Treinta y tres Rombos NOA Ediciones Título: Poemas de amor y sombras © del texto: Romero de Buñol www.versospaco.blogspot.com © de la portada: Romero de Buñol © de esta edición: NOA Ediciones www.noaediciones.com www.noaediciones.es E-mail. info@noaediciones.com Tel. 964454451 Maquetación: Javier Garrit Hernández Primera edición: junio de 2020 ISBN: Depósito Legal: Printed in Spain - Impreso en España Impreso por Quares Salesforce S.L. www.quares.es Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, radio, televisión y/o páginas web de Internet, siempre que se haga constar su procedencia y autor. Romero de Buñol Treinta y tres Rombos Prólogo Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía. Paco Romero es un poeta de hoy, muy actual. Conozco a Paco lo suficiente como para valorar su obra poética y este es su cuarto libro de poemas con un relato final. El autor se atreve esta vez como persona valiente y apasionada a regalarnos un Poemario Erótico, es ahí donde Paco demuestra su enorme capacidad creadora y su vehemencia como conocedor de los entresijos del alma humana y los deseos corporales, además, nos regala un relato erótico demostrando su excelente capacidad narrativa y nos subyuga con ese amor y deseos desmedidos hacia la protagonista una deliciosa pelirroja de ojos verdes y misteriosa mujer. Yo recomiendo al lector encarecidamente que solo lea a diario uno o dos poemas para saborear en profundidad los versos. En este, su cuarto libro, manifiesta el autor su personalidad y carácter indomable. Debemos reconocer por la lectura de este poemario, su pasión y vehemencia, por lo tanto, DISFRÚTALO. Firmado Doctor Francisco Chelos López Médico y Humanista. Servidor del amor. -5- Te propongo que seas mi pecado, ese cuerpo que deseo y vierto en él toda mi locura. Ese que amo sin prejuicios, que poseo a las horas pares e impares, de día y de noche. Te propongo… que pequemos encolerizados, que nuestros cuerpos no hallen más cordura que la piel. Si aceptas… cabalgaremos en la grupa de la pasión y nuestros besos chillarán, ansiosos de morder la sabrosa carne endulzada con la especia del deseo. Si aceptas mi locura, pecaremos y nos ganaremos el cielo, pues nos amaremos como jamás nadie antes amó… Te propongo que seas mi pecado, ¿aceptas? -7- Había música… sé que sonaban unos acordes, pero no logro unir su melodía. Había velas, inciensos y una penumbra que nos envolvía. ¿Recuerdas?, tu desnudez se reflejaba en mi deseo y nuestras caricias enajenaban la noche… Recuerdo el sabor de tus labios, aquel carmín rojo cereza, el perfume de tu piel, dulce, que se volvía deseo a cada prenda que se caía al suelo… Recuerdo… Cada jadeo que se escapaba de nuestras bocas, cada gemido, cada beso… cada caricia… Los gritos ¿Recuerdas? Aquel día nos amamos cuando todos dormían y nadie sabía de nosotros. -8- Tengo sed de ti, de beber tu cuerpo y relamer mis labios después. Tengo hambre, del néctar de tu feminidad, de tu licor obsesivo, de tu piel sedienta de mí. Rompe el desconsuelo de tu ausencia. Rompe tus vestiduras, las mías… y que nuestros cuerpos desnudos sacien la obcecación de perdernos en los enjambres del placer carnal, entre alaridos, gritos, besos, barbarismos esclavos del deseo. Estoy sediento, famélico… necesito gozar de ti. -9- Déjame… adentrarme en lo prohibido. Sí… Destruyamos las reglas y besémonos sin piedad. Déjame morder tus labios, que el delirio de la pasión endulce el frenesí de nuestras bocas... Rompe… la mesura comedida de lo formal, la conciencia del deseo y que el desenfreno psicótico te inunde para hacer hervir cada poro de tu ser de ansia de besos… Besémonos… sin medida, sin tiempo… sin conciencia de la vida. Solo… con la furia de nuestros cuerpos. -10- A esta hora que nadie duerme, tú y yo andamos soñando. Vamos a rendir cuentas a nuestro deseo. Vente a mi locura, abraza mi sinrazón, bebe el veneno de mis labios y, en el latir de una caricia, demos vida a nuestra pasión. No mintamos a nuestros cuerpos y dejemos que gocen de las caricias del otro cuerpo desnudos, de los labios ardientes rozando la piel… Vente… y ahoguemos el deseo entre las lenguas y los labios, entre mordiscos, arañazos, gritos y jadeos…. Sí… sí mujer, ahora… vamos a darle forma y nombre a ese sueño de tener tu cuerpo entre mis dientes rugiendo junto al mío -11- Voy a descubrir los silencios de tu piel, los que callas y solo tú sabes de ellos. Voy a disolver los miedos que sobre ella esculpiste… y crearé la melodía de tu júbilo rozando cada sílaba que has callado desde siempre. Voy a sentir tu piel fundirse entre carcajadas de locura, entre gritos de lo que siempre callaste. Lujuria… que anida en tu piel envuelta en miedos y deseos, sueños y pesadillas… Lujuria… que con mis dientes sacaré de entre los silencios que tu piel calla. -12- Ella… sólo quería que probara sus labios, el sabor afrutado de su carmín. Ella… vestía desnudez en su cuerpo de piel canela. Acariciaba su cuerpo y me incitaba a imitarla… Ella… escondía su mirada, no quería verme, no quería que viera sus ojos… Sólo deseaba sentirme… Sentir como me adueñaba de su cuerpo. Sentir como la poseía delirantemente. Sentir… Ella deseaba sentir. Pero en un estremecimiento de su locura su mirada se escapó entrando en mis ojos… Entonces fue cuando su cuerpo tomo forma de deseo. Fue entonces cuando la besé, la amé… Fue entonces cuando la hice mía… y ella me atrapó -13- No hay tiempo, ni hay día… Habla nuestra piel en la cólera de un jadeo… Besos, caricias… nuestra desnudez… el delirante sabor a sexo amortiguando la ausencia de gravedad. ¿Sigue la vida? No hay segundos, ni minutos, solo el latir del gozo marca el ritmo de la vida… -14- Prívame de la cordura, de la serenidad, la razón... y que la demencia guíe mis manos en el lienzo desnudo donde escribo el legado de la humanidad en caricias. Que el anhelo riegue de dulce lascivia tus labios, para que, ebrio de ti, muera amando el cuerpo de mi delirios… Prívame de la cordura, de la serenidad, la razón… la vida, pero no del gozo de amarte. -15- Hoy puedo amarte. Podemos perder la eternidad abrazando el instante mismo de la rendición del frenesí obsesivo, el silencioso grito de mi alma sobre tus labios excitados. Hoy… la pasión cabalga encabritada sobre las venas de la moralidad. Todo lo prohibido está permitido, así pues lameré y morderé tu cuerpo como venganza al desespero. No habrá condena para nosotros, pues hoy… será el día de la creación donde todo toma forma y sentido. Hoy puedo amarte con todos mis pecados. Puedo poseerte con toda mi esencia, recrear el momento justo donde la vida y la eternidad se confunden en un mismo rugido. Hoy podemos detener la creación y abocarnos en el pecado de jugar a dioses mortales. -16- Esta noche… que la luna se esconde y las estrellas no brillan… En la que el silencio anida en las aceras y las farolas alumbran soledades… Sí… hoy, cuando las sombras me camuflen y cubierto de silencio invada tu luz… Hoy seremos uno… un silencio, una sombra embravecida un aullido… Tras el infiel beso, los cuerpos escondidos en las sábanas castas de tu matrimonio… -17- Eres pecado… Prohibido… Y esta noche burlaré la conciencia y amaneceré en tu alcoba. La luna iluminará tu lujuriosa sonrisa. Tu cuerpo desnudo reflejará la ambrosía del pecado ilícito…. Y entre besos, caricias, y palabras calladas, condenaremos esta vida a la lujuria de amarnos… Y nos amaremos… más allá de lo legal, de lo confesable… Y mañana te desearé en secreto, tan secreto como nuestros besos fueron. -18- Dame tu boca de labios rojos, dame… tu cuello descubierto…, en ellos clavaré mi felonía irreverentemente desmedida. Besaré… tus labios demoníacos, tu lascivia beberé, tu cuello morderé y me alimentaré de tus gritos. Dame tus jadeos y recorreré tu cuerpo desnudo tan lentamente… que arderá en el infierno de mi lengua. Poseeré cada poro de tu cuerpo si tus labios rojos hierven junto a los míos… en la marmita donde se fraguan las locuras de Anteros. -19- Caminaré esta noche por la calle de las fuentes, donde duermes y esperas mi presencia. Subiré a tu alcoba donde desnudo tu cuerpo aguarda, beberé la esencia anhelada de tu delirio, comeré ardiente de la mesa de Afrodita, caminaré por el monte de Venus… y, postrado ante ti, me sumergiré en tu sexo, lamiendo el néctar de los dioses que allí mana. Duerme… ardiente, esa mano que acaricia tus senos es la mía, la lengua que escribe pasiones, es la mía, soy yo quien se ha metido en tu sueño, y febril te ama esta noche. Retuércete sobre mi cuerpo, gime y jadea descompasada, grita en tu sueño mientras con el mío te poseo, saboreando el néctar que con mi lengua y mis dedos hago fluir de tu cuerpo… Caminaré esta noche por la calle de las fuentes, donde duermes… y beberé y volveré a beber… de todas tus fuentes. -20- Tu piel en mi piel, los besos ansiosos de tus labios encontrando el huracán de los míos… Tu cuerpo lleno de deseo bajo mis manos ávidas de él, ansiosas de tu calidez, de tu frenesí. Mis labios, llamaradas ardientes de pasión, escribiendo una senda de deseo sobre los valles carnales de tu piel. Muerdo la comisura de tu locura, y tus entrañas me brindan su húmeda esencia. Bebo, el fruto ácido de tu demencia que transporta mi ser al abismo de la vida, donde solo tú… existes. -21- Arde… hierve… se agita incesante el deseo de la piel sobre la piel. Tu movimiento pélvico sentada sobre mí, tu boca devorando mi lengua, mis manos acariciando tu acalorada fogosidad… Arde… hierve… se agita incesante el deseo de oler, morder, lamer… tu sublevado deleite. Te agitas excitada sobre mí, tu cuerpo se convierte en humedad y mis dedos en placentero antídoto a la enajenación de tu delirio. Ardes… y nos consumimos uno encima del otro unidos por nuestros labios… Descubrimos la rendición de la vida en el éxtasis de un fragor ahogado de placer. -22- Esa noche… Mi universo fue tu desnudez. Tu cuerpo… la perdición de mi serenidad, sobre el que afloraban mis pasiones más lascivas. Esa noche… Mis dientes mordieron tu piel. Mi lengua… acarició tu esencia de mujer… Nuestros gritos rompían la oscuridad y la luna te iluminaba entre mis brazos. Desnuda… Mi mirada te recorría… Mi deseo se embravecía… Perdimos las fronteras de la cordura y gozamos Saboreamos los cuerpos mientras tú y yo creábamos un universo donde la lujuria danzaba borracha en los brazos del deseo. -23- Eran dulces sus caricias, jugosos sus labios, su piel… Ay su piel… Por su piel morí, renací y volví a morir… Lo que producía en mí, el tacto se su dermis en mi boca. Sentirla… Sentirla desnuda, abrazando mi cuerpo con su cuerpo… Amarla era como caminar por el edén. La frescura de sus risas, la pasión de su entrega, sus ojos llenos de felicidad… Ese segundo que se queda prendido durante horas sobre los labios. El éxtasis que viene tras unas caricias en lo más profundo del ser… Sí… Eran dulces sus caricias. Sí… Jugosos sus labios… Pero amarla… Amarla es la locura, la sinrazón que sigue dando sentido a los pecados. -24- En mis brazos, tus labios buscaban los míos. Tu cuerpo… mi cuerpo, Henchido de locura mordía los labios envueltos en carmín tu cabello acariciaba mi desnudez… Y ahí paramos el universo, cuando nuestras almas mortales se fusionaron en una… y todo se colapsó en un ahora. Hasta que un ronco grito de enajenación desmedida nos devolvió la conciencia… Y el manuscrito de nuestra abstracción se mostraba claro en nuestros cuerpos que se negaban a separarse. -25- Ahora, ahora que nadie nos ve, ámame. Desliza tu provocación en mí, inunda de ti cada poro de este instante... Cierra los ojos, detén el tiempo, y que nuestros cuerpos no hallen el momento que pone fin a un gemido, a una caricia. Ahora... ámame ahora... en el silencio de las horas perdidas, ahora... que nadie sabe que me amas y la locura se convierte en algo por descubrir. -26- Bésame… Con la abnegación prohibida del pecado carnal. Sacia mi anhelo de ti, Que tu piel ardiente repte por mi cuerpo desnudo, lamiendo cada poro que desea abdicar a tu lujuria. Sacia mi anhelo de ti. Y rompamos los límites morales para llegar allí… Donde tu locura se encuentra con mi demencia y un estallido orgásmico nos devuelve la vida… Sacia mi anhelo de ti. Pues… Cada segundo se vuelve una eternidad deseando… sentir como tu piel encoleriza de deseo bajo mis manos… Sacia mi anhelo de ti antes que esta locura me robe la vida . -27- Comamos la manzana prohibida y nuevamente condenemos la eternidad. Bebamos el elixir prohibido del cuerpo y, compás a compás, construyamos la melodía de nuestra locura. Que fluyan tu ansia, tus gritos las palabras vulgares… se inunde todo de la música descompasada de nuestra enajenación… ¡Aúlla! Cuando mis fauces se claven insolentes en ti. ¡Chilla! Cuando mi lengua entre profanado tus secretos. Y ahora que tu obsesión se estremece con mi delirio fundámonos en el colapso de los sentidos y comamos nuevamente la manzana prohibida. -28- Siento el lento palpitar de tu ardiente deseo, que te estremece… El fuego que colapsa tus sentidos, abocándote a la demencia primogénita. Y en un apocalipsis nos entregamos a la destrucción de la cordura… Y, nuevamente, la creación de la vida se forja en nuestros cuerpos. La noche nos atrapa tras el último beso de nuestros cuerpos… destruidos en el aquelarre del génesis. -29- Ábreme la puerta del infierno, esa que nace en tu piel ardiente, esa que muestras en tu mirada, que anuncian tus labios… Llévame más allá de lo permitido, donde los juegos prohibidos nacen y sobre tu cuerpo escribo mi condena, desnudo de vanidades, vestido con la alevosía de gozarte. Ábreme la puerta del infierno, mientras me recreo en tu sexo y mi lengua recorre tu ser carnal. Grítale a Satán, o a los ángeles, mientras te hago mía, suplícame clemencia mientras te amo, con ese alarido de pasión cuando tu cuerpo se rinde a mí. Llévame más allá de lo permitido, a las puertas del cielo, o la antesala del infierno… pero gozando de ti, gozando de tu cuerpo. -30- Escúpeme tus vulgaridades mientras desgarro tus medias y con mi boca destrozo tu tanga. Maldíceme rabiosa, insúltame a la vez que desnudas mi cuerpo que arde en el abismo de tu furor. Chilla y vuelve a humillarme cuando mi sexo entre bestialmente profanando tu mortal cuerpo, que muere por la codicia de gozarme. ¿Y ahora? Ya con mi falo gozando de ti, con tu hastío hambriento, entregada en lujuriosos alaridos, sigue soltándome vulgaridades que alimentan descomunalmente mi ansia de ser dueño de tu entrega. No pares, sigue escupiéndome tu palabrería, soez y vulgar… mientras abofeteo tus nalgas, y te penetro enérgicamente. -31- Desperté entre sabanas que olían a ti. Tu cuerpo ausente todavía calentaba mi deseo. Como las marcas del cantero, las tuyas, todavía rojas aparecían en mi piel. Las copas de vino de la noche, medio llenas esperando tus labios, que tras el pago, salieron de mi vida… sin un último beso… Para ti… tan solo fue trabajo. -32- Yo… y este vicio que nos ata cuando estamos juntos, Tú… y esta cama vestida con sedas blancas, una rosa que la adorna en el centro que nos incita a amarnos… No, no digas mi nombre, ni como voy a gozar de ti… Lo primero… taparé tus ojos con una de tus negras medias. Luego… iré desnudando tu cuerpo que se acariciará y retorcerá sobre las sábanas de seda. No… No dejaré que te quites el antifaz improvisado, no dejaré que tus ojos secuestren mi mirada y no pueda deleitarme en la contemplación de tu desnudez…. -33- No dejaré… que seas tú quien me ame… Hoy eres mía y gozaré de tu cuerpo como yo desee. Sin prisa, mordiendo, lamiendo, sintiendo el ardiente palpitar de todos los poros que tu piel atesora… Beberé ávido de tu copa de vida, me emborracharé con tu cuerpo y cuando, ya ebrio, se me escape la vida, te entregaré lo que queda de ella en un ronco jadeo… -34- Quiero amarte ahora, en el silencio de un compás de horas lentas… Quiero hacerte gozar, que mis besos causen la arritmia de tu corazón. Que mis manos acaricien tu desnudez… Que mueras con el tiempo entre jadeos y gritos de “no pares”… Quiero amarte ahora que anhelas el goce, sentir mi piel sobre la tuya…. Sí… amarte en este instante que nuestros cuerpos agonizan soledades, y el tiempo nos regala, en silencio, esta eternidad -35- Ámame en el infierno de un arco iris, allí… donde todo es posible y nada es real. Pinta mi cuerpo de acuarela para que se pierda en tus aguas y seamos un delirio de lluvia. Ámame… en los inconfesables pentagramas del pecado, entre aullidos, y delirantes gritos… No mires la noche, ni mires el día…, he parado el universo para que este segundo sea eterno, y no anochezca ni amanezca… Solo tú. Solo yo… Solo… Ámame mientras dure el arco iris. -36- Y sí… Siento… Siento cómo irremediablemente me sumerjo en la atracción de tu cuerpo, en el placer de tu dulce carne Me pierdo en la codicia, en el deleite en que sumerges mi mente. Siento tu agitación… Tus labios como brasas, y tu sexo inundado. Siento cómo la seda se desliza suavemente acariciando la fruición de desearte… Cómo, desnuda, juegas sobre mi cuerpo, y eufórica te adentras en el éxtasis y la demencia, Siento… cómo la vida se detiene a cada jadeo, y retoma su latir en cada beso, cómo muero en cada embestida y cómo renazco a cada grito… -37- Y si… Siento… Siento este deseo hoy de morir entre tus labios sin más antídoto que tu cuerpo amándome. -38- Sus labios carmesíes, la demencia de esa noche. Su cuerpo cubierto con encajes rojos, provocando en mí el alarido de la pasión desmedida. Pasaban las horas y nuestras bocas desenfrenadas no encontraban un beso final. Nuestras manos deseosas de la piel ajena, nuestros cuerpos rabiosos de deseo… Sus carmesíes labios recorrían mi cuerpo, para renacer en mis labios. Mis manos… indiscretas recorrían su sexo, húmedo, excitados. La hacían estremecer Y caían los minutos, horas.... Nuestros cuerpos no callaban la pasión… Una y otra vez repartían cada caricia. -39- Entre cópulas amaneció, su cuerpo desnudo junto a mí dormía. -40- ¿Pecamos? Porque tus labios se hicieron de deseo, se forjaron en el infierno, donde mi desvelo los anhela. ¿Pecamos? Porque tu voluptuoso cuerpo enciende mi sinrazón y no quiero salvar mi alma si no es entre tus gritos ansiosos de mi locura... ¿Pecamos? Porque el infierno ya lo vivo en tu ausencia, y ardo en él cuando rememoro tu pasión. Pequemos... ¡Sí… mujer! Que las horas ardan y se marchite el día... Que las sábanas se amontonen a nuestros pies. Y sobre la cama, nuestros cuerpos desnudos, enrojecidos de deseo, muerdan cada palabra. Y cada beso sea un pecado inconfesable de lujuria... ¿Pecamos...? Yo... lo confieso, me condeno por ti. -41- El armario de Lurdes Sí, todo sucedió como lo voy a narrar, sin duda soy culpable, pero tampoco quiere decir que me arrepienta de lo sucedido, más bien es un estímulo para los días que restan de existencia. Aquel día me entró un whatsapp de un número que no tenía registrado, entró con un simple «hola», al cual yo contesté con otro corto, frío y escueto «hola». Resultó ser una mujer que dijo llamarse Lurdes que había cogido mi teléfono de un grupo de esos donde estamos tantísima gente, que le había parecido interesante mi foto y había decidido saludarme. Me pareció genial pues ella también mostraba una foto donde aparecía como una mujer muy hermosa y sensual, y… ¿A quién no le gusta mantener una conversación con el sexo contrario donde se ve un atractivo? Estuvimos hablando unos días de temas intranscendentes sin más fondo que la cotidianidad de los días. Pero un día a ella se le ocurrió que teníamos que conocernos, tomar un café y esas risas que surgían por el whatsapp en forma de caritas que fueran nuestros rostros alegres. Yo dudé porque mi condi-43- ción de padre y marido me infringía un respeto. Pero pensé que no había nada malo en tomar algo con una persona la cual me era agradable y no tenía intención de romper mi integridad. Quedamos un jueves por la tarde, y yo a mi esposa le dije que había quedado a cenar con Luis, un compañero de trabajo que estaba separándose e íbamos a tomar algo y a hablar. Luis fue Lurdes, la cual vino a nuestra cita exquisitamente sensual, con una mini falda, botines y una blusa clara que resaltaba el rojo cobrizo de sus cabellos. Sus verdes ojos se alegraron al verme entrar en el bar donde habíamos acordado vernos. Le pregunté el por qué de tanta alegría y me dijo que dudaba que fuera a acudir, a lo cual tan solo le dije que yo era un hombre de palabra y si había quedado con ella, pues aquí estaba. Lo dicho al principio, en ese momento no sabía dónde mi vida estaba a punto de precipitarse, pero si lo hubiera sabido igualmente me hubiera dejado arrastrar por el huracán de emociones, sensaciones que estaban a punto de desencadenarse. Los secretos que Lurdes guardaba en el armario de su dormitorio, las vivencias que acaecieron sobre su lecho y el armario abierto… Comenzamos tomando un Martini y una cerveza antes de decidir dónde íbamos a ir a cenar. Sus -44- impertinentes ojos verdes no dejaban de observarme con una muestra de alegría, felicidad, sensualidad. Su cara perfectamente maquillada, con sus carmesíes labios que no paraban de reír, pletórica de felicidad. Nos fuimos a la cena; fuimos paseando al restaurante, estaba dentro del mismo barrio y para nada lejos. Ella me preguntó si podía cogerme del brazo, obviamente no vi ningún problema ni razón para decirle que no, era una mujer muy agradable y los dos estábamos en una noche muy divertida, así que se cogió con sus dos finos brazos sobre el mío, y entre risas y conversación llegamos al restaurante. Nos pusieron en un rinconcito tranquilo, y de la cena no voy a contar nada, tan solo que Lurdes resplandecía, su sensualidad se acentuó cuando tomó una copita de vino y su mirada todavía se volvió más anhelante de mí, y yo veía como sus labios me deseaban… Yo no podía evitar sentirme atraído por esos rojos labios… Pero anteponía la imagen de mi mujer e intentaba esconder el deseo de besarla. Vino el café, una copa, y ella se acercó todavía más a mí, su pierna rozaba la mía, su brazo el mío y nuestras miradas se confundían, la mía viajaba de sus labios a su escote, a sus ojos, nuevamente sonreía… su mirada permanecía anclada en mí, saboreándome, excitándome. El vino, la copa, el deseo ya habían jugado su papel y me tenía a su merced. -45- Sutilmente acarició mis labios con los suyos en un momento que juntos nos acercábamos a la mesa para coger nuestras copas, y con un susurro cálido, jadeante, entrecortado me dijo: «Vámonos de aquí». Pagué atropelladamente, y salí a la calle tembloroso, seguido por ella. Al salir me giré para preguntarle a dónde íbamos, pero no me dio tiempo a más y Lurdes me abrazó y llenó mi boca con su beso cálido, fogoso, desmedido. Yo no me hice atrás pues mi excitación me impedía acordarme de mi vida, y tan solo deseaba poseer el cuerpo de esta chica que estaba deshilachando mis valores, y me inducía a caer en el precipicio de la locura de compartir un secreto, que tal vez a ella le daba lo mismo que fuera público o no. Me dijo, «calla y vente conmigo». Cogimos un taxi que nos llevó a una dirección que ella había dicho, era un adosado de la periferia. Durante el trayecto no le importó para nada la presencia del taxista y sus labios corrían por mi cuello, besaban, mordían, y sus manos buscaban satisfacer sus anhelos tocando mi cuerpo por donde nunca pensé que se podría acariciar. Llegamos a la dirección y mientras yo pagaba ella abrió la puerta, el taxista me sonrió socarrón y cuando me deseo las buenas noches se le notaba otra intención más allá -46- de la cordialidad, me guiñó el ojo y marchó, yo fui hacia la casa donde Lurdes me esperaba. Al entrar todo cambió en ella, la excitación, la demencia con que venía en el taxi se volvió serenidad y más pausada me besó dulce e intenso, breve y profundo. Se separó de mí, caminó hacia un mueble y con la serenidad que había retomado me preguntó qué me apetecía tomar, y mi repuesta me desconcertó, pues fue: «A ti». Un estremecimiento me recorrió desde lo más profundo del estómago, vino a mi la imagen de mi esposa, y el perfume inocente de mi hijo. Cerré el alma en ese momento y le dije a Lurdes: «Un whisky, por favor». Me miró, rio, y cuando lo trajo me dijo burlona: «Pero esto no te libra de tomarme a mí también». Y cogiéndome de la mano me llevó por la casa. Subimos por una escalera al piso de arriba donde estaban las habitaciones, todas con las puertas cerradas y entramos en una de ellas. Estaba decorada con un aire hindú, una cama con grandes almohadones, una manta decorada de algodón, lámparas estañadas y cristales multicolores, una cómoda con candelabros para velones y un quemador de conos de incienso. Al frente de la cama un armario de aspecto viejo, color caoba oscuro, las puertas con rejilla entrecruzada de boga, y al lado de -47- la cama dos mesitas de color blanco donde en una había un mando de televisión, y una tablet. En la otra dos libros amontonados y cruzados entre sí. Lurdes me cogió el vaso de la mano, pero antes le di un largo trago que cerrara más mi conciencia y callara la voz de mi hijo. Luego me sentó en la cama y se colocó ella con las piernas abiertas encima de mí, comenzó a quitarme la camisa y besarme en el cuello conforme se iba quedando desnudo. Con sus caricias mis remordimientos se fueron con furia, y arranqué su ropa más que la desnudé y sus pequeños senos quedaron al aire mostrando unos pezones excitadísimos que me miraban retando mi masculinidad. Perdí en ellos mi boca, que los mordía y estiraba, como si quisiera arrancarlos, mientras mis manos se introducían por debajo de la falda buscando sus nalgas para atraer más hacia mí a Lurdes. En ese momento se separó y dijo: «Espera». Y aquí fue cuando de verdad vendí mi vida al diablo. Fue al armario que había delante de la cama, abrió de par en par la puerta, y se vieron colgadas fotos de ella desnuda, todas en posturas muy sexis y sugerentes, tenía un par de consoladores y lubricantes, una televisión de gran pantalla la cual encendió -48- y sintonizó una película. Mi estupefacción vino al ver un video de Lurdes masturbándose con los consoladores. Desnuda al pie de la cama, se acariciaba con una mano mientras que con la otra jugaba con el aparato fálico. Me miró y estalló en carcajadas. «Ven aquí tonto, me gusta gozar y verme me excita, así que me pongo videos míos». La verdad es que mi excitación llegó a cotas que jamás pensé que podría alcanzar y gozaba de su pequeño cuerpo, a veces lento, muy lento, mientras que la oía a ella jadear entre mis brazos y oía sus jadeos en la televisión. La oía gritar por los altavoces, se giraba a mirar y yo notaba como su excitación crecía nuevamente. Se arrodilló ella cara a la pantalla invitándome a mí a penetrarla desde atrás, los dos viendo el video, cómo se introducía el consolador, chillaba de placer y se retorcía. Así comenzó a gritar ella también y en ese momento que mi excitación llegaba al límite, comencé yo a gritar también. Aquello se convirtió en un psiquiátrico orgásmico, lleno de gritos de la televisión, ella corriéndose y gritando delante de mí y yo rindiéndome entre roncos rugidos. Caímos los dos extenuados, en un abrazo cubiertos de silencio. -49- Me quedé a dormir en la habitación de Lurdes, no me importaba nada más de la vida en ese momento. Sólo ella. Sólo su locura, su armario… Cuando desperté a la madrugada y sentí su cuerpo desnudo rozando el mío, una nueva erección me incitó a abrazarme a ella y traerla nuevamente del sueño a mis fauces hambrientas. Mordí su cuello a la vez que mis dedos invadían su interior vaginal. Ella jadeó y se abrió para que pudieran entrar más cómodos dentro, pero pronto cambie de idea y fue mi lengua quien apartaba sus labios exteriores buscando su clítoris para jugar con él a la vez que mi índice entraba lo más profundo. Ahora fue Lurdes la que se giró buscando mi pene y metiéndoselo en la boca. No hubo penetración esa primera mañana, tras un rato de jugar con las lenguas y nuestros sexos me corrí en su boca mientras ella estaba a la vez en una convulsión de su orgasmo. Sin saber qué explicaciones daría en casa, pues el teléfono apagado estaba lleno de llamadas y whatsapps, marché hacia el trabajo, esperando que durante el día encontrara alguna justificación creíble que darle a mi esposa. Todo se viene abajo cuando la inconciencia actúa, y esa mañana vino mi esposa asustada a buscarme al trabajo y no tuve ninguna excusa preparada para ella, -50- tan solo le dije que me había quedado sin teléfono, me lo habían robado, y que nos habíamos emborrachado Luis y yo. Nos habíamos quedado a dormir en casa de un conocido de él. Obviamente todo sonaba a mentira, mal tramada y mal articulada y entre lágrimas me dijo que luego en casa lo hablaríamos, que estaba cabreadísima por el susto de no saber nada en toda la noche. Le dije que se tranquilizara, que cuando llegara le explicaría, que llegaría algo tarde porque tenía que solucionar lo del teléfono. La verdad era que no tenía que solucionar nada, tan solo mi enajenación, y cuando salí del trabajo fui corriendo a casa de Lurdes que me estaba esperando ya con el armario abierto. Me preguntó si me parecía bien que grabara nuestra fiesta, así la podría poner mientras gozábamos o cuando se masturbaba. ¿Cómo podría negarme a nada que me pidiera? Conectó la cámara y nuevamente mi boca tenía su tersa piel entre los labios, su sexo, depilado con afrodisíaco aroma a mujer, húmedo. Los gritos que salían de la televisión, los que nosotros producíamos. El tiempo corría veloz entre penetraciones, felaciones, y el deleite de saborear su sexo con mis dedos entrando y saliendo de ella. Pero tuve que marchar al desierto de su ausencia y volver a casa donde mi mujer me esperaba con la intranquilidad acuchillándole el ser más profundo. -51- Llegué triste y meditabundo, abatido, con una sensación de desconsuelo y le dije que no me encontraba nada bien, que el alcohol de la noche anterior me había afectado y no me sentía con ánimo de nada, tan solo de morir. Se apiadó de mí y me dejo marchar a la cama a descansar sin más. Los días que siguieron como pude fui evadiendo sus preguntas, y cada tarde buscaba una razón para llegar tarde a casa, y cada tarde abría el armario del pie de la cama de Lurdes y los gritos de la enajenación inundaban la casa solitaria. Mi mujer comenzó a sospechar. La obsesión mía por estar en los brazos de Lurdes gritando nuestros orgasmos fue en aumento y ya no me conformaba con las tardes después del trabajo, ya comencé a quedarme alguna noche dando la excusa de que salía a trabajar fuera. En el trabajo comencé a fallar diciendo que estaba enfermo y pasaba el día en la letanía de los jadeos de mi amante. Mi vida transcurría en el pensamiento de cómo iba a amarla, y en amarla delante del armario; ella mirando el video de nuestras escaramuzas, y yo gozándola desde detrás. Pero todo acaba, y un día sin más puso punto final y no volví a saber nada más de ella hasta esta se-52- mana. Un compañero de trabajo me llamó en privado y me dijo, «mira esto». Lurdes y yo en una página de erotismo amateur en uno de los videos grabados. Así es como todo sucedió señor agente, por eso quiero poner la denuncia y que quiten los videos donde yo aparezco. Atentan contra mi integridad moral, pues fueron grabados en la intimidad como juego de dos amantes. Ya le dije antes que no me arrepiento de nada, que lo volvería a hacer… Pero Lurdes desapareció con sus cabellos rojos, sus verdes ojos y el armario de mi locura. -53- Romero de Buñol: Poeta autodidacta que nace en 1967 en París, de padres emigrantes. En la infancia vuelve a Buñol (Valencia), el pueblo de ellos. Mal estudiante, decide estudiar formación profesional, donde estudió delineación. En la adolescencia ya hizo alguna intrusión al mundo poético, pero pronto cayó en el olvido, y no es hasta un divorcio que no vuelve a tomar el verso. Tiene tres libros “Antología” publicado en la editorial Mandala & LápizCero (2009), “Versos para Paula” en la misma editorial en el 2011 y “Poemas de amor y sombras” con NOA ediciones en el 2012. También participa en dos libros “Alquimia de los sentidos” editorial Hispalage, una recopilación de varios autores del grupo a-rimando, y en “Antología poética” de la editorial Dexeo editores. Como Rapsoda ha participado en recitales en distintos lugares de la comunidad valenciana (Torrente, Valencia, Elche, Buñol…) Actualmente es miembro de la asociación de arte multidisciplinar “Torrent de Paraules” y también mueve un grupo minoritario (Bigornia), donde el objetivo no es otro que hablar un rato de poesía, relatos, contarse historias para motivar y hacer que la gente se adentre en el arte de la palabra.