El texto: (Jer 1,4-19)

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RETIRO MENSUAL NOVIEMBRE 2012
Presentación del retiro mensual para los hermanos
Un saludo cordial hermano.
Para la organización de este RETIRO MENSUAL se ha tenido en cuenta lo que dicen
nuestras constituciones y el directorio inspectorial sobre los retiros mensuales.
Por eso se ofrece un texto de la Palabra de Dios, en este caso un texto del profeta
Jeremías (Jr 1, 4-19). Es una invitación a releer nuestra vocación personal, a rezar por
el DON recibido del Padre y a renovar nuestra respuesta generosa y fiel a este amor
recibido incondicionalmente. Se ofrece una lectio que ha elaborado Miguel Ángel
Álvarez, sdb para el encuentro de Oración, Comunicació y Reflexión celebrado en
Mohernando del 1 al 3 de noviembre. Esta en sintonía con la invitación del Rector
Mayor y su carta 413.
También se ofrece el artículo 87 de las constituciones con su comentario para que
pueda servir de lectura salesiana y meditación personal, sobre la escucha de la Palabra
de Dios.
Se invita a que durante el tiempo de silencio y oración personal, se pueda exponer el
Santísimo Sacramento, para aquellos que lo deseen.
Además se recuerda que durante este mes de noviembre recordamos de una manera
especial la primera expedición misionera salesiana (11.11.1875). Todos estos
contenidos pueden ser motivo para nuestra oración y encuentro personal con el Señor.
Se ofrecen para que cada uno elija aquel que más le ayude en su oración.
Además de este material ofrecemos en la web inspectorial – sección formación
permanente, lo siguientes materiales para el retiro de noviembre:

Otro retiro que ha preparado la Inspectoría de Madrid para noviembre, elaborado
también en esta ocasión por Miguel Ángel Álvarez Paulino.
Retiro Mensual Noviembre 2012
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PARA LA ORACIÓN PERSONAL
JEREMÍAS, LA VOZ DE DIOS EN LA CIUDAD
La memoria de la vocación
Introducción:
¿Quién era este hombre que hablaba con tanto ardor, con tanta entrega, con
tanta fuerza? - Porque Dios me ha llamado. La vocación, la experiencia que
ha tenido de Dios, es la fuerza constante que lo sostiene en las pruebas y en
las desilusiones.
- Jer 1, el primer capítulo, que podemos titular «Memoria de la vocación»
- La fecha precisa de este evento de la vida de Jeremías, a partir de la
afirmación «soy un muchacho», se deduce comúnmente que tendría
entre dieciocho y veinte años, cuando no era todavía un hombre capaz de
hablar con autoridad.
- No se trata de un relato inmediato, sino que está escrito por el profeta
muchos años después, y eso testimonia lo impresa que estaba en él la
Palabra que le dirigió el Señor hacia los dieciocho años.
- El texto puede ciertamente estimulamos a despertar la conciencia de
nuestra vocación y misión.
El texto: (Jer 1,4-19)
«Entonces me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos:
—Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de
que nacieses, te tenía consagrado: yo te constituí profeta de las naciones.
Yo dije:
—¡Ah, Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho.
Y me dijo el Señor:
—No digas "Soy un muchacho", porque dondequiera que yo te envíe irás, y
todo lo que te mande decir dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo
para salvarte (oráculo del Señor).
Entonces alargó el Señor su mano y tocó mi boca.
Y me dijo el Señor:
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—Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy
autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para
perder y derrocar, para reconstruir y plantar.
Entonces me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos:
—¿Qué estás viendo, Jeremías?
—Una rama del vigilante almendro estoy viendo.
Y me dijo el Señor:
—Has visto bien. Pues así soy yo, vigilante a mi palabra para cumplirla.
Nuevamente me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos:
—¿Qué estás viendo?
—Un puchero hirviendo estoy viendo, que está a punto de volcarse de norte
a sur.
Y me dijo el Señor:
—Es que desde el norte se iniciará el desastre sobre todos los moradores de
esta tierra. Porque en seguida llamaré yo a todos los reinos del norte
(oráculo del Señor), y vendrán a instalarse a las mismas puertas de
Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y delante de todas las
ciudades de Judá, a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme
dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses, y adorar la obra de sus
propias manos. Por tu parte te apretarás la cintura, y te alzarás y les dirás
todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar
delante de ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza
fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así
se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del
pueblo de la tierra. Te harán la guerra, pero no podrán contigo, pues
contigo estoy yo (oráculo del Señor) para salvarte»
Lectio
Estructura del texto: Jer 1, 4-19
- El eje central: una palabra constitutiva fundamental: Desde siempre te he
llamado. De hecho leemos: «Antes de haberte formado yo en el seno materno,
te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado: yo te constituí profeta de
las naciones» (v. 5): Desde siempre eres mío, para ser llamado.
- A la palabra constitutiva sigue una de resistencia (v. 6)
- Pero el Señor ratifica (v. 7)
- Esta palabra queda en seguida especificada con un gesto simbólico. (v. 9)
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- A lo que sigue un oráculo, que se refiere a la misión' (v. 10)
- Cuatro símbolos y cuatro oráculos (vv.11-19), con la misma estructura
precisa cada una: un símbolo, un oráculo.
o 1º: es la rama de almendro, y el oráculo asegura a Jeremías que
Dios vigila sobre él.
o 2º: es el puchero sobre el fuego, y el oráculo afirma que desde el
norte se abatirá la desventura.
o 3º: es el de ceñirse los lomos y estar en pie, mientras que el oráculo
repite que no tenga miedo, que no se asuste.
o 4º: es la fortaleza, el muro de bronce, y el oráculo advierte que
Jeremías no será vencido porque el Señor está con él.
- ¿Cuándo fue escrito este capítulo 1? Según los exégetas, al menos unos
veinte años después de que recibiera la vocación.
- Jeremías está viviendo un momento de grandes sufrimientos en que
advierte el total fracaso de su misión (durante veintitrés años ha hablado
y profetizado inútilmente), y advierte también de improviso la inspiración divina que le trae a la memoria la gracia inicial, precisamente para
que saque fuerzas contra la desilusión.
- A pesar de todo, es Dios quien lo ha llamado y él no ha hecho otra cosa
que obedecer a su voz. Es una página altamente dramática;
- No la escribe un joven lleno de entusiasmo por el encuentro con la
Palabra, lleno de ilusiones por la misión que deberá desarrollar, sino un
hombre desilusionado, que ha experimentado muchos fracasos, pero ha
sido fiel a la vocación inicial.
Analizamos el texto…
- El mensaje fundamental: «Me fue dirigida la palabra del Señor en estos
términos: "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía,
y antes de que nacieses, te tenía consagrado"» (w. 4-5).
- Sobre todo se trata de una palabra (en Isaías era una visión -cfr. Is. 6, 1
ss-; también en Ezequiel -cfr. Ez. 1, 1 ss.-).
- Jeremías recibe una palabra que da a la vocación del profeta una
característica de interioridad. No un hecho exterior grandioso, no una
visión de luz, sino una Palabra interior, así como fue para Elias (“en el
murmullo de una brisa ligera”).
- ¿Y cómo responde a la vocación? → Con el sentido de su falta de
incapacidad (v. 6) (cf. Moisés, Amós,…).
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- El Señor insiste: La iniciativa es mía, soy yo quien manda. En Moisés, en
Amos y en Jeremías Dios muestra que es Él quien llama y quien manda.
La autoridad viene del Señor, no de la capacidad ni de la valía humanas.
- En el versículo 9 se describe la consagración.: le es tocada la boca: «pongo
mis palabras en tu boca». El don que le es dado es el de la Palabra, y en
esta misión reconocerá sus propios límites y la fuerza de Dios.
- El programa de la misión que le confía Dios es terrible (v.10); seis
verbos, cuatro negativos y dos positivos; una misión de crítica, de
amenaza, aunque también esté presente la misión constructiva; será una
tarea penosa, fatigosa.
- Jeremías debe profetizar desgracias para sostener la fe en Dios, que
dirige los mismos asuntos desventurados del pueblo. Es llamado para
anunciar que incluso en las desgracias Dios sigue dirigiendo el destino
de un pueblo.
- La gran misión de Jeremías, vista a esta luz, es propia de quien, en una
situación difícil (personal, familiar, pastoral, civil, social, religiosa), cree
y proclama que eso ha ocurrido no porque el Señor se haya olvidado del
hombre, sino porque se ha acordado de él. Entonces se convierte en
palabra de consuelo.
- Jer 1,17: «Les dirás todo lo que yo te mande.» El profeta ha sido lanzado
a lo oscuro; no sabe lo que tiene que decir momento por momento (cf.
Abraham, Gn 12,1). No sabe adonde irá, el verbo está en futuro. La
vocación no es una iluminación tranquilizadora, sino que es una petición
para lanzarse, para fiarse del Señor.
Para la meditación:
- Jeremías está muy cercano a nosotros. Al menos para muchos de
nosotros la vocación se manifestó como una voz interior que, poco a
poco, nos dijo algo. Me gusta a este propósito recordar que «el
murmullo de la brisa ligera» de Elías en el Horeb es traducido por los
estudiosos como «una sutil voz de silencio». Es en el silencio como Dios
se revela, habla, y Jeremías es el hombre de la palabra suave, sutil,
escuchada.
- ¿Qué experiencias ha tenido el profeta en su vocación? Siete.
1. Experimenta el estar siempre en manos de Dios.
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Experimenta que, aun no teniendo, por su juventud, influencia
alguna, es llamado a una misión universal: es enviado a los reyes, a
los pueblos; el horizonte de su vida se ensancha.
Experimenta y tiene experiencia de sus propias limitaciones: falta
de idoneidad, incapacidad, temor; son también nuestras
resistencias.
Experimenta la fuerza de Dios en su debilidad: Dios pone las
palabras sobre sus labios, le da ojos para ver el significado
verdadero de los acontecimientos, lo hace como un muro de
bronce.
Por primera vez vive la experiencia del discernimiento: ve un
almendro florido, ve un puchero y lee en estos símbolos un mensaje
de Dios: Dios actúa en la historia.
Toma conciencia de que en él —débil, frágil, tímido— ha cambiado
algo, que hay en él una nueva naturaleza, una fuerza antes
desconocida: «Hago de ti como una fortaleza...»
Gracias a la vocación adquiere cualidades que no pensaba tener.
Experimenta la llamada como un nuevo nacimiento, una fuerza
vital, una revelación de su verdadero ser, una promesa inaudita de
fecundidad.
Revive estas experiencias en tu historia vocacional; “pues en Él vivimos, nos
movemos y existimos” (Hch 17,28)
- Después de veintitrés años el profeta siente la necesidad de recordar
aquel suceso, siguiendo no obstante con sus fatigas, amargura,
desilusiones, que durante ese tiempo lo habían gravado (en los famosos
párrafos de las «confesiones» se dirá aplastado por su misión). Siente la
necesidad de hacer memoria del hecho de que Dios lo haya llamado
—raíz de su existencia— para superar depresiones y tristezas. Pero ve
claro que es el Señor quien le ha llevado por ese camino. ¿Te identificas
en tu momento vital con el profeta? ¿estamos llamados a hacer hoy este
mismo itinerario, en nuestras comunidades, en mi vocación,…, recordar
la llamada del Señor?
- Jeremías es modelo de muchas vocaciones; nosotros mismos podemos
comprendernos mejor en nuestras debilidades y en nuestra fuerza
cuando nos miramos en su figura.
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- El don que le es dado es el de la Palabra, y en esta misión reconocerá sus
propios límites y la fuerza de Dios. En la misión encomendada por Dios
tocamos nuestra debilidad.
- Cada profeta tiene en su misión un filón, una línea. El deutero Isaías, por
ejemplo, es un profeta consolador («Consolad, consolad a mi pueblo»),
mientras que Jeremías debe profetizar desventuras. No somos nosotros
quienes decidimos, sino Dios quien decide la misión de cada uno a partir
de las circunstancias históricas. Quizá en nuestra vida tengamos por un
cierto período de tiempo una misión de consuelo, y durante otro una
misión de amenaza. ¿En qué momento estás? ¿en qué momento histórico
estamos?
Para la oración:
 Llegados a este punto, pasamos de la reflexión a la oración, a la
memoria agradecida a Dios.
 ¿Cómo me ha llamado el Señor a la fe: a través de la familia, los
encuentros, las personas que me han ayudado y han estado cerca de
mí? ¿Cómo la vocación a la fe, a la vida sacerdotal, religiosa, es la
fuerza de mi existencia?
 Hemos vivido quizá, y tal vez viviremos todavía, momentos duros,
como Jeremías, pero tenemos la seguridad de que Dios no nos ha
dejado nunca, que Dios es fiel a sí mismo. ¿Es profunda, determinante
esta seguridad? Díselo al Señor
 En la contemplación adorante y silenciosa, el Señor vendrá a nuestro
encuentro con su gracia, como el primer día, permitiéndonos
experimentar la alegría de la primera vocación, de la perseverancia en
las pruebas —a pesar de estar marcadas por momentos de descorazonamiento y de crisis—, la alegría de la fidelidad a la misión que
nos ha confiado, misión personal e irrepetible.
 El Señor nos consolidará sobre la roca de su amor, nos ayudará a
creer que nos está preparando para cosas grandes, que no debemos
temer, continuará obrando en nosotros con su fuerza y ensanchando
nuestro corazón hasta los horizontes de Dios y de toda la humanidad.
 Lo que importa es fiarse de Aquel que llama y envía. Llamados a ser
“místicos en el Espíritu”
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Oración:
«Concédenos, Señor,
que haciendo memoria de tus dones
y de la llamada del profeta Jeremías
penetremos más profundamente en el conocimiento de nuestra llamada
y aprendamos a hacer memoria de ella como defensa y apoyo para el futuro.»
PARA LA ORACIÓN PERSONAL EN SILENCIO
 Lee, relee, y reza el pasaje bíblico propuesto para este retiro.
 Pide el don del Espíritu para escuchar la PALABRA DE DIOS.
 Reza con el corazón al Señor… agradécele tu vocación, recuerda las personas que te
ayudaron, los que te han acompañado, con quienes la has compartido…
 El Señor te llama CADA DÍA, y tu respondes cada mañana ofreciéndole TODO tu
ser… Renueva tu AMOR a Dios.
 Pide perdón al Señor si alguna vez no has vivido tu vocación cómo Él espera de ti.
RECUERDA…
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 CONSTITUCIONES – ARTÍCULO 87 – Comunidad que escucha la Palabra
Son tareas fundamentales para una comunidad salesiana y para cada uno de sus
miembros: la palabra debe llegar a nuestros oídos (escucharla), bajar a
nuestro corazón (acogerla), pasar a las manos (practicarla), salir de nuestros
labios (proclamarla). Lo cual lleva consigo cuatro exigencias serias: la obligación
de acostumbrarnos al silencio, de reconocer nuestra pobreza radical, de
testimoniar la palabra y de trabajar con celo en difundirla. Pero quizá plantea,
antes, un problema inmediatamente práctico: los miembros de la comunidad
deben respetar el acuerdo comunitario sobre los momentos y las modalidades
concretas de escuchar en común la palabra de Dios.
 DIRECTORIO INSPECTORIAL – VIDA COMUNITARIA – NÚMERO 10.
Cada comunidad se esforzará en ser fiel a la celebración de los retiros mensuales y
trimestrales, teniendo en cuenta el ritmo del Año Litúrgico y cuanto determinan al
respecto las Constituciones (C 91) y los Reglamentos Generales. (R 72)
El retiro mensual debe incluir: Un momento de oración, un tema de contenido
espiritual (Lc 5, 1-11), momento de silencio y reflexión personal, favorecer la
posibilidad del Sacramento de la Penitencia y Celebración de la Eucaristía. La
comunidad destinará al menos 3 horas al retiro mensual (R 72). Para dar cabida a
estos momentos del Espíritu: cada comunidad estudia la posibilidad y
conveniencia de celebrar el retiro mensual fuera de la casa o con una comunidad
próxima.
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ART. 87
COMUNIDAD QUE ESCUCHA LA PALABRA
El Pueblo de Dios es congregado, en primer lugar, por la palabra de Dios vivo1.
La palabra escuchada con fe es, para nosotros, fuente de vida espiritual, alimento para la
oración, luz para conocer la voluntad de Dios en los acontecimientos y fuerza para vivir con
fidelidad nuestra vocación.
Teniendo diariamente en nuestras manos la Sagrada Escritura2, como María acogemos la
palabra y la meditamos en nuestro corazón3, a fin de hacerla fructificar y anunciarla con celo.
Los artículos 87, 88 y 89 forman un pequeño bloque donde se indican las tres formas
mayores de la vida litúrgica y de oración de la comunidad y del salesiano: escucha de la
palabra, celebración de la Eucaristía, santificación del tiempo mediante el oficio divino
durante el año litúrgico.
La primera actitud de la comunidad orante no es la de hablar: como para cualquier creyente,
es ante todo la de callar para escuchar, pues el Dios vivo, que congregó a esta comunidad y
la mantiene unida, no cesa de hablar: escucharlo con humildad es el modo más significativo
de reconocer la primacía de su iniciativa.
Un párrafo explica los beneficios de la palabra escuchada en la fe. Otro especifica las
reacciones de la comunidad a este respecto. Digamos en seguida que todo esto se aplica
igualmente a cada salesiano en particular.
Qué aporta la Palabra de Dios
Los párrafos primero y segundo del artículo recuerdan brevemente el papel fundamental de
la Palabra de Dios en cualquier comunidad cristiana y, con mayor razón, en toda comunidad
religiosa apostólica4, cuyos miembros profesan obediencia a la palabra y tienen la misión de
formar a los demás en la acogida de la fe. El artículo se inspira ampliamente en los textos
conciliares.
La Palabra de Dios no es simple expresión literaria, ni palabra vacía. Es Dios mismo quien
habla. Se comprende, pues, por qué y cómo es eficaz: es, ante todo, fuerza que reúne, porque
Dios se dirige a los hombres en primer lugar para convocarlos y suscitar en todos ellos la
misma respuesta. El texto del decreto Presbyterorum ordinis, citado por el artículo, insiste en
esto: Los presbíteros "tienen por deber primero el de anunciar el Evangelio de Dios, de
modo que... formen y acrecienten el pueblo de Dios. Pues por la palabra de salvación se
suscita... la fe, por la que empieza y se acrecienta la congregación de los fieles"5.
En esta congregación de fieles la palabra produce una serie de beneficios que la
constitución conciliar Dei Verbum describe así: "Es tan grande el poder y la fuerza de la
palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos,
alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual"6. Y más adelante: "A la lectura
de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración, para que se realice el diálogo de Dios con
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el hombre"7. "Fuerza, alimento, fuente de vida [robur, cibus, fons]": son términos que recoge
nuestro texto.
Puede atribuirse valor de síntesis a la expresión que el artículo pone en primer lugar: la
palabra es globalmente, fuente de vida espiritual. En este aspecto despliega su fecundidad en
tres direcciones: Suscita la respuesta de la oración, da a conocer la voluntad del Padre
y ayuda a realizarla de modo concreto.
En consecuencia, para poder orar de verdad, para saber lo que debe hacer, para dar al Reino
su aportación, la comunidad salesiana debe escuchar. Es cabalmente lo que dice el último
párrafo, que pone a la comunidad frente a la Palabra.
La comunidad ante la Palabra
Por medio de los acontecimientos salvíficos Dios habla de su designio de salvación en
Jesucristo. Pero su palabra se anuncia sustancialmente por escrito en la Sagrada Escritura8.
De ahí que se le diga a la comunidad que acuda a ella de modo especial, según indicación
explícita del decreto Perfectae caritatis y de la constitución Dei Verbum9. Tener en nuestras manos la
Sagrada Escritura significa, en el contexto, leerla (o escuchar su lectura) y meditarla. El vocablo
diariamente dice con claridad que no se trata de lectura ocasional: ¡la Biblia es el alimento
cotidiano! Se trata de aprender, especialmente en el Evangelio, "la ciencia eminente de
Jesucristo" (cf. Const. 34), ciencia de profundidad infinita.
El texto conciliar sugiere las actitudes que la comunidad y el individuo deben adoptar ante
la palabra de Dios:
—
escucharla con humildad en los momentos y formas oportunos;
— acogerla en el corazón con docilidad, como criterio supremo y, por tanto, dejarse
juzgar por ella: es el acto de fe10, cuyo modelo perfecto es María;
—
guardarla en la vida, adonde lleva su fruto;
—
anunciarla en el apostolado.
Son tareas fundamentales para una comunidad salesiana y para cada uno de sus miembros:
la palabra debe llegar a nuestros oídos (escucharla), bajar a nuestro corazón (acogerla), pasar
a las manos (practicarla), salir de nuestros labios (proclamarla). Lo cual lleva consigo cuatro
exigencias serias: la obligación de acostumbrarnos al silencio, de reconocer nuestra pobreza
radical, de testimoniar la palabra y de trabajar con celo en difundirla. Pero quizá plantea,
antes, un problema inmediatamente práctico: los miembros de la comunidad deben respetar
el acuerdo comunitario sobre los momentos y las modalidades concretas de escuchar en
común la palabra de Dios.
En cuanto al salesiano en particular, viene bien aquí el artículo 93, que habla de la oración
personal, entendida como meditación íntima de la Palabra de Dios.
Termina el Capítulo General Especial: La palabra de Dios es "palabra concreta, que
interroga a nuestra comunidad y a cada uno de nosotros personalmente sobre el 'aquí y ahora'
de nuestra existencia; palabra 'viva y eficaz' (Hb 4, 12), 'que actúa sin cesar' (DV 8); palabra
que exige ineludiblemente una respuesta que se refleje en la vida personal y comunitaria" 11.
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Las Constituciones nos han indicado oportunamente que los momentos más importantes de
nuestra vida comunitaria —la búsqueda del cumplimiento de la voluntad divina— nos los
señala la Palabra de Dios (cf. Const. 66).
Danos, Padre, docilidad plena en la escucha de tu Palabra:
que sea para nosotros fuente y alimento de vida,
luz para nuestro camino y fuerza de fidelidad,
a fin de que meditándola como María diariamente,
podamos hacerla fructificar en nosotros
y anunciarla con eficacia a nuestros hermanos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
1
PO 4.
Cf. PC 6.
3
Cf. Lc 2, 19.51.
4
Para esclarecer este punto, leer en los documentos del CG XX n.540, así como los largos pasajes del
documento tercero: Evangelización y catequesis, especialmente los números 283-288 y 339-340.
5
PO 4
6
DV 21
7
DV 25
8
Cf. DV 9-10
9
Cf. PC 6; DV 25.
10
Cf. DV 5.
11
CGE 540.
2
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