Los cómplices - Ediciones Ruinas Circulares

Anuncio
Los cómplices
El despertador irrumpió en el sepulcral silencio de la madrugada. Sin piedad alguna, el
penetrante sonido hizo que Tony saltara de la cama A diferencia al resto de los días en los
que se quedaba haciendo fiaca, decidió levantarse para salir con tiempo. Era viernes de
fin de semana largo y era sabido que una gran cantidad de vehículos se lanzarían a las
calles y el desplazamiento por la ciudad sería muy lento. Justamente hoy, no quería llegar
tarde al trabajo, ya que debía irse a horario.
Por fin había llegado el día”B” sí lo habían bautizado. Tantos meses preparando todo,
pensando cada detalle. Lo primero que haría al llegar a la oficina sería llamar al resto de la
banda. Debería manejarse muy sigilosamente en su trabajo sino quería levantar sospechas
sobre lo que ocurriría esa noche. Sabía que, si todo salía bien, sus vidas cambiarían.
Invadido por la ansiedad, no pudo esperar a llegar. Cuando subió al colectivo, comenzó a
enviar mensajes. El primero fue para “El Pelado”, el más impuntual de todos. El siguiente
para “El Enano”, que era el más despistado y estaba encargado de transportar los equipos
en su vehiculo, le recordó que le ponga combustible, “a ver si justo a la hora de usarlo, se
quedaba a mitad de camino.” Continuó con “Peluca”, un tipo frío de poco diálogo, muy
meticuloso. Él se había encargado de reunir todo lo necesario cuidando que los más
mínimos detalles estén listos. Peluca respondió enseguida con su frase predilecta: - Todo en
orden Tony. Llegando a la oficina envió el último mensaje, para el “El Tano”, el padre de
la idea. Era el más veterano y experimentado de la banda, que venía de estar guardado un
tiempo.
El punto de encuentro sería el bar donde el trabajaba “La Cosa Nostra” ubicado en pleno
centro y lindaba con el objetivo en uno de sus derruidos muros. Hacía cerca de un año que
solían reunirse allí, era la cita obligada del último viernes de cada mes. Ingresaban antes
de que cierre y se sentaban en la mesa del fondo, entre los baños y la puerta que daba a la
escalera del sótano. Luego comenzaban a desaparecer de a uno tratando para pasar
desapercibidos. Allí, en ese lugar, fue donde comenzó todo, mientras jugaban una partida
de póker. Una loca idea que se le ocurrió una noche a “El Tano” pensando que nadie
“agarraría viaje” la vociferó la pregunta al aire: ¿Si nos metemos en el banco de al lado?….
Esa noche Tony llegó temprano al bar. Se paró en la vereda de enfrente y observó el
panorama. Minutos después, ingresó. No había muchos clientes. Ya estaba “Peluca” en la
mesa esperando a que llegara el resto. Se sentó junto a él. Cuando pidió un café “El Tano”
se acercó y les comentó que “El Enano” llamó y avisó que pasaría por la casa, cargaría lo
que faltaba del equipo y se vendría. A las 21.00 llegó “El Pelado” que era el que todos
suponían que llegue tarde. Mientras “El Tano” cerraba el lugar, los demás bajaron al
sótano para terminar de ultimar detalles. Todo estaba saliendo tal cual lo planeado. Bah,
casi todo. Todavía no había llegado “El Enano” con el equipo. Lo llamaron al celular, pero
no respondió. Tampoco lo encontraron en el teléfono de su casa. El tiempo se agotaba.
Nada podrían hacer sin él. Con la desesperación, comenzaron las suposiciones: – ¿Si se
arrepintió? – ¡Les dije que no podemos contar con él! – ¿Y si le pasó algo? Los nervios se
apoderaban del grupo, creando un clima denso, como de tormenta. Todos comentaban algo.
Hasta que repentinamente “El Tano” pegó un grito y bajó a todos a la realidad: – ¡Basta! Dijo. – Si no viene se suspende y punto. Todos se quedaron callados unos minutos. La
hora límite del plan eran las 23. 50 hs. Si no llegaba, todo quedaría en la nada y deberían
esperar otra oportunidad. Sin embargo, pasó la media noche y “El Enano” no apareció. A
la bronca siguió la preocupación general, pues “El Enano” continuaba sin contestar el
teléfono A la 01:00 de la mañana ya nada se podía hacer. La banda comenzó a disolverse.
Las ilusiones estaban convertidas en cenizas. Después de esto no volverían a reunirse
más. Jamás serian conocidos. Jamás serian escuchados; ellos: “Los cómplices”, la banda
que participaría en el festival que organizaba el banco de al lado.
Orfeo
Descargar