militares que declararon durante la semana pasada en el juicio oral y público por la muerte de Carrasco coincidieron en un punto: Inteligencia Militar desembarcó en Zapala con su gente, pero nadie quiso decir con claridad qué fue a hacer el general Miná al Grupo de Artillería 161. … La presencia del general Jorge Miná en Zapala tuvo un efecto fulminante para la investigación del crimen de Omar Carrasco: 24 horas después de su llegada, Canevaro, Sánchez, Salazar y Suárez fueron incomunicados por la justicia militar, y señalados públicamente como los máximos responsables del asesinato del soldado. Según pudo saber este diario, el general fue el primero en destacar que el horario del crimen se ubicaba entre las 14 y las 16 del domingo 6 de marzo, y que los cuatro nombrados eran los involucrados. Durante las audiencias realizadas la semana pasada, el general Miná (J2, en la nomenclatura interna del Ejército) fue señalado por los altos oficiales del Grupo de Artillería como el arquitecto de la llamada ‘hipótesis militar’, o versión oficial de los hechos… “…El general Miná fue enviado de urgencia a Zapala por Balza el sábado 16 de abril, diez días después de que apareciera el cadáver. … Miná llegó al Comando de Brigada de Neuquén el sábado a la mañana, acompañado por dos comisarios de la Policía Federal y personal de la SIDE, que de inmediato comenzó a armar una estructura que permitiera transferir al juez Caro, todo lo que investigaba la Inteligencia. Después de conversar con el juez militar José y de revisar las declaraciones que había prestado el personal militar de Zapala, Miná llegó a una conclusión: el horario del crimen estaba entre las 14 y las 16 y los principales sospechosos eran Canevaro, Sánchez, Salazar y Suárez. El domingo 17 los cuatro fueron incomunicados. Se les imputaba ‘Abuso de autoridad’ por el baile al que fueron sometidos los soldados el 6 de marzo a la tarde (la acusación fue, cuanto menos, desprolija: ¿Cómo podían dos soldados incurrir en abuso de autoridad?) “ Otra nota aparte “El asesoramiento al Juez Caro”. 80 Diario “Río Negro” del 23 de Noviembre de 1995, páginas 20 y 21. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 301 “Con las detenciones de Canevaro, Sánchez, Salazar y Suárez no terminó el trabajo de los hombres de Inteligencia enviados por el Estado Mayor: aún les faltaba convencer al Juez caro de que esa era la línea de trabajo que debía seguir. Pero el juez no se convencía. Aconsejado por quienes frecuentaban su despacho, desconfiaba de las recetas que le acercaba el Ejército. ‘Usted no puede ‘comprar’ lo que le venden los militares porque quedamos todos pegados’deslizaban algunos allegados en los oídos de Caro. ‘Usted no puede seguir investigando sin nuestro asesoramiento, porque es como si estuviera ciego. ¿Qué significa para usted puesto Bomba, cambio de guardia, libro de relevos? Déjenos estar junto a usted, no desconfíe’, le decían los hombres de la inteligencia castrense. No es difícil adivinar cuál de los dos consejos siguió: el 2 de mayo, Caro pidió al Comando de Brigada de Neuquén que le envíe un oficial militar como ‘asesor’ en la causa”. Ahora quizá se puede entender un poco más el apuro de Duret aquel sábado 16 de abril para que me fuera del cuartel. Es que llegaba Miná. La orden me la había dado el día anterior, con la excusa de que me estaban protegiendo de la prensa. La reunión durante el desayuno fue uno de los únicos contactos que tuve con el enviado y tras esos 25 minutos, se encaprichó con que yo sabía más de lo que decía. Aunque no fue el único, hay que admitirlo. Lo de Duret era inescrupuloso y aventurado cuanto menos… para pensar que fue un inconsciente y no una basura de persona. Pero de lo de Miná… Miná no tiene manera de atenuar lo vil de su comportamiento. No tuvo tiempo ni de olerme, pues me quitaron del medio horas antes de su llegada, y en cambio pidió hablar con todo el resto del cuartel. Su hipótesis de lo que ocurrió se basa seguramente en los dichos de Duret y en las pesquisas de la inteligencia militar. Vaya fuentes… Nadie tenía la autoridad que tenía él, para asegurar tipo brujo, que los hechos sucedieron según su manera de especular, lo que después tomó el nombre de historia oficial. Sería muy productivo también que al leer lo que decía el diario, se recuerde lo que dice con respecto a la actuación de Caro y la influencia a la que fue sometido. Mucho más tarde y en este mismo libro se verá que si bien “…Son pocos los que dudan de que el Ejército adoctrinó muy bien a quienes debían declarar en el caso, y que –además– las sugerencias al juez Caro influyeron 302 IGNACIO R. CANEVARO decididamente en le instrucción de la causa…” hubo quienes pensaron que fue un juez que se condujo según prescriben los procedimientos y esas influencias no modificaron su dedicada labor. Pero para eso deberán ver que pasa en el año 2006. 28 de Noviembre: Festival de recetas truchas El diario81 Río Negro publicó una tapa “Arrestaron a tres enfermeras del cuartel de Zapala; están involucradas en la adulteración de recetas”. “Luego del testimonio del médico militar Daniel Temis (Sic) –quien quedó incomunicado anoche– el Tribunal… ordenó el arresto de tres enfermeras, involucradas en la posible asistencia al soldado Omar Carrasco luego de la golpiza que le ocasionó la muerte. Ellas son Claudia Peralta, Patricia Troncoso y Ramona Villalba de Verón. El médico militar las comprometió en el uso de recetas falsificadas de medicamentos que podrían haber sido utilizados para socorrer al soldado asesinado… “…La medida se conoció al filo de la jornada de audiencias, cuando el testimonio de Temi y la detección de una serie de recetas adulteradas le dieron un inesperado giro al juicio por el asesinato de Carrasco. “…Mientras tambaleaba en el sillón, Temi reconoció que cinco de las recetas que constan en el expediente, no fueron firmadas por él –a pesar de que tienen su rúbrica– y además le respondió al Tribunal que las medicaciones que allí constan bien podrían habérsele aplicado a un paciente con un cuadro de hemotórax como el que sufrió Carrasco. Ni un remedio Los magistrados comprobaron, en una muy prolija tarea, que ninguna de esas medicaciones les fueron aplicadas a los soldados que se atendieron ese día… “…Los datos recogidos les permitieron concluir que el día en que desapareció Carrasco se montó un espectacular operativo para su asistencia en el hospital militar. Temi reconoció que ninguna de las medicaciones que aparecen en las recetas fueron expedidas por él, y los jueces comprobaron que tampoco se les suministraron a los soldados que fueron atendidos ese día. A continuación un subtítulo “Las pericias”. “…’Esta es mi firma pero la letra no es mía’, repitió en varias oportunidades el teniente primero. 81 Diario “Río Negro” del 28 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 14 y 15. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 303 En las recetas constaban, tres agujas hipodérmicas, una dosis de Celestone 012 (un corticoide) y un Butterfly, además de una venda Cambric y otros medicamentos. Una nota aparte con el título “El ‘desfile’ tuvo una finalidad”. “El paso de los exsoldados Hugo Rioseco, Hugo Blanco, Samuel Pacheco y Jorge Vázquez, y el actual voluntario René Rodríguez por el Tribunal tuvo una finalidad específica que se entendió después: relatar el tratamiento a que fueron sometidos en el hospital cuando se los internó por diversos traumatismos…”. En otra página con título “Balza dijo que él no envió a la Inteligencia”. “El General, que envió su declaración por escrito, negó haber mandado a personal de Inteligencia al GA 161, y dijo no saber quienes mataron a Carrasco…”. “Aseguró, en la respuesta seis, que no comisionó personal de inteligencia militar para investigar sobre la desaparición del soldado…”. El comportamiento del tribunal era de una dualidad tal que impresionaba. Por un lado había presionado descaradamente a los peritos del CMF para que dijeran que Carrasco había muerto a poco de recibir una golpiza. Por el otro, y ante el impresionante cúmulo de pruebas sobre su internación clandestina, investigaban la posible atención médica de Carrasco en el hospital militar. Y la verdad es que ambas posiciones son incompatibles, ya que era absolutamente imposible tratar a Carrasco con tantas medidas como las descubiertas en tan poco tiempo. De todas maneras se explotó un mérito ajeno, pues los descubrimientos en el hospital, esa prolija tarea no era de los jueces precisamente sino del testigo proscripto: Brailovsky. El fue quien descubrió mediante un minucioso trabajo que la documentación del hospital estaba delatando que Carrasco había pasado por allí, pero ya sabemos, sus conclusiones lo hacían indeseable. Al fin desfilaron ante el estrado de los testigos todos los soldados que fueron atendidos aquel 6 de marzo, y mayúscula la sorpresa fue cuando empezaron a hablar. Como siempre los jueces recibieron a los testigos-soldados con forzada devoción para que pudieran explayarse y no sintieran presión, ya que sus testimonios habían desatado una gran expectativa. Nadie entendía porqué declaraban estos desconocidos y no tenían notoria participación en los hechos ventilados en el juicio. 304 IGNACIO R. CANEVARO Uno a uno fueron relatando lo que hicieron el 6 de marzo y como denominador común quedó que todos ellos habían sido atendidos por una u otra razón en el hospital militar aquel fatídico 6 de marzo. Las preguntas de las juezas estaban minuciosamente estudiadas, y los soldados se desenvolvieron fluidamente. –Usted fue atendido en el hospital militar el 6 de marzo del ‘94? –inició la ronda de preguntas la Ingelmo. – Si señora –contestó ingenuamente el soldado. La presidente del tribunal lo corrigió diciéndole que la llamara doctora, pero fue en vano. No estaba tan distendidos como para esos detalles, así que continuó llamándola señora. –¿Y por qué motivo fue atendido? ¿Recuerda? –Porque salimos a hacer gimnasia y me dolía el pie, porque tenía una uña encarnada, señora.-Ni se acordaba que no había sido gimnasia sino un baile por lo que corrieron. –Ya veo, y ¿Con qué lo curaron? ¿Qué le recetaron para la uña soldado? –No, nada, me limpiaron con desinfectante y me dieron unas píldoras, que no se qué eran. Me dijeron que las tomara cada 8 horas. Nada más. –Pero… Trate de recordar… ¿No lo vendaron?, ¿No recuerda que haya sido vendado con una venda como esta? –Y le hacía exhibir una venda tipo Cambric, una venda de como 10 cm de ancho y unos cuantos metros de largo. Claro, la venda que estaba viendo difícilmente hubiera servido para una uña encarnada. Más bien era para la aplicación de apósitos, protección de zonas lesionadas frente a agentes mecánicos y como inmovilizador de articulaciones. No había caso. Ni ese, ni ninguno de los soldados que declararon ese día habían sido tratados con los medicamentos consignados en las recetas en las que constaban sus nombres. No había muchas alternativas para explicar el porqué de este defasaje. Todos los medicamentos que faltaban de las vitrinas de la enfermería del hospital, habían salido el día que desapareció Carrasco, y reunidos eran aptos como para tratar la lesión que ahora se sabe tenía Omar. Figuraban en distintas prescripciones a distintos soldados, pero ellos declararon con firmeza que no habían recibido ninguno de esos medicamentos. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 305 La jornada fue por demás extensa pero al finalizar la audiencia, me llevé la impresión que no todo estaba perdido. ¿Quién podría pensar que a Carrasco no lo atendieron en el hospital militar con semejantes testimonios? Los medios recogieron las expresiones de la sala de audiencias y repitieron en llamar a este episodio, como el festival de recetas truchas. 29 de Noviembre: El diario82 Río Negro publicó en la tapa El tribunal chocó con el hermetismo de las enfermeras “El escándalo de las recetas truchas descubiertas en el Hospital Militar de Zapala derivará en un seguro procesamiento de médicos y enfermeras militares por delitos contra la salud pública, pero hasta ahora no ayudó a determinar si ayudó a determinar con certeza si el soldado Omar Carrasco recibió o no atención médica en su agonía. De todos modos, el cúmulo de sospechas es lo suficientemente grande como para pensar que así fue… “…Al término de una agotadora jornada que comenzó a las 10 y continuaba al cierre de esta edición, los testimonios dejaron como saldo estas conclusiones: Los médicos del Hospital de Zapala dejaban recetas firmadas en blanco para que las enfermeras las usaran. Las enfermeras llenaban los recetarios a veces sin fecha y sin firma. Los pacientes no recibían los medicamentos que les prescribían. Los médicos firmaban recetas confeccionadas con anterioridad, sin preguntar si el medicamento que estaban avalando había sido entregado efectivamente al paciente correspondiente. Hay varias recetas con fecha 6 de marzo, prescribiendo medicamentos que pudieron ser suministrados a Carrasco. Pero el médico de guardia no firma las recetas. Lo hace otro, que para esa fecha estaba de vacaciones. El departamento de farmacia no entrega medicamentos sin receta firmada. Pero Peralta asegura que sí. De semejante desorganización –más parecido a una asociación ilícita– nadie se hizo cargo. Interrogatorios y careos chocaban siempre con las mismas respuestas: no sé, no me acuerdo, puede ser, yo no fui…”. En otra página, una nota con el título “Gruesas contradicciones en la declaración escrita de Balza”. 82 Diario “Río Negro” del 29 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 14, 15 y 16. 306 IGNACIO R. CANEVARO Fue uno de esos días donde daban ganas de quedarse sin dormir. Claramente se podía ver que todo el juicio estaba volcado a cuestiones que comprendían al encubrimiento. Del homicidio ni se hablaba desde hacía días y continuaría así por largo tiempo, y lo mejor de todo, ya no estaba en el centro de la escena. Días enteros dedicados a ventilar pormenores y a determinar responsabilidades en la atención de los pacientes en el hospital militar de Zapala. Por el tono grave de los interrogatorios, no era difícil pensar que paralelamente a este juicio se labren actuaciones contra los médicos, enfermeras y hasta personal civil del hospital. Lo más leve apuntaba a la inhabilitación de por vida para ejercer la práctica de la medicina, por no considerar la pena de prisión, pero fueron solo fuegos de artificio. Mandaban a instruir esas causas a Zapala, a cargo del activo juez Caro. Obviamente que era casi un callejón sin salida: luego de girar en falso durante un tiempo, cayeron en el olvido. Para estos días también contábamos con las respuestas enviadas por escrito de varios de los testigos favorecidos por la discreción de los jueces. Uno de ellos fue Balza, quien contestó sin ponerse colorado que no comisionó al personal de inteligencia al cuartel de Zapala para que investigue la muerte de Carrasco. Esto después traería un poco de cola, pero también quedaría en la nada, como se verá. Jordán también contestó por escrito, y aunque no estaba habilitado para hacerlo, pudo decir con la venia de las juezas, también sin ponerse colorado, que estuvo reunido con With la mañana del mismo día en que apareció el cadáver de Carrasco, por más de una hora al solo efecto de recabar información personal del soldado desaparecido a fin de intensificar su búsqueda. Claro que no podía decir que estaba coordinando los detalles para que apareciera su cadáver en la ladera sur del cerro gaucho, y menos aun que estaba borrando las huellas de su paso por el cuartel. Cualquiera haya sido el contenido de esas respuestas, no hubiesen despertado el menor interés en nadie, ya que fueron solo para cubrir la formalidad de ser llamados a declarar como testigos. La oportunidad de interesarse por una respuesta de Balza se había perdido antes de iniciar el juicio, cuando se le permitió declarar por escrito, en vez de exigir su comparencia para dar las explicaciones que él mismo prometió, y en le caso de Jordán cuando se le permitió acogerse a un beneficio que no le correspondía. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 307 30 de Noviembre: El diario83 Río Negro publicó “un médico militar denunció el robo de recetas”. “Los descalabros en el hospital militar de Zapala continuaron dominando ayer la escena del juicio oral por el asesinato de Omar Carrasco. Un médico castrense reveló que le fueron sustraídas recetas que había firmado en blanco y especuló que podrían haber sido utilizadas para suministrar medicamentos al entonces moribundo soldado. El “…teniente primero Temi (…) señaló, en cambio, que entre el 10 y el 12 de abril, Temi firmó varias recetas que estaban llenas pero no tenían el aval de un médico. La mayoría tenía fecha del 6 de marzo. ‘No voy a ser tan tonto –replicó Temi– de firmar una receta del 6 de marzo después de la aparición del cadáver. No voy a correr el riesgo de quedar pegado de esa manera’. Añadió que ‘este año me hicieron firmar recetas antedatadas, y le aclaré a Carmona que si eran de la fecha del accidente (Sic) de Carrasco, no quería saber nada. Tampoco arrojó demasiados resultados el careo entre D’Andrea y el Capitán médico Corvalán. Ambos reconocieron que una aguja Butterfly no sirve para una infiltración, y tuvieron que justificar porqué había una receta firmada por el militar que pedía una para un soldado que necesitaba ese tratamiento. ‘Y… lo habremos hecho para reponer’, explicaron”. En una nota aparte “Respaldan testimonios de Castro”. “…’Estuvo internado mucho tiempo, y yo por lo general conversaba con él. Una vez vinieron unos militares que no conozco y le hicieron firmar una declaración, no sé de qué se trataba porque me hicieron salir cuando se la leían’, relató ayer la enfermera civil María Catalán, quien lo atendió en el hospital militar… ‘… Me contó que el sábado los habían ‘bailado’ en la cuadra y que después él y Carrasco se había caído al suelo y que los soldados Baeza, Campos y Barros pasaron por encima de ellos, y los patearon’, dijo ayer la mujer, quien con mucha seguridad sostuvo que Castro no presentaba ningún síntoma de abstinencia alcohólica. Catalán agregó que esa noche Carrasco le confesó a Castro que quería escaparse y que tenía dolores en el cuerpo por los golpes, pero no quiso ir al hospital por miedo a que lo ‘bailen’ otra vez. La enfermera comentó que el exsoldado le dijo que la tarde del 6 de marzo vio a un conscripto pegándole patadas a Carrasco en el baño de la Batería B. ‘En ese momento había salido a tirar un papel a la basura, 83 Diario “Río Negro” del 30 de Noviembre de 1995, Primera plana y páginas 14 y 15. 308 IGNACIO R. CANEVARO pero me dijo que no conocía a ese soldado’. Según Catalán, a Castro después ‘le dijeron que el soldado que él había visto era Tarifeño’. El punto que no cierra en la versión de Castro, es que Ariel Tarifeño se mantuvo como desertor hasta el 16 de marzo, cuando Carrasco ya estaba muerto…”. 01 de Diciembre: Careo por el pantalón El diario84 Río Negro publicó en primera plana Le presté el pantalón a un asesino En otra página con el título “González pegó y retrocedió”. “La subteniente Viviana González le propinó ayer a Ignacio Canevaro, imputado del crimen de Omar Carrasco, un duro golpe. En un momento del interrogatorio, la enfermera militar dijo: ‘Cómo me voy a sentir, si le presté el pantalón a un asesino?’. La frese armó un revuelo de proporciones en la sala de audiencias, con los abogados a los gritos y la subteniente confundida. Más tarde la subteniente dio marcha atrás y rectificó su declaración, indicando que no quería imputarle a Canevaro el crimen del soldado…”. “…La propia González intentó corregir sus palabras, y en cada oportunidad que tuvo insistió: ‘Yo no quise decir que el subteniente Canevaro sea un asesino. Dije que había prestado el pantalón para un asesinato’… “…Al inicio de su declaración, González tuvo que justificar el reconocimiento que había efectuado del pantalón que vestía al cuerpo de Carrasco. En ese sentido, dijo que durante la autopsia el doctor Rodolfo Villagra le encargó que desnudara el cadáver, tarea que cumplió sin ninguna ayuda. Sin embargo, en su declaración al Tribunal el sábado 18, Villagra había dicho que ‘al cadáver lo desvestimos entre el médico policial, el eviscerador y yo’… “…González tuvo problemas para explicar cómo había reconocido el pantalón. Señaló que lo reconocía por las costuras, los cierres ‘abrojo’ y el uso, pero se le hizo notar que esas características las tienen cientos de prendas similares. El fiscal Manuel de Reyes Balboa se opuso a esa línea de interrogatorio, y contó con el aval del Tribunal. El argumento fue que en su declaración de mayo pasado, la subteniente había sido categórica respecto del reconocimiento de la prenda…”. Tal como debe haber sido el acuerdo entre Balboa y Moreno Campos, la González llegó al tribunal con la intención de ratificar su aporte a la historia oficial. 84 Diario “Río Negro” del 01 de Diciembre de 1995, Primera plana y páginas 15, 16 y 17. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 309 Se esperaba con mucha expectativa su declaración en persona, ya que su anterior declaración había despertado demasiadas sospechas, tanto por el contenido como por la manera, tan poco usual –como ya vimos– por no decir arreglada. El Caso carrasco se estaba plagando de arrepentidos. Primero Sánchez, quien zafó de la imputación de homicidio y luego ella, que zafó de la más mínima imputación, a pesar de lo que supuestamente sabía. Algunos se apresuraban a decir que en medio de tanta presión, la González solo diría lo que sabía, y nada más que la verdad. Es que no conocían de qué estaba hecha la petisa. De manera muy firme, solo con una mueca de miedo que sólo los que la conocíamos nos hemos dado cuenta, ingresó al recinto y se sentó atenta a cuanto sonido hubiera en la sala. Esa mueca que se le notaba siempre que conversaba con un superior o cuando era reprendida en público, no desapareció a pesar de que tomó confianza. Desde el principio se notó la diferencia de trato por parte de los jueces con respecto a sus mismas compañeras enfermeras. Como si fuera el mismo Duret, pero con la jerarquía disminuida a la más mínima expresión, el tono de las preguntas era como a quien se cuida para no quitarla de foco, para que vuelva a decir lo mismo que antes. Era una testigo aportada por la fiscalía, que acusaba con la primera prueba de cargo en el juicio, y había que apuntalarla a muerte. Esas preguntas giraban en torno a la verificación de su declaración anterior. De qué manera se produjo, si respetaba las normas legales, si había sido inducida, etc. Luego el tema giró a comprobar su declaración en sí; Cómo era que había hecho para reconocer esa bombacha en el cadáver de Carrasco, por qué no me dijo nada a mí, por qué no le dijo nada a nadie… NUNCA. Nunca claro está hasta que Moreno Campos habló con ella. Ahí es cuando se sabe que ella se había confesado con la Troncoso, y de alguna manera, llega a sus oídos. Ríos Iñíguez dejó sentado que la González había tenido ocasiones de sobra para plantearme –de ser cierta su versión– que el pantalón que me había prestado, había sido destinado a vestir el cadáver de Carrasco. Por lo menos esa hubiera sido la manera de reaccionar del común de la gente. Presentó fotos, cartas, testimonios y todo cuanto estuvo a mano para que quedara bien claro. 310 IGNACIO R. CANEVARO Y si hubo cuestiones espinosas en esa audiencia, fueron precisamente el tema de mi sexualidad, que como ya vimos, interesaba mucho al tribunal. De eso también se debió ocupar Iñíguez durante esa declaración y la de todos en general. Por eso cuando ella terminaba de declarar comenzó una batería de preguntas que había elaborado después de varias charlas conmigo. Debo aclarar que no estuve de acuerdo cuando descubrí la intención del cuestionario, que fue en la misma sala de audiencias. Ya sabía hasta dónde podía llegar Iñíguez con tal de cumplir con su defensa, con lo que también disiento. Aún estaba fresco el pedido de que mintiera para crear una hipótesis que tapara el famoso bache horario. Iba inexorablemente a ventilar relaciones pasadas e íntimas entre ella y yo, con el aditamento que en ellas, también intervenía su hermana menor, Paola. Relaciones tan reales y verdaderas como que Carrasco estaba muerto, pero de todos modos no creía como él, que fueran el móvil de su mentira. Así deslizó –y la prensa que le encantan esas cosas, tomó complacida– la versión de que ella mentía en su declaración por despecho, porque se trataba de un triángulo imposible de tolerar. El resto de los defensores comprendían que para voltear el testimonio de una testigo arreglada era necesario el esfuerzo conjunto de las defensas. Si bien con esta declaración el único perjudicado era yo, a esta altura los acusados estábamos atados a la misma suerte. Los esfuerzos de Pandolfi, Valencia e Inaudi por dejar al descubierto la mentira, chocaban contra el muro bien preparado y reforzado de la González. Más allá que eran atendibles las razones que indicaban que no tenían lógica las acciones de la enfermera y que era evidente que había cambiado su declaración para perjudicarme, no alcanzaban a desnudar sus intenciones como para que se viera la maniobra. Es por eso que se dio la necesidad de llegar a un careo con la González, a fin de aclarar un par de puntos, en los que se notaba que por lo menos uno, mentía de manera fragrante. Sean cuales fueren los demás puntos, el del tema sexual se llevó la mayor atención. Por eso se hizo desalojar la sala y sólo pudieron quedarse el ministerio público, los defensores, los jueces, ella y yo. No podía creer que el careo se base en demostrar que no era homosexual. Y para colmo de males, la manera que tenía en ese momento de demostrarlo, era haciendo que ella admitiera que había tenido relaciones conmigo. Tan fácil como lograr hacer confesar a la Thatcher en la OEA de que las Malvinas son argentinas. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 311 Cuando comenzó el careo quise inútilmente hacerla desistir en el afán de negar nuestros encuentros, sabiendo del festín que la prensa se haría con nuestros dichos, pero no hubo caso; Estaba tan convencida de lo que tenía que hacer como un robot. La conversación, tal como nos habían recomendado las juezas, no tuvo demasiado sentido. Yo decía que habíamos tenido relaciones, daba detalles y pruebas; A su vez ella lo negaba y tendía mantos de dudas y sugerentes sospechas. Cada uno se mantuvo en sus dichos y nadie pudo sacar algo en limpio, excepto claro quienes tenían algún interés particular. Me parecía estar hablando con una persona que me odiaba, como si nunca me hubiera conocido. Lo peor de todo es que jamás nos habíamos peleado. En todo momento me demostró mucho afecto y aun mientras estuve detenido cerca de Zapala, me iba a visitar sin nada que reprochar. Mi último contacto con ella fue justamente gracias a un llamado suyo, en el que hablamos por teléfono tan solo un par de meses atrás; Eso sí, antes de su contacto con Moreno Campos y su sorpresiva declaración, que curiosamente se dio en la misma fecha de la famosa autocrítica de Balza. Un aspecto de este episodio que me afectó mucho, fue la increíble sensación de haber estado como en otra dimensión. Las palabras se salían de mi boca sin haber podido pensarlas. Había Alguien que me manejaba los hilos. Fue lo primero que comenté a todos, más allá del contenido del careo. No me avergüenza repetir lo que dije que sentía en aquel momento. Fue como pelear contra el mismo demonio –Juro que no exagero–; No por lo difícil sino por lo cínico y malvado. Pero todo me fue fácil, no sentí nada, a pesar de la confrontación. Había algo que me cuidaba. Es como salir ileso de una explosión. Me sentía aliviado, había dicho mi verdad, la verdad. 05 de Diciembre: El diario85 Río Negro publicó Comprometen más a Canevaro “Los primeros ex soldados, compañeros de Carrasco, que declararon ante el Tribunal de Neuquén, comprometieron al subteniente Canevaro (…) Los jóvenes dibujaron un violento perfil del militar”. “Alí (…) indicó que el 8 de abril, cuando declaró junto a sus compañeros en el Juzgado de Zapala, el subteniente Parodi los iba a acompañar en el colectivo y a pesar de que estaba arriba, Canevaro lo reemplazó. 85 Diario “Río Negro” del 05 de Diciembre de 1995, páginas 14 y 15. 312 IGNACIO R. CANEVARO Cuando llegamos el subteniente nos advirtió que declaremos ‘sencillo’ porque sino íbamos a tener que quedarnos con los oficiales y los suboficiales, y si la hacíamos ‘corta’ y ‘sencilla’, nos volveríamos a nuestras casas. En la misma página y con el título “Testigo puso en duda el testimonio de González”. “Una testigo civil puso ayer en duda los tramos sustanciales de la declaración de la subteniente Viviana González, e intentó arrojar sombras sobre la transparencia de los procedimientos del fiscal de la causa. Sin embargo, no fue careada con la González, pese a que los dichos de ambas son notoriamente contrapuestos…”. “…Mariana Peralta (…) dijo ayer que Viviana González declaró lo que sabía del pantalón que vestía el cadáver del soldado virtualmente bajo extorsión…”. “…Por último, el Tribunal dispuso que el cuerpo médico forense del Poder Judicial de la Nación realice una pericia para establecer si los medicamentos Celestone y Duodecadrón y una aguja ButterFly número 19, ‘resultan utilizables por una enfermera para una urgencia por un estado de shock, como el que pudo sufrir Omar Carrasco’. Esos medicamentos fueron irregularmente medicados el 6 de marzo, según consta en las recetas que fueron tema central de debate la semana pasada. Las noticias continuaban traduciendo y potenciando cuanto podían los testimonios de los soldados que declaraban casi “de concepto” y a “pedir de boca” de los abogados de la querella. La mayoría de los hechos nada tenían que ver con lo que le pasó a Carrasco en esos pocos días. Más bien coloreaban las imágenes de los imputados para el tribunal y la prensa. Cada una de las actitudes que habíamos tenido, por más que hubieran sido despreocupadas, naturales y espontáneas, eran interpretadas como nerviosas, calculadas y hasta forzadas. En definitiva, sospechosas. Es que si hiciéramos el ejercicio de ponernos bajo una lupa, ante una mirada ácida e inquisitiva, no debiéramos sorprendernos al comprobar que cuadramos en cuanto delito se investigue por allí. Si a eso le sumamos que realmente tuvimos alguna relación, aunque mal no sea indirecta con algún actor de la escena del problema, todo se vuelve contra nosotros. Aquel arranque de furia cuando discutimos en otro contexto y con otras personas, dibujará nuestro perfil violento, como también aquella vez que imitamos a alguien o nos abrazó un amigo, pinta sugestivas tendencias sexuales y la vez que estuvimos alegres en una fiesta nos termina condenando como consumados alcohólicos. Todo depende del ojo con que se mire. Si el culpable no ha quedado en evidencia, casi siempre sucede como en los cuentos de Agatha Christie. Todos ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 313 son culpables… y todos son inocentes a la vez. Allí es donde los conceptos comienzan a revelar su peso y donde esas lupas descubren polvo hasta en las acciones más puras. Pero en mi caso, todo lo bueno y hasta lo malo, era malísimo. Ya Emile Zola, el escritor francés que defendió tan valientemente al célebre capitán Dreyfus, había escrito86: DIABLO: Dreyfus sabe varios idiomas, CRIMEN; no encontraron en su casa ningún documento comprometedor, CRIMEN; visita en ocasiones su país de origen, CRIMEN; es trabajador, se preocupa por enterarse de todo, CRIMEN; no pierde la calma, CRIMEN; pierde la calma, ¡CRIMEN! Por eso, mucho tuvo que ver el caso Carrasco en mi manera de reaccionar y de opinar con respecto a otros casos. No puedo como la mayoría de la gente dar mi opinión tan ligeramente sin saber qué fue lo que realmente pasó. No juzgo a nadie en base a los comentarios periodísticos, y a decir verdad, ni siquiera en base a las sentencias judiciales. He podido ver que ambas fallan, por ser condescendiente. La mayoría de las veces me guardo mis opiniones por temor de incurrir en el mismo error que cometieron conmigo. ¿O no fue error? Si, eso. El castellano es demasiado inocente. Es como una reserva, que no veo necesariamente como un aislamiento de la realidad, sino como una pequeña cuota de mesura que me ha enseñado la experiencia. Pero volvamos a los hechos del día de los conceptos. Además de pintar a los imputados, el tribunal tenía una importante prueba que sortear. Una cuestionada testigo había sido incluida en la lista, con quejas de la fiscalía y de la querella. Se trataba de Mariana Peralta, que inicialmente no había sido llamada a declarar al juicio, pero a raíz de un episodio en el que me mandó una nota por intermedio de un custodio policial, surgió la necesidad del tribunal de interrogarla. La nota era solo un corto mensaje de aliento, tras el careo que mantuvimos con la González por lo del pantalón. Ella que era amiga de la González, sabía de su intimidad y se molestó cuando la Vivi insinuó que yo tenía tendencias mariconezcas. Era una testigo que contradecía a una de las pruebas de cargo más fuertes que había en contra de uno de los inculpados… Había que aclarar 86 Carta a Monsieur F. Faure, presidente de Francia. Diario L’Aurore del 13 de enero de 1898. IGNACIO R. CANEVARO 314 el tema. Mariana fue llamada para soportar uno de las sesiones más ásperas del caso, incluyendo las de la inteligencia militar. –Indique si se reconoce en alguna de las fotos que ahora le va a acercar la secretaria –le dijo cortante la Ingelmo. Mariana se transportó a Villa Pehuenia y pasaba foto tras foto ante la atenta mirada de los jueces, que se impacientaron. –Acá no está para que le mostremos las fotos de unas vacaciones sino en una diligencia judicial, por lo que ¡Limítese a contestar si se reconoce en alguna de esas fotos! –Otra vez la Ingelmo innecesariamente irritada. Obviamente reconoció estar en casi todas, pues guardaba ese viaje con mucho cariño, porque nos divertimos mucho. Comentó la circunstancia en que fueron tomadas las fotos, que relataba con evidente nerviosismo. Pero Mariana soportó la presión, a duras penas, pero la soportó y relató los pormenores de una relación superficial en donde no había lugar para segundas interpretaciones. Estaba claro que tanto la González como su hermanastra Paola habían intimado con el acusado al que pretendían atacar de ser homosexual. Allí recrudeció el interrogatorio, pero ni la amenaza de falso testimonio pudo torcer su relato. Fue separada en calidad de detenida hasta que se resolviera si se la acusaba formalmente del delito amenazado, mientras un murmullo general inundaba la sala. Afuera, Mariana lloraba desconsoladamente en uno de los sillones de una habitación contigua a la sala de audiencias. Terminó pasando la noche en un cuartucho con un colchón y una manta. Peor que yo en la División de Trásito. Supe después que un policía de sobrenombre Chaca se le acercó para consolarla y salió a comprar unos pañuelos. El Chaca es ahora el padre de sus dos hijos, uno de los cuales se llama Ignacio. Una historia de decencia en medio de tanta miseria. Aun hoy en día gracias a Dios nos vemos y nos mantenemos en contacto. 14 de Diciembre: Declara Lucas El diario87 Río Negro publicó una nota con el título “Otro brete difícil para Canevaro”. “…El ex soldado Alejandro Lucas afirmó que el militar destituido le dijo a Carrasco el 6 de marzo: ‘Te vas a acordar de mí toda la vida, te voy a hacer parir”. 87 Diario “Río Negro” del 14 de Diciembre de 1995, páginas 22 y 23. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 315 En una nota aparte con el subtítulo “Una enfermera en la mira”. “El resultado de una evaluación realizada por médicos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, centró nuevamente la atención del Tribunal Oral de Neuquen en la subteniente Claudia Peralta. La junta médica estableció que con la suma de medicamentos expedidos con recetas “truchas” el día que en que habría sido asesinado Carrasco, un enfermero bien podría haber atendido a una agonizante con el cuadro de hemotórax, que presentaba la víctima. La declaración de Lucas dejó la impresión de que al fin se notaba que había mentido en algo de mi declaración indagatoria. La verdad es que no recuerdo haberle dicho a Carrasco que lo iba a hacer parir, pero en todo caso, es una expresión que se utiliza mucho en el ambiente militar. Es más: hasta es lógico que le haya dicho eso. Ya conté que yo estaba convencido de que no se había levantado para hacer su turno de imaginaria, solo por vagancia. Lamentablemente un error. ¿Y dónde pude aprender esa expresión? Pues donde se aprende todo: en el Colegio Militar. Era una manera de decir que iba a tener el ojo del superior buscándole la falta por un tiempo prolongado, y que eso le iba a costar más esfuerzo que al resto. Tan simple como esa estupidez. Es lo mismo que la tan mentada expresión poner en caja. Se le ha dado tantos significados, todos según la conveniencia del que los use, que al final, para el que no es militar, es sinónimo de tratos humillantes y vejatorios. Debieran revisar la manera en la que hoy en día se instruye en el Colegio Militar, para entender de qué se trata. Es una manera de decir poner las barbas en romojo, ubicarse. Y en el ejército eso se hace de una manera que al ciudadano común le resulta muy antipática: A los carrera mar y cuerpo a tierra. Pero nada de mantas y golpes con jarros ni manteadas, ni pateaduras, ni nada que se le parezca. En los cuentos de Agatha Christie sucede que después de un homicidio, resulta sospechoso quien amenazó a la víctima o tuvo algún problema con ella. Pero debemos saber que Agatha Christie son solo eso, cuentos. El caso Carrasco no fue tan lineal. ¿Sino porque no despejó todas las dudas? ¿Sino porqué hubo semejante encubrimiento? Poner en caja y hacer parir son dos expresiones que tienen que ver con la jerga militar más que con una amenaza que desencadena un hecho violento. IGNACIO R. CANEVARO 316 Aunque al común de la gente el carrera mar y el cuerpo a tierra les parezca violento… Por eso no me interesó demasiado el tema de lo que había declarado Lucas. Era solo una nube de humo que nunca me preocupó, ya que a lo sumo hablaba mal de mi carácter, pero de ninguna manera me consideré en peligro por haberle hecho esa supuesta amenaza, que como vimos, no fue tal. 16 de Diciembre: El Diario88 Río Negro publicó “En línea recta rumbo a la sentencia”. “Todavía faltan declarar más de 50 testigos, pero ya puede vislumbrarse la intención del Tribunal Oral: Reunir la mayor cantidad de elementos posibles contra los tres acusados del crimen de Omar Carrasco “…Después de 20 audiencias y más de 150 horas de debate se nota claramente la línea que divide en dos el juicio por el caso Carrasco. En la primer etapa, cuando desfilaron ante el estrado los exjefes del Grupo de Artillería, La segunda parte del juicio comenzó con las declaraciones de los conscriptos compañeros de Omar. Vacilantes, temerosos, desmemoriados, fueron objeto de preguntas capciosas, inductivas, intimidatorios… Hasta ahora, su paso por el estrado dejó poco y nada. Pero en una causa tan hambrienta de pruebas, donde un televisor encendido y un par de zapatillas pueden ser la diferencia entre la libertad y la cárcel, es comprensible que se disputen agriamente los retazos de memoria que quedan en los colimbas. Las objeciones sobrevienen cuando alguien intenta sugerir el escenario del crimen pudo ser otro, o que los autores pudieron ser otros distintos de los acusados. ‘No podemos seguir investigando porque se nos escapa lo poco que tenemos – dijo a ‘Río Negro’ un fuente judicial – Hay que cerrar acá, con lo que hay’. Lo que hay es bien poco. Indicios, presunciones, sospechas… (…) En tanto, se conocieron parcialmente los resultados de las pericias físicas y psicológicas al subteniente Canevaro para determinar su orientación sexual. En una nota aparte “Incluyeron examen anal en la pericia a Canevaro”. 88 Diario “Río Negro” del 16 de Diciembre de 1995, páginas 22 y 23. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 317 “Peritos médicos verificaron la dilatación del orificio anal del subteniente Ignacio Canevaro, en el marco de los estudios para determinar su orientación sexual, y no hallaron indicios de penetración…”. 18 de Diciembre: Verdad a medias… ¿O mentiras? El diario89 “Río Negro” publicó una nota con el título “expectativas en el Tribunal”. “…En lo que va del juicio, las imputaciones por el crimen parecen centrarse en el subteniente Canevaro y en el ex soldado Salazar”. “…El balance de las últimas audiencias fue considerado negativo para dos de los imputados del crimen, el subteniente Canevaro y el ex soldado Víctor Salazar. Según se especula, el Tribunal procurará profundizar esa línea para sostener una eventual sentencia condenatoria que muchos ya palpitan. En el caso de Canevaro, hubo de testimonios considerados comprometedores. Uno fue el del ex soldado Seguel, mozo del casino, quien negó que el 6 de marzo, el subteniente se haya ido a dormir la siesta después de almorzar como él asegura. En cambio, el ex conscripto dijo que lo vio salir en su auto con su amigo, el subteniente Parodi, justo a la hora en que se sospecha ocurrió el asesinato. Parodi todavía no declaró en el juicio. El otro testigo importante fue el ex soldado Alejandro Lucas, quien aseguró que en la mañana del 6 de marzo, Canevaro le dijo a Carrasco: ‘Te voy a hacer parir, te vas a acordar de mí toda tu vida’. Pero los dos tienen sus contras: Seguel confundió hechos y horarios, y Lucas fue procesado por falso testimonio porque mintió para favorecer a Salazar. ‘Río Negro’ le preguntó al defensor de Canevaro, Juan Carlos Ríos Iñiguez, porqué no había interrogado más a fondo a los dos conscriptos que comprometieron a su cliente. ‘A estos chicos no hay que preguntarles nada –respondió– porque dicen más y más huevadas. Lo importante es que hasta ahora no apareció ninguno que dijera que Canevaro tenía la costumbre de pegar. Todas estas declaraciones aparentemente en contra del subteniente las voy a refutar en el alegato’”. El tribunal tenía la mala costumbre de hacer trabajar el doble a los que intentaban poner un poco de orden y lógica a los datos que se iban obteniendo durante las declaraciones de los interminables testigos. Para colmo, contaba con un abogado defensor que –a pesar de haberlo discutido conmigo– permitía que haya testigos que dejasen la pelota picando 89 Diario “Río Negro” del 18 de Diciembre de 1995, página 21. 318 IGNACIO R. CANEVARO o lo que es lo mismo, no hayan definido su testimonio a favor o en contra de los imputados, y lo que es peor, que queden asentados testimonios en contra sin refutar, con el argumento de que serán desvirtuados en la etapa de los alegatos. Será técnica de cada abogado resolver cómo defiende a su defendido, pero creo que no hace mal quien termina una pelea en el primer round, cuando el rival es inferior. No hay que dejar cosas colgadas, ni para después. En el juicio oral se dirime la libertad o la cárcel, es aquí y ahora. Y no hablo de alegar en los testimonios, sino de desvirtuar los testimonios que son contrarios y capitalizar los que son a favor. Así un testigo como Seguel, un buen pibe que trabajaba como mozo en el casino de oficiales, podía terminar de matarme solo por el ánimo de los jueces, que tomaban todo testimonio como si fuese lo único en contra de los acusados. Seguel tenía buena voluntad en responder todas las preguntas. Pero era humano, y no tenía porqué recordar lo que había pasado un día cualquiera hace 2 años. Por eso es entendible que recordara con cierta justeza algunas cosas, pero confundiera otras. No pareció ser así para los jueces que –concientes que su fallo se basaría en indicios– tomaban hasta el más mínimo detalle para acusar, aunque éste se encuentre en medio de una contradicción. Seguel dijo que recordaba que fui al comedor del casino, que almorcé, pero que de allí salí hacia el cuartel. Lo que es de destacar es que profundizó este detalle y aseguró que lo hice en mi auto y con Parodi. Eso me ubicaba en el lugar de los hechos en el horario indicado por los peritos y los jueces estaban contentísimos de escuchar que su acusado estaba por fin acorralado. Lo que sucede es que Parodi no estaba ese domingo en el cuartel, ni el lunes, ni el martes… Parodi estaba de licencia y recién apareció en el cuartel el fin de semana siguiente, junto con los demás oficiales que regresaban también de sus licencias. De allí se insistía que Parodi era un gran amigo mío, con lo que se insinuaba que me facilitaba la coartada al asegurar que ese domingo no estaba en Zapala. Pero la realidad es que estaba en Mar del Plata. Durante la posterior declaración de Parodi, pudo verse que aportó evidencia de su paso por la ciudad balnearia, pero eso no fue suficiente para aplacar las sospechas del tribunal. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 319 La declaración de Seguel servía para colocarme en el cuartel aproximadamente a las 1430, pero chocaba con la incoherencia de haber dicho que llevé a Parodi, quien recién volvió al cuartel una semana después. Cómo quien puede mirar obstinadamente con un solo ojo, se le dio crédito a la versión declarada por Seguel, pero en forma parcial, hasta que dice que llevé a Parodi con el auto. Allí prefirieron no tomar en cuenta ese detalle, que indefectiblemente invalidaba lo anterior, y pasarlo por alto como si no hubiera existido. Allí mismo y sin ningún disimulo pedían a la secretaria del tribunal que quedase constancia en las actas del debate, con la obvia intención de utilizar esa parte de la declaración en los fundamentos de la sentencia. De esta manera se reconstruían los hechos en la sala de audiencias, sin la más mínima coherencia, tomando lo que les parecía de donde les parecía, y amparados por su investidura. Nunca se les ocurrió preguntarle a Seguel si no era posible que esté confundiendo hechos y horarios de la semana que siguió, que era lo más lógico, o explicarle que lo de Parodi no cuadraba, pues lo dicho, dicho estaba y no podían darse el lujo de que retrocediera y consienta decir otra fecha. Tampoco se les ocurrió pensar que la famosa amenaza a Carrasco “Te voy a hacer parir”, uno de los indicios más firmes en mi contra, haya salido a la luz gracias a la declaración de Alejandro Lucas, ahora procesado por falso testimonio. Amenaza más que comprometedora si se tiene en cuenta que quien la recibió está ahora muerto. Aunque, ¿Cabe el espacio a la duda sobre si lo que dijo Lucas es tan así? Ahora que estaba procesado quizá pudieran darse el lujo de creer que Lucas tenía intereses creados en este juicio. Según Lucas yo lo llamé para que escuchara como amenazaba a Carrasco. ¿Alguien puede ser tan imbécil de llamar a un testigo para que presencie una amenaza al que luego va a matar? Si mi cociente intelectual superaba la media aritmética y era tan inteligente, supongo que no me creerían capaz de hacer semejante gansada… En realidad, no creo que sospechen que fui capaz de cometer tamaña idiotez, solo les convino decir que le creían a Lucas. Pero, si Lucas estaba procesado por falso testimonio… No invalidaba su ¿Te voy a hacer parir? Parece que a esa parte sí le creyeron. La que quiso IGNACIO R. CANEVARO 320 beneficiar a los demás imputados, no. Castro, Seguel y Lucas: Testimonios de credibilidad selectiva. 19 de Diciembre: El Unimog de la basura El Diario90 “Río Negro” publicó una nota con el título “Crecen las sospechas sobre uso del Unimog”. “…Con las declaraciones del mayor Guillermo Bracco y del sargento ayudante Carlos Mercado, el encubrimiento del crimen volvió a cobrar protagonismo. Traslado El cuerpo de Omar Carrasco fue hallado durante el no menos sospechoso rastrillaje el 06 de abril a las 16, en ladera este del cerro Gaucho. Poco tardó en descubrirse que en ese lugar estuvo a penas unas horas. La primera especulación fue que había sido trasladado hasta allí en un vehículo militar, presuntamente el camión de la basura, ya que el basural queda en las inmediaciones, y su circulación no habría llamado la atención…”. En la otra página una nota aparte con el subtítulo “Los querellantes acusan a Peralta”. El 6 de marzo, Peralta era la enfermera de turno en el hospital. Ese día se recetaron una inusitada cantidad de medicamentos… Además, al soldado se le habría intentado practicar una transfusión de sangre, pero como su grupo figuraba equivocado en la ficha médica (0+ por B+, que era el verdadero) esto habría provocado una reacción alérgica en Carrasco. Lo que nadie ha preguntado todavía es qué grupo sanguíneo tienen los sospechosos de esa maniobra, porque en el hospital militar no había banco de sangre y de algún lado debió salir el fluido, si existió la transfusión…”. Como ya sabemos, el seis de abril se encontró el cadáver de Carrasco en la ladera sur del cerro gaucho. Correa Belisle y 130 soldados hicieron un rastrillaje ordenado por With. Cuando a las 1630 aproximadamente llegaron al cuerpo, no fueron pocos los que pudieron ver un vehículo militar con acoplado alejándose de la zona del basural. El basural de la guarnición estaba ubicado precisamente en el pie del cerro gaucho, en la ladera sur, como yendo al tambo que estaba a unos quinientos metros. Hasta allí había llegado el camión Unimog con su acoplado y una cantidad de gente que variaba según el relato de los testigos. La mayoría dice que eran 5 y que iban de uniforme de combate. 90 Diario “Río Negro” del 19 de Diciembre de 1995, páginas 14 y 15. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 321 El cadáver estaba en la misma línea del basural, pero un poco más arriba. No más de cuarenta metros. Cerca del cadáver fueron descubiertas huellas de camión por el personal policial que acompañó a Caro; Huellas que llegaban hasta diez metros del cuerpo. Caro nunca quiso profundizar sobre el tema del camión. El tribunal oral tampoco ordenó entre las medidas suplementarias investigar el asunto. Solo cuando los testigos se presentaron en la sala de audiencias se tocó el tema. Se supo por los testimonios que el camión en cuestión era de un color distinto al que se acostumbra pintar en el GA 161. Era de una verde más tirando al inglés, más claro y menos oliva. El Batallón Logístico pintaba con ese tipo de pintura porque les salía más barato el repintado de todo el parque automotor, aunque sus vehículos perdían la protección antirradar. Detalles que explican porqué estamos como estamos. Ese camión había salido a órdenes del Sargento ayudante Carlos Mercado, a instancias del mayor Guillermo Bracco, presidente del barrio militar, quien a su vez había recibido directivas para juntar hojas y ramas en el barrio de oficiales de la guarnición. Los soldados, que pertenecían a la batería comando, habían sido designados por Molli, e iban aquella tarde en el acoplado que se le había adosado al Unimog. No aportaron datos de utilidad, más bien solo dijeron que descargaron bultos, ramas y hojas y cuando se les preguntó que tipo de bultos, no especificaron, recurriendo a la constante de este juicio, el no se, no recuerdo, no me consta. Lo que sí se pudo ver es cómo declaraban Bracco y Mercado. Un punto que me sorprendió en la declaración de Bracco fue su profusa manera de transpirar y eso que no eran testigos falsos, como dice el dicho. Tanta transpiración hubo de ser secada con un pañuelo de tela que al cabo de unos minutos parecía un trapo viejo. Todos los militares que declaraban trataron de mantener las formas, guardar cierta compostura; En pocos casos se vio que alguien se quitara –como lo hiciera Bracco y el Dr Temi en su oportunidad– la chaquetilla y la coloque en el respaldo del asiento como si estuviera en un bar. Es un detalle insignificante para cualquiera, pero que para mí demostraba que se sentía muy presionado, que su coartada estaba en peligro y no estaba para formalidades. IGNACIO R. CANEVARO 322 Lo que también se pudo saber es que el comentado acoplado fue luego lavado con cloro, junto con el camión. Curiosamente la misma y pulcra costumbre que tuvieron en el hospital militar al lavar el sótano que estaba debajo de la farmacia. El soldado Mieres y otro más detallaron como fue: Nos hicieron sacar dos camiones para limpiarlos. Un camión cada uno. Creo que el que nos mandó limpiarlos era un sargento ayudante, pero yo jamás lo había visto. Cuando terminamos, el sargento llevó los camiones casi hasta la plaza de armas. Ahí agarró y nos hizo limpiarlos (…) También nos dijo que los manguereáramos por dentro. Nos dieron unos baldes de plástico con agua a la que le echaron cloro, porque tenía olor a lavandina. Con esa agua limpiamos todo. Recuerdo que cuando tuvimos la práctica de tiro en el cerro, antes del día que apareció el cuerpo, vimos a estos camiones que nos mandaron limpiar tirando basura en el basural detrás del cerro. No está demás decir que el tema sobre el Unimog jamás fue esclarecido. Sus constantes no sé, no recuerdo, al igual que los de Mercado terminaron por desalentar el ya poco interés que tenían los jueces de saber si realmente lo que llevaban al basural era el cuerpo de Carrasco. 23 de Diciembre: Declara Balmaceda El diario91 Río Negro editó Nota de tevé compromete a un general. “‘Cuando fue encontrado por primera vez, el cuerpo de Omar Carrasco no presentaba señales visibles de heridas’. Así lo declaró a la prensa el general Carlos Díaz, 48 horas después del hallazgo oficial del cadáver del soldado, según consta en una filmación que será agregada a la causa que investiga el encubrimiento del crimen. El militar deberá explicar cuántas veces fue ‘encontrado’ el cadáver de Omar. La demoledora prueba se suma a la denuncia de una periodista neuquina, que declaró que el 6 de abril a la mañana, Díaz le dijo que había aparecido el cadáver aunque oficialmente eso ocurrió a las 16. “…Y para coronar una semana donde el encubrimiento recuperó protagonismo, los tenientes coroneles Eduardo Jordán (inteligencia) y Raúl José (juez militar) fueron acusados ayer de prevaricato, cohecho, vejaciones, abuso de autoridad, incomunicación ilegal, intercepción ilegal de llamadas telefónicas y falseamiento de pruebas, por la manera en que interrogaron al soldado Claudio Balmaceda, uno de los testigos de ayer. Por todos esos delitos serán investigados…”. 91 Diario “Río Negro” del 23 de Diciembre de 1995, páginas 24 y 25. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 323 En otra nota aparte “Ex soldado denunció a militares por intento de soborno y abusos”. “ ‘Me gustaría tener frente a frente a Jordán y José en un juicio, ése va a ser mi desahogo. Pero veo que son tan cagones que declaran por escrito’, dijo ayer el ex soldado Claudio Balmaceda a la salida del Tribunal Oral de Neuquén. Minutos antes, el testigo denunció con lujos de detalles los ‘aprietes’ e intentos de soborno a los que fue sometido por los tenientes coroneles Eduardo Jordán (inteligencia) y Raúl José (juez militar) los dos días que permaneció incomunicado por el Ejército en el Grupo de Artillería 161…”. “…En una larga y sólida serie de revelaciones, el exsoldado fue contundente al afirmar que los oficiales mencionados quisieron obligarlo a que ‘mande al frente’ a Canevaro, al sargento Carlos Sánchez y a sus excompañeros Víctor Salazar y Cristian Suárez, como responsables del asesinato…”. Sentado frente a las juezas, aseguró que los militares lo encerraron, le mintieron, se hartaron de interrogarlo y presionarlo, e intentaron sobornarlo. ‘Me amenazaban diciéndome que si no hablaba me iban a meter en cana a mí’, comentó. ‘Me decían que Suárez y Salazar ya me habían acusado, que los mande al frente, que no tenía sentido que los encubriera y me decían que piense en mi familia’, relató. ‘Cada hombre tiene su precio. ¿No te gustaría tener una moto como la que apareció en una revista el mes pasado, y 10 mil dólares en la mano?’, fue, según Balmaceda, la propuesta que le hicieron Jordán y José. ‘Yo les contesté que sí me gustaría, pero les aclaré que eso hay que ganárselo’, agregó. ‘Lo único que tenés que hacer es mandarlos al frente y eso es tuyo’, fue la respuesta de los oficiales. Le aseguraron además que nadie se enteraría de su delación. … ‘Cuando les pregunté quiénes eran ellos para hacer este tipo de cosas me respondieron: ‘Somos la Justicia Militar’. 24 de Diciembre: Repaso periodístico El diario92 “Río Negro” publicó una nota con el título “Muchos testigos y pocas pruebas”. “Frases sueltas, indicios, presunciones. Los casi cien testigos que insumieron 180 horas de audiencia no dejaron más que eso para acusar a Canevaro, Salazar, y Suárez del asesinato de Omar Carrasco. ¿Será suficiente? ¿Son ellos, a pesar de la falta de pruebas, los autores del crimen? 92 Diario “Río Negro” del 24 de Diciembre de 1995, páginas 30 y 31. IGNACIO R. CANEVARO 324 El Caso Carrasco sigue siendo un laberinto que desafía la lógica. Cada respuesta abre nuevos interrogantes, y como desde un principio, se sabe mucho más del encubrimiento que del asesinato. Lo que permanece en las sombras es qué se quiso ocultar con semejante encubrimiento. Las 26 primeras audiencia obligan a un balance poco optimista respecto de los elementos reunidos para esclarecer el crimen…”. “…Contra Canevaro se ha tratado de reunir la mayor cantidad de elementos posibles. Una hipótesis sostiene que si se demuestra la culpabilidad del subteniente, arrastrará en su caída a los dos soldados. Esto genera un debate entre los defensores de Salazar y Suárez: sutilmente, tratarán de despegarse de Canevaro si la tendencia se confirma. Por ahora, trabajan como un equipo. ¿Pero qué hay contra Canevaro, a parte de la acusación de Sánchez? Principalmente tres elementos, todos con su correspondiente contrapeso: *La declaración de Viviana González. A esta declaración le cabe la misma crítica que la de Sánchez. ¿Por qué la González lo contó recién en mayo del 95? ¿Por qué no la procesaron por encubrimiento, y en cambio la premiaron designándola abanderada? Las maniobras de prestidigitación procesal de Juan Carlos Moreno Campos, abogado del Ejército que el Tribunal se niega a citar como testigo, hacen todo posible. *La declaración del teniente coronel Duret. Hombre de Balza, reemplazó a With en la jefatura del Grupo de Artillería. El testimonio de Duret tuvo muchos fuegos de artificio. “…*Las declaraciones de los soldados. Se dividen en dos partes: por un lado, acusan al subteniente de ser gritón, de insultarlos, humillarlos. En síntesis una personalidad detestable, pero ninguno lo vio pegar, ni mandaba a pegar. Por otro lado, Canevaro llevó a los soldados en un colectivo, cuando tuvieron que declarar en el juzgado. ‘hablen cortito, o pasarán el fin de semana conmigo’, los intimidó en esa oportunidad. Pero a ninguno le dijo ‘mientan’ o ‘no me dejen pegado’. 31 de Diciembre: El diario93 “Río Negro” publicó una nota con el título “No investigan a encubridores del cuartel”. “La amplia red de encubridores que se tejió a alrededor del asesinato Omar Carrasco no está siendo investigada por el juez Rubén Caro, tal como se lo ordenó el Tribunal federal Oral de Neuquén. El magistrado tiene en sus manos ‘otras causas’ 93 Diario “Río Negro” del 31 de Diciembre de 1995, páginas 22 y 23. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 325 a las que se dedica, dejando ‘para después’ la que involucra a varios jefes militares y que, paradójicamente, fue la que le permitió llegar al cargo de Juez federal”. “Depresivo, inseguro, desconfiado, más gordo, inoperante y esquivo como siempre, el juez federal Rubén Caro – fiel a su estilo – todavía no comenzó a investigar a los encubridores del asesinato del soldado Omar Carrasco. Es que este magistrado, que piloteó la controvertida instrucción de la causa, siempre se toma su tiempo, para todo. El Tribunal Oral de Neuquén, que juzga a los presuntos autores del crimen, abrió una causa paralela en torno de los encubrimientos. Y le fue asignada a Caro… … A esta altura, y a la luz de lo expuesto por los testigos durante el juicio, Caro asoma como el principal responsable de las muchas irregularidades que tiene la investigación previa, raquítica de pruebas y plagada de errores. El pedido de juicio político formalizado por los abogados defensores de Ignacio Canevaro, Víctor Salazar y Cristian Suárez, los tres imputados de la causa, resultó solo otra cachetada para su ‘modus operandi’. Sin embargo, nada parece despertarlo de su letargo intelectual. Y como si faltaran elementos en su contra. También está sospechado de haber omitido el análisis de pruebas que hubieran resultado trascendentes para la investigación de precisamente, el encubrimiento del asesinato. 1996 Condenas y Apelaciones 03 de enero: Las 9 declaraciones de Sánchez El diario94 Río Negro publicó Tambalea la acusación de Sánchez. “…Como se sabe, Sánchez – quien está procesado por encubrimiento – es el único que acusa al subteniente Canevaro y a los ex soldados Salazar y Suárez del asesinato de Carrasco. Así se desprende de la ‘confesión’ que le hizo al juez Rubén Caro el 18 de junio de 1994, en una declaración indagatoria. Dijo en esa oportunidad que el 9 de abril, tres días después del cadáver del conscripto, Salazar le confió que él y Suárez le habían pegado a Carrasco con el lampazo por orden de Canevaro. Sobre esa declaración se apoya todo el basamento jurídico del caso carrasco. Si no hubiera existido, probablemente el caso no hubiera llegado a juicio y quizá ni siquiera habría nadie detenido. Desde ese entonces, el sargento no volvió a abrir la boca. Cuando le preguntaron a Sánchez por qué había tardado tanto en contar 94 Diario “Río Negro” del 03 de Enero de 1996, páginas 18 y 19. 326 IGNACIO R. CANEVARO lo que sabía (se enteró el 9 de abril y lo dijo a la justicia el 18 de junio), dio dos argumentos: ‘Porque estaba esperando que me llamaran a declarar’ ‘Porque amenazaron de muerte a mi mujer’. ambos argumentos son poco consistentes. En realidad se sospecha que Sánchez no declaró antes lo que supuestamente sabía porque esa declaración fue armada en Buenos Aires por la Inteligencia militar, que necesitaba desesperadamente una prueba para que el juez Caro pudiera dictar prisión preventiva de los tres sospechosos, Canevaro, Salazar y Suárez, y así sacar la causa del letargo en que estaba sumida. Las nueve declaraciones “…Si se pone fecha a todos estos episodios, queda claro que las cuentas no le cierran al sargento: 6 de abril: Aparece el cuerpo de Carrasco. 7 de abril: Sánchez declara ante la justicia militar. 9 de abril: Supuesta confesión de Salazar a Sánchez. 10 de abril: Sánchez es puesto en disponibilidad. 11 de abril: Sánchez declara ante la justicia militar. 13 de abril: Declara ante la justicia civil. 17 de abril: Es detenido e incomunicado. 19 de abril: Sánchez declara ante la justicia militar. 20 de abril: Sánchez declara ante la justicia militar. 20 de abril: Le dictan prisión preventiva rigurosa. 26 de abril: Declara ante la justicia militar. 4 de mayo: Declara ante la justicia militar. 5 de mayo: Declara ante la justicia militar. 8 de mayo: Supuesta amenaza a la esposa de Sánchez. 11 de mayo: Intento de robo en la casa de Sánchez. 18 de junio: Sánchez declara ante el juez Caro en indagatoria y ‘confiesa’. Es decir que desde la ‘confesión’ de Salazar hasta que Sánchez es incomunicado, el suboficial fue llamado a declarar dos veces. Desde la incomunicación hasta la amenaza de muerte a su mujer, Sánchez declaró cinco veces. Después de las amenazas, declaró una vez: justamente la oportunidad en que ‘cuenta todo’. Por eso el sargento resulta tan poco creíble cuando dice que ‘estaba esperando que me llamaran a declarar’ y que ‘cuando quise hablar amenazaron a mi señora’. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 327 Si a esto se suma que ya cambió cuatro veces de abogado (a cual más costoso), algo que no se condice con sus magros ingresos como sargento del Ejército, y que al primero de ellos le confió que no tenía nada contra Canevaro, toda su declaración queda prácticamente reducida a escombros. ¿Hablará Sánchez en la última audiencia del juicio, como se especula? Algunos dicen que si no lo hace, cualquier condena quedará sin sustento”. 04 de Enero: El diario95 Río Negro publicó La dieta de Canevaro y la comida ‘para 50’. El subteniente Canevaro no solo era la ‘alegría del cuartel’ (al decir del teniente coronel Cerrutti) sino también uno de los oficiales más sanos a la hora de alimentarse. Así se desprende de lo que declaró ayer el voluminoso sargento ayudante Victoriano Espíndola, cocinero del casino de oficiales… La declaración del voluminoso Espíndola, no sólo sirvió para conocer la rigurosa dieta del subteniente, sino que además aportó nuevos datos sobre la presencia de personal de inteligencia en el cuartel de Zapala. ‘Un día tuve que hacer comida para cincuenta personas’, evocó en tono de lamento. 07 de Enero: El Diario96 “Río Negro” publicó una nota con el título “Ante un careo decisivo”. “La intervención de Inteligencia militar en el caso Carrasco fue tan profunda que logró un efecto contrario al que perseguía: las escasas pruebas están infectadas de dudas. El sargento Sánchez ya no es un elemento confiable para sostener una acusación, de modo que todas la miradas se posan ahora sobre la subteniente Viviana González, quien esta semana será careada con un médico forense. Si no logra sostener su versión, poco le quedará al Tribunal”. Lo poco que queda en pie de la versión oficial sobre el asesinato de Omar Carrasco podría derrumbarse el martes, en caso de que la subteniente Viviana González no resulte convincente al ser careada con un médico forense respecto de quién le sacó el pantalón al cadáver durante la autopsia. “…Derrumbado Sánchez, quien aun se mantiene en pie es Viviana González… Pero el forense Rodolfo Villagra, quien dirigió la autopsia, dijo que nadie más que él tocó el pantalón. ¿En qué momento, entonces, González lo vio como para reconocerlo? 95 96 Diario “Río Negro” del 04 de Enero de 1996, páginas 18 y 19. Diario “Río Negro” del 07 de Enero de 1996, páginas 17 y 18. IGNACIO R. CANEVARO 328 … en que ambos se mantengan en sus dichos, hay otros dos testigos esperando turno para confrontar con la enfermera: el médico de la Rosa Rosales y el bioquímico Roca, que también participaron de la autopsia. 10 de Enero: Fin de la hipótesis sexual El diario97 “Río Negro” publicó una nota con el título “El pantalón persiste como prueba”. Con un subtítulo “Pantalón prestado”. “…En el juicio oral volvió a declarar, y dijo que reconoció al pantalón mientras se lo sacaba al cadáver. Pero el forense Rodolfo Villagra dijo que la tarea de desvestir al cuerpo estuvo a su cargo, y por eso ambos fueron careados ayer. Fue una diligencia tensa. La González envistió frontalmente contra el médico, y aunque en un momento estuvo a punto de llorar de los nervios, se mantuvo con firmeza en sus dichos. Incluso acusó a Villagra de ‘no haber participado en la autopsia, sólo se limitó a mirar’ y de mentir ‘para no quedar mal delante de sus colegas’. Villagra, a su turno, consideró que la subteniente ‘se mueve por intereses particulares’. En otra nota aparte con el título “Sin alteración”. “‘El test psicológico le dio perfecto al subteniente Canevaro: No hay rasgos de ningún tipo de desviación sexual’, afirmó ayer su abogado defensor, … Y agregó, con una sonrisa: ‘El upite tampoco tiene alteraciones’…”. 12 de Enero: Declara Castro El diario98 “Río Negro” publicó una nota con el título “Capitán acusa al general Balza de mentir”. “No es cierto que el ejército no haya investigado el caso. A mí me interrogaron cuatro horas puerta por medio con Balza”, dijo ayer el capitán Correa Belisle. En otra explosiva intervención el oficial sostuvo que el jefe del ejército violó dos leyes al enviar a Inteligencia a investigar el crimen. ‘No creo que un subteniente y dos soldados hayan manejado esto durante un mes’, fue otra de sus definiciones. Denunció además que un jefe de Inteligencia amenazó con ‘hacerlo mierda’ por haber hablado con el fiscal de la causa (…) Negaron careos de la subteniente González con dos forenses por el tema del pantalón. La presidenta del Tribunal anunció que la de hoy será la última jornada de testimonios”. 97 98 Diario “Río Negro” del 09 de Enero de 1996, páginas 18 y 19. Diario “Río Negro” del 12 de Enero de 1996, páginas 18 y 19. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 329 Hipótesis Otro que declarará hoy es el ex-soldado Luna, quien aportó en su momento una hipótesis sobre el crimen llamativamente parecida a la que más a delante utilizaría el Juez Caro para enviar a prisión a los actuales sospechosos. En cuanto a los alegatos y la lectura de la sentencia, podrán ser televisadas en directo a través de una sola cámara de algún canal que se instalará en la sala, según definió ayer el Tribunal. Castro había sido hallado luego de intensas búsquedas por parte de un juez provincial. No se encontraba en su domicilio y corría peligro de que su declaración no se escuche en la audiencia. Cuando lo llevaron al tribunal, tenía todos los signos que les gustaba describir a Duret y a Balza. Estaba desarreglado, como dopado, por no decir saliendo de una borrachera a puro alcohol. Sorprendió cuando a pesar de su estado respondió tan categóricamente a las preguntas de rigor, aquellas que se formulan antes de comenzar cada declaración, sobre si tenía algún interés particular en cómo termine este juicio, si tenía una relación de amistad o enemistad evidente… –A Canevaro. A ese le tengo bronca –Ahí se me vino el alma al piso, pues pensé que era otra González, pero no fue así y siguió– él nos trataba mal y nos hacía bailar mucho. –fue su peor queja. Hasta ese momento, cuando un testigo decía lo que se acordaba, mayormente no tenía problemas en la lotería de conformar con las respuestas al tribunal. Pero cuando este testigo se acordaba poco y ese poco era de relevancia, comenzaban a caerle proyectiles de grueso calibre, por lo que más le convenía decir solo lo que tuviera por cierto, y no andar por ahí aventurando conjeturas. Castro ya había declarado innumerables veces, tanto ante el juez Caro como con el juez José, a quien a su vez se le sumó un secretario de lujo, el jefe de la inteligencia militar de Neuquén, Jordán. En la sala había gran expectativa por lo que iba a decir Castro. Era uno de los pocos que decían haber visto cuando le pegaban a Carrasco, más allá que ahora fuera de dudosa credibilidad la persona a la que señalaba. Es que decía, un soldado viejo que supuestamente no se encontraba en el cuartel el 6 de marzo, le había pegado a Carrasco. También este soldado estaba citado a declarar. Habría dicho ante la prensa Tengo miedo de pisarme… 330 IGNACIO R. CANEVARO aunque no entiendo todavía con mi cabezota, de qué puede tener miedo una persona que no estaba en la escena del crimen. Ya sabíamos por las declaraciones de Pizarro y Romero, lo que les habría contado Castro ni bien lo detuvieron por desertor, donde aseguraba que soldados le pegaban y también había superiores. Pero entre esos mismos restos de la declaración de Castro se pueden ver algunos hilos que demuestran que se hizo como la urraca, que toma lo que brilla y descarta lo demás. Cuando Caro suspendió la declaración en su juzgado aquella noche y lo entregó de nuevo al cuartel, no pensó que al día siguiente Castro diría que antes de que desapareciera Carrasco… vino el oficial de semana, no me acuerdo el apellido, pero es bajo delgado y rubio… Eso no es más ni menos que una descripción de mis características físicas más notables, además de mi función ese día. Era evidente que Castro me identificaba en aquel momento. Y ahora en el juicio –después de las preguntas de las generales de la ley– también, tanto físicamente como por mi cargo de oficial de semana. También sabíamos que luego de esos tres meses en el hospital militar habían desaparecido el oficial y el suboficial para solo acusar a un soldado. Por eso el tribunal insinuaba que el ejército había montado una operación para lograr ese cambio en la declaración de Castro y así salvarme. Tanto el tribunal como todas las partes estaban al tanto de la maniobra fenomenal que había habido en torno a Castro para anularlo como testigo. Sólo que al tribunal no le convenía ahondar más en ese detalle. Daba la impresión que querían utilizar de su declaración lo que ya constaba en actas, y descartar su testimonio en vivo, tal como sugería el ejército a través de sus pericias y también de la insistente bajada de línea de Duret y hasta del mismo Balza. Que Castro haya sido confuso, que haya tirado casi al azar todas esas características sobre las personas que golpeaban a Carrasco en sus primeros dichos –siempre según los policías, recordemos el rubio, pelirrojo, morocho, cabo, sargento, capitán– convenían a este tribunal que estaba a la pesca en río revuelto… Curiosamente, la misma táctica que utilizaba Balza. Hubiese sido bueno poder demostrar las maniobras que se utilizaron para confundirlo, en esos tres meses de hospitalización sin motivo aparente y luego que no era a mí justamente al que el ejército había querido sustraer de la memoria de Castro, ya que desde el mismo día que llegó Balza al cuartel ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 331 fui uno de los principales sospechosos, eso sí, utilizando la vieja regla de las responsabilidades militares. Casi como si fueran de la mismísima inteligencia militar, lo interrogaron de una manera tan poco sutil, por no decir violenta, que de repente se encontraba encerrado en sus propios dichos. Llegó a negar que había hablado alguna vez con los comisarios Pizarro y Romero, con lo que pulverizó su ya cuestionada credibilidad y lo tomaron como todo un tonto. Justo como quería el ejército. Y también los jueces, que esta vez por arte de magia se olvidaron cómo tratar a un testigo simple y tímido. Lo que nunca se le preguntó a Castro, que estaba allí mismo frente a sus narices, es por qué supuestamente describió a los que le pegaban a Carrasco con tanta imprecisión, cuando a mí me identificaba en aquel momento y ahora, tan fácilmente. Hubiese sido más fácil que dijera, le pegaron unos soldados y el oficial de semana, o el oficial bajo, delgado y rubio. Hay que tener en cuenta que en su segunda declaración en el juzgado, al día siguiente de ser aprehendido, Castro demostró que me reconocía perfectamente, porque testimonió que cuando salió a tirar un papel de alfajor, “…el subteniente Canevaro había regresado a la cuadra…”. Era conveniente que Castro no declare más. Lo que les interesaba, o mejor dicho: lo que podían usar, ya lo habían dicho los policías. Cuanto más confuso, mejor. Esta parte del relato la escribo justo trece años después de los hechos y juro que recién hoy he descubierto una cuestión ya intrascendente, pero reveladora. Recién hoy entiendo por qué Gutiérrez tenía su hipótesis sobre cómo pudieron haber pasado los hechos, allá por el 14 de abril del ‘94. Lo sabía porque se lo había contado Castro. Leyendo sus distintas declaraciones pude ver que dicen exactamente lo mismo. Esa elucubración de Gutiérrez –que no era entonces de él– la escribí hace ya muchos años, incluso cuando aun no tenía una computadora. Por aquel entonces, más precisamente el 11 de abril, Castro fue devuelto al cuartel por Caro, quien no le prestó la más mínima atención. José lo recibió con las manos abiertas y como era de esperar, lo hizo declarar. Allí dijo que la noche del 5 de marzo… a Carrasco lo llevan al baño y le pegan entre tres soldados. Reconocí a uno de apellido Campos, a uno IGNACIO R. CANEVARO 332 de Neuquén y a otro de Zapala. Después Carrasco me dijo que tenía mucho dolor… Dos semanas después, José que contaba con la asesoría de Jordán, lo interrogó nuevamente y esta vez dijo que Campos, Barros y Baeza patearon fuerte a Carrasco el 4 de marzo, y el 5, en el baño, le volvieron a pegar con los borceguíes en la cola, las costillas y el estómago… y que cuando Carrasco terminó el turno de cuartelero, me contó que le dolía mucho el cuerpo, las costillas y adentro de los huesos. También el lado izquierdo del vientre. Y me dijo que se escaparía… Pero ya no contaría esas cosas en el tribunal; más bien fueron todas contradicciones. Una lástima que hayan sido esos jueces, con tan poco ánimo de saber la verdad, los que lo interrogaron. Quizá, con un poco de paciencia, con un poco de método, se hubiera podido reconstruir lo que Castro vio, pero como le borraron de la mente…, no quisieron tomarse el trabajo. Su testimonio –aunque no el de esta audiencia– sería uno de los argumentos de las condenas. Quizá por eso no querían correr más riesgos, como luego se verá con el soldado Luna. Castro dijo lo que Romero dijo que dijo Castro. No lo que acababa de decir. Un desquicio… 13 de Enero: Declara Luna El diario99 Río Negro publicó Caro ‘adulteró’ declaración de un ex soldado analfabeto “El último día del juicio oral por el caso Carrasco trajo escándalo y amargas sorpresas… “Un ex soldado analfabeto reveló ayer que el juez federal de Zapala, Rubén Caro, adulteró su declaración y consignó en la misma todo lo contrario de lo que decía, para tener una prueba de peso en contra de Canevaro, Sánchez, Salazar y Suárez como responsables del asesinato de Carrasco. Luego, cuando le leyó el acta para que la firmara, el magistrado le habría mentido respecto de lo que estaba suscribiendo. La declaración en cuestión – que pertenece a Fabián Luna – fue tomada luego por el Tribunal Oral para confirmar las prisiones preventivas de los imputados del crimen. De comprobarse los hechos, Caro cometió un delito llamado prevaricato, y los jueces de Cámara quedaron en una incómoda posición. 99 Diario “Río Negro” del 13 de Enero de 1996, páginas 18 y 19. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 333 “…’El Juez caro y la secretaria me apretaron’ reveló ayer Luna, un humilde joven de Cervantes que actualmente vive en Zapala.’Me pedían opiniones, me decían si no me parecía que los autores del asesinato no podían ser Salazar y Suárez, y después no se si lo que anotaron era verdad o no’…”. Verdades mentirosas En un tramo de esa declaración de abril del 94, Luna ‘decía’ que ‘creo que un soldado viejo no pudo haberle pegado a un soldado nuevo, solo si les pagan por ello. También hablando hipotéticamente puedo llegar a creer que esto lo harían dos soldados viejos como Salazar y Suárez, dado la confianza que le tenían Canevaro y Sánchez (…). Estos soldados pudieron ser mandados por Canevaro y Sánchez a golpear al conscripto nuevo Carrasco (…) ‘. Ayer, Luna reveló cual fue su verdadera declaración. ‘El Juez Caro me preguntó si los autores del asesinato no podían ser Salazar y Suárez, y yo le dije que ni por más dinero que les hubieran dado, ellos podían ser. A ellos jamás los vi pegando, eran buenos chicos, buenos compañeros’. Es decir, todo lo contrario de lo que el juez anotó en el acta. En una nota aparte “El Tribunal le había dado importancia”. “la declaración del ex soldados Fabián Luna ‘no ofrece mérito para poder reprocharle falsedad alguna’, escribieron, en agosto de 1994, los jueces del tribunal Oral. Los mismos que ayer empalidecieron al escuchar los manejos que había hecho el Juez Rubén Caro con el testimonio del joven, aprovechando que es analfabeto. La declaración de Luna fue utilizada por los jueces María del Carmen Ingelmo, Aideé Vázquez de Argüello y Eugenio Krom como una de las pruebas para sostener la prisión preventiva de Canevaro, Salazar y Sánchez como presuntos autores del asesinato de Carrasco. Le dieron el mismo valor que a la cuestionadísima ‘confesión’ del sargento Carlos Sánchez, quien también acusa a los tres del asesinato. Sánchez dijo que Salazar le había confesado que él y Suárez le pegaron a Carrasco por orden de Canevaro. En agosto del 94, los jueces del Tribunal Oral dijeron que ‘la declaración de Luna del 27 de abril del corriente año ante el Juzgado Federal de Zapala confirma los hechos relatados en la declaración indagatoria prestada por Sánchez con fecha 18 de junio de 1994’. Añadieron que ‘ambas declaraciones, que fueron rendidas encontrándose la causa en secreto de sumario, y en el caso de Sánchez incomunicado, son coincidentes en su esencia, no ofreciendo mérito para poder reprocharle falsedad alguna, surgiendo la primera de conversaciones mantenidas con soldados viejos y nuevos y la segunda de la deducción de los dichos del soldado Salazar al sargento Sánchez’…”. Otra nota aparte “Al final, el ex soldado castro fue el testigo del olvido”. 334 IGNACIO R. CANEVARO “el único posible testigo del crimen de Carrasco se desmoronó ayer definitivamente, y con él una de las pocas posibilidades de saber quien o quienes le habrían pegado a Omar en el baño exterior de la Batería “A”, si es que fue allí donde lo golpearon. ¿Quién o quiénes le dibujaron la memoria? Nunca se sabrá. El secreto quedó, muy probablemente, encerrado en la blanca habitación del Hospital Militar Zapala, donde sin tener ninguna afección Juan Sebastián Castro estuvo ‘internado’ y custodiado durante tres meses (…) donde firmaba declaraciones que no leía, y donde por una lesión superficial le pusieron suero una semana. –Es que tenía conjuntivitis, le explicó a los jueces con tranquilidad e inocencia campesina…”. Otra nota “…y Sánchez no habló”. “El juicio oral por el caso Carrasco terminó sin que el sargento Carlos Sánchez abriera la boca. Pese a los insistentes anuncios de que el militar rompería el silencio para renovar su acusación contra Canevaro, Salazar y Suárez, el defensor Víctor Seguí anunció ayer al Tribunal que su cliente no se expondrá. La puntada final del juicio la estaba por dar el soldado Luna. Era un testigo de la fiscalía, que venía a refrendar lo que había dicho en la instrucción ante el juez Caro y que había servido –junto con la supuesta “confesión” de Sánchez– como fundamento de mi prisión preventiva. En pocas palabras, por su testimonio, estaba detenido desde junio del ‘94. Sabíamos la esencia de su testimonio y esperábamos una declaración escueta y contundente que diera el golpe de gracia a la defensa que había luchado desesperadamente no solo por demostrar mi inocencia, sino por no ser ensuciado por otras varias acusaciones. Bastante ya teníamos con ser acusado de homicidio, como para tener que demostrar que no era loco, ni psicópata, ni sádico, ni homosexual ni cuanta mugre se les ocurriera a la fiscalía, querella y algunos medios, que eran el pasto preferido para encender los fuegos. Pero apareció Luna, con su tranquilidad de pueblo, y su cara fresca que contrastaba con la rigidez de la mayoría que había venido a declarar. Como a todos, se le hicieron las preguntas de rigor y como era de esperar, los jueces rompieron la monotonía del día con sus preguntas para dar por terminado el juicio con la fulminante revelación del soldado. De a poco se empezó a ver que algo no cuadraba. Desde el comienzo de la declaración se empezaron a ver detalles que Luna corregía y los jueces se impacientaban. En un principio pensé que Luna se estaba echando atrás y ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 335 deseaba corregirse, que temía repetir ante el tribunal lo que había dicho en la soledad del despacho de Caro. Miraba alrededor en la sala y veía que la gente no alcanzaba a comprender lo que estaba pasando. Luna no se estaba echando atrás. ¡Luna estaba declarando todo lo contrario a lo que estaba en el expediente de Caro! La Ingelmo no quiso ceder más terreno y replicó de inmediato que si mentía lo haría procesar por falso testimonio, pero Luna se mantuvo mansamente firme. Extraña combinación. Algo que enfurecía a las dos juezas y sacudía al siempre adormilado Krom. La declaración de Luna se les estaba yendo de las manos y lo que pensaban era el golpe final, se volvía contra ellos. -Esto pasó hace mucho tiempo; Me parece que está confundiendo las cosas, ¿Quiere que le leamos lo que declaró en Zapala para que le refresque la memoria? –Achicó la Ingelmo y lo acorraló para darle una última oportunidad. Luna aceptó que leyeran su declaración, la que quiso interrumpir en varias oportunidades, pero le fue imposible, hasta que finalizó. Antes que volviera a tomar aire para decir nada, la jueza se le adelantó y lo volvió a encerrar. –¿No es esta su declaración del 27 de abril del año pasado ante el juez Caro? –Ahí hay muchas cosas que yo no dije doctora –contestó apenas contrariado Luna. Las juezas no tuvieron más remedio que preguntar cuáles eran las diferencias con lo que realmente había declarado y allí se abrió la caja de Pandora… Resulta ser que en las partes menos relevantes casi no había diferencias, pero en la cuestión central, donde se le preguntaba por los acusados, había declarado todo lo contrario a lo señalado en el expediente. De todas maneras el tribunal tenía un arma inmejorable como la firma de Luna en las fojas de su declaración, y al haber diferencias tan grandes en el contenido, podían amenazar con un falso testimonio para que se allane a lo escrito en el papel. Pero Luna, lejos de intimidarse con los años de cárcel y las caras de enojo de las juezas, se mantuvo nuevamente en su posición. Nuevamente se vio un quiebre como el de antes, aquel de los peritos del CMF y las causas de la muerte de Carrasco. Las juezas emprendieron una última y suicida ofensiva que tuvo inesperado vuelco. Jugaron su última carta apelando a la formalidad del sistema. 336 IGNACIO R. CANEVARO Confiadas en ese mismo sistema –este que hace que una persona declare ante el juez, con los fiscales presentes y la secretaria que labra las actuaciones, dando fe todos de lo que se escribe en el expediente, y ratificado con la firma del que declara, quien leyó su contenido– apostaron a que Luna terminaría por confirmar su anterior declaración. Contaban con esa declaración firmada por él, por el juez, por los fiscales y la secretaria. Lo tenían todo. Pero si lo tenían todo desde lo formal, había algo que les faltaba en el fondo: No contaban con la verdad. Una crítica disparada por la Vázquez rebotó como una bala de goma. – Su declaración está firmada, supongo que por usted, ¿O no es así? Acérquese al estrado para decir si esta es su firma. Luna sabía que efectivamente esa era su firma, sabía que estaba por reconocer sin más, la firma que había estampado aquel día en el despacho de Caro, pero ese no era el tema. –¿Y? ¿Es su firma o no? – Si, doctora –Resignado –Y supongo que si es su firma es porque leyó su declaración y estuvo de acuerdo con lo que decía… ¿O no? – Si…, bah…, en realidad yo no la leí, sino que me la leyeron –Soltó muy tímido –Y porqué han de leérsela –Preguntaron casi al unísono sin imaginar la respuesta. Y bajando la cabeza, con evidente gesto de vergüenza dijo – Porque me cuesta un poco… leer. Rápidamente la Ingelmo quiso salir del mal paso, pero Pandolfi –implacable– estaba al acecho y no perdonó. – Quisiera que esto que acaba de declarar el soldado Luna se deje constancia en actas, señora presidente –mientras levantaba la mano, pues estaba interrumpiendo las preguntas del tribunal. La presidente, en una acción que no pasó desapercibida, se dedicó a reprender a Pandolfi por haberse entrometido en la tarea del tribunal, y restó importancia al episodio de la declaración de Luna, pero Pandolfi, lejos de aturdirse, volvió e insistió en la importancia de lo que se acababa de oír. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 337 –Disculpe señora presidente si la interrumpí, pero no es un hecho menor el que acabamos de oír de boca del soldado Luna, ¡Insisto en que se tome nota en las actas de que el testigo dijo que le cuesta leer! La treta de la Ingelmo no dio resultado y la secretaria, que venía anotando todo lo que pasaba en la sala de audiencias, debió preguntar qué era lo que tenía que consignar en el acta, pues había pasado por alto ese “detalle”. Un detalle casi increíble del Dr Pandolfi es que además de estar alerta de lo que pasaba en la audiencia, tomaba notas taquigráficas de lo que declaraban los testigos. Fue tranquilizador ver cómo ante el “descuido” de la Caunedo (Secretaria del Tribunal) él pudo reconstruir el acta de la sesión dictándole –con el acuerdo de las juezas, que no tuvieron más remedio– lo que había dicho Luna. A su turno Pandolfi volvió a machacar el tema de la lectura de Luna y pidió una medida que conmovió a los presentes y revolucionó al tribunal. –Quisiera que el testigo lea en el grafico de la pared (había un croquis del cuartel con los nombres de las instalaciones) lo que dice al lado de la palabra “baño exterior”. Una cuestión sencilla, pues se trataba de la palabra “Batería”, pero no lo era para Luna, a quien se la tuvieron que señalar pues no la “encontraba”. Después de una par de segundos, donde quedó claro que a Luna no le costaba, sino que no sabía leer, el Dr. Pandolfi lanzó un manto de piedad ante el bochorno del soldado al quedar en evidencia, y pidió constara en actas que el testigo no había podido leer la palabra “Batería”, con lo que en pocas palabras pedía conste que en realidad no sabía leer. El revuelo que generó esta situación fue de proporciones, la gente del público murmuraba con gestos de desaprobación, pues era evidente que se trababa de una declaración adulterada. De allí en más, la jornada se centró en determinar cómo se había realizado esta declaración irregular. Quién la había tomado realmente, quienes estaban presentes, quien se la leyó… Promediando las preguntas del Dr. Pandolfi, se echó un poco más de luz sobre el episodio. El defensor de Salazar, sabía cómo orientar una declaración para demostrar algo. Es que alguna vez había sido juez, de esos que utilizan la lógica como herramienta principal para basar sus razonamientos, y se ve, ya no quedan muchos. IGNACIO R. CANEVARO 338 Para deslindar responsabilidades, le preguntó a Luna si no sabiendo leer, le permitieron asistir a la testimonial con alguna persona de su confianza, para que le leyera el contenido de su declaración, pero Luna cada vez más contundente, contestó que no, y que la declaración se la leyó el mismo juez Caro, por lo que él no tenía porqué sospechar nada, pero ahora veía que no decía lo que Caro le había leído en aquella oportunidad, sino todo lo contrario. No se trataba tan solo de un testigo que se desdecía. Tampoco de un analfabeto con el que no se había cumplido con alguna formalidad. Era un testigo cuya declaración había sido tergiversada por el juez para incriminar a tres sospechosos, sobre los que no se sabía nada. Bien dice el diario Río Negro que la declaración de Luna era una de las dos que habían sido utilizadas para fundar nuestro procesamiento en el crimen de Carrasco. La otra declaración era la farsa del arrepentido Sánchez, que no resiste ningún análisis. Flaca quedaba la acusación si se derrumbaba una más de las mentiras, pero dependía de cómo sean valoradas por los jueces, que ya sabíamos de sus intereses. 17 de Enero: El Diario100 “Río Negro” editó una nota con el título Más pruebas de la presión a Castro “El soldado sería el único testigo del crimen. Pero el Ejército lo invalidó sometiéndolo a una intensa presión y dibujando su testimonio. Un acta firmada por el juez militar así lo demuestra. El documento refleja una rueda de reconocimiento con siete conscriptos, en la cual Castro señala al presunto asesino. Aunque apunta a un soldado llamado Bascuñán, en el acta dice que marcó a Tarifeño”. 19 de Enero: Las 18 claves del fiscal El Diario101 Río Negro editó una nota con el título El fiscal pidió 20 años para Canevaro. “En la primera jornada de alegatos del juicio por el crimen del soldado Omar Carrasco, el fiscal Manuel de Reyes Balboa pidió 20 años de prisión para Canevaro y 16 para los exsoldados Suárez y Salazar ¿Cómo fue? Neuquén – Al describir la mecánica del crimen, el fiscal y los abogados querellantes coincidieron en señalar que la tarde del 6 de marzo del 94, entre las 100 101 Diario “Río Negro” del 17 de Enero de 1996, páginas 16, 17 y 18. Diario “Río Negro” del 19 de Enero de 1996, páginas 16, 17 y 18. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 339 15.10 y las 15.15, Canevaro interceptó a Carrasco entre la Batería A y el baño externo. Casi al mismo momento llegaron Víctor Salazar y Cristian Suárez, y el joven de Cutral Co fue golpeado terriblemente. A partir de este punto, las interpretaciones divergen. Para los querellantes, los tres acusados decidieron dejarlo morir a fin de obtener impunidad por la paliza que le habían dado. Para el fiscal, Carrasco murió, sin más interpretaciones. Por eso las diferencias al pedir las penas: para la querella fue homicidio calificado, para el fiscal, simple. Las 18 claves que usó el fiscal El fiscal apeló a 18 indicios para incriminar a Canevaro por la muerte de Carrasco. En uno de ellos indicó que el joven militar suspendió un viaje para “vestir” el cadáver y organizar su aparición. En una larga exposición sin mayores sorpresas, Reyes Balboa se basó en 18 puntos indiciarios contra Canevaro. El subteniente individualizaba a Omar Carrasco, y lo había amenazado en varias oportunidades. “Lo voy a hacer parir, se va a acordar de mí toda la vida”, le dijo poco antes de la hora en que estima se produjo el asesinato. Canevaro nunca dijo qué hizo entre las 14 y las 16.30 del 6 de marzo. Recién en su indagatoria ante el Tribunal afirmó que había dormido la siesta. En ese horario se había perpetrado el crimen. El subteniente mintió cuando dijo que, al regresar a la cuadra luego de su presunta siesta, encontró a Salazar y Suárez en el detall (oficina administrativa) tomando mate con el soldado Barros, quien reemplazaba como cuartelero a Carrasco. El desproporcionado baile a que fueron sometidos los soldados compañeros de Omar la tarde del 6 de marzo tuvo como objetivo “llevarse lejos a todos los que podían comprometer las maniobras de ocultamiento del cuerpo”. Según el fiscal, durante la ejecución de los movimientos vivos, Canevaro se ausentó tres veces. La falsa información que le transmitió a su superior, el teniente Barrientos, a quien le dijo que Carrasco se había ido a las 16.30. Durante la tarde, Canevaro cambió sus ropas de combate por las de gimnasia, porque se las habría manchado de sangre. Suspendió un viaje a Córdoba que tenía previsto en Semana Santa. Se habría quedado para “vestir” el cadáver y organizar su aparición. El pantalón que le pidió a la subteniente González antes de la Semana Santa. Para Reyes Balboa la prenda es la que vestía el cadáver de Carrasco al momento del “hallazgo” (ver aparte). El rastrillaje “trucho” (según lo definió el fiscal) del 6 de abril, durante el cual apareció oficialmente el cadáver. Ese día, Canevaro tuvo un arranque de curiosidad por acercarse para ver cómo estaba el cuerpo. 340 IGNACIO R. CANEVARO Las huellas de un camión Unimog en el cerro Gaucho, que no fueron registradas por el juez Caro (el fiscal no explica cómo este indicio incrimina a Canevaro). Las salidas comprobadas del hospital que tuvo el 6 de marzo la subteniente Peralta. “Lo hizo para ayudar a su amigo Canevaro”, consideró Reyes Balboa. Una conversación telefónica que mantuvo Canevaro durante su detención. En la misma –que se conoció gracias a una “ pinchadura” dispuesta por la justicia– el subteniente hace referencia a la Peralta, a quien por ese entonces la prensa atribuía haber dicho “no me hablen de Carrasco, ese maricón lloraba hasta cuando se moría”. El fiscal consideró probado que Canevaro cambió el tapizado del asiento de su vehículo, donde había manchas de sangre. Las advertencias con las que Canevaro aleccionó a los compañeros de Carrasco en la primera declaración ante el Juzgado Federal. “Declaren cortito porque sino se van a quedar conmigo”, les dijo. La declaración del teniente coronel Alejandro Duret, quien aseguró que en una charla informal Canevaro le confió que el 6 de marzo sabía que “Carrasco no iba a volver”. La “confesión” del sargento Sánchez, quien en la instrucción acusó del crimen a Canevaro, Salazar, y Suárez. Lo dijo luego de ocho declaraciones en base a supuestos dichos de Salazar. Reyes Balboa opinó que no sacaron el cuerpo de Carrasco del cuartel por pura indecisión, o porque la policía provincial estaba patrullando las inmediaciones ya que intuía que el cuerpo estaba dentro del GA 161. La primera declaración (extraoficial del exsoldado Castro a dos comisarios (Pizarro y Romero), inmediatamente después de ser detenido. Les dijo que a Carrasco lo habían golpeado cuatro personas, entre ellas un militar “rubio”. En dieciocho puntos indiciarios se apoyó Balboa para acusarme de homicidio. En dieciocho puntos a pesar que varios fueron desvirtuados en las mismas audiencias, y otros tantos no son indicios, sino aventuradas conjeturas. Si esos eran los argumentos que sostenían las pruebas contundentes que tenía el ministerio público para solicitar una condena por homicidio, excluyéndome a mí mismo, tampoco me hubiese gustado estar en los pantalones de Balboa. Que individualizaba o que no lo individualizaba a Carrasco, ese no era el gran tema. La importancia de demostrar eso, no revelaba que haya sido el asesino de Carrasco, pero sí que decía la verdad o que había mentido en mi declaración indagatoria. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 341 Más que por acreditar las pruebas colectadas en la instrucción, el esfuerzo de Balboa se había centrado en demostrar que había mentido en mi declaración indagatoria –que presté al comienzo del juicio– como si una diferencia insustancial me incriminara en la muerte del soldado. Eso demostraba que habíamos llegado a la etapa del juicio oral, sin pruebas que consolidar en esta instancia, y con la urgencia de obtener alguna que justifique mi presencia como imputado. Pero para obtener algún indicio siquiera sobre mi participación, debía descubrir una mentira con evidente vinculación al homicidio, y no una diferencia meramente formal. Pero para la fiscalía, cualquier cosa sumaba. Hasta las malas palabras que yo decía. El hecho concreto es que no individualizaba a Carrasco aunque le haya dicho lo que le dije, que sí le dije. Ese era el trato que tenía, no tan solo con Carrasco, sino con los otros sesenta y pico de soldados que había a la fecha, y testigos sobre ello, sobraron. A Carrasco lo cagué a pedos, como lo hice con Lucas, o con ese soldado del BAL, que directamente se insubordinó –y debo aclarar– no murió por eso. Es incomprensible que el fiscal haya tomado mi omisión sobre lo que hice a la siesta del domingo como un indicio en mi contra, ya que jamás había declarado ante la justicia, por lo menos en calidad de imputado. El fiscal debe haber leído el sumario militar donde sí lo había hecho, pero resulta que ese sumario estaba anulado por gravísimos vicios legales. Cuando Ríos Iñiguez me quitó la mordaza, que fue recién en el juicio, declaré sin restricciones, por un lapso de 9 horas. Además, esa omisión –repito, en jurisdicción militar–, fue para que no me criticaran el haberme ausentado de la unidad para irme al casino de oficiales. Hubo veces que no comprendí lo que me incriminaba –según Balboa– como es el caso de mi llegada a la batería, cuando declaré haber visto a un soldado nuevo que reemplazaba al cuartelero, cebándole mate a dos soldados viejos. La verdad es que no se cual debe haber sido la realidad, ya que así lo recuerdo yo. Además, dónde radicaba la supuesta mentira y en qué me incriminaba, ya que nunca escuché otra versión. Otro de los argumentos utilizados fue que el baile de la tarde del 6 de marzo tuvo por finalidad “llevarse lejos a todos los que podían comprometer las maniobras de ocultamiento del cuerpo”. 342 IGNACIO R. CANEVARO Parece que el fiscal no quería escuchar lo que declararon incansablemente decenas de testigos sobre la permanencia de unos diez soldados en la batería debido a que no se les había provisto aun el uniforme. ¿Qué sentido tenía llevarme el grueso de la tropa a ejecutar movimientos vivos –si el fin era impedir que alguien pudiera ver algún movimiento sospechoso– si había dejado en la subunidad unos diez soldados que se movían a discreción entre la cuadra y el baño exterior? Que dicho sea de paso, para la historia oficial es el lugar donde se le pegó a Carrasco. Distinto hubiese sido que vaciara la batería y ordenara que nadie se quedara. Pero con todos esos soldados pululando libremente, ¿Quién podría estar planeando el ocultamiento de un cuerpo de un soldado golpeado brutalmente? Solo se podía dar en la frondosa imaginación de Balboa, aunque luego esta idea inexplicablemente se contagió. Si durante el baile me ausenté fue justamente para buscar a Carrasco y pude dar pruebas más que suficientes sobre lo que hice para localizarlo. Cada uno de mis dichos fue corroborado en mayor o menor medida por las personas que cité en mi declaración. Nadie dijo jamás que me había visto hacer algo distinto a lo que declaré, ni nada podía hacer pensar algo sospechoso. La falsa información que le di a Barrientos de que Carrasco se ausentó desde las 16.30, me la dieron los soldados que estaban en el detall, ¿Qué otra información podría haberle dado? Yo llegué más o menos a las 16.40 y me dijeron que Carrasco había salido al baño tan solo diez minutos antes. Yo confié en la información que me transmitieron Suárez, Salazar y Barros. Si me cambié de uniforme de combate al de gimnasia, ¿Porqué ha de suponerse que me manché con sangre? si: primero, nadie me vio manchado de sangre y segundo, la supuesta víctima, nunca habría sangrado; Carrasco tuvo una hemorragia interna. Esto fue asegurado por los peritos, entonces lo de la sangre es puro invento. Estaba cantado que se unían varios datos sueltos, se machacaba con que eran sospechosos y se le trataba de dar una explicación, aunque sea de lo más inverosímil. Asegurar que cambié mi viaje a Córdoba para vestir el cadáver y organizar su aparición demuestra que no tenía ni la menor idea de a quien estaba acusando. Mi jerarquía en el ejército me impedía tomar ese tipo de decisiones. Aunque hubiese puesto todo mi empeño, ¿Cómo hice para mantener oculto el cadáver durante un mes en un cuartel, sin que nadie supiera nada? ¿Cómo ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 343 obligaría a With a suspender la instrucción y hacer un rastrillaje con todos los medios disponibles? Pero previo a ello, debiera haber vestido al cadáver, lo debiera haber sacado del lugar donde lo tenía oculto y lo debiera haber colocado en el lugar donde posteriormente fue encontrado. ¿Cómo podría haber llegado a ese lugar oculto con la ropa con que fue encontrado, sin que nadie me viera? ¿Cómo podría haber sacado un cadáver semimomificado, en avanzado estado de descomposición de ese lugar oculto y maniobrado hasta depositarlo en el cerro Gaucho, sin que nadie me viera? ¿Lo hice solo o siendo subteniente involucré a medio cuartel en mi ruina personal? ¿Usé el Unimog que se vio al pie del cerro gaucho dejando basura el día del hallazgo? Siendo del grupo de artillería, ¿Podía tomar un vehículo del BAL como si fuera un karting en un parque de diversiones y llevármelo así, sin más? Me parece que Balboa estaba forzando un poco la pobre información que pudo compilar. El tema del pantalón de la González no merece mucha más atención. Todo cuanto había para decir, ya se dijo. Es una mentira ideada inteligentemente. Está claro que Balboa, aprendió su método simplificador de Moreno Campos. Un par de datos que se convierten de buenas a primeras en sospechosos, y se inventa toda una historia afín a los deseos o necesidades particulares del caso. No me cabe duda que el pantalón era de la González, pero jamás se lo pedí, ni mucho menos me lo prestó. Carrasco ni siquiera entra en la mención. Que tuve un arranque de curiosidad por ver cómo estaba el cuerpo el día del hallazgo. Sí, fui a ver el cadáver de un soldado muerto. Solo en mi batería habían desaparecido dos soldados. Del resto no sabía y todo esto en un mes. Pero cuando los suboficiales acordaron ir al cerro gaucho a verlo, ni lo pensé; Solo me acoplé a ellos. Lo de las huellas del camión Unimog, no tiene ni pies ni cabeza. ¿O quizá cree en serio que podía disponer del vehículo que quisiera? Respecto a las salidas del hospital que tuvo el 6 de marzo la Peralta, es otra elucubración del fiscal que ya debía estar muy cansado. Nada ni nadie hizo pensar eso o dijo algo que haga pensar que atendía a Carrasco agónico, y menos aún que me ayudaba en ese tema; Además… ¿No era que Carrasco vivió tan solo de 30 a 90 minutos? Las salidas a las que aluden incluían una al atardecer y eso recién sucedió luego de las 2030. 344 IGNACIO R. CANEVARO Otro tema al que no se le puede prestar más atención es el del tapizado de mi auto particular. Los peritos opinan sobre su propia ciencia, pero cuando el tema sobre el que se debe opinar no es una ciencia, sino un arte u oficio, opinan los expertos. En este caso, los expertos tapiceros zapalinos, opinaron en forma muy disímil, sobre el tiempo que tenía de cambiado el tapizado del asiento del conductor. Obviamente y a pesar de la declaración jurada del antiguo dueño del auto, que asumía haber cambiado el mismo, el fiscal dio por acreditado que lo había hecho cambiar yo, y nada menos que porque se me había manchado con sangre, pero lo más increíble es que esa sangre pertenecía a Carrasco. El hecho es que no lo cambié yo, los resultados periciales dieron que no era sangre, y si no era sangre, menos aun podría haber sido la sangre de Carrasco. Declaren cortito, como si fuese una amenaza. Hoy recuerdo a mi abuelo el escribano. Desde el cielo debió cerrar los ojos como diciendo ¡Qué salame! Mi abuelo, quien fuera alguna vez secretario de la corte, había obtenido la medalla de oro “a la excelencia”. Mi madre me la regaló tiempo después cuando me recibí de abogado. Me pregunto si ese consejo le debe haber servido a alguien alguna vez… Supongo que lo utilicé mal. El siempre lo aconsejaba sanamente, nada más alejado a una amenaza, era para no tener problemas. Hoy solo nos trae recuerdos de lo que hace la mala suerte. Un consejo sano… Puede fallar… Duret no hizo más que apoyar las declaraciones de la tambaleante González y el arrepentido Sánchez, ambas desgastadas y sospechadas. Quiso insuflar un poco de aire fresco a la acusación, pero se topó con el hecho de que estaba a más de mil kilómetros del lugar cuando sucedieron los hechos. Abusó de su trato preferencial deslizando impresiones y transmitió la voluntad del jefe del ejército con respecto al resultado del juicio. Que el jefe del ejército demostrara tanto interés en que mi sentencia sea una condena no es un indicio de culpabilidad, sino por el contrario, demuestra su intención de tapar la verdadera trama del caso. Duret fue tratado como el enviado y sirvió para apuntalar la historia oficial, pero en la arriesgada tarea quedó su carrera; Al tiempo de servir en el caso Carrasco, fue desechado y cayó en desgracia. Hoy está preso en Campo de Mayo por violaciones a los derechos humanos cometidas en la época del proceso. Una de las últimas pruebas indiciarias de Balboa es la declaración de Sánchez, quien no la quiso ratificar ante el tribunal oral, ni ante la gente. Lo que ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 345 había dicho y había servido para acusarnos de homicidio quedaba guardado en su buche. No querría someterse a las preguntas que probablemente le lloverían, y como las mentiras tienen patas cortas… guardó violín en bolsa. Con la ayuda del siempre dispuesto ministerio fiscal, se incorporó esa pieza por lectura y quedó prácticamente firme, sin la mancha de haber sido puesta en la balanza de la verdad, donde seguramente su platillo habría tocado el cielo. Otro argumento inconsistente fue suponer que la policía provincial tuvo que ver con la no salida del cuerpo de Carrasco del cuartel. Durante la supuesta deserción de Carrasco, la vida en el cuartel y en Zapala continuó como si nada hubiera pasado. De hecho recién a partir de que el diario Río Negro publica e insiste en la noticia de un soldado desaparecido, y esto sucede recién a partir de la semana del 20 de marzo, se empieza a sentir que el tema ocupa a los medios. La policía, tanto la provincial como la federal, nunca hicieron controles de ruta ni tuvieron una actitud de búsqueda del soldado desaparecido. Así que el tema policial mal pudo ser impedimento para que quien tuviera que sacar el cuerpo de Carrasco del cuartel, se haya visto complicado. Además sería muy torpe pensar que quien ha manejado durante un mes la situación de un soldado herido y luego muerto dentro del cuartel sin que nadie se diera cuenta, no se quitara ese peso de encima por pura indecisión. Para refutar ese argumento, presentamos una serie de fotos particulares, donde se ve claramente que el grupo de los solteros del casino habíamos hecho viajes de paseo a la zona de Villa Pehuenia, en varias oportunidades. No está demás aclarar que jamás fuimos registrados, ni en el cuartel –cosa que hubiese sido absolutamente irregular– ni en las rutas nacionales y provinciales. Siendo un oficial de la guarnición, tenía pase libre por el puesto de entrada y amplia libertad de entrar o sacar lo que quisiera, y nunca he visto que se pidiera registrar el baúl a algún otro oficial del mismo lugar. Y por fin el último punto de los dieciocho indicios por los que Balboa aseguraba que yo había asesinado a Carrasco era la declaración extraoficial que hizo Castro a Romero y Pizarro, ambos policías que pudieron conversar con él antes que Caro se hiciera cargo de su declaración. Sintéticamente Romero dijo que “…confundía los grados…”, y también que “había soldados y un oficial o suboficial rubio o pelirrojo”. Pizarro por su lado, dijo que Castro le contó que “…había visto ‘como a Carrasco lo estaban bailando y pateando. Hablaba de un cabo, un sargento, un capitán, uno morocho, uno rubio… no tenía en claro las jerarquías’…”. IGNACIO R. CANEVARO 346 Me pregunto si estos dos testimonios señalan a alguna persona en particular o es una descripción que abarca hasta al más imposible de los potenciales autores; Más aun, si durante la audiencia se le preguntó si tenía algún interés particular con respecto al desenlace del juicio, contestó que no le importaba, que a mí no me quería porque era malo, en el sentido que los hacía correr mucho, pero jamás me acusó de participar en la golpiza que dijo haber visto. Lo más probable es que yo no fuera de su agrado –eso sí–, pero de seguro no me vio a mí, sino a otros aquella tarde del seis de marzo pegándole a su compañero. Cuando Caro tomó las riendas de aquella declaración, la interrumpió y se desvanecieron los recuerdos de Castro, claro que después de aquella internación en el Hospital Militar por más de tres meses, sin causa que lo justificara. 20 de Enero: Alegatos defensa de los soldados El diario102 “Río Negro” editó una nota con el título “Piden absolución para los soldados”. “Los abogados defensores de los ex soldados Salazar y Suárez acusados de matar a Omar Carrasco se basaron en la falta de pruebas para reclamar que los dejen en libertad. Atribuyeron los cargos en su contra a una “ fantasía” del fiscal y la querella, que habían pedido fuertes penas de prisión. También invocaron una conspiración de la Justicia militar e Inteligencia del Ejército para involucrarlos en el homicidio”. “Lo único que está probado en esta causa – alegó Pandolfi – es que Carrasco murió, murió dentro del cuartel, que fue asesinado por personal militar y que hubo una maniobra de encubrimiento que comenzó el mismo 6 de marzo (día del crimen). Nada más. No sabemos quién lo mató, dónde, a qué hora, por qué, cuánto sobrevivió, ni los lugares donde ocultaron el cuerpo”. … “Exhortó, en ese contexto, “utilizar la lógica de la razón”, a través de la cual “las cosas son como son y no de otra manera”. Con tono didáctico amplió: “Si hay dos hipótesis para explicar un mismo hecho, no tenemos la certeza objetiva de valor universal que impone nuestro sistema procesal”. … Cuestionando al fiscal, Pandolfi dijo que “ él nos dice que Canevaro es un tipo violento, pero que los que le pegaron fueron los soldados. ¿Acaso hay una 102 Diario “Río Negro” del 20 de Enero de 1996. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 347 bacteria que contagia la violencia? ¿Cómo dos personas tranquilas se convierten en bestias que le dan una paliza a otra y la matan en media hora?”. 23 de Enero: Alegatos de mi defensa El diario103 Río Negro editó una nota Sánchez acusó a Canevaro por miedo Al pedir la absolución del subteniente Ignacio Canevaro, el abogado Ríos Iñíguez reveló en detalle las charlas privadas que tuvo con el sargento Carlos Sánchez cuando era su defensor. En esa ocasión le confesó que no tenía nada en contra de Canevaro, pero Inteligencia militar le hizo creer que lo acusarían a él del crimen. Sostuvo que ese fue el camino por el cual ‘lo quebraron’… A juzgar por la cara de Ríos Iñíguez, era una mesa de examen y estaba en juego su carrera. Mi ánimo era bueno, y no mejor porque si bien me sentía confiado y también confiaba en lo que iba a alegar Iñíguez, sabía de la tendencia que ya tenía el juicio. Había muchas ganas de condenar, pero no había con qué. Su flamante esposa, con quien se había casado durante el desarrollo del juicio, estaba tensa como una cuerda, sentada tras de su marido, calmándolo en voz baja. En cierto momento antes de comenzar la audiencia, se inclinó y me dijo: – Juan Carlos está muy nervioso, tenés que apoyarlo porque se está jugando todo… Y se volvió a su asiento con un gesto de súplica. Mientras yo, que ya conocía las reacciones un poco impulsivas de mi abogado, no quise acercarme por temor a que me sacara carpiendo. Estaba releyendo sus notas, pero quería dar una sensación de solvencia. Habíamos llegado con bastante tiempo como para repasar los alegatos, pero Iñíguez sólo me pidió que le fuera marcando el tiempo en mi segunda libreta de almacenero, que aun hoy conservo. En su extenso alegato, que le insumió la hora y media dispuesta por el tribunal, se dedicó a refutar cada uno de los argumentos de la querella, la fiscalía, y hasta de los medios. Pero también aportó algunos datos que fueron interesantes y no se esperaban. 103 Diario “Río Negro” del 23 de Enero de 1996. 348 IGNACIO R. CANEVARO Habló sobre la imposibilidad de cometer el delito de la manera que lo describen el fiscal y los querellantes; que dicho sea de paso, no estaban de acuerdo sobre casi nada. Que tanto el fiscal como los querellantes extraían datos aislados de pericias psicológicas y las acomodaban a su antojo en alusión a los rasgos psicopáticos descriptos fugazmente por el Dr Ghigliani. Rasgos que darán que hablar más adelante. Que con la misma actitud antojadiza con la que se decidió la causa de la muerte del soldado, se decidió incriminarme con respecto a un pelo encontrado cerca su cadáver. Se tomaron muestras de pelo a las que ninguno de los imputados se negó, y tras analizarlas y detectar que mi pelo tenía el porcentaje más elevado de coincidencias entre los imputados, se decidió que me pertenecía. Es decir era que más se parecía al de la muestra. Pero ese porcentaje era tan bajo que cualquiera en la sala pudo ser su dueño. Solo era del 33%, que solo tiene que ver con características similares, pero de modo alguno puede ello formar parte de un indicio incriminatorio, más aun con los medios científicos que se disponían en ese momento. El ADN era una posibilidad que no se pudo utilizar porque las muestras no tenían bulbo, y allí es donde se concentra la mayor parte de la información genética, pero ese hecho tampoco puede ser endosable de ninguna manera a ninguno de los imputados, cuando ya habíamos dado muestras acabadas de colaboración absoluta con todo tipo de pericias. Los supuestos indicios que apuntaban a mi auto, no tenían más cabida, ya que las pericias sobre el tapizado de mi auto no habían arrojado resultado de sangre. Mucho menos aun tenía sentido el dictamen de los expertos tapiceros que arriesgaban la fecha del cambio de tapizado en el asiento del conductor. ¿Para qué querían tomar la fecha del cambio de tapizado más próxima a la de la muerte de Carrasco, si la causa por la cual se realizaba la pericia había desaparecido? La mancha podía ser cualquier cosa, incluso Coca-Cola, según la palabra de los expertos. Que el pantalón que la González decía haberme prestado, bien pudo haberlo reconocido, porque es posible que se lo haya colocado ella, y así esté quitándose su propia responsabilidad, prueba de ello era la hebilla a la izquierda que tenía el cadáver, como lo hacen las mujeres. Y que la habían presionado para que mienta. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 349 Que no estaba de acuerdo con mi forma de manejarme con los soldados porque le parecía de un rigor innecesario y mi lenguaje tendía a la procacidad, pero había que atender que ese trato era lo que había aprendido en el Colegio Militar y que ese lenguaje lo usaba también en mi vida privada, tal como lo demostraban las pericias psicológicas. En resumidas cuentas, no tenía un comportamiento distinto como querían hacer ver las distintas acusaciones. El punto más fuerte, por lo desconocido, fue el hecho de aportar un prueba filmada como así también su propio testimonio, sobre la actitud de Sánchez frente a los que después terminó por acusar. Como ahora sabíamos, Iñíguez siempre filmaba en sus primeros encuentros a sus clientes para formar una especie instantánea en determinado momento. A Sánchez lo había filmado, al igual que a mí, en los primeros días del caso, más precisamente en mayo del ‘94, cuando aun no habíamos sido acusados por la justicia, pero ya sí se escuchaba el rumor de los pasillos judiciales. Con todo tipo de detalles, fechas, horas y circunstancias, Iñíguez soltó ante la cara de asombro y desaprobación de Seguí, defensor de Sánchez, que no existían intereses contrapuestos entre Sánchez y yo, por lo cual pensaba defendernos en conjunto. Es decir, Sánchez le había revelado –con posterioridad a la fecha en la que dijo se enteró de la supuesta versión de Salazar, aquella del 9 de abril en la que dijo que le habían pegado a Carrasco por orden mía– que no sabía que yo tuviera alguna participación en el tema Carrasco. Sin embargo, un mes después, tras su ida a Buenos Aires, cambió de abogado y acusó a quienes dijo no tener nada que reprochar. Seguí saltó disparado de la comodidad que disfrutaba desde hacía tiempo (desde que decidió que Sánchez no declarara) y se opuso a los dichos de Iñíguez, por estar sujetos al secreto profesional, pidiendo se lo aperciba y ordene omitir el tema, pero cuando los jueces se disponían a resolver, Ríos Iñíguez tomó una bocanada de aire y dijo: –Yo me hago cargo de lo que digo… –como pidiendo terminar arriesgándose a las consecuencias. –Por esa mentira de Sánchez estamos hoy acá.Remató. El tema creó un revuelo de proporciones, que los medios levantaron y polemizaron sobre si era ético revelar una confidencia resguardada bajo el secreto profesional. 350 IGNACIO R. CANEVARO Pero algo no tenían bien claro. Técnicamente, Iñíguez no era defensor de Sánchez, por lo cual, mal debía responder por el secreto profesional. Cuando Iñíguez entrevistó a Sánchez, lo hizo a título de consejero, pues aun no lo habían acusado formalmente y jamás alcanzó a ser designado por él. Pero con su ida a la Capital y tras las visitas de los generales de Balza, desechó esa posibilidad y nombró a Canese, de la Secretaría legal y técnica de la Presidencia de la Nación, quien logró que cambiara de declaración y “confiese”. Mientras Iñíguez hablaba, me descubría asintiendo con la cabeza en señal de aprobación, aunque confieso que cualquier expresión que no me agraviara en ese juicio ya era una defensa. A pesar de los comentarios de mi círculo más cercano, quienes se vieron defraudados por su actuación, por no decir que hubo quienes estaban convencidos que Iñíguez “iba para atrás”, a mí personalmente me pareció que fue un caso muy complicado que necesariamente llevaba un compromiso extremo. Este era un caso para dejar la vida, y allí solo dejó un par de intenciones y expresiones diplomáticas. Quizá, como la vara de cada uno es distinta, Iñíguez esté convencido que dejó todo por demostrar mi inocencia. Quizá sea así, pero todo lo de Iñíguez no fue nada con respecto a lo que era necesario. Su compromiso con la verdad tenía límites, y no se puede aceptar que así sea. Era necesario otro tipo de defensa. Ya nos habíamos acercado y distanciado varias veces, incluso durante el desarrollo del juicio. Yo no era más que un joven de 25 años con una formación muy particular. Estaba orientada exclusivamente a satisfacer exigencias propias del ambiente militar. Era un lego en el más estricto sentido de la palabra, pero desde chico me gustaba creer que razonaba con lógica. Su defensa no era como la de Pandolfi, Inaudi o Valencia. No iba al punto. Tampoco a lo más importante ni despejaba cuando estaba a su alcance las cuestiones controvertidas. Más bien se conformaba con “blancos secundarios”. Mientras tanto, fiscalía y querella se apuntaban pequeños éxitos que no se ocupaba de derrumbar. Como sucedió cuando declararon Seguel y Lucas, que dejaron toda la impresión de ser testimonios que me comprometían seriamente, cuando en realidad podían ser desvirtuados. Este era un juicio para no ceder terreno, pero eso lo digo ahora, sentado cómodamente en mi escritorio. Hay que estar allí, suponiendo que la represalia puede venir por cualquier lado. Y la verdad es que nosotros cedíamos, ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 351 como cuando Iñíguez fue entrevistado en el programa Tiempos Modernos de radio Continental, donde deslizó que Balza sabía quién mató a Carrasco. Pero ante la oportuna contraofensiva del jefe del ejército, que concurrió al juzgado del juez Cavallo, rápidamente se echó para atrás y se desdijo, pues sino enfrentaría una querella por calumnias e injurias. Las preguntas del periodista no fueron objetivas y crearon un estado de ánimo que le impidió tener la claridad necesaria para responder, dijo. Concurrió a la audiencia de conciliación y prácticamente tuvo que pedir perdón por haber dicho la verdad. Que se dedique a hacer sucesiones... 24 de Enero: Alegatos finales El diario Río Negro104 editó la nota Todas las miradas puestas en el tribunal Antes del miércoles el Tribunal Oral de Neuquén dará a conocer la sentencia sobre el caso Carrasco. Para los tres acusados de homicidio, se pidieron penas que van desde la perpetua hasta 15 años. Los defensores unánimemente reclamaron la absolución por falta de pruebas… Al mismo tiempo hubo una movilización en la puerta del Tribunal que vivó incluso al subteniente Canevaro, quien hasta ahora era blanco de insultos. Las partes habían realizado sus alegatos. Uno de esos últimos había sido el de Seguí, defensor de Sánchez, que más que defenderlo, su trabajo resultó una prolija acusación digna de un fiscal. Seguí estaba convencido que acompañando la acusación del fiscal, reforzaba también la veracidad de la imputación de Sánchez. Era lo mismo que decir: Canevaro es culpable, por eso la acusación de Sánchez es verdad, luego: Sánchez es inocente. El petiso y regordete Seguí, con sus bigotes finitos y un poco ralos, le daban un toque mejicano a esta parodia de defensa, que parecía pedir a los jueces que absuelvan a su defendido del cargo de encubrimiento ya que había sido un mero espectador de este triste suceso, que para colmo fue coaccionado para que no hable, e incluso que calló respondiendo a la obediencia debida. Si había alguien en todo el mundo que podía creer esta gansada, ese alguien era el tribunal oral. Y no porque el costoso abogado capitalino fuera muy convincente, sino porque estaban obligados. 104 Diario “Río Negro” del 24 de Enero de 1996, páginas 18 a 21. 352 IGNACIO R. CANEVARO Como fue la constante en todo el juicio, creyeron a medias; Obvio: tomaron los que les convenía y descartaron lo que no. Creyeron en la novena declaración de Sánchez y no creyeron en los motivos que lo hicieron callar. Por eso lo condenarían, pero claro, solo por el delito de encubrimiento. El otro alegato de la jornada fue el de la defensa del sargento “colorado” Peralta, quien era el encargado de las llaves del lugar donde se supone estuvo el cadáver de Carrasco. En un alegato récord, su defensora se tomó tan solo siete minutos para pedir la absolución apoyada claro, en que tanto la fiscalía como la querella también lo habían pedido en su momento, la semana anterior. Al salir, un panorama que no esperaba. Era primera vez que había mucha gente que nos gritaba su aliento. Estábamos en la etapa final, quizá por eso, la de las definiciones. Al principio del juicio, en las primeras audiencias, se había podido oír algún “hijo de puta” o inclusive algún “asesino”, allá… medio apagado, como con miedo. Ya con el hambre de las juezas, más la propaganda de los medios con el tema sexual, justo antes de entrar al tribunal, una vez escuché que me gritaron “¡Puto!” también como los otros, muy como quien tira la piedra y esconde la mano. Esta vez era toda una revolución. Todo ese gentío, algunos con pancartas que hablaban fundamentalmente de la mala investigación y de la inocencia de los soldados. Cuando me llevaban al camión que me trasladaría, pude ver que no eran tanto para mí. Un silencio como de indecisión dominó el ambiente y a medio camino por fin se soltó el primer “Vamos Canevaro, ¡Fuerza!”. Claro, hay que ponerse del lado del malo de la película… Seguramente pensaban no despertaría demasiadas simpatías, pero de a poco se sumaron unos cuantos y mi vuelta al penal tuvo un ingrediente alentador en medio de tanta penuria. Obviamente cuando llegué me estaban esperando mis “compañeros”, que me decían –Fiera, ¡Ya estás afuera!, ¿viste el cachengue en la tele? Y cuando mirábamos allí estaban, aun haciendo notas con los medios… Era raro mirar por tv el lugar que acababa de dejar, que estén hablando de mí, algunos hasta se inmolaban mediáticamente hablando bien y los presos que no tenían ni idea del caso aseguraban… –Tené una pata ajuera, guacho… En fin, todo podía parecer otra cosa, pero lo que importaba era la sentencia, y para ser francos, todo seguía igual que como el inicio del caso, como ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 353 decía el diario Río Negro del 28 de enero: Casi los mismos indicios que hace un año y medio. La investigación adicional y el juicio oral apenas si aportaron nuevos elementos contra los tres sospechosos del asesinato. La acusación fiscal tiene los mismos indicios que en julio del ‘94 se utilizaron para dictar las prisiones preventivas. El mismo tribunal oral que el miércoles dictará sentencia ya les dio crédito una vez, y ahora volvería a avalarlos como fundamento de una condena. Lo que no dijo el diario Río Negro fue que los indicios que se utilizaron para llevarnos a juicio, ya se habían derrumbado en el debate, pero igual… la suerte estaba echada. 29 de Enero: Boca de urna El diario Río Negro105 editó la nota La mayoría no ve pruebas que permitan condenar. Muchos de los lectores coincidieron en que el subteniente Canevaro, y que los soldados Sánchez (sic, nota: debió decir Suárez) y Salazar son inocentes y que la justicia no reunió pruebas suficientes para condenarlos. Pidieron que el ejército entregue a los verdaderos responsables. En el epígrafe de una foto mía saliendo esposado del tribunal se lee Luego de ver a acusados y acusadores en vivo por tv y leer sus declaraciones y alegatos a través de los diarios, el público cambió su opinión con respecto a Canevaro (foto) Sánchez (nota: Otra vez, debió decir Suárez) y Salazar… 31 de Enero: Sentencia La peor forma de injusticia es la justicia simulada PLATÓN El diario Río Negro106 publicó en primera plana Veredicto a las 10. El Tribunal Oral da a conocer el histórico fallo por el asesinato del soldado Omar Carrasco. Todo indica que Canevaro y los soldados serán condenados… 105 106 Diario “Río Negro” del 29 de Enero de 1996, página 20. Diario “Río Negro” del 31 de Enero de 1996, Primera plana. IGNACIO R. CANEVARO 354 Quedan gruesos interrogantes sobre el crimen. La lectura de la sentencia demandará cinco horas. El diario107 La Mañana del Sur publicó su titular Se conoce hoy el histórico fallo por el caso Carrasco. … La inexistencia de pruebas directas contra los tres acusados y la falta de esclarecimiento de cómo se produjo el asesinato de Carrasco alimentan las especulaciones más variadas sobre el dictamen de los jueces… La noche anterior miré televisión hasta entrada la madrugada, muy tarde teniendo en cuenta que a la mañana siguiente me dirían qué iba a pasar con el resto de mi vida. Tenía incertidumbre, aunque no estaba asustado. Sabía que el aliento de las noticias del día anterior con esa especie de encuesta entre los neuquinos, era solo una curita para una fractura. Aun así, la gente pensaba lo mismo que yo: El juicio sólo sirvió para demostrar que no había pruebas. Pero tenía plena conciencia (ahora sí), y más vale tarde que nunca, que me condenarían, aunque no entendía cómo harían para justificarlo. Mi intriga estaba más relacionada con el cómo lo harían que con la suerte de ser condenado o absuelto. Aunque esa intriga –debo admitir– siempre abrigó un pequeñísimo e inconfesable hilo de esperanza. Por un lado estaba lo objetivo: No hay pruebas – no hay condena. Por el otro lo subjetivo: lo que está a flor de piel, lo que les adivinaba en las intenciones y hasta en caras a los jueces: El fallo va a ser condenatorio aunque debamos asegurar que El Condorito es pornografía. De todos modos dormí. Tengo que admitir que siempre tuve facilidad para conciliar el sueño. Excepto claro aquella noche de junio pasado, y como fue distinta me acuerdo que fue el jueves 8. Esa noche me cayó la ficha. Aún no había empezado el juicio, pero fue la primera vez que pensé qué pasaría si se daba aquella posibilidad de que sea condenado. Toda la noche especulé sobre cómo debía tomarlo… La única noche en todo mi tiempo de detención que no pude pegar un ojo. Casi al amanecer llegó la solución. Ahora se que fue una excusa, una manera de escaparme de la realidad, una fantasía que me tranquilizó y me sirvió para seguir adelante. 107 Diario “La Mañana del Sur” del 31 de Enero de 1996, página 2. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 355 Acababa de leer la biografía de Erwin Rommel, que me regaló Gustavo Chimeno. El mariscal alemán habría participado en un frustrado intento de matar a Hitler. La operación Valkyrie, hoy en el cine, con Tom Cruise. Al ser descubierto solo lo salvó de la horca el gran ascendiente que había acumulado entre los alemanes y hasta en sus enemigos. Se le ofreció entonces suicidarse con una pastilla de cianuro. Y así lo hizo. Aquella noche, en la fría celda del pabellón vacío, esa fantaseada fue la que me devolvió el sueño. Si me condenaban, haría lo posible para no darles el gusto de continuar con tamaña injusticia. Conseguiría alguien que me la trajera y lo haría. Cuando llamé por teléfono a Pedro, me tranquilizó y me dijo que de ser necesario, él mismo se encargaría. Nunca más hablamos del tema. Será por vergüenza. No es fácil imaginarme que habrá pensado mi hermano cuando le pedí semejante cosa. Ahora intuyo que me lo prometió con los dedos cruzados. Pero funcionó. Permitió que pase el tiempo y yo se que el tiempo te acostumbra a las más horribles situaciones, sin que siquiera lo notes. Pero volvamos a la mañana de la sentencia. Por temor a que no me despertara, hasta el celador me vino a despertar a la mañana temprano. Había dormido bien, como siempre, aunque menos que de costumbre. Me levanté más temprano y aproveché la falta de sueño para prepararme. Era una mañana de calor, como todas las de ese verano y la fuerte luz que entraba por las ventanas hacía pensar que eran como las 10. Pero no, a penas eran las 8. Seguro era mi cabeza, que iba más rápido, como queriendo adelantarse para estar preparado. A las 9 y cuarto me vinieron a buscar. Nos había tocado viajar juntos a los tres acusados. Cuando subí, allí estaban sentaditos y callados; como asustados. Era una camioneta F-100 carrozada de techo bajísimo. Cerraron la puerta trasera, y nos miramos como diciendo Y aquí vamos… El viaje duraba tan solo 15 minutos y no siempre teníamos oportunidad de hablar. Corté el hielo preguntando: –¿Qué va a pasar ahora?-En alusión a la sentencia. –mmm, no sé –Dijo Suárez, mientras se encogía de hombros. –¿Y vos Víctor? Hizo una pausa como pensando lo que iba a decir y soltó… –¡Nos van a tirar años como para hacer dulce! –Con una sonrisa en medio de un suspiro. 356 IGNACIO R. CANEVARO A pesar de semejante vaticinio las carcajadas no se contuvieron por la ocurrencia. –¿Y usted? ¿Qué dice? ¿Cómo nos vamos de acá?-preguntó Victor– –Yo creo que si no nos escapamos, ¡No salimos ni en pedo! –En medio de las risas– No, en serio-componiendo-: No se qué va a pasar. No me imagino condenado, pero tampoco absuelto. Las miradas volvieron a pegarse al suelo y el silencio se mezcló con el rechinar del celular policial que pasaba las bocacalles como venía. En un par de minutos llegamos y la puerta que se abrió nos devolvió a la realidad. Como en la película Rescatando al soldado Ryan, después de estar aturdido por una explosión, vuelven –en un efecto espectacular– todos los sonidos de golpe. Llegamos al circo romano en medio de un dispositivo de seguridad propio de un recital de rock. Había móviles de los medios periodísticos por todos lados, con sus antenas parabólicas, los técnicos como hormigas subidos a los trailers, gente que se amontonaba para presenciar la cuota de morbo de cada día: la pasada de los sospechosos de siempre. Policías haciendo de valla humana entre los cronistas que hacían lo que sea por escupir LA pregunta sacada del manual del periodista amateur. –Canevaro: ¿Cree en la Justicia? Debieran cambiar esa pregunta. Las encuestas son bien claras sobre el descreimiento de la gente en la justicia. Menos confianza iba a tener yo, que por culpa de esa justicia, la de los Caro, la de los Viaut, de los Retes, Necol, y la del tribunal, estaba allí sin comerla ni beberla. Esa pregunta, más que pregunta era una fórmula. Una ocasión para repetir la escena de Pilatos y que los reos rueguen clemencia a los jueces, que ya tenían decidida su sentencia. ¿Que si creía en la justicia? Nada. Menos en el tribunal. Habían sido prejuiciosos, parciales, tendenciosos y subjetivos. Un verdadero asco. Hubiese estado bien decir lo que ahora digo en su momento, porque ya lo pensaba. Pero… Las cosas de la estrategia defensista, la diplomacia, el no ganar gratuitamente antipatías –más de las que ya tenía–, y otras tantas convenciones, siempre riñeron con la verdad. Hoy, pasados tantos años, si pudiera volver el tiempo atrás, diría lo que pienso. No creo que por ello vayan a cambiar su fallo de absolución por una condena. Y si era una condena, pues por lo menos dije mi opinión. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 357 Entrar en el edificio del tribunal fue el efecto inverso. Fue como zambullirse en una pileta. Todos los ruidos desaparecieron. Allí pudimos enterarnos que había una demanda inusual de entradas para presenciar la sentencia. Hasta nuestros familiares tenían cupo reducido, pues no hubo excepciones. Mis padres vendrían acompañados alternadamente por alguna hermana o hermano. Habían llegado el día anterior y hasta ese mismo día para ponerle el pecho a la sentencia. Un esfuerzo al que no le esquivaron tampoco mis amigos de Alta Gracia, Guillermo Marsonet, Alejandro Molgara y Pablo Pérez Contreras, a quienes hoy agradezco por seguir siendo hoy mis amigos de siempre. A las 9,50 nos hicieron entrar en la sala de audiencias. La gente iba tomando sus lugares. Los tres acusados estábamos ya en nuestras bancas, cuando llegaron los defensores de los soldados. Iñíguez llegó más tarde, se me acercó al oído, me dijo que no había más acreditaciones para mi familia y que había discutido por eso. Luego se excusó: –Me voy a quedar afuera durante la lectura de la sentencia apoyando a tu familia. Vos imitá lo que hagan los chicos, ¿Si? Como Nicolino quedé. La sala se llenó en pocos minutos. El ambiente estaba tan tenso que ya me quería ir. Los jueces iniciaron la lectura de la sentencia, previo a lo cual, nos adelantaron que debíamos presenciar obligatoriamente la primera parte, la resolutiva. Durante la segunda, donde se leen los fundamentos, podíamos retirarnos, aunque siempre dentro del predio del tribunal. Esperaba lo mejor, claro. En mi cabeza rebotaba en forma perturbadora la maldita palabra condenando. Vendría luego de la palabra resuelve. No me imaginaba lo contrario, aunque no me cerraba a la posibilidad de un batacazo. Desde la sala se empezaron a escuchar algunos gritos inentendibles que venían desde afuera, era la gente que se había reunido en la puerta del tribunal. La lectura se estiraba como chicle y recién estaba por la parte donde se detallan las condiciones personales de los imputados: nombres, hijos de tal y cual, etc. Pero estaba cantado, y no había que ser adivino para saberlo. Las palabras vinieron, tal como martillaban en mi cabeza. Cuando las escuché fue como un knock-out, y como los boxeadores que levantan las manos para detener la cuenta del referee, solo atiné a sacar un latigazo y tomar un sorbo de agua. ¿Qué más podía hacer? Ya no manejaba mis sentidos. Estaba petrificado. Quería desaparecer, aunque más no sea en la Unidad 9. Si va a ser un mal trago, que sea de una vez y rápido. 358 IGNACIO R. CANEVARO Luego todo fue mecánico. Dejé de pensar en todo. Mi cabeza quedó vacía. Si la defensa de los soldados se movía, yo también iría con ellos. 15 años de prisión, más accesorias legales y costas. Cinco años más que a los soldados por ser el oficial a cargo. A Sánchez le salió bien la jugada: En vez de ser condenado por homicidio, cambió por encubrimiento, con una pena de tres años. Peralta fue lógicamente absuelto. No se escuchó ningún sobresalto, todo estaba anunciado, como lo vaticinó el diario antes del juicio. Sólo se escucharon algunos movimientos, seguramente de cronistas que salieron a dar la primicia. Si me dejaban, salía corriendo; pero me fui luego de Inaudi, Pandolfi, Valencia y los soldados. En la sala quedaron sólo los padres de Carrasco, porque la mayoría del público presente se retiró y con ellos mis padres. Otra vez en la sala contigua a la de audiencias. Ya los gritos eran audibles y era evidente que ya conocían las condenas. Fuera del tribunal era todo insultos y reproches hacia los jueces y al fiscal. Los gritos se transformaron en cánticos y el tribunal con indiferencia terminó la faena. La lectura de los fundamentos les demandó como cinco horas. Nadie hasta el término de la lectura podía abandonar el edificio del tribunal. Mientras, los chicos como les decíamos a Suárez y Salazar, tenían reacciones distintas. Suárez se metió hacia adentro, muy shockeado en uno de los cubículos que había en la salita. Salazar, hablaba con más soltura, como no asumiendo el tremendo impacto. La espera se hizo interminable. Nos habían condenado en los primeros 20 minutos y teníamos que esperar cinco horas para poder absorberlo en la intimidad. Era otra tortura, había que postergar la manifestación de los sentimientos para otro momento, pues lo único que quería era estar a solas y masticarlo. La gente de afuera no se calló, ni siquiera cuando al término de la sentencia los jueces dispusieron nuestra salida. Quizá deben haber pensado que se calmarían una vez salidos los condenados, pero no fue tan fácil. El primero que salió fui yo. La verdad tenía un poco de temor, no sabía como reaccionaría el tumulto que tras esas cinco horas, había dado muestras que el tema le interesaba. Va a ser un escándalo –pensaba. ¿Cómo me van a sacar sin que me maten? Pero tenía que volver a la cárcel y no había marcha atrás por lo menos por un buen tiempo. Los policías de la federal me pusieron las esposas antes de bajar las escaleras, y en vez de pasarme a la policía de la provincia, ellos me llevarían hasta el celular. Cuando estábamos en el umbral del tribunal, pude ver que no ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 359 debía sentirme tan mal. La gente, que nos vio, empezó a aplaudir y a pasar su aliento. No lo podía creer, de pensar que me lincharían a escuchar por fin que no todo era historia oficial. Un pasillo formado por la policía apuntaba a la parte trasera del camión. Pero había que ver cómo aplaudían, qué bueno fue ver que estaban con nosotros. Cuando comenzamos a recorrer ese pasillo, de manera muy desordenada escuchaba lo que me decían, como mezclado, y entre todo el gentío, algunas voces familiares que me pedían mucha fuerza. Levanté las manos unidas por las esposas y saludé como agradeciendo. Parece mentira, pero hubiese sido muy distinto si no hubiese tenido esa experiencia. Seguramente hubiese sido mucho más duro el regreso a la Unidad 9. Aunque no pude verlo, los chicos salieron inmediatamente después que yo. Si a mí me aplaudieron, a ellos los ovacionaron. Esta era su gente, la gente de Neuquén, de Godoy y Plaza Huincul. Gente que había vivido su condena como si les hubiera pasado a sus propios hijos. Gente a la que el caso Carrasco los tocaba más de cerca, como de locales, y no a través de miles de kilómetros con informaciones filtradas. Los jueces deben haber pensado que ya estaba. En minutos más, la muchedumbre se desconcentraría. Ellos podrían ir a sus casas y descansar de una vez. Se habían sacado una mochila muy pesada de encima. Pero no fue así. Decidieron abandonar el tribunal junto a Susana Denis –la mujer de Sánchez– y su abogado defensor, (vaya combinación…). Al salir, no fueron aplausos los que los recibieron, tampoco ovaciones por la sentencia ejemplar e histórica, sino con una lluvia de insultos y reproches. Yo ya estaba en el pabellón mirando por tv cuando se daba este despropósito. Lo más lógico hubiese sido al revés: que los condenados salgan vapuleados por la gente que los reprueba, y los jueces vitoreados, pero no fue así. Había pancartas alusivas a nuestra inocencia y también en contra del tribunal, que decían “Balboa se vendió a los militares”. Bajo la cubierta de los escudos policiales salieron una a una las juezas, mientras se escuchaban gritos como ¡¿Hija de puta, cuanto te dieron los milicos?!, ¡Corruptos! Ya Pandolfi en su alegato les había pedido a los jueces que no condenen a estos tres inocentes para calmar a la opinión pública, que se vería escandalizada y estafada al ver que por ahora el caso no tenía culpables, y que no sean como los jueces del caso Dreyfus, a quienes la historia se encargó de desenmascarar y colocarlos como modelo de corrupción. Algunos hasta les tiraron piedras, que daban en los escudos en medio de escenas de confusión y revuelta. Otros corrieron al abogado de Sánchez hasta IGNACIO R. CANEVARO 360 su vehículo y también lo apedrearon. Los jueces no salieron del tribunal como siempre en su Cherokee verde, sino bajo protección policial en un patrullero de la delegación Neuquén de la Policía Federal. El último que salió del tribunal fue el primero que entró al caso Carrasco. El que hizo posible el juicio; El que no declaró para ratificar su acusación; El sargento Sánchez, condecorado por su valentía en Croacia, pudo volver a su casa gracias a trepar por los techos del tribunal, y de allí llegar a una casa lindera. Allí lo fue a buscar su abogado, ya con el auto abollado, en una movida más propia de la fuga de un delincuente que del testigo estrella. 01 de Febrero: El diario108 Río Negro publicó en su primera plana 15 años a Canevaro y 10 a Salazar y Suárez. El Tribunal Oral los halló culpables del asesinato de Carrasco. El fallo prácticamente se apega a la versión oficial de los hechos. Al sargento Sánchez le dieron tres años, pero quedó libre porque el delito es excarcelable. Peralta fue absuelto. Si la sentencia permanece firme, Canevaro saldrá de la cárcel en el 2004 y los soldados en el 2001. Los jueces tuvieron que retirarse con fuerte custodia y Sánchez por los techos. Hubo pedrea, forcejeos e insultos, incluso contra los padres de Omar Carrasco y sus abogados. Un recuadro al pie de la primera plana Ejército y Gobierno quedaron conformes. … Para fundamentar la sentencia los jueces hicieron suya la historia oficial del caso aunque la maquillaron levemente. Esta versión de los hechos, que circula prácticamente sin modificaciones desde el 20 de abril del ‘94 y es atribuida a la Inteligencia Militar… … El que primero abandonó el asiento judicial fue Canevaro. Lo siguieron Suárez y Salazar. Todos fueron aplaudidos a rabiar, y hubo desgarradoras escenas de llanto… … Cuando salió a la calle… (Reyes Balboa) … una lluvia de piedras estropeó su vehículo particular, en el cual emprendió la huída. Los Jueces Ingelmo, Vázquez y Eugenio Krom, el sargento Sánchez, su esposa y su abogado Víctor Seguí, fueron los últimos en abandonar la sala. Los manifestantes los aguardaban con las manos cargadas de piedras, que arrojaron apenas vieron asomar la canosa figura de la presidenta del Tribunal. 108 Diario “Río Negro” del 01 de Febrero de 1996. Primera plana. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 361 Dijo la sentencia… “Antes de cuestionar el desempeño de organismos de otros poderes, es preciso señalemos y asumamos como propios los errores y deficiencias observadas en la instrucción del sumario. Tampoco podemos dejar de puntualizar, que las tareas paralelas de investigación en relación al homicidio del soldado Omar Octavio Carrasco, realizadas por grupos militares y personal de inteligencia más allá de los propósitos que pueden haber guiado a quienes lo ordenaron… contribuyeron a contaminar el juicio, tornar algunas conductas sospechosas, para terminar invalidando pruebas que pudieron ser relevantes”. Si no estuviésemos en Argentina, este comienzo hubiese impedido a un juez seguir impartiendo justicia. Y lo que siguió no fue menos… Las primera palabras de tribunal nos quisieron decir: Que el juez Caro no hizo bien su trabajo, y sin embargo se elevó la causa a juicio, aún cuando no existían elementos suficientes. Que el tribunal oral, para sanear la instrucción, debió proponer más pruebas que la propia instrucción, por lo que se convirtió de hecho en un tribunal inquisitivo, violando las propias reglas del debate, el que se tornó, por la propia actividad del tribunal, en necesariamente tendencioso. Que ató la suerte del juez de instrucción a la suya, al asumir como propios los errores y deficiencias observadas en la instrucción, pretendiendo legitimar todas sus actuaciones. Que como dio por probada la intervención de inteligencia militar, prácticamente dijo que el jefe del ejército mintió –como aseguró Correa Belisle– toda vez que éste la había negado bajo juramento. Y que, en definitiva, justificaban su fallo basado en indicios y falto de pruebas, debido a ese accionar de la inteligencia, que contaminó el juicio, tornó algunas conductas sospechosas, para terminar invalidando pruebas que pudieron ser relevantes. Además de todo esto, se olvidaron de un detalle importante, que hasta ahora habían logrado acallar: ¿Quién ordenó esas tareas de investigación paralela? ¿Inteligencia investigaba o fabricaba la historia oficial para ocultar una mucho más tenebrosa como la de una larga agonía y una amplia red de complicidades en la muerte? Lamentablemente esta pregunta surgió bastante 362 IGNACIO R. CANEVARO tiempo después, cuando ya no había nada por hacer, pero aun hoy nadie quiere responderla… Su sentencia entonces se basaba en 3 pilares. Los tres fueron manoseados por la omnipresente inteligencia militar y por lo tanto gozaban de dudosa credibilidad. El pseudo-testimonio de Castro, el de la González y ahora secundariamente, el de Sánchez. Ya sabemos que tanto Sánchez como la González habían sidos adoctrinados por el inefable Moreno Campos. Pero, ¿Es que el doctor se olvidó de Castro? No, a Castro no fue necesario adoctrinarlo en nada. Sus tres meses de internación sin causa bastaron para destrozarle la cabeza. Todo fue entonces un cúmulo de falsas acusaciones, suposiciones, conjeturas maliciosamente mal ensambladas y antojadizas conclusiones. Una suma de ceros es siempre cero. Las pruebas no se suman, se pesan, diría tan sabiamente Inaudi. La manera en que se manejaron las pruebas daría para otro libro; Porque hay para contar… Para eso están las casi 206 páginas sin desperdicio del recurso de casación que posteriormente se elevó y que me encantaría dar a conocer. Está escrito como para que lo entienda el más lego, y es muy efectista. Demuestra claramente lo ilógico e incongruente, por no decir torcido del razonamiento de los jueces. Sólo quisiera se sepan cuántos y cuán groseros fueron los errores y las contradicciones, como para tener más elementos de juicio sobre la opinión que –luego de leerme– quedará, no tanto sobre el caso Carrasco, sino sobre cómo terminé condenado. En una apretada síntesis, diré que la condena calcó lo que decía la historia oficial desde el 20 de abril del ‘94, sólo que con algunos retoques. Retoques que fueron necesarios con el correr del tiempo y de los testigos, ya que en el juicio cayeron algunos de los indicios más importantes en nuestra contra. Esta nueva historia oficial se fue ocupando de levantar nuevos elementos de acusación a medida que caían lo que se habían utilizado para llegar al juicio. La sentencia decía que mediante la cuantiosa prueba colectada se llegaría a la determinación de los autores y su responsabilidad, mediante el instituto de la sana crítica, entendiendo por tal al conjunto de normas de criterio basadas en pautas de la lógica, la experiencia y la psicología, y aun del sentido común que aunadas llevan al convencimiento, y que constituyen reglas del recto entendimiento humano en un todo de acuerdo con lo ordenado por el Código Procesal Penal. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 363 Es más, bien mirada, no es una sentencia. Más bien es una expresión de voluntad, apoyada solamente en una hipótesis, carente además de lógica, que no está respaldada por ninguna prueba y que demuestra un pre-juicio inconmovible. Los jueces tuvieron un ojo unidireccional que vieron (o más frecuentemente imaginaron ver) solamente lo que podía funcionar como un indicio de cargo y suprimieron absolutamente, con total ceguera, la vista de aquello que resulte contradictorio con la tesis que se defiende. Como dice el recurso, está plena de dialéctica y retórica, pero huérfana de lógica. Los caminos lógicos-deductivos que debían tener fueron transitados a contramano…: primero, la convicción íntima, indestructible –cualesquiera sean los datos de la realidad que les sean opuestos, que los imputados SON CULPABLES– y luego, el desarrollo de un mecanismo de selección de los datos de la causa que funcionó así: todo lo que “sirva” para fundar semejante tesis, es utilizado, reutilizado, exprimido y aun deformado, para hacerlo encajar, la mayoría de las veces a la fuerza, en la hipótesis incriminatoria. –Todo aquello que, por el contrario demuestre o apunte para la inocencia, por importante, por trascendente, por enorme que sea, es despiadadamente suprimido, omitido, o en su caso, distorsionado cuando ello es imposible. Es decir que, a lo largo de 21 meses, un juicio de 37 audiencias y más de 135 testigos, no se pudo colectar contra los acusados una sola prueba directa para crear esa convicción que es necesaria para condenar por homicidio. Y como no habían pruebas, se recurrían a los indicios, tal como convenientemente advirtió –toda una premonición – una de las juezas antes del juicio. En otras palabras, a falta de pruebas, tratarían de imaginarse qué fue lo que sucedió, y lo que es más difícil: ¿Cómo lo hicimos? en base a testimonios que no nos involucraban, a pericias tomadas de los pelos y el más evidente de los ánimos de condenar. Ciertamente, con esos argumentos no se puede construir una sentencia demasiado lógica. Pero sí legal. Y es solo legal, mal que le pese a cualquier constitucionalista, porque lo firman los jueces y lo convalidan… otros jueces. Eso era lo que más les interesaba. Tenían los medios como para asegurar que el sol es violeta; y lo harían. Otros se encargarían de convalidarlo. Por eso terminaron acusando a los imputados de una cosa y condenándolos por otra. Nos defendieron a lo largo del juicio, procurando establecer la inexactitud de una serie de hechos y circunstancias que fueron tomadas como indicios de cargo en las imputaciones de nuestras indagatorias, del auto de prisión pre- 364 IGNACIO R. CANEVARO ventiva y su confirmación, sumado a las requisitorias de elevación a juicio y auto de elevación a juicio. Y luego, sorpresivamente, en la sentencia fuimos condenados por otros hechos que no estaban incluidos en la requisitoria de elevación a juicio. Además de tramposo, eso tiene un nombre en el derecho, y es incongruencia procesal. Dice el recurso de casación… … Así por ejemplo, el elemento contundente con que supuestamente se le pegó a Carrasco, que en la requisitoria era el lampazo, en la sentencia podría ser la escoba, y las supuestas patadas de Suárez y Salazar con los borceguíes pasan a ser uno o varios golpes de puño. Entonces, los borceguíes que cumplían relevante rol en la prisión preventiva, desaparecen en la sentencia al igual que las manchas de sangre en mi ropa que figuran en aquel y no en ésta. El baile previo a la golpeadura por parte de Canevaro a Carrasco entre la batería y el baño exterior, desaparece en la sentencia, mientras que el depósito del cadáver –que en las requisitorias es en la cámara de inspección– en la Sentencia pasa a ser en el sector enrejado. En cuanto al móvil del crimen, que en la requisitoria era el temor de los soldados, pasa a estar fundado en la “psicología de masas”. Según la requisitoria, Sánchez toma conocimiento del hecho el 9 de abril porque Salazar le cuenta y según la sentencia, se entera el mismo día 6 de marzo colaborando en el encubrimiento desde el mismo momento de la golpeadura. La mancha de tierra, para tapar supuestamente una efusión de sangre en el baño externo, desaparece en la sentencia. Según requisitoria, a la víctima le pegaron Salazar y Suárez; según conclusiones del Fiscal también fueron Salazar y Suárez; en cambio, según el querellante le pegaron Salazar y Canevaro; y finalmente según la sentencia, le pegaron los tres…, aunque invoca pericias que admiten como posible un solo golpe de puño…. La atención médica ulterior, que supone sobrevida mayor de los 90 minutos, no es aceptada en prisión preventiva y requisitorias pero sí en la sentencia que, pese a admitir esa sobrevida, paradojalmente, manda investigar lo ocurrido en el Hospital Militar lo que implica aceptar la posibilidad de internación de Carrasco y por ende una sobrevida mayor. La versión del soldado Luna, que era un indicio cargoso, desapareció en su consideración en la sentencia. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 365 Claro está porqué. Luna en el último día del juicio, terminó por dar vuelta uno de los indicios más fuertes en nuestra contra. Dijo sin vueltas que Caro le cambió su declaración para acusar a los imputados aprovechándose de su condición de analfabeto. Ni hablar del testimonio de Sánchez, que fue la chispa que encendió este juicio. Lo más lógico hubiese sido que la sentencia convalide las acusaciones de Sánchez, sin embargo ¿Cómo merituó la sentencia los dichos de Sánchez? La sentencia dijo que Sánchez mintió cuando afirmó: a) que se enteró por boca de Salazar el 9/4/94, b) que le pegaron Suárez y Salazar, c) que le pegaron con el lampazo, d) que Canevaro no participó de la golpiza, e) que Canevaro lo baila a carrasco entre la batería y el baño, f) que se observaron manchas de tierra en el baño exterior, g) que los soldados presentaban los borceguíes y la ropa sucia con tierra, h) que no declaró antes lo que sabía porque estaba amenazado, i) que llevó la tropa a bailar por indicación de Canevaro. El Tribunal a su vez en su sentencia afirmó: a) que Sánchez se enteró de los hechos el 6/3/94, inmediatamente después de producidos, b) que los autores de los golpes fueron Canevaro, Suárez y Salazar, c) que utilizaron probablemente palos de escobas, trapos de piso, etc., d) que Canevaro le pegó efectivamente a Carrasco, e) que Canevaro no lo baila a Carrasco, f) no dice nada sobre las manchas de tierra, g) no dice nada sobre los borceguíes y la ropa de los soldados, h) a las amenazas referidas, las considera una excusa inadmisible de parte de Sánchez, i) llevó la tropa a bailar para posibilitar el traslado del cadáver. Luego de que el Tribunal reconociera de ésta forma expresamente como falsos los dichos de Sánchez, llama la atención que a renglón seguido afirme: “no deja de ser verdadero el contenido de la declaración indagatoria de Sánchez”, citando estas manifestaciones como indicio cargoso en nuestra contra… En realidad, el tribunal al final no le creyó nada, salvo cuando nos acusó a los que fuimos condenados. Muy conveniente… Como síntesis de la metamorfosis oficial, y para no abrumar con tantos tecnicismos, encontré en el escrito de casación un cuadro que ilustra cómo varió la acusación a medida que se caían las pruebas. IGNACIO R. CANEVARO 366 CIRCUNSTANCIA HISTORIA OFICIAL 1 (Elevación a juicio) HISTORIA OFICIAL 2 (Sentencia) Elemento contundente Lampazo Escoba Elemento contundente Borceguíes Nada Manchas de Sangre en ropa Canevaro se cambió Nada Baile previo Canevaro a Carrasco entre Batería y baño Si No Depósito de cadáver Cámara de inspección Detrás de las rejas Móvil del crimen Temor de soldados “Psicología de masas” Fecha Sánchez toma conocimiento del crimen 9/4/94 6/3/94 Forma en que Sánchez se entera Salazar le cuenta Encubre desde el mismo día Testimonio de Castro No existe Fundamento esencial (versión Romero) Sangre baño exterior Mancha de tierra en piso Nada Enrejado Nada Si Quienes le pegaron Salazar y Suárez Los tres Atención médica ulterior Nada Si Vestimenta Suárez /Salazar Borceguíes Nada Versión Soldado Luna Indicio Cargoso Nada Causa de muerte Traumatismo torácico y ocular Traumatismo torácico Lugar de golpeadura Empieza afuera. Termina adentro del baño externo. No se sabe Imputación de Sánchez Esencial… Secundario ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 367 Es decir que los hechos esenciales de la causa, tales como dónde fue golpeado Carrasco, con qué elementos, por quiénes y por cuántas personas, cuál fue la causa de la muerte, cuál fue el lugar donde fue depositado su cuerpo inmediatamente después de la golpeadura, cambiaron de manera tal que no se permitió a nuestras defensas dirigir los interrogatorios durante el debate, para demostrar que estas suposiciones, TAMBIÉN eran falsas. También cambiaron los ejes de la acusación en cuanto a cuáles de los testimonios incriminantes que iban a quedar firmes. Para elevar la causa a juicio, se habían servido de Sánchez como testimonio esencial y de Luna como testimonio respaldatorio. Terminadas las audiencias, Sánchez había perdido toda credibilidad al no querer declarar, con el agravante de que se desmoronaron varios de los argumentos de su coartada. Luna pasó de ser un testigo de cargo contra los imputados a ser uno de los más importantes exponentes de cómo se había manipulado la causa, en contra de los acusados. Castro, al que no se le dio la más mínima importancia, por consejo seguramente del asesor militar pedido por Caro –Reimundes–, pasó a ser un testimonio esencial, pero de manera más que caprichosa. Ignorado de la forma más fragrante al negársele ser escuchado en audiencia, sí se tomó como válido lo que un tercero dijo que sí dijo. Y por último, la testigo arrepentida, sorprendida y enojada: la González, que se puso la mentira oficial al hombro y pechó por lo que no se animaron e hicieron los demás. Mintió una vez en solitario y después tomó coraje y lo hizo en público, en el juicio. Soportó dos careos y zafó –gracias a la tozuda defensa de las juezas– de otros dos careos que respaldaban al médico y un auxiliar que decían que ella no tocó el famoso pantalón. A estas, se le deben sumar innumerables causales por las cuales –se sabe– no fue verdaderamente una sentencia, sino más bien, como dijera antes, una expresión de voluntad. Voluntad que se ve reflejada –por ejemplo– en las actas del debate, que fueron torpemente tergiversadas u omitidas. Durante el debate, se fueron haciendo pedidos a la presidente del tribunal para que quedasen constancias escritas sobre los dichos de un testigo o cualquier otra circunstancia esencial del juicio. Contar con ellas es fundamental a la hora de citar textualmente. Resulta que a los pocos días del comienzo del juicio, se pidió al tribunal se pusieran a disposición –de manera cotidiana o a lo sumo, semanalmente– los borradores de las actas, para efectuar su control y eventual corrección. 368 IGNACIO R. CANEVARO Solo se hizo una vez y a pesar de los constantes reclamos, los borradores de las actas no aparecieron hasta el día anterior a la lectura de la sentencia. Cuando se quiso controlar, lo defensores se encontraron con un cúmulo impresionante de hojas, que pudieron controlar recién dos semanas después, obviamente cuando ya se habían dictado las condenas. Pero lo más notorio no fue eso, sino que se encontraron con nada más y nada menos que con más de cuatrocientas omisiones o distorsiones esenciales. Las actas no reflejaban lo que se había pedido que conste, o lo reflejaban mal, o directamente decían lo contrario. Gracias a Dios –pensamos– que el juicio estaba grabado, por lo que en vez de aportar como prueba las actas, las reemplazarían con los 80 videocassettes que el tribunal había prometido a los medios. Pero la prensa jamás los tuvo en su poder, como así tampoco la Cámara de Casación ni la Cámara de Diputados de la Nación, a quienes también se los escamotearon. El tribunal los tuvo guardado bajo siete llaves pues esa sí que era una prueba de cargo, pero contra ellos. La gente está realmente convencida de que vio el juicio a través de la televisión. Yo les puedo asegurar que lo que vieron fueron solo notas periodísticas. Hoy es más una intriga que otra cosa, saber si es que alguna vez existieron –y si existieron, si es que no los destruyeron–. En esos 80 cassettes está la única prueba que queda de la arbitrariedad del juicio y su sentencia. El resto está en los archivos y en sus conciencias. 07 de marzo: Por su bien –Tiene una audiencia con el diretor –alcanzó a soltar el celador que abría la puerta mientras se acomodaba la camisa dentro de la bombacha. Se veía que había estado durmiendo la siesta. Cuando llegué al despacho, me esperaba vestido de civil lo que me dio la impresión de que había venido desde fuera del penal solo para esto. –Mire Canevaro, se lo digo yo pero en realidad nunca estuvo acá y nadie le ha dicho nada, ¿Estamos? – solo atiné a asentir con la cabeza. –Vaya preparando “el mono” porque en cualquier momento se va para Buenos Aires, no se cuándo pero ya está decidido. No se le vaya a ocurrir avisar por teléfono esto, porque esta re-pinchado, como se imaginará, así que espere hasta que venga su visita. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 369 El “mono” no era una mascota ni nada parecido, sino un bulto formado por nuestras pertenencias envueltas en una manta. Sin poder decir palabra, volví al pabellón, pero no tuve que hacer nada. Todo estaba preparado, como lo tenía desde que había pisado por primera vez el penal, pero no para que me trasladen, sino para irme de una vez y para siempre. Había quedado así aun después de la sentencia, una excelente oportunidad perdida para demostrar que nada había tenido que ver con la muerte de Carrasco. No entendía qué podía haber pasado para que me quieran trasladar a la capital. Ya casi estaba acostumbrado al lugar, ya sabía como funcionaban las cosas allí, no quería ninguna sorpresita más. Si me debía quedar en prisión, pues… más vale malo conocido… Prefería quedarme en Neuquén antes de ir a un lugar que podría ser peor. Los días pasaron, les conté a mis padres en la visita del fin de semana, como me dijo el director, pero no había señales que refuercen el adelanto. Había pasado tan poco tiempo desde la cachetada de la sentencia que no me había dejado pensar sobre cuáles eran los próximos pasos a seguir. De lo que si estaba seguro es que todavía era muy pronto para irme a otro penal a cumplir la condena que me habían impuesto. Conforme pasaban los días, más fuerte era la esperanza de que haya sido solo una falsa alarma, incluso se hizo una presentación en el tribunal para que me dejen cumplir la condena en Neuquén. La contestación fue de lo más ambigua. No hay nada decidido, pero si se hace es por su bien. Así, como la sentencia: Carrasco murió casi en el acto pero ordenan que investiguen si fue atendido en el hospital militar. Una semana después de haber recibido la advertencia, a la hora en que canta el gallo, me despertaron para llevarme. Quince minutos para recoger las cosas, papeles de aquí y de allá para firmar, revisación médica de por medio, y con estampilla en el traste, fui conducido a un camión celular de la Policía, que aguardaba en el patio frontal de la Unidad 9. El celular era un camión con pequeñísimos compartimentos sin ventanas ni luz, de unos 80x80 cm –siendo generoso– con asiento de chapa donde cabe una sola persona por box. Esposado con las manos al frente me hicieron sentar en ese cubículo, al que yo creía transitorio. Nada que ver. Los minutos pasaron, se podía ver por algunos 370 IGNACIO R. CANEVARO agujeros donde el viento del respiradero lateral se metía como aire acondicionado y por los ruidos que aun estábamos en la ciudad de Neuquén, pero ¿Me estaría llevando al aeropuerto como habían hecho antes los militares? Pasó media hora, las bocacalles empezaron a distanciarse, el camionejo tomó velocidad y el desconcierto también. Estamos en una ruta… ¿Dónde irá esta ruta? Obviamente no me habían dicho nada sobre cómo llegaríamos a destino. Solo la primicia inconfesable y secreta del director me hacía pensar que íbamos –como fuere– a Buenos Aires. El viento helado se arremolinaba en esa espantosa lata de sardinas y en vez de pensar dónde íbamos ahora pensaba Gracias a Dios que traje la campera. Durante un buen rato me ocupé de prepararme para soportar un viaje larguísimo. No podía hacer mucho en los hechos, pero sí debía dejarme de pensar en que la providencia me sacara de allí rápido. No me convenía seguir pensando así, ya que solo me pondría más impaciente y si allí hacía frío, sentiría más frío, si estaba incómodo, estaría más incómodo y si me dolían las esposas, se me haría insoportable. Dormir en esas condiciones era imposible, y pensar también. No se cómo hice, pero hubo momentos en que puse mi mente en blanco, y eso me ayudaba. El tiempo pasaba y tarde o temprano me sacarían de allí. Más que temprano fue tarde, porque después seis horas de viaje, nos detuvimos en donde por los ruidos me pareció ser un pueblito o algo parecido. Me hicieron bajar, medio a los tumbos por el mareo, para estirar las piernas y pedí que me aflojaran un poco las esposas. Las muñecas estaban marcadas no tanto por la fuerza con que estaban cerradas sino por la manera que tenía de poner las manos entre las piernas para protegerlas del frío. Estábamos en la localidad de Río Colorado, en la provincia de Río Negro. Cerca de las 12.30 me hicieron cambiar a un colectivo Mercedes Benz 608 del Servicio Penitenciario Federal; Maltrecho y desvencijado, esperaba al costado de la ruta con unos cuantos tipos dentro, que se asomaban curiosos a ver qué era lo que los estaba demorando. Mientras me pasaba del celular al colectivo se me acercó un oficial penitenciario y me dijo que si no fuera por los demás detenidos que iban dentro del bus, me soltarían las manos, pero eso no sería posible porque no podía hacerlo con los demás. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 371 Cuando entré me di cuenta que si bien continuaría el viaje en un colectivo, eso no significaba que iría mucho más cómodo. A las esposas de las manos, se les agregó una cadena que las envolvía y terminaba en una argolla soldada al piso. Dios mío, ¡Si parecemos esclavos! –alcancé a pensar en el apuro, que duró un suspiro. Gracias a Dios que mis pensamientos no se pudieron escuchar. Si así hubiese sido, pocos minutos hubiese durado al lado de estos tipos. Siempre tuve los mismos prejuicios que el común de la gente sobre los presos, y todo el tiempo que conviví con ellos no me hizo cambiar de parecer. Mis compañeros de viaje provenían de todos lo penales del país, pero iban a Capital Federal, como yo. Algunos iban a Caseros, otros a Devoto, donde ya habían estado un par de veces. Conversando con ellos me enteré cómo era el lugar que me había tocado. Caseros “la vieja” era una cárcel de mínima seguridad para personal que perteneció a las fuerzas armadas y de seguridad. El viaje parecía no terminar más, cuanto más tiempo pasaba, más lejos parecíamos estar de Buenos Aires, hasta que por la radio del conductor se empezó a escuchar, primero entrecortado y luego cada vez más nítido un tango. Este tango era tan deprimente como el que más. Entonces no dudé, Ah bueno, por lo menos estamos cerca… A las doce de la noche, 18 horas de viaje mediante, estábamos llegando a la Unidad 16 de Caseros, donde me bajaban. Iluso yo, creía que si no era demasiado tarde, me permitirían llamar por teléfono para avisar que había llegado bien. El jefe de turno, al que debíamos esperar, estaba cenando. El era quien me daría el ingreso a esta nueva Unidad. Después de dos horas y media me llevaron al pabellón 23, que obviamente estaba todo oscuro, porque estaban durmiendo. Un par de noctámbulos me recibió ofreciéndome algo de comer; Me bañé y terminé acostándome a las cuatro de la mañana. Tan aturdido estaba por el viaje que apenas puse la cabeza en la almohada, quedé inmediatamente dormido. 15 de Marzo: Caseros Recién al otro día, la mayoría de la gente que vivía allí se enteró de quien había llegado. A partir de ese 15 de marzo de 1996, perdí definitivamente mi nombre y apellido: Ahora era “el del caso Carrasco”… y era entendible. Allí 372 IGNACIO R. CANEVARO todos eran “el de…”. La mayoría de ellos llevaban el mote como medallas, otros –los menos– trataban de espantar ese molesto karma ocupándose obsesivamente de algo, pero tarde o temprano, en una discusión o cuando les conviniese, sacaban a relucir que no eran ningunos giles, que ellos habían hecho tal o cual cosa, como si exhibieran su currículum. Con el correr de los días, comencé a mezclarme con este nuevo ambiente, y me di cuenta que debería hacer algunas cosas mientras esperaba que se dieran cuenta de esta “equivocación”. Ahora me permitía pensar en hacer algo que no sea estar dentro del expediente, el juicio y todo ese submundo que lo sumerge a uno en un pozo sin luz y sin salida. Mientras, esperaba la apelación en la Cámara de Casación ya no con tanta impaciencia, quizá acostumbrado ya a los reveses judiciales. El recurso de Casación había sido presentado en los días posteriores a la sentencia ante el mismo Tribunal Oral Federal de Neuquén, quien revisó su procedencia y lo elevó como corresponde a la instancia superior que es la Cámara de Casación en Capital Federal. Allí permanecería en estudio durante unos cuantos meses, más precisamente siete meses, suficientes para acomodar mi cabeza a lo que pudiera venir, que por lo visto en Neuquén no era muy prometedor. Al mismo tiempo me enteré que dentro de la unidad, funcionaba un “Centro Universitario”, una especie de micro-universidad dependiente de la Universidad de Buenos Aires, pero con solo dos facultades: la facultad de Derecho y la de Sociología. Conversando con otros detenidos, me aconsejaron que más allá de mi preocupación por demostrar mi inocencia, me relaje un poco, pues sea favorable o no el proceso que seguía, iba a demorar bastante tiempo, y no podía quedarme de brazos cruzados esperando que pasen las horas, porque… “Dios no lo permita, si sale mal qué?… Vas a haber perdido un tiempo valiosísimo, que no te podes dar el lujo de perder” –mientras lo miraba, pensaba eso no va a pasar, pero igual, gracias. De todas maneras, decidí comenzar los trámites para ingresar en el Centro de Estudios, que no fue demasiado fácil al principio, debido a la resistencia de algunos profesores, y hasta miembros del centro de estudiantes. Para mucha gente de afuera –y allí dentro no era la excepción– yo era la encarnación viva del milico malo. Y también en el ambiente universitario del penal pasaba lo mismo, pero al conocerme un poco más, parece que se encontraron con que los prejuicios –a veces– son fabricados por otros. Todos los que se oponían a mi ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 373 ingreso al principio, más tarde o más temprano, terminaron por confiarme que tenían una imagen muy distinta a la realidad que tenían frente a ellos mismos. Algunos de ellos eran los profesores que hasta habían dicho que si yo estaba en su clase, dejaban de dar clases. Limar las asperezas, no fue cosa de dos días, y el primer cuatrimestre ya había comenzado y no había posibilidades de reunir todos certificados y papeles para el ingreso sin perder aun más clases, por lo que resigné aquella primera mitad de año con la mirada puesta en la segunda, que comenzaba aproximadamente a fines de julio. Mientras tanto la vida en el penal tenía una rarísima mezcla que unía lo bueno de aprovechar las ventajas de estar en un lugar mejor que Neuquén y lo mismo de siempre. El lugar y el trato eran mejor que lo “malo conocido” de Neuquén, pero lo esencial, lo que sentía, no cambiaba. La impotencia de no poder hacer nada por revertir la situación y el hastío que vivía desde que había empezado este peregrinaje por los distintos lugares de detención, hacía que dieran ganas de bajar los brazos de vez en cuando. Me daba cuenta que no había mucho más por hacer, no importaba cuánto ni cómo se hiciera, lo importante era tener alguien que quiera escuchar… Y allí era donde siempre tuvimos problemas. No importaba lo que hiciéramos para apelar, si estaba bien fundado el recurso o si lo planteábamos en momento oportuno. El problema era que los camaristas usaban el mismo uniforme. El uniforme del oficialismo. Nada que el Poder Ejecutivo no quisiera se admitiría en una sentencia, y cada día que pasaba me reforzaba más esa creencia. A diferencia de Neuquén, tenía mayor libertad de movimientos, pero sabía que aunque me fuese bien en Casación, pasaría bastante tiempo en Buenos Aires. Me fui interiorizando de las ventajas que suponía conocer el régimen del penal, que igualmente uno lo aprende porque allí uno está en contacto permanentemente con las leyes y reglamentos internos; Todo está regulado y se basa en un permanente tira y afloje entre penitenciarios e internos, donde cuando uno se excede, el otro hace valer el artículo tanto de la ley tanto y en eso se va la vida. Supe que los internos o trabajaban o estudiaban… o las dos cosas, pero en contadas excepciones alguien no hacía nada. Que los que estudiaban tenían un horario de recreo distinto al de los que trabajaban. Y que los que hacían ambas cosas podían salir hasta en tres recreos por día, que no era poca cosa cuando el resto del tiempo debía estar encerrado en un pabellón; 374 IGNACIO R. CANEVARO Los pabellones eran parecidos a los de Neuquén, pero sin celdas, salones de unos 25 por 6 metros. Camas, mesas, sillas, televisores, heladeras, computadoras, baños, cocina, lavadero… Todo junto. Dependía de la gente ordenar el ambiente. Las visitas podían venir tres veces por semana, dos días hábiles y uno el fin de semana. Igualmente existían las visitas extraordinarias que eran solicitadas especialmente y que luego de muchas idas y venidas, la mayoría de las veces, lográbamos acceder. No conocí sectores VIP, por lo menos donde estuve, pero sí había algunos pabellones mejores que otros, cosa que dependía de la forma de vida de los que allí vivían. Había lugares donde hubiese sido muy complicado vivir, ya que tenían costumbres muy distintas y otros en los que por lo menos la calidad de la gente era más homogénea. Mi día en estos primeros meses empezaba temprano a la mañana, desayunaba e iba al gimnasio del penal, que era una sala muy deteriorada –se ve que había sido un pabellón anteriormente– armada por los internos con algunas pesas compradas por ellos mismos, dirigida por un profesor de gimnasia, siempre ausente. Salía al recreo general del mediodía, que duraba una hora y aprovechaba para tomar sol y por la tarde recibía visitas, que debían constar fielmente en una lista confeccionada con anterioridad y luego ya al atardecer, quizá saliera al último recreo y volviera al pabellón donde nos encerrarían con llave y candado hasta el otro día. Allí podría mirar televisión y cenar, lo que casi siempre hacía cerca de las 22. La hora de hacer cada una de las cosas dentro del pabellón, se la regulaba cada uno, que generalmente se agrupaba con un par más y formaba un grupo para compartir la comida y las tareas mientras estuviesen dentro del pabellón. 12 de Mayo: Krom arrepentido por la condena Vino un personaje de otra vigilancia que manejaba información siempre dudosa, de fuentes rebuscadas, pero algunas veces certera –estaba en el pute, bah, como decían en el cuartel– y me pasó un dato interesante. Sánchez, el sargento Carlos Sánchez, se había presentado a la madrugada detenido, no lo habían recibido y se presentó a la mañana siguiente. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 375 Sánchez estaba prófugo de la justicia pues el tribunal de Neuquén lo había condenado a tres años de prisión, con sólo 8 meses a cumplir en un penal, por la libertad condicional. Como fue a juicio en libertad, y salió del mismo tras la sentencia por los techos para no ser linchado, jamás se presentó a cumplir su condena, en otro descuido del tribunal, que se justificó diciendo que Sánchez había cambiado de domicilio. Fue alojado como la mayoría de los ingresos en el pabellón 11 y se le prohibió cruzarse conmigo, por temor a una represalia. Sabiendo esto, era yo quien no quería cruzarse con él, capaz de acusarme luego de cualquier cosa. Empezó a trabajar en la cocina del penal, primero cocinando y luego llevando la comida a los distintos pabellones. Con el tiempo tenía la esperanza de encontrármelo y preguntarle porqué había sido tan cobarde de acusar a tres tipos inocentes; Solo eso: quería verle esa cara que nunca pudo levantar durante el juicio. Todas mis previsiones dejaron de tener efecto cuando varias voces de los pabellones de arriba, los del primer piso –donde estaba también el 11– me avisaron que Sánchez estaba repartiendo en todo el primer piso que él estaba preso por mi culpa, y que él era inocente. Eso ya dejó de ser bajo perfil, como le habían recomendado, y me las ingenié para verlo. Las tareas del sacado de la basura –en el penal, parihuela– siempre tenían gente fija, pero esta vez salimos Jorge, un grandote compañero del pabellón y yo. La idea era pasar con la basura por la cocina, y allí ver si podía hablar con Chirolita, como le decían a Sánchez en el juicio, por hacer lo que le indicaba el ejército. Sabíamos que luego del almuerzo era la hora más indicada, y salimos. Cuando pasamos por la cocina, veo que solo había tres personas en la cocina. Una de ellas era chirola, que estaba mete que te mete con una olla mugrienta. Desde la puerta me asomé y siempre con la vigilancia de Jorge por si alguien aparecía, le dije: –Vení Sánchez –mientras le hacía un gesto con la mano. – Qué quiere –contestó desde la distancia y con miedo. 376 IGNACIO R. CANEVARO –Nada, hablar Sánchez, vení Lo que sigue me demostró lo preparado que estaba para esta oportunidad y la cola de paja que tenía. –Lo único que te digo es que no andes repartiendo basura por todos lados, que estas preso por mi culpa y todas esa boludeces, entendiste? –No, si yo no dije nada de eso mimm… –y casi se le escapa mi subteniente. –Yo ya me enteré y por eso vine, de otra manera no hubiese venido. –No, pero mire que no miento yo –¿No mentís sorete?, ¡¿Y entonces qué mierda dijiste en el tribunal pedazo de cagón?! –No bueno, eso ya pasó, yo quiero dejarlo atrás y la justicia me creyó a mi, y yo no quiero más problemas, en serio, por favor –en tono de súplica– mientras miraba a Jorge pensando que lo ibamos a cascar. – Ok, no querés problemas, entonces cerrá la boca y dejá de mentir de una buena vez, porque sino no te voy a venir a hablar, y quedate tranquilo que voy a venir solo, él no tiene nada que ver en esto. ¿Estamos? –Estamos –dijo retrocediendo y queriendo desaparecer. Nunca tuve sentimiento de odio contra nadie. Jamás pude canalizarlo de esa manera. Aunque me pusieran enfrente a todos los que hicieron lo suyo para mentir e incriminarme, estoy seguro que no tendría una reacción siquiera molesta. Mi intención fue siempre la de quedarme tranquilo, la de tratar de demostrar mi inocencia y que traten de vivir ellos con sus conciencias, y que Dios los perdone. Esta vez no fue la excepción, solo fue una advertencia, y no se qué hubiese hecho si continuaba difamándome. Curiosamente la semana siguiente recibí la noticia que tenía una audiencia personal con mi juez de ejecución. No sabía ni qué era eso. El Juez de ejecución es el que regula el cumplimiento de la condena del condenado. Es él quien establece permisos de salida al médico, o cualquier autorización que exceda al Servicio penitenciario. Cuando entré en el despacho del director, pude ver la figura del dormido que luego de tres meses de juicio vio la luz y en una sentencia ejemplar, me condenó como si hubiese sabido lo que sucedió en la sala de audiencias. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 377 Era Krom, que para variar venía de componendas. Primero pretendió interesarse en mi vida, inquietudes, necesidades, etc., pero luego sacó el tema de que habíamos tomado contacto con Sánchez cuando bien sabíamos que lo teníamos prohibido. Se hizo el bueno aconsejándome que me alejara del sujeto ese, que solo me traería problemas. Luego la conversación giró a temas generales. Mi actitud, como siempre cuando no conozco de qué se trata el trámite, fue dejar que hable cuanto quisiera, ver qué era lo que quería. Estaba tan nervioso que me pedía opiniones sobre cómo vi el juicio, ahora que ya pasó todo (bastante parecido a Sánchez, no?) Habló sobre cómo NOS había afectado el caso Carrasco, que se había separado de su mujer, que nunca se llevó bien con las dos juezas y me trataba de tirar de la lengua para que le dijese algo. Tal como lo había hecho con el general Díaz cuando recién había sido condenado por el consejo de guerra, me permití decirle a Krom lo que pensaba de él y no tuvo más remedio que escucharme. –Mire Dr, yo le aseguro, aunque estoy convencido que lo sabe, que soy inocente y que ustedes me condenaron no por un error, que sería humano, ¡Lo hicieron a sabiendas! – Canevaro, eso ya pasó. Yo no vengo acá como el juez que lo condenó, sino como su juez de ejecución. Para hacerle la condena lo más simple que se pueda de ahora en más, ¿Me entiende? –No, pero igual déjeme decirle una sola cosa más. Si había alguien que no quería condenar, porque se veía en sus preguntas, y porque veía que eso era un circo al punto que llegó a dormirse de tan poco interés que tenía, ese era usted doctor… – Si… La verdad, en serio le digo Canevaro, yo tuve que adherirme al fallo de esas dos ¡Que son dos viejas brujas! No tenía otra manera de fallar, aunque de cualquier otra manera hubiese sido un escándalo… –y a caballo de esta declaración me dijo mientras se inclinaba hacia mí y bajaba el tono de voz– Mire Canevaro, vengo a proponerle que salga antes del cumplimiento de la condena. Usted me hace un pedido de reducción de la condena, y yo le doy vía libre para que se la concedan, ¿Me entiende? Argumenta que fue un caso político, que usted es inocente, bah, lo que ya sabe todo el mundo… Pero esto tiene que quedar entre nosotros dos, ¿Está claro? 378 IGNACIO R. CANEVARO –La verdad no lo entiendo, es contradictorio. Explíquemé, Ud. que me condenó por un crimen que no cometí a 15, no tres días, 15 años de prisión, ahora me viene a decir que me quiere ayudar a que no pase esos 15 años que me condenó en su sentencia de hace tan solo unos meses? Tanta bronca me dio que expusiera mis supuestos argumentos como una verdad nunca revelada pero conocida por todos que le prometí que haría lo que me proponía, y cuando se fuese, exactamente lo contrario. Ni bien terminó la audiencia, volví al pabellón, y sin entrar tomé el teléfono público y llamé a Urien Berri para contarle la desfachatez de este impresentable. Quería lavar su conciencia sin que nadie se enterara, pero para eso hará falta mucho más que proponer un trato. Estaría acostumbrado a quedar bien con todos y así debe haber llegado al cargo, pero este tema no era negociable. Que se guarde su reducción ya sabe dónde, pensé muy, pero muy caliente, obviamente no en esos términos. Un par de días después el diario La Nación publicó la noticia, y desde Neuquén con una rapidez insólita en Krom y las viejas brujas, salieron a desmentir rápidamente que no se había hablado de nada de eso. Obviamente me tenía que despedir de cualquier intento de disminución de la pena, pero por las noches seguiría durmiendo tranquilo como hasta ahora. Con este tema terminado, trataba de poner cada vez más esfuerzo en las pocas cosas que hacía para que los pensamientos no me abrumen. Pero de una manera u otra, los fantasmas sobre el futuro me dejaban como en trance durante largo rato mirando el techo mientras estaba en la cama, a veces con algo pendiente por hacer. Día a día me pasaba esto y cada vez más frecuentemente. Después de la sentencia: La Historia Oficial contra las cuerdas Y después de todo: ¿Cuáles eran las alternativas que quedaban después de las condenas? Una era dejar todo como estaba, lo que si bien no implicaba presunción de culpabilidad, era como admitirla por omisión, y aunque no estaba en mi cabeza, era una posibilidad. La otra era apelar a la Cámara de Casación, y lograr la anulación de las condenas. Eso fue lo que hicimos. Pero Casación tiene requisitos exclu- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 379 yentes: Sólo se limita a revisar el fallo, si se ajusta a derecho, es decir sólo revisa si no se aplicaron las normas que corresponden o si esas normas se aplicaron erróneamente. Cualquier otra crítica a la sentencia, que tenga que ver con los hechos, no tiene cabida en este recurso. Y el camino que habíamos elegido, por cierto, no era muy veloz. Mientras la polvareda de las condenas del Tribunal Oral por el juicio del homicidio de Carrasco se iba asentando, las investigaciones por el “Caso Carrasco II” –el encubrimiento del asesinato–, se reactivaron. De pronto esas investigaciones comenzaron a cobrar más notoriedad que el mismo caso del asesinato, debido a las marchas y contramarchas a las que se vio sometida por la intervención de los mismos personajes que metieron la mano también en la investigación del homicidio para torcer el rumbo y lograr las condenas. El Juez Caro, quien inicialmente estuvo a cargo del expediente, dirigió la investigación un año y medio sin avanzar en ninguna dirección. Por eso recibió infinidad de cuestionamientos, pero ninguno siquiera lo hizo sonrojar. La prensa se sumó a los reclamos, y todos los días denunciaba su asombrosa pachorra. Rubén Caro terminó por renunciar, excusándose por “violencia moral” a principios de 1996. En un sorteo entre los abogados de la matrícula de Zapala, resultó elegido el Dr. Bruno Bonetti, quien junto con el Fiscal Federal Helvecio Martín Barba tomaron la investigación casi asfixiada y le imprimieron un fuerte ritmo, apartándose de la historia oficial. Durante los siete meses en que se revisaron las condenas en Casación, numerosos indicios que se habían usado en contra de los que fuimos condenados, se fueron derrumbando gracias a la tarea del nuevo Juez, que parecía llevar la causa a un definitivo y explosivo esclarecimiento. Y de qué serviría ahora averiguar sobre la manera en que murió Carrasco si ya nada podría cambiar? Carrasco estaba muerto y había tres condenados en juicio por su muerte. Todo daba para pensar que el único camino de los condenados era dar vuelta la página y listo, pero no. Además, los encubrimientos del homicidio a primera vista no tenían tanto que ver con la manera en que murió Carrasco, que a juzgar por las sentencias, 380 IGNACIO R. CANEVARO lo tenían muy claro. Pero hoy puedo sospechar que la investigación de los encubrimientos que llevó adelante el juez Bonetti, con más elementos que en la instrucción del homicidio, mejor voluntad y total imparcialidad, fue por supuesto para saber quiénes y porqué encubrieron la muerte del soldado, pero también para averiguar la verdad de los que pasó en el cuartel, aunque eso implique rectificar las condenas. Muy de a poco me fui enterando que era verdaderamente importante la investigación sobre cómo murió Carrasco, porque si posteriormente a la sentencia aparecieran hechos nuevos que indiquen que los sucesos descriptos en la misma no fueron como se dictaminó, esa sentencia y con ella, el caso entero, entraría en crisis. Esto es, las actuaciones podían llegar a retrotraerse hasta antes del dictado de sentencia, o incluso, si fuere un hallazgo que implique una importante diferencia, anular el juicio entero. El debate oral ventiló cantidad de incidentes que se habrían vivido dentro del cuartel. Algunos habían sido reproducidos con aceptable justeza. Otros –la inmensa mayoría– fueron lamentablemente deformados con deducciones e invenciones elaboradas por el Tribunal Oral, que de ese modo suplantó los baches que dejaron la ausencia de pruebas. Una de las situaciones más expuestas y controvertidas en el debate fue la forma en que murió Carrasco. Los peritos forenses fueron llamados “eminencias” por los jueces al hacer su presentación en el debate. Así es como tuvieron la oportunidad de volcar toda su incuestionable sabiduría y plantificaron de allí en más uno de los pilares de la sentencia. Se enamoraron unos y otros de una hipótesis creada por ellos que sugestivamente encajaba como mano y guante con la historia oficial, pero fue cuanto menos sospechoso, por no decir arbitrario, el método que utilizaron para llegar a la misma. Como cerrando el círculo, la actitud cómplice e indulgente del tribunal con ese método tendencioso, incorporó esa hipótesis como un postulado teológico afianzando de esta manera la Historia Oficial. Lo que no se vio fue que el mismo tribunal había obligado a los peritos del CMF a cambiar sobre la marcha. En la sentencia se había dicho… Del nivel académico de los peritos intervinientes parece innecesario hacer referencia, puesto que el simple análisis de los estudios presentados y el informe rendido en la audiencia son prueba suficiente de la versación, precisión y seguridad que transmitieran al tribunal para tener por plenamente probado que la muerte de Omar O. Carrasco no sobrevino por causa natural sino que fue consecuencia de los traumatismos ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 381 toráxicos que sufriera. Al respecto doctrina y jurisprudencia coinciden en señalar que: “Cuando el peritaje aparece fundado en principios técnicos inobjetables y no existe otra prueba de parejo tenor que lo desvirtúe, la sana crítica aconseja, frente a la imposibilidad de oponer argumentos científicos de mayor peso, aceptar las conclusiones de aquél” “Sólo por motivos valederos cabe apartarse de las conclusiones del Cuerpo Médico Forense, dado que su informe no es sólo el de un perito, pues se trata del asesoramiento técnico de auxiliares de la justicia, cuya imparcialidad y corrección están garantizadas por normas específicas y similares a las que amparan la actuación de los funcionarios judiciales”… Así pues, las apreciaciones del Cuerpo Médico Forense quedaban más firmes que nunca y la investigación de Bonetti ahora pasaba a ser de vital importancia para el futuro de los que habíamos sido condenados, y ahora tomaba conciencia de ello. Seguramente por eso Bonetti se tuvo que ir, aunque no se iría sin antes dejar un valiosísimo aporte a la causa: innumerables hallazgos que daban por tierra los argumentos de la historia oficial en los que se basaban las condenas de enero último. Estos hallazgos no representaban una simple alternativa distinta a la sostenida en la historia oficial. Mostraban que los hechos sucedieron de una manera bien distinta a la que se dijo en la sentencia, y ahora todo amenazaba en convertirse en un escándalo político de proporciones: Ni hablar que podía derivar en un vuelco del caso Carrasco. Con la aparición de estas verdaderas perlas, gracias a esa corta pero fructífera investigación, se abría una nueva posibilidad de revisar lo actuado. La Revisión. La Revisión en lenguaje llano es otro recurso con que cuentan los condenados contra una sentencia firme que también se presenta ante la Cámara de Casación. Tiene distintas facetas, pero las más comunes dicen que: si con posterioridad a la sentencia sobrevienen o se descubren hechos nuevos que indiquen que el hecho no existió, que el condenado no lo cometió, o que falta totalmente la prueba en que se basó la condena o 382 IGNACIO R. CANEVARO que el hecho cometido encuadra en un delito menor, … procede la revisión, en cuyo caso el tribunal podrá anular la sentencia, remitiendo a nuevo juicio cuando el caso lo requiera o pronunciando directamente la sentencia definitiva. Los abogados de la defensa siempre estuvieron atentos a cualquier hallazgo que les permitiera atacar con alguna de estas opciones que habilitaban la instancia de Revisión. Casi simultáneamente con ellos y a medida que fueron apareciendo los hallazgos de Bonetti y aun, un poco antes, también hicieron esta tarea analistas del caso como el periodista del diario La Nación Jorge Urien Berri, o Dante Marín del diario La Mañana del Sur. Faltan agregar, eso sí, a los opinólogos, pero no creo merezcan más que la mención. Igualmente no todas las hipótesis manejadas por esta nueva dupla de abogados y periodistas, eran fieles a lo que realmente podría haber sucedido dentro del cuartel. Estaba bien que quisieran tratar de corregir la sentencia y entregarle las verdaderas respuestas a los interrogantes que aún subsistían, pero en el afán de no dejar de lado ninguna hipótesis, se escucharon construcciones verdaderamente disparatadas, que aunque se sabía, eran de buena fe, resultaban inverosímiles o prácticamente imposibles de comprobar. Se analizaron infinitas posibilidades, pero también se fueron encajando los nuevos sucesos –los descubrimientos de Bonetti– a lo que ya se conocía sobre los movimientos del cuartel durante los meses de marzo y abril. Así surgieron algunas hipótesis que sirvieron para que se dejara de pensar con la marca de la inteligencia militar, dudar de la historia oficial, y ver si la hipótesis del gobierno y la Justicia realmente resistía un examen serio. Esto de empezar prácticamente de cero, de no tomar los postulados de la Historia Oficial como incuestionables, tuvo sus resultados. La idea que resistió todos los análisis, fue una que en un principio fue asociada con nosotros, los imputados, para luego –muy lentamente– apuntar en otro sentido. Esta idea decía Si Carrasco no murió como asegura la sentencia, y recibió atención médica en el Hospital del cuartel –como ya no caben dudas– y en este hospital lo dejaron morir, la cosa cambiaba. Los que mataron a Carrasco no fueron los que lo golpearon sino quienes luego lo atendieron clandestinamente, lo diagnosticaron mal y le impidieron su atención adecuada. Más allá de quien o quienes le hayan pegado a Omar Carrasco, había contundentes pruebas que demostraban que Carrasco no murió a causa del golpe ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 383 recibido, sino porque hubo quienes le negaron la posibilidad de ser atendido en un centro de mayor complejidad, donde bien podría haber salvado su vida. En un principio, los diarios insinuaban que “aunque hayan sido los acusados los que le pegaron”, no fueron los que lo mataron. Todos los que leían las noticias pensaban que era buen augurio y llamaban para expresar su alegría, pensando que era la antepuerta al descubrimiento de la verdad. Pero no había nada por qué ponerse contento. Era una hipótesis que nos relevaba de la responsabilidad de la muerte pero nos seguía señalando como los que lo golpearon. Aunque esa idea nos sacaba del lugar donde estábamos detenidos desde hacía dos años, igualmente no era cierta: Nosotros tampoco habíamos golpeado a Carrasco. Luego esas versiones periodísticas fueron más insistentes, y esa idea se multiplicó, llegó a poner en aprietos a la historia Oficial, pero nunca se consolidó. Pero para poder explorar ese terreno –la posibilidad de que no hayamos sido nosotros los asesinos de Carrasco– era casi necesario que aceptemos esa única opción que decía que sí lo habíamos golpeado, lo que nos convertía en partícipes del hecho, aunque técnicamente ya no fuéramos los asesinos. Por más buena voluntad que tuviese quien impulsara la idea, era un insulto admitir esta hipótesis, y todo quien hablara conmigo no comprendía cómo no me mostraba más optimista. Desde un frío punto de vista jurídico, si se probaba esa hipótesis, implicaba casi una “inocencia técnica”, pues se nos había acusado de homicidio y se habría demostrado que nosotros no fuimos los homicidas. Los homicidas serían los médicos del hospital y personal militar, que pudieron hacer algo por él y se lo negaron. Pero la otra parte, la parte que nos señalaba como golpeadores, si bien nos sacaba literalmente de la cárcel, nos ensuciaba de por vida. Asumiríamos la participación del hecho? De ninguna manera, aunque nos pudramos tras las rejas. Demostrar que los acusados no fuimos tampoco los que golpeamos a Carrasco era tan improbable como que hoy aparezca el verdadero golpeador y confiese voluntariamente por qué le pegó y quienes lo encubrieron. De todas maneras, los descubrimientos de Bonetti aplastaron cada una de las contradicciones de la Historia Oficial, y no fue necesario someterse a la bienintencionada hipótesis para demostrar nada. 384 IGNACIO R. CANEVARO Después de todo, esta hipótesis, no fue más que una alternativa que bien pudo reflejar lo que sucedió, pero no se demostró. Ponía el centro de gravedad en la atención médica ya comprobada y relativizaba la culpabilidad de quien o quiénes pudieron haberlo golpeado. Sólo era una opción creíble a la que boicotearon para que la cuestión no pasara a mayores. Igualmente se iba a necesitar mucho más que una hipótesis creíble para demostrar nuestra inocencia… Paralelamente, el juicio político al Juez Caro, tuvo luz verde en la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados. Un fuerte golpe a la Historia Oficial, ya que Caro fue quien que instruyó la causa del homicidio y la había adoptado como única hipótesis. Ya no era una locura pensar: Si Caro es enjuiciado por mal desempeño en sus funciones, justamente por instruir la causa por la cual nos habían condenado, y lo destituían… Qué pasaría con las actuaciones que justamente él hizo mal? Esta reflexión va a tener ecos en un par de años, pero sigamos. En la Comisión de Juicio Político de Diputados se escuchó decir “Hay varias causas graves que indican mal desempeño de Caro y configuran semiplena prueba. Iniciaremos un sumario, pediremos más pruebas y citaremos a varios testigos. Luego la comisión en pleno votará si hubo mal desempeño”.109 Si se probaba que Caro también había encubierto –lo que ya nadie negaba– quedaba develado otro de los misterios: ¿Por qué el Ejército no arrojó el cadáver fuera del cuartel? “Para que interviniera el juez federal Caro” era la obvia respuesta. En un par de meses, tan solo cuatro después de las condenas, surgieron varios testimonios que la prensa reprodujo y no porque ya no tuvieran qué escribir, sino porque revestían suma importancia. 17 de junio: La González mintió al acusar a Canevaro Se trataba del testimonio de Gustavo Lorca, que Bonetti se encargó de desempolvar, que era un cabo primero enfermero de la policía neuquina que había participado de la primera autopsia del cadáver de Carrasco. Sus palabras contrariaban lo que había dicho la González en el juicio oral: que al desvestir el cadáver de Carrasco vio que el pantalón era el mismo que 109 Diario “La Nación” del 07 de Junio de 1996, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/167767 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 385 días antes le había pedido prestado yo. Por lo tanto yo lo habría utilizado para vestir el cuerpo. A esta altura está claro ya que eso jamás sucedió. Fueron reproducidas por el diario110 La Nación: Caso Carrasco Habría mentido la acusadora de Canevaro. “… En la autopsia había dos subteniente enfermeras (Claudia Peralta acompañaba a Viviana González) y ninguna tocó el cuerpo. Los forenses me ordenaron desvestir con mucho cuidado el cadáver que fue hallado desnudo de la cintura para arriba. Me llamó la atención que la hebilla del cinturón estuviera hacia la izquierda como lo abrochan las mujeres” agregó Lorca. El policía que se desempeña en el Gabinete Criminalístico de la Unidad Regional de Zapala tiene 32 años y 10 de experiencia como asistente de autopsias. A las órdenes de los forenses desviste los cuerpos y a veces realiza incisiones. –¿Alguien lo ayudó Lorca? –El forense Lucio de la Rosa me ayudó a desabrochar el pantalón y colaboró un poco para sacarlo. –La subteniente González dijo que lo sacó ella sola. –Imposible. Yo tampoco habría podido porque el cuerpo estaba semimomificado. –¿Dejó el pantalón a la vista? –No. Lo saqué y lo metí en una de esas bolsas negras de residuos para que luego lo estudiaran. No sé si ella después abrió la bolsa. –¿Algo le llamó la atención? –Sí. No se hizo el protocolo de autopsia. Y también me extrañó que el pantalón estaba demasiado limpio para un cadáver tan deteriorado. –¿Declararía ante la Justicia? –Claro porque es la verdad. Me sorprendió que no me citaran durante el juicio oral cuando se armó el lío con el pantalón. El lío alude al hecho de que el forense Rodolfo Villagra… declaró que él desvistió el cuerpo. Careado con González ella se mostró más convincente porque lo acusó: “Usted no hizo la autopsia. Usted se quedó a un lado mirando”. Claro, la mejor defensa es el ataque. Necesitaba imperiosamente ser creíble y para ello aturdió –tal su estilo– al temeroso Villagra, que luego de la sentencia volvió a desmentirla claro, pero ya era tarde. Allí también quedó en el tintero la forma en que estaba abrochado el cinturón, hacia la izquierda, 110 Diario “La Nación” del 17 de Junio de 1996, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/175479 IGNACIO R. CANEVARO 386 como habitualmente lo hacen las mujeres. Seguramente ella había vestido y no desvestido el cadáver. Por eso la huella de una mujer en la forma de abrochar el cinturón. 28 de Junio: El careo de la González y Villagra fue una farsa Otra declaración, no menos sorprendente surgió casi espontáneamente. El diario111 Río Negro publicó una nota con el título “Si yo ganaba el careo del pantalón, se perdía una prueba”. El forense Villagra hizo la primera autopsia del cuerpo de Carrasco. Luego protagonizó una polémica con la subteniente González sobre quién le sacó el pantalón al cadáver. “Si yo ganaba la discusión a Viviana González, hacía perder la prueba más importante que tenía el Tribunal contra Canevaro, y hubiera sido el responsable del fracaso del proceso. Por eso no desmentí sus dichos, sino que los relativicé”. … En diálogo con este diario, Villagra dijo que “Ríos Iñíguez (…) necesitaba que yo reventara a la González, que la dejara como mentirosa. Si eso hubiera pasado, por mi culpa el tribunal se hubiera quedado sin la valiosa prueba (…) No quise ser responsable de eso…”. ¿A alguien le cabe en la cabeza lo hizo este perito? ¿Soy solo yo el que entiende que dejó que siguiera firme esa mentira? Siendo perito de la causa y constándole que la González no le había sacado el pantalón, ¿No equivale a mentir también? Ya no tenía tanto sentido sumar que esa mentira además perjudicaba a un imputado, y por ello era doblemente grave. Su argumento para justificar esta omisión perversa fue que la única prueba contra el principal imputado descansaba en la mentira de la enfermera, y por eso no quiso desmentirla. Sencillamente para que pudieran condenar al imputado permitió –nuevamente, siendo perito en la causa– que se dijera una mentira sobre el tema por el cual había sido convocado a declarar bajo juramento, con ese doble compromiso: el de perito y el de ciudadano. No hay que sorprenderse demasiado, pues así había sido todo el juicio, pero es de un descaro tal que abruma. Al no defender la verdad, terminó por hacerse cómplice de la González y de los tantos otros corruptos que sostuvie111 Diario “Río Negro” del 28 de Junio de 1996, páginas 26 y 27. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 387 ron la historia oficial, convalidando ese argumento cargoso para el tribunal, que lo aplaudió. Ahora… ¿No produjo ninguna reacción este reconocimiento del perito? No: Ninguno. Lo hecho, estaba hecho: y mejor dejarlo así. No importaba que esta prueba se haya usado para condenar a una persona. Al contrario, gracias a que Villagra no cumplió como perito, pero fundamentalmente como testigo, había una persona en la cárcel. Gracias a Villagra, entre otros tantos… como veremos más adelante. 24 de Julio: El tribunal forzó dictamen psiquiátrico Otras de las novedades que surgieron en estos siete meses, fue que el psiquiatra oficial Ignacio López Proumen, que fue convocado por el Tribunal Oral durante el juicio para dar su dictamen sobre el soldado Castro, fue también llamado durante el período en el que se redactaba la sentencia, pero esta vez, para confirmar los elementos psiquiátricos de la hipótesis que estaban manejando. Esa hipótesis se basaba en que yo soy un psicópata aunque esto no surgía de ningún estudio. Era una maliciosa mezcla de elementos parciales y de distintos exámenes. Durante los exámenes a los que fui sometido tendientes a verificar mi orientación sexual, López Prumen fue uno de los peritos que me examinó, formando parte de la dupla de peritos oficiales; Por parte de la defensa, me asistieron dos peritos: el psiquiatra Gastón Poirier Lalane y la psicóloga Cristina Pécora. El diario La Nación reprodujo sus testimonios: La sentencia se anticipó al juicio Hay indicios de que, en el resonante caso judicial que acabó con el servicio militar, se intentó llegar a las condenas forzando elementos psiquiátricos… Encontramos una personalidad normal con neurosis y sin psicopatías ni perversiones ni trastornos de identidad sexual” relata Poirier Lalane. “Si no se cae el juicio”112 112 Diario “La Nación” del 24 de Julio de 1996, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/175833 388 IGNACIO R. CANEVARO Una mañana –continúa Pécora– leo en un diario tramos parciales del informe oficial presentados en forma soez con confidencias personales que Canevaro nos hizo de buena fe y que no se referían ni a la acusación ni al tema del estudio. Muy molesta fui al Tribunal a las 11 y me llevé otra sorpresa: la doctora Ingelmo me dijo que firmara el informe de los peritos oficiales o que presentara uno propio antes de las 17. “Si no me dijo se cae el juicio y hay que hacer otro”. En las actas se lee que el 12 de enero la jueza Ingelmo “informa que la licenciada Pécora presentó la ratificación al informe psiquiátrico”. Pero según relata la psicóloga ella redactó de apuro un informe propio que en lo técnico se aproximaba al oficial aunque omitía las confidencias que Canevaro hizo de buena fe. El informe oficial mencionaba rasgos psicopáticos que en la sentencia se convirtieron en algo muy distinto: personalidad psicopática. “Rasgos psicopáticos tienen ciertos profesionales como los pilotos de avión o los cirujanos pero no son psicópatas y no todo psicópata es un asesino” sostienen Pécora y Poirier Lalane. Ellos consideran que “como el Tribunal juzgó a Canevaro como asesino se vio obligado a concluir que era un psicópata, tergiversando los diagnósticos técnicos y forzando un diagnóstico de psicopatía para fundamentar la sentencia. Es un sofisma: afirman que Canevaro es un asesino y por ende un psicópata y por lo tanto un asesino”. Bonetti también descubrió la adulteración de un libro de guardia del cuartel, donde constaban los ingresos desde el Puesto Roca y que faltaban justo las fojas correspondientes a los días primero al seis de abril de 1994, (el día en que apareció el cadáver). Estas fojas fueron reemplazadas por otras y abrochadas al final del mismo. Allí se presume que figurarían los nombres del personal de inteligencia que habría llegado al cuartel para blanquear el hallazgo del cuerpo. También procesó al Jefe del GA 161, Guillermo With y al director del Hospital Militar Zapala. Al primero lo complicaba el hecho de haber ordenado el rastrillaje por el cual se halló al cuerpo de Carrasco, lo cual hacía presumir el conocimiento de que el cadáver estaba dentro del cuartel. Amén de que jamás pudo justificar el hecho que no pudo ser hallado por el segundo jefe cuando se le quiso dar la novedad de la desaparición de Carrasco. En cuanto al mayor médico Carmona, era el responsable del “festival de recetas truchas”, tal denominación se debía a la gran cantidad de recetas adulteradas encontradas en el Hospital militar Zapala para justificar la falta ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 389 de medicamentos que se habrían aplicado a Carrasco durante su larga agonía, que ya se escuchaba con mucha insistencia, había durado desde el 6 de marzo hasta el 9 de marzo. También denunció la desaparición de las planillas de atención de enfermos en la guardia médica del 1° al 9 de marzo de 1994. Carrasco desapareció del cuartel durante la siesta del 6 de marzo. Si se le suman las sesenta horas de Brailovsky se llega al 9 de marzo, la verdadera fecha de muerte de Carrasco. Procesó a Cerrutti, por encubrimiento y adulteración de documento público y a Jordán, por alterar pruebas e intentar influir en la declaración de un testigo para inculpar a los que posteriormente fuimos condenados. Se refería al ofrecimiento de dinero que se le hizo al soldado Claudio Balmaceda para que nos acusara a Suárez, Salazar y yo. Balmaceda finalmente denunció a Jordán y a José En sus famosas pesquisas por el hospital Militar también determinó que la Troncoso estaba implicada como autora de varias recetas de medicamentos que se habrían usado en la agonía de Carrasco y responsable de la modificación de registros administrativos ya que escribe el número nueve de una forma peculiar: con el globo invertido. Apareció, así, como de la nada, una Planilla de Estadística Hospitalaria, suscripta por Cerrutti y el Director del Hospital Militar, Carmona. En el Resumen Mensual de Hospitalización, Código H-2220, correspondiente al mes de marzo de 1994, surge la internación de una persona de 19 años de edad, de sexo masculino, con fecha de ingreso el 6/3/1994 para ser atendido por Clínica Médica y con fecha de egreso el 8/3/1994; pero según las constancias del hospital, en forma de planillas de guardia, el único soldado internado entre el 6 y 7/3/1994 fue el soldado clase 75 Hugo Blanco, pero su diagnóstico era urticaria. Según el Libro de Guardia, fueron atendidos en ese lapso, seis soldados, pero ninguno de ellos era Hugo Blanco. Tampoco surge que alguno de ellos haya sido internado. Como se verá, era un verdadero despelote: pero en ese desquicio, se puede ver las mentiras tienen patas cortas. No llegaron a borrar las huellas de la internación de ese joven de 19 años, quien ya no hay más dudas: ERA CARRASCO. La planilla de estadística hospitalaria, dejó una huella difícil de ocultar entre tantos papeles. Y fue descubierta. 390 IGNACIO R. CANEVARO Coincidentemente con estos hallazgos, se conoció un testimonio perteneciente al sumario por encubrimiento, que se le tomó al soldado Néstor Mulbayer. Este soldado condujo el “Unimog” en la noche del 8 de marzo a las 20 aproximadamente, según surge del Libro del Hospital, e hizo una sospechosa mudanza de una serie de camas y otros muebles, más algunos bultos desde el recinto del Hospital Militar de Zapala… Como si ello fuera poco el soldado Mulbayer relató que esa noche, se “encargaron” de la mudanza –cargando los bultos en cuestión– dos o tres suboficiales a los que no conocía… Que le indicaron que permaneciese sentado al volante del camión, mientras ellos –“gentilmente”– se ocupaban del esfuerzo físico. Tanta amabilidad por parte de los suboficiales con un soldado, es para inferir que a esa hora y en ese lugar, lo que en realidad se estaba haciendo, era sacando el cadáver de Carrasco del sótano del Hospital para llevarlo a otro lugar. Quizá Mulbayer en otro juzgado hubiese sido un testigo clave, el que podía develar el gran misterio. En cambio en Zapala, fue solo otro de los chicos que dejaron de hacer la colimba. Como tantas otras pruebas, ésta no tuvo el lugar merecido en el expediente. Quizá si hubiera confirmado alguna locura de la historia oficial sí, pero estábamos en la hora de la verdad, donde no había lugar para cuentos. Pese a que los abogados de la familia del soldado pretendían impedir que el perito Alberto Brailovsky elaborara un informe para sumarlo a la causa, se empezaron a conocer detalles del mismo, que resultó por sus revelaciones, el inicio de todo un escándalo. Era un estudio que revelaba que Carrasco no habría muerto en el acto sino tras dos días de dolorosa agonía en los cuales fue atendido clandestinamente por personal médico del hospital del cuartel de Zapala. Uno de los sucesos más importante posteriores a la sentencia estaba por darse a conocer: La Sentencia que terminó condenándonos en enero último había dicho: … Omar O. Carrasco falleció a consecuencia de los traumatismos toráxicos que sufriera, y que los peritos Dres. Raffo, Curci y Ravioli, describieron como politraumatismo toráxico, con fracturas de las costillas derechas sexta, séptima y octava: lo que produjo el desgarro y ruptura de un vaso toráxico de importante calibre provocando un hemotórax agudo como causa inmediata de muerte”. A ello agregó que: “… El importante traumatismo fracturó las ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 391 costillas, siendo de tal violencia que incidió en órganos vitales lo que debe hacer producido un dolor intenso, desmayo y sensación inminente de muerte. Las circunstancias referidas ponen de manifiesto la violencia del ataque que sufriera la víctima, por medio de golpes de puño y/o puntapiés, y/o un palo de punta roma en relación al ojo izquierdo como explicara el perito de parte Dr. Castex… ¿Cabe decir que el Dr. Castex luego se rectificó con respecto de la lesión del ojo?– A rigor de verdad, hay que decir que sí, ¿Pero qué importaba si la sentencia ya estaba dictada? Castex había llegado a esa conclusión antes de que se hicieran los estudios anatomopatológicos. Una vez que esos estudios se hicieron, se demostró que no había ninguna lesión periorbital ni orbital ni tampoco ningún tipo de infiltración hemática en esa zona, por eso quedó claro que no existió el tan mentado golpe en el ojo. Estos tres médicos también habían dicho en el juicio que… Después de recibir el golpe en el pecho, Omar sobrevivió entre 30 y 90 minutos… Con este tipo de novedades surgiendo todos los días, ahora quizá se podrían escuchar otras hipótesis aun más válidas que la de los forenses, pues estas sí habían respetado el método científico, pero no habían sido permitidas en el debate por el tribunal oral. Quizá porque con ellas no hubiera sido posible llegar a estas forzadas condenas. Como la nota del Río Negro, en la que se ve el asombro de estar 5 meses después de las condenas por el homicidio, y que se siga debatiendo cuándo y cómo murió Carrasco. La nota no hace más que confirmar mi impresión acerca del día en el que se decidió arbitrariamente en el juicio la manera en la que murió el soldado. Por la mera presión de las juezas. Dice el diario… Uno de los puntos fundamentales es la cantidad de líquido que había en la cavidad toráxica del cadáver de Carrasco, y si todo era sangre. El forense Villagra estimó que había 1.500 centímetros cúbicos, pero su cálculo fue a “ojo” (el fluido se recogió en un frasco de mayonesa, lo cual ilustra sobre las condiciones de trabajo). A partir de esa cifra, dos peritos de la Corte Suprema –Ravioli y Raffo– estimaron cuánta sangre perdió el jóven después de ser golpeado y, de allí, cuánto tardó en morir, comparándolo con el volumen total de sangre que tenía en vida. 392 IGNACIO R. CANEVARO Hay que tener en cuenta que las pericias comenzaron a hacerse un mes después del crimen, con el cuerpo en avanzado estado de putrefacción, y que no pudo establecerse a qué velocidad perdió sangre Carrasco, pues no está claro qué arterias se lesionaron, ni qué magnitud tuvo la herida. Esta última afirmación es nada más y nada menos que la que determina en cuanto tiempo murió Carrasco. ¿Cómo voy a estar tranquilo si cinco meses después de mi condena, en la que la Santísima Trinidad personificada en los peritos del CMF aseguró que Carrasco perdió sangre tan rápido que sólo sobrevivió entre 60 y 90 minutos? 25 de Julio: Informe Brailovsky El Diario La Nación113 editó Brailovsky: Carrasco no murió por el golpe Informe: el peritaje del legista establece que el soldado recibió una sola trompada en el tórax pero murió por mala atención médica tras una dolorosa agonía de hasta 48 o 60 horas. El 25 de julio de 1996, al fin se confirmaron los rumores sobre el informe del Dr. Alberto Brailovsky: El informe de 235 páginas, con cuatro que citan la bibliografía, sostiene que Omar Carrasco no murió 90 minutos después de ser golpeado el domingo 6 de marzo de 1994, como asegura la historia oficial, sino que agonizó entre 48 y 60 horas mientras recibió atención clandestina de enfermeras y, luego, de médicos militares del hospital del cuartel de Zapala. No tenía ninguna costilla fracturada, ni lesión en el ojo izquierdo, ni murió por un hemotórax agudo, como pontificara la sentencia. Dice que fijaron ese tiempo de sobrevida para… justificar de alguna manera una muerte más que rápida que impidiera una asistencia médica, pero sí una tenue asistencia paramédica… Falleció –corrige– por contusión pulmonar traumática, cianótico por falta de oxígeno en la sangre, tras una dolorosa agonía, producto de una lenta hemorragia interna que comprimió su pulmón derecho hasta asfixiarlo. Este mismo informe asegura que el soldado recibió una sola trompada en la zona inferior del tórax y que ésta no fue mortal. Que las uñas estaban 113 Diario “La Nación” del 25 de Julio de 1996, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/174848 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 393 cianóticas señal de falta de oxígeno, pero con una hemorragia masiva y aguda tal como sostiene la sentencia, no se hubiese encontrado esa cianosis. La sentencia también menciona manchas de sangre. Brailovsky insiste que Carrasco no tenía heridas externas sangrantes. Esto contradecía todo cuanto se sabía sobre cómo murió Carrasco. Hasta ese día, en el ámbito judicial, en el periodístico y fundamentalmente en el consciente colectivo, se hablaba de “una paliza”, y que había muerto por un gran derrame interno de más de un litro y medio de sangre que lo fulminó en un máximo de 90 minutos: Muy distinto a “un solo golpe en el tórax” y una “prolongada agonía” de 60 horas. También nunca se había aceptado hasta ahora la posibilidad de que Carrasco hubiera podido ser atendido en el Hospital, aunque durante el juicio por el asesinato se ventilaron escandalosos sucesos como el “festival de recetas truchas’. Los forenses que declararon en el juicio por el homicidio establecieron que Carrasco no habría recibido asistencia médica y que sufrió la fractura de tres costillas. Ahora, a Brailovsky no le cabían dudas que Carrasco había sido atendido por personal civil y militar del Hospital Militar de manera clandestina e inadecuada. Y no tan solo dio por comprobada esa atención médica, sino que dio nombres y apellidos. Acusó directamente a cuatro médicos114: el de guardia, Emilio Aguirre; el capitán traumatólogo Jorge Corvalán, el teniente primero neurólogo Daniel Temi y el cardiólogo Norberto Kurchan. A ellos se le suman las tres subtenientes enfermeras. Esa atención y no el golpe, fue la causa de su lenta y paulatina muerte por asfixia. Una correcta asistencia en el hospital del cuartel o en el Hospital Municipal de Zapala a pocas cuadras de la unidad le habría salvado la vida con facilidad. El informe, al decir que no tenía fracturas en las costillas, otra vez contradecía la sentencia. Sentencia que se alineó con lo que arrojó la primera autopsia que se hizo en el Hospital Militar por los Dres. Lucio de la Rosa Rosales, el bioquímico doctor José Roca y el médico forense doctor Rodolfo Villagra, y la reautopsia, efectuada en la Morgue del Poder Judicial de la Nación, que ratificó a la primera. 114 Diario “Clarín” del 23 de Setiembre de 1997, http: //www.clarin.com/diario/1997/09/23/e-04001d. htm IGNACIO R. CANEVARO 394 Gracias a Brailovsky, se pasó –lamentablemente luego de la sentencia– de tener tres costillas fracturadas, a la conclusión de que no eran fracturas, sino que se confundió costillas desprendidas por putrefacción, con fracturas. Brailovsky concluyó que el informe de la Morgue no habla de modo alguno de fracturas de costillas. También concluyó sobre la inexistente lesión en el ojo izquierdo, imaginada a partir de una putrefacción que le daba tal apariencia, pero que no pudo ser demostrada anatomopatológicamente. Ya en agosto de 1996 el flujo de novedades sobre el caso que seguía saliendo en los medios era permanente. Nunca encontramos una noticia desalentadora o que me perjudique en cuanto a que confirme las acusaciones. Muy por el contrario, las rechazaba y hasta las ponía en ridículo, como el caso del papel de una vidente utilizada para desentrañar el homicidio. 01 de Agosto: Adivina adivinador El Diario115 La Nación publicó en dos oportunidades sobre el tema Carrasco: las claves del crimen Jordán: de los papeles que presentó el oficial de Inteligencia surge que una vidente advirtió sobre aspectos del caso. … En esa hoja, Gataminza había anotado las conclusiones de una vidente que fue al cuartel el 15 de abril de 1994. Gastaminza dijo que entregó ese papel al entonces teniente coronel Manuel Reimundes, quien se lo dio a Jordán… Lo interesante es que en aquel papel la vidente aseguró que la clave del crimen de Carrasco “estaba en el hospital del cuartel”. Lo mismo sostiene, con fundamentos científicos, el peritaje realizado por el médico legista de la Policía Federal, Alberto Brailovsky, perito de la causa. De la interpretación de los dichos de la vidente, surgieron otros nombres: el sargento Guardia, dos subtenientes enfermeras, el teniente Carlos Verón y su esposa, la sargento enfermera Mabel Villalba. 18 días más tarde el mismo diario agregó116: El papel de una vidente en la historia oficial Diario “La Nación” del 01 de Agosto de 1996, Link corto: http: //www.lanacion.com.ar/171121 116 Diario “La Nación” del 019 de Agosto de 1996, Link corto: http: //www.lanacion.com.ar/171536 115 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 395 Hospital: la parapsicóloga afirmó que allí estaba la clave del crimen, pero algunos oficiales usaron otros dichos de la mujer para acusar a Canevaro. … “La clave está en el hospital”. Pero el 15 de abril –eso no figura en el sumario sino en declaraciones recientes del mayor (R) Manuel Gastaminza–, se convocó al cuartel a una parapsicóloga. La mujer sugirió que la clave del crimen estaba en el hospital de la unidad, que había 12 personas involucradas, y que en la trama del hecho veía dos banderas. Hilda, la esposa del teniente coronel With, trabajaba en el hospital como fonoaudióloga y la condujo allí. La parapsicóloga señaló un autoclave y un sótano. Y habló de homosexualidad y drogas. Era tal la orfandad de los investigadores militares –según Gastaminza, Jordán consultó a cuatro videntes– que las “dos banderas” se convirtieron en los dos abanderados de la batería de Carrasco: el subteniente Canevaro y Carlos Sánchez, un sargento que dejaría de ser sospechoso del crimen cuando delatara en una sospechosa confesión al subteniente y a los dos soldados. Sin ningún fundamento ni vinculación con el crimen, la “homosexualidad” se le atribuyó a Canevaro durante más de un año y medio hasta que una serie de peritajes demostraron su falsedad. El 17 de abril, dos días después del arribo de la mujer, la justicia militar incomunicó a Canevaro, Sánchez y los dos soldados. La prueba de que la investigación castrense tomó en cuenta a la parapsicóloga se encuentra el 18 y el 20 de abril en las preguntas del teniente coronel José (fojas 512 y 499 del sumario judicial) sobre “homosexuales”, “drogadictos” y “personal de hospital”. Un paquete cerrado Pero el paquete se había cerrado el 17 con los cuatro sospechosos, conformando lo que se conoce como la historia oficial, aunque otros militares cayeron en la cuenta de que el hospital tenía sus abanderadas: las subtenientes enfermeras Claudia Peralta y Viviana González. En el juicio oral, González se convirtió en la principal acusadora de Canevaro. Después se supo que la mitad de su testimonio era falso. En la autopsia del 6 de abril en ese hospital, el forense Rodolfo Villagra escuchó que las enfermeras y otros militares le “soplaban al oído que Carrasco murió por abuso de drogas o medicamentos”. Numerosas recetas falsas y el peritaje del médico legista de la Policía Federal, Alberto Brailovsky, indicarían que en su agonía Carrasco recibió medicamentos equivocados y una mala asistencia médica. Jordán y José no profundizaron la pista del hospital ni las otras banderas. Si tomaban en serio a la parapsicóloga, tampoco averiguaron si las “drogas” eran medicamentos ni, por una cuestión de descarte lógico, si la “homosexualidad” era masculina o femenina. 396 IGNACIO R. CANEVARO “Alguien recortó los dichos de la parapsicóloga para omitir el hospital”, sostiene Oscar Pandolfi, codefensor de los condenados. Si ese recorte ocurrió, se produjo entre el 15 y el 18 de abril. Además de Jordán y José, el 18 se encontraban en el cuartel el general Jorge Halperín, jefe del V Cuerpo de Bahía Blanca, y el coronel Jorge Miná, jefe de Inteligencia del Estado Mayor, luego ascendido a general. Ahora se podía entender de dónde surgieron esas locas ideas que en el juicio dieron tanto que hablar. No eran tan locas, aunque no supieron interpretarlas. Ese tipo de información en manos equivocadas provocaron los resultados desastrosos que hoy están a la vista. Hay que imaginarse la escena de un oficial de inteligencia interviniendo en una investigación en la que no puede meter siquiera la nariz, tratando de tener alguna punta para sacar algo en limpio. A pesar de sus incomunicaciones, aprietes, amenazas, promesas de dinero, a pesar de hacer de bueno y de malo –a veces en el mismo interrogatorio– no había logrado desentrañar la trama del caso. Encima su jefe –Miná– y el jefe de éste –Balza– le preguntarían con tremenda preocupación como si fuera una enciclopedia, cuánto se sabía de la muerte de Carrasco. Es que tenían motivos para estarlo. Es que Jordán… Para averiguar lo que le pasó a Carrasco había que tener oficio, y por más poder supremo que le hubiesen dado, la cuestión era saber cómo se dirige una investigación. De lo único que sabría Jordán era de asustar a soldados de dieciocho años, que en definitiva le demostraron que nada le iban a decir a él, sino al otro sin oficio, el juez Caro, que tampoco supo qué hacer con ellos. 06 de Septiembre: Brailovsky: Carrasco se le murió a un médico El diario117 La Nación golpeó duro a la historia Oficial. Brailovsky: Carrasco se le murió a un médico Omar Carrasco no murió 90 minutos después de ser golpeado el domingo 6 de marzo de 1994, como sostiene la historia oficial, sino que agonizó entre 48 y 60 horas mientras recibió atención clandestina de enfermeras y, luego, de médicos militares del hospital del cuartel de Zapala 117 Diario “La Nación” del 06 de Septiembre de 1996, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/172774 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 397 Qué fue lo que pasó con Omar Carrasco para el perito Brailovsky de manera esquemática. … Según la documentación del legista, los elementos empleados fueron: 1.– 12 jeringas endovenosas e intramusculares, una aguja Butterfly 19 para suero y 500 cc. de solución fisiológica. 2.– Una vacuna antitetánica aplicada el 8 de marzo, como consta en la misma ficha médica de Omar. “No caben dudas de que el 8 Carrasco estaba con vida”, afirma Brailovsky en la página 66 de su peritaje. 3.– Xilocaína (anestésico), los corticoides Celestone Cronodoce, Duo Decadrón inyectable y Dexametasán, el analgésico Paracetamol, tres comprimidos de Valium 5 mg. y Ampicilina. 4.– Un rollo de papel para electrocardiograma pedido el 8 de marzo por la sargento enfermera Mabel de Verón sin firma médica, aunque ese día no consta ningún electrocardiograma ni paciente que lo requiera. 5.– Un bisturí número 23 y 60 metros de venda Cambric de diez centímetros de ancho. La trama probable Brailovsky realiza la siguiente reconstrucción. a.– 6 de marzo: Carrasco recibe el golpe en el tórax, en el mismo sitio, aunque no lo dice Brailovsky, donde el sargento Mario Guardia golpeaba a los soldados. Personal de enfermería lo desnuda para examinarlo. (El cadáver, oculto un mes en la unidad, apareció con el tórax desnudo y un pantalón que no era suyo.) Le realizan una infiltración intercostal con xilocaína. b.– 8 de marzo: se agrava y surgen serios problemas respiratorios. Este día se produce lo que Brailovsky denomina “debacle” en las recetas falsas. En el hospital se altera el orden de las guardias y hay enmiendas en el libro. Omar recibe hidratación parenteral con solución fisiológica, corticoides, analgésicos y el Valium. “Como no hay diagnóstico, tratan los síntomas, no las causas, pero tres recetas indican que se sospecha un hemotórax.” Le realizan electrocardiogramas por arritmias o para una evaluación prequirúrgica. Le aplican la antitetánica pues en el sitio no hay asepsia y quizás intentarán un drenaje. c.– 9 de marzo: su estado es desesperante. Tal vez le vendan el tórax –se ve la impronta en las fotos del cadáver– y eso empeora el cuadro. Consiguen el bisturí para una traqueotomía de urgencia. Omar Carrasco muere. “¿Puede una enfermera recetar analgésicos por vía oral e inyectables, una vacuna antitetánica, anestésicos locales en concentración adecuada, corticoides inyectables, tranquilizantes, un electrocardiograma y un bisturí sin indicación previa y precisa de un médico? Saque su señoría sus propias conclusiones”, afirma Brailovsky. … Como si esto no bastara para complicar la situación del hospital y sus efectivos, el perito encontró que allí, entre enero y febrero de 1994, se consumieron 10 pastillas de formalina, desinfectante de fuerte olor. 398 IGNACIO R. CANEVARO Pero en marzo, mes en que el cadáver estuvo oculto, el consumo ascendió nada menos que a 400 pastillas. Esas son algunas de las conclusiones del informe que el Dr. Alberto Brailovsky presentó al conjuez federal de Zapala Bruno Bonetti. Además de ratificar lo que ya venía diciendo, profundizó aun más y aportó más pruebas. Quienes consultaron a la psíquica allá por abril del ‘94 se deben haber llevado el susto de sus vidas, pues el perito confirmaba que en el Hospital estaba la clave del caso. Más aún cuando mostró el inusual consumo de esas pastillas desinfectantes de formalina, seguramente para borrar los rastros de la atención clandestina en el sótano del Hospital. Brailovsky no era un perito de la defensa de los condenados, ni tampoco de los procesados por encubrimiento. Nada más lejos. El Conjuez Bruno Bonetti había solicitado a la Procuración General un perito y ésta había designado a Brailovsky para ser el perito oficial en la causa de los encubrimientos. La intervención de Brailovsky en otros casos resonantes como el de Jimena Hernández produjo un vuelco al probar que la niña no murió asfixiada por sumersión en la pileta del Colegio de la Santa Unión sino que sufrió un abuso sexual y fue sofocada por el agresor antes de arrojarla al agua. Era evidente que Brailovsky no era un improvisado, y tenerlo como asesor de la justicia corroía la Historia Oficial y al mismísimo Tribunal Oral. Con todos estos tejes y manejes a la vista de todos se entendía porqué el Tribunal no había permitido la declaración de Brailovsky en el juicio por el homicidio, no en una, sino en dos oportunidades. Era ese peritaje… de parejo tenor que… desvirtuaba el dictamen de los peritos del CMF. Ahora se sabe que el médico legista ya tenía una idea bastante parecida al informe que acababa de entregar a Bonetti. En su lugar, el Tribunal Oral entronizó a los peritos del afamado Cuerpo Médico Forense, cuya reputación costaba creer que pudiera ser puesta en duda… Pero faltaba poco para que surgieran nuevos escándalos que los tuvieran como protagonistas. Otra vez sus métodos, pero fundamentalmente sus procederes, volvían a quedar en duda por el descubrimiento de turbias componendas para llegar a emitir ciertos dictámenes. Seguro nos podrían decir muchas cosas que aun hoy no se saben sobre cómo se llegó al dictamen sobre la muerte de Carrasco. Y hay motivos para asegurarlo, pero más tarde surgirían. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 399 El Juez de los encubrimientos ni bien tuvo entre sus manos al “informe Brailovsky” –como se lo denominó de allí en más– comenzó a tomar medidas que terminaron por forzar un desenlace funesto. Haciendo valer las premisas del informe, fijó el rumbo de la investigación con pulso firme para comprobar si era cierto lo que afirmó Brailovsky: que Carrasco no murió por un golpe en el pecho como sostiene la sentencia, sino porque los médicos del cuartel lo atendieron clandestinamente y con error de diagnóstico. Pero eso mismo terminó por apartarlo en septiembre del ‘96. Bonetti renunció porque quería investigar. Paradójicamente, inversas razones a las de Caro. 19 de Setiembre: La contraofensiva oficial El diario118 La Nación publicó Renunció el juez debido a las trabas. Bonetti: el magistrado acusó a la fiscalía de impedirle investigar; el perito Brailovsky radicó una denuncia por amenazas. “Bonetti no se prestará a una farsa. El Tribunal Oral le dijo que no podía indagar sin acusación fiscal, pero la fiscalía no acusa ni quiere investigar”. El fiscal de la Causa, Dr Viaut se opuso a la incorporación en el expediente del informe Brailovsky, y eso fue la gota que colmó el vaso. El ahora ex-juez explicó que el fiscal Viaut le impidió profundizar la investigación; Más concretamente lo acusó de “obstruir la investigación”. Viaut representaba a la intransigente historia oficial, y en ausencia de Rubén Caro, con quien había iniciado el expediente por el homicidio, era él quien se oponía a todo intento de descubrir lo que realmente había pasado en el cuartel. Cada medida tomada por el juez era rechazada por el fiscal y apelada ante su instancia superior, que para suerte de la historia oficial, era el mismísimo Tribunal Oral de Neuquén. Todo lo revelado caía nuevamente en saco roto: era un círculo vicioso. Bonetti siempre quedaba atrapado entre los brazos de la tenaza con que la historia oficial atropellaba a la verdad. Así no pudo seguir. En su escrito Bonetti dijo: “…la recurrente negativa de la fiscalía a profundizar la investigación no es producto de una mera casualidad. Sus conductas denotan la clara intención no sólo de evitar ahondar en los hechos 118 Diario “La Nación” del 19 de Septiembre de 1996, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/173000 400 IGNACIO R. CANEVARO de la muerte de Carrasco, sino también de obstaculizar los avances logrados en esta investigación para esclarecerlos. Esta actitud ha sido una constante.” Agrega Bonetti que se ve “en la imposibilidad de investigar hechos y conductas debidamente probadas…”. El caso pasó al juez federal de Neuquén Guillermo Labate que el año anterior ya había sido reemplazado por problemas de salud durante nueve meses por su par Margarita Gudiño de Argüelles. Este era el tercer juez en la causa por los encubrimientos, que siguió con el impulso dado por Bonetti, hasta que se estancó un par de meses después, cuando se cumplieron las medidas dispuestas por Bonetti, que lograron zafar de la mordaza. Los problemas de Labate en su momento preocuparon, pero ahora se sabe que respondían a otras cuestiones que no tenían tanto que ver con su salud. En noviembre del 1999 empezó a estresarse, justamente cuando no tenía más remedio que investigar si el juez Caro encubrió la aparición del cadáver del conscripto, y si Caro, o el Ejército –o ambos–, ocultaron testimonios esenciales, sobre la inocencia de los tres que fuimos condenados. Desde allí hasta el final del caso no dejó de pedir extensísimas licencias médicas psquiátricas, que hicieron que muchas de las decisiones importantes sean tomadas por quien fue virtualmente la cuarta magistrada de la causa, la Dra. Margarita Gudiño de Argüelles. Después de varios meses de avances ininterrumpidos, la historia oficial tambaleaba porque sus cimientos ya casi no existían. El juez que la ayudó a nacer, estaba sometido a juicio político ante la Cámara de Diputados por su labor en el sumario del homicidio y había tenido que renunciar a la instrucción de la causa por los encubrimientos por ser parte interesada, pues él mismo fue acusado de encubridor. Los indicios sobre los que se tejieron las condenas, habían sido desvirtuados uno a uno por los hallazgos del Juez Bonetti y seguían en peligro los que aún permanecían firmes porque todavía faltaban varias medidas dispuestas por el exjuez antes de excusarse. La llegada de Labate fue el velado comienzo de la decadencia de la causa de los encubrimientos. Al principio se mostró como continuador del impulso de Bonetti, pero poco a poco se fue vislumbrando una desaceleración que lo llevó a una parálisis tal, que debió ser suplantado por la Dra Argüelles, que dio los pasos que él mismo no se atrevía dar. Igualmente esos pasos no tuvieron la determinación que hubiera requerido, solo quedaba la inercia del envión de Bonetti. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 401 12 de Septiembre: Casación confirma condenas “El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ese es un criminal!…”. BERTHOLD BRECHT El diario119 La Nación Publicó Carrasco: Confirmaron las condenas … La resolución constituye una nueva legitimación de la historia oficial del caso Carrasco, y gravitará en la causa de los encubrimientos del crimen y en el pedido de juicio político al cuestionado juez Rubén Caro, que labró el sumario del homicidio. “Quedará blanqueado”. En una prueba de solidaridad entre los poderes, integrantes de la Comisión de Juicio Político de Diputados habían adelantado a La Nación que, ante el aval de Casación, el juicio no prosperaría pese al cúmulo de testimonios que los legisladores recogieron contra Caro. “Quedará blanqueado”, admitió un diputado de la Comisión presidida por el justicialista César Arias y donde tuvieron activa participación Carlos Soria y Miguel Pichetto… En sintonía con esa desaceleración, la Cámara de Casación al confirmar las condenas, avaló una vez más a la historia oficial. Lo que sigue puede ser un poco técnico y su lectura no es imprescindible, aunque aclara varios puntos sobre la sentencia de Casación. Los camaristas Wagner Mitchell (presidente), Juan Fégoli y Pedro David, revisaron como se sabía solamente los aspectos de derecho de la sentencia y rechazaron todos los puntos cuestionados porque consideraron que se referían a las pruebas, o porque carecían de fundamentación, o porque no habían sido citadas las normas presuntamente violadas. Una cuestión de puro criterio: “Ellos consideraron…”. Esta Cámara no es un tribunal de apelación –señalaron– ni le corresponde revalorizar las pruebas, y allí fueron innumerables e inmejorables argumentos para demostrar nuestra inocencia. El fallo fue leído al mediodía y lo transmitieron en directo por televisión. Yo estaba tan escéptico acerca de un resultado favorable que ni siquiera re119 Diario “La Nación” del 12 de Septiembre de 1996, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/168715 402 IGNACIO R. CANEVARO gresé del recreo para oírlo. Era poco el tiempo en que podía ver el sol, y no me quería perder esa hora para confirmar lo que ya intuía. Era como ver un partido de fútbol diferido donde ya se sabía –para colmo– la goleada a nuestro equipo. Algunos compañeros del pabellón donde yo estaba, regresaron para ver la sentencia. Parece mentira que les interese el tema –pensaba– pero dejaron el recreo y se apiñaron en los televisores para ver como ningún agravio de los presentados por mi defensa, lograban hacer pie en la sala, invadida de familiares esperanzados y periodistas de todos los medios. Así como se verá más tarde en los demás fallos, se encontraron caprichosas justificaciones a cada uno de los agravios presentados por nuestras defensas. Sobre las numerosas omisiones y tergiversaciones, contadas en más de cuatrocientas, se dijo que Las actas de debate no constituyen una transcripción de lo ocurrido en él tal como parecen creer los recurrentes, sino sólo una síntesis; lo asentado en esos instrumentos “puede ser defectuoso e incluso incompleto pero si ese detalle concreto no está impuesto expresamente por la ley ello no conduce a su nulidad”. Eso pareciera habilitar a la secretaria del tribunal a escribir lo que se le antoja de lo que pasa durante un testimonio y de la manera que mejor le parezca, aunque sea en sentido opuesto a lo que acaba de escuchar. Un disparate legal autorizado eso sí por la doctrina de reconocidos juristas. Que confrontar el contenido de los videos con lo asentado en las actas de debate resulta inadmisible, toda vez que esa petición está encaminada a cuestionar inclusiones o presuntas distorsiones del acta convalidada. O sea como niego que las actas evidencian prejuicio, también niego que los videos sirvan para revisar ese mismo prejuicio. El prejuicio no se revisa. Punto. Que la “Pericia sofrológica” a la que se ofrecieron someter los acusados… tampoco puede prosperar. Ello es así pues la mencionada prueba no está contemplada en nuestro ordenamiento jurídico y eventualmente se opondría no solo a nuestra Constitución Nacional sino también a lo consagrado en el art. 5.2 del Pacto de San José de Costa Rica y en el art. 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Eso es entendible, pero también debe entenderse que ya habíamos agotado todos los recursos para demostrar nuestra inocencia y hubiese sido muy elocuente las revelaciones incuestionables de esa prueba, sabiendo que solo muy pocos pueden engañar su resultado. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 403 Que si la sentencia omitió dedicar un párrafo preciso, al comienzo de sus fundamentos, para fijar los hechos… se dijo que si bien en algunas de sus partes no siguió el orden de estilo debido a la complejidad del caso sub examine y a la multiplicidad y diversidad de los medios probatorios colectados durante el juicio, es válido en su sustancia y forma. Cuando se habló de “omisión de pruebas dirimentes” o sea que se descartaron en el análisis de la sentencia las pruebas que nos favorecían y solo tomaban las que –abusando de la imaginación– nos perjudicaban, se dijo que estos agravios son formalmente improcedentes por ausencia de fundamentación in jure al haberse omitido la cita concreta de la disposición que comunica la sanción de nulidad para la sentencia que haga mérito de la prueba, que, en su opinión, es también nula. Entonces decir que vulnera la doctrina legal del art. 398 CPCr., y por ello incurre en el vicio del art. 404 inc. 3 (fs. 5645), no fue suficiente, pues es indispensable no sólo citar específicamente la regla lógica presuntamente conculcada sino también demostrar por qué las conclusiones son contrarias a esas reglas que gobiernan el pensamiento humano. Y eso que estamos hablando de una sentencia a 15 y 10 años de prisión, donde los recurrentes están gritando que los acusaron mal, que los juzgaron mal y que claman justicia… Casación en este caso trabaja a reglamento… También cuando la defensa introdujo el agravio de la hipótesis de Guardia golpeador, sostuvo que en la sentencia se vulneró el principio lógico de razón suficiente porque el tribunal omitió considerar en su decisorio la hipótesis acerca de cómo ocurrieron los hechos. En apoyo del agravio planteado se dijo que no puede haber al mismo tiempo dos versiones opuestas sobre un mismo suceso y que ambas tengan lógica y coherencia, pues ello implicaría que serían al propio tiempo verdaderas y falsas. Casación dijo que en respuesta a la impugnación formulada corresponde precisar que el planteo trazado revela, sin más, la disconformidad de la defensa con la valoración de la prueba efectuada por el a quo. Como es sabido el tribunal de juicio determina libre y prudencialmente la eficiencia probatoria de los medios convictivos sustanciados en la causa; en este punto es soberano y esta Cámara no puede controlar el acierto o desacierto de su juicio y mientras ese material aparezca enunciado en forma correcta en la sentencia, esté constituido por elementos legalmente admisibles y sea lo que estaba obligado a examinar con arreglo a la ley procesal. Bien, bárbaro. Cuando en los alegatos (Previo a la sentencia) Pandolfi expuso la versión –sin demasiados fundamentos– de que Guardia podía ser 404 IGNACIO R. CANEVARO tranquilamente el asesino de Carrasco, no fue para revolear la media y salvarnos a costa de otro. Lo hizo para demostrar que cualquiera encajaba en el “traje del asesino” con las pobres pruebas colectadas en las audiencias. Si esa versión no era desvirtuada, claramente no se podía condenar porque las dos versiones no podían ser verdaderas y falsas a la vez. Había que decidir cuál era la falsa. Lo más cómico era que a guardia le encajaba como un guante. Entonces, como Casación decía que el tribunal oral era soberano en determinar libre y prudencialmente la eficacia de las pruebas, y que no podía controlar el acierto o desacierto mientras la sentencia tenga “apariencia legal”, entonces en Neuquén se gastaron demasiado. Lo más importante era una apariencia legal. El resto no importaba. Casación no casaba la sentencia, solo se limitaba a verificar si tenía o interpretaba si tenía apariencia legal. Nunca más palpable la cita de Platón en ocasión de relatar la sentencia del tribunal oral… La peor forma de injusticia es la justicia simulada (Platón). Un verdadero asco. Cuando se expuso el agravio sobre que fuimos acusados por haber cometido el crimen de una manera y fuimos condenados por hacerlo de otra diferente, la respuesta fue que en realidad se exige identidad esencial y no identidad total, por lo tanto no se verifica incongruencia alguna si la divergencia es de mero detalle. No les entraban balas. Es como la verdad y la verdad real… Como si fuera poco y ya abandonando la tediosa tarea de resaltar las desgraciadas conclusiones de Casación, y solo después de recibirme de abogado, me enteré que en aquella época Casación no funcionaba como tribunal de alzada común. Aunque sabía que revisaba las sentencias, no sabía que las cuestiones de hecho y de prueba no tan solo no se trataban sino que estaban prohibidas. En las consideraciones de casación se ve claramente cuando citan al Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Córdoba que ya había dicho… Cuando el recurso es fundado en falta de motivación por ilogicidad del pronunciamiento (…) no se puede, usurpando facultades legalmente conferidas al tribunal de mérito o arrogándose funciones propias de una segunda instancia proscripta por nuestras leyes, revisar la valoración de los elementos probatorios de la causa, para declarar el acierto o desacierto de la conclusión de la sentencia que ella fi ja… O sea que, si –como en mi caso– nos juzga un tribunal que dicho sea de paso tenía un prejuicio instalado, con una evidente intención de condenar, estamos fritos. Solo nos queda Dios. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 405 En el año 2003 recién se comenzó a vislumbrar una solución que contemplaba la posibilidad de que Casación además tenga que merituar estas cuestiones relativas a los hechos y la prueba, en sintonía con el tan mentado Pacto de Costa Rica – Convención interamericana de DDHH. Hasta ese entonces se hacía una interpretación convenientemente restrictiva del art 456 del Código Penal. A partir de allí y con nuevos fallos que provocaron el debate, comenzaron a alzarse voces a favor de la ampliación de las facultades casatorias. ¿Será legítima entonces una sentencia que –si bien no es susceptible de impugnación por errónea aplicación del derecho y/o inobservancia de las normas sustantivas– (Casación) tiene vicios acerca de la determinación de los hechos y de la valoración de la prueba, y más allá de ello, pase per se, en autoridad de cosa juzgada? Si llegáramos a la concordia de que ambos interrogantes nos presentan una respuesta negativa, el artículo 456 de la ley de forma, no satisface el compromiso del Pacto San José de Costa Rica –Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 75 inciso 22 CN), por ende, la normativa ritual deviene contraria a nuestra Constitución Nacional.-120 Con el tiempo la función de la Cámara Nacional de Casación Penal fue abordando el tema del derecho al doble conforme, obligatorio constitucionalmente, y fue ampliando su competencia, sosegadamente. De más está decir que nada hubiera cambiado, todo hubiera sucedido tal como hoy se ve. Aunque como en el caso de los bailes en el ejército que fueron prohibidos luego de mi condena por el consejo de guerra de Covunco, la doctrina del doble conforme fue implementada bastante tiempo después de las condenas del tribunal oral de Neuquén. Si la brevedad del libro que hoy me ocupa no fuera a esta altura del relato un tema esencial, podría contar cada uno de todos los agravios que fueron descuartizados en aras de la Obediencia Debida Constitucional. Pero creo que se entiende la idea. Es como ver en la tv un yerro en el disparo al arco y en la repetición, es un golazo. No cabe en la cabeza. Lo que nos quedaba ahora, era apelar a la Corte suprema mediante un “Recurso Extraordinario”, que se debía interponer ante la misma Cámara. “Casal”: Precisa respuesta al derecho al doble conforme. Por las Dra Gabriela Alejandra Maceda y Tamara Laura Ortenzi. http: //www.espaciosjuridicos.com. ar/datos/AREAS%20TEMATICAS/PENAL/casal. htm 120 IGNACIO R. CANEVARO 406 En caso de ser denegado, se podía recurrir con un “Recurso de Queja” ante la misma Corte, pero visto estaba que si se llegaba a ese extremo, estaba todo mal, aunque para mí ya lo estaba y desde el mismísimo comienzo. El año que había comenzado con grandes expectativas, parecía desdibujarse con el paso del tiempo. Primero Casación que ratificaba las condenas y más tarde vendría el otro revés. No sería fácil. Un nuevo golpe que se sumaba a la contraofensiva de la historia oficial, esta vez a favor del juez Caro. 09 de Diciembre de 1996: Caro no se toca El diario121 La Nación publicó Carrasco: salvataje de Caro en Diputados Directivas: los legisladores peronistas de la Comisión de Juicio Político habrían recibido instrucciones para trabar el enjuiciamiento del magistrado; habría dictamen en disidencia de la oposición. “Los juicios políticos son políticos, y los diputados peronistas recibieron instrucciones de salvar al juez Caro para que no se caiga el caso Carrasco”, informaron a La Nación dos legisladores opositores que integran la Comisión de Juicio Político de la Cámara Baja… Nuestras esperanzas de que se llegase al juicio político siempre habían sido alimentadas por las novedades del caso Carrasco II, pero habiendo visto como progresaba hacia fin de año, sumado a las distintas señales de no ceder terreno en ningún frente, nos hicieron notar que era una pelea desigual por donde se la mire. Sólo íbamos a pelear por la verdad, sabiendo que sólo un milagro nos ayudaría a demostrar todo lo que se hizo para ocultar la verdad. 1997: ¿Se cae el juicio? El año de la Corte y La CIDH El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo. MENADRO 121 Diario “La Nación” del 09 de Diciembre de 1996, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/174381 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 407 Fue el año más prolífico en novedades sobre el caso Carrasco, aunque fueron menos radicales que las surgidas en el ‘96. Otra parodia de consejo de guerra se montó contra Correa Belisle por haber declarado en el juicio que Balza había mentido al decir que no llevó a Inteligencia Militar para investigar el crimen. Muchos años después traería cola, y aunque Correa Belisle no sea más militar, salió ganando el caso. Balza comenzó a anunciar su pase a retiro, quizá para pedir asilo en sus bien cimentadas alianzas políticas. Se descubrió que el ejército había entregado a la Justicia un segundo sumario, por consiguiente… trucho para que comience las actuaciones. Sería bueno saber quiénes eran los culpables en el primer sumario elaborado por la Inteligencia Militar. Años después el mismo Comandante de Brigada de Neuquén reconocería –sólo cuando su pellejo corría peligro– en forma expresa que es consciente de que fue “un acto ilícito, una irregularidad” el sumario militar trucho incorporado a la investigación del homicidio. Además reconoció que las irregularidades en el sumario militar obedecieron “a la urgencia de la orden del general Balza para que entregáramos el expediente en tres horas”. En la medianoche del 21 de abril de 1994, Díaz le puso su firma en Zapala a la orden para investigar el “abuso de autoridad” imputado al subteniente Ignacio Canevaro y al sargento Carlos Sánchez por haber “bailado” a los conscriptos durante varias horas la tarde del 6 de marzo de ese año, en la que fue golpeado Carrasco. Esa investigación militar terminó por mezclarse ilegalmente en la causa civil por el crimen.122 Hubo muchos movimientos para boicotear las pesquisas, pero también innumerables hallazgos en la causa por el encubrimiento del crimen; Unos y otras hicieron fila para estar en los titulares de varios diarios, principalmente de La Nación, que no dejó de mostrar cómo fue la verdadera trama del caso. Por nombrar solo algunos y para ver el hervidero que era el tema Carrasco, el 10 de marzo del ‘97 se publicó Acusan a un general de adulterar pruebas, el 13mar97 Todos los caminos conducen al Hospital, 14mar97 Falso sumario por Carrasco, 18mar97 Balza podría ser imputado, 20mar97 Eliminarían la guarnición en la que fue asesinado el soldado, 31mar97 Inteligencia actuó bajo una pantalla, 04abr97 Sargento prófugo, 09abr97 Caro no habría investigado la muerte, 25abr97 el juez Labate recibió una sorpresiva citación, 122 Base de Datos SER en el 2000, “Se trató de un acto ilícito”, Link corto http: //www.ser2000.org.ar/Archivo/d000d347. htm 408 IGNACIO R. CANEVARO 28abr97 Se estanca el caso por la trama judicial, 23may97 el fiscal complicó a Balza, 30may97 Labate pide indagar a Balza por falso testimonio, 03jun97 Citarían al Presidente por el caso Carrasco, 04jun97 Enjuiciarían a Caro por el caso Carrasco, 10jun97 La sentencia se anticipó al juicio, 14jun97 denuncian contactos entre la Justicia y el Ejército, 10set97 Balza dijo que el Ejército no vendió armas a Croacia, 11set97 Brailovsky reveló que se ocultaron pruebas, 23set97 Carrasco murió por error de los médicos, según Brailovsky, 29dic97 Admiten que pudo haber sido asistido. Sin duda la del 23 de setiembre en donde Brailovsky acusa con nombre y apellido a los autores del asesinato es la más fuerte. Se trataba de una ampliación de 110 hojas al informe de más de doscientas del años anterior. “Corvalán lo asistió”. A 13 días de recibir el informe, el juez Labate aún no ordenó las medidas que le propuso el perito. Cuando el Tribunal Oral de Neuquén juzgó el homicidio se negó a escuchar a Brailovsky. Paradójicamente, esa sentencia obliga a Labate a investigar si hubo asistencia. Brailovsky dice que sí, pero que de ella surgen otros autores del crimen. Es decir: si Canevaro y los soldados lo golpearon, no lo mataron. De probarse, obligaría a revisar el caso. Según Brailovsky, Corvalán firmó siete de las 14 recetas falsas. “Todas las anormalidades ocurren sólo del 6 al 9 de marzo en las recetas de los médicos nombrados para justificar el uso injustificado de medicamentos. Es raro –señala– que el domingo 6 de marzo Corvalán, Kurchan y Temi fueran al hospital por simples patologías sin estar de guardia”. Agrega que se fraguaron enfermedades, se inventó la paciente María Gómez y se adulteró la historia clínica de José Alfaro. “No me quedan dudas de que Carrasco recibió atención médica con un diagnóstico equivocado. Un tratamiento inadecuado lo llevó a la muerte por una hemorragia interna de mediana intensidad y una contusión pulmonar que produjo una insuficiencia respiratoria con cianosis” (falta de oxígeno en la sangre). “Corvalán –explicó– concurrió el 6 al hospital, no para tratar tres gangliones inexistentes, sino para asistir a Carrasco”. La ficha médica del soldado señala que recibió la vacuna antitetánica el 8 de marzo, dos días ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 409 después de su “muerte oficial”. La pidió Kurchan en una receta a nombre de Orlando Costa, vacunado varios días después. Este y los demás son solo 20 titulares de los más de 130 que figuran en los archivos del mismo diario, y que obviamente están a disposición de cualquiera que quiera consultarlos y profundizar en jugosos detalles, pues les aseguro, es para entusiasmarse. Pero siguiendo con la causa del homicidio, se llegó como era de prever a la Corte Suprema a través de la queja antes mencionada, y después de varios meses de demora, el 01/07/1997 nos enteramos que el recurso había sido rechazado sin siquiera haber sido tratado. Descartado de plano, así: como quien no quiere saber más nada sobre el tema, que ya lo tiene cansado. El “Writ of Certiorari” es una facultad que tiene la Corte Suprema de Justicia, para no ocuparse de una causa porque no está comprobado el agravio causado, o porque se trata de un hecho que carece de trascendencia, todo esto utilizando su sana discreción y con la sola invocación de este artículo. La justicia mientras cruza los dedos pareciera decir “pido” y acá se terminó el cuento. El agravio causado se trataba de 15 años de prisión y la trascendencia del caso… Nada más terminó con el Servicio Militar Obligatorio. El presidente lo utilizó en uno de los spots publicitarios de su campaña para ser reelecto; Había provocado uno de los primeros juicios orales del país, que insumió más de tres meses y 140 testigos. De este caso derivaron los encubrimientos, aún más preocupantes para el gobierno y la conducción del Ejército, ya que –se sospechaba– llegaban a las más altas esferas y como si eso fuera poco, continuaba consumiendo miles de páginas de diarios y revistas. Pero el caso Carrasco no tuvo la suficiente trascendencia como para que la Corte se ocupe siquiera en revisar un recurso. Algunos –ya se sabía– habían vinculado al Caso Carrasco con la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, con la explosión intencional de la Fábrica Militar de Río Tercero, con la caída de un helicóptero en el Campo Argentino de Polo. Uno se preguntará ¿Qué tienen en común todos estos hechos? Hay para hablar, pero a decir verdad, siempre estaba presente la figura del Jefe del Ejército. El tenía y aún tiene algo que decir en cada uno de estos hechos. Pero 410 IGNACIO R. CANEVARO eso es para hilar más fino y sin exagerar da para otro libro, ya que excede este relato. El fallo de media carilla decía: Considerando: Que el recurso extraordinario, cuya denegación motiva la presente queja, es inadmisible (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Por ello, se desestima la queja. Intímese a la parte recurrente y al fiador solidario a que, dentro del quinto día, efectúen el depósito que dispone el art. 286 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, en el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, a la orden de esta Corte y bajo apercibimiento de ejecución. Hágase saber y archívese. JULIO S. NAZARENO – EDUARDO MOLINÉ O’CONNOR – AUGUSTO CÉSAR BELLUSCIO – ANTONIO BOGGIANO – GUSTAVO A. BOSSERT – ADOLFO ROBERTO VÁZQUEZ Unos cuantos años después, en el 2006, una sentencia del Consejo de la Magistratura, los contradijo categóricamente. Para la Corte no tenía trascendencia, pero para el cuerpo colegiado… “…A partir de un análisis de todas las cuestiones que se han ponderado durante el juicio, cabe concluir que la complejidad del caso, la calidad de los imputados y los intereses institucionales en juego, dificultaron en algunos aspectos la tarea del doctor Caro. En efecto, desarrolló con escasos medios una compleja tarea investigativa, respecto de uno de los hechos más relevantes de la historia judicial argentina, cometido en un regimiento militar y bajo la mirada de la opinión pública nacional…”. Pero igual, ¿Qué importa que te den la razón, si lo hacen mostrando desfachatadamente su incoherencia? El caso Carrasco ya tenía sentencia firme y a partir de ahora pasaba a ser “cosa juzgada”. En esta oportunidad prácticamente ni me enteré del fallo, porque ya había dejado de seguir definitivamente las alternativas de los recursos, que seguían ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 411 siendo revés tras revés. A pesar de no haber tratado el tema, tuvimos que hacer el depósito al que se refieren en el fallo, el del art. 286, que ascendió a la suma de mil pesos, ni más ni menos. Claro que como estábamos en la época de la convertibilidad, era lo mismo que decir mil dólares estadounidenses. Una chance más se jugaba por cuerda separada, ya sin mi atención. Habiéndose decretado la cosa juzgada quedaba expedita una instancia, ya fuera de la jurisdicción y competencia del país. Se trataba de recurrir ante la CIDH –Comisión Interamericana de Derechos Humanos–, un organismo ubicado en Washington DC, compuesto por 7 jueces que representan a los países miembros de la OEA. Sintéticamente entre sus atribuciones están las de formular recomendaciones, cuando se lo estime conveniente, a los gobiernos de los Estados miembros para que adopten medidas progresivas en favor de los derechos humanos dentro del marco de sus leyes internas y sus preceptos constitucionales, previo trámite de pedido de informes al mismo estado quien debe contestar sobre el asunto en particular. Se sabía que la Comisión ya había actuado en otros casos y había hecho reconocer al estado argentino que se habían violado los derechos humanos de diferentes personas que también habían sido condenadas con sentencia firme. Varios como el caso de Sebastián Bordón en el ‘97 en Mendoza o los guerrilleros que coparon el Regimiento 3 de La Tablada en el ‘89 también estaban recurriendo para esa época, lo que movilizaron a lo que quedaba de la defensa a echar mano de este recurso. Contactos por teléfono, importantes conferencias que esperanzaban a mi familia, me hicieron poner atención al tema que creía muy distante, pero al poco tiempo decayó para no volver jamás. Los derechos humanos de un militar que –cabe aclarar– en la época del proceso tenía cinco años, no tuvieron la suficiente importancia ni para los derechos humanos, como también lo mostrara la corte suprema. Sin embargo los demás planteos tuvieron éxito. Mucho tiempo después se tendría noticias. En el ‘97 el caso La Tablada tuvo un informe favorable de la CIDH y obligó al estado argentino a reparar las garantías violadas en el proceso que se les llevó a cabo. Gracias a ello, luego fueron indultados en 2002 por el presidente Eduardo Duhalde. Eso permitió que José Felicetti –jefe operativo de aquel copamiento al regimiento donde hubo 23 muertos– sea designado por 412 IGNACIO R. CANEVARO el gobierno de la ciudad de Bs. As. Director General de Políticas de Reciclado Urbano, aunque luego de 2 días en el cargo, debió renunciar por la polémica desatada. El caso Bordón desplazó a un ministro de Gobierno, al subsecretario de esa cartera, al jefe y subjefe de la Policía y a dos comisarios con jurisdicción en la zona sur de Mendoza, que estaban a cargo cuando desapareció el estudiante. Además en el ‘99 el gobierno argentino debió acatar la recomendación de la comisión e indemnizar a los padres del estudiante asesinado. Pero mi caso fue diferente a estos y todos los demás. Como siempre. Yo no tuve derechos humanos. La verdad, no se a qué se debe que no haya tenido eco mi reclamo. Estoy tentado a pensar que mi condición de militar atentó contra mi pedido. Deben haber pensado que algo estaba mal. ¿Un militar argentino con derechos humanos? No puede ser… Luego me enteré que para tener cabida en la CIDH un detalle fundamental era la de ser víctima de alguna violación esos derechos, pero igual no me conformaron pues no pude comprender cómo hicieron para atender el reclamo del Movimiento Todos por la Patria, de la Tablada, pues que yo sepa, no tenían nada de víctimas… Además, no tiene por qué existir una taxativa incompatibilidad entre ser víctima e imputado. Si bien era formalmente el victimario en el caso Carrasco, estaba denunciando –y pruebas no faltaban– que era una víctima más, pero se ve que el prejuzgar no fue patrimonio exclusivo de los argentinos. Así es que sin derechos humanos estaba terminando los estudios del CBC en el centro universitario. A mediados de ese año, podría elegir una carrera. La elección era bastante difícil: debía decidirme a enfrentar una carrera de seis años, y ninguna de las dos disponibles me interesaba. Para ser sincero, en ese momento era solo para pasar el tiempo más ocupado. Me incliné por la de abogacía, pues sociología era mucho menos compatible conmigo. Además contaba con el apoyo de Cecilia. Si el amor todo lo puede, Cecilia fue la encarnación del refrán. Ella era mi novia, mi amiga y gracias a su descomunal esfuerzo, logramos permanecer juntos, y formamos una familia. La segunda materia que cursé ya de lleno en la carrera fue nada menos que Derechos Humanos. Casi una cargada. Un día de octubre del año ‘98, mientras estaba en una clase de Derecho Constitucional, un señor que vivía en mi mismo pabellón, dos camas de por medio, me vino a ver. El compraba siempre el diario y me mantenía al tanto ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 413 cada vez que salía alguna noticia del caso. Tantas veces me había avisado de novedades en el caso, que tenía un conocimiento envidiable de la trama. Era un señor grande, de buenos modales, al que nunca le pregunté porqué estaba detenido. La noticia salió en el diario La Nación y su título decía Investiga la Corte a sus peritos forenses. … el juez de instrucción Mariano Bergés citó a indagatoria a 31 miembros del CMF por considerarlos sospechosos de encubrimiento y falsos peritajes… … Entre los citados a indagatoria hay dos peritos que intervinieron con autopsias polémicas en casos resonantes, como los de María Soledad Morales y el soldado Omar Carrasco… … Con el objetivo de proteger a dos colegas acusados en otra causa, 29 forenses habrían prestado su firma para convalidar un plenario del CMF que jamás sesionó… … La causa que investiga Bergés deriva de otra iniciada por la muerte de Cristina Britez Arce y su bebe por mala praxis médica. Britez Arce dio a luz en la Maternidad Municipal Sardá y con la intención de proteger a los médicos de ese instituto, dos forenses, Carlos Fernando Poggi y Florencio Casavilla, falsearon un dictamen sobre la muerte. También estaba adulterada la historia clínica de la madre. Hubo nuevos peritajes hasta que el juez Guillermo Carvajal ordenó que el CMF sesionara en pleno y esclareciera por qué murió Britez Arce y si los peritos iniciales falsearon la verdad. De la investigación de Bergés surge que el plenario de todos los forenses nunca sesionó y que el informe que firmaron los 31 peritos sólo lo confeccionaron Pantín y Patitó. También surgió que el informe es falso. “El CMF demuestra un alto grado de impericia y negligencia en la confección de los informes a vuestra señoría. Sus conclusiones –expresaron los peritos especiales de Córdoba que actuaron en reemplazo del CMF– son aseveraciones temerarias y no confiables, carecen de coherencia lógica y son acientíficas, creando desinformación e incorrecta valoración en el juzgador”. Ya en abril de ese mismo año se había ventilado el tema en los diarios, pero ahora la noticia era seria. Habían sido citados a indagatoria, diligencia que ahora ya sabemos bien de qué se trataba. En ese mes se había dicho que… El plenario tenía un plazo de 20 días, pero demoró tres meses. Debía esclarecer la causa de la muerte de Cristina (Britez Arce) 414 IGNACIO R. CANEVARO y la actuación de Poggi –hijo del vicedecano del CMF– y de Casavilla, hijo de otro forense… … Entre ellos se encuentran Osvaldo Héctor Curci y José Angel Patitó, quienes intervinieron, con Hugo Raffo, en la reautopsia de María Soledad Morales. Curci también actuó, con Raffo y con Julio Ravioli, en otra reautopsia controvertida: la del soldado Omar Carrasco… ¡Perfecto!… y estas son las eminencias que utilizaron principios técnicos inobjetables de los que la sana crítica del Tribunal Oral en su sentencia aconsejaba no apartarse. Bárbaro… Si fueron capaces de esto, eran capaces de todo, incluso de ajustar a medida de los jueces sus dictámenes, por no decir que directamente les preguntaran: Su señoría: “Cómo quiere que digamos en el dictamen que murió Carrasco? El resto fue anécdota y el tiempo se ocupó ventilar y curiosamente de limpiar esos detalles nefastos. Ya en diciembre los casos del CMF no asombraban a nadie. Eran un verdadero bochorno, aunque igual nadie salió mal parado. El diario La Nación123 publicaba titulares como La Cámara del Crimen criticó un informe de 40 especialistas; se investiga la denuncia de una presunta mafia en la morgue. También Inseguridad Jurídica, Otros casos signados por la polémica y entre ellos el caso Carrasco. Raffo, Curci y Ravioli afirmaron que murió casi en el acto y tenía tres costillas rotas. Así reforzaron la historia oficial que indica que en el homicidio sólo intervinieron el subteniente Ignacio Canevaro y dos soldados, ya condenados. Sin embargo, el estudio del anatomopatólogo del CMF no indica ninguna fractura. El perito Alberto Brailovsky dijo que el soldado agonizó dos días bajo atención médica clandestina y errónea y murió por culpa de los médicos militares. Cuando se quiso buscar medicamentos, las vísceras se perdieron durante 15 días en la morgue del CMF y luego aparecieron podridas, por lo cual, sostiene Brailovsky, el estudio dio negativo. En consonancia con las denuncias de mafia en el CMF, una de sus eminencias admitía que su dictamen –vital para lograr las condenas en el caso Carrasco– ya no era tan terminante, sino mucho menos. Tal como lo hizo anteriormente el forense Villagra, luego de tirar la piedra, escondió la mano. Ya habían servido a la historia oficial, pero para ello 123 Diario “La Nación” del 01 de Diciembre de 1997, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/81994 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 415 habían tenido que mentir, e incluso torcer la ciencia. Las condenas estaban firmes, pero la inmensa soberbia de creerse científicamente impecables les hizo volver atrás para que cuando se supiera la verdad, no quedaran tan mal parados. El diario La Nación124 publicó una entrevista con el forense Julio Raviolli. “Para nosotros, Omar Carrasco murió por un traumatismo de tórax que le generó una hemorragia interna. No descarto que lo puedan haber asistido y se les haya muerto; ésa es otra investigación en otra etapa que realiza (el médico legista, Alberto) Brailovsky, que accedió a documentación y recetas que nosotros no tuvimos. Es otro tipo de investigación y es perfectamente posible. Si en el juicio oral los jueces no lo llamaron a declarar, es un problema de los jueces”. A continuación y pese a su extensión, vale la pena ver la liviandad con que opina sobre su tarea. –¿Carrasco pudo recibir asistencia médica? –Nosotros no encontramos señales de inyecciones ni la marca de la aguja del suero. –Ustedes dijeron que el estado de putrefacción impedía descartarlo categóricamente. –No descarto que lo trataran y se les pueda haber muerto. Con los elementos de juicio que teníamos en aquel momento no podíamos dar otro tipo de opinión. No abro juicio sobre la investigación de Brailovsky, que sólo conozco por las notas periodísticas. Lo que dice es perfectamente posible, no lo descarto. Nosotros no vimos la documentación del cuartel que él vio. –Cuando Brailovsky quiso buscar restos de fármacos en muestras de las vísceras, éstas desaparecieron de la Morgue y reaparecieron podridas a los 15 días. –No sé si desaparecieron. Lo cierto es que las vísceras ya estaban putrefactas cuando nos llegó el cuerpo. Tomamos las muestras en la autopsia y luego se enviaron a una cámara de frío. Los informes y testimonios de ustedes fueron uno de los pilares de la sentencia. –Es un problema de los jueces, no nuestro. Nosotros damos opiniones médico-legales. No es un problema que hayamos generado nosotros. Si los jueces no lo escucharon a Brailovsky, es problema de ellos. –Un gran problema. –No se nos puede imputar a nosotros. 124 Diario “La Nación” del 29 de Diciembre de 1997, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/84249 416 IGNACIO R. CANEVARO –Desde ya, pero cambia todo, hasta los culpables. –Yo soy un perito que da una opinión. No puede girar todo alrededor de esto. –Pero gira. –Tampoco se puede decir que yo favorezco la historia oficial. –Tiene razón, pero la historia oficial descansa aquí. –Es un problema de los jueces. Yo doy una opinión y respeto la de Brailovsky, que es un perito avezado en estas cosas y que estudia. ¿Por qué no lo escucharon? No lo sé. –Tal vez porque se les derrumbaba la historia oficial. –No soy responsable de eso. Quizá a la entrevista le faltó una repregunta, que hubiese sido buena para averiguar porqué consideraba un problema que sus informes y opiniones hayan sido tomadas como uno de los pilares de la sentencia. Me parece que el perito sabía que no había hecho bien los deberes… 1998: La contraofensiva inclina la cancha Así como el año anterior se había caracterizado por las novedades que alentaban las esperanzas de los más escépticos, el ‘98 fue uno en donde si bien no dejaron de aparecer más novedades, sí se notó el quiebre de la voluntad descubridora. Continuaban los titulares en los diarios, pero ahora se entremezclaban con los títulos que favorecían a la historia oficial, no porque convalidaran la sentencia, sino porque ponían en jaque con chicanas y toda clase de artimañas, el proceso iniciado para descubrir las irregularidades del encubrimiento, que como contrapartida, eran beneficiosas para los que fuimos condenados por el crimen. Había –como se sabe– una obstinada y férrea resistencia a permitir que se exploten las líneas de investigación que iban marcando esos descubrimientos, y que eran todos coincidentes en chocar de frente con las sentencias del homicidio. El 10 de abril el juez Labate investiga si lo mataron los médicos, el 15abr98 Denuncian a 31 forenses de la Corte, el 08jun98 Nuevos indicios contradicen la versión oficial, 06jul98 Deciden si indagan al general Miná, ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 417 08jul98 No indagarán al jefe de Inteligencia, 08oct98 Severo golpe a la autocrítica, 23oct98 Nuevo testimonio en el caso Carrasco, 28oct98 un peritaje contradice la sentencia, 29oct98 abogados piden la revisión del caso, 02nov98 Apura el PJ la definición de los juicios políticos, 02nov98 Quieren cerrar el caso Carrasco, 03nov98 el Ejército ocultó pruebas, 16dic98 el Ejército ocultó más pruebas125, 16dic98 El material que se evaporó, 18dic98 un testimonio oculto refuta la sentencia126 , 19dic98 más testigos ignorados. Entre estos titulares, otro golpe a la sentencia. El del 28 de octubre, uno por demás elocuente, que entre otras cosas decía… Carrasco: un peritaje contradice la sentencia127 Prueba: al afirmar que el soldado estuvo en uno de los dos sótanos del hospital del cuartel, un nuevo estudio abona la tesis del perito que señaló que los homicidas no son los tres condenados. A partir de muestras de cal y pintura, el estudio de una geóloga que actúa como perito oficial en la causa por los encubrimientos del crimen del soldado Omar Carrasco determinó que éste, vivo o muerto, estuvo en uno de los dos sótanos del hospital del cuartel de Zapala. El dato contradice frontalmente la sentencia que condenó por el homicidio al subteniente Ignacio Canevaro y a los ex soldados Cristian Suárez y Víctor Salazar. A su vez, abona el informe de otro perito oficial de la causa, el médico legista de la Policía Federal Alberto Brailovsky, quien declaró que, en marzo de 1994, Carrasco fue secuestrado en el cuartel de 48 a 60 horas y murió a causa de una atención clandestina y con error de diagnóstico de médicos militares y enfermeras del hospital de la unidad… Otro dato más que importante, paradójico e increíble era que los condenados por el homicidio estábamos haciendo toda la fuerza de la que éramos capaces para que se siga investigando, para que se ventilen todas las alternativas del caso y su encubrimiento; Mientras, los encargados de hacer esa inves125 Diario “La Nación” del 16 de Diciembre de 1998, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/121715 126 Diario “La Nación” del 18 de Diciembre de 1998, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/121944 127 Diario “La Nación” del 28 de Octubre de 1998, Link corto: http: //www.lanacion.com.ar/115836 418 IGNACIO R. CANEVARO tigación, el ministerio fiscal –que representa al estado nacional– y la querella –que representa los intereses de la familia Carrasco– hacían lo imposible para sostener las cosas como estaban. Tenían una condena por homicidio, y si era necesario renunciar al encubrimiento para mantenerla, lo harían. Un razonamiento bien básico indicaba que si los condenados hubiésemos sido los asesinos, las pruebas del encubrimiento caerían lapidariamente sobre nosotros, es decir, que el resultado de las investigaciones del encubrimiento confirmarían, ratificarían las condenas, pues se descubriría que se trató de encubrir a los autores y también a todos lo que tomaron parte del crimen. Pero nada de ello estaba sucediendo; Más bien pasaba lo contrario y por eso el temor de abarcar mucho y quedar con las manos vacías. Si seguían ahondando en los encubrimientos, seguirían descubriendo las incongruencias de la sentencia, y eso era un lujo que no se podían tomar. Poder ejecutivo, judicial, fiscales y querellantes se abroquelaron en un solo accionar: Defender a toda costa los logros alcanzados y hacer causa común frente al bloque de las defensas. Así la suerte de la verdad quedó sellada. 1999: Respira la Historia Oficial En agosto del año 1999 seguían apareciendo novedades mientras –como era de esperar– Labate se encontraba de licencia y la Dra. Argüelles lo reemplazaba. Se había descubierto documentación que abonaba la hipótesis sostenida por el informe Brailovsky, que a la fecha no había podido ser incorporado al expediente judicial por las constantes chicanas del fiscal Viaut. Se trataba de siete “mensajes militares conjuntos” (MMC) que son una especie de telegrama militar utilizados entre las unidades para informar novedades. Había sido descubierto un registro donde constaban estos mensajes fechados en días y horas muy sugerentes que eran claves en el del caso Carrasco. No era una casualidad que las fechas consignadas se concentraran coincidentemente con las que el perito señala como las de la agonía de Carrasco, entre el 8 y 9 de marzo del ‘94. Como ahora se sabía, el informe Brailovsky aseguraba que Carrasco había fallecido entre la tarde del 8 y la madrugada del 9 de marzo. Entre las unidades allanadas estaba el mismo Estado Mayor del Ejército. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 419 Vaya colaboración que prestó Balza a la investigación, que le tienen que allanar su escritorio para arrancarle información –pensaba. El diario La Nación128 publicó una nota con el título “La Justicia busca mensajes perdidos”. Se ordenó el allanamiento de unidades del Ejército para hallar siete informes fechados durante la agonía del conscripto… … Según el cuaderno de mensajes, los siete MMC se enviaron entre el 8 de marzo a las 19.30 y el 9 a las 7.14, lapso que Brailovsky señaló como el del agravamiento y la muerte. En la ficha médica del soldado en el cuartel consta que le aplicaron la vacuna antitetánica el 8 de marzo, dos días después de su muerte, según la sentencia del homicidio. De ahí la importancia de estos mensajes que arrancan el 8 de marzo. La numeración y los horarios consecutivos, y el ascenso de los emisores en la escala jerárquica y en la geografía, permiten sospechar que los textos estaban vinculados y comunicaban una novedad importante. Los tres primeros los envió, el 8 de marzo a las 19.30, el jefe de artillería de Zapala, teniente coronel Guillermo With, procesado por encubrimiento: Nº 2492, al Distrito Militar Neuquén, a 200 kilómetros de Zapala. Nº 2493, al Comando de la Brigada de Montaña de Neuquén, a cargo del general Carlos Alberto Díaz, superior de With y también procesado. Nº 2494, a la Escuela Superior de Guerra, en Buenos Aires, a cargo del entonces coronel Pacífico Britos, ex jefe de Zapala y hoy general y jefe de Logística del Estado Mayor. En su indagatoria, el general Díaz declaró que los artilleros Britos y With eran amigos y que tal vez conformaron, en los comienzos del caso, una “cadena de amistad artillera” que habría incluido a otros altos oficiales. Nº 2495, a las 20.5 del 8 de marzo: del comando de la Brigada de Neuquén al comando del V Cuerpo, de Bahía Blanca, superior de Díaz. Llegaron a Buenos Aires Los últimos tres mensajes son del 9 de marzo y los emitió “Subesmayor” (según los investigadores, Subjefatura del Estado Mayor, en Buenos Aires). La sigla del destinatario, escrita a mano en el registro, no se descifró. Son los mensajes: Nº 2498, a la 0.40. Nº 2499, a la 1. Nº 2500, a las 7.14. 128 Diario “La Nación” del 01 de Agosto de 1999, Link corto: http: //www.lanacion.com.ar/147999 420 IGNACIO R. CANEVARO En el allanamiento al cuartel de Zapala, la jueza constató que se encuentran todos los MMC desde 1989 hasta hoy, pero que no hay ninguno de 1994, año del caso Carrasco… Curioso, ¿no? Digo, que Brailovsky señale como hora de la muerte entre el 8 a la tarde y la madrugada del 9 y aparezca meses después una documentación que el ejército trató de ocultar y que coincide justo con esos días y horas… Antes que desapareciera Carrasco, el cuartel, si por algo se caracterizaba, era por su tranquilidad, ningún sobresalto. Qué novedad tan urgente se habrá querido transmitir a esos destinatarios –que lógicamente son los superiores inmediatos– que no sea el estado de salud de un soldado de apellido Carrasco que está internado en el sótano de la enfermería y aunque desesperadamente tratan de reanimarlo, su situación se agrava hasta desencadenar su muerte? ¿Qué es lo que habrá hecho Carrasco para que no lo atiendan como corresponde? ¿Habrá visto u oído algo que no debía ser? ¿Habrá dado With o recibido directivas para que Carrasco no salga de ese sótano? ¿Qué habrá hecho Díaz cuando recibió la novedad? Seguramente le debe haber pedido un reporte de la evolución de ese “milico” que hacía dos días era un problema cada vez más grande. Todo sucedió entre un martes a la tarde y el miércoles siguiente a la mañana. Desde el domingo que no se hablaba más de Carrasco. Para todos –menos para ellos– había desertado. ¿Cómo deben haber seguido al problema desde Buenos Aires? ¿En dónde lo habrá encontrado verdaderamente a Balza? Según el desprevenido e inocente jefe, al concurrir al estado mayor, al día siguiente… ¿Habrá dicho: “Manténganme informado”, y se habrá ido a su casa, restándole importancia? ¿Cuánta gente debió enterarse de lo que estaba sucediendo? ¿Cómo pudieron cenar con sus familias sabiendo lo que estaban haciendo? ¿Cuándo le habrán informado al presidente Menem? ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 421 ¿Habrán sentido en algún momento que todavía podían volver atrás y salvarle la vida dándole atención especializada? ¡Cómo pudieron confiar en ese grupo de inútiles que lo atendía en el Hospital militar! ¿Y estos idiotas, cómo habrán logrado tranquilizarse durante esa noche mientras su incompetencia mataba un chico? ¿Habrán sentido alguna vez remordimiento? ¿Antes? ¿Ahora? ¿Y los que no estaban al tanto en ese momento? ¿Porqué se involucraron para encubrir un crimen de otros? ¿Es que fue realmente una bola de nieve que los hizo correr delante a todos? ¿Qué los hizo poner en el camino de esa aplanadora? No tiene sentido… Es como ver que un asesino en la calle mata a gente que no conoce, y los espectadores sin que nadie los obliguen a nada… empiecen también a matar. ¿Espíritu de cuerpo? No. Eso no es espíritu de cuerpo. Esa es una demente complicidad en un asesinato. Más allá que estas preguntas nunca tengan respuestas, es bueno hacer el ejercicio de representar en la imaginación cada una de éstas como si fueran situaciones. De ese modo el panorama toma una dimensión más completa. No es lo mismo decir que Carrasco se murió, que imaginarse cómo lo hizo, en qué circunstancias. Imaginarse quién o quiénes lo golpearon, ¿Porqué? Quienes tenían el poder de salvarle la vida y quiénes decidieron no hacerlo. No es tan difícil imaginarse como reaccionaría uno, si el amiguito de su hijo que juega en su propia casa, se muere porque el suyo lo golpeó. ¿Qué desesperación, no? ¿Habrán pensado lo mismo que siente ahora con el ejemplo, o habrán pensado que podían “manejarlo”? ¿Manejarlo era salvarle la vida en el hospital y “acá no paso nada”, o ACÁ NO PASÓ NADA aunque muriera? ¿Habrán pensado que quedaría impune, total esto pasó en el culo del mundo? ¿Tan seguros estaban? La realidad es que… Estaban seguros, y no se equivocaron. ACÁ NO PASO NADA. Solo que ese “no pasó nada” tuvo un precio elevado –aunque ellos no fueron los que pagaron– y hasta salieron bien parados. Cada uno por su lado, 422 IGNACIO R. CANEVARO se sacudió el traje… y más de uno su uniforme y retornaron a la vida política con la simple e inocua mención de que tuvieron tan solo una controvertida participación en el caso Carrasco. Barato para ser verdad. Una buena purga también sacudió al ejército. Todo militar que tuvo relación con el Caso Carrasco, fue primero separado, y luego pasado a retiro. Como una epidemia se extendió entre las filas y dejó a decenas en la calle, algunos imputados de encubrimiento. Eso sí, en libertad. Mientras tanto, los que no gozábamos de esa epidemia, sabíamos que cuanto más pasara el tiempo, más difícil sería dar un vuelco en el caso, y esta altura éramos concientes que una resolución favorable todavía era posible, aunque improbable. Mi ánimo gracias a Dios nunca cambiaba. No me permitía esperanzar con noticias alentadoras. Hasta pasé por indolente. “Es un mecanismo de defensa” escuché decir, y la verdad es que pensándolo bien, tienen razón. La mejor manera de no decaer por una mala noticia, es estar preparado para ella. “Prepárate para lo peor, espera lo mejor”, reza un dicho, y esa fue mi premisa a la hora de recibir las noticias o esperarlas. Ya casi nada quedaba del optimismo inicial, de las épocas donde Bonetti encontraba trapos sucios en todo el expediente y me hacían tentar de dar un grito de alegría… Si me habré contenido golpear la mesa al leer el diario ¡Vamos Bonetti carajo!, vamos que falta poco, quién puede no ver lo que descubrís, ¿Qué hace falta descubrir para que se den cuenta? Pero igual ese tiempo ya pasó. Bonetti estará desilusionado porque no pudo seguir investigando, pero en definitiva, el que seguía preso soy yo. Para colmo de males, se notaba que las novedades que habían sido esperanzadoras, comenzaban a dar un lento pero irremediable giro, pero ya en sentido contrario. En el ‘99 ese giro era ya definitivo, aunque no faltaban destellos de esperanza. El 27 de diciembre La Nación129 publicó Una muerte dolorosa y evitable En cinco años de trámite accidentado, la causa del encubrimiento del crimen de Omar Carrasco no encontró nada que confirme la sentencia del 129 Diario “La Nación” del 27 de Diciembre de 1999, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/166344 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 423 homicidio, y sí mucho que la contradice, como el parte diario de la batería que coincide con el informe del médico legista Alberto Brailovsky, perito oficial del sumario… Ese mismo día otra nota de La Nación130 decía Nuevas evidencias indicarían que Carrasco fue secuestrado Los defensores pedirán que Casación revise la sentencia del homicidio El crimen se consumó en el cuartel de Zapala cuando se gestaban la reforma constitucional y el segundo gobierno de Carlos Menem. Pero los años volaron, como voló debido al crimen el servicio militar, y ahora la Alianza hereda el caso del soldado Omar Carrasco aún abierto y en crisis por el surgimiento de nuevos documentos que estaban en poder de la Justicia y que ésta ocultó o ignoró. Un parte diario firmado por el jefe del cuartel revela que Carrasco estaba vivo al día siguiente de la fecha en que, según la Justicia, fue asesinado. El documento incorporado a la causa del encubrimiento se suma a numerosas evidencias que cuestionan la sentencia del homicidio y abonan la hipótesis de que al soldado lo secuestraron jefes de la unidad en la siesta del domingo 6 de marzo de 1994, cuando desapareció de la vista de sus compañeros… En agosto la familia de Carrasco obtuvo un fallo en el fuero civil donde se le reconocían 886.000 pesos/dólares por la muerte de su hijo. 650.000 corresponden al daño moral y $ 236.000 en concepto de indemnización. Por este juicio, los abogados defensores recibieron cerca de $ 180.000. El magistrado fijó $ 46.515 de honorarios para Gustavo Olivera y $ 132.900 para Leandro y Martín Segovia. Pero en realidad, y como todo en la Argentina, es que los padres de Omar Carrasco se quedaron con casi nada. Si bien la justicia había regulado honorarios para sus abogados, ellos mismos se encargaron de dejarles lo mismo que la Justicia: Una migaja. Luego de cobrar una miseria, Francisco y Sebastiana dejaron de vivir en Cutral-Có y se mudaron a Neuquén, donde viven actualmente en una modesta 130 Diario “La Nación” del 27 de Diciembre de 1999, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/166343 424 IGNACIO R. CANEVARO casita mantenida con los magros ingresos de Francisco como peón de taxi, aggiornado con un también austero servicio de fletes. Como cierre de un ciclo, también Balza pedía su pase a retiro, después de permanecer más de ocho años frente al Ejército, todo un récord en la historia de la institución. Nadie nunca había durado tanto tiempo en el cargo, tampoco nunca nadie fue tan servil. El jefe del ejército había logrado para muchos la mejor imagen de un militar en décadas. También muchos eran sus compromisos con la justicia y más aún los que lo denostaban. A lo largo de todos estos años, había acumulado un sinnúmero de acusaciones que era necesario enfrentar, pero sus vínculos con la política lo ayudarían, en recompensa por los servicios prestados. Se le instruyó una causa por falso testimonio, tras declarar por escrito en el juicio por homicidio de Carrasco, como testigo y bajo juramento, sobre la participación de elementos de Inteligencia del ejército. El Jefe del ejército juró que no había enviado personal de inteligencia para investigar la muerte de Carrasco. Se comprobó que Balza mintió, pero la Cámara Federal de General Roca afirmó que “si Balza faltó a la verdad fue para no resultar imputado” de encubrimiento del homicidio de Carrasco. Una verdadera paparruchada propia de nuestros tiempos políticos. Un testigo que es citado a declarar se ampara en su condición para no concurrir personalmente y declarar por escrito, miente deliberadamente en su declaración pero el fiscal que investiga su conducta, dice que esa era la única manera de declarar que tenía, ya que lo hacía en causa propia, es decir que si efectivamente decía la verdad –que dicho sea de paso, estaba más que comprobada– se autoincriminaba, pues debía decir que efectivamente había enviado a los efectivos de Inteligencia para investigar la muerte de Carrasco, que estaba vedado a la justicia militar.131 Aun así, y aunque parezca mentira, de esa causa pudo salir caminando del juzgado, aunque no limpio. Donde no pudo hacer lo mismo, fue en otras aun más graves, por las que luego fue imputado, procesado y detenido por los delitos de asociación ilícita, malversación de efectos del Estado por entregar 131 Diario “La Nación” del 23 de Mayo de 1997, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/69469 ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 425 quince cañones, ocho obuses italianos y centenares de toneladas de munición que terminaron en manos croatas, mientras oficiales del Ejército integraban allí el cuerpo de paz de la ONU. Esa malversación incluía además a Ecuador, que compró fusiles y otros armamentos que les fueron entregados como nuevos, pero era material en desuso de las reservas del Ejército Argentino, para hacer frente al conflicto que mantenían con Perú en la Cordillera del Cóndor, siendo nuestro país garante de paz en dicho conflicto. Por último se le imputaba el delito de falsedad ideológica (introducir datos falsos) en un convenio para disimular la pérdida del material del ejército que fue enviado a estos dos países.132 Pero poco tiempo después fue liberado y sobreseído de todos y cada uno de los cargos que pesaban en su contra. Inexplicablemente, los más importantes imputados también siguieron su increíble fortuna y ello le allanó su pase a la arena política, aunque él siempre renegara de tal posibilidad. “Ponga que fui terminante” le indicó a un periodista cuando respondió que no a la pregunta sobre si estaba interesado en la política… A fines de julio de 2003, El presidente Néstor Kirchner designó a Balza como embajador de la República Argentina en Colombia. Balza, como siempre fiel a su palabra, recibió la noticia con “sorpresa y orgullo”… ¡y aceptó, claro! Mientras tanto, el diario La Nación del 14 de marzo ponía sobre el tapete otra vez a los Médicos del CMF. Crece el escándalo de los forenses en la Corte.133 Pero tan solo un mes después, el 13 de abril, Sobreseyeron a 31 peritos de la Corte.134 Los médicos del Cuerpo Médico Forense también se vieron favorecidos por la brisa de aire fresco que sopló todo este año a favor de los intereses oficialistas. En un extenso fallo, el juez de instrucción Mariano Bergéz, que instruía la causa que involucraba a 31 médicos del CMF en la elaboración de informes falsos, sobreseyó a todos, entre los cuales estaban Raffo, Curci y Ravioli, explicando que no había habido delito. Cada una de las acusaciones, que parecían implacables, se derritieron como lo hicieron cada una de las esperanzas puestas en ellas. 132 Diario “La Nación” del 09 de Junio de 1997, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/70561 133 Diario “La Nación” del 14 de Marzo de 1999, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/131142 134 Diario “La Nación” del 13 de Abril de 1999, Link corto: http: //www.lanacion. com.ar/134800 426 IGNACIO R. CANEVARO Lo que sucedió con los médicos del CMF no era un hecho aislado. Ya se vio como con posterioridad a las condenas fueron descubiertos un considerable número de cabos sueltos que no cuadraban con la historia oficial. Cada uno de ellos fue investigado y expuso su faz más escandalosa: Se habían cometido innumerables tropelías a fin de lograr un rápido y conveniente cierre del crimen de Carrasco. Al final, se embarró tanto la cancha, se pusieron tantos obstáculos para que no se investigara a fondo –como era de esperar– los encubrimientos, que cada una de esas arbitrariedades quedó impune, con sucesivos dictámenes favorables que desvincularon definitivamente del caso a sus imputados, perdiéndose una valiosa oportunidad de saber realmente qué paso con Carrasco. Pero claro, la presión rindió sus frutos… Caro era parte interesada y se apartó de la investigación del encubrimiento. Bonetti le siguió, pero se apartó porque no lo dejaban investigar. Labate tomó la posta pero se paralizó al poco de avanzar y terminó con una depresión, y Argüelles que reemplazó a Labate, debió apartarse pues, cuando profundizaba la pesquisa, Labate recuperó el ánimo. Así, el expediente volvía a manos de Labate, pero en el traspaso de manos se perdieron todas las chances de llegar a la verdad. Muchos de los elementos descubiertos aun estaban en el expediente; Los hechos nuevos, también. Antes de que se perdiera por completo el envión restaurador de Bonetti, se decidió jugar una de las últimas cartas. 2000: Revisión: Contra molinos de viento El 15 de mayo de 2000 fue presentado el recurso que pedía una revisión del caso, fundado en la aparición de todos estos hechos nuevos, que fueron posteriores a la sentencia y que de haber contado con ellos al momento del juicio, distinta hubiese sido la sentencia. ¿Y quién revisaría el caso Carrasco? Nadie más y nadie menos que la misma Sala de la Cámara de Casación que había rechazado “criteriosamente” nuestro recurso de casación y quien negara la posibilidad de apelar a la Corte Suprema de Justicia mediante el recurso extraordinario. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 427 Otra vez, la sala que negó lo innegable, tendría que revisar el caso que sistemáticamente se habían encargado de hundir en la injusticia y el olvido. Estaba cantado… ¡Así no hay recurso que aguante! El 18 de octubre de 2000, los camaristas Juan Fégoli, Raúl Madueño y Pedro R. David resolvieron “declarar inadmisible el recurso de revisión”. El fallo dio el tiro de gracia a las esperanzas de que se supiera la verdad de lo sucedido en el cuartel. El recurso era un potente cóctel de más de 130 páginas de pura evidencia surgida con posterioridad a la sentencia y que demostraba sin medias tintas que era imposible que los condenados hayan participado en el homicidio. Al escrito se le sumaron miles de fojas pertenecientes a otros estudios y pericias, ofrecidas como prueba respaldatoria. Entre otras, el Informe Brailovsky, el parte diario de la Batería “A” (donde Carrasco no solamente figura presente el día 6/3/1994, sino que continúa revistando en tal situación los días 7 y 8, dándose cuenta recién de su desaparición el día 9/3/1994), el libro de guardia del Hospital Militar (donde desaparecen los datos de los días 28 de febrero al 9/3/1994, los que aparecen luego de las anotaciones correspondientes al día 18/4/1994), la declaración de Mullbayer (… de la mudanza del Hospital el 8 a la noche), la famosa planilla de estadística hospitalaria (donde estaba asentada la internación de una persona de 19 años de edad, de sexo masculino, con fecha de ingreso el 6/3/1994 para ser atendido por Clínica Médica y con fecha de egreso el 8/3/1994), el acta de reconocimiento fotográfico trucho de Castro (prueba ocultada y hallada después de las condenas donde rechaza como los que golpeaban a Carrasco a los tres condenados), la declaración del soldado Müller, la del Ppal Palacios de la Policía y tantas otras pruebas que abonaban la tesis de una trama completamente distinta a la sostenida por la historia oficial. Esta vez se habían malgastado 14 carillas, pero se seguía diciendo lo mismo: “Los nuevos elementos de prueba no llegan a demostrar con el grado de evidencia exigida que los condenados no cometieron el hecho”. La Historia Oficial había ganado otra vez y ya casi nada podría hacer volver las cosas atrás. Desde el punto de vista jurídico, salvo que surgieran otros hechos nuevos en el sumario de encubrimiento o en el juicio político contra Caro, el caso Carrasco era un tema terminado. ¿Pero cómo se había dicho que no a todo esto? 428 IGNACIO R. CANEVARO Fácil: diciendo que no y basta… Al mejor estilo Consejo de Guerra de Covunco. … Que, con relación a la pericia realizada por el Dr. Brailovsky, tampoco tendrá el recurso una acogida favorable, desde que esta cuestión se reduce a la discrepancia de aquélla con la realizada por los peritos del Cuerpo Médico Forense y que fuera valorada oportunamente por el Tribunal Oral en la sentencia cuya revisión se pretende, con lo que, evidentemente, no se satisfacen los extremos requeridos por el art. 479, inc. 4 , del CPPN., ni se reúnen las condiciones –examinadas en el consid. 4– que se exigen a este remedio para que proceda con éxito contra una sentencia condenatoria… … De esta misma manera, resultan inadmisibles los agravios vinculados a las pruebas analizadas en los subapartados a’), b’), c’) y d’) (nombradas arriba como pruebas respaldatorias) del punto c y el punto k que –según la defensa– avalan el resultado de la pericia practicada por el Dr. Brailovsky. Ello así, ya que este tribunal observa que los recurrentes no llegan a demostrar con grado de evidencia –ni se advierte como podrían hacerlo con estas nuevas probanzas– que “el hecho no existió, que el condenado no lo cometió o que el hecho cometido encuadra en una norma penal más favorable” –art. 479, inc. 4 , del CPPN.–. Por otro lado, se advierte que estas pruebas, obtenidas en la investigación de la causa “With, Guillermo y otros s/Infracción arts. 277,292,294 y otros del Código Penal”, son evidentemente más apropiadas para la averiguación de los hechos que en el mencionado expediente se pretenden esclarecer, que para la revisión de la causa “Canevaro, Ignacio R. y otros s/homicidio simple y encubrimiento…”. Ahora, que Juan Fégoli, Raúl Madueño y Pedro David lleguen a decir sin ruborizarse que la pericia de Brailovsky es tan solo una discrepancia con respecto a la historia oficial, es –cuanto menos– un disparate, por no decir la voluntad misma de continuar en el error. Sabían muy bien que no era la introducción de tan solo dudas en la manera en que murió Carrasco. Ni tampoco una manera alternativa pero sin fundamentos. Mucho menos un desacuerdo caprichoso. Las pruebas ofrecidas como a’), b’), c’) y d’) del punto C, enunciadas aquí a manera de ejemplo y sumadas al gran cúmulo de pruebas que tampoco fue ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 429 atendido, no eran más que los fundamentos irrebatibles de que el Dr. Brailovsky tenía por lo menos un argumento atendible. Cualquier juez imparcial hubiera abierto los ojos al ver el calibre de las evidencias y la entidad de quien las exponía. Ese informe había sido redactado por un perito oficial de una causa conexa, tenía los nombres de los asesinos de Carrasco –distintos a los de los condenados– y por supuesto no podía ser tratado solo como una discrepancia. Algún día, quizá cuando se viva en un país donde las cosas sean como deben ser, la doctrina y jurisprudencia expulsen y rechacen este tipo de arbitrariedades. Igualmente supongo que el dictado de esta sentencia no debe haber sido barato. Les debe haber costado más que el tiempo que tardaron en redactarla. Con ella –y quizá mucho antes– se terminaron de condenar a ellos mismos. Era un acto cometido con plena advertencia, deliberada voluntad y en materia grave. Todo un pecado. A esta altura la cárcel de Caseros se desactivaba. Es que el cuento del lobo se una vez cumplió. Los constantes amagues en el mismo sentido databan de mi llegada al penal, pero nunca se los tomaba en serio. Esta vez era distinto. El lugar donde había pasado la mayor parte de mi condena se borraba del mapa como cada lugar por donde había pasado. Tierra arrasada. Allí había conocido al general Videla, y también a Franco, Bianco, Fassi Lavalle, Wowe, Trovato, Schlagel, Branca, Diamante, Gerase, Gómez, Schoklender, Bulletti, Baez, Galeano, Arancibia, Puccio, Rivelli, y aunque nunca los vi en persona, los doce apóstoles también estuvieron allí; También su fallido motín, que fue su fin. Mi carrera de abogacía estaba bastante avanzada y dependía de la posibilidad de permanecer allí para terminarla, pero no había señales de transigencia. Un pequeño grupo de voluntarios fuimos trasladados a la Unidad 19, una colonia penal de mínima seguridad en el medio del campo, cerca de la localidad de Ezeiza. El 23 de noviembre La Nación135 publicó que salían Suárez y Salazar. Me alegré mucho pues ya estaban en condiciones de salir en libertad condicional. Por ser su sentencia menor a la mía, salían lógicamente antes. La noticia fue levantada por los demás medios como la vuelta a su pueblo, a sus 135 Diario “La Nación” del 23 de Noviembre de 2000, Link corto: http: //www. lanacion.com.ar/42116 430 IGNACIO R. CANEVARO cosas, ya no como chicos, sino como muchachos maduros golpeados por el destino. Pero su gente, la gente de sus pueblos, les dieron mejor bienvenida: los recibieron como merecían, como dos chicos que habían sufrido una de las peores injusticias, pero que al fin volvían a casa. Nadie vio a Salazar vitoreado en una autobomba de los bomberos de Grl Godoy al paso de la gente que aplaudía, ni a Suárez con su casa llena de amigos y conocidos en medio de pancartas y cantos. Eso no se mostraba; Noticia solo era que salieron los soldados acusados de matar a Carrasco beneficiados por la polémica ley de 2X1; Dicho sea de paso, otra manera de ensuciar esa salida. Todos sabemos la antipatía que despertaba esa ley, pues con la inseguridad que ya había ganado las calles, lo que menos se necesitaba era a los delincuentes sin cumplir la totalidad de sus condenas. Cabe aclarar que lo que se adelantó a la salida normal de los soldados fue de tan solo un par de meses, y no como los titulares estaban dando a entender. Lo mismo pasó cuando me tocó el turno, pero eso a su momento. La salida de los chicos me recordó todo el tiempo que llevaba en la cárcel y todo lo que aún faltaba. La colonia penal estaba compuesta por gente que ya estaba en condiciones de salir en libertad. Tenía dos instancias que estaban determinadas según el tiempo que les faltara para obtenerla. A los que les faltaba más tiempo, los alojaban dentro de un perímetro alambrado, en unos pabellones tipo galpones con un régimen de seguridad liviano. El otro, estaba destinado a los que estaban más cerca de su salida, fuera de ese perímetro, en un pequeño barrio compuesto por casas prefabricadas recién construido. El único obstáculo que había entre los que habitaban esas casas y la libertad era la puerta de calle, que siempre permanecía sin llave. Por primera vez en casi siete años, pudimos ver las cosas tan comunes que generalmente nos pasan desapercibidas. Recuerdo que cuando bajamos del colectivo que nos llevó hasta allí, lo primero que me impactó fue el verde: Los árboles, un bosquecito de pinos, el olor a pasto recién cortado… Me hizo acordar al campo, a La Candelaria. Sabíamos que el régimen sería más benévolo, pero nunca nos imaginamos semejante libertad de acción. Es que el tiempo había pasado y la condena, injusta o no, seguía su cuenta regresiva, y hasta a mí me había llegado el tiempo de obtener la primera salida. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 431 Esas primeras salidas serían también una prueba para saber si me podían “soltar del todo”. Se las llamaba comúnmente “salidas laborales” y “salidas transitorias”. Luego superada esta prueba, que para mi caso era de aproximadamente dos años, vendría la libertad condicional. Allí los estudios se estancaron porque no existía un centro de estudios como en Caseros, pero gracias a un par de profesores, que se ofrecieron incluso a venir al penal, pude continuar en carrera, aunque un poco más lento. El tiempo fue ocupado entonces en trabajar. Trabajé en el área administrativa del penal aprovechando el manejo de la computadora. Listas, planillas, estadísticas sobre rendimientos de los distintos talleres que tenía la unidad, todo gracias a la pc. Recuerdo que el tercer día de llegado estaba confeccionando un croquis de la unidad a pedido del director, quien me había autorizado a moverme por donde quisiera. Como era de esperar, hasta me hice una vuelta por el barrio de oficiales, y estuve en la misma ruta que pasa por el frente de la unidad, sin que nadie me controlara ni dijera nada. Todo el mundo en lo suyo y yo a tres pasos de la libertad, pero como siempre había hecho, fui respetuoso de los límites pues tenía la certeza que mi estadía en las distintas cárceles había sido menos rigurosa justamente por eso. Tarde o temprano alguien se enteraría que estuve por ahí y cómo reaccioné; Y así fue. Allí todo era más sencillo, sino fuera por la lejanía del lugar. Las visitas tenían su horario, entraban a las casas, donde los demás también las recibían, no existían tantas trabas y se podía empezar a respirar normalidad. Pude rendir varias materias en condición de libre, para lo cual logré que se establezcan mesas examinadoras dentro del penal y también concurriendo a la Capital Federal. Faltaba tan poco… 2001: Salidas con cambios Tan ocupado estaba de terminar la carrera antes de mi primer salida que el tiempo se me pasó volando y una mañana me notificaron que podía salir ese mismo día, aunque el director no estaba y necesitaban su firma. ¡No lo podía creer! Habían pasado ocho años y ahora una firma me demoraba ese tiempo precioso… 432 IGNACIO R. CANEVARO Igualmente debía regresar a la tarde, ya que la modalidad de salida era estrictamente laboral y terminado el horario de trabajo, debía pasar la noche en el penal hasta que la nueva jornada de trabajo me permita salir. A las 18 horas debía regresar de Capital Federal y eran las 11 de la mañana y todavía no había salido, con cerca de dos horas de viaje solo de ida. Aunque me dejen a las cuatro, yo salgo decía, pero mantenía una postura casi relajada para no parecer desesperado, que lo estaba. Por dentro sentía como el nudo de estómago típico de los exámenes. Este era otro tipo de examen. Uno para lo cual me había preparado durante ocho largos años. A juzgar por el tiempo de estudio, era uno bastante difícil, pero no. La mesa no se formaba nunca y para colmo de males siempre estuve preparado. De tanto esperar en la sala contigua a la dirección, me mandaron de nuevo a mi casa. –Prepárese, que cuando venga, le avisamos. –Sí, claro. –Dije pensando en que mi oportunidad se había esfumado. Cuando llegué a la casa repasé lo que me contaban los que ya habían salido y regresaban todas las noches, como ahora lo hacía yo. –Los colectivos ahora tienen una máquina que te da los boletos… En todos estos años, cambiaron muchísimas cosas. Con decir que mis tres últimos sobrinos nacieron que entre el año 94 y 95, ahora están por ingresar en la secundaria. El tiempo pasó para todos, menos para mi, que quedé como en el limbo. En algunas conversaciones molestaba saber que estaba fuera de onda. Mi conexión con la realidad estaba supeditada a lo que me dijeran mis visitas en el penal y a la televisión, aunque ya sabía algo más de la televisión. Sonreía cada vez que Majul decía al cerrar su programa “No creas todo lo que ves en la televisión, incluso, cuando nos miras a nosotros”; Es que tuve la “privilegiada” oportunidad de ver como se distorsionaban los hechos para cerrar una historia del día. Estar informado era como estudiar historia en el mismo presente: Casi un contrasentido. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 433 Cuando me detuvieron aún no estaba en auge la convertibilidad, y al salir, Argentina se hundió. Diez años de paridad dólar-peso sin saber qué fue. De un plumazo desaparecieron SEGBA, ENTel, Somisa, Obras Sanitarias, Gas del Estado, Ferrocarriles Argentinos e YPF, por nombrar algunas. Los canales de televisión abierta y las radios se pulverizaron y cambiaron de nombre. Pero vinieron Aguas Argentinas, Telecom, Telefónica de Argentina, Metrogas, Movicom, Nextel y Personal entre otras. Por estar en el Colegio Militar, había pasado dos mandatos presidenciales sin votar, sin contar la debacle de los cinco presidentes en poco más de dos semanas. Con el país exprimido al máximo, en el ‘99 Menem salió de la escena política y sobrevino la frustración de De La Rúa, que apenas duró dos años en el cargo y debió renunciar tras la debacle del 20 de diciembre de 2001, que casi nos lleva a una guerra civil. Asumió así la presidencia, el presidente provisional del Senado, el senador Ramón Puerta, hasta que la convención constituyente nombrara al sucesor de De la Rúa, cosa que sucedió tan solo 48 horas después. Lo reemplazó el Dr. Rodríguez Saá, ex gobernador de San Luis, y tras anunciar el default en medio de la ovación del parlamento, no logró sostenerse por más de una semana, luego de la cual renunció. Otra vez se hizo cargo el presidente provisional de la Cámara de Diputados, el Dr. Eduardo Caamaño hasta tanto la Convención Constituyente eligiera otra vez un nuevo presidente, lo que ocurrió 24 hs. después. El Dr. Eduardo Duhalde fue propuesto por la Asamblea Legislativa el 2 de enero de 2002 para ocupar la presidencia hasta el 9 de diciembre de 2003. Recién allí se llamó a elecciones y resultó electo el gobernado de Santa Cruz, Néstor Kirchner, quien hoy aun ocupa el sillón de Rivadavia. Durante estos años también el sistema judicial absorbió los cambios de la reforma de la legislación penal y procesal del ‘94, y me convertí en uno de los primeros en estrenar el juicio oral, que preveía dicha reforma, como también uno de los primeros en acceder al Tribunal de Casación, que como ahora sabemos, es la instancia superior de los tribunales orales. Pero siguiendo con esos diez años que tanto cambiaron lo conocido de la Argentina, los colectiveros –como me habían anticipado– ya no vendían boletos con esa cajita de metal llena de rollos de boletos de distintos precios. 434 IGNACIO R. CANEVARO Una máquina la reemplazó y con ello casi dejaron de existir los temidos inspectores, a los que los llamábamos “el chancho”. Los subtes habían cambiado el histórico cospel por una tarjeta magnética que era tragada por un molinete y la devolvía marcada con la hora de viaje y la estación de partida. Los supermercados ya usaban en las cajas registradoras unos aparatos que leían el código de barras que recién ahora entendía para qué servían. En las estaciones de trenes ahora había máquinas expendedoras de boletos. Unos roperos plateados y enormes que requerían pulsar un par de botones para entregar el boleto ¡Y el cambio! El auto más moderno que había visto antes de todo esto fue el Peugeot 405, y por supuesto, el Ford Galaxy de With. Los modelos clásicos con los que crecí dejaron de fabricarse y surgieron una infinidad a los que les perdí el rastro y ya no pude diferenciar. Las computadoras que se vendían como prodigios cibernéticos –AT 486 con monitor de 14” monocromático– ahora estaban tiradas en las veredas junto a cajas de marcas como Hewlett Packard o e-mac con procesadores Intel core 2 Extreme a 2.8 Ghz que las reemplazaban. Se jugaron tres mundiales de fútbol; El de Estados Unidos, el de Francia y el de Corea-Japón. Los últimos celulares que había visto, habían sido bautizados “ladrillos” y eran más parecidos a las radios de la serie “Combate” que a un teléfono portátil; Ahora los habían reemplazado por diminutos aparatos que entran en la palma de una mano, que pueden sacar fotos y enviarlas a otro celular en cualquier parte del mundo, sin olvidar que también son reproductores de mp3 y cámaras digitales de 5 Mpíxels. Internet… el dvd, el bluetooth, el blue-ray, tantas cosas habían pasado y me las había perdido, que los conocidos me llamaban “Walter”. Walter era un famoso personaje de una publicidad televisiva que en el año 2000 hizo la empresa Telefónica de Argentina. Había hibernado desde 1990 y fue descongelado por accidente. De vuelta a la vida, no paró de asombrarse ante los estupendos cambios producidos durante esos diez años, particularmente en la telefonía. En uno de los avisos, pedía a un taxista que lo llevara a un lugar y daba como referencia el Ital-Park, un parque de diversiones que había dejado de existir en los ‘90. El comercial despertó muchas simpatías y el nombre del protagonista de allí en más se usó para burlarse de quienes estaban desactualizados en algo. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 435 Volviendo a la salida, al final el director me mandó a llamar, pero con la calma de quien no vive el momento me dijo que se había hecho un poco tarde para mi egreso. Que entre el viaje de ida y la vuelta, solo me quedarían un par de horas en la Capital. ¡No tenía ni idea de mis planes! Le pedí por favor que me dejara salir en ese mismo momento, que llegaría tal como me indicaba a las 20 en punto. Eran las 1230 y nadie de la familia sabía lo que estaba pasando. Les había ocultado todo lo referente a cuándo me dejarían salir. A regañadientes autorizó mi salida y sin mediar palabra caminé con el paso más veloz que pude hacia la calle. Es que no se podía correr por la calle que daba hacia el exterior, supongo que por una cuestión de seguridad. El aviso de la máquina del colectivo funcionó ya que pasé airoso la primera prueba. Nadie se daría cuenta que estaban con un tipo que hace ocho años que no ve la calle. Cuando llegué a la estación de Ezeiza, tampoco hubo problemas ya que había a la vista dos ventanilla expendedoras de boletos y una estaba vacía. Simulando revisar mi billetera me puse en la que estaba ocupada, solo para escuchar cómo se pedía el boleto, pero no hubo sorpresas: Todo estaba igual. El problema fue cuando en la estación Constitución fui a la boca del subte. Allí agudicé mis oídos para salir del paso, pues había que comprar esas tarjetas para cruzar por esos molinetes más nuevos. La misma técnica que para sacar el boleto del tren: esperar detrás de una ventanilla ocupada. Imité al de adelante y todo salió bien. Cuando hice combinación… ¡Dios mío!, era una de gente que iba y venía por esos pasillos tan angostos… Le pregunté con cierta vergüenza a una persona que estaba cerca de las boleterías que tenía un chaleco flúo que decía: “Estamos para ayudarlo”. –Me lo mandaron a mi a este –pensé. Incluso le pregunté si la tarjeta que acababa de usar me servía para la combinación que iba a hacer. –¡Claro! –me contestó mirándome con extrañeza. –Si supiera este… –pensaba mientras tomaba el segundo subte. Cuando bajé en la estación la escalera mecánica me hizo acordar cuando con seis años y de tanto insistir, logré que mi hermano mayor me lleve a la noche para que conociera los subtes y “esas escaleras que andan solas”. Mi primera vez en Buenos Aires. Ahora otra vez estaba hecho un “Walter” cual- 436 IGNACIO R. CANEVARO quiera. Quería llamar por teléfono, pero los públicos que estaban en la calle ¡Solo funcionaban con monedas! –¿Y los de tarjetas? Busqué como loco dos, tres, cuatro teléfonos, pero ninguno con tarjetas. Dentro del penal, solo había de esos y a decir verdad, no sabía cómo funcionaba ese otro aparato. Ya me había tragado un par de monedas al darme ocupado, ¡Y eran de un peso! No quería seguir derrochando así. Ni cambio me daban. Es que quería llamar a Cecilia y a mis padres para darles una sorpresa: simularía estar en Ezeiza como todos los días, pero después de unos minutos llegaría a la casa y llamaría a su puerta. Quería verles la expresión de la cara. Preguntando por un teléfono, me encontré con un puesto de venta de flores, y compré como tres ramos de rosas. Al final no pude encontrar ningún teléfono cerca que funcione, pero igual estaba a tan pocas cuadras de lo de Cecilia, que fui directamente. Ni bien me subí al taxi, noté que el conductor me miraba raro. Ya me veía venir alguna pregunta. Cuando no pudo más con su curiosidad, preguntó: –¿Nos conocemos? –No, no creo –contesté sabiendo donde iba– Estaba seguro que me reconocía –sólo mi cara– pero no sabía de dónde. A partir de allí sucedió varias veces más, por lo que es costumbre que hasta me sonrían sin saber quien soy. El taxista debía creer que era uno de esos pasajeros frecuentes o un personaje mediático. Nada de eso… Por lo menos, no era del tipo mediático farandulero. Me llevaba, sin saber que mi nombre y mi cara ocuparon páginas enteras de los diarios durante un buen tiempo. –¿Seguro que no nos conocemos?, ¿Vos viajas siempre por acá?, porque te veo cara conocida… Para terminar con el tema, inventé que trabajaba por la zona y que siempre tomaba taxis. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 437 –Quizá ya viajé con vos, eso debe ser. –Ah, ¿Viste?, No me olvido fácilmente de las caras –entusiasmado al mostrar tan buena memoria. Como esto se repetiría invariablemente muchas veces, de allí en más opté por evadir el tema si no me ubicaban y diluir la curiosidad sobre lo familiar que les resultaba mi cara cambiando de tema. No tenía sentido explicar a una persona que solo me vería por unos minutos todo lo que ahora me lleva un libro. Pero si en cambio me reconocen, me vinculan con el caso y el tiempo lo permite, soy yo quien tiene la curiosidad de saber qué piensan, escucho sus dudas y trato contarles por lo menos lo que viví, que no tiene nada que ver con lo que se supo. Tras unos minutos de conversación superficial ya estaba en casa de Cecilia, quien no se imaginaba lo que venía. Toqué timbre y allí estaba, con una mezcla de alegría y asombro, incredulidad y desconcierto, que luego del choque inicial, festejamos café mediante con su madre, quien también estaba en casa. La idea era también pasar por lo de mis padres, quienes alquilaban una casa a unas cuadras, cerca de la cancha de Ferro. Mi mamá cuando abrió la puerta se tomó la cabeza, y lo primero que me dijo fue ¡¿Qué haces acáaaa?! Limpiaba la cocina después del almuerzo. Estaba tan contenta que no quería que despierte a mi papá como sabía que lo haría. Era un impacto bastante fuerte ya despierta como para que lo tome desprevenido. Y mi papá tuvo esa sorpresa: en medio de la oscuridad de la habitación se encontró conmigo encima. No sabía dónde estaba, qué pasaba, ¡Hasta quién era yo! Me tomaba la cara entre su manos y me miraba extrañado, como tratando de asegurarse que no era un sueño. Mamá encendió la luz y trataba de bajar los decibles por temor a que los vecinos piensen que pasaba algo. Una alegría tremenda que no voy a olvidar jamás. Poder tomar un café con los viejos en un ambiente normal, humano, sin la presencia de penitenciarios ni ladrones o asesinos. Pensar lo que tuvimos que pasar para poder estar juntos es tan deprimente que me niego a contarlo. El ambiente lúgubre que había en los salones de visita cuando no era a la intemperie –invierno y verano– de los penales se acentuaba 438 IGNACIO R. CANEVARO con la compañía. La única manera de neutralizarlo era cerrarse todos en uno mismo y hacer de cuenta que no estábamos en el lugar que estábamos. Vinieron como un flash los recuerdos de una tarde en la que acompañé a mamá al baño de visitas, y quedé esperando que saliera mientras miraba al cielo. Mirá donde metieron a la vieja… Con su acostumbrada clase, siempre tan decorosa, allí en la miseria misma no dejaba de ser una dama. Se las arreglaba modestamente para ir a un baño turco, que no era más que una pequeña habitación pestilente con un pozo todo sucio. Ahora sentía que todo había pasado para ellos, y eso era lo más importante. Aunque seguiría entrando y saliendo del penal, nunca más dejaría que me visiten y pasen por lo mismo. Una gran carga se liberó de mi espalda al saber que volvían a tener una vida normal. Nunca más tendrían que someterse a los antojos de un penitenciario que, violando las ordenanzas, los revise hiriendo su pudor. Nunca más tendrían que aguantar horas de pie haciendo una fila en medio del ambiente más marginal de la sociedad. Nunca más nada de eso, aunque hay más para contar, pero no tiene más sentido recordar. Ya el cuadro está pintado… No quise en mi primer salida ser demasiado flexible y decidí ir a mi trabajo. Después de todo a eso había salido. El estudio de Caridi, donde trabajaría de allí en más desde las nueve hasta las dieciocho, estaba a un par de cuadras del congreso de la Nación. Cuando llegué sólo charlamos y gastamos los últimos minutos antes que saliera a tomar el colectivo de la línea 12, que me llevaría a Constitución y una vez allá, el tren a Ezeiza. Al salir, Ceci y mis suegros estaban estacionados en doble fila, y me esperaban para ahorrarme el trajín del viaje. Bienvenida sea la ocurrencia, salimos y hasta tuvimos tiempo de tomar un café en una estación de servicio en el camino. Mi intención era la de viajar solo, ver cuánto tiempo demoraba de ida y de vuelta, pero el viaje de vuelta recién pude calcular unas dos semanas más tarde, ya que siempre me llevaban y si no eran mis padres, eran los de Cecilia, cuando no ella misma. Sintéticamente el sistema de salidas se articulaba de dos maneras. Si salía bajo el régimen de salidas transitorias, éstas serían durante los fines de semana, gradualmente cada vez más prolongadas. Si lo hacía con el régimen ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 439 de salidas laborales, las mismas eran en días y horarios laborales. Para las dos modalidades, era necesario reunir una cantidad de requisitos excluyentes. En mi caso –y en el de la mayoría– utilicé las dos salidas en forma simultánea, y de esa manera estaba fuera del penal toda la semana. Con mucho cuidado al principio y más relajado a medida que pasó el tiempo, me fui incorporando a la nueva vida de civil, empleado y estudiante. Como en algunas películas en dvd, en las que se pueden ver dos y hasta tres finales distintos, parecía que mi libreto se había bifurcado a los 23 años. Ya con 32 –mi vida se dio vuelta como los números– y tenía una segunda trama a partir de allí. Ya no más cuarteles ni uniformes. Al principio me limité a cumplir con lo exigido. Gracias al estudio tuve mis primeras experiencias judiciales, ya que al cabo de un par de semanas, estaba yendo a tribunales a revisar expedientes. Sabía que podía recibir visitas de control del servicio penitenciario, pero eso estaba casi contemplado. (Como las salidas del cuartel para almorzar en el casino, no?) En realidad era un tema ríspido, ya que la salida no decía nada sobre ausentarse del lugar de trabajo, que era el estudio. Igual lo hice. La asistente social vino y me encontró, pero pocas veces. Las que no, era porque realmente estaba en tribunales, así que jamás pasó nada. Ya estaba en mi quinto año de estudios y paradójicamente este tema de salir estaba complicando el buen término de la carrera de abogacía. Ya no estaba la mayoría del tiempo en Ezeiza como para que vaya algún profesor, ni tampoco en capital, por lo que solicité se me traslade a una pequeña y muy poco conocida unidad penitenciaria que existe en plena Avenida Córdoba y Pasaje del Carmen. Al lado de la Casa del Futbolista, una puerta color crema ara abierta por personal penitenciario de civil que cumple casi solo funciones de portero. Los requisitos también excluyentes se me habían negado en varias solicitudes anteriores, pero esta vez no. Allí solo había lugar para seis internos que salieran a trabajar todos los días, que tuvieran salidas los fines de semana y que estuvieran muy próximos a la libertad condicional. Salvo este último detalle, estaba hecha para mí –pensé… Sobre noviembre de 2001, me avisaron que estaba autorizado a mudarme a la Casa de Pre-egreso de la Av. Córdoba. 440 IGNACIO R. CANEVARO Ahora yo también dejaba de ver uniformes penitenciarios para ingresar en una especie de internado. Salía a trabajar a las 7,30 y regresaba a las 20, entonces cenaba –cuando no tenía una sesión con la psicóloga del servicio penitenciario– y luego de mirar un poco de televisión, dormía hasta el otro día. Este fin del año había sido bastante estresante, la salida, los trámites, los permisos, el tiempo que no alcanzaba… Pero no tan solo para mí había sido un tiempo difícil. Diciembre había sido un mes muy complicado a nivel político y social. El 3 de diciembre se dio a conocer un decreto de necesidad y urgencia en el que se instauraba el posteriormente famoso corralito, una medida que intentó frustrar la caída de una gran cantidad de bancos debido a la creciente desconfianza generada en el sistema económico. El presidente De la Rúa tambaleaba en el gobierno. El nivel de pobreza había aumentado alarmantemente y empezaban a verse reacciones extremas. El 13 comenzaron los primeros asaltos a supermercados en la ciudad de Rosario y el conurbano bonaerense y continuaron los desmanes durante toda la semana. Era gente común, pero excluida que explotó en su miseria. La policía no tenía órdenes precisas y de una en una, el descontrol se apoderó de las demás ciudades. Para el 19 los saqueos habían comenzado por todo el país. En muchos lugares, a los que iban a buscar comida se les sumaron otros tantos –algunos encapuchados– que robaban televisores, electrodomésticos, muebles, bebidas, y todo cuanto estaba a su alcance. De la Rúa decretó el estado de sitio y dirigió un mensaje al país que fue televisado y escuchado por los pocos que estábamos en la casa de preegreso, a la que mi suegra llamaba también corralito. Cuando terminó el discurso –a las 2215–, la circulación de la Av. Córdoba se interrumpió. Se escuchaban insistentemente bocinazos, pero no se había acordado un horario para cacerolazos en señal de protesta como se venía haciendo. Como estábamos en un primer piso, salimos al balcón para ver qué pasaba. En un principio fueron unos pocos, pero luego más y más; Gente de todas las edades que marchaban de contramano por el medio de la avenida golpeando cacerolas y se dirigían a la Plaza de Mayo. Estábamos viendo pasar solo una de las grandes columnas que iban a protestar frente a la Casa Rosada. Volvimos dentro y miramos la tv que mostraba algo que estábamos viviendo ahí mismo. En las esquinas la gente salía con las cacerolas y gritaba lo que luego fue un común denominador: “Que se vayan todos”. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 441 Cuando terminé de cenar, ya sobre la medianoche, se dio la noticia de la renuncia de Cavallo y la reacción de la gente era de alegría y alivio, aunque no conforme aun con ello exigía el resto: Que se vayan todos. Cerca de la una de la mañana la policía reprimió a los que estaban en la plaza de mayo. La gente retrocedió, pero al rato, volvió y así fue toda la madrugada. La avenida Córdoba era un río de gente que no dejaba de correr. Al mediodía del 20 había en la plaza muchísima gente; cantaban el himno y consignas en contra de los políticos (De la Rúa, Menem, Duhalde, Ruckauf, etc.), gremialistas y la Corte Suprema. Y la gente seguía llegando. Al promediar la tarde, se ve que la policía recibió órdenes de desalojar la plaza y comenzó a tirar gases y balas de goma. Salieron camiones hidrantes y la policía montada. Durante toda la tarde se repitió la misma escena. La policía reprimiendo, gente en el medio tratando de parar la represión y los que contestaban a la represión con más violencia. Caos total. A las siete menos diez de la tarde, la noticia de la renuncia de De la Rúa apagó el incendio. Como si ese hubiese sido el objetivo, cesó todo acto de violencia y vino la vigilia y el duelo. El horror por lo que había pasado y el alivio porque ya había pasado. La gente se fue de a poco a su casa. Habían muerto como treinta y siete personas en todo el país y desde el gobierno provisional se prometía una pronta designación del nuevo presidente. La Argentina obviamente no volvería a ser la misma. Era el fin de una época de aparente bonanza y el comienzo de otra, bastante austera, y allí en el medio estaba yo, recién salido del horno. Hacía un par de meses un nuevo escrito descansaba en el escritorio de la Vázquez, ahora convertida en juez de ejecución. Uno que insistía en mi pedido de concurrir a tomar clases directamente en la Facultad de Derecho. 2002: Abogado Llegó fin de año y la fecha de inscripción se nos vino encima. Pleno febrero y nadie contestaba sobre el asunto cuando llamaba al tribunal de Neuquén; Solo un está a la firma de la jueza, que era lo que me decían desde noviembre del año anterior. Decidí arriesgar y anotarme para no perder el año. Igualmente si no se me autorizaba, no concurría y ya. 442 IGNACIO R. CANEVARO Me acompañó Marcelo, un compañero de estudios de la época de Caseros que también estaba en el corralito. Me llevó a la facu… Un espectáculo salido de los años setenta. El inicio de clases, que hasta ahora había asociado al comienzo de una nueva etapa, la promesa de renovados impulsos, inclusive a próceres y modelos a seguir, no tuvieron cabida en este Woodstock estudiantil. Y yo de traje… Es que después iba a tribunales. Daba la impresión que evocar allí a Sarmiento, Alberdi o Moreno sería una desubicada total. En cambio, la imagen del Che estaba como Belgrano en el día de la bandera. Banderas rojas y paredes pintadas con Hasta la victoria siempre!!! en aerosol hacían alusión a las próximas elecciones estudiantiles, que disputaban el codiciado centro de estudiantes. Una hilera de mesas atravesaba el primer hall luego de la escalera de acceso. Una increíble cantidad de gente, jóvenes y no tanto, algunos por grupos, iban y venían por los pasillos, subían y bajaban por las escaleras para anotarse en las materias en el primer piso y yo solo miraba, salido de un Colegio Militar y de la cárcel. Marcelo, que era ex-policía, venía cursando afuera desde principio del año anterior y ya estaba acostumbrado. Miraba mi cara y sonriendo decía: ¿Qué loco no?, pero luego regresaba… Vos anotate y cursá. El problema vino después de un par de meses, cuando mi profesor de la materia Práctica Profesional, me avisó que había recibido un llamado de Neuquén y que me quedara tranquilo que me había hecho quedar re-bien. –Cómo re-bien? –Claro, es que me preguntaron si estabas concurriendo a clases y contesté que sos el primero en venir, que participás activamente y también que sos el último en irte –con una sonrisa de satisfacción por haberme ayudado con eso. Cómo explicarle que aun no estaba autorizado y que estaba yendo por las mías… –Muchas gracias doctor, se lo agradezco mucho, en serio. –fue solo lo que pude decir. Un par de días después me llegó una notificación. La Vázquez vendría en persona para tener una audiencia personal conmigo. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 443 Pocas veces tuve tanto miedo. Ni siquiera el día de la sentencia; Pensaba que por haber concurrido a la facultad sin permiso, me quitarían el beneficio de las salidas. Ya había habido casos de revocación de salidas transitorias, aunque no por una causa así… Casi no duermo, no tenía justificativos. Pensaba: Soy el único idiota al que le van a cortar las salidas… ¿¡Por ir a estudiar?! Pero la Vázquez –al igual que Krom en su momento– quiso mostrar su gesto de grandeza y minimizó el asunto, no sin antes preguntarme si estaba estudiando. Cuando vio que no mentí al responder, abrió una carpeta con un informe de la UBA, en el que constaban las notas de mis parciales y me felicitó. Fue entonces que autorizó formalmente mis salidas a la Facultad de Derecho, lo que me permitió finalizar la carrera al término de ese mismo año. 2004: 3.586 Días Cada día que pasaba era más normal que el anterior, hasta le contaba a la psicóloga penitenciaria, en tono de confidencia, que hubo veces que a la nochecita me olvidaba de volver al corralito. No estaba más en mi cabeza ese lugar. El color de la vida iba cambiando. Ya no tenía el caso en la cabeza y el tiempo simplemente pasó. Un día me encontré firmando el oficio que decretaba mi libertad condicional y salí definitivamente del corralito. 12 de febrero de 2004, aunque no todo había terminado. Aun hoy que escribo estas líneas no terminó. Recién en febrero de 2009 cumpliré la condena; Hasta entonces, seguiré siendo supervisado periódicamente para respetar los términos de la libertad condicional. Pero las cosas habían cambiado, aunque solo sea desde el punto de vista de la detención. Y en mi cabeza, lógicamente también estaban cambiando. En algún momento pensé que tuve la dudosa suerte de entender cómo se formaban las mentiras a partir de una ilación de ideas que aparentemente guardan un sentido lógico y por ello son consideradas como verdades. No estoy ido. Al final de todo digo, tuve suerte porque el haber estado allí mismo, me permitió encontrar muchas veces respuestas a las preguntas que seguramente no hubiese podido comprender. 444 IGNACIO R. CANEVARO Necesariamente cuando nos pasa una desgracia, nos ponemos a replantear nuestros valores, nuestras creencias, y surgen preguntas casi metafísicas que nadie puede responder. Quienes somos creyentes, alguna vez tratamos de buscar respuestas en la religión, pero la religión no es una fuente de respuestas. Allí vienen las preguntas del por qué me tuvo que pasar esto a mí, cómo pudieron sospechar de mí, y lo único que me ayudó a soportar ese vacío de respuestas, fue sólo la razón y el cariño de mi familia y amigos. ¿Cómo no van a pensar que a Carrasco lo matamos de una paliza si eso es lo único que se dijo? Quizá pensar así me jugó en contra, pues al conformarme con la racionalidad y creer comprender el porqué de esas injusticias, estoy convencido que me aplacó demasiado. Me acható la normal reacción que debiera haber tenido. En vez de gritar mi inocencia, en vez de hacer de mi defensa un escándalo nacional, asumí que estaba perdido, aunque no dejaría de luchar. Nunca dejé de hacer lo que debía para demostrar mi inocencia, pero nunca fue suficiente. Eso fue un error, aunque se que nada se podía hacer contra el poder del estado, complotado con una justicia corrupta. Hoy pienso que si hubiera reaccionado como el común de la gente, sin racionalizar mi desgracia, mi imagen sería otra. El que no comprende porqué le pasan las cosas, es mucho más molesto, pues no se conforma con nada que no lo libere de la injusticia que padece. Con el tiempo, ese error asumió un duelo y quizá por eso se me cayeron lágrimas en ocasiones que no eran como para eso. Luego de la sentencia, incluso mucho después, me encontré por ejemplo escuchando música, sin pensar en nada y lagrimeando sin saber porqué. Una angustia sin motivo visible. Otra vez lo racionalicé como una reacción del cuerpo a tanto estrés y un desahogo que llegaba a destiempo. Quizá sea eso, quizá no. El tema es que ser así te hace ver de otra manera. Como más aplomado, más insensible. Nada que ver. Muchos años después, cuando estoy por cumplir con la injusta condena impuesta, puedo llegar a comprender como pasé de ser un ciudadano común y tener una vida normal, a purgar tanto tiempo en la cárcel por homicidio. Y de nuevo, no es tan difícil hacerse la idea si se vive todo lo que me tocó vivir. Esto es lo que intento transmitir. No es tan increíble si se tiene tanto tiempo para acostumbrarse a los reveses. Hace poco me enteré que este proceso que viví, le pasa a a casi todas las personas del planeta. Elizabeth Kübler-Ross es una médica psiquiatra suiza que dice que frente a noticia que implica algún tipo de pérdida –donde se ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 445 incluye la libertad, obvio–, se desencadena una serie de reacciones que ella tradujo en un modelo de cinco etapas: Negación, Ira Negociación, Depresión y Aceptación. Esas preguntas que me hacía, en realidad se las hacían miles de personas que vivían situaciones injustas o inaceptables. Negación “No, no puede ser, no quiero”, Ira: ¿Por qué yo?, Ruego: Se intenta hacer un trato con Dios, con el diablo, con quien sea que lo saque de esa situación. La gran mayoría de estos pactos son secretos y sólo quienes los hacen tienen conciencia de ello. Luego viene la Depresión: Cuando se tiene la conciencia de que todos los pasos anteriores fracasan aparece la anticipación catastrófica (muchas veces exagerada). La pena es producto de lo ya perdido y por último la Aceptación: que requiere que la persona haya tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La persona ha trabajado con el problema a través de la ansiedad y la cólera y ha resuelto sus asuntos incompletos. Había pasado invariablemente por todas y cada una de las etapas, pero ya sentía que la última estaba llegando. La vida siguió el curso lógico, –ahora entiendo que debía ser así– y las dos últimas chances de revertir esta injusticia se esfumaron como las primeras planas y el interés por el caso que terminó con la colimba. 2005 y 2006: Colorín colorado, prescripción y se salva Caro El 14 de junio de 2005136 terminó el caso Carrasco II –el de los encubrimientos– de la peor manera que puede terminar un caso judicial: Sin saber qué fue lo que pasó. Sin acusados y sin sentencia. El tiempo y la ineptitud de quienes llevaban el caso, dieron por terminado el tema: Prescripción del delito. Todos contentos. Los encubridores y los asesinos… todos tranquilos… La sociedad también tranquila, pues ya no se hace la colimba. El Ejército tranquilo pues la justicia obedeció –mal que le pese– al pie de la letra su orden y por último, la justicia tranquila, pues puede echarle la culpa al Poder Legislativo, que reformó la ley procesal y no atiende las consecuencias. Daño colateral, dirían en Irak. Flaco homenaje al pobre Carrasco. 136 Diario “La Nación” del 15 de Junio de 2005, http: //www.lanacion.com.ar/politica/nota. asp?nota-id=713031 446 IGNACIO R. CANEVARO Todo lo actuado por Bonetti caía en saco roto, y también lo poco que hizo Labatte y Argüelles. A Caro ni lo menciono aunque fue juez de la causa, pues ya sabemos por qué. Todas las nuevas probanzas, la de los allanamientos al cuartel de Zapala, todo cuanto estaba en ese expediente, que era una bomba a punto de estallar y que amenazaba la sentencia del tribunal oral, también cayó. Cayeron las conclusiones de Brailovsky, que era lo más importante y lo más evidente. Quizá pensándolo bien, por eso se dejó prescribir la causa de los encubrimientos. En sus conclusiones había sido tan terminante que prácticamente obligó a los defensores de la historia oficial a tomar esta medida. “…Como perito de la causa, tengo la obligación de decirle a V. S (Vuestra Señoría) que no me quedan dudas que Omar Carrasco recibió atención médica en su larga agonía, con un diagnóstico equivocado y un tratamiento por lo tanto inadecuado, que lo llevó finalmente ala muerte. Parte del mal tratamiento está dado por una internación clandestina en un lugar que no pudo ser determinado, pero que una prueba no incorporada a la causa, nos ponía sobre el indicio de que podría haber sido el sótano que está debajo de la Farmacia del Hospital Militar. No existieron fracturas de ninguna clase en sus costillas y menos aun el imaginario “volet” del que equivocadamente da cuenta el perito Mariano Castex. Existió sí un derrame hemático pleural derecho proveniente de una hemorragia de mediana intensidad, y una contusión pulmonar que lo llevó a una insuficiencia respiratoria con cianosis. No existieron los 1.500 cmts. Calculados a ojo de buen cubero” por los médicos Villagra y La Rosa, a los cuales, se trató de sumarles en forma espuria 200 cms. Más para aumentar el volumen de sangre perdida y poder justificar de alguna manera un muerte más que rápida que impidiera una asistencia médica, pero sí una tenue asistencia paramédica, sin que los que la efectuaron comunicaran la novedad en forma inmediata a sus superiores. Al mismo tenor, cada vez que Villagra realizaba declaraciones a los medios periodísticos, el volumen de sangre que había encontrado iba aumentando, hasta llegar a los 2.500 cms., y que podrá ser corroborado volviendo a ver las filmaciones televisivas del momento. Lo mismo ocurrió con la inexistente lesión ocular, imaginada a partir de una putrefacción que e daba tal apa- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 447 riencia, que no pudo ser demostrada anatomopatológicamente. A partir de acá entran en escena las peritaciones de Prueger, de las cuales ya expuse ampliamente sus fundamentos, y que alejaron el cuerpo de Omar Carrasco de la verdadera escena del crimen y aproximaron lo más posible la fecha de la muerte a la que por otros medios llegaron los señores Médicos Forenses de la Justicia Nacional. Valga como ejemplo que ninguna larva fue tomada del cuerpo de la víctima, a pesar de lo cual Prueger en el transcurso del juicio oral las hizo “nacer, crecer, y desarrollarse” acorde a postulados geométricos y no biológicos. Toda la documentación que pericia constituye a mi entender una prueba irrebatible e irrefutable de lo acontecido, y llevan la firma de sus actores. Como para que lo dejaran testificar en el juicio oral… Imposible sin que anulen el juicio y me pidieran disculpas. El colmo sucedió el 2 de marzo 2006, cuando contra todo pronóstico y por arte de magia se reflotó el tan postergado juicio político a Caro. El Consejo de la Magistratura aprobó por mayoría el dictamen de la fiscalía y resolvió iniciar su juicio político por mal desempeño en el caso Carrasco. Al enterarme de esta increíble noticia, fui a ver a uno de los tres fiscales –el radical Federico Storani– para ofrecer mi colaboración en lo que pudiera ser útil, pero sólo me recibieron sus asesoras, que no le dieron la menor importancia. Me llevé la impresión de haber hablado con un plantel de suplentes, que por cierto el tema le resultaba de escaso interés. Así, antes de comenzar el juicio, ya tenía la impresión que este asunto no llegaría muy lejos. El tribunal estaba presidido por la jueza de la Corte Elena Higthon de Nolasco; completado por los jueces y abogados Guillermo Sagües, Ramiro Puyol, Eduardo Roca, Enrique Barla, Manuel Moreira, así como los legisladores Cesar Gioja y Manuel Baladrón (justicialistas) y Carlos Rossi (cordobés del partido del intendente Luis Juez). Todos los testigos que desfilaron por el consejo, tuvieron un denominador común. Declararon en contra de Caro. Fueron 39 declaraciones en contra. Los diarios anunciaban contundentes reveses del juez que veía cada vez más reducidas sus chances de zafar de la destitución, aunque para ser honestos, solo algunos diarios se ocuparon del tema. La Nación, Río Negro y un par de veces pagina 12. El resto, mutis por el foro; Cuanto menos se hable del tema, mejor; Y lo bien que pensaron. 448 IGNACIO R. CANEVARO Se acusó a Caro de ceder la investigación a la inteligencia militar, de no dar ninguna participación a la Policía Federal ni a Gendarmería, de interrumpir el testimonio de Castro y alterar la declaración de Luna, de disponer que la autopsia se realice en el hospital militar, de convalidar irregularidades cometidas por el ejército que quedaron reflejadas en el sumario y un rosario de críticas esenciales: “Está hartamente demostrado con prueba documental y testigos con pluralidad de intereses que Caro concedió su competencia y jurisdicción y la puso en manos de la institución que provocó la muerte de Carrasco”, sostuvo Conti, integrante también de la fiscalía. Storani remarcó que Caro “…pudo haber investigado con independencia, pero no lo hizo” y “no sólo cometió una injustificada cantidad de errores sino lo que es más grave, declinó la función judicial y permitió que el hecho fuera investigado por el Ejército”. “¿El juez actuó de este modo porque estaba desbordado, carecía de experiencia suficiente o porque la infraestructura de la que disponía no servía para la investigación? No, actuó de este modo porque quiso”. “Está absolutamente probada la claudicación de la jurisdicción, lo cual es causal de mal desempeño y por eso solicitamos la destitución del magistrado”, y con ello terminó su alegato. La deliberación de la sentencia estaba como en una olla a presión. Se especulaba con mil variantes que se debían tener en cuenta. No en vano era un juicio político. Más político que esto, nada. Que si se destituía a Caro por mal desempeño, lo actuado por él caía y con ambos, la sentencia. Que si caía Caro, también lo hacía el tribunal oral de Neuquén, por haber asumido como propios los errores de la instrucción. Que si caía Caro por declinar su competencia en el ejército, inexorablemente caería Balza, ahora embajador Kirchnerista en Colombia. Tantas especulaciones se pesarían en el simple platillo de la frágil balanza de la justicia, que ya era un abuso. Mientras se deliberaba la sentencia, Beinusz Smukler –el tercer integrante de la fiscalía– sorprendió con la claridad con que separó las aguas al decir que en este juicio se juzgaba a Caro y no si Canevaro era o no culpable, aunque después de conocerse lo que ocurrió a través de esos 39 testigos en el juicio, ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 449 sostuvo que le resultaba inexplicable que los presos por la muerte de Carrasco hayan sido un subteniente y dos soldados.137 El 15 de Agosto concurrí al consejo de la Magistratura para escuchar la sentencia. Ya había leído los diarios que adelantaban que Caro sería restituido en el cargo, pero tenía que escuchar los argumentos. ¿Cómo era posible que zafara? Así lo vaticinaban los entendidos, y así fue. Ahora solo cambiaba de posición. Miraba desde afuera en la planta baja del palacio de tribunales. Un par de grabadores se apoyaban en el tv que transmitía en directo las alternativas de la sala, a la que no podía ingresar por estar cumpliendo una condena. La misma condena a la que se había llegado gracias a la instrucción de Caro… Por la cual estaba siendo enjuiciado. La cámara siempre presente de Crónica TV apuntando al monitor y un par de periodistas siguiendo de cerca la lectura del fallo por parte de la actuaria. Una joven de unos veintipico de años me preguntó porqué parte de la sentencia van. Yo le expliqué que no era una sentencia común, que era la lectura de los distintos votos del jurado y que estaban leyendo uno que estaba a favor de la destitución. –¿Usted es abogado? –Preguntó despistada. –Sí, de hecho soy abogado, si. –Ah, ¿Y viene por alguna de las partes? –No, para ser exacto no, aunque tengo mi corazoncito… –Sin ahondar demasiado. –Qué dice, ¿Lo destituyen? –No se, no creo. –Ojalá lo cuelguen pensé. No tenía sentido explicar nada más. Otra vez como en el Consejo de Guerra de Warckmeister en mayo del ‘94, pero en sentido contrario, No está debidamente probado fue el inicio de cada una de las oraciones de la sentencia, quizá de una manera más antojadiza que en el mismo y solitario Covunco. 137 Diario “Río Negro” del 14 de Agosto de 2006, Link corto: http: //rionegro.com. ar/diario/2006/08/14/20068r14f24. php IGNACIO R. CANEVARO 450 “…Que en relación con el cargo consistente en haber claudicado su jurisdicción (…) la pretensión acusadora debe ser rechazada y disponerse en consecuencia, la reposición del juez Caro a sus funciones. Ello es así, puesto que la sumisión del magistrado enjuiciado a la actividad de la inteligencia militar no ha sido probada en el transcurso del debate… Respecto de la imputación vinculada con el soldado Juan Sebastián Castro, no se ha probado que el magistrado hubiera sido anoticiado de las manifestaciones que éste habría efectuado de modo informal ante el personal de la Policía de la Provincia de Neuquén… … Sin soslayar que el juez Caro pudo haber utilizado datos de la investigación interna militar que resulta ajena a la competencia de este cuerpo, no se ha podido acreditar que la actuación del magistrado fuera determinada por actividades extrajudiciales, o que –en su caso– se le demarcara el rumbo de investigación. En tal sentido, numerosas y variadas diligencias judiciales se dispusieron en el expediente penal de manera independiente a la pesquisa castrense. Por todo ello corresponde rechazar el pedido de remoción impetrado…”138 Lo más frustrante de estos no se ha probado o no se ha podido acreditar fue que al no tener una medida concreta de hasta donde se considera qué está probado y hasta dónde no, con la sola invocación de la fórmula, ya consideraron por justificada la negativa. Es como pretender decir no, porque no, y que todo el mundo se quede callado. Aunque ahora se que ha sido eso. Aún no entiendo qué era lo que había que hacer para que estén debidamente probadas las acusaciones contra Caro. Resulta imposible adivinarlo. Caro fue restituido en el cargo con un fallo dividido de 6 jueces a favor de la restitución y 3 a favor de la destitución. Para los que apoyaban la última, la claudicación de la jurisdicción quedó evidentemente comprobada y por sí sola era causal de remoción. Aun así, ganó la impunidad. Las cosas de la vida, ¿No? Esa joven periodista estaba frente a uno de los protagonistas de todo ese despliegue y ella lo más pancha, conversando como con un fulano. En otra época los medios hubieran matado por una nota. No hace tanto tiempo, la justicialista Loli Domínguez usó su credencial de diputada para hacer pasar al periodista Polito como su ayudante a la cárcel de 138 tura. Desgrabación parcial y textual de la sentencia en el Consejo de la Magistra- ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 451 Caseros y hacerme una furtiva nota para la revista Gente; Y yo le creí que me visitaba por ser de la comisión de DDHH de la Cámara de Diputados… Ahora era un desconocido. Claro: el caso Carrasco se acababa de declarar oficialmente terminado. 2009 ¿El crimen perfecto? Atrás quedaron los días de tretas y confabulaciones; Los arreglos y acomodos. Hoy pienso cuanta gente intervino para que este caso sea un ejemplo de corrupción. La corrupción puede llegar a ser tan criminal como el mismo asesino, pues es la que le da el tiro de gracia a la verdad. Como decía al comienzo del libro, hay una sola verdad, y es la realidad, independientemente de quien la mire. Cuando se investiga, la verdad no se interpreta, se descubre. Menos que menos se la viste con harapos para disfrazarla de verdad real. El cadáver de la verdad ha sido enterrado en cada uno de los lugares donde se ha tenido la invaluable oportunidad de ser justos y aun no ha sido encontrado. Es otro de los tantos desaparecidos que nos deben los corruptos, muchos de los cuales se engañan pensando que sus actos no han contribuido a enterrarlo. Ellos quizá piensen que un voto por la negativa es tan intrascendente como cuando levantan la mano para llamar a un taxi. Pero no lo es: mucho menos cuando se levanta la mano por orden de una estructura partidaria. Y aun más terrible: cuando se está condenando inocentes. Eso también es Obediencia debida. Mientras tanto, el caso Carrasco es un crimen perfecto. Pero nadie cree que así sea. Y allí radica la perfección del crimen. Es un caso cerrado. Es cosa juzgada. Un tribunal oral condenó, casación ratificó y la corte también. Todas las instancias fueron coincidentes. Tanta gente no puede equivocarse. ¿Qué fue? ¿Un complot en contra de los condenados? ¡Por favor! Kurt Gödel fue un lógico, matemático y filósofo austro-americano. Una eminencia reconocida mundialmente de la talla de Einstein y Heisenberg y 452 IGNACIO R. CANEVARO Turing. Existe un razonamiento que trata de aplicar el “teorema de Gödel” y afirma que “…el crimen perfecto no es aquel que no se resuelve, sino aquel que se resuelve con un falso culpable”. Y tanta razón tiene. El caso Carrasco a todas luces no es un crimen impune. Hay condenados. La sociedad descansa tranquila con que no es un caso más de arbitrariedades dentro de los cuarteles y se siente segura de saber que con la cárcel de los tres condenados se ha hecho justicia. Pero sucede que cuanto más cimenta esa idea, cada vez más gente es sumada a la gran mentira, pues los condenados no somos los culpables. No lo somos de nada: Ni de haber golpeado a Carrasco. Ni de haber mandado a golpear a Carrasco. No sabemos quién golpeó o quién mandó golpear a Carrasco. Ni colaboramos con el ocultamiento de Carrasco. Tampoco pudimos saber algo de lo que le pasó a Carrasco. De saberlo, lo hubiéramos dicho. Si se quiere, no por honestos, sino para no ir a dar a la cárcel como lo hicimos. Sin atenuantes. Hoy me doy cuenta que hubo y aún hay demasiados nombres que tienen un interés en particular. Todos ellos, en mayor y en menor medida hicieron que el caso Carrasco sea lo que es hoy; y no hace falta decir qué hizo cada uno. Con solo ver el calibre de la mayoría de ellos es como para desalentar a cualquiera… Por eso la realidad del caso debe agradecerle a una lista interminable que tiene comienzo pero no fin, pues la integran solo los que se dejaron ver… Otras personas, quizá el doble o hasta el triple, seguramente son sus dependientes, conocidos solamente por ellos. PODER EJECUTIVO Presidente de la Nación Dr. Carlos S. Menem Ministro del Interior Dr. Carlos Ruckauf Ministro de Defensa Oscar Camilión CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Presidente Dr. Julio Nazareno Ministro Dr. E Moliné O’Connor ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO Ministro Ministro Ministro Ministro Ministro Ministro Ministro Dr. Adolfo Vázquez Dr. Carlos Fayt Dr. Guillermo López Dr. Augusto C. Belucio Dr. Antonio Boggiano Dr. Enrique Petracci Dr. Gustavo Bossert. SALA 2DA DE LA CÁMARA DE CASACIÓN PENAL Camarista Dr. Juan E. Fégoli Camarista Dr. Raúl Madueño Camarista Dr. Pedro R David Fiscal Dr. Raul Omar Plee. PROCURACION GENERAL DE LA NACIÓN Procurador General de la Nación Antonio Fappiano Subprocurador Gral de la Nación Luis Gonzalez Warcalde CÁMARA DE DIPUTADOS COMISIÓN DE JUICIO POLÍTICO (Bloque Justicialista) Presidente Dip. César Arias Vice-presidente Dip. Miguel A. Robles Vocal Dip. Sergio E. Acevedo Vocal Dip. Susana B Ayala Vocal Dip. Carlos F. Dellepiane Vocal Dip. Norma Godoy Vocal Dip. Diana B. Gutiérrez Vocal Dip. Juan C. Maqueda Vocal Dip. Carlos O. Menem Vocal Dip. Miguel A. Pichetto Vocal Dip. Oscar Sat Vocal Dip. Carlos Soria Vocal Dip. Miguel A. Toma CONSEJO DE LA MAGISTRATURA Presidente (Corte Suprema de Justicia) Dra. E Higthon de Nolasco Vocal Dr. Guillermo Sagües Vocal Dr. Ramiro Puyol Vocal Dr. Eduardo Roca Vocal Dr. Enrique Barla 453 454 Vocal Vocal Legislador Vocal Legislador Vocal Legislador IGNACIO R. CANEVARO Dr Manuel Moreira Cesar Gioja Manuel Baladrón Carlos Rossi CUERPO MÉDICO FORENSE Perito Dr. Julio Ravioli Perito Dr. Osvaldo Raffo Perito Dr. Osvaldo Curci TRIBUNAL ORAL FEDERAL EN LO CRIMINAL DE NEUQUÉN Presidente Dra. M Barrera de Ingelmo Dra. Aideé Vázquez Dr. Eugenio Krom Secretaria Dra. Julieta Caunedo Ministerio Fiscal Dr. Reyes Balboa CASO CARRASCO II Dr. Osvaldo Coscia Dr. Oscar Albrieu Dr. Norberto Ferrando JUZGADO DE ZAPALA Juez Federal Dr. Rubén O Caro Fiscal Dr. Luis M Viaut Fiscal Dr. Marcelo Retes Fiscal Dr. Andrés Necol EJÉRCITO ARGENTINO Jefe Estado Mayor General del Ejército (JEMGE) Tte Grl Martín Balza Secretario del JEMGE Grl Chretien Abogado representante de intereses del Ejército Dr. Moreno Campos Comandante Vto Cuerpo de Ejército Grl Div Jorge Halperín Presidente Comisión de Artillería (Pacto de Granaderos) Grl Viviani Rossi Retirado (Pacto de Granaderos) Grl Díaz Bessone Retirado (Pacto de Granaderos) Grl Laidlaw “Enlace” designado entre el Ejército ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO y el Juez Caro Auditor del Comando de Vto Cuerpo de Ejército Auditor del Comando de Vto Cuerpo de Ejército Auditor del Comando de Vto Cuerpo de Ejército Comandante VIta Brigada de Montaña Juez de Instrucción Militar N°93 Jefe Grupo de Artillería 161 Jefe GA 161 (Designado por Balza en reemplazo de With) 2do Jefe GA 161 J Base Apoyo Logístico Nqn (BAL) 2do Jefe BAL Nqn Jefe Batería “B” GA 161 J Accidental Batería “A” GA 161 Suboficial de semana Batería “A” GA 161 CONSEJO DE GUERRA Presidente Vocal Vocal Vocal Vocal Vocal Fiscal Secretario CG Auditor INTELIGENCIA MILITAR Jefatura 2 de Inteligencia Militar Jefe de la Central de Reunión de Inteligencia Militar (CRIM) 2do Jefe de la Central de Reunión de Inteligencia Militar (CRIM) Jefe de la Compañía de seguridad de la CRIM Enc de la Compañía de seguridad de Cnel Daniel Raimundez Tcnl Gutierrez Tcnl Ferrario Tcnl Muñiz Grl Div Carlos Díaz Tcnl Raul José Tcnl Guillermo With Tcnl Alejandro Duret My De la Fuente Tcnl Cerrutti My Bracco Cap Eduardo Molli Tte Carlos Verón Sarg Carlos R. Sánchez Grl. Luis J. Warckmeister Cdro Marcos M. Martínez Cdro Eduardo Fontaine Cnl. Ulises R. J. F. Moreyra Cnl. Jesús J. Pellegrini Cap Nav Roberto Rambaldo Cnl. Ernesto N. Valdéz Tcnl. Jorge F. Martínez Cnl. Miguel A. Hadad Grl Br Jorge Miná Cnl Torres Tcnl Crinigan Tcnl Rubén Onsari 455 456 IGNACIO R. CANEVARO la CRIM Subof Ppal G. Hipólito Jefe del Destacamento de Inteligencia 163 (Nqn) Tcnl Eduardo Víctor Jordán Jefe de la Agrupación Apoyo de Icia Cnl Orlando Varela S/D Cap Abraghin S/D Tte 1ero Pietronave PCI Santiago Pardo PCI Rodríguez PCI Omar Parada PCI Raul Lascano PCI Alfredo Randazzo PCI Enrique Rincón Instalador telefónico Daniel Romano S/D Sarg Diógenes Pascua S/D Sarg Quilallan. HOSPITAL MILITAR Jefe Base Apoyo Logístico Nqn Tcnl Pedro Cerrutti Servicio Traumatología Cap Med Jorge Corvalán Medico Clínico Tte 1ero Med Daniel Temi Enfermería Subt Enf Viviana González Enfermería Cbo Enf R Villalba de Verón Cardiólogo Civil de turno en HMZ Dr. Norberto Kurchan Médico civil de guardia Dr. Emilio Aguirre. POLICÍA FEDERAL Jefe de División Homicidios de la Policía Federal Crio Gral Eduardo Duarte Policía Federal Subcrio Carlos A Serraballes Medico Legista Rodolfo Villagra Perito Criminalístico Enrique Prueger Ahora escribo esto y Cecilia duerme junto a mi hija Martina de 3 años. En la hoja del diario que habla sobre la declaración de la González, sobre la que estoy escribiendo, hay una propaganda de la desaparecida empresa aérea LAPA, a la que como abogado he patrocinado en un juicio, por intermedio de mi suegro –a quien mi agradecimiento nunca es suficiente por mi permanente inclusión en sus tareas– y que solo sirvió para aportar fondos a su quiebra, pues dejó de existir en el 2003. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 457 6 de marzo de 2009, se cumplen quince años de la fecha en que desapareció Carrasco, y faltan dos días para que se cumpla un nuevo aniversario de su muerte, tal como lo asegura Brailovsky en su ignorado informe. Esa muerte que cambió la vida de todos los argentinos; Que hizo que fueran muchos los privilegiados en sacar de esta desgracia algún rédito personal. Otros pocos salimos perdiendo. Para el común de la gente solo derivó en la suspensión del centenario Servicio Militar Obligatorio. Nada de esto era necesario. Como ahora ya sabemos, hasta la misma muerte de Carrasco. Pero aun soslayando el hecho de que nadie pudo o quiso impedir la muerte de Carrasco, tampoco nadie ha colaborado con el esclarecimiento del hecho, lo que equivale a decir que nadie ha asumido las consecuencias de sus actos y a la vez nadie ha permitido la investigación de la justicia, que por cierto tampoco hizo nada bien. Hoy sabemos que aunque el crimen le haya quedado grande al juzgado de Zapala, la verdad es que semejantes errores no son producto de la inexperiencia, sino de una clara intención de llevar el caso lo más lejos de la verdad posible. Por supuesto que esto se hace extensivo a todas y cada una de las instancias judiciales por las que ha pasado la causa hasta lograr el fin perseguido. La condena de inocentes: El crimen perfecto. Cómo habrá cambiado la vida de los argentinos, que si solo se hubiera investigado como se debe, quizá no estaríamos hablando de la segunda presidencia de Menem, con todo lo que eso significa, ni quizá la Alianza y todo lo que se encadenó tras la entrega del mando de Menem hubieran hecho el triste papel que hicieron. Tampoco hoy Balza sería embajador en Colombia. Lo más probable es que Caro no sería Juez. Demasiados funcionarios, tanto políticos como judiciales, y hasta militares, no hubiesen llegado donde lo hicieron, merced a inescrupulosas componendas. Hoy el “Caso Carrasco” sería la demostración de una justicia que no acepta presiones del poder. La sociedad hubiese advertido que lo importante no era que sus hijos no hicieran la conscripción, sino hallar y castigar a los verdaderos culpables para que nunca más volviera a suceder. Comprendería que hallar “un culpable” es el camino más rápido para silenciarla y que no es lo mismo que hallar “al culpable”. 458 IGNACIO R. CANEVARO Servicio Militar Obligatorio sería un viejo sistema que hubiera cumplido cien años y seguiría siendo otra de las cosas que tienen que cambiar, pero que nunca se hace. Bien de argentinos. Seguro Caro seguiría escondido tras un escritorio, como subrogante, soñando con un nombramiento. En lo que a mí respecta, el apellido Canevaro no cargaría con el estigma de haber sido señalado perversamente de ser autor o siquiera saber algo de la muerte de Carrasco para ocultar algo mucho más profundo y oscuro. No hubiera estado encerrado en la cárcel durante 3.586 días, y sujeto al control penitenciario y judicial otros 1.839 días más, y seguiría siendo militar tal como elegí cuando tenía 8 años. Quizá hubiera formado una familia de más joven, lo más probable es que hubiera tenido más hijos. No tendría que haber empezado de cero a los 34 años, no sería abogado y he de suponer que no estaría buscando la verdad sobre quién o quiénes y por qué mataron a Carrasco. Aunque tampoco hubiera conocido a Cecilia y no seríamos los padres de Martina, por quien la vida tiene un nuevo sentido y da revancha… Juré luchar por demostrar mi inocencia y limpiar mi nombre hasta que lo logre o muera, y aunque pocas, sigo teniendo esperanzas. Aun está la realidad, intangible, que siempre nos podrá decir donde fue enterrada la verdad. Dios quiera que sea en esta vida, en que el caso Carrasco deje de ser el crimen perfecto. Recién allí se hará justicia. Para Omar Carrasco, para los que fuimos injustamente condenados, para nuestras familias, y para la verdad. Por ahora solo tenemos este libro, que modestamente intenta contar la verdad de lo poco que pude vivir del caso, pero es un comienzo. –La verité en Marche– La verdad está en marcha, como dijo Zola. Él pudo demostrar que Dreyfus fue acusado injustamente. Aun no estamos perdidos. ORACIÓN A LA JUSTICIA Señora de ojos vendados que estás en los tribunales sin ver a los abogados, baja de tus pedestales. Quítate la venda y mira Cuánta mentira. Actualiza la balanza y arremete con la espada que sin tus buenos oficios no somos nada… … Señora de ojos vendados, con la espada y la balanza a los justos humillados no les robes la esperanza. Dales la razón y llora porque ya es hora. María Elena Walsh GLOSARIO Baja: Situación de revista en la que los soldados/militares dejan de tener estado militar y se reintegran al medio civil. BAL Neuquén: Base de Apoyo Logístico Neuquén. Unidad ubicada en la localidad de Zapala, Neuquén. Es una unidad de ayuda a las unidades de combate. La que les provee de vestimenta, alimento, combustibles, munición, etc. Batería: Conjunto de hombres y materiales que forman una de las partes en las que esta dividido un Grupo de Artillería. Popularmente se conoce a su par de infantería, la Compañía. Es una compañía del arma de artillería. Batería de Instrucción: Es una “Compañía” en donde se agrupan los soldados que están recibiendo las primeras Instrucciones. (Subperíodo Básico) Clase: Camada de soldados sorteados para hacer el SMO, que se identifican por el año en el que nacieron. Cofres: Especie de armarios sin puertas en los que los soldados acomodan sus pertenencias. Cdo Br M IV: Comando de Brigada de Montaña Sexta. Gran unidad de combate ubicada en la ciudad de Neuquén, de la que depende el GA 161. Cuadra: Alojamiento de los soldados en forma de rectángulo con filas de camas y un pasillo en el centro. Cuadros: Denominación que se utiliza para englobar a oficiales y suboficiales en una sola palabra. Diana: Hora en la que se levantan e higienizan los soldados; La marca un horario definido por el Oficial de Semana, respetando el PON. GA 161: Grupo de Artillería 161. Hoy GA 16. Unidad militar ubicada en la Localidad de Zapala, Neuquén. Su poder de fuego está compuesto por 16 cañones. Jefe accidental de Batería: Oficial que cubre el cargo del Jefe de Batería en su ausencia. Jefe de Batería: Jefe de Subunidad. Con el grado de teniente primero o capitán, está a cargo de un cuarto de los soldados del cuartel. ATANDO CLAVOS. CARRASCO, EL CRIMEN PERFECTO 461 Jefe de Grupo: Con el grado de teniente coronel es el de mayor jerarquía dentro del cuartel. Jefe de Sección Piezas: Oficial que sigue en jerarquía al Jefe de Batería y es responsable del elemento cañones de la misma. Moderno: Mas nuevo. El militar que es mas nuevo o de menor grado/jerarquía. Movimientos vivos: Popularmente denominados bailes. Conjunto de órdenes enérgicas que se les da a la tropa, contenidas en los reglamentos militares. Los mas comunes son “Carrera mar”, “cuerpo a tierra” y “rodilla a tierra”. No incluyen vejaciones ni malos tratos. Fueron prohibidos días antes del fallo del consejo de guerra de Covunco, en mayo de 1994. Oficial de Semana: Oficial de baja graduación a cargo de los soldados en cada Subunidad. Cumple un turno de una semana. Su tarea es que la tropa realice tareas domésticas, como levantarse a la mañana, desayunar, entregarlos a los instructores, recibirlos luego de la instrucción, hacerlos higienizar, racionar y acostar hasta el otro día. Orden Cerrado: Parte de la instrucción en donde se enseñan las posiciones militares de firmes, descanso, saludo militar, marcha, giros, etc. Orden Interno: Tareas dentro de la Subunidad en donde se acomodan uniformemente los elementos dentro de los cofres, armado de camas, aseo personal, etc. Plaza de Armas: Playón donde se realizan formaciones de tropa e iza la bandera. PON: Procedimientos Operativos Normales. Especie de Reglamento interno para automatizar actividades. Retreta: Hora de la noche en la que los soldados se acuestan a dormir hasta el otro día. Generalmente 21:45 hs. Salida Franco: Licencia que varía su duración, generalmente los fines de semana, excepto en el período de instrucción, que se inicia recién al mes. Sección: Una de las partes en las que se divide una Subunidad. Silencio: Hora en la que la tropa duerme. No pueden haber mas movimientos de soldados en la cuadra. Generalmente las 22:00 hs. Subperíodo básico: Instrucción que se les da a los soldados ni bien ingresan a la vida militar. Su duración en 1994 era de un mes. Subteniente: Primer grado en la escala jerárquica de los oficiales. Subunidad: Sinónimo de Batería / Compañía. FUENTES CONSULTADAS 01. Diario Río Negro (Edición impresa y digital) 02. Diario La Mañana del Sur (Edición impresa) 03. Diario La Nación (Edición impresa y digital) 04. Diario Clarín (Edición impresa y digital) 05. Diario Ámbito Financiero (Edición impresa y digital) 06. “El último Colimba, el caso Carrasco y la Justicia Arrodillada” de Dante Marín y Jorge Urien Berri, Bs. As., Editorial Planeta, 1995 07. “J’accuse” El caso Dreyfuss. Alegato en favor del capitán Alfred Dreyfus, en forma de carta abierta al presidente de Francia M. Félix Faure y publicado por el diario L’Aurore el 13 de enero de 1898 en su primera plana. 08. Causa Nº 100/94 Sumario militar por “abuso de autoridad”. 09. Causa Nº 31/95 “Canevaro Ignacio Rodrigo y otros s/ Homicidio y Encubrimiento” 10. Causa Nº 749/96 “Canevaro, Ignacio Rodrigo y otros s/Recurso de Casación” 11. Causa N° 2715/00 “Canevaro Ignacio Rodrigo y otros s/ Recurso de Revisión” 12. Internet. Consulta de variedad de páginas Web para confirmación de personajes, fechas, lugares, datos en general 13. Grabaciones personales de las sesiones del juicio político al Juez R. Caro ÍNDICE Prólogo ............................................................................................................ 7 1992 El Pantalón ............................................................................................14 1993 El contrabando de armas y los muertos de Menem ............................. 15 1994 Un cadáver en Zapala ........................................................................... 20 1995 Camino al Juicio................................................................................. 225 1996 Condenas y Apelaciones .................................................................... 325 1997 ¿Se cae el juicio? ................................................................................ 406 1998 La contraofensiva inclina la cancha ....................................................416 1999 Respira la Historia Oficial...................................................................418 2000 Revisión: Contra molinos de viento .................................................. 426 2001 Salidas con cambios ............................................................................431 2002 Abogado ............................................................................................. 441 2004 3.586 Días .......................................................................................... 443 2005 y 2006: Colorín colorado, prescripción y se salva Caro .................... 445 2009 ¿El crimen perfecto? ...........................................................................451 Oración a la Justicia .....................................................................................459 Glosario ....................................................................................................... 460 Fuentes consultadas .................................................................................... 462 Se terminó de imprimir en Impresiones Dunken Ayacucho 357 (C1025AAG) Buenos Aires Telefax: 4954-7700 / 4954-7300 E-mail: info@dunken.com.ar www.dunken.com.ar Marzo de 2009