SISTEMA DE ESTUDIOS DE POSGRADO Maestría en Estudio sobre la Violencia Social y Familiar LA VIOLENCIA COMO UN PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA EN COSTA RICA M. Sc. Jessica Mac Donald Quiceno M. Sc. Marielos Rojas Espinoza 2010 Edición Académica Elena Sancho Blanco Encargado de cátedra Rosario González Brenes Revisión filológica Armando José Ríos Sánchez 2 ÍNDICE Introducción 7 1. La violencia: un fenómeno complejo 9 1.1. Una aproximación a la definición de violencia y su clasificación 11 2.2. La violencia, su construcción social y codificación cultural 16 Ejercicio de autoevaluación 20 2. La salud integral, desarrollo humano y violencia 24 2.1. La salud desde una perspectiva integral 26 2.2. Desarrollo humano y derecho a la salud 31 2.3. Inequidad en salud: una expresión de violencia estructural 37 Ejercicio de autoevaluación 51 3. El impacto de la violencia en la salud integral 56 3.1. El impacto de la violencia se expresa en múltiples dimensiones 58 3.2. El impacto de la violencia en la salud mental 60 3.3. El impacto de la violencia a edades tempranas 65 3.4. La violencia y su impacto en el tejido social 73 3.5. El impacto de la violencia en la demanda de servicios de salud 79 Ejercicio de autoevaluación 84 4. Caracterización de la violencia en Costa Rica 86 4.1. Manifestaciones de violencia: incidencia, prevalencia y tendencias 88 4.2. Magnitud y tendencias de la mortalidad producida por violencia 106 Ejercicio de autoevaluación 124 Bibliografía 125 3 Cuadros Cuadro1: Distritos con mayor y menor desarrollo social (2007) Cuadro 2: Los 10 Cantones con mayor y menor desarrollo social por dimensión de la salud, ubicados en el I y V quintil (2007) Cuadro 3: 38 43 Cantones con tasas de mortalidad infantil más elevadas según períodos seleccionados 47 Cuadro 4: Probabilidad de relación entre experiencias de trauma y TEPT 61 Cuadro 5: Porcentaje de atenciones en consultas externas por episodios depresivos y otros trastornos afectivos, según sexo (1996 y 2001) Cuadro 6: 62 Número y porcentaje de casos atendidos por algunas causas externas según servicios de emergencias y hospitalizaciones de la CCSS y porcentaje de fallecidos (2006) Cuadro 7: 80 Costos por accidentes de tránsito según Centro de Atención (2008) 81 Cuadro 8: Egresos hospitalarios producidos por arma de fuego (2008) 82 Cuadro 9: Número de delitos registrados durante 2005-2008 90 Cuadro 10: Delitos cometidos con armas de fuego (2005-2008) 93 Cuadro 11: Porcentaje de mujeres encuestadas que reporta haber sufrido alguna forma de violencia física después de los 16 años y tipo de perpetrador. Cuadro 12: 100 Mujeres que han vivido violencia física y sexual a lo largo de sus vidas 101 Cuadro 13: Reportes institucionales de casos de violencia (2004-2008) 103 Cuadro 14: Porcentaje de defunciones por causas externas según sexo (2008) Mortalidad por accidentes de tránsito, según provincia de Cuadro 15: ocurrencia (2006-2008) Homicidios por provincia, producidos por armas de fuego (2005- Cuadro 16: 109 113 2008) 118 Gráficos Gráfico 1: Distribución porcentual del Índice de Desarrollo Social por quintiles según regiones 40 Gráfico 2: Tasa de mortalidad infantil según región (2009) 45 Gráfico 3: Tasa de Mortalidad Infantil por 1000 nacidos vivos, promedio 4 nacional y de los diez cantones con mayores y menores tasas (1972-2008) Gráfico 4: Porcentaje de atención de urgencias por trastorno de ansiedad según sexo y edad (2006) Gráfico 5: 63 Porcentaje de atención de urgencias por episodios depresivos según edad y sexo (2006) Gráfico 6: 46 63 Distribución porcentual de costos de atención de los accidentes de tránsito según servicios. CCSS (2008) 82 Gráfico 7: Tasa de delincuencia (2002-2008) 89 Gráfico 8: Tasa de criminalidad (2002-2008) 91 Gráfico 9: Delitos por violación a la Ley de Armas y Explosivos según provincia (2005-2008) Gráfico 10: 94 Casos ingresados en trámite en Primera Instancia Penal Juvenil del Poder Judicial (1996-2008) 96 Gráfico 11: Tasa de delitos sexuales (1995-2007) 97 Gráfico 12: Tasas de violencia intrafamiliar (2000-2008) 98 Gráfico 13: Tasa de violencia intrafamiliar según sexo y edad (2008) 99 Gráfico 14: Tasa de violencia doméstica, según casos reportados en los juzgados (1998-2007) 103 Gráfico 15: Tasa de víctimas de accidentes de tránsito 104 Gráfico 16: Número de accidentes con lesionados, muertes en sitio u hospitales y heridos leves o graves (2007 vs 2008) Gráfico 17: 106 Número de muertes según los cinco grandes grupos de causa (2000-2008) 106 Mortalidad según los cinco grandes grupos de causa (2000-2008) 107 Mortalidad por causas externas (2000-2008) 108 Gráfico 19: Mortalidad por causas externas según sexo (2000-2008) 109 Gráfico 20: Mortalidad por causas externas según provincia y edad (2008) 110 Gráfico 21: Tasas de mortalidad por causas externas entre jóvenes de 15 a Gráfico 22: 24 años en países seleccionados (alrededor del 2003) Gráfico 18: 112 Mortalidad por accidentes de tránsito, según grupo de edad y Gráfico 23: sexo (2008) 113 Tasa de homicidios (1997-2008) 115 Gráfico 24: Total de víctimas de homicidios y número de ellas que fueron Gráfico 25: muertas por armas de fuego (1999-2008) 116 Personas fallecidas por homicidio doloso, según tipo de arma 5 Gráfico 26: (2001-2007) 117 Mortalidad por homicidios, según grupo de edad (2008) 119 Gráfico 27: Tasa de asesinatos por violencia doméstica, problemas pasionales Gráfico 28: y agresión sexual (2003-2007) 120 Tasa de suicidios (1997-2007) 121 Gráfico 29: Mortalidad por suicidios, según grupo de edad (2008) 122 Gráfico 30: Porcentaje de suicidios según sexo (2008) 123 Gráfico 31: Esquemas Esquema 1: Triángulo de la Violencia según Galtung 18 Esquema 2: Pirámide de las experiencias adversas en la infancia 68 Mapa 1: Índice de Desarrollo Social Distrital 2007 según quintiles 39 Mapa 2: Dimensión Salud por distritos y quintiles 2007 44 Mapas Tablas Tabla 1: Efectos de la violencia contra personas menores de edad en la dimensión biológica de la salud Tabla 2: Efectos de la violencia contra personas menores de edad en la dimensión psicológica de la salud Tabla 3: 70 71 Efectos de la violencia contra personas menores de edad en la dimensión social de la salud 72 6 INTRODUCCIÓN La violencia como fenómeno social cobra una forma especial de comprensión desde la salud pública, especialmente, si se parte de una visión integral. Las muertes, los años de vida perdidos, los daños físicos y psicológicos, los costos en salud, al igual que las sensaciones de inseguridad, miedo y dolor que van trasformando las relaciones interpersonales y vulneran el tejido social, fuente de protección de la salud, son algunos de los efectos de la violencia que remiten a problemas claros en el ámbito de la salud. A pesar de ello, son los obstáculos que han existido para posicionar la violencia como un problema de salud pública. Uno de ellos es el no concederle al bienestar psicológico y social el espacio que se le da a la organicidad, lo que reduce la salud a su componente exclusivamente físico. Otro obstáculo lo constituye una postura que ha prevalecido por mucho tiempo: considerar la violencia como un asunto de criminalidad y delincuencia, lo que conlleva a delegar el asunto a la policía y a las instituciones que imparten justicia. Lo anterior hace poco visible la diversidad de expresiones que asume la violencia. En ese sentido, este módulo educativo está diseñado con el objetivo de aportar una nueva comprensión de la violencia como un problema de salud pública. Para ello, se construyó un marco de referencia conceptual que da sustento al análisis, al igual que se sistematizó información y datos estadísticos que permitan dimensionar la violencia en nuestro país y alertar sobre su relevancia y la prioridad con que se debe abordar esta problemática. El módulo se compone de cuatro capítulos: en el primer capítulo, se aborda el concepto de violencia, partiendo de sus raíces etimológicas e identificando diferentes definiciones de este fenómeno. A su vez, se retoman clasificaciones de las diversas manifestaciones de la violencia y se le contextualiza como una construcción social y cultural. En el segundo capítulo, se presenta un análisis de la salud desde una perspectiva integral y se le vincula con el desarrollo humano y la equidad para luego identificar cómo la violencia viene a afectar estas dimensiones de la vida en 7 los niveles personal y social. En el tercer capítulo, se profundiza más en el análisis del impacto que tiene la violencia en la salud integral y, finalmente, en el cuarto capítulo, se aborda la situación de violencia en el país desde un análisis estadístico descriptivo. Visibilizar cómo la violencia daña y mutila a las personas, a la vez que obstaculiza el desarrollo humano, es la vía posible para confrontar justificaciones culturales o la naturalización de este fenómeno que tiene tantas implicaciones en las vidas de las personas y de la sociedad en su conjunto. 8 1. LA VIOLENCIA: UN FENÓMENO COMPLEJO 9 Objetivos específicos 1. Explicar las raíces etimológicas de la palabra violencia y su conceptualización, al igual que su extensión en cuanto a manifestaciones y expresiones. 2. Mostrar algunos tipos de clasificación de la violencia. 3. Demostrar los procesos sociales y culturales que construyen y dan sentido a la violencia. 10 1.1. Una aproximación a la definición de violencia y su clasificación Establecer un concepto o definición única de violencia es tarea difícil, dada su complejidad. Si se aborda etimológicamente, la palabra violencia viene del latín violentia, su raíz es vis, que significa fuerza, vigor, potencia, energía, y el participio latus, del verbo fero (acarrear, llevar). La palabra violare, violencia, en su origen etimológico, tiene el sentido de “acarrear fuerza hacia” (63). Sorprende, sin embargo, que, desde su raíz indoeuropea, violencia significa “fuerza vital”: la raíz es qwei- de donde proviene vita en latín y bíos en griego. Violencia es la cualidad de “vio-lento” formado por la raíz vis que es fuerza y el sufijo –lent que intensifica el sentido de la raíz que acompaña. Así pues, violencia significa “fuerza intensa”. Tanto en latín como en griego, la vida y la violencia están en una proximidad notable; la distancia entre hacer la vida y destruirla es muy corta. En griego antiguo la violencia no es más que una forma especial y característica de manifestarse la vida o la vitalidad. Por otro lado, el Diccionario de la Real Academia Española, define la violencia de la siguiente manera: “que está fuera de su natural estado, situación o modo. / Que obra con ímpetu y fuerza. / Que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia. / Es la acción y efecto de aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia” (31). Para la Real Academia Española, la violencia constituye una ruptura de un estado, situación o modo “natural”. Cabría aquí preguntarse: ¿qué es lo que se considera “natural” y la violencia viene a trastocar? A su vez, se reconocen dos fuerzas: una que se impone y otra que se resiste, siendo la primera la que es expresión de violencia. El concepto de fuerza es central en la definición de violencia. Entre las múltiples definiciones que da la Real Academia Española sobre fuerza, destacan las siguientes: 11 “Vigor, robustez y capacidad para mover algo o a alguien que tenga peso o haga resistencia. (…) Aplicación del poder físico o moral. (…) Acto de obligar a alguien a que asienta a algo, o a que lo haga” (31). Esta definición permite dimensionar la amplitud de manifestaciones de fuerza, las cuales no pueden reducirse a un acto violento donde se utiliza la fuerza física. Y esto señala la diferencia entre la violencia y la agresión. Tal como lo define la Real Academia Española, la agresión es el: “Acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño. Acto contrario al derecho de otra persona. (31). La agresión sería una de las tantas expresiones de este fenómeno. La violencia es un concepto más amplio que no necesariamente se traduce en un acto físico, siendo esta una característica de la agresión: remite a un comportamiento y a la intencionalidad inmediata de dañar a alguien. Desde una perspectiva que aborda la subjetividad de la vivencia, Alicia Pintus (102) señala que la cualidad de un acto violento, que aquí se lee como agresión, reside en su capacidad de provocar un efecto vivenciado como negativo y que afecta cualquiera de las dimensiones que forman a un ser humano: “Se manifiesta como un deseo de matar, de eliminar física o simbólicamente al otro, pretendiendo usurparle su dignidad personal. Alguien impone una fuerza sobre otro, constriñéndolo, forzándolo a que haga o deje de hacer. La violencia siempre implica alguna clase o algún nivel de restricción hacia el destinatario. En un fenómeno de violencia las consecuencias vivenciales son negativas: nos sentimos lastimados, dolidos, ofendidos, restringidos, dañados, despreciados, menospreciados, disminuidos, maltratados” (101). En el concepto de agresión, además de la intencionalidad del acto, la consecuencia del mismo es central; lo que está ausente en las definiciones de violencia antes señaladas. Por ello, la definición de violencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) constituye un aporte relevante en ese sentido, tal como se expresa a continuación: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.(92, pág. 5) En esta definición, se destaca el interés por comprender la violencia desde su impacto en la salud y el bienestar de las personas; un aporte que hace 12 la perspectiva de salud pública. Si bien esta definición podría acercarse mucho a la de agresión, el hecho de incorporar no solo la fuerza física, sino también la noción de poder, permite ampliar suficientemente su espectro como para corresponder al ámbito de la violencia en su extensión. Si se retoma nuevamente el Diccionario de la Lengua Española, poder se comprende en sus dos acepciones: “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo. (…) Ser más fuerte que alguien, ser capaz de vencerle”. También “dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo. (…) Fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío” (31). La relación entre violencia y ejercicio del poder es crucial. La capacidad de ejercer violencia supone un poder real, que se expresa del más fuerte sobre el más débil. Aunque exista la violencia contestataria del más débil, que según se ha indicado responde a la capacidad de resistencia, hay que identificar la direccionalidad de la violencia. La violencia presente en las relaciones sociales se sostiene a causa de las asimetrías basadas en el desequilibrio en la posesión de recursos y capacidades. En consecuencia, la definición de violencia siempre implica juicios de valor: por un lado, se hace esencial explicitar cuál es ese “natural medio, situación o estado” que se trastoca con la violencia y, por otro lado, cuáles son las consecuencias negativas que acarrea la violencia. Por otra parte, la violencia es siempre resultado de una construcción social e histórica. Para su comprensión, todas sus manifestaciones deben contextualizarse en la sociedad determinada y en el momento histórico específico donde ocurren. Por lo tanto, la violencia no es un acto que se puede aislar ni abstraer del contexto social e histórico de donde emerge. Se pueden identificar diferentes clasificaciones de la violencia en razón de sus causas (política, racial, sexual), de sus formas de expresión (suicidio, homicidio, tortura, desaparición, secuestro), de su gravedad (leve, con secuelas, letal), de los principales grupos afectados (trabajadores, mujeres, personas menores de edad, etnias, minorías), del arma o instrumento empleado (con arma de fuego, arma blanca, química, nuclear, biológica) o del compromiso predominante (física, psicológica, sexual). Son diversas las manifestaciones de la violencia, por lo que sería más adecuado hablar de violencias en plural. 13 Si se retoma la propuesta de la OMS (91), se distinguen tres grandes categorías de violencia según el número y tipo de agentes involucrados en el acto: Violencia dirigida contra sí mismo: comprende comportamientos suicidas y autolesiones. Esta categoría incluye la intensión o pensamiento, planificación e intento de autoeliminación, aunque la misma no se lleve a cabo. Violencia interpersonal (que incluye dos subcategorías): la violencia que se da entre miembros de la familia o la pareja, tales como el maltrato de hijos e hijas, la violencia contra la pareja y el maltrato a persona adulta mayor, y la violencia comunitaria, que es la que se produce entre personas que no guardan relación de parentesco y pueden ser tanto conocidos como extraños. Esta comprende la violencia juvenil, la violencia entre vecinos, los actos violentos fortuitos, las violaciones y las agresiones sexuales por parte de conocidos o extraños, así como la violencia en establecimientos educativos, centros de trabajo, prisiones y albergues de personas adultas mayores. Violencia colectiva: esta categoría comprende la violencia cometida por grupos más grandes de individuos, como contingentes políticos organizados, tropas irregulares y organizaciones terroristas o por el Estado. Se distinguen tres subcategorías: la violencia social, infligida para promover intereses sociales sectoriales, como los actos delictivos de odio cometidos por grupos organizados, las acciones terroristas y la violencia de masas; la violencia política, que incluye la guerra y otros conflictos violentos afines, la violencia del Estado y actos similares llevados a cabo por grupos más grandes; y la violencia económica, que comprende los ataques por parte de grupos más grandes motivados por el afán de lucro económico. Sin embargo, la violencia no puede reducirse a una identificación de actores, manifestaciones y escenarios; requiere un marco más amplio para su comprensión. De lo contrario, se podría caer en el error de visualizar la violencia únicamente en sus manifestaciones más directas. Una propuesta alternativa es la que ofrece Martín-Baró (71), quien identifica cuatro formas en las cuales se expresa la violencia: Violencia estructural, que resulta de las exigencias del ordenamiento social. 14 Violencia interpersonal, en la que se puede materializar la violencia estructural o puede expresar un carácter más autónomo. Violencia educativa, de padres, madres o docentes, quienes imponen a sus hijos o educandos determinadas actividades o visiones. Violencia personal, como autoviolencia. Esta clasificación permite ir más allá de las manifestaciones directas y visibilizar como violencia otros fenómenos más estructurales e instaurados en la vida cotidiana. La determinación de una tipología de la violencia siempre implica una valoración de lo que se reconoce o no como violencia, además remite a la construcción social y cultural de este fenómeno. 15 1.2. La violencia, su construcción social y codificación cultural Percibir o registrar determinadas expresiones como violencia responde a la forma en cómo una sociedad se organiza para construir códigos comunes que permiten a las personas interpretar la realidad que viven. En esta organización son relevantes los procesos a través de los cuales las expresiones de violencia se inscriben como patrones sociales aceptables o no y, a partir de ahí, se naturalizan y legitima, o se censuran y sanciona. Todo acto de violencia encuentra su sentido dentro de los códigos culturales particulares que se dan en un contexto determinado. Instituciones como la familia, la escuela, la iglesia y los medios de difusión masiva son instancias de socialización que promueven la configuración de un mundo real, para que cada persona la asuma como natural e incuestionable. En este nivel, se estructura el entramado social, desde el cual emergen y se comprenden los actos violentos. Muchas manifestaciones de una cultura pueden percibirse como naturales por sus integrantes, mientras otras personas externas verán en ello una clara expresión de violencia, o también, en otro momento histórico, la misma cultura les califique de otro modo. Siguiendo a Martín-Baró (71), para que la violencia se haga manifiesta, es necesario un contexto social que la haga posible. Por un lado, estará el marco normativo y valorativo en el cual se inscribe una sociedad determinada, estimulando o permitiendo la violencia y, por el otro, el contexto más inmediato que responde a lo situacional, donde se expresa y concreta la violencia. En la violencia y los actos de agresión, se persiguen determinados fines y, detrás de estos existe un fondo ideológico que expresa los intereses de grupos sociales de los cuales surgen valores y racionalizaciones que facilitan su justificación, tanto en el nivel individual como en el social. En este sentido, todo acto violento o agresión debe verse tanto desde la intención personal como desde su valoración social (71). 16 VIOLENCIA DE PAREJA EN LA COSTA RICA DEL SIGLO XIX A principios del siglo XIX, en Costa Rica, era completamente aceptado en la sociedad y por las autoridades que “…los esposos corrigieran a sus esposas con violencia moderada si ellas no se sometían” (111, p. 99). La noción del ejercicio de la violencia contra las esposas sufrió un proceso de transformación gradual, comenzó a castigarse legalmente la violencia extrema y los efectos de la violencia física, como heridas o lesiones que causaran una incapacidad física temporal o permanente para trabajar. Desde la colonia hasta mediados del siglo XIX, la Iglesia Católica cumplió una función de autoridad absoluta en cuanto al destino de las parejas unidas en matrimonio, ya que el mismo se consideraba un sacramento a preservar y regirse por el Código Canónico. Uno de los motivos aceptados por la Iglesia para la separación era la sevicia o crueldad extrema, ligada con un claro riesgo a la vida del cónyuge, lo cual debía ser probado, tal como se puede apreciar en el siguiente caso. En 1859, una esposa josefina entabla una demanda de divorcio contra su marido por abuso físico, insultos y abandono. Según consigna un testigo: “…le consta por haberlo visto varias veces, que el esposo maltrata de obra y de palabra a su esposa, que le da golpes con piedra y con palo, y que con una barra de fierro le ha dado en el estómago una vez estando embarazada de un chiquito que murió un mes después de nacido; que la ha tratado de cachorra y le ha dicho otras muchas cosas, como prostituta, infringiéndole otras tantas más ofensas de palabra…” (110, p. 145). Ante esta demanda, el Vicario eclesiástico denegó la declaración de separación argumentando: “…que lo rendido por la actora (malos tratamientos) no dan derecho para declarar la separación por no ser estos crueles y que amenacen la existencia de [la esposa]…, sino que no paran de simples desavenencias” (110, p. 145). Aunque se lograra demostrar el abuso, la mayoría de las veces las lesiones eran definidas con un carácter “leve” y resultado de “simples desavenencias”, lo que se puede corroborar en este caso, entre muchos. A su vez, se observa cómo, al confirmarse la sevicia, su consecuencia era la separación matrimonial y no el castigo del agresor. Con el tiempo, esto ha ido variando, aunque persisten resabios de estas percepciones aun en la actualidad. Información tomada de Rodríguez Sáenz, Eugenia. (2006) Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica (1800–1950). EUNA. Heredia, Costa Rica. 17 Es importante reconocer el carácter dinámico de la violencia, de ahí que el mirar los eventos como hechos aislados tiene un aporte limitado para su comprensión. La violencia asume características de proceso en el que se pueden observar dinámicas de escalada, transmisión de la misma, violencia estructural y expresión violenta a partir de la exclusión. Muchas veces, esta surge como medio y no como un fin en sí misma. Siguiendo a uno de los pioneros en investigación sobre la paz y los conflictos, Johan Galtung (44), la violencia debe reconocerse en sus expresiones tanto visibles como invisibles. Resulta útil la propuesta que este autor hace sobre el triángulo de la violencia para poder comprender mejor la complejidad de este fenómeno. Esquema 1 Fuente: <http://them.polylog.org/5/fgj-es.htm> En este caso, la violencia directa serían todas aquellas manifestaciones físicas o verbales que resultan visibles para todos, mientras que la violencia estructural y la violencia cultural son fuerzas invisibles no menos violentas que las expresiones directas. Ambas violencias invisibles son las raíces de la violencia directa y comprenden ciertas formas sociopolíticas y 18 culturales de una sociedad como la represión, la explotación, la exclusión social, el patriarcado y el racismo. La violencia está presente en todos los ámbitos de las relaciones humanas, afecta a cualquier persona de un modo u otro. A la vez que es una expresión de estructuras sociales que ponen en juego intereses y valores específicos. Resulta esencial no reducirla a un asunto de percepciones o a expresiones particulares de una cultura y con ello justificarla. En consecuencia, es fundamental poner en evidencia cómo la violencia afecta profundamente el desarrollo humano y contraviene los derechos de las personas. Precisamente, sus efectos, en la salud integral de las personas y colectividades, permiten orientar los esfuerzos para visibilizar el problema de la violencia como un problema de salud pública. 19 Ejercicio de autoevaluación 1. Analice este episodio de violencia a la luz de los conceptos trabajados en este capítulo: EPISODIO DE VIOLENCIA En el mes de abril del 2008, se dio un episodio de violencia en las afueras de un colegio público de la capital. La policía municipal llegó a decomisar la comida que vendía una señora en su vehículo particular a los estudiantes del colegio. Este operativo se originó a partir de una denuncia de venta ilegal de comida sin permisos sanitarios ni municipales; se desarrolló a medio día cuando los estudiantes estaban en su hora de almuerzo. Según versiones de la policía, los estudiantes empezaron a lanzarles piedras y ellos recurrieron a sus armas de reglamento para hacer respetar la autoridad. Desde la visión de los estudiantes que estuvieron en el momento de los hechos, ellos se pusieron a chiflar y tirar papeles a los policías, quienes reaccionaron con “prepotencia”, lanzando gases lacrimógenos y utilizando pistolas eléctricas contra los estudiantes. El Director del establecimiento educativo dio la razón a los jóvenes, destacando que el colegio no contaba con una soda donde los estudiantes pudieran almorzar y su único recurso era la comida que traía esta señora. A su vez, tachó el hecho de abuso de autoridad por parte de la policía. Como saldo de esta situación, tres agentes de policía y dos estudiantes resultaron lesionados y trasladados al hospital más cercano. Fuente: Tomado de noticia radial Emisora Monumental, 12 de abril de 2008. a) Identifique las manifestaciones de la violencia y su dinámica. b) Analice el manejo del poder en esta situación. c) Analice cuál fue el contexto que facilitó la manifestación de violencia y los procesos de justificación de la misma desde los diferentes actores. d) Qué alternativas considera que se pudieron contemplar para abordar esta situación sin el uso de la violencia. 20 Criterios para valorar las respuestas: a) En la identificación de manifestaciones de la violencia, compruebe si se identifican solo actos de violencia o agresión o si se logran identificar otras manifestaciones de tipo estructural y cultural. b) En el análisis, es importante considerar el contexto a partir del cual se desarrolló el evento (acceso a recursos, centro de educación pública, poder que detenta cada actor). c) En el análisis es importante incluir a todos los actores involucrados: vendedora de comida, estudiantes, policía y director del centro educativo. d) En la identificación de alternativas de abordaje de la situación, es importante que las mismas sean posibles de implementar y no irreales, a la vez que no constituyan nuevas formas de violencia. 2. Analice el caso de Carolina: FRAGMENTO DE LA HISTORIA DE CAROLINA Carolina es alta, de pelo largo negro, tez blanca, mucha gente cree que es modelo. Proviene de una familia de clase media tradicional, donde siempre le inculcaron que para realizarse debía ser madre, esposa y una profesional de éxito. Desde niña, le decían Estrellita, porque su padre decía que “brillaba” mucho e iba a llegar “muy lejos”. Se formó como médica y se especializó en Traumatología. Su trabajo era lo más importante después de su esposo y su familia. Conoció a Alfredo en la Universidad como profesor de Anatomía, y por ser excelente estudiante fue su alumna ayudante. Se hicieron novios cuando entró en el internado y se casaron cuando se graduó. Ella admiraba lo gentil y educado que era, al igual que los detalles que tenía; se sentía muy amada. Luego de mucho esfuerzo, logró ser nombrada jefa del área de residentes en el hospital, lo que significaba mejor salario y más responsabilidades. Esto la llenó de orgullo y felicidad. En ese momento, ya tenía su primer hijo, Alfredito, de tres años. Al llegar a casa preparó la cena, pues, aunque tenía empleada doméstica, a su marido le encantaba que fuera ella quien lo atendiera. Le contó emocionada el ascenso que había recibido. Alfredo escupió el bocado y tiró el plato bruscamente diciéndole: “¿Quién te dio permiso? ¿Vas a ser mi esposa por turnos? Piénsalo bien: el trabajo o tu familia”, y se retiró empujándola fuertemente. Carolina sintió que le dolía la cabeza, pero tuvo que limpiar y llevar a dormir a Alfredito. Su madre la reprendió por no haberle consultado antes a Alfredo y su padre le 21 recomendó que hiciera el esfuerzo de cumplir bien en el nuevo puesto sin descuidar su familia. Carolina, entonces, refuerza sus atenciones con Alfredo y él promete ayudarla; habla orgulloso con sus amigos de “mi mujercita bella e inteligente”. Un mes después, ella descubre que está embarazada de nuevo. Se siente feliz, pero está abrumada porque no sabe qué hará con el trabajo y la familia. Nuevamente, tiene fuertes dolores de cabeza y acidez estomacal. Carolina ya no va al cine ni al salón de belleza. Quedó con sobrepeso después del embarazo y Alfredo le dice “mi Gorda”. Ella quería ir al gimnasio, pero le faltaba tiempo. En una ocasión, regresa del trabajo a casa para atender a sus hijos. Se mete a la ducha y suena su teléfono celular, Alfredo lo contesta y cuelga enérgicamente. Entra al baño y la sujeta del brazo y le dice entre dientes: “Tienes un amante, eres una cualquiera”. Ella lo mira asustada y piensa que está loco. Furioso quiere sexo en ese momento. Carolina llora y le dice que no. Él comienza a tocarla y le toma por la fuerza. Ella cierra instintivamente las piernas pero él golpea fuertemente sus muslos para abrirlas hasta que lo consigue. Cuando termina le dice que la quiere mucho y se duerme como si nada hubiera pasado. Carolina llora en silencio, no es la primera vez que pasa esto y cada vez ocurre más seguido. Fuente: Tomado y resumido de “Caminando en sus zapatos: metodología para reflexionar sobre la violencia contra las mujeres en América Latina”. PATH. 2006 Identifique: a) Las manifestaciones visibles e invisibles de la violencia y su dinámica. b) Los códigos culturales que legitiman y sostienen la violencia al igual que el manejo del poder. c) Lo que Carolina requiere para romper con el ciclo de la violencia en que está atrapada. Criterios para valorar las respuestas: a) Reconozca tanto la agresión psicológica y física como la cultural que atrapa a Carolina en la situación de violencia. También reconozca el rol que juega la reconciliación en la perpetuación de la relación violenta. Es importante, en este caso, reconocer que la 22 violencia afecta a diferentes sectores sociales sin importar el nivel económico o educativo de las personas involucradas. b) Identifique los mandatos sociales que, desde el patriarcado, le exigen a Carolina cumplir diversos roles en forma excelente, recargando sus responsabilidades hacia los otros y perdiendo paulatinamente los cuidados hacia sí misma. También identifique el doble estándar para hombres y mujeres, indicando cómo el rol reproductivo tiene un peso exclusivo en la mujer y cómo el poder se ejerce en el hombre, apropiándose de la mujer, su cuerpo y su destino. c) En la identificación de requerimientos para romper el ciclo de la violencia, es importante señalar las fortalezas de Carolina y los posibles recursos de apoyo externo con sus colegas, amistades o instituciones especializadas. 23 2. LA SALUD INTEGRAL, DESARROLLO HUMANO Y VIOLENCIA 24 Objetivos específicos 1. Describir las diferentes dimensiones de la salud desde una perspectiva integral y desde un enfoque de construcción social de la salud. 2. Ilustrar las interrelaciones que existen entre desarrollo humano, salud y violencia. 3. Relatar como las inequidades en salud son manifestaciones de violencia estructural y las formas en cómo se expresan en el país. 25 2.1. La salud desde una perspectiva integral Definir la salud no es tarea fácil, pues constituye un fenómeno multidimensional que adquiere significados diversos según el contexto y la perspectiva desde la cual se aborde. Sin embargo, se hace necesario algún acercamiento que facilite su comprensión. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (89, pág. 1). Se puede afirmar que la salud es un medio para la realización personal y colectiva, es un indicador de la calidad de vida de una comunidad, así como un elemento indispensable para la reproducción de la vida social. También es un parámetro que establece la extensión hasta la cual las personas y los grupos sociales logran alcanzar sus aspiraciones y satisfacer sus necesidades. Para el ser humano, la salud constituye una cualidad que involucra sus diversas dimensiones como: ser biológico y vivo (dimensión biológica)1, ser de emociones, sensaciones, deseos, intenciones e intereses (dimensión psicológica y mental), ser social en interacción con otros seres que dependen e interactúan con su ambiente en un tiempo y espacio determinado (dimensión social). La salud se refleja en estas tres dimensiones como capacidades biológicas, psicológicas y sociales de las personas y las colectividades para enfrentar la vida en su complejidad y su singularidad. La salud es el resultado de un proceso de interacción entre el individuo y su entorno social, económico, cultural, ambiental y político. La enfermedad, por su parte, constituye la pérdida temporal o permanente de la salud. Es un obstáculo para la salud, pues implica diferentes niveles 1 Desde la medicina tradicional china, al igual que otras tradiciones orientales y enfoques alternativos de la salud, en esta dimensión se debería agregar el aspecto energético del ser, lo que concuerda con las investigaciones actuales en física. 26 de afección de las capacidades y funcionamiento en estas tres dimensiones requeridas para la vida. La salud y la enfermedad son procesos dinámicos, modificables y en estrecha interacción entre la vida y la muerte. Por ello, no se puede comprender la salud como un “estado completo” de bienestar físico, mental y social, como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1946, ya que contradice la vida misma que es básicamente compleja, contradictoria y llena de adversidades. Desde la dimensión biológica, la vida, en sus diferentes etapas, tiene sus requerimientos. Esto involucra procesos de estabilización permanentes para el buen funcionamiento corporal según las diversas demandas que surgen en cada etapa de la vida. La perturbación del funcionamiento biológico desestabiliza la vida, lo que se puede expresar en diferentes niveles de ruptura: en órganos, tejidos, células, moléculas y genes. A su vez, desde la dimensión psicológica y mental, la salud comprende las capacidades de las persona de gozar, crear, integrarse al medio con la posibilidad de transformarlo y transformarse. Se asocia también con sentimientos de plenitud, felicidad y bienestar como razón de vida, y el deseo como su principal expresión. Las rupturas en esta dimensión de la salud involucran la mutilación de posibilidades o coartación de alguna capacidad como la de sentir, percibir, gozar, crear, aprender, criticar, pensar, ser y hacer. Por otro lado, la dimensión social tiene un nivel de complejidad que requiere ciertas aclaraciones. No solo se refiere al nivel individual, involucra condiciones de salud de los sujetos colectivos: familias y comunidades saludables, entre otros. Esto supone comprender la relación entre individuo y sociedad dentro de una dinámica dialéctica en la que lo social posibilita la salud de las personas, a la vez que las personas construyen condiciones sociales saludables, esto mediatizado por la pertenencia de las personas a determinados grupos sociales en los cuales se desarrollan. En consecuencia, la dimensión social de la salud no se reduce a la capacidad de socialización y solidaridad de las personas, sino que incluye capacidades de los grupos, las comunidades y la sociedad en general para procurar el bienestar colectivo; lo que no implica una simple sumatoria de la salud de los individuos, sino de capacidades cualitativamente distintas. La salud en su dimensión social, va desde las habilidades y posibilidades 27 de integración de las personas al mundo simbólico y relacional en el que viven, hasta la calidad de las redes sociales en las que crecen y se desarrollan las personas, las cuales tienen una función de contención y apoyo. Todo esto está inmerso dentro de una cultura específica, la cual estructura normas, prohibiciones, estrategias, creencias, ideas, valores y mitos, los cuales son transmitidos a través de las generaciones, a la vez que otorgan identidad a las personas y los grupos. ESTRÉS Y SALUD El fenómeno del estrés expresa, con claridad, la multidimensionalidad de la salud. El estrés se define como aquellos procesos fisiológicos y psicológicos que se desarrollan cuando existe una amenaza o exceso percibido de demandas ambientales sobre las capacidades reconocidas por la persona para defenderse o responder. En ello, interviene un contexto social determinado, la percepción de la persona respecto a la situación que le genera estrés y los recursos que tiene para hacerle frente. La capacidad de enfrentar el estrés se desarrolla a partir de las experiencias de vida, las cuales facilitan y promueven tres tipos de procesos: por un lado, la construcción de circuitos cerebrales específicos que permiten estructurar las respuestas químicas y neuronales requeridas; por otro lado, el aprendizaje de conductas y estrategias de afrontamiento para lidiar con las demandas; por último, el contexto social facilitador o inhibidor de las respuestas efectivas. El estrés es parte de la vida y motor que impulsa el desarrollo de capacidades. A lo largo de su existencia, las personas deben enfrentar retos que requieren habilidades creativas y saludables, esto implica el despliegue de potencialidades para dar respuestas a nuevas situaciones. Sin embargo, el estrés también puede irrumpir sacudiendo el bienestar de la persona o del colectivo. Experiencias sistemáticas o abruptas de violencia son ejemplo de ello. Estas experiencias afectan la salud produciendo, en el nivel individual tensión emocional, cambios en el nivel fisiológico (aumento de la actividad cardiaca, presión arterial e incremento dramático de los niveles hormonales), sentimientos de extenuación, entre otras reacciones inmediatas las cuales pueden producir secuelas a mediano y largo plazo. En el nivel colectivo se instauran rupturas en el tejido social: sus estrategias de cohesión y respuestas conjuntas se ven sacudidas, y la calidad de vida de la colectividad se ve alterada. 28 La salud, en su dimensión social, es un recurso que se moviliza para responder a las demandas del medio en que vive el ser humano y se refleja en la amplitud y calidad de vida. Las dimensiones biológica, psicológica, mental y social de la salud están estrechamente ligadas: unas son soporte y resultado de las otras, por lo que hay una recíproca determinación entre las tres. La salud es básicamente un producto social, pues la misma se va configurando a partir de las condiciones de vida en las cuales se desarrollan las personas, su pertenencia a cierto grupo social, su inserción en los procesos productivos, procesos de consumo y reproducción social. Por tanto, la salud, la enfermedad y la muerte no son respuestas aisladas de un organismo biológico, sino producto del entorno social. La calidad de vida, de la que depende la salud, Proceso Vital Humano (PVH) “(es la) realización específica de esa complejidad que reconocemos como vida en cada ser humano (…) Se trata de una categoría sintética que busca ampliar y dar sentido al mundo de la salud y la enfermedad, reafirmar el carácter dinámico e interrelacionado de nuestras existencias individuales y expresar las esenciales interacciones entre los niveles biológico, político, económico y cultural, es decir, bio-sociales” (42, p. 316). está amenazada por procesos destructivos que surgen en la esfera de lo cotidiano, del trabajo, del consumo, de las acciones del Estado, de la ecología y la organización político-cultural. La violencia es una clara expresión de procesos destructivos. Estos procesos afectan en el nivel biológico y psíquico al ser humano mucho antes de que se manifiesten como enfermedad. Los procesos biológicos, psíquicos y sociales interactúan de manera diversa en las personas y los grupos humanos. Son el soporte de lo que Saúl Franco (42) denomina Proceso Vital Humano (PVH). Según Franco, ciertas condiciones posibilitan la vida, y éstas se dan o se niegan. La violencia impide el ejercicio pleno de la vitalidad individual y colectiva, lo que se traduce en diversos procesos de enfermedad y muerte. En la enfermedad, las condiciones de posibilidad de la vida están debilitadas, la violencia irrumpe negativamente en el Proceso Vital Humano. A la violencia, como a otros procesos destructivos, se le oponen los procesos protectores que actúan tanto en la vida colectiva como individual: la conciencia, la solidaridad, el apoyo familiar, la organización grupal, y el poder para movilizarlos como recursos, lo que se traducen en un poder 29 social. Esto debe ser acompañado por las acciones del Estado que garanticen y protejan la salud y la vida. La salud de las personas es el resultado de la oposición de un conjunto de fuerzas contradictorias que experimentan en su vida: unas que la protegen y mejoran, y otras que la deterioran y destruyen. Ninguna persona, sin importar el estrato social de pertenencia, escapa de esa contradicción entre las fuerzas de la vida y las de la muerte, lo que sucede es que, en los distintos grupos sociales, la forma y la magnitud de esos procesos son distintas. 30 2.2. Desarrollo humano y derecho a la salud Para el economista y Premio Nobel, Amarthya Sen, el desarrollo de una sociedad debe ir más allá del crecimiento económico, ya que este es sólo un medio para conseguir un fin. Por ello define el desarrollo: “…como un proceso de expansión de las libertades reales de las que disfrutan los individuos” (113, pág. 19). Y afirma que las libertades no solo son el fin principal, sino también los medios fundamentales para el desarrollo de una sociedad. Aquí se incluyen tanto los procesos que hacen posible la libertad de acción y de decisión, como las oportunidades reales que tienen las personas para optar por una vida satisfactoria y alcanzarla de acuerdo con sus expectativas y sin imposición o restricción externa. De ahí que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) propone la siguiente definición de desarrollo humano: "… es el proceso de ampliación de las opciones de la gente, aumentando las funciones y las capacidades humanas” (102, pág. 17). Las capacidades centrales para el funcionamiento humano son: La vida La salud y la integridad corporal Los sentidos La imaginación El pensamiento Las emociones La razón práctica La afiliación El respeto El juego El control del propio entorno (político y material). Martha Nussbaum. Las mujeres y el desarrollo humano. Las opciones serán reales en la medida en que existan capacidades humanas, al igual que condiciones económicas, institucionales, físicas, cognitivas y sociales con las que puedan contar las personas para ejercer su elección. Es en este sentido que se puede definir el desarrollo como una 31 ampliación de la capacidad de elección de los individuos o, en términos filosóficos, como una ampliación de la libertad en el sentido positivo2. Es claro que el aprovechamiento de oportunidades, al igual que la utilización de capacidades se ven limitadas por la exclusión social, ya que afecta los funcionamientos de ciertas personas y grupos, disminuyendo su bienestar. Las oportunidades pueden estar dadas, sin embargo, se requiere de la inclusión de las personas EXCLUSIÓN SOCIAL en las interacciones sociales y de intercambio para que estas puedan ser Se entiende como un aprovechadas. La exclusión social no solo proceso social, político y implica deprivación material, este es uno económico de dinámica ineficiente y disfuncional en de los resultados posibles, la misma la que individuos y grupos afecta todas las dimensiones de la vida se les niega el acceso a social. La pobreza extrema es expresión de falta de libertad económica, la cual puede hacer a una persona víctima indefensa de la violación de otros tipos de libertad. Esto plantea una estrecha relación entre exclusión social y violencia. oportunidades y servicios de calidad para vivir vidas productivas fuera de la pobreza. Traducido de Márquez y otros. OUTSIDERS? The Changing Patterns of Exclusion in Latin America and the Caribbean (70) Una forma de expresión dinámica de la relación entre exclusión social y violencia como impedimento del disfrute pleno de oportunidades, son los lugares en que residen las personas más afectadas por la pobreza. Estudios geoespaciales de incidencia de la violencia en países latinoamericanos (5) indican que las tasas de homicidios son más altas en las comunidades más postergadas. La exclusión social es un factor que contribuye a la generación de resultados violentos como la delincuencia y la criminalidad. Aquellos que recurren a actos como el hurto callejero o a los asaltos a mano armada, entre otros, con más frecuencia, carecen de acceso a oportunidades económicas legítimas y contactos personales o sociales requeridos para 2 Según Isaiah Berlin (67) cuando no existe un impedimento legal para ejercer cierta acción el individuo es “libre” en el sentido negativo (es decir, no le es negada la opción desde el punto de vista legal o normativo). Sin embargo, el individuo solamente es libre en el sentido positivo cuando es, además, plenamente capaz de ejercer su elección. 32 obtener muchos de los servicios y recursos disponibles para el resto de la sociedad. A su vez, en la medida en que las instituciones del Estado no logran proporcionar seguridad y justicia, son otras personas como líderes violentos de la comunidad, pandillas o policía corrupta, quienes ofrecen formas alternativas de justicia y revancha. La exclusión social y la violencia dejan a las personas en un ambiente muy hostil, en el cual el límite entre lo legal o lo ilegal, legítimo o ilegítimo, es con frecuencia difuso e incierto. En este ambiente, la violencia es utilizada por una minoría para adquirir justicia, seguridad, autoridad y ganancias económicas, afectando la vida de aquellos que no optan por la violencia. Esto a su vez incide negativamente en los bienes públicos disponibles para la población más vulnerable. La estigmatización de zonas como comunidades peligrosas contribuye a aumentar la exclusión social. Es así como las personas en condición de marginalidad se ven aun más atrapadas en condiciones de inseguridad y las posibilidades de contar con protección y justicia son más limitadas. Los pobladores de estos barrios evitan hacer denuncias cuando son víctimas de la violencia social, pues temen las represalias y las respuestas institucionales no son confiables para la mayor parte de esta población. Frente al aumento de criminalidad o al declive de oportunidades laborales, las personas que habitan estas comunidades sufren de una menor seguridad física y económica, lo que afecta el ejercicio de sus libertades. Tal como señala Berkman (5), la violencia afecta el delicado tejido social que sostiene las comunidades unidas en períodos de dificultades económicas, sociales y políticas, pues destruye la confianza, la seguridad y la solidaridad que toma años construir como capital social. El objetivo de una sociedad debe ser expandir la gama de oportunidades abiertas a las personas para vivir una vida saludable, creativa, productiva y con los medios adecuados para desenvolverse en su entorno social. Entre los bienes básicos a los que deben acceder las personas en igualdad de condiciones, se encuentran ciertos “bienes primarios” como: la salud, la educación y el ingreso económico. Estos bienes primarios permiten desarrollar capacidades esenciales como: el disfrutar de una vida saludable y prolongada tener acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente, adquirir conocimientos y poder participar en la 33 vida de la comunidad; todo ello constituye el capital humano de una sociedad. Cabe resaltar que la salud de una población es por naturaleza un recurso necesario para el funcionamiento y desarrollo de la sociedad, a la vez que es un derecho humano y componente fundamental de la dignidad de las ¨…no tendremos desarrollo sin seguridad, no tendremos personas. En ese sentido, la violencia viene a obstaculizar las condiciones que posibilitan la vida, la libertad y el disfrute de oportunidades. Por eso, la noción de desarrollo humano está estrechamente ligada a la de seguridad y a la de derechos humanos. Ambas nociones permiten dar un sustento básico en el cual se puede pensar el desarrollo como posibilidad real. seguridad sin desarrollo y no tendremos ni seguridad ni desarrollo, si no se respetan los derechos humanos. Si no se promueven todas esas causas, ninguna de ellas podrá triunfar¨. Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas. Un concepto más amplio de la libertad (89, p. 11) El concepto de seguridad humana remite a “la condición de encontrarse libre de temor y libre de necesidad” (103, p. 30). Para efectos de este trabajo, cabe destacar entre las siete dimensiones3 de la seguridad de las personas que deben ser resguardadas, las siguientes tres: Seguridad en la salud: comprende la posibilidad de disfrutar de un ambiente natural sano, así como la disponibilidad de métodos curativos oportunos en caso de ser víctima de alguna patología. Seguridad personal: consiste fundamentalmente en la ausencia de violencia física y de amenazas de violencia física. Dichas amenazas pueden provenir de fuentes muy diversas: del Estado (violencia política), de otros Estados (guerra), de ciertos grupos de personas (violencia étnica), de individuos o pandillas hacia otros individuos o pandillas (crimen, violencia de la calle); o bien tratarse de amenazas dirigidas particularmente hacia las mujeres (violencia doméstica, violencia de género), hacia los niños y las niñas por su vulnerabilidad y dependencia (abuso infantil), o hacia uno mismo (suicidio, abuso de drogas). 3 Las siete dimensiones de la seguridad humana son: seguridad económica, seguridad alimentaria, seguridad en la salud, seguridad ambiental, seguridad personal, seguridad comunitaria, seguridad política. 34 Seguridad comunitaria: consiste en la seguridad que le proporciona a las personas su pertenencia a un grupo social (familia, comunidad, organización, grupo étnico, etc.). Involucra la identidad cultural y la posibilidad que brinda el grupo de pertenencia al individuo de reafirmar sus valores. La comunidad debe garantizar protección a los más débiles. La posibilidad de ampliar las opciones de vida de las personas requiere de una seguridad humana sostenible que les brinde a las personas la estabilidad necesaria para, efectivamente, aprovechar tales opciones. La violencia genera condiciones de vulnerabilidad que dificultan el desarrollo humano. Tal como se indica en el Informe Nacional de Desarrollo Humano: “La noción de seguridad humana nos habla de condiciones básicas y garantías mínimas para el desarrollo humano, de un núcleo vital que debe ser protegido para que la libertad pueda florecer” (103, p. 32). Esto visibiliza la importancia de que las personas puedan disfrutar de seguridad en su vida cotidiana, en sus hogares, en sus trabajos, en las calles, dentro de sus comunidades y en su entorno. La seguridad humana se define en términos de la vida y la dignidad de las personas. La violencia siempre remite a la violación de derechos humanos y su ejercicio. Las personas y colectivos atrapados en dinámicas violentas encuentran sus opciones de desarrollo limitadas y sus libertades restringidas, pues la ausencia de seguridad humana incide negativamente sobre ellos. Pero al mismo tiempo, la producción de la violencia, en especial la criminalidad y la delincuencia, está estrechamente relacionada con el fenómeno de crecimiento económico con inadecuados procesos de distribución de la riqueza que generan inequidades económicas y sociales. En Costa Rica, se ha dado un proceso de crecimiento económico nacional acompañado de un aumento de la inequidad, lo que tiene efectos nocivos en el bienestar colectivo. Los niveles de criminalidad y delitos se relacionan con mayor fuerza con la distribución de la riqueza en una sociedad que con la pobreza extrema. Según un informe de la Oficina contra la Droga y el Delito: 35 “Se ha dicho que las grandes disparidades en la distribución de la riqueza brinda a los delincuentes una justificación (poner fin a la injusticia social) y una oportunidad (riquezas que robar) para sus actividades y genera “violencia expresiva” (88, p. 12). EQUIDAD EN COSTA RICA Según datos del XIII Informe del Estado de la Nación (106), en el año 2006, el país tuvo: un 8,2% de crecimiento económico; el ingreso promedio de los hogares subió un 2,4%; y el salario promedio subió en un 3,8%. Sin embargo, del año 2005 al año 2006, la desigualdad aumento. Según el coeficiente de Gini*, el país pasó de 0,406 obtenido en el 2005 a 0,420 en el 2006. Esto se traduce en que el 20% de los hogares más ricos aumentó 20 veces más sus ingresos y el 20% más pobre subió su ingreso 10 veces. Tal como señala el mismo informe, la desigualdad distributiva de la riqueza es un detonante crítico para la violencia social. Pues las tasas de homicidios y robos aumentaron en más de un 50%, sin importar el crecimiento económico. Se obtuvo una correlación significativa entre el coeficiente de Gini y las tasas de homicidio y de los delitos contra la propiedad. Para el período 1988-2006, la correlación arrojó un alto coeficiente (0,73 para ambos tipos de delito). A mayor desigualdad se registró una mayor tasa de delitos contra la vida y la propiedad en ese lapso. *El Coeficiente Gini establece el valor “1” como expresión de mayor inequidad Esto explica también por qué la criminalidad y los delitos no necesariamente se presentan en las zonas más empobrecidas económicamente, como pueden ser zonas rurales y alejadas de las metrópolis, sino que estas manifestaciones de violencia se dan donde se concentra la riqueza y las inequidades son más visibles. Pueblos donde las carencias son compartidas por sus pobladores de igual manera, presentan otras formas de violencia de tipo estructural, y una de sus expresiones es la inequidad en salud. 36 2.3. Inequidad en salud: una expresión de violencia estructural Los riesgos de enfermar y morir no están equitativamente distribuidos en una sociedad. Las personas, familias y grupos poblacionales presentan necesidades y riesgos diferenciados según su edad, su sexo, su étnia, su ubicación geográfica, su cultura, su nivel educativo, económico o social. Estas diferencias se traducen en un perfil de salud particular que favorece o dificulta, en mayor o menor grado, la realización de las personas y el desarrollo social. La salud colectiva de una población está en relación con la equidad con que se distribuyen los bienes y servicios, al igual que las oportunidades de desarrollo para todos los integrantes de una sociedad. Las inequidades sociales son en sí mismas expresión de violencia estructural, pues tienen la capacidad de generar procesos de marginación con efectos restrictivos y negativos, sometiendo a determinados sectores poblacionales a condiciones de vida que atentan contra su dignidad y el ejercicio de derechos básicos, como el derecho a la vida y a la salud. Con ello se producen procesos que vulneran física, psicológica y socialmente a grupos humanos, generando un círculo vicioso entre la exclusión social y la exposición a diversas manifestaciones y efectos de violencia. El Ministerio de Planificación y Política Económica (76) define desarrollo social como: Las diferencias entre grupos sociales no son simples desigualdades. La inequidad es una desigualdad injusta y evitable. Las inequidades en salud se expresan como diferencias en los niveles de salud de distintos grupos socio-económicos, determinados principalmente por condiciones de vida. Las mismas son generadas por desigualdades distributivas y de oportunidades de desarrollo que hacen vulnerables a las personas. Estas inequidades se estructuran a partir de procesos de exclusión social que marginan a las personas, limitando el acceso a los servicios y recursos sociales. “El proceso mediante el cual se procura alcanzar una sociedad más igualitaria, participativa e inclusiva, que garantice una reducción de la brecha que existe en los niveles de bienestar que presentan los diversos grupos sociales y áreas geográficas, para lograr una integración de toda la población a la vida económica, social, política y cultural del país, en un marco de respeto y promoción de los derechos humanos” (76, p. 6). 37 El Índice de Desarrollo Social (IDS) constituye un parámetro que permite medir las inequidades en el país. Este índice establece el nivel en el cual la población tiene posibilidades de acceder y disfrutar de un conjunto de derechos básicos en el nivel económico, de participación social, salud y educación4. Para el año 2007, la Gran Área Metropolitana (GAM) concentra los valores más altos de IDS, mientras los lugares más alejados del centro del país enfrentan menores niveles de desarrollo. Cuadro 1. Distritos con mayor y menor desarrollo social (2007) 10 Distritos con nivel muy bajo de desarrollo social Chirripó Colorado Telire Valle de la Estrella Llanuras del Gaspar Cureña Pavón Limoncito Dos Ríos Potrero Grande IDS 0,0 15,9 17,5 17,9 18,4 21,1 21,2 23,6 23,7 24,1 10 Distritos con mayor desarrollo relativo Granja Palmares Buenos Aires Zaragoza Zarcero Macacona San Ramón San Pedro Tilarán Jacó IDS 88,0 83,6 74,1 72,5 72,0 71,8 70,7 69,9 69,4 68,5 Fuente: MIDEPLAN, Índice de Desarrollo Social 2007 Cuando se agrupan los puntajes obtenidos en el IDS según quintiles5, en la distribución geográfica de este índice, se observa una situación de gran desventaja social en los distritos fronterizos al igual que en la zona Atlántica. 4 El IDS para el año 2007 fue construido con base a ocho indicadores: consumo residencial de energía eléctrica, hogares con acceso a Internet, participación electoral, mortalidad en menores de 5 años, cobertura residencial de agua potable, acceso a programas educativos especiales (enseñanza de un segundo idioma e informática educativa), reprobación escolar y escuelas unidocentes. 5 El primer quintil representa los cantones con el más bajo nivel en cuanto a IDS y sucesivamente los quintiles indican mejores niveles de desarrollo social, hasta llegar al último quintil (V) que agrupa los distritos que presentan el mayor nivel en cuanto a IDS. 38 Mapa 1. Índice de Desarrollo Social Distrital 2007 según quintiles Fuente: MIDEPLAN, Índice de Desarrollo Social 2007 39 Gráficos 1. Distribución porcentual del Índice de Desarrollo Social por quintiles según regiones Región Chorotega Región Central I 5% V 32% V 7% II 17% I 12% IV 23% II 29% III 20% IV 26% III 29% Región Pacífico Central V 8% IV 19% Región Huetar Norte IV 3% I 24% V 0% III 9% II 14% I 54% II 34% III 35% IV 0% Región Huetar Atlántico Región Brunca V 0% IV 2% V 0% III 8% III 14% II 16% II 25% I 61% I 74% Fuente: Elaboración propia, basado en MIDEPLAN, Índice de Desarrollo Humano 2007 Si bien en cada una de las regiones hay distritos con un bajo IDS (I quintil y II quintil), existe una importante concentración (68,5%), en las regiones periféricas, principalmente en la Huetar Norte, Brunca y la Huetar Atlántica. A su vez, en estas regiones no se registra porcentaje alguno de distritos que se ubiquen en el quintil con mayor desarrollo social (V quintil) y en el caso de la región Atlántica tampoco en el IV quintil. Según análisis de MIDEPLAN (77), los distritos ubicados en un nivel alto de desarrollo, si bien agrupan a más de la mitad de la población del país, únicamente representan el 5,4% de la extensión territorial, en tanto que el 40 46,2% de los habitantes reside en los 296 distritos clasificados como áreas de menor desarrollo relativo y concentran el 94,6% del territorio nacional. Dentro de ese último grupo, los niveles de bajo y muy bajo desarrollo relativo aglutinan cada uno, aproximadamente un 19% y un 60,4% de la superficie del país, respectivamente. Se puede afirmar, entonces, que a menor densidad poblacional, menor inversión social y mayores dificultades en el acceso a servicios. Ahora bien, si se analiza la dimensión de la salud en el índice de desarrollo social del país, los principales indicadores en este ámbito señalan resultados positivos y comparables con los de países desarrollados, como son: la esperanza de vida alrededor de 80 años, tasa de mortalidad infantil de 9,8 por mil nacidos vivos, 98% de partos hospitalarios, entre otros. En Costa Rica, los indicadores de salud de la población han mejorado progresivamente en las últimas décadas. Del año 1980 al año 2000, la mortalidad infantil fue disminuida en un 44,6% y la mortalidad a edades tempranas descendió en un 42,9%. Las mejores condiciones de vida y, por ende, de salud se han traducido en un aumento de la esperanza de vida al nacer. A su vez, el perfil de mortalidad del país fue transformándose a partir de los años setenta, al reducirse la proporción de defunciones por enfermedades transmisibles en relación a otras causas de muerte, específicamente por enfermedades crónicas y las llamadas “causas externas”, que comprenden traumatismos y violencia. La tendencia a la disminución de enfermedades transmisibles continuó su descenso en los años ochenta para estancarse en los años noventa; a partir de entonces, no se logra avanzar en la reducción de la mortalidad por patologías de origen infeccioso que otros países desarrollados han logrado controlar. Sin embargo, pese a estos resultados positivos, el análisis del IDH por zonas geográficas muestra inequidades en el acceso a los servicios básicos de salud y saneamiento. Para la dimensión de la salud, MIDEPLAN contempla cuatro indicadores: la mortalidad en personas menores de 5 años6, el porcentaje de niñas y niños con bajo peso (al nacer y en el primer grado escolar), el porcentaje de nacimientos en madres menores de 19 años, solteras y la cobertura residencial de agua para el consumo humano. 6 Este indicador se calcula para la década comprendida entre 1996-2006, dado el bajo número de defunciones infantiles al desagregarse por distritos. 41 La mortalidad infantil antes de los 5 años indica aquellas muertes producidas por la ausencia de una adecuada protección de la salud en la niñez, lo que está asociado con factores socioeconómicos y las prioridades sanitarias en un determinado contexto social. El bajo peso al nacer, por su parte, es un indicador que tiene efectos sobre el rendimiento humano, la salud y la supervivencia. Aunque esta condición puede tener un origen físico individual, también es consecuencia de contextos sociales más deprivados y de carencias socioeconómicas de la madre. A su vez, el bajo peso en niñas y niños de primer grado de escuela muestra deficiencias alimentarias que afectan la condición de salud y su futuro desempeño dentro del sistema educativo. El embarazo en la adolescencia es un importante indicador de salud, no tanto por la mortalidad como por la magnitud de la morbilidad que les acompaña y las repercusiones significativas que tienen los embarazos tempranos en el futuro socioeconómico y afectivo de las jóvenes y su familia. En muchas ocasiones, esta situación impide que la adolescente se mantenga en el ámbito educativo o acceda a opciones de empleo. Los nacimientos de madres adolescentes solteras permiten medir la condición del núcleo familiar y su vulnerabilidad socioeconómica, ya que se considera que tienen un mayor riesgo de no integración a la sociedad en forma satisfactoria. También los hogares con jefatura femenina, según reflejan las estadísticas, presentan un factor de mayor riesgo de pobreza. Por último, el acceso residencial al agua para el consumo humano representa un aspecto determinante en la calidad de vida de las personas y tiene una relación directa con ambientes saludables. Todos estos indicadores, en su conjunto, apuntan hacia los determinantes sociales de la salud. Si se observa la distribución geográfica de los niveles consignados en la dimensión de salud por quintiles en los distritos del país, las mejores condiciones de salud están concentradas nuevamente en el GAM, a diferencia de la periferia, donde la situación cambia, dándose niveles más bajos de salud en las zonas fronterizas y en la región Atlántica. 42 Cuadro 2. Los diez cantones con mayor y menor desarrollo social por dimensión de la salud, ubicados en el I y V quintil (2007) Diez cantones del I quintil Talamanca La Cruz Los Chiles Upala Siquirres Matina Abangares Parrita Limón Golfito Dimensión de Salud IDS Diez cantones del V quintil 0,0 17,5 18,9 20,9 28,9 30,4 31,2 31,6 31,6 35,5 0,0 18,7 5,2 7,1 17,0 15,5 27,0 25,1 13,5 6,4 Moravia San Isidro Belén Montes de Oca Palmares Heredia Santa Ana Escazú Tibás Santa Bárbara Dimensión de Salud IDS 100,0 96,4 96,0 94,3 91,7 91,7 90,8 89,2 89,1 88,7 80,9 75,2 100,0 88,6 77,0 67,7 84,4 94,1 68,6 69,9 Fuente: Elaboración propia, basado en MIDEPLAN, Índice de Desarrollo Social 2007 Si bien no hay una total correspondencia entre la distribución del IDS y el índice obtenido por los cantones en la dimensión de salud según los diferentes quintiles, es claro que existe cierta relación, pues los diez cantones con menor nivel de salud del I quintil no superan los 27,0 puntos en el IDS. También se repiten patrones en ambos indicadores, en el sentido en que los puntajes menores se concentran en cantones fronterizos o de la zona Atlántica; el caso más extremo es el de Talamanca, que obtiene 0,0 en ambos índices. Mientras los cantones con los mejores niveles de salud se presentan en el GAM; los diez cantones con mejores puntajes no presentan un IDS inferior a 67,7. Si se observa con detenimiento la distribución de los niveles de salud, se logra identificar cómo las condiciones de vida y la pertenencia a determinados grupos poblacionales, que no son casuales ni distribuidos al azar, se traducen en inequidades sistemáticas que socavan el derecho de muchas personas a una vida digna y saludable. En Costa Rica, no se han logrado superar brechas importantes en salud y las condiciones de vida de varios grupos poblacionales tienden a desmejorar. En ese sentido, es importante analizar la situación de Talamanca. Según el último censo poblacional (año 2000), el cantón de Talamanca concentra el 50% de la población indígena del país7. 7 Se calcula que la población indígena del país representa el 1,7% de la población. 43 Mapa 2. Dimensión Salud por distritos y quintiles 2007 Fuente: MIDEPLAN, Índice de Desarrollo Social 2007 Tal como se indicará anteriormente, la mortalidad infantil es un indicador muy sensible a las condiciones de vida en que se desarrollan las personas. De ahí su valor en la medición de inequidades en salud. Si se observa el comportamiento de este indicador en las regiones del país, la tasa de mortalidad infantil es mayor en la Región Brunca (10,91/1.000 nacidos vivos) que en el resto del país, cuya tasa se registra en 8,68/1.000 nacidos vivos. 44 Gráfico 2 Fuente: INEC, Mortalidad Infantil y Evolución Reciente 2009 Sin embargo, el análisis de la mortalidad materna a lo largo de los años y desagregada por cantones ofrece un panorama revelador. En un estudio realizado en el año 2009 (3), se identifica la correspondencia de este fenómeno con el desarrollo social y se demuestra cómo la mortalidad infantil se relaciona negativa y significativamente con el índice de desarrollo social. Esto quiere decir que los cantones con menor desarrollo social tienen tasas más altas de mortalidad infantil. En el país, se dio una vertiginosa caída en la Tasa de Mortalidad Infantil (TMI) a partir de la década de los años 70, y continúa en descenso. Sin embargo, existe una clara brecha entre cantones que se ha ido reduciendo muy lentamente. Siguiendo el comportamiento histórico que ha tenido la TMI, tomaría 29 años reducir a la mitad la brecha entre cantones (3). Los cantones de Talamanca, Matina y Buenos Aires aparecen recurrentemente entre los diez cantones con tasas de mortalidad infantil más altas en los períodos seleccionados a lo largo de los últimos 33 años. Estos territorios se caracterizan por un alto porcentaje de población indígena. 45 Gráfico 3 Fuente: Tomado de Aparicio, Diferencias espaciales en la mortalidad infantil, 2009 En el periodo comprendido entre los años 2006 y 2008, se registraron 219 562 nacidos vivos y 2 099 muertes de menores de un año, para una tasa de 9,6 por 1 000 nacidos vivos. El cantón de Talamanca registró en ese período, 14,25 muertes infantiles por 1 000 nacidos vivos, lo que representa el doble de muertes infantiles presente en el cantón con menor TMI (cantón de Belén, con una tasa de 7,1/1000 nacidos vivos). En la distribución geográfica, según TMI, se observa un patrón de alta mortalidad y bajo desarrollo humano en las zonas Atlántica, Sur y Pacífico Norte. Los pueblos indígenas se encuentran dispersos por el país. Sin embargo, en todos los territorios, la condición de pertenecer a la cultura indígena se traduce en inequidades tanto en el nivel socioeconómico como en salud y educación. Según un estudio realizado (95), el 49% de la población indígena estaba por debajo de la línea de pobreza, el 92,4% de esta población presentaba necesidades básicas insatisfechas; el analfabetismo ascendía a un 50%, cuando en la población no indígena era de 4,8%; la desnutrición era el triple en esta población (6,54% en población indígena cuando el promedio nacional era de 2,57%) y la prevalencia de retardo en talla (moderado y severo) era de un 16% en la población indígena, mientras el promedio nacional de un 7%. 46 Cuadro 3. Cantones con tasas de mortalidad infantil más elevadas según períodos seleccionados (por 1000 nacidos vivos) Rankin 1975-78 TMI 1985-88 TMI 1 Guatuso 65,0 Carrillo 28,1 2 3 Talamanca Siquirres 60,4 52,2 28,0 26,4 4 Pococí 52,0 Talamanca Turrubares Buenos Aires 25,9 5 Limón 46,3 Aguirre 24,3 6 Garabito Buenos Aires Matina Guácimo Jiménez 43,2 Nicoya 23,5 Buenos Aires Santa Cruz 42,8 Matina 22,9 42,0 41,0 41.0 Liberia Corredores Cañas 22,8 22,7 22,2 7 8 9 10 Promedio 47,8 24,4 1995-98 TMI 2005-08 TMI 23,8 San Mateo 18,7 Dota Matina 23,7 19,1 Abangares Nicoya 17,9 15,8 Sarapiquí 17,3 Talamanca 15,0 17,2 Curridabat 15,0 17,2 Dota 13,8 Upala 17,1 Osa 13,2 San Pablo Los Chiles Coto Brus 16,6 16,4 16,2 Matina Coto Brus La Cruz 13,0 12,6 12,5 Talamanca 17,9 14,3 Fuente: Elaboración propia con base en Aparicio y Morera, Diferencias espaciales en la mortalidad infantil, 2009 También las malas condiciones de salud en los territorios indígenas se manifiestan en el grado de desnutrición y la falta de acceso a agua apta para el consumo humano, entre otros, lo que genera una mayor vulnerabilidad para la transmisión de enfermedades infectocontagiosas. Estas enfermedades son curables y prevenibles, pero, en esta población, son aún causa de muerte. Las principales afecciones en la salud que se presentan en la población indígena son: diarreas, infecciones respiratorias, infecciones de la piel, parásitos y desnutrición. La información disponible sobre la condición nutricional de los pueblos indígenas muestran niveles de desnutrición de 44% (32% de desnutrición leve, 11 % moderada y 1% grave) en los niños menores de 6 años. En cuanto a la talla y peso, esta población muestra estaturas bajas (achicamiento) como resultado de un proceso de deficiente alimentación y una alta incidencia de infecciones (37). Por otra parte, si bien los niveles más altos de desarrollo social se concentran en la Gran Área Metropolitana, las situaciones de salud desventajosas no escapan en zonas urbanas del centro de la capital, específicamente en ciertos grupos poblacionales, aunque el acceso a los servicios sea mayor. En menos de dos décadas los asentamientos en precario de la GAM se duplicaron. Según registros, en el año 1987 existían 13,841 familias en precario y en el año 2004 se incrementaron a 32,797. Tal como se indica en un reportaje del periódico La Nación (19/5/2008), en precarios como el Triángulo de Solidaridad en Calle Blancos, o en La 47 Carpio en la Uruca, la falta de abastecimiento de agua apta para el consumo humano es responsable de brotes de diarrea, lombrices y de hepatitis A, que afecta especialmente a la población infantil en forma reiterada. Tal como señala el informe de la FAO (37), la pobreza genera condiciones de higiene deficiente, dificultades para la compra de calzado, vivienda en estado precario, deficiente recolección de desechos y aguas negras, entre otras condiciones, lo que conlleva a un número mayor en la incidencia de diarreas y otras infecciones directamente vinculadas con la desnutrición. La situación de pobreza dificulta la compra de alimentos de alto valor nutricional y se sabe que cuanto menor es el ingreso familiar, mayor es la cantidad de productos altos en carbohidratos que se consumen. Esto ha provocado malnutrición debido a carencias de micronutrientes y aumento en los casos de obesidad, así como desnutrición vinculada a la carencia de todo tipo de alimentos. Otros grupos poblacionales como los inmigrantes también son objeto de inequidades en salud y de diversidad de manifestaciones de violencia. Según el último censo (realizado en el año 2000), las personas nacidas en el extranjero representan el 7,7% de la población, de la cual el 5,9% es nicaragüense. Esta población presenta indicadores sociales desventajosos con relación al resto de la población. Sirven como ejemplo los datos sobre pobreza correspondientes al año 2006. Si el porcentaje de hogares pobres en el país se calculaba en un 20,2%, al tomar en cuenta el lugar de nacimiento del jefe o jefa de hogar, los costarricenses representan un 19,5%; en el caso de hogares pobres jefeados por nicaragüenses, este porcentaje asciende a 32,3% (18). Según un estudio realizado por la OPS (93), las inequidades también se expresan a través de limitaciones en el acceso a servicios básicos, las personas que no están cubiertas por la seguridad social forman parte de los grupos específicos más vulnerables de la población inmigrante nicaragüense8. El acceso al Seguro Social es menor en la población inmigrante nicaragüense que en la población nacional. Un 60,2% de la población nacida en Nicaragua estaba asegurada según el último censo, siendo mayor la cobertura para las mujeres (62,0%) que para los hombres 8 Ocho de cada diez no asegurados son niños menores de 12 años, la población económicamente inactiva en su mayoría mujeres, los desocupados y los ocupados en los sectores más rezagados y de más bajos ingresos: el sector informal no agrícola, el sector tradicional agrícola y el servicio doméstico. 48 (58,4%); mientras que la cobertura de la seguridad social en la población nacida en Costa Rica era de un 83,4%. En este mismo estudio, se pudo comprobar cómo la población nicaragüense en forma proporcional, utilizan menos los servicios de salud y acuden más a los establecimientos de salud de menor complejidad. Por otro lado, las muertes por causas violentas y accidentes en la población nicaragüense presentan, en proporción, una diferencia importante en relación con la población nacional. Si para los costarricenses las defunciones por violencia y accidentes representan el 11,0%, en el caso de los nicaragüenses representa el 24,8%. Según el análisis de los investigadores, esto puede estar indicando condiciones laborales de mayor riesgo con relación a accidentes de trabajo al igual que una mayor exposición a eventos violentos. En el caso de egresos hospitalarios, los hombres extranjeros presentan cinco veces más porcentaje de internamientos por trastornos mentales que los costarricenses (16% y 3% respectivamente) y casi tres veces más internamientos hospitalarios por traumatismos y envenenamientos que los nacionales (31% y 13% respectivamente). También se indica en el estudio realizado por la OPS, que las condiciones de salud de las poblaciones inmigrantes se relacionan con las características de vida y trabajo: El medio insalubre caracterizado por contextos habitacionales precarios, en condiciones de hacinamiento y de inseguridad. Un deficiente acceso a servicios básicos. Las condiciones laborales que obligan al trabajador inmigrante a mantenerse expuesto a maquinaria inadecuada y en el caso de las actividades agrícolas, a agroquímicos y pesticidas. Condiciones inadecuadas de trabajo que se manifiestan a través de jornadas prolongadas, cansancio, desconocimiento de acciones preventivas. Constante desplazamientos por el territorio nacional. 49 Todo ello favorece la incidencia y transmisión de enfermedades asociadas a la desnutrición, la parasitosis, enfermedades de la piel y respiratorias, así como diarreas (principalmente en las personas menores de edad); enfermedades de transmisión sexual y asociadas al ambiente laboral (como lumbalgias, intoxicaciones y alergias, entre otros) en las personas adultas. Se puede concluir que la exclusión social es responsable de diversidad de inequidades en salud y que, como fenómeno social, es una de las expresiones de violencia estructural que atenta contra la seguridad humana, a la vez que produce y reproduce en sí misma diversas manifestaciones de violencia directa. Las posibilidades de disfrutar una vida sana y llena de oportunidades de desarrollo humano, en estas condiciones, son limitadas. 50 Ejercicio de autoevaluación 1. Analice el siguiente caso: Eugenia, nicaragüense de 26 años, llega al servicio de emergencia del Hospital, responde rápidamente todas las preguntas de la entrevista y señala que los moretones y la rotura que tiene en la cabeza fueron producto de los golpes que le propinaron unos asaltantes. Después de que le han suturado para evitar el sangrado, le indican que se tome unas radiografías del cráneo. Además de los moretones y la rotura, se observan cicatrices en diversas partes del cuerpo y se ve muy delgada. Eugenia le comenta a la enfermera que no tiene dinero para la radiografía, y ella le sugiere ir donde la encargada de registros médicos de la clínica. Luego de esperar una hora, la hace pasar: - ¿Qué sucede, a ver porque ha venido? - le dice - No tengo dinero para pagar esto- dice Eugenia señalando la orden de la radiografía. - Entonces tome asiento, a ver….- y saca una ficha e inicia las preguntas: ¿Su nombre? - Eugenia Pérez Rojas - ¿Edad? - 26 años - ¿Estado civil? - Soy madre soltera - ¿Dirección? - Los Guido - ¿Grado de instrucción? - Estudios concluidos, primaria - ¿Número de hijos? - Tengo 4 - ¿En que trabajas? - Oficios domésticos - ¿Teléfono? - No tengo 51 - Ahora veamos la composición familiar: ¿con quién vive? - Vivo con unos amigos - ¿Cuántos viven con usted? - Cinco - Ahora las características de la vivienda ¿material de construcción? - Unas latas de zinc - ¿Número de habitaciones, sin contar baño? - Una - ¿Número de camas? - Cinco - ¿Ingresos totales? - Serán … - ¿Cuánto gastan en comida? La asistenta social continua con 10 preguntas más a las que Eugenia responde con mucha atención y expectativa durante aproximadamente 15 minutos. ¿Cuanto gasta en combustible?, ¿Cuánto gasta en agua? ¿Cuánto gasta en luz? - ¿Usa métodos anticonceptivos? - … no - ¿pero usted tiene pareja? - No - ¿Pero el padre de su bebé la busca? - Si pero yo no quiero que me busque, no quiero saber nada de él. - Humm entonces vamos a derivarla a planificación familiar. Finalmente le dice: No la puedo exonerar del pago, podemos hacerle un préstamo, deje su documento de identificación, se toma las radiografías y mañana o en una semana, cuando consiga el dinero puede recogerlo. Eugenia decide que mejor se consigue el dinero y luego se toma la placa pues no tiene documento de identidad. Se va enojada porque le han hecho perder el tiempo y además ella quería hablar con alguien sobre su problema, pero le daba vergüenza, ya que la sala de emergencia estaba llena de gente. Tiene miedo de regresar a casa ya que teme por su vida, pero no sabe qué hacer. 52 a) Analice el caso de Eugenia, utilizando el concepto de salud integral trabajado en este capítulo: Dimensiones de la salud Condiciones de vida Proceso vital humano, procesos protectores y procesos deteriorantes b) Analice los tipos de violencia que se presentan en este caso y su relación con los conceptos de: Desarrollo humano Derecho a la salud y equidad Criterios para valorar las respuestas: En el análisis del caso, se deben contemplar las tres dimensiones de la salud: biológica, psicológica/mental y social. A su vez se debe vincular la situación de salud de Eugenia, con su condición de mujer inmigrante ilegal y, a partir de los datos que brinda en la entrevista, identificar como se perfila su proceso vital humano, indicando las condiciones de marginalidad, hacinamiento, violencia de género y exclusión de las garantías de protección social como expresiones de procesos deteriorantes. Como procesos protectores se pueden indicar la posible solidaridad entre compatriotas, su capacidad de discernir y contar con recursos personales para tomar decisiones y agenciarse salidas posibles a su situación. En el segundo punto, se debe identificar la violencia directa que lleva a Eugenia a recurrir al servicio de salud, también la violencia de pareja y la violencia estructural que se expresa tanto en el acceso a los servicios de salud de mayor complejidad como el trato recibido por parte del personal de salud. Aquí es importante identificar la violación al derecho a la salud como expresión de inequidad y violencia estructural. Las condiciones de bajo nivel educativo, ser jefa de hogar, trabajo no remunerado, poco control sobre la propia salud sexual y reproductiva deben analizarse como limitaciones en la construcción de capacidades humanas y disfrute de libertades, así como de oportunidades sociales para el desarrollo humano. 53 2. Analice el siguiente caso Como parte de la Reforma del Sector Salud, a partir del año 1993, Costa Rica buscó implementar un nuevo modelo de atención que fortalezca la atención primaria. Para ello se crearon los Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (EBAIS) que laboran dentro de las comunidades, permitiendo que estos servicios sean más accesibles y adecuados a la realidad y las condiciones en las que viven las personas. Se pretendió con ello desarrollar acciones más efectivas en la promoción de la salud y prevención de la enfermedad. Sin embargo, robos, asaltos y amenazas de muerte en lugares urbanos marginales como Tirrases (Curridabat), Los Guidos (Desamparados), Los Cuadros (Goicoechea), Tejarcillos (Alajuelita) y Limón Centro, han afectado las instalaciones, equipo y personal de salud. Esto ha hecho que estos servicios se retiren y ubiquen en otros sectores. Con ello se han visto afectados directamente los pobladores de estos lugares, pues el acceso a los servicios de salud se hace más difícil y costoso. Ya no cuentan con las visitas al hogar que realizaban los técnicos de atención primaria y deben asumir los costos de traslado en transporte público que antes no tenían. A su vez, los hechos violentos presentes en estas comunidades tienen como secuelas, síntomas de estrés y ansiedad que constituyen motivos de consulta en salud en forma recurrente. No solo los servicios de salud se han visto afectados por estas manifestaciones de violencia, también se registran daños a establecimientos educativos y servicios de transporte público que afectan la calidad de vida de los residentes de estas comunidades y reduce las opciones de las personas para construir nuevos proyectos. Analice esta situación utilizando los siguientes conceptos revisados en este capítulo: Desarrollo humano Exclusión social Seguridad humana Criterios para valorar las respuestas: Esta situación se debe reconocer como un ejemplo concreto de segregación geográfica y exclusión social que genera la reproducción de la violencia en nuestro país. Desde el punto de vista de desarrollo humano, se debe contemplar en el análisis cómo se limitan las libertades de las personas en cuanto a la posibilidad de poder disfrutar una vida sana y productiva, obstaculizando 54 el acceso a oportunidades de desarrollo y salir de la pobreza. También es importante considerar en el análisis cómo se expresa la seguridad humana en sus diferentes dimensiones: seguridad en la salud, seguridad personal y seguridad comunitaria en estos barrios citadinos. A la vez, identificar cómo la violencia irrumpe en la vida cotidiana y la preservación de la vida, afectando la pertenencia a una comunidad, la identidad y estabilidad personal, empobreciendo las condiciones seguras de vida. 55 3. El impacto de la violencia en la salud integral 56 Objetivos específicos 1. Mostrar un acercamiento a la comprensión dinámica del impacto de la violencia en su complejidad. 2. Demostrar el impacto de la violencia en la salud mental de las personas. 3. Resumir cómo la violencia afecta la salud de las personas en edades tempranas. 4. Identificar el impacto de la violencia con su en el tejido social. 5. Relatar el impacto que tiene la violencia en los servicios de salud. 57 3.1. El impacto de la violencia se expresa en múltiples dimensiones La violencia produce una serie de daños que van desde la muerte hasta una diversidad de afecciones y efectos en la salud. Sus manifestaciones pueden ser inmediatas o tardías, y sus secuelas extenderse a lo largo de toda la vida. Desde la óptica de salud pública, se observa la violencia desde su capacidad de producir enfermedad y muerte. Tal como señala Larizgoitia: “La principal dificultad a la hora de intentar describir el impacto de la violencia en la salud resulta de la ausencia de un modelo explicativo que permita entender el recorrido lesivo de la violencia a través de las diferentes dimensiones de la salud en los sujetos expuestos, y que además permita caracterizar los tipos de exposición y su impacto, en función de una serie de variables potencialmente modificadoras” (66, p.64) Desde una primera mirada se buscaría explicitar el impacto a partir de las características particulares de la violencia. De ahí, surgen categorías como: el grado de intensidad de la violencia, ya sea leve, moderada o grave; si la exposición a la violencia es circunstancial o permanente, o más bien si responde a procesos reiterados u ocasionales, sistemáticos o accidentales; si los daños son físicos, psicológicos o sociales, y si deja secuelas o, incluso, si es letal. Sin embargo, desde una perspectiva integral de la salud, se debe trascender su concepción como ausencia de enfermedad. Esto exige reconocer que la violencia representa una amenaza a la vida y un obstáculo para la salud, y sus efectos pueden ser anteriores a las manifestaciones de enfermedad. Para ello, se requiere mirar la violencia en su capacidad de negar la posibilidad de disfrutar la vida en toda su complejidad. Por eso, no basta con pensar la violencia como “agente externo” al cual se ven “expuestos” determinados individuos. La cualidad social y relacional de la violencia tiene un carácter estructurante en la salud de las personas y las comunidades. Si partimos del concepto de salud como despliegue de potencialidades y construcción de capacidades, interesa identificar también cómo la violencia es un obstáculo para la realización del proceso vital humano 58 (PVH), tanto en su dimensión individual como colectiva. La relación entre violencia y salud es una relación de negación: donde hay violencia no puede haber salud, o, desde el lado contrario, la salud presupone, entre otras condiciones, la superación de la violencia. Profundizar en este sentido requiere explorar otras fuentes que no son la simple descripción del fenómeno de la violencia y su comportamiento más evidente, sino una comprensión más dinámica del fenómeno que permita analizar cómo afecta la violencia la salud de las personas y las colectividades en su complejidad. En esta línea, la literatura señala cómo los efectos en la salud, además de estar determinados por las características y reiteración de la violencia (73), están también condicionados por la reacción del entorno social (47), la relación entre víctima y victimario y la resistencia psicológica del sujeto (122). A la vez, se ha podido comprobar que el trauma producido por la violencia es contagioso (50) y constituye una cultura. Se sugiere que, incluso, puede transmitirse de manera intergeneracional (4). El trauma no sólo afecta a los receptores directos de las agresiones, quienes se consideran víctimas primarias. Su impacto puede extenderse a las personas que experimentan la violencia de manera indirecta, mediante su visualización, o su proximidad afectiva con víctimas primarias. Los familiares, amigos o vecinos de estas, testigos, profesionales de apoyo, o quienes se solidarizan emocionalmente con las víctimas, aun por el mero conocimiento del hecho, pueden ser víctimas secundarias (123), (23), (21), (120). Es importante señalar cómo algunas investigaciones indican que los daños físicos directos producidos por la violencia se acompañan con otras secuelas físicas asociadas. Por ejemplo, se ha comprobado otras afecciones como problemas ginecológicos tales como inflamación pelviana, dolores pélvicos crónicos, disfunciones sexuales, infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH-SIDA en casos de violencia de pareja. La etapa del embarazo es especialmente sensible. En ese momento, las mujeres que viven violencia de pareja son más propensas a sufrir estrés, infecciones, anemia, abortos espontáneos, amenaza de partos prematuros, parto prematuro, recién nacidos con insuficiencia ponderal, distrés fetal o muerte fetal (32), (45), (108). 59 3.2. El impacto de la violencia en la salud mental La violencia de diversa índole desencadena procesos de estrés y de traumatización que producen efectos desfavorables para la salud. Tal como lo señala la OPS (90), los mecanismos de protección y conservación de funciones vitales, tanto físicas como mentales, se ven quebrantados, sobrecargados y resultan insuficientes ante eventos de naturaleza amenazante o catastrófica, que ponen en juego la vida o la integridad física. Dichos eventos, por lo general, sobrepasan las capacidades de respuesta efectiva en las personas. Las consecuencias psicobiológicas suelen ser dañinas y pueden originar alteraciones psicológicas persistentes y graves. Entre el 30 y el 60% de los afectados por violencia grave, pueden desarrollar alteraciones que incluyen el trastorno de estrés postraumático (TEPT) (29), (124), distimia y depresión, ansiedad, somatizaciones y cuadros mixtos (46), (116), (34). El TEPT involucra diversos sufrimientos y disfunciones: ansiedad, tensión muscular, insomnio, sobresaltos, desesperación, aislamiento, entre otros. A la vez, surgen discapacidades en el campo social y laboral. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), este trastorno se caracteriza por: Revivir el acontecimiento traumático de manera persistente a través de la intrusión de recuerdos traumáticos, sueños perturbadores, sensación de nueva ocurrencia del trauma y angustia intensa ante algo que evoca el acontecimiento. Embotamiento afectivo que se expresan a través de esfuerzos por evitar pensamientos, conversaciones, lugares, actividades, retraimiento, desapego de los demás y desesperanza. Incremento de la excitabilidad que se manifiestan como dificultad para dormir, irritabilidad, dificultades para concentrarse, hipervigilancia y respuesta de alarma exagerada. La mayoría de las formas que asumen la violencia pueden producir estos efectos que, en primera instancia, se viven con intenso miedo, impotencia o espanto. El siguiente cuadro presenta los hallazgos de Kessler y colaboradores en el que se evalúa la relación de determinadas experiencias traumáticas con este trastorno de estrés postraumático según sexo. 60 Cuadro 4 Probabilidad de relación entre experiencias de trauma y Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) Tipo de trauma Hombres Mujeres Violación 65,0% 45,9% Vejación sexual 12,2% 26,5% Ataque físico 1,8% 21,3% Combate 38,8% - Maltrato físico 22,3% 48,5% Accidente 6,3% 8,8% Desastre 3,7% 5,4% Cualquier trauma 8,1% 20,4% Fuente: OPS, Estrés traumático y sus consecuencias, 2000, p. 8 Vivir una situación traumática no produce automáticamente el TEPT, en ese sentido, se observan diferencias importantes entre hombres y mujeres, lo cual indica que un evento supuestamente similar puede ser o no vivenciado como traumatizante. Aquí se ha de considerar la susceptibilidad de las personas y su capacidad de lidiar con situaciones traumáticas al igual que los sistemas de contención y apoyo con que cuentan las personas. La depresión y la ansiedad es uno de los trastornos que acompaña el estrés traumático. En nuestro país, no existen datos sobre la incidencia de TEPT en la población, aunque hay información sobre episodios depresivos y cuadros de ansiedad que ameritan intervención especializada en salud. Según la última Encuesta de Consulta Externa de la Caja Costarricense de Seguro Social (11), los episodios depresivos constituyeron el 1,38% de las consultas ambulatorias brindadas por los establecimientos de salud, lo que representó un total de 684.552.753 consultas. Estos episodios ocuparon el primer lugar en cuanto a incapacidad laboral con una duración mayor a los nueve días. 61 La depresión es, desde 1987, el segundo diagnóstico más frecuente entre los egresos hospitalarios de los servicios de Psiquiatría. En la Consulta Externa ocupó el primer lugar entre los problemas mentales de personas adultas y el segundo lugar entre las atenciones de psiquiatría brindadas en los servicios de urgencias (97). Si se compara la evolución de episodios depresivos y otros trastornos afectivos detectados en la consulta externa de los servicios de salud públicos del país (97), se observa cómo los episodios depresivos disminuyeron en un 0,10% en el período comprendido entre 1996 y 2001, no así los otros trastornos afectivos, donde el incremento fue tres veces mayor; las diferencias entre hombres y mujeres son significativas, como se evidencia en el siguiente cuadro. Cuadro 5 Porcentaje de atenciones en consultas externas por episodios depresivos y otros trastornos afectivos según sexo, CCSS (1996 y 2001) Año 1996 2001 Diagnóstico Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Episodio depresivo 0,39 0,24 0,51 0,29 0,13 0,42 Otros trastornos afectivos 0,09 0,04 0,12 0,12 0,07 0,15 Fuente: CCSS, Departamento de Estadísticas de Salud La atención de trastornos mentales en los servicios de urgencias de los hospitales públicos no suelen ser el tipo de atención más común. Sin embargo, es importante observar el porcentaje de urgencias que se dan debido a episodios depresivos y cuadros de ansiedad. 62 Gráfico 4 Fuente: CCSS, Encuesta de Urgencias 2006, Departamento Estadísticas de Salud Gráfico 5 Fuente: CCSS, Encuesta de Urgencias 2006, Departamento Estadísticas de Salud El desempeño de una persona afectada por depresión está comprometido tanto en el ámbito familiar como laboral y social, por lo que su condición le incapacita para realizar actividades cotidianas. En opinión de expertos (109), muchas gastritis, colitis, cansancio y otras enfermedades que 63 presentan las personas que acuden a los servicios de salud, esconden un problema depresivo de fondo. Se estima que entre un 10% y un 15% de las personas deprimidas se suicidan y dos terceras partes tienen ideación suicida. El suicidio y las agresiones contra sí mismo constituyen consecuencias de estados psíquicos afectados por la depresión y, en diversos estudios, como se indicará más adelante, se ha encontrado una asociación positiva entre éstos y las historias recurrentes de violencia y abuso infantil. Detrás de muchos de estos suicidios, se esconden historias de violencia que afectaron profundamente el deseo de vivir. Por otra parte, mucha ideación suicida queda oculta, eso hace que las dimensiones reales del impacto de la violencia en las vidas y la salud de las personas siga siendo aún invalorable con los registros estadísticos existentes. Las vivencias de inseguridad frente a la violencia por parte de la población, escapan a las estadísticas que arrojan los servicios de salud, pues la mayoría de las personas que se sienten inseguras no recurren a ellos y mucho menos a internamientos hospitalarios, por lo que se puede suponer que los datos existentes apenas son la punta del iceberg del verdadero impacto de la violencia en la salud mental de la población. Estos sentimientos y sensaciones de inseguridad y ansiedad afectan, definitivamente, la calidad de vida de las personas y su bienestar. 64 3.3. El impacto de la violencia en edades tempranas La violencia en la infancia es de especial interés por su capacidad de incidir en fases críticas del desarrollo emocional y psicológico de niñas y niños. En algunos estudios (35), se han descrito tasas muy elevadas de morbilidad psicológica en niños y niñas expuestos a traumas. En forma particular, las personas menores de edad muestran gran vulnerabilidad ante las agresiones ejercidas en el círculo de relaciones más íntimo. Pero, a la vez, se ha observado que pueden presentar mayor resistencia psicológica ante ciertas condiciones. Los eventos estresantes pueden ser dañinos o beneficiosos, dependiendo de la respuesta que requieren para enfrentarlos y la duración de los mismos. Esto involucra el control que se tiene sobre la situación, con qué frecuencia y por cuánto tiempo el sistema de estrés corporal se ha activado en el pasado, al igual que si se cuenta con relaciones seguras que puedan brindar apoyo. Cuando los eventos de violencia no son ocasionales, sino sistemáticos y continuos, implicando la vivencia de estrés prolongado, los daños pueden ser severos, en especial, si se dan en edades tempranas de la vida Desde un abordaje neuro-fisiológico (85), se distinguen tres tipos de estrés en la infancia asociados a la activación de la respuesta fisiológica a través del sistema corporal de manejo del estrés (body stress management system): Estrés positivo: es aquel estrés moderado, de corta duración y que está vinculado a situaciones nuevas, como el cambio de la persona encargada de su cuido, el ingreso a la escuela, conocer nuevas personas, lidiar con frustraciones y enfrentar miedos. Los cambios fisiológicos que genera este tipo de estrés son menores, solo involucran mayor frecuencia cardiaca y mayores niveles hormonales, lo cual es normal en la infancia; el aprendizaje de cómo lidiar con ello es parte del proceso de desarrollo. Este tipo de estrés permite al niño o a la niña desarrollar autonomía y aumentar el control para manejar situaciones nuevas. Esto requiere, por lo general, de un buen acompañamiento adulto que facilite relaciones positivas de seguridad y calidez. 65 Estrés tolerable: se refiere a experiencias adversas que son más intensas que las anteriores, pero igual pueden tener una corta duración. Las situaciones asociadas a este estrés son por ejemplo la pérdida de un ser querido, desastres naturales, accidentes atemorizantes, rupturas familiares como separación de los padres. En estos casos, se puede afectar la arquitectura cerebral, pero debido a su corta duración, permiten la recuperación cerebral y revertir daños potenciales. Si el niño o la niña cuentan con un ambiente de apoyo que permite desarrollar la sensación de seguridad, es posible el aprendizaje de cómo enfrentar el estrés, superar la experiencia y transformarlo, incluso, en estrés positivo y de beneficio para el desarrollo. Estrés tóxico: implica una activación intensa, frecuente o sostenida del sistema corporal de manejo del estrés. Aquellos eventos estresantes que son crónicos, incontrolables y experimentados por niños o niñas sin el apoyo adulto requerido producen esta respuesta. Ejemplo de esas situaciones son el maltrato, el abuso y la negligencia, en las cuales los niños y las niñas son incapaces de manejar estas situaciones por sí mismos. Esto puede llevar a un cambio permanente en el desarrollo cerebral, como consecuencia de la activación del sistema de respuesta ante el estrés por un tiempo prolongado. En casos extremos, donde hay un abuso crónico, el impacto se traduce en el desarrollo de un cerebro de menor tamaño en relación a la norma. En casos menos extremos, se observa mayor sensibilidad del sistema corporal de El estrés tóxico durante la manejo del estrés ante eventos que no temprana infancia afecta el son percibidos como estresantes por desarrollo de circuitos otras personas, lo cual incrementa el cerebrales y el sistema riesgo de enfermedades físicas y hormonal en una forma que mentales asociadas al estrés. El lleva a un pobre control del sistema de respuesta ante el efecto negativo del estrés tóxico se estrés por lo que la persona puede amortiguar o revertir con el sobre reaccionará o tendrá una apoyo de personas adultas. Un reacción retardada cuando adecuado apoyo o intervención puede tenga que enfrentar retos a lo ayudar a orientar el sistema de largo de la vida. respuesta ante el estrés a su nivel normal. En estos estudios, se ha comprobado cómo los efectos duraderos de los eventos estresantes en la vida de una persona dependen más de la 66 capacidad individual de respuesta basada en sus experiencias previas y el apoyo recibido que del tipo de situación vivida. La habilidad de lidiar con el estrés en edades tempranas tiene consecuencias en la salud física y mental a lo largo de la vida. En nuestro país no existen estudios actualizados en el nivel nacional sobre la salud mental de las personas menores de edad. Se cuenta solo con registros estadísticos de servicios como el Hospital Nacional Psiquiátrico9, según los cuales en el año 2002 las causas de consulta en el servicio de psiquiatría infantil y de adolescentes fueron: la depresión (16,5%), trastornos relacionados con abuso sexual (9,89%) y ansiedad (9,41%); la mayoría de las consultas corresponde a niños y niñas en edad escolar (71%). En cuanto a egresos hospitalarios, para el año 2001, los trastornos afectivos representaron el 50,32% y un 18,62% corresponden a ansiedad y estrés grave. En general, los servicios de emergencia de la CCSS reportan un 0,88% de atenciones por trastornos mentales en varones con edades comprendidas entre los 10 y los 19 años y un 1,13% en niñas y adolescentes de la misma edad. Las mujeres preadolescentes y adolescentes representan un mayor porcentaje de urgencias por trastornos mentales que los varones de la misma edad y las diferencias se aprecian especialmente en el caso de episodios depresivos (0,09% varones y 0,29% mujeres). Según investigaciones realizadas (74), el estrés intenso y prolongado puede conducir a una variedad de efectos negativos en la salud tanto a corto como a mediano y largo plazo, debido a que: Irrumpe en el desarrollo temprano del cerebro y compromete el funcionamiento de los sistemas nervioso e inmunológico. Induce a problemas de salud en etapas posteriores de la vida, como: el alcoholismo, la depresión, desórdenes alimentarios, enfermedades cardiacas, cáncer y otras enfermedades crónicas. Un estudio retrospectivo realizado en Estados Unidos (18) tuvo como objetivo investigar la relación que existe entre el maltrato infantil y la probabilidad de disfrutar una vida saludable, prolongada y con bienestar. Se pudo demostrar que este tipo de experiencias constituyen factores de 9 Para el año 2002 este centro de salud brindó 4 585 consultas de psiquiatría infantil, 7 048 de psicología infantil y 3 841 de adolescentes. 67 alto riesgo con relación a las principales causas de enfermedad y muerte, y son responsables de una pobre calidad de vida. El siguiente diagrama es una propuesta de pirámide hecha por el Estudio ACE, cada nivel de la pirámide muestra cómo las experiencias adversas en la infancia influyen en la salud a lo largo de la vida, desde la concepción hasta la muerte. Esquema 2 Pirámide de las experiencias adversas en la infancia Muerte Muerte temprana Enfermedades y Discapacidades Adopción de conductas de riesgo para la salud Deterioro social, emocional y cognitivo Experiencias adversas en la infancia Concepción Fuente: Elaborado con base en esquema en <http://www.cdc.gov/nccdphp/ace/pyramid.htm> Muchas personas pueden vivir experiencias adversas en la infancia sin que esto conlleve necesariamente a una muerte temprana. Sin embargo, el Estudio ACE muestra cómo estas experiencias nocivas aumentan la probabilidad de que las personas vayan siendo atrapadas en los problemas que se enuncian en cada uno de los niveles de la pirámide, hasta llegar a una muerte temprana. Las experiencias tempranas de violencia tienen un impacto importante en la construcción de la identidad de los niños, al igual que en el desarrollo 68 de capacidades para apreciarse, cuidar su cuerpo y la salud a lo largo de la vida. Esto produce niveles de vulnerabilidad que afectan la futura salud y el bienestar. Se hace evidente cómo la violencia tiene la capacidad de producir diferentes tipos de vulnerabilidad física, psicológica y social en la salud de las personas y los grupos humanos. Si Costa Rica ha podido avanzar en la disminución de enfermedades infecciosas y parasitarias como causas de muerte, prevenir las enfermedades crónicas y las muertes violentas constituyen el nuevo desafío. El poder identificar y atender tempranamente las experiencias de violencia reiteradas en la infancia permitirá atacar de raíz muchos de los comportamientos de riesgo en la salud. Diversas investigaciones, además de las antes señaladas, muestran una diversidad de efectos en la salud, producidos por la violencia en etapas tempranas. En las siguientes tablas se resumen estos hallazgos en cuanto al impacto en la salud que tienen diversas experiencias de violencia en la infancia y que, en muchos casos, se extienden a lo largo de la vida adulta. 69 Tabla 1 Efectos de la violencia contra personas menores de edad en la dimensión biológica de la salud Tipo de afectación 1. Desarrollo del sistema nervioso central y periférico: el estrés tóxico en la infancia producido por abuso y negligencia afecta el desarrollo cerebral (85). o o o Puede disminuir el desarrollo de conexiones neuronales y, en casos extremos, limita el tamaño cerebral. Puede producir efectos adversos en el funcionamiento del sistema nervioso, desarrollando poca tolerancia al estrés y, como resultado de ello reacciones exacerbadas frente a experiencia adversas que debe enfrentar en la vida. Altos niveles de cortisol producidos por estrés prolongado pueden dañar el hipocampo, afectando la capacidad de aprendizaje y la memoria, incluso, se puede prolongar en la edad adulta como déficit cognitivo. 2. Sistema inmunológico: el estrés tóxico en la infancia produce altos niveles de hormonas asociadas al estrés, incluido el cortisol, lo que puede suprimir la respuesta corporal inmunológica, dejando vulnerable al organismo frente a una variedad de infecciones y problemas de salud crónicos. Los niños y las niñas que han sufrido negligencia o maltrato presentan patrones anormales en la producción de cortisol que pueden durar en casos de síntomas de estrés postraumático. 3. Trastornos alimentarios: el estrés tóxico en la infancia se ha asociado con el desarrollo de desórdenes en la alimentación como la bulimia y anorexia. 4. Problemas de salud a largo plazo: en el estudio ACE, se encontró asociado el abuso infantil con enfermedades cardiacas, cáncer, enfermedades de obstrucción crónica pulmonar y enfermedades del hígado. 5. Salud reproductiva a corto y mediano plazo: se ha encontrado mayor predisposición a embarazos tempranos, embarazos no planeados, infecciones de transmisión sexual y muertes fetales en personas que sufrieron frecuentes abusos físicos, sexuales y fueron testigos de violencia de pareja en la infancia. Según el estudio retrospectivo (18), altos puntajes de experiencias adversas en la infancia tienen mayor probabilidad de tener 30 o más parejas sexuales, iniciar relaciones sexuales a temprana edad y estar en mayor riesgo de contraer el VIH/SIDA. 6. Comportamientos de riesgo: iniciación temprana del fumado, uso de drogas, actividad sexual temprana, múltiples parejas sexuales y embarazo adolescente. Tabla 2 Efectos de la violencia contra personas menores de edad en la dimensión psicológica de la salud Tipo de afectación 1. Autocuidado y evitación de abusos: la capacidad de identificar y protegerse de nuevos abusos de diferente índole tiende a disminuirse en casos de abuso sexual infantil. A mayor severidad, duración y ocurrencia temprana del abuso sexual infantil, mayor vulnerabilidad de sufrir múltiples abusos. Ser testigos de la violencia de los padres, en edades tempranas, hace de dos a seis veces más vulnerables a sus hijos de sufrir otro tipo de experiencias adversas en la infancia. 2. Conductas de riesgo y problemas de salud mental: se ha encontrado una mayor incidencia de intentos de suicidio en niños, niñas y adolescentes que viven maltrato. Por otra parte, estudios retrospectivos señalan mayor incidencia de problemas de alcoholismo, abuso de drogas, fumado, depresión, intentos de suicidio en personas adultas con historia de maltrato infantil y haber sido testigos de la violencia entre sus padres. En el caso de abuso sexual infantil, se reportan más del doble de intentos de suicidio en hombres y mujeres que en personas que no lo han sufrido. 3. Riesgos en la edad adulta: experiencias de abuso en la infancia pueden producir predisposición a perpetrar o sufrir violencia de pareja, emparejarse con una persona alcohólica y tener problemas maritales. Estas dos últimas están altamente asociadas con abuso sexual infantil. La exposición a abuso físico, sexual y ser testigo de la violencia de pareja en las mujeres las expone 3,5 veces más a ser víctimas de violencia conyugal y en los hombres 3,8 veces más a ser perpetradores de la violencia de pareja. También está asociado tener múltiples parejas sexuales. 4. Habituación y aceptación: especialmente, los niños y niñas mayores y las personas adolescentes pueden habituarse y llegar a aceptar situaciones de violencia, sobre todo, si son apoyadas por su entorno íntimo y social (35). Es alto el riesgo detectado de que los niños y las niñas expuestos a la violencia aprendan que esta es una forma de relación humana aceptable. Tabla 3 Efectos de la violencia contra personas menores de edad en la dimensión social de la salud Tipo de afectación 1. Callejización: investigaciones sobre niños de la calle, en particular de América Latina (59), documentan el maltrato infantil y lo considera uno de los principales factores que impulsan a muchas personas menores de edad a vivir fuera del hogar. 2. Rendimiento escolar: Existe una relación entre bajos resultados académicos de niños maltratados (65) y testigos de la violencia doméstica contra sus madres (84). 3. Empleo y salarios en edad adulta: según investigaciones de (58), (84), existe una asociación entre pobreza y violencia. Así, las personas adultas que no recibieron golpes o insultos de sus padres, durante su niñez, tienden a percibir mayores salarios. En cambio, se observa un efecto negativo, significativo y sólido en los salarios de quienes sufrieron abuso infantil. Para estos autores, desde la perspectiva económica, el poco éxito en el mercado laboral reduce la capacidad individual y familiar para generar ingresos, lo que afecta negativamente la acumulación de capital humano, productividad y crecimiento económico. Se genera un círculo vicioso entre violencia y pobreza. 4. Transmisión intergeneracional: diversas investigaciones (2), (49), (84), (58), (100) señalan como efectos de la violencia intrafamiliar: la reproducción intergeneracional de la violencia (ciclo de abuso intergeneracional). En la edad adulta, las hijas de mujeres víctimas de violencia doméstica tienen mayores probabilidades de sufrir ese tipo de agresiones y los hijos de esas mujeres son más propensos a perpetrarla. Muchas son las expresiones de afección de la salud producida por la violencia, lo que apunta a una disminución de capacidades humanas para disfrutar oportunidades de desarrollo, ejercer libertades y gozar de una vida sana y próspera. 3.4. La violencia y su impacto en el tejido social Son muchas las expresiones que asume el impacto de la violencia en el tejido social. A lo interior de los hogares, la violencia vulnera la red de apoyo primario con que cuentan las personas para crecer y desarrollarse sanamente. Como ya antes se indicó, los niños y las niñas requieren del apoyo materno, paterno o de otras personas cuidadoras para aprender cómo responder ante las situaciones de la vida y sus desafíos en una forma saludable en el nivel tanto físico como emocional. Las posibilidades de proporcionar el cuidado adulto requerido no siempre son posibles, en especial, cuando la violencia ha sido un patrón intergeneracional. El abuso sexual y el incesto a edades tempranas vulnera la capacidad de defender y proteger el propio cuerpo y considerarlo digno de bienestar; esta desprotección se transmite también a la siguiente generación. Para citar un ejemplo, una de las situaciones más extremas es la explotación sexual comercial de niñas, niños y personas adolescentes, donde los riesgos para la salud son muchos10, al igual que la fractura del tejido social en forma crónica. Detrás de una niña, un niño o un adolescente explotados sexualmente hay, por lo general, toda una historia de violaciones sistemáticas y reiteradas a los derechos humanos básicos de niñas y niños, sus familias y sus comunidades. En estudios realizados en el país (6), (16), (17), (22), se aprecia diversas formas de cómo se lesiona el sentimiento de protección primaria de la población infantil. Se ha demostrado cómo muchas madres de niñas y adolescentes en explotación sexual comercial han sido víctimas o sobrevivientes de violencia intrafamiliar y abuso sexual. Tal como lo señalan Castro y Chaves: Se puede afirmar que la violencia es reproducida y transmitida de generación en generación con índices de mayor gravedad en frecuencia e intensidad, lo cual finalmente genera un ciclo de degradación progresiva en la valoración del concepto de lo que es ser mujer. Ello implica una definición de lo femenino a partir de lo meramente reproductivo y objeto de otros; que se refleja claramente en una tercera generación donde la mujer se concibe como objeto sexual cuyo cuerpo resulta posible de ser apropiado y comercializado por otros (17, p. 20). 10 Padecer infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados, agresiones físicas, violaciones, estigmatización social, discriminación, hambre y muerte, entre otras. Estas situaciones ocurren especialmente en poblaciones más vulnerables, donde el desempleo y el proceso de exclusión social son marcados. Este es un ejemplo en el cual los procesos de empobrecimiento económico y social de un colectivo humano reproducen la violencia en sí misma y se traducen en deterioro de las capacidades del tejido social de garantizar la protección y contención básica de sus integrantes. Por otra parte, desde la percepción de niñas y niños, las preocupaciones sobre la seguridad son varias, tal como se refleja en el estudio "Percepción de Seguridad e Inseguridad en Niños y Niñas de Edad Escolar en el Cantón Central de San José" (103). Percepción de inseguridad en escolares del cantón central de San José Según un diagnóstico realizado a estudiantes de primer y quinto grado en cinco escuelas urbano marginales* realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) con la colaboración de la Fundación PANIAMOR, los principales temores que experimentan los niños y las niñas josefinas son: quedarse solos en el hogar, que se les queme la casa, los piedreros (drogadictos), que les peguen, los perros callejeros y que algún extraño los siga. Los hallazgos de la investigación indican que las niñas y niños de las escuelas seleccionadas tienen, en su mayoría, una gran capacidad para adaptarse a las condiciones de inseguridad de su entorno y llevar adelante sus actividades cotidianas. Las percepciones de inseguridad de estos niños y niñas encuentran asidero en situaciones reales de inseguridad, que, efectivamente, constituyen un peligro para ellos y ellas. Como parte del estudio, los niños y las niñas recomiendan mejorar las condiciones físicas de sus escuelas y casas, eliminar perros callejeros, que haya espacios recreativos seguros en las comunidades, no quedarse sin supervisión adulta en tiempo de recreo, hacer campañas para eliminar el castigo físico, identificar soluciones para que sus madres y padres no los dejen solos en la casa, que haya más presencia policial en las comunidades. * Escuela Brisas del Virilla, Escuela Carolina Dent en Sagrada Familia, Escuela República de Nicaragua en Cristo Rey, Escuela Finca La Caja en La Carpio y Escuela Finca San Juan en Pavas. Fuente: PNUD. Venciendo el temor: (In) seguridad ciudadana y desarrollo humano en Costa Rica, 2005 Otro aspecto que muestra rupturas importantes en el tejido social es el odio que genera la violencia en sus víctimas y en la sociedad en general como testigo de ella. Aquí se observa la resonancia que tiene un evento de violencia en el conjunto social. Tal como se indicara anteriormente, el trauma producido por la violencia es contagioso. Y muchas veces esto lleva a procesos de polarización social en los cuales se deshumaniza a las personas victimarias y su repudio conduce a una escalada de violencia donde el “otro/a” es despojado/a de sus derechos y dignidad. Ante el aumento en la criminalidad y delincuencia en el país, situación que los medios de comunicación se encargan de exaltar, se haN generado procesos preocupantes de apoyo a medidas represivas. Los datos de encuestas de opinión pública sobre la delincuencia indican un proceso de escalada de la violencia que resulta preocupante por sus múltiples consecuencias. Encuestas sobre delincuencia Según los resultados de dos encuestas realizadas en los años 2004 y 2008, el porcentaje de ciudadanos/as que apoyarían medidas contrarias a la legislación vigente y al estado de derecho, ha aumentado en los últimos cuatro años. También se destacan algunas medidas tomadas: 2004* 2008** Apoyan la pena de muerte 47% 54% Apoyan el linchamiento de los delincuentes 40% 51% obtener información 28% 38% Han organizado su barrio contra la delincuencia 20% 25% Compraron armas de fuego 6% 9% Apoyan el procedimiento de tortura para * PNUD. Informe Nacional de Desarrollo Humano, 2005 ** Encuesta UNIMER 2008 para el periódico La Nación (7/4/08) En las páginas de opinión y comentarios radiales de los medios de difusión masiva, se dan con frecuencia debates relativos a medidas represivas frente a la delincuencia. Basta citar una de las opiniones publicadas en el periódico La Nación titulada: “Sobre la pena de muerte”: Inevitablemente me pregunto yo: ¿tiene derecho siquiera ser llamado humano el individuo que asalta sexualmente a una anciana que ronda los 80 años? ¿Merece un ladrón que irrumpió en la santidad de un hogar y dejó tras de sí un trabajador muerto, una viuda y dos huérfanos ser amparado por los derechos humanos? (14, p. 33 A). En la población, la sensación de inseguridad es alta y se torna un tema prioritario en las encuestas de opinión. Según un estudio nacional (105), realizado en el año 2004, la inseguridad ciudadana figura como el principal problema nacional en las percepciones de los y las ciudadanos/as. A su vez, se indica en este estudio que la criminalidad y la delincuencia le generan costos económicos al país calculados en un mínimo de 3,6% del PIB (246 148 millones de colones), cifra significativa al representar más de la mitad de lo que se invierte en educación. Asimismo, los grados de satisfacción con la democracia son menores entre quienes han sufrido un hecho de violencia, y caen notoria y sistemáticamente conforme aumenta la percepción de inseguridad. Esta sensación de inseguridad presenta un incremento en otro estudio realizado dos años más tarde, en el año 2006 (106), en casi diez puntos porcentuales. En opinión de las personas encuestadas, ya no solo se percibe un país amenazado por la delincuencia en forma genérica, sino el propio barrio de residencia se vive cada vez más como inseguro. Un estudio más reciente realizado en el año 2009 (36), señala que un 73,3% de la población consultada (mayores de 18 años) no se siente segura y un 55,1% opina que la policía comunitaria no ha logrado reducir los delitos. Solo un 30,4% considera que el gobierno (Administración Arias Sánchez) cumple con la promesa de luchar contra la delincuencia. Esto genera desconfianza hacia las instituciones, lo que se refleja en organizaciones civiles de lucha contra “el hampa”. Ejemplo de ello es que al interior de la sociedad costarricense, surge una organización que se autodenomina “Recuperemos la Paz” y entre sus acciones impulsa campañas publicitarias, al igual que marchas en las que se convocan familiares de las víctimas de homicidio y sobrevivientes de actos delictivos. Los mensajes e imágenes de campaña promueven reacciones de temor, odio y repulsión. Algunas imágenes de campaña publicitaria “Para recuperar la paz y declararle la guerra al hampa” (La Nación, abril 2008) Las sensaciones de inseguridad y temor afectan claramente la salud mental de las personas, pues llevan a incrementar los niveles de estrés y reducen las posibilidades de disfrutar una vida de calidad. A la vez, genera la lucha entre “bandos” que fractura los lazos de solidaridad. Se difunde una sensación de amenaza latente, en la cual cualquier “otro” diferente y desconocido puede ser mi enemigo, me puede dañar, por lo que debo protegerme y desconfiar; esto convierte al desconocido en “sospechoso”. Es clara la interconexión del tejido social y el efecto de la comunicación colectiva. Los hechos de violencia difundidos en el nivel masivo, a través de medios de comunicación, hacen que las personas se sientan potenciales víctimas, y parte de la percepción de inseguridad sea resultado de la traumatización secundaria, producida por las escenas televisivas y transmisiones radiales. El creciente porcentaje de adquisición de armas de fuego es uno de los efectos más preocupantes de este fenómeno. Una sociedad dispuesta a armarse, en procura de protegerse de la violencia delictiva, está expuesta a experimentar mayores índices de violencia que la que pretende evitar. En nuestro país, hay claros signos de escalada de la violencia que se alimenta en el delito y el temor al delito, situación que está motivando a muchos ciudadanos y ciudadanas a adquirir armas para “la defensa personal”, fenómeno que muestra ya, desde el punto de vista estadístico, resultados muy preocupantes. La muerte ocasionada por robos y asaltos experimenta un crecimiento antes desconocido en el país. La tenencia de armas de fuego en manos de particulares, está aumentando el número de víctimas ocasionadas en episodios de violencia intrafamiliar y violencia de género. También el descuido de las personas adultas, propician el fácil acceso de niños, niñas y adolescentes a las armas, que han resultado muertos o heridos gravemente en sus propios hogares o en centros educativos, las balas perdidas son responsables de heridas y muertes. La modalidad más utilizada en los casos de violencia autoinfringida (suicidio) es el arma de fuego, cada vez más accesible en las viviendas. Como señala Sluzki (114), existe una relación de mutua determinación entre la salud de las personas y la red social en la que se desenvuelven. La salud se ve afectada cuando la red social se empobrece y, a su vez, las afectaciones a la salud alteran la red social. Podemos concluir, sin agotar el tema, que la violencia constituye un obstáculo para la democracia, en tanto se violentan derechos sustantivos de la ciudadanía, afecta el desarrollo humano, lesiona las redes sociales y los espacios de sociabilidad donde las personas pueden crecer y desarrollarse saludablemente. 3.5. El impacto de la violencia en la demanda de servicios de salud Según el Departamento de Estadísticas de la Caja Costarricense de Seguro Social, el número de casos atendidos en los servicios de urgencias ha aumentado casi al doble en diez años11. Sin embargo, en los casos específicos de urgencias por accidentes y violencia, el incremento ha sido mayor, pues, en solo tres años, casi se duplica. Para el año 2003, se registraron 299 835 atenciones de urgencias por estas causas, y en un reporte de esta situación (12), la institución hace la siguiente descripción: La cifra [de casos de accidentes y violencia] se disparó hasta 408 590 en 2004, continuando en ascenso a 430 516 en el 2005 y a 481 375 en 2006. De manera que, si en 2003 eran el 8% del total de atenciones de urgencia, en 2004 representaron el 10,2%; y el 9,75% en el 2005; en 2006 son el 10,4% del total de atenciones de urgencias. Si se excluyen las no urgencias, representa el 17,3% de las verdaderas urgencias en 2003, ya en 2004 representan el 23,5% y, en el 2005, el 21,65%; pero, en 2006, esta cifra llega a 23,3%; o sea que el 23,3% de las verdadera urgencias atendidas en 2006 son por accidentes o violencias con el consiguiente agravamiento de las listas de espera por una cama, pues esta es una atención no programada que no puede esperar, lo que obliga a postergar ingresos programados. Se observa que de un total de 481 375 casos atendidos en los servicios de urgencias por estas causas, en el año 2006, se registraron 16 096 casos de asalto o agresión, y de estos 1227 tuvieron que ser hospitalizados y 24 fallecieron. Los accidentes de tránsito representan el 5,67% de las atenciones en los servicios de emergencias, seguido por asaltos o agresiones (3,34%). Sin embargo, los asaltos y agresiones ameritaron más internamiento hospitalario que los accidentes de tránsito (7,93% y 6,86% respectivamente). Si bien las atenciones en servicios de emergencia terminan con un 2,60% en internamientos hospitalarios, en el caso de los accidentes de tránsito y asalto o agresión, incrementan ese porcentaje a más del doble (6,86% y 7,93% respectivamente). Las agresiones por violencia doméstica representan 11 Para el año 1996 se registran 2 293 814 casos atendidos en los servicios de urgencias, mientras que para el año 2006 se reportan 4 463 776, y según se indica en las estadísticas institucionales, esta última cifra es inferior a la real ya que están ausentes los datos de varios centros de salud (Hospital de Niños, Áreas de Salud de Liberia, Golfito, Grecia, la Suiza Jiménez y Colorado). solo un 0,03% de la atención y no se reportan hospitalizaciones ni defunciones por esta causa. Se podría considerar que algunos casos de agresión doméstica no son registrados como tales. Cuadro 6. Número y porcentaje de casos atendidos por algunas causas externas según servicios de emergencias y hospitalización de la CCSS y porcentaje de fallecidos (2006) Causas externas Atendidos en servicio de emergencias Número % Número % Número % 481 375 100 12 509 2,60 213 0,04 Accidentes de tránsito 27 314 5,67 1874 6,86 50 0,18 Asalto o agresión 16 096 3,34 1277 7,93 24 0,15 140 0,03 3 0 0 0 Total: Agresión doméstica Hospitalizados Fallecidos Fuente: Elaboración propia con base en información de CCSS, Departamento de Estadísticas de Salud, <http://www.ccss.sa.cr/html/transparencia/estadisticas/estadisticas.html> El Departamento de Estadísticas de Salud de la CCSS reconoce la falta de especificación del tipo de causa por violencia o accidentes por parte del personal de salud en el momento de registrar el evento. Por ello, se reporta un alto porcentaje de causas desconocidas que, en el 2004, representó el 22,3% de los casos; en el 2005, el 30,27% y, en el 2006, el 37,9%. En cuanto a los motivos de internamiento hospitalario, las causas atribuibles a violencia ocupan el cuarto lugar, con 11 egresos hospitalarios por cada defunción. Las hospitalizaciones por accidentes o violencias, en general, tienen una estancia promedio de más de ocho días, lo que es mayor a la estancia promedio total, que es de 5,5 días (103). Se sabe que los registros aportados por los servicios de emergencias al igual que los de hospitalización, ponen en evidencia aquellos casos de violencia física y sexual cuyas secuelas han ameritado una intervención médica inmediata y especializada, por lo que representan aquellos casos donde la vida está en riesgo o la intensidad de la violencia conlleva daños físicos mayores. Según una investigación que comprende el período 1997-2003 (103) la cifra de egresos hospitalarios por algún tipo de agresión12 fue, en 12 En este estudio se utilizaron los diagnósticos de agresión según tipo de violencia detectados en los egresos hospitalarios atendidos por la CCSS siguiendo la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud (CIE-10). Se contempló la agresión física (uso de la fuerza física, objetos, armas, sustancias o químicos), se excluyeron los accidentes de tránsito que no fueran atropellos intencionales, se incluyó la agresión sexual, la promedio, de 1843 por año. Esto significa que cada día, un promedio de cinco víctimas de violencia dejaron el internamiento en los hospitales públicos. Del total de egresos por violencia, un 69,2% correspondió a violencia física, lo cual representa un promedio de 3,5 egresos hospitalarios diarios. En segundo lugar, se registró la agresión sexual que fue de un 10,7%, lo que significa que cada dos días se produce un egreso hospitalario como producto de la violencia sexual. Nuevamente, estos son los casos más agudos por ser aquellos que han requerido atención hospitalaria. Si se comparan los resultados por sexo, la diferencia es más del doble entre hombres y mujeres; en términos relativos, por cada mujer que requirió internamiento a causa de violencia, 2,4 hombres lo hicieron. Con relación a los accidentes de tránsito, menos de una quinta parte de los accidentes producen heridos y la proporción de muertes ha sido por muchos años menor al 1%. Sin embargo, la tasa de heridos graves se ha ido incrementando a lo largo de los años y la tasa de heridos por vehículo tiende a mantenerse más o menos estable. Todo ello involucra lesiones temporales o de por vida, al igual que costos crecientes en la atención en salud. De acuerdo con lo reportado por Departamento de Estadística de la CCSS (13), solo en el año 2008, el costo de la atención asciende a 6 384 011 310 colones distribuidos de la siguiente manera: Cuadro 7. Costos por accidentes de tránsito según Centro de Atención, 2008 Centro Atenciones Costos Urgencias 27 818 647 185 770,00 Consulta externa 17 316 395 047 224,00 Egresos 3444 5 341 778 316,00 Total 6 384 011 310,00 Fuente: Elaboración propia, basado en datos suministrados por el Departamento Actuarial, CCSS, octubre 2009 negligencia (personas quebrantadas en su salud por abandono o descuido por parte de otra persona) y la agresión psicológica. Gráfico 6 Distribución porcentual de costos de atención de los accidentes de tránsito según servicios. CCSS: 2008. 10% 6% Urgencias Consulta externa Egresos hospitalarios 84% Fuente Dirección Actuarial CCSS 2009 Fuente: Elaboración propia, basado en datos suministrados por el Departamento Actuarial, CCSS, octubre 2009 Por otra parte, en el caso de agresiones, es importante considerar la gravedad de las lesiones sufridas por las personas involucradas en actos de violencia y, por tanto, la demanda de atención médica especializada. El uso de armas de fuego en el evento de violencia es determinante en ese sentido. Cuadro 8. Egresos hospitalarios producidos por arma de fuego (2008) Eventos producidos por arma de fuego Heridos Agresión con arma de fuego 396 Lesión accidental 318 Intensión no determinada 31 Lesión autoinfligida 6 Totales 751 Fallecidos 33 10 6 2 51 Totales 429 328 37 8 802 Fuente: Departamento de Estadística en Salud, CCSS, 2009 Para el año 2008, los traumas más comunes producidos por el uso de armas de fuego se dieron en el abdomen, lumbosacra y pelvis, representando el 28% de los casos; seguido por otros órganos intrabdominales (20%), fractura de pierna (18%), fractura de fémur (19%) y traumatismo del intestino delgado (15%). No todos los casos atendidos terminan en muertes o en lesiones transitorias. En muchas ocasiones, las lesiones sufridas tienen secuelas o se traducen en discapacidades permanentes que requieren de una atención médica a lo largo de la vida de las personas sobrevivientes. Por otra parte, la atención en salud de poblaciones específicas, como son las personas menores de edad víctimas de violencia, reflejan un incremento en la demanda de atención hospitalaria en los últimos años. Según un reportaje periodístico realizado con especialistas de salud (62), para el año 2006, el promedio de casos ingresados por violencia en el Hospital Nacional de Niños por día era de dos; esta cifra se elevó en el año 2008 a tres y, en el año 2009, subió a cuatro por día. Esto representa más de 1 500 personas menores de edad que ingresan a este hospital por secuelas de agresión producidas principalmente por las figuras paternas; el 40% de los casos son niñas o niños menores de tres años. En estos casos de agresión, los internamientos hospitalarios, muchas veces, se prolongan como una medida de protección, hasta que se aclare la situación y se pueda garantizar algún grado de seguridad para la persona menor de edad que le permita estar fuera de riesgo de nuevas agresiones en el hogar. Todas estas estadísticas indican el peso que tiene la violencia en la demanda de servicios de salud especializados y su costo tanto económico como social. Ejercicio de autoevaluación Analice el siguiente caso a la luz de lo visto en este capítulo. Familia Rodríguez Flor, de 42 años, ha tenido doce hijos con cinco parejas distintas. Con su último marido, Henry, tuvo una relación de convivencia más estable y tuvo sus siete hijos menores. Flor fue recientemente sentenciada a ocho años de prisión por venta de drogas. Los abuelos y bisabuelos de esta familia, desde niños, trabajaron en el campo con sus familias bajo situaciones de maltrato y explotación por parte de las personas adultas. Los antepasados dejaron sus tierras para trabajar en una compañía extranjera de enclave en Golfito. Flor fue maltratada física y emocionalmente por su madre y sufrió abuso sexual por parte de un padrastro, quien abusaba también de sus hijas biológicas. A los 12 años, después de revelarle repetidamente la situación a su madre y de no hallar protección, dejó la casa. Fuera de su casa, trabajó muy duro y en ocasiones tuvo que “pulsearla”, es decir, fue víctima de explotación sexual comercial. Tuvo a sus cinco hijos mayores y, según dice, “se prostituyó” para mantener a sus hijos. Más adelante se trasladó a la capital, dejando a sus hijos en casa de sus abuelas. Ya en la capital, Flor conoció a Henry, vivieron en comunidades altamente marginadas y tuvieron varios negocios lícitos e ilícitos a través de los cuales sus hijas e hijos presenciaron escenas crudas, como asesinatos, golpizas y asaltos. La relación entre Flor y Henry se caracterizó por frecuentes peleas y golpes. Henry tenía adicción al alcohol y comenzó a tomar la costumbre de desaparecer por varios días o semanas. Cuando llegaba a la casa, agredía brutalmente a Flor. La pareja se separó porque Henry inicia otra relación de pareja y Flor se trasladó a su lugar de origen con sus hijos y continuó con el negocio de venta de droga. Ante el arresto de Flor, las hijas adolescentes se trasladaron con sus hermanitos hacia la casa de su abuela materna, pero no soportaron mucho tiempo allí, por lo que se fueron a vivir a la calle. Los niños fueron obligados por la abuela y su compañero, a realizar trabajos peligrosos en el campo. Si no lo hacían, no les daban de comer y una vez, el hombre azotó a uno de ellos por haber quebrado una planta. Las hijas adolescentes y pre-adolescentes tuvieron que conseguir dinero para comer ellas y para alimentar a sus hermanitos. En esta circunstancia, fueron víctimas de explotación sexual comercial por parte de vecinos y otros hombres que estaban de camino por la comunidad. Incluso, hombres que eran amigos de Flor las mantuvieron durante un tiempo a cambio de que tuvieran relaciones sexuales con ellos. Tres de ellas quedaron embarazadas en la adolescencia. Las instituciones del Estado no contribuyeron con esta familia, según narran las y los hijas/as tuvieron que huir de los representantes del PANI para que no los “encerraran”. Por otro lado, las niñas y adolescentes han estado fuera de las clases escolares y no han recibido ningún tipo de atención de bienestar social, más que un subsidio temporal para una de ellas por su embarazo. Narran también una experiencia, en la cual la policía y trabajadores del ICE, los desalojaron violentamente de su vivienda para demoler el precario en que residían. Actualmente, las niñas más pequeñas presentan bajos pesos y tienen enfermedades en la piel, consecuencia del ambiente de miseria. Una de ellas, padece de asma y tienen que llevarla cada cierto tiempo al hospital. (Historia real, tomada de OIT – IPEC, Explotación sexual comercial. Propuestas de trabajo para una atención integral a las personas menores de edad víctimas. San José, Costa Rica, Oficina Internacional del Trabajo, 2005, p. 16-18). Analice el impacto de la violencia considerando: Las diferentes manifestaciones de violencia y su relación con las condiciones de vida. El efecto de la violencia a edades tempranas y entre generaciones. Las redes sociales de apoyo y la calidad del tejido social. Defina alternativas que puedan detener los procesos de violencia que viven los integrantes de la Familia Rodríguez. Criterios para valorar las respuestas Reconozca la violencia estructural que limita las opciones de desarrollo de los miembros de esta familia y cómo se van encadenando las diversas manifestaciones de violencia directa e indirectas como formas de violación sistemática de los derechos humanos. Es importante identificar cómo el desempleo agrícola desencadena un proceso de deterioro intergeneracional, reduciendo las oportunidades de desarrollo, a la vez que se van cosificando las personas y transmitiendo formas cada vez más degradantes de violencia de generación en generación. En el análisis, se debe identificar cómo el tejido social se va deteriorando como espacio de contención tanto en el nivel familiar como en el de apoyo por parte de las instituciones. También es importante identificar cómo la limitación en el acceso de oportunidades va llevando a las personas hacia opciones informales e ilegales, a la vez que se van construyendo condiciones de vida marginales con el consecuente deterioro de la salud. En la definición de alternativas, se deben abordar los posibles factores protectores en el nivel personal, familiar, comunitario e institucional. 4. Caracterización de la violencia en Costa Rica Objetivos específicos 1. Relatar la incidencia y prevalencia de la violencia en el país. 2. Demostrar la magnitud y las tendencias de la morbimortalidad asociada a la violencia en Costa Rica. 3. Ilustrar el nivel de victimización en la población nacional. 4.1. Manifestaciones de violencia: incidencia, prevalencia y tendencias Poder identificar la incidencia y la prevalencia de las diversas manifestaciones de violencia en nuestro país no es tarea sencilla. Los datos existentes muestran parcialmente el fenómeno, además de que existe falta de concordancia entre las diferentes fuentes de información. Sin embargo, los registros estadísticos de instituciones públicas, encuestas nacionales y sistematizaciones de consultas y atención de casos son las fuentes existentes para poder dimensionar este fenómeno social o, al menos, tener un acercamiento. Para ello, en este apartado se abordarán diferentes manifestaciones de violencia desde la información existente. Delincuencia y criminalidad Tanto el delito como los crímenes han ocupado un lugar protagónico en el abordaje del tema de la violencia, especialmente, en los medios de comunicación. Si bien estas no son las únicas manifestaciones de violencia, el registro de actos delictivos o criminales aporta información importante para dimensionar la magnitud del problema y sus tendencias. El Décimo Tercer Informe Estado de la Nación (106), señala que la sociedad costarricense, en la actualidad, es más violenta que hace veinte años. Esta tesis se sostiene a partir del incremento en las tasas de criminalidad y delincuencia. Al respecto, hay que distinguir que: La delincuencia agrupa los delitos de robo (asalto, robo a casas o locales comerciales y robo de vehículos), hurto, estafa, extorsión, proxenetismo, tráfico y venta de drogas, al igual que lavado de dinero13. La criminalidad remite a aquellos delitos que atentan contra la integridad física de las personas como: homicidio doloso, tentativa de homicidio doloso, violación, abuso sexual, secuestros extorsivos, tentativa de violación, tráfico de personas, rapto y relaciones sexuales con personas menores de edad. 13 La venta de drogas y lavado de dinero no son manifestaciones directas de violencia social, aunque existe una relación estrecha entre estos delitos y fenómenos de violencia como el sicariato y muchas otras manifestaciones de violencia. En el país la delincuencia se ha incrementado a lo largo de los años, pasando de una tasa de 697 delitos por 100 000 habitantes en el año 2002, a 1 216 delitos por cada 100 000 habitantes, lo que significa que, en siete años, casi se duplicó su ocurrencia. Gráfico 7 Fuente: Elaboración propia, basado en Sistema de Indicadores sobre Desarrollo Sostenible (SIDES), MIDEPLAN, < http://www.mideplan.go.cr/sides/social/indx08.htm> Los principales delitos que se cometen en el país son contra la propiedad. Tanto el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) como el Ministerio Público (MP) reportan un ingreso creciente y paulatino de denuncias por delitos contra la propiedad en sus modalidades de robo simple y agravado. A lo largo de los últimos cuatro años, se observa una disminución de robos a casas de habitación y tacha de vehículos; pero se da un claro incremento de eventos de robo a vehículos, hurto y robo a personas, al igual que asaltos. El primer lugar en frecuencia lo ocupan los asaltos14, para el primer semestre del 2008, se registraron 4 966 asaltos. Si bien no se puede comparar los datos de años anteriores con relación al año 2008, ya que en la fuente consultada (75) 14 El término “asaltos” se refiere a llevar o intentar llevarse, en circunstancias de confrontación, cualquier cosa de valor que se encuentra bajo el control, custodia o cuidado de otra persona. En estos casos, el sujeto o sujetos utilizan la fuerza o amenaza de fuerza o violencia, o ponen a la víctima en temor de daño inmediato. solo se cuentan con la información del primer semestre, llama la atención como a mitad de período, el número total de robo a personas ocurrido en el año 2006 es el mismo que los casos acumulados para junio del 2008. Cuadro 9. Número de delitos registrados durante 2005 – 2008 Delitos 2005 2006 2007 2008 (*) Robo a casa de habitación 6 371 6 280 6 058 2 788 Robo de vehículo 5 474 5 890 267 3 454 Hurto a personas 2 644 3 026 3 454 1 716 Robo a persona 177 206 290 206 Tacha de vehículos 7 019 6 891 6 409 2 983 Robo a edificación 4 121 4 576 4 117 2 006 Asalto 7 318 8 539 9 376 4 966 (*) Datos incluyen solo el primer semestre del 2008. Fuente: Elaboración propia basado en <http://sisvi.mj.go.cr/sisvi.html> Un análisis del quinquenio comprendido entre los años 2002 y 2006 (104) revela cómo han aumentado estos delitos acompañados por violencia física. En especial, sobresale cómo los robos con fuerza sobre las cosas aumenta de 10 923 en el año 2002 a 15 474 en el año 2006; y el robo con violencia sobre las personas se incremento de 3 985 en el año 2002, para casi duplicarse en el año 2006, a 7 704 eventos con agresión. Esto indica una mayor violencia directa contra las personas en los actos de robo. Según la Encuesta Nacional de Seguridad en Costa Rica, realizada en el año 2004 (103), se reportó un 27,3% de victimización en la población encuestada. En el caso de violencia patrimonial, los hombres son más afectados que las mujeres, y la máxima diferencia se da con relación a robo o daños de carros (7,2% hombres y 1,8% mujeres) y estafas (6,1% hombres y 1,9% mujeres); mientras la brecha disminuye en el caso de asaltos fuera de la casa (7,0% en hombres y 5,2% en mujeres) y es mínima en el caso de robos y daños contra las casas (12,3% en hombres y 11,2% en mujeres). La incidencia de actos violentos de acuerdo con los grupos de edad, indican cómo el grupo más afectado está comprendido entre los 25 y 34 años. Tal como indica el PNUD (103), el peso de la violencia patrimonial dentro de esta encuesta hace que este grupo de edad sea víctima de más eventos violentos que las edades más tempranas. La edad promedio en que se dan las amenazas de algún tipo y las extorsiones o chantajes son, respectivamente, 36 y 44 años. Para el año 2008, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) incluyó en la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, por segunda vez, un módulo sobre victimización, que contenía preguntas para determinar si la vivienda o alguno de sus miembros fueron víctima de algún delito o agresión en los últimos doce meses. Este ejercicio se había realizado previamente en el año 1997, lo que permite apreciar los cambios en el nivel de victimización ocurridos en el país en más de una década. Los resultados indican que el 28% de los hogares del país, manifestaron haber sido víctimas de algún tipo de delito o agresión en el último año. Para el año 1997, ese porcentaje fue de 15%, lo que indica un incremento del 13% en once años. Tal como se analiza esta encuesta en el último Informe Estado de la Nación: “el aumento en el número de hogares victimizados es de tal magnitud que, lo que en 1997 representaba un “techo” en esta materia, hoy puede considerarse un “piso” (107). Esto se refleja en que los hogares más afectados en el año 1997 se ubicaban en la Región Central, registrándose un 17,8% de victimización; mientras que, en el año 2008, el porcentaje más bajo de victimización se reporta en la Región Huetar Norte que fue de 18,6%. En esta última encuesta, se indica que la región más afectada por delitos sigue siendo la Región Central (30,5%), y las zonas urbanas (32,2%) más que rurales (21,5%). También los hogares con mayor porcentaje de victimización se ubican en aquellos de mayor nivel socioeconómico (37,3%), con relación a los de menores ingresos (20%). En casi uno de cada diez hogares, se manifestó que algunos de sus miembros habían sido víctimas de robo o asalto fuera de su vivienda (en la calle), siendo este delito el más mencionado (11%). El otro evento más reportado es el robo en la vivienda (7,2%), seguido del intento de robo o asalto (6%), robo de partes del carro o artículos dentro del carro (4,4%). En la región Central, lo más frecuente es el robo o asalto fuera de las viviendas, mientras en el resto de las regiones predomina el robo en la vivienda. Con relación a los resultados encontrados en el año 1997, a diferencia del año 2008, en ese año era el robo en la vivienda el delito más frecuente, mientras que el robo o asalto fuera de vivienda solo representaba un 3,3%. Según los resultados de esta encuesta, en uno de cada cuatro eventos, estuvo presente la agresión, los eventos delictivos que presentaron mayor agresividad fueron robos o asaltos fuera de la vivienda (46%), seguido por los robos de vehículos. En la región Central y Atlántica se consigna el mayor porcentaje de hechos acompañados de agresión (29% y 21% respectivamente). Y solo en el 23% de los casos, denunciaron esta situación a las autoridades correspondientes; para el año 1997 este porcentaje era de 27% de casos denunciados. Por otra parte, en el caso de la criminalidad, se observa un comportamiento oscilante a lo largo de los años. Sin embargo, del año 2006 al 2008 se da un repunte importante de este fenómeno, lo que hace que la tasa de criminalidad se incremente de 94 delitos a 126 por cada 100 000 habitantes en el lapso de tres años. Gráfico 8 Fuente: Elaboración propia basado en Sistema de Indicadores sobre Desarrollo Sostenible (SIDES), MIDEPLAN, <http://www.mideplan.go.cr/sides/social/indx08.htm> Los homicidios y las lesiones son los delitos más frecuentes, que corresponden a la categoría de delitos contra la vida. El fenómeno del homicidio se retomará con mayor detalle en el siguiente apartado, correspondiente al fenómeno de mortalidad en el país por causa de violencia. También es importante indicar cómo en 2007, de un total de 9 376 asaltos denunciados, 5 710 fueron cometidos con arma de fuego, lo que representa el 60,9% de estos delitos. Esto permite percibir el grado de presencia que tienen las armas de fuego en la comisión de delitos y su esperable impacto en el incremento de la criminalidad. Las lesiones producidas con arma de fuego se han venido incrementando en forma constante en los últimos años, pasando de 302 en el año 2005 a más del doble (702 lesiones) en el año 2008. Por su parte, las agresiones, tuvieron su punto más alto durante el año 2006, en el cual se registran 188 agresiones, las cuales se reducen paulatinamente, pasando a 155, es decir 33 menos en el 2007 y se disminuyen a 14 eventos para el año 2008. Otro rubro que se reduce en forma importante son los robos de vehículo con presencia de arma de fuego; en este sentido, se pasó de 749 robos en el año 2006 a 580 en el año 2007, esto es una reducción neta de 169 casos y se disminuyen a 100 eventos menos en el año 2008. Esta constituye una de las actividades donde hay certeza total, pues ocurre que todos los que son victimizados por esta modalidad interponen la respectiva denuncia. Las denuncias por robo con presencia de arma de fuego también se han reducido, pasando de 160 eventos en el año 2005 a 100 en al año 2008. No obstante, se desconoce el nivel de subregistro que se pueda estar produciendo. Cuadro 10. Delitos cometidos con arma de fuego (2005-2008) Delito 2005 2006 2007 2008 Totales 4 8 5 3 20 Lesiones 302 450 473 702 1 927 Agresiones 173 188 155 141 657 Robo de vehículos 748 749 580 480 2 557 Robos 160 123 105 100 488 Asaltos 4 272 5 204 5 710 6 610 21 796 37 44 29 27 137 Secuestros Violaciones Fuente: Unidad de análisis criminal. Organismo de Investigación Judicial. Poder Judicial. Marzo, 2008 A través de los años, se observa un incremento de infracciones a la Ley de Armas y Explosivos. Del año 2005 al 2008, este incremento sobresale especialmente en la provincia de San José, donde casi triplica el volumen de infracciones en tan solo un año, pasando de 1139 infracciones ocurridas en el año 2007 a 3 334 en el año 2008. La provincia de Limón ocupa el segundo lugar en cuanto a número de infracciones (1 199 infracciones en el 2008) y Cartago es la provincia con menor incidencia de este delito (574 infracciones en el 2008). La presencia de las armas de fuego en estos delitos es sinónimo de fatalidad, ya que involucra un mayor riesgo en cuanto a lesiones y muertes. Gráfico 9. Delitos por violación a la Ley de Armas y Explosivos según provincia. (2005-2008) Limón Puntarenas Provincias Guanacaste Heredia Cartago 2008 Alajuela 2007 2006 San José 2005 0 500 1000 1500 2000 2500 3000 3500 4000 San José Alajuela Cartago Heredia Guanacaste Puntarenas Limón 2008 3334 993 574 640 796 1037 1199 2007 1139 372 270 277 327 400 492 2006 1185 323 173 166 246 341 388 2005 1010 298 131 197 223 296 319 Cantidad de delitos Fuente: Elaboración propia basada en <http://sisvi.mj.go.cr/sisvi.html> En resumen, el incremento de delitos contra la propiedad que, a su vez, se asocian con mayor frecuencia a actos de violencia física, están contribuyendo al aumento del sentimiento de inseguridad en la población, lo que conduce a los ciudadanos a no sentirse protegidos por las instituciones públicas, por lo cual muchas personas están armándose y decidiendo hacer “justicia por su propia mano”. Se trata de un fenómeno que está potenciando la espiral de la violencia. Violencia juvenil Existe una variedad de expresiones de violencia juvenil, en el país se distinguen tres modalidades: pandillas juveniles con vínculos criminales que se dedican principalmente al robo, hurto callejero y comercio de drogas; las manifestaciones violentas de las barras deportivas y callejeras, y la violencia estudiantil. Las dos primeras agrupaciones están compuestas en su mayoría por adolescentes varones de edades comprendidas entre los 15 y los 26 años, aunque también existen grupos integrados por preadolescentes, pues la edad de ingreso de los jóvenes oscila entre los 6 y los 20 años. En general, los grupos están conformados en un 70% por miembros de nacionalidad costarricense y el 30% restante por extranjeros (39). Durante los años noventa, surgieron en el país agrupaciones juveniles popularmente conocidas por el nombre de “chapulines”15, cuyo accionar delictivo en el Área Metropolitana tendió a incrementar la sensación de inseguridad en la población. En ese momento los “chapulines” constituían una expresión de organización delincuencial, caracterizada por la presencia de grupos conformados por 10 a 20 adolescentes y jóvenes, que cometían vandalismo, robos de objetos personales, entre otros. Los estudios realizados al respecto (43) coinciden en la presencia de rasgos comunes: en su mayoría jóvenes de sexo masculino, procedentes de hogares monoparentales o desintegrados, expulsión del sistema educativo formal, con una escasa probabilidad de insertarse en el mercado laboral, presencia de factores de riesgo como el consumo de sustancias psicoactivas (alcohol, pegamentos, inhalantes, marihuana y crack), tenencia de armas punzocortantes y de fuego, coincidiendo, además, con una población procedente de zonas urbano-marginales, que se apropiaban de áreas urbanas de gran tránsito de personas, donde realizaban sus actividades delictivas. Después de que el fenómeno de los chapulines se disipó, se fueron desarrollando diferentes pandillas, las que adquieren características territoriales y que tienen sus asentamientos en comunidades vulnerables, donde desarrollan sus enemigos naturales y adquieren modalidades de conducta, vocabulario, expresión y vestimenta que los caracteriza. Según información del Ministerio de Seguridad Pública, existen aproximadamente unas 50 agrupaciones, ubicadas principalmente en el anillo periférico de los principales cabeceras de las provincias: en San José, destacan sectores como Los Cuadros, León XIII, La Carpio, Pavas y Alajuelita; en la provincia de Alajuela, los barrios de Infiernillo y San Rafael; en Cartago, las zonas urbanomarginales de Las Latas (Taras), Llanos de Santa Lucia, Proyecto 15 La expresión “chapulines” fue acuñada por la policía y socializada posteriormente por la prensa. Este término remite a una plaga que afecta los cultivos agrícolas en muchas partes del mundo. Manuel Jesús Jiménez y La Yenni, Tres Ríos; en Heredia la zona de Guararí. No existen estadísticas oficiales que permitan cuantificar y cualificar el fenómeno de la violencia juvenil en el nivel nacional. Un estudio realizado en el año 2007 (30) señala que, en Costa Rica, el fenómeno de las pandillas apenas presenta algunos primeros signos de aparición, esto en comparación con otros países centroamericanos. Sin embargo, se observa un aumento en la vulnerabilidad de la población juvenil, lo que incrementa las posibilidades o el riesgo de desarrollo de grupos de corte pandillero. Gráfico10 Casos ingresados en trámite en Primera Instancia Penal Juvenil del Poder Judicial (1996-2008) 14000 Casos ingresados 12000 10000 8000 6000 4000 2000 0 Casos ingresados 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 1710 2348 3940 4623 5182 6229 6755 6716 11494 9953 9863 9921 11951 Año Fuente: Elaboración propia basado en Sistema de Indicadores sobre Desarrollo Sostenible (SIDES), MIDEPLAN, <http://www.mideplan.go.cr/sides/social/indx08.htm> Se considera que menos del 1% del total de los casos judiciales, son adjudicados a victimarios juveniles. De manera que el accionar delictivo de los pandilleros en nuestro país tiene aún bajas proporciones. Sin embargo, el número de casos de menores que han tenido que enfrentar procesos judiciales por la comisión de delitos se ha incrementado a lo largo de los últimos años. Delitos sexuales Por otra parte, los delitos sexuales sentenciados por el Poder Judicial, se han incrementado a lo largo de los años. Si se analiza la última década, para el año 1997 se registró una tasa de 73 delitos sexuales por cada 100 000 habitantes, diez años más tarde, esta tasa se incrementa a 122 delitos por cada 100 000 habitantes para el año 2007. Gráfico 11 Tasa de delitos sexuales (1995-2007) Delitos por 100,000 habitantes 160 140 120 100 80 60 40 20 0 Tasa de delitos sexuales 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 58 65 73 84 89 94 110 114 127 134 122 115 122 Año Fuente: Elaboración propia basado en Sistema de Indicadores sobre Desarrollo Sostenible (SIDES), MIDEPLAN, < http://www.mideplan.go.cr/sides/social/indx08.htm> Es evidente que este tipo de delito no siempre es denunciado y cuando lo es, muchas veces, no llega hasta la etapa de sentencia, por lo que existe un subregistro importante de este fenómeno. Tampoco se cuenta en el país con información que permita hacer una estimación adecuada del número de niñas, niños y adolescentes víctimas de abuso y explotación sexual comercial. La información al alcance proviene de diversas fuentes, originadas principalmente del reporte de casos atendidos. Según la Encuesta Nacional de Seguridad, en Costa Rica (103), en el caso de la violencia sexual, un 0,7% de los hombres entrevistados señalaron haber sido víctimas de violencia sexual en el año 2004, mientras en el caso de las mujeres, se reportó en un 1,5% de las entrevistadas, lo que representa más del doble reportado por los hombres. Ellos no señalan en esta encuesta haber sufrido una violación o intento de violación o tocamientos sexuales indeseados, mientras las mujeres reportan en un 0,6% y 0,9% este tipo de violencia respectivamente. También los resultados de la encuesta señalan que la violencia sexual afecta en mayor proporción al grupo de edad más joven, comprendido entre los 16 y 24 años. La edad promedio de entrevistadas que habían sufrido violaciones o intento de violación en los doce meses anteriores a la encuesta es de 17 años, tocamientos indeseados 23 años y amenazas por negarse a favores sexuales 24 años. En estudios de prevalencia, como la Encuesta Nacional de Violencia Contra las Mujeres (112), realizada también en el año 2004, indica datos alarmantes, como se podrá observar en el siguiente apartado. Violencia intrafamiliar y violencia de género La violencia intrafamiliar está incluida desde el año 1999 entre los eventos de salud de reporte obligatorio al Sistema de Vigilancia del Ministerio de Salud. A partir de entonces, estos reportes fueron aumentando a lo largo de los años y, desde el año 2004, tienden a estabilizarse, oscilando de 186 a 248 incidentes de violencia por 100 000 habitantes. Gráfico 12 Tasas de violencia intrafamiliar Incidentes de violencia intrafamiliar (por 100,000 habitantes) 2000-2008 248 236 206 213 186 151 88 45 2000 52 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 Año Tasa de violencia intrafamiliar por 100,000 habitantes Fuente: Información suministrada por la Dirección de Vigilancia de la Salud, Ministerio de Salud, 2009 Para el año 2008, se reportaron 11 028 casos de violencia intrafamiliar en los servicios de salud, afectando significativamente más al sexo femenino que al masculino (el 80% de los casos corresponde a mujeres y el 20% restante a hombres). En el caso de las mujeres, se observa una tasa de 402 casos de violencia intrafamiliar por cada 100 000 habitantes, mientras que, en los hombres, esta tasa es de 97,6 por 100 000 habitantes. La provincia que presenta una mayor incidencia es Cartago con una tasa de 314,8 por cada 100 000 habitantes, seguida por Guanacaste (304,9 por cada 100 000 habitantes) y, en tercer lugar, Puntarenas (293,21 por cada 100 000 habitantes). Este tipo de violencia presenta un comportamiento similar en niñas y niños menores de 9 años, no presenta diferencias significativas entre sexos. Las diferencias se observan en forma más pronunciada a partir de la preadolescencia, acentuándose en la edad reproductiva de las mujeres, hasta llegar a su máximo valor en las edades comprendidas entre los 30 y 34 años donde los incidentes de violencia reportados son cinco veces mayores en mujeres que en hombres. En esas edades, la tasa asciende en las mujeres a 603,4 incidentes de violencia intrafamiliar por cada 100 000 habitantes, para luego declinar y, posteriormente, incrementarse en la tercera edad. En edades avanzadas, también los hombres tienden a aumentar la tasa significativamente con relación a otras edades. Gráfico 13 Tasa de violencia intrafamiliar según sexo y edad (por 100,000 habitantes) 2008 700 Casos de violencia 600 500 400 300 200 100 0 10 a 14 15 a 19 20 a 24 25 a 29 30 a 34 35 a 39 40 a 44 45 a 49 50 a 54 55 a 59 60 a 64 65 a 69 70 a 74 75 y más <1 1 a4 5 a9 Hombres 254 165 197 165 73 58 44 57 51 51 55 52 47 39 134 190 313 Mujeres 276 186 224 356 405 466 541 603 574 475 420 357 262 212 332 307 375 Edad Hombres Mujeres Fuente: Información suministrada por la Dirección de Vigilancia de la Salud, Ministerio de Salud, 2009. En relación con los datos de prevalencia de la violencia contra las mujeres, se cuenta con los resultados de la Encuesta Nacional de Violencia Contra las Mujeres (ENVCM-2004). En esta se explora la victimización por actos violentos antes y después de los 16 años en una muestra representativa de mujeres adultas con edades comprendidas entre los 18 y los 69 años. Los resultados encontrados indican que casi seis de cada diez mujeres (58%) reportan haber sufrido violencia física o sexual después de los 16 años. El tipo de violencia física más señalado son empujones, torceduras de brazo o jalones de pelo (30%); seguido por amenazas con maltrato físico (28,7%), y en tercer lugar, bofetadas, patadas, mordiscos o golpes con puño (23,3%). En menor proporción (12,6%), las entrevistadas señalan que la persona agresora utilizó un cuchillo o arma de fuego para atacarlas o amenazarlas; mientras un 7,8% reporta haber sufrido intentos de ahorcamiento, ahogo o han sido quemadas. Estas dos últimas manifestaciones, aunque menos frecuentes, constituyen evidentemente riesgos contra la vida y la integridad física. Quien perpetra este tipo de violencia, en la mayoría de los casos, son las parejas o ex parejas de las mujeres. Cuadro 11. Porcentaje de mujeres encuestadas que reporta haber sufrido alguna forma de violencia física después de los 16 años y tipo de perpetrador Formas de violencia física Fue empujada, agarrada, le torcieron el brazo o jalaron el pelo Fue amenazada con maltrato físico Fue abofeteada, pateada, mordida o golpeada con el puño Le tiraron algo o fue golpeada con algo Usaron un cuchillo o arma de fuego para atacarla o amenazarla Porcentaje de mujeres que lo reportan Pareja o ex pareja (%) No pareja (%) 30 69,9 30,1 28,7 69,4 30,6 23.3 82.9 17,1 22 71,1 28,9 12,6 65,5 34,5 Perpetrador Trataron de ahorcarla, de ahogarla, fue quemada o le echaron agua caliente 7,8 90 10 encima Fuente: Sagot y Guzmán. Encuesta Nacional de Violencia contra las Mujeres, 2004. En el caso de violencia sexual, un 27,9% de las mujeres reporta haber sido tocada sexualmente contra su voluntad, a un 14,8% trataron de forzarla a tener relaciones sexuales y un 11,6% fue sometida físicamente a tener relaciones sexuales. Según se reporta en los resultados de esta encuesta, más del 80% de las violaciones contra las mujeres que ocurrieron después de los 16 años, fueron cometidas por hombres con quienes las mujeres tienen o tenían una relación familiar o de pareja. Solo un 8,6% de las violaciones reportadas fueron perpetradas por una persona extraña. El 49,6% de las mujeres encuestadas reportan haber sufrido o estar sufriendo en el momento de la encuesta, abuso emocional por parte de compañeros íntimos actuales o anteriores. Las manifestaciones que más se señalan están vinculadas con el ejercicio del control sobre las mujeres, reduciendo su libertad y sensación de seguridad, como son: enojo por hablar con otros hombres (34,8%), insistencia en saber con quién y dónde está ella en todo momento (30,8%), trata de limitar su contacto con su familia y amistades (24,6%), sospecha constantemente que ella es infiel (23,2%), la sigue o sigue sus movimientos de una manera que la hace sentir controlada o atemorizada (20,2%). También se mencionan amenazas intimidantes que atentan contra la integridad física, es el caso de amenaza con matarla (11,9%), amenaza con matarse (9,3%) y amenaza con maltratarla a ella o a sus hijos si lo deja (9,4%). El 58,4% de las mujeres reconocen haber sentido su vida en peligro ante la violencia física o sexual cometida por sus parejas o ex parejas. Y un 38,2% señala haber sufrido lesiones físicas en el último incidente de violencia perpetrado por su compañero o ex compañero. De las mujeres encuestadas, un 48,8% indica haber sufrido algún tipo de abuso antes de los 15 años. Las madres y los padres son las principales personas perpetradoras de la violencia física a estas edades (un 27,2% menciona a la madre y un 24,1% al padre). Un 21% de las mujeres señala haber sido forzada a alguna actividad sexual en la infancia. El abuso sexual infantil fue perpetrado, en la mayoría de los casos, por hombres cercanos y conocidos (un 19,5% por el padre o padrastro y un 37% por otro hombre de la familia). En un 84,3%, la violencia física o sexual reportada ocurrió dentro de sus casas, lo cual señala el hogar como el lugar de mayor riesgo para las mujeres de sufrir este tipo de violencia. El consumo de alcohol o drogas por parte del perpetrador se menciona en el 50,2% de los casos de violencia física o sexual. Cuadro 12. Mujeres que han vivido violencia física y sexual a lo largo de sus vidas Tipo de Violencia Datos relativos (porcentaje) Número de entrevistas 908 Total 100 Física y sexual después de los 16 años 57,7 Más de cuatro incidentes después de los 16 años 24,2 Física después de los 16 años 45,5 Ataque o amenaza con arma blanca o de fuego 12,6 Trataron de ahorcarla, ahogarla o quemarla 7,8 Sexual después de los 16 años 38,2 Violación 11,6 Intento de violación 14,8 Tocamientos sexuales indeseados 27,9 Física o sexual antes de los 15 años 48 Sexual antes de los 15 años 21 Fuente: Sagot y Guzmán. Encuesta Nacional de Violencia contra las Mujeres, 2004 Según los resultados de la ENVCM-04, las experiencias de violencia se encuentran bastante generalizadas en la población femenina. Se puede afirmar que 6 de cada 10 mujeres en Costa Rica han sufrido alguna forma grave de agresión física o sexual en su vida adulta; una de cada cuatro mujeres reporta haber vivido una violación o intento de violación, y una de cada ocho mujeres fue atacada o amenazada con un arma letal. Sin embargo, solo un 17,3% de las mujeres que reportan haber vivido violencia han recurrido a instituciones públicas o privadas en busca de apoyo, mientras que el 76,3% lo buscan con familiares (69,4%) y amigas/os (22,7%), o recurren a personal de salud (médico/a o psicólogo/a, 3,1%) y también a una autoridad religiosa (2,2%). Esta encuesta muestra cómo el problema sigue invisibilizado y recluido al ámbito doméstico. En correspondencia, con lo que indica la Encuesta Nacional de Violencia contra las Mujeres (112), los registros de las instituciones públicas, respecto a los casos reportados por violencia intrafamiliar, no necesariamente reflejan la magnitud del problema. Sin embargo, se observa un incremento de casos y registros en las diferentes instituciones en los últimos años. Cuadro 13. Reportes institucionales de casos de violencia (2004-2008) Diferentes manifestaciones de violencia e instituciones que las reportan Casos de violencia intrafamiliar reportados (Vigilancia de la Salud del Ministerio de Salud) Número de Partes policiales por violencia doméstica Casos de Violencia doméstica entrados en los Juzgados de Violencia Doméstica Número de llamadas (Línea 9-1-1) por “agresión en proceso” (1) Casos atendidos en la Delegación de la Mujer Casos de abuso contra personas menores de edad (Patronato Nacional de la Infancia) Denuncias de abuso contra personas mayores de edad recibidas por CONAPAM (2) 2004 2005 2006 2007 2008 10 009 8910 9300 8200 11 028 10 513 9 816 11 034 13 243 48 073 47 396 46 213 44 914 38 057 39 000 40 103 5691 5934 5327 6069 6263 25,215 (*) 1759 223 (**) 1. Aquellas llamadas donde se presenta agresiones contra mujeres y son atendidas por la policía. 2. Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor. (*) 90% de los casos reportados corresponden a violencia dentro del hogar. (**) Primeros 4 meses del año 2007, en orden de denuncias, en primer lugar, se reporta abuso institucional y, en segundo lugar, abuso patrimonial y psicológico. Fuentes: Elaboración propia basado en datos de Departamento de Estadísticas, MS; Sistema de Información sobre la Violencia y el Delito (SISVI) Ministerio de Justicia; Sección de Estadísticas del Departamento de Planificación, PJ; Unidad de Investigación del INAMU; Delegación de la Mujer, INAMU; UNICEF, CONAPAM. Los Juzgados del Poder Judicial parecen captar en mayor proporción, casos de violencia doméstica en relación con otras instituciones, y la tasa de incidencia tiende a incrementarse a lo largo de los años. De acuerdo con los registros del Poder Judicial, la tasa de casos de violencia doméstica en el año 1998 era de 55,88 por cada 10 000 habitantes, la cual se duplicó para el año 2004, representando una tasa de 114,45 por cada 10 000 habitantes. Para el año 2007 la tasa disminuye ligeramente a 102,33por cada 10 000 habitantes. Gráfico 14 Tasa Violencia Doméstica, según casos reportados en los juzgados respectivos (1998-2007) 120 110 Tasa de Violencia 100 90 80 70 60 50 40 Tasa por 10,000 habitantes 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 55,88 68,76 83,08 109,67 113 113,84 114,45 111,17 106,82 102,33 Fuente: Poder Judicial, 2008 Fuente: Elaboración propia basado en Poder Judicial, 2008. El 40% de los casos ingresados al Ministerio Público en el período comprendido entre el tercer trimestre del 2007 al segundo trimestre del 2008 por violencia doméstica, corresponde a maltrato, en segundo lugar, un 37,8%, a violencia emocional, seguido por incumplimiento de una medida de protección (14,2%). En el 58,1% de los casos, las mujeres víctimas tienen edades comprendidas entre los 20 y 34 años; el en 79,8% de los casos estaban casadas o en unión libre en el momento de interponer la denuncia; y en un 60,5%, estas mujeres eran amas de casa. En ese período, en un 85,1% de los casos se solicitó desestimar la denuncia (104). Accidentes de tránsito En el análisis Estadísticas de Accidentes de Tránsito, Costa Rica 19812002, del Consejo de Seguridad Vial (26), se conciben los accidentes de tránsito como “una nueva forma de violencia social” propia de las sociedades modernas. El principal elemento que incide en los accidentes de tránsito es el factor humano. Conductores, peatones y pasajeros pueden mostrar actitudes y comportamientos violentos y adoptar prácticas riesgosas, lo cual se constituye en factores de riesgo que pueden incidir en la producción de accidentes. En esta manifestación de la violencia, se puede afirmar que se dio un descenso en la tasas de víctimas de accidentes de tránsito en el año 2005 para luego repuntar su incidencia en los siguientes años. La tasa de víctimas de accidentes de tránsito en el país, fue de 15,8 por cada 100 000 habitantes en el año 2003, descendiendo a 14,3 por cada 100 000 habitantes y luego incrementándose a 15 por cada 100 000 habitantes en el año 2007. Gráfico 15 Fuente: Elaboración propia basado en datos de INEC y COSEVI Datos más actuales indican que del año 2007 al 2008, se observa una descenso de un -21% en los accidentes de tránsito, estabilidad en la mortalidad en sitio/hospital, disminución de una 30% en los heridos graves y casi un 40% en los heridos leves. Gráfico 16 Fuente: Elaboración propia, basado en datos de la Dirección General de la Policía de Tránsito. Área de Investigación COSEVI e INEC En el siguiente apartado se retomará con mayor detalle el análisis de la mortalidad producida por los accidentes de tránsito. Se puede concluir que esfuerzos como la nueva ley de tránsito así como las campañas en medios de comunicación han tenido un impacto positivo en la disminución de los accidentes de tránsito. 4.2. Magnitud y tendencias de la mortalidad producida por violencia Si bien el fenómeno de la violencia produce muertes, tal como señala Larizgoitia (66), la defunción es la manifestación más extrema e infrecuente de la violencia; pues son más las víctimas que sobreviven16. Por ello, las estadísticas de mortalidad constituyen una aproximación al problema de violencia desde sus manifestaciones más evidentes, aunque no las más frecuentes. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en el período comprendido entre el año 2000 y el 2008, ocurrieron un total de 145,302 defunciones en el país. La primera causa de muerte se atribuye a enfermedades del sistema circulatorio, las cuales constituyeron el 29,6% de todas las defunciones ocurridas durante ese período. En segundo lugar se encuentran las muertes producidas por tumores malignos (22,1%), la tercera causa de muerte agrupa las demás causas no comprendidas en los otros grupos, y, en cuarto lugar, corresponde a “causas externas” (12,4%), adjudicadas a muertes producidas por accidentes, suicidios, homicidios y otras formas de muerte violenta. Gráfico 17 16 Según Cornelius-Taylor y otros (2002), citado por Larizgoitia (2006), en Sudáfrica, se ha estimado que la razón entre agresión mortal y agresiones no fatales puede llegar a ser de 1 por 50 000. Número de muertes según los cinco grandes grupos de causa Costa Rica -2000-2008 50000 45000 43033 40000 35000 32122 28620 Cantidad 30000 25000 18074 20000 13286 15000 10167 10000 5000 0 Dato acumulado Fuente: INEC, 2009. Enfermedad Tumores, ne es del oplasias sistema circulatorio 43033 32122 Las demás causas Causas externas 28620 18074 Enfermedad Enfermedad es del es del sistema sistema respiratorio digestivo 13286 10167 Gráfico 18 Mortalidad según los cinco grandes grupo de causas 2000-2008 6000 5000 4000 3000 Cantidad 2000 1000 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 Enfermedades del sistema circulatorio 4739 4881 4546 4494 4644 4714 4954 5034 5027 Tumores, neoplasias 3093 3414 3242 3534 3623 3630 3819 3843 3924 Causas externas de morbilidad y mortalidad 1814 1767 1852 1936 1845 2033 2149 2165 2513 Enfermedades del sistema respiratorio 1501 1553 1289 1565 1535 1498 1382 1543 1420 Enfermedades del sistema digestivo 1019 1009 1086 1122 1124 1090 1187 1263 1267 Las demás causas 2778 2985 2989 3149 3178 3174 3275 3222 3870 Fuente: INEC, 2009. En ese período comprendido entre los años 2000 y el 2008, la mortalidad por causas externas ha tenido un crecimiento absoluto de 699 muertes (1814 muertes en el año 2000, y 2513 muertes en el año 2008). A lo largo de estos ocho años, se denotan cambios anuales con oscilaciones positivas y negativas, observándose un incremento sustancial en el periodo 2007-2008, con 348 muertes. Gráfico 19 mortalidad por causas externas (2000-2008) 2100 1600 Cantidad 1100 600 100 -400 Dato anual Crecimiento absoluto 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 1814 1767 1852 1936 1845 2033 2149 2165 2513 -47 85 84 -91 188 116 16 348 Fuente: Elaboración propia basada en datos de INEC, 2009 Las provincias más afectadas por la mortalidad por causas externas son San José, seguida por Alajuela; ambas provincias concentran un poco más de la mitad de estas muertes (34,10% y 16,24% respectivamente). En tercer lugar, se ubica Puntarenas (12,61%), seguida por Limón (12,57%), Guanacaste (10,15%), Heredia (7,24) y Cartago (7,08%). Los accidentes ocupan el primer lugar en cuanto a causas externas, seguido por los homicidios y luego los suicidios. Para el año 2008, los accidentes representaron un 31,6% de las muertes por causa externa, los homicidios un 19,2% de estas defunciones y los suicidios un 12,9%. Cabe destacar que un porcentaje considerable de las causas externas (36,3%) no se agrupan en estas tres causas de muerte. En comparación con otras causas de muerte, el comportamiento de las defunciones por causas externas presenta grandes diferencias asociadas al sexo de la víctima. Los hombres son más afectados que las mujeres en forma significativa. La diferencia asociada a sexo, en el caso específico de causas externas, es de 80% en el caso de hombres con relación a 20% en las mujeres. Tanto en el caso de accidentes como el de suicidios y homicidios, los hombres tienden a presentar un significativo peso con relación a las mujeres. Las muertes por homicidio son ocho veces mayores en hombres que en mujeres; por cada mujer que comete suicidio siete hombres mueren por esta misma causa; y, en el caso de accidentes, la proporción es de seis muertes masculinas por una femenina. Gráfico 20 Mortalidad por causas externas según sexo (2000-2008) 2100 1900 1700 1500 1300 1100 Cantidad 900 700 500 300 100 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 Hombre 1405 1401 1482 1525 1445 1580 1709 1700 2050 Mujeres 409 366 370 411 400 453 440 465 463 Fuente: INEC, 2009. Cuadro 14 Porcentaje de defunciones por causas externas según sexo (2008) Total Causas de defunción Hombres Mujeres # % # % # % Accidentes 793 31,6% 679 85,6% 114 14,4% Suicidios 325 12,9% 286 88,0% 39 12,0% Homicidios 483 19,2% 430 89,0% 53 11,0% Otros 912 36,3% 655 71,8% 257 28,2% Fuente: INEC, Estadísticas vitales 2008. La edad de las víctimas es también una característica importante a considerar. Para el año 2008, más de un 50% de las defunciones de personas entre los 15 y 44 años son producidas por estas causas, y estas son responsables del mayor porcentaje de defunciones en edades más tempranas en relación con otras causas de muerte. La provincia de Limón presenta mayor proporción de muertes tempranas por causas externas en relación con las otras provincias. A su vez, la cantidad de personas adultas mayores con edades superiores a los 64 años, representan alrededor de un 20% del total de muertes por causas externas. Gráfico 21 Mortalidad por causas externas según provincia y edad 2008 100% 90% 80% 70% 60% 50% Porcentaje 40% 30% 20% 10% 0% San José Alajuela Cartago Heredia Ignorada 2,00 5,00 - 1,00 Guanacaste Puntarenas 1,00 1,00 Limón 3,00 65 y más 183,00 87,00 44,00 44,00 50,00 50,00 33,00 De 55 a 64 años 83,00 40,00 12,00 12,00 24,00 42,00 26,00 De 45 a 54 años 103,00 55,00 30,00 21,00 43,00 34,00 35,00 De 35 a 44 años 115,00 63,00 27,00 33,00 41,00 50,00 66,00 De 25 a 34 años 173,00 65,00 25,00 33,00 43,00 61,00 63,00 De 15 a 24 años 173,00 73,00 35,00 31,00 35,00 64,00 76,00 Menores 15 años 25,00 20,00 5,00 7,00 18,00 15,00 14,00 Fuente: INEC, 2009. Desde la perspectiva de salud pública, el impacto que tienen las causas externas en la sociedad es alto, pues involucra fallecimientos prematuros que truncan vidas jóvenes potencialmente productivas. Si se comparan los Años de Vida Potencialmente Perdidos (AVPP)17 según causas de muerte, se puede observar el peso que tienen las muertes tempranas en las defunciones por causas externas. Según cálculos realizados en el año 2007 (OPS/MS, 2008), las causas externas producen en el nivel nacional un promedio de 149,7 años de vida potencialmente perdidas por 10 000 habitantes, una cifra bastante mayor a la producida por otras causas; en el caso de las enfermedades del sistema circulatorio representan 92,4 por cada 10 000 habitantes; los tumores malignos representan 84,1 por cada 10 000 habitantes; y las enfermedades transmisibles 22,3 por cada 10 000 habitantes. Las provincias con mayores pérdidas de años de vida por causas externas son en primer lugar Limón (227,5 por cada 10 000 habitantes) seguida por Guanacaste (223,3 por cada 10 000 habitantes) y en tercer lugar, Puntarenas (206,6 por cada 10 000 habitantes). Según datos del PNUD (99), si se comparan las tasas de mortalidad en jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años en diferentes países latinoamericanos, se observa cómo Costa Rica ocupa el segundo lugar en cuanto a tasas de mortalidad por accidentes de tránsito, quinto lugar en el caso de suicidios y el onceavo lugar en homicidios. Gráfico 22 17 Los Años de Vida Potencialmente Perdidos (AVPP) es un indicador que calcula los años que las personas fallecidas por determinada causa habrían vivido de haberse cumplido la esperanza de vida prevista. (OPS, Boletín Epidemiológico, junio 2003). Accidentes de tránsito Existe una importante discusión tanto en el nivel nacional como internacional en torno a considerar las muertes producidas por accidentes de tránsito como una expresión de violencia. Desde la perspectiva del Ministerio de Salud, este es un problema serio de salud pública que se ha incrementado a través del tiempo y comparte con otras instituciones el reconocerlas como expresión de violencia social18. Sin embargo, en el Informe Nacional de Desarrollo Humano (PNUD, 2005), se considera que en estos eventos están casi siempre ausente el elemento de intencionalidad de producir muerte o daño al otro. Aunque se reconocen diferentes grados de culposidad o negligencia en los accidentes de tránsito, no se encuentra dolo en los mismos. Sin embargo, se ha observado que el principal elemento que incide en los accidentes de tránsito responde a factores humanos: conductores, peatones y pasajeros pueden mostrar actitudes y comportamientos violentos y adoptar prácticas riesgosas, lo cual constituye factores de riesgo que pueden incidir en la producción de accidentes. A su vez, las sociedades y colectivos en los que se ha observado más indicadores de violencia social, también se presentan mayores niveles de accidentes de circulación (96). Si bien no existe información desagregada que permita identificar con claridad las actitudes y comportamientos violentos asociados con las defunciones, se considera importante incluir este fenómeno dentro del análisis de la situación costarricense. Durante el periodo comprendido entre el año 2000 y el 2008, se produjeron 6 001 muertes debido a accidentes de tránsito, lo cual promedia casi dos muertes diarias por este origen. La mortalidad por accidentes de tránsito en este período ha tenido el siguiente comportamiento: 670 muertes en el año 2000, 587 en el 2004, 685 en el 2006, y un fuerte incremento en el 2008 con 793 defunciones, lo que representa un 4,40% de las muertes totales. El número de muertes por esta causa aumentó en 15,76% con respecto al 2007. En los últimos tres años, el mayor porcentaje de estas muertes ocurrieron en las provincias de San José y Alajuela. 18 En el análisis Estadísticas de Accidentes de Tránsito, Costa Rica 1981-2002, del Consejo de Seguridad Vial, se considera formalmente a los accidentes de tránsito como “una nueva forma de violencia social” propia de las sociedades modernas (26). También así se concibe en el Informe sobre Violencia Social en Costa Rica, elaborado por el Ministerio de Salud (96). Cuadro 15 La población más joven suele estar más afectada por las defunciones ocasionadas por accidentes de tránsito. Las personas con edades comprendidas entre los 20 y 29 años presentan numéricamente mayor afección que otros grupos de edad. También esta causa de muerte se comporta de una forma similar a las otras causas externas, siendo notoriamente superior en el sexo masculino que en el femenino. Gráfico 23 Los peatones suelen ser los más afectados por estas muertes, seguido por los ocupantes de vehículos y motociclistas. Según el Informe Mundial sobre Prevención de los Traumatismos causados por el Tránsito del año 2004 (103), seis de los diez países con mayor incidencia en muertes por accidentes de tránsito son latinoamericanos. Costa Rica comparte con Nicaragua el noveno puesto con una tasa de 20,1 muertes por accidentes de tránsito por 100 000 habitantes, más del triple de la tasa de homicidios dolosos. En el año 2005, en el país se realizó un estudio de carga de enfermedad (AVISA) basado en dos indicadores: años de vida perdidos por muerte prematura (AVP) y los que se producen debidos a discapacidad, o años de vida ajustados por discapacidad (AVD). Los hallazgos del estudio indicaron que, en ese año, el país perdió 351 368 años de vida saludables debido a muertes prematuras y discapacidad, representando una tasa de 81,2 años por cada mil habitantes. Los accidentes de vehículo motor ocuparon el segundo puesto en el grupo de las diez primeras causas de AVISA. Por accidentes de vehículo motor, se perdieron 13 290,5 años de vida saludable en ese año. Los grupos de edad más afectados fueron los mayores de 15 años, donde se mantiene la pérdida hasta los 70 años, que es donde la curva desciende. Los hombres pierden más años por esta causa que las mujeres. Homicidios El Decimoquinto Informe Estado de la Nación (107) señala un preocupante incremento de los homicidios dolosos, que ocasionaron 131 casos y 143 víctimas más que en el 2007, un crecimiento del 37% y el 39%, respectivamente. También es importante señalar el aumento de un 6% registrado en los homicidios por encargo o “sicariato”, lo que refuerza la clara tendencia ascendente observada en los últimos años en este tipo de delito. El incremento de los homicidios dolosos afecta especialmente la provincia de Limón, donde se contabilizaron 101 víctimas de homicidio, lo que equivale a dos personas muertas por semana; de esta forma la tasa de homicidios por 100 000 habitantes creció por quinto año consecutivo, pasando de 9,2 en el 2003 a 25,1 en el 2008. También en San José han aumentado los homicidios en forma sostenida desde el 2005, de modo que la tasa de homicidios por 100 000 habitantes pasó de 8,2 a 14,9. Según datos del Ministerio de Salud19, en el año 2000, se registró un total de 241 homicidios, con una tasa ajustada de 5,6 homicidios por 100 000 habitantes; estas cifras se duplican para el año 2008, registrándose un total de 483 homicidios (10,12 por cada 100 000 habitantes). Llama la atención el aumento de homicidios en el último año, lo que incrementó la tasa en 3,1 homicidios por 100 000 habitantes del año 2007 al 2008. Gráfico 24 Tasa de homicidios (1997 - 2008) Por 100,000 habitantes 12 Homicidios 10 8 6 4 2 0 Tasa por cien mil 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 5,9 6,1 6,5 6,4 6,4 6,3 7,2 6,6 7,8 7,9 8,2 11,2 Año Tasa por cien mil Fuente: Elaboración propia basado en Sistema de Indicadores sobre Desarrollo Sostenible (SIDES), MIDEPLAN, <http://www.mideplan.go.cr/sides/social/indx08.htm> La provincia que presenta mayor mortalidad por homicidios es Limón (22,8 por cada 100 000 habitantes), con una tasa dos veces mayor a la nacional (11,2 por cada 100 000 habitantes). En segundo lugar se ubica la provincia de Puntarenas (15,4 por cada 100 000 habitantes), seguida por San José (13,4 por cada 100 000 habitantes). La provincia con la tasa de homicidios más baja es Cartago con 4,8 defunciones por homicidio por 100 000 habitantes. Las armas de fuego son las más utilizadas en la delincuencia y en la comisión de crímenes y, proporcionalmente, las que más impacto tienen en los delitos contra la vida. De igual forma, las armas que más se 19 Memoria Institucional 2007-2008. mencionan se encuentran en la categoría de permitidas según lo establece la Ley de Armas. Sobresalen las pistolas y los revólveres, que son, justamente, las armas autorizadas para la tenencia y portación por parte de la población. Para el año 1999, el 50% de los homicidios ocurrían con arma de fuego, nueve años después, para el año 2008, el porcentaje subió a 68,4%. Gráfico 25 Total de víctimas de homicidios y número de ellas que fueron muertas por arma de fuego (1999-2008) 600 500 400 300 200 100 0 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 Total de víctimas 250 252 257 258 300 280 338 351 369 510 Víctimas por arma de fuego 125 131 139 134 156 164 196 217 226 349 Año Total de víctimas Víctimas por arma de fuego Fuente: Estadísticas Policiales, Sección de Estadística. Poder Judicial. Durante el año 2008, la Sección de Estadísticas del Poder Judicial contabilizó 510 homicidios dolosos; de ellos, 349 fueron producidos por arma de fuego (31,3% de los homicidios se perpetraron con pistolas y 30% con revólveres), 105 por el uso de arma blanca (13,86% fue producido con cuchillos de cocina, el 3,37% con machetes), 37 por golpes, 10 por estrangulamiento y 9 por otros medios. En otras palabras, el 68,4% de los homicidios dolosos se produjeron por arma de fuego. Gráfico 26 Personas Fallecidas por homicidio doloso, según tipo de arma 2001-2007 700 610 600 533 Número de muertes 500 416 400 300 181 200 97 100 0 85 Ametralladora y fusil Revolver Pistola Cuchillos Puñales Fuerza Corporal 97 533 610 416 85 181 casos atendidos Fuente: Poder Judicial. El 51% de los homicidios cometidos con arma de fuego se producen en San José. Le sigue en proporción la provincia de Limón (20,6%), lo que indica que aproximadamente el 70% de los homicidios con arma de fuego se concentran en estas dos provincias. Es claro el fuerte incremento de este tipo de homicidios ocurridos entre el año 2005 y el 2008, especialmente en estas dos provincias antes indicadas. En las provincias de Puntarenas, Alajuela y Heredia se observa un aumento más paulatino de este tipo de muertes; mientras que la provincia de Guanacaste muestra cierta oscilación a lo largo de los años sin que se observe una tendencia al incremento de los homicidios con arma de fuego; por último, en el caso de la provincia de Cartago, este fenómeno tiende más bien a disminuir y se convierte en la provincia donde menor incidencia tiene el homicidio cometido con arma de fuego. Cuadro 16 Homicidios por provincia, producidos por arma de fuego: 2005 – 2008 Provincia San José Limón Puntarenas Alajuela Heredia Guanacaste Cartago Totales por años 2005 87 33 22 19 9 8 5 183 2006 95 47 18 14 7 17 7 205 2007 126 48 19 18 9 7 4 231 2008 161 62 23 24 14 10 2 300 totales 469 190 82 75 39 42 22 919 Porcentaje 51% 20.6% 8.9% 8.1% 4.2% 4.5 2.3% 100% Fuente: Organismo de Investigación Judicial. Poder Judicial. Marzo, 2008. Entre el año 2005 y 2008, el cantón Central de San José aportó el 38% de los homicidios acumulados en esta provincia. Le siguen Desamparados (12,7%) junto con Goicoechea (12,7%) y Tibás (10,8%). Estos cuatro municipios aportan el 74% de los homicidios con arma de fuego. Según estadísticas del Poder Judicial20, las zonas urbanas de mayor riesgo de homicidios registrados en el año 2008 son: Los Cuadros de Purral, La León XIII, La Carpio, Pavas (Metropolis, Finca San Juan y alrededores) Hospital y Alajuelita. En relación con Limón, el Municipio de Limón (Cantón Central) aportan un 65% y de Pococí un 15% de los homicidios con arma de fuego, lo que concentra el 80% de estas muertes en la provincia. En este tipo de defunciones se expresa con claridad las muertes en edades jóvenes. Más de la mitad de estas defunciones (52,7%) se da en personas cuyas edades están comprendidas entre los 20 y los 44 años, el homicidio afecta especialmente a la población joven a nivel numérico. Sin embargo, es importante hacer notar cómo el número de casos no necesariamente refleja la realidad del comportamiento del homicidio en los diferentes grupos de edad, pues se podría subestimar la proporción de homicidios en edades mayores. 20 Departamento de Planificación, Sección de Estadísticas del Poder Judicial, abril 2009. Gráfico 27 Fuente: Ministerio de Salud, Memoria Institucional 2007-2008 El 86,8% de las víctimas de homicidio fueron hombres, frente a un 13,3% de víctimas femeninas Si se observa el comportamiento del homicidio según la variable sexo, se puede observar cómo para el periodo comprendido entre el año 2005 y 2007, las oscilaciones en el número de víctimas por homicidio varia significativamente, ya sean hombres o mujeres en el último trienio. Destaca el incremento paulatino de homicidios en los hombres en el año 2007, comportamiento que no es igual en el caso de las mujeres. El homicidio en hombres y mujeres tiene características y patrones diferenciados que responden a factores culturales ligados a la construcción social de la masculinidad y la feminidad. Estos se traducen en manifestaciones de violencia y riesgos diferenciados por sexo. En ese sentido, en la masculinidad socialmente construida, se legitima más el uso de la agresión física en la resolución de conflictos que en el caso de la feminidad. Tal como señala Corsi (28), la construcción de la masculinidad tradicional es un factor de riesgo en la medida en que la violencia masculina tiende a naturalizarse socialmente. Al respecto, como antes se indicara, los perpetradores del homicidio tienden a ser personas con vínculos más cercanos en el caso de las mujeres que en el caso de los hombres. Según un análisis realizado21 21 Miranda et al, 2004. sobre los homicidios dolosos ocurridos en los años 1999 al 2003, el 48,8% de las muertes femeninas fueron perpetradas por su pareja (37,8%) o algún familiar (11%), mientras que, en el caso de los hombres, solo un 1.6% su victimario fue la pareja o un 2,2% algún familiar. La relación se invierte cuando se tratan de relaciones externas al círculo familiar: el 50,1% de los homicidios masculinos son cometidos por algún conocido que no pertenece a la familia y un 33,5% por alguien desconocido. En el caso de las mujeres, los conocidos con responsables del 27% de las muertes y un 10,2% por desconocidos. Esto indica que casi la mitad (48,8%) de las personas que asesinan a las mujeres son parte de su círculo de relaciones más cercanas, mientras que los hombres son víctimas de personas externas a su familia o son desconocidos. Gráfico 28 Tasa de asesinatos por violencia doméstica, problemas pasionales y agresión sexual (2003-2007) por 100,000 habitantes Muertes por Violencia Doméstica 1,6 1,4 1,2 1 0,8 0,6 0,4 0,2 0 1 2 3 4 5 Mujeres 1,2 1,2 1,4 0,9 0,8 Hombres 0,3 0,1 0,1 0,2 0,2 Año Mujeres Hombres Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Sección de Estadística. Departamento de Planificación. Poder Judicial Datos más recientes indican que la tasa de asesinatos a lo interno de los hogares por problemas pasionales y agresión sexual, pasó de 1,2 muertes femeninas por 100 000 mujeres en el año 2003 a 0,8 por cada 100 000 mujeres en el año 2007. Llama la atención que en el año 2005 esta tasa se incrementó a 1,4 por cada 100 000 mujeres. En el caso de los hombres, estas causas de muerte se mantienen en el mismo nivel bajo a lo largo de los años, para el año 2003 la tasa fue de 0,3 muertes masculinas por 100 000 hombres y para el año 2007 la tasa fue de 0,2 por cada 100 000 hombres. Si bien las muertes de mujeres por homicidio no tienen la magnitud presente, en el caso de los hombres, sus características diferenciadas han requerido de un análisis especial. En Costa Rica, se ha posicionado en el nivel público el término de femicidio para identificar formas específicas de asesinato que impactan a las mujeres por su condición de género22. La tasa de femicidio no ha variado mucho en la última década, mientras que la tasa total de homicidios sí muestra un claro incremento, lo que indica que los homicidios cada vez cobran más peso. Es importante considerar que el femicidio no es, por lo general, una experiencia repentina y aislada en las vidas de las mujeres; más bien tiende a ser el evento final de todo un proceso de escalada progresiva de violencia que, en algunos casos, se torna en vivencias de tortura sistemática y ensañamiento final por parte de sus parejas o personas cercanas. Se puede afirmar, entonces, que, en el caso de las mujeres, los femicidios tienden a ocurrir con mayor frecuencia en el ámbito privado y, en el caso de los homicidios, en el ámbito público, donde resulta proporcionalmente más letal. Suicidios El suicidio es una de las causas de defunción que, a diferencia del homicidio, no muestra un claro patrón ascendente a lo largo de los años. Durante la década comprendida entre el año 1998 y el 2008, la tasa de defunciones por suicidio oscila entre 5,7 y 8,6 eventos por 100 000 habitantes. La tasa más alta se registró en el año 2006, para posteriormente descender a 7 por cada 100 000 habitantes en el 2007 y aun más en el año 2008, con una tasa de 6,7 por cada 100 000 habitantes. Según define OPS/MS (2008): el femicidio es el asesinato de mujeres por razones asociadas con su género. Es la forma más extrema de violencia de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres en su deseo de obtener poder, dominación o control. Incluye los asesinatos producidos por la violencia intrafamiliar y la violencia sexual. El femicidio puede producirse en una relación íntima y en una relación no íntima. 22 Gráfico 29 En el año 2008, se registraron 325 suicidios, lo que representó 6,69 defunciones por 100 000 habitantes y se observan diferencias significativas en la ocurrencia de estas muertes según registró provincia. La mayor tasa de mortalidad por suicidios, en el año 2008, se en la provincia de Guanacaste (10,7 muertes por cada 100 000 habitantes), seguida por Limón (10,2 por cada 100 000 habitantes) y, muy cerca, en un tercer lugar Puntarenas con una tasa de 10,0 por cada 100 000 habitantes. Heredia presenta la tasa más baja de suicidios con relación a las otras provincias (4,4 por cada 100 000 habitantes). Gráfico 30 Fuente: Ministerio de Salud, Memoria Institucional 2007-2008 El mayor número de muertes por suicidio se da en personas jóvenes con edades entre 20 y 29 años (28% de las muertes) y en población masculina: el 88% de estas defunciones fueron de hombres y el 12% restante de mujeres. Gráfico 31 Porcentaje de suicidios según sexo (2008) Hombre Mujeres 12% 88% Fuente: Elaboración propia, basado en datos suministrados por el INEC, 2009. Para concluir, se puede decir que la violencia tiene la capacidad de desarrollar un “efecto dominó” en la salud: desencadena una diversidad de alteraciones que afectan el presente y el futuro de los grupos humanos. Un clima social dominado por el miedo, el odio, la ansiedad y la desesperanza puede facilitar la perpetuación de la violencia. Tal como señala Larizgoitia (2006), la violencia, es en realidad, uno de los principales determinantes de la violencia: uno que atrapa a sus víctimas en un círculo perverso. Como fenómeno a intervenir, la violencia excede el ámbito del sector salud, pero le implica por ser un problema que incide dramáticamente en la salud colectiva, de ahí el gran reto de identificar el aporte específico que el sector salud puede brindar en la búsqueda de soluciones. Sin embargo, se puede caer en la trampa de la “puntualización” del fenómeno si se sigue mirando desde la visión predominante en salud pública. Esto consiste en reducir la violencia a un hecho que se recorta de su contexto y su historia para convertirlo en un dato estadístico. Por este camino, podemos determinar la magnitud y el comportamiento poblacional de un fenómeno como la violencia, pero resulta poco útil a la hora de diseñar estrategias efectivas para su prevención. Esto último requiere de nuevas herramientas que permitan develar las raíces profundas que le determinan y sus dinámicas internas. La violencia constituye un gran reto en su abordaje, pues requiere cambios culturales, sociales y estructurales para avanzar más allá de soluciones paliativas de corto vuelo. La red de procesos que explicarían el desencadenamiento y reproducción de la violencia es ciertamente compleja. Su adecuada comprensión requiere de modelos teóricos que exceden el ámbito disciplinario tradicional de la salud pública. Su carácter social exige la integración de diversos marcos de referencia, metodologías de abordaje y trabajo interdisciplinario e intersectorial. Desde la perspectiva de la salud pública, es posible dar mayor significado a la idea de la violencia como incompatible con la vida y la democracia. Así la violencia comenzaría a poder percibirse como un problema para la salud y la dignidad de las personas afectadas, incluidas aquellas personas convertidas coyunturalmente en victimarias. Ejercicio de autoevaluación Ensayo individual Una vez realizadas la lectura de este capítulo deben abocarse a escoger un problema de violencia específico que se está presentando en su comunidad y elaborar un ensayo. El ensayo debe contener las ideas centrales, frente a las cuales usted deberá plantear su posición personal. Es importante que elabore conclusiones finales y que aporte la bibliografía utilizada. Para la elaboración del ensayo usted deberá hacer un esfuerzo de reflexión, síntesis y aplicación de los conceptos estudiados durante el curso, debe acompañarlo con el análisis de su profesión particular, entendiéndose que el desarrollo y la práctica de esta no se limitan a su experiencia personal. Para ello, será necesario que revise bibliografía y fuentes diversas. Deberá tener presente el cumplimiento de los siguientes aspectos formales: Extensión máxima de 10 páginas Fuente 12, espacio y medio Carátula Citas textuales dentro del texto entre comillas y con la referencia de la siguiente manera (Mora, 2005:25) Notas al pie de página Bibliografía al final Bibliografía 1. Allen, Patricia, Rojas Marielos y Salas Jessica. (2004). Violencia: Un problema de Salud Pública. Ministerio de Salud. San José, Costa Rica. 2. Alvarado, G. Moysén JS. Estrada S. y Terrones A. (1998). Prevalencia de violencia doméstica en la ciudad de Durango. Salud Publica Mex 40(6), pp. 481-486. 3. Aparicio, Amanda y Morera Melvin. (2009). Diferencias espaciales en la mortalidad infantil: consideraciones de equidad y convergencia regional. Decimoquinto Informe Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible. San José, Costa Rica. Recuperado 23 de noviembre de 2009 en http://www.estadonacion.or.cr/pdf/AparicioyMorera2009.pdf 4. 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