Gracias a los numerosos penitenciales que nos han quedado podemos acercarnos con cierta facilidad al mundo del pecado en la Alta Edad Media. En estos documentos encontramos la penitencia correspondiente a cada pecado, pudiendo afirmar que la mayoría de ellos tienen en el ayuno a pan seco o recocido y agua su correspondiente penitencia. Si alguien no desea o no puede realizar el ayuno, existe la posibilidad de cambiarlo por el pago de una determinada cantidad de dinero al año. Una vez más, los pobres deben sufrir las consecuencias del pecado en sus propias carnes mientras que los ricos pueden adquirir su salvación. Quizá sea esta la razón por la que el concilio de París del año 829 condenó los penitenciales, ordenando que fueran quemados. A pesar de la prohibición, los sacerdotes siguieron manteniendo entre sus libros algún penitencial. Según éstos, el cristianismo consideraba tres como los más grandes pecados: la fornicación -incluyendo todo tipo de actos sexuales pero haciendo hincapié en el bestialismo, la sodomía, las relaciones orales, la masturbación, variar de postura a la hora de hacer el acto sexual, el incesto y la homosexualidad femenina-, los actos violentos y el perjurio. Sin embargo, también es cierto que estos tres pecados son los más cometidos por lo que hacen referencia los textos. Las penas pecuniarias impuestas por los penitenciales no hacen distinción social, salvo si se trata de eclesiásticos o laicos. Los sacerdotes y monjes debían ser absolutamente impolutos e impecables. El asesinato podía ser castigado con tres o cinco años de ayuno, si el acto de violencia lo cometía un laico. Caso de un sacerdote, el ayuno se elevaba a doce años. El monasticismo irlandés se hizo famoso por sus prácticas ascéticas. Se ponía mucho énfasis en escrupulosos exámenes de conciencia, para dilucidar si se había cometido un pecado contra Dios. Con objeto de facilitar este examen, se desarrollaron los penitenciales (manuales de confesión) que describían los posibles pecados y sus apropiadas penitencias. Éstas a menudo consistían en ayunar un determinado número de días cada semana, a pan y agua. Aunque, a la larga, estas penitencias se aplicaron en todo el mundo cristiano, fueron particularmente significativas para el cristianismo irlandés. Este fragmento, tomado del Penitencial de Cummean, un abad irlandés, se escribió, alrededor del año 650y muestra una característica distintiva de los penitenciales: su obsesiva preocupación por los pecados sexuales. Aunque la iglesia condenó la homosexualidad en la Baja Edad Media, no le había preocupado demasiado el comportamiento homosexual, y tal actitud también prevaleció en el mundo secular. Sin embargo, alrededor del siglo XIII, estas actitudes tolerantes cambiaron drásticamente. Algunos historiadores relacionan este cambio con el clima de temor e intolerancia que prevaleció en el siglo contra los grupos minoritarios que se apartaban de la norma de la mayoría. Un enfoque preferido de los críticos fue identificar a los homosexuales con otros grupos detestados. Se describió la homosexualidad como una práctica regular de musulmanes y conspicuos herejes, como los albigenses. Entre 1250 y 1300, lo que se había tolerado en la mayor parte de Europa, ahora constituía un acto criminal que merecía la muerte. La legislación contra la homosexualidad se refería a ésta, por lo común, como un pecado “contra natura”. Éste es precisamente el argumento desarrollado por Tomás de Aquino, quien ha formado la opinión católica en esta materia durante siglos. En su Summa Teologica, Tomas de Aquino manifestó que el propósito del sexo era la procreación , por lo tanto, solo podía ser practicado legítimamente de forma que no excluyera esta posibilidad. Así la homosexualidad era "contraria a la naturaleza" y constituía una desviación del orden natural establecido por Dios. Este argumento y las leyes que prohibían la actividad homosexual so pena de castigos graves siguió siendo la norma en Europa y en cualquier parte del mundo cristiano hasta el siglo XX.