El cristiano y los Videojuegos, el vicio en el celular Los juegos realmente parecen sólo un pasatiempo, pero son un fenómeno que merece una evaluación más profunda. Desde que Steve Russel inventó, en 1962, el primer juego, llamado Spacewar, hubo hasta hoy una verdadera explosión. Se encuentran por todas partes: hogares, internet y salas de internet, que son ambientes especiales con varios ordenadores de última generación conectados en red. Independiente del tipo de juego, los riesgos son muy grandes. El mayor riesgo es el vicio. Aunque los juegos no sean violentos, tienden a viciar, pues una persona gasta hasta 100 horas para dominar un videojuego típico. Por detrás del vicio aparecen todavía la dependencia y el mal uso del tiempo. «Los adictos a juegos llegan a jugar 24 horas al día sin parar, reaccionando a la abstinencia de la misma forma que los dependientes de alcohol y otros estupefacientes», dijo en una entrevista el psicólogo Hakan Jonsson, experto en el tratamiento de jugadores compulsivos. Hay varios motivos para el surgimiento de ese vicio, pero normalmente se desarrolla por el hecho de que los juegos tienen fuerte atractivo visual, garantizan increíble inmersión del jugador en el ambiente del juego y recompensan a los jugadores de acuerdo con su éxito y esfuerzo a través de puntos, nuevas fases, bonificaciones, etc. Además, permiten a los jugadores tener un control que no tienen en la vida real, y eso tiene una atracción muy fuerte. Es necesario recordar, sin embargo, que el vicio es una de las cosas más ofensivas a Dios, pues domina el mayor regalo que Él dio a los seres humanos en la Creación – la libertad de elección. Dios aceptó el riesgo de ver toda la creación comprometida para dejar al hombre escoger libremente. Él sufre al ver decisiones equivocadas, pero no interfiere en la libertad de elección. Por eso, no puede aceptar cualquier cosa que venga a controlar esa libertad, Es bueno recordar que, además del vicio, el envolvimiento con videojuegos puede causar: 1. Cansancio físico debido a la disminución o hasta la falta del sueño nocturno; 2. Cansancio visual, ojos que arden y resecados, pues una persona concentrada parpadea tres veces menos; 3. Aislamiento de la convivencia social y del contacto humano; 4. Dificultades de atención; 5. Limitación conversación; del vocabulario y de la 6. Disminución del hábito de la lectura; 7. Deshumanización comportamiento; y mecanización del 8. Estímulo a comportamientos agresivos en función del tipo de juego utilizado o por el exceso de cansancio; 9. Falta de sensibilidad ante problemas serios y de la realidad diaria; 10. Pasividad, con la voluntad inhibida y el raciocinio bloqueado, debido a los movimientos repetitivos y predefinidos; 11. Separación de la realidad por encontrar un «hábitat» en el mundo virtual. Cuando los juegos son «pesados», la situación es peor, pues la persona pasa a encarar con naturalidad la violencia, las muertes, las torturas y el sadismo. Ellos son desligados de toda consecuencia moral o espiritual; 12. Bajo rendimiento y aprovechamiento escolar debido al cansancio físico y mental debido a largas horas dedicadas a los juegos; 13. Conexiones peligrosas, la creación de familiaridad con los demonios de todo tipo: zombis, chamanes (brujos), vampiros, Ets, dragones, criaturas deformes, andrógina, así como familiarizarse con sus nombres: Diablo, Jersey Devil, Pokemon (monstruos de bolsillo), Speed Devils, Dragón Quest, etc .; 14. Aumento de la presión arterial, pues la actividad cardiovascular es directamente influenciada. Cuanto mayor es la violencia del juego, más sube la presión arterial; 15. Problemas de columna, en función de la postura irregular durante horas de juego; 16. Tendinitis y Lesión por Esfuerzo Repetitivo causados por repeticiones excesivas de movimientos de manos y brazos. Mantente alejado del vicio y de toda esta lista de pérdidas. Por más que algunos juegos te atraigan, y parezcan hasta inocentes, Dios tiene una vida mejor para ti. Intente dar la vuelta por encima, tomando una decisión. Su primera actitud debe ser decidir cambiar y acabar con lo que lo sostiene. Siga el consejo del Salmo 119: 9-11. Consejos para liberarse 1. Busque la ayuda de Dios. Sólo Él puede cambiar su voluntad. Hazlo un gran motivo de tus oraciones. Aunque el hábito ya se ha transformado en vicio, dos consejos preciosos de Elena de White pueden ayudar: «En la fuerza conquistada por la oración y el estudio de la Palabra … abandonará el vicio» (Hechos de los Apóstoles, 467), y «el único remedio para el vicio es la gracia y el poder de Cristo «(La Ciencia del Buen Vivir, página 179). 2. Desarrollar nuevos hábitos. Para cambiar y vencer hay que ocupar el tiempo con otras cosas útiles. Descubra áreas que le atraen y busque maneras de involucrarse con ellas. 3. Practique actividades físicas. Ellas también apasionan, pero lo hacen de manera constructiva y sana. 4. Si es necesario, cambie de amigos. Busque una clase que tenga otros hábitos y que pueda involucrarse en actividades más saludables. Fuente: Biblia.com.br